Expte: 50.160 Fojas: 437

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Expte: 50.160
Fojas: 437
En Mendoza, a los dieciocho días del mes de marzo de dos mil quin-ce reunidos en
la Sala de Acuerdos, los Sres. Jueces de esta Excma. Tercera Cámara de
Apelaciones en lo Civil, Comercial, Minas de Paz y Tributario, trajeron a deliberar
para resolver en definitiva los autos N°127354/50160 “ Espeche, Silvia Cristina c/
Hospital Lagomaggiore p/ daños y perjuicios” originarios del Sexto Juzgado en
lo Civil, Comercial y Minas de la Primera Circunscripción Judicial, venidos a esta
instancia en virtud de los recursos de apelación interpuestos a fs. 374 por la parte
demandada, a fs. 379 por Fiscalía de Estado y a fs. 381por la parte actora contra la
sentencia de fs. 356/365.
Llegados los autos al Tribunal se ordenó expresar agravios a los
apelantes lo que se llevó a cabo a fs.390/ 396 por el Hospital Lago-maggiore, y a
fs. 412/415 por Fiscalía de Estado.
Corrido traslado de los fundamentos de los recursos interpues-tos a la
contraparte, contesta la actora apelada a fs. 400/408 y 418 respectivamente.
A fs. 399 la actora desiste de su recurso con lo que queda la causa en
estado de resolver.
Practicado el sorteo de ley quedó establecido el siguiente orden de estudio:
Dres. Mastrascusa, Colotto, Miquel.
En cumplimiento de lo dispuesto por los arts. 160 de la Consti-tución
Provincial y 141 del CPC, se plantearon las siguientes cuestio-nes a resolver:
PRIMERA CUESTIÓN:
¿Es justa la sentencia apelada?
SEGUNDA CUESTIÓN:
Costas.
A LA PRIMERA CUESTIÓN LA DRA MASTRASCUSA DI-JO:
I. Contra la sentencia de fs. 356/365 que hizo lugar parcialmente a la
demanda interpuesta por la Sra. Silvia Cristina Espeche conde-nando al Hospital
Lagomaggiore al pago de la suma de $95.000 con más sus accesorios en concepto
de los daños y perjuicios causados por los médicos dependientes del hospital
demandado a raíz de su actuar culposo en el diagnóstico y tratamiento de la
enfermedad que padeció su hijo y que lo llevara a la muerte, deduce recurso de
apelación la demandada y Fiscalía de Estado, solicitando su revocatoria.
a) Recurso del Hospital Lagomaggiore.
Al fundar su recurso señala que se agravia de la resolución dic-tada por el
Sr. Juez de Primera Instancia en tanto ha omitido analizar la relación de causalidad
adecuada entre la mala praxis profesional y los rubros relativos al daño psíquico y
al daño moral, los que acogiera y que constituyeron el daño resarcido.
Alega en general que mientras la sentencia advierte la inexisten-cia de nexo
de causalidad entre la pérdida de chances reclamada por la madre del joven
fallecido y la culpa médica, no hace lo propio con re-lación al daño psíquico y daño
moral.
Luego de un relato de los antecedentes de la causa y de transcri-bir un
párrafo de un voto de la Dra. Aida Kemelmajer de Carlucci en una sentencia de la
Suprema Corte de la Provincia sobre la relación de causalidad y la privación de
chances de curación, insiste sobre la ad-misión por parte del juez de la causa de la
ausencia de esta relación en el caso al menos con respecto al reclamo por pérdida
de chances, se-ñalando una de las frases textuales del sentenciante en la que
sostiene que la demora en el diagnóstico -por más reprochable que haya sido- no
tiene injerencia causal con la génesis de la enfermedad del pacien-te.
Destaca que el Sr. Juez a quo omitió analizar la relación de cau-salidad
adecuada cuando trató los otros rubros, los que insiste son im-procedentes,
justamente por esa ausencia de relación causal adecuada.
Agrega que el sentenciante se concentra en atender a los sufrimientos causados a
los padres por la muerte del hijo, y no en los daños por la actuación de los médicos.
Entiende que si el Sr. Juez a quo rechazó el rubro de pérdida de chances con
mayor razón debió rechazar los rubros que derivan direc-tamente del fallecimiento
del hijo, ya que como se expresó no fue la conducta de los médicos la que provocó
la muerte del joven Azcurra.
Por estas razones pide el rechazo de la acción.
Cita un fallo similar con transcripción parcial del mismo.
Luego formaliza una serie de conclusiones relacionadas con los argumentos
precedentes.
A fs. 400/408 la actora contesta el recurso solicitando su rechazo por
razones que doy por reproducidas en mérito a la brevedad.
b) Recurso de Fiscalía de Estado.
Luego de un breve relato de los antecedentes de la causa, expre-sa que le
causa agravio que el Sr. Juez de la causa haya omitido o va-lorado erróneamente la
prueba producida que justificaba ineludible-mente entender la ruptura del nexo de
causalidad.
Expresa que la demanda se centró en que el error de diagnóstico inicial fue
la causa eficiente del estado que presentaba el hijo de la ac-tora cuando meses más
tarde fue diagnosticado en el Hospital Central o más precisamente que se hubiera
podido evitar su deceso o prolon-gar sus chances de vida en el supuesto en que el
diagnóstico se hubie-se concretado en el Hospital Lagomaggiore.
Sostiene que el Sr. Juez a quo ha emitido una decisión volunta-rista al
sostener que el hospital debe responder pues no tuvo en cuenta valorándola
correctamente la respuesta del perito oncólogo a fs. 162 que sostiene que el Sr.
Azcurra concurrió a la primera consulta en el Hospital Lagomaggiore con un tumor
en estadio clínico III es decir que ya presentaba metástasis ganglionares cervicales
siendo esta la forma corriente de presentarse y que el cáncer de cavum tiene metástasis ocultas en ganglios en un 75% y que sólo cuando es detectado en forma
temprana tiene una sobrevida del 35%.
Señala que por ello no puede suponerse que el error de diagnós-tico haya
sido la causa eficiente de que el tumor hiciera metástasis haciendo imposible su
extirpación, sino que ya desde la primera con-sulta estaba avanzado no siendo ello
imputable al actuar de los gale-nos. Concluye que el error de diagnóstico no fue la
causa eficiente de la posibilidad de realizar un tratamiento ni del fallecimiento del
hijo de la actora.
A continuación se explaya en el segundo de los agravios –en el mismo
sentido que lo hace la demandada- sobre la incongruencia de encontrar no probada
la relación de causalidad respecto al rubro pér-dida de chances y en cambio
admitirla en lo que hace al daño psíquico y al daño moral.
Enfáticamente sostiene que no se ha probado que la existencia del daño que
sobrevino a causa de la culpa en la atención prestada tenga relación causal entre el
incumplimiento y el daño ocasionado.
A fs. 418 contesta la actora el recurso deducido remitiéndose a los
argumentos vertidos en la contestación anterior.
II. Ambos recursos giran en torno a los mismos argumentos cen-trales, a
saber la falta de relación de causalidad entre la culpa compro-bada en los
profesionales que asistieron a la víctima en el Hospital demandado y los daños
invocados, por los que procede su tratamiento conjunto.
A tales fines me parece necesario antes de ingresar de lleno al tema de la
relación de causalidad, distinguir entre dos tipos de daños sobre los que pivotean la
sentencia así como los argumentos de los recurrentes, cuales son la pérdida de
chances de sobrevida o curación y la pérdida de chances de asistencia material y
económica.
Desde un punto de vista abstracto y general, el concepto de chance es uno
de los más contestados en doctrina y jurisprudencia.
En el lenguaje común, “chance” (palabra de origen francés) se vincula
siempre a oportunidad, expectativa, ocasión, probabilidad (Tanzi, Silvia, “La
reparabilidad de la pérdida de la chance en La res-ponsabilidad. Homenaje al
Profesor Doctor Isidoro H. Goldemberg, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1995, pag.
329), por lo que la pérdida de una chance es en definitiva la pérdida de
una oportunidad, de una expectativa.
La discusión en el ámbito jurídico se ha centrado siempre en la dificultad
que presenta uno de los requisitos del daño resarcible, cual es que sea cierto, no
hipotético.
La doctrina y jurisprudencia que comparto enseña que en el da-ño como
pérdida de una chance coexisten un elemento de certeza y otro de incerteza. El
primero por cuanto de no mediar el evento daño-so el damnificado habría
mantenido la esperanza de obtener un bene-ficio o de evitar una pérdida. La
incertidumbre en cambio se asienta en que al haber ocurrido el evento dañoso,
resulta imposible saber si el beneficio se hubiera realmente obtenido, o la pérdida se
hubiera evita-do.
Zavala de González agrega otro elemento de certeza derivado de lo que
hemos expuesto: “…la oportunidad está definitivamente perdi-da y la situación es
irreversible y la carrera de concatenación causal y temporal hacia la ventaja se ha
detenido de manera inmodificable. Hay un daño cierto sólo desde el punto de vista
de la certeza de la probabilidad irremediablemente truncada. Esta probabilidad tenía
un determinado valor, aunque difícil de justipreciar que debe ser repara-do” (Zavala
de González, Matilde, Resarcimiento de Daños, Daños a las personas, Hammurabi,
Buenos Aires, 1990, tomo 2-A Pag. 374).
En el mismo sentido nuestro máximo Tribunal Provincial ha sostenido:
“…cuando el daño consiste en la frustración de una espe-ranza, en la pérdida de
una chance, de una probabilidad, coexisten un elemento de certeza y uno de
incertidumbre. Certeza de que, de no mediar el evento dañoso, el damnificado
habría mantenido la esperan-za en el futuro, que le permitiría obtener una ganancia
o evitar una pérdida patrimonial. Pero, a la vez, incertidumbre, definitiva ya, de que
manteniéndose la situación de hecho o de derecho que era el pre-supuesto de la
chance, la ganancia se habría en realidad obtenido, o la pérdida se habría evitado.
La chance es la posibilidad de un beneficio probable, futuro, que integra las
facultades de actuar del sujeto en cu-yo favor la esperanza existe. Privar de esa
esperanza al sujeto conlleva daño, aun cuando pueda ser dificultoso estimar la
medida de ese daño, porque lo perdido, lo frustrado, en realidad, es la chance y no
el bene-ficio esperado, como tal". Para la determinación de esta "chance" es inútil
proponer pautas rígidas; en cada caso corresponde tener en cuenta el grado de
probabilidad fáctica que existía en el damnificado de obtener el beneficio que
esperaba" (Zannoni, Eduardo, "El daño en la responsabilidad civil", 2ª ed.," Buenos
Aires, Ed. Astrea, 1987, p. 78); como bien se ha dicho, la pérdida no radica en el
beneficio o ven-taja mismos, sino en la probabilidad de lograrlos, sin que sea
posible conocer si ésta se habría realizado; "nadie lo sabe, ni lo sabrá, porque el
hecho ha detenido en forma definitiva el curso de los acontecimien-tos en donde
reposaba la esperanza del afectado". La certeza reside en la certidumbre de la
oportunidad perdida.” (M. de A., A. del C. c. San-ti, Juan R.y otro.Suprema Corte
de Justicia de la Provincia de Mendo-za, sala I 08/11/1996)
Si lo que se indemniza es la pérdida de una "chance", en cuanto daño actual
resarcible, su valoración se hace en sí misma y no en rela-ción al eventual beneficio
frustrado y por ello, su “quantum” variará según que la probabilidad haya sido
mayor o menor.
Es obvio, por otra parte que, para ser resarcida, la pérdida de chance como
cualquier otro daño, requiere de la prueba del nexo de causalidad adecuada
entre aquella y (en el caso) el obrar ilícito culpo-so (por negligencia e impericia) de
los médicos del Hospital deman-dado.
En este marco teórico deben analizarse los dos tipos de daños por pérdida de
chance que he señalado más arriba.
La chance de asistencia material o económica que pierden los padres
respecto del hijo fallecido se asienta en la expectativa perdida de obtener un sostén
o ayuda que el propio Código Civil establece como obligatoria en sus arts. 266 y
1079 preceptos que establecen la obligación alimentaria de los hijos hacia sus
padres, así como en la realidad de muchas familias en las que los hijos, a veces aún
antes que la de la etapa de la vejez o de la madurez de sus padres, por su situa-ción
económica, son quienes los ayudan materialmente en su supervi-vencia.
En cambio, en lo que respecta a la chance de curación o sobre-vida, y en
términos de una autora ya citada puede decirse que, “… en cuanto a la
responsabilidad profesional y la responsabilidad médica en particular, se plantea
con claridad la pérdida de chance. La omisión de atención adecuada y diligente por
parte del médico al paciente puede significar la disminución de posibilidades de
sobrevivir o sanar. Re-sulta indudable que una situación de esa naturaleza configura
una pér-dida de chance, daño cierto y actual que requiere causalidad probada entre
el hecho del profesional y un perjuicio que no es el daño integral sino la
oportunidad de éxito o remanente que tenía el paciente.” (Tan-zi, Silvia, ibidem, p.
330).
Agrego a ello que cuando se trata de responsabilidad médica, siempre está
en juego uno de los derechos fundamentales establecidos por nuestra carta magna y
los tratados internacionales de derechos humanos por ella receptados. Con razón ha
dicho la Corte Suprema de la Nación que en estos casos está en juego el derecho a
la vida (Fallos 323:1339), siendo éste el primer derecho de la persona humana que
resulta reconocido y garantizado por la Constitución Nacional. El hombre es eje y
centro de todo el sistema jurídico y en tanto fin en sí mismo -más allá de su
naturaleza trascendente- su persona es inviola-ble y constituye el derecho a la salud,
máxime cuando se trata de en-fermedades graves, está íntimamente relacionado con
un valor funda-mental, con respecto al cual los restantes valores tienen siempre
carác-ter instrumental (Fallos: 323:3229).
De modo que a mi juicio, y más allá de las especificaciones que se harán
sobre el punto, la pérdida de la chance en materia de respon-sabilidad médica no
convoca solamente a la pérdida de una chance específica de curación. Abarca
especialmente también a las pérdidas de sobrevida (mayor o menor) o de calidad de
vida, o de alivio al mal que se sufre, en general. (véase en este aspecto a Guerrero
Zaplana, José, Las reclamaciones por la defectuosa asistencia sanitaria, Lex Nova,
Madrid, 2004).
De lo contrario, cualquier enfermedad con altísimo grado de morbilidad
podría ser destratada por los médicos toda vez que igual-mente conduciría antes o
después a la muerte del paciente.
Ello no implica como sostienen las recurrentes que se responsa-bilice a los
médicos de la enfermedad del paciente. Todo lo contrario, aquella es una noxa, un
factor causal natural por la que el paciente ne-cesita recurrir al médico, pues de lo
contrario no es probable que un joven de 20 años consultara en un hospital.
De lo que se responsabiliza a la demandada por la actividad ne-gligente e
imperita de su personal médico que actuó en referencia al Sr. Azcurra es de la
pérdida de la oportunidad de recibir un diagnósti-co temprano o un tratamiento
adecuado, que le permitiera al menos una chance de sobrevida mayor a la que tuvo,
o una mejor calidad de vida.
Estimo que si bien, la carga de la prueba pesa en principio sobre la parte
actora, no hay que perder de vista que es necesaria una cierta flexibilización del
principio pues como acertadamente se ha dicho “No podemos pasar por alto que a
la parte demandante le resulta muy dificultoso en la mayoría de los casos poder
probar que de haber exis-tido diligencia en la conducta profesional el daño (muerte
o lesiones) no se hubiera producido o se hubiera retrasado (si hablamos de un fallecimiento). La prueba del nexo causal, entonces, deviene muy difi-cultosa, ya que
la conducta omisiva del médico impedirá saber —en definitiva— qué habría
ocurrido de haber actuado éste con diligen-cia.” (Calvo Costa, Carlos Alberto, “La
pérdida de la chance en la responsabilidad civil médica: dos sentencias ejemplares”,
RCyS2011-III, 90). Mas aún en casos como en el presente, en los que una adecuada contención, una práctica médica celera y ajustada a los protoco-los de la
medicina, pueden favorecer aún un sostenimiento anímico del paciente por más
tiempo y aún obtener para él los beneficios que el avance constante de la ciencia
puedan otorgarle.
De todos modos, la prueba rendida en el caso es más que sufi-ciente para
tener por probado el nexo causal. En este sentido no me parece acertado interpretar
la pericia del médico oncólogo como lo hacen los recurrentes.
En efecto, tal como lo indica el experto en su respuesta a la 34° pregunta (fs.
162) “si se hubiera detectado en forma temprana el tu-mor del paciente Azcurra, se
podría haber modificado la evolución en forma favorable, sin embargo el Sr.
Azcurra concurrió a la primera consulta en el Hospital Lagomaggiore con un tumor
en estadio clínico III, es decir que ya presentaba metástasis ganglionares cervicales,
siendo ésta la forma corriente de presentarse” (El resaltado es mío).
Luego a las siguientes preguntas responde: “el cáncer de cavun cuando es
detectado en forma temprana tiene una sobrevivencia glo-bal del 35%. Se trata de
una tasa baja por que tiene metástasis ocultas en ganglios en un 75% de los casos” y
cita la bibliografía.
A continuación responde: Cuando un tumor de cavum metastati-sa en
ganglios es pequeño, unilaterales y en número reducido se puede decir que ha sido
diagnosticado en forma temprana. El pronóstico es variable y tiene un rango de 10 a
30%” y cita bibliografía.
Y finalmente expresa “El tratamiento de elección para los tumo-res
malignos del cavum es la radioterapia de la nasofaringe y las ca-denas ganglionares
del cuello. Si reapareciera algún ganglio cervical después de la radioterapia, está
indicada la cirugía, practicándose di-sección radical ganglionar de cuello. Con estos
tratamientos se consi-guen los resultados estadísticos enunciados en las preguntas
preceden-tes.
No me cabe duda que al momento de presentarse el paciente al Hospital
Lagomaggiore, y aún presentando metástasis ganglionares quedaba para el una
chance de curación o al menos de sobrevida entre el 10% y el 30%, si en ese
nosocomio se lo hubiera diagnosticado tan rápidamente como se lo hizo en el
Hospital Central y se hubieran adoptado los tratamientos indicados por el perito.
Eso es lo que se in-fiere de los puntos de pericia transcriptos con toda claridad. El
35% de sobrevida corresponde a la detección del cáncer de cavum cuando aún no
hay metástasis, pero el experto indica que cuando hay metástasis ganglionares aún
se está a tiempo de realizar radioterapia y en su caso cirugía, obteniéndose
resultados positivos entre un 10 y un 30% de los casos.
Esa es la medida en que la víctima perdió su oportunidad de su-pervivencia
o de mejoría.
Pues está más que claro que en el Hospital Lagomaggiore no se hizo nada
adecuado. Ni se lo pudo diagnosticar, siquiera con la biop-sia que se realizó, la cual
se hizo incorrectamente, tal como surge de la historia clínica y de la pericia del
médico oncólogo. Ni siquiera fue atendido por los médicos especialistas adecuados,
no se orientó la in-vestigación de las causas de los síntomas y signos que presentaba
por los profesionales que hubieran debido atenderlo. Se le indicaba que volviera al
mes y se lo atendía por guardia.
Es notable ver en la propia historia clínica –y en las referencias del expertoque a la segunda consulta del paciente (antes había con-currido el 19/02/2002 y se
lo había citado para control para el mes siguiente), quien lo examina advierte
desmejoramiento de su estado general como para indicar la internación.
Sin embargo y pese a presentar desde el inicio de sus consultas un cuadro
general que como indica el experto hacía sospechar inme-diatamente la existencia
de enfermedad maligna, recién se decide hacer biopsia ganglionar el
5/11/2002 (ver fs. 29 de la medida pre-cautoria), la que para colmo de males, se
hace mal, y sólo se extrae muestra del músculo, lo que no arroja resultados por no
ser la zona que se debía biopsar ni tampoco la que se había pedido.
El sinnúmero de errores médicos cometidos por los profesiona-les
dependientes del Hospital Lagomaggiore, hizo perder al Sr. Azcu-rra varios meses
de oportunidad, dado que recién es diagnosticado co-rrectamente y tratado en el
Hospital Central, en marzo de 2003, cuan-do no sólo presentaba metástasis
ganglionares sino también óseas con lo que sus chances de curación o al menos de
sobrevida se habían per-dido definitivamente.
Si bien ésta es la medida en la que se responsabiliza al Hospital
Lagomaggiore (no por el sufrimiento del cáncer sino por la pérdida de una
oportunidad de curación, o al menos de alcanzar una mayor so-brevida, toda vez
que falleció en junio de 2004) ella no es menor en gravedad y no puede de ninguna
manera negarse relación de causali-dad a la impericia del grupo de médicos que allí
lo atendieron con la evolución desfavorable de su grave enfermedad.
Y aún si estas conclusiones no se compartieran, debe admitirse que la
pérdida de tiempo y la desorientación de los médicos en enfer-medades graves de
este tipo y más aún cuando se presentan en perso-nas jóvenes, nunca son
indiferentes. Siempre coadyuvan a un peor fi-nal y a una menor posibilidad de
sobrevida. Y aún si así no fuera es sabido que la pérdida de tiempo en diagnosticar
correctamente y en aplicar los tratamientos adecuados influye al menos en la
calidad de vida del paciente de cáncer lo que de ningún modo puede considerarse
como irrelevante con el resultado final.
De tal modo, la relación de causalidad con el daño (pérdida de chances) está
en la causa más que probada y por ello se autosostienen igualmente los reclamos
por la incapacidad psíquica y el daño moral,
Si a juicio del Sr. Juez de Primera instancia no existió en cambio relación de
causalidad adecuada entre el daño causado a la víctima y la chance de ayuda
económica y asistencia material del hijo fallecido a su madre, es cuestión que en
esta instancia no se puede revisar por cuanto la actora no ha apelado la sentencia.
Tampoco puedo eludir hacer notar que el Sr. Juez a quo se refiere a la ayuda que
podría reci-bir en la etapa de ancianidad de los padres, por lo que es dable supo-ner
que el Sr. Juez a quo haya pensado que aún con tratamientos ade-cuados no estaba
probado el alcance de la sobrevida si existieran reci-divas.
Pero lo cierto es que a mi juicio y como dije antes es innegable la relación
de causalidad entre la pérdida de chances de mejoría, so-brevida o de mejor calidad
de vida del hijo y la conducta imperita y negligente del personal dependiente del
Hospital Lagomaggiore. Si hay causalidad probada entre la praxis médica y la
muerte o el empeo-ramiento de la salud y además hay culpa del profesional, existe
res-ponsabilidad.
En este sentido también se dijo antes, que lo que debe resarcirse cuando de
este tipo de daño se trata, es justamente esa chance, ya que el juez no debe ni puede
condenar al médico a pagar una indemniza-ción igual a la que se debería si él
hubiese realmente sido el causante de la muerte del enfermo.
Así lo tiene dicho la doctrina y también nuestro Superior Tribu-nal
Provincial, cuando señalan que la causalidad no existe entre el to-tal del daño y la
actuación del dañador, sino que la causalidad existe respecto al daño intermedio
que implica la pérdida de la chance y la actuación del dañador que ha interferido en
la realización de esa pro-babilidad.
Pero ello no se relaciona con la inexistencia de responsabilidad por ausencia
de relación de causalidad con el resultado final (en nues-tro caso la muerte de la
víctima) sino con la manera en que ha de cuantificarse la reparación por el daño
intermedio que si bien, siempre tiene referencia al daño final, no es más que una
proporción de éste. Pero este aspecto no ha sido siquiera invocado como crítica por
la demandada ni por Fiscalía de Estado, por lo que no cae bajo el ámbito de la
revisión de este Tribunal.
En conclusión, los agravios deben rechazarse y confirmarse la sentencia.
Sobre la primera cuestión voto entonces por la afirmativa
Sobre la
primera cuestión los Dres. Colotto y Miquel adhieren al voto que antecede.
SOBRE LA SEGUNDA CUESTION LA DRA MAS-TRASCUSA DIJO:
VI. Las costas de Alzada deben ser impuestas a las recurrentes por resultar
vencidas.
Así voto.
Sobre la misma cuestión los Dres. Colotto y Miquel adhieren al voto que
antecede.
Con lo que terminó el acto, procediéndose a dictar la sentencia que a
continuación se inserta:
SENTENCIA:
Mendoza, 18 de Marzo de 2015
Y VISTOS:
El acuerdo que antecede, el Tribunal
RESUELVE:
I. Desestimar los recursos de apelación interpuestos por el Hos-pital
Lagomaggiore y Fiscalía de Estado contra la sentencia de fs. 356/365, la que se
confirma en lo que ha sido materia de apelación.
II. Imponer las costas de Alzada a las apelantes.
III. Regular los honorarios de los Dres. María Eugenia Allub, Alfredo
Deshays y Pedro García Espetxe en las sumas de cuatro mil quinientos sesenta
pesos ($4560), un mil quinientos noventa y seis pe-sos ($1.596) y un mil quinientos
noventa y seis pesos ($1596), respec-tivamente y sin perjuicio de las regulaciones
complementarias que puedan corresponder (arts.2,3,4,15 y 31 LA).
Notifíquese y bajen.
Dra. Graciela Mastrascusa
Juez de Cámara
Dr. Gustavo Colotto
Juez de Cámara
Dra. Silvina Miguel
Juez de Cámara
Dra. Alejandra Iacobucci
Secretaría de Cámara
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