FUNCIÓN CONSTITUCIONAL DE LA CONSTITUCIÓN ECONÓMICA Katherinee Alvarado Tapia1 RESUMEN En el presente artículo se analizan los argumentos que justifican la incorporación de la denominada Constitución económica en los textos constitucionales así como el rol del Estado peruano en el marco del modelo de Economía social de mercado, específicamente cuáles son las implicancias del principio de subsidiariedad descrito en la Constitución peruana de 1993. ABSTRACT In this article the arguments justifying the inclusion of the so-called economic constitution in constitutional texts and the role of the Peruvian State under the model of social market economy are analyzed, specifically what are the implications of the principle of subsidiarity described are in the Peruvian Constitution of 1993. PALABRAS CLAVE Constitución, economía, subsidiariedad, Economía social de mercado, Constitución económica. KEYWORDS Constitution, economy, subsidiarity, social market economy, economic Constitution SUMARIO I. INTRODUCCIÓN. II. ¿POR QUÉ DEBE CONSTITUCIONALIZARSE EL ORDEN ECONÓMICO? III. LA CONSTITUCIÓN ECONÓMICA Y EL ORDEN PÚBLICO ECONÓMICO. IV. ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO COMO MODELO POLÍTICO DE COORDINACIÓN ECONÓMICA. V. FORMA DE INTERVENCIÓN DEL ESTADO EN UNA ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO. VI. CONCLUSIONES 1 Profesora de Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo. 1 I. INTRODUCCIÓN La gran mayoría ciudadana considera que el Estado de Derecho y la democracia constituyen estructuras políticas superiores a todas las demás, aun cuando lamentablemente se observa que, a pesar de las diversas estrategias en la búsqueda del crecimiento sostenido con equidad, la evolución económica transita por variables períodos: fuerte crecimiento, agudo estancamiento e incluso crisis con secuelas de franco retroceso económico y social. Resultando complicado emprender políticas efectivamente redistributivas principalmente por la ausencia o ineficacia de mecanismos institucionales. En palabras de Benda2 “Bajo la democracia puede darse la injusticia material sin perjuicio del respeto a las formalidades del Estado de Derecho. Ciertamente, el ejercicio de la potestad normativa no se funda en la arbitraria decisión del dictador totalitario sino en la voluntad de una representación popular libremente elegida”. Esto nos lleva a considerar que efectivamente el sistema democrático tiene dos elementos determinantes que no pueden quedar nunca inadvertidos; promover como gobernantes a aquellos ciudadanos que tengan la mayor capacidad para discernir y la mayor virtud para perseguir el bien común de la sociedad; y en segundo lugar, tomar las más efectivas precauciones para que una vez convertidos en autoridades se mantengan íntegros respetando así la confianza pública previamente otorgada. Uno de los temas centrales para alcanzar la plena estabilidad democrática en Latinoamérica es el tema de la gobernabilidad y sobre todo de la capacidad que deben tener los gobiernos de cumplir los anhelos de la mayoría de la población que los eligió. Si además sumamos a lo antes dicho un escenario que se presenta aun débil en materia económica y financiera, existe el riesgo de que un importante sector de la población, especialmente los más afectados por la pobreza y la desigualdad de oportunidades, ya no vinculen la democracia con una mejora de su situación individual y aumente la preferencia por otros modelos económicos y políticos. Las Constituciones peruanas de 1979 y 1993 bajo el modelo de Estado democrático y social de derecho, pretenden principalmente imponer un gobierno limitado con el propósito de asegurar y proteger derechos individuales o derechos de autonomía, los cuales se reconocen como anteriores y superiores al Estado. Siguiendo este esquema, la BENDA, E. “El Estado Social de Derecho”. En: Manual de Derecho Constitucional. Marcial Pons ediciones jurídicas y sociales. Segunda Edición, Madrid, 2001, pág. 498. 2 2 dignidad humana constituye el fundamento del goce y ejercicio de los derechos fundamentales en tanto manifestaciones concretas de los derechos y libertades previstas o no expresamente en la Constitución. La dignidad otorga a los derechos fundamentales la fuerza vinculante y la máxima protección jurídica frente al Estado y a los particulares. Nuestro Tribunal Constitucional –en adelante TC- no ajeno a esta problemática ha sido enfático al dejar sentado lo siguiente “La configuración del Estado social y democrático de derecho requiere de dos aspectos básicos: la existencia de condiciones materiales para alcanzar sus presupuestos, lo que exige una relación directa con las posibilidades reales y objetivas del Estado y con una participación activa de los ciudadanos en el quehacer estatal; y la identificación del Estado con los fines de su contenido social, de forma tal que pueda evaluar, con criterio prudente, tanto los contextos que justifiquen su accionar como su abstención, evitando tornarse en obstáculo para el desarrollo social. En consecuencia, las nuevas funciones del Estado moderno tienen que ver con aspectos económicos, sociales, políticos y jurídicos3. En este sentido, resulta relevante el análisis y la reflexión desde la perspectiva constitucional sobre aspectos económico-políticos considerando las bases de su estructura en la denominada Constitución Económica –en adelante CE- así como en los postulados del modelo de Economía Social de Mercado –en adelante ESM- que ofrece experiencias concretas que pueden resultar de utilidad en la toma decisiones de políticas públicas para enfrentar graves problemas como son la lucha contra la pobreza, desigualdad de oportunidades y la exclusión social. II. ¿POR QUÉ DEBE CONSTITUCIONALIZARSE EL ORDEN ECONÓMICO? La pregunta formulada es, sin duda, la primera gran cuestión, que la economía plantea al constitucionalismo. Y es que en general, la vida en sociedad supone necesariamente la regulación de la conducta individual y colectiva de los ciudadanos: El problema es dónde poner el justo medio que se adecue a cada época y a cada situación. Las relaciones entre derecho y economía podrían identificarse como un camino de dos vías, tal y como lo describe Alegría4, si bien ambas tienen sus propios objetivos y marcos, las dos son ciencias sociales que analizan la conducta humana desde su 3 STC Exp. N° 0008-2003-AI/TC fj. 12. ALEGRIA, H. “Humanismo y Derecho de los Negocios”, en Revista Anales, año XLIX, Segunda Época, N° 42, La Ley, 2004, pág. 121. 4 3 particular enfoque, siendo la dignidad humana el elemento valorativo esencial de ambas, ya que toda formulación económica supone una concepción de hombre, de donde surge la instrumentalidad de la economía para que el hombre alcance sus fines. La economía no constituye un fin, sino el medio que facilita el desarrollo de una sociedad, en toda su dimensión, esto es, no sólo en cuanto a alcanzar medidas deseadas de bienestar, sino también a la realización de los propios objetivos políticos de libertad, justicia y eficacia en los que descansa una sociedad pluralista5. Siendo esto así, resulta necesario que estas medidas, principios y objetivos sean trasladados al ámbito constitucional de tal suerte que sean adoptados dejando un margen suficiente de configuración política dentro de esquema democrático. La Constitución debe esforzarse en lograr un cierto equilibrio. Es decir, determinados principios fundamentales deben ser respetados porque parecen irrenunciables, pero el debate político debe incidir permitiendo tener en cuenta el cambio de las circunstancias y de las ideas. Ahora bien, la acertada o la incorrecta elección del orden económico constituye uno de los problemas clave en la vida de una sociedad. Ahí se pone en juego no una parcela de la sociedad, sino a la propia sociedad en su conjunto6. Se trata, pues, de decisiones fundamentales en las que debe establecerse y regularse, por ejemplo, el papel del Estado en la economía, si ésta descansa en la propiedad privada o no, cómo se regulan los derechos de asociación, las libertades comerciales y económicas, entre otras. No obstante la importancia de su regulación es frecuente advertir que, en las constituciones, la materia económica se plantee de manera ambigua y a veces contradictoria, incompleta e inoperante, en lo que concierne a asegurar garantías constitucionales por lo que se refiere al marco general en el que han de producirse las actuaciones económicas de los grupos sociales y los individuos7. Esta insuficiente configuración constitucional de la vida económica y social es, en parte, consecuencia de la indudable primacía y mayor extensión del conocimiento de los elementos políticos puros sobre los económicos-sociales y del desconocimiento de muchos de los elementos fundamentales que rigen la ordenación de la vida económica y social, así como sus consecuencias en las posibilidades de actuación de los individuos. GARCÍA ECHEVARRÍA, S. “El orden económico en la Constitución”. En: Libre Empresa, Octubre de 1978, págs. 7-8. 6 Cf. BENDA, E, ob. cit. págs. 553-554. 7 ENTRENA CUESTA, R. “El principio de libertad de empresa”, En GARRIDO FALLA, Fernando. El Modelo económico en la Constitución Española., Volumen I, IEE, Madrid, 1981, págs. 107-108. 5 4 Resulta pues necesario que un país cada cierto periodo deba analizarse en modo prospectivo, en primer lugar establecer el futuro deseado tan claramente como sea posible, de manera creativa y libre de restricciones de la experiencia y las circunstancias actuales. En segundo lugar con esta imagen de lo deseable en mente, se puede proceder a la elección del futuro más satisfactorio a partir de las posibilidades actuales y las lecciones del pasado. La habilidad del político, se encuentra en establecer el equilibrio adecuado entre el hacer posible el máximo de libertades individuales y el necesario proceso de participación que se impone en toda sociedad pluralista con una compleja división de las funciones económicas y sociales. Y todo ello como la mejor contribución para evitar no ya sólo la concentración de poder en el individuo, sino también en el propio Estado, si se quiere poner barreras a la concentración del poder político y económico8. Es un proceso permanente, dinámico y complejo que debe anclarse, por un lado, en la Constitución en cuanto es garantía de la organización económica y, por otro, en el desarrollo de las instituciones que contribuyen con efectos estabilizadores al desarrollo de la sociedad. Como ha destacado la doctrina reiteradamente, las constituciones contemporáneas han ampliado el ámbito tradicional de su telos, no limitándose al establecimiento de las reglas por las que deba desarrollarse el proceso político o manifestarse la voluntad estatal, sino incorporando además, con más o menos exactitud, proyectos de reforma del orden social, principios y valores que deben medir la acción del Estado, funciones y deberes que han de ser cumplidos por los ciudadanos, lo que permite hablar de constituciones “ideológico-programáticas” por contraposición a las “utilitarias” o ideológicamente neutrales9. Existe realmente una consideración práctica que avala la necesidad de plasmar en la Constitución los principios y organización del orden económico, otorgando una propicia flexibilidad a la adaptación de la realidad económica pues una inapropiada rigidez normativa en la Constitución entorpecería la necesaria adaptación de la norma a los eventuales y diversos escenarios que se presenten en el futuro. Pero también un innecesario vacío constitucional acarrearía serias incertidumbres sobre las posibles 8 Cf. GARCÍA ECHEVARRÍA, S, ob. cit. pág. 12. LOEWENSTEIN, K, citado por ESCRIBANO COLLADO, P “El orden económico en la Constitución Española de 1978”. Revista Española de Derecho Constitucional, Año 5, Número 14, mayo-agosto, 1985, pág. 79. 9 5 libertades económicas y, en particular, la posibilidad de intervención estatal con el cambio de un programa político. III. LA CONSTITUCIÓN ECONÓMICA Y EL ORDEN PÚBLICO ECONÓMICO Tras la Segunda Guerra mundial, explica Escribano10 algunas constituciones de los países beligerantes incorporan en su articulado declaraciones generales, calificativos y preceptos específicos a través de los que se desarrolla la función estatal de corrección o de transformación de ciertas manifestaciones del orden social tradicional que se consideran han de modificarse. Surge, así, en el ámbito del Derecho Constitucional la necesidad de incorporar junto a la Constitución política -constituida por los mecanismos institucionales de organización de un Estado, estableciendo: la autoridad, la forma de ejercicio de esa autoridad, los límites de los órganos públicos, definiendo los derechos y deberes fundamentales de los ciudadanos y garantizando la libertad política y civil del individuo- una Constitución económica conformada por normas constitucionales destinadas a disciplinar las relaciones económicas, el funcionamiento de la economía nacional, regulando el comportamiento tanto de los particulares como de los poderes públicos. La tesis de que la Constitución debe dar un marco de actuación a la economía y ordenar su estructura fue fuertemente defendida por Franz Böhm, desarrollando en el plano teórico los postulados de la escuela neoliberal de Friburgo de Walter Eucken y de Wilhelm Röpke, en el sentido de que la Constitución económica debe integrar las ideas políticas sobre el orden de la sociedad con las exigencias de la organización económica, sin que pueda afirmarse ni una posición de neutralidad ni una de inestabilidad a largo plazo11. El ordenamiento económico pretendido por Röpke fue denominado por él como “humanismo económico” o “tercera vía”. Fundamentó su doctrina de la economía política sobre el postulado de la inviolabilidad de la dignidad del hombre12. Para el economista alemán “El sistema político y económico está siempre vinculado entre sí de forma más o menos estrecha, por lo que no puede combinarse cualquier sistema 10 Idem, pág. 80. ENTRENA CUESTA, R, ob. cit. pág. 108. 12 HASSE, R, Diccionario de Economía Social del Mercado. Konrad Adenauer Stiftung, México, 2004, pág. 54. 11 6 político con cualquiera sistema económico. La sociedad es siempre y en todas partes un todo indisoluble, político, cultural y económico”13. La expresión Constitución Económica14, comienza a ser utilizada en Europa a partir de la Constitución de Weimar (1919) al reconocer ésta en su texto derechos fundamentales en materia económica-social e incluso la posibilidad estatal de socializar empresas privadas, destacándose que en el año 1932, Erwin von Beckerath la concebía como “ordenación de la propiedad, del contrato y del trabajo, de la forma y extensión de la intervención del Estado, así como la organización y la técnica de producción y distribución”. Por su origen económico, el término despertó resistencias, era impreciso y contravenía un supuesto básico: la postura acerca de que la Constitución debería ser neutral respecto de la organización de la vida económica dejando abierta a los gobernantes la posibilidad de modificar el orden económico. Desde la técnica constitucional, la constitucionalización de la economía rompía la neutralidad “política valorativa” del texto fundamental, condición que como se ha mencionado posibilita en el ejercicio del gobierno alterar el orden económico. Si bien no puede afirmarse que se constitucionaliza un modelo económico en sentido estricto, -que supondría la no viabilidad de diversas políticas económicas-, sí es indudable que el amplio margen para la libertad de empresa y su respeto, no permiten alterar, en lo esencial, el modelo económico, hasta comportar su transformación cualitativa. El respeto a los principios que la inspiran y configuran instituciones concretas, entre ellas las económicas, no puede suponer neutralidad absoluta. Con el paso del tiempo, se impuso plenamente la necesidad de una ordenación jurídica de la economía, marcada por un intervencionismo estatal aún en el ámbito de una economía de mercado.15 Como ha explicado la doctrina alemana aludir al conjunto de principios básicos del orden socio-económico es en relación a lo que desde medio siglo se conoce como “Constitución Económica”, esto es, el conjunto de normas que delinean el marco jurídico fundamental para la estructura y funcionamiento de la actividad económica. FERNEY MORENO, L. “Teorías de la Constitución Económica”. En: Con-texto, N° 07, Departamento de Derecho Económico de la Universidad de Externado Colombia, Mayo, 2000, pág. 59. 14 Cf. HERRERO Y RODRIGUEZ DE MIÑÓN, M, “La Constitución económica”, En ALVAREZ CONDE, E (editor), Diez años de Régimen Constitucional, Tecnos, Madrid, 1989, pág. 23. 15 FERNÁNDEZ SEGADO, F. El sistema constitucional español. Dykinson, Madrid, 1992, pág. 514. 13 7 La CE considera reglas básicas16 que pueden agruparse en tres apartados fundamentales: a) elementos esenciales que permiten configurar un sistema económico determinado o reglas sobre el sistema económico, b) reglas de coordinación y limitaciones de la actividad económica o reglas de coexistencia entre los sectores privado y público, y c) reglas sobre comportamiento de los agentes públicos o coordenadas básicas de actuación de los poderes públicos en la actividad económica. A través del desglose de sus elementos podrán determinarse “los derechos que legitiman la actuación de los sujetos económicos, el contenido y límite de esos derechos, la responsabilidad que comporta el ejercicio de la actividad económica, así como las instituciones competentes para establecer la normativa adecuada, y las instituciones jurisdiccionales ante las cuales pueden hacerse valer tales derechos, reclamar su vulneración y hacer efectiva la responsabilidad derivada de uso abusivo de aquellos”17. En definitiva, tal y como afirma Parejo18, la denominada “Constitución económica” no constituye un orden autosuficiente cerrado en sí mismo, sino que al contrario, forma parte del orden constitucional general, por lo que requiere una interpretación sistemática que impone recurrir al contexto pero en toda su extensión y no restringido a las normas de contenido económico solamente. En otras palabras, la normativa económica social no está aislada sino inserta en el todo constitucional, de tal modo que tanto las denominadas partes dogmática y orgánica de la Constitución, impregnan la necesaria interpretación que de lo económico social pudiera realizarse. El TC ha entendido y justificado la necesidad de un plexo normativo garantista representado por la CE, manifestando al respecto lo siguiente: “(…) el fundamento para la inserción de temas de carácter económico dentro de una Constitución, es el sometimiento al valor de la justicia de las decisiones económicas que incidan en la vida social, en la promoción y tuitividad de los derechos fundamentales de la persona, y en el aseguramiento del bien común. En buena cuenta, la finalidad de tal incorporación normativa es enfatizar la idea de que toda economía colectiva debe cumplir mínimos supuestos de justicia”19. CASAS PARDO, J, “Las constituciones económica y fiscal en la Constitución española de 1978”. En: ALVAREZ CONDE, E (editor), Diez años de Régimen Constitucional, Tecnos, Madrid, págs. 35-39. 17 Cfr. DUQUE DOMINGUEZ, J. Iniciativa privada y empresa. En Constitución y Economía. Madrid, 1977, pág. 52. 18 PAREJO ALFONSO, L. “El ordenamiento económico en el ordenamiento español”, En La Constitución Argentina de nuestro tiempo. Ediciones Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1996, pág. 286. 19 STC Exp. N° 0008-2003-AI/TC fj. 8. 16 8 De las diferentes posturas acerca de la regulación de la CE, se infiere la nuestra, la cual es favorable frente a la constitucionalización de los principios económicos. Se entiende pues que todo sistema económico deba basarse en un determinado conjunto de directrices orientadas a la consecución de justicia social y, sobre todo, a la protección de la seguridad jurídica. Son estos principales aspectos que exigen la formalización de todo este conjunto de reglas aceptadas voluntariamente por los agentes económicos. Lo contrario supondría una inevitable y perniciosa desorganización dentro de nuestro Estado de Derecho. IV. ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO COMO MODELO POLÍTICO DE COORDINACIÓN ECONÓMICA La ESM no es una teoría económica sino una propuesta de política económica: una forma de coordinar la economía nacional, en un marco social, jurídico y político cuyas leyes o normas debe ser congruente con una norma fundamental: estar al servicio del ser humano. Se basa principalmente en la organización democrática de la libertad política, respetando el componente social y la coordinación de amplios sectores del sistema económico a través del mercado. La ESM le confía al mercado, debido a sus decisiones descentralizadas, la solución del problema de la colocación de recursos. Desde el punto de vista de la organización económica la ESM pretende resolver el problema del ordenamiento económico. En tal sentido constituye un modelo económico que representa los valores constitucionales de la libertad y justicia y, por ende, es compatible con los fundamentos axiológicos y teleológicos que inspiran un Estado Social y Democrático de derecho en el que imperan los principios de libertad y promoción de la igualdad material dentro de un orden democrático garantizado por el Estado; oponiéndose a la economía del laissez fire (dejar hacer, dejar pasar) es decir que el Estado puede en cierta y justificada medida interferir en el proceso económico20. Ciertamente la ESM, no habría sido más que un estudio altamente interesante en términos teóricos, si no se habría tomado la decisión política de ponerlo en práctica. Fue el Primer Ministro de Economía de Alemania (después de la Segunda Guerra Mundial), Ludwig Erhard quien junto a su equipo aplicó “políticamente” los conocimientos científicos de la Economía Social de Mercado. Probablemente la aportación más destacada que los padres ideológicos de la ESM hicieron al pensamiento políticoCfr. RODRIGUEZ CAIRO, V. “Constitución económica de 1993 y desempeño económico en el Perú” En Revista Quipukamayoc, UNMSM, N° 37, Lima, 2012, pág. 161. 20 9 económico consiste en la clara delimitación que imprimieron entre la economía de mercado como conjunto de instrumentos organizativos por un lado, y el objetivo de una sociedad "justa", concebido de manera independiente de aquel, por el otro. El bienestar económico que emana de este modelo se mide principalmente por la justa distribución, porque así todos estarán en condiciones de alcanzar niveles superiores de desarrollo. Para la ESM la persona es el fin supremo de la sociedad y su realización digna es el objetivo del orden económico, se requiere la intervención del Estado en diferentes campos para asegurar el cumplimiento de dichos preceptos, más allá de la que exigiría el buen funcionamiento de la economía de mercado. La intervención del estado que admite la ESM debe respetar la lógica interna del buen funcionamiento del mercado21. Al representar la ESM valores constitucionales como libertad, igualdad y justicia, lo que se quiere expresar es que no comprende por completo la idea de un mercado libre, sino un mercado regulado y con asistencialismo. Esto significa que se basa en la organización de los mercados como mejor sistema de asignación de recursos y trata de corregir y proveer las condiciones institucionales, éticas y sociales para su operatoria eficiente y equitativa. En casos específicos, requiere compensar o corregir posibles excesos o desbalances que puede presentar el sistema económico moderno basado en mercados libres, caracterizado por una minuciosa y extensiva división del trabajo y que en determinados sectores y bajo circunstancias, puede alejarse de una competencia funcional. Descarta como sistema de organización la economía planificada centralmente22. La ESM, provee un marco de principios, de instituciones y de políticas económicas conscientemente integrado para realizar esta síntesis superadora pues si lo característico del ser humano es precisamente esta capacidad de darse a sí mismo un proyecto de vida o unos fines propios, pero a la vez hay que aceptar que los medios para cumplir este proyecto no son los mismos para todos, y que por ese desigual acceso a tales medios se compromete aquella capacidad de autodeterminación que es tan humana. 21 Cfr. GONZALES IZQUIERDO, J. Economía social de mercado, una alternativa para el desarrollo peruano, Universidad del Pacifico, Lima, 2008, págs. 44-46. 22 RESICO, M. Introducción a la Economía Social de Mercado. Edición Latinoamericana”. Konrad Adenauer Stiftung, Buenos Aires, 2010, pág. 107. 10 Esta es, precisamente, una de las funciones de los derechos, permitir un igual desarrollo independiente de la autonomía individual. El sistema jurídico en general también debe procurar a través de su dimensión normativa eliminar, hasta donde ello sea posible, los obstáculos que pudieran imposibilitar lo que la persona desea ser y hacer en su vida. Gran parte de las reglas elaboradas por el constitucionalismo son instrumentos para la consecución del libre desarrollo de la persona humana. Alrededor del valor de la persona humana gira la propia estructura del Estado constitucional, nacido como poder limitado que quiere tutelar las libertades de los individuos frente al ejercicio arbitrario del poder23. Sin dudas este enfoque ha tenido su importancia en los pocos países de la región que han obtenido estos mejores resultados, mientras que en la mayoría aún persisten las propuestas ideologizadas, retóricas y bastante improvisadas que no permiten un desarrollo económico equitativo y sustentable, a pesar de las vanas promesas de ello. La ESM surgió de la búsqueda de un marco económico e institucional de mediano y largo plazo que pudiera ser explícito, respetado y estable como base para la organización de un sistema económico. Los diferentes actores de la economía, como los consumidores, inversores, ahorristas, sindicatos, empresarios, requieren de un marco de referencia claro y confiable, a mediano y largo plazo, para la toma de decisiones 24. Este marco influye no sólo en las decisiones que se toman con vistas a resultados inmediatos, sino también, especialmente, a las que implican un cierto contexto de situación en el futuro, como las inversiones productivas o las pensiones y colocaciones financieras. Esta concepción es denominada en el enfoque de la ESM: “sistema de ordenamiento de la economía”. Es innegable que la ESM se base en la organización de mercados como mejor sistema de asignación de recursos, tratando de corregir y proveer las condiciones institucionales, éticas y sociales para su operatoria eficiente y equitativa. En los casos requeridos no se abstiene de compensar o corregir posibles excesos o desbalances que puede presentar un sistema económico moderno basado en mercados libres, caracterizado por una minuciosa y extensa división del trabajo, y que, en determinados sectores y bajo ciertas circunstancias, puede alejarse de una competencia leal y eficaz. 23 ROLLA G, Derechos fundamentales, Estado Democrático y Justicia Constitucional, UNAM, México 2002, págs. 56-57. 24 RESICO, Marcelo. ob. cit., págs. 19-21. 11 El sistema de ESM de acuerdo a la doctrina de Derecho Público Económico responde a una determinada concepción del Estado y la sociedad25. Busca adecuar las bases del libre mercado a las exigencias de la solidaridad o a la búsqueda de la equidad entre los ciudadanos, garantizando la vigencia de los derechos económicos y sociales, imponiendo la exigencia de garantizar ciertos derechos prestacionales, y activando la participación estatal en la economía cuando ello resulte necesario, ya sea por motivos de emergencia económica, y también para ejercer su rol promotor de la economía en salud, educación, obras de infraestructura, servicios públicos, entre otras actividades que resultan primordiales para obtener el bienestar de la población en general26. La ESM descrita en la Constitución peruana, contiene de manera implícita la viabilidad de la planificación al establecer que el Estado orienta el desarrollo del país. De acuerdo a Ochoa27 no se trata de una planificación compulsiva sino de una “planificación indicativa”; es decir aquella en que el Estado adopta una política económica (impuestos, exoneraciones, promoción para la inversión; plazos firmes y garantizados), correspondiéndole a cada uno de los actores económicos particulares acogerse o no a esas indicaciones. Resulta pues evidente que la orientación económica estatal termine obligando al sector público más no al inversionista particular para ellos el Estado oferta una vinculación voluntaria. En efecto, el Estado puede planificar la actividad económica para atender necesidades colectivas, equilibrar y armonizar el desarrollo regional y sectorial, y estimular el crecimiento de la renta y de la riqueza y su más justa distribución. El TC, al respecto ha señalado que la función orientadora presenta las siguientes características: a) el Estado puede formular indicaciones, siempre que éstas guarden directa relación con la promoción del desarrollo del país; b) los agentes económicos tienen la plena y absoluta libertad para escoger las vías y los medios a través de los cuales se pueden alcanzar los fines planteados por el Estado; y, c) el Estado debe estimular y promover la actuación de los agentes económicos.28 Cf. HUAPAYA TAPIA, R. “El proyecto de Ley de Reforma de la Constitución formulado a partir de la Ley N° 27600, La Constitución económica y la regulación como técnica de reversión del estatismo”. En Administración Pública, Derecho Administrativo y regulación. Estudios y cuestiones. Ara Editores, Lima, 2011, pág. 514. 26 Art. 58, segundo párrafo de la Constitución Política de 1993. 27 OCHOA CARDICH, C. “Bases fundamentales de la Constitución económica de 1993”, En Lecturas sobre temas constitucionales, N° 11, Comisión Andina de Juristas, Lima, 1995, pág. 90. 28 STC Exp. N° 07339-2006-PA/TC fj. 16-17. 25 12 En un modelo de economía de mercado -donde rijan las leyes de la oferta y la demandase consagran mecanismos para garantizar tanto la libre y leal competencia como la adecuada protección de los consumidores y usuarios. Debe centrarse en dos aspectos fundamentales: el principio de respeto a los derechos fundamentales reconocidos en materia económica -la libertad de empresa (con sus variantes, la libertad de industria y comercio) y la propiedad privada-; y el principio de estado subsidiario29 V. FORMA DE INTERVENCIÓN DEL ESTADO EN UNA ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO En la Constitución de una sociedad pluralista, destaca Montealegre,30 caracterizada por el respeto a concepciones filosóficas, económicas, ideológicas de diversa naturaleza pero con un alto grado de aceptabilidad, todas las normas constitucionales en materia de derechos fundamentales tienen un mismo rango. No obstante, para asegurar el pluralismo es necesario permitir una estructura de normas jurídicas que dé cabida a las diversas concepciones de la sociedad, partiendo de la premisa de que no hay derecho constitucional que tenga rango superior a otro derecho constitucional. Un Estado de intervención moderada, en su relación con la obtención de modelos de aumento de la equidad en la población, es un Estado que interviene más activamente en la consecución de objetivos de bienestar en la población. De esta manera este modelo de Estado garantiza los derechos económico-sociales, pero a su vez interviene en su prestación directa. Este Estado cumple con su rol solidario, pero también en consonancia y respeto con un imperativo de subsidiariedad31. Para lograr un “bienestar general”, los actores de la economía, tienen que realizar el máximo esfuerzo para que todos los miembros de la sociedad puedan vivir en condiciones plausibles. Aunque sería lo óptimo, este mandato no quiere decir que todos los ciudadanos tengan el mismo nivel de bienestar. Los seres humanos, aunque iguales ante la ley, no son iguales en cuanto a su capacidad, motivación y espíritu de logro. En términos filosóficos, esto es un hecho lamentable, pero refleja la realidad. Hay seres humanos que son más sanos que otros, que han tenido más suerte en obtener una buena educación, que tienen padres más ricos y, por lo tanto, NEYRA ZEGARRA, A. “El Régimen Económico en la Constitución de 1993: reflexiones a propósito de algunas propuestas de cambio”. En: Gaceta Constitucional, N° 07, julio, 2008, pág 411. 30 MONTEALEGRE LYNETT, E. “Principio de proporcionalidad y políticas económicas”. En: GARCÍA JARAMILLO, L. Nuevas perspectivas sobre la relación/tensión entre la democracia y el constitucionalismo. Editora y Librería Jurídica Grijley, Lima, 2014, págs. 334-335. 31 HUAPAYA TAPIA, R. ob. cit. pág. 506. 29 13 tienen mayores facilidades para obtener un nivel de bienestar más satisfactorio que otros32. Reconociendo estas diferencias naturales, la ESM aplicada por el Estado, ofrece compensaciones a las personas de menores recursos materiales e intelectuales, facilitándoles al acceso a una mejor capacitación o, en caso de enfermedades, simplemente procurando los medios necesarios para una vida digna, a través de una política social beneficiosa. En esa misma línea, la actuación del Estado, debe tener carácter de orientación, de estímulo, de coordinación, de suplencia y de integración. Es decir trabajar en el marco de estas exigencias para la moderación del libre mercado. El desarrollo teórico de la subsidiariedad del Estado se inspira en la doctrina social de la Iglesia, específicamente en la Carta Encíclica Quadragesimo Anno (1931), formulada por Pio XI, quien al respecto precisa: “Es ilícito quitar a los particulares lo que con su propia iniciativa y propia industria pueden realizar para encomendarlo a una comunidad, así también es injusto, y al mismo tiempo grave perjuicio y perturbación del recto orden social, avocar a una sociedad mayor y más elevada lo que pueden hacer y procurar comunidades menores e inferiores. Todo influjo social debe por su naturaleza prestar auxilio a los miembros del cuerpo social, nunca absorberlos y destruirlos33” En el caso de nuestro país, como en muchos países de la región, la participación subsidiaria del Estado en la economía se consagró como un principio medular del nuevo régimen económico de ESM, constituyéndose en un límite a la acción estatal, respecto de la libertad de las personas para ejercer la libertad de empresa34. A partir del establecimiento de la reglas de libre mercado, la actuación del Estado en la economía se limita respecto a la producción, distribución, desarrollo o intercambio de productos o servicios de cualquier índole, con independencia de la existencia o no del ánimo lucrativo. Dentro de esta línea de razonamiento, solo podrían actuar en el mercado los particulares. 32 BENECKE, Dieter. Economía social de mercado. Un sistema socioeconómico entre Neo-liberalismo y socialismo. Konrad Adenauer Stiftung, Ecuador, 2012, pág.11. 33 SEBÁ LOPÉZ, H. Carta Encíclica Mater et Magistra. Guía de lectura y estudio. Editorial San Pablo, Colombia, 2006, págs. 28-29. 34 CAIRAMPOMA ARROYO, A. “(Re) interpretación del principio de subsidiariedad en el ordenamiento jurídico peruano”. En Aportes para un Estado eficiente. Ponencias del V Congreso Nacional de Derecho Administrativo. Palestra, Lima, 2012. 14 En una ESM, el rol subsidiario del Estado es fundamental, puesto que impide que éste intervenga en actividades de la vida económica nacional, las mismas que se encuentren siendo suministradas de forma más o menos eficiente por los particulares. Además nada nos asegura que la intervención del Estado sea mejor o más eficiente, todo lo contrario, la experiencia nos dice que la actuación del Estado será siempre de menor calidad. No obstante lo antes señalado, existe la posibilidad que el Estado participe en el mercado cuando los llamados a hacerlo (los privados) no lo hacen; siempre y cuando exista una ley expresa aprobada por el Congreso y a su vez se demuestre un alto interés público o manifiesta conveniencia nacional. Ahora bien han sido numerosas las ocasiones en las que a propósito o con cierto grado de idealismo se ha llegado a distorsionar la crítica al rol subsidiario del Estado. Consideramos que lo que se ha propuesto finalmente es que éste pueda contar con herramientas constitucionales para afrontar una crisis o definir sectores estratégicos sin necesidad de recurrir a un inoperante Congreso y que su priorización se pierda ante una obstruccionista negociación política. La CPP de 1993, presenta un perfil más liberal acorde con la línea de restringir la actuación del Estado a lo estrictamente necesario. Al respecto Rojo señala: “la organización política de la sociedad, fundamentada en el reconocimiento del principio de subsidiariedad, implica por una parte un límite o una prohibición a la intervención del nivel superior siempre y cuando el nivel inferior, el más próximo al individuo, puede actuar satisfactoriamente; por otra parte, implica una obligación o un deber de intervención por parte del nivel superior respecto de los niveles inferiores cuando éstos se muestren incapaces o desbordados por la tarea”35 Es en el marco de esta exigencia para la moderación del libre mercado, que aparece el desarrollo teórico de la subsidiariedad del Estado, permitiendo regular la iniciativa personal y la intervención de los poderes públicos en el campo económico. El mundo económico es creación de la iniciativa personal de cada uno de los ciudadanos, ya en su actividad individual, ya en el seno de las diversas asociaciones para el logro de los intereses comunes, en él, sin embargo, deben estar activamente presentes los poderes públicos a fin de promover, en las formas debidas, el desarrollo productivo en función al progreso social para el beneficio de todos los ciudadanos. ROJO SALGADO, A. “Globalización, integración y federalismo”. En: Revista de estudios políticos (Nueva época), N° 109, julio-setiembre, 2000, págs. 65-66. 35 15 El artículo 60° de la CPP, describe el rol subsidiario del Estado. En particular, el segundo párrafo del artículo mencionado sería –para algunos especialistas- uno de los grandes males del actual diseño institucional pues señala lo siguiente: “Sólo autorizado por ley expresa, el Estado puede realizar subsidiariamente actividad empresarial, directa o indirectamente, por razón de alto interés público o de manifiesta conveniencia nacional”. Esta norma es categórica al establecer que la actividad empresarial del Estado es excepcional y solo puede presentarse cuando en un mercado no haya oferta privada o esta sea insuficiente para satisfacer la demanda. Consideramos que aún es una tarea pendiente lograr una clara comprensión de lo que significa que el Estado tenga un rol subsidiario en la economía y cuáles son los peligros de dejar de lado este principio pues al consagrar este principio, nuestra Constitución también está pronunciándose sobre los métodos de intervención. La regulación debería ser preferida sobre la nacionalización o la actividad empresarial directa del Estado. Ambos deben competir, además, con el libre mercado que -dependiendo de nuestra afiliación ideológica o preferencias personales- tenderá a ser tratado con más o menos deferencia por parte de nuestros reguladores. Al no realizarse una armónica interpretación de la Constitución, fácilmente caeríamos en una errónea deducción al considerar que, el Estado siempre se debe apartar cuando los privados estén en capacidad de hacer algo. Si esa fuera la interpretación correcta de nuestra norma suprema, entonces no sería posible que existieran colegios y universidades públicas u hospitales. Creemos que es más razonable considerar que la Constitución nos quiere decir lo siguiente: “Siempre que existan buenos y justificados motivos para hacerlo, el Estado estará autorizado para intervenir en la Economía”. VI. CONCLUSIONES Una adecuada delimitación de la libertad de actuación económica de los individuos frente a ellos mismos, a sus agrupaciones y al propio Estado constituye -junto con la apropiada estructuración en cada institución de la vida económica- la base para asegurar un correcto sistema político, económico y social que contribuya a la realización de los principales objetivos nacionales. Se justifica que todo sistema económico deba basarse en un determinado conjunto de directrices orientadas a la consecución de justicia social y, sobre todo, a la protección de la seguridad jurídica. Dentro de este esquema el modelo de ESM, afirma que la regulación tiene que convivir con el mercado. 16 La intervención del Estado no solo será abstencionista respecto del mercado, sino que también estará presente para ordenar y regular el mismo, en garantía de los propios bienes jurídicos protegidos por la Constitución y en procura de la eficacia de los propios derechos fundamentales en materia económica, los cuales deben ser ejercidos en armonía con el bien común y sin lesionar los derechos de los demás. La finalidad y sobre todo el correcto cumplimiento de las disposiciones constitucionales en materia económica dependen directamente de los gobernantes. Sin embargo, ocurre que la ideología de quienes asumen el poder no siempre guardará relación con el modelo aprobado, por lo que se originan contradicciones insalvables que vuelven dudosa la eficacia del sistema. No obstante resulta realmente impostergable que en el marco de nuestro régimen constitucional nos remitamos a estos principios económicos que permitan el desarrollo, la prosperidad y la moderación. 17