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apertura
El Vedado, “ensanche-jardín” de La Habana del XIX, relata hoy la enésima lección sobre
la versatilidad de las mallas y las cuadrículas. ¿Futuro centro metropolitano de la capital
de las Antillas o simple espacio de consumo para una industria turística pendiente de unos
cambios que no acaban de producirse en la isla? Sin duda, los valores urbanos acumulados
en su tejido y la excepcionalidad de su trazado de perfecta geometría, deberían asegurar el
mejor de los futuros para este sector.
Suburbio residencial en origen, El Vedado representa hoy una ciudad de orden abierto,
en la que conviven en equilibrio inestable las grandes villas burguesas de los años 20’
-reconvertidas en equipamientos públicos-, con los macizos bloques de apartamentos de
la “primera modernidad”, esbeltas torres en altura, ciudadelas mínimas y bodeguitas de
esquina. Una concatenación de espacios libres y numerosas dotaciones cosen un rico tejido
caracterizado por su orden complejo, un equilibrio disonante y una composición flexible,
que han transformado lo que antaño fue una simple trama monofuncional.
La Habana fue, junto a Barcelona, la segunda ciudad española a lo largo del siglo XIX, en el
anteayer de la historia de nuestro país. Una ciudad culta, refinada y avanzada, en donde el
peso de la cultura de siglos de colonización se ensambló deliciosamente con el progreso y
la modernidad del Nuevo Mundo. Y El Vedado, un espacio privilegiado donde cristralizan la
transculturalidad y el mestizaje cultural.
La investigación recorre los orígenes del proyecto, elevándolo a paradigma del urbanismo
moderno. Nacido aparentemente como elemental proyecto lucrativo de parcelación (como
tantos otros casos análogos en otros países iberoamericanos, presentados sucintamente en
la tesis), el acierto de sus decisiones iniciales, y la constante reformulación de sus anhelos
urbanos, han permitido elevar una aparente cuadrícula anónima en paradigma singular
de lo que podríamos denominar retículas-verdes o ensanches-jardín, forma particular del
urbanismo iberoamericano entre mediados del XIX y primeras décadas del XX.
Probablemente, su principal valor esté precisamente en la yuxtaposición de sus huellas
urbanas heredadas, sobre el mismo damero inicial. Se trata de poner en valor una ciudad
moderna (s.XIX) que se ha transformado más por adición que por sustitución, siguiendo un
modelo lamentablemente poco extendido. Un fragmento de ciudad que siendo una de las
últimas piezas coloniales de América (1859), bebió desde sus orígenes de las influencias
próximas del mundo anglosajón, se reivindica como modelo genuino y local.
Son las variaciones sobre la regularidad, una metáfora para reivindicar el elogio de una
urbanidad que no es simple producto de lo regular y lo regulado, sino substancialmente de
sus variaciones.
El tribunal de Tesis Doctoral fue constituido por Manuel de Solà-Morales, Mario Coyula
Cowley, Victor Pérez Escolano, Maria Rubert de Ventós y Daniel Zarza (sustituyendo a Carlos
Sambricio), el 12 de noviembre de 2009.
Un modesto homenaje al título de la célebre composición de J.S.Bach y al camino abierto por “Las Variaciones sobre la identidad…” de
C. M. Arís.
introducción
La tesis nace de la seducción de una ciudad, La Habana y se centra en el interés urbanístico
de una de sus partes: El Vedado. Suburbio residencial en origen es hoy la más privilegiada
de las áreas centrales de la ciudad. Un distrito canónicamente cuadriculado, extensísimo,
de calles pacíficas y verdes, de arquitecturas tan valiosas como variadas, de una riqueza
urbanística peculiar, que atesora el esplendor de su pasado y sugiere grandes expectativas
para su porvenir.
La Habana es la ciudad-contexto. Para muchos, un mito. Una ciudad viva que está detenida
en el tiempo, donde convive la modernidad con la tradición, donde lo mestizo es condición
esencial y no simple panfleto a la moda. Una geografía de confluencias entre América y
España, y Europa. La Llave del nuevo mundo durante la colonización y una de las principales
ciudades americanas en el XIX, momento de la génesis de El Vedado. Historia y cultura
gravitan sobre sus casas y sus calles de una manera singular, al tiempo que perdura su
particular coyuntura sociopolítica. Es el Vedado una realidad urbana excepcional en el marco
de una ciudad extraordinaria.
Los caminos que recorre la investigación confluyen en un título genérico: las variaciones
sobre la regularidad. Podría decirse que toda urbanidad tiene dosis de regularidad y de
variación, mezcladas en proporciones distintas. Pero el caso de El Vedado es particular, por
la intensidad en que se presenta esta dicotomía, sobretodo si atendemos al doble significado
de “regularidad”: conforme nos refiramos a la geometría (lo que es igual, idéntico) o a la
normativa (lo que está ajustado, conforme a la regla).
Si el trazado reticular y su perfecta construcción son paradigma de una regularidad
geométrica mayúscula, no es menos destacable el permanente uso de la ordenanza desde
los orígenes del barrio, como instrumento para regular la forma edificada, para construir la
“buena” ciudad.
Pero frente al elogio de lo regular y lo regulado, como actitud bastante habitual en el análisis
de los tejidos, la tesis hace una apuesta decidida para elevar las variaciones a categoría
de sujeto y no de excepciones adjetivas. Es este un argumento que inspira una trilogía
argumental:
Primero, la valoración del tejido actual como combinatoria de repetición y diferencia, en
donde regularidad y homogeneidad no implican uniformidad excesiva (un rasgo este, tan
propio de las mallas anodinas).
También, la atención al diálogo entre la normativa y la arquitectura, entre lo común y lo
singular. Se describe hasta qué punto la transgresión de lo regulado ha sido una actitud
repetida en la evolución del barrio y como el supuesto delito ha acabado por repercutir
positivamente en muchas ocasiones.
Y finalmente, en la elaboración de la mirada más original de la investigación: una
interpretación de la riqueza actual de El Vedado como yuxtaposición de cinco huellas
urbanas distintas, que permanecen hoy sobre el mismo soporte inicial.
Complementariamente, el subtítulo de la Tesis “El Proyecto de El Vedado en la formación
de La Habana metropolitana” explicita que la atención historiográfica al Proyecto original, y
el propio análisis de su evolución, tienen por objetivo último establecer un más rico horizonte
para el barrio en el sí de su estructura metropolitana, reclamando su potencial como centro
de una ciudad, que sigue hoy referida a sus estructuras tradicionales, especialmente a su
centro colonial.
generalidades
En las bases epistemológicas de la investigación está la aproximación des del denominado
“urbanismo de las ciudades”, des de la teorización de los procesos urbanos en base a
la morfotipología. También otras referencias variadas, como los estudios sobre las tramas
y cuadrículas, desde Leslie Martin hasta Koolhaas, pasando por Gandelsonas, Teran y De
Solá-Morales.
Las bases documentales son de fuentes originales (de archivos y bibliotecas cubanos y
españoles) pero también de trabajos y fuentes editadas: los sólidos estudios urbanos y
arquitectónicos sobre La Habana, desde los años 50’, pero sobretodo, los iniciados a principios
de los 70’ por Roberto Segre y Mario Coyula, a los que se ha sumado una fértil escuela:
Rodriguez, Rey, Rigol, Rojas o Zardoya, entre otros. Y también los elaborados desde España,
donde el apoyo institucional para la recuperación del más valioso de los legados coloniales,
ha dado lugar a aportaciones significativas, abanderadas por los profesores presentes hoy
en el Tribunal, desde Andalucía o desde Madrid.
En nuestro proceso de interpretación y construcción de argumentos el dibujo ha sido la
herramienta fundamental, por la confianza en la lectura formal de la ciudad como aproximación
específica de nuestra disciplina. Ello explica el esfuerzo en la representación gráfica, como
aportación original del trabajo. Son esquemas, diagramas y cartografías que analizan la forma
de El Vedado e interpretan su evolución, y que parecen ilustrar los argumentos, cuando en
realidad, los han revelado.
I
parte
el trazado y las variaciones
De su excepcional trazado se destaca la perfecta ortogonalidad que pauta una extensión de
más de 5 km2, ordenando unas 500 manzanas, con calles de recorrido máximo de hasta 4 y
2 km en ambas direcciones. Es un entramado urbano de primera magnitud, que debería ser
considerado como el mayor de los valores patrimoniales del barrio. Aquí, la vindicación de la
trama, pretende equilibrar el mayor reconocimiento atribuido a las arquitecturas individuales,
una atención sin lugar a dudas merecida, que pivota sobre su valor individual, más que sobre
su mérito propiamente urbano.
El trazado ortogonal define un orden superior manifiesto, caracterizado por una adecuada
disposición respecto a la geografía del lugar, con orientación 40º NO, adaptada a las suaves
pendientes y las brisas dominantes; también por su carácter marcadamente isótropo, producto
de las manzanas cuadradas y calles idénticas; y por una elemental jerarquía, que sin negar
lo anterior, determina una generosa estructura general con calles de mayor ancho repartidas
de forma equidistante en ambas direcciones.
La fuerza del trazado y ciertas constantes morfológicas componen una imagen unitaria para
El Vedado, suma de la regularidad del viario y la manzana y las variantes de parcelación y
edificación.
Con todo, sería impropio reducir su interés a la comprensibilidad del esqueleto, por lo que
en la III parte se analizan otras variables que nutren su faceta más poliédrica e inusual. Son
ahí el orden complejo, el equilibrio disonante y la composición flexible tres valores
complementarios a su incontestable regularidad.
II
parte
proyecto
Una segunda mirada se centra en la valoración del proyecto urbanístico original, analizando
el momento de la génesis del barrio, el instante creativo en el que, fijando el lugar y la forma
de la ciudad, se determinó el potencial de su porvenir. A mediados del XIX, una iniciativa
particular proponía ocupar un extenso llano situado más allá del Castillo del Príncipe, un
terreno virgen por mor de las prohibiciones militares. Precisamente su condición de territorio
prohibido, “vedado”, daría nombre primero a la finca y años después al barrio, cuyo proyecto
inicial se aprobaba en 1859.
El hallazgo del original del plano fundacional de El Vedado en el Archivo del Servicio Histórico
Militar de Madrid en 1999, fue un momento muy importante en los prolegómenos de esta
investigación, cuando el interés por la realidad urbanística de El Vedado de hoy se extendía
también a la indagación de los propios orígenes de una trama urbana tan singular.
El Plano i Perfil de la población titulada El Carmelo es un documento excepcional. Singular
por su dimensión (mide más de 1x2m), su generosa escala, 1 a 2.000 y su calidad gráfica
notable. Tres son los instrumentos que utiliza para explicar la propuesta: el plano propiamente
dicho, y dos recursos complementarios: una “vista general” – de cómo se imagina la nueva
ciudad, explicada en la perspectiva oblicua de un cruce,– y unas “referencias” – una especie
de ordenanza mínima - que obligan a una retirada de 5m respecto la calle y a la previsión de
un portal delantero de 4m. Son solo 15 líneas para ordenar todo un barrio.
La planta de El Carmelo define una cuadrícula de 116 manzanas de geometría absolutamente
regular, de 100 x 100m, de parcelas dispuestas en esvástica, agrupadas de 3 en 3; las calles
de 16 metros, vienen numeradas (como en los planos americanos). Y hasta un 10% de las
manzanas se destinan a equipamientos y parques, distribuidos sin un orden aparente. Destaca
también el trazado de las ferrovías y la posición de la estación. Ferrocarril y dotaciones son
precisamente los aspectos que explican la modernidad de la propuesta, y suponen un salto
cualitativo en relación a los modelos simétricos y centralizados de las fundaciones hispánicas
anteriores.
Cuestión controvertida es la autoría del proyecto, atribuida tradicionalmente a Domingo Trigo
y Juan Espino como promotores y al incógnito ingeniero civil Iboleón Bosque. Después de
años de persecución estéril, no se ha llegado a desvelar la figura del ingeniero, pero sabemos
que Domingo Trigo sería el único personaje de cierta relevancia por tener la concesión del ffcc
urbano durante unos años, tanto en La Habana, como en Madrid. Tampoco se ha demostrado
la intervención directa de otros reconocidos personajes de La Habana del momento, como
Alvear, De la Torre o De Noda, que sí habrían intervenido en el marco local de discusión
urbanística.
El rescate de ciertas fuentes editadas, nos lleva en cambio a sostener que Francisco de
Frías y Jacott, Conde de Pozos Dulces sería el verdadero autor intel.lectual de El Vedado.
Heredero y residente de la finca del mismo nombre, fue quien tuvo, junto su hermano José,
el papel más decisivo en el “porvenir” del barrio, algo ocultado por su actitud pro-americana
en tiempos de la colonia, que lo llevó al destierro y a la prisión. Noble de vasta cultura, de
compromisos políticos, considerado agrónomo, vivió temporadas en París, Madrid y Nueva
York. A falta de nuevos materiales que lo revelen, no podemos precisar su intervención directa
en el plano de El Carmelo, pero sus extraordinarios conocimientos, sumados al anonimato
de quien se supone autor, relegarían el mérito del trabajo técnico a las más que probables
decisiones del promotor.
Proyecto fragmentado / Proyecto modelo / Proyecto notable
El Plano de El Carmelo el germen de un proyecto urbanístico de mayor magnitud, cuya
importancia la tesis valora en tres extremos: como inusual proyecto fragmentado, como
proyecto modelo para La Habana moderna y como proyecto notable en la urbanística del
XIX.
El Vedado es un proyecto fragmentado, que a partir del plano de una de sus partes fue
armando un todo, en trámites y planos sucesivos. Son los denominados “repartos” que la
investigación rescata y analiza, que a lo largo de medio siglo y siguieron literalmente, casi
sin titubeos, las pautas fijadas en el proyecto seminal. La imagen global de la perfecta
cuadrícula, frente el complejo proceso de gestión urbanística, nos lleva a sospechar de la
posible existencia de un esquema global en origen, al menos, en la mente de su principal
promotor.
El Vedado es, para el conjunto de la Gran Habana, un proyecto modelo, por asentar las
bases de la forma moderna de la metrópolis en un momento en que la ciudad seguía creciendo
de manera tradicional: en los primeros ensanches extramuros y en las famosas “calzadas”,
mientras pensaba decidir su futuro en el proyecto del Derribo de las Murallas.
Primera aportación de El Vedado es el descubrimiento de un nuevo territorio, el poner en
valor la ciudad litoral frente a la ciudad interior. Su decisión de acercarse al mar, ocupando un
espacio “impensable”, amenazado por la bravura del océano y las incursiones de los piratas,
resultaba poco inmediata en su momento. Visionario fue El Vedado en señalar las enormes
posibilidades de desarrollo de la ciudad occidental, donde se han situado, no por casualidad,
las mejores parcelas de La Habana. Pero además, el sucesivo desarrollo de la ciudad hacia
este sector y el corte geográfico de la bahía, acabarían por situar el barrio como baricentro
geométrico de La Habana metropolitana.
La segunda aportación del proyecto, fue la introducción de una forma urbana nueva en la
ciudad, que sería el patrón de su futuro desarrollo. Su retícula fue la plasmación de unos
renovados ideales urbanísticos: la perfección geométrica y el contacto con la naturaleza,
con gran protagonismo del árbol y los jardines, sumados al portal delantero como fértil
expresión del “decoro urbano”. Fue también El Vedado primerizo en introducir los repartos
y la ordenanza como instrumentos de la gestión urbanística, sumando a sus sintéticas
referencias, las determinaciones de las famosas Ordenanzas de la Construcción de 1861.
Pero más allá de La Habana, la tesis sostiene también su relevancia como proyecto notable
en el panorama urbanístico decimonónico. Ni la escasa documentación del proyecto, ni
su contexto culturalmente híbrido facilitan un marco de comparación nítido. ¿Es El Vedado
un producto tardío de las leyes de Indias? ¿una retícula americana ex-novo? ¿un suburbio”,
al estilo anglosajón, ciudad-jardín “avant la lettre”? ¿o quizás un derivado de los ensanches,
discutidos contemporáneamente en las “otras” capitales europeas? Son experiencias más o
menos contemporáneas, en el siglo del “capitalismo industrial”, en el que Europa y América
vivieron parecidas transformaciones sociales y económicas con una clara impronta en el
urbanismo: el fenómeno del mercado del suelo y la rentabilidad inmobiliaria, asociados a la
emergencia de la burguesía y la implantación del ferrocarril.
Poco tendría que ver El Vedado con los “ensanches”, aunque sus promotores justificaran
su empresa por la “necesidad de ensanchamiento de La Habana”. No podemos sin embargo
dejar de comentar algunos curiosos parecidos con el Eixample Cerdà: su isotropía, la
manzana cuadrada, la jerarquía de vías principales y una disposición similar respecto a la
topografía. Las dos ortofotos a escala certifican tales similitudes. A pesar de su peculiar
coincidencia temporal (las dos, en su 150 aniversario) y ciertas analogías entre la Barcelona
y La Habana de la época, grandes ciudades que fueron subordinadas a Madrid, capital del
imperio en decadencia, no hemos llegado a desvelar por ahora, relaciones o influencias
directas entre ambas propuestas.
Algún mayor parentesco tendría El Vedado con las ciudades de colonización española y
los más de 300 años de ensayos sobre la cuadrícula. La manzana cuadrada, la definición
del parcelario, producto de la división en cuartos y la presencia previa de la esvástica en
algunos planos de ciudades cubanas, permiten también situar el Plano de El Carmelo como
una experiencia tardía de este histórico legado.
También el imaginario del urbanismo norteamericano estaría de algún modo presente en la
propuesta, en el momento del “boom” urbano de centenares de retículas y en los orígenes del
suburbio residencial, que encarna la “utopía burguesa” descrita por Fishman. A pesar de
su forma e identidad diferenciadas (por sus trazados orgánicos) comparten ideales urbanos
similares.
Finalmente, un recorrido por el desarrollo urbano decimonónico de las principales ciudades
iberoamericanas permite construir un marco de referencias culturales y geográficas más
próximo. Se trata de la presentación de cuatro sectores reticulares de las capitales de Argentina,
Méjico, Uruguay y Brasil, que siendo ilustrativa no tiene pretensión de exhaustividad. Esta
nos parece la más apropiada de las comparativas para evidenciar aquello de singular, de
innovador y de universal que aporta El Vedado respecto al resto de casos.
Son nuevos crecimientos del siglo XIX, desarrollados en ciudades que vivieron procesos
análogos a La Habana, con un importante crecimiento demográfico y una masificación de
sus centros. Denominados por Sica como “barrios periféricos burgueses”, fueron nuevas
oportunidades de negocio (por convertir fincas rurales en nuevos solares urbanos) que
proliferaron como “fraccionamientos”, “urbanizaciones”, “repartos” o “colonias”, según los
países. Un episodio apenas abordado desde una perspectiva comparada, seguramente, por
el relativo interés de las propuestas en sí.
El primero de los casos analizados es el de Belgrano, barrio al norte de Buenos Aires,
presentado por su análoga localización: una retícula aislada que nace a cierta distancia de
un centro expansivo, bien articulada a través del ferrocarril. La relación discontinua respecto
la trama preexistente, es una cuestión inadvertida en la actualidad, pero evidente en los
planos de la época. Los vecinos del lugar tomaron aquí la iniciativa de construir un nuevo
poblado, inicialmente de unas sesenta manzanas y que acabaría por tener una dimensión
importante.
Las colonias de México DF son también contemporáneas a El Vedado, y el caso de Santa
Maria la Ribera nos interesa por ser el pionero. Según plano levantado el mismo año 1859,
se ordenan unas cincuenta manzanas rectangulares entorno a un eje principal. Se trata de
una propuesta que sigue aún la tradición colonial y pese su ambición inicial, no acabará
concentrando grandes casas aisladas, desplazadas a la posterior Colonia Roma (en ciertos
aspectos más parecida a El Vedado). A pesar de su mayor heterogeneidad, las colonias son
las piezas que fundan también el salto desde la ciudad colonial a la formación de la gran
metrópolis.
Más tardíamente, el barrio de Pocitos, en Montevideo, es ejemplo de un nuevo crecimiento
urbano que descubre las bondades del territorio litoral de la ciudad. El barrio se asienta
sobre un ámbito de fuertes analogías, por su contacto con la costa y las suaves ondulaciones
que se deslizan hacia el mar. Emplazado lejos de la ciudad, cuando la costa era solo un
basto arenal, su desarrollo estuvo vinculado a la compañía del tranvía del este y a los baños,
balnearios y hoteles que ahí se ubicaron. Fue, como el caso de El Vedado, una experiencia
urbanística sustentada en la cultura del recreo y la higiene, para convertirse en espacio de
veraneo de las familias adineradas, pese a su acotada extensión y su torpe geometría.
Finalmente la Villa América de Sao Paolo, es el más tardío y distinto de los casos. Su selección trata de ilustrar la imagen de
esplendor de la ciudad de la burguesía, en este caso, de la “élite cafetera”. Se trata de una retícula de geometría variable,
estructurada respecto a un eje principal: la Avenida Paulista, un fantástico paseo de grandes residencias convertido hoy en
eje central de la metrópolis. Es el mejor ejemplo de la “exclusividad”, como valor urbano plasmado en los “jardims”, “villas” y
“palacetes” paulistas.
Son junto a El Vedado, ejemplos que comparten unos rasgos comunes: una cierta autonomía respecto la ciudad central, una
nueva forma urbana más geometrizada, la incorporación del higienismo y del contacto con la naturaleza y la construcción de
una imagen representativa del poder burgués. En su conjunto llegarían a configurar un episodio urbanístico y una forma urbana
propia, denominados quizás “ensanches verdes” o “retículas jardín”. La comparativa entre el parecido inicial de estos
sectores y el contraste con su correspondencia actual, es ilustrativa de la capacidad de transformación y permanencia que
estos han tenido en relación a El Vedado.
III
parte
huellas urbanas yuxtapuestas
En la III parte se compone la mirada más calidoscópica,
presentando El Vedado como una suma identidades. Se
trata de la permanencia de cinco huellas urbanas que se han
yuxtapuesto sobre un mismo soporte reticular. La metáfora,
tomada de las huellas dactilares, parece aquí oportuna, cuando
estas impresiones diversiformes revelan un micro orden de
opacos y translúcidos, de continuidades y cortes bruscos, que
es identificativo de cada individualidad.
En El Vedado, las distintas huellas tienen su forma propia y son
el poso de los “momentos” urbanos más interesantes, cuando
un pensamiento global sobre el barrio cristalizó en su tejido de
forma precisa. Podrían ser resultado de una planificación general
(de un plan maestro o de una normativa), pero acaban siendo
la suma de actuaciones más aisladas, independientes, incluso
esporádicas. Y aunque tienen una relación cronológica, no nos
interesan como literales episodios de una biografía urbana, sino
como “urbanidades” yuxtapuestas en la actualidad.
Surgidas en un contexto socioeconómico, político y cultural
particular, introducen una nueva visión general, e intensifican
su actuación sobre calles o manzanas, parcelas o volúmenes,
densidades o usos. Son la crónica urbana de una transformación
sucesiva, que pocas veces guía la indiferencia, algunas la
colisión y muchas el diálogo en conflicto. Son una auténtica
exploración de las posibilidades del damero, las “variaciones de
la regularidad” que la tesis pretende construir.
Cinco son las huellas reveladas, cada una con su forma general
de organización: la primera ordenada según un esquema Lineal,
la segunda de naturaleza sistémica, la tercera de organización
Isótropa, la cuarta de una visión jerárquica, y una quinta que
tiene forma de Mosaico.
La primera corresponde a “La ciudad de la “Línea”, de cuando El Vedado fue la “barriada
del ferrocarril”. Es una impronta tejida en los momentos iniciales del barrio y, de un carácter
relativamente modesto, que el posterior esplendor no ha conseguido borrar. Las crónicas de
hasta finales del s.XIX dan cuenta de un cierto fracaso inicial, cuando en las tres primeras
décadas fueron pocas las casas y excepcionales las calles.
La primera urbanidad de El Vedado se organiza en un esquema general en “espina”, mucho
más elemental y económico que la “cuadrícula”, mostrada en los planos de finales del XIX.
Tres serían las principales aportaciones de este momento:

En primer lugar, la “Línea” del camino de hierro urbano, que daría nombre para siempre
a la calle 9, arteria de tráfico y condición misma de la existencia de la ciudad de este
momento, como si se tratara de la Ciudad Lineal de Madrid. De gran importancia para El
Vedado fue el proyecto del trazado de esta infraestructura, que primó la relación con la
topografía más que las directrices del damero, provocando una contradicción geométrica
que se podría haber evitado. La Línea marcaría para siempre la inflexión topográfica, la
excepción en la cuadrícula, siendo un lugar central y un eje vertebrador.

Otra característica es su vinculación con la cultura del ocio y la higiene, explotada por los
promotores desde la puesta en marcha de la ferrovía, montando excursiones dominicales
e instalando los famosos baños de mar. Los del Progreso fueron los primeros en llegar,
seguidos de otras tres instalaciones, que resistirían hasta los 50’. Muy importante fue el
pronto establecimiento en este mismo paraje del primer hotel, en 1883, cuando el original
Salón Trotcha puso de moda un lugar en el que pocos creían. Unos y otros dotaron al
barrio de cierta áurea de prestigio, que contrasta con su dimensión más modesta y menos
divulgada por románticos e historiadores.

Para ello, resulta interesante confrontar las ciudadelas con las quintas, como tipos
originales más frecuentes. Las quintas de carácter noble, importadas progresivamente del
Cerro (el barrio aristocrático extramuros). Y las “ciudadelas” (como humildes edificaciones
de una planta, entre medianeras, de ocupación extensiva, divididas en simples habitaciones)
un tipo que no estaría lejos de la imagen del plano original.
Su antagonismo funda un primer grado de variedad y el carácter socialmente mixto de una
urbanidad naciente. Con ello, se desmiente taxativamente la tesis que el propio topónimo
“vedado” pudiera responder a una supuesta condición elitista, prohibitiva para las clases de
menores recursos.
La Segunda Huella Urbana introduce la visión sistémica sobre la trama y se corresponde
con los ideales de la utopía burguesa, alentada por los referentes urbanísticos de las
primeras décadas del siglo XX: la city beautiful, los park mouvements y los ideales de la
ciudad jardín.
Este nuevo momento urbano no nació de una planificación global, sino de la adición sucesiva
de nuevas villas, en el momento en que las quintas se imponían a las ciudadelas en su
particular duelo. Entre 1915 y el crack del 29 se construyeron las grandes villas de El
Vedado: una decena de espléndidas casas de los lenguajes arquitectónicos más diversos,
con frondosos jardines que llegarían a ocupar hasta una manzana entera
Villas eclécticas de dimensión más común fueron sustancia y arte de un renovado tejido,
ocupando parcelas de tamaño inferior, subdivididas de aquellas previstas en la esvástica
inicial. Su pretensión arquitectónica fue muy notable, como lo muestra una selección de las
casas publicadas en la Revista Arquitectura hacia 1918. Unas y otras convirtieron el barrio
en el centro de las élites.
Con la expansión de las villas más modestas, se confirmaba el mantenimiento de un espacio
mínimo de separación entre edificios, que aseguraba en adelante una peculiar permeabilidad
a las manzanas, y una impronta igualmente singular sobre las calles, compuestas para
siempre de secuencias e intersticios.
Parece como si El Vedado tomara, en este momento, conciencia de su forma general, en el
acto concreto de urbanizar y especializar sus calles, construyendo un entramado dibujado
en los planos pero inexistente en la realidad. El tranvía diversificaba su recorrido, mientras
se adecuaban calzadas y aceras y se plantaban los árboles y jardines. El análisis de las
licencias de obra y los planos de las nuevas calles dan medida del auge de este momento y
muestran la ocupación de los terrenos más elevados, al sur de la Línea.
La localización de grandes equipamientos en manzanas enteras, la urbanización de las
monumentales avenidas y el ajardinamiento de los parques “republicanos” ahondaron en esta
misma visión. Fueron actuaciones promovidas por el gobierno de Machado y Céspedes, pero
también resultado del impulso de las decisiones individuales y la custodia de la Asociación
de Propietarios y Vecinos de El Vedado, un colectivo que ejerció una importante tutela en
años fundamentales para el desarrollo del barrio, llegando a editar su propia revista que es
un fiel testimonio de su actividad y preocupaciones.
Hacia 1925 el arquitecto paisajista Forestier y su equipo elaboraron las primeras versiones
del “Proyecto del Plano regulador de La Habana y sus alrededores”, que se revisaría a
posteriori. Existe una notable controversia sobre la autoría de las principales ideas que se
proponen, respecto a planes previos elaborados por Montoulieu o Martínez Inclán. A pesar
de la expresividad de los trazados en diagonal, sus mayores aportaciones fueron la visión
monumental y paisajística de la ciudad, la definición de los sistemas principales y la ubicación
del gran centro de la ciudad, precisamente en el límite sur de El Vedado (lo que sería en el
futuro, la Plaza de la Revolución).
Los proyectos del arquitecto Forestier son la rúbrica de las ideas de la segunda huella urbana
pero no están en los orígenes de la misma. La visión sistémica de la ciudad es más evidente
aquí, desde la visión global. Sin embargo, su Plan no estableció las pautas e ideas urbanas
de El Vedado, sino que se trazó sobre aquel mismo lienzo en el que, punto por punto, El
Vedado como un gran “barrio-jardín” había consolidado su representatividad y desvelaba el
potencial de una trama hasta entonces oculta.
La Tercera huella tiene un carácter radicalmente opuesto a la anterior. No surgió de la voluntad
de convertir El Vedado en un barrio más bello. Sino que, como tan a menudo sucede en la
ciudad, fue un producto del oportunismo más elemental. La fuerte demanda de viviendas
en la ciudad dio origen a la proliferación de pequeños bloques plurifamiliares, como simple
negocio inmobiliario. No obstante, sostenemos que aquello que se originó desde el más
elemental espíritu de especulación económica, acabaría por definir también una marca
concreta y positiva, con unas lógicas urbanísticas propias en un modelo de ciudad más
urbano y densificado.
Cuestión fundamental fue la definición de una nueva identidad isótropa. El esquema
reconoce la posición de los bloques plurifamiliares en El Vedado actual y resalta su relación
con las esquinas. Podríamos decir que en este momento el protagonismo de las calles
sobresale en los nudos, como espacios de transformación del damero.
La cuadrícula de casas del plano de Iboleón, había pasado a ser, en un segundo momento,
un entramado de calles con casas aisladas. Y se convertía aquí en una retícula nodos.
Desde el punto de vista formal, se producía una densificación volumétrica de los vértices
de les manzanas. Desde el punto de vista funcional, aparecían comercios y servicios en
las plantas bajas. Esta fue, sin lugar a dudas, la mayor de las aportaciones urbanas de este
momento.
Los nuevos tipos aparecen con cierta variedad, según su tamaño y disposición. Abundan
los bloques pequeños en esquina, dispuestos en grupos de 2 a 4 unidades; también los
bloques profundos en parcelas centrales, los más especulativos, con profundidades de hasta
40 m y un efecto muy negativo en el interior de manzana. Progresivamente su composición
residencial exclusiva se enriquecería con la introducción de los modernos comercios en
planta baja. Sus pautas de distribución, densidad y evolución, son presentadas a través de
la selección de algunos edificios concretos. El detalle de un fragmento del plano, evidencia
como la oportunidad de les parcelas se impone sobre la lógica de los trazados.
Por fin, interesa destacar como el proceso de densificación obligó a modificar sucesivamente
las regulaciones establecidas para el control de la ciudad jardín; la altura máxima permitida,
la aparición de las plantas semisótano, las rampas de los garajes, la eliminación de las
vallas.... Fue en realidad una trasgresión consentida, cuando no se violó la más elemental
de las reglas: la separación a los límites de parcela, es decir: la retirada respecto a la calle y
el mantenimiento de las fachadas laterales. El perfil de la calle se modificó progresivamente,
perdiendo homogeneidad pero ganando complejidad. Y como es habitual, tampoco la
norma llegó a dictar el orden, sino que fue a remolque de la arquitectura, de las decisiones
consumadas por arquitectos y promotores.
Esta es la huella de la gran dimensión y la gran escala. Grandes alturas de la edificación,
de cuando el anhelo de crecer hacia el cielo se convirtió en ley. Pero también la gran escala
de cuando El Vedado fue redescubierto como distrito central dentro de una Habana en
transformación.
Paradigma de este nuevo momento urbano fue el conocido como Plan Piloto de La Habana
de 1959, desarrollado por el equipo de Sert con Town Planning Associates, por encargo de
Batista y los intereses del capital norteamericano, para ordenar una metrópolis de servicios
de más de 2 millones de hab. Este es un ejemplo de los planes funcionalistas que fueron
despreciados por los intereses que los motivaron, y por algunas propuestas rotundas respecto
los centros históricos, pero que aportaron en cambio, una reflexión interesante sobre la
organización extensiva de la ciudad. Excelentes estudios recientes han analizado al detalle
la dimensión de esta propuesta.
Para el caso concreto de El Vedado, y como había sucedido con Forestier 30 años antes,
el Plan vendría a ser el colofón de las dinámicas y acciones características de la década de
los 50’. El importante empuje del barrio fue interpretado en clave de sus posibilidades en
el futuro desarrollo de la ciudad, previendo una densidad máxima en el sector oriental, que
concentraría hasta 200.000 hab. En el borde del litoral, la concentración de áreas de ocio,
grandes casinos y clubs, se convertiría en auténtica caricatura del Plan.
El análisis del anteproyecto sobre una cartografía actual permite valorar la propuesta de una
nueva estructura general para el Vedado, como si su generosa jerarquía viaria fuera aún
insuficiente. La especialización de los ejes –los de tráfico, verdes y cívicos- definía una nueva
estructura de supercuadrantes, de hasta 10x10 manzanas y de macrointersecciones en el
frente litoral y en el mismo centro cívico de Plaza de la Revolución.
La mejora de la accesibilidad y la preocupación por el tráfico había llevado a completar
los enlaces de las principales vías de El Vedado con el sistema general de la ciudad: la
prolongación del Malecón, nuevos puentes y túneles para atravesar el río y las conexiones
de Avenida Paseo al sur y calle 23 a este. La desaparición definitiva de los antiguos tranvías
representaba en este momento la modernidad y El Vedado se convertía en un distrito modélico
por su perfecta adaptación a la nueva movilidad y la sustancial mejora de sus accesos. Los
pocos espacios no ocupados de su extensión, en el frente litoral y la denominada Rampa, se
convertían en las mejores oportunidades de toda la ciudad.
La escena del documental soviético “Soy Cuba”, dirigido en 1964 por Mijail Kalatozov, describe
la opulencia de El Vedado de este momento. La panorámica en el desfile de la terraza del
hotel Capri, parece capturar la atmósfera de la que fue en estos años la ciudad objeto de
deseo. La omnipresencia del colosal edificio de apartamentos FOCSA da muestra de las
posibilidades extremas de la retícula, cuando se implantan 400 viviendas con espléndidas
vistas en una mastodóntica pantalla, erigida en el mismo cuadrado de 100 m de lado. (Soy
Cuba, O mamute siberiano 41,55’ – 42,26’)
La zona de la Rampa concentró a principios de los 50’ la mayor dinámica, cuando se
completaba el espacio vacío de las 6 travesías del extremo oriental de la calle 23. Se formaba
un área de centralidad que congregaba los mejores hoteles, tiendas, shoppings y clubs, cuya
inercia se extendía por toda la calle, que se legó a denominar “el Broadway de La Habana”.
Pionero en introducir la arquitectura del Movimiento Moderno fue el edificio Radiocentro.
Emplazado en el principal de los cruces, 23 y L, este introducía la complejidad funcional y una
nueva relación con la calle. También el edificio del Seguro Médico resulta aquí ejemplar, por
su volumetría, dimensión y programa funcional, por su intensidad de uso, su combinatoria de
funciones y su diálogo volumétrico con el entorno.
Pero más allá de las singularidades de la Rampa, este momento urbano dejó en El Vedado
unas largas sombras sobre la retícula, colocadas de forma dispersa en parcelas de esquina
rentabilizadas para la ocasión, situadas principalmente respecto Línea y Malecón. Nuevos
edificios de hasta 30 plantas, cuya construcción se incentivó con la aprobación de la Ley de
propiedad horizontal del 52 y un acuerdo específico para las alturas de El Vedado de 1953.
Origen de la V huella urbana fue el triunfo de la Revolución el 1º de enero de 1959, que significó
una auténtica sacudida sobre las estructuras políticas, económicas y sociales precedentes y
representó para El Vedado una última variación en la forma de interpretar el damero.
La Revolución vio en el espacio urbano uno de los escenarios de transformación social.
La explosiva Ley de la Reforma Urbana de 1960, consiguió su objetivo de eliminar las rentas
de especulación del suelo y la edificación, recuperando gran parte del patrimonio privado
para el uso público, componiendo una nueva importa, en forma de mosaico de espacios
colectivos. En este caso su aportación no estaría ni en la forma ni en la distribución de los
nuevos objetos construidos, como había sucedido anteriormente (sobre parcelas o edificios,
densidades o volumetrías) sino en el re-uso del patrimonio construido y la recuperación
cívica del espacio urbano. Una huella con una presencia menos evidente, pero mucho más
menuda y más fibrosa que la anterior.
Los nuevos iconos urbanos son en este momento los espacios libres colectivos. Destacar
primeramente el parque Heladería Coppelia, un proyecto de 1963, que se ubica justo en
el cruce de mayor centralidad, al lado del Colosal Habana Libre, ocupando una generosa
manzana “ganada” a un gran proyecto inmobiliario, que estuvo a punto de ser alzado aquí.
La carga simbólica de la operación no pudo ser mayor.
Un mismo espíritu guió la decisión de localizar las actividades del Congreso de la UIA del
mismo 1963 en La Rampa. Una gran ocasión para la apropiación colectiva de un espacio que
había sido secuestrado por el turismo y que pasaba a convertirse entonces en el gran icono
urbano de la Revolución. El Pabellón Cuba fue aquí la más emblemática de las actuaciones:
una enorme losa suspendida que ocupaba unos solares expectantes, como brillante ejemplo
de una nueva transición espacial entre los dominios público y privado: en la sucesión de
calle, parcela y edificio.
Si en el momento de eclosión de la Rampa se destacaron las encrucijadas “construidas”,
las grandes sombras arrojadas sobre una topografía “rampeante”, en esta nueva visión
prevalecieron las encrucijadas “vacías” y la fluidez de movimientos entre el espacio público de
la calle y unas plantas bajas reconvertidas en sedes del congreso. Significa la contraposición
de los valores del plano del suelo a los de las grandes volumetrías. Y la voluntad de dignificar
la calle, convertida en espacio de creación artística, para redimir la segregación social y los
recorridos de la opulencia y el vicio. A pesar de lo efímero del congreso, la huella del evento ha
permanecido en décadas, siendo la Rampa un auténtico hito para sucesivas generaciones.
Análogamente se tomó la iniciativa de recuperar los denominados “solares yermos”, las
parcelas no ocupadas que se “congelaban” como zonas verdes o reservas para las futuras
demandas sociales.
El poco alcance que estos tienen hoy en el Vedado se compensa ampliamente sumando
una miscelánea de espacios y edificios destinados a pequeños equipamientos, centros
institucionales, gubernamentales o asociativos como lugares de lo colectivo, distribuidos en
el profuso patrimonio edificado. Es la huella de la mixticidad funcional, complementaria a
un uso residencial preeminente: de los agromercados y los institutos, de los comedores y las
embajadas, de los CDR y los círculos infantiles, de las clínicas y empresas mixtas. A las que
se suman además, el comercio de proximidad ya preexistente y en la última década, una
incipiente red de “microturismo” doméstico, de paladares y “bed and breakfast” locales que
dotan de un nuevo ingrediente al entramado funcional.
Esta combinatoria es particularmente interesante en los puntos de intersección: lugares de
confluencia entre villas en esquina convertidas en sedes asociativas, de comercios en las
plantas bajas de los bloques aparatamentales, del servicentro y la gasolinera en un solar
medio vacío, del mercadillo y la bodega. Los movimientos y el uso del espacio exageran su
condición reticular, como una alternancia entre frentes y nudos multiforme
*
epílogo
No es pretensión de la tesis imaginar las huellas del porvenir de El Vedado, como no lo ha
sido destacar sus déficits y amenazas actuales. De todas maneras, la propia aproximación
disciplinar invita a situar brevemente algunos temas de su presente y su futuro en un epílogo,
a modo de excursus.

Se apuntan, por ejemplo, las similitudes de El Vedado con el modelo de ciudad jardín
intensiva. Un modelo urbano de rigurosa actualidad, planteado entre otros, desde Francia,
en proyectos concretos y actuales para distintas ciudades.

También el interés de conservar el grado de sociabilidad urbana e intensificar su mixticidad
funcional, una cuestión especialmente sensible en una hipótesis de cambios en el contexto
sociopolítico.

A un nivel mucho más concreto, observar la elasticidad de la sección de la calle, con
la distancia de retirada y el porche delantero, que ofrece un extraordinario abanico de
posibilidades de actuación parcial, sobre la base de mantener el carácter isótropo del
viairio.

A gran escala, se fija la atención sobre el marco perimetral de la retícula, como un tema
evidente que suscita atractivos proyectos urbanos. No solo en el parque-infraestructura del
Malecón, sino también en el trazado dotacional de Zapata y en el gran parque del río.

En relación a la estructura interna, se intuyen estrategias de intensificación micronodal,
desde las intersecciones, alternativas al esquema de zonficación del plano regulador de
2004. Los ensayos acumulados en el propio tejido, de dimensión y escala distintas, pueden
ser una primera referencia.

Cuestión importante es conservar el grano del tejido, controlando los procesos de agregación
parcelaria (para evitar los grandes tamaños propios de los downtown). Así como controlar
también los procesos de substitución, que aún intensificándose, debería ser graduales.
Experiencias locales e internacionales serían indicativos

Y finalmente revisar el tema patrimonial. La bienintencionada Declaración de El Vedado
como Conjunto Urbano Histórico, salvaguarda los valores individuales del patrimonio
histórico-artístico. Pero hemos visto como la propia diversidad de los conjuntos es, desde
nuestro punto de vista, un valor superior. Convertir la diversidad en patrimonio significa
hallar los mecanismos urbanísticos adecuados para asegurar, a través de las intervenciones
contemporáneas, la conservación de los distintos valores del pasado.
La música de las cinco huellas urbanas de El Vedado sigue sonando hoy, insólitamente, en
el pentagrama del plano de Yboleón. Un espléndido futuro aguarda al sector, como ámbito
central La Habana del nuevo siglo. Ante tal perspectiva convendría seguir mimando sus
notas, entendiendo sus ritmos, para evitar trivializar, en una melodía convencional, su sutil
composición armónica.
** *
de tesis a libro
El lenguaje, el formato y los materiales de la tesis son análogos a los presentados en
algunos de los títulos presentados en la colección Arquitesis.
La adecuación al formato libro requeriría excluir los apartados más metodológicos y
los registros exclusivos de la investigación. El grueso del texto, sin embargo, podría
presentarse sin mayores cambios que los sugeridos por el jurado y los requeridos en
las correcciones estilísticas.
La elaboración del libro podría ser una buena ocasión para mejorar algunos materiales fotográficos de la tesis (fotografías actuales). Si bien las obras arquitectónicas
más reconocidas de La Habana han sido ya muy publicadas (llegando al abuso de
su cariz decadente), no son tantas las buenas tomas “urbanas” de este sector en
particular, a pesar de los materiales que atesora.
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