tercer premio categoría a

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VII CONCURSO DE RELATOS CORTOS “EUGENIO ASENSIO”
TERCER PREMIO
CATEGORÍA A
Lorca Prado
Liceo Español “Cervantes” de Roma ( Italia)
Leyenda del Liceo Español Cervantes de Roma
El liceo Español Cervantes de Roma es el instituto al que yo voy desde
septiembre y tiene una historia…
Este edificio está en una calle empinadísima que termina con 500 m de
escaleras que yo subo y bajo todos los días. Como el instituto es tan pequeño y
no caben patios, salimos al recreo a la calle.
Un día que por la noche había llovido, Laura, mi amiga, y yo decidimos
investigar por aburrimiento, ya que en una calle donde la pelota está prohibida
no se puede hacer gran cosa. Cuando parecía que no íbamos a encontrar
nada, nos rendimos, pero de repente y sin avisar, empezó a salir agua a
chorros de una alcantarilla y como no era normal, levantamos la tapa. ¡¡¡Para
nuestra sorpresa, bajaba un río!!! Nos asustamos, dejamos la tapa bien puesta
y corrimos a decírselo a alguien. Nadie nos creyó.
-Es imposible que un río pase por debajo del colegio.
O simplemente nos decían:
-Estáis chaladas.
O también:
-Solo queréis llamar la atención, como niñas pequeñas.
Fuimos hasta la biblioteca, buscamos libros que dieran una explicación a
lo que habíamos visto, Historia del Liceo Español Cervantes de Roma, o algo
así, pero no encontramos nada. Entonces decidimos hablar con una profesora
que ya llevaba años en el instituto, pero no la encontramos, asi que seguimos
investigando en la biblioteca. De repente, Laura se apoyó en una estantería y
esta se movió. Detrás había unas escaleras que bajaban hasta el fondo, y
como todo investigador haría, las bajamos. Llegamos a una sala oscura y súper
húmeda. Oímos un sonido y subimos otra vez arriba enseguida. Era el timbre
que había sonado y teníamos que volver a clase.
Al día siguiente, volvimos a bajar las escaleras, esta vez con una linterna,
y nos encontramos otra vez con la sala húmeda. Tocamos las paredes, que de
tanta humedad parecían de barro y oímos el río tan cerca que parecía estar
debajo de nuestros pies. No era posible que esto estuviera debajo del instituto
y definitivamente fuimos a buscar a la profesora.
Yendo hacia la sala de los profesores, cruzamos el patio estrechísimo de
los más pequeños, y tocamos las paredes húmedas. Esto no podía ser normal.
Llegamos por fin a la sala de profesores y encontramos a una profesora muy
mayor saliendo de ella. Le pedimos que nos contara la historia del liceo y ella
nos llevó a su despacho:
-Este colegio no siempre fue un colegio. Este edificio se construyó en
tierras españolas con el fin de crear tres molinos de agua, por eso está dividido
en tres partes y comunicado por pasillos estrechos.
Por debajo del liceo pasa un río, un afluente del Tíber que da agua a las
fuentes de la manzana. Justo pegado al instituto aún queda un molino por
reconstruir, pero está demasiado abandonado para modificarlo. En el mismo
edificio, encima del molino, vivía un noble español viudo con una hija suya.
Perdió a la mujer en el parto y como la quería tanto culpó a su hija por haber
matado a su mujer. La despreció toda la vida.
Un día al noble viudo que vivía con una hija a la que despreciaba, lo
trasladaron a vivir a Roma, al molino. El hombre se aburría tanto que se iba a
buscar amigos con los que pasar el tiempo hablando o cualquier otra cosa; se
aburría tanto que cualquier cosa le parecía divertida. Pero, a la hija, le hacía
quedarse en casa limpiando u ordenando o cualquier otra cosa, y nunca la
dejaba salir de casa. La niña, aburrida de sus rutinas se escapó y, como en
todas las historias románticas, se enamoró de un italiano de los guapos y el
italiano se enamoró de ella.
Salían todos los días juntos para hablar, jugar, etc. Pero, un día, el padre
volvió más pronto de lo normal y no la vio en casa. Se enfadó tanto que,
cuando llegó la niña a casa la encerró en el molino sin reconstruir. Estuvo allí
seis meses y el italiano creyó que había vuelto a España.
Mientras la niña jugaba en el molino, se tropezó con un trozo de madera
del suelo que estaba suelto, lo arrancó y encontró un pasadizo, con un río que
corría a sus pies, que comunicaba con La Embajada de España en Italia,
puesto que estaba al lado. Atravesó el túnel y consiguió llegar a los patios de
La Embajada. Había encontrado la oportunidad de ver a su amado sin que su
padre se enterara.
El padre abrió el molino, y al ver que no estaba su hija se enfadó tanto
que fue a buscarla. La cogió y le dijo que se volvían a España.
Justo antes de irse a España la niña desapareció y no se volvió a saber
nada de ella.
La última vez que la niña vio al italiano fue justo antes de irse a España,
se cree que fueron a uno de los molinos, exactamente donde está ahora el
colegio, y estuvieron jugando, pero la niña, desgraciadamente, cayó por la
barandilla al agua y se ahogó.
Esa es la historia. Cada vez que llueve, el río crece, pero si la niña quiere,
puede hacer que el río de desborde y eso puede tener graves consecuencias
como por ejemplo que el colegio se inunde.
-No se si tiene algo que ver, dije yo, pero ayer bajamos por unas
escaleras que llevaban a una sala oscura, tocamos las paredes y estaban tan
húmedas que parecían de barro, igual que el patio de los más pequeños.
Además, hay una alcantarilla de la que salía el agua a chorros y bajaba por
toda la calle, pero es que el agua salía disparada.
-No creo que sea probable que se inunde - contestó la profesora - eso
solo pasó una vez; la niña inundó la casa de su padre dejándolo, así, encerrado
hasta que lo ahogó. Solo quiere matar a la gente que le hizo daño y, aquí ya no
puede quedar nadie. Pero aun así, avisaré al director por si acaso tiene toda la
pinta de ser una inundación.
-De todas formas, ¿de qué sala me estáis hablando?
Laura y yo la dirigimos hacia la biblioteca, empujamos la estantería y
bajamos las escaleras; encendimos la linterna y entramos en la sala. Se oía el
sonido del río al bajar y las paredes seguían húmedas.
Entonces nos señaló unas escaleras diferentes de las que bajamos que
no habíamos visto y nos señaló el río que efectivamente estaba subiendo y nos
dijo que aquellas eran las escaleras por donde había caído.
Y de repente, se me ocurrió, porque sí, que cómo ella podía saber todo
eso si la historia era del siglo XVII, me di la vuelta para preguntárselo y… LA
PROFESORA HABÍA DESAPARECIDO.
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