La cultura, universo propio del ser humano

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FFILOSOFÍA Y FAMILIA
La cultura,
universo
propio del
ser humano
L
a “naturaleza” en general, considerada en
su sentido estricto, no obra por intenciones,
como la razón humana, pero está intencionada, obra
tendencialmente porque posee una “intentio naturae”
en todas las fases de su desarrollo. Si bien esto salta de
forma patente a la vista en los seres vivos, que poseen
un finalismo más acusado, en realidad afecta por entero
a la naturaleza, y hace que esta, sin ser racional, no sea
“irracional”, caótica y sin sentido. El azar puede actuar
a veces, pero en el marco o entorno en el que los seres
pretenden, por necesidad, cumplir su proyecto vital.
En suma, la naturaleza del hombre es racional, y
precisamente por eso supera la inmanencia de la naturaleza física, es decir, va más allá de ella. Aunque sí lo
es en su parte física, el hombre no es un ser natural
entre otros. La razón, en suma, es una potencia diversa
de la naturaleza porque no se mueve espontáneamente ni tiene ya predeterminado lo que obrará. La razón
tiene que descubrir la actuación más conveniente, más
certera, para dirigir a ella su intencionalidad consciente.
La controversia de la diferencia y prevalencia entre
“naturaleza” y “cultura” no es algo nuevo, se remonta
a la Grecia clásica. Muy diversas posiciones se manifestaron en aquel tiempo. Algunos consideraron que la
cultura es el desarrollo de la naturaleza; de modo que
la cultura sería algo superior a la naturaleza. Pero otros,
al contrario, consideraron que la cultura era un signo
de corrupción y decadencia, puesto que el vivir según
la naturaleza sería un vivir más genuino, porque sería
hacerlo según la razón universal.
Una cuestión previa, antes de continuar con nuestra
reflexión acerca de la “naturaleza” y la “cultura”: ¿Se
puede hablar de cultura en los animales? Tomás de
68 hacerfamilia.com
Aquino responde paradigmáticamente: “En los animales brutos, las formas sensibles e imaginarias que les
mueven no son halladas por ellos mismos, sino que las
reciben de los ‘sensibles exteriores’ que actúan sobre
el ‘sentido’, y las distinguen a través de la estimativa
natural. De donde, aunque se diga que en cierta manera se mueven a sí mismos, en cuanto que una parte
de ellos se mueve y la otra es movida, sin embargo,
el moverse mismo no les conviene como cosa que
proceda de ellos, sino que parte proviene de los ‘sensibles exteriores’ y parte de la ‘naturaleza’. Así pues, se
La naturaleza del hombre es racional,
y precisamente por eso supera la
inmanencia de la naturaleza física,
es decir, va más allá de ella
dice que se mueven a sí mismos en cuanto el apetito
mueve sus miembros, lo cual los coloca por encima de
los inanimados y de las plantas; pero no son causa de
su movimiento, en cuanto que el apetecer mismo es
para ellos una necesidad de las formas recibidas por
los sentidos y por el dictamen de la estimativa natural”
(Suma contra los gentiles, II, c.47). En consecuencia,
no es razón suficiente la transmisión instintiva de la
información para hablar de cultura animal. El animal es
capaz de información y cognición sensible, pero no de
conocimiento intelectual.
Un hecho parece patente: la esencia del hombre
no se encuentra, como la del animal, fijada de antemano en una sola dirección, sino que está abierta
a posibilidades dentro de las cuales se determina
libremente. Al producirse una determinación así,
se abren, a su vez, nuevas posibilidades y se cierran otras. Esto significa que la decisión ulterior se
realizará siempre sobre una plataforma que ha sido
alterada por una decisión precedente. El ser humano
tiene una naturaleza propia pero situada en un contexto cultural.
Algunos autores, inspirándose en Max Scheler,
consideraron que la cultura es “el mundo propio
del hombre”, pues lo que lo caracteriza de forma
diferente es el espíritu, que puede ser entendido
no solo como espontaneidad, sino también como un
conjunto de formas que fueron antes vivas y espontáneas, y que poco a poco se transformaron en modelos.
Podemos concluir, por el momento, diciendo que la
dialéctica “cultura vs. naturaleza” es artificial e inexacta.
Las grandes culturas dialogan ambos conceptos, de tal
manera que la importancia de la “naturaleza” no menoscaba el significado de la “cultura”. La persona humana,
por su “naturaleza” y por la “cultura”, es decir, por el
cultivo de los bienes naturales y culturales, puede alcanzar
su verdadera y plena humanización. Por consiguiente,
donde quiera que se hable de vida humana, “naturaleza”
y “cultura”, están en íntima y amorosa conexión. Las
grandes obras de la literatura universal son prueba de ello.
En suma, la naturaleza y la cultura, son regalos maravillosos, ya que nos dan el significado y el sentido de
las cosas, la sabiduría, “que infunde vida a sus hijos, y
acoge a los que la buscan, y va delante de ellos en el
camino de la justicia” (Eclo, IV, 12).
Emilio LÓPEZ-BARAJAS ZAYAS
Catedrático de Universidad en Fundamentos
de Metodología Científica
Febrero 2015 69
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