Núm. 6, 8 de febrero de 1852

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Aderáis d» su» eompoMioMl combinadas, los mas célebres pinto­
r a o-* tan legado obras que p o d a n limar casuales, y en la? rua­
ca no lan tenido mu intención, que la de reproducir el aspecto de un
paisaje 6 de una ttsommiu que acaso llegó i Ajar «n» mirado*. Con el
objeto de hallarse prevenido« para estot encuentros fortuito?. llera lian
algunos siempre consigo unas tablillas destinadas i recibir el (irimer
borrador de lodo lo que el arte dehia traducir después. La escuela fla­
menca «ministra abundantes aludios de a te género. Aun euando el
pia'or do han imaginado consignar sus idea? en semejantes obra?, se
busca siempre una aplicación en ella» y *c intenta darles un sentido;
la imaginación compone la égloga, la titira i el jioema que el artista
nunca creyó escribir. Y cuando asi nos esfuminos |>ara adivinar a.puna cosa’bajo una* facciones ó unas formas, que tolo aspiran 1 caitirar nuestra atención arlisüea, ¿obedecemos por ventura 1 una cos­
tumbre? ¿No seguimos mas bien el impulso de la previsión. En otros
término?, ¿es posible reproducir, con auxilio del pincel, uno de los as­
pecto? de la vida, de una época, sin turnar de eUa una parte de su poe­
sía y de su historia?
_
8 be Febueüode 1832.
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
42
Por nuestra parte no lo creemos. Cada siglo tiene su luí moral que
todo lo aclara: en vano busca el artista al su r su personaje 6 un rin­
cóndel horiionte, porque no podrí impedir que su obra revele el mun­
do, esto es, la época que le ha servido de modelo; ni evitará que el
rayo de sol que ilumina m cuadro, señale la estación del año y la
hora del din.
Los paisajes y las relratos no revelan «oto un sitio ó un personaje,
(iho el carácter general del tiempo y del país á que jicrtenecen. Para
el que sabe examinar, una casa, unos árboles, un rebaño, son objetos
llenos de revelaciones sobre ol clima y sus ««lumbres; un traje, ima
rabeen, ofrecen mil pormenores secretos acerca de una época.
Apesar de todo, estas observteloncs, fáciles cuando se trata de dis­
tinguir caractéres gmerale* <i analitarun aspecto histórico, llegan á
ser mas confusas, 4 medida que descendemos á examinar los detalles
que se nos presentan. Lo que ha consignado el pincel del artista per­
manece muchas veces como un jeroglifico, que se esplica contradicto­
riamente por medio de muchas claves; el acento de la pintura no o*
=ietupre bastante claro ni bastante alte para que estemos seguros de
oírlo bien, y tal ver cuando creemos traducir sus palabras, no traduci­
mos mas que su pensamiento.
A estas rellcxiones nos lia conducido el ostudiode la muge de Mú­
ralo, quo representa nuestro grabado. Seno« flgnraquela belleía
algo material de sus fricciones, que su gesto y su sonrisa convienen í
b jóven morisca que está destinada á vivir con su amo, no como es­
posa , sino como esclava. Las rosas qne pnrceo ofrecer con risueña su­
misión son un símbolo: día da á su amo su juventud, su grada, su ale­
gría, y nada puede exigir en cambio. Cuando mas se lo permitirá que
i idoque en su turbante una flor, quo se marchitará tan pronto como
•ib esperan»«.
No bastaría por «orto cambiar el traje de la mora para conver­
tirla en cristiana. Esa no es por cierto la casta y noble espresion do
iihs Ciinodora. Tal v a encontraría Murilio á esa jóven en la puerta
•1« alguna de las casas que en otro tiempo poseyeron sus abuelos, on
U cubierta do algún buque do Tunea ó de Trípoli, al andar en una rada
española, ó entro los individuos do alguna tribu de gitanos. El carácter
■le su rostro llauiaria desde luego la atención del artista,y 1a retrataría
iura perpetuar «u* sensaciones; pero como estas 1» abriuaban lodo, todo
nos h lian revelado: la cubierta nos lia permitido « a ruinar el interior,
y el retrate se ha convertido op ti|>o.
Este w el carácter do los grandes artistas: siempre reproducen lo
que observan con una delicada» que uad» dojn quepedir: sou unos ca­
petas que rollejun las imágenes con todos los colares, todos los movi­
miento» y toda la espresion de la realidad.
CHISTES OE Ü(JEVEDO
SSTSlACTADOS
de
su s
omas
FOÉTICA».
(Conclusión.)
¡Triste de te velado
Qne entre tanto doblon se ve cornado!
Pelóme, mas en suma
Para su fama me dejó una ploma:
Si meentiendes ni le entiendo,
pues cátale que soy culto.
Echó el cielo su capole
por no ver un caballero
que al contar sirvió de cero
y al torear de cerote.
La llano» de tu cara
La vista equivoca, pues
pasara por ser embés
si un qjo no le sobrara:
Doña Alcachofo compuesta
1 imitación de las nacas,
basquiña* y mas basquiñas,
carne poca y muchas foldas.
Lo que de nuevo y de viejo
pasa en aqueste lugar,
on las bija» y en las madres
cerrado y abierto está.
En el rastro que han dqjado
los amantes que se van,
la niña que qnedó vaca
vendo camero ai galan
Abril qne á Febrero huía
empezó ayer á Mayar,
y hoy á manera de Marta
no» ha vuelto el vendaba).
¿Tú plome» qne nos obligas
eu ¿»licitar el parlo
de quien nos come un ratón
Y noa cena doa guapos'.’
Dos dedos estoy de darto.
Aguédllll, el rico temo;
mas no lo quieren »llar
aquellos mismos dos dedos.
Yo llevo bien por la calle
el sobredicho retablo;
inlaire lleva las almas
las boiras mi garabato
Hijos somos do Adan en « lo suelo,
La nada es nuestro abuelo;
Y ralfeteisle vos tan parecida
Que apenas algo sois en esta vida.
Vivo en la Puerta Cerrada
para los dinero» trasgos,
y para los dadivosos
vivo en la eslíe de Franco“
El qne por ti se muere en dulces laxos
Muere con propiedad por tus peduos,
Y cuando abundas de hermosura en bienes
Tantos remiendos tienes,
Hermosísimo bien del alma mía.
Que riendo tan cruel paree« pía.
El rostro, peno de agua,
ya de perro chino salo;
no enseña menos ser hombres
el parecer mas á (railes.
Y eres asi á la espada parecida.
One mata mas desnuda que vestida,
Y á ti no mueve de mi Mantee! rio,
No sé si por ser agua ó por ser mió.
Marica, yo confieso
One por tenerte amor no tuve seso;
Pensé que eras honrada,
Mas no hay verdad que tanto sea probada.
De entrada diste en ser entremetida.
Y salistete al fin con ser salida:
¡Válgate, y quien pensara
Que hirieras tal barate de tal cara!
salió vejiga con ojos,
á si ten desemejante,
que sns mayores amigos
nolevian, con mirarle.
Lo mejor de lasmugeres
se han engullido los coche?,
camelas donde se ven
soloca betasjr alones.
Lo que ayer era estropajo
que desechó la sartén,
boy pliego manda dos mundos
y está amenatanto i tres.
Miróse la viejecill»
prendiéndose un alfiler,
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
Si 4 los hombres les queremos
pata pelarlos ac4,
y vienen pelado* ya;
¿ sino hay que pelar, que haremos}
y v*i on orejun ton locos
donde buscó un Aranjuez.
Y i bota de noche un diente
rere* f i de oscurecer
£n esto por un repecho
vió venir 4 sus costillas
uu vecino de ios cama
convidado de ellas mismas
Tomando estala sudores
Marica en el hospital,
que el lomar era «alumbre,
y el remedio es el sudar.
En ai seguimiento parle:
4 cinco uñas camina,
y cansado de malar
entre sus dedos le hila.
Por no esUr 4 la malicia
labrada su voluntad,
fuá su huésped de aposento.
Antón Martin el salan.
'
Sa cabello es un cabello
que no le ha quedado mas,
litóme el león su cuartana,
diomoel escorpión su lengua,
virgo el deso» de hallarle
y el carnero su paciencia.
No hay necio que no me hable,
ni vieia que no mo quiera,
m pobre^que ooiue pida,
ni rico que nu me ofenda.
Agua me falla en la mar
y la hallo en las taberna«,
que
ten y el >tno
wn aguado* donde quiera.
m i >»n tu«
,yue 4 la muger no le ruóte
el róndenme un «bello;
y que por llevarme el diablo
mo Uo*o I» que uu tengo!
No H lea daba de ante«
I«ir nmúiimc* un cuerno,
yAbo» por eouiiniotte*
k leí dau iiui de qulmcnl. ,
DormUles y mu muger
tu liaste* il desfortar,
y hoy en durmiendo un mando
baila 4 su lado otro Adán
Un animal en la India
con solo un cuerno derecho,
puede ser: mas jiara ací
poco se me hace un cuerno.
Si os14 vivo quien le vi*
toda tu historia es mentira-,
pues sino murió, te ignora,
y si murió «rio afirma.
1'lb que de panjai al Irolc
han sido mis compañeros!
De desechar los callones,
pasó, gran señora, el (¡ampo.
ya eí callón desecha al hombre,
y no el hombre los gregüesco«.
Lossombrera» y ropillas
se han ingerido en los miembro«,
de por vida son las rapas
y las camisas pellejo.
Tus dr* fijos, Mari-Perer.
de puro dormidosroncan,
y duermen Unto, que sueñan
que es gracia lo que es modorra.
Calvos van los hombres, madre,
calvos van;
mas ellos cabellarán.
I
Los módicos con que uur»«
los dos qjo* con que matas,
bachillera por Toledo,
doctores por Salamanca.
Bascábanse con las uña»
en paz las antiguas damas.
y hoy con espiguillas de oro
dan en agrimir la caspa.
Si sale por la mañana
de su pescuezo un peón,
le anochecera en los lomo»
¡r ha de ser buen andador
Mis armas ion un acudo
y lucran mejora do».
cuanto va del que a «ncjll»
■I caballero doblón.
Pautaunas acecinada»
siglo» que amiáis por las calle*,
muchachas de los finados
y calaveras fiaiubre«.
Oaros Ultimo quisiera,
dineras, señora, no;
t aunque ion poco*, la» gana.
dároslo! menos rao.
r
Yo me rali de la corle
4 vivir en par. conmigo;
que bailan treinta y tres año»
que para lo» olio* vivo.
Las mugare« de osla tierra
tienen muy poco artificio;
mas son de Jo que hs otra*,
y me salten i lo mismo.
Fulanito, Citando.
entremés de la Pasión,
tú que hacas los graciosos
en la muerte del Señor.
El pobre no aguarda ó irse
para decir que está ámente,
que en ninguna parte esll
el que dinero no tiene.
Doncella dicen que ful
(el Señor aabe et mienten),
quien me hiw dueña no supe,
y pagáronme!'! siete.
Pidiéndole está dineros
Doña Becenguela 4 Antoo,
y él entre si está pensando
de dárselos entre no.
Duque que guarda t i ducado
y da la conversación,
alabarle ¡a llaneza
y conjurarle d humo'.
■13
44
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
las de Madrid, por lo hermoso
y por lo mucho que cuestan.
Condes que dicen no quiero
tan claro al demandador,
ya que no son condes claros
harto daros condes son.
Chilena ha sido mi lengua
habrá un abo: y atora torno
á la primer taravilla,
agua va, que las arrojo.
Selvas y bosques de amor,
dehesas, sotos y campos,
quien os cantaba soltero
os viene i mugir casado.
Pues siendo atril de San Lucas
soy la flesU de San Marcos.
Piensan que ne les entiendo,
yo pienso de ellos lo propio;
miranme y liáronme gestos;
_
mírelos y bágolos cocos.
Si estando con mi mnger
columbro brújula de oros,
hago como que me fui
y aunque roe quedo no estorbo.
Todos pretenden casada
porque á lodos les parece
que gusto que tiene guarda
es mas hazaña vencerle.
Y con esto aun es tan vano
de mi cabeza el entono,
que * quien me los pone 4 mi,
parece que se los pongo.
Yo, el menor padre de todos
los que hicieron ese niño
que concebísteis 4 escole
entro mas de veinte y cinco.
La primera fui doncella
después de mi dosposorio,
recalada, ya se entiende,
recogida, en casa de oíros.
Que i pecar bueno y de balde
desde quo naci me inclino.
No pongo rallg "i casa
tampoco en el sobrescrito,
porque según vive, do ella
•dirán lodos los vecinos.
Cruel llaman 4 Nerón
y cruel al rey Don Podro,
romo si tueran los dos
Hipócrates y Galeno.
El oficio ile mi amo
por masque cura, récelo
que c» olido de difuntas
y que está fuero del rozo.
Manzanares, Manzanares,
arroyo, aprendiz do rio,
platirante de Jarnma,
buena pesca do maridos.
Ayer lo dijo un cristiano,
•sospecho que no e«toy bueno»,
y luego lloriú sangrías
sobre el cuitado «sospecho».
Tú que gozas, tú quo ves
en verano y en estío
las viejas en cueros muertos,
las mozas en cueros vivos.
•
—Tiónnine del sol la llama
tan chupado y tan sorbido,
‘pía se me mueren do sed
las ranas y los mosquilos.
Entre menliras de corcho
y embelecos do vestido,
la muger cari se queda
á las orillas del rio.
—
El marido y el cuchillo
al principio son do acero,
pero después los mas linos
tienen el cabo de hueso.
N'o sé si es alma ó almilla
esta que traigo en el cuerpo,
quo sí almilla, no calienta,
y si es alma, no la siento.
Es su casa barbería
donde el rapado es el necio,
y sus bolsas las vacias,
y ellas en rapar barberos.
No han menester ellas lindos,
que bario lindas se son ellas,
Ja mejor facción de un hombre
es la bolsa grande y llena.
Alabáronte el andar
si anduvieres por Us tiendas,
y el mirar si no mirases
en dar lodo cuanto quieras.
Y si en todo el mundo hay «ros,
solas son caras de veros
Fuú yerro pedirme raso
en Valiodolid la bella,
•donde aun el cielo no alcanza
un vestido de esa tela.
Y 4 ser tan grandes mis deudos
como son grandes mis deudas,
■leíanle del rey sin duda
cubrirme muy bien pudiera.
•
No sí qué me hacer con ella,
aunque he pensado en un hijo.
Obligar y rogar es
rodeo de desvalidos,
y el chocar y el embestir
retórica de los ricos.
TARQUETO.
Escuchóla el rey atento,
y viene, y toma, y ¡qué hizol
sino vase, y llega, y zas,
que lo quiso que no quiso.
Si la llamase mi vida,
pues sabe la vida que es,
en figura de requiebro
será una vaya cruel.
Viejecita, arredro vayas
donde sirva por k> lindo
4 San Antón esa cara
de tentación y cochino.
Harto de ser castellano
desilc el dia que naci,
quisiera ser otra cosa
para mudar de país.
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
í*Mltl hubo qoe aniñó
il que le eauba amasando,
y carne que oyendo ape
«altó cubierta" de «Ido.
mecer el agua, Jaaoelo,
con» «i fuera en oolampios.
Flamenco dicen que fui
y «otbedor de lo puro;
muy mal con el agua estaba
que en Ul trabajo la puso.
TOLEDO.
Vi una ciudad de puntilla«
y fabricada en un huso,
que ai en ella bajo, nado,
y trepo ti en ella tubo.
Mi marido aunque e« chiquito
al mayor de otra muper
le lleva del pelo arriba
dos dedos puertos en pié.
VI el artlBcio espetera,
pora en tantos can» pudo
No dice esta boca es mia
tino al tiempo del comcr:
( U caridad.)
sin saber de dónde viene
todo le sabe muy bien.
Y citar puedo 1 Vitrubio
por ser un ratón de letras,
que en casa de un arquitecto
comi 1 Vigüela una nesga.
¿Ilanme visto tener celos
ni por sueños ni burlando?
¿Diósemc jarais un cuerno
de que se me diesen tantos?
Don Turuleque me llaman,
imagino que es adrede;
aunque se zurce muy mal
el Don con el Turuleque.
Con estos merecimientos
me gradué de corchete,
¡lo que puede la virtud
y el aplicare« las gentes!
De doscientas leguas huele
almuerzos y medias noches:
lo que come bien lo sé,
mas no sé con qué lo come.
Llorando esti Manzanares,
el instante que lo digo,
por los ojos de la puente
pocas hebras hilo i hite.
Mas agua trae en un jarro
cualquier cuartillo de vino
de la taberna, que lleva
con todo su argamandijo.
Yo que he conocido
de este siglo el juego,
pan mi me vivo,
para mi me bebo.
No se me da tuda,
4 ninguno temo;
porqoe i nadie agravio
ni i ninguno debo.
4o
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
40
No pretendo cosa,
que todo lo tengo,
mientras con lo poco
tito muy contento.
Que á mi de esta celda
donde alegre duermo
bailo que me sobra
cuanto yo desprecio.
Muchos dicen mal de mi
y yo digo mal de muchos,
mi decir es mas valiente
por ser tantee y ser yo uno._
LA PROTECCION DE U SASTRE
NOVEIS ORIGINAL.
i el aaljo
DON RAZARXO CAKJUQUHU,
Ui/mtl Jt lu Samtúi Mrma.
I.
ILicia el abo de mil ochocientos y tantos, amado« leetures mío*—y
esto, que puede muy bien ser Un solo un cumplimiento para los varo­
nes, es la verdadera expresión de mis sentimante* para todas las
mugcies bonitas quo me lean—tilda el >?kj de mil ochocientos y tantos,
vino á Madrid un tal Itsfael do yo no si cuántos, muchacho do unos
veinte y pico de años de edad, do no malas disposiciones intelectuales,
ni tampoco mal dispuesto corporal y mecánicamente. Puede que con el
tiempo sepamos de dóndo venia este tmuáurh»; yopor ahora tampoco
sé de esto una palabra. Lo que si «i dederla a* que no Mas ponen­
tes en la corte, y que con la lateado sin dada de no Marea ella
h ito do proitcclon, traía coadgO tu rompañero, coa quien pedia es­
tar casado ó no estarlo, porqae «n el rómpate« m í muger. Toan
sé cuáles soriau los primeros pasos qae o d a beoda* y cata magrada­
rían en la corte; pero supaogn que serán los oorosartes pan humu
rasa, porque apenas llegado*, esUlon ya viviendoen ana mor decan­
te habitación de una decente can de pupilos, fonda ó cosa pondrá.
La primor* ve» que yo puedo (Unelos en rolrato á los Icelo««, es­
taban los dos hablando, sentados el m * enfrente del otro. Tóela Ra­
fael , al parecer, una prnporrjonadi i M m , era toas naco qae gor­
do, pero bien bocho y elegante en sus modales.
Pintábase en su fisonomía toda la fuma y toda la nobleza que
acompañan á la juventud, algunas voces, en esta nuestra época de
decaimiento físico y adelanto moral, y que debiau acompañarla siem­
pre en siglos mas felices, «ando la juvenlud no vivía mas que am el
coraron, quo noble y generoso, como lo es arómpre al prlndpio de la
vida, la separa del meiquino y «aspirar espirita de exim en , adorno,
encanto y replo, de los jóvenes, aun mas que de los viejos, en este
siglo de vordad embustera, de egoísmo y de infamia.
Tenia nuestro Rafael dos ojos serenos y valientes, negros y ras­
gados, bajo unas cejas apenas arqueadas, tan negras como ellos y
quo so dibqjaban con Tucna en la blanquísima frente, espacio« y
marcada con varias protuberancias, que hubieran podido hacer pensar
á un frenologista principiante, que estaban allí Indicados grandes
tálenlos y otras zarandajas. El pelo era también negro y ligeramente
rindo, la narit mas aguileña que otra cosa, la boca mas chica que
grande, espresiva y simpática, las mejillas sonrosadas y frescas, la
barba regular, y para concluir bien y á propósito, las orejas eran como
bolas las orejas, que por muy cucas que sean, como estas lo eran,
siempre son feas y ridiculas miradas ónpasionyála luí del sano juicio.
La muger con quien hablaba, interesaba desdo luego por la delicadeza, gracia y proporción con que estaban en ella colocados todos
los pedazos que componen este pobre cuerpo humano, que era en esta
muger todo lo rico que puede ser de belleza y de aqradabilidad. Esta
palabra agradabilidad no está en el Diccionario. Tendría unos tres
años menos que Rafael, ó dos, ó uno, al finara mas joven, y quédese
esto aquí, y vamos adelante con nnestra historia.
Estaban ios dos vestidos como para salir de rasa, sin un esreaivo
lujo, pero con muchísimo gusto y á ia moda, aunque no sé si á la úl­
tima , porque en Madrid apenas hay ultima moda, lo que á muebos les
probará atraso y i mí me prueba otra cosa.
( I ) P . « U OOT.lít. m t ú » IWeipn t ú m i « n i l u i m r t iú o o m t o á i t i e m or po­
o l p c n o s ii; fa* r m p » J * o t r a f u da >U i k m « i » t u l l i r c m ilo fio , y h c ir a u u t u m i i r no o K o a t n m o> r iu n p b r da I » p o r a qoa ae ImnrfanWrai, n n S i o a i i i o
■ o frao lrH li i k a fa c tu ra d tl S i n m t i o , a t i p v tu u iio o J t q n c noi lo a « r t d r a i u .
Sobre los muebles de la habitación en que ae bailaban, que eran por
mas señas nuevos y bonitos, babia, aqui unos guantes, allí una som­
brilla, mas allá un sombrero, y por este órden esparcidos una porci«
de objetos, de estos de que se echa mano en el momento critico de salir
á la calle.
—Aqui nos tienes, dijo por fin Rafael.
—Si, respondió la jóven con aire distraído, aguí niomoi.
Sonrióse nuestro muchacho de la indiferencia con que fué pronun­
ciado e! aquí tilamot.
—S i, Luisa mia, aqui estamos, y dia vendrá en que pierdas la des­
confianza con que aquí has venido.
—Desconfianza... no; estando contigo, Rafael, y teniendo tú espe­
rónzas de nada desconfió.
—Ríen, Luisa, asi ten esperanza en mi y allá verás.
—Y además tenemos dinero, dijo Luisa mirando á Rafael con una
espresion entre triste y maliciosa.
—De sobra, respondió este de muy buena fé y como quien decia una
verdad. Antes de gastar los catorce ó quince mil reales que tenemos,
verás como be logrado mi objeto.
—Por supuesto quo nos haremos eeónomicos, ¿no es verdad? y pro­
nunciaba Luisa estas palabras con cierto tono de burla benigna, eu
que bien á las claras se conocía que cu lodo podía teuer fé, meuos
en la economía de Rafael.
—Por mas despilfarrados que seamos, reñidos á un Un triste caital, Luisa mia, no malgastaremos mucho dinero. Pero gasta todo
•que quieras, Luiiw, porque ya lo he dicho que antes do que se acabe
ese dinero, ya habré yo visto realizadas mis esperanzas.
—Ríen, Rafael; pero como hasta ahora, do untas veces como me
has hablado de tus esperanzas, ni una sola me has dicho nada de po­
sitivo, ni de su fundamento, ni del lln á quo caminan...
—¡En! la Inlitri—>|iMRafael, ya tenemos al mezquino espirita mugoril queriendo poner puertas al campo. Lea esperanzas mias tienen
su fundamento yo no sé dónde... y ¿quién va á adivinar adúnde para­
rán? Pero, querida Luisa, sí tú no condirei mas que lo que te puedes es­
plicar lógica y razonadamente, á mi me aiiredo todo io rontranu: con­
cibo, yo no sé cómo, todo lo quo no puedo esplicamo, y me lia sido
casi linaprc imposible concebir lo que me espliean.
—¡Tálenlo peregrino! esclamò Lui« con una recalcada, cariñosa
y burlona admiración, al mismo tiempo que levantándose, empezó á
coli•car* « ios sitios á quo cada uua correspondió, una iiorcion de ba­
ratijas, que h pusieron, destines de un rato que |«isó tarareando indefenilitómenle. Burnirai * adoradla con ligereza, en disposición de cogm el brano á Rafael y salir eoo él do casa.
£
n.
Las amperes, lector mio, ion une cosa mu; rara.
N5 lú ni yo sabemos lo quo son.
Acaso lo sabrá la amabilísima y amadísima lectora.
Yo croo que tampoco lo sabe.
Pero sépalo en hora buena: tú y yo nos quedamos como antes, sin
saber una palabra en la materia.
Ingoiarne, pues, como lo estoy de todo Jo que tiene relación ron la
parte intelectual del ente hembra humana, Oséase racional, nada ten­
drá de particular que me engañe en lo que creo; y lo quo creo es lo
siguiente:
Yo creo que lasmugeres no tienen juicio, asi como creo que tienen
muchísima formalidad; y de aqui creo yo que nace ia escasez de mugeres calaveras, lo que puede ser muy bueno, y la abundancia de mugeres insípidas, lo que es muy malo; y de aqui creo yo que nace la
casi imposibilidad en que » encuentran los hombres de topar con la
muger en punto.
Sexo querido, no vayas por Dios á atribuir á desamor estas lige­
ras observaciones, sino al contrario, míralas como bijas de mi mucho
amor y demi acendrado cariño, que me fuerza á andar siempre ca­
viloso y discurriendo el medio que habría para quererte mas á mi
gusto, y para si posible fuera, enmendar la plana al Criador, y aña­
dirte algunas perfecciones mas de las que tienes, que á mi corto en­
tender no habían de estar demás.
Quedamos pues en que, salvo error, á las mugeres las falta juicio
y las sobra formalidad; y aquí añadiré quo las robra otra cosa que.
con un poco mas dejuicio y un poco menos de formalidad, haría sin
disputa, no toda, porque do puede ser, pero al cabo la posible felicidad
del género humano, y que hace ahora, por lo general, ó su ridicula in­
felicidad, ó ya quo vaya por bien, su tontísima distracción.
Esta cosa de que voy hablando es el amor.
No hay ser en la naturaleza que encierre mas amor que la muger.
ni hay otro á quien se le conozca menos.
Todo lo que basta aqui se ha dicho, asi como lo que en adelante
puede decirse en ia materia, debe entenderse dicho y pensado gene-
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
raímenle, T n l ' i l alguna) afortunadísimas esrcpcioncs con que algu­
nas afortunadísimas (¡entes k encuentran porque se empeñan en ello
y t corta de su trabajó lo consiguen.
Generalmente hallando puede asegurarse que no hay cosa que
menos ce las conozca i las mugeres que el amor.
Se las conoce, al, derla atolondrada preferencia en el principio, y
ciarla prelerenda 1 secas en el medio de las relaciones entre ambos
sexo«; pero preferencia quo no da ningún derecho al hombre i
creerse bien querido, y que le Gene tan en el aíro después de ocho 6
diex mil protestas de amor, es deeir, después de una porción de con­
versaciones que se necesitan para hacer tantas protestas, como en
tos primeros días de coqueteo. Verdad es que o ta Inseguridad es un
paraiso de dudas, que proporciona al hombre el inefable placer de
estar siempre en ridiculo consigo mismo, y espuesto .1 cada momento
i caer en el de los demís.
Y... |qnién lo dina! al mismo tiempo hay en las mugeres ins­
tantes sublimes de amor, manifestado á sus amantes, y que el diablo
me lleve si no son sublimes todas las horas de amor que ellas tienen
i sus solas.
¿Cómo no ha de haber entusiasmo y abnegación de si mismo, cu
un ser espirituoso, delirado y volátil, que ama, que necesita amar,
que no puede hacer bien ninguna cosa sino amar, porque para amar
•oh) sirve, y que dol amor se alimenta y saca todas las satisfaccio­
nes de su vida ?...
Yo no s í si enlosen bastante, pero por lo menos, á primera vista,
parece que hay raion suficiente par» creer, á pesar de todo, que las
mugeres aman con delirio cuando están ellas solas, pensando... ton
qué puedan ellas pensar sino en sus amores, ó en sos vestidos, ó en
oirás cosas asi, muy enlatadas con sus pasiones?
(O ilim u r d .)
Minen, u t
los
SANTOS ALVAREZ
a s. 'STKBE2! T? && SSffi&fc.
LUIíDl nininmu.
capitulo vi.
U tU T U U
En ti mUiTiA habitación
do la tiM do CutriUo,
que interiormente con pluma
minunnsa hemos descrito,
el inCelire Tomás
yace cou rastro abatido,
mil contrarios pensamientos
revolviendo en su delirio.
A pocos pasos Garduña
lo observa iimióbil y frió,
viva imágen de la muerte
que allí ejerce su dominio,
y sin duda no le cuadra
aquel silencio fatídico;
pues componiendo el semblante
y con acento melifluo
dijo, i)opaso lanzando
un hipócrita suspiro:
—Calma tu aflicción, Tomás.
Pues do hay salida ninguna
vuelve el rastre 1 la fortuna,
y sé verdugo.—
—Jamás.
—iTanto el ofltio aborreces
que.á ser hombre te levanta?
—Mas que al cordel la garganta,
prefiero morir mil veces.—
—¡Eresjúvenl—
—Es verdad:
en esta edad do placeres
hay amor en las mugeres,
y en los hombres amistad.
Se goza en una sonrisa,
se vive en una mirada,
edad bella y envidiada
con el placer por divisa.
Para todos ¡ay de mi!
edad de goces y encanto,
pero para mi de llanto
pues en la inlamii nací.
47
Si acaso en una muger
la vista fijo turbada
y ella quiere á esta mirada
con amor corresponder,
un espirita infernal
de mi nombre aborrecido
desliza el eco en sn oido
iy adiós visión celestial I
Ys en mí triste primavera
sufre del destino el yugo:
M ti Ayo dtl verdugo
oigo murmurar do quiera,
y como objeto de horror
todos se apartan de mi...
¿Qué es la juventud, si asi
la ha emponzoñado el dolor?
Ya quo me cierra el camino
de salvación cruda suerte,
yo venceré con la muerte
la Injusticia de mi sino.—
Su desesperada queja
hubo apenas concluido
el desdichado mancebo,
cuando al compás de los gritos
del populacho cruel
que bulle fhera intranquilo,
en la puerta resonaron
tres golpes, y á un tiempo mismo,
abrid J la l«y, con dura
precisión una voz dijo.
Con el cabello ornado
de lanar j «I rostro lívido,
una lateada eoiiremi
tendió el hijo do Castrillo
de la habitación en lomo,
hierro buscando mortífero
ron que acabar de ra vida
o! insufrible martirio.
Cruzado en tanto de brazos
Gantnfia observa tranquilo,
crece en la ralle cJ rumor,
crujen los Telurios quicios
do la puerta, hasta que a! mielo
con rumor siniestro vino;
mas cuando en la habitación
ismoirarnn los ministros
de la ley y los arqueros
de plebe adusta seguidos,
solo á Garduña encontraron
■pie asomado al ventanillo
que da ai Esgucba, señala
en su cenagoso vidrio
al desdichado Tomás,
que lanzando un ¡ay ! tristísimo,
se abre la tumba en el fondo
negro de sn cauce frío.
Cuando adquirieron las aguas
sn reposo primitivo,
Garduña, el rostro animado,
do un infernal regocijo,
al atónito concurso
de aquel suceso testigo,
dgo con solemne acento
sn talle irguiendo raquítico:
—Juan y Tomás ya no existen;
pero á falta de un Castrilk),
yo seré el ejecutor
pues tengoamor al oficio.—
Y es (tima en Valladolid,
quo desde aquel punto mismo
e que un reo en la plaza
el postrer suspiro,
desde el fondo de la Esgueba
responde con nn gemido
el ánima abandonada
del hijo de Juan CaslriUo.
C in tilo SCAREZ BRAVO.
FIN
^
48
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
U PUENTE DE NIM N O Í DE EIRO.
Ni por ana antigüedad remota, ni por lo magnifico y sorprendente
de su construcción, es notable el monumento cuya vista exacta da­
mos í nuestros lectores i la cabeza de este articulo; pero si porque
se halla situado, como es notorio, en la carretera mas principal y
concurrida de nuestra España, en la frontera de Castilla por la parte
de las provincias Vascongadas, y porque rara 6 ninguna de las infi­
nitas personas que han viajado y viajan por aquella , dejará de con­
servar recuerdos, nada agradables por cierto, del puente de Miranda
de Ebro. Establecido en uno de los estreñios del mismo el cuerpo
de guardia de carabineros, las personas, los carruajes y lodo tiene
qne someterse á un minucioso reconocimiento, sin el cual ¡ cuánta«
cosas, qué cigarros tan buenos y tan baratos no se comprarían en Vi­
toria, Bilbao 6 Sin Sebastian!
El solo nombre de aquel infunde cierto recelo , aun á los viajero«
mas despreocupados, y el pasarle pronto es un motivo de satisfacción,
porque desde entonces, no antes, puede calcularse cuándo se llegará
á la corte 0 á otro punto cualquiera, cesando ya de sufrir enojosas de­
tenciones, de bajar equipajes, de abrir y cerrar baúles, sacos de no­
che y sombrereras, de enseñar gritis á los curioso* y desocupados las
ropas y efectos qne se conducen. de estropearse unos y otros, de pa­
gar propinas y gabelas i los solícitos mozos que manejan dieboa oqui-
( Puente de Miranda de Ebro.)
p a ja , y en IIn dn perder un tiempo preciosísimo y muy necesario,
por lo menos para terminar con mayor prontitud un largo y penoso
viaje.
Por otra parto, si por un hundimientoú otra desgracia imprevista
se suspendiese el pato del célebre puente que nos ocupa, ¿ cuántas
hermosas dijarian de lucir sus gracias y sus encantos por falta de Iris
accesorios precisos que la moda las manda á cada momento de París,
y que precintados ó siu precintar atraviesan hoy aquel?
Los principes y embajadores, nuestros personajes, las notabili­
dades europeas, los ejércitos vencedores y vencidos, el capiüu del
siglo, el infortunado Oírlos Alberto... todos, todos han transitado
por eí puente de Miranda, y para algunos se' han levantado en su cen­
tro sencillos arcos de boj qne han desaparecido, con raras escepciones, con tanta prontitud y presteza como el prestigio y la popularidad
de los héroes á quienes se lian dedicado tales obsequios.
A pesar de lo que decimos al principio, no se crea que el puente
de Miranda dqje de honrar al arquitecto qne le dirigid, pues sucede
todo lo contrario, porque es sin disputa de los mayores y mejor cons­
truidos que tenemos, asemejándose su sólida é imponente obra, i una
de tas pocas de igual clase que todavía admiramos de la época rouinna.
Prescindiendo de la elevación suma y esbeltez de sus seis arcos,
tiene ciento cincuenta pasos de largo y diez de ancho, y además ilel
uso ordinario i qae está destinado, sirve de paseo de verano í los m¡randinos, habiendo asientos y faroles en los macizos de tas cepas 6
estribos.
A rada lado de la entrada de! puente, viniendo de la parte deFraneii, hay dos grandes pedestales guardando simetría, que rematan sos­
tenidos por leones en cánidos de piedra sólida, con las amias de Cas­
tilla y de Miranda, y en lápidas incrustadas en aquellos con inscripcio­
nes en latín y castellano, que dicen:
•llcinando Carlos III, destruidoenteramenle el antiguo puente de
■Miranda , fud principiado este d espcnsis del público, en el s«.«
«du 177«, cuya fábrica inas propia para la duración conlra las romí­
simas inundaciones del rio Ebro. y su troza de mejor gusto, dirigió y
•conelnyó el arquitecto D. Francisco Alejo de Arangñren, en el
año 1777.a
M anicio SALOMON.
La
B a r q u illa .
—i,Adúnde vas, frágil barca,
sin remeros ni piloto,
por el embate impelida
del huracán espantoso?
¿Quién dirigirá lu rumbo,
site internas en el golfo?
¿Quién evitará por ti
los escondidas escollos?
Detente, pobre barquilla,
busca eu el puerto el reposo...
Mas ¡ab! las olas te arrastran
como raudo meteoro?
¿Adúnde irás á parar?
¿A dónde irás á dar fondo?...
—Voy adonde fueron otras
naves, de la mar colosos;
Adonde va la hermosura,
adonde van los tesoros,
■ adonde irán las coronas
de rosas, laurel yoro.
F bascisco J. OBELLANA.
Redactor y propiciarlo. 0. Aojel Fcroindrt de tos Ríos.
Madrid —Imprenta del Snasauo Pistoanc» y de L> Iicm sao», i cargo i r Ü G HCambra. J.cutncsrtin 36.
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