página 1 página 2 Autoridades de la Universidad Nacional de Lomas Zamora. - Rector: Gegunde, Horacio Alberto. - Vicerrector: Molea, Diego. Autoridades de la Facultad de Derecho Universidad Nacional de Lomas Zamora. - Decano: - Subsecretaría Académico – Pedagógica: Liendro Kapustik, Lucas O. - Vicedecana: Vazquez, María Fernanda. - Secretaría de Investigación y Posgrado: - Secretaría General: Bavio, Claudio. - Subsecretaría General: Riva, Adrián P. M. - Subsecretaría Económico - Financiera: Molea, Severino A. - Secretaría Académica: A cargo de María Fernanda Vazquez. - Subsecretaría Académico - Administrativa: Lastiri Marcela A. Robbiano Carlos R. - Subsecretaría de Posgrado: Galderisi Hugo R. - Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil: Vellani Pablo E. - Subsecretaría de Extensión Universitaria: Leonis Roberto F. - Subsecretaría de Bienestar Estudiantil: Cellucci Walter G. Fernandez Daniela L. Miembros del Comité Académico de la Revista de Facultad de Derecho Universidad Nacional de Lomas Zamora. - Calegari, Lydia Esther - Carnota, Walter Fabián - Clerc, Carlos Mario - Flores, María Teresa - Ghersi, Carlos Alberto Director de Publicaciones de la Facultad de Derecho de la UNLZ. - Galderisi, Hugo. Coordinación Revista de la Facultad de Derecho de la UNLZ. - Vojacek, Omar. - Hutchinson, Tomas - Negri, Hector - Niño, Luis Fernando - Pérez Enrri Daniel Roberto - Zafaroni, Eugenio Raúl La revista de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora de la Facultad de Derecho, respeta la libertad intelectual de los autores, publica integramente los originales que le son entregados sin que esto signifique estar necesariamente de acuerdo con las opiniones expresadas. Todos los derechos reservados, formato papel y digital, según marca la Ley. página 3 Revista Editada por la Facultad de Derecho de la UNLZ. Impreso por Simagraf Servicios Gráficos página 4 INDICE Ley General del Ambiente. por Gustavo González Acosta 7 Necesidades del Derecho Concursal argentino. por Pablo C. Barbieri 17 El cobro de alimentos en el extranjero. El tratamiento legal de un problema vital. por Elisabet Campanella. 27 De sabio y de loco... Breve referencia a la vida y obra de Augusto Teixeira de Freitas. por Carlos Clerc 39 El caso ‘TANUS’: los datos personales violados por el “spamming”. por Favio Farinella 45 El Derecho Internacional de los Derechos Humanos y nuestra Constitución Nacional. por Eduardo R. Florio 69 La función del juzgador y su impacto social. por José Nieves Luna Castro 89 Las cárceles en la sociedad democrática. por Raúl Daniel Calvente- Claudio Jesús Santagati 99 “Cramdown”. Aplicación y propuestas de reforma legislativa. por Romina Andrea Taraborrelli 117 página 5 página 6 Ley General del Ambiente. por Gustavo González Acosta Abogado - Especialista en Derecho Ambiental y de los Recursos Naturales - Profesor de Derecho de los Recursos Naturales en la Facultad de Derecho UNLZ - Investigador y coordinador del proyecto “Armonización normativa entre disposiciones de presupuestos mínimos ambientales y comunes con especial referencia a la gran minería” del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Facultad de Derecho UNLZ - Miembro de la Comisión de Derecho Ambiental de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), Bonn, Alemania. La Ley General del Ambiente es una norma que establece los presupuestos mínimos de protección ambiental para toda la Nación. Su finalidad es prever e imponer condiciones necesarias para asegurar la protección ambiental. De esta manera garantiza la dinámica de los sistemas ecológicos, mantiene su capacidad de carga y, en general, asegura la preservación ambiental y el desarrollo sustentable. Todo esto es de especial relevancia para el establecimiento de una política ambiental. La caracterización como herramienta de interpretación y aplicación de toda norma a través de la cual se ejecute la política ambiental es de especial importancia para el conocimiento de la misma. Algunas reflexiones sobre la Ley 25657, “Ley General del Ambiente”1. Con el objeto de dar cumplimiento a uno de los mandatos enunciados en el artículo 41 de la Constitución Nacional que dice que: “...corresponde a la Nación dictar las normas que contengan los presupuestos mínimos de protección...”, la ley 25.675, denominada Ley General del Ambiente, establece dichos presupuestos para el logro de una gestión sustentable y adecuada del ambiente, para la preservación y protección de la diversidad biológica y para la implementación del desarrollo sustentable2. El fin buscado, entonces, es el logro de una gestión sustentable y adecuada del ambiente, como asimismo la preservación y protección de la diversidad biológica. La misma ley dispone que se entiende por presupuesto mínimo: “a toda norma que concede una tutela ambiental uniforme y común para todo el territorio nacional, y tiene por objetivo imponer condiciones necesarias para asegurar la protección ambiental”3 . Aclara, además, que en su contenido debe prever condiciones necesarias para garantizar la diná- página 7 mica de los sistemas ecológicos, mantener su capacidad de carga y, en general, asegurar la preservación ambiental y el desarrollo sustentable4. Ámbito de aplicación y caracteres de validez de otras normas. Con relación al ámbito de aplicación se establece que la presente ley rige en todo el territorio de la Nación. Sus disposiciones son de orden público y, por expresa disposición legal, se utilizarán para la interpretación y aplicación de la legislación específica sobre la materia, la cual mantendrá su vigencia en cuanto no se oponga a los principios y disposiciones contenidos en ésta. Como complemento de lo anteriormente expuesto, se establece, además, que la legislación provincial y municipal referida a lo ambiental deberá estar adecuada a los principios y normas fijados en la presente ley, y en caso de que así no fuese, ésta prevalecerá sobre toda otra norma que se le oponga5. Objetivos de la política ambiental nacional. El Poder Ejecutivo es Jefe de Gobierno y responsable político de la administración del país6 lo que incluirá, entendemos, la responsabilidad política de administrar el ambiente a nivel nacional. La presente ley establece que la política ambiental nacional deberá cumplir con los siguientes objetivos: • Asegurar la preservación7, conservación, recuperación y mejoramiento de los recursos ambientales, tanto naturales como culturales, en la realización de las diferentes actividades antrópicas. • El hombre tiene la capacidad de transformar lo que lo rodea. Esta capacidad utilizada con discernimiento puede llevarlo a beneficios de desarrollo y a ennoblecer su existencia. No obstante lo antedicho, la capacidad aplicada errónea o imprudentemente pude causar daños incalculables al mismo ser humano y a su medio. Vemos aumentar a niveles peligrosos la contaminación del agua, del aire, del suelo; se producen grandes trastornos al equilibrio ecológico; hay destrucción y agotamiento de recursos insustituibles, entre otros. Por ello, la política ambiental debe asegurar la preservación, conservación y mejoramiento de la calidad de los recursos ambientales, bien sean naturales o bien, culturales, producto de la actividad creadora del hombre. Algunos autores entienden por recursos naturales los bienes de la naturaleza en cuanto no han sido transformados por el hombre y pueden resultarle útiles; y los culturales, los que resultan de la capacidad creadora, o de la transformación de recursos naturales8. página 8 • Promover el mejoramiento de la calidad de vida de las generaciones presentes y futuras, en forma prioritaria. Como en muchos países en desarrollo, en el nuestro muchas personas siguen viviendo por debajo de los niveles mínimos indispensables para llevar una existencia decorosa. Es por ello que se deberían adoptar las medidas necesarias para el mejoramiento de la calidad de vida de las generaciones presentes y futuras. Dichas medidas deben permitir al hombre disfrutar de condiciones de vida digna y gozar de bienestar9. Para algunos autores, la calidad de vida, entonces, habrá de funcionar como parámetro de condiciones mínimas que debe tener el medio físico, entendido éste en un sentido amplio, en relación con los recursos naturales, pero implicando también lo psicológico, lo estético y los estados de ánimo en función de la belleza y el equilibrio natural de la convivencia social10. • Fomentar la participación social en los procesos de toma de decisión. La vida democrática moderna requiere de una intervención cada vez más activa de la población. Se necesita de la participación de los miembros de la comunidad mediante canales institucionales aptos para que las personas puedan manifestarse, expresarse, tomar parte en el proceso de toma de decisiones de carácter público11. La Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (ECO 92), en el Principio 10 establece: “el mejor modo de tratar las cuestiones ambientales es con la participación de todos los ciudadanos interesados, en el nivel que corresponda. En el plano nacional toda persona deberá tener acceso adecuado a la información sobre el medio ambiente de que dispongan las autoridades públicas, incluida la información sobre los materiales y actividades que encierran peligro en sus comunidades, así como la oportunidad de participar en los procesos de adopción de decisiones. Los Estados deberán facilitar y fomentar la sensibilización de la población poniendo la información a disposición de todos”. • Promover el uso racional y sustentable de los recursos naturales. En conformidad con el artículo 41 de la Constitución Nacional12 se debe “mantener el equilibrio y dinámica de los sistemas ecológicos”. • Asegurar la conservación de la diversidad biológica. Concientes de la importancia general de la diversidad biológica tanto para el manteni- página 9 miento de la estructura y función de los ecosistemas como para satisfacer necesidades alimentarías, de salud, etc. Se establece la obligación de asegurar la conservación de la diversidad biológica, entendiéndose por la misma “la variabilidad de organismos vivos de cualquier fuente, incluidos, entre otras cosas, los ecosistemas terrestres y marinos y otros ecosistemas acuáticos y los complejos ecológicos de los que forman parte, comprendiendo la diversidad dentro de cada especie, entre las especies y de los ecosistemas”13. • Prevenir los efectos nocivos o peligrosos que las actividades antrópicas generen sobre el ambiente para posibilitar la sustentabilidad ecológica, económica y social del desarrollo. • Promover cambios en los valores y conductas sociales que posibiliten el desarrollo sustentable, a través de una educación ambiental, tanto en el sistema formal como en el no formal. Algunas conductas sociales se fundamentan en valores pero no todos los miembros de la sociedad tienen la misma escala de valores respecto al medio ambiente. Para lograr, entonces, promover cambios de conductas sociales que posibiliten el desarrollo sustentable, el instrumento elegido es la educación ambiental14, tanto en el sistema formal como en el no formal15 . • Organizar e integrar la información ambiental y asegurar el libre acceso de la población a la misma. Junto con la participación debe perseguirse el acceso a la información como elemento indispensable para que sea realmente efectiva e igualitaria. La publicidad de los actos de gobierno, por ejemplo, constituye una de las piedras angulares del estado de Derecho16. Sin embargo, el hecho de brindar o no información se ejerce en muchos casos en forma discrecional. Por lo antedicho, entonces, una democracia participativa requiere el detento de información ambiental y el reaseguro del libre acceso de la población a la misma. • Establecer un sistema federal de coordinación interjurisdiccional para la implementación de políticas ambientales de escala nacional y regional. La necesidad de coordinación de actividades creemos que la misma es indispensable. Atentos a que el sistema jurídico establecido en la Constitución Nacional prevé ámbitos tales como el municipal, provincial, regional (provincial), nacional, internacional y/o de integración, las actuaciones de los mismos deben coordinarse para evitar contradicciones entre ellos. página 10 • Establecer procedimientos y mecanismos adecuados para la minimización de riesgos ambientales, para la prevención y mitigación de emergencias ambientales y para la recomposición de los daños causados por la contaminación ambiental. Para algunos autores, los objetivos de la ley se integran con una inexorable alusión al carácter preventivo del derecho, cuando enuncia como fines de la misma los aludidos en este inciso17. Instrumentos económicos de gestión ambiental. Bajo la denominación de “el régimen económico de promoción del desarrollo sustentable” la norma aquí analizada prevé la contratación de un seguro ambiental y el establecimiento de un fondo de restauración ambiental18. a) Seguro ambiental. Los sujetos obligados, considerando como tales a toda persona física o jurídica, pública o privada, que realicen actividades riesgosas para el ambiente, para los ecosistemas y para sus elementos constitutivos, deberán contratar un seguro de cobertura con entidad suficiente para garantizar el financiamiento de la recomposición del daño que en su tipo pudieren producir. b) Fondo de restauración ambiental. El segundo aspecto incluido en el régimen económico de la promoción establece que según el caso y las posibilidades de las personas físicas o jurídicas enunciadas en lo relativo al seguro ambiental, las mismas podrán integrar un fondo de restauración ambiental que posibilite la instrumentación de acciones de reparación19. Del Fondo de Compensación Ambiental. En un título separado del régimen económico de la promoción del desarrollo sustentable, pero incluido entre los instrumentos económicos de gestión ambiental, según pensamos, se crea el denominado Fondo de Compensación Ambiental. El mismo será administrado por la autoridad competente de cada jurisdicción y estará destinado a garantizar la calidad ambiental, la prevención y mitigación de efectos nocivos o peligrosos sobre el ambiente, la atención de emergencias ambientales, asimismo, la protección, preservación y conservación o compensación de los sistemas ecológicos y el ambiente20. Por otra parte se dispone que las autoridades podrán determinar que dicho fondo contribuya a sustentar los costos de las acciones de restauración que pudieran minimizar el daño generado21. página 11 La utilización del término “podrán” no parece implicar obligatoriedad sino discrecionalidad, lo que permitiría que la autoridad determinara otro destino. Creemos que podría haberse acotado esta amplia discrecionalidad que llevaría a la determinación de otro destino que no contribuyera al cumplimiento de los objetivos establecidos en la ley. No obstante lo antedicho, se establece luego que la integración, composición, administración y destino de dicho fondo será tratado por ley especial22. Responsabilidad por daño ambiental. Se define el daño ambiental como toda alteración relevante que modifique negativamente el ambiente, sus recursos, el equilibrio de los ecosistemas, o los bienes o valores colectivos. Consecuentemente con lo antedicho se establecen las normas que regirán los hechos o actos jurídicos, lícitos o ilícitos que, por acción u omisión, causen el daño ambiental antes aludido, de incidencia colectiva. Los sujetos causantes del daño ambiental serán objetivamente responsables de su restablecimiento al estado anterior a su producción23. En caso de que no sea técnicamente factible, por expresa disposición legal24, se prevé una indemnización sustitutiva que será determinada por la justicia ordinaria interviniente, la cual deberá depositarse en el Fondo de Compensación Ambiental. Por otra parte, en relación con la exención de responsabilidad, la misma está expresamente prevista25 sólo al efecto de acreditar que, a pesar de haberse adoptado todas las medidas destinadas a evitarlo y sin mediar culpa concurrente del responsable, los daños se produjeron por culpa exclusiva de la víctima o de un tercero por quien no debe responder. Si en la comisión de daño ambiental colectivo hubieren participado dos o más personas o no fuere posible la determinación precisa de la medida del daño aportado por cada responsable, todos serán responsables solidariamente de la reparación frente a la sociedad, sin perjuicio, en su caso, del derecho de repetición entre sí, para lo que el juez interviniente podrá determinar el grado de responsabilidad de cada persona responsable26. En el caso de que el daño sea producido por personas jurídicas, la responsabilidad se hará extensiva a sus autoridades y profesionales, en la medida de su participación27. Se distingue, además en forma independiente la responsabilidad civil y penal de la administrativa28. Legitimación procesal para la iniciación de las acciones previstas. Se reconoce legitimación para obtener la recomposición del ambiente dañado al afectapágina 12 do, al Defensor del Pueblo y a las asociaciones no gubernamentales de defensa ambiental29 y al Estado Nacional, Provincial o Municipal. Asimismo, la persona directamente damnificada por el hecho dañoso acaecido en su jurisdicción quedará legitimada para la acción de recomposición o de indemnización pertinente30. Deducida la demanda de daño ambiental colectivo por alguno de los titulares señalados, no podrán interponerla los restantes, lo que no obsta a su derecho a intervenir como terceros. Sin perjuicio de lo indicado precedentemente, toda persona podrá solicitar, mediante acción de amparo, la cesación de actividades generadoras de daño ambiental colectivo. La competencia judicial ambiental será la que corresponda a las reglas ordinarias de la competencia. El acceso a la jurisdicción no admitirá restricciones de ningún tipo o especie. El juez interviniente podrá disponer todas las medidas necesarias para ordenar, conducir o probar los hechos dañosos en el proceso, a fin de proteger efectivamente el interés general31. En cualquier estado del proceso, aun con carácter de medida precautoria, podrán solicitarse medidas de urgencia, aun sin audiencia de la parte contraria, se prestará debida caución por los daños y perjuicios que pudieran producirse. El juez podrá, asimismo, disponerlas, sin petición de parte32. En relación con los dictámenes emitidos por organismos del Estado sobre daño ambiental, agregados al proceso, tendrán la fuerza probatoria de los informes periciales, sin perjuicio del derecho de las partes a su impugnación. Por último, es dable poner de manifiesto que la sentencia hará cosa juzgada y tendrá efecto “erga omnes”, a excepción de que la acción se rechazare, aunque sea parcialmente, por cuestiones probatorias. Del Sistema Federal Ambiental. Se establece el Sistema Federal Ambiental con el objeto de desenvolver la coordinación de la política ambiental tendiente al logro del desarrollo sustentable entre el gobierno nacional, los gobiernos provinciales y el de la Ciudad de Buenos Aires, el cual será instrumentado a través del Consejo Federal del Medio Ambiente (COFEMA)33. Este Consejo es una persona jurídica de derecho público constituida por los Estados que lo ratifiquen (Nación, Provincia y Ciudad Autónoma de Buenos Aires)34. Composición del COFEMA. El COFEMA está integrado por la Asamblea, la Secretaría Ejecutiva y la Secretaría Admipágina 13 nistrativa. La Asamblea es el órgano superior del Consejo con facultad de decisión, y como tal, es la encargada de fijar la política general y la acción que ésta debe seguir. La integran un ministro o funcionario representante titular o su suplente, designados expresamente por el Poder o Departamento o Ejecutivo de los estados miembros. La Asamblea elegirá entre sus miembros presentes por una mayoría de dos tercios de sus votos, a un presidente que durará en sus funciones hasta la sesión de la próxima Asamblea Ordinaria. Dos tipos de asambleas están previstas, a saber: ordinarias y extraordinarias. Las ordinarias se reunirán dos veces al año en el lugar y fecha que indique la asamblea anterior. Las extraordinarias se convocarán a pedido de una tercera parte de los miembros del Consejo o por la Secretaría Ejecutiva35. La Asamblea se expedirá en forma de: a) Recomendación: determinación que no tendrá efecto vinculante para los estados miembros y, b) resolución: decisión con efecto vinculante para los estados miembros36. No obstante la aparente obligatoriedad que surge de la redacción, se establece que “en caso de incumplimiento o de negativa expresa la Asamblea en la reunión ordinaria inmediata considerará las alternativas de adecuación al régimen general que presentare el estado miembro o la Secretaría Ejecutiva”37, disposición que parece desdibujar el aparente efecto vinculante de la resolución. La Secretaría Ejecutiva, presidida por el Presidente de la Asamblea será el órgano ejecutivo y de control. Expedirá las instrucciones necesarias para el cumplimiento de estas resoluciones, indicando en el informe pertinente, que elevará a la Asamblea Ordinaria las dificultades y alternativas que crea óptimas. Está formada por un delegado de cada una de las regiones en que la Asamblea resuelve dividir el país. La representación será anual y rotativa entre los miembros que formen cada región. La Secretaría Administrativa será designada y organizada por la Asamblea Ordinaria. Sus funciones serán la gestión administrativa y presupuestaria del organismo. Conclusión. El singular desarrollo de la política y legislación ambientales, los vacíos normativos, la diversidad y la dispersión de normas son obstáculos para una eficaz gestión ambiental. El establecimiento, en esta Ley General, de los presupuestos mínimos, por lo tanto, es el página 14 inicio de un proceso federal de coordinación de actuaciones que se ve iluminado por estos principios, por los objetivos a tener en cuenta, por los instrumentos de política y administración para una eficaz gestión ambiental. A raíz de ello se asegura la homogeneidad jurídica mínima en toda la Nación. Se impide la subsistencia de ventajas competitivas entre distintas jurisdicciones cuyas inversiones se veían atraídas por la falta de una regulación específica, insuficiente o parcial. Por último, no obstante las críticas de que fue objeto la sanción de la presente Ley, la conducta a seguir para elaborar y aplicar una política nacional común encuentra un adecuado marco jurídico cuya observancia, reglamentación y complementación generan altas expectativas en un gran número de personas. Solamente el tiempo certificará si fueron cumplidas o no. 1- Conf. Art. 1° de la ley. Para un detallado análisis de la Teoría del Desarrollo Sustentable consultar: Franza, Jorge A.: Tratado de Derecho Ambiental. Ediciones Jurídicas. Bs As., 2005. Valls, Mario: Derecho Ambiental. Distribuido por Abeledo Perrot. Bs. As., 1994. Sabsay, Daniel; González Acosta, Gustavo, et al: “Ambiente, Derecho y Sustentabilidad”. Editorial la Ley. Buenos Aires, 2000. 2- Conf. Art. 1° de la ley. Para un detallado análisis de la Teoría del Desarrollo Sustentable consultar: Franza, Jorge A.: Tratado de Derecho Ambiental. Ediciones Jurídicas. Bs As., 2005. Valls, Mario: Derecho Ambiental. Distribuido por Abeledo Perrot. Bs. As., 1994. Sabsay, Daniel; González Acosta, Gustavo, et al: “Ambiente, Derecho y Sustentabilidad”. Editorial la Ley. Buenos Aires, 2000. 3 - Conf. Art. 6° primera parte de la ley. 4 - Conf. Art. 6° “in fine” de la ley. 5 - Conf. Art. 3° de la ley. 6 - Conf. Art. 4° de la ley, principio de congruencia. 7 - La preservación como objetivo esta contemplada en los Principios 2 y 4 de la Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Humano, Estocolmo 4 al 16 de junio de 1972. 8 - Conf. Pigretti, Eduardo: Derecho de los Recursos Naturales. Ed. La Ley, Buenos Aires, 1982. 9 - Conf. Principio 1 de la Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, Estocolmo, 5 al 16 de junio de 1972. 10 - Conf. Cafferatta, Nestor: Ley 25.675 General del Ambiente. DJ. Ed. La Ley 2002-3 pág. 1134. Véase también Bustamante Alsina, Jorge: La calidad de vida y el desarrollo sustentable en la reciente reforma constitucional. El Derecho, 17/02/95. 11 - Conf. Sabsay, Daniel: Constitución y Ambiente en el Marco del Desarrollo Sustentable en Ambiente, Derecho y Sustentabilidad. ED. La Ley, Buenos Aires, 2000 pág. 79. 12 - Véase Bidart Campos, Germán: Tratado Elemental de Derecho Constitucional Argentino, T. VI: La reforma constitucional de 1994. Ediar, Bs. As. Págs. 295 a 304. Sabsay, Daniel Y Onaindia, José M.: Comentario a los arts. 41 y 43 de la C.N.: La Constitución de los Argentinos. 2 Ed. Errepar, Bs. As. 1995 págs. 141 a 150. 13 - Conf. Art. 2 del Convenio de Diversidad Biológica. 14 - Un interesante ejemplo de este instrumento lo constituye el Programa Internacional de Educación Ambiental, IEEP por sus siglas en inglés de la UNESCO y el PNUMA. 15 - Un análisis pormenorizado de estos sistemas puede verse en Franza, Jorge A. Y Goldstein, Beatriz: Educación Ambiental. Ediciones Jurídicas. Buenos Aires, 1998. 16 - Conf. Sabsay Daniel: Constitución y Ambiente en el Marco del Desarrollo Sustentable en Ambiente Derecho y Sustentabilidad. Ed. La Ley. Buenos Aires, 2000. 17 - Conf. Cafferatta, Nestor: Ley General de Ambiente. DJ. La Ley 2002-3 Pág. 1134. 18 - Conf. Art. 22 primera parte de la ley. página 15 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 página 16 - Conf. Conf. Conf. Conf. Conf. Conf. Conf. Conf. Conf. Conf. Conf. Conf. Conf. Conf. Conf. Conf. Conf. Conf. Conf. Art. 22 “in fine” de la ley. Art. 34, primer párrafo de la ley. Art. 34 “in fine” de la ley. Art. 34 “in fine” de la ley. Art. 28 de la ley. Art. 28 de la ley. Art. 21, primer párrafo de la ley. Art. 1° “in fine” de la ley. Art. 29 “in fine” de la ley. Art. 43 de la Constitución Nacional. Art. 30, parte final del primer párrafo de la ley. Art. 32, primera parte de la ley. Art. 32, “in fine” de la ley. Art. 23 de la ley. Arts. 3 y 1 del Acta Constitutiva del COFEMA. Arts. 7 y 8 del Acta Constitutiva. Art. 9° del Acta Constitutiva. Art. 4° del Acta Constitutiva. Art. 6 del Acta Constitutiva. Necesidades del Derecho Concursal argentino. por Pablo C. Barbieri Abogado - Posgraduado en Asesoría jurídica de empresas UBA - Profesor titular de Derecho Comercial III de la Facultad de Derecho de la UNLZ - Profesor titular de Derecho Privado de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNNOBA - Profesor adjunto de Derecho Comercial de la Facultad de Derecho de la UBA - Comentarista de Revista “La Ley” - Miembro del Comité Académico de la Revista Jurisconcursal de la provincia de Tucumán - Miembro titular del Instituto Brasileiro de Direito Desportivo (IBDD). Síntesis preliminar. Se siguen sucediendo las reformas legislativas en materia concursal y sobrevienen los debates sobre su conveniencia, defectos y virtudes. Pero otras discusiones centrales están claramente relegadas. Ello debe constituir la materia de estudio hacia el futuro, a fin de adecuar al Derecho Concursal argentino a las necesidades económicas del país y su inserción dentro del contexto legislativo moderno. 1. Algunos antecedentes de importancia. El Derecho Concursal es una disciplina que ha ganado numerosos adeptos, investigadores y estudiosos en los últimos veinte años dentro de los ámbitos jurídico y económico de nuestro país. Es que la realidad profesional ha generado que su estudio deba ampliarse notoriamente, atento a la multiplicidad de intereses afectados por la deducción de un concurso preventivo, la declaración de quiebra o la negociación y posterior petición de homologación de los acuerdos preventivos extrajudiciales (APE). Su implicancia social también ha crecido con el transcurso del tiempo, a medida que las insolvencias empresariales se fueron ampliando y abarcando distintas áreas. Ya no estamos frente a cesación de pagos de empresas, solamente, sino que dicho fenómeno se extendió a las personas físicas, a las entidades financieras, mutuales y de seguros y, como manifestación más “moderna”, a las entidades deportivas, a punto tal de haberse dictado una ley especial en la materia, no exenta de polémicas doctrinarias y conflictos de aplicación jurisprudencial1. En este punto, la incidencia de estas insolvencias sobre página 17 las relaciones laborales hasta ese momento vigentes y la conservación de las fuentes de trabajo son una cuestión hartamente preocupante a la luz de los índices de desocupación del país, teniendo una directa influencia en cuestiones macroeconómicas. Y similares consideraciones pueden realizarse en relación con la situación de las unidades económicas cesantes en el mercado, la posibilidad de su sustitución o la necesidad de su conservación en funcionamiento, temas todos ellos de gran vigencia en la economía de nuestros días. Desde la propia sanción de la ley 24.522 (1995), el Derecho Concursal argentino dedicó gran parte de sus análisis al texto vigente, a los numerosos conflictos interpretativos que ella trajo aparejados y a las trabajosas interpretaciones de los Tribunales que, muchas veces, debieron recurrir a forzadas e imaginativas soluciones para brindar algún sentido a institutos regulados normativamente2. Y los vaivenes de la economía argentina de finales de la década del ’90 y principios de los 2000 no fueron ajenos a la legislación concursal, que generó una especie de “catarata” de reformas legislativas que culminaron –por ahora- con la sanción de la ley 26.086, del mes de abril de 2006. 2. Reformas que merecieron reforma. Sin duda alguna que el paradigma del proceso que mencionamos en el punto anterior fue el período transcurrido entre los meses de febrero y julio de 2002 donde la legislación concursal argentina sufrió dos reformas importantes producto, en parte, de la emergencia por la que atravesó el país desde lo económico, social y crediticio, aunque, vale la pena destacarlo, muchas de esas modificaciones llegaron para instalarse y quizá nunca abandonar el plexo normativo vigente. La ley 25.563 fue sancionada el 30 de enero de 2002, promulgada parcialmente el 14 de febrero del mismo año y publicada en el Boletín Oficial el 15 de febrero. Su contenido es sumamente vasto, propio de una normativa de emergencia, a punto tal que se la conoció como “Ley de Emergencia Productiva y Crediticia”, lo cual se ve reflejado en el texto de su artículo 1, donde se dispone que se declara “la emergencia productiva y crediticia originada en la situación de crisis por la que atraviesa el país…”, Se fija como fecha de finalización de la misma el 10 de diciembre de 2003, aunque luego fue prorrogada sucesivamente. Las reformas a la ley concursal son importantes, muchas de ellas pregonadas en la mentada emergencia (v.gr. suspensión del trámite de los pedidos de quiebra, prórrogas del período de exclusividad en el concurso preventivo, etc.); aunque en otros supuestos se avanzó mas allá de ello, como en la derogación del “cramdown” o “salvataje” o la modificación del efecto novatorio del acuerdo preventivo previsto en el artículo 55. página 18 Sin embargo, cuando todavía nos acomodábamos a esas nuevas circunstancias, llegó la llamada “contrarreforma”, esto es, la ley 25.589, del 17 de mayo de 2002 donde, inclusive, se adoptaron criterios totalmente opuestos a los fijados en la ley del mes de febrero antes mencionada. Damos sólo algunos ejemplos sobre el particular. El “salvataje”, suspendido en su vigencia por la ley 25.563, fue reestablecido, reformado y refortalecido en la ley 25.589; el efecto novatorio del acuerdo preventivo homologado, que por la ley 25.563 se extendía también a los fiadores y codeudores solidarios del deudor concursado, apareció limitada solamente a éste en la reforma de mayo, volviendo al originario texto de la ley 24.522. El acuerdo preventivo extrajudicial (APE) se reformó sustancialmente, tornándose un instituto de mayor utilidad práctica, lo que fue demostrado en la experiencia tribunalicia posterior. Hemos manifestado oportunamente nuestra opinión y la misma, a esta altura de los hechos, sólo tiene un valor histórico3 Lo que sí queda en claro es que la tendencia reformista se impuso claramente, excediendo el marco de la emergencia imperante para esa época. Lo importante, en este punto, es la dirección filosófica de las reformas, tema sobre el cual volveremos más adelante porque, en definitiva, aparece como el centro medular del presente trabajo. 3. El 2006 y una nueva reforma. Luego de varios “amagues” con anteproyectos que no pasaron de ser solamente eso, el mes de abril de 2006 dio a luz una nueva reforma a la normativa concursal vigente, mediante la sanción de la ley 26.086 la que logró un mérito casi único: la mayoría de la doctrina criticó en forma unánime casi todas sus disposiciones4. Es que nuevamente se varían los criterios legislativos en forma superlativa, a punto tal que el fuero de atracción ejercido por los concursos preventivos y las quiebras queda reducido a su mínima expresión, asestándose un serio golpe a la universalidad, uno de los caracteres rectores de los procesos concursales reafirmado por el propio artículo 1º de la ley 24.522. También se reformula el instituto del “pronto pago de los créditos laborales”, cuya interpretación trajo tantos problemas en la vigencia del texto originario de 1995, otorgándole mayor virtualidad, al menos en la contundencia de sus disposiciones, aunque siguen subsistiendo complicaciones teniendo en cuenta, sobre todo, la continuación de la actividad de la empresa en el concurso preventivo5. Nuevas tareas puestas en cabeza del síndico del concurso preventivo también constituyen página 19 otro ítem de esta reforma, aunque ello ha generado mayores críticas, a punto tal de haberse sostenido, con marcada ironía, que “la recarga de tarea que se pone en cabeza de los síndicos estamos persuadidos que no supera el test de razonabilidad”6. Pero a los fines del análisis que forma parte del centro de este trabajo, resulta importante transcribir un comentario de una de las senadoras propulsoras de la reforma mencionada. Sostiene en él que para que tuviera efectividad el principio de universalidad “en este momento es menester efectuar una importante reforma en la estructura judicial nacional –en realidad, de la Ciudad de Buenos Aires- y en las Provincias, tomar la decisión política de asignar recursos y crear los juzgados concursales; la modificación al fuero de atracción es en realidad simplemente un parche, una solución absolutamente parcializada...”7 (el destacado nos pertenece). Es decir que, en lugar de atacar uno de los males endémicos que registra nuestra justicia concursal –como es la falta de especialidad en la competencia de los Tribunales que entienden en estos procesos- se adopta una solución de urgencia, parcializada y resignando los valores esenciales sobre los cuales se sustentan estos procedimientos en la mayoría de las legislaciones del Derecho Comparado. Y, a mayor abundamiento, se generaliza para todo el país una situación de supuesto colapso de la Justicia Comercial de la Capital Federal, cuando ese marco no se repetía en la mayoría de las jurisdicciones provinciales, algunas de las cuales tienen tribunales especializados en esta materia como ocurre, por ejemplo, con Mendoza, Córdoba y Tucumán. Lamentablemente, una nueva oportunidad desaprovechada y, lo que es peor, poniendo en tela de juicio el propio basamento del Derecho Concursal, en cuanto a la vulneración de la universalidad que, reiteramos, es uno de sus caracteres rectores desde el mismo nacimiento de la disciplina. 4. Situación actual del Derecho Concursal argentino. Quienes desde hace largo tiempo nos dedicamos al estudio e investigación del Derecho Concursal, asistimos, periódicamente –desde hace más de diez años- a reformas parciales de la legislación vigente, que generan los consabidos análisis doctrinarios y los posteriores decisorios jurisprudenciales. En su esencia, esto no es bueno ni malo, sino que provoca que nos alejemos de otros debates propios de una ciencia jurídica dentro de una realidad económica y social absolutamente cambiante, no sólo a nivel nacional, sino también internacional. Estamos gobernados por una ley que, a pesar de sus reformas, mantiene incólumes algunas líneas directrices, a saber: a) La solución al problema de la insolvencia atañe solamente a deudor y acreedores, a página 20 pesar de algunos avances en las facultades judiciales (v.gr. artículo 52) o el rol de contralor del síndico en los “nuevos” informes mensuales exigidos por el artículo 14, inciso 12, incorporado por la ley 26.086. b) Las soluciones previstas en la ley concursal sólo pueden utilizarse cuando el estado de cesación de pagos ya está instalado, manteniéndose como requisito para la apertura de los procesos concursales, salvo las excepciones previstas por el propio artículo 1º de la LCyQ (entre las que se destaca el acuerdo preventivo extrajudicial que puede ser suscripto aun cuando el deudor se encuentre en “dificultades económico-financieras de carácter general”, tal como se preceptúa en el artículo 69). c) La administración de la concursada sigue en manos del propio deudor y los controles a la misma –si bien parecen acentuados luego de la emisión de los informes mensuales del síndico a los que aludimos ut supra- siguen siendo bastante difusos. d) Los acreedores munidos con garantía real siguen siendo los verdaderos “dueños”del procedimiento, ya que sus potestades se mantienen incólumes y la posibilidad de agresión patrimonial al deudor concursado, también (cfr. artículos 19, 21, 23 y concordantes). e) Se sigue insistiendo en la satisfacción de los créditos laborales beneficiados por el “pronto pago” con el producido de la actividad de la concursada, en un criterio poco realista y que, seguramente, culminará con estos acreedores sin la consagración efectiva de dicho beneficio8. f) El esquema “dual” de concurso preventivo –sólo a petición del deudor- y quiebra sigue manteniéndose pétreo, a pesar de la tentativa por reformular el acuerdo preventivo extrajudicial (APE) de la ley 25.589. g) La quiebra sigue teniendo un perfil marcadamente liquidativo, siendo absolutamente excepcionales los supuestos continuativos (cfr. artículos 190 y concordantes). h) La dispersión de los privilegios nunca ha sido debidamente corregida y sigue siendo una de las características de la legislación vigente, como asimismo, la extensa nómina de créditos que son beneficiados con diferentes preferencias. i) En síntesis, el llamado privatismo jurídico9 que inspiró a la ley de 1995, mantiene aún su predominio, a pesar de que las sucesivas reformas intentaron relegarlo. El resultado conseguido fue tibio, por calificarlo de algún modo. La pregunta que debemos realizarnos, desde la órbita de analistas del Derecho Concursal es si estos lineamientos y esquemas responden a las necesidades de la realidad actual del página 21 país. Adelantamos nuestra opinión negativa, pero profundizamos la respuesta en el punto siguiente. 5. La necesidad de otro debate. El mundo económico ha cambiado y la Argentina ha sufrido los embates de ello. La salida al sistema de la convertibilidad –instaurado en los ´90 por la ley 23.928- ha dejado duras secuelas pero, sin duda alguna, ha sido necesario instaurar una economía más real, que trate de reestablecer el rol de cada uno de los agentes económicos, tratando de potenciar los valores agregados que el país puede ofrecer. Dentro de ese concierto estimamos que el Derecho Concursal argentino se debe otros debates, más profundos que las meras reformas o “parches” que puede sufrir una legislación tratando solamente de encontrar respuestas transitorias; debemos dirigirnos hacia las entrañas mismas de las soluciones legales ante la insolvencia empresarial, partiendo de la base de que una ley no puede resolver males endémicos de una economía (v.gr. desempleo, evasión impositiva,etc.), y que, asimismo, la normativa concursal es una verdadera herramienta de política económica, sobre todo en la visión moderna de la interrelación entre economía y derecho mercantil, ya casi indudable en la doctrina y estudios científicos sobre la materia10. En consecuencia, creemos que el ángulo de discusión debe pasar por otros andariveles, a saber: a) El sistema “dual” (concurso preventivo-quiebra), ¿debe mantenerse en la legislación positiva?. Nos parece que este esquema ha demostrado su fracaso en el país desde su propia instauración en la ley 11.719, pasando por las diferentes reformas concursales. La experiencia práctica denota que no es la preservación de la empresa –objetivo buscado por el concurso, al menos en su expresión iusfilosófica- lo que se logra, sino que se intenta llegar a un acuerdo consensuado entre deudor y acreedores donde, generalmente, son éstos quienes imponen las pautas. Así, “llueven” las quiebras indirectas (artículo 77, inciso 1º de la ley 24.522), sobre todo por la falta de obtención de las conformidades necesarias o, en su caso, por el incumplimiento del acuerdo homologado. En el sistema vigente, podemos preguntarnos qué sucede con la continuidad de las actividades de la deudora, su posición en el mercado, la preservación de las fuentes de trabajo, la preservación del crédito y las condiciones para que su actividad comercial pueda mantenerse. ¿Y su viabilidad económico-financiera? ¿Y la posibilidad de los acreedores de recuperar lo oportunamente prestado en condiciones relativamente favorables? ¿Y el interés del Estado en el funcionamiento de las unidades económicas? página 22 Simplemente no hay respuestas, porque no existen previsiones legales dirigidas a estos tópicos. b) ¿La insolvencia empresarial debe ser una cuestión meramente privada o debe insertarse dentro del publicismo jurídico?. A pesar del embate provocado por las diferentes reformas, la ley 24.522 sigue manteniendo el predominio del llamado “privatismo jurídico”, tendencia dominante en la legislación mercantil dictada durante la década del ’90. Nos parece que este enfoque dista mucho del vigente para la mayoría de las relaciones económicas que se conciertan en estas épocas en el país. Bien lo sostiene Aznar, de cuyo pensamiento nos valemos para resolver el interrogante planteado en virtud de reflejar claramente nuestro pensamiento: “el derecho concursal argentino debe dejar de ser privatista y justificar su conversión al publicismo. Deberá considerar que el bien protegido es la empresa y que sigue siendo ésta un bien de naturaleza pública y privada deberá ser regulada por una ley de igual naturaleza, esto es, de neto corte publicista o de interés público en la que el Estado asegure su supervivencia mas allá de la voluntad y acción de los particulares, como son deudores y acreedores”11. Actualmente, la cuestión excede notoriamente el mero interés de los acreedores por percibir sus créditos o del deudor por obtener el oxígeno suficiente mediante las clásicas quitas y esperas de toda propuesta concordataria. La influencia de la insolvencia empresarial ya se dispersa sobre los ámbitos laboral, impositivo, económico, financiero y hasta ético. Y, por ende, la visión debe ser diferente como ocurre en la mayoría de las legislaciones europeas de los últimos veinte años que, por cierto, bastante buen resultado han dado en su aplicación práctica. c) ¿El estado de cesación de pagos debe seguir siendo el presupuesto sustancial para la apertura de los procesos concursales? Así parece indicarlo el propio artículo 1º de la ley concursal vigente, aunque relativizado por sus cuantiosas excepciones12. Por ende, la apertura de los procesos concursales –salvo el acuerdo preventivo extrajudicial- se realiza una vez que el mismo está instalado, teniendo ello fundamental importancia en el concurso preventivo tendiente, como ya hemos dicho, a la preservación de la empresa y la continuidad del funcionamiento de la misma. El proceso preventivo, por ende, llega tarde. Aparece –a instancias del propio deudorcuando la insolvencia ya está instalada, cuando las fórmulas para superarlas ya han fracasado, cuando el grado de endeudamiento ha excedido los límites tolerables y, además, cuando las posibilidades negociadoras del deudor han sufrido una considerable mengua. La enfermedad, entonces, se combate cuando ya se instaló y no se previene cuando los indicios así lo aconsejarían. página 23 Desde la ley francesa de 1985 se comenzaron a utilizar otros conceptos, como el de crisis, superadores, obviamente, del estado de cesación de pagos que aún gobierna la legislación argentina. Más que hablar del “derecho de la insolvencia”, se establece el concepto de “derecho de la crisis empresarial”, como claramente surge de la ley alemana de 1994, cuya entrada en vigencia se produjo en 199913. Dotando a la legislación vigente de mayor apertura conceptual se lograría cumplir con la finalidad de prevenir la generalización de la insolvencia y, de este modo, evitar la instalación de los males endémicos que la misma produce. d) ¿Procedimientos de crisis?. El esquema “dual” anteriormente señalado –con el “injerto” del acuerdo preventivo extrajudicial- deja de lado el establecimiento de procedimientos de crisis empresariales, sólo reconocidos, puntualmente, dentro del ámbito laboral. El debate del derecho concursal argentino debe pasar por la incorporación de los mismos a la legislación positiva. Con la fijación de “planes de recuperación” o de “resaneamiento”, como se establece, inclusive, en el Capítulo XI de la Ley de Bancarrotas norteamericana. Con el establecimiento de roles judiciales claramente marcados y definidos en el entendimiento de que la crisis empresarial no solamente afecta a deudor y acreedores, en consonancia con lo expuesto en el punto “b” precedente. Y con la fijación de las pautas para la viabilidad empresarial, no solamente en cuanto a su recuperación económicofinanciera, sino también en relación a los restantes intereses en juego en los procesos concursales. Éstas son sólo algunas de las pautas sobre las cuales, entendemos, debe discurrir el debate futuro del Derecho Concursal Nacional. No puede quedar al margen de ello la reestructuración judicial, con el establecimiento de Tribunales especializados en la materia en todas las jurisdicciones, a fin de brindar a estos procesos el adecuado tratamiento, a pesar de los reconocidos e ingentes esfuerzos que nuestra Justicia realiza en la actualidad. Nos parece que debemos ir hacia el centro mismo de la filosofía económico-jurídica de la que debe estar impregnada una legislación de esta naturaleza. Los “parches” legislativos desvían el centro de atención y estudio. Y, en nuestra materia, es esencial que “el árbol no tape el bosque”. El frondoso “bosque” que nos debe convocar es el de la legislación concursal del futuro, pensando en un perfil normativo que se adecue a las realidades y necesidades del país inserto dentro de una economía globalizada donde, por ejemplo, aparecerán las necesidades de coordinar normas internas con los países miembros del MERCOSUR, a los fines de la adecuación de una legislación comunitaria. Caso contrario, seguiremos con las “antinomias” entre deudor y acreedores, con la prelación de acree- página 24 dores que nunca serán satisfechos en su totalidad, con detractores y defensores de reformas legislativas y con discusiones sobre meras normas instrumentales que, quizá, nunca lleguen a ser aplicadas en su totalidad, como ocurre con el procedimiento establecido en el artículo 48 de la ley concursal vigente. Superar estas instancias son los desafíos y necesidades del Derecho Concursal Argentino de la primera década del Tercer Milenio. 1 - Hablamos de la ley 25.284 (B.O. 2/8/2000) denominada “Régimen especial de administración de entidades deportivas con dificultades económicas. Fideicomiso de administración con control judicial”. Puede verse un análisis de la misma en BARBIERI, Pablo C., Fútbol y Derecho, segunda edición, Buenos Aires, Ed. Universidad, 2005, pp. 239/268. 2 - Algo así sucedió con el llamado “pronto pago de los créditos laborales” donde se trató de otorgar virtualidad a este mecanismo diferencial de satisfacción de estas acreencias brindado por el art. 16 de la LCyQ. Véase, por ejemplo, el caso “El Valle de Uco SRL s/ Concurso preventivo s/ Inc. de Pronto Pago por Luna”, Tercer Juzgado de Procesos Concursales y de Registro de Mendoza, 2/4/96, juez Dr. Gullermo Mosso, expte. 437. 3 - Véase BARBIERI, Pablo C., Nuevos análisis sobre la reforma concursal. Leyes 25.563 y 25.589, que puede consultarse en la web www.consultorabarbieri.com.ar. 4 - Entre todas, nos parece relevante la lectura de MORO, Carlos E., Ley 26.086. Concursos y Quiebras. Modificación de la ley 24.522, Buenos Aires, Ad Hoc, 2006. 5 - Sobre el particular puede verse BARBIERI, Pablo C., Concursos y Quiebras. Ley 24.522. Comentada y Concordada, Buenos Aires, Ed. Universidad, 2006, pp. 82/3. 6 - MORO, Carlos E., op. cit., p. 29. 7- NEGRE de ALONSO, Liliana T., Reformas a la ley de concursos. Ley 26.086, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni Editores, 2006, p. 144. 8 - Sobre el particular, véanse las críticas de MORO, Carlos E., op. cit., pp. 42/5. 9 - Respecto a este concepto, puede verse BARBIERI, Pablo C., Nuevo régimen de concursos y quiebras, Segunda Edición, actualizada y aumentada, Buenos Aires, Ed. Universidad, 1997, p. 27. 10 - Sobre el particular, FARINA, Juan, Contratos comerciales modernos, Buenos Aires, Astrea, 1993, p. 37, define al llamado “derecho económico” como “el conjunto de normas que rigen la organización de la economía por los poderes públicos y regulan las actividades económicas de las personas privadas y del Estado, a fin de dar cumplimiento a la política económica puesta en práctica por el Estado, como poder político, conforme a la ideología adoptada al respecto”. 11 -AZNAR,Vicente, Hacia un nuevo derecho concursal argentino, Córdoba, Alveroni Ediciones, 2004, p. 57. 12 - Una visión crítica sobre esta norma puede verse en BARBIERI, Pablo C., “El estado de cesación de pagos: necesaria reformulación”, publicado en Revista Jurisconcursal, año I, No 3, San Miguel de Tucumán, 2006, pp. 13/21. 13 - Véanse al respecto las manifestaciones vertidas por AZNAR,Vicente, op. cit., p. 88. página 25 página 26 El cobro de alimentos en el extranjero. El tratamiento legal de un problema vital. por Elisabet Campanella Abogada - Profesora asociada de la cátedra de Derecho Internacional Privado de la UNLZ - Ex docente de grado y posgrado de la Facultad de Derecho de la UBA. I. Introducción. II. La obligación alimentaria internacional. III. Regulación de las obligaciones alimentarias. IV. Legislación argentina interna y convencional. V. Otros convenios internacionales. VI. La cuestión en la U.E. VII. Conclusiones. I. Introducción. La solidaridad entre los hombres hace que la necesidad alimentaria se torne uno de los derechos humanos a tratar con más urgencia. Impone además el deber de ayudar a quien padece carencias en este aspecto, tanto más si se trata de un allegado. Es reprochable a toda idea de justicia y moral que quien posee los medios para ayudar al necesitado se desentienda de su asistencia, llámese Estado, sociedad, instituciones, organismos de cualquier índole y, fundamentamente, sus allegados por vínculo: de allí que la obligación es siempre moral y, circunstancialmente, legal. Es por ello que la ley obliga al pariente pudiente a asistir a quien requiera alimentos. Dentro de este concepto están comprendidos los recursos indispensables para la subsistencia de una persona, teniendo presente no sólo sus necesidades orgánicas elementales, sino también los medios tendientes a permitir una existencia digna. Es frecuente, al referirnos al derecho de los alimentos, asociarlo primordialmente con la prestación debida a los menores, con fundamento en las obligaciones emergentes de la patria potestad. Aunque constituye el reclamo judicial más frecuente en este aspecto, no es menos cierto que existe obligación alimentaria derivada del vínculo matrimonial, del parentesco, de las donaciones, del legado o de una carga testamentaria: es decir que son diversas las fuentes legales. Abordaremos en este breve trabajo el cobro de la prestación alimentaria desde el punto de vista internacional, poniendo énfasis en la cooperación internacional al respecto. página 27 II. La obligación alimentaria internacional. Esta obligación se genera cuando el acreedor alimentario y el deudor tienen su domicilio en diferentes Estados, o aun teniéndolo en el mismo, el deudor posee bienes o ingresos económicos en otro Estado sobre los cuales el acreedor pueda ejercer su derecho de cobro en el caso de incumplimiento del obligado al pago. Es decir que presuponemos, desde este punto de partida, que existe normativa legal o una declaración judicial del derecho a percibir alimentos y una obligación impuesta del mismo modo a alguien que por alguna de las causales enumeradas anteriormente se encuentra compelido a ello. En los últimos tiempos asistimos a la internacionalidad de las relaciones de familia como consecuencia, entre otras, de las migraciones por motivos políticos, laborales, económicos. Resulta más frecuente que en décadas anteriores la consulta por parte de los acreedores o de sus representantes sobre el acceso al cobro de la prestación cuando el obligado se encuentra en país extranjero. De allí que los Estados deban perfeccionar sus respectivas legislaciones tanto internas como convencionales al efecto de facilitar el ejercicio por parte del alimentado de su derecho, que se transforma en urgente y vital. III. Regulación de las obligaciones alimentarias. El Derecho Internacional Privado regula relaciones jurídicas de carácter privado que contienen un elemento extraño al derecho local, determinando la ley aplicable y la jurisdicción competente. Son cuestiones fundamentales puesto que de la ley aplicable dependerán los requisitos para que se origine la obligación alimentaria, los sujetos de la relación, en qué casos, condiciones y orden de prelación, quiénes están legitimados para el reclamo, dentro de qué términos y condiciones, los caracteres de la obligación conforme el derecho aplicable y, finalmente, el monto del crédito, plazos y condiciones para hacerlo efectivo. En cuanto al juez competente, encontramos sistemas jurídicos que otorgan facultad para intervenir en los casos de conflictos sobre obligaciones alimentarias a los jueces del domicilio del demandado o aquellos que actuaron en la relación jurídica que sirvió de origen a la obligación alimentaria. Obviamente que la adopción de este tipo de sistemas trae aparejados algunos inconvenientes que se manifiestan en forma evidente. A título de ejemplo podemos mencionar el siguiente: si el acreedor alimentario no se encuentra en el Estado donde debe tramitarse o se tramitó la causa (origen) de la obligación alimentaria, tendría que forzosamente trasladarse a él, con los gastos e inconvenientes que esto ocasiona, tornando el reclamo en la mayoría de los casos imposible de efectuarse. Los casos con elementos extranjeros provocan un conflicto de jurisdicciones, que se refie- página 28 ren a su adjudicación por parte de los Estados, y se resuelven a través de las normas de competencia internacional legislada por cada territorio. Por último, la cooperación internacional es una cuestión fundamental, más aún si hacemos referencia al problema del reconocimiento y ejecución de las sentencias extranjeras. Para que el reclamo de los alimentos resulte eficaz es imprescindible el concurso de la actividad judicial o administrativa interestatal, es decir, la cooperación de los jueces o autoridades centrales localizadas en el país del deudor o donde éste tenga bienes. El principio de colaboración judicial o administrativa entre los países implicados en la solución de un caso internacional es la pieza fundamental en la búsqueda de la efectividad de una resolución dictada en un Estado. De hecho, la República Argentina ha ratificado varios convenios sobre cooperación judicial y administrativa, asegurando la extraterritorialidad de los pronunciamientos foráneos. IV- Legislación argentina interna y convencional. 1. Código Civil. Ley Aplicable. El Derecho Internacional Privado es de aplicación en los casos en que existen elementos extranjeros, y en tal sentido la cuestión consiste en determinar en qué casos son aplicables las normas del Código Civil (normas de fuente interna), y cuándo son aplicables los tratados internacionales (normas de fuente convencional). El Código Civil argentino regula la obligación alimentaria derivada de la relación conyugal, de la patria potestad, y del parentesco. Según el artículo 162, apartado 2, las obligaciones alimentarías, en lo que hace al derecho a percibir alimentos y si hubiera convenio alimentario, su oportunidad y admisibilidad se regulan por el derecho del domicilio conyugal, entendiéndose por tal donde los cónyuges viven de consuno. En este sentido, si el domicilio se encuentra situado en nuestro país, el punto de conexión impone que sea el derecho nacional el que dirima la pretensión del reclamo alimentario. El mismo dispositivo establece que en caso de duda o desconocimiento de éste, se aplicará la ley de la última residencia. En cuanto al monto alimentario, el mismo artículo 162, estipula la opción, a favor del acreedor alimentario de elegir el derecho del domicilio del deudor, siempre que sea más favorable a su pretensión. Esta norma proporciona una mejor solución en beneficio del acreedor de alimentos al admitir que se produzcan efectos de acuerdo con el domicilio del página 29 demandado, en caso de que parezca más justo fijar el monto de la prestación considerando los reales ingresos del obligado. En definitiva, la ley ofrece, en este caso, una opción de vital importancia para la realización de sus derechos. Las obligaciones alimentarías provenientes de la patria potestad, son tratadas en el Código Civil en los artículos. 265 a 271, así como también se regula el derecho de los hijos y la correlativa obligación de los padres. Para este cuerpo legal, la ley aplicable es la del lugar en que se ejecuta la patria potestad, tutela, curatela, puesto que el hijo posee el mismo domicilio que sus representantes. Jurisdicción internacional. El artículo 228 del Código Civil establece lo siguiente: “Serán competentes para entender en los juicios de alimentos 1. El juez que hubiera entendido en los juicios de separación personal, divorcio vincular o nulidad. 2. A opción del actor el juez del domicilio conyugal, el del domicilio del demandado, el de la residencia habitual del acreedor alimentario, el del lugar del cumplimiento de la obligación o el del lugar de celebración del convenio alimentario si lo hubiere y coincidiere con la residencia del demandado, si se planteare como cuestión principal”. La norma confiere al acreedor alimentario varios foros concurrentes mediante puntos de conexión alternativos. Cooperación internacional. Las disposiciones de fuente interna se aplican cuando no hay tratados internacionales que contengan una normativa específica, ya que éstos tienen una preeminencia frente al derecho interno entre los países que se encuentran como signatarios, conforme a la jerarquía que indica el artículo 75 de la Constitución Nacional, tras la reforma constitucional de 1994. Una vez que la sentencia es dictada por un juez internacionalmente competente, surge la cuestión de conocer si la sentencia obtenida puede ser eficaz fuera del ámbito de su territorio. Cuando un juez argentino deba ejecutar una sentencia extranjera que condena a pagar alimentos a una persona domiciliada en el país, tendrá que aplicar el artículo 228 del Código Civil con el objeto de comprobar si el juez extranjero se arroga competencia sobre la base de algunos de esos supuestos. página 30 2. Legislación interna de fuente convencional. Tratados de Derecho Civil Internacional de Montevideo. El Tratado de Derecho Civil Internacional de 1889 vincula a la República Argentina con Perú, Paraguay y Uruguay; mientras que el Tratado de 1940 rige entre la República Argentina, Paraguay y Uruguay. Ambos determinan, al referirse a las obligaciones alimentarias como ley aplicable, la del domicilio conyugal, es decir, el lugar donde los cónyuges viven de consuno. (T.M. 89 artículo 12, T.M. 40 artículo 14). La disposición coincide con lo establecido por el derecho interno de fuente no convencional, excepto en lo referente al derecho de opción por parte del acreedor al monto alimentario. Con relación a los derechos y deberes personales emergentes del ejercicio de la patria potestad, tutela y curatela, los mismos son reglados por la ley del lugar de ejercicio, según surge del artículo 14 en el primero y el segundo determina que van a estar sujetos a la ley del domicilio de quien ejercita la patria potestad. Parte de la doctrina, al no encontrar una disposición específica en los tratados referida al tema del reclamo de alimentos, incluye dicha pretensión en las “medidas urgentes” que se encuentran regladas respecto de la ley aplicable por “el derecho del lugar en que residen los cónyuges, padres de familia, tutores y curadores, de acuerdo a los artículos. 24 y 30 de los T.M. de 1889 y 1940 respectivamente1. Respecto de la jurisdicción para el ejercicio de los deberes y derechos derivados de la patria potestad, tutela, curatela y de sus representantes legales, los TM remiten a los jueces del domicilio de estos últimos y respecto a los derivados del matrimonio se determina la jurisdicción de los jueces del domicilio conyugal. Cooperación internacional. El derecho que no puede ejercerse se transforma en una declaración utópica. Por ello, no basta con obtener una sentencia condenatoria de alimentos: es necesario dotarla de extraterritorialidad. Para que eso ocurra se debe seguir el procedimiento de reconocimiento y ejecución de sentencia en un Estado signatario de una sentencia proveniente de otro dispuesto en los Tratados de Montevideo, en los artículos 5 y siguientes de ambos. página 31 Convenio de Naciones Unidas de Nueva York de 1956. Ley aplicable y cooperación internacional. Esta Convención sobre obtención de alimentos en el extranjero tiene la particularidad de haber sido ratificada por numerosos países y variados sistemas políticos del mundo. La República Argentina, a través de la ley 17.156, modificada en su artículo 1 por la ley 19.739, se adhiere a la presente Convención. Siguiendo los conceptos vertidos en su preámbulo, éste surgió para resolver problemas legales y prácticos que afectan a las personas que tienen derecho a percibir alimentos de otras que se encuentran en el extranjero. En otras palabras, está destinado fundamentalmente a suprimir las fronteras jurídicas por las cuales los deudores por alimentos pueden evitar hacer frente a sus obligaciones. En su artículo 1° circunscribe su ámbito material y lo hace de una manera amplia, puesto que entre las fuentes que pueden tener la obligación alimentaria encontramos las derivadas de filiación, matrimonio, o de las relaciones de parentesco, careciendo de disposiciones de derecho material que puedan resolver todos los aspectos de esa naturaleza. La Convención regula lo que denomina “procuración a distancia”, como un instrumento para hacer efectivo el cobro de la prestación alimentaria. Este instrumento consiste en que cada uno de los Estados, al depositar el documento de ratificación, debe hacer saber qué organismo o autoridad ejercerá las funciones de “autoridad remitente” o “institución intermediaria”. La República Argentina designa al Ministerio de Justicia como organismo para cumplir tales fines. La Convención se aplica siempre que el demandado esté domiciliado en un Estado parte de la misma. Tanto es así que el procedimiento que se establece para dirigir la solicitud de ejecución se inicia cuando la parte reclamante presenta su demanda ante una autoridad judicial o administrativa de otro Estado contratante, acompañándola, no sólo con los documentos exigidos por la ley de su Estatuto, sino también con las pruebas pertinentes. Una vez que las pensiones alimentarias son percibidas, éstas se transmiten a las autoridades intermedias, las que procederán a la entrega al reclamante. Haciendo referencia concretamente a la ley aplicable, la Convención adopta una solución territorialista. El artículo 6, inciso 3, dispone lo siguiente: “la ley aplicable a la resolución de las acciones alimentarias y toda cuestión que surja con ocasión de las mismas, será la ley del Estado del demandado, inclusive el Derecho Internacional Privado de ese Estado”. Es decir, que todo lo referido a la obligación alimentaria se va a regular por la ley del domicilio del deudor alimentario, incluso el Derecho Internacional Privado de ese Estado. página 32 Jurisdicción internacional. Respecto al juez competente, la Convención celebrada en 1956 en Nueva York adopta una solución que consiste en someter las acciones por alimentos a los jueces del domicilio del demandado. Vemos, de esta manera, que la solución es igual que la adoptada para determinar la ley aplicable. Convención interamericana sobre obligaciones alimentarias, Montevideo 1989 (CIDIP IV). Desde 1975 se han dictado numerosas convenciones que ponen de manifiesto una verdadera tarea codificadora y unificadora de Derecho Internacional Privado llevada a cabo por la Organización de Estados Americanos (O.E.A.). Entre ellas podemos mencionar a la Convención Interamericana sobre obligaciones alimentarias de Montevideo de 1989 (CIDIP IV), que fue ratificada por nuestro país mediante la ley 25.593 del 22 de mayo de 2002. Es menester señalar, que esta Convención es el único convenio que unifica las reglas de derecho sustancial destinadas a regular las obligaciones alimentarias en el contexto latinoamericano; es por ello que merece este apartado especial. En su artículo 1° define la obligación alimentaria internacional considerada tal cuando el acreedor tenga su domicilio-residencia habitual en un Estado Parte y el deudor de alimentos tenga su domicilioresidencia habitual, bienes o ingresos en otro Estado Parte. En cuanto al ámbito material de aplicación, la Convención establece que se aplicará a las obligaciones alimentarias respecto de menores, cónyuges y excónyuges. También señala que los Estados pueden, al adherir a la Convención, restringir su ámbito de aplicación a las obligaciones alimentarias respecto de menores o ampliarla a favor de otros acreedores. A fin de evitar interpretaciones dispares respecto a la legitimación, la Convención realiza una calificación autárquica2 de menor entendiéndose por tal el que “no haya cumplido la edad de 18 años”, aunque el artículo 2 formula la salvedad de que puede extenderse ese beneficio más allá de dicha edad, en los casos en que el ordenamiento jurídico que resulte aplicable así lo disponga. También el artículo 1° indica el objetivo del Convenio diciendo que “...tiene como objeto la determinación de derecho aplicable a las obligaciones alimentarias, así como a la competencia y a la cooperación procesal internacional, cuando el acreedor de alimentos tenga su domicilio o residencia habitual en un Estado Parte y el deudor de alimentos tenga su domicilio o residencia habitual, bienes o ingresos en otro Estado Parte”. Por último, y culminando con los aspectos más relevantes, el artículo 4° consagra los página 33 derechos fundamentales del hombre al expresar que toda persona tiene derecho a recibir alimentos, sin distinción de raza, nacionalidad, sexo, religión, filiación, origen o situación migratoria, o cualquier otra forma de discriminación. El límite establecido por la Convención para la aplicación del derecho extranjero surge del artículo 22, que establece que ésta podrá rehusarse “...cuando el Estado parte... lo considere manifiestamente contrario a los principios fundamentales de su orden público”. Puede sostenerse que la referencia a los “principios fundamentales” impide la invocación del derecho de familia del Estado para rechazar la aplicación del derecho extranjero, limitándose sólo a los casos en que el derecho traído por la norma de conflicto se contraponga palmariamente con los principios viscerales del sistema institucional3. Comparando las disposiciones de la Convención con las contenidas en los Tratados de Montevideo, además de la especificidad de las primeras frente a las segundas, de carácter general, debemos resaltar como más adecuados los contenidos en la CIDIP IV (domicilio o residencia habitual) por proteger en mayor grado al acreedor alimentario. Jurisdicción. El artículo 8 determina la competencia en base a las siguientes conexiones: a) el juez o autoridad del Estado del domicilio o de la residencia habitual del acreedor, b) el juez o autoridad del Estado del domicilio o de la residencia habitual del deudor o c) el juez del Estado con el cual el deudor tenga vínculos personales tales como: posesión de bienes, percepción de ingresos u obtención de beneficios económicos. Es destacable el empleo del punto de conexión residencia habitual, puesto que se pone a disposición del acreedor un foro que se presenta como el más adecuado dada la inmediatez entre el peticionante y el juzgador para atender a la naturaleza de la pretensión como así también la opción atribuida al acreedor. Fuera de esta atribución en los tres apartados señalada, se encuentra la determinada por el artículo 8 “in fine” que señala como “igualmente competentes las autoridades judiciales o administrativas de otros estados a condición de que el demandado haya comparecido sin objetar la competencia”. También la jurisdicción concedida al juez del lugar, asiento del patrimonio4 es ponderable porque permite el rápido acceso a los medios compulsivos de cobro alimentario, evitando el reconocimiento extraterritorial de la sentencia previo a su ejecución5. El aumento y reducción de cuota alimentaria encuentran su competencia en la norma del artículo 9 que distingue el incremento -en cuyo caso será competente cualquier juez con- página 34 forme la determinación del artículo 8 de la disminución o extinción del monto establecido, en cuyo caso sólo corresponde la intervención del magistrado que intervino en la fijación. La diversidad de criterio se debe a que la disminución o cese afecta el interés del beneficiario por lo que conviene acotar la facultad decisoria del juez de origen. Cooperación procesal internacional. El texto aprobado por nuestro país de la CIDIP IV guarda relación con lo establecido por el TM de derecho procesal internacional de 1940 en su artículo 7, exponiendo los recaudos que se exigen para la ejecutoriedad de la sentencia extraterritorialmente. El último inciso admite la ejecución de resoluciones aunque no se encuentren firmes, consolida un equilibrio que se aparta tanto de la posición que exige dejar en manos del derecho procesal de cada Estado la ejecución de la resolución como la que, contrariamente, elimina toda posibilidad de control por parte del Estado. El artículo 18 permite a los Estados declarar aplicable su propio derecho de forma6. V. Otros convenios internacionales. Conferencias de La Haya. Si bien nuestro país ha ratificado sólo dos convenios referidos al tema que nos ocupa, no son los únicos existentes a nivel internacional. La Conferencia de La Haya de Derecho Internacional Privado es una institución de gran importancia en el ámbito del derecho de familia. De ella surgieron la Convención de La Haya del 20 de octubre de 1956, sobre Ley Aplicable a las Obligaciones alimentarias respecto de menores y, posteriormente, y complementando la anterior, se dictó la Convención sobre Reconocimiento y Ejecución de decisiones en m alimentaria de menores el 15 de abril de 1958. Años más tarde, esta Conferencia decidió dar a luz otras dos instituciones: estamos hablando de los Convenios de La Haya del 2 de octubre de 1973 sobre Ley Aplicable a las obligaciones alimentarias y sobre reconocimiento y ejecución de decisiones sobre obligaciones alimentarias. La diferencia básica entre estas últimas y las primeras radica en que las Convenciones del año 73 amplían el ámbito material de aplicación a las reclamaciones fundadas en los vínculos de parentesco, matrimonio, etc. y no sólo a las reclamaciones alimentarias de los hijos, como lo hacían las Convenciones de 1956. página 35 VI- La cuestión en la U.E. En Derecho Internacional Privado europeo, los conflictos relativos a las obligaciones alimentarias se regulan esencialmente en los convenios de La Haya. Estos convenios establecen las normas sobre conflicto de leyes, que determinan la ley aplicable en la resolución de un conflicto internacional, así como las normas sobre el reconocimiento y la ejecución de resoluciones judiciales. Sin embargo, estas disposiciones presentan lagunas, carecen de uniformidad y su fuerza vinculante se limita a los Estados signatarios. En el Derecho comunitario actual, las obligaciones alimentarias se regulan, por otra parte, en el Reglamento (CE) Nº 44/2001 que establece normas favorables a los beneficiarios de alimentos en cuanto a la determinación del tribunal competente y crea un mecanismo simplificado de ejecución de las resoluciones. El Reglamento (CE) N° 44/2001 del Consejo del 22 de diciembre de 2000 relativo a la competencia judicial, el reconocimiento y la ejecución de resoluciones judiciales en materia civil y mercantil (denominado Reglamento “Bruselas I”) contiene normas de competencia especial de los tribunales para las demandas en materia de obligación de alimentos. Sus disposiciones son directamente aplicables desde el 1 de marzo de 2002, lo que significa que cualquiera puede apelar a las mismas ante un tribunal. En cuanto a la obligación de alimentos, el apartado 2 del artículo 5 del Reglamento prevé que el demandado domiciliado en el territorio de un Estado miembro pueda serlo en otro Estado miembro: a) ante el tribunal del lugar del domicilio o de la residencia habitual del acreedor de alimentos, b) o, si se tratare de una demanda incidental a una acción relativa al estado de las personas, ante el tribunal competente según la ley del foro para conocer de ésta, salvo que tal competencia se fundamentare exclusivamente en la nacionalidad de una de las partes. Además, las resoluciones dictadas en un Estado miembro en materia de obligación de alimentos son reconocidas en los otros Estados miembros (artículo 33 del Reglamento) y son ejecutorias después de haber sido declaradas en este sentido en dichos Estados a petición de cualquier persona interesada (artículo 38 del Reglamento). Con relación al Convenio de Bruselas de 1968 - al que sustituye - el Reglamento (artículo 34) no permite ya la denegación de reconocimiento de una resolución contraria al derecho internacional privado del Estado requerido cuando la decisión del tribunal de origen resuelve una cuestión sobre el estado y la capacidad de las personas físicas. En adelante, no se reconoce una resolución judicial extranjera cuando este reconocimiento es contrario al orden público o inconciliable con una decisión dictada con anterioridad, o cuando el escrito de demanda no se ha notificado o trasladado en los plazos previstos. página 36 Por último, según el artículo 57, los convenios en materia de obligaciones de alimentos celebrados ante las autoridades administrativas o formalizados por las mismas se considerarán documentos públicos con fuerza ejecutiva. Con todo, la diversidad de los sistemas jurídicos de los Estados miembros de la U.E. continúa vigente y resulta especialmente perjudicial para los beneficiarios de alimentos. En efecto, los procedimientos transfronterizos presentan dificultades vinculadas al reconocimiento mutuo y a la ejecución de las resoluciones judiciales. Con el fin de proporcionar garantías mínimas a los ciudadanos europeos, la Comisión intentó establecer normas de procedimiento simplificadas y persigue este objetivo desde la perspectiva de la construcción de un espacio de libertad, justicia y seguridad. Sin embargo, la legislación comunitaria no ha eliminado todos los obstáculos a la libre circulación de las resoluciones judiciales y subsisten numerosos problemas prácticos que dificultan el adecuado cobro de las deudas alimentarias. En este contexto, la Comisión presentó el 15 de abril de 2004 un Libro Verde (consulta pública) que invita a una reflexión sobre la necesidad de mejorar los instrumentos legislativos aplicables a las obligaciones alimentarias. La adopción de normas comunes a escala comunitaria señalaría una etapa hacia una mayor seguridad jurídica. Así pues, el Libro Verde propone definir el ámbito de aplicación de un posible instrumento jurídico comunitario. Estas reflexiones se refieren principalmente a: a) la unificación de las normas de conflicto de leyes, que refuerza la seguridad jurídica; b) el reconocimiento automático de la fuerza ejecutoria de las resoluciones extranjeras, mediante la supresión de los procedimientos intermedios de “exequatur”, base de la eficacia de las resoluciones judiciales; c) la aproximación de las normas procesales y la instauración de medidas que faciliten la ejecución de las resoluciones; y d) el reforzamiento de la cooperación judicial en materia civil, dentro de la U.E. y con los terceros países. Este Libro Verde resultó de la propuesta de Reglamento del Consejo del 15 de diciembre de 2005 relativo a la competencia, ley aplicable, el reconocimiento y la ejecución de las resoluciones y la cooperación en materia de obligaciones de alimentos. VII. Conclusiones. La Convención Interamericana sobre obligaciones alimentarias rige en materia de cobro de alimentos en el ámbito de las naciones americanas organizadas en la OEA, y por lo tanto en MERCOSUR. Respecto a los paises de la Unión Europea, todos son firmantes de la Convención de Nueva York de 1956. página 37 Coincidimos con Emiliano Buis, Rodrigo Laje y Rodrigo Piñeyro7 que es elogiable la regulación jurídica de los aspectos tradicionalmente postulados como objeto de estudio del Derecho Internacional Privado por las convenciones ratificadas por la República Argentina. A diferencia de lo que sucede con La Haya se presentan disposiciones referidas a la jurisdicción, el derecho aplicable y la ejecución extraterritorial de sentencias que protegen acabadamente los intereses del reclamante desde su petición hasta el cobro efectivo. Las ventajas de la normativa en análisis sumada a la ausencia en el orden jurídico interno no convencional en materia alimentaria constituyen una solución adecuada en el ámbito 1- FERRER, Horacio, “Extensión de la jurisdicción internacional en materia alimentaria. Una solución acertada”, ED, 114-97, nota a fallo CNCiv. Sala A, 8/4/85. 2 - Calificar es para el DIP precisar el significado y extensión de los términos contenidos en la norma de los distintos ordenamientos jurídicos. (BIOCCA, Stella Maris;CARDENAS, Sara; BASZ, Victoria, Lecciones de Derecho Internacional Privado, Buenos Aires, Ed. Universidad, 1990). 3 - SOSA, Gualberto L., “La Convención Ineteramericana sobre Obligaciones Alimentarias”, en JA, enero 31 de 1990. 4- Base de jurisdicción desde antiguo reconocida a un juez que sin vinculación con la causa debe tomar medidas precautorias o urgentes, para evitar el deterioro de los bienes o la fuga de los mismos (SANTOS BALANDRO, Rubén, “Convención Interamericana sobre Obligaciones Alimentarias. Reglas de conflicto materialmente orientadas hacia la protección de la persona”, Montevideo, Edición del autor,1991). 5- BOSSERT, Gustavo A., Régimen jurídico de los alimentos, Bs.As., Astrea, 1995, p.321: “con el propósito de facilitar la acción alimentaria y la efectiva percepción del crédito, el art. 8° deja abierta una amplia opción al alimentista, ya que no sólo acude a los puntos de conexión personales, como el domicilio o la rsidencia, sino también a los patrimoniales”. 6- Sólo Panamá declaró que la competencia de los tribunales y el procedimiento aplicable para el reconocimiento de sentencias extranjeras se regirá por las disposiciones del derecho panameño interno (13/01/99). 7 - Ponencia presentada en el VIII Congreso Nacional y Latinoamericano de Derecho Privado UBA, 7 al 9 de junio de 2001. página 38 De sabio y de loco... Breve referencia a la vida y obra de Augusto Teixeira de Freitas. por Carlos Clerc Abogado (Diploma de Honor UBA) - Especializado en Derecho de los Recursos Naturales - Doctor de la UBA área Derecho Civil - Profesor titular ordinario de Derecho Civil IV de la Facultad de Derecho de la UNLZ - Profesor de Derechos Reales e Intelectuales en la UMSA - Profesor titular de Derecho Civil IV de la Universidad de la Patagonia “San Juan Bosco” - Profesor titular de Derecho Civil IV en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de La Plata, sede San Martín - Profesor adjunto regular de Derechos Reales de la UBA - Profesor titular del Seminario de Derecho Privado en el Doctorado en Ciencias Jurídicas de la UMSA - Director del Instituto de Derecho Civil de la Facultad de Derecho de la UNLZ. I. Cotidianamente, en el dictado de nuestras clases de Derecho Civil, al detenernos en el análisis de algún artículo del Código Civil, recalcamos que la fuente del mismo es la obra de Freitas (principalmente el Esboco). También destacamos que el jurista brasileño fue el mentor que inspiró a Vélez Sársfield en el Código Civil y que, pese a haber tomado de él casi la mitad de su articulado, sólo menciona a Freitas en alrededor de treinta notas de su obra. La vida de nuestro codificador, Vélez Sársfield, nos ha llegado en su integridad en virtud de la obra de Chaneton1. Poco y nada sabemos de la vida de Freitas. Enrique Martínez Paz fue quien nos acercó la obra de Freitas, que tanto estudiaron Allende y Gatti en épocas más recientes. Pero, ¿quién fue Augusto Teixeira de Freitas? Este genial jurista brasileño nació en Cachoeiras, San Salvador de Bahía, el 19 de agosto de 1816, hijo de Antonio Teixeira de Freitas Barbosa y de Felicidad de Santa Rosa de Lima Teixeira, barón y baronesa de Itaparica respectivamente. De su niñez y adolescencia se carece de datos significativos. A los dieciséis años ingresó en la Facultad de Derecho de Olinda, Pernambuco, facultad que sólo tenía cinco años de ser creada. Según su principal biógrafo, Silvio Meira2, es realmente sorprendente que pudiera desarrollar su espíritu investigador y creador en un ambiente sin ningún confort, con pocos compañeros y sin maestros de trascendencia que sirvieran de estímulo a su actividad. página 39 En sus años de estudiante de derecho pasó también por la Facultad de Largo de Sao Francisco, en Sao Pablo, concluyendo su carrera en Olinda, donde se graduó en 1837. Tenía apenas veintiún años. Se lo consideraba una persona con un temperamento que ponía distancia con las amistades. Pese a ser reservado de carácter, era un fervoroso defensor de sus opiniones o posiciones, llevando los debates hasta las últimas consecuencias. Ejerció su profesión y logró un gran predicamento que le permitió presidir el Instituto de los Abogados Brasileños, del que fue uno de sus fundadores. II. Esta fama le posibilitó ser convocado por el Ministro de Justicia del Gobierno Imperial, José Nabuco de Araujo, quien lo contrató el 15 de febrero de 1855 para tratar de ordenar el caos legislativo del Imperio mediante la elaboración de la Consolidación de las Leyes Civiles. Sus objetivos se plasmaron en el acto de contratación en el que se lee: “previamente, consolidar toda la legislación patria”, “mostrando el último estado de la legislación”, “por títulos y artículos”, citando en notas correspondientes “la ley que autoriza la disposición y declara la costumbre que estaba establecida en contra del texto legal”. El contrato establecía además, entre otras cláusulas, que la “Consolidación” debía estar concluida “dentro de cinco años” y que debía ser hecha “por orden cronológico, conteniendo un índice alfabético por materias”. La obra de mil trescientos treinta y tres artículos fue realizada en dos años y aprobada por una Comisión de juristas integrada por José Thomaz Nabuco de Araujo (quien lo había contratado), Caetano Alberto Soarez y el Vizconde de Uruguay, el 4 de diciembre de 1858. Dicha aprobación le valió a Freitas la obtención del grado de Oficial de la Orden de la Rosa que le confirió el emperador don Pedro II. El éxito obtenido por la Consolidación hizo pensar al Ministro de Justicia (Nabuco de Araujo) que había llegado la hora de dotar al Imperio de un verdadero Código Civil. Como consecuencia lógica del suceso obtenido por la Consolidación, Freitas fue nuevamente convocado para hacerse cargo de la dificultosa tarea. Se suscribió un nuevo contrato fechado el 22 de diciembre de 1858, firmado el 10 de enero de 1859, donde se estableció que la entrega del trabajo debía ser realizada antes del 31 de diciembre de 1862. Ya en agosto de 1860, Freitas entregaba para su publicación el primer fascículo de la obra que denominó “Esboco”. Durante el mismo año publicó otro fascículo, mientras que en 1861 vieron la luz dos fascículos más. La publicación continuó en 1863 y en 1864 presentó un último fascículo acompañado de una “tabla sintética”, tal cual acostumbraba a hacer. De esta manera conformó cuatro mil novecientos ocho artículos, aunque ya había página 40 redactado un número mayor. Del mismo modo que había sucedido con la Consolidación, el gobierno designó una comisión de juristas para el estudio del “Esboco”. La misma estuvo integrada nuevamente por el vizconde de Uruguay, Nabuco de Araujo y el abogado Caetano Alberto Soarez, a los que se agregaron: Antonio Joaquim Rivas (Academia de Derecho de San Pablo), Bray Florentino Henriquez de Souza (Academia de Recife), José Mariani (Ministro del Supremo Tribunal de Justicia), Lorenzo Jose Riveiro (juez), Francisco José Furtado (exministro) y Jerónimo Martiniano Figueira de Melo. La comisión, tras comenzar con la relatoría de Caetano Alberto Soares, formuló severas críticas al “Esboco”. Se inició un intenso debate sobre cada artículo, y Freitas debió defender por escrito su posición ante cada objeción. Esta metodología de trabajo dio como resultado que en cuatro meses de labor sólo se analizaran los primeros quince artículos de la obra. Los debates eran tan arduos como estériles, motivo por el cual Freitas se quejó a Nabuco diciendo en una carta que de esa forma no habría ni Esboco, ni, lógicamente, Código Civil, ya que se tardaría por lo menos cien años en completar la tarea. Ante esa insalvable dificultad, en carta emanada al entonces Ministro de Justicia, Martín Francisco Ribeiro de Andrade renunció a la tarea que se le había encomendado. En esa misma misiva, Freitas, convencido de modificar su proyecto original, propugnó la elaboración de un “Código General” que comprendiese dos libros: el primero sobre “las causas jurídicas” y el segundo sobre “efectos jurídicos” y un “Código Civil” que tratara los efectos civiles, los derechos personales y los derechos reales, con la advertencia de que si no le aceptaban tal propuesta se limitaría a publicar un complemento del “Esboco”, exonerándose de todas las demás obligaciones del contrato. No era esta alternativa de trabajo la que pretendía el Imperio. El gobierno deseaba un Código Civil de líneas simples, objetivo y autónomo, de aplicación inmediata. En cambio, la propuesta de Freitas iba más allá. Era más profunda. Su idea central radicaba en la unificación del derecho privado, idea muy en boga en la doctrina jurídica actual. Se consideró rescindido su contrato, pues como señaláramos “ut supra”, el Imperio pretendía un código de rutina, despojado de grandes desarrollos jurídicos, para una aplicación inmediata, de manera que sirviese para solucionar las condiciones de atraso en que se encontraba Brasil. Pocos años después, tal vez por exceso de trabajo o por no haber podido concretar su Esboco como fundamento jurídico del Código Civil, que no se concretó hasta 1917, Freitas enloqueció. La enfermedad se instaló en él como manía religiosa, luego se fue generalizando y do- página 41 minó sus facultades mentales. Como Nietzche, como Maupassant, Augusto Teixeira de Freitas murió demente, en Niteroi, el 12 de diciembre de 1883. III. La obra de Freitas se presenta como una reacción al Código Napoleón, a una tendencia que llevó a su aceptación indiscriminada por países tanto europeos como sudamericanos. Edificó una orientación metodológica diferente que se plasmó como una nueva vertiente de Derecho, contrapuesta al Código Civil francés y que fue acogida tanto por los códigos europeos (incluida Alemania) como por los americanos y por los asiáticos. Sin temor a equivocarnos podemos afirmar que las dos grandes familias que orientaron el proceso de codificación fueron la francesa, con el Código Civil (Código Napoleón) de 1804 y la alemana con el Bürgeliche Gezetzbuch de 1896. Tan importantes han sido las ideas de Freitas que René David le adjudica al genio brasileño anticiparse en cuarenta años al BGB en la técnica de división del Código en una parte general y en otra especial, lo que demuestra el vanguardismo de este estudioso de los pandectistas no sólo en relación con el Código alemán, sino también con otros códigos del mundo3. Como anticipáramos, Freitas deseaba en su Código Civil la unificación con el derecho comercial, tesis que Vivante desarrolló casi treinta años después y que finalmente plasmó Italia en el Código Civil de 1942. También, el Código Civil de China, al contrario del Código Civil japonés que se desarrollara bajo la influencia del Código francés, presenta el libro I de Principios Generales, subdividido en capítulos, donde se hallan legislados preceptos de Derecho Comercial. El instituto del domicilio, desarrollado de manera exhaustiva, y la distinción entre capacidad de hecho y de derecho no expuesta por Savigny y desarrollada por von Bar en Alemania (1860) y por Dreyfus, en Francia (1904) son algunos ejemplos del genio jurídico de Augusto Teixeira de Freitas. IV. Toda esta sabiduría que los brasileños tardaron mucho tiempo en descubrir y aplicar, nuestro Dalmacio Vélez Sarsfield, la incorporó inmediatamente a su pensamiento y sobre la base de ella estructuró su obra. Ya sobre la metodología del Código, en la nota que elevó al Dr. Eduardo Costa, Ministro de Justicia e Instrucción Pública el 24 de junio de 1865, Vélez expresó: “Yo he seguido el método tan discutido por el sabio jurisconsulto brasilero en su extensa y doctísima introducción a la recopilación de las leyes del Brasil, separándome en algunas partes para hacer más perceptible la conexión entre los diversos libros y títulos, pues el método de la legislación, como lo dice el Sr. Freitas, puede separarse un poco de la filiación de las ideas”. Y en relación con el articulado afirma: “Para este trabajo he tenido presente todos página 42 los Códigos publicados en Europa y América, y la legislación comparada del Sr Seoane. Me he servido principalmente del Proyecto de Código Civil para España del Sr. Goyena, del Código de Chile, que tanto aventaja a los códigos europeos, y sobre todo, del Proyecto de Código Civil que está trabajando para Brasil el Sr. Freitas, del cual he tomado muchísimos artículos”. No obstante, Vélez no siguió formalmente la concepción de Freitas de incorporar una Parte General; empero del sólo análisis del Código Civil argentino surge que los tres elementos que lo integran (sujeto, objeto y causa) están distribuidos de la siguiente forma: el sujeto, en la sección primera del libro primero (de las personas); el objeto, en el libro tercero (de las cosas, artículos 2311 y siguientes); la causa, en la sección segunda del libro segundo (hechos y actos jurídicos que produzcan la adquisición, modificación, transferencia o extinción de los derechos y obligaciones). De resultas de lo cual puede sostenerse que, siguiendo a Gatti: “... no obstante la inexistencia de una parte general en nuestro Código Civil, esa parte podría ser fácilmente reconstruida con las secciones primera del libro primero y segundo, y con el título primero del libro tercero (sin perjuicio de agregarle los títulos preliminares del Código Civil, el título preliminar del libro cuarto, y el título complementario con el que finaliza dicho código)”4. V. A modo de conclusión, queremos poner el acento sobre la clasificación de los derechos subjetivos por su objeto inmediato, tema de teoría del derecho, producto del genio de Freitas, que constituye el pilar donde se asienta nuestro Código Civil. Esta clasificación divide a los derechos civiles en derechos reales y derechos personales. Se aparta de la tradicional clasificación en reales y personales en que no la limita al campo de los derechos patrimoniales. Incluye en ella tanto a los derechos patrimoniales como a los extrapatrimoniales. Ello es así porque Freitas incorpora los derechos de familia en la esfera de los derechos personales, expresando que tanto ellos como los derechos de crédito y obligacionales tienen por objeto inmediato a las personas. Subdivide estos derechos personales en: derechos personales en las relaciones de familia y derechos personales en las relaciones civiles, metodología que utiliza en el Esboco, sin incluir al derecho sucesorio por considerar que debía formar parte de otro libro (el tercero) que tratase de las disposiciones comunes a los derechos personales y a los derechos reales. Este libro debería estar integrado por el derecho sucesorio, el concurso de acreedores y la prescripción. Tan importante es para nuestro Código esta clasificación que de la sola lectura del índice del mismo surge con absoluta claridad que Vélez siguió esta clasificación sin alterarla. Solamente se limitó a separar los derechos personales en las relaciones de familia que trató en el libro primero; de los derechos personales en las relaciones civiles que legisló en el libro segundo. Luego de tratar las personas en general, en el libro primero siguió sin modificación alguna la clasificación de Freitas, ya que en la sección segunda del libro primero página 43 se ocupó de los derechos personales en las relaciones de familia, en el libro segundo, de los derechos personales en las relaciones civiles, en el libro tercero, de los derechos reales y en el libro cuarto, de los derechos reales y personales, donde abordó instituciones que incluyen ambas categorías de derechos (sucesiones, prescripción y privilegios). Bibliografía. - CHANETON, Abel, Historia de Vélez Sársfield, reimpresión, Buenos Aires, Eudeba, 1969. - MEIRA, Silvio, Teixeira de Freitas, o jurisconsulto do Imperio. Vida e obra, 2da ed., Brasilia, 1983. - GUZMÁN BRITO, Alejandro. “Para la historia de la formación de la teoría general del acto o negocio jurídico y del contrato” (II) en Revista de Estudios Histórico - Jurídicos (sección historia del derecho), XIX, Valparaíso, Chile, 1997. - GATTI, Edmundo, Teoría General de los Derechos Reales, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1980. 1- CHANETON, Abel, Historia de Vélez Sársfield, reimpresión, Buenos Aires, Eudeba, 1969. 2- MEIRA, Silvio, Teixeira de Freitas, o jurisconsulto do Imperio. Vida e obra, 2da eidción, Brasilia, 1983. 3- GUZMÁN BRITO, Alejandro. “Para la historia de la formación de la teoría general del acto o negocio jurídico y del contrato” (II), en Revista de Estudios Histórico - Jurídico (sección historia del derecho), XIX. Valparaíso, Chile, 1997. 4- GATTI, Edmundo, Teoría General de los Derechos Reales, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1980, pp. 7 y 8. página 44 El caso ‘TANUS’: los datos personales violados por el “spamming”. por Favio Farinella Profesor e investigador - Master en Nuevas Tecnologías - Director de los Seminarios I y II de Derecho Informático Facultad de Derecho Universidad Nacional de Mar del Plata. Sumario. I- Introducción II- Conflictos y soluciones III- Los casos judiciales. El caso Tanús IV- Los instrumentos legales V- El correo electrónico como dato personal y su relación con las NTIC VI- Conclusiones. I- Introducción. El “spamming” o, en español, “envío de correo electrónico no solicitado” se ha convertido en fuente inagotable de ideas encontradas respecto de su regulación legal. En un extremo se propone la autorregulación del mercado y su utilización casi irrestricta con fundamento en la necesidad del desarrollo de los negocios en Internet. En el otro extremo se reclama su prohibición más completa, en tanto se lesiona la privacidad e intimidad como derechos básicos de la persona. Nuestro comentario comienza con una breve nota sobre la concepción del “spamming”, su evolución y utilidad. Luego transitaremos por los inconvenientes generados a partir de casos judiciales que han sido resueltos en diferentes países. Posteriormente centraremos la atención en el análisis de la normativa vigente en diferentes países para concluir con una necesaria opinión sobre la procedencia de la regulación del “spamming” en nuestro ámbito. Es recurrente mencionar que corría 1993 cuando dos abogados norteamericanos, Laurence A. Canter y Martha S. Siegel, especialistas en migraciones, utilizaron masivamente los mensajes de correo electrónico para ofertar sus servicios de asesoría a aquellas personas potencialmente interesadas en obtener la “green card”. Esto fue juzgado de manera negativa por la sociedad. Los destinatarios denunciaron el hecho, lo que les valió a los abogados la interrupción de su servicio de Internet, su desafiliación como “barristers” en el Estado de Arizona y posteriormente una más que importante cantidad de dinero al publicar un libro donde explicaban cómo lo habían hecho1. página 45 Vemos que el “spamming” como conducta pasible de regulación jurídica es básicamente un tema actual. Utilizaremos el verbo en gerundio inglés “spamming” y el sustantivo “spam” en función de la ya universalización del término, que resulta de combinar “(s) piced (p)ork” y “h(am)”, un producto a base de carne de cerdo, enlatado, al que hacía referencia un “sketch” televisivo del famoso grupo satírico británico “Monty Phyton”2. El “spam” es el correo electrónico que se envía sin que haya sido solicitado, en tanto el “spamming” es la acción de enviar este correo con diferentes fines, aunque el comercial es, la mayor parte de las veces, prioritario. El diccionario Merrian Webster incluye el término desde 1994 y brinda su definición que concuerda con lo dicho3. Existe consenso en interpretar que un mensaje puede ser considerado “spam” si posee al menos una de estas condiciones: (a) no permite al destinatario dar de baja a futuro la suscripción; (b) el remitente es una persona difícilmente identificable; (c) en caso de envíos periódicos, éstos se realizan sin previa suscripción; (d) idéntico mensaje es enviado en forma masiva a personas que no lo han solicitado. ¿Y por qué estamos hablando de él? Pues bien, también existe acuerdo en considerarlo un problema: (a) para los destinatarios, porque les implica tiempo de trabajo y de conexión leer mensajes que no les interesan en absoluto y luego descartan; (b) para los proveedores de servicios de Internet que reciben quejas de los usuarios y que además, como luego veremos, son responsabilizados y potencialmente penados por permitir o no controlar este tipo de envíos; y (c) para los propios “spammers”, que alegan que ciertas regulaciones que prohíben los envíos coartan su libertad de comercio, expresión y ejercicio de industrias lícitas en tanto cualquier persona puede ofrecer sus productos por la calle, o telefónicamente sin recabar previo permiso. Sin embargo, es bueno conocer que esta plaga ocupa entre la mitad y las tres cuartas partes de todo el correo electrónico que se envía en el mundo. “Time is money”: el tiempo es dinero. He aquí el problema. Argentina ocupa un lugar de “dudoso honor”, ya que es uno de los primeros productores mundiales de correo electrónico - basura. Se calcula en España que casi la mitad del “spam” que satura las casillas de correo proviene de Argentina y la organización internacional Spamhaus ubica al país sudamericano en el quinto lugar mundial de generadores de “correspondencia basura”4. II- Conflictos y soluciones. Tecnológicamente, el correo electrónico fue diseñado para permitir una comunicación fluida, sencilla y a bajo costo. En este sentido no discrimina entre mensajes solicitados o página 46 no solicitados. Nace así la idea de utilizar este medio para ofertar productos en forma masiva a un costo casi inexistente si se lo compara con los medios de publicidad tradicionales. La Comisión de la Unión Europea, en una Comunicación del 22/01/2004, señala que el “spamming” constituye un problema que afecta varias esferas: “intimidad, fraude a los consumidores, protección de los menores y de la dignidad humana, costes suplementarios para las empresas, pérdida de productividad. Más en general, el fenómeno socava la confianza de los consumidores, algo indispensable para el éxito del comercio electrónico, de los servicios en línea e incluso, de la sociedad de la información”. Indica, además, que este fenómeno “ha alcanzado proporciones inquietantes y podría inducir a los usuarios actuales de mensajes electrónicos o SMS a dejar de utilizar el servicio de correo electrónico –que es una de las aplicaciones más populares de Internet– o los servicios móviles, o a utilizarlos de manera más restringida5. Sin embargo, antes que la prohibición lisa y llana, la vía pertinente parece constituirse en la regulación legal que permita y controle de manera efectiva. Al considerar otras utilidades del correo electrónico, encontramos que el mismo trasciende el uso publicitario y comercial que es aquel considerado dañoso. Así, Internet ha desarrollado una red intangible de contactos y afinidades que trasciende fronteras y elude censuras de todo tipo. La prohibición absoluta del envío masivo de correo podría ciertamente ser utilizada para silenciar campañas a favor de los fines más loables dentro de las cuales se encuentran la defensa y promoción de derechos humanos, sobre todo en aquellos países donde la censura oficial sólo puede ser burlada a través de Internet. En este sentido, rescatamos una nota de diciembre de 2003 en una revista jurídica6, donde se afirmaba que el proveedor de servicios le había prohibido al medio “utilizar sus servicios para enviar copias de un mensaje no solicitado, sea cual fuere su contenido o finalidad a más de 30 destinatarios en el curso del día”. En la misma nota y, a manera de queja, se mencionaba que se “destruirá la red de comunicaciones espontáneas que permitió en su momento organizar cacerolazos y otras formas de manifestación social, recibir advertencias sobre trampas de las concesionarias de los servicios públicos, campañas de esclarecimiento sobre la degradación ambiental, desastres ecológicos, búsqueda de niños, aportes para transplantes urgentes...”. Podemos dividir las soluciones en “físicas y técnicas” de aquellas de “corte jurídico”. Si bien en nuestro comentario nos ocuparemos de estas últimas, existen también respuestas pensadas por los cuadros técnicos (ingenieros, licenciados) que no se limitan a esperar la aprobación de una norma y luego su puesta en práctica. A este fin, la estrategia básica para filtrar el correo basura que se encuentra disponible en casi todos los programas y servicios de correo, consiste en la confección de “listas blancas” de personas conocidas que están registradas en nuestro directorio y “listas negras”. Los envíos de las primeras se página 47 aceptan y los de las segundas se rechazan. Otra potencial solución es la idea de crear un “sello” informático, que pondría un precio a cada mensaje electrónico enviado, tal como ocurre con la correspondencia epistolar. Microsoft dio detalles sobre el proyecto, llamado “Penny Black”, en referencia al sello que se introdujo en Gran Bretaña en el siglo XIX, el primer método que obligaba a pagar al remitente de las cartas. En lugar de hacerlo con dinero, se sugiere que el remitente pague con los segundos que emplearía en resolver una sencilla ecuación matemática. La fórmula causaría un gran trastorno a los “spammers” ya que tendrían que utilizar equipos informáticos adicionales. En este sentido, Bill Gates, a través de Microsoft, dueño de los servicios de correo electrónico MSN y Hotmail, formalizó ya una alianza con America Online (AOL), Earthlink y Yahoo para explorar y coordinar una estrategia “antispam” a escala global. Es bueno conocer este detalle al momento en que cada estado intenta aisladamente a través de su normativa interna, detener este inconveniente global. A problemas globales, soluciones globales y control e instrumentación local. III- Los casos judiciales: una perspectiva sociológica. III. a. Casos judiciales extranjeros. Estados Unidos es el país que genera mayor cantidad de correo - basura o “spam” en el mundo, donde, como ya dijimos, Argentina aparece en un “decoroso” quinto lugar7. Es por esto que su jurisprudencia y normativa es la más antigua y desarrollada en el tema. Existen normas “antispam” tanto propias de los Estados de la Federación como también una ley federal reciente que regula la materia. Sólo a título de ejemplo, en el Estado de California, la ley “antispam” asume como delito penal a los mensajes publicitarios no deseados. Es por esto que comenzamos con una referencia a la jurisprudencia norteamericana. En primer lugar, la causa a la que es obligatorio hacer referencia es Washington v. Heckel8. Este proceso enfrentó al Estado de Washington y Jason Heckel, un ciudadano de Oregon que actuando en representación de su empresa “Natural Instincts”, había enviado entre cien mil y un millón de mensajes publicitarios a direcciones de correo electrónico obtenidas utilizando el programa “Extractor Pro”. Los mensajes ofertaban una obra de Heckel : “How to Profit from the Internet”(¿Cómo sacar provecho de Internet?), que podía ser adquirida en línea a 39,95 dólares norteamericanos. El Estado de Washington demandó a Heckel por infracción de la legislación “antispam” local en vigor desde 1999, y según la cual, se considera ilícito el envío de mensajes utilizando direcciones que ocultan la identidad del remitente, así como aquellos que contienen información falsa o engañosa en el encabezado. Éste había sido el “modus operandi” de Heckel, quien refirió página 48 haber realizado entre treinta y cincuenta ventas mensuales de su producto. La Corte Suprema de Washington tuvo la última palabra, en tanto Heckel alegó con éxito en primera instancia en su defensa que la legislación de Washington en materia de correo electrónico comercial no solicitado, al prohibir este tipo de envío de publicidad a los ciudadanos de Washington o desde una computadora ubicada en Washington, no respetaba la llamada “dormant Commerce Clause” de la Constitución estadounidense (artículo 1, sección 8, letra c), según la cual es facultad del Congreso reglar el comercio entre los diferentes Estados de la Federación9. Esto mismo sucede en Argentina (CN, artículo 75, inciso 13). El fallo de la Corte Suprema de Washington es importante porque más allá de reconocer la constitucionalidad de la normativa “anti-spam” cuestionada, identifica claramente los intereses en juego en la problemática en estudio. La jueza Susan Owens reconoció tres tipos de intereses lesionados: en primer lugar, el de los proveedores de servicios de Internet (ISPs en inglés), quienes ven incrementados sus costos, al tener que invertir en la detección de las cuentas desde las cuales se envía el “spam”, o en personal que atienda los reclamos de los usuarios, y/o en equipos adecuados para administrar el tráfico excesivo; en segundo lugar, el de los titulares de nombres de dominios, porque es común que los “spammers” usen identificaciones ajenas, y es a estos inocentes terceros a quienes los destinatarios terminan enviando, equivocadamente y en forma masiva, sus quejas; y en tercer lugar, el de los usuarios, por su pérdida de tiempo y dinero. Declarada adecuada a las previsiones constitucionales la ley estatal “antispam”, el caso fue devuelto a la instancia inferior, para nuevo juicio. En 2002, Heckel fue condenado al pago de noventa y ocho mil dólares estadounidenses en carácter de multa más las costas del proceso. También en Estados Unidos, Jeremy Jaynes pasó a la historia en abril del 2004 como el primer condenado a prisión por cargos de conductas ilícitas relacionadas con el “spam” (“felony spam charges”), pocos meses después de haber sido denunciado por el envío de decenas de miles de anuncios publicitarios a las cuentas de correo electrónico de clientes de la empresa America Online (AOL)10. Vinculado con AOL, fue noticia el caso de Jason Smathers, un ingeniero que trabajaba para la misma, que fue declarado culpable de la venta de noventa y dos millones de direcciones de correo electrónico que poseía AOL a un “spammer” en la suma de veintiocho mil dólares estadounidenses. En este caso, la pena que podría recaer consiste en una condena de hasta dos años de cárcel, más una reparación civil que oscila entre doscientos mil y cuatrocientos mil dólares11. Continuando con la jurisprudencia norteamericana, un juez del Estado de Iowa dictó sentencia contra las compañías AMP Dollar Savings Inc., Cash Link Systems Inc. y TEI Marketing Group, obligándolas al pago de daños que en su conjunto superan el billón página 49 de dólares, a favor de CIS Internet Services, bajo el amparo normativo de la ley federal CAN Spam Act del 2004, que posteriormente comentaremos,12 y con el sostén de la legislación federal que reprime severamente las organizaciones criminales y las conductas delictivas en el ámbito industrial13. Mientras tanto, el Departamento de Protección al Consumidor dependiente de la Comisión Federal de Comercio de EE.UU. (Federal Trade Commission’s Bureau of Consumer Protection) ha informado que recibe unas mil comunicaciones diarias sólo de quejas de receptores de “spam”. Al respecto, el primer caso en que la misma Administración norteamericana actuó contra el “spam” involucra a esta dependencia14. Un juez federal de Las Vegas (Nevada), accedió el 05/01/2005 al pedido de una medida precautoria solicitada por la Comisión Federal de Comercio e impuso restricciones a seis compañías y a sus directivos, por presunta violación de las normativas que regula el correo electrónico comercial. Las firmas involucradas son Global Net Solutions, Open Space Enterprises, Southlake Group y WTFRC, todas ellas con sede en Las Vegas, además de Global Net Ventures, de Londres (UK), y Wedlake, con base en Riga (Letonia), lo cual implicará ciertamente cuestiones de jurisdicción y competencia propias del Derecho Internacional Privado. A estas empresas y a algunos de sus directivos se les acusa de violar la ley “antispam” de EE.UU. al enviar miles de correos sin incluir en ellos la advertencia obligatoria de “contenido sexual explícito”, además de prometer falsamente la adhesión gratuita a sus respectivas páginas web y de impedir que los destinatarios puedan dejar de recibir los correos no deseados. Algunos de los mayores proveedores de correo electrónico del mundo como Microsoft Corp y la unidad de Internet de Time Warner, AOL han iniciado acciones judiciales contra quienes envían correo no solicitado en función de los reclamos de sus propios usuarios. En diciembre de 2004, un tribunal alemán ordenó a tres compañías que dejaran de enviar mensajes pornográficos a usuarios de Hotmail. También recientemente un tribunal francés emitió una orden de cese de actividades comerciales a un hombre que había enviado ciento cincuenta mil mensajes ofreciendo una “motocicleta eléctrica maleable” a usuarios de AOL y Hotmail. America Online, EarthLink, Microsoft y Yahoo presentaron seis demandas contra cientos de individuos. Es la primera gran acción legal de la industria online estadounidense bajo la nueva ley “antispam”. Cada uno de los cuatro mayores proveedores de servicio de Internet y correo electrónico de Estados Unidos presentó querellas judiciales ante cortes federales de los Estados de California, Georgia, Virginia y Washington que, según indicaron las compañías, incluyen a algunos de los más famosos “spammers” del mundo. Como vemos, la actividad judicial es intensa en EE.UU. y, básicamente, es incoada por los grandes proveedores de servicios como también por el propio Estado norteamericano. página 50 Las millonarias indemnizaciones que generalmente se reclaman es poco probable que puedan ejecutarse debido a la casi insolvencia patrimonial que es característica de los “spammers”. III. b. La jurisprudencia en Argentina. Los abogados Gustavo Tanús y Pablo Palazzi, basándose en la Ley de Protección de Datos Personales fueron quienes lograron la primera medida cautelar en Argentina contra un “spammer” o remitente de correo electrónico no solicitado, que ofrecía precisamente bases de datos con el fin de realizar posteriores usos publicitarios15. Estas bases contenían datos personales de individuos que no habían prestado su consentimiento para el tratamiento de su información. Los actores habían solicitado previamente y sin éxito su remoción de la lista de distribución a las direcciones que figuraban en los mensajes, de conformidad con lo dispuesto por la Ley de Protección de Datos Personales 25.326 (artículos 1, 2, 5, 11 y 27)16. En la acción judicial intentada acompañaron copias de los mensajes de correo electrónico recibidos. El juez dispuso en su resolución prohibir a los demandados enviar e-mails a las casillas de los actores, como así también “transferir o ceder a terceros las direcciones de correo electrónico u otro dato personal vinculado a ellos hasta tanto se resuelva el fondo de la cuestión”. La idea manifestada de los actores fue crear conciencia: “la idea nuestra fue poner el tema en evidencia, mostrar que se están manipulando datos personales y se hace publicidad sin respetar la Ley de Protección de Datos (sic...). Estamos tratando de generar un ámbito con propuestas. Por un lado una ley antispam, por otro lado que los principales jugadores en este tema, es decir las ISP (proveedores de Internet), firmen un código de conducta donde se comprometan a no permitir la entrada y salida de spam”17. Un punto importante de esta primera resolución consistió en la contienda negativa de competencia que se había establecido con el fuero comercial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tras la misma, la causa quedó radicada en la justicia en lo civil y comercial federal, con fundamento en que la ley de protección de datos en su artículo 36 así lo prevée. Este criterio fue ratificado por la Sala I de la Cámara en lo Civil y Comercial Federal. Al respecto, hace ya un lustro que la CSJN se ha expedido en el sentido de reconocer a la justicia federal competencia para entender en un conflicto del “ciberespacio”. En el caso, el conflicto se suscitaba entre usuarios y empresas que proveían servicios de remates por Internet18. Así, el Juzgado Federal de Primera Instancia de Comodoro Rivadavia, provincia de Chubut, fue declarado competente para conocer en la demanda iniciada contra las empresas deremate.com, Multimedia Solutions Daltee y Mercado Libre S.A. por la cual se pretendía que las mismas se abstuvieran de realizar remates a través de sus páginas web sin la actuación de un martillero. Se descartó de esta manera la jurisdicción provincial página 51 que era representada por el Juzgado en lo Civil y Comercial N° 1 de la misma localidad. Se trató aquí de una contienda negativa de competencia, ya que la titular del Juzgado provincial resistió la radicación de la causa entendiendo que, como lo cuestionado era la realización de actos a través de un medio de interrelación global como Internet, que había sido declarada por el PE de interés nacional, y designada que era la Secretaría de Comunicaciones de la Presidencia de la Nación como autoridad de aplicación, se infería de esto la competencia federal de la materia. Entendemos que no puede ser otra la solución respecto de cualquier conflicto originado en el “ciberespacio” (Internet) en tanto su característica esencial es conectar territorios trascendiendo fronteras. En las mismas palabras de la CSJN “toda vez que puedan verse comprometidos servicios empleados en el comercio interprovincial o internacional, la sujeción al ámbito local de la causa a que pudiera haber lugar (sic...), afectaría intereses que exceden los tribunales provinciales y que, de acuerdo con los arts. 2 inc. 8 a 10 de la ley 13.998, art. 11 inc. 9 de la ley 1893 y 42 inc. b) de la ley 48, se encuentran reservados a la jurisdicción federal”19. III. c. El caso Tanús: la dirección electrónica es un dato personal pero el “spam” no está prohibido. Los intereses involucrados en el “spamming” comercial son, por un lado, los de los consumidores y usuarios de bienes y servicios y, por otro lado, los de quienes ofertan los mismos. Desde la argumentación de los primeros, esta práctica que ya existe en formas tradicionales (envío de folletería o telemarketing) constituye un problema que se agrava cuando el medio utilizado son las NTIC, en especial Internet y el correo electrónico. El spamming ocasiona perjuicios: (a) a los destinatarios porque el leer mensajes que no les interesan en absoluto y luego descartan les implica tiempo de trabajo y de conexión; y (b) a los proveedores de servicios de Internet que reciben quejas de los usuarios, pudiendo además ser responsabilizados y potencialmente penados por permitir o no controlar este tipo de envíos20. En la argumentación de los defensores del “spamming”, cualquier regulación legal que limitara o prohibiera este tipo de envíos masivos perjudicaría a la industria del comercio electrónico, a los propios “spammers” y al comercio y la libre expresión en general. Esto porque las regulaciones que prohíben los envíos, coartan su libertad de comercio, expresión y ejercicio de industrias lícitas, en tanto cualquier persona puede ofrecer sus productos por la calle o telefónicamente sin recabar permiso previo ni ser sancionado posteriormente. página 52 Sentados los argumentos básicos que sostiene cada interés en juego, entraremos en el conocimiento de la decisión judicial en el caso “Tanús”. Los actores eligen la vía del “habeas data” junto con la jurisdicción federal (artículo 36, ley 25.326) para la acción intentada. Sobre el punto no hay más consideración que reafirmar lo ya elaborado por numerosos fallos de diversas instancias en cuanto a la calidad del “habeas data” como vía procesal idónea en tanto tipo especial de amparo pero con características propias. La misma sentencia así lo afirma: “La acción de Hábeas data (sic) constituye un sub-tipo de amparo”. No obstante, constituye un tipo especial de amparo con menos exigencias ya que como opinan Sagües21 y Gil Carbo22, entre otros, no es menester acreditar todos los requisitos de un amparo común. En lo que estimamos relevante, no será indispensable demostrar la existencia de un acto u omisión manifiestamente arbitrario e ilegal para que la acción proceda. La cuestión fue ya zanjada por nuestro máximo tribunal (CSJN) en el caso “Martínez, Matilde v. Organización Veraz S.A.”23. En un comentario al mismo, Peyrano remarca “La mayoría del tribunal (sic) sitúa la decisión del caso en los términos de la ley 25.326, descartando la exigibilidad de “arbitrariedad manifiesta”, en tanto y en cuanto considera que el requisito exigido por la normativa reglamentaria de la garantía constitucional finca en la “precisión” de la información, y que son los parámetros impuestos por esa ley los que deben primar respecto de esta acción”24. En cuanto a la legitimación pasiva, la acción se dirige contra los titulares de los bancos de datos donde se presumía constaba la información personal de los actores, aun cuando la ley de “hábeas data” autoriza también a demandar a quienes hacen uso de tales datos, lo que surge del juego de los artículos 43 CN y el artículo 35 ley 25.326. Se define como responsable de archivo, registro, base o banco de datos a toda “persona física o de existencia ideal pública o privada, que es titular de un archivo, registro, base o banco de datos”, en tanto se entiende por usuario a “toda persona, pública o privada que realice a su arbitrio el tratamiento de datos, ya sea en archivos, registros o bancos de datos propios o a través de conexión con los mismos” (artículo 2, ley 25.326). Debido a que las bases de datos de donde provenía la información no se hallaban registradas conforme la exigencia legal (en realidad, los demandados negaron ser titulares de base de dato alguna), para conocer la titularidad se oficia al Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto responsable de NIC-Argentina para que informe quiénes resultaban titulares del dominio “Publicc Soluciones Informáticas” según la inscripción que de los mismos figurara en sus registros. El objeto de la acción intentada es triple: a) obtener acceso a la base de datos que mane- página 53 jan los demandados; b) la eliminación de los registros que contengan datos personales de los actores; y c) el cese de todo manejo futuro de tal información. Solicitan además que se condene a los demandados a adoptar los recaudos técnicos necesarios para bloquear sus direcciones de correo electrónico. En la jurisprudencia no existe controversia en este punto. Se reclama primero el acceso a los datos personales y, una vez logrado, se actúa sobre los mismos: “La finalidad de la acción de Hábeas data consiste en a) tomar conocimiento de los datos referidos al accionante y la finalidad de los mismos y b) en caso de corroborar la falsedad o discriminación de la información contenida, para exigir su supresión, rectificación, confidencialidad o actualización“25. Y también: “Conforme lo dispuesto por los arts. 43 de la Constitución Nacional y 20 de la Constitución de Provincia de Buenos Aires, el objeto del Hábeas data es que la persona afectada tome conocimiento de los datos a ella referidos y de su finalidad, que consten en los registros o bancos de datos públicos o privados y, en caso de falsedad o discriminación, exigir la supresión, rectificación, confidencialidad o actualización...”26. De manera previa, los actores habían reclamado y obtenido una cautelar tendiente a que durante la tramitación de las actuaciones, los demandados se abstuvieran de enviarles nuevos correos como también de transferir sus datos a terceros. La defensa basará su argumentación en tres aspectos claves: a) niegan ser titulares de base de datos alguna y, en consecuencia, niegan beneficiarse comercialmente con la cesión de la misma; b) afirman que las direcciones de correo de los actores son básicamente públicas encontrándose en numerosos sitios de Internet, por lo tanto, no se necesita su consentimiento informado por cuanto la fuente es de acceso público (artículo 5, inciso 2 a) ley 25.326); c) los envíos no constituyen “spam” debido a que se identifica claramente a los remitentes; En suma, a juicio de la demandada no existe base de datos, por lo que cae la legitimación pasiva: no pueden ser titulares de lo que no existe. En segundo lugar, si se los considerara usuarios, no niegan utilizar los datos de los actores, pero en tal caso no necesitan requerirles su aceptación previa (consentimiento informado, libre y expreso) por cuanto los datos personales que utilizan, son de público e irrestricto acceso ya que se hallan en Internet. Dijimos ya que la primera defensa consistió en negar la existencia de la base de datos: los demandados alegaban tomar los datos de fuentes públicas. Esto se contradice con lo pos- página 54 teriormente afirmado respecto de su conducta consistente en obtener datos individuales que encuentran en lugares de acceso público y ordenarlos según ciertos parámetros que luego les sirven al momento de ofertar tales datos. Esta contradicción es advertida por el juez ya que, si bien al negar la existencia de la base de datos, se protegen de la obligación de registrar la misma, al explicar su conducta no hacen sino describir su relación directa como titulares de la base de datos. Recordemos que la ley 25.326 impone que para que las bases de datos sean consideradas lícitas, además de no poseer una finalidad contraria a la ley o a la moral pública, deberán inscribirse en el registro respectivo adecuándose a sus disposiciones. Esta obligación fue incumplida por los accionados. En el caso se demostró la venta de bases de datos por parte de los titulares del sitio “Publicc Soluciones Informáticas”. De igual manera quedó probado que la conducta de los demandados consistía en recolectar información personal de personas físicas y jurídicas con la finalidad posterior de generar una propuesta comercial consistente en ceder a terceros esta información para que éstos pudieran realizar ofertas publicitarias incluyendo el servicio adicional de poder ocultar la identidad del remitente al realizar los envíos. Frente a la defensa intentada por los demandados respecto de su falta de obligación de recabar el consentimiento libre, expreso e informado del titular de los datos, fundados en que los datos de los actores se encuentran en numerosos sitios de Internet y son por lo tanto públicos (artículo 5, inciso 1 y 2, ley 25.326), la sentencia afirma que si bien esto es cierto, no es de aplicación el artículo 5, inciso 2 a) de la ley mencionada que releva del recaudo cuando los datos se obtengan de fuentes de acceso público e irrestricto. Esta decisión se funda en un criterio de carácter subjetivo que creemos interesante profundizar. Se tiene en cuenta el propósito que tuvo en miras el titular de los datos existentes en lugares públicos al momento de darlos a publicidad. Se cita en apoyo de este criterio subjetivo al Tribunal Constitucional Español27. Así, la intención con la cual la información personal de los actores fue volcada en Internet deviene fundamental ya que aun cuando sus direcciones de correo electrónico figuren en diversos sitios de Internet, la finalidad para la cual fueron hechas públicas no guarda relación con el tratamiento que los demandados pretenden darle a las mismas. Esto es así aunque los datos personales recabados fueran extraídos de fuentes de público e irrestricto acceso y se refieran a datos permitidos por el artículo 27 de la ley 25.326. Dice la sentencia que aun concediendo esto, ante el primer requerimiento de los titulares de los datos dirigido al retiro o bloqueo de los mismos, nace la obligación del titular de la base de datos de cumplir con lo pedido. En el caso en examen, los actores habían solicitado infructuosamente, antes de iniciar la acción judicial, el retiro de sus datos. Tampoco habían sido oídos al pedir extrajudicialmente el acceso a su información personal en poder de los demandados. Ambas negati- página 55 vas dejaron abierta la acción. Tras darse por probadas las conductas ilegales mencionadas, la sentencia pasa a considerar la existencia de un daño. El “spam” recepcionado por los actores a través de sus líneas telefónicas conlleva el tiempo de descarga que implica identificarlo, seleccionarlo y borrarlo. Esto lleva también a un incremento en el costo de recepción y procesamiento. La pericia obrante en el expediente comprueba y explica que el almacenamiento y la eliminación de archivos irroga un perjuicio en el disco duro de los actores traducido en una disminución notable de su capacidad de almacenamiento y obtención de información más allá de los costos de descarga incurridos. He aquí el daño. Además de las normas mencionadas, la defensa del derecho a la intimidad queda plenamente confirmada al afirmar el juez la expresa aplicación del artículo 1071 bis CC al caso. Recordamos la definición que de la misma brindó la CSJN como el “derecho a decidir por sí mismo en qué medio compartirá con los demás sus pensamientos, sus sentimientos y los hechos de su vida personal”28. En suma, se tuvo por probada la existencia de la base de datos, su falta de registro lo que la tornaba ilícita, la inclusión en la misma de los actores, el envío de “spam” realizado a los mismos, la solicitud infructuosa de ser retirados de tal base y el perjuicio material consecuente. IV- Los instrumentos legales: una perspectiva normológica. IV. a. La normativa interna y regional. Varios países latinoamericanos lideran una suerte de “avanzada” normativa que tiende a regular el “spam”, prohibiendo en líneas generales el envío de correo comercial no solicitado, aunque con importantes variantes. Entre éstos, Venezuela trató el tema al reformar la “Ley de Protección al Consumidor y al Usuario”29, que incorpora un breve articulado de orden público sobre comercio electrónico y, dentro del mismo, un artículo que regula el “spam”. Establece como obligación de los proveedores de bienes y servicios el deber de instrumentar procedimientos fáciles y efectivos que permitan al usuario o consumidor decidir si quieren o no recibir “spam”. Se sanciona la inobservancia con una multa. Otra obligación que se establece para los proveedores es la de señalar qué información y bajo qué circunstancias podrá ser compartida con terceros, para su aprobación definitiva por parte de los consumidores o usuarios. Al igual que Venezuela, México regula la cuestión a partir de la protección al consumidor. Permite llevar un registro de consumidores que no deseen recibir correos no solicitados además de obligar al proveedor de servicios a respetar la decisión del consumidor de no página 56 recibir avisos comerciales. En Perú existe también una ley que reprime el “spam”30 y, curiosamente, se basa sobre el anteproyecto de la Secretaría de Comunicaciones Argentina del 200131. A fin de proteger el derecho a la intimidad, la norma establece el derecho de los usuarios a: (1) rechazar la recepción de los correos comerciales; (2) revocar la autorización de recepción, salvo cuando dicha autorización sea una condición esencial para la provisión del servicio de correo electrónico; y (3) exigir al proveedor de servicios que cuente con sistemas que filtren los correos electrónicos no solicitados. Entre las obligaciones del proveedor destaca el contar con sistemas de bloqueo o de filtro para la recepción o transmisión de “spam”. Se diferencia al “correo comercial no solicitado”, del “correo comercial no solicitado ilegal”, y se sanciona este último bajo las normas de protección al consumidor con una sanción pecuniaria de hasta dos mil dólares estadounidenses. Colombia posee una norma específica32 cuyo fin es regular la comercialización de bienes y servicios a través de Internet. Se hace referencia al “spamming” al tratar del “uso de los servicios de correo electrónico para difundir mensajes no solicitados de manera indiscriminada a una gran cantidad de destinatarios”. Se impone a los proveedores de servicios de Internet o de alojamiento de páginas web o usuarios corporativos, la obligación de instrumentar sistemas internos de seguridad para su red encaminados a evitar el acceso no autorizado, la realización del “spamming” o el acceso a la red desde sistemas públicos, con el fin de difundir en ella contenido relacionado con pornografía infantil. Vemos que la regulación del “spamming” es tangencial, ya que solo abarca el específico caso de la pornografía infantil, dejando librados los demás aspectos a la autorregulación33. Es interesante el caso de Costa Rica, donde, sin existir legislación específica, ha funcionado la autorregulación del propio mercado. En este país, la empresa Radiográfica costarricense que posee el monopolio del servicio en Internet redactó un reglamento “antispam”. Por el mismo, dependiendo del tipo de suscriptor de que se trate y luego de una primera denuncia en su contra, se le bloquea el servicio por unos días. En caso de repetir la conducta y existir nuevas denuncias, el servicio es interrumpido de manera definitiva. En los tres centros económicos mundiales y principales generadores de “spam”, la Unión Europea, Japón y Estados Unidos, sus legisladores se han ocupado de la cuestión. En la Unión Europea, hallamos la Directiva 2002/58/CE34 sobre el “Procesamiento de los Datos Personales y la Protección de la Privacidad en el Sector de las Comunicaciones Electrónicas”. Aunque la norma no hace referencia directa al “spam”, genera nuevos presupuestos legales que buscan preservar la privacidad en Internet, regular el tráfico de bases de datos y establecer obligaciones a cargo de los proveedores de servicios de Internet. El artículo 13 de la Directiva, regula los aspectos referidos a las comunicaciones no página 57 deseadas de todo tipo. Se incluye específicamente al correo electrónico, pero sólo cuando se trata de comercialización directa dejando fuera las comunicaciones políticas, mensajes humanitarios y el llamado correo electrónico - basura. La base del sistema la constituye el principio “opt-in” (aceptación para ser incluido), es decir, que los mensajes pueden ser enviados sólo a aquellos usuarios que expresamente hayan manifestado su consentimiento. Debe existir además la posibilidad de que el usuario se oponga a continuar recibiendo comunicaciones futuras. Se prohíbe igualmente el envío de mensajes electrónicos destinados a la venta directa que disimulen u oculten la identidad del remitente o contengan una dirección inválida que impida al receptor comunicar su intención de ser excluido en futuros mensajes. Se deja a cada Estado miembro el aceptar la regla del principio “opt-in” que se aplica ante su silencio. En caso contrario, deberá declarar expresamente que recepta el principio opuesto “opt-out”35. Queda claro que se intenta conciliar el derecho de los usuarios a no recibir comunicaciones indiscriminadas con los intereses de la industria de usar el correo electrónico como medio de comercialización directa. El ámbito de aplicación de la Directiva 2002/58/CE incluye a los usuarios que sean personas naturales, dejando a las respectivas normas domésticas la regulación del tema para las personas jurídicas. Recordamos que en el orden normativo europeo, la Directiva como tal es junto con el Reglamento, el instrumento más importante de acción comunitaria. El objetivo principal de una Directiva no es unificar el Derecho sino armonizar las legislaciones domésticas. Por esto, se da un plazo determinado a cada Estado miembro para que suprima las diferencias que existan. La directiva es obligatoria respecto del objetivo fijado, dejando a elección de los estados la forma y los medios por los cuales aquél pueda materializarse. Ahora, si una vez concluido el plazo, el estado no armonizó su normativa interna con el objetivo fijado en la Directiva, incurrirá en responsabilidad comunitaria por omisión. En 2004, la Comisión Europea amenazó con llevar al Tribunal de Justicia europeo a ocho estados miembros, entre ellos Bélgica, Francia y Alemania, por no implantar la Directiva de privacidad 2002/58/CE. Juega también normativamente en la Unión Europea, la Directiva 97/7/CE36, relativa a la “Protección de los consumidores en materia de contratos a distancia”. En la introducción señala que “la técnica de promoción consistente en enviar un producto o proporcionar un servicio a título oneroso al consumidor sin petición previa o acuerdo explícito por parte de éste, siempre que no se trate de un suministro de sustitución, no puede admitirse”. Reconoce luego el derecho del consumidor a la “protección de la vida privada, en particular frente a ciertas técnicas de comunicación especialmente insistentes”. De esta forma les fija página 58 a los Estados miembros el objetivo de “tomar las medidas adecuadas para que los consumidores que no deseen ser contactados mediante determinadas técnicas de comunicación puedan ser protegidos de forma eficaz de este tipo de contactos, sin perjuicio de las garantías particulares de que disponga el consumidor en virtud de la legislación comunitaria referente a la protección de la intimidad y de los datos personales”. En julio de 2002 entra en vigencia en Japón, una norma que obliga a los remitentes de correo electrónico a aclarar en el mismo mail, que se trata de un aviso publicitario no solicitado y la forma en que el destinatario puede rechazar futuros avisos. También se prohíbe el envío de correos a una gran cantidad de direcciones, entendiéndose que esta práctica es realizada mayormente por los remitentes de correos no solicitados. La sanción consiste en la interrupción del servicio y en casos extremos de desobediencia continua, se prevé condena de prisión de hasta dos años o el pago de hasta tres millones de yens; en caso de compañías, la suma puede ascender hasta trescientos millones de yens. En los Estados Unidos existe desde hace poco más de un año la ley federal estadounidense referida al “Control del ataque de pornografía y `marketing` no solicitado” (Controlling the Assault of Non-Solicited Pornography and Marketing Act, conocida en inglés como CAN-SPAM)37. El proyecto tiene origen en la misma Casa Blanca impulsado por George Bush y contó con la aprobación de republicanos y demócratas lo que manifiesta el consenso logrado en torno de un tema que en EE.UU. se ha tornado irritante38. La norma crea un registro especial en donde todos los usuarios de Internet con domicilio en EE.UU. se deberán inscribir y manifestar su voluntad de no recibir ofertas publicitarias en sus cuentas de correo electrónico. En principio, la ley no prohíbe completamente las ofertas comerciales realizadas mediante el correo electrónico, sino que obliga a las empresas a identificarse debidamente además de estar obligadas a ofrecer a usuarios y consumidores la posibilidad de no ser contactados en el futuro, brindando su nombre, dirección física y hasta su número de teléfono. No obstante, de manera previa el destinatario debe haber expresado afirmativamente su voluntad de recibir los mensajes, lo que la ley llama “affirmative consent” o consentimiento afirmativo (Sección 3 Definiciones). Se penalizan prácticas específicas que los “spammers” usan para propagar el correo electrónico basura, tales como poner en la cabecera del mensaje títulos o temas engañosos, direcciones de retorno falsas y el uso de computadoras de terceros para disfrazar el punto de origen. También se castiga con multas que pueden llegar a ser millonarias, el ofertar indiscriminadamente y sin anuencia del destinatario, pornografía, y los tan conocidos productos milagrosos para la salud o la imagen física, o métodos para hacer fortunas en minutos. La autoridad de aplicación es la Comisión Federal de Comercio (Federal Trade Com- página 59 mission, Sección 7). Es interesante conocer que la legitimación activa no se brinda a los consumidores y usuarios sino que las acciones legales se reservan para los fiscales generales de cada Estado que pueden reclamar indemnizaciones en nombre de los usuarios residentes perjudicados (Sección 7, f.1) salvo que la acción haya sido ya comenzada por el gobierno federal. De igual manera se brinda en especiales casos legitimación activa a los proveedores del servicio de Internet perjudicados (Sección 7, g.1). La jurisdicción, en este caso, es la de la Corte de Distrito que corresponda según el demandado tenga domicilio en el mismo o se encuentre allí alguna sede de sus negocios. Las penas son de multa e incluso prisión (Sección 4). IV. b. Regulación en Argentina. En Argentina no existe legislación que regule el “spam”, aunque sí pueden mencionarse diferentes proyectos a los que haremos referencia. No obstante, no nos encontramos desamparados, ya que tanto la CN en su artículo 43, como la ley de Protección de Datos Personales No. 25.326 más su Decreto reglamentario 1558/2001, y la ley de Defensa del Consumidor No. 24.240 y Dec. Reglamentario 1798/94, compatibilizada con las leyes de Defensa de la Competencia y de Lealtad Comercial conforman un bloque uniforme tendiente a proteger en lo que nos importa la intimidad, privacidad y la relación de consumo que se ven afectadas por el envío masivo de correo electrónico no solicitado. Aun sin legislación “antispam”, en Argentina se realiza un seguimiento sobre la protección de los datos personales. La Dirección Nacional de Protección de Datos Personales (DNPDP)39 es el órgano de control de la Ley 25.326. Su misión primaria consiste en fiscalizar el cumplimiento de la citada norma y asistir a los particulares para el pleno ejercicio de sus derechos. La Disposición 1/2004 de la DNPDP40 instrumenta de forma obligatoria, el primer censo nacional de archivos, registros, bases o bancos de datos privados41. Esta Disposición 1/2004 es producto de la anterior Disposición 2/2003 DNPDP42 que determinó además de la realización del censo, habilitar el Registro Nacional de Bases de Datos, que funciona en el ámbito de la misma DNPDP. Es conveniente aclarar que tanto el censo como el Registro, la DPDP no recaban datos personales, sino sólo información sobre las características, la propiedad y la finalidad de los bancos de datos. Ambos elementos cumplen tres funciones: educar; controlar y garantizar el ejercicio de los derechos de los titulares de los datos en función de la acción constitucional de “hábeas data” (artículo 43 CN), a la vez que permite a la DNPDP un control homogéneo, eficaz y fácilmente auditable. Para garantizar el pleno ejercicio de los derechos consagrados por la ley 25.326, el acceso al Registro es público y gratuito. No así la inscripción, que tendrá un valor proporcional al tamaño de la base de datos cuya inscripción se solicita. El pago del formulario de inscripción también puede realizarse “on-line”. página 60 En lo que respecta a los usuarios y consumidores, la norma especifica ley 24.240 en su artículo 35 prohíbe expresamente las ofertas al consumidor sobre cosas o servicios que no hayan sido requeridos previamente y que obliguen al consumidor a manifestarse por la negativa. La legislación argentina se pronuncia por el sistema de “opt – in”, reafirmando que el silencio del ofertado no hace presumir su aceptación (CCiv. artículo 919). Ahora bien, respecto de la protección de los datos personales y del consumidor - usuario, podemos afirmar que la República Argentina se encuentra entre los países líderes en lo que hace a la existencia de normativa protectoria. Posee, como explicamos, las herramientas legales necesarias: una ley, su decreto reglamentario, el organismo de control, la graduación de sanciones y un censo, un Registro de Bases de Datos y las normas mínimas de seguridad obligatorias. Sin embargo, como fuimos adelantando en nuestro trabajo, la protección de los datos personales, léase intimidad y privacidad, es sólo una de las aristas de la cuestión. Falta conocer la protección de los proveedores de servicios de Internet (ISPs) y de la propia industria que debería poder utilizar el correo electrónico para publicitar sus servicios. Los ISPs son convidados de piedra en la discusión del “spam”. Ellos quieren brindar el servicio a la mayor cantidad de usuarios posible. Ése es su negocio. La inexistencia de normativa específica implica para ellos desamparo legal. La tendencia internacional los considera víctimas de los “spammers” ya que intermedian entre éstos y los usuarios corrientes del sistema y sufren perjuicios adicionales a los de los usuarios, ya que deben invertir en nuevos y mejores equipos para impedir los envíos masivos, soportar reclamos de los usuarios y atender los mismos. Por su parte, asumir la realidad implica posibilitar que los ofertantes de bienes y servicios utilicen de manera legal las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación. Para esto existe la autorregulación que en general es aceptada y observada por las grandes y medianas empresas reconocidas, pero no por la enorme cantidad de oferentes individuales que utilizan el “spam” de manera corriente por ser la vía mas directa y carecer casi de costo. Para esto es esencial una regulación que establezca límites y controle las observancias. En cuanto a los antecedentes nacionales “antispam”, es necesario destacar que en 2001 la Secretaría de Comunicaciones entonces a cargo de Henoch Aguiar presentó un anteproyecto de ley llamado “Anteproyecto de Ley de protección jurídica del correo electrónico” que tuvimos oportunidad de comentar43. El mismo distinguía entre correo electrónico genérico y comercial, y dentro de éste, el no solicitado, exigiendo requisitos que de no ser cumplidos conducían a la imposición de multas. Además del usuario, el página 61 proveedor de servicios también era protegido ya que se lo consideraba un intermediario. Lamentablemente, este anteproyecto que contenía importantes soluciones armonizadas internacionalmente, tras sucesivas reuniones en la Comisión de comunicaciones e informática, no tuvo tratamiento parlamentario. Paradójicamente, encontró mejor suerte en Perú donde fue la base de la actual ley “antispam”. Existen varios proyectos de ley referidos al tema44, entre ellos el oportunamente presentado en la Cámara de Senadores por el senador Guinle (del PJ-Chubut), y otro en Cámara de Diputados presentado, en su momento, por el diputado Mukdise (de la UCR-Santiago del Estero). El primero estuvo en tratamiento en la Comisión de Sistemas, Medios de comunicación y Libertad de expresión del Senado; el segundo prevé la interrupción del servicio o multa para aquellos “spammers” que operen dentro del país. En 2004, la diputada Bertoni presentó una propuesta de modificación de la Ley de Defensa del Consumidor para incluir la temática. Planteaba modificar el artículo 8 obligando al oferente a incluir el nombre, domicilio y número de CUIT, a mencionar la leyenda “publicidad” en el asunto y a proporcionar una dirección de correo electrónico para que el receptor pudiera notificar su voluntad de no recibir envíos futuros. Reconoce como antecedente el referido Anteproyecto de 2001. V- El correo electrónico como dato personal y su relación con las NTIC. Cabe preguntarse si constituye el correo electrónico un dato personal con entidad suficiente para que de ser utilizado para una finalidad distinta a la prevista por el titular al brindarlo, otorgue acción a éste para solicitar el inmediato cese y supresión de su almacenamiento y uso. En Europa, la dirección de correo electrónico constituye “un dato personal” tal como lo ha considerado el Consejo europeo45. Si pretendemos igual consecuencia para nuestro sistema legal, el almacenamiento de direcciones de correo electrónico con la intención de transmitirlas a terceros con fines comerciales deberá ser considerado ilegal. Tal ilegalidad no radicaría en el “spamming” (o transmisión comercial masiva) en sí mismo, sino en la ilegalidad de la obtención de la información existente en una base de datos. La obtención ilegal estaría configurada por no cumplir con la exigencia del consentimiento libre, expreso e informado del titular del correo a fin de que sus datos fueran almacenados y procesados, salvo las excepciones taxativamente enumeradas en la ley (artículo 5, inciso 2 y especialmente el apartado a) de la ley 25.326). Esta última excepción legal no es de aplicación al presente caso según el criterio subjetivo del “propósito” que expresa la sentencia y que hemos referido precedentemente. Esta distinción es importante porque de aceptarla, la sentencia en análisis no debería encabezarse como la mayoría de los medios lo ha hecho como “un fallo contra el spam página 62 o que prohíbe el mismo”, sino tal vez como un fallo que protege la utilización indebida del correo electrónico al considerarlo un dato personal incluido en la protección de la ley 25.326 y al mismo tiempo excluido de las excepciones que la misma contempla y básicamente el inciso 2, apartado a) del artículo 5 de la norma. Y esto conforme a un análisis subjetivo y teleológico que deberá efectuar el juez, enfrentando el uso pretendido por el titular al hacer público su correo y a la finalidad para la cual tal dato es almacenado o utilizado por los titulares o usuarios de bases de datos, registradas o no (en este último caso, la ilegalidad de la base se sumará a la ilegalidad del almacenamiento o uso como sucedió en la sentencia “Tanús”). VI- Conclusiones. Un derecho humano básico como es la privacidad parece oponerse al desarrollo económico y la generación de negocios que redundarán en un mejor nivel de vida. Este aparenta ser el planteo de la cuestión: principios contra resultados. Sin embargo, debemos intentar un planteo conciliador. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a aceptar una invasión a nuestra privacidad e intimidad para sumar al progreso económico de nuestra sociedad informática? En otro contexto como es el de la seguridad, la privacidad ya ha cedido terreno a causa del miedo producido por el terrorismo internacional. No hay derechos absolutos y es previsible que ceda en alguna proporción frente a la necesidad de utilizar y desarrollar las nuevas tecnologías. En la Unión Europea, el órgano iniciador de las propuestas de legislación, la Comisión Europea, afirma que la atención de esta cuestión es prioritaria, ya que estima que Internet y otros medios de comunicación electrónica (como el acceso de banda ancha, el acceso inalámbrico o las comunicaciones móviles) se constituirán en elementos esenciales del crecimiento de la productividad de cualquier economía moderna. Por esto ha instado a los Estados miembros a velar para que existan vías de recurso y sanciones. “Toda violación de los derechos garantizados por la legislación nacional debe ir acompañada del derecho individual a un recurso judicial […]. Cualquier perjuicio sufrido a causa de un tratamiento o de un acto ilícitos debe ir acompañado de un derecho individual a una indemnización. Deben estar previstas sanciones en caso de infracción”. Enfrentados a la realidad, la normativa específica deberá permitir sin lesionar. Permitir la utilización de las modernas herramientas que brindan las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación, como lo es el correo electrónico o las llamadas “cookies”, sin que esta habilitación sea en desmedro de los legítimos derechos e incluso intereses de los usuarios – consumidores y los proveedores de servicios de Internet, siempre relegados cuando no olvidados página 63 El fallo comentado implica una toma de posición frente al juego planteado entre ciertas libertades fundamentales como la privacidad y la intimidad de las personas, la utilización de las NTIC (y especialmente el “spamming”) para generar negocios en el “ciberespacio” y la utilización del “hábeas data” como arma de protección de las primeras frente a excesos de las segundas. En primer lugar, se necesita normativa especifica. El “spam” causa beneficios y daños. Y estos últimos no pueden ser obviados o dejados a una autorregulación mezquina. El origen del “spam” es ilegal más allá de que esté prohibido o no. Es así porque se envía utilizando bases de datos que han sido obtenidas ilegalmente, ya que sus titulares no han prestado su consentimiento. En segundo lugar, deben protegerse todos los intereses involucrados: los de los usuarios – consumidores, los de los proveedores de servicios de Internet y especialmente de las casillas de correo electrónico y también los de la industria, oferentes de bienes y servicios que promueven el comercio utilizando las nuevas tecnologías. En este punto, sin embargo, habrá que decidir la extensión de la legitimación activa. La misma puede ser amplia y hallarse en cabeza de cada titular de un derecho o interés lesionado o restringida como en el caso de la ley federal de EE.UU. donde el gobierno federal a través de la autoridad de aplicación o los fiscales generales de cada Estado y en algunos supuestos los proveedores de servicios de Internet son los únicos habilitados para reclamar. Creemos superior esta última solución. En tercer lugar, hay consenso en el derecho comparado respecto de ciertos elementos que deben estar presentes: la afirmación cierta en el encabezado del mensaje respecto de la oferta que se realiza en el cuerpo del mismo; la certeza de los datos completos y comprobables del remitente; la obligación de la existencia de una dirección electrónica cierta donde poder realizar cualquier reclamo y las sanciones que comienzan con la suspensión e interrupción del servicio pasan por la aplicación de multas y en algunos casos terminan en penas privativas de la libertad respecto de los “spammers” recalcitrantes. En cuarto lugar, en relación con el valor del silencio como declaración de voluntad, nos pronunciamos claramente por el sistema de “opt – in”, no sólo por una cuestión de respeto del derecho a la privacidad sino por el carácter del derecho positivo argentino que ya ha optado por el mismo conforme lo explicamos anteriormente. EE.UU. y la Unión Europea adoptan igual criterio46. En quinto lugar y respecto de la jurisdicción, vimos en la jurisprudencia comentada que existe una tendencia a preferir a los jueces federales, asimilando la navegación por la red como un servicio empleado en el comercio interprovincial y aun, agregamos, internacional, ya que es característica básica de Internet el trascender las fronteras. página 64 Al respecto, además de la ley de Protección de Datos Personales, la ley federal de firma digital No. 25.506 y su Dec. Reg. 2628/02 constituyen un antecedente valioso en este punto ya que dispone la competencia de la Justicia en lo Civil y Comercial Federal para entender en los conflictos que se susciten entre usuarios – consumidores y los certificadores licenciados que son quienes proveen el servicio de firma digital, y establece la justicia en lo Contencioso Administrativo Federal para los conflictos entre particulares y un organismo público certificador licenciado (ley 25.506, artículo 46). En suma, la relación entre derechos privados y derechos sociales debe entenderse conciliadoramente, generando una justa convivencia que no violente libertades de parte alguna. Las Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación constituyen una realidad imposible de esconder. Asumirla implica aceptar una regulación efectiva que limite la utilización del correo electrónico comercial siguiendo la tendencia internacional expuesta. El “spam” y la “data” no constituyen un dilema. Podemos proteger ambos. 1- El episodio es recordado por SMITH, Reagan, “Eliminating the Spam from your Internet Diet: the Possible Effects of the Unsolicited Commercial Electronic Mail Act of 2001”, en “Texas Tech Law Review”, vol. 35, 2004, p. 416 y nota. 2- La referencia es de STRÖMER, Tobias H., Online-Recht – Rechtsfragen im Internet und in Mailboxnetszen, Dpunkt, Heidelberg, 1997, p. 109, nota (279). En el sketch todos los platos del menú de un restaurante incluían un mismo ingrediente: “spam”, que entonces debía inevitablemente ser consumido por los clientes lo hubieran solicitado o no. 3- Dice la entrada en el diccionario: “unsolicited usually commercial E-mail sent to a large number of addresses” correo electrónico no solicitado usualmente comercial enviado a una gran cantidad de direcciones. 4- En el sitio web de SpamHaus: www.spamhaus.org . 5- LEYSSER, L. León, “Spamming y responsabilidad civil (Compensación pecuniaria y protección resarcitoria ordinaria en el régimen jurídico del correo electrónico comercial no solicitado)”, en Internet www.jus.unitn. it/cardozo/Review/2005/Leon1.pdf . 6- Nota editorial, revista jurídica “Fojas Cero”, dirigida por la Dra. Silvia Beatriz Dopazo, en su número 134 de diciembre de 2003. 7- Según una lista difundida por la compañía de seguridad en Internet Sophos. 8 - Washington v. Heckel, 24 P. 3d 404 (2001). La sentencia se encuentra en www.lexis.com, además de la comentada reseña crítica publicada en la “Harvard Law Review”, vol. 115, 2002, pp. 931 y ss. (LEYSSER, L. León). 9- Esta “dormant Commerce Clause” se deduce implícitamente y, en sentido negativo, de la citada disposición de la Constitución estadounidense. La interpretación jurisprudencial que rige es que la Constitución es contraria a la intromisión singular de los Estados en la regulación del comercio interestatal, al reconocer la potestad federal en dicho ámbito. Con particular referencia a la Internet, GOLDSMITH, Jack L. y SYKES, Alan O.,“The Internet and the Dormant Commerce Clause”, en “Yale Law Journal”, vol. 110, 2001, p. 786, recuerdan que la “dormant Commerce Clause is a judge-made doctrine that prohibits states from regulating in ways that unduly burden interstate commerce”, citado por LEYSSER, León. 10- Véase: http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/articles/A38788-2005Apr8.html. 11- El caso es referido en “Datenschutz-Berater”, año XXIX, 2005, núm. 3, p. 8. 12- La “Controlling the Assault of Non-Solicited Pornography and Marketing Act”, que se puede consultar en: http://www.spamlaws.com/federal/108s877.shtml. En ella se expone que el correo comercial no solicitado página 65 supera la mitad del total de la correspondencia electrónica en circulación, y con tendencia a aumentar, lo cual afecta la conveniencia y eficiencia del correo electrónico (Sec. 2.a.2). 13- Véase: http://www.thestandard.com/internetnews/000777.php. Este caso surgió a raíz del envío, por parte de las compañías sentenciadas, de millones de “spam pieces” a los cinco mil clientes de CIS Internet Services, entre agosto y diciembre del 2003. Según la legislación del Estado de Iowa, se aplica una sanción de diez dólares por cada mensaje de correo no solicitado. 14- Fuente Agencia EFE en internet www.efe.com del 6/01/2005. 15 - Dictada en fecha 11/11/2003 por el titular del Juzgado Nacional en lo Civil y Comercial Federal Nº 3, Secretaría N.° 6, de la Capital Federal Argentina, Dr. Roberto Torti. 16- Transcribimos el artículo 27 de la ley 25.326: “(Archivos, registros o bancos de datos con fines de publicidad). 1. En la recopilación de domicilios, reparto de documentos, publicidad o venta directa y otras actividades análogas, se podrán tratar datos que sean aptos para establecer perfiles determinados con fines promocionales, comerciales o publicitarios; o permitan establecer hábitos de consumo, cuando éstos figuren en documentos accesibles al público o hayan sido facilitados por los propios titulares u obtenidos con su consentimiento. 2. En los supuestos contemplados en el presente artículo, el titular de los datos podrá ejercer el derecho de acceso sin cargo alguno. 3. El titular podrá en cualquier momento solicitar el retiro o bloqueo de su nombre de los bancos de datos a los que se refiere el presente artículo”. 17- En palabras del Dr. Gustavo Tanús. 18- En autos “CAMPOLI, Gabriel Andrés s/Acción de Amparo”, CSJN, Buenos Aires, sentencia de 1/06/00. 19- Ver CSJN, doct. de fallos 313:1467. 20- Puede leerse el comentario de SOBRINO, Waldo A. R., “La ilegalidad de las cookies y el spam en el derecho argentino y la violación de la privacidad y la intimidad a través de Internet”, J.A. 12/12/2001. 21- En palabras de Sagüés en su artículo “El amparo informativo”, publicado en LL 1991-D-1034 “...el Hábeas data importa pues una pieza del Derecho procesal constitucional configurativa de un amparo especializado con finalidades específicas”, citado por Peyrano. 22- Ver GILS CARBÓ, Alejandra, “Régimen legal de las bases de datos y Hábeas data”, La Ley, p. 257, año 2001. La autora menciona que la falta de mención expresa en la ley especial implica una derogación tácita de tal requisito en el caso específico del “hábeas data”. 23- La CSJN tuvo oportunidad de expedirse sobre distintos aspectos del instituto del “hábeas data” en “Martínez, Matilde S. v. Organización Veraz S.A”. del 5-04-2005, la que llegó para su consideración a través de un recurso de queja interpuesto por la actora, por denegación del recurso extraordinario que había presentado contra la decisión de la Sala B de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial. 24- Recomendamos leer el meduloso comentario a fallo de PEYRANO, Guillermo F., en “La determinación de ciertos lineamientos del Hábeas data en un fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación”. Comentario a fallo - Corte Sup., 5/4/2005 - Martínez, Matilde v. Organización Veraz S.A.. Lexis Nexis Jurisprudencia Argentina, 6/07/2005, Lexis Nº 0003/011365. 25- CC02 LP., 94517 RSI-183-00, s10-8-00 “Aguilar Orlando Roberto c/ Ministerio de. Justicia y Seguridad Pcia. de Bs. As. S/ HABEAS DATA”. 26- CNCiv., sala B, “Rodeles c. Banco Galicia”, 1997/05/28, La Ley, 1999-B, 851, J. Agrup., caso 13.687. 27- Tribunal Constitucional, España, Sala 1, 8/11/1999, La Ley 2001, D 545. 28- En el ya recordado caso “Ponzetti de Balbín”, CSJN, en J.A. l985-I-513. 29- En fecha 04/05/2004. 30- Ley peruana N° 28.493 del 18/03/2005, llamada “Ley que regula el uso del correo electrónico comercial no solicitado”. El Decreto Supremo 031-2005-MTC, que “Aprueba el Reglamento de la Ley No. 28493 que regula el envío del correo electrónico comercial no solicitado (SPAM)” apareció el 4/01/06 en la Pág. 309276 del Diario Oficial Peruano (noticia publicada por Erick Iriarte Ahon <[email protected]>). 31- Puede encontrarse un profundo análisis y crítica de esta norma en LEYSSER, L. León, citado en nota al pie No. 5. En su trabajo el autor se opone de manera enérgica y con sólidos argumentos tanto a la protección exclusiva del usuario como a la responsabilidad que se asigna a quien él considera otra víctima del “spamming”, como es el proveedor de servicios de Internet. 32- Decreto 1524 de fecha 24/07/2002 expedido por el Ministerio de Comunicaciones de Colombia. 33- Al respecto puede consultarse Ceballos Suárez, Alvaro, en “Nueva regulación Colombiana del mail spamming”, [email protected]. 34- De fecha 12/07/2002, puede hallarse en archivo acrobat en el sitio web http://europa.eu.int/eur-lex/ pri/en/oj/dat/2002/l_201/l_20120020731en00370047.pdf. 35- El sistema opt –out es el principio opuesto por el cual el remitente envía indiscriminada y masivamente página 66 sus mensajes, estando luego legalmente obligado a discontinuar los mismos respecto de aquellas personas que lo soliciten expresamente. 36- De fecha 20/05/1997. 37- Es la Consumer Antispamming Act (CAN-SPAM Act de 2003, Public Law 108-187), aprobada en 8/12/2003 por la Cámara de Representantes de Estados Unidos y con vigencia desde el 01/01/2004. La ley federal americana se encuentra en http://www.spamlaws.com/federal/can-spam.shtml. 38- La ley tuvo entrada en el Senado de Estados Unidos. Su antecedente inmediato había sido un proyecto del año 1998 elaborado conjuntamente por representantes de los dos partidos principales, el senador republicano por Alaska Frank Murkowski y el demócrata por New Jersey, Robert Torricelli. En Internet http://www. el-mundo.es/navegante/98/julio/16/spamming.html 39- Dependiente de la Secretaría de Política Judicial y Asuntos Legislativos del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos. 40- Publicada en el Boletín Oficial en fecha 26/02/2004. 41- El censo estuvo abierto desde el 01/03/2004 hasta el 30/04/2004, debiendo inscribirse las siguientes bases privadas de datos personales: (I) aquellos archivos, registros, bases o bancos de datos privados destinados a dar informes; (II) aquellos que exceden el uso exclusivamente personal; y (III) los que tienen como finalidad la cesión o transferencia de datos personales, independientemente de que la circulación del informe o la información producida sea a título oneroso o gratuito (artículo 1º de la reglamentación de la ley Nº 25.326, Dec. Nº 1558/01). Existieron dudas respecto de las “zonas grises” donde es difícil establecer si una base debe o no ser censada. Como ejemplos, se citan el acceso a una base de datos interna de personal por parte de empresas de un mismo grupo económico; o la tercerización de algunos servicios como la liquidación y pago bancario de sueldos; ciertos servicios de marketing; o el deber de informar a autoridades administrativas como el BCRA, la Superintendencia de Seguros, la AFIP, etc. 42- Publicada en el Boletín Oficial el 27/11/2003. 43- Resoluciones 333/2001 y 338/2001 de la Secretaría de Comunicaciones de la Nación, dependiente del Ministerio de Infraestructura y Vivienda. B.O. 11/09/2001. Puede leerse nuestro comentario en El Derecho, Legislación Argentina, Boletín No. 18 del 26/10/2001. 44- Puede leerse un resumen completo de los mismos en el trabajo “Comentario a los proyectos de ley en materia de control del spam y regulación del uso del correo electrónico en Argentina” de la Lic.Claudia Fonseca Martínez, en Revista Electrónica Alfa Redi, edición de mayo de 2005, www.alfa-redi.org. 45- LLANEZ GONZALEZ, Paloma, Internet y comunicaciones digitales, Barcelona, Ed. Bosch, 2000. 46- En la Unión Europea, de los veinticinco Estados Miembros, diez han adoptado el principio (Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Alemania, Grecia, Hungria, Italia, Eslovenia, España); dos lo tienen en tratamiento legislativo (Francia y Suecia) y el resto no lo ha aprobado aún (datos a diciembre de 2005). página 67 página 26 El Derecho Internacional de los Derechos Humanos y nuestra Constitución Nacional. por Eduardo R. Florio Abogado – Profesor titular de Derecho Constitucional II y Profesor asociado de Derecho Político en la Facultad de Derecho U.N.L.Z. La reforma de 1994 y los derechos humanos. La riqueza de las modificaciones introducidas en el texto constitucional a partir de la Reforma de 1994, surge, quizás de muchas de sus imprecisiones que demandarán una interpretación proveniente tanto del legislador como de los jueces, para concretar en los hechos los fines de la norma. Se superará así lo que el autor caracterizara como hipertrofia normativa y aquitismo fáctico de los derechos reconocidos o incorporados a un texto legal. El modificado artículo 75 de la Constitución Nacional va dirigido en primer término al legislador que debe interpretarlo para poder de allí desarrollar las políticas legales que le vienen ordenadas por aquélla. El inciso 22 de dicha cláusula determina la jerarquía constitucional de los tratados de derechos humanos, pero su operatividad, criterios de interpretación, se hará y especificará por vía del control de constitucionalidad de la legislación emanada del Congreso, o bien su ausencia, siempre estará a cargo del Poder Judicial para lo cual también deberá interpretar el texto constitucional que le diera origen y sustento. Señalo tal como lo hiciera la constituyente María Elisa Carrió, que en dicho artículo 75 se produjo un contrabando normativo “maravilloso” ya que por vía de esa reforma a las atribuciones del Congreso se pudo sortear el impedimento de la Ley 23409, que prohibía la modificación de la parte dogmática de la Constitución. Tratados con jerarquía supralegal. Para la constituyente, el inciso 22 en su primera parte aclara y finaliza la polémica anterior dando jerarquía superior a las leyes, a los tratados con otras naciones extranjeras. Aclara en el orden de prelación que son en el derecho federal superiores a las leyes pero inferiores a la Constitución. No podría ser de otro modo a la luz del artículo 27 de la Constitución que establece la supremacía constitucional frente a los tratados. No obstante cabe consignar que dicha jerarquía no podría estar referida a los llamados acuerdos ejecutivos o simplificados que se diferencian de los tratados en general porque concluyen de página 69 un modo definitivo con la sola firma o intercambio de notas reversales entre los estados contratantes. La Constitución dispone esta supremacía en la misma cláusula que trata sobre la aprobación de los tratados, por tanto, gozan de la jerarquía mencionada solamente los que hayan sido aprobados por el Congreso. Es así, ya que su constitucionalidad depende de que se refieran a materia administrativa y no invaliden competencia sustancial del Congreso. En nuestro sistema federal el artículo 31 establece la supremacía del derecho federal sobre el local, y por otra parte la de la Constitución por sobre el resto del ordenamiento jurídico. El derecho federal es ley suprema de la Nación. Las autoridades de las provincias deben conformarse a ella. Y son Ley Suprema de la Nación las normas federales, la Constitución Nacional, los tratados y las leyes. Pero la supremacía de la Constitución se ve reforzada en la nuestra por la presencia de los artículos 27, ya mencionado, que aclara que los tratados deben estar en conformidad con los principios de derecho público establecidos en la Carta Magna de los argentinos y el artículo 28 en tanto establece que los principios, garantías y derechos reconocidos no podrán ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio. Resulta incomprensible entonces la doctrina que podría haber surgido del caso Merck Química Argentina, al que más adelante referiremos. Si bien la jurisprudencia había reconocido la superior jerarquía con relación a las leyes de los principios generales del derecho internacional, y eran plenamente operativos, sostenía un criterio distinto con relación al derecho internacional convencional, o sea de los tratados. Los tratados de derechos humanos y de integración. La cláusula también establece la jerarquía constitucional de los tratados de derechos humanos que allí se mencionan los que por un sistema especial de mayoría pudieran llegar a alcanzar esa jerarquía. Entre los mencionados: dos declaraciones y ocho tratados siendo de desigual naturaleza jurídica sendas categorías de instrumentos. Conforme el procedimiento indicado en el párrafo tercero del inciso se incluye con la jerarquía ya mencionada el Tratado sobre Desaparición Forzada de Personas. (La ley que lo aprobara fue la 24.556 y le confirió jerarquía constitucional la ley 24.480). Aclara la norma que los mismos no derogan artículo alguno de la primera parte de la Constitución y deben entenderse como complementarios de los derechos y garantías que allí se establecen. El inciso 24, también reformado, según la Dra. Carrió se refiere a los tratados de integración que transfieran competencia o soberanía, diferenciándose los que se celebren con países latinoamericanos de los países no latinoamericanos. Tienen jerarquía supra legal página 70 porque son tratados generales. Cabe acotar que en los tratados con países no latinoamericanos surge un procedimiento complejo, semejante al de la declaración de la necesidad de reforma de la Constitución: un acto declarativo de conveniencia y otro sancionatorio. Volviendo al tema de los tratados de derechos humanos, anticipando la polémica sobre si el hecho de tener jerarquía constitucional implica que estén incorporados a la Constitución, manifiesta su opinión contraria. Entonces: ¿son normas constitucionales?, ¿constituyen un bloque de constitucionalidad federal al decir de Bidart Campos?, ¿conforman un cuerpo único y son una nueva parte que se ha constituido en la Constitución Nacional y que vino a perfeccionar a su otra parte, tal como lo afirma la Dra. Castorina de Tarquini?. No resulta ociosa la discusión pues está en juego la posibilidad de reforma constitucional mediante el procedimiento del artículo 30 de la Constitución, sin denuncia del tratado, quitando jerarquía constitucional a alguna parte del mismo, y lo que es más importante determinar: si es viable el control de constitucionalidad, que si son norma constitucional no procede, y en caso de contradicción entre ambas se estará conforme a los principios de hermenéutica a una interpretación integradora que no altere el equilibrio del conjunto. Como consecuencia, el orden de prelación de las leyes ha sufrido una modificación sustancial que podría esquematizarse de la siguiente manera: • La Constitución Nacional • Las declaraciones y tratados enumerados en el artículo 75 inciso 22 de rango constitucional, y los que por procedimiento especial con posterioridad se les otorgara tal jerarquía. • Tratados y concordatos con la Santa Sede de jerarquía superior a las leyes pero inferior a la Constitución, al igual que los tratados enunciados en el inciso 24. • Leyes. No cabe duda que más allá de las imprecisiones o de la técnica constituyente resulta la reforma adecuada a las “actuales circunstancias del desarrollo de la integración y a la necesidad de establecimiento de un orden mundial fundado en el respeto de los derechos humanos y la paz”. El derecho provincial o local. Esta visión, digamos hacia el derecho interno, debe ahora hacernos centrar la atención página 71 sobre sus implicancias respecto del derecho local o de las provincias, que de acuerdo con el artículo 31 de la Constitución sostiene todo el sistema federal argentino otorgándole supremacía a éste por sobre el derecho local o de las provincias, que se han reservado todas las facultades no delegadas, entre ellas las de dictar los códigos de procedimiento, conforme al reparto de competencias efectuado por el artículo 121 de la Constitución. Cabe señalar, no obstante, que la regla establecida tiene un contenido eminentemente flexible y ha favorecido el crecimiento de la actividad del gobierno federal para resolver conflictos que por su área y dimensión se transforman en nacionales, conforme lo expresa Carlos M. Bidegain en su Curso de Derecho Constitucional, tomo 2. Si bien las facultades no delegadas incluyen las de procedimiento, vamos adelantando, que la llamada Cláusula Federal del sistema interamericano está contemplada en el artículo 28, apartado 2do. Se establece que las Constituciones tienen jerarquía superior, y por ello marcan el límite. No obstante, las normas de derecho interno que se opongan no derogan el tratado, aunque generen responsabilidad internacional del Estado. Esta situación se plantea en algunos de los tratados constitucionalizados, que incluyen aspectos de procedimiento que por imperio del artículo 31 y del 75 inciso 22 y 24 son parte del derecho federal, y por tanto, obligatorio en todas las provincias. Otro aspecto de las competencias provinciales es el que surge del artículo 124 en tanto faculta a las provincias a celebrar convenios internacionales mientras no sean incompatibles con la política exterior de la Nación y no afecten las facultades delegadas al gobierno federal o el crédito público de la Nación. Aclara sin precisar, ello “con conocimiento del Congreso Nacional”. ¿Cuál es el estatus jurídico de estos convenios celebrados sólo entre una o más provincias y un Estado o Estados extranjeros?. Dejamos sentado que no integran el derecho federal, ingresando sólo al orden jurídico provincial. Consecuentemente no les resulta aplicable el rango o jerarquía del artículo 75, pues éste sólo se refiere a los tratados celebrados entre la Nación y los estados extranjeros. Insistimos, entonces, que esta facultad está sujeta al conocimiento del Congreso. Para el Dr. Miguel Padilla, la información debe ser previa a la entrada en vigencia de los convenios, incluso a su firma, el conocimiento al que alude la norma y, según el autor, debe “razonablemente” entenderse como consentimiento. La situación dudosa, inaceptable desde el punto de vista internacional, argumentada por el ya citado Bidegain, no toma en cuenta la llamada cláusula federal que viene en ayuda del fortalecimiento de la postura de supremacía del orden federal sobre el local que surge del artículo 31. El sistema normativo argentino se estructura con normas que dictan los estados provinciales de competencia reservada (artículo 75, inciso12 y concordantes). En otros casos es el Estado Federal que legisla con competencia reservada, como en el del llamado derecho común o de los códigos de fondo. Pero le competen también las normas de derecho federal: emisión de moneda, estupefacientes, etc., y finalmente lo atinente a las relaciones con las demás naciones (artículo 75, inciso 22 y 24). página 72 El eje constitucional para sostener la obligatoriedad y necesaria vinculación que deben tener los estados provinciales respecto del derecho federal como del derecho internacional escrito, consuetudinario y de los principios imperativos (a los cuales nos referiremos) es que la Constitución se convierte en el eje de continuidad del derecho internacional en el derecho interno y las leyes de facultades delegadas al gobierno federal en tanto conforme al artículo 128 de la Constitución los gobernadores de provincias son agentes naturales del gobierno federal para hacer cumplir la Constitución y las leyes de la Nación. Las provincias carecen de soberanía. En el sistema federal existe más de un centro de poder decisorio. Se compensa la unidad de un solo Estado Nacional con la pluralidad y autonomía de varios. Estos últimos deben subordinación conforme lo dispuesto por el artículo 5 y por el artículo 31 de nuestra Carta Magna. Y eso implica que en la práctica se debe evitar en las llamadas zonas grises del reparto de competencias que se lleve a la destrucción de la idea federal, que escapa muchas veces a las previsiones normativas y que requieren la tarea permanente de interpretación. Podemos así tener clara la jerarquía a la cual nos estuvimos refiriendo: Constitución Nacional y tratados constitucionalizados; Tratados de derecho Internacional; el Derecho Federal; el Derecho Provincial y el Derecho común en sus respectivas áreas, prevaleciendo en caso de conflicto los que correspondan por atribución y reparto de funciones constitucionales. Criterios constitucionales de interpretación. Hemos incorporado el tema del Derecho Internacional, y por tanto, debemos hacer una referencia a los criterios de interpretación que el constituyente menciona, que pretenden orientar al juez que examine. La primera expresión orientadora “en las condiciones de su vigencia” tiene utilidad con relación a los instrumentos vigentes en el orden internacional, y allí no ofrece dificultades. Si analizamos en qué condiciones se hallan en vigor para nuestro país, aparece el tema de las reservas y declaraciones interpretativas formuladas por Argentina. En cuanto a las reservas, según la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados, tienen por objeto excluir o modificar los efectos jurídicos de ciertas disposiciones del tratado en su aplicación por nuestro país. Y así se lo debe entender con relación a los tratados constitucionalizados sobre derechos humanos que establecen obligaciones del Estado para con los individuos que habitan su suelo. No son tratados de intercambio recíproco de derechos entre los estados contratantes. Son derechos del individuo tanto frente a su propio Estado como frente a los demás estados contratantes. Los demás tratados, los que vinculan a los estados entre sí, no crean obligaciones hasta que no tengan vigencia internacional, contrariamente a lo que sucede en los referidos a página 73 los derechos humanos. La jerarquía constitucional de los tratados se adquiere en las condiciones de su vigencia ya analizada, y deben entenderse complementarios de los derechos y garantías reconocidos en la Constitución. Pero fue agregada al despacho de la Comisión la expresión que “no derogan artículo alguno de la primera parte de la constitución”, y así fue señalado en el Caso Chocobar, que también se refirió a la complementariedad, señalando que las referencias que realizan los tratados mencionados en la Constitución son idóneas para interpretar los artículos constitucionales en tanto la Constitución y aquéllas referencias deben ser analizadas como un conjunto armónico dentro del cual cada una de sus disposiciones ha de interpretarse de acuerdo con el contenido de las demás. Por ello puede considerarse el agregado como irrelevante. Como lo expresa el Prof. Carlos E. Colautti en su Derecho Constitucional. Así, los tratados sobre derechos humanos establecen “una protección mínima, por debajo de la cual se genera una responsabilidad internacional”. Los principios generales del Derecho Internacional y el Derecho Interno. El artículo 46 de la Convención de Viena sobre derecho de los tratados, de la que es parte nuestro Estado, dispone que el hecho de que el consentimiento de cualquier Estado en obligarse por un tratado haya sido manifestado en violación de una disposición de su derecho interno concerniente a la “competencia para celebrar tratados”, no puede ser alegado por ese estado como vicio de su consentimiento, a menos que esa violación sea manifiesta y afecte una norma de importancia fundamental de su derecho interno. Aclara luego que esa violación es manifiesta si resulta objetivamente evidente para cualquier Estado que proceda conforme a la práctica usual y de buena fe. Conforme lo expresado en el Tratado podría decirse que cuando incluso se hubiera omitido la aprobación del mismo por el Congreso, Argentina no podría alegar internacionalmente el vicio, subsistiendo entonces la obligación y la responsabilidad internacionales. La eventual declaración judicial de inconstitucionalidad limita su efecto a la inaplicación en jurisdicción argentina, pero no descarta la responsabilidad internacional. Entonces queda claro que la única previsión de la Convención de Viena sobre nulidad de un tratado a causa de violación del derecho interno, señala una cuestión de vicio en la competencia interna para celebrar tratados. Toda otra transgresión al derecho interno no puede ser internacionalmente invocada, conforme lo establece el artículo 27 de la misma Convención: una parte no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación del incumplimiento de un tratado. Esta norma, agrega, se entenderá sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 46 ya descripto. Cabe agregar que cuando Argentina se hace parte de un tratado que discrepa con una ley anterior, se presenta el caso de una ley que sin ser originariamente inconstitucional, es decir al tiempo de su sanción, se torna inconstitucional y por lo tanto inaplicable al entrar en contradicción con una norma posterior, un tratado, que de acuerdo con la reforma del página 74 94 reviste jerarquía superior a la ley. Podría haberse manifestado con anterioridad que la norma internacional deroga a la ley anterior, pero dada la jerarquía superior a ésta, entiendo debería hablarse de inconstitucionalidad. El “jus cogens”. El derecho internacional ha acuñado la figura del “jus cogens”, como el conjunto de normas internacionales llamadas imperativas, que tienen el rasgo de su inderogabilidad o indisponibilidad sea que provengan de tratados o del derecho consuetudinario o de gentes. No puede ser dejado de lado por normas opuestas o distintas de un tratado, ya que se encuentra en el vértice de la pirámide del derecho internacional. Está previsto en el artículo 53 de la Convención de Viena sobre “Derecho de los Tratados”. Dado el carácter fundador y anterior al Derecho Internacional Público, el Derecho Internacional Humanitario, al menos en una parte de sus normas fundamentales, representa exactamente lo que se suele llamar “jus cogens” de la comunidad internacional, es decir, su derecho imperativo y no derogable. Es necesario, entonces, poner de relieve su carácter imprescindible para la supervivencia de la comunidad internacional de los principios del derecho humanitario, por lo menos en el sentido mínimo del orden público internacional. El derecho humanitario sería el verdadero núcleo irreductible de todo el sistema de la protección de la persona humana. Christophe Swinarski, en Principales nociones e institutos del Derecho Humanitario Internacional, cita a Mohamed El-Kouhene que dice: “...al precisar el carácter irreductible de estos derechos y garantías fundamentales de la persona humana procedentes del derecho internacional de los derechos humanos, se ha demostrado que se trata de las normas de esencial importancia para la comunidad internacional y para la humanidad. El ámbito de las garantías fundamentales de la persona humana es sin lugar a dudas, aquel en el cual los conceptos del jus cogens y del sumo derecho imperativo encuentran su mayor razón de ser”. Con relación a nuestro derecho interno pueden plantearse dos situaciones: (a) que el “jus cogens” coincida con la Constitución, en cuyo caso no hay obstáculo alguno y refuerza la supremacía constitucional; o bien, (b) que haya controversia, disimilitud, en cuyo caso debe mantenerse por vía del artículo 27 de la Constitución la prioridad de ésta. No resultando oponible en sede internacional, el Estado argentino asumiría responsabilidad internacional por el desplazamiento del “jus cogens” a favor de la Constitución. En el Caso W. Cabrera c/Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, la Corte declaró inválida una norma del Acuerdo de Sede entre Argentina y la Comisión demandada por considerarla opuesta a la norma de derecho internacional imperativo (se refería a una página 75 cláusula que eximía totalmente de jurisdicción a la comisión demandada). Cuando el artículo 31 de la Constitución expresa que los tratados internacionales integran lo que el precepto llama ley suprema de la nación, la palabra ley no está usada en el sentido de ley del Congreso, pues la Constitución que encabeza el artículo mal puede considerarse una ley del Congreso. Entonces en el mencionado artículo, la expresión ley suprema se refiere al orden normativo básico o supremo del Estado. Todo Tratado que se incorpora a nuestro derecho interno es de naturaleza federal, cualquiera sea la materia que regule, aun cuando sea una materia propia del derecho común o local, y ello tiene como efecto práctico hacer judiciable por los tribunales federales toda causa que verse sobre los puntos regidos por un tratado, además de tener una jerarquía superior a las leyes, como ya dijimos con anterioridad. Si nos preguntamos si el derecho consuetudinario integra el derecho federal o necesita una ley especial que lo incorpore, esa incorporación en el derecho argentino viene a través de tratados que reconocen como fuente a la costumbre y a los principios del derecho internacional. Por lo tanto, tiene jerarquía supralegal. Siendo el tratado derecho federal, y por tanto, estando por sobre el derecho provincial de acuerdo con el artículo 31, cualquiera sea la materia, la reglamentación interna que pueda requerir su aplicación le otorga suficiente competencia al Congreso para dictar la ley que considere necesaria con vigencia para todo el país, aunque esa materia, por ejemplo, sea procesal, y esté reservada a provincias en el reparto federal de las competencias internas. Ya nos referimos al principio acerca de su flexibilidad. Es federal no por su materia sino por ser tratado. Y no transmitirá su naturaleza federal a su ley reglamentaria; así, una ley que regulara el artículo 14 del Pacto de San José de Costa Rica, derecho de réplica, tendría naturaleza no federal, y guardaría, conforme al artículo 32, su naturaleza local para el ámbito de la Capital Federal. Derecho Internacional Consuetudinario y el “jus cogens”. Las normas imperativas o de “jus cogens” se hallan definidas en el artículo 53 de la Convención de Viena de 1969 como una norma inderogable y que solamente puede modificarse por una norma subsiguiente del derecho internacional general que tenga el mismo carácter. El artículo 64 expresa: “si surge una nueva norma imperativa de derecho internacional general, todo tratado existente que esté en oposición con esa norma se convertirá en nulo y terminará”. La prohibición del uso de la fuerza puede ser considerada de “jus cogens”. También la prohibición de delitos tales como el tráfico de esclavos, piratería, genocidio, la violación página 76 de derechos humanos, la igualdad de los estados y el principio de autodeterminación. Otros deben ser desarrollados por la práctica de los Estados y la jurisprudencia de tribunales internacionales. Cabe recordar que en el caso Cabrera, ya mencionado, aplicó el concepto de “jus cogens” a la violación de principios de defensa y de acceso a la jurisdicción. Sin bien ninguna norma consuetudinaria puede derogar una norma del derecho imperativo, cabe reflexionar que sucede cuando una norma de ese carácter puede prevalecer a otra de la misma naturaleza. Se entiende que las normas son de aplicación acumulativa, salvo que una de ellas pierda su carácter imperativo. Si teniendo carácter coactivo y colisionan en un caso real, como por ejemplo el principio de autodeterminación y la prohibición del uso de la fuerza, la situación resulta dudosa y debería entenderse que no es lícito violar una norma imperativa. Ya expresamos que la norma consuetudinaria no es oponible a los principios imperativos, pero, ¿qué sucede con la costumbre o el derecho consuetudinario internacional?. El artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia se refiere a la misma como una práctica internacional general aceptada como derecho. Esa práctica se advierte tanto en la conducta de los Estados en sus relaciones exteriores como en la conducta interna. La práctica ha de ser lo suficientemente estable y duradera para que se constituya y observe como ordenada jurídicamente. Las prácticas estatales se muestran en el ámbito de los organismos internacionales. En nuestro derecho: ¿el derecho internacional consuetudinario es equiparable en su jerarquía supralegal al derecho consensual?. El Estatuto de la Corte Internacional es un tratado en los términos del artículo 75 inciso 22, y si ese Estatuto establece como fuente a la costumbre internacional, detentaría igual jerarquía. Los principios están incluidos en el Estatuto que mencionamos y reafirman el rechazo de la posición que sostiene que el Derecho Internacional sólo consiste en reglas a las cuales los estados han dado consentimiento. Aplicación de los principios internacionales por los tribunales de un Estado. Nos interesa sobremanera el cuándo y en qué condiciones se aplican los principios internacionales a la materia de los derechos humanos. Los instrumentos internacionales los recogen y les dan carácter vinculante. Pues son esos principios de derecho “que sin necesidad de reglas específicas aparecen con evidencia ante la razón”. El “jus cogens” prevalece sobre el derecho contractual internacional y rige para todos los Estados, incluso independientemente de su consentimiento. El riesgo de su recepción está más en sus efectos que en su contenido. Así, en materia página 77 de derecho penal internacional, la imprescriptibilidad, su no-derogación, los estados de excepción y la prohibición la amnistía generan obligaciones a los estados como son los deberes de procesar y extraditar. Son de necesaria cita, para analizar la aplicabilidad en el derecho interno de esos principios de derecho internacional, los casos “Nadel”(LL-1994-A-188) y “Priebke”(LL1998-E-768). Así, como antes lo fueron la piratería y el tráfico de esclavos, hoy la tortura y el tráfico de niños y adolescentes, lo son independientemente de la firma o suscripción de tratados que a dichos temas pudieran referirse. Con relación a la tortura, ello significa un freno a las dictaduras, y son inherentes a la vigencia y contenidos de los derechos humanos y libertades fundamentales. Señalamos que la tortura se halla tipificada como delito, no así el genocidio (a pesar de lo dicho en el caso Pinochet). El artículo 118 de nuestra Carta Magna se refiere a dichos principios de derecho internacional imperativos, como “derechos de gentes”, ahora llamados delitos contra la humanidad. Si fueron cometidos en nuestro territorio aquí se juzgarán, pero si lo fueran mas allá de nuestros límites territoriales, el Congreso por ley determinará su lugar de juzgamiento. El Dr. Colautti afirma que la norma es directamente operativa y son de juzgamiento por la justicia penal federal (conf. Ley 27 artículo 4), y en cuanto a su competencia, la ley 48 en su artículo 2 que, cuando menciona al derecho de gentes, lo establece en último grado de prelación. El Código Penal tipifica los delitos y según el mismo se sancionará. En el caso Priebke, los votos de Nazareno, Moliné O’Connor y Bossert, parecieran obviar el artículo 18 de la Constitución “nulla poena sine lege”, que también es un principio imperativo del derecho internacional. Y lo es en tanto el derecho interno se refiera al mismo, o bien un tratado o convenio internacional o ante el silencio del mismo. El principio de juzgamiento en el lugar del hecho es eficaz cuando el hecho fuera cometido en nuestro territorio, pero si se hubiera cometido fuera del mismo, no serán competentes nuestros tribunales: un Estado no puede ser compelido a aceptar la jurisdicción de los tribunales de otro Estado. El derecho de gentes ha sufrido modificaciones, flexibilizando el principio de inmunidad de los Estados. Así, la ley 24488 recogió los principios enunciados en el caso Manauta (LL-1995.D.209). La extradición está ligada y sujeta a los principios generales de Derecho Internacional pues está el derecho de los habitantes a ser juzgados por los tribunales de su lugar de residencia y/o de nacionalidad, y ello se tensiona con el principio de soberanía de los Estados. página 78 En el caso Nadel, la Corte Suprema afirmó que en nuestro sistema, la costumbre internacional y los principios generales de Derecho Internacional forman parte de nuestro derecho interno. El juez Boggiano en el mismo caso define algunos principios afirmando que no cabe la revisión de los actos soberanos de un Estado extranjero pero sí se pretende que los mismos cumplan sus efectos en nuestro territorio. Nuestros tribunales no pueden sustraerse a analizar si dichos actos han violado derechos fundamentales de la persona reconocidos por el derecho de gentes con carácter imperativo o por normas constitucionales. El caso se debía analizar si la expulsión fue hecha conforme a proceso legal y con el debido acceso a la justicia. Llegó a la conclusión que en tanto habían sido violados dichos principios, vulnerando el principio de los derechos humanos, no podían ser convalidados por el Estado argentino. En cuanto a la prescripción de los delitos, en el caso Priebke , la corte Suprema hizo expresa referencia al “jus cogens”, al revocar por mayoría la denegatoria de extradición. La mayoría hizo referencia al delito de genocidio, afirmando que la calificación de los delitos no depende de los Estados pero sí, de los principios del “jus cogens” del Derecho Internacional, concluyendo la imprescriptibilidad de este tipo de delitos. El artículo 118 de la Constitución sólo habilita al legislador a fijar una ley de jurisdicción y para definir o castigar las ofensas contra la ley de las naciones, como lo afirma la Constitución de los Estados Unidos. La disidencia de los Dres. Belluscio y Levene, refieren al delito como homicidio del artículo 62 del Código Penal argentino, y por lo tanto, prescripto tanto para el Estado requirente (Italia) como para el requerido (Argentina), conforme al Tratado de Extradición entre ambos países. Si el delito hubiera sido considerado como crimen de guerra no existiría tipificación ni pena en ninguna de las legislaciones internas. Si se los considerara como delitos de lesa humanidad tampoco habría tipificación o imprescriptibilidad ya que la Convención sobre imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de lesa humanidad no había sido, en ese momento, ratificada por Argentina, como sí lo fue la Interamericana sobre desaparición forzada de personas. Entonces, necesaria es la tipificación de los delitos, de lo contrario sería estar en contra de los principios generales del derecho de gentes. Si bien la prescripción no es un principio imperativo del Derecho Internacional de los derechos humanos, sí lo es el que afirma que no hay delito sin ley y la tipificación corresponde al derecho interno; no, al derecho internacional. página 79 En el Caso Pinochet se concluyó que era necesario que el carácter internacional de los delitos estuviera reconocido por el derecho interno del Estado solicitante y del requerido, y así lo era entre España y el Reino Unido, aunque se discutió el momento de la vigencia del Tratado contra la Tortura para la República de Chile. Tanto en el Caso SIMÓN, sentenciado por el Juez Cavallo, como en la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Barrios Altos, se declaró la inadmisibilidad de disposiciones de amnistía, prescripción y excluyentes de responsabilidad, también se reafirmó la obligación de esclarecer, investigar y sancionar los delitos contra derechos humanos. En los autos Simón Julio y otros s/sustracción de menores, se declara la nulidad insalvable de las leyes de punto final, obediencia debida, y su inconstitucionalidad por contrariar los principios a los cuales nos referimos. Ya ambas leyes constituían formas de la eliminación de la punibilidad. Junto con la regla de la jurisdicción universal y el compromiso de extraditar, los principios generales del derecho internacional indican que el Estado en cuyo territorio se cometan delitos contra la humanidad, debe investigar y sancionar a sus autores no sólo en virtud de una obligación propia, sino como realización del interés de la comunidad internacional. La Argentina asumió la obligación de prevenir, investigar y sancionar toda violación de los derechos humanos al firmar su integración al Sistema Interamericano de protección de los Derecho Humanos de la Convención Americana de Derechos Humanos y del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Las leyes declaradas nulas e inconstitucionales como los indultos son incompatibles con esas obligaciones asumidas por el Estado argentino. Afirma el Dr. Colautti, con razón, que los Estados no pueden emitir normas que impliquen la impunidad de delitos perpetrados contra el derecho de gentes. En casos de desaparición forzada de personas se deben considerar como delitos de ejecución continuada o permanente en tanto no se establezca el destino de la víctima, tal como surge de la Convención que hoy tiene jerarquía constitucional. El Juez Cavallo afirma que, aplicando los tipos penales de su legislación, la Argentina puede juzgar los crímenes contra la humanidad ocurridos en su territorio y satisfacer así el interés de la comunidad internacional en la persecución penal de los crímenes contra el derecho de gentes, cualquiera sea el lugar de su comisión. La Corte Interamericana de Derechos Humanos consideró que son inadmisibles las disposiciones de amnistía, las disposiciones de prescripción y establecimiento de excluyentes de responsabilidad que pretendan impedir la investigación y sanción de los responsables de violaciones graves de los derechos humanos. Decidió en el Caso Barrios Altos que las página 80 leyes de amnistía son incompatibles con la Convención Americana sobre Derechos Humanos y en consecuencia carecía de efectos jurídicos la amnistía que el anterior gobierno de Perú había dictado. Por lo tanto, el derecho de gentes, en lo que hace a los Derechos Humanos o a su reconocimiento por los Estados, ha evolucionado hasta admitir la extraterritorialidad si ello es necesario para impedir la impunidad. Pero que quede claro, no admite en modo alguno la omisión de principio “nulla poena sine lege” y, por ello, no se deben admitir tipos penales abiertos bajo pretexto de la persecución universal de los delitos contra el derecho de gentes. Relacionado con los casos reseñados anteriormente, corresponde agregar que del Caso Pinochet surge que el derecho de las naciones distingue entre inmunidad de los actos de Estado, que son los que el derecho internacional reconoce como funciones de un jefe de estado, y la tortura y la toma de rehenes que no pueden ser consideradas un acto o función de Estado. Por lo tanto, debían considerarse excluidos de la excepción de inmunidad de Estado, e insiste en la necesidad de la previa tipificación. El principio de Derecho Internacional, que bajo ciertas circunstancias protege a los representantes de un Estado, no puede aplicarse a los actos que son condenados como criminales por el Derecho Internacional, según surge del voto del Juez Lord Millet, que se basó más en los principios generales del Derecho Internacional que en la ley escrita. Pero lo concluyente del voto es que “los delitos prohibidos por el derecho internacional generan competencia extraterritorial si satisfacen dos criterios. En primer lugar deben ser contrarios a una norma imperativa del derecho internacional de modo tal de infringir un jus cogens. En segundo lugar deben ser tan serios y en tal escala que puedan ser considerados como un ataque al orden legal internacional. Los delitos aislados, aun cometidos por funcionarios, no satisfacen este último criterio”. La extraterritorialidad de la competencia en delitos cometidos contra el derecho de gentes ya había sido prevista por nuestros constituyentes de 1853. Así, en el voto de la disidencia del Dr. Tomás D. Casares en el caso Merck Química Argentina S.A. c. Gobierno Nacional, cuando expresa que “...no se trata solo de la ley internacional positiva que consta en los tratados.”... “si no hubiera derecho donde no hay ley positiva, sería inútil disertar sobre las facultades de los estados...” No es otro el asiento del informulado derecho de gentes a que se alude en los artículos 102 de la Constitución Nacional y 1° y 21, de la Ley 48, derecho éste de mayor latitud y comprensión que cuanto sea materia positiva de los tratados. Se ha hecho referencia en varias oportunidades al principio básico de que nadie será condenado por actos que en el momento de cometerse no fueran delictivos según el página 81 derecho nacional o internacional. El mismo figura en párrafo 2 del artículo 11 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y en el artículo 15 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Este último artículo reproduce exactamente el párrafo de la Declaración. El principio exige que el delito esté definido y sea conocido como tal. Es cierto que el derecho penal no siempre reglamenta todos los detalles. Al emplear un sistema de definición general se dejan al juez no sólo su interpretación, sino también la forma de aplicación. Tal vez sea difícil resolver la cuestión de determinar el límite en el que el método entra en conflicto con el principio de que los derechos fundamentales sólo pueden ser limitados por la ley. El poder conferido a los jueces no puede ser demasiado amplio y hacer entrar en duda de que este poder excede dichos límites. Los instrumentos internacionales mencionados utilizan la expresión derecho nacional que figura, reitero, en ambos. Se debe interpretar como que se refiere al derecho aplicable al delito conforme a las normas de conflicto de leyes, y por lo tanto no limitado al derecho de un Estado parte. También utilizan la referencia al Derecho Internacional y ésta tiene por objeto garantizar que nadie eludirá el castigo por un delito criminal conforme al Derecho Internacional amparándose en que su acto era legal con arreglo a su propio derecho nacional. Debemos finalmente recordar que se ha dado jerarquía constitucional al tratado sobre imprescriptibilidad de la acción por delitos contra la humanidad en un todo de acuerdo con lo que se expresara. “No se trata propiamente de la vigencia retroactiva” de la citada Convención porque ésta “constituye la culminación de un largo proceso que comenzó en los primeros años de la década de 1960 cuando la prescripción amenazaba con convertirse en fuente de impunidad de los crímenes practicados durante la segunda guerra mundial...” Así señalaron que la Convención de Imprescriptibilidad de Crímenes de Guerra y Lesa Humanidad “sólo afirma la imprescriptibilidad, lo que importa el reconocimiento de una norma ya vigente (“jus cogens”) en función del Derecho Internacional Público de origen consuetudinario. De esta manera, no se fuerza la prohibición de irretroactividad de la ley penal, sino que se reafirma un principio instalado por la costumbre internacional, que ya tenía vigencia al tiempo de comisión de los hechos”. Así lo expresaba la Corte. Grandes son las repercusiones sobre el histórico fallo de la Corte nacional que declaró la inconstitucionalidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final abriendo un abanico de opiniones que en su mayoría favorece la decisión de los ministros que así lo resolvieron. No obstante, cada uno lo hizo por su propio voto en la búsqueda de dejar su sello en tamaña resolución. página 82 Así, el presidente de la Corte, Enrique Petracchi, al citar el caso “Barrios Altos”, precisó que “toda violación de derechos humanos conlleva el deber del Estado de realizar una investigación efectiva para individualizar a las personas responsables de las violaciones y, en su caso, punirlas”. Luego advertimos la consideración de Juan Carlos Maqueda quien citó la Convención contra la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y Lesa Humanidad, y señaló que las normas de ese tratado están “en el punto más alto de la pirámide del derecho”, y de esa forma entendió que la legislación argentina debería someterse al mismo. Por otra parte, el mismo ministro sostuvo que el Congreso estaba legitimado para anular una ley propia porque “estando en juego la eventual responsabilidad del Estado argentino y con el fin último de dar vigencia efectiva a la Constitución Nacional, ha considerado oportuno asumir la responsabilidad institucional de remover los obstáculos para hacer posible la justiciabilidad plena en materia de delitos de lesa humanidad”. A su turno, Eugenio Zaffaroni, también consideró el punto destacado por Maqueda, afirmando que “el Congreso no está habilitado en general para anular leyes”. Sin embargo, advirtió que “no es necesario perderse en las alturas de la supralegalidad cuando el derecho internacional, que forma un plexo único con el derecho nacional” torna “ineficaces” a esas leyes. Mientras que el juez conocido por sus destacados conocimientos en el ámbito del Derecho Internacional -Antonio Boggiano-, se basó sobre la supremacía de los tratados que rigen esta materia, y señaló que “en materia de derechos humanos, la reforma de 1994 ha seguido una orientación internacionalista a fin de alcanzar la mayor uniformidad posible”. Asimismo, destacó “el acelerado despertar de la conciencia jurídica de los Estados de investigar los hechos que generaron las violaciones, identificar a sus responsables, sancionarlos y adoptar las disposiciones de derecho interno que sean necesarias para asegurar el cumplimiento de esta obligación, a fin de evitar la impunidad”. En su voto, Ricardo Lorenzetti, consideró que “las leyes de amnistía tienen un límite moral dado por la imposibilidad de amnistiar delitos de lesa humanidad”. Agregó a ello que “si los delitos atroces quedan impunes, la sociedad no tiene un futuro promisorio porque sus bases morales estarán contaminadas”. Carmen Argibay señaló que “cuando se trata de procesos penales por delitos de lesa humanidad, las personas imputadas no pueden oponerse a la investigación de la verdad y al juzgamiento de los responsables a través de excepciones perentorias”. Por ello expresó “creo que es deber de quienes tienen que decidir descorrer el velo que cubre el pasado y allanar el camino para que irrumpa la verdad que, alguna vez, se pretendió ocultar en las sombras para que cayese en el olvido”. página 83 Por su parte, Elena Highton de Nolasco en referencia a la ley del Congreso que anuló las leyes del perdón, explicó que éste “no se encontraba habilitado para dictar tales normas y, al hacerlo, ha vulnerado no sólo principios constitucionales sino también los tratados internacionales, generando un sistema de impunidad con relación a delitos considerados como crímenes de lesa humanidad del que se deriva la posibilidad cierta y concreta de generar responsabilidad internacional para el Estado argentino”. Además, la ministro entendió que esas normas “son violatorias del principio de igualdad ante la ley, ya que traen aparejado un tratamiento procesal de excepción para los sujetos amparados y, de manera simultánea, privan a las víctimas de los hechos, o a sus deudos, de la posibilidad de acudir a la Justicia para reclamar el enjuiciamiento y punición de los autores de los actos ilícitos que los damnifican”. En tanto, Augusto Belluscio se excusó de entender en la causa, lo cual fue aceptado por el resto de sus colegas. Mientras que Carlos Fayt fue el único ministro que hizo su voto en disidencia, descartó que el Congreso tuviera facultades para anular las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y reiteró la doctrina mayoritaria del tribunal, que ya se había pronunciado en el año 1987 sobre la validez constitucional de las referidas leyes. Igualmente aseveró que “ello no significa en modo alguno justificar la aplastante enormidad del horror, ni dejar impunes los delitos cometidos durante la dictadura militar”. Además, explicó que “de lo que se trata es de defender la Constitución Nacional que fue relegada a una norma de tercer orden por los usurpadores de la soberanía popular”. Y en ese sentido afirmó que “el orden constitucional que tantas penurias costó al pueblo argentino recuperar, no puede ser dejado de lado, más allá de quien se beneficie por la aplicación de las garantías que consagra (...) en virtud de la supremacía que debe reconocerse a los principios del orden público local”. En conclusión, explicó que las vulneraciones a las garantías constitucionales, que fueron moneda corriente durante la dictadura militar, “son inconcebibles en un estado democrático de derecho”. Agregó, también, que “es por ello que pese al indiscutible carácter aberrante de los delitos investigados, sería de un contrasentido inadmisible que por ese motivo se vulnerasen las garantías constitucionales básicas de quien se encuentra sometido a proceso sobre la base del enfoque inevitablemente difuso del derecho penal internacional”. Lo contrario implicaría, para Fayt, “consagrar un derecho penal del enemigo –característico de regímenes autoritarios como el que lamentablemente vivimos y hoy creemos superado- que se caracteriza fundamentalmente por un desprecio por los principios constitucionales asumidos.” En el caso Arancibia Clavel, el Procurador manifiesta que no debe olvidarse que dicha controversia se relaciona directamente con la eventual prescripción de la acción que, como es sabido, al constituir una cuestión de orden público y que se produce de pleno derecho, debe ser declarada de oficio por cualquier tribunal en cualquier estado de la causa y en forma previa a cualquier decisión sobre el fondo (Doctrina de Fallos 186:289; 311:2205; 321:1409; 322:300 y 323:1785, entre muchos otros), y los “crímenes de lesa página 84 humanidad” que definió como “...los asesinatos, exterminación, sometimiento a esclavitud, deportación y otros actos inhumanos cometidos contra cualquier población civil o durante la guerra, o persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos, en ejecución o conexión con cualquier crimen de jurisdicción del Tribunal, sean o no una violación de la legislación interna del país donde hubieran sido perpetrados...”. A su tiempo, la Corte Suprema expresó con claridad que si bien el agravio relativo a la imprescriptibilidad de las conductas imputadas a Arancibia Clavel, por su calidad de crímenes de lesa humanidad, fue introducido por la querella ante la Cámara de Casación y no fue mantenido explícitamente en esta instancia, corresponde que sea tratado por la Corte toda vez que la prescripción de la acción penal constituye una cuestión de orden público y la omisión de su consideración puede comprometer la responsabilidad del Estado argentino frente al orden jurídico interamericano. Asimismo, cabe señalar que como la sentencia impugnada ha tratado este tema que configura una cuestión federal y lo que estaba en discusión era la imprescriptibilidad de una asociación ilícita cuyo objeto era la comisión de tales crímenes, el instrumento normativo que debía regir la interpretación era la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad (conf. ley 24.584 y decreto 579/2003), que adquirió jerarquía constitucional por ley 25.778. Adviértase que si bien el instrumento había sido aprobado por el Congreso, la ratificación se realiza recién en el año 2003, pudiéndose entonces otorgarle jerarquía constitucional de acuerdo con el procedimiento previsto en el artículo 75 inciso 22 de nuestra Ley Fundamental. La Corte abunda y afirma “la desaparición forzada de personas constituye una violación múltiple y continuada de numerosos derechos reconocidos en la Convención y que los estados partes están obligados a respetar y garantizar”, y ello sin perjuicio de la ley positiva del Estado que se trate, pues si bien no existía al tiempo de los hechos “ningún texto convencional en vigencia, aplicable a los Estados Partes en la Convención, que emplee esta calificación, la doctrina y la práctica internacionales han calificado muchas veces las desapariciones como un delito contra la humanidad” (conf. Caso Velásquez Rodríguez, sentencia del 29 de julio de 1988 Serie C N° 4; luego reiterado en el caso Godinez Cruz, sentencia del 20 de enero de 1989, Serie C N° 5; y recientemente en el caso Blake, sentencia del 24 de enero de 1998, Serie C N° 36, de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Asimismo, conf. Preámbulo de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, también de jerarquía constitucional). Desde esta perspectiva podría afirmarse que la ratificación en años recientes de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas por parte de nuestro país sólo ha significado, como ya se adelantara, la reafirmación por vía convencional del carácter de lesa humanidad postulado desde antes para esa práctica estatal, puesto que la evolución del Derecho Internacional a partir de la Segunda Guerra Mundial per- página 85 mite afirmar que para la época de los hechos imputados el derecho internacional de los derechos humanos condenaba ya la desaparición forzada de personas como crimen de lesa humanidad. Esto obedece a “que la expresión desaparición forzada de personas no es más que un “nomen iuris” para la violación sistemática de una multiplicidad de derechos humanos, a cuya protección se había comprometido internacionalmente el Estado argentino desde el comienzo mismo del desarrollo de esos derechos en la comunidad internacional una vez finalizada la guerra (Carta de Naciones Unidas del 26 de junio de 1945, Carta de Organización de los Estados Americanos del 30 de abril de 1948, y la aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1948, y la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre del 2 de mayo de 1948)” (dictamen del señor Procurador General en la causa M.960.XXXVII “Massera, Emilio Eduardo s/ incidente de excarcelación”, sentencia del 15 de abril de 2004). El atravesamiento del Derecho Internacional de los Derechos Humanos en nuestra Constitución ha traído consigo la plena operatividad de la misma en el marco de los principios “pro homine” del ser humano y sus derechos, “pro debilis” del más débil, y “pro actione”, en tanto a cada derecho le corresponde una acción, siguiendo el principio a favor del más desfavorecido que tan brillantemente expresara el jusfilósofo Rawls y que informa a la Constitución reformada y que debe orientar y guiar el accionar de todos los órganos del Estado. Se entendió la necesidad de incluir este punto, atento la reiteración en varios fallos de la calificación delictiva, y por tanto, se entiende que este principio corresponde como categoría del “jus cogens”. En síntesis: la base teórica de los derechos humanos y de sus garantías radica en el equilibrio que se debe alcanzar entre el concepto de dignidad del ser humano, como consideración suprema, y los intereses de la comunidad. De la lectura del artículo 75 inciso 22, concluyo que más allá de las imprecisiones técnicolegislativas, la irrelevancia de algunas consideraciones que fueron señaladas; la misma tiene como fundamental el hecho de recoger la jurisprudencia nacional e internacional que afianza el sistema de garantías y derechos humanos, no dejando dudas de la importancia del “jus cogens” preexistente a 1994 contemplado en la normativa constitucional pero que se enriquece en su interpretación a través del arribo al derecho interno, en forma clara y contundente, de los instrumentos internacionales que lo explicitaban. Pero todo eso no es suficiente para garantizar estos derechos y libertades. Para que las mismas sean eficaces se deben reforzar con la legislación necesaria y con el establecimiento de instituciones apropiadas que cuenten con los medios para hacerlos cumplir. página 86 Las garantías jurídicas y las salvaguardias democráticas son de capital importancia para la protección eficaz de los derechos humanos. Y debemos agregar que no depende solo de las disposiciones legislativas sino también de la voluntad política del Gobierno y del propio pueblo al que se debe fomentar la participación popular en el proceso legislativo del país. Es importante popularizar los derechos humanos, pues el proceso de salvaguardia de los mismos no termina nunca, y para ello es condición necesaria la idoneidad e independencia del poder judicial, pues los tribunales de justicia están situados así entre el individuo y el Estado, protegiendo al primero de toda injerencia en su libertad y dignidad que no esté justificada en derecho. Finalmente tal como lo expresa la Dra. María E. Carrió, a través de la reforma del artículo 75, surgiría una nueva filosofía constitucional, “excede las meras atribuciones del Legislativo para convertirse en el nudo central de los que es techo ideológico y filosófico de la Constitución Nacional...” y finalmente, esa filosofía fue la que selló la legitimidad política de la reforma constitucional y “Permitirá a las generaciones hacer una lectura progresista y libertaria de la nueva Constitución Nacional.” Siguiendo a Luigi Ferrajoli podríamos concluir que existe un completamiento o enriquecimiento del concepto de democracia que avanzó desde lo formal a lo sustancial “en tanto la regla de la mayoría y la del mercado valen solamente dentro de y resulta para el nuevo constitucionalismo necesario que se aseguren las técnicas idóneas para realizar en el máximo grado de efectividad a los derechos constitucionalmente reconocidos. Los límites impuestos por los principios y los derechos fundamentales, los cuales se hallan estipulados en aquellos pactos de convivencia que son las constituciones”. Pues como ya expresamos, y volvemos a reiterar, las garantías jurídicas y las salvaguardias democráticas son de capital importancia para la protección eficaz de los derechos humanos. Sin efectividad serán vueltos a considerar como un catálogo de meras ilusiones. BIBLIOGRAFÍA - COLAUTTI, Carlos, Derecho Constitucional, Buenos Aires, Editorial Universitaria, 1998. - CARRIÓ, M.E., DROMI, R., FRÍAS, P., GIL LAVEDRA, R., QUIROGA LAVIÉ, H., Interpretando la Constitución, Buenos Aires, Ediciones Ciudad Argentina, 1995. - SABSAY, Daniel, ONAINDIA, J. M., La Constitución de los Argentinos. Análisis y Comentario de su texto luego de la reforma de 1994, Buenos Aires, Errepar, 2000. página 87 - PADILLA, Miguel, Derecho Constitucional. 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Arancibia Clavel, Enrique Lautaro s/ homicidio calificado y asociación ilícita y otros --causa n° 259. - FERRAJOLI, Luigi, Conferencia de Investidura “El paradigma de la Democracia Constitucional, Democracia Sustancial y Garantía de los Derechos Fundamentales” del 21 de noviembre de 2005 en la Facultad de Derecho de la Universidad de Lomas de Zamora. página 88 La función del juzgador y su impacto social. por José Nieves Luna Castro Magistrado del Segundo Tribunal Colegiado Penal del Segundo Circuito - Catedrático de la Universidad Panamericana en México D.F. y Guadalajara, en las materias de Delitos Fiscales; Teoría del Delito, Proceso Penal y Amparo Penal, en la Maestría en Derecho Fiscal y la Especialidad en Derecho Penal. Iniciaremos este trabajo haciendo una aclaración a título de advertencia, pues el tema a tratar se refiere a nuestras reflexiones sobre la función del buen juez. Como se comprenderá, no resulta sencillo ni se trata de un aspecto técnico relativo al estudio de una institución jurídica en particular, a su problemática o a su estructura concreta, sino que es un tema complejo, vinculado con aspectos de corte sociológico y filosófico, sumamente interesante y sobre todo polémico. Pretendemos hacerlos reflexionar porque consideramos que la mejor de las opiniones será la de ustedes, quienes se esfuerzan por tratar de comprender la función del juzgador. Por tal motivo, partiendo del reconocimiento de los diversos puntos de vista desde los que se podría abordar el tema y la pluralidad de factores de posible consideración, trataremos de realizar un esbozo de aquellos aspectos que estimamos necesarios para inducir a la reflexión. Estamos convencidos de que podremos lograr más con alguna palabra o incentivo que conduzca al acto reflexivo personal, que con el desarrollo del cúmulo de conocimientos o erudición. Por lo tanto, optaremos por la sencillez y la concreción. Hablar de la función del juzgador y de su impacto social nos lleva a considerar, por un lado, cuál es esa actividad que el juzgador desarrolla; además, se antoja pertinente también cuestionarnos respecto de la persona a quien se otorga la investidura de juez y a la que se le asigna la altísima responsabilidad de ejercer esa actividad jurisdiccional; y, finalmente, cuál es y cómo se produce el impacto social del ejercicio de esa actividad. La función del juzgador, por naturaleza, no puede escindirse del contexto social en que se ejerce. La concepción misma del derecho como normatividad tendiente a lograr la vida en sociedad o convivencia humana y pacífica en comunidad, refuerza esa ideaa. Por tanto, la función jurisdiccional presupone en sí misma la existencia de una sociedad y, por ende, la inexorable necesidad de su control y ordenamiento a fin de procurar la convivencia pacífica por los cauces del derecho. página 89 Esto nos lleva a establecer que el derecho como uno de los productos por excelencia del intelecto humano, ontológica y teleológicamente, es concebible como dirigido a cumplir fines específicos y generales pero inherentes a la existencia y convivencia continua de la sociedad a la que se destina, ya sea como medio de control, de coacción, sanción, orden, reconocimiento, aceptación o ya sea conforme a la “teoría de los sistemas de reglas del derecho”b. En consecuencia, no puede apartarse el tema de la aplicación del derecho respecto de aquel otro relativo a las diversas formas de concebirlo a través de la historia y de la evolución de ideas y conceptos tales como los de poder, autoridad y justicia que han regido e influido en el desarrollo mismo de la humanidad. Para la comprensión de ello se hace indispensable una revisión histórica conforme a la perspectiva de la filosofía del derecho y a la propia evolución de ésta. Así, solo mencionaremos, en relación con el caso mexicano (que tiene mucho en común con Latinoamérica), la evolución de las ideas filosófico-jurídicas que primordialmente se reconocenc. Las culturas precortesianas, la conquista y la colonia sin duda se vinculan con el ideal de un derecho natural teológico. Los reyes conquistadores lo eran por derecho divino. En este contexto, puede hablarse de un iusnaturalismo clásico, primario o elemental, en el que todo aquello que se desconoce, o que aun conociéndose se ignora la forma de explicarlo racionalmente, se atribuye a las fuerzas de la divinidad. La independencia se basaba sobre un derecho natural teológico pues sólo se pretendía la independencia de España o de la corona respectiva; no, la ruptura respecto de las ideas filosóficas de la época. Es decir, que se pretendió y buscó la liberación del yugo ejercido por el control político y material emanado de Europa, mas no respecto de la concepción del mundo a través del derecho natural, basado en el punto de vista teológico y arraigado en el pensamiento predominante. En cambio, el movimiento de la Reforma en México (y sus equivalentes liberalistas) implicó una “mentalidad política moderna”d, pues se inspiró en la otra dirección de la escuela clásica del derecho natural: el Iusnaturalismo racional y positivo, los “derechos del hombre”, la “igualdad” y la “libertad”, propios de un movimiento humanístico. A partir de esta forma de pensamiento, se consideró la permanencia de un estado u orden natural de las cosas, pero ya no basado únicamente sobre la divinidad, sino sobre el hombre mismo como ente naturalmente dotado y digno de reconocimiento. La dictadura de Porfirio Díaz siguió con las ideas de la Reforma. O sea que en México, el Porfiriato no implicó, en realidad, la aplicación de pensamientos filosóficos diversos que página 90 se apartaran de las concepciones dominantes de la época. Finalmente, se dice que la Revolución Mexicana no se inspiró en una teoría o idea filosófica previa, pero a la postre se conjugaron en ella las ideas de los liberales constitucionalistas y las tendencias sociales “modernas”, que han dado lugar a las llamadas “garantías sociales” que la caracterizan. Dado que, en principio, prevalece el mismo marco constitucional (en esencia), resulta lógico considerar el predominio también de esas tendencias de constitucionalismo liberal matizado de concepciones sociales, aun cuando se advierta una marcada evolución que ha dado lugar, incluso, a la polémica sobre si sería necesario o no contar con una nueva Constitucióne. Sin embargo, el maestro Fix Zamudio, atinadamente, refiere que no es vigorosa la tendencia hacia la elaboración de un constitución nueva, pues dice, se cuenta con el convencimiento de que la Constitución Mexicana de 1917, sin abandonar los principios fundamentales del Constituyente de Querétaro (sistema federal, presidencial y democrático, derechos individuales y sociales), paulatinamente ha evolucionado hacia el llamado régimen de Estado Social y Democrático de Derecho. Por esta razón estima que la constitución actual puede considerarse de transición entre las de corte individualista clásico, como la Carta de 1857, y las constituciones de la segunda posguerra, caracterizadas por esa tendencia a implantar el aludido Estado Democrático de Derechof. Por todo ello, podemos afirmar que en países como México y muchos otros de América Latina, hablar de una función jurisdiccional implica reconocer el marco constitucional dentro del que habrá de ejercerse, con rasgos de constitucionalismo liberal (racional, positivista de los derechos del hombre), y de tendencia social, todo ello con miras a un estado de derecho democráticog, que supone la vigencia de la ley por encima de todos, incluyendo a las propias autoridades, cuyos actos deben estar sometidos al régimen de legalidad y sólo pueden emitir y realizar los actos respecto de los cuales estén debidamente facultadas en un sistema de división de poderes y competencias. Luego, al referirnos a un estado de derecho, ello nos conduce a mencionar también los llamados “fines del derecho”, que tradicionalmente en el campo filosófico suelen ubicarse en tres aspectos, a saber: la seguridad jurídica, el bien común y la justiciah. En primer lugar, la seguridad jurídica entendida como conciencia del predominio y respeto de la legalidad y del sometimiento de la autoridad al imperio de la ley; en segundo lugar, el bien común como el beneficio de cada uno mediante el beneficio de todos; y, finalmente, la justicia como la asignación a cada cual de aquello que le corresponde. Este es el tema fundamental al que se quiere llegar: el aspecto de justicia. página 91 La justicia como fin y como búsqueda de un estado de derecho será siempre susceptible de discusión. Constituirá un tema sumamente polémico. Por un lado, Kelsen (creador de la “teoría pura del derecho”)i sostiene que es un concepto puramente subjetivo. Esto es, que la justicia podrá tener el contenido que en cada ocasión, circunstancia o régimen de derecho positivo se le asigne; lo justo o lo injusto dependerá de criterios subjetivos. No habrá parámetros objetivos. Frente a esta posición subjetiva, algunos autores como Giorgio del Vecchio y Jesús Toral Morenoj estiman que la justicia entraña, en si misma, un criterio que deberá considerarse independiente de las opiniones individuales, particularmente cuando tales opiniones derivan de aspectos emocionales, egoístas o puramente utilitarios. Por tanto, estos autores hacen una crítica constante de las posiciones del reconocido pensador austríaco Kelsen. Con tal argumentación se afirma la existencia de una virtud o intuición acerca de lo que puede estimarse justo con independencia de la normatividad. Se cita a Aristóteles en cuanto a la idea del juez ideal, a quien se define como aquél que puede juzgar rectamente por estar liberado de prejuicios y exclusivismos, y en quien no influyen los impulsos puramente subjetivos: una persona que, según Aristóteles, es: “lo justo viviente” o “la justicia encarnada”k. Esto lo invocamos para evidenciar la complejidad del tema, pues estamos seguros de que entre quienes nos encontramos con el ánimo de reflexionar sobre el tema, podríamos tal vez coincidir con algunos de los textos o expresiones con las que se ha tratado de definir la justicia, desde Sócrates, Platón, Aristóteles, Ulpiano, y así hasta nuestros días. Por ejemplo: “Dar a cada quien lo que le corresponde (...)”; “la virtud (...)”; “la habilidad (...); “el arte (...)”; “(...) de dar a cada quien lo que es “suyo”. Empero, el caso es que el concepto seguirá siendo complejo en atención a su propia naturaleza, y es eso lo que intentamos destacar aquí a los efectos de nuestra exposición. Luego, si nos hemos referido a que la función jurisdiccional presupone la noción del derecho; el derecho presupone el aspecto social de aplicación; la aplicación de las normas, la existencia de un juzgador, surge entonces la polémica del contenido de la justicia frente a un deber y facultad de aplicación de la ley. Esto sucede en un contexto social en el que concurren los sujetos dotados de la facultad de decir el derecho y aquellos vinculados a la obligación de su acatamiento. “Dar a cada quien lo que es suyo (...)”. La pregunta que surge es: ¿y qué es “lo suyo”?, ¿qué es lo que corresponde a cada quien?, ¿frente a quién lo va a pedir?, ¿sobre la base de qué derecho lo va a reclamar?. Haciendo un paréntesis, podríamos citar, a título de ejemplo, el caso de los llamados “derechos humanos”, o “del hombre”, que en una acepción un tanto común, simplista o página 92 vulgar, suelen identificarse con las necesidades físicas inherentes a la subsistencia del ser humano, pero que desde una perspectiva técnico-jurídica pueden constituir mucho más que eso, claro está en la medida en que estén debidamente regulados tanto por lo que hace a su misma existencia como respecto a los mecanismos necesarios para hacerlos valer. Pues bien, el juzgador al realizar su actividad jurisdiccional se puede enfrentar a un problema principal como éste: aplicar el derecho y tratar de hacer justicia a la vez. Se ha establecido que la función del juez por naturaleza tiene un “destino social”l. El quebrantamiento de las normas en el ámbito de la sociedad justifica también la presencia del juzgador, de alguien que decida mediante esa aplicación del derecho lo que corresponde a cada quien, es decir, restaurar el derecho violado. Existen infinidad de normas. El derecho es complejo y se pone en práctica todos los días, pero surgen preguntas esenciales: ¿la aplicación del derecho trae en sí misma el ejercicio de la justicia?, ¿el juez que resuelve aplicando una norma es justo?, ¿la sentencia que condena a restaurar, a devolver, a una pena de prisión; la sentencia en cualquier materia, es justa en sí misma?, ¿la cosa juzgada implica el ejercicio de la justicia? Nosotros creemos, como quienes lo han sostenido de esa manera, que no es así; esto es, que la aplicación del derecho en sí mismo implica un servicio, un logro social desde una perspectiva que no es la principal o única, pero una perspectiva al fin. Cuando existe un conflicto y se resuelve con la aplicación del derecho, mediante la emisión de la sentencia definitiva correspondiente, se está logrando en beneficio de la colectividad el abatimiento de un conflicto jurídico. En ese aspecto se cumple una función social. Toda sentencia lo hace desde esa perspectiva que es, en parte, el fin del servicio de administración o impartición de justicia. O sea, se presenta la cosa juzgada que dilucida legalmente un conflicto; pero el que se resuelva el conflicto no necesariamente significa que se hubiera restaurado el derecho violado. Probablemente, la injusticia va a permanecer subyacente en aquel problema, posiblemente la realización de la sentencia cumple con el derecho mas no con la justicia y así cobra mayor importancia la problemática de la función del juez, la existencia misma del juez, pues de lo contrario, si las leyes se aplicaran mecánica, automática o matemáticamente, no tendría ninguna razón de ser la existencia del juzgador como ser humano capaz de juzgar a otro semejante; la tarea se encargaría a mecanismos robóticos. Sin embargo, esa posible máquina sólo aplicaría la ley como un código digitalizado, pero nunca lograría realmente el acto o función del juzgador real, humano y justo, que es lo que se espera de quien juzga a otros hombres que precisamente claman justicia. Esto nos lleva a un terreno muy interesante, sobre todo nos presenta una de las facetas de la verdadera dimensión del problema: la idea del “buen juez”, página 93 Se atribuye a Gumersindo Azcárate (1840-1917)m la frase: “vale más tener leyes malas y jueces buenos que leyes buenas y jueces malos”. Queremos citar esta expresión, que suele invocarse como “paradigma” y que nosotros consideramos muy interesante, pero nos gustaría invitar a reflexionar sobre lo verdadero o no que puede encerrar esta frase o idea. “[...] Jueces buenos que leyes malas”. En principio, parecería implicar el reconocimiento de que hay jueces que pueden no ser buenos y también de que hay leyes que pueden ser malas. Sin embargo, en esa frase se opta por lo que en el léxico común podría llamarse lo “menos malo”, es decir, que tal expresión finalmente estima preferible que los jueces sean buenos aun cuando las leyes no lo sean tanto. Pero volviendo al tema de la justicia se plantea el siguiente problema: ¿qué es un buen juez? Si se presupone que existen “leyes malas”, será entonces “buen juez” aquél que en contra de lo que establece la ley, buena o no, mala o no, resuelve de manera diferente. Quien actúa así, ¿sería un buen juez? ¿Hasta qué punto es preferible realmente que un juez considere que la ley es “mala” y deje de aplicarla? Pero, ¿“mala” desde el punto de vista de quién: de aquél al que la aplicación exacta perjudicaría, o de su contrario? ¿Qué pensaría este último?. Parecería que la función jurisdiccional está destinada también por naturaleza a la crítica, a la controversia y a la eterna incomprensión. Esto, por una sencilla razón, porque el juzgador pretende dirimir un conflicto entre partes o intereses opuestos; por lo tanto, cada parte o interesado tendrá su particular punto de vista. En materia penal, por ejemplo, llama la atención el hecho de que algunos integrantes de la institución ministerial suelen atribuir a lo que consideran fallas judiciales, el carácter de causa de no lograr la pretensión punitiva en muchos de los casos, en tanto que los defensores pueden llegar a estimar una perspectiva ética muy peculiar, como sería la que el defensor, en su calidad de tal, puede ser absolutamente “lo que sea, sin límite alguno”, en aras de lograr el beneficio de la liberación del “cliente”. Esto pone de manifiesto que cada perspectiva podrá ser diferente y que entonces “el buen juez”, conforme a la frase citada al principio de este apartado, sería según la perspectiva de cada interesado y en cada caso particular, lo que implicaría un criterio aleatorio y subjetivo, pues ni siquiera podríamos esperar con seguridad que el mismo juez y en casos análogos, resolviera conforme a la ley existente y debidamente formalizada. Nosotros creemos que en un sistema de procuración e impartición de justicia, en general, todos los posibles sujetos implicados, usuarios y servidores públicos, tienen su respectivo ámbito de responsabilidad. Así, el análisis jurisdiccional y su repercusión social debe de verse con responsabilidad objetiva, pues si bien a los juzgadores no compete impedir la posible existencia de crítica o inconformidad dirigida a su actuación, mediante la libre expresión de ideas, sin embargo, la responsabilidad de los restantes sujetos implicados requiere de un parámetro de objetividad sobre la que se base aquella crítica, que puede página 94 incluso ser controvertida. Ese parámetro no puede ser otro que la objetiva aplicación de la ley y consecuente seguridad jurídica, a fin de no confundir una posible crítica razonada con un desplante producto del subjetivismo, resentimiento e interés egoísta y particular, sobre todo cuando se utilizan medios de comunicación por parte de instituciones que deberían estar comprometidas con un estado de legalidad. Luego, los implicados en un procedimiento jurídico tienen la gran responsabilidad de compartir el ejercicio de los sistemas de justicia en un estado de derecho como el que se pretende, de tal suerte que ello implica la presencia de una cultura de confianza a las instituciones en miras de la seguridad jurídica. Retomamos el tema: ¿Quién es, pues, el buen juez?: ¿aquél que ante la presión ejercida por los medios, ante el comentario o crítica de otros órganos de gobierno resuelve conforme a esos intereses?, o ¿aquel otro que, a pesar de todo, aplica estrictamente la ley con todas sus consecuencias?. En cuanto al aspecto social podemos reconocer que el juez tiene efectivamente un compromiso social, como el de tantos otros profesionales. Incluso, todos los miembros de una sociedad asumen un compromiso por el hecho de pertenecer a ella, en la medida de su función; y si bien, los profesionales del derecho y particularmente el juzgador contraen indudablemente una deuda ante la sociedad, sin embargo ese compromiso no es particular, no es a favor de alguien en concreto, sino a favor de todos mediante la aplicación correcta y honesta de la ley. Constituye una deuda social con la colectividad y con el estado de derecho mismo; por tanto, no sería admisible un juez que con el pretexto del compromiso social se dedicara a absolver a todos los delincuentes, pues entonces se atentaría contra la sociedad (impersonal), que a su vez espera de aquel juez que la ley se cumpla y se impida la impunidad, no, que condene inocentes, sino que aplique la ley en perjuicio de quien legalmente corresponda. Puede presentarse también el supuesto de la contradicción entre una verdad histórica y una verdad formal o legal. ¿Qué deberá hacerse entonces?: ¿dejar a un lado la legalidad por dejarse llevar por aspectos de sentimiento o conciencia?. El juez se enfrenta muchas veces ante el problema dilemático entre aplicar la ley (aun la que él estime injusta) o no aplicarla. Si lo hace, sin perjuicio de denunciar la inconsistencia o anacronismo de la ley, será la única forma de lograr que ésta también afronte un compromiso ante la sociedad. Con ello, obviamente, el legislador muchas veces es responsable de leyes contrarias a la realidad e intereses sociales, situación que lamentablemente parece que se olvida. La creación inoportuna de la ley, la expedición de reformas o estructuras incomprensibles o contradictorias agrava la situación dilemática de la aplicación de la ley, de tal suerte que página 95 esto llega a provocar un estado de inseguridad jurídica. Volviendo pues a la opción entre jueces “buenos” o leyes “malas”, estimamos nosotros que tal disyuntiva conlleva un grave riesgo, ya que implica un desinterés por la ley. Esto sería como renunciar al derecho de la sociedad y a la obligación del legislador de crear realmente leyes adecuadas a los supuestos regulables en beneficio de la propia colectividad y de sus necesidades, en lugar de preferir que un juez haga “malabares” para aplicar lo que según él sea justo en vez de cumplir con la ley. Ésta no podría ser ya una solución adecuada pues produciría, tal vez, un beneficio en particular, de acuerdo con la subjetiva perspectiva de quien se considere favorecido por la “justicia”; pero, en términos objetivos y en perjuicio de la seguridad jurídica entendida como uno de los fines del derecho, se estaría dejando de aplicar la normatividad y eso resultaría sumamente grave. La función judicial puede verse desde dos ángulos: el técnico y el éticon. Se supone que el aspecto técnico de tal función se resuelve por la ley, la doctrina y la jurisprudencia; por ende, su actividad de juzgador podrá evaluarse en función de esa aplicación técnico-jurídica de la ley. En cambio, el aspecto ético de la función judicial implica su actuar como persona honesta, imparcial y desinteresada. Respecto de este aspecto ético es que normalmente la función del juzgador suele tener mayor impacto o repercusión. Ello debido muchas veces a las críticas sin razón o a la práctica de postulantes que en vez de justificar con su trabajo sus honorarios recurren al argumento falso de que requieren comprar la actividad del resolutor. También influye la falta de cultura en la sociedad respecto de la verdadera actuación del juzgador y el valor de la legalidad. Existe, pues, entre todos los sujetos implicados, según hemos dicho, la tarea y responsabilidad de lograr que la sociedad participe de una cultura de justicia y de confianza en la actividad jurisdiccional en estricta aplicación de la legalidad, revaluando el ejercicio profesional y ético de la postulancia. Actualmente, predomina la idea de una futura colegiación obligatoria de abogados, a fin de establecer mecanismos para determinar el actuar ético de los profesionales tanto en el sector público como en el privado. Pero además de lo anteriormente expresado, la actividad del juzgador también puede repercutir negativamente cuando se ve influida, ya sea por la adulación interesada o por el insulto, pues se perderá la objetividad. La base de una resolución objetiva, aunada a los principios de inmediación e imparcialidad, será el análisis riguroso de las constancias. Así el verdadero conocimiento del caso a juzgar constituirá el primer presupuesto de un fallo objetivo y, por otro lado, el requisito indispensable para mantenerse totalmente imparcial. La falibilidad de los jueces es también presupuesto de su condición humana, pero en ello se implican diversos factores que van desde los procesos de selección de los juzgadores hasta página 96 el fortalecimiento de las estructuras indispensables para la conformación de auténticos sistemas funcionales de impartición de justicia, como: sueldos, estructura, independencia. No obstante, según nuestro entender, destacan los dos factores aludidos por el señalamiento del buen juzgador: el conocimiento del asunto y la imparcialidad, lo cual debe conjugarse para lograr una compenetración tal que el fallo implique el verdadero convencimiento de una verdad acreditada, una realidad que no debe verse opacada por la simple utilización de expresiones brillantes. La doctrina no debe nunca prevalecer por encima del contenido real de las constancias; el conocimiento es imprescindible que sea un instrumento para esclarecer el contenido real de los casos y no para ocultarlo. La problemática inherente a la función del juzgador y su impacto social seguirá siendo una cuestión sujeta a polémica y crítica. Lo que sí puede obtenerse es un estado de legalidad y seguridad jurídica basado sobre una cultura social de justicia y confianza en las instituciones encargadas de su aplicación. En conclusión, la disyuntiva entre jueces “buenos” sobre leyes “malas” sólo puede prevalecer ante la ausencia de legislación adecuada y en materias que así lo permitan, como la civil, pero en aquéllas, como la penal por ejemplo, dado el principio de plenitud hermética y exacta aplicación de la ley, el sentido del fallo no puede abandonarse al subjetivismo arbitrario sino a la aplicación de la ley; de ahí que ésta y la actividad de la creación o modificación debe de estar, hoy más que nunca, sujeta al análisis y evaluación constantes, pues la función del juez repercute muchas veces de manera negativa no por defectos en su aplicación, sino de la propia legislación. Así por ejemplo, en México, la reforma penal de 1994 y el posterior reciclaje del concepto “cuerpo del delito” ha incidido en repercusión social que atenta contra la seguridad jurídica desde el momento en que se produce una disparidad de criterios. Luego, si el proceso legislativo no cumple con un mínimo de metodología, oportunidad, congruencia y lenguaje adecuado con la creación de las leyes, la función del juzgador, en cuanto a su aplicación, será en consecuencia de una mayor repercusión social y muchas veces de carácter negativo. En conclusión, creemos nosotros que el buen juzgador no será el que subjetivamente deje de aplicar la ley que estime “mala”, sino aquél que cuente con los atributos necesarios, cumpla con las exigencias de debido conocimiento e imparcialidad, tenga, además, el valor de aplicar la ley con todas sus consecuencias y denuncie, si se presenta el caso (precisamente como ejercicio de su función de aplicación), la inconsistencia de la obra legislativa sujeta a crítica, en el ámbito de sus atribuciones. Será necesario también que sujete siempre sus actos al marco de la legalidad con el responsable ejercicio de su indiscutible función social, no sólo como aplicador mecánico de la ley sino como su principal analista, conocedor y crítico. página 97 1- KRAWIETZ, Werner, El concepto sociológico del derecho y otros ensayos, traducción de Ernesto Garzón Valdés, México, Ed. Fontamara, 1992, p. 11. Este autor hace una interesante aportación a la concepción sociológica del derecho partiendo de las ideas que conforman la teoría de las instituciones y de los sistemas de Schelsky y Luhmann, afirmando el cambio de paradigma respecto de las concepciones jurídicas, a partir de las críticas a las ideas de Kant desde fines del siglo XVIII, provocándose la paulatina disolución del pensamiento tradicional, metafísico-especulativo del derecho natural y racional, así como la obra de Ihering, base del pensamiento jurídico del siglo XIX. 2- KRAWIETZ, Werner, op.cit., p. 12. 3- TERÁN, Juan Manuel, Filosofía del derecho, 8va. edición, México, Ed. Porrúa, 1980, pp. 365-370. 4- TERÁN, Juan Manuel, op. cit. 5- FIX ZAMUDIO, Héctor, El Poder Judicial en México, México, Ed. Fondo de Cultura Económica, pp. 52-52. 6- FIX ZAMUDIO, op.cit., p. 51. 7- SÁNCHEZ CORDERO DE GARCÍA VILLEGAS, Olga María del Carmen, “Perspectivas del sistema de justicia en México”, Conferencia impartida el 14 de abril de 1997, en Monterrey, Nuevo León; “Hacia la integración y unidad del Poder Judicial de la Federación”, México, Consejo de la Judicatura Federal, 1997, p. 9. 8- LE FUR, Louis; DELOS, J.T.; RADBRUCH, Gustav., CARLYLE, A.J., Los Fines del Derecho, traducción Daniel Kuri Breña, 3ª Edición, UNAM, México, 1997. 9- KELSEN, Hans, Contribuciones a la Teoría Pura del Derecho, 3era. ed., México, Ed. BEFDP, Fontamara Distribuciones, 1995. pp.. 7-16. 10- TORAL MORENO, Jesús, Ensayo sobre la Justicia, 2ª Edición, México, Ed. Jus, 1985. 11- TORAL MORENO, Jesús, op. cit. Nota número 16, p. 30. 12- GÓMEZ MOLINA, Alfredo, “El destino social de la función del juez federal”, conferencia en “Hacia la integración y unidad del Poder Judicial de la Federación”, op. cit. pp. 68-74. 13- RENDÓN HUERTA BARRERA, Teresita, Ética del Juzgador, 2da. ed., México, S.C.J.N., 1997, p.23. 14- GÓMEZ MOLINA, Alfredo, op. cit., p 72. página 98 Las cárceles en la sociedad democrática. por Raúl Daniel Calvente- Claudio Jesús Santagati Calvente, Raúl Daniel. Abogado - Juez Correccional en el Departamento Judicial de Lomas de Zamora - Master en Administración, derecho y economía de los Servicios Públicos (Carlos III. España - Paris X. FranciaUniversidad del Salvador. Argentina) - Doctorando en Ciencias Jurídicas USAL (en preparación de tesis). - Docente titular de Derecho Municipal y adjunto de Derecho constitucional en la Facultad de Derecho de la UNLZ - Docente de postgrado USAL. Santagati, Claudio Jesús. Abogado - Especialista en Derechos de Daños (UNLZ) - Master en Administración, derecho y economía de los Servicios Públicos (Carlos III. España- Paris X. Francia- USal. Argentina) - Doctorando en Ciencias Jurídicas USAL (en preparación de tesis) – Profesor asociado en la materia Derechos Humanos en la Facultad de Derecho UNLZ. – Profesor adjunto en la materia Derechos Humanos de la UCA. - Profesor adjunto en la materia Teoría General del Proceso en la Facultad de Derecho UNLZ. - Director del Curso de Capacitación para docentes en Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires - Abogado con ejercicio libre de la profesión (1989-2002). - Secretario de Cámara de la Defensoría General de Lomas de Zamora - Miembro del Instituto de Administración de Justicia y del de Derecho Procesal de la UNLZ. - Miembro de la Comisión para la Reforma Judicial del convenio de la Corte Suprema de Justicia y ARGENJUS. Introducción. El presente trabajo refleja nuestro parecer acerca de la situación actual de las prisiones de la provincia de Buenos Aires, de las características de quienes allí se alojan y nuestra crítica al sistema vigente. Las opiniones vertidas tienen como fundamento nuestra experiencia laboral dentro del Poder Judicial provincial en el ámbito de la judicatura así como en el de la defensa pública. Las prisiones. 1) La cárcel como mecanismo de control social. En nuestros tiempos existe una idea generalizada según la cual es inconcebible hoy una página 99 sociedad sin que el Estado instrumente mecanismos de control social que posibiliten vivir armónicamente y que penalicen las “conductas desviadas”. La búsqueda de un concepto de control social ha sido encarada a través de diversas variantes por los teóricos de este tema, quienes en todos los casos intentaron incluir en aquél los aspectos relevantes que integran este tipo de fenómeno humano, dada la estrecha relación que guarda tal concepto con la noción de delito. En general, las diversas corrientes se han pronunciado a través de dos líneas filosóficas que dividieron el enfoque del análisis explicativo a través de la dicotomía delito - control social, a saber: a) una vertiente clásica, la cual intenta la justificación bajo una idea central de base contractualista y de defensa social frente al sujeto o grupo anormal y peligroso que no comparte los valores socialmente aceptados y b) una vertiente crítica, cuyos expositores niegan la existencia de un contrato social y abandonan el estudio etiológico del delito con el delincuente como objeto, buscando sus causas en el propio sistema socio-político. Dentro de la primera variante podemos resaltar la definición de control social esbozada por Theodorson quien lo ha definido como “cualquier medio social o cultural utilizado para imponer restricciones sistemáticas y relativamente consistentes a la conducta individual, y mediante la cual las personas son motivadas a adherir a las pautas de conductas que son importantes para el funcionamiento pacífico de un grupo o sociedad”1. Por su parte, desde el otro sector, Lola Aniyar de Castro ha definido a tan conflictivo concepto como “el conjunto de sistemas normativos (religión, ética, costumbres, usos, terapéutica y derecho) cuyos portadores, a través de procesos selectivos (estereotipia y criminalización) y mediante estrategias de socialización (primaria y secundaria o substitutiva), establecen una red de contenciones que garantizan la fidelidad (o, en su defecto, el sometimiento) de las masas a los valores del sistema de dominación; lo que, por razones inherentes a los potenciales tipos de conductas discordantes, se hace sobre destinatarios sociales diferencialmente controlados según su pertenencia de clase”2. A su vez, a través de distintos puntos de vista se ha subdividido el control social en: formal e informal. Si bien hay una importante cantidad de variantes sobre el contenido de estas dos categorías, las mismas pueden ser sintetizadas genéricamente concretando al primero como aquel institucionalizado o formalizado en el aparato del Estado y a través del cual éste ejerce su poder; y, al segundo, como aquel concebido en la sociedad, siendo indiferente su mayor o menor grado de formalización. Este trabajo plantea la idea de que el Estado mantiene un amplio margen para el ejercicio de control social, para seleccionar, estigmatizar y marginar constantemente a grandes sectores de la población y para mantenerlos dentro de la red de control. En medio de este página 100 planteo, se pretende arribar al análisis de una de las aristas del problema: la cárcel y la situación social dentro de ella. 2) La evolución planteada por el sistema. Las cárceles nacieron hace unos doscientos años para sustituir a otros castigos más crueles de anterior aplicación y, en este sentido, son una institución típica de nuestros tiempos. En función de una intención de progreso, la sociedad se planteó como meta transformar la cárcel en una institución apta para castigar el delito en forma humanizada, sin destruir a su autor y ayudando a la resocialización del delincuente. Y es a la luz de estas aspiraciones de la modernidad como intentaremos examinar el problema de las prisiones, anteponiéndolas a las exigencias conservadoras de seguridad. 3) La cárcel como “institución social”. Con el término `institución` se hace directa referencia al conjunto normativo que define los modos de acción o de relación social que se consideran apropiados, legítimos o esperados, por lo que las instituciones están dirigidas a pautar o conformar conductas además de establecer relaciones entre las personas. Vigilar tales conductas y castigar sus desviaciones ha sido el espacio en el que Michael Foucault ha exhibido con notable claridad las condiciones políticas, económicas, demográficas y de mentalidad que han hecho posible que la práctica del encarcelamiento haya sido aceptada en determinado período histórico como pieza fundamental del sistema penal. Desde su visión, los sistemas punitivos, y más concretamente la prisión, formaron parte de una verdadera y particular economía política de cuerpos. Para el sistema capitalista industrial, vigente durante la última parte del siglo XVII y primeros años del siglo XVIII, no se convertían en fuerzas útiles más que si eran, a la vez, cuerpos productivos y sometidos. En su trasfondo, el nacimiento de la prisión se justificó por la necesidad de mantener un control estricto sobre gran parte de la sociedad, promovido por la burguesía tanto por el miedo a los movimientos populares imperantes, cuanto a la necesidad de proteger una riqueza que el desarrollo productivo ponía en manos del proletariado bajo las formas de materias primas, maquinarias, instrumentos de trabajo, etc. La burguesía así se reservó la definición de los ilegalismos de derecho - bajo la forma de evasiones fiscales, fraudes, operaciones comerciales irregulares, etc.- persiguiendo y castigando sólo los ilegalismos de bienes - pequeños robos o hurtos, etc. - con penas privativas de la libertad. Precisamente sobre esta premisa, la burguesía no poseía el poder de acabar con todos los ilegalismos imperantes sino sólo controlarlos de manera que cayeran página 101 bajo las redes de su sistema determinados grupos. Así la función manifiesta de la cárcel ha sido la universalización y homogeneización del castigo contra el “monstruo moral” que atenta contra la vigencia del contrato social. El castigo carcelario no era un castigo sin más, sino que su fin era la búsqueda de la reforma y reinserción del delincuente (proletario) para la defensa de la sociedad (bajo dominio burgués). Esta conclusión es, sin embargo, ampliamente discutida entre otros por Alessandro Baratta, quien ha destacado que la cárcel ha resultado esencial para la sociedad para mantener su escala vertical, participando en la producción y mantenimiento de la desigualdad social, de una subordinación a la disciplina y un control total del individuo, agregando que esta relación entre sociedad y detenido es ante todo una relación entre quien excluye (sociedad) y quien es excluido (detenido) y que toda técnica pedagógica de reinserción del detenido choca contra la naturaleza misma de esta relación de exclusión ya que no se puede excluir e incluir al mismo tiempo3, agregando por su parte Foucault, que la cárcel ha cumplido la función de administrar y distribuir ilegalismos4. En la práctica vemos que tal ideal resocializador ha chocado, al poco tiempo de su creación, contra la realidad objetiva de la institución: no hay, como lo afirma Baratta, compatibilidad alguna entre la segregación - que se realiza en condiciones de hacinamiento que lesionan la dignidad del detenido - y la proporción de condiciones para la reinserción a la sociedad, la búsqueda de trabajo, manutención de vínculos familiares, la participación en la comunicación social, etc. A título de ejemplo vale recordar que los calabozos de la provincia de Buenos Aires están en el centro de la escena. No es algo usual. Hay quienes ven mal que se hable tanto de los derechos humanos de quienes delinquieron muchas veces en forma brutal. Pero una recorrida por esos calabozos es más que una polémica sobre leyes y derechos. Es un viaje a la juventud perdida de la Argentina: la mayor parte de los presos que los habitan, además de no tener condena, no tiene más de treinta años. ¿Cómo recuperar a esos jóvenes hoy? ¿Cómo evitar perderlos mañana? Esa es la cuestión. Y no pasa por cárceles, comisarías ni leyes. Pasa por un proyecto que los”incluya”, más allá de los discursos electorales que ya han comenzado a sonar5. Dicho fracaso (percibido, según Foucault, apenas universalizado dicho castigo en el viejo continente) se hizo patente a partir del rotundo fracaso del Estado de bienestar (welfare state), momento en el cual la cárcel de custodia y la de máxima seguridad han pasado a ser las imágenes habituales del espectro con que se representa la privación de la libertad. página 102 Así vemos que habiendo transcurrido poco más de dos siglos desde que la pena privativa de la libertad se ha transformado en una penalidad “per se” y, debido a una multiplicidad de factores, ha ganado consenso en la casi totalidad de los ordenamientos jurídico-penales del mundo, habiéndose legitimado así durante casi dos siglos de fracasos, situaciones que sólo han pretendido justificar el uso de la prisión como instrumento para el logro de la subordinación y control de las capas menos productivas de una sociedad entendida desde una filosofía utilitarista. La experiencia indica que las tendencias del tratamiento penitenciario en su frenética búsqueda por el logro de una vida propia e impuesta hace estéril y hasta utópica la proposición del llamado tratamiento y la consecuente readaptación social del interno, ya que se observa que la cárcel, por el contrario, ha funcionado y funciona como un factor criminógeno de primera calidad. Sin embargo, uno de los más graves problemas que ha generado y lo hace actualmente, gira en torno a los perniciosos efectos indirectos que posee esta forma de castigo institucionalizado sobre el núcleo íntimo de personas que poseen la triste y no menos traumática experiencia de tener a un familiar, hijo, padre, amigo o pareja en prisión, intentando transformarse así en un verdadero órgano de control social informal sobre éstos. Constituye una valiosa opinión, por la luz que aporta al tema, la siguiente reflexión que realizara el profesor Elías Neuman, a partir de la cual cabe reconocer que “para la gran mayoría de los reclusos, la familia: mujer, hijos, madre, como también la novia y amigos, forman parte de un sentimiento profundo y preocupado. Son, por así decirlo, la única antena en tierra que les queda y que se mantiene fiel siguiendo paso a paso el decurso de su privada libertad. Los presos suelen encresparse con sus familiares, pero valoran las luchas tribunalicias que deben efectuar frente a un mundo que desconocen y saben que, no pocas veces, son mas encarnizados y seguidores que sus abogados; las largas esperas para el ingreso al penal, la comida que les llevan, sus expresiones, sus penurias económicas y morales, a las que están obligados, implican una victimización directa a personas inocentes que adjetiva la antinaturalidad de la prisión, pero también, por elevación, indirectamente se victimiza al recluso. Mucho más que cualquiera de los golpes físicos que pudieran recibir en el penal, sufren por la imposibilidad de recibir visitas- o el maltrato constante que se les imprime -, lo que les causa un dolor insoportable...”6. Por tales razones, este ensayo se encuentra dirigido a observar el desarrollo de la actividad carcelaria actual general y su definición como un verdadero medio de control social estatal sobre el grupo de allegados y familiares del prisionero, y causante del dolor que éstos conllevan para no abandonar a aquéllos. 4) La cárcel como agencia de control estatal. página 103 Recorriendo el conjunto de los medios de control social formales o institucionalizados, al quedar su aplicación en manos del Estado, se destaca entre ellos la institución carcelaria como principal protagonista. En este sentido, la prisión es “un mundo”, que con sus propias reglas, impone a las personas un desenvolvimiento propio. Por lo tanto lo que resulta necesario conocer es cómo se desenvuelve la persona en ese mundo carcelario y cómo reacciona ante él ya que este contorno constituye una atmósfera cerrada que penetra todo el espacio físico del centro penitenciario, con muy escasos lugares o territorios de evasión personal, donde el individuo no puede llegar a establecer su propio espacio porque éste es también el espacio de los demás. Se genera así una auténtica promiscuidad temporal y espacial en la cual el recluso percibe que no tiene vías de escape y sólo le cabe adaptarse y plantearse distintas formas de evasión, ya sean éstas psicológicas o físicas. Tampoco puede, una vez ingresado al sistema, elegir sus amistades o compañeros, ya que éstos le vienen impuestos. Está privado de su libertad e intimidad y sometido, además, a un sistema jerarquizado y muy autoritario, paralelo al que marca la propia institución, establecido por los mismos presos. La vida de las personas privadas de libertad está organizada en función de la custodia y retención y, en líneas generales, se ordena también según la estructura física de los edificios y su propia seguridad, ya sean éstos ordinarios, especiales o abiertos. La reacción de la persona privada de libertad está establecida en función de su propia subsistencia ya que para sobrevivir se ve compelido a cumplir con las normas impuestas por el “código carcelario”, a la vez que asume las establecidas legalmente por lo que la persona privada de libertad, lejos de aprovechar su experiencia para reflexionar sobre el delito cometido y para realizar un replanteamiento de su vida, lo que hace, en realidad, es incorporar los valores de esa subcultura en la cual se halla inmerso. 5) Las penas. En cualquier estado de derecho que sea digno de tal denominación, la pena impuesta tras la realización de un juicio llevado a cabo en forma legal, debe ser personal y no trascender. Este principio, si bien podría interpretarse como inserto en nuestra Constitución Nacional a partir de la definición del delito de traición (artículo 119) por el cual se establece que la pena “no pasará de la persona del delincuente, ni la infamia del reo se extenderá a sus parientes de cualquier grado”, tuvo, a partir de la última reforma constituyente, expresa regulación en el Pacto de San José de Costa Rica - artículos. 5 inciso 1º y 3º, 11 inciso 1º y 17 inciso 1º- el cual fuera incorporado como norma complementaria página 104 a nuestra declaración de derechos y garantías constitucionales a través del nuevo artículo 75 inciso 22 de la máxima legal7. Si bien este principio debe resultar un imperativo de los tiempos modernos, todas las penalidades impuestas a una persona - desde la horca, la hoguera, la tortura, las mutilaciones, la multa, el destierro- han tenido históricamente y tienen en nuestros días inevitables efectos indirectos sobre el núcleo de seres queridos del penado. Pese al surgimiento de los Estados Modernos y el discurso humanizador de las penas que desembocara en la necesidad de aplicación de la de encierro como forma racional y funcional de impartir un castigo, el actual funcionamiento del sistema de aplicación a través del Estado, vuelve inevitable el natural efecto negativo de la pena sobre quienes rodean al castigado, al que se ha sumado una propagación incontenible del poder punitivo. Éstos deben soportar, sea a través de la comunicación, conocimiento, efecto estigmatizante, la pérdida de su nivel de ingresos o de la totalidad de aquellos, así como también el injusto y, a veces, violento trato directo que propina el personal penitenciario a sus parientes. Todos ellos son efectos que se transmiten a la familia y a otras personas cercanas, no sólo de aquél que se encuentra condenado sino también de aquél sobre quien sólo pesa una imputación y se encuentra únicamente imputado y preventivamente encarcelado (aunque a la hora de pugnar por el respeto de la dignidad de las personas, poco importa esa división)8. Dichos efectos indirectos, causados por la prisión del ser querido, son verdaderas medidas productoras de daños infringidos por la agencia carcelaria estatal y permitidos, en forma cómplice, por las agencias políticas de poder como parte de un plan general de control social dirigido hacia estratos sociales y grupos marginales considerados peligrosos. 6) La situación actual. Queda, en consecuencia, claro a nuestro entender que la parte más gravosa del sistema es el conjunto de situaciones problemáticas que la actual aplicación de la pena de privación de la libertad causa a los familiares y a otros seres cercanos de cada uno de los hombres y mujeres condenados a vivir en reclusión. Advertimos que estas situaciones problemáticas para con dichas personas, que no son condenados ni sospechados de delito alguno, funcionan sistemáticamente a modo de medida de control social colateral e institucional de las penitenciarías. Entre otras podemos señalar: a) Los efectos estigmatizantes, sociales, laborales, económicos de la pena privativa de la libertad Decía Foucault en su libro Vigilar y castigar que la prisión fabrica indirectamente de- página 105 lincuentes al hacer caer en la miseria a la familia del detenido. En este aspecto, la pena privativa de la libertad padece de las mismas perniciosas características que las penas capitales. Repasando los dichos de Charles Lucas, vale decir que “la misma sentencia que envía a la prisión al jefe de familia, reduce cada día que pasa a la madre a la indigencia, a los hijos al abandono, a la familia entera a la vagancia y a la mendicidad. En este aspecto, es en que el crimen amenaza a perpetuarse”9. No hace falta realizar demasiados estudios empíricos para tomar conocimiento de que, en una gran proporción, la población carcelaria está conformada por hombres jóvenes y de edad media, jefes de familia, en su gran mayoría imputados o condenados por delitos contra la propiedad ajena, cometidos ocasionalmente o en algunos casos como el único modo de vida que el sistema les ha propuesto; ello sin ánimo de justificar de ninguna manera estas conductas por demás repudiables, pero no menos coherentes con el sistema de vida en que vivimos. Esta selección de objetivos humanos para su contralor implica el encierro, en muchos casos, de quienes sostenían al grupo familiar, provocándoles a aquellos que lo integran un doble sufrimiento emergente de sumar lo que les causa el encierro de sus familiares y amistades, seleccionados por las agencias de criminalización secundaria; la producción de un crecimiento de la miserable vida que sobrellevan, al punto de provocarles automáticamente y, como consecuencia inevitable, una infinita cantidad de efectos perniciosos para la función consensual que el sistema trata de transformar en su idea básica, tales como la prostitución de mujeres y jóvenes, una mayor accesibilidad al gran mercado del tráfico de drogas, de armas, de niños, mendicidad, deserción escolar, desnutrición infantil, secuelas psicológicas graves en niños y adolescentes. Estos severos trastornos afectan en forma irreparable al núcleo social básico: la familia. A la larga ese núcleo se transforma en objeto de criminalización indirecta convertido en clientela que retroalimenta el mismo sistema penal (y carcelario, en particular) que la genera. Esto obliga a las autoridades gubernamentales a replantearse la pena privativa de libertad como pena casi unánime propuesta por las agencias de criminalización primaria, no con fines abolicionistas de la pena de prisión, aunque sí cuestionando su modo de ejecución. La finalidad es reducir la problemática planteada a través de políticas de contención asistencial a estas familias amputadas. Paralelamente debe buscarse la aplicación de penas que posean igual contenido de castigo, que en definitiva es lo que se pretende en todas y cada una de las sentencias condenatorias que mandan a una persona al infierno carcelario existente. b) Las requisas. Fuera de el efecto antes señalado y ya adentrándonos tras los muros carcelarios, la forma página 106 en que se realizan las requisas a familiares y amigos de los internos ha de ser uno de los mayores métodos productores de victimización10. La revisión de mujeres es casi ginecológica, ejecutada de forma inhumana y humillante, llegando a tener que soportar penetraciones manuales de tipo anal y vaginal, mujeres de todas las edades (adolescentes y ancianas incluidas, y hasta niños y bebés de todas las edades), sin las debidas medidas de seguridad para la salud de la persona requisada, pese a los cuidados que implica toda posibilidad por mínima que fuera de contagio de SIDA. En toda requisa existe un punto central de atención para los empleados penitenciarios: la revisión de la vestimenta de los familiares, novias y amigos de los presos. Censuran con mucha severidad y poca sutileza determinadas formas de vestir de las visitas (pantalones ajustados, remeras o camisas ceñidas, polleras y vestidos cortos que son prendas prohibidas en las penitenciarías) haciendo pasar a madres, novias y esposas por verdaderas prostitutas y sometiendo a las visitas a deshonrosas situaciones en los puntos de requisa. Eva Giberti relataba con claridad que al momento de la requisa “si vestíamos con pantalones, la orden era: Bájeselos hasta la cadera. Lo que se entendía por cadera dependía de ellas, pero habitualmente significaba descubrir los glúteos. Si la ropa interior era una trusa ceñida (faja) había que bajarla mostrando el pubis [...] Debíamos mostrar el interior del calzado y la planta del pie; a veces quedábamos descalzas sobre baldosas cuya higiene era acorde al resto [...] Tanto el girar para mostrar los glúteos con los pantalones sostenidos en la mitad de las piernas semiflexionadas como el mantenernos paradas sobre un pie, si no queríamos apoyarlo en las baldosas, cuanto el arremangarse el pullóver y sostenerlo bajo la barbilla mientras nos desabrochábamos la blusa, eran formas de vejarnos mas allá del necesario control que debe existir en una prisión11”. El paquete o “bagayo” alimenticio que traen los familiares en sus regulares visitas, y que, muchas veces son costosamente armados y con pocos recursos a fin de compensar con alimentos caseros la mala nutrición de los presos, es otro objetivo principal de las destructivas y humillantes revisiones. Este hecho también implica gran consternación para quien los ha preparado ya que con inocultable suciedad, impunidad y sin el menor de los cuidados, cuchillo en mano, los agentes penitenciarios destruyen paquetes, frascos, bolsas, en busca de drogas o armas. Si bien desde hace años la jurisprudencia penal más importante ha reconocido la aberración que representa la requisa al familiar del recluso12, y son numerosos los informes y las denuncias sobre tan grave problema, el gobierno no ha implementado en sus secretarías respectivas políticas serias y efectivas de superación de esta crisis actual a pesar de haber incorporado a su ordenamiento jurídico el Pacto Internacional de Derechos Civiles y página 107 Políticos (artículos 17 y 23), la Convención Americana de Derechos Humanos (artículos. 1, 2, 5 incisos 1º, 2º y 3º) y la Convención sobre los Derechos del Niño (artículo 16)13. Entendemos que urge efectuar un cambio en este punto. c) Situación sanitaria. El SIDA y otras enfermedades terminales constituyen un serio problema en prisión por el peligro de contagio, sumado a la escasa asistencia médica y a los perjuicios que resultan del encierro y de la lejanía de los seres queridos. Ha quedado expuesta esta contribución de la cárcel al empeoramiento del estado de salud de los enfermos de SIDA a pesar de la propia previsión del Reglamento Penitenciario y las expresas instrucciones emitidas por las autoridades máximas del Ministerio Público de la Nación, sobre la necesidad de la excarcelación para presos que padecen enfermedad incurable. Sin embargo, se excarcela a los enfermos de SIDA sólo en fase terminal, tal vez semanas o días antes de morirse, para evitar que mueran en prisión, es decir, para quitarse el muerto de encima. La administración argumenta que no son excarcelados debido a la posibilidad de que reincidan en el delito tras la mejoría en su estado de salud que normalmente supone la salida de prisión. Pero, sin embargo, sabe perfectamente que si se impulsan servicios socio-sanitarios de apoyo a la salida en aquellos casos en los que existe riesgo de reincidencia se puede evitar ésta. Además de los factores mencionados, el hacinamiento, la abstención de prácticas sexuales, el tráfico interno de drogas, los vejámenes sexuales, la miseria, el hambre, las enfermedades y, por sobre todas las cosas, la marcada selección de sujetos “marginales” de la sociedad hacen que las cárceles se vean altamente pobladas por personas que padecen el virus del SIDA. Sin embargo somos testigos directos - por nuestras respectivas funciones dentro del aparato jurisdiccional - de los oídos sordos de las autoridades ante las muertes en condiciones lamentables de muchas personas cuya condena inicial no era la pena de muerte, pero para quienes la privación temporal de libertad se convierte en una pena corporal, en una agonía permanente que finalmente adelanta o provoca su muerte. Pero más aún, al peligro de que los internos sanos contraigan el virus del SIDA, se agrega un condimento concreto, el que está representado por la posibilidad cierta y probable de que los portadores asintomáticos del virus (incluso aquellos no individualizados) en las página 108 actuales condiciones de una unidad carcelaria tipo, contraigan alguna enfermedad que agrave sus condiciones de encierro, temporal o indefinidamente, o tal vez los lleve a la muerte. Creemos que la actual realidad del instituto penitenciario impone pugnar por el inmediato cumplimiento de los compromisos internacionales en materia de derechos humanos y disponer la pronta excarcelación de las personas con SIDA u otras enfermedades terminales recluidas en las prisiones, sin perjuicio de que sobre las mismas se determinen otras medidas cautelares cuando ello fuere necesario y que deban formularse programas socio-sanitarios de apoyo a la salida para estas personas (pisos de acogida, programas de seguimiento y apoyo psicosocial, programas de información y capacitación dirigida a sus familiares para el cuidado de estos enfermos). d) Las relaciones sexuales y las prácticas humillantes. La integridad sexual de un ser humano representa uno de los derechos más importantes, y su privación, una arbitraria violación contraria a toda opinión jurídica y científica. Puede descubrirse que debajo del discurso carcelario, pretendidamente moralizador, fundado en la idea de absoluta seguridad, se encuentran dentro de las prisiones la totalidad de los actos estatales dirigidos a deteriorar al recluso para controlarlo. Existe un terreno de análisis con un objeto específico poco defendido: el núcleo humano y querido del recluso como objeto de deterioro oculto. Si las parejas legalmente constituidas tienen dificultades para mantener contacto sexual con sus parejas “enjauladas”, qué debe decirse de aquellos que por ser meramente concubinos, novios, amantes o simplemente parejas, se ven arbitrariamente inhibidos de ese tipo de contacto. Paralelamente a ello, y cuando la relación sexual es posible, se plantea otra problemática situación: las prácticas de sexo dentro de las penitenciarias, situación humillante e inadmisible para cualquier ser humano. Indudablemente, todas estas circunstancias permiten concluir que lo único que estos encuentros sexuales dejan es la amarga sensación de haberse desposeído del derecho a la dignidad a cambio de mantener relaciones sexuales forzadas y lesivas, más deteriorantes que placenteras. Las soluciones de distinta escala y variada restricción del derecho a la dignidad que se han propuesto en torno a este tema consisten en estructurar lugares dignos para posibilitar los encuentros íntimos y periódicos de los seres en prisión con sus parejas; sumado a ello, un régimen de concesión de amplias visitas íntimas por términos de setenta y dos a noventa y seis horas semanales o mensuales (tal como se realiza en prisiones abiertas de esta parte página 109 del mundo), o tal vez, el otorgamiento de salidas transitorias periódicas. En definitiva y, preservando sobre todas las cosas la libertad sexual de quien es pareja de un encarcelado, debería cambiarse la mentalidad actual sobre las relaciones sexuales en el ámbito penitenciario. Las mismas no deberían ser un beneficio disfrazado de premio al buen preso, sino revertir la regla, y sólo cercenar la libertad sexual excepcionalmente, cuando la mala conducta del encerrado hagan necesaria y racional la imposición de una sanción de este tipo. Por el contrario, sería necesario reformular el sistema, crear ámbitos apropiados y establecer un régimen de visitas íntimas más amplio para los internos, exigiéndose sólo la simple petición, sin mayor recaudo que ello, sin importar la existencia de un vínculo legal o no del recluso y su pareja. e) Nacimientos en prisión. Una particular forma de victimización de inocentes dentro de una prisión es exhibida por la realidad de que cientos de niños y bebés que nacen o entran en una prisión con su madre permanecen durante su tiempo de reclusión. En referencia a los nacimientos que se producen dentro de la prisión, o en salas de emergencias, anexas al perímetro de la prisión, vale mencionar que no son novedad en los estudios que ha realizado la psicología al respecto las múltiples secuelas que un parto traumático como el que puede resultar de haber nacido en dichas circunstancias, puede aparejar. Por un lado, hay quienes han señalado que es pernicioso que se obligue a un niño a permanecer en prisión junto a su madre, quien debe convivir con otras mujeres encerradas allí por faltas muchas veces de gravedad manifiesta. De esta convivencia se teme el surgimiento de efectos que deterioren la personalidad del niño nacido en cautiverio. Por el contrario, otra postura sostiene la tesis basada sobre la insustitución del cuidado de la madre, y con ello, la creencia absoluta de que para el bebé o para el niño de un puñado de años, el papel de su madre ha de ser esencial, más allá del lugar donde se halle, negando cualquier tipo de deterioro en ese sentido. Nuestro sistema legal, en el artículo 195 de la ley 24.660, autoriza la permanencia junto a su madre de los niños menores de cuatro años, quienes a partir de dicha edad deben ser separados del vínculo materno. En Europa, las soluciones han sido variadas: hay países en los que los niños nunca entran en las prisiones, y en otros están desde que nacen hasta los doce meses, o hasta los dieciocho meses. página 110 Fiel al modo en que se ejecutan las penas de encierro hoy, cumplido el término de ley, la separación del niño del lado de su madre se convierte en un momento traumático al cual ambos se ven sometidos. El juez de menores, una vez retirado el niño de la prisión, debe decidir su entrega a su padre (si es conocido, si está libre y si acepta ello), o a otros familiares, o bien, a su guarda o tutela, a otras personas o a un orfanato. Consideramos que los niños no pueden estar dentro de las cárceles tradicionales porque no han cometido delito alguno, sólo el de nacer. Más allá de las buenas intenciones del legislador, no nos equivocaríamos argumentando que esta situación ocasiona efectos nocivos sobre los menores. A pesar de ello, las soluciones deben ser casuísticas, al punto de permitir la estancia del niño en la prisión sólo cuando profesionales afirmen la imposibilidad de que otros familiares pudieran brindarle cuidados fuera de la prisión o circunstancias especiales obliguen a dicha decisión. f) El desarraigo. En numerosas oportunidades por diferentes circunstancias, los reclusos son remitidos a cárceles de distinta jurisdicción respecto del lugar de comisión del delito y/o de su propio domicilio, separándolos así, en una importante distancia de sus seres queridos quienes habitualmente representan su exclusivo contacto con el mundo exterior. El traslado generalizado que se hiciera, sin tomar en consideración los domicilios de los reclusos, anteriores a sus encarcelamientos, sin lugar a dudas, ha conformado un acto irracional estatal más, cuyas consecuencias han sido desatendidas en forma irresponsable por las autoridades respectivas, menospreciando en forma intencional las gravísimas consecuencias que ocasionarán al entorno afectivo del interno. g) El sufrimiento familiar por el riesgo permanente. A quienes elevan sus voces proclamando cárcel para cualquier clase de infracción al Código Penal sin pensar en los verdaderos efectos de ello, debe llamárseles la atención acerca de que la prisión actual es un lugar en donde perder la vida resulta casi una consecuencia lógica, transformándose la supervivencia de los encerrados allí en un desafío diario que presos y familiares deben enfrentar. Tres presos mueren semanalmente por causas violentas en las cárceles de la provincia de Buenos Aires, cifra que triplica la registrada durante el año 2004, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria, resaltándose que ”estas cifras no incluyen las página 111 muertes naturales ni las muertes por sida”14 y se estima en una de cada cuatro las posibilidades de morir en prisión, acrecentándose gradualmente el porcentaje cuanto más primaria es la experiencia carcelaria del sujeto y menor poder adquisitivo posea su grupo familiar”. Sin lugar a dudas, la violencia entre los reclusos, generada muchas veces por los mismos agentes y funcionarios penitenciarios contra sus custodiados, imprime día tras día en los familiares de los apresados angustias constantes e inagotables al considerar que cada visita realizada puede llegar a ser la última. Las posibilidades de muerte se potencian notablemente cuando los encarcelados son perseguidos, condenados o tan sólo acusados por delitos contra la integridad sexual de terceros - violaciones, abusos, raptos- o cuando han sido informantes de la policía o han vestido uniforme, ya que ambos grupos son apartados mas luego, vengados. También la variable “riesgo - muerte en prisión” crece considerablemente cuando las noticias muestran con espectacular dramatismo la formación de motines, batucadas, o protestas en general, con la consiguiente potenciación del sufrimiento y el temor para familiares y amigos. h.- La subcultura carcelaria. Dentro de la teoría de las subculturas criminales, la noción central es, obviamente, el concepto de subcultura y su relación con la cultura dominante utilizada en el ámbito penitenciario; esto permitió el desarrollo de los conceptos subcultura carcelaria, afirmando que la convivencia carcelaria produce como efecto un verdadero proceso de socialización negativa, lo que deviene en profundos cambios de su noción cultural y la posibilidad de provocar rápidamente una recaída en el delito con el natural agravamiento de las condiciones de quienes lo rodean. Véase entonces que el ideal resocializador que ha constituido el discurso fundamentador carcelario por décadas, se nos presenta como un verdadero engaño, ya que, en realidad, no sólo quien ha delinquido difícilmente sea producto de su desocialización, sino que, verdaderamente se sufre en prisión un proceso de desocialización mucho mayor, a corto plazo, que en todo período anterior. Por lo tanto, esa tarea de reinserción social de quien la cárcel se ha encargado efectivamente de deteriorar se traslada y se carga temporalmente sobre los hombros del grupo familiar o amistades del sujeto. i) La burocracia jurisdiccional. página 112 El nuevo sistema de ejecución penal vigente en la provincia de Buenos Aires desde 1998 implementó la figura del juez de ejecución penal, aunque luego las deficiencias presupuestarias impidieron la efectiva puesta en funcionamiento de los organismos respectivos hasta el año 2004. Las funciones a cargo de este organismo consistentes en controlar los plazos y condiciones de una pena privativa de libertad o de una prisión preventiva quedaron a cargo de los mismos jueces que impusieron la sanción de la que deben asumir el control, control de las innumerables penas privativas de la libertad que se disponen casi diariamente con despachos atiborrados de expedientes, haciendo lo posible para no demorar libertades y beneficios en forma cotidiana. Así observamos otra de las penurias que deben sufrir los familiares de los detenidos: realizar filas y esperas por horas para poder ser atendidos por personal que está sobrecargado de tareas, y recibir finalmente respuestas sin soluciones, lo cual los obliga a renovar diariamente su espíritu de lucha y volver a insistir ilimitadamente. El sistema está agotado, y viene dando muestras diariamente de sus perniciosos efectos y, en tal sentido, se impone un cambio que debe comenzar por la implementación e inmediato aumento del número de los Juzgado de Ejecución Penal, llevándolo a un número equiparable mínimamente al de los tribunales de enjuiciamiento de su jurisdicción. Epílogo. Indudablemente, el imperativo constitucional establecido hace casi dos siglos impone la inmediata búsqueda de un cambio, proceso que requiere un verdadero sinceramiento y una profunda reflexión acerca de los alcances del encarcelamiento como forma de penalización social. Este poder de selección y punición necesita un complemento que viene dado con el posterior control de la forma de actuación de las agencias policiales jurisdiccionales. También ejercen una poderosa forma de control a través de la agencia de aplicación del castigo. Paralelamente a esta realidad y como plataforma filosófica utilitaria se ha difundido un discurso jurídico estatal carcelario que enmarca el funcionamiento de dicha agencia del sistema penal al que se ha intentado legitimar sobre textos legales y doctrina especializada. No pretende reflejar lo que sucede sino formar una suerte de deber ser del sistema, siempre alejado del verdadero ser. Puede entenderse que la finalidad discursiva resocializadora penitenciaria tiene como una de sus principales aspiraciones la atenuación de la privación de la libertad, lo que se traduce en sentido positivo en la potenciación de los contactos exteriores aunque, en verdad, página 113 sucede lo contrario: la reducción real de los contactos externos incrementa gravemente los efectos desocializadores. La realidad que refleja este estudio confirma que el discurso jurídico con el que se ha rodeado el ideal carcelario es absolutamente falso y sus efectos reales son exactamente contrarios. Este hecho se manifiesta en las huellas que deja la prisión en quien ha descendido a la misma. Los evidentes efectos que le producen al núcleo familiar que lo rodea obliga a los operadores del sistema a la búsqueda de soluciones urgentes para limitar en alguna medida la irracionalidad del sistema como punto de partida inmediato de una solución de fondo y a largo plazo que se impone. Lo social se explica por lo social y tal como lo sostiene Wacquant, actualizando el viejo postulado de Durkheim, el delito así como la miseria y la inseguridad obedecen a factores que una política social coherente y responsable debe necesariamente considerar15. Resulta concluyente así la opinión de los expertos respecto de que la pena privativa de libertad está hoy en crisis en el mundo entero y el fracaso de la prisión para su fin primario, que es el rehabilitador, se ha vuelto evidente: en la práctica, y salvo excepciones, sólo cumple la finalidad de separar de la sociedad por un período de tiempo a ciertos individuos que, por su conducta, son considerados socialmente peligrosos. Cabe aclarar, sin embargo, que para una mentalidad auténticamente democrática, esta peligrosidad, por sí sola, no justifica ni la existencia de la institución ni la privación de libertad a la persona, y mucho menos cuando, además de no cumplir el otro fin primario de rehabilitar, lo daña claramente. De hecho, la cárcel resulta ser, como hemos visto, una institución para marginados, marginada y marginadora: la estancia en ella no sólo no rehabilita sino que comporta el riesgo evidente y real de desocializar a la persona, porque facilita y acentúa las tendencias antisociales. Por ello es necesario ir buscando fórmulas alternativas que, al mismo tiempo que garanticen la seguridad ciudadana, aseguren y permitan la rehabilitación del delincuente. Hasta que ello ocurra, la institución penitenciaria debe ser mirada a lo sumo como un mal necesario, aplicándose soluciones intermedias que compatibilicen la existencia de la cárcel con el menor daño posible al privado de libertad en su reingreso a la sociedad. Éste parece ser el camino adoptado por las autoridades provinciales, que oportunamante se anunciara, tendiente a descomprimir la sobrepoblación carcelaria y reducir el “encarcelamiento innecesario”, considerando que, actualmente, el setenta y cinco por ciento de los treinta mil detenidos provinciales está procesado sin condena: página 114 • Ampliar el sistema de monitoreo con tobilleras electrónicas para presos de baja peligrosidad. Hay ciento cuarenta y quieren llevarlos a seiscientos cincuenta. • Aumentar el número de condenados con prisión atenuada (libertad condicional o asistida, pena domiciliaria, prisión discontinua, prisión diurna o nocturna)16. • Fortalecer el Patronato de Liberados con mayor presupuesto y personal. Sin duda, en el marco del sostenimiento de un núcleo de autoridades penitenciarias como las actuales, la ausencia de una política criminal seria y organizada, y de un compromiso político específico (pues este tema no trae votos), el silencio forzado a que se ven constreñidos familiares y amigos de reclusos (con serio temor de represalia en contra de su amigo o pareja), el uso desmedido de los medios de comunicación masivos para alentar la conveniencia y necesidad de cárceles como las que tenemos, la burocratización de la justicia controladora de estos temas y las carencias estructurales y económicas para iniciar cambios de fondo, radicales de la conformación de nuestro sistema carcelario debe entenderse como la utopía de estos tiempos, utopía que sí vale la pena sostener. 1- THEODORSON, G.A. y THEODORSON, A.G., Diccionario de Sociología, Buenos Aires, Paidós, 1978. Cita extraída del artículo “Una mirada alternativa al concepto de control socio- penal” de Silvia Ramírez, publicado en la obra Opúsculos de derecho penal y criminología, Córdoba, Edit. M. Lerner ,1985. 2- ANIYAR DE CASTRO, Lola “Conocimiento y orden social: criminología como legitimación y criminología de la liberación”, trabajo publicado en “Capítulo Criminológico” nro. 9/10, cita extraída de “Una mirada alternativa al concepto de control socio- penal” de Silvia Ramírez, publicado en la obra Opúsculos de derecho penal y criminología, Córdoba, Editorial M. Lerner, 1985. 3- BARATTA, A., Criminología crítica y crítica del derecho penal. Introducción a la sociología jurídico penal, Traducción al idioma español realizada por A. Bunster, Méjico, Edit. Siglo XXI, 1993. 4- FOUCAULT, M., Vigilar y castigar - Nacimiento de la prisión, Argentina, Siglo Veintiuno Editores - 17º edición, 1989. 5- Diario “Clarín” del 9/5/2005, datos recuperados de www.clarin.com.ar el 14/5/2005. 6- NEUMAN, Elías, Victimología y control social, Buenos Aires, Editorial Universidad, 1984, pp..267/8. 7- Artículo 5 de la C.A.D.H., inciso 1º: “Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral”; inciso 3º: “La pena no puede trascender de la persona del delincuente”; artículo 11 inciso 1º “Toda persona tiene derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad”.; artículo 17 inciso 1º “La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y debe ser protegida por la sociedad y el estado”. También se vulnera lo estatuido en el artículo 37 de la Convención sobre Reglas Mínimas para el tratamiento de reclusos de las Naciones Unidas, que dispone: “El estado tiene la obligación de facilitar y reglamentar el contacto entre los reclusos y sus familias y de respetar los derechos fundamentales de todas las personas contra las interferencias abusivas y arbitrarias por parte del Estado y sus funcionarios públicos”. 8- ZAFFARONI, Eugenio.R.; ALAGIA, A.; SLOKAR, A, Derecho Penal - Parte General, Buenos Aires, Editorial EDIAR, 2000, p. 124. 9- LUCAS, Charles, De la reforme des prisions, T. II, París, Legrand et Bergamioux,1838, p. 64, citado por FOUCAULT, Michael en su obra Vigilar y castigar, Argentina, Siglo Veintiuno Editores, 17º edición, 1989, p. 273. 10- Sobre el punto vale resaltar que la ley 24.660, violando el principio de personalidad de la pena, regla- página 115 menta las conductas de los visitantes disponiendo en sus arts. 162 y 163, la prohibición de determinados elementos que reglamente el director y castigando con la suspensión de las visitas la violación de esas reglas. A su vez regula expresamente la necesidad de registro de cada uno de los visitantes, y el modo de realizarlo. En el art. 6º del decreto reglamentario 1136/97 se reproduce el texto de estos artículos, para luego reglar los derechos y deberes de los visitantes respecto de sobre quiénes el director del establecimiento puede ejercer un verdadero poder disciplinario (puede disponer sanciones de advertencia, suspensiones temporales o definitivas - arts. 23 a 27). 11- GIBERTI, Eva, Mujeres carceleras. Un grupo en la frontera del poder, Buenos Aires, Edit. APDH, 1989, pp. 16 y 17. 12- La Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal en el mes de abril de 1989 reconocía la invasión al derecho de intimidad de los familiares requisados. 13- Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos: art. 17: “Nadie será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni ataques ilegales contra su honra o su reputación”. y art. 23 inc. 1º: “La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”. Art. 5 de la C.A.D.H., inc. 1º: “Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral”; inc. 3º: “La pena no puede trascender de la persona del delincuente”; art. 11 inc. 1º “Toda persona tiene derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad”. y art. 17 inc. 1º el que transcribe el texto del art. 23 inc. 1º del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. 14- Diario “Clarín” del 10/3/2005, datos obtenidos de www.clarin.com.ar el 14/5/2005. 15- WACQUANT, LoÏc, Las cárceles de la miseria, Buenos Aires, Ed.Manantial, 2000. 16- Diario “Clarín”, datos recuperados de www.clarin.com.ar el 15/5/2005. página 116 “Cramdown”. Aplicación y propuestas de reforma legislativa. por Romina Andrea Taraborrelli Abogada – Auxiliar letrada adscripta del Juzgado Civil y Comercial N° 7 de Morón – Doctorando en Ciencias Jurídicas en la Universidad Catolica de Buenos Aires – Profesora JTP de la UNLZ en materia Derecho Civil II – Colaboradora Jurídica del Dr. Carlos A. Ghersi en la revista que dirige Nova Tesis. 1- Breve introducción. 1.1-Terminología y orígenes. El verbo“cram” significa “forzar” y se usa en el idioma inglés con preposiciones modificativas: “into” (dentro) o “down” (abajo). El significado literal de “cram down”, en consecuencia, sería forzar hacia abajo. Su escritura correcta en el idioma inglés es “cram down”. En nuestro uso, a partir de la nota de elevación del proyecto del Poder Ejecutivo Nacional al Congreso fue denominado “cramdown”. No existe en nuestra lengua una palabra que signifique el complejo y novedoso procedimiento legal que se traduce en la transferencia forzosa de la empresa insolvente1. 1.2- Fundamentos y antecedentes del instituto. La Ley de concursos y quiebras con la incorporación del artículo 48 quiso reconocer como “ratio” general y genérica el reforzamiento a la tutela al crédito, viendo a éste como el motor del mercado. Para ser eficiente instrumento, el concurso preventivo debe provocar la disminución del riesgo involucrado en la actividad económica, ya que la insolvencia es un problema del mercado en su conjunto y él debe remediarlo. La tutela no será exclusivamente jurisdiccional sino social, ya que los acreedores auditan, vigilan y controlan el proceso de reestructuración y además tienen la oportunidad de participar del rescate de la empresa como interesados económicos2. página 117 1.3- El salvataje por terceros en la ley concursal. Este instituto constituye la principal reforma de la ley de concursos y quiebras. La ley 24.522 incorporó el “cramdown” en su articulado 48, que establecía lo siguiente: “Supuestos especiales: En el caso de sociedades de responsabilidad limitada, sociedades por acciones, sociedades cooperativas y aquellas sociedades en que el Estado nacional, provincial o municipal sea parte, con exclusión de las personas reguladas por las leyes 20.091, 20.321, 24.241 y las excluidas por leyes especiales, vencido el período de exclusividad sin que el deudor hubiera obtenido las conformidades previstas para el acuerdo preventivo, no se declarará la quiebra, sino que: 1) Dentro de las cuarenta y ocho horas el juez dispondrá por el plazo de cinco días la apertura de un registro en el expediente para que los acreedores y terceros interesados en la adquisición de la empresa en marcha, a través de la adquisición de las cuotas o acciones representativas del capital social de la concursada, se inscriban a efectos de formular ofertas. En dicha resolución, tomando en cuenta el informe general del síndico y las observaciones que hubiere merecido, fijará el valor patrimonial de la empresa, según los registros contables. Asimismo, designará a la institución o experto que procederá al cálculo del valor presente de los créditos a los efectos del inc. 4 y fijará la fecha de la audiencia informativa para que se lleve a cabo con cinco días de anticipación al vencimiento del plazo previsto en el inc. 3. 2) Si transcurrido el plazo previsto en el inciso anterior, no hubiera ningún inscripto, el juez declarará la quiebra. 3) Si dentro del plazo previsto en el inc. 1 se inscribieran interesados, éstos quedarán habilitados por el plazo de diez días, contados a partir del vencimiento del plazo de inscripción, para presentar en el expediente propuestas de acuerdo a los acreedores, manteniendo las categorías predeterminadas, o modificándolas. Dichas propuestas podrán ser modificadas sólo en dos oportunidades; a los diez y a los veinte días de su presentación. Vencido dicho plazo, quedará firme la última propuesta presentada por cada inscripto, quien no podrá ya alterarlas. Dentro de los siguientes veinte días contados a partir de que queden firmes las propuestas, los interesados deberán obtener la conformidad de los acreedores verificados con los porcentajes de acreedores y de capital previstos en el art. 45 párrafo primero. Con cinco días de anticipación al vencimiento del plazo, se celebrará una aupágina 118 diencia informativa con la presencia del juez, el secretario, el deudor y los acreedores y terceros inscriptos en el registro previsto en el inc. 1, el comité provisorio de acreedores, y los acreedores que deseen concurrir. En dicha audiencia, los registrados informarán la marcha de las negociaciones y los asistentes podrán formular preguntas y solicitar información. Si con anterioridad al día de la audiencia alguno de los inscritos hubiere obtenido las conformidades previstas en el inc. 4 y lo hubiera hecho saber al juzgado, la audiencia no se llevará a cabo. 4) El primero de los registrados que obteniendo las conformidades previstas en el inciso anterior, documentadas en forma escrita, con firmas certificadas por escribano público, autoridad judicial o administrativa –en el caso de entes nacionales, provinciales o municipales-, lo comunicara al juzgado con acompañamiento del texto de las propuestas, adquiere el derecho, en caso que el acuerdo fuere homologado, a que le sea transferida la totalidad de la participación que los socios o accionistas poseen en la sociedad deudora, por un valor que no puede ser inferior al fijado por el juez en la resolución prevista por el inc.1, reducido en la misma proporción en que lo fuere el pasivo verificado y declarado admisible tomado a valor presente de los créditos, se tomará en consideración la tasa de interés contractual de los créditos, la tasa de interés vigente en el mercado argentino e internacional, y la posición relativa de riesgo de la empresa concursada, teniendo en cuenta su situación específica. Al monto de los pasivos computables se le adicionará un monto adicional del dos y medio por ciento como estimación para los gastos y costas del concurso, a los efectos del cálculo. El cálculo del valor presente de los créditos será determinado, en relación con la propuesta, por la institución o experto designado por el juez. Esta estimación será irrevisable a los efectos de dicho cálculo, independientemente de la regulación de los honorarios que oportunamente se practique. Para el caso en que la propuesta de adquisición de la participación societaria fuera inferior al valor determinado por el juez, reducido en la forma indicada, y con la previsión de gastos y costas adicionadas al pasivo, se requerirá acreditar junto con las conformidades de los acreedores, la conformidad de socios o accionistas que representen la mayoría absoluta de socios o accionistas y las dos terceras partes del capital social de la sociedad deudora. Para el procedimiento descripto los acreedores verificados y declarados admisibles podrán otorgar conformidad a más de una propuesta. Juntamente con las conformidades el acreedor o tercero deberá depositar en el banco de depósitos judiciales, a la orden del juzgado un importe equivalente al veinticinco por ciento del valor de la oferta con carácter de garantía de propuesta. página 119 5) Vencido el plazo previsto en el inc. 3, sin que alguno de los interesados haya podido obtener las conformidades correspondientes y hubiere efectuado el depósito previsto en el inc. anterior el juez declarará la quiebra3”. La vigencia de esta ley se extendió desde el 17 de agosto del año 1995 hasta febrero del año 2002 fecha en la cual comenzó a regir la ley 25.363, “ley de emergencia social y productiva”, que en su artículo 23 se atrevió, y con atino, a derogar el innovador artículo 48 de la ley 24.522. La eliminación de la figura del “cramdown” de la ley de concursos y quiebras duró tan sólo tres meses, ya que con la sanción de la ley 25.589 en su artículo 13 se incorpora como nuevo artículo el 48 de la ley 24.522, el siguiente texto, recobrando así su vigor, con características propias y apartándose, en parte, de su redacción original: “Supuestos especiales: En el caso de sociedades de responsabilidad limitada, sociedades por acciones, sociedades cooperativas y aquellas sociedades en que el Estado nacional, provincial o municipal sea parte, con exclusión de las personas reguladas por las leyes 20.091, 20.321, 24.241 y las excluidas por leyes especiales, vencido el período de exclusividad sin que el deudor hubiera obtenido las conformidades previstas para el acuerdo preventivo, no se declarará la quiebra, sino que: 1) Apertura de un registro: Dentro de los dos (2) días el juez dispondrá la apertura de un registro en el expediente para que dentro del plazo de cinco (5) días se inscriban los acreedores y terceros interesados en la adquisición de las acciones o cuotas representativas del capital social de la concursada, a efectos de formular propuesta de acuerdo preventivo. Al disponer la apertura del registro el juez determina un importe para afrontar el pago de los edictos. Al inscribirse en el registro, dicho importe deberá ser depositado por los interesados en formular propuestas de acuerdo. 2) Inexistencia de inscriptos. Si transcurrido el plazo previsto en el inciso anterior no hubiera ningún inscripto el juez declarará la quiebra. 3) Valuación de las cuotas o acciones sociales. Si hubiera inscriptos en el registro previsto en el primer inciso de este artículo, el juez designará el evaluador a que refiere el artículo 262 quien deberá aceptar el cargo ante el actuario. La valuación deberá presentarse en el expediente dentro de los treinta (30) días siguientes. La valuación establecerá el real valor de mercado, a cuyo efecto, y sin perjuicio de otros elementos que se consideren apropiados, ponderará: página 120 a) El informe del artículo 39, incisos 2 y 3 sin que esto resulte vinculante para el evaluador. b) Altas, bajas y modificaciones sustanciales de los activos; c) Incidencia de los pasivos postconcursales. La valuación puede ser observada en el plazo de cinco (5) días, sin que ello dé lugar a sustanciación alguna. Teniendo en cuenta la valuación, sus eventuales observaciones, y un pasivo adicional estimado para gastos del concurso equivalente al cuatro por ciento (4%) del activo, el juez fijará el valor de las cuotas o acciones representativas del capital social de la concursada. La resolución judicial es inapelable. 4) Negociación y presentación de propuestas de acuerdo preventivo. Si dentro del plazo previsto en el primer inciso se inscribieran interesados, estos quedarán habilitados para presentar propuestas de acuerdo a los acreedores, a cuyo efecto podrán mantener o modificar la clasificación del período de exclusividad. El deudor recobra la posibilidad de procurar adhesiones a su anterior propuesta o a las nuevas que formulase, en los mismos plazos y compitiendo sin ninguna preferencia con el resto de los interesados oferentes. Todos los interesados, incluido el deudor, tienen como plazo máximo pata obtener las necesarias conformidades de los acreedores el de veinte (20) días posteriores a la fijación judicial del valor de las cuotas o acciones representativas del capital social de la concursada. Los acreedores verificados y declarados admisibles podrán otorgar conformidad a la propuesta de más de un interesado y/o a la del deudor. Rigen iguales mayorías y requisitos de forma que para el acuerdo preventivo del período de exclusividad. 5) Audiencia informativa: Cinco (5) días antes del vencimiento del plazo para presentar propuestas, se llevará a cabo una audiencia informativa, cuya fecha, hora y lugar de realización serán fijados por el juez al dictar la resolución que fija el valor de las cuotas o acciones representativas del capital social de la concursada. La audiencia informativa constituye la última oportunidad para exteriorizar la propuesta de acuerdo a los acreedores, la que no podrá modificarse a partir de entonces. 6) Comunicación de la existencia de conformidades suficientes: Quien hubiera obtenido las conformidades suficientes para la aprobación del acuerdo, debe hacerlo saber en el expediente antes del vencimiento del plazo legal previsto en el inciso 4. Si el primero que obtuviera esas conformidades fuese el deudor, se página 121 aplican las reglas previstas para el acuerdo preventivo obtenido en el periodo de exclusividad. Si el primero que obtuviera esas conformidades fuese un tercero, se procederá de acuerdo al inciso 7. 7) Acuerdo obtenido por un tercero. Si el primero en obtener y comunicar las conformidades de los acreedores hiera un tercero: a) Cuando como resultado de la valuación el juez hubiera determinado la inexistencia de valor positivo de las cuotas o acciones representativas del capital social, el tercero adquiere el derecho a que se le transfiera la titularidad de ellas junto con la homologación del acuerdo y sin otro trámite, pago o exigencia adicionales. b) En caso de valuación positiva de las cuotas o acciones representativas del capital social, el importe judicialmente determinado se reducirá en la misma proporción en que el juez estime —previo dictamen del evaluador— que se reduce el pasivo quirografario a valor presente y como consecuencia del acuerdo alcanzado por el tercero. A fin de determinar el referido valor presente se tomará en consideración la tasa de interés contractual de los créditos, la tasa de interés vigente en el mercado argentino y en el mercado internacional si correspondiera, y la posición relativa de riesgo de la empresa concursada teniendo en cuenta su situación especifica. La estimación judicial resultante es irrecurrible. c) Una vez determinado judicialmente el valor indicado en el precedente párrafo el tercero puede: i) Manifestar que pagará el importe respectivo a los socios, depositando en esa oportunidad el veinticinco por ciento (25%) con carácter de garantía y a cuenta del saldo que deberá efectivizar mediante depósito judicial, dentro de los diez (10) días posteriores a la homologación judicial del acuerdo, oportunidad ésta en la cual se practicará la transferencia definitiva de la titularidad del capital social; o ii) Dentro de los veinte (20) días siguientes acordar la adquisición de la participación societaria por un valor inferior al determinado por el juez, a cuyo efecto deberá obtener la conformidad de socios o accionistas que representen las dos terceras partes del capital social de la concursada. Obtenidas esas conformidades, el tercero deberá comunicarlo al juzgado y, en su caso, efectuar depósito judicial y/o ulterior pago del saldo que pudiera resultar, de la manera y en las página 122 oportunidades indicadas, en el precedente párrafo (i), cumplido lo cual adquirirá definitivamente la titularidad de la totalidad del capital social. 8) Quiebra. Cuando en esta etapa no se obtuviera acuerdo preventivo, por tercero o por el deudor, o el acuerdo no fuese judicialmente homologado, el juez declarará la quiebra sin más trámite.” Vale la pena destacar que éste no es identificable con el “cramdown” estadounidense. Se trata de institutos distintos. Si bien tanto en aquel sistema como en el nuestro designa procedimientos tendientes a forzar la voluntad del sujeto, sus sujetos y efectos son antípodos. En el sistema estadounidense significa el sometimiento forzado por parte del juez, a pedido del presentante del plan de reorganización, de la voluntad de los acreedores disconformes con la propuesta de acuerdo del deudor, obligándolos a soportar los efectos de su homologación. En nuestro país inversamente se fuerza la voluntad de los socios o accionistas imponiéndoles la venta o transferencia de sus participaciones societarias a un tercero y el sujeto pasivo de la presión es el socio o accionista de la sociedad concursada, y el sometimiento de la voluntad le es impuesto, no ya por el juez, sino que emana del procedimiento. 2-Conceptualización. Se trata de permitir que un sujeto diverso de la sociedad concursada (acreedor o no) ofrezca a los acreedores un acuerdo y lo obtenga, por mayoría, para tener derecho a adquirir el capital del ente societario dueño de la empresa y pagar por él un precio que implique para sus titulares un sacrificio análogo al que sufren los acreedores, todo ello en marco de un sistema menos exigente para el tercero quien, salvo cláusula expresa, no asume responsabilidad alguna mas allá de la que le corresponde por la titularidad del ente, cuyo capital, finalmente, se le adjudica en propiedad4. El “cramdown” tiene por objeto la conservación de la empresa a través de la transferencia forzosa de la misma, con el procedimiento del acuerdo de terceros. Dasso dice que: “Nuestra ley contiene un procedimiento expeditivo de nítida raigambre privatista congruente con la orientación y situación de la economía en el país (estabilidad, libertad de mercado, privatizaciones etc.) pero parece a nuestro criterio, que el difícil objetivo perseguido no puede lograrse con un texto legal preocupado por constreñir a un marco de apretadísima síntesis una serie de muy completos procedimientos, plasmados con diferente sintaxis y metodología impropia”5. página 123 De lo expuesto se infiere la crítica al procedimiento toda vez que el autor señala que el artículo está pensado para un modelo económico acorde con un país que no esté en crisis ni política ni económica. 3-Desarrollo. Cabe advertir que a partir de la nueva redacción, el deudor tiene una doble chance en cuanto a la obtención de las conformidades, y eso es claro, cuando el artículo dice: “... si el primero que obtuviera esas conformidades fuese el deudor, se aplican las reglas previstas para el acuerdo preventivo...” Esto importaría darle una nueva posibilidad al concursado de lograr un acuerdo con los acreedores y así evitar la quiebra. En cambio si el primero en obtener esas conformidades fuese un tercero se aplica un procedimiento distinto sobre el cual no indagaremos. La ley no prevé limitación alguna respecto de los interesados para obtener las conformidades y por ende comprar las cuotas de capital o acciones de la sociedad deudora. Los accionistas implícitamente están impedidos de quedar comprendidos en este régimen, ya que no resulta razonable que se compren entre sí o a sí mismos las cuotas de capital. Esto degeneraría al instituto incitando al fraude concursal. Si bien este procedimiento trata de favorecer a las grandes empresas y evitar así su liquidación, consideramos que es demasiado complejo, poco claro en cuanto a su formulación ya que deja vacíos sujetos a interpretación. Darle una segunda posibilidad al concursado, que frente al primer intento no obtuvo las conformidades necesarias para llegar a un acuerdo, prolonga aún más la agonía de los acreedores en el cobro de su crédito, además de otorgarle al deudor la posibilidad de reintentar un acuerdo, que en caso de ser afortunado evitará la quiebra. Pero, ¿a qué costo? o para beneficiar ¿a quién?. Cuando en la introducción señalábamos los cambios que sufrió el “cramdown” y sus períodos de vigencia, se resaltó lo atinado de su derogación por la ley 25.563. Al respecto pensamos que no obtenida la conformidad de los acreedores, debe declarársele la quiebra al concursado, ya que en la etapa de liquidación de la misma se enajenará y con el producido se satisfarán los créditos de los acreedores. Se preguntarán el porqué de esta postura, reflexionarán y concluirán, quizás, que a la autora de este artículo no le interesa la continuidad económico-productiva de la empresa. No es así, el fundamento de tal postura radica en evitar el fraude concursal por parte del deudor, en evitar la dilación del acuerdo y por ende, la espera en el cobro de las acreencias. No caben dudas de que este instituto es de amplia aplicación y efectividad en otros países en donde la economía y el desarrollo contribuyen al procedimiento, pero no sucede lo página 124 mismo en el marco político económico y social como el que atraviesa nuestro país en la actualidad. Si bien insistimos en la derogación de la figura, entendemos que los que sostienen su efectividad y propulsan su vigencia deberían profundizar en el tema y concluir un procedimiento práctico y más beneficioso. Tal podría ser la remisión al artículo 205 de la ley 24.522, aplicando el procedimiento allí descripto. De manera tal que ya la adjudicación de las cuotas de capital no será a favor del primero que obtenga las conformidades sino al que formule la mejor oferta, es decir, quien ofrezca el precio más alto, lo cual es más ventajoso para los acreedores ya que habrá más líquido partible. De esta manera se evita el fraude concursal por parte del deudor, se elimina el procedimiento burocrático, se permite la adjudicación a un tercero de la empresa y se obtiene más líquido partible. Respecto de los acreedores, éstos cobrarán en proporción a sus acreencias y en la medida y extensión de sus privilegios con el dinero depositado a la orden del Juzgado, producido de la subasta y/o licitación, según el caso, siendo el propio deudor quien enfrentará a los acreedores. De manera tal que el nuevo adquirente queda deslindado de todo tipo de responsabilidad y de contacto con los mismos. Este procedimiento tendrá una duración máxima de cuatro meses, en cambio la aplicación del “cramdown” se extiende a mayor plazo. El artículo 48 de la ley 24.522 quedaría, entonces, así redactado: “En el caso de las sociedades de responsabilidad limitada, sociedades por acciones, sociedades cooperativas y aquellas en que el Estado nacional, provincial o municipal sea parte, con exclusión de las personas reguladas por las leyes 20.091, 20.321, 24.241 y las excluidas por leyes especiales, vencido el período de exclusividad sin que el deudor hubiera obtenido las conformidades previstas para el acuerdo preventivo, no se declarará la quiebra, sino que se aplicarán los preceptos del artículo 205 de la ley 24.522, salvo el inc. 9), dado el caso que fracasare el primer llamado a licitación con base, no se hará un segundo llamado sin base, sino que se declarará la quiebra sin más trámite. Las diligencias deben ser cumplidas dentro de los cuatro meses contados desde el vencimiento del plazo que tiene el deudor para obtener las conformidades de sus acreedores. Una vez depositado el dinero de la compra de la empresa a la orden del juzgado y alcanzando los bienes para el pago de los acreedores verificados se aplicará lo dispuesto en los artículos 228 y 229 de la ley 24.522. El Juez declarará concluido el concurso”. página 125 4) Propuestas y conclusiones. 1°) Derogación del artículo 48 de la ley 24.522 en toda su extensión y contenido. Por lo tanto no obtenidas las conformidades por parte del deudor al vencimiento del período de exclusividad, se declarará la quiebra. O en su caso: 2°) Modificación del artículo 48 de la ley 24.522 quedando redactado de la manera señalada en el punto anterior. “Podemos o no estar de acuerdo con estas dos posiciones, podemos disentir en cuanto a la conveniencia o no del instituto y su efectividad, podemos ser defensores a ultranza de nuestras leyes, pero lo que no podemos negar, es que determinados institutos, en un país en crisis, no pueden funcionar”. 1- DASSO, Ariel Ángel, Quiebras. Concurso Preventivo y Cramdown, tomo II, Buenos Aires, Ed. Ad.Hoc, 1997, p.59. 2- ZAMUDIO, Teodora, GERSCOVICH, Carlos G., Concursos, Buenos Aires, Ed. Ad-Hoc, 2001, p.519. 3- Véase al respecto fallo del Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Comercial Nº11 Sec. Nº22, exp. Nº 66.716, caratulado: “Schoeller Cabelma S.A.” el cual se destaca por haber concluido con éxito, además de otras particularidades que lo enriquecen como ejemplo de estudio. 4- FASSI, Santiago C., GEBHARDT, Marcelo, Concursos y Quiebras, Buenos Aires, Ed. Astrea, 2000, p.159. 5- DASSO, Ariel Ángel, Op. cit., p. 69. página 126 Reglas para enviar colaboraciones. A los que tengan la intención de enviar una colaboración para esta revista, les pedimos atenerse a las siguiente reglas. 1. Las colaboraciones deben ser enviadas a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Camino de Cintura y Juan XXIII, Buenos Aires, Argentina; o bien vía e-mail a: [email protected] 2. Las colaboraciones deben ser escritas en castellano, portugués o inglés, en IBM PC o compatible, procesador de textos Microsoft Word 7 u otro convertible a este, los gráficos en Microsoft Excel (en escala de grises, respetando como medida máxima 12 x 19 cm., en archivo separado). Se solicita el envío de: a) un diskette de 3.5” HD limpio de todo archivo que no sea el trabajo para la Revista de la Facultad de Derecho de la UNLZ, con los siguientes datos en la etiqueta: nombre y apellido del autor, nombre del trabajo, nombre del archivo y programa utilizado, b) dos copias impresas (que no deben diferir del archivo del diskette) a doble espacio o espacio y medio, en tamaño A4 o carta, escrito de un solo lado, con márgenes razonables y sin enmiendas. 3. Los artículos no deberán exceder las 10.000 palabras, las notas las 3.000, los comentarios bibliográficos las 1.000. La Redacción se reserva el derecho de considerar la publicación de trabajos que sobrepasen estos límites. 4. 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La cita de los artículos de revistas seguirá el siguiente orden: a) nombre y apellido del autor, b) título del artículo entre comillas, c) nombre de la revista en bastardilla (letra cursiva), d) volumen de la revista, e) año entre paréntesis, f) numeración de las páginas del artículo, g) numeración de la página o páginas citadas. 9. Los trabajos presentados deben ser inéditos. Después de ser aceptados para su publicación, no podrán ser reproducidos sin la autorización de la Redacción de la Revista de la Facultad de Derecho de la UNLZ. Dirección de Publicaciones Secretaría de Investigación y Posgrado página 127 ISSN Nº: 1850-1729 STAFF. Editor responsable de la Revista: -Galderisi, Hugo Coordinación de Revista: -Vojacek, Omar Colaboradores - Diseño de Tapa: - Fernandez, Natalia - Laraya, Gonzalo Revista Jurídica de Facultad de Derecho es una publicación de la Facultad de Derecho U.N.L.Z. Campus Universitario Camino de Cintura y Av. 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