http://www.samuelalcalde.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1897%3Ap atrimonio&Itemid=18 http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1253390 La Memoria En Un Sombrero Deme el sombrero de Pizarro , dice el hombre de las botas texanas. Entonces inevitablemente se viene a la memoria la mirada fuerte del político asesinado, con el sombrero blanco, el que antes se conocía como Safari. Una imagen que junto con el afiche de Luis Carlos Galán y la cara de Juan Valdés es ícono de la cultura colombiana de los últimos tiempos. El sombrero de Carlos Pizarro era talla M, hoy cuesta 45.000 pesos y se vende mucho , cuenta Guillermo Rincón, con 40 años dedicados a la venta y que trabaja en uno de los tradicionales almacenes de la antigua Calle Florián, a un costado de la Plaza de Bolívar. Uno de los sectores más agitados comercialmente a comienzos de siglo, cuando muchacho que se hacía hombre no sólo aumentaba el largo de sus pantalones sino que se calaba el sombrero que a partir de entonces no se quitaría. Hoy el negocio no se mueve tanto, basta con mirar las calles bogotanas para saber que son escasos los que cubren su cabeza. En la zona de las sombrererías hay soledad, los almacenes parecen detenidos en el tiempo, con sus estanterías viejas y mucho polvo. Cuando la cosa está buena se venden unos 60 sombreros a la semana ; cuenta Rincón. Al lado, en otro negocio, Stella Torres habla de, sólo, 6 ventas semanales. Vicente Gómez se mide varios, los ojos le iluminan la cara arrugada de 90 años cada que acaricia con sus manos callosas de agricultor uno de los sombreros que le gustaría tener. Cuesta 115.000 pesos , le dice el vendedor y empieza el regateo. Don Vicente lo empaca en una bolsa negra, para evitar que se lo roben. El chambergo Según el historiador y escritor Antonio Montaña, la primera noticia (en 1530) de un sombrero se debe a la fantasiosa visión del pintor Pisanello, que en su cuadro La aparición del la virgen a San Jorge y San Antonio pinta a un muchacho con un adorno de cabeza de alas anchas, algo que no existía en la época. Entonces solo se conocían los gorros. El chambergo fue el primer verdadero sombrero. Lo pusieron en boga, un siglo después, los soldados españoles que peleaban en los Países Bajos y que eran comandados por Schomberg. Su uso buscaba la protección de los guerreros. Eran los hombres de Schomberg. Dos generaciones después, la palabra solo significaba sombrero. A América llegaron con los españoles . Y, para completar, según los escritos de Montaña en su investigación sobre la historia social del vestuario, la costumbre de levantarse el sombrero frente a una dama o un amigo y cuando se entra a la iglesia no es otra cosa que una manera de decir que se es cristiano y de diferenciarse de los judíos ortodoxos que tienen que ingresar a la sinagoga con sus cabezas cubierta. La revista Estampa, de 1940 muestra un comentario en tono alarmante: Muchas mujeres decentes no usan sombrero, imitando la moda vulgar de las actrices . En Colombia, el uso de sombrero está casi que restringido a las labores del campo, a las ferias y fiestas especiales. La falta de seguridad ha hecho que muchos amantes de estos adornos no los usen pues no quieren que sus preciados sombreros terminen vendidos por 5.000 ó 10.000 pesos en la Plaza de los Mártires, en Bogotá, a donde llega mucha mercancía que los ladrones de ocasión logran conseguir. Nadie le va a meter 150.000 pesos a un sombrero para correr el peligro de que se lo tumben en la calle , dice otro de los vendedores. En los almacenes especializados, los más baratos, los de estilo príncipe como el que usaba Carlos Gardel, se pueden conseguir desde 20.000 pesos. Los más caros, los italianos y franceses no bajan de 100.000 pesos. Los usos son varios. Eugenia Cárdenas es una fotógrafa que vivió en Londres. Todavía guarda celosamente el sombrero que consiguió en Harrows, la tienda famosa, y que uso para tomar el té en el Palacio de Buckinham, en su época de estudiante y gracias a que era amiga del cónsul colombiano de la época. Ella aspira lentamente el cigarrillo y se cala uno de los 22 sombreros que tiene a la mano, uno que rescató del baúl de la mamá y que le da un aire a Marlene Dietrich. Las miradas se posan inevitablemente en ella al llegar a algún recinto cultural, Eugenia sólo se quita el sombrero o la gorra para dormir. Frases Aunque la moda perdió vigencia, en el lenguaje quedan huellas: Del ahogado, el sombrero : refrán que dice que de lo que se pierde siempre queda algo. Pasar el sombrero : lo dicen los artistas callejeros a la hora de pedir algunas monedas. Sobre mi caballo yo, y sobre yo mi sombrero : Verso del tema El galerón llanero. Refleja la identidad del llanero. Con alma, vida y sombrero : Se refiere a lo que se hace con apasionamiento. Ir de gorra : Cuando alguien pasea sin gastar ni un peso y apoyado en otros. Para quitarse el sombrero : Se dice frente a un espectáculo maravilloso o una buena actitud de alguien. Los usos Por herencia Usar sombrero es mi manera de conservar la identidad. Soy de origen campesino y no quiero olvidarme de eso. La gente se equivoca al verlo a alguien con sombrero, piensan que es bobo o que no conoce la ciudad . Olney Karvajal, pintor Por trabajo Lilí Portilla tiene un sombrero alón, viejo y descolorido por el sol. Ella vende maíz en la Plaza de Bolívar. Cada paquetico a 200 ó tres en 500 pesos, para alimentar a las palomas y entretenerlas mientras les toma instantáneas a color a los transeúntes. Su sombrero lo compró en un mercado de pulgas, a 5.000 pesos y es el que la protege de lluvia y sol. Por placer Uno se ve más vestido y elegante. El sombrero complementa la facha y da personalidad. Hay un sombrero para cada lugar y cada ocasión . Eugenia Cárdenas, fotógrafa Por protección No lo uso por coquetería o por llevar la contraria, simplemente estamos en una ciudad con altas irradiaciones que producen cáncer en la piel y muchos daños . Yo tengo un sombrerito inglés , es la autodescripción que hace cuando debe encontrarse con alguien que no lo conoce. Antonio Montaña, escritor Por que toca A José Eduardo Rivera le regalaron su primer sombrero los papás, cuando vivía en Moniquirá, Boyacá. Hoy tiene 71 años, vende lotería en el centro de Bogotá y sólo se quita el sombrero para dormir. El que le gusta, es el sombrero oscuro, estilo príncipe. 1. foto sombrero de pizarro EL ESTILO SAFARI ya no existe, ahora todos hablan del sombrero Pizarro. 2. Foto VICENTE GOMEZ se toma su tiempo para elegir el sombrero que cada año compra. eltiempo.com / Cultura y entretenimiento / 28 de marzo de 2000 Diego león girardo De Vuelta Al Sombrero Como si se resistiera al paso de los años, en la calle 11 con 28, en Bogotá, sobrevive una de las sombrererías más antiguas del país. Retratos de ex presidentes como López Pumarejo, Alberto Lleras Camargo y la leyenda del tango, Carlos Gardel luciendo la tradicional prenda -con su sello-, son la mejor carta de presentación de Barbisio, como se llama el negocio. Al lado, en un garaje donde se encuentra la fábrica, el tiempo se detiene. Todo está intacto, tal y como funcionaba desde 1948, cuando en el barrio Ricaurte solo había haciendas lecheras, y hombres, mujeres y niños usaban sombrero. Son 70 trabajadores que convierten el pelo de conejo y de liebre, que se importa desde Portugal, en piezas únicas que compran los abuelos y clientes habituales o que se exportan a otros países. En esta época las cosas son distintas, sin embargo, la prenda, símbolo de elegancia y distinción, sobrevive. Juan Pablo Lacorazza, quien hoy está a la cabeza del negocio de la familia, sostiene que el sombrero nunca pasará de moda. “En cada pueblo y ciudad hay una sombrerería: en Girardot, Ibagué, Neiva, Sogamoso, Medellín, Pasto y por toda la Costa. Así no se trate de una prenda de vestir de uso cotidiano, quienes van a celebrar las ferias y fiestas en los distintos puntos del país, siempre quieren llevarse un buen sombrero. También los que van de paseo o la gente que vive en el campo, donde se hereda de padres a hijos. En Medellín, por ejemplo, Semana Santa es la época en la que más se venden”. Solo hay que pararse en una carretera un fin de semana para ver que de cinco carros que pasan, por lo menos uno lleva un sombrero, asegura Juan Pablo que ya ha hecho el ‘experimento’. “Es como un imán, durante un tiempo –hace dos años-, los comercializamos en almacenes de cadena y vendíamos mensualmente entre 1.000 y 1.500, una cifra nada despreciable para la época”. Y es que la bonanza de esta industria solo duró hasta los años 70, en los que se vendía en cantidades alarmantes, si hasta recuerda como Carlos Pizarro mandaba a comprarlos a su almacén siempre en estilo safari. Pero, ¿pasó de moda? No, dice Juan Pablo Lacorazza, más bien la inseguridad hizo que cada vez menos personas lo usaran. “Si alguien compraba un sombrero en la calle 11, no alcanzaba a caminar una cuadra y ya no lo tenía en la cabeza”. Además, añade que hoy los carros son muy pequeños y sería incómodo andar con el sombrero puesto; “tampoco hay percheros ni donde colocarlos”. Sin embargo, la tendencia de la moda es volver al sombrero, ahora hay que protegerse de los rayos solares, del invierno y en los desfiles se ha convertido en un buen complemento para el resto de las prendas. “Hoy vendemos entre 6.000 y 6.500 unidades mensuales, entre sombreros y campanas (piezas sin terminar que adornan en otros países) a México, Estados Unidos y Venezuela. En Colombia, se queda solo el 30 por ciento. De todas maneras, el mercado nacional ha decaído mucho por la poca capacidad de compra. Un buen sombrero puede costar desde 150 mil pesos, hasta más de millón y medio de pesos. Solo una copa del más fino llamado Montecristi, vale 500 dólares”. En realidad, son pocas las sombrererías tradicionales que, como esta, viven de la fabricación de la prenda. En Bogotá, quedan la Brando, la San Francisco, la San Miguel y Nates; en Medellín, la Distribuidora Nacional de Sombreros; otras han preferido abrir pequeños locales al interior de los centros comerciales. - NEGOCIO FAMILIAR. La historia de los sombreros Barbisio en el país empezó en 1898 cuando un italiano llamado Nicolás Stella llegó a Bucaramanga con sus dos hijos Nicolás y Carmelo. En 1921, juntos adquirieron una casa ubicada en la calle 11 con 8, que pertenecía al Marqués de San Jorge donde empezaron a vender sombreros de esa marca, paños y telas que se importaban de Italia. Esta familia, al lado de los hermanos Lacorazza, montan los primeros almacenes en Bogotá de la época: Casa Florián, Bogotá, Roxy, en la calle 11, entre carreras séptima y novena, que se convertirían en el centro del negocio con otras sombrererías como la Richard, England, San Francisco, Niágara, Nates, Denver, San Blas y Vitolo. * DESDE UN POETA. Al poeta Jota Mario Arbeláez no es raro verlo con sombrero y hoy en día es uno de sus grandes adeptos. Esta es su visión personal sobre la tradicional prenda. “El sombrero fue siempre la corona de la vestimenta, el accesorio indispensable para resaltar la elegancia y la distinción seductora. Cuando entró en desuso fue quedando como parapeto de calvos y de cabellones malucos. A quienes nos hemos ido santificando por nuestra conversión prematura, nos sirve para ocultar el halo ante las ninfas en las parrandas de los sátiros”. *Evolución de redes, tocados y turbantes . Se dice que el primer elemento en darle protección a la cabeza fue el pelo, de ahí que la historia le apunte a la teoría de que la forma de cortarlo y de arreglarlo se constituyan en el primer tocado utilizado por el ser humano en la cabeza. En el siglo XVII, los franceses le dieron a la palabra chapeau el sentido de tocado confeccionado. Los portugueses lo llamaron chapes, los italianos capello, los polacos kapeluz, los provenzales capeau, los ingleses hat, los alemanes hut y los españoles sombrero. Todos los términos hacen referencia a la cabeza. La primera referencia que se tiene sobre los tocados es la de la Dama de Bassembury en el milenio XVI antes de Cristo. Era una red que cubría una parte del pelo. Su evolución continuó en el cuarto milenio con la aparición del turbante oriental, reservado para la nobleza y primera versión de la corona. Luego en el siglo XII se separa de la caperuza, que formaba parte de capas y abrigos. Pero la confección del sombrero de fieltro tiene su auge en el siglo XVIII y XIX. Su materia prima era, como ahora, el pelo de conejo y la lana de oveja, y para los más elegantes se utilizaron el castor y la nutria. * Los más famosos son de Francia. Suenan como los sombreros más famosos el de Enrique IV, de copa, confeccionado con terciopelo y penacho; luego tomó el estilo de los mosqueteros de Luis XIII. A finales del siglo XVIII viene la moda del bicornio de Napoleón Bonaparte. En 1908, los sombreros adoptaron la forma de inmensas ruedas de carro, que se adornaban con plumas de avestruz. En los años 30 los diseños de los sombreros reflejaron un estilo más femenino. Y antes de que a finales de los años sesenta los pañuelos, los sombreros de piel y los de paja cambiaron la moda: Jackie Kennedy popularizó el pillbox, un sombrero rígido sujeto al pelo. En los 70 volvió la tendencia del caballero típico de los años 20, pero se los ponían las mujeres. Christian Dior le daba un toque de elegancia a sus desfiles con los tradicionales stetson o bowler. Lo cierto es que los grandes centros mundiales de la fabricación de sombreros estaban al sur de Loira, Francia. portafolio.com.co / Economía / 4 de marzo de 2006 El Sombrero No Muere Ninguno de los Lacorazza se quita el sombrero para saludar. Prefieren sacar del bolsillo su tarjeta personal. Porque lo que les obsesiona no es cuestión de modales: es pelo de conejo hecho dinero. Aunque primero, hecho sombrero. Su negocio desde los años veinte, la venta de sombreros finos y comunes (para hombre porque las mujeres son difíciles de complacer) ha tenido tantos altibajos como el dólar mismo. Hace 30 años comenzó a olvidarse su producto y así, el que fuera el negocio más rentable de los años cuarenta. Ahora, para seguir flotando, habrá que acoger cálidamente a la cachucha. Por eso, la semana pasada recibieron el primer contenedor de cachuchas Kangol de Estados Unidos y el de modelos texanos Stetson de Inglaterra (que vende 95.000 millones de pesos al año). Ya firmaron con una empresa mexicana para comercializar modelos de alas grandes y piensan meterse en grande en el mercado israelí. Es la salida. Vacas gordas A las nuevas cachuchas de colores las seguirán llamando Stella, aún, como el local que los primeros inmigrantes italianos de su sangre abrieron orgullosos en la Plaza de Bolívar (y que luego demolieron para hacer el Palacio Liévano). El más viejo de los Lacorazza, de pelo blanco, ojos naranja y sólida modestia, lo recuerda como el agua: - La gente compraba de a dos, uno para entrecasa y otro para el domingo -. A 10 pesos el más fino (unos 120.000 actuales). Fino porque era de pelo de conejo y Barbision italiano. Competía perfectamente con los que importaban los locales franceses Touchet y Richard, ahí en la calle 11. El boom fue en 1938 cuando lograron tener seis locales (el mejor en el sector de San Francisco). Se atendían campesinas boyacenses, se vendían 40.000 sombreros anuales y se vivía feliz. Hasta el 9 de abril. Los cuarenta y ya Desde el principio, los cuarenta llegaron malditos. Algún comerciante atrevido abrió Valdiri en la calle 12 y ofreció sombreros británicos Lock a 20 pesos cada uno. Carísimos pero elegantísimos. Stella seguía con Barbision y Stetson, entre muchos. Se metieron en camisas. Aún así, prefirieron los sombreros ese abril. Saquearon y quemaron los seis locales. La semana siguiente campesinos desfilaban modelos coquito y cubilete en plena calle décima y los Lacorazza sumaban un faltante de 300.000 pesos de entonces. Cuatro locales declararon pérdida total (incluyendo el que hoy está bajo el Palacio de Justicia). El Gobierno abrió una línea de crédito y les prestó 50.000. Movieron el stock y ya comenzando 1951 se les apareció la virgen. Made in Italy. Barbision y yo Los italianos querían hacer una planta en Colombia. No en vano habían visto una foto publicada en la revista estadounidense Life, en la que un centenar de colombianos disfrutaban de una jornada en la tribuna del hipódromo. Y todos tenían sombrero. Trajeron diez técnicos y se hicieron su agosto. Entre el 52 y el 62 vendieron 300 sombreros diarios y la planta, cuyo 50 por ciento era de los Lacorazza, mantuvo su producción en 130.000 sombreros anuales. Aunque plantas nacionales habían nacido varias en los treinta (San Diego y Feldson en Cali, Fieltrosa en Medellín), la bogotano-italiana era la sensación. Cada sombrero de calle estaba ya en mil pesos. Bien lo recuerdan los clientes de entonces. Atendidos por el más viejo, que recuerda: - Los doctores me compraban el Homburg. Don Julio César Turbay era 57 y me pedía que se los enviara a la calle 13. Don Luis López de Mesa tenía una cabecita de niña, la de don Carlos Lleras Restrepo era muy grande y don Guillermo León Valencia era siempre el más chavacano -. Quién perdona a Kennedy? Este personaje se bajó del avión y no tenía sombrero. Y ahí empezó el resbalón de las ventas. El sinsombrerismo era la moda. Los carros deportivos no daban cupo para el sombrero y los rateros estaban haciendo negocio con jalonazos en plena calle. Facilísimo. Barbision dijo que se iba y vendió su parte a los Lacorazza. Ellos, primos, tíos y hermanos formaron una nueva sociedad: Columbus, en 1970. Se metieron en el sombrero de moda, el gringo texano, y montaron una planta para los gorros más nativos, de paja, fibra y tela. La producción era cercana a los 200.000 al año. Pero entre los setenta y ochenta el negocio mundial se vino al suelo. De las 100 plantas que había a mitades de siglo sobrevivieron 20. Barbision Italia cerró en el 85. La Tonak checa despidió 15.000 trabajadores en esa década. Lo peor sucedió durante la administración Betancur. La devaluación redujo en 60 por ciento la producción y los sombreros de fieltro, los finos, pasaron a ser el 25 por ciento del negocio. Y cerraron todos los almacenes. Mirando a los ortodoxos El año pasado Columbus vendió 115.000 sombreros, 45.000 de fieltro y 70.000 de tela. Tienen dos grandes distribuidores y venden como arroz en el eje cafetero y los llanos. Claro que el precio del café se ha sentido en el negocio. El año pasado 15.000 sombreros se exportaron a Estados Unidos porque en Brooklyn los ortodoxos y los judíos están fascinados. Sin embargo y aunque se haya mantenido en los noventa, en el largo plazo habrá que ir recortando la producción. En el personal no habrá cambios. Entre el 80 y el 95 rebajaron en un tercio la nómina (quedaron en 100). El endeudamiento de 60 por ciento no les preocupa y los precios de 80.000 pesos por sombrero tampoco. Eso valen, aunque tengan que pelear con las uñas su negocio. Ser Lacorazza es ser caballero, italiano, amoroso y obstinado. Que lo diga el que más sabe, el viejo: - esto del sinsombrerismo es sólo pasajero -. eltiempo.com / Economía/ 22 de octubre de 1995 http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-431984 Don Eulogio, Siempre Con El Mejor Sombrero Desde Chaplin hasta Alberto Lleras Camargo y Winston Churchill pasando por Capote, Henry Miller, Gardel y el rey del pop. Sombreros de copa, cordobeses, téxanos, jíbaros, mexicanos... Marcas, modelos, estilos, épocas. El diccionario define la palabra sombrero como una prenda del vestido que sirve para cubrir la cabeza. Don Eulogio Mendoza siempre la ha tenido cubierta con un sombrero del color de su traje. De sastre en Calarcá, pasó a ser comerciante de sombreros en Palmira hace 44 años cuando inauguró El dólar , sombreros de calidad, en la carrera 27 con calle 29. Su negocio rompió récord de ventas. Los sombreros eran prendas de rigor; basta con echarle una mirada a los retratos de los abuelos o a las imágenes de Patrimonio Fílmico Nacional que luego de medio siglo aparecen como un milagro en las salas de cine, invitando a cumplir con las normas de tránsito. En 1962, don Eulogio puso un nuevo aviso junto al nombre de su almacén: Basilisco 18621962, 100 años fabricando el mejor sombrero. El letrero y el negocio estuvieron en ese mismo lugar hasta hace tres años cuando tuvo que mudarse...El nuevo local está a tres cuadras del original. El dólar: carrera 27 No 3149. Don Eulogio sigue vendiendo esos sombreros con campana importada de Italia, ormados en Bogotá y con alas de diferentes medidas. Tiene 8 vitrinas, vive de sus ahorros y a veces pasan varios días sin vender nada. Hace cuentas en su libro de contabilidad, toma café con leche y croassaint a las cinco de la tarde y tiene su radio sintonizado en Radio Super para escuchar tangos y pasodobles. Se aburre de los jóvenes con atuendos extravagantes, de las cadenas gruesas y con cucarrones de oro colgando en el pecho, de su falta de estilo. Un comprador Recuerda sus buenas épocas y entiende que ahora ninguna fecha es buena. Pero se mantiene porque sino a dónde diablos tendrían que ir personas como don Omer Nieto si su almacén no abriera cada día. El sábado a las cinco de la tarde, don Omer mandó a su esposa, Gloria, a El dólar con 20.000 pesos. El sombrero gardeliano con dos centímetros de ala que quería su esposo costaba 19.400 pesos. A ella le resultó demasiado costoso. Don Eulogio sonrió, señaló un cartel y leyó en voz alta: un nombre, una marca, una garantía . Está bien , murmuró. Le dio el dinero, observó como contaba los billetes una y otra vez, buscaba los vueltos y apuntaba el ingreso en el cuaderno de contabilidad. Siempre ha sido igual, mi esposo no le habla y, por eso, no viene personalmente. Pero si quiere tener un buen sombrero tiene que comprarlo aquí , termina de explicar mientras guarda en su carterita las dos monedas de 200 que recibe de las manos de don Eulogio. Sale del almacén y se tropieza con un jovencito que lleva puesta una cachucha con el logotipo de un equipo de basquétbol norteamericano. Se tiene que agachar y recoger el sombrero. eltiempo.com / Cultura y entretenimiento / 28 de agosto de 1996 http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-483511 el sombrero vueltiao http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-370159 Conozca Y Preserve Las Tradiciones Nacionales La pintura corporal que los indígenas emberas utilizan para protegerse de los espíritus; el baile del joropo que se realiza en los llanos orientales y el Carnaval de Blancos y Negros, en Pasto, son solo tres ejemplos de lo que es considerado patrimonio inmaterial colombiano. Aun así, el término se presta para confusiones. Qué es, después de todo, el Patrimonio Inmaterial? "De entrada hay que aclarar que la expresión se refiere a todo lo que nos pertenece culturalmente -dice Leonardo Bohórquez, antropólogo del Ministerio de Cultura-. Por ejemplo, las danzas, las tradiciones, las lenguas o las expresiones musicales". Por eso, y como forma de proteger un tesoro que por razones de violencia, desplazamiento y globalización se ha ido perdiendo, el Ministerio de Cultura y el Instituto Colombiano de Antropología, con financiación del fondo japonés de la Unesco y colaboración del convenio Andrés Bello, acaban de lanzar una campaña de sensibilización que incluye comerciales de televisión, cuñas radiales y afiches comerciales. "La idea es que la gente reconozca su patrimonio -afirma la antropóloga Ana María García. Que sepa cuál es el valor histórico que poseen los ancestros, la cultura y elementos como las costumbres y los rituales". Sin embargo, el término sigue siendo un poco ambiguo. Cómo reconocer el patrimonio inmaterial? Con el fin de solucionar estas dudas, la Unesco ha promulgado una serie de categorías para identificar las expresiones culturales que caben dentro de este rótulo. Se ha determinado, entonces, que las lenguas y expresiones orales; los conocimientos sobre el universo; los saberes culinarios; la medicina; la elaboración de objetos y vestuario; la música y la danza; las expresiones rituales y actos festivos, así como las formas tradicionales de organización social, son las condiciones necesarias para que una expresión cultural sea declarada patrimonio inmaterial. Protegiendo la cultura. Sabía usted que el popular tejo -uno de los deportes más autóctonos del país- es considerado Patrimonio Inmaterial?. Sabía, por ejemplo, que en Tumaco (Nariño), se prepara desde hace muchos años el pusandao (una mezcla de plátano, yuca, papa y pescado en leche de coco), y que también se considera patrimonio?. "La idea de esta campaña es hacer que las personas se den cuenta de la inmensa riqueza inmaterial que tiene el país", dice María Victoria Uribe, directora del Ican. "Además, que conozcan los tesoros de Colombia que necesariamente hay que preservar". La campaña, que desde la semana pasada está al aire en las principales cadenas radiales y de televisión del país, está compuesta por tres comerciales de televisión, ocho cuñas radiales y tres afiches a color que tienen como objetivo concientizar a la población joven sobre la importancia de mantener vivas las costumbres de la nación. "Quisimos hacer una campaña fresca para enganchar a la juventud, que es el grupo que más está perdiendo las tradiciones -dice García-. Por eso decidimos utilizar el eslogan Demuestra quién eres, para que, de esta manera, se pregunten quiénes son y de dónde vienen". Así que, de ahora en adelante, cuando vaya al Carnaval del Diablo en Riosucio (Caldas); baile un bambuco sanjuanero o se ponga un sombrero vueltiao, tenga en cuenta que, aunque no lo crea, está ayudando a preservar el patrimonio inmaterial colombiano. FOTO. Los afiches de la campaña promovida por el Ministerio de Cultura y el Instituto Colombiano de Antropología, rescatan varias de las tradiciones nacionales. Publicación eltiempo.com / Cultura y entretenimiento / 18 de marzo de 2005 http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1678293 El Mundo Está De Gorra (EDICION BOGOTA) El invierno llegó (¿se ha ido en algún momento en los últimos meses?) y con él, se revivió la casi perdida moda de usar capuchas, sombreros, boinas y gorras de todo tipo. La cabeza también siente frío, y la consigna es protegerla. No es nuevo. Por el contrario, es la prenda en mayor desuso en el momento, hasta que el clima la sacó a relucir, como está sucediendo ahora. Porque apenas hace 50 años el sombrero tenía importancia social y significaba estatus. ¿Se le había olvidado que el tocado ha sido fundamental en la moda, desde la antigüedad? . Un pequeño recorderis: Las egipcias se rapaban el pelo y se ponían pelucas para dar apariencia de elegancia y poder. Y las griegas y las romanas usaban mantos o adornos de joyas en su cabeza para verse más atractivas. De cuero, piel o tela, en la Revolución Francesa se usó como símbolo de libertad y se le sumaron peinetas, peinetones, mantillas, alfileres, redecillas y cofias. Ahora la cosa es más práctica. Lo importante es protegerse del frío con capuchas de abrigos que incluyen imitaciones de pieles animales, con boinas afelpadas o con gorras deportivas que protejan la cabeza de los vientos gélidos. Sin embargo, hay otras tendencias de temporada: los sombreros vaqueros, tipo Pamela, chambergo, capelina o con texturas y estampados que se reciclan. Vienen en colores pasteles, con tul, apliques, de animal, florales o en colores fuertes. El reportero gráfico Rodrigo Sepúlveda hizo una exploración de lo que se está usando en ciudades como Boston, Washington y Nueva York para cubrirse la cabeza, y el resultado fueron estas fotos. eltiempo.com / Cultura y entretenimiento / 20 de marzo de 2006 http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1954136 Lina Quiere Darle Vuelo Al Sombrero “Yo no le voy a vender por vender”, le dice Lina González a uno de los tantos amigos que visitan su apartamento-oficina-tienda en el norte de Bogotá, queriendo comprar uno de los sombreros que tiene sobre el comedor. En el sofá. En la mesa de centro de la sala. Encima del escritorio del computador. En... Y mientras el flaco de camisa amarilla, frente al espejo, no se decide entre un modelo de paño escocés azul y rojo y un clásico de dril raya tiza, esta diseñadora explica que comenzó en el oficio de crear y hacer sombreros hace año y medio, cuando terminaba de estudiar en Montreal (Canadá). “Allá trabajaba, bajo cuerda, en una boutique y como ellos preparaban un desfile con su ropa para arrancar el verano, les propuse que lo complementáramos con este accesorio”, agrega, pero de inmediato interrumpe para decirle a su cliente-amigo que mejor le queda el escocés. Recuerda que para hacer esa colección adquirieron materiales como driles e índigos, que fueran bien con el calor. Así, les añadieron alguna correa o botón a los 50 que sacaron. En una semana los vendieron todos. Por eso, cuando esta bogotana, de 22 años, regresó a Colombia, ya sabía cuál era su camino en el diseño. “Me llama mucho la atención la moda retro, tipo años 20, de mucho diseño. Eso es lo que yo quiero hacer, pero añadiéndole algo de modernidad, y eso lo da el color y la mezcla de materiales y texturas”. Desde entonces, cada tres meses, ha sacado tres colecciones, entre 60 y 150 piezas cada una. “El número depende de cómo esté de billete, pero eso sí, trato de que cada sombrero tenga su propia identidad, hasta llegar a personalizarlo”, enfatiza. Además de venderlos en su apartamento o llevarlos a ciudades como Cartagena, Medellín y Cali, Lina recorre la movida nocturna bogotana para ofrecerlos con maniquíes ambulantes.“Siempre llevo sombreros puestos y si voy de rumba, se los pongo a mis amigos”. Y es que el cliente puede estar en cualquier lugar. “Al momento de vestirse, lo que la gente está buscando es identidad, no cambiar el clóset ni llamar la atención. Para eso sirve el sombrero, pues se puede llevar para toda ocasión, es un accesorio que resalta cualquier estilo, pues fusiona tendencias”, afirma. JASAY BY LINA GONZÁLEZ. Jasay by Lina González es la marca que la diseñadora maneja desde el año pasado y la que quiere posicionar como empresa. Ella y la artista plástica María Teresa Gaviria están convocando a otros creadores: fotógrafos, diseñadores gráficos, pintores y grafiteros para llevar su obra estampada en los sombreros. Además, quieren crear una galería museo para exhibir estos trabajos. Su correo para contactarlas es: [email protected]. o en la página web: www.jasaybylinagonzalez.com. Me gustaría cambiar el sombrero de Juan Valdez. Lo haría en alga marina, eso le daría modernidad”. Lina González, diseñadora de modas. eltiempo.com / Cultura y entretenimiento / 3 de febrero de 2007 http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-2377360