AMPARO 4433/2015 DIRECTO EN REVISIÓN PONENTE: MINISTRO JOSÉ RAMÓN COSSÍO DÍAZ SECRETARIOS: GABINO GONZÁLEZ SANTOS En atención a lo dispuesto por el artículo 73, segundo párrafo, de la Ley de Amparo, así como la jurisprudencia de rubro: “PROYECTOS DE RESOLUCIÓN DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN Y DE LOS TRIBUNALES COLEGIADOS DE CIRCUITO. SÓLO DEBEN PUBLICARSE AQUELLOS EN LOS QUE SE ANALICE LA CONSTITUCIONALIDAD O LA CONVENCIONALIDAD DE UNA NORMA INTERPRETACIÓN GENERAL, O DIRECTA BIEN, DE SE REALICE UN LA PRECEPTO CONSTITUCIONAL O DE UN TRATADO INTERNACIONAL EN MATERIA DE DERECHOS HUMANOS.”1, a continuación se hace público el fragmento del proyecto de sentencia del Amparo Directo en Revisión 4433/2015, en el cual se realiza el estudio de constitucionalidad respectivo: 30. En relación al tema de proporcionalidad de la pena, cabe destacar que recientemente esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al resolver el amparo directo en revisión 85/2014, aprobado por unanimidad de votos, señaló que las diferencias existentes entre el test de proporcionalidad en derechos fundamentales con la proporcionalidad de las penas, permiten que el análisis sobre este 1 Jurisprudencia P./J. 53/2014 (10a.), publicada en la Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima Época, Pleno, Libro 12, Noviembre de 2014, Tomo I, Página: 61. último tema no se realice en relación con las tres gradas del principio de proporcionalidad en sentido amplio: finalidad, idoneidad y necesidad de la medida. 31. En efecto, esta Sala sustenta que el análisis de proporcionalidad que prescribe el artículo 22 constitucional está ligado precisamente a la obra legislativa, esto es, a determinar si el legislador diseñó la penalidad o punibilidad de los delitos de manera coherente, tomando en consideración un orden o escala que garantice que las personas que sean condenadas por delitos similares, reciban sanciones de gravedad comparable, y que las personas condenadas por delitos de distinta gravedad sufran penas acordes con la propia graduación del marco legal. Este principio se transgrede o infringe cuando la obra legislativa dispone, de forma marcadamente desigual, distintas penalidades para dos conductas que son igualmente reprochables2. 2 Este criterio quedó establecido en la siguiente tesis, cuyos rubro y texto dicen: “PROPORCIONALIDAD DE LAS PENAS Y PROPORCIONALIDAD EN MATERIA DE DERECHOS FUNDAMENTALES. LA PRIMERA ESTÁ RELACIONADA CON LA PENALIDAD EN ABSTRACTO, MIENTRAS QUE LA SEGUNDA PUEDE VINCULARSE CON LA INDIVIDUALIZACIÓN EN EL CASO CONCRETO. Para analizar el marco legal de las sanciones, de cara al contenido del artículo 22 constitucional, debemos ubicarnos en lo que la dogmática jurídico penal llama "penalidad", "punibilidad", "merecimiento", "necesidad de la pena" o "pena abstracta", y no en el ámbito de la individualización de la sanción, que se refiere propiamente a la pena que imponen los jueces en los casos concretos. La punibilidad o penalidad es la conminación de privación o restricción de bienes del autor del delito, formulada por el legislador para la prevención general y determinada cualitativamente por la clase del bien tutelado y cuantitativamente por la magnitud del bien y del ataque a éste. El análisis de proporcionalidad que prescribe el artículo 22 constitucional está ligado precisamente a la obra legislativa, esto es, a determinar si el legislador diseñó la penalidad o punibilidad de los delitos de manera coherente, tomando en consideración un orden o escala que garantice que las personas que sean condenadas por delitos similares, reciban sanciones de gravedad comparable, y que las personas condenadas por delitos de distinta gravedad sufran penas acordes con la propia graduación del marco legal. Este principio se transgrede o infringe cuando la obra legislativa dispone, de forma marcadamente desigual, distintas penalidades para dos conductas que son igualmente reprochables. Por el contrario, el análisis de proporcionalidad en materia de derechos fundamentales podría tener lugar en un ámbito muy distinto: el de las reglas relativas a la individualización de la sanción, que lleva a cabo el juzgador. Cuando un juzgador va a determinar la sanción penal concreta en un caso determinado, es decir, cuando va a decidir cuál es la pena específica entre el máximo y el mínimo establecido en la penalidad, entonces podría eventualmente aplicar un test de proporcionalidad”. Tipo de Tesis: Aislada; Fuente: Gaceta del Semanario Judicial de la Federación; Libro 10, Septiembre de 2014, Tomo I; Materia(s): Constitucional; Tesis: 1a. CCCXI/2014 (10a.); Página: 591. Precedente: Amparo directo en revisión 85/2014. 4 de junio de 2014. Unanimidad de cuatro votos de los Ministros Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, José Ramón Cossío Díaz, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y Olga 32. Para llegar a la anterior determinación, esta Primera Sala señaló que, en primer lugar, ante un caso de proporcionalidad de penas, es importante no equivocar la metodología de análisis dejándose guiar por la ambigüedad del término “proporcionalidad”, ya que cuando ésta se predica de las penas —como ordena el artículo 22 constitucional— no se está refiriendo necesariamente al test de proporcionalidad del que hablan los estudiosos de los derechos fundamentales como Robert Alexy. Más bien, para emprender con éxito un análisis como el que ordena el artículo 22 de la Constitución a partir de la reforma de 18 de junio de 2008, debe tenerse presente que ni de ese precepto ni de los trabajos legislativos correspondientes se desprende cómo debe un Tribunal Constitucional construir los parámetros para desarrollar el estudio de proporcionalidad de las penas en función del bien jurídico tutelado y del delito cometido. 33. Cuando se habla del ejercicio de proporcionalidad en materia de derechos fundamentales proporcionalidad en —que sentido culmina estricto o con el juicio ponderación— de resulta indispensable no perder de vista las exigencias teóricas de la propia herramienta, ya que de otro modo se está en riesgo de tergiversar el instrumento y alterar con ello el resultado esperable. La primera (y quizás la más importante) condición para llevar a cabo un ejercicio de ponderación es comprobar que se está ante dos entes como genuinos candidatos a ser ponderados. Regularmente, se trata de principios; se Sánchez Cordero de García Villegas. Ausente: Jorge Mario Pardo Rebolledo. Ponente: José Ramón Cossío Díaz. Secretario: Roberto Lara Chagoyán. reservan las reglas de acción y las reglas de fin para el razonamiento subsuntivo (o clasificatorio) y finalista, respectivamente. 34. Estos materiales llamados principios son entendidos, de la mano de Robert Alexy, como mandatos de optimización que ordenan que algo debe realizarse en la mayor medida posible (de acuerdo con las posibilidades fácticas y normativas existentes). Este conocido autor considera que los derechos constitucionales se traducen, precisamente, en principios. Los conflictos entre principios (o entre derechos así concebidos) deben resolverse aplicando un test de proporcionalidad que, para Alexy, viene a ser una especie de meta—principio o, si se quiere, el principio último del ordenamiento jurídico. 35. Ese principio consta, a su vez, de tres sub-principios: el de idoneidad, el de necesidad y el de proporcionalidad en sentido estricto o ponderación. Los dos primeros se refieren a la optimización en relación con las posibilidades fácticas. Significa que una medida (una ley, una sentencia, etc.) que limita un derecho (un bien de considerable importancia) para satisfacer otro, debe ser idónea para obtener esa finalidad y necesaria, o sea, no debe ocurrir que la misma finalidad pudiera alcanzarse con un costo menor. El tercer sub-principio, por el contrario, tiene que ver con la optimización en relación con las posibilidades normativas3. 3 Véase: Alexy, Robert, Tres escritos sobre los derechos fundamentales y la teoría de los principios, BOGOTÁ, Universidad Externado de Colombia, 2002, p. 95. 36. Pues bien, en el caso de la proporcionalidad de penas, regularmente se analiza una regla (el tipo penal de que se trate) frente a un principio constitucional (el principio de proporcionalidad establecido en el artículo 22 constitucional), con la finalidad de determinar si aquélla —la regla— satisface o no la exigencia del principio constitucional; concretamente, si la pena es acorde o no con relación al bien jurídico afectado. 37. En estos casos, es posible adoptar cualquier metodología encaminada a la justificación exigida por el artículo 22, dejando fuera, naturalmente, un análisis de proporcionalidad en materia de derechos fundamentales, dado que en este tipo de casos no se está ante la colisión de dos principios. Así, por ejemplo, es posible explorar si el estudio de proporcionalidad de penas requiere un estudio comparativo de la norma tildada de inconstitucional con otras de similar contexto y afectación al bien jurídico protegido, en un esquema horizontal, o si el estudio únicamente debe comprender la evaluación de la proporcionalidad de la norma atendiendo a los factores que la integran en un orden meramente vertical y, en su caso, por qué es elegible uno respecto del otro. 38. El problema pues, no es sencillo, porque, entre otras cosas, se trata de medir racionalmente —de acuerdo con las exigencias del Constituyente— si el legislador está emitiendo tipos penales cuya penalidad esté realmente obedeciendo a un “todo lógico”, es decir, a un universo más o menos coherente y congruente en sí mismo, tomando en cuenta la voluntad del pueblo y, sobre todo, el grado de reproche que éste quiere imprimir en cada tipo penal. 39. En todo caso, es pertinente tomar en cuenta que, desde el punto de vista metodológico, no es recomendable utilizar, sin más, el test de proporcionalidad en materia de derechos fundamentales, en un caso de proporcionalidad de penas. 40. En esa misma línea de precisiones metodológicas, esta Primera Sala, al resolver el ADR 181/2011, por unanimidad de 5 votos, en la sesión del 6 de abril de 2011, determinó que la alusión a la proporcionalidad que hace el artículo 22 constitucional recoge, lo que en la doctrina penal se denomina la concepción estricta del principio de proporcionalidad en materia penal4, y que el contenido de este derecho consiste en la exigencia de una adecuación entre la gravedad de la pena y la gravedad del delito. Asimismo, que la propia Suprema Corte ha sostenido que “la gravedad de la pena debe ser proporcional a la del hecho antijurídico y del grado de afectación al bien jurídico protegido; de manera que las penas más graves deben dirigirse a los tipos penales que protegen los bienes jurídicos más importantes”5. 41. También se dijo, que el derecho fundamental a una pena proporcionada constituye un mandato dirigido tanto al legislador como 4 Lopera Mesa, Gloria Patricia, Principio de proporcionalidad y ley penal, Madrid, 2006, p. 171. Véase la siguiente tesis de rubro: “PENAS. PRINCIPIO DE PROPORCIONALIDAD CONTENIDO EN EL ARTÍCULO 22 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS”. [Décima Época, Instancia: Primera Sala, Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro V, Febrero de 2012, Tomo 1, Página: 503, Tesis: 1a. 1a./J. 3/2012 (9a.)]. 5 al juzgador6. El primero cumple con ese mandato al establecer en la ley penal la clase y la cuantía de la sanción atendiendo a la gravedad de la conducta tipificada como delito. Así, la proporcionalidad en abstracto de la pena se determina atendiendo a varios factores: la importancia del bien jurídico protegido, la gravedad del ataque a ese bien, el ámbito de responsabilidad subjetiva, etc. Por su parte, el juez penal es el encargado de determinar la proporcionalidad en concreto de la pena. El legislador debe proporcionar un marco penal abstracto que permita al juzgador individualizar la pena teniendo en cuenta las circunstancias concretas de cada caso, tales como: la lesión o puesta en peligro del bien, la intervención del agente para causar la lesión o crear el riesgo, así como otros factores sociales o individuales que sirvan para establecer la menor exigibilidad de la conducta7. 42. La Primera Sala sostuvo en el precedente citado, que la relación entre la pena y el delito es una relación convencional, porque depende de aspectos contingentes que no están dados de antemano. Así, la relación entre delito y pena no sólo atiende a cuestiones éticas o valorativas propias de cada sociedad y momento histórico, sino también a consideraciones de oportunidad. En este sentido, la exigencia de proporcionalidad no implica que el sistema de penas previsto en los códigos penales atienda exclusivamente a la importancia del bien jurídico protegido, la gravedad del ataque a ese bien o al grado de responsabilidad subjetiva del agente. 6 7 Sobre este punto, véase Lopera Mesa, op. cit., pp. 175-180. La distinción entre proporcionalidad en abstracto y proporcionalidad en concreto de las penas ha sido recogida en la acción de inconstitucionalidad 146/2007. 43. La Sala llevó a cabo una crítica a la interpretación de la garantía de proporcionalidad de las penas prevista en el artículo 22 constitucional, que había llevado a cabo esta Suprema Corte. De acuerdo con esa interpretación, “[e]l legislador en materia penal tiene amplia libertad para diseñar el rumbo de la política criminal, es decir, para elegir los bienes jurídicamente tutelados, las conductas típicas antijurídicas y las sanciones penales, de acuerdo con las necesidades sociales del momento histórico respectivo”8. Tal interpretación —se dijo— es problemática porque no basta con constatar que un delito tiene una pena mayor que otro que afecta a un bien jurídico de similar o mayor importancia. Lo anterior, porque aunque existen casos claros en donde habría un consenso sobre la mayor importancia de un bien jurídico tutelado por una norma penal, hay muchos otros en los que no habría un acuerdo al respecto. Así, por ejemplo, ¿puede decirse que es más grave un delito que atenta contra la vida que otro que ataca a la libertad sexual?, o ¿es más grave un delito contrario a la libertad ambulatoria que otro que lesiona la salud pública? La dificultad de hacer este tipo de comparaciones estriba en que en muchos casos los valores o los intereses recogidos en los bienes protegidos son inconmensurables. 44. Dicho carácter se explica, entre otras razones, por la distinta naturaleza de aquéllos. En segundo lugar, la comparación es problemática porque la lesión o puesta en peligro de un bien jurídico puede ser de diferente intensidad dependiendo de cada tipo penal. Esto implica reconocer que 8 LEYES PENALES. AL EXAMINAR SU CONSTITUCIONALIDAD DEBEN ANALIZARSE LOS PRINCIPIOS DE PROPORCIONALIDAD Y RAZONABILIDAD JURÍDICA [Novena Época, Instancia: Pleno, Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, XXVIII, Septiembre de 2008, Página: 599, Tesis: P./J. 102/2008, Jurisprudencia, Materia(s): Constitucional, Penal]. En el mismo sentido, véase la sentencia recaída en el amparo directo en revisión 1405/2009. una afectación menor a un bien jurídico muy importante puede ser menos grave que una afectación muy intensa a un bien jurídico de menor importancia. En este sentido, por ejemplo, en determinadas circunstancias podría concluirse que una tentativa de lesiones, que es un delito que protege la integridad física, es menos grave que un fraude bancario donde ha sido afectado el patrimonio de miles de ahorradores. 45. Las consideraciones anteriores muestran que la cláusula de proporcionalidad de las sanciones penales contemplada en el artículo 22 de la Constitución Federal no puede significar simplemente que sea inconstitucional una pena cuando ésta es mayor a la de un delito que protege un bien jurídico del mismo valor o de mayor importancia. Esta Suprema Corte entiende que la escala de penas determinada en los códigos penales establece una jerarquía de castigos no sólo en función de la importancia de los distintos bienes jurídicos protegidos y de las afectaciones a éstos, sino también atendiendo a consideraciones de política criminal. 46. El precedente continúa señalando, que es legítimo, desde el punto de vista constitucional, que esa política criminal tenga como objetivo disminuir la incidencia delictiva a partir del aumento de las penas. Así, el incremento en la comisión de ciertos delitos justifica que el legislador instrumente una respuesta penal de mayor intensidad que se traduzca también en un aumento de las penas. Por tanto, para evaluar la proporcionalidad de una pena también debe tenerse en cuenta si el legislador ha considerado, al momento de determinar su cuantía, que se trata de un delito cuya alta incidencia lo lleva a enderezar una intervención penal que se traduzca en una pena mayor. Esto significa que tanto la gravedad de la conducta incriminada como la cuantía de la pena no sólo están determinadas por el bien jurídico tutelado, la afectación a éste o el grado de responsabilidad subjetiva del agente, sino también por la incidencia del delito o la afectación a la sociedad que éste genera, siempre y cuando haya elementos para pensar que el legislador ha tomado en cuenta esta situación al establecer la pena. Al respecto, este Alto Tribunal ha puesto de manifiesto la conveniencia de que el legislador exprese las razones que lo llevan a determinar una pena para un delito como un elemento especialmente relevante para evaluar la constitucionalidad de una intervención penal9. Con todo, esto no debe llevarnos al extremo de sostener que la ausencia de una justificación legislativa expresa, comporte la inconstitucionalidad de la pena. 47. A partir de lo anterior, se sostuvo que el juicio sobre la proporcionalidad de una pena no puede realizarse de manera aislada, sino tomando como referencia las penas previstas por el propio legislador para otras conductas de gravedad similar; y que, sin embargo, esa comparación no puede hacerse de forma mecánica o simplista, porque además de la similitud en la importancia de los bienes jurídicos lesionados y la intensidad de la afectación, deben considerarse aspectos relacionados con la política criminal instrumentada por el legislador. O dicho de otra En este sentido, véase la tesis jurisprudencial de rubro: “PENAS Y SISTEMA PARA SU APLICACIÓN. CORRESPONDE AL PODER LEGISLATIVO JUSTIFICAR EN TODOS LOS CASOS Y EN FORMA EXPRESA, LAS RAZONES DE SU ESTABLECIMIENTO EN LA LEY” [Novena Época, Instancia: Primera Sala, Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, XXXIII, Enero de 2011, Página: 340, Tesis: 1a./J. 114/2010]. 9 manera, para determinar la gravedad de un delito también hay que atender a razones de oportunidad, que están condicionadas por la política criminal del legislador. 48. Para esta Primera Sala, si el principio de proporcionalidad impone la necesidad de comparar la pena enjuiciada con otras penas asignadas a otros delitos, esta Suprema Corte tiene que establecer la forma de seleccionar las penas que constituyen ese tertium comparationis. Al respecto, es necesario rechazar que en este caso esa comparación pueda hacerse con las penas previstas para delitos que protegen bienes jurídicos distintos. Así, no resulta legítimo comparar las penas previstas para los delitos en contra de la libertad personal con las penas de los delitos que atentan contra la vida. Como se sostuvo anteriormente, la ilegitimidad de esta comparación no sólo se justifica porque en muchos casos los bienes protegidos resultan inconmensurables, sino también, porque una mayor penalidad puede explicarse por la intensidad en la afectación del bien jurídico o por razones de política criminal. (…) 55. Ahora bien, esta Primera Sala estima reiterar que con motivo de las reformas al artículo 18 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (dieciocho de junio de dos mil ocho y diez de junio de dos mil once), se ha modificado la lógica general que rige los objetivos y las funciones del sistema penitenciario. 56. Luego, el presente estudio debe hacerse a la luz del artículo 18, segundo párrafo, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, posterior a la reforma penal del dieciocho de junio de dos mil ocho. La misma se encuentra vigente en términos del artículo quinto transitorio,10 pues el plazo de tres años al que esta disposición se refiere finalizó el diecinueve de junio de dos mil once; por lo cual, resulta necesario basar nuestro análisis de constitucionalidad en este texto. Ello, con independencia de si las entidades federativas han legislado al respecto, pues como lo establece tal artículo transitorio, dichos cambios debían haber ocurrido desde la fecha señalada con anterioridad. 57. En el caso, la materia de análisis es el segundo párrafo del artículo 18 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. El siguiente cuadro comparativo permite advertir las diferencias entre el texto anterior a la reforma y el actual: Texto antes de la reforma penal (dieciocho de junio de dos mil ocho) y de la reforma de derechos humanos (once junio de dos mil once). Art. 18.- Texto vigente Art. 18.- …Los Gobiernos de la Federación …El sistema penitenciario se y de los Estados organizarán el organizará sobre la base del “Quinto. El nuevo sistema de reinserción previsto en el párrafo segundo del artículo 18, así como el régimen de modificación y duración de penas establecido en el párrafo tercero del artículo 21, entrarán en vigor cuando lo establezca la legislación secundaria correspondiente, sin que pueda exceder el plazo de tres años, contados a partir del día siguiente de la publicación de este Decreto.” 10 sistema penal, en sus respectivas jurisdicciones, sobre la base del trabajo, la capacitación para el mismo y la educación como medios para la readaptación social del delincuente. Las mujeres compurgarán sus penas en lugares separados de los destinados a los hombres para tal efecto. respeto a los derechos humanos, del trabajo, la capacitación para el mismo, la educación, la salud y el deporte como medios para lograr la reinserción del sentenciado a la sociedad y procurar que no vuelva a delinquir, observando los beneficios que para él prevé la ley. Las mujeres compurgarán sus penas en lugares separados de los destinados a los hombres para tal efecto… 58. Como puede observarse, el órgano reformador de la Constitución modificó la redacción del artículo 18, lo que básicamente resultó en los siguientes puntos: 1) La sustitución del término “readaptación” por “reinserción”. 2) El abandono del término “delincuente”. 3) La inclusión del fomento al respeto por los derechos humanos, como medio para lograr la reinserción. 4) La inclusión de un objetivo adicional a “lograr la reinserción”; a saber: “procurar que la persona no vuelva a delinquir”. 5) La adición del concepto “beneficios” como parte de la lógica del sistema. 59. Pues bien, a juicio de esta Sala, estos cambios no son superfluos; por el contrario, obedecen a motivos concretos que fueron claramente vislumbrados durante los procesos de reforma a los que hemos hecho referencia. 60. Podemos decir que el abandono del término “readaptación” y su sustitución por el de “reinserción” tiene un impacto crucial en la forma en que debe ser entendido el régimen penitenciario. A partir de la reforma de junio de dos mil ocho y de junio de dos mil once, el sentido de la pena adquiere finalidades distintas a las que se tenían anteriormente. En otras palabras, con el cambio se pretende superar ciertas prácticas incongruentes con el “derecho penal del acto”, el cual pone énfasis en las conductas cometidas por el sujeto, antes que en su personalidad. La superación del paradigma del derecho penal del autor obedece a la intención de abandonar cualquier nomenclatura que pudiera resultar estigmatizante para la persona, tal como el concepto de “desadaptado”. 61. El hecho de que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos elimine la posibilidad de que el sistema penal opere bajo la premisa de que el infractor de la ley penal es un sujeto al que puede atribuirse el adjetivo de “desadaptado”, ayuda a formar la convicción de que nuestro sistema actual se decanta por un derecho penal sancionador de actos o de delitos y no de personalidades. Lo mismo demuestra el abandono del término “delincuente”, pues también exhibe la intención del constituyente permanente de eliminar cualquier vestigio de un “derecho penal de autor”, permisivo de la estigmatización de quien ha cometido un delito. Así, el nuevo sistema penal opera bajo el entendimiento de que el infractor de la ley penal puede y debe hacerse responsable de sus propios actos y, por tanto, basta con la comisión del delito (y su previa tipificación en la ley) para que el Estado cuente con legitimidad para sancionarlo. 62. Para fines ilustrativos, resulta útil acudir a alguna de las manifestaciones expresadas en la discusión de doce de diciembre de dos mil siete en la Cámara de Diputados (debate que integra el proceso de reforma constitucional en materia penal de junio de dos mil ocho). La más destacada señala que: “…Otra propuesta importante de la presente reforma es el cambio del paradigma de la pena, en donde se transita de la llamada readaptación social a la reinserción social, dejando atrás la teoría que ubicaba al sentenciado como una persona desadaptada socialmente o enferma, para considerar que el individuo que cometió una conducta sancionada por el orden jurídico, debe hacerse acreedor a la consecuencia jurídica que corresponda, mediante la aplicación de la pena, antes de volver a incorporarse a la sociedad.” 63. Como se ve, el abandono de ciertos términos tiene un impacto que trasciende a la mera nomenclatura. La reinserción social, como fin de la pena, no acepta la idea de que al culpable se le caracterice por ser desadaptado o peligroso. Entonces, para justificar la pena no es posible aludir a una función moralizadora por parte del Estado. 64. Aquí cabe una acotación: debe entenderse que este cambio de paradigma no genera ningún problema de incompatibilidad con los derechos protegidos en aquellos tratados internacionales que aluden a la readaptación como el fin de pena. Es el caso del artículo 5.6 de la Convención Americana sobre los Derechos Humanos y el artículo 10.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Tales disposiciones señalan respectivamente: “Artículo 5. Derecho a la Integridad Personal. 1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral. 2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano. 3. La pena no puede trascender de la persona del delincuente. 4. Los procesados deben estar separados de los condenados, salvo en circunstancias excepcionales, y serán sometidos a un tratamiento adecuado a su condición de personas no condenadas. 5. Cuando los menores puedan ser procesados, deben ser separados de los adultos y llevados ante tribunales especializados, con la mayor celeridad posible, para su tratamiento. 6. Las penas privativas de la libertad tendrán como finalidad esencial la reforma y la readaptación social de los condenados.”. “Artículo 10 1. Toda persona privada de libertad será tratada humanamente y con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano. 2. a) Los procesados estarán separados de los condenados, salvo en circunstancias excepcionales, y serán sometidos a un tratamiento distinto, adecuado a su condición de personas no condenadas; b) Los menores procesados estarán separados de los adultos y deberán ser llevados ante los tribunales de justicia con la mayor celeridad posible para su enjuiciamiento. 3.- El régimen penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad esencial será la reforma y la readaptación social de los penados. Los menores delincuentes estarán separados de los adultos y serán sometidos a un tratamiento adecuado a su edad y condición jurídica.”. 65. La razón por la cual la reforma al ordenamiento constitucional mexicano puede ser compatibilizada con la lógica de tales artículos, es la siguiente: a juicio de esa Primera Sala, la visión que abandona el concepto “readaptación” es más compatible con un entendimiento democrático y expansivo de los derechos de los sentenciados, que aquella visión en la que se admite suponer que el infractor es un delincuente, al cual el Estado debe reivindicar o reformar. Entonces, es a la luz del modelo de la reinserción que debemos entender las disposiciones contenidas en los tratados internacionales citados, pues ésta es la interpretación más extensiva de derechos humanos ―a la cual debe atenderse por imperativo del artículo 1º Constitucional.11 66. Ahora bien, retomando el argumento, resulta necesario analizar qué impacto tiene el nuevo paradigma constitucional (el resultante de la reforma penal de junio de dos mil ocho y de la reforma en materia de derechos humanos de junio de dos mil once) en la litis que toca resolver. Y para ello, lo primero que hay que distinguir es que el nuevo texto del artículo 18 constitucional tiene la función preponderante de ordenar la consecución o la procuración de ciertos fines dentro del sistema penitenciario. Es decir, establece determinadas directrices que de ahora en adelante deben regir la actuación de legisladores, jueces y autoridades administrativas. De este modo, nos encontramos con la obligación a cargo de dichas autoridades de garantizar que los establecimientos penitenciarios cuenten con ciertas cualidades en el marco de un sistema respetuoso de la dignidad y los derechos del sentenciado. 11 Este párrafo dispone: Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta Constitución y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia. 67. En suma, dichas autoridades están obligadas a procurar ―como dice el texto constitucional― la generación de un régimen penitenciario con características tales que su principal propósito sea desincentivar la comisión de nuevas conductas delictivas por parte de quienes logran obtener su libertad. Cabe precisar que la procuración de tal fin no implica que sea posible coaccionar al sujeto, haciéndolo acreedor de castigos con motivo de su rechazo a tales ofertas educativas, laborales o simplemente de formación personal. 68. La nueva lógica del sistema se traduce en el deseo por parte del constituyente permanente de aminorar los perjuicios que de facto suelen estar implicados con la pena privativa de la libertad; tales como la falta de oportunidades para que la persona se desarrolle adecuadamente en ese ambiente. Se busca evitar que cuando el sentenciado recupere su libertad, continúe teniendo los mismos incentivos que antes para delinquir. La prisión debe ofrecerle medios para su crecimiento como persona en el ámbito educativo, laboral, etc. 69. En suma, lo que aquí merece ser enfatizado es que, bajo el nuevo modelo de reinserción social, las instituciones penitenciarias deben funcionar de tal forma que permitan garantizar al sentenciado la posibilidad de acceder a los medios de reinserción (salud, deporte, trabajo y capacitación para el mismo). Y, por otro lado, pretende que sea la lógica de la protección de los derechos humanos la que inspire y determine el funcionamiento de tales instituciones, de tal forma que se garanticen condiciones de vida dignas en prisión. Éste es el fin constitucional al que principalmente aspira el artículo 18 constitucional reformado. 70. Lo anterior tiene relevancia para el tema de los beneficios de libertad anticipada por lo siguiente: a la luz de esta nueva lógica constitucional, tales beneficios también adquieren una nueva connotación. Se puede decir que tienen una finalidad eminentemente instrumental. Esto es, son medios adecuados para generar los resultados y fines que el artículo 18 constitucional, segundo párrafo, adscribe al régimen penitenciario; a saber: lograr la reinserción del sentenciado a la sociedad y procurar que no vuelva a delinquir. Su función es incentivar a que los sentenciados opten por desempeñar acciones que los involucren con actividades laborales, educativas, de salud y deportivas que, bajo ciertos parámetros, se estiman resocializadoras. 71. Sin embargo, el que exista una condición constitucional que incentive la reinserción no significa que el otorgamiento incondicional o irrestricto de los beneficios de libertad anticipada pueda ser considerado un derecho fundamental. 72. En otros términos, si bien la nueva redacción del artículo 18 Constitucional, incorpora los beneficios a la lógica del sistema penitenciario; de ello no se sigue que exista una prohibición dirigida al legislador en el sentido de impedirle condicionar su otorgamiento. Por el contrario, la norma constitucional establece que será en la ley secundaria donde se preverán los beneficios acordes al modelo de sistema penitenciario que diseña la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. 73. Aquí es necesario precisar cuál es la litis en la que específicamente nos encontramos y diferenciarla de otros problemas interpretativos que pudieran surgir con motivo del nuevo texto constitucional al que hemos hecho referencia. Así, conviene enunciar una lista, no exhaustiva, de posibles preguntas sobre el tema y adelantar algunas respuestas que pudieran resultar de utilidad para la resolución de casos futuros. 74. Hasta ahora identificamos al menos cinco distintos argumentos hipotéticos, cada uno de los cuales deberá recibir, en su momento, una contestación específica. Tales planteamientos combatirían lo siguiente: La omisión del legislador de prever la posibilidad de que la autoridad judicial o administrativa conceda beneficios. En este supuesto, la pregunta por resolver sería: ¿Existe una obligación a cargo del legislador para prever la posibilidad de que los sentenciados accedan a los beneficios? La prohibición legal general de que se otorguen beneficios. La pregunta por resolver sería: ¿Existe una obligación a cargo del legislador para prever la posibilidad de que los sentenciados accedan a los beneficios? Ante esta hipótesis, sería posible cuestionar si la previsión constitucional de los beneficios de libertad anticipada tiene o no el carácter de derecho fundamental. La constitucionalidad de la norma que prohibiera la concesión de beneficios tratándose de determinados delitos (prohibición en función del delito). La pregunta por resolver sería: ¿es constitucional el que se establezcan condicionamientos distintos para acceder a beneficios, en función del delito cometido? La constitucionalidad de una norma que establece condicionamientos o requisitos para acceder a beneficios. Por ejemplo, que se cumpla un tiempo mínimo en prisión.12 Consideramos que, en este supuesto, la pregunta por resolver es distinta a la de los supuestos anteriores. Aquí debe dilucidarse lo siguiente: ¿resulta válido que el legislador limite o condicione el otorgamiento de un beneficio a que el sentenciado cumpla con un periodo mínimo de reclusión? O, en otros términos, ¿los sentenciados son titulares de un derecho a que se les otorgue incondicionadamente los beneficios cuando ya estén listos para ser reinsertados a la sociedad? La razonabilidad o proporcionalidad de los requisitos establecidos por el legislador; por ejemplo: la razonabilidad de la condición según la cual el sentenciado debe compurgar, al menos, las 3/5 partes de la pena para acceder a los beneficios. Frente a este tipo de planteamientos la Corte tendría que realizar el escrutinio con base en los tests de proporcionalidad. 12 Es el caso del artículo 84 del Código Penal Federal, que exige que se cumpla, por lo menos, con las tres quintas partes de la pena. 75. Respecto de los tres primeros supuestos cabe señalar que esta Primera Sala sí encuentra una conexión con los derechos fundamentales de todo inculpado a disfrutar de los medios que posibiliten su reinserción. Así, a nuestro entender, sí resultaría violatorio de los derechos humanos que el legislador incurriera en esas hipótesis, a saber, la prohibición genérica de beneficios, la omisión total de preverlos o su condicionamiento en función del delito. Esto es así, porque del actual texto del párrafo segundo del artículo 18 de la Constitución Federal no solamente se desprende que tiene el carácter de derecho fundamental el establecimiento por parte del Estado de las medidas instrumentales necesarias para lograr la reinserción social, también tiene ese rango el establecimiento en la ley secundaria de los beneficios que le son sincrónicos, los cuales deberán concederse en la medida en que se cumplan los parámetros que condicionen su otorgamiento. 76. Si bien esta lista de problemas se ubica en el marco de las facultades a cargo del legislador, lo cierto es que también se generan problemas interpretativos por lo que hace a las competencias de los jueces en la materia. 77. Es posible concluir que la reforma acota la discrecionalidad de los juzgadores de decidir sobre el otorgamiento de los beneficios. Esto opera del siguiente modo: siempre que una persona reúna los requisitos señalados por el legislador para acceder a determinados beneficios y se ubique en la hipótesis que los hacen procedentes, surte a su favor el derecho de exigir su concesión y que le sea otorgada. 78. De ahí que no estemos frente a una facultad discrecional del juzgador, sino de una exigencia que, si bien está condicionada, no por ello deja de ser oponible a las autoridades. Esto definitivamente cambia la manera en que típicamente se han entendido los beneficios de libertad anticipada; a saber, como una facultad absolutamente discrecional a favor del juzgador. La reforma, al incorporar los beneficios a la lógica general del sistema penitenciario, modifica las condiciones en que tal aproximación al tema resultaba válida. La discrecionalidad se acota y, por tanto, los jueces no pueden negar la concesión de beneficios con motivos ajenos a lo dispuesto en ley. 79. Una vez que hemos aclarado, en alguna medida, el estatus de los beneficios en nuestro régimen constitucional, conviene identificar la hipótesis concreta del caso que nos ocupa y, de este modo, hacer un pronunciamiento sobre si la petición de la quejosa encuentra respaldo constitucional. (…) 81. Ahora bien, como se ha precisado anteriormente el esquema del sistema penitenciario actual, que está basado en el respeto a los derechos humanos, el trabajo, la capacitación para el mismo, la educación, la salud y el deporte, como medios para lograr la reinserción del sentenciado a la sociedad y procurar que no vuelva a delinquir. En términos constitucionales, la reinserción social se constituye en un derecho a favor de los sentenciados y en una obligación para procurarla por parte de las autoridades del Estado. 82. Lo anterior tiene una acotación en lo relativo a los beneficios relacionados con las medidas que permitan la excarcelación anticipada; pues la condición constitucional de incentivar la reinserción no significa que el otorgamiento incondicional o irrestricto de los beneficios de libertad anticipada pueda ser considerado como un derecho fundamental. 83. Es decir, reconocer a la reinserción como un derecho determinado por la Constitución, no implica que de facto los sentenciados obtengan los beneficios de excarcelación o cumplimiento anticipado de la pena. Pero esta diferencia deriva del propio texto constitucional, en el que el Congreso Permanente determinó que la concesión de los beneficios relacionados con el sistema penitenciario están sujetos a las condiciones que establezcan las leyes secundarias. 84. Ahora bien, el hecho de que se haya determinado que será en las leyes secundarias en las que se establezcan los requisitos para acceder a los beneficios de excarcelación o cumplimiento anticipado de la pena, no significa que la libertad de configuración de los entes legislativos no pueda sujetarse a control constitucional. 85. Por la razón anterior es que esta Primera Sala ha sostenido que por lo menos existen cinco argumentos hipotéticos para cuestionar la constitucionalidad en la restricción de los beneficios, que requieren contestación específica. A saber: la omisión total de previsión, la prohibición general para su otorgamiento, la prohibición específica en función del delito, el tipo de condicionamientos o requisitos para acceder a los beneficios y la razonabilidad o proporcionalidad de dichas condicionantes. (…) 89. En el caso Suárez Rosero, la Corte Interamericana aludió a que la prohibición de liberación basada en el tipo de delito era violatorio de los derechos fundamentales de quienes eran acusados de narcotráfico: “Como la Corte ha sostenido, los Estados Partes en la Convención no pueden dictar medidas que violen los derechos y libertades reconocidos en ella […] Aunque las dos primeras disposiciones del artículo 114 bis del Código Penal ecuatoriano asignan a las personas detenidas el derecho de ser liberadas cuando existan las condiciones indicadas, el último párrafo del mismo artículo contiene una excepción a dicho derecho. […] la Corte considera que esa excepción despoja a una parte de la población carcelaria de un derecho fundamental en virtud del delito imputado en su contra y, por ende, lesiona intrínsecamente a todos los miembros de dicha categoría de inculpados. […] La Corte hace notar, además, que, a su juicio, esa norma per se viola el artículo 2 de la Convención Americana […]”13. 90. En ambos casos, con independencia de la hipótesis normativa concreta, la Corte Interamericana determinó que la citada norma del Código Penal ecuatoriano que establecía diferencias de trato entre las personas acusadas, con motivo del tipo de delito por el que se les acusó, era violatorio de los derechos humanos, particularmente del derecho al trato igualitario. 13 Caso Suárez Rosero vs Ecuador, Sentencia de Fondo de 12 de noviembre de 1997, párrafos 93 a 99. 91. Por tales motivos, la norma que establece la prohibición de otorgar cualquier otro beneficio, además de la imposición de la pena mínima es inconstitucional, porque viola el principio de igualdad, ya que establece diferencia de trato entre las personas condenadas, con relación a la posibilidad de acceder a los beneficios de liberación anticipada, a partir del tipo de delito por el que se les condenó. 92. Así las cosas, se estima violatorio de los derechos humanos la prohibición genérica de beneficios14, la omisión total de preverlos o su condicionamiento en función del delito. Esto es así, porque del actual texto del párrafo segundo del artículo 18 de la Constitución Federal, no solamente se desprende que tiene el carácter de derecho fundamental el establecimiento por parte del Estado de las medidas instrumentales necesarias para lograr la reinserción social, también tiene ese rango el establecimiento en la ley secundaria de los beneficios que le son sincrónicos, los cuales deberán concederse en la media en que se cumplan los parámetros que condicionen su otorgamiento. 93. A lo anterior, debemos resaltar que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha entendido que el artículo 24 de la Convención Americana prohíbe la discriminación de derecho o de hecho, no sólo en cuanto a los derechos consagrados en ese instrumento internacional, sino en lo que respecta a todas las leyes que apruebe el Estado y a su aplicación15. Por lo tanto, este artículo consagra un derecho que 14 Esta consideración fue sustentada en los amparos en revisión 598/2011, 631/2011, 702/2011, 732/2011 y 510/2011, resueltos los dos primeros en sesión de cinco de octubre de dos mil once, los restantes el treinta de noviembre de dos mil once, cinco de marzo y diecisiete de octubre de dos mil doce, respectivamente. 15 Corte IDH. Caso Yatama Vs. Nicaragua. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 23 de junio de 2005. Serie C No. 127, párr. 186 también acarrea obligaciones al Estado de respetar y garantizar el principio de igualdad y no discriminación en la salvaguardia de otros derechos y en toda la legislación interna que apruebe16. 94. Adicionalmente, esta Primera Sala estima pertinente recordar que “la noción de igualdad se desprende directamente de la unidad de naturaleza del género humano y es inseparable de la dignidad esencial de la persona, frente a la cual es incompatible toda situación que, por considerar superior a un determinado grupo, conduzca a tratarlo con privilegio; o que, a la inversa, por considerarlo inferior, lo trate con hostilidad o de cualquier forma lo discrimine del goce de derechos que sí se reconocen a quienes no se consideran incursos en tal situación”17. 95. Por lo tanto, a la luz del desarrollo jurisprudencial que ha realizado la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el principio de igualdad ante la ley, se entiende que al Estado le asiste la obligación de “no introducir en su ordenamiento jurídico regulaciones discriminatorias, eliminar las regulaciones de carácter discriminatorio, combatir las prácticas de este carácter y establecer normas y otras medidas que reconozcan y aseguren la efectiva igualdad ante la ley de todas las personas”18. En razón de lo anterior, se debe entender que es 16 Corte IDH. Caso Apitz Barbera y otros ("Corte Primera de lo Contencioso Administrativo") Vs. Venezuela. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 5 de agosto de 2008. Serie C No. 182, párr. 209 17 Corte IDH. Caso Norín Catrimán y otros (Dirigentes, miembros y activista del Pueblo Indígena Mapuche) Vs. Chile. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 29 de mayo de 2014. Serie C No. 279, párr. 197. 18 Corte IDH. Caso de las Niñas Yean y Bosico Vs. República Dominicana. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 8 de septiembre de 2005. Serie C No. 130, párr. 141 discriminatoria una distinción que carezca de justificación objetiva y razonable19. 96. A la luz de lo descrito, esta Primera Sala considera que excluir “de cualquier otro beneficio” a las personas que cometan cierto tipo de delitos es discriminatoria, lo anterior equivaldría a validar la constitucionalidad de un sistema de restricciones orientado a vencer dentro del derecho a un grupo de personas que se considera afecta gravemente a la sociedad. Sin embargo, esta Primera Sala estima que, en una sociedad democrática, dichos fenómenos deben ser combatidos con las herramientas que el propio andamiaje constitucional autoriza20. 19 Ver, entre otros, Corte IDH. Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño. Opinión Consultiva OC-17/02 del 28 de agosto de 2002. Serie A No. 17, párr. 46; y Caso Espinoza Gonzáles Vs. Perú. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 20 de noviembre de 2014. Serie C No. 289. Párr. 219. 20 Respecto de esta idea, ver, Corte IDH. Voto razonado del Juez Juez Cançado Trindade a la sentencia en el caso Acosta Calderón Vs. Ecuador. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 24 de junio de 2005. Serie C No. 129. Párrs. 8 y 9.