FRANCISCO GONZÁLEZ MACÍAS. Vida y obra de un escultor

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Francisco González Macías
Vida y obra de un escultor bejarano
JOSÉ CARLOS BRASAS EGIDO
FRANCISCO GONZÁLEZ MACÍAS
(1901-1982)
FRANCISCO GONZÁLEZ MACÍAS
(1901-1982)
Vida y obra de un escultor bejarano
JOSÉ CARLOS BRASAS EGIDO
CENTRO DE ESTUDIOS BEJARANOS
2010
EDICIONES DE LA DIPUTACIÓN DE SALAMANCA
Serie COEDICIONES Y COLABORACIONES, N.° 33
© De esta edición: Diputación de Salamanca,
Centro de Estudios Bejaranos y el autor
Diseño y maquetación de interior: Difusión y Publicaciones
I.S.B.N.: 978-84-7797-326-3
Depósito Legal: S. 218-2010
Impreso en España.
Imprime: IMPRENTA PROVINCIAL
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida total o parcialmente, almacenada o transmitida en
manera alguna ni por ningún medio, ya sea mecánico, eléctrico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia,
sin permiso previo del editor.
PALABRAS LIMINARES
CONTRIBUIR al conocimiento y la difusión de la cultura y el arte de signo
salmantino es uno de los objetivos que se plantea de manera permanente el Departamento de Cultura de la Diputación de Salamanca.
El apoyo a los artistas de Salamanca, tanto a los consagrados como a
los emergentes, se materializa de manera principal en los proyectos expositivos que acoge nuestra sala de exposiciones “La Salina” y los catálogos
que les sirven de apoyo y promoción.
Sin embargo, no es sólo éste el ángulo desde el que abordamos nuestro impulso a la cultura y el arte, sino que también lo hacemos por la vía
de nuestras publicaciones, en las cuales siempre tienen cabida los estudios rigurosos que contribuyen a arrojar luz sobre los artistas y sus obras.
Tal es el caso de este estudio de José Carlos Brasas sobre Francisco González Macías, el escultor bejarano que este libro redescubre en sus proyecciones personal y profesional y reivindica.
Para el Departamento de Cultura de la Diputación de Salamanca es
un placer contribuir a la edición de este libro y con ello consolidar la colaboración con el Centro de Estudios Bejaranos.
MANUEL MARTÍN MARTÍN
Diputado de Cultura
DIPUTACIÓN DE SALAMANCA
–7–
PRESENTACIÓN
LA PUBLICACIÓN de un nuevo Premio Ciudad de Béjar constituye un doble
motivo de satisfacción para el Centro de Estudios Bejaranos. Por un lado,
es muestra de la continuidad en el interés de los estudiosos por los temas
de Béjar y su comarca, lo que contribuye al establecimiento de bases sobre
las que sentar los sentimientos de identidad del grupo social que habita
este espacio geográfico. Por otra parte, permite difundir y acercar al ciudadano de a pie estudios que, de otro modo, tendrían un ámbito mucho
más reducido de circulación, generalmente limitado al círculo de los especialistas y eruditos.
En este volumen el profesor Brasas Egido presenta, de modo vívido,
documentado y ameno, la andadura vital del escultor bejarano Francisco González Macías. Junto a la reseña biográfica y al análisis de su obra,
el libro incluye una relación de las exposiciones en las que participó, una
extensa bibliografía y el catálogo de sus principales obras.
Béjar está en deuda con este su hijo, a quien prácticamente ignoró
durante su vida y, lo que es más triste, también en los años transcurridos
después de su muerte, acaecida en 1982. Desde entonces han sido escasas las referencias a González Macías en los medios de comunicación locales y provinciales, sin una conmemoración, ni una exposición (a excepción
de la monográfica de 1986 organizada por el Ayuntamiento de Béjar) para
difundir la valiosa producción artística de este sencillo, porque sencilla fue
su vida, escultor. El Centro de Estudios Bejaranos se siente orgulloso de
–9–
poder contribuir a extender el conocimiento de la vida y obra de González Macías con la publicación de este trabajo de José Carlos Brasas. Ojalá
que la aparición de este volumen pueda propiciar que las administraciones estatal, autonómica, provincial y local aúnen sus esfuerzos para la realización de una exposición antológica de este escultor.
No quiero terminar esta presentación sin manifestar el agradecimiento
del Centro de Estudios Bejaranos a la Diputación Provincial de Salamanca, por haber asumido, una vez más, la impresión de este nuevo premio
Ciudad de Béjar, contribuyendo así a aumentar el conjunto de trabajos
publicados sobre temas de la provincia de Salamanca.
URBANO DOMÍNGUEZ GARRIDO
Presidente del Centro de Estudios Bejaranos
–10–
INTRODUCCIÓN
Sin temor a la exageración puede afirmarse que después de la extraordinaria personalidad de Mateo Hernández, cuya interesantísima obra le
sitúa entre los más importantes escultores españoles de las primeras décadas del pasado siglo, el artista más sobresaliente nacido en Béjar ha sido
seguramente Francisco González Macías.
De él se ha escrito que fue uno de los más destacados integrantes de
esa escuela bejarana de artífices que convirtieron a la ciudad, famosa por
sus paños y por la maravilla de su paisaje serrano, en una cantera de excelentes escultores, “cual si la grandeza de sus montañas y la dureza de su
piedra ejercieran la atracción de tallarlas y de darlas forma al conjuro de
los cinceles de sus hijos”1.
Si bien Mateo Hernández ha sido objeto de numerosas exposiciones,
estudios y monografías, González Macías por el contrario es hoy un escultor injustamente olvidado, no obstante haber sido en su tiempo un artista reconocido y cuya obra alcanzó cierta repercusión en el panorama
artístico español de la primera mitad de la pasada centuria.
Artista vocacional, la formación recibida de sus maestros Victorio Macho
y José Capuz, enriquecida luego con su permanencia en París, donde disfrutó de la amistad y las enseñanzas de su paisano Mateo Hernández y asimismo conoció las corrientes de vanguardia de la época, forjaron su
1 J. de M., “Francisco González Macías y Marino B. Amaya, primera y tercera medallas del XXV Salón
de Otoño”, El Adelanto, 21-X-1952.
–11–
personalidad y guiaron sus pasos por el camino del realismo renovador y
la nueva escultura, aportando desde sus años de juventud una obra de admirable limpieza de volúmenes y síntesis formal.
El afán renovador que preside a partir de entonces su escultura, su
incesante actividad y firme voluntad, así como su infatigable capacidad trabajadora hicieron que, tras una larga trayectoria, pudiera llevar a cabo una
labor tan copiosa como variada en su diversidad temática (retratos, monumentos, figuras de animales, temática infantil, imaginería religiosa...).
El propio escultor calificaba su obra como sencilla y sincera, una producción callada y modesta fruto de una vida de plena dedicación y estudio. Su escultura, tanto esculpida en piedra como tallada en madera, desde
el primer momento se nos muestra como un puro juego de formas sintéticas, un continuo recrearse en la pureza de los volúmenes y la claridad
de las líneas que sintetiza con elegante sencillez. En ese sentido, su estilo, sereno y equilibrado, su temperamento clásico y a la vez moderno dieron lugar a una creación escultórica de una modernidad plena de
humanismo, un arte puesto al servicio de la valoración de los sentimientos y de la expresión de la vida emotiva y entrañable, cual reflejan sus delicadas figuras infantiles.
Por otro lado y pese a la numerosa información que aportan los artículos publicados en la prensa de Salamanca y su ciudad natal, y de modo
especial en el semanario, tantas veces citado, Béjar en Madrid, estaba aún
por hacer la biografía y el estudio monográfico que su obra escultórica merecían. Se hacía pues necesario un trabajo lo más completo posible, donde
con minuciosidad y detenimiento, además del necesario rigor documental, se estudiasen y analizasen las diversas etapas de la trayectoria vital del
artista: desde sus orígenes bejaranos y salmantinos, junto con su larga estancia en la capital francesa, a su establecimiento en Salamanca y su posterior traslado a tierras asturianas, donde su fructífera actividad en Gijón dejó
–12–
gran número de obras y una influencia muy considerable en la vida artística de aquella población.
Con el propósito de cubrir esa ausencia, así como con la convicción
de que el artista y su obra debían ser tenidos en cuenta a la hora de hacer
la historia de la escultura española del siglo XX, he venido trabajando en
los últimos años con el fin de elaborar y redactar el libro que el lector tiene ahora en sus manos.
Una monografía de estas características es siempre un trabajo complejo, obra del autor, pero en el que también intervienen de un modo u
otro otras muchas personas. Por ello, y para concluir, quisiera aprovechar
estas líneas de introducción para agradecer la ayuda recibida de algunas
personas que amablemente me han brindado su colaboración.
Así, a mis discípulos y amigos el doctor Javier García-Luengo Manchado,
Juan Félix Sánchez Sancho y Mónica Núñez Laiseca, quienes me aportaron documentación sobre el artista y recopilaron para mi trabajo buena
parte de la abundante bibliografía consultada.
Por parte gijonesa, quisiera también agradecer la información recibida y la excelente acogida que en mi estancia en aquella ciudad me dispensaron Juan José García Castañedo, amigo de González Macías y buen
conocedor del arte asturiano; Ignacio Alvargonzález Rodríguez, hermano
mayor de la ilustre Hermandad de la Misericordia, y de modo especial el
personal y la directora del Museo Casa Natal de Jovellanos Lucía Peláez
Tremols.
Este capítulo de agradecimientos no puede cerrarse sin una mención
también muy especial a las hijas y nietos del escultor, quienes me confiaron
y facilitaron una abundante e inestimable documentación tanto fotográfica como documental sobre su padre y abuelo, material sin el cual no habría
sido posible escribir este libro. Por último, mi mayor gratitud al Centro de
Estudios Bejaranos, que otorgó a este estudio el premio de investigación
–13–
Ciudad de Béjar del año 2007, así como a la Excelentísima Diputación
Provincial de Salamanca, entidad editora de esta obra, que desde el primer momento acogió con sumo interés el proyecto de su publicación.
–14–
COMIENZOS ARTÍSTICOS
Francisco Segundo González Macías nació en Béjar (Salamanca) el 19
de diciembre de 1901, en la casa que hacía esquina entre la calle de Mansilla y La Quebradilla. Diez días después fue bautizado en la iglesia parroquial de San Juan Bautista de dicha localidad2.
De sus padres heredó el pequeño Francisco su sensibilidad artística.
El futuro escultor vino al mundo en el seno de una familia de tejedores
bejaranos. Su padre –Emilio González Gosálvez–, tejedor de pañería fina,
fue pensionado por el Gobierno con una beca para ampliar estudios en
París, y su madre –Josefa Macías–, que había asistido en su juventud a la
clase de dibujo de don Ángel Nevado en la Escuela de Artes y Oficios, estaba considerada como una de las mejores modistas que había entonces en
Béjar.
Su progenitor gozó siempre de reputación de hombre justo y honrado
trabajador. Líder socialista y defensor de la clase trabajadora en la Federación Sociedad de Tejedores de Béjar, fue una persona muy estimada entre
sus paisanos además de un excelente orador.
Siendo Francisco muy niño, comenzó a sentir vocación por el dibujo
y la escultura, datando de entonces sus primeros muñecos de cera y su
afición por los Nacimientos. Desde que asistió a la escuela Primaria con
2 Archivo de la iglesia parroquial de San Juan Bautista. Béjar. Libro de Bautismos. Nº 22, folio 53v, n.° 194.
Tanto sus abuelos paternos –Francisco González y María Gosálvez– como maternos –Mauricio Macías e Isabel Hernández– eran naturales de Béjar.
–15–
el que fuera inolvidable maestro don Braulio Muñoz, tomó afición por la
pintura e hizo sus primeros ensayos tallando en madera de pino. El propio artista dejaría años después testimonio de aquellos comienzos: “Recuerdo que empecé de niño en la calle, iba tras las procesiones recogiendo
cera con una espátula y modelando pequeñas figuras. También tallaba las
cáscaras del pino. En aquel entonces mi madre tenía un taller de modista y las mujeres que iban a él siempre le decían cuando veían allí mis pequeñas figuras: ‘Este chaval va a ser escultor’”3.
A los 9 años de edad inicia su aprendizaje en la Escuela de Artes y Oficios de Béjar (también denominada Escuela Industrial), donde asiste a la
clase de Dibujo de Ángel Nevado, abnegado profesor que, al ver los dibujos que hacía, se tomó gran interés por el joven alumno. Allí estuvo primeramente tres años sin poder matricularse, debido a que era demasiado
joven (“asistiendo a la Escuela Industrial, como favor especial que me hicieron los profesores en vista de mi entusiasmo, puesto que hasta los doce
años, que era la edad indicada, no podía hacerse la matrícula”)4.
Así pues, si bien su corta edad no le permitía ser alumno oficial, estuvo
de oyente hasta cumplir los doce años, momento en que se matriculó y obtuvo ya ese curso un segundo premio con un sobresaliente, lo que le sirvió
para afianzar aún más su firme voluntad de seguir su vocación artística. Fue
sobre todo la contemplación de las estatuas clásicas que había entonces en
la citada Escuela de Béjar la que despertó su afición a la escultura. Allí pudo
ver algunas reproducciones de célebres estatuas greco-romanas que llamaron poderosamente su atención. Como él mismo recordaría años después, sus ojos atónitos contemplaron con íntimo deleite las esculturas allí
3 J. NAVARRO CRUZ, “Los artistas de la ciudad nos hablan. El escultor González Macías”, La Gaceta
Regional, 6-II-1944; ANÓNIMO, “Asturias y sus artistas. Macías, un viejo escultor con arte avanzado”, La Región,
Oviedo, 25-III-1973.
4 V. HERRERA, “Artistas salmantinos. Francisco González Macás”, El Adelanto, 11-II-1933.
–16–
reproducidas: el Galo moribundo y el Gladiador Borghese, escayolas, entre
otras, que dejaron en su ánimo profunda huella.
Al llegar a la edad de elegir oficio, llevado de su afición artística, aprende el de ebanista, entrando a trabajar en una carpintería5. Siete años después se establece con su hermano Emilio con el que monta en la Plaza
Mayor de Béjar un taller de ebanistería para hacer muebles. En el terreno personal, muy tempranamente, con sólo catorce años había iniciado
su noviazgo con Florencia Hernández Calvo, que entonces contaba nada
menos que doce y con la que se casaría el 19 de abril de 1924.
Un día, al salir del trabajo, tuvo que llevar un recado a la Escuela de
Artes y Oficios, y volvió a contemplar extasiado las estatuas griegas allí reproducidas y tantas veces por él admiradas. Fue entonces cuando se despertaron sus aficiones artísticas con un impulso de verdadera pasión: “Me
declaré en rebeldía contra todo lo que me rodeaba; detesté ser ebanista
y quise, en un momento, ganar todo el tiempo que durante diez años había
perdido”6. Fue entonces cuando decidió realizar su primera talla, y así, en
1926, trabajando con férrea voluntad durante dos meses, sin apenas conocimientos de técnica y sólo por intuición, talla en un tronco de madera
de peral un Cristo en la cruz, con el que iniciaba su vocación de imaginero.
Al principio, y según contaría años después el propio artista, simultaneaba el trabajo de ebanistería con el de la gubia, “pero los quince últimos días ¡ya no pude más! –recordaba– y me dediqué por entero al Cristo”.7
Concluida la imagen, estuvo expuesta durante el mes de abril de 1927
en un céntrico escaparate de un conocido comercio de su ciudad,
5 A pesar de sus inclinaciones artísticas, no pudo ser escultor ni pintor: “En Béjar no había un maestro que pudiera guiar mis pasos en ninguna de estas artes, y así hube de elegir el oficio que a mi entender
estuviera más próximo a ser un artista”. Cfr. V. HERRERA, ob. cit.
6 V. HERRERA, ob cit.
7 ANÓNIMO, “Desde Madrid. Esculturas”, Béjar en Madrid, 21-I-1933, núm. 585, p. 3.
–17–
concretamente el de la casa de modas “La Favorita” propiedad de Valeriano
Rodríguez8. Los elogios que unánimemente suscitó entre sus paisanos esa
obra primeriza dio ánimos y bríos al novel artista confirmándole en su decisión de ser escultor.
Una vocación profunda y tenaz le lleva a tomar la difícil resolución de
afrontar el áspero camino de intentar vivir de su arte y dar el paso que le
separaba de simple obrero manual a aspirar a ser artista. Ello le lleva a una
lucha constante y a vivir de manera sumamente modesta.
Y así, perseverando por el camino emprendido, en el mes de octubre de 1927, el joven principiante, al que la prensa bejarana calificaba como
“notable ebanista que siente decidida vocación por la escultura”, expuso
en los escaparates del comercio de Mateo Iglesias, en la calle Mayor dos
nuevas obras: dos retratos de busto, uno del rey Alfonso XIII vaciado en
escayola, cuyo original había sido modelado en barro, y otro del padre del
artista, don Emilio González Gosálvez9.
El retrato del monarca, que ejecutó valiéndose de fotografías, fue la
primera obra que modeló el incipiente artista; mientras que el retrato de
su padre era una talla en madera de nogal. A propósito de esta última obra,
la prensa local se hacía eco del renacimiento que estaba experimentando
por entonces el arte de la talla en madera “tan español”: “...mucho nos
complacería que el señor González, quien parece no carecer de condiciones
para ello, pudiese un día cultivarle honrosamente, añadiendo para Béjar
nuevos laureles, sobre los ya conseguidos en el arte escultórico por el insigne Mateo Hernández”. Y a propósito de las esperanzas que suscitaba el
joven escultor, a continuación agregaba: “Trabaja sin maestro alguno, guiado de la propia intención... Se trata de un modesto artesano al que le sería
preciso educarse artísticamente, por ello pensamos que probablemente
8
9
El Adelanto, 17-IV-1927.
El Adelanto, 4-X-1927.
–18–
la Diputación Provincial, hoy pletórica de dinero, haría una buena obra auxiliándole económicamente”10.
La sugerencia pronto surtió el efecto deseado y así unos días después
obtiene de la Diputación Provincial una modesta pensión de tres pesetas
diarias11. Es entonces cuando González Macías toma la decisión de dejar
el taller que compartía con su hermano para a marchar a Madrid y dedicarse de lleno a su vocación por la escultura. Según sus propias palabras:
“Una tarde, cumplidos ya los veinticinco años, y casado, vine a Madrid sin
otras armas para la lucha que mi vocación, un buen volumen de ilusiones
y una carta de recomendación para un escultor de renombre”12.
En efecto, una vez en la capital de España, González Macías se presentó con una carta de un tío suyo de Béjar para el gran escultor palentino Victorio Macho, quien consintió que el joven bejarano frecuentase
durante algunos meses su estudio para practicar la escultura13.
También, en esos primeros momentos, se matriculó en la Escuela de
Artes y Oficios, donde asistió a las clases del escultor valenciano José Capuz,
a la par que ampliaba también conocimientos en la Escuela de Bellas Artes
de San Fernando.
Los comienzos en Madrid son extremadamente duros, pero poco a
poco el joven artista va forjando su recio temperamento, con tenacidad,
a fuerza de estudio y trabajo, robando horas al descanso. Y así, con todo
el ímpetu de su juventud irá lentamente superando las dificultades, gracias a su gran fe, a un constante trabajo y a la pequeña ayuda de la pensión que le había concedido la Diputación salmantina.
10 ANÓNIMO, “Nota artística”, Béjar en Madrid, 1-X-1927, núm. 308, p. 4. Una semana después se reproducía en Béjar en Madrid una fotografía del busto. Véase el núm. 309 de fecha 8-X-1927, p. 5
11 El Adelanto, 14-X-1927.
12 C. PUERTAS DE RAEDO, “Los jóvenes maestros de la escultura...”, El Liberal, 23-VII-1936.
13 “Allí mi maestro fue el gran Victorio Macho que venía mucho por Béjar donde tenía muy buenos
amigos”. Véase A. MUÑOZ DE LA PEÑA, “Charla con González Macías”, El Adelanto, 4-VIII-1959. También reproducido en Béjar en Madrid, 8-VIII-1959, núm. 1951, p. 5.
–19–
Trabajador incansable, restaba horas de descanso a la noche para estudiar. La pensión que disfrutaba era tan pobre y mermada que apenas le
llegaba para vivir y destinar una parte a la compra de útiles y material para
sus esculturas. Como la pensión no llegaba para más, el artista se veía imposibilitado muchas veces de poder realizar lo que su pensamiento imaginaba y proyectaba.
Como fruto de su aprovechamiento en la Escuela y de sus adelantos
en la escultura, Macías cada año enviaba a la Diputación fotografías de sus
trabajos, en los que se ponían de manifiesto sus avances y aptitudes. Asimismo, mientras completaba su educación artística en Madrid, dedicó
muchas horas a admirar en libros de arte las obras de Fidias y Praxíteles
entre los griegos; de Donatello y Luca della Robia, entre los cuatrocentistas
florentinos, así como de Miguel Ángel, en especial sus célebres esculturas de la Capilla Médicis. Entre los contemporáneos, además de Victorio
Macho y Juan Cristóbal, le atraen las vigorosas esculturas pétreas de su paisano Mateo Hernández, por el que sentía gran admiración. También otros
escultores españoles de su tiempo le dejan profunda huella en esos primeros momentos, como Clará, Planes y el ya citado José Capuz. Entre los
extranjeros le llama poderosamente la atención por su innovadora figuración geometrizante la obra de Ivan Mestrovic y Antoine Bourdelle14.
El semanario Béjar en Madrid le dedica en esos primeros años en la
capital de España comentarios muy elogiosos haciéndose eco de los progresos en sus estudios. Y así, en agosto de 1928 informaba de que en los
exámenes de final de curso había alcanzado brillantes calificaciones. Por
otra parte, y según el testimonio de un reportero que lo visitó por entonces, en los trabajos que estaba por aquel tiempo ejecutando se apreciaba
un notable avance15.
14 J. HERNÁNDEZ PETIT, “Desde Madrid. Escultores”, Béjar en Madrid, 21-I-1933, núm. 585, p. 3.
15 Entre otros que había podido contemplar estaba una Cabeza, cuyo modelo había sido un extranjero, obra que acusaba en el joven artista una personalidad propia y permitía fundar esperanzas en su labor
futura. Cfr. ANÓNIMO, “Noticias de un bejarano artista”, Béjar en Madrid, 11-VIII-1928, núm. 353, p. 6.
–20–
A pesar de ello y cargado muy pronto de necesidades familiares16, González Macías seguía practicando en Madrid su antiguo oficio de ebanista,
ya que la módica pensión concedida “solamente suponía una ayuda en la
resolución de su problema económico”. En ese sentido, en los elogiosos
comentarios que Béjar en Madrid le dedicaba en esa época se hacía un
reiterado llamamiento para que la Diputación ampliase la dotación que por
entonces le prestaba, “lo cual permitiría al escultor destinar más tiempo
a su arte”17.
En la primavera de 1930 se presentó por primera vez a las Exposiciones
Nacionales de Bellas Artes de Madrid, enviando a la sección de escultura
el busto de madera de nogal de su padre, Emilio González, que había realizado en Béjar tres años antes. Inmerso en esa lucha y en ese titánico esfuerzo de voluntad, el escaso tiempo libre lo dedicaba a trabajar en sus bustos
y retratos, así como en algunos proyectos, como el de un mausoleo, del
que por dificultades económicas y falta de recursos había modelado únicamente una maqueta. También por entonces estaba modelando un Antílope de tamaño natural.
Dado los vuelos que estaba tomando la incipiente carrera artística
de González Macías, el diario bejarano pensaba que había llegado la hora de
que la Diputación de Salamanca, sin duda satisfecha de los resultados alcanzados por el joven escultor, debía aumentar la cuantía de su subvención
“de modo adecuado a la calidad del pensionado”.
Las continuas sugerencias que desde las páginas de Béjar en Madrid
hacían sus paisanos de que se incrementase la modesta pensión que recibía, llevaron en el mes de diciembre de ese año a la Diputación a incrementar su cuantía de tres a cinco pesetas diarias, así como a prorrogársela.
16 En Madrid el joven aspirante a escultor vivía con su joven esposa y sus tres hijas, niñas de corta edad,
en un modesto piso del número 7 de la calle Agustín Durán.
17 ANÓNIMO, “Noticias de un bejarano artista”, artículo citado; ANÓNIMO, “Otro bejarano notable”,
Béjar en Madrid, 20-XII-1930, núm. 476, p. 7.
–21–
A ello se vino a sumar la inesperada ayuda del Ayuntamiento de Béjar, que
por las mismas fechas acordó concederle una subvención de 1.000 pesetas anuales para proseguir sus estudios en Madrid18. Todo ello hizo que
la difícil situación del joven escultor experimentase cierta mejoría.
Por entonces, el semanario bejarano seguía dando cuenta en sus páginas de los progresos del joven pensionado por la Diputación Provincial, del
que informaba que después de haber realizado varios bustos en madera,
había modelado, por encargo especial suyo, el del Marqués de Quintanar,
quien al conocer las obras de Macías no había dudado en encomendarle
su retrato. Tan satisfecho quedó el noble prócer que, convertido en su protector, no sólo le había recomendado a otras personas de las que ya tenía
encargos, sino que había adquirido también el Crucifijo que el artista talló
en Béjar en sus primeros años.
El busto del marqués fue en efecto su primer encargo productivo y
resultó providencial en esos momentos de gran apuro económico para
el escultor: “Trabajaba yo en su casa de carpintero –a tal extremo llegó
mi situación–, y al conocer mis trabajos de escultor me encargó el busto. El dueño del taller de ebanistería donde trabajaba, al pedirle permiso para modelar este busto del marqués, quedóseme muy encarado
diciéndome que quién me mandaba a mí hablar con el marqués de Quintanar, y por esta causa me despidió el mismo día. Pero el busto se hizo,
me pagó mil pesetas por él y me decidí, por fortuna y muy contento, a
18 Al finalizar la pensión de la Diputación Provincial y que disfrutaría durante quince años, pasó a disfrutarla el escultor salmantino Damián Villar en los años en que estuvo estudiando en la Escuela de San Fernando de Madrid. Con anterioridad a González Macías, la Diputación había pensionado a Mateo Hernández y
al mirobrigense Celso Lagar. Por lo que respecta a la subvención del municipio bejarano, que duró diez años,
le fue concedida en sesión del 15 de diciembre de 1930, aprobando el Ayuntamiento la solicitud que había
presentado en nombre del joven artista su cuñado Paulino Gómez Calvo, “al objeto de demandar concurso
material para el mayor perfeccionamiento de los estudios de aquél en el arte escultórico a semejanza de como
lo hace la Excelentísima Diputación de Salamanca”. Véase: M. HERNÁDEZ, “Artistas bejaranos. El Ayuntamiento
concede una subvención al escultor Sr. González Macías”, La Gaceta Regional, 27-XII-1930.
–22–
dejar de trabajar como carpintero”19. Poco después de dejar el taller de ebanistería, ingresa como ayudante del escultor Juan Cristóbal. Allí se ocupa
de reproducir en piedra las obras modeladas en barro por el escultor almeriense, sin perjuicio de realizar por su cuenta algunos trabajos particulares de su exclusiva ejecución.
Y así, comienza a realizar trabajos escultóricos originales en la Casa “Santa Bárbara y Vila”. La firma, dedicada desde hacía muchos años a la industria decorativa, se había orientado últimamente también a los trabajos
escultóricos, dedicación que corría por cuenta de González Macías. De su
trabajo en aquella casa modelando figuras escultóricas informaba entonces a un periodista el propio escultor con estas palabras: “Mi sueldo allí
es el de un obrero simplemente; pues a pesar de la labor que desempeño, hay que reconocer que para mí eso es un entrenamiento grande, y que
para ellos esta nueva empresa no sabemos aún hasta qué punto podrá serles productiva”.
Sus aspiraciones eran sin embargo dedicarse plenamente a la creación
personal de su producción escultórica: “Para lograrlo trabajo constantemente, pues de tal manera me he habituado ya a esta lucha que, ciertamente, el trabajo, el estudio y la visita a los museos y exposiciones son
mis únicas actividades”.
Por entonces el escultor, con el fin de dar cuenta de sus avances, seguía
exponiendo algunas de estas primeras obras suyas en los escaparates de
los comercios, tanto de Madrid como de Salamanca o Béjar. Y así, en la
primera semana de enero de 1931 se exhibieron dos obras suyas en los
escaparates de Mateo Iglesias. Una de ellas llamó especialmente la atención de la prensa, una pequeña figura femenina tallada en caoba que “si
bien por su realización técnica reflejaba las actuales orientaciones, en su
ejecución recordaba las deliciosas tanagras griegas”. El cronista que daba
19 M. HERNÁNDEZ, “El arte y las aspiraciones de Francisco González Macías”, La Gaceta Regional,
8-XI-1930.
–23–
la noticia, tras congratularse por la pensión otorgada por el Municipio bejarano, confiaba en que, ya emancipado el escultor de su labor artesana, tendría ocasión a partir de ahora de avanzar y profundizar cada vez más en
su arte y así poder conseguir más adelante “frutos sazonados, de los cuales parecen promesa cierta los que ahora nos ofrece”20.
Como ya se ha mencionado, por esas mismas fechas tenía también proyectado un mausoleo, maqueta de madera de caoba, que presentó al concurso convocado para perpetuar la memoria de don Pedro Fernández Durán
y Bernaldo de Quirós, generoso mecenas que había donado un importante
legado al Museo del Prado. Al concurso acudieron más de cien artistas, siendo el trabajo de González Macías uno de los cinco proyectos seleccionados entre los que eligió definitivamente el jurado.
En la primavera de 1932 el artista presentó esa misma maqueta en la
Sección de Arquitectura de la Exposición Nacional de Bellas Artes de ese
año, lo que fue objeto de polémica por carecer Macías de título profesional
de arquitecto, preciso para poder concurrir en dicho certamen oficial. No
obstante, y aun careciendo de él, se admitió la obra, siendo luego ampliamente elogiada por la prensa. El proyecto en madera, un severo conjunto de concepción arquitectónica en el que el artista había valorado el rigor
y la elegancia de las líneas, fue luego exhibido en Salamanca en los escaparates del comercio de tejidos de Ángel Peña.
Ese mismo año realizó un busto del secretario del Ayuntamiento de Béjar
Pedro Miñana, que antes de ser entregado estuvo expuesto a primeros de
septiembre en un céntrico comercio de esa localidad. Por entonces el escultor pensaba también exponer alguna de sus obras en el próximo Salón de
Otoño que habría de celebrarse ese año en la capital de España21.
20 ANÓNIMO, “El escultor González Macías”, Béjar en Madrid, 10-I-1931, núm 479, p. 8.
21 Promovidos desde 1920 por la Asociación de Pintores y Escultores de Madrid, estos certámenes tuvieron notable acogida por lo que suponían de aliento a los noveles y de homenaje a los maestros que habían
dejado su impronta en las lides artísticas.
–24–
Al mes siguiente –octubre de 1932– el mismo Ayuntamiento acordó
encargarle un busto del entonces subsecretario de Instrucción Pública
Domingo Barnés Salinas22, retrato destinado al nuevo Instituto Nacional
de Segunda Enseñanza, centro creado en Béjar gracias a la gestión del político republicano.
Fue precisamente el éxito de esa obra lo que le incitó a dar a conocer lo producido hasta entonces y a solicitar de la Casa Charra en Madrid
que le cediera sus salones para celebrar una exposición de sus trabajos.
22 Poco después sería nombrado ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes.
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AFIANZAMIENTO ARTÍSTICO EN MADRID.
SU ESTANCIA EN PARÍS.
Habiendo iniciado con paso seguro y decidido su camino por los senderos del Arte, en el mes de enero de 1933 González Macías celebró su
primera exposición en la Casa Charra de Madrid. La muestra, al tiempo
que cerraba una etapa, la de los comienzos de un modesto artista en formación, abría un nuevo período, al dar a conocer públicamente la producción del joven y prometedor escultor. Allí reunió sus primeros ensayos
e incipientes realizaciones, la mayoría en escayola, única materia que con
sus modestos recursos se podía permitir. Y así, casi todas las obras que
expuso en la Casa Charra estaban definidas en yeso, a excepción del busto de Domingo Barnés, en piedra negra y su Proyecto de mausoleo, en
madera de caoba23.
De la modestia de la exposición dan fe las palabras del crítico Gil Fillol
que dos años después recordaba así aquella presentación en Madrid: “La
Casa Charra, que semanas antes había consagrado sus salones a un pintor de Ciudad Rodrigo y a un modestísimo industrial de Salamanca,
23 Era ésta la segunda exposición que la Casa Charra celebraba en su salones. Con anterioridad, en el
mes de octubre de 1932, había expuesto una serie de paisajes el salmantino Enrique García Medina. Inaugurada la exposición de González Macías el 16 de enero, al acto de inauguración asistieron, entre otros, el gobernador de Madrid y ex gobernador de Salamanca Mariano Joven Hernández; en representación del director general
de Bellas Artes, su secretario particular, Sr. Carreño; el presidente de la Diputación de Salamanca Tomás Marcos Escribano, el poeta y crítico literario Enrique Díez-Canedo, el escultor Victorio Macho, una representación
del Ayuntamiento de Béjar, el director de la Escuela Superior de Trabajo de Béjar y los críticos de arte José
Francés, Emiliano M. Aguilera, Juan de la Encina y Gil Fillol. Véase, ANÓNIMO, “Exposición de esculturas de
Francisco González Macías”, El Heraldo de Madrid, 17-I-1933.
–27–
aureolado con no sé qué méritos artísticos..., creyóse en el deber de no
desamparar a este muchacho de Béjar que solicitaba una sala para exponer sus esculturas... Con una benevolencia casi piadosa, tal vez más humillante que una negativa rotunda, González Macías fue admitido en los locales
de la Casa Charra. Un buen día aparecieron seis o siete esculturas suyas
–yesos renegridos y astillados– en la sala de fiestas, entre las mesas del
café, donde algunos contertulios asiduos ni siquiera interrumpieron su partida de dominó; bajo la débil luz de una de las ocho lámparas eléctricas
que decoraban la estancia; sobre unos pedestales improvisados con cajas
de madera procedentes del bar... Era bastante, porque muy pocos habían de
ver aquel conato de Exposición, y muy pocos de los que lo vieran habían
de sospechar que de allí podría salir un escultor”.
No obstante, el perspicaz crítico fue uno de los pocos que alentaron
a aquel “muchacho luchador”, fijando su atención en algunas de aquellas
obras más que prometedoras. Y así, a manera de colofón aventuraba en
su artículo este juicio cual arriesgada profecía: “Con defectos, con errores, dominadas por una aspiración juiciosa hacia el equilibrio y la modernidad, las esculturas de González Macías acusan, no obstante, ese punto
de madurez que, sin comprometer la juventud del artista, nos habla ya de
la serena reflexión del porvenir... Me interesan estos artistas, como González Macías, cuya obra está llena de posibilidades y cuyo espíritu está animado por la fe... Esa confianza en sí mismo, ese deseo de mejoramiento,
ese progreso conscientemente equilibrado, es lo que da singular brío a los
trabajos del escultor”24.
Del conjunto de trece obras que componían la exposición, seis eran
retratos, figurando en ella cinco bustos masculinos y una Cabeza de mujer25.
24 GIL FILLOL, “Arte. Esculturas de González Macías”, Ahora, enero de 1933.
25 Además del busto del ministro Domingo Barnés, los retratos masculinos expuestos eran los bustos
de Valeriano Herrera, Pedro Miñana y el pintor Pedro Mozos, además de un Hombre con barba y una Cabeza de apóstol.
–28–
A ellos se sumaban una figura de Lechuza, dos composiciones (la titulada Maternidad y un grupo de una Niña con un perro), otros tantos Desnudos, uno de Mujer recostada y otro de Niña, el Proyecto de mausoleo
en madera presentado ya en la Exposición Nacional de 1932 y un monumento funerario.
Los comentarios que publica por entonces la crítica en la prensa madrileña, no obstante los elogios dedicados al joven artista, no dejaban de señalar cierta incertidumbre y desorientación a la hora de escoger la senda a
seguir por el escultor. Y así, algunas obras, como el busto de Domingo
Barnés o la titulada Hombre con barba, recordaban soluciones de Victorio
Macho, mientras otras, como Maternidad o Desnudo evocaban la manera de hacer de Planes –a cuyo lado trabajaba por entonces González Macías–. No obstante, esos mismos críticos no dejaban de reconocer otras
cualidades, como “la moderna simplificación de los rasgos y expresiones
que daban a sus esculturas un sugestivo matiz de un realismo limado y
suavizado”. Especial atención llamó su proyecto de mausoleo funerario en
madera de caoba, obra de clara inspiración Art Déco, que no dudaban en
calificar como “una magnífica definición de severidad y de sentimientos
reducidos a líneas”26.
De entre los trabajos presentados por el escultor, uno resumía mejor
que ninguna otra obra ese progreso, esa capacidad temperamental y afán
de perfeccionamiento del artista: el retrato esculpido en piedra negra de
Domingo Barnés, busto que por su vigor expresivo y la valoración de las
formas sumarias y simples, evocaba las cabezas escultóricas ejecutadas por
su paisano Mateo Hernández.
De la buena acogida que tuvo la exposición dan fe los artículos publicados en los principales diarios madrileños, firmados por algunos de los
más prestigiosos e influyentes críticos de la época, como Manuel Abril o
26 E.M.A., “Notas de Arte. Los yesos de Francisco G. Macías”, El Adelanto, 18-I-1933.
–29–
el ya citado Gil Fillol, reseñas en las que se le consideraba no ya como una
mera promesa sino como una realidad de valor artístico indudable al que
se abría un futuro esperanzador. De la muestra, que fue muy visitada, se
hizo eco incluso la revista francesa, La Revue Moderne Ilustrée des Arts
et de la Vie, que un breve artículo en su número correspondiente al 15
de ese mismo mes lo definía como “un artista de brillante espiritualidad”27.
Donde lógicamente tuvo mayor repercusión el éxito alcanzado fue en
su población natal, convertida ya desde entonces en tierra de escultores,
pues, como escribía en Béjar en Madrid un gran amigo de Mateo Hernández, Emilio Muñoz: “Ahora va a resultar, el nuestro, país de escultores
y en verdad que el granito que es lecho de sus ríos y valles, pedestal de la
ciudad y cresta de sus montañas, parecía reclamarlo...”. Si Hernández era
ya el prestigio universal, Macías era la esperanza, “pero una esperanza que
ha de cuajar en fruto cierto, porque tiene intuición, talento y voluntad”.
Coincidiendo con la exposición , el escultor recibió otro encargo importante. La dirección general de la “Autógena Martínez”, le encomendó un
busto de piedra del fundador de la empresa y prestigioso industrial salmantino Domingo Martínez, generoso mecenas de los artistas salmantinos que a Madrid llegaban, el cual, asimismo, detentaba el cargo directivo
de la Casa Charra en la capital de España28.
Por otra parte, al concluir en esos días la pensión que recibía del Municipio de Béjar y la Diputación Provincial, desde los periódicos salmantinos se hacía una llamada a la generosidad de ambas entidades para que
prolongaran la pensión “por un tiempo prudencial que dé margen al perfeccionamiento de su arte”.29
27 ANÓNIMO, “Del triunfo de un artista salmantino. Lo que de Francisco González Macías, joven escultor pensionado por la Excma. Diputación Provincial, dice la prensa de París”, El Adelanto, 16-II-1933.
28 ANÓNIMO, “En la Casa Charra, de Madrid. La exposición de Francisco González Macías”, El Adelanto,
20-I-1933.
29 M. SAN ILDEFONSO, “Artistas salmantinos. Francisco González Macías, joven maestro de la escultura”, El Adelanto, 31-V-1933.
–30–
Precisamente para que el público y los aficionados al arte salmantinos
pudieran hacerse una idea de sus avances, en el mes de septiembre de
ese mismo año González Macías presentó fuera de concurso un desnudo
de mujer, en escayola, en la Exposición de pintura y fotografía, que se celebró coincidiendo con las Ferias en la Escuela de San Eloy. La escultura,
que no pasó inadvertida, desmerecía sin embargo al estar realizada “en materia tan deleznable como la escayola”, pues como escribía el periodista Rufino Aguirre: “Lástima que esta estatua, tan pura de líneas, no esté fundida
en materia más noble, en una piedra dura que eternice la forma con la belleza del mármol y el calor de la vida”30.
Por lo que respecta a su carrera en Madrid y tras la buena acogida obtenida por su presentación en la Casa Charra, diez meses después decide
dar el paso de exponer de nuevo su obra, esta vez ya en un escenario más
ambicioso, como va a ser el Círculo de Bellas Artes. Y así, el 4 de noviembre de 1933 se inauguró la que era su segunda muestra en el elegante salón
de exposiciones del Círculo, una exposición que le dio a conocer definitivamente en el panorama artístico madrileño y supuso la consolidación
del artista como “uno de los positivos valores jóvenes del arte nacional”31.
El catálogo de la misma, encabezado con un texto del crítico Gil Fillol,
incluía catorce obras, algunas ya conocidas, como los retratos ya expuestos en la muestra de la Casa Charra, mientras que otras eran nuevas esculturas que el artista daba ahora a conocer, como una delicada figura infantil
titulada Pequeña madre y una Figura para un monumento funerario,
así como dos figuras de animales (Lechuza y Jineta).
30 R. AGUIRRE, “En San Eloy. Unos trabajos presentados fuera de concurso”, El Adelanto, 21-IX-1933.
31 Al acto de inauguración asistió el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes Domingo Barnés,
acompañado del director general de Bellas Artes Ricardo Orueta. También estuvieron presentes los pintores
Eduardo Chicharro y Julio Moisés y los escultores Julio Vicent, Pérez Comendador y José Capuz, así como los
críticos, escritores y amigos Gil Fillol, Emiliano M. Aguilera, A. Vegué y Goldoni, Criado y Romero, Pérez Bueno, F. Hernández Girbal y el caricaturista, Gori.
–31–
Entre esas nuevas piezas, las que despertaron mayor interés, acaparando la atención de los visitantes, fueron sin duda Pequeña madre y la
escultura varonil desnuda con destino a un monumento funerario, obras
de notable empeño que causaron viva impresión y cuyas fotografías fueron reproducidas ampliamente en la prensa.
Con la primera insistía de nuevo en los motivos infantiles, ya iniciados con el Desnudo de niña que expuso en la Casa Charra, y para los que
utilizaba como modelos a sus pequeñas hijas. Temática ésta de exquisita
sensibilidad y dulzura, muy pronto proporcionaría notoriedad al artista por
la gracia serena e ingenua que se desprendía de sus pequeños modelos,
dando lugar a partir de ahora a toda una serie de delicadas y tiernas figuras infantiles
Un concepto muy diferente impregnaba su Escultura funeraria, un tipo
viril de recia musculatura doblegado por la pesadumbre del dolor, una obra
que si bien en su sobriedad arcaizante dejaba aún traslucir algunos matices
escolásticos en su admiración al maestro Victorio Macho, por otro lado reflejaba ya el recio temperamento y vigorosa personalidad de un joven artista
“de positiva y fecunda trayectoria, aun en el comienzo de su noble ruta”.
Asimismo y según los comentarios de la prensa, una sensación de delicada humanidad, así como la impresión de una realidad sincera y noble
se desprendían de sus bustos del ministro Domingo Barnés o del pintor
adolescente Pedro Mozos, retratos que fueron también muy admirados.
Al éxito de público se sumó el elogio unánime de la crítica que alabó
el conjunto de las piezas expuestas, una producción en la que el escultor
–según se podía leer en una de aquellas crónicas– “había sabido recoger
la esencia del alma moderna sin rebuscamientos inútiles de nuevas tendencias supeditadas a un cronológico vanguardismo”32.
32 J. GUILLOT CARRATALÁ, “El Arte en Madrid. El escultor salmantino Francisco González Macías”, La
Gaceta Regional, 25-XI-1933.
–32–
Nada resume mejor la grata impresión que produjo el conjunto de obras
expuestas que los atinados comentarios que dedicaba Gil Fillol en el catálogo de mano de la exposición: “No se presenta aquí un escultor hecho,
sino un ‘propósito’ de escultor... No me interesan los artistas que creen
‘haber llegado’, que creen colmada la ilusión de llegar, esos artistas han
perdido para mí, el valor de actuales... En cambio, me interesan estos otros
artistas como González Macías, ‘propósito’ de escultor, cuya obra presente
está llena de aciertos y promesas. Los que vieran su exposición de hace
diez meses en la Casa Charra, de Madrid, podrán apreciar los progresos
logrados no sólo en la técnica, sino en el equilibrio de la forma. Ese progreso hacia la perfección, dentro de los cauces modernos por donde discurre el arte de Macías, sin comprometer el brío juvenil del escultor, nos
habla ya de la serena madurez del porvenir”.
Al tiempo que se exhibían sus obras en el Círculo de Bellas Artes, González Macías seguía desplegando una intensa actividad, teniendo por entonces varios proyectos en marcha. Y así, entre otros trabajos, en esos
momentos se hallaba esculpiendo en piedra una Niña dormida, “labor costosa –al decir de la prensa–, para la que sin embargo Macías no regatea
en gastos ni en tiempo..., pues nada le arredra; todo lo consigue y aun problemas difíciles de desarrollar los afronta con una decisión vehemente propia del gran cariño que siente por su arte”33.
Al comenzar 1934 el escultor se hallaba ocupado en la realización de la
que iba a ser su obra más ambiciosa hasta el momento, el Mausoleo de
la familia Barrero con destino al cementerio de La Almudena, conjunto
que ya había iniciado con la realización de la figura funeraria presentada
en la exposición del Círculo de Bellas Artes. Contratado unos meses antes
y ejecutado con la ayuda de varios canteros que con él trabajaban, en abril
de ese año lo tenía ya terminado, presentándolo por entonces a la prensa.
33 J. GUILLOT CARRATALÁ, “El Arte en Madrid. El escultor salmantino Francisco González Macías”, La
Gaceta Regional, 25-XI-1933.
–33–
Se trata de un monumento sepulcral tallado en piedra negra y pulida, que
se compone de tres figuras: una en el centro, velada y sumamente estilizada como mortaja de fraile en pie y con una cruz abrazada al pecho, que
representa el Tiempo, flanqueada a su vez por otras dos figuras simbólicas, dos desnudos de un hombre y una mujer, en actitud doliente y simétricamente dispuestos. El primero, que simboliza el Dolor, como ya vimos,
se trata de un grave desnudo doblegado por la pesadumbre de la aflicción,
una figura de vigorosa musculatura tallada en un relieve de recios trazos,
cuyo sobrio sentido moderno con cierto aire arcaizante evoca obras de Victorio Macho a su vez inspiradas en Ivan Mestrovic, célebre artista croata
por entonces de moda en la escultura española. Esa escultura funeraria,
que pensaba presentarla en la próxima Exposición Nacional de Bellas Artes
de Madrid, encarnaba la fuerza en contraste con la feminidad del otro desnudo que completaba el mausoleo, una figura de mujer también en actitud de intenso dolor y de espaldas a la anterior, titulada Humanidad.
El encargo de esta obra tuvo mucho de pintoresco y anecdótico. Los
hijos de un tendero de Lavapiés, modesto industrial del Madrid castizo,
quisieron dedicar sus ahorros a levantar en el cementerio de La Almudena un mausoleo para su difunto padre “que diera que hablar a la gente”.
Y el escultor, que sabía de su intención, se ofreció a hacerlo, “por lo que
lleve un marmolista y así surgió esta obra singular”34.
Al mismo Certamen Nacional también proyectaba enviar su deliciosa
figura en piedra negra Pequeña madre, que tanto éxito había tenido en
su presentación en el Círculo de Bellas Artes. En contraste con el desnudo varonil del mausoleo, esta niña contemplando arrobada y oprimiendo
contra sí un muñeco, representaba el sentido de la gracia, la ternura y el
sentimiento de la maternidad35.
34 UN INVITADO, “Desde Béjar. El escultor González Macías. El chispero y el artista”, La Gaceta Regional, 27-I-1935.
35 E. MUÑOZ, “El escultor bejarano González Macías”, El Adelanto, 11-IV-1934.
–34–
Unos meses después, concretamente en la primavera de ese mismo
año, presentaba ambas obras en la sección de escultura de la citada Exposición Nacional de Bellas Artes, obteniendo con Pequeña madre un señalado triunfo al ser premiada con una Tercera Medalla36.
Unos días después de conocerse el fallo del jurado, el escultor escribía una carta al presidente de la Diputación salmantina en la que le notificaba la concesión del citado galardón, al tiempo que daba las gracias por
la pensión concedida con estas sentidas palabras: “La ayuda que por parte de esa excelentísima Corporación encontré apenas me inicié en el arte,
me ha dado este pequeño triunfo, que al ofrecerlo a la excelentísima Diputación Provincial de Salamanca, siento la satisfacción de haber cumplido
hasta la fecha con el deber y dignidad a que como pensionado de esta excelentísima Corporación estoy obligado... Y asimismo he de continuar el resto del tiempo que me queda...”37.
Un mes después, el 28 de julio de 1934, un grupo de amigos, paisanos y admiradores organizaron en su homenaje una cena, servida en
un popular restaurante de Cuatro Caminos, el restaurante Biarritz. Entre
los cien comensales que acompañaron al artista figuraron, entre otros,
el pintor José Gutiérrez Solana, el escultor José Planes, el caricaturista
Luis Bagaría, y los críticos Gil Fillol, Vegué Goldoni, M. Criado y Romero,
Manuel del Arco, E. Hernández Girbal, Julio Angulo y Valeriano Herrera. Asimismo, al final del banquete se leyeron varias adhesiones, entre ellas, además de las del presidente y del secretario de la Diputación salmantina, la
del ministro de Instrucción Pública, el médico salmantino Filiberto Villalobos, expresada en estos términos: “Mi querido amigo: Al justo y merecido
36 Asimismo presentó sus dos figuras de animales esculpidas en piedra dura Lechuza y Jineta, obras
que en su talla simplificada y ajena a los excesos de acentuación animalista, recordaban las esculturas de su
admirado paisano Mateo Hernández.
37 Carta fechada en Madrid el 16 de junio de 1934. Véase ANÓNIMO, “La Diputación provincial de Salamanca y el triunfo del becario González Macías”, La Gaceta Regional, 21-VI-1934.
–35–
homenaje que te tributan por el éxito alcanzado con tu obra “Pequeña
madre”, en la Exposición Nacional de Bellas Artes, no me es posible asistir, lamentándolo muy sinceramente. Me alegran profundamente tus éxitos, porque ellos son el premio a tu amor al trabajo y al estudio. Sigue
trabajando honradamente y con fe para seguir triunfando en la vida. Te
saluda muy afectuosamente tu paisano y buen amigo: F. Villalobos”38.
Fue tan notable el éxito y el prestigio que le proporcionó Pequeña
madre, que desde la prensa local y madrileña se hicieron llamadas de atención a los responsables del Museo de Arte Moderno para que comprasen
tan exquisita obra, peticiones que se vieron muy pronto satisfechas al ser
adquirida por el Estado en 3.000 pesetas y pasar a formar parte de los fondos del citado museo.
Animado por tan señalada recompensa, al año aproximadamente de
su anterior exposición en el Círculo de Bellas Artes y tras haber reunido
un conjunto de piezas de su última producción, el escultor expuso nuevamente sus obras, esta vez en las salas de la prestigiosa Sociedad de Amigos del Arte, en el Palacio de la Biblioteca Nacional.
Se trataba de una exposición en la que se presentaba ya un artista con
una personalidad plenamente lograda, sin los balbuceos de los comienzos, una muestra que para muchos fue toda una revelación, ya que de sus
anteriores comparecencias, y sobre todo de su primera y modestísima exposición en la Casa Charra, como se podía leer en las páginas de A.B.C., “apenas si quedaba el vago recuerdo de un artista en ese momento tan
dramático de la desorientada y desorientadora incertidumbre por escoger
la senda. Y han bastado dos cortos años, que en el joven escultor bejarano han sido largos, a juzgar por la ventaja lograda, para que Macías vuelva a presentarse en Madrid con la senda ya escogida”.
38 ANÓNIMO, “Agasajo al escultor González Macías”, El Heraldo, 29-VII-1934; ANÓNIMO, “Correo de
las Artes. Banquete en honor del escultor González Macías”, El Heraldo, 30-VII-1934; ANÓNIMO, “Homenaje
al escultor bejarano Francisco González Macías”, Béjar en Madrid, 4-VIII-1934, núm. 565, p. 2.
–36–
A la inauguración, el 19 de enero de 1935, asistieron, además de una
representación de la Diputación de Salamanca y otra del Ayuntamiento de
Béjar, los prestigiosos escultores Mariano Benlliure y Miguel Blay, así como,
entre otros muchos periodistas y amigos, los conocidos críticos Manuel
Abril y Vegué y Goldoni. El escultor Mariano Benlliure felicitó a los diputados salmantinos y les rogó que no desamparasen al joven escultor. El
viejo y laureado escultor aprovechó la ocasión para, delante de los representantes de la Diputación, apoyar la idea de que cuanto antes le fuese
permitido hacer un viaje de estudios al extranjero, tan necesario en esos
momentos en que estaba cuajándose su personalidad artística39.
En efecto, en las doce obras reunidas en la muestra se observaba un
marcado contraste, no sólo porque cinco eran en materia definitiva –realizadas en piedra negra de Aragón pulida– y siete eran escayolas, sino por
el diverso tratamiento de las mismas. Así se podía comprobar una clara
diferencia entre los recios trazos de ejecución y la grandiosidad de concepto de su Mausoleo, expuesto en la primera sala, o entre sus vigorosos
retratos en piedra, y la delicadeza de modelado en las escayolas dedicadas al tema infantil o en la gracia y estilización de volúmenes de sus figuras de animales, en las que era fácil advertir el recuerdo de Mateo
Hernández40.
En la exposición llamaron especialmente la atención Pequeña madre
y el original Mausoleo, ya terminado, que fue calificado como “excelente
muestra de estilización y armonía, cuya arquitectura está plasmada en berroqueño pulido”. Entre las novedades, figuraron dos recientes retratos del
39 El diputado por Béjar-Sequeros Fernando García contestó al viejo maestro que la Diputación seguía
paso a paso la carrera artística de Macías, y que confiaba que la Corporación hiciera un nuevo esfuerzo para
pensionarle fuera de España, “a fin de que viese Museos y se orease con ambientes de mayor modernidad”.
Véase, UN INVITADO, ob.cit.
40 J. F. T., “En los Amigos del Arte. La escultura funeraria y la gracia infantil de González Macías”, La
Nación, 25-I-1935.
–37–
periodista Julio Angulo y el crítico Luis Gil Fillol, bustos cuya justeza psicológica imprimía verdadero carácter.
El Mausoleo, que ocupaba un lugar preferente, fue sin duda la obra
que más admiración suscitó41. Frente a ella, don Mariano Benlliure, el día
de la inauguración, dijo ante un grupo que escuchaba su autorizado juicio esta frase, que para González Macías –según recoge la prensa– fue el
mayor premio al que podía aspirar: “Se siente el aleteo del genio”42.
Según los comentarios de la crítica en los diarios madrileños, su arte
había experimentado una progresiva evolución, al liberarse de aquella inseguridad que presentaban sus primeras obras, lastradas aún de numerosas
influencias. El estilo de sus esculturas se orientaba ahora de manera clara, de un lado, hacia las modernas estilizaciones y simplificaciones decorativas –visibles en la reciedumbre y el vigor formal de su Mausoleo– y
por otro lado hacia la exposición del sentimentalismo, la ternura, la gracia y la emotividad reflejadas en sus encantadoras figuras infantiles.
Por la exposición, que estuvo abierta del 19 de enero al 17 de febrero43, desfilaron buen número de críticos y periodistas de la prensa madrileña, así como algunos de los más conocidos artistas de entonces, que
tributaron al escultor cálidos elogios y palabras de aliento en la ya felizmente iniciada, con tan buenos auspicios, carrera artística.
De la unanimidad de la crítica al apreciar el valor y el interés del conjunto de sus obras dan cumplido testimonio algunas de las opiniones publicadas en los principales periódicos de entonces, como la de Manuel Abril
en el Diario de Madrid; J. M. en La Época; Gil Fillol en Ahora; Luis de
Galinsonga en A.B.C. o la de Juan de la Encina en El Sol.
41 Las tres figuras de que consta estaban colocadas sobre un armazón de madera que daba la sensación exacta de cómo sería el monumento fúnebre que había de guardar los restos de aquel modesto comerciante de los barrios bajos madrileños
42 ANÓNIMO, “Inauguración de la exposición de escultura de Macías”, Béjar en Madrid, 9-II-1935, núm.
691, p. 1.
43 En vista del éxito obtenido, la exposición fue por dos veces prorrogada, primero hasta el día 12 de
febrero y después se acordó una nueva prórroga hasta el día 17 del mismo mes.
–38–
Así este último escribía sobre González Macías lo siguiente: “Un escultor joven hemos dicho. Y añadiremos: un escultor verdadero... Estas doce
obras revelan un escultor que aún no está maduro ni tiene por qué, pues
se trata de un artista joven, pero que anuncia en esperanza el fruto cierto, cierto y granado y jugoso...”.
Por su parte Gil Fillol en Ahora calificaba a Macías como un ejemplo
singular de vocación, mezcla de instinto y temperamento, pues según
comentaba en su crítica, desde su anterior exposición, la de la Casa Charra de 1933, en la que era poco menos que un desconocido, el escultor
en menos de dos años había experimentado, sin tutela ni auxilio de nadie,
solamente empujado por su constancia y su firme vocación, un avance extraordinario.
Tras el éxito obtenido en aquella muestra de la Sociedad Española de
Amigos del Arte, y después de la clausura de la misma, González Macías
no pensaba otra cosa que continuar su labor cotidiana y seguir trabajando con el fin de preparar para el año próximo otra exposición de obras
totalmente nuevas. El artista era consciente de que debía consolidar el camino andado, perfeccionarse, vigorizar su personalidad y sobre todo hacer
realidad su sueño de poder viajar al extranjero. Todo ello contando con
que no le faltase la pensión que le pasaba la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Béjar, ya que –según comentaba a un periodista– si se la retirasen en ese crítico momento, decisivo en su carrera artística, tendría
seguramente que abandonar su obra y proyectos para buscarse la vida por
otros cauces, lo que habría supuesto un gravísimo perjuicio de difícil reparación en una trayectoria cada vez más firme y segura44.
Sus temores no eran infundados, pues precisamente ese mes de mayo
terminaba la pensión de la Diputación y era preciso que la Corporación
provincial acordase su prórroga. A ese respecto y desde el semanario
44 ANÓNIMO, “Después de la Exposición Macías”, Béjar en Madrid, 20-IV-1935, núm. 701, pp. 1-2.
–39–
bejarano se hacían votos para que se hiciera realidad la continuidad de la
misma, pues “lo esencial –se decía– era asegurar a Macías la continuidad
de sus trabajos, que no los interrumpiera”.
Asimismo, el éxito logrado con la referida exposición, le animó a solicitar de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas
una beca para ir a París, pensión que le es concedida en agosto de ese mismo año.
En ese mismo verano y pensando por entonces en marchar muy pronto a París, regresó por unos meses a Béjar, donde aprovechó para exponer ante sus paisanos en el Instituto de Segunda Enseñanza una de sus
características esculturas de niñas, en concreto un ingenuo desnudo infantil titulado Fácil ejercicio, obra que precisamente terminó durante su estancia en su ciudad45.
Tras esos meses de vacación estival y en vísperas ya de su traslado a
París, concretamente en octubre de 1935 presentó en el XV Salón de Otoño de Madrid su obra titulada Niña dibujando, una preciosa estatua infantil que le valió el unánime elogio de la crítica.
Como es sabido, el Salón de Otoño, que organizaba la Asociación de
Pintores y Escultores y se celebraba en el Palacio de Exposiciones del Retiro, era por entonces junto con las Exposiciones Nacionales el escaparate
de mayor prestigio en el panorama artístico de la capital de España. A lo
largo de sus catorce años de vida se había distinguido por un doble propósito: de un lado, agrupar obras de arte y presentarlas al público sin la
solemnidad de una exposición oficial, y de otro, dar la oportunidad a los
artistas jóvenes de mostrar su producción sin pasar por el tamiz a veces
45 ANÓNIMO, “Exposición”, Béjar en Madrid, 10-VIII-1935, núm. 717, p. 7. Coincidiendo con la exposición, que fue muy visitada, se sugirió la idea de que la obra, cuando estuviera esculpida en material definitivo, fuese a enriquecer el Museo de Salamanca. A tal efecto se pensaba dirigir una solicitud a la Dirección General
de Bellas Artes solicitando que adquiriera la escultura con destino al citado museo salmantino. Véase, J. M. G.,
“Exposición”, Béjar en Madrid, 24-VIII-1935, núm. 719, p. 2.
–40–
arbitrario de las citadas bienales. Junto a los noveles y jóvenes promesas
exponían algunos maestros, firmas ya consagradas cuyas obras por lo general no añadían nada nuevo.
Ese año y dentro del conjunto un tanto heterogéneo de la muestra,
la escultura tuvo una representación modesta, de la que sólo se salvaban
–al decir de la crítica– los trabajos de Pedro Torre Isunza, José Ortells, Ignacio Pinazo, Pedro Frías Alejandro, “Compostela”, Santiago Almela, Monedero, Mariano Rubio, nuestro escultor y algún otro. Ello respondía a que,
como escribía Gil Fillol en su columna de Ahora, la exposición parecía estar
ideada exclusivamente para la pintura, mientras que a la escultura se le reservaba un lugar secundario. De ese lugar subalterno eran responsables, según
el mismo crítico, los propios escultores, que apenas se preocupaban de
defender sus derechos. A cada exposición concurrían menos y cada vez
lo hacían con más desánimo.
Ante lo expuesto en aquel XV Salón de Otoño, pudiera pensarse que
la escultura española se encontraba “en franca decadencia”, lo que en opinión del citado crítico, no era cierto: “Si algo se salva de la crisis momentánea por la que atraviesa el arte en todos los países, es nuestra escultura,
arraigada ya en un tipo netamente español... La escultura española está,
por fortuna, en instantes de resurgimiento... Lo que ocurría era que los
escultores, después de los “formidables esfuerzos de principios de siglo,
sentían el dolor de la postergación de que eran víctimas en las exposiciones.
Salas mal acondicionadas, pedestales inadecuados, luces absurdas... esto
es lo único que se les concede para exhibir sus obras... Si la escultura estaba mal representada en el Salón, peor estaba aún presentada. Habían de
ser obras soberbias y nos seguirían pareciendo en ese ambiente obras
mediocres”.
Ante el lamentable estado en que se hallaba el viejo Palacio de Exposiciones del Retiro, se echaba en falta unas salas adecuadas y desde la
–41–
prensa se hacían votos para que el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas
Artes dotara cuanto antes a Madrid de un Pabellón de Exposiciones donde tuvieran su sitio decoroso e independiente la pintura, la escultura y el
grabado46.
La Niña dibujando presentada por Macías fue una de las obras
que más llamó la atención, siendo considerada por la crítica como una de
las más interesantes y atractivas del certamen por su “briosa expresividad
y justo modelado”.
Poco después y en ese mismo mes, el Estado, a través de la Junta para
Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas hacía posible el anhelado viaje a París para ampliar las miras y conocimientos del joven escultor. Con el bagaje de su Tercera Medalla en la Exposición Nacional de 1934,
sus tres exposiciones individuales en Madrid y su participación en alguna
que otra exposición de provincias, González Macías marcha en el mes de
octubre de 1935 a la capital francesa, donde va a completar su formación
y poder seguir las huellas gloriosas de su insigne paisano Mateo Hernández. Allí permanecerá cerca de cuatro años madurando plenamente su arte
al entrar en contacto con el ambiente más innovador y vanguardista en
que se habían formado y desarrollado los grandes maestros de la escultura moderna.
En la capital francesa Macías vivió intensamente el ambiente artístico
de la bohemia parisina. Allí aprendió mucho más de lo que esperaba, visitando exposiciones, hablando con amigos artistas, asistiendo a las tertulias de los cafés y alternando no sólo con pintores y escultores, sino también
entrando en contacto con un buen número de escritores (Pío Baroja, su
“profesor de francés” Américo Castro, Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, Antonio Tovar, Sánchez Crespo, etc.). En las tertulias del café de “El Dôme”,
del Boulevard du Montparnasse se solía reunir, entre otros, con el genial
46 GIL FILLOL, “Arte. La Escultura en el XV Salón de Otoño”, Ahora, octubre, 1935.
–42–
pintor salmantino de Ciudad Rodrigo Celso Lagar, con Mateo Hernández,
Gutiérrez Solana, Joan Miró, Fabián de Castro, “el pintor gitano”, Arturo
Souto, Honorio García Condoy, la mujer del pintor japonés Foujita, Campos Ribera o Pierre Valadé. Para Macías –según él mismo afirmaba– París
fue una de las mejores escuelas que jamás tuvo. En París conoció las antigüedades del Louvre y los movimientos de vanguardia de la época.
A su llegada a París, Macías se hizo sobre todo muy amigo de su paisano Mateo Hernández, al que visitó con mucha frecuencia en su casa de
Meudon, y del que recibió valiosos consejos . De él diría años después que,
además de un gran artista, era también un hombre de gran corazón: “No
es cierto, ni mucho menos que tuviera mal carácter. Todo lo contrario.
Era un hombre de una bondad natural extraordinaria. Y lo que un periodista escribió de él, que era un roñoso que no pagaba un café a nadie, una
solemne mentira, pues, por el contrario, era siempre el primero en hacerlo, en todas las tertulias”47.
Poco tiempo después de su llegada a París, concurre a varias exposiciones. Así, en el mes de febrero de 1936 participa en la Exposición de Arte
Ibérico al lado de otros escultores españoles de prestigio como Capuz, Clará, Adsuara, Casanova, Rebull, Apeles Fenosa, Granyer, Llauradó, Pérez
Mateo, Viladomat y Eva Aggerholm48.
En dicha muestra González Macías expuso una de sus características
figuras infantiles, la titulada Niña en la arena, talla en madera que años
después iría a parar a Lovaina, adquirida por el profesor Maigin, director
del Instituto del Cáncer, con destino a dicha institución benéfica en aquella ciudad belga.
47 A. MUÑOZ DE LA PEÑA, “Charla con González Macías”, Béjar en Madrid, 8-VIII-1959, núm. 1951,
pp. 5-6.
48 Sobre esta exposición da cuenta un interesante artículo de Manuel ABRIL, fechado el 23 de febrero de 1936, cuyo recorte, sin constar de qué periódico se trata, se halla entre la documentación conservada
por las hijas del artista.
–43–
Asimismo y a poco de llegar a la capital de Francia, la prestigiosa La
Revue Moderne le dedicó un extenso comentario a modo de presentación,
en el que daba cuenta a sus lectores de que el joven escultor español pensaba mostrar para el próximo otoño al público y la crítica parisina un conjunto representativo de su obra. En aquella reseña, al referirse a su
producción, la revista informaba que el artista había orientado su creación
principalmente hacia el tema de los niños, subrayando su interés por reflejar la vida infantil en toda su espontaneidad. Y así, a propósito de aquellas piezas, entre otros comentarios, se decía: “Mas allá de una escultura
meramente anecdótica, mas allá de toda sensiblería, en sus obras aunaba
el estudio del cuerpo y las actitudes infantiles con un loable esfuerzo por
profundizar en la sicología y los sentimientos íntimos de los pequeños
modelos”. Desde el punto de vista plástico, en opinión de la revista, el escultor, desdeñando la vulgar copia del natural, interpretaba esos temas infantiles por medio de líneas simples, masas sintéticas y volúmenes puros,
rechazando todo detalle inútil que impidiera traducir la esencia y el justo carácter de su obra.
Expuso por entonces en el Salón de los Artistas Independientes y en
Toulouse llevó varias esculturas a “Le Salon des Artistes Méridionaux”, siendo muy elogiado por crítica y artistas.
Figuró también en la extraordinaria exposición “L’Art Espagnol Contemporaine”, organizada por el Gobierno de la República en París y celebrada del 12 de febrero al mes de marzo de 1936 en el Musée des Écoles
Étrangères Contemporain (Peinture et Sculpture), Jeu de Paume de las
Tullerías. La monumental exposición, a la que concurrieron 144 artistas
–122 pintores y 22 escultores, con más de 400 obras– constituyó un importante acontecimiento cultural, ofreciéndose como un auténtico muestrario, muy expresivo del arte español de esos años y en concreto del quehacer
escultórico de nuestra vanguardia (entre otros escultores figuraron obras
–44–
de Clará, Mateo Hernández, Pablo Gargallo, Julio González, Manolo Hugué,
Francisco Pérez Mateo, Eva Aggerholm y Apeles Fenosa)49.
De esos años en París data también una interesante serie de dibujos
de desnudos para los que utilizó como modelos a mujeres acostadas, sentadas o atándose el zapato. Se trata de un conjunto de sugestivos diseños
trazados con soltura y en los que acierta a capturar el movimiento y las
más variadas posturas, algunos de ellos destinados a ser materializados en
escultura (Desnudo de mujer en reposo).
Del mismo modo, y como ya se ha mencionado, conoció en París a
muchos escritores españoles. A uno de los que más trató fue a Pío Baroja, de quien modeló allí del natural, en 1936, durante la Guerra Civil, un
formidable retrato. A esta obra se refiere el célebre novelista en sus Memorias, volumen cuarto de sus Obras completas, donde dejó escrito: “Varios
bustos me han hecho también: uno Victorio Macho, otro Sebastián Miranda con mucha expresión y otro González Macías, un poco espiritualizado,
que está muy bien”.
Por otro lado, en ese período de aprendizaje en la capital francesa, y
en concreto a fines de junio de 1936, envió también desde París a la Diputación salmantina fotografías de algunas de sus más características interpretaciones de la vida infantil, obras realizadas en su condición de “becario
para estudios de Escultura”. La Comisión gestora de la Corporación provincial en sesión celebrada pocos días después, recibió con agrado el envío
de su pensionado y acordó que se divulgaran las fotografías publicándose en los periódicos salmantinos, “para que apreciasen las gentes, la labor
de nuestro paisano”. Se trataba de tres nuevas esculturas de niños, que
llevaban por título Fraternidad, Travesura y Niña en carrousel, todas ellas,
al decir de la prensa, “poseedoras de una apetencia táctil más que visual
[...] que invitan a un manoseo de caricia”50.
49 En aquella ocasión Mateo Hernández le presentó al presidente de la República Albert Lebrun.
50 A. GARCÍA BOIZA, “Artistas salmantinos. González Macías en París”, El Adelanto, 8-VII-1936.
–45–
Una de las más afortunadas de esas creaciones de su ya nutrido repertorio de temas infantiles, la titulada Niña dibujando en el suelo, que ya
había presentado en el Salón de Otoño del año pasado, la remitió por entonces para que figurara en la próxima Exposición Nacional de Bellas Artes,
que se inauguró el 4 de julio de 1936 en Madrid. Es lástima que la exposición tuviera que ser clausurada precipitadamente, pues muchos pensaron que de no haber sobrevenido la Guerra Civil, iniciada el 18 de julio
de ese año, seguramente la escultura de Macías, unánimemente elogiada
por toda la crítica madrileña, hubiese alcanzado algunos de los primeros
galardones de aquel frustrado certamen51.
Terminada su pensión en el mes anterior, el escultor había regresado a España al conocer la buena noticia de que la Junta de Ampliación de
Estudios le había prorrogado la beca52. El estallido de la Guerra Civil poco
tiempo después iba sin embargo a impedir que se hiciese efectiva su concesión y que pudiera disfrutarla. Ello, no obstante, no suspendió los planes del artista de regresar cuanto antes a París.
El 23 de julio de 1936 se hallaba todavía en Madrid, en su recoleto estudio de la barriada de la Prosperidad donde le entrevistaba un periodista
de El Liberal. Según le confesaba el escultor, pronto pensaba marchar a
París “a disfrutar la beca que le había otorgado la Junta de Ampliación de
Estudios... allí quería visitar constantemente el Louvre y el Luxemburgo y
estudiar la escultura griega y egipcia”. Además, al tiempo que comentaba
que le interesaban sobre todo las creaciones de los pueblos primitivos,
comentaba también al periodista su proyecto de hacer una exposición en
51 La sublevación militar del 18 de julio obligó a cerrar la Exposición Nacional de Bellas Artes, sin que
los Jurados de recompensas, ya designados, hubieran podido dar sus fallos. Véase, B. DE PANTORBA, Historia y crítica de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas en España, Madrid, 1980, p. 304; cfr.
Catálogo Oficial de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1936, Madrid, 1936, p. 88, núm. 15. En el catálogo se cita a Macías domiciliado en París, en la Avenida Georges V, 21-8ème.
52 En efecto, en julio de 1936 la Junta de Ampliación de Estudios creó dos becas, una de pintura que
otorgó a Cristóbal Ruiz y otra de escultura, concedida a nuestro artista.
–46–
París “como síntesis y justificación de lo más intenso y hondo de mi labor,
una exposición agrupada bajo la denominación de “interpretaciones de la
vida infantil”.
Una vez ya en París, González Macías siguió con honda preocupación
y enorme pesar las terribles vicisitudes y crueles acontecimientos de la contienda que se sucedían en España. Durante el transcurso de la misma se
sabe que atendió con sus servicios a buen número de bejaranos, según
él mismo comentaría después en una breve nota de prensa aparecida tras
su regreso a España en Béjar en Madrid53.
En esos años en París, su capacidad de trabajo y su total entrega a su
arte le permitió poder vivir él y su familia con cierta holgura dedicándose exclusivamente a su profesión. Así solicitaron obras suyas algunos coleccionistas y adquirieron también alguna que otra pieza suya algunos museos
y entidades oficiales.
En el mes de julio de 1938 participó en la exposición “Une semaine
d’art espagnol à Paris” que se celebró en el Club de France, en el 240 bis,
del Boulevard Saint Germain, muestra que reunió obras de cuatro artistas: el francés Pierre Valade y tres artistas españoles llegados en los últimos años a París: los pintores M. Armengol, M. Camps-Ribera y nuestro
escultor. En aquella exposición llamaron especial atención y fueron muy
bien acogidos por la prensa parisina sus pequeños grupos tallados en madera y sobre todo el de una niña con su hermanito en brazos, titulado Fraternidad. Allí vendió al Estado francés su obra titulada Maternidad, grupo
de dos cabezas que a partir de entonces figuró en el Musée des Écoles
Étrangères del Jeu de Paume de las Tullerías.
53 ANÓNIMO, “A ocho días vista. Arte”, Béjar en Madrid, 24-II-1940: “Reside en Béjar, dedicado por
completo a su arte que tantos elogios despierta nuestro paisano el artista escultor González Macías que, pensionado en París por la Diputación de Salamanca a tantos bejaranos atendió con sus servicios durante el transcurso de la guerra”.
–47–
Durante esos años en París, la prensa se ocupó en algunas ocasiones
de nuestro artista, dedicando a su obra elogiosas reseñas. Así de su paso
por la exposición del Club de France, entre otros, el crítico de arte del parisino París-Midi escribió el siguiente comentario: “Ce statuaire rend vraiment le bois et la pierre aussi flexibles et malléables que la cire. Ses figures
bien étudiées révelent une jeunne maitre sensible et fin qui a, pour s’exprimer, la gráce juvénile des accents personnels et d’un charme attachant”54.
Ese mismo año, como ya se ha visto, el profesor Maigin, director del
Instituto del Cáncer de Lovaina (Bélgica) adquirió con destino a esa institución benéfica una de sus obras, la delicada figura tallada en madera titulada Niña en la arena.
Sin embargo, la inminencia del inicio de la Segunda Guerra Mundial
determinó su decisión de abandonar cuanto antes la capital francesa y regresar a España. Aunque París le interesaba vivamente, en aquellas circunstancias, los acontecimientos internacionales le obligaron a regresar a su
Patria: “Y así lo hice con la esperanza de serle útil, para lo que no escatimaré los mayores esfuerzos. Y no son pocos los que necesita hacer el artista que piense el lugar que a España le corresponde en el mundo del arte”55.
En el mes de marzo de 1939 se hallaba todavía en París exponiendo
sus pequeños grupos junto a M. Popineau, M. José Biosca y M. Manuel Gilbert, pero en el mes de julio de ese mismo año, lo hallamos ya de vuelta
en España.
54 “Este escultor hace en verdad la madera y la piedra tan flexibles y maleables como la cera. Sus figuras bien estudiadas revelan un joven maestro sensible y fino y que tiene para expresarse una gracia juvenil de
acentos personales y de un encanto sugestivo”. C. J. GROS, “Beaux-Arts... Une semaine d’art espagnol à Paris”,
Paris-Midi, 16-VII-1938.
55 F. G. MACÍAS, “Macías, el escultor bejarano, nos cuenta brevemente su vida y su obra”, La Gaceta
Regional, 4-II-1940.
–48–
ASENTAMIENTO EN SALAMANCA
Y DEDICACIÓN A LA IMAGINERÍA
Tras su fructífera experiencia parisina, en el verano de 1939 Francisco González Macías se encontraba con su familia de vuelta en Béjar. Por
entonces su intención era volver a Madrid donde aspiraba a proseguir su
labor. No obstante y antes de regresar a la capital de España quiso permanecer durante algún tiempo en su ciudad natal.
De las vicisitudes del artista en París se volvía a ocupar el semanario Béjar
en Madrid, que le dedicó por entonces algunos artículos laudatorios. En uno
de ellos se resumían así los últimos años de su peripecia vital: “Los tiempos agitados que vivimos, en los cuales la política lo borra todo, son, por
cierto, poco propicios al cultivo del arte y hace falta la rotunda vocación, la
bien dotada naturaleza y la recia voluntad que en Macías se juntan, para que
en París hayan podido vivir él y su familia con relativa holgura, exclusivamente
de su profesión y para conseguir que algún museo de aquella capital y otras
entidades extranjeras, hayan solicitado y adquirido sus obras”56.
También la prensa de Salamanca daba cuenta del regreso del artista
con las siguientes líneas: “Ha regresado de París, donde ha permanecido
varios años, el joven escultor bejarano señor González Macías. Durante su
permanencia en la capital francesa, viviendo y luchando entre los universalmente consagrados, ha realizado nuestro paisano una copiosa labor,
ensalzada frecuentemente por la crítica parisina... El señor González
56 E. M., “Artistas bejaranos”, Béjar en Madrid, 26-VIII-1939, núm. 928, p. 6.
–49–
Macías tiene el propósito de continuar sus actividades artísticas en Madrid,
siendo posible que antes de su instalación definitiva en la capital de España dé a conocer alguna de sus obras en nuestra Salamanca”.
De regreso en su ciudad natal y tras recorrer los añorados parajes de
su infancia y juventud, el artista se reencontró con la bravura del paisaje
bejarano, que una vez más le iba a inspirar e impresionar profundamente en su ánimo de escultor. A ese respecto, en diciembre de 1939, publica un artículo en La Gaceta Regional titulado “Divagaciones artísticas
durante mi estancia en Béjar”, que dedica “al maestro Mateo Hernández
que me honra con su paisanaje y su amistad”. En él se refería a la intensa atracción del gran escultor por las rocas del paisaje bejarano y de cómo
le había comentado varias veces que uno de sus mayores sueños era esculpir las peñas de Valdesangil, “audacia desmesurada que habría sido capaz
de realizar sino hubiese sido por las dificultades de orden material y la falta de medios”.
González Macías al volver a pasar al cabo de varios años por los paisajes de su pueblo, “por la parte del río que llaman Illana”, confesaba la
fuerte emoción que le causaba la contemplación de aquella “extraordinaria mole de peñascones que a mi vista se ofrecían como enormes monumentos megalíticos”, sintiendo también él, al igual que su admirado paisano,
el deseo de esculpir aquellas enormes piedras57.
De vuelta en su estudio de Madrid, cargado de necesidades familiares, reanudó su lucha en busca de encargos y clientela trabajando por entonces sin descanso en la soledad de su taller. Fue ésta una época llena de
inquietudes y desvelos que el escultor sobrellevó con firmeza y un estoicismo verdaderamente tenaz y arrollador.
Por entonces inició su actividad de imaginero. En marzo de 1941 tenía
terminado en su apacible estudio del paseo de Santa Ana, un Cristo
57 F. G. MACÍAS, “Divagaciones artísticas durante mi estancia en Béjar”, La Gaceta Regional, 27-XII-1939.
–50–
directamente tallado en nogal y una imagen de la Virgen con destino a una
iglesia de Béjar. También tenía ya acabado un busto en piedra del teniente del Tercio Mario Muñoz Díaz, “héroe de la pasada contienda”, en el que
había conseguido “aún sin conocerlo, no sólo un parecido asombroso...
sino aquellos matices de bondad y de nobleza que eran tan característicos del pobre Mario”.
En relación con esa dedicación a la escultura religiosa, tan demandada por esos años, en el mes de junio de 1941 ganó una pensión de la Fundación Conde de Cartagena que le concedió la Academia de Bellas Artes
de San Fernando, beca que él mismo pidió que fuese para Salamanca donde pensaba dedicarse a estudiar el arte del Renacimiento, con el fin de adentrarse en la escultura en madera policromada y poder así trabajar obras
de imaginería religiosa58. Poco después obtuvo por oposición el título oficial de profesor de Dibujo expedido por la Escuela Central de Bellas Artes
de San Fernando, dedicación a la enseñanza que también constituía por
esos duros años de la posguerra otra de sus aspiraciones.
En el otoño de ese mismo año y tras el obligado paréntesis de la guerra, concretamente en el mes de noviembre de 1941, se reanudó en Madrid
el certamen de la Exposición Nacional de Bellas Artes. A dicha muestra Macías
envió dos esculturas, las tituladas Fraternidad y Niña dibujando, obras
ya conocidas que al decir de algún crítico mostraban “el antiguo hacer del
escultor –galardonado el año 34– y que hoy creemos un poco pasado, aunque con una gran visión de lo decorativo”59.
Por entonces y dadas las posibilidades de trabajo que ofrecía el género escultórico de la imaginería, se trasladó a Salamanca decidido a consagrarse a este tipo de trabajos, un tipo de escultura cuya demanda era
58 ANÓNIMO, “Beca a Paco Macías”, Béjar en Madrid, 28 de junio de 1941, núm. 1008, p. 7.
59 Es significativo que en aquella exposición y en cuanto a la aportación a la escultura se refiere tuviera una gran representación la temática religiosa. Entre los nombres de escultores más conocidos, figuraron
los de Mariano Benlliure, Clará, Orduña, Huerta, Marés, Planes, Torre Isunza, Monjó y Manolo Hugué.
–51–
en esos años muy considerable y que se convertiría en seguida en su dedicación preferente.
Una vez afincado en la ciudad del Tormes, Macías montó su estudio
en una de las antiguas aulas del viejo Instituto en el Patio de las Escuelas
Menores, que el rector había cedido a los artistas salmantinos. Allí, ese taller
amplio y espacioso, pero frío, bastante húmedo y no muy dotado de luz
(ésta se filtraba indirectamente por una claraboya) se convirtió en lugar
de trabajo y producción del artista. Traspasando la vieja puerta del rincón
del patio de las Escuelas Menores, a la derecha, se encontraba ese estudio un tanto destartalado y bajo severo artesonado, del que muy pronto
iban a salir sus primeras tallas religiosas que le valdrían una considerable
reputación como imaginero de prestigio60. Allí y a partir de ahora se va a
consagrar a la imaginería sacra vivamente impresionado por el rico patrimonio artístico y escultórico de Salamanca.
Acuciado por la necesidad de vivir y atender a su familia con la holgura que él deseaba, González Macías acometió la escultura de encargo y
en aquellos tiempos los encargos casi únicos que se hacían a los artistas
eran los de tema religioso, principalmente de imágenes y pasos procesionales contratados por las hermandades de Semana Santa.
En efecto, por lo que se refiere a la escultura, la Guerra Civil supuso
una interrupción del favorable desarrollo que, al filo de los años treinta
había adquirido esta manifestación artística en España. Habida cuenta de
la ruina económica y cultural del país en la posguerra no fue nada extraña la irrupción de un largo paréntesis y un prolongado silencio en la creatividad artística, y fundamentalmente en la más innovadora y vanguardista.
Puede decirse incluso que se dio un claro retroceso, surgiendo a partir
de 1939 un tipo de escultura de un carácter muchas veces artesanal. Así
60 Concretamente el estudio ocupaba el aula de la derecha, la que actualmente es sala de exposiciones de la Universidad.
–52–
renació la imaginería religiosa, impulsada entonces por los encargos de las
cofradías, un tipo de escultura que en gran medida se limitaba a emular,
cuando no a copiar, los modelos del pasado, y en concreto las tallas de
los imagineros del Renacimiento y el Barroco.
La presencia de Macías y de algunos otros artistas en Salamanca por
esos años, como el escultor catalán Inocencio Soriano Montagut, contribuyó a vitalizar la actividad artística en la ciudad. A pesar de la paralización que supuso la Guerra Civil, comenzada la década de los cuarenta, la
actividad artística local inició lentamente un modesto resurgir. Así se constata un cierto impulso a través de la labor desarrollada por un pequeño
grupo de cinco artistas en los denominados “Estudios” o talleres que los
escultores Inocencio Soriano Montagut, Francisco González Macías y
Damián Villar, y los pintores José Manuel González Ubierna y Andrés Abraido del Rey tuvieron en las citadas aulas del Patio de las Escuelas Menores
de la Universidad salmantina, antigua sede del Instituto de Segunda Enseñanza y por entonces sede del Museo Provincial de Salamanca.
Allí trabajaba con González Macías su sobrino Agustín, con otros operarios que sacaban de puntos los vaciados de escayola del maestro. Juanita, su hija mayor, que siempre merodeaba por el estudio, le servía en
algunas ocasiones como modelo. Algunas veces también sus otras hijas,
Asunción (“Chon”), Pepita y Flori, irrumpían en el estudio, rompiendo con
su alegría y su juventud la quietud, la paz y el silencio de aquel patio venerable. En efecto, en aquellos días de la posguerra el escultor desarrolló una
gran actividad protegido por el canónigo y magistral de la Catedral de Zamora don Francisco Romero López. La familia numerosa que había formado,
cuatro hijas y mujer, obligaba al artista a aceptar encargos de toda clase
para sacarla adelante. La lluvia de encargos de carácter religioso y en especial de las cofradías, a fecha determinada de entrega, obligó a Macías a buscar la ayuda de un buen número de jóvenes discípulos, jóvenes promesas
–53–
que enseguida brillaron por su destreza y cualidades. Así sus sobrinos Agustín y Florencio, que marcharon a Madrid, el astorgano Marino Amaya, Remigio Hernández y Manolo Martín, hábiles en el estofado y policromía de las
tallas; Leonardo Mellado, el jovencísimo Juan Sánchez Díaz, Gerardo Sánchez Cruz y Jacinto Bustos Vasallo61.
En estos “estudios” –el de Inocencio Soriano Montagut y el de nuestro artista– , según recordaba Juan Navarro Cruz, “se trabajaba sin descanso
hasta que la luz se tamizaba por la llegada de la noche. En invierno el frío
era intenso y los maestros y discípulos tomaban arrestos a la vera de alguna salamandra o al calor de alguna pequeña hoguera que se encendía con
los restos devastados de la madera”.
También frecuentaban los estudios del Patio de Escuelas Menores y
se daban cita en ellos los “animadores teóricos del arte de aquellos tiempos”: Fernando Íscar Peyra, Antonio García Boiza, César Real de la Riva,
Mariano Cividanes, Rafael Santos Torroella, por entonces en tierras salmantinas, y algún que otro crítico y periodista, como el ya citado Juan Navarro Cruz, dispuesto a hacer algún reportaje sobre la última producción
realizadas por los artistas62.
Del mismo modo, la modesta vida artística se vio notablemente impulsada por la actividad desarrollada por Escuela de Artes y Oficios, fundada
61 Entre aquellos ayudantes y discípulos, el escultor sintió un especial cariño por el joven Juan Sánchez Díaz, de Santibáñez de Béjar, que entró en su taller siendo un niño y fue pensionado en 1942 por la Diputación de Salamanca “para que pueda seguir trabajando al lado del escultor señor González Macías”. El crítico
Juan Navarro Cruz recordaba en uno de sus artículos la dolorosa escena sufrida en 1944 en el estudio de González Macías, donde su ayudante benjamín, “un mozalbete apenas de doce años llamado Juanito que el escultor había traído de un lugarejo y al que mimaba por lo que prometía”, un mal día cayó sin vida, de paro cardíaco,
“como cae el pajarillo del árbol en los días invernales”. J. NAVARRO CRUZ, “Cuando el Patio de Escuelas Menores era centro-estudio de los artistas salmantinos”, Gran Vía, suplemento de Artes y Letras de El Adelanto, 8III-1987, núm. 23. Del mismo autor véase también: “Salamanca, ‘taller’ de Arte Religioso”, El Español, 22-I-1944.
62 J. NAVARRO CRUZ, “Los artistas de la ciudad nos hablan. El escultor González Macías...”, La Gaceta Regional, 6-II-1944; L. DE LENA, “El Museo Provincial Solar del Arte. Montagut, Macías, Villar, Ubierna y Abraido, tienen sus estudios en la aulas del antiguo Instituto”, La Gaceta Regional, 22-I-1942.
–54–
en marzo de 1935 y ubicada en el piso alto del edificio de la Cárcel Vieja
(en la cuesta de Sancti-Spiritus). En esos primeros años, tras el paréntesis
de la Guerra Civil, desarrolló una meritoria labor al frente de ella como director y profesor de modelado el escultor catalán, ya citado, Inocencio Soriano Montagut. En torno suyo y de los demás profesores de la Escuela se fue
formando una pléyade de jóvenes promesas, muy pronto firmes y cuajadas personalidades en la pintura y la escultura salmantinas de esos años.
Paralelamente a esa renovada actividad artística se reanudó también
la labor expositora en la ciudad charra a través de las Exposiciones de Educación y Descanso y unos años después con las organizadas por el Casino de Salamanca.
Aparte de esas muestras locales, especial significación tuvo por entonces la Exposición de Artistas Salmantinos celebrada de 2 al 8 de marzo de
1941 en la Casa Charra de Madrid y organizada con motivo de la inauguración de su nuevo domicilio social en el centro de la capital de España63.
Al llamamiento hecho por la Casa Charra acudieron diecisiete pintores, escultores, grabadores, fotógrafos y arquitectos de distintos lugares
de la provincia con las aportaciones más diversas, algunas muy modestas.
La muestra, que ocupó tres salas de la Casa Charra, reunió un total
de noventa y seis obras, conjunto del que destacaron los paisajes de Núñez
Losada y las figuras infantiles de nuestro escultor. De los diecinueve trabajos que llevó, al lado de esculturas anteriormente expuestas, como su
Pequeña Madre, laureada con 3ª Medalla en la Nacional de 1934 o las tituladas Niña dibujando y Fraternidad, dio a conocer otras obras nuevas o
apenas expuestas en España, la mayoría talladas en madera, como el grupo denominado Huérfanos o las tituladas Hermanos, Niña dormida, Niña
63 Concretamente en el segundo piso del núm. 21 de la Carrera de San Jerónimo. Sobre la exposición
véase: ANÓNIMO, “Exposición de artistas salmantinos en la Casa Charra”, Béjar en Madrid, 15-III-1941, núm.
993, p. 4; R. F., “Arte. Artistas salmantinos. Exposición en la Casa Charra”, Arriba, Madrid, 7-III-1941.
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en el caballito, o bien la que llevaba por título Gaiteros, encargada por
don Emilio Panizo. Asimismo figuraron dos retratos: el busto de María Teresa Jiménez y su formidable cabeza de Pío Baroja, además de una muestra de su producción religiosa: un Cristo en la cruz, talla directa en nogal,
en la que estaba por entonces trabajando y dos figuras de pájaros (Pichón
y Loro), realizados igualmente en talla directa en madera64.
La exposición se llevó un mes después a Salamanca quedando abierta al público en la planta baja del edificio del Ayuntamiento. Con motivo
de la misma, los diarios locales se preguntaban si no se podían aprovechar los valores y experiencia del artista para enriquecer los pasos de las
procesiones de Semana Santa, “de que tan relativamente pobre se encuentra Salamanca comparada con otras poblaciones”. Y la misma idea se podía
ver en la prensa bejarana: “¿No podría Béjar premiar la labor de tan distinguido paisano encargándole alguna escultura que perpetuase el nombre del autor, dignificase al pueblo y enriqueciese también la imaginería
de que tan tristemente necesitadas se hallan algunas de nuestras iglesias?”65.
Estas demandas pronto encontraron cumplida respuesta y si bien siguió
exponiendo sus graciosas figurillas infantiles y cultivando el retrato, su dedicación preferente a partir de ahora será la escultura religiosa, atendiendo
los encargos que le hacen diferentes cofradías, tanto de Salamanca y Béjar
como de otros puntos de España.
Así, en el otoño de 1941, la Cofradía de Jesús Nazareno, con sede en
la iglesia de San Julián de Salamanca, le encargó el paso del Santo Entierro, conjunto compuesto de siete imágenes talladas en madera. En junio
del año siguiente estaba ya terminado un fragmento del mismo, en concreto las figuras de la Virgen y san Juan retirándose del Calvario, grupo
64 ANÓNIMO, “Con motivo de una exposición. Galería de artistas salmantinos en Madrid”, El Adelanto, 7-III-1941.
65 R. REGADERA, “De Salamanca. Exposición de artistas salmantinos”, Béjar en Madrid, 26-IV-1941, núm.
999, p. 5.
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escultórico que estuvo expuesto durante varios días en el zaguán de la entrada principal del Ayuntamiento salmantino66.
Los comentaristas de la prensa bejarana se complacían en resaltar el
acierto de ambas tallas en sus actitudes, tan naturales y expresivas: en la
Virgen de dolor rendido y en el Discípulo Amado, de gran serenidad y de
protección. La fisonomía de san Juan, sumamente juvenil, casi infantil, les
recordaba las esculturas de niños que tan deliciosamente sabía tratar el
artista, si bien esa dulzura no restaba al grupo carácter y nobleza.
Pero la crítica valoraba sobre todo la manera clásica y a la vez moderna de ejecutar los paños que envolvían a ambas figuras, en especial el modo
de caer las telas, en sus vueltas y pliegues. Esa perfección de las vestiduras reflejaba una especial habilidad que según la prensa local se explicaba por el conocimiento del artista de la industria tan bejarana de fabricación
de paños67.
Por esos mismos días participó y ganó el concurso de proyectos para
la realización de un paso de La Entrada de Cristo en Jerusalén que organizó la Junta Permanente para el Fomento de la Semana Santa salmantina. Tras el examen de los cinco proyectos presentados por diferentes
escultores de Salamanca y Zamora, el jurado, con el asesoramiento y colaboración de los catedráticos de la Universidad Apraiz y García Blanco, acordó por mayoría de votos seleccionar el boceto presentado por González
Macías.
Lamentablemente la maqueta, que representaba al Salvador haciendo
su entrada en Jerusalén montado en la burra y con él dos niños portando palmas, no llegó nunca a materializarse al no prosperar la suscripción
abierta para su ejecución definitiva.
66 ANÓNIMO, “Una escultura de González Macías”, La Gaceta Regional, 21-VI-1942, y ANÓNIMO, “El
Arte Religioso en Salamanca”, El Adelanto, 21-VI-1942.
67 E. M., “Arte bejarano”, Béjar en Madrid, 1-VIII-1942, núm. 1065, p. 8.
–57–
Compaginándolo con esta dedicación, el escultor continúa también
por entonces cultivando el retrato y así, coincidiendo con el fallo del concurso, por esas mismas fechas expuso el boceto para un busto de madera del conocido banquero de la ciudad, don Julián Coca, obra que según
comentaba la prensa estaba siendo “admiradísima” por el público.
En septiembre de 1942 participó en la exposición de arte organizada
por el Casino de Salamanca, presentando seis obras, entre ellas, además
del busto de Julián Coca, el boceto del paso de la Entrada de Jesús en
Jerusalén el Domingo de Ramos, Loro, Pastor de mi pueblo y dos de sus
conocidas interpretaciones de temas infantiles.
Con aquella exposición, la primera de estas características que se celebraba en la ciudad y en la que figuraron numerosas obras de artistas locales, el Casino se proponía contribuir al mayor esplendor y brillantez de las
ferias de ese año. La muestra surgía, según se podía leer en la prensa, con
aspiración de continuidad en años venideros, así como con la esperanza
de que Salamanca contara en lo sucesivo con una exposición importante, “al igual que otras grandes ciudades de España”
Su habilidad como imaginero trasciende muy pronto los límites de
la provincia de Salamanca para llegar a tierras asturianas, ambiente en el
que le introduce su amistad y la protección dispensada por el magistral
de la Catedral de Zamora don Francisco Romero. Y así, gracias a su mediación, la Cofradía del Santo Entierro y de los Mártires, hermandad de ex
combatientes, de Gijón, establecida en la recientemente reconstruida iglesia mayor de San Pedro, le encomendó un Cristo crucificado, que se iba
a convertir enseguida en una de sus más inspiradas y admiradas piezas
procesionales.
Tallada en madera de chopo blanco, la imagen, denominada el Santo Cristo de la Misericordia y de los Mártires por estar dedicado a la memoria de los caídos en aquella población, antes de ser enviada a su destino
–58–
se expuso en el mes de marzo de 1943 en el zaguán del Ayuntamiento de
Salamanca. El éxito obtenido al llegar poco después a Gijón y ser expuesta en el Instituto de Jovellanos antes de procesionar en la Semana Santa
le abriría un lisonjero porvenir en aquella dedicación de nuevo imaginero, iniciándose ya por entonces sus contactos y relaciones artísticas con
aquella villa asturiana, en la que había de instalarse años después, propiciando otros muchos encargos en aquella ciudad y su entorno.
Del mismo modo, un mes después y ayudado de sus competentes oficiales había dado cima a su otro encargo y compromiso adquirido, el del
paso, ya citado, de El Santo Entierro, saliendo el grupo ese mismo año en
procesión durante la Semana Santa. Catorce meses de lucha tenaz y trabajo había invertido el escultor, con el concurso de sus ayudantes y discípulos, para llevar a cabo el lento proceso de su creación, largas jornadas
para culminar con éxito las distintas fases de ejecución: modelado en barro,
vaciado en escayola, sacado de puntos, talla en madera y policromía68.
Por si esto fuera poco, en junio de ese mismo año González Macías
enviaba a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid una escultura
en escayola de su hija Juani, de cuerpo entero, sentada y en actitud de
serena meditación69.
Tras esa serie de logros y éxitos en sus últimos trabajos y como reconocimiento a su labor, el 18 de julio de ese mismo año –1943– sus paisanos bejaranos residentes en Salamanca y un buen número de amigos y
simpatizantes le rindieron un emotivo homenaje, entregándole la credencial
con el nombramiento de “Socio honorario” de la Colonia Bejarana en Salamanca. En las intervenciones que tuvieron lugar al finalizar el acto, se recordó también con encendidos elogios a su “otro compañero de profesión”
68 El paso, la obra de mayor empeño y tamaño realizada hasta ahora por el artista, fue bendecido en
la mañana del Miércoles Santo por el obispo de Salamanca, doctor Barbado Viejo.
69 J. DE MONTILLANA, “Ante la Exposición Nacional de Bellas Artes. Juani, de González Macías”, El Adelanto, 27-III-1943; R. S. REGADERA, “Para la historia de Béjar”, Béjar en Madrid, 17-IV-1943, núm. 1102, p. 3.
–59–
Mateo Hernández, lamentándose públicamente que “siempre su patria chica se mostrase refractaria a prestar la atención debida a los que de tal manera la enaltecían”70.
Por otro lado, el éxito obtenido con el Cristo de los Mártires de Gijón
le facilitó otros encargos de escultura religiosa con destino a tierras asturianas. Así, entre otras obras, en agosto de ese año expuso en el vestíbulo del Ayuntamiento de Salamanca una imagen de la Virgen de la Paz
realizada para el pueblo de Vidiago (Asturias)71.
70 R. S. R., “El homenaje al escultor Francisco González Macías”, Béjar en Madrid, 24 de julio de 1943,
núm. 116, pp. 1-2.
71 J. NAVARRO CRUZ, “Una nueva imagen de González Macías”, Béjar en Madrid, 21-VIII-1943, núm.
1120, p. 2.
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AÑOS DE INTENSA ACTIVIDAD
EN SALAMANCA. EL DURO BATALLAR
DE UN ESCULTOR DE OFICIO
En el mes de marzo de 1944 y tras esos primeros años en Salamanca, González Macías pensaba trasladar de nuevo su residencia a Madrid,
en cuyo estudio le esperaban nuevos proyectos y encargos. El escultor llegó incluso a abandonar por breve tiempo la ciudad charra, si bien no perdía la esperanza de volver a ella alguna que otra temporada, agradeciendo
por entonces en una entrevista a la prensa las muchas atenciones que se
le habían dispensado y que nunca podría olvidar72.
Ese mismo mes y terminado el período de su pensión, el escultor recogió en sesión pública de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando la medalla de la Fundación Conde de Cartagena, que le correspondía
como becario sobresaliente de la misma.
No obstante su traslado momentáneo a la capital de España, en esos
años continuó viviendo y trabajando en Salamanca, atendiendo los muchos
encargos que le llegaban de escultura religiosa en su estudio del Museo
Provincial.
De su vinculación con Salamanca da testimonio también su participación en las diferentes exposiciones que se organizaron por entonces en
la ciudad del Tormes. Así concurrió a las dos muestras más importantes
que se celebraron ese mismo año, la IV Exposición Provincial de la Obra
Sindical de Educación y Descanso, celebrada del 18 al 25 de julio en la
72 ANÓNIMO, “A ocho días vista”, Béjar en Madrid, 4-III-1944, núm. 1148, p. 6.
–61–
Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy, y la que posteriormente tuvo
lugar en el Casino en el otoño.
En la primera de ellas, en la sala dedicada a los artistas salmantinos
contemporáneos, Macías expuso seis obras en total, cuatro retratos: el Busto de la Señora de Angoso, en madera de nogal, el de Fray Diego de Deza,
en yeso y los de Fernando Íscar y Julián Coca, en terracota; la maqueta
del paso de la Entrada en Jerusalén y la figura titulada La Gitana (en yeso),
propiedad de la Diputación Provincial.
Especial interés tenía el busto de Fray Diego de Deza, esculpido por
encargo del Ayuntamiento zamorano para sustituir al que fue arrojado a
las aguas del Duero durante los violentos sucesos acaecidos en vísperas
de la contienda bélica. La nueva obra, fundida en bronce y erigida el 24
de diciembre en la plaza de Zorrilla de aquella ciudad, vino a conmemorar el V Centenario del nacimiento del relevante dominico toresano.
Con el primero de los retratos citados –el Busto de la Señora de Angoso– obtuvo un señalado triunfo al conseguir el segundo premio de Escultura de la I Exposición Española de Pintura y Escultura organizada por el
Casino de Salamanca con el patrocinio de la Diputación Provincial y el Ayuntamiento. Convocada con la pretensión de que se convirtiese en un certamen anual, la muestra, que se inauguró el 10 de septiembre, fue el más
importante acontecimiento artístico celebrado hasta entonces en la ciudad del Tormes, tanto por su rango nacional como por el elevado número de expositores (un total de cien, de los cuales 74 fueron pintores y 26
escultores). Las 244 obras reunidas en la exposición llenaron por completo
las ocho salas y las dos galerías centrales de la planta baja del Grupo Escolar “Francisco de Vitoria”, entonces recientemente inaugurado73. A ella no
73 J. C. BRASAS EGIDO, “Las exposiciones del Casino de Salamanca y su colección de pintura y escultura”, en VV.AA., Casino de Salamanca. Palacio de Figueroa. Historia y patrimonio, Salamanca, 2004,
pp. 435-438.
–62–
solo concurrieron prácticamente todos los artistas residentes en Salamanca,
sino también destacadas figuras del arte nacional. Así, entre los escultores expusieron Cristino Mayo, Quintín de Torre, Gegorio Toledo, Inocencio
Soriano Montagut y los hermanos Oslé.
Si bien pudiera esperarse una mayoritaria contribución de obras de
tema religioso en la sección de Escultura, no fue así, y por el contrario fue
la escultura profana la mejor representada. Además del retrato de Juana
de Angoso, Macías puso notas de originalidad con su Interpretación escultórica de un dibujo infantil y su grupo ya conocido titulado Fraternidad,
ambos tallados en madera74.
Ese mismo y fructífero año –1944– recibió el encargo del Colegio Médico de realizar el retrato de una de las figuras más representativas de la ciudad, el doctor Andrés García Tejado, profesor jubilado de la Facultad de
Medicina y presidente que fue de la Diputación. El busto, cuyo boceto le
fue aceptado a primeros del mes de octubre, se descubrió en el zaguán
de entrada del Hospital Provincial de Salamanca en un acto de homenaje celebrado el 30 de noviembre75.
También la relación laboral con Asturias continuó siendo muy activa,
e incluso se incrementó en estos años. Así, por entonces realizó en Salamanca, en su estudio del Museo Provincial de Salamanca, la que el artista siempre consideró como una de sus mejores obras de carácter religioso
salidas de sus manos, el Cristo yacente, destinado a la iglesia parroquial
de Ribadesella.
74 El primer premio de escultura le fue otorgado a la obra titulada Napolitana, de Soriano Montagut.
En la misma exposición obtuvo el tercer premio el joven José Luis Núñez Solé, por su Busto de don Juan Domínguez Berrueta. Véase: J. C. BRASAS EGIDO, Núñez Solé y la escultura de la posguerra en Salamanca, Librería Cervantes, Salamanca, 2007.
75 ANÓNIMO, “Próxima realización del homenaje al doctor García Tejado”, La Gaceta Regional, 1-X1944. Sobre el homenaje y descubrimiento del busto, véanse: El Adelanto, 30-XI-1944 y La Gaceta Regional,
1-XII-1944.
–63–
La escultura, una vez terminada y antes de ser entregada a la cofradía
de su mismo nombre que la había encargado, fue expuesta por su autor,
para ser admirada en una especie de periplo, primeramente en su estudio del Museo Provincial de Salamanca y luego en la iglesia de Santiago
del Burgo de Zamora; unos días después y ya de paso para Ribadesella,
en la iglesia penitencial de la Vera Cruz de Valladolid, en la Capilla de la
Trinidad de Gijón y finalmente en la Capilla de la Universidad de Oviedo,
mereciendo en todos los casos grandes elogios de crítica y público76.
Realizada en madera de cedro policromada, la corrección y realismo
anatómico del cuerpo, así como la nobleza de expresión y honda impresión de sufrimiento en la cabeza, se basan en el estudio de prototipos de
la escuela castellana, evocando de manera muy patente los célebres modelos de Gregorio Fernández.
Unos meses antes fue bendecida por el obispo Francisco Barbado Viejo otra de las piezas salidas de su estudio salmantino: la Virgen de Nuestra Señora de la Esperanza, propiedad de la Hermandad Dominicana del
Santísimo Cristo de la Buena Muerte, imagen copia de la Macarena sevillana que se venera en el templo de San Esteban (PP. Dominicos).
Al mismo tiempo que el escultor desarrollaba su labor trabajando en
su “estudio”, en 1945 empezó también a compaginar su creación artística con su dedicación a la enseñanza en la Escuela de Artes y Oficios de
Salamanca.
A la marcha de Soriano Montagut a Barcelona ese año, González Macías se hizo cargo de las clases de escultura en la Escuela ocupando la plaza de profesor de modelado y vaciado hasta 1949.
Allí lo evocaba en esos años el que fuera director de la Escuela, rodeado en su clase por una veintena de muchachos que luchaban y se afanaban
76 ANÓNIMO, “De Arte. Un Cristo yacente de González Macías”, El Norte de Castilla, Valladolid, 17III-1945; ANÓNIMO, “Una magnífica obra de arte de impresionante devoción”, El Comercio, Gijón, 23-III-1945.
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por ser escultores, “que soñaban con dar ese salto maravilloso que hay entre
el obrero y el artista”. Según recordaba el mismo César Real de la Riba, el
taller de modelado de la Escuela –una estancia alegre y pintoresca–, “parecía el estudio bohemio de una academia de gran ciudad. Todos sus rincones palpitaban con el trabajo... Se cogía por modelo a todo el que podía...
González Macías, maestro de la clase iba de caballete en caballete, enseñando y corrigiendo. A veces cogía los palillos o el cincel y la explicación
la hacía él mismo pronta realidad en el barro o en la piedra...”77.
Sus muchos encargos y su labor en la Escuela no le impidieron sin
embargo seguir enviando sus obras a cuantos certámenes importantes se
celebraban en la capital de España. Así, en los meses de mayo y junio
de ese mismo año –1945– acudió a la Exposición Nacional de Bellas Artes de
Madrid, presentando un Retrato, en barro cocido y su Cristo yacente
de Ribadesella, en madera policromada78.
También en ese último mes participó en la Exposición de Arte de Educación y Descanso, el único certamen artístico de importancia que se celebró ese año en Salamanca. En esa ocasión y como novedad, aparte de
exponer los artistas noveles, se tomó la decisión de invitar a participar, separado y fuera de concurso, a un conocido artista profesional salmantino “de
la generación actual”, al que se le dedicaría toda una sala, empezando ese
año por nuestro escultor.
En dicha exposición figuraron cerca de una veintena de sus más representativas esculturas, entre ellas el modelo en escayola del Cristo yacente, que por esas mismas fechas había presentado en la Nacional de Bellas
Artes de Madrid.
77 C. REAL, “Salamanca en el alma. Una escuela de escultores en la ciudad”, La Gaceta Regional, 16I-1949.
78 Catálogo oficial de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1945. Ministerio de Educación Nacional. Dirección General de Bellas Artes, Madrid, 1945, pp. 86 y 88, números 72 y 97.
–65–
Abarcó esa selección de obras presentadas las distintas series en las
que se podía dividir su producción: retratos, figuras infantiles y esculturas religiosas, además de algunas interpretaciones de animales (Gacela y
Grulla). Precisamente y a propósito de esas estilizadas figuras, los comentarios de la crítica aparecidos en la prensa no dejaban de reconocer “experiencias firmes e inolvidables de su coterráneo, el gran escultor Mateo
Hernández que había recibido en su larga estancia en Paris”.
También la misma simplicidad en la línea y grato sentido de lo ornamental se podía comprobar una vez más en sus obras de la serie infantil,
destacándose las tituladas: Grupo, Travesuras y Fraternidad. Finalmente, de entre sus creaciones religiosas, además del boceto del Cristo yacente, se mostraron dos nuevos proyectos para sendos pasos con destino a
la Semana Santa salmantina79.
Unos meses después acometió otra de sus piezas más notables dentro del conjunto de esculturas religiosas que realizaría con destino a Asturias: el Cristo en la cruz de la iglesia de Cuenya (Concejo de Nava). Realizada
en talla directa la imagen fue encargada por el párroco de dicha localidad
y donada a la iglesia por don Luis González Suárez, un feligrés natural de
Cuenya y residente en Ultramar80.
Tras unos días en Asturias, donde asistió a la solemne inauguración
de la imagen, González Macías viajó a Madrid ya que esos mismos días se
celebraba la Exposición de Artistas Salmantinos, organizada por la Casa de
Velázquez81.
Celebrada en los salones de la Galería Pereantón del 9 al 15 de junio
de 1946, se trató de una interesante muestra dedicada a dar a conocer en
79 ANÓNIMO, “Sobre la Exposición de Arte de Educación y Descanso”, El Adelanto, 10-VI-1945.
80 La imagen fue solemnemente inaugurada a comienzos de junio de 1946, coincidiendo con la celebración de las fiestas del pueblo y contando con la asistencia del propio artista. Sobre el Cristo de Cuenya,
véase J. S. FONSECA, “La obra de un imaginero español”, Región, Oviedo, 13-VII-1945.
81 Fundada por Alfonso XIII, la Casa de Velázquez fue creada para promover el estudio de las artes españolas y el intercambio de artistas franceses.
–66–
Madrid la producción de los cuatro artistas salmantinos más renombrados
de entonces, tres pintores –Francisco Núñez Losada, José Manuel González Ubierna y Andrés Abraido del Rey– (los tres pensionados que habían
sido de la Casa de Velázquez) y un escultor, el propio Francisco González Macías82.
La exposición fue promovida y se llevó a cabo gracias al especial interés que puso en su organización el director de la Casa de Velázquez, el
hispanista y profesor francés Maurice Legendre, gran amigo que había sido
de Unamuno y muy vinculado por sus estudios y viajes a las tierras charras y en especial al pueblo de La Alberca.
La colección de obras allí reunidas se presentó como una demostración de la pujante labor pictórica y escultórica que se vivía por entonces
en la ciudad del Tormes, como una prueba de que también en Salamanca existía un ambiente propicio para el cultivo del arte.
De los cuatro artistas, Núñez Losada, el más conocido y laureado, expuso solamente dos óleos, mientras que la aportación más numerosa fue la
de González Macías, quien llevó un conjunto de 23 obras, superando en
número al total de las presentadas por sus tres compañeros pintores. Las
piezas allí reunidas, de lo más representativo de su producción, eran todas
ellas muy expresivas de su modo de concebir la escultura, serenamente
clásica y a la vez con un toque de modernidad. Así lo supo ver una de las
muchas reseñas críticas que se le dedicaron, en la que tras comentar sus
82 Fue inaugurada por el director general de Bellas Artes, el marqués de Lozoya. En el acto de apertura estuvieron presentes también los críticos José Francés, Gil Fillol, López Izquierdo, Araujo Costa, Jacinto
Alcántara, el doctor Marañón, José María de Cossío, el director del Museo Provincial de Salamanca Íscar Peyra, Juan Antonio González Ubierna y un buen número de salmantinos. Véase ANÓNIMO, “Arte salmantino. La
Exposición en Madrid”, El Adelanto, 9-VI-1946. La muestra se vio complementada unos días después con una
conferencia, titulada “Significación de la exposición de artistas salmantinos”, que pronunció el crítico de arte
ya citado y secretario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando José Francés. Sobre la exposición:
ANÓNIMO, “Arte y artistas. Exposición de artistas salmantinos”, ABC, 6-VI-1946; ANÓNIMO, “Artistas salmantinos”, Dígame, 18-VI-1946; y ANÓNIMO, “Cuatro artistas salmantinos en Madrid”, La Gaceta Regional, 9-VI1946.
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obras, se concluía con estas palabras: “Junto a un modo típico de concebir la escultura, reúne una técnica perfecta y un equilibrado sentido de la
medida. Estas tres cualidades hacen que todas sus producciones tengan
siempre esa serenidad que, sin dejar de ser moderna, nos lleva ágilmente transportados a la antigüedad clásica”83.
La diversidad de obras presentadas ponía de relieve su saber y la experiencia acumulada en todos esos años de larga lucha y constante trabajo:
desde sus peculiares asuntos infantiles a sus retratos de Pío Baroja o García Tejado; o desde sus pequeñas figuras de animales a sus últimas tallas
de Semana Santa realizadas para Asturias. De entre aquellas obras expuestas, la Pequeña madre y el Cristo yacente constituían los dos polos antagónicos, entre los cuales el artista se había movido hasta entonces. En esos
momentos sin embargo predominaba su producción imaginera, que no
dejaba de ofrecer una concepción de la escultura un tanto conservadora.
La acogida tan favorable y la buena impresión que causó la exposición
no sólo se pudo comprobar en los numerosos artículos y encomiásticos
comentarios que les dedicaron a los cuatro artistas los críticos madrileños,
sino que también tuvo su reflejo desde el punto de vista crematístico, sirviendo para promocionar su respectiva producción y propiciar incluso nuevos encargos.
Clausurada la muestra, el escultor prosiguió trabajando en los numerosos compromisos de obras de imaginería que le seguían llegando desde tierras asturianas. En su “estudio” del Patio de Escuelas Menores se
acumulaba el trabajo, desplegando el artista y sus ayudantes por entonces una gran actividad.
Así , entre otros encargos, ultimaba la realización de dos retablos que
tallaba con destino a Cuenya y Nava (Asturias), así como un Cristo atado
a la columna para Candelario (Salamanca). Esta última pieza, por entonces sólo empezada a tallar, se debatía en su inspiración entre Gregorio
83 C. BARBERÁN, “Arte y artistas. Los artistas salmantinos”, ABC, 23-VI-1946.
–68–
Fernández y Luis Salvador Carmona, si bien, como afirmaba en una entrevista el escultor, aspiraba a no ser un pasticcio sin abandonar por ello “esa
línea de tan secular tradición castellana”. Asimismo, juntando lo nuevo con
lo antiguo, en su estudio se podía ver alguna que otra vieja imagen procedente de algún pueblo salmantino que le llegaba para ser restaurada.
Así figuraba por entonces en su taller la Virgen del Hinojal, vetusta talla
de tipo románico que se veneraba en la ermita de Paradinas de San Juan,
pieza que fue restaurada y de nuevo policromada por el escultor.
También la Semana Santa de su población natal se sumó a la serie de
encargos que de continuo se le hacían al artista. Concretamente, en agosto de 1946 la Cofradía Bejarana de la Vera Cruz le encomendó un paso
que representaba el Calvario. El encargo supuso una satisfacción muy grata para el escultor, ya que hasta entonces Béjar no tenía ninguna talla procesional de su mano, según se comentaba en una reseña aparecida por
entonces en la prensa salmantina: “Este escultor bejarano, que va llevando a las ciudades de España el arte de su imaginería, no podía quedar al
pueblo que le vio nacer sin alguna obra suya, la cual hace tiempo se venía
viendo que faltaba, ya que hasta ahora Béjar no tenía ninguna obra de este
bejarano, que va abriéndose paso merced a su esfuerzo personal, hasta
haberse colocado hoy en el lugar que entre los escultores ocupa... Al fin
se ve colmada una de las mayores aspiraciones del escultor, de que su propio pueblo pueda contar con una obra salida de sus manos, y en la cual
pondrá todo su entusiasmo juvenil artístico”84.
A comienzos del mes de septiembre de ese mismo año, su estudio estaba en plena efervescencia y ardor de producción. Por entonces estaba ya
acabado de armar el gran retablo para la parroquia de Nava, en Asturias,
al tiempo que, para su hornacina central, se estaba “sacando de puntos”
la imagen de san Bartolomé, que lo había de presidir.
84 ANÓNIMO, “González Macías y Béjar”, La Gaceta Regional, 16-VIII-1946; ANÓNIMO, “La Semana en
Béjar. Un nuevo ‘paso’ de González Macías para la Semana Santa”, La Gaceta Regional, 26-I-1947.
–69–
Al lado de las piezas del altar y con gran parte de la decoración aún sin
terminar, en el taller, poblado de ayudantes y de bocetos, se podía ver también una nueva obra que el escultor tenía ya preparada para la próxima Exposición Nacional de Bellas Artes, Florina escucha un cuento, una nueva
creación infantil en la que la modelo era la última y más pequeña de sus
hijas –Flori–. Desnuda y sentada en el suelo, sujetándose con ambas manos
entrelazadas las rodillas, su atenta y linda cabecita con sus bucles rubios miraba al frente con infantil curiosidad a quien le narraba el cuento. De nuevo,
y para concurrir al certamen nacional, González Macías volvía a una de sus
más queridas especialidades: sus delicadas y amables esculturas de niños que
tanto y tan favorablemente había ponderado la crítica85.
Por último, y finalizando la actividad de ese año, en los últimos meses
de 1946 presentó tres esculturas al XX Salón de Otoño de Madrid, las tituladas Juani, Jinete sin caballo y Lechuza. En diciembre, al clausurarse el certamen y conceder el jurado los premios, le fue otorgado a nuestro artista el
premio del Ayuntamiento de San Sebastián, además del reconocimiento unánime de sus méritos artísticos y técnicos por parte de la crítica madrileña86.
El nuevo año –1947– vino a ser una continuación en ese mismo despliegue de intensa actividad del escultor en su estudio salmantino. En los
primeros meses acometió una nueva obra en la que puso todas sus ilusiones de artista: un busto esculpido en piedra de Cervantes, realizado para
conmemorar el IV centenario del inmortal escritor. La escultura, que estaba destinada a ser emplazada en el Parque Municipal de Béjar, fue costeada
por el cronista de aquella ciudad, Juan Muñoz García87.
85 J. ARTERO, “En el estudio de Macías”, La Gaceta Regional, 7-IX-1946.
86 ANÓNIMO, “Arte y artistas. Premios del XX Salón de Otoño”, A.B.C, 22-XII-1946; ANÓNIMO, “Francisco González Macías, premiado en un concurso nacional de Madrid”, Hoja del Lunes, 23-XII-1946; ANÓNIMO, “Actualidad artística. González Macías premiado en el Salón de Otoño”, La Gaceta Regional, 24-XII-1946;
ANÓNIMO, “Nuevo triunfo de González Macías”, Béjar en Madrid, 28-XII-1946, núm. 1294, p. 5.
87 ANÓNIMO, “Actualidad salmantina. Dos nuevas esculturas de González Macías”, La Gaceta Regional, 7-V-1947.
–70–
Por esas mismas fechas también le vemos, junto con el pintor salmantino Juan Manuel González Ubierna, trabajando en el retablo de la nueva capilla de las Hijas de María, en la Basílica Teresiana de Alba de Tormes.
Ambos artistas, “los más prestigiosos del arte actual salmantino” –al decir
de la prensa– se afanaban en sus respectivos “estudios” del Patio de Escuelas Menores en el encargo de ese nuevo retablo, en el que la pintura era
obra de González Ubierna, mientras que la parte escultórica correspondía a González Macías.
Con el escultor trabajaba “un enjambre de tallistas y estofadores” en
una imagen en madera policromada de la Inmaculada, inspirada en la célebre Purísima de Ribera. Por su parte, González Ubierna pintaba el gran lienzo que había de servir de fondo a la estatua, y que representaba a cuatro
ángeles a manera de orla sobre la que había de resaltar la imagen88.
Unos meses después, en concreto en el verano de ese mismo año, González Macías concluyó el gran retablo y púlpito destinado al nuevo templo parroquial que Regiones Devastadas había construido en el pueblo
asturiano de Nava. Verdadera pieza monumental, antes de ser enviado a
su lugar de destino a fines de agosto de 1947 fue expuesta la parte correspondiente a la hornacina central, con la imagen de san Bartolomé, titular
de la iglesia asturiana también tallada por Macías, en el zaguán del Ayuntamiento de Salamanca89.
Al año siguiente, González Macías trabajaba en un nuevo paso para la
Semana Santa salmantina, el titulado Jesús ante Pilatos. Encargado por
88 El retablo, en mármol blanco, fue proyectado por el arquitecto salmantino Genaro de No, encargándose de la mesa de altar el marmolista Seseña. Sobre esta obra, véanse J. ARTERO, “Ubierna y Macías para
la Basílica Teresiana”, La Gaceta Regional, 27-V-1947; ANÓNIMO, “Una peregrinación y una imagen nueva de
González Macías”, El Adelanto, 29-V-1947, y J. C. BRASAS EGIDO, José Manuel González Ubierna y la pintura de paisaje urbano de Salamanca, Caja Duero, Salamanca, 2002, p. 25.
89 J. NAVARRO CRUZ, “Dos nuevas obras de González Macías. El retablo para Nava (Asturias) y el Cervantes para Béjar”, El Adelanto, 22-XI-1947. El retablo se inauguró junto con la nueva iglesia parroquial el 20
de octubre de ese año contando el acto con la presencia de la esposa de Franco.
–71–
la Hermandad del Santísimo Cristo de la Agonía y estrenado en los desfiles procesionales de ese mismo año, representa a Cristo en el momento
de pronunciar las palabras “Mi reino no es de este mundo”, señalando con
su mano el cielo, mientras Caifás y Anás salen del palacio del gobernador
de Judea después de haber entregado a Jesús a la justicia del pretor90.
Aún sin terminar, pues faltaba la operación de la policromía y el montaje final, los comentarios que la prensa local dedicaba por entonces al grupo eran de lo más elogioso, augurando que había de constituir un nuevo
éxito para González Macías. Al mismo tiempo, no escatimaban alabanzas
al esfuerzo que venía haciendo el artista bejarano en lo que se consideraba tanto un verdadero movimiento de resurgir de la Semana Santa de
Salamanca como del auge que en los últimos años había ido adquiriendo
la imaginería procesional en la ciudad91.
Ese mismo año llevó a cabo otra de sus obras más destacadas: el Monumento a Tomás Bretón. Tras la intensa campaña llevada a cabo por la Asociación de la Prensa para lograr que el insigne músico tuviese el
monumento que su personalidad y “salmantinismo” reclamaban, el Ayuntamiento encargó en 1947 a González Macías uno nuevo que vino a sustituir al que, inaugurado en 1925 en la plaza de San Justo, habían realizado
el arquitecto Genaro de No y el escultor castellonense José María Ortells.
Aquel retrato de Bretón, que había llegado maltratado conservándose entonces en muy mal estado y, no obstante su calidad, se consideraba “pequeño, insignificante... un busto más para una hornacina... pero no para presidir
el monumento que el compositor merecía”, fue sustituido por un nuevo
90 ANÓNIMO, “Otra importante noticia sobre la Semana Santa. La Hermandad del Santísimo Cristo de
la Agonía estrenará, también este año, el paso de Jesús ante Pilatos, original del escultor bejarano Francisco
González Macías”, El Adelanto, 16-III-1948.
91 ANÓNIMO, “La Hermandad del Santísimo Cristo de la Agonía estrenará también este año, el paso
de Jesús ante Pilatos, de González Macías”, El Adelanto, 16-III-1948; U. TRILLA, Jesús ante Pilatos, de González Macías, El Adelanto, 7-IV-1948.
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monumento, que se proyectó erigir en el lugar más idóneo, como era la
plaza que llevaba el nombre del compositor y en donde había nacido en
una humilde casita el 29 de diciembre de 1850.
El busto, esculpido por Macías en piedra blanca de Novelda, fue realizado sin modelo alguno. Ello supuso un gran esfuerzo para el artista, no
solo físico sino también mental. Si bien conocía el cuadro firmado por Eugenio Vivó conservado en el Museo Provincial de Salamanca y tuvo en cuenta algunas fotos de Bretón, que guardó muy bien en su memoria, el retrato
fue básicamente fruto de su imaginación. El escultor no quiso realizar ninguna copia meramente superficial del personaje sino que pretendió hacer
fundamentalmente una interpretación de la personalidad del célebre músico, en sus palabras quiso “rehacer un carácter”92.
Al año siguiente realizó otro interesante busto, el del hispanista francés Maurice Legendre, que fue erigido en el mes de agosto en la plazuela de los Prados, en La Alberca93.
Por otra parte, su continuada vinculación con su población natal, se
reafirmó por entonces al presentar a la admiración de sus paisanos algunas de sus mejores obras en la I Exposición Provincial de Arte de Béjar,
concurso provincial organizado por el Ayuntamiento y la Escuela de Peritos Industriales que se celebró a fines del mes de septiembre de 1949. El
fallo del jurado, que se hizo público el 2 de octubre, acordó otorgar el primer premio de la sección de escultura a González Macías por su Florina
escucha un cuento, pieza que fue adquirida para la colección de Antonio
Gómez Rodulfo94.
92 J. L. CHAO, “Una visita al estudio de González Macías”, El Adelanto, 3-IX-1948.
93 ANÓNIMO, “La Alberca rinde un cariñoso homenaje de simpatía al ilustre hispanista M. Mauricio Legendre”, El Adelanto, 17-VIII-1949.
94 ANÓNIMO, “El Primer Certamen Provincial de Arte”, Béjar en Madrid, 8-X-1949, núm. 1438. El premio consistió en 1.500 pesetas. Con Florina, concurrió también a la Exposición Nacional de Bellas Artes de
1950, Cfr. Catálogo oficial de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1950, Ministerio de Educación Nacional. Dirección General de Bellas Artes, Madrid, 1950, p. 76, núm. 64.
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Mes y medio después llegaba a Béjar la luctuosa noticia de la muerte en Meudon (Francia) de Mateo Hernández. Tan pronto como se conoció su fallecimiento, el Ayuntamiento acordó, en sesión celebrada el 2 de
diciembre, nombrar una comisión organizadora Pro-Homenaje al insigne escultor. Entre otros amigos y personas vinculadas con Mateo Hernández se acordó escribir a González Macías para que formara parte de
la comisión y aportara cuantas ideas quisiera en torno al homenaje que
se proyectaba95.
En ese sentido nuestro escultor participó activamente en la traída de
sus restos a España para que descansaran en el cementerio de su ciudad
natal. Al día siguiente del sepelio, González Macías hizo llegar a Béjar en
Madrid un emotivo artículo que comenzaba con estas sentidas palabras:
“Hemos enterrado a Mateo Hernández, doloroso acto para los que con él
hemos convivido en las mismas lides y gozado de su amistad sincera (como
todo lo suyo) Mateo Hernández era tan auténtico en todo, y sobre todo
en su obra, que diríamos que es el único artista que no quiso ni necesitó asimilarse las enseñanzas de las escuelas de Grecia, de Roma, ni del Renacimiento...”. También, unas líneas más abajo, dedicaba estas emotivas
palabras de recuerdo para su viuda, Fernande: “No quiero olvidarme de
madame Hernández, a quien tanto debemos los bejaranos, que nos honramos con la gloria del genio, que ella supo estimular y cuidar hasta que
dio su fruto. Mujer de refinado espíritu, templado en las lides de la pedagogía, supo comprender y amar como esposa fiel al hombre extraordinario y ponerle en el camino del triunfo, que nadie como ella supo prever”96.
95 GARCÍ-MAR, “El sábado 26 falleció en Meudon (Francia), el insigne escultor bejarano Mateo Hernández”, Béjar en Madrid, 3-XII-1949, pp. 3 y ss.
96 Artículo de F. GONZÁLEZ MACÍAS firmado en Béjar el 17 de diciembre de 1949 y publicado en Béjar
en Madrid el 18-VIII-1951, núm. 1535, pp. 3- 4, con el título de “Madame Veuve Hernández”. Publicado con
el mismo título en La Gaceta Regional, 20-XII-1949.
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Pasado aquel luctuoso acontecimiento, en 1950 seguimos hallando a
nuestro escultor ocupado en su estudio salmantino desplegando la misma gran actividad. Ese año dejó tres muestras de su labor muy diferentes
entre sí en cuanto a sus características y temática, pero las tres enraizadas en su trabajo habitual, sereno e intenso a la vez.
Así, la primera obra era un nuevo exponente de su dedicación a la escultura devocional, una nueva imagen de Cristo yacente en madera policromada que expuso en el zaguán del Ayuntamiento de Salamanca97. La
segunda se trataba del busto en bronce de Gregorio Mirat, que le fue encargado para ser regalado al conocido industrial salmantino por sus obreros
y empleados, en recuerdo de la celebración de las bodas de oro de la entidad “Hijos de Mirat”98.
Finalmente, su última obra consistió en la realización de una Alegoría del Ahorro, que talló en un bloque de gran tamaño de piedra de Novelda para adornar el chaflán de la fachada del nuevo edificio-sucursal de la
Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, en Béjar. El grupo, que
consta de dos figuras: una matrona ligeramente velada por unos paños de
pliegues insinuados levemente, portando una hucha en su mano izquierda, junto a un niño que le ofrece sus ahorros, fue colocado en el mes de
octubre del citado año en el edificio de la entidad en la calle Mayor de
Béjar99.
97 ANÓNIMO, “Un Cristo yacente de González Macías, El Adelanto, 29-III-1950; ANÓNIMO, “Exposición de un Cristo yacente, de González Macías”, El Adelanto, 30-III-1950; ANÓNIMO, “Un Cristo yacente de
González Macías”, La Gaceta Regional, 29-III-1950; ANÓNIMO, “Hoy, último día de la exposición del Cristo
yacente de González Macías”, La Gaceta Regional, 31-III-1950; ANÓNIMO, “Un nuevo Cristo yacente”, La Gaceta Regional, 2-IV-1950.
98 La Gaceta Regional, 7-IX-1950 y 2-I-1951. Este busto formaba pareja con otro dedicado a Juan Mirat que
figuró en la I Exposición de Artistas Locales celebrada en el Casino de Salamanca durante el mes de diciembre.
99 ANÓNIMO, “Arte y artistas. La nueva obra de Francisco González Macías”, El Adelanto, 30-IX-1950;
ANÓNIMO, “Una obra de González Macías”, La Gaceta Regional, 1-X-1950; B. M., “Nueva obra de González Macías”, Béjar en Madrid, 18-X-1950; INTERINO, “Un grupo escultórico de González Macías, ha sido colocado en
el edificio de la Caja de Ahorros”, La Gaceta Regional, 20-X-1950; J. CREGO, Béjar en Madrid, 20-I-1951.
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Ese mismo año se cerró con la participación del escultor en la I Exposición de Artistas locales (Pintura y Escultura) del Casino de Salamanca,
celebrada del 18 al 23 de diciembre. El certamen, instituido por el arquitecto Francisco Gil González, a la sazón presidente del Casino, sorprendió a todos por la calidad y cantidad de las obras reunidas en el Patio de
su sede, el Palacio de Figueroa.
A partir de entonces y hasta la última de las celebradas –en 1958– las
exposiciones del Casino se convirtieron en la manifestación de arte más
importante dentro del ámbito local. Las nueve que se celebraron consecutivamente tuvieron la virtud, sobre todo, de agitar sensiblemente el estancado ambiente artístico en que se halló cotidianamente sumergida la
ciudad100.
Si bien, comparativamente, esa primera edición se caracterizó aún por
la discreción y la modestia, tanto de los participantes como de los organizadores, en ella figuraron ya 68 obras expuestas, 47 en la sección de pintura (correspondientes a 12 artistas) y 21 en la de escultura (pertenecientes
a 5 escultores).
La aportación de González Macías al certamen consistió en seis obras:
Capricho infantil, en piedra; Recelo, en piedra negra pulimentada; Gallo
Leghorn, en madera; Juani, en yeso patinado y los dos retratos en bronce de Gregorio y Juan Mirat101.
100 J. C. BRASAS EGIDO, “Las exposiciones del Casino de Salamanca...”, ob. cit., pp. 440-453.
101 J. DELGADO, “Notas sobre la Exposición de artistas locales. Francisco González Macías, Higinio
Labrador y Damián Villar”, El Adelanto, 27-XII-1950.
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REGRESO Y ESTABLECIMIENTO EN MADRID
Tras más de diez años vividos en Salamanca, a comienzos de la década de los años 50 el escultor decidió abandonar su entrañable estudio del
patio de Escuelas Menores y regresar definitivamente a su domicilio de
Madrid. En su decisión de levantar su taller salmantino y marchar a la capital de España contó el hecho decisivo del descenso de la demanda de los
encargos religiosos, sobre todo la considerable disminución por esos años
de los procedentes de tierras asturianas. Una vez que los nuevos templos
allí inaugurados completaron su decoración de altares e imágenes poco
a poco fue desapareciendo esa “veta asturiana” que tantas oportunidades
de trabajo había dado al escultor bejarano.
Pero además, en su decisión de abandonar Salamanca también hubo
de contar su desencanto y frustración al no obtener la plaza oficial de profesor fijo en la Escuela de Artes y Oficios de la capital charra, en la que
venía dando clases de escultura desde 1945.
En 1950 se convocó por el Ministerio de Educación Nacional la plaza
de profesor de término de Modelado y Vaciado de la Escuela de Artes y
Oficios de Salamanca. Celebradas las oposiciones en marzo de ese año en
Madrid la plaza le fue otorgada al salmantino Damián Villar, que había sido
alumno becado por la Diputación en dicha Escuela. Tal decisión, que a González Macías le dolió profundamente, influyó decisivamente en su marcha
definitiva de la ciudad del Tormes102.
102 ANÓNIMO, “Damián Villar, número uno en las oposiciones a profesor de escultura de Escuelas
de Artes y Oficios”, El Adelanto, 18-III-1950.
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Con todo, siguió durante bastante tiempo muy vinculado a Salamanca, pues en los primeros años de esa década le vemos pasar en ella algunas temporadas exponiendo sus obras e incluso trabajando todavía en su
estudio del Museo Provincial.
Nada más instalado en su domicilio de Madrid, el artista reanudó su
labor cotidiana, atendiendo desde su taller de la Carretera de Aragón los
nuevos encargos que le llegaron.
En Madrid se entregó sobre todo a la labor del retrato y a la ejecución también de esculturas decorativas para firmas comerciales que se traducían en ediciones múltiples. Fueron numerosos los bustos que modeló
para instituciones, organismos y museos de prohombres y directivos de
aquéllos.
De tierras salmantinas le siguieron, no obstante, llegando encargos.
Así en septiembre de 1951 terminó un busto de José María Gabriel y Galán,
en bronce que hizo para ser colocado en la Plaza Mayor de Frades de la
Sierra, cuna del poeta103.
Un mes después, participó en la I Bienal de Arte Hispanoamericano
con tres obras que fueron expuestas en el Palacio de Cristal del Retiro. Se
trataba nuevamente de tres de sus “caprichos infantiles”, género en el que
la crítica veía mejor reflejada la verdadera personalidad de Macías, en concreto las obras tituladas: La niña del puchero (también denominada Niña
soñando), Niña jugando y Tontón104.
Poco después, en noviembre de ese mismo año contrató con la Cofradía del Descendimiento de Medina del Campo (Valladolid) la ejecución del
más monumental de sus pasos procesionales, el grupo del mismo nombre
que se conserva en la iglesia parroquial de San Miguel de dicha población.
103 ANÓNIMO, “Un busto de Gabriel y Galán”, El Adelanto, 30-IX-1951; X, “En Frades se descubrió
el domingo un busto de Gabriel y Galán”, La Gaceta Regional, 16-X-1951; ANÓNIMO, “Una nueva obra de Macías”, La Gaceta Regional, 30-IX-1951.
104 ANÓNIMO, “González Macías en la Bienal Hispanoamericana de arte”, La Gaceta Regional,
20-X-1951.
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Tallado en madera de pino policromada y compuesto de siete figuras, el paso de El Descendimiento representa el momento narrado en los
Evangelios sinópticos, en que Cristo es bajado por José de Arimatea y Nicodemo. Junto a ellos se disponen a recibir el cuerpo del Señor la Virgen,
san Juan y las dos Marías (Magdalena y Salomé), que supuestamente asistieron a la escena. Fue esta una de sus obras más ambiciosas y mejor pagadas al artista, ya que el primer presupuesto, cifrado en un primer momento
en 30.000 pesetas, con figuras de 1,20 m de altura, fue posteriormente
aumentado al doble, comprometiéndose a hacer las figuras de mayor tamaño (1,60 m de altura)105.
Ese mismo año se cerró con su participación en la II Exposición de
Arte organizada por el Casino de Salamanca, celebrada según la costumbre iniciada ya con la anterior en los días de las vísperas navideñas. De las
cuatro obras que envió, además del busto de Tomás Bretón y de las dos
piezas de tema infantil que ya había expuesto en la Bienal Hispanoamericana, las tituladas Capricho infantil y Niña soñando, llamó especialmente
la atención un formidable retrato de su amigo el pintor salmantino Abraido del Rey106.
También participó en la gran Exposición de pintura, escultura y arte
charro que la Escuela de Artes y Oficios de Salamanca celebró en septiembre
de 1952 en el bello marco del Palacio de la Salina.
105 A. BONET, “El Descendimiento del Señor”, en VV.AA., Semana Santa en Medina del Campo. Historia y obras artísticas, Junta de Semana Santa de Medina del Campo, 1996, pp. 108-109; ANÓNIMO, “Nuevo paso de González Macías”, El Adelanto, 29-III-1952; ANÓNIMO, “El Descendimiento”, nueva obra de González
Macías”, La Gaceta Regional, 30-III-1952.
106 Por lo que se refiere a los escultores, además de González Macías, expusieron también obras Jacinto Bustos Vasallo, Marino Amaya, Agustín Casillas, Higinio Labrador, Fernando Mayoral, Gabriel Sánchez Calzada y José Luis Núñez Solé, que con su Orfeo y una ninfa fue el triunfador del certamen. Véase, J. DELGADO,
“Jacinto Bustos Vasallo, Marino B. Amaya, Agustín Casillas, Francisco González Macías, Higinio Labrador, Fernando Feliciano Mayoral, José Luis Núñez Solé y Gabriel Sánchez Calzada”, El Adelanto, 21-XII-1951.
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Coincidiendo con las ferias, el patio y los salones de la Diputación Provincial se llenaron de un considerable número de obras, superando las 500
entre pinturas, esculturas y dibujos. En el piso superior del Palacio se expusieron las de los artistas más conocidos, que habían sido todos ellos profesores o alumnos de la Escuela.
Allí y en su condición de profesor de Modelado y Vaciado de la Escuela desde 1945 a 1949 figuraron cinco de las mejores obras de González Macías: Niña dibujando, Niña soñando (también denominada La niña del
puchero), Desnudo, la cabeza de Pío Baroja y otro Retrato, conjunto por
el que se le otorgó una de las dos segundas medallas de plata107.
En octubre de ese mismo año –1952– el artista obtuvo uno de sus
más señalados triunfos al conseguir en Madrid la primera medalla de escultura del XXV Salón de Otoño por su encantadora La niña del puchero.
El que fuera prestigioso certamen sin embargo decaía ostensiblemente
pues, al decir de la crítica, predominaba el estancamiento en viejas fórmulas,
del que se escapaban sólo algunas cuantas obras, residiendo el mayor interés del mismo en las evocaciones retrospectivas. De ello se hacía eco Camón
Aznar en su reseña en A.B.C., en la que escribía lo siguiente: “Los esfuerzos tan laudables de la Asociación de Pintores y Escultores, no logran vitalizar el Salón de Otoño, que no puede desprenderse de este tinte mortecino
que exhala la reiteración de maneras artísticas ya periclitadas”. De ese panorama sólo escapaban algunas obras que presentaban “timbres de mayor
modernidad... Sirva de ejemplo el primer premio de escultura concedido
a la obra de González Macías, de una plástica sintética”108.
107 Integraron el jurado, además del presidente de la Diputación Carlos Gutiérrez de Ceballos, el escultor Victorio Macho y el crítico e historiador del Arte José Camón Aznar, que había sido catedrático de la Universidad de Salamanca. Las dos primeras medallas de oro fueron para Soriano Montagut y Cristino Mallo. La
otra segunda medalla de plata le fue concedida a José Luis Núñez Solé.
108 J. CAMÓN AZNAR, “El mayor interés del Salón de Otoño está representado por las evocaciones
retrospectivas”, A.B.C., 22-X-1952.
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En el mes de julio de 1954, lo visitaba en su estudio de Madrid José López
Hora con el fin de dedicarle una crónica radiofónica para Radio España,
unos meses después reproducida en el semanario Béjar de Madrid. Allí, en
la Carretera de Aragón, “donde la ciudad se olvida y el silencio comienza,
más allá de las últimas urbanizaciones” en una gran nave solitaria, amplia y
bien iluminada el escultor trabajaba en silencio en un ambiente de paz y serenidad. Por el estudio se podían ver repartidas “obras terminadas y en curso, bocetos en pensamiento creador, herramientas de trabajo, grandes
bloques de piedras duras, caballetes con bustos que esperan la llamada del
momento feliz de la creación. Sobre la mesa en que la meditación da frutos óptimos, fotografías y proyectos, cálculos y sugerencias bellas”109.
Por entonces trabajaba en dos obras importantes: una de retratos y
otra de arte religioso. La primera se trataba de los bustos de Eloy Antuña y su esposa, encargados por sus hijos como homenaje a los que fueron fundadores de la fábrica La Tornillería del Nalón, en el pueblo asturiano
de La Felguera.
La segunda obra en la que el escultor se afanaba por entonces era el
altar y decoración escultórica de la nueva iglesia parroquial de Sotrondio,
en la cuenca minera asturiana. Se trata de un conjunto inspirado en las
formas y ornamentación de las portadas románicas, consistente en las figuras de los cuatro evangelistas en el ábside y otras figuras en la fachada principal, así como el altar mayor en mármol –mesa con su sagrario, expositor
y demás elementos–, embellecidos todos con un apostolado en bronce110.
Se daba la circunstancia de que su discípulo Marino B. Amaya obtenía también en el mismo certamen
la tercera medalla de escultura, lo que venía a corroborar, según la prensa local, la condición de Béjar como
cantera de excelentes escultores desde Mateo Hernández.
109 J. LÓPEZ HORA, “Una visita al estudio del escultor González Macías”, Béjar en Madrid, 6-XI-1954,
núm. 1703, p. 7 (emisión del día 22 de julio de 1954. Radio España Madrid, tema “Crítica de arte”, por José
López Hora).
110 J. PRADOS LÓPEZ, “Una visita al estudio del escultor González Macías”, La Gaceta Regional, 20VIII-1954; L., “Sotrondio. La nueva iglesia ya tiene colocado el altar mayor”, La Nueva España, Oviedo, 17-IV1956.
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Poco después, en búsqueda de nuevos encargos, el escultor, se trasladó por algún tiempo a Bilbao, manteniendo su estudio de Madrid. Si bien
vivió allí cerca de dos años con su mujer y sus hijas, hubo de retornar a
Madrid al enfermar su esposa a la que sentaba mal el clima húmedo del
norte de España.
Por otra parte, su profunda admiración por la escultura de Mateo Hernández le llevó en junio de 1955 a salir en defensa de las obras que aquél
había legado en su testamento a España, conjunto que por entonces se
hallaba depositado en el Palacio del Retiro de Madrid en espera de su definitiva instalación. González Macías denunció el abandono de las mismas
y el riesgo de su deterioro a propósito del incendio casual que afectó al
impresionante Autorretrato sedente del escultor, tallado en diorita.
La estatua, debido a su considerable tamaño y peso, había sido depositada con su gran caja de embalaje junto a los muros del Palacio de Cristal. Allí habían amontonado paja procedente de otros embalajes, pues en
dicho lugar, con frecuencia, se enviaban obras embaladas con destino a
las exposiciones nacionales que allí se celebraban. Unos chicos, por descuido o travesura, prendieron fuego a la paja, que hizo arder la caja que
contenía la escultura de Mateo Hernández, y ésta, a pesar de la dureza y
tremenda resistencia de la diorita negra, se vio afectada, ya que a pesar
de ser material durísimo, se calcina fácilmente y adquiere fragilidad de cristal al fuego111.
A pesar de la lenta pero progresiva disminución de encargos de carácter religioso, por esos años continuó todavía trabajando en algunos importantes encargos que le seguían llegando principalmente de localidades
asturianas. En ese sentido, en marzo de 1956 salió por primera vez en los
111 A pesar de ello, poco después el autorretrato fue perfectamente restaurado. Véase, J. CREGO BALDIÓN, “El legado de Mateo Hernández. Conversación con González Macías”, Béjar en Madrid, 25-VI-1955, núm.
1736, pp. 1 y 2.
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desfiles de Semana Santa el nuevo Paso de Jesús Nazareno que había realizado para la iglesia parroquial de La Felguera (Asturias). Justo un año después el escultor trabajaba en las cuatro grandes estatuas en piedra de cuatro
metros cada una de Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Santa Teresita
y San Elías que iban a ser instaladas en las cuatro esquinas de la torre del
Convento del Carmelo de Oviedo112.
Ese mismo año participó nuevamente en la Exposición Nacional de
Bellas Artes de Madrid. En esa ocasión presentó dos grupos en escayola,
los titulados Promenade –que representaba a una mujer llevando de paseo
a un niño– y Maternidad, en la que una madre daba de comer con una
cuchara a un niño sentado a sus pies113.
Por otro lado, el escultor, pese a residir ahora en Madrid, no olvidaba sus raíces bejaranas y por ello en octubre de 1957 aceptó orgulloso el
encargo de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de las Victorias y María Santísima de la Anunciación para realizar un paso procesional con la figura
de Cristo crucificado destinado a la Semana Santa de aquella localidad.
Por las mismas fechas expuso en el XXIX Salón de Otoño, participando
como uno de los tres invitados de honor del certamen. En la sala que se
le dedicó se reunieron veinticinco obras suyas, de los más diversos temas
y características, conjunto que daba perfecta idea de las distintas facetas
de su arte (temas infantiles, retratos, tallas de imaginería religiosa,
etcétera)114.
Por último, el escultor cerraba esa década de intensa dedicación trabajando a comienzos de agosto de 1959 en otra de sus obras más
112 TITO MUÑIZ, “Por la gracia de Dios. Macías o la imaginación plástica”, La Región, 27-III-1957.
113 En el mismo certamen expuso su hija Josefina (“Pepita”) un lienzo titulado Mujer dormida. Por
entonces, la joven ayudaba a su padre en el taller en las labores de pintura. Véase J. MUÑOZ GARCÍA, “Sobre
la Exposición Nacional de Bellas Artes”, Béjar en Madrid, 22-VI-1957.
114 Los otros dos artistas invitados fueron el pintor Cruz Herrera y el grabador Castro Gil. Véase
J. CREGO BALDIÓN, “Notas sobre el XXIX Salón de Otoño”, Béjar en Madrid, 11-I-1958, núm. 1869, p. 2.
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interesantes: el Mausoleo de la familia de don Benito Jiménez, en Madrid.
Ese año lo pasó sin embargo casi íntegramente en Oviedo esculpiendo para
el Convento de Carmelitas las cuatro figuras monumentales de santos de
la Orden ya citadas anteriormente115.
En los comienzos de la década de los años 60 asistimos a un descenso
de la actividad del escultor, incluso se puede hablar de una época de estancamiento en su trayectoria artística. Su labor se resiente de la crisis que
experimenta por entonces la escultura figurativa en España. Por otra parte, los encargos de escultura religiosa, sin desaparecer del todo, empiezan a disminuir cada vez más, lo que perjudicó considerablemente su carrera
profesional. Esta circunstancia desfavorable se haría muy evidente cuando poco después se empiecen a notar las recomendaciones surgidas del
Concilio Vaticano II (1962-1965) tendentes a una mayor sencillez y desornamentación en los templos, así como las nuevas disposiciones litúrgicas
que hacían que retablos y altares perdieran el protagonismo que habían
tenido hasta entonces en la celebración de las ceremonias religiosas.
Con todo, el escultor siguió trabajando en su estudio madrileño atendiendo los encargos que le llegaban, si bien éstos empiezan a escasear cada
vez más en esos años.
En abril de 1961 tenía terminado el busto de bronce del maestro don
Gregorio Laso de la Vega, destinado a ser colocado en la fuente del Parque Infantil de Béjar, como homenaje y símbolo –según se podía leer en
la prensa– “de los muchos y excelentes profesores de Primera Enseñanza que tuvo en el pasado y aún tiene nuestro pueblo”116.
Por entonces había enviado dos obras al I Certamen Provincial de Artes
Plásticas de Salamanca. Convocado por la Delegación Nacional de Organizaciones del Movimiento como primer escalón para poder acceder a la
115 J. CREGO BALDIÓN, “Desde Madrid”, Béjar en Madrid, 4-VII-1959, núm. 1956, p. 4
116 ANÓNIMO, “El Buen Maestro”, Béjar en Madrid, 8-IV-1961, núm. 2038.
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convocatoria nacional a celebrar en otoño en Madrid, fue ésta una de las
exposiciones más notables que se celebraron en la ciudad del Tormes. En
ella el escultor obtuvo un nuevo reconocimiento a su ya consolidado prestigio al obtener el tercer premio por su escultura titulada Diapasón117.
A comienzos de marzo de 1963 el escultor concluyó un paso para la
Semana Santa de Lugo, que representaba la Última Cena. A la dificultad
inherente del gran número de figuras de que constaba el grupo escultórico, se unió la ejecución en un tiempo record, pues la talla del mismo la
había iniciado en el mes de enero de ese mismo año.
Por esas fechas González Macías colaboró también con algunos de
los principales estudios de cine de la época, con maquetas y tallas para los
decorados de algunas películas. Así talló dos Cristos para el film Dulcinea
(1962), escrito y dirigido por Vicente Escrivá, Premio Nacional de Cinematografía y propuesta para el Oscar a la mejor película extranjera en 1963.
También realizó la estatua de Júpiter, de la cinta Perseo y Medusa118.
Apenas si se tienen noticias del escultor en los años siguientes, lo que
indica una acusada disminución de su actividad artística. Hay que esperar
a 1966 para hallar algún nuevo dato interés. Así, en el mes de enero expuso con éxito en la Sala Grifé Escoda de Madrid. Por entonces había terminado en su estudio madrileño un Cristo Crucificado, talla en madera
destinada a la capilla en construcción de la Casa de Caridad de Béjar (Residencia El Buen Pastor), encargada por el bejarano residente en Puerto Rico,
Ángel Rodríguez Olleros119. Un mes después, aprovechando una breve
117 El certamen, inaugurado el 26 de febrero se prolongó con gran éxito de público hasta el 16 de
junio. El primer y segundo premio lo obtuvieron Venancio Blanco y Jacinto Bustos Vasallo por su obras tituladas Torero y Añoranza, respectivamente. Véanse la serie de artículos publicados en El Adelanto, 24 y 25-II;
15 y 16-VI-1962: y en La Gaceta Regional, 25 y 27-II; 3-III; 15, 16 y 17-VI-1962.
118 J. C., “Desde Madrid”, Béjar en Madrid, 9-III-1963, núm. 2138.
119 El Adelanto, 23-I-1966; La Gaceta Regional, 13-III-1966 y 20-III-1966.
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estancia en Béjar restauró el Cristo Yacente del Sepulcro y el amarrado a
la columna, trabajando unos días en el taller de Félix Grande120.
También para su pueblo natal talló en marzo de 1967 una Dolorosa
que vino a sustituir a la que antes procesionaba en la Semana Santa, imagen realizada gracias al patrocinio de la camarera de la Cofradía, María Sánchez Cerrudo de Cascón121.
Por entonces, dado el descenso de encargos, el escultor se sentía desanimado y con problemas económicos, situación que afortunadamente cambiaría por completo al afincarse poco después en la villa asturiana de Gijón.
120 H. HERNÁNDEZ, “El escultor bejarano González Macías”, Béjar en Madrid 16-IV-1966, núm. 2300.
121 La Gaceta Regional, 19-III-1967.
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LA FRUCTÍFERA ETAPA GIJONESA.
LOS ÚLTIMOS AÑOS DE SU VIDA
A partir de 1968, ya en las últimas décadas de la carrera artística del
escultor, se inicia su productiva etapa gijonesa, ciudad donde dejó profunda huella a través de casi una decena de monumentos públicos y abundante obra privada. Sus ya arraigados vínculos con Asturias y en particular
con la villa de Jovellanos desde que en 1943 esculpiera el Cristo de los Mártires de la iglesia de San Pedro, fueron progresivamente en aumento, hasta convertirse desde la segunda mitad de la década de los sesenta y hasta
el final de su carrera en el principal mercado de su arte.
Desde entonces, el escultor, sin perder su domicilio madrileño, se afincó en Gijón pasando cada vez más largas temporadas en aquella población asturiana, que muy pronto se convirtió en la “segunda patria del artista”.
Allí y desde el principio de su estancia, además de recibir multitud de encargos, encontró grandes amigos y, sobre todo, un ambiente favorable y provechoso para el desarrollo de su arte.
Desde esos años compartió su residencia entre Madrid y Gijón, trabajando y teniendo su taller en el local de la Agrupación Gijonesa de Bellas
Artes, en el Viejo Instituto que fundara Jovellanos. A pesar de estar alejado durante meses de su familia, el artista, enamorado de Gijón, eligió a
partir de entonces la villa para vivir y pasar largas temporadas trabajando
en ella dado el éxito y la buena acogida que tuvieron sus obras122.
122 Su mujer y sus hijas decidieron afincarse en Béjar. En realidad el artista no se estableció de continuo en Gijón. Iba y venía, alojándose en sus estancias en Gijón en el Hotel América, en la calle Santa Lucía.
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Por otro lado, la ciudad asturiana, desde ya las primeras décadas del
siglo XX pero sobre todo unos vez pasados los años de la posguerra, vio
incrementarse muy considerablemente la escultura pública en los nuevos
espacios urbanos o recuperados que se crearon como zonas de paseo o
recreo en ella. Nuevos parques y jardines, como el de Isabel la Católica,
embellecieron la ciudad y propiciaron los encargos de grupos escultóricos o de bustos erigidos en recuerdo de gijoneses ilustres.
El 20 de marzo de 1968 el escultor llegaba a Gijón invitado por la Agrupación Artística de Bellas Artes, para montar una importante exposición
de sus mejores esculturas. Organizada por la citada agrupación gijonesa
bajo el patrocinio del Ayuntamiento y celebrada en la Pinacoteca Municipal (antiguo Instituto), la muestra constituyó todo un acontecimiento artístico, pues hacía tiempo que no se veía en Gijón una exposición de escultura.
Inaugurada el 30 de marzo estuvo abierta con notable éxito hasta mediados de abril. Del conjunto de treinta obras allí reunido llamaron sobre todo
la atención sus deliciosas figuras de niños, que fueron las piezas más elogiadas,
si bien, como puede verse en los numerosos artículos que le dedicó la prensa gijonesa, fueron también muy celebrados sus retratos y tallas religiosas.
Clausurada la exposición y dada la excelente acogida y los muchos amigos que allí tenía, así como los numerosos encargos que se le hicieron a
raíz de la misma, el artista decidió permanecer por algún tiempo en la villa
asturiana trabajando en el patio del viejo Instituto.
Allí iba a modelar algunos bustos de personalidades gijonesas, comenzando, en ese mismo mes de abril, por el del director de la Escuela de Bellas
Artes José María Jaureguizar. Poco después, el Ayuntamiento de Gijón le
compró tres de las obras que figuraban en su exposición: Niña dibujando,
Lo más que solía estar eran tres meses por el verano. Solía traerse esos meses a sus hijas. Su esposa por el
contrario no venía, pues le sentaba mal vivir en la costa; en ese sentido ya tuvo problemas de salud cuando
estuvieron viviendo dos años en Bilbao.
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Travesuras y Juani, esculturas en piedra que, posteriormente serían depositadas en el Parque de Isabel la Católica de la villa gijonesa.
También en ese mes de abril realizó una copia al óleo del cuadro de
La Magdalena penitente, lienzo conservado en la Pinacoteca del Municipio y que él atribuyó nada menos que a Tiziano. En efecto, el escultor, por
toda una serie de detalles y coincidencias, creía haber descubierto en dicha
pintura, entonces atribuida a Carreño, un original de Tiziano y así lo hizo
saber a la prensa, corriendo la noticia por la ciudad. Fue tal su empeño y
su convicción de que se trataba de una obra auténtica del genial pintor
veneciano que realizó una exhaustiva investigación además de la citada copia
que pintó para su envío a Madrid123.
A partir de ahí se suceden sus largas estancias en la bella ciudad asturiana. Y así, dos años después, Gijón, a través de los muchos amigos que
allí había dejado, le reclamaba insistentemente. Es por ello por lo que le
encontramos de nuevo en la ciudad en enero de 1970, fecha en la que por
encargo de la Alcaldía y en la planta alta del viejo Instituto de Jovellanos,
donde el escultor trabajaba y tenía el estudio que la Agrupación Gijone123 Tras la limpieza y restauración del cuadro, perteneciente a la colección de Jovellanos y expuesto
hoy en el Museo de su Casa Natal, se descubrió la firma del pintor madrileño Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia (1649-1703), oficial de Carreño, así como la fecha de 1670. Véase: A. ESCALERA, La Magdalena. Estudio
de restauración y expertización del cuadro de Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia (Siglo XVII), Museo de
Gijón, Gijón, 1976.
Sobre la atribución que hizo González Macías, véanse: ANÓNIMO, “El escultor González Macías ha descubierto un Tiziano en nuestra ciudad”, Voluntad, Gijón, 6-IV-1968; ANÓNIMO, “El Tiziano de la Pinacoteca
municipal”, La Voz de Asturias, 10-IV-1968; MORÁN, “Se prorroga la Exposición de González Macías en el Instituto Jovellanos”, Voluntad, Gijón, 12-IV-1968 y del mismo, “El escultor Macías nos dice: Nuevos indicios de
que la ‘Magdalena’ de la Pinacoteca Municipal es una obra de Tiziano”, Voluntad, Gijón, 13-VII-1968: ÍDEM,
“Don Pedro Hurle nos cuenta la historia del posible Tiziano de la Pinacoteca Municipal”, Voluntad, Gijón, 23IV-1968; L. CASTAÑÓN, “Un cuadro dudoso”, Región, 8-V-1968; T. MONTERO HIDALGO, “Tiziano sí, Tiziano
no”, La Voz de Asturias, 16-IX-1968, y MORÁN, “De nuevo Tiziano”, Voluntad, Gijón, 18-IX-1968.
Ante la polémica suscitada, el alcalde cursó invitación al prestigioso crítico e historiador de Arte Enrique Lafuente Ferrari para que se trasladase a Gijón e informase sobre la presunta paternidad del cuadro. Véase, MORÁN, “El crítico de Arte Lafuente Ferrari ha sido invitado para informar sobre el presunto cuadro de
Tiziano”, Voluntad, Gijón, 18-IV-1968.
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sa de Bellas Artes había puesto a su disposición, hizo una reproducción
de la maqueta de Gijón de 1849 que se conservaba en el Museo del Ejército de Madrid. Confeccionada en madera pintada y patinada, la maqueta estaba destinada a una sala del Museo Municipal de Gijón, ubicado en
la Casa Natal de Jovellanos, en el barrio de Cimadevilla, museo que estaba entonces pendiente de inauguración124.
Al mes siguiente el artista, y por encargo también del Ayuntamiento,
terminó una curiosa talla en madera patinada de Jovellanos que se pensaba instalar en el vestíbulo de la citada Casa Museo de Jovellanos, que
próximamente se iba a inaugurar. De tamaño menor del natural, la estatua, que representa al jurisconsulto sentado y con un libro abierto en una
mano, por su postura se inspira en el famoso retrato que de Jovellanos
pintara Goya conservado en el Museo del Prado125.
Por esas mismas fechas se suceden los encargos de bustos en bronce, como los que integran la larga serie de asturianos ilustres colocada
ante la fachada principal del Pabellón Central de la Feria de Muestras de
Gijón. A éstos se sumaron también un buen número de efigies de personalidades locales para plazas públicas e incluso algunos encargos para
particulares.
A ese propósito, en enero de 1971 concluyó el busto del doctor Severo Ochoa, Premio Nóbel de Medicina, para el proyectado monumento al
célebre científico asturiano que se pretendía erigir en la calle que llevaba
el nombre del investigador en la barriada de Pumarín de Gijón126.
De entonces data asimismo el busto de Carlos I como Príncipe de Gante, monumento que le encargó Villaviciosa para conmemorar el lugar del
desembarco y entrada en España del futuro emperador en 1517.
124 Las medidas de esta maqueta son 1,80 x 1,20 m. Véase MORÁN, “Una maqueta de Gijón en 1849
para la Casa-Museo Jovellanos”, Voluntad, Gijón, 22-I-1970.
125 ANÓNIMO, “Una talla en madera de Jovellanos”, La Nueva España, Oviedo, 1-III-1970.
126 MORÁN, “Ya está terminado el busto de Severo Ochoa”, Voluntad, Gijón, 21-I-1971; ANÓNIMO,
“Monumento al Dr. Ochoa”, Voluntad, Gijón, 3-II-1971.
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Dos años después, concretamente en 1973, la ciudad asturiana le acoge de nuevo con el fin de celebrar otra importante exposición de sus obras.
Desde el mes de marzo lo hallamos nuevamente en el Salón de Actos del
antiguo Instituto, convertido en su taller y tertulia de amigos. Allí se sentía feliz atendiendo los encargos que le llegaban e impartiendo clases de
escultura y pintura a los socios de la Agrupación Gijonesa de Bellas Artes.
Así lo declaraba por entonces el propio escultor a un periodista: “Aquí me
siento bien, tengo mi taller-estudio, doy clases, expongo, hablo con amigos, preparo cosas que me encargan... La Agrupación Gijonesa de Bellas
Artes me da muchas facilidades. Son muy buenos conmigo”127. Por esas
fechas tenía comprometidos muchos encargos, principalmente bustos, y
un grupo escultórico dedicado a los mineros.
Unos meses después tuvo lugar la ya citada exposición, nuevamente
organizada por la Agrupación Gijonesa de Bellas Artes y patrocinada por
el Ayuntamiento. Celebrada del 28 de julio al 12 de agosto en la Sala del
antiguo Instituto Jovellanos, la exposición fue montada por el artista como
un tributo de su agradecimiento a Gijón.
En ella mostró un conjunto muy considerable de obras: 40 esculturas y 83 apuntes y dibujos, estando representada toda su trayectoria, desde obras de su lejana época en París hasta lo que había hecho en sus últimos
años. Entre otras novedades, llamó especialmente la atención la cabeza que
había modelado de su amigo el pintor y dibujante gijonés Manuel Rodríguez Lana “Marola”, busto que pasado a bronce adquirió poco después
el Ayuntamiento para su Museo128.
127 ANÓNIMO, “Asturias y sus artistas. Macías, un viejo escultor con arte avanzado”, La Región, Oviedo, 25-III-1973.
128 MORO, “Mañana, exposición de Macías en la sala del antiguo Instituto Jovellanos”, El Comercio,
Gijón, 27-VII-1973; ANÓNIMO, “Gijón. Exposición de escultura de González Macías”, Béjar en Madrid, 11-VIII1973, núm. 2682, p. 6; I. BURGOS, “Exposición de escultura de González Macías en Gijón”, Béjar en Madrid,
18-VIII-1973, núm. 2683, p. 4.
–91–
Además de atender los numerosos compromisos que por esos años
tenía en Gijón, también le seguían llegando encargos desde tierras salmantinas, como el busto en bronce del obispo dimisionario de Ávila don
Santos Moro Briz que hacía en marzo de 1975 para el homenaje que su
pueblo natal, Santibáñez de Béjar, proyectaba dedicar a su preclaro hijo129.
Justo un año después se inauguraba en la Plaza Mayor de la misma
localidad el Monumento a los padres, una placa en bronce en relieve que
también había modelado el escultor130.
Tampoco en esos años se olvidó de Salamanca, ciudad a la que siguió
enviando sus obras con motivo de exposiciones y certámenes. Así lo hizo
en la I Exposición de Artistas Salmantinos Contemporáneos, relevante muestra celebrada en el mes de junio de 1975 en el Museo de Salamanca, por
entonces recién estrenado después de importantes obras de reforma.
La exposición, la más ambiciosa y abundante en obras de las celebradas
hasta entonces en Salamanca, reunió a la práctica totalidad de pintores y
escultores salmantinos contemporáneos (cerca de medio centenar de nombres, tanto de los que vivían en la ciudad aunque no hubieran nacido en
ella, como de los que habiendo nacido y habiéndose formado en Salamanca
vivían lejos de su tierra charra).
Allí se dieron cita desde las obras de los viejos maestros más o menos
académicos hasta la rica floración de discípulos y jóvenes artistas de las
últimas generaciones. De González Macías fueron seleccionadas dos obras:
Día de Reyes y su ya famosa cabeza de Pío Baroja131.
129 La efigie en bronce sobre pedestal de granito se inauguró en el mes de agosto descubriéndose
en el atrio de la iglesia del pueblo. Véase, El Adelanto, 26-III-1975 y 22-VII-1975 y ANÓNIMO, “Homenaje en
Santibáñez de Béjar a Don Santos Moro Briz. Fue descubierto el busto realizado por Francisco González Macías”, El Adelanto, 13-VIII-1975; A. BLÁZQUEZ GONZÁLEZ, “La Comarca. Santibáñez de Bejar. Macías modela
la efigie de nuestro obispo Don Santos Moro”, Béjar en Madrid, 26-VII-1975.
130 A. BLÁZQUEZ GONZÁLEZ, “Santibáñez de Béjar. Brillante homenaje a los padres. El Monumento
es obra del escultor González Macías”, El Adelanto, 17-VIII-1976.
131 A. GALLEGO DE MIGUEL, Catálogo de la I Exposición de Artistas Salmantinos Contemporáneos,
Museo de Salamanca, Junio, 1975.
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En el verano de ese mismo año trabajaba intensamente en Gijón en
la maqueta de un Monumento al marino, grupo escultórico en homenaje
a los hombres del mar que la Delegación Provincial en Asturias de la Liga
Naval Española se proponía emplazar en los jardines de “El Náutico”.
Si bien se llegó a exponer el boceto, el monumento definitivo en bronce y piedra, proyectado de tres metros y medio de altura por cuatro de
largo y dos de ancho, no se llegó a materializar, debido a su alto costo
de dos millones de pesetas, cantidad que no se llegó a cubrir mediante
suscripción popular132.
Al año siguiente, el escultor fue objeto de un emotivo homenaje en
su población natal, la entrega por parte de la Tertulia Literaria Bejarana
del galardón “la VII Abeja de Oro”, distinción que se le otorgó “por haber
enaltecido con su creación artística el nombre de la ciudad que le vio nacer”.
La imposición de la “Abeja de Oro” tuvo lugar el 10 de abril de 1976 en
el transcurso de un acto literario que se celebró en su honor en la Casa
Municipal de la Cultura133.
González Macías aprovechó la concesión del galardón para pasar unos
días en su ciudad natal, y a la vez inaugurar una exposición de una selección de sus obras en la sala de la sucursal de la Caja de Ahorros de Salamanca. En ella presentó ante sus paisanos una veintena de tallas en madera
y una escultura en bronce (la titulada Protección), complementadas con
la cesión para la muestra de Florina escucha un cuento, propiedad de
132 ANÓNIMO, “La Liga Naval se propone colocar en Gijón un monumento a los hombres del mar”,
El Comercio, Gijón, 15-V-1975; ANÓNIMO, “Se erigirá en esta Villa el Monumento a los hombres de la
mar”, Voluntad, Gijón, 15-V-1975; LIOMI, “Fue presentada la maqueta. Monumento al marino”, La Nueva España, Oviedo, 25-X-1975.
133 La distinción se concedía anualmente por la Tertulia Literaria a los bejaranos que hubieran destacado por su tesón y su consagración al trabajo. En el acto de entrega, el pregonero de ese año, José Luis
Majada Neila, hizo una exaltación del escultor, resaltando la laboriosidad y espíritu de trabajo del artista. Véase, A. GARCÍA EGIDO, “Entrega de la VII Abeja de Oro”, Béjar en Madrid, 17-IV-1976, núm. 2822; ANÓNIMO,
“Homenaje al escultor Macías, en Béjar”, El Comercio, Gijón, 1-V-1976.
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don Antonio Gómez Rodulfo y el Cristo en la Cruz, que se encontraba
en la Capilla de la Residencia “El Buen Pastor”134.
Poco después, en el verano de ese mismo año, realizó la que sería una
de sus últimas obras para Gijón: el busto del periodista Arturo Arias, amigo
que fue del escultor. Encargado por la Asociación de Cabezas de Familia del
barrio de Cimadevilla, fue erigido en 1977 en la plaza que lleva su nombre135.
De regreso en Madrid en esos últimos años el escultor concurrió a algún
que otro importante certamen, como el “Gran Premio de Escultura” convocado en febrero de 1977 por el Círculo de Bellas Artes. A la exposición,
instalada en la Sala “Goya” de su sede, se presentaron ciento seis obras,
de las que un jurado seleccionador eligió las cincuenta y tres que se exhibieron. En aquella muestra, expresión de la amplia gama representativa
de las diversas tendencias estéticas de la escultura española, González Macías presentó una de las más elogiadas, una de sus “Maternidades”, la titulada La nana, tallada en dura madera pulimentada136.
También en esos últimos años, siguió viva la vinculación del viejo escultor con Salamanca. Y así, en mayo de 1976 actuó como miembro del jurado de la Exposición de Pintura que la Obra Sindical Educación y Descanso
celebró ese año en la ciudad.
A comienzos del año siguiente participó en la exposición “Diez escultores salmantinos”, celebrada en la recientemente inaugurada Galería Winker, y en la que figuraron una selección de los más prestigiosos artistas
locales del momento137.
134 ANÓNIMO, “González Macías expone en la Caja de Ahorros”, Béjar en Madrid, 10-IV-1976, núm.
2821, p. 5.
135 MORO, “Realizado por Macías. Busto de Arturo Arias en la plaza que llevará su nombre”, El Comercio, Gijón, 29-VII-1976.
136 J. HERNÁNDEZ PETIT, “González Macías. Primicias de una información desconocida en España”,
Béjar en Madrid, 26-III-1977, núm. 2939, p. 3.
137 Además de nuestro escultor, estuvieron representados Venancio Blanco, Agustín Casillas, Ángel
Mateo, Damián Villar, Orejudo, Ricardo Montero, Sánchez Cruz, Juan Pérez y Severiano Grande. Véase, M. MARTÍN
SANTIAGO, “En la Galería Winker. Diez escultores salmantinos”, El Adelanto, 19-I-1977.
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También se adhirió generosamente a la iniciativa de los artistas salmantinos de la exposición-subasta en homenaje del malogrado escultor
salmantino y compañero José Luis Núñez Solé, muerto inesperadamente
en Valladolid el 23 de diciembre de 1973. En aquel acto, celebrado en el
Casino a fines de marzo y comienzos de abril de 1977 bajo el patrocinio
del Museo de Salamanca, González Macías colaboró donando una de sus
esculturas, la titulada Mujer con niño.
Tras unos años de escasa actividad, en abril de 1981 el escultor acometió la que sería su última obra: la cabeza en bronce del famoso Doctor
Thebussem138 que le encargó la Dirección General de Correos y Telecomunicaciones. El busto del que fuera primer filatélico español y uno de
los historiadores del correo de mayor renombre internacional, fue colocado un mes después en el entonces recientemente inaugurado Museo
Postal y de Telecomunicaciones, junto a los objetos personales del doctor Thebussem.
El 18 de febrero de 1982, las manos de Macías abandonaron la obra
en la que estaba entonces trabajando, un vaciado en negativo de un bajorrelieve que le habían encargado desde Gijón, cayendo gravemente enfermo. Fue entonces cuando se manifestó la penosa dolencia que le llevaría
a la muerte: un cáncer que fue generalizándose y que lentamente fue apagando su vida.
El fallecimiento de su querida esposa hacía ya casi dos años y la tristeza de su lenta dolencia señalaron el comienzo de su declive físico. A partir de entonces frecuentó menos el estudio y retornó a sus incursiones en
la pintura, esbozando algunos óleos.
Y así, tras una larga lucha contra la enfermedad, el 6 de octubre
de 1982, a los ochenta años de edad, falleció el escultor en su domicilio
138 Seudónimo de Mariano Pardo de Figueroa. Véase, C. G. M., “Nueva obra de González Macías”, Bejar
en Madrid, 2-V-1981, p. 7.
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de Madrid rodeado del cariño de sus hijas. Su último deseo fue que algunas de sus más características esculturas fuesen a parar a Béjar, lo que cumplieron sus hijas donando cuatro años después al Museo Municipal “Mateo
Hernández” un importante conjunto de sus obras139.
En el mes de octubre de 1984, cuando se cumplía el segundo aniversario de fallecimiento del escultor, se inauguró una completa muestra
antológica de sus esculturas y dibujos en la Galería Varrón, en Salamanca, exposición que quiso ser, sobre todo, un recuerdo y un homenaje póstumo a la vida y la creación artística del inolvidable escultor bejarano140.
139 Con ellas se celebró una exposición en el mes de mayo de 1986. Véase, J. M. CARRASCO, “Béjar.
Exposición del escultor González Macías”, La Gaceta Regional, 9-V-1986.
140 MACHADO, “Exposición homenaje a González Macías en el segundo aniversario de su muerte”,
El Adelanto, 14-X-1984.
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CRONOLOGÍA
1901.- El 19 de diciembre nace en Béjar (Salamanca).
1910.- Inicia su aprendizaje en la Escuela de Artes y Oficios de Béjar.
1918.- Monta un taller en Béjar donde trabaja como ebanista.
1924.- El 19 de abril contrae matrimonio en Béjar con Florencia Hernández
Calvo.
1926.- Realiza en Béjar su primera talla: un Crucifijo en madera de peral.
1927.- Es pensionado por la Diputación Provincial de Salamanca. Se traslada a Madrid. Allí frecuenta los talleres de Victorio Macho y José Capuz,
se matricula en la Escuela de Artes y Oficios y asiste también a las clases de la Escuela de San Fernando.
1930.- Se presenta por primera vez a la Exposición Nacional de Bellas Artes
de Madrid con un busto de madera de nogal de su Padre. El 15 de
diciembre el Ayuntamiento de Béjar le concede una ayuda económica para proseguir sus estudios en Madrid.
1932.- Presenta una maqueta de un mausoleo en la sección de Arquitectura de la Exposición Nacional de Bellas Artes. El Ayuntamiento de Béjar
le encarga el busto del político republicano Domingo Barnés.
1933. En enero celebra su primera exposición, en la Casa Charra de Madrid.
En noviembre se celebra una nueva exposición de sus obras en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
1933-1934.- Realiza el Mausoleo de Barrero en el cementerio de La Almudena de Madrid.
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1934.- Obtiene tercera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes
de Madrid por su obra Pequeña madre.
1935.- En los meses de enero y febrero celebra su tercera exposición individual en las salas de la Sociedad de Amigos del Arte, en el Palacio de
la Biblioteca Nacional de Madrid. En agosto la Junta de Ampliación
de Estudios e Investigaciones Científicas le concede una beca para ir
a París. En octubre presenta en el XV Salón de Otoño de Madrid su
obra Niña dibujando. En el mismo mes se traslada pensionado a París.
1936.- En febrero participa en la Exposición de Arte Ibérico, celebrada en
París. En febrero-marzo participa en la Exposición “L’Art Espagnol Contemporaine”, organizada por el Gobierno de la República y celebrada en el Musée des Écoles Étrangeres Contemporain, Jeu de Paume
de las Tullerías, en París. Ese mismo año expone en el Salón de Artistas Independientes y en ‘Le Salon des Artistes Méridionaux’ de Toulouse. En julio participa con Niña dibujando en la Exposición Nacional
de Bellas Artes de Madrid, clausurada a causa del estallido de la Guerra Civil. Ese mes regresa a España para poco tiempo después volver
a París. Allí modela del natural la cabeza de Pío Baroja.
1938.- Vende al Estado francés su obra Maternidad, con destino al Musée
des Écoles Étrangeres de Jeu de Paume de las Tullerías. Ese mismo
año, el profesor Maigin, director del Instituto del Cáncer de Lovaina
(Bélgica) le compra con destino a su institución benéfica su obra Niña
en la arena. Participa también en la exposición “Une semaine d’art
espagnol á Paris”, celebrada en el “Club de France”.
1939.- En el verano de ese año y a consecuencia del comienzo de la Segunda Guerra Mundial regresa a España. Estancia en Béjar.
1941.- En junio se establece en Salamanca e inicia su actividad como imaginero en su estudio del Patio de la Escuelas Menores. Obtiene la
pensión de la Fundación Conde de Cartagena que le concede la
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Academia de Bellas Artes de San Fernando para dedicarse a hacer obras
de imaginería. En noviembre envía dos obras –Fraternidad y Niña
dibujando– a la Exposición Nacional de Bellas Artes, certamen reanudado tras el paréntesis de la Guerra Civil. La Cofradía de Jesús Nazareno de Salamanca le encarga el paso del Santo Entierro.
1942.- En septiembre participa en la Exposición de Arte del Casino de Salamanca. Ese mismo año la Hermandad del Santo Entierro y de los Mártires le encarga el Cristo de la iglesia parroquial de San Pedro, en Gijón.
1943.- Participa con la escultura titulada Juani en la Exposición Nacional
de Bellas Artes.
1944.- En julio participa en la IV Exposición Provincial de Educación y Descanso, en Salamanca y en septiembre en la I Exposición de Pintura y
Escultura del Casino de Salamanca. Realiza también el busto de Fray
Diego de Deza para Zamora y el del Doctor Andrés García Tejado,
para el Hospital Provincial de Salamanca.
1945.- Concluye el Cristo yacente de Ribadesella. Participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes de ese mismo año y se le dedica una sala
en la Exposición de Arte de Educación y Descanso celebrada en
Salamanca.
1946.- Termina el Cristo que le encargó la iglesia de Cuenya (Asturias).
Participa en la Exposición de Artistas Salmantinos organizada por la
Casa de Velázquez, en Madrid. Comienza el retablo de la iglesia de Nava
(Asturias). Participa con Florina escucha un cuento en la Nacional de
Bellas Artes de ese año. Participa también en el XX Salón de Otoño
de Madrid.
1947.- Realiza el busto de Cervantes para el Parque Municipal de Béjar.
1948.- Talla el paso de Jesús ante Pilatos, para la Semana Santa de Salamanca. Hace también el monumento a Tomás Bretón, para Salamanca.
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1949.- Esculpe el busto del hispanista francés Maurice Legendre, erigido
en agosto en La Alberca (Salamanca). En septiembre obtiene el primer premio de escultura en la I Exposición Provincial de Arte de Béjar.
1950.- Realiza la Alegoría del Ahorro, de la fachada del edificio de la sucursal de la Caja de Ahorros de Salamanca, en Béjar. En diciembre participa en la I Exposición de Artistas Locales del Casino de Salamanca.
1951.- Participa en la I Bienal de Arte Hispanoamericano, celebrada en
Madrid. Contrata el paso de El Descendimiento para la Semana Santa de Medina del Campo (Valladolid). En diciembre participa en la II
Exposición de Arte del Casino de Salamanca.
1952.- En septiembre participa en la Exposición de la Escuela de Artes y
Oficios de Salamanca, de la que había sido profesor de vaciado y modelado de 1945 a 1949. En octubre obtiene la primera medalla de escultura del XXV Salón de Otoño por La niña del puchero.
1954.- Realiza el altar y la decoración de la iglesia de Sotrondio (Asturias).
1957.- Participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid.
1958.- El XXIX Salón de Otoño le dedica una sala con 25 obras suyas.
1959.- Realiza el Mausoleo de don Benito Jiménez, en Madrid.
1962.- Participa en el I Certamen Nacional de Artes Plásticas de Salamanca.
1966.- Expone en la Sala Grifé Escoda de Madrid.
1968.- Se traslada a Gijón donde, invitado por la Agrupación Artística de
Bellas Artes, expone sus obras en el antiguo Instituto de Jovellanos.
1970.- Se le encarga la serie de dieciséis bustos de bronce de asturianos
ilustres para la Feria de Muestras de Gijón.
1971.- Termina el busto del Doctor Severo Ochoa, que se inaugura ese
año en el barrio de Pumarín, en Gijón. Hace también el Busto de Carlos I en Villaviciosa.
1973.- En los meses de verano celebra una nueva exposición de sus obras
en al antiguo Instituto de Jovellanos, en Gijón.
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1975.- Realiza el busto del obispo dimisionario de Ávila Santos Moro Briz,
para Santibáñez de Béjar. Participa en la I Exposición de Artistas Salmantinos Contemporáneos, celebrada en junio en el Museo de Salamanca. Trabaja en la maqueta del Monumento al marino con destino
a Gijón.
1976.- El 10 de abril se le impuso la “Abeja de Oro” en el transcurso de
un acto literario en su honor celebrado en la Casa de la Cultura
de Béjar. En los meses de verano de ese año realiza el busto del periodista Arturo Arias, para la plaza de su mismo nombre en el barrio de
Cimadevilla, en Gijón.
1977.- Concurre al certamen “Gran Premio de Escultura” convocado por
el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
1981.- Realiza el busto del Doctor Thebussem para el Museo Postal y de
Telecomunicaciones, de Madrid.
1982.- El 6 de octubre fallece en su domicilio de Madrid.
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SU PERSONALIDAD
COMO HOMBRE Y ARTISTA
Hasta nosotros han llegado numerosos testimonios de personas y amigos que conocieron y trataron al artista, todos ellos coincidentes en destacar la gran humanidad, sencillez y modestia de González Macías.
Hombre sumamente discreto, de temperamento reflexivo y ponderado,
dotado de un carácter dulce, reposado y apacible, a la vez brioso y fuerte en su convicciones, nunca se envaneció de su arte, pues como atestiguan cuantos le conocieron, cuando hablaba de sus obras se expresaba
sin afectación, sin conceder apenas importancia a lo que hacía. En ese sentido, jamás persiguió honores y distinciones, no haciendo mella en su ánimo el éxito y los halagos.
Su espíritu inquieto, ágil y emotivo, su ánimo entusiasta y optimista
ya se manifestaron plenamente desde los duros comienzos de su etapa de
juventud en Béjar, cuando dotado de una irresistible vocación se enfrentó a toda suerte de dificultades para consagrarse por entero al cultivo de
su arte. Luchador inmune al desaliento, tuvo siempre fe y confianza en sí
mismo, lo que unido a su afán de superación le hizo, caminando con paso
firme y seguro, vencer las muchas penurias de su aprendizaje y sus primeros años en Madrid, cuando simultaneaba su profesión de ebanista con
su incipiente dedicación a la escultura.
Esa intensa dedicación y entrega total a la escultura, esa constancia y
laboriosidad, que le llevó a consagrarse por entero a su trabajo hasta los
últimos meses de su vida, forjaron en él una firme voluntad puesta al
servicio de una idea, un “tesón de espíritu verdaderamente granítico”,
–103–
cualidad que observamos también en otros artistas bejaranos, como su amigo y mentor Mateo Hernández.
Autodidacta y artista vocacional, sus primeros pasos surgieron de forma súbita y espontánea; en ese sentido recordaba su primera salida en el
campo del arte “como la revelación de algo que llevaba dentro y que poseía desde niño”. Desde entonces se propuso como meta crear un arte
sincero, sin artificio ni afectación, crear un tipo de escultura presidida por
el sentido de la naturalidad y la sencillez en la interpretación de la realidad, en suma, un arte alejado del amaneramiento que no buscase impresionar ni hacer alardes de innovación.
Su escultura, sin ser esclava del modelo, sin estar sujeta al realismo
servil, fue siempre un arte inspirado en la naturaleza, alejado de lo que él
consideraba “piruetas y ensayos vanguardistas”. En ese sentido no hallamos nada mejor que sus propias declaraciones para comprender el sentido de su arte: “Yo amo la escultura moderna, pero sin extravagancia, una
escultura simple, razonada y, sobre todo, humana”.
Claridad de concepto, sobriedad y honradez artesana en la técnica y
la expresión fueron los objetivos que marcaron su compromiso artístico.
Así lo declaraba el escultor a un periodista salmantino cuando en una de
sus últimas entrevistas comentaba: “He sido poco ambicioso para el logro
de ciertas metas, porque a lo largo de mi vida he querido mantenerme
en una línea de austeridad, dedicando el tiempo a mi trabajo y al estudio
necesario para la realización de mi obra, a la que trato de imprimir la mayor
sencillez y sinceridad, sin otras pretensiones que las de realizarla para el
propio goce estético”141.
Por otro lado, el artista siempre conservó un acusado amor al oficio,
una concepción casi romántica de la artesanía que procedía de su inicial
dedicación a la ebanistería. Modelador del barro, tallista de la madera, dominador de la dureza de la piedra, trabajaba mezclando técnica y emociones.
141 ANÓNIMO, “González Macías recibió la “Abeja de Oro”, La Gaceta Regional, 13-IV-1976.
–104–
Así se le podía ver en la paz recoleta de su estudio, abstraído por completo en su tarea, entregado de una manera silenciosa y callada al lento
proceso de su creación artística. Ya fuera en el amplio y un tanto destartalado taller, bajo las amplias arcadas y el artesonado del aula del Patio de
las Escuelas Menores, ya se tratase en Madrid en su primer estudio en el
barrio de la Guindalera y luego en la barriada madrileña de la Prosperidad, o años después en su último y definitivo taller, una gran nave solitaria, amplia y bien iluminada en la avenida de Aragón (actual calle de Alcalá),
a todas horas se podía ver al escultor trabajando sin descanso, bien preparando el barro y la escayola o en otros momentos arrancando a la madera, la piedra y el barro formas en las que alentaba su fina sensibilidad. Artista
sumamente laborioso, apenas si había concluido un encargo ya comenzaba otra escultura, cuando no trabajaba en dos o tres obras a la vez.
Pero además de la creación escultórica, González Macías supo volcar
también toda su experiencia y su saber en la enseñanza artística. Desde su
estudio salmantino del Patio de las Escuelas Menores a su lado se despertaron varias vocaciones de jóvenes escultores, entonces muchachos, casi
niños, que muy pronto ocuparon un lugar destacado en el panorama artístico de esos años142. A ello se vino a sumar su eficaz labor pedagógica como
profesor desarrollada en la Escuela de Artes y Oficios donde el escultor,
en todos esos años en Salamanca, sembró una valiosa y muy estimable semilla dando lugar a jóvenes promesas que después serían excelentes artistas.
Otra gran cualidad del escultor bejarano fue la amplitud de registros
que abarcó su creación, así como la variedad de perspectivas y aptitudes
dentro de su arte. Consumado maestro de la gubia y el cincel, a su dominio de las más diversas materias (barro, escayola, madera, piedra, bronce
y marfil entre otras), a su habilidad técnica y perfecto conocimiento de las distintas fases de ejecución escultórica (modelado en barro, vaciado, sacado de
142 Entre otros discípulos y ayudantes, guió los primeros pasos de Marino Amaya, Juan Sánchez Díaz,
Jacinto Bustos Vasallo, Gerardo Sánchez Cruz, Remigio Hernández y Julio Antonio Mostajo Sánchez.
–105–
puntos, talla y policromía), se unía la gran diversidad temática de su obra
(retratos, monumentos, imaginería, composiciones, desnudos, temas infantiles, mausoleos, figuras de animales...), González Macías sabía descubrir
la belleza lo mismo en el dolor de las figuras atormentadas de su célebre
mausoleo o en el delicado patetismo de sus tallas de Semana Santa, que
en la inocencia y la ternura deliciosa de sus esculturas de niñas. Lo humilde y cotidiano, lo grandioso y espiritual se alternan y conviven en su obra
como expresión íntima de sus convicciones y sentimientos.
Escultor muy completo, fue un artista capaz de adaptarse a las exigencias
de la obra y del promotor, un profesional al que le resultaba fácil trabajar
todo tipo de materiales, en los que, haciendo gala de sinceridad y autenticidad en el oficio, habitualmente solía usar la técnica de la talla directa.
Fruto de su polifacética creación artística fueron también sus numerosos dibujos y sus incursiones en la pintura. La belleza de líneas y el lirismo del diseño caracterizaban sus bosquejos y dibujos del natural, faceta
que cultivó a o largo de toda su carrera pero de la que dejó magníficas
muestras durante los años vividos en París. De temática variada, en ellos,
al igual que en sus pequeñas composiciones al óleo, predominaban sin
embargo las figuras de mujer.
Al margen de la escultura y en sus ratos de ocio, y como consecuencia también de su inquietud creativa, fue algún que otro ensayo como inventor. Así diseñó una curiosa bicicleta de pedales basculantes que
proporcionaban mayor velocidad con un menor esfuerzo. En las carreteras salmantinas se le podía ver paseando con su bicicleta estudiando la forma de perfeccionar su invento143.
143 ANÓNIMO, “Ha muerto Francisco González Macías”, El Adelanto, 7-X-1982; I. CARNERO, Diccionario de personajes, topónimos y demás nomenclaturas del callejero salmanticense, Salamanca, 1990, pp.
129 y 130. También se tienen noticias de otros aparatos de su invención, uno para sacar puntos y otro para
reproducir figuras escultóricas.
–106–
También, como ya se ha visto, para Gijón y dando prueba de su polifacética dedicación, realizó una maqueta de la villa asturiana en el siglo XIX,
hoy en el Museo Casa natal de Jovellanos.
–107–
EVOLUCIÓN ARTÍSTICA
Y PLANTEAMIENTO ESTÉTICO
En los comienzos de su carrera artística, Gil Fillol, uno de sus mejores críticos definió al joven González Macías como un “escultor sin estilo,
o con muchos estilos, que es aun peor”. Esa indeterminación o indefinición estilística, que caracterizó sus primeros pasos, le llevó a imitar en unos
casos las estilizaciones de unos (José Planes) o bien el vigoroso carácter o
la serena sobriedad de otros (Victorio Macho, Emiliano Barral), asimilando todo lo que en esos momentos parecía llamar su atención.
Desde las páginas de la prensa madrileña, algunos de aquellos críticos, como Emiliano M. Aguilera le incitaban a avanzar por caminos más
personales y a desprenderse de admiraciones e influencias que podían lastrar la definición de su propia creación artística: “Si González Macías tiene aspiraciones de alto vuelo, como sospecho, debe atender a perfilar su
personalidad, prescindiendo, naturalmente, de rasgos ajenos. La admiración por estos maestros debe tener en su caso un límite”.
En efecto, si bien poco a poco el artista iría dejando paso a su propio temperamento, forjando enseguida su estilo personal, en esa primera etapa de sus primeros años en Madrid no obstante es muy fuerte aún
la huella de algunos grandes maestros de entonces y muy diversas las
influencias que se adivinan en sus primeros trabajos.
En esos años de juventud admiraba principalmente, entre otros, a Victorio Macho, José Capuz, Emiliano Barral, José Planes, Juan Cristóbal y sobre
todo a su paisano Mateo Hernández. De todos ellos aprendería a manejar la forma y a concebir ritmos armónicos en sus primera esculturas.
–109–
Por otro lado y por lo que respecta a los materiales, si bien las obras
que le dieron a conocer fueron talladas en madera o vaciadas en escayola, pues, dadas sus dificultades económicas y falta de medios, el yeso era
la única materia propicia a sus recursos, muy pronto su vocación escultórica le llevó a preferir la piedra, que iba a reservar para sus obras más
estimadas y de mayor empeño. En esa predilección no fue ajeno el ejemplo de su admirado coterráneo Mateo Hernández, que le indujo a utilizar
sobre todo la piedra negra con la que iba a lograr algunas de sus más interesantes creaciones.
En ese sentido, el análisis que González Macías hizo casi desde sus primeras obras, se basó fundamentalmente en la simplificación de la forma,
al despojar sus esculturas de elementos accesorios para extraer las líneas
simples y puras del bloque de piedra. Desde el punto de vista técnico, el
escultor también se sumó prácticamente desde sus comienzos a la corriente renovadora de la talla directa, cuya utilización defendían los artistas más
innovadores.
Con respecto a esas influencias en sus primeros momentos, una de
las más profundas fue la del palentino Victorio Macho, en cuyo taller practicó y trabajó nada más llegar a Madrid. Su huella, al igual que la del sepulvedano Emiliano Barral es muy evidente tanto en sus retratos y en algún
que otro busto de tipos castellanos de su primera etapa como sobre todo
en su primer obra de empeño, el mausoleo funerario de Barrero en el
cementerio de La Almudena, grupo escultórico que le dio notoriedad y
empezó a cimentar su prestigio en el panorama de la escultura madrileña de la época144.
144 “Me siento muy orgulloso de hablar de mi maestro Victorio Macho y hasta confieso que algunas
de mis obras acusan la influencia de su arte. Una de mis obras más estimadas, reproducida incluso en el Diccionario Espasa, es el monumento funerario a Barrero en el cementerio de La Almudena, en el que se pueden apreciar estas influencias”. Cfr. LUCÍA, “Macías y cuarenta de sus obras llegaron ayer a Gijón”, Voluntad,
Gijón, 12-III-1968.
–110–
En ese mausoleo y algunas otras obras de juventud, dominaba un
ideal de serenidad y reposo, un sentido de permanencia milenaria, así como
un concepto perenne de la estatuaria verdaderamente clásicos, que evocaba la moderna concepción del monumento que habían aportado Macho
o Barral. Ambos le encaminaron por la vía de la renovación que caracterizó a la escultura en las primeras décadas del siglo XX.
Ese ideal de quietud y sentido arquitectural de su mausoleo funerario
y de algunos otros proyectos, con su gusto por los volúmenes cerrados y macizos y las líneas claras y netas, hicieron que su obra se decantara claramente
por la senda de la nueva escultura, en una línea de clara influencia Art Déco.
Asimismo dejó fuerte impronta en esos años su paso por los talleres,
primero de José Capuz y poco después de Juan Cristóbal, especialmente
del escultor valenciano al que consideraba junto con Victorio Macho su maestro. Del mismo modo, en esos primeros tiempos se consideraba también
discípulo y amigo del murciano José Planes, del que tomaría esa afición por
las estilizaciones y la simplificación de formas y volúmenes que desde sus
comienzos dio aires de modernidad a sus creaciones escultóricas.
Pero fue sobre todo su relación con Mateo Hernández, iniciada en su
mocedad y poco después intensificada por su frecuente trato y buena amistad en los años vividos en París, la que marcó profundamente su concepción
de la escultura.
Ya desde sus comienzos la crítica le vinculó al gran artista, “creador
de una escuela escultórica a la que pertenece González Macías”.
En ese sentido, nuestro escultor no desaprovechaba ocasión en cuantas entrevistas le hacían para poner de manifiesto sus vínculos con Mateo
Hernández: “Nacimos y vivimos en la misma calle. Es más, yo desde pequeño, gustaba enormemente de ir por su casa a verle trabajar. Después lo
traté mucho en París”145.
145 A. MUÑOZ DE LA PEÑA, “Charla con González Macías”, Béjar en Madrid, 8-VIII-1959, núm. 1951,
pp. 5-6.
–111–
En ese sentido, y abundando en esos profundos lazos, en la carta que
envió a Béjar con motivo del homenaje a Mateo Hernández a los XXV años
de su muerte, escribía lo siguiente: “A mi me cupo la honra de estar a su
lado durante cuatro años en París, y de verle trabajar con un entusiasmo
jamás visto en nadie; incluso de haber nacido y vivido en la niñez al lado
de sus familiares y que de pequeño me tuviera muchas veces en sus brazos y que jugara conmigo. Yo recordaba a uno que me dibujaba siluetas
de animales siendo yo pequeño, y no sabía que éste era Mateo Hernández, hecho que me aclaró ya en París, el mismo Mateo Hernández, conociendo allí muchos de sus triunfos. En París era muy estimado e incluso
su figura era muy popular en los cafés de Montparnasse y La Coupole, así
como en numerosos restaurantes en donde infinidad de ocasiones fui a
cenar con él y Fernanda”146.
Como a Mateo Hernández, su contacto con la naturaleza y la contemplación del impresionante paisaje rocoso bejarano, dejó en él desde
los años de su infancia profunda impresión. Allí se encontraban las verdaderas raíces de su escultura, pues al igual que su paisano, el artista solía
afirmar que aquellas masas pétreas forjaron su vocación y contribuyeron
a formar en su ánimo “ese verdadero culto al volumen del que no me
arrepiento”147.
Ya antes de su viaje a París, González Macías se confesaba gran admirador suyo, valorando el empleo de la talla directa que con tanto ardor
defendía Mateo Hernández: “Es un artista indiscutible y de gran temperamento, y honra de nuestro pueblo. Sus obras me recuerdan un poco el
arte caldeo. Sabe recoger con gran maestría aquellas líneas topográficas
que dan a la obra vida y estatismo, despreciando la minucia y el falso
146 ANÓNIMO, “Francisco González Macías (el único bejarano que vivió en su casa) habla del escultor”, La Gaceta Regional, 24-XI-1974.
147 F. GONZÁLEZ MACÍAS, “Divagaciones artísticas durante mi estancia en Béjar”, La Gaceta Regional, 27-XII-1939.
–112–
alarde detallista, cuidando la línea, simplificando y depurando la forma...,
en cuanto al problema técnico no perdamos de vista la talla directa que,
aunque este procedimiento no es precisamente lo que hace al escultor,
no hay que dejar de reconocer su dificultad, lo que unido al fino sentido
estético, hacen de él una de las más legítimas glorias del arte escultórico
de la época...”148.
Esa estrecha relación entre Macías y Mateo Hernández fue puesta en
seguida de manifiesto por la crítica al comparar algunas de sus obras, y
en especial sus figuras de aves y de otros animales, esculpidos en piedras
duras y tallados con la misma simplificación y depuración formal que las
famosas creaciones del célebre artista bejarano.
Todos estos contactos e influjos, tanto de los escultores anteriormente
citados como los de su paisano, dejaron fuerte impronta en González Macías, por lo que, guiado por las enseñanzas y el ejemplo de todos ellos,
se encaminó en esa primera etapa por la vía del nuevo realismo castellano, movimiento del que puede considerársele como uno de sus últimos
representantes.
No obstante la huella de sus maestros, muy pronto, ya en su primera etapa en Madrid, pero sobre todo a partir de las temporadas vividas en
París, el escultor va a evolucionar hacia propuestas más renovadoras. Lo
aprendido en París, donde tuvo la oportunidad de conocer tanto la escultura antigua en sus visitas a El Louvre como la obra de grandes y célebres
escultores como Rodin, Antoine Bourdelle, Ivan Mestrovic o Aristide Maillol, además de su contacto con los movimientos de vanguardia de la época, hicieron que su arte comenzara a avanzar por otros derroteros de mayor
modernidad, reflejando cada vez más una recia personalidad y un temperamento propio.
148 M. HERNÁNDEZ, “El arte y las aspiraciones de Francisco González Macías (conclusión). Una ‘interviú’ con el paisano amigo”, La Gaceta Regional, 11-XI-1930.
–113–
Y así, en París le llegan ecos del clasicismo mediterráneo a través de
su conocimiento de la obra de Maillol y de su admiración también por José
Clará, clasicismo que enriquece su obra y que hallamos sobre todo en algunos de sus desnudos. De ese interés por la figura de Clará nos queda el
testimonio de sus propias palabras, cuando años después evocando su etapa parisina comentaba a un crítico salmantino: “Clará, que ha vivido muchos
años en París, tiene mucho de Maillol, sobre todo, pero esto no resta personalidad a su obra, que es muy estimable”149.
Ese clasicismo solemne e intemporal no le impidió hacer también obras
de su tiempo, “actuales”, como fueron sus esculturas infantiles, su temática más recurrente y afortunada y la que mejor da la medida de su talento como escultor.
El encanto, la ingenuidad y la ternura de sus trabajos infantiles le consagran ya desde sus últimos años en Madrid y luego tras su paso por París,
como uno de los artistas más originales en el panorama escultórico español de esos años. Es entonces cuando sus manos modelan las suaves y delicadas formas de sus pequeñas maternidades y desnudos infantiles, llenos
de vida y de gracia, un género con el que se consolidaba la verdadera personalidad artística del escultor.
La crítica valoraba su condición de escultor moderno sin extravagancias vanguardistas, un escultor en busca de caminos inéditos sin dejar de
ser clásico, cuya obra sin ser esclava del modelo acusaba una “modernidad llena de humanismo”.
Es sobre todo en su larga serie de figuras de niñas, que se extiende
prácticamente hasta el final de su carrera, donde González Macías, dejándose llevar por el juego armónico de la imaginación, se muestra con una
personalidad bien definida y perfilada. Al modelar ese admirable conjunto
149 J. NAVARRO CRUZ, “Los artistas de la ciudad nos hablan: El escultor González Macías...”, La Gaceta Regional, 6-II-1944.
–114–
de ingenuas interpretaciones de la vida infantil a través de formas bellamente equilibradas y de hondo acento humano, unas formas que concibe como la expresión de la satisfacción íntima de sus sentimientos, el artista
crea todo un mundo de ternura y emoción, un mundo en el que late
un ideal de serenidad, de reposo clásico que no es inmovilidad, pues dentro de esas formas aparentemente estáticas palpita siempre una vida inflamada de armónico movimiento y gracia vibrante.
A partir de esa afortunada serie de delicados temas infantiles, si bien
es cualidad que se advierte en prácticamente toda su producción, el escultor se expresa con un arte armónico y equilibrado, en el que impone su propio temperamento, un temperamento clásico en cuanto a la solidez de su
concepto escultórico y a la vez moderno en cuanto a la estilización y simplificación formal y decorativa de sus creaciones. El juego de las formas limpias y sintéticas, la elegante sencillez y la expresión sin estridencia se funden
en una “obra que se ha de mirar a través del corazón”, una escultura en la
que cuenta sobre todo la valoración de los sentimientos humanos.
Para González Macías la escultura era esencialmente volumen –volúmenes puros y simples, grandes y pulimentados–, pero, como él mismo
explicaba, se trataba siempre de “volúmenes insuflados por el milagro del
sentimiento”. “Hacer de la piedra poesía” fue la divisa que presidió todo
el quehacer del artista, un lema que se forjó ya en sus años de juventud
en la contemplación de aquellas masas voluminosas de los peñascos de
la Sierra bejarana ante las que “imaginaba mil figuras en actitudes solemnes y estáticas como los colosos egipcios”, un paisaje que, como en el caso
de su paisano Mateo Hernández, contribuyó decisivamente a formar su espíritu artístico y su veneración por la forma.
Tras su etapa en París, y como sucedió en la trayectoria de otros
muchos artistas españoles de su tiempo, la Guerra Civil supuso un cambio de rumbo en su carrera escultórica. La dureza de la vida en los años
–115–
de la inmediata posguerra, el cambio de orientación artística que propició el nuevo régimen en una línea inmovilista y académica, unido todo ello
a la necesidad de atender la economía familiar, le hicieron orientarse a la
imaginería religiosa.
Un prolongado silencio, un largo paréntesis, puede decirse incluso que
una clara regresión se dio en la creación artística en esos años, que vino
a interrumpir el renacimiento escultórico e impulso renovador que había
experimentado nuestra plástica en las primeras décadas del siglo XX, y sobre
todo el favorable desarrollo que alcanzó en los años de la preguerra.
La moderna creatividad artística y el incipiente vanguardismo anterior
a la guerra dejó paso a un tipo de escultura muchas veces de un carácter
artesanal. Y así resurgió la imaginería religiosa, promovida ahora por las
cofradías religiosas, un tipo de escultura que se limitaba a imitar los modelos del pasado, y en concreto las tallas de acentuado realismo e intensidad dramática de los imagineros del Renacimiento y el Barroco.
Acuciado por atender el ingente número de encargos que llegaron al
artista, en especial de tierras asturianas, González Macías, desde su estudio salmantino del Patio de Escuelas Menores, desplegó en esos años de
la posguerra una intensa y casi frenética actividad. Gran admirador y estudioso de la imaginería policromada castellana, gracias a la pensión en Salamanca de la Fundación “Conde de Cartagena” que le otorgó por entonces
la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, se consagró casi por entero a este género que el artista abordó con un deseo de renovación y la aspiración de otorgarle una dignidad profesional.
A ese propósito, González Macías pensaba que la obra de arte sólo era
sincera cuando llegaba al pueblo. El arte debía tener ante todo una misión
social: llegar al pueblo. Y nada mejor para ello que mediante un arte castizo, vigoroso y sobrio como la imaginería castellana.
–116–
En su defensa de la escultura en madera policromada, y contagiado
del ideario artístico de la España oficial de aquellos años, el escultor abogaba por un arte –en sus palabras– “limpio de influencias extranjeras y
que reflejase el espíritu de lo español, un arte que, en definitiva, recrease una nueva escuela de imagineros que diera nuevo impulso a la creación escultórica”150.
Esa concepción de la escultura, de espaldas a las nuevas corrientes artísticas, supuso un claro obstáculo en el proceso de evolución y en la modernización de su obra. Con ser muy meritoria y esforzada su intensa labor
en el campo de la imaginería religiosa, esa dedicación meramente profesional, un tanto reiterativa y desfasada, vino a encasillar al escultor restando
tiempo a una producción más creativa e innovadora.
Un cierto estancamiento se aprecia también en otras especialidades
del escultor, como el retrato, en las que se acusa, sobre todo en sus últimos años, cierta monotonía e insistencia en una figuración en exceso
realista.
No ha de extrañar por tanto que el escultor se manifestase contrario
a las últimas tendencias de vanguardia a las que tachaba de “destructivas”,
unas corrientes que, en su opinión, “habían hecho brillar tantos falsos valores que durante unos años han tenido eclipsados a los nombres y obras
de muchos auténticos artistas y que, sin duda reaparecerán después de
esta especie de juicio final que ya se vislumbra en el ambiente artístico...
cuando (queden atrás) los hierros retorcidos, los cubitos de plástico y otras
sandeces por el estilo con el prefijo de que escultura es todo lo que ocupa un espacio”151.
150 F. GONZÁLEZ MACÍAS, “El Arte en España. Consideraciones y conceptos”, La Gaceta Regional,
1-I-1942.
151 ANÓNIMO: “Francisco González Macías (el único bejarano que vivió en su casa) habla del escultor”, La Gaceta Regional, 24-XI-1947.
–117–
En los últimos años de su larga e intensa carrera, el viejo escultor, anclado en fórmulas ya superadas, salió incluso al paso de los excesos del arte
vanguardista publicando una serie de tres artículos con el título de “Divagaciones artísticas”. En el primero de ellos, subtitulado “Arte para minorías” criticaba la pretensión de imponer un arte minoritario dirigido
únicamente a una minoría de “entendidos”. El escultor se mostraba contrario a admitir verdades absolutas en arte. En su opinión no se podían
imponer reglas y directrices al espectador, sino dejar que éste libremente se aproximara a la obra de arte a través sólo de su sensibilidad, percibiendo las sensaciones que más afinidad tuvieran con su manera de sentir:
“Hay que dejarlas en plena libertad, tanto para el realizador como para el
espectador de la obra de arte... No se pueden imponer normas, aunque
se imponen, y desgraciadamente, no por razones artísticas, sino por razones muy ajenas a todo criterio sobre arte... Lo difícil es hacer arte para la
posteridad. La obra que en pocos años se desfasa, es porque solamente
se pensó en ponerla al servicio de una moda... La obra que capta el ambiente vivo de una época no se desfasa”152.
A este artículo le siguieron otros dos subtitulados “La politización del
Arte” y “Partir de cero”, respectivamente, en los que arremetía contra el
momento actual que vivía entonces la escultura “de un despiste y de una
falsedad tremendos”. En el primero criticaba al artista tan sólo preocupado por el éxito fácil y por medrar ante los círculos del poder: “Conocí en
París algunos artistas cuyo trabajo consistía en andar por las Embajadas en
busca de los agregados culturales para relacionarse con ellos mientras los
demás trabajábamos”. Por su parte, en el segundo llamaba la atención sobre
los “genios” que creían hacer su arte partiendo de cero, “tirando todo lo
anterior por la borda”. Ante semejantes artistas, el escultor pensaba que
152 F. GONZÁLEZ MACÍAS, “Divagaciones artísticas. Arte para minorías”, El Noroeste, Gijón, 16-IX-1978.
–118–
hacía falta “un esclarecimiento de las cosas y darse cuenta de que un aprendizaje, sensato, para el Arte, como para todo, era absolutamente necesario”. En ese sentido el artista terminaba sus reflexiones abogando por una
“vanguardia inteligente” y por una lógica evolución, pues –en sus palabras–
“el arte no puede ser una marcha atrás, pero tampoco pensar que todo
está superado y partir de cero”153.
153 F. GONZÁLEZ MACÍAS, “Divagaciones artísticas. La politización del arte”, El Noroeste, Gijón, 26IX-1978, e ÍDEM, “Divagaciones artísticas. Partir de cero”, El Noroeste, Gijón, 28-IX-1978.
–119–
EL ESTUDIO DE SU OBRA
A TRAVÉS DE SUS PRINCIPALES TEMAS
EL
RETRATO
Desde los inicios de su carrera, González Macías se nos muestra como
un consumado retratista; a partir ya de sus primeros trabajos en sus años
de juventud en Béjar y hasta el final de su trayectoria artística, los retratos fueron una de sus principales dedicaciones, así como uno de los principales temas dentro de su obra.
De hecho fue el género que abordó más tempranamente, pues dos
de sus primeras esculturas fueron sendos bustos de su padre y su hermano,
con el primero de los cuales se presentó en la primavera de 1930 a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid.
Poco después, y ya establecido en la capital de España pensionado por
la Diputación salmantina y el Ayuntamiento de Béjar, su actividad se orientó fundamentalmente hacia esta modalidad escultórica, la principal y predilecta en esa etapa de sus comienzos.
A partir de entonces, y en la larga serie de bustos que realizó hasta sus
últimos años, el escultor, además de conseguir el exacto parecido de sus
modelos, dio continuas muestras de su capacidad para la captación psicológica, reflejando con acierto la fiel expresión de los caracteres humanos.
Modelados directamente del natural, ya sus primeros retratos, expuestos
en sus primeras comparecencias públicas en Madrid, llamaron la atención
de la crítica por lo certero de su parecido, la penetración en el interior de
la personalidad del modelo y la excelente ejecución de la talla de la
–121–
piedra. De esos años data toda una serie de bustos, recios, sobrios e impregnados de castellanismo, que surgen del bloque pétreo con un vigor y expresividad que evoca las enérgicas cabezas de Emiliano Barral o de su paisano
Mateo Hernández.
Si bien se valía también de fotografías, el joven escultor estudiaba previamente a sus modelos y en el transcurso de las sesiones de posado procuraba extraer de ellos la esencia de su temperamento a través sobre todo
de la valoración de las formas sumarias y simples.
De entre esos primeros retratos esculpidos en piedra presentados por
el escultor en aquellas exposiciones madrileñas que le dieron a conocer,
uno de los que mejor resume esa capacidad temperamental y vigorosa factura es el del ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes Domingo Barnés. Realizado en piedra negra, el busto del político republicano le fue
encargado en 1932 por el Ayuntamiento de Béjar como reconocimiento
por haber hecho posible la creación del primer Instituto de Segunda Enseñanza que hubo en ella154.
Otros retratos de aquellos años, también tallados en piedra, fueron los
dedicados a algunos amigos del escultor, periodistas y críticos de arte como
Julio Angulo o Gil Fillol. Construidos con fina observación y honda penetración espiritual, llevaban el sello psicológico del personaje, adquirido en
el análisis paciente de su propio modelo.
No obstante el vigoroso realismo de los tipos, su porte verdaderamente
clásico los hacía ser objeto de comparación en las reseñas aparecidas en
la prensa con nobles y serenas efigies de la antigüedad romana. Así el busto de un conocido comerciante de la Plaza Mayor salmantina, don Jesús
Rodríguez López, que figuró en la Exposición de la Casa de Velázquez en
154 Conservado hasta entonces en el Ayuntamiento de Béjar, a finales del mes de abril de 1970 fue
entregado para el entonces recién fundado Museo Municipal de Béjar. Véase ANÓNIMO, “Nueva adquisición
para el Museo”, Béjar en Madrid, 25-IV-1970, núm. 2510; A. GIL, “Nuestra ciudad tiene un Museo”, Béjar en
Madrid, 30-V-1970, núm. 2515.
–122–
Madrid, un retrato en madera policromada que, según un crítico de entonces, hacía pensar “en la supervivencia de la pura raza latina en nuestra tierra. En efecto, si su indumentaria, de tipo actual que presenta
intencionadamente la huella de la gubia, se cubriera a guisa de toga con
un trozo de sábana, la semejanza con un craso y orondo senador romano y hasta con alguna de las marmóreas efigies que retratan a ciertos emperadores, como el mismo Vitelio, aparecería evidente”155.
Su admiración por Victorio Macho y Barral se refleja asimismo en alguna que otra cabeza de tipos populares castellanos. Así se comprueba en
su obra titulada Pastor charro o Pastor de mi pueblo, realizada en barro
cocido y donada por el propio escultor al Museo de Zamora. Pese al material en que está modelada, es una cabeza recia y de vigorosa expresión,
en la que el escultor supo imprimir el carácter propio de un fuerte y sobrio
temperamento hispánico.
Con el paso de los años, González Macías fue adquiriendo una perfección y maestría cada vez mayor en la ejecución de sus retratos. Buena
prueba de ello es la cabeza de Pío Baroja, que modeló del natural en 1936
durante su estancia en París, seguramente uno de los mejores retratos que
escultor alguno haya realizado del genial escritor vasco-navarro.
Fundido en bronce, el retrato de Baroja fue una de las obras de las
que más satisfecho se sintió siempre el artista: “Don Pío la ha elogiado
mucho; dijo de ella que era la mejor cabeza que le habían hecho en ochenta años”.
En efecto, el novelista, al que después González Macías trató bastante en Madrid, citó elogiosamente en el tomo IV de sus Memorias esta formidable testa suya, una cabeza recia y adusta, aferrada al mundo aún en
la última vuelta del camino, que capta como pocas la personalidad fuertemente individualista y ese aspecto tan suyo, íntimo y espiritualizado.
155 ELIO-MARCIO GUZMÁN, “Salamanca en Madrid”, El Adelanto, 17-VI-1946.
–123–
A su regreso a España, González Macías, además de seguir cultivando sus característicos temas infantiles y volcarse intensamente en sus cada
vez más abundantes trabajos de imaginería, continuó dedicando buena parte de su labor a atender los numerosos encargos de retratos, toda una larga serie de bustos que a partir de esos años y hasta el final de su carrera
le siguieron haciendo instituciones públicas y clientes particulares tanto
desde Salamanca como desde Madrid y otros lugares.
Entre otros muchos, se ha de recordar el encargo que recibe en 1944
del busto del doctor Andrés García Tejado, con motivo del homenaje que
se le tributó al ser condecorado con la Cruz de Beneficencia, el 30 de
noviembre de ese mismo año, retrato en bronce que fue descubierto en
el vestíbulo del Hospital Provincial, del que fue promotor el médico y político salmantino.
Fiel trasunto del castellano viejo se nos muestra también el busto en
bronce de Juan Mirat, de rasgos muy enérgicos, o los de intensa sensación de vida de sus amigos, José Prados López o el pintor salmantino Andrés
Abraido del Rey.
Pero quizá una de sus mejores efigies sea la del eminente hispanista
francés Maurice Legendre, director de la casa de Velázquez en Madrid. Amigo íntimo de Unamuno, con quien gustaba de pasear por los campos salmantinos, Legendre popularizó en Francia entre artistas e intelectuales el
pueblo de La Alberca, que tan bien conocía y donde solía pasar largas temporadas.
Como ya se ha visto, Maurice Legendre, en su condición de director
de la citada Casa de Velázquez, en junio de 1946 organizó en el Salón Pereantón de la capital de España la Exposición de artistas salmantinos, con
obras de González Ubierna, Núñez Losada, Abraído del Rey y González
Macías.
–124–
Fue dos años después cuando nuestro escultor realizó su retrato,
busto en piedra que el 6 de julio de 1975, veinte años después de la muerte de Legendre, fue descubierto en La Alberca como homenaje de gratitud de aquel pueblo charro al ilustre hispanista156.
En otro orden de cosas, la última etapa del escultor, y sobre todo las fructíferas temporadas trabajando en Gijón, fueron asimismo pródigas en encargos de retratos de relevantes personalidades de aquella población asturiana.
La implantación de bustos y esculturas públicas en los espacios urbanos nuevos o recuperados, y sobre todo en los diseñados como zonas de
paseo y recreo en parques y jardines, propiciaron un buen número de encargos de estatuas y monumentos en la hermosa villa asturiana157.
De ello se benefició considerablemente González Macías quien, desde el principio de sus estancias en ella, recibió multitud de encargos de
este tipo. Esa abundante demanda de retratos, resuelta a veces de una forma un tanto monótona y casi elaborada en serie, fue tal vez en detrimento
del interés y calidad de la producción allí realizada, si bien dejó también
algunas obras notables158.
Uno de los mejores fue sin duda el busto de Severo Ochoa, encargado por una importante casa constructora gijonesa. Para su realización González Macías no sólo trató personalmente al eximio investigador, sino que
156 Maurice Legendre (1878-1955) vino en 1909 por primera vez a Castilla invitado por don Miguel
de Unamuno. En 1913 publicó su primer artículo sobre la Peña de Francia, visitando Las Hurdes en unión de
Unamuno y Jacques Chevalier. Posteriormente realizó otros viajes a La Alberca y Las Hurdes, la inhóspita región,
que conocía a palmo, y a la que dedicó un extenso y profundo trabajo que le sirvió en 1927 de tesis doctoral.
Falleció en 1955 en Francia siendo enterrado por su expreso deseo en la iglesia de la Peña de Francia, a los
pies de la Virgen. Véase J. ÁLVAREZ VILLAR, Guía de La Alberca y las villas serranas de Mogarraz, Sequeros,
San Martín y Miranda del Castañar, Durius Cultural, Salamanca, 2000, p. 43.
157 En especial, el parque de Isabel la Católica, creado en los años 50 y que acogió un buen número
de obras escultóricas relacionadas en muchos casos con gijoneses ilustres. Véase E. GARCÍA y E. PRESA DE
LA VEGA, Esculturas nuevas en espacios nuevos, Ayuntamiento de Gijón, 2000, pp. 3-4.
158 Como dato curioso, el escultor solía cobrar por aquellos bustos realizados en su etapa gijonesa
40.000 pesetas poniendo él el bronce.
–125–
trabajó también con una serie muy extensa de fotografías con el fin de captar plenamente la personalidad del célebre científico asturiano.
Una vez fundido en bronce en Madrid, el busto se erigió en febrero
de 1971 en la calle que lleva el nombre del Premio Nóbel de Medicina, en
el barrio gijonés de Pumarín.
También a comienzos de los años 70 modeló en su estudio del viejo
Instituto de Jovellanos otros muchos retratos y monumentos de personalidades gijonesas, como los de José María Jaureguizar, director de la
Escuela de Bellas Artes de Gijón; el médico Carlos Prieto Álvarez-Buylla,
en el Parque del Lauredal; Dionisio Cifuentes Suárez, en la plaza de Villamanín, en Somió; el monumento a Acisclo Fernández Vallín, en el Parque de Isabel la Católica; el monumento a Calixto Rato, en el Parque del
Cerillero, plaza de Fernando VI; el del periodista Arturo Arias, amigo que
fue del escultor, en la plaza que lleva su nombre, en Cimadevilla; o el de
su también buen amigo el pintor y dibujante Manuel Marola (Museo Casa
Natal de Jovellanos), uno de los mejores de su etapa gijonesa.
No menos interesante resulta la serie de bustos en bronce de asturianos célebres colocados en el Pabellón de la Feria de Muestras de Gijón,
una verdadera galería de efigies de hombres ilustres de indudable interés
iconográfico y en la que están representados los siguientes personajes: el
fundador de la Universidad de Oviedo Fernando Valdés Salas, el beato
Melchor García, el General Elorza, el Conde de Campomanes, Jovellanos, Campoamor, el Marqués de Santa Cruz, Agustín Ceán Bermúdez,
Alejandro María Aguado (marqués de las Marismas del Guadalquivir),
Luis Adaro y Magro, José Canga-Argüelles, conde de Argüelles, Alejandro
Mon y Menéndez, Pedro Duro, Romualdo Alvargonzález Lanquine, el doctor Severo Ochoa y Álvaro Flórez Estrada, de Somiedo, famoso economista del siglo XIX.
–126–
Finalmente, entre sus postreros trabajos se han de recordar el busto en bronce del obispo dimisionario de Ávila, natural de Santibáñez de
Béjar, Santos Moro Briz, que se inauguró en la plaza de esa localidad el
10 de agosto de 1975, y el de Mariano Pardo de Figueroa, el famoso Doctor Thebussem, buen ejemplo de estudio de volúmenes, prestancia y robustez, que fue de las últimas obras que realizó el escultor un año antes de
su muerte159.
MAUSOLEOS
Y MONUMENTOS
La obra hasta entonces de mayor empeño y seguramente la más interesante de las ejecutadas por el escultor en sus años de juventud fue el
Mausoleo o monumento funerario de Barrero, una de sus realizaciones
más admiradas y elogiadas que le dio a conocer en el panorama artístico
español de comienzos de los años 30.
Precedido de un proyecto de mausoleo en madera de caoba que presentó a la sección de Arquitectura de la Exposición Nacional de Bellas Artes
de 1932, su encargo partió de los hijos de un comerciante del Madrid castizo, un tabernero y casquero de la calle de Lavapiés, que querían dedicar sus ahorros a levantar un panteón dedicado a su difunto padre en el
cementerio de La Almudena. El escultor, enterado de los intentos de los
hijos del modesto industrial, se ofreció a realizarlo “por lo que les llevase el marmolista”. Los hijos de aquel tendero aceptaron la proposición y
gracias a ello se iban a encontrar con uno de los monumentos fúnebres
159 Sobre esta obra, el escultor comentaba a un periodista: “Más importante que el parecido es que
el busto recoja el espíritu y la pasión del doctor Thebussem. Dentro de cien años, nadie conocerá a la gente
de ésta y de las generaciones pasadas, pero habrá esculturas y éstas serán, por sí mismas, buenas o malas”.
ANÓNIMO, “Francisco González Macías (q.e.p.d.)”, Béjar en Madrid, 16-X-1982.
–127–
más originales y noblemente concebidos que se podían ver por entonces
en un cementerio160.
Labrado en durísima piedra negra y pulida, parecida a la diorita, en
dicho mausoleo, al acierto en el diseño y la armonía de líneas y proporciones de su acertada composición arquitectónica, se une la feliz combinación de las figuras alegóricas, de un acabado estudio anatómico.
Se compone de tres figuras. La central, que simboliza El Tiempo es
una estilizada y velada figura monacal resuelta mediante grandes planos,
un fraile en pie que abraza una cruz en sus manos ocultas en las mangas
del monjil sayal. A los lados y esculpidas con mayor naturalismo se sitúan
dos dolientes figuras desnudas de un hombre y una mujer, doblegadas por
el sufrimiento y la pesadumbre de la muerte. Símbolos respectivamente
del Dolor y la Humanidad, están tratadas con un vigoroso y moderno
modelado que resalta la recia musculatura en el viril desnudo del hombre y la blandura y suavidad de la carne en el de la mujer. En ésta, una
figura que parece sumida en sueño abismal de meditación, el escultor acertó a expresar la sensación de recogimiento y aflicción, la profunda melancolía de la muerte, mientras que en la del hombre reflejó más bien el
abatimiento y la desesperanzada angustia ante el inexorable final.
El monumento funerario, concebido con escueta geometrización y un
marcado sentido arquitectural, acusa un planteamiento estético claramente
relacionado con el Art Déco que le relaciona con la escultura germánica
de esos años. Asimismo refleja cierta inspiración en la obra del croata Ivan
Mestrovic que le llega al joven artista fundamentalmente a través de su vinculación con su maestro Victorio Macho.
160 F. GONZÁLEZ MACÍAS, “Para quien hice el “Mausoleo”, Béjar en Madrid, 24VIII-1935, núm. 719,
pp. 2-3.
–128–
Tras ser expuesto en la Nacional de Bellas Artes de 1934, fue instalado un año después en el cementerio de La Almudena, convirtiéndose desde entonces en una de las obras más celebradas y admiradas de su autor161.
González Macías no volvería a abordar esta modalidad hasta pasados
veinte años, cuando en 1959 acometió un proyecto de una concepción ya
más moderna: el Mausoleo de Benito Jiménez, en Madrid. Esculpido en
piedra y de líneas muy puras, el monumento funerario se decora con un
Ángel de la Guarda, de estilizada silueta, que ampara la delicada figura de
un niño desnudo subido a su rodilla.
Por lo que a los monumentos conmemorativos se refiere, fue ésa también una especialidad en la que el escultor alcanzó notable prestigio, no
faltándole importantes encargos a lo largo de su carrera.
El primero que realizó fue el monumento en bronce de Fray Diego
de Deza, encomendado en 1944 por el Ayuntamiento de Zamora para ser
colocado en la plaza de Zorrilla de aquella ciudad con motivo del V Centenario del nacimiento del ilustre dominico toresano.
El busto le fue encomendado para sustituir a otro anterior desaparecido en los violentos sucesos de febrero de 1936 y que fue a parar al fondo del río Duero, sin que fuera posible recuperarlo. A comienzos de octubre
de 1944, el propio escultor hizo entrega personalmente del nuevo busto,
que fue instalado durante unos días en el Museo Provincial, para ser contemplado por los zamoranos162. A finales de ese mismo año fue inaugurado en el transcurso de un acto de homenaje presidido por las principales
autoridades locales.
En el busto de fray Diego de Deza, González Macías rehuyó la reproducción del diminuto detalle para conseguir un conjunto expresivo, en el
161 El desnudo viril sería reproducido en la Enciclopedia Espasa-Calpe, suplemento, 1934, p. 317.
162 ANÓNIMO, “El escultor don Francisco González Macías, en Zamora. Es portador del busto de Fray
Diego de Deza, que ha esculpido por encargo del Excmo. Ayuntamiento”, El Correo de Zamora, 30-X-1944.
–129–
que se acusaran fielmente los caracteres peculiares del sabio dominico. Así
lo explicó el propio artista, cuando al término del acto inaugural intervino con unas palabras, en las que, además de agradecer al Convento de
Dominicos de Salamanca la valiosa colaboración que le habían prestado,
se refirió a los materiales empleados y las fuentes de inspiración tenidas
en cuenta para la ejecución del mismo, en concreto algunas litografías antiguas, un famoso retrato de Zurbarán (La Apoteosis de Santo Tomás) y la
estatua yacente de San Diego.
No obstante, y como todos esos modelos carecían de una autenticidad y de una fidelidad cierta, el escultor había preferido, según manifestó en su intervención, tener presente la vida y la obra del ilustre dominico,
y “pensando que la cara es el espejo del alma, también en sentido inverso, el alma podía ser reflejo del rostro” se había decidido valerse del retrato espiritual, dándole a la faz una especial fuerza expresiva y poniendo su
mirada muy lejos, “como si contemplase remotos horizontes imperiales”163.
Tres años después acometió el busto en piedra de Cervantes que se
alzó en el Parque Municipal de la Corredera, en Béjar. Fue encargado con
motivo del IV Centenario del nacimiento del escritor, recordando que Béjar
estaba presente en Don Quijote, pues así lo había querido Cervantes al
dedicar la primera parte de su inmortal obra a su duque, don Alonso López
de Zúñiga y Sotomayor.
Sin atenerse al conocido retrato pictórico de Jáuregui, González Macías concibió un Cervantes con un aire nuevo que recuerda poco al estereotipo del Cervantes monumental de la pluma en una mano y la espada
colgada de la cintura. Vestido con una especie de capa que envuelve toda
su figura, el escultor concentró en el rostro del escritor una expresión
163 ANÓNIMO, “El domingo fue inaugurado el nuevo busto de Fray Diego de Deza”, Imperio, Zamora, 26-XII-1944.
–130–
misteriosa y serena, de honda tensión espiritual, que se apartaba de la clásica interpretación de otras estatuas cervantinas164.
De un año después –1948– data otro de sus más logrados monumentos, el dedicado a Tomás Bretón en Salamanca, obra que vino a sustituir a la que desde septiembre de 1925 existía en la plaza de San Justo.
Erigido aquel monumento en homenaje de la ciudad a su hijo predilecto y costeado por suscripción pública, fue proyectado por el entonces
joven arquitecto Genaro de No165, encargándose el busto de bronce que
lo presidía –un retrato de exacto parecido y técnica irreprochable– al laureado escultor castellonense José María Ortells.
El basamento del pedestal pronto fue convertido en asiento público
y el busto, víctima de los gamberros nocturnos, llegó incluso a desaparecer para volver a aparecer varios días después.
Desde entonces, el busto de Ortells, languidecía en su retiro de la plaza de San Justo donde servía de “portero a las pelotas de los muchachos,
y la base del monumento de lugar de reposo para los noctívagos”166.
Por otra parte, el monumento suscitaba frecuentes críticas en las prensa, tachándole de “feo, pobre y antiestético”, digno de una Salamanca “fría
e indiferente” pero no del insigne compositor de La verbena de la Paloma. Por ello, la Asociación de la Prensa Salmantina, haciendo suyo el lema
de que “los pueblos que honran a sus hijos, se honran a sí mismos” lanzó en 1947 la iniciativa de crear una nueva obra.
Fue entonces cuando, como consecuencia de la insistente campaña
de prensa, orquestada sobre todo por el periodista Gabriel Hernández
164 J. NAVARRO CRUZ, “Dos nuevas obras de González Macías. El retablo para Nava (Asturias) y el Cervantes para Béjar”, El Adelanto, 22-X-1947.
165 Se trataba de una exedra con una hornacina barroca, enmarcada por orejeras y volutas y flanqueada
por columnas salomónicas. Véase A. GARCÍA BOIZA, “El monumento a Bretón. La obra de Jenaro de No”, El
Adelanto, 6-III-1925. También, E. DE SENA y J. PEÑA, Salamanca en las fotografías de V. Gombáu, Ayuntamiento de Salamanca, 1989, pp. 76 y 77.
166 A., “D. Tomás Bretón precisa un monumento”, La Gaceta Regional, 7-XI-1946.
–131–
González, más conocido por el seudónimo Javier de Montillana, ganador
del concurso para redactar una biografía del gran músico charro, el Ayuntamiento decidió sustituir el busto realizado por Ortells por otro nuevo,
encargando a González Macías el monumento actualmente conservado167.
Tras dos meses de trabajo, el escultor talló en piedra de Novelda un
gran busto de considerables dimensiones, que fue colocado sobre pedestal hecho con piedra de Villamayor. Macías puso todo su empeño en esta
obra, concebida como una interpretación de carácter y no como mera copia
superficial de la fisonomía del célebre músico. Aunque para el rostro se
inspiró en el retrato de Bretón pintado por Eugenio Vivó y Tarín que se
conserva en el Museo de Salamanca, valiéndose también de fotografías, deliberadamente no quiso seguir fielmente esos modelos para fijar su atención en la vigorosa personalidad del maestro. Y así, lo mostró sentado,
sereno y concentrado, con aspecto noble y patriarcal.
Inaugurado el 8 de septiembre de 1948 en la plaza dedicada al compositor, la plaza de su mismo nombre, y en el marco de un nuevo homenaje a Bretón, poco tiempo después, cuando llevaba poco más de un año
en su ubicación pública, el busto ya había sido objeto de toda clase de vejaciones y mutilaciones. Entre otros actos de vandalismo, poco después de
su instalación, fue, a consecuencia de la insensibilidad infantil, desnarigado
a pedradas y repintado de negro.
Tras el deterioro sufrido, el propio González Macías procedió entonces a su restauración para ser colocado en un nuevo pedestal tan alto que
cualquier destrozo en la fisonomía del músico resultara poco menos
que imposible.
Además y con motivo de la conmemoración del centenario de Bretón, que tuvo lugar el 29 de diciembre de 1950, unos meses después,
167 El busto de Ortells pasó primero a la embocadura del Teatro de Bretón para posteriormente enviarse al Museo de la Ciudad, en donde se conserva actualmente.
–132–
exactamente en febrero de 1951 el Ayuntamiento decidió cambiar de emplazamiento la escultura, trasladándola desde la soledad y el aislamiento de
la plaza de Bretón al bullicio de la de José Antonio, en el arranque de la
Gran Vía (donde en la actualidad se alza el monumento al Empresario)168.
Allí estuvo durante décadas, pero con todo no acabaron aquí las vicisitudes del monumento, ya que en 1981 la Corporación Municipal consideró que la plaza a él dedicada era la más idónea, por lo que tomó el
acuerdo de que retornase a la misma, devolviendo a su lugar inicial, la plaza de Bretón, una fundición en bronce de aquella escultura original.
En efecto, en mayo de 1982 y a propuesta de la Comisión de Cultura, Arte y Turismo, la Corporación Municipal aprobó la réplica en bronce
del busto de Macías, cuya labor de fundición fue realizada en Madrid, y
unos meses después, el 17 de septiembre de ese mismo años, se descubrió dicha efigie nuevamente en la plaza homónima del músico.
Por su parte, el busto en piedra de Macías, tras estar durante bastantes años retirado en las dependencias municipales, en el verano de 1994
se decidió instalarlo en el nuevo parque del barrio del Puente de Ladrillo, amplia zona ajardinada al este de la calle Java, donde se conserva actualmente. Se daba así la circunstancia un tanto ilógica de tener la ciudad dos
monumentos idénticos del mismo personaje, uno en piedra y el otro en
bronce169.
Por otro lado, ya en las últimas décadas de la vida del artista, y en especial en las largas temporadas pasadas en Gijón, pese a dedicarse el artista fundamentalmente a la realización de retratos, también atendió un buen
número de encargos de monumentos públicos, principalmente de bustos
de personajes célebres.
168 G., “Ayer se celebró el homenaje conmemorativo en el centenario de don Tomás Bretón”, El Adelanto, 15-II-1951.
169 T. BLANCO GARCÍA, Monumentos conmemorativos en Salamanca, Librería Cervantes, Salamanca,
2002, pp. 57-65.
–133–
Se ha de recordar en ese sentido el Monumento a Carlos I en Villaviciosa, que conmemoraba su desembarco en 1517 en aquella población
asturiana, lugar de su entrada en España. El monumento consta de un busto en bronce del entonces Príncipe de Gante, a la edad de diecisiete años
que tenía cuando pisó tierra en Villaviciosa, colocado sobre una peana y
un pedestal de piedra labrada, en la que se ve un bajorrelieve que reproduce simbólicamente la efemérides del desembarco. Al pie aparece una
leyenda con el siguiente texto: “19 septiembre 1571”.
Por otra parte, es lástima que no se llegara a realizar el Monumento
al marino, que le fue encargado por la Liga Naval Española y del que solamente llegó a realizar una maqueta. Concebido como homenaje a los hombres de la mar y pensado para ser instalado en los jardines de “El Náutico”,
en Gijón, el proyecto, que habría de ejecutarse en bronce y piedra,
habría alcanzado los tres metros y medio de altura por más de cuatro de
longitud.
Según la bella maqueta, que el escultor presentó al público en octubre de 1975 en el recinto de la Feria de Muestras de Gijón, el monumento
constaba de la figura del marino en plena faena –estatua en bronce que
habría de ser de dos metros de altura– colocada sobre una base de piedra berroqueña, en la que también en piedra, aparecía una lancha y otros
útiles empleados por los hombres de mar170.
El elevado coste del monumento hizo inviable su realización, por lo
que al no llegar a reunirse la cantidad necesaria para su materialización,
la obra no pasó del boceto.
Por último y para concluir esta relación de monumentos, habría también que citar el dedicado al general Franco erigido en la localidad de San
Vicente de Alcántara (Badajoz). Inaugurado en abril de 1976 en su plaza
170 P. MORÁN, “Monumentos al marino”, La Nueva España, Oviedo, 11-IX-1975.
–134–
del Cristo, el busto fue realizado en bronce mientras que el basamento sobre
el que se asentaba era de piedra berroqueña171.
FIGURAS
DE ANIMALES
Un gran interés tienen, asimismo, dentro de la obra escultórica de González Macías sus incursiones en el género animalista, temática en la que,
siguiendo las huellas de Mateo Hernández, produjo una espléndida serie
de figuras, tanto en material noble y duro –piedra y mármol– como en
madera, en ambos casos de excepcional factura por su belleza, gracia de
líneas y perfección de la talla.
En ese sentido y si bien jugaron un papel fundamental las experiencias aprendidas en París junto a su admirado paisano, al que solía citar como
“animalista formidable”, ya con anterioridad a su traslado a la capital francesa se inició en el cultivo de esta modalidad, muy en boga por entonces.
Inmerso en esa sacrificada lucha y en ese titánico esfuerzo de voluntad de esa primera época, aparte de trabajar en sus bustos y retratos, además de su proyecto de mausoleo, ya a comienzos de la década de los años
30 se sintió especialmente interesado en este tipo de escultura.
Así, sus primeras figuras de animales fueron una Lechuza, hábilmente estilizada, y una Jineta, pequeño felino de elegantes líneas, ambas talladas en piedra negra parecida a la diorita, que expuso en la sección de Artes
Decorativas de la Nacional de Madrid de 1934172.
Esa faceta de su escultura muy pronto llamó la atención de la crítica
que enseguida la comparó y relacionó con las famosas creaciones de Mateo
Hernández.
171 T. RABANAL BRITO, “Monumento a Franco en San Vicente de Alcántara (Badajoz), Béjar en Madrid,
6-IV-1976.
172 Catálogo oficial de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1934, pp. 69 y 70.
–135–
Tallada en piedras duras y con la misma simplificación y depuración
formal, esta sugestiva producción animalista de González Macías al punto evocaba el ejemplo de su ilustre coterráneo, cuyo arte le sirvió de estímulo y acicate desde sus comienzos.
Del gran escultor bejarano nuestro artista recordaría siempre emotivas anécdotas vividas durante su estancia en París, que ponían bien de manifiesto su gran amor por los animales: “Recuerdo la primera visita que hice
con él al ‘jardín de plantas’ y la ovación que le dedicaron los simios desde sus jaulas. Él gozaba con esta manifestación espontánea de los simios.
No sé si era verdaderamente una ovación o por el contrario, requerían de
esta manera su manutención... De todas formas, resultaba impresionante
ver esa muestra de alegría de los chimpancés cuando penetraba M. Hernández en sus jaulas”.
“Él, que fue reconocido universalmente, que logró éxitos extraordinarios, gozaba con el aplauso de los chimpancés, más que cuando recibía de las agencias los recortes de todo el mundo –a veces en caracteres
chinos o japoneses– y que ni siquiera se preocupaba de que fueran traducidos para verse halagado con los elogios, muy merecidos...”.
“Así era Mateo Hernández, tan sencillo, en lo uno y en lo otro. Entre
el reconocimiento de los animales y el del mundo entero, prefirió siempre el aplauso de los animales”173.
No ha de extrañar por tanto que a la hora de abordar estos trabajos,
González Macías, habiendo asimilado las enseñanzas de su paisano y antecedente, rechazara también los excesos de realismo y la minuciosidad en
el detalle que caracterizaban a buena parte de los cultivadores de esta temática, para optar, mediante la vía de la estilización, por una afortunada síntesis y simplificación formal.
173 G. FONZÁLEZ MACÍAS, “Francisco González Macías (el único bejarano que vivió en su casa) habla
del escultor...”, La Gaceta Regional, 24-XI-1974.
–136–
Fruto de su fino espíritu de observación, el escultor, sin renunciar a
la exacta representación y expresión del animal, va a labrar sobre la piedra o sobre la madera todo un repertorio de pequeñas figuras, tratadas
siempre con una simplicidad delicadísima y un armonioso sentido de las
formas y los volúmenes.
De ese modo se suceden a lo largo de los años sus estilizadas gacelas y grullas, un antílope de tamaño natural o sus sorprendentes aves, como
su pájaro en escorzo, que según Camón Aznar tenía un parecido asombroso con el Horus, el halcón mitológico que personificaba entre los egipcios el Sol saliente; o su celebrado Gallo Leghorn, en madera, que, al decir
de un crítico, tenía “un gesto de altivez que sólo le faltaba lanzar un ‘kirikí’ para decir que estaba vivo”174.
TEMAS
INFANTILES Y FIGURAS FEMENINAS
Seguramente fue en los motivos infantiles donde González Macías dio
lo mejor de su arte, donde reflejó mejor su verdadera personalidad artística, hasta el punto de llegar a constituir dentro de su obra uno de sus más
positivos aciertos.
Esa predilección le llevó a ser conocido como “el escultor de los niños”
o de la infancia, una temática que de inmediato se impuso en el fervor del
público y la crítica por su encanto, gracia, sentimiento y sencillez.
Esas interpretaciones de la vida infantil no eran sino fruto de su agudo sentido de la observación en sus viajes o en sus paseos por la calle o el
parque. En cualquier esquina González Macías encontraba asuntos e ideas
recogidas de la vida misma, que dibujaba y le servían luego de punto de
174 R. AGUIRRE IBÁÑEZ, “En el Casino de Salamanca. Primera Exposición de Artistas salmantinos”,
La Gaceta Regional, 15-XII-1950.
–137–
partida para ese variado y rico conjunto escultórico dedicado al mundo
infantil.
La emoción sencilla de sus ingenuos juegos en las más diversas y caprichosas actitudes, la vida elemental, de ritmo sencillo y expresión espontánea de los pequeños, le sirve de inagotable fuente de inspiración para
su cincel. Lejos de toda sensiblería, le interesa la vida desbordante de la
niñez, la búsqueda de la emoción, de la expresión ingenua y el sentido
de la gracia.
Sus travesuras y afanes, el reír gracioso o el candor y la vivacidad de
sus gestos le sirven de pretexto para interpretar sentimientos, para reflejar toda la espontaneidad y naturalidad de sus pequeños y graciosos modelos. En ese sentido, como se ha afirmado en ocasiones, sus esculturas son
verdaderos estudios de psicología infantil.
Hombre sencillo, sensible y afectuoso, González Macías amaba el mundo de los niños, siendo precisamente su gran amor hacia sus pequeñas
hijas lo que le orientó desde sus comienzos al cultivo de este género.
El propio escultor confesaba que cuando comenzó con los temas infantiles lo hizo influenciado por su vida familiar: “Tenía tres niñas y me gustaba reproducirlas. Es, efectivamente, mi tema favorito junto con los
retratos”175.
Desde entonces, para sus figuras infantiles, González Macías tomaría
como modelos a sus propias hijas y las haría posar en las más variadas posturas en la intimidad del hogar: ya fuese jugando con sus muñecos en tiernas expresiones maternales, plácidamente dormidas, dibujando sentadas
en el suelo o haciendo travesuras.
De ellas hizo multitud de dibujos reuniendo con el tiempo cientos de
esbozos que más tarde llegarían a convertirse en toda una serie de deliciosas y pequeñas esculturas, bien talladas en piedra o madera o bien
175 LUCÍA, “Macías y cuarenta de sus obras llegaron ayer a Gijón”, El Comercio, Gijón, 1-III-1968.
–138–
dejadas en escayola, pero que en todo caso parecen algo vivo, que dan
ganas de acariciar. No en vano, en esas obras, aparentemente menudas,
frágiles y dulces, el escultor puso toda su sensibilidad e inspiración logrando despertar la emoción y la ternura de quienes las contemplaban.
Por otra parte y desde el punto de vista formal, el artista, al captar la
esencia de la figura infantil, simplifica las líneas y valora ante todo los volúmenes y las masas, rechazando la vulgar copia del natural y la mera complacencia en el detalle inútil.
Al tiempo que acierta en la expresión de los matices psicológicos, en
la gracia de la pose y los movimientos, el escultor modela con suavidad y
amoroso acento las blandas formas, jugando con los más delicados efectos de luces y sombras. Su plástica, tan sintética y armoniosa, halla en la
piedra o en la madera sus materiales más idóneos, trabajándolos con tan
perfecto acabado que a veces parecen flexibles y maleables como la cera.
El resultado es una obra fresca y llena de gracia expresiva, en absoluto banal; una obra en la que se daba una alianza de lo clásico con una
modernidad y una originalidad sin extravagancias.
En ese sentido González Macías prefiere el reposo y la quietud, pero
sin que ello suponga estatismo y rigidez; por el contrario, esa serenidad
aparece siempre entrelazada con la gracia vibrante y la sensación de vida
de los movimientos y ademanes de sus pequeños modelos.
Por otra parte, desde el punto de vista cronológico, esa producción
infantil hace muy pronto su aparición en su obra, ya que desde sus primeras exposiciones en Madrid se convierte en uno de sus asuntos predilectos y que más llaman la atención de críticos y visitantes.
Ya en su presentación en la capital de España, cuando expuso en enero de 1933 en la Casa Charra, el Desnudo de una niña o La niña y el perro
atrajeron especialmente el interés del público por la ingenuidad y sugestivo encanto que de ellos se desprendían.
–139–
Al finalizar ese mismo año, en la exposición de sus obras en el Círculo
de Bellas Artes de Madrid, el joven escultor se revelaba como un acertado intérprete de esos delicados temas, con la presentación de la que sería
una de sus más logradas y encantadoras obras: Pequeña madre, con la
que obtuvo un señalado éxito al valerle tercera medalla en la Exposición
Nacional de Bellas Artes de 1934.
Esa escultura, que le abrió el camino del triunfo en el panorama escultórico español de la época, representa a una niña desnuda que contempla arrobada y oprimiendo contra sí un muñeco de traza grotesca.
Impregnada de una dulce fisonomía, la madrecita refleja una intensa felicidad y ternura al apretar al niño contra ella como si quisiera resarcirle y
protegerle de orfandades amorosas como la que ella sufre.
Habiendo utilizado como modelo a la más pequeña de sus hijas, el
mismo escultor decía en una entrevista que para evitar la fatiga de la modelo en los momentos de “pose”, proporcionaba a su hija distintos muñecos a fin de que la expresión, la caricia, el encanto maternal fuera siempre
espontáneo y el cansancio no diera sensación de monotonía a la obra176.
A ésta siguieron otras muchas figuras de niñas en las que el escultor
capta el motivo infantil de una manera siempre delicada en su aspecto frágil, con un realismo exacto y un modelado de dulces líneas, sin degenerar en blanduras fáciles. Entre otras muchas, se han de recordar: Niña
dormida; Niña dibujando; Travesura –un delicado rapaz que atrevidamente se encarama en un bloque de piedra–; Niña en carrousel –intrépida niña que como auriga precoz cabalga sobre el caballito de feria–, o
Fraternidad (Colección de Caja Duero, Salamanca), emotivo grupo escultórico en madera de dos hermanitas que se funden en un abrazo.
176 V. HERRERA, “La exposición del escultor González Macías”, El Adelanto, 27-I-1935. Esculpida en
piedra negra, tras la Exposición Nacional fue adquirida por el Estado en 3.000 pesetas pasando a formar parte de los fondos del Museo de Arte Moderno de Madrid. Desde aquí se remitió al Museo de Bellas Artes de
Málaga, en donde se conserva. Véase J. L. ROMERO TORRES, La escultura en el Museo de Málaga, Madrid,
1980, p. 84, lám. 77.
–140–
Fueron estas deliciosas tallas infantiles las que le dieron notoriedad
en los años vividos en París, participando con ellas en las exposiciones a
las que allí concurrió. Especialmente llamó la atención su Niña en la arena, talla en madera que fue a parar a Lovaina, adquirida por el profesor
Maigin con destino al Instituto del Cáncer de aquella ciudad belga, del que
era director.
Con posterioridad a su etapa parisina y tras su regreso a España, el
artista, establecido primero en Salamanca y años después en Madrid, siguió
cultivando con notable éxito estos mismos temas177.
Sus modelos iban creciendo en edad conforme cumplían años sus hijas,
si bien la más pequeña le va a inspirar otras de sus mejores obras: Florina escucha un cuento (1946). Una linda niña de largos bucles, desnuda
y sentada en el suelo, sujetándose con ambas manos las rodillas, mira con
infantil curiosidad y escucha el cuento que la mantiene atenta.
También la mayor de sus hijas, Juani, le sirve de modelo para una figura de adolescente así denominada, una escultura realizada en 1943 que
muestra a la muchacha sentada y con la cabeza apoyada en el brazo en
actitud de serena meditación.
Finalmente, otra de sus más afortunadas creaciones en ese mismo ámbito de los delicados y amables asuntos infantiles lo hallamos en La niña
del puchero, una pequeña escultura en piedra con la que en 1952 obtuvo la primera medalla del Salón de Otoño y que actualmente se conserva en el Museo Casa Natal de Jovellanos, en Gijón.
Precisamente fue en sus dos exposiciones en aquella ciudad asturiana donde estas esculturas infantiles obtuvieron una extraordinaria acogida, como lo corrobora el que en 1968 su Ayuntamiento le comprase tres
177 En Salamanca acertó a inculcar a sus alumnos el interés por este tema, como sucedió en el caso
de Marino Amaya, nacido en Astorga pero muy vinculado a Béjar, en cuya Escuela de Artes y Oficios tuvo lugar
su primer aprendizaje.
–141–
de estas obras (Niña dibujando, Travesura y Juani), las cuales, posteriormente, serían depositadas en el Parque de Isabel la Católica de la villa
gijonesa.
Por lo que respecta a las figuras femeninas, también desde los primeros
años de la carrera del escultor en Madrid, se conoce algún que otro desnudo de mujer, especie de Venus modernas que, con su simplificación de
formas y volúmenes, reflejan la huella tanto de los modelos de Planes como
del clasicismo mediterráneo catalán.
Esa influencia de la escultura mediterránea catalana se acentuó sobre
todo durante sus años en la Ciudad de la Luz, cuando pudo conocer y estudiar los desnudos de Aristide Maillol y José Clará, seguramente avivada más
tarde, a su regreso a España, con el trato y la relación con el escultor catalán Inocencio Soriano Montagut, director de la Escuela de Artes y Oficios
y “vecino” suyo en los “Estudios” del Patio de las Escuelas Menores.
De los años anteriores a su estancia en París, se ha de mencionar, entre
otras, una Figura de mujer recostada, sintético y limpio desnudo en el
que el escultor valora los rasgos esenciales plasmándolos a través de formas sumarias y simples; una figura de la que, como se podía leer en la prensa, se desprendía “una austeridad clásica de ritmo sutilísimo, roto de pronto,
bellamente roto por la fuerte audacia de un renovador modernismo que
sabe sintetizar sin ser absurdo, que siendo original no es extravagante”178.
Otros desnudos de esa misma época, figuras serenamente ingenuas
y de formas simplificadas acusaban sobre todo la huella de los modelos
escultóricos de su amigo José Planes, del que también se consideraba discípulo. El mejor de ellos, muy expresivo de su moderno clasicismo, fue
seguramente el titulado Baño de sol, sensual y cálido desnudo mediterráneo
que el escultor realizó y dio a conocer en París en 1936.
178 M. SAN ILDEFONSO, “Artistas salmantinos: Francisco González Macías, joven maestro de la escultura”, El Adelanto, 1-VI-1933.
–142–
En esa misma línea de plasticidad y armonía clásicas se halla otra de
sus más conocidas realizaciones, el grupo escultórico de la Alegoría del
Ahorro, que en noviembre de 1950 fue colocada en la torreta que remata el chaflán de la entonces nueva sucursal de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, en la calle Mayor de Béjar.
Tallado en un gran bloque de piedra, se trata de una alegoría del Ahorro representado por una joven madre que sostiene en una mano una alcancía y pone la otra sobre la cabeza de su hijo, el cual mirándola dulcemente le entrega una moneda. La mujer cubre su estilizado cuerpo con
túnica de ligeros velos, mientras que el niño oculta su desnudez con una
guirnalda de flores que sujeta con su mano. Su rostro refleja la ingenuidad del infante que ahorró una moneda y va a guardarla a la hucha.
El escultor la talló en piedra de tonalidad clara de Novelda y en tamaño superior al natural, para que de esa manera pareciera proporcionada
al ser contemplada desde la calle, ya que está situada a buena altura179.
Por último, dentro de esta misma temática femenina, se ha de recordar asimismo toda una serie de pequeñas y estilizadas esculturas, por lo
general talladas en dura madera pulimentada y barnizada en negro, todo
un sugestivo conjunto de figurillas negras de una figuración casi abstracta, en las que el artista se recrea en la esbeltez de las formas y en las más
armoniosas curvas.
A veces se trata de sintéticos e ingenuos grupos familiares, generalmente “Maternidades”, que muestran a madres arrullando o dando de
comer a sus pequeños hijos. Así, se puede citar la titulada La nana, con
la que en 1977 optó al Premio de Escultura convocado por el Círculo de
Bellas Artes de Madrid. Tallada en dura madera pulimentada, esta obra
representa a una joven mujer que sostiene entre sus brazos el fruto de sus
179 B. M., “Nueva obra de González Macías para Béjar”, Béjar en Madrid, 18-IX-1950.
–143–
entrañas, una joven madre que balancea a su criaturita para acallar su llanto e intenta que duerma180.
IMAGINERÍA
RELIGIOSA
A comienzos de los años cuarenta, después de la experiencia tan positiva que supuso su larga estancia en París, González Macías, como ya se
ha visto, retorna a Salamanca y da un giro total a su carrera al consagrarse casi por entero a su dedicación como imaginero.
Poco después obtuvo la pensión de la Fundación Conde de Cartagena, otorgada por la Academia de Bellas Artes de San Fernando, beca que
había solicitado precisamente para instalarse en la Ciudad del Tormes con
el fin de estudiar a los grandes imagineros de los siglos XVI y XVII y dedicarse a este tipo de escultura.
Los encargos que muy pronto le llegan de cofradías de Salamanca y Gijón
le llevan a tomar la determinación de dejar Madrid y orientarse primordialmente a este clase de trabajos. A partir de entonces y desde su estudio
en el viejo claustro del Museo Provincial salmantino, en el Patio de las Escuelas Menores, la imaginería religiosa en madera policromada pasa a ser su principal actividad dedicando sus mayores afanes a la renovación de la talla.
En ese sentido, su obra religiosa figura en un lugar destacado en ese
nuevo renacer que experimentó en los años de la posguerra la imaginería, una escultura que por otra parte tenía profundas raíces en las ciudades castellanas. Ciertamente, la dedicación de nuestro escultor coincide
con un momento en que se estaba produciendo en el país un verdadero
resurgir del sentimiento religioso y especialmente de la tradición de la Semana Santa y las cofradías penitenciales.
180 J. HERNÁNDEZ PETIT, “González Macías. Primicias de una información desconocida en España”,
Béjar en Madrid, 26-V-1977.
–144–
La agitada situación política que se vivió durante los años de la II Republica había conllevado una profunda crisis y declive de los desfiles procesionales y las hermandades de Semana Santa, hasta el punto de llegar
a desaparecer en muchas de las ciudades españolas.
Acabada la contienda fratricida y desde los primeros años de la posguerra, como es sabido, las procesiones cobraron renovado auge en casi
todas las ciudades españolas, y de modo especial en las poblaciones castellano-leonesas (Valladolid, Zamora, Medina de Rioseco, León, Salamanca, Segovia, etc.). Como consecuencia, fueron numerosos los artistas que
recibieron entonces encargos para realizar nuevos “pasos” que incrementaran los tradicionales desfiles procesionales de los pueblos y capitales españolas.
La talla de los “pasos” de Semana Santa se convirtió casi en la única
salida para el desempeño de su labor profesional. A ello se vino a sumar
la realización también de trabajos de restauración de obras de arte religioso
al dedicarse en muchos casos a reparar las esculturas y retablos dañados
por la guerra, cuando no hubieron de hacerse completamente nuevos por
haber sido destruidos e incendiados.
En ese sentido, las circunstancias llevaron a nuestro escultor a especializarse como imaginero, arte profundamente arraigado en Castilla y cuya
tradición con su trabajo contribuyó notablemente a reanudar.
Es pues en ese contexto cuando por esos mismos años la Semana Santa salmantina conoce su momento de máximo esplendor, expansión que
va estrechamente ligada a ese auténtico resurgir de la imaginería religiosa en la ciudad.
Iniciado el camino por el artista catalán instalado entonces en Salamanca, Inocencio Soriano Montagut, al que en 1938 se le encarga la popular imagen de la Dolorosa de los Capuchinos, pronto se sumaron al mismo
los dos principales escultores que por entonces trabajaban en la ciudad:
Francisco González Macías y Damián Villar.
–145–
Si bien los tres desplegaron una actividad muy considerable en sus respectivos estudios del Patio de las Escuelas Menores, atendiendo los encargos que les llegaban de las Hermandades, tanto de la ciudad como de otros
muchos lugares, fue seguramente nuestro escultor el que contribuyó en
mayor medida a ese resurgir del arte religioso en Salamanca181.
Aunque, como ya se ha visto, González Macías utilizó a lo largo de su
carrera diferentes materias, siempre sintió una especial predilección por
la madera. El desempeño del oficio de ebanista en sus años de juventud
le proporcionó un amplio y seguro conocimiento de la talla de todo tipo
de madera. De hecho, esa larga experiencia como entallador, adquirida en
esos duros comienzos en su Béjar natal le iba a proporcionar el dominio,
la habilidad y el virtuosismo técnico necesarios para abordar luego esa ingente producción escultórica.
Muy tempranamente surgió en él una intensa atracción por la imaginería religiosa de Semana Santa, vocación que tuvo sus raíces en la contemplación de los desfiles procesionales de su ciudad, Béjar, allá en sus
años de infancia, impresión luego acrecentada al presenciar las procesiones de Salamanca: “Los recuerdos de la Semana Santa, en mis años de infancia, se pierden en la lejanía de las procesiones que con la más profunda
emoción, contemplaba en mi tierra natal. Porque Béjar, la ciudad industrial y pintoresca es marco espléndido para estas manifestaciones de fe y
de religiosidad. Después, las emociones se fueron sucediendo cada vez con
mayor intensidad, al admirar los desfiles procesionales de Salamanca”.
De esos comienzos de su vocación artística data la que él consideraba su primera obra, un Cristo en la cruz, talla en madera de peral que hizo
181 La prensa local llegó a hablar incluso, sin duda con evidente exageración, de una nueva escuela
de escultura religiosa “que será honra y gloria a nuestros artistas y nuestra Salamanca”. Cfr. NOGARA, “El grupo de San Juan y la Virgen expuesto en el Ayuntamiento”, La Gaceta Regional, 30-VI-1942. Sobre el auge que
alcanza en Salamanca la imaginería véanse también los artículos de J. NAVARRO CRUZ, “Salamanca, “taller” de
Arte Religioso”, El Español, 22-I-1944, y “Nuestros imagineros”, El Adelanto, 24-III-1948.
–146–
en Béjar, cuando aún trabajaba en el taller de ebanistería, sin boceto ni
dibujos previos, simplemente siguiendo su intuición (en palabras del artista, “metiendo la gubia directamente”)182.
También en esos años descubre los “santos de palo” de los más célebres escultores del Renacimiento y el Barroco en el Museo de Escultura
de Valladolid, tantas veces por él contemplados y estudiados en sus visitas a la ciudad del Pisuerga y que dejaron profunda huella en su ánimo
desde los inicios de su trayectoria artística.
Más tarde, y una vez instalado en Madrid, donde tiene lugar su formación, las enseñanzas recibidas de sus maestros, en especial del valenciano José Capuz y el murciano Planes, le llevaron a alcanzar un mayor
dominio de la talla y de los secretos del oficio.
Finalmente y después de su etapa parisina, al recalar a comienzos de
los años 40 en Salamanca, su compenetración con el ambiente artístico
que se respiraba en la ciudad y con su rico patrimonio monumental y escultórico –un ambiente que, según confesaba el escultor– “se le había metido muy dentro”, fue lo que más contribuyó a esa fuerte atracción y ese
gran interés por el arte de los viejos imagineros.
No obstante esa admiración y esa voluntad de entroncar con esa gloriosa tradición de la imaginería patria, el artista, que se sentía hijo de su
tiempo, siempre procuró buscar fórmulas y conceptos nuevos no limitándose a una pura y simple copia de los modelos clásicos de la escultura en madera policromada.
Sus imágenes de la Pasión de Cristo, si bien se debaten entre la inspiración en Gregorio Fernández y Luis Salvador Carmona, aspiraban a no
convertirse en un “pastiche”. Sin abandonar esa línea de tan insigne tradición, el escultor persiguió en sus tallas una nueva interpretación de la
182 La escultura la conservó en esos primeros años siempre consigo en su taller, hasta que en 1929,
ya en Madrid, se la compró su primer protector, el marqués de Quintanar.
–147–
imaginería, tratando de armonizar lo más nuevo con lo más antiguo. Es
por ello por lo que González Macías puso todo su empeño en recrear los
motivos tradicionales de la escultura procesional, procurando hacerlo con
personalidad y de un modo original. En ese sentido, a lo largo de toda su
trayectoria hizo un gran esfuerzo por compaginar su moderno sentido de
la estética y su gusto por la estilización de los volúmenes, con el carácter
acentuadamente realista de la imaginería.
De ahí que su arte no sea un remedo de lo renacentista o lo barroco,
pues sus imágenes huyen de los excesos de expresividad y dramatismo de
buena parte de ese tipo de obras. Lejos de estridencias o contracciones
violentas, sus esculturas, que se mueven con suavidad y sosiego, desprenden
siempre serenidad, sensibilidad y emoción.
El propio escultor, si bien reconocía su deuda con ese antiguo legado artístico, rechazaba enérgicamente la dependencia de esos viejos modelos, pues, refiriéndose a los maestros de siglos pasados afirmaba que
ninguno de ellos había influido en él hasta el punto de “hacerme un copista más o menos disimulado de sus obras maravillosas... No, yo siento y ejecuto personalmente. Leo los pasajes sagrados, estudio los detalles
minuciosamente, me imagino la escena a interpretar y la cincelo como yo
la veo y la siento. Nada más...”183.
Pese a su notable esfuerzo y loables aspiraciones, con el paso del tiempo y desde nuestra perspectiva actual, tal vez hoy pudiera parecernos que
en este campo de la imaginería, su producción no aportó nada nuevo, pero
aún así, siempre habría que reconocer que González Macías llegó a trabajar en esta especialidad con una excepcional dignidad, con un sentido
de la probidad y del decoro artístico que en todo caso dieron lugar a logros
de muy positivos méritos.
183 P. ÁLVAREZ OSUNA, “Los triunfadores. González Macías”, Béjar en Madrid, 7-VIII-1943, núm. 118,
pp. 1-2.
–148–
En ese sentido sus intenciones de renovación fueron siempre una sincera preocupación, haciéndose eco el artista del ideario estético de sus
maestros, los escultores del nuevo realismo castellano. Como aquéllos, González Macías, con su abnegada labor, quiso dignificar la escultura religiosa, un género que según él mismo decía había estado en manos de
imagineros de oficio, de “santeros” y meros fabricantes de tallas en serie,
un arte al que había que otorgar una dignidad profesional y que volvía ahora a los escultores184.
Por otro lado y desde sus comienzos en esta especialidad una vez instalado en la ciudad del Tormes, el artista va a atender multitud de encargos, no sólo para cofradías e iglesias de Salamanca y su provincia, sino
también, y de una manera muy especial, para clientes de tierras asturianas. Poco después, a mediados de los años 40 su taller registra el nivel más
alto de actividad y producción, presentando su estudio –según los que lo
visitaban por entonces– un ambiente de incesante laboriosidad. Allí se podían ver por doquier modelos, vaciados, decenas de imágenes y figuras,
terminadas o a medio acabar, que mostraban con toda elocuencia el afán
y la inquietud constante del escultor bejarano.
Si hacemos un rápido repaso a lo principal de su producción en este
género vemos cómo la primera obra que realiza en su taller fue con destino a la Semana Santa de Salamanca, exactamente el paso del Santo Entierro que le fue encargado en 1942 por la Cofradía de Jesús Nazareno de
la parroquia de San Julián.
Se trataba de la obra de mayor empeño y tamaño que hasta entonces González Macías se había atrevido a realizar, y en ella, con el concurso de sus ayudantes y discípulos, iba a invertir catorce meses de fatigas,
ensayos y trabajo sin descanso.
184 F. GONZÁLEZ MACÍAS, “El Arte en España. Consideraciones y conceptos”, La Gaceta Regional,
1-I-1942.
–149–
El paso representa el momento del Santo Entierro, siendo siete las figuras que lo integran. En él figura el cuerpo inerte de Cristo conducido sobre
blanco sudario por José de Arimatea y Nicodemo, a quienes precede María
Cleofás, que llevando en sus manos una vasija de esencias, va con ellas
regando el camino a recorrer hasta el sepulcro. María Magdalena se muestra en actitud de dolorosa sorpresa ante el cadáver del Redentor y en último término aparece la Virgen María, llena de angustia, junto con san Juan,
discípulo predilecto de Jesús, a quien encomendó el cuidado de su amada madre, y así lo vemos tendiendo sobre ella delicadamente su brazo185.
Se trata de un paso de concepción sencilla, sobria y al mismo tiempo elegante, interpretado con hondo sentimiento, en el que el artista ha
evitado expresiones afectadas o violentas. Lejos de tratar de conmover al
espectador con gestos de dolor y exageraciones, recurre a una suavidad
sin estridencias, de modo que las figuras, en las que predominan los gestos suaves y delicados, reflejan, no obstante su profunda amargura, una
gran emotividad y ternura.
Fue el grupo de san Juan y la Virgen, que cierra el cortejo fúnebre, lo
primero que realizó, presentándolo al público a fines del mes de junio de
ese año en el zaguán del Ayuntamiento salmantino. Tanto la prensa local
como bejarana resaltaron el acierto de ambas figuras: tanto la de san Juan,
de mirada tierna y conmovedora, infundiendo consuelo y esperanza a María,
como la de la Virgen, de la que se desprendía intensa emoción y dulzura. Asimismo, la fisonomía de san Juan, sumamente juvenil, casi infantil,
recordaba un tanto las esculturas de niños que tan deliciosamente sabía
tratar el artista.
Poco después, González Macías completó el conjunto dando a conocer el resto de las figuras. De entre ellas, las más elogiadas por el público y la crítica fueron la de Cristo muerto, por la expresión dramática de
185 R. S. REGADERA, “Para la historia de Béjar”, Béjar en Madrid, 17-IV-1943, núm. 1102, p. 3.
–150–
su cabeza, y la de Nicodemo, por el realismo en el estudio del rostro del
anciano. Asimismo, los periódicos salmantinos celebraron otros muchos
detalles que iban desde el acierto de las manos, los escorzos de las figuras, tan difíciles de resolver, o la graciosa caída y armónica disposición de
los sueltos ropajes a la entonada policromía186.
En su deseo de realizar la figura de Cristo muerto con el mayor verismo y perfección posible, el escultor llegó al extremo de acudir al depósito de cadáveres para fotografiarlos y comprobar personalmente su
laxitud187.
Concluido en los primeros meses de 1943 y tras ser bendecido por
el obispo de la diócesis Barbado Viejo, el nuevo paso desfiló por primera vez el día del Viernes Santo, pasando desde entonces a integrar el notable conjunto procesional de la Semana Santa salmantina.
El éxito obtenido por el paso le abría un porvenir lisonjero en esa dedicación de nuevo imaginero, hasta el punto de requerir enseguida su trabajo otras cofradías en la ciudad charra y muy pronto también llegarle
importantes encargos desde buen número de poblaciones asturianas.
En ese sentido, su primer encargo procedente de tierras asturianas vino
de la villa de Gijón, cuya Semana Santa conoció tiempos de resurgimiento en la década de los 40 del pasado siglo.
Fue gracias a su amistad y la protección dispensada por el magistral
de la Catedral de Zamora, don Francisco Romero López, como el escultor consiguió el encargo de la imagen del Cristo de la Misericordia y de
los Mártires, con destino al nuevo templo de la iglesia mayor de San Pedro.
186 J. NAVARRO CRUZ, “El Santo Entierro”, de González Macías, el nuevo paso que saldrá este año”,
La Gaceta Regional, 22-IV-1943; ANÓNIMO, “En honor del escultor bejarano Francisco González Macías”, Béjar
en Madrid, 8-V-1943, que reproduce el artículo de J. GUILLOT CARRATALÁ, “El paso del Santo Entierro en
Salamanca y el Cristo de los Mártires de Gijón, obras del escultor González Macías”, Pueblo, Madrid, 20-IV-1943.
187 E. FRAILE, “Hablando con Paco”, Béjar en Madrid, 16-IX-1982.
–151–
En los años anteriores a la Guerra Civil, el magistral, amigo a su vez
del entonces hermano mayor de la Hermandad del Santo Entierro y de la
Misericordia (Cofradía de Excombatientes), solía acudir a predicar a la citada parroquia, y fue por esa relación por la que, tras la pérdida de todo el
conjunto iconográfico de la Semana Santa gijonesa con la destrucción durante la contienda del primitivo templo de San Pedro, la citada cofradía decidió encargar en 1942 una nueva imagen de su titular que vendría a sustituir
al antiguo Cristo, obra de un anónimo imaginero de Santiago188.
Poco después y por mediación del magistral de Zamora, la nueva talla
le fue encomendada a nuestro escultor, quien iba a llevar acabo uno de
sus mejores trabajos como imaginero. Esculpida en madera de chopo blanca, la imagen, que le valió a Macías un gran éxito, recibió su denominación por estar consagrada a la memoria de los gijoneses caídos durante
la Guerra Civil.
A diferencia de otras interpretaciones dramáticas de Cristo en la cruz
no muestra una anatomía violenta y atormentada, ni gesto de dolor físico, sino un cuerpo de líneas suaves y armoniosas, reflejando en su expresión una muerte serena.
Con gran realismo presenta a un Cristo recién muerto, transido de una
especial sensación de dulzura y sosiego. En ese sentido, el propio escultor solía comentar coloquialmente que había diseñado su expresión tras
haber soñado con el momento mismo de la expiración de Cristo, y contemplar en el sueño la imagen que enseguida iba a plasmar en la madera. Al representar ese mismo momento, la talla no muestra la llaga en el
costado, pues el Redentor aún no ha recibido la herida que relatan los pasajes evangélicos.
188 I. ALVARGONZÁLEZ RODRÍGUEZ, “El Cristo de la Misericordia”, El Comercio, Gijón, 21-IV-2000,
publicado también con el título de “El Cristo de la Misericordia. En el sesenta aniversario de su primera salida procesional por las calles de Gijón”, Amigos. Boletín Informativo de la Iglesia Mayor de San Pedro de Gijón,
13-V-2003, núm. 30, pp. 6-7.
–152–
Antes de emprender la imagen, el artista, según reveló él mismo en
una carta al magistral de Zamora, se encomendó a la Divinidad en demanda de inspiración: “Cuando ya tenía modelado un poco el barro del cuerpo, quise meterme con la cabeza, pero antes caí de rodillas en mi estudio
y abrazado a la Cruz pedí durante mucho tiempo la gracia y la inspiración
del Señor para que me diera acierto. Sin esta inspiración el arte religioso
es un mito que no pasa la categoría de lo humano. Cuando me levanté
comencé con todo respeto a modelar la cabeza divina y a los pocos momentos hablaba el barro de tal modo de muerte y resignación que yo mismo
quedé atónito. No me he atrevido después a volver a tocarla. ¡Así creo yo
que debió morir Jesús!”189.
La imagen, de esbelta figura y musculatura fuerte pero enjuta, inclina su cabeza hacia abajo, descansando plácidamente. Su anatomía presenta
lividez cadavérica lo que subraya el intenso realismo de la imagen190. Está
firmada en un pliegue del paño de pureza listado a imitación de la tela
hebrea, que se sujeta mediante una soga anudada en la cadera izquierda.
Realizada en su estudio de Salamanca en los primeros meses de 1943,
antes de ser enviada a su destino, fue exhibida durante unos días en el
vestíbulo principal del Ayuntamiento para que el pueblo salmantino pudiera contemplarla.
Una vez que llegó a Gijón estuvo expuesta en el Instituto Jovellanos,
donde desfiló ante ella buena parte de la población haciendo grandes elogios tanto de la unción religiosa de la talla como de la calidad de la misma.
Consagrada en la iglesia parroquial de San Pedro el día 16 de abril, salió
por primera vez en procesión la noche del Jueves Santo de esa misma Semana Santa en medio del fervoroso entusiasmo de fieles y cofrades.
189 EL MAGISTRAL DE ZAMORA, “Divagaciones intrascendentes. González Macías”, El Correo de Zamora, 25-II-1943.
190 I. ALVARGONZÁLEZ, ob. cit., p. 7.
–153–
El éxito de la imagen dio lugar a toda una larga serie de encargos procedentes de distintas localidades asturianas. Así, a comienzos del año
siguiente terminaba para la iglesia de la villa de Nueva (Asturias) la imagen del Cristo del Amparo, que había realizado en sustitución de la que
en la misma iglesia había sido destruida191.
Ese mismo año comenzaba otra de sus mejores obras, el Cristo yacente de la iglesia de Ribadesella. La talla, para la que tuvo muy en cuenta la
iconografía tradicional de la escuela castellana, refleja con especial acierto la laxitud y el sello inconfundible de la muerte, después de los terribles sufrimientos padecidos durante la Pasión.
La escultura destaca sobre todo por la corrección anatómica de piernas y brazos, en una actitud que distaba mucho de la rigidez propia de
otros Cristos yacentes. Asimismo, llamaba también la atención la cabeza
de Jesús, que aún rendida al sufrimiento y la muerte, conservaba aún la
nobleza de la expresión. Sus ojos vidriados y semicerrados, su boca entreabierta en rictus doloroso, sus acusados pómulos, nariz aguileña, cabello
revuelto y fina barba, así como los sutiles hilos de sangre que manan de
la llaga del costado, eran detalles todos ellos que evocaban sin copiar los
famosos modelos de Gregorio Fernández.
Fue tan impresionante el verismo de la talla que en el momento mismo de terminarla, uno de los catedráticos de la Facultad de Medicina de
Salamanca, llevó al taller del escultor a sus alumnos y sobre la misma escultura dio aquel día su clase de anatomía192.
191 Previamente fue expuesta en una capilla del convento de San Esteban de Salamanca. Véase J. NAVARRO CRUZ, “El Cristo del Amparo” del escultor González Macías”, Imperio, Zamora, 26-III-1944: ÍDEM, “Arte.
“El Cristo del Amparo”, de González Macías”, La Gaceta Regional, 8-VI-1944. La imagen fue llevada personalmente por el escultor a su destino en el mes de julio de ese mismo año; véase ANÓNIMO, “González Macías
ha salido para Nueva (Asturias)”, El Adelanto, 1-VII-1944.
192 ANÓNIMO, “Una magnífica obra de arte y de impresionante devoción”, El Comercio, Gijón, 23III-1945.
–154–
Con todo, una vez más González Macías no se había complacido en
la plasmación de la tragedia ni en la efusión de sangre, por el contrario,
en ella se había concretado sobre todo en la impresión de descanso eterno de Jesús, dotándola de suaves matices y moderación de heridas.
Realizada en madera de cedro, el artista, por su dulce realismo, equilibrio y mesurada expresión, la consideró siempre como una de las mejores obras salidas de sus manos. Concluida en 1945, la dio a conocer en
su estudio del Museo Provincial de Salamanca, donde estuvo expuesta unos
días. A continuación y en su viaje a Ribadesella, antes de llegar a su lugar
destino, figuró también expuesta unos días en la iglesia de Santiago del
Burgo, en Zamora; a continuación en la iglesia penitencial de la Vera Cruz
de Valladolid193; más tarde en Gijón y finalmente en la capilla de la Universidad de Oviedo, recibiendo en todos los casos grandes elogios.
Por último y tras desfilar en Ribadesella por primera vez el Viernes Santo, el Cristo yacente fue presentado en junio de ese mismo año por el escultor a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid194.
Por entonces el escultor trabajaba en otro Cristo en la Cruz con destino a la semana Santa de otra localidad asturiana, la villa de Cuenya (Concejo de Nava). Obra encargada por el párroco y donada por un feligrés
nativo residente en Ultramar, la talla, por su intensidad dramática, enlazaba también con la mejor tradición de la imaginería castellana195.
Terminada en el mes de abril de 1946, nuevos encargos absorbían por
completo la labor del escultor, que, junto con sus ayudantes y discípulos
193 ANÓNIMO, “De Arte. Un Cristo yacente de González Macías”, El Norte de Castilla, Valladolid, 17III-1945.
194 Como dato curioso, en uno de los noticiarios de “NO-DO” con motivo de la exposición se pudo
ver en primer plano la citada imagen en las pantallas; véase ANÓNIMO, “González Macías ante el espectador
de cine”, La Gaceta Regional, 17-VII-1945.
195 ANÓNIMO, “Exposición del Cristo de Cuenya (Asturias), obra de González Macías”, La Gaceta Regional, 11-IV-1946; J. S. FONSECA, “La obra de un imaginero español”, Región, Oviedo, 13-VII-1946.
–155–
desplegaba por entonces una frenética actividad en su taller salmantino
del Patio de las Escuelas Menores.
Además de los compromisos de nuevas obras que le seguían llegando de Asturias, también su propia ciudad natal se sumó a esa demanda,
encomendándole en 1946 la Cofradía de la Vera Cruz de Béjar el nuevo
paso del Calvario.
Del conjunto, que consta de tres figuras: el Crucificado, san Juan y la
Magdalena, destaca sobre todo el primero, que fue la talla que entregó en
primer lugar. Se trata de un Santo Cristo sumamente realista, de cuidada
anatomía y resignado rostro, cuyos rasgos traían de inmediato a la mente el recuerdo de los imagineros barrocos196.
La inquietud renovadora del artista le llevó asimismo a abordar la modalidad del retablo, procurando también innovar este tradicional género escultórico. Así, a comienzos del mes de septiembre de 1946 su estudio se hallaba
en plena efervescencia de producción, trabajando el escultor y sus ayudantes en un gran retablo para la iglesia parroquial del pueblo asturiano
de Nava, nuevo templo entonces recientemente terminado de edificar.
El monumental conjunto, pintado en oro y estofado también por
González Macías, obligó a convertirse al escultor, responsable de la concepción y el trazado de la obra, en un maestro de taller que diaria y pacientemente dirigía la labor de sus oficiales.
El retablo y decoración de la iglesia puso a prueba la tenacidad y perseverancia del artista, pues mide 10 metros de alto por 7 de ancho, más
los paños laterales de 2 metros cada uno, en abierto ángulo con el cuerpo central.
Aunque abordado con “formas y fórmulas tradicionales” que evocan
los estilos del Renacimiento y el Barroco, el altar, que consta de tres hornacinas entre columnas salomónicas, muestra en su estructura y decoración una concepción un tanto original.
196 J. MUÑOZ GARCÍA, “Crucifijo”, Béjar en Madrid, 12-III-1947.
–156–
La hornacina central cobija un san Bartolomé, “rico de ropajes, sereno de actitud, severamente amable y de recio sabor de tradicional imaginería”, una talla en la que, según los comentarios de la prensa, se acusaba
“una personalidad fuerte y una emoción religiosa reconcentrada”197.
Junto al altar, se sitúa un púlpito con sus evangelistas en relieve, su
tornavoz y su pie airoso. Y más allá, la mesa del altar con su columnata
en espirales que encuadra las tablas de un apostolado, como si fuera un
“antipendium” románico.
En los primeros meses de 1947 el escultor concluyó en su taller un
conmovedor Cristo flagelado destinado al pueblo de Candelario, mientras
que el año siguiente estuvo totalmente dedicado en la ejecución de un
nuevo paso que vino a enriquecer los desfiles de la Semana Santa salmantina, concretamente el titulado Jesús ante Pilatos, también conocido
como “La Sentencia”.
Encargado el año anterior por la Hermandad del Santísimo Cristo de
la Agonía, el paso consta de cuatro figuras, de las que la principal es la
de Cristo señalando con una mano el cielo, mientras se lleva la otra a su
corazón, al tiempo que responde a la pregunta del procurador romano acerca de su verdadera realeza: “Mi reino no es de este mundo”. Además de
la talla de Poncio Pilatos, sentado y en actitud confusa y dubitativa, completan el conjunto el grupo de Anás y Caifás, saliendo del palacio del gobernador de Judea después de haber entregado a Jesús198. El paso desfiló por
vez primera en la procesión del Jueves Santo de 1948, causando gran sensación ante los salmantinos.
197 J. ARTERO, “En el estudio de Macías”, La Gaceta Regional, 7-IX-1946. También de 1946 data el
retablo y la imagen de san Andrés de la iglesia de Cuenya.
198 ANÓNIMO, “Otra importante noticia sobre la Semana Santa. La Hermandad del Santísimo Cristo
de la Agonía estrenará, también este año, el paso de ‘Jesús ante Pilatos’, original del escultor bejarano Francisco González Macías”, El Adelanto, 16-III-1948, y U. TRILLA, “‘Jesús ante Pilatos’, de González Macías”, El Adelanto, 7-IV-1948.
–157–
A este respecto y sobre la emoción que el escultor sentía al ver salir de
sus manos las imágenes de la Pasión, el propio Macías escribió por esos mismos años un breve artículo en el que se hacía las siguientes reflexiones:
“Creo que debe ser sentimiento igual en todos los que modelaron una
imagen, adentrarse tan hondo en la labor, que ésta llegue a calar en lo más
íntimo removiendo todos los sentidos, para que la inspiración quede transfigurada ya en veneración. Porque sólo así, se puede llegar al logro de una
representación escultórica de alguno de los hechos de la Pasión y Muerte de Jesucristo, para dotarla no ya de la espiritualidad solamente, sino capaz
de despertar la fe”.
“La imagen o el grupo que salió de nuestros talleres, al ser bendecida, es algo que se escapa a toda concepción. Se pierde todo lo material
y aun lo artístico, para dejar paso solamente al fervor que ha de inspirar,
comenzando por el del propio artista. Por esta razón, cuando he visto mis
obras colocadas en los retablos de los templos o llevadas procesionalmente,
he sentido la emoción más intensa que puede concebirse.”
“Son ya muchas las imágenes que figuran en las procesiones de Semana Santa de varia capitales y siempre he sentido idénticas sensaciones, que
se hicieron más expresivas en esta ciudad de Salamanca, cuando salieron
por vez primera mis pasos... Contemplaba la procesión desde diferentes
lugares, para observar la impresión que las obras causaban. Pero, finalmente,
me dejaba ganar el fervor y me olvidaba de todo: incluso de que yo las
había hecho.”
“La escultura religiosa, es, desde luego, la que perpetúa el nombre de
un artista, y si la Escuela española ha de resurgir con toda su antigua pujanza, ha de ser, precisamente, en esta manifestación”199.
199 F. GONZÁLEZ MACÍAS, “La emoción de la propia obra”, Revista de Semana Santa, Salamanca, 1946,
p. 21.
–158–
En otro orden de cosas, también la provincia de Valladolid, y más en
concreto Medina del Campo, iba a contar con uno de sus mejores pasos:
El Descendimiento, que en 1951 González Macías contrató con la cofradía del mismo nombre de aquella villa.
Conservado en la iglesia de San Miguel, se trata de uno de sus más
ambiciosos y acertados conjuntos, un paso complejo y difícil de resolver
por lo que a la composición se refiere, que vino a corroborar las dotes del
escultor bejarano en un género en el que se había consolidado ya como
un positivo valor.
Según se lee en el contrato, el nuevo paso venía a sustituir a otro anterior, de reducidas dimensiones y que había llegado sumamente deteriorado, por lo que era deseo unánime de la hermandad que el nuevo
procesionase en la próxima Semana Santa.
Compuesto de siete figuras talladas en madera de pino policromadas
con suaves tonalidades, desde el punto de vista iconográfico hace referencia
al misterio conocido como “Lamento” en el que se agrupan las escenas del
“Descendimiento de la Cruz”, “Deposición” y “Lamento sobre Cristo muerto”. En concreto representa el momento narrado por los Evangelios sinópticos, en que Cristo es bajado por José de Arimatea y Nicodemo. Junto a
ellos se disponen a recibir el cuerpo del Señor la Virgen, san Juan y dos
Marías (Magdalena y Salomé), que supuestamente asistieron a la escena200.
Por esos mismos años y a pesar de la crisis que desde mediados de
esa centuria comenzaría a experimentar ya la estatuaria religiosa, González Macías siguió trabajando en un buen número de encargos, provenientes
sobre todo de tierras asturianas.
En agosto de 1954 se afanaba en la realización del altar mayor y la decoración de la nueva iglesia parroquial de Sotrondio (Asturias). Colocado en
200 A. BONET, “El Descendimiento del señor”, en AA.VV., Semana Santa en Medina del Campo. Historia y obras artísticas, Junta de Semana Santa, Medina del Campo, 1996, p. 108.
–159–
abril de 1956, el conjunto se compone, además de cuatro evangelistas en
el ábside y de otras figuras en la fachada, de un altar de estilo neorrománico tallado en mármol “Tranco”, decorándose la mesa en su base con un
apostolado y la figura del Salvador en bronce y dentro de sus respectivos
arcos201.
En años posteriores y sobre todo a partir de la década de los 60, los encargos de escultura religiosa con destino a Asturias fueron poco a poco disminuyendo, conforme se fueron imponiendo los nuevos criterios acerca de
la ornamentación de las iglesias surgidos del Concilio Vaticano II. Con todo,
aún se pueden citar un considerable número de obras realizadas para diferentes iglesias de pueblos asturianos. Así, entre otros, en Arriondas el altar
con un Cristo en la Cruz y una Virgen de Covadonga; en Avilés y en Llanes sendos Cristos crucificados y un retablo de la Dolorosa en esa última
localidad; en la iglesia de La Felguera un Nazareno; en San Román (Infiesto) tres imágenes, respectivamente del Sagrado Corazón, la Inmaculada y
San José; las esculturas monumentales en piedra de cuatro santos de la
orden para el convento del Carmelo de Oviedo, etc.
También se ha de recordar el paso de la Última Cena que en 1963
hizo para la Semana Santa de Lugo, una Virgen de Fátima para la iglesia
de los jesuitas de Santander y los dos Cristos de madera policromada que
talló para el decorado de la película Dulcinea (1962), escrita y dirigida por
Vicente Escrivá.
Por último y para su ciudad natal, además del paso ya citado del Calvario y de las restauraciones de algunas tallas de su Semana Santa, hizo
también algunas otras imágenes. Así para la cofradía de Nuestro Padre Jesús
de las Victorias realizó en 1957-1958 la imagen titular, un nazareno que
201 L. “Sotrondio. La nueva iglesia ya tiene colocado el atar mayor”, La Nueva España, Oviedo, 17IV-1956.
–160–
se conserva en la iglesia parroquial del Salvador. Finalmente, en los primeros meses de 1966 terminaba en su estudio madrileño un Cristo Crucificado realizado por encargo del bejarano residente en Puerto Rico, Ángel
Rodríguez Olleros y destinado a la capilla, entonces en construcción, de
la Casa de la Caridad, en donde se conserva202.
202 J. de F., “Noticiario bejarano”, El Adelanto, 23-I-1966; A. GIL, “Cristo de Macías”, La Gaceta Regional, 13-III-1966 y 20-III-1966.
–161–
EXPOSICIONES
EXPOSICIONES
INDIVIDUALES:
– Exposición de escultura de Francisco González Macías. Casa Charra de
Madrid, enero de 1933.
– Exposición de escultura de González Macías. Círculo de Bellas Artes.
Madrid, noviembre de 1933.
– Exposición de escultura de González Macías. Sociedad de Amigos del
Arte. Palacio de la Biblioteca Nacional. Madrid, del 19 de enero al 17
de febrero de 1935.
– Exposición. Sala Grifé Escoda. Madrid, 1966.
– Exposición de escultura de Francisco González Macías. Pinacoteca Municipal (Antiguo Instituto de Jovellanos). Gijón, del 30 de marzo al 10
de abril de 1968.
– Exposición de escultura de González Macías. Sala del Antiguo Instituto
de Jovellanos, del 28 de julio al 12 de agosto de 1973.
– Exposición de escultura. González Macías. Caja de Ahorros y Monte
de Piedad de Salamanca. Sala de exposiciones de la Sucursal de Béjar,
del 8 al 13 de abril de 1976.
– Exposición González Macías. Esculturas y dibujos. Galería Varrón. Salamanca, del 8 de octubre al 5 de noviembre de 1984.
– Exposición monográfica. Escultor Francisco González Macías, 1901-1982.
Organizada por el Ayuntamiento de Béjar. Museo Mateo Hernández.
Béjar, mayo de 1986.
–163–
EXPOSICIONES
–
–
–
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–
–
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–
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–
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COLECTIVAS:
Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1930.
Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1932.
Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1934.
XV Salón de Otoño. Madrid, 1935.
L’Art Espagnol Contemporaine. Musée des Écoles Étrangeres Contemporain. Jeu de Paume de Tuileries. París, del 12 de febrero a marzo de 1936.
Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1936.
Salón de Artistas Independientes. París, 1936.
Le Salon des Artistes Méridionaux. Toulouse, 1936.
Une semaine d’art espagnol à Paris. Club de France. París, 1938.
Exposición de Artistas Salmantinos. Casa Charra. Madrid, del 2 al 8 de
marzo de 1941.
Exposición de Artistas Salmantinos. Casa Charra. Ayuntamiento de Salamanca, del 13 al 20 de abril de 1941.
Exposición Nacional de Bellas Artes. Palacio de la Ciudadela. Barcelona, 1942.
Exposición de Arte. Pintura y Escultura. Casino de Salamanca, septiembre de 1942.
Exposición Galerías de Arte. Barcelona, octubre de 1942.
IV Exposición Provincial de Arte del Productor. Obra Sindical Educación y Descanso. Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy. Salamanca, del 18 al 25 de julio de 1944.
I Exposición Española de Pintura y Escultura. Otoño de 1944. Casino
de Salamanca, 1944.
Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1945.
Exposición de Artistas Salmantinos. Casa de Velázquez. Galería Pereantón, del 5 al 15 de junio de 1946.
–164–
– Exposición Primer Concurso Provincial de Arte. Pintura, escultura y fotografía. Organizada por el Ayuntamiento de Béjar. Escuela de Peritos
Industriales. Béjar, del 27 al 30 de septiembre de 1949.
– Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1950.
– Exposición de artistas locales. Pintura y escultura. Casino de Salamanca,
del 18 al 23 de diciembre de 1950.
– I Exposición Bienal Hispanoamericana de Arte. Madrid, octubre de 1951.
– II Exposición de Artistas locales. Casino de Salamanca, del 12 al 22 de
diciembre de 1951.
– Exposición de Pintura, Escultura y Arte Charro de la Escuela de Artes
y Oficios Artísticos patrocinada por la Excma. Diputación Provincial.
Salamanca. Palacio de la Salina, del 11 al 18 de septiembre de 1952.
– XXV Salón de Otoño. Madrid, 1952.
– Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1957.
– XXIX Salón de Otoño. Madrid, 1957.
– I Certamen Nacional de Artes Plásticas. Fase Provincial. Delegación de
Organizaciones del Movimiento. Salamanca, 1962.
– I Exposición de Artistas Salamantinos Contemporáneos. Museo de Bellas
Artes de Salamanca, junio de 1975.
– Exposición Diez Escultores Salmantinos. Galería Winker. Salamanca,
enero de 1977.
– Gran Premio de Escultura 1976 del Círculo de Bellas Artes. Sala Goya.
Madrid, febrero-marzo, 1977.
– Exposición de Artistas salmantinos pro-homenaje al escultor Núñez Solé.
Bajo el patrocinio del Museo de Bellas Artes de Salamanca. Casino de
Salamanca, marzo-abril, 1977.
– Exposición homenaje a Mateo Hernández. Galería Artis. Salamanca, enero de 1980.
–165–
– Exposición Escultores salmantinos en homenaje a Mateo Hernández.
Ayuntamiento de Salamanca. Casa Lis. Salamanca, septiembre de 1984.
– Exposición Escultura española, 1900-1936. Ministerio de Cultura. Dirección General de Bellas Artes y Archivos. Palacio de Velázquez. Palacio
de Cristal. Parque del Retiro. Madrid, del 23 de mayo al 22 de julio de
1985.
– Exposición “Rememoración”. Artistas fallecidos que pasaron por la Galería (locales y nacionales). Galería Artis. Salamanca, del 14 al 30 de mayo
de 1992.
– Exposición “Selección de escultores que pasaron por la Galería”. Galería Artis. Salamanca, del 19 de noviembre al 4 de diciembre de 1992.
–166–
RELACIÓN POR ORDEN CRONOLÓGICO
DE SUS PRINCIPALES OBRAS ESCULTÓRICAS
1
Cristo
1926
Madera de peral
Primera obra
2
Busto del rey Alfonso XIII
1927
Yeso
3
Retrato del padre del artista
Emilio González
1927
Madera de nogal
4
Busto del hermano del escultor
1927
Yeso
5
Busto de Tomás Marco Escribano
1930
6
Busto de Pedro G. Andrada
1930
Madera de caoba
7
Britania
1930
Madera
8
Busto del caricaturista Gori
1930
Yeso
9
Retrato de Antonio Simón Cuevas y
su esposa
1930
10
Antílope
1930
11
Cabeza del Marqués de Quintanar
1930
Madera
12
Busto de Pedro Miñana
1932
–167–
13
Proyecto de mausoleo
1932
Madera
14
Lechuza
1932
Piedra negra
38,2 x 28 x 32 cm
15
La niña y el perro
1932
16
Busto de Domingo Barnés
1932 (fig. 5)
Piedra negra
Museo Mateo Hernández. Béjar
17
Desnudo de niña
1932
Yeso
18
Desnudo (Mujer recostada)
1932
19
Maqueta de monumento
1932
20
¿Maternidad?
1932
21
Cabeza de mujer
1932
22
Cabeza de Apóstol
1932
Piedra
23
Hombre con barba
1932
24
Busto de Valeriano Herrera
1932
25
Busto de Domingo Martínez
1933
Piedra
26
El pintor Pedro Mozos
1933
27
Pequeña madre
1933 (fig. 25)
Piedra negra
63 x 63 x 36 cm
Museo de Málaga
28
Jineta
1933
Piedra negra
–168–
29
Lechuza
1933 (fig. 14)
Piedra negra
36
Busto de Gil Fillol
1935
Piedra
30
Hermanos
1933
Yeso
37
Fácil ejercicio
1935
Yeso
31
Niña dormida
1933
Barro cocido
38
Busto de Honorio Riesgo
1935
32
Niña dibujando
1933 (fig. 24)
33
Mausoleo de Barrero
1933-1934 (figs. 15-17)
Piedra negra
Cementerio de La Almudena. Madrid
34
Interpretación escultórica
de un dibujo infantil
1934
Madera
35
Busto de Julio Angulo
1935
Piedra
39
Fraternidad
1936. París (fig. 26)
Madera
63 x 33 x 35 cm
Colección Caja Duero
Salamanca
40
Niña en el carrousel
1936. París
Tierra cocida
41
Travesura
1936. París (fig. 27)
Yeso
42
Baño de sol
1936. París (fig. 32)
Madera
19 x 54 cm
–169–
43
Maternidad
1936. París
Barro cocido
Adquirida por el Estado Francés para el
Museo Jeu de Paume des Tuileries. París
44
Niña en la arena
1936. París
Madera
Adquirida por el profesor Maigin para el
Instituto del Cáncer.
Lovaina (Bélgica)
45
Cabeza de Pío Baroja
1936. París (fig. 6)
Bronce
47 x 28 x 27 cm
Museo de Béjar.
Otro ejemplar en Colección Miguel Ferrer.
Salamanca
48
Muchacho de Toulouse
1938. París
49
Cristo
1940. Béjar
Madera
50
Virgen
1940. Béjar
Madera
51
Busto del teniente
Mario Muñoz Díaz
1940. Béjar
52
Huérfanos
1941
Madera. Talla directa
46
Mujer de Montparnasse
1937. París
Madera
53
Gaiteros
1941
Madera
47
Mujer en la fuente
1938. París
Madera
Colección Lucien Picard. París
54
Maternidad
1941
Madera
50 x 12 x 10 cm
Colección Caja Duero.
Salamanca
–170–
55
Retrato de Francisco Enrique
y G. Olivares
1941 (fig. 8)
Piedra
62
Busto de Julián Coca
1942
Madera
63
Paso del Santo Entierro
1942-1943 (figs. 37 y 38)
Madera
Cofradía de Jesús Nazareno
Iglesia de San Julián. Salamanca
56
Busto de María Teresa Jiménez
1941
57
Pichón
1941
Madera. Talla directa
58
Loro
1941
Madera. Talla directa
64
Cristo de la Misericordia
y de los Mártires
1943 (fig. 36)
Madera de chopo
Hermandad de la Santa Misericordia
Parroquia Mayor de San Pedro. Gijón
59
Maqueta del Paso de la Entrada de
Jesús en Jerusalén
1942
Madera de nogal
65
Virgen de la Paz
1943
Madera
Vidiago (Asturias)
60
Juani
1942 (fig. 29)
Yeso
66
Busto de Juana de Angoso
1944
Madera de nogal
61
Pastor de mi pueblo
(o Pastor charro)
1942 (fig. 7)
Barro cocido
Museo de Zamora
67
Interpretación escultórica
de un dibujo infantil
1944
Madera.
–171–
68
Gallo Leghorn
1944
Madera
74
La gitana
1944
Diputación Provincial. Salamanca
69
Busto del doctor Andrés García
Tejado
1944 (fig. 13)
Piedra
Hospital Provincial. Salamanca
75
Retrato de Fernando Íscar
1944 (fig. 12)
76
Gacela
1945
70
Busto de Fray Diego de Deza
1944 (fig. 20)
Bronce
50 x 60 x 42 cm
Plaza de Fray Diego de Deza. Zamora
77
Grulla
1945
78
Retrato de Jesús Rodríguez López
1945
Madera
71
Cristo del Amparo
1944
Madera
Iglesia parroquial de Nueva (Asturias)
79
Retrato de May Paz Sierra
1945
72
Cristo yacente
1944 (figs. 39 y 40)
Madera
Iglesia parroquial de Ribadesella
(Asturias)
80
Cristo
1945-1946
Madera. Talla directa
Iglesia parroquial de Cuenya (Asturias)
73
Nuestra Señora de la Esperanza
1944
Madera
Iglesia de San Esteban (PP. Dominicos).
Salamanca.
81
Florina escucha un cuento
1946 (fig. 28)
Madera
Béjar. Colección Gómez Rodulfo
–172–
82
Retablo e imagen de San Andrés
1946
Madera
Iglesia parroquial de Cuenya (Asturias)
83
Retablo mayor y púlpito
1946-1947
Madera
Iglesia parroquial de Nava (Asturias)
84
Jesús atado a la columna
1946-1947
Madera
Iglesia parroquial de Candelario
85
Calvario
1946-1948
Madera
Cofradía de la Vera-Cruz
Iglesia de San Juan. Béjar
86
Clavileño
1946
87
Inmaculada
1947
Madera
Basílica de Santa Teresa
Alba de Tormes (Salamanca)
88
Retablo y Cristo
1947
Madera
Iglesia parroquial. Arriondas
(Asturias)
89
Busto de Cervantes
1947 (fig. 18)
Piedra
Parque de la Corredera. Béjar
90
Paso de Jesús ante Pilatos
1948
Madera
Cofradía del Santísimo Cristo de la
Agonía. Convento de los PP. Capuchinos. Salamanca
91
Busto de Maurice Legendre
1948 (fig. 10)
Piedra
La Alberca (Salamanca)
92
Monumento a Tomás Bretón
1948 (fig. 19)
Piedra
Parque del Puente Ladrillo. Salamanca.
En 1982 se dispuso en la plaza de Bretón
un vaciado en bronce del mismo
–173–
93
Recelo
1950
Piedra negra pulimentada
100
Niña jugando
1951
101
Tontón
1951
94
Capricho infantil
1950
Piedra
102
Busto del pintor Andrés Abraido
del Rey
1951 (fig. 11)
Bronce
Colección del pintor. Salamanca
95
Busto de Gregorio Mirat
1950 (fig. 9)
Bronce
96
Busto de Juan Mirat
1950
Bronce
105
Paso del Descendimiento
1952 (fig. 41)
Cofradía del Descendimiento.
Iglesia parroquial de San Miguel.
Medina del Campo
(Valladolid)
97
Alegoría del Ahorro
1950 (fig. 21)
Piedra
Fachada del edificio de Caja Duero.
Sucursal de Béjar
98
Busto de José María Gabriel y Galán
1951
Bronce
Frades de la Sierra (Salamanca)
99
La niña del puchero
1951 (fig. 31)
Piedra
37 x 38 x 20 cm
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
104
Retrato de José Prados López
1953
Piedra de Escobedo
105
Altar mayor y decoración
1954
Mármol y bronce
Iglesia parroquial de Sotrondio
(Asturias).
–174–
106
Busto de Eloy Antuña
1954
Col. privada. La Felguera (Asturias)
113-116
Conjunto de cuatro estatuas
de Santa Teresa, San Juan de
la Cruz, Santa Teresita
y San Elías
1957-1959
Piedra
Convento del Carmelo. Oviedo
107
Busto de la esposa de Eloy Antuña
1954
Col. privada. La Felguera (Asturias)
117
Busto de Benito Jiménez
1959
108
Retrato del Señor Vallina
1954.
Col. privada. La Felguera (Asturias)
118
Mausoleo de Benito Jiménez
1959
Mármol blanco
Cementerio. Madrid
109
Paso de Jesús Nazareno
1956
Madera
La Felguera (Asturias)
119
Busto del maestro Gregorio Laso
de la Vega
1961
Bronce
Fuente del Parque Infantil. Béjar
110
Promenade
1957
Yeso
120
Primavera
1962
Madera
111
Maternidad
1957
Yeso
112
Jesús de las Victorias
1957-1958
Madera
Cofradía de Nuestro Padre Jesús de las
Victorias y María Santísima de la Anunciación. Iglesia parroquial del Salvador.
Béjar
121
Diapasón
1962
Madera
122
Día de Reyes
1962 (fig. 30)
Madera
–175–
123
Paso de la Última Cena
1963
Madera
Lugo
129
Busto de José María Jaureguizar
1968
Yeso
Col. privada. Gijón
124
Cristo crucificado
1966
Madera
Capilla de la Residencia El Buen Pastor.
Béjar
130
El Gaitero Mayor de Asturias
1969
Madera
Museo de la Gaita. Gijón
125
Paso de la Dolorosa
1967
Madera
Béjar
126
Niña dibujando en la arena
1968
Piedra
Parque de Isabel, la Católica. Gijón
127
Travesuras
1968
Piedra
Parque de Isabel, la Católica. Gijón
128
Juani
1968
Piedra
Parque de Isabel, la Católica. Gijón
131
Estatua sedente de Jovellanos
1970
Madera
70 cm
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
132-147
Conjunto de dieciséis bustos de
asturianos ilustres:
Fernando Valdés Salas
Beato Melchor García
General Elorza
Conde de Campomanes
Jovellanos
Campoamor
Marqués de Santa Cruz
Ceán Bermúdez
Alejandro María Aguado (marqués de
las Marismas del Guadalquivir)
Luis Adaro y Magro
Doctor Severo Ochoa
Álvaro Flórez Estrada
José Canga-Argüelles (conde de Canga Argüelles)
–176–
153
Busto de Severino Cantelli
1973
Bronce
Gijón
Alejandro Mon y Menéndez
Pedro Duro Romualdo
Alvargonzález Lanquine
1970-1971
Bronce
Pabellón de la Feria de Muestras. Gijón
148
Busto del doctor Severo Ochoa
1970-1971 (fig. 23)
Bronce
Avda. de Severo Ochoa (Pumarín). Gijón
149
Busto del médico Carlos Prieto
Álvarez-Buylla
1971
Bronce
Parque del Lauredal. Gijón
150
Busto de Dionisio Cifuentes Suárez
1972
Bronce
Plaza de Villamanín, Somió, Gijón
151
Monumento a Carlos I
1973
Bronce
Villaviciosa (Asturias)
152
Busto del pintor Manuel Marola
1973 (fig. 4)
Bronce
50 x 21 x 23 cm.
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
154
Busto de Jesús Revuelta
1973
Gijón
155
Busto de Acisclo Fernández Vallín
1973 (fig. 22)
Bronce
Parque de Isabel, la Católica. Gijón
156
Busto de Calixto Rato
1974
Bronce
Parque del Cerillero. Gijón
157
Busto del obispo Santos Moro Briz
1975
Bronce
Santibáñez de Béjar (Salamanca)
158
Maqueta del Monumento al marino
1975
Yeso
Proyectado para ser realizado en bronce
y piedra y ser erigido en los Jardines de
“El Náutico” de Gijón
–177–
159
Día de Reyes
1975
Madera
37 x 12 x 8 cm
162
Monumento a los padres
1976
Bronce. Placa en relieve
Santibáñez de Béjar (Salamanca)
160
Busto del periodista Arturo Arias
1976
Bronce
Plaza Arturo Arias, Cimadevilla. Gijón
163
La nana
1977
Madera
161
Busto de Franco
1976
Bronce
San Vicente de Alcántara (Badajoz)
164
Cabeza del doctor Thebussem
1981
Bronce
Museo Postal y de Telecomunicaciones.
Madrid
–178–
LISTA DE OBRAS DEL ESCULTOR
PERTENECIENTES AL EXMO. AYUNTAMIENTO
DE BÉJAR Y CONSERVADAS EN EL MUSEO
“MATEO HERNÁNDEZ”
1.
Busto de Domingo Barnés (piedra
negra)
2 Paseo desnudo (escayola)
3. El reposo (bronce)
4. Fraternidad (escayola)
5. Niña dormida (escayola)
6. Busto de Pío Baroja (bronce)
7. Baño de sol (madera, obra
inacabada)
8. Violinista (madera, obra inacabada)
9. Día de Reyes (madera, obra
inacabada)
10. Meditación (madera)
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17.
18.
19.
Niña del puchero (madera)
Juani (escayola)
Desnudo de mujer (madera)
Niños (escayola)
Niños (escayola)
Retratos (escayola)
Chica del botijo (escayola)
Fernando Valdés Salas (escayola)
Florina escucha un cuento
(escayola)
20. Pequeña madre (escayola)
21. La nana (madera)
22. Diapasón (madera)
–179–
BIBLIOGRAFÍA
LIBROS
Y CATÁLOGOS
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–181–
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Exposición Nacional de Bellas Artes. Catálogo oficial, Madrid, 1932.
Exposición de esculturas de Francisco González Macías, Casa Charra de Madrid, enero de 1933.
Exposición de esculturas de González Macías, Círculo de Bellas Artes, Madrid, noviembre de 1933.
Exposición Nacional de Bellas Artes. Catálogo oficial, Madrid, 1934.
Exposición de escultura de González Macías, Sociedad de Amigos del Arte. Palacio de
la Biblioteca Nacional, Madrid, del 19 de enero al 17 de febrero de 1935.
XV Salón de Otoño, Madrid, octubre-noviembre de 1935.
L’Art Espagnol Contemporaine. Musée des Écoles Ètrangeres Contemporain. Jeu de Paume des Tuileries, París, del 12 de febrero a marzo de 1936.
Exposición Nacional de Bellas Artes. Catálogo oficial, Madrid, 1936.
Salon de Artistes Independents, París, 1936.
Le Salon de Artistes Méridionaux, Toulose, 1936.
Une semaine d’art espagnol á Paris, Club de France, Paris, julio de 1938.
Exposición de Artistas Salmantinos, Casa Charra, Madrid, del 2 al 8 de marzo de 1941.
Exposición de Artistas Salmantinos, organizada por la Casa Charra de Madrid, con el patrocinio de la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Salamanca, Ayuntamiento de
Salamanca, del 13 al 20 de abril de 1941.
Exposición de Arte. Pintura y Escultura, Casino de Salamanca, septiembre de 1942.
IV Exposición Provincial de Arte del Productor, Obra Sindical Educación y Descanso,
Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy, Salamanca, del 18 al 25 de julio de
1944.
I Exposición Española de Pintura y Escultura. Otoño de 1944, Casino de Salamanca,
1944.
Exposición Nacional de Bellas Artes. Catálogo oficial, Madrid, 1945.
Exposición de Artistas Salmantinos, Casa de Velázquez, Galería Pereantón, Madrid, del
5 al 15 de junio de 1946.
Primer Concurso Provincial de Arte. Pintura, escultura y fotografía. Exposición Artística, patrocinada por el Ayuntamiento de Béjar, Escuela de Peritos Industriales de
Béjar, del 27 al 30 de septiembre de 1949.
Exposición Nacional de Bellas Artes. Catálogo oficial, Madrid, 1950.
–182–
Exposición de artistas locales. Pintura y escultura, Casino de Salamanca, del 18 al 23
de diciembre de 1950.
1ª Bienal Hispanoamericana de Arte. Catálogo, Palacio de Cristal del Retiro, Madrid,
octubre de 1951.
II Exposición de Artistas locales, Casino de Salamanca, del 12 al 22 de diciembre de 1951.
Exposición de Pintura, Escultura y Arte Charro de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos, patrocinada por la Excma. Diputación Provincial, Salamanca, Palacio de la Salina, del 11 al 18 de septiembre de 1952.
XXV Salón de Otoño, Madrid, octubre-noviembre de 1952.
Exposición Nacional de Bellas Artes. Catálogo oficial, Madrid, 1957.
XXIX Salón de Otoño, Madrid, octubre-noviembre de 1957
I Certamen Nacional de Artes plásticas. Fase Provincial. Catálogo, Delegación de Organizaciones del Movimiento, Salamanca, 1962.
Exposición de esculturas de Francisco González Macías. Catálogo, Pinacoteca Municipal (Antiguo Instituto), Gijón, del 30 de marzo al 10 de abril de 1968.
Exposición de escultura Macías. Sala del Antiguo Instituto de Jovellanos, Gijón, del 28
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Exposición de escultura. González Macías. Catálogo, Obra Cultural de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca. Sala de Exposiciones de la Sucursal de Béjar,
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Gran Premio de Escultura 1976 del Círculo de Bellas Artes, Sala Goya, Círculo de Bellas
Artes, Madrid, febrero-marzo de 1977.
Exposición de Artistas salmantinos pro-homenaje al escultor Núñez Solé, con el patrocinio del Museo de Bellas Artes de Salamanca, Casino de Salamanca, marzo-abril de
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–202–
ILUSTRACIONES
FIG. 1. González Macías durante su estancia en Francia (1936).
–205–
FIG. 2. Cena homenaje a González Macías el 28 de julio de 1934 en el restaurante
Biarritz, con motivo de la concesión de la Tercera Medalla en la Exposición Nacional
de Bellas Artes de ese año (Foto Nuño. Madrid).
FIG. 3. González Macías trabajando en el taller del Patio de las Escuelas Menores,
en Salamanca.
–206–
FIG. 4. El escultor junto a la cabeza del pintor Marola (Foto Encinas).
–207–
FIG. 5. Busto de Domingo Barnés. 1932. Museo Mateo Hernández. Béjar.
–208–
FIG. 6. Cabeza de Pío Baroja. París, 1936. Museo Mateo Hernández. Béjar.
–209–
FIG. 7. Pastor de mi pueblo (o Pastor charro). 1942.
Museo de Zamora. Junta de Castilla y León.
–210–
FIG. 8. Cabeza de Francisco Enríquez y González Olivares. 1941.
–211–
FIG. 9. Busto de Gregorio Mirat. 1950.
–212–
FIG. 10. Busto del hispanista Maurice Legendre. 1948. La Alberca (Salamanca).
–213–
FIG. 11. Cabeza del pintor Andrés Abraido del Rey. 1951.
Salamanca. Colección particular.
–214–
FIG. 12. Cabeza de Fernando Íscar Peyra. 1944.
–215–
FIG. 13. Busto del doctor Andrés García Tejado. 1944.
Residencia Asistida Provincial (Diputación de Salamanca).
–216–
FIG. 14. Lechuza. Piedra.
–217–
FIG. 15. Mausoleo de Barrero. 1933-1934. Cementerio de La Almudena. Madrid.
–218–
FIGS. 16 Y 17. Mausoleo de Barrero. Detalles.
–219–
FIG. 18. Monumento a Cervantes. 1947. Béjar.
–220–
FIG. 19. Monumento a Tomás Bretón. Busto. 1948. Piedra. Salamanca.
–221–
FIG. 20. Monumento a Fray Diego de Deza. Zamora. Detalle.
–222–
FIG. 21. Alegoría del Ahorro. 1950. Detalle.
Fachada de la sucursal de Caja Duero. Béjar.
–223–
FIG. 22. Monumento a Acisclo Fernández Vallín. Busto. 1973.
Parque de Isabel la Católica. Gijón.
FIG. 23. Monumento al doctor Severo Ochoa. Busto. 1970-1971. Gijón.
–224–
FIG. 24. Niña dibujando. 1933.
FIG. 25. Pequeña madre. 1933. Yeso.
–225–
FIG. 26. Fraternidad. París. 1936. Colección de Caja Duero. Salamanca.
–226–
FIG. 27. Travesura. París. 1936.
–227–
FIG. 28. Florina escucha un cuento. 1946. Colección particular. Béjar.
–228–
FIG. 29. Juani. 1942. Museo Mateo Hernández. Béjar.
–229–
FIG. 30. Día de Reyes. 1962. Museo Mateo Hernández. Béjar.
FIG. 31. La niña del puchero. 1951. Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón.
–230–
FIG. 32. Baño de sol. París. 1936. Escayola. Museo Mateo Hernández. Béjar.
FIG. 33. Baño de sol. Madera (segunda versión).
–231–
FIG. 34. Maternidad. Capricho.
FIG. 35. Maternidad. Madera negra.
–232–
FIG. 36. Cristo de la Misericordia y de los Mártires. 1943. Iglesia de San Pedro. Gijón.
–233–
FIG. 37. Paso del Santo Entierro. 1942-1943. Iglesia de San Julián. Salamanca.
FIG. 38. Nicodemo, del paso del Santo Entierro. Iglesia de San Julián. Salamanca.
–234–
FIG. 39. Cristo yacente. 1944. Iglesia de Ribadesella (Asturias).
FIG. 40. Cristo yacente. Detalle. Iglesia de Ribadesella (Asturias).
–235–
FIG. 41. Paso de El Descendimiento. 1952. Iglesia de San Miguel.
Medina del Campo (Valladolid).
–236–
ÍNDICE
PALABRAS LIMINARES................................................................................................
7
PRESENTACIÓN..........................................................................................................
9
INTRODUCCIÓN ........................................................................................................
11
COMIENZOS ARTÍSTICOS.........................................................................................
15
AFIANZAMIENTO ARTÍSTICO EN MADRID. SU ESTANCIA EN PARÍS...................
27
ASENTAMIENTO EN SALAMANCA Y DEDICACIÓN A LA IMAGINERÍA.................
49
AÑOS DE INTENSA ACTIVIDAD EN SALAMANCA. EL DURO BATALLAR
DE UN ESCULTOR DE OFICIO .................................................................................
61
REGRESO Y ESTABLECIMIENTO EN MADRID ........................................................
77
LA FRUCTÍFERA ETAPA GIJONESA. LOS ÚLTIMOS AÑOS DE SU VIDA................
87
CRONOLOGÍA.............................................................................................................
97
SU PERSONALIDAD COMO HOMBRE Y ARTISTA...................................................
103
EVOLUCIÓN ARTÍSTICA Y PLANTEAMIENTO ESTÉTICO ......................................
109
EL ESTUDIO DE SU OBRA A TRAVÉS DE SUS PRINCIPALES TEMAS....................
EL RETRATO ...................................................................................................
MAUSOLEOS Y MONUMENTOS...........................................................................
FIGURAS DE ANIMALES.....................................................................................
TEMAS INFANTILES Y FIGURAS FEMENINAS..........................................................
IMAGINERÍA RELIGIOSA ....................................................................................
121
121
127
135
137
144
–237–
EXPOSICIONES...........................................................................................................
EXPOSICIONES INDIVIDUALES ...........................................................................
EXPOSICIONES COLECTIVAS ..............................................................................
163
163
164
RELACIÓN POR ORDEN CRONOLÓGICO
DE SUS PRINCIPALES OBRAS ESCULTÓRICAS........................................................
167
LISTA DE OBRAS DEL ESCULTOR PERTENECIENTES
AL EXMO. AYUNTAMIENTO DE BÉJAR
Y CONSERVADAS EN EL MUSEO “MATEO HERNÁNDEZ” .....................................
179
BIBLIOGRAFÍA............................................................................................................
LIBROS Y CATÁLOGOS......................................................................................
HEMEROGRAFÍA ..............................................................................................
181
181
184
ILUSTRACIONES.........................................................................................................
203
ÍNDICE ........................................................................................................................
237
ÚLTIMAS PUBLICACIONES CEB ...............................................................................
239
–238–
ÚLTIMAS PUBLICACIONES CEB
Serie
I:
D ISCURSOS DE I NGRESO
– GIL RODRÍGUEZ, ÁNGEL: Aproximación a los Orígenes y Desarrollo de los
Deportes Alpinos en Béjar. Contestado por José María Hernández Díaz.
Serie II:
– AA.VV.: Revista de Estudios Bejaranos, número 5.
Serie III:
P REMIOS C IUDAD DE B ÉJAR
– LÓPEZ ÁLVAREZ, ALEJANDRO: Ideología, control social y conflicto en el
Antiguo Régimen: El derecho de patronato de la Casa ducal sobre la
procesión del Corpus Christi de Béjar, 1994.
–239–
CENTRO DE ESTUDIOS BEJARANOS • 3
En la actualidad prácticamente olvidado,
Francisco González Macías alcanzó cierta notoriedad en el panorama artístico español de
la primera mitad de la pasada centuria por su
interesante producción de admirable síntesis
formal y limpieza de volúmenes. Si bien siempre se consideró a sí mismo un escultor autodidacta, las enseñanzas recibidas primeramente
en Madrid y después en París, forjaron su personalidad y guiaron sus pasos por el camino
del realismo renovador y la nueva escultura.
ISBN 978-84-7797-326-3
9 788477 973263
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