El último día Marie Story La siguiente pregunta se ha convertido en cliché: ¿Cómo vivirías si supieras que éste es tu último día en la Tierra? El mismo interrogante se repite en cientos de libros, seminarios y discursos motivacionales. En ocasiones se parafrasea una versión alternativa, pero el concepto sigue siendo: «Vive cada día como si fuese el último». La desventaja de repetir una frase tantas veces es que al cabo de poco pierde su significado. Es además un interrogante difícil de responder. En especial si uno no está en el lecho de muerte. La mayoría asegura que sus últimas 24 horas serían empleadas en una buena acción. Contactarían a las personas importantes para ellos. Se esforzarían por ayudar a otros. Remediarían sus errores. Pedirían perdón y lo concederían de buena gana. Al parecer, muchos lo consideran un día de redención. Las últimas 24 horas para compensar cualquier fracaso y desliz. El punto de la frase es vivir la vida de manera que no se necesite un último día para remediar los errores. Pero del dicho al hecho hay mucho trecho. Resulta tan fácil enrollarse en el día a día que evitamos pensar (y mucho menos hacer) lo más importante: las acciones que dan sentido a la vida. Es más, puede ser difícil discernir las cosas importantes. La mayoría tenemos una idea generalizada de la manera en que debemos vivir y las cualidades que deberíamos poseer. Sabemos que debemos ser como Jesús. Lo difícil es saber por dónde empezar. ¿Cómo vivir cada día como si fuese el último? La pregunta podría responderse con otro interrogante cliché: «¿Qué haría Jesús?» En la calle se ve a personas con esas palabras estampadas en brazaletes o camisas. Es una buena pregunta. Pero una vez más, se ha cacareado y estampado sobre tanta mercancía que ha perdido parte de su significado. Sin embargo, al juntar ambas preguntas, todo se ve con mayor claridad. Jesús sabía que Su tiempo en la Tierra estaba llegando a su fin. Estaba a punto de terminar Su misión y sabía que pronto sufriría traición y muerte. ¿Cómo vivió Él Sus últimas 24 horas? Fue humilde. Jesús pasó tiempo con Sus discípulos y cenó con ellos. Para empezar, les dio la bienvenida lavando sus pies. El trabajo de lavar los pies era reservado para los sirvientes más bajos. En aquella época, la mayoría caminaba en sandalias por caminos polvorientos y embarrados. El estado de los pies era calamitoso. Jesús mostró a cada uno de Sus discípulos gran amor y humildad al lavarles los pies. Se hizo a sí mismo un siervo1. Fue sumiso y obediente. Me cuesta imaginar que Él sintiera emoción ante un futuro de tortura y muerte. A decir verdad, era tan difícil y oró con tanta angustia que sudó sangre. Pero confió en el juicio de Su Padre y afirmó: «No se haga Mi voluntad, sino la Tuya»2. Amó de manera incondicional. Fue traicionado, pero no contraatacó. Fue maltratado, pero no perdió la paciencia. Sus amigos más cercanos le dieron la espalda, pero no reaccionó con odio. Fue humillado y acusado erróneamente, pero así y todo se mantuvo callado 3. Fue honesto. Cuando fue presentado ante Sus jueces —primero el Sanedrín y luego Pilato—, ellos le preguntaron sin miramientos: «¿Eres el Hijo de Dios?» Pudo ahorrarse muchísimo dolor y angustia con solo eludir la verdad. Pero se mantuvo fiel a ella, sin importar el costo 4. Perdonó. Jesús fue azotado, escarnecido, escupido, arrastrado por las calles y clavado a una cruz, pero Sus únicas palabras fueron: «Padre, perdónalos». Él tenía el poder para hacer descender fuego y rayos sobre Sus captores y maldecirlos por lastimar al Hijo de Dios. En cambio, los perdonó incluso cuando se burlaban de Él y lo insultaban5. Fue desinteresado6. La agonía de la cruz no le impidió tomarse el tiempo para asegurarse que alguien cuidara de Su madre. Prestó atención al ladrón que moría a Su lado y le aseguró un lugar en el Paraíso. En vez de pensar solo en sí mismo y Su sufrimiento, extendió Su ayuda a otros. Todo esto no es para dar a entender que debemos convertirnos en superhéroes y salvadores de los pobres y necesitados. La idea no es emprender una búsqueda interminable de buenas obras en las que participar. Ni siquiera Jesús dedicó todo su tiempo a alimentar a los pobres, sanar a los enfermos o predicar. La manera en que Jesús vivió Su último día no fue distinta a como vivió Su vida entera. No se esforzó por ser más bueno, amoroso o generoso en aquel último día. En cambio, ese día, al igual que todos los demás, encontró oportunidades de amar, dar y compartir a Dios con otras personas. Jesús vivió cada día como si fuera el último. La honestidad, la humildad, el amor, el perdón y la bondad formaron una parte integral de Su vida. Fueron algunas de las cualidades que demostró. Vivir cada día como si fuese el último significa dedicar tiempo y energía a lo que realmente importa. A realizar acciones que no desaparecerán con el tiempo, sino que durarán por la eternidad. Traducción: Sam de la Vega y Antonia López. © La Familia Internacional, 2012. Categorías: personalidad Notas a pie de página 1 Juan 13:5. 2 Lucas 22:41-44. 3 Lucas 22:45-71. 4 Lucas 22:66-71; Lucas 23:1-3. 5 Lucas 23:34. 6 Lucas 23:39-43; Juan 19:25-27.