sistema penitenciario y administración de justicia en el perú

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CONCLUSIONES DE LAS JORNADAS
“SISTEMA PENITENCIARIO Y ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA
EN EL PERÚ”
DICIEMBRE 2010
CONCLUSIONES
PRISIÓN PREVENTIVA.Primera.- Fumus boni juris.-
La prisión preventiva toma como punto de partida la
necesaria concurrencia de indicios racionales suficientes de
criminalidad respecto de la persona frente a la que se acuerda
esta medida cautelar; sin dichos indicios resulta improcedente
su adopción.
Segunda.- Fines legítimos de la prisión preventiva:
periculum in mora.-
Son fines comunes en las legislaciones procesales
penales peruana y española los riesgos racionales de elusión
de la acción de la justicia –es decir, de fuga-, juntamente con la
previsión razonable de destrucción de pruebas como motivos
justificativos de la prisión preventiva. La legislación española
acepta además la probabilidad de reincidencia como tercera
finalidad.
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Tercera.- Fines ilegítimos y excluidos.-
En
consecuencia,
aun
concurriendo
los
indicios
racionales de criminalidad respecto de un reo, la prisión
preventiva sería improcedente en aquellos casos en los que no
se aprecien como concurrentes los riesgos racionales antes
indicados.
Cuarta.- Principio acusatorio y medidas cautelares.-
Constitucionalizado el principio acusatorio, su proyección
al ámbito de las medidas cautelares dentro del proceso penal
conlleva la necesidad de que una parte acusadora solicite la
adopción de la prisión preventiva, sin la cual se conculcaría el
principio nemo judex sine actore, ne procedat ex officio.
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Quinta.- Posibilidad de advertencia por el Fiscal de la
improcedencia de la prisión preventiva.-
Mientras no se implemente el nuevo Código Procesal
Penal, la aplicación del principio acusatorio y la inexistencia de
normas procesales impeditivas, permiten que el Ministerio
Público pueda expresar la falta de necesidad de la aplicación
de la prisión preventiva, sea por la relatividad de los indicios
racionales
de
criminalidad
aun
no
suficientemente
consolidados, sea por ausencia de riesgos racionales que
justifican la adopción de la prisión preventiva.
Sexta.- Necesidad de motivación de la resolución de la
prisión preventiva, excluyendo modelos normalizados que
no analizan individualmente las circunstancias que lo
justifican.-
La existencia de un imperativo general de motivación de
las resoluciones judiciales constitucionalizado y desarrollado en
el terreno de la legalidad ordinaria impone a la Autoridad
judicial el deber de motivar la adopción de la prisión preventiva.
Ello obliga en cada caso a justificar individualizadamente los
indicios racionales de participación del reo en lo hechos que
motivan la prisión preventiva y de razonar extrayendo de las
circunstancias concurrentes la concurrencia de los fines
constitucionales y legales de dicha medida cautelar, lo que se
refuerza en cuanto que la prisión preventiva supone la
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afectación de un derecho fundamental, el de la libertad de las
personas.
Ese deber de motivación quedará vaciado de contenido si
no se realiza un análisis casuístico de las circunstancias
concurrentes en el caso determinante de la adopción de la
prisión preventiva por parte de la resolución que la acuerda.
Séptima.- Notificación inmediata de la resolución de
prisión preventiva.-
Para asegurar el ejercicio del derecho de recurso, los
tribunales de justicia deben garantizar la inmediata notificación
de la resolución adoptada tanto al letrado del reo como al
propio Ministerio Público, asegurando su comunicación a las
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partes antes de la efectiva materialización del internamiento
cautelar.
Octava.- Posibilidad de recurso del Fiscal.-
El quebrantamiento del deber de motivación de la prisión
preventiva justifica la impugnación por el Fiscal de la resolución
judicial adoptada, especialmente en aquellos casos en los que
el Fiscal no la considera procedente por no concurrir los fines
constitucionales y legales de la prisión preventiva.
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Novena.- Posibilidad de solicitud de libertad provisional
por el Fiscal.-
La enervación de los indicios racionales de criminalidad
durante la tramitación de la causa justificaría la solicitud del
Fiscal de levantamiento (libertad provisional) de la prisión
preventiva decretada; y por las mismas razones, cuando hayan
desaparecido o se hayan minimizado los riesgos que
justificaron la adopción de la prisión preventiva.
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Décima.- Potenciación de las figuras de la conformidad del
reo con la acusación del Fiscal.-
Las instituciones de conformidad del reo con la solicitud
de pena por parte del Fiscal (terminación anticipada)
constituyen un instrumento de agilización de la Administración
de Justicia que además contribuye poderosamente a minimizar
la población de presos preventivos. Así pues deberían
potenciarse
medidas
legislativas
que
desarrollen
la
materialización de estas figuras, y suprimirse las barreras
burocráticas que las dificultan y obstaculizan.
Undécima.- Necesidad de garantizar la asistencia letrada al
detenido desde la propia declaración ante la Policía.-
Debería regularse la asistencia letrada de la persona
detenida desde la propia declaración de la misma ante la
Policía. Dicha presencia incrementa las posibilidades de
soluciones
alternativas
al
proceso
mediante
eventuales
conformidades.
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Duodécima.- Población penitenciaria preventiva
El abuso de la prisión preventiva utilizada como pena
anticipada y como concesión a la presión mediática desvirtúa la
naturaleza constitucional
y legal de la prisión preventiva, y
satura el sistema penitenciario de manera innecesaria.
Toda tasa de población preventiva que exceda del 35% o
cuanto más el 40% en el conjunto total de la población reclusa
constituye un indicador evidente de la distorsión del sistema
judicial y penitenciario del Estado que la padece.
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PRINCIPIO DE OPORTUNIDAD.-
Decimotercera.- Conveniencia de potenciar el principio de
oportunidad reglada.-
La legislación penal española de actos debería potenciar
la conciliación y la reparación como medidas alternativas al
proceso penal, así como la figura del archivo en los casos de
infracciones bagatela, tomando como referencia la propia
legislación penal juvenil, lo que ya se contempla en la
legislación peruana. La legislación peruana debería igualmente
contemplar una profundización de estas medidas alternativas al
proceso penal.
ACTIVIDAD PENITENCIARIA.-
Decimocuarta.- El hacinamiento y sus consecuencias
penitenciarias.-
El hacinamiento de los establecimientos conlleva la
incapacidad del sistema penitenciario que lo padece para
garantizar la retención y custodia, la convivencia ordenada así
como la actividad de reeducación y de reinserción social. La
inseguridad de las personas recluidas y del personal
penitenciario constituye un caldo de cultivo inexorable para el
estallido de la violencia, y atentatorio en sí mismo para la
dignidad de las personas, que incapacita totalmente la
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funcionalidad del sistema penal y penitenciario, en definitiva
anula de raíz cualquier atisbo de actividad tratamental y
resocializadora.
Decimoquinta.-
Personal
penitenciario:
selección
y
formación inicial; necesidad de conocimiento y aplicación
práctica de la dactiloscopia-
El éxito de la actividad penitenciaria depende igualmente
de un sistema de selección y capacitación inicial del personal
penitenciario, que debe igualmente complementarse con una
formación continua.
No debe desdeñarse el conocimiento de determinadas
áreas criminológicas auxiliares, como la dactiloscopia.
Decimosexta.- Carrera penitenciaria y formación continua.-
Resulta imperioso diseñar una carrera penitenciaria que
permita la evolución del funcionario desde su ingreso hasta
cuotas más altas de dirección, a fin de incentivar y motivar a
dicho personal para que su actuación profesional redunde en la
mejora del propio sistema penitenciario.
Para ello es imprescindible la planificación de cursos de
formación continua de dicho personal penitenciario.
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Decimoséptima.-
Ajuste
proporcional
del
personal
penitenciario al incremento de la población reclusa.-
Debe asegurarse la adaptación de medidas
aseguren que
proporción
que
el personal técnico y de vigilancia guarde
con el número de reclusos, como único camino
para garantizar el éxito de la actividad penitenciaria.
Decimoctava.- Exclusión de los sistemas de rotación anual
del personal penitenciario.-
La
rotación
anual
del
personal
penitenciario
es
incompatible con el éxito de la actividad penitenciaria, ya que
impide toda posibilidad de programación a medio plazo por
parte del personal directivo, y desincentiva la capacidad de
estudio multidisciplinar de los especialistas, lo que merma
además la credibilidad de sus informes.
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Decimonovena.-
Imperativos
de
conocimiento
e
interrelación entre tribunales y equipos técnicos.-
Es necesaria la coordinación de los especialistas
penitenciarios con los tribunales que reciben sus informes, y
asegurar además el conocimiento por éstos de su fundamento
criminológico, a fin de que puedan evaluarse adecuadamente
sus peritajes, y no desde una perspectiva exclusiva y
reductivamente penalista y legalista.
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CONTROL JUDICIAL DE LA ACTIVIDAD PENITENCIARIA.-
Vigésima.- El modelo del Juez de Ejecución de penas como
garantía de que la Justicia no se detenga a las puertas de
las prisiones, y del derecho a la tutela judicial de sus
derechos por los reclusos frente a la Administración.-
La ausencia de un juez de ejecución de penas con
competencias en materia de control de legalidad de la actividad
penitenciaria permite concluir que en ese modelo la justicia se
detiene en la puerta de las prisiones, y además priva de
efectividad el derecho a la tutela judicial de las personas
privadas de libertad en sus eventuales reclamaciones contra
las decisiones adoptadas por la Administración penitenciaria.
Vigésimo primera.- Necesidad de atribución al Juez de
Ejecución de penas de competencias para hacer ejecutar
lo juzgado.-
El marco competencial de ese Juez debe asegurar la
aprobación por el mismo de los permisos de salida, de los
beneficios penitenciarios y de la libertad condicional, así como
de cualesquiera otros incidentes de ejecución de la sentencia
penal posteriores al inicio del cumplimiento material de la pena
y anteriores a la decisión de la libertad definitiva.
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Vigésimo segunda.- Atribución al Juez de Ejecución de
penas de competencias para el control de la legalidad de la
actividad penitenciaria.-
Es igualmente imprescindible dotar al Juez de Ejecución
de penas de funciones de conocimiento de recursos contra las
decisiones del modelo regimental aplicable, así como del
conocimiento de los recursos contra decisiones sancionadoras
en el ámbito de la corrección disciplinaria, y de cualesquiera
otras peticiones y quejas formuladas en materia de régimen,
tratamiento penitenciario y en garantía de cualesquiera otros
derechos reconocidos por la legislación penitenciaria.
Vigésimo tercera.- Deber de visita de los Jueces de
Ejecución de penas a los establecimientos penitenciarios.-
Para
el
adecuado
ejercicio
de
sus
funciones
y
conocimiento inmediato de la realidad penitenciaria cuya
legalidad controlan, los Jueces de Ejecución deberán realizar
visitas periódicas a los Centros Penitenciarios ubicados en el
marco territorial de su competencia, con posibilidad de
audiencia de todos los reclusos que lo soliciten, garantizando
además la posibilidad de acceso por el Juez a la completa
documentación penal y penitenciaria de todos los reclusos sin
excepción.
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Vigésimo
cuarta.-
Procedimiento ágil
y simple
con
garantías del principio de audiencia del reo y de la
Administración Penitenciaria.-
La actuación procesal de este Juez debe regirse por un
procedimiento simple y ágil donde se garantice en todo caso la
audiencia de la Administración penitenciaria y la de la propia
persona privada de libertad.
Vigésimo quinta.- Preceptiva intervención del Ministerio
Fiscal.-
En dicho procedimiento debe reconocerse la intervención
del Ministerio Fiscal como órgano imparcial y defensor de la
legalidad, garante de los derechos de los ciudadanos y del
interés social.
Vigésimo sexta.- Necesidad de contemplar una segunda
instancia y legitimación para recurrir.-
Debe igualmente garantizarse la segunda instancia ante
un Tribunal Superior, reconociendo la posibilidad de recursos
contra las resoluciones judiciales tanto al recluso como al
Ministerio Público, y en su caso a la propia Administración
penitenciaria en la medida en que la resolución judicial afecte
al régimen del Establecimiento.
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Vigésimo
séptima.-
Marco
competencias
de
las
Direcciones de las Instituciones Penitenciarias.- Previsión
de Tribunal de Conflictos de Jurisdicción para evitar que el
Juez de Vigilancia invada competencias penitenciarias y
viceversa.-
La actuación de dichos Jueces de Ejecución no puede
invadir el marco competencial propio de las Instituciones
Penitenciarias en lo que se refiere a la dirección, organización
e inspección de los servicios de prisiones. Para garantizar que
no se produzcan tales injerencias competenciales debe
contemplarse un tribunal que conozca de los eventuales
conflictos de jurisdicción.
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Vigésimo octava.- Conveniencia de reuniones periódicas
de unificación de criterios.-
La formación continua y la unificación de criterios de
actuación hacen aconsejable la existencia de reuniones
periódicas de los Jueces de Ejecución, Fiscales y Defensores
Públicos con los representantes de la propia Administración
Penitenciaria.
PRINCIPIO
DE
REVISABILIDAD
PERIODICA DE
LAS
MEDIDAS DE SEGURIDAD.-
Vigésimo novena.- Principio de revisabilidad periódica de
las medidas de seguridad.-
Los informes del INPE relacionados con las medidas de
seguridad que se remiten a los órganos judiciales deben ser
remitidos al Ministerio Público y al letrado del sometido a la
medida, para que a través de un proceso contradictorio el
órgano judicial adopte la oportuna resolución acordando la
continuidad, sustitución, suspensión o cese de la medida,
previa audiencia del Ministerio Fiscal y del reo asistido de
letrado. Dicha resolución deberá ser susceptible de recurso
conforme a las reglas generales de la ejecución penal.
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