El debate Broszat

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“EL DEBATE BROSZAT - FRIEDLÄNDER (RFA, 1987)”
Gabriela Arreseygor
En los años que preceden a la reunificación alemana y la caída del muro, en la
República Federal Alemana, hubo varios debates académicos reviendo el lugar y la
mirada hacia la etapa del nacionalsocialismo. Existe el peso de un pasado difícil de
afrontar y por lo tanto siempre presente como una herida abierta, la cual por no tratarla,
justamente nunca sana. Esta idea de un pasado que no quiere quedar atrás, sintetiza una
problemática que no es sólo académica, sino que está en profunda relación con la
construcción de la identidad alemana de las últimas décadas.
El debate que más trascendió las fronteras y que con más espectacularidad se
hizo, fue llamado "pelea de los historiadores", Historikerstreit, o traducido más
elegantemente como "querella de los historiadores". En tal disputa, los historiadores
Nolte, Hillgruber, Sturmer y Fest discutieron con Habermas, Kocka, Jäckel y otros,
basando su debate en torno a un redimensionamiento del sentido del nacionalsocialismo.
La primera piedra fue tirada por Nolte, con su argumentación que justificaba en alguna
medida el nazismo al pensar la posibilidad de un avance en los años '30 del estalinismo
sobre Alemania, como un mal peor.
En paralelo a esta querella, en el año 1985, el historiador alemán Martin Broszat
publicó su Alegato a favor de una historización del nacionalsocialismo 1 , como artículo
para la revista Merkur. Este escrito suscitó críticas y adhesiones que no conformaron al
señor Broszat, ya que adujo que estaba siendo mal interpretado, especialmente a partir
de los comentarios críticos hechos por el historiador Saúl Friedländer en su artículo
Reflexiones sobre una historización del nacionalsocialismo 2 .
El hecho del desenvolvimiento de la Historikerstreit en esos años, sumó algunos
escollos a la intención de acercamiento de estos dos historiadores. En tal marco fue que
Broszat buscó el intercambio directo con Friedländer para abrir las puertas a un
entendimiento y diálogo fecundo sobre los ejes que él consideraba necesario discutir, y
no sobre mal entendidos producto de la influencia de la Historikerstreit. Porque la
llamada de atención de Broszat no quiso ser sobre el sentido del nacionalsocialismo,
sino sobre la metodología de trabajo en el momento de abordar dicho tema. Sin
embargo, deslindar ambas cosas no es fácil y de ahí lo que él considera "malas
interpretaciones" de sus palabras.
El deseo de aclarar y debatir (pero sobre los puntos correctos que él cree que
deben ser revistos) llevó a Broszat a proponer a Friedländer realizar un intercambio de
tres cartas cada uno en donde discutir y explayarse en la búsqueda del crecimiento
científico.
Martin Broszat nació en 1926 3 y por lo tanto, en pleno nazismo tenía la edad
para pertenecer a la Juventud hitleriana, Hitlerjugend, lo cual es parte de su historia
personal. Él mismo reflexiona: "En tanto que miembros de esta generación, tuvimos la
suerte de no estar implicados en la acción política y en las responsabilidades, o de no
1
Reproducido en Hermann Gramnl y Klaus- Dietmar Henke (editores) Nach Hitler. Der schwierige
Umgang mit unserer Geschichte?. Beitrage von Martin Broszat, Munich, R. Oldenburg Verlag 1987, pp.
159 a 173.
2
Dan Diner (ed.) Ist der Nacionalsocialismus Geschichte? Zu Historisierung und Historikerstreit, Francfort,
1987, pp. 24 - 50.
3
Martin Broszat murió en 1989.
estarlo más que marginalmente, pero éramos suficientemente grandes para estar
emocional y espiritualmente tocados en alto grado por la sugestión, moral y
sentimentalmente turbadora, de que el régimen nacionalsocialista se había mostrado
capaz, sobre todo en el dominio de la educación de los jóvenes, y a pesar de la
influencia en contra de los padres, de enseñanzas y de relaciones críticas hacia el
régimen. Una parte importante del potencial de sueños de juventud fue ocupado por el
universo nazi, no se podría haber tenido otros sueños, sueños mejores, y no fue mas que
más tarde, en los últimos años de la guerra y en la inmediata posguerra, que
comenzamos a recuperar en el ámbito privado ávidamente el tiempo perdido con una
cada vez más creciente cólera por haber sido engañados en los preciosos años de la
juventud." 4
Saul Friedländer por el contrario, es judío, ciudadano israelí con cultura
alemana, nacido en 1932 en Praga que durante la etapa nazi pudo estar escondido en
Francia, gracias a lo cual logró salvarse del exterminio nazi, no así su familia.
Actualmente, y ya durante esta correspondencia, era profesor en la universidad de Los
Angeles, en California.
La historia personal de cada historiador los ubica en lugares si no enfrentados,
con una carga distinta que pesa en cada uno a la hora de encarar el estudio de este
pasado traumático. Sin embargo, cuando dos años después de la aparición del primer
escrito, el debate entre el historiador alemán y el historiador judío israelita, se lleva a
cabo en la publicación Vierteljahreshefte, observamos que era necesario tal diálogo para
enfrentar las dificultades del abordaje del pasado reciente.
En este trabajo se comentan los aportes de ambos historiadores a la metodología
de abordaje del pasado reciente traumático. Surgen preguntas como: ¿Se puede derribar
la barrera que la historia ha puesto a estos dos hombres, para iniciar un diálogo
constructivo bajo el ala del saber? ¿Se podrá, a pesar de cómo ha marcado el pasado a
cada uno, tener un mismo lenguaje para sumar esfuerzos en la búsqueda de
explicaciones? ¿Ha pasado suficiente tiempo, y corrido suficiente agua bajo el puente
como para poder abordar de una manera histórica y no simplemente moralista el período
nazi? ¿Es posible la intelección (Einsicht) que plantea Broszat para la ansiada
historización? ¿Es posible la comprensión (Verstehen), con ese agregado sutil que
subraya Broszat, de un intento de “rastrear” o “captar” (Nachvollzihen) desde los
sentidos –y desde lo sentido- el por qué de determinadas conductas de la sociedad
alemana durante el nazismo 5 ? ¿Es posible la narrativa histórica (salir de la descripción)
con objetos de estudio como el nacionalsocialismo? ¿Estas posibilidades, dependen del
paso del tiempo y del alejamiento del área de la memoria? ¿Es posible una 'percepción
histórica' - geschichtliche Wahrnehmung- que siga manteniendo la condena moral?
¿Cuales son los límites para practicar la intelección, para comprender y “captar”, sin
llegar a justificar?
Haré un recorrido por los puntos centrales de la discusión.
4
Quinta carta, de Broszat a Friedländer, del 4 de diciembre de 1987.
Nachvollzihen, verbo que traducimos como “rastrear” y que se usa para expresar una frase hecha que
contiene un sentido similar a la del castellano: “captar la onda”. De este verbo sale el término Nachvollzug
que es el que aparece en el texto del debate y que traducimos como “rastreo”. Para hacerse una mejor
idea del sentido que puede tener este concepto, vale agregar que el traductor al idioma francés, lo tradujo
por “empatía”, que tiene que ver, pero que si Broszat lo hubiera querido usar, lo podría haber hecho,
puesto que “empatía” tiene un término equivalente en alemán.
5
1.
Broszat defiende la necesidad de una historización sobre la etapa del
nacionalsocialismo, ya que según él la comprensión histórica parece detenerse al
comenzar este período, dando prioridad a explicaciones simplistas, que ponen el acento
sobre la amonestación moral y proponen una mirada demonologizadora. Broszat sugiere
entonces cambiar la idea de comprensión por la más rica de "intelección", a la cual
define con una carga conceptual doble: “entendida por una parte como una explicación
y una objetivación distanciadora, a adquirir por el análisis, y por otra parte también
como una asimilación subjetiva comprensiva, y como un rastreo o captación
(Nachvollzug) de actos, de preocupaciones y delitos del pasado." 6
Con respecto al por qué de la historiografía desarrollada como una distanciación
declamatoria y global, ambos polemizantes están de acuerdo en que fue parte de la
lógica abierta en 1945, cuando debía erigirse un nuevo estado de derecho en Alemania
occidental y la condena al pasado reciente debía ser tajante pero a la vez no realmente
verdadera y profunda, ya que Alemania precisaba seguir contando con la mayor parte de
su población para poder levantarse.
Insiste en que el distanciamiento del objeto de estudio es necesario, pero no debe
ser un "distanciamiento global", queriendo decir que no debe barrer con las
diferenciaciones internas a la sociedad igualando todos los actores o instituciones. Un
distanciamiento global simplifica y aleja de explicaciones que puedan dar cuenta de la
complejidad. En cambio, el distanciamiento crítico en tensión/equilibrio con la práctica
de la asimilación subjetiva comprensiva, producirían la necesaria intelección histórica.
Si bien muchos historiadores de las nuevas generaciones (de fines de los '60 en
adelante) vienen realizando trabajos de investigación sobre la vida cotidiana en el
período nazi, buscando la historización pedida por Broszat, su "alegato parte de la idea
que, a pesar del enorme desarrollo (…) de las investigaciones históricas individuales
sobre la época nacionalsocialista, la imagen de conjunto de aquella, tal como aparecía
en la conciencia pública o así como en las representaciones historiográficas generales,
quedó singularmente siendo ilusoria, precisamente a causa de la puesta en relieve
"obligatoria" y prioritaria de los elementos ideológico-políticos, reflejando más a
menudo una construcción maniquea en retrospectiva que el desenvolvimiento genético
de una historia multidimensional, menos poblada de figuras plásticas y
psicológicamente matizadas que de estereotipos extraídos de un vocabulario conceptual
de la ciencia política, presentada primero bajo la forma de un comentario didáctico y
ético que de una narración histórica, formulada en términos más o menos patéticos o
pedantes por historiadores a los cuales la turbación frente a la historia del
nacionalsocialismo se manifiesta también en el hecho de que la privan de ese verdadero
medio vehicular de la representación histórica que es el lenguaje narrativo." 7
Uno de los puntos en que no estarán de acuerdo los dos historiadores que nos
ocupan, es con respecto a la cuestión de la asimilación subjetiva comprensiva.
Friedländer teme que la mirada que busca “captar” el pasado nacionalsocialista, acarree
la "comprensión" (en el sentido de justificación) de sucesos o formas de pensar y actuar
en aquel pasado, que termine aplanando moralmente todo y a todos. Friedländer señala
que aquí el problema que se presenta es el de los límites al llevar a la práctica la
diferenciación y la comprensión histórica ampliada. Dicho de otra forma, se preocupa
porque no queda claro a priori hasta dónde puede llegar la búsqueda de comprensión, y
que llegado a determinado punto tienda a borrar la amonestación moral que elementos
6
7
Primera carta, de Broszat a Friedlander, del 20 de setiembre de 1987.
Tercera carta, de Broszat a Friedländer, del 26 de octubre de 1987.
de este pasado merecen. Friedländer acepta la empatía hacia las víctimas, pero hacia el
sector de la sociedad de los verdugos... no. El ejemplo que considera es el que desarrolla
el historiador Hillgruber, quien estudia a los soldados alemanes del frente oriental (los
que debían luchar contra el enemigo comunista) y llega a la apología de su accionar.
Viendo este ejemplo es que para Friedländer es inaceptable la comprensión hacia
sectores de la sociedad del lado de los verdugos. La imprecisión del tema de los límites
hasta lo que es válido realizar la asimilación subjetiva comprensiva, lleva a Friedländer
a no aceptar siquiera la comprensión crítica propuesta por Broszat, ya que además, no
observa en la historiografía reciente predominio del "moralismo" señalado por Broszat,
ni ningún bloqueo generalizado hacia la comprensión histórica del que haya que salirse.
La diferencia entre ambos historiadores pasa por el acento que deciden dar, cada
uno a cada elemento que construye la memoria del pasado reciente, ya que la
comprensión amoral o la apología están lejos de las intenciones de Broszat, que como
ya señalé, no se ubica en distinta vereda ideológica que Friedländer. Y esto nos lleva a
un segundo punto.
2.
Este segundo punto trata del problema de si, y en qué medida, la memoria entorpece la
historización, o da el tono para no olvidar el carácter particular del período.
Para ninguno de los dos historiadores es central el concepto de memoria, sin
embargo, Broszat distingue el registro historiográfico, del "recuerdo mítico" que
adjudica a las víctimas y sus descendientes, es decir, que siendo las huellas del horror
tan fuertes en las víctimas, son ellas quienes portan un tipo de memoria que para
Broszat es más indeleble pero a la vez -casi lógicamente- menos objetivo.
Para Broszat esta muy claro que la Historia como ciencia es algo muy distinto de
la memoria, y al momento de querer llegar a una entera intelección histórica la memoria
de las víctimas poco ayuda. Al identificar la memoria con el "recuerdo mítico", subraya
que la memoria de las víctimas es un relato que no deja acceder a la totalidad compleja
y con innumerables claroscuros que compusieron los acontecimientos del pasado. Para
él la memoria interfiere obstaculizando un verdadero proceso de racionalización del
nazismo. Como la memoria se construye a partir del recuerdo imborrable de sucesos
como Auschwitz, y desde un presente marcado por el horror se tamiza todo el pasado,
esta memoria (respetable y necesaria) también actúa como oscurecedora de otros
sucesos, vivencias, procesos, etc. que por no haber estado en relación a lo que desde
este presente sobresale marcado a fuego, quedan escondidos u olvidados, dejados de
lado en la explicación histórica. Y sin embargo, esos sucesos parte de la "normalidad"
(y que por eso hoy no cuentan) podrían ayudar mucho a comprender y desentrañar la
realidad de este pasado, en todas sus dimensiones.
Surge entonces la centralidad de Auschwitz en la mirada retrospectiva, como un
problema a franquear por la historiografía, ya que "el rango efectivo de Auschwitz en el
contexto histórico original era extremadamente diferente de aquel que ocupa en la
visión histórica ulterior" 8 . Broszat señala que la exterminación de los judíos justamente
pudo ser llevada a cabo por ser una empresa casi mantenida en secreto y "porque tocaba
a una minoría que desde hacia muchos años ya, había sido apartada sistemáticamente
del campo visual del medio no judío por su relegación en un ghetto social. La "solución
final" no pudo ser puesta en marcha sin dificultades más que porque la suerte de los
Judíos fue, para la mayoría de los alemanes, durante la guerra, simplemente una cosa
accesoria a la cual se prestaba poca atención, y porque, tanto como para los
8
Tercera carta, de Broszat a Friedlander, del 26de octubre de 1987.
adversarios aliados de Alemania, representaba sólo uno de los problemas que les
preocupaba durante la guerra, y no el más importante." 9
Para recuperar la lógica de aquellos tiempos, y poder encontrar explicaciones a
aquellos sucesos por fuera de demonologías, entonces, se hace necesario despegarse de
la lógica que vertebra a los relatos de la memoria, que responden a necesidades
distintas, necesidades terapéuticas podría decirse. Broszat dice que ambos tipos de
discursos son válidos, pero funcionan en paralelo, no tienen puntos de contacto y por lo
tanto la memoria no le es útil a la mirada histórica. Es en este sentido que Broszat sigue
haciendo hincapié en la idea de historización, conformada por aquella actitud de
distanciación crítica (a estos recuerdos míticos) y una búsqueda de comprensión, de
captación del espíritu de aquellos tiempos.
Por otra parte, su colega Friedländer -como ya señalé- no comparte la
preocupación por el peso de los relatos históricos moralistas, ya que cree que hay
suficiente pruebas de la existencia de buena historiografía también. A Friedländer lo que
le parece mucho más importante debatir es el lugar asignado a la memoria en el acceso a
este pasado.
Friedländer reconoce la porción del peso del pasado que le ha tocado llevar a
cuestas, y que lo determina a la hora de abordar cualquier cuestión histórica pero más
especialmente la del pasado nacionalsocialista, porque es también su propio pasado. Y
hace notar a Broszat que en realidad nadie puede quedar afuera de su propia historia y
que no entiende por qué para Broszat el peso de la historia no dificulta a los
historiadores alemanes -como parece suceder a los judíos- la comprensión científica del
pasado reciente. Porque Friedländer llama la atención sobre el problema del
posicionamiento epistemológico del historiador frente a su objeto de estudio, sobre el
cual no puede dejar de incidir su propia memoria y su vivencia. Es un problema general
del conocimiento científico que se agudiza cuando se trata del abordaje del pasado
reciente. Entonces Friedländer dice que en realidad todos los historiadores se encuentran
con los mismos condicionamientos, lo que no impide que se puedan realizar buenos
trabajos históricos.
Aquí pareciera que Friedländer no acepta los ejes puestos por Broszat, de criticar la
mirada construida desde la memoria de las víctimas, memoria fuertemente cargada de
una mirada moral por razones obvias. No intenta buscar respuestas o alternativas a la
preocupación de Broszat de acceder a ese espacio del pasado que ha quedado en la
sombra por el escandaloso brillo que ha dejado Auschwitz, se sale del carril que
inquieta a Broszat sin aportar nada nuevo ya que la problemática del historiador frente a
los condicionamientos subjetivos, no es lo que puede ayudar a buscar respuesta a la
inquietud de Broszat. En la misma línea de pensamiento, Friedländer señala la
importancia, el peso, de la memoria generacional, de la cual el historiador no se puede
sustraer a la hora de generar interpretaciones globales: "... si el objetivo es una
interpretación global, sobre todo en un caso extremo como es el nuestro, no creo, por
experiencia, a partir de mis observaciones o del punto de vista teórico, que nuestra
generación pueda "de un salto" extraerse de ese contexto, aunque tanto lo desee" 10 .
3.
Otro punto de discrepancia aparece cuando Brozsat se asoma sobre las sombras que deja
la actual presencia de Auschwitz en la historiografía: la vida cotidiana en el régimen
nazi. Y con respecto al tratamiento de la sociedad alemana del período nazi es que
9
Ibidem.
Sexta carta, de Friedlander a Broszat, del 31 de diciembre de 1987.
10
Broszat acusa a la historiografía de detener "el placer de la narración histórica" al
abordar esta etapa. Propone "la restitución de un lenguaje histórico plástico aún en
relación a los personajes, realmente casi siempre siniestros o mediocres, de la época
nacionalsocialista, a fin de sacar a esos personajes de una existencia (Dasein) sombría
y fantasmal para hacer de ellos nuevamente sujetos de una revivificación empática (eso
puede querer decir también con cólera, ira) y, con eso también de un nuevo encuentro
moral” 11
Y esta última afirmación de Broszat se explica ante las reticencias de Friedländer
hacia la captación subjetiva comprensiva y las búsquedas de escritura más plástica, de
estilos narrativos que ayuden a revivificar el pasado, ya que Friedländer se indigna ante
la propuesta de llevarlas a cabo con un objeto de estudio como el nacionalsocialismo.
Expresa: "En un momento dado, será necesario introducir un nuevo estilo de
descripción histórica, algo que todavía no hemos encontrado mucho en los trabajos
historiográficos. De hecho, se podría decir que el historiador que elige la narración
para tratar la inmensa mayoría de los temas cubiertos por la investigación histórica
tiene el deber, en un cierto sentido, de tratar de visualizar lo mejor posible los eventos
descritos a fin de estar posibilitado para restituirlos con toda la plasticidad requerida;
por el contrario, cuando abordamos el gigantesco dominio de la criminalidad nazi, su
deber es quizás renunciar a toda tentativa de visualización, precisamente para estar en
condiciones de cumplir su misión sobre el plano de la exactitud y de la interpretación
documental de los hechos. Esa paradoja revela quizás, bajo un ángulo desatendido, lo
que constituye sin duda una de las dificultades de la historización tal como la
entendemos en nuestro intercambio de pareceres." 12
Las opiniones absolutamente opuestas en lo referente a la cuestión de la
tipología de narración histórica, se explican al observar las ejemplificaciones que hace
cada uno para apoyar su postura. Broszat habla de un texto propio, sobre el Gauleiter
Adolf Wagner 13 , en donde intentó describir de manera plástica y fiel a la realidad de la
figura, a este personaje antaño tan poderoso, y que la historia local oficial solo describe
esquemáticamente. Mientras que Friedländer, cuando se refiere a un ejemplo de
narraciones que busquen hacer revivir las emociones y las formas de pensar y sentir, se
espanta al pensar en el texto de G. Scharberg, El medico SS y los niños 14 , que describe
estadios del infierno que a nadie podría causar placer leer por medio de un texto plástico
y empático.
A pesar que ambos autores ponen lo mejor de si para entenderse y utilizan el
mismo bagaje de conceptos, que creen discutir, a mí me parece que sólo unas pocas
veces hay intercambio, la mayoría de las veces -y a pesar de compartir el vocabulariono están refiriéndose a lo mismo.
Con respecto a la cuestión del distanciamiento, creo que Broszat la usa en el
sentido de establecer una distancia critica y científica, para que al momento de valorar
los resultados de la búsqueda de comprensión no haya una reproducción ni de la
ideología ni de la cultura de la época que se estudia, sino una objetivación que pueda
captar en la multidimensionalidad y complejidad de su realidad a los hechos. El
11
Ibidem.
Sexta carta, de Friedlander a Broszat, del 31 de diciembre de 1987.
13
Martin Broszat, "Der Despot von Münschen. Gauleiter Adolf Wagner - eine Zentralfigur der Bayerischen
Geschichte", en Süddeustche Zeitung, 30,31 de marzo de 1985.
14
Günther Scharberg, Der SS- Artz und die Kinder. Bericht über den Mord vom Bullenhuser Damm,
Hamburgo, 1979.
12
distanciamiento entonces no debe ser global, porque esto conlleva realizar
generalizaciones la mayoría de las veces dicotómicas y oscurecedoras para la
explicación del pasado. Entonces, para esta mirada de Broszat, el distanciamiento es
deseable con respecto a los relatos provenientes de la memoria de las víctimas, ya que
aquellos están construidos a partir de otra lógica, muy distinto a la que pretende
recuperar el pasado en un discurso explicativo científico. El distanciamiento es central
desde el momento en que la mirada en retrospectiva, luego de tales sucesos de horror
humano, suele focalizar en forma excluyente sobre hechos como Auschwitz, dejando en
el olvido datos que tienen que ver con lo cotidiano -en vez de con lo impresionante- y
podrían ayudar mejor a rearmar el rompecabezas de la Historia.
En cambio, cuando Friedländer toma la idea de distanciamiento, lo hace
pensando en la posibilidad de distanciarse que pueda haber tenido alguien durante el
régimen nazi de las medidas tomadas por este gobierno, de la posibilidad de crítica a la
ideología nazi que haya podido tener cualquier persona, y luego la extiende como una
necesidad hacia el historiador que hoy encare el periodo. Para esta mirada, distanciarse
no significa hacerlo de las huellas que ha dejado el pasado (Broszat), sino de la lógica
misma que se tomó como objeto de estudio. Es a partir de aquí que aparecen las puntas
del ovillo para comprender por qué en otros temas también estos historiadores se
refieren a sentidos o usos distintos de las mismas palabras.
Ejemplifiquemos: Friedländer rescata las investigaciones sobre la vida cotidiana
o sobre instituciones no centrales al régimen nazi, subrayando la idea de responsabilidad
compartida que había aunque no se supiera directamente y con todas las letras lo que
sucedía, tan solo por el no hacer y dejar hacer a los nazis, por la pasividad misma dentro
de esta sociedad. Friedländer señala que en este tipo de investigación se encuentran
elementos para explicar cómo se hubo podido llegar a lo que se llegó.
Por otro lado, cuando Brozsat habla de trabajos de microhistoria y sobre la vida
cotidiana, para acceder a la "normalidad" de la sociedad alemana, no es para hallar
responsables, sino para tratar de entender cómo, de una nación civilizada y con el grado
de esplendor cultural de la sociedad alemana, pudo nacer el nazismo. Broszat busca
diferenciar a los actores, tomando en cuenta a todas las tonalidades de grises, entre el
negro y el blanco de la historiografía oficial y simplificadora de la década del '50.
Cuando ambos historiadores se refieren a investigar la vida cotidiana, la vida
"normal", como algo necesario para el avance historiográfico, también están enfocando
distinto la cuestión. Para Broszat la normalidad se torna interesante como reservorio de
todos los claroscuros contenidos en la vida cotidiana del régimen, su inquietud pasa por
rescatar pequeñas acciones relacionadas con la resistencia o disconformidad hacia el
régimen. Resistencia que pretende desmitificar como grandiosa y heroica (nada que ver
con lo que implica este vocablo en la historia francesa, con un fuerte sentido político),
para reubicarla en espacios mas anónimos y cotidianos, de hecho Broszat elabora el
concepto de Resistenz, para referirse más específicamente a "inadecuación" o
"inadaptación", ya que para expresar "resistencia" existe la palabra Widerstand.
Entonces su preocupación por lo que se considera "normal" es en función de diferenciar
a grupos de alemanes de los perpetradores del horror, y correrse de la "sombra" que
generaliza sobre toda la sociedad alemana la culpa de Auschwitz. Bucea en la
normalidad cotidiana para reconstruir lo que en el periodo nazi no estuvo directamente
implicado en el exterminio, y tomó formas de sutil oposición a través de la inadecuación
al régimen.
Para Friedländer aceptar la posibilidad de una vida normal en pleno
nacionalsocialismo, es lo dificultoso. Descree que se pueda llamar "normal" a los
alemanes que vivieron en el régimen nazi. Reproduzco sus palabras: "Resumiendo, si la
situación de los Judíos pudo representar sólo un elemento menor en las percepciones y
en la política de los Aliados durante la guerra, aparece cada vez más que este elemento
estaba agazapado, como un hecho disimulado pero sin embargo percibido, en el
espíritu de muchos alemanes, y eso ya en los tiempos de la guerra.
Si mi suposición es exacta, no toma una importancia considerable con respecto
a la tesis central de su "Alegato"? Pues, después de todo, una vida normal que es
consciente de la perpetración continua de crímenes de masas por la propia nación y
por la propia sociedad, no era verdaderamente normal..." 15
En estas palabras volvemos a ver que si bien es lógica la observación de
Friedländer y podemos compartirla, lo que apunta no es relevante para el interés que
tiene Broszat cuando propone trabajar la vida cotidiana de los alemanes, es decir que
podemos contestarle : "no, no toma una importancia considerable con respecto a la
tesis central de su "Alegato" ", ya que si bien Friedländer no puede descentrar el tema
de la culpabilidad de su pensamiento, Broszat no está buscando extender un certificado
de inocencia a parte de la población alemana. Y Friedländer esta cayendo en una de esas
generalizaciones que criticó Broszat: si ponemos a la sociedad alemana la etiqueta de
"anormal", qué queda de la investigación histórica definida en su búsqueda,
comprensión y explicación de las especificidades de los casos...?
Creo que esta dificultad de diálogo, responde a dos lógicas de pensamiento
relacionadas con las identidades construidas por cada pueblo desde el fin de la segunda
guerra, en el proceso de recuperación de sus heridas. Las distintas memorias que están
en juego encarrilan la mirada de cada historiador hacia focos distintos. El historiador
alemán está interesado en dilucidar cómo y porqué Alemania llegó a ser semejante
estado criminal, y el historiador judío tiene su mirada atenta al genocidio casi
excluyentemente, preguntándose cómo y por qué pudo haber sucedido éste. Y aunque
muchas veces pueda confundirse o equipararse ambas problemáticas, es importante
señalar que responden a focos distintos. "Culpa", "responsabilidad", "sociedad anormal"
son conceptos relevantes en la lógica del pensamiento de Friedländer, pero no en el de
Broszat, donde en cambio encontramos que su linterna enfoca sobre conceptos como
"vida cotidiana", "aceptación/adaptación", "inadecuación/resistencia", "convivencia"...
buscando penetrar en esa "sociedad anormal" para dilucidar las lógicas de
funcionamiento (dando por sentado la "responsabilidad y culpa" hacia el genocidio).
Quizás la historiografía abierta por Broszat haya facilitado la posibilidad de que,
al entrar en las lógicas existentes dentro de la sociedad nazificada, se termine
"comprendiendo", luego justificando lo sucedido. Este es uno de los llamados de
atención de Friedländer: el equilibrio y los límites puestos a la comprensión para no
terminar haciendo la apología del régimen; de ahí rescato como muy valorable la idea
de distanciación según Friedländer.
Los aportes de cada uno de estos historiadores se tornan válidos en sí mismos
aunque hayamos testeado que no hayan podido avanzar en el diálogo. Responden a
memorias construidas con acentos distintos. Sin querer caer en caracterizaciones
deterministas -y menos por una determinación de tipo de Völkerpsychologie (psicología
del pueblo, en el sentido de nación)- creo que hay una memoria colectiva del pueblo
judío, acentuada a partir del Holocausto, y a partir de la construcción del Estado de
Israel beligerante y agresivo, que se justifica en la tradición de escape, sufrimiento y
victimización, que de alguna manera contiene las raíces del pensamiento de Friedländer.
15
Cuarta carta, de Freidlander a Broszat, del 8 de noviembre de 1987.
Por otra parte, el interés de un historiador cuyo país -casi como parte del
escarmiento luego de los crímenes cometidos- quedó dividido en dos, desgarrado por
una frontera cerrada, se orienta a buscar y desentrañar el por qué y el cómo del
desenlace del nazismo. La culpa, siempre presente en los discursos mediáticos, está
dada por evidente y se hace necesario buscar por otros lados la necesaria explicación de
la caída de la brillante nación alemana en el nazismo. Y esto es evidente en las
siguientes palabras de Broszat: "Si de mi lado, yo he insistido por ejemplo en hacer
comprender que aún la existencia de una ideología tan racista y asesina como la del
nacionalsocialismo, no debía ineluctablemente tener el genocidio por consecuencia, y
que el historiador tenía por tarea entonces establecer, por medio de encuestas
escrupulosas, en qué condiciones reales, en el contexto de cuáles estructuras de poder,
etc., tal concepción del mundo pudo ser traducida a los hechos, es seguramente porque
considero eso también como una contribución a la historización, en ese sentido los
métodos normales de interrogación y de investigación históricas deben aplicarse
igualmente al nacionalsocialismo. Bien entendido, se trata de un alegato por una
normalización de la metodología, ¿no? de la evaluación". 16
Concluyendo, creo que este intercambio de cartas ha servido para comenzar un
acercamiento entre dos miradas que si no son excluyentes, parecen desarrollarse en
paralelo, y no por falta de voluntad de diálogo sino por las lógicas propias de cada
posición. Estos historiadores en su intento de diálogo comparten conceptos, pero les dan
sentidos distintos. Lo interesante es que el aporte de cada uno, aun no funcionando para
el diálogo, desentraña una parte de la complejidad del abordaje de este pasado reciente
traumático. Ambas miradas están atravesadas por la memoria construida en contextos
nacionales diferentes y por lo tanto cada historiador tiene su propia subjetividad en
tensión con las memorias existentes, los contextos y las generaciones de pertenencia, y
el afán de comprender y explicar el pasado nacionalsocialista. Quizás se torne más fácil
el acercamiento histórico al período nazi en tanto el historiador que lo aborde se
encuentre más alejado, en su propia subjetividad, del área de la memoria.
16
Quinta carta, de Broszat a Friedlander, del 4 de diciembre de 1987.
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