Aderáis d» su» eompoMioMl combinadas, los mas célebres pinto­ r a o-* tan legado obras que p o d a n limar casuales, y en la? rua­ ca no lan tenido mu intención, que la de reproducir el aspecto de un paisaje 6 de una ttsommiu que acaso llegó i Ajar «n» mirado*. Con el objeto de hallarse prevenido« para estot encuentros fortuito?. llera lian algunos siempre consigo unas tablillas destinadas i recibir el (irimer borrador de lodo lo que el arte dehia traducir después. La escuela fla­ menca «ministra abundantes aludios de a te género. Aun euando el pia'or do han imaginado consignar sus idea? en semejantes obra?, se busca siempre una aplicación en ella» y *c intenta darles un sentido; la imaginación compone la égloga, la titira i el jioema que el artista nunca creyó escribir. Y cuando asi nos esfuminos |>ara adivinar a.puna cosa’bajo una* facciones ó unas formas, que tolo aspiran 1 caitirar nuestra atención arlisüea, ¿obedecemos por ventura 1 una cos­ tumbre? ¿No seguimos mas bien el impulso de la previsión. En otros término?, ¿es posible reproducir, con auxilio del pincel, uno de los as­ pecto? de la vida, de una época, sin turnar de eUa una parte de su poe­ sía y de su historia? _ 8 be Febueüode 1832. SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 42 Por nuestra parte no lo creemos. Cada siglo tiene su luí moral que todo lo aclara: en vano busca el artista al su r su personaje 6 un rin­ cóndel horiionte, porque no podrí impedir que su obra revele el mun­ do, esto es, la época que le ha servido de modelo; ni evitará que el rayo de sol que ilumina m cuadro, señale la estación del año y la hora del din. Los paisajes y las relratos no revelan «oto un sitio ó un personaje, (iho el carácter general del tiempo y del país á que jicrtenecen. Para el que sabe examinar, una casa, unos árboles, un rebaño, son objetos llenos de revelaciones sobre ol clima y sus ««lumbres; un traje, ima rabeen, ofrecen mil pormenores secretos acerca de una época. Apesar de todo, estas observteloncs, fáciles cuando se trata de dis­ tinguir caractéres gmerale* <i analitarun aspecto histórico, llegan á ser mas confusas, 4 medida que descendemos á examinar los detalles que se nos presentan. Lo que ha consignado el pincel del artista per­ manece muchas veces como un jeroglifico, que se esplica contradicto­ riamente por medio de muchas claves; el acento de la pintura no o* =ietupre bastante claro ni bastante alte para que estemos seguros de oírlo bien, y tal ver cuando creemos traducir sus palabras, no traduci­ mos mas que su pensamiento. A estas rellcxiones nos lia conducido el ostudiode la muge de Mú­ ralo, quo representa nuestro grabado. Seno« flgnraquela belleía algo material de sus fricciones, que su gesto y su sonrisa convienen í b jóven morisca que está destinada á vivir con su amo, no como es­ posa , sino como esclava. Las rosas qne pnrceo ofrecer con risueña su­ misión son un símbolo: día da á su amo su juventud, su grada, su ale­ gría, y nada puede exigir en cambio. Cuando mas se lo permitirá que i idoque en su turbante una flor, quo se marchitará tan pronto como •ib esperan»«. No bastaría por «orto cambiar el traje de la mora para conver­ tirla en cristiana. Esa no es por cierto la casta y noble espresion do iihs Ciinodora. Tal v a encontraría Murilio á esa jóven en la puerta •1« alguna de las casas que en otro tiempo poseyeron sus abuelos, on U cubierta do algún buque do Tunea ó de Trípoli, al andar en una rada española, ó entro los individuos do alguna tribu de gitanos. El carácter ■le su rostro llauiaria desde luego la atención del artista,y 1a retrataría iura perpetuar «u* sensaciones; pero como estas 1» abriuaban lodo, todo nos h lian revelado: la cubierta nos lia permitido « a ruinar el interior, y el retrate se ha convertido op ti|>o. Este w el carácter do los grandes artistas: siempre reproducen lo que observan con una delicada» que uad» dojn quepedir: sou unos ca­ petas que rollejun las imágenes con todos los colares, todos los movi­ miento» y toda la espresion de la realidad. CHISTES OE Ü(JEVEDO SSTSlACTADOS de su s omas FOÉTICA». (Conclusión.) ¡Triste de te velado Qne entre tanto doblon se ve cornado! Pelóme, mas en suma Para su fama me dejó una ploma: Si meentiendes ni le entiendo, pues cátale que soy culto. Echó el cielo su capole por no ver un caballero que al contar sirvió de cero y al torear de cerote. La llano» de tu cara La vista equivoca, pues pasara por ser embés si un qjo no le sobrara: Doña Alcachofo compuesta 1 imitación de las nacas, basquiña* y mas basquiñas, carne poca y muchas foldas. Lo que de nuevo y de viejo pasa en aqueste lugar, on las bija» y en las madres cerrado y abierto está. En el rastro que han dqjado los amantes que se van, la niña que qnedó vaca vendo camero ai galan Abril qne á Febrero huía empezó ayer á Mayar, y hoy á manera de Marta no» ha vuelto el vendaba). ¿Tú plome» qne nos obligas eu ¿»licitar el parlo de quien nos come un ratón Y noa cena doa guapos'.’ Dos dedos estoy de darto. Aguédllll, el rico temo; mas no lo quieren »llar aquellos mismos dos dedos. Yo llevo bien por la calle el sobredicho retablo; inlaire lleva las almas las boiras mi garabato Hijos somos do Adan en « lo suelo, La nada es nuestro abuelo; Y ralfeteisle vos tan parecida Que apenas algo sois en esta vida. Vivo en la Puerta Cerrada para los dinero» trasgos, y para los dadivosos vivo en la eslíe de Franco“ El qne por ti se muere en dulces laxos Muere con propiedad por tus peduos, Y cuando abundas de hermosura en bienes Tantos remiendos tienes, Hermosísimo bien del alma mía. Que riendo tan cruel paree« pía. El rostro, peno de agua, ya de perro chino salo; no enseña menos ser hombres el parecer mas á (railes. Y eres asi á la espada parecida. One mata mas desnuda que vestida, Y á ti no mueve de mi Mantee! rio, No sé si por ser agua ó por ser mió. Marica, yo confieso One por tenerte amor no tuve seso; Pensé que eras honrada, Mas no hay verdad que tanto sea probada. De entrada diste en ser entremetida. Y salistete al fin con ser salida: ¡Válgate, y quien pensara Que hirieras tal barate de tal cara! salió vejiga con ojos, á si ten desemejante, que sns mayores amigos nolevian, con mirarle. Lo mejor de lasmugeres se han engullido los coche?, camelas donde se ven soloca betasjr alones. Lo que ayer era estropajo que desechó la sartén, boy pliego manda dos mundos y está amenatanto i tres. Miróse la viejecill» prendiéndose un alfiler, SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. Si 4 los hombres les queremos pata pelarlos ac4, y vienen pelado* ya; ¿ sino hay que pelar, que haremos} y v*i on orejun ton locos donde buscó un Aranjuez. Y i bota de noche un diente rere* f i de oscurecer £n esto por un repecho vió venir 4 sus costillas uu vecino de ios cama convidado de ellas mismas Tomando estala sudores Marica en el hospital, que el lomar era «alumbre, y el remedio es el sudar. En ai seguimiento parle: 4 cinco uñas camina, y cansado de malar entre sus dedos le hila. Por no esUr 4 la malicia labrada su voluntad, fuá su huésped de aposento. Antón Martin el salan. ' Sa cabello es un cabello que no le ha quedado mas, litóme el león su cuartana, diomoel escorpión su lengua, virgo el deso» de hallarle y el carnero su paciencia. No hay necio que no me hable, ni vieia que no mo quiera, m pobre^que ooiue pida, ni rico que nu me ofenda. Agua me falla en la mar y la hallo en las taberna«, que ten y el >tno wn aguado* donde quiera. m i >»n tu« ,yue 4 la muger no le ruóte el róndenme un «bello; y que por llevarme el diablo mo Uo*o I» que uu tengo! No H lea daba de ante« I«ir nmúiimc* un cuerno, yAbo» por eouiiniotte* k leí dau iiui de qulmcnl. , DormUles y mu muger tu liaste* il desfortar, y hoy en durmiendo un mando baila 4 su lado otro Adán Un animal en la India con solo un cuerno derecho, puede ser: mas jiara ací poco se me hace un cuerno. Si os14 vivo quien le vi* toda tu historia es mentira-, pues sino murió, te ignora, y si murió «rio afirma. 1'lb que de panjai al Irolc han sido mis compañeros! De desechar los callones, pasó, gran señora, el (¡ampo. ya eí callón desecha al hombre, y no el hombre los gregüesco«. Lossombrera» y ropillas se han ingerido en los miembro«, de por vida son las rapas y las camisas pellejo. Tus dr* fijos, Mari-Perer. de puro dormidosroncan, y duermen Unto, que sueñan que es gracia lo que es modorra. Calvos van los hombres, madre, calvos van; mas ellos cabellarán. I Los módicos con que uur»« los dos qjo* con que matas, bachillera por Toledo, doctores por Salamanca. Bascábanse con las uña» en paz las antiguas damas. y hoy con espiguillas de oro dan en agrimir la caspa. Si sale por la mañana de su pescuezo un peón, le anochecera en los lomo» ¡r ha de ser buen andador Mis armas ion un acudo y lucran mejora do». cuanto va del que a «ncjll» ■I caballero doblón. Pautaunas acecinada» siglo» que amiáis por las calle*, muchachas de los finados y calaveras fiaiubre«. Oaros Ultimo quisiera, dineras, señora, no; t aunque ion poco*, la» gana. dároslo! menos rao. r Yo me rali de la corle 4 vivir en par. conmigo; que bailan treinta y tres año» que para lo» olio* vivo. Las mugare« de osla tierra tienen muy poco artificio; mas son de Jo que hs otra*, y me salten i lo mismo. Fulanito, Citando. entremés de la Pasión, tú que hacas los graciosos en la muerte del Señor. El pobre no aguarda ó irse para decir que está ámente, que en ninguna parte esll el que dinero no tiene. Doncella dicen que ful (el Señor aabe et mienten), quien me hiw dueña no supe, y pagáronme!'! siete. Pidiéndole está dineros Doña Becenguela 4 Antoo, y él entre si está pensando de dárselos entre no. Duque que guarda t i ducado y da la conversación, alabarle ¡a llaneza y conjurarle d humo'. ■13 44 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. las de Madrid, por lo hermoso y por lo mucho que cuestan. Condes que dicen no quiero tan claro al demandador, ya que no son condes claros harto daros condes son. Chilena ha sido mi lengua habrá un abo: y atora torno á la primer taravilla, agua va, que las arrojo. Selvas y bosques de amor, dehesas, sotos y campos, quien os cantaba soltero os viene i mugir casado. Pues siendo atril de San Lucas soy la flesU de San Marcos. Piensan que ne les entiendo, yo pienso de ellos lo propio; miranme y liáronme gestos; _ mírelos y bágolos cocos. Si estando con mi mnger columbro brújula de oros, hago como que me fui y aunque roe quedo no estorbo. Todos pretenden casada porque á lodos les parece que gusto que tiene guarda es mas hazaña vencerle. Y con esto aun es tan vano de mi cabeza el entono, que * quien me los pone 4 mi, parece que se los pongo. Yo, el menor padre de todos los que hicieron ese niño que concebísteis 4 escole entro mas de veinte y cinco. La primera fui doncella después de mi dosposorio, recalada, ya se entiende, recogida, en casa de oíros. Que i pecar bueno y de balde desde quo naci me inclino. No pongo rallg "i casa tampoco en el sobrescrito, porque según vive, do ella •dirán lodos los vecinos. Cruel llaman 4 Nerón y cruel al rey Don Podro, romo si tueran los dos Hipócrates y Galeno. El oficio ile mi amo por masque cura, récelo que c» olido de difuntas y que está fuero del rozo. Manzanares, Manzanares, arroyo, aprendiz do rio, platirante de Jarnma, buena pesca do maridos. Ayer lo dijo un cristiano, •sospecho que no e«toy bueno», y luego lloriú sangrías sobre el cuitado «sospecho». Tú que gozas, tú quo ves en verano y en estío las viejas en cueros muertos, las mozas en cueros vivos. • —Tiónnine del sol la llama tan chupado y tan sorbido, ‘pía se me mueren do sed las ranas y los mosquilos. Entre menliras de corcho y embelecos do vestido, la muger cari se queda á las orillas del rio. — El marido y el cuchillo al principio son do acero, pero después los mas linos tienen el cabo de hueso. N'o sé si es alma ó almilla esta que traigo en el cuerpo, quo sí almilla, no calienta, y si es alma, no la siento. Es su casa barbería donde el rapado es el necio, y sus bolsas las vacias, y ellas en rapar barberos. No han menester ellas lindos, que bario lindas se son ellas, Ja mejor facción de un hombre es la bolsa grande y llena. Alabáronte el andar si anduvieres por Us tiendas, y el mirar si no mirases en dar lodo cuanto quieras. Y si en todo el mundo hay «ros, solas son caras de veros Fuú yerro pedirme raso en Valiodolid la bella, •donde aun el cielo no alcanza un vestido de esa tela. Y 4 ser tan grandes mis deudos como son grandes mis deudas, ■leíanle del rey sin duda cubrirme muy bien pudiera. • No sí qué me hacer con ella, aunque he pensado en un hijo. Obligar y rogar es rodeo de desvalidos, y el chocar y el embestir retórica de los ricos. TARQUETO. Escuchóla el rey atento, y viene, y toma, y ¡qué hizol sino vase, y llega, y zas, que lo quiso que no quiso. Si la llamase mi vida, pues sabe la vida que es, en figura de requiebro será una vaya cruel. Viejecita, arredro vayas donde sirva por k> lindo 4 San Antón esa cara de tentación y cochino. Harto de ser castellano desilc el dia que naci, quisiera ser otra cosa para mudar de país. SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. í*Mltl hubo qoe aniñó il que le eauba amasando, y carne que oyendo ape «altó cubierta" de «Ido. mecer el agua, Jaaoelo, con» «i fuera en oolampios. Flamenco dicen que fui y «otbedor de lo puro; muy mal con el agua estaba que en Ul trabajo la puso. TOLEDO. Vi una ciudad de puntilla« y fabricada en un huso, que ai en ella bajo, nado, y trepo ti en ella tubo. Mi marido aunque e« chiquito al mayor de otra muper le lleva del pelo arriba dos dedos puertos en pié. VI el artlBcio espetera, pora en tantos can» pudo No dice esta boca es mia tino al tiempo del comcr: ( U caridad.) sin saber de dónde viene todo le sabe muy bien. Y citar puedo 1 Vitrubio por ser un ratón de letras, que en casa de un arquitecto comi 1 Vigüela una nesga. ¿Ilanme visto tener celos ni por sueños ni burlando? ¿Diósemc jarais un cuerno de que se me diesen tantos? Don Turuleque me llaman, imagino que es adrede; aunque se zurce muy mal el Don con el Turuleque. Con estos merecimientos me gradué de corchete, ¡lo que puede la virtud y el aplicare« las gentes! De doscientas leguas huele almuerzos y medias noches: lo que come bien lo sé, mas no sé con qué lo come. Llorando esti Manzanares, el instante que lo digo, por los ojos de la puente pocas hebras hilo i hite. Mas agua trae en un jarro cualquier cuartillo de vino de la taberna, que lleva con todo su argamandijo. Yo que he conocido de este siglo el juego, pan mi me vivo, para mi me bebo. No se me da tuda, 4 ninguno temo; porqoe i nadie agravio ni i ninguno debo. 4o SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 40 No pretendo cosa, que todo lo tengo, mientras con lo poco tito muy contento. Que á mi de esta celda donde alegre duermo bailo que me sobra cuanto yo desprecio. Muchos dicen mal de mi y yo digo mal de muchos, mi decir es mas valiente por ser tantee y ser yo uno._ LA PROTECCION DE U SASTRE NOVEIS ORIGINAL. i el aaljo DON RAZARXO CAKJUQUHU, Ui/mtl Jt lu Samtúi Mrma. I. ILicia el abo de mil ochocientos y tantos, amado« leetures mío*—y esto, que puede muy bien ser Un solo un cumplimiento para los varo­ nes, es la verdadera expresión de mis sentimante* para todas las mugcies bonitas quo me lean—tilda el >?kj de mil ochocientos y tantos, vino á Madrid un tal Itsfael do yo no si cuántos, muchacho do unos veinte y pico de años de edad, do no malas disposiciones intelectuales, ni tampoco mal dispuesto corporal y mecánicamente. Puede que con el tiempo sepamos de dóndo venia este tmuáurh»; yopor ahora tampoco sé de esto una palabra. Lo que si «i dederla a* que no Mas ponen­ tes en la corte, y que con la lateado sin dada de no Marea ella h ito do proitcclon, traía coadgO tu rompañero, coa quien pedia es­ tar casado ó no estarlo, porqae «n el rómpate« m í muger. Toan sé cuáles soriau los primeros pasos qae o d a beoda* y cata magrada­ rían en la corte; pero supaogn que serán los oorosartes pan humu rasa, porque apenas llegado*, esUlon ya viviendoen ana mor decan­ te habitación de una decente can de pupilos, fonda ó cosa pondrá. La primor* ve» que yo puedo (Unelos en rolrato á los Icelo««, es­ taban los dos hablando, sentados el m * enfrente del otro. Tóela Ra­ fael , al parecer, una prnporrjonadi i M m , era toas naco qae gor­ do, pero bien bocho y elegante en sus modales. Pintábase en su fisonomía toda la fuma y toda la nobleza que acompañan á la juventud, algunas voces, en esta nuestra época de decaimiento físico y adelanto moral, y que debiau acompañarla siem­ pre en siglos mas felices, «ando la juvenlud no vivía mas que am el coraron, quo noble y generoso, como lo es arómpre al prlndpio de la vida, la separa del meiquino y «aspirar espirita de exim en , adorno, encanto y replo, de los jóvenes, aun mas que de los viejos, en este siglo de vordad embustera, de egoísmo y de infamia. Tenia nuestro Rafael dos ojos serenos y valientes, negros y ras­ gados, bajo unas cejas apenas arqueadas, tan negras como ellos y quo so dibqjaban con Tucna en la blanquísima frente, espacio« y marcada con varias protuberancias, que hubieran podido hacer pensar á un frenologista principiante, que estaban allí Indicados grandes tálenlos y otras zarandajas. El pelo era también negro y ligeramente rindo, la narit mas aguileña que otra cosa, la boca mas chica que grande, espresiva y simpática, las mejillas sonrosadas y frescas, la barba regular, y para concluir bien y á propósito, las orejas eran como bolas las orejas, que por muy cucas que sean, como estas lo eran, siempre son feas y ridiculas miradas ónpasionyála luí del sano juicio. La muger con quien hablaba, interesaba desdo luego por la delicadeza, gracia y proporción con que estaban en ella colocados todos los pedazos que componen este pobre cuerpo humano, que era en esta muger todo lo rico que puede ser de belleza y de aqradabilidad. Esta palabra agradabilidad no está en el Diccionario. Tendría unos tres años menos que Rafael, ó dos, ó uno, al finara mas joven, y quédese esto aquí, y vamos adelante con nnestra historia. Estaban ios dos vestidos como para salir de rasa, sin un esreaivo lujo, pero con muchísimo gusto y á ia moda, aunque no sé si á la úl­ tima , porque en Madrid apenas hay ultima moda, lo que á muebos les probará atraso y i mí me prueba otra cosa. ( I ) P . « U OOT.lít. m t ú » IWeipn t ú m i « n i l u i m r t iú o o m t o á i t i e m or po­ o l p c n o s ii; fa* r m p » J * o t r a f u da >U i k m « i » t u l l i r c m ilo fio , y h c ir a u u t u m i i r no o K o a t n m o> r iu n p b r da I » p o r a qoa ae ImnrfanWrai, n n S i o a i i i o ■ o frao lrH li i k a fa c tu ra d tl S i n m t i o , a t i p v tu u iio o J t q n c noi lo a « r t d r a i u . Sobre los muebles de la habitación en que ae bailaban, que eran por mas señas nuevos y bonitos, babia, aqui unos guantes, allí una som­ brilla, mas allá un sombrero, y por este órden esparcidos una porci« de objetos, de estos de que se echa mano en el momento critico de salir á la calle. —Aqui nos tienes, dijo por fin Rafael. —Si, respondió la jóven con aire distraído, aguí niomoi. Sonrióse nuestro muchacho de la indiferencia con que fué pronun­ ciado e! aquí tilamot. —S i, Luisa mia, aqui estamos, y dia vendrá en que pierdas la des­ confianza con que aquí has venido. —Desconfianza... no; estando contigo, Rafael, y teniendo tú espe­ rónzas de nada desconfió. —Ríen, Luisa, asi ten esperanza en mi y allá verás. —Y además tenemos dinero, dijo Luisa mirando á Rafael con una espresion entre triste y maliciosa. —De sobra, respondió este de muy buena fé y como quien decia una verdad. Antes de gastar los catorce ó quince mil reales que tenemos, verás como be logrado mi objeto. —Por supuesto quo nos haremos eeónomicos, ¿no es verdad? y pro­ nunciaba Luisa estas palabras con cierto tono de burla benigna, eu que bien á las claras se conocía que cu lodo podía teuer fé, meuos en la economía de Rafael. —Por mas despilfarrados que seamos, reñidos á un Un triste caital, Luisa mia, no malgastaremos mucho dinero. Pero gasta todo •que quieras, Luiiw, porque ya lo he dicho que antes do que se acabe ese dinero, ya habré yo visto realizadas mis esperanzas. —Ríen, Rafael; pero como hasta ahora, do untas veces como me has hablado de tus esperanzas, ni una sola me has dicho nada de po­ sitivo, ni de su fundamento, ni del lln á quo caminan... —¡En! la Inlitri—>|iMRafael, ya tenemos al mezquino espirita mugoril queriendo poner puertas al campo. Lea esperanzas mias tienen su fundamento yo no sé dónde... y ¿quién va á adivinar adúnde para­ rán? Pero, querida Luisa, sí tú no condirei mas que lo que te puedes es­ plicar lógica y razonadamente, á mi me aiiredo todo io rontranu: con­ cibo, yo no sé cómo, todo lo quo no puedo esplicamo, y me lia sido casi linaprc imposible concebir lo que me espliean. —¡Tálenlo peregrino! esclamò Lui« con una recalcada, cariñosa y burlona admiración, al mismo tiempo que levantándose, empezó á coli•car* « ios sitios á quo cada uua correspondió, una iiorcion de ba­ ratijas, que h pusieron, destines de un rato que |«isó tarareando indefenilitómenle. Burnirai * adoradla con ligereza, en disposición de cogm el brano á Rafael y salir eoo él do casa. £ n. Las amperes, lector mio, ion une cosa mu; rara. N5 lú ni yo sabemos lo quo son. Acaso lo sabrá la amabilísima y amadísima lectora. Yo croo que tampoco lo sabe. Pero sépalo en hora buena: tú y yo nos quedamos como antes, sin saber una palabra en la materia. Ingoiarne, pues, como lo estoy de todo Jo que tiene relación ron la parte intelectual del ente hembra humana, Oséase racional, nada ten­ drá de particular que me engañe en lo que creo; y lo quo creo es lo siguiente: Yo creo que lasmugeres no tienen juicio, asi como creo que tienen muchísima formalidad; y de aqui creo yo que nace ia escasez de mugeres calaveras, lo que puede ser muy bueno, y la abundancia de mugeres insípidas, lo que es muy malo; y de aqui creo yo que nace la casi imposibilidad en que » encuentran los hombres de topar con la muger en punto. Sexo querido, no vayas por Dios á atribuir á desamor estas lige­ ras observaciones, sino al contrario, míralas como bijas de mi mucho amor y demi acendrado cariño, que me fuerza á andar siempre ca­ viloso y discurriendo el medio que habría para quererte mas á mi gusto, y para si posible fuera, enmendar la plana al Criador, y aña­ dirte algunas perfecciones mas de las que tienes, que á mi corto en­ tender no habían de estar demás. Quedamos pues en que, salvo error, á las mugeres las falta juicio y las sobra formalidad; y aquí añadiré quo las robra otra cosa que. con un poco mas dejuicio y un poco menos de formalidad, haría sin disputa, no toda, porque do puede ser, pero al cabo la posible felicidad del género humano, y que hace ahora, por lo general, ó su ridicula in­ felicidad, ó ya quo vaya por bien, su tontísima distracción. Esta cosa de que voy hablando es el amor. No hay ser en la naturaleza que encierre mas amor que la muger. ni hay otro á quien se le conozca menos. Todo lo que basta aqui se ha dicho, asi como lo que en adelante puede decirse en ia materia, debe entenderse dicho y pensado gene- SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. raímenle, T n l ' i l alguna) afortunadísimas esrcpcioncs con que algu­ nas afortunadísimas (¡entes k encuentran porque se empeñan en ello y t corta de su trabajó lo consiguen. Generalmente hallando puede asegurarse que no hay cosa que menos ce las conozca i las mugeres que el amor. Se las conoce, al, derla atolondrada preferencia en el principio, y ciarla prelerenda 1 secas en el medio de las relaciones entre ambos sexo«; pero preferencia quo no da ningún derecho al hombre i creerse bien querido, y que le Gene tan en el aíro después de ocho 6 diex mil protestas de amor, es deeir, después de una porción de con­ versaciones que se necesitan para hacer tantas protestas, como en tos primeros días de coqueteo. Verdad es que o ta Inseguridad es un paraiso de dudas, que proporciona al hombre el inefable placer de estar siempre en ridiculo consigo mismo, y espuesto .1 cada momento i caer en el de los demís. Y... |qnién lo dina! al mismo tiempo hay en las mugeres ins­ tantes sublimes de amor, manifestado á sus amantes, y que el diablo me lleve si no son sublimes todas las horas de amor que ellas tienen i sus solas. ¿Cómo no ha de haber entusiasmo y abnegación de si mismo, cu un ser espirituoso, delirado y volátil, que ama, que necesita amar, que no puede hacer bien ninguna cosa sino amar, porque para amar •oh) sirve, y que dol amor se alimenta y saca todas las satisfaccio­ nes de su vida ?... Yo no s í si enlosen bastante, pero por lo menos, á primera vista, parece que hay raion suficiente par» creer, á pesar de todo, que las mugeres aman con delirio cuando están ellas solas, pensando... ton qué puedan ellas pensar sino en sus amores, ó en sos vestidos, ó en oirás cosas asi, muy enlatadas con sus pasiones? (O ilim u r d .) Minen, u t los SANTOS ALVAREZ a s. 'STKBE2! T? && SSffi&fc. LUIíDl nininmu. capitulo vi. U tU T U U En ti mUiTiA habitación do la tiM do CutriUo, que interiormente con pluma minunnsa hemos descrito, el inCelire Tomás yace cou rastro abatido, mil contrarios pensamientos revolviendo en su delirio. A pocos pasos Garduña lo observa iimióbil y frió, viva imágen de la muerte que allí ejerce su dominio, y sin duda no le cuadra aquel silencio fatídico; pues componiendo el semblante y con acento melifluo dijo, i)opaso lanzando un hipócrita suspiro: —Calma tu aflicción, Tomás. Pues do hay salida ninguna vuelve el rastre 1 la fortuna, y sé verdugo.— —Jamás. —iTanto el ofltio aborreces que.á ser hombre te levanta? —Mas que al cordel la garganta, prefiero morir mil veces.— —¡Eresjúvenl— —Es verdad: en esta edad do placeres hay amor en las mugeres, y en los hombres amistad. Se goza en una sonrisa, se vive en una mirada, edad bella y envidiada con el placer por divisa. Para todos ¡ay de mi! edad de goces y encanto, pero para mi de llanto pues en la inlamii nací. 47 Si acaso en una muger la vista fijo turbada y ella quiere á esta mirada con amor corresponder, un espirita infernal de mi nombre aborrecido desliza el eco en sn oido iy adiós visión celestial I Ys en mí triste primavera sufre del destino el yugo: M ti Ayo dtl verdugo oigo murmurar do quiera, y como objeto de horror todos se apartan de mi... ¿Qué es la juventud, si asi la ha emponzoñado el dolor? Ya quo me cierra el camino de salvación cruda suerte, yo venceré con la muerte la Injusticia de mi sino.— Su desesperada queja hubo apenas concluido el desdichado mancebo, cuando al compás de los gritos del populacho cruel que bulle fhera intranquilo, en la puerta resonaron tres golpes, y á un tiempo mismo, abrid J la l«y, con dura precisión una voz dijo. Con el cabello ornado de lanar j «I rostro lívido, una lateada eoiiremi tendió el hijo do Castrillo de la habitación en lomo, hierro buscando mortífero ron que acabar de ra vida o! insufrible martirio. Cruzado en tanto de brazos Gantnfia observa tranquilo, crece en la ralle cJ rumor, crujen los Telurios quicios do la puerta, hasta que a! mielo con rumor siniestro vino; mas cuando en la habitación ismoirarnn los ministros de la ley y los arqueros de plebe adusta seguidos, solo á Garduña encontraron ■pie asomado al ventanillo que da ai Esgucba, señala en su cenagoso vidrio al desdichado Tomás, que lanzando un ¡ay ! tristísimo, se abre la tumba en el fondo negro de sn cauce frío. Cuando adquirieron las aguas sn reposo primitivo, Garduña, el rostro animado, do un infernal regocijo, al atónito concurso de aquel suceso testigo, dgo con solemne acento sn talle irguiendo raquítico: —Juan y Tomás ya no existen; pero á falta de un Castrilk), yo seré el ejecutor pues tengoamor al oficio.— Y es (tima en Valladolid, quo desde aquel punto mismo e que un reo en la plaza el postrer suspiro, desde el fondo de la Esgueba responde con nn gemido el ánima abandonada del hijo de Juan CaslriUo. C in tilo SCAREZ BRAVO. FIN ^ 48 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. U PUENTE DE NIM N O Í DE EIRO. Ni por ana antigüedad remota, ni por lo magnifico y sorprendente de su construcción, es notable el monumento cuya vista exacta da­ mos í nuestros lectores i la cabeza de este articulo; pero si porque se halla situado, como es notorio, en la carretera mas principal y concurrida de nuestra España, en la frontera de Castilla por la parte de las provincias Vascongadas, y porque rara 6 ninguna de las infi­ nitas personas que han viajado y viajan por aquella , dejará de con­ servar recuerdos, nada agradables por cierto, del puente de Miranda de Ebro. Establecido en uno de los estreñios del mismo el cuerpo de guardia de carabineros, las personas, los carruajes y lodo tiene qne someterse á un minucioso reconocimiento, sin el cual ¡ cuánta« cosas, qué cigarros tan buenos y tan baratos no se comprarían en Vi­ toria, Bilbao 6 Sin Sebastian! El solo nombre de aquel infunde cierto recelo , aun á los viajero« mas despreocupados, y el pasarle pronto es un motivo de satisfacción, porque desde entonces, no antes, puede calcularse cuándo se llegará á la corte 0 á otro punto cualquiera, cesando ya de sufrir enojosas de­ tenciones, de bajar equipajes, de abrir y cerrar baúles, sacos de no­ che y sombrereras, de enseñar gritis á los curioso* y desocupados las ropas y efectos qne se conducen. de estropearse unos y otros, de pa­ gar propinas y gabelas i los solícitos mozos que manejan dieboa oqui- ( Puente de Miranda de Ebro.) p a ja , y en IIn dn perder un tiempo preciosísimo y muy necesario, por lo menos para terminar con mayor prontitud un largo y penoso viaje. Por otra parto, si por un hundimientoú otra desgracia imprevista se suspendiese el pato del célebre puente que nos ocupa, ¿ cuántas hermosas dijarian de lucir sus gracias y sus encantos por falta de Iris accesorios precisos que la moda las manda á cada momento de París, y que precintados ó siu precintar atraviesan hoy aquel? Los principes y embajadores, nuestros personajes, las notabili­ dades europeas, los ejércitos vencedores y vencidos, el capiüu del siglo, el infortunado Oírlos Alberto... todos, todos han transitado por eí puente de Miranda, y para algunos se' han levantado en su cen­ tro sencillos arcos de boj qne han desaparecido, con raras escepciones, con tanta prontitud y presteza como el prestigio y la popularidad de los héroes á quienes se lian dedicado tales obsequios. A pesar de lo que decimos al principio, no se crea que el puente de Miranda dqje de honrar al arquitecto qne le dirigid, pues sucede todo lo contrario, porque es sin disputa de los mayores y mejor cons­ truidos que tenemos, asemejándose su sólida é imponente obra, i una de tas pocas de igual clase que todavía admiramos de la época rouinna. Prescindiendo de la elevación suma y esbeltez de sus seis arcos, tiene ciento cincuenta pasos de largo y diez de ancho, y además ilel uso ordinario i qae está destinado, sirve de paseo de verano í los m¡randinos, habiendo asientos y faroles en los macizos de tas cepas 6 estribos. A rada lado de la entrada de! puente, viniendo de la parte deFraneii, hay dos grandes pedestales guardando simetría, que rematan sos­ tenidos por leones en cánidos de piedra sólida, con las amias de Cas­ tilla y de Miranda, y en lápidas incrustadas en aquellos con inscripcio­ nes en latín y castellano, que dicen: •llcinando Carlos III, destruidoenteramenle el antiguo puente de ■Miranda , fud principiado este d espcnsis del público, en el s«.« «du 177«, cuya fábrica inas propia para la duración conlra las romí­ simas inundaciones del rio Ebro. y su troza de mejor gusto, dirigió y •conelnyó el arquitecto D. Francisco Alejo de Arangñren, en el año 1777.a M anicio SALOMON. La B a r q u illa . —i,Adúnde vas, frágil barca, sin remeros ni piloto, por el embate impelida del huracán espantoso? ¿Quién dirigirá lu rumbo, site internas en el golfo? ¿Quién evitará por ti los escondidas escollos? Detente, pobre barquilla, busca eu el puerto el reposo... Mas ¡ab! las olas te arrastran como raudo meteoro? ¿Adúnde irás á parar? ¿A dónde irás á dar fondo?... —Voy adonde fueron otras naves, de la mar colosos; Adonde va la hermosura, adonde van los tesoros, ■ adonde irán las coronas de rosas, laurel yoro. F bascisco J. OBELLANA. Redactor y propiciarlo. 0. Aojel Fcroindrt de tos Ríos. Madrid —Imprenta del Snasauo Pistoanc» y de L> Iicm sao», i cargo i r Ü G HCambra. J.cutncsrtin 36.