ENTREVISTA CON LARISSA ADLERLOMNITZ 15 de diciembre de 2005 REVISTA HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES ENTREVISTA LA FAMILIA ES LA BASE DE LA CULTURA MEXICANA: LARISSA ADLERLOMNITZ Por Carlos Ramírez Vuelvas Durante un par de horas, Humanidades y Ciencias Sociales tuvo la oportunidad de conversar con la doctora Larissa Adler-Lomnitz. La investigadora recordó sus primeras experiencias de estudios superiores en la Universidad de California, en Berkeley, cuando el peace and love dominaba el campus mientras ella escribía sus primeros artículos sobre la marginalidad en América Latina. También comentó su experiencia en la escritura de Cómo sobreviven los marginados (1975), obra considerada clásica en la Antropología contemporánea. Pionera en los estudios de neoliberalismo, Adler-Lomnitz además mantiene una brillante trayectoria de más de treinta años de labor académica, que se entrecruza con los avatares de la vida cotidiana. La catedrática del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS) ha recibido más de setenta premios, becas y distinciones, entre los que destacan el homenaje que le brindó el comité organizador del 51º Congreso Internacional de Americanistas, en Chile, y el nombramiento de investigadora emérita por la Universidad Nacional Autónoma de México. Doctora, sus primeros estudios en Antropología Social fueron en la Universidad de California, ¿cómo fue esa experiencia?, ¿qué recuerda de Berkeley? Estudié la licenciatura en la Universidad de California, en Berkeley, en los años sesenta, casi en la época hippie. Mi marido, entonces el doctor Cinna Lomnitz, aceptó un puesto allá, y me propuso que ahí comenzara mis estudios superiores. Entonces tomé los cursos obligatorios, entre los que estaba Introducción a la Antropología. Tiempo después me di cuenta de que, cuando nací, en París, mi papá estudió su doctorado en Etnografía, que es similar a la Antropología, con el investigador Paul Rivet (1876-1958). En Berkeley supe que nací para ser antropóloga. La Universidad fue muy dura, porque al principio yo no dominaba el inglés; además, es reconocida por su alto grado de dificultad, y yo desconocía cómo se usaba una biblioteca. Pero en tres años terminé mi licenciatura, con calificación de MB. Me otorgaron el Phi Beta Kapa, un premio para estudiantes de licenciatura que obtienen excelentes calificaciones. Fue una época muy linda que no pude gozar plenamente, porque cuando los jóvenes salían a las calles, escuchando grupos musicales como Greatful dead, y las mujeres vestían con faldas y traían de nuevo la moda de las flores, en fin, todo eso, el periodo del peace and love, yo era una mujer casada, con tres hijos, que a la mitad de la licenciatura tendría su cuarto bebé. Todo el ambiente universitario era lindo pero no participé, porque debía correr de un lado a otro con niños, y llevar el orden de una casa: yo era diez años mayor, o más, que mis compañeros. ¿Cómo fue su llegada a México? Con mi familia debíamos regresar a Chile. Una amiga mía me dijo que el director de un centro de investigaciones sobre el alcoholismo buscaba un antropólogo para estudiar a los indígenas mapuches. Con el resultado de eso publiqué tres artículos, uno de ellos titulado “Patrones de ingestión de alcohol entre migrantes mapuches en Santiago” (1969). Poco después, mi esposo decidió venir a México y comenzó la verdadera readaptación. Buscando trabajo encontré un programa de posgrado en la Universidad Iberoamericana, creado y dirigido por el doctor Miguel Ángel Palermo. Los grupos del CIESAS y de la UAM-Iztapalapa se formaron con él. Obtuve el primer doctorado, no sólo de ese programa sino de toda la Universidad Iberoamericana. Mientras tanto, llamé a varias personas para trabajar en algo relacionado con alcoholismo y salud. Así, me entrevisté con el doctor Alejandro Cravioto, un médico militar muy estricto que estudió los efectos de la desnutrición en el desarrollo mental del niño en el campo. Él fundó un pequeño centro de investigaciones sobre el tema, en la colonia Las Águilas de la Ciudad de México. Desarrollé el trabajo de campo del proyecto, lo que me llevó a la calle Cerrada del Cóndor de la colonia Barranca del Muerto. La primera vez que recorrí la barriada me dieron ganas de meterme debajo de mi cama, en mi casa. Pero una vez que la gente me conoció, me recibió cariñosísima. Encuesté 180 unidades domésticas, y analicé los conceptos ‘unidades domésticas’ y ‘familia’. La familia aparece como eje central en todo lo que he analizado de México: la política, la economía y la cultura. La prensa puso de moda el concepto de marginalidad, por eso titulé mi libro Cómo sobreviven los marginados. Definí a los marginados en el estrato de la clase trabajadora, es decir, pobres quienes, a diferencia de otros trabajadores del sector formal, se caracterizaban por la inseguridad crónica de ingresos y de empleo. Son familias que arriban a la ciudad con cinco hijos, que no tienen ningún recurso ni educación, porque había mucho analfabetismo funcional. También observé a la gente organizada en grupitos de casuchas, tratándose como una sola familia. Eso correspondía, en la literatura de la antropología, a lo estudiado por los ingleses en África: las redes sociales, un concepto muy nuevo en toda América Latina y poco usado en Estados Unidos. Yo sostenía la hipótesis de que la supervivencia de los hombres se basa en estas redes sociales de parentesco. Con esa investigación escribí mi tesis doctoral Cómo sobreviven los marginados, publicada por Siglo XXI, que va en su decimoquinta edición.¿Cómo influyó ese libro en el desarrollo de sus trabajos posteriores?Después de eso, con Marisol Pérez-Lizaur elaboré un estudio sobre la industrialización en México: A Mexican Elite Family, 1820-1980, libro que publicó en inglés la editorial Princeton University Press y en español apareció en Alianza Editorial pero ya se agotó, y ahora estamos intentando publicar una segunda edición. Encontramos coincidencias en-tre empresa y estructura familiar, por lo que escribimos un artículo sobre parentesco, concepto importante para entender las industrias mexicanas. En una empresa familiar el padre-patrón decide por la familia y conforma empresas para incorporar a sus hijos o sobrinos. En México, donde la familia es central, la base del sistema de parentesco no consiste solamente en los padres y los hijos, sino que el patrón familiar se extiende a la familia trigeneracional y bilateral. Al nacer, un niño ingresa en dos grupos, o redes que pueden llegar a ser de 50 o 60 personas. Se trata de un tremendo grupo que lo cuida y lo controla.En nuestra investigación, el primer miembro de la familia era hijo de un mestizo y se casó con una criolla. En la mitología familiar fue algo muy importante el haber sido criollos y no indios. Un año después de que murió la primera esposa, este criollo se casó con la cocinera, que era india, y con quien tuvo siete hijos, que se sumaron a los tres de la primera esposa. Esta mujer aparece en el libro como Mamá Inés. Al morir el señor de la casa, Mamá Inés se quedó viuda con diez hijos, y envió al hijo mayor a Puebla para trabajar con un español, primo político del esposo, dueño de una tienda. Ese muchachito, que barría, trapeaba y dormía en los mostradores, se quedó con la tienda y con varias fabriquitas, llegando a ser uno de los primeros industriales de México. Tenemos en este libro un capítulo entero sobre la ideología de la familia, en el cual abordamos la cuestión del color de piel y en la que los indios son lo peor y los mestizos todavía peor. Sin embargo, ¿cómo te explicas que todos hablen las maravillas de la abuelita, Mamá Inés, cuando la abuelita era indígena? Concluimos que el mestizaje mexicano se explica y acepta a través de la imagen de la Virgen, que es morena. La abuelita, reconocidamente indígena, es la madre morena que a cada hijo le prepara la comida que le gusta y es la intermediaria entre los pobres y los ricos. Si bien la antropología se ha dedicado centralmente a estudiar los sistemas de parentesco en sociedades primitivas, no así en América Latina, y mucho menos en la ciudad. Sin embargo, en México, el patrón de parentesco descrito en nuestro libro se reproduce en la vida social, económica y política. Se puede ver, por ejemplo, la estructura del PRI dominante en la política nacional, que hemos descrito en el libro Simbolismo y ritual en la política mexicana. Usted también ha realizado estudios sobre vida universitaria, ¿cómo observa la Universidad? Trabajé durante un tiempo en la Universidad Iberoamericana y después conseguí un trabajo temporal en la UNAM, en el Departamento de Investigación de Operaciones, dirigido por el doctor Emilio Rosenblueth. También colaboré con la Coordinación de Ciencias, que encabezaba el doctor Guillermo Soberón, de quien recopilé las memorias de su rectorado, que espero se publiquen este año. Todavía existían resabios del 68, los comités de lucha, las juntas y las sociedades de alumno. Discutiendo con mi grupo de investigación, se me ocurrió escribir un artículo que presentara un modelo de universidad como una caja negra donde entran 200 mil personas que van ubicándose en lo que llamé “Carreras de vida en la UNAM”. Estudié cuatro carreras de vida: la académica, en la que el estudiante elige profesores y se gradúa o estudia maestrías y doctorados. Después, la carrera profesional muy socorrida siendo la UNAM una universidad profesional, cuya mayoría de estudiantes aspiraban a ser médicos o veterinarios, y a poner su negocio o trabajar para el Estado. En el fondo, cada carrera tenía su nicho en el Estado, en secretarías o institutos. Y la tercera carrera era la política, que a su vez está dividida en dos. En la carrera política de oposición, quienes querían llegar al Partido Comunista pero que no tenían posibilidades de trabajo, regresaban a la Universidad, a la sección cultural. Y estaban los que se relacionaban con la carrera política nacional del PRI y el gobierno. La última carrera era la de los porros, universitarios que empezaba en la preparatoria y terminaba en la cárcel. Podían ser guardaespaldas o guaruras de los políticos, o se metían en el crimen. De la vida académica escribí dos libros: La formación del científico en México (1991), con Jacqueline Fortes, y en colaboración con otra compañera, La nueva clase o la formación del profesional en México.Entonces pensé en términos políticos, en la estructura del poder de México. Poco antes comparé a México con Chile, y escribí La cultura política de Chile y sus partidos de centro, y otro volumen sobre neoliberalismo; ambos en inglés y en español. La diferencia entre las culturas políticas de Chile y México, es que la chilena se basa en redes horizontales y la mexicana en redes verticales. Así resulta que la vocación política chilena es democrática y el liderazgo es diferente a lo que sucede en México, donde las redes, sobre todo en la política, son jerarquías de poder. Esto obliga a que las redes primarias horizontales se vuelvan verticales e intermediadas por individuos que logran, por una parte, organizar grupos de trabajo y a la vez articularse con ‘patrones’ a niveles superiores, de los que consiguen recursos económicos y políticos a cambio de lealtad. Mi hipótesis es que la cultura política mexicana es vertical, y lo comprobé con el seguimiento de la campaña presidencial que Carlos Salinas de Gortari emprendió en el país. Las redes horizontales, que encontré en las barriadas, se basan en relaciones de parentesco y permiten la supervivencia; las verticales estructuran al país y se basan en el poder. Con ello surgió el libro Simbolismo y ritual en la política mexicana. Los dos conceptos culturales con los que trabajo son ‘confianza’ y ‘lealtad’. El país está organizado en tres sectores, todo verticalmente. Al mismo tiempo, para sobrevivir, cada persona tiene su red horizontal. Pero todo depende de quién es tu padrino. No sé quién va a ganar las próximas elecciones, pero me parece que el clientelismo no terminó con Vicente Fox. Quizás el PAN es el partido tradicionalmente menos clientelar, pero al llegar a la presidencia, la señora Marta Sahagún empezó con la Fundación Vamos México, una organización clientelar. El clientelismo es un autoritarismo con una cara más humana, en que lealtad y confianza le dan un carácter menos duro. ¿Qué proyectos desarrolla actualmente? No sé, tengo la idea de hacer un estudio de artistas parecido al de los científicos, sobre la identidad, en qué momento adquiere el artista su identidad. He trabajado mucho entre lo formal y lo informal, porque lo que digo de la estructura de poder en México es lo informal. Lo formal es el presidente con sus organigramas, pero dentro de ese organigrama está el otro, el de la confianza y la lealtad, que es la base del clientelismo. El doctor Pablo González Casanova me recomendó que escribiera un libro sobre la informalidad, y hace poco presenté un artículo tratando de ver la relación que hay entre la teoría del caos y la informalidad. Pero debo estudiar más el asunto.