FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES SEDE ACADÉMICA DE MÉXICO Maestría en Derechos Humanos y Democracia VI (sexta) promoción 2012-2014 La improcedencia del juicio de amparo en materia civil conforme al derecho fundamental de acceso a la justicia Tesis que para obtener el grado de Maestra en Derechos Humanos y Democracia Presenta: Elvia Laura García Badillo Director de tesis: Mtra. Emma Consuelo Maza Calviño México D.F., 3 de noviembre de 2014. Con agradecimiento al Consejo de la Judicatura Federal por la beca otorgada para la realización de este postgrado Resumen Este trabajo es un análisis jurídico de la improcedencia del juicio de amparo. Desde la dogmática jurídica se determina el contenido y alcance de la figura de la improcedencia en general; se identifican los estándares del derecho de acceso a la justicia y se revela el vacío que existe de una interpretación conforme a la efectividad del recurso de protección en cuanto a la obtención de una determinación de fondo sobre las violaciones a derechos humanos. Se explica que la figura de la improcedencia, por sí misma, no es violatoria de ese componente del derecho de acceso a la justicia; y utilizando las causas de improcedencia que aplican en materia civil, se ejemplifica cómo pudiera examinarse una concreta causal de improcedencia para determinar su conformidad con el derecho de acceso a la justicia a través del principio de proporcionalidad y los estándares internacionales de derechos humanos. Palabras clave: Improcedencia, juicio de amparo, acceso a la justicia, principio de proporcionalidad, efectividad del recurso de protección. Abstract This work is a legal analysis of the inadmissibility of the amparo. Since the legal dogmatic determines the content and scope of the figure of the inadmissibility in general; identify the standards of the right to access to justice and is revealed the vacuum that exists an interpretation according to the effectiveness of the remedy of protection in terms of obtaining a determination of background about violations of human rights. Explains that the figure of the unfairness, by itself, is not violation of that component of the right to access to justice; and using the causes of inadmissibility that apply in civil matters, it exemplifies how could examine a concrete causal of unfairness to determine conformity with the right of access to justice through international human rights standards and the principle of proportionality. Key Words: Inadmissibility, trial of amparo, access to justice, principle of proportionality, effectiveness of the remedy of protection. ii A Alejandro, por su implacable determinación en impulsarme a tomar nuevos retos; Adriana y Andrea, por la comprensión y paciencia que me brindaron durante el estudio de la maestría y en especial en la realización de este trabajo; por el aliento que aportaron en todo momento; y a TODA mi familia, porque sin su incondicional apoyo no tendría ningún tipo de logros. iii Con profundo agradecimiento al Consejo de la Judicatura Federal, quien a través de la Comisión General de Derechos Humanos, Equidad de Género y Asuntos Internacionales, en su preocupación por la profesionalización de quienes integramos el Poder Judicial de la Federación, me permitió cursar el posgrado que concluye con este trabajo. Y a los tutores de FLACSO México, y a sus excelentes coordinadoras, por sus valiosas contribuciones en el aprendizaje obtenido para la realización de este trabajo. iv ÍNDICE GENERAL INTRODUCCIÓN.…………………………………………………................. 1 CAPÍTULO I MARCO TEÓRICO CONCEPTUAL Y NORMATIVO DE LA IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO…………………… 5 1. La improcedencia del juicio de amparo y su relación con el derecho fundamental de acceso a la justicia………………………… 5 2. Contenido teórico de la improcedencia del juicio de amparo……………… 8 2.1. El juicio y la acción constitucional de amparo…………………………… 9 2.2. Presupuestos procesales y condiciones de la acción……………………... 16 2.3. Los principios del juicio de amparo……………………………………… 19 2.4. La improcedencia y sus causales………………………………………….. 22 2.4.1. Principios de la improcedencia…………………………………………. 29 3. La figura de la improcedencia en el derecho positivo…………………….... 31 3.1. La legislación nacional………………………………………………….... 32 3.2. Los instrumentos internacionales……………………………………….... 33 4. Interpretación jurisprudencial de la improcedencia……………………...… 34 CAPÍTULO II LOS ESTÁNDARES DEL DERECHO DE ACCESO A LA JUSTICIA Y LA IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO……………………... 38 1. Estándares del derecho de acceso a la justicia……………………………… 38 1.1. Los estándares internacionales…………………………………………… 40 1.2. Los estándares nacionales………………………………………………… 48 1.2.1. El acceso a la justicia…………………………………………………… 49 1.2.2. El recurso efectivo de protección………………………………………. 55 2. La admisibilidad y procedencia del juicio de amparo……………………… 59 3. La improcedencia del juicio de amparo en materia civil…………………… 65 v CAPÍTULO III COMPATIBILIDAD DE LA IMPROCEDENCIA Y LA EFECTIVIDAD DEL AMPARO……………………………………… 70 1. El criterio de proporcionalidad como parámetro de compatibilidad……… 70 1.1. La finalidad legítima de la improcedencia..……………………………... 74 1.2. Idoneidad y necesidad en las causas de improcedencia………………… 75 1.2.1. La improcedencia relacionada con la existencia de un diverso juicio de amparo………………………………………… 77 1.2.2. La improcedencia relacionada con el cumplimiento de condiciones para la instauración del juicio…………………………. 78 1.2.3. La improcedencia relacionada con los efectos de la violación alegada…………………………………………………. 80 1.2.4. La improcedencia relacionada con la vía de amparo………………….. 83 1.3. La proporcionalidad en estricto sentido de las causas de improcedencia………………………………………... 85 1.3.1. La improcedencia relacionada con la existencia de un diverso juicio de amparo………………………………………... 88 1.3.2. La improcedencia relacionada con el cumplimiento de condiciones para la instauración del juicio…………………………. 92 2. Interpretación y aplicación de las causas de improcedencia………………. 93 2.1. Interpretación conforme………………………………………………… 93 2.2 Inclusión del contexto fáctico…………………………………………… 97 3. Otros aspectos para la compatibilidad....…………….…………………….. 102 CONCLUSIONES………………………………………………………...….. 106 BIBLIOGRAFÍA …………………………………………………………….. ANEXO UNO vi 112 INTRODUCCIÓN En materia de derechos humanos es factible cuestionar la conformidad de la improcedencia del juicio de amparo con el derecho fundamental de acceso a la justicia, en la medida en que se trata de un obstáculo que impide al gobernado la obtención de una resolución que decida sobre la violación a sus derechos humanos. En efecto, el juicio de amparo, como recurso de tutela judicial, participa y da contenido al derecho de acceso a la justicia, por lo que su efectividad implica, por un lado, que sea capaz de conducir a que se determine si ha habido o no una violación a los derechos humanos, y en caso de encontrar una violación, sea útil para restituir al interesado en el goce de su derecho y repararlo, porque de lo contrario resulta ilusorio (Corte IDH. Caso Castañeda…, párr. 100; Corte IDH. Caso Reverón…, párr. 61; Corte IDH. OC-9/87, párr. 24), y por otro, que se remuevan todos aquéllos obstáculos que impidan, dificulten o hagan nugatorio el que los órganos jurisdiccionales determinen sobre los derechos cuestionados (Parra y Saavedra, 2012; Ovalle, 2007; González, 1989; Tesis 1a. CLXXXVI/2006; Tesis 1a. XXVII/2010; Tesis 1a. LVI/2012 (10a.)). Pero la posibilidad para acceder a esa efectividad del amparo, como todo derecho fundamental, no es absoluto; dentro de la reglamentación del juicio se encuentra la figura de la improcedencia, que es una cuestión de estudio oficioso y preferente, y que al actualizarse tiene como consecuencia, dependiendo del estadio procesal, el desechamiento de la demanda o el sobreseimiento del juicio1. En cualquiera de los dos casos, se pone fin al juicio sin examinar las violaciones alegadas. Así, la improcedencia del juicio de amparo “se traduce en la imposibilidad de que… [la acción de amparo]… logre su objeto, es decir, la decisión del derecho sobre la cuestión de fondo o substancial que su ejercicio plantea” (Burgoa, 1994: 446). Por lo que es un obstáculo insalvable que impide se resuelva la constitucionalidad del acto reclamado (C.T. 121/2003-PS). 1 Este tipo de resoluciones alcanza en México más de la mitad del total de los juicios de amparo. La estadística nacional del 2010 indica que en el 52.47 % de los juicios de amparo indirecto se desechó la demanda o fueron sobreseídos, de los cuales, un 60% fueron confirmados en revisión; para el 2013 se mantiene una relativa constante, ya que de los juicios de amparo indirecto en materia civil, en un 56.17% se desechó la demanda o fueron sobreseídos, de los cuales fueron confirmados 65.71% en revisión (DGEJ, 2013). 1 Este impedimento legal para alcanzar una decisión sobre las violaciones de derechos humanos, se ha visto como un requisito formal y rígido, no fácil de cumplimentar por el propio agraviado, que resta efectividad al amparo (Sánchez, 2005; Serrano, 2007), lo cual afecta la percepción de los gobernados respecto del sistema de impartición de justicia en la protección de sus derechos humanos, y trasciende a la confianza en el Estado Constitucional de Derecho y en la sociedad democrática. Y es que las resoluciones judiciales dan cuenta de que, en general, y principalmente en materia civil, en la función jurisdiccional se sigue viendo la improcedencia del juicio de amparo bajo el criterio de interpretación normativa, que acepta su sola previsión en la ley como un límite válido al ejercicio del derecho de acceso a la justicia, sin cuestionar si tal restricción se encuentra justificada desde el enfoque de los derechos humanos. Lo anterior, no obstante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (en adelante Suprema Corte o Corte) ha fijado los parámetros para determinar la constitucionalidad de normas que limitan o regulan derechos fundamentales (Tesis P./J. 130/2007), y reconoció que debe existir un aspecto de razonable opinabilidad en el modo de entender la regla general de improcedencia2 (Tesis P./J. 12/2013 (10a.)); pues lo cierto es, que tratándose de la improcedencia, prevalece el limitado argumento a invocar la legitimación constitucional de sujetar el juicio de amparo a presupuestos y condiciones de admisibilidad. Esto último, inclusive, sustentado en que, tanto la Comisión como la propia Corte Interamericanas, han considerado que por razones de seguridad jurídica, para la correcta y funcional administración de justicia y la efectiva protección de los derechos de las personas, se pueden y deben establecer tales requisitos de manera que, aunque los recursos deben estar disponibles para el interesado y resolver efectiva y fundadamente el asunto planteado, no cabría considerar que siempre y en cualquier caso deban resolverse en el fondo (Corte IDH. OC-9/87, párr. 24; Comisión IDH. Caso 10.194, párrs. 55 a 58; Corte IDH. Caso Trabajadores…, párr. 126; Tesis 1a./J. 22/2014 (10a.); Tesis 1a./J. 10/2014 (10a.); Tesis XVII.1o.C.T.15 K (10a.)). 2 En virtud del nuevo paradigma del orden jurídico nacional surgido con la reforma en materia de derechos humanos a la Constitución, acorde con la cual, para dilucidar cualquier cuestión relacionada con el acceso al juicio de amparo, debe acudirse al principio pro persona, conforme al cual las instituciones procesales deben interpretarse de la forma más amplia y flexible posible para favorecer el derecho a la tutela judicial efectiva de los gobernados (Tesis P./J. 12/2013 (10a.)). 2 Ese argumento que considera lícito e inevitable imponer requisitos de admisibilidad y procedencia del juicio, por cuanto se limita a asumir lo establecido en la ley, es el que aquí se estima insuficiente para considerar que la improcedencia del juicio es compatible con la efectividad del amparo. Siendo entonces la cuestión, si las causales de improcedencia y su forma de aplicarlas en casos del orden civil3, preservan el carácter de recurso efectivo del juicio de amparo, conforme al derecho fundamental de acceso a la justicia. Lo anterior, porque la improcedencia del juicio de amparo, como figura jurídica que impide el estudio de fondo sobre violaciones a los derechos fundamentales no es, por sí misma, violatoria del derecho de acceso a la justicia, en tanto las condiciones de procedencia y presupuestos de admisibilidad del juicio constituyen formalidades del procedimiento que garantizan el orden público en un Estado de Derecho. Empero, como la Ley de Amparo4 prevé un catálogo de causas de improcedencia que abarca prácticamente todos los supuestos que impiden resolver de fondo el juicio; es que para determinar que la improcedencia del juicio de amparo es conforme al derecho de acceso a la justicia, ha de revisarse cada causa en lo particular mediante el criterio de proporcionalidad, así como cada caso concreto en función del contexto en que se produce la causal y la violación que se reclama. Por tanto, el propósito de este trabajo es, mediante un análisis jurídico, verificar que el principio de proporcionalidad y la inclusión del contexto fáctico conforme a los estándares internacionales, proveen los parámetros de estudio para efectuar una interpretación que permita la compatibilidad entre la improcedencia y la efectividad del juicio de amparo. 3 Este trabajo se enfoca a las causas de improcedencia en juicios de amparo en materia civil, pues aunque la improcedencia es una figura propia del amparo en general, la naturaleza de los actos y las violaciones que producen genera en cada materia una problemática distinta. 4 Aunque la Ley de Amparo vigente a partir del 3 de abril de 2013, responde a una óptica de derechos humanos, el tópico que aquí interesa resultó propiamente intocado, pues ninguna de las causas de improcedencia contenidas en la ley abrogada de 10 de enero de 1936, fue eliminada de la nueva ley; por el contrario, motivos de improcedencia de origen jurisprudencial, fueron añadidos al texto legal; particularmente en lo que atañe al amparo en materia civil no se dio un cambio sustancial. Por lo que no hay obstáculo para considerar aquí la interpretación jurisprudencial que se hizo respecto del texto anterior que sigue rigiendo en términos del artículo transitorio sexto de la Ley en vigor. 3 Para ello, en un primer capítulo se explica el punto de contacto de la improcedencia con el derecho de acceso a la justicia; para luego obtener desde la dogmática jurídica, el contenido y alcance de la figura de improcedencia, destacando los factores que han incidido en su interpretación, como lo es la naturaleza y principios que rigen al propio juicio de amparo, vinculados estrechamente con la improcedencia. En el segundo capítulo se identifican los estándares que rigen el derecho fundamental de acceso a la justicia; y se destaca cómo la improcedencia, como figura jurídica del amparo, participa de una finalidad constitucionalmente legítima. Asimismo se advierte cómo este objetivo por sí solo resulta ser un argumento insuficiente para justificar la improcedencia del amparo desde el enfoque de los derechos humanos. Por último, en el tercer capítulo, se hace una aproximación al examen de las causas de improcedencia que operan en materia civil desde el criterio de proporcionalidad y desde la inclusión del contexto fáctico en casos concretos, a fin de determinar su compatibilidad con los estándares de efectividad del amparo como recurso de protección. Desde luego este trabajo no agota el estudio de la improcedencia desde el enfoque de los derechos humanos; se trata de sólo del desarrollo de un aspecto, cuya delimitación incluso puede dar lugar a múltiples cuestionamientos. Sin embargo, con ello es factible contribuir a encontrar diversos argumentos en la resolución de casos concretos, y promover el debate sobre la forma en que se están protegiendo y respetando los derechos humanos en la función jurisdiccional. 4 CAPÍTULO I MARCO TEÓRICO CONCEPTUAL Y NORMATIVO DE LA IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO La improcedencia es la figura jurídica propia del amparo que impide a la autoridad que conoce del juicio realizar el estudio sobre las violaciones de derechos humanos que se le plantean. En la medida en que, en general, abarca todos los supuestos que imposibilitan un estudio de fondo del amparo independientemente de las violaciones alegadas, se torna en una figura compleja; cuanto más si se pretende apreciar desde un enfoque de derechos humanos que implica superar una interpretación formal de la ley. De ahí que, para advertir la conformidad de la improcedencia del juicio de amparo en materia civil con el derecho de acceso a la justicia, es necesario establecer el contenido y alcance de dicha figura jurídica desde un marco referencial que abarque la doctrina, el derecho positivo y la jurisprudencia nacional5; dimensiones que se abordan en este capítulo, luego de explicar la relación que existe entre el amparo y aquél derecho fundamental. 1. La improcedencia del juicio de amparo y su relación con el derecho fundamental de acceso a la justicia. El Derecho Internacional de los Derechos Humanos reconoce el derecho de acceso a la justicia como uno de los componentes del derecho fundamental de tutela jurisdiccional. En términos generales el derecho de acceso a la justicia se refiere a la posibilidad de toda persona de acudir a los tribunales judiciales a defenderse o para obtener la decisión sobre sus derechos, y en tal sentido, también se constituye como medio para reclamar el respeto de otros derechos humanos y su reparación cuando han sido violados (Parra y Saavedra, 2012; Ovalle, 2007; González, 1989); pero este derecho no se agota tan solo 5 Recuérdese que en el sistema jurídico mexicano la jurisprudencia es un extracto de las consideraciones jurídicas que reflejan el criterio adoptado en un caso concreto, y que se publican en el Semanario Judicial de la Federación; y, que la jurisprudencia –obligatoria- se establece por reiteración de un mismo criterio en cinco sentencias no interrumpidas por otra en contrario, por contradicción de tesis y por sustitución (LA. Arts. 215-230). Para efectos de este trabajo, se mencionarán como jurisprudencia los criterios que se hayan configurado legalmente como tales; como tesis, las publicaciones de criterios aislados, que fungen como orientadores; y como criterio al que se haya sostenido en una resolución, haya formado jurisprudencia o tesis asilada. 5 con las posibilidades formales de poder allegar la pretensión o defensa a los tribunales, sino que su efectividad implica la remoción de todos aquéllos obstáculos que impiden, dificulten o hagan nugatorio el que los órganos jurisdiccionales determinen sobre los derechos cuestionados (Ovalle, 2007; Tesis 1a. CLXXXVI/2006; Tesis 1a. XXVII/2010; Tesis 1a. LVI/2012 (10a.)). En sede nacional el derecho de acceso a la justicia se desprende del artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (en adelante Constitución Política, Constitución Federal o Constitución); mientras que en el ámbito regional de protección de los derechos humanos, deriva de la interpretación conjunta de los artículos 8.1 (Garantías Judiciales) y 25 (Protección Judicial) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (en adelante Convención Americana o Convención), y se viola, entre otros supuestos, cuando los recursos de protección no han sido efectivos (Parra y Saavedra, 2012). En efecto, el artículo 25.1 de la Convención establece la obligación a cargo de los Estados, de ofrecer a todas las personas sometidas a su jurisdicción, un recurso judicial efectivo contra actos violatorios de sus derechos fundamentales; garantía que “constituye uno de los pilares básicos, no sólo de la Convención Americana, sino del propio Estado de Derecho en una sociedad democrática” (Corte IDH. Caso Reverón…, párr. 59). En México, el juicio de amparo es la vía judicial de protección a las violaciones de derechos humanos6. Por tanto, como ha dicho la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante Corte Interamericana, Corte de DH o Corte IDH), no basta con que el amparo esté previsto por la Constitución o en la ley o con que sea formalmente admisible, sino que como todo recurso efectivo de tutela judicial, debe ser capaz de conducir a que se determine si ha habido o no una violación a los derechos humanos, y en caso de encontrar una violación, ser útil para restituir al interesado en el goce de su 6 Los artículos 103 y 107 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establecen que a través del juicio de amparo se resolverán las controversias que se susciten por normas generales, actos u omisiones de la autoridad que violen los derechos humanos reconocidos y las garantías otorgadas para su protección por la Constitución y por los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, y señalan las bases para su reglamentación, la cual se encuentra en la Ley de Amparo. 6 derecho y repararlo, puesto que los recursos que no son aptos para ese efecto, resultan ilusorios (Corte IDH. Caso Castañeda…, párr. 100; Corte IDH. Caso Reverón…, párr. 61; Corte IDH. OC-9/87, párr. 24). Así, el juicio de amparo participa y da contenido al derecho fundamental de acceso a la justicia, en su particular vertiente del recurso de protección. Y en tal sentido, tomando en cuenta que el acceso a la justicia tiene como finalidad evitar la obstaculización en las reales posibilidades de acceder a los órganos jurisdiccionales que pudieran llegaran a excluir el conocimiento y determinación de las pretensiones del gobernado, desde el enfoque de derechos humanos se puede considerar que uno de los (sub)derechos que lo componen es la completitud de la decisión judicial; esto es, que los tribunales emitan sentencias que resuelvan de manera integral los aspectos debatidos y decidan sobre los derechos cuestionados (Parra y Saavedra, 2012). De ahí que si la improcedencia es un impedimento normativo para obtener una resolución de fondo, válidamente puede ser revisada conforme al derecho fundamental de acceso a la justicia. Lo anterior encuentra sustento además, en que, visto desde las obligaciones generales de respetar y garantizar, que en el ámbito internacional de los derechos humanos, entendidas, respectivamente, como el no interferir con o poner en peligro los derechos humanos, y como el asegurar su realización (Serrano y Vázquez, 2012); se puede deducir que el respeto del derecho a una decisión de fondo en el amparo, se traduce en la abstención, por parte de la autoridad jurisdiccional, de realizar actos que le impidan decidir sobre los derechos cuestionados. De suerte tal, que se viola el derecho de acceso a la justicia si al acudir en vía de amparo, se emite una resolución que injustificadamente –desde la realización de los derechos humanos- impida el pronunciamiento sobre la existencia, o no, de las violaciones de derechos humanos alegadas por el quejoso. Como pudiera acontecer cuando se determina la improcedencia del juicio. Por su parte, como garantizar los derechos humanos requiere, entre otras cosas, la remoción a sus restricciones a través de una organización gubernamental que sea capaz de asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los derechos humanos (Serrano y 7 Vázquez, 2012); esa remoción en la actividad jurisdiccional implica una interpretación de la ley que permita, bien desaplicarla en un caso concreto, o bien liberándola de condiciones injustificadas; para lo cual, se espera de la autoridad jurisdiccional, la estimación del caso concreto con una perspectiva global de los derechos humanos en juego. Además, otra forma en la que el Estado incumple con esas obligaciones, es cuando restringe el ejercicio de los derechos humanos mediante disposiciones normativas forma de interferencia-, sin que ese límite encuentre sustento razonable y proporcional a un diverso derecho. De donde se sigue que, si la limitación obedece a preservar el orden público, como lo es el propio sistema jurídico en un Estado de Derecho, en principio se asume justificada por el propio Derecho Internacional de los Derechos Humanos, pero siempre que no afecte el núcleo esencial del derecho o lo haga nugatorio (Corte IDH. Caso Cantos…, párr. 54; Cianciardo, 2004; Serrano y Vázquez, 2012; Abramovich y Courtis, 2009). Es así como se encuentra el punto de contacto entre la improcedencia del juicio de amparo y el derecho fundamental de acceso a la justicia. Pues la posibilidad para acceder a la efectividad del amparo mediante la obtención de una sentencia que decida sobre los derechos cuestionados, como todo derecho fundamental, no es absoluto. Siendo la figura de la improcedencia en la reglamentación del juicio de amparo ese límite. 2. Contenido teórico de la improcedencia del juicio de amparo. Cuando se habla de improcedencia, se hace referencia a que algo no es procedente, o sea, que no tiene razón o no es conforme al fin que persigue. El Diccionario de la Lengua Española dice que improcedencia es la “falta de oportunidad, de fundamento o de derecho” (DRAE, 2001); la propia definición jurídica indica que la improcedencia es “[l]o que no está conforme a derecho” (Martínez, 2008: 449); referida al amparo, la improcedencia es el juicio inadecuado, que no tiene fundamentos, cuando no se le da curso o cuando carece de base legal para su secuencia (Martínez, 2008). 8 De acuerdo a su definición, es claro que la improcedencia del juicio de amparo indica que éste no es procedente; pero esta declaración carece de contenido si no se tiene en cuenta cuáles son los aspectos jurídicos que dan procedencia al juicio. Para lograr esta comprensión, es necesario abordar algunos temas que inciden en la concepción misma del amparo; por ello es preciso señalar la naturaleza del juicio y de la acción de amparo, de los presupuestos procesales y las condiciones de la acción y de los principios que lo rigen, ya que se estima que la convergencia de esos conceptos permiten determinar el contenido teórico de la figura jurídica en cuestión. Obtenido así el alcance y contenido de la improcedencia, se estará en posibilidad de analizarla desde la perspectiva que interesa, o sea, conforme al derecho fundamental de acceso a la justicia. 2.1. El juicio y la acción constitucional de amparo. Desde luego no se trata de realizar aquí un estudio del juicio de amparo, tal solo señalar algunos de los aspectos de su naturaleza y finalidad que ayuden a identificar los elementos en que subyace su procedencia. En la doctrina no existe un concepto del juicio de amparo aceptado de forma unánime al cual podamos acudir; los tratadistas hacen referencia a las definiciones que se han dado y formulan el concepto que consideran denota su esencia jurídica institucional a través de la mención de sus principales características (Castro, 1998; Burgoa, 1994); sin embargo, se advierte que hay consenso en que es un medio de control constitucional de carácter jurisdiccional para la protección de los derechos y garantías constitucionales7 (Burgoa, 1994; Fix-Zamudio, 1964; Castro, 1998; Briseño, 1972; Espinoza, 2000; Barrera, 2010). Dentro de los diversos enfoques en los que se ha conceptuado el amparo, se puede sostener que, desde su aspecto teleológico es el medio jurídico de tutela directa de la Constitución y de tutela indirecta de todo el derecho positivo (Burgoa, 1994); y desde su 7 Al margen de la discusión filosófica que se dio antes de las reformas constitucionales de 2011, en cuanto a la denominación y contenido de las “garantías constitucionales” o “garantías individuales”, la doctrina y la jurisprudencia dadas antes de esas reformas utilizan esos términos que abarcan los derechos fundamentales a que ahora se refiere el artículo 1° de la Constitución Federal. Atento a esa tradición, se sigue usando dichos términos indistintamente cuando esta disposición alude a los derechos humanos reconocidos por la propia Constitución, así como por los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, y las garantías otorgadas para su protección. 9 aspecto jurídico, que es el instrumento de defensa legal que tiene todo gobernado contra cualquier ley o acto de autoridad que vulnere o restrinja sus derechos constitucionales, a fin de obtener la restitución en el pleno goce de sus garantías violadas (Barrera, 2010). Considerando lo anterior, el juicio de amparo es, entonces, una institución jurídica procesal que actúa como medio de control constitucional y que se traduce en “… un procedimiento autónomo de carácter contencioso (control jurisdiccional en vía de acción) y que tiene por objeto invalidar, en relación con el gobernado […], cualquier acto de autoridad (lato sensu) inconstitucional o ilegal que lo agravie.” (Burgoa, 1994: 176 y 177). Cabe señalar que existen posturas divergentes en cuanto a si el amparo es un juicio, un recurso -en estricto sentido- o un proceso, concretamente en lo que se refiere a violaciones cometidas en los procedimientos jurisdiccionales. Discusión que amerita mencionarse porque este trabajo se enfoca precisamente a la improcedencia del amparo en materia civil, cuando se reclama la inexacta aplicación de la ley –objeto de ese debate-, la inconstitucionalidad de ésta o actos de autoridades judiciales que afectan a personas extrañas al procedimiento. Las posturas que sostienen que el amparo es un recurso, transitan en su justificación, desde la naturaleza de las garantías de legalidad y debido proceso, donde se les otorga un carácter distinto de los demás derechos y garantías constitucionales, y lleva a considerar que en el amparo se hace una mera revisión del procedimiento y de la sentencia de la autoridad, pero sin resolver definitivamente la controversia de origen, de la que continúan conociendo los tribunales comunes, sin que exista, por tanto, una verdadera decisión sobre el derecho violado mediante una sentencia que ponga fin a la materia del amparo (Rabasa, 2000); pasando por las que lo equiparan a la casación (Espinoza; 2000); hasta las que se sustentan que carece de un periodo probatorio, propio de todo juicio (Barrera, 2010). Por su parte, las que consideran que el amparo es un juicio, aseguran que, incluso el amparo en la vía directa, tiene más de proceso autónomo que de recurso (Serrano, 1988), pero sobre todo, y en general, que a diferencia de un recurso en estricto sentido que tiene 10 por objeto determinar si la resolución impugnada se ajusta o no a la ley ordinaria, el amparo tiene como finalidad la tutela de los postulados de la Constitución, esto es, determinar si los actos de la autoridad jurisdiccional implican, o no, violaciones constitucionales (Espinoza, 2000; Burgoa, 1994). Por otro lado, para sostener que el amparo es un proceso, se parte de que el proceso jurídico es una serie unificada de actos de naturaleza jurídica, sistemáticamente vinculados entre sí por el fin que con el proceso se intenta realizar, concepto que abarca tanto el juicio como el recurso (Pallares, 1967; Castro, 1998). Sin ahondar en tal debate y la justificación del por qué se conviene en que el amparo es un juicio -ya que no es el propósito de este trabajo-, basta mencionar que se considera así, porque tiene las características esenciales y distintivas de un juicio, o sea, la existencia de una controversia y una decisión legítima de una causa ante y por un juez competente; que si bien, esos elementos pertenecen al concepto clásico de juicio (Pallares, 2001), también se puede decir que el amparo participa de la implicación genérica de juicio que brinda el derecho procesal, referida a todo procedimiento jurisdiccional (UNAM, 2004). En efecto, en un Estado Constitucional de Derecho, se asume que el orden jurídico se encuentra ajustado a las normas constitucionales, y con ello, que la actuación de las autoridades es acorde a esas normas. El conflicto entonces surge cuando un particular demanda la protección de sus derechos fundamentales contra un acto de autoridad, generándose así una controversia entre la constitucionalidad que sostiene la autoridad y lo alegado por el afectado –aun cuando Briseño Sierra descarta que sea una controversia porque identifica ésta con el conflicto de opiniones y sostiene que se trata más bien de una queja (Briseño, 1972)-; este conflicto se dirime a través de una procedimiento judicial donde una autoridad constitucionalmente competente determina si la ley o el acto reclamados violan, o no, los derechos humanos del quejoso. Esas características esenciales son las que permiten descartar que el amparo pueda tener una doble calidad, de juicio en unos casos y recurso en otros (cuando se reclaman actos jurisdiccionales); o bien, que el amparo resulte de tal manera indeterminado en su 11 especie, que solo pueda identificarse como proceso en su aspecto genérico. Y tampoco se conviene en que es un recurso, aún extraordinario, precisamente porque la materia del amparo y las partes no son las mismas que en el procedimiento de origen, y aun cuando tienen en común el examen sobre la legalidad de éste y la determinación del derecho ahí cuestionado, el amparo implica verificar si la actuación de la autoridad es constitucional, no sólo por ajustarse a la legalidad sino en el respeto de los derechos fundamentales del peticionario, por lo que se trata de dimensiones distintas de la observancia del orden jurídico. Aunque se dice que tal cuestión solamente tiene interés teórico (Barrera, 2010), también se ha sostenido que la postura que al respecto se adopte, contribuye a la solución de algunos de los múltiples problemas que plantea el amparo en la práctica (Serrano, 1988). Sin embargo, para constatar esta última opinión, sería necesario hacer una exhaustiva revisión de los argumentos mediante los que particularmente se resuelven ese tipo de asuntos, para extraer la postura subyacente y el impacto que tiene; pues en la práctica, en seguimiento a la norma positiva, se designa como juicio. Hay que aclarar que esa discusión es totalmente ajena a la denominación de “recurso” que emplea el artículo 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que se refiere a los mecanismos necesarios contra actos que violen derechos fundamentales, y de los que se estima, el debido proceso conforme al cual deben ser sustanciados es el complemento ideal para alcanzar su efectividad (Universidad Diego Portales, 2007). Ahora bien, en nuestro sistema jurídico el juicio de amparo se promueve por vía de acción reclamándose actos de autoridad (Castro, 1998; Burgoa, 1994); se puede decir que en sus orígenes este criterio se aceptó de manera absoluta en contraposición a la vía de excepción que existía en otros sistemas y que se identifica con el control difuso de la constitucionalidad (Castro, 1998), debate que sin duda retomó su importancia con las reformas constitucionales de 2011, lo cual no es el caso discutir aquí, pues en la práctica, se ha determinado que las autoridades jurisdiccionales ordinarias pueden inaplicar normas secundarias, pero que subsiste el control concentrado de las leyes, cuya competencia corresponde en exclusiva al Poder Judicial de la Federación, a través del juicio de amparo, las controversias 12 constitucionales y las acciones de inconstitucionalidad (Tesis 2a./J. 16/2014 (10a.); Tesis P. V/2013 (10a.); Tesis P. LXVII/2011(9a.)). El tema de la acción de amparo también ha sido objeto de diversos debates vinculados a las teorías procesalistas de la acción en general. Fernando Flores García hace un recuento breve sobre estas últimas en el Diccionario Jurídico Mexicano del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de México, de donde destaca que la doctrina tradicional estima a la acción como el derecho que nace de la violación de un derecho subjetivo y como el ejercicio del derecho material mismo, al argumentar que si no existe un derecho substancial no puede haber violación y si no hay violación, el derecho no puede revestir la forma especial de una acción, aquí el derecho sustantivo y el derecho de accionar es considerado como uno solo. En una concepción no privatista la acción es el derecho material que con su violación adquiere una fase que es la pretensión, entendida como la afirmación de que se es titular de un derecho, entonces la acción significa tener una pretensión reconocida por el derecho y es un derecho a la eliminación de la violación. En la doctrina de la autonomía de la acción con la violación del derecho, el lesionado no tiene una pretensión particular a la eliminación de la violación, sino un derecho público derivado de la prohibición de la autotutela y la previsión de la tutela del Estado, es pues, un derecho autónomo para obtener una sentencia favorable, por lo que la acción y el derecho sustancial no son idénticos, dado que sus obligados son distintos, respectivamente el Estado a través del órgano jurisdiccional y el demandado o particular contrario. Por último, la acción como acto o instancia proyectiva –de Humberto Briseño Sierra- donde la actuación de las partes se proyecta a través del juzgador (Flores, 2004). Principalmente la acción de amparo ha participado de la discusión relativa a la distinción entre derecho público subjetivo y derecho procesal; y con ello, en cuanto a la autonomía o abstracción del derecho que se pretende mediante su ejercicio. Sin entrar en tal debate –el cual se aborda por diversos tratadistas del amparo como Fix-Zamudio, Ignacio Burgoa y Juventino V. Castro-, pero reconociendo que según se considere la acción como derecho concreto o abstracto, se obtienen sus requisitos constitutivos, sus condiciones de procedencia y los presupuestos procesales (Castro, 1998), es menester 13 distinguir, a grandes rasgos, entre una y otra de las posturas modernas del derecho de acción; desde luego que tal cuestión no carece de dificultad, pues la distinción entre las distintas posturas es muy sutil, pero es necesario a razón de las importantes consecuencias que tiene para el entendimiento del derecho de acción y la posibilidad de los justiciables de acudir a los tribunales (Sánchez, 2005), esto es, en el ejercicio del derecho de acceso a la justicia. En la primer postura la acción se identifica con la pretensión de tutela, donde se busca la protección judicial a través de una sentencia favorable; en la segunda la acción se identifica con el interés abstracto de la intervención del Estado que no necesariamente depende o se encuentra ligado a la existencia de un derecho subjetivo material, donde la obligación correlativa del órgano jurisdiccional consiste en desarrollar el proceso y dictar una sentencia con la que se agota el derecho de acción (Castro, 1998; Gómez, 1990). Entonces, los elementos de la acción, en la concepción de la facultad concreta de obrar son los sujetos (el agraviado y la autoridad), las causas remota y próxima (la garantía individual y el acto reclamado) y el objeto (la solicitud tendiente a obtener la protección constitucional). Y vista como derecho abstracto, son la capacidad de accionar, la instancia y la pretensión; ésta como parte del litigo, mas no así como la existencia de la violación que se identifica con el fondo de la pretensión fundada (Castro, 1998; Burgoa, 1994). Así, por ejemplo, dentro de tal debate Juventino V. Casto señala que, “en concepto de Fix Zamudio los que sostienen el carácter concreto de la acción, que está dirigida a obtener una sentencia favorable, confunden la acción propiamente dicha con la pretensión, y más particularmente con la pretensión fundada.” (Castro, 1998: 359). Asimismo se puede advertir que de la exposición que sobre el origen, evolución y sistematización que de la pretensión hace Humberto Briseño Sierra, se obtiene que es la manifestación, ante los órganos judiciales, de la existencia del derecho, que la acción es autónoma, mientras que la pretensión es el elemento objetivo de la relación procesal y condición para la tutela judicial del derecho (Briseño, 1972). Al respecto Ignacio Burgoa señala que, “en el objeto específico [de la acción] que su ejercitante pretenda lograr de la jurisdicción … la doctrina procesal suele denominar “pretensión”.” (Burgoa, 1994: 319). 14 Aunque se ha criticado la teoría de la acción como derecho abstracto, bajo el argumento de que, pedir el servicio público jurisdiccional como mera actuación para resolver un litigio en cualquier sentido, o sin sentido, o sea, sin más objeto que el de activar la función jurisdiccional (Sánchez, 2005; Burgoa, 1994), este desacuerdo podría aplicar a la posición radical extrema de tal corriente, pues hay que advertir que hay posturas que incluyen la expresión de la pretensión como elemento de la acción. No obstante ello, se conviene en que el derecho de acción tiende en concreto a lograr tantas finalidades como pretensiones en derecho puede haber, y eso explica los distintos tipos de acciones y procesos que se requieren para la realización del derecho de acción (Gómez, 1990); es decir, la acción, además de tener el objeto de la acción general, consistente en activar la jurisdicción, en su ejercicio siempre habrá un objeto específico, que se identifica con la pretensión, la cual le da una identidad indisoluble (Burgoa, 1994); de ahí que el objeto de la acción de amparo involucre siempre la pretensión de obtener la protección constitucional. Como puede advertirse, la acción tiene distintas acepciones, como derecho, como pretensión o como facultad de provocar la actividad jurisdiccional (Martínez, 2008), y las teorías no se encuentran unificadas en cuanto a su naturaleza y contenido, lo cual alcanza a la acción constitucional de amparo. Sin embargo, en lo que están de acuerdo aquéllas dos principales posturas doctrinarias, es en que el ejercicio de la acción consistente en el acto de instar una demanda pidiendo una resolución de la autoridad judicial, es necesario para la existencia del proceso (Sánchez, 2005). Particularmente el juicio de amparo comienza por una demanda que contenga la pretensión de resolución y que significa el derecho de instancia (Briseño, 1972;) así pues, la demanda es entendida como el acto procesal por el cual el individuo inicia el ejercicio de la acción y formula su pretensión ante el órgano jurisdiccional (Martínez, 2008). Recapitulando todo lo anterior, se puede decir, para el fin que aquí interesa, que el amparo es un medio jurisdiccional de control constitucional, el cual toma la forma de juicio y se ejerce a través de una acción que se insta ante un órgano jurisdiccional de la federación contra una ley o acto de autoridad que se estima violatorio de derechos 15 fundamentales, a fin de obtener el cese de la violación y la restitución del agraviado en el pleno goce de sus derechos. Por tanto, este contexto teórico proporciona plena justificación y sustento a la afirmación de que el juicio de amparo es el recurso a través del cual el Estado mexicano garantiza el derecho de toda persona a la protección judicial contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la Convención Americana, a que se refiere el artículo 25 de esta Convención. 2.2. Presupuestos procesales y condiciones de la acción. El amparo, como todo juicio y acción, se sujeta a determinados requisitos para su ejercicio, sin los cuales no es procedente. Los presupuestos procesales se definen como los requisitos o condiciones que deben cumplirse para la iniciación o el desarrollo válido del proceso, o para que pueda pronunciarse la resolución de fondo; en la doctrina se han distinguido entre presupuestos de la acción, de la demanda o de la pretensión, y entre los de la sentencia o de una resolución favorable. En general, apunta Fix-Zamudio, son elementos que si no se reúnen o si se configuran de manera defectuosa dentro del procedimiento, éste es inválido, lo que impide al juzgador pronunciarse sobre el fondo de la controversia (FixZamudio, 2004). Sin embargo, suele distinguirse entre los presupuestos procesales que son necesarios para iniciar y tramitar el proceso, y las condiciones de la acción, que se exigen para obtener una sentencia favorable, requisitos que, dice Eduardo Pallares, son substancialmente diferentes (Pallares, 1967). Como presupuestos procesales, en sentido estricto, se identifican los relativos a la validez del proceso o de la relación jurídico–procesal, es decir, aquéllos considerados previos a la sentencia de fondo, entre los que pueden mencionarse: la demanda, la competencia del juez o tribunal, la capacidad procesal del actor y la debida comprobación de la personalidad de quien comparece en su nombre (Pallares, 1967, 2001; Fix-Zamudio, 2004; Martínez, 2008). 16 En el proceso civil, los presupuestos procesales están relacionados con las excepciones en virtud de las cuales se puede invocar su ausencia; sin embargo, también se ha reconocido que, como la relación jurídico-procesal tiene carácter público, donde su configuración es indispensable para la validez del juicio, el juzgador debe analizarlos no sólo cuando lo plantean las partes, sino oficiosamente. Allá, se trata del argumento de defensa del demandado en un litigio, en que se alega un obstáculo que impide el desenvolvimiento normal del proceso o para el estricto perfeccionamiento de la relación jurídico-procesal, que es condición para dilucidar el problema de fondo (Martínez, 2008). En el segundo supuesto, es una obligación del juzgador inherente a su función. Las excepciones que tienden a poner de relieve la falta o defecto de presupuestos procesales son: la incompetencia, la falta de capacidad o de personalidad, la existencia de cosa juzgada, la litispendencia, la conexidad de la causa, la falta de condición, como la conciliación cuando agotarla es obligatoria, el incumplimiento de plazo o término; mientras que las excepciones perentorias tienden a extinguir la acción procesal al demostrar que la obligación ha cesado (Martínez, 2008), y destruyen el derecho de la contraparte (Saíd y González, 2011). Se hace referencia a esta rama del derecho procesal, porque es ilustrativa de cómo opera el examen de los presupuestos procesales. Por su parte, las condiciones de la acción, esto es, los requisitos para que el juzgador pueda pronunciarse favorablemente en la sentencia, se identifican con la existencia del derecho que el actor hace valer en la demanda, la calidad o identidad de la persona que actúa con el titular del derecho a que se refiere al acción y de la obligada, y el interés procesal en ejercitar la acción (Pallares, 2001, 1967). Este interés no guarda plena identidad con el interés en el derecho sustantivo, pues se traduce en aquéllos aspectos en que se proscribe su ejercicio o como los que hay que agotar antes de instar la acción (Briseño, 1972). Referido todo lo anterior al juicio de amparo, se han identificado como presupuestos procesales: la demanda legalmente formulada; la capacidad procesal de la persona que solicita la protección constitucional o a cuyo nombre se pide; la personalidad debidamente comprobada de quien en nombre y representación del quejoso promueve; el interés en obrar, o sea, que el quejoso sea la persona a quien ha lesionado en sus 17 derechos el acto de autoridad; y finalmente, que no exista ninguna de las causas de improcedencia previstas en la Ley de Amparo; excluyendo la competencia porque el amparo tiene un sistema especial que impide considerarla como presupuesto, en tanto la demanda presentada ante un juez o tribunal incompetente no impide la existencia del juicio puesto que el órgano jurisdiccional debe remitirla al competente (Pallares, 1967). Véase como además de los tradicionales presupuestos procesales, la doctrina incluye que no exista alguna causa de improcedencia como una especie de presupuesto procesal. Sin embargo, también se sostiene que la improcedencia del juicio de amparo se presenta cuando no se reúnen los presupuestos procesales (Pallares, 1967). Lo que genera confusión sobre si la improcedencia es el género que abarca todos los presupuestos procesales, o se trata de una condición distinta prevista a través de las diversas causales, o sea, un particular presupuesto procesal propio del amparo. Lo cierto es, que la teoría procesal no proporciona una clara distinción entre los presupuestos que afectan la validez del proceso, los necesarios para el dictado de una sentencia y las causas de improcedencia previstas en la ley; lo que lleva a concluir que esta figura no da un parámetro acabado para identificar el contenido de la improcedencia del juicio de amparo. No obstante lo anterior, con extrema cautela se puede decir que los presupuestos procesales atañen a los aspectos generales de la acción, mientras que las condiciones a las particulares de la pretensión; de ahí que, considerando como presupuestos procesales los requisitos necesarios para la válida tramitación y conclusión del juicio, se podrían mencionar: la demanda, como acto concreto con el que se inicia el procedimiento; la capacidad procesal y la personalidad del promovente del amparo y la vía. Y como condiciones de la acción, por cuanto son necesarias para obtener una válida sentencia de amparo, y con ello, acceder a un pronunciamiento sobre la pretensión, se encuentra la legitimación, la definitividad del acto reclamado, que éste genere una afectación en los derechos fundamentales del quejoso, y que pueda restituirse al agraviado en el pleno goce de sus derechos violados; en cualquier caso, estas son limitantes del ejercicio de la acción. 18 Lo cual lleva a concluir que son dos los motivos principales que dan lugar a la improcedencia del juicio, por un lado, la falta de cualquiera de los elementos de la acción, puesto que genera su inexistencia (Castro, 1998), y por otro, la ausencia de los requisitos o condiciones que deben cumplirse para la iniciación o el desarrollo válido del proceso o para que pueda pronunciarse la resolución de fondo (sean presupuestos procesales en estricto sentido o condiciones de la acción). Lo anterior, independientemente de que se encuentre previsto como una específica causa de improcedencia, pues como en su momento se verá, cualquiera de aquéllos supuestos puede configurar la improcedencia del juicio de amparo por interpretación de la Ley. 2.3. Los principios del juicio de amparo. Los principios fundamentales del juicio de amparo, son las bases esenciales que regulan su estructura y substanciación (Espinoza, 2000); son los postulados básicos de reglamentación del juicio o de la acción de amparo (Burgoa, 1994). Así, Juventino V. Castro distingue entre principios fundamentales de la acción, del procedimiento y de la sentencia, aunque precisa, en realidad todos pertenecen al proceso de amparo en su conjunto (Castro, 1998). Siguiendo el orden en que este autor aborda dichos principios, se hará una breve referencia a su contenido, particularmente en la medida en que se vinculan con la improcedencia del juicio de amparo. Principios fundamentales de la acción: Principio de iniciativa o instancia de parte.- El juicio de amparo es provocado, no espontáneo, no procede oficiosamente sino que requiere que haya un interesado que provoque la actividad tuteladora; por tanto, sólo puede tramitarse y resolverse en virtud del accionar de una persona (Burgoa, 1994; Castro, 1998). Principio de agravio personal y directo.- Se entiende por agravio, el daño o perjuicio que genera el acto de autoridad, como elemento material, y la violación a un derecho fundamental, como elemento jurídico; además, el agravio debe recaer precisamente en una persona determinada y ser de realización presente, pasada o inminentemente futura, lo que excluye cualquier posibilidad o eventualidad que no refleje su cierta realización. 19 La falta de dicho agravio genera la improcedencia del juicio (Burgoa, 1994; Castro, 1998).8 Principio de definitividad.- El juicio de amparo no puede promoverse si previamente no se han agotado los recursos o medios de defensa que la ley que rige el acto establecen, y que tengan por objeto modificar, revocar o nulificar el acto reclamado; además, debe existir una relación directa de idoneidad, es decir, que esté previsto en la ley precisamente para combatir el acto reclamado. De no cumplirse con este principio el juicio de amparo es improcedente, y por tal motivo la demanda de amparo debe desecharse. Se exceptúan de este principio, cuando se reclaman actos de deportación o destierro, o en cualquiera de los prohibidos por el artículo 22 constitucional, o importen peligro de privación de la vida, en contra de las resoluciones que impliquen privación de la libertad, sin que se encuentren comprendidas las sentencias condenatorias; el emplazamiento ilegal; cuando es promovido por personas extrañas al procedimiento del que proviene el acto reclamado; cuando el acto reclamado carece de fundamentación o cuando sólo se aleguen violaciones directas a esta Constitución; y en materia administrativa cuando se imponen mayores requisitos para la suspensión del acto reclamado (Burgoa, 1994; Castro, 1994). Principios fundamentales del procedimiento: Principio de prosecución judicial.- Este principio revela que el juicio debe seguirse a través de las formas establecidas en la ley reglamentaria; que se conforma o substancia por actos procesales (Burgoa, 1994; Castro, 1994). Algunos autores hacen referencia a dos diversos aspectos que en realidad se encuentran incluidos en el de prosecución judicial; se trata del principio de limitación de pruebas y el principio de limitación de los recursos (Castro, 1998; Pallares, 1967), relativos a que no se admitirán más recursos ni pruebas que los expresados en la ley, en este último rubro, incluida la prescripción de que el acto reclamado debe ser apreciado tal como haya sido probado ante la 8 Este principio que prevaleció de manera absoluta, ahora con motivo de la nueva Ley de Amparo -que reconoce la capacidad del interés legítimo-, ha quedado reservado para cuando se reclaman actos o resoluciones provenientes de tribunales judiciales, administrativos, agrarios o del trabajo (LA, Art. 5°). 20 responsable, la cual en ocasiones es referida como principio distinto y relativo a las sentencias (Castro, 1998). Principios fundamentales de las sentencias: Principio de relatividad de las sentencias de amparo.- Es la llamada fórmula Otero, por la inclusión de la limitación de que las sentencias que se pronuncien en los juicios de amparo sólo se ocupen de los quejosos que lo hubieren solicitado, limitándose a ampararlos y protegerlos, si procediere, en el caso especial sobre el que verse la demanda. (Burgoa, 1994; Castro, 1994; Pallares, 1967).9 Principio de estricto derecho.- Este principio impone la obligación al órgano de control, de que en los fallos sólo se analicen los conceptos de violación expuestos en la demanda respectiva, sin formular consideraciones de inconstitucionalidad de los actos reclamados que no se relacionen con dichos conceptos (Burgoa, 1994). Aunque este principio no rige la procedencia del amparo, se estima conveniente tener en cuenta que, en su texto original, la abrogada Ley de Amparo textualmente establecía que “El juicio de amparo por inexacta aplicación de la ley, contra actos de autoridades judiciales del orden civil, es de estricto derecho”, por lo que, a pesar de prevenir que podía suplirse el error en que incurriera la parte agraviada al citar la garantía cuya violación reclamara y el amparo se otorgara por la que realmente apareciera violada, pero sin cambiar los hechos o conceptos de violación expuestos en la demanda, la sentencia se tenía que sujetar a los términos de la demanda sin que fuera permitido suplir ni ampliar nada de ella.10 9 Este principio prevaleció como uno de los pilares del juicio de amparo desde su conformación original y hasta la anterior Ley de Amparo; con la inclusión en la Ley en vigor, del interés legítimo colectivo y el sistema de declaratoria general de inconstitucionalidad, necesariamente deberá reformularse o bien, abandonarse con este carácter. Con esa reserva, aquí se cita en atención a su desarrollo doctrinal. 10 Artículo 79 de la Ley Orgánica de los Artículos 103 y 107 de la Constitución Federal, vigente a partir del 12 de enero de 1936. Esta disposición fue reformada en diciembre de 1974 para establecer la salvedad al estricto derecho, cuando se tratara de amparos que afecten derechos de menores o incapaces; pero fue hasta la reforma de 16 de enero de 1984 en que se eliminó esa previsión de estricto derecho y se incluyó la figura de la suplencia de la queja cuando el acto reclamado se fundara en leyes declaradas inconstitucionales, en materia penal, en favor de la parte obrera en materia del trabajo cuando hubiese una violación manifiesta de la ley que dejara al agraviado sin defensa, y de los menores o incapaces cuando fuesen quejosos; el 20 de mayo de 1986 se incluyó el artículo 76 bis para ésta figura, extendiéndose a cualquier materia siempre que hubiese una violación manifiesta de la ley que deje sin defensa al quejoso; lo cual se retoma con algunas precisiones en el actual artículo 79 de la Ley de Amparo. 21 Este principio se ha formulado a partir de la facultad de suplir la deficiencia de la queja en los casos expresamente y legalmente establecidos (LA, Art. 79), por lo que, fuera de éstos, debe aplicarse el principio de estricto derecho. Asimismo, el estricto derecho se ha identificado con el principio de congruencia, que exige que la sentencia esté de acuerdo con las pretensiones deducidas por las partes en el juicio, de tal manera que se resuelva sobre las cuestiones planteadas y no diferentes ni dejar de resolver sobre las controvertidas; aceptando que en el amparo este principio no rige con la plenitud que en el derecho común, los tribunales pueden suplir la deficiencia de la queja en los términos y casos previstos en la ley (Pallares, 1967; Castro, 1998). Todos estos principios, en la medida en que se encuentran reflejados en las disposiciones de la Ley de Amparo y la Constitución Federal, pueden dar lugar a la improcedencia del juicio cuando no son observados. Sin embargo, salvo el caso del principio de agravio personal y directo y del de definitividad del acto reclamado, su inobservancia no se encuentra formulada como una específica causa de improcedencia. De ahí la importancia de tener presentes los principios que rigen el juicio de amparo, cuando se aborda el estudio de la improcedencia, pues definirlos y atenderlos en un caso concreto, depende del enfoque hermenéutico con el que sean aplicados. 2.4. La improcedencia y sus causales. La improcedencia del juicio de amparo, dice Eduardo Pallares, “es la situación procesal en la cual, por no existir todos los presupuestos procesales del juicio constitucional no debe admitirse la demanda ni tramitarse el juicio” (Pallares, 1967: 118); esta definición la asume al considerar que la improcedencia es, lógicamente, lo contrario a la procedencia del juicio, que identifica con los supuestos necesarios para iniciar y tramitar el proceso, considerando como tal, o sea, como presupuesto procesal la ausencia de un motivo de improcedencia a que se refiere la Ley de Amparo. Con aquél concepto conviene Oscar Barrera Garza (Barrera, 2010). Ignacio Burgoa dice que la improcedencia de cualquier acción específica se manifiesta en que ésta no consiga su objetivo propio, o sea, en que no se obtenga la pretensión, por existir un impedimento para que le órgano jurisdiccional la analice y resuelva, entonces, 22 considerando el objeto de la acción de amparo, la improcedencia se traduce en “la imposibilidad jurídica de que el órgano jurisdiccional de control estudie y decida dicha cuestión, absteniéndose obligatoriamente de resolver sobre la constitucionalidad o inconstitucionalidad del acto de autoridad reclamado.” (Burgoa, 1994: 447). Manuel Bernardo Espinoza la define como “la institución o figura jurídica que, por mandato de la Constitución, de la Ley de Amparo o de la jurisprudencia imposibilita al órgano jurisdiccional para analizar y resolver sobre la constitucionalidad del acto reclamado.” (Espinoza, 2000: 98). Juventino V. Castro, señala que incorrectamente en la ley se denomina improcedencia del juicio, cuando debiera ser improcedencia de la acción, y aunque conviene con Pallares en que se trata de la situación procesal en que no existen todos los presupuestos procesales para admitir y tramitar el juicio, se adhiere a la propuesta de Humberto Briseño Sierra, en cuanto a que la instancia exige condiciones de admisibilidad y procedencia, y que la pretensión ha de llenar condiciones de atendibilidad, concluyendo que una pretensión inatendible puede ser desechada in limine litis. Agrega, que bajo el nombre genérico de improcedencia se incluyen una serie de situaciones jurídicoprocesales que quizá deberían denominarse en forma distinta, pero que, al final tienen mucha similitud (Castro, 1998). Como puede advertirse, tales definiciones convergen en que la improcedencia del juicio es una situación jurídica que impide el dictado de una sentencia en que se decida la cuestión de fondo o de la pretensión, esto es, si el acto reclamado es o no, inconstitucional por violar los derechos fundamentales del quejoso. Aunque algunos no lo señalan expresamente, ese impedimento se configura por la falta de requisitos o condiciones que deben cumplirse para la iniciación o el desarrollo válido del proceso, o para que pueda pronunciarse la resolución de fondo que atienda la pretensión; estos requisitos o condiciones se desprenden del carácter procesal del juicio de amparo, así como en la naturaleza y finalidad misma de la acción constitucional de amparo. Al reflejar así los aspectos que conforman la improcedencia, se está en presencia de una figura jurídica sui géneris que afecta la acción de amparo de tal manera que no llega a 23 concretarse, esto es, no cumple con su objeto o propósito inherente, que es la resolución de fondo de la cuestión planteada ante el órgano jurisdiccional, y por tanto, el juicio no nace a la vida jurídica, o bien, habiéndolo hecho, es totalmente destruido. Ahora bien, siguiendo la exposición de Humberto Briseño Sierra, por cuanto considera el acto reclamado como presupuesto del amparo, al decir que la demanda “supone la existencia del acto reclamado desde el punto de vista del pronunciamiento que se exige del juzgador, ese acto representa un presupuesto. No se justificaría, entonces, un fallo que amparara contra un acto inexistente.” (Briseño, 1972: 181); señala que existen dos tipos de actos: los que son susceptibles de ser presupuesto del amparo y los que están excluidos constitucional o legalmente, a la que debe añadirse la natural o hipotética que responde a la índole misma del amparo (Briseño, 1972). Así, se refiere como actos que no son materia de amparo, y por tanto, generan la inadmisibilidad de la acción: los actos de particulares, los de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y las resoluciones dictadas en los juicios de amparo o en ejecución de las mismas; los actos que no afecten los intereses jurídicos del quejoso, que en la teoría se identifica con la falta de legitimación o del interés de obrar, e involucran diversas hipótesis a saber, la carencia de título, de habilidad, de legitimación y de perjuicio, mas no así, cuando el acto no afecte el derecho sustantivo; las leyes que por su sola expedición no causen perjuicio al quejoso sino que necesite un acto posterior de autoridad para que se origine; los actos consumados de modo irreparable, referidos a una cuestión de hecho y no a situaciones jurídicas, porque éstas serán siempre reparables, ya que cuando no es posible hacerlo físicamente procede la indemnización, se trata entonces de actos cuyos efectos no es posible hacerlos desaparecer; los actos emanados de un procedimiento judicial, cuando por virtud del cambio de situación jurídica en el mismo deban considerarse consumadas irreparablemente las violaciones reclamadas en el procedimiento respectivo, por no poder decidirse sin afectar la nueva situación jurídica, lo cual se identifica en la teoría con la preclusión del derecho impugnativo en el proceso y con cada 24 estadio en el procedimiento no procesal porque aquí resulta cada estación definitiva en su autonomía; los actos consentidos expresamente o por manifestaciones de voluntad que entrañen ese consentimiento, o implícitamente consentidos, aquí se considera innecesario acudir a la materia civil para saber de qué tipo de actos se trata, pues baste para el primer caso que se haya obedecido el mandato de autoridad o sea, que se haya cumplido de manera natural, y para el segundo, opera la presunción legal de conformidad al no instarse el juicio en el plazo hábil para ello; las resoluciones judiciales respecto de las cuales se conceda legalmente algún recurso, puesto que el acto reclamado materia del amparo debe ser inderogable, irrevocable o definitivo, siempre que no se trate de extraños al procedimiento o el acto importe peligro de privación de la vida, deportación o destierro, o cualquier de los actos prohibidos por el artículo 22 de la Constitución; los actos respecto de los cuales se esté tramitando ante los tribunales ordinarios algún recurso o defensa legal propuesta por el quejoso que pueda tener por efecto modificarlos, revocarlos o nulificarlos; el acto se encuentra sub judice, lo que elimina el presupuesto tenido en cuenta para la concesión del amparo, porque si el acto puede desaparecer como consecuencias del recurso o medio de defensa, es injustificable la petición del quejoso; los actos de autoridades distintas a las judiciales, cuando deban ser revisados de oficio o proceda contra ellos algún recurso, juicio o medio de defensa legal por virtud del cual puedan ser modificados, revocados o nulificados, siempre que conforme a las mismas leyes se suspendan los efectos de dichos actos mediante la interposición del recurso o medio de defensa, sin exigir mayores requisitos que los que la Ley de Amparo; respecto de estos tres últimos tipos de actos, se critica que en la doctrina se vinculan al principio de definitividad, cuando éste más que principio es un presupuesto que debe demostrarse; los actos cuyos efectos hayan cesado y cuando subsistiendo el acto reclamado no pueda surtir efecto legal o material alguno por haber dejado de existir el objeto o la materia del mismo, en el primer caso, por encontrarse afectado el acto, y en el segundo el derecho violado. 25 Como puede observarse, esa serie de actos que para el autor no colman la calidad de presupuesto del amparo, coincide con las causas de improcedencia previstas en la Ley de Amparo (LA, Art. 61). Sin embargo, aunque se conviene con esa postura en que, un acto calificado por la autoridad de la que proviene, por su naturaleza o por los efectos que produce, incide determinantemente en la procedencia del juicio, el acto reclamado como tal, no pude considerarse como un presupuesto, pues en sí mismo es un elemento de la acción, y en esa medida, tendría que aceptarse la tesis de que hay actos excluidos legalmente como reclamables en amparo, lo cual es válido, empero solo respecto de algunos específicos supuestos, como los actos de particulares o los de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, mas no así los que implican condiciones o requisitos que, de no existir o colmarse, el juicio es procedente. Es decir, los actos que como tales se excluyen de la procedencia del amparo, no debe ser aceptada como la característica esencial de la improcedencia del juicio de amparo, solo porque así lo haya dispuesto el legislador; de ahí que es necesario una revisión de otra índole. Otros autores, al abordar el tema, señalan las diversas causas por las que no procede el juicio de amparo, formulando una clasificación en función de la fuente de donde provienen, así, se han identificado tres distintas clases de improcedencia: constitucional, legal y jurisprudencial (Barrera, 2010; Castro, 1998; Espinoza, 2000; Burgoa, 1994). En la primera, corresponden las causales de improcedencia previstas en la Constitución Federal, y son todas aquéllas situaciones o actos que de acuerdo al texto constitucional impiden la procedencia del amparo (Barrera, 2010; Castro, 1998; Espinoza, 2000; Burgoa, 1994;). Ejemplo de ello son las resoluciones de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que por disposición constitucional son definitivas e inatacables (CPEUM, Art. 60); con la salvedad prevista, las resoluciones del Consejo de la Judicatura Federal (CPEUM, Art. 100); y las declaraciones de las Cámaras de Senadores y Diputados respecto de si ha, o no ha lugar, a proceder penalmente contra los funcionarios señalados en la propia disposición (CPEUM, Art. 111). 26 Las causas de improcedencia legales son las establecidas en la Ley de Amparo (véase Anexo uno); respecto a estas, los tratadistas explican su contenido y en algunos casos, a qué obedece su establecimiento (Barrera, 2010; Castro, 1998; Espinoza, 2000; Burgoa, 1994;), así, por ejemplo, respecto de la improcedencia del juicio de amparo contra actos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (Art. 61, II), se dice que atiende a que ninguna autoridad, local o federal, puede tener jurisdicción por encima de la Suprema Corte, ni existe un órgano superior que pueda revisar sus resoluciones, es el órgano supremo con esa facultad de control de constitucionalidad, por lo que, los fallos por ella emitidos, son definitivos e inatacables (Castro, 1998; Barrera, 2010). Para efecto de su análisis, dichas causales se han podido agrupar obedeciendo a un mismo factor, elemento o circunstancia por la cual se fijaron en la ley, así, se tiene la improcedencia por razón de la índole de la autoridad; en materia política; por causa de litispendencia; por razón de cosa juzgada; por ausencia de agravio personal y directo o no afectación del interés jurídico; por la condición irreparable del acto reclamado; por consentimiento tácito o expreso del acto reclamado; por violación al principio de definitividad; y la improcedencia contra las resoluciones en los juicios de amparo o en ejecución de las mismas (Burgoa, 1994). Ignacio Burgoa incluye una más, que denomina “por disposición legal” (Burgoa, 1994: 478) y que se refiere a que el juicio es improcedente cuando resulte de alguna disposición de la Ley de Amparo o de la Constitución (LA, Art. 61, XXIII). En realidad, no hay improcedencia sino por disposición legal. Lo que abarca esa causal son todos aquéllos supuestos distintos a los expresamente establecidos en el catálogo de causas; y que necesariamente debe configurarse atendiendo a una disposición relativa a requisitos o condiciones necesarios para la validez del procedimiento o para dictar una sentencia de fondo. Un ejemplo de este supuesto es aquél que se configura en relación con la vía en que se promueve el amparo, como sucede cuando se reclama un acto dentro de un procedimiento judicial que no es de imposible reparación; aquí la configuración legal proviene directamente de la interpretación en sentido contrario del artículo 107, fracción V, de la Ley de Amparo. 27 En razón de aquélla causal, es que se ha considerado que lo dispuesto en el actual artículo 61 de la Ley de Amparo se trata de un catálogo ilustrativo y no limitativo, en tanto da oportunidad a considerar causas de improcedencia distintas a las expresamente señaladas como tales, siempre que surjan de la propia ley. De ahí que pueda afirmarse que, cualquier requisito o condición que sea necesaria para la válida tramitación o resolución del juicio, quedan incluidas en esa disposición. Por último, se tiene la improcedencia jurisprudencial, que es la que se ha establecido a virtud de la jurisprudencia que emiten la Suprema Corte de Justicia de la Nación y los Tribunales Colegiados de Circuito, producto de la interpretación de las distintas normas que, en concepto de esos órganos, llevan a establecer la improcedencia del juicio de amparo (Castro, 1998; Burgoa, 1994). Un ejemplo de ello es la tesis de rubro: “MINISTERIO PUBLICO, IMPROCEDENCIA DEL AMPARO PEDIDO POR EL, COMO REPRESENTANTE DE AUTORIDAD FISCAL.” (Tesis Reg. 327596), donde se explica que, cuando la acción de amparo se ejerce por una autoridad, actuando como tal, y se funda en el ejercicio de soberanía, el juicio es improcedente, en virtud de carecer de facultad para solicitar el amparo y protección constitucionales, ya que, en esas condiciones, dicha autoridad carece de garantías individuales. Se considera oportuno mencionar que no debe confundirse la improcedencia de origen jurisprudencial con la jurisprudencia que se ha dado como interpretación de las causas legales improcedencia; pues ésta última son los criterios bajo las cuales debe apreciarse la ley, mientras aquéllas obedecen también a la interpretación pero de normas distintas de las causas expresamente previstas. Como puede advertirse de este apartado, el estudio teórico de las causas de improcedencia se genera a partir de su establecimiento en la ley. Sin embargo, también se encuentra que la justificación a ello se ha dado en el sentido de que, la seguridad jurídica, la observancia y respeto a un Estado de Derecho, exigen que los casos en que el órgano de control está imposibilitado para estudiar y dirimir el problema de constitucionalidad planteado al ejercitar la acción de amparo, deben estar previstos normativamente, es decir, tienen que encontrarse regulados por los 28 ordenamientos legales que rijan la materia (Espinoza, 2000); por lo que a ello se limita la materia de estudio. Todo lo anterior permite concluir que la improcedencia del juicio de amparo es una figura jurídica que comprende, a excepción de los supuestos en que directamente procede el sobreseimiento11, todas aquéllas causas previstas legalmente que impiden la decisión jurisdiccional sobre la posible violación de los derechos humanos del peticionario de amparo, sea porque afectan la iniciación o el desarrollo válido del juicio, porque sean necesarios para que pueda pronunciarse la resolución de fondo sobre la pretensión, o bien, porque atendiendo a la finalidad y naturaleza del juicio de amparo, se encuentren expresamente excluidos de la revisión constitucional. 2.4.1. Principios de la improcedencia. Conforme a la doctrina, la improcedencia se rige por los siguientes principios (Pallares, 1967): No hay más causas de improcedencia que las enunciadas expresamente por la ley o que implícitamente se contengan en la misma. Por lo que, los tribunales no pueden establecer otras diferentes, lo cual no quiere decir que no haya otras causas que las enunciadas en el actual artículo 61 de la Ley de Amparo, pues como ya se vio, pueden desprenderse tanto del texto constitucional como de las diversas disposiciones de la Ley de Amparo. La improcedencia es de estudio oficioso. Esto quiere decir que, lo pidan o no las partes, debe declararse por el juzgador de amparo en cualquier estado del proceso constitucional, entendido en las oportunidades procesales para ello, sea al proveer sobre la demanda, en la audiencia constitucional, en la resolución de segunda instancia en aquéllos juicios en los que ésta procede, o en la resolución del amparo en única instancia. Dado que se estima de suma trascendencia la aplicación de este principio en la práctica, porque el estudio oficioso de la improcedencia impera sin tener en cuenta la naturaleza 11 El desistimiento de la demanda; la falta de publicación de edictos para emplazar al tercero interesado; la muerte del quejoso cuando el acto reclamado afecta sólo a su persona; y, cuando no existe el acto reclamado (LA. Art. 63). 29 del acto reclamado o de la violación alegada, es necesario hacer algunas precisiones al respecto. Originalmente se estableció mediante criterio jurisprudencial que, lo aleguen o no las partes, debe examinarse previamente -al estudio de fondo- la procedencia del juicio de amparo, por ser esa cuestión de orden público (Tesis 158). Criterio que se siguió hasta que se incluyó en la reglamentación de la improcedencia12, obligación que refleja la ley en vigor (LA, Art. 62). Y la justificación que se ha dado mediante la interpretación de esa disposición, es que el examen de las causales de improcedencia del juicio de garantías es oficioso, por ser una cuestión de orden público y de estudio preferente al fondo del asunto (Tesis 2a./J. 76/2004). Sin embargo, se conviene en que esa justificación otorgada por la jurisprudencia, no guarda una relación lógica, pues todas las cuestiones procesales son de orden público, pero no todas, por esa sola calidad, deben examinarse oficiosamente (Burgoa, 1994). En efecto, aunque la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha señalado que la razón que justifica el examen oficioso de la improcedencia del amparo es el orden público que revela la preeminencia de los intereses colectivos sobre los individuales, y que es en virtud de ese orden público que se exige un análisis oficioso (C.T. 121/2003-PS); se considera que, si bien, el orden público puede legitimar el estudio oficioso de una determinada cuestión, en realidad lo que justifica su oficiosidad es que el estudio del ejercicio de la acción deducida, jurídicamente antecede la determinación de la controversia de fondo. Por cuanto en orden, es preferente determinar si la acción, por su naturaleza procesal y forma de realización colma los requisitos legales, antes de decidir lo fundado o infundado de la pretensión, en el caso, de la constitucionalidad o inconstitucionalidad de los actos reclamados; pues es el ejercicio y la naturaleza jurídica de la acción lo que le dan procedencia legal (Burgoa, 1994). Y aquí se da una coyuntura importante, pues en el sentido propuesto, no hay razón para distinguir entre la procedencia del juicio y las causas de improcedencia para efectos del 12 Fue mediante las reformas del 5 de enero de 1988, que se adicionó un último párrafo al entonces artículo 73 de la Ley abrogada, que decía: “Las causales de improcedencia, en su caso, deberán ser examinadas de oficio.”. 30 estudio de oficio por parte de la autoridad de amparo en cualquier estado del juicio. Es decir, tan oficioso es examinar la improcedencia del juicio, como determinar que el juicio sí es procedente. Otro de los principios que rigen la improcedencia, es aquel que postula que es de interpretación restrictiva. Dados los efectos que produce en el juicio de amparo, los preceptos relativos a la improcedencia deben interpretarse restrictivamente porque limitan un medio de defensa contra violaciones a derechos fundamentales. Como puede observarse, es destacable que este principio hermenéutico de la improcedencia se haya advertido desde mediados del siglo pasado, y que guarda plena identidad con las normas del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, y el principio “pro persone”, donde las disposiciones que limitan derechos humanos han de interpretarse en forma restrictiva, mientras aquéllas que resultan de mayor protección para la persona, deben interpretarse de manera amplia. Pues bien, la conjunción de estos principios lleva a reforzar la idea de que la improcedencia del juicio de amparo es de carácter excepcional, limitada a la previsión expresa de la ley, y cuya interpretación es restringida a un justificado impedimento para la configuración de la acción, del proceso o de la determinación de la pretensión. 3. La figura de la improcedencia en el derecho positivo. Fue en la Constitución de 1857 en la que se instituye el juicio de amparo con su fisonomía propia, se fijó su exención protectora y su naturaleza jurídica; y a pesar del cambio ideológico del iusnaturalismo al positivismo, en la Constitución de 1917 se mantiene con los mismos supuestos de procedencia, agregando las bases fundamentales a que debe sujetarse (Espinoza, 2000). Según Trueba Barrera, cita Pallares, el Código de Procedimientos Civiles de 1897, fue el primero en establecer por separado los casos de improcedencia y los de sobreseimiento, y que fue en su exposición de motivos donde se precisó que la diferencia estriba en la época en que aparece o se conoce el motivo, pues si es antes de la demanda produce la 31 declaración de improcedencia y si lo es con posterioridad a la admisión de la demanda de amparo, el sobreseimiento (Pallares, 1967). La Ley Orgánica de los Artículos 103 y 107 de la Constitución Federal, de 10 de enero de 1936, que desincorpora la regulación del juicio de amparo del Código Federal de Procedimientos Civiles, conserva aquélla fórmula, la cual se mantiene en la actual Ley de Amparo. Siguiendo el texto legal, la consecuencia de la improcedencia advertida en la presentación de la demanda, es que ésta se deseche (LA, Arts. 113 y 179), y por ende, propiamente no hay juicio. Y, cuando se advierta o sobrevenga durante el juicio alguna de las causales improcedencia, el juicio será sobreseído (LA, Art. 63, V). Sin embargo, la naturaleza del sobreseimiento ni los efectos que produce se encuentran expresados en la ley. Empero atendiendo a aquélla diferencia original, se concluye que debe generar los mismos efectos que la improcedencia, anulando las actuaciones practicadas y volviendo las cosas al estado en que se encontraban antes de la presentación de la demanda. Lo cual encuentra justificación al armonizar las disposiciones de la Ley de Amparo y del Código Federal de Procedimientos Civiles, de aplicación supletoria (LA, Art. 2°), que regula ampliamente la caducidad con ese efecto (CFPC, Arts. 373 a 378). Señalado lo anterior, es necesario precisar el marco jurídico de la improcedencia del juicio de amparo. 3.1. La legislación nacional. Los artículos 1°, 14, 16, 17, 103 y 107 de la Constitución Federal. El artículo 103 preceptúa los supuestos generales de procedencia del juicio de amparo de manera limitativa a dos casos específicos: 1.- Por normas generales, actos u omisiones de la autoridad que violen los derechos humanos reconocidos y las garantías otorgadas para su protección por la propia Constitución, así como por los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte; y 2.- Por invasión de esferas competenciales entre autoridades de los Estados o del Distrito Federal, o la soberanía de aquéllos. 32 En el artículo 107 constitucional, se encuentran las bases que regulan el juicio de amparo, por lo que es de esta disposición de la que se deducen los principios fundamentales del juicio de amparo, así como las reglas generales para su sustanciación. De estos dos artículos constitucionales se desprende la naturaleza y finalidad del juico y de la acción de amparo. Los artículos 1°, 14, 16 y 17 constitucionales, proporcionan el marco interpretativo del derecho de acción. Además de que en ellos, principalmente en este último, se encuentra el reconocimiento constitucional del derecho fundamental de tutela judicial y acceso a la justicia. Los artículos 1°, 61, 62, 63, fracción V, 65, 93, fracciones I, II y III, 113 y 179 de la Ley de Amparo. Estas disposiciones son las que de manera particular refieren la acción de amparo y la improcedencia del juicio; las causas de improcedencia, sus efectos y consecuencias y, la forma y momento en que deben examinarse. Concretamente el artículo 61 de la Ley de Amparo inicia diciendo: “El juicio de amparo es improcedente:” para luego hacer un listado de 22 supuestos que pudiéramos llamar ‘concretos’, y un último, ya mencionado, que indica que el juicio es improcedente: “XXIII. En los demás casos en que la improcedencia resulte de alguna disposición de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, o de esta Ley.” (véase anexo uno). 3.2. Los instrumentos internacionales. La denominación de este apartado y su inclusión aquí, parecieran incorrectas –y tal vez lo es-, si se considera que el juicio de amparo es de índole interno; sin embargo, se trata de evidenciar el marco jurídico internacional del derecho a un recurso efectivo de protección y del debido proceso, en los que esencialmente puede encuadrar el amparo y el derecho de acción en general, y con ello, la justificación que en este ámbito puede tener la improcedencia. 33 Artículos 8 y 10 de la Declaración Universal de Derechos Humanos; artículo XVIII de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; artículos 2.3 y 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; y artículos 8.1 y 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. De estas disposiciones particularmente se toman las de la Convención Americana, que consagran las garantías judiciales y protección judicial, cuyo conjunto da contenido al derecho fundamental de acceso a la justicia. 4. Interpretación jurisprudencial de la improcedencia. La interpretación jurisprudencial no ha emitido un criterio específico que proporcione el concepto de la improcedencia, aunque sí ha indicado en múltiples tesis que, al generar el sobreseimiento, impide el estudio de las cuestiones de constitucionalidad planteadas, y por lo mismo ha identificado como un obstáculo insalvable para la determinación de fondo del asunto concreto (C.T. 121/2003-PS). A pesar de que su concepto no ha sido concretado, la producción jurisprudencial denota diversas características y reglas de aplicación que ameritan mencionarse como reflejo de la interpretación que a la improcedencia se ha dado. Así, se ha establecido que es regla general la procedencia de los juicios de amparo; de consiguiente, los casos de improcedencia deben estar específicamente señalados por la ley (Tesis Reg. 238341). Asimismo, se ha determinado que las causales de improcedencia deben estar plenamente demostradas en autos y no inferirse a base de presunciones (Tesis Reg. 238341; Tesis Reg. 1002326; Tesis Reg. 238327). En cuanto a su estudio, como ya se mencionó, es oficioso a razón –según se ha establecido- de que es una cuestión de orden público, lo que hace innecesario que la parte interesada lo invoque (Tesis 2a./J. 76/2004). Incluso se ha determinado que ante la existencia de algún indicio de que el juicio pueda ser improcedente, el juzgador debe indagar y recabar de oficio las pruebas necesarias para estar en posibilidad de determinar fehacientemente si opera o no la causal de que se trate (Tesis 1a./J. 163/2005). Y que las 34 pruebas que acrediten la improcedencia pueden admitirse en amparo directo y en revisión –casos en que, por regla general no se admiten pruebas- (Tesis 1a./J. 40/2002). Además, se ha considerado que la improcedencia es una cuestión de naturaleza procesal que, lógica y jurídicamente, debe estudiarse en primer término, pues de resultar demostrada, determina su cesación definitiva, sin posibilidad jurídica de alcanzar la finalidad que perseguía, esto es la declaración de inconstitucionalidad del acto reclamado (C.T. 121/2003-PS). Tratándose de la segunda instancia del amparo indirecto, se ha establecido que el tribunal revisor debe examinar la procedencia del juicio, con independencia de que el recurso lo hubiera interpuesto el quejoso que ya obtuvo parte de sus pretensiones, y pese a que pudiera resultar adverso a sus intereses si se advierte la existencia de una causal de improcedencia; sin que ello contravenga el principio de non reformatio in peius, que implica la prohibición para dicho órgano de agravar la situación del quejoso cuando éste recurre la sentencia para obtener mayores beneficios, toda vez que el citado principio cobra aplicación una vez superadas las cuestiones de procedencia del juicio constitucional, sin que obste la inexistencia de petición de la parte interesada en que se decrete su sobreseimiento (Tesis 2a./J. 76/2004). Como también que se encuentra en aptitud de analizar y determinar que opera una causa distinta a las examinadas por el juez de Distrito (Tesis 1a./J. 3/99; Tesis 2a./J. 30/97). No obstante lo anterior, también se ha establecido como salvedad a ese estudio oficioso, el supuesto en que la causa de improcedencia hubiese sido examinada en la resolución de primera instancia y se haya combatido en el recurso de revisión por la parte a quien perjudica; esto, bajo el argumento de que entonces ya no se está ante una determinación de orden público que justifique esa oficiosidad (C.T. 42/2002-PS); de ahí que se requiere agravio expreso contra la desestimación de una causa de improcedencia (Tesis 3a./J. 34/91). Así, con independencia de las razones que fundamentan cada causa de improcedencia, el criterio a seguir -en atención a su fundamento en la Constitución, la ley y la jurisprudencia- es que, al advertirse por la autoridad de amparo, se declare improcedente 35 el juicio con su inherente consecuencia de no estudiar el fondo del asunto. En otras palabras, el criterio es que la improcedencia opera y es oficiosa, porque su fundamento está en la norma que le sirve de apoyo y que fija los supuestos en que se actualiza. Otro criterio que destaca es aquel en que se ha establecido que cuando la causa de improcedencia involucra una cuestión íntimamente vinculada al fondo del asunto, debe desestimarse aquélla y proceder a resolver sobre la constitucionalidad de los actos reclamados (Tesis P./J. 135/2001; Tesis P. XXVII/98). A su vez, la propia jurisprudencia ha señalado que el derecho de acceso a la justicia no se agota con posibilidades formales de allegar a los tribunales la pretensión o defensa de que se trate, sino que su efectividad implica la remoción de todos aquéllos obstáculos que impiden, dificulten o hagan nugatorio el que los órganos jurisdiccionales determinen sobre los derechos cuestionados, previa oportunidad de exposición y prueba, mediante resoluciones completas e imparciales (Tesis 1a. CLXXXVI/2006; Tesis 1a. XXVII/2010; Tesis 1a. LVI/2012 (10a.)). Pero también, que el establecimiento de requisitos o presupuestos formales de admisibilidad y procedencia del recurso de protección a que se refiere el artículo 25.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, necesarios para el estudio de fondo del amparo, no constituye, en sí mismo, una violación a tales derechos, porque en todo procedimiento del orden interno deben concurrir amplias garantías judiciales, entre las que figuran aquéllos requisitos y presupuestos, y por tanto, deben verificarse para estar en posibilidad de resolver el fondo del asunto (Tesis 1a. CCLXXV/2012 (10a.); Tesis 1a. XLVII/2013 (10a.); Tesis 1a./J. 22/2014 (10a.)). Asimismo ha establecido los parámetros de la interpretación conforme, destacando que: “el principio pro personae permite, por un lado, definir la plataforma de interpretación de los derechos humanos y, por el otro, otorga un sentido protector a favor de la persona humana, pues ante la existencia de varias posibilidades de solución a un mismo problema obliga a optar por aquella que protege en términos más amplios.” (A.D.R. 2354/2012, párr. 102). Lo anterior implica que se requiere acudir a la norma jurídica que consagre el derecho de la manera más extensiva y, por el contrario al precepto legal más 36 restrictivo si se trata de conocer las limitaciones legítimas que se pueden establecer a su ejercicio. En ese marco de derechos humanos, es claro que en la improcedencia del juicio de amparo prevalece el principio de legalidad en relación a los requisitos de admisibilidad y procedencia de la acción. Lo cual genera la interrogante de si en los términos en que se encuentran previstas las causas de improcedencia y su interpretación y aplicación en casos concretos, es justificada la efectividad que pierde el amparo como recurso de protección, visto desde el enfoque de los propios derechos humanos. Pues bien, hasta aquí la importancia de tener un marco teórico sobre la improcedencia destaca por sí misma, pues resulta una peculiar figura que no sólo abarca múltiples supuestos derivados de la propia regulación de la acción de amparo, sino que, en la práctica, implica infinidad de situaciones que pueden dar lugar a su configuración. Es decir, para analizar las causas de improcedencia en asuntos del orden civil desde el derecho de acceso a la justicia, como aquí se pretende, era indispensable partir de la base de que la improcedencia en general, es una figura jurídica que coexiste con la naturaleza y finalidad del propio juicio de amparo, por cuanto afecta tanto aspectos de la acción como de la pretensión, y que se han estimado necesarios para que pueda dictarse una resolución de fondo sobre las violaciones alegadas, o sea, sobre la determinación de los derechos cuestionados que es un aspecto que da contenido al derecho de acceso a la justicia. En el siguiente capítulo se abordan aspectos que concretan la confrontación entre la improcedencia y la efectividad del amparo; esto en el sentido de que la improcedencia impide la obtención de una decisión sobre la violación planteada y, en su caso, su reparación. Asimismo, se denota la falta de parámetros que, desde el enfoque de los derechos humanos, puedan servir para lograr la efectividad del juicio de amparo, como recurso de protección. 37 CAPÍTULO II LOS ESTÁNDARES DEL DERECHO DE ACCESO A LA JUSTICIA Y LA IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO Una vez que se tiene la comprensión de que la improcedencia del amparo es la figura que el derecho positivo ha adoptado tanto para regular la admisibilidad de la acción y la atendibilidad de la pretensión, como para excluir algunos actos de la revisión constitucional; y que por ello, constituye un impedimento legal para que el gobernado no pueda obtener una decisión de fondo respecto de las violaciones que esos actos le pudieran generar. Ahora es necesario identificar los criterios que del derecho de acceso a la justicia y el recurso de protección, se han dado al respecto, principalmente en el marco de la Convención Americana. Lo cual permitirá evidenciar que en sede nacional existe un vacío de los parámetros que han de tenerse en cuenta para que la aplicación de las causas de improcedencia sea conforme al derecho fundamental de acceso a la justicia, en tanto el argumento que justifica la implementación de la improcedencia se limita a decretar que como figura jurídica que regula el amparo, participa de una finalidad constitucionalmente legítima. Por último, a fin de limitar el examen que se propone en el siguiente capítulo, se precisan cuáles son las causales de improcedencia que afectan el juicio de amparo en materia civil. 1. Estándares del derecho de acceso a la justicia. El derecho de acceso a la justicia, entendido como la posibilidad de toda persona de acudir ante los tribunales en busca de que sus derechos sean determinados o protegidos, y en particular contra actos violatorios de sus derechos fundamentales (Corte IDH. Caso Cantos… párr. 52), como ya se ha mencionado, no se limita a la posibilidad meramente formal de formular pretensiones, sino que implica, además, el deber del Estado de remover todos aquéllos obstáculos que impidan o dificulten ese efectivo acceso y la obtención de una sentencia que resuelva de manera integral los aspectos debatidos donde se decida sobre los derechos cuestionados; de tal manera que se constituye como medio 38 efectivo para reclamar el respeto de otros derechos (Ovalle, 2007; Parra y Saavedra, 2012). A propósito de las dos dimensiones que Cappeletti y Garth (1978) reconocen del concepto de acceso a la justicia, una normativa, referida al derecho igualitario de todos los ciudadanos a hacer valer los derechos legalmente reconocidos, y una fáctica que atañe a los aspectos vinculados con los procedimientos tendientes a asegurar el ejercicio del acceso a la justicia, Haydée Birgin y Natalia Gherardi, señalan que desde éste último punto de vista, el acceso a la justicia comprende el derecho a reclamar por medio de los mecanismos institucionales existentes, la protección de un derecho, lo que implica la posibilidad de convertir una situación cotidiana de las personas en un cuestionamiento jurídico, a través de un proceso; lo cual requiere reconocer la existencia de un problema, identificarlo como uno de naturaleza jurídica y de la persona responsable de haberlo causado, para luego convertir el problema en una demanda o reclamo ante los tribunales y sostener el proceso indicado hasta lograr la decisión judicial y hacerla efectiva a modo de gozar efectivamente del derecho violado o reparar su perturbación (Birgin y Gherardi, 2011). De esa forma de explicarlo, resulta entendible lo que sugiere el derecho de acceso a la justicia, y su necesidad para la sana convivencia de las personas dentro un orden jurídico, donde todos tienen el derecho de acudir ante los tribunales a fin de obtener la determinación y protección de sus diversos derechos y ser restituidos en su pleno goce cuando han sido violados. De ahí que el acceso a la justicia es considerado como un derecho fundamental, pues cuando otros derechos son violados, es la vía para reclamar su cumplimiento ante los tribunales y garantizar la igualdad ante la ley (Parra y Saavedra, 2012; Ferrer, 2013); derecho que se concreta en la posibilidad de promover la actividad jurisdiccional que, una vez cumplidos los requisitos procesales, permita obtener una decisión sobre las pretensiones deducidas (Ferrer, 2013). 39 En esa medida, el derecho de acceso a la justicia es de carácter adjetivo, en tanto otorga la posibilidad de tener una vía jurisdiccional para la tutela de los derechos (Ferrer, 2013; Parra y Saavedra, 2012; Sánchez, 2005). Y como puede verse, se encuentra ya una primera aproximación al tema que interesa, el cumplimiento de requisitos procesales para acceder a esa vía jurisdiccional; y es que, en efecto, ningún derecho fundamental es absoluto, todos admiten restricciones, pero como estas restricciones no pueden ser arbitrarias, para que sean válidas, deben analizarse en lo particular, y verificar que cumplan con los criterios idoneidad, necesidad y proporcionalidad (Cianciardo, 2004; Sánchez, 2009; Ferrer, 2013), que otorgan razonabilidad a la ley. Además de que en el sistema regional de protección de derechos humanos se han emitido pronunciamientos que fijan las directrices sobre la efectividad del recurso de protección como contenido del derecho fundamental de acceso a la justicia. 1.1 Los estándares internacionales. Como se ha mencionado, este trabajo se centra en lo dispuesto por la Convención Americana sobre Derechos Humanos y la interpretación que ha dado la Corte Interamericana respecto del recurso de protección; sin dejar de reconocer, desde luego, que al ser el acceso a la justicia un derecho fundamental, existen puntos de contacto con el ámbito de protección universal y con tratados especiales. El derecho de acceso a la justicia no se encuentra literalmente establecido en la Convención Americana (Parra y Saavedra, 2012), sin embargo, la Corte Interamericana ha considerado que se consagra tanto en el artículo 8 como en el 25 de dicho instrumento (Corte IDH. Caso Cantos…, párrs. 50 y 52; Corte IDH. Caso Castañeda…, párr. 101); de donde se obtiene que el recurso de protección a que se refiere ese último numeral, es manifestación del derecho fundamental de acceso a la justicia, pero además, en tanto que todos los derechos reconocidos por las constituciones y leyes de los Estados Partes y por la Convención son susceptibles de amparo (OC-8/87, párr. 32), este recurso de protección “constituye uno de los pilares básicos, no sólo de la Convención Americana, sino del propio Estado de Derecho en una sociedad democrática en el 40 sentido de la Convención” (Corte IDH. Caso Reverón…, párr. 59; Corte IDH. Caso Castañeda…, párr. 78). Partiendo de esa base, o sea, de que el recurso de protección da contenido al derecho fundamental de acceso a la justicia, es como han de advertirse los estándares que corresponden a tan importante derecho. La Corte Interamericana ha señalado que, conforme a lo dispuesto por el artículo 25 de la Convención, es obligación del Estado conceder a todas las personas bajo su jurisdicción un recurso judicial efectivo contra actos violatorios de sus derechos fundamentales, como se dijo, no sólo respecto de los contenidos en la Convención, sino también de aquéllos que estén reconocidos por la Constitución o por la ley (Corte IDH. Caso Cantos…, párr. 52); ese numeral es, pues, una disposición de carácter general que recoge la institución procesal del amparo, como procedimiento sencillo y breve que tiene por objeto la tutela de esos derechos fundamentales (OC-8/87, párr. 32; OC-9/87, pár. 23). Entonces, el “recurso”, entendido como el mecanismo procesal contra actos que violen derechos fundamentales (Universidad Diego Portales, 2007), se refiere a todo proceso que sirve para la tutela de esos derechos (Parra y Saavedra, 2012), que bien puede adoptarse como juicio o como procedimiento jurisdiccional; es decir, lo que interesa es que se provea de un medio cuya naturaleza y alcance sean capaces de proteger los derechos humanos. En México, como se ha venido mencionando, el juicio de amparo constituye tal recurso de protección, excepción hecha en materia electoral -limitación que es compatible con la Convención, según estableció la Corte Interamericana (Corte IDH. Caso Castañeda…, párr. 92)-. Ahora, el recurso de protección debe tramitarse conforme a las normas del debido proceso establecidas en el artículo 8 de la Convención (Corte IDH. Caso Ximenes…, párr. 193; Corte IDH. Caso Baldeón…, párr. 146), pues como en todo procedimiento jurisdiccional existente en el orden interno de los Estados, deben en él concurrir amplias garantías judiciales (Corte IDH. Caso Trabajadores…, párr. 126), las cuales, ha de recordarse, no solamente obligan a órganos judiciales sino a cualquier autoridad que 41 materialmente realice actos jurisdiccionales (Ferrer, 2013). El recurso de protección ha de ser sustanciado conforme a las garantías del debido proceso, porque es el complemento ideal para alcanzar su efectividad (Universidad Diego Portales, 2007) en un Estado Constitucional de Derecho. Por lo cual, en el juicio de amparo, como en todo recurso de protección, deban confluir las garantías de audiencia, del plazo razonable, del juez competente independiente e imparcial y de legalidad (Ferrer, 2013). De ahí destaca otra previsión que establece el artículo 25 de la Convención, la relativa a “los jueces o tribunales competentes” que han de conocer del recurso de protección; la competencia de la autoridad, se identifica con la prevista por el sistema legal nacional, esto es, las facultades atribuidas previamente a los jueces por la legislación interna; esta garantía del juez natural, particularmente se ha desprendido de la prohibición de tribunales especiales (Ferrer, 2013). La competencia implica pues, la capacidad jurídica de la autoridad de emitir una decisión vinculante que determine si ha habido o no la violación del derecho que ante ella se reclama y repararla en su caso (Corte IDH. Caso Castañeda…, párr. 103). No obstante puede decirse que en ocasiones este atributo de la autoridad se ha identificado como parte del contenido de la efectividad del recurso (Corte IDH. Caso Castañeda…, párr. 103), más bien es una clara manifestación de la interrelación de los derechos y garantías de las que se habla. Hasta aquí se tiene entonces precisado que el recurso de protección es un mecanismo procesal, de carácter jurisdiccional, que se ventila ante una autoridad facultada legalmente para conocer sobre violaciones de derechos humanos y cuyas determinaciones sean vinculantes en el orden jurídico. Ahora bien, una nota característica y que constituye uno de los aspectos esenciales del recurso de protección es que debe ser efectivo. Lo cual encuentra plena justificación si se tiene en cuenta que uno de los principios reconocidos en el derecho internacional de los derechos humanos, es la efectividad de los instrumentos o medios procesales destinados a garantizar tales derechos; se sigue, que el artículo 25 incorpora dicho principio al establecer expresamente el derecho a un “recurso efectivo” (OC-9/87, párr. 24). 42 La efectividad del recurso se identifica con su eficacia o capacidad de producir el resultado para el que ha sido concebido (Corte IDH. Caso Velásquez…, párr. 66), o sea, su aptitud para producir resultados o respuestas a las violaciones de los derechos contemplados en la Convención (Corte IDH. Caso Ximenes…, párr. 192; Corte IDH. Caso Yvon Neptune…, párr. 77; Corte IDH. Caso Baldeón…, párr. 144), por tanto, un recurso judicial efectivo es aquel capaz de conducir a un análisis por parte de un tribunal competente a fin de que establezca si ha habido o no una violación a los derechos humanos y, en su caso, proporcionar su reparación (Corte IDH. Caso Castañeda…, párr. 118; Corte IDH. Caso Trabajadores…, párr. 125). Bajo tal premisa, el recurso efectivo debe existir en el sistema jurídico 13. Esto es, debe encontrarse previsto por la Constitución o en una ley; pero además, su existencia no se agota en dicha formalidad, sino que requiere que sea realmente idóneo para establecer si se ha incurrido en una violación a los derechos humanos y proveer lo necesario para remediarla (OC-9/87, párr. 24). De ahí que, se han calificado como ilusorios, aquellos recursos que no sean aptos para ese efecto; así se han considerado aquéllos que por las condiciones generales del país o incluso por las circunstancias particulares de un caso dado, no resulten efectivos, lo que ocurre cuando su inutilidad haya quedado demostrada por la práctica, o no cumple, por sí mismo, con alguna de las garantías del debido proceso (OC-9/87, párr. 24). También la existencia de los recursos internos debe ser suficientemente cierta. Esta característica se refiere a la certeza acerca de la vía a la que se debe acudir para reclamar los derechos que se consideraran vulnerados, la cual debe tenerse tanto en teoría como en la práctica. Este aspecto de la existencia del recurso de protección fue abordado por la Corte en el Caso de Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) vs. Perú, donde, en seguimiento a lo considerado por la Corte Europea de Derechos Humanos -quien ha estimado que se debe tomar en cuenta tanto la existencia de recursos formales en el sistema legal del Estado en cuestión, como el contexto general legal y 13 Recuérdese que conforme al artículo 2 de la Convención, es deber de los Estados adoptar disposiciones de derecho interno, para garantizar el pleno ejercicio de los derechos y libertades fundamentales de toda persona, como son las medidas legislativas, para hacer efectivos tales derechos y libertades. 43 político en el cual operan, así como las circunstancias personales de los peticionarios o demandantes-, estableció que los recursos internos existentes no fueron efectivos, para los efectos de una adecuada y efectiva garantía del derecho de acceso a la justicia en los términos de la Convención Americana (Corte IDH. Caso Trabajadores…, párr. 131). Esa violación se dio porque, consideró la Corte Interamericana, ocurrió en un contexto de impedimentos normativos y prácticos para asegurar un acceso real a la justicia y de una situación generalizada de ausencia de garantías e ineficacia de las instituciones judiciales para afrontar hechos como los del presente caso, y que en ese contexto, y en particular el clima de inseguridad jurídica propiciado por la normativa que limitaba la impugnación respecto del procedimiento de evaluación y eventual cesación de las presuntas víctimas, resultaba claro que éstas no tenían certeza acerca de la vía a la que debían o podían acudir para reclamar los derechos que se consideraran vulnerados (Corte IDH. Caso Trabajadores…, párrs. 129 y 130). De lo anterior se puede sostener que la existencia del recurso efectivo de protección debe ser real, cierta e idónea. Lo cual es necesario tener presente porque de presentarse en el amparo cualquier obstáculo que afecte esas dimensiones que le dan existencia como recurso efectivo de protección, se traduciría en una violación al derecho de acceso a la justicia. En otras palabras, desde el enfoque de los derechos humanos no se puede considerar que un Estado cumpla con la obligación de proporcionar a las personas un recurso efectivo de protección, cuando éste no participa de esas características y alcance. Desde luego, advertir de dónde proviene ese estándar internacional, revela los aspectos que se han tenido en cuenta al analizar el recurso de protección en ese ámbito. Por otra parte, también se han identificado dos características relacionadas con la efectividad del recurso de protección: la accesibilidad y la efectividad (Corte IDH. Caso Castañeda…, párr. 103). La primera referida a la posibilidad de plantear y obtener una determinación sobre las violaciones alegadas; y la segunda, de encontrarse que los derechos fundamentales han sido violados, que el recurso sea útil para restituir al interesado en el goce de su derecho y repararlo. 44 En ese sentido, la accesibilidad participa de la idoneidad del recurso, porque no basta con que el recurso sea formalmente admisible (Corte IDH. Caso Trabajadores…, párr. 125), sino que es necesario que conduzca a la emisión de una resolución que determine si se da o no una violación a los derechos humanos; y de la certeza, por cuanto es necesario que las personas conozcan las condiciones de acceso al recurso (Corte IDH, Caso Castañeda… párr. 110). Lo anterior se traduce en que, tanto los requisitos generales o propios de procedencia del juicio, como los supuestos fácticos a los que se encuentre sujeta su configuración, no deben ser de naturaleza tal, que excluya la posibilidad de una persona titular del derecho que se dice violado, a ejercer la acción que la ley establece como medio para obtener la restitución de tal derecho (Corte IDH, Caso Castañeda… párrs. 106, 111 y 112)14. Sin embargo, ello no quiere decir que siempre y en cualquier caso deba resolverse el fondo del asunto, sin que importe la verificación de los presupuestos formales de admisibilidad y procedencia del recurso (Corte IDH. Caso Trabajadores…, párrs. 125 y 126); pues como ya se dijo, el recurso debe substanciarse conforme a las garantías del debido proceso, que implica, además, el establecimiento de condiciones de procedencia, como parte de su legal regulación. En efecto, las garantías judiciales comprenden las formalidades que deben observarse para garantizar el acceso al debido proceso legal (Corte IDH. Caso Trabajadores…, párr. 126); de las cuales, se insiste, no puede quedar exento el recurso de protección, en tanto aquéllas garantías son las que sostienen un orden jurídico respetuoso de los derechos humanos. Al respecto, ha sido criterio de la Corte Interamericana, que: “por razones de seguridad jurídica, para la correcta y funcional administración de justicia y la efectiva protección de los derechos de las personas, los Estados pueden y deben establecer presupuestos y criterios de admisibilidad de los 14 En ese caso, la legitimación activa para interponer el recurso de protección –de derechos políticos- era, en principio, de todo ciudadano, pero cuando se alegasen ciertas violaciones –como la negativa indebida del registro a una candidatura de elección popular-, la procedencia se condicionaba a supuestos de hecho que implicaban que el juicio no era accesible a toda persona titular del derecho –titular de derechos políticos, sino sólo a las que fuesen propuestas por un partido político-. 45 recursos internos, de carácter judicial o de cualquier otra índole. De tal manera, si bien esos recursos internos deben estar disponibles para el interesado y resolver efectiva y fundadamente el asunto planteado, así como eventualmente proveer la reparación adecuada, no cabría considerar que siempre y en cualquier caso los órganos y tribunales internos deban resolver el fondo del asunto que les es planteado, sin que importe la verificación de los presupuestos formales de admisibilidad y procedencia del particular recurso intentado.” (Corte IDH. Caso Trabajadores…, párr. 126). Entonces, la existencia y aplicación de causales de admisibilidad o presupuestos de procedencia de un recurso resulta compatible con la Convención Americana (Corte IDH. Caso Castañeda…, párr. 94), siempre y cuando no hagan nugatorio el derecho de acceso a la justicia; de ahí que esos requisitos también deben ser acordes a los estándares de derechos humanos y no arbitrarios. Por tanto, en principio, esos requisitos deben encontrarse establecidos en la ley; pero además, como el derecho de acceso a la justicia implica que no deben haber trabas para acudir ante los tribunales en busca de que los derechos sean determinados o protegidos, cualquier norma o medida del orden interno que dificulte de alguna forma ese acceso, ha de estar justificada por las razonables necesidades de la propia administración de justicia (Corte IDH. Caso Cantos… párrs. 50 y 51). De ahí que, como ya se mencionó, la regulación de los recursos judiciales debe ser de forma tal, que las personas tengan certeza y seguridad jurídica de sus condiciones de acceso (Corte IDH. Caso Castañeda…, párr. 110). De acuerdo a lo anterior, es que el derecho al acceso a la justicia puede estar sujeto a algunas limitaciones discrecionales por parte del Estado15, impuestas en la ley, siempre y cuando guarden correspondencia entre el medio empleado y el fin perseguido y, en 15 El contexto en que se produce esta afirmación permite estimar que, al margen de la discusión teórica sobre la distinción entre normas y derechos que en su caso podría llevar a considerar que los derechos fundamentales tienen límites que brotan de sí mismos y por ello no son limitables, mientras que el contenido de las normas es limitado y nada obsta para que se dicten otras normas que lo restrinjan, precisen, determinen sus condiciones de aplicación, siguiendo precisamente la orientación del contenido esencial del derecho (Cianciardo,2004), la discrecionalidad que se atribuye al Estado para establecer algunas limitaciones, deriva precisamente de la facultad que tiene para establecer y desarrollar el orden jurídico interno, como parte de su función gubernamental; esto es, a que desde el ámbito internacional, todo Estado es soberano para establecer las normas y medidas que considere adecuadas para la administración de justicia en su interior, empero, de donde se sigue que tal discrecionalidad se condiciona a respetar el contenido esencial de los derechos y demás principios que en la materia ha reconocido el Derecho Internacional de los Derechos Humanos. 46 definitiva, no pueden suponer la negación misma de ese derecho (Corte IDH. Caso Cantos… párr. 54); esto es, la propia legislación no debe obstruir injustificadamente ni hacer nugatorio el derecho fundamental de que se trata a fin de encontrarse en el marco de derechos humanos. Así, el recurso se vuelve ineficaz si se le subordina a exigencias procesales que lo hagan inaplicable (Corte IDH. Caso Velásquez…, párr. 66). Por tanto, cuando se trata de aspectos que impiden el acceso a la justicia, la seguridad jurídica y el principio de claridad y certidumbre imponen un mayor rigor (Comisión IDH. Caso 10.194, párr. 65), se insiste, porque aunque no existe un derecho ilimitado de acceso a los recursos judiciales, los controles de limitación no pueden ser irrazonables ni ser de tal naturaleza que despojen el derecho de su esencia (Comisión IDH. OEA/Ser.L/V/II.106, párr. 99). Acorde a esto, las causas de improcedencia, aunque sean permisibles como restricciones en el acceso al juicio de amparo en aras de mantener el orden público, deben encontrarse inmersas en ese contexto que importe su razonabilidad. Por otra parte, hay que tener presente que una garantía mínima de toda persona que interpone un recurso es que la decisión que lo resuelva sea motivada y fundamentada; por lo que el análisis que la autoridad hace al conocer del recurso, no puede reducirse a una mera formalidad, sino que debe examinar las razones invocadas por el demandante y manifestarse expresamente sobre ellas (Corte IDH. Caso Castañeda…, párr. 93). Pero ello tampoco quiere decir que la decisión razonada sea equivalente al estudio de fondo del asunto, el cual no es imprescindible para determinar la efectividad del recurso (Corte IDH. Caso Castañeda…, párr. 94); en cambio, cuando se demuestra que los recursos son rechazados sin llegar al examen de la validez de los mismos, o por razones fútiles, cuyo efecto se traduzca en impedir, por ejemplo su igual utilización, acudir a esos recursos se convierte en una formalidad que carece de sentido (Corte IDH. Caso Velásquez…, párr. 68). Además, acorde a las propias normas del derecho internacional de los derechos humanos, y en particular, las del derecho de acceso a la justicia, el recurso de protección ha de ser sencillo, según disposición expresa del artículo 25 de la Convención; lo cual se traduce precisamente en que no se establezcan requisitos para su accesibilidad y efectividad, o de prueba, que dificulten al agraviado obtener la determinación de sus 47 derechos y reparación de las violaciones. Asimismo, debe cumplir con el criterio del plazo razonable (Parra y Saavedra, 2012), que esa disposición prevé como “rápido”, lo que implica desde luego la brevedad con la que tiene que estar prevista la substanciación y resolución del recurso, así como el respeto de esos plazos en la práctica, puesto que los recursos de protección deben operar con la rapidez que se requiere para atender reclamos a presuntas violaciones de derechos humanos (Corte IDH, Caso Apitz… párr. 156); pues de ello también depende que la dilación en determinación sobre la existencia de la violación, y en su caso, su cese, no genere mayor perjuicio a la víctima.16 Conforme a todo lo anterior, puede concluirse que los requisitos de admisibilidad y condiciones de procedencia de un recurso efectivo de protección pueden verse desde dos dimensiones: la normativa y la de aplicación; la primera referida a la previsión en la ley, la cual debe encontrar una justificación razonable, y la segunda, en la que incluye el contexto en que se produce la inadmisibilidad o improcedencia del recurso. Siendo en que cualquiera de esas dimensiones puede darse una violación al derecho de acceso a la justicia. Es por lo que se considera que desde esas perspectivas deben interpretarse las causas de improcedencia del juicio de amparo. Sin embargo, las resoluciones nacionales principalmente a través de las tesis jurisprudenciales publicadas-, no revelan de manera suficiente que exista conformidad de la improcedencia es esas dimensiones; lo que válidamente hace presumir que en los casos concretos se da una aplicación formal de los supuestos previstos en la ley. De ahí la necesidad de proponer un enfoque argumentativo distinto, acorde a los estándares anteriormente señalados. 1.2. Los estándares nacionales. Este apartado se dividirá en dos puntos, según se han establecido los parámetros que mediante su función interpretativa ha hecho la Suprema Corte de Justicia de la Nación al 16 Este aspecto ha sido desarrollado a partir de la debida diligencia en la investigación de violaciones de derechos humanos como las que acontecen ante la desaparición forzada (Corte IDH. Caso López Álvarez… párr. 128; Corte IDH. Caso Heliodoro Portugal… párr. 148). Sin que ello implique que sólo en esos casos pueda generarse ese perjuicio. 48 derecho fundamental de acceso a la justicia en general –y en lo que interesa a este trabajo- en un lado, y en otro, los relativos al recurso efectivo de protección. Lo cual obedece a que, como podrá advertirse, existe un diferente tratamiento entre cuando se trata del acceso a la jurisdicción ordinaria y cuando lo es al amparo; lo que impulsa a sostener, que todavía existe un gran vacío en la interpretación de la improcedencia, cuanto más acorde al contexto que se desprende del ámbito internacional ya visto. 1.2.1. El acceso a la justicia. En sede nacional, el derecho fundamental de acceso a la justicia se ha desarrollado a partir de lo establecido en el artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el cual prevé las siguientes garantías: la prohibición de la autotutela -o hacerse justicia por propia mano-, el derecho a la jurisdicción, la abolición de costas judiciales, la independencia judicial, y la prohibición de prisión por deudas del orden civil (A.D.R. 1670/2003). A partir de esa disposición constitucional se ha definido la tutela jurisdiccional como el derecho público subjetivo que toda persona tiene, dentro de los plazos y términos que fijen las leyes, para acceder de manera expedita a tribunales independientes e imparciales, a plantear una pretensión o defenderse de ella, con el fin de que a través de un proceso en el que se respeten ciertas formalidades, se decida sobre la pretensión o la defensa y, en su caso, se ejecute esa decisión (Tesis 1a./J. 42/2007); aunque debe tenerse presente que para dar contenido a este fundamental derecho, ese precepto constitucional debe interpretarse de forma integral con lo establecido en los artículos 14 y 20, apartados B y C, de la propia Constitución (A.R. 352/2012), por cuanto se refieren a las garantías judiciales en general y, concretamente, en materia penal. Del mismo artículo 17 constitucional, se ha establecido que la tutela jurisdiccional se rige por los siguientes principios: 1. De justicia pronta, que se traduce en la obligación de las autoridades de resolver las controversias dentro de los términos y plazos que para tal efecto establezcan las leyes; 2. De justicia completa, consistente en que la autoridad que conoce del asunto emita pronunciamiento respecto de todos y cada uno de los 49 aspectos debatidos cuyo estudio sea necesario, y garantice al gobernado la obtención de una resolución en la que, mediante la aplicación de la ley al caso concreto, se resuelva si le asiste o no la razón sobre los derechos que le garanticen la tutela jurisdiccional que ha solicitado; 3. De justicia imparcial, que significa que el juzgador emita una resolución apegada a derecho, y sin favoritismo respecto de alguna de las partes o arbitrariedad en su sentido; y, 4. De justicia gratuita, que estriba en que los órganos del Estado encargados de su impartición, así como los servidores públicos a quienes se les encomienda dicha función, no cobrarán a las partes en conflicto emolumento alguno por la prestación de ese servicio público (Tesis 2a./J. 192/2007). La tutela jurisdiccional comprende tres etapas, una previa al juicio, el juicio propiamente dicho y una posterior a éste; que a su vez, constituyen tres distintos derechos: el de acceso a la jurisdicción, el del debido proceso y el de la eficacia de las resoluciones (Tesis 1a. LXXIV/2013 (10a.)). Como puede advertirse, esa forma de introducir al tema del derecho de acceso a la justicia a partir del de tutela jurisdiccional, coincide en lo medular con la doctrina que sostiene que éste es de tipo genérico y aquél específico (Parra y Saavedra, 2012). Pues bien, el derecho de acceso a la justicia, que se identifica con la etapa previa al juicio propiamente dicho, parte del derecho de acción, que es la petición dirigida a las autoridades jurisdiccionales y que motiva un pronunciamiento por parte de éstas (Tesis 1a. LXXIV/2013 (10a.)). Acorde a los ya mencionados principios, también considerados subderechos (1a. LVI/2012 (10a.)), este pronunciamiento debe ser pronto, completo, imparcial y gratuito. Este enlace o interrelación de derechos, permite sostener un primer postulado, en el sentido de que la decisión que genera la petición del individuo, ha de ser respecto de todos y cada uno de los aspectos debatidos y sustentada en la ley, esto es, debe ser congruente, fundada y motivada, y que a su vez, garantice la obtención de una resolución que determine los derechos cuya tutela se ha solicitado. Por otro lado, destaca que la Constitución Federal refiere “expedito” el derecho de acceso a la justicia (CPEUM, Art. 17). 50 El alcance que se ha dado a esa prevención, es que tal adjetivo designa lo desembarazado, lo que está libre de todo estorbo, por lo que debe entenderse que el acceso a los órganos jurisdiccionales no puede supeditarse a condiciones (A.D.R. 1670/2003); de tal suerte que cualquier disposición que tienda a impedir que se administre justicia, importa su violación. Criterio que se ha sostenido desde las primeras interpretaciones al artículo 17 constitucional (Tesis Reg. 289201). Empero tal prevención no es absoluta, pues no todos los requisitos para el acceso a la justicia pueden considerarse inconstitucionales, como ocurre con aquellos que, respetando el contenido de ese derecho fundamental, están enderezados a preservar otros derechos, bienes o intereses constitucionalmente protegidos y guardan la adecuada proporcionalidad con la finalidad perseguida, como es el caso, ha dicho la Corte, del cumplimiento de los plazos legales, el de agotar los recursos ordinarios previos antes de ejercer cierto tipo de acciones o el de la previa consignación de fianzas o depósitos (Tesis 1a./J. 42/2007). Así, se puede concluir que las normas que impongan requisitos innecesarios, excesivos y carentes de razonabilidad o proporcionalidad respecto de los fines que lícitamente puede perseguir el legislador, son violatorias de este derecho fundamental (Tesis 1a./J. 42/2007). De ahí que el respeto a dicha garantía se traduce también en que no sea el legislador quien imponga ese tipo de requisitos impeditivos u obstaculizadores que dificulten o imposibiliten el ejercicio de tal derecho (Tesis 1a. CLXXXVI/2006). Entonces, partiendo de la premisa de que todo derecho fundamental admite restricciones, la Corte ha identificado tres elementos que han de tomarse en cuenta para considerarlas como constitucionalmente válidas y no arbitrarias, a saber, su admisibilidad constitucional, que sean necesarias y que sean proporcionales (Tesis 1a./J. 2/2012 (9a.)). En efecto, el criterio es que una limitación impuesta por el legislador debe ser admisible en la Constitución, porque que la ley ordinaria sólo puede restringir o suspender el ejercicio de derechos fundamentales y sus garantías de protección, en los casos y condiciones que la misma Constitución establece (CPEUM, Art. 1o.); por tanto, el legislador no tiene facultades para establecer restricciones adicionales o que no den un contenido exacto a las establecidas en el texto constitucional. La restricción debe ser 51 también necesaria, o sea que esa medida legislativa sea adecuada para cumplir con el objetivo constitucionalmente legítimo, por lo que no basta que la restricción sea en términos amplios útil para la obtención de ese fin, sino que de hecho esa medida debe ser la idónea para su realización, y sin que se pueda alcanzar razonablemente por otros medios menos restrictivos de derechos fundamentales. Y debe ser proporcional, o sea, que respete una correspondencia entre la importancia del fin buscado por la ley y los efectos perjudiciales que produce en otros derechos e intereses constitucionales (A.R. 173/2008; A.D.R. 1584/2011). Bajo dichas premisas, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha tenido oportunidad de aplicar el principio de proporcionalidad en sentido amplio, para determinar la constitucionalidad de medidas de intervención legislativa en afectación de derechos fundamentales (A.D.R. 181/2011). Dicho principio ha sido entendido por la Corte como una herramienta argumentativa para examinar los posibles conflictos que surgen cuando se está ante una medida de aquélla naturaleza (C.T. 21/2006-PL; A.D.R. 181/2011; A.D.R. 2655/2010; A.D.R. 123/2009; A.R. 2146/2005), y al respecto ha seguido el “test de proporcionalidad” que precisamente consta del análisis de las ya mencionadas características para considerar constitucionalmente válida la medida de que se trate. Lo cual se hace verificando tres elementos: a) la idoneidad; mediante la cual se determina si la medida es causalmente adecuada para alcanzar la finalidad perseguida; b) la necesidad; que se obtiene de constatar que no existe otra medida igualmente idónea que afecte en menor grado al derecho intervenido; y, c) la proporcionalidad en sentido estricto; que se da a partir de una comparación entre la intervención en el derecho fundamental con la realización del fin perseguido con la medida. A lo cual cabría agregar un presupuesto, consistente en la existencia de la finalidad legítima desde el punto de vista constitucional de la medida en cuestión; lo cual, naturalmente debe observarse previamente a la aplicación de dicho “test”; presupuesto que se cumple cuando la finalidad es constitucionalmente posible, o sea, que no entre en pugna directa con alguna disposición constitucional (A.D.R. 2655/2010). Lo anterior, no 52 obstante en algunas resoluciones se ha considerado esa legitimidad como un primer elemento en dicho análisis (C.T. 21/2006-PL; A.D.R. 123/2009). De todo lo anterior se puede concluir que en sede nacional, el derecho de acceso a la justicia en general, cumple con el alcance que en el ámbito internacional se le ha dado, esto es, se ha conceptuado como la facultad de los gobernados para acceder de manera expedita -sin obstáculos- a los tribunales para plantear una pretensión o defenderse de ella, con el fin de que se decida sobre los derechos cuestionados. Y desde luego, se ha visto su interrelación con las garantías del debido proceso, que impone el respeto de ciertas formalidades a las que éste debe encontrarse sujeto, también como derecho de todas las personas que acuden a las autoridades jurisdiccionales. Por tanto, se acepta como forma de respeto del derecho fundamental de acceso a la justicia, que el legislador establezca ciertos requisitos para su ejercicio, siempre y cuando no sean obstáculos innecesarios que dificulten o imposibiliten su ejercicio. En ese sentido, por ejemplo se ha estimado que son trabas innecesarias que violan el derecho de acceso a la justicia las disposiciones que obligan de manera general a los gobernados a presentar un escrito inicial de impugnación precisamente en las oficinas de las autoridades administrativas competentes, sin dar oportunidad a que lo presenten en una oficina de correos (Tesis 1a. CLXXXVI/2006), o las que imponen que se garantice el pago de costas judiciales (honorarios del visitador en los concursos mercantiles) para que surta efectos el auto admisorio del juicio (Tesis 1a. VI/2008). Y por el contrario, se han considerado generalmente válidos, los requisitos relativos al cumplimiento de los plazos legales, agotar recursos previos antes de ejercer cierto tipo de acciones o la firma en las promociones17. Respecto a este último caso, por ejemplo, el 17 Este pronunciamiento se hizo con motivo de un procedimiento administrativo en que se demandó la nulidad de la determinación de un crédito fiscal, en el que la demanda fue firmada por una persona distinta a la que aparecía como apoderado en el instrumento anexado, lo cual se pretendió subsanar mediante diversa promoción; motivo por el cual se tuvo por no presentada. En vía de amparo se reclamó la inconstitucionalidad del artículo 199 del Código Fiscal de la Federación, que impone tal requisito y consecuencia; el amparo le fue negado bajo el argumento esencial de que, esa disposición no impide el acceso a la justicia, pues sólo impone un requisito necesario para evidenciar la voluntad del justiciable de que ejercer su derecho de acción y dar certeza de que la promoción es efectivamente formulada por quien la suscribió; sentencia que fue confirmada en revisión (A.D.R. 166/2005). En esa misma resolución –sin mayor referencia- se hizo mención a la constitucionalidad del cumplimiento de los plazos legales, de 53 argumento fue que la exigencia de que para dar trámite a una demanda deba estar firmada por quien la promueve, constituye una formalidad que se adecua plenamente a los fines perseguidos por la Constitución: que cualquier persona pueda ejercer su derecho de acción, y esto sólo podría predicarse de las personas individualmente consideradas si es que exteriorizan de manera cierta y fehaciente que su voluntad es, precisamente, excitar al aparato de justicia, por lo que es una medida que no resulta innecesaria, excesiva ni carente de razonabilidad o proporcionalidad (Tesis 1a. XLV/2005). Otro requisito considerado como válido, es el atinente a la demostración del interés jurídico para accionar18, pues la Corte ha estimado que no es un formalismo u obstáculo sin sentido porque responde a la necesidad de establecer mecanismos que permitan corroborar que, quienes reclamen el respeto de un derecho objetivo efectivamente sean sus titulares, ya que de lo contrario el reclamo carecería de sustento y se habría dado un despliegue de actos de la administración de justicia innecesarios, traducidos en un detrimento a los fines propios del artículo 17 constitucional, al dar apertura y tramitar en todas sus etapas acciones improcedentes; lo cual tampoco transgrede el artículo 8.1 de la Convención Americana, toda vez que esta norma convencional es concordante con el indicado precepto constitucional (Tesis P. X/2014 (10a.)). Con la introducción del juicio de proporcionalidad como parámetro de ponderación, ha tomado relevancia, además, el concepto de contenido esencial del derecho, precisamente bajo el criterio de que si la Constitución admite restricciones de una garantía individual por medio de la ley, el legislador debe dejar intacto el núcleo del derecho constitucional respectivo (A.R. 2146/2005). Como se puede ver de los ejemplos descritos, la posibilidad de acudir ante las autoridades jurisdiccionales formulando una pretensión a fin de obtener una decisión agotar los recursos ordinarios previos antes de ejercer cierto tipo de acciones o de la previa consignación de fianzas o depósitos. 18 Este pronunciamiento deriva de la acción de inconstitucionalidad, en que se solicitó la invalidez del artículo 51, segundo párrafo, de la Ley Orgánica del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal, que exige la acreditación del interés jurídico mediante la correspondiente concesión, licencia, permiso, autorización o aviso, de quien pretenda obtener sentencia que le permita realizar actividades reguladas; bajo el argumento reflejado en la tesis, se determinó que tal exigencia no constituye una restricción inconstitucional o inconvencional de acceso a la justicia. 54 sobre los derechos ahí cuestionados, no queda anulada, sino sólo reservada a quien exteriorice su voluntad en el primer caso, y en el segundo a quien demuestre tener el derecho reconocido que pretende defender. Lo que se asume conforme a la Convención Americana, en tanto no se está en el caso donde realmente no existe posibilidad alguna de que se cumplan esos requisitos, sea por la incompatibilidad con el derecho que se pretende hacer valer o por la imposibilidad de reclamar la inconstitucionalidad de la disposición que establece esas condiciones19. En efecto, una de las características esenciales de los derechos fundamentales se traduce en su capacidad de operar como límite de todos los poderes públicos, incluido el legislativo; lo que necesariamente impone que en la normatividad positiva se respete el núcleo de cada uno de los derechos humanos reconocidos en la Constitución y en los tratados internacionales en la materia, ratificados por el Estado mexicano. Hasta aquí se tiene un panorama de cuál ha sido el alcance que en sede nacional tiene el derecho fundamental de acceso a la justicia. Enseguida se verá el desarrollo que se ha dado específicamente en cuanto al recurso de protección. Sin que desde luego se pretenda desconocer que aquéllos criterios también aplican a la concreta materia de amparo. 1.2.2. El recurso efectivo de protección. La Suprema Corte de Justicia de la Nación, ha señalado que el juicio de amparo es la materialización del derecho humano a un recurso judicial efectivo, reconocido tanto en la Constitución Federal como en los tratados internacionales (A.D.R. 2354/2012). Y no obstante el juicio de amparo como el medio de protección contra violaciones a los derechos fundamentales fue instituido como tal en la Constitución de 1857, y México se adhirió a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en 1981, la interpretación del amparo como recurso efectivo de protección es relativamente reciente20, que 19 Estos son los dos aspectos fundamentales por los que la Corte Interamericana estableció en el Caso Castañeda Gutman vs. México, que existía una violación al derecho de acceso a la justicia, en relación al recurso de protección contra violaciones de derechos políticos. 20 El primer registro localizado es la resolución del Amparo directo 505/2009, del 21 de enero de 2010, del Cuarto Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito. 55 coincide con la producción jurisprudencial posterior a la reforma constitucional de 2011 en materia de derechos humanos. Como podrá verse, en el aspecto que aquí interesa, en el ámbito nacional se ha tomado como premisa la interpretación que del artículo 25 de la Convención Americana ha hecho la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el sentido de que los Estados pueden y deben establecer presupuestos y criterios de admisibilidad de los recursos internos; siendo entonces la conclusión que: “el simple establecimiento de requisitos o presupuestos formales necesarios para el estudio de fondo” del amparo, no implica, en sí mismo, la violación del derecho humano a un recurso judicial efectivo de protección (Tesis 1a. CCLXXV/2012 (10a.))21. Ese criterio que se sustenta en dos cuestiones: 1.- que en todo procedimiento o proceso existente en el orden interno deben concurrir amplias garantías judiciales, entre ellas, las formalidades que deben observarse para garantizar el acceso a las mismas; y, 2.- en que por razones de seguridad jurídica, para la correcta y funcional administración de justicia y para la efectiva protección de los derechos de las personas, se deben establecer presupuestos y criterios de admisibilidad del juicio de amparo (Tesis 1a./J. 22/2014 (10a.)). Conforme a lo anterior, es que se ha establecido el criterio general –y obligatorio- de que no siempre y, en cualquier caso, cabe considerar que los tribunales de amparo deban resolver el fondo del asunto que se les plantea, sin que importe verificar los presupuestos formales de admisibilidad y procedencia del recurso intentado (Tesis 1a./J. 22/2014 (10a.)). No está por demás señalar que, aunque sin vinculación al tema de la improcedencia, respecto del derecho a un recurso efectivo de protección se ha considerado que el hecho 21 En la resolución de la que deriva esa tesis se consideró correcta la calificación de inoperancia de los conceptos de violación relativos a la inconstitucionalidad de los artículos 25 del Código Penal y 267, primer párrafo, del Código de Procedimientos Penales, ambos del Distrito Federal, por no haber sido propuestos en un primer amparo directo (improcedencia por actos consentidos, al no impugnar la ley con motivo del primer acto de aplicación), aun cuando se hubiese concedido aquél amparo por una violación formal (la Sala responsable no había analizado la totalidad de los agravios que se hicieron valer). Y concretamente sobre el tema, se señaló que el hecho de que se establezcan requisitos para estar en aptitud de analizar el fondo de los argumentos propuestos en el amparo, no constituye, en sí mismo, una violación al derecho humano a un recurso efectivo de protección como alegaba el quejoso (A.D.R. 2354/2012). 56 de que las acciones intentadas por los gobernados no se resuelvan favorablemente a sus intereses, no significa que no tuvieron acceso al amparo (Tesis 1a. CXCVIII/2014 (10a.)); y que, ese derecho no tiene como consecuencia la creación de medios de impugnación no previstos en las leyes, o la variación del objeto de los previamente establecidos en ésta, lo cual tuvo sustento, además, en los principios de legalidad y seguridad jurídica, conforme a los cuales, resultaría ilícito, por evasivo de la normativa aplicable a los procesos de amparo, el encausamiento de pretensiones procesales sin las vías y formalidades conducentes expresamente previstas en las leyes (R.R. 125/2013). Aunque cuestionable, estos dos criterios también se formularon partiendo de la válida y necesaria implementación de requisitos de admisibilidad y procedencia del recurso de protección. Por tanto, son tres los criterios generales que ha emitido la Corte en función del respeto del recurso efectivo de protección, a saber, que no siempre debe estudiarse de fondo, que no implica necesariamente una resolución favorable, y que, no crea recursos –en estricto sentido- legalmente inexistentes. Aquí lo que interesa es el primer aspecto, por ser el que realmente se vincula con la improcedencia del amparo. Sin que esté por demás señalar que, aunque en relación a los medios de impugnación dentro del propio juicio de amparo, la Corte señaló que el artículo 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, establece un principio general cuyas posibilidades habrán de articularse a partir de su desarrollo en el sistema legal nacional, en el que se garantizará su decisión a cargo de la autoridad competente; esto es, que la propia Convención establece una condición o reserva del sistema legal de los Estados, concordante, en el caso del Estado mexicano, con los artículos 17 y 14 constitucionales, conforme a los cuales, la administración de justicia se impartirá en los plazos y términos que fijen las leyes y, con arreglo, precisamente, a las formalidades esenciales del procedimiento previstas en las leyes expedidas con anterioridad al hecho, de tal manera que en la instrumentación del derecho al recurso de protección prevalece del orden interno (R.R. 436/2013). En ese tenor, aunque enfocado al campo hermenéutico, también se ha considerado que importa la verificación de los requisitos de procedencia previstos en las leyes nacionales 57 para la interposición de cualquier medio de defensa –entiéndase también el amparo-, porque se trata de formalidades procesales que son justamente la vía que hace posible arribar a una adecuada resolución; y por lo mismo, ni el principio pro personae ni el propio derecho humano a un recurso efectivo de protección, son aspectos suficientes, por sí mismos, para declarar procedente lo improcedente (Tesis 1a./J. 10/2014 (10a.). Como puede observarse, el establecimiento de requisitos o presupuestos formales necesarios para el estudio de fondo, como instrumentación procesal que permite mantener la legalidad y seguridad jurídica requeridas dentro del sistema jurídico, se considera conforme al respeto y garantía del derecho al recurso efectivo de protección. Sin embargo, también se advierte que esos criterios son de tal generalidad, que bien aplican a las cuestiones de improcedencia como figura jurídica, mas no así, en cuanto a las causas específicas que la configuran. Lo que evidencia que no se ha verificado de manera suficiente por la Suprema Corte que esos requisitos y presupuestos no sean obstáculos innecesarios que dificulten o imposibiliten el ejercicio del derecho de acceso a la justicia tratándose del juicio de amparo. Tampoco se ha determinado si esas condiciones, consideradas como limitaciones o restricciones al derecho del recurso efectivo de protección, son constitucionalmente permisibles, atendiendo al contenido esencial del derecho y al principio de proporcionalidad, como se ha hecho con otros derechos humanos, e inclusive con el derecho de acceso a la justicia, empero referida a la jurisdicción ordinaria. Se estima que lo anterior obedece a que en nuestro sistema jurídico y principalmente de protección de derechos humanos, no es posible reclamar la inconstitucionalidad o inconvencionalidad de la Ley de Amparo mediante un juicio amparo, porque para ello sería necesario un acto de aplicación y el amparo es improcedente contra las resoluciones dictadas en los juicios de amparo (LA. Art. 61, IX). Y sin que se haya entablado una acción de inconstitucionalidad al respecto. Lo que justifica que los criterios emitidos por la Suprema Corte se hayan dado en torno a los medios de impugnación dentro del procedimiento de amparo, propios de la competencia de ese máximo Tribunal. 58 Así, el Pleno de la Suprema Corte, acordó que en los recursos de revisión en los que se introduzca el problema de constitucionalidad de algún precepto de la Ley de Amparo y no subsista cuestión diversa de la que corresponda conocer a ese Alto Tribunal, son de la competencia originaria de los Tribunales Colegiados de Circuito (A.R. 338/2012). Y que, la posible declaración de inconstitucionalidad de alguna disposición de la Ley de Amparo está limitada a la inaplicación de la norma en el asunto concreto (R.R. 130/2011); esto es, propiamente no podría hacerse una declaración general de inconstitucionalidad. Entonces, esos son los criterios que en sede nacional actúan como estándares a observar, pues cabe recordar que las jurisprudencias que emiten los Tribunales Colegiados de Circuito, y ahora los Plenos de Circuito, no son obligatorias, respectivamente, para otros Tribunales Colegiados y tribunales de un Circuito distinto al del Pleno que las emite (LA 2. La admisibilidad y procedencia del juicio de amparo. Como se ha visto en el apartado que antecede, realmente existe un vacío jurisprudencial en el ámbito nacional sobre la admisibilidad y procedencia del juicio de amparo conforme al derecho de acceso a la justicia; no obstante los pronunciamientos que se han dado parten de un estándar internacional, el tema no han sido abordado con la amplitud que imponen las normas del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, como se ha hecho tratándose de otros derechos fundamentales, o inclusive, del propio acceso a la justicia o tutela jurisdiccional en procedimientos distintos al amparo. Si bien, la reforma constitucional en materia de Derechos Humanos es relativamente reciente, en 2007 se consolidó un criterio obligatorio para todas las instancias judiciales con la publicación de la jurisprudencia del Tribunal Pleno de rubro “GARANTÍAS INDIVIDUALES. EL DESARROLLO DE SUS LÍMITES Y LA REGULACIÓN DE SUS POSIBLES CONFLICTOS POR PARTE DEL LEGISLADOR DEBE RESPETAR LOS PRINCIPIOS DE RAZONABILIDAD Y PROPORCIONALIDAD JURÍDICA.” (Tesis P./J. 130/2007), que impone verificar que las leyes cumplan con dichos principios cuando se trata de la regulación de los derechos fundamentales. Se dio entonces el 59 cimiento de lo que sería la opción más adecuada cuando ha de resolverse sobre esos problemas en casos concretos. Sin embargo, aunque en la actualidad la improcedencia del juicio de amparo como violación del derecho de acceso a la justicia y a la efectividad como recurso de protección, es un tema recurrido por los agraviados, los pronunciamientos de los tribunales colegiados, a quienes corresponde determinar la constitucionalidad y convencionalidad de la Ley de Amparo y la tutela de los derechos fundamentales en última instancia nacional, sólo reflejan la premisa establecida por la Suprema Corte cuando aborda el tema concreto de los medios de impugnación dentro del juicio de amparo, concordante con el estándar internacional sobre la concurrencia de las garantías judiciales en los recursos de protección, consistente en que aquéllos derechos fundamentales de ninguna manera pueden ser interpretados en el sentido de que las causales de improcedencia del juicio de amparo sean inaplicables, ni que el desechamiento de la demanda o el sobreseimiento en el juicio, por sí, viola tales derechos (Tesis III.4o.(III Región) 14 K (10a.)), puesto que, conforme a la interpretación autorizada del artículo 25.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, se ha determinado esa facultad y deber de los Estados en establecer presupuestos y criterios de admisibilidad de los recursos internos, por razones de seguridad jurídica, para la correcta y funcional administración de justicia y la efectiva protección de los derechos de las personas; siendo que el alcance de esos derechos fundamentales, si bien implican que amparo deben estar disponible para el interesado, a fin de resolver efectiva y fundadamente el asunto planteado y, en su caso, proveer la reparación adecuada, lo cierto es que no siempre y en cualquier caso debe resolverse el fondo, sin que importe la verificación de sus presupuestos formales de admisibilidad y procedencia (Tesis XVII.1o.C.T.15 K (10a.)). De ahí que la conclusión obligada ha sido que el desechamiento una demanda de amparo o el sobreseimiento en el juicio, no se traduce en una denegación de justicia. Lo cual se ha justificado en que la obligación de los tribunales, acorde al derecho de acceso a la justicia y al recurso efectivo de protección, no es tramitar y resolver en el fondo todos los asuntos sometidos a su consideración en forma favorable a los intereses del 60 solicitante, sino que se circunscribe a la posibilidad que tiene cualquier individuo de acudir ante los órganos jurisdiccionales, con su demanda de amparo, a la cual debe darse trámite acorde a las formalidades rectoras del juicio, dentro de las cuales el legislador previó las causales de improcedencia y sobreseimiento (Tesis: VII.2o.C. J/23). En lo que, desde luego, parece no darse el alcance a lo que implica la posibilidad de acceder al amparo, conforme a los estándares antes vistos. En efecto, los postulados “seguridad jurídica”, “correcta y funcional administración de justicia” y “efectiva protección de los derechos de las personas”, son los que se han adoptado para validar el establecimiento de presupuestos y criterios de admisibilidad y procedencia del amparo. Dichos aspectos se identifican con el reconocimiento de las garantías judiciales, que es el conjunto de requisitos que deben observarse en las instancias procesales, a efecto de que las personas puedan defenderse adecuadamente ante cualquier tipo de acto emanado del Estado que pueda afectar sus derechos (Corte IDH. OC-9/87; Corte IDH. Caso Del Tribunal Constitucional… párr. 69); dichas condiciones, que dan contenido al debido proceso legal, son aplicables a todo tipo de proceso, según se desprende de los dispuesto en los artículos 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 14 y 17 de la Constitución Federal. Al respecto, la Corte Interamericana ha señalado que a pesar de que el citado artículo 8.1 no especifica garantías mínimas en materias que conciernen a la determinación de los derechos y obligaciones de orden distinto al penal, como sí lo hace en el numeral 2 del mismo precepto, en las distintas materias el individuo tiene también ese derecho al debido proceso (Corte IDH. Caso Del Tribunal Constitucional… párr. 70); de ahí que se ha considerado que el debido proceso abarca el derecho de toda persona a ser oída con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, para la determinación de sus derechos y obligaciones de cualquier carácter (García y Saavedra, 2012). Lo mismo acontece en el ámbito nacional, pues los artículos 14, 16 y 17 constitucionales, que respectivamente señalan: “Nadie podrá ser privado de la libertad o 61 de sus propiedades, posesiones o derechos, sino mediante juicio seguido ante los tribunales previamente establecidos, en el que se cumplan las formalidades esenciales del procedimiento y conforme a las Leyes expedidas con anterioridad al hecho.” (CPEUM, Art. 14), “Nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente, que funde y motive la causa legal del procedimiento.” (CPEUM, Art. 16) y “Toda persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que estarán expeditos para impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes, emitiendo sus resoluciones de manera pronta, completa e imparcial. Su servicio será gratuito, quedando, en consecuencia, prohibidas las costas judiciales.” (CPEUM, Art. 17), se desprenden las garantías que se imponen en todo procedimiento jurisdiccional, incluido el amparo. Ese derecho a ser oído, exige que toda persona pueda tener acceso al tribunal encargado de determinar sus derechos (García y Saavedra, 2012), conforme a las formalidades esenciales del procedimiento establecidas previamente en la ley. De ahí la conjunción entre el acceso a la justicia y el debido proceso; donde el juicio de amparo, no se encuentra exento de sujetarse a determinadas formalidades que garanticen su efectividad. Es decir, si el proceso jurídico es una serie unificada de actos de naturaleza jurídica, sistemáticamente vinculados entre sí por el fin que con el proceso se intenta realizar (Pallares, 1967), esa sistematización debe encontrarse prevista en la ley a fin de que se tenga una certeza sobre sus requisitos y desarrollo, y poder así exigir de la autoridad una adecuada administración de justicia, lo que a su vez contribuye determinantemente en la preservación del orden jurídico en que subyace el Estado de Derecho. Al emitir su voto razonado en el Caso López Álvarez vs. Honduras, el juez Cançado Trindade, hace referencia a la indisociabilidad entre el acceso a la justicia en relación al recurso efectivo y las garantías del debido proceso legal, señalando que una sana hermenéutica de los artículos 8.1 y 25 de la Convención, es que se complementan, se completan, en el marco jurídico del Estado de Derecho en una sociedad democrática; que tal vinculación no sólo es en el plano conceptual, sino, y sobre todo, en el hermenéutico (Corte IDH. Caso López … párrs. 16-22); lo que ilustra sobre esa 62 complementariedad y completitud con que ha de interpretarse el derecho de acceso a la justicia. Y es que en el Estado de Derecho, visto como una garantía de institucionalidad de un Estado, donde los poderes, las competencias y su ejercicio se encuentran limitados, y existe claridad sobre los espacios de actuación que posee cada uno de sus órganos, “adquiere aún mayor relevancia el asegurar un efectivo acceso a la justicia a todas las personas, dado que las instancias judiciales en la actualidad representan un espacio integral para el efectivo ejercicio de los derechos” (IIDH, 2010: 25). Es así, porque en una sociedad que se rige por un sistema de leyes e instituciones democráticamente instituidas, y que se ordenan en torno a una Constitución, que a la vez de que funge como fundamento jurídico, reconoce los derechos humanos como límite de los poderes estatales, se impone una sistematización jurídica que, desde luego referida a esa norma fundamental, implica el establecimiento de condiciones en los procedimientos judiciales, que no sólo constituyen ese límite de actuación como garantías de los individuos, sino a las que también están obligadas las personas que acudan ante las autoridades judiciales, creando así un orden público. Pues bien, dentro de este sistema de normas, entonces, subyace un orden jurídico creado y organizado de tal manera que genera la seguridad y certeza de los derechos y garantías de los que goza el gobernado, y de la forma en que ha de ejercerlos. Al respecto, la Suprema Corte de Justicia ha determinado que los derechos fundamentales de legalidad y seguridad jurídica tutelados por los artículos 14 y 16 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, se respetan por el legislador cuando las normas que facultan a las autoridades para actuar en determinado sentido, encauzan el ámbito de esa actuación a fin de que, por un lado, el gobernado conozca cuál será la consecuencia jurídica de los actos que realice, y por otro, que el actuar de la respectiva autoridad se encuentre limitado y acotado, de tal manera que la posible afectación a la esfera jurídica de los gobernados no resulte caprichosa o arbitraria (Tesis 2a. XVI/2014 (10a.)). Es a razón de ese orden jurídico, que el establecimiento de requisitos de admisibilidad y procedencia del amparo, se sustentan en la seguridad jurídica, correcta y funcional 63 administración de justicia y efectiva protección de los derechos de las personas; por tanto, tales condiciones para que proceda el estudio de fondo de un asunto, forman parte de las garantías judiciales; y, en consecuencia, tienen un fin constitucionalmente legítimo. Ahora bien, aun cuando el juicio de amparo se entiende procedente contra normas generales, actos u omisiones de autoridad que violen los derechos humanos reconocidos y las garantías otorgadas para su protección por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como por los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte (CPEUM, Art. 103; LA, Art. 1°.), la propia Constitución señala que esas controversias, con excepción de aquellas en materia electoral, y de acuerdo con las bases ahí establecidas, se sujetarán a los procedimientos que determine la ley reglamentaria (CPEUM, Art. 107). A su vez, como ya se ha visto, la Ley de Amparo prevé, además del catálogo de causas concretas de improcedencia, una disposición que incluye como tal, todo aquél motivo que dé como consecuencia la inadmisibilidad o improcedencia del juicio, al disponer que: “El juicio de amparo es improcedente… [e]n los demás casos en que la improcedencia resulte de alguna disposición de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, o de esta Ley.” (LA, Art. 61, XXIII). Es, entonces, la Ley de Amparo la expresión de la sistematización de las normas relativas del derecho fundamental del recurso de protección; la cual, atendiendo al orden jurídico nacional, se entiende acorde al derecho de acceso a la justicia constitucional y convencionalmente reconocido. Y, por lo mismo, no puede estimarse que si el juicio de amparo se sujeta a requisitos de admisibilidad y procedencia, tal instauración legal sea contraria a tal derecho fundamental, puesto que atiende a la regulación necesaria para formar el orden jurídico del que se ha hablado. Sin embargo, no debe confundirse el hecho de que no sólo esté permitido, sino que es imperioso regular la procedencia, desarrollo y resolución de los juicios de amparo, con la circunstancia de que las disposiciones que prevén esos requisitos o condiciones, y sobre todo su interpretación y aplicación en casos concretos, sean igualmente acordes al derecho fundamental de acceso a la justicia, pues ningún supuesto está exento de 64 transgredir este derecho o hacerlo nugatorio; de ahí que se estima, debieran revisarse tales requisitos a fin de verificar que no sean verdaderos obstáculos para la efectividad del recurso de protección. Lo anterior, porque basta recordar que tratándose de las obligaciones internacionales de los Estados en materia de derechos humanos, la legislación debe adecuarse para respetar y garantizar el goce y ejercicio de todos los derechos fundamentales; y a propósito de ello, es sabido que las obligaciones internacionales no pueden ser modificadas o incumplidas invocando disposiciones de derecho interno (CDT, Art. 27); claro ejemplo lo denota el Caso Radilla Pacheco, donde la improcedencia del juicio de amparo que llevó al sobreseimiento del mismo, reveló su inefectividad desde el enfoque de protección de los derechos humanos. En sede nacional, se tiene un precedente remoto al que hace alusión Héctor FixZamudio, cuando el artículo 8° de la Ley de Amparo de 1869, prohibió expresamente el juicio de amparo en asuntos judiciales, disposición que fue declarada implícitamente inconstitucional, al revocarse el auto de un juez de distrito que desechó por tal motivo una demanda de amparo contra una providencia del Tribunal Superior de Sinaloa, donde la Suprema Corte consideró que los artículos 101 y 102 de la Constitución establecían la procedencia del juicio de amparo contra todo acto o ley de cualquier autoridad que infringe las garantías individuales, por lo que no podían quedar excluidas las decisiones judiciales como preveía esa disposición legal (Fix-Zamudio, 1992). Y como en la actualidad se acepta la posibilidad de inaplicar las disposiciones de la Ley de Amparo que se resulten inconstitucionales o inconvencionales, esto no puede ser sólo una expectativa del derecho de los gobernados que se quede en la respuesta general, si bien en principio correcta, de que el Estado tiene la facultad de establecer, como se hace en la Ley de Amparo, de los requisitos de admisibilidad y procedencia del juicio de amparo. 3. La improcedencia del juicio de amparo en materia civil. Recordando que por disposición constitucional través del juicio de amparo se resuelven las controversias que, por normas generales, actos u omisiones de la autoridad violen los 65 derechos humanos reconocidos y las garantías otorgadas para su protección por la Constitución y por los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte (CPEUM, Arts. 103 y 107), se puede sostener que, por regla general, el juicio de amparo procede contra todo acto de autoridad que viole derechos fundamentales. Además, por su naturaleza jurídica, el juicio de amparo guarda autonomía tanto de los actos o normas reclamados, como de las autoridades que los han emitido. Por lo mismo, el amparo abarca todo un universo de actos y autoridades. De ahí que, aunque se tiene una regulación propia del juicio de amparo puedan encontrarse algunas disposiciones que aplican a determinadas materias; por lo que es necesario identificar, en cuanto al tema de la improcedencia se refiere, cuáles causas quedan excluidas de la revisión que aquí se propone. Anteriormente se habló de la acción constitucional de amparo, los principios que rigen el juicio, algunas clasificaciones que se han hecho en torno a la improcedencia, y, su distinción y relación con el sobreseimiento; por lo que, teniendo presentes esos aspectos, y sobre todo sin olvidar que la figura de la improcedencia atañe y afecta al amparo mismo, habremos de centrarnos en las que pueden aplicarse a la materia civil, entendiendo desde luego que ésta comprende, en general, los asuntos del orden civil propiamente dicho, mercantil y familiar; y para ello es necesario de cierta manera acotar los actos que comprende el amparo en materia civil. En cuanto al origen de las violaciones reclamadas, se pueden identificar cinco tipos de procesos que comprende el juicio de amparo: la tutela de la libertad personal o habeas corpus; la impugnación de las disposiciones materialmente legislativas o “amparo contra leyes”; la impugnación de las resoluciones judiciales, particularmente las sentencias definitivas de todos los jueces y tribunales del país o “amparo judicial”; los actos derivados del proceso de lo contencioso-administrativo que comprende los actos de las autoridades administrativas que no pueden impugnarse ante los organismos judiciales o “amparo administrativo”; y el “amparo social agrario” (Fix-Zamudio, 1992). Aclaración hecha de que el juicio de amparo no es una extensión de esos procesos; puesto que el procedimiento de amparo se verifica sólo mediante dos vías, la directa y la indirecta, según la naturaleza de los actos reclamados; esa clasificación es 66 útil para distinguir el origen de las violaciones, pues la figura de la improcedencia aplica tanto para esos ‘tipos’ de amparo, como para los intentados en cualquiera de las vías legalmente establecidas, son los motivos o causas las que varían según el caso. De esa división, el amparo en materia civil es del tipo judicial; pudiéndose reclamar en el mismo, las leyes que se estimen inconstitucionales. Se trata de actos que derivan de un juicio, o procedimiento seguido en forma de juicio en que se ventilan cuestiones civiles (conflictos entre particulares); los cuales pueden ser susceptibles de reclamarse, bien sea en la vía directa, si se trata de sentencias definitivas o resoluciones que pongan fin al juicio, ya sea que la violación se cometa en ellas, o que cometida durante el procedimiento, afecte las defensas del quejoso trascendiendo al resultado del fallo (LA, Art. 170); o en la vía indirecta cuando son actos realizados fuera de juicio, después de concluido o en ejecución de sentencia, en el juicio siempre que sus efectos sean de imposible reparación, todos aquéllos que afecten a personas extrañas al procedimiento y los que determinen inhibir o declinar la competencia o el conocimiento de un asunto (LA, Art. 107). En ese contexto, aunque la figura de la improcedencia aplica para el juicio de amparo en general, pues ningún caso se encuentra exento de cumplir con los requisitos de admisibilidad y procedencia; se excluyen del análisis particular de este trabajo, aquéllas que se encuentran relacionadas con actos de autoridades distintas a las jurisdiccionales del orden civil, como lo son los actos legislativos relativos a las adiciones o reformas a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los actos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, del Consejo de la Judicatura Federal, de los Tribunales Colegiados de Circuito, y de las autoridades distintas a los tribunales judiciales (LA, Art. 61, I, II, III, V, VI y XX); en materia electoral, incluidas las resoluciones dictadas por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (CPEUM, Art. 107; LA, Art. 61, IV y XV); con los actos del Congreso de la Unión, sus Cámaras y de las Legislaturas de los Estados, relativos a nombramientos o designaciones para ocupar cargos en la Administración Pública Federal, órganos dotados de autonomía constitucional o jurisdiccionales de cualquier naturaleza, los relacionados al juicio político, y en los que se les confiere la elección, suspensión o remoción de funcionarios 67 (LA, Art. 61, V y VII); y, respecto de las normas generales sobre las que se ha emitido una declaratoria general de inconstitucionalidad por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (LA, Art. 61, VIII). Exclusión que se justifica atendiendo al tipo de autoridad y actos que emiten, siendo que en el caso, sólo interesan los emitidos por autoridades judiciales en la tramitación y resolución de controversias del orden civil. Luego, el resto de las causas de improcedencia previstas por el artículo 61 de la Ley de Amparo, se pueden identificar de la siguiente manera: Las relacionadas con la figura de la cosa juzgada, plena ejecución y litispendencia en el juicio de amparo (LA, Art. 61, IX, X y XI). Las que requieren el cumplimiento de condiciones previas a la instauración del juicio (LA, Art. 61, XII, XIV, XVIII y XIX). Las relativas a la configuración y efectos de la violación alegada (LA, Art. XII, XVI, XVII, XIII, XXI y XXII). Las relacionadas con la vía de amparo (LA, Art. 61, XXIII, 107 y 170). Pues bien, recapitulando todo lo anterior; el estándar internacional de acceso a la justicia impone que la existencia del recurso de protección, ha de ser real, cierta e idónea, y por los mismo, los requisitos de admisibilidad y procedencia, deben participar de esas características, que no solamente se encuentran en la previsión legal, sino en su racionalidad y proporcionalidad como límite del ejercicio de aquél derecho fundamental. Sin embargo, esos criterios de análisis no se limitan a la normatividad, sino también al contexto en que se produce la violación cuya tutela se pide y el obstáculo de acceder a dicha protección. Es por ello que, aun aceptando que la Ley, en tratándose de las causas de improcedencia, participa de una adecuada razonabilidad; es necesario garantizar que su aplicación es acorde al principio de proporcionalidad. Es decir, el sólo hecho de que la norma que limita o restringe el acceso a la justicia, encuentre justificación razonable en su disposición positiva y sea acorde a las garantías 68 judiciales; de suyo, no se traduce en un pleno respecto en el ejercicio de esos derechos fundamentales, ya que, por cuanto norma, se encuentra sujeta a una interpretación para su aplicación y es aquí donde se da la coyuntura que hace posible la operativización de los derechos humanos, porque de lo contrario, seguiríamos permaneciendo en el paradigma hermenéutico positivista y formal. Pensar el juicio de amparo como un verdadero recurso efectivo de protección contra violaciones de derechos humanos, implica asumir un verdadero compromiso garantista y el cumplimiento a las normas constitucionales y del Derecho Internacional de Derechos Humanos, donde no resulte para el gobernado un difícil acceso –injustificado desde esa perspectiva- a obtener una determinación de fondo y, en su caso, la reparación buscada. 69 CAPÍTULO III COMPATIBILIDAD DE LA IMPROCEDENCIA Y LA EFECTIVIDAD DEL AMPARO Como se ha visto, el juicio de amparo constituye el recurso de protección contra violaciones de derechos humanos; que además de ser por sí mismo un derecho fundamental, también da contenido al derecho de acceso a la justicia. Mientras que la improcedencia, en tanto abarca los requisitos y condiciones de admisibilidad y procedencia del juicio, es un obstáculo para la resolución de fondo del amparo. En este capítulo se realizará una aproximación a lo que sería el análisis de las causas de improcedencia desde el criterio de proporcionalidad; para lo cual, tomando en cuenta la forma en que se encuentra regulado el juicio de amparo, en un primer momento es necesario encontrar la razonabilidad22 de la ley, para luego advertir cómo se han dado algunas interpretaciones y cómo en su concreta aplicación participan las variables del contexto fáctico. La propuesta es revisar cómo actúa al criterio de proporcionalidad en la regulación del derecho fundamental de acceso a la justicia, referido a las causas de improcedencia que pueden operar en asuntos en materia civil, para luego, a través del análisis de algunos casos concretos, indicar cómo podría aplicarse una interpretación de mayor amplitud que concuerde con el enfoque de derechos humanos que debe regir cualquier acto de autoridad, cuanto más, tratándose del medio de protección de los propios derechos fundamentales. 1. El criterio de proporcionalidad como parámetro de compatibilidad. Al señalar que el criterio de proporcionalidad es un parámetro que sirve para determinar la compatibilidad entre la improcedencia y la efectividad del juicio de amparo, lo que se propone es encontrar la razonabilidad de las normas que dan lugar a la improcedencia 22 Siguiendo a Juan Cianciardo en “El principio de razonabilidad. Del debido proceso sustantivo al moderno juicio de proporcionalidad”, quien utiliza indistintamente los vocablos “razonabilidad” y “proporcionalidad”, en la medida en que considera que sus elementos coinciden sustancialmente, mientras que la diferencia es que el primero tiene un origen anglosajón y el segundo europeo (Cianciardo, 2004), aquí se usará la misma equiparación. 70 del amparo, limitantes en el ejercicio del derecho humano de acceso a la justicia en esa vertiente del fundamental recurso efectivo de protección. A manera de acotar la viabilidad y el alcance en la aplicación de tal criterio, se retoman brevemente algunos aspectos que se estima conveniente precisar y cuyo desarrollo – teórico- se puede encontrar en “El principio de razonabilidad. Del debido proceso sustantivo al moderno juicio de proporcionalidad.” de Cianciardo (2004). El criterio de proporcionalidad es identificado como una herramienta judicial de índole argumentativa, utilizada para encontrar la satisfacción de las exigencias de regulación de los derechos fundamentales sin sacrificar de manera total su contenido; recuérdese que tratándose de derechos humanos, los instrumentos internacionales y las normas constitucionales refieren un contenido mínimo esencial o núcleo del derecho, irreductible, del cual ha de partir el desarrollo para garantizar su pleno goce y ejercicio y su respeto y protección; como también debe tenerse presente, que los propios derechos fundamentales actúan como límite unos de otros, y así justifican ese margen de regulación (Cianciardo, 2004). Esa herramienta toma la forma de ‘test’ de constitucionalidad –y convencionalidad- de las intervenciones legislativas en los derechos fundamentales, a fin de encontrar la respuesta al aparente conflicto que se percibe entre las normas que limitan o regulan los derechos y la garantía de su pleno ejercicio. Este tipo de análisis es, pues, la materialización del principio o máxima de razonabilidad, la cual se encuentra inmersa en el texto constitucional y, en general, en las normas de derechos humanos, y es inherente tanto a las calidades de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad de las que gozan todos estos derechos, como al propio Estado de derecho en una sociedad democrática. Es una herramienta de carácter judicial, porque es a los jueces constitucionales a quienes corresponde la verificación y determinación de tales conflictos (Cianciardo, 2004). El principio de razonabilidad o proporcionalidad en sentido amplio, se compone de tres subprincipios o juicios: el de adecuación o idoneidad, el de necesidad y el de proporcionalidad en estricto sentido. 71 El primero se refiere a que la medida sea adecuada para el logro de un fin constitucionalmente aceptado; dicha adecuación debe darse al momento de efectuarse el examen de constitucionalidad, y basta que sea apta o posible de cumplimiento parcial, esto es, no cabe exigir la realización total del fin buscado. Mediante el segundo se examina si la medida, de entre las igualmente eficaces, es la menos restrictiva de los derechos en cuestión; exige, por tanto, la adopción de la medida menos restringente de la norma; aquí se encuentra el grado de eficiencia de la medida, que es la posibilidad que brinda el medio de alcanzar el fin. Y el juicio de proporcionalidad en estricto sentido, consiste en establecer si la medida guarda una relación razonable con el fin que procura alcanzar, esto es, el balance entre las ventajas y desventajas o costos y beneficios de la medida; aquí se exige, desde luego, la observancia de la garantía del contenido esencial del derecho, por lo que puede darse la falta de proporcionalidad en dos vertientes, la de alteración, referida al contenido esencial del derecho, y la de injustificación en las precisiones intolerables de la norma (Cianciardo, 2004). Cabe advertir que sobre el tema la Suprema Corte habla de “los principios constitucionales de razonabilidad y proporcionalidad jurídica” (Tesis P./J. 130/2007), con lo que parece referirse a la conjunción de dos diversos principios (razonabilidad uno, y proporcionalidad jurídica otro), empero si se analiza con mayor detenimiento el surgimiento de ese pronunciamiento (A.R. 2146/2005; A.R. 810/2006; A.R. 1285/2006; A.R. 1659/2006; A.R. 307/2007)23, puede concluirse que se trata sólo de la 23 En esos casos se planteó la inconstitucionalidad de la Ley del Instituto de Seguridad Social para las Fuerzas Armadas Mexicanas, que prevé como causa de retiro, por inutilidad de los miembros del ejército, el simple hecho de tener seropositividad a los anticuerpos contra el virus de la inmunodeficiencia humana -VIH-. La Corte advirtió que el problema era determinar hasta qué punto el legislador, en materia castrense, está autorizado para establecer diferenciaciones por razón de salud en función de garantizar la eficacia de las fuerzas armadas, la protección de la integridad de sus miembros y de terceras personas; es decir, un problema sobre el límite o restricción legislativa del principio de igualdad y no discriminación por razón de salud; y a fin de resolverlo, acudió a las nociones del contenido esencial y proporcionalidad constitucional de los derechos fundamentales involucrados, partiendo de la base de que el legislador está autorizado para desarrollar los límites constitucionales de las garantías individuales y para reglamentar sus posibles conflictos, pero condicionado por los principios de razonabilidad y proporcionalidad jurídica, tomando en cuenta que existe la imposibilidad de que una ley secundaria nulifique injustificadamente el 72 denominación que dio a la máxima de razonabilidad de la que se viene hablando. Posiblemente el motivo de ello es para distinguir de las prevenciones constitucionales de proporcionalidad en las penas o en materia tributaria, que expresamente utilizan este concepto y que, si bien, su análisis ha contribuido en el desarrollo del principio de proporcionalidad –en sentido estricto-, no es exclusivo de dichas materias. Lo cierto es, que la Corte dice que del texto de la Constitución Federal se desprenden dichos principios cuando ésta permite tanto la restricción legislativa de los derechos ahí reconocidos para salvaguardar otros, como el control judicial de la leyes, de lo que deduce la relación de proporcionalidad entre la regulación y el contenido esencial de los derechos que no puede ser aniquilado por ninguna autoridad (A.R. 2146/2005); y concluye así, que conforme a su jurisprudencia, vista integralmente, el cumplimiento de los principios constitucionales de razonabilidad y proporcionalidad jurídica, implica que la limitación de una garantía constitucional por parte del legislador: a) debe perseguir una finalidad constitucionalmente legítima; b) debe ser adecuada, idónea, apta, susceptible de alcanzar la finalidad constitucional perseguida por el legislador a través de la limitación respectiva; c) debe ser necesaria, es decir, suficiente para alcanzar la finalidad constitucionalmente legítima, de tal forma que no implique una carga desmedida e injustificada para el gobernado respectivo; y d) debe ser razonable, de tal forma que cuanto más intenso sea el límite de la garantía individual, mayor debe ser el peso o jerarquía de las razones constitucionales que justifiquen dicha intervención (Tesis P./J. 130/2007). Lo cual corrobora que ese criterio coincide esencialmente con el contenido del principio de razonabilidad o proporcionalidad en sentido amplio. En ese contexto, sin ahondar más en la identidad o divergencia que se puede encontrar en los elementos que manejan la doctrina (Cianciardo, 2004; Sánchez, 2007) y la jurisprudencia nacional (Tesis P./J. 130/2007), respecto del principio de proporcionalidad en sentido amplio, aquí se toma en su esencial alcance como método contenido de cualquiera de las garantías constitucionales en pugna, que son de superior entidad y jerarquía normativa; fijando así el estándar de los principios constitucionales de razonabilidad y proporcionalidad jurídica: que la limitación tenga una finalidad constitucionalmente legítima, sea adecuada, necesaria y razonable. 73 de ponderación entre los derechos fundamentales involucrados en la improcedencia del juicio de amparo. Lo anterior, desde luego, teniendo en cuenta que en el sistema regional de protección de derechos humanos también se ha utilizado este mecanismo para evaluar las restricciones o limitaciones en los derechos humanos, identificando en principio una finalidad compatible con la Convención, y luego, si la medida de que se trata es idónea, necesaria y proporcional (Corte IDH, Caso Kimel… párrs. 70 y 71). En efecto, la Corte Interamericana ha considerado que ante la aparente colisión de derechos humanos es necesario garantizar el ejercicio de ambos y que la prevalencia de alguno en determinado caso dependerá de la ponderación que se haga a través de un juicio de proporcionalidad; así como que, la solución del conflicto que se presenta entre ciertos derechos requiere el examen de cada caso, conforme a sus características y circunstancias, para apreciar la existencia e intensidad de los elementos en que se sustenta dicho juicio (Corte IDH, Caso Kimel… párr. 51). 1.1. La finalidad legítima de la improcedencia. La finalidad legítima de una medida legislativa, entendida como el fundamento que da origen a la regulación, para efectos del ‘test’ de proporcionalidad, como se mencionó anteriormente, al ver particular es un presupuesto y no un elemento como ha estimado la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pues si la medida no tiene una finalidad constitucionalmente legítima, de suyo es arbitraria, al no tener cabida en el ámbito jurídico de que se trata y su inconstitucionalidad viene por sí misma sin necesidad de ser revisada a través de este método. Es decir, el criterio de proporcionalidad aplica tratándose de ponderación de derechos fundamentales, ante la necesidad de asegurar la supremacía de sus normas frente a su necesaria regulación, por lo que se estima que no es posible verificar si una disposición debe ceder frente al contenido de un derecho fundamental diverso al que reglamenta, si no se encuentra inmersa en el propio marco constitucional o convencional de los derechos humanos. Como se vio el en capítulo que antecede, la improcedencia, como figura jurídica, obedece a un fin legítimo reconocido tanto en el ámbito nacional como internacional: la 74 seguridad jurídica, correcta y funcional administración de justicia y efectiva protección de los derechos de las personas, que subyacen en el orden jurídico. Y como también ahí se dijo, la sistematización de las normas que regulan el juicio de amparo, que dan contenido a las garantías del debido proceso, es la que actúa básicamente como límite de actuación de las autoridades judiciales, proporcionando además, la certeza necesaria a las personas sobre la forma en que ha de verificarse el procedimiento; y dentro de ese esquema se encuentran los requisitos de admisibilidad y las condiciones de procedencia del juicio de amparo, a las que deben sujetarse los quejosos cuando acuden a solicitar el amparo. Es así como la improcedencia adquiere legitimación como límite en el ejercicio del derecho de la acción de amparo, restringiendo el derecho a obtener un pronunciamiento de fondo en el juicio. Por tanto, se estima innecesario revisar la legitimación de cada una de las causas de improcedencia, pues, se insiste, en la medida en que tienden a regular la procedencia del juicio, la disposición legal que contiene el catálogo de supuestos no pugna directamente con algún fin constitucional o convencional, por el contrario se sustenta en el derecho fundamental del debido proceso. 1.2. Idoneidad y necesidad en las causas de improcedencia. Una vez determinada la finalidad legítima de la improcedencia, hay que verificar que sea una medida adecuada para lograr ese objetivo, lo cual ocurre si su implementación presta una contribución positiva a generar la seguridad y certeza jurídica del juicio de amparo, la correcta administración de justicia y la efectiva protección de los derechos humanos, que forman parte del orden jurídico; así como, que la improcedencia, de entre medidas igualmente eficaces, sea la menos restrictiva del acceso al recurso de protección; lo cual constituyen los juicios, respectivamente, de idoneidad y necesidad. La improcedencia -en general-, se torna en una medida idónea para impedir la iniciación o desarrollo del proceso, o para que pueda pronunciarse una resolución de fondo que pueda dar lugar a la protección solicitada, pues incluye elementos que si no se reúnen, o se configuran de manera defectuosa dentro del procedimiento, éste no podría 75 considerarse jurídicamente válido, lo que imposibilita al juzgador pronunciarse sobre el derecho que se dice violado. Por su parte, la necesidad también se encuentra satisfecha, en tanto, a primera vista, y sin dejar de reconocer que pudiera proponerse una diversa alternativa para regular los requisitos de admisibilidad y condiciones de procedencia del juicio de amparo, no parece presentarse otra medida que, cumpliendo de igual forma la finalidad de la improcedencia, sea más benigna que ésta; de ahí que, a pesar de que la necesidad implica que la medida cuestionada debe ser, dentro de las alternativas posibles, la que menos gravosa o restrictiva resulte, respecto al derecho fundamental afectado por la intervención, debe tenerse por satisfecha ante la ausencia de otros prospectos. Lo anterior encuentra justificación, por una parte, en que los requisitos que en general se establecen para que el juicio pueda iniciar, desarrollarse y resolverse mediante una sentencia válida, atañen a la naturaleza misma de la acción de amparo y la finalidad del juicio. El carácter excepcional de la improcedencia impone una estricta aplicación que disminuye su grado de restricción al requerir que se encuentre plenamente demostrada; además de que sólo puede darse en los supuestos expresamente establecidos en la ley. Pensar en otra medida que en pueda cumplir con la finalidad de asegurar la validez del juicio, procesalmente hablando, se torna sumamente difícil. De suerte tal, que la improcedencia del juicio de amparo, en este juicio de necesidad, se ubica en la hipótesis de que resulta indispensable para la obtención de la finalidad perseguida, ante la inexistencia de opciones disponibles para ese efecto (Sánchez, 2007). Es decir, las formalidades procesales establecidas a través de la improcedencia, que dan contenido a la seguridad jurídica, resultan necesarias ante la falta de otra manera de regular el proceso de menor afectación del derecho a obtener una decisión de fondo que impone el acceso a la justicia. Ahora bien, de acuerdo a la naturaleza de las causas de improcedencia que aquí interesan, veamos su aptitud particular para lograr o hacer posible el orden jurídico que subyace en el interés público buscado con las limitaciones establecidas en la ley; y la satisfacción de la necesidad en su instauración. 76 Aclaración hecha de que enseguida se presenta una agrupación de las causas de improcedencia, que con base en el aspecto primordial que del orden jurídico se pretende lograr, se dio anteriormente. 1.2.1. La improcedencia relacionada con la existencia de un diverso juicio de amparo. Las causas de improcedencia previstas por el artículo 61 de la Ley de Amparo, que se relacionan o surgen de la existencia de un diverso juicio de amparo, son aquéllas que se refieren, en términos procesales, a la cosa juzgada, a la plena ejecución de las sentencias y a la litispendencia (LA, Art. 61, IX, X y XI). Pues bien, la contribución de estas causas de improcedencia al orden jurídico consiste esencialmente en generar la certeza de que, sobre los actos respecto de los cuales ya se dio o está en proceso de darse un pronunciamiento de su constitucionalidad, no habrá lugar a otro, que inclusive pueda resultar contradictorio o haga ineficaz una sentencia de amparo o la protección otorgada previamente. Entonces, esta manera de limitar a un solo examen de constitucionalidad un determinado acto de autoridad, a través de una resolución inmutable, al no poder ser objeto, a su vez, de un nuevo juicio de amparo, así como tampoco los actos realizados en su ejecución, se estima idónea cuando la ley establece la improcedencia contra resoluciones dictadas en los juicios de amparo o en ejecución de las mismas (LA, Art. 61, IX). Asimismo, al establecer que la acción constitucional se agota con su ejercicio, al no dar oportunidad al quejoso de intentar un nuevo juicio de amparo contra las mismas autoridades y por el mismo acto, aunque las violaciones constitucionales sean diversas, contribuye, además de la certeza de que lo decidido no podrá variarse, o darse resoluciones contradictorias, a la correcta administración de justicia, reconociendo así el carácter de cosa juzgada en que se edifica, entre otros supuestos, el orden jurídico. Se evita así, pues, la multiplicidad de juicios sobre los que bien, ya existe una sentencia, o está en proceso de darse. 77 Las normas que consideran improcedente el juicio de amparo en estos casos, además de que logran esa finalidad deseable, no sacrifica de una manera innecesaria el derecho a la obtención de una decisión de fondo. 1.2.2. La improcedencia relacionada con el cumplimiento de condiciones para la instauración del juicio. Entre las causas de improcedencia que imponen el cumplimiento de condiciones para la instauración del juicio, podemos mencionar el ejercicio de la acción dentro del término legal y el agotar los recursos o medios de defensa ordinarios (LA. Art. 61, XIV, XVIII y XIX). Se trata, en un sentido amplio, de las cargas procesales que se imponen al agraviado para que pueda acceder al amparo. Respecto del primer supuesto, la Ley de Amparo establece que el juicio es improcedente contra “actos consentidos tácitamente, entendiéndose por tales aquéllos contra los que no se promueva el juicio de amparo dentro de los plazos previstos” (LA. Art. 61, XIV). Sin duda, esta es una de las causas de improcedencia cuya adecuación no es cuestionable en el fondo, aunque pudiera convenirse o no en la forma en que está prescrita. El término para el ejercicio de toda acción es una medida que tiende directamente al fortalecimiento del orden jurídico, cuanto más si se refiere a la impugnación de actos derivados de un diverso procedimiento judicial, como los que aquí interesan; otorga al gobernado la certeza del tiempo que tiene para preparar y ejercer el derecho que le asiste, a la vez que genera la seguridad de que los actos no reclamados en ese lapso no podrán ser objeto de impugnación; tratándose, como se dijo, de actos provenientes de autoridades judiciales, el promover el amparo a destiempo, el procedimiento ordinario seguirá su curso. Por tanto, un término establecido en la ley para la presentación de la demanda no sólo es deseable por la sociedad, sino que de ninguna manera puede estimarse que se sacrifica innecesariamente el derecho que no se ejerce en ese lapso. El plazo específico de 15 días que establece la ley para promover el juicio de amparo, se verá más adelante, en tanto aquí solo se verifica que la previsión de un término para el ejercicio de la acción de amparo so pena de su improcedencia, sea una medida idónea y necesaria. 78 Por otro lado, el segundo de los supuestos relativos a las condiciones que el peticionario tiene que cumplir para acceder a una decisión de fondo cuando reclama resoluciones judiciales, se relaciona con uno de los principios que rigen el juicio de amparo, el de definitividad, que como ya se vio, implica que el acto reclamado no pueda ser anulado, modificado o revocado dentro del procedimiento del que proviene y conforme a la ley ordinaria que lo rige; por tanto, dichos medios de impugnación deben ser agotados previamente al amparo, de lo cual quedan exceptuados los extraños al juicio de origen (LA. Art. 61, XVIII y XIX). Esta disposición es idónea porque es capaz de generar seguridad jurídica en los procedimientos jurisdiccionales, en que se edifica el Estado de Derecho; es decir, en estos casos se presupone la existencia de un juicio –en lo que aquí interesa, del orden civil-, que se sigue conforme leyes procesales que dan contenido a la tutela judicial y donde existe un sistema de impugnación a través del cual, es posible anular, modificar o revocar determinados actos. Por lo cual, las partes que contienden en un procedimiento tienen a su disposición los recursos o medios de defensa establecidos en la ley ordinaria para que el procedimiento se siga en forma legal, y por lo mismo, tienen que ser agotados antes de acudir al amparo. Luego, la restricción del amparo mediante estas causales contribuye a esa finalidad de respetar y mantener las formalidades del procedimiento del que provienen los actos reclamados; salvo que la inconstitucionalidad se atribuya a las propias normas, caso en el que desde luego puede acudirse al amparo reclamando su primer acto de aplicación (LA. Art. 61, XIV). La necesidad de esta medida se encuentra satisfecha porque no se advierte otra forma de contribuir al control del sistema jurídico positivo menos gravosa para el quejoso. Es decir, alguna manera de que, respetando los procedimientos ordinarios -que desde luego pueden ser examinados desde el enfoque de derechos humanos-, concretamente en cuanto al sistema de impugnación que prevén las leyes respectivas, se vea menos afectado el derecho del quejoso de obtener un pronunciamiento de fondo en el amparo, precisamente de actos que no fueron impugnados. 79 1.2.3. La improcedencia relacionada con los efectos de la violación alegada. Sin duda este puede ser el grupo de causales más controvertido, pero logran superar los juicios de idoneidad y necesidad. Aquí se incluye la improcedencia del juicio de amparo contra actos consentidos expresamente o por manifestaciones de voluntad que entrañen ese consentimiento (LA. Art. 61, XIII); contra actos consumados de modo irreparable (LA. Art. 61, XVI); contra actos de un procedimiento judicial, cuando por virtud del cambio de situación jurídica en el mismo, deban considerarse consumadas irreparablemente las violaciones reclamadas, por no poder decidirse en tal sin afectar la nueva situación jurídica (LA. Art. 61, XVII); cuando han cesado los efectos del acto reclamado (LA. Art. 61, XXI); y, cuando subsistiendo el acto reclamado no pueda surtir efecto legal o material alguno por haber dejado de existir el objeto o la materia del mismo (LA. Art. 61, XXII). Como puede observarse en estos casos la improcedencia se vincula con las condiciones para que pueda dictarse una sentencia de amparo válida y eficaz, que cumpla la finalidad protectora del amparo. Aunque en este agrupado subyace igualmente la preservación del sistema jurídico, las aristas de estas causales se enfocan en lo infructuoso que resultaría realizar un pronunciamiento de fondo. Respecto del consentimiento de los actos reclamados, se ha considerado que la improcedencia responde a un principio de seguridad jurídica orientado a evitar que la parte quejosa haga uso del juicio de amparo para desconocer los efectos de la conducta que ella misma haya exteriorizado de manera libre y espontánea con arreglo al acto o ley de que se trate, lo que torna ilegítima la promoción del juicio (A.R. 3277/98). Y en ese sentido la medida es idónea, porque impide el pronunciamiento de fondo respecto de un acto al cual el quejoso se ha sujetado, aceptando sus consecuencias jurídicas, donde no tendría cabida la eficacia de una sentencia protectora; y necesaria, porque no se advierte otra manera menos restrictiva ante la inseguridad generada, que evitar de tal manera la decisión en el amparo sobre los derechos cuestionados y aceptados a la vez. En cuanto a la consumación irreparable de los actos reclamados, por sí misma o por el cambio de situación jurídica dentro del procedimiento del que provienen, así como 80 cuando han cesado o no puede surtir efectos el acto reclamado, cabe aclarar que, en tanto su instauración obedece esencialmente a que una sentencia protectora no podría ejecutarse, no se analiza aquí desde el alcance de la protección y reparación que impone todo recurso de protección desde el enfoque de derechos humanos, pues ello llevaría a revisar la convencionalidad de la Ley de Amparo que establece como efectos de la concesión del amparo: “I. Cuando el acto reclamado sea de carácter positivo se restituirá al quejoso en el pleno goce del derecho violado, restableciendo las cosas al estado que guardaban antes de la violación; y II. Cuando el acto reclamado sea de carácter negativo o implique una omisión, obligar a la autoridad responsable a respetar el derecho de que se trate y a cumplir lo que el mismo exija.” (LA. Art. 77). Es decir, lo establecido en esa disposición legal refleja la finalidad del juicio de amparo, así como la pretensión del afectado al ejercitar la acción; por lo que, si no se pueden lograr esos resultados, el juicio es improcedente. Por lo que, con independencia de que en otra oportunidad se pueda abordar si la protección que se otorga a los gobernados contra las violaciones de sus derechos humanos a través del amparo cumple o no, con los estándares internacionales de reparación, aquí nos limitamos a asumir que las causas de improcedencia de que se trata, se encuentran establecidas en función de la restitución que a través del amparo al quejoso puede lograr en el pleno goce de los derechos violados. Con dicha salvedad; véase brevemente de qué tipo de actos se trata. Los actos consumados de un modo irreparable, son aquellos cuyos efectos fueron completamente realizados sin posibilidad jurídica o material de volver las cosas a su estado anterior, de modo que las violaciones que producen al agraviado no puedan ser reparadas a través del juicio de amparo (Tesis P. XXIV/2008). Lo cual lo hace improcedente el juicio porque de otorgarse la protección constitucional, la sentencia carecería de efectos prácticos, ya que se encontraría fuera del alcance de los instrumentos jurídicos restablecer la situación del quejoso en el pleno goce de sus derechos (Tesis 2a./J. 171/2007). Por su parte, tratándose de actos que emanan de un procedimiento judicial, el cambio de situación jurídica genera que se tengan como consumadas de forma irreparable las posibles violaciones, esto, porque no pueda 81 decidirse sobre la constitucionalidad del acto reclamado sin afectar la nueva situación jurídica (Tesis 2a. CXI/96). En el otro supuesto, en que se ha considerado que jurídicamente es imposible restituir al quejoso en el goce de la garantía que se estime violada, o que ningún efecto jurídico tendría la respectiva sentencia concesoria de amparo, por lo que un fallo protector no podría cumplir con su finalidad (Tesis 2a./J. 181/2006), es cuando han cesado los efectos del acto reclamado o cuando, subsistiendo, no pueda surtir efecto legal o material alguno por haber dejado de existir el objeto o la materia del mismo (LA. Art. 61, XXI y XXII). La distinción entre dichas causales consistente en que la primera requiere de la actividad o participación de la autoridad, que es la única que puede hacer cesar los efectos de un acto autoritario, mientras que la segunda puede suceder por causas ajenas a la voluntad de la autoridad (Tesis 2a. XLVIII/98). Entonces, estas causas de improcedencia parten de la premisa de que los efectos del acto reclamado han quedado totalmente destruidos, de modo tal que las cosas vuelven al estado que tenían antes de la violación, como si se hubiera otorgado el amparo (Tesis 2a./J. 59/99; Tesis P./J. 54/2001), por lo que el acto ya no agravia al quejoso y disfruta del derecho que le fuera afectado por el acto de autoridad (Tesis P. CL/97); o bien, cuando los efectos del acto reclamado no se han concretado en la esfera jurídica del quejoso, ni se concretarán, en virtud de la modificación del entorno en el cual éste se emitió (Tesis 2a./J. 181/2006). En esas condiciones la improcedencia del juicio de amparo así prevista, es una medida idónea para la correcta administración de justicia, vista desde lo infructuoso que resultaría emitir una decisión de fondo cuando se estima que la sentencia no podría cumplir con su finalidad protectora, sea porque las violaciones han quedado irreparablemente consumadas o porque no han trascendido en los derechos fundamentales del peticionario. Y cumple con el juicio de necesidad, como se ha venido diciendo, porque no se vislumbra alguna otra opción que sea menos restrictiva a la obtención de una decisión de fondo. Por último, la improcedencia del amparo contra actos que no afecten los intereses jurídicos del quejoso (LA. Art. 61, XII), merece mención aparte. 82 Esta causal se relaciona con la legitimación activa del peticionario de amparo, que en tratándose de actos provenientes de tribunales judiciales, se identifica con la titularidad de un derecho subjetivo que se afecte de manera personal y directa al quejoso, reservando así, para estos casos, la calidad de parte en el juicio a quien tiene interés jurídico (LA. Art. 5°)24. Esto es, atento a la naturaleza del acto reclamado y a la de la autoridad que lo emite, el quejoso en el juicio de amparo debe acreditar fehacientemente el interés, jurídico o legítimo, que le asiste para ello, pues su legitimación no puede inferirse con base en presunciones (Tesis 2a. LXXX/2013 (10a.)). Entonces, siendo la legitimación una condición para el ejercicio de la acción que implica que el juicio sea instaurado por quien tenga la titularidad de derecho que se dice violado, la improcedencia de que se habla es una medida idónea para alcanzar un correcto funcionamiento del orden jurídico, al asegurar que la función jurisdiccional será activada por quien resiente la violación a sus derechos con el acto de autoridad. Y es necesaria, porque no hay otros supuestos que restrinjan en menor grado el derecho a obtener una decisión de fondo, de quien no se ve afectado. Lo anterior, desde luego, sin desconocer la figura de la representación o personalidad procesal que se encuentra aceptada para aquéllos casos, como tratándose de menores, en que es necesaria para acudir al amparo de las violaciones cometidas en contra de sus derechos fundamentales. 1.2.4. La improcedencia relacionada con la vía de amparo. El juicio de amparo, como en su oportunidad se mencionó, puede tramitarse en vía directa o indirecta, según se trate del acto que se reclame (LA. Art. 2°); en lo que aquí interesa, la primera procede contra sentencias definitivas y resoluciones que pongan fin al juicio, ya sea que la violación se cometa en ellas, o que cometida durante el procedimiento, afecte las defensas del quejoso trascendiendo al resultado del fallo (LA. Art. 170); la segunda, contra actos realizados fuera de juicio o después de concluido, contra la última resolución dictada en el procedimiento de ejecución de sentencia, pudiendo reclamarse las violaciones cometidas durante el mismo, contra actos en juicio 24 Recuérdese que la Ley de amparo abrogada sólo contemplaba el interés jurídico del quejoso, mientras que la ley en vigor reconoce también el interés legítimo. 83 cuyos efectos sean de imposible reparación, contra actos dentro o fuera de juicio que afecten a personas extrañas y contra los actos que determinen inhibir o declinar la competencia o el conocimiento de un asunto (LA. Art. 107). La improcedencia que aquí se trata no se configura por error en la vía, pues a ésta va unida la competencia del órgano que conoce del amparo, lo cual es un aspecto procesal que prevalece, de suerte tal que si la demanda debe tramitarse en vía indirecta y se presenta ante un Tribunal Colegiado de Circuito –quien conoce del amparo directo-, éste declarará de plano carecer de competencia y la remitirá con sus anexos al órgano que estime competente, y viceversa, cuando se presente una demanda de amparo ante un juez de Distrito, en la que se reclamen actos materia de amparo directo, declarará carecer de competencia y remitirá la demanda y sus anexos al Tribunal Colegiado que corresponda. (LA. Arts. 45 y 47). Los supuestos de improcedencia relacionados con la vía son aquéllos que, en amparo indirecto se actualizan conforme a lo establecido en el artículo 61, fracción XXIII, en relación al artículo 107 de la Ley de Amparo, por ejemplo, cuando siendo un acto dentro de juicio, no es de imposible reparación; mientras que, en el amparo directo, no generan la declaratoria de improcedencia, sino de inoperancia de los conceptos de violación, porque no afectan la resolución reclamada en sí, sino las violaciones procesales que debieron ser materia de amparo indirecto. En el ejemplo que se utiliza, el amparo indirecto será improcedente porque el acto reclamado podrá ser invocado como violación procesal en el amparo directo que en su caso se promueva contra la sentencia definitiva -siempre que la violación trascienda al resultado del fallo y haya dejado sin defensa al quejoso-. Otro supuesto que abarca este tipo de improcedencia es aquél en que se reclama un acto emitido en ejecución de sentencia, pues aunque se trata del propio amparo indirecto, éste sólo procede contra la última resolución dictada en ese procedimiento. La sistematización de las normas que regulan cada vía parece cubrir todos los actos que emanan de un procedimiento judicial sea en una u otra vía; de ahí que la improcedencia configurada en los términos apuntados es una medida idónea en tanto contribuye al 84 orden jurídico al considerar una vía para reclamar las sentencias definitivas con sus respectivas violaciones procesales, y otra, para los actos fuera de juicio propiamente dicho o que afecten a personas extrañas al mismo; sin que su adopción sacrifique de manera excesiva, el derecho a obtener una decisión de fondo, dado que no se cuentan con hipótesis que pudieran resultar igual de eficaces. De todo lo anterior, puede decirse que la improcedencia del juicio de amparo, es una regulación adecuada para la finalidad que pretende, y es necesaria, en función de que no se advierten diversas formas que, igual de eficaces para alcanzar su objetivo, que sean menos restrictivas del derecho de acceso a la justicia. 1.3. La proporcionalidad en estricto sentido de las causas de improcedencia. Para definir si el sacrificio del derecho fundamental de acceso a la justicia se encuentra justificado por la satisfacción de otros de igual o mayor importancia, como la seguridad jurídica o la correcta administración de justicia en un marco de legalidad procesal, es decir, si esa relación es proporcional, es necesario realizar el balance entre las ventajas y desventajas o costos y beneficios que tiene la implementación de las causas de improcedencia en la regulación del juicio de amparo; lo que se traduce en una ponderación entre el valor que se asigne a cada derecho implicado, y el grado de afectación y satisfacción que respectivamente se genera. Desde luego, las propias normas de derechos humanos impiden hacer una jerarquización -como tal- de estos derechos; pero cuando entran en colisión o se pretenda definir sus límites, en cierta medida uno debe ceder frente a otro, según el caso de que se trate; que, como ya se dijo, es precisamente donde toma aplicación el principio de proporcionalidad para asegurar el contenido e interrelación de tales derechos. Sin embargo, también es posible destacar algunas notas que permiten, en abstracto, advertir la importancia que tienen en esa concreta relación a fin de poder hacer tal ponderación. Para ello, aquí debe tenerse en cuenta que el artículo 29 constitucional y 27.2 de la Convención Americana, prevén una serie de derechos que en estado de emergencia no 85 pueden ser susceptibles de suspensión, como tampoco las garantías judiciales indispensables para su protección. De la interpretación de esa última disposición, la Corte Interamericana ha concluido que dentro de esas garantías se encuentra el amparo (OC-8/87; OC-9/87); y por otro lado ha dicho que el recurso de protección constituye uno de los pilares básicos tanto de la Convención como del propio Estado de Derecho (Corte IDH. Caso Reverón…, párr. 59). Lo cual revela el grado de suma importancia que tiene el juicio de amparo en un Estado Constitucional de Derecho; pues si en una situación de emergencia su ejercicio no se puede suspender, y en condiciones de normalidad su restricción está sometida a rigurosos requisitos (OC-8/87, párr. 24), se entiende que su acceso se encuentra favorecido; además de que se encuentra instituido como medio para la protección de otros derechos humanos, obligación primordial del Estado frente a los ciudadanos. Por su parte, las garantías judiciales, entendidas como el conjunto de requisitos que deben observarse en las instancias procesales, abarcan las condiciones que deben cumplirse para asegurar la adecuada defensa de aquéllos cuyos derechos u obligaciones están bajo consideración judicial (OC-9/87, párrs. 27 y 28). Cabe señalar que el artículo 8 de la Convención, como el 17 de la Constitución Federal, establecen garantías mínimas esenciales, sin las cuales no se pude considerar el respeto del debido proceso legal, las cuales ya se mencionaron –la garantía de audiencia, el plazo razonable, el juez natural, competente independiente e imparcial, el principio de legalidad-. Además, en sede nacional se han identificado como formalidades esenciales del procedimiento, cuyo conjunto integra la garantía de audiencia a que se refiere el artículo 14 constitucional, las que resultan necesarias para garantizar una defensa adecuada antes del acto de privación y que, de manera genérica, se traducen en: la notificación del inicio del procedimiento y sus consecuencias, la oportunidad de ofrecer y desahogar las pruebas, la oportunidad de alegar, y el dictado de una resolución que dirima las cuestiones debatidas, y de manera específica, aquéllas que garantizan la igualdad ante la ley, y que protege a aquellas personas que pueden encontrarse en una situación de desventaja frente al ordenamiento jurídico (Tesis P./J. 47/95; Tesis 1a./J. 11/2014 (10a.)). 86 De lo cual se deduce que las formalidades del procedimiento pueden o no ser de carácter esencial; es decir, que en principio todas las normas adjetivas tienden a que la regulación del juicio permita la defensa de los intereses de quienes acuden ante una autoridad jurisdiccional, pero aquéllas que se conceptúan esenciales, son indispensables para considerar cumplidas las garantías judiciales que dan contenido al derecho fundamental de tutela judicial. Entonces, son éstas las que tienen esa vital importancia en el orden jurídico, en la medida en que se constituyen como derechos de las personas, con la correlativa obligación del Estado de respetarlas. Y aquí es donde surge la diversa interrelación con los principios de legalidad y de seguridad jurídica, que limitan la actuación de la autoridad a la estricta observancia de las leyes que rijan el procedimiento y establecidas con anterioridad al hecho, lo que garantiza a las personas la certeza sobre las condiciones en que ha de desarrollarse el proceso. Acorde a lo anterior, se pude decir que mientras las garantías judiciales se encuentran consagradas como de suma importancia, adquieren una menor relevancia las normas procesales que no tienden a desarrollar dichas garantías en sí mismas como derechos indispensables de las personas dentro del procedimiento, como son aquéllas relativas al adecuado seguimiento del proceso, o las que imponen cargas o requisitos al gobernado, que por sí solas no causan la indefensión del agraviado. Sin embargo, como el Estado Constitucional de Derecho se edifica en un orden jurídico que limita el poder de las autoridades en el respeto y protección del goce y ejercicio de los derechos fundamentales de las personas, es que la sociedad en sí, tiene particular interés en que se observe ese orden, lo que da un valor agregado a la observancia de las reglas del proceso, aun cuando los propios ciudadanos tengan que asumir ciertos costos, o sea, sujetarse a determinadas reglas procesales. En ese panorama es que hay que definir la afectación y satisfacción que respectivamente a los derechos mencionados, genera la improcedencia del juicio de amparo; así como las posibilidades de que tales extremos puedan darse en la práctica; para lo cual, sólo se tomaran en cuenta algunas de las causas de improcedencia a que se ha hecho referencia en este capítulo. 87 Lo anterior, partiendo desde luego de que toda causa de la improcedencia afecta seriamente el derecho fundamental de acceso a la justicia, pues si éste implica no sólo poder plantear la demanda de amparo, sino también de que tal pretensión sea atendida por la autoridad, y la improcedencia impide la determinación sobre el derecho que se estima violado y, en su caso, la reparación de las violaciones, se deja al quejoso sin la posibilidad de obtener tal decisión judicial y sufrir a su vez, la afectación en los derechos humanos respecto de los que pidió el amparo, lo que se traduce en no poder gozar de la protección a la que tiene derecho. 1.3.1. La improcedencia relacionada con la existencia de un diverso juicio de amparo. El juicio de amparo es improcedente contra resoluciones dictadas en los juicios de amparo o en ejecución de las mismas (LA. Art. 61, IX); este precepto se refiere en general, a las resoluciones dictadas en el juicio de amparo principal, en los incidentes que derivan del mismo, y las demás cuestiones que se resuelvan con motivo de aquél, aun cuando se impugne la disposición de la propia Ley de Amparo en que se fundaron, y a las resoluciones y actos que deben emitir las autoridades responsables en cumplimiento a la ejecución de una sentencia de amparo (Tesis 1a. LXX/2003; Tesis 1a. XCVIII/2001; C.T. 145/2009). En el primer supuesto, la preservación del orden jurídico al evitar una sucesión sin fin de juicios de amparo, donde no habría cabida a decisiones firmes y ejecutables, se encuentra plenamente satisfecha al prohibir sin excepción alguna la posibilidad jurídica de promover amparo contra las resoluciones pronunciadas en otro juicio de amparo. Entonces, aunque aquí la afectación al acceso del amparo es de mayor intensidad, porque esta causa de improcedencia no da lugar a evaluar el acto de la autoridad federal que se reclama, ni siquiera a la tramitación del juicio porque su configuración es manifiesta e indudable desde que se plantea la demanda; esta causal es proporcionada, por cuanto el orden jurídico que se busca proteger tiene como característica esa prohibición de promover un medio de impugnación en contra de otro de la misma naturaleza, cuanto más, tratándose del control constitucional donde es imperioso que en el sistema jurídico existan resoluciones terminales al respecto. 88 Así, la restricción en el acceso al juicio de amparo cuando se reclaman las resoluciones que en definitiva desechan demandas de amparo, conceden o niegan el amparo o sobreseen en el juicio, así como que en definitiva resuelven cuestiones incidentales como el de suspensión, nulidad de actuaciones, objeción de firmas, personalidad, acumulación de autos, conflictos competenciales, de inejecución de sentencias, o impedimentos o recusaciones; es conforme al derecho fundamental de acceso a la justicia. Inclusive, cuando la resolución conlleva una diversa afectación al promovente que, tratándose de otro tipo de juicio, haría procedente por sí, el amparo, como por ejemplo cuando se impone una multa al desecharse o desestimarse una recusación (LA. Art. 250); pues en este caso, para calificar en la vía constitucional si era o no procedente la imposición de la multa, o si se encuentra debidamente motivada (conforme a la proporcionalidad de las penas), es necesario analizar la determinación sobre el fondo (recusación planteada y los motivos por los que no procedió), que no se puede desvincular de la conducta del promovente –que es lo que se sanciona-; lo que implicaría que una autoridad de menor o igual jerarquía analizara una decisión firme en cuanto al fondo del asunto. El segundo supuesto que prevé esta disposición se refiere a los actos que las autoridades responsables realizan en cumplimiento a una resolución de amparo que concedió la protección constitucional, en tanto las que niegan el amparo no implican ejecución alguna. Aquí el nuevo amparo resulta improcedente porque se reclaman actos que derivan de otro u otros que ya fueron materia de análisis en un juicio anterior, y por lo mismo su apreciación constitucional ya fue determinada, adquiriendo la calidad de cosa juzgada, institución procesal que, como ya se ha dicho, es uno de los pilares en que se edifica todo procedimiento jurisdiccional, y por otro lado, se encuentra la plena ejecución de las sentencias que constituye un aspecto más de la tutela judicial; sin embargo, para apreciar la satisfacción de estos derechos es necesario tener en cuenta la seguridad con la que en la práctica, quedan protegidos con esa restricción. Al respecto, una ejecutoria de amparo que protege contra una resolución dictada en un procedimiento del orden civil, en general, puede tener el efecto de proteger contra violaciones procesales, violaciones formales, violaciones de fondo y violaciones por la 89 aplicación de una disposición inconstitucional. En el primer caso, a fin de restituir al quejoso en sus garantías violadas, el procedimiento de donde deriva la resolución reclamada se repone hasta el momento en que se cometió la violación y, reparada, debe seguir su curso hasta dictarse una nueva resolución; en este caso, el acto que reparó y los subsecuentes que se realizan en consecuencia, constituyen la plena ejecución de la sentencia en tanto derivan de ese que debió quedar insubsistente con motivo de la violación que resultó procedente. En los demás casos, la violación se comete en la propia resolución reclamada y entonces, el efecto del amparo es para que se vuelva a dictar, bien sea purgando las violaciones formales, de fondo o inaplicando la ley que se estimó inconstitucional. Esta serie de posibilidades que se generan con una concesión de amparo, hace que sea remota la probabilidad de que en un nuevo juicio de amparo se reclamen precisamente los actos cuya inconstitucionalidad fue determinada en el amparo anterior (que ahora se presumen constitucionales por ser con los que se repara la violación –en cumplimiento a la ejecutoria-), y respecto de los cuales existe cosa juzgada, como en el aspecto en el que son reparados. Por el contrario, es más probable que se dé otro tipo de violaciones respecto de actos que no fueron analizados en el amparo anterior. Así, por ejemplo, véase el caso de que en un procedimiento de remate de un bien inmueble no se cuenta con el certificado de gravámenes que la autoridad tenía obligación de recabar, y aun así dicta la resolución quedando adjudicado el inmueble a un postor; en un primer amparo se estima que esa resolución es violatoria de las garantías de legalidad del quejoso, porque el procedimiento se encuentra viciado y entonces se concede para que se recabe ese certificado. En el nuevo amparo se reclama la resolución de adjudicación que con motivo de ese amparo tuvo que dictarse. Aquí, lo que constituye cosa juzgada es el procedimiento de remate, y concretamente la obtención del certificado, por lo que, lo que se encuentra garantizado al impedirse un nuevo amparo, es que la el procedimiento hasta la obtención del certificado y en particular este acto, no puedan volver a ser examinados. Entonces existen muchas posibilidades que en el nuevo amparo se reclame, por ejemplo, que un tercero acreedor que reportaba el certificado no fue llamado al procedimiento; que se reconoció como 90 postor a quien no hizo puja legal; que un postor tenía mejor derecho que otro; que se adjudicó el inmueble sin respetarse el derecho del tercer acreedor que tenía carácter preferente; que se adjudicó el inmueble cuando en realidad no era propiedad del quejoso. En otro ejemplo más genérico, piénsese que un juicio en que se reclamó una resolución de segunda instancia que confirmó una sentencia condenatoria a todas las prestaciones demandadas en el procedimiento civil, y en el que se concedió el amparo para efecto de que la autoridad responsable analizara unos agravios que propuso el demandado, cuyo estudio omitió totalmente; en cumplimiento al amparo, la autoridad dicta una nueva resolución que es reclamada en un nuevo amparo. Existe entonces la posibilidad de que se reclame en un nuevo amparo la calificación de esos agravios y la determinación de fondo del asunto en sí, inclusive la condena en costas o la inconstitucionalidad de algún precepto aplicado en la sentencia. Impedir la promoción del juicio de amparo contra la resolución dictada en cumplimiento al amparo protege la firmeza de que sobre el acto de dar respuesta a los agravios que se había omitido dar por parte de la autoridad, no se suscite una nueva controversia en vía de amparo, pues en la ejecutoria se estableció que esa omisión es violatoria de derechos fundamentales. Por lo que con estos ejemplos se demuestra que la improcedencia del juicio de amparo resulta una medida desproporcionada para proteger el pronunciamiento sobre la inconstitucionalidad de determinados actos en un juicio de amparo anterior, esto es, la firmeza de los actos reparadores de las violaciones encontradas; pues si se tiene en cuenta que son muchas las posibilidades de que existan actos violatorios de derechos humanos que no fueron analizados en el amparo previo, sea porque no habían acontecido o porque era necesario que se purgaran los vicios procedimentales y formales para el legal dictado de la sentencia, que son actos cuyo estudio no pone en riesgo la calidad de cosa juzgada ni la certeza jurídica de lo que la autoridad responsable hizo en cumplimiento a la ejecutoria, impedir un nuevo amparo no reporta niveles de satisfacción equivalentes al costo que representa que otros actos de los que no hay un pronunciamiento previo, queden excluidos de la procedencia del juicio. De ahí que esta causal no resulte proporcionada, pues aunque es cierto el grado de eficiencia que tiene para proteger el orden jurídico en el aspecto apuntado, el riesgo de 91 que este se vea afectado con la procedencia de un nuevo amparo es mucho menor a las posibilidades de que otros actos violatorios de derechos humanos no puedan ser analizados.25 1.3.2. La improcedencia relacionada con el cumplimiento de condiciones para la instauración del juicio. Entre las causas de improcedencia que imponen el cumplimiento de condiciones para la instauración del juicio, se encuentra el ejercicio de la acción dentro del término legal; la ley considera que se han consentido tácitamente los actos cuando no se promueve el juicio de amparo dentro de los plazos previstos; el cual, en lo que aquí interesa, es de 15 días, computados a partir del día siguiente a aquél en que surta efectos, conforme a la ley del acto, la notificación al quejoso del acto o resolución que reclame o a aquél en que haya tenido conocimiento o se ostente sabedor del acto reclamado o de su ejecución (LA. Arts. 17, 18 y 61, XIV). En este supuesto, la preservación y fortalecimiento del orden jurídico, al sujetar el ejercicio de la acción de amparo a un plazo de 15 días, se encuentran plenamente satisfechos al impedir que después de ese lapso sea procedente el juicio. Mientras que la intensidad en la afectación que produce en acceso al amparo se reduce en la medida en que ese lapso es prudente para el ejercicio de la acción. Esto teniendo en cuenta que son las partes del procedimiento civil quienes pueden reclamar los actos ahí emitidos, por lo que, por cuanto contendientes, saben del seguimiento y la afectación que les genera cada acto y la resolución, siendo que en 15 días pueden preparar la defensa de sus derechos violentados. Y tratándose de terceros extraños al procedimiento, es un solo acto o resolución las que les pudiera causar afectación con esa calidad, por lo que se estima suficiente para acudir al amparo a reclamar esos derechos; sobre todo si se tiene en cuenta que la violación a alegar radica en que no es parte en el juicio en que se afectan sus derechos, lo que no requiere, en sí mismo, de mayor preparación.26 25 Cabe anticipar que sobre esta causal existe criterio jurisprudencial obligatorio que será tratado en el apartado siguiente. 26 Aunque en la práctica la falta de acreditación del interés jurídico por parte de terceros extraños al procedimiento de origen es una de las causas de improcedencia que suelen actualizarse con mayor 92 Lo cual es proporcionado al estado sub júdice en que se encuentran los actos durante ese plazo; por cuanto el orden jurídico que se busca proteger tiene como característica alcanzar la firmeza de las decisiones judiciales, y que los procedimientos no se paralicen, sino que sigan su curso hasta lograr la ejecución de las sentencias. 2. Interpretación y aplicación de las causas de improcedencia. Como se vio en el apartado que antecede, no todas las causas de improcedencia del juicio de amparo resultan compatibles con el derecho fundamental de acceso a la justicia. Respecto de las causales que no lograron superar el ‘test’ de proporcionalidad, esto bastaría para que no sean aplicadas, dando lugar así, a la remoción del obstáculo que contiene la ley para el efectivo acceso al juicio de amparo. Pero todavía de las que sí lo hicieron, en la práctica pueden presentarse casos en que su aplicación concreta representa un impedimento injustificado desde el enfoque de los derechos humanos. Aquí se verán algunos casos de la interpretación y aplicación que se ha dado en torno a ambos supuestos, que podrá demostrar la incidencia que tiene el contexto fáctico en que se produce la causal y la violación de que se trata, para determinar su conformidad con el derecho fundamental de acceso a la justicia. 2.1. Interpretación conforme. El actual artículo 1° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, además de incluir una cláusula abierta sobre derechos humanos27, establece el criterio hermenéutico de dichas normas (principio pro personae), al disponer “Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta Constitución frecuencia; desde el punto de vista estrictamente del plazo para recabar las pruebas para ese efecto es proporcionado, sobre todo si se tiene en cuenta que es un aspecto que se analiza una vez sustanciado el juicio. 27 La cláusula abierta se refiere a la técnica que permite considerar como derechos humanos no sólo los enumerados en el texto constitucional sino todos los otros inherentes a la persona humana, que permite, en diversos niveles de apertura, la aplicación de los tratados internacionales en el orden interno (Brewer, 2006). 93 y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia.” (CPEUM. Art. 1°). Lo que ha permitido sostener desde el derecho positivo la obligación de todos los órganos del Estado, incluidos y principalmente sus jueces, a ejercer ex officio un control de convencionalidad entre las normas internas y la Convención Americana sobre Derechos Humanos y demás tratados de la materia, tomando en cuenta no solamente estos instrumentos, sino también la interpretación que ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la Convención, tal como dicho organismo lo ha determinado en diversas sentencias (Corte IDH. Caso Cabrera… párr. 225; Corte IDH. Caso Radilla… párr. 339). Ajustarse al control de convencionalidad consiste en tratar de armonizar la norma nacional con la convencional, para desechar las interpretaciones contrarias o incompatibles a los estándares internacionales (Ferrer, 2011). De tal suerte que, conforme al derecho fundamental de acceso a la justicia, para dilucidar cualquier cuestión relacionada con la procedencia al juicio de amparo, a la luz del principio pro personae, las instituciones procesales deben ser interpretadas de la forma más amplia y flexible que sea posible, en aras de favorecer el derecho de acción que tienen los gobernados (C.T. 479/201128). Ahora bien, a pesar de la mencionada obligación constitucional y convencional, el cambio a este nuevo paradigma, relativamente reciente, está en proceso de transición; la tradición de una interpretación formalista –en general- del derecho que ha prevalecido en el país se arraigó a la par del desarrollo del juicio de amparo. No obstante ello, se pueden encontrar criterios que revelan la forma de interpretar la improcedencia de conformidad con el derecho de acceso a la justicia. Uno de esos criterios es el relativo a la improcedencia del juicio contra actos en ejecución de una resolución de amparo (LA. Art. 61, IX), causal que como ya se vio, no supera el criterio de proporcionalidad. 28 En este caso el Pleno de la Suprema Corte resolvió la contradicción de criterios respecto a la interpretación de la causa de improcedencia del juicio de amparo derivada del artículo 100 constitucional, relativa a la impugnación de las decisiones del Consejo de la Judicatura Federal, donde advirtió que existe “un aspecto de razonable opinabilidad en el modo de entender la regla de inimpugnabilidad”, que le llevó a determinar la procedencia del amparo. 94 Al respecto, a través de jurisprudencia firme, la Corte estableció que esa causa de improcedencia se refiere sólo a aquellas resoluciones que indefectiblemente deben emitir las autoridades responsables en cumplimiento del amparo anterior, y donde el órgano jurisdiccional de amparo les constriñó a realizar determinadas y precisas acciones, esto es, les dio lineamientos para cumplir con el fallo protector. En ese caso, la autoridad responsable no tiene libertad de decisión, sino que debe emitir la nueva resolución conforme a los efectos precisados en la ejecutoria de amparo, de manera tal que el actuar la responsable no puede ser reclamada en un nuevo amparo. Pero ese supuesto no se actualiza cuando la sentencia de amparo deja plenitud de jurisdicción a la autoridad responsable; lo que significa que en la ejecutoria de amparo no se tomó una decisión definitiva sobre el problema jurídico, y por tanto, no impera el principio de cosa juzgada. Por lo que la nueva resolución de la autoridad responsable no obedece a cumplir atendiendo los lineamientos precisos del órgano federal; y en consecuencia, contra esa resolución procede el nuevo juicio de amparo (Tesis 2a./J. 140/200729). Interpretación la anterior que atiende a la finalidad de la norma al establecer esa causa de improcedencia; lo cual es acorde a un enfoque de derechos humanos, aunque su argumentación no lo revele expresamente. Sobre aquél tema, también se había considerado que respecto a las resoluciones jurisdiccionales que ponen fin al juicio, el amparo puede ser concedido de manera absoluta, liso y llano, cuando se ha analizado el fondo del asunto por el tribunal de amparo, y donde la autoridad simplemente debe acatar el fallo constitucional, 29 Los criterios que contendieron derivan de juicios de amparo indirectos en contra de un requerimiento emitido por el gobernador del Estado de Guerrero, hecho al quejoso que ostenta el cargo de Magistrado numerario del Tribunal Superior de Justicia de ese Estado, que no ha sido ratificado, para que le remitiera pruebas indubitables y fehacientes con las que demuestre que continúan en él los altos atributos de eficiencia, honorabilidad, probidad, capacidad, excelencia, y capacitación continua, que lo hagan idóneo para continuar o no en el desempeño de dicho cargo, bajo la justificación de que dicha autoridad responsable, procedió a recabar información en ese sentido a efecto de emitir un dictamen evaluatorio que culmine con la propuesta al Congreso Local de su ratificación o no en el cargo; la cuestión de improcedencia se suscitó porque el requerimiento derivaba del cumplimiento al fallo protector, en el cual se constriñó a la responsable a dejar insubsistente el dictamen de no ratificación anterior, pero dejándole la libertad de emitir o no un nuevo acto, en el que se observen los requisitos de fundamentación y motivación, basado en elementos probatorios, cuya omisión se precisaron en la sentencia. 95 cumpliendo en su integridad las consideraciones que en él se sostienen; pero que puede suceder que la sentencia de amparo precise diversos efectos para que la autoridad responsable, dejando insubsistente el acto reclamado, emita otro en el que acate la reparación a la violación advertida, y con su propia jurisdicción que le ha sido devuelta, o sea, en los términos en que la ley se la confiere, resuelva lo que conforme a derecho proceda. En el primer caso existe una vinculación total mientras que en el segundo es parcial; por lo que de estos supuestos el nuevo amparo es improcedente sólo en el primer caso, y procedente en éste último (C.T. 27/9530). Esa forma de interpretar la disposición legal, apartándose de su literalidad, se sustenta en los efectos que puede tener un amparo, lo cual ha de tenerse en cuenta cuando se trata de determinar la improcedencia de los actos reparadores de las violaciones por las que se concedió un amparo anterior, que constituyen cosa juzgada y la eficacia en la ejecución de las sentencias, y que es lo que intenta preservar la norma que, por sí misma, resulta desproporcionada en relación al acceso al juicio de amparo. Es decir, ahí se advirtió que las posibilidades fácticas –presentadas en casos concretos- de evitar el riesgo en los aspectos constitucionalmente protegidos, impiden injustificadamente la procedencia de un nuevo amparo. En la práctica, esta causal parece no representar mayor problema debido a la jurisprudencia obligatoria sobre el tema; sin embargo, representa un claro ejemplo de que no todo el catálogo de causas de improcedencia es conforme al derecho fundamental de acceso a la justicia. Y con ello, la insuficiencia del argumento se ha adoptado para sostener la convencionalidad y constitucionalidad de la improcedencia del juicio de amparo, consistente en que, por razones de seguridad jurídica y correcta administración de justicia, el Estado puede y debe establecer requisitos de admisibilidad y procedencia del juicio de amparo. Al margen se puede agregar, que esta es un de las cuestiones que debieron verse al promulgar la Ley de Amparo en vigor, pues el legislador debió advertir 30 El punto de contradicción del que derivó ese criterio fue, si era o no improcedente el juicio de amparo directo promovido en contra de una resolución que se dicta en cumplimiento de una ejecutoria de amparo que se concedió para determinados efectos y se dejó plenitud de jurisdicción a la responsable en otros aspectos; esto en relación al recurso de queja que procedía entonces contra el defectuoso cumplimiento. 96 su inconstitucionalidad y establecer la disposición con la debida proporcionalidad a la que se encuentra obligado al emitir las leyes. 2.2 Inclusión del contexto fáctico. Como ha podido observarse en diversos apartados, el contexto fáctico tiene un papel importante en el acceso a la justicia. Así, se tiene que para establecer la certeza del recurso de protección, se debe tomar en cuenta tanto la existencia de recursos formales en el sistema legal del Estado en cuestión, como el contexto general legal y político en el cual operan, así como las circunstancias personales de los peticionarios; por lo que si la violación ocurre en un contexto de impedimentos normativos y prácticos para asegurar un acceso real a la justicia, no se puede considerar que las presuntas víctimas tenían certeza acerca de la vía a la que debían o podían acudir para reclamar los derechos que se consideraran vulnerados (Corte IDH. Caso Trabajadores…, párrs. 129 y 130). Y que la regulación de los recursos judiciales debe ser de forma tal que las personas tengan certeza y seguridad jurídica de sus condiciones de acceso, tanto de los requisitos que se encuentran previstos como tales, como los supuestos de hecho que condicionan la procedencia del recurso; siendo que la imposibilidad de cumplir con tales supuestos hacen inaccesible el recurso (Corte IDH. Caso Castañeda…, párrs. 110 a 112). El mismo principio de proporcionalidad para realizar la ponderación de los derechos involucrados, acude a las posibilidades de realización de hecho de las razones en que se funda la restricción de un derecho fundamental, o sea, al grado de certeza que en la práctica se puede tener sobre la afectación o la protección de los derechos en conflicto. Así, la solución del conflicto que se presenta entre ciertos derechos requiere el examen de cada caso, conforme a sus características y circunstancias, para apreciar la existencia e intensidad de los elementos en que se sustenta dicho juicio; por lo que en algunos casos la balanza se inclinará hacia uno y en otros a la salvaguarda del otro. (Corte IDH. Caso Kimel… párr. 51). Sin embargo, aquí nos referimos concretamente a situaciones de hecho, cuya inclusión en el análisis de la improcedencia lleva necesariamente a concluir que tal obstáculo es 97 injustificado conforme al derecho fundamental de acceso a la justicia. Para ello se han elegido dos casos concretos en que se determinó que el juicio de amparo no se promovió dentro del plazo legal (actos tácitamente consentidos) (LA. Art. 61, XIV); que como ya se vio, es una causa de improcedencia que superó el juicio de proporcionalidad. 1.- En este caso se desechó de plano una demanda de amparo directo contra la resolución definitiva de un juicio mercantil. Para realizar el cómputo se consideró la fecha de publicación de la resolución en el boletín judicial del Estado, y que surtió efectos el día hábil siguiente, atento a lo dispuesto por el artículo 1075 del Código de Comercio; siendo que la demanda de amparo se presentó un día después de concluido el término. Este auto fue recurrido en reclamación, alegando que la notificación se hizo por tribunal virtual, y que conforme a la legislación local de Nuevo León, surtió efectos a las quince horas del segundo día de la fecha en que se editó el boletín judicial; además de la violación a los derechos humanos derivados de los artículos 14 y 16 constitucionales. Al resolver el recurso, siguiendo el criterio sostenido en un diverso juicio, en síntesis se dijo que la ley local no aplica en forma supletoria al Código de Comercio, para el efecto de establecer el momento a partir del cual surten efectos las notificaciones realizadas por tribunal virtual; y las violaciones a los derechos humanos se declararon inoperantes, por ser el juicio de amparo el único medio por el que se pueden reclamar (R. 27/2013). 2.- En este caso se sobreseyó el juicio de amparo indirecto que se promovió contra la resolución del Pleno del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Nuevo León, en el incidente de incompetencia por declinatoria, y el auto por el cual el juez admitió la competencia del juicio ordinario civil sobre divorcio necesario. Para realizar el cómputo, el juez de Distrito consideró la fecha en que el Tribunal notificó por instructivo a la quejosa la resolución de incompetencia. Inconforme la parte quejosa interpuso recurso de revisión, en el que básicamente alegó que la notificación que se tomó en cuenta se hizo en un domicilio distinto al que tiene señalado en autos; y alegó la violación, entre otros, del artículo 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Al resolver el recurso, se estableció que si bien era cierto que la notificación hecha por el Actuario adscrito a la Presidencia del Tribunal Superior de Justicia del Estado, no se realizó en el domicilio designado para oír y recibir notificaciones de la quejosa, era 98 insuficiente para considerar otro el momento en que tuvo conocimiento de la resolución reclamada, porque en tanto no fuera declarada nula esa notificación, debe estimarse válida, y con ello surtiendo plenos efectos legales, además de que la quejosa estuvo en aptitud de promover el incidente de nulidad de notificaciones dentro del procedimiento de incompetencia, y al no haberlo hecho, la consintió; así se consideró que la sentencia no violó disposiciones de la Ley de Amparo, y en consecuencia, tampoco las constitucionales y convencionales que invocó; asimismo se dijo que el principio “pro hombre” que invocó la inconforme en los agravios, no autoriza a resolver el juicio en favor de la quejosa al margen del orden jurídico, y en el caso la aplicación de la Ley de Amparo resultó correcta, sin que se advirtiera interpretación diversa que resultara más favorable a la recurrente, inclusive derivada del control de convencionalidad del que efectivamente existe la obligación de ejercer (A.R. 327/2013). Pues bien, se parte de la base de que las consideraciones relativas a la supletoriedad de la ley y a la validez de la notificación que genera la falta de impugnación a través del incidente respectivo, son correctas; esto es, no se va a cuestionar la interpretación que de la ley ordinaria ahí se hizo. En el primer caso, se tiene que en el juicio mercantil de origen la parte quejosa solicitó el acceso al tribunal virtual, lo cual le fue autorizado con la implicación de que las notificaciones, aun las de carácter personal, se harían a través de ese medio en términos de la ley local, que es donde se encuentra regulado el tribunal virtual del Estado; por lo que todo el juicio se siguió con ese sistema de notificaciones, provocando en el quejoso la creencia de que las notificaciones surtían efectos a las quince horas del segundo día siguiente a la edición del respectivo boletín judicial, según dispone el Código de Procedimientos Civiles del Estado de Nuevo León (CPCENL. Art. 76). Por tanto, si conforme a la Ley de Amparo el quejoso cuenta con un plazo de 15 días para la presentación de la demanda de amparo, computados a partir del día siguiente a aquél en que surta efectos, conforme a la ley del acto, la notificación al quejoso del acto o resolución que reclame (LA. Arts. 17 y 18); en el contexto en que se desarrolló el procedimiento mercantil no genera la plena certeza de que, si conforme a la ley del acto se refiere a la que rigió –de hecho- en ese juicio, o la que en realidad jurídicamente 99 aplica, o sea, el Código de Comercio; pues en todo caso, era la autoridad responsable quien debió hacer esa aclaración cuando proveyó la solicitud del quejoso en acceder al tribunal virtual, pues solo lo tuvo por aceptando que las notificaciones personales se realizaran por vía electrónica a través del citado medio. Ahora, tomando en cuenta que la causa de improcedencia busca el fortalecimiento del orden jurídico, otorgando al gobernado la certeza del tiempo que tiene para preparar y ejercer el derecho que le asiste, a la vez de que provee la seguridad de que los actos no reclamados en ese lapso no podrán ser objeto de impugnación; es claro que en el contexto apuntado la finalidad de esa norma no se cumple; lo que lleva a privilegiar el acceso al recurso de protección. Además de que así lo dictan los estándares del derecho de acceso a la justicia, al considerar que un contexto de incertidumbre, teórica o práctica, sobre las condiciones de procedencia del recurso, no puede considerarse compatibles con ese derecho, o, dicho de otra forma, el Estado no cumple con su obligación de brindar el recurso de protección a que tiene derecho el agraviado. Por lo que en este caso, correspondía al órgano jurisdiccional de amparo, remover ese obstáculo y permitir al quejoso el acceso al amparo. En el segundo caso, según precisó tanto el juez de Distrito como el Tribunal Colegiado, en el juicio de divorcio promovido por la quejosa, el demandado en su escrito de contestación alegó la incompetencia del juez, quien sostuvo la competencia y siguió el juicio hasta dictar sentencia, que fue confirmada en segunda instancia; el demandado interpuso juicio de amparo directo que se concedió para que se le diera el trámite legal a la incompetencia propuesta, por lo que la Sala, en cumplimiento, remitió los autos al Pleno del Tribunal Superior del Estado, a quien corresponde resolver sobre tales cuestiones. Dictada la resolución, el Pleno remitió por conducto de la Sala de apelación, los autos al juez que estimó competente y notificó a la quejosa en un domicilio diverso al que tenía señalado en autos; el juez recibió el asunto y asumió la competencia y notificó a la quejosa en el domicilio correcto, por lo que ésta acudió por escrito ante el Pleno del Tribunal a solicitar copia de la resolución, la cual impugnó mediante amparo indirecto. 100 Consta entonces, que la quejosa no fue debidamente notificada de la resolución de incompetencia por el Tribunal del Estado; y que ese órgano terminó su actuación al remitir los autos a la Sala que conoció de la apelación. Que las violaciones que se reclaman en amparo se relacionan con una de las garantías judiciales esenciales, la competencia del juez. Y que, de considerar la fecha en que se notificó a la quejosa la llegada de los autos, el amparo estaría promovido en tiempo. Además, del tiempo que ha durado el juicio natural sin que se haya resuelto en definitiva. Todas estas cuestiones, pero principalmente que la interposición de un incidente de nulidad ante el Tribunal Pleno a lo único que llevaría sería a que se anulara la notificación, pero sin que ello, dentro del procedimiento de origen, genere algún beneficio a la quejosa; es decir, la invalidez de las notificaciones tienen como finalidad que los actos posteriores queden anulados, siendo que en el caso, ya no había lugar a otro acto. Lo que se traduce en el amparo, como una carga más a la quejosa para acceder al juicio que, si bien, no puede desconocerse su validez como dijo el Tribunal Colegiado; para efectos de la procedencia del amparo podía no tomarse en cuenta, ante su evidente ilegalidad y lo infructuoso que resultaría en el juicio natural invalidar esa notificación; es decir, lo único que lograría sería quitar un obstáculo formal que le impide acceder al amparo. Cuando quien tiene que remover dichos obstáculos injustificados es el órgano federal que conoce del juicio de amparo. Este es un caso excepcional, porque la autoridad que conoció de la incompetencia terminó su actuación y, promovida la nulidad o no, el procedimiento ante el juez declarado competente seguirá su curso. Además de que, la quejosa formuló agravios por la violación a su derecho al recurso efectivo de protección e invocó la aplicación del principio pro personae, lo que debió atenderse teniendo en cuenta que el fortalecimiento del orden jurídico no se vería quebrantado de permitir, en esas condiciones, el acceso al juicio de amparo. Aún más, podría haberse definido la cuestión de competencia en beneficio de los contendientes, pues es de interés de ambas partes que el juicio se desarrolle válidamente, conforme al debido proceso legal. Estos casos son ejemplo de que los contextos fácticos en que se produce la causa de improcedencia, aun cuando sea de aquéllas que han sido establecidas conforme a la 101 proporcionalidad debida, inciden desfavorablemente en el derecho fundamental de acceso a la justicia. 3. Otros aspectos para la compatibilidad. De acuerdo a todo lo que aquí se dicho, es necesario asumir la improcedencia del juicio de amparo conforme al derecho de acceso a la justicia, donde las causas de improcedencia se interpreten de manera amplia y flexible para favorecer el acceso al juicio de amparo y con ello su efectividad como recurso de protección. Uno de los aspectos que favorecen esa postura y que encuentra sustento en el enfoque de derechos humanos, es el estudio oficioso de la ‘procedencia’ del juicio de amparo. Como en su momento se vio, las causas de improcedencia son de estudio oficioso, esto es, las hagan o no valer las partes, en cualquier instancia, la autoridad de amparo debe invocarlas, bien desechando la demanda o sobreseyendo en el juicio, inclusive, puede recabar pruebas para ese efecto. Sin embargo, cuando se ha determinado en primera instancia la improcedencia, en el recurso en que se impugna, se exige que los agravios que expresa el recurrente combatan directamente los argumentos y razonamientos que el juez formuló para estimar improcedente el juicio; generando su inoperancia cuando en los agravios se insiste en la violación de fondo que no fue analizada a razón de la improcedencia. Si se atiende a que la improcedencia del juicio en materia civil se encuentra relacionada con los presupuestos procesales y las condiciones de la acción; y que corresponde al juez de amparo verificar la validez del juicio y la posibilidad de dictar una sentencia válida; opera la misma razón para estudiar de oficio las causas de improcedencia del juicio como su procedencia. De ahí que, cuando el juicio es declarado improcedente y la autoridad revisora advierte, desde un enfoque de derechos humanos, que no se actualiza la causal invocada, sea por la inconstitucionalidad de la ley –de amparo- en que se funda, o porque a través de una interpretación conforme es posible dar acceso al juicio atendiendo inclusive al contexto fáctico en que se produce la causa de improcedencia; el Tribunal debe optar por esta determinación, aun cuando los agravios no se formulen de manera puntual al aspecto que resulta violatorio del derecho de acceso a la justicia. 102 Dicho proceder no contraviene el sistema de impugnación previsto en la Ley de Amparo, si también de éste se hace una interpretación de mayor protección al quejoso que busca la protección contra violaciones de sus derechos humanos. Al respecto, por ejemplo, el artículo 93 de la Ley de Amparo que refiere las reglas en que ha de examinarse el recurso de revisión, inicia diciendo que se examinará, en primer término, los agravios hechos valer en contra del sobreseimiento decretado en la resolución recurrida; si son fundados, se examinarán las causales de sobreseimiento invocadas y no estudiadas por el órgano jurisdiccional de amparo de primera instancia, o surgidas con posterioridad a la resolución impugnada; que podrán examinarse de oficio y, en su caso, decretar la actualización de las causales de improcedencia desestimadas por el juzgador de origen, siempre que los motivos sean diversos a los considerados por el órgano de primera instancia; y por último que si encontrare que por acción u omisión se violaron las reglas fundamentales que norman el procedimiento del juicio de amparo, siempre que tales violaciones hayan trascendido al resultado del fallo, se revocará la resolución recurrida y se mandará reponer el procedimiento. En esa disposición subyace la preservación de que el juicio inicie, se desarrolle y se resuelva adecuadamente, que a su vez sustenta el estudio preferente de la improcedencia del juicio. Sin embargo, no prohíbe, ni es incompatible con ello, que cuando se advierta que el juicio es procedente, se determine lo fundado de los agravios formulados en contra del desechamiento de la demanda o el sobreseimiento, sin mayor requerimiento que un principio de agravio, el cual incluso puede consistir en que se alegue la transgresión al derecho de acceso a la justicia o del recurso efectivo de protección, inclusive de tutela jurisdiccional, pues este tipo de señalamientos obligan al juzgador, en caso de que el juico sea procedente, a cumplir tanto con la remoción de los obstáculos que impiden el acceso al amparo, como el de interpretar las normas de derechos humanos conforme a la mayor protección de la persona. Otra disposición que puede interpretarse en ese sentido, es el artículo 64 de la Ley de Amparo, que establece dar vista al quejoso cuando se advierta de oficio una causal de improcedencia no alegada por alguna de las partes ni analizada por un órgano jurisdiccional inferior. Se entiende que esa vista es para no dejar al quejoso indefenso 103 frente a una determinación de improcedencia que no se analizó en primera instancia; sin embargo, en la práctica se torna poco probable que el desahogo a la vista incida en la resolución, pues no le es permisible al quejoso más que hacer manifestaciones tendientes a expresar por qué no comparte esa posible resolución, cuando el tribunal ha partido de la base de que se encuentra plenamente acreditada la improcedencia –pues si no fuese así, no daría la vista de que se trata-. Entonces, como no pueden aportarse pruebas ni ampliar la litis, sino únicamente referirse a la improcedencia advertida de oficio por el Tribunal, debe estimarse que es el momento propicio para invocar el contexto en que se produjo la violación cuyo amparo se pide y principalmente, el que pudiera incidir en la configuración de la improcedencia para que sea considerado desde el enfoque de derechos humanos; así como también es la oportunidad para alegar la inconstitucionalidad o inconvencionalidad de la disposición en que pretende fundarse la improcedencia. Es decir, esa disposición legal permite introducir en la revisión un alegato sobre la viabilidad de una interpretación conforme al derecho fundamental de acceso a la justicia, a fin de que se realice el estudio correspondiente. Por otro lado, uno de los aspectos que suelen presentarse en la improcedencia del juicio de amparo, es que el motivo que la genera es atribuible a la autoridad responsable y no propiamente al quejoso. En estos casos, esa circunstancia impone un margen todavía mayor de opinabilidad sobre la actualización de la causa de improcedencia que se trate; porque si es la autoridad la que genera el impedimento para que en su momento pueda ser analizada una violación a derechos humanos, existe mayor obligación del órgano de amparo de remover tal obstáculo. Por último, puede mencionarse la argumentación desde el enfoque de derechos humanos; la que de suyo permitiría superar la insuficiencia en las respuestas que se han reflejado ante el reclamo de convencionalidad de la improcedencia del amparo. Es necesario que se haga un pronunciamiento completo, porque el propio derecho de acceso a la justicia impone determinar los puntos cuestionados; y en ese enfoque, la conjunción de los diversos aspectos que se han abordado, permiten obtener una resolución conforme al derecho de acceso a la justicia en la aplicación, o no, de causas de improcedencia concretas. 104 Pues bien, al margen de todo lo anterior, cuyo conjunto se pudiera esquematizar de tal manera para formular los mecanismos adecuados en la interpretación y aplicación de las causas concretas de improcedencia a fin de garantizar su conformidad con el derecho fundamental de acceso a la justicia; lo cual se hace patente para que en su oportunidad pueda ser motivo de un desarrollo analítico concreto; lo cierto es que hay que hacer hincapié en que desde la perspectiva de derechos humanos, la improcedencia del juicio de amparo es una medida que limita de manera directa el acceso al recurso de protección, por lo cual, como se ha visto, es necesario revisarla bajo el criterio de proporcionalidad, a fin de obtener una solución que verdaderamente provenga de esa ponderación. Esto es, que el operador jurídico federal, en su inherente función de autoridad de control constitucional, tenga presente cuando le es sometida una demanda por violaciones a derechos humanos, cualquiera que sea la naturaleza de éstos, y advierta que pudiera actualizarse alguna causa de improcedencia, que no indefectiblemente por encontrarse prevista en la ley debe desecharse la demanda o sobreseer en el juicio, sino seguir ese juicio analítico que aquí se ha tratado. Recapitulando lo concerniente a dicho criterio de proporcionalidad, debe advertirse la finalidad constitucionalmente legítima que se persigue con la concreta causa de improcedencia como presupuesto de validez en el orden constitucional y convencional de los derechos humanos; luego, constatar que es adecuada para alcanzar ese fin y que, de entre otras medidas es la menos gravosa para el gobernado; y por último, examinar que ese límite sea razonable, mediante una ponderación de los costos beneficios, entre los derechos fundamentales protegido y afectado por la improcedencia del juicio de amparo, advirtiendo inclusive la naturaleza de las violaciones alegadas, de manera tal que la limitante del acceso a la justicia guarde proporcionalidad a la imposibilidad de obtener una determinación de fondo en el recurso de protección. 105 CONCLUSIONES. La improcedencia del juicio de amparo es una figura compleja; se encuentra vinculada a la propia naturaleza del juicio y a los principios que la rigen; no sólo abarca los presupuestos procesales y las condiciones de la acción, sino que a través de ella se excluyen algunos actos del control constitucional, sea por su propia naturaleza o por la de la autoridad que los emite. Esa complejidad hace que se identifique por las consecuencias que genera más que por algún concepto que denote puntualmente su contenido y alcance. Sin embargo, teniendo en cuenta que el amparo es un medio de control constitucional que en forma de juicio y en vía de acción, resuelve las controversias suscitadas por violaciones a derechos humanos; que se promueve a instancia de parte; tratándose de actos jurisdiccionales que por un agravio personal y directo; contra actos definitivos; y donde prevalece su apreciación en estricto derecho, salvo los casos en que expresamente la ley permite suplir la deficiencia de la queja. Y considerando que sin la satisfacción de los presupuestos procesales el juicio no puede iniciar o desarrollarse y concluir válidamente; y que también es necesario cumplir con ciertas condiciones para que se pueda dictar una sentencia válida y para que la pretensión sea atendida. Se puede advertir el fundamento teleológico que subyace en la improcedencia como figura jurídica propia del amparo y como institución procesal que comprende los requisitos de admisibilidad y procedencia. En efecto, la improcedencia es la institución jurídica que prevé los supuestos por los cuales el juicio de amparo no puede lograr su inherente propósito, o sea, determinar sobre la existencia de violaciones a los derechos humanos y en su caso repararlas. Según sea el estado procesal en que se determine la improcedencia genera el desechamiento de la demanda o el sobreseimiento del juicio; pero en cualquier caso no se analizan las violaciones a los derechos humanos planteadas. Es pues, la improcedencia, un obstáculo que además se ha venido estimando como insalvable, para el acceso a una determinación de fondo sobre los derechos cuestionados en el amparo. 106 Por otra parte, considerando que el juicio de amparo da contenido y participa del derecho de acceso a la justicia, cuya efectividad depende de que no existan obstáculos para que el gobernado obtenga de la autoridad jurisdiccional la decisión sobre sus derechos; es necesario determinar la improcedencia del juicio de amparo conforme a ese derecho fundamental. Es así, porque el tránsito del Estado de Derecho a la consolidación del Estado Constitucional de Derecho, ha dado lugar a un cambio de paradigma, donde el reconocimiento y protección de los derechos humanos toma primacía y obliga a que todos los actos de autoridad, incluidas las leyes, respeten y garanticen el goce y ejercicio de los derechos fundamentales de la persona; lo que impone dejar atrás la interpretación formalista de la ley, para adoptar una hermenéutica que favorezca en todo tiempo la protección más amplia de los derechos humanos (principio pro personae), tal como establece el artículo 1° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Además de esa prevención, esta disposición constitucional contempla como derechos humanos, los reconocidos en su texto así como en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte; instrumentos a través de los cuales también debe hacerse la interpretación de las normas relativas a la materia. Entonces, como el derecho fundamental de acceso a la justicia se desprende tanto de lo establecido en el artículo 17 constitucional como de los artículos 8 y 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; su contenido y restricciones deben apreciarse conforme al alcance que tiene este derecho desde un enfoque de derechos humanos, armonizando las normas del derecho interno y las internacionales, así como lo establecido por la Corte Interamericana –interprete de la Convención-. Siendo que al margen de la discusión teórica que implica el amparo mexicano en muchos de sus aspectos, lo cierto es que no existe duda en que constituye el recurso de protección contra violaciones de derechos humanos a que se refiere el último numeral mencionado de la Convención. En efecto, al identificar los estándares internacionales del derecho de acceso a la justicia, se pudo advertir que la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y por añadidura las 107 autoridades de amparo, han seguido esas interpretaciones, apreciando en su amplitud este derecho y de manera restrictiva las limitantes que legalmente se han impuesto, determinando la inconstitucionalidad de las normas que constituyen obstáculos o impedimentos injustificados o que hacen nugatorio este derecho fundamental. Sin embargo, también ha quedado claro cómo ese desarrollo de la jurisprudencia interna, y en sí de las resoluciones de amparo, no se ha ocupado del alcance del acceso a la justicia en cuanto al amparo como recurso efectivo de protección y con ello, el examen de las causas de improcedencia es insuficiente desde la óptica de derechos humanos; esto, no obstante también aceptó la Corte que sobre el tema debe existir un margen de opinabilidad acorde a dicho enfoque. El argumento que prevalece en las resoluciones cuando se cuestiona la constitucionalidad o convencionalidad de la improcedencia del juicio de amparo, es que el Estado puede y debe establecer requisitos de admisibilidad y procedencia del juicio; los cuales se deben observar a fin de preservar el orden jurídico. Empero, aunque cierta y correcta esa postura, es insuficiente porque se ha pasado por alto que si bien, el establecimiento de esos requisitos puede ser compatible con el acceso a la justicia, cuando potencialmente puedan cumplirse para que el órgano judicial se pronuncie sobre el fondo; lo cierto es que, deben examinarse tales condiciones de procedencia para verificar que no sean imposibles de cumplir porque entonces sí existe una violación al contenido esencial del derecho de acceso a la justicia. Asimismo, debe verse si esa regulación restringe este derecho es razonable. Lo cual permite concluir que uno de los aspectos trascendentes para que un recurso de protección sea conforme al derecho de acceso a la justicia, es que pueda verificarse la razonabilidad de la ley que impone los requisitos de admisibilidad y condiciones de procedencia del recurso. Tratándose de las causas de improcedencia del juicio de amparo, excepción hecha de la materia electoral, esa revisión sobre la razonabilidad de la Ley de Amparo corresponde a los Tribunales Colegiados de Circuito y en algunos casos a la Suprema Corte, según sea la competencia. 108 Para ello la propia Corte a través de su jurisprudencia31, estableció como criterio obligatorio al examinar la regulación o límites de derechos fundamentales y sus garantías, que las normas debían someterse al “test de proporcionalidad” de la ley, ahí denominado como “principios de razonabilidad y proporcionalidad jurídica”. Este método de análisis impone revisar si la medida es adecuada para alcanzar la finalidad que persigue, si no existe otra medida igualmente idónea que afecte en menor grado al derecho intervenido, y si guardan una relación razonable, o sea, la ponderación de las ventajas y desventajas; lo cual se ha identificado como sub-principios o criterios de idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto. Asimismo, debe encontrarse satisfecho lo que la Corte señaló como un primer elemento, la finalidad constitucionalmente legítima, que en realidad actúa como presupuesto de este tipo de análisis. Con la publicación de esa jurisprudencia que impone verificar que las leyes cumplan con la debida razonabilidad o proporcionalidad en sentido amplio, cuando se trata de la regulación de derechos fundamentales, se dio el cimiento de lo que sería la opción más adecuada cuando ha de resolverse sobre esos problemas en casos concretos. Sin embargo, este criterio que data de 2007, no se ha visto reflejado en el análisis de las causas de improcedencia del juicio de amparo. Y lo mismo sucede en sí, con el derecho de acceso a la justicia que en sede nacional ha tenido un desarrollo acorde a los estándares internacionales, pero en materias diversas al amparo. Revisar la finalidad legítima de la improcedencia por supuesto que no sólo es necesario, sino indispensable cuando se cuestiona la constitucionalidad o convencionalidad de la Ley de Amparo; pero quedarse con ese sólo argumento, como revelan las resoluciones de amparo, además de que por ser un pronunciamiento incompleto viola en ese aspecto el derecho de acceso a la justicia; no se puede considerar una verdadera revisión de la razonabilidad de la ley para determinar la efectividad del recurso. Lo que se traduce en un análisis formal, y por lo mismo insuficiente, de la compatibilidad de la improcedencia 31 “GARANTÍAS INDIVIDUALES. EL DESARROLLO DE SUS LÍMITES Y LA REGULACIÓN DE SUS POSIBLES CONFLICTOS POR PARTE DEL LEGISLADOR DEBE RESPETAR LOS PRINCIPIOS DE RAZONABILIDAD Y PROPORCIONALIDAD JURÍDICA.” (Tesis P./J. 130/2007). 109 con el derecho de acceso a la justicia, en su particular vertiente del recurso de protección. Aún más, el estándar internacional indica que no basta con que el recurso se encuentre formalmente previsto, sino que es necesario que sea capaz de producir la determinación del derecho cuestionado. Lo que lleva a concluir que, para que las causas de improcedencia no resulten en su aplicación un obstáculo injustificado, debe examinarse la disposición legal bajo aquél criterio de proporcionalidad; que también constituye un estándar en la limitación de derechos humanos. Entonces, conforme al derecho de acceso a la justicia, ese análisis podrá remover el impedimento que generan algunas causas de improcedencia para resolver el fondo del asunto. Pero además, es indispensable que se considere el contexto fáctico en que produce la causa de improcedencia de que se trate. Esto, derivado también del estándar internacional que indica que la existencia del recurso de protección debe ser real, cierta e idónea. Elementos en los que subyace la efectividad inherente tanto al recurso como al acceso a la justicia; y que desde luego deben tenerse en cuenta al determinar la improcedencia del juicio de amparo. Es por ello, que aquí se hizo una aproximación en la aplicación del principio de proporcionalidad en sentido amplio; obteniendo como resultado, primero, como antes se dijo, que la finalidad en la implementación de la improcedencia del juicio de amparo es legítima; que las causales que aplican en el juicio de amparo en materia civil, cumplen con los juicios de idoneidad y necesidad; y, por último, que no todas las causas de improcedencia superan el juicio de proporcionalidad en estricto sentido. Luego se pudo advertir como en algunos casos la interpretación jurisprudencial ha logrado adecuar el alcance de disposiciones desproporcionadas. Lo que corrobora que una interpretación conforme puede lograr la compatibilidad entre el acceso a la justicia y las causas de improcedencia previstas en la Ley; desde luego acatando el criterio hermenéutico de mayor protección. 110 Y se ejemplificó cómo en algunos casos el problema de conformidad con el derecho de acceso a la justicia se encuentra en que, en su aplicación, no se tienen en cuenta las condiciones fácticas en que se produce tanto la causa de improcedencia como la violación al derecho cuya protección se pide. En este contexto, puede concluirse que el estudio de la improcedencia es mucho más que aplicar a casos concretos los supuestos normativos que en abstracto prevé la Ley. Es tener en cuenta que el juicio de amparo materializa un derecho fundamental que contribuye de manera determinante en la consolidación del Estado Constitucional de Derecho. Y que por lo mismo, en todas sus fases, pero principalmente su acceso debe tratarse con un verdadero enfoque de derechos humanos. Tomar acciones concretas como el análisis sobre la convencionalidad de una causa de improcedencia que se invoque en el juicio, o bien, con tan solo un principio de agravio. Dar una respuesta completa a la controversia sobre la conformidad de la improcedencia del juicio con el derecho al recurso efectivo de protección, el de acceso a la justicia o de tutela jurisdiccional, que sustente la determinación que al respecto se adopte. Incluir el contexto legal y fáctico en que se produce la causa de improcedencia así como la violación que se reclama, realizando una interpretación conforme al principio pro personae. Son aspectos que en la práctica permitirán garantizar la improcedencia del juicio de amparo en materia civil conforme al derecho fundamental de acceso a la justicia. 111 BIBLIOGRAFÍA Abramovich, Víctor y Christian Courtis (2009). Los derechos sociales como derechos exigibles. Madrid, Trotta. Barrera Garza, Oscar (2010). Compendio de Amparo. México, Porrúa. Birgin, Haydée y Gherardi, Natalia, coordinadores (2011). La garantía de acceso a la justicia: aportes empíricos y conceptuales. Colección “Género, Derecho y Justicia” No. 6. En www.equidad.scjn.gob.mx/.../La_Garantia_de_Acceso_a_la_Justicia.pdf Briseño Sierra, Humberto (1972). El amparo mexicano, teoría, técnica y jurisprudencia. 2ª. ed. México, Porrúa. Burgoa O, Ignacio (1994). El juicio de amparo. 31ª. ed. México, Porrúa. Castro, Juventino V. (1998). Garantías y amparo.10ª. ed. México, Porrúa. Cianciardo, Juan (2004). El principio de razonabilidad. Del debido proceso sustantivo al moderno juicio de proporcionalidad. Buenos Aires, Ábaco. Espinoza Barragán, Manuel Bernardo (2000). Juicio de Amparo. 1ª. ed. México, Oxford. Ferrer Mac-Gregor Poisot, Eduardo, Caballero Ochoa, José Luis y Steiner, Christian, coordinadores (2013). Derechos Humanos en la Constitución. 1ª. ed. México, SCJNUNAM-Konrad Adenauer Stiftung. Fix-Zamudio, Héctor (2004). Diccionario Jurídico Mexicano del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de México. Voz presupuestos procesales. México, Porrúa-UNAM. -----, (1992) El Amparo mexicano como instrumento protector de los derechos humanos. En garantías jurisdiccionales para la defensa de los derechos humanos en Iberoamérica, pp. 253-301. México, UNAM. En biblio.juridicas.unam.mx/libros/2/685/12.pdf -----, (1964). El juicio de amparo. México, Porrúa. Flores García, Fernando (2004). Diccionario Jurídico Mexicano del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de México. Voz acción. México, Porrúa-UNAM. García Chavarría, Ana Belem y Saavedra Álvarez, Yuria (2012) Guía de estudios de la materia Sistema Interamericano de Derechos Humanos. México. Flacso-México. Gómez Lara, Cipriano (1990). Teoría General del Proceso. 8ª. ed. México, Harla. González Pérez, Jesús (1989). El derecho a la tutela jurisdiccional. Madrid, Civitas. Martínez Morales, Rafael (2008). Diccionario Jurídico Contemporáneo, México, UNAM-IURE editores. 112 Ovalle Favela, José (2007). Garantías constitucionales del proceso. México, Oxford, University Press. Pallares, Eduardo (2001). Diccionario de Derecho Procesal Civil, 26ª. ed. México, Porrúa. -----, (1967). Diccionario Teórico y Práctico del Juicio de Amparo. México, Porrúa. Parra Vera, Oscar y Saavedra Álvarez, Yuria (2012). Guía de estudio de la materia Acceso a la Justicia.2012-2014. FLACSO México. Rabasa, Emilio (2000). El artículo 14 y el juicio constitucional. 7ª. ed., México, Porrúa. Saíd, Alberto y González Gutiérrez, Isidro M. (2011) Teoría general del proceso. México, Iure editores. Sánchez Gil, Rubén (2009). “Recepción jurisprudencial del principio de proporcionalidad en México”, Cuestiones Constitucionales. Revista Mexicana de Derecho Constitucional. no. 21. -----, (2005). “El derecho de acceso a la justicia y el amparo mexicano.”, Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, ISSN 1870-8390, Nº. 4, 2005, págs. 229-265. En http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2530949 Serrano Robles, Arturo (1988) El Juicio de Amparo en General y las Particularidades del Amparo Administrativo en Manual del Juicio de Amparo. México, Suprema Corte de Justicia de la Nación, Themis. Serrano, Sandra (2007). Acceso a la justicia y derechos humanos en México. Es el ombudsman una institución eficaz para acceder a la justicia? OEA. Serrano, Sandra y Vázquez, Daniel (2012). Guía de estudio de la materia El Enfoque de los Derechos Humanos. México, FLACSO-México. Real Academia Española (2001). Diccionario de la lengua española, 22ª. ed., en http://www.rae.es/recursos/diccionarios/drae. Instituto de Investigaciones Jurídicas UNAM (2004). Diccionario Jurídico Mexicano, México, Porrúa-UNAM. Universidad Diego Portales, Centro de Derechos Humanos, Informe anual sobre derechos humanos en Chile 2007 (Acceso a la justicia), Hechos 2006, Chile. Disponible en: www.derechoshumanos.udp.cl/wpcontent/uploads/2009/07/justicia_ddhh_200811.pdf consultado el 14 de enero de 2014. Instituto Interamericano de Derechos Humanos (2010) Manual Autoformativo sobre acceso a la justicia y Derechos Humanos en Chile. En www.iidh.ed.cr/multic/WebServices/Files.ashx?fileID=6785 113 Jurisprudencia y tesis aisladas (nacionales): Tesis: 1a./J. 22/2014 (10a.). DERECHO FUNDAMENTAL A UN RECURSO JUDICIAL EFECTIVO. EL HECHO DE QUE EN EL ORDEN JURÍDICO INTERNO SE PREVEAN REQUISITOS FORMALES O PRESUPUESTOS NECESARIOS PARA QUE LAS AUTORIDADES DE AMPARO ANALICEN EL FONDO DE LOS ARGUMENTOS PROPUESTOS POR LAS PARTES, NO CONSTITUYE, EN SÍ MISMO, UNA VIOLACIÓN DE AQUÉL. Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Libro 4, Marzo de 2014, Tomo I, pág. 325. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis 2a./J. 16/2014 (10a.). CONTROL DIFUSO. SU EJERCICIO EN EL JUICIO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO. Semanario Judicial de la Federación. (Datos de publicación pendientes) Registro 2006186. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 1a./J. 11/2014 (10a.). DERECHO AL DEBIDO PROCESO. SU CONTENIDO. Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Libro 3, Febrero de 2014, Tomo I, pág. 396. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 1a./J. 10/2014 (10a.). PRINCIPIO PRO PERSONA Y RECURSO EFECTIVO. EL GOBERNADO NO ESTÁ EXIMIDO DE RESPETAR LOS REQUISITOS DE PROCEDENCIA PREVISTOS EN LAS LEYES PARA INTERPONER UN MEDIO DE DEFENSA. Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Libro 3, Febrero de 2014, Tomo I, pág. 487. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: P. X/2014 (10a.). TRIBUNAL DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO DEL DISTRITO FEDERAL. EL ARTÍCULO 51, PÁRRAFO SEGUNDO, DE SU LEY ORGÁNICA, ADICIONADO MEDIANTE DECRETO PUBLICADO EN LA GACETA OFICIAL LOCAL EL 24 DE JULIO DE 2012, NO CONTIENE UN FORMALISMO SIN SENTIDO O UN OBSTÁCULO QUE VULNERE EL DERECHO DE ACCESO A LA JUSTICIA, NI VIOLA EL ARTÍCULO 8, NUMERAL 1, DE LA CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS. Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Libro 5, Abril de 2014, Tomo I, pág. 418. Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 1a. CXCVIII/2014 (10a.). DERECHO FUNDAMENTAL A UN RECURSO JUDICIAL EFECTIVO. EL HECHO DE QUE LAS ACCIONES INTENTADAS POR LOS GOBERNADOS NO SE RESUELVAN FAVORABLEMENTE A SUS INTERESES NO CONSTITUYE, EN SÍ MISMO, UNA VIOLACIÓN DE AQUÉL. Semanario Judicial de la Federación Publicación: viernes 23 de mayo de 2014. Registro: 2006472. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 2a. XVI/2014 (10a.). DERECHOS FUNDAMENTALES DE LEGALIDAD Y SEGURIDAD JURÍDICA. SU CONTRAVENCIÓN NO PUEDE DERIVAR DE LA DISTINTA REGULACIÓN DE DOS SUPUESTOS JURÍDICOS ESENCIALMENTE DIFERENTES. Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Libro 3, Febrero de 2014, Tomo II, pág. 1513. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. 114 Tesis: P./J. 12/2013 (10a.). CONSEJO DE LA JUDICATURA FEDERAL. LA IMPUGNACIÓN EN AMPARO DE SUS DECISIONES DIVERSAS A LAS EMITIDAS EN MATERIA DE DESIGNACIÓN, ADSCRIPCIÓN, RATIFICACIÓN Y REMOCIÓN DE MAGISTRADOS DE CIRCUITO Y JUECES DE DISTRITO, NO ACTUALIZA UN MOTIVO MANIFIESTO E INDUDABLE DE IMPROCEDENCIA, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro XX, Mayo de 2013, Tomo 1, pág. 5. Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis P. V/2013 (10a.). CONTROL DIFUSO DE CONVENCIONALIDAD. LA INAPLICACIÓN DE LA NORMA CUYA INCONVENCIONALIDAD SE DECLARA SÓLO TRASCIENDE A UNA INCONSTITUCIONALIDAD INDIRECTA DEL ACTO RECLAMADO AL NO EXISTIR LA DECLARATORIA RELATIVA. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro XVIII, Marzo de 2013, Tomo 1, pág. 363. Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 1a. LXXIV/2013 (10a.). DERECHO DE ACCESO A LA JUSTICIA. SUS ETAPAS. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro XVIII, Marzo de 2013, Tomo 1, pág. 882. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 1a. XLVII/2013 (10a.). REVISIÓN EN AMPARO DIRECTO. EL ARTÍCULO 83, FRACCIÓN V, DE LA LEY DE AMPARO, NO VULNERA EL DERECHO A UN RECURSO JUDICIAL EFECTIVO PREVISTO EN EL ARTÍCULO 25 DE LA CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro XVII, Febrero de 2013, Tomo 1, pág. 843. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 2a. LXXX/2013 (10a.). INTERÉS LEGÍTIMO E INTERÉS JURÍDICO. SUS ELEMENTOS CONSTITUTIVOS COMO REQUISITOS PARA PROMOVER EL JUICIO DE AMPARO INDIRECTO, CONFORME AL ARTÍCULO 107, FRACCIÓN I, DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro XXIV, Septiembre de 2013, Tomo 3 Página: 1854 Tesis: 1a./J. 2/2012 (9a.). RESTRICCIONES A LOS DERECHOS FUNDAMENTALES. ELEMENTOS QUE EL JUEZ CONSTITUCIONAL DEBE TOMAR EN CUENTA PARA CONSIDERARLAS VÁLIDAS. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro V, Febrero de 2012, Tomo 1, pág. 533. Tesis: 1a. CCLXXV/2012 (10a.). DERECHO HUMANO A UN RECURSO JUDICIAL EFECTIVO. EL HECHO DE QUE EN EL ORDEN JURÍDICO INTERNO SE PREVEAN REQUISITOS FORMALES O PRESUPUESTOS NECESARIOS PARA QUE LAS AUTORIDADES DE AMPARO ANALICEN EL FONDO DE LOS ARGUMENTOS PROPUESTOS POR LAS PARTES, NO CONSTITUYE, EN SÍ MISMO, UNA VIOLACIÓN DE AQUÉL. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro XV, Diciembre de 2012, Tomo 1, pág. 525. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 1a. LVI/2012 (10a.). RECONSIDERACIÓN ADMINISTRATIVA. EL ARTÍCULO 36, PÁRRAFO TERCERO, DEL CÓDIGO FISCAL DE LA 115 FEDERACIÓN QUE LA PREVÉ, CUMPLE CON LOS DERECHOS DE SEGURIDAD JURÍDICA Y DE ACCESO A LA JUSTICIA. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro VII, Abril de 2012, Tomo 1, pág. 875. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: P. LXVII/2011(9a.). CONTROL DE CONVENCIONALIDAD EX OFFICIO EN UN MODELO DE CONTROL DIFUSO DE CONSTITUCIONALIDAD. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro III, Diciembre de 2011, Tomo 1, pág. 535. Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 1a. XXVII/2010. CADUCIDAD DE LAS FACULTADES DE LAS AUTORIDADES FISCALES. EL ARTÍCULO 67 DEL CÓDIGO FISCAL DE LA FEDERACIÓN AL PREVER QUE EL PLAZO PARA QUE OPERE AQUÉLLA, SÓLO SE SUSPENDERÁ CUANDO SE INTERPONGA ALGÚN RECURSO ADMINISTRATIVO O JUICIO, NO VIOLA LA GARANTÍA DE ACCESO A LA JUSTICIA. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXXI, Febrero de 2010, pág. 112. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 1a. VI/2008. CONCURSOS MERCANTILES. EL ARTÍCULO 24 DE LA LEY RELATIVA VIOLA LA GARANTÍA DE ACCESO A LA JUSTICIA. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXVII, Febrero de 2008, pág. 481. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: P. XXIV/2008. EXPROPIACIÓN. NO CONSTITUYE UN ACTO CONSUMADO DE MODO IRREPARABLE. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXVII, Febrero de 2008, pág. 12 Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 2a./J. 192/2007. ACCESO A LA IMPARTICIÓN DE JUSTICIA. EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS ESTABLECE DIVERSOS PRINCIPIOS QUE INTEGRAN LA GARANTÍA INDIVIDUAL RELATIVA, A CUYA OBSERVANCIA ESTÁN OBLIGADAS LAS AUTORIDADES QUE REALIZAN ACTOS MATERIALMENTE JURISDICCIONALES. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXVI, Octubre de 2007, pág. 209. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 2a./J. 171/2007. ARRESTO. SI YA SE EJECUTÓ, EL JUICIO DE AMPARO PROMOVIDO EN SU CONTRA, ES IMPROCEDENTE, POR CONSTITUIR UN ACTO CONSUMADO DE MODO IRREPARABLE. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXVI, Septiembre de 2007, pág. 423. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 2a./J. 140/2007. IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO DERIVADA DEL CUMPLIMIENTO DE UN FALLO PROTECTOR, O EN EJECUCIÓN DE ÉSTE. NO SE ACTUALIZA CUANDO EN LA SENTENCIA DE GARANTÍAS NO HUBO COSA JUZGADA EN RELACIÓN CON EL TEMA DE FONDO Y SE DEJÓ PLENITUD DE JURISDICCIÓN A LA AUTORIDAD RESPONSABLE. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXVI, Agosto de 2007, pág. 539. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. 116 Tesis: P./J. 130/2007. GARANTÍAS INDIVIDUALES. EL DESARROLLO DE SUS LÍMITES Y LA REGULACIÓN DE SUS POSIBLES CONFLICTOS POR PARTE DEL LEGISLADOR DEBE RESPETAR LOS PRINCIPIOS DE RAZONABILIDAD Y PROPORCIONALIDAD JURÍDICA. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXVI, Diciembre de 2007, pág. 8. Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 1a./J. 42/2007. GARANTÍA A LA TUTELA JURISDICCIONAL PREVISTA EN EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS. SUS ALCANCES. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXV, Abril de 2007, pág. 124. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 2a./J. 181/2006. ACTO RECLAMADO QUE FORMALMENTE SUBSISTE PERO CUYO OBJETO O MATERIA DEJÓ DE EXISTIR. LA CAUSA DE IMPROCEDENCIA ESTABLECIDA EN LA FRACCIÓN XVII DEL ARTÍCULO 73 DE LA LEY DE AMPARO SE ACTUALIZA CUANDO LOS EFECTOS DE AQUÉL NO HAN AFECTADO LA ESFERA JURÍDICA DEL QUEJOSO Y SE MODIFICA EL ENTORNO EN EL CUAL FUE EMITIDO, DE MODO QUE LA PROTECCIÓN QUE EN SU CASO SE CONCEDIERA CARECERÍA DE EFECTOS. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXIV, Diciembre de 2006, pág. 189. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 1a. CLXXXVI/2006. PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO. EL PRIMER PÁRRAFO DEL ARTÍCULO 42 DE LA LEY FEDERAL RELATIVA, AL OBLIGAR AL GOBERNADO A PRESENTAR EL ESCRITO INICIAL DE IMPUGNACIÓN EN LA OFICINA DE LA AUTORIDAD ADMINISTRATIVA COMPETENTE, VIOLA EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXIV, Diciembre de 2006, pág. 181. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis 1a./J. 163/2005. IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO. ANTE LA EXISTENCIA DE ALGÚN INDICIO DE UNA CAUSAL DE ESA NATURALEZA, EL JUZGADOR DEBE INDAGAR O RECABAR DE OFICIO LAS PRUEBAS NECESARIAS PARA ASÍ ESTAR EN POSIBILIDAD DE DETERMINAR FEHACIENTEMENTE SI OPERA O NO ESA CAUSAL. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXIII, Enero de 2006, pág. 319. Registro 176291. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 1a. XLV/2005. DERECHO A LA TUTELA JUDICIAL. EL ARTÍCULO 199 DEL CÓDIGO FISCAL DE LA FEDERACIÓN, AL EXIGIR QUE TODA PROMOCIÓN ESTÉ FIRMADA POR QUIEN LA FORMULE, NO TRANSGREDE EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXI, Junio de 2005, pág. 171. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 2a./J. 76/2004. IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO. SU EXAMEN EN LA REVISIÓN ES OFICIOSO, CON INDEPENDENCIA DE QUE EL 117 RECURRENTE SEA EL QUEJOSO QUE YA OBTUVO RESOLUCIÓN FAVORABLE. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XIX, Junio de 2004, pág. 262. Registro 181325. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 1a. LXX/2003. IMPROCEDENCIA. INTERPRETACIÓN DE LA CAUSAL PREVISTA EN LA FRACCIÓN II DEL ARTÍCULO 73 DE LA LEY DE AMPARO. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XVIII, Diciembre de 2003 Pág. 83. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 1a./J. 40/2002. IMPROCEDENCIA. LAS PRUEBAS QUE ACREDITAN LA ACTUALIZACIÓN DE ALGUNA CAUSAL, PUEDEN ADMITIRSE EN EL JUICIO DE AMPARO DIRECTO O EN REVISIÓN, SALVO QUE EN LA PRIMERA INSTANCIA SE HAYA EMITIDO PRONUNCIAMIENTO AL RESPECTO Y NO SE HUBIESE COMBATIDO. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XVI, Septiembre de 2002, pág. 126. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: P./J. 135/2001. IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO. SI SE HACE VALER UNA CAUSAL QUE INVOLUCRA EL ESTUDIO DE FONDO DEL ASUNTO, DEBERÁ DESESTIMARSE. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XV, Enero de 2002, pág. 5. Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: P./J. 54/2001. CESACIÓN DE EFECTOS EN MATERIAS DE AMPARO Y DE CONTROVERSIA CONSTITUCIONAL. SUS DIFERENCIAS. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XIII, Abril de 2001 Página: 882 Tesis: 1a. XCVIII/2001. AMPARO CONTRA LEYES. ES IMPROCEDENTE SI SE RECLAMA LA INCONSTITUCIONALIDAD DE UN PRECEPTO DE LA LEY DE AMPARO, APLICADO POR PRIMERA VEZ EN PERJUICIO DEL GOBERNADO EN UNA SENTENCIA DICTADA POR UN TRIBUNAL COLEGIADO DE CIRCUITO AL RESOLVER UN JUICIO DE AMPARO DIRECTO. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XIV, Diciembre de 2001 Página: 185. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 2a./J. 59/99. CESACIÓN DE EFECTOS EN AMPARO. ESTA CAUSA DE IMPROCEDENCIA SE ACTUALIZA CUANDO TODOS LOS EFECTOS DEL ACTO RECLAMADO SON DESTRUIDOS EN FORMA TOTAL E INCONDICIONAL. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo IX, Junio de 1999 Página: 38. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 1a./J. 3/99. IMPROCEDENCIA. ESTUDIO PREFERENCIAL DE LAS CAUSALES PREVISTAS EN EL ARTÍCULO 73 DE LA LEY DE AMPARO. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo IX, Enero de 1999, pág. 13. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: P. XXVII/98. IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO. SI SE HACE VALER UNA CAUSAL QUE INVOLUCRA EL ESTUDIO DE FONDO, DEBERÁ 118 DESESTIMARSE. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo VII, Abril de 1998, pág. 23. Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 2a. XLVIII/98. CESACIÓN DE EFECTOS DEL ACTO RECLAMADO E INSUBSISTENCIA DE SU OBJETO O MATERIA. LA DISTINCIÓN ENTRE ESTAS CAUSAS DE IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO RADICA EN QUE LA PRIMERA REQUIERE DE LA INTERVENCIÓN DE LA AUTORIDAD. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo VII, Abril de 1998, Pág. 241. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 2a./J. 30/97. REVISIÓN. ESTUDIO OFICIOSO DE LAS CAUSALES DE IMPROCEDENCIA NO EXAMINADAS POR EL JUZGADOR DE PRIMER GRADO. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo VI, Julio de 1997, pág. 137. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: P. CL/97. ACTO RECLAMADO, CESACIÓN DE SUS EFECTOS. PARA ESTIMAR QUE SE SURTE ESTA CAUSAL DE IMPROCEDENCIA, DEBEN VOLVER LAS COSAS AL ESTADO QUE TENÍAN ANTES DE SU EXISTENCIA, COMO SI SE HUBIERA OTORGADO LA PROTECCIÓN CONSTITUCIONAL. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo VI, Noviembre de 1997 Página: 71 Tesis: 2a. CXI/96. CAMBIO DE SITUACIÓN JURÍDICA. REGLA GENERAL. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo IV, Diciembre de 1996, pág. 219. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: P./J. 47/95. FORMALIDADES ESENCIALES DEL PROCEDIMIENTO. SON LAS QUE GARANTIZAN UNA ADECUADA Y OPORTUNA DEFENSA PREVIA AL ACTO PRIVATIVO. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo II, Diciembre de 1995, pág. 133 Tesis: 3a./J. 34/91. IMPROCEDENCIA. SI EL JUEZ DE DISTRITO DESESTIMO ALGUNA DE LAS CAUSALES, SE REQUIERE AGRAVIO EN LA REVISIÓN PARA REEXAMINARLA. Semanario Judicial de la Federación, Tomo VII, Junio de 1991, pág. 104. Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: IMPROCEDENCIA, CAUSALES DE. DEBEN ESTAR ESPECIFICADAS POR LA LEY Y PROBARSE PLENAMENTE. Semanario Judicial de la Federación, Volumen 83, Tercera Parte, pág. 33. Registro 238341. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: IMPROCEDENCIA DEL AMPARO. DEBE PROBARSE PLENAMENTE Y NO APOYARSE EN PRESUNCIONES. Semanario Judicial de la Federación, Volumen 84, Tercera Parte, pág. 35. Registro 238327. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis 259. IMPROCEDENCIA DEL AMPARO. DEBE PROBARSE PLENAMENTE Y NO APOYARSE EN PRESUNCIONES. Apéndice 1917-Septiembre 2011, Tomo II 119 Procesal Constitucional, pág. 281. Registro 1002326. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: 158. IMPROCEDENCIA. Apéndice de 1985 del Semanario Judicial de la Federación, Parte VIII, Pág. 262. Registro 395571. Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. Semanario Judicial de la Federación, Tomo V, Pág. 418. Registro 289201. Tesis: MINISTERIO PUBLICO, IMPROCEDENCIA DEL AMPARO PEDIDO POR EL, COMO REPRESENTANTE DE AUTORIDAD FISCAL. Semanario Judicial de la Federación, Tomo LXX, pág. 1417. Registro 327596. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tesis: VII.2o.C. J/23. DESECHAMIENTO O SOBRESEIMIENTO EN EL JUICIO DE AMPARO. NO IMPLICA DENEGACIÓN DE JUSTICIA NI GENERA INSEGURIDAD JURÍDICA. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXIV, Julio de 2006, pág. 921. Tesis: XVII.1o.C.T.15 K (10a.). RECURSO JUDICIAL EFECTIVO. LAS CAUSAS DE IMPROCEDENCIA PREVISTAS EN EL ARTÍCULO 73 DE LA LEY DE AMPARO, NO CONSTITUYEN UNA VIOLACIÓN A DICHO DERECHO HUMANO. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro XIX, Abril de 2013, Tomo 3, pág. 2274. Tesis: III.4o. (III Región) 14 K (10a.). DERECHOS HUMANOS. LA REFORMA CONSTITUCIONAL EN ESA MATERIA NO PERMITE CONSIDERAR QUE LAS CAUSALES DE IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO SEAN INAPLICABLES Y, POR ELLO, SE LESIONE EL DERECHO DE ACCESO A LA JUSTICIA. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro XXIII, Agosto de 2013, Tomo 3, pág. 1641. Tesis: XVII.1o.C.T.15 K (10a.). RECURSO JUDICIAL EFECTIVO. LAS CAUSAS DE IMPROCEDENCIA PREVISTAS EN EL ARTÍCULO 73 DE LA LEY DE AMPARO, NO CONSTITUYEN UNA VIOLACIÓN A DICHO DERECHO HUMANO. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro XIX, Abril de 2013, Tomo 3, pág. 2274. Resoluciones judiciales: CONTRADICCIÓN DE TESIS 21/2006-PL. Entre las sustentadas por la Primera y la Segunda Salas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. 28 de junio de 2007. En Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXVIII, Octubre de 2008. Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. CONTRADICCIÓN DE TESIS 121/2003-PS. Entre las sustentadas por el Primer Tribunal Colegiado en Materia Civil y el Primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa, ambos del Tercer Circuito. 26 de octubre de 2005. En Semanario 120 Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXIII, Enero de 2006. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. CONTRADICCIÓN DE TESIS 42/2002-PS. Entre las sustentadas por el Primer Tribunal Colegiado del Sexto Circuito y el Primer Tribunal Colegiado en Materias Administrativa y de Trabajo del Séptimo Circuito. 29 de mayo de 2002. En Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XVI, Septiembre de 2002. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. AMPARO DIRECTO EN REVISIÓN 1670/2003. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXV, Abril de 2007. Novena Época. Registro Núm. 20066. AMPARO EN REVISIÓN 352/2012. Quejosa y Recurrente: Braskem, Sociedad Anónima. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Resolución de 10 de octubre de 2012. AMPARO EN REVISIÓN 173/2008. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXIX, Abril de 2009. Novena Época. Registro Núm. 21489. AMPARO DIRECTO EN REVISIÓN 1584/2011. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro V, Febrero de 2012, Tomo 1, página 504. Décima Época. Registro Núm. 23437. AMPARO DIRECTO EN REVISIÓN 181/2011. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resolución de 6 de abril de 2011. AMPARO DIRECTO EN REVISIÓN 2655/2010. Quejoso: José Bugarín Lozano y otro. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resolución de 30 de noviembre de 2011. AMPARO DIRECTO EN REVISIÓN 123/2009. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resolución de 11 de marzo de 2009. AMPARO EN REVISIÓN 2146/2005. Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resolución de 27 de febrero de 2007. AMPARO EN REVISIÓN 810/2006. Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resolución de 27 de febrero de 2007. AMPARO EN REVISIÓN 1285/2006. Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resolución de 27 de febrero de 2007. AMPARO EN REVISIÓN 1659/2006. Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resolución de 27 de febrero de 2007. 121 AMPARO EN REVISIÓN 307/2007. Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resolución de 24 de septiembre de 2007. AMPARO EN REVISIÓN 3277/98. Federico Cárdenas Pérez y otros. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resolución de 12 de febrero de 1999. AMPARO DIRECTO EN REVISIÓN 2354/2012. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resolución de 12 de septiembre de 2012. RECURSO DE RECLAMACIÓN 125/2013. Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resolución de 24 de abril de 2013. RECURSO DE RECLAMACIÓN 436/2013. Recurrente: Víctor González Jiménez. Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resolución de 7 de agosto de 2013. RECURSO DE RECLAMACIÓN 130/2011. Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resolución de 26 de enero de 2012. AMPARO EN REVISIÓN 327/2013. Segundo Tribunal Colegiado en Materia Civil del Cuarto Circuito, resolución de 2 de mayo de 2014. AMPARO EN REVISIÓN 338/2012. Segundo Tribunal Colegiado en Materia Civil del Cuarto Circuito, resolución de 22 de febrero de 2013. RECLAMACIÓN 27/2013. Segundo Tribunal Colegiado en Materia Civil del Cuarto Circuito, resolución de 31 de octubre de 2013. Resoluciones de organismos internacionales. Corte Interamericana de Derechos Humanos: Corte IDH. Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de noviembre de 2010. Serie C No. 219. Corte IDH. Caso Radilla Pacheco vs. México. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 23 de noviembre de 2009. Serie C No. 209. Corte IDH. Caso Reverón Trujillo Vs. Venezuela. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de junio de 2009. Serie C No. 197. Corte IDH. Caso Heliodoro Portugal Vs. Panamá. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 12 de Agosto de 2008. Serie C No. 186. Corte IDH. Caso Castañeda Gutman vs. Estados Unidos Mexicanos. Excepciones Preliminares, Fondo Reparaciones y Costas. Sentencia de 6 de agosto de 2008. Serie C No. 184. 122 Corte IDH. Caso Apitz Barbera y Otros (“Corte Primera de lo Contencioso Administrativo”) Vs. Venezuela. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 5 de agosto de 2008. Serie C No. 182. Corte IDH. Caso Yvon Neptune vs. Haití. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 6 de mayo de 2008. Serie C No. 180. Corte IDH. Caso Kimel Vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 2 de Mayo de 2008. Serie C No. 177. Corte IDH. Caso Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) Vs. Perú. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 24 de noviembre de 2006. Serie C No. 158. Corte IDH. Caso Ximenes Lopes vs. Brasil. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 4 de julio de 2006. Serie C No. 149. Corte IDH. Caso Baldeón García Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 6 de abril de 2006. Serie C No. 147. Corte IDH. Caso López Álvarez Vs. Honduras. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 1 de febrero de 2006. Serie C No. 141. Corte IDH. Caso Cantos Vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 28 de Noviembre de 2002. Serie C No. 97. Corte IDH. Caso del Tribunal Constitucional Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 31 de enero de 2001. Serie C No. 71. Corte IDH. Caso Velásquez Rodríguez vs. Honduras. Fondo. Sentencia de 29 de julio de 1988. Serie C No. 4. Corte IDH. El Hábeas Corpus Bajo Suspensión de Garantías (arts. 27.2, 25.1 y 7.6 Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-8/87 del 30 de enero de 1987. Serie A No. 8. Corte IDH. Garantías Judiciales en Estados de Emergencia (arts. 27.2, 25 y 8 Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-9/87 del 6 de octubre de 1987. Serie A No. 9. Comisión Interamericana de Derechos Humanos: Informe Nº 105/99. Caso 10.194. Narciso Palacios vs. Argentina. 29 de septiembre de 1999. Comisión IDH. Informe sobre la situación de los derechos humanos de los solicitantes de asilo en el marco del sistema canadiense de determinación de la condición de refugiado, OEA/Ser.L/V/II.106. 28 de febrero de 2000. 123 Leyes Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM), última reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación el 10 de febrero de 2014. Ley de Amparo, Reglamentaria de los Artículos 103 y 107 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 2 de abril de 2013. Ley de Amparo, Reglamentaria de los Artículos 103 y 107 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, última reforma publicada en el Diario Oficial de la Federación el 24 de junio de 2011. Tratados Internacionales OEA, Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH), adoptada en la ciudad de San José de Costa Rica, el 22 de noviembre de 1969. Ortos: Dirección General de Estadística Judicial del Consejo de la Judicatura Federal, Informe anual 2010-2013. Disponible en: http://www.dgepj.cjf.gob.mx/resoluciones/sent_res_ini.asp, consultado el 10 de febrero de 2014. 124 ANEXO UNO Ley de Amparo vigente hasta el 2 de abril de Ley de Amparo vigente a partir del 3 de 2013 abril de 2013 Artículo 73.- El juicio de amparo es Artículo 61. El juicio de amparo es improcedente: improcedente: I. Contra adiciones o reformas a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; I.- Contra actos de la Suprema Corte de II. Contra actos de la Suprema Corte de Justicia; Justicia de la Nación; III. Contra actos del Consejo de la Judicatura Federal; IV. Contra resoluciones dictadas por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación; V. Contra actos del Congreso de la Unión, su Comisión Permanente o cualquiera de sus cámaras en procedimiento de colaboración con los otros poderes que objeten o no ratifiquen nombramientos o designaciones para ocupar cargos, empleos o comisiones en entidades o dependencias de la Administración Pública Federal, centralizada o descentralizada, órganos dotados de autonomía constitucional u órganos jurisdiccionales de cualquier naturaleza; VI. Contra resoluciones de los tribunales colegiados de circuito; VIII. Contra normas generales respecto de las cuales la Suprema Corte de Justicia de la Nación haya emitido una declaratoria general de inconstitucionalidad en términos de lo dispuesto por el Capítulo VI del Título Cuarto de esta Ley, o en términos de lo dispuesto por la Ley Reglamentaria de las Fracciones I y II del Artículo 105 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; II.- Contra resoluciones dictadas en los juicios IX. Contra resoluciones dictadas en los juicios de amparo o en ejecución de las mismas; de amparo o en ejecución de las mismas; III.- Contra leyes o actos que sean materia de X. Contra normas generales o actos que sean 125 otro juicio de amparo que se encuentre pendiente de resolución, ya sea en primera o única instancia, o en revisión, promovido por el mismo quejoso, contra las mismas autoridades y por el propio acto reclamado, aunque las violaciones constitucionales sean diversas; materia de otro juicio de amparo pendiente de resolución promovido por el mismo quejoso, contra las mismas autoridades y por el propio acto reclamado, aunque las violaciones constitucionales sean diversas, salvo que se trate de normas generales impugnadas con motivo de actos de aplicación distintos. En este último caso, solamente se actualizará esta causal cuando se dicte sentencia firme en alguno de los juicios en la que se analice la constitucionalidad de las normas generales; si se declara la constitucionalidad de la norma general, esta causal no se actualiza respecto de los actos de aplicación, si fueron impugnados por vicios propios; IV.- Contra leyes o actos que hayan sido XI. Contra normas generales o actos que materia de una ejecutoria en otro juicio de hayan sido materia de una ejecutoria en otro amparo, en los términos de la fracción anterior; juicio de amparo, en los términos de la fracción anterior; V.- Contra actos que no afecten los intereses XII. Contra actos que no afecten los intereses jurídicos del quejoso; jurídicos o legítimos del quejoso, en los términos establecidos en la fracción I del VI.- Contra leyes, tratados y reglamentos que, artículo 5o de la presente Ley, y contra por su sola vigencia, no causen perjuicio al normas generales que requieran de un acto de quejoso, sino que se necesite un acto posterior aplicación posterior al inicio de su vigencia; de aplicación para que se origine tal perjuicio; VII.- Contra las resoluciones o declaraciones XV. Contra las resoluciones o declaraciones de los organismos y autoridades en materia de las autoridades competentes en materia electoral; electoral; VIII.- Contra las resoluciones o declaraciones del Congreso Federal o de las Cámaras que lo constituyen, de las Legislaturas de los Estados o de sus respectivas Comisiones o Diputaciones Permanentes, en elección, suspensión o remoción de funcionarios, en los casos en que las Constituciones correspondientes les confieran la facultad de resolver soberana o discrecionalmente; VII. Contra las resoluciones o declaraciones del Congreso Federal o de las Cámaras que lo constituyen, de las Legislaturas de los Estados o de sus respectivas Comisiones o Diputaciones Permanentes, en declaración de procedencia y en juicio político, así como en elección, suspensión o remoción de funcionarios en los casos en que las Constituciones correspondientes les confieran la facultad de resolver soberana o discrecionalmente; IX.- Contra actos consumados de un modo XVI. Contra actos consumados de modo irreparable; irreparable; X.- Contra actos emanados de un XVII. Contra actos emanados de un procedimiento judicial, o de un procedimiento procedimiento judicial o de un procedimiento administrativo seguido en forma de juicio, administrativo seguido en forma de juicio, 126 cuando por virtud de cambio de situación jurídica en el mismo deban considerarse consumadas irreparablemente las violaciones reclamadas en el procedimiento respectivo, por no poder decidirse en tal procedimiento sin afectar la nueva situación jurídica. Cuando por vía de amparo indirecto se reclamen violaciones a los artículos 19 o 20 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, exclusivamente la sentencia de primera instancia hará que se considere irreparablemente consumadas las violaciones para los efectos de la improcedencia prevista en este precepto. La autoridad judicial que conozca del proceso penal, suspenderá en estos casos el procedimiento en lo que corresponda al quejoso, una vez cerrada la instrucción y hasta que sea notificada de la resolución que recaiga en el juicio de amparo pendiente; cuando por virtud del cambio de situación jurídica en el mismo deban considerarse consumadas irreparablemente las violaciones reclamadas en el procedimiento respectivo, por no poder decidirse en tal procedimiento sin afectar la nueva situación jurídica. Cuando en amparo indirecto se reclamen violaciones a los artículos 19 ó 20 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, solamente la sentencia de primera instancia hará que se consideren irreparablemente consumadas las violaciones para los efectos de la improcedencia prevista en este precepto. La autoridad judicial que conozca del proceso penal, suspenderá en estos casos el procedimiento en lo que corresponda al quejoso, una vez concluida la etapa intermedia y hasta que sea notificada de la resolución que recaiga en el juicio de amparo pendiente; XI.- Contra actos consentidos expresamente o XIII. Contra actos consentidos expresamente o por manifestaciones de voluntad que entrañen por manifestaciones de voluntad que entrañen ese consentimiento; ese consentimiento; XII.- Contra actos consentidos tácitamente, entendiéndose por tales aquellos contra los que no se promueva el juicio de amparo dentro de los términos que se señalan en los artículos 21, 22 y 218. No se entenderá consentida tácitamente una Ley, a pesar de que siendo impugnable en amparo desde el momento de la iniciación de su vigencia, en los términos de la fracción VI de este artículo, no se haya reclamado, sino sólo en el caso de que tampoco se haya promovido amparo contra el primer acto de su aplicación en relación con el quejoso. Cuando contra el primer acto de aplicación proceda algún recurso o medio de defensa legal por virtud del cual pueda ser modificado, revocado o nulificado, será optativo para el interesado hacerlo valer o impugnar desde luego la ley en juicio de amparo. En el primer caso, solo se entenderá consentida la ley si no se promueve contra ella el amparo dentro del plazo legal contado a partir de la fecha en que se haya notificado la resolución recaída al recurso o medio de defensa, aun cuando para fundarlo se hayan aducido exclusivamente motivos de ilegalidad. XIV. Contra normas generales o actos consentidos tácitamente, entendiéndose por tales aquéllos contra los que no se promueva el juicio de amparo dentro de los plazos previstos. No se entenderá consentida una norma general, a pesar de que siendo impugnable en amparo desde el momento de la iniciación de su vigencia no se haya reclamado, sino sólo en el caso de que tampoco se haya promovido amparo contra el primer acto de su aplicación en perjuicio del quejoso. Cuando contra el primer acto de aplicación proceda algún recurso o medio de defensa legal por virtud del cual pueda ser modificado, revocado o nulificado, será optativo para el interesado hacerlo valer o impugnar desde luego la norma general en juicio de amparo. En el primer caso, sólo se entenderá consentida la norma general si no se promueve contra ella el amparo dentro del plazo legal contado a partir del día siguiente de aquél al en que surta sus efectos la notificación de la resolución recaída al recurso o medio de defensa, si no existieran medios de defensa ordinarios en contra de dicha resolución, o de 127 Si en contra de dicha resolución procede amparo directo, deberá estarse a lo dispuesto en el artículo 166, fracción IV, párrafo segundo, de este ordenamiento; la última resolución recaída al medio de defensa ordinario previsto en ley contra la resolución del recurso, aún cuando para fundarlo se hayan aducido exclusivamente motivos de ilegalidad. Si en contra de dicha resolución procede amparo directo, deberá estarse a lo dispuesto en el capítulo respectivo a ese procedimiento; XIII.- Contra las resoluciones judiciales o de tribunales administrativos o del trabajo respecto de las cuales conceda la ley algún recurso o medio de defensa, dentro del procedimiento, por virtud del cual puedan ser modificadas, revocadas o nulificadas, aun cuando la parte agraviada no lo hubiese hecho valer oportunamente, salvo lo que la fracción VII del artículo 107 Constitucional dispone para los terceros extraños. Se exceptúan de la disposición anterior los casos en que el acto reclamado importe peligro de privación de la vida, deportación o destierro, o cualquiera de los actos prohibidos por el artículo 22 de la Constitución; XVIII. Contra las resoluciones de tribunales judiciales, administrativos o del trabajo, respecto de las cuales conceda la ley ordinaria algún recurso o medio de defensa, dentro del procedimiento, por virtud del cual puedan ser modificadas, revocadas o nulificadas. Se exceptúa de lo anterior: a) Cuando sean actos que importen peligro de privación de la vida, ataques a la libertad personal fuera de procedimiento, incomunicación, deportación o expulsión, proscripción o destierro, extradición, desaparición forzada de personas o alguno de los prohibidos por el artículo 22 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como la incorporación forzosa al Ejército, Armada o Fuerza Aérea nacionales; b) Cuando el acto reclamado consista en órdenes de aprehensión o reaprehensión, autos de vinculación a proceso, resolución que niegue la libertad bajo caución o que establezca los requisitos para su disfrute, resolución que decida sobre el incidente de desvanecimiento de datos, orden de arresto o cualquier otro que afecte la libertad personal del quejoso, siempre que no se trate de sentencia definitiva en el proceso penal; c) Cuando se trate de persona extraña al procedimiento. Cuando la procedencia del recurso o medio de defensa se sujete a interpretación adicional o su fundamento legal sea insuficiente para determinarla, el quejoso quedará en libertad de interponer dicho recurso o acudir al juicio de amparo; XIV.- Cuando se esté tramitando ante los tribunales ordinarios algún recurso o defensa legal propuesta por el quejoso que pueda tener por efecto modificar, revocar o nulificar el acto reclamado; XIX. Cuando se esté tramitando ante los tribunales ordinarios algún recurso o medio de defensa legal propuesto por el quejoso que pueda tener por efecto modificar, revocar o nulificar el acto reclamado; 128 XV.- Contra actos de autoridades distintas de los tribunales judiciales, administrativos o del trabajo, que deban ser revisados de oficio, conforme a las leyes que los rijan, o proceda contra ellos algún recurso, juicio o medio de defensa legal por virtud del cual puedan ser modificados, revocados o nulificados, siempre que conforme a las mismas leyes se suspendan los efectos de dichos actos mediante la interposición del recurso o medio de defensa legal que haga valer el agraviado, sin exigir mayores requisitos que los que la presente ley consigna para conceder la suspensión definitiva, independientemente de que el acto en sí mismo considerado sea o no susceptible de ser suspendido de acuerdo con esta ley. No existe obligación de agotar tales recursos o medios de defensa, si el acto reclamado carece de fundamentación; XX. Contra actos de autoridades distintas de los tribunales judiciales, administrativos o del trabajo, que deban ser revisados de oficio, conforme a las leyes que los rijan, o proceda contra ellos algún juicio, recurso o medio de defensa legal por virtud del cual puedan ser modificados, revocados o nulificados, siempre que conforme a las mismas leyes se suspendan los efectos de dichos actos de oficio o mediante la interposición del juicio, recurso o medio de defensa legal que haga valer el quejoso, con los mismos alcances que los que prevé esta Ley y sin exigir mayores requisitos que los que la misma consigna para conceder la suspensión definitiva, ni plazo mayor que el que establece para el otorgamiento de la suspensión provisional, independientemente de que el acto en sí mismo considerado sea o no susceptible de ser suspendido de acuerdo con esta Ley. No existe obligación de agotar tales recursos o medios de defensa, si el acto reclamado carece de fundamentación, cuando sólo se aleguen violaciones directas a la Constitución o cuando el recurso o medio de defensa se encuentre previsto en un reglamento sin que la ley aplicable contemple su existencia. Si en el informe justificado la autoridad responsable señala la fundamentación y motivación del acto reclamado, operará la excepción al principio de definitividad contenida en el párrafo anterior; XVI.- Cuando hayan cesado los efectos del XXI. Cuando hayan cesado los efectos del acto reclamado; acto reclamado; XVII.- Cuando subsistiendo el acto reclamado no pueda surtir efecto legal o material alguno por haber dejado de existir el objeto o la materia del mismo; XXII. Cuando subsista el acto reclamado pero no pueda surtir efecto legal o material alguno por haber dejado de existir el objeto o la materia del mismo; y XVIII.- En los demás casos en que la XXIII. En los demás casos en que la improcedencia resulte de alguna disposición de improcedencia resulte de alguna disposición la ley. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, o de esta Ley. 129