Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Derecho del Trabajo DIRECTOR Luis Martínez-Sicluna Sepúlveda SUBDIRECTOR Francisco Javier Andrés González COORDINADORES DE LA SERIE Alfredo Montoya Melgar Enrique Sánchez-Izquierdo Nieto SECRETARÍA Subdirección General de Publicaciones del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Agustín de Bethencourt, 11 28003 Madrid Telf.: 91 363 23 45 Fax: 91 363 23 49 Correo electrónico: [email protected] Internet: http://www.mtas.es COMITÉ DE REDACCIÓN Gerardo Camps Devesa Juan Pedro Chozas Pedrero Concepción Dancausa Treviño José Marí Olano Antonio Luis Martínez-Pujalte López Elena Sánchez Pérez La Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales no se responsabiliza de las opiniones expresadas por los autores en la redacción de sus artículos. Se permite la reproducción de los textos siempre que se cite su procedencia. RET: 02-2.034 Edita y distribuye: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Subdirección General de Publicaciones Agustín de Bethencourt, 11. 28003 Madrid NIPO: 201-02-001-2 ISSN: 1137-5868 Depósito legal: M-12.168-1998 Diseño cubierta: CSP Diseño interior: C & G Imprime: Solana e Hijos, A.G., S.A. Telf. 91 610 90 06 Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Derecho del Trabajo TENDENCIAS ACTUALES DE LA JURISPRUDENCIA EN MATERIA DE CONTRATO DE TRABAJO SUMARIO PRESENTACIÓN, Eduardo Zaplana Hernández-Soro, 7 EDITORIAL, Alfredo Montoya Melgar, 11 I. ESTUDIOS Fronteras y «zonas grises» del Derecho del Trabajo en la jurisprudencia actual (19802001). Antonio Martín Valverde, 21 La contratación temporal. José María Marín Correa, 51 El tiempo de trabajo: una visión jurisprudencial. Juan Martínez Moya, El salario. Concepción Rosario Ureste García, 67 95 Nuevas formas de compensación del salario: referencia a las «stocks options». Manuel Iglesias Cabero, 123 Garantías del salario y Fondo de Garantía Salarial: el privilegio y la institución de garantía como mecanismos de proteción del crédito salarial. Bartolomé Ríos Salmerón, 143 Contratas y subcontratas: jurisprudencia unificadora. Fernando Salinas Molina, 201 Contratas, cesión ilegal de trabajadores y cooperativas de trabajo asociado. Luis Ramón Martínez Garrido, 229 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 3 La sucesión de empresa: una lectura del nuevo artículo 44 del Estatuto de los Trabajadores desde la jurisprudencia. Aurelio Desdentado Bonete, 241 Tendencias actuales en la jurisprudencia social en materia de suspensión y excedencia en la relación laboral. José María Botana López, 267 La extinción de la relación de trabajo por causas económicas, técnicas, organizativas o productivas. Un análisis jurisprudencial. Manuel Fernández-Lomana García, 285 4 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 Presentación Presentación resentar, por primera vez, la Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales constituye para mí un motivo de especial satisfacción, a la vez que un verdadero honor, pues sé del prestigio que esta publicación ha ido adquiriendo como ámbito de reflexión científica especializada en el área del Derecho del Trabajo y la Seguridad Social, así como del rigor que caracteriza a todos sus estudios y contribuciones. P Mi formación académica y mi actividad profesional en el campo del Derecho me han hecho siempre tener un profundo reconocimiento hacia la investigación jurídica, y valorar su extraordinaria importancia y utilidad. Y, para cuantos debemos adoptar decisiones políticas que tienen una traducción normativa, prestar atención a la reflexión de los estudiosos del Derecho resulta indispensable, pues nos sugiere vías de mejora del Derecho vigente, amén de contribuir a su mejor interpretación y a la evaluación de su idoneidad y eficacia. Estimo, pues, muy oportuno que el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales cuente con este foro de diálogo científico, y deseo aprovechar esta oportunidad para expresar mi agradecimiento a cuantos lo enriquecen con sus aportaciones. La investigación jurídica no debe, sin embargo, estar disociada de la vida jurídica real, limitándose, por ejemplo, a una mera labor de exégesis de los textos legales. Ha de desarrollarse, por el contrario, en estrecha conexión con la práctica jurídica, prestando atención, especialmente, a las soluciones ofrecidas por los Tribunales en su tarea de interpretación. Es este justamente el enfoque que el número que ahora presento ha querido dar al estudio del contrato de trabajo, centrándose en el análisis de las actuales tendencias jurisprudenciales. Como acertadamente afirma en el primero de los artículos el Catedrático y Magistrado Antonio Martín Valverde, la jurisprudencia constituye, en efecto, un observatorio privilegiado, que aporta en numerosos aspectos de la regulación de las instituciones un complemento indispensable para enlazar las previsiones normativas con la realidad social. Sin duda, los profundos cambios sociales y económicos a que estamos asistiendo en los últimos años tienen una particular incidencia sobre la figura del contrato de trabajo. Un ejemplo paradigmático es la extensión del fenómeno del teletrabajo, para el que evidentemente no sirven los patrones tradicionales del Derecho del Trabajo. Abordar esta necesaria evolución de la regulación jurídica de las relaciones laborales de un modo que compatibilice el dinamismo de la vida económica con la más plena garantía de los derechos de los trabajadores y con el mantenimiento del carácter protector del Derecho del Trabajo es el reto que tenemos ante nosotros en los próximos años. Pienso que los estudios que se recogen en este número, que ofrecen una panorámica de las tendencias actuales en relación con los aspectos más importantes del contrato de trabajo, constituyen una valiosa aportación en este camino. EDUARDO ZAPLANA HERNÁNDEZ-SORO Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 7 Editorial Editorial ALFREDO MONTOYA MELGAR * rente a la vieja idea de que los jueces no son más que «la boca de la ley», según la clásica apreciación de Portalis, nadie discute hoy que el juez –y el más alto fruto de su quehacer: la doctrina judicial- no sólo aplica la norma al caso concreto sino que, al hacerlo, contribuye a configurarla y darle su sentido. A la cabeza de esa doctrina, la jurisprudencia, entendida como doctrina del Tribunal Supremo (art. 1.6 del Código Civil), constituye un canon interpretativo imprescindible; un canon que goza, no ya de autoridad científica como ocurre con la doctrina académica, sino de imperatividad en la medida en que la jurisprudencia interpreta y completa el Ordenamiento jurídico, del que, obviamente, ella misma forma parte. F El propósito de este número, monográfico como todos los que componen la serie de «Derecho del Trabajo» de la Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales en la nueva etapa iniciada en 1997, es el de ofrecer el panorama actual de la jurisprudencia social del Tribunal Supremo recaída en materia de contrato de trabajo, el eje, como es bien sabido, del Derecho del Trabajo. A tal efecto, hemos seleccionado las cuestiones más relevantes en tal materia y hemos propuesto su análisis y valoración a un grupo de prestigiosos Magistrados del Tribunal Supremo, de la Audiencia Nacional y de Tribunales Superiores de Justicia. El resultado de la generosa colaboración de estos relevantes jueces es la obra que el lector tiene en sus manos; una obra que, sin ningún exceso en el lenguaje, resultará imprescindible para el conocimiento completo de la institución del contrato de trabajo. El primero de los once estudios que integran este número de la Revista aborda un enfoque panorámico del tema, como tal situado por encima de propósitos de exhaustividad casuística. Su autor, el Catedrático y Magistrado del Tribunal Supremo D. Antonio Martín Valverde, comienza trazando las funciones que corresponden a la legislación, a la jurisprudencia y a la doctrina científica en la construcción del Derecho del Trabajo y específicamente en la delimitación del contrato de trabajo. Con independencia de la función de reflexión en buena medida abstracta que compete a la doctrina académica, desde la perspectiva histórico-legislativa la delimitación del ámbito del contrato de trabajo ofrece un cierto repliegue a partir de los años 80; por su parte, la labor llevada a cabo por la jurisprudencia viene introduciendo importantes criterios de interpretación flexible de las notas definidoras del contrato laboral, la dependencia y la ajenidad. De este modo, la jurisprudencia ha tenido ocasión de aproximarse a las llamadas «zonas grises» del contrato de trabajo, proyectando luz sobre su naturaleza. En tal sentido, el autor, tras recordar la legitimidad de las opciones empresariales a favor de contratar servicios * Catedrático de la Universidad Complutense. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 11 EDITORIAL por cauces distintos del contractual laboral, pasa revista a los criterios de calificación del Tribunal Supremo ante relaciones de entidad compleja: administradores societarios, representantes de comercio, colaboradores externos de la empresa, trabajos familiares, socios-empleados, becarios, actividades de voluntariado y otros tipos de trabajos benévolos, etc. Sin perjuicio de que algunas de estas actividades carezcan de «laboralidad» y de que algunas otras puedan ser o no laborales según las circunstancias de cada caso, se aprecia en la jurisprudencia una interesante reelaboración de los rasgos definidores de la dependencia (que en ciertos supuestos se configura más bien como «programación» de la actividad laboral por el empresario), y de la ajenidad (ausente cuando los frutos del trabajo vierten sea a un «fondo común» o a un fondo social en el que el trabajador tiene una participación prevalente, o cuando el trabajo no redunda en utilidad patrimonial del empresario). El crucial tema del contrato de trabajo de duración determinada es abordado, desde la perspectiva de la doctrina jurisprudencial, por el Magistrado del Tribunal Supremo D. José María Marín Correa. Adelantándose a negar que la propia jurisprudencia tenga responsabilidad en la multiplicación de los contratos temporales, el autor pasa revista a los contratos clásicos de duración determinada y su tratamiento jurisprudencial, para luego referirse a las nuevas tendencias en tales tipos de contratación, tales como la vinculación de la duración de la obra o servicio contratados a la duración de la contrata con la que estuvieran conexos, incluso en el caso de que la contrata finalizara antes del término previsto. Aparte de este deslizamiento de los contratos por obra o servicio hacia la contratación eventual, se analizan los supuestos de posible sucesión de contratas. La jurisprudencia, asimismo, ha tenido ocasión de pronunciarse sobre la eventualidad y los convenios colectivos que la rigen, los problemas de la interinidad en los supuestos de «indefinición temporal», la flexibilización por la jurisprudencia de la forma escrita de los contratos temporales, así como las equiparaciones legales y jurisprudenciales entre trabajadores temporales y fijos tanto en materia laboral como de Seguridad Social. El autor, al tratar de la jurisprudencia sobre extinción del contrato temporal, pone de relieve el auge de las acciones declarativas respecto de la fijeza del contrato, y la dualidad extinción de contrato temporal (real) y despido de contrato indefinido (aparentemente temporal). La jurisprudencia, en fin, se ha ocupado de la aplicación de las fórmulas de contratación temporal del art. 15 ET al caso de las empresas de trabajo temporal, así como del supuesto de la extinción anticipada del contrato de puesta a disposición y su no incidencia sobre la extinción del contrato de trabajo eventual de duración prefijada. De la aproximación de la jurisprudencia social a la «gestión del tiempo de trabajo» se ocupa el estudio de D. Juan Martínez Moya, Magistrado del TSJ de Castilla-La Mancha y Letrado del CGPJ. El autor traza una amplia introducción al tema, destacando su complejidad y las dificultades de llevar a cabo un análisis sistemático del mismo; en efecto, los múltiples problemas jurídicos del tiempo de trabajo, que afectan tanto a la duración como a la retribución de la prestación laboral, y respecto de los cuales existen muy variadas soluciones en los convenios colectivos y contratos individuales, dan lugar a una casuística muy rica que provoca una gran especificidad en los pronunciamientos jurisdiccionales. Desde estas premisas, el estudio procede a analizar las soluciones que el Tribunal Supremo viene dando a las cuestiones más relevantes que se plantean en el ámbito de la gestión del tiempo de trabajo. En tal sentido, se deja constancia de la posición jurisprudencial sobre el concepto de jornada laboral y su separación de la noción de horario de trabajo, así como sobre las limitaciones de jornada, el tiempo de trabajo efectivo (con análisis de supuestos concretos como la «pausa del bocadillo» y las guardias de presencia y localización en los servicios médicos). Igualmente se pasa revista al enfoque jurisprudencial sobre diversas cuestiones problemáticas, tales como la modificación de jornada pre- 12 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ALFREDO MONTOYA MELGAR vista en convenio colectivo y sustraída por tanto al régimen del art. 41 ET. Respecto de la figura de las horas extraordinarias, se pone de relieve las distintas perspectivas, en primer lugar las de los trabajadores y los empresarios, a que puede obedecer su establecimiento. El autor destaca el repliegue de la ley producido en la materia con la reforma del ET en 1994, y da cuenta de la jurisprudencia relativa al cálculo de aquellas horas y de su remuneración. En fin, el estudio se hace eco de la doctrina del TS sobre trabajo nocturno y a turnos y ritmos de trabajo, así como descansos semanales, fiestas y permisos, materia de gran casuismo de la que se ofrece un expresivo muestrario. Por último, queda también noticiada la jurisprudencia en materia de vacaciones (duración, retribución, tiempo de disfrute, etc.). La Profesora de la Universidad Complutense y Magistrada del TSJ de Madrid Dª Concepción R. Ureste García dedica su estudio a la perspectiva jurisprudencial sobre el salario considerado en su generalidad. Tras recordar la doctrina que distingue entre renta laboral y salario, la autora profundiza en la elaboración del TS sobre el concepto de salario, y se adentra en los pronunciamientos sobre supuestos concretos y a veces problemáticos de percepciones económicas de los trabajadores: retribución de las vacaciones, naturaleza de las dietas y pluses de viaje, de las ayudas de estudio, del plus de transporte, de los anticipos salariales, de las «cestas de Navidad», de los pluses de desgaste de herramientas, del llamado «seguro de sueldo», etc., etc. En éstos y otros supuestos, se incide sobre la línea separadora entre la retribución y la indemnización, realizándose así una importante tarea de delimitación del concepto jurídico de salario. Igualmente se presta atención al tema, de tanta significación práctica, de la determinación del salario base a efectos de indemnizaciones por despido. Atendida esta tarea de delimitación jurisprudencial del concepto de salario, se hace inventario de los grandes temas abordados en materia salarial por el TS: la determinación del salario, con la indagación de la función de éste, de la fijación de los sistemas retributivos y de las mejoras salariales y su posible supresión; las modalidades de pago del salario; la estructura salarial, con análisis de problemas específicos como el del plus de antigüedad y su posible juego en los contratos temporales; la aplicación del principio de no discriminación retributiva, con precisiones jurisprudenciales sobre el alcance de esa «no discriminación», en el sentido de que el principio no postula una absoluta uniformidad de trato sino que es compatible con la admisión de desigualdades razonables; la aplicación jurisprudencial del principio de absorción y compensación salarial; así como problemas retributivos planteados por el juego del finiquito en el caso de alteración de las circunstancias presentes cuando éste se firmara, o por la concurrencia de los salarios de tramitación con el subsidio de incapacidad temporal. Como aspecto singular de la institución del salario, el Magistrado del Tribunal Supremo D. Manuel Iglesias Cabero aborda el estudio del actualísimo tema de las «stock options», centrándose en dos recientes sentencias del Alto Tribunal. Muestra del dinamismo constante del Derecho del Trabajo, el derecho de opción de compra de acciones de la propia empresa (o grupo de empresas), cotizadas en Bolsa, viene erigiéndose desde fechas recientes en un importante incentivo económico para los trabajadores. Ante el silencio de las normas laborales frente a dicho instituto y la existencia de meras referencias marginales en la mercantil, la jurisprudencia ha debido acometer la tarea de identificar jurídicamente la naturaleza de dichas «opciones». Las sentencias (dos) de la Sala IV del TS, de 24 de octubre de 2001, se plantean si el derecho de opción de compra de acciones tiene contenido económico, al abordar la petición de los demandantes que, despedidos (y declarado improcedente el despido) antes de la llegada del plazo para ejercitar la opción de compra, solicitaron el reconocimiento del derecho a una indemnización equivalente a la ventaja que se hubiera derivado del ejercicio de la opción que les fue vedada. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 13 EDITORIAL El Tribunal sienta la doctrina, en cuanto a la naturaleza de la obligación del empresario que oferta la opción, de que no se trata de una obligación condicional, ni tampoco una mera expectativa de derecho, sino de una obligación sujeta a plazo. En cuanto al carácter salarial o no de la obligación, el Tribunal se decanta por considerar la «stock option» como un «concepto retributivo nuevo», incluíble en el art. 26 ET, y dirigido a incentivar a los trabajadores en la consecución de los objetivos de la empresa; ello con independencia del carácter incierto de la ventaja, que también aparece en otras percepciones retributivas como la participación en beneficio, los «bonus» y las comisiones. Tras sostener que el no ejercicio de la opción no constituye renuncia de derecho indisponible, al no vulnerar norma de derecho necesario alguna, y tras abordar la naturaleza de la opción gratuita calificándola de donación no revocable, se conceptúa a la opción como salario en metálico; en consecuencia, el beneficio derivado de la opción debe computarse a efectos del cálculo de la indemnización por despido improcedente. El Dr. D. Bartolomé Ríos Salmerón, Magistrado del Tribunal Supremo, estudia los temas de los privilegios salariales y las prestaciones del Fondo de Garantía Salarial básicamente a través de las decisiones de la Sala IV del propio Alto Tribunal, pero también a la vista de las resoluciones de otras Salas del TS y de los Tribunales Constitucional y de Justicia de la CE. El autor parte de la identificación de los conceptos protegidos –salarios e indemnizaciones-, reseñando la evolución desde la tutela del crédito salarial a la más amplia del crédito laboral, y recordando los mecanismos de tal tutela: la preferencia salarial y el Fondo de Garantía Salarial. Con relación a los privilegios salariales, que corrigen la clásica doctrina de la par condicio creditorum, se parte del art. 32 ET en su contexto normativo, nacional e internacional. Con apoyo en la doctrina de la Sala 1ª del TS, se pone de relieve cómo, a diferencia del carácter restrictivo que preside en términos generales la interpretación de las normas sobre preferencias, respecto de las laborales rige el principio extensivo. Después de haber considerado la doctrina civil de la intransmisibilidad de los privilegios y el problema de la imputación de pagos a los créditos, el autor sistematiza la jurisprudencia sobre los distintos tipos de privilegios crediticios, respecto de los que aborda los principales problemas que plantea la práctica: en cuanto a los llamados «superprivilegios», se aborda el problema de la negativa del Registrador de la Propiedad a cancelar hipotecas anteriores al embargo social, que la Sala IV viene resolviendo de modo favorable a dicha cancelación; respecto de los privilegios refaccionarios se cuestiona acerca de sus posibles objetos (películas cinematográficas, inmuebles, etc.); en fin, con relación a los créditos laborales garantizados con preferencia general ordinaria, se plantea su posible colisión con créditos extralaborales garantizados con derecho real. El análisis de la jurisprudencia sobre créditos laborales preferentes se completa con el tratamiento que aquélla hace de los temas procesales (ejecución universal o singular; concursos y tercerías de mejor derecho en ejecuciones hipotecarias; ejecuciones separadas). Respecto del segundo tema abordado por el Dr. Ríos Salmerón –el Fondo de Garantía Salarial–, se rinde cuenta de la posición jurisprudencial acerca de los conceptos protegidos (salarios e indemnizaciones), abordándose los problemas básicos que plantea su delimitación, tales como la inclusión en el concepto de salario de los de tramitación acordados por la Jurisdicción y de las pagas extraordinarias, y la consideración como indemnizaciones de las fijadas por extinción del contrato laboral por sentencia o resolución administrativa. Tras aludir a los supuestos determinantes de la prestación del Fondo –insolvencia, suspensión de pagos, quiebra, concurso–, se da noticia de la reciente jurisprudencia, que el autor critica invocando el Convenio 173 de la OIT, a cuyo tenor el Fondo no cubre las indemnizaciones por fin de obra pactadas en convenio colectivo. Finalmente, el estudio contiene una referencia a la aplicación jurisdiccional de la Directiva 80/187/CE y al Anteproyecto de Ley Concursal. 14 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ALFREDO MONTOYA MELGAR El fenómeno de la descentralización productiva y de la protección del trabajador en el marco de aquélla es tratado por el Magistrado del Tribunal Supremo D. Fernando Salinas Molina, que comienza su estudio refiriéndose a los conceptos elaborados por la jurisprudencia sobre las contratas y subcontratas. El autor aborda específicamente el problema de la responsabilidad empresarial a que dan lugar tales figuras descentralizadoras, deteniéndose en algunos supuestos singulares como el de las concesiones administrativas. Al tratar del fundamental problema de la responsabilidad solidaria del empresario principal, se recuerda la doctrina jurisprudencial sobre el alcance de la exigencia legal de que la contrata verse sobre obras o servicios de la «propia actividad» del empresario principal. Nuevamente se enfrentan aquí dos posiciones: una según la cual la propia actividad es la indispensable para la explotación, tanto básica como complementaria; otra, dominante, según la cual la propia actividad es la actividad esencial o nuclear de la empresa principal. La referida responsabilidad solidaria afecta a las obligaciones de naturaleza salarial (que el TS interpreta en sentido estricto, descartando las indemnizaciones y, por tanto, los salarios de tramitación); en cuanto a la responsabilidad por obligaciones de Seguridad Social, se contemplan supuestos especiales abordados por la jurisprudencia como el de la incapacidad temporal ocurrida durante la contrata y que se prolonga tras la conclusión de ésta, generando la responsabilidad solidaria de principal y contratista. Asimismo se atiende a la doctrina recaída en el delicado tema de la responsabilidad solidaria del empresario principal en orden al recargo de prestaciones por accidente de trabajo; doctrina que hace pender tal imputación de responsabilidad de la condición de infractor de dicho empresario; esto es, el empresario principal responde en la medida en que ha participado en la infracción. El empresario principal, por el contrario, no responde, ni solidaria ni subsidiariamente, de las mejoras voluntarias de la Seguridad Social (construcción que critica el autor). En fin, la terminación de la contrata (sin extinción del contrato de trabajo), seguida de la celebración de otra nueva no genera, según la jurisprudencia social, la subrogación propia de la sucesión de empresa. También acota como campo de análisis el de la descentralización productiva el estudio del Magistrado del Tribunal Supremo D. Luis Ramón Martínez Garrido, que se ocupa de las conexiones entre contratas, cesión ilegal de mano de obra y cooperativas de trabajo asociado. Como muestra del carácter difuso de los conceptos de contrata y subcontrata, y de la línea dudosa que separa a veces estas figuras de la cesión ilícita de trabajadores, tanto desde el punto legal como jurisprudencial, se pasa revista a diversos negocios (arrendamientos de servicios, contratos de suministro, etc.) celebrados entre cooperativas de trabajo asociado y empresas del sector hostelero y cárnico, y considerados, imprecisamente, unas veces como contratas, otras como cesiones ilícitas de trabajadores. Por otra parte, se expone la doctrina jurisdiccional a cuyo tenor corresponde a los jueces la apreciación de la existencia de cesión ilegal de mano de obra, a la vista de los indicios de actuación fraudulenta que se pudieran detectar. El eje del estudio consiste en la delimitación entre la figura del socio-trabajador de cooperativa de trabajo asociado y el prestamismo ilícito de mano de obra. Siendo tal socio un trabajador autónomo y no un trabajador dependiente, se sigue la inaplicabilidad del art. 43 ET y la aplicabilidad, por el contrario, del art. 6.4 CC; dicho de otro modo, para el autor no se estaría, en caso de fraude, ante una cesión ilegal de mano de obra sino ante una simulación de relación jurídica, de la que se derivaría la aplicación de la norma que se intenta eludir. Con apoyo en doctrina reciente del TS, se sostiene que la prestación de servicios realizada a través de una cooperativa de trabajo asociado goza de una intensa presunción de legalidad, sin que quepa presumir que se está ante un caso de prestamismo prohibido. La posición del Tribunal Supremo ante el fenómeno de la sucesión de empresa es el tema abordado en su trabajo por el Magistrado del propio Tribunal D. Aurelio Desdentado Bonete. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 15 EDITORIAL El estudio se inicia trazando las distinciones entre sucesión de empresa y otras figuras afines (tales como la simple adquisición de acciones, la incorporación a un grupo de empresas o los más polémicos supuestos de escisión de sociedades o transmisiones indirectas del tipo de las contratas y las concesiones). Fuera del art. 44 ET quedan las «sucesiones estratégicas» en las que no se produce la transmisión de un soporte patrimonial; sucesiones que sólo serían viables con el consentimiento del trabajador cedido, y cuyo régimen cabría fijarse a través de la negociación colectiva, que, naturalmente, no podría reducir los derechos de los trabajadores afectados. El autor recuerda la reiterada doctrina jurisprudencial según la cual la sucesión y subrogación empresariales tienen como presupuesto la transmisión de un conjunto patrimonial dotado de una cierta autonomía que permite una explotación unitaria, y no la pura cesión de actividad; doctrina consolidada frente a la que detecta y critica alguna fisura o «elemento inquietante» procedente de la jurisprudencia del TJCE, como es cierta predisposición a aceptar como sucesión de empresa la mera cesión de plantilla o de contratos de trabajo. Tras destacar el caso especial de las empresas en situación crítica, respecto de las que, en aplicación de la Directiva 2001/23/CE, cabrían dudas en cuanto a la pertinencia del mecanismo de la subrogación, se expone la matizada doctrina jurisprudencial sobre la sucesión de empresa en los supuestos de salvamento de ésta, en los que los propios trabajadores proceden a adquirir y luego vender todos los elementos de la empresa a una sociedad constituida al efecto, negociando la recolocación de determinados trabajadores y la indemnización de otros, y eludiendo con ello la subrogación de tal sociedad en la posición del empresario en crisis. Por lo que se refiere a los efectos de la sucesión de empresa, se recuerda la doctrina de que para que opere la subrogación empresarial es preciso que el contrato de trabajo afectado se halle en vigor; el mecanismo subrogatorio opera en tal caso como garantía del mantenimiento de los derechos del trabajador, tanto adquiridos ex contractu como derivados del convenio colectivo, sin olvidar, claro está, los derechos de protección social, con inclusión de los que dimanan de la existencia de planes de pensiones. El estudio aborda también las soluciones jurisprudenciales a cuestiones como la colisión entre el convenio de la empresa cedente y la cesionaria (problema que resuelve el nuevo art. 44.4 ET a favor del primero y no del más favorable), la duración de la responsabilidad solidaria durante tres años vista a la luz de la prescripción de un año del art. 59.2 ET, la responsabilidad solidaria por cesión delictiva, etc. Se tratan finalmente diversas cuestiones procesales tales como la inadmisibilidad de acciones declarativas en la materia, que se reputan carentes de contenido litigioso actual (así, pidiendo la declaración de que una reversión de concesión administrativa constituye un supuesto de sucesión de empresa), y la procedencia de vías procesales distintas en casos de sucesión de empresa, según el trabajador inste el reconocimiento de derechos anteriores (procedimiento ordinario) o denuncie la ruptura del contrato por el empresario cesionario (proceso de despido). Al estudio de la suspensión del contrato según la doctrina jurisprudencial se dedica el trabajo del Magistrado del Tribunal Supremo Dr. D. José María Botana López. Tras señalar el carácter de numerus clausus que tienen para la jurisprudencia las causas de suspensión relacionadas en el art. 45 ET, y tras recordar la incidencia del mecanismo suspensivo sobre la ejecución del contrato de trabajo, se pasa revista a los supuestos típicos de suspensión, tal y como vienen siendo abordados por la jurisprudencia. En este sentido, se deja constancia de la «singular excedencia» que, según el TS, constituye el acuerdo mutuo de los contratantes posterior a la celebración del contrato. Asimismo se puntualiza el alcance de otros supuestos suspensivos: la causa de suspensión consignada válidamente en el propio contrato, de la que se da una amplia ilustración jurisprudencial; la suspensión debida a incapacidad temporal, respecto 16 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ALFREDO MONTOYA MELGAR de la cual se plantean diversos problemas, tales como la impugnación de las resoluciones que declaren concluida la situación de incapacidad, la posibilidad de reingreso en la empresa tras la finalización de la incapacidad, la no superposición de los salarios de tramitación sobre los subsidios de incapacidad temporal en casos de despido nulo o improcedente, la extensión del período para solicitar convenio especial con la Seguridad Social hasta la terminación de la situación de incapacidad temporal, etc. Igualmente se sistematizan los criterios jurisprudenciales sobre la suspensión por maternidad, o por privación de libertad del trabajador en tanto no recaiga sentencia firme penal declaratoria de responsabilidad, o por sanción disciplinaria (con sus repercusiones cuando se superpone a las situaciones de incapacidad temporal o maternidad), o por fuerza mayor temporal debidamente constatada por la autoridad laboral. Asimismo son tratadas las situaciones suspensivas debidas a causas económicas, técnicas, organizativas o de producción; en estos casos, el TS ha tenido ocasión de abordar diversos problemas cuyas soluciones se integran en el rico acervo jurisprudencial. Así, el trabajador con contrato suspendido puede incorporarse en principio a otra empresa; así también, el representante legal con preferencia para permanecer en la empresa ha de ostentar tal cualidad representativa en el momento en que el empresario decide la suspensión, no en el de la autorización administrativa; dicha garantía no goza, pues, de efecto retroactivo. Otro supuesto al que la jurisprudencia ha dedicado repetida atención es el de la suspensión en caso de huelga; así como se produce la pérdida de los días de salario correspondientes a los días de huelga (más la parte proporcional del salario diferido: pagas extra, días festivos y de descanso semanal incluidos en el período de la huelga), la huelga no repercute sobre la retribución de las vacaciones y los días festivos situados fuera del período de huelga. Finalmente, son objeto de estudio los supuestos de excedencia. En cuanto a la voluntaria, que pese a la literalidad del art. 45.1.k ET, también es causa de suspensión contractual, la jurisprudencia ha acuñado la noción de derecho expectante o potencial del excedente al reingreso. Particular interés tiene la dualidad de vías procesales a seguir ante la negativa del empresario a la readmisión; si ésta se basa simplemente en la ausencia de vacante, el proceso adecuado será el ordinario; si la negativa del empresario es definitiva y terminante, la acción procedente será la de despido. Por otra parte, la demora empresarial en el reingreso del trabajador excedente da lugar a que éste exija la indemnización de los daños y perjuicios sufridos (salarios dejados de percibir, más eventuales daños adicionales que se pudieran probar). En cuanto a la excedencia forzosa, se recoge también la doctrina del TS según la cual el tiempo de su duración no se computa como antigüedad a efectos de cálculo de las indemnizaciones por despido. El presente volumen concluye con el estudio del Profesor de la Universidad Complutense y Magistrado de la Audiencia Nacional D. Manuel Fernández-Lomana García, que analiza la figura de las extinciones por causas económicas, técnicas, organizativas y de producción a la luz de la jurisprudencia social y contencioso-administrativa. El trabajo comienza delimitando la noción de «causas económicas», con apoyo en la jurisprudencia recaída sobre la materia; en tal sentido, se trae a colación la doctrina de que tales causas implican una situación económica negativa «objetiva, real y actual» de la empresa (no del centro de trabajo), generadora de pérdidas de entidad suficiente, aunque no necesariamente irreversible, sino más bien lo contrario. Ante tal situación, la posibilidad de despido se configura, más que como una medida necesaria, como una respuesta que coopera, entre otras medidas, a superar la mala situación económica. Por lo que se refiere a las causas técnicas, organizativas o de producción, se refieren diversos supuestos atendidos por la jurisprudencia que han daREVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 17 EDITORIAL do lugar a pronunciamientos sobre su concurrencia; así, la descentralización productiva a través de contrata como causa legitimadora de extinciones contractuales, o la amortización de vacante que venía siendo ocupada por un interino (caso en el que el TS declara aplicable no el art. 52.c sino el 49.c ET), o la anulación de un concurso por sentencia firme. Particular atención ha dedicado la jurisprudencia al problema de la determinación del orden en que han de ser cesados los trabajadores afectados por las causas de referencia. El TS reconoce que es facultad del empresario la elección de tales trabajadores, con el límite legal del respeto a la preferencia de los representantes legales y de aquellos otros trabajadores que se determinase en la negociación colectiva, obviamente sin incidir en discriminación. El trabajo incluye, finalmente, los criterios típicos de la jurisprudencia sobre los aspectos procedimentales de las extinciones de referencia. Así, con relación a la extinción por causas objetivas, se analiza la doctrina del TS sobre comunicación de la extinción, sobre errores en la determinación de la cuantía de la indemnización, sobre el alcance de la puesta a disposición de ésta (que ha de ser sin demora e incondicionada, y cuya omisión no anula el acto extintivo), sobre preaviso (cuya falta tampoco genera nulidad de la extinción), etc. Con relación a los despidos colectivos, se recuerda la doctrina del TS en cuanto al período de consultas (que a falta de representación legal puede celebrarse con el conjunto de los trabajadores afectados), y se recogen pronunciamientos jurisdiccionales tales como los que declaran la nulidad del procedimiento en los casos de falta de audiencia de los trabajadores o, en su caso, del empresario, o los que consagran la presunción de validez de las autorizaciones administrativas de despido colectivo o admiten las eventuales suspensiones del procedimiento de reconocimiento de las prestaciones por desempleo. En definitiva, el presente número de la Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales constituye una valiosa guía para quienes deseen adentrarse en la comprensión profunda del contrato de trabajo; guía valiosa por la significación de la doctrina jurisprudencial cuyas tendencias fundamentales se han encargado de trazar los respectivos estudios, y guía valiosa por la autoridad de los prestigiosos Magistrados que han accedido a hacer público el fruto de su estudio y su experiencia. 18 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 I. Estudios Fronteras y «zonas grises» del Derecho del Trabajo en la jurisprudencia actual (1980-2001) ANTONIO MARTÍN VALVERDE * OBJETO Y ENFOQUE DEL ESTUDIO L a delimitación y fijación de las fronteras del contrato de trabajo es una ardua y muy importante labor, que aparece y reaparece una y otra vez en la agenda de los laboralistas 1. La dificultad de la tarea salta a la vista. Con notable frecuencia surgen en el «tráfico» laboral y en la práctica forense supuestos en los que la calificación de laboralidad de una relación de servicios resulta muy complicada, planteando serias dudas al intérprete. En cuanto a la importancia del tema, tampoco se necesitan * Magistrado de la Sala IV del Tribunal Supremo. Catedrático de Derecho del Trabajo. 1 La bibliografía sobre el tema es casi inabarcable en un trabajo como el presente. Me limitaré a citar tres publicaciones recientes, donde el lector podrá encontrar las referencias de doctrina científica : 1) VV.AA. Trabajo subordinado y trabajo autónomo en la delimitación de fronteras del Derecho del Trabajo (ed. preparada por J. CRUZ VILLALÓN), Estudios en homenaje al Profesor JOSÉ CABRERA BAZÁN, Tecnos, 1999 ; 2) Mª de los REYES MARTÍNEZ BARROSO y S. RODRÍGUEZ ESCANCIANO, «Selección bibliográfica (española) sobre trabajo autónomo», en Relaciones Laborales, Especial monográfico dedicado al trabajo autónomo, 2000 (abril, números 7/8) ; y 3) Mª de los REYES MARTÍNEZ BARROSO, «Los difusos contornos del trabajo dependiente», en Documentación Laboral, 2001 (num. 66). muchas palabras para destacarla. Baste recordar que la consideración como laboral de una prestación de servicios suele determinar la aplicación de una masa ingente de normas jurídicas. Como se ha dicho muchas veces, el contrato de trabajo es, si no el único, al menos sí el principal punto de conexión de las legislaciones laboral y de Seguridad Social, de forma que las fronteras de aquél determinan en gran medida el campo de aplicación de éstas. La delimitación del contrato de trabajo acota así, junto con otros criterios complementarios, una rama particularmente rica y sensible del ordenamiento jurídico, que despierta fuertes reacciones de «atracción» y de «huida» por parte de unos u otros sectores de la ciudadanía 2. Si se quiere llevar a cabo con rigor y exhaustividad, la labor de delimitación del contrato de trabajo requiere la puesta en práctica de diversos métodos o caminos de investigación. Uno de ellos es, desde luego, el estudio de la jurisprudencia, entendido el tér- 2 Véase, M. RODRÍGUEZ-PIÑERO, «La huida del Derecho del Trabajo», Relaciones laborales, 1996-II ; y A. BAYLOS GRAU, «La huida del Derecho del Trabajo : tendencias y límites de la deslaboralización», en VV.AA., El trabajo ante el cambio de siglo : un tratamiento multidisciplinar (coord. M. R. ALARCÓN CARACUEL y Mª. M. MIRÓN HERNÁNDEZ), Madrid, 2000. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 21 ESTUDIOS mino en su acepción más habitual de doctrina sobre la interpretación de la ley y del derecho sentada por los órganos jurisdiccionales supremos. Al igual que sucede en otras muchas materias o institutos jurídicos, la perspectiva de la jurisprudencia resulta particularmente apropiada para contemplar el trazado de las fronteras del contrato de trabajo, y los casos de calificación difícil que se ubican en las proximidades de las mismas ; de ahí que la consideración por parte de la jurisprudencia de estas «zonas grises» del Derecho del Trabajo (y del contrato de trabajo) constituya uno de los cauces habituales para el estudio de la materia. De todas maneras, como tendremos ocasión de explicar en seguida, este cauce o método de estudio se entrecruza muy a menudo con los restantes, e incluso coincide con ellos en buena parte de su recorrido, por lo que nuestra atención no se va a concentrar en él de manera exclusiva. Además de esta circunstancia legislativa, la elección de los años ochenta como punto de partida de nuestro estudio responde a otra razón que pudiéramos llamar «socioeconómica», relativa por tanto no a la norma sino a la realidad normada. Efectivamente, es a comienzos de este decenio de los ochenta cuando empiezan a manifestarse con claridad diversas transformaciones en los modos de producción y de organización del trabajo que han influido y siguen influyendo poderosamente en el sustrato de las relaciones laborales actuales. Nos estamos refiriendo a los profundos cambios tecnológicos y económicos que configuran el sistema productivo emergente de «especialización flexible», y a la consiguiente pérdida de terreno del sistema «de fábrica» o de producción fabril, sobre cuyos presupuestos se había efectuado la construcción «clásica» de los límites o fronteras del contrato de trabajo 4. Hemos decidido acotar como punto temporal de partida de nuestro estudio sobre la jurisprudencia «actual» el año 1980, en el que tiene lugar la aprobación de la Ley del Estatuto de los Trabajadores (ET). Ciertamente esta Ley no ha introducido cambios sustantivos radicales en la delimitación del contrato de trabajo. No obstante, aparte de ser un hito normativo en la regulación de las condiciones de trabajo y empleo, el ET contiene aportaciones a nuestro particular objeto de estudio, derivadas de haber acuñado una formulación nueva de los principales aspectos del mismo, que deben ser tenidas muy en cuenta. Estos nuevos enunciados legislativos, que son los vigentes o «actuales» en el ordenamiento español, se refieren, como se recordará, a las notas que caracterizan al contrato de trabajo (art.1.1.), a la regla de presunción de laboralidad de las prestaciones de servicios (art. 8.1), y a las exclusiones concretas de calificación laboral para determinadas relaciones de trabajo (art. 1.3) 3. Una ulterior precisión del objeto de estudio interesa hacer aquí. Hemos puntualizado al principio que, al hablar de «jurisprudencia actual», apuntamos a las interpretaciones de los «órganos jurisdiccionales supremos». El uso del plural ha sido deliberado. Queremos con ello dar idea de que no nos vamos a ceñir exclusivamente a la jurisprudencia ordinaria del Tribunal Supremo (TS). Nos ocuparemos también, en la medida en que se verá luego, de la jurisprudencia del Tribunal Constitu- 3 Para el estudio y exégesis de estos preceptos remito a VV.AA. Comentarios a las leyes laborales (Dir. E. BORRAJO DACRUZ), Tomo I, Edersa, Madrid, 1990 ; J. LUJÁN 22 ALCARAZ, La contratación privada de servicios y el contrato de trabajo, MTSS, 1994 ; VV.AA., Comentario al Estatuto de los Trabajadores (Dir. J.L. MONEREO PÉREZ), Comares, Granada, 1998 ; VV.AA., El Estatuto de los Trabajadores, veinte años después, edición especial del número 100 de la REDT, Civitas, Madrid, 2000 ; y J. LUJÁN ALCARAZ, «Las notas de la laboralidad. Una aproximación en clave jurisprudencial», Aranzadi Social, Indices y estudios, Pamplona, 2001. 4 Sobre el tema desde el punto de vista socioeconómico, también dentro de una bibliografía desbordante, M PIORE y G.. SABEL, La segunda ruptura industrial, Alianza, Madrid, 1990 ; y M. CASTELLS, La era de la información.- Economía, sociedad, cultura, vol. 1, Alianza, Madrid, 1997. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ANTONIO MARTÍN VALVERDE cional (TC), «intérprete supremo de la Constitución», como dice su ley reguladora ; y de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Comunidad Europea (TJCE), que debe ser considerado también, con propiedad, intérprete supremo del Derecho comunitario. De todas maneras, por las razones que también se verán luego, la corriente jurisprudencial principal y más caudalosa sobre las fronteras y las zonas grises del contrato de trabajo corresponde, como era de esperar, a la jurisprudencia ordinaria 5. Las decisiones jurisprudenciales que se han acumulado desde 1980 sobre la delimitación del contrato de trabajo (en especial, las de unificación de doctrina de la Sala de lo Social del TS) 6 son numerosas, y algunas de notable 5 Unas precisiones adicionales conviene hacer a pie de página. La jurisprudencia ordinaria que vamos a tener en cuenta en este trabajo es principalmente la de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo. En la doctrina jurisdiccional del Tribunal Central de Trabajo, que también tuvo oportunidad de interpretar y aplicar el ET hasta su extinción en 1989, el estudioso encontrará con toda seguridad decisiones y argumentaciones muy interesantes en la materia. Pero, a estas alturas, lo más probable es que, salvo contadas excepciones, las más significativas y las de mayor actualidad de estas doctrinas hayan pasado, por diversas vías de «filtración», a la jurisprudencia del Tribunal Supremo. En cuanto a la jurisprudencia de la Sala de lo Contencioso-administrativo, del Tribunal Supremo su incidencia en nuestro objeto de estudio es bastante limitada. Esta limitación es consecuencia probablemente de varios factores. Uno de ellos es jurídico-procesal ; nos estamos refiriendo a la vía «de oficio» hacia la jurisdicción laboral prevista en el art.149.1 de la Ley de Procedimiento Laboral, que permite a las Administraciones de Trabajo dirigirse al Juzgado de lo Social para que lleve a cabo el control jurisdiccional de las actuaciones públicas en las que sea objeto de debate la «naturaleza laboral» de la relación de servicios. Otro factor que cuenta es la acertada línea doctrinal de la Sala de lo Contencioso-administrativo del Tribunal Supremo de atenimiento a la jurisprudencia de la Sala de lo Social en una materia tan propia y exclusiva de ésta como lo es la de nuestro tema de estudio. 6 Un estudio reciente de estas resoluciones en F. SUÁREZ GONZÁLEZ, «La delimitación del concepto de contrato de trabajo en la jurisprudencia del Tribunal Supremo en unificación de doctrina», en Unificación de doctrina del Tribunal Supremo en materia laboral y pro- complicación o complejidad en los hechos o en el razonamiento jurídico. De ahí que no resulte posible examinarlas con todo detalle en un trabajo de las dimensiones del presente. En la disyuntiva de proceder a una restricción ulterior del objeto de estudio, o de mantenerlo en el marco general señalado pero con un enfoque más panorámico, nos ha parecido preferible en principio esta segunda opción. De todas maneras, vamos a dejar de lado en esta ocasión dos materias bien delimitadas del entero campo de estudio. Una es la de los contratos de servicios regidos por el Derecho Administrativo, en la que la exposición de la jurisprudencia necesitaría el acompañamiento de los cambios legislativos que se han producido desde mediados los años noventa; cambios que, por otra parte, han hecho perder actualidad a algunas de las líneas jurisprudenciales existentes. La segunda materia cuyo estudio descartamos es la relativa a la línea de demarcación entre el contrato de trabajo y la contratación no laboral de servicios de quienes desempeñan profesiones liberales. Es ésta una frontera clásica del contrato de trabajo y del Derecho del Trabajo que planteó problemas agudos de delimitación en el segundo tercio de siglo, y que los sigue planteando todavía, aunque probablemente con menos intensidad. Nos limitaremos respecto a ella a una simple mención de referencias jurisprudenciales. El enfoque elegido incluye la mención de las decisiones más destacadas; y también en la mayoría de las ocasiones de las «máximas» o «doctrinas» contenidas en las mismas. Pero, por las indicadas razones de espacio, no vamos a entrar en un comentario o análisis pormenorizado o «casuístico» de todas las circunstancias y argumentaciones de los litigios resueltos. Inevitablemente algo se pierde, en los matices de las doctrinas establecidas y en la precisión de su alcance, con esta visión a cierta distancia de los casos de jurisprudencia. cesal laboral. Estudios en homenaje al Profesor Efrén Borrajorrajo Dacruz (coord. J.M. RAMÍREZ MARTÍNEZ y T. SALA FRANCO), Tirant lo Blanc, Valencia, 1999. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 23 ESTUDIOS Esperemos, no obstante, que el lector compense estas pérdidas en nitidez y en detalle, con una guía o visión de conjunto de la aportación jurisprudencial del período, a partir de la cual pueda proceder por sí mismo con más facilidad a futuras precisiones o indagaciones. La guía o plano general de la jurisprudencia sobre la delimitación del contrato de trabajo que nos hemos propuesto elaborar en el presente estudio no tiene, como se ve, el propósito operativo de suministrar el repertorio completo de las doctrinas jurisprudenciales, ni tampoco el de proporcionar una especie de «instrucciones de uso» de la jurisprudencia sobre las notas del contrato de trabajo. Su finalidad práctica no es tan inmediata. Lo que pretendemos, en suma, es facilitar la comprensión de la labor jurisprudencial en el período acotado, situándola en el contexto jurídico y social en el que se ha desenvuelto, reseñando las resoluciones que nos han parecido más significativas, y exponiendo las líneas de doctrina jurisprudencial que en ellas aparecen trazadas o esbozadas. Dentro de la tarea de búsqueda de las conexiones de la jurisprudencia sobre la delimitación del contrato de trabajo con los restantes campos de la experiencia jurídica prestaremos atención en los dos próximos apartados a la legislación y a la doctrina científica sobre el tema. Como es bien sabido, la legislación, la jurisprudencia y la doctrina científica constituyen, mediante una compleja distribución de papeles sobre la que vamos a aventurar algún apunte a lo largo de nuestro trabajo, los tres principales factores de producción, desarrollo, elaboración y conocimiento del derecho. Sólo en determinadas materias o circunstancias, que no son desde luego las de este estudio, resulta útil el análisis separado de las respectivas aportaciones. LA FUNCIÓN DE LA DOGMÁTICA EN LA DELIMITACIÓN DEL CONTRATO DE TRABAJO Uno de los métodos a utilizar en la delimitación del contrato de trabajo, el primero 24 seguramente en un orden lógico, es el método «dogmático» o «conceptual». Lo que se propone esta labor doctrinal es construir el concepto jurídico del contrato de trabajo mediante la identificación de las notas que caracterizan en la ley a esta figura contractual, la precisión del significado y alcance de las mismas, y la determinación de las relaciones existentes entre ellas. Teniendo en cuenta que la regulación legal del contrato de trabajo en el Derecho español cuenta con más de tres cuartos de siglo de antigüedad, se comprenderá que no sólo la identificación de las notas del contrato de trabajo, que son la “ajenidad”, la “dependencia” o “subordinación” y la “retribución salarial”, sino también la propia definición de las mismas son tareas que se pueden considerar sobradamente realizadas en el momento presente, al menos en lo que concierne al núcleo de los respectivos significados 7. Una rápida consulta de la Ley del Estatuto de los Trabajadores (ET) permite comprobar fácilmente las afirmaciones anteriores. La identificación de las notas características del contrato de trabajo aparece en los artículos 1.1., sobre la delimitación de los ámbitos (en principio coextensos) de la «relación individual de trabajo» y de la aplicación de la legislación laboral. El enunciado de las mismas notas reaparece en el art. 8.1, en la descripción de los hechos indiciarios de la presunción de laboralidad de las relaciones de servicios. Por su parte, la delimitación de los conceptos de ajenidad, dependencia y retribución salarial ha quedado reflejada también, más o menos explícitamente, en diversos preceptos de la propia Ley, que vamos a repasar de forma somera. 7 Si tuviéramos que señalar el momento en el que estos conceptos doctrinales adquieren el grado de madurez podríamos citar seguramente los años sesenta ; quizá más concretamente, para el debate en España sobre ajenidad y dependencia, y sobre las relaciones entre estos conceptos, las ponencias y comunicaciones al I Congreso Iberoamericano de Derecho del Trabajo publicadas en Revista de Política Social, num. 71 (1966). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ANTONIO MARTÍN VALVERDE Respecto de la nota de dependencia en la ejecución del trabajo, el ET ha decidido incluso acuñar una fórmula definitoria, al referirse a ella como prestación de servicios «dentro del ámbito de organización y dirección de otra persona» (art. 1.1. y 8.1.). En cuanto a las notas de ajenidad y retribución salarial, el legislador no ha llegado a establecer un enunciado tan explicativo. Pero, aunque no una definición propiamente dicha, sí encontramos en el ET numerosas pistas de que el núcleo del significado de la ajenidad es la cesión a otro del resultado del trabajo, y de que la retribución salarial comprende formas diversas de remuneración del tiempo y del resultado del trabajo prestado. No todas estas pistas, pero sí buena parte de ellas se encuentran en el art. 1.3. del ET. En efecto, el lector recordará que este precepto contiene una larga enumeración de las «exclusiones» de la calificación de contrato de trabajo o, en los términos del ET, del «ámbito regulado» por la Ley del ET. Pues bien, la gran mayoría de ellas, como ha señalado la doctrina, tiene carácter meramente «declarativo» ; es decir, especificativo o aclaratorio de la no concurrencia de alguna de las notas que distinguen a esta figura contractual 8. El significado de las mismas está implícito en la mayor parte de tales exclusiones, y se puede revelar sin particulares dificultades en el análisis de la configuración de las respectivas relaciones de servicios. Hemos de volver luego, más de una vez, sobre este punto. Bástenos con señalar aquí dos ejemplos notables de exclusiones «declarativas», que son la del trabajo benévolo (art. 1.3.d.), que se explica por la ausencia de la nota de «retribución salarial» 9, y la de los El análisis de las exclusiones del régimen laboral en términos de exclusiones declarativas o constitutivas en L.E. de la VILLA, «Apuntes sobre el concepto de trabajador en el Derecho español», en Cuadernos de la Cátedra de Derecho del Trabajo, num. 4, Valencia, 1972. 9 Ver M. ALONSO OLEA, «Reflexiones actuales sobre el trabajo realizado a título de amistad, benevolencia o 8 trabajos familiares (art. 1.3.c.) 10, que puede justificarse sin dificultad por la falta en los mismos de la nota de ajenidad, salvo prueba en contrario de «la condición de asalariados» de los miembros de la familia que prestan servicios a la empresa familiar. Ahora bien, aun siendo cierto que se ha superado hace más de un tercio de siglo el estadio de la identificación y la definición de las notas características del contrato de trabajo, no es menos verdad que queda aun bastante labor por hacer en lo que concierne a la precisión del significado de los conceptos respectivos de ‘ajenidad’, ‘dependencia’ y ‘retribución salarial’ en determinados supuestos litigiosos. Esta labor de precisión o «refinamiento» es especialmente necesaria, por razones que se comprenderán sin dificultad, para la adaptación de tales conceptos a nuevas situaciones de trabajo y a nuevos modos de producción 11. Es más, en la medida en que, como se apuntó más arriba, el sistema de producción ha experimentado y sigue experimentando desde mediados los años setenta transformaciones muy profundas, no parece aventurado buena vecindad», en Trabajo subordinado y trabajo autónomo (edición preparada por. J. CRUZ VILLALÓN), cit. 10 Téngase en cuenta, respecto de los trabajos familiares excluidos, que la descripción de los mismos en el ET es más restringida y precisa que la de las Leyes de Contrato de Trabajo de 1931 y 1944; éstas hablan genéricamente de «personas de la familia o por ella aceptadas bajo la dirección de uno de sus miembros»; el art. 1.3.e. precisa, como se recordará, el tipo y el grado de parentesco de los familiares excluidos. 11 Sobre el tema de las transformaciones del Derecho del Trabajo como consecuencia de los cambios socioeconómicos, F. PÉREZ de los COBOS ORIHUEL, Nuevas tecnologías y relación de trabajo, Tirant lo blanc, Valencia, 1990 ; F. DURÁN LÓPEZ, «El futuro del Derecho del Trabajo», REDT, 1996 (num. 76) ; VV.AA., Trabajo y empleo. Transformaciones del trabajo y futuro del Derecho del Trabajo (coord. A. SUPIOT), , Tirant lo blanc, Valencia, 1999 ; y M.E. CASAS BAAMONDE, «Las transformaciones del Derecho del Trabajo y el futuro del Derecho del Trabajo», en VV.AA., El trabajo ante el cambio de siglo : un tratamiento multidisciplinar, cit. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 25 ESTUDIOS afirmar que la reelaboración dogmática de las notas del contrato de trabajo, con la vista puesta en mantenerlas plenamente operativas en las circunstancias presentes del tráfico laboral, va a seguir ocupando todavía a los laboralistas durante un cierto tiempo. Por decirlo de manera gráfica: disponemos desde hace muchos años del hardware conceptual del contrato de trabajo; pero queda bastante por hacer, y ésto suele ocurrir en todas las épocas de cambios «socioeconómicos» importantes, en el acondicionamiento y perfeccionamiento del software o sistema operativo que se necesita para la calificación de laboralidad en supuestos concretos. LA DELIMITACIÓN DEL CONTRATO DE TRABAJO EN LA HISTORIA LEGISLATIVA RECIENTE El método dogmático o conceptual esbozado en el apartado anterior es imprescindible sin ninguna duda en la delimitación del contrato de trabajo. Pero debe ponerse buen cuidado en conjurar el principal riesgo que le acecha, que es el de exceso de abstracción. Una buena defensa frente a este riesgo es por cierto el estudio de la jurisprudencia. Pero hay otra ruta interesante para explorar los límites o fronteras del contrato de trabajo, que tiene un efecto semejante de evitación del posible «mal de altura» que genera a veces la dogmática. Me estoy refiriendo al estudio de la evolución de la legislación sobre el régimen de distintos tipos de prestaciones de servicios. Con ello estamos afirmando algo que saben bien los estudiosos de la Historia del Derecho del Trabajo, pero que conocen también por experiencia los profesionales de esta rama del derecho ; el trazado legal de determinadas fronteras del contrato de trabajo ha variado notablemente a lo largo del tiempo, y todavía ha seguido experimentando variaciones apreciables en los últimos años. Nos bastará para ilustrar la afirmación anterior con la mención de cuatro cambios 26 legislativos de los años noventa que han tenido una incidencia nada desdeñable en la delimitación del contrato de trabajo respecto de otras figuras contractuales o situaciones de trabajo. Los dos primeros, que guardan entre sí un notable parentesco, son la Ley 9/1992 de 30 de abril, sobre la mediación de los agentes y subagentes de seguros privados; y la Ley 12/1992 sobre el contrato de agencia. Un tercer cambio legislativo en la materia es la nueva redacción del art. 1.3.g. del ET, que, como se recordará, establece un criterio de diferenciación ad hoc entre el contrato de trabajo y el contrato de transportes, respecto de los transportistas con vehículo propio. En fin, la Ley 6/1996, de 15 de enero, del voluntariado, se ha encargado por su parte de precisar que no existe relación contractual de trabajo en esta modalidad «organizada» de prestación de servicios benévolos 12. Además de a la razón anterior, la conveniencia de acudir al método histórico-legislativo en la delimitación del contrato de trabajo se debe también a un rasgo peculiar de esta tarea de fijación de fronteras al que a mi modo de ver no siempre se ha prestado la atención que merece. Nos referimos a la coincidencia parcial, e incluso en algunos supuestos total, de las notas del contrato de trabajo con las que caracterizan a otros contratos civiles o mercantiles «nominados», es decir previstos y regulados en las leyes, que tienen por objeto la prestación de unos servicios o la ejecución de un trabajo. Las fronteras entre estas relaciones contractuales de servicios y el contrato de trabajo no han sido o no son, 12 Sobre el impacto de algunas de estas disposiciones legales, véase, también entre una amplia bibliografía, A. CÁMARA BOTÍA, «Contrato de trabajo y agencia mercantil: ¿Modificación de las fronteras del contrato de trabajo ?», REDT, 1996 (num. 77) ; M.F. FERNÁNDEZ LÓPEZ, «El contrato de agencia y la representación de comercio. A vueltas con la delimitación de fronteras del Derecho del Trabajo», en Trabajo subordinado y trabajo autónomo, cit. ; y J. GARCÍA MURCIA, «El transporte de mercancías y su régimen jurídico», Tribuna Social, 2000 (num 103). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ANTONIO MARTÍN VALVERDE por tanto, fronteras «naturales», que marcan nítidamente los respectivos territorios. Nos encontramos más bien ante fronteras «artificiales», que resultan de la fijación por el legislador de jalones o líneas divisorias que han variado, y en alguna medida pueden seguir variando, de una época a otra. No vamos a extendernos en este estudio en explicar las variaciones que en un período de aproximadamente tres cuartos de siglo (desde el Código del Trabajo de 1926, y sobre todo desde la Ley de Contrato de Trabajo de 1931) han experimentado los límites o fronteras del contrato de trabajo 13. Pero, para el estudio de jurisprudencia que nos hemos propuesto, sí interesa tener presente las líneas generales de esta evolución. A la exposición panorámica de estas líneas generales, que importa conocer para «situar» las aportaciones de doctrina jurisprudencial del período actual acotado, dedicaremos el breve apunte que sigue. El método histórico-legislativo de aproximación a la delimitación del contrato de trabajo permite distinguir tres etapas distintas en el trazado de las fronteras del contrato de trabajo. En la primera, que se desarrolla en el primer tercio de siglo, y que pudiéramos llamar de los «orígenes» o del «nacimiento» de esta figura contractual, surge el contrato de trabajo en diversas disposiciones legales, ocupando buena parte de un territorio que correspondía hasta entonces a los contratos civiles y mercantiles de servicios regulados en los Códigos del siglo XIX (arrendamiento de servicios, mandato, contratos de los auxiliares del comerciante). La segunda etapa en la evolución de nuestra materia de estudio llega hasta la aprobación de la Ley del Estatuto de los Trabajadores (1980) ; o, si se quiere una mayor exacti- 13 Sobre el tema, recientemente, J. CRUZ VILLALÓN, «El proceso evolutivo de delimitación del trabajo subordinado», en Trabajo subordinado y trabajo autónomo (edición preparada por. J. CRUZ VILLALÓN), cit. tud, hasta la aprobación en 1985 de determinadas disposiciones normativas programadas en el ET, que son los reglamentos de las relaciones de trabajo especiales. La característica de este período es la ampliación continua del campo de aplicación legal del contrato de trabajo. Las sucesivas incorporaciones al territorio del contrato de trabajo que tienen lugar en este período se refieren sobre todo a los representantes de comercio, a los deportistas, a los servidores domésticos y, con algunas puntualizaciones que no corresponde hacer ahora, a los empleados de alta dirección. Este despliegue del campo de aplicación legal del contrato de trabajo ha venido acompañada de otro fenómeno que se detecta no en la historia legislativa sino en la historia social, pero que en todo caso ha contribuido poderosamente al indicado efecto expansivo. El fenómeno al que nos referimos es la difusión del trabajo asalariado, y del contrato de trabajo que constituye su soporte, en todas las ramas de producción y en todos los niveles de la jerarquía profesional. Frente a la fuerte expansión del período anterior, desde mediados los años ochenta estamos asistiendo a una nueva fase en la delimitación de las fronteras del contrato de trabajo que se caracteriza por la estabilización del trazado de las mismas. Incluso podría hablarse en esta última etapa, cuya jurisprudencia nos hemos propuesto estudiar, de un cierto repliegue o pérdida de espacio en la línea de demarcación que separa al contrato de trabajo de otras relaciones contractuales. Al igual que el despliegue de la etapa precedente, este ligero repliegue del contrato de trabajo es apreciable tanto del lado de la norma como del lado de la realidad normada. Del lado de la norma, que es el aspecto visible para la historia legislativa, las disposiciones legales de los años noventa con incidencia en la delimitación del contrato de trabajo citadas hace un momento podrían servir tam- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 27 ESTUDIOS bién para ilustrar la tendencia señalada. Del lado de la realidad normada, un cierto reflujo del contrato de trabajo, no acentuado pero sí apreciable, se advierte en determinadas manifestaciones de lo que se conoce con el nombre de descentralización productiva, señaladamente las que consisten en encargar a colaboradores externos el trabajo que antes se hacía en el ámbito de organización de la empresa. Este singular modo de organización de la producción ha traído consigo el retorno o el incremento del trabajo autónomo en numerosas actividades de la industria y los servicios 14. EN GENERAL, SOBRE LA CONTRIBUCIÓN DE LA JURISPRUDENCIA A LA DELIMITACIÓN DEL CONTRATO DE TRABAJO En los dos apartados anteriores nos hemos ocupado de señalar a grandes rasgos cómo la ciencia o dogmática del Derecho del Trabajo y la evolución histórica de esta rama del derecho han contribuido a configurar la delimitación actual del contrato de trabajo. Naturalmente, cuando hablamos de la dogmática nos encontramos de inmediato con la doctrina científica, que es su agente principal aunque no exclusivo. Por su parte, cuando hablamos de la evolución de la legislación de trabajo en nuestra materia de estudio nos estamos refiriendo, claro está, al legislador, que interviene siempre como protagonista «originario» de la misma encargado de establecer las grandes disposiciones ; y que interviene también a 14 Sobre el fenómeno de la descentralización productiva, un estudio muy completo tanto desde el punto de vista socioeconómico como jurídico es el de F. BLAT GIMENO, «El marco socioeconómico de la descentralización productiva», en VV.AA. (Coord. I. GARCÍA-PERROTE ESCARTÍN Y J.Mª GOERLICH PESET), Descentralización productiva y protección del trabajo en contratas», Estudios en recuerdo de Francisco Blat Gimeno, Tirant lo Blanc, Valencia, 2000. 28 veces (por ejemplo, en la delimitación de la frontera entre el contrato de trabajo y el contrato de transporte efectuada en el art. 1.3.g. del ET, en la redacción de la Ley 11/1994) como deus ex machina que atiende a desenredar situaciones concretas especialmente complicadas. Tras exponer a grandes rasgos las contribuciones respectivas de la legislación y de la doctrina científica a la delimitación del contrato de trabajo, vamos a estar seguramente en mejores condiciones de apreciar cuál es la contribución a dicha tarea del otro actor principal de la vida jurídica – la jurisprudencia –, que es el que nos interesa especialmente en este trabajo. A él se encomienda, como es sabido, un papel en verdad más discreto, pero también de mayor constancia y continuidad en el desarrollo del derecho. En el estudio de la jurisprudencia sobre las fronteras del contrato de trabajo nos encontramos continuamente con los conceptos y con las premisas normativas que resultan de los métodos de la construcción dogmática y de la contemplación de la evolución histórica de las normas legales. Ello no puede extrañar si se piensa que la jurisprudencia es una manifestación cualificada de la «aplicación» del derecho. Es más: si se entiende que es la legislación la que se encarga de la creación del derecho, y que es la dogmática la encargada de su sistematización conceptual, la jurisprudencia podría ser concebida simplemente, y así sucede a menudo, como el testigo que narra con más o menos precisión o acierto las vicisitudes sucesivas de la legislación, con las ayudas de «formulación» que proporcionan las elaboraciones dogmáticas de la doctrina. Partiendo de estas premisas metodológicas hay autores que, consciente o inconscientemente, consideran el estudio de la jurisprudencia no como un método de investigación con sustantividad propia, sino como una labor de acumulación de materiales, que sirve sólo para ilustrar la evolución de las normas o instituciones a lo largo del tiempo, o REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ANTONIO MARTÍN VALVERDE para reflejar la puesta en práctica de las mismas en un momento determinado. Desde esta perspectiva la jurisprudencia no sería otra cosa que un observatorio privilegiado desde el que se puede apreciar, seguramente mejor que desde ningún otro sitio, el fenómeno de concreción sucesiva de los enunciados normativos en que consiste la aplicación del derecho. El anterior punto de vista tiene buena parte de razón, aunque peca de una cierta parcialidad y limitación. Es verdad que la jurisprudencia sirve para contemplar la «aplicación» del derecho, si no en todos los ámbitos de la experiencia jurídica (quedan fuera numerosos supuestos de aplicación «voluntaria» y de aplicación «administrativa» de las normas), sí en el sector seguramente más determinante y más sensible de la misma, que es el de la solución jurisdiccional de conflictos y controversias. Pero, y aquí la crítica de visión parcial o limitada que se puede hacer a la posición anterior, la jurisprudencia no es sólo observatorio de la vida jurídica sino elemento integrante de ella. No es sólo «mera» aplicación de la norma, sino también muchas veces «interpretación» e «integración» de la misma, que aporta a ésta un plus del que antes no disponía 15. De ahí que los estudios de la jurisprudencia tengan utilidad y valor por sí solos, además del valor y la utilidad que puedan añadir a las otras vías de conocimiento del ordenamiento jurídico. En efecto, la jurisprudencia aporta en numerosos aspectos de la regulación de las instituciones un «desarrollo» o «complemento» de las leyes que resulta indispensable para enlazar las previsiones normativas de Dentro de una literatura prácticamente inabarcable, una interesante aportación reciente, con una amplia relación de referencias bibliográficas, es la de A. MARMOR, Interpretación y teoría del derecho, Gedisa, Barcelona, 2000 ; véase también, para una buena toma de contacto con el tema, VV.AA., Meteriali per un curso di analisi della giuisprudenza (a cura di M. BESSONE y R. GUASTINI), Cedam, Turín, 1994. 15 los enunciados legales con la realidad concreta de la vida social. Por decirlo de una manera gráfica, las disposiciones legales son con frecuencia, y acaso cada vez más, o bien «productos semielaborados», o bien piezas no plenamente encajadas en la entera maquinaria del ordenamiento, o bien referencias normativas parcialmente desbordadas por el cambio social. En unos y otros casos, los órganos jurisdiccionales, y en especial la jurisprudencia, se encargan de añadir en el momento de la aplicación del derecho un determinado «perfil», o «ajuste», o «terminación», o «actualización», o «integración» de la norma. Esta función de complemento del ordenamiento jurídico explica un fenómeno de experiencia común para todos aquellos que están familiarizados con la vida del derecho, que es la sensación de renovación y de enriquecimiento continuo de enunciados legales cuya formulación no ha variado por medio de doctrinas jurisprudenciales «interpretativas» o «integradoras» que van surgiendo en su aplicación a nuevos supuestos. Mientras el estudio de la legislación y de la historia legislativa nos muestra la evolución de las normas, el estudio de la jurisprudencia nos puede mostrar también, además de la concreción y aclaración de los enunciados normativos, la evolución de la realidad normada y la propia adaptación de la norma a nuevas situaciones y valoraciones jurídicas y sociales. En nuestro concreto tema de estudio de la delimitación del contrato de trabajo, el «complemento» de la jurisprudencia reviste particular importancia, debido a dos rasgos que caracterizan a las notas que definen esta figura contractual. Uno de ellos es la elasticidad o flexibilidad de las mismas, que es predicable en especial de la “dependencia”, pero que está presente también en la “ajenidad”; y que en una y otra, como tendremos ocasión de comprobar, se ha incrementado considerablemente en el actual sistema productivo. La creciente elasticidad o flexibilidad de la nota de dependencia tiene su razón de ser en REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 29 ESTUDIOS los cambios en los modos de producción y organización del trabajo, de los que son exponentes en la época actual la incorporación a los procesos productivos de nuevas tecnologías 16. La elasticidad o flexibilidad de la nota de ajenidad radica, por su parte, en la ampliación creciente de las actividades laborales del sector servicios, en el que, al no materializarse el trabajo en productos apropiables, la cesión de los frutos del mismo requiere la adopción de modalidades de transmisión o transferencia de resultados productivos más sutiles que en el sector industrial 17. El otro rasgo que realza la contribución de la jurisprudencia en la fijación de las fronteras del contrato de trabajo es el elevado nivel de abstracción de sus notas características. La formulación de las mismas en el ET las convierte en verdaderas claúsulas legales de carácter general. Este elevado nivel de abstracción de las notas del contrato de trabajo, que sólo se atenúa un tanto en los aludidos preceptos sobre «exclusiones concretas» de relaciones de servicios, hace recaer sobre la jurisprudencia una gran parte del esfuerzo de concreción sucesiva del significado de los enunciados de la ley. La jurisprudencia se ha visto obligada, además de todo lo anterior, a desarrollar las escuetas previsiones legales, adaptándolas a multitud de nuevos problemas y prácticas contractuales. En esta tarea la jurisprudencia ha debido colaborar con la doctrina científica en el «refinamiento» de los conceptos de las tantas veces mencionadas notas de ajenidad, dependencia y retribución salarial. Lo vamos a comprobar en seguida, después de 16 Un balance doctrinal reciente sobre esta evolución en A. MONTOYA MELGAR, «Sobre el trabajo dependiente como categoría delimitadora del Derecho del Trabajo», REDT, 1998 (num. 91). 17 He reflexionado con más amplitud sobre estas cuestiones en «Lectura y relectura de la Introducción al Derecho del Trabajo del Profesor, Manuel Alonso Olea, REDT, 1996 (num. 77). 30 puntualizar cuáles son las actuales «zonas grises» o supuestos de frontera del contrato de trabajo. LAS «ZONAS GRISES» DEL DERECHO DEL TRABAJO COMO CATEGORÍA HISTÓRICO-JURÍDICA CONECTADA CON LA DELIMITACIÓN DEL CONTRATO DE TRABAJO Se ha acuñado la expresión «zonas grises» del Derecho del Trabajo para designar a determinadas situaciones o supuestos típicos de prestación de servicios que se encuentran en las fronteras del campo de aplicación de la legislación de trabajo y del Derecho del Trabajo, ubicándose unas veces dentro de él y otras veces fuera del mismo. Teniendo en cuenta que, como ya se ha recordado, las fronteras de la aplicación del Derecho del Trabajo dependen casi siempre, por ministerio de la ley, de la existencia de un contrato de trabajo 18, los problemas y los criterios de delimitación de esta figura contractual respecto de otras relaciones de servicios son constitutivos y determinantes de las zonas grises del Derecho del Trabajo. La utilización del contrato de trabajo como criterio principal de delimitación del Derecho del Trabajo permite afirmar, que las zonas grises del Derecho del Trabajo coinciden con lo que pudiéramos llamar también «zonas 18 Bastará recordar al efecto que el campo de aplicación de la Ley del Estatuto de los Trabajadores viene determinado por las notas que definen el contrato de trabajo (art. 1.1.del ET), y que el primero y principal renglón de la competencia material de los tribunales de trabajo comprende las «cuestiones litigiosas que se promuevan...entre empresarios y trabajadores como consecuencia del contrato de trabajo» (art. 2.a. de la Ley de Procedimiento Laboral). No está de más recordar, de todas maneras, que determinadas normas laborales extienden su aplicación al trabajo no asalariado ; sobre el tema, M.C. PALOMEQUE, «El trabajo autónomo y las propuestas de refundación del Derecho del Trabajo», en Relaciones Laborales, Especial monográfico dedicado al trabajo autónomo, 2000 (abril, números 7/8), cit. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ANTONIO MARTÍN VALVERDE grises del contrato de trabajo» ; es decir, con las situaciones o supuestos en los que la prestación de servicios a una persona o entidad está basada muchas veces en un contrato de trabajo, y otras muchas veces en un título distinto, requiriéndose una atención especial para apreciar la existencia de uno u otro. En este estudio vamos a utilizar ambas expresiones ; nos inclinaremos por la primera para designar el fenómeno con carácter general, y por la segunda cuando se haga referencia a problemas concretos de calificación jurídica. El rasgo característico de las zonas grises del Derecho del Trabajo, al que apunta la gráfica expresión, es precisamente la especial dificultad o complejidad de la calificación o no como laborales de ciertas prestaciones de trabajo; en ellas la línea divisoria entre las que tienen carácter laboral y las que no lo tienen no se distingue fácilmente como el negro sobre el blanco. Otro rasgo que suele formar parte también de la noción de zonas grises del Derecho del Trabajo es la referencia a supuestos o situaciones de prestación de servicios «socialmente típicos», en el sentido de que se producen con cierta frecuencia en el tráfico jurídico. Los supuestos de trabajo mencionados dentro de ellas no son por tanto supuestos hipotéticos o imaginarios, sino reales o presentes en el tráfico jurídico en un momento determinado. Si se reflexiona un poco más detenidamente en la idea de zonas grises del Derecho del Trabajo, tal como la utilizamos los laboralistas, encontramos en la misma otro rasgo añadido a los anteriores, que, a diferencia de ellos, suele pasar inadvertido. La complejidad de las operaciones de calificación jurídica que caracteriza a los supuestos comprendidos en las zonas grises del contrato de trabajo es una complejidad «especial» o «cualificada». Ciertamente, en estos supuestos o situaciones no nos encontramos sólo ante las dificultades de prueba que surgen habitualmente en las operaciones de subsunción de un supuesto de hecho real en el supuesto de hecho normativo. Tales dificultades, que no son desde luego nada desdeñables en una institución jurídica ya de por sí compleja como lo es el contrato de trabajo, se pueden resolver en última instancia mediante el recurso a diversas técnicas de simplificación probatoria o de reconstrucción de hechos, como la presunción de laboralidad del art. 8.1. del ET, o la llamada «jurisprudencia de indicios». En cambio, para hacer frente a la tarea de calificar una prestación de trabajo situada en una de las zonas grises del contrato del trabajo, en la acepción más estricta y precisa que hemos atribuido a la expresión, se exige algo más que la mera dificultad de subsunción de supuestos de hecho concretos. Aparte la indagación y el escrutinio detallados de las circunstancias fácticas del caso, la calificación de las relaciones o situaciones de prestación de servicios situadas en las zonas grises, requiere una reelaboración conceptual o acondicionamiento de las notas que distinguen el contrato de trabajo de otras relaciones de servicios. Es precisamente en estos supuestos donde operan con más dificultad los conceptos genéricos que definen las notas del contrato de trabajo, y donde se hace más necesario el refinamiento de los mismos en función de las características propias de cada una de las zonas grises. De las consideraciones anteriores se desprende que las zonas grises del Derecho del Trabajo (y del contrato de trabajo) no constituyen una categoría «dogmática», que pueda resolver problemas concretos de aplicación del derecho, sino una categoría «histórica», que sirve precisamente para detectar cuáles son estos problemas en un momento determinado, y también para observar la evolución del ordenamiento manifestada en la aparición y desaparición de tales problemáticos supuestos de frontera. En efecto, las zonas grises o supuestos típicos en los que resulta particularmente difícil la calificación de la relación de servicios, pueden variar, y de hecho varían, de una época a otra atendiendo tanto a factores jurídicos (la norma) como a factores socioeconómicos (la realidad normada). Lo que ha sido una «zona REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 31 ESTUDIOS gris» en una época puede dejar de serlo en virtud de un cambio legal, o de la consolidación de una línea jurisprudencial, o del declive o desaparición de un determinado modo de prestación de servicios. A su vez, la emergencia en un determinado momento de nuevas «zonas grises» se puede deber a las mismas causas de cambio legal o jurisprudencial, o de aparición de nuevas prácticas contractuales o modos de prestación de servicios. Así ha sucedido, por indicar algunos ejemplos señalados, con la contratación al servicio de empresas, en régimen de prestación continuada y no por actos profesionales singulares, de los licenciados y los técnicos superiores. Fue ésta durante muchos años (prácticamente durante todo el segundo tercio del siglo XX) una muy extensa e importante zona gris del contrato de trabajo. Y dejó de serlo, al menos con la dimensión apuntada, cuando la jurisprudencia de los años sesenta dio el paso de flexibilizar el concepto de «dependencia», abandonando de manera definitiva los anteriores criterios restrictivos de la «independencia técnica», de la «jornada precisa», y de la dedicación exclusiva o preferente al servicio de la empresa, criterios que la propia jurisprudencia había venido utilizando hasta entonces. La definición jurisprudencial de la dependencia como inserción «en el círculo organicista, rector y disciplinario del empresario», que data de estos años sesenta, al trazar con claridad lo que antes era una línea divisoria bastante más difusa 19, disuelve la enorme nube grisácea que dificultaba antes las operaciones de calificación en este sector de las actividades profesionales. Otro ejemplo notable de aparición y posterior desaparición (o al menos de reducción 19 Sobre esta jurisprudencia, ver J. MARTÍNEZ GIRÓN, La contratación laboral de servicios profesionales, Servicio de publicaciones de la Universidad de Santiago de Compostela, 1988, p. 22 ss. Las sentencias principales de esta línea jurisprudencial son las de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 21 de enero de 1964 y de 13 de abril de 1966. 32 muy significativa del espacio) de una zona gris del Derecho del Trabajo, es el de la prestación de servicios de transporte a cargo de los transportistas con vehículo propio. De un lado la multiplicación de las actividades de reparto de bienes y mercancías, y de otro lado los nuevos criterios de la jurisprudencia laboral de los años ochenta sobre los indicios de la dependencia en los supuestos fronterizos entre el contrato de trabajo y el contrato de transporte 20, generaron múltiples dudas y problemas de calificación en este sector del tráfico contractual. La fijación en la Ley 11/1994 de un criterio específico de laboralidad para los transportistas con vehículo propio tiene por objeto precisamente la eliminación o restricción del espacio de esta importante zona de especial dificultad de calificación de relaciones contractuales. Como se recordará, en la nueva redacción del art. 1.3.g. del ET la línea de demarcación de las prestaciones de servicios de transporte no laborales es ahora muy nítida ; y tal vez incluso, aunque ello no tenga relevancia para nuestro tema de estudio, un tanto rudimentaria. Como se recordará, a partir de la entrada en vigor de este precepto legal no cabe calificar como relaciones de régimen laboral aquéllas en las que el vehículo de transporte utilizado supera un determinado umbral numérico de tonelaje. IDENTIFICACIÓN Y CLASIFICACIÓN DE LAS «ZONAS GRISES» DEL CONTRATO DE TRABAJO EN LA JURISPRUDENCIA ACTUAL Las consideraciones del apartado anterior sobre los rasgos que caracterizan a las zonas grises del Derecho del Trabajo son demostra- 20 Véase, J. RIVERO LAMAS y J. GARCÍA BLASCO, «Transporte de cosas y mercancías y contrato de trabajo», Relaciones Laborales, 1987-II ; y F. VALDÉS DAL-RE, «Los inciertos criterios de diferenciación jurísprudencial entre los contratos de trabajo y de transporte», en Relaciones Laborales, 1992-II. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ANTONIO MARTÍN VALVERDE tivas de la virtualidad de este concepto para detectar los principales problemas de delimitación del contrato de trabajo a los que se ha debido enfrentar la jurisprudencia en distintas épocas. Por otra parte, los ejemplos históricos de los transportistas con vehículo propio y de la prestación continuada de servicios profesionales «en el ámbito de organización» de una empresa revelan el importante papel que la jurisprudencia ha desempeñado en el tratamiento de las zonas grises del contrato de trabajo, e incluso en su propia emergencia y desaparición. En efecto, como era de esperar, buena parte de la labor jurisprudencial de calificación de relaciones contractuales de servicios se ha concentrado en estas situaciones o prestaciones de trabajo, que son al mismo tiempo fronterizas entre distintas figuras contractuales, típicas en la práctica de la contratación, y de calificación jurídica difícil o compleja. Además, es la jurisprudencia la que suele encargarse, con la eventual ayuda de la doctrina científica a la que sigue unas veces y a la que se anticipa otras, de la labor de adaptación o acondicionamiento conceptual ad hoc de las notas del contrato de trabajo que se requiere en el tratamiento jurídico de estas prestaciones de servicios fronterizas. En el presente apartado nos proponemos identificar y clasificar las zonas grises del contrato de trabajo en la jurisprudencia actual. Por las razones que se acaban de apuntar, para componer el actual elenco de estas zonas grises la principal guía y fuente de conocimiento son los repertorios de jurisprudencia. En cambio, para elaborar una clasificación de dichos supuestos de relaciones de servicios de calificación especialmente compleja vamos a utilizar el criterio de las tres notas que definen el contrato de trabajo 21. La aplicación de Un criterio alternativo de clasificación es el que agrupa las zonas grises en atención a las «figuras afines» al contrato de trabajo con las que éste mantiene fronteras comunes. Es también un criterio útil, pero su utilidad es probablemente mayor en un estudio dogmático 21 este criterio clasificatorio permite adelantar en este momento que determinadas zonas grises del contrato de trabajo se encuentran en la frontera entre el trabajo por cuenta ajena y el trabajo por cuenta propia, cuya línea divisoria está determinada por la nota de la ajenidad. Otro grupo de supuestos fronterizos de difícil calificación, en el que entra en juego la nota de dependencia, se ubica en la demarcación entre el trabajo dependiente y el trabajo autónomo. En fin, en un tercer grupo de zonas grises lo que se discute principal o exclusivamente es la existencia o no de retribución salarial, o lo que viene a ser igual, la condición o no de trabajo retribuido mediante salario de los servicios prestados. La anterior clasificación de zonas grises, con arreglo a la cual vamos a ordenar nuestra exposición, presupone que en los distintos casos típicos de calificación dudosa de relaciones de servicios es una sola de las tres notas del contrato de trabajo la que está afectada. Este presupuesto comporta una cierta simplificación. Como vamos a comprobar más adelante, algunas zonas grises están determinadas por dificultades de apreciación, al mismo tiempo, de la ajenidad y de la dependencia, o de la ajenidad y la retribución salarial, o de la dependencia y la retribución salarial. De todas maneras, el criterio de clasificación escogido sigue siendo útil y ajustado a la realidad, siempre que se entienda que las notas del contrato de trabajo a las que hemos decidido adscribir las distintas zonas grises son las principalmente que en un estudio jurisprudencial. Se ha seguido esta vía de estudio, entre otros, en J. LÓPEZ GANDÍA, Contrato de trabajo y figuras afines, Tirant lo Blanc, Valencia, 1999; M. GARCÍA PIQUERAS, En las fronteras del Derecho del Trabajo (arrendamientos de servicios y obras, transporte, agencias mercantiles, socios, contratos administrativos), Comares, Granada, 1999; también en mi estudio, «Contrato de trabajo y figuras afines : arrendamiento de obra y servicio, contrato de sociedad y contrato de transporte», en Aspectos de la contratación laboral, Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 1992. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 33 ESTUDIOS afectadas por ellas, aunque no lo sean de manera exclusiva 22. La identificación de las zonas grises del contrato de trabajo se puede realizar en distintos niveles de concreción. En efecto, dentro de las diferentes clases o grupos que acabamos de señalar, cabe describir los supuestos de calificación difícil con una cierta amplitud, o con una concreción mayor. Ejemplos de las primeras, a los que nos vamos a referir en seguida, serían las zonas grises «amplias» de los trabajos familiares y de los colaboradores externos de las empresas. Ejemplos de las segundas, en algunos de los cuales nos vamos a detener también, serían en los trabajos familiares, el del trabajo del cónyuge, o el de los convivientes more uxorio, o de los consanguíneos en línea recta, o de los parientes por afinidad, etc. ; y en los trabajos de colaboradores externos, entre otros muchos y ciñéndonos a un sector de producción determinado, el trabajo de los subagentes de seguros y el de los peritos tasadores de seguros. Para un estudio panorámico como el que nos hemos propuesto aquí puede bastar con el análisis del primer nivel de concreción, sin descender al segundo. No obstante, la enumeración que ofrecemos a continuación entra en el detalle La posibilidad de que los problemas de calificación jurídica de relaciones de servicios puedan derivar de más de una de las dos notas del contrato de trabajo radica en que las notas del contrato de trabajo mantienen entre sí, como hemos apuntado, determinadas correlaciones. No es necesario entrar aquí en este muy interesante tema dogmático, puesto que el mismo no ha encontrado hasta ahora reflejo en la doctrina jurisprudencial. Nos bastará con indicar que las correlaciones entre ajenidad, dependencia y retribución salarial son bastante estrechas, pero no tanto como para que estas notas se presenten siempre indisolublemente vinculadas ; cabe, en suma, ajenidad sin dependencia (por ejemplo, en los servicios de profesiones liberales), dependencia sin ajenidad (por ejemplo, en el trabajo familiar de los hijos del empresario, en el que la patria potestad actúa como «equivalente funcional» del poder de dirección del empresario), y ajenidad y quizá también dependencia sin retribución (en la prestación de servicios de voluntariado). 22 34 de las zonas grises más concretas ; la cita de las sentencias significativas de las respectivas zonas grises también vendrá acompañada de la indicación del supuesto de hecho específico para el que se han dictado. Entrando ya en la labor de enumerar las actuales zonas grises del contrato de trabajo, iniciamos la lista con varios supuestos que se podían encontrar ya en períodos anteriores a 1980, y que subsisten hoy. Uno de ellos es el del ejercicio de profesiones liberales, cuyo estudio no vamos a abordar aquí, como ya se advirtió 23. Otro es el ya mentado del trabajo familiar, en el que se acusa a veces la incidencia de los importantes cambios jurídicos y sociales en la institución de la familia que han tenido lugar desde los años setenta. Otro supuesto clásico de calificación dudosa que sigue dando bastante quehacer a la jurisprudencia actual sobre la delimitación del contrato de trabajo es el del socio empleado de sociedades por acciones que ostenta una importante participación en la propiedad de las mismas. También pertenece a este grupo el trabajo de los religiosos. Sobre todos estos supuestos, que contaban ya con cierta tradición antes del período de estudio que hemos acotado, se ha debido pronunciar de nuevo la jurisprudencia de estos años. A partir de la entrada en vigor de la Ley del Estatuto de los Trabajadores (1980) y del Reglamento de la relación laboral especial del personal de alta dirección (1985), surgió la duda de si podían o no ser calificadas como 23 Para las referencias jurisprudenciales de esta subsistente zona gris del contrato de trabajo, remito a dos estudios de A. MONTOYA MELGAR y A. CÁMARA BOTÍA: Abogados : profesión liberal y contrato de trabajo, 1990 ; y Médicos al servicio de entidades sanitarias privadas, Tecnos, Madrid, 1991 ; ambos en la colección de jurisprudencia práctica de editorial Tecnos. Entre las sentencias de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo sobre otras profesiones o dictadas después de estos estudios, destaco las siguientes : STS de 9 de febrero de 1990 (abogado) ; STS de 11 de abril de 1990 (aparejador) ; STS 3 de abril de 1992 (aparejador) ; y STS 22 de enero de 2001 (médico). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ANTONIO MARTÍN VALVERDE laborales las relaciones de servicios de los consejeros y administradores societarios que desempeñan su actividad de manera continuada, sin limitarse «al mero desempeño del cargo de consejero o miembro de los órganos de administración» (art. 1.3.c. ET). Esta nueva «zona gris» entre contrato de trabajo y relación orgánica societaria parece haberse despejado pronto merced a una serie de resoluciones jurisprudenciales de «no laboralidad» sobre la que tendremos ocasión de volver más adelante 24. Dentro del variado grupo de los colaboradores externos de las empresas, que es más extenso a medida que las organizaciones productivas han adquirido una mayor complejidad, diversas leyes de los años noventa sobre contratos y actividades productivas han zanjado varios problemas de calificación dudosa de relaciones de servicios. Así ha sucedido, como ya hemos tenido ocasión de ver, con los transportistas con vehículo propio, con los agentes de comercio «independientes», y con los agentes de seguros. Estas relaciones de servicios quedan ahora a extramuros del Derecho del Trabajo, si se cumplen los criterios previstos en su legislación específica. De todas maneras, en numerosos supuestos de colaboración de profesionales con empresas se siguen planteando los problemas de calificación típicos de las zonas grises del contrato de trabajo. Así ha sucedido, por citar cuatro ejemplos de la jurisprudencia actual, con los subagentes de seguros, con los peritos tasadores de compañías aseguradoras, con los encuestadores de empresas de sondeos de opìnión o de prospección de mercados, y con los corresponsales de entidades de crédito. También es una zona gris del contrato de trabajo de cierta solera la de los colaboradores externos de los medios de comunicación social (cronistas, reporteros, corresponsales, etcetera). La calificación de la relación de servicios en este especial sector puede plantear problemas singulares, relativos a la transmisión de derechos de autor, que aconsejarían un tratamiento diferenciado; nos limitaremos en el presente estudio a un breve esbozo 25. Una situación de trabajo en empresas y organizaciones que también suscita problemas de calificación jurídica es la de las personas que al tiempo que adquieren una enseñanza o especialización profesional mediante la asistencia al centro de trabajo y la prestación de determinados servicios en el mismo. Dentro de esta situación de trabajo hay algunos supuestos que se califican legalmente como laborales. Así sucede en el caso de los contratos de trabajo formativos. En otras ocasiones, en cambio, como ocurre con las prácticas profesionales de los estudiantes, el legislador ha descartado expresamente tal calificación. Entre una y otra situación claramente perfiladas en la ley subsiste un territorio intermedio de difícil adscripción, que debe considerarse sin duda como una de las actuales «zonas grises» del contrato de trabajo ; como tal ha quedado reflejada en la jurisprudencia de estos años. En el tráfico jurídico-laboral los trabajadores que se encuentran en esta especial situación de prestación de servicios se suelen denominar «becarios». Conviene tener en cuenta que esta situación de trabajo existía ya antes de los años ochenta, pero probablemente sólo ha alcanzado el rango de «supuesto típico» a partir de entonces. La fuerte expansión del sector terciario en las economías contemporáneas tiene, 24 Véase, Y. SÁNCHEZ-URÁN AZAÑA. «Administradores y altos directivos», REDT, 2000 (num. 100), p. 61 ss. ; y A. DESDENTADO BONETE y E. DESDENTADO DAROCA, Administradores sociales, altos directivos y socios trabajadores. Calificación y concurrencia de relaciones profesionales, responsabilidad laboral y encuadramiento en la Seguridad Social, Lex Nova, Valladolid, 2000. Sobre el tema, M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO y F.J. CALVO GALLEGO, «Las relaciones laborales en los medios de comunicación», en Trabajo subordinado y trabajo autónomo), cit. 25 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 35 ESTUDIOS entre otras manifestaciones, la prestación de los más variados servicios a personas y organizaciones; desde el diseño de bienes y productos hasta el tratamiento, traducción e interpretación de textos y discursos, pasando por la atención domiciliaria a personas, las consultas y asesoramientos profesionales y las actividades culturales y de entretenimiento de diversas clases. La mayor parte de estas actividades del sector terciario puede desempeñarse indistintamente en régimen laboral o en régimen de «libre prestación de servicios» (free lance). Es éste seguramente la zona gris «amplia» del Derecho del Trabajo que más se ha extendido en el período al que se refiere nuestro estudio. Sobre algunas de las actividades que la integran se han debido pronunciar no sólo la jurisprudencia ordinaria, sino también la jurisprudencia comunitaria (guías turísticos), y la jurisprudencia constitucional (asistencia domiciliaria a personas mayores desvalidas). A estas sentencias nos vamos a referir en el apartado próximo. En el elenco de las zonas grises del contrato de trabajo debemos mencionar por último al «teletrabajo», que, como se sabe, es una fórmula moderna de organización de la producción, en la que, mediante el uso de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación a distancia, la prestación de trabajo se lleva a cabo fuera de la sede de la empresa 26. También el teletrabajo ha dejado alguna huella, que habrá ocasión de examinar, en la jurisprudencia laboral reciente. 26 Sobre el teletrabajo, F. RODRÍGUEZ-SAÑUDO, «La integración del teletrabajo en el ámbito de la relación laboral», en Trabajo subordinado y trabajo autónomo (edición preparada por. J. CRUZ VILLALÓN), cit. ; R. ESCUDERO RODRÍGUEZ, «Teletrabajo», en Descentralización productiva y nuevas formas organizativas del trabajo, MTAS, Madrid, 2000 ; J. THIBAUT ARANDA, El teletrabajo (análisis jurídico-laboral), CES, Madrid, 2000 ; J. RIVERO LAMAS, «El teletrabajo en España : un nuevo yacimiento de empleo en los sectores público y privado», Revista aragonesa de Administración Pública, num. IV, 2001. 36 LA APORTACIÓN DE LA JURISPRUDENCIA CONSTITUCIONAL Y DE LA JURISPRUDENCIA COMUNITARIA A LA DELIMITACIÓN DEL CONTRATO DE TRABAJO La labor principal de delimitación del contrato de trabajo se desarrolla en verdad no en el nivel del ordenamiento constitucional sino en el nivel de la legislación, y corresponde no tanto al Derecho de la Comunidad Europea como al Derecho interno. De ahí que, según advertimos al principio de este estudio, el grueso de la jurisprudencia sobre nuestro objeto de estudio, en particular la relativa a la resolución de casos en las zonas grises del mismo, pertenezca a la jurisprudencia ordinaria. De todas maneras, el trazado de las fronteras de esta figura contractual no es siempre una operación indiferente o inocua desde el punto de vista constitucional o del ordenamiento comunitario. Los criterios elegidos para delimitar el contrato de trabajo resultan decisivos para la atribución de determinados derechos o para la aplicación de determinadas normas constitucionales o comunitarias, en las que el contrato de trabajo o la condición del trabajador asalariado o trabajador autónomo resulta ser el factor determinante; de ahí que el legislador no puede disponer de un margen ilimitado de configuración de los mismos 27. Por estas vías indirectas del control del ejercicio de las competencias normativas ha accedido el tema de la delimitación del contrato de trabajo a las jurisprudencias «especializadas» del Tribunal Constitucional (TC) y del Tribunal de Justicia de la Comunidad Europea (TJCE). De la jurisprudencia constitucional en la materia merecen a mi juicio ser destacadas Con mayor razón hay que llegar a la misma conclusión respecto de la jurisprudencia ordinaria, cuya función de complemento del derecho no es discrecional, como la del legislador, sino vinculada a valores y principios ya existentes en el ordenamiento. 27 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ANTONIO MARTÍN VALVERDE en este estudio de conjunto dos sentencias. Una es la STC 2/1991 de 14 de enero, sobre la gestión del servicio público de asistencia domiciliaria a ancianos. La otra es la STC 227/1998 de 26 de noviembre, a la que han seguido otras muchas en la misma línea, sobre la determinación por parte de la Ley 11/1994 de un criterio específico de exclusión de laboralidad –la superación de un umbral de tonelaje– para los servicios prestados por los transportistas con vehículo propio. Expondremos brevemente lo que a nuestro tema interesa de una y otra sentencia, empezando por la segunda. La doctrina sentada en la STC 227/1998 es que el criterio del umbral de tonelaje de los vehículos de transporte es válido desde el punto de vista de la Constitución para establecer la frontera del régimen laboral de los transportistas con vehículo propio. La validez del criterio se asienta, en síntesis, en tres consideraciones conectadas entre sí. La primera se refiere a las particulares dificultades de delimitación del contrato de trabajo respecto del contrato de transporte en las actividades de reparto y distribución, habida cuenta de la dificultad de apreciar en las correspondientes relaciones de servicios la nota de la dependencia, en la acepción flexible o atenuada adoptada por la jurisprudencia de los años sesenta, acogida posteriormente por el legislador en el art. 1.1. del ET, y aplicada luego al sector del transporte en la jurisprudencia de los años ochenta. La segunda consideración constata la concurrencia de razones de seguridad jurídica para fijar un criterio específico de laboralidad que permita reducir o eliminar la dificultad señalada. El razonamiento concluye con la valoración de la aceptabilidad del criterio escogido por el legislador, en cuanto que reposa sobre un dato objetivo, y en cuanto que conduce razonablemente a la finalidad pretendida de facilitar la contratación en el sector, y de ofrecer mayor seguridad jurídica respecto de las operaciones de calificación que puedan efectuar los órganos jurisdiccionales. La STC 227/1998 sobre transportistas con vehículo propio cierra el círculo de la operación de demarcación de las fronteras entre el contrato de trabajo y el contrato de transportes que puso en marcha la Ley 11/1994 al establecer una nueva redacción del art. 1.3.g. del ET; una disposición que fue interpretada luego por la STS de 5 de junio de 1996, en la que por cierto se anticipan buena parte de los argumentos de la sentencia constitucional de la que estamos hablando. El papel de la STC 227/1998 no ha sido, por tanto, el de despejar la importante zona gris que existía en esta frontera del contrato de trabajo, tarea que como hemos visto asumió el legislador, sino simplemente el de declarar que no había obstáculo de constitucionalidad para la medida legislativa adoptada. Un problema bien distinto resolvió la STC 2/1991. La alegación de infracción del ordenamiento constitucional planteada en la misma tiene por objeto la sustitución del sistema de «gestión directa» del servicio de asistencia domiciliaria a ancianos, establecido en 1970 a cargo del organismo público INSERSO (o de sus equivalentes en las Comunidades Autónomas), por un sistema de subvención o ayuda económica a los ancianos (el llamado «cheque-abuelo») para hacer frente a la misma necesidad de asistencia. El cambio en el modo de gestión tuvo trascendencia en la configuración jurídica de la prestación de servicios de los asistentes a domicilio, en cuanto que el sistema de gestión directa estaba basado en una relación contractual de trabajo entre el empleado y el INSERSO (o el organismo autonómico correspondiente), mientras que en el sistema de subvención a los beneficiarios la relación de servicios se anudaba entre el asistente y la persona mayor asistida, desarrollándose en paralelo a ella la relación de subvención o ayuda económica a cargo del ente público. El Tribunal Constitucional no apreció la infracción alegada de la norma fundamental. El fundamento de la decisión se encuentra en el margen de actuación discrecional en el des- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 37 ESTUDIOS arrollo de sus atribuciones que, según declara la STC 2/1991, debe reconocerse a las entidades encargadas de la prestación de servicios públicos asistenciales. De acuerdo con esta doctrina, es lícito e incluso puede ser aconsejable cambiar de un sistema de gestión a otro distinto, cuando el propio organismo público lo considere oportuno desde el punto de vista de la asistencia. Unicamente se exige para ello que la valoración de eficacia efectuada por el ente público cuente con una base racional 28. Al trasluz del asunto constitucional resuelto en la STC 2/1991 se deja ver una de las raíces principales de los problemas de delimitación del contrato de trabajo. Desde luego, este factor no se ha formado ahora, pero sí se ha robustecido considerablemente en el sistema productivo actual. Lo vamos a explicar brevemente a continuación. Las entidades públicas, y obviamente el argumento vale con mayor razón para las empresas privadas, deben disponer de un margen suficiente de libertad o discrecionalidad en la elección de los medios para el desempeño de sus funciones, margen que comprende la elección entre distintas modalidades de colaboración y distintas relaciones contractuales de servicios. De la premisa anterior deriva que una misma actividad de No está de más puntualizar que la configuración jurídica atribuida en el caso a esta relación de servicios no queda enteramente al margen de la normativa laboral, en cuanto que se trata de una relación laboral especial de servicio doméstico, sometida por tanto al Reglamento de esta relación especial, y excluida en principio de la aplicación del ET. En cualquier caso, me parece claro que la doctrina jurisprudencial sentada en esta resolución podría valer también en un supuesto en que los términos de la disyuntiva fueran una relación de régimen laboral y una relación de servicios totalmente a extramuros del Derecho del Trabajo. Para un estudio más detallado de esta sentencia puede verse mi comentario «No discriminación y diferencias de régimen laboral en servicios públicos asistenciales», en Jurisprudencia constitucional sobre trabajo y Seguridad Social, Tomo IX (1991), Civitas, 1992, p. 40-51. 28 38 servicios a personas o a organizaciones puede ser configurada o «construida» con arreglo a distintas opciones. La elección entre ellas influye de manera indirecta tanto en la organización del servicio como en la prestación del trabajo, por lo que no puede decirse que se trate de un artificio formal carente de consecuencias en el desarrollo o modo de ejecución de uno y otra. Pero no es éste el aspecto que nos interesa resaltar aquí, sino el dato jurídico subyacente de la existencia de un margen de libertad en la configuración del contrato que, en supuestos como el de la STC 2/1991, y sin perjuicio de la presunción de laboralidad del art. 8.1. del ET, puede obligar al intérprete a indagar en las interioridades de la prestación de trabajo para averiguar la relación o las relaciones jurídicas que la sustentan. Pasando de la jurisprudencia constitucional a la jurisprudencia comunitaria, debemos tener en cuenta ahora una sentencia que tiene algún punto en común con la que se acaba de comentar. Me refiero a la sentencia del TJCE de 5 de junio de 1997 (asunto Ergasias o Agrupación de agencias de viaje y turismo de Grecia) 29. El caso de esta sentencia es bastante simple en lo que concierne a la controversia planteada. Se ha suscitado a propósito de una ley griega del año 1985, que impuso el régimen del trabajo asalariado, o lo que es igual la contratación laboral, para todos los guías turísticos que se propusieran realizar giras o visitas en Grecia. A instancias de la Agrupación de Agencias de Viaje y Turismo de dicho país el órgano jurisdiccional griego preguntó al TJCE por la vía de la cuestión prejudicial si dicha Ley era o no «contraria a los artículos 59 y siguientes del Tratado CE» 30. 29 He comentado esta sentencia con mayor detenimiento en «Trabajo asalariado y trabajo autónomo en el Derecho Comunitario Europeo», en Trabajo subordinado y trabajo autónomo, cit. 30 La numeración de los artículos corresponde al Tratado CE vigente a la sazón ; después de las modifica- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ANTONIO MARTÍN VALVERDE La respuesta de la sentencia Ergasias es afirmativa. Los pasos del razonamiento del TJCE que interesan a nuestro tema son dos. Uno de ellos es la siguiente afirmación, que contiene una regla o máxima de experiencia, sobre las formas posibles de configurar el trabajo de los guías turísticos : «las actividades de los guías turísticos pueden ejercitarse bajo dos regímenes distintos : una agencia de viajes puede utilizar los guías que estén a su servicio, pero puede también contratar guías turísticos independientes». El segundo paso es la valoración de que «al calificar imperativamente de contrato de trabajo la relación de prestación de un guía turístico» se está privando «al guía turístico procedente de otro Estado miembro de la facultad de ejercer su actividad de forma independiente», lesionando con ello el derecho a la libre prestación de servicios de los ciudadanos comunitarios. De forma parecida a lo que sucede en la STC 227/1998 sobre los transportistas, pero con un signo distinto al que luce en ella, la sentencia Ergasias relativa a los guías turísticos griegos permite apreciar los problemas de delimitación del contrato de trabajo en la frontera entre el trabajo prestado en régimen de dependencia y el trabajo autónomo. Al igual que ocurre en la STC 2/1991, la propia sentencia Ergasias se refiere a los límites de la calificación de laboralidad derivados de otros bienes o principios jurídicos. En el caso de la sentencia comunitaria el principio que se hace valer frente a la imposición del régimen laboral es la libertad de prestación de servicios, o lo que viene a ser lo mismo, la libertad de ejercer trabajo autónomo; en el caso de la sentencia constitucional sobre la subvención a la asistencia a personas mayores, lo que está en juego es la potestad discrecional de los poderes públicos de elegir entre distintas opciones de configuración de una actividad asistencial. ciones introducidas en el Tratado de Amsterdam, la versión consolidada del Tratado CE regula la libre prestación de servicios en los artículos 49 y siguientes. ZONAS GRISES ENTRE EL TRABAJO SUBORDINADO O DEPENDIENTE Y EL TRABAJO AUTÓNOMO EN LA JURISPRUDENCIA ACTUAL: ADMINISTRADORES SOCIETARIOS Y REPRESENTANTES O AGENTES DE COMERCIO En todas las fronteras del contrato de trabajo hay actualmente zonas grises de mayor o menor dimensión, importancia o dificultad de calificación. Pero de todas ellas la de mayor número de los casos fronterizos resueltos por la jurisprudencia ordinaria que pueden caer dentro o fuera del campo de lo laboral es seguramente la que separa el trabajo subordinado o dependiente del trabajo autónomo. Es también en esta línea de demarcación, como se acaba de ver, donde se han concentrado los supuestos litigiosos relativos a la delimitación del contrato de trabajo que han aparecido en la jurisprudencia constitucional y en la jurisprudencia comunitaria. La relación de servicios de los administradores societarios que desempeñan su actividad de gobierno de la sociedad de manera continuada, sin limitarse «al mero desempeño del cargo de consejero o miembro de los órganos de administración» (art. 1.3.c. ET), debe ser diferenciada probablemente de su relación orgánica con la misma ; en virtud de la relación orgánica los administradores constituyen la encarnación de la voluntad y de la actividad de la sociedad a la que representan, y para llevar a cabo los servicios necesarios para el desempeño de tal relación orgánica se establecen en favor y a cargo del administrador y de la sociedad una serie de derechos y obligaciones. Desde el punto de vista que nos interesa en este estudio, las cuestiones de la calificación y de la naturaleza jurídica de la relación de servicios de los administradores societarios se ha planteado con particular agudeza a partir de la entrada en vigor de la regulación de la relación laboral especial del personal de alta dirección. Los aspectos litigiosos de la cuestión son varios. Entre ellos REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 39 ESTUDIOS figura en lugar destacado el de si los servicios de tales administradores son prestados en régimen de subordinación o de autonomía, por lo que parece conveniente abordarla en este apartado de nuestro estudio. La jurisprudencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo, a partir de sentencias de 29 de septiembre de 1988 y de 21 de enero de 1991, ha zanjado las posibles dudas que pudieran existir al respecto en el sentido de descartar la calificación de laboralidad de las relaciones de servicios de los administradores societarios. Viene a decirse en estas sentencias y en otras varias posteriores que las actividades de gobierno de la sociedad desarrolladas por los administradores se sustentan en un título mercantil y no un título laboral. Seguramente a ello podría añadirse, si hiciera falta, que los servicios de los administradores societarios no constituyen trabajo subordinado, en cuanto que son ellos mismos los que determinan los objetivos de la sociedad y su programa de actividades. De todas maneras, a la vista de la doctrina jurísprudencial señalada sobre estas relaciones de servicios posiblemente habría que dar por zanjada la calificación de este supuesto de frontera del contrato de trabajo, ubicándolo en todo caso fuera de su campo de aplicación. Podríamos hablar en tal caso de la desaparición de esta zona gris del contrato de trabajo. Pero para esta declaración quizá convenga esperar todavía un tiempo prudencial. Entre las sentencias de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo sobre los representantes y agentes de comercio debemos mencionar la STS de 23 de marzo de 1995, relativa a los agentes de seguros, y la STS de 2 de julio de 1996, relativa al contrato de agencia. Una y otra constatan y aplican los cambios producidos en estas relaciones de servicios en virtud de las disposiciones legales de los años noventa (Ley 9/1992 y Ley 12/1992) que hemos mencionado en un apartado anterior. La primera de ellas precisa que la exclusión de los agentes de seguros del ámbito del contrato de trabajo llevada a cabo por la Ley 9/1992 «se refiere tan- 40 to a los corredores de seguros – antiguos agentes libres–...como para los agentes afectos». Por su parte, la STS de 2 de julio de 1996 califica como contrato de agencia de comercio excluido de la legislación laboral aquél en que una agente comercial goza de «plena autonomía para organizar tal actividad (de agencia comercial) y el tiempo que dedicara a ella, sin otro límite que el de sujetarse a los criterios que recibiera en lo relativo al precio de dichos productos, pago de su importe y condiciones de entrega, recibiendo en compensación el importe de la comisión que fue fijada al respecto». Nótese que en esta sentencia sobre los agentes de comercio autónomos la exclusión del régimen laboral se apoya exclusivamente en la falta de la nota de subordinación o dependencia; en el caso, la agente comercial trabajaba por cuenta de la empresa, obligándose a actuar como «intermediaria en la venta de los productos de ésta, sin asumir el buen fin de las ventas que se realizaran con su intervención». Un supuesto particular de contrato de agencia a comisión es el de los agentes o comisionistas libres de entidades de crédito que se limitan a la cobranza de letras y efectos y operaciones conexas. La STS de 31 de mayo de 1991 y la STS de 13 de marzo de 1997 han estimado no nos encontramos ante este supuesto contractual, sino ante un agente o empleado dependiente cuando, como dice la segunda de las sentencias citadas, la persona que presta servicios tiene «la condición de jefe o responsable de la oficina local» de la entidad financiera, «labor que comporta necesariamente una vinculación a la jerarquía» de dicha entidad. ZONAS GRISES ENTRE EL TRABAJO SUBORDINADO O DEPENDIENTE Y EL TRABAJO AUTÓNOMO EN LA JURISPRUDENCIA ACTUAL (CONTINUACIÓN): COLABORADORES EXTERNOS DEL EMPRESARIO Y TELETRABAJO La STS de 22 de octubre de 1983 se refiere a un contrato de servicios cuyo objeto princi- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ANTONIO MARTÍN VALVERDE pal es el diseño y elaboración de productos de parafarmacia, con cesión de propiedad a la empresa contratante ; el contrato incluía también servicios de asesoramiento técnicocomercial a dicha empresa. Las STS de 27 de mayo de 1992 y de 14 de febrero de 1994 resuelven la calificación de una relación de trabajo que tenía por objeto la realización de encuestas por cuenta de empresas de prospección de mercados. La STS de 8 de octubre de 1992 trata del mismo problema respecto del trabajo de los peritos tasadores de seguros, comparando dos situaciones distintas de prestación de tales servicios. La STS de 31 de marzo de 1997 aborda la cuestión de cuándo son laborales y cuándo no los servicios de los reporteros gráficos de los medios de comunicación, con referencia a las particularidades que en este supuesto presentan las notas de la dependencia y de la ajenidad. La STS de 5 de junio de 1997 tiene por objeto la calificación jurídica de la relación de servicios de un guía turístico. La STS de 18 de febrero de 1998 se refiere a los subagentes de seguros. Terminaremos la enumeración, en fin, para no prolongarla demasiado, con la sentencia de 14 de febrero de 2000, que describe y compara dos supuestos litigiosos diferentes, uno laboral y otro no, de administradores de comunidades de propietarios. ¿Qué modulación o acondicionamiento del concepto de subordinación o dependencia para los colaboradores externos de las empresas y para las actividades de servicios en favor de empresas o personas se desprende del análisis de este conjunto de sentencias? ¿Cómo se concreta «el ámbito de organización» de una empresa o empleador del que habla el art. 1.1. del ET en estos supuestos en que por hipótesis los servicios se desarrollan fuera del centro de trabajo, pudiendo prestarse, indistintamente, unas veces en régimen de dependencia y otras veces en régimen de autonomía? No vamos a ofrecer una respuesta detallada a las preguntas anteriores. Pero sí corresponde al propósito de nuestro estudio trazar un apunte, que señale la línea doctri- nal esbozada o dibujada por la Sala de lo Social del Tribunal Supremo a propósito de este refinamiento operativo del concepto de dependencia. Probablemente la versión del concepto de dependencia o subordinación que, con una u otra formulación, se utiliza en los casos enumerados es la de «programación» del trabajo por parte del empresario, con el consiguiente deber de atenimiento a dicho programa a cargo de la persona que presta los servicios 31. La sentencia citada de los peritos tasadores de seguros lo indica de manera expresa, para afirmar la calificación de laboralidad : «es la compañía y no el perito quien programa el trabajo de éste, mediante la asignación y rotación de zonas, y la exigencia de recogida y entrega diarias de partes de inspección y tasación de vehículos», y «la aceptación o rechazo de las peritaciones encargadas no depende de la voluntad de los profesionales». Precisamente porque no hay programación del trabajo por parte de otra persona («sin condición ni limitación alguna para realizar determinados cometidos») se descarta la calificación de laboralidad en la sentencia del diseñador de productos de parafarmacia. Y la misma razón, pero en sentido inverso, determina la laboralidad de la relación de servicios de los encuestadores en el caso de la STS de 27 de mayo de 1992, en la que, sin perjuicio de la «libertad de horario» permitida a los mismos, constaba la «obligatoriedad de la aceptación de cada encargo», obligatoriedad que en la STS de 14 de febrero de 1994 parecía vedar al encuestador el rechazo de las encuestas que no le interesasen. Aunque el teletrabajo puede englobarse sin dificultad en el supuesto genérico de los 31 Esta idea de programación del trabajo tiene bastante que ver, me parece, con el «permanente poder de especificación del objeto del contrato» de que habla, a propósito de la dependencia, M.R. ALARCÓN CARACUEL en «La ajenidad en el mercado : un criterio definitorio del contrato de trabajo», REDT, 1986 (num. 28). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 41 ESTUDIOS colaboradores externos de las empresas, la singularidad del lugar y del modo de ejecución del trabajo de los teletrabajadores aconseja dedicar párrafo aparte a la jurisprudencia en la materia. Prácticamente todos los estudios doctrinales que se han ocupado del teletrabajo coinciden en destacar que la calificación jurídica de la prestación de servicios en estas condiciones puede inclinarse unas veces hacia el régimen laboral y otras el trabajo autónomo. Con esta óptica ha abordado también la calificación del teletrabajo la sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 22 de abril de 1996. Los servicios prestados en estas condiciones consistían en la realización de informes de solvencia y verificación de datos registrales por cuenta de una empresa («Iberinform Internacional S.A.»), que a su vez recibía tales encargos de información de diversas empresas clientes. La sentencia se inclinó en el caso por la calificación de laboralidad , reconociendo la situación de dependencia del trabajo prestado, a pesar de la falta de «presencia física del trabajador en las instalaciones empresariales» de Iberinform Internacional S.A. Viene a decirse en esta resolución que no nos encontramos ante un «arrendamiento de servicios de naturaleza civil» porque las personas contratadas para ejecutar los servicios de información encargados no disponían de una «libertad de actuación profesional». Tal autonomía o libertad de actuación profesional sería compatible con el «seguimiento de unas determinadas directrices uniformadoras en la realización del trabajo encomendado», pero no con la «estricta dirección de los trabajos informativos a realizar», dirección de trabajo instrumentada «a través de un programa informático confeccionado por la empresa» Iberinform Internacional S.A. Además de este factor de dependencia en la ejecución del trabajo, que integraría probablemente un aspecto de lo que se podría llamar la «subordinación informática», concurrían en el caso otros tres indicios de subordinación, que la sentencia citada se encarga de 42 destacar : 1) el trabajador estaba obligado a prestar los servicios «personalmente» ; 2) la empresa le asignaba zonas geográficas determinadas para el desarrollo de los mismos; y 3) estaban previstas en el contrato «penalizaciones» por retraso en la entrega de los trabajos encomendados 32. Todavía un punto más interesa resaltar de la sentencia dictada en el asunto «Iberinform Internacional S.A.». El trabajo de información realizado por los demandantes «quedaba en propiedad de la empresa» cliente, sin que los trabajadores «pudieran disponer del mismo en favor de otras empresas, comercializarlos o utilizarlos de cualquier otra forma», y sin que pudieran «hacer el servicio de otra forma que no sea a través de ésta» (la empresa Iberinform). Como se ve, la zona gris del teletrabajo se encuentra en la «frontera imprecisa» no sólo entre el trabajo subordinado y el trabajo autónomo, sino también en la frontera asímismo difusa entre el trabajo por cuenta ajena y el trabajo por cuenta propia. En el caso concreto de la sentencia de la STS de 22 de abril de 1996 la concurrencia de la nota de la ajenidad no parece ofrecer dudas, a la vista de los datos anteriores. ZONAS GRISES ENTRE EL TRABAJO POR CUENTA AJENA Y EL TRABAJO POR CUENTA PROPIA EN LA JURISPRUDENCIA ACTUAL : LOS TRABAJOS FAMILIARES De acuerdo con lo que hemos adelantado en un apartado anterior, varias zonas grises del contrato de trabajo tienen tal condición porque en las relaciones de servicios comprendidas en ellas la nota de ajenidad suele ser de apreciación complicada, concurriendo Tal como aparece reflejado en la sentencia de 22 de abril de 1996, este último indicio no es concluyente, teniendo en cuenta que la «claúsula penal» o «pena convencional» no es exclusiva ni siquiera característica del contrato de trabajo. 32 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ANTONIO MARTÍN VALVERDE en bastantes casos y faltando en otros muchos; la frontera del contrato de trabajo en la que aparecen es, pues, la que separa el trabajo por cuenta ajena del trabajo por cuenta propia. Las más importantes de estas zonas grises son seguramente el trabajo prestado en el marco de la familia (trabajo familiar) 33 y el trabajo prestado por el socio a la empresa de la que es titular la sociedad de la que forma parte (socio empleado). Como habrá ocasión de comprobar en seguida, en uno y otro tipo de trabajo las especiales dificultades de calificación de las relaciones de servicios han dado lugar a un refinamiento o adaptación ad hoc del concepto de ajenidad. Tanto en el trabajo familiar como en el trabajo del socio empleado encontramos una gran variedad de supuestos concretos en los que la calificación de la prestación de servicios depende o está condicionada por circunstancias o factores diversos. En el trabajo familiar las circunstancias o factores influyentes en tal calificación son el grado de parentesco con el titular de la empresa familiar, la convivencia con el mismo, la condición de cónyuge de empresario y trabajador, y también en este último supuesto el régimen de bienes del matrimonio (gananciales, separación de bienes, capitulaciones). Por su parte, en el trabajo del socio empleado las circunstancias o factores que condicionan la calificación de la relación de servicios son, entre otras, el tipo de aportación social (dinero, bienes o «industria»), la clase de sociedad a la que se presta trabajo (civil, colectiva, comanditaria, anónima, de responsabilidad limitada, laboral), y en las sociedades por acciones la cuota de participación del socio que presta trabajo por cuenta del ente societario. 33 Nos estamos refiriendo al «empleo» o trabajo del sector mercantil del sistema productivo y no al trabajo familiar doméstico o comunal, el cual, a pesar de no constituir «empleo» y de no figurar por tanto en las estadísticas de empleo, es también (¿quién lo duda ?) «trabajo» en el pleno sentido de la palabra. La casuística jurisprudencial tanto sobre el trabajo familiar como sobre el trabajo del socio empleado es bastante abundante, si bien no cubre por completo, hoy por hoy, la amplia gama de supuestos que acabamos de apuntar. Una particularidad de la jurisprudencia en la materia posterior a 1980 que conviene tener muy en cuenta es que en casi todos los casos de trabajo familiar la prestación de servicios se lleva a cabo por cuenta de una sociedad familiar en la que el propio trabajador es socio 34. En esta modalidad de trabajo familiar en la que un socio miembro de la familia presta servicios a una sociedad familiar se produce en realidad una confluencia de las dos principales zonas grises de la frontera entre en trabajo por cuenta ajena y el trabajo por cuenta propia. Se declare o no de manera expresa, la apreciación de trabajo familiar en estos casos de «sociedades familiares» presupone con toda claridad una operación de «levantamiento del velo» societario. Como ha recordado la sentencia del Tribunal Supremo de 30 de abril de 2001, el empresario o empleador formal es en tales supuestos litigiosos una persona jurídica «con la que, como es obvio, no puede existir un vínculo familiar». Sólo el descubrimiento de la realidad efectiva subyacente bajo la forma jurídica de sociedad permite hablar entonces del trabajo familiar al que se refiere el art. 1.3.e. del ET, caracterizado en la propia ley por la existencia de un vínculo familiar entre el trabajador y el empleador o empresario. Destacaremos en este apartado y en el siguiente los supuestos litigiosos del «trabajo familiar» y del «socio empleado» que nos han parecido más interesantes para la visión panorámica de la jurisprudencia actual que queremos ofrecer en el presente estudio. Como se verá, no en todos estos supuestos, pero sí en la mayoría de ellos, las cuestiones de calificación planteadas se han suscitado 34 Esta observación la hace también A. OJEDA AVILÉS, «El trabajo familiar : una descripción del conflicto típico», en Trabajo subordinado y trabajo autónomo, cit. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 43 ESTUDIOS en pleitos de Seguridad Social, relativos o bien al reconocimiento o no de prestaciones de desempleo, o bien a la afiliación o encuadramiento en el Régimen General de la Seguridad Social o en el Régimen de Trabajadores Autónomos. Una vez identificadas las sentencias más significativas sobre estas zonas grises del contrato de trabajo, procederemos a la exposición de las doctrinas jurisprudenciales establecidas en ellas. Tales doctrinas suponen efectivamente, como tendremos ocasión de precisar al final de esta parte de nuestro estudio, un «refinamiento» o «acondicionamiento» de la ajenidad como nota del contrato de trabajo. La STS de 28 de octubre de 1990 conoce de un litigio derivado de trabajo familiar en el que las partes son dos hermanos «que comparten el mismo techo», uno de los cuales, el demandado, posee el 80 % de las acciones de una sociedad de responsabilidad familiar, de la que tiene también participación social el otro hermano, demandante en el litigio. La sentencia resuelve que no hay relación de trabajo de régimen laboral, sino trabajo familiar excluido de la legislación laboral y de la competencia del orden social de la jurisdicción. El fundamento de la decisión es que «la ajenidad o transmisión a un tercero de los frutos o resultados del trabajo... (no puede ser apreciada) cuando tales frutos o resultados se destinan a un fondo social o familiar común». A conclusión distinta, pero en un litigio ciertamente diferente, se llega en la STS de 14 de junio de 1994. En ella está en juego el reconocimiento de prestaciones de desempleo a una trabajadora que había prestado servicios a una empresa familiar de la que es titular una sociedad anónima, cuyas acciones pertenecen a los padres y hermanos de la demandante, y en la que la propia trabajadora participa con el 10 % de las mismas. No constaba en el caso «convivencia con otro u otros miembros de la familia titulares de acciones que pudiera, a partir de una cierta cuota de participación conjunta en la propiedad del capital social, dar lugar a un patri- 44 monio o fondo común, en el que ingresaran los frutos o resultados del trabajo prestado». Con apoyo en este argumento, la Sala de lo Social del Tribunal Supremo resolvió, en doctrina reiterada luego en STS de 18 de marzo de 1998, que no había lugar a la reclamación del INEM de devolución de prestaciones indebidas. Otros casos significativos de calificación discutida entre el trabajo familiar y el trabajo asalariado han sido los resueltos por la STS de 24 de febrero de 2000 y 30 de abril de 2001, en las que también se decide sobre reclamación por parte de la entidad gestora de devolución de prestaciones de desempleo. La primera de ellas resuelve sobre si un supuesto de convivencia estable a modo de matrimonio entre el dueño de un bar y una camarera del mismo se encuentra comprendido en el art. 1.3.e. del ET, que excluye los «trabajos familiares» del campo de aplicación de la legislación laboral (y también, por remisión, de la legislación de desempleo). La sentencia de suplicación recurrida se había inclinado por la calificación de trabajo familiar excluido del régimen laboral y de la protección del desempleo, razonando por analogía que la relación de convivencia «more uxorio» debe tener a efectos laborales el mismo tratamiento que la relación del «cónyuge» que convive con el empresario. Pero la sentencia reseñada del Tribunal Supremo no comparte este razonamiento analógico, descartando que la actora tenga «la condición de familiar» del empresario. Sentada la anterior premisa, se llega a la conclusión de que en el caso no correspondía la devolución de las prestaciones percibidas, puesto que no era de aplicación la presunción de trabajo familiar del art. 1.3.e. del ET, y sí lo era, en cambio, la presunción general de laboralidad del art. 8.1. de la propia Ley. No está de más puntualizar que, a diferencia de las restantes sentencias de trabajo familiar que hemos seleccionado, en el asunto resuelto en esta sentencia la titularidad de la empresa corresponde a un empresario individual (el dueño del bar, pareja de hecho de la trabaja- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ANTONIO MARTÍN VALVERDE dora), y no a un empresario social o societario. La STS de 30 de abril de 2001 ha resuelto también una cuestión jurídica relativa a la prestación de servicios en la frontera entre el trabajo familiar y el trabajo asalariado, donde el vínculo familiar que coexiste con la relación de servicios es el conyugal. Se trata en el caso de la prestación de trabajo de una esposa, que ha sido contratada como «secretaria de producción» y después como «directora financiera» por cuenta de una empresa del sector audiovisual de la que es titular una sociedad anónima ; en esta sociedad su esposo, con el que mantiene un régimen de bienes gananciales, es titular de la gran mayoría de las acciones (entre el 80% y el 90 %, según el momento), repartiéndose el resto entre la propia esposa y un tercer socio. Al igual que en el litigio de la sentencia que se acaba de reseñar, la pretensión del caso de la STS de 30 de abril de 2001 tiene por objeto, como ya se ha dicho, una devolución de prestaciones de desempleo reclamada por el INEM. La respuesta de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo se apoya en un razonamiento cuyos principales pasos lógicos son los siguientes: 1) es posible en principio el contrato de trabajo entre cónyuges con régimen de gananciales, de acuerdo con el art. 1.3.g. del ET y el art. 1323 del Código Civil, a tenor del cual el marido y la mujer pueden celebrar entre sí toda clase de contratos; 2) la sociedad de gananciales «crea un patrimonio colectivo que se atribuye a los dos cónyuges como miembros del consorcio conyugal, sin que exista una asignación individual por cuotas y con un régimen de cogestión relativa»; 3) no obstante, «la ganancialidad puede afectar a la nota de ajenidad» en cuanto que determina «una asignación ideal por cuotas» de los bienes gananciales, entre ellos «la utilidad patrimonial del trabajo» que se incorpora a la misma, y la propia retribución de dicho trabajo; y 4) en supuestos, como el del caso, en que «la relación con la sociedad de gananciales es indirecta, pues se trabaja para una sociedad anónima, en la que ha habido otro accionista aparte de los cónyuges», la asignación ideal de cuotas no puede alcanzar el 50 % del capital social, «límite a partir del cual se pierde la ajenidad», y por debajo del cual «se mantiene la ajenidad», según lo que podríamos llamar la «jurisprudencia genérica» sobre el socio empleado, que la STS de 30 de abril de 2001 se cuida de citar. ZONAS GRISES ENTRE EL TRABAJO POR CUENTA AJENA Y EL TRABAJO POR CUENTA PROPIA EN LA JURISPRUDENCIA ACTUAL (CONTINUACIÓN) : EL SOCIO EMPLEADO A la «jurisprudencia genérica» sobre el socio empleado, entendiendo por tal la que contiene la doctrina del Tribunal Supremo sobre los supuestos de coincidencia de una prestación de servicios con una relación societaria nos vamos a referir en este segundo apartado sobre la frontera entre el trabajo por cuenta ajena y el trabajo por cuenta propia en la jurisprudencia actual. Una corriente importante dentro de la misma está formada por las sentencias que atienden, para resolver la calificación como relación laboral o no de estas relaciones de servicios, a la cuota de participación del socio empleado, es decir al porcentaje de acciones a disposición del trabajador accionista. En el desarrollo de esta línea jurisprudencial podemos partir de la STS de 27 de junio de 1989, en la que se discute cuál es la jurisdicción competente para resolver sobre un litigio relativo a un seguro privado de accidentes corporales. El asegurado lo planteó ante la jurisdicción social y no la civil, entendiendo que era trabajador por cuenta de una sociedad anónima. La respuesta judicial, levantando una vez más el «velo societario» no se atuvo a este criterio del «empleador formal», y declaró que la competencia para el conocimiento del asunto correspondía al REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 45 ESTUDIOS orden civil de la jurisdicción. El fundamento de la resolución es que faltaba en la relación de servicios la nota de ajenidad, puesto que el demandante disponía del 98 % de las acciones de dicha sociedad en la que prestaba servicios. El mismo enfoque de atender al criterio de la «cuota societaria» adopta la sentencia de 18 de marzo de 1991, que llega sin embargo a una conclusión distinta sobre la base de que la cuota de participación del socio empleado era en el caso apreciable pero más reducida. Se trataba en esta sentencia de calificar una relación de servicios que tenía por objeto el trabajo como jefe de taller en una empresa de artes gráficas, a efectos de determinar las consecuencias jurídicas de la extinción de la misma ; la titularidad de la empresa correspondía a una sociedad de responsabilidad limitada creada por tres socios, uno de ellos el demandante, que se distribuyeron a partes iguales el capital social. El fundamento de la decisión es que la prestación de trabajo no se efectuó a título de «aportación a la sociedad», ni tampoco como una «prestación accesoria», sino sobre la base de «una relación independiente que reúne los requisitos necesarios para su calificación como laboral», entre ellos la nota de ajenidad, no desvirtuada «por la participación significativa pero minoritaria» de un tercio del capital social que tenía el trabajador en su cualidad de socio. La fijación del umbral del 50 % de participación societaria a partir del cual se pierde la nota de ajenidad, y por debajo del cual ésta se mantiene, tiene lugar en la STS de 29 de enero de 1997. La conveniencia de establecer una línea divisoria clara e inequívoca derivaba en el caso del objeto del litigio, que era la delimitación de los campos de aplicación respectivos del Régimen General de la Seguridad Social y del Régimen de Trabajadores Autónomos, una delimitación llevada a cabo en la ley por remisión al concepto de trabajo por cuenta ajena. El umbral adoptado del 50 % de participación societaria a partir del cual se entiende desvirtuada la ajenidad encuentra apoyo 46 en un criterio aritmético de predominio o prevalencia : a partir del 50 % de participación en el capital social los frutos del trabajo ingresan de manera prevalente en el patrimonio del propio trabajador, bien por la vía del incremento del valor de la sociedad, bien por la vía del reparto de beneficios. Esta doctrina del umbral del 50 % para la apreciación de la nota de ajenidad se ha mantenido por la Sala de lo Social del Tribunal Supremo desde la STS de 29 de enero de 1997; así, por poner un ejemplo reciente, en la STS de 2 de julio de 2001. La reseña de la jurisprudencia actual sobre el socio empleado debe completarse con la mención de una sentencia relativa no al criterio de la cuota de participación societaria, sino a la cuestión más general de la aportación de trabajo a la sociedad en virtud de un vínculo societario. La STS de 12 de julio de 1983 aborda el problema respecto de «una sociedad sin personalidad jurídica de las del art. 1699 del Código Civil», constituida para un negocio de alta fidelidad y televisión, con aportaciones de dinero en metálico (por parte del demandado) y de trabajo (tanto por parte del demandado, para funciones administrativas, como por parte del demandante, para funciones comerciales y técnicas). Falta la ajenidad en el caso, afirma la sentencia citada con la consiguiente declaración de incompetencia de jurisdicción, ya que el trabajo se presta en virtud de una relación de tipo societario, «en la que ambas partes ponen en común dinero e industria para la explotación de un negocio». La misma posición se sostiene en la STS de 4 de julio de 1987, respecto de una sociedad civil de aportación de dinero e industria para la explotación de un camión frigorífico. Parece claro que en estos casos de aportación de «industria» a sociedades civiles (y también seguramente, cabría añadir, en el supuesto del «socio industrial» que presta servicios en tal concepto en las sociedades colectiva y comanditaria) la carga de la prueba de la inexistencia de ajenidad corresponde REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ANTONIO MARTÍN VALVERDE a quien alega que el trabajo se ha prestado en virtud de un título societario y no de un contrato de trabajo. Como apunta la STS de 12 de julio de 1983, existe en estos casos un «indicio» del carácter laboral de la relación de servicios, que es el hecho de la prestación de servicios a la empresa de titularidad social, y tal indicio puede dar pie a la presunción de laboralidad del art. 8.1. del ET; pero esta presunción «iuris tantum» podrá ser descartada mediante una actividad probatoria encaminada a demostrar que el trabajo ha sido aportado a título de socio civil (o industrial). Conviene ya poner fin a estas consideraciones, acaso demasiado largas, sobre las zonas grises del trabajo familiar y del trabajo del socio empleado. Y lo vamos a hacer con una reflexión de carácter general sobre el refinamiento o acondicionamiento del concepto de ajenidad que ha llevado a cabo la jurisprudencia actual a propósito de estos dos tipos de trabajo. En síntesis, la jurisprudencia sobre el trabajo familiar y sobre el socio empleado pone de relieve dos aspectos convergentes del concepto de ajenidad. Uno de ellos es que esta nota del contrato de trabajo se disuelve cuando los frutos o resultados productivos de los servicios prestados se destinan a un fondo familiar común, o a un fondo social en el que el trabajador tiene una participación prevalente. El otro aspecto es que, a semejanza de lo que sucede con la subordinación o dependencia desde la jurisprudencia de los años sesenta, la ajenidad es en determinadas relaciones de servicios una nota graduable que se puede medir bien en una escala de cantidad, bien en una escala de intensidad. El umbral de participación societaria adoptado en la STS de 29 de enero de 1997 es un ejemplo de precisión en una escala de cantidad del concepto de ajenidad, para el caso del socio empleado. Por otra parte, la doctrina sobre los distintos aspectos de la transmisión de los derechos del autor asalariado contenida en la sentencia de los reporteros gráficos (STS de 31 de marzo de 1997) es una ilustración de graduación del concepto de ajenidad en función de la intensidad de la misma. De acuerdo con esta sentencia, a la que ya nos hemos referido, basta para la apreciación de la concurrencia de la nota de ajenidad con que se transmitan los aspectos más relevantes del derecho de autor (en el caso, la explotación de las fotografías del reportero en medios de comunicación, durante el tiempo en que conservan valor de «actualidad»), aunque no se opere tal transmisión por su carácter inalienable en lo concerniente al derecho moral de autor, o a otros aspectos secundarios de la propiedad intelectual de los reportajes gráficos de prensa (en el caso, la atribución al reportero de la propiedad del negativo para otras utilidades distintas a su publicación durante el tiempo en que posean valor de «actualidad»). EL PAPEL DE LA NOTA DE RETRIBUCIÓN SALARIAL EN LA JURISPRUDENCIA ACTUAL SOBRE LAS FRONTERAS DEL CONTRATO DE TRABAJO: BECARIOS Y SERVICIOS PRESTADOS POR RELIGIOSOS Y MINISTROS DE CULTO Tradicionalmente la nota de la retribución salarial ha desempeñado el papel de situar fuera de las fronteras del contrato de trabajo a los «trabajos realizados a título de amistad, benevolencia o buena vecindad», exclusión que, procedente de las leyes de contrato de trabajo de 1931 y 1944, recoge en la legislación vigente el art. 1.3.d. del ET. Si bien se mira, una modalidad especial de trabajo benévolo es, como ya se ha apuntado, el «voluntariado», excluído también expresamente del régimen laboral en la Ley 6/1996, de 15 de enero, a la que ya nos hemos referido. Otros supuestos típicos de trabajo benévolo son el del miembro «seglar» de una iglesia o confesión religiosa, y el del militante «de base» de partidos políticos o sindicatos que en REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 47 ESTUDIOS determinadas situaciones («obras de caridad» o de difusión doctrinal, movilizaciones, campañas de afiliación, campañas electorales, y otras similares) prestan servicios no remunerados a las asociaciones de pertenencia 35. pueden ser indiciarias también de que éste no se ha prestado por cuenta ajena o no se ha ejecutado en régimen de subordinación, respondiendo en suma a un título distinto del contrato de trabajo. Además de lo anterior, la retribución salarial puede ser también un valioso aunque no determinante elemento distintivo entre la relación contractual de trabajo y otras relaciones de servicios. Ciertamente, la virtualidad de diferenciación de la retribución salarial es menor que la de las otras notas del contrato de trabajo. Ello se debe a que el concepto legal de salario como contraprestación del trabajo tiene una gran elasticidad, que le permite, tanto en la legislación histórica como en la legislación vigente, integrar no sólo las formas típicas de remuneración del trabajo por cuenta ajena en régimen de subordinación (retribución por tiempo y retribución por rendimiento), sino también las modalidades retributivas típicas de otros contratos de servicios, como el destajo o pago a tanto alzado (propia del contrato de obra), o la comisión (característica de los contratos de agencia comercial), o la participación en beneficios (específica del contrato de sociedad). En la jurisprudencia actual encontramos dos zonas grises del contrato de trabajo en esta frontera o línea de demarcación establecida por la retribución salarial. Una de ellas es la del trabajo de los becarios que al mismo tiempo que adquieren formación prestan servicios en favor de la entidad que concede la beca 36. Y la otra la del trabajo de los religiosos en hospitales y centros de enseñanza. Ahora bien, la inexistencia de una correlación necesaria entre la forma de la retribución y el tipo de contrato de servicios no inutiliza por completo a la retribución salarial como criterio del contrato de trabajo. La presencia de las formas más típicas de retribución salarial constituye un indicio muy poderoso de que nos encontramos ante un contrato de trabajo. La afirmación contraria no puede, en verdad, hacerse con la misma fuerza. Pero las formas retributivas que son características de otras relaciones de servicios, en particular si constituyen la remuneración exclusiva o principal del trabajo realizado, 35 Sobre estos supuestos de trabajo benévolo, situados ciertamente en una zona fronteriza de difícil calificación, se han pronunciado la STC 135/1990, de 19 de julio, y la STS de 16 de diciembre de 1986. 48 La STS de 13 de junio de 1988 ha establecido la línea de demarcación entre «beca» y «salario», al margen de la denominación asignada por las partes a una relación de servicios-formación, mediante un criterio de prevalencia. La doctrina de esta sentencia, que se inclina por la condición de «becarios» y no de «trabajadores asalariados» de los demandantes, se puede sintetizar así: «el rasgo diferencial de la beca como percepción es su finalidad primaria de facilitar el estudio y formación del becario, y no la de incorporar los resultados o frutos del estudio o trabajo de formación realizado al patrimonio de la persona que la otorga». Sobre la misma base de doctrina jurisprudencial la STS de 26 de junio de 1995 (de ella hemos extraido el anterior párrafo entrecomillado) ha alcanzado la conclusión contraria en un supuesto en que la prevalencia correspondía a la relación de servicios sobre la relación de formación : «con independencia de la denominación dada por las partes a las cantidades percibidas, éstas tienen naturaleza salarial y traen causa de un verdadero contrato de trabajo, en cuanto retribuyen trabajos de invertigación y servicios de dirección de estudios y de control de calidad de productos realizados durante 36 Véase S. GONZÁLEZ ORTEGA, «Las becas : ¿Formación, inserción, prácticas profesionales, trabajo asalariado?», en Trabajo subordinado y trabajo autónomo cit. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 ANTONIO MARTÍN VALVERDE muchos años por cuenta y provecho de la entidad empleadora». La calificación de los servicios prestados por religiosos a hospitales o centros de enseñanza ha sido abordada de manera indirecta por la jurisprudencia más reciente, las más de las veces a propósito del cómputo del tiempo de trabajo de religiosos secularizados. En la STS de 18 de enero de 2000 estaba en juego la determinación del complemento de antigüedad de una ATS contratada como asalariada, que antes había prestado servicios como religiosa por cuenta del mismo centro hospitalario. La sentencia resuelve que el abono de los años de trabajo a título de religiosa, «sometida a la disciplina de la Orden y de sus superiores», no corresponde en el caso, puesto que no existe «la prestación de trabajo como tal religiosa a cambio de la remuneración que le abonase el dador del trabajo, y sí cumplimiento respecto de la Orden de los votos y fines religiosos concurrentes». Por su parte, la STS de 1 de diciembre de 1999 lleva a cabo una comparación de dos resoluciones jurisdiccionales donde se pone de relieve que el trabajo como profesor de un sacerdote puede desarrollarse en régimen laboral, pero puede también desplegarse «sin retribución o con retribución absorbida en las percepciones como sacerdote»; todo depende de «si se puede disociar o no la condición de sacerdote de la actividad docente desarrollada». La reseña de los casos más destacados de la jurisprudencia actual en las zonas grises de la retribución salarial 37 refuerza la conclusión 37 Hemos dudado incluir o no en la lista de zonas grises del contrato de trabajo el supuesto litigioso que ha resuelto la sentencia de 25 de enero de 2000. No lo hacemos finalmente porque se trata de un supuesto contractual en el que falta la nota de tipicidad social que caracteriza, como señalamos, a las zonas grises del Derecho del Trabajo. El caso tiene, no obstante, suficiente interés jurídico como para merecer al menos esta nota a pie de página. Se trata de un contrato en el que una persona se compromete a prestar servicios de portería a cambio exclusivamente del disfrute de una vivienda en la comunidad de vecinos en la que dicha vivienda se encontraba. La duda de calificación deriva que hemos efectuado hace un momento sobre el valor indiciario de este elemento del contrato de trabajo. Desde luego, la retribución salarial no es sólo un indicio del contrato de trabajo, sino también una nota o ingrediente del mismo. Esta es la razón de ser de la exclusión «declarativa» del régimen salarial de los trabajos realizados a título de amistad, benevolencia o buena vecindad. Pero en otras relaciones de servicios la forma de retribuir o compensar la prestación de trabajo puede apuntar la presencia de un título distinto al contrato de trabajo. Así ocurre, sin ir más lejos, con la beca en la relación de formación; con la obtención de medios de vida del fondo común familiar en los «trabajos familiares»; con el beneficio del socio empleado en la empresa propia ; y con la procura de medios de vida por parte de la comunidad o con las percepciones que sufragan los servicios religiosos en el trabajo de los miembros de órdenes religiosas o de los ministros de culto de las confesiones religiosas 38. en el caso de dos aspectos, uno relativo a la retribución salarial, y otro relativo al bien de mercado que centra principalmente el interés de las partes del contrato. La duda concerniente a la retribución radica en que ésta adopta en su totalidad la forma de retribución en especie, en contra de lo previsto para el salario en el art. 26.1. del ET. Habida cuenta que, a pesar de lo anterior, el intercambio de bienes y servicios previsto en el contrato no parece contrario a derecho, pudiera pensarse que este supuesto contractual no tiene por objeto un intercambio de trabajo por retribución salarial, sino un intercambio de disfrute de vivienda por servicios de portería. Una reflexión ulterior sobre este contrato atípico pondría quizá de relieve que el mismo no se ha concertado en el mercado de trabajo sino en el mercado de la vivienda. No obstante, la Sala llegó en el caso a la conclusión de que había relación laboral, al constatar la existencia de los tres elementos que juegan en la presunción de laboralidad del art. 8.1.del ET, que no habla de retribución salarial, sino sencillamante de retribución. 38 Así ocurre también, debemos añadir en nota a pie de página, en los supuestos de profesiones liberales cuya consideración hemos descartado en este estudio. En buena parte de las sentencias sobre esta zona gris del contrato de trabajo las formas de retribución específicas del ejercicio libre de la profesión, como son los «honorarios» y las «igualas» se utilizan como indicio de inexistencia de contrato de trabajo. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 49 ESTUDIOS RESUMEN: Dos son las líneas de investigación convergentes que nos hemos propuesto seguir en este estudio. La primera es la delimitación de las fronteras del contrato de trabajo en la etapa actual del ordenamiento laboral. La segunda es el papel o función de la jurisprudencia en dicha labor de delimitación de fronteras, que se concentra principalmente en las zonas grises entre el trabajo asalariado de régimen laboral y los supuestos del trabajo autónomo, del trabajo por cuenta propia y de los trabajos prestados en virtud de un título distinto a la obtención de un salario (formación, favor, benevolencia, servicio religioso, contribución a una «causa»). En la primera línea de investigación hemos podido comprobar que las fronteras del contrato de trabajo han experimentado cambios apreciables en su trazado, tanto en el ET como en la legislación posterior sobre determinadas prestaciones de servicios. Las nuevas normas legales han introducido a veces nuevos criterios de delimitación del contrato de trabajo sobre los que se han debido pronunciar la jurisprudencia constitucional y la jurisprudencia comunitaria; esta última respecto de un caso en el que estaba en cuestión no la legislación española sino la legislación griega. Con todo, los cambios más importantes en nuestro tema de estudio no se han debido seguramente a la norma – la legislación de trabajo– como a la realidad normada –las relaciones de trabajo– ; una realidad que ha experimentado profundas transformaciones a partir de los años ochenta debido al desarrollo en el sistema productivo de nuevos bienes o servicios, a la incorporación de nuevas tecnologías a los procesos de producción, y a la puesta en práctica de nuevos modos de organización del trabajo. Cuando la realidad normada cambia y la norma se mantiene inalterada es la jurisdicción, y la jurisprudencia como jurisdicción cualificada, la que debe ocuparse de encajar los nuevos supuestos que surgen en el tráfico jurídico en el supuesto de hecho enunciado en la ley. Esta labor de ajuste plantea a veces problemas de no fácil solución, en lo que se ha dado en llamar las «zonas grises» del Derecho del Trabajo (y del contrato de trabajo). La dificultad de encaje del caso en el supuesto de hecho general de la norma obligan a la jurisprudencia a la elaboración de «premisas intermedias» del razonamiento jurídico que permitan el enlace «motivado» o fundamentado en derecho entre uno y otro. Estas premisas intermedias del razonamiento jurídico suelen consistir en un refinamiento o acondicionamiento ad hoc de las notas del contrato de trabajo. El refinamiento de la nota de la dependencia para los servicios de los colaboradores externos del empresario estriba casi siempre en la idea de «programación» del trabajo por parte del empresario y no por parte del colaborador externo ; cuando el trabajo se fracciona en actos de trabajo la programación del trabajo por parte del empresario suele manifestarse en que el colaborador externo debe aceptar la realización del acto de trabajo encargado. El refinamiento de la nota de la ajenidad se apoya en la idea de fondo común compartido, en el trabajo familiar, y de participación social mayoritaria, en el trabajo del socio empleado. Pero el análisis jurisprudencial de la ajenidad ha obligado además, en el supuesto de los reporteros y colaboradores de medios de comunicación, a distinguir grados de intensidad de la misma, reconociendo su existencia cuando se transmiten los principales aunque no todos los resultados del trabajo. Desde el punto de vista de una teoría de la jurisprudencia, que ha sido la segunda línea de investigación que nos propusimos seguir, nuestro estudio pone de relieve una vez más que, para realizar su labor, la jurisprudencia no tiene más remedio que «inventar» soluciones, y no sólo «expresar» las soluciones que ya están en la ley. Para que el invento no desborde la función de interpretación y aplicación del derecho vigente, la jurisprudencia deberá «descubrir» en el ordenamiento jurídico y sólo en el ordenamiento jurídico los valores y principios que les sirvan de guía. Pero la verdad es que el universo de los valores y principios del ordenamiento vigente es muy espacioso. De ahí que el art. 1.6. del Código Civil hable con razón de la jurisprudencia como «complemento» del ordenamiento jurídico. Que la jurisprudencia sobre las zonas grises del contrato de trabajo ha complementado el ordenamiento laboral en estos últimos veinte años no me parece muy dudoso a la vista de los datos que se han puesto de relieve en este ensayo. 50 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 La contratación temporal JOSÉ MARÍA MARÍN CORREA * 1. A MODO DE INTRODUCCIÓN E l calificativo «temporal» delimitando al contrato de trabajo debería ser innecesario. Pues, como explica la doctrina común, el contrato de trabajo vitalicio es contrario a la naturaleza humana y a la libertad, aproximando al trabajador a la figura del esclavo. No es con tal significado con el que se utiliza la expresión «temporal», sino, por el contrario, se trata de una circunstancia «vitanda» como contraria al derecho y a la aspiración de la llamada «estabilidad» o permanencia del contrato, aspiración innata de todo trabajador. La tendencia se mueve en el sentido de partir de que, como humana, se trata de una institución temporalmente limitada, pero protegida contra su extinción, cuando ésta tenga por causa la voluntad unilateral de la parte de la relación a quien se presume no dependiente del contrato para su subsistencia, es decir del empresario. Los diversos sistemas legislativos han cumplido este propósito con medidas muy variadas entre sí. Desde quien lo ha dejado al juego de las leyes del mercado (despido libre) haciendo que sea universal la regla de la «temporalidad» como contraria a la estabilidad, pasando por quien únicamente ha protegido al contrato de las decisiones extintivas colectivas o múltiples, quien protege al con- * Magistrado de la Sala IV del Tribunal Supremo. trato de trabajo de la extinción unilateral abriendo un cauce jurídico para que sea impugnada «a posteriori», pero sin condicionar su ejercicio con prevención alguna, quien entiende que debe prevenirse la extinción con medidas de condicionamiento previo, tendentes a la limitación de su extensión, o quien permitiendo la extinción por causa de temporalidad concreta, regula la introducción o establecimiento de la temporalidad misma, con tipificación, más o menos rígida, de los supuestos de temporalidad que tienen eficacia reconocida para justificar la extinción, o sea en que la temporalidad contractual actúa, aunque no automáticamente, sino como cauce de aplicación de la voluntad extintiva del empresario. En un reciente trabajo –interesante y merecedor de reflexión– de los Profesores Sala Franco, Ramírez Martínez, Alfonso Mellado y Blanco Pellicer 1 se lleva a cabo un examen socio-político y económico del fenómeno de la contratación laboral en España, y se exponen conclusiones muy útiles sobre la cuestión. Pero, a fuer de realistas y reflexionando sobre las directrices recientes de la Jurisprudencia sobre tal materia, conviene puntualizar la opinión –siempre respetable– que se enuncia en el aludido trabajo sobre la incidencia de la actividad jurisdiccional en torno a la temporalidad laboral. Y es que, después de exponer que la negociación colectiva 1 «La contratación temporal: un pacto posible», en Actualidad Laboral, año 2001, rfcia. XIX. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 51 ESTUDIOS ha pactado (sobre todo en Cataluña) unas cláusulas por las que la empresa adquiere el compromiso de convertir en fijos a trabajadores temporales, a cambio de determinadas flexibilidades, se afirma que se han introducido «igualmente en los convenios colectivos indemnizaciones por fin de contrato en los contratos temporales de larga duración e, incluso, límites numéricos a la contratación temporal, si bien sin pactar paralelamente el régimen sancionatorio aplicable en caso de incumplimiento empresarial, lo que resulta grave dado que no existe en nuestra jurisprudencia una doctrina aplicativa clara y segura que declare la nulidad de la cláusula de duración del contrato y su conversión en indefinido por aplicación de lo dispuesto en el art. 9.2 del Estatuto de los Trabajadores, lo que convierte el compromiso empresarial establecido en el convenio colectivo en “papel mojado”, al no poderse sancionar su incumplimiento». Conviene puntualizar al respecto lo siguiente: Han sido pocas las demandas deducidas para pedir la declaración de la indefinición temporal o fijeza de un trabajador sujeto de un contrato temporal. Las demandas se presentan impugnando los despidos (para el trabajador) o las extinciones de contrato (para la empresa) fundadas en la cláusula de temporalidad. Y ha sido al decidir estos litigios, donde nuestros tribunales 2 han negado la eficacia a las cláusulas de temporalidad no acordes con el ordenamiento jurídico. Y me he preocupado de investigar en los repertorios de jurisprudencia más usuales para alcanzar un criterio al respecto. Puedo ofrecer el resultado de que de 1615 litigios por despido, con recurso extraordinario, ha habido 521 en los que el trabajador impugnaba la cláusula de temporalidad aducida por la empresa, y en 400 de ellos, o sea en más del 84% el fallo ha sido condenatorio, es decir, dejando sin eficacia la invocada temporalidad 3. Carece de fundamento atribuir a 2 Juzgados unipersonales o Salas colegiadas, en términos de la LEC (2000). 52 la actividad jurisdiccional el incremento de la temporalidad contractual en España, que ciertamente es socialmente importante, según los datos que se nos ofrecen en el aludido estudio, del que entresaco el consistente en que en tres años «la contratación indefinida ha pasado de 750.000 en 1996 a 1.200.000 en 1999, aproximadamente pero sin que la tasa de temporalidad haya bajado sustancialmente tan sólo de un 35 por 100 a un 32,5 por 100 debido al paralelo incremento asimismo de la contratación temporal, con lo que el problema de la excesiva temporalidad permanece en nuestra sociedad en toda su gravedad». Nos encontramos ante una realidad, hoy por hoy, de obligada consideración para el iuslaboralista, y que impone estudiar las líneas jurisprudenciales para asumir la valoración judicial de tal realidad. Pues bien, el estudio de la Jurisprudencia unificada por la Sala IV del Tribunal Supremo debe sistematizarse atendiendo la cronología más elemental de cualquier contrato sometido a temporalidad: a saber, su inicio, en que lo más transcendental será la causalidad de la temporalidad, y la forma en que se plasme; la incidencia de la temporalidad en el desarrollo y contenido del contrato; y la extinción del contrato a consecuencia de la temporalidad. 2 CAUSALIDAD: LOS TRES TIPOS LEGALES DE TEMPORALIDAD No es una nueva tendencia de la Doctrina judicial; pero es conveniente afirmar que se ha mantenido el criterio de la fuerza vinculante del art. 15 del ET para impedir que puedan introducirse cláusulas de temporalidad en el contrato de trabajo que difieran –en sentido ampliatorio– de las causas «justifican- 3 Datos deducidos de las Sentencias del año 2000, recogida en «El Derecho». En «Actualidad Laboral», aparecen 1024 Sentencias que condenan por despido improcedente, de las cuales 450 se refieren a contratos externamente temporales. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JOSÉ MARÍA MARÍN CORREA tes» enunciadas en ese precepto. Obra o servicio determinado; eventualidad por necesidades temporales de la actividad; e interinidad, por vacante o por sustitución son las tres ocasiones que permiten establecer un contrato de trabajo puro con cláusula de temporalidad en su duración. El calificativo puro viene a introducir la diferencia con los conocidos como contratos «para la formación», cuya temporalidad radica precisamente en la de su propia finalidad, y para diferenciar, también a esas otras relaciones extralaborales y administrativas, constituidas por las prestaciones de servicios de colaboración de desempleados con determinadas actividades públicas. Se trata ahora de contratos típicos de trabajo, realmente establecidos y que contienen una cláusula de temporalidad. Por eso el TS ha excluido de su conocimiento también a las fases previas al contrato, cuyo enjuiciamiento declina en razón a carecer de entidad de vínculo laboral. Y en un supuesto concreto enjuiciado que refiere la actividad previa al contrato a un ente público, se declara que el enjuiciamiento de la posible preterición del aspirante debe ser enjuiciada por el Orden Jurisdiccional Contencioso-Administrativo, pues, como razona la STS de 4-10-2000, RJ 311/2001, que sigue a la muy anterior de 217-1992, aquí actúa una potestad administrativa en orden a la selección de personal, y ello con sujeción a los arts. 18 y 19 de la L. 30/1984, desarrollada a este efecto por el RD 2233/1984, y los sucesivos anuales de oferta de empleo público. Es una actividad, que queda fuera de la actuación del Estado como empresario para corresponder a la Administración sometida a las normas de naturaleza administrativa. Como es sabido, hay una actividad profesional, desempeñada en virtud de contratos de trabajo, que es temporal porque así lo dispone una norma jerárquicamente más elevada que el ET. Se trata de los profesores de religión en centros de enseñanza estatales o concertados con el Estado. Esta relación laboral está regida originariamente, y responde además, a un Acuerdo internacional, que es el establecido entre el Estado Español y la Santa Sede, sobre Enseñanza y Asuntos Culturales, de 3-1-1979, y ratificado mediante el Instrumento de 4-12-1979, lo que le confiere la indemnidad en relación con la Ley interna, derivada del art. 96 de la CE. De ahí que supere en nivel normativo al ET; y como se fijó el ritmo anual para la propuesta por el Ordinario católico del lugar, propuesta vinculante –en su necesidad– para que la Administración pueda efectuar el nombramiento-contrato individual, se establece una temporalidad externa al mencionado art. 15 del ET. (Vid. STS de 28-7-2000 «Actualidad Laboral» rfcia. BDE 6513/2002). También está sujeta a las sucesivas redacciones del art. 15 la temporalidad que tiene por causa la coyuntural de «fomento del empleo», inicialmente muy extendida en su utilización, vedada a partir de la vigencia del RD-L 5/1997, y nuevamente a disposición de los empresarios y trabajadores. Lo importante es que el TS ha reiterado que la temporalidad contractual tiene que venir sujeta a las previsiones del art. 15 del ET y normas de desarrollo de este precepto. Porque sólo dentro de las normas contenidas en el art. 15 se puede imponer una duración determinada al contrato de trabajo. (STS 2-62000, «El Derecho» 2000/22111). Es muy significativo que en la STS de 3-4-2001 («El Derecho» 2001/10565) sí se afirma la cualidad de temporal (y no de fija discontinúa) de la trabajadora empleada en una guardería infantil municipal –que es la actividad también contemplada en la antes citada STS de 2-6-2000; pero es porque en la segunda se ha introducido una circunstancia fáctica que no constaba en la primera, a saber la inseguridad de la existencia de la propia actividad, o sea de su reiteración periódica, y la falta de reiteración cíclica es lo que ha venido a diferenciar actualmente al «eventual» del fijo discontinuo, en la redacción vigente del art. 15 del ET. Tan clara es la diferencia que el TS razona que no hay enfrentamiento doctrinal REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 53 ESTUDIOS entre estas dos sentencias, ambas referidas a guarderías infantiles municipales. A la luz de la mencionada STS de 2-6-2000 puede afirmase que la doctrina judicial se mantiene firme en el «numerus clausus» de las posibilidades legales de temporalidad. Paso al estudio de los tres tipos clásicos de temporalidad, con una referencia final al de «fomento del empleo» y al de «lanzamiento de nueva actividad». 2.1. Obra o servicio determinado La doctrina judicial ha mantenido la necesidad de la identificación de la obra o servicio; y ha asumido la habilitación legal conferida para tal circunstancia a la negociación colectiva. Pero la Sala 4 también ha mostrado una evolución que es casi un cambio de doctrina en relación con esta materia. No hace muchos años, una contrata civil o una concesión administrativa no constituían una «obra o servicio determinado», que amparara la identidad de un contrato temporal. Como «puente» en el paso desde una negativa a la asunción del criterio de contrata como «obra o servicio determinado», podemos señalar la STS de 15 de enero de 1997 («El Derecho», rfcia. 3827/1995), cuyo razonamiento se inicia negando la «obra o servicio», porque «no existe un trabajo dirigido a la ejecución de una obra entendida como elaboración de una cosa determinada dentro de un proceso con principio y fin, y tampoco existe un servicio determinado entendido como una prestación de hacer que concluye con su total realización». Pero sí que se detecta una circunstancia que justifica la temporalidad y que la Sala hace consistir en que «existe una necesidad de trabajo temporalmente limitada para la empresa y objetivamente definida» criterio del que se pasa a la identificación de la contrata o de la concesión, como justificante de la temporalidad, por su identidad específica, de manera que a lo largo de los últimos años, ha reafirmado el criterio, conforme al cual, una contrata o concesión de 54 servicios, propios de la actividad de la empresa contratista era una obra o un servicio determinados, que propiciaban el establecimiento de contratos de tal naturaleza, dirigidos a cubrir las necesidades de trabajadores para cumplir el compromiso adquirido. La STS de 8-6-1999 («Actualidad Laboral» rfcia. 1743/1999) así concluye con firmeza, de donde deduce que el fin de la contrata es causa de extinción del contrato, obviamente si dicho fin del contrato civil no es debido a voluntad o a culpa del contratista. La STS de 20-11-2000 («Actualidad Laboral» rfcia. 579/2001) mantiene el mismo criterio, con un razonamiento que pudiera entenderse como corrector y al mismo tiempo de refuerzo para el argumento directo: contrata o concesión igual a obra o servicio determinado, porque viene como a invocar una eventualidad cuya duración se apartara de la sujeción a los límites legales, al aparecer vinculada a un hecho cierto y constatable. El razonamiento, tomado de las sentencias anteriores que cita, consiste en que más que una obra o un servicio determinado, entendidos como una prestación de hacer, cuya conclusión extinguiera el contrato, lo que es apreciado es «una necesidad de trabajo temporalmente limitada para la empresa y objetivamente definida y ésa es una limitación conocida por las partes en el momento de contratar y que opera, por tanto, como un límite temporal previsible en la medida en que el servicio se presta por encargo de un tercero y mientras se mantenga éste» . Cabe añadir que, más adelante, el TS reitera que más que individualizar el servicio o la obra, la contrata –referida, como es lógico, a la actividad normal de la empresa– lo que manifiesta es una necesidad de mayor trabajo, temporalmente limitada. Se establece así una difuminada identidad entre esta forma de temporalidad y la de eventualidad por necesidades de la producción, y se sustituyen las cautelas legales específicas de la eventualidad (acreditar la necesidad, su temporalidad, y regular su duración máxima dentro de un determinado periodo REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JOSÉ MARÍA MARÍN CORREA temporal), por la objetivación de la causa de la necesidad, proporcionada por la duración de la contrata o de la concesión. Es importante significar que se abandona un anterior «criterio físico en la configuración de la obra o servicio», que es ampliado con la utilidad de identificaciones jurídicas –mercantiles, civiles o administrativas– proporcionadas por las contratas y concesiones. Y es de resaltar la alusión que se hace en el razonamiento arriba transcrito, y que, se insiste, es reiteración de sentencias anteriores sobre la convicción que las partes contratantes tienen (también el trabajador) de la temporalidad de la circunstancia causa natural del contrato. Hemos podido leer: «ésa es una limitación conocida por las partes en el momento de contratar y que opera, por tanto, como un límite temporal previsible». Y es que la naturaleza de las cosas no puede ser desvirtuada por una interpretación del ordenamiento enfrentada con dicha naturaleza; por lo que la temporalidad del contrato no puede desconocerse cuando, a la luz del apartado b) del núm. 1 del art. 49 del ET, la voluntad concorde de las partes haya introducido una cláusula de temporalidad lícita, incluso apartándose de las fórmulas del apartado c) del mismo número y precepto. Como más adelante se verá, el TS no desecha la invocación a la buena fe contractual para invocar la temporalidad de la necesidad o de la situación motivadora del contrato, conocida por el trabajador, como motivo de una duración determinada del contrato así establecido. Hay una puntualización jurisprudencial sobre este contrato, para excluir su figura en las relaciones de colaboración social. Más aún, el TS ha negado que se trate de un verdadero contrato de trabajo, de modo que, con mayor razón, niega que se pueda calificar como «por obra o servicio determinado». Tal es la conclusión alcanzada en las SSTS de 17-5-2000 en recurso 2940/1999, y de 25-7-2000 («El Derecho» 2000/29907). 2.2. Eventualidad Como es sabido se trata del contrato temporal justificado por una situación coyuntural, no reiterada de forma periódica, puesto que la periodicidad fija debería ser atendida mediante el contrato «a tiempo parcial», ni de forma no periódica porque ésta será cubierta mediante el de fijos discontinuos, hoy liberalizado en cuanto a las ocasiones y a la intensidad de cada ocasión, pero distinguido del eventual por el derecho del trabajador a ser llamado en atención a su antigüedad y a la intensidad de la necesidad a atender. La cautela legal se establece mediante dos medidas esenciales: La duración máxima, dentro de un periodo también máximo, y la conversión en temporalmente indefinido y con fijeza, si se traspasan las medidas limitativas. La ley ha dado entrada a la negociación colectiva para una posible adaptación de los límites a características propias de la actividad. Y también para una medida limitativa de claro significado, a saber la proporción entre la magnitud numérica de la plantilla de fijos y el número de contratos eventuales posibles. La más importante decisión jurisprudencial a este respecto aparece en la STS de 3-112000 («El Derecho» 2000/44313) en que se declara la prioridad del Convenio Colectivo de ámbito estatal sobre el Convenio Colectivo de ámbito provincial. Se amparaba la empresa en el límite de 24 meses de duración, dentro de un periodo de 30 meses, fijado por el Convenio Colectivo de la Industria de la Madera; pero la Sala de Suplicación declaró que el límite aplicable era el de 12 meses, dentro de un periodo de 18, del Convenio de la actividad para la provincia, y, al haber sido sobrepasado, el contrato había ganado fijeza y su extinción fue calificada como despido improcedente. Concurría aquí otra circunstancia, consistente en que el Convenio estatal había reservado para su propio ámbito de negociación, entre otras materias, las modalidades de contratación, por lo que había de ser REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 55 ESTUDIOS atendido también el art. 84 del ET para mantener la prioridad del Convenio estatal. Y así se concluye que la temporalidad era lícita en toda su extensión y el contrato había sido eficazmente extinguido por dicha causa. La doctrina judicial ha acogido con decisión la también muy racional decisión legislativa de entender que la desaparición de la reserva del puesto de trabajo era causa de extinción del contrato del interino, y no de la conversión de su contrato en fijo. 2.3. Interinidad Pero, una consideración de las últimas decisiones concretas del TS sobre el contrato de interinidad ofrece el siguiente resultado: Con la causa natural e inicial justificante, que no es otra sino la sustitución de quien tiene derecho a la reserva de su puesto de trabajo, durante una suspensión de su prestación de servicios, y la análoga de vacante temporal de la plaza a desempeñar o cubrir provisionalmente por el interino, en tanto se defiere a quien deba desempeñarla con la cualidad de fijo, después de superar el sistema de designación aplicable. La cautela legal más significativa ha sido la referida a la identidad del sustituido y de la causa de la sustitución, o la identificación eficaz de la plaza vacante. A ello se ha unido la reglamentaria de limitar la duración máxima de la interinidad por vacante, de modo absoluto para las empresas privadas, y con una remisión al sistema de selección aplicable para los puestos de empleo público. Tales cautelas han sido debilitadas por una medida, muy racional, introducida por la norma reglamentaria, cuya legalidad viene avalada por el núm. 5 del propio art. 15 al conferir al Gobierno la autorización expresa para el desarrollo del precepto. Se trata en concreto de la conocida como «sustitución en cascada», que viene a permitir que el ausente sea sustituido directamente por otro trabajador fijo de la empresa, éste a su vez por otro, hasta producir la sustitución física en un último nivel. La decisión es racional porque no parece lógica la suplencia temporal por un trabajador «nuevo» en niveles superiores a los desempeñados por trabajadores fijos y con vinculación muy anterior, que se vieran dirigidos o sometidos disciplinariamente al «interino». 56 En primer lugar la necesidad de identificar la plaza vacante, sin que sea suficiente la afirmación (documentada en el contrato) de su existencia y de la necesidad urgente de su desempeño u ocupación temporal. En supuestos así, no hay temporalidad, aunque (STS 20-6-2000, «El Derecho» rfcia. 2000/15718), por ser empleador una administración pública no se declarase la fijeza sino la «indefinición temporal». En segundo término la modificación reglamentaria asumida y consistente en que la extinción de la reserva del puesto, por cualquier causa que se produzca, es causa de extinción del contrato del interino. Y así la excedencia voluntaria del sustituido (STS 30-10-2000 «Actualidad Laboral, rfcia 426/2001), o la jubilación anticipada del ausente (STS 7-3-000 «Actualidad Laboral, rfcia 1244/2000), reiterada en STS 3-7-2000. Más importante, la necesidad de que la ocupación de la plaza vacante lo sea con carácter definitivo, pues no basta con que lo sea «en comisión» por un trabajador fijo. Y ello es lógico porque la necesidad a cubrir con el trabajador temporal era la celebración de las pruebas selectivas que produjeran la ocupación definitiva de la vacante. Así en (STS 72-2001 «Actualidad Laboral, rfcia 967/2001), doctrina que viene a introducir un tratamiento diferente del establecido sobre los Médicos de la Seguridad Social que interinan un puesto de especialista sin poseer la especialidad, y que pueden, lícitamente, ser sustituidos por un especialista, aunque lo fuera con el mismo REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JOSÉ MARÍA MARÍN CORREA carácter de interino (STS 20-10-1999 «El Derecho» rfcia 1999/33816). Aunque no sea novedad jurisprudencial, sino reglamentaria (y vuelvo a recordar la habilitación conferida al Gobierno sobre esta regulación) debe significarse que toda esta doctrina jurisprudencial sobre el contrato de interinidad plenamente laboral, o sea de trabajador por cuenta ajena para sustituir a trabajador por cuenta ajena, podrá ser tenida presente cuando se utilice este contrato, en los términos previstos y autorizados por el RD 1251/2001 de 16 de Noviembre, mediante la adición de un apartado 3 al art. 4 del RD 2720/1998, para aplicar la figura de la interinidad cuando haya de ser sustituido un trabajador autónomo, un socio trabajador o un socio de trabajo asociado pero no por cualquier causa de suspensión del contrato con derecho a reserva del puesto, sino cuando la causa de la suspensión sea en concreto «riesgo durante el embarazo o en los descansos por maternidad, adopción, o acogimiento preadoptivo o permanente». Se trata de una temporalidad justificada por ser también temporal la causa de la necesidad, perfectamente controlable por la formalidad de los partes médicos, o por los documentos solemnes en que se formalice la adopción o el preacogimiento y que viene a prevenir una necesidad que, en supuestos de pequeñas empresas unipersonales, podrían dar lugar al cese o suspensión temporal del funcionamiento de la empresa, u obligar a la formalización de contratos forzosamente indefinidos, al no consentir la definición de la interinidad otra sustitución que la plenamente «laboral». Si todo esto se refiere a la extinción del contrato de interinidad por concluir la «sustitución», hay que reseñar una misma línea doctrinal cuando lo que desaparece es la «vacante», y no porque se ocupe mediante los procedimientos o cauces preestablecidos, sino porque la vacante es amortizada. Puede suponerse que la ineficacia extintiva de tal actuación tiene un fácil apoyo en la invocación de los preceptos civiles que excusan la condición cuyo cumplimiento depende de la voluntad de una de las partes. Pero la realidad es que quien organiza el funcionamiento de la entidad empleadora debe tener facultades para adoptar medidas de esta naturaleza y finalidad, siempre que no concurra un ánimo torticero. De ahí que se entienda lícita la extinción del contrato de interinidad por amortización de la plaza (STS 27-3-2000 «Actualidad Laboral, rfcia BDE 6932/2000), doctrina que ha sido completada con la asunción de la Sala de lo Social de la competencia para enjuiciar el procedimiento administrativo de amortización de la plaza, como cuestión prejudicial contencioso-administrativa, encomendada al Juez competente para la materia esencial, por el art. 10.1 de la LOPJ (SSTS 107-2000 «Actualidad Laboral» rfcia 44/2001; y 10-4-2001 «El Derecho» rfcia. 2001/1029). La Administración ha sido dotada también de una facilidad consolidada por la decisión favorable del TS, que, en S de 19-9-1997 («Actualidad Laboral», rfcia. 40/1998) ha mantenido la temporalidad contractual del interino «por vacante», aunque las pruebas selectivas no sean celebradas, es decir sufran una demora poco acorde con la temporalidad de la sustitución. Por el contrario, se ha condenado a la Administración por despido improcedente cuando ha extinguido un contrato de interinidad por vacante, cuya conclusión se fijaba en la cobertura definitiva de la plaza, aduciendo dicha cobertura que, en realidad, no había tenido lugar porque lo efectuado había sido un contrato con otro organismo administrativo para la realización de las tareas. Así STSJ Cataluña de 7-11-2000 (El Derecho» rfcia 9599/2000). Junto a estos supuestos de temporalidad propia, quedaron indicados los contratos para la formación, como temporales por su finalidad específica. Y ha estado el denominado «de lanzamiento de nueva actividad», que aparece y desaparece en nuestra realidad, a impul- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 57 ESTUDIOS sos positivos o negativos del ordenamiento. Ultimamente la modificación normativa, recogida por el TS, consistió, como se sabe, en independizar la duración del contrato del periodo de lanzamiento. Los 3 años de novedad en la dedicación de la empresa condicionaban el establecimiento inicial del contrato, cuya duración corría después autónoma del plazo de novedad empresarial. Y así lo expresó la STS de 12-6-2000 («El Derecho» rfcia 2000/24238), que se hace eco de la L 11/1994 para declarar temporal el contrato iniciado dentro de los 3 años del «lanzamiento», aunque por el periodo de tales 3 años que ya había transcurrido cuando se formalizó el contrato, éste concluya después de agotado el plazo de nueva actividad. 3. FORMALIDAD. LA FORMA ESCRITA Y LA TEMPORALIDAD La necesidad de que en el contrato por obra o servicio determinado conste identificada la dedicación del trabajador; de que en la acumulación de tareas o necesidades se hagan constar ésta, así como la duración pactada; y de que en la interinidad figure la persona del sustituido y la causa de la sustitución, fuerzan a la forma escrita del contrato, prevista, además expresamente para el de obra o servicio determinado por el art. 8 del ET. Es significativa la doctrina de la STS de 12-5-2000 («El Derecho» rfcia. 2000/10337) que mantiene la exigencia de la forma escrita, pero excusa el defecto de no consignar en el contrato así formalizado, la causa de la temporalidad, cuando debe entenderse que el trabajador la conoce y es consciente de ella. Si esta apelación a la buena fe y a la convicción por parte del trabajador de que establece una relación sometida a un término temporal, se trasladara a todos los contratos referidos a un puesto de trabajo público, seguramente se soslayarían tantas situaciones poco acomodadas al ordenamiento. Porque, si se entendiera que todo trabajador que accede a un puesto de empleo público sin haber superado una prue- 58 ba selectiva, fundada en el principio de igualdad y sometida a los criterios de mérito y de capacidad, como piden los arts. 9 y 103 de la CE, es consciente de la provisionalidad de su vínculo, no podría exigirse la permanencia de estas situaciones, cuyo origen aparece alejado de esos principios constitucionales. La aludida STS viene a razonar que «en la forma normal de producirse las cosas y de conformidad con los principios de la buena fe, no puede entenderse que un trabajador que está elaborando productos para un establecimiento distinto de aquel en que inicialmente se efectuaban las operaciones con los clientes, y en el que trabajaba pueda ignorar que esta actividad pasó a otro centro comercial muy distante del inicial, y con mayores posibilidades de ventas, dada la diferencia del número potencial de clientes entre Colmenar y Madrid». De ahí se deduce la temporalidad del contrato y se absuelve de la demanda de despido. Es decir, la Sala distingue entre una temporalidad legal y lícita y su expresión formal acertada, mientras que, como es sabido, ninguna eficacia reconoce a la causa formalmente invocada en el contrato escrito, si tal causa no responde a la tipificación legal de la misma. Así, por ejemplo, dos SSTS de la misma fecha 18-12-2000 («El Derecho» rfcia. 2000/51559) y («El Derecho» rfcia. 2000/459) que niegan la calificación del contrato como «de aprendizaje» porque no se ha cumplido la finalidad formativa, sino que se ha utilizado abusivamente la tipificación legal con quienes ostentaban una titulación, universitaria o profesional, muy superior a la precisa para los puestos de Auxiliares Administrativos desempeñados. 4. LA INCIDENCIA DE LA TEMPORALIDAD EN EL DESARROLLO Y CONTENIDO DEL CONTRATO 4.1. Incidencia interna La tendencia de la Jurisprudencia, seguida y a veces superada por el ordenamiento REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JOSÉ MARÍA MARÍN CORREA –estatal o pactado– ha sido la de la equiparación entre el trabajador fijo y el trabajador temporal. Pero como aspiración y no como realidad, al menos inicialmente. Porque la Jurisprudencia entendió justificadas algunas diferencias de condiciones contractuales entre las disfrutadas por los trabajadores fijos y no reconocidas a los temporales. Premio de antigüedad no devengado durante la vigencia del contrato temporal, aunque después acumulado si se alcanzaba la condición de fijo, representación colectiva, ayudas para algunas necesidades concretas, etc. Los campos de desigualdad han ido nivelándose, y desde la «racionalidad» de la diferencia constituida por no reconocer a los trabajadores temporales una paga extraordinaria de 25.000 pesetas establecida para los fijos (STS 23-7-1999 «Actualidad Laboral» rfcia. 1908/1999), se ha llegado a la equiparación salarial (STS 6-7-2000 «El Derecho» rfcia. 2000/15735), al reconocimiento al derecho de las «ayudas para estudios» (STS 18-52000 «Actualidad Laboral» rfcia. 1608/2000), y, por supuesto, a la eficacia como «tiempo de prestación de servicios» para la indemnización del despido improcedente derivado de la extinción de un contrato posterior (STS 15-22000 «Actualidad Laboral» rfcia. 1127/2000). Es significativo que se insista en el criterio de negar el devengo de premio de antigüedad a los Profesores de Religión, por la naturaleza específicamente temporal de sus contratos (STS 29-11-2000 «Actualidad Laboral» rfcia. 903/2001), mientras que al trabajador que ocupa un puesto de empleo público, sin fijeza porque no ha superado las pruebas de selección para dicha consideración, pero con indefinición temporal porque no hay cláusula de temporalidad eficaz en su contrato, sí se le reconoce el devengo del premio de antigüedad, no tanto por su indefinición temporal, sino porque este devengo está reconocido, por el Convenio Colectivo, en atención al «tiempo de trabajo desarrollado» sin distinción alguna en atención a la clase de contrato según la duración. Tampoco es novedad jurisprudencial la mantenida doctrina consistente en que un solo contrato aparentemente temporal, pero cuya cláusula de temporalidad haya devenido ineficaz, «contagia» a todos los sucesivos, que no pueden verse sometidos a otra nueva cláusula de temporalidad (STS 2-7-1997 «Actualidad Laboral» rfcia. 1688/1997). No solo el «contagio» de la no temporalidad, sino también la «anudación» de todos los servicios prestados por el despedido al mismo empleador a efectos de cuantificar la indemnización por el despido improcedente, y ello aunque hubiera habido algunas soluciones de continuidad entre el fin de un contrato y el inicio del posterior inmediato. Así se razona y concluye, entre otras, en STS de 16-4-1999 («Actualidad Laboral» rfcia L6192/1999). Otro efecto externo de la temporalidad contractual se produce por la conversión en el llamado nuevo contrato indefinido, que reguló la Ley 63/1997, y que fue muestra clara de la voluntad de los interlocutores sociales, asumida por los poderes públicos, de en un intento de sustituir contratos temporales por contratos temporalmente indefinidos. Como se trata de consideraciones sobre doctrina judicial, la reseña es breve pues no ha habido litigios conocidos al respecto. Una primera S, de 7-7-2000 de la Sala de lo Social de Málaga («Actualidad Laboral» rfcia. 1940/2000), negó la aplicación de la nueva cuantía de indemnización (33 días) porque se había pronunciado la nulidad de la decisión extintiva y no la simple improcedencia. Por el contrario, la S de la Sala de lo Social de Madrid de 3-4-2001 («Actualidad Laboral» rfcia. BD257455/2001) aplica el módulo de 33 días por año de prestación de servicios, en una extinción por causas objetivas, calificada como improcedente, pero referida a un contrato de trabajo indefinido por conversión del anterior temporal. Efecto interno al contrato, siquiera actúe en el momento de su extinción injustificada, es el poner límite al devengo de «salarios de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 59 ESTUDIOS tramitación», que no podrá sobrepasar la fecha de extinción prevista para el contrato, a tenor de su cláusula de temporalidad. (STS 19-9-2000 «Actualidad Laboral» rfcia. 355/2001). 4.2. Incidencia externa También aquí se observa una tendencia claramente favorable a la equiparación del contrato temporal con el fijo, en cuanto a las consecuencias que el contrato de trabajo proyecta sobre otras relaciones jurídicas, vinculadas de manera inmediata con el nexo laboral. Dicha tendencia puede verse reflejada en la relación de Seguridad Social y protección social y contra los riesgos laborales. También se produjo muy tempranamente la igualación en materia de representación colectiva, con la redacción dada al art. 72 del ET por la L 2-81984, núm. 32/1984. Por el contrario, debe significarse una ineficacia del contrato temporal, referida a otro contrato temporal, y que actualmente cobra mayor aplicabilidad. Sabido es que del cese en un contrato de fomento del empleo deriva una indemnización, que era negada cuando el cese iba seguido de un nuevo trabajo; pero el TS limitó la pérdida de la indemnización a la nueva contratación como fijo y no como temporal, (STS 11-12-1996 «Actualidad Laboral» rfcia. 514/1997). Hay, sin embargo, una materia conexa con la extinción del contrato temporal, cuyo tratamiento legal –y, por consiguiente jurisprudencial– establece distancias muy sensibles, con la extinción del contrato fijo: el desempleo. En primer lugar porque el trabajador eventual agrícola tiene regida su protección por dicha contingencia de modo muy diferente. Así, la STS de 13-4-2000 «El Derecho» rfcia. 2000/9104) reconoce la situación legal de desempleo, en el despido conciliado con indemnización suficiente, a un trabajador 60 agrícola porque niega que sus contratos aparentemente temporales, lo fueran. Y, al ser trabajador agrícola, pero fijo, estaba protegido por un cese así calificado. En segundo término porque el trabajador no agrícola, que cesa por extinción de su contrato de trabajo temporal, entra en situación legal de desempleo, sin necesidad de impugnar su cese y de que sea reconocida oficialmente la condición temporal de su contrato. Es esta una doctrina muy antigua, establecida ya por el TS en sentencia dictada «en interés de ley»; pero que recientemente ha sido ratificada por STS 6-3-2001, («Actualidad Laboral» rfcia. 1184/ 2001). Obviamente la involuntariedad del cese y situación legal de desempleo no concurren si es el trabajador quien ha actuado la temporalidad para extinguir su contrato de forma unilateral. 5. EXTINCION DEL CONTRATO TEMPORAL El efecto más importante de la temporalidad del contrato de trabajo es que su extinción responde a la causa enunciada en el apartado c) del núm. 1 del art. 49 del ET, con lo que excluye la aplicación de las consecuencias perjudiciales para la empresa, del despido injustificado. De ahí que una gran mayoría de los litigios en que se decide sobre la temporalidad o la indefinición temporal del contrato lo es en el procedimiento seguido en impugnación de la extinción actuada por el empresario. Aquí el trabajador demanda contra lo que entiende que es un despido, y el empresario opone que se trata de la extinción de un contrato temporal, cuestión de la que depende que el fallo estime aquella pretensión o que sea absolutorio. De ahí la importancia de la concurrencia eficaz de la temporalidad y de su actuación oportuna. Sin embargo, va en aumento el número de demandas con el ejercicio de acciones declarativas sobre la «fijeza» contractual para REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JOSÉ MARÍA MARÍN CORREA obtener la seguridad jurídica que se deriva de tal cualidad y las –como se ha dicho cada vez menores– condiciones más favorables del fijo en relación con el temporal. Por eso, cobra interés el estudio de la doctrina judicial sobre la extinción del contrato temporal, en sí misma, y con mayor significado aquellas conclusiones alcanzadas sobre la extinción, que, sin negar la temporalidad, nieguen que haya producido o amparado la extinción acordada por el empresario. 5.1. Cumplimiento del término No cabe duda de que el contrato del eventual que tiene fijada una duración determinada o fijado un plazo de vigencia puede extinguirse lícitamente al llegar la fecha o al completarse el plazo prefijado. La cuestión ha surgido cuando al plazo establecido se ha unido también otra causa de extinción, en concreto se trata de interinidad por vacante para sustituir a trabajador que se jubila a los 64 años. De ahí que sea lícito establecer como causa de extinción la cobertura definitiva de la vacante dejada por el jubilado; pero cuando, además de esa causa de extinción, se fija un plazo concreto de duración del contrato del sustituto, el plazo actúa, y actúa aunque la condición principal y causal del contrato, que no es otra sino la cobertura definitiva de la vacante, no se haya producido. Así aparece en STS 3-7-2000, («Actualidad Laboral» rfcia. 8/2001). Parece innecesario añadir que estas causas extintivas precisan de su actuación oportuna, pues a partir de una antigua Sentencia, el Tribunal Supremo ha mantenido la necesidad de concurrencia de voluntad extintiva de alguna de las partes ya que, de prorrogarse la prestación de servicios más allá del cumplimiento de la condición o de la expiración del plazo, el contrato queda exento de la causa de extinción no actuada y deviene por tiempo indefinido, salvo que quede bajo la previsión del párrafo segundo del apartado c) mencio- nado, es decir que fueran susceptibles de prórroga dentro de su naturaleza –eventual, formación, etc.– por no haberse establecido la duración máxima permitida, supuesto en que se mantendrá la temporalidad, pero ampliada su duración hasta el máximo lícito. 5.2. Concurrencia de la condición resolutoria Es la causa típica y más directamente aplicable al contrato por obra o servicio determinado, en que la conclusión de la obra o terminación del servicio, da lugar al fin del contrato de trabajo vinculado a la obra o al servicio. Al tratar de este tipo de temporalidad ya se puso de relieve la evolución del TS en su valoración de la contrata y de la concesión de un servicio público como «obra o servicio determinado» justificante de la temporalidad laboral. Y quedó expuesto el cambio de doctrina acerca de la desaparición de la reserva de puesto, que anteriormente suponía la consolidación del contrato del interino, y ahora supone el cumplimiento de la condición resolutoria. Orientación que no fue debida a la Jurisprudencia, sino a la modificación reglamentaria puesto que fue el RD 2546/94 quien asumió tal criterio. Noticia detallada de esta evolución reglamentaria y judicial nos proporciona la STS Cantabria de 17-5-2001 («Actualidad Laboral» rfcia. BD25215/2001) con mención de la STS de 20-1-1997 («El Derecho» 1997/490). En cuanto a la terminación de la obra o servicio determinado, hay que reiterar que la continuidad de la prestación de los servicios, sin concurrencia de otra nota de temporalidad, sino en una actividad propia de la entidad empleadora, supone la novación del contrato «por tiempo indefinido» (STSJ Madrid 14-2-2000 «Actualidad Laboral» rfcia. 1024/2000), siendo de notar que no se ha afirmado nunca por esta doctrina que se extinguiera el anterior contrato y los servicios pos- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 61 ESTUDIOS teriores a tal extinción lo fueran en virtud de un «nuevo» contrato exento de cláusula de temporalidad, sino que se trata del mismo contrato originario, ahora ya sin dicha cláusula. La realidad presenta el hecho de que la obra o servicio consistentes en la contrata pueda concluir «sin acabarse», es decir que el contrato civil o mercantil (incluso la concesión administrativa) no lleguen a su terminación normal y prevista, sino que se vean afectados por una causa externa de extinción. Esta situación viene equiparada a la conclusión de la obra o del servicio, y, por tanto, constituye la causa de extinción del contrato de trabajo temporal, con tal de que no haya intervenido la voluntad del empresario laboral en la causa de extinción. Así decide la Sala de lo Social del TSJ Cantabria en S de 14-12000 («Actualidad Laboral» rfcia. BDE 17139/2000) que se apoya en la muy importante a este respecto STS de 8-6-1999 («El Derecho» 13536/1999). Y, todavía mayor transcendencia tiene la vinculación que se afirma respecto de la contrata concreta que da lugar al contrato temporal cuando está referida a la actividad normal y permanente de la empresa. Porque, repito, la dificultad conceptual que el TS tuvo para admitir la identificación de una obra o servicio determinado con una contrata de obra o de servicio, consistió en que era una temporalidad introducida en la actividad normal y permanente de la empresa. Y, por eso, la evolución tuvo que iniciarse distinguiendo entre actividad permanente y «necesidad» de mano de obra permanente. Superado este obstáculo de la normalidad y permanencia de la actividad, con la nota de la necesidad no permanente, surgía otro obstáculo claro a la temporalidad, que era la posible reiteración de la necesidad, en términos análogos o incluso iguales, o sea la reiteración de la contrata, o el establecimiento de una nueva contrata, que diera lugar a una misma o a una análoga necesidad de mano de obra, sucesiva a la que desaparecía con la terminación de la contrata 62 anterior. El TS ha soslayado este obstáculo, con la doctrina que se contiene en su S de 266-2000 («Actualidad Laboral» rfcia. 36/2002). En ella se reitera la doctrina de que la «contrata» identifica una necesidad temporal de «mano de obra», y que la terminación de esta necesidad configura la causa de extinción del contrato temporal establecido para atender dicha necesidad. Así deviene aplicable el apartado c) del núm. 1 del art. 49 del ET, cuya concurrencia y aplicación actúan de forma autónoma con otros posibles avatares en la actividad de la empresa, de manera que, se dice literalmente: Y esta causa extintiva no queda alterada por el hecho de que la empresa haya concertado otra contrata con la empresa cliente para la limpieza de un establecimiento comercial, sito en local distinto de los dos anteriores y con diferentes pactos. Se trata de otra contrata diferente, para cuya efectividad la empleadora podrá o no contratar a la actora, bien por novación del contrato anterior, bien por la suscripción de uno nuevo y con efectos a partir de la fecha en que se concierte, pero sin que, por Ley o convenio colectivo, venga obligada a ello». 5.3. Actuación de la causa Basta reiterar lo ya sabido, o sea que cualquiera de las causas del art. 49 del ET (excepto la muerte del trabajador) no extingue el contrato por su concurrencia, sino que precisa ser actuada y serlo oportunamente, puesto que, como hemos visto, la demora en hacerlo y continuación del contenido obligacional, esencialmente prestación de los servicios, tiene la consecuencia de la novación del contrato sin temporalidad. Esta novación se produce, cuando, llegado el término temporal, concluido el servicio o terminada la obra objeto de la actividad contratada, o extinguido el derecho a la reserva del puesto de trabajo que dio lugar a la interinidad, ninguna de las partes actúe la extinción del contrato y, sobre todo, cuando se rea- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JOSÉ MARÍA MARÍN CORREA lice la prestación esencial del trabajador, sus servicios (de los que deriva el derecho a las contraprestaciones de la empresa). A esta regla general se admiten dos excepciones: Una que esté prevista una prórroga de pervivencia del contrato, bajo la misma razón de temporalidad originaria, aunque referida a un periodo complementario, según se dispone en el art. 3.3».d) del RD 2720/1998, ya citado, en relación concreta con el contrato de trabajo eventual. Otra que se acredite que la situación responde también a una necesidad justificativa legalmente de temporalidad contractual, asumida por las partes. 5.4. Calificación La alternativa es bastante clara y sencilla, como he expuesto más arriba: O se está ante la extinción de un contrato de trabajo por una causa legal lícita y eficazmente actuada, o se está ante una extinción producida por despido, que se califica como improcedente por carecer de causa, o de improcedente por incumplimiento de formalidades, o de nulo, si se acredita la concurrencia de algún móvil inconstitucional. Esto si se ha producido la extinción, pues también ha quedado expuesta la posibilidad de la acción declarativa de la fijeza o de la indefinición temporal; pero estamos en el estudio de la extinción. Dentro de tal situación de extinción, son numerosas las SSTS que aplican la calificación de despido a la extinción decidida por la empresa aduciendo una temporalidad contractual inexistente. Así puede verse, recientemente, en la ya citada STS 19-9-2000 («El Derecho» rfcia. 2000/29932) que será citada nuevamente. ralidad contractual no actuada por el trabajador. En cuanto al despido constituido por la pretendida temporalidad del contrato es una forma de tal causa de extinción, con las consecuencias del art. 56 del ET. Falta por reseñar el despido constituido por el cese impuesto por el empresario, antes de que concurra la causa de extinción propia de estos contratos, y sin que concurra otra causa legal. En definitiva el despido improcedente –por anticipado y no justificado– de un trabajador real y legalmente temporal. La arriba reiterada STS de 19-9-2000 («El Derecho» rfcia. 2000/29932) nos ilustra suficientemente al respecto: En cuanto a la opción entre readmisión o indemnización, se sigue la norma general del art. 56 del ET, con condena a la empresa, en términos legales, como si se tratara de un contrato de trabajador fijo o temporalmente indefinido; en cuanto a los salarios de tramitación sí actúa la temporalidad contractual, y no se prolongan más allá de lo que hubiera perdurado el propio contrato. Así lo razona y aplica la mencionada sentencia. 6. EMPRESAS DE TRABAJO TEMPORAL Es más bien escasa la doctrina establecida por el TS sobre la temporalidad del contrato de trabajo, en relación específica con las Empresas de Trabajo Temporal (desde ahora ETT), y he entendido que era preferible exponerla en un apartado específico, que no intercalando los pronunciamientos al tratar de la naturaleza, itinerario, enjuiciamiento, etc... de los contratos temporales. 5.5. Consecuencias específicas 6.1. Temporalidad aplicable Ya se ha señalado la configuración de la situación legal de desempleo cuando se acredite que el cese ha sido causado por la tempo- El art. 6 de la Ley 14/1994, (desde ahora LETT) enuncia como posibles supuestos de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 63 ESTUDIOS contratos temporales los tres clásicos o «propios» de obra o servicio determinado, eventualidad, e interinidad, tanto por sustitución, como por vacante. Pues bien hay un principio fundamental, enunciado por el TS en S 4-21999 («Aranzadi» RJ 1999\1594), formulado literalmente: «lo que significa que el contrato de puesta a disposición no puede ser una vía para alterar el régimen general de la contratación temporal, sino únicamente un instrumento para trasladar la temporalidad del ámbito de contratación de la empresa usuaria a la empresa de trabajo temporal». Y podemos añadir que limitadamente, porque una forma de temporalidad que pudo ser útil para la empresa usuaria, no lo es para la ETT, al venir silenciada en este art. 6 de la LETT. En efecto, la STS 3-6-1996 («Aranzadi» RJ 1996\4873) niega eficacia a un Convenio Colectivo para introducir el contrato de «lanzamiento de nueva actividad» entre las formas de temporalidad del contrato de las ETT porque dicha causa de limitación de la duración del contrato no aparece entre las enunciadas en el reiterado art. 6. 6.2. Extinción del contrato de la ETT Con firmeza el TS impide que la ETT utilice como causa de extinción de su contrato de eventualidad, la extinción del contrato de puesta a disposición, denunciado por la empresa usuaria. Se trata de la arriba citada STS 4-2-1999 («Aranzadi» RJ 1999\1594) cuyo supuesto de hecho enjuiciado consistió en que la empresa usuaria establece un contrato de puesta a disposición para una necesidad temporal (o sea bajo la tipificación laboral de la eventualidad) con una determinada fecha de extinción. La ETT contrata al trabajador bajo la fórmula de eventualidad con la misma duración, pero la empresa usuaria –por concluir anticipadamente sus necesidades– anticipa la extinción del contrato de puesta a disposición, lo que 64 mueve a la ETT a extinguir el establecido con el trabajador. La doctrina del TS consiste en mantener la indemnidad del contrato de eventualidad establecido entre la ETT y el trabajador, por lo que confirma el fallo condenatorio pronunciado por la Sala de Suplicación. Razona el TS que el contrato de eventualidad precisa tener prefijada la duración (como lo tenía el contrato cuya extinción se enjuicia); y tal duración debe ser respetada, como mínimo, sin que la extinción del contrato de puesta a disposición pueda enervar aquella condición del contrato laboral. Debe advertirse que el forzoso paralelismo u homologación entre la temporalidad del contrato del trabajador con la ETT y la causa de la temporalidad de la empresa usuaria, impediría que para una situación de la usuaria tipificable como de «eventualidad», la ETT estableciera un contrato por obra o servicio determinado, en que la obra o el servicio fueran identificados como el cumplimiento del contrato de puesta a disposición, por lo que es del todo plausible la doctrina del TS arriba enunciada en el sentido de que el contrato de puesta a disposición no puede alterar el régimen laboral de temporalidad. Este mismo principio se reitera y se aplica por el TS en S 22-10-1999 («Aranzadi» RJ 1999\7833), para prorrogar un contrato de eventualidad hasta la duración máxima permitida por la ley, sin que unas determinadas cláusulas de prórroga menos favorables, del contrato de puesta a disposición, incidan para minorar la duración de la prórroga legal. 7. APUNTE BIBLIOGRAFICO ALAMEDA CASTILLO, MARÍA TERESA: «La concesión administrativa como presupuesto del contrato para obra o servicio determinado. Reflexiones sobre los últimos pronunciamientos jurisprudenciales», en Actualidad Laboral 2000, rfcia. XVIII. ANDINO AXPE, LUIS FERNANDO: «Los nuevos contratos temporales», en Actualidad Laboral, 1995, rfcia. XXXII. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JOSÉ MARÍA MARÍN CORREA BORRAJO DACRUZ, EFRÉN: «Los nuevos contratos temporales o la magia social de la leyes pactadas», en Actualidad Laboral, 1997, rfcia. XXXIII. BOTANA LÓPEZ, JOSÉ MARÍA: «Los contratos causales», en Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Derecho del Trabajo. Núm. 8, 1998. CAMPS RUIZ, L.M.: «La contratación laboral temporal», Valencia 1995. MONTOYA MELGAR, ALFREDO:«La estabilidad en el empleo. La regla y sus excepciones», en Civitas R.E.D.T., 1982, núm 10. RODRIGUEZ-PIÑERO y BRAVO-FERRER, MIGUEL: «La relación de trabajo de duración determinada», en Revista de Política Social, núm. 50. SALA FRANCO, TOMÁS: «El contrato a término y el ordenamiento laboral español», en Revista de Política Social, núm. 99. DURÁN LÓPEZ, FEDERICO: «El trabajo temporal (la duración del contrato de trabajo)». Madrid, 1980 SALA FRANCO, TOMÁS y otros: «La contratación temporal: un pacto posible», en Actualidad Laboral, año 2001, rfcia. XIX. GARCÍA VIÑA, JORDI: «Los nuevos contratos laborales de duración determinada», en Actualidad Laboral, 1995, rfcia. XI y XII. TRUJILLO CALVO, FRANCISCO: «Apuntes sobre el contrato de interinidad por vacante», en Actualidad Laboral, año 1999 rfcia. IX. MARTÍNEZ EMPERADOR, RAFAEL: «Estabilidad en el empleo y temporalidad contractual», Madrid, 1983. VALDÉS DAL RÉ, Fernando: «La disciplina jurídica del mercado de trabajo: el caso español», en Civitas R.E.D.T., 1999, núm. 93. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 65 ESTUDIOS RESUMEN: Este trabajo se inicia situando la cuestión de la temporalidad del contrato de trabajo en la realidad actual española, poco halagüeña respecto de un propósito tendente a que la proporción con el empleo fijo sea mucho más favorable a éste. Pero señalando también que no todos los ordenamientos de nuestro entorno son tan protectores de la estabilidad del contrato. Centrado en el tema de las novedades jurisprudenciales se hace una exposición de las tres causas legales de temporalidad propia: eventualidad, obra o servicio determinado, e interinidad, con las novedades de la entrada de la negociación colectiva en los plazos de eventualidad y de la proporción en cada empresa de los contratos temporales con la plantilla fija; igualmente en orden a la identificación de la obra o el servicio, y la eficacia a este respecto de la contrata o la concesión. Hay una referencia muy breve a los contratos para la formación y al de lanzamiento de nueva actividad. La forma escrita del contrato, con la cláusula de temporalidad y consecuencias de su insuficiencia, preceden al estudio de los efectos de la temporalidad internos al contrato y los que tiene en el ámbito exterior al mismo contrato, como, por ejemplo, en la situación legal de desempleo. De la consideración del contrato en sí se pasa al tratamiento jurisprudencial de la extinción de estos contratos, de su calificación y de las consecuencias que, en cada supuesto de tal calificación, deduzcan los tribunales. La posible incidencia de la interposición de una Empresa de Trabajo Temporal en un contrato de trabajo de duración determinada merece una consideración específica, forzosamente breve por la escasa doctrina establecida por el Tribunal Supremo sobre esta materia, y por la univocidad de tal doctrina. Una breve noticia bibliográfica completa el estudio. 66 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 El tiempo de trabajo: una visión jurisprudencial JUAN MARTÍNEZ MOYA * 1. CARACTERIZACIÓN GENERAL E l factor temporal del contrato de trabajo es decisivo puesto que este contrato es fuente de una relación jurídica duradera, se trate de una duración predeterminada o indefinida. De ahí que la relevancia del tiempo sobre el contrato de trabajo presente numerosas manifestaciones: de un parte, el principio de «conservación del negocio» explica la resistencia de la relación laboral a extinguirse; de otra parte, la continuidad de la relación laboral es presupuesto lógico de numerosos derechos y deberes característicos de la relación laboral, a lo que se une la titularidad por el empresario de poderes (de dirección, disciplinario) que no son concebibles en el seno de una relación jurídica instantánea 1. De las múltiples caras que presenta el tiempo de trabajo, dedicaremos nuestro estudio a la que denominaremos estricta regulación de la ordenación del tiempo de trabajo. Como es sabido, en el plano legal, a la regulación del tiempo de trabajo el ET dedica cinco artículos (del art. 34 al 38) integrados en la * Magistrado de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha. Letrado del Consejo General del Poder Judicial. 1 MONTOYA MELGAR, ALFREDO, Derecho del Trabajo, ed. Tecnos, 22ª edición, Madrid, 2001, Cap XIV. Sección 5ª. Con origen en la ley irradia normativa reglamentaria y convencional. La razón de la primera estriba fundamentalmente en atender la diversidad de situaciones, sectores de trabajo cuyas necesidades en el marco de la ordenación del tiempo de trabajo resulta difícil contemplar unitariamente en el marco legal. La razón de la segunda en la circunstancia de que la negociación colectiva, sobre todo a partir de la reforma operada con la Ley 11/1994, aparece muy potenciada y alcanza una gran virtualidad, de modo que buena parte de las previsiones del ET son dispositivas para aquélla 2. A ello se une el hecho de que también en esta materia la autonomía individual, a diferencia de otros aspectos de la relación laboral, encuentra menos obstáculos para su establecimiento 3. No obstante MONTOYA MELGAR ,GALIANA MORENO, SEMPERE NARÍOS SALMERÓN. Comentarios al Estatuto de los Trabajadores, Ed. Aranzadi, 4ª Edición, 2001. 3 En la ordenación del tiempo de trabajo la articulación entre ley autonomía colectiva- autonomía individual encuentra un banco de pruebas perfecto. La sentencia del Tribunal Constitucional 105/1992 de la Sala Primera del Tribunal Constitucional de 1 de julio constituye un claro ejemplo. Se trataba de determinar si era lícita o no la modificación de jornada continuada a partida, prevista en el convenio colectivo, por vía de pactos individuales ofrecidos mediante anuncio público a los trabajadores que quisieran acogerse a esa modalidad. El pronunciamiento del Tribunal Constitucional fue rotundo: «La respuesta ha de ser necesariamente negativa, pues de lo contrario, de prevalecer la autonomía colectiva plasmada en un convenio legalmente 2 VARRO, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 67 ESTUDIOS pese a la flexibilidad interna que para la relación laboral supone el vigente marco regulador del tiempo de trabajo, el desenvolvimiento de la autonomía colectiva, y normalmente con carácter subsidiario, la individual, se mueve dentro de unos mínimos de derecho necesario radicados en el propio Estatuto de los Trabajadores, en legalidad variada (vgr. Ley de Prevención de Riesgos Laborales), y en normativa internacional (Convenios y Tratados Internacionales) y comunitaria. Esta rápida panorámica normativa sobre el tiempo de trabajo puede servir de base para preludiar las líneas generales que cabe extraer del tratamiento cuantitativo y según materias que la jurisprudencia del Tribunal Supremo (Sala Social) 4 le ha dedicado. Varios rasgos fundamentales se desprenden del rastreo de las sentencias 5 directamente relacionadas con el tiempo de trabajo pactado entre los sindicatos y la representación empresarial, quebraría el sistema de la negociación colectiva configurado por el legislador cuya virtualidad viene determinada por la fuerza vinculante de los convenios constitucionalmente prevista en el artículo 37.1 CE ». En esta misma línea, más recientemente, véase la sentencia Tribunal Constitucional 225/2001, de 26 de noviembre (RTC 225). 4 Centramos nuestro estudio en los pronunciamientos dictados por el TS (Sala Social), atendiendo al sentido legal de jurisprudencia ex art. 1.6 del Código Civil. No es objeto de nuestro estudio la doctrina constitucional recaída sobre la materia, si bien dejaremos constancia de ciertos pronunciamientos del Tribunal Constitucional. Orillamos en cambio las sentencias dictadas por la Salas de lo Social de Tribunales Superiores de Justicia, pues escapan al objetivo perseguido en este trabajo. 5 De imprescindible consulta son las obras generales de jurisprudencia social y unificación de SEMPERE NAVARRO, ANTONIO V. y CAVAS MARTÍNEZ, FAUSTINO, sucesivos volúmenes 1991/1992 (SEMPERE y GARCÍA LÓPEZ), y a partir de 1993/1994 (SEMPERE Y CAVAS), 1995, 1996, 1997, 1998, 1999 y 2000; ed Aranzadi., y cuadernillos mensuales (el publicado más recientemente septiembre de 2001). Colección de doctrina, jurisprudencia sobre unificación de doctrina de la sala de lo social del Tribunal Supremo, editada por el Consejo General del Poder Judicial: año 1996 (dos volúmenes) recopilación de notas doctrinales e índices MARTÍN MARTÍN, G. 1er volumen, y 68 en su dimensión o faceta de duración de la prestación: a) Su conexión con lo retributivo y con la duración del contrato. Con fundamento, se ha señalado que no pocas cuestiones que tienen que ver con el tiempo de trabajo en cuanto medida de la prestación del trabajador, se suscitan al tratar aspectos retributivos, pues, por ejemplo, un conflicto sobre el plus de nocturnidad guarda inevitablemente relación con la jornada nocturna 6. Gráficamente se ha dicho que duración, jornada y salario son los tres pilares estructurales de la relación jurídica laboral: están íntimamente trabados entre sí y de su fortaleza depende la consistencia de todo el edificio 7. No es inusual que la constatación de excesos de jornada de trabajo o la realización de horas extraordinarias, condicione el contenido del pronunciamiento en un proceso por despido ya en su propia calificación o en sus consecuencias económicas. O que las situaciones de suspensión que puede atravesar el contrato de trabajo (por ejemplo, la huelga) tengan directos efectos sobre la retribución del trabajador 8. a partir del segundo volumen correspondiente al 2º semestre de 1996 hasta el año 2000 (dos tomos por año) la recopilación, notas, concordancias e índices han sido elaborados por Salinas Molina, Fernando. También sucesivas guías de recursos de casación para unificación de doctrina elaboradas por GARCÍA DE PAREDES, Mª LUZ, ed, La Ley-Actualidad. 6 MONTALVO CORREA, JAIME «Tiempo de trabajo», en la obra Unificación de doctrina de Tribunal Supremo en material laboral y procesal laboral, VVAA en estudios homenaje al Profesor Doctor Efrén Borrajo Dacruz; ed, Tirant Lo Blanch, 1999. 7 ALARCÓN CARACUEL, MANUEL RAMÓN, «Duración del contrato, jornada y salario», en la obra La Reforma Laboral de 1994, ed. Marcial Pons, Madrid 1995. 8 Véanse sentencias Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 26 de mayo de 1992 Desdentado Bonete RJ 1992\3605, 19 de octubre de 1993 RJ 1993\7841), 18 de abril de 1994 (RJ 1994\3256). O más recientemente, sentencias del Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 13 de marzo de 2001 Martín Valverde RJ 2001\3178-, y 19 de marzo de 2001 Desdentado Bonete RJ 20011\3386. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JUAN MARTÍNEZ MOYA b) La tendencia a la singularidad de los pronunciamientos. Característica que admite ser explicada desde varias perspectivas: 1) estrictamente sustantiva y encuadrada en el campo de las fuentes del Derecho: la incidencia de la negociación colectiva o la normativa estatutaria; o 2) con un enfoque procesal: el sistema vigente de recursos extraordinarios (casación ordinaria y casación unificadora) aboca a un panorama de pronunciamientos que obliga a realizar un labor selectiva pues, de un lado, cuando se trata de analizar normativa convencional —salvo excepcioness— se concentra en personal laboral con régimen específico 9; de otro lado, la inmensa mayoría de litigios que puede afectar a trabajadores uti singuli desde el punto y hora en que aparecen directamente conectada con la retribución, son escasas las sentencias que acceden a cualquiera de las vías casacionales ya que o bien las previsiones suelen escapar al control, por problemas de legitimación, o bien están asociados a procesos de modificación de condiciones de trabajo sobre los que no cabe recurso alguno (art. 138. 4 Ley de Procedimiento Laboral), con la excepción claro está de que provengan por el cauce del conflicto colectivo. Todas estas consideraciones justifican en buena medida un panorama no exento de acentuado casuísmo y dispersión. c) Cuantitativamente, la tendencia jurisprudencial queda fragmentada por el ámbito personal de afectación. Son numerosos –o mejor reiterados– los pronunciamientos dictados sobre personal estatutario vinculado a entidades sanitarias –estatales y autonómicas 10– . Por el contrario es escasa, Son los supuestos de empresas de gran dimensión, que permiten ser encuadrados dentro de las relaciones laborales de régimen específico. Así sucede con RENFE, TELEVISION ESPAÑOLA, IBERIA, etc. 10 El TS Social- ha resuelto litigios afectantes a cuestiones de jornada y descansos, que cabría esquematizarse, sin ánimo exhaustivo y por citar las sentencias correspondientes al último bienioson: a) INSALUD: 1) respecto a médicos de la Seguridad Social sentencia de 21 febrero 2000 en la que aborda la cues9 y asociada a fenómenos de subrogación en lo tocante al personal laboral de Administración Pública (central y autonómica), y residuales con relación al resto de personal laboral vinculado a empleadores privados, y respecto de estos últimos siempre con respecto a empresas de notable dimensión. Nuevamente la clave la encontramos en el sistema de recursos, y en cierta medida al ámbito funcional y subjetivo de la norma convencional a interpretar. tión de guardias nocturnas en vísperas de fiesta y el derecho al disfrute ininterrumpido de 36 horas de descanso; o la sentencia de 18 febrero 2000 (RJ 2000/2051) sobre guardias nocturnas en vísperas de fiesta, y el derecho al disfrute ininterrumpido de 36 horas de descanso, marcando las diferencias según se trate de guardias de presencia o de guardias localizadas; 2) en cuanto a personal sanitario no facultativo, entre otras, la sentencia de 28 mayo 2001, que deniega el complemento de atención continuada en festivos o días de libre disposición, en trabajo nocturno, o las numerosas sentencias (que arrancan desde la sentencia de 26 diciembre 1997 y han seguido con otras como las SSTS 26-12-1997, 65-1998, 6-6-1998, 8-7-1998 en el sentido de considerar «rotatorio» únicamente el cambio de horario de día a horario de noche, pero no en el de mañana a tarde; 3) o respecto a todo el personal estatutario rechazar el abono de horas extraordinarias, al estar sujetos a un sistema cerrado de retribuciones cerrado, únicamente proceder el abono de estos excesos de jornada a través del complemento de atención continuada (entre muchas, sentencia TS Social- 2 noviembre 1999 ). b) INSTITUTO SOCIAL DE LA MARINA: respecto de este colectivo cabría citar una larga serie de sentencias (por todas, sentencia de 9 de julio 2001 RJ 2001\7433) que resuelven respecto de un colectivo específico (asesores técnicos laborales marítimos) cuestiones relativas a la duración de la jornada y legislación aplicable. c) SERVICIO VALENCIANO DE SALUD, la sentencia 27 febrero 2001 decide sobre la forma de retribución de las horas de localización en Equipos de Atención Primaria (ATS). d) INSTITUTO CATALAN DE LA SALUD cuando en diversas sentencias (entre otras, de 16 de febrero de 2000 analiza la procedencia del complemento de atención continuada días de libranza o permiso en que procede su abono. e) SERVICIO ANDALUZ DE LA SALUD: la sentencia Tribunal Supremo de 20 abril 1998 RJ 1998/3482 recaída en el marco de un proceso de conflicto colectivo resuelve análogo tema al ya citado sobre la necesidad de incluir la realización de noches para la inclusión en el turno rotatorio. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 69 ESTUDIOS d) Cualitativamente, y como consecuencia de las notas anteriores, resulta complicado trazar de forma sistemática las líneas conformadoras de una doctrina jurisprudencial sobre la materia. El tiempo o la jornada de trabajo y su distribución resulta ser una condición laboral que trasciende del ámbito individual de la relación de trabajo e incide también en otros aspectos también laborales: en la organización productiva de la empresa, y en la política de empleo, y, desde luego en los aspectos salariales directamente relacionados con la jornada, siempre protagonista en la negociación colectiva 11. Ahora bien, como tendremos ocasión de reseñar, no faltan pronunciamientos que para afrontar la resolución de los conflictos procuran clarificar conceptos (así sucede con la diferenciación entre horario y jornada, o el de hora extraordinaria) o acuden, en el terreno de la interpretación de las normas legales y convencionales (arts 1281 y ss y art. 3 del Código Civil) a las líneas esenciales que las 11 GONZÁLEZ ORTEGA, SANTIAGO, SEQUEIRA DE FUENTES y TEJEDOR REDONDO, en Derecho del Trabajo de la Empresa, ed. Colex, Madrid 2001, pág 320. 12 Como recuerda la sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Social), de 6 marzo 2000 (RJ 2000/2598) son muy numerosas las sentencias del TS (entre muchas, sentencias de 17 de diciembre de 1996 [RJ 1996/9714], 20 de mayo [RJ 1191/4107], 4 de noviembre [RJ 1997/8028] y 15 de diciembre de 1997 [RJ 1998/5263], 15 [RJ 1998/5263] y 29 de junio de 1998 [RJ 1998/6426] y 29 de junio de 1999 [RJ 1999/5231]) que establecen que la interpretación de los convenios colectivos dada su integración en el sistema formal de fuentes y su condición de acuerdo, ha de llevarse a cabo mediante la combinación de los criterios de interpretación de las normas legales, especificados principalmente en los artículos 3 y 4 CC, y de los contratos, contenidos en los arts. 1281 y ss. CC. Añade aquella sentencia que « El punto de partida de la actividad hermenéutica habrá de ser, por consiguiente, la letra del Convenio a interpretar ya que los arts. 3.1 y 1281.1 CC ordenan estar al sentido gramatical cuando los términos del contrato o convenio sean claros y no dejen duda sobre la intención de las partes. Pero el canon de la literalidad no es cláusula de cierre de dicha actividad. La exigencia de claridad la predica el Código Civil de «los términos del contrato», de modo que la apreciada en 70 informan 12 . No es infrecuente encontrar citas literales de las exposiciones de motivos de la leyes (sobre todo a partir de la reforma de 1994) insertadas en la parte razonada de la sentencia. El Tribunal con el auxilio de este criterio de interpretación auténtica consigue así una guía segura sobre los principios inspiradores del desenvolvimiento de la relación laboral en materia de tiempo de trabajo. Flexibilidad que, desde la reforma de 1994, será término recurrente 13 . Y, con mayor razón en materia de tiempo de trabajo donde como reconoce el Acuerdo Interconfederal para la Negociación Colectiva de una o varias cláusulas, en su consideración aislada, no es suficiente. Tendrán estas que soportar, conforme a una interpretación sistemática, la prueba de contraste con las restantes cláusulas, y dejar patente la necesaria armonía con ellas, pues en caso contrario predominará, «ex» art. 1285, el sentido que resulte del conjunto de todas. Además, y de acuerdo con el párrafo segundo del art. 1281 CC, habrá de profundizarse en la interpretación para descubrir, en todo caso, la verdadera intención de las partes que debe prevalecer sobre el sentido literal de las cláusulas. Porque en definitiva, el objetivo final de la interpretación de un Convenio, como norma paccionada que es, no es otro que el de conocer esa voluntad de las partes para fijar el alcance y contenido de lo pactado y para determinar las obligaciones asumidas por cada una de ellas». Y termina señalando «que la interpretación es facultad privativa de los Tribunales de instancia, que son los únicos que pueden percibir de manera inmediata, en la actividad probatoria, cuál ha sido la voluntad de las partes. Por tal razón su criterio, como más objetivo, debe prevalecer sobre el del recurrente salvo que no sea racional ni lógico o ponga de manifiesto la notoria infracción de alguna de las normas que regulan la exégesis contractual». 13 Son elocuentes los títulos de los trabajos que obtuvieron el Premio Rafael Martínez Emperador 1997: La flexibilidad en la nueva relación de trabajo NAVARRO NIETO, FEDERICO, SAEZ LARA, CARMEN; y El Derecho del Trabajo tras las últimas reformas flexibilizadoras de la relación laboral FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ, JUAN J, MARTÍNEZ BARROSO, Mª DE LOS REYES y RODRIGUEZ ESCANCIANO, SUSANA; publicados por el Consejo General del Poder Judicial.- Véase en el terreno jurisprudencial los conceptos de flexibilidad horaria y sus interrelaciones con la jornada la sentencia Tribunal Supremo (Social) de 17 de julio 2001 Salinas Molina. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JUAN MARTÍNEZ MOYA 2002 14 los convenios colectivos tienen la capacidad de tratar un conjunto de elementos, entre los que se encuentra la gestión del tiempo de trabajo que permiten avanzar la dirección lograr el equilibrio entre flexibilidad y seguridad para defender el empleo y evitar ajustes traumáticos del mismo. e) La influencia del tiempo de trabajo en la relación laboral tiene una intensa y extensa fuerza expansiva. Escapa de sus márgenes estrictos de regulación legal (arts 34 a 38 del ET) y/o convencional, y es inescindible su consideración, por la dinamicidad propia de la relación laboral, a otros aspectos de la misma. El régimen jurídico de las ausencias al trabajo 15 demuestra esta afirmación, puesto que inciden en el empleo, en el salario y en el descanso vacacional. Hay ausencias que entrañan pérdida de empleo (tales como las faltas de asistencia o puntualidad al trabajo como causa de despido disciplinario, o el absentismo laboral, como causa objetiva de extinción contractual); las ausencias que implican pérdida de empleo (la reserva del puesto de trabajo, o el derecho al reingreso preferente); las ausencias que no aparejan pérdida del mantenimiento del salario, y otras se provocan se interfieren en el cómputo a efectos del descanso vacacional. f) Se produce también el fenómeno de la convivencia y/o interferencia entre los órdenes jurisdiccionales social y contenciosoadministrativo. La materia de infracciones y sanciones así como los aspectos de cotización siguen estando residenciados en los tribunales contencioso-administrativos lo que da pie a que en dicho orden se lleven inevitablemen- 14 Por Resolución de 26 de diciembre de 2001, de la Dirección General de Trabajo se dispuso la inscripción en el Registro y Publicación del Acuerdo Interconfederal para la Negociación Colectiva 2002 (BOE de 17 de enero de 2002). 15 Seguimos la clasificación trazada por Sala Franco, Tomás, en El régimen jurídico de las ausencias al trabajo, ed. Tirant lo Blanch, colección laboral núm 110, Valencia 2001. te enjuiciamentos de fondo sobre materias estrictamente laborales (la materia de horas extraordinarias constituye un claro ejemplo de ello). Si el «virtual» art. 3 de la LPL en su redacción dada por la disp. Adicional 5ª de la Ley 29/1998 de la Ley Reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa, a su vez redactada por la dis. 24ª.2 de la Ley 50/1998 de 30 de diciembre de Medidas Administrativas, Fiscales y del Orden Social, se materializara en una realidad material, desparecería este fenómeno. El componente esencial de estas ideas lo iremos desgranando en la andadura que comenzamos siguiendo el cauce legal (arts 34 a 38 del Estatuto de los Trabajadores) por el que viene discurriendo la doctrina jurisprudencial sobre el tiempo de trabajo que seguidamente pasamos a exponer. Una advertencia antes de comenzar: el estudio del tiempo de la prestación laboral muestra perfiles que se asemejan a un poliedro. Nos detendremos exclusivamente en aquellas resoluciones que afectan directamente a los aspectos de la duración de la prestación. Sabido es que –como ya avanzamos—que el factor temporal incide tanto en la duración del contrato (fundamenta así la tipología de contratos ex art. 15 del ET) como de la duración de la propia prestación medida en unidades (jornada, descanso semanal y vacaciones), y su inevitable incidencia en la retribución y en ciertos aspectos del estatuto jurídico del trabajador en el que tiene lugar destacado la antigüedad 16. Por otra parte, ya hemos hecho referencia al dato de que, más que por su diversidad por su reiterada cantidad, el Tribunal Supremo (Social) ha resuelto litigios sobre aspectos relativos a tiempo de trabajo (jornada, descansos, turnos y retribuciones asociadas a excesos de jornada) que afectan a personal estatutario sanitario o no. Nótese, por tanto, que la normativa laboral no es aplicable a 16 MONTOYA MELGAR, ALFREDO, Derecho del Trabajo, ed. Tecnos 22ª edición, Madrid, 2001, Cap XIV. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 71 ESTUDIOS este colectivo, como tampoco las modalidades procesales especiales 17, lo que permite que lleguen conflictos (vgr. sobre modificación sustancial de condiciones de trabajo que afecten, en lo que aquí interesa, a jornada o a horarios) que de serles aplicable la legislación laboral culminarían en instancia, lo que muestra una vez más la extraña convivencia –múltiples veces denunciada— de aquel colectivo en la jurisdicción laboral. 2. LA JORNADA DE TRABAJO 2.1. La jornada : hacia una delimitación conceptual Con referencia expresa al artículo 34 del Estatuto de los Trabajadores, no han faltado ensayos de delimitación del concepto de jor- 17 Sentencia Tribunal Supremo Social de 5 de junio de 2000 Fuentes López (RJ 20000\4649) que declara que el cauce procesal para reclamar modificaciones sustanciales de condiciones de trabajo no es el especial sino el ordinario, puesto que «no es aplicable al personal estatutario de la Seguridad Social, (...) con independencia de su sistema retributivo lo prevenido en los art. 39 y 41 del ET pues como esta Sala ha declarado con reiteración, Sentencias de 4 de diciembre de 1992 RJ (1992/10421), 22 de noviembre de 1993 (RJ 1993/8922), 15 de julio de 1994 (RJ 1994/6669), 6 de febrero de 1995 (RJ 1995/780), 14 de octubre de 1996 (RJ 1996/7624) y 29 de diciembre de 1999 (RJ 2000/569), dicho personal no está vinculado a la Seguridad Social por una relación laboral, sino estatutaria, al encerrar su actuación una clara condición de Derecho Público, al intervenir y contribuir de alguna forma en la gestión, actuación y realización de un servicio público, como es el de la Seguridad Social, razón por la cual el art. 1.3 a) del ET, excluye explícitamente de su ámbito a este personal, y por lo cual, con independencia del nombre que den las partes a la acción ejercitada, pretendido un restablecimiento de una situación estatutaria anterior, violentada por la demandada, las demandas interpuestas, como la de autos, tienen que tratarse por el procedimiento ordinario y no por el especial del art. 138.4 de LPL (...)»; «no es de aplicación el art. 138 LPL, pues este precepto y los siguientes forman parte del marco legal introducido por la Ley 11/1994, que lo establece exclusivamente para analizar las reclamaciones por infracción de los arts. 31 y 41 del ET». 72 nada. Básicamente han venido por dos caminos. Normalmente se han formulado de manera anudada a la determinación de la consideración de tiempo de trabajo efectivo –que trataremos más tarde—. En este sentido, la jurisprudencia 18 ha enfatizado la versatilidad y amplitud del concepto de jornada, cuando señala que «El planteamiento del recurrente parte del error de considerar que el concepto de «jornada» es unívoco y coincidente con el de «jornada de trabajo», siendo así que es plural e indeterminado. Es cierto que en su concepción jurídico-laboral estricta el concepto de «jornada de trabajo», que es el término utilizado por el art. 34.1 ET, equivale al tiempo de servicios efectivamente prestados por el trabajador como pago de su deuda de actividad. Jurisprudencialmente «La jornada efectiva de trabajo es el tiempo que, en cómputo diario, semanal o anual, dedica el trabajador a su cometido laboral propio» (Sentencia de 21-10-1994 ) y, en términos del art. 34.5, es el tiempo en que el trabajador «se encuentra en su puesto de trabajo». Desde esa concepción es evidente que un descanso no retribuido ni considerado tiempo de trabajo, no puede entenderse incluido dentro de la «jornada de trabajo». «Pero los conceptos de «jornada de trabajo» y de «jornada» no son iguales. La noción sociológica de esta última es más extensa y equivalente a todo el tiempo de presencia física del trabajador en la empresa o centro de trabajo. Y así es normal en el mundo del trabajo hablar de jornada de tantas o cuantas horas de duración, aunque en ese tiempo medien descansos no retribuidos. Desde ese prisma, la jornada diaria, que no la «jornada de trabajo», viene a ser entonces la suma del tiempo de trabajo efectivo, más el tiempo de descanso». «Ese concepto amplio de jornada puede inferirse incluso del número 4 del art. 34 ET, como se admite en el recurso, si se hace una interpretación literal del mismo, pese a que el precepto estatutario Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social), de 6 marzo 2000 (RJ 2000/2598) Ponente, Samper JuanRecurso de Casación núm. 1217/1999. 18 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JUAN MARTÍNEZ MOYA hable en su número 1 de «jornada de trabajo». Pues si en la jornada continuada el descanso debe establecerse «durante» ésta, y dicha preposición denota simultaneidad de un acontecimiento con otro, no es ilógico hacerla equivaler a «dentro de la jornada» como entiende la sentencia recurrida, y llegar así a la conclusión de que la jornada mínima de 7 horas establecida por el Convenio incluye, no sólo el «tiempo de trabajo efectivo», sino también el tiempo de descanso por bocadillo, que las partes negociadoras acordaron computar como de trabajo efectivo». dominio o preferencia del horario sobre la jornada, si así se dispusiese en norma legal o convenida, o así se hubiese estipulado en el correspondiente pacto... ». La distinción entre jornada y horario, como ha reparado la doctrina 20, no es inútil porque determinados preceptos –por ej. el art. 41 del ET– otorgan un tratamiento distinto a ambas instituciones, y no es simple toda vez que el uso coloquial de ambos conceptos, su aplicación judicial, y la propia no siempre las emplean con la suficiente nitidez. Se observa una línea de continuidad doctrinal en orden a destacar la diferencia conceptual entre jornada y horario y prevalencia de aquel en casos de divergencia 19 : «Los conceptos de jornada, sea diaria, mensual o anual, y de horario son conceptos muy próximos y vinculados entre sí, pero entre ambos es la jornada la que presenta una mayor relevancia y transcendencia, por cuanto que ella es la que determina nítidamente el número de horas que se han de trabajar, dentro del lapso temporal de que se trate; el horario es una consecuencia o derivación de la jornada, pues en él se precisa el tiempo exacto en que cada día se ha de prestar servicio, teniendo siempre a la vista y como norma a respetar la duración de la jornada estatuida. Por consiguiente, en el radio de acción en que se mueven estos dos conceptos, hay, en principio, una cierta supeditación o subordinación del horario a la jornada. De ahí que, cualquier disparidad o divergencia que entre ellos surja al ser aplicados en la realidad del tráfico jurídico, lógicamente haya de ser salvada y resuelta de modo que prevalezca y se respete la jornada establecida, aunque para ello tengan que sufrir alguna modificación o padecimiento los horarios anteriormente marcados; sólo podría, en tales casos, mantenerse el pre- 2.2. Limitación legal de la jornada: criterios sobre su fundamento 19 Sentencias de 22 de julio de 1995 (RJ 1995/6325), Gil Suárez, de 26 junio 1998 Botana López y de 19 febrero 2001 (RJ 2001/2805) Martínez Garrido. Si desde el punto de vista económico es esencial la determinación de una jornada mínima, por debajo de la cual decrece y llega a anularse el beneficio empresarial, desde el punto de vista social y jurídico se plantea el problema de limitar la duración máxima posible de la jornada con el fin básico de tutelar la salud psicofísica del trabajador 21. Esta explicación doctrinal encuentra incontestable reflejo en un caso 22 en que tras reafirmar la naturaleza laboral del contrato de los médicos residentes, se declara la nulidad de las cláusulas de los contratos particulares que niega el descanso legal. Al respecto se razona lo siguiente: «No se puede negar que el art. 34.3 ET y las Directivas 93/104/CE y 94/33/CE están presididos por unos principios que actúan, en general, en forma de mínimos, estableciendo limitaciones en la jornada de trabajo y garantizando unos descansos inexcusables, sin perjuicio de su regulación concreta en la negociación colectiva, pac20 GONZÁLEZ BIEDMA, EDUARDO, «La jornada (En torno al artículo 34)» en la obra colectiva El Estatuto del Trabajadores, Veinte años después. Revista Española de Derecho del Trabajo. Edición especial núm 100, Ed. Civitas, Madrid 2000,. pág 732. 21 Tomamos literalmente estas palabras de MONTOYA MELGAR, Derecho del Trabajo, op. cit. 22 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social), de 8 junio 2001 Sampedro Corral. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 73 ESTUDIOS tos específicos o contrato de trabajo, pero siempre sometidos a aquellos límites indispensables. En el fondo lo que persiguen una y otra norma –Estatuto y Directiva– es velar por la salud del trabajador –y, quizá, en el caso concreto, también la atención de los enfermos– mediante la concesión de un período de descanso que se considera necesario para el restablecimiento físico y psíquico del trabajador». sólo son computables las horas de «trabajo efectivo». El descanso compensatorio, por su propia naturaleza, no es tiempo de trabajo efectivo, regla que sólo cede si media acuerdo entre las partes. Sí lo es el exceso de trabajo que supera la jornada ordinaria, tanto si se retribuye económicamente como con descansos compensatorios, y por esa razón ese tiempo trabajado se computa para determinar la jornada real anual y abonar el tiempo excedido 23. 2.3. La jornada como trabajo efectivo Supuestos específicamente abordados –no muy numerosos para la riqueza de situaciones que se pueden presentar– y que marcan pautas en el seguimiento interpretativo de la cuestión son los siguientes: Los descansos durante la jornada de trabajo (art. 34.4 del ET) y la interpretación de la regla contenida en el artículo 34.5 del ET sobre de cómputo del tiempo de trabajo que integra la jornada ha sido objeto de consideración por el Alto Tribunal en determinados supuestos problemáticos. La solución de si determinadas situaciones (los desplazamientos al lugar de trabajo, las pausas por bocadillo o las guardias de localización, o bien otros supuestos más extremos como el tiempo empleado en la entrega de armas en los casos de vigilantes jurados, o el de aseo o vestuario) integran o no el tiempo efectivo de trabajo repercuten en diversas esferas de la relación laboral como el cómputo máximo de jornada o de reputarse tiempo de trabajo la forma en su caso de retribución, pero también proyectan eficacia en la relación obligatoria de Seguridad Social (pensemos, por ejemplo, en un infarto de miocardio que sufre un trabajador durante una guardia de presencia). Tiempo de trabajo efectivo que no cabe confundir con el denominado tiempo de espera previsto en el RD 1561/1995 sobre jornadas especiales, el cual pese a ser remunerado no cuenta a los efectos de cómputo de jornada. Si hubiera que establecer una regla general interpretativa que la jurisprudencia retiene podría resumirse diciendo, en estricta concordancia con la legalidad vigente, que para el cálculo de la jornada laboral máxima anual 74 (a) Para el cómputo de la jornada anual de la empresa ha de tenerse en cuenta el trabajo real y efectivo, sin que deba incluirse el tiempo de descanso del bocadillo 24. En efecto: la doctrina jurisprudencial establece sobre el particular que el que la empresa venga retribuyendo el tiempo de «toma de bocadillo» dentro de la jornada continuada de trabajo, no debe comportar de manera ineludible el que tal período de tiempo deba calificarse como de trabajo efectivo. Para que esto último acaeciera, es necesario que medie un acuerdo individual o colectivo al respecto, por así exigirlo, de modo ineludible, el mencionado art. 34.4 ET. «De la retribución del expresado descanso en jornada continuada no cabe, en manera alguna, inferir una tácita voluntad consensuada entre las partes en orden a la configuración como jornada efectiva de trabajo del señalado descanso, que es lo exigido, Sentencias Tribunal Supremo (Sala de lo Social), de 24 enero 2000 Samper Juan y de 20 diciembre 1999 Samper Juan. 24 Sentencias Tribunal Supremo (Sala de lo Social), de 6 marzo 2000 (RJ 2000/2598) Ponente, Samper Juany de 15 de octubre de 2001 y (Gil Suárez). Con anterioridad pueden verse sentencias TS de 21 de octubre 1994 (RJ 1994/8102), 20 de diciembre de 1999 Samper Juan RJ 1999/10036 y 3 de junio de 1999 Bris Montes. 23 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JUAN MARTÍNEZ MOYA para ello, por el repetido art. 34 del Estatuto de los Trabajadores». Además el Alto Tribunal refuerza esta regla general instaurando una presunción que juega a favor del empleador pues de prosperar de no ser así, se llegaría a superar el tope de jornada anual, por lo que no debe presumirse una voluntad empresarial que, además de abonar espontáneamente ese descanso, se constituya en situación de tener que abonar o compensar ese exceso de jornada anual». (b) El distinto tratamiento que tiene la guardia de presencia física y la de localización 25. Las horas de guardia localizada, salvo que se demuestre en cada caso lo contrario, no son horas de trabajo que den derecho a mayor retribución que la específicamente prevista para ellas, ni a descanso compensatorio. (c) El tiempo invertido en los desplazamientos entre el depósito de armas y el centro donde presta sus servicios el vigilante de seguridad es tiempo de trabajo 26. Ello es así porque tales desplazamientos no son los propios de ida y vuelta al trabajo desde el domicilio o residencia del trabajador, sino que están determinados por un deber impuesto por la empresa en atención a necesidades o conveniencias del servicio. Esta afirmación a su vez queda apuntalada en un precedente anterior 27, que ya indicaba que cuando «el 25 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social), de 10 marzo 1999 Moliner Tamborero RJ 1999/2125. En este sentido el TS ha mantenido tradicionalmente esta distinción entre guardias de presencia y localizadas tanto para resolver problemas de jornada TS 20 Feb. 1992 (Rec. 1006/1991), 9 Jun. 1992 (Rec. 732/1991), 30 Jun. 1994 (Rec. 3619/1993) o 24 Jun. 1996 (Rec. 1563/1995), como problemas de salarios TS 7 Feb. 1994 (Rec. 434/1993), 11 Mar. 1994 (Rec. 1703/1993), 24 Jun. 1994 (Rec. 3166/1993), 7 Oct. 1994 (Rec. 194/1994) o 22 Dic. 1995 (Rec. 2036/1995). 26 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social), de 18 septiembre 2000 Martín Valverde RJ 2000/ 9667 recaída en recurso de casación para la unificación de doctrina núm. 1696/1999. 27 Sentencia de 24 de junio de 1992 (RJ 1992/1669). horario se anticipa para el trabajador a fin de realizar una actividad concreta en un determinado lugar» que no es el de trabajo el «tiempo dedicado a desplazarse desde el centro de trabajo a distinto lugar» debe considerarse o computarse como «jornada de trabajo». Problema más arduo es la forma de retribución de estos excesos de jornada, temática que tendremos oportunidad de analizar en el apartado correspondiente a las horas extraordinarias. 2.4. El establecimiento de la jornada y sus modificaciones En línea de principio, muy interesante resulta la reflexión atinente a la observancia de la autonomía negocial cuando los Tribunales se enfrentan a problemas de establecimiento de jornada, cuando aquella, lógicamente, no rebasa el derecho necesario. La intervención judicial no puede suplir la actividad negociadora de las partes sociales, cuando quienes han decidido fijar una jornada anual y una mensual, omiten la diaria. La cuestión queda inmersa en el conflicto de intereses o de regulación ajeno al quehacer de los jueces sociales 28. Cuando la Sala Cuarta se ha enfrentado a supuestos de decisiones empresariales de modificación de jornada (reducción de la máxima legal) autorizadas en normativa convencional 29 confirma el asiento legal de la decisión en los siguientes términos: «en el art. 41 del ET se alude a ciertas materias, en las cuales, la empresa lleva a cabo una alteración que equivale a un cambio sustancial de condiciones: jornada de trabajo, horario, régimen de trabajo a turnos. Pues bien: el aspecto colecti- 28 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social), de 30 abril 2001 Ríos Salmerón . Recurso de Casación núm. 3215/2000. 29 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social), de 17 julio 2000 Ríos Salmerón. Recurso de Casación núm. 4155/1999. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 75 ESTUDIOS vo del cambio, determinante del sistema de consultas postulado, sólo hace aparición cuando la empresa modifica condiciones reconocidas a los trabajadores en virtud de acuerdo o pacto igualmente colectivo, con alegato de que han sobrevenido probadas razones económicas, técnica, organizativas o de producción. Ahora bien: lo que la empresa está haciendo, que conste, es servirse cabalmente de la autorización que le confiere el Convenio Colectivo, para alterar los horarios, con el máximo de una hora diaria. No se comprende, pues, ausente un hecho probado sobre que proyectar la afirmación, en qué manera cabe decir a la empresa, con eficacia de pronunciamiento general, que hace algo que el pacto colectivo no autoriza. Es más, el mencionado art. 32.1 se constriñe a fijar una limitación: las alteraciones en los horarios no pueden sobrepasar una hora diaria. Y en la medida en que tal limitación se respete, tendremos que admitir, como ya dijo la Comisión Mixta, que no es necesario sujetarse a trámite adicional alguno». 2.5. Calendario laboral y horarios En un pronunciamiento dictado en casación ordinaria la Sala Cuarta ha tenido oportunidad de solventar un problema nada claro, pues la ley nada dice sobre el particular. Se trataba de determinar si el empresario está obligado o no a incluir en el calendario los horarios. La respuesta, con la legislación vigente, fue negativa 30. La obligación venía impuesta en el artículo 4 del RD 2001/1983 que regulaba la jornada de trabajo y jornadas especiales. Pero este Decreto quedó derogado por la Ley 11/1994 y por la Disposición Derogatoria Única del RD 1561/1995. Este último Decreto es el que ha pasado a regular la jornada y no contiene mandato alguno que obligue al empresario a incluir los horarios en el calendario laboral. La Sala concreta esta decisión señalando que «El 30 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 18 de septiembre de 2000 Martínez Garrido . 76 artículo 34.6 del Estatuto de los Trabajadores ordena la publicación del calendario laboral. El problema litigioso se plantea sobre cuál sea el contenido de esta obligación de publicación, referida a los horarios que se contemplan en el referido precepto convencional. El Estatuto de los Trabajadores no obliga a la publicación de los horarios. Esta obligación venía impuesta en el artículo 4 del Real Decreto 2001/1983 que regulaba la jornada de trabajo y jornadas especiales. Pero este Decreto quedó derogado por la Ley 11/1994 y por la Disposición Derogatoria Unica del Real Decreto 1561/1995. Este último Decreto es el que ha pasado a regular la jornada y no contiene mandato alguno que obligue al empresario a incluir los horarios en el calendario laboral. Por tanto, es más que dudoso que el empresario esté obligado a incluir los horarios en el calendario que haya de publicar en cumplimiento del mandato del artículo 34.6 del Estatuto de los Trabajadores. Pero, en todo caso, esta obligación no puede extenderse a aquellos trabajadores y horarios que, por las características de su prestación, ya se ha previsto en el convenio colectivo que realicen unas jornadas de difícil determinación. Los trabajadores que han de realizar su función comercial fuera del centro de trabajo, y adaptados a las exigencias y necesidades de clientes, no pueden ver encorsetado su horario, sin detrimento de la labor específica que les es encomendada. Igualmente puede predicarse respecto del personal auxiliar y conductores de los altos directivos de la empresa. La obligación de establecer en el calendario la precisión horaria de estos trabajadores supondría tanto como destruir el principio de libertad organizativa que el artículo 25.4 del Convenio concedió a la empresa respecto de estas especiales tareas y los trabajadores que las realizan». 2.6. Cuestiones de legalidad en materia de jornadas especiales y calendarios La materia de ordenación del tiempo de trabajo también ha sido objeto de tratamien- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JUAN MARTÍNEZ MOYA En efecto, la cuestión versaba sobre la adecuación al ordenamiento jurídico la disposición adicional tercera del Real Decreto núm. 1561/1995, de 21 de septiembre sobre Jornadas Especiales de Trabajo, recurso interpuesto por la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). Tal disposición adicional, del siguiente tenor literal: «Competencia de los representantes de los trabajadores en materia de jornada. Sin perjuicio de las competencias reconocidas a los representantes de los trabajadores en materia de jornada en el Estatuto de los Trabajadores y en el presente Real Decreto, éstos tendrán derecho a: a) Ser consultados por el empresario y emitir informe con carácter previo a la elaboración del calendario laboral a que se refiere el apartado 6 del art. 34 del Estatuto de los Trabajadores. b) Ser informados mensualmente por el empresario de las horas extraordinarias realizadas por los trabajadores, cualquiera que sea su forma de compensación, recibiendo a tal efecto copia de los resúmenes a que se refiere el apartado 5 del art. 35 del Estatuto de los Trabajadores», fue declarada judicialmente adecuada al ordenamiento jurídico 32. Para fundamentar esta decisión se indicaba lo siguiente: «El RD 1561/1995, de 21 de septiembre recibe su fundamento de la habilitación concedida al Gobierno por el art. 34.7 ET, referido a jornada de trabajo, para que a propuesta del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y previa consulta a las organizaciones sindicales y empresariales más representativas, establezca ampliaciones o limitaciones en la ordenación y duración de la jornada de trabajo y de los descansos para aquellos sectores y trabajos que por sus peculiaridades así lo requieran; así mismo el art. 36.1 ET, referido al trabajo nocturno, en su párrafo cuarto establece ser de aplicación a lo establecido en el precedente párrafo segundo (extensión promedia de la jornada nocturna que se delimita con referencia a un período de 15 días y con prohibición de realizar horas extraordinarias), lo dispuesto en el apartado 7 del art. 34 ET referido, pudiendo establecer, igualmente el Gobierno, limitaciones y garantías adicionales a las previstas para la realización del trabajo nocturno en ciertas actividades o por determinada categoría de trabajadores en función de los riesgos que comporten para su salud e integridad; y el art. 37.1 ET, al regular el descanso semanal mínimo en términos de día y medio (dos días a menores de 18 años) ininterrumpido, acumulable por períodos de hasta catorce días, establece así mismo que resulta de aplicación al descanso semanal lo dispuesto en el apartado 7 del art. 34 precedente en cuanto a ampliaciones y reducciones, así como para la fijación de regímenes de descanso alternativos para actividades concretas.– Alega la Confederación demandante en el desarrollo de su impugnación, que las habilitaciones conferidas al Gobierno por los arts 34.7, 36.1 (párrafo cuarto) y 37.1 (párrafo segundo), que son el fundamento y razón de la promulgación del RD 1561/1995, de 21 de septiembre, se refieren a Véase la sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo ContenciosoAdministrativo, Sección 4ª), de 9 junio 1999. Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo ContenciosoAdministrativo, Sección 4ª), de 9 de diciembre de 1998 (RJ 1999\708). to por el orden contencioso-administrativo de la jurisdicción. Orillando los pronunciamientos judiciales que se producen fruto de la inevitable fractura que el sistema procesal todavía permite para que cuestiones propias de materia laboral pero vistas desde una perspectiva sancionadora (el artículo 7.5 del RD Leg. 5/2000 de 4 de agosto, por el que se aprueba el TR de la Ley Sobe Infracciones y Sanciones del Orden Social previene que la conculcación de las normas de jornada, así como vacaciones, descansos, permisos, etc. constituye infracción administrativa grave) sean conocidas por la jurisdicción contencioso-administrativa 31, dicho orden ha tenido ocasión de decidir un tema circunscrito a la estricta legalidad. 31 32 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 77 ESTUDIOS temas de jornada, trabajo nocturno y descanso semanal, sin que exista habilitación alguna al efecto en relación a la adicional tercera del expresado RD 1561/1995, pues su contenido no se corresponde con el de los relacionados arts 34.7, 36.1 y 37.1 ET, ya que esta adicional tercera no se refiere a ampliaciones o limitaciones en materia de jornada, de descanso semanal o de trabajo nocturno de especiales actividades que así lo requieran; estableciendo dicha adicional un derecho de consulta a los representantes de los trabajadores en orden a la formación del calendario laboral por el empresario y de otra parte, a ser informados tales representantes, mediante la recepción de los correspondientes resúmenes establecidos en el art. 35.3 ET, en materia de horas extraordinarias; cuyos dos aspectos, señala la demandante, por hallarse fuera de las habilitaciones singulares conferidas al Gobierno, determina que la adicional tercera tenga difícil encaje en el RD 1561/1995; y acerca de lo cual estima la Confederación demandante que se infringe el principio de reserva legal y el de jerarquía dado que conforme al art. 35.2 CE la regulación de lo pertinente al Estatuto de los Trabajadores y en él el derecho a la información o consulta, es materia que ha de ser regulada por ley, como en su día lo fue por la Ley 1/1991, de 7 de enero en lo referente a la información de los representantes de los trabajadores de los modelos básicos de contratos de trabajo de aplicación en la empresa. Señalando también la Confederación demandante que el contenido de la adicional tercera del RD 1561/1995 no constaba en el anteproyecto de Real Decreto que se remitió a la demandante a los fines de consulta previa, sin que por ello haya sido conocido de la parte hasta la promulgación del RD 1561/1995.». En su fundamento jurídico concluía que: «Ciertamente, el contenido de la representación unitaria de los trabajadores se regula en el art. 64 ET para el Comité de Empresa a cuya norma se remite para la representación sindical el art. 10.3.1 de la Ley Orgánica de Libertad Sindical 11/1985, de 2 de agosto.– Pero no es menos cierto en 78 relación a la cita de la Ley 1/1991, de 7 de enero, sobre comunicación de los modelos de contratos básicos y usuales en la empresa a la representación de los trabajadores, que como ya se desprende del contenido de la misma Ley y ello se expresa también en la sentencia del Pleno del Tribunal Constitucional 142/1993, de 22 de abril (RTC 1993/142), la materia regulada en aquella Ley afecta a aspectos reservados protegidos por el deber de guardar secreto que incumbe a los representantes de los trabajadores, aun no siendo contraria la regulación del art. 1.1 de la Ley 1/1991 a los arts 18.1 y 28.1 CE; ajustándose dicha Ley en lo demás a lo establecido en los referidos preceptos constitucionales; todo lo cual explica la regulación de su materia por la Ley expresada 1/1991.– Sin embargo ésta no es la situación que afecta a la formación del calendario, que por su naturaleza es un documento dotado de la máxima publicidad en la empresa y sin límite alguno puede serlo fuera de ella, de donde se deduce que fuera de la regulación establecida en el art. 34.6 ET, en modo alguno aspectos adjetivos como el regulado en la adicional tercera, pertenecen a la reserva legal del art. 35.2 ET, cuyo artículo 36.4 ET ha optado por mantener la supresión del visado previo de la Autoridad Administrativa Laboral, de larga tradición en el ordenamiento español y que aún tuvo su reflejo en la inicial redacción del Estatuto de los Trabajadores, cuya supresión se hizo en virtud de lo establecido en el Real Decreto-ley 1/1986; como tampoco se halla en este área de lo reservado y necesariamente intraempresarial, la materia sobre la prestación de horas extraordinarias y antes bien, por su entidad ningún obstáculo existe a que tenga, si no amplia publicidad, sí la acción pública necesaria en el seno de la empresa, máxime cuando es un aspecto que hace referencia a una decidida acción en función de los bienes a que afecta, desde el de la salud con todo lo implicado en la Prevención de Riesgos Laborales, hasta lo referente al cumplimento del ordenamiento de la relación de trabajo en condiciones de normalidad social.– Además de lo REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JUAN MARTÍNEZ MOYA señalado, cabe expresar que lo establecido en la adicional tercera, impugnada, no es sino una concreción singular, una integración de lo establecido en art. 64.1.9 ET, cuando señala como competencia de la representación unitaria de los trabajadores vigilar el cumplimiento de las normas legales en materia laboral sobre las condiciones de seguridad e higiene, hoy más bien prevención de riesgos laborales, a lo que contribuye precisamente el contenido de la adicional tercera del RD 1561/1995, cuya norma, sin desarrollar en los términos que autoriza el Estatuto de los Trabajadores en sus arts. 34.7, 36.1 y 37.1, también contribuye al adecuado cumplimiento de la normativa laboral en materia afectante también a las jornadas especiales de trabajo; es por ello, que la referida adicional tercera, no implica la necesidad de habilitación específica y previa de la ley, bastando acudir en este caso a la disposición final quinta Estatuto de los Trabajadores para hallar el cauce legal en que se producen estas singulares especificaciones, cuyo carácter normativo de ejecución no necesita por su fundamento y contenido, de especiales mandatos legales de habilitación como sucede en el caso del art. 34.7 del Estatuto de los Trabajadores». 3. LAS HORAS EXTRAORDINARIAS Con claridad, la doctrina 33 ha puesto de manifiesto que desde 1980 la institución de las horas extraordinarias ha sufrido profundas modificaciones y que no es nada fácil conciliar con éxito las múltiples perspectivas (individuales y colectivas, del trabajador y de la empresa, de los empleados y de los parados, de control y de flexibilidad, laborales y de cotización, de encarecimiento y de competitividad, de voluntariedad y de necesidad, etc.) que en ellas confluyen. Aspectos tan trascen- 33 SEMPERE NAVARRO, ANTONIO V., «El marco jurídico de las horas extras». Revista Aranzadi Social (número 17-diciembre 2001). dentales como la voluntariedad, complicados para otros ordenamientos nacionales dentro del orbe comunitario 34, no nos afectan. Pero el repliegue de la norma estatal a favor de la colectiva diversifica, y salvo mínimos de derecho necesario, genera casuismo en el tratamiento. De esta última nota no está exenta la aplicación judicial. Con todo, podemos extraer pocos, pero importantes, criterios jurisprudenciales sobre la materia que pasamos a exponer. 3.1. El reflejo jurisprudencial de la reforma de 1994 El impacto que produjo la nueva regulación del régimen jurídico de las horas extras se dejo sentir temprano en algún pronunciamiento del Alto Tribunal. Se afirmó entonces que no existía laguna en la regulación de las horas extraordinarias tras la reforma 11/1994. Y concluía por la aplicación la Disposición Adicional Primera de la mencionada Ley así como la Disposición Adicional Cuarta del Estatuto de los Trabajadores hasta que no se pacte una nueva regulación mediante convenio 35. Por otra parte, expresamente la Sala Cuarta no ha dejado de recordar que la evolución legislativa en torno a la remuneración de las horas extraordinarias introducida por la Ley 11/1994 atribuye a la negociación colectiva una amplia facultad para regular la remuneración de las horas extraordinarias. Y que en 34 La sentencia de 8 de febrero de 2001 del TJCE nos pone de relieve que «El empresario está obligado a poner en conocimiento del trabajador por cuenta ajena una cláusula que tiene el carácter de elemento esencial del contrato de trabajo o de la relación laboral en virtud de la cual el trabajador está obligado a realizar horas extraordinarias a petición del empresario en virtud de lo dispuesto en el artículo 2.1 de la Directiva 91/533/CEE». 35 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 2 de octubre de 1996 Campos AlonsoRJ 1996\ 7439. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 79 ESTUDIOS atención a lo dispuesto en el convenio de aplicación, en el que caso que resolvía concluía señalando que no son horas extraordinarias las que excedan de las nueve diarias sino las que superen las treinta y cinco semanales 36. 3.2. Sobre el concepto de hora extraordinaria: como exceso de la jornada ordinaria pactada El artículo 35.1 del ET dispone que «tendrán la consideración de horas extraordinarias aquellas horas de trabajo que se realicen sobre la duración máxima de la jornada ordinaria de trabajo, fijada de acuerdo con el artículo anterior ». Estamos ante una catalogación relacional 37. Sólo una vez conocida la jornada ordinaria (completa o parcial, continua o discontinua, ordinaria o reducida) puede entenderse de qué hablamos. Lo decisivo para saber si una hora puede ser considerada como extraordinaria es la delimitación de la jornada ordinaria. Y esta premisa ha sido férreamente asumida por la jurisprudencia. Así se ha afirmado que: a) Son horas extraordinarias las que rebasen la jornada máxima pactada en convenio colectivo, aunque se encuentren por debajo del tope de la jornada máxima legal 38. La simplicidad del criterio no era más que aparente en el caso planteado. Se trataba de la cuestión de si la remuneración del tiempo invertido en los desplazamientos para recogida y entrega de armas (asunto del que no hicimos eco a propósito de la jornada como trabajo efectivo) es la de las horas ordinarias, o la de las extraordinarias, que es lo que resolvió la Sala de 36 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 17 de noviembre de 1998 RJ Marín Correa RJ 1998\ 9753. 37 Seguimos en este punto a SEMPERE NAVARRRO, ANTONIO V, «El marco jurídico de las horas extras», Op, cit. 88 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 18 de septiembre de 2000 Martín Valverde RJ 2000\ 9667. 80 suplicación. Magistralmente, la Sala Cuarta, tras recordar los mandatos del artículo 35.1 y 34 del (ET), que contiene, el primero, la definición legal de las horas extraordinarias, y el segundo ordena por una parte que la «duración máxima de la jornada ordinaria de trabajo será de cuarenta horas de trabajo efectivo de promedio en cómputo anual», y dispone por otra que la «duración de la jornada de trabajo será la pactada en los convenios colectivos o contratos de trabajo», se plantea la duda que surge a la vista de los preceptos legales anteriores sobre si deben calificarse como horas extraordinarias sólo las que exceden de la jornada máxima legal (cuarenta horas), o también las que, como sucede en el caso, sin llegar a dicho límite, rebasan las jornadas máximas pactadas en convenio colectivo, o contrato de trabajo, debe ser despejada en favor de este segundo término de la alternativa. Y extrae una primera conclusión diciendo que : «Así resulta de la utilización de distintos criterios o cánones de interpretación. Y así lo viene entendiendo también mayoritariamente la doctrina científica.– Los cánones de la interpretación gramatical y de la interpretación finalista apuntan en el sentido indicado, ya que la idea de horas extraordinarias surge por contraposición a la de trabajo ordinario u horas ordinarias, y es más lógico referir éstas en concreto a las practicadas en las distintas empresas y sectores de actividad que al módulo legal abstracto establecido con carácter general. A ello debe añadirse, por vía de interpretación sistemática, que el propio legislador utiliza esta referencia de la jornada convencional o pactada, y no la de la jornada legal, en la definición del trabajo a tiempo parcial (art. 12.1 del ET), e implícitamente en la prohibición en el mismo de las horas extraordinarias (art. 12.4.b ET). La delimitación del concepto de horas extraordinarias por referencia a las horas ordinarias acordadas en convenios colectivos es también la tónica en Derecho comparado». Para finalmente concluir que, resolviendo el supuesto concreto analizado que «la delimitación anterior del concepto de «hora extraordinaria» lle- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JUAN MARTÍNEZ MOYA va necesariamente en el presente caso a calificar como tales las realizadas por los vigilantes de seguridad en el tiempo de desplazamiento para la recogida y entrega de las armas de fuego fuera de los centros de trabajo en que prestan servicios. De acuerdo con los hechos probados, dicho tiempo, que es de trabajo efectivo como se ha señalado, no reduce la jornada ordinaria de trabajo de vigilancia realizada, sino que se añade a la misma. El desplazamiento para la recogida del arma se hace antes del inicio del tiempo de vigilancia, y la entrega de la misma al final del servicio de vigilancia encomendado». b) En el marco normativo anterior a la reforma operada por Ley 11/1994, la décima hora de trabajo realizada en un mismo día siempre es extraordinaria, aunque no se supere la jornada máxima de cuarenta horas semanales 39 , salvo que, con la legalidad vigente, hubieran mediado convenio o acuerdo colectivo que así lo hubiere previsto. c) Interesante resulta una decisión 40 dictada en casación ordinaria en la que se confirma el carácter de horas extraordinarias todas aquellas horas de trabajo que se realicen fuera de la jornada ordinaria en los servicios de incidencias y en el grupo de plena disponibilidad del Parque Móvil del Estado del Ministerio de Economía y Hacienda, pese a 39 SSTS 22 diciembre 1994 (RJ 1994, rec. 40/92) (Alvarez Cruz); 27 febrero 1995 (RJ 1995, 1262); 4 julio 1995 (RJ 1995, rec. 166/95). 40 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 18 de septiembre de 2001Salinas Molina RJ 2001\7931. Sobre el concepto y legislación aplicable en transportes terrestres a la figura de horas de presencia, véase la sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 22 de diciembre de 2000 Salinas Molina RJ 20011\1872 que sienta el criterio de que la retribución de horas de presencia no puede compensarse con horas de trabajo efectivas no realizadas. También cf. Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 23 de octubre de 1998 Salinas MolinaRJ 1998\9043, interpretando los conceptos de horas de presencia y espera en un convenio colectivo de empresa dedicada al sector de transportes. declarar que «posiblemente (sea) cierto que determinados servicios de los desarrollados por el personal afectado permitirían una distinción entre «tiempo de trabajo efectivo» y «tiempo de presencia» y que quizá este último, dentro de ciertos límites, no debiera computarse a efectos de la duración máxima de la jornada ordinaria de trabajo ni para el límite máximo de las horas extraordinarias, al modo que se establece, por imperativo de lo dispuesto en el art. 34.7 ET en relación con el Real Decreto 1561/1995, de 21-9, en la normativa sobre jornadas especiales de trabajo y en concreto en el sector de transporte, pero no existe desarrollo reglamentario análogo y con las formalidades y garantías «ex» art. 34.7 ET con relación al trabajo que realiza el personal afectado por el presente conflicto no sujeto a la normativa del sector del transporte, por lo que la Administración empleadora no puede por sí adoptar medidas que puedan implicar la inaplicabilidad del Convenio Colectivo Unico para regular sus posibles peculiaridades por muy justificadas que pudieran parecerle». Por el contrario también ha forjado criterios de incompatibilidad retributiva en detrimento del devengo hora extraordinaria cuando establece que los trabajadores que reciben el plus de disponibilidad no pueden ser retribuidos por el concepto de horas extraordinarias 41. 3.3. Compensación El nuevo régimen legal instaurado tras la Ley 11/1994 sobre el valor de la hora extraordinaria, de un lado, claramente relegado al pacto colectivo o individual, y de otro lado, favorecedor del descanso frente al componente económico, ha tenido proyección en la doctrina jurisprudencial. En este sentido, se ha sentado la consecuencia de que la previsión 41 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 26 de septiembre de 2001. García Sánchez. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 81 ESTUDIOS convencional de abonar la hora extra con determinado recargo sobre su precio ordinario no excluye que se compense con descanso 42. Para personal laboral con régimen específico (vgr. RENFE) el Tribunal Supremo (Sala de lo Social) ha decidido sobre el incremento aplicable a las horas extraordinarias trabajadas en días festivos o de descanso 43, concluyendo que «si se tiene en cuenta que los excesos de jornada correspondientes a jornadas ordinarias de trabajo ya tienen previsto en los arts. 223 a 229 del Convenio un incremento retributivo, quedaría fuera de toda lógica entender que estas horas doblemente extraordinarias no tuvieran ningún incremento, por el solo hecho de que constituyen el apéndice de una jornada laboral ordinaria compensada con descanso. Ello con independencia de que lo que realmente pactaron las partes, como se ha visto, es la retribución de las mismas en todo caso, con su recargo correspondiente». Respecto de otros colectivos como el personal estatutario ya avanzamos más arriba 44 que por estar sujetos a un sistema de retribución cerrada, ajena a la legislación laboral, los excesos de jornada nunca se abonan como hora extraordinaria sino a través del complemento de atención continuada. 3.4. La prueba de las horas extraordinarias Tradicionalmente viene sosteniéndose que corresponde al demandante la prueba de los elementos constitutivos de lo reclamado y en materia de horas extraordinarias, la interpretación de la doctrina jurisprudencial ha sido 42 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 15 de diciembre de 1997 Bris Montes RJ 1997\ 9477. 43 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 7 de febrero de 2001 Moliner Tamborero RJ 2001\ 2147 44 Véase nota 10. 82 la de requerir una estricta y detallada prueba de la realización, del número de ellas 45. Quizá sea el tema probatorio de la carga de la prueba de las horas extraordinarias uno de los aspectos más necesitados de clarificación y reflexión por parte de la Sala Cuarta. Aun siendo conscientes de la dificultad de que esta materia pueda ser objeto de unificación dada la angosta puerta de tal tipo de recurso, todavía más estrecha si se trata de cuestiones de específico calado procesal, varias razones avalarían esta propuesta: la excesiva rigidez de esta regla resulta en ocasiones difícilmente conciliable con la riqueza de matices que se suelen presentar en los juicios laborales la prueba de la realización de unos excesos de jornada. A ello se une el juego que podrían dar los nuevos principios inspiradores de la carga de la prueba –facilidad y disponibilidad probatorias— contenidos en la Ley de Enjuiciamiento Civil de 2000 (art. 217). 4. TRABAJO NOCTURNO, TRABAJO A TURNOS Y RITMO DE TRABAJO Pronto se puso de relieve por la doctrina 46 que las normas sobre trabajo nocturno, trabajo a turnos y ritmo de trabajo del artículo 36 del Estatuto de los Trabajadores habían pasado casi inadvertidas en los comentarios y estudios sobre la reforma de la legislación de trabajo. Esta falta de atención se decía que no debía sorprender demasiado, si se tenía en cuenta que la reforma laboral aludida tenía varios ejes o líneas de desarrollo –supresión Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 11 de junio de 1993 De las Cuevas González RJ 19933\4665. 46 MARTÍN VALVERDE, ANTONIO «Trabajo nocturno, trabajo a turnos y ritmo de trabajo», en la obra Otras modificaciones del Estatuto de los Trabajadores.Extinción Individual y extinciones colectivas del contrato de trabajo, VV.AA. Coord. RAFAEL MARTÍNEZ Emperador; ed. Cuadernos de Derecho Judicial, Consejo General del Poder Judicial, 1995, pág 92. 45 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JUAN MARTÍNEZ MOYA del monopolio público de la colocación, movilidad interna de la empresa, liberalización moderada del despido, potenciación y reorganización de la negociación colectiva–. Al tiempo se aludía a la paradoja –explicada desde la óptica de atender a compromisos normativos comunitarios (Directiva 93/104, de 23 de noviembre de 1993) 47 — que producía la introducción de un reforzamiento de garantía y derechos individuales de los trabajadores que implicaba ir contracorriente frente a las ideas de flexibilidad imperantes. Esta menor atención doctrinal, y sobre todo la circunstancia de que el alcance del contenido normativo de la mayoría de previsiones (el ritmo de trabajo, por ejemplo) encuentran su contexto natural en la práctica de empresa, y son ideas-fuerza inspiradoras que deben estar presentes en la negociación colectiva para concretar determinados aspectos retributivos, amén de que tienen otros reflejos normativos en las de seguridad y salud laborales, también generan una paralela proyección de baja intensidad en la esfera jurisdiccional. Sin duda, las definiciones legales que contiene el precepto facilitan la labor del aplicador de la norma y del intérprete judicial. Así ha constatado que la modificación que del trabajo nocturno ha realizado la Ley 11/1994 sobre el artículo 34.6 del ETT conduce a entender que el artículo 36 del Estatuto dispone en definitiva que no se abonará como trabajo nocturno al que no trabaje de forma habitual de noche más de tres horas o un tercio del cómputo anual. Distinto es el plus de nocturnidad, como la misma sentencia expresa que una cosa es el período nocturno y otro el número de horas que se trabaje durante ese periodo. El plus de nocturnidad, complemento 47 La sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 4 de octubre de 2001 Iglesias Caberoafronta directamente la aplicación del Derecho Comunitario (Directiva 103/94/CE) del Consejo en una reclamación formulada por médicos de atención primaria. funcional, de puesto de trabajo y no consolidable no retribuye una jornada nocturna sino las horas trabajadas durante el periodo legalmente calificado como de nocturno 48. Por otra parte, como con anterioridad reseñamos, en el ámbito extralaboral normativo que protagoniza el personal estatutario se generan gran parte de los conflictos concernientes a sistema de turnos y complementos. Botón de muestra son las numerosas resoluciones que han sentado el criterio de que el turno rotatorio obligatoriamente tiene que incluir la realización de noches, esto es, considerar «rotatorio» únicamente el cambio de horario de día a horario de noche, pero no en el de mañana a tarde 49. En fin, la nocturnidad viene fuertemente vinculada a aspectos retributivos. El Tribunal Supremo (Sala de lo Social) ha centrado su atención básicamente: a) en cuestiones sobre compatibilidad o no de pluses. Es el caso de la declaración de incompatibilidad el plus de programación con el de nocturnidad 50; b) cálculo del complemento de nocturnidad 51 o c) en discusiones acerca de la inclusión del plus de nocturnidad en retribuciones correspondientes por trabajos en festivos, en pagas extraordinarias o su terminante exclusión en retribución correspondiente a vacaciones 52 48 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 1 de diciembre de 1997 Campos Alonso RJ 1997\ 8921. 49 Las ya citadas sentencias del Tribunal Supremo (Sala de lo Social) 26 de diciembre de 1997 [RJ 1997/9633], 6 de mayo de 1998 [RJ 1998/4100], 6 de junio de 1998 [RJ 1998/5096], 8 de julio de 1998 [RJ 1998/6259], entre otras muchas. 50 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 10 de abril de 2001 Desdentado BoneteRJ 2001\ 4904, para personal de Radio televisión. Recurso de casación para unificación de doctrina. 51 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 5 de julio de 1999 Marín CorreaRJ 1999\5273, respecto de la empresa Fasa Renault. Recurso de casación ordinario. 52 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 27 de mayo de 1999 Bris Montes RJ 1999\4998. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 83 ESTUDIOS en el Convenio Colectivo de Empresas de Seguridad, por ser función típica del convenio colectivo la previsión salarial en dicho período, ante la falta de previsión del art. 38 LET, por no figurar en el mismo convenio colectivo la previsión retributiva para dicho tiempo y sí otros conceptos salariales y extrasalariales y porque el plus de nocturnidad es difícilmente trasladable a las vacaciones. 5. DESCANSO SEMANAL, FIESTAS Y PERMISOS Sobre esta materia, regulada en el artículo 37 del Estatuto de los Trabajadores, se ha llegado a decir que nuestra jurisprudencia en unificación de doctrina no contiene grandes aportaciones conceptuales 53. Además, en las escasas sentencias que cabe traer a colación la problemática jurídica sobre las normas de descanso viene asociada a cuestiones retributivas. Cabría añadir a este análisis que es en casación ordinaria donde encontramos el mayor número de sentencias sobre estos aspectos, y necesariamente una visión integradora de esta materia aboca a reparar en los pronunciamientos recaídos en la jurisdicción contencioso-administrativa, y aislada doctrina constitucional 54. Respecto a la exclusión del plus de nocturnidad en vacaciones como refiere la sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 3 de diciembre de 1998 Fuentes LópezRJ 1998\10195 es criterio reiterado, entre otras, en sentencias de fechas 29 octubre 1996 (RJ 1996/8181) y 9 noviembre 1996 (RJ 1996/8181), entre otras. 53 MONTALVO CORREA, JAIME, en «Tiempo de trabajo», en Unificación de doctrina del Tribunal Supremo en materia laboral y procesal laboral, op. cit. supra. 54 De obligada cita es la sentencia del Tribunal Constitucional 19\1985, de 13 de febrero (RTC 1985, 19) sobre la posibilidad de descanso alternativo por convenio o contrato para determinadas confesiones religiosas. O la sentencia del Tribunal Constitucional 7\1985, de 25 de enero (RTC 1985, 7) que sobre festividades confirma que el sistema de calendario adoptado no invade competencias autonómicas. 84 Un sucinto muestrario de las sentencias más recientes permite efectuar las siguientes consideraciones, que en su mayoría son constatación de mandatos legales. 1. El descanso, como no podía ser de otra forma, es contemplado como condición esencial del trabajo. El Tribunal Supremo (Sala de lo Contencioso-Administrativo) es concluyente al afirmar que el cambio de los días de descanso semanal supone una modificación sustancial de las condiciones de trabajo 55. 2. La retribución de los períodos de descanso computables como trabajo (arts. 37 y 38 ETT) integran el concepto de salario, y como tal, se computan en la base de cotización para todas las contingencias y situaciones amparadas por la acción protectora del Régimen General, incluidas las de accidente de trabajo y enfermedad profesional 56. 3. Descansos y distribución irregular de la jornada y días feriados. En el sector de Grandes almacenes se suscita la controversia sobre abono o compensación de los días de balances e inventarios. Se decide en el sentido de que al haberse establecido una duración anual de la jornada no cabe distinguir entre días feriados y laborables: el art. 34 del Convenio Colectivo autoriza a establecer la distribución irregular de la jornada a lo largo del año, y como el art. 37 del Estatuto añade que los trabajadores tienen derecho a un descanso semanal acumulable por períodos de catorce días, ello significa la posibilidad del traslado del descanso a días no feriados 57. 55 Sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo ContenciosoAdministrativo) de 29 de mayo de 2000 García Ramos Iturralde. 56 Sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo ContenciosoAdministrativo) de 17 de febrero de 1997 Fernández Montalvo. 57 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 2 de febrero de 1998 González Peña RJ 1998\ 1246, dictada en recurso de casación ordinario. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JUAN MARTÍNEZ MOYA También respecto del Convenio Colectivo de Comercio de Baleares el Tribunal Supremo (Sala de lo Social) se ha pronunciado acerca de la licitud de la materia, entre otras, de la distribución irregular de la jornada laboral pactada en lo atinente a respeto de descansos 58. Y sobre el particular ofrece una fundada argumentación. Se impugnaba el artículo 29 del Convenio Colectivo, en cuanto expresa que: «La jornada máxima laboral anual se establece en 1.819 horas de trabajo efectivas. La distribución de la jornada podrá efectuarse de forma irregular siempre que no supere en computo anual la jornada máxima establecida y respetando los descansos mínimos establecidos legalmente o en el presente Convenio Colectivo, debiendo de mediar un descanso mínimo, entre jornada y jornada de 12 horas... La distribución de la jornada de trabajo se realizará por el empresario de manera que los trabajadores con carácter general, conozcan con una antelación mínima de 10 días naturales, la fijación del momento de la prestación de su trabajo. Las facultades de distribución de la jornada no podrán, en ningún caso, vulnerar el límite máximo de diez horas diarias de trabajo efectivo, en jornada ordinaria. Podrán producirse cambios en la jornada planificada, sin el preaviso correspondiente, que serán de obligatoria ejecución, por causas organizativas en base a imprevistos, ausencias de otros trabajadores, o acumulación de clientes...». A juicio de los recurrentes, estas reglas establecen una indeterminación total de la jornada que es incompatible con los artículos 34 y 35 del Estatuto de los Trabajadores, puesto que la duración de la misma y, por tanto, la constancia del inicio y finalización, es un dato de inexcusable cumplimiento jurídico, y por ello, la variabilidad de la jornada y horario de trabajo en atención a la decisión que en cada momento acuerde la empresa, es incompati- ble con esta certeza y determinación legalmente exigida». Pero concluye la sentencia señalando que «no existe la pretendida incompatibilidad, pues las discutidas reglas, responden a la facultad que confiere el artículo 34.2 del Estatuto, al disponer que «Mediante Convenio Colectivo o, en su defecto, por acuerdo de la empresa y los representantes de los trabajadores, se podrá establecer la distribución irregular de la jornada a lo largo del año. Dicha distribución deberá respetar en todo caso los períodos mínimos de descansos diario y semanal previstos en esta ley». Pues esta norma, autoriza que el Convenio Colectivo con los límites que señala, establezca la distribución irregular de la jornada a lo largo del año siempre que respete los períodos mínimos de descanso dispuestos legalmente. Lo que no significa, que el empresario pueda hacer uso de esta facultad a su capricho, arbitrariamente o de manera irracional, como en general, no puede hacerlo con ninguna de las facultades en que se vertebra el poder de dirección de la actividad laboral. Ningún poder jurídico tolera ser ejercitado con abuso (artículo 7.2 Código Civil), cosa que sucede cuando su titular lo emplea, con daño de terceros, para fines ajenos a los que determinaron su concesión. La decisión empresarial de fijar el horario de trabajo, siempre habrá de fundarse en causas conectadas con la utilidad y necesidades del funcionamiento de la empresa, la concurrencia de las cuales es aspecto susceptible de someterse al control judicial, caso de discrepancia. Entendido de esta suerte –como así lo hizo la sentencia combatida–, el artículo 29 del Convenio no transgrede el artículo 41 del Estatuto de los Trabajadores, cuyas disposiciones en punto a las acciones individuales y colectivas que los trabajadores tienen a su alcance en los supuestos de producirse una modificación sustancial de su horario de trabajo continúan plenamente en vigor». Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 15 de diciembre de 1998 Botana LópezRJ 1998\ 10510. 4. Como dejamos constancia al principio de este trabajo, las situaciones de suspensión que puede atravesar el contrato de trabajo 58 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 85 ESTUDIOS –en particular la huelga— tienen directos efectos sobre la retribución del trabajador. Con todo conviene salvar que con relación a la huelga lícita, en el caso de las vacaciones, juega el conocido principio de impermeabilidad (el tiempo de suspensión por causa legal se computa a efectos del cálculo de vacaciones y retribución). Ahora bien, existe un cuerpo de doctrina jurisprudencial dictada en casación unificadoraa 59, que sienta criterios en materia de retribución de los descansos cuando ha mediado huelga lícita: a) el descuento de haberes por huelga afecta tanto al salario base del día o día no trabajado como a la parte proporcional de las pagas extraordinarias (o de la participación en beneficios), y de la remuneración del descanso semanal o días festivos, pero sólo de los correspondientes a la semana en que se haya producido el paro 60; b) el aumento de retribución o descanso compensatorio para la jornada de trabajo que ha de desarrollarse durante un festivo intersemanal decae caso de que se lleve a cabo en el mismo una huelga 61; c) no surge el derecho al cobro por los días de descanso semanal comprendidos dentro del periodo de la huelga convocada en una empresa donde se ha establecido un régimen de trabajo a turnos, que determina la rotación sucesiva del descanso semanal de los trabajadores a lo largo de todos los días de la semana, sin limitarse al sábado y al domingo 62; y d) desde la óptica de sus consecuencias sobre las retribuciones del trabajador, la huelga y el cierre patronal no son necesariamente equiparables 63. 59 Seguimos la sistematización elaborada por SEMPENAVARRO, ANTONIO V. «Cuadernillo marzo 2001 Jurisprudencia Social Unificada», Aranzadi Editorial, pág 18. 60 Véanse sentencias Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 26 de mayo de 1992 Desdentado Bonete RJ 1992\3605, 19 de octubre de 1993 (RJ 1993\7841), 18 de abril de 1994 (RJ 1994\3256). 61 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 18 de marzo de 1996 Cachón Villar RJ 1996\2078. 62 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 13 de marzo de 2001 Martín ValverdeRJ 2001\3178 63 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 19 de marzo de 2001 Desdentado Bonete RJ 2001\3386. RE 86 5. Ejemplo del casuismo imperante en la materia, cuya causa eficiente se halla en que la norma a interpretar es fruto de la negociación colectiva, es la sentencia que aborda la interpretación de un precepto del Convenio Colectivo de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares sobre recuperación de festivos cuando se produce la coincidencia con días de inactividad laboral, en la que condena a la Administración Autonómica a conceder a sus trabajadores que prestan sus servicios en turno fijo de mañana, entre lunes y viernes, un día libre para recuperar cada uno de aquellos festivos que caen en sábado y que, por lo tanto, coinciden con su día libre semanal, a tenor de lo establecido en el último párrafo del art. 35 del Convenio 64. O su directa vinculación con cuestiones retributivas. Así se es doctrina reiterada que las dietas por destacamento previstas para el personal laboral de RENFE no se abonan en los días de descanso 65. 6. Los permisos. Nuevamente hemos de remarcar que la doctrina jurisprudencial en esta materia no admite una fácil sistematización, por su escasez y en todo caso dispersión –la interpretación de concreta regulación de normativa convencional es la fuente principal de los litigios. Un tema estelar cual era el reconocimiento expreso del permiso por sufragio activo que algunas sentencias (principalmente del orden contencioso-administrativo 66) no hace mucho tiempo venían fundamentando, por claro desfase de vigencia de la normativa al tiempo de incoación del proceso, ha dejado de tener interés tras la regulación expresa de este derecho (art. 37. 3 d/ del ET). Con todo unas pinceladas sobre las sentencias más relevantes nos llevarían a resaltar: 64 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 2 de noviembre de 1999 Martínez Garrido RJ 1999\ 7840. 65 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 17 de septiembre de 1998 Fuentes RJ 1998\7294. 66 Vgr. la Sentencia Tribunal Supremo (Sala ContenciosoAdministrativo)de 24 de febrero de 1998, MartíGarcía. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JUAN MARTÍNEZ MOYA a) Aunque el Tribunal Supremo (Sala de lo Social) inadmitió el recurso casación para unificación de doctrina por falta de contradicción, y la normativa a aplicar era la precedente, resulta útil reparar en las consideraciones que se efectúan acerca de permiso por guarda legal, sobre su fundamento y la concreción horaria 67 en cuanto pueden servir de pauta interpretativa para la resolución de eventuales litigios sobre la materia (adviértase que en lo tocante a la concreción horaria –creemos que no a la procedencia del derecho, o si se invocan vulneración de derechos fundamentales— y determinación de permisos, el art. 138 bis de la Ley de Procedimiento Laboral veda el acceso al recurso). Se trataba en efecto del modo de ejercicio del derecho de los padres a reducción de jornada por guarda de menor de seis años, regulado en el artículo 37.5 del Estatuto de los Trabajadores, antes de la reforma efectuada por la Ley 39/1999 de Conciliación de la vida familiar y laboral. La cuestión litigiosa se planteaba por pretender la demandante que se le otorgue la posibilidad de elegir turno, cuando en la empresa existen tres y la madre no tiene posibilidad de atender adecuadamente a sus dos hijos más que en el turno de mañana. La empresa alegaba que el precepto regulador únicamente concede el derecho a la reducción de jornada, pero no a la elección de turno entre los existentes, con variación del régimen de jornada que afectaba a la madre trabajadora antes de la reducción de su duración. Y entre sus consideraciones recordaba que «en la aplicación de las reducciones de jornada que establece el artículo 37.5 ET había de partirse de la base de que tal precepto forma parte del desarrollo del mandato constitucional (art. 39) que establece la protección a la familia y a la infancia, finalidad que ha de prevalecer y servir de orientación para la solución de cualquier duda interpretativa. Por otra parte, nada establece el precepto legal en orden a la con- 67 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 20 de julio de 2000 Martínez Garrido RJ 2000\7209. creción horaria de la reducción de jornada, ni si en tal actuación ha de prevalecer el criterio o las necesidades concretas del trabajador o las organizativas de la empresa. Aparente laguna legal, posiblemente dejada de propósito, con el fin de que se compatibilicen los intereses del menor (y por tanto del padre o la madre trabajadores), con las facultades empresariales de organización del trabajo ». b) No falta una miscelánea de pronunciamientos en los que se dilucida la procedencia de diversas clases de permisos contemplados en la normativa convencional y que se refieren a permisos de diez días contemplados personal adscrito al centro base de atención a minusválidos de la Comunidad Autónoma de Canarias 68, para exámenes del personal laboral del Patrimonio Nacional 69, o requisitos para ser beneficiario de los mismos (por ejemplo: qué debe entenderse por cargos sindicales 70, o sobre el alcance personal de la relación o vínculo de afinidad, al que el art. 37.3, b) del Estatuto de los Trabajadores reconoce, junto con el parentesco de consanguinidad, y hasta el segundo grado de uno y otro, la condición de causa de la atribución al trabajador de determinados permisos retribuidos en el sector de Grandes Almacenes 71). 6. VACACIONES ANUALES Pese a que las oportunidades que se le han presentado al Tribunal Supremo (Sala de lo Social) han sido escasas debido esencialmente –insistimos— al sistema legal de recursos, Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 19 de marzo de 2001 García Sánchez RJ 2001\3389. 69 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 15 de julio de 1998 Desdentado RJ 1998\6208. 70 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 25 de octubre de 1999 Martín ValverdeRJ 1999\ 8405. 71 En dos sentencias Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 18 febrero 1998 Martín Valverde, con voto particular, (RJ 1998/2209) y 27 de mayo de 1998 Salinas MolinaRJ 1998\4932. 68 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 87 ESTUDIOS no puede negarse el esfuerzo desplegado por aquél para ofrecer una construcción doctrinal, que aunque no comporte elementos novedosos, resulte clarificadora y generadora de seguridad jurídica, sobre todo en orden a garantizar la igualdad judicial en aplicación de la ley. Un intento de sistematización de las cuestiones tratadas por la jurisprudencia nos llevaría a dejar constancia de los siguientes extremos: 6.1. Clarificación de las fuentes normativas reguladoras de la materia En el esbozo del sistema de fuentes: ejemplo de este esfuerzo clarificador queda puesto de manifiesto aprovechando la resolución de un litigio que afectaba a trabajadores portuarios que demandaban la inclusión en la retribución de vacaciones del plus de turnicidad variable por domingos y festivos trabajados. Señalaba esta sentencia 72 que es doctrina muy reiterada la que establece que las vacaciones se han de regir, a falta de concreción legal de los conceptos comprendidos en la misma: a) por la norma del art. 7.1. del Convenio OIT núm. 132 que establece el principio de remuneración con arreglo a la «remuneración normal o media»; y b) por las disposiciones complementarias de los convenios colectivos, a cuyas precisiones y especificaciones remiten más o menos directamente el art. 38 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 30 de mayo de 2000 Martín ValverdeRJ 2000\5975. Las resoluciones que han establecido esta consolidada línea jurisprudencial son numerosas. Entre ellas, limitando la cita a sentencias de unificación de doctrina, las de 20 y 23 de diciembre de 1991 ( RJ 1991/9093 y RJ 1991/9097); 21 de enero, 30 de septiembre, 6 de noviembre y 29 de diciembre de 1992 (RJ 1992/59, RJ 1992/6829, RJ 1992/8786 y RJ 1992/10373); 1 de febrero de 1993 (RJ 1993/721); 14 de febrero de 1994 (RJ 1994/1044); 29 de octubre y 17 de diciembre de 1996 (RJ 1996/8181 y RJ 1996/9717). 72 88 del ET (Estatuto de los Trabajadores) y el propio art. 7.1 del Convenio OIT núm. 132. Pero cuando ha tenido que resolver sobre la preferencia de las fuentes normativas no lo ha dudado. Ha dado preferencia a lo establecido en Convenio Colectivo sobre las normas de la OIT 73 también en cuestión vinculada a la retribución razonando lo siguiente: «el artículo 38 del Estatuto de los Trabajadores, se remite en materia de vacaciones a lo establecido en Convenio Colectivo dictando normas sobre el mínimo de días que deben abarcar, el calendario que las distribuya y la antelación con que debe ser conocido por los trabajadores el inicio de las mismas. Es pues un precepto que en sí nada resuelve sobre la materia litigiosa, de si su retribución debe comprender el plus de ventas y retribución de las horas nocturnas. Por su parte el artículo 7.1 del Convenio 132 de la OIT dispone que en el disfrute de las vacaciones se percibirá por lo «menos la remuneración normal o media», pero esta disposición de acuerdo con lo prevenido en el propio artículo 1 del citado Convenio 132 que dispone «la legislación nacional dará efecto a las disposiciones del presente Convenio en la medida en que esto no se haga por medio de contratos colectivos, laudos arbitrales, decisiones judiciales, procedimientos legales para la fijación de salarios o de otra manera compatible con la práctica nacional que sea apropiada a las condiciones del país», sólo tiene aplicación en defecto de lo acordado en Convenio Colectivo, como lo viene declarando esta Sala de modo reiterado en las Sentencias que cita el recurso a saber 13 de abril, 8 de junio y 19 de octubre de 1994 (RJ 1994/2994, RJ 1994/5411 y RJ 1994/8057) y 21 de octubre y 9 de noviembre de 1996 (RJ 1996/9061 y RJ 1996/8414), en consecuencia regulada la retribución de las vacaciones en el artículo 60 del Convenio Colectivo de 1963 aplicable y vigente al tiempo de resolverse el Conflicto Colectivo, a él ha de estarse». 73 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social)de 7 de julio de 1999 (Bris Montes) RJ 1999\6797. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JUAN MARTÍNEZ MOYA 2. Cuantía: el mantenimiento de la regla de remuneración normal o media Como hemos reseñado la mayoría de decisiones son inescindibles a la retribución y también, en ocasiones, al juego de la doctrina sobre condiciones más beneficiosas. La regla de la remuneración normal o media es una constante para aquellos conceptos salariales integrantes de la retribución normal. Manifestaciones concretas son: a) Respecto del personal de puertos y autoridades portuarias establece 74 que: 1) el plus de turnicidad variable es un concepto retributivo de la jornada ordinaria que debe mantenerse durante las vacaciones, dando validez al Convenio de la OIT sobre lo establecido en el Convenio Colectivo, lo que parece contrario a lo establecido por la Sentencia de 21 de enero de 1992 –Unificación de Doctrina– que establece que no parece posible negar validez a las cláusulas colectivas que sustraigan de la retribución a las vacaciones, componentes salariales de la regla de la remuneración normal o media (Cv 132 OIT), siempre y cuando se respeten en cómputo anual los mínimos indisponibles de derecho necesario. Y añade que 2) «El complemento remuneratorio cuestionado en el presente caso tiene sin duda carácter de «retribución normal» para los trabajadores que realizan trabajo en turnos de domingos y festivos. El carácter variable de dicho incremento retributivo no comporta la calificación de complemento salarial excepcional o extraordinario para quienes de manera habitual prestan servicios en tales condiciones». b) Y expresamente la Sala Cuarta sienta criterios generales al indicar que en la remuneración de las vacaciones deben integrarse los distintos conceptos salariales de la jorna- 74 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 30 de mayo de 2000, cit. nota 72 da ordinaria, siempre que no hayan sido excluidos por el convenio 75. Y en la misma sentencia resalta que «el plus que reciben los trabajadores asignados al turno de mantenimiento preventivo, cuando su turno de trabajo sea coincidente con sábado, domingo o festivo, debe repercutir en la retribución de las vacaciones, pues el plus de referencia no responde a servicios extraordinarios si no que supone la compensación económica de la jornada normal de trabajo», pero la anotada sentencia no considera como computable a efectos de vacaciones «la cantidad que los trabajadores perciben «en compensación por transporte», por tratarse de un concepto claramente indemnizatorio y no salarial». 6.3. Duración: el principio de proporcionalidad a) No hay fisuras en el criterio jurisprudencial acerca del mantenimiento del principio de la proporcionalidad, si bien se admite el pacto en contrario, a favor de la retribución total, siempre y cuando se establezca una retribución específica. Así se ha destacado que la regla de la reducción proporcional es aplicable tanto en virtud de lo dispuesto por la normativa estatal como internacional. Cabe la mejora en virtud de Convenio Colectivo, en virtud de la cual no se aplique tal proporcionalidad, pero sólo es válida en el caso de que se retribuya el exceso, lo que no hace el convenio de aplicación 76. De esta manera se ratifica el carácter esencialmente retribuido de las vacaciones. 75 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 19 de abril de 2000. Iglesias Cabero RJ 2000\4245 (recordando sus precedentes como sentencias de 20121991 [RJ 1991/9093], 201 y 931992 [RJ 1992/52 y RJ 1992/1632] y 2111993 [RJ 1993/8341], 14 de octubre de 1992 (RJ 1992/7631), 13 de abril de 1994 (RJ 1994/2994) y 7 de julio de 1999 (RJ 1999/6797). 76 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 14 de julio de 1997 Marín CorreaaRJ 1997\6263. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 89 ESTUDIOS b) La misma resolución refiere que es doctrina judicial consolidada, aunque inicialmente vacilante, de acuerdo con la cual el período no trabajado por suspensión de contrato autorizada en expediente de regulación de empleo da lugar a la reducción proporcional de la duración de las vacaciones anuales. c) Y en cuanto a su conexión con los permisos (extremo sobre el que reparamos en un apartado precedente en nuestro estudio), el Alto Tribunal ha considerado que : 1) No procede el abono de la parte proporcional correspondiente a la última anualidad cuando en la misma se ha disfrutado de permiso retribuido de larga duración, unilateralmente concedido por la empresa «empalmando» el fin de tal permiso con la extinción de la relación laboral, producida por despido colectivo debidamente autorizado 77. 2) No hay derecho al disfrute de vacaciones cuando el periodo transcurrido del año natural ha sido ocupado por permiso retribuido. La finalidad del derecho a vacaciones retribuidas es procurar un periodo retribuido de descanso y tiempo libre que permita al trabajador recuperarse del desgaste psicológico y fisiológico del trabajo prolongado; no se cumple, por tanto el presupuesto del disfrute de las vacaciones en el supuesto como el de autos en que el trabajador ha permanecido en situación de licencia retribuida, con apartamiento de la prestación de servicios, durante el tiempo de la relación de trabajo al que pretende imputar el período vacacional 78. d) En cuanto a criterios más específicos la jurisprudencia considera que el disfrute establecido en «un mes» se computa de fecha a fecha, cualquiera que sea el día de inicio 79. Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 30 de abril de 1996 Martínez EmperadorRJ 1996\ 3627. 78 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 13 de febrero de 1997 Martín ValverdeRJ 1997\ 1267. 79 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 18 de enero de 2000 González Peña RJ 2000\955. 77 90 6.4. Momento de disfrute: la prevalencia de las necesidades objetivas de la empresa en la confección de cuadros de vacaciones. La regla de caducidad a) La voluntad de las partes actúa como primera fuente de establecimiento. Pero no es inusual que se planteen conflictos en defecto o no fructificación de un acuerdo. La jurisprudencia (casación ordinaria) viene otorgando al empresario el derecho de condicionar el disfrute de las vacaciones en determinadas fechas por parte de la plantilla a la plena efectividad del servicio, siempre en concordancia con los convenios colectivos de aplicación 80. Textualmente explicita este criterio en los siguientes términos: « (...) la pauta básica que, con respecto a la confección de los cuadros de vacaciones se ha de aplicar, es la de que los servicios queden debidamente cubiertos, pauta que prevalece claramente sobre los deseos e intereses de los empleados, los cuales debe procurarse que sean atendidos, pero estando siempre supeditados a la cobertura de los citados servicios». Con todo, la tendencia jurisprudencial apuntada ha de entenderse en su justa dimensión pues se refiere siempre a aspectos del disfrute de las vacaciones que quedan apartados de la negociación, no a incumplimiento del calendario pactado, que difícilmente podría admitirse, ni aun en caso de circunstancias productivas sobrevenidas que ab initio sí tendrían justificación excluyente del periodo. b) No parece haber perdido vigencia el criterio jurisprudencial que dispone que en caso de establecimiento de un momento determinado caduca el derecho una vez transcurrido el mismo 81. Se resuelven de este modo las Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 12 de marzo de 2001 Gil Suarez RJ 2001\3174. 81 Por todas, sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 30 de noviembre de 1995 Fernández LópezRJ 1995\8771. 80 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JUAN MARTÍNEZ MOYA controversias surgidas cuando se produce la coincidencia entre el periodo legal de maternidad y las fechas establecidas para el disfrute de las vacaciones pactadas colectivamente. La trabajadora no tiene derecho a que se le fije individualmente una época distinta de vacaciones, una vez concluido el período de descanso por maternidad, ni, en su caso, a reclamar indemnización por daños y perjuicios de no ser posible su disfrute en el año natural correspondiente. 6.5. Procedimiento aplicable Con prontitud la Sala Cuarta dejó claro el objeto del proceso especial de vacaciones al establecer que esta modalidad procesal especial está únicamente concebida para litigios referente a fecha de disfrute pero no al derecho ni duración 82. 7. EL TIEMPO DE TRABAJO Y OTROS ASPECTOS LABORALES, DE SEGURIDAD SOCIAL Y PROCESALES ALEDAÑOS Seguros de que algunas referencias jurisprudenciales que abordan la temática del tiempo de trabajo han podido quedar preteridas, circunstancia que, como venimos repitiendo, responde a la dificultad de sistematizar esta materia debido a múltiples factores ya destacados a lo largo de esta exposición (casuismo, el fuerte juego de la negociación colectiva, el sistema de recursos, etc.), cerramos este estudio con una breve noticia sobre criterios jurisprudenciales recientes en los que el tiempo de trabajo se halla involucrado e inciden sobre otros aspectos aledaños del contrato de trabajo, de la relación de seguridad social y de instrumentación procesal. 82 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 29 de marzo de 1995 Martín Valverde RJ 1995\2349. Así ha declarado en orden a la fijación del salario regulador de la indemnización por despido que debe ser el anterior por jornada completa aunque en el momento del cese se cobrara el inferior correspondiente a la jornada por reducción por guarda de hijo menor de seis años 83. Se ha pronunciado por la inexistencia de accidente de trabajo en un supuesto en que el trabajador sufre un infarto de miocardio en su domicilio encontrándose éste en situación de guardia localizada o disponibilidad permanente, pero sin prestar servicios, al considerar que no quedaba acreditado el nexo causal, toda vez que la presunción de laboralidad no alcanza a estas situaciones 84. La jurisprudencia unificadora ha descartado la figura del despido parcial en el caso en que la pérdida de una contrata de un centro de trabajo para una empresa de limpieza y la correlativa reducción de horario que la trabajadora sufre que en el mismo prestaba servicios, manteniendo el resto de la jornada para dicha empresa, supone una modificación sustancial de las condiciones de trabajo 85. Directamente asociado al tiempo de trabajo, el criterio jurisprudencial que consistía en reputar situación legal de desempleo la reducción de jornada pactada sin término final, instrumentada por la vía de la modificación sustancial de condiciones de trabajo 86 encontró de inmediato una respuesta legislativa con la Ley 66/1997, de 30 de diciembre de Medidas Fiscales, Administrativas y del 83 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 11 de diciembre de 2001 Samper Juan 84 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 7 de febrero de 2001 Iglesias Cabero RJ 20011\2148. 85 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 20 de noviembre de 2000 Fernández López RJ 2000/10294, citando precedente originario (sentencia de 7 de abril de 2000 Gullón Rodriguez RJ 2000/ 3287). 86 Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Social) de 24 de febrero de 1997 Martín Valverde RJ 1997\ 1579. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 91 ESTUDIOS Orden Social (art. 40) añadiendo un párrafo al art. 203 del Texto Refundido de la Ley General de la Seguridad Social (RDLeg 1/1994, de 20 de junio) contrarrestando aquella doctrina al disponer que «A estos efectos, se entenderá por reducción temporal de la 92 jornada ordinaria aquella que se autorice por un periodo de regulación de empleo, sin que estén comprendidas las reducciones de jornadas definitivas o que se extiendan a todo el período que resta de la vigencia del contrato de trabajo». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JUAN MARTÍNEZ MOYA RESUMEN: Varios rasgos fundamentales se desprenden del rastreo de la jurisprudencia aproximadamente del último lustro directamente relacionada con el tiempo de trabajo (art. 34 al 38 del ET ) en su dimensión o faceta de duración de la prestación: a) Su conexión con lo retributivo y con la duración del contrato. b) Casuísmo y la dispersión, lo que dificulta, salvo quizás en lo referente a vacaciones anuales, una construcción sistemática de la materia. La dimensión que cobra la negociación colectiva con fuente normativa de regulación justifica esta realidad, al tiempo que explica que la mayoría de conflictos resueltos por la Sala Cuarta se dicten en el marco de la casación ordinaria. La casación unificadora en cambio es terreno propicio para los conflictos del personal estatutario. c) Desde la reforma de 1994 el término flexibilidad constituye un referente interpretativo, teniendo su contrapartida en la rigurosa observancia de las normas de derecho necesario. d) El fenómeno de fragmentación de jurisdicciones (social y contenciosoadministrativa) sigue sin resolverse. e) En el haber de la jurisprudencia social cabe reseñar, sin duda, la claridad conceptual. Así, en cuanto a la jornada, su delimitación conceptual, su distinción con el horario, la acomodación del significado y consideración o no como tiempo efectivo de trabajo a las situaciones singulares que se le han planteado –el descanso por bocadillo, las guardias localizadas y de presencia, el tiempo empleado en la entrega de armas. En cuanto al calendario ha señalado que no es obligación del empresario incluir los horarios. Respecto a las horas extraordinarias: ha calado hondamente el espíritu de la reforma de 1994; consciencia de la amplitud del concepto de hora extraordinaria, pero siempre con referencia a la jornada ordinaria. Quizás se echa en falta una pronunciamiento, con carga doctrinal, sobre el importante tema de la prueba de las horas extraordinarias, máxime teniendo en cuenta la entrada en vigor de la LEC de 2000 que en su art. 217 regula con extensión la carga de la prueba. Con relación al trabajo a turnos y nocturno: por una parte, ha definido con claridad (fundamentalmente para personal estatutario –y por tanto, con normativa ajena al ET—) que el turno rotatorio necesariamente tiene que incluir las noches. Por otra parte, ha sentado pautas sobre incompatibilidad de percepción de determinados pluses con el de nocturnidad, ha resuelto sobre el cálculo de éste y su inclusión o no en la retribución de festivos. Sobre descanso semanal, la mayoría de cuestiones afectan a la retribución, y ha declarado que no surge el derecho al cobro por los días de descanso semanal comprendidos dentro del periodo de la huelga convocada en una empresa donde se ha establecido un régimen de trabajo a turnos, que determina la rotación sucesiva del descanso semanal de los trabajadores a lo largo de todos los días de la semana, sin limitarse al sábado y al domingo. En materia de vacaciones se produce una línea clara de consolidación doctrinal en cuanto al sistema y prelación de fuentes reguladoras del derecho, el mantenimiento de la reglas de proporcionalidad en la duración y del criterio de la remuneración normal o media. Ha tenido también ocasión de pronunciarse sobre cómputo de fechas de disfrute, y se observa una tendencia a la prevalencia de las necesidades objetivas de la empresa en la confección de cuadros de vacaciones. En el terreno procesal destacar que la jurisprudencia unificadora ha descartado la figura del despido parcial en el caso en que la pérdida de una contrata de un centro de trabajo para una empresa de limpieza y la correlativa reducción de horario, entendiendo que supone una modificación sustancial de las condiciones de trabajo. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 93 El salario CONCEPCIÓN ROSARIO URESTE GARCÍA * CONCEPTO T omando como punto de partida la definición legal que del mismo proporciona el art.26.1 del Estatuto de los Trabajadores -«Se considerará salario la totalidad de las percepciones económicas de los trabajadores, en dinero o en especie, por la prestación profesional de los servicios laborales por cuenta ajena, ya retribuyan el trabajo efectivo, cualquiera que sea la forma de remuneración, o los periodos de descanso computables como de trabajo»- la Sala de lo Social del Tribunal Supremo ha dedicado diversas resoluciones a examinar los distintos aspectos que lo conforman, ya desde una vertiente positiva, ya desde una delimitación negativa o por exclusión. La sentencia del Tribunal Supremo de 10 de julio de 2001, dictada en Recurso de Casación para la Unificación de Doctrina nº 1801/ 00, contempla un supuesto de retribuciones en especie en el que la sentencia emitida por el Juzgado de lo Social había afirmado que formaban parte del salario y eran computables para la determinación de la base reguladora, mas atendido que la Sala de suplicación declararó su incompetencia para el enjuiciamiento de la litis por entender que era un tema de gestión recaudatoria, el pronuncia- * Magistrada de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Profesora Asociada de Derecho del Trabajo, Universidad Complutense miento del Tribunal se centra en la cuestión competencial precisando que se trata : «...simplemente de cuantificar el importe de la base de cotización, con el consiguiente reflejo en la base reguladora de prestaciones de la Seguridad Social; aceptar la solución a que llega la sentencia recurrida supondría que cada vez que se ejerciten acciones para reclamar superiores salarios, y puesto que con ello resultaría incrementada la base de cotización a la Seguridad Social, habría que declinar la competencia en favor del orden contencioso-administrativo de la jurisdicción, en contra de las previsiones contenidas en el artículo 9 de la Ley Orgánica del Poder Judicial». De esta manera anula las actuaciones devolviéndolas al Tribunal Superior correspondiente. Desde otra perspectiva, la Sentencia de fecha 19 de abril de 2000, dictada en Recurso de Casación para la Unificación de Doctrina núm. 2980/1999, en el que se reclamaba, por vía de conflicto colectivo, un plus de turno de mantenimiento establecido en la normativa convencional, concretamente el derecho con traducción directa en la retribución de las vacaciones, expresó, en esencia, lo siguiente: «El tema de la retribución de las vacaciones ha sido tratado y resuelto por la Sala en repetidas ocasiones, para colmar el vacio de los arts. 40.2 CE y 38.1 ET, que se limitan a reconocer a los trabajadores un descanso anual retribuído, pero no facilitan reglas para determinar los conceptos incluídos y excluídos del cómputo económico, al menos no lo REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 95 ESTUDIOS hace el ET, que es la norma llamada a cumplir tal cometido; el art.7 del Convenio nº 132 de la OIT, ratificado por España el 16 de febrero de 1972, es más preciso al establecer que en ese periodo vacacional se percibirá «por lo menos su remuneración normal o media (incluído el equivalente en efectivo de cualquier parte de esa remuneración que se pague en especie, salvo si se trata de prestaciones permanentes de que disfrute el interesado independientemente de las vaciones pagadas), calculadas en la forma que determine en cada país la autoridad competente o el organismo apropiado». Recuerda al respecto aquella resolución las anteriores de fechas 20.12.1991, 20.01 y 9.03.1992, 2.11.1993, 13.04.1994 y 7.07.1999, y otras muchas, consolidando la linea argumental acerca de la integración, en la retribución de las vacaciones, «de los distintos conceptos salariales de la jornada ordinaria», o normal, que no hubiéren sido excluídos por convenio. Concluye de esta manera que en el caso enjuiciado, en el que el turno de mantenimiento es ininterrumpido de sábado a miércoles, con los descansos que luego se establecen, el plus de referencia no responde a servicios extraordinarios sino que compensa económicamente la jornada normal del trabajo, y en sentido contrario no llega a computar la «compensación de transporte» al estimar que constituye una percepción extrasalarial (art. 26.2 ET), un concepto indemnizatorio y no salarial. En el mismo sentido se pronuncia el tribunal pocos días despues (Sentencia de 30 de mayo de 2000. RCUD 3589/2000). En esta delimitación conceptual, desde su vertiente negativa, cabe reseñar los pronunciamientos emitidos el 17 y el 22 de febrero de 2000; en el primero se solicitaba por la parte actora el abono de dietas y en el segundo, además, gastos de kilometraje, concurriendo en ambos supuestos un cambio definitivo del centro de trabajo. En aquél se produce un traslado a otras empresas del grupo ante el cierre del centro inicial, analizándose por la Sala el art. 40 ET y en la segunda sentencia 96 se estudian los convenios colectivos vigentes en los periodos de reclamación, para concluir que no se trataba de desplazamientos temporales –el desplazamiento «queda reservado a los casos en que el trabajador, por decisión empresarial y carácter coyuntural, presta servicios completos en un lugar diferente al que constituye su centro de trabajo»-, de manera que no procede el abono de dietas, ni tampoco la compensación económica por kilómetro recorrido, prevista convencionalmente cuando concurra requerimiento del empleador y no puede equipararse a un cambio con carácter definitivo del lugar de desempeño del trabajo. La ST de fecha 9 de junio de 2000 (Rec. 2562/1999), resolviendo sobre demanda de conflicto colectivo, lleva a cabo la interpretación de la normativa laboral de FEVE que regula las «dietas» y de la «hora de viaje», aplicando los criterios hermeneúticos que se infieren de los arts. 3.1 y 1281 del Código Civil; en la misma se declara la compatibilidad de ambos conceptos «–que gozan de autonomía y tienen carácter y naturaleza diferentes–», apreciando que las dietas, que corresponden a todos los trabajadores, cubren los gastos realizados por éstos, mientras que la hora viaje se establece por el convenio para un determinado presonal –el de conducción, trenes y de intervención- para compensar el tiempo que el trabajador ha estado desplazado fuera de su residencia habitual. La resolución emitida por el TS el 19 de julio de 2001 (RCUD 3047/2000) analiza el derecho al abono de las ayudas de estudios establecidas para el personal de Instituciones Sanitarias de la Seguridad Social, cuando se trata de personal interino. Recuerda al respecto las sentencias de 17.04.00, 18.05.00 y 29.11.00, y la interpretación amplia que verifican de esta materia, señalando que los anteriores se integran en la plantilla al desempeñar, aunque sea transitoriamente, las funciones propias de una plaza que conforma tal plantilla y finaliza estimando su derecho al percibo de aquéllas. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 CONCEPCIÓN ROSARIO URESTE GARCÍA Sobre la naturaleza no salarial del plus de transporte nos encontramos la resolución dictada por el Tribunal Supremo el 9 de octubre de 2001 (RCUD 1855/00); el supuesto enjuiciado afecta a sí tiene derecho o no a su abono el representante legal con derecho de crédito horario. La solución alcanzada fue: «Cuando el representante de los trabajadores se desplace hasta el centro de trabajo, bien para trabajar o bien para ejercer sus funciones representativas, devenga la compensación establecida en atención a la distancia a salvar; cuando no tenga necesidad de efectuar dicho desplazamiento falta la causa del devengo». También debe hacerse una mención separada acerca de los «anticipos salariales». El alto tribunal confirma la configuración otorgada por el Estatuto de los Trabajadores a esta posibilidad, configuración que no establece otro tope que el de los «salarios devengados», declarando la nulidad de aquellas claúsulas convencionales que preveían un plus de acreditación de la concurrencia de «necesidad» y limitaban aquella posibilidad a un máximo de seis anticipos cada año natural (ST de fecha 21 de marzo de 2001. Recurso 2196/2000). Resta verificar una breve referencia a la denominada «cesta de navidad», tradicionalmente incardinada entre las percepciones en especie de naturaleza no salarial y considerada como mera liberalidad empresarial carente de carácter salarial; la reciente sentencia del TS, de fecha 28 de noviembre de 2001 (Rec. 364/2001, sobre conflicto colectivo), tiene como nucleo un «complemento familiar por cesta de Navidad» establecido en un pacto colectivo (acuerdo extraconvenio de mejoras sociales), acerca del cual la sentencia combatida había afirmado que no se podía comparar un servicio otorgado por la empresa en función de una acción social, «que no tiene el carácter de salario», con las mejoras retributivas que puedan establecerse, fundando su tesis en la jurisprudencia de la Sala que declara que «la cesta de navidad y los Regalos de Reyes no son salarios, porque no se integran en la contraprestación que se da en el sinalagma funcional de las obligaciones de cada una de las partes». Se desestima el recurso planteado ante la carencia de acreditación de que el referido complemento se hubiere percibido desde su implantación por los trabajadores ingresados posteriormente a un acuerdo de fusión. CUESTIONES CONEXAS A LA DELIMITACIÓN CONCEPTUAL En la resolución que el Tribunal Supremo dicta el día 28 de octubre de 2001 (RCUD 529/01) se lleva a efecto la siguiente matización: «... el concepto de renta es más amplio que el de salario, incluyendo percepciones de distinto origen que el trabajo, como son las derivadas de rendimientos del capital mobiliario o inmobiliario. Por el contrario, no puede otorgarse la consideración legal de renta, a las indemnizaciones por daños sufridos en el patrimonio, al faltar el elemento de periodicidad inherente al concepto literal del término “renta”. En el supuesto concreto enjuiciado, que afectaba a la percepción del subsidio de desempleo y en el que los conceptos retributivos cuestionados –plus de herramientas y de traslado– tenían un carácter indemnizatorio según el convenio colectivo, el alto tribunal concluye que: «No deben tener la consideración legal de rentas aquellas cantidades destinadas a compensar un gasto ajeno a estas necesidades, como son el plus de desgaste de herramientas, con el que el trabajador deberá adquirir aquellas que le son exigidas para acceder al puesto de trabajo, ni los gastos que le origina el acudir al trabajo en una actividad que, como la construcción, desplaza permanentemente el lugar de prestación de los servicios». Cabe mencionar igualmente el pronunciamiento de 26 de junio de 2001 (RCUD 2370/2000) relativo a una reclamación de «seguro de sueldo» –reconocimiento de la dife- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 97 ESTUDIOS rencia entre la pensión que se percibiera por todos los conceptos y el salario real calculado de conformidad con criterios especificos para el caso– que el TS desestima entendiendo que no se trataba de un seguro en sentido propio y acudiendo al instituto de cosa juzgada respecto de la sentencia de conflicto colectivo (art. 158.3 TRLPL) que la misma Sala dictó el 11.03.96, aplicable también a los trabajadores en su condición de personal pasivo (en el mismo sentido relaciona las SSTS de fechas 4, 16 y 17.02.99 y 11.05.99). Por otra parte, la reciente sentencia dictada por el TS el 11 de diciembre de 2001 (RCUD 1817/2001) aborda el tema atinente al salario regulador de la indemnización por despido, afirmando que será el anterior percibido por jornada completa aunque en el momento de cese la demandante cobrase el inferior correspondiente a una jornada reducida por guarda de hijo menor de seis años. Recuerda la Sala la finalidad tuitiva de la que también hablaba la resolución de fecha 20 de julio de 2000 (Rec. 3799/99) –«en la aplicación de las reducciones de jornada que establece el art. 37.5 ET, ha de partirse de la base de que tal precepto forma parte del desarrollo del mandato constitucional (art. 39 de la CE) que establece la protección a la familia y a la infancia. Finalidad que ha de prevalecer y servir de orientación para la solución de cualquier duda interpretativa»–, junto al contenido de la ST de 15.10.90, recaída así mismo en supuesto de jornada reducida por cuidado de hijos, que expresó que el criterio relativo a que el salario a tomar en consideración es el realmente percibido en el momento del despido «es una regla general frente a la que caben excepciones», siendo una de ellas la que alcanza a la jornada reducida por guarda legal. FIJACIÓN DEL SALARIO Las cuestiones que aborda este epígrafe se refieren a la determinación, a la fijación del 98 salario, atendido que el mismo no permanece inmutable en el tiempo sino que se modifica, en función de razones diversas, durante el desarrollo de la relación laboral; de esta manera se abordan, entre otros, los extremos relativos a la competencia para su concreción, las pautas interpretativas aplicables, el derecho al percibo o no del salario correspondiente a las funciones de superior categoría, la fecha de fijación de efectos del percibo, la determinación del sistema retributivo del personal estatutario y la indisponibilidad de las normas de derecho necesario. El Tribunal Supremo consolida en el grupo de resoluciones que veremos seguidamente la doctrina unificada en punto a las pautas interpretativas a seguir en los distintos supuestos que en esta materia se plantean. Concretamente en una sentencia dictada a principios del año 2000 –de fecha 3 de febrero (RCUD 2229/1999)– expresa con claridad su linea argumental: «Como ha afirmado repetida jurisprudencia, la interpretación de los Convenios Colectivos, dada su integración en el sistema formal de fuentes y su condición de acuerdo, ha de realizarse conforme a los criterios hermenéuticos establecidos, tanto para la interpretación de las normas legales –artículos 3 y 4 del Código Civil (C.c.)–, como de los contratos –artículos 1281 y siguientes-. Entre estas reglas interpretativas, adquiere singular relevancia la de literalidad, que ordena estar al sentido «propio de sus palabras» –artículo 3 C.c.– o «al sentido literal de sus cláusulas» –artículo 1281 C.c.– cuando los términos de un contrato o convenio sean claros y no dejen duda sobre la intención de las partes. Bajo estos parámetros de literalidad, y en su caso, posterior intencionalidad, es como debe hallarse el significado, alcance y contenido de lo pactado, para en su consecuencia determinar las obligaciones asumidas por cada una de las partes». Seguidamente analiza el tenor literal del precepto cuestionado concluyendo la claridad de sus términos y resolviendo la litis en el sentido que sigue: «Esta norma convencional, a la cual REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 CONCEPCIÓN ROSARIO URESTE GARCÍA están sometidos todos los trabajadores, tanto pasados, como presentes y futuros de la empresa, en cuanto todos son representados por los sindicatos firmantes, establece y define el nuevo concepto salarial, del que se afirma que viene vinculado a la actuación concreta de cada empleado y a lo que consigue con esta actuación y que tiene naturaleza no consolidable, por lo que no es de aplicación al personal en Situación Laboral Especial». La sentencia de fecha 11 de mayo de 2000 asienta la linea jurisprudencial anterior acerca de la aplicación de las reglas de interpretación de los contratos establecidas en el Código Civil en aquellos supuestos en los que se discute la cobertura de una norma convencional, concretamente en materia de determinación o fijación del salario. Así afirma: “A la luz de estos preceptos y del primer canon hermenéutico establecido en el apartado primero del artículo 1.281 C.c. y en el artículo 3 del propio Código –aplicable también por el carácter normativo del Convenio estatutario–, en el sentido de haberse de estar al sentido literal de sus cláusulas cuando los términos de un contrato son claros y no dejan dudas sobre la intención de los contratantes, habrá de desestimarse el recurso. En efecto, la norma paccionada, condiciona la aplicación de la mejora retributiva, en el ámbito del convenio litigioso, a que la misma sea reconocida «de forma general para el resto de los empleados de la administración estatal o autonómica de Cataluña». Esta atribución general es meridianamente claro que no concurre en el Acuerdo litigioso, que solamente ha reconocido el incremento retributivo a un número de los destinatarios incluidos en el ámbito personal del convenio, no superior al diez por ciento, por lo que huelga hablar de generalidad, término que, hace relación, según el Diccionario de la Real Academia Española «a la mayoría, muchedumbre o casi totalidad de los individuos u objetos que componen una clase o un todo, sin determinación a persona o cosa particular”». Con proyección sobre el sistema retributivo y su determinación (aunque no exclusivamente), la resolución de fecha 20 de julio de 2000 (RCUD 2011/1999) dictada en el supuesto de integración en la Administración Autonómica Andaluza, concretamente en el personal laboral de la Junta, de trabajadores de la Cámaras Oficiales de la Propiedad Urbana andaluzas, asevera que: “La conclusión no ha de ser otra que la competencia de la Comunidad Autónoma Andaluza para regular la integración del personal de las Cámaras que estuvieran sometidas a su tutela, la aplicación exclusiva de la normativa autonómica para regular tal integración y, en consecuencia, la inaplicabilidad de la normativa reglamentaria estatal sobre la misma materia. Por todo ello, la sentencia recurrida debió haber aplicado el artículo 4 del tan mencionado Decreto 86/96 –que no reconoce derecho alguno al respeto de las condiciones económicas de las que pudieran disfrutar los actores sino que simplemente dispone que «sus condiciones de trabajo sean o no de naturaleza salarial, serán las establecidas en el citado Convenio Colectivo (del personal laboral al servicio de la Junta de Andalucía)–”». En la sentencia de fecha 24 de julio de 2000 (RCUD 3850/1999) el TS aborda el derecho al abono del salario correspondiente a las funciones de superior categoría realizadas por los demandantes, con independencia de sus titulaciones, recordando al repecto la sentencia de la Sala de 17 de mayo de 2000 (recurso 3183/99) dictada en cuestión idéntica y la doctrina unificada que recogen las sentencias de 25 de marzo y 27 de diciembre de 1994 y 19 de abril de 1996: «...la exigencia de título puede constituir no sólo requisito inexcusable para la realización de una actividad profesional –en cuyo caso sólo se puede adquirir la categoría si ostenta la titulación requerida– sino también impedimento para que puedan realizarse, aun accidentalmente, las funciones correspondientes, en cuanto la norma imperativa prohibe el ejercicio profesional sin la debida titulación y su violación REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 99 ESTUDIOS puede ocasionar infracciones de otro orden. Ahora bien, en otros casos el título no constituye elemento legal necesario para ejercitar una actividad laboral, sino que su imposición por convenio colectivo tiene el designio de mantener el nivel cultural y técnico que resulte más adecuado para una actividad profesional determinada». La proyección de este criterio sobre el asunto enjuiciado determinó la estimación del recurso de casación para la unificación de doctrina, «porque lo realmente acreditado es que los demandantes realizaron durante todo el año 1998 las labores propias de los celadores, abstracción hecha de sus titulaciones académicas que, pese a venir exigidas por el convenio colectivo para tal menester, la Junta demandada no tuvo inconveniente en excusar esa deficiencia para encomendar a los trabajadores labores de superior categoría a la suya personal, y por eso debe retribuir de la misma manera ese trabajo, con independencia de las especialidades personales de quienes la ejecutan». Una solución diversa la encontramos en la sentencia del TS de fecha 4 de junio de 2001 (RCUD 3677/2000), en un supuesto en el que se postulaban las diferencias retributivas existentes entre la categoría ostentada de educadoras y la superior de maestras de escuelas infantiles, por cuanto «en este caso el título de maestra con especialidad en educación infantil es un requisito ineludible para acceder al derecho que se postula» de conformidad con la normativa de aplicación (LO 1/1990, de 3 de octubre, de ordenación del sistema educativo y RD 1004/1991); esta resolución relaciona a su vez otros pronunciamientos anteriores que reflejaban dicha doctrina unificada (SSTS 12.02.97, aportada de contraste, 21.02.94, 8.02.00 y 15.02.00, además de las arriba reseñadas). En orden a la fijación del salario, la resolución del día 18 de septiembre de 2000 (Rec. 1100/1999) dictada por el alto tribunal, acude nuevamente a las pautas generales de interpretación al abordar la atinente al convenio colectivo de aplicación en el supuesto que 100 enjuicia, reseñando al respecto lo expresado por la sentencia de instancia, en concreto: «...el Convenio Colectivo tiene la doble naturaleza de norma jurídica y contrato, por lo que le son de aplicación los criterios interpretativos establecidos con carácter general para la interpretación, tanto de las normas jurídicas como de las obligaciones contractuales. Y en ambos casos, por mandato de los artículos 3 y 1281 del Código Civil, ha de prevalecer la interpretación literal, si no ofrece oscuridades de redacción, ni es contraria a lo que debió ser la intención de las partes. Al expresar la cláusula discutida que la retribución a que se refiere se abonará en los casos de permanencia por más de nueve meses en el Grupo de Iniciación, se establece un mandato de meridiana claridad, que por otra parte, sería de inteligencia imposible si se llegara a la conclusión que el recurrente pretende, pues no tendría sentido la referencia a más de los nueve meses. Y siendo ello así no ha lugar a acudir a otros criterios interpretativos». En la sentencia del Tribunal Supremo de fecha 12 de diciembre de 2000 (Rec.1292/ 2000), que analiza la fijación por la Comisión Paritaria de las nuevas tablas del Plus de Convenio, se concluye que dicha comisión se excedió de las facultades que el convenio le atribuye –de interpretación de la claúsulas del mismo, de aplicación y vigencia de su cumplimiento, y, en su caso «estudio» de las nuevas tablas– expresando para ello en su fundamentación que: «El texto es claro y ninguna de las normas hermenéuticas establecidas en el Código Civil (artículos 1281 a 1289 con primacía de la interpretación literal, siempre que no deje dudas sobre la intención de los contratos; de tal modo que las restantes normas tienen carácter subsidiario) permite llegar a otra conclusión, máxime cuando la norma no tiene carácter general, ni admite varios sentidos, ni es obscura, sino que refleja diáfanamente la voluntad de las partes de atribuír a la Comisión Paritaria la función normal de administración del convenio, sin extenderla a la derogación, modifica- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 CONCEPCIÓN ROSARIO URESTE GARCÍA ción o variación de cualquiera de sus normas». Respecto de la fecha de fijación de efectos del percibo, en concreto de un complemento por trabajos tóxicos, peligrosos o penosos demandado por un trabajador interino alegando que el trabajador a quien sustituía si que lo cobraba, la sentencia de fecha 31 de enero de 2001 (RCUD 1560/2000) consolida el criterio expresado por la misma sala del Tribunal Supremo en la dictada el 14.10.2000, argumentando lo que sigue: «...constatada la realidad de la realización de las funciones que llevan aparejado el cobro del mismo, nada debe impedir que se demande su abono en los periodos y cantidades no prescritas, lo que no supone dejar en manos del reclamante la fijación de la fecha de efectos del percibo, sino que, por el contrario, se trata de materializar el derecho del trabajador al percibo de su salario (artículo 4.2 f) y 26 del Estatuto de los Trabajadores) desde que se realiza la actividad que el empleador está obligado a remunerar». Respecto a la fijación o variación del salario, la Sentencia de 28 de febrero de 2001 (Rec 3186/2000), dictada por el alto tribunal en proceso de conflicto colectivo que afectaba a los trabajadores españoles al servicio de las Fuerzas Armadas de Norteamérica en las bases de utilización conjunta, concretamente en el aspecto relativo al alcance de la modificación de condiciones de trabajo, recuerda lo siguiente: »De acuerdo con la legislación española, y de acuerdo con las propias previsiones del Convenio de Cooperación, el cambio de nivel retributivo debe respetar los mínimos de derecho necesario. Pero el respeto a tales mínimos se produce en el caso y no se ha discutido por las partes. Cumplido este requisito, la asignación y modificación de niveles puede ser llevada a cabo por los distintos cauces previstos en el ordenamiento jurídico; entre ellos, la atribución por convenio colectivo de tal facultad al acreedor de la prestación de trabajo». En asunto atinente a incrementos salariales establecidos en convenio colectivo –con la finalidad de mantener el poder adquisitivo de los trabajadores– la sentencia de fecha 14 de marzo de 2001 (TS Rec 4193/1999) utiliza, una vez mas, la interpretación literal de la norma paccionada (para la anualidad de 1999 se toma como base la indicada de 1997 y se incrementa con el IPC real de 1999 y así sucesivamente). Sobre esta fase de fijación del salario cabe reseñar, con relación a los facultativos de cupo que prestan sus servicios en la Comunidad Valenciana, la resolución de 26 de marzo de 2001 (Rec. 3456/2000); en la misma se indica que aquéllos vieron modificado su sistema retributivo por un Acuerdo del Gobierno valenciano que fue declarado nulo, volviéndose al sistema precedente y que promulgado el D11/2000, que reconoce la posibilidad de opción entre el capitativo y el de retribución fija, mientras no se realice tal opción se aplicará el sistema de retribución por número de cartilla asignada (capitativo). La sentencia de 9 de abril de 2001 (RCUD 977/2000) del mismo tribunal analiza la concreción del sistema retributivo del personal estatutario cuando no se había dictado en la CCAA afectada –Comunidad Valenciana– una regulación específica sobre el núcleo planteado, aplicando supletoriamente la normativa estatal, conforme a lo prevenido en el art. 149.3 in fine de la CE y arts. 26 y 27 del Estatuto de Autonomía, y según la cual el cálculo de los trienios debatidos debe llevarse a cabo atendiendo a las previsiones del RD 1181/1989. Era la doctrina unificada que plasmaban ya las sentencias de 11.04.95 y 21.03.96 examinando análogo problema de derecho transitorio. El Tribunal Supremo, en su resolución de fecha 27 de abril de 2001 (RCUD 4108/2000), con relación al problema objeto de enjuiciamiento –fijación de los efectos retributivos para quienes habían sido transferidos a la Comunidad Autónoma del País Vasco, habida REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 101 ESTUDIOS cuenta del establecimiento de salarios superiores en el convenio de los colectivos laborales al servicio de la administración de la CAV y del proceso de valoración definitiva de puestos de trabajo llevado a efecto en virtud del Decreto 226/1997, de 14 de octubre, del Gobierno del País Vasco– asienta que tales «efectos retributivos del encuadramiento de los actores en los grupos o niveles que resultan de la aplicación del Decreto 226/1997, mencionado, no alcanzan a períodos anteriores al 1 de noviembre de 1997, y, por ende, en tales períodos los actores no tienen derecho a percibir las diferencias económicas que reclaman en sus demandas»; una solución contraria vulneraría el principio de irretroactividad de las leyes establecido en el art.9 CE y en el art.2.3 Código Civil. La sentencia fechada el 11 de junio de 2001 (Rec. 4247/2000), que resolvía una demanda sobre ilegalidad, nulidad de precepto convencional sobre el sistema retributivo, fundamenta que dicho sistema fijado por la norma paccionada –en casos de interrupción del trabajo por causas no imputables al empresario– no vulnera las previsiones de derecho necesario, no conculca en concreto el art. 30 ET, habida cuenta de que los supuestos que desglosa no están contemplados por este último precepto. En la sentencia de 5 de noviembre de 2001 (Rec 4862), el Tribunal Supremo lleva a cabo la interpretación de la norma convencional relativa a la jornada de embarque, tomando como punto de partida, al igual que en ocasiones anteriores, el art. 1281 Código Civil, de cuya aplicación concluye: «A efectos de liquidación mensual, la retribución anual, ha de dividirse por los días efectivos del año –366 por ser bisiesto– y cada mes ha de multiplicarse el cociente por el número de días. Si a consecuencia de ser el año bisiesto o por cualquier otra circunstancia, se efectúa una jornada superior a la pactada, el exceso deberá ser retribuido como horas extraordinarias, de modo que, en cualquier caso, por este sistema de cálculo se satisface el salario de todos y cada uno de los días trabajados». 102 El TS en sentencia de fecha 16 de octubre de 2001 (RCUD 1345/01) excluye la aplicación de dos sistemas retributivos diferentes para cada una de las horas trabajadas por eventuales en servicio de refuerzo en los Equipos de Atención Primaria, afirmando que el sistema retributivo es uniforme y tasado con precisión. Cristaliza la postura de la Sala de la que son exponentes la sentencia de contraste de 4 de octubre de 2000, la de 27 de noviembre de 1996 y la de 2 de octubre de 2000. «La doctrina que contienen esas sentencias puede resumirse así: los servicios prestados por el personal de refuerzo son retribuidos por el INSALUD en la cuantía que, en el ejercicio regular de sus funciones, determina para cada año; tal retribución está integrada por el sueldo, complemento de destino, y complemento de atención continuada». Análogo pronunciamiento contenía la resolución de 26 de abril de 2001 (RCUD 2546/2000), con cita de los emitidos el 6 de octubre y 7 de noviembre de 2000. Un análisis de los limites de la regla de ultraactividad del art. 86.3 del Estatuto de los trabajadores, proyectada sobre la concreción de las normas retributivas de trabajadores fijos discontinuos, la encontramos en la sentencia fechada el 10 de julio de 2001 (RCUD 2973/2000); la misma indica que tal regla no se prevé para cubrir el vacío normativo surgido de la conclusión del convenio siguiente ya celebrado, sino en aras de la conservación provisional de las cláusulas del convenio anterior mientras se negocia el siguiente, como norma disponible por la autonomía colectiva. Respecto de un caso en el que se debatía la calificación y abono de horas extrordinarias, la sentencia del Tribunal Supremo de fecha 31 de octubre de 2001 (Rec. 1169/2001) examina los conceptos de jornada ordinaria de trabajo, horas realizadas por guardias localizadas, asistenciales y por dispositivos de riesgo previsible, el cómputo como tiempo de trabajo efectivo ordinario y, en su caso, como horas extraordinarias, relacionando así mis- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 CONCEPCIÓN ROSARIO URESTE GARCÍA mo los diferentes supuestos de la cuantía de abono de las guardias localizadas, junto al rechazo de las dos cuestiones prejudiciales que habían sido planteadas al poder resolverse la cuestión de conformidad con lo previsto en nuestro derecho interno. Para completar este capítulo atinente a la fijación del salario hemos de referirnos a los supuestos de supresión de alguno de sus elementos, como lo contempla la resolución de 10 de julio de 2000 (TS), en un caso en el que el Consejo de Administración, por acto de propio imperio y sin acuerdo de los representantes de los trabajadores, suprime una mejora retributiva –incremento de 15% de las tablas salariales–, voluntaria en su origen e incorporada al reglamento de régimen interior, indicando que, «el reglamento de régimen interior tiene una vigencia indefinida» y que su función de reglas de acomodación «le sitúa en principio en una posición de concurrencia no conflictiva, –por supletoriedad, complementariedad o suplementariedad– con las normas de reglamentación o convenio-acomodadas». Tal resolución asienta la exigencia de acuerdo con los representantes de los trabajadores, estando vedada a la Caja su supresión sin el mismo. De forma análoga una sentencia fechada el 18 de septiembre de 2001 (Rec. 2302/2000) niega a la Administración empleadora –Parque Móvil del Estado. Ministerio de Economía y Hacienda– la exclusión de la aplicabilidad de determinadas cláusulas convencionales atinentes a la duración máxima de la jornada ordinaria de trabajo y al límite de las horas extraordinarias para un concreto grupo de trabajadores, no sujetos a la normativa del sector del transporte, «por muy singulares que sean las circunstancias en que se desarrolla la prestación de sus servicios», reseñando en el FJ 3º el principio de la fuerza vinculante de los convenios (art. 37.1 CE) junto a los arts. 3 y 82.3 ET. Por último, acerca de la disposición, aunque parcial, del derecho al salario –derecho garantizado por los arts. 4.2.f) y 26 ET y protegido por la indisponibilidad de las normas de derecho necesario del art. 3.5 del mismo texto legal– la reciente sentencia del Tribunal Supremo de 17 de diciembre de 2001 fundamenta que la pretensión empresarial de minorar el salario del trabajador pactado en el contrato de trabajo, en base a causas económicas, al igual que al resto de la plantilla, no puede hacerse mediante un pacto extraestatutario al que no se adhirió el demandante. Unifica así la docrina respecto del criterio diferente seguido en resolución de 4 de julio de 2000, que se aportaba como contraste. FORMA DE ABONO Una de las últimas novedades jurisprudenciales alcanza a la forma de abono del salario, concretamente al pago mediante transferencia bancaria. De la formulación legal contenida en el art. 29.4 del Estatuto de los Trabajadores, que establece que: «El salario, así como el pago delegado de las prestaciones de Seguridad Social, podrá efectuarlo el empresario en moneda de curso legal, o mediante talón u otra modalidad de pago similar a través de entidad de crédito, previo informe al comité de empresa o delegado de personal», el Tribunal Supremo en sentencia de fecha 5 de noviembre de 2001 argumenta que es el empleador en quien se residencia la opción entre el abono en metálico y el pago a través de talón u otra modalidad similar mediante intervención de entidades de crédito, integrándose dentro de esta última vía la transferencia bancaria («que incluso viene dotada de mayor seguridad»). Afirma el Alto Tribunal que ello no implica una limitación a la libertad de individuo, sino que el trabajador debe colaborar conforme a la buena fe y a las obligaciones que le impone el art.5 ET –salvo acreditación de que concurra una razón seria y fundada de la negativa al establecimiento de la relación bancaria controvertida– al cumplimiento de las obligaciones empresariales, siendo por otra parte habitual o usual REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 103 ESTUDIOS en la actualidad la apertura de una cuenta corriente o cartilla de ahorros. Esta misma resolución recuerda el precedente de 29 de octubre de 1993 (Rec. 4088/92) y relaciona como apoyo de su tesis el Acuerdo sobre cobertura de vacios alcanzado entre la CEOE y CEPYME con CC.OO y UGT (BOE de 9 de junio de 1997) y el art. 2.2 de la Orden del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de 27 de diciembre de 1994 sobre modelo de recibo salarial, que dispone que: «Cuando el abono se realice mediante transferencia bancaria, el empresario entregará al trabajador el duplicado del recibo sin recabar su firma, que se entenderá sustituida, a los efectos previstos en el apartado anterior, por el comprobante del abono expedido por la entidad bancaria». ESTRUCTURA SALARIAL La base de análisis la constituye nuevamente el art. 26 ET, esta vez en su punto 3, al establecer, en línea con el Convenio 100 OIT, sobre igualdad de remuneración entre la mano de obra masculina y femenina por trabajo de igual valor, y la Directiva 75/117/CEE –relativa a la aproximación de las legislaciones de los Estados miembros en lo que se refiere a la aplicación del principio de igualdad de retribución entre los trabajadores masculinos y femeninos– de 10.02.1975, la estructura del salario diciendo que «...deberá comprender el salario base, como retribución fijada por unidad de tiempo o de obra y, en su caso, complementos salariales fijados en función de circunstancias relativas a las condiciones personales del trabajador, al trabajo realizado o a la situación y resultados de la empresa, que se calcularán conforme a los criterios que a tal efecto se pacten.» Sobre este capítulo ha de subrayarse que la regulación legal ha evolucionado hacia «una cierta flexibilización» (Sentencia del Tribunal Supremo de 2 de octubre de 2000. Rec. 984/2000), habida cuenta de que el precepto transcrito tan solo establece la obligatoriedad del Salario 104 Base, dejando «en su caso» a la libre voluntad de las partes el reconocimiento y percepción de los complementos salariales. Acerca del llamado Salario Base, la sentencia de 16 de marzo de 1999 (aunque de anualidad anterior a la fijada como inicio del actual estudio, refleja una doctrina reiterada que es preciso recordar en este punto), con cita de las de fechas 6.07.1998, 15, 16 y 20.07, 16.09 y 20.12.1998, sienta la exclusión de las pagas extraordinarias del concepto del salario base, analizando al respecto el convenio colectivo de Puertos del Estado y Autoridades Portuarias e indicando que la distinción es coherente con el art. 31 ET y con el art. 5 del D.2380/1973, que aunque derogado tiene valor interpretativo. Los pronunciamientos cuyo estudio abordaremos seguidamente analizan y resuelven los casos planteados ante el Tribunal Supremo sobre los denominados Complementos Salariales, previstos, como se adelantó, en el citado art. 26.3 ET y clasificados en tres grupos cerrados en cuya configuración se exige un cierto elemento causal: complementos en función de las condiciones personales del trabajador, complementos en función del trabajo realizado y complementos en función de los resultados de la empresa. Veamos cuales son los criterios más recientes al respecto. El complemento de antigüedad, que en la actualidad ha dejado de ser un complemento obligatorio y cuyo reconocimiento se residencia en la negociación colectiva o, en su defecto en el contrato de trabajo, es objeto, en primer término, de la sentencia de fecha 28 de febrero de 2000 (RCUD 1654/1999) en un caso de transferencias a la Junta de Extremadura que plantea la aplicación del convenio colectivo de ésta; la demanda pretendía la sustitución íntegra del sistema retributivo de la antigüedad. El Tribunal Supremo elabora esta argumentación: «El hecho de que el 31.12.85 se decida por Convenio cerrar la etapa anterior y se establezca para ella un nuevo sistema de cantidad única o fija, en modo REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 CONCEPCIÓN ROSARIO URESTE GARCÍA alguno significa que haya desaparecido el concepto de antigüedad y se haya transformado o cambiado la naturaleza del devengo, sino que lo único que sucedió es que se alteró la manera de retribuir el mismo concepto en un periodo concreto, aplicándose simultáneamente entonces el sistema de complemento fijo, junto con el nuevo por trienios abonables a tanto por unidad y acumulativamente. Por ello, si la Junta de Extremadura decidió prescindir a estos efectos de la antigüedad anterior al 1 de enero de 1.986, y aunque respetara a los demandantes el complemento personal no absorbible denominándolo «complemento personal garantizado», lo cierto es que, dada su naturaleza jurídica, vinculada inseparablemente a la antigüedad, la aplicación del Convenio Colectivo para el personal laboral de la Junta de Extremadura es obligada en este punto, desde el momento en que no cabe establecer un tratamiento diferenciado, perjudicial y no justificado en el pago de las cantidades que bajo el concepto de trienios tienen por objeto remunerar en todos los casos y para todos los trabajadores de la Junta, incluidos los actores, la permanencia al servicio del empleador. En resumen: una vez integrados los demandantes en la Junta de Extremadura como personal laboral y aplicado el Convenio Colectivo, dicha aplicación ha de ser completa, como lo ha sido en todos los conceptos, salvo en el aquí discutido. Si la antigüedad para los trabajadores de la Junta se calcula de forma única, a razón de un tanto por trienio acumulado, la misma fórmula ha de aplicarse a los reclamantes, teniendo en cuenta que, como antes se argumentó, el periodo anterior a 1.1.86 fue valorado en los Convenios de origen como antigüedad, aunque fuese de manera distinta, y así ha de computarse para que la integración sea completa y ajustada a las previsiones de la norma paccionada vigente». Son muy numerosos los conflictos planteados en torno a la determinación de si los trabajadores que no tienen la condición de fijos, trabajadores temporales, pueden o no perci- bir el complemento de antigüedad, que como ya se ha apuntado ha quedado fuera de la órbita legal obligatoria. El Tribunal Supremo en resolución del día 19 de febrero de 2001 (RCUD 2387/2000) cristaliza la doctrina elaborada por la sentencia de 2.10.00, anteriormente relacionada y que puso fin al conflicto colectivo deducido sobre el mismo núcleo litigioso, con fundamento en el efecto positivo de la cosa juzgada (art. 158.3 TRLPL) y por cuanto la norma convencional –convenio colectivo del personal laboral al servicio de la Comunidad valenciana– no reconoce a los trabajadores temporales el complemento de antigüedad discutido, que, por el contrario, tiene causa en la existencia de un vínculo permante con la empresa, como argumentaba la resolución últimante citada. De manera análoga, la sentencia de fecha 4 de abril de 2001, cuyo nucleo litigioso versa sobre el cómputo o no de los servicios prestados al INEM como funcionario interino a los efectos del cálculo del complemento de antigüedad, fundamenta su exclusión de conformidad con la doctrina consolidada de la Sala de la que son exponentes las resoluciones de fechas 11.03.2000, 23.03.00, 17.04.00 y 25.05.00; había sido la señalada de 11 de marzo de 2000 la que expresó: «...a partir de la reforma de 1994, el convenio colectivo se manifiesta como fuente principal y de primer grado para el reconocimiento del derecho de promoción económica y de sus condiciones, sin perjuicio de lo que en el contrato de trabajo se pueda acordar en sentido más favorable para el trabajador, y esa misma tendencia se manifestó después en el artículo 11 del Acuerdo sobre cobertura de vacíos suscrito en el mes de abril de 1997 entre la CEOE y CEPYME, de una parte, y UGT y CC.OO, de otra, al señalar que, sin perjuicio de mantener el derecho al plus de antigüedad ya reconocido para entonces, en lo sucesivo el tratamiento de esta materia podrá ser objeto de acuerdo, convenio colectivo, pacto entre los representantes de los trabajadores y la dirección de la empresa o, en su defecto en el ámbi- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 105 ESTUDIOS to individual del contrato de trabajo». En su FJ 5º sigue exponiendo que «en este caso concreto, la única fuente reguladora del complemento de antigüedad es el convenio colectivo y su artículo 33 en particular, porque si el convenio es de suyo fuente de la relación laboral, según los artículos 37 de la Constitución y 3.1.b) y 82 del Estatuto de los Trabajadores, en este aspecto su posición se refuerza aún más por mandato legal, con la remisión expresa del artículo 25 de la ley estatutaria al convenio colectivo para disciplinar esta parcela de la relación laboral. El canon de la interpretación literal del precepto convencional, al que ha de acudirse con preferencia, al no ofrecer dudas sobre la intención de los contratantes (artículo 1281 del Código civil), permite afirmar que no todos los servicios prestados son computables a efectos de antigüedad, sino solamente los realizados cuando concurran conjunta y acumuladamente las siguientes condiciones: a) Que se hayan prestado en el ámbito de aplicación del convenio colectivo o de otro del que provenga el personal afectado. b) Que el trabajador llegue a adquirir la condición de fijo de plantilla. c) Que no se haya producido solución de continuidad en los servicios prestados en tales condiciones». De tales circunstancias, el Tribunal estima que no concurre la primera al no deducirse «de la literalidad de la cláusula, ni se trasluce que la intención de los negociadores fuera diferente a la que expresa el texto del convenio, que todos los servicios prestados, cuando sean de la misma naturaleza, deban computarse a efectos de antigüedad, tal como se sostiene en el recurso, pues no es el factor determinante a tal fin la clase de servicios prestados, sino la naturaleza de la relación que continuadamente ha de vincular a ambas partes, y por eso el artículo 33 se refiere a servicios prestados en el ámbito de apli- 106 cación del convenio, que no es otro que el delimitado en su artículo 1, referido únicamente a las condiciones laborales de los trabajadores». Las consideraciones expresadas conducen al Alto Tribunal a confirmar la sentencia impugnada que excluyó del cómputo de la antigüedad unos servicios prestados con el carácter de funcionarias interinas, de naturaleza administrativa, pero no laboral y, por tanto, fuera del ámbito de aplicación del convenio. Una solución diferente, en virtud de las razones que seguidamente se vierten, se plasma en la sentencia dictada por el TS el 22 de mayo de 2001 (RCUD 3085/2001), que a su vez consolida la pauta marcada por otros pronunciamientos precedentes –SSTS 12.11.93, 10.04.95, 17.01.96, 25.02.98, 30.03.99, 20.12.99 y 3.02.00 (Rec. 2400/99)-. Se afirma, en orden al cálculo de la antigüedad demandada, que deben computarse los contratos temporales iniciales, cuando fueron seguidos sin solución de continuidad por otros contratos para obra o servicio determinados. El FJ 2º expresa al respecto que: «Esto es así, toda vez que la realción laboral es la misma, pues en estos casos esta diversidad de contratos no provoca la existencia de relaciones laborales diferentes»...»Y así el art.25.2 del Estatuto de los Trabajadores toma en consideración sin hacer distingo ni diferencia alguna, sin exigir que la actividad desarrollada fuese originada por un solo contrato de trabajo ni que sólo pudieran computarse a tales efectos los contratos indefinidos, y sin tampoco excluir el tiempo correspondiente a contratos temporales». En otro punto de la fundamentación se hace una escueta referencia al no desconocimiento de pronunciamientos como el de 31.10.97, desestimatorios de la antigüedad que se pretendía, por cuanto vinieron motivados por «la específica interpretación y aplicación» del convenio colectivo de cobertura. La sentencia del TS de fecha 3 de mayo de 2001 (Rec. 3690/2000) lleva a efecto la interpretación del complemento personal de anti- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 CONCEPCIÓN ROSARIO URESTE GARCÍA güedad de veinte años previsto en el Convenio Colectivo de RENFE, de acuerdo con los cánones interpretativos de los arts. 3 y 1281 CC, estimando conforme a derecho la práctica empresarial de excluír la antigüedad relativa al tiempo en el que el trabajador desempeñó una categoría inferior, con apoyo en el condicionamiento convencional del complemento personal al trabajo durante 20 años en un mismo tipo de salario, como regla general y a la excepción también regulada no aplicable al caso de autos. El complemento de antigüedad, desde la perspectiva más arriba analizada que atendía al vínculo permanente o temporal entre el trabajador y la empresa, y reclamado ahora por una trabajadora que había suscrito un contrato laboral para cubrir temporalmente una plaza vacante de personal no sanitario, es objeto del litigio resuelto en sentencia dictada el día 9 de julio de 2001 (RCUD 3603/2000). Sobre el mismo la Sala reitera la linea jurisprudencial sentada en resoluciones anteriores: «Esta Sala, como recuerda la sentencia de 24 de julio de 1.996, se ha pronunciado ya en numerosas ocasiones sobre la cuestión planteada; entre otras, en las sentencias de 20 de junio de 1994, 11 y 15 de julio de 1994, 30 de diciembre de 1994, 25 de septiembre de 1995, 4 de abril de 1996 y 7 de octubre de 1999. En todos estos pronunciamientos jurisprudenciales, la Sala se ha inclinado por la solución acogida en la sentencia recurrida de no reconocer a los actores el complemento de antigüedad reclamado, y ello de acuerdo con el razonamiento, recogido en aquellas sentencias, en especial en las de 20 de junio de 1994 y 11 de julio de 1994, cuyo nudo central es el siguiente: a) El art. 2-2 del Real Decreto 2104/84 no contiene un reconocimiento incondicional del derecho al complemento de antigüedad para los trabajadores contratados por tiempo determinado, sino que se remite a las normas sectoriales y a la autónoma voluntad; b) La normativa sectorial del personal al servicio de la Seguridad Social (R.D. 3/87, disposición transitoria segunda dos) limita expresamente la percepción de los trienios a quienes tengan la condición de personal estatutario fijo, lo que interpretado a contrario sensu supone la exclusión de los que han sido contratados por tiempo determinado». Una referencia exhaustiva acerca de las normas de interpretación la encontramos en la fundamentación de la sentencia de 9 de octubre de 2001 (Rec 1153/01) que enjuicia una reclamación sobre un premio de fidelidad, en atención a la vinculación y dedicación a la empresa, y estructurado por tramos de antigüedad; el nudo central de aquélla es: «...en la interpretación de los convenios colectivos –dado su origen contractural y a la vez su eficacia normativa que los constituye en fuente de la relación laboral conforme al art. 3.1.b) del ET– han de conjugarse los preceptos que regulan la interpretación de los contratos con aquellos otros que disciplinan la hermenéutica de las normas jurídicas, y de esta suerte han de ser tenidos aquí en cuenta los arts 3.1 y 1281 del Código Civil que la parte recurrente invoca. El primero de estos preceptos remite con carácter prioritario, respecto de las normas jurídicas, a la interpretación literal o gramatical, complementada en lo preciso con la lógica, la histórica, la sistemática, la sociológica y la teleológica; y el art.1281 excluye, en principio, todo tipo de interpretación de los contratos que no sea la meramente gramatical, pues sólo en los casos de claridad insuficiente de las palabras, si además se sospecha que la redacción literal no refleja la verdadera intención de los contratantes, obliga a indagar cúal hubiera sido tal intención». No siendo suficiente en el supuesto de autos dicha interpretación literal, se acude a la finalidad de la norma –interpretación teleológica–, para resolver que en el cálculo proporcional de aquel premio de fidelidad se toma exclusivamente el tiempo pasado desde que se devengó el premio anterior. El Tribunal Supremo ofrece la pauta para deslindar la naturaleza de una gratificación REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 107 ESTUDIOS sentando que su carácter no viene atribuído por el nombre utilizado por las partes para designarlo, sino que habrá de estarse al contenido de su regulación, concluyendo en el supuesto enjuiciado en el Rec 466/2000, sentencia de 19 de febrero de 2001, que «...al utilizar el precepto discutido la expresión «será inherente a los agentes mientras mantengan dichas categorías» resulta evidente que la voluntad de las partes es que dicho complemento se abone mientras se ostenta o se mantiene la categoría, sea cualquiera el puesto de trabajo que se desempeñe, lo que conduce a estimar su naturaleza personal en relación a los trabajadores que ostentan las categorías profesionales mencionadas en la regulación del complemento». Se destaca igualmente que la denominación otorgada por la tabla salarial del convenio, de gratificación por complemento de puesto, resultaba en tal caso inadecuada. Para determinar también la naturaleza del complemento, la sentencia del TS de 5 de octubre de 2000, que analiza el carácter del complemento de dispersión geográfica instado por el personal ATS/DUE del Servicio Vasco de Salud, fundamenta lo siguiente: «el tema planteado en este recurso de casación para la unificación de doctrina fue resuelto definitivamente en la repetida sentencia de 8 de junio de 1994. En ella se dice claramente que el complemento de dispersión geográfica encuentra su justificación en «la necesidad de salvar los mayores gastos del personal y no en la extensión o clase de la actividad servida. Y con base en dicho argumento, no puede computarse ni para las vacaciones, ni para las licencias retribuidas». En resolución de 4 de abril de 2001 (RCUD 592/2000) el Tribunal Supremo reitera la doctrina elaborada en torno a las «libranzas compensatorias» subrayando la fundamentación central de la sentencia de fecha 5 de abril de 2000: «...no es procedente dar lugar a lo pedido por los demandantes sobre el argumento fundamental de que «el tiempo de trabajo del personal sanitario de la Seguridad Social se 108 fija en un número de horas al año. Para el cálculo de estas horas se tiene en cuenta, como explica la parte recurrente en unificación de doctrina, el número de días laborables (diferentes para el turno de día, el nocturno y el rotatorio), descontados los de descanso entre los que se incluyen los festivos y los de libre disposición. Así las cosas, el abono de estos días con el complemento de atención continuada significaría una duplicación injustificada del mismo ya que ha sido pagado en las jornadas nocturnas en que efectivamente han prestado los servicios profesionales. Tal decisión desestimatoria de la pretensión de reconocimiento del complemento de atención continuada por los días festivos y de libranza tiene su origen último en la propia naturaleza de dicho complemento que, como define con toda claridad la norma básica del art. 2º.Tres, d) del Real Decreto Ley 3/1987 se halla destinado a la remuneración del personal para atender a los usuarios de los Servicios de Salud de manera continuada incluso fuera de la jornada establecida, pero, en cualquier caso, no para retribuir horas de descanso». Recuerda así mismo que dicho criterio es el que se siguió también por la Sala para definir la naturaleza del indicado complemento en otros supuestos en los que se reclamó en su condición de sustitutivo del antiguo «plus de nocturnidad» (STS de 25 de febrero de 1993). El mismo parámetro se utiliza en las resoluciones de 23 de abril y 20 de julio de 2001 (RCUD 3042/2000) reiterándose análoga argumentación respecto del problema atinente a la necesidad de retribuir o no con el complemento de atención continuada, modalidad «A» los días de libre disposición que disfruta el personal al servicio de la Seguridad Social, en sentencias de finales de 2001, concretamente en fecha 4 de diciembre –dictada en Sala General– y 17 de diciembre. La doctrina establecida en sentencia de 9.11.1999 es reiterada en la de fecha 26 de febrero de 2001 (RCUD 2350/2000), que entiende acreditado en el supuesto de autos que la demandante hubiere realizado distin- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 CONCEPCIÓN ROSARIO URESTE GARCÍA tas actividades que no eran propias de su categoría profesional, que implicaban un constante esfuerzo «y que sin duda son dificultosas y aflictivas en la medida en que se orientan a la atención de menores con notables deficiencias», lo que genera el derecho al plus de penosidad demandado al calificarse aquellas de excepcionales. En esta misma resolución se contiene la doctrina unificada en relación al requisito cuantitativo de acceso al recurso y que utiliza como parámetro el plus correspondiente a una anualidad, siguiendo de esta manera lo preceptuado en el art. 178.3 de la antigua Ley de Procedimiento Laboral, criterio que estima ratificado por las previsiones del art. 220 de la Ley de Enjuiciamiento Civil (Ley 1/2000, de 7 de enero). Acerca del plus de peligrosidad se pronuncia la sentencia del TS de fecha 27 de febrero de 2001 (RCUD 2788/1999) reiterando la doctrina contenida en las dictadas el 20.06.00 y 9.10.00, para indicar el evidente «carácter restrictivo del complemento, que está contemplando puestos de trabajo de carácter tóxico, peligroso o excepcionalmente penoso, como se indica en el apartado b) del precepto, sin que en la norma se contemplen centros de trabajo ni determinadas zonas geográficas del Estado. El precepto no contempla los peligros que puedan derivarse de unas actividades como las terroristas, que soportan en mayor o menor medida todos los trabajadores que prestan sus servicios para la Administración, independientemente del lugar en que los efectúan, sino única y exclusivamente como se indica, los que se deriven de un puesto de trabajo en razón a las tareas que tienen esa naturaleza que enuncia el apartado b) del precepto. Es evidente, conforme a lo dispuesto en el art. 1281 del C. Civil que cuando los términos del pacto no dejan duda sobre la intención de las partes se ha de estar al sentido literal de sus cláusulas, y la intención de las partes negociadoras del Convenio se pone de manifiesto cuando en el precepto se regula la percepción del complemento indicando que «cuando el trabajo efectuado en el puesto de trabajo no tenga carácter habitual y continuado, se percibirá este complemento en proporción al tiempo de exposición, en razón a los días y horas en que se desempeñen labores en dicho puesto» así como por el carácter temporal de la concesión por el término del año». El Tribunal Supremo en la sentencia del día 20 de marzo de 2001 (RCUD 1826/2000) acude nuevamente a los cánones de interpretación marcados por el Código Civil y así en primer término a la literalidad de las claúsulas, esta vez para analizar el Acuerdo regulador de las condiciones de trabajo del personal del Servicio Vasco de Salud, concretamente en punto al complemento de hospitalización, indicando: «La interpretación, como antes se ha dicho y ahora se repite, debe contemplar, en primer lugar, el texto literal, y, solamente, en su defecto, incertidumbre o contradicción con la intención de los contratantes o finalidad perseguida deben entrar en juego las demás normas supletorias para averiguar el significado o alcance del precepto o del acto jurídico. En el supuesto litigioso, siendo la norma de atribución clara, respecto al otorgamiento del complemento de hospitalización únicamente a los «celadores de autopsias» y no al colectivo genérico de celadores, parece lógica la conclusión, de que el interprete, no puede, ni debe incluir entre los destinatarios del derecho debatido al colectivo genérico de celadores, so pena de incurrir en violación del artículo 1283 del Código Civil, que prohibe incluir, al amparo de la generalidad de un contrato, «cosas distintas y cosas diferentes de aquellas sobre las que los interesados se propusieran contratar.». En la sentencia del TS dictada el 10 de abril de 2001 (RCUD 3192 /2000), en supuesto en que se demandaba el abono del plus de nocturnidad cuando la parte actora ya venía cobrando el de programa, se manifiesta que: «lo que hay que decidir es si la regla del artículo 36.2 del Estatuto de los Trabajadores es aplicable al contrato de trabajo y, aunque en principio podría serlo, lo cierto es que lo que REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 109 ESTUDIOS dice el precepto es que la retribución específica del trabajo nocturno se determinará en la negociación colectiva. La regla excluye al contrato de trabajo y sólo prevé el establecimiento de una retribución por la negociación colectiva. Cumplida por ésta el mandato legal, nada impide que el contrato pueda regular como condición más beneficiosa una retribución global de los complementos salariales que supere la que procedería de aplicar esos complementos en su regulación convencional. Es cierto que con ello se produce una retribución para el trabajo nocturno y el diurno, pero se ha hecho respetando el nivel marcado por el convenio para el primero, con lo que se cumple la exigencia del artículo 36.2 del Estatuto de los Trabajadores y, en consecuencia, la autonomía privada actúa aquí dentro del margen que le es propio sin vulnerar el orden público laboral –exigencia de una retribución específica del trabajo nocturno en el convenio–, ni el principio de norma mínima». Respecto del plus de peligrosidad, la resolución de 11 de mayo de 2001 (RCUD 4206/2000), el TS, con cita de una sentencia anterior (de fecha 10.10.97) resuelve que no procede su abono cuando no concurra la obligación de portar armas de fuego en el desempeño de la función de vigilancia. En la resolución que emite el Tribunal Supremo en fecha 19 de febrero de 2000 (Rec. 2303/2000) se aborda la interpretación de la norma convencional atinente al denominado plus de producción, con apoyo en los arts. 1281 y 3.1 del Código Civil, para perfilar que tal plus se establece en el convenio con el fin de lograr la utilización máxima de la capacidad productiva, reconociéndose al personal que desempeñe un puesto de trabajo directo de producción y en menor cuantía para el personal de apoyo, pero señalando en ambos casos su naturaleza funcional. La sentencia del mismo tribunal del día 27 de abril de 2001 (Rec. 3528/2000) examina la liquidación del complemento de productividad del personal laboral de las URE de la 110 TGSS, asignado con un limite cuantitativo en las sucesivas anualidades y concluye que la intención de las partes fue la de establecer el referido limite. En el FJ 3º recuerda esta sentencia: «A mayor abundamiento procede señalar, que es doctrina constante de este Tribunal (sentencias de 12 de noviembre de 1993, 3 de febrero y 21 de julio de 2000, con cita de igual doctrina de la Sala Primera) «que la interpretación de los contratos y demás negocios jurídicos es facultad privativa de los Tribunales de Instancia, cuyo criterio, como más objetivo, ha de prevalecer sobre el del recurrente, salvo que aquella interpretación no sea racional ni lógica o ponga de manifiesto la notoria infracción de alguna de las normas que regulan la exégesis contractual». A ello añade que la sentencia de esa Sala de 20 de marzo de 1997 (recurso 3588/96), matiza «que en materia de interpretación de cláusulas de convenios y acuerdos colectivos, en cuyo esclarecimiento se combinan las reglas de interpretación de las normas con las de la interpretación de los contratos, debe atribuirse un amplio margen de apreciación a los órganos jurisdiccionales de instancia, ante los que se ha desarrollado la actividad probatoria relativa a la voluntad de las partes y a los hechos concomitantes», repitiendo así mismo el criterio reiterado del Tribunal en orden a la proscripción del «espigueo». Al plus de disponibilidad se refirió la sentencia de 24 de julio de 2001 (RCUD 4319/00) en la que se planteaba el criterio de medida de la característica de «habitualidad» que debe acompañar a los requerimientos de los puestos de trabajo del organigrama de la empresa para la atribución del plus de disponibilidad de manera regular y continuada, incluso en los meses en que no hubiere cambio alguno de horario. Su fundamentación expresa: «Considerar «habitual» respecto de la disponibilidad horaria, cifrando en ello el umbral de «habitualidad», una frecuencia de alteraciones horarias que afectan a un mes de trabajo cada tres meses naturales (o de cua- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 CONCEPCIÓN ROSARIO URESTE GARCÍA tro meses de trabajo en un año) es una apreciación jurisdiccional correcta, sin perjuicio de que las partes dotadas de competencias de negociación colectiva puedan establecer dicho umbral en un punto próximo pero distinto, posibilidad que hay que reconocer porque nos encontramos, como se ha dicho, ante un concepto dotado de cierta elasticidad». La naturaleza y características del plus de disponibilidad se abordan en la sentencia dictada por el TS el 20 de septiembre de 2001, extractando al respecto la postura de la Sala (SSTS 15.07.96, que cita la anterior de 21.12.93, 15.03.99, 16.07.99 y 10.05.2000), según la cual aquél no responde a una actividad extraordinaria del trabajador, sino que es un complemento por el puesto de trabajo de características especiales, cuales son las constantes alteraciones de los horarios de trabajo y la obligación de la disponibilidad habitual. En el supuesto que examina los trabajadores cuya jornada de 35 horas semanales no ha sido excedida en más de otras 5 a la semana, como consecuencia de la referida disponibilidad, no alcanzan el derecho a cobrar el exceso como horas extraordinarias. Por su parte la resolución del día 27 de septiembre de 2001 ((RCUD 3168/2000) ahonda en la prospección de dicho complemento afirmando que «la disponibilidad no es una condición permanente de un puesto de trabajo sino que puede variar en función de determinadas circunstancias relativas a la actividad de la empresa», a diferencia de lo que acontece con otros complementos de puesto de trabajo como el de peligrosidad, mando orgánico o instalaciones especiales, de forma que aquél habrá de abonarse cuando se apertura una situación de disponibilidad y no se prevé un limite en ella ni se indica su terminación por parte de la empresa. Concretamente, respecto del concreto plus de traslado demandado en los autos objeto del RCUD núm. 3378/1999, en ST de fecha 7 de junio de 2000, el Alto Tribunal interpreta el Acuerdo suscrito entre la empresa y la representación sindical sobre el abono de ese plus por traslado, dentro de la misma provincia, del centro de trabajo, en atención a los perjuicios que conlleva por la mayor distancia y el tiempo invertido en el nuevo trayecto, concluyendo que tal acuerdo debe surtir todos los efectos conforme lo dispuesto por el Código Civil respecto de la fuerza obligatoria de los contratos (arts. 1278 y ss), no observándose vulneración alguna. PRINCIPIO DE NO DISCRIMINACIÓN EN MATERIA SALARIAL El principio general o básico de no discriminación en materia salarial ha sido objeto de diversos pronunciamientos del Tribunal Supremo en estos últimos años, en los que se traslada la doctrina constitucional en torno a los conceptos de razonabilidad y objetividad, y las precisiones acerca del principio de igualdad ante la ley y el principio de no discriminación, llevando a cabo su concreción en sede retributiva, así: Sentencia de fecha 11 de abril de 2000 (Rec 3865/1999), en la que se expresaba lo siguiente: «También ha declarado esta Sala (por todas, STS de 15 de julio de 1989) que, el abono de cantidades distintas por el mismo trabajo no constituye por si mismo discriminación, pues, salvados los mínimos de derecho necesarios, la discriminación exige que la diferencia de trato no obedezca a razones objetivas». (STS de 21 de diciembre de 1998 EDJ 1998/35799). Pero cuando dichas razones están ausentes, la situación atenta contra el principio de igualdad del art. 14 de la Constitución». Posteriormente concluye «que el trabajador durante el periodo reclamado, en que prestó servicios en el Laboratorio Provincial del S.A.S., tenía derecho, por aplicación del art. 50 del Convenio Colectivo y del constitucional principio de igualdad, a percibir el plus de peligrosidad en la misma cuantía y condiciones que el resto de sus compañeros de laboratorio vinculados a la Junta con contrato laboral como él». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 111 ESTUDIOS La Sentencia dictada por el Tribunal Supremo el día 17 de mayo de 2000 (Rec. 4500/1999) consolida la posición de la Sala en esta materia –el supuesto particular que resuelve versaba sobre reclamación del derecho para los trabajadores no fijos a percibir los incentivos anuales abonados a los trabajadores indefinidos– definiendo qué debe entenderse por discriminación: «La discriminación consiste, como ya se ha anticipado, en utilizar un factor de diferenciación que merece especial rechazo por el ordenamiento y provoca una reacción más amplia, porque para establecer la diferencia de trato se toman en consideración condiciones que históricamente han estado ligadas a formas de opresión o de segregación de determinados grupos de personas o que se excluyen como elementos de diferenciación para asegurar la plena eficacia de los valores constitucionales en que se funda la convivencia en una sociedad democrática y pluralista. Pues bien, el carácter temporal de la relación laboral podrá ser un factor que no justifique un tratamiento diferente en la fijación de determinadas condiciones de trabajo, pero no constituye un factor de discriminación en el sentido precisado, pues no se encuentra enumerado en la relación del artículo 14 de la Constitución Española –nacimiento, sexo, raza, convicciones ideológicas y religión–, ni en las ampliaciones de los artículos 4.1c) y 17.1 Estatuto de los Trabajadores –estado civil, edad, condición social, afiliación sindical, lengua, parentesco y minusvalías– y tampoco puede incluirse en la referencia final del último inciso del artículo 14 de la Constitución Española – «cualquier otra condición o circunstancia personal o social»–, porque, pese a su aparente amplitud, ha de entenderse referida a condiciones que guarden analogía con las específicamente enumeradas en el artículo 14 de la Constitución Española y es claro que esta analogía no concurre en este caso, pues la temporalidad del vínculo laboral no tiene las implicaciones y el significado que, como factores de exclusión o marginación típicos, tienen o han tenido históricamente el nacimiento, el sexo, la raza, la 112 ideología o la confesión religiosa. En consecuencia, tampoco cabe considerar discriminatoria la diferencia establecida». En la sentencia de fecha 6 de julio de 2000 (Rec.4316/1999), sobre demanda frente a la Comunidad Autónoma de Islas Baleares, en la que se debatía el abono de un complemento específico, diseñado en el convenio colectivo como complemento de puesto de trabajo a todo el personal laboral que prestaba sus servicios para la administración de la CCAA, el TS concluye que las razones expresadas por esta última para denegarlo al personal laboral funcionarizable, «no son objetivas ni razonables», subrayando en otro pasaje de su fundamentación la sumisión de la administración al principio de igualdad y diciendo igualmente que «el propio Convenio impide expresamente toda desigualdad retributiva. Su art. 14 párrafo duodécimo es contundente: «El personal contratado –y no distingue entre las diversas clases de contratación posibles– tendrá los mismos derechos y obligaciones que el personal fijo. Las retribuciones económicas y ayudas sociales del personal contratado, serán las mismas que las del personal fijo de la misma categoría». En el Rec.449/2000, derivado de conflicto colectivo, recae sentencia al día 27 de septiembre de 2000, en la que, en síntesis, se expresa: «No se aprecia tampoco en la práctica de empresa objeto del litigio propósito de dispensar trato diferente a trabajadores exclusivamente según la fecha de ingreso, sino más bien el reconocimiento de un complemento retributivo personal a quienes vieron menguadas sus comisiones por el paso del impuesto sobre el tráfico de empresas al impuesto sobre el valor añadido (...) La compensación a los trabajadores veteranos de la desventaja por cambio de la legislación tributaria en el cálculo de las comisiones que venían percibiendo es un motivo suficiente y justificado de trato diferente, que no puede considerarse discriminatorio por ninguna de las circunstancias expresadas en el art. 14 de la Constitución o en el art. 17 del Estatuto de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 CONCEPCIÓN ROSARIO URESTE GARCÍA los Trabajadores». Junto a esta argumentación atinente a la no concurrencia de discriminación por existir una razón suficiente para las diferencias salariales precisadas, la Sala tambien sienta la conclusión de que el error no puede sustentar la obligación en el pago, diciendo: «Por otra parte, el abono por error a algunos trabajadores ingresados después de 1986 del citado recargo no es tampoco motivo bastante para la generalización del pago del mismo. De una equivocación de la empresa en el cálculo de la retribución de determinados trabajadores no surgen obligaciones retributivas para los trabajadores respecto de los que no se ha incurrido en error». El mismo parámetro arriba utilizado de exigencia de objetividad y razonabilidad para sustentar las posibles diferencias salariales, lo encontramos en la resolución de fecha 3 de octubre de 2000 (Rec 4611/1999); en su fundamentación se indica que la doble tabla retributiva establecida para el premio de antigüedad, «que es fruto de un pacto colectivo no de un acuerdo privado o una decisión empresarial, aisladamente considerada, conculca el constitucional principio de igualdad, al no ofrecer ninguna justificación objetiva y razonable para esa diferencia de trato. La única que se explicita, no atiende a la intensidad, naturaleza, duración u otros particulares atinentes a la actividad laboral a desarrollar, sino exclusivamente al momento de la incorporación de los trabajadores a la empresa como fijos. Se rompe así, como para caso análogo señaló nuestra sentencia de 22 de enero de 1996, el equilibrio de la relación entre retribución y trabajo respecto de determinados trabajadores, que resultan desfavorecidos con relación a sus compañeros más antiguos, por razón de un dato tan inconsistente a tal fin cual es el de la fecha de contratación». En sentencia dictada el 19 de marzo de 2001 (Rec. 1847/2000), sobre demanda de impugnación de convenio colectivo de la industria química, concretamente con relación al plus convenio para los trabajadores de nuevo ingreso, el Tribunal Supremo rechaza la concurrencia de discriminación, recordando al respecto la doctrina de la propia Sala (SST 17.10.1990 y 23.09.1993) sobre la distinción entre el principio de igualdad ante la ley y en la aplicación de la ley y la prohibición de discriminación; respecto del análisis de una posible violación del principio de igualdad en materia retributiva, acude a la interpretación dada por el Tribunal Constitucional (STC 2/1998, de 12.01), como lo había hecho en anteriores ocasiones –sentencia de 17.05.2000, ya citada–, resumida en los siguientes rasgos esenciales: A) «El art. 14 de la C.E. no impone en el ámbito de las relaciones laborales una igualdad de trato en sentido absoluto, pues la eficacia en este ámbito del principio de la autonomía de la voluntad deja un margen en el que el acuerdo privado o la decisión unilateral del empresario, en ejercicio de sus poderes de organización de la empresa, puede libremente disponer la retribución del trabajador, respetando los mínimos legales o convencionales. En la medida pues, en que la diferencia salarial no tenga un significado discriminatorio, por incidir en alguna de las causas prohibidas por la Constitución o el Estatuto de los Trabajadores, no puede considerarse como vulneradora del principio de igualdad». B) «El Convenio Colectivo, aunque ha de respetar ciertamente las exigencias indeclinables del derecho a la igualdad y la no discriminación, ésta no puede tener aquí el mismo alcance que en otros contextos, pues en el ámbito de las relaciones privadas, en el que el Convenio Colectivo se incardina, los derechos fundamentales y entre ellos el de igualdad, han de aplicarse matizadamente, haciéndolo compatible con otros valores que tienen su origen en el principio de la autonomía de la voluntad (SSTC 177/1988, 171/1989, 28/1992, entre otras)». Acerca del tema concretamente debatido en ese caso, el Alto Tribunal manifiesta lo que sigue: «en el diseño de las remuneraciones REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 113 ESTUDIOS que hace el precepto de los dos colectivos de trabajadores, antiguos y de nuevo ingreso, no cabe hablar de desigualdad retributiva, teniendo en cuenta que de la pura aplicación del precepto no se desprende ni la existencia de dos «tablas» de retribución, ni tampoco el que de su aplicación se hayan de derivar necesariamente diferencias de salario en igualdad de grupo profesional y tareas entre un colectivo de trabajadores y otro. El referido sistema retributivo tiene, por un lado, justificación objetiva y razonable desde el punto de vista histórico en el desarrollo de las previsiones de los distintos Convenios de la Industria Química, pues resuelve para los dos colectivos de forma distinta situaciones que son también distintas. Por otro, de su literalidad no se desprende trato retributivo desigual, como se ha dicho, al regularse la necesidad de que la homogeneidad de funciones y tareas en un determinado grupo profesional y empresa comporte también para el trabajador de nuevo ingreso la misma retribución que el ya contratado. Si en algún caso concreto un trabajador de nuevo ingreso se encuentra en una situación en la que encuadrado en un determinado grupo profesional con «homogeneidad de funciones y tareas» respecto a otros trabajadores ya contratados, no obstante se le abona una retribución inferior, siempre podrá reclamar individualmente, invocando las razones que estime convenientes». La sentencia de fecha 31 de octubre de 2001 (Rec 116372001) incide en la postura del TS acerca del alcance de las normas generales de igualdad de trato y no discriminación en la regulación convencional de los salarios, recordando que la arriba citada –sentencia de 17.05.00– se inclina por la aplicación de la segunda, de manera que los titulares del derecho a la negociación colectiva no podrán discriminar por los motivos o factores enunciados en los arts. 14 CE y 17 ET, «pero no están sometidos a un deber general de igualdad de trato de los trabajadores incluídos en el ámbito del convenio o acuerdo colectivo, 114 equivalente al que vincula a los poderes públicos». Respecto de la litis deducida se concluye la inexistencia de discriminación en el abono del complemento de «convergencia» u «homogeneización» a los empleados procedentes de distintas cajas de ahorros fusionadas en otra para armonizar retribuciones y no a los incorporados a la entidad resultante de la fusión procedentes de empresas de trabajo temporal, valorando al respecto factores de la vida profesional como la antigüedad en la empresa o la adquisición a titulo personal de un nivel retributivo concreto, reconocidos en la ley «como hechos causantes típicos de diferencias retributivas (art. 25 y 82.3 ET)» y admitidos por la jurisprudencia de la Sala (STS 27.09.00 que se ha reseñado con anterioridad). Una mención separada merece la sentencia 214/2001, dictada por el Tribunal Constitucional, sobre diferencias salariales y trato discriminatorio antisindical; la fundamentación jurídica de dicha resolución (FJ 6º) dice que «es necesario tener en cuenta que las diferencias retributivas, que el actor interpreta como una discriminación sindical por parte de la empresa hacia su persona, no le afectan solo a él, sino a la generalidad de la plantilla, a la que se aplica un sistema retributivo complejo», que tal sistema es anterior al nombramiento de aquél como delegado de personal y que solamente ha evidenciado que su retribución es inferior a la de otros trabajadores «de superior categoría profesional y mayor antigüedad en la empresa». De esta manera desestima el recurso de amparo entendiendo que este único dato –atinente a las diferencias salariales señaladas– no puede constituir un indicio razonable de discriminación por motivos sindicales hacia el actor. COMPENSACIÓN Y ABSORCIÓN Calificado por la doctrina como otro de los principios básicos en materia retributiva, la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 CONCEPCIÓN ROSARIO URESTE GARCÍA jurisprudencia también se ocupa del mismo en sus pronunciamientos. Concretamente en la sentencia del Tribunal Supremo de fecha 28 de febrero de 2000 (RCUD 1265/1999) se admite la posibilidad de que la compensación y absorción operen tácitamente, es decir, sin necesidad de oponerlas expresamente. En este sentido manifiesta: «El art. 26.5 del Estatuto de los Trabajadores dispone que «operará la compensación y absorción cuando los salarios realmente abonados, en su conjunto y cómputo anual, sean más favorables para los trabajadores que los fijados en el orden normativo o convencional de referencia». Precepto que viene a establecer, que dicho instituto opera cuando se aprecie la existencia de dos situaciones que permitan la comparación, por lo que no es necesario que la parte alegue de forma expresa la compensación y absorción, sino que puede ser de forma tácita con la invocación de hechos de los que la misma resulta». Se consolida el criterio marcado por la Sala en resolución de 10 de noviembre de 1998, (recurso 4629/1997) que expresó que «la compensación y la absorción, actualmente recogida en el precepto citado del Estatuto de los Trabajadores, pero con tradición muy arraigada en nuestro sistema jurídico por cuanto figuró en antiguas Ordenanzas y en los sucesivos Decretos reguladores del salario mínimo interprofesional a partir del primero que se dictó en el año 1963, siempre ha tenido como objeto evitar la superposición de las mejoras salariales que tuvieran su origen en diversas fuentes reguladoras del mismo, de forma que el incremento de un concepto salarial contenido en una fuente normativa o convencional quedaba neutralizado por cualquier otro incremento con origen en fuente distinta; así, el incremento del salario mínimo interprofesional es absorbido, y por lo tanto no acrece, el salario superior que percibiera ya un trabajador en base a lo previsto en el convenio o pacto regulador de sus condiciones de trabajo, y, por lo mismo, el incremento salarial previsto en un convenio colectivo es absorbido y queda neutralizado por el salario mayor que ya perci- biera el trabajador afectado como consecuencia de gozar de un acuerdo particular entre él y su empresario». Y recuerda igualmente en otro pasaje la sentencia dictada el 26.12.1989 –«la absorción y compensación de salarios juegan, en principio, siempre que se establece un nuevo cuadro de retribuciones, en virtud de un acto normativo o convencional, pues para poder operar necesita, en cualquier caso la existencia de dos situaciones que permitan la comparación y, en su caso, la compensación o absorción de los incrementos, cual se desprende de la propia literalidad del apartado 5 del art. 26 de referencia»-. La resolución que dicta el Tribunal Supremo el dia 9 de julio de 2001 (Rec. 4614/2000) integra nuevamente la doctina consolidada de la Sala respecto del instituto de la compensación y absorción (SSTS ya citadas de 10 de noviembre de 1998 y 26 de diciembre de 1989), argumentando junto a ello que la técnica de la empresa neutraliza los ascensos –consecuencia de la dinámica interna de la relación laboral– al absorber el incremento de su importe en el salario base, detrayéndolo del complemento de actividad, actuación que no tiene cobertura, que no deriva del mandato del reseñado art.26 ET, ni tampoco del convenio colectivo de aplicación. Por su parte, la sentencia de 18 de septiembre de 2001 (RCUD 4147/01), aún cuando inadmite el recurso por falta de contradicción con la sentencia aportada de contraste, sin embargo, a mayor abundamiento, recuerda la doctrina contenida en la citada del día 9.07.01. Para finalizar este capítulo cabe reseñar la reciente sentencia de fecha 26 de diciembre de 2001 (RCUD 2049/2001) que asienta e intensifica la linea unificadora marcada por la resolución dictada el 29 de junio de 2001 (RCUD 3496/2000) acerca de esta figura de la compensación. Se precisa la distinción con el concepto que pueda extraerse del Código civil (arts. 1156, 1195 a 1202, como modo de extinguir las obligaciones), indicando el término más breve y expresivo de «neutralización» de conceptos retributivos y afirmando en concre- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 115 ESTUDIOS to que el denominado complemento «asimilación económica a la categoría superior por antigüedad» es un derecho consolidado o adquirido –de «naturaleza intocable»–, no compensable ni absorbible por una «mejora voluntaria», que no alcanza aquel carácter. PRESCRIPCIÓN La Sentencia emitida por el TS el día 9 de octubre de 2000 (RCUD 3242/1999), en autos que dimanan de demanda sobre diferencia retributiva, más reclamación del interés legal del art. 29.3 ET y derecho a seguir percibiendo el salario reconocido en un procedimiento anterior, tras exponer las dos cuestiones planteadas por el recurrente –una sobre procedencia de la excepción de prescripción y otra acerca del fenómeno sucesorio en una entidad pública (con cita de la repercusión de la Directiva Comunitaria 88/50 y art. 44 ET)– centra el debate en la primera atendido que con relación a la última reseñada faltaba el sustrato de contradicción. Para el analisis en este caso del instituto de la prescripción acude a la doctrina expresada por la Sala en fecha 30.09.1996 (Rec. 658/96), recordando lo siguiente: «La sentencia dictada por esta Sala e invocada por la parte recurrente como término de comparación, claramente establece, con apoyo en otras que cita, que el art. 59 del Estatuto de los Trabajadores, en relación con el art. 1973 del Código Civil, ha de entenderse en el sentido de que «para que opere la interrupción de la prescripción prevista [en este último precepto] ambas acciones han de coincidir en objeto y causa de pedir, pues no basta que ambas acciones tengan una indudable conexión causal si son inequívocamente diferenciadas en cuanto a su objeto»; de donde se sigue que la prescripción del citado art. 59.1 del ET «ha de empezar a contarse, a tenor de lo que dispone el apartado 2 del propio precepto, desde el día en que la acción pudo ejercitarse». Dicho en otros términos: hemos visto que la empleada accionante dedujo una primera pretensión en que, junto 116 a la petición sobre reintegro en su anterior categoría de Gobernante, interesaba el abono de la diferencia retributiva percibida en menos, aunque limitadamente, para los primeros meses del año 1993. Ya en esta dirección, nada le impedía reproducir la solicitud, en cuanto a devengos ulteriores, sin esperar a que pasara un plazo superior al año que fija el precepto estatutario en cita, pues ello le acarreaba la pérdida de lo devengado, si la correspondiente excepción extintiva era instrumentada», como sucedió en el segundo proceso de exclusiva finalidad retributiva. Tras la referida argumentación la Sala concluye estimando la defensa prescriptiva. Una solución diversa la encontramos en otra sentencia dictada en la misma fecha, esta vez en el RCUD núm.3693/1999, en proceso sobre reclamación del pago de cantidades derivadas de «complemento de disponibilidad», en razón al analisis de la eficacia del conflicto colectivo para interrumpir la prescripción de las acciones individuales que versen sobre idéntico asunto. «Aquí se trata de la eficacia que deba tener un proceso de conflicto colectivo para interrumpir la prescripción de las acciones individuales sobre el mismo asunto. Y sobre éste tema es uniforme la doctrina de ésta Sala, expresada en las sentencias de 30 de junio de 1994, 15 y 21 de julio de 1995, 16 de diciembre de 1996, 21 de julio de 1998, 6 de julio de 1999 y 12 de junio de 2000, entre otras. Se expresa en éstas resoluciones que el ejercicio de la acción colectiva ha de ser valorada como una reclamación, con los efectos previstos en el artículo 1973 del Código Civil de interrumpir el cómputo del plazo de prescripción. En éste caso, por añadidura, con el refuerzo que supone que el artículo 158.3 de la Ley de Procedimiento Laboral haya dispuesto expresamente los efectos de la cosa juzgada que una sentencia de conflicto colectivo tiene «sobre los procesos individuales pendientes de resolución o que puedan plantearse, que versen sobre idéntico objeto». También en sede prescriptiva debe hacerse una amplia referencia a la resolución de fecha REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 CONCEPCIÓN ROSARIO URESTE GARCÍA 13 de marzo de 2000 (RCUD 2769/1999), habida cuenta de que la misma contiene una clara exposición del criterio mantenido por el Alto Tribunal sobre el plazo de prescripción de los efectos económicos de los trienios derivados del reconocimiento de los servicios previos para el personal estatutario al servicio del INSALUD, con cobertura en el RD 1181/1989. Sus términos literales son los que siguen: «La cuestión ha sido ya abordada y resuelta por esta Sala IV en su sentencia de 31 de marzo de 1999, invocada como referencial por el Instituto recurrente. Se sienta en ella la siguiente doctrina unificada: 1.º Esta Sala del Tribunal Supremo en su sentencia de 17 de octubre de 1991 confirmada luego por otras muchas declaró que las lagunas normativas del régimen estatutario se han de integrar de manera preferente por medio de la legislación administrativa de funcionarios. 2.º De acuerdo con esta premisa, la sentencia de 10 de noviembre de 1995 ha determinado que las cantidades adeudadas por las Entidades Gestoras a su personal estatutario por causa del trabajo prescriben en principio, y a falta de normativa específica expresa, por el transcurso de un plazo de cinco años, que es el plazo general de prescripción establecido para las obligaciones de la Hacienda Publica en el art. 46 de la Ley 11/1977, General Presupuestaria. 3.º La anterior doctrina debe mantenerse en sus propios términos, es decir, para los supuestos de laguna legal en que no existe una previsión estatutaria expresa de plazo de prescripción. 4.º No es ese el caso de las reclamaciones por servicios previos, donde si existe una norma expresa de prescripción anual de los efectos económicos de los nuevos trienios reconocidos al amparo de la Ley 70/78, y esta es la Disposición Adicional Tercera del R.D. 1.181/89, cuyo contenido hemos ya transcrito literalmente en el párrafo anterior. 5º) Dicha disposición reglamentaria no se ha dictado con exceso de poder («ultra vires»), al haber sido habilitada para regular el alcance temporal de los referidos trienios por la Disposición Final Primera del Real Decreto-Ley 3/1987. Dicha doctrina, que es plenamente aplicable al supuesto debatido y a la que, en todo caso, habría que estar por lógicas razones de seguridad jurídica...» FINIQUITO El Tribunal Supremo en sentencia de fecha 24 de julio de 2000 (RCUD 2520/1999) lleva a cabo el análisis de la eficacia liberatoria del finiquito con fundamento en la circunstancia concurrente de que tras su firma han surgido modicaciones con efecto retroactivo e incidencia retributiva. Sobre la eficacia liberatoria del documento finiquito se había pronunciado la sentencia de 28 de febrero de 2000, dictada en Sala General (recurso 4977/1998), señalando que «el alcance y valor del recibo del finiquito viene determinado por el examen conjunto del texto literal por el que se manifiesta y por los elementos y condicionamientos específicos del contrato que se finiquita» (fundamento de derecho cuarto, apartado 2) y en base a su traslación al caso de autos afirma que aquél carecía de dicho valor liberatorio «porque el objeto tomado como base no se ajustaba o no se podía ajustar a la realidad... [como acaece en aquellos supuestos] ... en que con fecha posterior a la firma del finiquito, pero con efecto retroactivo a tal momento, se fijaran incrementos salariales por Convenios Colectivos, que, por lo tanto, eran desconocidos cuando se otorgó aquel documento». En el mismo sentido, una resolución anterior, de fecha 11.06.01 (RCUD 3189/2000), se hizo eco de la doctrina emana- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 117 ESTUDIOS da de la Sala General últimamente citada y que se invocaba por el recurrente como de contradicción. SALARIOS DE TRAMITACIÓN La relevancia del salario en la relación laboral se proyecta también en las cuestiones atinentes a los denominados salarios de tramitación cuya naturaleza ha sido objeto de múltiples discusiones. Los últimos pronunciamientos jurisprudenciales sobre esta materia abordan los aspectos relativos a la procedencia de su pago, las limitaciones en su abono, como presupuesto de recurribilidad en supuestos de condena solidaria, la duración, su ámbito de aplicación y definitivamente su caráter o naturaleza. El relativo a si procede o no la condena al pago de los salarios de tramitación en el proceso de despido, declarado improcedente, tras sufrir el trabajador un accidente de trabajo y ser dado de alta por los servicios médicos de la Mutua, impugnando la misma, por entender que no se encontraba capacitado para reanudar el trabajo, poniéndolo en conocimiento de la empresa, es objeto de enjuiciamiento en la sentencia que dicta el TS –sentencia de 28 de febrero de 2000 (RCUD 2046/1999)– cristalizando su posición anterior al decir: «Para resolver la cuestión que plantea el recurso, se ha de partir de la doctrina unificada por esta Sala, en sus sentencias de 16 de junio y 3 de octubre de 1994 y 17 enero de 1995» conforme a la cual «corresponde a la entidad gestora de la Seguridad Social el abono de las prestaciones económicas derivadas de la incapacidad temporal, cuando ésta se ha producido durante el período en que el trabajador tiene derecho al percibo de salarios de tramitación por despido nulo o improcedente, solución que es asimismo aplicable, y con idéntica razón, a los supuestos en los que la incapacidad temporal se había iniciado antes de la fecha del despido». Adiciona también la sentencia de casación para la uni- 118 ficación de doctrina de 28 de mayo de 1999 que centraba el núcleo planteado en los siguientes términos: «La clave para la solución del problema radica en la propia naturaleza de los salarios de tramitación; el art. 52.1, b) del Estatuto de los Trabajadores concibe los salarios de tramitación como la suma que es debida al trabajador, cuando el despido es declarado improcedente, y equivale a los salarios dejados de percibir desde la fecha del despido hasta la notificación de la sentencia que declare su improcedencia o hasta que hubiere encontrado empleo si la colocación es anterior a la sentencia. Eso significa que la compensación se corresponde con la falta de abono de salarios durante el tiempo de referencia, para evitar así que un comportamiento inaceptable del empresario llegue a causar perjuicios económicos al trabajador, privándole de las rentas de trabajo que en otro caso hubiera devengado, de modo que si no subsiste la obligación de satisfacer salarios tampoco cabría aplicar la medida compensatoria, para reparar un quebranto económico inexistente. Así se deduce del art. 45 del Estatuto de los Trabajadores que, entre otras, menciona la incapacidad temporal de los trabajadores como causa de suspensión del contrato de trabajo, y en el número dos del mismo precepto se establece que la suspensión exonera de las obligaciones recíprocas de trabajar y remunerar el trabajo; esa misma conclusión se alcanza partiendo del concepto de incapacidad temporal que facilita el art. 128 del Texto Refundido de la Ley General de la Seguridad Social de 20 de junio de 1994, motivada por la imposibilidad de trabajar». Así mismo señala esta sentencia que «si la incapacidad temporal suspende el contrato de trabajo y esta suspensión exonera de las obligaciones de trabajar y de remunerar el trabajo, cuando el despido se produce en ese tiempo en que no son debidos los salarios, tampoco cabe imponer a la empresa el abono de los de tramitación en el despido declarado improcedente, en el tramo temporal en que coincidan el despido con la incapacidad temporal y con las prestaciones debidas por esta contingencia». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 CONCEPCIÓN ROSARIO URESTE GARCÍA El problema relativo a la limitación de los salarios de tramitación, cuando concurre insuficiencia de consignación en el acto de conciliación en el SMAC, en el que la empresa reconoce la improcedencia del despido, la sentencia de fecha 24 de abril de 2000 (Rec. 308/1999) parte de la dicción del art. 56.2 ET –«Para los supuestos de despido disciplinario en los que la opción por la readmisión o indemnización corresponda al empresario, el artículo 56.2 del Estatuto de los Trabajadores ha previsto la posibilidad de limitar la deuda por salarios de tramitación hasta la fecha de conciliación si el empresario, en dicho acto, reconoce el carácter improcedente del despido y ofrece y deposita en el Juzgado de lo Social a disposición del trabajador la indemnización prevista en el párrafo a) del número 1 del propio precepto»– y concluye la posibilidad de tal limitación en razón a que «una interpretación excesivamente rigorista y cerrada del artículo 56.2 del Estatuto de los Trabajadores, en el sentido de que sólo sería efectiva una consignación de total equivalencia con el importe de la indemnización y de los salarios de tramitación, supondría la inaplicación de la norma en la mayoría de las ocasiones, particularmente cuando al trabajador no le pareciera oportuno zanjar la controversia en vía conciliatoria, para lo que bastaría su desacuerdo con el salario que sirve de módulo a la consignación. El criterio de la buena fe debe presidir el entendimiento y la aplicación del precepto, y cuando el empresario cometa un error de cálculo que pueda calificarse como excusable, deben aceptarse las consecuencias» previstas en el Estatuto de los Trabajadores. La resolución del Tribunal Supremo de 5 de junio de 2000 (RCUD 2469/1999) estudia el cumplimiento del requisito de recurribilidad relativo a la obligación de consignar o avalar el importe de la condena al pago de los salarios de tramite, en un supuesto en el que concurría una condena solidaria de empresas, concretamente en cuanto a la necesidad o no de que todas ellas verifiquen tal consigna- ción o aval. Partiendo de los parámetros fijados por el Tribunal Constitucional (STC que cita de fecha 25.01.1983) indica que: “... esa interpretación flexible y pormenorizada conduce en el presente caso a entender que no era necesario que cada una las dos empresas condenadas solidariamente, tuviera que consignar el importe de los salarios de tramite para poder recurrir en casación unificadora. De un lado porque, como ya dijimos en el Auto de 10 de diciembre de 1998 al interpretar los artículos 1137 y sig. del Código Civil, los efectos de la solidaridad que estos establecen, operan cuando la declaración de solidaridad es firme, pero no cuando ésta queda «sub iudice». Y en el presente caso el pronunciamiento de solidaridad de la sentencia de suplicación quedo firme, pues para nada se combate en esta sede. De modo que debe producir todas las consecuencias que la ley otorga a tal situación, entre ellas el de ser útil a todos los deudores solidarios los efectos beneficiosos obtenidos frente al acreedor por uno solo de aquellos. Consecuentemente, aunque a la empresa ... le hubiera sido inadmitido el recurso de casación unificadora por falta de consignación, no por ello habría dejado de beneficiarle la sentencia absolutoria que al respecto hubiera obtenido «M., S.A.»”. Un tema conexo al anteriormente enunciado es el que resuelve la sentencia del TS de 10 de julio de 2000 (RCUD 4486/1998); en éste se planteaba si los salarios devengados durante la tramitación de un despido, calificado de improcedente o nulo, acordado por una empresa subcontratista comprendida en el artículo 42 del Estatuto de los Trabajadores, han de ser adeudados solidariamente por la empresa principal y la subcontratista. La Sala reitera las declaraciones básicas de la sentencia de contraste (ST de 14 de julio de 1998) dictada en Sala General, repetidas en otros pronunciamientos –así el de 9 de diciembre de 1999– «en el sentido de que lo cierto es que la doctrina de esta Sala en sentencia de 13 de Mayo de 1991 dictada en Sala General atendiendo a la finalidad perseguida REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 119 ESTUDIOS por los mismos, declara expresamente: «La figura de los salarios de tramitación o salarios de trámite tiene una evidente y clara naturaleza indemnizatoria, pues con ellos se pretende, tanto en los despidos nulos como en los improcedentes, compensar al trabajador uno de los perjuicios que para él se derivan del hecho del despido, cual es el no percibir retribución alguna desde la fecha del despido y durante la instrucción del despido correspondiente». Esta doctrina, como la propia sentencia citada razona, había sido ya esbozada por la de 29 de Enero de 1987 y las de 27 de Febrero, 30 de Abril y 11 de Mayo de 1990, y ha sido seguida por las de 2 de Diciembre de 1992 y 19 de Mayo de 1994. Rompiendo esta línea jurisprudencial se dicta la sentencia de 7 de Julio de 1994 que se inclina por la naturaleza salarial de los salarios de trámite, sentencia aislada pues en la dictada en 14 de Marzo de 1995, vuelve a declararse de modo explícito la misma doctrina que ha sido literalmente transcrita». En el mismo sentido se pronuncian posteriormente la resolución de 26 de diciembre de 2000, que insiste en que los salarios de tramitación o «salarios dejados de percibir» son en realidad indemnizaciones por el despido y no contraprestaciones por el trabajo llevado a cabo y la de fecha 23 de enero de 2001 (RCUD 1706/2000) que reitera la finalidad predominantemente indemnizatoria de dichos salarios de tramitación. las de 14.04.97 y 22.04.98. La linea jurisprudencial que expresan es la que sigue: «...cuando el despido de un trabajador temporal se produce y es declarado improcedente, los salarios de tramitación sólo alcanzan hasta el momento en que dicho contrato debió de extinguirse por alguna de las causas legales o pactadas que válidamente producen su extinción». Acerca de la duración de los salarios de tramitación, la sentencia de 19 de septiembre de 2000 (RCUD 3904/1999) mantiene el criterio anterior del TS, que explicitaba la resolución de 29.01.97 dictada en Sala General, y reiteran tanto la sentencia de contraste que se citaba en concreto (ST de 28.04.97), como B) La regulación del desistimiento y del despido disciplinario en el art. 11 del RD1382/1985 no contiene previsión alguna de indemnización de salarios de tramitación, ni remisión expresa el art. 56 ET, por lo que dicha norma estatutaria es inaplicable.» 120 Por último, la resolución dictada por el Tribunal Supremo el 26 de abril de 2001 (RCUD 1302/2000) da respuesta al interrogante atinente al ámbito de aplicación de los salarios de tramitación, concretamente si proceden o no cuando se trata del despido disciplinario de un alto cargo, declarado improcedente; tal pronunciamiento consagra la doctrina sentada por la Sala en las sentencias de 15 de marzo de 1989, 9 de octubre de 1989, 12 de febrero de 1990, 26 de febrero de 1990, 6 de marzo de 1991, 12 de marzo de 1993 y 4 de enero de 1999 (seleccionada de contraste). «La doctrina que se establece en ellas es, en síntesis, la siguiente: A) La ordenación específicamente laboral de la relación de trabajo de los empleados de alta dirección se limita a lo establecido en el RD 1382/1985, rigiéndose en lo restante por la autonomía de la voluntad y por la legislación civil y mercantil (art. 3 RD 1382/1985). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 CONCEPCIÓN ROSARIO URESTE GARCÍA RESUMEN: Este estudio tiene por objeto la aproximación a los pronunciamientos de la jurisprudencia social emitidos en los años 2000 y 2001 en materia salarial, desglosando la delimitación conceptual, la fijación del salario, su forma de abono –con referencia expresa a la transferencia bancaria–, la estructura salarial, los principios de no discriminación –mereciendo destacarse en este capítulo la traslación de los parámetros constitucionales de objetividad y razonabilidad, así como las precisiones en torno al principio de igualdad ante la ley y la prohibición de discriminación– y de compensación y absorción, la prescripción, el examen acerca de la eficacia liberatoria del finiquito cuando han sobrevenido circunstancias modificativas de incidencia retributiva y los denominados salarios de tramitación, para, en definitiva, analizar aquellas cuestiones que han merecido una mayor atención por parte de la misma, ya fuere para cristalizar una postura anterior, ya fuere para matizarla o revisarla en otros casos. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 121 Nuevas fórmulas de compensación del trabajo: referencia a las «stock options» MANUEL IGLESIAS CABERO * CONSIDERACIONES GENERALES Q ue la ciencia del Derecho del Trabajo es esencialmente dinámica lo pone de manifiesto la práctica diaria y es una realidad que se evidencia por sí misma, debido al contenido de las relaciones laborales y a las materias que esta disciplina está llamada a regular. Este movimiento de constante renovación se manifiesta en múltiples aspectos, y también en el retributivo; cualquier observador debe estar avisado de este fenómeno, pero a pesar de todo cada día se verá sorprendido con la manifestación de nuevos acontecimientos que de manera inesperada surgen en torno a la relación laboral. Este movimiento constante es fuente de no pocas disfunciones en la aplicación del Derecho. De ordinario, el legislador reacciona tardíamente ante esos estímulos y demora más de lo conveniente la promulgación de las normas que hayan de regular los fenómenos de reciente aparición, provocando de esa manera lo que Pietro Ichino denomina el retardo estructural del derecho. La pasividad del legislador la suplen necesariamente los Tribunales, para colmar las lagunas legales, dando así cumplimiento a la misión que tienen enco- * Magistrado de la Sala IV del Tribunal Supremo. mendada de resolver los conflictos que surgen en un Estado de derecho. También este procedimiento se hace esperar algún tiempo, al menos para alcanzar la doctrina unificada, pues los problemas no se plantean ante el Tribunal Supremo hasta que no se hayan superado las fases procesales anteriores al recurso de casación. Como el principio de independencia en las decisiones es uno, y acaso el más importante de todos los que inspiran la actuación jurisdiccional, no es de extrañar que ante idénticas controversias se haya llegado a dictar fallos contradictorios por los distintos órganos jurisdiccionales. Esta disparidad de criterios que se observa en las decisiones judiciales no está ausente del campo doctrinal, en el que se han manifestado tesis encontradas, todas ellas arropadas por argumentos que tienen una fuerza nada desdeñable. Entre esas figuras de nueva aparición hay que contar el derecho de opción de compra de acciones de la propia empresa, o de otra perteneciente al mismo grupo, proceso conocido como stock option. Por las noticias que yo tengo, en España se manifestó esta tendencia por primera vez en el año 1997 en que Telefónica de España, S.A. ofreció a algunos altos directivos de la compañía el derecho a la adquisición de acciones en condiciones que REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 123 ESTUDIOS después resultaron particularmente ventajosas. Ante este acontecimiento y la inquietud que suscitó en otros empleados de la compañía, para el año 2000 se amplió la oferta para aplicarla a todos los trabajadores fijos o vinculados a la empresa por relación de duración indefinida, generalizando la medida. El ejemplo ha cundido y el método ha sido aplicado por otras empresas, y como en torno al mismo han surgido contiendas, los Juzgados de lo Social y las Salas de lo Social de los Tribunales Superiores de Justicia se han visto abocados a resolver litigios en los que se ejercitaron pretensiones relacionadas con las stock options, y lo han hecho de manera muy heterogénea. Ahora la cuestión ha encontrado respuesta definitiva del Tribunal Supremo en dos sentencias que, de conformidad con lo dispuesto en el Código civil, constituyen jurisprudencia; las dos sentencias de la misma fecha, 24 de octubre de 2001, fueron dictadas en Sala General, dada la trascendencia del litigio; recayeron en los Recursos 3295/2000 y 4851/2000, respectivamente, pero de la importancia del asunto y de lo polémico que resulta dan prueba los tres votos discrepantes que se formularon a dichas resoluciones. LA FIGURA DE LAS STOCK OPTIONS Ana de la Puebla Pinilla (Social. Mes a mes. n.o 56, octubre 2000), proporciona una definición descriptiva y muy precisa de la stock option, considerándola como «un negocio financiero en virtud del cual una de las partes –concedente de la opción– ofrece a la otra –beneficiario de la opción– de forma gratuita o a cambio de un precio (prima o precio de la opción) la posibilidad de decidir si compra o no, en un momento concreto o durante un plazo determinado, un cierto número de acciones a un precio (precio de ejercicio de la opción), fijado en el momento de celebrar el contrato». En similares términos se pronuncian las sentencias del Tribunal Supremo aludidas 124 anteriormente, al entender por stock option en el ámbito laboral un derecho que, de forma onerosa o gratuita, confiere el empresario al empleado para que éste, en un plazo determinado, pueda adquirir acciones de la propia compañía o de otra vinculada, estableciéndose para ello un precio, frecuentemente el valor de la acción en bolsa el día que se otorga el derecho, posibilitando que, tras el vencimiento del momento de ejercicio de la opción y una vez ejercitada, el trabajador puede percibir, bien la diferencia de precio de mercado de las acciones entre ambos momentos (otorgamiento y ejercicio), bien las propias acciones al precio fijado en el momento del otorgamiento. A mi juicio, en ambas definiciones se hace entrar un elemento que aparta la figura del verdadero sentido del «derecho de opción», si se entiende como la facultad de elegir entre los términos de alguna alternativa el que se considere más conveniente para el optante, pues si la oferta se hace de manera gratuita, es decir, cuando el trabajador puede adquirir las acciones sin desembolso alguno por su parte, sin duda aceptará cuando llegue el momento, pero esta modalidad de ofrecimiento elimina muchos de los problemas que plantea la oferta onerosa, y no podría hablarse con propiedad de opción entre dos situaciones con gran semejanza o proximidad en las condiciones. En cualquier caso, hay que advertir que, en términos de generalidad, ambas definiciones pueden ser un instrumento útil para acercarnos a la verdadera esencia del derecho, aunque las múltiples formas o modalidades en que puede materializarse el derecho de opción dificultan en gran medida el intento de dar un concepto del mismo capaz de acomodarse con exactitud a las particularidades que ofrezca la opción en cada caso. Lo usual será que en el momento del otorgamiento del derecho de opción se fije un valor determinado para las acciones, que se cuantifique el número de ellas susceptibles REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 MANUEL IGLESIAS CABERO de adquisición y se fije el plazo dentro del cual es posible el ejercicio del derecho, plazo que suele demorarse para una fecha muy posterior en el tiempo; el establecimiento de este plazo de «espera» cumple la finalidad de mantener al trabajador vinculado a la empresa durante un cierto tiempo. La ventaja del trabajador se cuantifica por la diferencia del valor de las acciones en el mercado bursátil, tomando como punto de referencia el momento de la concesión y el del ejercicio del derecho, de tal manera que si el resultado que arroje esa operación es positivo, es decir, el valor de las acciones ha aumentado, el beneficiado con el derecho de opción comprará los títulos valores, obteniendo así una ventaja económica, o bien recibiendo de la empresa la diferencia de valor de las acciones; pero si la cotización de las acciones ha bajado en referencia a dichos parámetros, el trabajador probablemente no hará uso del derecho. LA INSUFICIENCIA DEL SOPORTE NORMATIVO El Estatuto de los Trabajadores guarda un silencio absoluto sobre este medio de retribuir a los trabajadores; si acaso podría servir de apoyo el artículo 26 como instrumento para acometer desde él la tarea que nos hemos propuesto, es decir, para determinar si tiene naturaleza salarial o extrasalarial, y precisamente en su texto se han fijado las dos sentencias que aquí se comentan para concluir de la manera en que lo han hecho. De forma absolutamente marginal encontramos una referencia a las stock options en normas extralaborales. La Ley de Sociedades Anónimas, cuyo Texto refundido fue aprobado por el Real Decreto Legislativo 1564/1989, de 22 de diciembre, resultó modificada por la Ley 55/1999, de 29 de diciembre de Medidas fiscales, administrativas y de orden social; la reforma alcanzó a los artículos 75 y 130 de dicha Ley, al tiempo que añadió dos nuevas disposiciones adicionales. Las reglas que se contienen en ese cuerpo normativo son esencialmente mercantiles y de muy escasa utilidad en la esfera del Derecho del Trabajo para resolver los múltiples problemas que se plantean. La nueva normativa se refiere a la necesidad de que el acuerdo de la Junta de accionistas que autorice la adquisición de acciones para ser entregadas directamente a los trabajadores, o a los administradores de la sociedad, o como consecuencia del ejercicio del derecho de opción de que aquéllos sean titulares, se concede precisamente con esta finalidad. Con la reforma se pretendió salir al paso de los abusos que se habían detectado en la concesión de tales derechos a determinados altos cargos de las sociedades. Las reglas particulares que se contienen en los artículos 75 y 130 de la Ley de Sociedades Anónimas hacen referencia a la retribución bajo esta modalidad y que, conforme a la Ley, consiste en la entrega de acciones o de derechos de opción sobre las mismas, y deberá estar prevista expresamente en los estatutos, requiriendo su aplicación un acuerdo de la Junta General de accionistas, acuerdo en el que se expresará el número de acciones a entregar, el precio de ejercicio de los derechos de opción, el valor de las acciones que se tome como referencia y el plazo de duración de este sistema de retribución. La aprobación por la Junta General de accionistas del sistema de retribución consistente en la entrega de aciones o de derechos de opción sobre las mismas, es necesaria incluso cuando los destinatarios o beneficiarios sean directores generales y asimilados de sociedades cotizadas, que desarrollen funciones de alta dirección bajo dependencia directa de los órganos de administración, de comisiones ejecutivas o de consejeros delegados de la sociedad cotizada. No sirven de mucho esas normas, como se ha dicho, al propósito que aquí se indaga, pero al menos contienen una declaración que viene a poner bien a las claras que en el áni- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 125 ESTUDIOS mo del legislador estuvo presente la finalidad retributiva de la entrega de acciones y del derecho de opción sobre la adquisición de las mismas. Este puede ser un buen punto de arranque para precisar la naturaleza y los caracteres de este nuevo sistema de hacer a los trabajadores partícipes de la buena marcha de la sociedad. La ausencia de una normativa específica aplicable a estos casos no es una deficiencia exclusiva de nuestro sistema positivo; también en otros países se ha provocado la misma situación. En Francia, el Tribunal Supremo había declarado que las stock options tenían naturaleza salarial, pero una ley posterior negó esa característica. ASPECTOS QUE LAS SENTENCIAS DEL TRIBUNAL SUPREMO HAN TOMADO EN CONSIDERACIÓN Como ya se dijo antes, ambas sentencias fueron aprobadas por la totalidad de los miembros de la Sala IV del Tribunal Supremo, y a ambas se formuló voto particular por tres Magistrados que disentían de la ponencia. Mi voto fue favorable al texto de la ponencia, porque el resultado al que llegaron los dos fallos me pareció el más adecuado a la naturaleza de las cosas, ponderando los que se ofrecían como posibles. No obstante, y aún mostrándome conforme con el resultado al que se llegó al resolver los recursos de casación para la unificación de doctrina, sí considero necesario oponer algunos reparos a la manera en que se han tratado ciertas cuestiones marginales no planteadas en el litigio ni en el recurso; al mismo tiempo entiendo que existen otras razones que abundan en la tesis de la mayoría y que no se recogen en el texto de dichas sentencias. Los recursos de casación para la unificación de doctrina traen causa de sendas demandas formuladas por trabajadores frente a la misma empresa y con idéntica causa de 126 pedir; pero la mejor comprensión del tema nuclear del litigio se logra si se tienen en cuenta los antecedentes inmediatos del mismo. Los demandantes se adhirieron al plan social de opción sobre acciones AEGON, uno del año 1997 y el otro al plan de 1998; la opción se refería, en una de las sentencias, a la suscripción de 125 acciones ordinarias de AEGON, por un valor nominal de un florín holandés cada una, al precio de cierre de las acciones el 31 de octubre de 1997 en la Bolsa de Amsterdam. El plazo para optar a la adquisición comenzaba el 31 de octubre de 1997 y finalizaba el 31 de octubre de 2002; el derecho de opción solamente era ejercitable dentro del período señalado, y si así no se hiciera, se perdía el derecho. En la otra sentencia se trató un supuesto referido a un plan de opción de similares características, siendo parte la propia empresa y referido al año 1998, pero con una cláusula en el contrato de adhesión del siguiente tenor literal: «si causare baja en la empresa, deberá ejercitarse antes el derecho ya que en caso contrario lo perderé»; si antes de 24 de marzo de 2001 causare baja en la empresa «salvo por incapacidad, jubilación o fallecimiento» no tendré derecho alguno. Se hizo constar además que el conjunto del plan AEGON quedaba afecto al artículo 4° del Convenio Colectivo del Sector Seguros, que determina la compensación de las retribuciones y condiciones tomadas en su conjunto y cómputo anual. Ambos trabajadores fueron despedidos por la empresa antes de que diera comienzo el plazo hábil para el ejercicio del derecho de opción, y en los dos casos se alcanzó acuerdo en conciliación, reconociendo la empresa que los despidos eran improcedentes, con las consecuencias que de ello se derivan, pero sin proceder a la readmisión. En las demandas se contiene idéntica pretensión, causada en el sentido de que se condene a la empresa demandada al abono de una cantidad, que a juicio de los actores, era REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 MANUEL IGLESIAS CABERO la equivalente a la que estimaban bastante para compensarles del quebranto sufrido al impedirles la empresa, por un acto unilateral que resultó no ser ajustado a la legalidad, el ejercicio del derecho de opción de compra de las acciones antes de que diera comienzo el período hábil previsto a tal fin, pero no se contenía en las demandas petición alguna relacionada ni con el despido ni con el posible derecho a ejercer en su día el derecho de opción de compra de acciones. Con ese planteamiento, las dos sentencias citadas no limitaron su análisis a la pretensión única formulada en las demandas, las dos de contenido idéntico, sino que abordaron las siguientes cuestiones: 1.a Si la aceptación por los trabajadores del plan de opción de compra de acciones tiene de suyo contenido económico, cuantificable y exigible. 2.a Si la obligación contraída por la empresa, que es la que subyace en ese negocio, es condicional o se trata de una obligación sujeta a plazo. 3.a Si el devengo cuestionado es de naturaleza salarial o extrasalarial. 4.a Si, aceptada la naturaleza salarial del concepto, se trata de un salario en metálico o en especie. 5.a Incidencia posible del beneficio económico que reporta al trabajador el derecho de opción sobre la cuantía de la indemnización a abonar en caso de despido improcedente no seguido de readmisión por parte de la empresa. POSIBILIDAD DE ATRIBUIR CONTENIDO ECONÓMICO AL DERECHO DE OPCIÓN DE COMPRA DE ACCIONES En realidad, en esto radica el nudo de la cuestión y la verdadera razón de ser de las pretensiones ejercitadas en las demandas, y el único punto en el que debió fijar la atención el Tribunal Supremo al resolver los recursos de casación para la unificación de doctrina, porque, con independencia de la naturaleza salarial o extrasalarial que pueda serle asignada al devengo, lo único que se reclama en las demandas es el importe de la indemnización en que los trabajadores han cifrado el perjuicio que le supone la imposibilidad de ejercitar en tiempo hábil su derecho de opción, debido a una causa ajena a su voluntad, imputable más bien al empresario, quien reconoció la ilegalidad de su comportamiento, así es que todo podría reducirse a declarar si el derecho de opción tiene o no un valor económico, determinable en tiempo anterior al de comienzo del plazo hábil para optar, y a partir de esa declaración estimar o desestimar la reclamación de cantidad que está en el origen del litigio. No me parece a mí absolutamente necesario el discurso sobre la naturaleza salarial o extrasalarial del devengo, incluso en otro aspecto de la cuestión, como puede ser el de la competencia; en ninguna de esas dos alternativas podría resultar comprometida la competencia del orden social de la jurisdicción. En las dos ocasiones se apresuró el Tribunal Supremo a poner de manifiesto que las declaraciones que contienen las sentencias carecen de la nota de generalidad, en el sentido de que no pueden ser extrapoladas o sacadas de contexto para aplicarlas a otros supuestos diferentes a los que dieron origen a los recursos, pues cada plan de opción tendrá con seguridad cláusulas y condiciones diferenciadas, que reclamarán un tratamiento singularizado. Partiendo de esa premisa, y tomando en consideración las cláusulas que contienen los programas de opción sobre acciones de la empresa AEGON N.V. 1997 y 1998, las sentencias afrontan la primera cuestión, como presupuesto necesario para el análisis de las siguientes; se tiene en cuenta que el derecho de opción no puede ejercitarse hasta que lle- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 127 ESTUDIOS gue el día inicial fijado en el mismo, y siempre que en tal momento el trabajador se encuentre en alta en la empresa, salvo cuando la baja sea debida a alguna de las causas previstas, esto es, a incapacitación, jubilación o fallecimiento. Cuando el cese en la empresa sea debido a alguna de estas causas, dicen las sentencias que no se anticipa el plazo fijado para el ejercicio de la opción, sino que se demora la decisión del interesado o la de sus causahabientes, si ha fallecido, para optar cuando sea posible. En ninguno de los dos planes se contiene referencia alguna al despido improcedente como causa a incluir junto con aquellas tres, para excepcionar la regla general de permanencia continuada del trabajador al servicio de la empresa. La dificultad surge cuando el trabajador ha dejado de pertenecer a la empresa antes de la apertura del plazo de opción, y no por su libre decisión personal, sino por un acto unilateral del empresario, es decir, acordado de manera improcedente poco tiempo antes de que dé comienzo el tiempo para poder optar; es decir, la relación laboral entre las partes se rompe por una causa distinta de la incapacitación, la jubilación o el fallecimiento. Cuando el despido disciplinario causado en esas circunstancias es declarado improcedente, o reconocida la improcedencia por el propio empresario, como sucedió en este caso en que la improcedencia del despido la admitió la empresa en conciliación, ya no se puede decir que se trate de un hecho o de una circunstancia carente de valor, debiendo ser considerado como un acto unilateral del empresario, que impide, de manera definitiva, el ejercicio de la opción. Tal valoración de las circunstancias sirve de base a las sentencias para declarar que ese despido debe ser equiparado a aquellas causas de cese que permiten demorar el ejercicio del derecho de opción hasta que dé comienzo el plazo hábil previsto a tal propósito. La empresa no puede, de manera unilateral, 128 neutralizar la opción sin la concurrencia de una causa lícita, so pena de infringir el art. 1256 del Código civil, en cuanto prohibe dejar la validez y el cumplimiento de los contratos al arbitrio de uno solo de los contratantes. Así pues, el despido improcedente seguido de indemnización por falta de readmisión, no se puede equiparar al hecho de causar baja en la empresa de manera voluntaria. Sin embargo, planteada la demanda antes de haberse cumplido el plazo previsto para optar, en ese momento el derecho aún no era exigible, con independencia de la naturaleza salarial o extrasalarial del concepto. Si el debate podía resolverse sin necesidad de entrar a decidir sobre la «naturaleza salarial o extrasarial del concepto», y esta era la única cuestión que se suscitó en el recurso, podría haberse ventilado éste sin necesidad de seguir con el razonamiento para abordar otras cuestiones que no se habían planteado, así es que si se hubiera puesto punto final aquí, el debate quedaba definitivamente zanjado, sin correr el riesgo de apuntar otros aspectos de la cuestión cuya solución habrá de verse en lo sucesivo de conformidad con los términos en los que se planteen; no puede olvidarse que el recurso de casación para la unificación de doctrina es extraordinario y, además de la concurrencia del requisito inicial de la contradicción entre las sentencias contrastadas, la sentencia habrá de limitar su conocimiento a los motivos concretos que se hayan formulado. Vuelvo a retirar que si las sentencias se hubieran limitado a declarar que la extinción anticipada de la relación laboral por causa imputable al empresario genera el derecho de los trabajadores al percibo de una compensación económica, nada habría que reprochar ni las resoluciones podrían ser tachadas de incongruentes. La conclusión que se ha alcanzado en este punto es que no se aprecia infracción del artículo 1119 del Código civil, que resulta aplicable tan sólo a las obligaciones condicionales, pero no a las sometidas a plazo, como la presente, según lo dicho por las sentencias y que REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 MANUEL IGLESIAS CABERO se apunta en el epígrafe siguiente, en cuanto que aquí no procedía el ejercicio de la acción de manera anticipada. NATURALEZA DE LA OBLIGACIÓN CONTRAÍDA POR LA EMPRESA AL OFRECER EL DERECHO DE OPCIÓN Se afirma por las sentencias que no se trata de una obligación condicional de las previstas en el artículo 1113 del Código civil; es un negocio jurídico complejo que, como todos los demás, se perfecciona por el consentimiento y desde entonces obliga a la empresa a respetar el derecho al beneficiario, en su verdadero contenido, sin oponer trabas injustificadas para impedir u obstaculizar el ejercicio del derecho. Siendo ello así, el empresario no puede eludir de modo unilateral el cumplimiento del compromiso, de manera que no puede revocar la obligación contraída. Tampoco puede decirse en puridad que estemos ante una expectativa de derecho desde el ángulo del trabajador; él sabe bien que si cumple el compromiso de permanecer al servicio de la empresa hasta que dé comienzo el plazo para optar, con seguridad consolidará el derecho y, además, como he dicho, la empresa ha asumido una obligación irrevocable. El importe del beneficio posible no desnaturaliza la obligación, y lo que ocurrirá si no hay diferencia en positivo entre el precio inicial de las acciones y el final en el momento de la opción, el trabajador no optará y la obligación se extingue. El dato de la permanencia al servicio de la empresa no convierte la obligación en una expectativa, porque también sucede lo mismo con el pago de las gratificaciones extraordinarias, que se devengan cada semestre en función del tiempo de permanencia en la empresa y prestación de servicios. El término o plazo se configura como un elemento esencial del negocio. El requisito de que el trabajador esté el servicio de la empresa no presupone una condición en sentido estricto, sino un elemento esencial del vínculo, pues la oferta solamente se hace por la empresa a sus empleados y éstos aceptan cuando pertenecen a la plantilla de la misma, debiendo permanecer en tal posición hasta la fecha de ejercicio de la opción. La baja en la plantilla de la empresa tiene un alcance que sólo cabe considerar desde la perspectiva de la voluntariedad del propio trabajador. Por consiguiente, se trata de una obligación sujeta a plazo que solamente se materializa en el momento en el que se cumple el término, pues será su titular quien decida si ejercita o no el derecho de opción. NATURALEZA SALARIAL O EXTRASALARIAL DEL CONCEPTO ESTUDIADO Podría decirse que este es el punto caliente de la discordia y el que tiene dividida a la doctrina científica en dos bloques: uno que le atribuye naturaleza salarial y otro que se la niega. Esta disparidad de criterios ha motivado pronunciamientos judiciales de muy diferente signo. Para despejar esa incógnita y dar respuesta a las múltiples interrogaciones que abre, parece necesario tomar en consideración algunas ideas relacionadas con la retribución en el mundo del trabajo. En la esfera de las relaciones laborales se aprecian en los últimos tiempos mutaciones o cambios de enfoque de cierto interés, en lo que se refiere a la retribución. Desde la jornada de las 48 horas semanales de la década de los cuarenta y el cálculo del salario a tiempo, al sistema actual media una considerable distancia. Hoy no se da una perfecta equivalencia entre el tiempo dedicado realmente a trabajar y la cuantía del salario; se toman en cuenta otros factores para apreciar el mérito del servicio prestado y valorarlo económicamente, tales como las cualidades personales del trabajador o su rendimiento que es, por encima de todo, lo que en realidad interesa a las sociedades capitalistas. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 129 ESTUDIOS Como señala González-Posada, actualmente el trabajo se retribuye a tiempo, a destajo, por rendimiento, en atención al mérito y capacidad del trabajador, por la consecución de objetivos, por la competencia, formación y responsabilidad del trabajador y por la asunción de riesgos, a veces. Las sociedades capitalistas modernas tienden a implicar a los trabajadores en la marcha de la empresa, vinculándolos a los resultados económicos de cada ejercicio, haciéndolos partícipes de las ganancias obtenidas, mediante su integración en el colectivo de personas que encarnan el capital social, con los mismos derechos que los restantes accionistas. En resumen: el salario no retribuye exclusivamente el trabajo prestado, desde la óptica de la organización empresarial, sino que se ponderan otros valores como la competitividad, la rentabilidad, la productividad y la colaboración de los asalariados, pudiendo comprender una parte fija y otra variable, sin que por ello deje de ser salario; en esta parte de la estructura salarial es donde tiene acomodo la stock option, como modalidad de participación financiera, cuyo principal designio es favorecer la permanencia de los mejores trabajadores al servicio de la empresa y su adhesión a los intereses empresariales. Sin duda estamos a presencia de un concepto retributivo nuevo, como advierte el Tribunal Supremo, no previsto en la ley de manera particularizada, caracterizado por una naturaleza compleja. Pero no podemos conformarnos con resaltar estas dificultades, sino que es necesario buscar fórmulas que permitan dar solución a los problemas sin que se resienta el Derecho. Ante la laguna legal, habrá que acudir al único precepto que en nuestro ordenamiento nos da cuenta de lo que es salario. El artículo 26 del Estatuto de los Trabajadores se manifiesta en una concepción amplia y sumamente generosa del salario, permitiendo la inclusión en el mismo de las stock options. Admiten las sentencias que se trata de un concepto retributivo nuevo, no previsto por el 130 legislador laboral, cuya naturaleza es compleja, pues confluyen en él un conjunto de factores, no todos ellos de fácil alineamiento con el concepto tradicional de salario, pero en el que, no obstante, se aprecian las notas o características más importantes del mismo. La conclusión a la que se llega es a la de atribuir al devengo naturaleza salarial. El salario es el motivo de mayor relieve, cuando no el único, de los que determinan al trabajador a contratar la prestación de sus servicios; en las negociaciones previas al ajuste del contrato, el trabajador estará interesado en saber cómo va a ser retribuido y en qué cuantía, pues todos estos elementos y expectativas serán los que le induzcan a contratar con uno o con otro empresario o a abstenerse de hacerlo con ninguno. Así lo hace ver el Tribunal Supremo al declarar que también el trabajador tiene la oportunidad de valorar la ventaja que la opción representa, en la seguridad de que si se cumplen las condiciones establecidas, su patrimonio puede llegar a incrementarse. No parece necesario forzar demasiado el argumento para sostener que en la letra y en el espíritu del artículo 26 del Estatuto de los Trabajadores tiene encaje la stock option, en cuanto el precepto considera salario la totalidad de las percepciones económicas del trabajador, en dinero o en especie, por la prestación profesional de sus servicios laborales por cuenta ajena; la norma contiene, como señaló la sentencia del Tribunal Supremo de 9 de febrero de 1987, una presunción "iuris tantum" de que la totalidad de las ventajas económicas que recibe el trabajador del empresario tienen la consideración de salario, y quien sostenga lo contrario habrá de probarlo; al respecto dice la sentencia que, como regla general, la inclusión en el concepto de salario de todo aquello que perciba el trabajador de la empresa por razón de su trabajo, supone que para la «totalidad de las percepciones económicas deriva una presunción “iuris tantum” de que todo lo que percibe el trabajador del empresario le es debido a REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 MANUEL IGLESIAS CABERO aquél, conllevando el desplazamiento de la carga de la prueba para que aquel que afirme lo contrario lo acredite». Para las dos sentencias del Tribunal Supremo que se comentan, la opción sobre la adquisición de aciones tiene en la empresa verdadera naturaleza retributiva, como incentivo laboral cuya finalidad es incrementar los resultados económicos; sirve asimismo para implicar a los trabajadores en las tareas de la empresa y de estímulo para el logro de los objetivos propuestos. Además de esa finalidad, las stock options provocan un doble efecto beneficioso para la empresa: refuerzan considerablemente la vinculación de los trabajadores, evitando que se vayan a las empresas de la competencia los mejores, y al mismo tiempo elude la necesidad de contratar a nuevos trabajadores, teóricamente menos capacitados y experimentados, con el efecto negativo que ello produce, al menos de momento, sobre los resultados. La vinculación entre la actividad laboral del empleado, su esfuerzo y dedicación y la obtención de un beneficio económico valorable, derivado del ejercicio del derecho de opción, lo configuran como salario, es decir, como una percepción económica que se recibe a causa o como consecuencia de la actividad laboral desarrollada. Entiende el Tribunal Supremo que la naturaleza salarial no se desvirtúa por la incertidumbre acerca de la existencia o no de una ventaja patrimonial por la diferencia, en positivo, del valor de las acciones, pues en los sistemas retributivos complejos puede ocurrir que el devengo no tenga una relación totalmente directa con la actividad del trabajador, como sucede con los salarios por el logro de objetivos o el reparto de beneficios. La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Valencia de 17 de marzo de 2000 discrepa de este razonamiento al tomar en cuenta que la decisión de comprar o no comprar corresponde al trabajador, y la opción constituye un beneficio aleatorio que puede desaparecer, pero también esto puede ocurrir con los denominados bonus y con las comisiones, cuando las operaciones no llegan a buen fin. Dice esta sentencia que entre las partes se crea un vínculo ajeno al laboral, que es de naturaleza asociativa, con asunción de riesgos laborales. No encuentro base jurídica para sostener que entre empresario y trabajador, al pactar una genuina forma de retribuir los servicios que se prestan en el marco de un contrato de trabajo, hagan nacer un vínculo jurídico de naturaleza extralaboral; la misma implicación en los asuntos de la empresa se observa en el supuesto de la participación en los beneficios de la sociedad, pues los resultados negativos de un ejercicio económico incidirán asimismo en la parte variable de la retribución, pero no en la fija. La falta de ejercicio del derecho de opción dentro del plazo señalado en el plan ofrecido y aceptado no supone un acto de disponibilidad por parte del trabajador que pudiera estar prohibido por el artículo 3. 5 del Estatuto de los Trabajadores, y así lo advierten las sentencias de referencia, al señalar que tal derecho no está reconocido como ventaja para el trabajador en disposición alguna de carácter necesario; se trata más bien de un acto que es el reflejo de la libre decisión del trabajador y que se refiere a un derecho ya reconocido. Hay un componente de aleatoriedad, como ya se dijo, en todo este asunto y es posible que el trabajador no se muestre interesado en ese momento en la adquisición de las acciones. Lo que veda el artículo 3. 5 citado es la válida disposición, antes o después de su adquisición, de los derechos que tengan reconocidos los trabajadores por disposiciones legales de derecho necesario, o de la que afecte a los derechos reconocidos como indisponibles por convenio colectivo. En muchas ocasiones se ha ocupado el Tribunal Supremo de esta cuestión, pudiendo citarse al respecto y como reflejo de su doctrina la sentencia de 23 de junio de 1986, en cuanto señala que una REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 131 ESTUDIOS cosa es que los trabajadores no puedan disponer válidamente, antes o después de su adquisición, de los derechos que tengan reconocidos por disposiciones legales de derecho necesario o por convenio colectivo, y otra cosa bien distinta es la renuncia a los derechos que no tengan esta naturaleza, renuncia que puede ser válida cuando la decisión no resulte afectada por vicio alguno de la voluntad. El derecho de opción de compra de acciones se manifiesta como una ventaja con marcado componente aleatorio, en el sentido de lo contingente que resulta cuantificar el importe del beneficio de manera anticipada; antes de que dé comienzo el tiempo hábil para optar se desconoce la diferencia que pueda llegar a existir entre el precio inicial fijado para las acciones y el que puedan alcanzar a la hora de ejercer el derecho de opción, pero esta característica no elimina la naturaleza salarial del devengo, pues en cualquier caso tiene origen en el contrato de trabajo y en la prestación de los servicios profesionales, que es precisamente lo que exige el artículo 26 del Estatuto de los Trabajadores para que merezca el calificativo salarial. Aquí habría que hacer una mención especial a la oferta de acciones hecha de manera gratuita por el empresario, lo que es concebible y posible, de tal manera que el derecho se materializa por parte del trabajador con el simple hecho de la adquisición de las acciones, sin necesidad de hacer ningún desembolso o pagar precio alguno por ellas, aunque con la condición generalmente añadida de la permanencia en la empresa durante un tiempo determinado. Sin duda se trata entonces de una verdadera y pura donación de cosa mueble, para cuyo perfeccionamiento se requiere únicamente la entrega simultánea de la cosa donada, cuando la donación se haga verbalmente, o constando por escrito en otro caso, lo que equivale a la aceptación, según la disposición del artículo 632 del Código civil. Es una donación que, en atención a la cualidad del donante y del donatario, no puede ser revocada, en cuanto que, en el plano puramente 132 civil, no resultarán aplicables los artículos 644, 648 y 654 del Código civil, es decir, cuando el donante tenga hijos posteriormente o resulte vivo el que se reputaba muerto, por causa de ingratitud o cuando la donación sea inoficiosa, porque no tienen encaje estas circunstancias en el donante en este caso. Mayores dudas suscita la aplicación del artículo 647 del Código civil, en cuanto permite revocar las donaciones a instancia del donante cuando el donatario haya dejado de cumplir alguna de las condiciones que aquél le impuso; parece que resultaría aplicable esta causa de revocación si no fuera porque el efecto ya estará previsto en el plan de opción, es decir, si el trabajador no se encuentra al servicio de la empresa en el momento de optar, la oferta y la donación ya no van a producir efecto alguno. Cuando la opción se otorga de manera gratuita, sin que el trabajador tenga que hacer desembolso alguno para la adquisición de las acciones, la figura se aproxima considerablemente a la condición más beneficiosa, que no puede ser suprimida unilateralmente por el empresario o donante, a salvo la posibilidad de compensarla o de neutralizarla en las condiciones propias del caso y con relación a otros derechos de análoga naturaleza y significación. Las sentencias acuden a otro argumento para reforzar la tesis de que el devengo tiene naturaleza salarial, que a mi juicio no tiene la consistencia suficiente para demostrar esa realidad; se dice que el artículo 26 del Estatuto de los Trabajadores configura el salario en sentido positivo en el su número 1 y en sentido negativo en el número 2, y para que el beneficio obtenido del ejercicio de la opción sobre acciones no tuviese naturaleza salarial, debería aparecer incluido en el número 2 del precepto, en el que se dispone que no tendrán la consideración de salario las cantidades percibidas por el trabajador en concepto de indemnizaciones o suplidos por los gastos realizados como consecuencia de su actividad REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 MANUEL IGLESIAS CABERO laboral, las prestaciones e indemnizaciones de la Seguridad Social y las indemnizaciones correspondientes a traslados, suspensiones y despidos. Afirman las sentencias que en ninguno de tales supuestos tiene cabida el devengo examinado, y así es en realidad, pues no se trata de compensaciones por gastos que haya tenido el empleado a causa de la relación de trabajo, ni de indemnizaciones, ni mucho menos de prestaciones de la Seguridad Social, y por eso llegan a la conclusión de que su naturaleza es salarial. El método negativo para la aproximación a los conceptos y para la interpretación de las normas no siempre es concluyente ni definitivo, y en este caso concreto no lo es, según mi parecer. No hay ciertamente referencia expresa a este concepto entre los excluidos por la norma de la noción de salario, pero tampoco la hay a todos y a cada uno de los restantes considerados por la jurisprudencia como extrasalariales, y tal es el caso de las cestas de Navidad, economatos, bolsas de vacaciones, becas de estudios y otros, como no sea por la aplicación de la regla general contenida en el número 1 del artículo de referencia, en relación con la compensación de gastos realizados por el trabajador como consecuencia de la actividad laboral desarrollada, para negar carácter salarial a los conceptos destinados a tal compensación, y bien sabido es que ninguno de aquellos «obsequios» de la empresas ha sido considerado salario por el Tribunal Supremo en una doctrina profusamente predicada. LA PREGUNTA SIGUIENTE SE REFIERE A LA CLASE DE SALARIO QUE REPRESENTA EL DEVENGO, BIEN EN DINERO O EN ESPECIE Sin mayor alarde de argumentaciones, las sentencias contienen una afirmación que, cuando menos en algunas ocasiones, puede resultar cuestionable; dicen las sentencias que «con independencia de la naturaleza que en otros ámbitos no laborales (sin duda se está aludiendo de manera velada al aspecto tributario del devengo) se atribuya a los rendimientos que se obtengan de las opciones sobre acciones, la solución jurisdiccional que aquí se ha de dar al problema pasa por la necesaria atribución a las cantidades o, en su caso, acciones así obtenidas de salario en metálico», añadiendo a continuación que «en el caso en que el mismo día del ejercicio de la opción se proceda a la venta de las acciones sobre las que recae la opción del trabajador, que normalmente estarán en régimen de autocartera en posesión de la propia empresa, para lo que previamente hizo la oportuna reserva, el dinero ingresa directamente en el patrimonio del hasta entonces titular del derecho, por lo que no cabe conceptuarlo como salario en especie. Cuando lo que ingresa en su patrimonio por esta causa son las acciones de la empresa, su posibilidad de venta en Bolsa de forma inmediata convierte al devengo también en salario metálico y no en especie, concepto éste que se vincula más bien con la utilización, consumo u obtención, para fines particulares, de bienes, derechos o servicios proporcionados por la empresa, como vivienda, electricidad, calefacción, seguros de todo tipo, automóviles, teléfono, escolarización, etc.». Hay que advertir que el derecho de opción, tal como se estructura a través de las stock options, debe estar referido a la adquisición de acciones que cotizan en Bolsa, pues se exige como requisito indispensable el contraste entre los precios inicial (cuando se otorga el derecho de opción) y final (cuando se ejercita el derecho y se materializa), y como en este caso la conversión de los títulos valores en dinero es una operación muy simple y automática, podría decirse que el salario lo es en metálico pero, en este como en otros aspectos, no había necesidad de hacer pronunciamientos al respecto, ya que ni en el litigio en sus fases anteriores ni en el recurso de casación para la unificación de doctrina se debatió esta REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 133 ESTUDIOS cuestión, de manera que las partes no se mostraron interesadas en que se pronunciara el Tribunal Supremo sobre tal extremo, ni el Ministerio Fiscal hizo referencia al mismo en su dictamen INCIDENCIA DEL CONTENIDO DEL DERECHO EN EL CÁLCULO DE LA INDEMNIZACIÓN POR DESPIDO IMPROCEDENTE NO SEGUIDO DE READMISIÓN De nuevo en las sentencias se hace otro pronunciamiento que, aún teniendo el carácter de simple «obiter dicta», parecía en este caso innecesario. Afirman las resoluciones que «a la vista de que en el recurso se denuncia como infringido el artículo 26 del Estatuto de los Trabajadores, debe añadirse a todo lo dicho que las cantidades que hubiese podido obtener el demandante como consecuencia del ejercicio en tiempo de las opciones sobre acciones suscritas, tendrían naturaleza salarial y serían valorables, en su caso, a efectos de cuantificar la indemnización por despido prevista en el artículo 56. 1, a) del Estatuto de los Trabajadores. Pero sólo aquellas que hubiesen ingresado en el patrimonio del trabajador por haber ejercitado la opción en momento anterior al despido, salvo que, como se ha dicho, se acreditare que la empresa hubiese actuado en fraude de ley practicando el despido con la finalidad de impedir que el trabajador ejercitase la referida opción». Digo que me parece innecesario este pronunciamiento porque, en la parte del recurso de casación para la unificación de doctrina dedicada a la denuncia de las infracciones legales, no se menciona como vulnerado el artículo 56. 1, a) del Estatuto de los Trabajadores, ni era necesario hacerlo dado el alcance de la pretensión ejercitada. En cualquier caso, demostrar que la empresa actúa en determinadas ocasiones en fraude de ley acordando el despido con el propósito de impedir al trabajador el ejercicio del derecho 134 de opción, no va a resultar tarea sencilla, teniendo en cuanta que quien alegue esta circunstancia habrá de acreditarla. Las anteriores afirmaciones estaban necesitadas de un más completo desarrollo argumental, si es que se creyó conveniente tratar de este asunto en las sentencias, si bien a mi entender no era de todo punto necesario porque, como ya se señaló anteriormente, en la demanda no se formuló petición alguna que tuviera su origen en el despido, ni se invocó tampoco el artículo 56. 1, a) del Estatuto de los Trabajadores para reclamar una mayor cantidad de dinero en concepto de indemnización, sino solamente interesaba a los actores que se les indemnizara por el perjuicio que les supuso la privación de su derecho a optar a la adquisición de acciones cuando llegara el momento que las partes habían previsto al confeccionar el plan de opción. De todos modos, la aseveración que se hace en ese sentido, al menos con la generalidad con que aparece formulada y abstracción hecha de las particularidades del plan de que se trata, pudiera en ocasiones ser sometida a crítica. Es cierto que la indemnización por despido improcedente se ha de calcular en función del salario que viniera percibiendo el trabajador antes de ser despedido y, en ese caso, al considerar que el beneficio por el derecho de opción es de naturaleza salarial, debe computarse asimismo, pero el Tribunal Supremo había declarado ya en las sentencia de 15 de octubre de 1990 y en otras posteriores, que la única indemnización del artículo 56. 1, a) del Estatuto de los Trabajadores para el supuesto de no readmisión constituye el resarcimiento de los perjuicios que el trabajador sufre por la extinción del contrato de trabajo. Pues bien, en alguno de estos supuestos puede resultar que el despido tenga lugar antes de que llegue el plazo hábil para el ejercicio del derecho de opción, y entonces, con la doctrina del Tribunal Supremo delante, no puede ser cuantificado económicamente el contenido de un derecho no ejercitado y de imposible ejercicio en el futu- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 MANUEL IGLESIAS CABERO ro, así es que no debiera tener incidencia alguna para el cálculo de la indemnización; si el despido tiene lugar después de haberse ejercitado el derecho y una vez que el patrimonio del trabajador se ha visto incrementado por esa causa, el demandante ya ha recibido lo que se le debía, y de inmediato surgen dos interrogaciones: la primera, si debe o no computarse esa cantidad para el cálculo de la indemnización y, la segunda, si la respuesta a la pregunta anterior fuera afirmativa, qué método de cálculo debiera seguirse. diatamente anterior al despido, aunque sin duda caben otras soluciones distintas. Del texto de las sentencias se deduce que el contenido del derecho de opción no es salario en el momento de la concesión; lo es cuando se consolida al hacerlo efectivo mediante la adquisición de un número determinado de acciones a precio inferior al del mercado. Se manifiesta más razonable, a mi modo de ver, el cálculo referido al año inmediatamente anterior a la fecha del despido pues, aunque ninguna norma positiva de nuestro ordenamiento nos lleve a esta conclusión, del espíritu y de la letra del artículo 56. 1, a) del Estatuto de los Trabajadores se puede deducir ese resultado. Si partimos de la base de que la indemnización por el despido improcedente constituye el resarcimiento de los perjuicios que se irrogan al trabajador por la extinción de su contrato de trabajo, debido a una decisión unilateral del empresario, y puesto que el equivalente económico del derecho de opción ya lo ha percibido el trabajador, como consecuencia de un episodio aislado en su carrera profesional, ignorándose si en el futuro volvería la empresa a hacer otro ofrecimiento de las mismas características e idéntico alcance, no parece razonable compensar un perjuicio que en realidad no existe. Es más, en la hipótesis de que la empresa ofreciera de nuevo la opción, tampoco es seguro que al trabajador le interese aceptar la oferta o, llegado el caso, hacer efectivo el derecho y traducirlo en una ventaja económica, en la hipótesis también de que hubiera tal beneficio por la diferencia en el valor de las acciones. SENTIDO DEL VOTO PARTICULAR Si, por el contrario, se entendiera que como salario percibido debe tomarse en cuenta para fijar la indemnización, la duda se plantea en torno al método de cálculo o a la manera de computarlo. Las alternativas que se ofrecen son muy variadas, pero me parece lo más razonable, bien distribuir la ganancia entre todo el tiempo que hubiera transcurrido desde la concesión del derecho hasta la fecha del despido que, para ser indemnizable ha de ser de fecha posterior a la opción, según el pronunciamiento de las sentencias, porque si es anterior no puede ser tomado en cuenta, o bien hacer una distribución en el año inme- La discordancia de los Magistrados que formularon el voto particular a la ponencia de la sentencia se centra en el reconocimiento del derecho del demandante a ejercitar la opción de compra de acciones después de haber sido despedido. En esa línea reconoce el voto que la naturaleza del concepto estudiado depende de las características de cada uno de los planes o contratos que los hayan establecido; ese reconocimiento consta asimismo en las sentencias, sin embargo en el voto no se descarta la hipótesis de una donación remuneratoria de las previstas en el artículo 619 del Código civil, cuando faltase la reciprocidad de obligaciones. Sin duda que a la libre decisión de las partes queda la posibilidad de pactar, no solamente que el despido improcedente no seguido de admisión deje vivo el derecho de opción del trabajador, sino también que en ese caso la cantidad que corresponda a la indemnización por el despido se tenga en cuenta para el cálculo de la indemnización, y así parece que sucedió en el supuesto contemplado por la sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Madrid de 22 de febrero de 2001. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 135 ESTUDIOS Se hace en el voto reconocimiento de que en el caso concreto enjuiciado se trata de un beneficio o ventaja económica que se concede sólo en concepto de incentivo o compensación recíproca a la permanencia en la empresa, pero no en contraprestación del trabajo prestado. A mi juicio, tal afirmación es hasta cierto punto acertada; el derecho de opción no consta que sirva «exclusivamente» para remunerar la permanencia de los trabajadores en la empresa. El objetivo final que persigue la sociedad es ese sin duda, pero también la mejora de los resultados del ejercicio económico estará en el ánimo del oferente, y este efecto depende en buena medida del esfuerzo de los trabajadores, particularmente en una actividad como la del seguro. El hecho de que el ejercicio del derecho de opción suponga para el trabajador la posibilidad de la venta inmediata de las acciones adquiridas en la Bolsa de Amsterdam, con transferencia al mismo del importe o beneficio en metálico obtenido, no parece estímulo suficiente para el trabajador motivando su permanencia al servicio de la empresa más allá de la fecha de ejercicio del derecho, pues ya ha obtenido el beneficio esperado. Ese es otro de los efectos de la oferta, como en el propio plan se dice; para el voto particular, la implicación o involucración de los empleados con la sociedad, no va acompañada de ningún ingrediente de retribución o contraprestación del trabajo, pues la compra de acciones depende directa o indirectamente del trabajo efectivamente prestado. Para rebatir tal argumento bastaría acudir al artículo 21 del Estatuto de los Trabajadores, pues al contemplar el pacto de plena dedicación, y en el fondo es lo que sucede con las stock options, se compensa al trabajador con un beneficio económico, que no puede decirse que retribuya directa ni indirectamente el trabajo efectivamente prestado. El esfuerzo argumental del voto particular va encaminado a demostrar que entre el 136 beneficio concedido y el trabajo prestado por el titular del derecho no existe vinculación alguna, pero con lo dicho hasta aquí entiendo que se demuestra lo contrario. Por de pronto, se logra la permanencia de los empleados al servicio de la sociedad durante un período de tiempo –tres años– y los trabajadores saben que con su esfuerzo y dedicación personal se pueden obtener mejores resultados e incrementar el valor de las acciones, lo que sin duda redundará en su propio provecho. Para los Magistrados discrepantes del parecer mayoritario, el concepto cuestionado no tiene encaje en ninguno de los supuestos previstos en el artículo 26 del Estatuto de los Trabajadores; ciertamente no forma parte del salario base, en cuanto no constituye una retribución fijada por unidad de tiempo o de obra, pero sí cabe calificarlo como complemento salarial, en cuanto que las razones apuntadas en las sentencias conducen, en un proceso lógico, a demostrar la estrecha imbricación que existe entre el beneficio prometido y las circunstancias relativas a las condiciones personales del trabajador. No es infrecuente leer en los planes de opción que la oferta se hace a los mejores trabajadores. La conclusión que alcanza el voto particular es que no se trata de un elemento salarial y, consecuentemente, no es computable para fijar la indemnización por despido. A mi juicio, argumentar que el concepto no se halla mencionado en el artículo 26 del Estatuto de los Trabajadores o, dicho de otra manera, que no tiene encaje en su definición, no resulta ser más acertado que lo razonado al respecto en las sentencias cuando alcanzan la conclusión de que es un concepto salarial porque no aparece mencionado en el apartado segundo del precepto como devengo extrasalarial. La definición que del salario facilita el artículo 26 creo que es lo suficientemente flexible como para incluir en su ámbito las muy variadas ventajas que los empresarios conceden a sus trabajadores REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 MANUEL IGLESIAS CABERO ALGUNAS OTRAS REFLEXIONES SOBRE EL MISMO TEMA Las sentencias comentadas abren muchas e importantes interrogaciones en torno a las stock options, lo que parece aconsejar ciertas consideraciones de algunos de sus aspectos, aunque sólo sea para apuntar desde aquí otros problemas con los que se van a enfrentar los Tribunales. No debe olvidarse que el derecho a suscribir acciones se defiere en el tiempo, de ordinario varios años –en ocasiones hasta diez–, de manera que el trabajador debe ser consciente de que con su mayor esfuerzo, con sus sacrificios a veces mediante la congelación o la reducción de sus retribuciones, y con una más cumplida dedicación a sus tareas, la sociedad obtendrá mejores resultados y saneará los futuros ejercicios económicos, con el efecto reflejo de la revalorización de las acciones y el incremento del derecho de los empleados. De esta manera se evidencia la estrecha vinculación que existe entre el derecho de opción y la relación laboral, pues el resultado final se manifiesta así beneficioso para los trabajadores, pero con origen en su trabajo y esfuerzo. mejores resultados, pero a base de la contribución personal de los empleados. Cuarto. Si, conforme a lo pactado, el ejercicio del derecho de opción no es posible después de extinguida la relación laboral, salvo en supuestos excepcionales y expresamente pactados, la empresa logra al mismo tiempo la permanencia a su servicio de los empleados titulares del derecho, situación que se prolonga en un futuro inmediato, con la ventaja añadida de que va a mejorar la cuenta de resultados de la sociedad. Quinto. Es una modalidad de retribución variable, aceptada en nuestro ordenamiento positivo sin reservas. La característica no desaparece aunque su importe no dependa directa y exclusivamente del comportamiento de los trabajadores, pues eso mismo sucede también con la participación en los beneficios y con los denominados «bonus». Sexto. Tiene indudablemente una finalidad compensatoria y retributiva, en las más variadas modalidades, con la mirada fija en las cualidades personales del trabajador y en su manera de ejecutar el trabajo. Segundo. Las partes que ajustan este acuerdo sobre el plan de opción de compra de acciones, y que establecen las condiciones para su disfrute, son las mismas que han celebrado el contrato de trabajo. Desde la otra vertiente, es decir, desde el punto de vista del empleador, cabe decir que para las empresas las stock options siempre representan un negocio oneroso; si en el momento de la opción tienen en cartera las acciones, y el trabajador opta por su adquisición es porque su precio es superior al ofrecido inicialmente, y entonces se verá obligada a traspasarlas al empleado por un precio inferior del que podría haber obtenido con su venta en Bolsa; si no dispone de ellas tendrá que adquirirlas en el mercado y cederlas a un precio inferior al de compra, o bien abonar al empleado la diferencia de precio entre el momento inicial y final, y en este caso el carácter oneroso del negocio jurídico es más ostensible. Tercero. Siempre tiene como trasfondo el interés empresarial para el logro de uno Es cierto que el devengo cuestionado no encuentra perfecto encaje en las previsiones Que la figura de que se trata se entronca de alguna manera con la relación de trabajo que vincula a las partes, en sus diversas manifestaciones, se pone de relieve, además, con los siguientes factores concurrentes: Primero. Es una ventaja que se ofrece exclusivamente a los empleados de la sociedad, no a todos y nunca a los extraños. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 137 ESTUDIOS del artículo 21. 4 del Estatuto de los Trabajadores, que regula el pacto de permanencia en la empresa; no se oculta que las diferencias entre ambas figuras son notables, pues en las stock options no se contempla el supuesto de que el trabajador haya recibido una especialización profesional con cargo a la empresa para poner en marcha proyectos determinados o realizar un trabajo específico, pero en este caso la licitud del pacto radica precisamente en la oferta de acciones en que el trabajador no queda vinculado a la empresa por pacto alguno, ni tendrá que abonar al empresario cantidades para indemnizar los perjuicios que puedan derivar de la dimisión anticipada del trabajador, pero en el fondo de ambos supuestos existe un estímulo, a veces muy poderoso, que propicia la «retención» del empleado, al menos hasta que ejercite el derecho de opción. En definitiva, el resultado que se persigue es coincidente en los dos casos: que los empleados mantengan su relación laboral con la empresa. Como es bien sabido, para este tipo de contingencias no se exige período mínimo de carencia, pero no parece razonable computar todo el beneficio en la retribución del día en que sobreviene el accidente de trabajo y que coincida con el de ejercicio del derecho de opción. Habrá que estar entonces a lo que disponen los artículos 58 y 60 del Decreto de 22 de junio de 1956; conforme a estas normas se entiende por salario la remuneración que efectivamente perciba el accidentado por el trabajo que realiza por cuenta ajena, en dinero o en especie, cualquiera que sea su forma y denominación.. Entre las excepciones a la regla general explicitadas en el artículo 58 mencionado no se encuentran las stock options, ni eran conocida cuando se publicó aquel Decreto, pero a la luz del artículo 60 hay que considerar el devengo como una retribución complementaria computable a efectos de fijar las prestaciones. La suma total de la retribución se divide por el número de días efectivamente trabajados en la empresa en un año y el cociente se multiplica por 290. Si, conforme a lo anteriormente razonado, tenemos que partir de la base de que las stock options son una parte del salario del trabajador, una vez que haya ejercitado el derecho de opción e ingresado el beneficio en su patrimonio, habrá que aceptar también las consecuencias que de ello se derivan, en las distintas incidencias que afecten a la relación laboral, aparte del despido disciplinario declarado improcedente, ya tratado anteriormente. Las excedencias, en sus distintas modalidades, sin duda van a plantear serias dificultades en supuestos de stock options. La excedencia forzosa, por cuanto que el ordenamiento jurídico la equipara en muchos casos a la prestación efectiva de servicios, debiera recibir un tratamiento favorable, reservando al excedente el derecho a optar a la compra de acciones cuando llegue el momento. Entre los aspecto más relevantes de esa problemática habría que mencionar las consecuencias económicas del accidente de trabajo, en relación con el elemento que venimos analizando. Las bases reguladoras de la prestación económica derivada de tal contingencia se fijan en función de la retribución total en el momento del accidente, pero ¿qué ocurrirá si el mismo día de la conversión del derecho de opción en dinero se accidenta el trabajador? En ocasiones, la excedencia voluntaria, incluso cuando no lleva aparejada la reserva de puesto del trabajo, como puede ser en el caso de cuidado de hijos o de familiares, regulado en el artículo 46 del Estatuto de los Trabajadores, no es absolutamente equiparable a la excedencia voluntaria por interés propio del trabajador, así es que también debiera reservarse el derecho a optar, para el caso de que la excedencia persista el día fijado para el ejercicio de la opción. 138 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 MANUEL IGLESIAS CABERO Nada impide el pacto en el plan de opción a cuya virtud se reconozca el derecho de los trabajadores a transmitir la facultad de optar a la adquisición de acciones; probablemente no será del interés de la empresa que las acciones vayan a ser adquiridas por extraños a la relación laboral, pero esta posibilidad no debe descartarse porque el beneficio para el trabajador no desaparece, pues si el negocio de la opción se presenta como positivo, de ello sacará alguna ventaja el cedente del derecho de opción. Acaso se limite el campo permitiendo únicamente que los destinatarios últimos de las acciones sean otros trabajadores de la misma empresa, comprometidos asimismo a permanecer en la empresa hasta el momento de la opción, si es que no están ya favorecidos con la misma oferta porque siempre, o casi siempre, será del interés de la empresa que los trabajadores beneficiados permanezcan un tiempo a su servicio. No es posible hacer un análisis pormenorizado en este breve ensayo de otras muchas cuestiones que sin duda van a plantear las stock options. En espera de otra ocasión para analizar esos aspectos del problema, baste con el apunte que ahora se hace de algunos de ellos, sin olvidar otros como la cotización a la Seguridad Social por el beneficio obtenido, singularmente cuando el trabajador fallezca y sean sus causahabientes quienes pretendan hacer efectivo el derecho, puesto que no son ellos sujetos pasivos de la obligación de cotizar. La posible incidencia de la huelga y de los demás supuestos de suspensión del contrato de trabajo, como puede ser el caso de los permisos por alumbramiento o maternidad, el tratamiento en el seno de los grupos de empresas, cuando las acciones ofrecidas no sean de la sociedad oferente, sino de otra de las vinculadas dentro del mismo grupo, los efectos sobre los salarios de tramitación en supuestos de despido disciplinario declarado improcedente, en las extinciones de la relación laboral por causas objetiva, etc. EL EFECTO VINCULANTE DE LAS SENTENCIAS Como ya se ha dicho anteriormente, el Tribunal Supremo se ha apresurado a declarar en las sentencias comentadas, que la doctrina que en este caso proclama no debe ser entendida y aceptada con carácter y efectos de generalidad, pues la singularidad de cada caso puede aconsejar soluciones que se aparten de esa línea de doctrina. Esto supone que el dato decisivo para abordar los problemas que puedan plantearse residirá en la forma y en las condiciones que presente cada plan de opción. Así debe ser si atendemos a lo dicho por el Tribunal Supremo en repetidas ocasiones anteriores, respecto de la interpretación de los contratos, y en este caso se trata precisamente de eso mismo. La labor del Juez consistirá en tal caso en indagar la verdadera voluntad de los contratantes, si bien las dificultades adquieren una especial dimensión cuando esa voluntad, sobre aspectos concretos del negocio jurídico, no se han manifestado de manera expresa en el contrato ni se pueden vislumbrar por algún otro medio. Lo declarado en las sentencias no puede tomarse como un imperativo categórico, aunque sí habrá que atribuirle la fuerza interpretativa que el artículo 1.6 del Código civil atribuye a la jurisprudencia, pero solamente en el punto concreto sobre el que giraba el debate, es decir, que el derecho de opción no ejercitado debido a la extinción anticipada de la relación laboral, aunque se deba a despido declarado improcedente, no otorga al trabajador derecho a percibir indemnización alguna de perjuicios. Lo demás podrá ser sometido a crítica y a decisiones distintas del propio Tribunal Supremo, si es que el soporte de hecho de las pretensiones es diferente al analizado por las sentencias que se comentan. Es muy posible que la litigiosidad no sea tan abundante como fuera de esperar, derivada de un asunto tan insuficientemente regu- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 139 ESTUDIOS lado; el flujo alcista del mercado de valores de renta variable que se venía manteniendo en los tiempos anteriores al año 2001, va cambiando de signo, así como la ponderación por las empresas de las consecuencias que pueden aparejar las stock options, con seguridad van a suponer un freno importante a la concesión de tales beneficios o, dicho de otro modo, puede que no se haga necesario el tratamiento facultativo si el enfermo agoniza o que ha pasado ya a mejor vida. UN EJEMPLO DEL DERECHO COMPARADO Para dar una idea de la multiplicidad de formas que puede ofrecer un plan de opciones de compra, baste con mostrar las líneas generales del propuesto por una empresa multinacional, con implantación en España. Las condiciones de la opción eran, en líneas generales, las siguientes: el número de acciones ofrecidas es limitado, el precio de las mismas es el fijado en la Bolsa el día anterior a su concesión; el plazo para optar se demoró diez años; para optar era condición ineludible mantener viva la relación laboral; el derecho podría ejercitarse, total o parcialmente, en distintos tramos, y los destinatarios eran los empleados identificados por su rendimiento y por la calidad de las personas que habían contribuido y seguirían contribuyendo al éxito a largo plazo de la sociedad. La opción tenía como motivo el reconocimiento a la valiosa contribución a los resultados de la organización, cuyo éxito en el año anterior había sido posible, en gran medida, gracias al esfuerzo de los empleados. Con la 140 opción se quiso simbolizar de una manera tangible el agradecimiento de la sociedad y el mantenimiento de la posición competitiva en el mercado, así como para atraer y retener «al mejor talento». Es una muestra de la confianza «en una cultura basada en la participación del empleado en los resultados, donde cada uno gestiona el negocio como si fuera su propio negocio». Se habían impuesto otras cláusulas y condiciones de interés, como el reconocimiento empresarial de que la concesión de una opción no implicaba la obligación de la empresa de mantener el vínculo laboral en todo el tiempo de la opción; tampoco supone una garantía de futuras concesiones; la opción sólo es transmisible en caso de fallecimiento. En el supuesto de desdoblamiento de las acciones, habría que proceder al ajuste del número y del precio. Lo verdaderamente llamativo es el modo en el que podría ejercitarse el derecho de opción, en alguna de las siguientes maneras: 1.ª Por compra en metálico para mantener la titularidad de las acciones. 2.ª Venta el mismo día de la opción 3.ª Venta de una parte de las acciones adquiridas para financiar la operación. 4.ª Permuta. Se utilizan acciones ordinarias de las que el empleado ya era dueño, al menos, con seis meses de antelación, para cubrir el costo de la operación. 5.ª Recarga. Es una variante del anterior, el titular recibe tantas opciones como el número de acciones antiguas utilizadas para pagar el coste de la opción. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 MANUEL IGLESIAS CABERO RESUMEN: Las dos sentencias dictadas por la Sala IV del Tribunal Supremo resolvieron sendos recursos de casación para la unificación de doctrina, suscitados en litigios en los que la pretensión única ejercitada se refería a la petición de cantidades como equivalente a la que los actores estimaban suficiente para compensar el perjuicio sufrido, por impedir la empresa, mediante un despido reconocido como improcedente y no seguido de readmisión, el ejercicio del derecho de compra de acciones antes de la fecha prevista para ello en el correspondiente plan. Las sentencias resuelven esa cuestión y algunas otras, de cuya doctrina pueden extraerse las siguientes:conclusiones: — La resolución anticipada del contrato de trabajo por despido improcedente no seguido de readmisión, acordado antes de la fecha prevista para la opción, no genera derecho para el despedido a compensación económica alguna. — La obligación asumida por la empresa con la oferta de acciones no es una obligación condicional, sino a plazo. — El devengo tiene naturaleza salarial. — Es salario en metálico. — El beneficio realmente obtenido por el trabajador es computable para el cálculo de la indemnización por despido. — Las sentencias comentadas no tienen efecto vinculante en todas sus declaraciones; solamente la tienen en cuanto resuelven la cuestión aquí señalada en primer lugar. — La evidente insuficiencia normativa, que es el origen de tanto problema, debiera merecer mayor atención por parte del legislador. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 141 Garantías del salario y Fondo de Garantía Salarial: el privilegio y la institución de garantía como mecanismos de protección del crédito laboral BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN * INDICACIÓN INICIAL E l título que lleva el presente escrito se corresponde con encargo hecho por el Prof. Montoya, que le agradezco vivamente. Título que, en sus primeras líneas, sirve, respectivamente, de rúbrica a los conocidos artículos 32 y 33 del Estatuto de los Trabajadores (ET). Sin embargo, habrá que referirse además a otras normas, que representan sus complementos internacional y comunitario, constituidos de manera principal, por el Convenio de la OIT sobre la protección de los créditos laborales en caso de insolvencia del empleador, 1992 (núm. 173) y su Recomendación (núm. 180); y por la Directiva 80/987/ CEE, del Consejo, de 30 octubre 1989, sobre la aproximación de las legislaciones de los Estados miembros relativas a la protección de los trabajadores asalariados en caso de insolvencia del empresario; más alguna regla complementaria de esta clase. Habrá que aludir también, aun con la brevedad que impone la * Magistrado de la Sala IV del Tribunal Supremo. circunstancia de que se trata todavía de una norma futura, al Anteproyecto de Ley Concursal (ALC), de 8 septiembre 2001. El estudio será preferentemente jurisprudencial, por lo que se descuidará la cita doctrinal. Se pondrá el acento en pronunciamientos recientes, aunque habremos de recordar otros no tan modernos. Por eso debe advertirse ya que la jurisprudencia que veremos es la emanada de instancias varias, atendido que estamos ante temas de marcada índole multidisciplinar, sobre todo en lo que hace a los privilegios del art. 32 ET, con inevitables repercusiones en la garantía del art. 33. Así, el Tribunal Supremo en varias de sus formaciones: Sala de lo civil (TS/Civ), Sala de lo social (TS/Soc) o Sala de conflictos de competencia (TS/Confl). A lo que se une el Tribunal de Conflictos de Jurisdicción (TCJur). Ciertas decisiones del Tribunal Constitucional (TC) serán igualmente mencionadas. Y alguna alusión se hará al Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas (TJCE). Para quien no esté del todo familiarizado con este entramado de organismos juzgado- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 143 ESTUDIOS res, sobre todo, con los de carácter conflictual, conviene recordar lo siguiente: el Tribunal de Conflictos Jurisdiccionales está regulado en la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ) 1985, arts. 38 a 41, más la LO de Conflictos Jurisdiccionales de 2/1987, de 18 mayo, y resuelve mediante sentencia los enfrentamientos entre Administración y Jurisdicción (más otros de menos interés); p. ej., atribución de un procedimiento de ejecutivo, donde el conflicto se formaliza entre una Administración recaudadora (de tributos o de créditos de la seguridad social) y un Juzgado social o civil. Mientras que el Tribunal Supremo/Sala de conflictos, regulado igualmente en la LOPJ, arts. 42 a 50, resuelve mediante auto los enfrentamientos entre órganos jurisdiccionales de órdenes diversos (civil, administrativo, social) [observación: la forma de auto se utiliza desde la promulgación de la LOPJ en 1985; con anterioridad, esta Sala resolvía mediante sentencia, matiz que se comprobará con ocasión de alguna cita ulterior]. ESPECIAL ALUSIÓN A LOS CONCEPTOS PROTEGIDOS Y A LOS MECANISMOS DE PROTECCIÓN Todas las normas mencionadas, nacionales, internacionales y comunitarias, parten, desde hace bastantes años, de qué concepto crediticio debe protegerse, y cuáles son las técnicas de protección utilizables. En cuanto al concepto protegido: en los orígenes se habló solamente de los salarios, y con cierta explicación, porque cuando se redactaron los cuerpos legales aun vigentes, como el Código Civil o el Código de Comercio, que privilegian aquéllos, las indemnizaciones por despido o terminación de contrato, tan usuales hoy, eran casi desconocidas; con el tiempo, éstas fueron asimismo protegidas, lo que en nuestro derecho se hizo primero por la jurisprudencia y después con una reforma legal del año 1994; con lo que en definitiva se habló de la protección del crédito laboral. En cuanto al 144 mecanismo de protección: puede decirse algo parecido; en un principio, se utilizó la técnica del privilegio crediticio, es decir, una preferencia para cobrar, antes que otros acreedores, con cargo al insuficiente patrimonio del empresario deudor; mucho más tarde, en los años setenta aproximadamente, comenzó a generalizarse el acudimiento a una institución de garantía independiente (nuestro FGS), y dotada por lo común de carácter público. En todo lo que se va a decir a continuación, sobre el privilegio y sobre la institución de garantía, conviene recordar la retribución que en ocasiones reciben los empleados (parte de ellos, los de categorías altas, o la generalidad de los mismos) a través de planes que otorgan o atribuyen las llamadas stock options u opciones de compra de acciones normalmente de la sociedad empleadora, a un precio preestablecido, consistiendo el beneficio en el posible cambio de cotización al alza pasado el tiempo de espera o de carencia, que en la práctica española más reciente suele ser de tres años. El problema que este nuevo concepto plantea es doble: primero, si tales retribuciones o compensaciones, que buscan la fidelización mínima del empleado, constituyen legalmente un concepto salarial; segundo, y de responderse afirmativamente a lo anterior, determinar cuál es el periodo exactamente remunerado, a efectos varios, entre otros, los de eventual cálculo de indemnizaciones por despido, más los fiscales, entre otros el impuesto sobre la renta de las personas físicas; pudiendo aventurarse la opinión de que quizá deba distribuirse todo el beneficio obtenido entre los años de espera o carencia, previos al posible ejercicio de la opción de compra, que es cuanto tiene lugar la real adquisición del beneficio patrimonial resultante para el empleado; esta distribución, y consiguiente identificación de las fechas a que puede asignarse esta nueva retribución, puede ser decisoria a la hora de aplicar los beneficios del art. 32 (privilegio) y 33 (institución de garantía). Sobre lo primero, concepto REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN de salario, han respondido afirmativamente las STS/Social, de 24 octubre 2001, dos de la misma fecha acordadas en Sala general (rec. 3295/00 y 4851/00). Sobre lo segundo, distribución temporal del beneficio, no existen todavía pronunciamientos jurisprudenciales 1. Esta problemática no vuelve a reiterarse en los momentos adecuados, dentro del estudio que a seguido se emprende, por razones sobrevenidas. PARTE PRIMERA. LOS PRIVILEGIOS DEL CREDITO SALARIAL: ART. 32 ET 1. Observaciones previas 1.1. La par condicio creditorum y las preferencias crediticias El art. 1911 del Código Civil (CCiv) previene que el deudor responde del cumplimiento de sus obligaciones «con todos sus bienes presentes y futuros». Es una manifestación del principio de responsabilidad patrimonial universal. Si el deudor dispone de bienes suficientes para atender todos sus débitos, no surge, desde esta perspectiva, problema alguno. El asunto se complica cuando esos bienes no son suficientes. Pues aparece entonces la duda de cómo serán atendidos los diversos 1 La bibliografía sobre stock options aparecida en nuestro país, en fechas bastantes recientes, es abundantísima. Una alusión a la mayor parte de los escritos aparecidos puede encontrarse en José Mª RIOS MESTRE, comentario breve a las sentencias que se citan en el texto y que aparecerá brevemente en la Revista de Legislación y Jurisprudencia. Sobre toda esta problemática, en particular, lo atinente a la determinación del tiempo de devengo, vid., IGNACIO GARCÍA-PERROTE / LOURDES MARTIN FLÓREZ: «La naturaleza salarial de las opciones sobre acciones (stock options) y la necesidad de considerar el periodo que están remunerando», en Revista de Derecho Social, Bomarzo, nº 16, octubre-diciembre 2001, p.105 ss. También: Aurelio DESDENTADO BONETE / MIGUEL ANGEL LIMÓN LUQUE: «Las stock options como retribución laboral: un comentario a las Sentencias del Tribunal Supremo de 24 octubre 2001», de próxima aparición en Actualidad Jurídica Aranzadi. acreedores. En casi todas las legislaciones occidentales se tiende, actualmente, a conferir la mayor eficacia posible al principio de la par condicio 2 o condición igual de todos los acreedores. Esto significa que serán objeto de un tratamiento idéntico, y que por consiguiente sus créditos se atenderán en proporción al importe de cada uno, es decir, a prorrata. Sin embargo, ese principio de trato igual no rige real e íntegramente en casi ningún país. Pues todas las legislaciones occidentales conocen la existencia de créditos dotados de preferencia, es decir, que tales créditos son atendidos antes que otros. Desde un punto de vista dogmático, que la norma positiva confirma, esa preferencia no es siempre de la misma naturaleza. A este respecto se viene contraponiendo el privilegio y la garantía real. Por privilegio, en un sentido técnico o estricto, se entiende una cualidad inherente al crédito de que se trate, la cual impone una satisfacción prioritaria frente a otros, que no tienen preferencia alguna o la tienen de menor entidad; esa cualidad la confiere siempre el legislador, y lo hace tras una apreciación, con criterios puramente políticolegislativos, de los intereses en juego; ello explica que los créditos salariales, por simple declaración legal, aparezcan a la cabeza de los créditos preferentes en casi todas las legislaciones, porque atienden necesidades cuasi-alimenticias de un gran número de personas, las cuales viven cabalmente de los frutos que provienen de servicios que prestan para otro 3. La garantía real, coincidente principalmente 2 La grafía utilizada por los juristas españoles es doble: par condicio o par conditio. Sobre esto, ver las indicaciones que incluyo en el libro Preferencias de créditos, CGPJ, Manuales de Formacion Continuada, nº 2, Madrid, 1999, p. 371, n. 4. En realidad, se trata de unos datos extraídos de escrito más amplio, sin publicar todavía, donde se recoge los resultados de un estudio sobre el tema, que llevé a cabo en la Universidad de Murcia, bajo las amables orientaciones de la conocida Prof. FRANCISCA MOYA, Catedrática de Latín, circunstancia omitida entonces y que ahora hago pública, así como el merecido agradecimiento que le profeso. 3 Esta afirmación presupone que sólo se privilegia el salario, es decir la retribución de quien trabaja por REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 145 ESTUDIOS con el derecho real de hipoteca, también otorga preferencia; pero es fruto de un acuerdo entre particulares, que las leyes permiten, con independencia de la índole o clase del crédito contemplado. Esta garantía se caracteriza por incorporar un ius persequendi: sigue a la cosa aunque pase a manos de terceros. Cabría hablar, además, de unas figuras intermedias, que pueden denominarse afecciones reales: se encuentran a medio camino de las dos anteriores, pues por un lado provienen de una valoración de intereses que el legislador lleva a cabo (como en el privilegio), pero, con más o menos limitaciones, siguen gravando la cosa aunque sea adquirida por terceros (como la garantía real); recuérdese el caso de ciertos tributos o el crédito de una comunidad en régimen de propiedad horizontal frente a cada comunero. 1.2. La normas legales sobre preferencias. El art. 32 del Estatuto de los Trabajadores Lo ideal es que las diversas situaciones de preferencias crediticias se encuentren enunciadas en cuerpos legales básicos, como son el Código Civil (CCiv) o el Código de Comercio (CCom). En realidad, así ocurre, pues el primero rige en las situaciones de insuficiencia patrimonial que afectan a los no comerciantes (arts. 1922 ss): concurso de acreedores. Y el segundo en tales situaciones cuando afectan a comerciantes (arts. 912 ss): quiebras. La misma función despliegan, directa o indirectamente, en las situaciones de iliquidez, otras dos figuras paralelas, que son, respectivamente, el beneficio de quita/espera o la suspensión de pagos. cuenta ajena, en el sentido del art. 1º del Estatuto de los Trabajadores. En otros países existe una cierta preocupación en torno a la protección preferencial de quienes trabajan, sin subordinación o por cuenta propia, pero en provecho de terceros con quienes no mantienen relación laboral alguna. El ALC configura, como un privilegio general de 2º rango, «los créditos por trabajo personal no dependiente...». 146 Sin embargo, esas normas, de considerable vetustez, han quedado obsoletas y han propiciado la aparición de una legislación sectorial posterior abundantísima, en la que se configuran preferencias de muy diversa índole y muy variable justificación. Una de esas normas especiales es el art. 32 del Estatuto de los Trabajadores (ET): responde, como sus antecesores, a un intento de mejorar la débil protección que en esos cuerpos comunes o generales se daba al crédito salarial, o si se quiere, al crédito laboral. El citado precepto estatutario va precedido de la rúbrica: «Garantías del salario», con lo cual se incurre en una doble inexactitud: a) los términos garantía, tutela o protección del crédito salarial tienen una significación más extensa, mientras que en el art. 32 sólo se contempla unas ventajas muy concretas: que el crédito del trabajador se satisface antes que el de otros acreedores (preferencia en sentido estricto), y además se satisface al margen de cualquier procedimiento concursal judicial (ejecución singular social separada de la concursal civil coetánea); de ahí que se haya utilizado con frecuencia la expresión genérica: «privilegios del crédito salarial», que comprende ambos beneficios, y donde evidentemente el vocablo: «privilegio», está tomado en un sentido amplio e impropio 4. b) la garantía que el precepto instrumenta ya no es estrictamente salarial, pues, primero por obra de una jurisprudencia dificultosamente elaborada, y después por precepto legal dictado en 1994, quedan amparadas también las indemnizaciones por despido. 1.3. El art. 32 ET y su entorno normativo La identificación del dato normativo sobre preferencia laboral exige tener en cuenta fun- 4 Este es justamente el titulo de una obra mía: RIOS: Los privilegios del crédito salarial, Civitas, Madrid, 1984, a que el lector queda remitido por tratarse en ella parecidos problemas pero con mayor extensión REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN damentalmente tres cosas: primera, que el propio art. 32 ha sido seriamente modificado en el año 1994; segunda, que en cualquier caso ha de ser entendido y aplicado a la luz de normas supranacionales, en especial el Convenio 173 OIT; tercera, que a la postre es norma a confrontar con una extensa y heterogénea serie de reglas jurídicas, que poseen carácter protector, pero que se ubican en otros sectores del ordenamiento jurídico. Lo segundo (Conv. 173 OIT) se examinará más adelante, en un apartado específico. Y sobre lo tercero (convivencia del art. 32 con otras normas igualmente especiales) es aconsejable la consulta del libro que se cita en nota 2. El art. 32, texto de 1980 5, se construye en torno a tres aspectos diferenciados. 1) Hay un aspecto material o sustantivo, donde se pone de relieve que el crédito salarial no es declarado preferente sin más, sino que la preferencia cambia de intensidad, según la ocasión; así, en el núm. 1 se preferencia de manera absoluta los salarios de los últimos treinta días, por encima de las garantías reales; en el núm. 2 se preferencia, también absolutamente, los salarios cuyo importe se haga efectivo sobre el valor de los «objetos elaborados» en la empresa; y en el núm. 3 se preferencia los demás créditos salariales, que sólo son postergados respecto de los «créditos con derecho real» en los supuestos en que «con arreglo a la Ley Hipotecaria sean preferentes». 2) Hay, después, un aspecto procesal, abordado en el núm. 4: temática de la efectividad de la preferencia, y en el núm. 5, cuestión de las ejecuciones separadas. 3) Y hay, finalmente, un aspecto temporal, en el núm. 6, donde se contempla la extinción de la preferencia por prescripción precisamente. Este texto primitivo de 1980 ha sido reformado en 1994. El cambio ha incidido sobre todo en el núm. 3: la 5 El tenor del art. 32 apareció originariamente en la L. 8/1980, de 10 marzo, del Estatuto de los Trabajadores. Fue modificado por L. 11/1994, de 1 junio. La norma resultante es la que hoy aparece en el ET, texto refundido por RD leg. 1/1995, de 24 marzo. preferencia ordinaria o residual en él contenida es objeto de tres modificaciones: a) de concepto protegido: se añade expresamente, junto al salario, las «indemnizaciones por despido», pendientes antes en cuanto a su preferencia del variable criterio judicial. b) de cuantía preferenciada: no podrá superarse ciertas cifras que son función del triplo del salario mínimo interprofesional (smi.); c) de concepción de la preferencia: ahora el rango laboral cede ante los créditos «con derecho real», de acuerdo con la preferencia que a éstos otorgue una ley sin más, no la ley hipotecaria, alteración cuyo significado práctico no es de fácil concreción, cosa que veremos después. 2. Aspectos sustantivos del art. 32: la preferencia 2.1. Ideas generales A. El concepto y los grados de la «preferencia». El art. 32, en sus núms. 1, 2 y 3, reitera la declaración de que los créditos salariales (en algún caso las indemnizaciones por despido) «gozan de preferencia». Esta preferencia, a su vez, no es única, sino que se manifiesta en tres grados que difieren por su intensidad o su extensión, según el caso. Pues bien: la preferencia a que con repetición alude el precepto se esclarece a través del concepto de privilegio crediticio. Mientras que los tres grados preferenciales descritos implican una organización que sólo se explica a la luz de una vieja categoría: la del crédito singularmente privilegiado, tal como se manifiesta a lo largo de nuestra historia. Lo que implica insistir en estas dos puntualizaciones. Primera observación: la preferencia que retiene el art. 32 ET es manifestación de un privilegio en sentido técnico o estricto, y no de una garantía real, por más que en algún momento nuestra doctrina sostuviera que el llamado «superprivilegio» del art. 32.1 equivalía a una hipoteca tácita, cosa inexacta, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 147 ESTUDIOS porque la preferencia deja de existir si los bienes pasan a manos de terceros (quedando a salvo el ejercicio de acciones de otra clase). Sobre estas categorías conceptuales se habló más arriba. Segunda observación: los grados preferenciales configurados en el art. 32 se explican en función de una vieja categoría, el crédito singularmente privilegiado, y de las limitaciones sucesivas a que se le sometió desde mediados del s. XIX. En nuestro derecho histórico, se llamó privilegio singular a aquel que otorgaba un rango preferencial superior a las garantías reales, incluida la hipoteca; se atribuía, entre otros, a los acreedores por trabajo personal. La LH 1861 excluye esa primacía respecto de los bienes inmuebles que accedían al Registro de la Propiedad, pues en ella se disponía que «los títulos inscritos [se sobreentiende aquí una alusión principal a los créditos hipotecarios] surtirán su efecto aun en contra de los acreedores singularmente privilegiados por la legislación común» (art. 24). El CCom. 1885, promulgado varios años después, se hace eco de este estado de cosas: al graduar los créditos de una quiebra, conserva el rango primero del privilegio singular en relación con los bienes muebles (art. 913), pero, en concordancia con la LH, respecto de los inmuebles se otorga el primer puesto a «los acreedores con derecho real, en los términos y por el orden establecido en la Ley Hipotecaria» (art. 914). Pasado el tiempo, y ante la insuficiencia de la protección conferida por la legislación común, las leyes laborales abordaron el problema preferencial desde el primer cuerpo legal sobre relaciones de trabajo. Así puede verse en el Código de Trabajo, de 23 agosto 1926 (art. 16); la Ley de Contrato de Trabajo de 21 noviembre 1931 (art. 55); la Ley de Contrato de Trabajo de 26 enero 1944 (art. 59); y la Ley de Relaciones Laborales de 8 abril 19776 (art. 32). Todos estos preceptos comenzaban con idéntica declaración: los créditos por salarios «tendrán la consideración de singularmente privilegiados»; aunque se añadía que ello tenía lugar en las condiciones 148 que a seguido se explicitaban, cuya estrechez mostraba y muestra que se trata más de un deseo que de una realidad: la anteposición del salario al crédito hipotecario que a la postre se alcanzó fue muy limitada. Pues bien: en esta línea se mueve cabalmente el art. 32 en su redacción de 1980. Así: — en el núm. 1 establece lo que cabe llamar «preferencia general extraordinaria» o superprivilegio: los salarios de los 30 últimos días, con el tope del doble del smi., se anteponen al crédito hipotecario. — en el núm. 3 aparece lo que por contraste cabe denominar «preferencia general ordinaria»: es una preferencia reducida, que se atribuye a los demás salarios y que se pospone al crédito hipotecario; aunque no se dice con estas palabras, sino que se vuelve, con algún retoque, a la fórmula que se utilizó por el CCom: esos otros salarios se posponen a los «créditos con derecho real» en los supuestos en que éstos «con arreglo a la Ley Hipotecaria sean preferentes». Veremos que la reforma de 1994 suprime la referencia «hipotecaria», con lo que se disuelve el sentido tradicional de la norma y además se suscita dificultades interpretativas de importancia. — el núm. 2 introduce una peculiar «preferencia especial refaccionaria»; fruto del debate parlamentario, disloca la concepción del precepto, donde viene a suponer un «cuerpo extraño»: los salarios gozan de preferencia sobre cualquier otro crédito respecto de los «objetos elaborados por los trabajadores» mientras «sean propiedad o estén en posesión» del empresario; el carácter inextricable de ambas expresiones es patente 6. La expresión «cuerpo extraño» es de José Mª ALVAMIRANDA: El Estatuto de los Trabajadores, Comenta- 6 REZ REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN B. El régimen jurídico general de la «preferencia». Este régimen es el propio de un privilegio, aunque en lo social han aparecido peculiaridades por obra de la jurisprudencia, que conviene reseñar. Versan sobre temas relativos a la interpretación de la norma, a la transmisibilidad del privilegio, o al juego de la imputación de pagos. Así: a) Interpretación. Es tópica la afirmación, en doctrina y jurisprudencia, de que todas las normas relativas a los privilegios crediticios deben ser interpretadas de manera restrictiva. Sin embargo, para los privilegios laborales se propone una interpretación extensiva; a veces, incluso la correctiva. He aquí una selección de lo que viene a ser una constante en nuestra jurisprudencia. STS/Civ 12 noviembre 1981 (A. 5399). Se trataba de integrar las indemnizaciones por terminación del contrato de trabajo en la palabra «salarios», que es la acostumbrada por la norma laboral. A este propósito, invocando el art. 3.1 CCiv, tiene el Alto Tribunal por «indudable que [las normas] que regulan la preferencia legal de los créditos salariales, atendiendo al espíritu que las informa y la realidad social del tiempo al que han de ser aplicadas, no pueden interpretarse restrictivamente en cuanto al alcance de los derechos que amparan». STS/Civil 21 octubre 1885 (A. 4965). Misma problemática para el caso de las indemnizaciones. Se nos recuerda que el art. 32 es un «precepto que, como los demás referidos a la materia, no ha de ser objeto de una interpretación restrictiva en cuanto al alcance de los derechos que ampara». STS/Civil 18 diciembre 1989 (A. 8839). A propósito de la misma problemática, se ofrece una formulación mas depurada e intensa del criterio: «la ‘ratio legis’ de las garantías del rios dirg. por E. Borrajo, Edersa, t. VI, Madrid, 1982, p. 334-335. salario y el consiguiente privilegio del trabajador no autorizan una interpretación puramente literal del art. 32 [de la Ley de Relaciones Laborales de 1976], sino que el espíritu y finalidad de la protección del obrero, manifestada en el Estatuto de los Trabajadores, imponen una interpretación correctora y extensiva». Reproducen de manera literal el texto anterior las SSTS/Civil 23 octubre 1983 (A. 5345) y 18 diciembre 1989 (A. 8839). STS/Confl, 28 enero 1983 (dos de la misma fecha, A. 2728 y 2729). Lo que se aplica ahora es el art. 32.5, sobre ejecuciones separadas. Se advierte que «la interpretación de las normas debe hacerse conforme a los principios ideológicos, morales y económicos que mejor se acomoden a las necesidades y espíritu de la sociedad en cada momento histórico, lo que exige [...] que por tratarse de una norma de carácter social haya de interpretarse en el sentido mas favorable a la clase a que los afectados pertenecen». b) Transmisibilidad de los privilegios. La jurisprudencia se muestra reacia a permitir la transmisibilidad de la preferencia salarial privilegiada. STS/Civil 27 junio 1989 (A. 4787). En tercería de mejor derecho, la TGSS intenta que sus créditos se satisfagan antes que los de un banco que acciona en proceso civil. El recurso de esta entidad de crédito, contra sentencia estimatoria de la Audiencia, fue rechazado por el TS. Alegaba la entidad recurrente que la apertura de crédito en cuenta corriente, acordada en escritura pública suscrita por el empresario, equivalía a un pago con subrogación de que habla el art. 1211, y llevaba consigo parecida subrogación en los anexos prevista en el art. 1212, ambos del CCiv; por consiguiente, si con los dineros de ese crédito fueron pagados los salarios, en el correspondiente crédito laboral privilegiado se subrogaba la entidad bancaria. El Alto Tribunal opone: primero, que no se dan los requisitos sustantivos exigidos por el primer precepto (expresión del destino del dinero en la escritura y consigna- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 149 ESTUDIOS ción de su origen en los recibos salariales); y segundo, y aun al margen de lo anterior, que la subrogación en derechos anexos, entre ellos, el privilegio, de que habla expresamente el art. 1258 para la cesión de créditos, «solo se produce respecto de aquellos [privilegios] que nacen o se derivan de la naturaleza o causa del crédito, o del título formal en que constan, no de los que sean de naturaleza personal»; de ahí que la subrogación en que se apoya la pretensión de esa entidad crediticia, de haber existido, «no hubiera producido la transmisión del derecho de preferencia o privilegio que a los créditos salariales otorga el art. 32 [...] dado su carácter estrictamente personal»; añadiéndose que la intransmisibilidad «viene reconocida, ‘a contrario sensu’, en el propio Estatuto de los Trabajadores que en su art. 33.4, párrafo segundo, establece [la subrogación del FGS], de donde se deduce que la subrogación de otra persona que no sea el FGS no transfiere el repetido privilegio pues en otro caso no hubiera sido necesaria la atribución expresa al Fondo de Garantía Salarial». c) Imputación de pagos. Como se ha dicho antes, la preferencia de que goza el trabajador es de grado o intensidad variable, según cuál sea el apartado, de los tres primeros del art. 32, en que quede encuadrada; o hasta puede suceder que quede excluida, por razón de topes máximos, del precepto estatutario. Ello determina, con relativa frecuencia, que un concreto trabajador sea acreedor de una cierta cantidad, parte de la cual encaja en el núm. 1 (superprivilegio: salarios de los últimos 30 días); otra parte encajaría en el núm. 3 (preferencia general ordinaria: los demás salarios/indemnizaciones pero hasta el máximo legal), e incluso, si los límites máximos de esta preferencia se rebasan, una parte final no pasaría quizá de ser un crédito salarial/indemnizatorio, excluido del art. 32, y protegido a lo máximo por su carácter quirografario, si consta en sentencia firme (CCiv, art. 1924.3º.B). La duda surge cuando ese trabajador, en un momento dado, por lo normal en función del desarrollo y las vicisitudes del 150 correspondiente proceso de ejecución social, percibe una cifra dineraria inferior al monto total de su crédito. Y puede plantearse así: a qué parte de su crédito se imputa un pago en cuantía reducida, ¿al crédito protegido por el superprivilegio? ¿al crédito protegido por la preferencia general ordinaria? ¿o al crédito excluido del art. 32? Veamos la respuesta jurisprudencial en un caso concreto: STS/Social, 15 octubre 1995 (A. 7751). En el litigio, la Sala de suplicación había concluido que los trabajadores accionantes, que demandaron al FGS, tienen derecho a que la cantidad obtenida con la subasta de los bienes empresariales, no se impute exclusivamente a los salarios de trámite (tesis del Fondo, posiblemente porque asumían carácter de superprivilegiados), sino prorrateadamente a éstos salarios y a la indemnización por despido improcedente. El TS mantiene la solución; para ello nos recuerda, implícitamente, el cuadro de previsiones contenido en el CCiv: 1º) art. 1172: se estará a la voluntad del deudor manifestada expresamente (o mediante la aceptación de un recibo en que el acreedor hace una determinada aplicación); 2º) art. 1173: imputación a los intereses, si los hubiere, y no al capital, si aquéllos no estuvieren cubiertos; 3º) finalmente, art. 1174: parte de que las reglas anteriores no pueden utilizarse, y entonces ordena que «se estimará satisfecha la deuda más onerosa al deudor entre las que estén vencidas.- Si todas fueren de igual naturaleza y gravamen, el pago se imputará a prorrata». Por ello, concluye el Alto Tribunal que, a falta de una imputación expresa, debe estarse al art. 1174, que favorece la «deuda más onerosa al deudor»; ahora bien, «la determinación de la mayor onerosidad debe hacerse únicamente en relación con la empresa ‘CC. SA’, que fue quien satisfizo las 1.300.000 pesetas recibidas por los actores»; sin que quepa «tomar en consideración, en modo alguno, al Fondo». Sigue la misma doctrina la STS/Civil, 17 julio 1998 (A. 5706). Obviamente, esta doctrina conserva su sentido, si el enfrentamiento no fuera con el REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN FGS, sino con otros acreedores terceros, que en un trance concurrencial, pretendan que cifras percibidas por los trabajadores, se apliquen siempre al crédito superprivilegiado del núm. 1, que por hipótesis se les antepone. Lo que sucede es que se arranca, como regla, de que el empresario deudor, no manifiesta intención imputadora alguna; y por ello se aboca al resultado de una aplicación prorrateada a las diversas clases de deudas, desde el punto de vista preferencial. No obstante, sería muy dudoso que, en situaciones del género, en que está en juego la preferencia de los trabajadores, el deudor pueda a su arbitrio aplicar el alcance solutorio de sus entregas, máxime cuando con ello provocaría, sin justificación ni interés atendible, la neutralización en su integridad del vigoroso superprivilegio del núm. 1 que los empleados ostentan. En este momento penden de solución jurisprudencial asuntos análogos, pero que afectan a las prestaciones del art. 33 (FGS). El caso de partida es éste: si el empresario que ha comprometido, quizá por exigencias de la negociación previa en un expediente de regulación de empleo, indemnizaciones superiores a los 20 días reglamentarios, ¿a qué porción de la deuda se aplica un eventual pago parcial: a esos días previstos legalmente, o al exceso conferido en las conversaciones con los representantes sociales? El FGS viene sosteniendo lo primero, en la medida que, según él, quedaría exonerado en su garantía del art. 33.2. Uno de los pronunciamientos jurisprudenciales aparecidos hasta el momento, no ha podido afrontar la cuestión de fondo, por falta del presupuesto procesal de la contradicción (LPL,, art. 217); así, STS 28 enero 2002 (rec. 1870/01). 2.2. La preferencia general extraordinaria o superprivilegio Según el art. 32.1, «los créditos por salarios por los últimos treinta días de trabajo y en cuantía que no supere el doble del salario mínimo interpofesional, gozarán de preferencia sobre cualquier otro crédito, aunque éste se encuentre garantizado por prenda o hipoteca». A. Generalidades. Se aborda aquí lo que cabe llamar preferencia general extraordinaria o superprivilegio. Indiquemos en qué consiste cada una de esas nociones. a/ La preferencia que se contempla en el presente apartado (y en los dos siguientes) es un «privilegio» en sentido técnico o estricto, aspecto ya esclarecido con anterioridad.- b/ La preferencia es «general» porque el trabajador puede hacerla valer sobre el precio de cualesquiera bienes del empresario que vayan a la ejecución (lo contrario es el privilegio especial que aparece en el núm. 2).- c/ La preferencia es «extraordinaria» por el alto grado prelativo que se le confiere, ya que queda por encima incluso del crédito hipotecario; como se dijo antes y repite ahora, el fenómeno no es nuevo: existía en nuestro derecho histórico, a mediados del siglo XIX, como institución perfectamente establecida, a la que se conocía como «privilegio singular», por lo que cabía hablar de créditos singularmente privilegiados, entre los que se encontraban los derivados del trabajo personal; figura que fue recuperada por las leyes sociales dictadas a partir de los años veinte y que en la actualidad se manifiesta limitadamente en el presente apartado. No en el núm. 3, aunque equivocadamente diga otra cosa el legislador, ya que allí se contempla una preferencia ordinaria, llamada de esta manera porque se pospone al crédito hipotecario y otros «con derecho real». El juego prelativamente tan intenso de esta preferencia extraordinaria es lo que ha determinado la generalización del término «superprivilegio», de origen francés, aunque en ese país no significa exactamente lo mismo que nuestro privilegio singular 7. 7 ss. Sobre esto, vid. RIOS: Los privilegios... cit, p. 271 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 151 ESTUDIOS B. Aspectos internos del privilegio: su identificación. Los términos utilizados en el precepto son propicios a la duda interpretativa: a) Los treinta últimos días apuntan, parece, a los comprendidos en un periodo de esa magnitud inmediatamente anterior a la reclamación del trabajador, no a días aislados correspondientes a tareas prestadas con discontinuidad. b) La alusión a trabajos últimos no significa que la empresa ha cerrado, sino que simplemente se alude a los más recientes, también desde el punto de vista de la reclamación. c) El techo o tope máximo lo constituye el doble del salario mínimo interprofesional (smi), concepto que debe hacerse equivaler a la cantidad global que anualmente se garantiza al trabajador, hasta ahora por el art. 3º del correspondiente RD que periódicamente se promulga ex art. 27; el de los temporeros y domésticos se tomará en su valor absoluto ofrecido por el mentado RD, en su art. 4º; para el año 2002, vid RD 1466/2001, de 27 diciembre; parece que se utilizará, en cada caso, el valor del smi. vigente cuando nace el crédito salarial, momento en que se le incorpora la cualidad de preferente sobre los créditos coexistentes o de surgimiento posterior. C. Materialización externa de la prelación: ¿cancelación de hipotecas anteriores? (doctrina jurisprudencial e hipotecaria). Las cuestiones enunciadas antes no han dado lugar, que se sepa, a una gran litigiosidad. Más bien se ha discutido un aspecto relativo a la efectividad registral de esta super-preferencia. La preferencia extraordinaria únicamente se materializa frente a una hipoteca anterior, si ésta queda extinguida. Pero el examen de la cuestión exige entrar en mayores precisiones. Ante todo, es necesario partir de la siguiente distinción: 1º) supuestos en que el acreedor hipotecario ya está ejercitando la acción hipotecaria de manera simultánea al desarrollo de la ejecución social; entonces, lo más correcto, dentro de los principios que dominan nuestro sistema procesal, es que el trabajador intente 152 inmiscuirse en el procedimiento hipotecario mediante el planteamiento de una tercería de mejor derecho, y si no se le admitiese por tratarse del procedimiento judicial sumario del art. 131 LH, que intente plantear al menos la acción declarativa que sugiere el art. 132 [se expresa de esta manera para que los todavía habituados a la vieja legislación entiendan con facilidad lo que se quiere decir; hoy habría, obviamente, que hablar de la ejecución particularizada que se regula en la nueva LEC a partir del art. 681, cabalmente precedido por la rúbrica: «de las particularidades de la ejecución sobre bienes hipotecados o pignorados»; la configuración reacia a las tercerías de mejor derecho aparece en el art. 695, en relación con el art. 698].- 2º) supuesto en que el acreedor hipotecario no ha ejercitado acción hipotecaria de clase alguna, sea porque el crédito garantizado no venció, sea porque no conviene a sus intereses. La primera posibilidad (acción hipotecaria ejercitada: ¿caben tercerías?) enlaza con lo que se dirá después, a propósito del aspecto procesal de la preferencia contemplado en el art. 32.4. La segunda (acción hipotecaria no ejercitada: ¿son objeto de cancelación las hipotecas anteriores?) involucra cuestiones que dependen de la concepción que se tenga de la preferencia misma, y se exponen aquí por juzgarlo más conveniente para la mejor comprensión del tema. Parece posible sostener -situados, se repite, en la segunda hipótesis- que la enajenación forzosa del bien hipotecado tendrá lugar, dentro de la ejecución social, como si de un bien libre se tratara; con esta condición ingresará la transferencia en el Registro de la Propiedad, donde además se producirá la cancelación de los asientos que constaten la carga hipotecaria anterior, pero no preferente. Con el precio cobrará primero el trabajador y el sobrante se pondrá a disposición de quien corresponda. De no ser así, en nada práctico se dejaría sentir la prelación del trabajador: los terceros, al mantenerse la hipoteca, o no pujaran, o lo harán con ofertas reducidas; los REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN ejecutantes, de persistir los gravámenes, dudarían ante una adjudicación que compensara, en todo o en parte, sus créditos laborales. En realidad, esa consecuencia registral cancelatoria se desprende del sistema instaurado en 1909, sobre cancelación de cargas posteriores y subsistencia de cargas anteriores, expresiones que no deben reducirse a la mera prioridad temporal registral, sino que deben extenderse a las situaciones de preferencia material derivadas de la legislación sustantiva aplicable [incluso aunque, en una operación de inexplicada prestidigitación, la nueva LEC, al refundir en su interior el llamado procedimiento judicial sumario, haya excluido, sin dar razón alguna, las expresiones que encontrábamos en el viejo art. 131 LH, cuando ordenaba incluir en los anuncios (regla 8ª) «que las cargas o gravámenes anteriores y los preferentes –si los hubiere– al crédito del actor continuarán subsistentes...»]. Consecuencia registral, la descrita, que es aceptada por doctrina autorizada, bien que introduzca matizaciones garantistas o temperamentos suavizadores (Rivas Torralba; Andino Axpe). En la praxis, la dificultad con que eventualmente puede contarse es la negativa del Registrador de la propiedad, a cancelar hipotecas anteriores al embargo social. Con origen en tal actitud se ha llegado a pronunciamientos diferentes y contradictorios. Para el mejor conocimiento del lector, deberá al menos recordarse una sentencia del Tribunal Supremo, Sala de lo social (favorable a la cancelación) y una, posterior en el tiempo, resolución de la Dirección General de los Registros y del Notariado (opuesta a tal cancelación). STS/Social 23 octubre 1988 (A. 2365). El entendimiento completo de esta decisión exige recordar que en un primer pleito por salarios -donde se incluían los superprivilegiados- se abrió ejecución social, en la que unos bienes inmuebles, previamente hipotecados, fueron embargados y luego adjudicados a los trabajadores. Pese a que expresamente se interesaba la cancelación de la hipoteca, el Registrador se negó a ello, por lo menos hasta que la preferencia del crédito salarial, y esa consecuencia tabular, fueran establecidas judicialmente. Se provocó así el seguimiento de un segundo proceso ordinario, mediante demanda en que los trabajadores instan del juez social la mentada declaración. Y fue en este proceso declarativo donde recae la aludida sentencia del TS en que se acepta la tesis que se expuso antes y en que se concluye la necesidad de la cancelación. En el pronunciamiento se hace ante todo una advertencia de interés, y que en cierto modo implicaba estimar en parte el recurso casacional de la Caja de Ahorros: en el fallo de la Magistratura, [recurrido y dictado en este segundo pleito], sobran los acuerdos ejecutivos que contiene, los cuales poseen su adecuada ubicación en el interior del apremio de la primera sentencia, conseguida en el pleito salarial, «al que se llevará testimonio de lo que en este proceso se acuerde, sobre el carácter privilegiado del crédito». Asimismo, se rechaza en términos de cierta severidad la negativa del Registrador: para que los trabajadores obtengan satisfacción de su derecho, removerá el Magistrado los «obstáculos procesales y registrales que se opusieren ejerciendo las facultades coercitivas que fueren precisas» 8. DGRNot, res. 3 abril 1998 (BOE 5 mayo), sobre la que existen comentarios de interés (Carramolino Gómez; Desdentado Daroca; Sánchez Alfonso). La cúspide de la Administración Registral, en la cuestión que analizamos, sostiene abiertamente lo contrario: una 8 En este asunto, el lector queda remitido además a: TC, auto 922/1985, de 18 diciembre, mediante el que se rechaza amparo pedido por el acreedor hipotecario, so pretexto de que las resoluciones del juez social implicaban denegación de tutela efectiva, al par que se le recuerda que en su día debió acudir, si lo consideraba conveniente, a una tercería de mejor derecho. Y TS/Confl. auto de 11 diciembre 1986, por el que se establece que, para declarar la preferencia del crédito, la competencia corresponde al juez social y no al juez civil. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 153 ESTUDIOS hipoteca anterior al embargo social no puede en modo alguno ser cancelada. El Juzgado social –según noticia contenida en los antecedentes de la propia resolución– embargó finca hipotecada y ordenó la práctica de anotación preventiva. A los titulares de hipotecas y de embargos anteriores se hace saber, mediante providencia, la existencia del procedimiento ejecutivo y la calidad superprivilegiada de parte del crédito apremiado. Adjudicado el inmueble, con el precio de subasta se atendió dicha cifra privilegiada; el resto se puso a disposición de los acreedores con prelación inferior. Mediante el oportuno mandamiento se instó del Registrador la cancelación de hipotecas y anotaciones de embargos anteriores. Pero aquel se negó; su nota, primero revocada por el Presidente del TSJ (favorable a la cancelación), fue luego mantenida por el Centro Directivo (contrario a la misma). Conviene ante todo reparar en que dos fueron las cosas denegadas: una, cancelación de inscripciones hipotecarias anteriores; otra, cancelación de anotaciones preventivas igualmente anteriores. Aquí se va a analizar brevemente lo relativo a la hipotecas, pues lo concerniente a los embargos anotados es algo que se incardina en la problemática procesal del art. 32.3, y se tendría que examinar después, en el seno de una temática más amplia. La tesis de la DG, desarrollada en los FJ 7º y 8º, se puede resumir así: el art. 32.1 establece una preferencia creditual en caso de concurrencia con cualquier otro acreedor; ahora bien, «no se da la concurrencia de créditos en la que pueda operar la preferencia, ni ésta tiene vigor para diluir derechos reales constituidos sobre el bien ejecutado con anterioridad al embargo decretado en la ejecución seguida, que no pertenecen ya al patrimonio del ejecutado» 9. Lo contrario supondría para 9 Si se examina con detenimiento la resolución de la DG, pronto se comprueba que sigue reflexión ya utilizada por PEDRO GÓMEZ DE LA SERNA, emitida para justificar la supremacía del titulo inscrito (léase hipotecario) sobre el privilegio singular, recién introducida por el art. 154 el adquirente de la garantía «una privación de su derecho que no se acomoda a las exigencias constitucionales inherentes al reconocimiento de la propiedad privada» (?) (Const., art. 33.3); y un apremio de los bienes del empresario que va más allá de «la extensión y contenido con que se integraba en el patrimonio del deudor». No es la presente ocasión adecuada par emprender un análisis detenido de la mencionada resolución. Pero el lector, sobre todo si ejerce funciones judiciales, deberá quedar advertido cuando menos de dos cosas: que la resolución desenvuelve una argumentación muy dudosa desde de el punto de vista legal y dogmático; y que además origina serias preocupaciones en el terreno institucional, propiciada a su vez por una deficiente formulación del principio de legalidad, y su manifestación en la calificación por el Registrador de documentos judiciales 10. D. Un pequeño excurso se impone. Las resoluciones de la DGRNot son actos administrativos. Durante mucho tiempo, nadie suscitó seriamente el tema de su recurribilidad ante los tribunales de justicia. Pero la solución tiene que ser afirmativa, desde 1978, cuanto se promulga nuestra Constitución, y se configura como derecho fundamental el de tutela judicial efectiva, de cualesquiera derechos o intereses legítimos de los ciudadanos (art. 24). Podía dudarse si esos tribunales eran los del orden contencioso-administrativo, atendido que estamos ante un acto de esa clase. O los del orden civil, porque lo que se administra es precisamente una materia de 24 de la LH 1861; la argumentación, claramente incardinada en motivaciones de política legislativa, aparentaba ampararse entonces en razones de dogmática jurídica (Ley Hipotecaria, Comentada y Concordada, Imp. Rev. Leg., Madrid, 1862, p. 574 ss). 10 Aun sin constituir un estudio acabado, puede consultarse lo que a estos fines se dice en: RÍOS/SALINAS: «La preferencia de los créditos laborales», artículo incluido en Preferencia de créditos, Manuales de formación continuada, núm. 2, CGPJ, Madrid, 1999, p. 338 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN derecho privado. Pues a esto se reconduce en definitiva la llamada jurisdicción voluntaria: administración pública del derecho privado, la cual puede confiarse, bien a los propios jueces, bien a los notarios, bien a los registradores de la propiedad. Esta última perspectiva aparece confirmada en la L. 7/1998, de 13 abril, de condiciones generales de contratación, como es de ver en su Exposición de Motivos, IX.1: «el recurso gubernativo contra la calificación [del Registrador] goza de la naturaleza jurídica de los actos de jurisdicción voluntaria». Tal orientación es la que propició la presentación de algunas demandas ante los Juzgados civiles de Madrid, sin que se consiguiera resultados prácticos atendibles. A partir de estas ideas, cabe cuando menos hacer estas observaciones: 1.º) El llamado recurso gubernativo es aquel que se interpone contra la calificación del Registrador de la propiedad. Se regula principalmente en la LH, aprobada por D. de 8 febrero 1946, art. 18 (deber de calificación de los Registradores de la propiedad), art. 66 (existencia del recurso gubernativo contra tal calificación y mención de alguno de sus efectos) y art. 260.3º (atribuye a la DGRNot la competencia para resolver esos recursos). Y se regula más en detalle por el RH, a partir del art. 112. Están legitimados para ello los particulares interesados, el Ministerio fiscal en ciertas causas civiles o penales en que deba ser parte, y el Notario. El primer destinatario de ese recurso se identificó en su día con el Presidente de la correspondiente Audiencia Territorial. Tras la promulgación de la LOPJ 1985, con el Presidente del correspondiente Tribunal Superior de Justicia; pero ello se hace en las condiciones que precisa esa LO en su DA 7ª: «Cuando los Estatutos de Autonomía atribuyan a los órganos jurisdiccionales radicados en la Comunidad Autónoma el conocimiento de los recursos contra la calificación de títulos sujetos a inscripción en un Registro de la Propiedad de la Comunidad, corresponderá al Presidente del Tribunal Superior de Justicia la resolución del recurso. El Presidente resolverá definitivamente en vía gubernativa cuando el recurso se funde en el Derecho Civil, Foral o especial privativo de la Comunidad Autónoma. En otro caso, su decisión será apelable, conforme a lo dispuesto en la Ley Hipotecaria». Apelación que cabalmente se interponía ante la DGRNot. 2.º) Lo anterior sugiere el siguiente esquema: a/ primero, califica el Registrador; b/ segundo, cabe alzada de los legitimados ante el Presidente del TSJ, si así lo ha previsto el Estatuto de Autonomía aplicable; c/ tercero, cabe además una alzada final o definitiva ante la DGRNot, salvo que se trate de asuntos relativos al derecho foral o especial de la Comunidad afectada, en que la secuencia concluye con la decisión del Presidente. El caso de Cataluña sería paradigmático: 1º) porque su Estatuto, aprobado por LO 4/1979, de 18 diciembre, dice en su art. 20.1: «La competencia de los órganos jurisdiccionales en Cataluña se extiende: ... e/ A los recursos sobre calificación de documentos referentes al Derecho privado catalán y deban tener acceso a los Registros de la Propiedad»; y 2º) porque además cuenta con derecho foral o especial propio, excluyente de la alzada final ante el Centro Directivo. En el polo opuesto, y también como paradigmático, se hallaría el Estatuto de la Región de Murcia, aprobado por LO 4/1982, de 9 junio, porque en su articulado no se hace referencia alguna al recurso gubernativo contra la calificación del Registrador. Siendo completamente nulo e infundado Acuerdo en contra, tomado en su día por el CGPJ, así como la real intervención del Presidente de su TSJ, que carece de cualquier apoyo atendible. 3.º) El RD 1867/1998, de 4 septiembre, reformo varios preceptos del RH. Entre ellos, los que contemplaban el recurso gubernativo, y más en particular, el art. 131 III, que conectaba el acto administrativo en que la resolución de la DG consiste con los tribunales ordinarios, haciéndole decir al efecto: «La resolución de la Dirección General será recurrible REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 155 ESTUDIOS ante la jurisdicción civil en el plazo de tres meses siguientes a su notificación». 4.º) El TS/Sala de lo contencioso-administrativo ha dictado varias sentencias en que se anula la reforma en una parte de la misma muy considerable, «hasta el punto de que ocupa mucho menos espacio impreso lo que subsiste, que lo que ha sido declarado nulo» 11; tales sentencias son de 24 febrero 2000 (A. 2888), 21 mayo 2000 (A. 6275), 12 diciembre 2000 (Año 2001/552) y 31 enero 2001 (A. 1083). La sentencia segunda (21.5.00) es la que trata del recurso gubernativo. 5.º) Para superar la situación así creada, la recentísima L. 24/2001, de 27 diciembre, de Medidas Fiscales, Administrativas y de Orden Social, en su titulo V (De la acción administrativa), capítulo XI (acción administrativa en materia de seguridad jurídica preventiva), lleva a cabo nada menos que una profunda reforma o modificación de la Ley Hipotecaria, en su texto refundido de 1946; de lo que por cierto no se ofrece en la Exposición de Motivos la más mínima explicación. ¿Quién nos aclarará las razones reales que han llevado a los poderes públicos a utilizar un mecanismo legal tan anómalo y tan inadecuado como es la ley que vulgarmente llamamos de «acompañamiento», por referencia a la Ley de Presupuestos Generales del Estado, usualmente promulgada en la misma fecha, para llevar a cabo tamaña transformación de 11 Cfr. JOSÉ MANUEL LOIS PUENTE: «Comentario a las sentencias del Tribunal Supremo que anulan determinados preceptos de la reforma del Reglamento Hipotecario aprobada por el Real Decreto 1867/1998», aparecido en La Ley, nº 5446, de 24 diciembre 2001, p. 1 a 6. La s. 22 mayo 2000 es la que afecta a recurso gubernativo, que el autor estudia en la p. 4. La razón de la nulidad es clara: no se ha respetado el principio constitucional de reserva de ley, pues, sobre todo en el art. 112 in fine, indica la jurisdicción competente a que el disidente debe dirigirse y el plazo en que debe hacerlo, contrariando claramente el art. 117.3 Const., aspecto éste sobre el que he llamado la atención en varios escritos anteriores. 156 la legalidad ordinaria registral? Como, medio en broma y medio en serio, acaba de decirme un Catedrático de Universidad, de Derecho Civil para ser más precisos, quien en nuestro país goza del máximo prestigio, «tendremos que estar atentos, porque a lo mejor nos sorprenden en la próxima ley de diciembre de este año 2002 con la promulgación incluso con un nuevo Código Civil...». 6.º) El nuevo régimen jurídico del recurso gubernativo, en lo que aquí interesa, muestra estas peculiaridades. a/ El Registrador de la Propiedad califica los documentos que se le presentan, incluso los judiciales.- b/ La nota así producida es recurrible ante la propia DGRNot, salvo que el Estatuto de la correspondiente Comunidad autónoma atribuya esta competencia a los tribunales de la región, pues entonces seguirá conociendo de la alzada primera el Presidente del TSJ (LH, art. 324).c/ Están legitimados para interponer este recurso: 1. La persona a cuyo favor se haya de practicar el asiento. 2. El Notario autorizante. 3. «La autoridad judicial o funcionario competente de quien provenga la ejecutoria, mandamiento o el titulo presentado». 4. «El Ministerio Fiscal, cuando la calificación se refiera a documentos expedidos por las Autoridades judiciales en el seno de procesos civiles o penales en los que deba ser parte con arreglo las leyes...» (LH, art. 325). d/ El escrito de recurso deberá expresar entre otras cosas, «el nombre y apellidos del recurrente y, en su caso, cargo y destino del mismo» (LH, art. 326).- e/ Las resoluciones de la DG en materia del recurso contra la calificación del Registrador serán recurribles ante los órganos del orden jurisdiccional civil, siendo de aplicación las normas del juicio verbal. La demanda deberá interponerse en el plazo de dos meses desde la notificación de la resolución practicada al interesado [...] ante los Juzgados de la capital de la provincia a la que pertenezca el lugar en que esté situado el inmueble y, en su caso, los de Ceuta y Melilla» (LH, art.238).- f/ Están legitimados quienes pudieron interponer el recurso inicialmente. «La Administración del Estado estará REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN representada y defendida por el Abogado del Estado. No obstante cuando se trate de la inscripción de derechos en los que la Administración ostente un interés directo, la demanda deberá dirigirse contra el Ministerio Fiscal» (mismo art. 238). g/ «Lo establecido en este art. 238 se entiende sin perjuicio del derecho que asiste a los interesados a contender entre sí acerca de la eficacia o ineficacia del acto o negocio contenido en el título calificado, o la de este mismo». 7.º) Me atrevo a pensar que no se puede provocar tantas dudas o hasta dispensar tantos dislates, en tan pocos preceptos legales. Subrayaré, sin entrar en demasiados detalles, lo siguiente, siempre bajo la perspectiva judicial: a/ ¿Desde cuando una autoridad judicial puede interponer recursos contra decisiones de órganos administrativos, siendo así que esa autoridad emite resoluciones de obligado acatamiento por todos, incluidos los funcionarios, según el art. 118 de la Constitución? b/ ¿Qué ocurriría si la autoridad judicial de «quien provenga la ejecutoria», es decir y en su caso, la sentencia definitiva contra la que no cabe recurso alguno, sea el propio Tribunal Supremo, y puede que a través de su Sala de lo civil? c/ ¿Quiere decirse, ante falta de previsión específica, frente a las que sí se hacen respecto de la Administración, que el Juez o Tribunal que recurre ha de defenderse por sí o buscar un abogado por su cuenta o pedir autorización para litigar al Colegio de Abogados? ¿Quién se someterá a un posible interrogatorio de la parte? ¿Y quién pagará una eventual condena en costas? ¿Por qué se ha alterado la competencia de los jueces de capital de provincia sin acudir a una ley orgánica, como es habitual y se hizo a propósito de pleitos sobre propiedad intelectual y se intentó hace, sin éxito, con la LEC 2000? otro crédito respecto de los objetos elaborados por los trabajadores, mientras sean propiedad o estén en posesión del empresario». Se configura por el precepto estatutario una preferencia especial refaccionaria. La preferencia, que continúa siendo la propia de un «privilegio» y no de una garantía real, es «especial» porque se proyecta sobre los dineros que se consigan con la realización de ciertos elementos patrimoniales del empresario. Y es «refaccionaria» en un sentido amplio, porque enlaza con tareas de elaboración llevadas a cabo por los trabajadores; esta calificación ha tenido una aceptación general en la doctrina y la jurisprudencia. Su intensidad sigue siendo absoluta: frente a cualquier crédito. La norma habla de: «objetos elaborados». Subjetivamente, la preferencia corresponde a todos los operarios, aunque no intervengan en la tarea. Objetivamente, no hay inconveniente en incluir los inmuebles, aunque la doctrina sea reacia a ello; su exclusión más bien se logrará por el requisito de propiedad o posesión que se examina a seguido. Los trabajos de «reparación» no están incluidos, pues en la hipótesis de más interés, que es el arreglo de bienes de clientes, la detentación de los mismos por el empresario solamente autoriza pretensiones de otra clase (derecho de retención, acciones directas, etcétera). También se habla de objetos que «sean propiedad o estén en posesión» del empresario. La primera alternativa (propiedad) es la normal. La segunda (posesión) presenta dificultades interpretativas casi insuperables; obsérvese que los inmuebles construidos sobre terrenos de tercero, no son siquiera posesión del constructor; por eso no están afectados por la preferencia. 2.3. La preferencia especial refaccionaria Los tribunales no afrontan una considerable litigiosidad en torno a las expresiones recién aludidas. El art. 32.2 dispone: «los créditos salariales gozarán de preferencia sobre cualquier Hubo, hace años, un caso curioso, referido a los derechos que, por refacción, correspondí- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 157 ESTUDIOS an al director de una película (STS/Civ, 20 mayo 1967, A. 2537). En tiempos muy posteriores, la jurisprudencia se ha limitado a aplicar esta preferencia refaccionaria a situaciones cuando menos curiosas: el fenómeno elaborativo se da por sentado cuando las tareas del trabajador se desarrollan en el interior de un inmueble que deviene, en consecuencia, objeto de la preferencia. En este sentido, la jurisprudencia civil: SSTS/Civil, 27 octubre 1983 (A. 5345) y 18 diciembre 1989 (A. 8839). En contra, sin embargo, se ha pronunciado más modernamente, la jurisprudencia social: STS/Social, 17 noviembre 1997, acordada en Sala general (A. 8314). He aquí algunos detalles de tales pronunciamientos. STS/Civ 20 mayo 1967 (A. 2537). En juicio ejecutivo seguido por una empresa cinematográfica («Madrid Films SA») frente a otra del mismo género («Antares Films SA»), se había embargado a la segunda la cinta «Historia de un Hombre» y otra más. Quien, como técnico cinematográfico, había dirigido la película, interpuso tercería de mejor derecho, alegando, entonces, la preferencia que confería el art. 59.1ª de la vieja LCT 1944. El TS desestima el recurso del empleado; y observa que «mal puede sostenerse que la película ‘Historia de un Hombre’ fuese elaborada por el tercerista, habida cuenta de la importantísima participación e intervención que ‘Madrid Films’ tuvo en la producción de la película, con aportación de trabajo y material, ni tampoco puede decirse que se haya hecho uso del derecho de preferencia oportunamente y mientras el objeto permanecía en poder del deudor». El fallo reviste un cierto interés, al sopesar todas las circunstancias concurrentes, virtuales para neutralizar la letra del precepto laboral, que confiere la preferencia sobre los objetos elaborados o producidos, de manera incondicional; pues se tiene en cuenta, por un lado, la importante contribución del co-acreedor, que aportó personas y materiales, y por otro, que no se aprovechó el momento en que el empresario todavía disponía de, o poseía la película. Esta línea jurisprudencial no ha 158 sido, sin embargo, proseguida en fallo alguno posterior. STS/Civ, 27 octubre 1983 (A. 5345). En procedimiento judicial sumario del art. 131 LH, instado por una Caja de Ahorros contra el deudor hipotecario, deducen los trabajadores solicitud de que, con antelación al accionante, se les abone los salarios de los últimos treinta días. El Juez de 1ª instancia accedió a ello mediante auto que fue recurrido en apelación ante la Audiencia Territorial, la cual mantiene lo decidido por aquél, en resolución donde se parte de que, por razones temporales, regía la L. 16/1976, de 6 abril, de Relaciones Laborales, cuyo art. 32.1.b/ habla de preferencia del crédito salarial sobre todos los demás créditos «respecto de los inmuebles a los que precisamente se incorpore su trabajo», estén o no hipotecados; el término «incorpore», según la Audiencia, «en sentido literal significa unión de una cosa a otra pero jurídicamente ha de entenderse en un sentido más lato como lugar o inmueble en que se realizan determinadas tareas». El TS, por su lado, entiende, a los fines aquí discutidos, que el ET de 1980 esta dotado «de retroactividad, aunque no lo sea en grado máximo», pero que, en cualquier caso, aunque se mantuviera la aplicabilidad de la LRL 1976, habría que llevar a cabo «una interpretación correctora y extensiva de la locución ‘inmuebles a los que precisamente se incorpore su trabajo’, que permita comprender en su ámbito las naves industriales donde el asalariado desarrolla su actividad», que era de índole textil. Como se ve, la línea hermeneutica así iniciada es muy avanzada, al equiparar «objeto elaborado» con el «lugar donde se trabaja»; amén de que, bajo otro punto de vista, permite la deducción de una tercería de mejor derecho muy simplificada, en un proceso hipotecario como el del art. 131 LH, claramente reacio a ello; aspecto sobre el que llamaremos la atención al analizar el art. 32.4. STS/Civ, 18 diciembre 1989 (A. 8839). Los trabajadores de una empresa radicada en Guipúzcoa plantean conciliación previa, en REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN que reclaman la paga extra de Navidad 1981 y los salarios de enero y febrero 1982; el acto concluyó con avenencia, pues la empleadora asumió compromiso de inmediato pago; incumplida la obligación patronal, los obreros instan la ejecución de lo convenido ante la Magistratura de Trabajo, que procede al embargo de «la factoría o edificio industrial de la empresa», en 17 septiembre 1982; la anotación preventiva de la traba fue extendida en 4 octubre 1982, bajo la letra D), para responder del principal y costas; en el procedimiento de apremio, el inmueble fue adjudicado a los trabajadores por resolución de 14 abril 1983. Otro acreedor, la Diputación Foral de Guipúzcoa, embargó, por débitos fiscales, el mismo bien, en 14 abril 1982, y consiguió anotación preventiva C) en 3 mayo 1982, aunque luego, por ampliación, provocó otra anotación letra F); en este apremio administrativo, la subasta quedó fijada para el día 27 mayo 1986, pero fue suspendida porque los trabajadores interpusieron la denominada «tercería administrativa de dominio». La pretensión fue estimada por el Juzgado civil de 1ª instancia y por la Audiencia Territorial. El TS, por su parte, desestima el recurso de casación deducido por la Administración foral. Al hacerlo, enjuicia el tema dominical suscitado como enfrentamiento preferencial entre los créditos salarial y fiscal, que, en coincidencia temporal, hacían efectivos la Magistratura social y el Organo recaudatorio de la Diputación. Comienza por recordar la doctrina sentada en la sentencia que se acaba de citar (27 octubre 1983), en el párrafo ya transcrito sobre el significado del término: «incorporar». Añadiendo a seguido que «la aplicación de tal doctrina al supuesto que nos ocupa habrá de llevarnos a la necesaria conclusión de que apoyándose la acción de tercería que formulan los trabajadores de la empresa ‘Lasa’ en el crédito salarial refaccionario que ostentan en relación con el inmueble donde desarrollan su actividad, bien que, además, continuaba en la posesión del empresario citado, obvio es que, por aplicación del precepto núm. 2 del artículo 32 del Estatuto de los Trabajadores, habrá de entenderse que gozaba de preferencia sobre cualquier otro...» Sigue aplicándose, pues, la doctrina de que la elaboración a que alude el art. 32.2 implica al edificio donde se labora; lo que además se concluye en una complicada situación de coincidencia de ejecuciones o apremios, judicial y fiscal. STS/Soc 17 noviembre 1997 (A. 8314). La Sala de lo social del TS, en casación unificadora, ha abordado asimismo la cuestión del objeto material sobre el que el presente privilegio especial se asienta. Lo ha hecho en el interior de una ejecución social, donde el Magistrado dicta autos que, en ciertas condiciones, acceden a la suplicación (LPL, art. 189.2), y por consiguiente, a esa casación para la unificación de doctrina; en el caso, se trataba de anteponer créditos salariales a un crédito hipotecario. La presente resolución cambia la orientación que el TS/Civil había emprendido: identificación del «objeto elaborado» con el edificio o local donde las tareas habituales del trabajador se desarrollan, o dicho más brevemente, con el «lugar de trabajo». Según la sentencia a que estamos aludiendo, ese criterio civil «pudo tener alguna apariencia de fundamento legal bajo disposiciones pretéritas y hoy derogadas, como fue la Ley de Relacionales Laborales (LRL) 17/1976, de 8 abril, en cuyo art. 32.1.b/ se establecía tal preferencia ‘sobre todos los demás créditos respecto de los inmuebles a los que precisamente se incorpore su trabajo’ [del empleado], dicción que únicamente podría referirse a los inmuebles objeto de construcción mediante la actividad laboral de los trabajadores, para asimilarlos a los muebles consecuencia de tal actividad; pero que, en el número 2 se ampliaba a los inmuebles, [al aludir al] ‘lugar de trabajo’, pero ‘excepto cuando concurran con acreedores hipotecarios o pignoraticios sobre tales bienes’. Es decir, que ni siquiera en esta Ley ya derogada, eran prioritarios los créditos salariales respecto de los inmuebles ‘lugar de trabajo’, cuando concurrían con créditos hipotecarios. Pues bien, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 159 ESTUDIOS el actual art. 32 del ET en su núm. 2 reproduce el anterior apartado a) del art. 32.1 de la citada LRL, que evidentemente, no se refería al ‘lugar de trabajo’, puesto que a este lugar dedicaba su mencionado núm. 2 [...]. Por consiguiente, ni siquiera la LRL estableció preferencias del crédito salarial en relación con los hipotecarios establecidos sobre el inmueble donde se trabajaba; y menos lo hace el ET, que silencia toda prioridad de tales créditos salariales sobre el inmueble, ‘lugar de trabajo’...» Como se ve, insisto, se abandona el criterio de la Sala de lo civil. Y además, como con frecuencia sucede en los fallos jurisprudenciales, se añade, bien que con alcance de mero obiter, esta última observación: la de que el art. 32.2 silencia toda prioridad salarial sobre los inmuebles; cuando, según he tratado de explicar en varias ocasiones, el precepto se limita a mencionar los «objetos elaborados», siendo luego el intérprete quien debe decidir si en esta caprichosa expresión caben los inmuebles; los diversos razonamientos y aserciones que en contra se desarrollan, dicho sea con todo respeto, esconden un inconsciente pánico «hipotecarista», al par que desconocen que también se «elaboran» objetos que valen más que muchos inmuebles, como los buques o las aeronaves, sometidos al privilegio salarial especial, cosa que creo que nadie se atreva a negar [la afirmación de que «para este solo efecto (constituir una hipoteca) se considerarán tales buques como bienes inmuebles», que encontramos en la L. de Hipoteca Naval, de 21 agosto 1893, art. 1º, es un mero residuo histórico, que trataba de contrarrestar la inercia dogmática del derecho común romanizado, en cuanto al objeto de la hipoteca y de la prenda, y que hoy no tiene sentido cuando ya se ha promulgado una Ley de Hipoteca Mobiliaria de 16 diciembre 1964]. Un inmueble, por tanto, es tan objeto elaborado como un buque, una aeronave, un costoso ordenador, una aeronave espacial, etc. Lo que sucede, y por aquí se restituye la tranquilidad a quienes temieron por su hipoteca, es que, en el contexto económico empresarial del momento, difícilmente es la empre- 160 sa constructora «propietaria» ni del suelo ni de lo construido, requisito que también se encuentra en el art. 32.2, y en todo el precepto, como muestra el núm. 4 en su final. 2.4. La preferencia general ordinaria Finalmente el art. 32.2 previene que «los créditos por salarios no protegidos en los apartados anteriores tendrán a condición de singularmente privilegiados en la cuantía que resulte de multiplicar el triple del salario mínimo interprofesional por el número de días de salario pendientes de pago, gozando de preferencia sobre cualquier otro crédito, excepto los créditos con derecho real, en los supuestos en los que éstos, con arreglo a la Ley, sean preferentes. La misma consideración tendrán las indemnizaciones por despido en la cuantía correspondiente al mínimo legal calculado sobre una base que no supere el triple del salario mínimo». Se configura así por la norma una preferencia general ordinaria. La preferencia sigue siendo privilegiada. En cuanto «general», vuelve a afectar a todo el patrimonio empresarial. Y en cuanto «ordinaria» pierde intensidad o prelación frente a lo hipotecario. Viene a ser el reverso de la preferencia extraordinaria del núm. 1, aunque definida con locución más complicada: cede antes los «créditos con derecho real» en los casos en que «con arreglo a la Ley Hipotecaria sean preferentes», según la redacción de 1980, expresión que como vamos a ver en seguida, sólo se entiende con una perspectiva histórica. Es en esta norma donde ha incidido de lleno la reforma de 1994, que se manifiesta así. a) Crédito protegido. Antes, en ET 1980 y cuerpos precedentes, se hablaba de «salarios»; la duda interpretativa se resolvió por la jurisprudencia en el sentido de incluir las indemnizaciones por cese (TS/ Civil en tercerías civiles; TS/Social en recursos contra decisiones de los jueces sociales sobre el tema; TS/Sala de Conflictos de Competencia en REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN enfrentamientos formalizados entre el Juez civil del concurso y el Juez social ejecutor) 12. La discusión ha perdido sentido, porque la reforma de 1994 introduce expresamente, como concepto privilegiado, las «indemnizaciones por despido», expresión por su lado propicia a nuevas dudas hermenéuticas, sobre el alcance del término «despido» y que aconseja, como veremos, acudir al Convenio 173 OIT. Entre salarios propiamente dichos e indemnizaciones básicas por despido hay una categoría intermedia, que son los llamados salarios de trámite, los cuales, si se admite su naturaleza salarial, pueden asumir, según la situación, cualquiera de las tres preferencias que el precepto estatutario configura en sus núms. 1, 2 y 3. Sobre este último punto se ha producido alguna jurisprudencia moderna, 12 Para conocimiento del lector se agrega esta información jurisprudencial, cuyo valor rebasa con seguridad lo meramente histórico. El TS/Civ, tras una tradición que se remonta a 1968 [s. 6 enero 1968, A. 402], optó, de manera brusca e inesperada, por cambiar de criterio y excluir las indemnizaciones de la garantía preferencial del art. 32, como es de ver en un fallo recaído hace algunos años (STS/Civ, 11 mayo 1992, A. 3894); la nueva doctrina fue contestada de manera inmediata en sede conflictual del propio TS, que prefirió mantener el criterio tradicional (ATS/Confl, 27 junio 1992, Jurisprudencia conflictual cit., años 1991-1992, p. 197); sin embargo, la Sala de lo civil mantuvo ulteriormente su tesis (STS/Civ, 23 marzo 1993, A.2269), en términos que no guardan la esperada compostura, pues el Auto conflictual era objeto de mención expresa, al que se da una «respuesta directa», rechazando que lo dicho en aquel constituya «argumento serio», como lo demuestra razones de «elemental lógica» (FJ 5º). La situación roza el esperpento, pues equivale a no conferir valor alguno a las decisiones de la Sala de conflictos, y a que cada una de las diversas Salas desconozcan los pronunciamientos de las otras. Observación que no se hace con intención irrespetuosa, sino por preocupación institucional, siendo inexplicable que a estas alturas, ni el conocido Libro Blanco, ni el constantemente recordado Pacto para la Justicia, parezcan haber tomado conciencia suficiente del problema, ni apuntado a soluciones como las que nos enseña el derecho comparado, particularmente el francés y el alemán. Sobre todo esto, puede verse mi escrito: RIOS: Privilegios salariales e indemnizaciones por cese, Tecnos, Colección Jurisprudencia Practica, nº 64, Madrid, 1994. sobre la que deberá darse suficiente noticia más adelante. b) Los límites de la protección. Antes, en 1980, era ilimitada, en este nivel ordinario. Ahora, desde 1994, se introduce el límite cuantitativo, representado por el triplo del smi (para el año 2002, vid. RD 1486/2002, ya cit.), tanto para los salarios (importe de los días adeudados) como para las indemnizaciones (módulo diario para calcularlas; ¿y aquellas otras que no se calculan por tantos días de salario, en relaciones especiales?). Las cantidades que excedan el nuevo tope legal, quedan expulsadas de este art. 32, y su prelación, si es que tienen alguna, pasa a regirse por las normas comunes, del CCiv, en tercerías de mejor derecho y concursos de acreedores (art. 1924), o por el CCom, en quiebras (arts. 913 y 914). Sobre la influencia de estos límites en el privilegio de ejecución separada, ver más adelante lo que se dice para el núm. 5 del este art. 32, y jurisprudencia allí citada. c) La excepción prelativa. En 1980, este tercer grado preferencial, en principio superior a cualquier crédito, cedía ante los «créditos con derecho real» siempre que «con arreglo a la Ley Hipotecaria sean preferentes». La solución elegida muestra un momento en la evolución del crédito «singularmente privilegiado». Repitiendo lo dicho antes, esta expresión sólo adquiere sentido si se la contempla con perspectiva histórica. A mediados del siglo XIX se consolidó en nuestro derecho la categoría del crédito singularmente privilegiado, de que disfrutaban los acreedores por trabajo personal. La primera Ley Hipotecaria de 1861 pensó que esta situación era incompatible con el progreso del crédito territorial, en particular con el préstamo garantizado con hipoteca; por eso, en su art. 24 establece con claridad que los títulos inscritos (o sea, básicamente los títulos hipotecarios) prevalecían frente al crédito singularmente privilegiado. A los pocos años se promulga el CCom 1881, el cual, al graduar los créditos concurrentes en una quiebra, mantuvo la tradición para el producto de los bienes muebles (art. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 161 ESTUDIOS 913), pero en cuanto a los inmuebles dispuso que ostentarían el primer rango los «acreedores con derecho real, en los términos y por el orden establecido en la Ley Hipotecaria». Era una manera de decir que lo registralmente constatado quedaba prelativamente por encima del privilegio singular por trabajo personal. La codificación de la legislación de trabajo, llevada a cabo en diversos cuerpos legales a partir de los años veinte, intentó reavivar el viejo concepto del privilegio singular, aunque en límites muy reducidos; el último eslabón lo constituye este art. 32, en su núm. 1 (salarios de los últimos treinta días). Para los demás salarios (o indemnizaciones), la hipoteca se antepone; pero ello se ha expresado en este núm. 3 con fórmula más complicada, casi idéntica a la utilizada por el CCom. de 188l, ya transcrita (ALONSO OLEA). En síntesis, queda por encima del salario todo crédito con «derecho real», en los términos prevenidos por «la Ley Hipotecaria». Pues bien: la reforma de 1994 ha quebrado el sentido histórico del precepto, puesto que ha suprimido el término: «hipotecaria»; ahora se habla de créditos con derecho real, preferentes según la ley sin más. El resultado es probablemente perjudicial para el trabajador, porque algunas situaciones crediticias se le sobreponen al margen de toda constancia registral; así, p. ej., los gastos comunes de una comunidad organizada en régimen de propiedad horizontal, por simple aplicación de la L. 49/1960, de 21 junio, art. 9.1.e/ (redacción dada por L. 8/1999, de 6 abril). Téngase presente, no obstante, que en la práctica, rara será la concurrencia crediticia en que no medie un asiento registral, siquiera sea por la vía del embargo preventivamente anotado; con lo que habrá de volverse a la Ley hipotecaria. En este tercer tipo de preferencia laboral, dada su característica «relatividad», la jurisprudencia digna de mención sería aquella recaída cuando se confronta estos salarios e indemnizaciones con situaciones preferenciales ubicadas en otros sectores del ordenamiento jurídico. Por ello, serían de mera cita, 162 para recuerdo del lector, pronunciamientos como los siguientes: a) en relación con los embargos preventivamente anotados, que son «derecho real» en el sentido del precepto, STS/Civ, 9 junio 1995 (A. 4913).- b) en relación con la hipoteca naval, que es igualmente un derecho real, las STS/Civ, 22 mayo 1989 (A. 3877), 5 septiembre 1990 (A. 8521) y 1 julio 1992 (A. 4982) 3. Aspecto procesal del precepto estatutario 3.1. El ejercicio de la preferencia Dice ahora el art. 32.4 que «las preferencias reconocidas en los números precedentes serán de aplicación tanto en los supuestos de que el empresario haya iniciado un procedimiento concursal, como en cualquier otro en el concurra con otro u otros créditos sobre bienes del empresario». 3.1.1. El ejercicio de la preferencia Afronta este precepto el ejercicio de la preferencia. La prioridad significa anteposición de un crédito (aquí el laboral) frente a otro (por regla no laboral, excepcionalmente laboral); y se cumplimenta entregando al acreedor preferente lo recabado en la realización forzosa de un bien del empresario. Es necesario por tanto propiciar la «concurrencia» entre créditos, a que la norma se refiere en su final; y en la que, por Ley 11/1994, se elimina la palabra «salarios» para incluir las indemnizaciones. En realidad, lo que hace el legislador es indicar al empleado las vías ordinarias del derecho común. La jurisprudencia ve en el precepto la dualidad: procedimiento universal/tercería de mejor derecho. En la STS/Civil, 25 septiembre 1985 (A. 4408) ya nos decía el Alto Tribunal que, a tenor de este art. 32.4, «el trabajador está facultado para hacer valer sus dere- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN chos tanto en un proceso de ejecución universal en el que ocupará para el cobro de su crédito el lugar privilegiado que le corresponda, como en un proceso singular de ejecución, en este ultimo caso por el cauce incidental de la tercería de mejor derecho al objeto de ser reintegrado de su crédito con preferencia al acreedor ejecutante (art. 1532 LEC)» [hoy, nueva LEC, art. 614 ss]. Añadiendo que «en uno y otro caso la preferencia se ejercita respecto a los acreedores del deudor, no respecto de éste, a quien en definitiva, sólo de forma muy relativa le afecta el orden o preferencia en los pagos con el producto de sus bienes». En realidad esa alternativa: proceso concursal/tercería de mejor derecho, no es en rigor excluyente de intervenciones varias del trabajador, pues en la expresión: «cualquier otro» procedimiento, cabría incluir los administrativos de liquidación. Aunque en las exposiciones habituales, solemos movernos en aquel plano judicial. a) Habla, pues, el precepto, en primer lugar, de un proceso concursal, expresión que incluye la suspensión de pagos, la quiebra y el concurso de acreedores (éste, con el beneficio de quita y espera: vid. LECiv 1881, vigente en este punto, arts. 1130 y ss.) y donde al trabajador le basta con insinuar su crédito. Téngase presente que la inclusión del trabajador en el proceso concursal tiene como alternativa la ejecución social separada del art. 32.5; lo que ha dado lugar a problemas específicos, con alguna repercusión jurisprudencial, de que se habla más adelante. b) Al proceso concursal se contrapone cualquier otro proceso en que la concurrencia de mérito tenga lugar. En el contexto procesal español (decisorio en temas de esta índole: cfr. STC 39/1994, de 15 febrero), se está aludiendo, parece, a ejecuciones singulares, en cuyo seno se hace valer la preferencia a medio de una tercería de mejor derecho; la cual se planteará ante el Juez civil, si se trata de una ejecución por él seguida o de apremio administrativo, por impuestos o cuotas de Seguridad Social, (vid. nueva LECiv, arts. 614 y ss., en relación con el art. 52.15º), o ante el Juez social, si es éste el que ejecuta, y quien plantea la tercería es entonces un acreedor no laboral o excepcionalmente laboral (LPL, art. 273). La generalidad de la expresión utilizada (cualquier otro procedimiento) llevó a la doctrina (Rios) a sugerir que acarreaba la viabilidad de tercerías en procedimientos hipotecarios, tradicionalmente reacios a tal incidencia, como el procedimiento judicial sumario del derogado art. 131 LH, hoy LEC, arts. 681 ss. En los Juzgados de 1.ª instancia está extendida la práctica de admitir tales tercerías laborales. La jurisprudencia esquemáticamente enunciada merece, en un escrito como el presente, una referencia algo más detallada. c) En realidad, no nos deberíamos quedar circunscritos al plano judicial, donde se da esa contraposición: procedimiento concursal/tercería de mejor derecho. Todavía en lo judicial, están las eventuales confrontaciones preferenciales que pueden aparecer como consecuencia de la acumulación de ejecuciones que se sustancia en la LPL (arts. 268 ss). Y en el terreno administrativo, al trabajador le cabría intervenir incluso en procedimientos donde se lleva a cabo la liquidación de su empresa, particularmente las del ramo de seguros, lo que puede suceder en aplicación de la L. 30/1995, de 8 noviembre, de Ordenación y Supervisión de los Seguros Privados, cuyos arts. 29 ss. atribuyen esa misión a la Comisión Liquidadora de Entidades Aseguradoras (CLEA). 3.1.2. Análisis de la jurisprudencia sobre tercerías a) En general. La tercería es un proceso que en lo social se estructura como una cuestión incidental suscitada en la ejecución definitiva abierta con apoyo de un título de esa clase (sentencia, conciliación, laudo); y hasta en una ejecución provisional (apoyada sola- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 163 ESTUDIOS mente en sentencia recurrida). Implica la entrada de un tercero (de ahí su tradicional denominación) en la ejecución laboral, con la pretensión de que lo recabado en la realización de los bienes trabados le sea entregado a él, y no al ejecutante, por ser el primero titular de crédito superior (mejor) que el del segundo, desde el punto de vista prelativo (LPL, art. 273). El fenómeno es posible también en la esfera civil, en la cual, la configuración como cuestión incidental surgida en ejecución puede afirmarse hoy, pienso, sin dificultad (cfr. LEC, arts. 614 ss). La tercería sufre de un inconveniente estructural: según su denominación, es de «mejor» derecho; por tanto, el tercerista, para cobrar algo, ha de ser un acreedor de prelación más elevada que el ejecutante, pero no de prelación igual; desventaja a la que hizo frente la LPL 1990 con sus normas sobre acumulación de ejecuciones, donde juegan reglas de proporcionalidad, sin perjuicio de la preferencia que algún trabajador arguya. b) Los apremios de seguridad social. En términos generales, la intervención del juez social o del juez civil debiera no plantear enfrentamientos competenciales, ya que cada uno conoce de las tercerías que cabalmente se plantean en sus propias ejecuciones. Ahora bien: hay un supuesto, en que el apremio, en sus inicios y en su ulterior desarrollo, no es judicial, sino administrativo, lo que sucede en el caso de la recaudación de tributos o de créditos de la seguridad social. Respecto de estos últimos se suscitó una polémica de importancia: según algunos, el carácter social del crédito asegurativo, de que es titular la TGSS, propiciaba que el enfrentamiento con el crédito igualmente social del trabajador, lo decidiera el juez de trabajo. La duda fue jurisprudencialmente decidida a favor del juez civil: STS/Social, 26 noviembre 1996, acordada en Sala general (A. 9454): el recurso de casación unificadora fue interpuesto por la Tesorería, contra sentencia de suplicación que había afirmado la titularidad del juez social. En sustancia, este pronunciamiento casacional 164 entendió que la expresión «jurisdicción ordinaria», utilizada en varias normas para aludir a la posibilidad de plantear ante ella tercerías que involucran a un recaudador administrativo, equivale, en el contexto en que se utiliza, a jurisdicción civil. Y advertía del grave inconveniente que provendría de la aparición de otros terceristas, cuyo crédito no fuere de tipo social, y que necesariamente les llevaría al juez civil; ello implicaría, en término por entonces utilizado, un «troceamiento» de las tercerías, en el sentido de que habría varias soluciones para el problema preferencial, provenientes de jueces de orden diferente, con todas las disfunciones que ello implica. Se declaró, en suma, como doctrina unificada, que estas tercerías administrativas habrían de proseguirse judicialmente en el orden civil. La sentencia contiene, sin embargo, un voto particular, donde se procuran razones para excluir a los jueces civil y contenciosoadministrativo, y para retener la titularidad competencial del juez social. El criterio fue proseguido en STS 36 febrero 1997 (A. 1594), y en otras varias posteriores, pues se trataba de un problema bastante generalizado. La nueva LEC da por supuesta la competencia civil, pues el art. 52, sobre competencia territorial en casos especiales, tiene un numero 15º donde leemos: «En las tercerías de dominio o de mejor derecho que se interpongan en relación con un procedimiento administrativo de apremio, será competente el tribunal [civil] del domicilio del órgano que acordó el embargo...». c) Jurisprudencia sobre tercerías en ejecuciones hipotecarias. Ya se ha dicho que las normas sobre el llamado procedimiento judicial sumario, en que se hacia efectiva ejecutivamente una hipoteca, eran reacias al planteamiento, en su seno, de una tercería de mejor derecho, pues lo que realmente ofrecían es el acudimiento a un proceso declarativo exterior al apremio, en el que se intenta paralizar los fondos obtenidos en la subasta del bien hipotecado, para lo que el juez civil pedirá una fianza, que no siempre podrán prestar los tra- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN bajadores (cfr. LH, arts. 131 y 132). En la actualidad, las normas de esta particular ejecución dineraria vienen a proporcionar idéntica impresión (cfr. nueva LEC, arts. 681 ss, en especial, arts. 695 y 698). De ahí el interés de la jurisprudencia que aparenta viabilizar excepcionalmente las tercerías de trabajadores en esos procedimientos. STS/Civil, 27 octubre 1983 (A. 4345). Este fallo contempla caso relativo a un procedimiento judicial sumario del viejo art. 131 LH, seguido en Juzgado de 1ª instancia, a solicitud del acreedor hipotecario, una Caja de Ahorros. Los trabajadores del empresario ejecutado comparecen ante el Juez civil y piden el prioritario abono de su créditos por salarios de los últimos 30 días, reconocido en sentencia de Magistratura de Trabajo. A tal pretensión accede el Juzgado, así como, en apelación, la Audiencia. Comienza el Alto Tribunal por advertir que este recurso de casación «no debió haber superado la fase de admisión», pero pese a ello se analiza el tema de fondo, advirtiéndose desde el principio sobre su falta de fundamento. Tras subrayarse la preferencia propia del salario de los últimos 30 días, ex art. 32.1, se rechaza el argumento formulado por la Caja de que «la vía procesal empleada por los trabajadores [...] no es idónea para la finalidad perseguida, ya que debió haberse utilizado el juicio ordinario de mayor cuantía», pues debe tenerse presente «la preferencia y protección dispensada a los créditos por salarios rotundamente afirmada por los párrafos 4 y 5 del art. 32 ET, en términos tales que en las tareas de elaboración legislativa se ha llegado a calificar el correspondiente privilegio como ‘derecho de separación absoluto’, determinante de una afectación patrimonial que lo antepone al crédito hipotecario, sin necesidad de que la preferencia sea declarada en los dilatados trámites de un juicio declarativo de mayor cuantía, cuando todos los antecedes figuran en el proceso de ejecución y su contenido no ha sido puesto en duda, conclusión autorizada asimismo por el sentidos de las reglas octava, diez y trece del repetido art. 131». STS/Civil, 10 julio 1989 (A. 5595). La tercería de mejor derecho es interpuesta ahora por el FGS, ante el Juzgado civil que sigue la ejecución hipotecaria, el cual admitió la demanda a trámite, pues tuvo por «factible esta tercería como incidencia en un proceso especial sumario del art. 131 de la Ley Hipotecaria»; pero, pese a la preferencia argüida, la sentencia fue desestimatoria por apreciarse la prescripción (caducidad) opuesta por los ejecutantes. En apelación, la Audiencia Territorial revocó el fallo de primer grado y estimó la demanda de tercería. El recurso de casación interpuesto por la parte ejecutante fue desestimado. Se desecha el alegato de prescripción, y se hace ver, en coincidencia con observaciones que hago más adelante, al examinar el art. 32.6, que si el plazo fuera de caducidad, como los recurrentes quieren, resultaría muy difícil que los trabajadores escaparan a ella, desde que se les reconoce el derecho a cobrar, e inician una serie de gestiones o procedimientos, que superarán como regla el plazo de un año. Esta sentencia admite, por la tácita, que en el procedimiento sumario del art. 131 LH se planteen tercerías, pero no lo dice expresamente. STS 5 noviembre 1992 (A. 9416). Es un caso análogo al anterior; pero que desemboca en la no admisión a trámite de la demanda del FGS. En un Juzgado civil de Bilbao se tramitaba el procedimiento judicial sumario del art. 131 LH, mediante el que varios acreedores hipotecarios perseguían a determinada empresa. En ese procedimiento intentó plantear tercería de mejor derecho el FGS, para cobrar los créditos laborales de que, por subrogación, era titular. Pero la demanda no fue admitida a trámite por el Juzgado; tampoco por la Audiencia en apelación; finalmente, planteada casación contra el correspondiente auto, el TS declara que el recurso no cabe, por constituir el proc. jud. sumario una vía no definitiva, ya que luego puede interponerse un proceso declarativo ordinario, para combatir lo en él establecido o apremiado. Se resuelve por ende un problema procesal gené- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 165 ESTUDIOS rico, sin alusión alguna a la naturaleza de los créditos hechos valer por el FGS, ni mencionarse para nada el precedente anterior. Los juzgados civiles admiten con frecuencia este tipo de reclamaciones, deducidas por los trabajadores, o por el FGS si ha satisfecho sus créditos. En muchas ocasiones, los ejecutantes, entidades de crédito, si se trata de los salarios del último mes (únicos preferentes a la hipoteca: art. 32.1) consienten que se detraiga su importe de las sumas alcanzadas en el apremio. d) El llamado «incidente preferencial atípico». En la praxis comienza a abrirse paso una vía concurrencial alternativa respecto de la tercería, que a veces se denomina «incidente preferencial atípico». En lugar de acudir el trabajador, mediante tercería de mejor derecho, a la ejecución civil, se provoca, en el interior de la ejecución social, una incidencia entendida con los litigantes civiles, en la cual se declara la prioridad del crédito laboral y se requiere a Juez civil para que entregue lo recaudado en su propio apremio. Parecido mecanismo se utiliza también respecto de ejecutores no judiciales, que apremian créditos fiscales o de Seguridad Social. Esta alternativa es de lo más discutible, visto el art. 613 en la nueva LECiv (conocido art. 1520 en la vieja) y ha sido desautorizada por la jurisprudencia: STCJ 11 diciembre 1995 (A. 9784) y 7 julio 1997 (A. 5917); TS/Sala Conflictos Competencia, Auto 4 junio 1996 (A. 9186). 3.2. Las ejecuciones sociales separadas o autónomas En el núm. 5 se puede leer: «Las acciones que puedan ejercitar los trabajadores para el cobro de los créditos a los que se refiere este artículo no quedarán en suspenso por la tramitación de un procedimiento concursal». Tratadas tales ejecuciones separadas en este apartado, constituyen el núcleo de los privilegios procesales del crédito laboral. El 166 Juez social, pese a la coexistencia de un proceso concursal, y a la enérgica vis attractiva de que está dotado, puede iniciar o continuar su propia ejecución. Es importante subrayar que, para hacerlo, no invoca el carácter preferencial de los créditos, sino su simple carácter laboral. Quiere decirse por ello que en esta ejecución separada no se involucra tema alguno de prioridades y que los acreedores no laborales pueden oponer sus derechos mediante tercería. Cuestión de importancia, tras la reforma de 1994, es la de si, ante un crédito laboral que rebasa los límites del apartado 3.º, puede despacharse la ejecución social por el total que proclama el título. La respuesta es posiblemente afirmativa, por lo que se acaba de decir: la ejecución social es viable porque apremia créditos laborales sin más, no créditos preferentes; lo que no excluye por tanto, como también se ha dicho, que desde el concurso se ejerciten acciones de tercería; siendo dudoso, en cada tipo de concurso de los que hoy existen, quién goza de legitimación para ello y el destino que se da a lo que eventualmente entregue el Juez social. Este entendimiento amplio del precepto, favorable al trabajador, ha sido el aceptado recientemente por la jurisprudencia (STS/Social, 19 diciembre 2000, A. año 2001, rep. 827). La jurisprudencia, en una serie muy reiterada de decisiones, admite las ejecuciones separadas; la corriente se inicia con dos conocidas sentencias de TS/Sala conflictos de competencia, de 28 enero 1983 (A. 2728 y 2729). A la vez que TS/Sala de conf., Auto de 17 diciembre 1997 (A. 1325), tiene por indiferente el dato de que la quiebra se abriera antes que la ejecución social con la subsiguiente traba en ella de bienes del empresario. Las únicas excepciones que se conoce derivan de otras consideraciones. Así: a) teoría de los actos propios vinculantes, que impediría al obrero acudir primero a una vía civil y después abandonarla para ir a la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN social; lo mismo cabe decir del caso en que son los trabajadores despedidos los que, comenzada la ejecución social, piden y obtienen la apertura de una quiebra, hipótesis en que el apremio de su crédito ha de llevarse a cabo en el proceso concursal, según el TS/Confl., Auto de 23 marzo 1999 (A. 5873), que resuelve el enfrentamiento competencial entre los jueces civil y social a favor del primero. En realidad, esta decisión prosigue una línea que se inició ante tiempo, ante supuestos de cierta excepcionalidad. Así: STS/Social, 12 febrero 1985 (A. 640): la entonces Magistratura negó el despacho de la ejecución social porque los cuarenta trabajadores accionantes habían inscrito sus créditos (indemnizaciones por extinción de contrato ex art. 50) en el procedimiento concursal (quiebra), y además, dado el elevado importe de los mismos, tres de ellos fueron nombrados síndicos. El Alto Tribunal declara «que no posible entender legitimada la pretensión del recurrente (uno solo de los empleados) ni por aquel precepto (el art. 32.5) ni por la doctrina jurisprudencial que también invoca (TS/Confl., s. 28 enero 1983); puesto que él, como sus demás compañeros de trabajo y codemandantes actuaron sus derechos con posterioridad al juicio de quiebra que tiene especiales diferencias con el concurso de acreedores, siquiera uno y otro sean llamados universales, y pretendieron la ejecución (social) cuando todos los bienes estaban integrados en aquél y ellos mismos incorporados a la quiebra de manera activa, hasta el extremo de que tres asumieron la condición de síndicos; por todo lo cual fácil es apreciar que no hay sustancial analogía entre los hechos que motivaron los conflictos de jurisdicción (se refiere a los resueltos en 1983) y los del supuesto de que este recurso deriva, por lo que no cabe entender la existencia de la misma ratio decidendi». El recurso fue desestimado. STS/Social 15 diciembre 1988 (A. 9626): la Magistratura estimó la demanda del trabajador, por lo que extinguió su contrato, a petición propia, y le asignó la correspondiente indemnización. A solicitud del interesado es despachada la ejecución social. Más tarde, el empleado insta del Juez de trabajo que no prosiga el apremio y solicita su incorporación de su crédito al régimen establecido por convenio suscrito entre la empresa en suspensión de pagos y los acreedores, incorporación que fue aprobada por la Comisión encargada de la gestión del acuerdo; de esta manera percibió del FGS las cantidades reglamentariamente previstas «con la consiguiente subrogación de este organismo en el sistema de pago pactado». Con posterioridad, el obrero intenta reabrir la ejecución social, para percibir la diferencia no asumida por el Fondo, lo que la Magistratura deniega en un auto que el TS confirma en casación. La eficacia de la insinuación del crédito indemnizatorio en el concurso «no puede desconocerse posteriormente con una auténtica revocación parcial, que se concreta en una pretensión de ejecución separada de la parte de indemnización no abonada por el Fondo», pues «aunque no se diera a la solicitud de inclusión del crédito el alcance de una declaración formal de voluntad de aceptar las condiciones de pago previstas en el convenio, no cabe duda que la actuación del recurrente [...] configura claramente una conducta jurídica relevante [...] que en cuanto contradice abiertamente aquella actuación, vulnera las reglas que impone el respeto a los actos propios, desconociendo también [...] las exigencias de la buena fe hacia el organismo mencionado, en la medida en que con la incorporación del crédito al convenio se trata en realidad de obtener la prestación de garantía a cargo de éste conforme al art. 33.1 del ET para luego proseguir una ejecución separada de las cantidades no abonadas en la que no se da entrada al fondo subrogado y con la que además podría excluirse en su caso la aplicación de la norma contenida en el inciso final del art. 33.4 del ET». b) La legislación sobre seguro privado, cuyos preceptos excluyen toda ejecución judicial, civil o social, cuando la entidad de seguros está siendo liquidada por la Administración (cfr. Ley 30/1995, de 8 noviembre, arts. 28 y 37). La STC, 4/1988, de 21 enero, abordó cues- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 167 ESTUDIOS tión de inconstitucionalidad planteada por una Magistratura y una Audiencia, ante las dudas que las normas [entonces el RDLey 10/1984, de 11 julio, y la L. 33/1984, de 2 agosto, donde se decretaba la paralización o suspensión de acciones judiciales, mientras estaba en trámite la liquidación administrativa de una entidad aseguradora]. El juez social entendía que se contrariaba claramente los privilegios del art. 32 ET. El Alto Tribunal declaró, sin reserva seria, que las aludidas previsiones sobre suspensión de apremios emprendidos por los jueces ordinarios, cuando la entidad de seguros deudora estaba en trance de liquidación, intervenida o practicada por la Administración, en modo alguno contrariaba el texto fundamental 13. En el mismo sentido, STCJ 13 junio 1988 (dos de la misma fecha), que resolvieron el enfrentamiento jurisdiccional a favor de la Administración liquidadora. 4. Aspecto temporal de la preferencia 4.1. La prescripción de la preferencia salarial Según el ART. 32.6, «el plazo para ejercitar los derechos de preferencia del crédito salarial es de un año, a contar desde el momento en que debió percibirse el salario, transcurrido el cual prescribirán tales derechos». Es este el último tema abordado por el precepto. La prescripción tiene lugar por el transcurso de un año «desde el momento en 13 La amplitud de criterio con que se enjuicia la legitimidad de las normas sobre liquidación administrativa de entidades aseguradoras, en cuanto impiden todo acudimiento de los afectados al juez ordinario (civil o social) es más que evidente, y no conoce, con toda probabilidad, paralelo en la legislación comparada. Vid. RÍOS: «La situación de los créditos laborales en la liquidación administrativa de entidades aseguradoras», comentario incluido en la obra: Jurisprudencia Constitucional sobre Trabajo y Seguridad Social, de Alonso Olea, t. VI (1988), Civitas, Madrid, 1989, p. 51 ss. 168 que debió percibirse el salario»; la inclusión en el art. 59.2 de parecida previsión, ha provocado dudas. a) En torno a la naturaleza del plazo: algunos defienden que es de caducidad, sin asidero lógico suficiente, pues la norma es clara, como lo son otras de derecho social, y además porque se provocaría un resultado absurdo: el cómputo del plazo de decadencia ha de iniciarse antes de que el derecho pueda ejercitarse, pues la preferencia sólo es esgrimible si aparece una situación en la que al trabajador le sea dable concurrir con los otros acreedores, por lo que bastaría, de seguir la tesis de la caducidad, con que otro acreedor fuera a una ejecución singular o los demás acreedores fueran a la quiebra, pasado un año desde el devengo del salario, para que éste ya no fuera preferente; resultado que por absurdo es forzoso evitar. La jurisprudencia ha admitido que el plazo es de prescripción; lo hizo de manera contundente en STS/Civ 28 abril 1986 (A. 2037). A partir de este momento, la doctrina, en pleitos donde el tercerista suele ser el FGS, se formula de una manera peculiar: una vez que el trabajador deduce la reclamación salarial dentro de plazo, la preferencia queda definitivamente unida al crédito como cualidad del mismo (varios fallos, desde STS/Civ 22 septiembre 1987, A. 6190, hasta una de las más recientes, de STS/Civ 20 mayo 1994, A. 3725), cuando, en realidad, la preferencia existe desde el momento mismo del nacimiento del crédito; extrañamente, TS/Sala de conflictos de competencia., Auto l7 noviembre 1997 (A. 1325), introduce, como obiter ajeno a la discusión, la expresión de que hay un «tiempo de caducidad del privilegio». b) En torno al cómputo del plazo: aunque se ha sugerido una cuenta separada de la prescripción del salario y de la preferencia, hay que concluir que debe ser conjunta; siendo la preferencia privilegiada algo intrínseco al crédito, o hay crédito no prescrito, y entonces es preferente, o el crédito prescribió ya, y entonces no resta preferencia alguna; por REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN tanto, al interrumpir la prescripción del crédito se interrumpe la prescripción de la preferencia; también lo ha aceptado la jurisprudencia (STS/Civ 19 febrero 1992 A. 1323). 4.2. El caso de las indemnizaciones El legislador de 1994 olvidó retocar el precepto en cuanto a las indemnizaciones por despido. Pero, mutatis mutandis, la solución a que se aboca es parecida. La indemnización figurará por regla en un título ejecutivo (sentencia, conciliación, laudo); lo que prescribe entonces es la acción ejecutiva en él proclamada; y el plazo será de un año, según el art. 241 LPL. Pero hay supuestos en que la indemnización se acredita antes de la aparición del titulo ejecutivo; tal sucede con la que resulta de un despido colectivo autorizado por la Administración Laboral, ex art. 51, o con la indemnización de 20 días que debe percibir un trabajador cesado ex art. 52.c), a la cual, si no se hubiera entregado al comunicar la extinción, se tiene derecho desde que el cese se haga efectivo (art. 53.l.b); ello al margen de que el interesado interponga demanda por despido. Es importante que el profesional no descuide este aspecto de la cuestión, pues casos se han dado en que, por esperar hasta la finalización del proceso impugnativo sin reclamar la indemnización, al pedirla más tarde el empresario ha opuesto con éxito la excepción de prescripción. PARTE SEGUNDA. EL FONDO DE GARANTIA SALARIAL. 1. Indicaciones preliminares un peculiar mecanismo asegurativo, que afianza al trabajador la percepción, hasta ciertos límites, de los salarios y las indemnizaciones por terminación de su contrato de trabajo, que el empresario no hace efectivos por dificultad económica. Viene a desempeñar, en lo social-laboral, función análoga a la que, en lo social- asegurativo, asumen Fondos como el de garantía en accidentes de trabajo y enfermedades profesionales; con la enorme diferencia de que en el primer caso (FGS) se atiende obligaciones normales del empleador (salarios e indemnizaciones por extinción de contrato); y en el segundo (Fondo de AT y EP), se asume las responsabilidades patronales derivadas del previo incumplimiento de deberes normales, en materia de alta y cotización en seguridad social contributiva. Afirmaciones de principio que habrán de ser matizadas más adelante: hay casos en que el FGS asume, como deuda propia, parte de esas indemnizaciones, cuando de empresas pequeñas se trata. 1.2. Evolución de las normas reguladoras Dejando de lado otros precedentes, el establecimiento del FGS se debe a la Ley de Relaciones Laborales de 1976; el Estatuto de los Trabajadores, en su texto inicial de 1980, sienta las bases de una ordenación definitiva, que fue mejorada en 1984 con la nueva redacción del precepto; más tarde, con motivo de la reforma laboral de 1994, se ha añadido el número 9, para los procedimientos arbitrales; finalmente, la L. 60/1997 retoca el numero 2, para dar cabida a las indemnizaciones por despido individual económico ex art. 52.c). Reglamentariamente, habrá de estarse al RD 1.1. El Fondo de Garantía Salarial El art. 33 del ET tiene esta rúbrica: «Fondo de Garantía Salarial» 14. Se alude con ello a 14 En este punto es indispensable la consulta de lo que cabe tener por obra capital: JOAQUÍN GARCÍA MUR- CIA: El Fondo de Garantía Salarial, Inst. Est. Lab., Madrid, 1983. En la actualidad, debemos acudir a la importante aportación de un conocido especialista en la materia, MIGUEL RAMOS TORRES: El Fondo de Garantía Salarial: configuración y análisis de su régimen jurídico, Comares, Granada, 2000. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 169 ESTUDIOS 505/1985, de 6 marzo, propicio al planteamiento de dudas por el posible carácter ultra vires de algunas de su previsiones, que recortan en exceso las de índole legal contenidas en el propio art. 33 ET. Esta normativa interna habrá de ser completada por otra de carácter internacional o comunitario, de que nos ocuparemos en otro apartado. 1.3. Significado del FGS En el plano estructural, se trata de un organismo autónomo, perteneciente al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (según la letra del art. 33.1 ET; hoy: Trabajo y Asuntos sociales). Como se sabe, la L. 6/1997, de 14 abril, de Organización y Funcionamiento de la Administración General del Estado (LOFAGE), racionalizó y actualizó la normativa aplicable a los organismos públicos; su disp. trans. 3ª determinó la necesidad de adaptar los organismos autónomos y demás entidades de derecho público actualmente existentes a los dos tipos contemplados en dicha Ley: el organismo autónomo y la entidad pública empresarial. Mediante el RD 432/1999, de 12 marzo, se llevó a cabo tal adaptación; por consiguiente, el FGS, que según dicho art. 33.1 ET tiene personalidad jurídica y capacidad de obrar para el cumplimiento de sus fines, es ahora un «organismo público» de los regulados en el titulo III de la L. 6/1997, y en particular, un «organismo autónomo» a los que se refiere el art. 45 ss. Quiere decirse que habrá de estarse a los principios y normas generales de dicha Ley, más las especificaciones del RD 432/1999. En el plano funcional el FGS lleva a cabo la asunción de deudas del empresario, de carácter salarial o indemnizatorio por cese, cuando aquél sufre de insolvencia o incurre en una situación concursal, como veremos. Ello significa que los créditos salariales/indemnizatorios gozan, en nuestro derecho, de una doble protección; primero, se les otorga la condición de preferentes (art. 32); y segundo, se les 170 garantiza a través de un seguro público peculiar (art. 33). La particularidad que aquí debe subrayarse, sin que sea posible entrar en mayores detalles, es que se acentúa la tendencia a que los créditos del trabajador, caso de apertura de un concurso y por ende coincidencia con otros acreedores, no sean protegidos por la vía de la preferencia o excepción al principio de la par condicio, sino por la vía de su aseguramiento a medio del FGS. En esta idea parece inspirarse nuestro Anteproyecto de Ley Concursal, en el texto adoptado en septiembre 2001 por el Gobierno, y que pronto, parece, comenzará a ser debatido en instancia parlamentaria. Naturalmente, la idea, de marcado origen mercantilista, es susceptible de discusión. Habrá que ver hasta qué punto la protección garantizadora del FGS compensa suficientemente la pérdida de ventajas preferenciales (por ejemplo, eliminación pura y simple del superprivilegio y del privilegio especial refaccionario hasta ahora establecidos en el art. 32, núms. 1 y 2, del ET; y exclusión de las paralelas cotizaciones a la seguridad social). Y habría que preguntar por qué no se instrumenta un seguro parecido (que aquí soportan todos los empresarios, vayan, o no, a caer en futura insolvencia), para otros acreedores, como los establecimientos de crédito (naturalmente soportado por ellos). 1.4. Contenido del art. 33 ET y orden de la exposición La intención de este escrito no es de carácter dogmático; o al menos, no lo es de manera primordial. Por el contrario, como se indicó al principio, tiende a dar noticia de la jurisprudencia más reciente, con el añadido, cuando se tenga por oportuno, de otra de mayor antigüedad, sobre la materia regulada en el art. 33 ET. De ahí que el orden más adecuado a seguir en la exposición sea el exegético que se desprende del propio precepto legal. En el cual encontramos los apartados siguientes: 1. Naturaleza pública de la institución de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN garantía y prestación sustitutiva de salarios debidos por el empresario (incluidos los de tramitación).- 2. Prestación sustitutiva de indemnizaciones por despido o extinciones análogas de la relación laboral.- 3. Necesaria presencia del FGS en un eventual proceso concursal abierto frente al empresario; consecuencias colaterales de esta exigencia en el privilegio procesal de ejecución separada ex art. 33.5.- 4. Instrucción de expediente administrativo y subrogación del FGS en los derechos del trabajador atendidos por aquél.- 5. La financiación de la institución de garantía; los elementos personales (empresarios, trabajadores) de la relación asegurativa.- 6. El presupuesto de la insolvencia: concepto.- 7. Prestaciones del FGS directas o propias (no sustitutivas) a favor de la empresa pequeña. 8. Presencia del Fondo en los procedimientos arbitrales. 2. Exposición detallada del art. 33 ET 2.1. Las prestaciones sustitutivas: salarios (art. 33.1) Se delimitan mediante la explicación de sus elementos constitutivos, que son: el concepto protegido; el título asegurativo; y el límite de la protección a) Concepto protegido. El citado art. 33.1 alude a los «salarios pendientes de pago» por el empresario. Los cuales identifica por remisión al art. 26.1 ET, donde se dice: «Se considerará salario la totalidad de las percepciones económicas de los trabajadores, en dinero o en especie, por la prestación profesional de los servicios laborales por cuenta ajena, que retribuyan el trabajo efectivo, cualquiera que sea la forma de remuneración, o los periodos de descanso computables como de trabajo...» Estas indicaciones genéricas no dejan de suscitar cuestiones más particulares. Las pagas extraordinarias: ¿forman parte del «salario debido» por el empresario? La STS 16 mayo 1995 (A. 3777) responde afirmativamente. El crédito del trabajador era el siguiente: salarios ordinarios (diciembre 1989, enero, febrero, abril y mayo 1990); pagas extraordinarias (diciembre 1989, julio 1990); más vacaciones (del 90 prorrateadas). Por tanto, afronta el problema de si, a la hora de determinar la prestación de garantía, debe ésta fijarse «teniendo en cuenta como base inicial de cálculo únicamente el importe del salario diario percibido o si este importe debe incrementarse con la parte proporcional de las pagas extras». El criterio acertado consiste en estar a esto último porque dentro del concepto de salario «están incluidas desde luego las pagas extraordinarias que en virtud de [...] su propia función retributiva son conceptos de naturaleza salarial aunque con una periodicidad superior a la mensual». Criterio que se aplica al caso en que una misma sentencia establece como debidos salarios ordinarios y pagas extraordinarias. Por eso advierte que, en realidad, lo que debe cuidarse es el respeto a los limites máximos del precepto, cosa que se analiza después, pues se introduce la importante y grave matización de que en tales límites, el smii juega sin el incremento de las dos pagas extras anuales. Los salarios de tramitación ¿se incluyen entre los salarios debidos y garantizados? La respuesta positiva la proporciona el propio art. 33.1: también se considera salario «la indemnización complementaria por salarios de trámite que en su caso acuerde la jurisdicción competente». El carácter de «indemnización» que expresamente se proclama, queda marginado, y se sobrepone la consideración salarial; intencionalmente se ladea el tema de la naturaleza jurídica de los salarios de trámite, el cual, como he dicho en varias ocasiones, ha sido objeto de un tratamiento excesivamente dogmático, al contraponer, como entidades autónomas e irreductibles, el salario y la indemnización; con lo que se olvida que, según principios básicos del derecho de daños, las reparaciones tienden a ser integrales en lo posible, y esa integridad se consigue REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 171 ESTUDIOS asignando a la indemnización el régimen jurídico de los salarios, con todas las ventajas que ello implica, entre otras, su inclusión en este apartado de la protección de garantía. Lo que sucede es que esa garantía se condiciona, como si de indemnizaciones por cese se tratare (vid. art. 33.2), al título en que se consignan, pues será necesario que los acuerde «la jurisdicción competente»; con ello se está aludiendo como es obvio a la sentencia pronunciada en despidos, con calificación que conlleva esa reparación (despido improcedente o nulo); o al auto que se dicta en incidente de no readmisión, posibilidad a que aludiremos en seguida. En consonancia con esto último, la STS 22 diciembre 1998 (A. 1014) niega que el FGS tenga que asumir unos salarios de tramitación aceptados por el empresario en conciliación judicial ante el Magistrado. En tal conciliación se separó con precisión la cantidad que era indemnización principal y la cantidad que se comprometía «en concepto de salarios de trámite». [Hay quien tiene este requisito de título por no conforme al derecho comunitario; ello es el motivo por el que algún Tribunal de suplicación ha planteado ante el TJCE la correspondiente cuestión prejudicial, de la que damos noticia en la parte tercera siguiente]. El «salvo y finiquito» como objeto de avenencia, ¿qué problemas suscita? Es cierto que la jurisprudencia con que contamos se muestra algo rigurosa. Pero a la hora de criticarla, debe tenerse muy presente las características del caso enjuiciado, que pueden condicionar la solución final. La mejor indicación que podría darse sería la siguiente: las partes, sobre todo el trabajador, deben cuidar que en el acta de conciliación se especifiquen las cifras abonadas, con indicación del concepto a que responden; evitando por tanto el ofrecimiento y aceptación de una cantidad alzada con esos efectos liberatorios. Si no se hizo en conciliación, la parte, cuando ataca el acuerdo denegatorio del FGS, deberá proponer demanda en que explique y detalle tales conceptos, con la utilización de los medios de jus- 172 tificación que sean adecuados, si se dispone de ellos; incluso el mero cálculo que conduce al resultado conseguido. Finalmente, el juez social debe aclarar este extremo en el procedimiento, y llevar la concreción a los hechos probados de la sentencia, o presentarla en los fundamentos de derecho, si se llega a ella a través de razonamientos y manejo de datos disponibles. Todo encaminado a que pueda saberse qué cifra conciliada se imputa a salarios ordinarios y cuál otra a salarios de trámite; ello debido, se repite, a que el título que permite acceder a la protección de garantía es diferente. Obsérvese al respecto la actitud jurisprudencial en fallos de interés. STS 17 enero 2000 (A. 922): Los antecedentes, en relación con lo que se acaba de decir, propiciaban la dificultad. En conciliación judicial, conseguida en juicio por despido, «la empresa demandada reconocía la improcedencia del [mismo] y se comprometía a abonar al actor el importe de 200.000 pesetas por indemnización y 600.000 pesetas por salarios de tramitación, saldo y finiquito». Ninguna concreción o aclaración, sobre la subdivisión que cupiere introducir en esa cifra de 600.000 pts., es intentada por la parte posteriormente: ni en la demanda, ni en la prueba propuesta; tampoco lo hace el juez, en los hechos probados de su sentencia. En estas condiciones, era realmente difícil acceder a la pretensión deducida frente al FGS, pues, junto a no ofrecerse detalle esclarecedor de lo que realmente se convino, se topaba con el inconveniente ya repetido de que los conceptos consignados en acta de conciliación (indemnización principal, salarios de trámite) están precisados de título diferente, no bastando la simple conciliación, ni siquiera la judicial, como se verá más adelante. STS 18 enero 2000 (A. 953): Aunque lo inicialmente pretendido en la conciliación previa era la extinción del contrato, hubo avenencia, con alcance de finiquito, en la que se concretó la cifra que correspondía a indemnización y la que procedía de salarios debidos. Ello trascendió a la demanda, mediante sub- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN sanación de la misma, y a los hechos probados. Por ello, la decisión de otorgar la garantía en el límite legal, hubo de mantenerse. STS 3 julio 2000 (A. 8324): Esta resolución no entra en el fondo por falta del presupuesto de la contradicción (LPL, art. 217). Pero incluye una reflexión, que seguramente reviste condición de obiter, donde viene a advertirse de lo que se dijo más arriba: «Lo anterior implica que no entremos, como se dirá a seguido, en el fondo del asunto. Será conveniente, sin embargo, llamar cuando menos la atención sobre las características de este tipo de contenciosos, a lo que se ve relativamente reiterados, donde es aconsejable tener en cuenta dos aspectos del asunto. De un lado, es necesario que las partes, y luego el juez de instancia, presten atención a lo sucedido, y aclaren los conceptos a que cifras convenidas de manera más o menos generalizada, realmente responden; es lo que ocurrió en... [se recuerda la anterior sentencia de 18 enero 2000]. De otro lado, se hace igualmente necesario reparar en el deber que soporta el FGS, destacado por quienes accionan en este litigio, en torno a la aclaración de la naturaleza de los créditos porque realmente se acude a sus prestaciones sustitutivas, en situaciones muchas veces de extrema necesidad; no se olvide que el Regl. aprobado por RD 505/1985, de 6 marzo, art. 27.5, habla de la realización de cuantos ‘actos de instrucción’ se considere precisos, concepto que engloba con facilidad esa aclaración sobre la naturaleza de los créditos pedidos». No parece que esta orientación haya procurado resultados tangibles. b) El título. El documento en que la deuda salarial se puede reconocer es dato a tener en cuenta: la norma retiene la «conciliación» y la «resolución judicial». No en cuanto títulos ejecutivos (LPL, arts. 68, 84.4 y 235), sino en cuanto documentos que sirven para buscar la garantía del Fondo e incluso llegado el caso iniciar fundadamente un proceso declarativo de cantidad frente al mismo; la primera (conciliación) puede ser previa o judicial; la segunda (resolución) será normalmente una sentencia condenatoria, aunque en los salarios de trámite puede tratarse de un auto recaído en incidente de no readmisión o readmisión irregular (LPL, arts. 276 ss), materia sobre que volveremos en el epígrafe siguiente, relativo a indemnizaciones de despido o situaciones análogas. Bien que el precepto no lo diga expresamente, el título que constata los salarios debidos podría ser un laudo, que además, si es firme, goza de fuerza ejecutiva (LPL, DA 7ª); no obstante, insistimos, lo que importa es su juego como fundamento de una pretensión declarativa frente a Fondo, en la que sería necesaria un cierto esfuerzo interpretativo por parte del juez, al no haberse mencionado expresamente. c) El límite. Lo garantizado, según el art. 33.1, es la «cantidad resultante de multiplicar el duplo del salario mínimo interprofesional por el número de días de salarios pendientes de pago con un máximo de 120 días». La aparente sencillez del precepto encubre dudas que no han sido todavía satisfactoriamente resueltas. 1.º) Noción útil de salario mínimo. El smi que sirve de techo a la garantía del FGS ¿es el «puro» que se fija por día o por mes; o aquel otro que señalado en «cuantía anual» incorpora dos gratificaciones extraordinarias? Para aplicar el art. 33.1 ET, se impone, ante todo, el complemento que proporciona, cada año, el RD que revisa el salario mínimo, salvo que se hiciere en periodo menor (ET, art. 27); para 2002, el RD 1466/2001, de 27 diciembre; la dificultad radica, como se ha anunciado, en determinar a qué smi. alude la regla del art. 33.1: al fijado por días (14’74 euros) o por meses (442’20 euros), en el art. 1º del RD; o al fijado por «cuantía anual» (6.190’80 euros), en el art. 3º; la diferencia radica en que esta segunda cifra incorpora las dos pagas extraordinarias de 30 días cada una, manera en que el RD atiende lo ordenado en el art. 31 ET, sobre existencia de dos gratificaciones extraordinarias; tal asimilación consiste en tomar dos pagas mensuales, a partir del sala- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 173 ESTUDIOS rio mínimo establecido en el art. 1º. Lo más razonable es pensar que si cualquier trabajador no puede, al año, percibir menos de esa cuantía cabalmente anual, el tope de las retribuciones que se le garantiza, en caso de impotencia patrimonial del empresario, tome como norte esta cifra anual. Sin embargo, la jurisprudencia interpreta el art. 33 en el sentido de que debe excluirse el agregado de gratificaciones extraordinarias; lo hace en la ya citada STS 16 mayo 1995 (A. 3777), que es aquella en que curiosamente admite que esa garantía incorpore lo que en el salario real del trabajador son sus pagas extras; este pronunciamiento deja sin efecto doctrina ya aceptada por STS 13 octubre 1986 (A. 5455), y lo hace con argumentos que no son, en mi opinión personal, de gran consistencia, y además, despojan al trabajador, sin gran sentido, de una fracción que como mínimo expreso le atribuye el RD de smi.; en fecha más reciente, la STS 16 marzo 1998 (A. 2679) reproduce idénticas reflexiones. La primera de estas dos sentencias razona que «es cierto que el articulo 31 del ET establece el derecho de los trabajadores a percibir dos gratificaciones extraordinarias al año. Pero la generalidad de este reconocimiento no es suficiente para entender comprendidas dichas pagas dentro de la noción de salario mínimo interprofesional, ni su garantía de una percepción mínima anual se confunde con éste»; recordándose a continuación que el criterio ya ha sido seguido en un contexto análogo, cual es el de cifrar el smi. al establecer el límite aplicable a una prestación pública, como es el subsidio asistencial por desempleo. Añadamos que el ATS 23 noviembre 2000 (rec. 2754/00) (A......) inadmite recurso de casación para la unificación de doctrina, en que los trabajadores recurrentes se quejan de que el cálculo de sus prestaciones se ha hecho con sujeción a un límite representado por el smi. que no incluye esas dos pagas extras anuales; esto lleva a observar que «el recurso carece de contenido casacional, al resolver la sentencia recurrida de conformidad con la doctrina de esta Sala conforme a la cual no procede el incremento 174 del salario mínimo interprofesional con las pagas extraordinarias que pretende el recurrente, doctrina establecida» por la Sala en varios pronunciamientos. 2.º) El cálculo aritmético del tope. ¿Cómo se hace exactamente la multiplicación de salarios por días que conduce al techo de la garantía salarial y en definitiva a lo que efectivamente se anticipa al trabajador? Recordemos el texto legal: El tope de lo garantizado es la «cantidad resultante de multiplicar el duplo del smi. por el número de días de salarios pendientes de pago con un máximo de 120 días». El texto reglamentario, en su art. 18, intenta introducir alguna aclaración: «Prestaciones por salarios pendientes de pago.- El FGS abonará en concepto de salarios pendientes de pago una cantidad equivalente a multiplicar el salario correspondiente al trabajador en el momento del devengo o el duplo del salario smi. cuando aquel rebase esta cifra, por el número de días trabajados, de descanso computable como de trabajo o de tramitación, según los casos, con el limite máximo de 120 días...». Como ocurre más de una vez, el texto reglamentario no coincide exactamente con el texto legal. El texto legal (art. 33.1) ordena al FGS pagar salarios debidos hasta un cierto límite: la cantidad resultante de multiplicar el duplo del smi. por el «número de días» de salario pendiente, con un máximo de 120 días (que siguen siendo como de salario pendiente). Ello equivale, actualmente (RD para 2002) al siguiente techo: 1/ uno absoluto, para cualquier supuesto: 14’74 euros smi/dia X 2 X 120 días = 2537.8 euros; 2/ otro relativo, 14’74 euros smi/día X 2 X número de días pendientes menor a 120. Los salarios reales superiores al duplo del smi. no originan, a mi juicio, problema interpretativo alguno: como el tope va ligado el número de días adeudados, desde 1 día a 120 días, el trabajador no verá satisfecho el exceso entre duplo del smi y su salario real, en los días computados, de 120 hacia abajo; y si la deuda fuere superior a 120 días, de este exceso temporal no percibirá absolutamente nada. Los salarios REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN reales inferiores al duplo del smi. sí pueden propiciar alguna duda; así, entre los días 1 y 120 siempre estarán por bajo del tope y serán atendidos; pero ¿qué sucede cuando el número de días adeudados sobrepasa los 120? Es evidente que el tope alcanzó su expresión máxima al llegarse al día 120; la cifra resultante estará por encima del salario real debido hasta ese día 120; por tanto, el exceso podrá ser aplicado al salario debido correspondiente a días ulteriores al 120. Ello es así, porque la combinación aritmética entre duplo del smi. y de días trabajados sólo es operativa hasta 120 días en el concepto de límite máximo, pero no en el concepto de cantidad que el Fondo ha de pagar 15. El texto reglamentario (art. 18) introduce una clara limitación adicional que no encontramos en el art. 33.1. El FGS abona los salarios pendientes en una «cantidad equivalente a multiplicar el salario correspondiente al trabajador en el momento del devengo o el duplo del smi. cuando aquel rebase esta cifra, por el número de días [computables como trabajados] con el limite máximo de 120 días». La diferencia radica en que, mientras la Ley fija su atención únicamente en el tope de lo que el FGS habrá de abonar; el Reglamento va más allá y determina la cantidad a pagar, y además lo hace por referencia al salario real o al duplo del smi. si aquel es mayor, pero en ambos casos, hasta un limite de 120 días. Estamos por tanto ante un claro supuesto de ultra vires: excluye lo debido por días que sobrepasan el 120, cuando en la Ley no sucede así. La jurisprudencia nos ha procurado fallos opuestos al criterio amplio que se sugiere en los párrafos anteriores. Así, la ya citada STS 15 Es partidario de esta tesis José LUJÁN ALCARAZ, «Despido y Fondo de Garantía Salarial», en Estudios sobre el despido, Homenaje al Profesor Alfredo Montoya Melgar en sus veinticinco años de Catedrático de Derecho del Trabajo, Publicaciones de la Fac. de Der., Universidad Complutense, Madrid, 1996, p. 395 ss, en especial, p. 410. 16 mayo 1995 (A. 3777) parte de que ambos preceptos, el legal y el reglamentario, deben ser interpretados conjunta y sistemáticamente, lo que le lleva a concluir que existe un «límite determinado en función del importe del salario adeudado por el número de salario pendiente de pago». Apreciación que repite literalmente la STS 16 marzo 1998 (A. 2679). 3.º) Salarios de trámite a cargo del FGS y a cargo del Estado. ¿Cómo se organiza en la práctica la convivencia de salarios de trámite que (unidos en su caso a los salarios ordinarios) se ponen a cargo del FGS hasta el tope legal, y salarios de trámite que sobrepasan los 60 días y se ponen a cargo del Estado a partir del día 60º desde que se presentó la demanda? Reparemos en las siguientes observaciones. • En el final del citado art. 18 del Regl. leemos: «Cuando se soliciten salarios de tramitación, se tendrá en cuenta la limitación establecida en el articulo 56.5 del Estatuto de los Trabajadores», hoy art. 57. • Una primera lectura del precepto reglamentario podría dar la impresión de que esa solicitud es la que se hace frente al FGS, en caso de insolvencia del empresario. No hay razón, sin embargo, para este traspaso de responsabilidades. Siendo más plausible entender que las cosas suceden como sigue: • a’) en todo despido improcedente, el empresario debe abonar al trabajador los salarios de trámite, entendiendo por tal los que van desde la fecha del despido hasta aquella otra en que se notifica la sentencia que por primera vez declara la improcedencia (art. 56.1.b/).• b’) si desde la fecha en que se presentó la demanda hasta la sentencia del Juzgado o Tribunal que por primera vez declare la improcedencia han pasado más de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 175 ESTUDIOS 60 días hábiles, este exceso, aunque en principio lo soporta el empresario, puede repercutirlo al Estado (art. 116.1).• c’) si el empresario, por su situación económica, fuere declarado insolvente provisional, el trabajador no queda desamparado, sino que puede reclamar directamente del Estado «los salarios a que se refiere el apartado anterior, que no le hubieren sido abonados por aquel» empresario» (art. 116.2), lo que equivale a decir que lo que el trabajador exige del Estado es ese exceso provocado por el procedimiento judicial, que sobrepasó los 60 días hábiles mencionados desde la presentación de la demanda.• d') ahora bien, al ser así, es claro que el trabajador cobrará del Estado los salarios incluidos en el exceso temporal del procedimiento (más de 60 días desde la demanda), pero no los salarios anteriores, o sea los que van desde el despido a la presentación de la demanda y continúan hasta completar esos 60días. • e’) estos últimos salarios son los que el trabajador pedirá al FGS, arguyendo la insolvencia de su empleador. • f’) problemas específicos pudieran suscitar las cuotas de seguridad social, que acompañan a los salarios de trámite, según el art. 56.1.b/; dudas que quizá deberían resolverse así: el Estado asume salarios y cuotas de seguridad social, en lo que sobrepase los 60 días mencionados, tanto si el patrono es solvente y ya atendió el gasto, que ahora intenta recuperar, como si es insolvente, y es el Estado quien atiende al obrero; • g’) pero el FGS no asume las cuotas que corresponden a los salarios de trámite que van desde el despido hasta que, eventualmente, se cumplan los 60 días mencionados, pues el Fondo no asume tales cotizaciones, ni ex art. 33, ni por 176 aplicación del Derecho comunitario, a que luego nos referiremos. 2.2. Las prestaciones sustitutivas: indemnizaciones (art. 33.2) a) Concepto. Se reconduce a reparaciones que la norma explícita: por «despido» y por «extinción... conforme a los artículos 50 y 51» (hoy, extinciones por incumplimiento patronal y despidos colectivos); la extinción por causas objetivas del art. 52 se silenciaba, quizá porque el legislador partió de que, una de dos: o el cese es procedente, y entonces el obrero cuenta con una indemnización de 20 días salario/año servicio, que el patrono tuvo necesariamente que poner a su disposición, so pena de nulidad (art. 53.1.b ET) o el cese era improcedente, y en este caso se producen «iguales efectos» que los arbitrados para el despido disciplinario (art. 53.5 ET), entre ellos, el pago de una indemnización sobre el módulo de 45 días salario/año de servicios, que encajaría en el término «despido» que la presente norma menciona. Ocurre, sin embargo, que la reforma de 1994 altera un tanto ese estado de cosas: en el despido económico individual del art. 52 c), el empresario está autorizado a omitir la puesta a disposición de aquella indemnización menor cuando, por su situación económica, no «pudiera» hacerlo (art. 53.2.b): sería de lo más absurdo que el correspondiente crédito, cuya pendencia se propicia, careciera de protección del FGS; para evitar este inconveniente se promulgó la L. 60/1997, de 19 diciembre, cuyo artículo único extiende la cobertura a las indemnizaciones que derivan de la extinción ex art. 52.c, lo que debe proyectarse, tanto sobre la de 45 días/años de servicio (cuando el cese se declara improcedente por el juez social), como sobre la de 20 días/años servicio (cuando el cese, o no se reclama judicialmente, o reclamado se declara procedente); la jurisprudencia ha aplicado reiteradamente esta solución, incluso para supuestos surgidos antes de la reforma: así, STS 8 febrero REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN 1999 (A. 2481), en que se cita otras anteriores [26 enero 1988 (A. 1065); 16 febrero 1998 (A. 1303); y 4 enero 1999 (A. 802)], cuya doctrina resume: estábamos, antes de la promulgación de aquella L. 60/1997, ante una verdadera laguna legal; tal laguna «debe ser cubierta en forma analógica, es decir, aplicando a la extinción contractual prevista en el art. 52 c) ET, la norma contenida en el art. 51 ET, dado que ambos casos responden a las mismas causas y participan de la misma naturaleza, por lo que, concurriendo los demás requisitos exigidos legalmente para que nazca la obligación impuesta al FGS, debe imponerse la misma solución garantista pública. La tesis contraria produciría la total desprotección del trabajador e iría contra el espíritu y finalidad del art. 33.2 ET, ya que no es razonable pensar que la misma causa produce un diferente efecto, según que el procedimiento de extinción de la relación laboral se produzca por una vía colectiva o individual. Vías de extinción y de garantías que se establecen únicamente en atención al interés más solidario y general que supone el número mayor de cese de trabajadores, pero que no obedece a diferentes causas objetivas que, en todo caso, se establecen a favor de la empresa y de su supervivencia»; se agregó adicionalmente que la mencionada L. 60/1997 poseía naturaleza interpretativa, por lo que podía aplicarse a casos suscitados antes de su promulgación. En cuanto a las indemnizaciones previstas en los artículos 40 y 41, para la movilidad geográfica o funcional, debería forzarse la letra del precepto, para incluirlas en el reducido término «despido» que se maneja. Pues, como se sabe, y para estos supuestos o los del art. 50 ET, la doctrina suele hablar de «despido indirecto». Sobre la utilidad, en este punto, del Convenio 173 OIT, ya aludido, al hablar del art. 32, ver lo que se dice en un apartado posterior. b) El título. Es ahora la «sentencia» o la «resolución administrativa»; se excluye por ende la conciliación judicial o extrajudicial, como se comprueba en el ATS 8 noviembre 1996 (A. 8413), donde leemos: la doctrina de este Tribunal «ha concretado y limitado la responsabilidad el Fondo de Garantía Salarial a las ‘indemnizaciones reconocidas como consecuencia de sentencia o resolución administrativa’, por lo que los términos diáfanos y claros utilizados no permiten incluir, en el ámbito de la responsabilidad, las indemnizaciones acordadas por las partes en conciliación judicial o extrajudicial»; como quiera que tal «doctrina está ya unificada y fijada», el recurso de casación unificadora se inadmite por falta de contenido casacional; invoca las STS 4 julio 1990 (A. 6052), 30 julio 1990 (A. 6493) y 18 diciembre 1991 (A. 9084). [La STC 306/1993, de 25 octubre, desestimó recurso de amparo propuesto por un trabajador, quien argüía que el impago de indemnizaciones convenidas en conciliación, según decisiones de los tribunales de trabajo, lesionaban los arts. 14 y 24.1 de la Constitución; concluyendo, por un lado, que no había tal quebranto, y por otro, que, en cualquier caso, estábamos ante una materia de legalidad ordinaria]. El «laudo arbitral» ha entrado, con la reforma de 1994, en nuestro sistema de solución de conflictos, por cierto dotado de fuerza ejecutiva (LPL, DA 7ª); parece que el mismo puede ser elevado a titulo que apoya, no sólo una pretensión sustitutiva sobre salarios, si que también sobre indemnizaciones. Los datos jurisprudenciales son escasos, ya que el arbitraje no se ha generalizado todavía en materia de conflictos individuales, particularmente por despido o acciones análogas, que desembocan en una indemnización. Pero volvamos a los términos que este art. 33.2 retiene. 1.º) La sentencia: (i) Es fundamentalmente la que se dicta en despidos ordinarios con declaración de improcedencia; puede ser eventualmente sustituida por un auto recaído en incidente de no readmisión (LPL, arts. 276 ss); auto al que se otorga virtualidad, aunque la incidencia haya sido provocada por el incumplimiento patronal de la readmisión acordada en conciliación; ello ha sido acepta- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 177 ESTUDIOS do por la jurisprudencia unificadora, tanto si el antecedente es una conciliación administrativa previa: STS 22 enero 2001 (A. 781), como si lo es una conciliación ante el Magistrado: STS 7 febrero 2001 (A. 2149). Ambas transcriben lo ya dicho en sentencias anteriores: «El art. 32.2 del Estatuto de los Trabajadores establece que el Fondo de Garantía Salarial en los casos de insolvencia, suspensión de pagos, quiebra o concurso de acreedores abonará las indemnizaciones reconocidas como consecuencia de sentencia o resolución administrativa a favor de los trabajadores a causa de despido o extinción de contrato de trabajo, y aunque el supuesto en el que la indemnización haya sido fijada por auto no se menciona expresamente en el precepto citado, hay que concluir que ese supuesto debe asimilarse a la fijación de la indemnización por sentencia». Ello es así «porque en conciliación no se pactó una indemnización, sino la readmisión y, solicitada la ejecución de conformidad con lo dispuesto en el art. 68 de la LPL, se dictó auto en el que se fijó el importe de la indemnización, y esta determinación por auto presenta mayor analogía con la que se realiza en sentencia que con la que lo es por conciliación, pues mientras que en ésta es la voluntad de las partes la que fija la indemnización y su importe, en las otras se trata de la decisión de un órgano judicial que está vinculado por la ley»; a todo esto habría que añadir que nuestro sistema de ejecución en despidos conoce una doble versión: readmisión sustituida por indemnización en improcedencia; y readmisión en sus propios términos en nulidad u opción de representante protegido. El contenido del auto, por ende, viene predeterminado por la ley. Vid. además: STS 1 junio 1999 (A. 5062), cuyo razonamiento es el que se transcribe.- (ii) También es la sentencia que debe dictarse en despidos ex art. 52.c, es decir, económicos individuales; con estas advertencias de interés: a’) si el juez social declara nulidad, estamos ante un supuesto de redmisión forzosa, sin indemnización, salvo que ésta aparezca por vía excepcional, como la contemplada en la LPL, art. 284, 178 sobre imposibilidad de reinstalar, pues entonces se dictará un auto que establece una indemnización sustitutiva, amparada por el FGS; b’) si el juez social declara la improcedencia, estamos ante una situación parecida a la que provoca el despido disciplinario u ordinario, ya descrita; c’) si el juez social declara la procedencia, puede estar pendiente la indemnización menor de 20 días, que no fue puesta a disposición del trabajador, hipótesis en que sería aconsejable que en demanda se pidiera y en sentencia se concediera esa otra indemnización, tanto para disponer de título ejecutivo frente al deudor, como de titulo asegurativo frente al FGS; si las cosas no suceden así, el trabajador tendría que acudir al proceso declarativo ordinario, cuya sentencia condenatoria es el título de que estamos hablando.- (iii) La sentencia recaída en los procesos de extinción del contrato ex art. 50, o sea, a petición del trabajador, por incumplimiento grave del empresario.- (iv) La sentencia dictada ex arts. 40 y 41 ET, por movilidad geográfica o funcional; se trata de la sentencia que declara «injustificada» la medida empresarial, y que se ejecuta con amparo en el art. 138.6, por tanto, a medio de un incidente que puede provocar el dictado de un auto como el aludido antes; si la medida se declara «nula», lo adecuado, como en despidos, es la readmisión forzosa. 2.º) La resolución administrativa. Es básicamente la recaída a propósito de los despidos colectivos ex art. 51 ET. Se dicta en un expediente de regulación de empleo, por la Autoridad Laboral Administrativa, que autoriza el despido de varios trabajadores, por motivos económicos en sentido amplio. Pero esta resolución suele llevar a cabo una atribución abstracta de la indemnización, que será en cifra de 20 días/año servicios, con el máximo de una anualidad (art. 51.8), o en cantidad mayor que las partes acuerden, y que suele llegar a unos treinta y tantos días. Según el Reglamento aprobado por RD 43/1996, de 19 enero, art. 14, el empleador abonará la indemnización «simultáneamen- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN te» a la adopción de la decisión extintiva permitida por la Administración. Pero no siempre sucede así; ni por ello se genera una situación de despido nulo, como sí ocurre en el despido por causas objetivas del art. 52. En realidad, el mismo precepto reglamentario indica el camino a seguir: deducir demanda de cantidad ante el Juzgado social competente, que se substanciará por los trámites del proceso «laboral ordinario», donde las afirmaciones de hecho contenidas en la resolución gozan de presunción de certeza. La expresión entrecomillada: proceso laboral ordinario, debe hacerse equivaler a «proceso declarativo ordinario»; quiere ello decir que la resolución administrativa no es en modo alguno título de ejecución (sólo lo son actualmente la sentencia, la conciliación y el laudo), ni tampoco titulo asegurativo para acudir al FGS; por lo demás, no es frecuente el alegato de que un acuerdo sobre indemnizaciones, reflejado en la resolución, pueda equipararse a un acuerdo conciliatorio administrativo, ni parece haber penetrado el argumento en nuestra praxis judicial. c) El límite máximo. Tiene una triple manifestación. 1. La base de cálculo de la indemnización (salario día) no puede rebasar el duplo del smi, sin inclusión en el mismo de la pagas extras, como vimos en el apartado anterior relativo a la prestación por salarios. 2. En ningún caso, la cantidad final obtenida puede sobrepasar el importe de una anualidad de salarios. 3. En concreto, no excederá el módulo de 25 días/año de servicios en despidos y en extinciones del art. 50; (como es natural, el de 20 días salario/año de servicios, en el despido colectivo del art. 51). 2.3. Presencia del FGS en los procesos concursales (art. 33.3) a) El presupuesto de la garantía del Fondo es doble: la constatación de la insolvencia del empresario deudor (vid. a. 33.6); o la simple apertura de un proceso concursal. La nor- ma previene que el Juez del concurso (civil hasta ahora, mercantil si el ALC llega a buen fin parlamentario), de oficio o a instancia de parte, cite al FGS, tan pronto se tenga conocimiento de la existencia de créditos laborales o se presuma la posibilidad de su existencia. El FGS habrá de personarse en el procedimiento judicial, en cuanto responsable legal subsidiario del pago de créditos laborales, o si el pago hubiere tenido ya lugar, su presencia en las actuaciones judiciales será como acreedor. En cualquiera de los casos, y como parte legítima que es, puede instar todo aquello que convenga a su derecho. Como se sabe, la liquidación de las entidades aseguradoras en crisis se lleva a cabo, casi siempre, por la cabalmente denominada Comisión Liquidadora de Entidades Aseguradoras (CLEA). El procedimiento liquidatorio, que excluye por el momento cualquier actuación jurisdiccional civil o social, se somete a la L.30/1995, de 8 noviembre, de ordenación y supervisión de seguros privados, arts. 35 ss. Vid. en particular el art. 37.3, donde se impone la comunicación al FGS de que la Comisión está llevando a cabo la liquidación de la empresa de que se trate, «surtiendo tal comunicación los efectos de la citación a que se refiere el numero 3 del art. 33 del Estatuto de los Trabajadores». b) El precepto estatutario que analizamos debe ponerse en relación con el Reglamento del FGS de 1985, aludido antes, cuyo art. 16.3 previene: «En cualquier caso, el reconocimiento del derecho a la prestación exigirá que los créditos de los trabajadores aparezcan incluidos en la lista de acreedores o, en su caso, reconocidos como deudas de la masa por el órgano del concurso competente para ello, en cuantía igual o superior a la que se solicita del FGS...» En concordancia con esto, el art. 25, al indicar los documentos que deben acompañarse a la solicitud, exige, caso de proceso concursal, una «certificación de inclusión de los créditos de los trabajadores en la lista de acreedores por un importe igual o REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 179 ESTUDIOS superior al que se solicite del FGS» (art. 25.b.4). 2.4. La instrucción de expediente administrativo y la subrogación del FGS en los créditos del trabajador (art. 33.4) 505/1985, de 6 marzo, sobre organización y funcionamiento del FGS. El procedimiento propiamente dicho se describe a partir del art. 20, aunque en el mismo se tiene en cuenta lo prevenido en preceptos anteriores, en particular, el art. 19, sobre prestaciones indemnizatorias; como quiera que en nuestro derecho, las indemnizaciones suelen calcularse relacionando el salario con el tiempo de servicios, la norma reglamentaria indica que «a los solos efectos del cálculo de las prestaciones [...] y salvo que el trabajador acredite un periodo superior de vigencia de la relación laboral, los años de servicio serán los que resulten de la certificación de la TGSS relativa al periodo de alta en la empresa deudora» (art. 19.1.III). Cabe, pues, que el trabajador acredite algo diferente a lo que constata la Tesorería; pero se tratará siempre de un tema probatorio, al que por hipótesis es ajena la casación unificadora; de ahí que no se indique pronunciamiento alguno de esta clase, que tenga interés. La discusión se ha movido más bien en el plano constitucional. Recuérdese que la necesidad de expediente administrativo enlaza con previsión contenida en la LPL, art. 23.3: «En los procedimientos seguidos contra el Fondo de Garantía Salarial al amparo de la legislación laboral, las afirmaciones de hecho contenidas en el expediente y en las que se haya fundamentado la resolución del mismo harán fe, salvo prueba en contrario» [previsión que ya había anticipado literalmente la L. 7/1989, de 12 abril, de Bases de Procedimiento Laboral, base 8ª.4]. La STC 90/1994, de 17 marzo, dictada como consecuencia de cuestión de inconstitucionalidad planteada por un Juzgado social de Barcelona, afirma la legitimidad del beneficio procesal aludido, y la consiguiente inversión de la carga de la prueba; aunque añade afirmaciones relativas al valor de los hechos afirmados en la sentencia que sirve de título (en indemnizaciones) para acudir al FGS. Su lectura detenida es recomendable. En cuanto a la instrucción de expediente (art. 33.4.I). Hay que estar al mencionado RD En cuanto a la subrogación en los derechos del trabajador (art. 33.4.II). Según el precep- Desde el punto de vista de la estricta protección garantista, estamos ante una previsión que manifiestamente incide en ultra vires, a la vez que puede equivaler a un contrasentido. El exceso reglamentario se pone de manifiesto tras la lectura del art. 33.1, en el que meramente se alude a «salarios pendientes de pago a causa de insolvencia, suspensión de pagos, quiebra o concurso de acreedores de los empresarios»; lo que se repite en el art. 33.2 para las indemnizaciones; exigir además la admisión del crédito, como concursal o como de la masa, equivaldría a retardar considerablemente las atenciones imperiosas del FGS. El contrasentido reglamentario igualmente aparece con evidencia en los casos, muy frecuentes, en que los trabajadores acuden al FGS provistos de un título ejecutivo laboral (conciliación, sentencia), no necesitado de «conforme» alguno por parte de los correspondientes órganos del concurso. Existe además un posible efecto colateral muy negativo. Si la certeza del crédito laboral en el concurso, tras la insinuación del mismo por el trabajador, se eleva a requisito previo de las prestaciones de garantía, se corre el riesgo de impedir, en la práctica, la utilización del beneficio de la ejecución separada. La verdad es que en este concreto punto no se cuenta con pronunciamientos que hayan abordado expresamente la cuestión, a los fines que aquí se ponen de manifiesto, y que pudieran autorizar la inaplicación del Reglamento del FGS (art. 16.3), en cuanto impone la insinuación del crédito del trabajador en el concurso, como requisito previo a la dispensa de sus prestaciones. 180 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN to, cuando el FGS haga efectivas las prestaciones sustitutorias (no las directas) «se subrogará obligatoriamente en los derechos y obligaciones de los trabajadores, conservando el carácter de créditos privilegiados que les confiere el articulo 32 de esta Ley», o sea, del ET. La genérica expresión utilizada muestra que se está refiriendo a salarios e indemnizaciones; y que el legislador presupone que ambos conceptos eran los privilegiados, desde el origen, por el aludido art. 32 (por ello se utiliza el término: «conservar»); de ahí que esta norma sirviera de apoyo a la doctrina primero (RIOS), y después a la jurisprudencia, para sostener que las indemnizaciones por cese, aun literalmente omitidas en el art. 32, eran también créditos privilegiados, dotados de la preferencia general ordinaria de su núm. 3. Tras la reforma de 1994, las indemnizaciones de mérito se privilegian de manera explícita, aunque lamentablemente se habla sólo de «despido», con lo que se puede propiciar equívocos a la hora de proteger reparaciones cuyo origen es, por ejemplo, la resolución del contrato a petición del trabajador, ex art. 50 sobre incumplimiento del empresario, o en las situaciones que prevén los arts. 40 y 41 sobre movilidad geográfica o funcional. Extraña por ello que los autores del Anteproyecto de Ley Concursal (de que se hablará después) hayan privilegiado, en pasajes varios, solamente las «indemnizaciones por despido». La norma estatutaria que estamos analizando, sobre subrogación, es la que ocasionó el dictado de la STS/Civil, de 27 junio 1989, donde se niega el resultado traslativo de la preferencia a una entidad de crédito que hizo frente a las deudas salariales del empresario, apoyándose en que la norma sólo ha previsto esa consecuencia a favor del FGS. Razonamiento cuando menos excesivo. Lo que el CCiv advierte, en su art. 1209, es que la subrogación de un tercero en los derechos del acreedor no puede presumirse, y que fuera de los casos previstos legalmente será preciso establecerla con claridad entre las partes. Pero se presume la subrogación, según el art. 1210, cuando pague «quien tenga interés» en el cumplimiento de la obligación. Sin embargo, como dice ese fallo, y ya vimos entre las reglas generales aplicables a las preferencias del art. 32, la jurisprudencia niega el efecto subrogatorio, salvo que se trate del FGS (a lo que evidentemente habría que añadir el anticipo de prestaciones asegurativas por entes de Seguridad Social, ya que aquellas gozan de las mismas preferencias que el salario: LGSS, art. 121.2). Como las prestaciones del FGS tienen un alcance económico limitado, frecuente será que, frente al empresario, sean simultáneamente acreedores privilegiados el propio FGS, por lo anticipado, y el trabajador, por lo que aún tiene pendiente de cobro. El mismo art. 33.4 ordena, para esta hipótesis de concurrencia, que cualesquiera cantidades que pudieran obtenerse del empresario deudor «se abonarán a prorrata», es decir, en proporción al crédito actual de cada uno de aquéllos. Curiosamente se contradice lo que, de manera general, había previsto el CCiv en su art. 1213: «El acreedor a quien se hubiere hecho un pago parcial, puede ejercitar su derecho por el resto con preferencia al que se hubiere subrogado en su lugar, a virtud del pago parcial del mismo crédito». 2.5. Financiación y sujetos de la operación de garantía (art. 33.5) La financiación del FGS se realiza con aportaciones de los empresarios, a favor de sus trabajadores. Las aportaciones: se calculan sobre los salarios que sirven de base a la cotización de contingencias profesionales, aplicándoles un tipo que ha evolucionado sensiblemente a lo largo del tiempo y parece haberse consolidado en el 0’4 por 100, que es el vigente en la actualidad; la contribución está a cargo del empresario exclusivamente, como parte de su cotización a la Seguridad Social. Según el RD 2064/1995, de 22 diciembre, que aprueba el Reglamento General de Cotización, el tipo se REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 181 ESTUDIOS fija en la Ley de Presupuestos Generales del Estado (para el año en curso, 2002, vid. L. 23/2001, de 27 diciembre, art. 88.nueve: «el 0’4 por 1000 a cargo exclusivo del empresario»). Los incumplimientos del deber de aportación no influyen en la institución de garantía, cuyos obligaciones continúan vivas [recuérdese en este punto lo que indica la Directiva 80/987/CEE, de 20 octubre 1980, del Consejo, sobre aproximación de las legislaciones de los Estados Miembros relativas a la protección de los trabajadores asalariados en caso de insolvencia de la empresa, cuyo art. 5.c dice: «la obligación de pago de las instituciones existirá independientemente del cumplimiento de las obligaciones de contribuir a la financiación»]. Los empresarios: por razones de solidaridad se incluye expresamente a todos, públicos y privados, con independencia de que la insolvencia sea imposible para algunos de ellos; y se opera una remisión al art. 1.2 del ET, que formula el concepto genérico de empleador en derecho del trabajo. Los trabajadores: en realidad, están protegidos todos aquellos que, con relación ordinaria o especial, presten servicios por cuenta ajena; si bien debe excluirse: 1) a los empleados de hogar: RD 1424/1985, de 1 agosto, disp. adic. única; 2) los socios trabajadores de Cooperativas de trabajo asociado: LGSS 1994, disp. adic. 4ª.3 (como esta ley es un texto refundido, la norma traía origen de la L. 3/1987, de 2 abril, general de cooperativas, disp. adic. 4ª.2; esta última ha sido derogada y sustituida por la L. 27/1999, de 16 julio; pero ello no impide que aquella previsión asegurativa siga en vigor); 3) recuérdese que tras titubeos jurisprudenciales, el personal de alta dirección quedó protegido por L. 11/1984, disp. adic. 2ª. 2.6. Hecho desencadenante de la prestación sustitutiva: art. 33.6 El art. 33, tanto en su núm. 1 (salarios) como en su núm. 2 (indemnizaciones) estable- 182 ce el supuesto que condiciona la asunción por el FGS de sus prestaciones sustitutivas. Habla de «insolvencia, suspensión de pagos, quiebra o concurso de acreedores». a) La insolvencia es una situación del empresario que se puede manifestar sin la apertura de un proceso concursal. A la identificación del concepto se destina el art. 33.6: repárase en la existencia de una ejecución social singular y en que, dentro de ella, «no se consiga satisfacción de los créditos laborales»; esta redacción proviene del año 1984; en el anterior texto de 1980 se aludía a embargo infructuoso por inexistencia de «bienes libres bastantes». La declaración de insolvencia, dispensada por el juez laboral mediante auto, requiere «previa audiencia» del FGS. Previsión estatutaria que tiene su réplica en la LPL, art. 274, cabalmente destinado a la insolvencia empresarial, en el interior de la ejecución dineraria. En las sociedades mercantiles, aun las de tipo personal, como las colectivas, la insolvencia va referida al ente societario mismo, sin que sea presupuesto de la acción de los trabajadores frente al FGS la persecución ejecutiva de los socios y su individual insolvencia; así se ha decidido en STS 22 julio 1996 (A. 6376); y 24 septiembre 1996 (A. 6854). En estas resoluciones se hace ver que los presupuestos de la responsabilidad del FGS son de carácter formal: la insolvencia que se pide es la que afecta al empresario, por ende, a la sociedad; y la misma se proclama mediante auto judicial, que se dicta con la audiencia del Fondo; cumplimentados ambos requisitos, los trabajadores acceden a la protección asegurativa, sin necesidad de actuación alguna frente a los socios, aunque se trate de los colectivos, pues ello les exigiría «pesquisas e indagaciones», así como el seguimiento de «otros procesos declarativos y ejecutivos». Las acciones de que pudiere disponer el Fondo, una vez subrogado en los créditos de los empleados, es algo ajeno al presente art. 33, y además indiferente respecto de aquéllos. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN Debe advertirse que, junto a la insolvencia pura o verdadera, que es la descrita, se habla también de una «insolvencia técnica», denominación que se asigna en la praxis a aquellas situaciones descritas en el art. 275 LPL: el FGS puede pedir la suspensión de la ejecución dineraria, cuando la empresa continúe su actividad y se haya embargado bienes afectos al proceso productivo; esa suspensión se acuerda por un mes; durante ella, corresponde al Fondo evaluar la situación, en cuanto a repercusiones que tendría la enajenación de lo embargado en la subsistencia de los contratos todavía en vigor; una vez comprobado ello, podrá pedir motivadamente que se dicte auto de insolvencia «a los solos efectos de reconocimiento de prestaciones de garantía salarial». Es evidente que si los créditos pendientes sólo se satisfacen en parte por el FGS, los trabajadores afectados podrían instar la prosecución del apremio, con lo que se crearía un estado de cosas al que se suele aplicar soluciones de diverso tenor, según las circunstancias de cada caso. b) Los procesos universales o concursales que enumera el ET, art. 33 (no en este núm. 6, sino en el núm. 1, y por remisión en el núm. 2) son: suspensión de pagos, quiebra y concurso de acreedores. En la legislación todavía vigente, los dos primeros están pensados para el empresario deudor comerciante; mientras que el tercero lo es para el no comerciante, como un profesional liberal o una comunidad de propietarios. En realidad, y en el terreno civil, debe añadirse un cuarto procedimiento: el beneficio de quita o espera; la razón de que esto último se silencie, en esta ocasión y en alguna otra, es meramente circunstancial; la LEC 1881 (aún vigente en lo concursal) utiliza la rúbrica: «concurso de acreedores» para abrir el título en que se ocupa de los juicios universales civiles, a partir del art. 1130; lo que ocurre es que de inmediato distingue, de un lado la «quita o espera» (arts. 1130 a 1155), y de otro, el «concurso de acreedores» propiamente dicho, que se regula en los arts. 1156 ss. Debe tenerse presente que el Gobierno ha aprobado ya, en septiembre 2001, un Anteproyecto de Ley Concursal y obtenido dictámenes del CGPJ y del CES, mientras que está pendiente de emisión el del Consejo de Estado; lo que hace pensar que su ingreso en las Cortes es inminente. En ese Anteproyecto, las cuatro figuras se funden en una sola, que cabalmente se llama «concurso», concebido con la suficiente amplitud, para que comprenda toda clase de deudores, comerciantes o no, y la necesaria flexibilidad, para que se desarrolle y encamine hacia compromisos que permitan la continuidad de la empresa o hacia decisiones que impliquen su efectiva liquidación. Ver lo que se dice más adelante. 2.7. La prescripción: art. 37.7 Según el art. 33.7, el derecho a solicitar prestaciones del FGS «prescribirá al año de la fecha del acto de conciliación, sentencia o resolución de la Autoridad Laboral en que se reconozca la deuda por salarios o se fijen las indemnizaciones». Debe advertirse que el precepto esta pensado para las garantías sustitutivas, dado que expresamente viene referido a las «prestaciones que resultan de los párrafos anteriores». No se piensa, por ende, en las prestaciones directas, porque las mismas se encuentran en un apartado posterior, que es el 8. En cuanto a aquellas prestaciones sustitutorias, debemos advertir de inmediato que la regla se ha formulado con poca fortuna y que está requerida de matizaciones varias; indiquemos por lo menos: a) Según la letra del precepto, la prescripción se produce al año desde la fecha del título correspondiente, que enumera sin más: «acto de conciliación, sentencia o resolución de la Autoridad Laboral», en que se reconozca la deuda por salarios o se fijen las indemnizaciones. Ya se ha dicho que estamos ante un título, que por un lado es ejecutivo, y por otro, asegurativo. En uso de la primera cualidad, puede pedirse del juez social REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 183 ESTUDIOS la apertura del apremio dinerario congruente con el contenido del título. Ello habrá de hacerse, precisamente para que del deudor ejecutado no arguya prescripción de la acción ejecutiva, en el plazo de un año, o en otro menor señalado por la ley, como ocurre en el despido, donde se habla de tres meses (LPL, art. 241.2, en relación con el art. 277). Entonces es claro que el año a que alude el art. 33.7 se contará, no desde la fecha de la conciliación o de la sentencia, ni siquiera del auto recaído en incidente de no readmisión, sino desde que se decrete la insolvencia provisional del empresario, o más exactamente, desde que el correspondiente auto adquiera firmeza, sin que sea relevante una eventual notificación anterior al empleado. En este punto es forzoso recordar la STS 24 febrero 1998 (A.1957); en ella se llama la atención de que la mera notificación de una resolución judicial puede otorgar pretensiones varias al interesado (como las de ejecución provisional o las de ejecución parcial); pero a los efectos de computar el plazo de prescripción aquí contemplado, para las prestaciones del FGS, hay que partir del día en que ese auto de insolvencia adquiere firmeza. b) La enumeración que se hace de los títulos necesita por su lado precisiones como éstas: en cuanto a la conciliación, no será siempre decisiva su fecha si medió fraccionamiento o aplazamiento; en cuanto a la sentencia, se utiliza término que debe comprender, como hemos visto ya, el auto dictado en incidente de no readmisión; y en cuanto a la resolución administrativa, el título real no suele estar constituido por ella misma, toda vez que, en la más característica: aquella que autoriza un despido colectivo ex art. 51 ET, lo importante será la sentencia conseguida por el trabajador que no logró el pago espontáneo de la indemnización patronal, y tuvo por ello que acudir al «proceso laboral ordinario» (declarativo, no ejecutivo) de que habla el RD 43/1996, de 19 enero, sobre expedientes de regulación de empleo, en su art. 14. 184 c) El alegato de prescripción en el proceso donde se reclama la prestación frente al FGS es posible si éste no intervino en el anterior proceso (o equivalente extrajudicial) donde se constituyó el título ejecutivo. Un caso de esta clase contempló la STC 171/1991, de 16 septiembre. Hubo un primer proceso en que el trabajador reclamó al empresario unos salarios, los cuales posiblemente habían prescrito por la tardanza del interesado en pedirlos; pero al no comparecer el empleador ni alegarse la excepción de prescripción, el Magistrado dictó sentencia condenatoria; el FGS no fue parte en este primer proceso, ni por ende mencionado en el fallo. Y hubo luego un segundo proceso, en que el mismo trabajador reclama del FGS el abono de tales salarios, como prestación sustitutiva, donde el Servicio común opone que se trata de un crédito prescrito; de ahí que el Magistrado dicte ahora sentencia absolutoria para el FGS. En amparo ante el TC, el operario alegó que la primera sentencia condicionaba el tenor de la segunda; pero el Alto Tribunal hace ver que se trata de dos responsabilidades diferentes: la contractual del empresario, enjuiciada en el primer pleito; y la legal del Fondo, enjuiciada después. Como quiera que éste no fue parte en el pleito primero, puede argüir eficazmente la prescripción en el segundo, pues es algo que no impiden las reglas sobre cosa juzgada, entonces el art. 1252 CCiv, y es algo que además, si se elevara a categoría general, hasta podría propiciar el fraude. La interrupción del tracto extintivo es posible, al tratarse de prescripción en sentido propio. Como quiera que este art. 33.7 se sitúa, en el anterior párrafo I, en la perspectiva de un título ejecutivo existente, y ordena la prescripción por el transcurso de un año desde la formación de aquél, es lógico que señale como eventos interruptivos los que implican un intento de ejecución de ese título; lo extraño es que añada una referencia a las «demás formas legales de interrupción». De ahí que distinga hasta tres posibles REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN situaciones: 1) Normalmente, y como el precepto dice, la interrupción se producirá por el ejercicio de «acciones ejecutivas», con lo que se está aludiendo a la ejecución en que se persigue al empresario condenado, y donde se dictará, en su caso, el auto de insolvencia que desata la responsabilidad el FGS. No se olvide que en despidos, la solicitud de que se celebre incidente de no readmisión ex art. 277 LPL, equivale a instar la «ejecución del fallo»; por eso, el ulterior auto, que extingue la relación laboral y que fija indemnizaciones, se integra en un proceso de ejecución cuyo inicio interrumpió la prescripción ex art. 241 LPL; por lo que el FGS no podrá oponer esa excepción extintiva, aunque el despedido solicite el apremio de las cantidades reconocidas pasado un año desde la firmeza del mentado auto: en este sentido, STS 1 julio 1998 (A. 5706). 2) Para la ejecución concursal civil, el mismo precepto estatutario retiene, con virtualidad interruptiva, el «reconocimiento del crédito» en procedimiento de esta clase, con lo que seguramente se sufre un error de consideración, pues la interrupción ya se produjo antes con la sola insinuación de los créditos. 3) Las «demás formas legales» con que el precepto concluye equivalen a una simple remisión al art. 1972 CCiv, el que, junto a la reclamación judicial, incluye la extrajudicial, a fines interruptivos; esto quiere decir, sencillamente, que el trabajador, mediante requerimientos repetidos al empresario, impedirá que prescriba el crédito laboral, y simultáneamente su eventual acción hacia el FGS para obtener su protección sustitutoria; esta tardanza, empero, es más imaginaria que real. 2.8. Las prestaciones directas o propias: participación en ciertas indemnizaciones (despidos económicos de empresarios pequeños): art. 33.8 Lo expuesto anteriormente hace referencia a prestaciones típicas del Fondo, en cuanto organismo asegurador; por eso actúa en sustitución del empresario con dificultades económicas; se subroga en los créditos de los trabajadores atendidos; y de existir algunos bienes del primero, puede repetir contra el mismo. Pero, además de tales prestaciones, en el art. 33.8 se diseña otra prestación que cabe llamar directa o propia en el sentido de que se asume al margen de toda idea de insolvencia o imposibilidad empresarial, sin subrogación alguna, ni consiguiente derecho de repetición. En realidad vendría a tratarse de una ayuda que se ofrece a empresarios pequeños en despidos económicos. La prestación de que estamos hablando consiste en asumir el 40% de las indemnizaciones que debe pagar una empresa pequeña (con menos de 25 trabajadores) por las extinciones de origen económico. En la redacción que la norma asumió por L. 32/1984, de 2 agosto, sólo se aludía a los despidos económicos acordados tras la pertinente autorización administrativa, al amparo del art. 51 ET. Más tarde, con la reforma de 1994, se distingue entre los despidos colectivos del art. 51 (que siguen precisados del permiso administrativo) y los despidos objetivos, entendiendo por tal los económicos individuales que caen bajo la órbita del art. 52.c) (que ya no precisan de una previa autorización administrativa, pero que se someten a una posterior impugnación ante el juez social si el trabajador lo quiere). Estos últimos despidos individuales no eran realmente mencionados por el art. 32.8. La omisión fue momentáneamente salvada por una Instrucción del FGS de 28 junio 1994 (BOE de 2 agosto). Más tarde, la L. 42/1994 introdujo el cambio necesario en el propio texto legal. Precisa el precepto que «el cálculo del importe de este abono (el 40% aludido) se realizará sobre las indemnizaciones ajustadas a los límites previstos en el apartado 2 de este artículo (33)». Recordemos que tales limitaciones implican: 1) la indemnización no puede ser superior a 20 días/año de servi- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 185 ESTUDIOS cios, tanto en despidos del art. 51 como del art. 52.c). 2) en cualquier caso, el resultado final, por mucha que sea la antigüedad del trabajador, no superará una anualidad.- 3/ el salario/día, que sirve de partida para calcular la indemnización, no puede ser superior al duplo del smi. Las limitaciones a que se sujeta el 40% de que hablamos, a cargo del FGS, se pensaron en principio para las indemnizaciones por despido colectivo del art. 51; ello propició que en alguna manera se dudara si también regían para las indemnizaciones del despido objetivo individual del art. 52.c). Dudas que disipó por completo la STS 15 marzo 1999 (A. 2916), recaída en un caso donde además concurrían circunstancias temporales de transitoriedad entre una y otra redacción del precepto; en ella se declara la virtualidad del límite en ambos tipos de despidos. La ayuda del FGS a las pequeñas empresas no se neutraliza en los casos donde se convino con los trabajadores el pago de una indemnización más elevada que la mínima legal de 20 días de salario/años de servicio. Pero el 40% a cargo del Servicio común se calculará siempre sobre el monto legalmente previsto para la reparación, como ha declarado con reiteración la jurisprudencia. La cuestión fue planteada y resuelta tempranamente, en la STS 27 junio 1992 (A. 4684), cuya doctrina han seguido las sentencias de 24 noviembre 1992 (A. 8831); 12 diciembre 1992 (A. 10077); 16 diciembre 1992 (A. 10334); 23 julio 1993 (A. 5760); 11 mayo 1994 (A. 4194); 9 junio 1996 (A. 5415); 31 octubre 1996 (A. 8185). En estos fallos, viene a concluirse dos cosas: 1ª) que el FGS asume, como prestación propia, el 40% del monto legal de la indemnización; y por ende, el empresario soportará el 60% de la misma, más toda la diferencia que en las conversaciones previas se haya convenido al alza.- 2ª) que el titular del derecho a reclamar del FGS es el trabajador beneficiado por ese 40%, sin que precepto alguno imponga la intermediación del empresario. 186 Conviene insistir en este último punto. El precepto (art. 33.8) dice que el FGS «abonará el 40% de la indemnización legal que corresponda al trabajador». Luego el patrono sólo soporta la obligación de pago respecto del 60% restante. El matiz tiene importancia desde el punto de vista de la prescripción. El plazo sigue siendo el de un año, siquiera sea por aplicación directa del art. 59 ET, adaptado al caso, ya que el art. 37.7 se refiere a las prestaciones sustitutorias y no a las directas. Ocurre a veces que el empresario asume de hecho el 40%, y además lo hace efectivo de manera fraccionada, en plazos sucesivos. Cuando, más tarde, intenta resarcirse frente al FGS de lo que, en rigor, pagó por su cuenta, podría haber transcurrido más de un año desde que el despido se hizo efectivo, momento en que nace para el trabajador su acción frente al organismo común. En suplicación al menos, se conoce casos en que, si ese plazo pasó, en todo o en parte, el FGS opuso prescripción, que fue aceptada judicialmente. 2.9. Prestaciones del FGS y arbitraje: art. 33.9 El arbitraje ha entrado, con la reforma de 1994, en nuestro sistema de solución de conflictos laborales, por cierto, con deficiencias de gran consideración. Lo que aquí se previene es que el Fondo sea tratado como parte en los «procedimientos arbitrales», a los efectos de «asumir las obligaciones previstas en este articulo». a) En cuanto a la condición de parte, se busca un cierto paralelismo con los arts. 23 y 24 LPL citados; su instrumentación será dificultosa; piénsese en un arbitraje de equidad, como solución que el árbitro ofrece a los contendientes. b) En cuanto a las obligaciones asumidas, dada la generalidad de la expresión, se está aludiendo a las sustitutivas y a las directas, y dentro de las sustitutivas, seguramente, a las salariales y a las indemnizatorias. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN PARTE TERCERA: NORMAS INTERNACIONALES Y COMUNITARIAS 1. Normas internacionales: Convenio OIT sobre la protección de los créditos laborales en caso de insolvencia del empleador, 1992 (núm. 173) y su recomendación (núm. 180) 1.1. Los Convenios sobre protección frente a la insolvencia Como la propia Organización internacional nos dice 16, antes de 1992, año en que se adoptó el Convenio núm. 173, su norma principal en la protección de los créditos laborales, en caso de quiebra o de liquidación judicial de una empresa, era el art. 11 del Convenio sobre protección del salario, 1949 (núm. 95), según el cual los trabajadores que reclamaban los salarios debían ser considerados como acreedores preferentes. Una disposición similar se encuentra en el art. 11 del Convenio sobre la indemnización por accidente de trabajo, 1925 (núm. 17), pero se refiere sólo al pago de la indemnización por accidentes o por fallecimiento en caso de accidente laboral. El art. 11 del Conv. 17 (1925) se limitaba a decir: «Las legislaciones nacionales establecerán las disposiciones que, de acuerdo con las condiciones particulares de cada país, sean más adecuadas para garantizar, en toda circunstancia, el pago de la indemnización a las víctimas de accidentes y a sus causahabientes, y para garantizarlos contra la insolvencia del empleador o del asegurador»; se trata de un remoto precedente frente a la insolvencia, que como tal se cita, y que además ha proseguido su desarrollo a través de mecanismos específicos, como los hoy llamados Fondos de 16 Las normas internacionales del trabajo. Un enfoque global. 75º aniversario de la Comisión de Expertos en Aplicación de Convenios y Recomendaciones [versión preliminar], OIT, Ginebra, 2002, p. 284 ss. garantía de AT y de EP. El art. 11 del Conv. 95 (1949), por su lado, decía: «1. En caso de quiebra o de liquidación judicial de una empresa, los trabajadores empleados en la misma deberán ser considerados como acreedores preferentes en lo que respecta a los salarios que se les deban por los servicios prestados durante un periodo anterior a la quiebra o a la liquidación judicial, que será determinado por la legislación nacional, o en lo que concierne a los salarios que no excedan de una suma fijada por la legislación nacional. 2. El salario que constituya un crédito preferente se deberá pagar íntegramente antes de que los acreedores ordinarios puedan reclamar la parte del activo que les corresponde. 3. La legislación nacional deberá determinar la prioridad entre el salario que constituye un crédito preferente y los demás créditos preferentes». Con los años, la protección acordada por el art. 11 del Convenio núm. 95 se fue considerando como inadecuada y fue objeto cada vez de más severas críticas, motivadas en razones atendibles. La solución hasta entonces retenida, para caso de «quiebra» o de «liquidación judicial», era la de otorgar preferencia a los salarios. La Reunión de expertos sobre la protección de los trabajadores en caso de «insolvencia» del empleador, celebrada en marzo de 1985, apuntó hacia otra solución, que sería no exclusiva, sino concordante con la anterior: nos estamos refiriendo a las instituciones de garantía, concebidas como órganos públicos independientes. Al final, se alcanzó el Convenio núm. 173 (1992), que, como la propia Organización subraya, fue concebido a la manera de un instrumento moderno y flexible. Moderno, en cuanto incorpora nuevos conceptos, como las instituciones de garantía salarial, cuya utilización desea difundir. Flexible, en cuanto consta de dos partes, que pueden ratificar las partes juntas o separadas: una, que reitera y perfecciona el carácter «preferente» del crédito laboral; otra, que introduce las denominadas «instituciones de garantía». Este Conve- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 187 ESTUDIOS nio, en efecto, se estructura así: Parte I: disposiciones generales (arts. 1 a 4). Parte II: protección de los créditos laborales por medio de un privilegio (arts. 5 a 8). Parte III: protección de los créditos laborales por una institución de garantía (arts. 9 a 13). Disposiciones Finales (arts. 14 a 23). Es interesante relacionar este Convenio 173 (1992) con el anterior Convenio 95 (1949). Los efectos son diferentes, según la parte de aquél que se ratifique. Así, si un Estado Miembro aceptare las obligaciones de la Parte II (privilegio), implica ello ipso iure la terminación de sus obligaciones con arreglo al art. 11 del Conv. 95. En cambio, un Miembro que aceptare solamente las obligaciones de la Parte III (institución de garantía), podrá mediante una declaración comunicada al Director General de la Oficina, poner término a sus obligaciones derivadas del art. 11 del Conv. 95, pero sólo respecto de los créditos comprendidos en ese precepto. En definitiva, se considera que el Convenio 173 revisa parcialmente el Convenio 95, sólo en la medida en que modifica las obligaciones derivadas del art. 11 de este Convenio. 1.2. El Convenio 173 OIT y los preceptos estatutarios concernidos (ET, arts. 32 y 33) 17 Conviene preguntarse si el contenido de ambas normas, la internacional y la interna, coinciden o discrepan en la materia que regu- En una nota posterior se relacionan los documentos de la OIT que permiten seguir con facilidad la formación del Conv. 173. Como introducción a su lectura es aconseja la consulta de la publicación: Protección de los créditos laborales en caso de insolvencia del empleador, bajo la dirección de EDWARD YEMIN y ARTURO S. BRONSTEIN, OIT, Ginebra, 1991; en este libro se recogen informes por países, redactados por conocidos especialistas; vid. p. ej., «La protección de los créditos laborales en caso de insolvencia empresarial en el Derecho español», redactado por el Prof. ALFREDO MONTOYA MELGAR, p. 93 ss. 17 188 lan; y caso afirmativo, postura que cabe adoptar. Recordemos el contenido de este Convenio. Parte I: el concepto de «insolvencia». El art. 1 previene: «1. A los efectos del presente Convenio, el término ‘insolvencia’ designa aquellas situaciones en que, de conformidad con la legislación y la práctica nacionales, se ha abierto un procedimiento relativo a los activos de un empleador, con objeto de pagar colectivamente a sus acreedores. 2. A los efectos del presente Convenio, todo Miembro podrá extender el término insolvencia a otras situaciones en que no puedan pagarse los créditos laborales a causa de la situación económica del empleador, por ejemplo cuando el monto del activo del empleador sea reconocido como insuficiente para justificar la apertura de un procedimiento de insolvencia. 3. La medida en la que los activos de un empleador están sujetos a los procedimientos mencionados en el párrafo 1 será determinada por la legislación nacional». No encontramos aquí diferencias sensibles con la legislación española. Los amplios términos empleados por este art. 1 del Conv. 173 en nada empece que sigamos estando a la situación que tienen como antecedente los arts. 32 y 33, que por cierto no es la misma en el derecho interno. 1/ El art. 32 responde a una característica del derecho español. Los privilegios crediticios, o lo que es lo mismo, la preferencia que les es inherente, se ejercitan, tanto en ejecuciones singulares (tercerías de mejor derecho), como en ejecuciones universales (hoy: beneficio de quita/espera, concurso de acreedores; suspensión de pagos, quiebra). Con lo que resulta: que en ejecuciones singulares, no es necesario hablar de insolvencia, en la medida que la tercería, curiosamente, no se somete a este presupuesto procesal; aunque sea lógico pensar que si el tercero se molesta en discutir la preferencia del ejecutante, es porque no encuentra otros bienes sobre los cuales hacer efectivo su crédito; esta diferencia es muy sensible respecto a otros derechos como el alemán, en que no REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN existen privilegios generales extraconcurso, sino que tales privilegios generales se configuran con la apertura del concurso [y esto, según la vieja Konkursordnung de 1877; en la vigente, desde 1 enero 1999, Insolvenzordnung, ni siquiera se configuran los privilegios generales con la apertura del concurso]. En las ejecuciones universales, sólo se procede a un «pago colectivo» en el concurso de acreedores y en la quiebra, salvo la conclusión de un convenio en otro sentido; la quita/espera y la suspensión de pagos cabalmente se enderezan, en la mente del legislador, hacia la no liquidación. 2/ El art. 33 sí parte, o de una insolvencia en el sentido de que no encontramos bienes embargables; o de la apertura, in genere, de un procedimiento concursal. Parte II: protección a través de un privilegio. Tiene interés resaltar que el Conv. 173 habla de «créditos laborales» 18 (no de créditos salariales). El art. 6 enumera: «a) los salarios correspondientes a un periodo determinado, que no deberá ser inferior a tres meses, precedente a la insolvencia o a la terminación de la relación de trabajo. b) las sumas adeudadas en concepto de vacaciones pagadas correspondientes al trabajo efectuado en el curso del año en el que ha sobrevenido la insolvencia o la terminación de la relación de trabajo, así como las correspondientes al año anterior. c) las sumas adeudadas en concepto de otras ausencias retribuidas, correspondientes a un periodo determinado, que no deberá ser inferior a tres meses, precedente a la insolvencia o a la terminación de la relación laboral. d) las indemnizaciones por fin de servicios adeudadas al trabajador con motivo de la terminación de la relación de trabajo». La comparación se hace ahora solamente con el art. 32. En términos generales, los conceptos salariales que se enumeran en las letras Respondiendo así a una tendencia por la que me incliné hace años en el libro: Los privilegios del crédito salarial, Civitas, Madrid, 1984, p. 305 ss, donde se responde a la pregunta «El objeto protegido: ¿crédito salarial o crédito laboral?» 18 a/, b/ y c/ del art. 6 del Conv. 173 se corresponden con los salarios a que aluden los núms. 1, 2 y 3 del art. 32 ET. No sucede lo mismo con los conceptos indemnizatorios: mientras el Conv. las alude en los amplios términos subrayados contenidos en el art. 6.d/, el ET, art. 32.3, habla de «indemnizaciones por despido», expresión de lo más confuso y discutible, a la hora de decidir qué créditos resarcitorios se aprovechan de la preferencia general ordinaria instrumentada por la norma. No se cuenta con jurisprudencia que expresamente aborde este problema. Aunque cabría hacer extensiva a la misma la doctrina que se expone en dos recientes pronunciamientos del Tribunal Supremo, a que se aludirá en seguida, cuando hablemos de la institución de garantía. Parte III: protección por una institución de garantía. En realidad, el precepto más importante, en este momento de la exposición, es el art. 12, donde los créditos laborales protegidos se enuncian de manera idéntica a como hemos visto lo hacía el art. 6, para el privilegio. La confrontación se hace ahora con el art. 33. Siendo de resaltar que las diferencias más sensibles se dejan ver en la manera como se aluden y delimitan las indemnizaciones por fin de contrato. Ahora sí contamos, como se adelantó, con pronunciamientos recientes del TS, que conviene detallar y examinar. 1.3. Valor y eficacia normativa, en general, de los Convenios de la OIT La cuestión ha sido ampliamente discutida, en relación, además, con los otros Convenios internacionales no laborales 19. Comienza por distinguirse entre el sistema dualista (aquel que exige una actividad normativa 19 Una exposición suficiente y atinada del problema puede verse en: JOSÉ B. ACOSTA ESTÉVEZ, El Sistema Jurídico de la Organización Internacional del Trabajo y el Derecho Español, Cedes, Madrid, 1997, sobre todo p. 211 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 189 ESTUDIOS adicional del Estado Miembro) y monista (aquel que no exige esa actividad complementaria). La posición del Derecho español suele calificarse de monista «moderado», en el sentido de que las normas contenidas en Convenios de la OIT son directamente aplicables e invocables, siempre que se cuente con el presupuesto de su publicación oficial. La Constitución, art. 96.1, dice: «Los tratados internacionales válidamente celebrados, una vez publicados oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento interno. Sus disposiciones sólo podrán ser revocadas, modificadas o suspendidas en la forma prevista en los propios tratados o de acuerdo con las normas generales del Derecho internacional». Debiendo recordarse también el art. 95.1: «La celebración de un tratado internacional que contenga estipulaciones contrarias a la Constitución, exigirá la previa revisión constitucional». Por su lado, el CCiv, en su art. 1º.5, previene: «Las normas jurídicas contenidas en tratados internacionales no serán de aplicación directa en España en tanto no hayan pasado a formar parte del ordenamiento interno mediante su publicación íntegra en el Boletín Oficial del Estado». De estos preceptos básicos se sigue fundamentalmente: 1º, que los Convenios de la OIT -se supone que celebrados con regularidadforman parte del ordenamiento jurídico español. De ahí su posible invocación y aplicación directa, una vez cumplido el único requisito de su publicación en el BOE. 2º, que jerárquicamente las estipulaciones del Convenio de la OIT están por encima de la leyes ordinarias, pero no sobre la Constitución; en realidad, un convenio contrario a aquélla ni siquiera podrá suscribirse, sin la previa modificación del texto fundamental. Cuestión diferente es la de si la norma internacional, por su propia contextura, permite esa aplicación e invocación directas. A estos fines hay que recordar la muy arraigada distinción entre Convenios (o Tratados) selfexecuting y los not self-executing, según que, 190 atendida su redacción o formulación, permitan sin más aquellas operaciones de invocación y aplicación, o por el contrario requieran interposición de una intervención normativa del Estado Miembro. La doctrina suele terminar aquí el tratamiento de la cuestión. Con ello, se peca a mi juicio de una excesiva generalidad y se confiere al asunto un exagerado carácter dogmático. Pues la lectura de un determinado Convenio puede propiciar la distinción, entre sus diversas cláusulas, de unas claramente necesitadas de un complemento legislativo, y de otras que no necesitan ninguno. En otras palabras: que aquella distinción, de suficiencia o insuficiencia ejecutiva, no debería predicarse del Convenio en su totalidad, sino de las diversas estipulaciones del mismo. La lectura del Convenio 173 (1992) aclara y confirma el aserto. De entrada, la previsión del art. 2 («Las disposiciones del presente Convenio deben aplicarse por vía legislativa o por cualquier otro medio conforme a la practica nacional») no debe inducir a confusión ni entenderse como impedimento de lo que aquí se sostiene; pues se ha partido que en nuestra práctica nacional basta la publicación del Convenio en el BOE para que surta efectos internos. Habrá que avanzar y distinguir entre cláusulas varias, para ver hasta qué punto necesitan una intervención del legislador; así, en la parte II, destinada a la protección privilegiada del crédito laboral, queda deferido al Estado Miembro la concreta determinación del rango prelativo que corresponde al salario o a la indemnización por despido (cfr. arts. 5, 7 y 8); pero queda al margen de tal intervención la determinación de los propios conceptos protegidos, por lo menos, en lo que más importa ahora: art. 6.d/, relativo «a las indemnizaciones por fin de servicios adeudadas al trabajador con motivo de la terminación de la relación de trabajo»; o lo que es igual: que el legislador desconoce el Convenio cuando privilegia solamente las «indemnizaciones por despido» (art. 32.3 ET); configurando de esta manera una situación normativa sujeta a interpretación o integración judicial, en la que deberá primar la nor- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN ma internacional. Lo mismo se diga respecto de la Parte III: protección del crédito laboral mediante una institución de garantía, en el respecto a que nos estamos refiriendo. A seguido, demos cuenta los criterios que ofrece la más moderna jurisprudencia. 1.4. La reciente jurisprudencia En esta materia contamos con dos pronunciamientos muy modernos: STS 21 octubre 2001 (rec. 102/01) y 26 diciembre 2001 (rec. 4042/00). Ambos abordan la misma cuestión: si entre los créditos contemplados y protegidos por el art. 32 ET cabe incluir las indemnizaciones por fin de obra previstas en un Convenio Colectivo del ramo de la construcción. Como quiera que el criterio seguido es coincidente, y se desarrolla una reflexión parecida, estaremos primordialmente, por simples razones de simplicidad, a la primera sentencia, salvo que otra cosa se diga. A. Los antecedentes La sentencia de 21 octubre 2001 parte de estos antecedentes. La demanda del trabajador incluía tres partidas, previamente denegadas por el FGS: i/ indemnización por falta de preaviso, equivalente a 15 días de salario, igual a 73.920 pesetas; ii/ indemnización por fin de obra, equivalente al 4’5%, igual a 85.607 pesetas; iii/ 114 horas extraordinarias, equivalentes a 270.966 pesetas (habían sido reconocidas en vía previa solamente 80 horas extra). El Juzgado social dictó sentencia estimatoria de los tres conceptos pedidos. Entablada suplicación ante el TSJ del País Vasco, éste dictó sentencia de 21 noviembre 2000 en que estima parcialmente el recurso del FGS, pues excluye o suprime las partidas relativas a indemnización por falta de preaviso e indemnización por fin de obra. Ello da lugar a que el trabajador interponga recurso de casación para la unificación de doctrina, limitado a las indemnizaciones mencionadas. Propuso como sentencia de contraste la dictada por el TSJ de Castilla y León, sede de Bur- gos, cuya sentencia de 18 marzo 1999 servía como término de comparación respecto de la indemnización de fin de obra, que era lo decidido por la misma; pero no respecto de la indemnización por falta de preaviso, ausente en esa discusión. Por tanto, el recurso casacional queda limitado a la indemnización por fin de obra prevista en convenio colectivo. [La otra STS de 26 diciembre 2001contempla exclusivamente este concepto indemnizatorio]. B. La argumentación La sentencia que noticiamos lleva a cabo un razonamiento cuyos aspectos más salientes conviene retener, al par que añadir alguna observación de alcance estrictamente personal. 1.º) Posición (hipotética) sobre la eficacia inmediata del Convenio 173. En el FJ 2º se contrapone, de un lado, la tesis del recurrente FGS, y de otro, la existencia de sólidas razones en contra. El Abogado del Estado arguyó que estábamos ante un Tratado o Convenio sin autosuficiencia y por ende carente de aplicación directa (not self-executing); se apoyaba esencialmente en el art. 2, según el cual «las disposiciones del presente Convenio deberán aplicarse por vía legislativa, o por cualquier otro medio conforme a la práctica nacional». A ello responde el TS que, con «sólido apoyo doctrinal», cabría sostener lo contrario y afirmar la autosuficiencia del Convenio; ello ya se dijo respecto del Convenio 132, sobre vacaciones anuales pagadas, citándose al efecto la STS 21 diciembre 1992 (rec. 792/91). Llámase la atención sobre el contenido del art. 96.1 de la Constitución, y el art. 1.5 del Código civil, que fueron transcritos más arriba; concluyéndose que «no es pues aventurado afirmar que tales mandatos, constitucional y ordinario, constituyen, sin necesidad de desarrollo posterior, la vía de incorporación a que el art. 2 del Convenio condiciona su aplicación. Sin embargo de lo cual, añade en su comienzo el FJ 3º, que no resulta «imprescindible ni necesario... posicionarse en el debate doctrinal»; pues, aun REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 191 ESTUDIOS aceptando la autosuficiencia del Convenio, «tampoco puede alcanzarse la solución que la parte recurrente defiende en sintonía con la sentencia de contraste». 2º.) La comparación entre el texto del Convenio y el del Estatuto de los Trabajadores. En el FJ 3º se añade que el Conv. 173, en el art. 12.d) de la parte III (institución de garantía) habla de «las indemnizaciones por fin de servicios adeudadas a los trabajadores con motivo de la terminación de su relación de trabajo»; lo mismo se dice en el art. 6.d) de la parte II (privilegio). En cuanto al ET, en su art. 33.2 previene que el FGS «abonará indemnizaciones reconocidas como consecuencia de sentencia o de resolución administrativa a favor de los trabajadores a causa de despido o extinción de los contratos conforme a los artículos 50, 51 y 52.c) de esta Ley». Admite la Sala (FJ 4º) que una primera lectura de los preceptos mencionados podría inducir a pensar que no se trata de regulaciones homogéneas, sino que el art. 33 ET es más restrictivo que el art. 12.d) del Convenio 173, y que por consiguiente, deberían prevalecer las prescripciones del último. Pero no ocurre de ese modo: aun siendo literalmente distintos los términos utilizados, se refieren a los mismos créditos «de modo que el actual art. 33 ET se ajusta plenamente a las prevenciones del Convenio 173 y no precisa de más acomodación a la norma internacional». Como buen indicio de que es así, recuerda la L. 60/1997, de 19 diciembre, posterior a la ratificación española del Convenio, la cual no ha introducido en el art. 33 cambio alguna en el tema que tratamos [recordemos la redacción anterior: el FGS abonará «indemnizaciones reconocidas como consecuencia de sentencia o resolución judicial administrativa a favor de los trabajadores a causa de despido o extinción de los contratos conforme a los artículos 50 y 51 de esta Ley...»; la citada L. 60/1997 se limita a provocar una alteración por adición: «...a causa de despido o extinción de los contratos conforme a los artículos 50, 51 y 52.c) de esta Ley...»; con lo que plantea problemas 192 interpretativos ajenos a este punto de la exposición y que se subrayaron en su momento]. Aunque en realidad la argumentación principal del TS se extrae de dos Instrumentos de la propia OIT: I. El Convenio 158, de 2 junio 1982, sobre la terminación de la relación de trabajo por iniciativa del empleador, ratificado en el año 1985. El propio TS nos recuerda lo prevenido en su art. 3: «A los efectos del presente convenio, las expresiones ‘terminación’ y ‘terminación de la relación de trabajo’ significan terminación de la relación de trabajo por iniciativa del empleador». Y hace ver que estamos ante un «elemento interpretativo de primer orden» respecto del Convenio 173. «En términos generales, por emanar ambos de la misma OIT de la que cabe presumir que, para evitar riesgos interpretativos –así lo aconseja el amplio abanico de miembros, idiomas y culturas que acoge-, atribuye siempre, en la medida de lo posible, el mismo alcance y significado a los términos y conceptos que utiliza. Y más específicamente en este caso, por la íntima conexión que existe entre ambos Convenios, dado que el 158 regula los despidos y extinciones contractuales producidos por iniciativa del empleador, y el 173, en la parte que ahora interesa, determina las garantías que deben acompañar a las indemnizaciones legales que se derivan de la “terminación de la relación de trabajo”». Concluyendo que no es aventurado afirmar que, vista la identidad de términos utilizados en ambos Convenios, cuando el 173 habla de las indemnizaciones por fin de servicio adeudadas al trabajador con motivo de la «terminación de la relación de trabajo» se está refiriendo exclusivamente, y en concordancia con el Conv. 158, a las debidas cuando la terminación se produce «a iniciativa del empleador». Es decir, a los mismos supuestos, despidos, considerados éstos con la amplitud que entiende la jurisprudencia, y extinciones previstas en los artículos 50, 51 y 52.c) ET, que garantiza el art. 33. Supuestos que comprende –continúa– todas las decisiones extintivas de las relaciones de trabajo a REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN iniciativa del empresario, que dan derecho a indemnización, «pues también las acordadas a instancia del trabajador vía art. 50 obedecen a causas que tienen origen en una decisión del empresario, y de ahí que el número 2 de dicho precepto las equipare a efectos indemnizatorios al despido improcedente». II. La Recomendación núm. 180, que lleva el mismo título que el Convenio 173. Notoria es la diferencia entre ambos instrumentos. El Convenio, en cuanto pacto entre Estados soberanos, les obliga, frente a los demás, a conformar su legislación interna a los términos internacionalmente estipulados. La Recomendación equivale a una simple propuesta sin fuerza de obligar. De esta relación, la Sala entiende que «la Recomendación opera a modo de una interpretación auténtica de aquél [el Convenio] e ilustra plenamente sobre su contenido real». Teniendo por significativo que «además de reiterar [la Resolución] los créditos que ya enumera el Convenio, añade todos aquellos otros que también podrían ser objeto de garantía». Importa recordar literalmente los preceptos que la sentencia comentada compara y contrapone. El Convenio 173, parte III (institución de garantía), art. 12.d/, dice: deberá cubrirse al menos «las indemnizaciones por fin de servicios adeudadas a los trabajadores con motivo de la terminación de su relación de trabajo». La Recomendación, parte III (también sobre institución de garantía) dice en el apartado 9.1 que «la garantía debería proteger los siguientes créditos: ... f/ Las indemnizaciones por fin de servicios, las indemnizaciones por despido injustificado y otras sumas adeudadas al trabajador con motivo de la terminación de la relación de trabajo». En todo caso, se añade, «hay que seguir entendiendo que [el Convenio] se refiere exclusivamente a las terminaciones o extinciones contractuales debidas a la iniciativa del empleador» . Y a seguido se concluye «que si la Recomendación aconseja ampliar la garantía a las indemnizaciones ‘por fin de servicio’ –entre las que han de incardinarse, como ya hemos dicho, la aquí discutida de fin de obra– se debe a que el Convenio se limita sólo a las derivadas de su terminación por iniciativa del empleador; justamente las que, en nuestro ordenamiento, cubre el Fogasa según lo dispuesto en el art. 33.2 ET». 3.ª) La distinción entre indemnizaciones de origen legal y las de origen convencional colectivo. Parte el Alto Tribunal, en el FJ 5º, de que el Convenio 173, al imponer la protección por el mecanismo de una institución de garantía, no puede estar refiriéndose más que a indemnizaciones establecidas por el legislador en el país signatario. Entender lo contrario, es decir, que también se comprenden las indemnizaciones pactadas, equivaldría a dejar la institución de garantía, en sus diversos aspectos, incluido el financiero, «a disposición de la autonomía colectiva». Y equivaldría, además, a desconocer que el FGS es un organismo autónomo, sometido a los mandatos y límites fijados por el legislador. A este fin, añade que no puede desconocerse que la indemnización reclamada está apoyada en el Convenio Colectivo de la Construcción en Vizcaya. En la actualidad más cercana, sólo gozaría de apoyo en norma estatal, tras la promulgación del RDLey 5/2001, de 5 marzo, el cual, durante su tramitación parlamentaria, pasó a ser la L. 12/2001, de 9 julio. Ambas disposiciones llevan a cabo una reforma del art. 49.1.c/. Por cierto, que el tenor ha cambiado. En el RDL, el art. 49.1.c/ decía que el contrato se extingue por la realización de la obra o servicio. Con el añadido de que «a la finalización del contrato [...] el trabajador tendrá derecho a recibir una indemnización económica cuya cuantía se determinará en la negociación colectiva o en la norma específica que les sea de aplicación. En defecto de esta determinación de cuantía la indemnización será equivalente a la parte proporcional de la cantidad que resultaría de abonar ocho días de salario por cada año de servicio». En la Ley, el citado art. 49 dice: «A la finalización del contrato [...] el trabajador tendrá derecho a una indemnización de cuantía equiva- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 193 ESTUDIOS lente a la parte proporcional de la cantidad que resultaría de abonar ocho días de salario por cada año de servicio o a la establecida en su caso, en la normativa específica que sea de aplicación». La Sala entiende que la Ley camina a un establecimiento que ya no se liga, al menos expresamente, a la negociación colectiva. C. Observaciones críticas Los tres pilares argumentales sobre que se apoyan ambas sentencias dictadas en casación unificadora merecen la atención del lector y sugieren algunas observaciones. 1. Posición sobre la eficacia del Convenio 173 OIT. Hay que congratularse de que, aunque sea por la vía de la hipótesis, el Alto Tribunal haya admitido que el pacto internacional es susceptible de invocación y aplicación directas, al menos en el precepto más concernido por la discusión, que es el art. 12, donde se definen los créditos laborales que son objeto de protección por una institución de garantía, en particular, el apartado d), atinente a las indemnizaciones por fin de servicios (lo que cabría hacer extensivo al art. 6, que define de la misma manera los conceptos protegidos a través de un privilegio). De haberse sostenido la tesis contraria, a título de doctrina unificada, se habría configurado un grave obstáculo para una futura aplicación del Convenio, sobre todo cuando se discuta el significado de la expresión: «indemnizaciones por despido» que retiene el art. 32.3 ET y que se repite el texto del ALC. 2. La comparación entre los textos del Convenio y del ET. Para indagar el significado el Conv. 173, se liga con otro anterior, el Conv. 158 (de 1982), y con las definiciones que este segundo ofrece de las expresiones: «terminación» y «terminación de la relación de trabajo». Quizá hubiera sido preferible dejar de lado este Conv. 158, cuya finalidad es proteger al trabajador frente al terminación de la relación de trabajo, decretada unilateralmente por el empresario. Y estar a otro nexo de unión con pactos diferentes: protec- 194 ción frente a la insolvencia del empresario, según sugiere el Comité de Expertos, en una reciente publicación 20, alguno de cuyos pasajes fue transcrito más arriba. Siendo igualmente dudoso que quepa comparar el Convenio 173 con su Recomendación 187, con fines interpretativos del primero, aspecto en que quizá la atenta lectura de los trabajos preparatorios lleve a diferente conclusión, visto que la Conferencia, en su 79ª reunión (1992), trabajó sobre una propuesta de Convenio, que no aludía a las indemnizaciones por fin de servicios (cfr. art. 12), y una propuesta de Recomendación, que sí aludía a las mismas (cfr. punto 11.e/). Y lo que cabalmente se hizo por la Comisión de Créditos Laborales fue trasladar esta parte de la Recomendación al Convenio, dejando en aquélla, inexplicablemente, la indemnización por despido injusto o improcedente; en estas condiciones, malamente estamos ante Instrumentos dotados de virtualidad hermeneutica 21. 3. Distinción entre indemnizaciones de origen legal y las de origen convencional colectivo. Es posible que razones derivadas del solo derecho interno aconsejen diferenciar 20 Vid. Las normas internacionales del trabajo, cit. p. 284 ss. 21 Como se sabe, el Conv. 173 se aprobó por el procedimiento llamado de «doble discusión», es decir, a través de dos sesiones de la Conferencia Internacional de Trabajo. 1) Hubo una Conferencia primera en 1991, que es la núm. 78ª, a cuyo propósito se debe consultar: Protección de los créditos laborales en caso de insolvencia del empleador, Informe V (1), Conferencia Internacional de Trabajo, 78ª reunión, OIT, Ginebra, 1990, con 89 pp.; y un folleto con idéntico titulo, que es el Informe V (2), OIT, Ginebra, 1991, con 102 pp., más las Actas Provisionales, nº 20, con un Informe de la Comisión de Créditos Laborales, OIT, Ginebra, con 36 pp.- 2) La Conferencia segunda, en 1992, que fue la número 79ª, sobre la que puede verse: con el título genérico Protección de los créditos laborales en caso de insolvencia del empleador, Informe IV (1), OIT, Ginebra, 1991, con 16 pp; Informe IV (2A), OIT, Ginebra, 1992, con 106 pp; e Informe IV (2B), OIT, Ginebra, 1992, con 12 pp., más las Actas Provisionales núm. 25, OIT, Ginebra, 1992, con 45 pp. Su lectura es sumamente ilustrativa y aclara lo que en texto se quiere decir. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN unas y otras, y concluir que sólo las primeras están amparadas por el FGS. Cabe dudar, sin embargo, que esta distinción pueda entenderse apoyada y permitida por Conv. 173, del que más bien se deduciría lo contrario; para lo que de nuevo habría que remitir a los materiales que reflejan la elaboración del Convenio y su Recomendación, aludidos más arriba y relacionados en nota. En cualquier caso, no tiene mucho sentido que en salarios se admita cualquier estipulación paccionada, por elevada que sea la retribución, y que en indemnizaciones se sostenga lo contrario, cuando en realidad la defensa del FGS más bien radica en los limites máximos, y en la erradicación de actitudes fraudulentas. 2. El Derecho comunitario. Directiva 80/987/CEE, de 20 ctubre 1980, del Consejo, sobre aproximación de las legislaciones de los Estados Miembros relativas a la protección de los trabajadores asalariados en caso de insolvencia del empresario 2.1. Comparación entre Directiva 80/987/CEE y Convenio OIT núm. 173 Hemos visto que la protección de los trabajadores, en el derecho internacional laboral (OIT), cubría, desde el Conv. 173, los créditos laborales, expresión que comprende los salarios o retribuciones y las indemnizaciones por cese; protección que se buscaba por una doble vía, conjunta o alternativa: la asignación a dichos créditos de un privilegio, o la asunción de los mismos por una institución de garantía. Curiosamente, la protección de los trabajadores, en el Derecho comunitario, con esta Directiva 80/987/CEE, únicamente va referida a las retribuciones, y además, sólo a medio de una institución de garantía. En efecto: el art. 1.1 de la Directiva, sobre ámbito de aplicación, establece: «La presente Directiva se aplicará a los créditos a favor de los trabajadores asalariados, derivados de contratos de trabajo o de relaciones laborales, frente a empresarios que se encuentren en estado de insolvencia...» Y el art. 3.1, sobre la institución de garantía, concreta aquella genérica expresión de ‘créditos’, al decir: «Los Estados miembros adoptarán las medidas necesarias a fin de que las instituciones de garantía aseguren... el pago de los créditos impagados de los trabajadores asalariados que resulten de los contratos de trabajo o de relaciones laborales y que se refieran a la retribución correspondiente al periodo anterior a una fecha determinada». Esta Directiva será modificada pronto, parece, en puntos varios, que se contienen y razonan actualmente en el Documento 500PC0832. Pero no en extremos que afecten seriamente a lo que aquí se trata. 2.2. Los problemas más recientes en la aplicación judicial de la Directiva El TJCE tiene en trámite el Caso nº C442/00, Angel Rodríguez Caballero v. Fondo de Garantía Salarial, con origen en una cuestión prejudicial planteada por el TSJ de Castilla La Mancha, mediante Auto de 27 octubre 2000, recaído en el rollo 761/99. Se parte, como es habitual, de la existencia de dos reclamaciones del trabajador. En un primer proceso por despido, hubo avenencia ante el Magistrado, que incluía el abono de salarios de trámite, cuya fase de ejecución acaba en declaración de insolvencia. Y en un segundo proceso, el trabajador pretende frente al FGS el abono sustitutivo de tales salarios. Surge así el tema de fondo, donde aparece la incidencia constituida por la cuestión prejudicial, que versa sobre los salarios de trámite acordados en conciliación ante el Magistrado. El Fondo denegó la prestación, porque tales salarios, en cuanto fruto de una avenencia, no respondían a la exigencia plasmada en el art. 33.1 ET: el FGS abonará la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 195 ESTUDIOS «indemnización complementaria por salarios de trámite que, en su caso, acuerde la Jurisdicción competente». El juez de suplicación hace ver que la Directiva sólo habla de «créditos a favor de los trabajadores asalariados», limitándose a exigir: «a) que sea un crédito que tenga un origen laboral, derivado de la existencia de un contrato de trabajo o de una relación laboral; 2) que sea en favor de un trabajador; 3) que derive de la existencia de un estado de insolvencia empresarial...; 4) sin exigencia de que el título en que se reconozca la existencia del crédito sea necesariamente de naturaleza judicial». En consonancia con lo anterior, las cuestiones que se plantean son tres: «a) Si debe considerarse incluido dentro del concepto ‘créditos a favor de los trabajadores asalariados, derivados de contratos de trabajo o de relaciones laborales’, a que alude el art. 1.1 de la Directiva 80/987 [...] un concepto como el que se plantea en el litigio de referencia, de salarios de tramitación a abonar por la empresa al trabajador, derivados de la improcedencia de un despido.- b) En caso afirmativo, si el art. 1.1 de la mencionada Directiva 80/987 deriva la obligación de que, los créditos a favor de los trabajadores asalariados, deban ser fijados por resolución judicial, o por resolución administrativa, o si deben comprender todos aquellos créditos laborales reconocidos por cualquier otro procedimiento que sea legalmente constatable y que pueda ser controlable judicialmente, como ocurre con una conciliación, de intento obligatorio, alcanzada a presencia de un órgano judicial, que debe instarla de las partes antes de iniciar los trámites de juicio, así como aprobar su contenido, y puede rechazar su conclusión si considera su contenido constitutivo de lesión grave para alguna de las partes, de fraude de ley o de abuso de derecho.- c) Caso de entender que deben incluirse dentro de dicho concepto de créditos a favor de los trabajadores asalariados, los créditos de trámite pactados en conciliación realizada a presencia judicial y aprobada por dicha autoridad, si el órgano judicial interno que tiene que resolver el litigio, puede dejar de 196 aplicar la norma de derecho interno que excluye dicho crédito laboral del ámbito de responsabilidad de la institución estatal de garantía interna, el FGS, y aplicar directamente el contenido del art. 1.1 de la Directiva, por ser el mismo entendido como claro, preciso e incondicional». Es interesante consignar que, en el procedimiento prejudicial, la Comisión de las Comunidades Europeas ha formulado ya sus Observaciones Escritas, en 27 marzo 2001. En ellas pone de relieve que, ante todo, debe partirse del concepto de «retribución», que es protegido por la Directiva; que la legislación española prevé expresamente que la retribución del trabajo, a los efectos de la garantía que asume el FGS, cubre la indemnización complementaria por salarios de tramitación; que, aunque no existen criterios fijados por la Directiva, y es amplio el margen deferido a los Estados Miembros, «no hay que olvidar que las modalidades de aplicación adoptadas por [aquéllos] deben en todo caso respetar los principios generales del Derecho comunitario y no deben en ningún caso ir en contra de la finalidad social de la Directiva ni comprometer el efecto útil de la misma»; que la Comisión estima que los elementos anteriores parecen indicar que no existe una justificación objetiva de la diferencia de trato del reconocimiento de los salarios de tramitación según que hayan sido fijados en sentencia judicial o en el acto de conciliación, pero, al tratarse de la interpretación de los efectos de uno y otro procedimiento conforme a la legislación española, corresponde al juez nacional decidir a la luz de los criterios enunciados por la Comisión [en otro lugar de su escrito] si tal situación carece efectivamente de justificación objetiva». Finalmente, y como Conclusión, propone al TJCE responder de la manera siguiente: 1. Visto el tenor de la legislación española, los salarios de trámite están incluidos en la noción de ‘créditos a favor de los trabajadores’, del art. 1.1 de la Directiva.- 2. La finalidad social de la Directiva y el principio de igualdad de trato exigen sean tratados de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN la misma manera los créditos a favor de los trabajadores del mismo tipo reconocidos en procedimientos legales de efectos equivalentes, porque de otro modo se estaría comprometiendo el efecto útil de la Directiva; aunque corresponde al órgano jurisdiccional nacional determinar si existen criterios objetivos que justifiquen la diferencia mencionada.- 3. Si el órgano jurisdiccional nacional concluye la inexistencia de tales criterios objetivos de justificación, dicho órgano «puede dejar de aplicar, si es preciso, la disposición contraria de la legislación nacional». El Organo de Vigilancia de la AELC, en 26 marzo 2001, emitió su parecer, concluyendo que el TJCE debería responder: «a) un crédito que tiene su origen en un despido y, por tanto, en una relación laboral, se halla comprendido dentro del concepto de ‘créditos a favor de los trabajadores asalariados’ recogido en el art. 1.1. de la Directiva.- b) El Derecho comunitario se opone a la aplicación de una norma procesal nacional que, en circunstancias como las que concurren en el procedimiento principal, produce el efecto de privar a los trabajadores asalariados del derecho a una garantía». El propio TSJ Castilla La Mancha, en pleitos posteriores y análogos, ha decidido, por razones de economía y celeridad que invoca, pronunciarse sobre el fondo, sin esperar a que sea resuelta la cuestión prejudicial, siendo de citar la Sentencia de 18 diciembre 2001 (rollo 1665/00). Sostiene que el art. 33.1, en cuanto a salarios de trámite, no se acomoda a la Directiva; por lo que extiende la protección del FGS a salarios de trámite que hayan sido establecidos en una conciliación, previa o judicial. PARTE CUARTA: EL ANTEPROYECTO DE LEY CONCURSAL DE 2001 Y SU INCIDENCIA EN LO LABORAL No es el presente escrito, dada su naturaleza y finalidad, lugar adecuado para abordar la exposición y crítica de lo que todavía es una norma proyectada, cuyo texto definitivo, a proponer en las Cortes, no conocemos todavía. De ahí que se tenga por suficiente incluir unas muy breves indicaciones. 1. Los materiales sobre normas proyectadas La L. 1/2000, de 7 enero, de Enjuiciamiento Civil, establecía en su disposición final 19ª: «Proyecto de Ley Concursal. En el plazo de seis meses a contar desde la fecha de entrada en vigor de esta Ley, el Gobierno remitirá a las Cortes un proyecto de Ley Concursal». Aquella Ley procesal fue publicada en el BOE del siguiente día 8. Entró en vigor al año de su publicación en el periódico oficial (DF 21ª), es decir, el día 8 enero 2001. Por tanto, los seis meses de referencia vencieron, salvo error, el pasado día 8 de julio 2001. Y el Ministerio de Justicia insistió, parece, en que ese plazo se cumpliría. Hasta el momento ha aparecido un último «Anteproyecto de Ley Concursal», fechado en 8 septiembre 2001, al que se añade un «Anteproyecto de Ley Orgánica para la Reforma Concursal por la que se modifican la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial, y la Ley Orgánica 10/1995, del Código Penal», redactado presumiblemente en fecha anterior, vistas ciertas discordancias con el primero. Ya han emitido dictamen, por este orden, el CGPJ, y el CES. Está en curso de preparación el dictamen del Consejo de Estado. El Anteproyecto de Ley Concursal (ALC) cuenta con una amplia Exposición de Motivos; 231 artículos, encuadrados en IX Títulos; 3 disposiciones adicionales; 2 disposiciones transitorias; 1 disposición derogatoria única; y 32 disposiciones finales. La LO para la Reforma Concursal estructura la planta judicial que atenderá los futuros procedimientos concursales, mediante la creación de los Juzgados de lo Mercantil. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 197 ESTUDIOS 2. La legislación proyectada y el art. 32 ET: etapas previstas El ALC afecta a puntos varios de carácter laboral. Sólo interesa aquí las repercusiones en el art. 32 ET (protección privilegiada de los créditos laborales) pues el art. 33 (protección por institución de garantía) no se ve afectado ni mencionado. En realidad, la norma estatutaria pasará por estas tres etapas: Primera: la actual. Seguirá con su vigor de hoy hasta que el ALC se convierta en verdadera Ley positiva. Siendo oportuno advertir que carece de todo fundamento la actitud de algunos Juzgados de lo social, que han comenzado ya a inhibirse de ejecuciones en trámite, a favor del juez civil que sustancia un procedimiento universal; lo que llevan a cabo, no obviamente en aplicación del ALC, sino de la LEC 2000, art. 98; precepto inútil al respecto, porque que la nueva Ley común no ha derogado el ET, art. 32, sino que ello se reserva, según muestra paladinamente el ALC, para una nueva y futura ley concursal, si llegara a aprobarse. Segunda: la que comenzará con la promulgación y entrada en vigor de esa futura Ley Concursal. Hay que distinguir cuidadosamente: a) los procedimientos de concurso, en que se estará a sus propias normas sobre preferencia y prelación de créditos, muy diferentes a las del art. 32, que quedaría a estos fines derogado.- b) las ejecuciones y apremios singulares, en los que seguirá aplicándose el art. 32; pero no el que hoy aparece en el ET, sino aquel otro texto que ofrece la DF 14ª del ALC; sustancialmente, es la misma, con la natural exclusión del núm. 5, sobre ejecuciones separadas, que desaparecerían. Tercera: el propio ALC previene, en su DF 30ª: «Proyecto de Ley reguladora de la concurrencia y prelación de créditos. En el plazo de tres meses a contar desde la entrada en vigor de esta Ley [concursal], el Gobierno remitirá a las Cortes Generales un proyecto de Ley reguladora de la concurrencia y prelación de créditos en caso de ejecuciones singulares». Quiere decirse que, a partir de la vigencia de esta 198 segunda Ley, se estará a los nuevos cuadros de preferencia y prelación de créditos, que pueden coincidir, o no, con el texto del art. 32. Aunque para este momento aun faltan varios años. 3. El ALC y el actual art. 32 ET: variaciones Una vez que la nueva LC sea norma vigente, en los procedimientos concursales (no en las ejecuciones singulares) el actual art. 32 sufre modificaciones de trascendencia. Primera: ante todo, desaparece la llamada ejecución separada (es decir, ejecución social separada de una concursal civil coetánea), hoy prevista en el art. 32.5. Luego cualquier crédito de los trabajadores habrá de hacerse efectivo en el interior del concurso. Es más: el futuro Juez mercantil será además competente en cualquier litigio social de consecuencias patrimoniales, incluida la fase de cognición (despidos, accidentes de trabajo con responsabilidad empresarial, incrementos por falta de medidas de seguridad, etc.) Segunda: en el plano sustantivo, y dentro de un concurso, se repite, desaparecen: la preferencia general extraordinaria o superprivilegio (art. 32.1) y la preferencia especial refaccionaria o sobre «objetos elaborados» (art. 32.2). Tercera: los créditos laborales, a efectos de preferencia y prelación, son objeto de distinciones varias, cuyo detalle no es de este lugar 22. El resultado final, forzoso es decirlo, es muy desfavorable para los trabajadores. Cuando menos debió propiciarse un debate sobre alternativas útiles al privilegio procesal de la ejecución separada; y explicarse las razones –si las hay, cosa muy dudosa– que aconsejan ineludiblemente suprimir los privilegios sustantivos aludidos (superprivilegio, privilegio sobre objetos elaborados). 22 Entre otras publicaciones mías, vid. Rios: «El Anteproyecto de Ley Concursal y los trabajadores: ¿Requiem por el art. 32 de su Estatuto?», en Revista de Derecho Social, nº 14, abril-junio 2001, p. 57-75. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN RESUMEN: En la legislación nacional, y en las normas de derecho internacional laboral (OIT) y de Derecho Comunitario, se intenta proteger los créditos de los trabajadores en caso de insolvencia del empresario. Los mecanismos arbitrados han sido, sucesivamente, dos: primero, el privilegio; y después, una institución pública de garantía. En nuestro Estatuto de los Trabajadores, versión refundida de 1995, el art. 32 es el encargado de conferir ese privilegio, o preferencia frente a otros créditos del empresario deudor común. Mientras que el art. 33 establece, prosiguiendo precedentes anteriores, la institución de garantía, que es el llamado precisamente Fondo de Garantía Salarial, organismo público que asume créditos por salarios y por indemnizaciones debidas por extinción del contrato, caso de insolvencia del empleador. El mismo esquema presenta, en el Derecho Internacional del Trabajo, el Convenio 173, OIT, de 1992. También, la aun vigente Directiva Comunitaria 80/987/CEE, aunque en la misma sólo se ha retenido la segunda modalidad: protección por una institución de garantía. En las líneas precedentes se estudia ambas figuras, y primordialmente se ofrece una información jurisprudencial sobre su significado y utilización. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 199 Contratas y subcontratas: jurisprudencia unificadora FERNANDO SALINAS MOLINA * 1. INTRODUCCIÓN: RESPONSABILIDAD EMPRESARIAL EN CONTRATAS Y SUBCONTRATAS E l Estatuto de los Trabajadores, bajo el epígrafe de «garantías por cambio de empresario», regula conjuntamente tres figuras, distintas pero interrelacionadas, en concreto la «subcontratación de obras y servicios» 1 (art. 42 ET), la «cesión de trabajadores» (art. 43 ET) y la «sucesión de empresa» (art. 44 ET). Del análisis de la jurisprudencia unificadora en esta materia se evidencia el existente desfase e insuficiencia normativa para articular aspectos trascendentes de estos singulares fenómenos económico-jurídicos en rápida evolución y desarrollo, especialmente en temas de contratas y sucesión empresarial, así como que la defensa de los derechos e intereses dignos de protección en juego no siempre se alcanzan a través de la aplicación judicial de normas inadecuadas. * Magistrado de la Sala IV del Tribunal Supremo. 1 Nueva redacción establecida por el art. 2.1 Ley 12/2001 de 9-VII, de medidas urgentes de reforma del mercado de trabajo para el incremento del empleo y mejora de su calidad. Con anterioridad el epígrafe del art. 42.ET era el de «responsabilidad empresarial en caso de subcontratas de obras o servicios». Desafortunadamente de estas reflexiones no se ha hecho eco plenamente la denominada «reforma laboral de 2001», pues el Real Decreto-Ley 5/2001 de 2-III (BOE 3-III y 24III), sustituido por la Ley 12/2001 de 9-VII (BOE 10-VII), de Medidas urgentes de Reforma del Mercado de Trabajo para el incremento del empleo y la mejora de su calidad, aunque modifica el art. 42 ET, relativo a la «subcontratación de obras y servicios», lo efectúa con la única y esencial finalidad, destacada en su preámbulo, de reforzar las garantías en los supuestos de contratación, pero sólo lo efectúa, sin incidir en la problemática de fondo, a través «de una mejora de los instrumentos de información de los trabajadores y sus representantes que permita dotar a estas situaciones laborales de la debida transparencia y seguridad jurídica»; lo que ni siquiera se ha entendido doctrinalmente como suficiente para permitir una acción de control real y eficaz de los representantes de los trabajadores sobre las condiciones en que se ha realizado el concierto interempresarial y las condiciones de trabajo en la empresa contratista y subcontratista 2, por lo que, en conclusión, incluso después de la Ley 12/2001, cabe seguir afirmando que la disciplina de contra- 2 En este sentido, MONEREO PÉREZ, J.L. y ÁLVAREZ MONTERO, A. («La reforma del art. 42 del ET: ¿se ha operado una verdadera reforma de envergadura en virtud de la Ley 12/2001», Temas Laborales, 6/2001, pags. 271 a 328, en esp. pag. 327). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 201 ESTUDIOS tas y subcontratas sigue siendo una regulación insegura y obsoleta para dar respuesta con la seguridad jurídica necesaria y con herramientas acordes a la realidad de la organización del tejido productivo actual 3. 2. NORMATIVA OBJETO DE INTERPRETACIÓN JURISPRUDENCIAL: REFORMA EX RDL 5/2001 Y LEY 12/2001 A la «subcontratación de obras o servicios» dedica el Estatuto de los Trabajadores su art. 42 (reformado ex RDL 5/2001 y Ley 12/2001), en el que se establecen las especificas obligaciones y derechos de los empresarios y trabajadores intervinientes en contratas o subcontratas, tanto en materia laboral como de Seguridad Social, disponiendo que: 1. «Los empresarios que contraten o subcontraten con otras la realización de obras o servicios correspondientes a la propia actividad de aquéllos deberán comprobar que dichos contratistas están al corriente en el pago de las cuotas de la Seguridad Social. Al efecto, recabarán por escrito, con identificación de la empresa afectada, certificación negativa por descubiertos en la TGSS, que deberá librar inexcusablemente dicha certificación en el término de 30 días improrrogables y en los términos que reglamentariamente se establezcan 4. Transcurrido este plazo, quedará exonerado de responsabilidad el empresario solicitante». 2. «El empresario principal, salvo el transcurso del plazo antes señalado respecto a la Seguridad Social, y durante el año siguiente a la terminación de su encargo, responderá solidariamente de las obligaciones 3 Así lo afirmaba RIVERO LAMAS, J. («La descentralización productiva y las nuevas formas organizativas», VV.AA., Madrid, 2000, pags., 19 y ss.). 4 Lo transcrito en cursiva ha sido adicionado por RDL 5/2001 y Ley 12/2001. 202 de naturaleza salarial contraídas por los contratistas y subcontratistas con sus trabajadores y de las referidas a la Seguridad Social durante el período de vigencia de la contrata [... «con el límite de lo que correspondería sí se hubiere tratado de su personal fijo en la misma categoría o puestos de trabajo» ...* 5 inciso suprimido por RDL 5/2001 y Ley 12/2001]. No habrá responsabilidad por los actos del contratista cuando la actividad contratada se refiera exclusivamente a la construcción o reparación que pueda contratar un cabeza de familia respecto de su vivienda, así como cuando el propietario de la obra o industria no contrate su realización por razón de una actividad empresarial». 3. «Los trabajadores del contratista o subcontratista deberán ser informados por escrito por su empresario de la identidad de la empresa principal para la cual estén prestando servicios en cada momento. Dicha información deberá facilitarse antes del inicio de la respectiva prestación de servicios e incluirá el nombre o razón social del empresario principal, su domicilio social y su NIF. Asimismo, el contratista o subcontratista deberán informar de la identidad de la empresa principal a la TGSS en los términos que reglamentariamente se determinen» [nº adicionado por RDL 5/2001 y Ley 12/2001]. 4. «Sin perjuicio de la información sobre previsiones en materia de subcontratación prevista en el art. 64.1.1º de esta Ley, cuando la empresa concierte [«concluya» en RDL 5/2001] un contrato de prestación de obras o servicios con una empresa contratista o subcontratista, deberá informar a los representantes legales de sus trabajadores sobre los siguientes extremos: 5 Lo transcrito en cursiva ha sido adicionado por RDL 5/2001 y Ley 12/2001. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 FERNANDO SALINAS MOLINA a) Nombre o razón social, domicilio y NIF de la empresa contratista o subcontratista. b) Objeto y duración de la contrata. c) Lugar y ejecución de la contrata. d) En su caso, número de trabajadores que serán ocupados por la contrata o subcontrata en el centro de trabajo de la empresa principal. e) Medidas previstas para la coordinación de actividades desde el punto de vistas de la prevención de riesgos laborales» [nº adicionado por RDL 5/2001 y Ley 12/2001]. 5. La empresa contratista o subcontratista deberá informar igualmente a los representantes legales de sus trabajadores, antes del inicio de la ejecución de la contrata, sobre los mismos extremos a que se refiere el apartado 4 anterior y las letras b) a e) del apartado 5» [nº adicionado por RDL 5/2001 y Ley 12/2001]. En realidad, como ha destacado la doctrina 6, los cambios efectuados en el art. 42 ET, tras la reforma ex RDL 5/2001 que la Ley 12/2001 conserva, son cinco: en primer lugar, se modifica el rótulo del precepto, que pasa de denominarse «responsabilidad empresarial en caso de subcontrata de obras o servicios» a encabezarse «subcontratación de obras o servicios»; en segundo lugar, se introduce que la certificación a expedir por la TGSS habrá de libarse por ésta «en los términos que reglamentariamente se establezcan»; en tercer lugar, se amplia, aparentemente, el ámbito subjetivo de la responsabilidad solidaria que se impone al empresario principal, que no se 6 En este sentido, DÍAZ DE RÁBAGO VILLAR, M. («El nuevo marco legal de las contratas y subcontratas. La sucesión de empresa», ejemplar mecanografiado, en prensa, XIII Jornadas Catalanas de Derecho Social, Girona, febrero 2002). extiende sólo a las obligaciones contraídas por los «subcontratistas» con la seguridad social y con sus trabajadores (limitadas éstas, a las salariales), sino que también abarca a la de los «contratistas»; extensión de responsabilidad solidaria que también afecta a su ámbito objetivo, puesto que desaparece el límite salarial que el precepto original establecía («lo que correspondería si se hubiese tratado de su personal fijo en la misma categoría o puestos de trabajo»); finalmente, introduce tres nuevos apartados imponiendo determinadas obligaciones de naturaleza informativa al empresario que ejecuta la contrata, en relación con sus propios trabajadores, con los representantes legales de éstos y con la TGSS, y al empresario principal, respecto a los representantes legales de sus trabajadores. 3. CONTRATAS, SUBCONTRATAS Y DESCENTRALIZACIÓN PRODUCTIVA Nuestro ordenamiento no ha establecido un concepto jurídico laboral de «contrata» o «subcontrata», destacándose doctrinalmente 7 7 Esta materia ha sido estudiada, entre otros, por DESDENTADO BONETE, A. («Responsabilidad en materia de prestaciones. Derecho de la Seguridad Social», Valencia, 1997); GARCÍA PAREDES, Mª.L. («La subcontratación de obras y servicios», Cuadernos de Derecho Judicial, tomo XXII, 1994); MARTÍN VALVERDE, A. («La protección jurídica del trabajo en contratas: delimitación de los supuestos de hecho», Cuadernos de Derecho Judicial, tomo XXII, 1994); MARTÍNEZ EMPERADOR, R. («El Estatuto de los Trabajadores y la responsabilidad empresarial en caso de subcontratas de obras y servicios», IES, Madrid); MARTÍNEZ GARRIDO, L.R. («Tratamiento laboral de la contratación y subcontratación entre empresas», Barcelona, 1998); MARTÍN VALVERDE, A. («Responsabilidad empresarial en caso de subcontrata de obras o servicios», en «Comentarios a las Leyes Laborales. El Estatuto de los Trabajadores», Tomo VIII, Madrid, 1982); MOLINER TAMBORERO, G. («Las contratas y subcontratas desde la jurisprudencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo», en VV.AA., «Descentralización productiva y protección del trabajo en contratas», Valencia, 2000, pags. 421 y ss.); RODRÍGUEZ-PIÑERO Y BRAVO-FERRER, M. («Interposi- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 203 ESTUDIOS como notas diferenciadoras de esta figura frente a los supuestos de cesión directa de trabajadores, lícita o ilícita, las de que ahora se está ante una cesión indirecta, en que la transmisión se realiza respecto de los resultados y no de la actividad misma, así como en que es esencial que el contratista asuma los riesgos, obligaciones y responsabilidades propias de la condición de empresario y que tenga una organización y gestión propias. La «contrata» se ha definido como aquel tipo contractual «en virtud del cual una parte llamada contratista, asume la obligación de realizar una obra o servicio determinados a favor del empresario principal o comitente, que asume a su vez la obligación de pagar por ello un precio» 8, y la «subcontrata» como «el acuerdo contractual por el que un contratista o titular de un encargo de contrata encomienda a otro contratista la ejecución de determinadas obras o servicios que forman parte del encargo productivo más complejo que aquél se ha comprometido a realizar» 9. A pesar de la imprecisión del precepto regulador, - mejorado tras la reforma ex RDL 5/2001 y Ley 12/2001 que reitera y unifica los términos «contratista y subcontratista» -, puede defenderse que la responsabilidad solidaria ex art. 42.2 ET alcanza a todos los empresarios implicados en una eventual cadena de contratas y subcontratas respecto de las obligaciones de los empresarios sucesivos 10, debiendo asución y trabajo en contratas a través de la jurisprudencia», en VV.AA., «Estudios de Derecho del Trabajo en memoria del Profesor Bayón Chacón», 1980, pags. 69 y ss.); SALINAS MOLINA, F. («Contratas y subcontratas en la jurisprudencia unificadora», Revista Derecho Social, nº 5/1999); T OLOSA T REVIÑO , C. («La responsabilidad empresarial por contratas y subcontratas», Revista Relaciones Laborales, 1998, nº 13, pags. 9 a 27). 8 MARTÍNEZ GARRIDO, L.R. (op. cit., pag. 17). 9 MARTÍN VALVERDE, A. (VV.AA., cit., pag. 107). 10 Sobre esta cuestión, RODRÍGUEZ-PIÑERO y BRAVOFERRER. M. («Cadena de contratas y responsabilidad del empresario principal», Relaciones Laborales, 1996-I, pags. 43 a 50; «Encadenamiento de contratas y transmisión de empresa», RL, 1996/15, pags. 1 a 8). 204 mir los primeros las consecuencias de su dejación en la elección de los segundos o sucesivos. Las contratas y subcontratas constituyen, –junto con los fenómenos de los grupos de empresas, la franquicia, el teletrabajo, el contrato de puesta a disposición de trabajadores entre empresas de trabajo temporal (ETT) y empresas usuarias o las nuevas formas de arrendamientos de servicios–, figuras en creciente expansión y utilización ante la irrupción de la denominada «descentralización productiva» empresarial 11, defendiéndose que la libertad de empresa ex art. 38 CE comporta el permitir al empresario la opción de elegir su forma de organización productiva y decidirse por la externalización o desplazamiento hacia otras empresas de determinadas partes o actividades del ciclo de su actividad empresarial, si bien el ejercicio de tal derecho debe limitarse para conjugarlo con los derechos laborales, sindicales y de seguridad social de los trabajadores y precisarse para evitar que tal forma de actuación empresarial encubra un fraude de ley. En esta línea por la jurisprudencia social, se ha declarado: a) En términos generales, que «el ordenamiento jurídico no contiene ninguna prohibición general que impida al empresario recurrir a la contratación externa para inte- Entre otros, SÁNCHEZ FIERRO, J. («El fenómeno de la descentralización productiva», Cuadernos de Derecho Judicial, XXII, CGPJ, 1994, pags. 9 a 21), CRUZ VILLALÓN, J. («Descentralización productiva y responsabilidad laboral por contratas y subcontratas», Relaciones Laborales, 1992-I, «Descentralización productiva y sistema de relaciones laborales», R.T.S.S., 1994, nº 13); MARTÍN VALVERDE, A. («El discreto retorno del arrendamiento de servicios. Cuestiones actuales del Derecho del Trabajo», Madrid, 1990); BLAT GIMENO, F. («Análisis jurídico laboral de la descentralización productiva», tesis doctoral). Sobre el teletrabajo, sus aspectos jurídicos y sus implicaciones sociales, cabe destacar los diversos estudios publicados en el nº 11/1998 de la Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (Economía y sociología). 11 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 FERNANDO SALINAS MOLINA grar su actividad productiva y así lo reconoce el art. 42.1 ET cuando se refiere a la contratación o subcontratación para “la realización de obras o servicios correspondientes a la propia actividad de la empresa”, lo que supone que, con carácter general, la denominada descentralización productiva es lícita, con independencia de las cautelas legales e interpretativas necesarias para evitar que por esta vía puedan vulnerarse derechos de los trabajadores» (STS/IV 27-X-1994 -RCO 3724/1993). b) La finalidad del art. 42 ET «es garantizar que los beneficiarios del trabajo por cuenta ajena respondan de todas las contraprestaciones inherentes al mismo, evitando que el lucro que de el puedan obtener vaya en perjuicio de la protección social del trabajador» (STS/IV 17-V-1996 -recurso 1902/1995). Este principio que cabe configurarlo como esencial, observaremos, sin embargo, que la propia jurisprudencia no lo ha desarrollado en toda su amplitud, en especial cuando de la interpretación del término obligaciones de naturaleza «salarial» ex art. 42.2 ET se ha tratado. c) «La relación entre empresas o entidades que genera la responsabilidad por deudas salariales no es cualquier relación de colaboración productiva, sino que ha de ser, atendiendo a la finalidad del art. 42 ET, una relación especial de descentralización productiva o subcontratación sobre la propia actividad entre una empresa principal y una empresa auxiliar o subsidiaria» (STS/IV 29-X-1998 recurso 1213/1998). d) Por último, si bien con el carácter de «obiter dicta», –al no resolverse sobre la cuestión de fondo planteada por falta del requisito de la contradicción ex art. 217 LPL entre la sentencia recurrida y la invocada como de contraste–, se ha interpretado, en orden a la incidencia de la descentralización productiva de la empresa a través de contratas civiles como posible causa legitimadora de una decisión extintiva de la relación laboral ex art. 52.c) ET, que únicamente si se demuestra que la utilización de la contrata es un medio hábil para asegurar la viabilidad empresa o su competitividad puede jugar como causa legitimadora de la decisión extintiva, siendo decisorio que la descentralización constituya una medida racional en términos de eficacia de la organización productiva y no un simple medio para lograr un incremento del beneficio empresarial (entre otras, SSTS/IV 21-III1997 -recurso 3755/1996 y 30-IX-1998 -recurso 4489/1997). 4. NIVELES DE RESPONSABILIDAD EMPRESARIAL: ESQUEMA La multiplicidad de supuestos de subcontratación de obras o servicios origina numerosos conflictos jurídicos para determinar el contenido y alcance de la responsabilidad del empresario principal o comitente por las obligaciones, tanto laborales como de Seguridad Social, que contrae el subcontratista o subcontratistas sucesivos con los trabajadores a su servicio utilizados para la contrata. En orden a los niveles de responsabilidad empresarial en materia de contratas y subcontratas, del art. 42 ET en relación con los arts. 104.1 y 127.1 LGSS/94, se deduce la existencia de cuatro supuestos de contratación de obras o servicios con diversas consecuencias en orden a la responsabilidad empresarial. En concreto: a) Un primer supuesto de total exoneración de responsabilidad del empresario principal o comitente por actos del empresario contratado o subcontratado, tanto en materia salarial como de Seguridad Social, y tanto solidaria como subsidiaria por insolvencia del contratista, «cuando la actividad contratada se refiera exclusivamente a la construcción o reparación que pueda contratar un cabeza de familia respecto de su vivienda» (arts. 42.2.II ET. 104.1 y 127.1.II LGSS/94) haciendo notar la doctrina que no se exceptúa el supuesto de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 205 ESTUDIOS construcción de nueva vivienda 12. Siendo dable defender, al menos y en su caso, la aplicación en favor de los trabajadores del art. 1597 del Código Civil, en el que se establece que «los que ponen su trabajo y materiales en una obra ajustada alzadamente por el contratista, no tienen acción contra el dueño de ella sino hasta la cantidad que éste adeude a aquél cuando se hace la reclamación». b) Un segundo supuesto (de dudosa aplicabilidad, pues es difícil imaginar estos contratos que no tengan conexión con la actividad empresarial 13): «cuando el propietario de la obra o industria no contrate su realización por razón de una actividad empresarial». Existe una exoneración total del empresario principal o comitente por responsabilidades salariales del contratistas o subcontratista; pero, con respecto a las obligaciones de Seguridad Social incumplidas por el contratista, el dueño de la obra, si bien no tiene responsabilidad solidaria, mantiene la responsabilidad subsidiaria si el empresario contratado fuera declarado insolvente (art. 42.2.II ET, 104.1 y 127.1.I LGSS/94). El precepto estatutario citado no establece, pues, en este caso la responsabilidad, solidaria ni subsidiaria, del empresario principal en materia salarial y sin perjuicio, en su caso, de la posible aplicación del citado art. 1597 Código Civil en orden al ejercicio de acciones por parte de los trabajadores. c) Un tercer supuesto (con análogas consecuencias que el anterior): cuando el propietario de la obra o industria contrate su realización por razón de una actividad empresarial pero la obra o servicio contratado no corresponda «a la propia actividad» del empresario principal. Igual que en el supuesto anterior, se exonera al empresario principal de responsabilidad solidaria respecto a 12 ALARCÓN CARACUEL, M.R. y GONZÁLEZ ORTEGA, S. («Compendio de Seguridad Social», Madrid, 1991, pág. 141). 13 MARTÍNEZ GARRIDO, L.R. (op. cit.). 206 las obligaciones de Seguridad Social incumplidas por el contratista, manteniéndose su responsabilidad subsidiaria (art. 42.2.II ET, 104.1 y 127.1.I LGSS/94). Tampoco el precepto estatutario citado establece en este supuesto la responsabilidad, solidaria ni subsidiaria, del empresario principal en materia salarial y sin perjuicio, en su caso, de la posible aplicación del citado art. 1597 Código Civil. d) Por último, –el más frecuente e importante, en cuanto ahora nos interesa–, un cuarto supuesto: cuando el empresario o los empresarios principales «contraten o subcontraten con otros la realización de obras o servicios correspondientes a la propia actividad de aquéllos». Existe aquí responsabilidad solidaria del empresario principal en materia de Seguridad Social, pero siendo esta responsabilidad solidaria (no la subsidiaria ex arts. 104.1 y 127.1 LGSS/94) exonerable en el caso de demora o no libramiento por parte de la TGSS de la certificación referida en la norma estatutaria, la que en este extremo debe ser objeto de desarrollo reglamentario como ha previsto la reforma laboral ex RDL 5/2001 y Ley 12/2001; teniendo esa responsabilidad limitaciones temporales, respecto al plazo de exigibilidad «durante el año siguiente a la terminación de su encargo» 14,15 y al período de haberse contraído las obligaciones por los subcontratistas «durante el período de vigencia de la contrata», pero ahora ya no cuantitaSe defiende doctrinalmente (MARTÍNEZ GARRIDO) que ese plazo de un año es una repetición del art. 59 ET, por lo que sólo afectaría a las obligaciones salariales pero no a las de Seguridad Social, para las que debería estarse al plazo de cinco años ex arts. 21 y 43 LGSS. 15 Entiende un sector doctrinal que tienen distintos plazos de prescripción la responsabilidad solidaria y la responsabilidad subsidiaria empresarial, señalando que para la primera es un año a partir de la terminación del encargo (art. 42.2 ET), pero que para la subsidiaria juegan los plazos que la Ley marca para hacer valer frente a la Entidad Gestora el derecho al reconocimiento de las prestaciones: cinco años a partir del día siguiente al hecho causante (ALARCÓN CARACUEL, M.R. y GONZÁLEZ ORTEGA, S., op. cit., pag. 141). 14 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 FERNANDO SALINAS MOLINA tivas pues la concreción «con el límite de lo que correspondería si se hubiere tratado de su personal fijo en la misma categoría o puestos de trabajo» ha sido suprimida por el RDL 5/2001 y la Ley 12/2001(arts. 42.1 y 2 ET reformados por RDL 5/2001 y Ley 13/2/2001, 104.1 y 127.1.I LGSS/94). Parece defendible sostener que la finalidad de este último precepto es la disuasoria de concertar las contratas o subcontratas con empresarios de insolvencia dudosa, por lo que el empresario principal debe exigir que el contratista o subcontratista esté al corriente en el pago de las cuotas de Seguridad Social 16, pero no se establece, como afirma un sector doctrinal, una prohibición legal de contratación con las empresas deudoras de la Seguridad Social 17. No existirá exoneración de la responsabilidad solidaria si no se pide la referida certificación a la TGSS o si ésta se expide indicando la existencia de descubiertos empresariales y pese a ello se contrata o subcontrata con el empresario correspondiente. 5. CONCESIONES ADMINISTRATIVAS El régimen legal ex art. 42 ET de responsabilidad empresarial en caso de subcontratas de obras y servicios es aplicable no sólo al supuesto de hecho de contratas o subcontratas de naturaleza privada sino también a las concesiones administrativas siempre que generen la gestión indirecta del servicio; tratándose de contratos administrativos efectuados por la Administración que adjudican la realización de un servicio público a un tercero y que suponen negocios jurídicos correspondientes a la espera pública, rechazándose, jurisprudencialmente, la tesis de que la Administración, por no ser empresaria, no 16 En este sentido, MARTÍNEZ EMPERADOR y MARTÍNEZ GARRIDO (ops. cits.), DÍAZ DE RÁBAGO VILLAR, M. (op. cit.).. 17 En esta línea interpretativa, MARTÍN VALVERDE (op. cit.). podría asumir el papel de principal en una contrata. Esta línea interpretativa se inicia en la jurisprudencia unificadora a partir de la STS/IV 15-VII-1996 (recurso 1089/1996), seguida, entre otras, por las SSTS/IV 27-IX1996 (recurso 176/1996), 18-XI-1996 (recurso 1004/1996), 14-XII-1996 (recurso 3462/1995), 23-XII-1996 (recurso 1544/1996), 31-XII1996 (recurso 2385/1996), 3-III-1997 (recurso 1002/1996), 18-III-1997 (recurso 3090/1996), 22-IV-1997 (recurso 2303/1996), 23-VI-1998 (recurso 4765/1997), 27-VII-1998 (recurso 5065/1997) y 29-X-1998 (recurso 1213/1998). En términos generales, la doctrina que establecen las referidas sentencias se puede sintetizar en los siguientes principios: a) El término «empresario», incluido en el art. 42 ET, debe equipararse al de empleador, y no limitarse, restrictivamente, al titular de una organización económica específica, que proyecte la existencia de una empresa en sentido económico o mercantil, sin que sea obstáculo a esta conclusión que el citado art. 42 ET in fine, haga mención a «su realización por razón de una actividad empresarial», en cuanto ha de entenderse que esta actividad busca apoyo en una aportación de trabajo bajo el régimen de laboralidad. b) La condición pública de la Entidad que, mediante contratación administrativa, adjudica la realización directa e inmediata del servicio concreto, que constituye uno de los servicios a cargo del ente público, a otra empresa, no puede hacer olvidar, ni desnaturalizar la naturaleza de la prestación, caso de haber sido realizada directamente por el órgano público, por lo que, su gestión indirecta, mediante el mecanismo de la concesión administrativa, no afecta al «solidum» legal examinado. c) Una interpretación del art. 42 ET, conforme a su espíritu y finalidad, permite extender el concepto «contratas o subcontra- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 207 ESTUDIOS tas» celebrados por el empresario y terceros respecto a la realización de obras y servicios de los primeros, a la noción de «concesión administrativa» ya que, de una parte, la generalidad de los términos «contratas o subcontratas» no permiten su aplicación exclusiva a los negocios jurídicos privados, y, de otra, parece más adecuado a los fines de la Administración que la misma, a través de la figura de la concesión, pueda encomendar a un tercero la gestión directa de servicios propios, sin que ello afecte a las garantías solidarias entre el ente público, dueño de la obra o servicio cedido, y la entidad que organiza su propia actividad y medios personales y materiales para el cumplimiento de la prestación concedida. d) Ahora bien, en cualquier caso «es también jurisprudencia consolidada y doctrina generalmente compartida que la programación o financiación por parte de un organismo público de las actividades formativas o educativas de otras empresas o entidades no convierte a aquél en empresario de los empleados de éstas, ni da lugar tampoco por sí sola al supuesto de hecho del art. 42 del ET (sentencias de 3-2-1993, 4-2-1993, 26-4-1993, 28-51993, 3-7-1995 y 18-7-1995)» (STS/IV 29-X1998 -recurso 1213/1998). 6. OBRAS O SERVICIOS CORRESPONDIENTES A LA «PROPIA ACTIVIDAD» La aplicabilidad plena, en su caso, del régimen de responsabilidad solidaria del empresario principal o comitente establecida en el art. 42 ET comporta la concurrencia de un dato relativo a la cualidad de la contrata o subcontrata consistente en que su objeto sea la «realización de obras o servicios correspondientes a la propia actividad» del referido comitente. La doctrina y la jurisprudencia han venido sustentando interpretaciones distintas de lo que debe entenderse por «propia actividad» 208 de la empresa principal 18. Realmente es muy difícil intentar formular criterios generales sobre las concretas actividades que pueden calificarse como integrantes de la «propia actividad», pues primero deben delimitarse las tareas o actividades propias y tras ello deben contrastarse las actividades pretendidamente complementarias con el preciso cometido o actividad de la tenida como empresa principal o comitente 19. Como se sintetiza en la STS/IV 24-XI1998 (recurso 517/1998), «caben en principio dos interpretaciones de dicho concepto: a) la que entiende que propia actividad es la actividad indispensable, de suerte que integrarán el concepto, además de las que constituyen el ciclo de producción de la empresa, todas aquellas que resulten necesarias para la organización del trabajo; y b) la que únicamente integra en el concepto las actividades inherentes, de modo que sólo las tareas que corresponden al ciclo productivo de la empresa principal se entenderán “propia actividad” de ella. En el primer caso, se incluyen como propias las tareas complementarias En el segundo, estas labores no “nucleares” quedan excluidas del concepto y, en consecuencia de la regulación del art. 42 ET». Ante la imprecisión del concepto de «propia actividad», para su delimitación la jurisprudencia unificadora, en especial a partir de la STS/IV 18-I-1995 (recurso 150/1994), seguida por las SSTS/IV 29-X-1998 (recurso RODRÍGUEZ-PIÑERO y BRAVO-FERRER, M. «Propia actividad y contrata», Relaciones Laborales, 1996-I, págs. 35 a 42). 19 Así cabe entender se efectúa en la STS/IV 29-X1998, cuando razona que «tampoco las tareas formativas organizadas y desarrolladas por terceros se convierten en servicios propios del INEM por el hecho de que éste las subvencione. La actividad de fomento de los poderes públicos es por definición una actividad externa, que no incorpora al ciclo o ámbito de actividad del organismo público las labores o tareas que son objeto de fomento. Sólo serán propias del INEM, por tanto, aquéllas tareas formativas que realiza o lleva a cabo directamente». 18 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 FERNANDO SALINAS MOLINA 1213/1998) y 24-XI-1998 (recurso 517/1998)-, ha desechado la tesis de configurarla como la actividad «indispensable» para el desarrollo de su función específica, poniéndose el acento en el dato de la actividad «inherente» al ciclo productivo de la empresa principal y, en consecuencia, estaremos ante una contrata «correspondiente a la propia actividad» cuando «de no haberse concertado ésta, las obras y servicios debieran realizarse por el propio empresario comitente so pena de perjudicar sensiblemente su actividad empresarial» 20. El fundamento de esta interpretación, como ha razonado la propia jurisprudencia, «estriba en que las actividades del ciclo productivo, a diferencia de las actividades indispensables no inherentes a dicho ciclo, se incorporan al producto o resultado final de la empresa o entidad comitente, tanto si son realizadas directamente como si son encargadas a una empresa contratista, justificando así la responsabilidad patrimonial de la empresa o entidad comitente respecto de los 20 Así, en la citada STS/IV 18-I-1995 se afirma que «para delimitar lo que ha de entenderse por propia actividad de la empresa, la doctrina mayoritaria entiende que son las obras o servicios que pertenecen al ciclo productivo de la misma, esto es, las que forman parte de las actividades principales de la empresa. Más que la inherencia al fin de la empresa, es la indispensabilidad para conseguirlo lo que debe definir el concepto de propia actividad». «No obstante, una interpretación absoluta y radicalmente amplia del concepto de propia actividad nos llevará a no comprender la exigencia del supuesto de hecho contenido en el art. 42 mencionado. Si se exige que las obras y servicios que se contratan o subcontratan deben corresponder a la propia actividad empresarial del comitente, es porque el legislador está pensando en una limitación razonable que excluya una interpretación favorable a cualquier clase de actividad empresarial». «Resulta obvio que la actividad de la Junta de Castilla y León no es la prestación de servicios de seguridad y protección, propia de las empresas demandadas, sin que dicha actividad tenga tampoco el carácter de complementaria absolutamente esencial para el desarrollo de la principal desarrollada por la Junta». salarios de los trabajadores empleados en la contrata» (STS/IV 29-X-1998). En aplicación de tal criterio de distinción la referida STS/IV 18-I-1995, llegó a la conclusión que no correspondía a la propia actividad del órgano de gobierno de una CC.AA., empresa principal, las actividades complementarias inespecíficas como la prestación de servicios de seguridad y protección, propio de las empresas de seguridad contratadas. Continuando esta línea interpretativa, la ulterior STS/IV 24-XI-1998 considera que forma parte de la actividad propia de una empresa dedicada a colegio mayor el servicio de comedor y cafetería, argumentando que la empresa principal «presta los servicios propios de un Colegio Mayor que comprende tanto colaboración en la formación de los alumnos, como su alojamiento y manutención, proporcionándoles desayuno, comida y cena» y que «tal servicio de comidas forma parte esencial del cometido del Colegio Mayor de forma que, de no dispensarse la prestación alimenticia a los colegiales, quedaría incompleta la labor del Centro que se integra con dos áreas de actividad: una, la docente y otra, la de hostelería de unas específicas características pues ha de contribuir a la formación integral de los colegiales». 7. RESPONSABILIDAD EMPRESARIAL POR OBLIGACIONES DE NATURALEZA SALARIAL 7.1. Contenido y límites de la responsabilidad laboral: de las obligaciones «laborales» a las obligaciones «salariales» En materia laboral, la Ley de Relaciones Laborales de 8-IV-1976 era más rigurosa en la exigencia de responsabilidades al empresario principal o comitente de obras o servicios de su propia actividad al imponerle, genéricamente, la solidaridad respecto a «las REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 209 ESTUDIOS obligaciones contraídas por los subcontratistas con sus trabajadores y ... durante el período de vigencia de la contrata» (art. 19 LRL). Esta normativa posibilitaba, como ha destacado a modo de contraste la jurisprudencia unificadora (entre otras, SSTS/IV 7-VII-1994 -recurso 93/94, 19-I-1998 -recurso 2030/1997, 20-V-1998 -recurso 3202/1997, 14-VII-1998 recurso 3482/97), el que el empresario principal o comitente respondiera, en su caso, de todas las obligaciones laborales (indemnizaciones, salarios de tramitación, prestaciones extrasalariales, salarios) del contratista o subcontratista. En cambio, y dentro del ámbito de los niveles de responsabilidad empresarial ya expuestos, el Estatuto de los Trabajadores utiliza la mas concreta expresión de obligaciones de «naturaleza salarial» contraídas por los contratistas y subcontratistas con sus trabajadores (art. 42.2 ET reformado). Así, en la estricta interpretación que ha prevalecido, cada vez con mayor rigor, se interrelaciona tal precepto con el art. 26.1 y 2 ET, definidor del salario, resultando un concepto muy reducido de lo que es dable encuadrar bajo el calificativo de «obligaciones de naturaleza salarial», por lo que quedan importantes obligaciones laborales sin la cobertura de la solidaridad ni de la subsidiariedad, en contra de lo que la proliferación actual del fenómeno de la externalización a través de contratas y subcontratas exigiría en garantía de los derechos de los trabajadores afectados y con vulneración del principio jurisprudencialmente proclamado respecto de la finalidad del precepto estatutario como garantizador de que «los beneficiarios del trabajo por cuenta ajena respondan de todas las contraprestaciones inherentes al mismo, evitando que el lucro que de él puedan obtener vaya en perjuicio de la protección social del trabajador» 21. 21 Sobre este específico aspecto, FOLGUERA CRESPO, J. («La responsabilidad salarial del empresario en contratas y subcontratas: su alcance objetivo», en Libro homenaje a Francisco Blat Gimeno, en prensa). 210 7.2. Obligaciones extrasalariales e irresponsabilidad del empresario principal En el plano de las obligaciones laborales, se ha planteado la cuestión de si la responsabilidad solidaria de la empresa principal establecida en el art. 42.2 ET comprende las cantidades que la empresa subcontratista adeude a sus trabajadores en concepto de obligaciones extrasalariales, tales como indemnizaciones por fin de obra u otras, dietas o pluses extrasalariales. La solución dependerá del concepto que se acoja de «salario» a efectos de interpretar el término análogo empleado por el legislador en el citado art. 42.2 ET (reformado), en el que se establece que el empresario principal responderá solidariamente «de las obligaciones de naturaleza salarial contraídas por los contratistas y subcontratistas con sus trabajadores» y «durante el año siguiente a la terminación de su encargo», con la actual supresión ex RDL 5/2001 y Ley 12/2001 de la originaria reducción relativa al límite de lo que correspondería si se hubiese tratado de su personal fijo en la misma categoría o puestos de trabajo. Diversos Tribunales Superiores de Justicia venían aplicando al interpretar el término «salarial» un concepto retributivo amplio, más de acuerdo con la protección del trabajador y que encontraba sus precedentes legislativos en el antes citado art. 19.2 Ley de Relaciones Laborales de 8-IV-1976 y en el art. 4 Decreto 3677/1970 de 17-XII. Sin embargo, el Tribunal Supremo, en su STS/IV 19-I-1998 (recurso 2030/97) 22 con 22 Respecto a las obligaciones salariales, «el art. 42.2 del ET precisa que la responsabilidad solidaria del empresario principal se constriñe a las obligaciones de naturaleza salarial contraídas por los subcontratistas con sus trabajadores», y esa circunscripción a las obligaciones salariales que introdujo el art. 42.2 del ET de 1980 y que repite la versión del Estatuto aprobado por RDL REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 FERNANDO SALINAS MOLINA doctrina seguida por la STS/IV 20-V-1998 (recurso 3202/1997), adopta un criterio más estricto, partiendo de que aquéllos antecedentes legislativos ya no pueden ser tenidos en cuenta a efectos de la interpretación del alcance de la responsabilidad solidaria del empresario principal en materia laboral, pues el art. 42.2 ET ha reducido tal responsabilidad a las obligaciones «salariales» y ello obliga a interpretar dicho precepto conforme al art. 26.2 ET, en el que se excluyen del concepto de salario «las cantidades percibidas por el trabajador en concepto de indemnizaciones o suplidos por los gastos realizados como consecuencia de su actividad laboral, las prestaciones e indemnizaciones de la Seguridad Social y las indemnizaciones correspondientes a traslados, suspensiones o despidos». Concluyendo que, en definitiva, el empresario principal no responde de las retribuciones adeudadas por el subcontratista que tengan naturaleza extrasalarial aunque traigan su causa del contrato de trabajo. 1/1995 no se contenía en el precepto legal precedente, concretamente en el art. 19.2 de la Ley de Relaciones Laborales de 8-4-1976; hablaba ésta de la responsabilidad solidaria de la empresa principal de las obligaciones contraídas por los subcontratistas con sus trabajadores y con la Seguridad Social durante el período de vigencia de la subcontrata. El precepto del Estatuto limita la responsabilidad en el ámbito laboral a las obligaciones salariales, frente a la amplitud de la expresión referida de obligaciones contraídas por los subcontratistas que contenía el mencionado art. 19.2, coincidente a su vez con el art. 4 del Decreto 3677/1970, de 17 de diciembre, que disponía que la empresa principal será solidariamente responsable de las obligaciones contraídas por la subcontratista con sus trabajadores y con la Seguridad Social durante el período de vigencia de la subcontrata». Concluyendo que «si el precepto introducido en 1980 ciñe la responsabilidad a las obligaciones salariales, ello obliga a resolver el supuesto dentro del ámbito de aplicación del art. 26 del propio Estatuto, con exclusión de retribuciones otras de naturaleza extrasalarial, aunque traigan su causa del contrato de trabajo» (STS/IV 19-I-1998 -recurso 2030/1997). 7.3. Salarios de tramitación e irresponsabilidad del empresario principal Si el subcontratista durante la vigencia de la contrata despide a trabajadores de su plantilla y el despido es calificado judicialmente como nulo o improcedente, el empresario principal no responde, en su caso, de la obligación de readmitir, a diferencia de los supuestos de cesión ilegal ex art. 43.2 y 3 ET, ni de la obligación de indemnizar, dada su naturaleza extrasalarial ex art. 26.2 ET (no tendrán la consideración de «salario» las «indemnizaciones correspondientes a traslados, suspensiones y despidos») (STS/IV 7-VI1994 -recurso 93/1994) 23; pero había surgido el problema de determinar si de los salarios devengados durante la tramitación del despido respondían solidariamente la empresa principal y la subcontratista. Era pacífico entender que, en los casos expuestos, el empresario principal respondía solidariamente de los salarios de tramitación coincidentes con el período de vigencia de la contrata de ser declarado el despido efectuado por el subcontratista como nulo o improcedente 24, y así se reflejó, entre otras, en la 23 En la citada STS/IV 7-VII-1994 se afirma que «la regulación del ET en esta materia supone una variación importante respecto del art. 4 del Decreto 17-12-1970 y el art. 19.2 de la Ley de Relaciones Laborales de 8-41976 que extendían la responsabilidad solidaria a toda clase de obligaciones laborales, lo que dio lugar a abundante jurisprudencia que entendía que la empresa principal respondía en caso de despido improcedente o nulo de las obligaciones de readmitir e indemnizar al trabajador despedido». «El art. 42.2 del ET limita la responsabilidad a las obligaciones de naturaleza salarial, descargando al empresario principal de cualquier incumplimiento por parte del contratista de obligaciones de carácter distinto, como pueden ser las de readmisión o indemnización del trabajador despedido, las que no pueden ser transferidas al empresario que encarga la obra o el servicio pues este no responde del inadecuado ejercicio del poder disciplinario del contratista». 24 En favor de esta línea interpretativa, GÁRATE CASTRO, J. («Los salarios de tramitación. Un estudio de las REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 211 ESTUDIOS SSTS/Social 9-IV-1984, 27-X-1986 y 22-I1988 y en unificación de doctrina en la importante STS/IV 7-VI-1994 (recurso 93/1994) 25. No obstante, esta doctrina ha sido modificada por la propia Sala a partir de la STS/IV percepciones salariales unidas a la declaración de improcedencia o nulidad del despido», Madrid, 1994). 25 Concluye la STS/IV 7-VII-1994 que los salarios de tramitación por despido nulo o improcedente tienen carácter indemnizatorio; razonando que «se debe entender que el trabajador injustamente despedido se encontraba dentro del marco de la contrata y cuando se producen los efectos previstos en la Ley para el despido improcedente o nulo hay que vincularlos a la contrata. Es decir, los salarios de tramitación suponen la reconstrucción de la relación jurídica rota por el contratista, que debe efectuarse abonando la retribución que el trabajador dejó de percibir por haber sido privado injustamente de realizar su trabajo en la obra objeto de la contrata y estos salarios deben tener el mismo tratamiento que los que le hubieran correspondido en caso de haber realizado su trabajo en la obra contratada». «Por otra parte, una interpretación literal de la normativa vigente conduce a apreciar la naturaleza salarial de estos devengos pues el art. 55.4 ET impone al empresario la obligación de abonar los salarios dejados de percibir en caso de declaración de despido nulo y el art. 56.1.b) ET expresa que la obligación empresarial se contrae a una cantidad equivalente a los salarios dejados de percibir en caso de despido improcedente (en los mismos términos, los arts. 110.1 y 113 LPL), abandonando la expresión indemnización complementaria que se utilizaba en las disposiciones legales anteriores. También se afirma su carácter salarial en el art. 33.1 ET cuando establece la obligación del FOGASA de abonar los salarios pendientes de pago y, a tal efecto, dice que se considera salario la indemnización complementaria por salarios de tramitación. De otro lado los salarios de tramitación están sujetos a cotización a la Seguridad Social y ... este dato reafirma su carácter salarial y no indemnizatorio de acuerdo con los arts. 64 y 70 LGSS y disposiciones concordantes sobre altas y bajas de los trabajadores en las empresas. La OM 15-10-1976 establece que el trabajador permanecerá en alta como trabajador en activo de la empresa durante el tiempo que abarquen los salarios de tramitación. Igual mandato se desprende del art. 281.b) LPL, del RD 23-10-1986 y de la Disposición Adicional 2ª de la Ley 4/1990 de 29-6, estas dos últimas normas referidas al abono por parte del Estado de las cuotas de la Seguridad Social por los salarios de tramitación en la medida que excedan de los 60 días que como tope debe abonar el empresario en caso de despido improcedente según el art. 56.5 ET». 212 14-VII-1998 (recurso 3482/97), dictada también en Sala General, en la que se afirma que el empresario principal no responde solidariamente de la obligación de abono de los salarios de tramitación referidos, partiendo de que los «salarios de tramitación» no pueden ser calificados en sentido estricto de salarios y de que, dejando aparte lo relativo a la Seguridad Social, de las únicas obligaciones de las que responde el empresario principal son las de «naturaleza salarial». Se afirma que la doctrina tradicional de la Sala ha resaltado siempre el carácter indemnizatorio de los salarios de tramitación 26, razonándose que «los salarios de trámite tienen vertientes salariales, como la obligación de cotizar por ellos 27, y una finalidad indemnizatoria ... y «En la discusión sobre la naturaleza jurídica de los salarios de tramitación esta Sala tanto antes de la sentencia traída como contradictoria - STS/IV 7-VII-1994 -, como posteriormente, se ha inclinado con decisión a que en los mismos predomina el carácter indemnizatorio frente al salarial, y aunque si se llevan a sus últimas consecuencias, cualquiera de las dos tesis, la salarial o la indemnizatoria conducen a soluciones indeseables, lo que lleva a concluir que los salarios de tramitación constituyen un concepto jurídico propio con vertientes que los asimilan a los salarios y a la indemnización, lo cierto es que la doctrina de esta Sala en sentencia de 13-51991 dictada en Sala General atendiendo a finalidad perseguida por los mismos, declara expresamente: La figura de los salarios de tramitación o salarios de trámite tiene una evidente y clara naturaleza indemnizatoria, pues con ellos se pretende, tanto en los despidos nulos como en los improcedentes, compensar al trabajador uno de los perjuicios que para él se derivan del hecho del despido, cual es el no percibir retribución alguna desde la fecha de del despido y durante la instrucción del despido correspondiente. Esta doctrina, como la propia sentencia citada razona, había sido ya esbozada por la de 29-1-1987 y las de 27-2, 30-4 y 11-5-1990, y ha sido seguida por las de 2-12-1992 y 19-5-1994. Rompiendo esta línea jurisprudencial se dicta la sentencia de 7-7-1994 que se inclina por la naturaleza salarial de los salarios de trámite, sentencia aislada pues en la dictada en 14-3-1995 ... vuelve a declararse de modo explícito la misma doctrina que ha sido literalmente transcrita (STS/IV 14-VII-1998). 27 Así se viene pronunciando hasta ahora la jurisprudencia contencioso-administrativa, pero partiendo de que los salarios de tramitación son conceptos salariales 26 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 FERNANDO SALINAS MOLINA por ello tanto si se concluye que constituyen un concepto propio como si se admite su exclusiva naturaleza indemnizatoria, nunca pueden ser conceptuados como obligaciones de estricta naturaleza salarial, únicas de las que es responsable solidario el contratista principal». En conclusión, el empresario principal no responde solidariamente con el subcontratista de los salarios de tramitación 28. 8. RESPONSABILIDAD EMPRESARIAL POR OBLIGACIONES DE SEGURIDAD SOCIAL 8.1. Contenido y límites de responsabilidad en materia de Seguridad Social Anteriormente se analizaron los diversos niveles de responsabilidad empresarial en materia de contratas y subcontratas ex arts. 42 ET, 104.1 y 127.1 LGSS/94, en lo afectante a materia laboral y de Seguridad Social, baste ahora adicionar, –con carácter general y ante la inexistencia de jurisprudencia unificadora, en especial respecto a la problemática del deber de comprobación de la inexistencia de deudas con la Seguridad Social ex art. 42.1 ET (de previsto desarrollo reglamentario, como se ha establecido por el RDL 5/2001 y Ley 12/2001), y sin perjuicio de la afectante a temas concretos que en epígrafes separados se analizan–, que: a) En principio, para que surja la responsabilidad del empresario principal o comitente es necesario que exista la previa declara- (entre otras, SSTS/III 4-VI-1997, 8-VI-1998, 30-XI-1998 apelación 8108/1992). 28 En la misma línea interpretativa, la ulterior STS/IV 28-IV-1999 (2846/1998) aunque condicionada por los límites de la cuestión planteada en el recurso, así como la SSTS/IV 9-XII-1999 (recurso 1116/1999), 10-VII-2000 (recurso 4486/1998), 2-X-2000 (recurso 3210/1999), 26-XII-2000 (recurso 4595/1999). ción de responsabilidad del contratista o subcontratista. b) La responsabilidad solidaria y la subsidiaria del empresario principal o comitente tiene, como regla, con respecto a las obligaciones derivadas de actos de encuadramiento, cotizaciones y prestaciones, el mismo alcance que el exigible al contratista o subcontratista, con la única limitación expresa, reglamentariamente establecida, que «la responsabilidad subsidiaria no alcanza a las sanciones pecuniarias impuestas al deudor principal, salvo cuando aquélla resulte de la participación del responsable en una infracción de normas de Seguridad Social» (art. 12.1 Reglamento Recaudación Recursos Sistema Seguridad Social, redactado por Real Decreto 1426/1997 de 15-IX). 8.2. Alcance de responsabilidad empresarial cuando la IT iniciada durante la vigencia de la contrata persiste finalizada ésta Ha tenido acceso a la casación unificadora la cuestión relativa al alcance temporal de la responsabilidad del empresario principal en el supuesto de que la situación de incapacidad temporal iniciada por el trabajador del subcontratista durante la vigencia de la contrata persista una vez finalizada ésta, es decir, el alcance e interpretación en esta materia del art. 42.2 ET (en este concreto extremo no modificado por el RDL 5/2001 ni por Ley 12/2001) y si, en tal caso, la responsabilidad ha de limitarse al tiempo de la contrata o ha de extenderse hasta que la situación de IT se extinga por causa legal. La STS/IV 17-V-1996 (recurso 1902/ 1995) entiende que la solución jurídicamente correcta, de haberse producido el hecho causante durante la vigencia de la contrata, es la de mantener la responsabilidad solidaria del empresario principal ex art. 42.2 ET aun cuando la situación de IT se extienda más REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 213 ESTUDIOS allá del término de la misma y durante todo el tiempo en que persista dicha situación. Concluyendo que «siempre que la IT que exceda del tiempo de vigencia de la contrata sobre la misma actividad traiga su causa de la enfermedad o accidente acaecido durante ella, tiene consideración de prestación de la Seguridad Social, de la que responde solidariamente el contratista principal cuando sea responsable el subcontratista, contratado para la misma actividad de la contrata principal». Se parte en la citada sentencia para llegar a la doctrina que establece que la letra del art. 42.2 ET no ofrece duda en vincular la responsabilidad del empresario principal en las obligaciones referidas a la Seguridad Social al tiempo de duración de la contrata, pero advirtiendo que surge la discrepancia en la consideración de la prestación originada, bien se acentúe el dato del hecho causante o nacimiento de la IT, y producido este durante la vigencia de la contrata se estime que es indiferente que su desarrollo posterior comprenda tiempo en que la contrata había ya terminado, o bien se parta de que el subsidio de IT se devenga día a día y que lo decisivo es que coincida el tiempo de vigencia de la contrata y tiempo de prestación. hecho causante de la IT –enfermedad o accidente– se produce durante la misma; b) En coherencia, también, con el tratamiento que la contingencia de IT se ha dado por la jurisprudencia unificadora, en especial en la STS/IV 8-V-1995, con ocasión de la acumulación de diferentes períodos de la IT interrumpidos por la actividad laboral inferior a seis meses 29. De la referida jurisprudencia es también dable deducir, –resolviendo la polémica doctrinal suscitada al efecto 30–, que dentro de las obligaciones «referidas a la Seguridad Social» previstas en el art. 42 ET cabe incluir, sin duda alguna, no solo las relacionadas con la afiliación y/o alta o cotización respecto a los trabajadores sino también la obligación de pago de prestaciones fundamentada en el art. 126.2 LGSS. La solución que adopta la fundamenta: Corrobora esta última interpretación la supresión ex RDL 5/2001 y Ley 12/2001 del antiguo límite de las responsabilidad del contratista principal con relación a «lo que correspondería si se hubiere tratado de su personal fijo», inciso en el que se apoyaba un sector doctrinal para defender que la responsabilidad solidaria ex art. 42.2 ET lo era solo frente a la Seguridad Social, pero no frente al trabajador, la que referían a las cotizacio- a) En la coherencia con la propia finalidad del art. 42.2 ET, tendente a «garantizar que los beneficiarios del trabajo por cuenta ajena respondan de todas las contraprestaciones inherentes al mismo, evitando que el lucro que de él puedan obtener vaya en perjuicio de la protección social del trabajador», señalando que «esta garantia alcanza incluso al propietario de la obra e industria a cuyo favor se haya realizado la contrata» (art. 97 LSS y vigente art. 127 LGSS, que hace expresa referencia al art. 42.2 ET), pues es claro que la protección o desprotección total de la IT esta vinculada al cumplimiento de las obligaciones del empresario con la Seguridad Social durante la vigencia de la contrata, cuando el Se recuerda, en la STS/IV 17-V-1996, que en la STS/IV 8-V-1995 «se entendía como la IT esta constituida por dos elementos, uno causal, la enfermedad o lesión que requiere el restablecimiento de la salud perdida e impide el trabajo y otro temporal, que comprende el proceso de curación. Ambos momentos son inseparables y el segundo es función del primero, si bien, modula decisivamente la contingencia. Esta naturaleza compleja aparece ya en la base 29 de la Ley 193/63 de 28-12 al referirse en su apartado a) tanto a la enfermedad o accidente como hecho causal y mantiene el elemento temporal con la expresión mientras el trabajador esté impedido para el trabajo y reciba asistencia sanitaria. Y es regulada de modo concreto en la Ley de Seguridad Social y Orden de 13-10-1963». 30 Analizada por GALA DURAN, C. (op. cit. esp. págs. 448 y ss.). 214 29 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 FERNANDO SALINAS MOLINA nes, subrayando que tal conclusión se reforzaba a la vista del inciso ahora derogado el que no tendría sentido si estuviera referido a las prestaciones (Alonso Olea y Tortuero Plaza). 8.3. Recargo de prestaciones y contratas No es cuestión pacífica la de determinar si los empresarios que contraten o subcontraten con otros la realización de obras o servicios, sean o no correspondientes a la propia actividad de aquéllos, están obligados a responder solidariamente del recargo ex art. 123 LGSS de las prestaciones económicas que tengan su causa en un accidente de trabajo derivado de la inexistencia o inobservancia de medidas de seguridad. Un sector doctrinal ha defendido la tesis que niega la existencia de responsabilidad solidaria en el recargo de prestaciones cuando la empresa principal y la contratista realizan actividades diferentes y por el simple hecho de que el accidente tuviera lugar en las instalaciones de la empresa principal, argumentándose como máximo le sería exigible a esta última una responsabilidad por culpa ex arts. 1902 o 1903 del Código Civil pero nunca la responsabilidad-sanción del art. 123 de la LGSS. No es ésta, sin embargo, la interpretación que se deduce de la jurisprudencia de la Sala IV del Tribunal Supremo recaída en recursos de casación para la unificación de doctrina, de la que son exponente las SSTS/IV 18-IV1992 (recurso 1178/1991) 31 y 16-XII-1997 (recurso 136/1997). El problema consiste en esclarecer a qué empresa o empresas alcanza la responsabilidad del abono del recargo en los supuestos de IT acaecido por falta de medidas de seguridad, cuando el trabajador siniestrado pertenecía a una empresa contratista o subcontratista de otra principal. «Hay que tener en cuenta ... fundamentalmente, el art. 93 LGSS/74, en cuyo nº 2 se dispone que la respon31 sabilidad del pago del recargo ... recaerá directamente sobre el empresario infractor ... En los casos de contratas y subcontratas ..., aunque es indiscutible que los empleados de la empresa contratista o subcontratista mantienen su vínculo laboral exclusivamente con ésta, no puede olvidarse que en muchas ocasiones desarrollan su trabajo bajo el control y la inspección de la empresa principal, o en relación con lugares, centros de trabajo, dependencias o instalaciones de ésta ... Y así es perfectamente posible que una actuación negligente o incorrecta del empresario principal cause daños o perjuicios al empleado de la contrata, e incluso que esa actuación sea la causa determinante del accidente laboral sufrido por éste. Por ello en estos casos, la determinación o aplicación del concepto de empresario infractor se complica sobremanera, surgiendo siempre en cada supuesto la interrogante de sí alcanza sólo al empresario directo o propio, o sólo al principal, o a ambos a la vez». «Es necesario tener en consideración, además del art. 93 LGSS ..., las normas que seguidamente se relacionan: A).- ... El art. 42-2 ET que ... habla de obligaciones referidas a la Seguridad Social ... De todos modos la responsabilidad solidaria del empresario principal en estos casos ha de ser matizada, vinculándola a la idea de empresario infractor que recoge este art. 93, de forma que la existencia de esa responsabilidad ha de ir unida a una conducta negligente o inadecuada de aquél, o a la concurrencia de falta de cuidados precisos por parte del mismo o a la no adopción de medidas evitadoras del riesgo que sea imputable de alguna manera a ese empresario principal ... B).- También el art. 153 Ordenanza General de Seguridad e Higiene en el Trabajo ... proclama la responsabilidad solidaria del empresario principal ... si bien la limita a los trabajadores que desempeñen su labor en los centros de trabajo de la empresa principal ... C).- ... el art. 1902 del Código Civil ... D).- Con fines meramente orientativos, dado que se trata de normas que entraron en vigor en nuestro país después de acaecido el accidente de autos, conviene aludir ... El art. 40 Ley 8/1988, de 7-4, establece que los empresarios que contraten o subcontraten la realización de obras o servicios correspondientes a la propia actividad responden del incumplimiento de las obligaciones establecidas en materia de Seguridad e Higiene durante el período de vigencia de la contrata, siempre que la infracción se haya producido en el centro de trabajo del empresario principal, aún cuando afecte a los trabajadores del contratista o subcontratista. El art. 17 del convenio nº 155 OIT sobre seguridad y salud de los trabajadores y medio ambiente en el trabajo ... para el supuesto de que dos o más empresas desarrollen simultáneamente actividades en el mismo lugar de trabajo, establece un `deber de colaboración` entre las mismas en la aplicación de las medidas de seguridad e higiene ... Por REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 215 ESTUDIOS En ellas no se fundamenta la distinción a efectos de responsabilidad en el recargo de la empresa principal en el mero hecho de que la obra o servicio encomendado a la contratista corresponda o no a la propia actividad del último citaremos las Directivas Comunitarias referentes a estas cuestiones; la Directiva Marco 89/391 (CEE), de 12-6-1989, sobre aplicación de medidas para promover la mejora de seguridad y la Salud de los Trabajadores en el trabajo ...; y la Directiva 91/383 (CEE), de 25-6-1991, que completa las medidas tendentes a promover la mejora de la Seguridad y la Salud en el trabajo de los trabajadores con una relación laboral determinada o de empresas de trabajo temporal ... Es obvio que estas empresas de trabajo temporal y las empresas cesionarias o clientes no son, en absoluto, asimilables a los supuestos de contratas y subcontratas ... pero sin embargo en ambos casos se produce una cesión de trabajo, directa en un caso e indirecta en otro, razón por la cual conviene no perder de vista aquí las disposiciones de esta Directiva comunitaria». «Se ha de concluir que la responsabilidad de pagar el recargo de las prestaciones de la Seguridad Social, que tiene derecho a percibir la actora ... por causa del fallecimiento de su esposo, acaecido en IT por falta de medidas de seguridad, recae conjunta y solidariamente sobre la empresa principal F., y sobre el contratista ..., como ponen de manifiesto las siguientes precisiones: 1).- Siendo el objeto principal de F. la producción de energía eléctrica y siendo de su pertenencia las líneas de tendido eléctrico correspondientes, es obvio que la reparación mantenimiento de esas líneas se comprende en el área de la propia actividad de esta empresa ...; 2).Aunque esas líneas se encuentran, lógicamente, en el campo y el aire libre, son sin duda instalaciones propias de dicha empresa F., estando ésta obligada a cuidar de su adecuada conservación y buen estado, a fin de evitar cualesquiera daños o accidentes que los deterioros o desperfectos de las mismas pudieran ocasionar; de esto se desprende de un lado que una interpretación racional y lógica obliga a equiparar estas instalaciones a la idea de centro de trabajo que se maneja en los preceptos antes citados, y de otro lado resulta clara la responsabilidad de F. en el siniestro que ha dado lugar a este proceso, pues el mismo se produjo por el mal estado de un poste eléctrico de esta compañía, estando ella obligada a velar por la buena conservación del mismo; 3).- Por otra parte se evidencia la responsabilidad del Sr. ..., pues era el empleador directo y propio del trabajador siniestrado, sin que aparezca en lo actuado dato alguno que permita eximirle de tal responsabilidad. Procede, por tanto, afirmar y declarar la responsabilidad conjunta y solidaria de estas dos empresas«. 216 empresario principal, sino que se constituye como elemento decisivo para determinar la responsabilidad la idea del «empresario infractor», al que atribuye la responsabilidad el art. 123.2 LGSS («la responsabilidad del pago del recargo establecido en el apartado anterior recaerá directamente sobre el empresario infractor y no podrá ser objeto de seguro alguno»). Establece la jurisprudencia que, a estos efectos, lo decisivo es el hecho de que el accidente se haya producido o no por una infracción imputable a la empresa principal y dentro de su esfera de responsabilidad; precisándose que no puede excluirse, por sistema y en todo caso, la responsabilidad de la empresa principal, pues cuando se desarrolla el trabajo en el centro de trabajo de la empresa principal, entendiendo el mismo en sentido amplio 32, con sus instrumentos de producción y bajo su control, es perfectamente posible que una actuación negligente o incorrecta del empresario principal cause daños o perjuicios al empleado de la contrata, e incluso que esa actuación sea la causa determinante del accidente laboral sufrido por éste y por ello en estos casos el empresario principal puede ser el «empresario infractor» a los efectos del art. 123.2 LGSS. En esta línea interpretativa, entre otras, las SSTS/IV 2-X2000 (recurso 2393/1999, Sala General, voto particular) y 14-II-2001 (recurso 130/2000) recuerda que «en orden a la problemática específica del alcance de la responsabilidad empresarial sobre el recargo en caso de contratas y subcontratas, se constituye como elemento decisivo para determinar la responsabilidad de los empresarios concurrentes la idea del «empresario infractor», al que atribuye la responsabilidad el art. 123.2 LGSS». 32 Ya se ha indicado que la jurisprudencia unificadora, en la STS/IV 18-IV-1992, ha configurado como «centro de trabajo» unas líneas eléctricas que «se encuentran, lógicamente, en el campo y el aire libre», «pero que «on sin duda instalaciones propias de dicha empresa». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 FERNANDO SALINAS MOLINA La jurisprudencia constitucional, rechazando el recurso de amparo interpuesto contra la referida STS/IV 18-IV-1992, aun partiendo de que en el ámbito del derecho administrativo sancionador la prohibición de la analogía «in malam partem» es también una de las exigencias del principio de legalidad ex art. 25.1 CE (ATC 72/1993, SSTC 182/1990), concluye que «aquí no se ha efectuado una extensión “in peius” de la imputación de responsabilidad a supuestos no subsumibles en el precepto legal, sino una mera interpretación teleológica de la expresión “empresario infractor” en la hipótesis en que el trabajador accidentado está involucrado en procesos de descentralización productiva, en absoluto extravagante con el régimen jurídico del deber de seguridad e higiene en el trabajo, dado el tenor de los arts. 42.2 ET y 153 párrafo segundo OGSHT» (STC 81/1995 de 5-VI). En la antes citada STS/IV 16-XII-1997 se desestima el recurso, por falta de contenido casacional, interpuesto por la empresa principal (dedicada a la fabricación de tableros aglomerados) condenada solidariamente con la contratista (dedicada al transporte) en el recargo de prestaciones por falta de medidas de seguridad, en un supuesto en el que el accidente que causó la muerte del trabajador se produjo cuando éste prestaba servicios en el centro de trabajo de la empresa principal, pero realizando el trabajo de carga de tableros por cuenta de la transportista, ya que cuando se estaba realizando la carga un trabajador de la empresa principal, que manejaba la carretilla, levantó el mazo de tableros mientras el trabajador accidentado estaba situado bajo el mazo para colocar el pilar, deslizándose los tableros y cayendo sobre su cabeza. Como concluye la doctrina analizando esta jurisprudencia unificadora 33, el contratista responde siempre del recargo de las prestaciones por accidente de trabajo o enfermedad 33 MARTÍNEZ GARRIDO, L.R. (op. cit. pags. 85 y 86). profesional debidas a falta de medidas de seguridad, pero el empresario principal o comitente sólo responde de este recargo, respecto de los trabajadores del contratista o subcontratista cuando, además de ser las obras de su propia actividad haya participado en la infracción de las normas de seguridad. La tesis jurisprudencial es más amplia en orden a la exigencia de responsabilidad que la que pudiera deducirse del art. 40.2 Ley 31/1995 de 8-XI, de Prevención de Riesgos Laborales 34, - precepto actualmente derogado a partir del 1-I-2001 (disposición derogatoria única.2.c Real Decreto Legislativo 5/2000 de 4-VIII, que aprueba el texto refundido de la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social) 35. Debe recordarse que el art. 24.3 LPRL impone a la empresa principal un deber específico de vigilancia, estableciendo que «las empresas que contraten o subcontraten con otras la realización de obras o servicios correspondientes a la propia actividad de aquéllas y que se desarrollen en sus propios centros de trabajo deberán vigilar el cumplimiento por dichos contratistas o subcontratistas de la normativa de prevención de riesgos laborales». Especial interés merece también la STS/IV 5-V-1999 (recurso 3656/1997), en la Sobre estas cuestiones, entre otros, PARAMO MONP. («En torno al artículo 42.2 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales: la problemática de la responsabilidad solidaria. Especial referencia a las obras de construcción», RL, 1997/20, pags. 140 a 158). 35 En el que se establecía que «la empresa principal responderá solidariamente con los contratistas a que se refiere el apartado 3 del art. 24 de esta Ley contratas o subcontratas para la realización de obras o servicios correspondientes a la propia actividad y que se desarrollen en sus propios centros de trabajo, durante el período de la contrata, de las obligaciones impuestas por esta Ley en relación con los trabajadores que aquéllos ocupen en los centros de trabajo de la empresa principal, siempre que la infracción se haya producido en el centro de trabajo de dicho empresario principal». 34 TERO, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 217 ESTUDIOS que se razona: «Es, por tanto, el hecho de la producción del accidente dentro de la esfera de la responsabilidad del empresario principal en materia de seguridad e higiene lo que determina en caso de incumplimiento la extensión a aquél de la responsabilidad en la reparación del daño causado, pues no se trata de un mecanismo de ampliación de la garantia en función de la contrata, sino de una responsabilidad que deriva de la obligación de seguridad del empresario para todos los que prestan servicios en un conjunto productivo que se encuentra bajo su control. Así lo estimó también la sentencia de 16-diciembre1997, que reitera que en estos casos el empresario principal puede ser empresario infractor a efectos del art. 93.2 de la LGSS de 1974 y añade que, aunque esta doctrina se estableció en la sentencia de 18-abril-1992 en un caso de contrata para una obra o servicio correspondiente a la propia actividad, lo importante no es tanto esta calificación como el que el accidente se haya producido por una infracción imputable a la empresa principal y dentro de su esfera de responsabilidad». 8.4. Mejoras voluntarias, acción protectora e irresponsabilidad del empresario principal La doctrina ponía en evidencia la insuficiencia en este punto del art. 42 ET y venía siendo contradictoria la solución jurisprudencial a la problemática de la posible responsabilidad solidaria o subsidiaria del empresario principal cuando el contratista o subcontratista incumplía sus obligaciones con respecto a sus trabajadores o a los beneficiarios de éstos en materia de mejoras voluntarias de la acción protectora de la Seguridad Social. En favor de extender la responsabilidad solidaria al empresario principal o comitente se había pronunciado la STS/Social 2-II1987 («el carácter de mejora voluntaria de la Seguridad Social que tiene la indemnización exigible según el ... Convenio Colectivo, ade- 218 más de indiscutido es indiscutible ... por tanto, a la Heredad demandada, que contrató con el empleador del obrero accidentado la realización de obras correspondientes a su propia actividad, alcanza la responsabilidad atribuida a dicho empleador de la que ha de responder solidariamente con aquél, a tenor del art. 42.2 ET»); y en contra de la extensión de responsabilidad se había resuelto en la STS/Social 15-II-1986 («mejora que no tiene la consideración legal de salario y por lo tanto excluida del art. 42»). La jurisprudencia unificadora, en STS/IV 19-V-1998 (recurso 3797/12997) ha resuelto la cuestión, también, en sentido contrario a la extensión de responsabilidad. El supuesto enjuiciado se inició por demanda formulada por causahabientes del trabajador, fallecido cuando prestaba servicios en el ámbito de la construcción para una empresa subcontratista de obras, que no había abonado, por falta de contratación o estar en descubierto en la cobertura pactada en los Convenios Colectivos del sector, la indemnización por muerte. La sentencia de suplicación recurrida confirmó la sentencia de instancia que había estimado en parte la demanda, condenando a la empresa contratista al abono de la indemnización absolviendo a la empresa principal, en cambio, en la sentencia invocada como de contraste se había condenado solidariamente a las dos empresas a pagar el importe de la indemnización. En la referida STS/IV 19-V-1998 se confirma la irresponsabilidad del empresario principal en materia de mejoras voluntarias de la acción protectora de la Seguridad Social, afirmándose que en el art. 42 ET sólo están comprendidas las prestaciones previstas con carácter obligatorio en el sistema de la Seguridad Social y que «el precepto esta enumerando obligaciones referidas a la Seguridad Social, entendida como ente gestor de prestaciones, y que únicamente pueden referirse a esas cuotas o a prestaciones anticipadas por la Seguridad Social, –y ello se admite aquí a efectos dialécticos–, prestaciones nacidas REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 FERNANDO SALINAS MOLINA precisamente de estos descubiertos, pues el precepto en esta materia de Seguridad Social no se refiere a deudas con trabajador, sino a obligaciones con la Seguridad Social, que como veremos son subsidiarias cuando se trata de las prestaciones del sistema» 36. En idéntico sentido se ha pronunciado la ulterior STS/IV 16-IX-1999 (recurso 2587/ 1998), 14-II-2000 (recurso 181/1999) y 22XII-2000 (recurso 4069/1999), excluyendo estas últimas incluso la posible «responsabilidad subsidiaria», argumentando que «tampoco cabe la responsabilidad subsidiaria que impone el art. 127.1 de la LGSS, pues tal responsabilidad surge «cuando un empresario haya sido declarado responsable, en todo o en parte, del pago de una prestación, a tenor de lo previsto en el artículo anterior», es decir el art. 126 de dicho cuerpo legal; y es indiscutible que la obligación de abonar la indemnización por muerte que se reclama en este juicio, no encuentra encaje ni acomodo en ninguno de los números de este art. 126». La solución jurisprudencial ante la laguna normativa no es satisfactoria al quedar sin garantía el cumplimiento de las obligaciones en materia de mejoras voluntarias de la acción protectora de la Seguridad Social, con especial incidencia en las frecuentemente pactadas en convenio colectivo para los supuestos de accidente de trabajo. 36 La referida STS/IV 19-V-1998, concluye afirmando que «si en materia de prestaciones obligatorias de la Seguridad Social la regulación específica parte del principio de subsidiaridad, no puede admitirse el de solidaridad que se pretende. Efectivamente el art. 97 del Texto de 1974 y el art. 127 del Texto vigente parten de este principio de subsidiaridad. Nos habla el precepto de sin perjuicio de lo dispuesto en el art. 42 del Estatuto, - es decir lo referente al pago de cuotas - cuando un empresario haya sido declarado responsable en todo o parte del pago de una prestación a tenor de lo dispuesto en el artículo anterior que se refiere a incumplimientos en materia de afiliación, altas bajas y cotización si la obra e industria estuviere contratada, el propietario de ésta responderá de las obligaciones del empresario si el mismo fuese declarado insolvente». Desafortunadamente la reforma laboral del art. 42 ET ex RDL 5/2001 y Ley 12/2001, al no haber modificado el ámbito de responsabilidad compartida en la contratación y subcontratación ("obligaciones de naturaleza salarial ... y de las referidas a la Seguridad Social"), no suministra argumentos para fundamentar otra posible interpretación, a diferencia de lo que se ha efectuado en la reforma del art. 44.1 ET, pues al regular la sucesión empresarial establece expresamente que el nuevo empresario quedará «subrogado en los derechos y obligaciones laborales y de Seguridad Social del anterior, incluyendo los compromisos de pensiones, en los términos previstos en su normativa específica, y, en general, cuantas obligaciones en materia de protección social complementaria hubiere adquirido el cedente». 9. TERMINACIÓN DE LA CONTRATA O SUBCONTRATA Y TRANSMISIÓN DE EMPRESA 9.1. Interpretación en la jurisprudencia unificadora Cuando finaliza la contrata o subcontrata, –de no extinguirse el contrato de los trabajadores del contratista o subcontratista adscritos a aquélla, en aplicación de la cuestionable doctrina contenida, entre otras, en las SSTS/IV 28-II-1996 (recurso 2361/1995) y 15I-1997 (recurso 3827/1995) 37, matizada en la 37 En la citada STS/IV 15-I-1997, se indica que «el problema es más complejo y se concreta en determinar si el servicio objeto del contrato previsto en el art. 15.1.a) del ET ha ser en sí mismo - es decir, por su naturaleza en relación con la actividad de la empresa - un servicio limitado temporalmente o si, por el contrario, aun siendo un servicio que en principio tiene una duración permanente, puede ser objeto de un contrato de obra o servicio determinado cuando para el empresario la realización de ese servicio queda en la práctica limitada en el tiempo, no por el carácter de aquél, sino por las condiciones en que se ha pactado su realización con un tercero y por cuenta de éste». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 219 ESTUDIOS «La dificultad de calificación se produce en estos casos por la distinta perspectiva a partir de la que puede considerarse la limitación del objeto del contrato ... En casos como el presente es claro que no existe un trabajo dirigido a la ejecución de una obra entendida como elaboración de una cosa determinada dentro de un proceso con principio y fin, y tampoco existe un servicio determinado entendido como una prestación de hacer que concluye con su total realización. Sin embargo, existe una necesidad de trabajo temporalmente limitada para la empresa y objetivamente definida y ésa es - es importante subrayarlo - una limitación conocida por las partes en el momento de contratar y que opera, por tanto, como un límite temporal previsible en la medida en que el servicio se presta por encargo de un tercero y mientras se mantenga éste». «En este sentido no cabe argumentar que la realización de este tipo de trabajos constituye la actividad normal de la empresa, porque esa normalidad no altera el carácter temporal de la necesidad de trabajo, como muestra el supuesto típico de este contrato (las actividades de construcción). Y tampoco es decisivo para la apreciación del carácter objetivo de la necesidad temporal de trabajo el que éste pueda responder también a una exigencia permanente de la empresa comitente, pues lo que interesa aquí es la proyección temporal del servicio sobre el contrato de trabajo y para ello, salvo supuestos de cesión en que la contrata actúa sólo como un mecanismo de cobertura de un negocio interpositorio, lo decisivo es el carácter temporal de la actividad para quien asume la posición empresarial en ese contrato. Lo que ocurre es que la dificultad que en algunos supuestos presenta la determinación de los límites entre las formas lícitas de descentralización productiva y las meras cesiones de trabajadores, y el riesgo que algunas formas de descentralización pueden implicar para la estabilidad del empleo han llevado a una interpretación lógicamente restrictiva. Pero en el presente caso concurren dos razones que deben llevar a una conclusión positiva sobre la licitud de la cláusula de temporalidad pactada. En primer lugar, aunque pueda cuestionarse la existencia de un contrato de obra o servicio determinado en sentido estricto, no cabe duda que una contrata para la prestación de servicios de seguridad para otra empresa tiene sustantividad y autonomía propia dentro de la esfera de actuación del empresario, de forma que, aunque tal actividad no pudiera incluirse en el art. 15.1.a) del ET - por una concepción sustancialista de la permanencia del servicio - sí tendría acogida en los apartados 2 ó 3 del art. 49 del ET, como una condición resolutoria - si la vigencia de la contrata opera con una incertidumbre plena - o como un término atípico - si la incertidumbre afecta sólo al cuándo -, porque en cualquier caso no sería apreciable ningún abuso de derecho por parte del empresario al introducir esta cláusula». 220 ulterior STS/IV 8-VI-1999 (recurso 3009/ 1998) y 20-XI-2000 (recurso 3134/1999), que parecen posibilitar en estos casos la utilización de la modalidad contractual temporal para obra o servicio determinado o la de la condición resolutoria ex art. 49.1.b) ET 38–, se plantea el problema de la posible subrogación en los derechos y obligaciones laborales del contratista cesante por parte del nuevo que pase a prestarlos bajo régimen igualmente de contrata (sucesión de contratistas), o el de la posible asunción forzosa por el empresario principal de los trabajadores del contratista, empleados en la contrata, cuando pasa a realizar por sí mismo los servicios, antes objeto de la contrata (rescate del servicio) o bien decide suprimirlos 39. Como ha destacado la doctrina 40, el contrato de ejecución de obra o de prestación de servicios, en el que el contratista aporta para su realización una organización empresarial propia, no supone, en principio, una transmisión de empresa ex art. 44 ET, ni del principal al contratista, ni de éste a un eventual segundo contratista, que asuma la misma obra o servicio; si bien, determinadas normas de alcance sectorial (limpieza de edificios y locales, bingo, restauración y comedores públicos, vigilancia y seguridad) han asimilado el cambio de contratista al régimen jurídico de la transmisión de empresa, bajo determinadas condiciones. Una primera corriente jurisprudencial fue favorable a la aplicación de los efectos subro- 38 En contra de esta posibilidad se había pronunciado, entre otras, la STS/IV 30-XI-1992 (recurso 54/1992). 39 Sobre estas cuestiones, entre otros, G ONZÁLEZ BIEDMA, E. («Los efectos jurídicos-laborales de la sustitución de empresas contratistas de servicios», Relaciones Laborales, nº 18, 1993) y MONEREO PÉREZ, J.L. («Continuidad de las relaciones de trabajo en la gestión indirecta de servicios y actividades. El cambio de titularidad en las contratas y en las concesiones administrativas», Relaciones Laborales, nº 7, 1986). 40 VV.AA., SALA FRANCO, T., director (op. cit., págs. 287 y 288); MARTÍNEZ GARRIDO, L.R (op. cit., págs. 111 a 119). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 FERNANDO SALINAS MOLINA gatorios de la sucesión empresarial ex art. 44 ET a los supuestos de cambio de contratista, con independencia de que se produjera una efectiva transmisión de la organización empresarial con la que la contrata o subcontrata se venía desarrollando, interpretando que se estaba ante un cambio de titularidad de «una unidad productiva autónoma» equiparándolo con la actividad productiva desarrollada, al margen de que fuera identificable o no un soporte material de la misma (entre otras, SSTS/Social 27-X-1983 y 26-V-1987). Con posterioridad se ha ido perfilando un nuevo criterio, a partir primero de la STS/Social 13-III-1990 y luego, en unificación de doctrina, principalmente desde la STS/IV 5-IV-1993 (recurso 702/1992), seguida, entre otras muchas, por las SSTS/IV 23-II-1994 (recurso 1065/1993), 14-XII-1994 (recurso 469/1994), 23-I-1995 (recurso 2155/1994), 9-II1995 (recurso 2247/1994), 12-III-1996 (recurso 945/1995), 25-X-1996 (recurso 804/1996), 12III-1997 (recurso 2639/1996), 10-XII-1997 (recurso 164/1997) 41, 29-XII-1997 (recurso Se afirma, en la citada STS/IV 10-XII-1997, que «por esta Sala ya se ha unificado doctrina en esta materia, contenida, entre otras, en las SSTS/IV 9-VII-1991 (recurso 146/1991), 30-XII-1993 (recurso 3218/1992), 5-IV-1993 (recurso 702/1992), 23-II-1994 (recurso 1065/1993), 12-III-1996 (recurso 945/1995) y 25-X1996 (recurso 804/1996), las que establecen que en los supuestos de sucesión de contratas la pretendida transmisión de contratas, no es tal, sino finalización de una contrata y comienzo de otra, formal y jurídicamente distinta, con un nuevo contratista, aunque materialmente la contrata sea la misma, en el sentido de que son los mismos servicios los que se siguen prestando, de ahí, que para que la subrogación del nuevo contratista en los contratos de los trabajadores de la antigua se produzca tenga que venir impuesto por norma sectorial eficaz que así lo imponga o por el pliego de condiciones que pueda establecerla, aceptada por el nuevo contratista; ante la ausencia de aquéllas, en otro caso, solo podrá producirse aquélla, conforme a lo dispuesto en el art. 44 del ET cuando se produzca la transmisión al nuevo concesionario de los elementos patrimoniales que configuren la infraestructura u organización empresarial básica para la explotación, pero sin que exista aquella cuando lo que hay es una mera sucesión temporal de actividad sin 41 1745/1997), 31-III-1998 (recurso 1744/1997), 29-IV-1998 (recurso 1696/1997), 3-X-1998 (recurso 5967/1997) y 30-IX-1999 (recurso 3983/1998), en las que se parte de que: a) La actividad empresarial precisa un mínimo soporte patrimonial que como unidad organizada sirva de sustrato a una actividad independiente, y es claro que la realización de unos servicios no constituye «unidad productiva autónoma», ni como es obvio centro de trabajo. b) Ni la contrata, ni la concesión administrativa, son unidades productivas autónomas a los efectos del art. 44 ET, salvo entrega al concesionario o al contratista de la infraestructura u organización empresarial básica para la explotación. En suma, la jurisprudencia unificadora sostiene, como regla, que en el caso de sucesión de contratas no existe subrogación empresarial al resultar inaplicable tanto el art. 44 ET como el art. 1.1 Directiva 77/187/CEE de 14-II-1977, y debe estarse exclusivamente a lo prevenido al efecto en el convenio colectivo de sector o, en su caso, a lo pactado expresamente en la contrata o pliego de condiciones, ya que se está simplemente ante sucesivas adjudicaciones a dos empresas distintas del servicio contratado por parte de la empresa principal, cada una de ellas dotada de su propia organización independiente y no existe entrega o transmisión del cedente al cesionario de la infraestructura o de los elementos patrimoniales fundamentales de la organización empresarial para la prestación del servicio (entre otras, SSTS/IV 9-VII-1991 -recurso 146/1991, 30-XII-1993 -recurso 3218/1992, 5-IV-1993 -recurso 702/1992, 23II-1994 -recurso 1065/1993, 12-III-1996 recurso 945/1995, 25-X-1996 -recurso entrega del mínimo soporte patrimonial necesario para la realización de ésta, pues la actividad empresarial precisa un mínimo soporte patrimonial que como unidad organizada sirva de sustrato a una actividad independiente (STS/IV citada 30-XII-1993)». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 221 ESTUDIOS 804/1996, 12-III-1997 -recurso 2639/1996, 10-XII-1997 -recurso 164/1997, 29-XII-1997 recurso 1745/1997, 9-II-1998 -recurso 167/1997, 8-VI-1998 -recurso 2178/1997 y 30IX-1999 -recurso 3983/1998). La jurisprudencia unificadora ha establecido, también, en esta materia una doctrina cuyas líneas básicas serían las siguientes: a) La asunción por el empresario principal de la actividad que antes realizaba un contratista con actividad distinta a la empresa principal no comporta por sí solo un supuesto de sucesión empresarial con base en el art. 44 ET (entre otras, SSTS/IV 6-II-1997 -recurso 1886/1996, 17-VI-1997 -recurso 1553/1996 y 27-XII-1997 -recurso 1727/1997, recaídas en conflictos en que RENFE asumía la actividad de limpieza de vías que tenía contratada a otra empresa). b) No hay sucesión en la contratación de servicios desempeñados anteriormente por la empresa cedente, de no haber transmisión patrimonial en ningún sentido, sino el mero facilitar los elementos necesarios, que siguen en propiedad, posesión y administración de la empresa cedente, para ejecutar los servicios contratados, por lo que los trabajadores que los realizan deben seguir perteneciendo a plantilla de la cedente del servicio (SSTS/IV 25-X-1996 -recurso 804/1996, 12-III-1997 recurso 2639/1996, 29-IV-1998 -recurso 1696/1997). c) No existe subrogación convencional si la empresa cedente que pretende asumir el servicio no está vinculada jurídicamente por el convenio colectivo en el que se establece tal subrogación (SSTS/IV 5-IV-1993 -recurso 702/1992, 14-XII-1994 -recurso 469/1994, 9II-1995 -recurso 3754/1993, 12-III-1996 recurso 945/1995, 15-XII-1997 -recurso 184/1997) 42. 42 En la citada STS/IV 15-XII-1997, se aborda la problemática de la asunción por la empresa principal de la 222 d) De no proceder la sucesión ex art. 44 ET, ni estar prevista la subrogación en norma colectiva ni imponerla el pliego de condiciones, la empresa principal que asume con su propio personal al término de la contrata el servicio que había adjudicado no está obligada a subrogarse en los contratos de trabajo del personal de la empresa contratista (entre otras, SSTS/IV 6-II-1997 -recurso 1886/1996, 17-VI-1997 -recurso 1553/1996, 27-XII-1997 recurso 1727/1997) 43. e) La subrogación convencional no se produce inexorablemente cuanto exista un incumplimiento por parte de la empresa saliente de los requisitos esenciales exigidos en el Convenio Colectivo aplicable para que opere la subrogación por la entrante (SSTS/IV 10- actividad objeto de la contrata y se declara la inexistencia de subrogación al resultar inaplicable a aquella empresa, no incluida en sector de limpieza, lo dispuesto en art. 13 de la Ordenanza laboral de limpieza edificios y locales de 15-II-1975, al que se remitía el Convenio Colectivo Provincial de Limpiezas de la Coruña de 1994. 43 Se argumenta, en la citada STS/IV 6-II-1997, que «La Sala no comparte la tesis de la sentencia recurrida; si como es doctrina reiterada de esta Sala (Sta. 5-4-93, 232-94 y 12-3-96, que siguen la línea de las sentencias de 22-1 y 13-3-90, 9-7-91 y 21-3-92), en los casos de sucesión de contratas no hay transmisión de la misma sino finalización de una, y comienzo de otra formal y jurídicamente distinta, con un nuevo contratista, aunque materialmente la contrata sea la misma, en el sentido de que son los mismos servicios los que se siguen prestando, no produciéndose por tanto la subrogación del nuevo contratista en los contratos de los trabajadores, salvo que lo imponga el pliego de condiciones, que de ser aceptado vinculará al nuevo concesionario, o se derive de normas sectoriales, si no se transmite los elementos patrimoniales que configuran la infraestructura u organización empresarial básica de la explotación, pues, caso contrario, lo que hay es una nueva sucesión temporal en la actividad sin entrega del soporte patrimonial necesario para la realización de esta, no siendo por tanto de aplicación el art. 44 del ET, por la misma razón tampoco puede existir la subrogación de trabajadores, aplicando este artículo en casos, como es el de autos en que la empresa al finalizar la contrata asume la actividad de limpieza objeto de la contrata finalizada por si misma, pues igualmente aquí, no ha habido reversión de los elementos patrimoniales en el sentido antes dicho». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 FERNANDO SALINAS MOLINA XII-1997 -recurso 164/1997, 9-II-1998 -recurso 167/1997, 30-IX-1999 -recurso 3983/1998, en idéntica línea STS/IV 26-IV-1999 –recurso 1490/1998) o cuando no se cumplan por los trabajadores las condiciones de permanencia previa en el centro de trabajo en que se prestaban los servicios objeto de la contrata (STS/IV 8VI-1998 -recurso 2178/1997) 44. f) Tratándose de sucesión en contrato administrativo de concesión de servicios en un centro de trabajo: a`) Se reconoce la obligación de subrogación convencional a la nueva empresa con respecto a los contratos de trabajo que tenían concertados los trabajadores con la adjudicataria anterior (STS/IV 22-IV-1997 -recurso 2303/1996) 45; b`) Pero no se declara la sucesión ex art. 44 ET si no existe entrega o transmisión del Se afirma, en la citada STS/IV 8-VI-1998, que «aquí ... hay una norma sectorial que previene la sucesión (bajo la figura de subrogación), y es precisamente esa norma la que ha de ser interpretada. Partiendo de la doctrina expuesta, es claro que la norma sectorial que incida sobre ella modificándola, debe ser interpretada restrictivamente, puesto que viene a constituir una excepción a la regla general, y en tal sentido cuando exige que los siete meses inmediatamente anteriores a la sucesión en la contrata o concesión el trabajador esté destinado en ella, salvo las ausencias reglamentarias (en este caso concurrió la del mes de vacaciones) ha de ser aplicado literalmente ... Así resulta que, al haber estado el trabajador, dentro de los siete meses inmediatamente anteriores a la sucesión en la contrata, prestando sus servicios en otro lugar ajeno a la misma, no se configura literalmente la excepción sectorial a la regla general de la no sucesión en los contratos a causa de tal sustitución en la contrata, y no hay infracción del artículo 14 A del Convenio Colectivo, puesto que es inaplicable al supuesto enjuiciado». 45 Se afirmaba no ser obstáculo a la subrogación el que los trabajadores carecieran en el momento del cambio de la habilitación administrativa para ejercicio profesión de vigilantes de seguridad, pues prestaban los mismos servicios desde antes de la Ley 23/92 y aún estaban en plazo legal para obtener tal habilitación lo que les posibilitaba hasta su conclusión ejercer sus servicios sin tal requisito habilitante (STS/IV 22-IV-1997 -recurso 2303/1996). cedente al cesionario de la infraestructura o de los elementos patrimoniales fundamentales de la organización empresarial para la prestación del servicio (STS/IV 29-XII-1997 recurso 1745/1997); tampoco se aplica la sucesión si un Ayuntamiento asume con sus funcionarios los servicios de recaudación que antes tenía contratados administrativamente (STS/IV 3-X-1998 -recurso 5067/1997); ni cuando se asume directamente la recaudación tributaria por parte de la Administración Pública, al no haber llevado aparejada la concesión administrativa la entrega al concesionario de la infraestructura u organización empresarial básica para la explotación del servicio, sino que, en el supuesto enjuiciado, los recaudadores habían gestionado el servicio con medios y organización propios, que no habían sido facilitados por la Administración ni retornaron, por tanto, a ella después de producida la asunción de la gestión (STS/IV 9-VII-1991 -recurso 146/1991) 46. 44 46 En este línea interpretativa, la jurisprudencia unificadora en interpretación del art. 44 ET en relación con la Directiva Comunitaria 77/187 aclarada por Directiva 98/50/CE de 29-VI-1998, ha afirmado que no concurre sucesión empresarial en un supuesto de cierre de la cafetería de un organismo publico a la terminación de la contrata para la prestación de dicho servicio, pues el objeto de transmisión de empresa ha de ser «una entidad económica que mantenga su identidad, entendida como un conjunto de medios organizados«, requisitos objetivos que no concurrían en el supuesto enjuiciado, pues los enseres de cafetería del organismo público demandado no constituyen por sí mismos una explotación o un conjunto de medios organizados cuando la voluntad del organismo público ha sido interrumpir la prestación de dicho servicio accesorio de cantina para sus empleados ( STS/IV 1-XII-1999 -recurso 1421/1999). En análogo sentido, en un supuesto de extinción de contrata de comedor por decisión de la empresa cliente sin transmisión de activos patrimoniales STS/IV 22-V-2000 (recurso 2892/1999) o de contratas de vigilancia en empresa eléctrica SSTS/IV 10-VII-2000 (recurso 923/1999) y 27-X-2000 (recurso 693/1999) o de procedencia de subrogación parcial en empresas de seguridad STS/IV 18-IX-2000 (recurso 2281/1999). Es de destacar que la jurisprudencia unificadora ha establecido que no existe «despido parcial» en los supuestos de pérdida de la contrata de un centro de tra- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 223 ESTUDIOS g) La inaplicación del art. 44 ET en el supuesto de sucesión de contratas y la aplicación, en su caso, de las normas sectoriales obliga a estar al contenido de éstas, también en lo referente a las deudas salariales pendientes con el antiguo contratista, por lo que no cabe, en principio, la condena solidaria del nuevo contratista con respecto a la liquidación no abonada por el anterior (SSTS/IV 29-XII-1997 -recurso 1745/1997, 31-III-1998 -recurso 1744/1997). h) Si tras el cambio de contrata procede la subrogación convencional y el nuevo contratista asume los trabajadores del saliente, de declarase fraudulento el contrato de trabajo celebrado por el empresario cedente ello no es obstáculo a la subrogación, sin perjuicio de las acciones que pueda ejercitar la empresa sucesora frente a la causante, argumentándose, aun con invocación del art. 44 ET, que «la falta de un requisito esencial o causal en la contratación temporal del primitivo empresario, determinante de la indefinidad de la relación laboral, apreciada con motivo del control judicial del acto de cese realizado por el “cesionario , no debe constituir obstáculo a la “subrogación, y, ello, independientemente y sin perjuicio de las acciones que pueda ejercitar la empresa sucesora frente a la causante» (SSTS/IV 30-IX-1997 -recurso 3373/1996 y 15XII-1997 -recurso 2925/1996). i) No existe sucesión empresarial, ex art. 44 ET, de no constar datos fácticos que permitan afirmar que el cambio de empresa contratista en el centro de trabajo hubiere comportado la transmisión al nuevo concesionario de los elementos patrimoniales que configuraban la infraestructura empresarial básica de la explotación o que hubiere ido acompañada de una cesión, entre ambos empresarios, de elementos significativos del activo material o inmaterial bajo para una empresa de limpieza y la correlativa reducción del horario de la trabajadora que en el mismo prestaba servicios, manteniendo el resto de la jornada para dicha empresa (entre otras, SSTS/IV 7-IV-2000 recurso 1746/1999, 20-XI-2000 -recurso 1417/2000). 224 ni el que el nuevo empresario se hubiere hecho cargo de una parte esencial, en términos de número y de competencia, de los trabajadores que su antecesor destinaba al cumplimiento de su contrata (SSTS/IV 10-XII-1997 –recurso 164/1997, 30-IX-1999 –recurso 3983/1998). j) No cabe que la empresa principal que realizaba directamente determinados servicios (limpieza, plancha y lavandería en un hospital) cuya realización encomienda a otra empresa pacte con esta última, con pretendido apoyo en el art. 44 ET, la cesión de los trabajadores que venían prestando tales servicios, al no existir una sucesión empresarial; ya que, en el supuesto enjuiciado, la realización de dichos servicios «carece de todo elemento patrimonial que los soporte, e incluso la pura organización empresarial no es transmitida, sino sencillamente sustituida, pues justamente se alega como razón por la empresa demandada para justificar la adjudicación en contrata de los servicios citados que la organización que de ellos hace la empresa cesionaria es más eficiente que la llevada a cabo por la empresa titular» (STS/IV 30-XII-1993 -recurso 3218/1992, seguida por las SSTS/IV 25-X-1996 -recurso 804/1996 y 12-III-1997 -recurso 2639/1996). k) Sobre la coincidencia del art. 1.1 Directiva 77/187/CEE de 14-II-1977 y el art. 44 ET, se afirma que el precepto estatutario exige «cambio de titularidad» y la Directiva «traspaso de empresa», y es claro que el propio art. 42 ET cuando contempla la contrata de obra o servicios no exonera de responsabilidad al que sigue llamando «empresario principal» lo que denota que no pierde la titularidad de la empresa, en la que se realizan los servicios contratados (entre otras, SSTS/IV 12-III-1997 recurso 2639/1996, 10-XII-1997 -recurso 164/1997, 30-IX-1999 -recurso 3983/1998). 9.2. Interpretación en la jurisprudencia comunitaria Aun siendo cuestión no pacífica y habiendo suscitado diversas cuestiones prejudiciales REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 FERNANDO SALINAS MOLINA planteadas por órganos judiciales españoles ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea 47, puede, en principio, defenderse, que la doctrina jurisprudencial unificadora cabe entenderla concorde con la actual jurisprudencia comunitaria 48, tanto más cuanto por la primera se ha asumido íntegramente el contenido de la segunda (entre otras, SSTS/IV 10-XII-1997 -recurso 164/1997, 30IX-1999 -recurso 3983/1998). En efecto, el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas (desarrollando y concretando su anterior doctrina, contenida en sus sentencias 18-III-86 -Asunto Spijkers, 19V-92 -Asunto Redmond Stichting, 14-IV-94 Asunto Schmidt, 19-IX-95 -Asunto Rygaard, 7-III-96 -Asuntos Merckx y Neuhuys/Ford Motors), ha establecido en su sentencia de 11III-1997 (asunto Süzen-Zehnacker) que «el apartado 1 del art. 1 de la Directiva 77/187/ CEE del Consejo, de 14-II-1977, sobre la aproximación de las legislaciones de los Estados miembros relativas al mantenimiento de los derechos de los trabajadores en casos de traspasos de empresas, de centros de actividad o de partes de centros de actividad, debe interpretarse en el sentido de que esta última no se aplica a una situación en la que un arrendatario de servicios, que había encomendado la limpieza de sus instalaciones a un primer empresario, resuelve la contrata que lo vinculaba a éste y celebra, para la ejecución de tra- 47 Sobre esta problemática, entre otros, SAMPER JUAN, J. («Aspectos conflictivos de la sucesión empresarial », en prensa, CES, Madrid 18-I-2002); SAMPERE NAVARRO, A. y CAVAS MARTÍNEZ, F. («Jurisprudencia Social-Unificación de Doctrina 1997», Pamplona 1998, en esp. pags. 99 a 106); RENTERO JOVER, J. («Derecho Social Comunitario y sucesión de empresas», AS, nº 13, 1997); SERRANO OLIVARES, R. («La noción de empresa a los efectos de su transmisión en la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea», RL, 1997/22, pags. 67 a 96); VALDÉS DAL-RE, F. («La transmisión de empresa: una experiencia de encuentros y desencuentros entre el derecho comunitario y los sistemas jurídicos nacionales», RL, 1998/21, pags. 15 a 42). 48 En este sentido, VV.AA., SALA FRANCO, T., director (op. cit., pag. 288). bajos similares, una nueva contrata con un segundo empresario si la operación no va acompañada de una cesión, entre ambos empresarios, de elementos significativos del activo material o inmaterial ni el nuevo empresario se hace cargo de una parte esencial, en términos de número y de competencia, de los trabajadores que su antecesor destinaba al cumplimiento de su contrata». No parece introducir un cambio esencial en la jurisprudencia comunitaria la sentencia TJCE 10-XII-1998 (asuntos C-127/96, C229/96 y C-74/97), aunque ofrece matices dignos de reflexión que pudieran posibilitar interpretaciones más flexibles en casos concretos, en especial en su interpretación relativa a que «un conjunto organizado de trabajadores que se hallan específicamente destinados de forma duradera a una actividad común puede constituir una entidad económica cuando no existen otros factores de producción» y en la afectante a que «la circunstancia de que la actividad de limpieza sólo constituya, para la empresa que decide efectuarla en adelante por sí misma, una actividad accesoria sin relación necesaria con su objeto social no puede producir el efecto de excluir dicha operación del ámbito de aplicación de la Directiva»; ahora bien en los asuntos acumulados planteados concluye el Tribunal comunitario, reiterando su tradicional doctrina, que «el concepto de entidad económica remite a un conjunto organizado de personas y elementos que permite el ejercicio de una actividad económica que persigue un objetivo propio» y que «la mera circunstancia de que los trabajos de mantenimiento efectuados sucesivamente por la empresa de limpieza y por la empresa propietaria de los locales sean similares no permite llegar a la conclusión de que existe una transmisión de tal entidad» . Debe recordarse que recientemente la Directiva 98/50/CE del Consejo, de 29-VI1998, ha modificado la antes citada Directiva 77/187/CEE, que pasará a denominarse de «aproximación de las legislaciones de los Estados miembros relativas al mantenimien- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 225 ESTUDIOS to de los derechos de los trabajadores en casos de traspasos de empresas, de centros de actividad o de partes de empresas o de centros de actividad» 49 . El contenido del texto debe implementarse por los Estados miembros antes del 17-VII-2001. Uno de sus objetivos proclamados es la aclaración del concepto de «traspaso» a la luz de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia, lo que plasma en su art. 1º, indicando que se aplicará a los «traspasos de empresas, de centros de actividad o de partes de empresas o centros de actividad» (art. 1.a. D. 98/50/CE) y señalando que «se considera traspaso en el sentido de la presente Directiva el de una entidad económica que mantenga su identidad, entendida como un conjunto de medios organizados, a fin de llevar a cabo una actividad económica, ya fuere esencial o accesoria» (art. 1.b. D. 98/50/CE). Precisamente, y con tal finalidad adaptadora a la normativa comunitaria, en la reforma del art. 44.2 ET ex Ley 12/2001 se ha definido la sucesión empresarial considerándola existente «cuando la transmisión afecte a una entidad económica que mantenga su identidad, entendida como un conjunto de medios organizados a fin de llevar a cabo una actividad económica, esencial o accesoria». Comentada, entre otros, por PRADAS MONTILLA, R. («La Directiva 98/50/CE, del Consejo, de 29 de junio, sobre traspaso de empresas, de centros de actividad o de parte de éstos», Documentación Laboral, nº 56, 1998-II, pags. 5 a 16). 49 226 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 FERNANDO SALINAS MOLINA RESUMEN: Del análisis de la jurisprudencia unificadora sobre la «subcontratación de obras y servicios», regulada esencialmente en el art. 42 ET, se evidencia el existente desfase e insuficiencia normativa para articular aspectos trascendentes de este singular fenómeno económico-jurídico, así como que la defensa de los derechos e intereses dignos de protección en juego no siempre se alcanzan a través de la aplicación judicial de normas inadecuadas. Por otra parte, se advierte que desafortunadamente la denominada «reforma laboral de 2001» no ha puesto fin a esta situación al no regular los problemas de fondo más trascendentes en esta concreta materia, pues la modificación efectuada del art. 42 ET tiene como única y esencial finalidad la de reforzar las garantías en los supuestos de contratación a través «de una mejora de los instrumentos de información de los trabajadores y sus representantes que permita dotar a estas situaciones laborales de la debida transparencia y seguridad jurídica». En consecuencia, incluso después de la Ley 12/2001, cabe seguir afirmando que la disciplina de contratas y subcontratas sigue siendo una regulación insegura y obsoleta para dar respuesta con la seguridad jurídica necesaria y con herramientas acordes a la realidad de la organización del tejido productivo actual. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 227 Contratas, cesión ilegal de trabajadores y cooperativas de trabajo asociado LUIS RAMÓN MARTÍNEZ GARRIDO * E n el estado actual del mundo de la producción, industrial y de servicios, la externalización de gran parte de la actividad ha dejado de ser una opción voluntarista del empresario. Si quiere producir con la competitividad que el mercado exige, ha de encomendar forzosamente parte de su cometido a empresas externas que, por su organización específica, o por tener medios técnicos más idóneos serán garantía de una mejor producción o un mejor precio. Este tipo de actividad, en España se ha extendido de forma intensa debido a la rigidez del mercado laboral. Pero su regulación legal es deficiente y anticuada, lo que viene siendo determinante de la existencia de soluciones judiciales, en no pocos casos, contradictorias, originando lo que es más temible para cualquier empresario: la incertidumbre y la imposibilidad de cuantificar los riesgos que una determinada actuación comporta. Por otra parte, tampoco están definidos de una manera precisa los limites entre la forma más frecuente de descentralización, la contrata, y la pseudocontrata o cesión ilegal de trabajadores. * Magistrado de la Sala IV del Tribunal Supremo. En este conjunto de relaciones deficientemente reguladas, ha irrumpido un nuevo factor. En el mercado laboral, especialmente en los sectores de hostelería e industrias cárnicas, una serie de cooperativas de trabajo asociado vienen prestando servicios por contrata y, por no hallarse bien definidos los tres campos referidos, producen desconcierto en los operadores jurídicos y contradicción de resoluciones judiciales, de modo que no quedan delimitados con precisión los campos lícitos y abusivos, ni el tratamiento jurídico que haya de darse a estos últimos. Valgan como muestra las dos sentencias citadas por Del Rey Guanter y Gala Durán 1, de los Juzgados de lo Social de Barcelona Num. 27 de 28 de julio 1999 y Num. 25, de 20 de octubre 1999. Enjuiciaba la primera de las resoluciones, la del Juzgado 27, un supuesto en la que una cooperativa de trabajo asociado había concertado con una empresa un contrato al que denominaron «arrendamiento de servicios de DEL REY GUANTER, S. y GALA DURÁN, C. «Trabajo Autónomo y descentralización productiva: nuevas perspectivas de una relación en progresivo desarrollo y dependencia», en Relaciones Laborales n° 7/8, abril 2000 pág. 106 y ss. 1 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 229 ESTUDIOS matanza», en virtud del cual la cooperativa se encargaba, por medio de sus socios trabajadores, de realizar las tareas de producción del citado matadero. Los socios, estaban dados de alta en el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos, según opción de los estatutos de la Cooperativa. La Inspección de Trabajo y Seguridad Social levantó acta por entender que el contrato entre cooperativa y empresa productora se había concertado en fraude de ley y que existía una relación laboral entre los socios de la cooperativa y la empresa cliente por lo que debían encuadrarse en el Régimen General. Como datos de hecho a tener en cuenta, cabe destacar que ropas de trabajo y herramientas eran de la cooperativa de la que los socios recibían sus retribuciones mensualmente, retribuciones de cuantía superior a las del Convenio de Industrias Cárnicas. El poder disciplinario era ejercido por la cooperativa, aunque la comitente podía solicitar la sustitución de los socios cooperativistas que observasen mala conducta, debiendo decidir el Consejo Rector. Las órdenes relativas a la organización y planificación de la matanza eran impartidas por el jefe de equipo de la cooperativa y las instrucciones generales por el gerente de la empresa comitente. Dato significativo es que la cooperativa tenía una cartera de 50 clientes. La sentencia del Juzgado 27 rechazaba calificar de relación laboral la existente entre la empresa comitente y trabajadores cooperativistas, al no concurrir las notas de dependencia, ajeneidad y carácter personalísimo, no haberse acreditado la existencia de una intención decidida de las partes de burlar norma alguna. En consecuencia declaraba que se había hecho una válida utilización a través de la contrata, de la prestación de los socios de la cooperativa, y, rechazando la tesis de la Inspección de Trabajo, acababa desestimando la demanda de oficio. La sentencia de 20 de octubre de 1999, del Juzgado de lo Social nº 25 de Barcelona, llega 230 a solución contraria ante la misma pretensión derivada de actuación de la Inspección de Trabajo, en supuesto de similar contrato entre otra empresa del mismo sector de cárnicas y la misma cooperativa. Destaca esta resolución, como hechos relevantes, cuya concurrencia no consta en los probados de la anterior, que la empresa comitente «no dispone de personal propio para la realización de su actividad. Todo el personal de producción pertenece a la cooperativa demandada... que no es propietaria de los medios de producción... ni asume el riesgo, ni tiene poder de decisión respecto a la producción, por tanto control de la actividad, ni aparece en el mercado como propietaria....». De estos hechos deduce la juzgadora la existencia de relación laboral directa entre la empresa comitente y los socios cooperativistas. No se trata en este momento de dilucidar cual de las soluciones era la acertada. De hecho existen diferencias de matiz entre los hechos probados de ambas sentencias que pudieran justificar la disparidad de los pronunciamientos. Pero es más que probable que en cada uno de esos casos el juzgador ha puesto el énfasis en los hechos que, en justicia, estimó más relevantes para el pronunciamiento a realizar. Pero la disparidad existe. Y es debida a una regulación legal que, por ambigua, la hace posible. Por ello pasamos a examinar el concepto legal de los tres elementos que intervienen en la singularidad de la relación: el concepto de contrata, la cesión de trabajadores y la cooperativa de trabajo asociado. LA CONTRATA En su faceta laboral es institución prevista en el art. 42 TRLET, norma que proviene del Decreto 3677/1970 de 17 de diciembre, a través del art. 19 de la Ley 16/1.976 de 8 de abril de Relaciones Laborales desde la que se importó, con escasa fortuna, al Estatuto de los Trabajadores, sin efectuar la adecuación REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 LUIS RAMÓN MARTÍNEZ GARRIDO necesaria a las variaciones que el mercado había experimentado en la última década. Parte de la base este mandato legal de que el sistema de descentralización productiva, a través de la subcontratación de obras y servicios de la propia actividad de la empresa principal, es un método de gestión empresarial susceptible de producir perjuicios a los trabajadores y a la Seguridad Social, aunque no exista un ánimo deliberado de defraudar. Método de producción que, en consecuencia, necesita de un refuerzo legal de los mecanismos de protección y defensa de los derechos, tanto de los trabajadores, como de la Seguridad Social. El legislador contempla la descentralización a través de la subcontratación, como una actividad «sospechosa» y, en cualquier caso, «peligrosa» para los trabajadores y Seguridad Social. Con ese propósito protector y de prevención de actividades fraudulentas, se arbitró, desde el Decreto de 1.970, un mecanismo excepcional a las normas rectoras de la contratación en el Derecho civil. En el art. 1.257 del Código civil, se limita la eficacia de los contratos a quienes los hubieran otorgado. La regulación de las contratas, en el campo laboral, supone, por mandato legal, la extensión de las obligaciones de la empresa principal, a las derivadas de las relaciones del contratista con sus trabajadores y con la Seguridad Social. Deviene así la empresa principal en un vigilante del cumplimiento de las obligaciones sociales de contratistas y subcontratistas. Mecanismo de indudable eficacia en la medida en que el empresario principal va a ser responsable solidario de las obligaciones de éstos con los trabajadores y con la Seguridad Social. Pero acaso imponga obligaciones excesivamente rigurosas a los empresarios principales, cuando se les obliga a responder de las obligaciones de subcontratistas en cuya elección ninguna participación tuvieron. Este sistema fue idóneo y suficiente cuando se implantó en 1970. En aquella fecha la descentralización productiva afectaba a sólo algunos sectores de la producción (construcción y construcción naval). En la generalidad de las empresas se realizaba la práctica totalidad del proceso productivo que les era propio, incluidas las actividades que puedan considerarse complementarias. En los sectores en los que ya se utilizaba el método de la subcontratación, no afectaba a la mayoría de las actividades sino sólo a aquéllas que requerían de cierta especialidad en los trabajadores, o maquinaria de utilización esporádica. Pero hoy es otro el panorama del mercado. El método de producción consistente en la obtención externa de parte, incluso partes esenciales, del conjunto de la actividad empresarial, se ha generalizado a todas las áreas de la producción y los servicios y a la casi totalidad de las actividades de la empresa, incluidas, en no pocos casos las que constituyen el núcleo de su actuación en el mercado. Ha cambiado radicalmente la función de la empresa principal, que pasa a ser una coordinadora de actividades realizadas por terceras empresas. El sistema legal, hoy no garantiza, de manera eficaz, los derechos de trabajadores y Seguridad Social y es altamente perturbador para el empresario principal, cumplidor de las normas, a quien se imponen unas obligaciones de contornos imprecisos y límites desconocidos. Los términos «contrata» o «subcontrata» no aparecen definidos en nuestra legislación que incluso ni tan siquiera los utiliza. Como señalaba Martín Valverde 2 es término usado en el argot empresarial sin precedentes en nuestro Derecho civil. La ausencia de una remisión clara del art. 42 ET a un concepto técnico acuñado proporciona una dificultad adicional 3. Los Tribunales han debido deci2 MARTÍN VALVERDE, A. «Responsabilidad empresarial en caso de subcontrata de obras y servicios» , en Comentarios a las Leyes laborales, dirigida por EFRÉN BORRAJO DACRUZ. T. VIII EDERSA Madrid 1982 pág.221 y ss. 3 GOERLICH PESET, JM:. «Determinación del supuesto: la noción de contrata y subcontrata de obras y servicios», «Descentralización productiva y protección del trabajo en las contratas. Estudios en recuerdo de Francisco Blat Gimeno. Tirant lo Blanch». Valencia 2000, pág. 77 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 231 ESTUDIOS dir, en cada supuesto, si se estaba o no en presencia de una «contrata» incardinable en las previsiones del art. 42 TRLET. La doctrina elaborada, especialmente por las Salas de lo Social de los TSJ, ha distado mucho de resolver el problema por dispersión de soluciones. Los TSJ, y, en ocasiones el TS, acaso en un excesivo afán protector, han hecho pronunciamientos desconcertantes. Así, y a modo de ejemplo, el T.S., Sala de lo Contencioso administrativo, en sentencia de 27 de junio de 1.991 (Ar. 1335), calificó como contrata el arrendamiento que una empresa de Bingo realizó a un tercero del bar existente en sus instalaciones. La del TSJ de Aragón de 21 de junio de 1999 (Ar. 1757) aplicó los mandatos del art. 42 a un accidente de trabajo sufrido por un conductor de una empresa hormigonera que suministraba hormigón a una constructora, condenando solidariamente a ambas empresas de las resultas de un accidente sufrido por el trabajador de la primera. Por el contrario el TSJ de Cataluña, declaró, en S. de 10 diciembre 1998 (Ar. 4190) que no puede calificarse como la contrata a que se refiere el art. 42 TRLET, el contrato en virtud del cual una empresa realiza embalaje de los automóviles que la empresa SEAT exporta a determinados países, actividad que se realiza en el parque de proveedores de dicha empresa. No existe así un concepto de contornos precisos que sirva para decidir cuándo se está en presencia de una contratación legal, la contrata o subcontrata, que, aunque amplía las responsabilidades del comitente, lo mantiene dentro de la legalidad y cuándo la relación ha de calificarse de cesión ilegal de trabajadores de consecuencias mucho más graves. No es este lugar ni ocasión para realizar precisiones acerca de un concepto legal que resulta de difícil aprehensión. Baste para nuestros fines que la contrata puede realizarse a través de los arrendamientos de obra y servicios en los que, la arrendataria ha de realizarlos por medio de una organización empresarial, asumiendo los riesgos propios de la gestión. 232 Y, cumplidos estos requisitos, la actividad descentralizadora no tiene un límite legal que no sea el general de toda institución jurídica, de nulidad de actos ejecutados en fraude de ley. La sentencia del TS de 27 de octubre 1994 (Ar. 8531) recordaba que «el ordenamiento jurídico no contiene ninguna prohibición general que impida al empresario recurrir a la contratación externa para integrar su actividad productiva y así lo reconoce el artículo 42.1 del ET cuando se refiere a la contratación o subcontratación para “la realización de obras o servicios correspondientes a la propia actividad de la empresa”, lo que supone que, con carácter general, la denominada descentralización productiva es lícita, con independencia de las cautelas legales e interpretativas necesarias para evitar que por esta vía puedan vulnerarse derechos de los trabajadores». LA CESIÓN DE TRABAJADORES Otra de las características de nuestra regulación legal es la imprecisión de los límites entre la descentralización productiva a través de las contratas (actividad lícita, aunque sujeta a responsabilidades) y la cesión ilegal de mano de obra (forma de actuación ilícita y sujeta a otras especiales responsabilidades previstas en el art. 43 TRLET). La diferenciación entre ambas actividades ha fluctuado en una jurisprudencia, que un sector de la doctrina ha calificado «de indicios» 4. Al no existir criterio legal de precisión del concepto de cesión ilegal, las resoluciones judiciales han de basarse en los indicios de una actuación fraudulenta. A partir de las SS del TS de 19 de enero de 1994 (Ar. 352), 21 de marzo 1997 (Ar. 2612), 12 diciembre 1997 4 MARTÍNEZ FONS, D. "Los límites en la descentralización productiva: la frontera con los fenómenos de cesión ilegal de trabajadores" en «Descentralización Productiva y nuevas formas organizativas de trabajo» X Congreso Nacional de Derecho del Trabajo, MTAS Madrid 2000 pág. 119 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 LUIS RAMÓN MARTÍNEZ GARRIDO (Ar. 9315) y 3 de febrero 2000 (Ar. 1600) se ha consolidado la que establece que se está en presencia de una contrata –no cesión ilegal– cuando – el contratista, tiene una organización propia, con existencia autónoma, contando con medios personales y materiales, necesarios, organizando y dirigiendo el trabajo, y – pone esa organización a disposición de la empresa cliente en la ejecución del contrato entre ambas. De faltar una de estas dos circunstancias, la prestación de servicios que el contratista realice para la empresa principal, será calificada como cesión ilegal de trabajadores, prohibida por el art. 43 TRLET, a no ser que la prestación se realice a través de una empresa de trabajo temporal que actúe cumpliendo los requisitos establecidos en su Ley reguladora 14/1994. El precepto rector de la cesión ilegal de trabajadores, el art. 43ET, fue objeto de nueva redacción por la Ley 10/1994 de 19 de mayo, modificación, que salvo excepciones, apenas ha sido tomada en consideración por las resoluciones judiciales y la doctrina 5 . Y sin embargo las modificaciones son esenciales. En su versión original el art. 43.1 era del siguiente tenor: «Se prohibe el reclutamiento y la contratación de trabajadores para prestarlos o cederlos temporalmente a un empresario, cualesquiera que sean los títulos de dicho tráfico de mano de obra, así como la utilización de los servicios de dichos trabajadores sin incorporarlos al personal de la empresa en que trabajan». Tras la reforma, consecuencia de la legalización de las empresas de trabajo temporal, el mismo párrafo 1 del mismo art. quedó en los siguientes términos: «la contratación laboral de trabajadores para Entre las excepciones v. RODRÍGUEZ RAMOS, Mª J. «La cesión ilegal de trabajadores tras la reforma de 1994» Tecnos, Madrid, 1995. cederlos temporalmente a otra empresa sólo podrá efectuarse a través de empresas de trabajo temporal debidamente autorizadas en los términos que legalmente se establezcan». Las restantes modificaciones fueron de menor entidad. Se han dulcificado los términos del mandato legal, desde la prohibición absoluta de la versión originaria, hasta la limitada del texto de 1994. En cualquier caso, incluso después de la reforma, el concepto y delimitación legal de la actividad prohibida queda sin decidir. Coincidimos en que lo que el precepto estatutario proscribe es la interposición en el contrato de trabajo. Martín Valverde 6 la define como «combinación de negocios jurídicos en virtud de la cual una persona ostenta frente a otra u otras, y frente a terceros, una titularidad aparente de relaciones jurídicas que oculta o encubre al titular verdadero y real de las mismas». En el mismo sentido la sentencia TS 14 septiembre 2001 (Recurso 2142/2000), tras señalar el carácter complejo de la interposición establece que «implica ..varios negocios jurídicos coordinados: 1) un acuerdo entre los dos empresarios –el real y el formal– para que el segundo proporcione al primero trabajadores que serán utilizados por quien, sin embargo, no asume jurídicamente la posición empresarial; 2) un contrato de trabajo simulado entre el empresario formal y el trabajador y 3) un contrato efectivo de trabajo entre éste y el empresario real, pero disimulado por el contrato formal». Martín Valverde 7, resume la doctrina uniforme respecto a la razón de la prohibición señalando que, en primer lugar, «la cesión de trabajadores distorsiona el mercado de trabajo haciendo aparecer como empresario a quien es un mero cedente o prestamista de mano de obra. «De ahí derivan dos posibles 5 6 7 MARTÍN VALVERDE, A. op.cit. pág. 290. MARTÍN VALVERDE, A. op.cit. pág. 276. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 233 ESTUDIOS consecuencias fraudulentas: desviación de normas sectoriales y consideración como empresario de testaferros insolventes. La primera de las consecuencias se produciría por inaplicación del convenio correspondiente a la actividad realmente desarrollada por el trabajador y simultánea aplicación del convenio aplicable en el sector del testaferro. En el mismo sentido la ya citada sentencia TS 14 septiembre 2001 recuerda que «la finalidad que persigue el art. 43 E T es que la relación laboral coincida con la formal y que quien es efectivamente empresario asuma las obligaciones, que le corresponden, evitando así que se produzcan determinadas consecuencias que suelen asociarse a la interposición, como son la degradación de las condiciones de trabajo, cuando la regulación profesional vigente para el empresario formal es menos beneficiosa para el trabajador que la que rige en el ámbito del empresario real, o la disminución de las garantías cuando aparecen empleados ficticios insolventes». Dos razones más añade Martín Valverde a la prohibición: la disminución de los recursos de defensa de los trabajadores, por la dispersión de la mano de obra que suelen llevar consigo los fenómenos de cesión, y, la idea de que la obtención de un beneficio por la provisión de fuerza de trabajo ajena no es una actividad económica lícita que deba ser consentida por el ordenamiento jurídico. Razón esta última que, hoy, después de legalizadas las empresas de trabajo temporal, ha dejado de ser concluyente. De lo expuesto se deduce que la línea divisoria entre la contrata y la subcontrata es de contornos imprecisos, siendo la última concreción jurisprudencial, la mas arriba expuesta de requerir, para la existencia de la contrata que el contratista sea empresa (real) y se comporte como tal (poniendo a disposición del cliente su organización). Pero, como pone de relieve la sentencia TS 17 diciembre 2001 (Recurso 244/2001), «en empresas de actividad simple, esta puesta a disposición de organización de elementos personales y 234 materiales queda reducida a mínimas aportaciones, como ocurre en las empresas de limpieza y vigilancia, aceptándose que, por las características de la actividad, la organización puesta al servicio de la empresa comitente ha de ser necesariamente de la máxima simpleza». Siendo de destacar que en los dos citados tipos de actividad referidos es comúnmente admitido la existencia de contrata válida, no poniéndose en cuestión la posibilidad de cesión ilegal. LAS COOPERATIVAS DE TRABAJO ASOCIADO En el complejo mundo del mercado más arriba expuesto, como anticipábamos, han irrumpido, con notoria fuerza, las llamadas empresas de servicios y las cooperativas de trabajo asociado. Las razones de estas dos instituciones son notoriamente distintas. Las primeras, las llamadas empresas de servicios, parecen obedecer al deseo de eludir la normativa en materia de empresas de trabajo temporal 8. Su actuación en el mercado es problemática en la medida en que, si su finalidad es la expuesta, la presencia de actuación fraudulenta parece patente, en la generalidad de los casos. Por el contrario, las cooperativas de trabajo asociado se insertan en la realidad de ese movimiento cooperativista que pretende la solución de los problemas del paro por los propios interesados. Movimiento estimulado desde la Constitución (art. 129.2) y desarrollado por Ley 9. Vid. GOERLICH PESET, JM. «Empresas de servicios, empresas de trabajo temporal y cesión ilegal de trabajadores» en Actualidad Laboral, N° 3 del 15 al 21 de enero 2001. 9 La Constitución no incluyó el régimen legal de las cooperativas en ninguno de los listados de los art. 148 (materias a asumir por las comunidades autónomas) y 149.1 (materias de la competencia exclusiva del Estado). Por tanto era materia susceptible de incluir en el mandato del 149.3 que permite que las que no sean exclusiva competencia del Estado podrán corresponder a las Comunidades Autónomas , en virtud de sus respectivos 8 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 LUIS RAMÓN MARTÍNEZ GARRIDO La actual Ley estatal de Cooperativas 27/1999 de 16 de julio, en su Exposición de Motivos, menciona el autoempleo colectivo como fórmula para la inserción social, la atención a colectivos especialmente con dificultades de inserción laboral... En su art. 1.1 define a la cooperativa como «una sociedad constituida por personas que se asocian, en régimen de libre adhesión y baja voluntaria, para la realización de actividades empresariales, encaminadas a satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas y sociales, con estructura y funcionamiento democrático, conforme a los principios formulados por la alianza cooperativa internacional, en los términos resultantes de la presente Ley». De entre las formas que la cooperativa puede adoptar, nos interesa aquí la de trabajo asociado que, en el art. 80.1 de la Ley se conceptúa como «las que tienen por objeto proporcionar a sus socios puestos de trabajo, mediante su esfuerzo personal y directo, a tiempo parcial o completo, a través de la organización en común de la producción de bienes o servicios para terceros. También podrán contar con socios colaboradores». A la vista de estos mandatos legales es necesario precisar la naturaleza jurídica de la relación entre cooperativa de trabajo asociado y socio trabajador. Ortiz Lallana 10 señala Estatutos. Así los Estatutos de Autonomía del País Vasco (art. 10.23), Cataluña (art. 9.21) Andalucía (art. 13.20), Valencia (art.31.21) y Navarra (art.44.27) declararon la competencia exclusiva para regular «cooperativas, pósitos y Mutualismo no integrado en el Sistema de la Seguridad Social, respetando la legislación mercantil». Posteriormente todas las Comunidades Autónomas han dictado la correspondiente Ley de Cooperación de modo que la Ley 27/1999 de 16 de julio, es de aplicación a las sociedades cooperativas que desarrollen su actividad en el territorio de varias Comunidades Autónomas y a las que realizan su actividad, principalmente en Ceuta y Melilla (art. 2). 10 ORTIZ LALLANA, C. «La prestación laboral de los socios en las cooperativas de Trabajo Asociado» Bosch Casa Editorial S.A. Barcelona, 1989, pag. 47 y siguientes. las siguientes características de esta relación: – se trata de una relación de trabajo surgida de un negocio jurídico societario, – los trabajadores participan de los beneficios de la cooperativa de Trabajo Asociado, si los hubiere, – existe una subordinación organizativa del socio a los directivos de la cooperativa o a sus órganos gestores, – esta subordinación es consecuencia de la necesaria organización del trabajo para llegar a resultados productivos y se desenvuelve, por tanto, en un ámbito que no afecta al plano estructural de la relación de prestación de servicios. De esas notas extrae Ortiz Lallana la conclusión de que se trata de una «relación ubicada en una zona límite entre el trabajo autónomo y el realizado por cuenta ajena», tesis que, en tales términos, podemos compartir. Pero lo cierto es que se inclina hacia su calificación como relación susceptible de ser regida por la legislación laboral y es esa conclusión que no estimamos aceptable. La propia Ley de Cooperativas establece reglas de todo punto incompatibles con las normas laborales. Tales son los, mandatos legales relativos al ingreso (art. 81), régimen disciplinario (art. 82), jornada descanso fiestas y vacaciones (art. 83), baja obligatoria en la cooperativa (art. 85), mandatos que, aún teniendo contenido similar con los que regulan la relación laboral en el TRLET, están expresa y legalmente diferenciados. Creemos por ello que la relación de trabajo del socio trabajador en la cooperativa es más próximo la figura del trabajador autónomo que a la del trabajador por cuenta ajena y le afecta el mandato de la Disposición Final Primera del TRLET, que excluye del ámbito de la legislación laboral, el trabajo realizado por cuenta propia, excepto en aquellos aspectos que, por precepto legal, se disponga expresamente, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 235 ESTUDIOS como ha ocurrido en la regulación de la prevención de riesgos laborales. Por consiguiente, la relación entre cooperativa y sus socios trabajadores no es laboral, no es una relación de dependencia y retribución por una actividad cuyos resultados prósperos o adversos repercuten en el patrimonio del empleador. Se trata de una relación societaria por mandato legal. Así lo dispone expresamente la Ley 27/1999, en su art. 80 afirmando que «la relación de los socios trabajadores con la cooperativa es societaria». La relación de los tres factores que tratamos de conjugar: contratas, cesión ilegal de trabajadores, y trabajadores de cooperativas de Trabajo Asociado, se ha de ver forzosamente afectada por esta calificación de la relación jurídica del socio trabajador con la cooperativa. Recordemos que la doctrina jurisprudencial ha señalado que el supuesto de interposición implica «varios negocios jurídicos coordinados: 1) un acuerdo entre los dos empresarios –el real y el formal– para que el segundo proporcione al primero trabajadores que serán utilizados por quién, sin embargo, no asume jurídicamente la posición empresarial; 2) un contrato de trabajo simulado entre el empresario formal y el trabajador y 3) un contrato efectivo de trabajo entre éste y el empresario real, pero disimulado por el contrato de trabajo formal» (Sentencia TS. 14 de septiembre 2001 Recurso 2142/2000). El segundo de los componentes del negocio interpositorio, el contrato simulado entre empresario formal y trabajador, no se dará nunca cuando se trata de socios trabajadores de cooperativas de trabajo asociado. Su relación con la cooperativa no es la derivada de un contrato de trabajo. No será posible, en consecuencia, aplicar el art. 43 TRLET en los supuestos en los que los servicios se presten por socios trabajadores de cooperativas de trabajo asociado 11. No quiere ello decir que no 11 En contra RAMÍREZ MARTÍNEZ, J.M. y SALA FRANCO, T. «Contratas y subcontratas de obras y servicios y cesión ilegal de trabajadores», en AA.VV. «Descentralización 236 pueda producirse una utilización abusiva de los servicios de los trabajadores de estas entidades, ni que estemos defendiendo la existencia de una cesión de mano de obra a través de las cooperativas de trabajo asociado, en modo similar al que se autoriza a las empresas de trabajo temporal. Podrán producirse situaciones en las que la relación jurídica entre la empresa comitente y la cooperativa, no serán incardinables en el concepto que, de la contrata del art. 42 TRLET, ha quedado delimitado en la doctrina jurisprudencial: organización empresarial y puesta a disposición del comitente de tal organización. Ahora bien, aún no pudiendo calificarse de contrata una prestación de servicios a través de la cooperativa la situación creada no es subsumible en la cesión ilegal de trabajadores del art. 43 TRLET, sino en la genérica figura del fraude de ley ex art. 6.4 del Código civil, calificación que permitirá llegar a conclusiones parecidas mas no idénticas a las derivadas del precepto estatutario. Por otra parte, para calificar como fraudulenta la contratación, no puede olvidarse que el objeto de la cooperativa es «proporcionar a sus socios puestos de trabajo mediante su esfuerzo personal y directo, a tiempo parcial o completo, a través de la organización en común de la producción de bienes o servicios para terceros» (art. 80 de la Ley 27/1999 de 16 de julio). Este dato ha de influir de manera decisiva en la calificación del contrato de arrendamiento de servicios entre comitente y cooperativa, y deberá ser determinante de un menor rigor en el enjuiciamiento, de modo similar al que viene siendo usual en la califi- productiva y protección del trabajo en contratas. Estudios en recuerdo de Francisco Blat Gimeno», Tirant lo Blanch, Valencia 2000, pág 117. Para estos autores la caracterización de la contrata responderá siempre a la presencia o ausencia de los elementos que identifican a la primera , siendo irrelevante el que la figura interpuesta sea persona física o jurídica, sociedad de capital, sociedad cooperativa o anónima laboral, unión temporal de empresas, agrupación de interés económico o una fundación. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 LUIS RAMÓN MARTÍNEZ GARRIDO cación de la puesta a disposición en las empresas de limpieza o de vigilancia, en las que son pocos los elementos aportados que exceden de la mera aportación de trabajadores. Eludir las limitaciones legales en la utilización de los servicios de las empresas de trabajo temporal puede ser una de las tentaciones más sugestivas en la utilización abusiva de los servicios de las cooperativas de trabajo asociado. A partir de la Ley 29/1999 de 16 de julio, que dio nueva redacción al art. 11 de la Ley 14/1994, reguladora de las empresas de trabajo temporal, los trabajadores en misión tienen derecho, durante los períodos de prestación de servicios en las empresas usuarias a percibir, como mínimo, la retribución establecida para el puesto de trabajo a desarrollar en el convenio colectivo aplicable a la empresa usuaria, calculada por unidad de tiempo. Eludir los salarios y demás condiciones de trabajo del convenio aplicable en la empresa comitente será igualmente un fin reprobable. Como señalaba la Sentencia del T.S. de 21 de marzo de 1997 (Ar. 2612), «lo que se pretende normalmente con la interposición en el contrato de trabajo es eludir la aplicación de las normas más favorables al trabajador». En consecuencia, puede ser criterio fuertemente indiciarlo de la existencia de utilización fraudulenta de los servicios de la cooperativa de trabajo asociado, el hecho de que lo socios que los realizan acaben percibiendo retribuciones inferiores a los salarios del convenio aplicable en la empresa servida. Pero, a contrario sensu, si tales retribuciones son iguales o superiores, lo que se habrá contratado será un plus de eficacia que no hay razón para vetar. Recientemente, el TS, ha tenido ocasión de pronunciarse en un supuesto de servicios de una cooperativa que prestaba servicios a una empresa de matadero de aves, en Sentencia de 17 de diciembre de 2001 (Recurso 244/2001) y, tras enjuiciar las circunstancias del caso, de las que no se desprendía la existencia de contratación abusiva añadía que «cierto es que, con matices diferenciales en los elementos de hecho, podría darse una situación de prestamismo prohibido si hubiera una explotación de mano de obra mediante apropiación de parte de los beneficios por un tercero que nada aporte a la realización del servicio. Pero tal proceder no puede presumirse en una cooperativa de trabajo asociado en la que los resultados de la explotación han de recaer necesariamente sobre los socios». En definitiva la prestación de servicios a través de este tipo de cooperativas, goza de una presunción de legalidad más intensa que la que acompaña a todo negocio jurídico. No es suficiente para estimar que existe una situación fraudulenta el hecho de que la aportación de elementos a la contrata sea simple o de escasa relevancia. Por el contrario, sí puede ser un fuerte indicio de la existencia de actuación en fraude de ley el que los socios trabajadores disfruten de peores condiciones que las que corresponde a los de la empresa servida. Acreditada la existencia de actuación en fraude de Ley, ya hemos descartado la aplicación del art. 43 TRLET, al ser la relación cooperativa socio, de naturaleza societaria y no laboral. Los efectos serán los establecidos en el art. 6.4 del Código civil: el acto fraudulento no impedirá la debida aplicación de la norma que se hubiere tratado de eludir. En consecuencia deberán aplicarse a los socios las condiciones de trabajo del convenio colectivo de la empresa comitente. De ello responderán solidariamente los coautores del acto fraudulento, empresa comitente y cooperativa. La posibilidad de exigir el socio cooperativista la integración en la plantilla de la empresa comitente dependerá de que los servicios se hayan prestado de forma en que sean incardinables en el concepto de relación laboral establecido en el art. 1 del TRLET. De concurrir las notas de ajeneidad, dependencia, y organización del comitente, éste tendrá la consideración de empleador y el socio podrá exigirle el reconocimiento legal de esta situación y el cumplimiento de las REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 237 ESTUDIOS obligaciones que de ella se deriven. Solución similar a la que se produce cuando un trabajador contrata sus servicios como autónomo para un empleador y la relación resulta incardinable en el concepto de relación labo- 238 ral. No se trata de cesión ilegal de trabajadores –nadie se cede a sí mismo– sino de un contrato de trabajo encubierto que, despojado de la cobertura ha de surtir los efectos que le son propios. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 LUIS RAMÓN MARTÍNEZ GARRIDO RESUMEN: Partiendo del fenómeno de la descentralización productiva y su creciente expansión, el presente estudio analiza la conexión entre tres figuras decentralizadoras: la contrata, la cesión ilegal de mano de obra y la cooperativa de trabajo asociado. Tras hacer referencia al perfil difuso que la figura de la contrata tiene en nuestro Ordenamiento, y tras señalar el criterio jurisprudencial arbitrado para apreciar la ilegalidad de la cesión de mano de obra, el estudio se centra en la naturaleza del vínculo jurídico entre cooperativa de trabajo asociado y socio trabajador (vínculo societario: art. 80.1 de la Ley de Cooperativas), de la que deduce la inaplicabilidad del art. 43 ET y la aplicabilidad, en caso de fraude, del art. 6.4 del Código Civil; más que de cesión ilegal de mano de obra se trataría de un supuesto de contrato de trabajo entre el empresario principal y el (falso) socio-trabajador. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 239 La sucesión de empresa: una lectura del nuevo artículo 44 del Estatuto de los Trabajadores desde la jurisprudencia AURELIO DESDENTADO BONETE * 1. UNA REGULACIÓN «SORPRESA» PARA UNA MATERIA CONFLICTIVA a sucesión de empresa no ha sido en la anterior regulación del art. 44 ET una institución pacífica. Basta consultar los repertorios jurisprudenciales y los estudios doctrinales para apreciar su carácter de materia disputada. Hay, desde luego, varias razones para ello. L La primera puede encontrarse en las tendencias que se manifiestan en la economía y en el sistema productivo, que ha estudiado con detalle de la Puebla en su trabajo sobre las nuevas formas de empresa en el art. 44 ET. Estamos pasando, como dice Castells, de un sistema de producción en serie a otro de producción flexible postfordista.En este sistema la empresa experimenta cambios organizativos importantes para adaptarse a una economía global, caracterizada, de una parte, por la incertidumbre sobre la evolución de la demanda y las posiciones de mercado, y, de otra, por la rápida obsolescencia –no sólo por razones tecnológicas– de las formas de producción y de * Magistrado de la Sala IV del Tribunal Supremo. los propios productos. Estas transformaciones, que Rifkin relaciona con una «economía ingrávida» que corresponde a «la era del acceso», ponen en crisis el modelo fordista de la gran empresa estructurada verticalmente para dar lugar a una «empresa red», que resulta de una opción por unidades empresariales más reducidas y, por tanto, más adaptables que actúan de forma coordinada dentro de una estrategia común. Así la «tela de araña» ha sustituido a la «pirámide» como símbolo de la organización empresarial (Reich).La forma de instrumentar esta opción pasa por las diversas modalidades de descentralización productiva, desde las contratas y subcontratas clásicas hasta las franquicias y ciertas formas «blandas», más o menos legalizadas, de cesión. Pero la sucesión de empresas es una vía particularmente idónea para la descentralización cuando de lo que se trata es de «desmontar» una gran empresa preexistente para componer una red a partir de las unidades desgajadas. El caso de la STS 27.10.1994 (RJ 8531), conocida quizá erróneamente como la sentencia del «outsourcing», es ilustrativo de este tipo de procesos. Por otra parte, el paso de una «producción de alto volumen» a una «producción de alto valor», unido a los fenómenos de deslocaliza- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 241 ESTUDIOS ción industrial, reduce de forma importante el conjunto productivo físico de la empresa. La gran fábrica, con su espacio concentracionario y su ejército de trabajadores formado alrededor de las máquinas, comienza a desaparecer del paisaje económico para ser sustituida por entornos organizativos más etéreos, dedicados al diseño, la programación, la tecnología, el marketing, la publicidad y la financiación, mientras que la producción estrictamente industrial se fragmenta o viaja a la periferia. Así la empresa se «desmaterializa» y su transmisión se hace menos visible 1. Una segunda razón de la conflictividad que se produce en torno a la sucesión de empresa se relaciona con su régimen jurídico. La regulación del artículo 44 ET, en su versión inicial, era extraordinariamente escueta y sus extensas lagunas han tenido que ser objeto de una amplia integración judicial, que no siempre ha transitado, como veremos, por vías uniformes. A ello hay que añadir el impacto del Derecho de la Unión Europea, con la Directiva 77/187 y su modificación por la Directiva 98/50, luego refundidas por la Directiva 2001/23, y de la propia jurisprudencia del Tribunal de Justicia Europeo. Por otra parte, a estas dos regulaciones se une otra procedente de la negociación colectiva –tanto del convenio estatutario, como de determinados acuerdos en algunas sucesiones atípicas–, que introducía garantías adicionales,pero en un marco que suscitaba problemas de coordinación no sólo con la ley, sino también con la esfera de la autonomía privada, como muestra otro caso importante, el de Iberia-Ineuropa Handling UTE (STS 29.2.2000, RJ 2413). En este contexto la revisión del art. 44 ET era una tarea necesaria y quizá también urgente. Pero la reforma de la Ley 12/ 2001 ha sido una reforma por sorpresa. La sucesión de empresa no se abordaba en el Real Decreto1 RIFKIN señala que la economía del siglo XXI estará dominada por las ciencias de la información y las ciencias de la vida, dos ciencias en cuyo desarrollo la propiedad de activos físicos tiene poca importancia. 242 Ley 5/2001 y surge durante la tramitación parlamentaria de éste a través de la enmienda 167 del Grupo Popular 2. El preámbulo de la Ley12/2001 nos indica que se trata de reforzar las garantías en los supuestos de sucesión de empresa, en particular «a través de una mejora de los instrumentos de información y consulta de los trabajadores que permita dotar a estas situaciones laborales de la debida transparencia y seguridad jurídica». Señala también el preámbulo que la reforma del art. 44 ET incorpora al ordenamiento interno el contenido de la Directiva europea 98/54 CEE 3,que modificó la Directiva 77/187 CEE, aunque hay aquí un pequeño desfase, pues cuando se aprueba la reforma ya estaba en vigor la refundición de la Directiva 2001/23 4. En realidad, como han señalado Martín Valverde y Samper, en el plano material el régimen de garantías de las directivas comunitarias ya estaba incorporado a nuestro ordenamiento en una forma suficiente y en muchos casos con mayor amplitud, por lo que la reforma,salvo en materia de garantías procedimentales o de información, actúa más en la línea de la aclaración o del complemento. El presente trabajo tratará de poner en relación la nueva regulación con las soluciones que la jurisprudencia había aportado para la anterior. Así podremos ver lo que ha cambiado y lo que sigue igual. 2. LAS VÍAS DE LA TRANSMISIÓN DE EMPRESA Y LAS «DOS CARAS» DEL ART. 44 ET: GARANTÍA EN LA SUCESIÓN Y GARANTÍA FRENTE LA SUCESIÓN 2.1. La amplitud de la interpretación judicial de las vías de transmisión El art. 44 ET,antes y después de la reforma, aborda dos cuestiones : la determinación 2 3 4 BCG /CD, 27.4.2001. El plazo para la transposición vencía el 17.7.2001. JO, L 082, 22.3.2001. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 AURELIO DESDENTADO BONETE de cuándo se produce una transmisión de empresa y las consecuencias que para el contrato de trabajo se derivan de ese cambio 5. La sucesión en la posición de empleador se liga a una transmisión de empresa. Esta constituye un fenómeno relativamente complejo, porque se desarrolla en varios planos: el negocio jurídico a través del cual se produce la transmisión y el efecto de ésta sobre los contratos de trabajo suscritos con el empresario. La adecuada observación de este fenómeno exige, en primer lugar, la distinción entre el empresario, como persona física o jurídica, que ejerce en nombre propio una actividad económica, asumiendo los derechos y obligaciones surgidos de esa actividad, y la empresa, como conjunto de elementos materiales y personales organizados para realizarla. Lo específico del art. 44 ET es que la transmisión de la empresa en el plano patrimonial se vincula a un cambio de empresario en el ámbito del contrato de trabajo; algo que consideramos normal,pero que quizá no lo sea tanto 6. Luego volveremos sobre esto. Ahora lo que nos interesa es la acción de transmitir, las vías de transmisión. Aquí no ha habido ningún cambio como consecuencia de la Ley 12/2001. Se mantiene en el nuevo art. 44.3 ET la referencia a las transmisiones por actos «inter vivos», que antes estaba en el art. 44.1.2º, y que hay que completar con las que se contie5 Ahora hay también una regulación de las garantías de información y consulta, que antes se limitaba a una referencia a la notificación del cambio de titularidad. 6 ROJO recuerda que la regla general es precisamente la contraria: el adquirente no se subroga en la posición contractual del transmitente, «pues los contratos o,más exactamente, los derechos que en estos contratos tiene el titular del establecimiento que se cede no se transmiten con el establecimiento»,dado que «la subrogación del adquirente en la posición jurídica del establecimiento requiere no sólo la voluntad expresa de éstos, sino también la conformidad de la persona o personas con las que hubiera contratado el titular». El supuesto del art. 44 ET es una excepción a esta regla,como las que se establecen en materia de arrendamiento de locales (art. 32 LAU), seguros (art. 34 LCS), tributos (41 LGT) y Seguridad Social (arts. 104 y 127 LGSS). nen en el art. 49.1.g), sobre la transmisión «mortis causa», no incluida en la Directiva, y en el art. 51.11 ET, sobre la venta judicial. Sobre estas bases legales, la doctrina jurisprudencial había aplicado un criterio amplio. Se han admitido todos los supuestos posibles de transmisión «inter vivos», desde los típicos de la venta 7 y el arrendamiento de empresas 8 hasta los fenómenos de fusión y escisión de sociedades,pasando por las transmisiones indirectas, que se realizan por acto de tercero, como las contratas y adjudicaciones de concesiones 9. No era, por tanto, necesario 7 Incluida la venta judicial (art. 51.11 ET), que podría excluirse en los supuestos del art.5 de la Directiva 2001/23. 8 La STS 5.10.2000 (RJ8664), aunque no entra en el fondo por falta de contradicción, recuerda la doctrina de la STS 26.3.1984 (RJ 1609), a tenor de la cual «el cese del arrendatario en el negocio como consecuencia del desahucio evidencia la existencia de un doble cambio de titularidad empresarial, uno al arrendarse la industria y otro al recobrarla el anterior titular por extinción del contrato de arrendamiento», lo que supone que la reversión al arrendador implica la recuperación por éste de los elementos necesarios para el desarrollo de la actividad empresarial y que lo que habría que probar en su caso sería lo contrario. Se subraya así que el arrendamiento de industria es un proceso de «ida y vuelta» y la plantilla de salida puede no coincidir con la de retorno. En la STS 6.2.1987 (RJ 863) se dice que el pacto en virtud del cual el locatario debería devolver lo recibido «libre de profesorado y de cualquier otro profesorado que estuviera a su servicio», obviamente no puede afectar a los trabajadores, ajenos a esa convención, de la que podrán nacer derechos entre las partes, pero, en modo alguno, situaciones lesivas para quienes no intervinieron en tal negocio jurídico. 9 Un criterio más estricto se ha aplicado en relación con los cambios de titularidad en las notarías y corredurías de comercio en las SSTS 11.5.1987, RJ 3670, 21.12.1987, RJ 8994, 10.5.1988, RJ 3591, 13.6.1988, RJ 5273, 8.11. 1994, RJ 9068, y 6.3.2000, RJ 2602. Se razona que, aunque hay un establecimiento empresarial, se trata de una empresa «sui generis», dado que, en razón de la función pública que tiene encomendada, dicha empresa no es susceptible de transmisión por negocio jurídico «inter vivos», ni «mortis causa», pues 1) la plaza se crea o se suprime por decisión del poder público y se accede a ella sólo por nombramiento, 2) no existe un sustrato material ni económicamente objetiva- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 243 ESTUDIOS incorporar las vías recogidas en el art.1.a) de la Directiva 2001/23, que menciona «la cesión contractual» y «la fusión», como negocios susceptibles de producir un traspaso de empresa incluido en su ámbito de aplicación. nistrativas, ni tampoco de traspaso de funciones entre autoridades públicas cuando el empresario saliente es privado 12. 2.2. Algunos supuestos polémicos: escisión de sociedades, transmisiones indirectas Pero la ocasión podría haberse utilizado para aclarar algunos puntos oscuros. La Directiva incluye, en su art. 1.c), a «las empresas públicas y privadas... con o sin ánimo de lucro», pero excluye los supuestos derivados de una «reorganización administrativa de las autoridades públicas» y del «traspaso de funciones administrativas entre autoridades públicas»10.¿Qué alcance tiene esta exclusión? En nuestro Derecho hay un problema latente con las sucesiones que afectan a una Administración Pública, porque la reserva de determinados puestos de trabajo a su cobertura con funcionarios y la aplicación de procedimientos públicos de selección 11 impediría, en principio, la asunción de contratos de trabajo para estos puestos por la vía del art. 44 ET ¿Cabe entender que juega aquí la exclusión de la Directiva? Es discutible,pues no se trata propiamente de reorganizaciones admi- Sin embargo, en algunas de estas vías se han planteado problemas específicos. Así en el régimen de sociedades ha sido necesario aclarar que la simple adquisición de acciones o participaciones, aunque pueda determinar un cambio en el control del capital social, no constituye ninguna sucesión, porque el empresario sigue siendo la misma sociedad (STS 30.4.1999, RJ 4660 13). La distinción entre sucesión e incorporación a un grupo se establece en la STS 22.3.1991 (RJ 1891) y en la STS 30.4.1999, sobre el caso Iberia / Aviaco: en el grupo las distintas sociedades, que tienen la condición de empresario, mantienen esa condición, salvo que se produzca una actuación empresarial conjunta del grupo como tal 14. ble que permanezca tras el cese, pues toda la actividad gira en torno a una actuación profesional, puramente intelectual, de la que queda constancia en los registros correspondientes y 3) tampoco existe un complejo productivo susceptible de ser transmitido, no ya por negocio jurídico entre los funcionarios, sino tampoco por ministerio de la ley, pues los protocolos y registros son propiedad del Estado y no de los funcionarios. Un supuesto de calificación difícil a través de acto de tercero cesión en pago de derechos de explotación a una entidad bancaria que luego los transmite a otra empresa es el caso de «la esquina del Bernabeu» que resuelve la STS 18.1.2002 (r. 2483/2000). Se trata de la explotación de un conjunto de locales comerciales, oficinas y aparcamientos dentro de una zona con servicios comunes,cuya transmisión se considera susceptible de integrar «una explotación empresarial completa». 10 La STJCE 15.10.1996, asunto Henke, declaró que no constituye transmisión la cesión de competencias de un municipio a una agrupación de municipios. La Sra. Henke era la secretaria del alcalde de un municipio que formó con otros una agrupación municipal. 11 Arts. 15.1.c) y 19 de la Ley 30/ 1984 en relación con la STC 99/1987. 12 La sucesión en el marco de las Administraciones públicas plantea algunos problemas específicos. En nota anterior se ha hecho referencia a los notarios y corredores de comercio. En el caso de la reversión de las funciones de recaudación se estableció que la mera recuperación de la actividad, sin incorporación de la infraestructura empresarial no determinaba una sucesión incluida en el art. 44 ET,pero se aplica,en su caso, el régimen especial de garantías establecido en normas reglamentarias para los trabajadores que se habían incorporado a la Administración (SSTS13.3.1990, RJ 2069,, 21.3.1996, RJ 6414, 30.10.998 (RJ 7804),12.6.2001 (RJ 5928) y 11.12.2001 (r 1561/00).La misma solución para el caso de la incorporación del personal de las Cámaras de la Propiedad Urbana (SSTS 6.2.1998, RJ 1642/ 14.10.1998, RJ 7811). 13 «La adquisición de las acciones de una empresa por otra no puede equipararse con la absorción que implica la extinción de la sociedad absorbida, como ha declarado la Sala en su Sentencia de 19 de enero de 1987 (RJ 65)». 14 El hecho de que el grupo de empresas implique en determinados casos una sola unidad económica que comporte una comunicación de responsabilidades frente a sus trabajadores tampoco se traduce ni en una con- 244 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 AURELIO DESDENTADO BONETE Mayor interés tiene la descentralización productiva a través del fenómeno de la escisión de sociedades. El problema se abordó en la STS 27.10.1994 (RJ 8531), que descarta la aplicación de «un concepto rígido y autosuficiente de empresa, en virtud del cual el empresario debe ser titular directo de todos los elementos patrimoniales que intervienen en el proceso de producción», señalando que «esa noción no corresponde a la realidad económica, ni a la jurídica».La sentencia añade que en nuestro ordenamiento « la denominada descentralización productiva es lícita, con independencia de las cautelas legales e interpretativas necesarias para evitar que por esta vía puedan vulnerarse derechos de los trabajadores» 15 y esa descentralización puede realizarse a través de la escisión de una sociedad, mediante la segregación de parte de su patrimonio y su atribución a una filial de nueva creación [art. 252 b) LSA]. En otras ocasiones, la sucesión se ha evitado extinguiendo previamente los contratos de trabajo mediante acuerdos con los trabajadores, como en los casos de las SSTS 20.1.1997 (RJ 618),sobre la creación de Telefónica Servicios Móviles, SA, y 12.5.1998 (RJ 4329), sobre la exteriorización de los servicios comerciales de Campsa 16. Especialmente polémicas han sido las transmisiones indirectas a través de actos de tercero. La no exigencia de trato directo entre cedente y cesionario permitió en la doctrina tradicional llevar al ámbito de la sucesión las transmisiones realizadas a través de contratas y concesiones administrativas. Luego, surgió el problema de la distinción entre transmisiones de la actividad y las transmi- fusión ni en una sucesión, siempre que se conserve la titularidad formal de las distintas empresas y éstas sigan siendo el marco de organización, dirección y gestión diferenciado en que tienen lugar y se desenvuelven las relaciones laborales de sus trabajadores. 15 Sobre estas cautelas, vid. la STS 24.7.1989 (RJ 5908). 16 Sobre estas sentencias vid. el comentario de C. MARTÍNEZ MORENO. siones de la organización productiva («infra» 3) y, finalmente, en el caso Iberia / Ineuropa Handling UTE se plantea la cuestión del acto de tercero como eventual determinante de una sucesión atípica de actividad, cuando ese supuesto no queda comprendido en el art. 44 ET. La STS 29.2.2000 (RJ 2413) es terminante 17. Si no existe un supuesto de sucesión del art. 44 ET –y la mera sucesión en la actividad no lo es–, el cambio de empresario no está comprendido en este artículo y el pliego de condiciones, como acto de tercero, « no obliga a los trabajadores..., porque el tratar de imponerles el paso de una empresa a otra supone una novación de contrato por cambio de empleador (deudor en cuanto a las obligaciones legalmente impuestas a todo empresario), y ello no puede hacerse sin el consentimiento de los acreedores en dichas obligaciones (art.1205 el Código Civil)» 18. La sentencia es importante porque pone de manifiesto la ambivalencia de la sucesión que El supuesto parte de un concurso público convocado por AENA en febrero de 1996 para la adjudicación de un concesionario del «handling» (servicio de asistencia en tierra a pasajeros y aeronaves), que hasta entonces había venido desempeñando en exclusiva Iberia.En el pliego de condiciones se señalaba que «el adjudicatario de este concurso tiene la obligación de subrogarse en las condiciones legalmente establecidas del personal que el primer concesionario handling destina a la prestación de este servicio, en igual proporción a la actividad en la que sea sucedido por el segundo operador». La adjudicación se hizo a favor de la Unión Temporal de Empresas «Ineuropa Handling». Iberia indicó a los trabajadores afectados que pasaban a depender de la nueva concesionaria. Pero un sindicato impugnó en proceso de conflicto colectivo la sucesión en el ámbito de Madrid, dando lugar a la sentencia comentada, cuyo criterio se reitera por la STS 11.4.2000 (RJ 3946). 18 En la STS 12.4.2000 (RJ 3951) se acepta, sin embargo, la aplicación del acuerdo de 21.10.1994, que regulaba la sucesión entre las dos empresas, estableciendo la obligación de Ineuropa Handling de aplicar el convenio de Iberia a los trabajadores transferidos. Este criterio no contradice el de la STS 29.2.2000, porque se trata de la retribución de los trabajadores que no han impugnado el cambio de empresario. La STS 12.4.2000 parte de que no se trata de una sucesión del art. 44 ET, sino de un cambio de empresario negociado. 17 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 245 ESTUDIOS puede jugar como garantía de la continuidad de los contratos de trabajo y del cumplimiento de las obligaciones laborales, pero que también es susceptible de actuar una descentralización productiva que perjudique el estatuto profesional de los trabajadores. Estos están obligados a aceptar la sucesión si ésta opera por ministerio de la ley 19,pero no si el cambio de empresario queda fuera del supuesto legal de la sucesión de empresa. Así leído «al revés», el art. 44 ET se convierte en una garantía contra las sucesiones estratégicas, pues sin la transmisión de un soporte patrimonial no cabe la cesión de los contratos 20 y hay que estar a la regla civil que condiciona esa cesión al consentimiento del contratante cedido (Díez-Picazo, Rojo ). Esta conclusión se expresa con claridad en la STS 23.10.2001 (RJ. 804/00),también de la serie Iberia/Ineuropa Handling, que insiste en la necesidad del consentimiento de los trabajadores, pero que matiza, destacando que «la cesión de los contratos que está en el origen de la subrogación contractual, y la propia subrogación empresarial resultante, son en principio lícitas, si bien no operan automáticamente, sino que requieren el consentimiento de los trabajadores afectados», y, por ello, si los trabajadores no aceptan «la cesión propuesta se mantiene su relación de trabajo...., sin perjuicio de las facultades de la empresa de modificación o en su caso extinción del contrato por causas objetivas» 21. La obligación es relativa, porque el trabajador puede romper el vínculo con el nuevo empleador mediante una dimisión. Pero no puede excluir la sucesión, manteniendo que su relación con el empresario cedente continúa vigente. Lo que ocurre es que si efectivamente se ha transmitido la actividad y el trabajador no acepta el empleo con el empresario entrante, se expone a que el empresario recurra a un despido económico. 20 Vid. en este sentido la STS 22.1.1990 (RJ 180), sobre la «externalización» del servicio de limpieza de un hospital mediante una contrata y la correspondiente cesión de los contratos de trabajo, que la sentencia excluye. 21 Por ello, concluye la sentencia que no cabe una declaración general de la ilegalidad y una anulación de las subrogaciones, pues «éstas son lícitas en principio y 19 246 Sin embargo, esto puede plantear un problema adicional en relación con las regulaciones sectoriales contenidas en los convenios colectivos sobre sucesión de empresa en las contratas de limpieza y seguridad 22. La efectividad de estas previsiones puede quedar condicionada a la aceptación de los afectados, si se entiende que el art. 44 ET es indisponible para el convenio colectivo en dos sentidos: 1) no pueden reducirse por el convenio las garantías que el precepto legal establece para el tipo legal de sucesión y 2) tampoco puede imponerse al trabajador sin su consentimiento, mediante una cesión del contrato, un cambio de empleador cuando no se haya producido el supuesto legal de sucesión. Por supuesto, los convenios colectivos no pueden establecer obligaciones de subrogación para empresarios no incluidos en su ámbito de aplicación 23. 2.3. Crisis y «salvamento» de empresas Hay que hacer, por último, una referencia a las empresas en crisis. La Directiva dice, en su art. 5, que, salvo disposición en contrario de los Estados miembros, no se aplicarán las garantías a la sucesión que se produzca cuando el cedente sea objeto de un procedimiento de quiebra o de un procedimiento de insol- pueden ser válidas o no respecto de cada trabajador individual, según se haya obtenido o no el consentimiento del mismo al acuerdo de ceder su contrato de trabajo al segundo concesionario». Por otra parte, se señala que la cesión del contrato no equivale a una cesión de trabajadores, pues la cesión del art. 43 del ET es «aquella en la que sigue apareciendo formalmente en la relación de trabajo en la posición de empleador el empresario cedente». 22 Estas cláusulas vienen aceptándose por la jurisprudencia en la medida en que no se cuestiona su carácter de norma más favorable, ni su aceptación por los trabajadores afectados. Vid. en este sentido SSTS 10.12.1997 (RJ 736/98), 9.2.1998 (RJ 1644), 10.7.2000 (RJ 8295), 18.9.2000 (RJ 8299) y 6.6.2001 (RJ 5490). 23 SSTS 12.3.1996 (r 945/95) y 28.10.1996 (RJ 7797), comentadas en DESDENTADO y VALDÉS DE LA VEGA. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 AURELIO DESDENTADO BONETE vencia análogo para la liquidación de sus bienes, siempre que estos procedimientos estén bajo la supervisión de una autoridad pública. En el ordenamiento español es cuestionable que exista esa norma en contrario. Esta podría ser el art. 51.11 ET, que establece que en el supuesto de venta judicial de la empresa «será aplicable lo dispuesto en el art. 44 de esta Ley...» ¿Comprende la venta judicial los procesos concursales? En principio sí, pero podría pensarse que prevalece la regla especial para estos procesos 24 . Hay, sin embargo, una línea aplicativa bastante consolidada en sentido contrario. Se ha abierto, sin embargo, una vía de excepción, a través de un fenómeno de «salvamento « o «reflotación» de empresas por los propios trabajadores. En las SSTS 16.5.1987 (RJ 3726) y 13.12.1989 (RJ 9199) ya se había enfrentado este problema de forma muy matizada. En la primera, dictada en el caso de Nueva Brú, se dice que «la iniciación de una nueva actividad en el mismo sector industrial, utilizando las antiguas factorías adaptadas, por empresa constituida en base a subvenciones públicas con la finalidad de que sea competitiva y genere empleo, interviniendo la autoridad laboral..., no debe producir consecuencias ajenas a esa finalidad, ni encuadrarse, por tanto, en el supuesto ordinario de cambio de titularidad en una empresa, porque las antiguas se entendieron en definitiva inviables en los aspectos industrial y laboral». La sentencia añade que «extraer de tal situación otras consecuencias, como la de hacer cargar a la nueva empresa con las deudas de la anterior, o con otros gravámenes procedentes de ellas, podría dar al traste con los fines de la, propiciada con fondos públicos, reestructuración del sector». La STS 13.12.1989 decide una situación de grave crisis, en la que «los trabajadores adquirie- Vid. las observaciones de GARCÍA-PERROTE y MERsobre la insuficiencia del marco normativo actual y la necesidad de que la nueva Ley Concursal aborde esta cuestión. 24 CADER ron la totalidad de los elementos de la empresa, muebles, inmuebles y derechos, bien por cesión en pago de deudas por adjudicación en ejecución de sentencia e incluso por dejación de la empresa propietaria y que los mismos...vendieron todos esos elementos a una nueva sociedad» constituida al efecto, de modo que operados sus despidos «obtuvieron de la citada nueva empresa, entre otras contraprestaciones, la garantía de la ocupación inmediata de un buen número de los trabajadores y la percepción por los no ocupados de una indemnización equivalente a la que corresponde por regulación de empleo y no la de despido improcedente». Para la sentencia «no cabe apreciar la continuidad entre una y otra empresa en el ejercicio de la titularidad empresarial, que los propios trabajadores contribuyeron a eludir, aceptando, como elemento básico de toda la negociación la inexistencia de subrogación de la nueva empresa en las obligaciones de la anterior y obteniendo, al margen del Fondo y de un expediente de regulación de empleo, por vía privada, garantías de ocupación mediante nuevos contratos o de indemnización para el personal no readmitido» 25. En unificación de doctrina se introducirá una consideración más restrictiva de estos supuestos, como muestran las SSTS 16.11.1992 (RJ 8810),15.2. 1993 (RJ 1166), 20.31993 (RJ 1874),17.5.1993 (RJ 4102, 16.7.1993 (RJ 5683), 23.11.1993 (RJ 8937) y 22.12.1993 / RJ 9984).Sin embargo, con las SSTS 15.4.199 (RJ 4408) y 11.4.2001 (RJ 5113) se ha abierto paso de nuevo un criterio 25 En igual sentido la STS 20.7.1988 (RJ 6211) pondera, para excluir la sucesión, que la nueva empresa es una sociedad anónima laboral, que forman los trabajadores de la empresa desaparecida y que «arriesgan en su empeño la indemnización por desempleo y los créditos contraídos para poner en marcha una empresa nueva » pues si «ahora los trabajadores compañeros de los actores que no han asumido los riesgos... se incorporan a ella, no sólo se establecería una desigualdad entre ellos, sino que, como afirma el Ministerio Fiscal, pondrían en riesgo la estabilidad del negocio para todos». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 247 ESTUDIOS más flexible en esta materia que recoge algunas orientaciones de la doctrina inicial. Se dice que cuando, a través de «un conjunto coordinado de acciones», los trabajadores afectados por el cese de la empresa en que prestaban servicios inicialmente lanzan «un nuevo proyecto empresarial, utilizando algunos elementos patrimoniales y relaciones comerciales del anterior empleador, pero también asumiendo un nuevo riesgo empresarial y aplicando a ese nuevo proyecto el importe capitalizado de las prestaciones de desempleo», tal actuación «no sólo es en principio lícita, sino que merece la protección del ordenamiento jurídico laboral», como muestran el art. 228 de la LGSS y el Real Decreto 1044/1985, aparte de que «la subrogación empresarial es una medida de defensa y garantía del empleo, que debe interpretarse de acuerdo con esa finalidad» 26. Con todo, no se trata propiamente de una excepción a la aplicación de la regla del art. 44 ET, sino de un criterio interpretativo que pondera las circunstancias especiales que concurren en estos casos. 3. EN BUSCA DE LA IDENTIDAD ECONÓMICA: TRANSMISIONES MATERIALES O INMATERIALES, TRANSMISIONES DE ACTIVIDAD Y TRANSMISIONES DE PLANTILLA ¿UNA DISCREPANCIA ENTRE LA DOCTRINA NACIONAL Y LA COMUNITARIA? El nuevo art. 44 ET comienza, igual que el anterior, precisando que el cambio de titularidad puede ser total, afectando a la empresa en su conjunto, o parcial por referirse únicamente a un centro de trabajo o unidad productiva. Lo decisivo es que lo transmitido sea susceptible de una explotación unitaria y sobre esta indicación general, que se reitera 26 Sobre la misma materia, pero apreciando la falta de contradicción,vid. STS 25.6.2001 (r. 1247/2001). 248 por la doctrina jurisprudencial 27, juega el casuismo de la decisión en el caso concreto 28. Pero la nueva redacción añade en el nº 2 que «a efectos de lo previsto en el presente artícu- 27 En este sentido vid. la STS 15.4.1999 (RJ 4408) y las sentencias allí citadas. 28 Un ejemplo expresivo en la STS 25.4.1988 (3021), sobre una empresa farmacéutica que cuenta con una sección dedicada a oftalmología. La transmisión de esa sección se considera una sucesión de empresa, razonando que «cuando el cambio de titularidad afecta no a toda la empresa, sino a una unidad productiva autónoma de la misma, no cabe exigir que..la autonomía de esa unidad sea absoluta y total, pues en ese caso no habría una sino dos empresas, por ello no puede oponerse a la subrogación que entre la unidad cedida y el resto de la empresa existan conexiones como estar bajo una única dirección en sus aspectos general y de personal, ni que exista un único control de contabilidad, ni tampoco que la actividad se desarrolle en el mismo centro». «Lo esencial añade la sentencia es que se trate de una unidad productiva diferenciada susceptible de poder disgregarse de la empresa y de actuar de modo autónomo, aunque haya de dotársele de aquellos soportes complementarios que antes recibía de la unidad empresarial a la que estaba incorporada y en el supuesto decidido se acredita que la comercialización de lentes de contacto dio lugar a la constitución de una sección o división, por lo que lo que se cede no son conjuntos aislados de cosas y personas, sino una actividad mercantil que cuenta también con existencias y un potencial de clientela». Otro ejemplo de interés en la STS 14.2.2001 (RJ 2523), sobre la existencia de sucesión cuando se transmite un vehículo y la correspondiente licencia para la explotación del servicio de taxi, pues lo transmitido es «la misma unidad económica de producción...con la entrega efectiva del total conjunto operante de los elementos esenciales que permitan la continuidad de la actividad empresarial (SS. 27-10-1986, RJ 5902, y 17-7-1998, RJ 6527). Vid., sin embargo, la STS 1.12.1999 (RJ 516/00), sobre el cese de una contrata para la explotación de una cafetería en departamento administrativo, al que pertenecía tanto el local como los enseres necesarios para la explotación. El cese de la contrata y la recuperación del local y los enseres por la Administración no se considera como una sucesión, porque «el mero cese al finalizar la contrata en el uso de las instalaciones y de los enseres de una cafetería no es por sí mismo un acto «inter vivos» constitutivo de la transmisión de una empresa». Esta doctrina se reitera por la STS 22.5.2000 (RJ 4624), sobre la contrata de un servicio de comedor, en un supuesto que parece más claro, pues se dice que no hubo «transmisión alguna de activos patrimoniales». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 AURELIO DESDENTADO BONETE lo se considerará que existe sucesión cuando la transmisión afecte a una entidad económica que mantenga su identidad, entendida como un conjunto de medios organizados a fin de llevar a cabo una actividad económica, esencial o accesoria» Lo añadido es mera transcripción del art. 1.1.b) de la Directiva y no tiene demasiada relevancia 29. Insiste en algo que ya estaba claro en el Derecho interno: que la transmisión afecta a un conjunto de bienes susceptibles de explotación económica directa frente a la mera transmisión de elementos patrimoniales aislados. La idea del mantenimiento de la identidad económica de la entidad transmitida está en esta línea y, por tanto, no parece que el nuevo precepto vaya a reabrir la polémica sobre el tratamiento a los efectos del art. 44 ET de las denominadas «sucesiones» o, más bien, «sustituciones» en la actividad,que se producen en el marco de concesiones y contratas, cuando a la salida de un contratista o concesionario sigue la entrada de otro para continuar la actividad o se produce la asunción de aquélla directamente por el principal. En los años ochenta pueden encontrarse algunos pronunciamientos que consideraban estas situaciones como un supuesto de sucesión empresarial 30. Pero desde el comienzo de En contra RODRÍGUEZ-PIÑERO, VALDÉS y CASAS, que consideran que el nuevo concepto de sucesión «no coincide exactamente con los elementos que ha venido utilizando nuestra jurisprudencia». También GARCÍA-PERROTE y MERCADER consideran que se «incrementa notabilísimamente la extensión y carga del precepto legal». Para MARTÍNEZ GARRIDO la «importación» de la Directiva al Derecho interno no implica ninguna modificación de los criterios aplicativos que venía manejando el Tribunal Supremo. VALDÉS DAL-RÉ (2001) considera que el contenido tipificador de la nueva norma es idéntico al que utiliza el Tribunal Supremo. De la misma opinión son del REY GUANTER y, en lo esencial, MOLINA NAVARRETE. 30 Vid. en este sentido las SSTS 16.6 1983 (RJ 3017), 18.6.1985 (RJ 3250), 9.7.1987 (RJ 5123) y ; 19.6.1989 (RJ 4813). Especialmente significativa es la STS 9.7.1987, sobre la sucesión en el servicios de mantenimiento del alumbrado público de Bilbao, en la que se señala que «la mencionada actividad tenía el carácter de 29 los noventa y,en especial, a partir las SSTS 22.1.1990 (RJ 180) y 13.3.1990 (RJ 2069) se rectifica este criterio y se afirma que para que exista una sucesión de empresa incluida en el art.44 ET no basta que una empresario sustituya a otro en la realización de una actividad, sino que es necesario que se transmita un conjunto patrimonial susceptible de explotación. En términos de la STS 13.3.1990, «es necesario que la transmisión afecte a un conjunto de elementos patrimoniales susceptible de constituir un soporte productivo dotado de autonomía funcional y no a una mera actividad y a los contratos de trabajo a ella vinculados», y, por ello, hay que distinguir, a estos efectos, «las concesiones que llevan aparejada la entrega al concesionario de la infraestructura u organización empresarial básica para la explotación del servicio, en las que la transmisión de la concesión o su asunción por la Administración podría determinar, en su caso, la subrogación por aplicación del artículo 44 del Estatuto de los Trabajadores, y aquellas otras, en que,al no concurrir esta puesta a disposición de los elementos patrimoniales fundamentales de la explotación, faltan los presupuestos necesarios para apreciar una sucesión de empresa regulada por el precepto mencionado». Este criterio se ha consolidado en unificación de doctrina 31, por lo que el problema podría considerarse cerrado, si no se hubieran suscitado algunas dudas en relación con la eventual discrepancia entre la doctrina de la Sala IV y la del TJCE. Estas dudas parecen, en parte, resurgir al hilo del nuevo art. «unidad productiva empresarial»... se transmitiera o no el utillaje, que, por otra parte, en el caso de autos no era elemento muy significativo de la actividad objeto de la empresa, pues lo sustancial era la propia actividad». 31 SSTS 5.4.1993 (RJ 2906), 23.2.1994 (RJ 1227), 23.1.1995 (RJ 403), 25.10.1996 (RJ 7793), 27.12.1997 (RJ 9639), 31.3.1998 (RJ 4575), 21.10.1998 (RJ 9299), 16.12.1999 (RJ 10516), 29.2.2000 (RJ 2413),11 y 12.4.2000 (RJ 3946 y 3951), 22.5.2000 (RJ 4624), 10.7.2000 (RJ 8295), 18.9.2000 (RJ 8299) y 11.12.2001 (RJ 1561/00). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 249 ESTUDIOS 44 ET y en el marco de una crítica doctrinal a la jurisprudencia nacional, en la que, según esta crítica, frente a los criterios más abiertos y flexibles de la construcción del TJCE, predominaría una concepción arcaica y materialista de empresa, que llevaría, a su vez, a soluciones regresivas e inadecuadas al nuevo contexto económico y social. Así se ha dicho que la doctrina jurisprudencial nacional ha petrificado un modelo industrial de empresa que ya está superado y que no responde a las exigencias de una economía que se « desmaterializa» a través del predominio de los «intangibles» 32. Esta crítica parte de una doble confusión. En primer lugar, la jurisprudencia nacional no afirma que la empresa esté sólo integrada por capital físico y que únicamente la transmisión de este tipo de capital (locales,máquinas, mercancías...) puede configurar un supuesto de sucesión. Lo que ha afirmado es algo distinto, que no prejuzga la pretendida alternativa entre la concepción «materialista» o «espiritualista» de la empresa y que consiste en establecer que la transmisión ha de referirse a un conjunto de elementos patrimoniales susceptibles de explotación unitaria, y ya se sabe que lo patrimonial –conjunto de bienes y obligaciones que corresponden a la esfera jurídica de una persona– comprende tanto lo material, como lo inmaterial, que es susceptible de generar derechos trans- 32 Veamos algunas opiniones en esta línea. MONEREO (1997,1999) afirma que las nuevas tendencias jurisprudenciales restrictivas de la aplicación del art. 44 ET a las sucesiones de actividad parecen situarse «a la espalda» de las transformaciones de la economía (transformaciones tecnológicas, post-fordismo y empresa-red). Para CRUZ VILLALÓN (2000), la doctrina del Tribunal Supremo se caracteriza por «un contumaz apego al componente material y físico del traspaso» y, de esta forma, «la jurisprudencia española que no la comunitaria acoge una versión estrechamente mercantilista, correspondiente exclusivamente a sectores industriales de fabricación de bienes materiales, de lo que debe entenderse por empresa». DE LA PUEBLA PINILLA (2002) se refiere también a la «materialización» de la empresa en la doctrina del Tribunal Supremo; doctrina que hunde sus raíces en una concepción muy dependiente del modelo industrial de empresa. 250 misibles (propiedad intelectual e industrial,... ). En segundo lugar, la crítica desconoce el tipo de litigios en los que se ha establecido la doctrina jurisprudencial nacional, que no se han producido en actividades de vanguardia de la economía postindustrial, sino servicios más bien preindustriales (limpieza, vigilancia, restauración, gestión administrativa...), donde es difícil entrar a valorar el papel de los «intangibles», sencillamente, porque no los hay. En cuanto a la divergencia de criterios, el problema se suscitó, al menos inicialmente, en las transmisiones de actividad 33, en las que sí puede advertirse una divergencia temporal entre la doctrina nacional y la comunitaria 34 , a partir de la STJCE 14.4.1994 (asunto Schmidt ) 35. Veamos esta doctrina. 33 Luego el problema se complica como consecuencia de la transmisiones de plantilla. 34 Lo que caracteriza la doctrina del TJCE es la presentación de un conjunto de elementos que pueden ser objeto de ponderación para establecer si se ha mantenido o no la identidad económica de la entidad trasmitida. La STJCE 18.3.1986 (asunto Spijkers), en una fórmula que se repetirá por las sentencias posteriores, señala que estos elementos o circunstancias son «el tipo de empresa o de centro de actividad de que se trate, el hecho de que haya habido o no una transmisión de los elementos materiales como los edificios y los bienes muebles, el valor de los elementos inmateriales en el momento de la transmisión, el hecho de que el nuevo empresario se haga cargo o no de la mayoría de los trabajadores, el que se haya transmitido o no la clientela, así como el grado de analogía de las actividades ejercidas antes y después de la transmisión y la duración de una eventual suspensión de las actividades». La enumeración es tan amplia, que resulta poco concluyente, especialmente teniendo en cuenta que, como la propia sentencia informa, se trata de «una evaluación de conjunto», en la que «no pueden apreciarse aisladamente». Pero en esa enumeración está ya el germen de las discutibles derivaciones hacia las transmisiones de la actividad y de la plantilla. Sobre la evolución de la doctrina del TJCE en esta materia vid. VALDÉS DAL-RÉ (2001) y SERRANO OLIVARES. 35 La divergencia podría remontarse a algún pronunciamiento anterior como la STJCE 19.5.1992 (caso Stichtig), en el que se afirmó que la directiva era aplicable a un supuesto en el que «una autoridad pública pone fin a la concesión de subvenciones a una persona jurídica REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 AURELIO DESDENTADO BONETE La Sra. Schmidt trabajaba como limpiadora para una Caja de Ahorros, que concertó el servicio de limpieza con una empresa especializada. Esta estaba dispuesta a hacerse cargo del contrato de trabajo, pero en unas condiciones que la trabajadora no aceptó por considerarlas menos favorables, por lo que reclamó por despido contra la Caja, planteándose entonces la cuestión de si había existido o no una sucesión empresarial. La sentencia respondió afirmativamente y declaró que estaba incluida en el ámbito de la Directiva «una situación, en la que el empresario encomienda, mediante contrato, a otro empresario la responsabilidad de efectuar los trabajos de limpieza realizados anteriormente de modo directo». Se razona que «la falta de transmisión de elementos de activo» no impide el juego de la sucesión, porque se trata sólo de un criterio más de una operación de evaluación compleja y para establecer la identidad económica basta «la similitud de las actividades de limpieza efectuadas antes y después de la transmisión» 36. Este criterio se provocando, con ello, el cese completo y definitivo de las actividades de esta última para transferir dichas subvenciones a otra persona jurídica que persigue un fin análogo».Se trataba de una fundación la fundación Dr. Sophie Redmond Stichting dedicada a la atención de toxicómanos, a la que le fueron retiradas las subvenciones municipales que constituían sus únicos recursos.Esas subvenciones se otorgaron a la fundación Sigma también dedicada a la atención de toxicómanos. El caso es,sin embargo, más complejo que una mera sucesión en la financiación, porque se tiene en cuenta que las dos fundaciones han colaborado en la transmisión del colectivo de personas asistidas, de los conocimientos y de los recursos, que el inmueble utilizado en alquiler por la fundación Redmond Stichting fue alquilado por la fundación Sigma y que ésta ofreció nuevos contratos a algunos trabajadores de aquélla. 36 Obsérvese que la Sra. Schmidt perdió el pleito, pues,al existir sucesión, no había despido de la Caja y tenía que aceptar la relación con el nuevo empresario. También perdieron el pleito los trabajadores en el caso Merckx y Neuhuys. El criterio del TJCE elimina las garantías frente a la cesión de los contratos, con lo que se pone de relieve la ambivalencia de la sucesión. Esta solución contrasta con la que, para un supuesto muy similar (trabajadores de limpieza de un hospital que son reitera en la STJCE 7.3.1996 (asunto Merckx y Neuhuys) 37. Pero, en el marco de algunas reacciones que en determinados medios europeos expresaron su preocupación por esta concepción tan amplia de la transmisión de empresa y de la tramitación de un proyecto de modificación de la propia Directiva 38, la STJCE 11.3.1997 (asunto Süzen) 39 rectificó la doctrina anterior, afirmando que la mera sucesión en una actividad objeto de contrata no es suficiente para apreciar una transmisión de empresa si no va acompañada de la cesión entre ambos empresarios de elementos significativos del activo material o inmaterial. De esta forma, se vuelve a la noción clásica de la transmisión y se supera, al menos en apariencia, la divergencia entre la transferidos por éste a un contratista de limpieza) se adoptó por la STS 22.1.1990 (RJ 180), que estimó la demanda por despido, porque la falta de transmisión de activos patrimoniales impedía apreciar una sucesión y lo que se produce es una mera cesión de contratos. Frente a lo que suele imaginar el progresismo ingenuo no siempre la sucesión es la solución favorable para los trabajadores. 37 Se trataba de dos trabajadores que trabajaban para una concesionaria de Ford, que fue sustituida por otra. Los trabajadores no aceptaron la nueva relación con la concesionaria entrante, reclamando a la concesionaria saliente por resolución del contrato. El TJCE reconoce que no hubo «ni transmisión de elementos materiales o inmateriales, ni mantenimiento, ni siquiera parcial, de la estructura y de la organización de la empresa». Pese a ello, se aprecia la sucesión, porque, aparte de la continuación de la actividad, la nueva concesionaria se beneficia de la promoción comercial desarrollada y se ha hecho cargo de parte del personal. 38 Que se concretaron en la Directiva 50/98 . Sobre las reacciones ante la doctrina extensiva de la sentencia del asunto Schmidt, vid. VALDÉS DAL-RÉ (2001). 39 La Sra. Süzen tuvo más suerte que la Sra. Schmidt. Trabajaba para una empresa de limpieza que tenía una contrata con un colegio. Terminada esa contrata, el colegio contrató con otra empresa la limpieza y la primera contratista despidió a sus trabajadores, entre ellos la Sra. Süzen,que impugnó esta decisión mediante una demanda por despido contra la primera contratista. No consta que la empresa entrante hubiera ofrecido hacerse cargo de los trabajadores de la saliente. Con el cambio de doctrina probablemente la demandante ganó el pleito. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 251 ESTUDIOS doctrina comunitaria y la jurisprudencia nacional 40. Sin embargo, en la sentencia Süzen se insiste en un elemento inquietante, que puede iniciar una nueva vía de divergencia. En el fundamento 21 la sentencia señala, desarrollando un criterio parcial de valoración que ya se había mencionado en otras sentencias, que en determinados sectores en los que la actividad descansa fundamentalmente en la mano de obra, un conjunto de trabajadores que ejerce de forma duradera una actividad común puede constituir una «actividad económica», y por ello «ha de admitirse que dicha entidad puede mantener su identidad aún después de su transmisión cuando el nuevo empresario no se limita a continuar con la actividad de que se trata, sino que además se hace cargo de una parte esencial, en términos de número y de competencias, del personal que su antecesor destinaba especialmente a dicha tarea». Así superada la divergencia en «las sucesiones de actividad» puede surgir una nueva discrepancia en «las sucesiones de plantilla», pues en la doctrina nacional una sucesión de los contratos de trabajo –por cesión o por nueva contratación del empresario– no constituye obviamente un supuesto incluido en el art. 44 ET. Esto se advierte examinando el desarrollo de los asuntos Sánchez Hidalgo 41 y Hernández 40 Así lo entiende VALDÉS DAL-RÉ (2001), para quien la divergencia no sólo aparece zanjada definitivamente, sino que el tiempo histórico ha dado la razón al Tribunal Supremo. 41 Se trataba de un servicio de ayuda a domicilio para personas necesitadas que se desarrollaba por la cooperativa Minerva mediante una concesión del Ayuntamiento de Guadalajara. La concesión fue luego atribuida a la entidad Aser, que contrató a cinco trabajadoras que prestaban servicios para la anterior concesionaria. Éstas reclamaron frente a Aser para que se reconociera la subrogación y la antigüedad acreditada en Minerva. No se había producido ninguna transmisión de activos entre las concesionarias. 252 Vidal 42, resueltos por SSTJCE 10.12.1998. En estas sentencias se reitera que la Directiva se aplica a una sucesión de actividad cuando va acompañada de la transmisión de una entidad económica y se puntualiza también que la mera circunstancia de que los servicios prestados por el antiguo y el nuevo adjudicatario de una contrata sean similares no permite llegar a la conclusión de que existe una transmisión de tal entidad. Pero se reitera el criterio de que en los sectores en los que es predominante la mano de obra, un conjunto de trabajadores puede constituir una entidad económica a efectos de transmisión, si el nuevo empresario se hace cargo de un número significativo de esos trabajadores 43. El alcance de este criterio se aclara en la STJCE 25.1.2001, en el asunto Lisköjrvi, que resulta interesante reseñar brevemente. Mediante decisión de la autoridad municipal competente, la empresa Liikenne pasó a prestar el ser- 42 La empresa Hernández Vidal se dedicaba a la fabricación de chicles y golosinas y en ella las labores de limpieza se realizaban por una empresa contratista. Terminada la contrata, la empresa Hernández Vidal asumió directamente el servicio de limpieza con personal propio. Los trabajadores le demandaron por despido. Tampoco se acredita transmisión de activos patrimoniales. 43 Los fallos de ambas sentencias son muy similares y ambas remiten a la valoración de los órganos judiciales la determinación de si se ha producido o no una transmisión,valorando los elementos de interpretación contenidos en las sentencias. Las sentencias posteriores siguen en lo esencial la misma línea. La sentencia 2.12.1999, en el asunto Allen, sobre la sucesión de contratas de perforación de minas en empresas del mismo grupo, reconoce que la perforación de minas no es una actividad en la que predomina la mano de obra, pero señala que en este tipo de actividades es habitual que los medios necesarios sean suministrados por el propietario de la mina y esto no es obstáculo para la transmisión. En el asunto Mayeur la sentencia de 26.9.2000 recuerda que la mera sucesión en la actividad no justifica la existencia de transmisión, pero sí puede serlo la asunción por un municipio de las actividades de información y publicidad de determinados servicios hasta entonces desarrollados por una entidad sin ánimo de lucro, «si la entidad cedida conserva su identidad». La misma línea siguen las sentencias dictadas en los asuntos Pekka Lisköjrvi y Temco, que se analizan en el texto principal. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 AURELIO DESDENTADO BONETE vicio de determinadas líneas de autobús que antes tenía atribuida la empresa Hakunilan con una flota de veintiséis autobuses. Ésta despidió a cuarenta y cinco conductores, de los cuales treinta y tres fueron contratados por Liikenne, pero con condiciones de trabajo inferiores a las que tenían reconocidas en Hakunilan,por lo que alegaron la existencia de una sucesión. El TJCE vuelve a reiterar su doctrina de que un conjunto de trabajadores que ejerce una actividad común puede constituir una entidad económica a efectos de transmisión. Pero señala que esto sucede sólo en los «sectores en los que la actividad descansa fundamentalmente en la mano de obra» y que éste no es el caso del transporte en autobús, puesto que exige un material e instalaciones importantes, por lo que se concluye que en una situación como la del litigio la Directiva « no se aplica cuando no existe transmisión de elementos materiales significativos entre las dos empresas» 44. Una sentencia reciente, la STJCE 24.1.2002 (asunto Temco) vuelve a aplicar el criterio de la sucesión de plantillas. Se trataba de los servicios de limpieza que Volkswagen había contratado con la empresa BMW, la cual,a su vez, los subcontrató con una filial, GMC. A la terminación de la contrata, Volkswagen concertó el servicio con otra empresa, Temco, la cual en aplicación de un convenio colectivo vigente en Bélgica para el sector se hizo cargo del 75% del personal de GMC. Cuatro trabajadores que no habían pasado a Temco demandaron a ésta y a GMC. La sentencia reitera el criterio de que, aunque no haya transmisión de activos, en « una empresa de limpieza un conjunto organizado de trabaja44 Hay algunas indicaciones importantes sobre la transmisión del activo inmaterial. No lo es la propia concesión, porque en el momento en que expira ésta tiene un valor económico nulo, al estar nuevamente en liza. Tampoco hay transmisión de la clientela, porque, aunque podría estimarse la existencia de transmisión si se hubiera establecido la asunción de los contratos en curso con la clientela o si ésta fuera «cautiva», en una actividad como el transporte público regular por autobús la falta de transmisión de los elementos materiales rompe la identidad de la unidad económica de explotación (puntos 40 a 42 ). dores que se hallan específicamente destinados de forma duradera a una actividad común puede constituir una unidad económica cuando no existen otros factores de producción» y añade que el hecho de que la incorporación de GMC viniera impuesta por un convenio colectivo no afecta al dato de que la transmisión se refiera a una entidad económica. Queda así precisado el ámbito del criterio de la «sucesión en las plantillas».Pero este criterio presenta bastantes flancos a la crítica. En el plano dogmático se ha dicho que toma el efecto (el contrato con el nuevo empresario) por la causa (la existencia de sucesión), cuando realmente sería aquél el que tendría que derivar de ésta (Camps, 1997). Por otra parte, los contratos de trabajo no pueden ser cedidos por el primer empresario, ni por un tercero sin el consentimiento de los trabajadores afectados, lo que supone que la nueva relación tiene que surgir de un acuerdo entre el nuevo empresario y los trabajadores y esto nada tiene que ver con el funcionamiento de una transmisión de empresa. Una cesión de contratos de trabajo en sentido propio convertiría a la actividad de los trabajadores en objeto transmitido; algo que, por razones obvias, es extraño a nuestra cultura jurídica (de la Puebla), aparte de que carece de sentido porque la libertad de trabajo permite la dimisión del trabajador, con lo que lo único transmisible serían los eventuales derechos derivados de pactos de permanencia, que es dudoso que continuaran vigentes tras el cambio de empresario. Hay también un problema técnico para determinar cuándo la parte de la plantilla supuestamente trasmitida resulta significativa –«esencial en términos de número y competencias»,según la fórmula– y esto crea inseguridad jurídica (Morón Prieto), sobre todo, si se acaba diciendo que el que la mayor parte de la plantilla no haya sido transferida, sino despedida, es irrelevante porque «la eventual infracción» de la norma «no cuestionaría la existencia de transmisión» 45. 45 Sentencia asunto Merckx y Neuhuys, punto 26. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 253 ESTUDIOS En el plano práctico, la sucesión se evita simplemente no contratando a los trabajadores del anterior empresario. Esto se ve con claridad en el final de los casos Sánchez Hidalgo y Hernández Vidal. En el primero la concesionaria entrante Aser fue condenada, porque había contratado a cinco trabajadoras de Minerva –¿toda la plantilla o parte esencial de ella?– que se constituyen así en «entidad económica» 46. Sin embargo, la empresa del Sr. Hernández Vidal resultó absuelta 47, porque no había contratado a las trabajadoras despedidas por el anterior contratista 48. Este desenlace muestra no sólo la facilidad con que puede evitarse en estos casos la efectividad de la pretendida garantía, sino la distorsión que se produce en su finalidad de protección, mediante un efecto perverso típico, pues ante el riesgo de una sucesión no deseada el empresario se limitará a no contratar a los trabajadores cesados como consecuencia de la salida del primer contratista, con lo que el exceso de protección acaba conduciendo a empeorar la situación de esos trabajadores, al desincentivar su contratación por el nuevo contratista 49. Aser se hubiera liberado de cualquier responsabilidad si no hubiera contratado a las trabajadoras cesadas por Minerva. La solución no es lógica, ni eficiente. Algo similar puede decirse en relación con la doctrina del asunto Temco. Si las cláusulas de los convenios colectivos que establecen para el contratista entrante obligaciones de incorporación del personal del anterior contratista se convierten en una vía para que el segundo asuma también todas las responsa- 46 STSJ Castilla La Mancha 30.1.1999 (AS 162). Esta sentencia fue recurrida en casación, pero el recurso resultó inadmitido por falta de contradicción (STS 13.12.1999, RJ 9789). Se ha inadmitido un recurso similar por STS 24.7.20001, RJ 3287/00. 47 STSJ Murcia 13.1.1999 (AS 1628) 48 La argumentación de la Sala de Murcia es más matizada,pero éste hubiera sido la motivación si se hubiera aplicado el criterio de la Sala de Castilla-La Mancha. 49 Téngase en cuenta que no se trata sólo de mantener los contratos, sino de responder de las obligaciones laborales y de Seguridad Social del anterior contratista. 254 bilidades laborales y sociales del anterior, lo más probable es que esas cláusulas desaparezcan en el futuro, con lo que el exceso de protección acaba conduciendo a la desprotección. Por otra parte, para conceder esa protección tan frágil se rompe la otra garantía del régimen de la transmisión, la garantía frente a las cesiones de contrato, que pueden encubrir externalizaciones estratégicas. No hay que olvidar la ambivalencia de la sucesión, que no siempre es beneficiosa para el trabajador: en los casos Schmidt, Süzen, Merckx y Neuhuys lo que querían los trabajadores era excluir la sucesión. 4. LOS EFECTOS DE LA SUCESIÓN 4.1. Planteamiento La sucesión produce efectos complejos en los que, dentro de una preocupación común por la protección de los derechos de los trabajadores, pueden distinguirse varios planos: 1) el mantenimiento de la vigencia de la relación laboral, 2) la conservación del contenido contractual «pro futuro» y su asunción por el cesionario, con el problema adicional de determinar la regulación aplicable cuando en las empresas afectadas rigen convenios distintos, 3) la responsabilidad solidaria entre cedente y cesionario en las obligaciones anteriores a la sucesión que opera hacia el pasado, y 4) el mantenimiento o transformación de los mecanismos de representación de los trabajadores. 4.2. La conservación del vínculo y del contenido contractual 4.2.1. El mantenimiento de las relaciones laborales vigentes La primera garantía de la sucesión consiste en el mantenimiento del vínculo laboral. Es una garantía frente a la extinción del contrato de trabajo y así lo establece el art. 44. 1 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 AURELIO DESDENTADO BONETE ET cuando dice que « el cambio de titularidad de una empresa o de una unidad productiva autónoma no extinguirá por sí mismo la relación laboral». Esta regla se completa con el art. 49 ET, que no relaciona la transmisión «inter vivos» de empresa como causa de extinción y que para la sucesión «mortis causa» remite al art. 44 si la empresa continúa su actividad. Pero el mantenimiento de la relación requiere no sólo su conservación, sino la imputación a otra persona de la posición empresarial («quedando el nuevo empresario subrogado...»).Sin esa transferencia de la relación al nuevo empresario, el contrato quedaría vigente con el primero, que,ante la falta de actividad, lo extinguiría –de forma procedente o improcedente– por otra vía. Para mantener el vínculo es preciso que éste se encuentre vigente y en esto insisten la Directiva y la jurisprudencia 50. El art. 3.1 de la Directiva 2001/23 establece claramente que «los derechos y obligaciones que resulten para el cedente de un contrato de trabajo o de una relación laboral, existente en la fecha del traspaso, serán transferidos al cesionario como consecuencia del traspaso» y la doctrina jurisprudencial señala que el mecanismo de garantía previsto en el art. 44 ET «no puede operar si, previamente al cambio de titularidad, ha existido una válida extinción del contrato en base a una causa prevista en la ley». La limitación es lógica: sólo puede mantenerse un contrato que no se haya extinguido. 4.2.2. La garantía de la conservación del contenido contractual y la aplicación temporal del convenio anterior Lo mismo sucede normalmente en relación con la garantía de la conservación del contenido contractual. Esa conservación hacia el 50 SSTS 11.5.1987 (RJ 3664), 24.7.1995 (RJ 6331) y 20.1.1997 (RJ 618). futuro sólo tiene sentido para los contratos de trabajo que estén vigentes y mantengan esa vigencia. Pero hay que tener en cuenta que hay una serie de obligaciones que el empresario asume en virtud del contrato de trabajo, pero que han de ejecutarse cuando éste ya se ha extinguido. Es lo que sucede con las obligaciones en materia de seguridad social complementaria. Se contraen durante la vigencia del contrato de trabajo, pero han de cumplirse cuando éste ya no está vigente. ¿Quedaban comprendidas estas obligaciones de Seguridad Social complementaria en la garantía del párrafo 1º del art. 44 ET antes de la reforma de la Ley 12/2001? La Directiva establece que « salvo que los Estados miembros establezcan otra cosa» las garantías del mantenimiento de condiciones y de responsabilidad solidaria no se aplican a los regímenes complementarios de Seguridad Social (art. 3. 4.a). Pero en España se había entendido que la referencia del art. 44.1 ET a las obligaciones laborales incluía las obligaciones en esta materia (Camps, 1997, Yanini). Ahora la solución parece ser más clara a la vista del nuevo art. 44.1 ET, a tenor del cual la subrogación en las obligaciones laborales incluye «los compromisos de pensiones y, en general, cuantas obligaciones en materia de protección social complementaria haya adquirido el cedente» 51. Hay que aclarar, sin embargo, que la subrogación operará sobre las contribuciones de la empresa al correspondiente sistema de previsión y en relación con las prestaciones causadas y devengadas después de la sucesión cuando corran a cargo de la empresa (p.e: complementos de pensiones de trabajadores jubilados antes de la sucesión, que se devenguen después de ésta y que deban abonarse 51 Un reconocimiento de subrogación para los planes de pensiones se encontraba ya en el art. 5.4 de la Ley 8/1987, en la redacción de la Ley 30/1995, a tenor del cual no serán causas de terminación del plan de pensiones la extinción del promotor por fusión o por cualquier otro supuesto de cesión global del patrimonio de la empresa, añadiendo que «la sociedad resultante de la fusión o la cesionaria del patrimonio se subrogará en los derechos y obligaciones del promotor extinguido». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 255 ESTUDIOS directamente por la empresa). Si las prestaciones corren a cargo de otra entidad (p.e: un fondo de pensiones o una aseguradora), pero no se han causado o se han causado con reducción por incumplimientos de la empresa cedente anteriores a la sucesión, ya no se tratará de una garantía de subrogación, sino una garantía a través de la responsabilidad solidaria del cesionario. La misma solución hay que aplicar para las prestaciones causadas antes de la sucesión y no abonadas por la empresa cedente y a las contribuciones ya devengadas que no se hubieren hecho efectivas. La garantía se refiere no sólo a los derechos ya adquiridos, sino que se extiende,con carácter general, al mantenimiento del estatuto profesional del trabajador a través de la conservación del régimen jurídico que le era de aplicación en la empresa cedente (convenio colectivo, contrato de trabajo...) (Camps, 1997, Valdés dal-Ré, 2001) 52. Los problemas más importantes se han planteado en relación con dos puntos: 1) el alcance de la garantía del mantenimiento del convenio vigente en la empresa anterior cuando se produce una situación de concurrencia con el convenio Vid. aparentemente en sentido contrario las SSTS 5.12.1992 (RJ 10059) y 10.12.1992 (RJ 10066). En la primera se afirma que «los derechos y obligaciones correspondientes a la antigua relación laboral... son tan sólo aquellos derechos y obligaciones realmente existentes en el momento de dicha integración, es decir, los que en ese momento el interesado hubiese ya consolidado y adquirido, incorporándolos a su acervo patrimonial; sin que dicha subrogación alcance, de ningún modo, a las meras expectativas legales, toda vez que en ellas no existe todavía derecho alguno». Pero de lo que se trataba era de expectativas reguladas en el convenio colectivo anterior del primer organismo empleador que ya había perdido vigencia y había sido sustituido por otro posterior vigente en el ámbito del nuevo establecimiento empresarial. El problema se planteó con más claridad en el caso de la aplicación del convenio de la Diputación de Sevilla al personal de ésta transferido al Servicio Andaluz de la Salud,pero no hubo decisión de fondo al no apreciarse contradicción (STS 19.1.2000, RJ 982). 52 256 que está vigente en el ámbito de la nueva empresa y 2) las vías para lograr la homogeneidad del régimen de personal en la empresa cesionaria cuando la aplicación del convenio anterior a los trabajadores procedentes de la transmisión escinde el régimen laboral de esa empresa. La doctrina de la Sala IV del Tribunal Supremo se había inclinado por resolver la concurrencia de convenios producida por la sucesión de acuerdo con el principio de norma más favorable 53 y había afirmado el carácter no permanente de la garantía,al sostener que el art. 44 del ET «no impone una absoluta congelación de las condiciones de trabajo anteriores, que condenaría al fracaso cualquier intento de regulación homogénea», ya que «por vía de convenio colectivo posterior al cambio de titularidad de la empresa se puede proceder a tal regulación homogénea de condiciones de trabajo, mediante, en su caso, las compensaciones oportunas de las condiciones más beneficiosas precedentes de carácter colectivo, no adquiridas a título exclusivamente personal» 54. 53 SSTS 18.12.1990, RJ 9808, y 22.6.1993, RJ 4775, comentadas por DESDENTADO/ VALDÉS; vid. también los trabajos de VALDÉS DAL-RÉ, MUGA y MELLA MÉNDEZ. 54 STS 13.2.1997, RJ 1265. En el mismo sentido SSTS 20.1.1997, RJ 618, y 12-11-1993, RJ 8688. Esta última precisa que «la obligación impuesta por el art. 44 ET no es incompatible con un pacto unificador de las diversas estructuras salariales de las empresas que quedan absorbidas en una nueva entidad, y este artículo no obliga por sí solo a mantener las expectativas que los trabajadores gozaban en las antiguas empresas, cuando estas expectativas son modificadas y sustituidas por otras». Un supuesto especialmente complejo en el ámbito temporal de la garantía de la aplicación del convenio anterior es el que se produjo en el denominado «caso de las ikastolas», que ha sido resuelto por una serie de sentencias, que van de las de 15.12. 1998 (10514) a la de 29.9. 1999 (RJ 7541). Se trataba de trabajadores que prestaban servicios para determinadas «ikastolas» privadas, que se integraron el 1.3.1994 en la Administración educativa vasca. El convenio colectivo de las ikastolas para 1993-1994 se publicó en agosto de ese año y en él se contienen dos previsiones: 1) la que esta- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 AURELIO DESDENTADO BONETE El nuevo nº 4 del art. 44 ET introduce novedades sobre esta situación. En primer lugar, la concurrencia entre el convenio de la empresa cedente y el de la cesionaria se resuelve expresamente a favor de la preferencia del primero, rectificando así el criterio jurisprudencial de la favorabilidad. En segundo lugar, se confirma el carácter temporal de la garantía de la vigencia del convenio anterior, al preverse expresamente que ese convenio sólo se mantendrá hasta la fecha de su expiración 55 o hasta la entrada en vigor de otro convenio colectivo que resulte aplicable a la entidad económica transmitida. Esta es la regla general, porque se permite que mediante «pacto en contrario, establecido una vez consumada la sucesión, mediante acuerdo de empresa entre el cesionario y los representantes de los trabajadores» se excluya la aplicación del convenio de origen; excepción que también plantea algunos interrogantes como la polémica exclusión del acuerdo anterior a la sucesión, la posible falta de adecuación de esta excepción a los términos de la Directiva 56 blece que los efectos de los incrementos salariales se producirán respectivamente a partir de 1.1.1993 y de 1.1.1994 y 2) la que excluye desde 1.3.1994 del ámbito del convenio al «personal de las ikastolas afectadas por la publificación».El problema consiste en determinar si los trabajadores procedentes de las ikastolas integradas tienen derecho a percibir desde la integración (1.3.1994) el salario que tenían acreditado en aquéllas con el incremento previsto para el año 1994, pese a que ese incremento excede del autorizado para el personal de la Administración vasca y a que el convenio contiene la exclusión ya indicada a partir de 1.3.1994.La Sala IV da preferencia a la exclusión del ámbito del convenio que impide la adquisición del derecho al incremento salarial que, por ello, no queda comprendida en la subrogación. La sentencia va acompañada de un voto particular discrepante que considera que el convenio colectivo no podía limitar su efecto retroactivo para los trabajadores comprendidos en la subrogación, ni limitar los efectos que tiene conforme al art. 44 ET. 55 Se ha criticado esta expresión por su ambigüedad, que abre el debate sobre si por vigencia hay que entender el periodo inicial pactado por las partes (PRADAS) o también su fase de ultraactividad (SAMPER, MARTÍNEZ GARRIDO). 56 Para CAMPS (2001) la excepción sólo es aplicable en el primer año si supone un régimen laboral más favo- y la determinación de representación de los trabajadores 57. 4.2.3. Los efectos de la transmisión sobre la representación de los trabajadores en la empresa El nuevo art.45. 5 ET ha clarificado también las consecuencias de la sucesión en la representación de los trabajadores de la empresa. Se prevé, siguiendo el art. 6.1 de la Directiva, que «cuando la empresa, el centro de trabajo o la unidad productiva objeto de transmisión conserve su autonomía, el cambio de titularidad del empresario no extinguirá por sí mismo el mandato de los representante legales de los trabajadores», que siguen «ejerciendo sus funciones en los mismos términos y bajo las mismas condiciones que regían con anterioridad». En el art. 44 ET no hay norma para el caso de que la autonomía desaparezca como consecuencia de la transmisión, pero se aplicarán en este supuesto las reglas generales del art. 67.1.5ª del ET en relación con el art. 67.1. 5º ET: promoción de elecciones por incremento de plantilla o estar a lo que establezca el convenio o el acuerdo específico en caso de disminución. No se prevén medidas de garantía de la representación de los trabajadores transferidos durante el periodo necesario para constituir las nuevas formas de representación; una garantía que la Directiva remite a lo que dispongan los Estados miembros. 4.3. La responsabilidad solidaria del cedente y del cesionario 4.3.1. Una garantía jurídicamente extraña y económicamente arriesgada El ET no se limita a mantener las relaciones laborales vigentes, vinculándolas a un rable, pues la Directiva no permite excepción alguna en el plazo de un año. 57 Hay coincidencia en que será la de los representantes de la empresa cesionaria (CAMPS/2001, MARTÍNEZ GARRIDO, SAMPER). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 257 ESTUDIOS nuevo empresario. Establece además una responsabilidad solidaria entre los empresarios sucesivos respecto a las obligaciones laborales anteriores y posteriores a la sucesión, aunque en menor medida para estas últimas. Estamos habituados a esta regulación, pero se trata de una institución extraña, que, sin embargo, existe también en el ámbito tributario y en la Seguridad Social 58. En nuestro Derecho la relación entre deuda y responsabilidad se funda en el principio general de que es el patrimonio del deudor el que responde de sus obligaciones (art.1911 CC).La excepción deriva de la existencia de una sucesión o del establecimiento de una garantía, que grava un determinado bien o que es asumida por un tercero. Pero la extensión de la responsabilidad del art. 44 ET no se explica en función de la idea de sucesión, porque ésta liberaría al primer empresario 59, vinculando sólo al segundo, aparte de que no se transmite el patrimonio del primer empresario en su conjunto 60, sino sólo los bienes afectados a la empresa o unidad productiva. Tampoco es una garantía real, porque no se limita a los bienes transmitidos; y no puede 58 El art. 72 de la Ley General Tributaria prevé que las deudas y responsabilidades tributarias derivadas del ejercicio de explotaciones y actividades económicas por personas físicas, sociedades y entidades jurídicas, serán exigibles a quienes les sucedan por cualquier concepto en la respectiva titularidad, sin perjuicio de lo que para la herencia aceptada en beneficio de inventario establece el Código Civil, añadiendo, en su número 2, que el que pretenda adquirir dicha titularidad, previa la conformidad del titular actual, tendrá derecho a solicitar de la Administración certificación detallada de las deudas y responsabilidades tributarias derivadas del ejercicio de la explotación y actividades a que se refiere el párrafo anterior. Por su parte, los arts. 104 y 127 2 LGSS establecen que en los casos de sucesión de la titularidad de la explotación, industria o negocio, el adquirente responderá solidariamente con el anterior o con sus herederos del pago de las cotizaciones devengadas y de las prestaciones causadas antes de dicha sucesión. 59 En el art. 44 ET ésta limitación sólo rige obviamente para la sucesión «mortis causa». 60 Salvo en casos de sucesión «mortis causa» y de fusión de sociedades. 258 considerarse como una garantía personal, porque ni se ha constituido como tal con la aceptación del empresario no deudor, ni responde objetivamente a una posición de garante de éste, como en los casos del art. 1903 CC. Es una responsabilidad excepcional creada por la ley, con la finalidad de establecer una garantía reforzada para el cobro de los créditos laborales y, sin duda, también para prevenir posibles fraudes. Pero, dada su amplitud para las obligaciones anteriores a la transmisión, el funcionamiento del sistema presenta inconvenientes importantes para el tráfico jurídico 61 y puede llevar a consecuencias contraproducentes especialmente en el caso de empresas en crisis. Se fomenta una fragmentación artificial del «patrimonio» de la empresa para evitar la sucesión o se induce una depreciación del valor de los activos en la liquidación de ese patrimonio por el temor a la responsabilidad en obligaciones laborales visibles o invisibles. En cualquier caso la compra o arrendamiento de empresa se ha convertido en una operación de alto riesgo y, como ya se ha visto, se están dificultando de forma importante las operaciones de recuperación o «salvamento» de empresas por los propios trabajadores o por terceros («supra» 2.3.) hasta el punto de que puede estar creándose un auténtico « cementerio de empresas» de liquidación difícil y de imposible reflotamiento. A veces,como en la parábola del ogro filantrópico, también se puede morir de exceso de protección. Hay además una asimetría entre el periodo anterior y posterior a la sucesión. En el primero la responsabilidad es automática y objetiva. En el segundo se cierra, al menos aparentemente, el recurso a la responsabilidad solidaria, salvo para las sucesiones delictivas. Por ello, en la Directiva ésta garantía está más matizada. La responsabilidad solidaria no es una medida obligatoria, pues los Esta- A diferencia de lo que ocurre en materia fiscal no hay posibilidad de una certificación oficial de deudas laborales. 61 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 AURELIO DESDENTADO BONETE dos miembros pueden establecerla o no, y,en cualquier caso, se limita a los contratos de trabajo existentes en el momento del traspaso (art. 3.1.2º),aparte del tratamiento especial de las empresas en crisis (art.5). 4.3.2. La responsabilidad solidaria en las obligaciones laborales anteriores a la transmisión La garantía de la responsabilidad solidaria de las obligaciones anteriores se formula en el art. 44.3 ET. Se refiere a los supuestos de sucesión inter vivos y alcanza durante tres años a «las obligaciones laborales nacidas con anterioridad a la transmisión y que no hubieran sido satisfechas». transmisión y el límite de la vigencia de los contratos sólo es necesario para la garantía del mantenimiento de la relación y para la subrogación «pro futuro» en el contenido del régimen contractual,mientras que el art. 3.1.2º de la Directiva es una norma meramente habilitante para la regulación nacional y si ésta ha establecido una responsabilidad más rigurosa sin la condición de vigencia, la regla es válida de acuerdo con la propia Directiva, que salva,en su art. 7, las regulaciones más favorables (Camps 1993 y 1997, Samper ). La misma solución aplica la STS 22.11.1988 (RJ 8858) 62. La cuestión no es clara, pues desde otra perspectiva para fundar la conclusión contraria pueden considerarse el carácter excepcional de la norma y el valor orientador de la Directiva. Con todo, en la nueva redacción del art. 44 ET la regla de la responsabilidad se independiza formalmente de la referencia del nº 1 al mantenimiento de los contratos y de la referencia a la notificación del cambio de titularidad que parecían avalar en la redacción anterior la tesis restrictiva. El precepto plantea varios problemas. En primer lugar, hay que determinar si la responsabilidad del cesionario se extiende a las obligaciones en materia de seguridad social complementaria o se limita a las estrictamente laborales. La respuesta es favorable a la extensión como en el caso del mantenimiento de las obligaciones de futuro («supra» 4.2.2.), pero referida ahora a las prestaciones causadas y devengadas con anterioridad a la transmisión respecto a las obligaciones de pago directo por la empresa o a las contribuciones a la entidad aseguradora o al fondo de pensiones correspondiente. También es polémica la referencia a los tres años como ámbito temporal de la responsabilidad, que arranca sin duda de un descuido del legislador de 1980 en la transcripción del art. 18 de la Ley de Relaciones Laborales 63. Si la responsabilidad solidaria dura tres años, El segundo problema se refiere al alcance personal de la garantía y, en concreto, si ésta cubre todas las obligaciones laborales del empresario cedente o se limita a las que éste tenga contraídas con los trabajadores que tienen un contrato vigente en el momento de la sucesión. Aunque la Directiva prevé la garantía únicamente para los contratos existentes en la fecha del traspaso, la doctrina científica y algún pronunciamiento del Tribunal Supremo se inclinan por una interpretación amplia. En este sentido, se subraya que el precepto se refiere a obligaciones laborales anteriores sin ninguna limitación en función de la vigencia del contrato en la fecha de la 62 La sentencia señala que no impide la aplicación de este precepto el que los contratos de trabajo se hubieran extinguido antes de la transmisión, «pues a pesar de ello, la subrogación a que se refiere la norma es en los derechos y obligaciones derivadas de tales contratos, obligaciones que no desaparecen con la extinción del vínculo laboral, cual sucede...con las consecuencias económicas que pueden derivarse para la empresa del despido del trabajador». Por ello, concluye que de las indemnizaciones por los despidos reconocidas antes de la sucesión responden el cedente y el cesionario solidariamente. 63 Los tres años que del art. 18.2 de la Ley de Relaciones Laborales pasan al art. 44 ET se correspondían con la prescripción de tres años del art. 83 LCT, pero no con la prescripción de un año del art. 59 ET. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 259 ESTUDIOS parece que el derecho a exigirla no puede prescribir al año. Así lo ha entendido en unificación de doctrina la STS 13.11.1992 (RJ 8802), que establece que el plazo de un año del art. 59.2 ET no rige en este caso por entender que « este precepto sólo es aplicable para aquellos supuestos en que no se establezca un plazo especial», como ocurre con el art. 44 ET. La solución es desconcertante y se ha sugerido una interpretación alternativa más razonable: no se trata de un plazo de prescripción de los derechos, sino de un plazo que opera exclusivamente sobre la responsabilidad, por lo que se responde durante tres años,pero de los derechos no prescritos (Samper). 4.3.3. Responsabilidad solidaria en las obligaciones posteriores a la sucesión El art. 44.3.2º ET limita la responsabilidad solidaria del cedente en las obligaciones posteriores a la sucesión a los supuestos en que aquélla haya sido declarada delito. La STS 30.6.1993 (RJ 4939) confirmó la falta de jurisdicción del orden social para conocer una pretensión que pretendía anular una sucesión de empresa por ser un negocio simulado, argumentando que «si se insta la responsabilidad solidaria de cedente y cesionario por ser delictiva la cesión realizada, será preciso que el órgano competente en el orden penal declare la existencia del delito». La solución es cuestionable 64 y contrasta con la que para un supuesto análogo había adoptado la STS 24.7.1989, (RJ 5908), para la que la decisión sobre «la subsistencia de la responsabilidad no requiere necesariamente la previa apreciación del carácter delictivo de la cesión», porque «los efectos de la sucesión... pueden excluirse tanto por la estimación de un frau- 64 En realidad, no se pedía que se declarara la responsabilidad de cedente y cesionario por obligaciones posteriores, sino que se anulara la sucesión o se la declarara fraudulenta a efectos laborales. 260 de objetivo con las consecuencias previstas en el artículo 6.4 del Código Civil, como porque ante una utilización abusiva de la personalidad jurídica» –no necesariamente encuadrable en una sustitución o falseamiento malicioso de empresa a efectos penales– «la responsabilidad solidaria sería también la procedente como consecuencia de la estimación de una posición empresarial conjunta que debe imponerse a la apariencia formal de la transmisión». 5. LAS OBLIGACIONES DE INFORMACIÓN Y CONSULTA En esta materia las innovaciones son amplias, aunque su transcendencia real sea más problemática. El art. 44 ET en la versión vigente antes de la reforma se limitaba a establecer la obligación de notificar la transmisión a los representantes de los trabajadores 65. En los números 6 a 10 del nuevo art. 44 ET se contiene una regulación más completa,que sigue –en ocasiones literalmente– la regulación del art. 7 de la Directiva, distinguiendo entre las obligaciones de información y las de consulta. En cuanto a las primeras, se trata de obligaciones tanto del cedente, como del cesionario 66, y los destinatarios de la información serán los representantes de los trabajadores 67 o los propios trabajadores afectados cuando no exista esta representación. El contenido de la información se precisa con detalle en el 65 Sin embargo, para los casos de fusión y escisión de sociedades anónimas y sociedades de responsabilidad limitada había una obligación de información previa más amplia (arts.238 y 254 LSA y 94 LSRL). 66 Siguiendo la Directiva, el número 10 del art. 44 ET aclara que la información ha de facilitarse también con independencia de que la decisión se haya adoptado por una empresa que ejerza el control sobre el cedente o el cesionario. La regla rige también para la obligación de consulta. 67 También los delegados sindicales conforme al art. 10.3 LOLS. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 AURELIO DESDENTADO BONETE número 6, y también se establece que la información debe facilitarse con «suficiente antelación», antes de la transmisión cuando informa el cedente y antes de que los trabajadores se vean afectados en sus condiciones de empleo y trabajo cuando informa el cesionario 68. Si la transmisión supone la adopción de medidas laborales, ya no basta la información. Es necesario abrir un periodo de consultas. Estas deben realizarse con la debida antelación y en todo caso «antes de que las medidas se lleven a efecto». Si las medidas se refieren a la movilidad geográfica o la modificación de condiciones de trabajo, se aplicará lo previsto en los arts. 40 y 41 ET. Para las restantes sólo se dice que las partes deberán negociar de buena fe con vistas a la consecución de un acuerdo, pero éste será necesario o no según la medida de que se trate, aunque normalmente ésta afectará a materias comprendidas en el «ius variandi» normal del empresario, pues las más cualificadas van por la vía de los arts. 40 y 41. El problema más importante es el de la eficacia de estas obligaciones y las sanciones correspondientes a su incumplimiento. En el caso del periodo de consultas de los arts. 40 y 41 ET, hay que estar a lo que para estos supuestos se prevé específicamente, aparte de las sanciones administrativas establecidas en la LISOS 69. Los efectos de la omisión de la consulta en las restantes medidas dependerá de cada medida, pero por lo dicho parece que esos efectos se limitarán a las sanciones administrativas 70 . En ninguno de 68 Para la fusión y escisión de sociedades se prevé que la información debe proporcionarse en todo caso al tiempo de publicarse la convocatoria de las juntas generales que han de acordar los respectivos acuerdos, lo que coincide con la previsión del art. 238 LSA.. 69 Según el art. 7.6 es infracción grave la modificación de condiciones de trabajo impuesta unilateralmente. 70 El art. 7.7 LISOS considera infracción grave la transgresión de los derechos de información, audiencia y consulta de los representantes de los trabajadores y en el estos supuestos estará en juego la validez de la sucesión, sino, en su caso, la de las medidas adoptadas como consecuencia de la misma. El incumplimiento del deber de información es también sancionable administrativamente, pero parece que, con carácter general, no afectará a la validez de la transmisión (Camps 2001,con cita de la STS 25.4.1988, RJ 3021 71). Sin embargo, la información de los representantes de los trabajadores en caso de fusiones y escisiones podría tener un tratamiento especial, porque es una exigencia del proceso de fusión o escisión, según los arts 238 y 254 LSA y 94 LSRL. Pero la eventual anulación de la sucesión sería, en su caso, una consecuencia de la impugnación del correspondiente acuerdo social ante el orden civil, sobre la que el orden social sólo podría decidir prejudicialmente si el acuerdo no hubiera adquirido firmeza 72. 6. ALGUNAS CUESTIONES PROCESALES Ni en el ET, ni en la LPL se contienen normas sobre el tratamiento procesal de la sucesión de empresa, a diferencia de lo que ocurre con dos instituciones relativamente próximas, como el despido y la modificación de condiciones de trabajo. número 10 del mismo artículo se contiene la misma tipificación para el incumplimiento del deber de información a los trabajadores afectados en caso de sucesión de empresa. 71 Para esta sentencia «la falta de notificación a los representantes de los trabajadores no es en este caso trascendente pues el artículo 44 citado no condiciona la eficacia de la cesión a una previa comunicación que admite pueda ser efectuada incluso por el cesionario». El razonamiento puede aplicarse al nuevo art. 44 ET. 72 Esta cuestión se rozó en la STS 27.10.1994 (RJ 8531), en la que,aparte de otras causas de desestimación del motivo que alegaba la infracción de la norma mercantil en este punto, se dice que «los efectos laborales de la transmisión son inseparables del acuerdo social correspondiente y de la creación de la nueva sociedad, cuya impugnación debería hacerse ante el orden judicial civil en los términos y con las limitaciones que establece la legislación mercantil». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 261 ESTUDIOS Sin embargo, en relación con la sucesión de empresa surgen algunos problemas procesales importantes. Uno de ellos, el del límite de las acciones declarativas, se ha suscitado en una serie de sentencias recientes sobre la reversión de los servicios de recaudación del Ayuntamiento de Burgos. Ante la declaración de la reversión y su anuncio para 1.1.2000, los trabajadores del concesionario cesante presentaron demandas con anterioridad a esta fecha, solicitando el reconocimiento de que la reversión prevista constituía una sucesión y el Ayuntamiento estaba obligado a subrogarse en los contratos de trabajo de los actores. Las STS 7.6.2001 (22.6.2001, 25.6.2001, 20.7.2001, 25.9.2001 (RJ.3350/200) y 21.11.2001 (RJ.3402/00) rechazan, por inadmisibles, estas acciones. Para ello, se recuerda que, de conformidad con la doctrina del Tribunal Constitucional y de la propia Sala IV del Tribunal Supremo 73, el ejercicio de acciones declarativas tiene límites precisos, entre los que está la necesidad de que el interés tutelado se corresponda con el carácter declarativo de la pretensión y de que no se refiera a cuestiones no actuales, de carácter futuro o hipotético. Partiendo de esta premisa, se llega a la conclusión de que «en el presente caso la acción declarativa está en realidad anticipándose a la acción de condena, que es la que dentro de la lógica de la demanda procedería ejercitar en el supuesto de que, producida la reversión, la actora hubiera tratado de incorporarse al Ayuntamiento y éste se hubiera negado a darle ocupación» y «de esta forma, la controversia sobre el eventual despido se desplaza hacia un conflicto puramente preventivo, cuyo objeto es predeterminar la solución» de la controversia «antes de que la misma llegue a producirse en la práctica». También hay dudas en cuanto a los cauces procesales a seguir.El proceso ordinario puede acoger reclamaciones relacionadas con el art. 44 ET cuando se reclama no contra la 73 SSTC 34/1984, 210/1992 y 20/1993, SSTS 15.7.1987, 8.10.1997 y 31.5.1999. 262 ruptura del vínculo por el cedente o la no aceptación de éste por el cesionario, sino para exigir las consecuencias de la sucesión en el estatuto profesional del trabajador (como, p.e., el reconocimiento de la antigüedad acreditada en la empresa cedente antes de la sucesión en el caso Sánchez Hidalgo). Pero si se reclama contra la ruptura del vínculo laboral por el cedente 74 o contra la no aceptación de ese vínculo por el cesionario, el proceso adecuado debería ser el de despido, porque lo que se está impugnando es una decisión extintiva: se ha roto la relación laboral, sin que tal ruptura esté justificada por la existencia de una sucesión, o no se ha aceptado la asunción en la posición empresarial que correspondía como consecuencia de la sucesión. Esto es claro en los supuestos en que el cedente anuncia su retirada de la relación y el cesionario no la acepta, porque entonces el trabajador queda sin empleo. En estos casos la demanda de despido suele dirigirse contra los dos posibles empresarios, mediante la acumulación subjetiva que autoriza hoy el art. 72 LEC, para prevenir que la desestimación de la pretensión frente a uno, deje caducada la acción contra el otro 75. Pero el proceso de despido es el aplicable igualmente cuando el trabajador reacciona contra el cese del primer empresario, aunque el segundo haya admitido la subrogación 76, y también en el supuesto más raro en que se entienda que, aunque el primer empresario mantiene su 74 Cuando éste anuncia al trabajador que se ha producido la sucesión y que, por ello, deja de ser su empresario, pasando a serlo el cesionario. 75 Vid. el ejemplo de la empresa farmacéutica que transmite la unidad de óptica en la STS 25.4.1988 (RJ 3021). La demanda se dirige contra el cedente y el cesionario. Pero, al desestimarla, se dice que el primer empresario no ha despedido, porque, al existir sucesión ha perdido aquella condición, y el segundo tampoco ha despedido, porque no ha puesto obstáculo a la continuación del contrato. Si no hubiera habido sucesión, se hubiera condenado por despido al primer empresario. 76 Este es el caso de la STS 22.1.1990 (RJ 180), sobre la externalización del servicio de limpieza. Se acciona por despido contra el primer empresario, aunque el concesionario había aceptado su posición empresarial. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 AURELIO DESDENTADO BONETE posición contractual, ha habido sucesión y la relación debería establecerse con el cesionario que no acepta esta condición. Puede objetarse que en estos supuestos no hay despido, porque el contrato sigue vigente con un cambio subjetivo en la posición del empresario y porque además el trabajador no ha perdido su empleo 77. Así es, pero desde la perspectiva del que impugna la sucesión –que es la que importa en el plano procesal–, no existe una mera modificación del contrato, porque no está justificada por una sucesión real en términos legales y se entiende que la salida del primer empresario equivale a una extinción de la relación. El hecho de que se acepte el mantenimiento del contrato por el empresario entrante no altera la situación, porque el trabajador no tiene por qué aceptar esa continuidad si realmente no concurre un supuesto legal de sucesión. La cuestión de la falta de pérdida del empleo cuando se acepta el mantenimiento de la prestación de trabajo por el cesionario no es relevante, porque también puede producirse en supuestos de despido cuando el trabajador consigue otro empleo y sólo tiene repercusión en los salarios de trámite. La alternativa a la acción de despido plantea un problema práctico importante, porque entonces hay que excluir la caducidad de la acción y una situación necesitada de seguridad y certeza queda sometida al plazo general de prescripción de un año, algo que 77 Señala DÍEZ-PICAZO que en la doctrina civilista se debate el alcance de la modificación de la relación obligatoria en el sentido de precisar cuándo estamos ante una modificación en sentido estricto y cuándo la intensidad del cambio determina la desaparición de la primera relación y su sustitución por otra. En principio, se admite tanto la novación extintiva, como la modificativa,pero el deslinde entre una y otra no es fácil, aunque el art. 1204 CC se inclina por la primera. Lo mismo ocurre en el ámbito laboral a la vista del art. 44 ET. Pero un cambio de empresario no amparado en este artículo y que, sin embargo, produce una declaración de ruptura de la relación se aproxima bastante a la novación extintiva especialmente cuando el trabajador no acepta la continuidad de la relación con el nuevo empresario, pero no sólo en este caso. pugna con las exigencias de estabilidad de este tipo de decisiones 78. El proceso de conflicto colectivo ha venido utilizándose como cauce para plantear determinadas pretensiones en relación con la sucesión de empresa tanto sobre la existencia o no de ésta, como sobre el alcance de las garantías derivadas de la misma 79. Pero la utilización de esta modalidad procesal puede plantear problemas en determinados casos. Esto sucede cuando la transferencia de personal de una empresa a otra se ha instrumentado a través de diversas vías, que exigen una ponderación de las circunstancias individualizadas de los distintos trabajadores afectados. En estos casos, como declara la STS 4.3.1998 (RJ 2074), «no es posible hacer una declaración genérica y universal de aplicación del artículo 44 del Estatuto de los Trabajadores» a todos los trabajadores, por lo que se debe declarar la inadecuación de procedimiento. En el conflicto planteado en relación con la sucesión Iberia/ Ineuropa Handlingo Ute se ha producido una situación bastante similar. Como ya se ha dicho («supra» 2.b),en el cambio de concesionario que se produjo en la gestión de estos servicios de asistencia en tierra no se apreció la existencia de un supuesto comprendido en el art. 44 ET, por lo que se llegó a la conclusión de que la subrogación del personal acordada entre las empresas afectadas y la Administración portuaria no podía producirse sin la aceptación de los trabajadores afectados. Pero precisamente por ello la STS 23.10.2001 (RJ 804/ 2000) concluye que no puede aceptarse una pretensión de conflicto colectivo que pide «una declaración general de ilegalidad y anulación de las subrogaciones y cesiones del contrato de trabajo efectuadas», pues « éstas son lícitas en O incluso a ningún plazo de prescripción si se acepta la tesis de la STJ Madrid 22.5.2001 (RJ 5562/00) 79 Por ejemplo, la STS 12.4.2000 (RJ 3951),sobre la aplicación del régimen de retribuciones de IBERIA en INEUROPA HANDLING y, en concreto, si era aplicable en ésta los acuerdos que sobre reducción de las remuneraciones del convenio se habían establecido en atención a la situación económica de IBERIA. 78 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 263 ESTUDIOS principio ; y pueden ser válidas o no,respecto de cada trabajador individual, según se haya obtenido o no el consentimiento del mismo al acuerdo de Iberia de ceder su contrato de trabajo al segundo concesionario» 80. 7. 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De ahí la necesaria revisión del art. 44 ET, si bien su reforma –en palabras del autor– nos ha llegado «por sorpresa». Entre las novedades cabe destacar la definición de los conceptos «entidad económica» a efectos de sucesión; la exigencia de la vigencia del vínculo y del contenido contractual en lo que al mantenimiento de las relaciones laborales se refiere; la subrogación en los compromisos de pensiones y, en general, cuantas obligaciones en materia de protección social complementaria haya adquirido el cedente. Asimismo, se resuelve la concurrencia entre el convenio de la empresa cedente y el de la cesionaria a favor de la preferencia del primero; se confirma el carácter temporal de la garantía de la vigencia del convenio anterior; se prevé que el cambio de titularidad del empresario no extinga por sí mismo el mandato de los representantes legales de los trabajadores, que seguirán ejerciendo sus funciones en los mismos términos y bajo las mismas condiciones que regían con anterioridad y se incorpora una regulación más completa en materia de obligaciones de información y consulta. En cuanto a la responsabilidad solidaria del cedente y del cesionario, el ET establece, además, una responsabilidad solidaria entre los empresarios sucesivos respecto a las obligaciones laborales anteriores y posteriores a la sucesión, aunque en menor medida para éstas últimas. Por último, el autor pone de relieve algunos problemas procesales en relación con la sucesión de empresas, tales como: el límite de las acciones declarativas, los cauces procesales a seguir, etc... 266 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 Tendencias actuales en la jurisprudencia social en materia de suspensión y excedencia en la relación laboral JOSÉ MARÍA BOTANA LÓPEZ * 1. INTRODUCCIÓN: RESPONSABILIDAD EMPRESARIAL EN CONTRATAS Y SUBCONTRATAS B ajo la rúbrica genérica de «suspensión del contrato» aparecen recogidas en la Sección 3ª, del Capítulo II, del Título I del Estatuto de los Trabajadores, las situaciones de suspensión y excedencia en la relación laboral cuya regulación específica se hace respectivamente en los artículos 45 y 46. También dentro de esta sección, el artículo 47, se refiere, a la «suspensión del contrato de trabajo por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción o derivadas de fuerza mayor» y, el artículo 48 a la «suspensión con reserva de puesto de trabajo». Esta regulación viene siendo criticada por la doctrina científica. Para el Profesor Montoya Melgar aparece en el Estatuto de los Trabajadores sin excesivas preocupaciones sistemáticas e incluso lógicas: y hasta es dudoso que en algunas de las variedades que se presentan como de suspensión lo sean en realidad 1. * Magistrado de la Sala IV del Tribunal Supremo. 1 A. MONTOYA MELGAR: Derecho del trabajo, Tecnos, Madrid, (11ª ed. 1990), pág. 418. La reciente doctrina de la Sala Cuarta del Tribunal Supremo, abordó muy distintas cuestiones en esta materia, cuya exposición siguiendo la sistemática de la normativa legal, se hace, distinguiendo entre suspensión en sentido estricto y excedencia. En el primer supuesto se hace previamente exposición de la doctrina sobre el régimen común, para después abordar la recaída sobre las distintas causas de suspensión. En el segundo se estudia el tratamiento jurisprudencial distinguiendo entre la excedencia voluntaria y la forzosa. 2. CAUSAS Y EFECTOS DE LA SUSPENSIÓN La enumeración que hace el artículo 45 del Estatuto de los Trabajadores, de las causas de suspensión plantea como primera cuestión, que fue abordada en unificación de doctrina, si la misma es o no exhaustiva o tasada. La doctrina científica, ha venido entendiendo, que en otros lugares del Estatuto de los Trabajadores, como en los artículos 22 1.b), 52 b) y c), y 57.4 en la redacción de la Ley 8/1980, de 10 de marzo existen otras causas de suspensión con regulaciones espe- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 267 ESTUDIOS cíficas 2. La sentencia de la Sala Cuarta en Pleno de 25 de octubre de 2000 3, expresa que «La enumeración de causas de suspensión es una enumeración tasada o exhaustiva, en la que figuran numerosos avatares o incidencias atinentes bien a la vida personal o profesional del trabajador, bien al funcionamiento de la empresa». Para esta sentencia «el denominador común de las causas de suspensión es, con excepción de la enunciada en el primer renglón de la lista («a) Mutuo acuerdo de las partes»), el acaecimiento sobrevenido de una incompatibilidad, incapacidad, imposibilidad o impedimento para la ejecución del trabajo» y, sus notas características son la exoneración de las obligaciones sinalagmáticas de trabajar y remunerar el trabajo, como se desprende de su régimen legal en el artículo 45 del Estatuto de los Trabajadores de acuerdo con el significado que se ha atribuido de manera generalizada por parte de la doctrina al instituto de la suspensión y, por ello, mientras perduran las causas de suspensión se mantiene la exoneración de las obligaciones principales del contrato de trabajo, y una vez que desaparecen las situaciones o incidencias impedientes de la ejecución del trabajo o incompatibles con la misma se reactivan automáticamente tales obligaciones. Una tercera nota de la suspensión del contrato de trabajo recogida en la expresada sentencia, es el derecho a conservar el puesto de trabajo, que por otra parte es causa para justificar una de las clases de la contratación temporal, pues la suspensión del contrato de trabajo en el artículo 45 del Estatuto de los Trabajadores se configura así como una vicisitud de la relación contractual, en la que mientras el trabajador tiene derecho a conservar el puesto de trabajo y el empresario 2 M. ALONSO OLEA y M.E. CASAS BAHAMONDE: Derecho del Trabajo, Universidad de Madrid- Facultad de Derecho. (10ª ed. 1997), pág. 349. 3 Recurso 3606/1998. 268 tiene el deber de reserva del mismo, con lo que a lo largo de la situación suspensiva, el puesto de trabajo puede ser desempeñado por otro trabajador de la empresa o por otro trabajador contratado para ocuparlo y, la relación contractual en suspenso recupera su plenitud en el momento en que desaparece la causa suspensiva. De ahí, que la ley haya previsto expresamente como una de las causas justificadas de contratación de trabajadores por tiempo determinado la sustitución de trabajadores con derecho a reserva de puesto de trabajo (artículo 15.c. del Estatuto de los Trabajadores). Además de estas notas que se traducen en efectos de la suspensión, existen también otros efectos puestos de relieve en la sentencia de 11 de diciembre de 1989 4, para la que, dado que la suspensión afecta a la ejecución del contrato, sin repercusión alguna sobre el vínculo mismo que permanece, algunos derechos y deberes recíprocos de trabajador y empresario recogidos en el Estatuto de los Trabajadores continúan en plena vigencia, como: 1) el derecho de libre sindicación del artículo 4.1 b); 2) el deber básico de no practicar concurrencia desleal del art. 5-d en relación con el artículo 21.1; 3) la facultad de verificar el estado de enfermedad o accidente del trabajador, mediante reconocimiento a cargo del personal médico recogido en el artículo 20.4; 4) derechos económicos, que persisten al margen de la suspensión, como recoge el párrafo final del art 20.4 cuando dice que «...la negativa del trabajador a dichos reconocimientos podrá determinar la suspensión de los derechos económicos, que pudieran existir a cargo del empresario por dichas situaciones». Entre los derechos económicos, están los asumidos en el ámbito de la autonomía colectiva, como el de indemnización para el supuesto de muerte, cuyo reconocimiento no se puede hurtar al trabajador fallecido -ni 4 Aranzadi 8950/1989. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JOSÉ MARÍA BOTANA LÓPEZ consecuentemente a sus herederos- por el mero hecho que la muerte viniera precedida de una situación de invalidez provisional. Pues esto, además privaría de toda eficacia a la cláusula pactada -en contra del principio de utilidad, que debe hacer presumir su sola estipulación- en todos aquellos casos en que la defunción constituyera, como es normal el resultado final de una enfermedad, enfermedad que actuaría como soporte fáctico de la situación de incapacidad laboral transitoria e invalidez provisional (hoy incapacidad temporal) tipificadas en el repetido art. 45.1.c) como causas de suspensión del contrato. 2.1. Mutuo acuerdo de las partes Esta causa de suspensión que es correlativa a la de extinción del contrato de trabajo del artículo 49.1 del Estatuto de los Trabajadores, nace del mutuo acuerdo posterior a la celebración del contrato, lo que la distingue de la causa del apartado siguiente en el artículo 45 del antes citado texto legal 5. Es estudiada esta causa en la sentencia de 17 de octubre de 1988 6 denominándola como «singular excedencia», dado «el pacto expreso de la misma que la diferenciaba de aquella que hubiera correspondido a los actores, sujeta a la existencia de vacante al finalizar la misma», y que «daba satisfacción a los intereses de las partes: la empresa renunciaba a su derecho de proceder al despido disciplinario fundado en graves causas sustituyendo tal solución por suspensión (excedencia) del contrato por un año con reingreso automático y los actores a otro, el de seguir en activo durante esa anualidad, pero ejerciendo otro, el de acogerse a la excedencia en la situación especial que se pactó». Con relación exclusiva al pacto de no concurrencia de dos años establecido en Conve5 M. ALONSO OLEA y M.E. CASAS BAHAMONDE: Derecho del Trabajo, Universidad de Madrid- Facultad de Derecho. (10ª ed. 1997), pág. 349. 6 Aranzadi 7832/1988. nio Colectivo para el empleado que solicite acogerse a la prejubilación, dice la sentencia de 18 de mayo de 1998 7, que a diferencia de los supuestos de jubilación anticipada, se está en la prejubilación pactada ante una suspensión de contrato por mutuo acuerdo que por su carácter transitorio y temporal posibilita que las partes puedan pactar la prohibición de concurrencia durante tal período. 2.2. Las consignadas válidamente en el contrato Son causas coetáneas a la celebración del contrato como se desprende de la sentencia de 15 de julio de 1986 8 que estima válida y eficaz la suspensión de la relación laboral llevada a cabo por la empresa «de acuerdo con la cláusula octava apartado a) de los contratos de trabajo suscritos entre los demandantes y la empresa demandada … con efectos de la fecha en que se les comunicó tal suspensión a los recurrentes, motivado por haber sido condenados … como autores responsables de un delito continuado a las penas que en esa comunicación constan, y por lo que al haber sido recurrida, dicha suspensión durará mientras no exista resolución firme, … al estar contemplada en el art. 45.b) del Estatuto de los Trabajadores». 2.3. Incapacidad temporal de los trabajadores La definición de esta causa se hace en el artículo 128.1.a) de la Ley General de la Seguridad Social de 1994, como la debida a «enfermedad común o profesional y a accidente, sea o no de trabajo, mientras el trabajador perciba asistencia sanitaria de la Seguridad social y esté impedido para el trabajo, con una duración máxima de doce meses, prorro- 7 8 Recurso 2108/1997. Aranzadi 4140/1986. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 269 ESTUDIOS gables por otros seis cuando se presuma que durante ellos puede el trabajador ser dado de alta médica o por curación». La doctrina unificada hace referencia a esta causa, a propósito de la impugnación por parte de trabajadores de las resoluciones administrativas que ponen fin a su situación de incapacidad temporal, señalando, que tal conducta no prolonga automáticamente la suspensión de la relación laboral, sino que debe el interesado informar al empresario de aquella impugnación y de la subsistencia en su caso de la incapacidad para el trabajo (sentencia de 2 de marzo de 1992 9). Son varias las cuestiones abordadas jurisprudencialmente. Así sobre el reingreso, después de la suspensión por incapacidad temporal, se aplica la doctrina establecida para los supuestos de reingreso tras la situación de excedencia al caso del trabajador declarado en situación de Invalidez Permanente Total (sentencia de 22 de octubre de 1997 10). La sentencia de 28 de Mayo de 1999 11 expresa que no son debidos los salarios de tramitación en los supuestos de suspensión de la relación laboral por incapacidad temporal del trabajador, y señala que la clave para la solución del problema radica en la propia naturaleza de los salarios de tramitación, concretamente en el artículo 52.1, b) del Estatuto de los Trabajadores, conclusión que también se alcanza partiendo del concepto de incapacidad temporal que facilita el artículo 128 del Texto Refundido de la Ley General de la Seguridad Social de 20 de junio de 1994, motivada por la imposibilidad de trabajar, pues corresponde a la Entidad Gestora el abono de las prestaciones económicas derivadas de la incapacidad temporal, cuando esta se ha producido durante el período en que el trabajador tiene derecho al percibo de salarios de 9 10 11 270 Aranzadi 1609/1992. Aranzadi 7548/1997. Recurso 2646/98. tramitación por despido nulo o improcedente, solución que es asimismo aplicable, y con idéntica razón a los supuestos en los que la incapacidad temporal se había iniciado antes de la fecha de despido. En esta causa de supensión fue objeto de la casación para la unificación de doctrina, el cómputo del plazo, para suscribir convenio con la Seguridad Social en la sentencia de 27 de abril de 2001 12 estableciendo que cuando se ha cursado la baja en Régimen de Seguridad Social por terminación de su contrato y el trabajador se encuentra en situación de incapacidad temporal, el plazo hábil de solicitud de convenio especial con la Administración de la Seguridad Social, empieza no en la fecha de la baja en la Seguridad Social por terminación del contrato, sino en la de la finalización de la situación de incapacidad temporal posterior a aquella por las siguientes razones: 1) No parece lógico privar de protección de la Seguridad Social a personas que se encuentran en una situación que en muchos supuestos es causa, de imposibilidad o dificultad considerable de llevar a cabo las gestiones de suscripción del convenio. 2) El principio constitucional de universalidad de la cobertura de la protección de la Seguridad Social (artículo 41 de la Constitución) impulsa en la misma dirección. 3) La facultad de suscribir el convenio se reconoce expresamente a los trabajadores en invalidez provisional (artículo 2.d. de la Orden Ministerial 18-7-91), situación que guardaba una notable semejanza con la de incapacidad temporal, no advirtiéndose razones para tratamiento diferenciado. 4) La formulación literal del precepto reglamentario sobre el «dies a quo» del plazo en cuestión (fecha de efectos de la baja en el régimen de Seguridad Social) permite una interpretación flexible, en cuanto que los efectos de la baja se pueden entender prolongados, hasta el final del período de incapacidad temporal protegida. 5) La Sala ha tenido en cuenta el principio de universalidad e integridad de la protección 12 Recurso 938/99. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JOSÉ MARÍA BOTANA LÓPEZ de la Seguridad Social, en supuestos similares en que el legislador no ha previsto la singularidad de la situación de incapacidad temporal de trabajadores, cuando ya se ha extinguido la relación contractual. Sobre el momento en que finaliza esta situación, la sentencia de 15 de abril de 1996 señala, que la suspensión termina con la expedición del alta médica, aun cuando el trabajador proceda a su impugnación judicial, salvo que acredite que pese al alta médica o a la resolución del expediente de Invalidez sin declaración de Incapacidad Permanente Total o Absoluta, subsiste una situación de Incapacidad Temporal que impide la reincorporación al trabajo, ofreciendo en su caso los medios para la verificación de esta situación por la empresa y, que lo que no cabe es entender que por la simple impugnación de las resoluciones administrativas se mantiene automáticamente la suspensión del contrato hasta que se produzca una decisión judicial firme. En este sentido la sentencia de 15 de noviembre de 1990 13, dice que terminada la situación de Incapacidad Temporal, el trabajador tiene derecho a reincorporarse y la empresa debe respetarlo, incluso si aquel inicia el procedimiento para la declaración de Incapacidad Permanente. 2.4. Maternidad La suspensión por maternidad, ha sido considerada en unificación de doctrina como situación asimilada al alta, por sentencia de 20 de enero de 1995 14, precisamente en reclamación de prestaciones económicas por baja de maternidad causada no estando la trabajadora en situación de alta en la Seguridad Social, pero sí en incapacidad laboral transitoria por enfermedad común desde la extin- 13 14 Aranzadi 8979/1990. Recursos 962 y 1281/94. ción del contrato de trabajo hasta el día anterior en que se causó la baja por maternidad. Para esta sentencia, no considerar la situación a la de asimilada al alta traería consigo la generalización de situaciones de desprotección, que no se limitarían a la maternidad, sino que afectaría a las pensiones y, además «ese efecto de desprotección no se justificaría, a la luz de los principios que configuran la acción protectora del sistema». Por su parte, la sentencia de 30 de mayo de 2000 15, sostiene que el tratamiento jurisprudencial que se dio a la incapacidad temporal del trabajador con contrato extinguido, debe también extenderse a los supuestos de suspensión de la relación laboral a consecuencia de sanción disciplinaria, cuando acaece la contingencia de maternidad. 2.5. Cumplimiento del servicio militar El extinguido servicio militar, no implicaba que hubiera de mantenerse una relación laboral cuando se producía su extinción por expiración del término convenido. Lo pone de relieve la sentencia de 12 de febrero de 1985 16, afirmando que el contrato tiene una duración concreta y específica y termina cuando expira el término convenido y se realiza la notificación o denuncia al respecto, sin que el hecho de haberse suspendido el contrato de trabajo por el servicio militar –cuya suspensión interrumpe las obligaciones de abonar el salario y de trabajar a tenor del artículo 45-2 del Estatuto de los Trabajadores y a la reserva de puesto de trabajo (artículo 48-1 y 3)–, en modo alguno implique que haya de mantenerse una relación laboral cuando se produce su extinción por expiración del término convenido y, la circunstancia de que la terminación acaeciera durante la prestación 15 16 Recurso 1906/99. Aranzadi 639/1985. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 271 ESTUDIOS del servicio militar no puede prorrogarlo, pues tal consecuencia no se deduce de la situación de suspensión del contrato de trabajo. 2.6. Privación de libertad del trabajador La suspensión del contrato por privación de libertad del trabajador mientras no exista sentencia condenatoria, viene recogida como garantía del derecho a la presunción de inocencia, y de ahí, que desde el momento en que adquiere firmeza la sentencia penal la ausencia al trabajo deja de tener la cobertura de la situación suspensiva para configurarse como un incumplimiento del contrato sancionable por el empresario en virtud del artículo 54.2.a) del Estatuto de los Trabajadores (sentencia de 9 de marzo de 1994 17, reiterando doctrina de anterior sentencia de 28 de febrero de 1990 19). 2.7. Suspensión por razones disciplinarias La sanción disciplinaria de suspensión de empleo y sueldo del artículo 45.1.h) del Estatuto de los trabajadores es claro que no extingue el contrato sino tan sólo implica la prohibición de servicio y percepción de sueldo, por lo que continúa la relación y el trabajador y empresario siguen vinculados, y con los deberes básicos por parte de aquéllos como el de no concurrencia con la actividad de la empresa a que se refiere el artículo 5.d), en relación con el 21 del Estatuto de los Trabajadores, pudiendo por ello el trabajo, determinar desleal competencia para la empresa, a la que interesa que no exista captación de clientela por otra de la misma actividad» (sentencia de 14 de mayo de 1986 19). 17 18 19 272 Aranzadi 222/1994. Aranzadi 1247/1990. Aranzadi 2555/1986. Nada expresa la norma legal sobre los efectos de esta causa de suspensión en materia de Seguridad Social, cuestión que aborda la sentencia de 30 de mayo de 2000 20, expresando, que la suspensión de empleo y sueldo por razones disciplinarias, no figura entre las situaciones asimiladas al alta que recoge el artículo 125.2 de la Ley General de la Seguridad Social de 1994, que hace referencia a «los casos de excedencia forzosa, suspensión del contrato de trabajo por servicio militar o prestación social sustitutoria, traslado por la empresa fuera del territorio nacional, convenio especial con la administración de Seguridad Social y los demás que señale el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social», pero por otra parte no existe en el ordenamiento de la Seguridad Social, precepto alguno que prohiba considerar tal supuesto como situación asimilada al alta, por lo que hay una laguna legal que se produce cuando estando en suspenso la relación laboral por razones disciplinarias, le sobreviene una contingencia de baja en el trabajo como puede ser la de por razón de maternidad. Señala la citada sentencia, que la laguna no puede llevar a la descalificación de supuesto contemplado como situación asimilada al alta, como ya resolvió el Tribunal Supremo en sentencias de 20 de enero de 1995 21, ante supuesto análogo sobre reclamación de prestaciones económicas por baja de maternidad causada no estando la trabajadora en situación de alta en la Seguridad Social, y sí en incapacidad laboral transitoria por enfermedad común desde la extinción del contrato de trabajo hasta el día anterior en que se causó la baja por maternidad, porque no considerar la situación a la de asimilada al alta traería consigo la generalización de situaciones de desprotección, que no se limitarían a la maternidad. Concluye la sentencia, indicando que el tratamiento que jurisprudencialmente se dio 20 21 Recurso 1906/99. Recursos 962 y 1281/94. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JOSÉ MARÍA BOTANA LÓPEZ a la incapacidad laboral temporal del trabajador con contrato extinguido, debe también extenderse a los supuestos de suspensión de la relación laboral a consecuencia de sanción disciplinaria, cuando acaece la contingencia de maternidad. La analogía resulta aquí aplicable, porque existe semejanza relevante entre los respectivos supuestos –en los dos hay baja por maternidad y baja en la Seguridad Social– y se aprecia asimismo la identidad de razón: la necesidad de conservar la protección de la Seguridad Social en estas situaciones de maternidad que no implica actuación fraudulenta del beneficiario, supuesto precisamente previsto en el artículo 133 quinquies del Real Decreto Legislativo 1/1994, al establecer que, el derecho al subsidio por maternidad podrá ser denegado, anulado o suspendido, cuando el beneficiario hubiera actuado fraudulentamente para obtener o conservar dicha prestación, «cuestión distinta sería la posibilidad empresarial de mantener en suspenso la aplicación de la sanción mientras la trabajadora esté percibiendo las prestaciones de maternidad». 2.8. Fuerza mayor temporal Sobre la causa suspensiva que el Estatuto de los Trabajadores llama «fuerza mayor temporal», no hay posiciones concordantes, el propio legislador ha introducido variantes o matizaciones para distintos sectores del ordenamiento jurídico, y no existe todavía jurisprudencia laboral consolidada, según expresa la sentencia de 20 de junio de 1995 22, para la que una de las claves principales de la decisión es ciertamente la de si el concepto de fuerza mayor del artículo 45.1.i) del Estatuto de los Trabajadores, en cuanto causa de imposibilidad de la prestación de servicios, que comporta o no cualificaciones restrictivas, como la de suceso «extraordinario», o la de acontecimiento «extraño al trabajo», o 22 Recurso 2440/94. la de suceso «irresistible»; cuestión, que no es por cierto pacífica en la doctrina científica. Pero como afirma la expresada sentencia, para la hipotética apreciación de esta causa de suspensión de la relación de trabajo (y de exoneración consiguiente del deber de remunerar al trabajo ofrecido y no prestado) se exige en el ordenamiento español vigente un requisito de procedimiento de acuerdo con el artículo 47.1 del Estatuto de los Trabajadores, pues, la posibilidad de suspensión del contrato de trabajo por causas derivadas de fuerza mayor se rige por lo dispuesto en el artículo 51 del Estatuto de los Trabajadores, esto es, por la constatación de la causa de fuerza mayor por parte de la autoridad laboral en expediente de regulación de empleo. 2.9. Causas económicas, técnicas, organizativas o de producción A estas causas de suspensión alude la sentencia de 18 de noviembre de 1986 23 , en supuesto en que la empresa fue autorizada por la autoridad laboral competente a suspender los contratos de trabajo y, señala, que mientras dure esa situación de suspensión, ni la empresa está autorizada para modificarla ni para cancelarla, ni tampoco a obligar al trabajador, mientras permanezca suspenso su contrato, a reincorporarse a su puesto de trabajo, pues aquella situación sólo es lícito modificarla si se obtiene por el mismo procedimiento que pidió o por acuerdo con los trabajadores, o por la conformidad de los representantes legales de los trabajadores; pero no por voluntad unilateral de la empresa, por lo que, la conducta del trabajador no reincorporándose a su puesto de trabajo cuando la empresa le requirió sin justificar las causas o motivos para ello, no es constitutiva de ninguna de las causas que el art. 54.2 enumera para justificar el despido. 23 Aranzadi 6691/1986. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 273 ESTUDIOS En estas causas de suspensión, la jurisprudencia viene admitiendo la posibilidad de la prestación de servicios para otra empresa, como explicita la sentencia de 7 de mayo de 1990 24, cuando indica que lo primero, para un enfoque adecuado de la cuestión propuesta, es subrayar que el derecho al trabajo entendido como realización y promoción de la persona en el desempeño de una actividad efectiva, es un derecho garantizado constitucionalmente (art. 35 C. E.), y mantenido como contenido básico de la relación laboral nacida del contrato de trabajo (artículo 4.2 a) y b) del Estatuto), y esto aceptado, es claro que si un contrato de trabajo queda suspendido por necesidades económicas de la empresa, el hecho de que el trabajador privado de este derecho básico trate de ejercitarlo sin perjudicar a la empresa con la que continúa vinculado, y durante el tiempo en que ésta no puede y está autorizada a no dar ocupación efectiva al trabajador, no significa por sí solo, la renuncia a su puesto de trabajo fijo. En cuanto a las garantías de permanencia de los representantes de los trabajadores en los supuestos de suspensión de la relación laboral por estas causas, se pronuncia la sentencia de fecha 13 de septiembre de 1990 25 en el sentido, de que cualquiera que sea, a la luz de la Constitución y de los Convenios de la O.I.T., el alcance que deba darse a los preceptos que atribuyen prioridad de permanencia en la empresa a los representantes legales de los trabajadores en los supuestos de suspensión o extinción por causas tecnológicas o económicas, una exigencia inexcusable para que esa prioridad de permanencia pueda actuar es que la condición de representante de los trabajadores concurra en quien la invoca o pretenda acogerse a la misma, pues la preferencia únicamente opera respecto a quien está en la situación garantizada en el momento de acordarse la medida y, si acaso, podría discutirse si esa condición ha de exis- 24 25 274 Aranzadi 3973/1990. Aranzadi 7004/1990. tir ya en el momento de la resolución administrativa que aprueba el expediente de regulación de empleo o basta que concurra en el de la posterior decisión del empresario que, a su amparo, pone en práctica o hace efectiva la extinción o suspensión del contrato y, es en este segundo momento de extinguirse o suspenderse la relación laboral cuando deben concurrir los presupuestos determinantes de la resolución administrativa, que en aquel caso excluían a los representantes del personal, pero esa doctrina no resulta aplicable al caso en el que la elección como miembro del Comité de empresa tuvo lugar, no sólo después de que la Autoridad Laboral autorizase la suspensión de las relaciones laborales, sino con posterioridad también al momento en que la empresa llevó a la práctica la suspensión del contrato, porque la aplicación de la misma sería, una aplicación retroactiva, contraria a la seguridad o certidumbre de las relaciones jurídicas; además, ese efecto retroactivo, que la garantía no tiene, no resultaría tampoco indispensable para la efectividad de la representación, pues, es evidente que, aun cuando la suspensión pueda implicar limitaciones, éstas no impiden por sí mismas el desarrollo de las funciones representativas, pues aquélla sólo tiene efectos sobre las obligaciones recíprocas de trabajar y retribuir el trabajo (artículo 45.2 del Estatuto de los Trabajadores), sin que sea obstáculo para el acceso y permanencia del trabajador en el lugar del trabajo a los efectos de realizar las actividades derivadas de su representación. 2.10. Por el ejercicio del derecho de huelga Es muy abundante la doctrina unificada que suscita el descuento salarial por huelga. La sentencia de 13 de marzo de 2001 26 hace exposición de la doctrina general que pone de relieve, el descuento de la retribución de los 26 Recurso 3163/00. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JOSÉ MARÍA BOTANA LÓPEZ días de descanso semanal y de los días festivos comprendidos dentro del periodo de huelga, mientras que no cabe detracción o deducción alguna por huelga en la retribución de las vacaciones y en la de los días festivos fuera del período de huelga. Esta doctrina ciñéndose a la jurisprudencia de los años noventa es resumida por la citada sentencia en los siguientes términos: a) la retribución a descontar por cada día de huelga comprende el salario de la jornada y determinados conceptos de «salario diferido» (sentencia de 24 de Enero de 1994); b) dentro de estos conceptos figuran la parte proporcional de las gratificaciones extraordinarias y la parte proporcional correspondiente a la retribución del descanso semanal del período en que se haya producido la huelga (sentencia de 26 de Mayo de 1992, 22 de enero de 1993, 24 de enero de 1994, 18 de abril de 1994); c) el descuento salarial proporcional por huelga no repercute, en cambio, salvo que se comprendan dentro del período de huelga, en la retribución de los días festivos, que «no está conectada con un tiempo de trabajo precedente» sino con la «celebración de acontecimientos de orden religioso o civil» (sentencia de 24 de Enero de 1994); d) en relación con las pagas extraordinarias, el empresario no está autorizado para «anticipar descuentos futuros por un pago salarial que no se ha anticipado» (sentencia de 26 de mayo de 1992); e) las pagas de participación en beneficios deben ser asimiladas a las gratificaciones extraordinarias a los efectos de descuento retributivo (sentencia 18 de abril de 1994); y f) en relación con la retribución de las vacaciones rige implícitamente en las sentencias citadas el criterio de la imposibilidad de descuento, por aplicación analógica de la regla de cómputo como días de servicio para el cálculo de tal concepto retributivo de las ausencias justificadas al trabajo. 3. LA EXCEDENCIA El artículo 46 del Estatuto de los Trabajadores, al enumerar las distintas clases de excedencia del contrato de trabajo, distingue entre la voluntaria y la forzosa, estableciendo como efecto común de las mismas, que cualquiera de estas situaciones «no dará derecho a retribución alguna mientras el excedente no se reincorpore al servicio activo». 3.1. Excedencia voluntaria La sentencia de 25 de octubre de 2000 27, al referirse a la «excedencia voluntaria común», pone de relieve que la causa de la misma no es objeto de especificación en el artículo 46.2 del Estatuto de los Trabajadores, que se limita a reconocer el derecho del trabajador «con al menos una antigüedad en la empresa de un año» a que «se le reconozca la posibilidad de situarse en excedencia voluntaria». Lo que equivale a decir que cualquier interés personal o profesional del trabajador puede justificar esta modalidad de excedencia, siempre que sea compatible con las exigencias de la buena fe contractual, de ahí que en buena parte de los casos, los períodos de excedencia se utilizan por los trabajadores como medio legítimo de promoción o experiencia profesional en otro trabajo por cuenta propia o por cuenta ajena. Para esta sentencia son netamente distintos, los supuestos y el régimen jurídico de la excedencia voluntaria y de la forzosa. El núcleo principal del régimen jurídico de la excedencia voluntaria común se encuentra en el precepto del artículo 46.5 del Estatuto de los Trabajadores, donde se afirma que el «trabajador excedente conserva sólo un derecho preferente al reingreso en las vacantes de igual o similar categoría a la suya que hubiera o se produjeran en la empresa». Por ello, ha de entenderse que se trata de un derecho profesional distinto al que se reconoce en las situaciones suspensivas del artículo 45 del Estatuto de los Trabajadores, 27 Recurso 3606/98. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 275 ESTUDIOS pues no es lo mismo un derecho preferente al reingreso, condicionado a la existencia de vacantes, que un derecho incondicional a la reserva del puesto, en donde la cobertura de éste durante el tiempo en que opera la causa de suspensión es una cobertura interina, mientras que el desempeño de un puesto de excedente voluntario común no justifica en cambio el recurso a esta modalidad de contratación temporal y, de ahí que la jurisprudencia de la Sala de lo Social haya apreciado diferencias sustanciales, a efectos del juicio de contradicción de las sentencias de unificación de doctrina, entre las situaciones de excedencia voluntaria común y excedencia forzosa (sentencia de 6 de noviembre de 1997), y haya calificado con frecuencia el derecho al puesto de trabajo del excedente voluntario común como un derecho potencial o «expectante» (sentencia de 18 de julio de 1986), y no como un derecho ejercitable en el acto o momento en que el trabajador excedente exprese su voluntad de reingreso. La comentada sentencia encuentra la justificación de este tratamiento legal diferenciado entre la suspensión del artículo 45 del Estatuto de los Trabajadores y la excedencia voluntaria común del artículo 46.2 del Estatuto de los Trabajadores, en la distinta valoración que merecen los intereses en juego en una y otra. Así el interés que está en la base de la situación de excedencia voluntaria común es genéricamente el interés personal o profesional del trabajador excedente voluntario, bastando en principio para hacerlo valer con la voluntad unilateral del propio trabajador excedente, por lo que, no parece razonable conservar para él un puesto de trabajo, a costa de la estabilidad en el empleo del trabajador que lo sustituya y del propio interés de la empresa. En cambio las situaciones de suspensión del artículo 45 del Estatuto de los Trabajadores se refieren, bien a causas específicas y cualificadas de impedimento o incompatibilidad con el trabajo por parte del trabajador, o bien a causas que dependen del funcionamiento de la empresa o de la propia 276 voluntad conjunta de trabajador y empresario. Esta diferencia, no compartida siempre por la jurisprudencia como en la sentencia de 3 de octubre de 1990 28, no fue aceptada pacíficamente por la Sala en pleno, por lo que se formuló voto particular, expresando que aunque el artículo 45.1.k) únicamente prevé de modo expreso como causa de suspensión la excedencia forzosa, es mayoritaria la doctrina en el sentido de considerar que también lo es la excedencia voluntaria, si bien sus efectos adicionales son distintos en cuanto que aquella determina la reserva del puesto de trabajo y ésta sólo un derecho preferente a las vacantes que se produzcan en la empresa (artículo 46.5), y, se argumenta que no son supuestos distintos por las siguientes razones: a) De carácter sistemático, puesto que la excedencia voluntaria en sus distintas modalidades (números 2, 3 y 4 del artículo 46) se regula dentro de la misma sección del Estatuto de los Trabajadores que lleva por epígrafe «suspensión del contrato». b) El hecho de que el excedente voluntario no tenga derecho a reserva del puesto de trabajo, es sólo un efecto normal, pero no esencial de la suspensión; así el artículo 48, contempla la posibilidad de que la citada reserva pueda faltar también en otras causas de naturaleza claramente suspensiva. c) Numerosos convenios colectivos imponen al excedente voluntario el cumplimiento de ciertos deberes de buena fe (no hacer competencia desleal, etc.); imposición que carecería de sentido sí el contrato no estuviese suspendido. Aranzadi 7526/1990. Para esta sentencia, la excedencia es causa de suspensión encuadrable en el aparado a) del art. 45 del Estatuto de los Trabajadores. 28 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JOSÉ MARÍA BOTANA LÓPEZ d) La reiterada jurisprudencia expresiva de que constituye despido -figura que sólo es predicable de un contrato de trabajo que esté vivo- la negativa expresa, categórica e incondicionada de la empresa a readmitir a un excedente voluntario, una vez concluida esta situación y no basada en la inexistencia de vacantes o siempre que se acredite la realidad de las mismas. e) No se trata de un supuesto de mera interrupción de la relación laboral como vacaciones, permisos retribuidos, etc, ya que en tales casos se mantiene la obligación retributiva del empresario. f) La alternativa a la no consideración de la excedencia voluntaria como causa suspensiva sería estimarla como causa de extinción de la relación laboral con derecho condicional a la readmisión. Pero esta tesis no se puede aceptar, no sólo porque esta causa no figura en la lista del artículo 49 del Estatuto de los trabajadores, sino porque entonces no tendría sentido la nueva extinción decidida por la Autoridad laboral en el refer i d o e x p e d i e n t e d e re g u l a ci ón de empleo. La jurisprudencia unificada de casación también abordó el régimen de derecho transitorio del reingreso del personal en situación de excedencia indefinida, entendiendo aplicable la legislación vigente en el momento del reingreso, y no, si es distinta, la vigente en el momento de obtención de la excedencia. Se inicia por sentencia de 27 de junio de 2000 29 y se continua entre otras, por la de 11 de junio de 2001 30, que plasma la doctrina señalando: 1) La regla general de no retroactividad del art. 2.1. del Código Civil impide la «retroactividad plena, o sea la retroactividad que alcanzara a regular derechos ya nacidos de 29 30 Recurso 4045/99. Recurso 270/00. hechos realizados bajo la legislación anterior» (sentencia de 27 de junio de 2000); 2) En el mismo sentido debe ser entendido, de acuerdo con la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, el art. 9.3. de la Constitución (STC 199/1990 de 10 de diciembre: «sólo puede afirmarse que la norma es retroactiva, a efectos del art. 9.3. CE cuando incide sobre relaciones consagradas y afecta a situaciones agotadas»); 3) tanto la relación de trabajo como las relaciones de servicios de régimen estatutario son relaciones de ejecución continuada en las que los cambios legales son aplicables en principio a los actos, situaciones o efectos futuros desarrollados en el marco de una relación constituida con anterioridad a la misma (sentencia de 17 de julio de 2000, con cita de sentencia de 8 de mayo de 1987 y 7 de diciembre de 1989); 4) la referida regla general se atempera a veces por el legislador y por la jurisprudencia en los contratos por tiempo determinado, en los que se opta con frecuencia por el régimen legal existente en el momento temporal de la celebración del contrato de trabajo; 5) pero dicha regla general de aplicación a actos, situaciones o efectos futuros se mantiene intacta en las relaciones o situaciones creadas o establecidas por tiempo indefinido, y tal carácter indefinido posee la situación de excedencia voluntaria que reconocen las disposiciones estatutarias del personal sanitario de la Seguridad Social para atender a los intereses particulares de los empleados (sentencia de 17 de julio de 2000); 6) a diferencia de lo que sucede en la excedencia laboral temporal reconocida en convenio colectivo (sentencia 26 de junio de 1998), la excedencia por tiempo indefinido del personal estatutario no genera un derecho adquirido sino una «mera expectativa de derecho» a reingresar de acuerdo con las condiciones establecidas en la normativa existente en el momento de la excedencia, expectativa que puede desaparecer, como ha ocurrido en el caso, por la incidencia de modificación legislativa posterior (sentencia de 27 de junio de 2000); 7) el mismo criterio de la aplicación de una nueva regulación sobre exce- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 277 ESTUDIOS dencia voluntaria del personal estatutario de la Seguridad Social a los actos y efectos posteriores de situaciones de excedencia creadas con anterioridad a su entrada en vigor ha sido adoptado también por la jurisprudencia del Tribunal Supremo (sentencia 28 de marzo de 1996, 23 de abril de 1996, 14 de mayo de 1996, 29 de mayo de 1996, 15 de julio de 1996) para resolver una cuestión distinta pero próxima a la aquí planteada; y 8) tal cuestión y la jurisprudencia establecida sobre ella en las sentencias últimamente citadas se refiere precisamente al reconocimiento por parte de la DA 6ª del RD 118/1991 en su redacción inicial de nuevas oportunidades o posibilidades de reingreso a quienes se encontraban con anterioridad a su aprobación en situación de excedencia voluntaria (sentencia 27de junio de 2000). Ya en concreto, sobre el alcance de los derechos y obligaciones profesionales que comporta el desempeño con carácter provisional de los excedentes de plaza de personal facultativo de la Seguridad Social, la jurisprudencia en sentencias de 22 de mayo 31 y 25 de octubre de 2001 32 ha señalado que «el desempeño por adscripción provisional a plaza de `cupo y zona´, no da derecho a permanecer en la misma por más tiempo del que transcurre hasta el siguiente concurso de traslado para ocupación de plaza con carácter definitivo», y que «la tardanza en la convocatoria de estos concursos o incluso el eventual incumplimiento de la obligación de la entidad gestora de sacar a concurso las plazas de adscripción provisional, prolongan la situación de provisionalidad, pero no enervan el deber de concursar ni generan derechos de permanencia indefinida en la plaza ocupada». En lo que concierne a la indemnización de daños y perjuicios por retraso en el reingreso del excedente voluntario, la sentencia de 23 de diciembre de 1997 33, referida a supuesto 31 32 33 278 Recurso 3053/00. Recurso 345/01. Recurso 2362/97. de la incidencia de la excedencia voluntaria en la prestación de desempleo, mantiene que no procede descontar de la indemnización la prestación de desempleo percibida por el trabajador, pero sí notificar al INEM la sentencia que se dicta por el interés que pudiera tener dicho organismo, pues «los daños a resarcir corresponden al retraso en que incurrió la empresa en restablecer el contrato de trabajo que se hallaba en suspenso (art. 46.5 del ET), como resulta del artículo 1101 del Código civil, que conforme al artículo 1106 de dicho Código comprende la indemnización de los daños y perjuicios causados. Es a partir del momento en que se exija el cumplimiento de la obligación de readmitir cuando se incurre en mora, como resulta del número 1100 del Código (sentencias de la Sala de 17 de octubre de 1984, 11 de marzo de 1986, 16 de octubre de 1987, 19 de abril y 13 de mayo de 1986 y 24 de octubre de 1989, entre otras)». También indica la sentencia que «La doctrina de esta Sala expresada en sus sentencias de 14 de marzo de 1995 y 12 de junio de 1996, entre otras muchas, cabe resumirla en estos puntos: `1) se presume que la reincorporación tardía del trabajador excedente da lugar a una indemnización de daños y perjuicios; 2) la cuantía de la indemnización se cifra en principio en los salarios dejados de percibir a causa de la conducta de incumplimiento de la empresa desde la conciliación o reclamación administrativa previas a la reclamación judicial, o desde esta última si por una u otra razón se ha interpuesto antes; 3) corresponde al trabajador la acreditación de daños y perjuicios superiores que considere se han producido; y 4) corresponde al empresario la acreditación de los hechos impeditivos de las indemnizaciones reclamadas´". Con carácter general, la indemnización se cuantifica con los salarios dejados de percibir, pero no desde el momento del vencimiento de la excedencia, ni desde la concurrencia de la vacante que hace surgir el derecho al reingreso, sino desde la efectiva reclamación (sen- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JOSÉ MARÍA BOTANA LÓPEZ tencia de 21 de enero de 1997 34). Criterio que no se aplica cuando, en el momento de reclamar el reingreso, no existe vacante. En este caso, los daños se computan desde la interpelación posterior a la producción de la vacante (sentencia de 21 de enero de 1997 35). Por el contrario, existiendo vacante y habiéndose reclamado el reingreso tempestivamente antes del vencimiento de la excedencia, la indemnización se devenga desde que esta termina (sentencia de 13 de febrero de 1998 36). La indemnización de daños por falta de reingreso tempestivo, se presume, por lo que no existe necesidad de acreditar su existencia, sin perjuicio de que la empresa pueda aportar datos que lo excluyan (sentencia de 6 de febrero de 1991 37). El derecho a la excedencia voluntaria aunque ha de ser calificado como derecho necesario, no es de carácter absoluto, pues como dice la sentencia de fecha 3 de octubre de 1990 38, ha de ser cohonestado con los otros derechos y deberes de carácter básico con los que pueda concurrir; así, el derecho a la excedencia voluntaria ha de armonizarse con el deber básico del trabajador de no concurrir con la actividad de la empresa que enuncia el apartado d) del artículo 5º del Estatuto, ya que la excedencia voluntaria no implica una extinción del contrato laboral sino su suspensión, encuadrable en el apartado a) del art. 45 del Estatuto –discrepa según se expuso, la sentencia de 25 de octubre de 2000 39–, y por ello, las obligaciones de quedar exoneradas las partes por ministerio de la ley, son sólo las recíprocas de trabajar y remunerar el trabajo, artículo 45.2, sin que la Ley ni la naturaleza de la excedencia voluntaria exonere por sí sola al trabajador del deber de no concurrir con la actividad de la empresa. 34 35 36 37 38 39 Aranzadi 623/1997. Recurso 2004/1996. Aranzadi 1805/1998. Aranzadi 802/1991. Aranzadi 7526/1990. Ver, ut supra nota 28. El tratamiento procesal del derecho al reingreso del trabajador, señalando la doctrina general, vías existentes y supuestos en los que son aplicables, se plasmó en sentencia de 23 de enero de 1996 40, recogiendo doctrina ya unificada en Sentencia de 19 octubre 1994 41, según la cual, ante la negativa empresarial a la petición de reingreso desde la situación de excedencia voluntaria quedan abiertas al trabajador dos vías, alternativas y no optativas, para impugnar tal decisión: el proceso de despido cuando dicha negativa, por las circunstancias en que se produce, manifiesta no el mero rechazo del derecho a la reincorporación, sino voluntad inequívoca, aunque se produzca tácitamente, de tener por extinguido el vínculo laboral hasta entonces en suspenso; y el proceso ordinario en aquellos otros supuestos en que la negativa denota simple desconocimiento del mencionado derecho, pero sin negar la persistencia de la relación de trabajo, aunque con voluntad de que se conserve en suspenso. En esta doctrina, la utilización en uno y otro caso de las mencionadas vías no queda al arbitrio del trabajador al que se niega su eventual derecho al reingreso; para que su pretensión alcance éxito, resulta obligado seguir la procedente, pues son distintas las reglas aplicables y las consecuencias que derivan de la diferente postura adoptada por la empresa al responder, expresa o tácitamente, a la petición efectuada por el excedente voluntario en orden a su reingreso. Así, si de dicha respuesta cabe deducir voluntad extintiva, media plazo de caducidad para el ejercicio de acción y tales consecuencias son, en su caso, las que la Ley anuda al despido que deba calificarse como improcedente o nulo. Por el contrario, cuando la respuesta simplemente desconozca el eventual derecho al reingreso, sin permitir deducir voluntad extintiva, ni el plazo de caducidad es aplicable, ni las consecuencias son las expuestas, ya 40 41 Recurso 2507/95. Aranzadi 8254/1994. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 279 ESTUDIOS que el éxito de la pretensión determina el reconocimiento del derecho al reingreso, con posible condena, de ser pedida, a resarcir los perjuicios sufridos, normalmente equivalentes al valor de los salarios dejados de percibir, pero no desde que la negativa se produjo, sino desde la fecha de presentación de la papeleta de conciliación, tal como también declara la sentencia de 14 marzo 1995 42. Consiguientemente, si en este último supuesto se formula demanda por despido, la inexistencia de éste llevará aparejada la desestimación de la demanda por falta de acción, cuando en la demanda se hubiera partido erróneamente de que aquél se produjo, o la inadecuación de procedimiento, si en dicha demanda se alegaran hechos que reflejaran su inexistencia. Sobre la vía procedente en los casos de mero rechazo de la solicitud o silencio frente a ella, la sentencia de 22 de mayo de 199643 dice, que es la del «proceso de despido cuando dicha negativa o desatención, por las circunstancias en que se produce, manifiesta en términos inequívocos voluntad extintiva; y el proceso ordinario en aquellos otros supuestos en los que la referida negativa o desatención sólo denota la falta de reconocimiento del eventual derecho al reingreso. La utilización equivocada de una u otra vía, al margen de las consecuencias procesales negativas que puede llevar consigo, dificulta en todo caso la viabilidad de la pretensión, pues mal podría calificarse como nulo o improcedente a un despido que no ha existido y mal podría accederse al reconocimiento del derecho al reingreso con respecto a relación laboral extinguida por despido no impugnado dentro del plazo de caducidad establecido al efecto». La sentencia de 22 de septiembre de 1999 44, dice que la acción que solicita el reingreso y en su caso daños y perjuicios no es solo una mera acción declarativa sino también una 42 43 44 280 Aranzadi 2170/1995. Recurso 3602/95. Recurso 2438/98. acción de condena, declaración y condena que establecen el reconocimiento de la ilicitud del acto causante del daño, es decir esta declaración y condena son elemento constitutivo de la acción de daños y perjuicios y, por otra parte los daños que se reclaman no se derivan solo de la decisión de la empresa de no reincorporar al actor en su puesto de trabajo si no que también se producen por la situación en que se constituye al actor de dejarle sin empleo, situación que causa los daños durante un determinado lapso temporal, y por ello, los daños producidos no pueden cuantificarse hasta que concluye la situación que los produce. La excedencia por matrimonio, a la luz de los principios constitucionales, solo puede ser voluntaria, al ser discriminatorias las normas que la venían estableciendo con el carácter de forzosa. A propósito de esta inconstitucionalidad sobrevenida, la sentencia de 18 de marzo de 1996 45, dice, que se trata, de doctrina que en el ámbito de la protección de los derechos fundamentales, ha establecido el Tribunal Constitucional en sentencias, entre otras, 7/83 de 14 de febrero, 8/83 de 18 de febrero, 13/83 de 23 de febrero, 58/84 de 9 de mayo, referidas a la excedencia forzosa por matrimonio, y en la 241/88 de 19 de diciembre, y 70/93 de 1 de marzo, referidas a la excedencia voluntaria por matrimonio. Y, que según esta doctrina el dies a quo para reivindicar el ejercicio del derecho obstaculizado por una norma discriminatoria nace en el mismo momento de aprobación de la Constitución, y desde ese momento, se ha de computar el plazo de prescripción, que había de ser el de tres años según lo dispuesto por el artículo 83 de la Ley de Contrato de Trabajo –vigente en 1978– para determinar el plazo de prescripción fijado para las acciones derivadas del contrato de trabajo que no tuvieran señalado un período especial. Precisamente, con referencia a la normativa reguladora de la llamada excedencia por matrimonio, dice 45 Recurso 2327/95. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JOSÉ MARÍA BOTANA LÓPEZ la expresada sentencia 70/93, que "la posibilidad de disfrutar de la excedencia, aparte de ser atribuida sólo a la mujer, al estar condicionada en cuanto a su duración al hecho de que la mujer adquiriese la condición de cabeza de familia, ha de considerarse contraria en sí misma al artículo 14 de la Constitución pues, bajo una apariencia de ofrecer una ventaja a la mujer, de hecho busca y consigue excluir a aquélla del mercado de trabajo durante el tiempo que dura su matrimonio, lo que resulta aún más evidente si se considera el contexto social en el que esa norma fue elaborada». Cabe la posibilidad de disponer por Convenio Colectivo de la prescripción ganada, reabriendo el plazo para reingreso, como recoge la sentencia de 7 de marzo de 1990 46, estableciendo que «si la transitoria primera del C. Colectivo 1992-93 concede a aquellas mujeres que como la actora se encontraban excedentes por razón de matrimonio la posibilidad de reingresar al servicio activo, con ello por la empresa se estaba renunciando, por tratarse de una norma pacionada, a una prescripción ya ganada en 1981, restableciendo ex novo el derecho al reingreso, no procediendo la excepción de prescripción alegada». 3.2. La excedencia forzosa Una de las causas de suspensión del contrato de trabajo de la lista del artículo 45 del Estatuto de los Trabajadores es la «excedencia forzosa», inclusión que como señala la sentencia de 25 de octubre de 2000 47, concuerda sin dificultad alguna con la regulación de la misma en el artículo 46.1 del Estatuto de los Trabajadores, pues «se caracteriza en este precepto como una causa de incompatibilidad material con el trabajo o imposibilidad de la ejecución del trabajo (designación o elección para un cargo público que imposibilite la asis- 46 47 Arazandi 1775/1990. Recurso 3606/98. tencia al trabajo), y el rasgo más destacado de su regulación es el derecho del excedente forzoso a la conservación del puesto de trabajo». Para la doctrina unificada el periodo de la situación de excedencia forzosa por desempeñar un cargo público, no debe ser tenido en cuenta a los efectos de calcular la correspondiente indemnización por el despido declarado improcedente. Esta doctrina aparece recogida en sentencias de 30 de junio de 1997 48 y 26 de septiembre de 2001 49, y estableciendo, respecto del cálculo de la indemnización correspondiente, que el módulo de cuarenta y cinco días de salario que establece el artículo 56.1.a) del Estatuto actúa sobre el tiempo de servicios prestados y no sobre la mayor antigüedad reconocida, sin perjuicio de que haya un pacto o disposición en contra, «pues así se manifiesta en las sentencias de la Sala de 16 de enero y 30 octubre de 1984, 20 de noviembre y 17 de diciembre de 1985, 25 de febrero y 30 de abril de 1986, 5 de mayo, 2 de junio y 21 de diciembre de 1987, 28 de abril, 8 y 14 de junio de 1988, 24 de julio y 19 de diciembre de 1989, 15 de febrero de 1990 y 27 de junio de 1991». Precisa la doctrina citada, que se ha de distinguir entre el derecho al cómputo de la antigüedad en la excedencia forzosa, y la determinación del tiempo de servicios en la empresa a efectos del artículo 56.1,a) del Estatuto, pues suspendido el contrato por la excedencia forzosa, ésta exoneró de las obligaciones recíprocas de trabajar y de remunerar el trabajo (artículo 45.2 del Estatuto) y, ello es lógica consecuencia de los términos en que se expresan los artículos 56.1.a) y 46.1 del Estatuto de los Trabajadores, en donde: el primero (al igual que los correspondientes preceptos referidos a la extinción de las relaciones laborales especiales) establece la indemnización a tenor de los «periodos de tiempo de servicio» y no de antigüedad, como también se hace en los ar- 48 49 Recurso 2698/96. Recurso 4414/00. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 281 ESTUDIOS tículos del mismo texto legal 53.1.b) (extinción del contrato por causas objetivas) y 51.8 (despido colectivo); y el segundo (artículo 46.1 del Estatuto de los Trabajadores), determina los derechos inherentes a la excedencia forzosa, que son conservación del puesto y cómputo de antigüedad y no de «tiempo de servicio», conceptos distintos como reiteradamente y desde antiguo matizó la jurisprudencia. Diversidad que resulta, inequívocamente, de lo establecido en el art. 98 -hoy 104-, en relación con el 101 c) -hoy 107- de la Ley de Procedimiento Laboral, que distingue la antigüedad del número de días, meses y años que el trabajador llevase prestando servicios en la empresa, doble exigencia a la demanda por despido que no tendría sentido si en todos los casos significase lo mismo; de donde se deduce que mientras los servicios prestados en la empresa representan el tiempo durante el que se ha realizado actividad para la entidad que viene obligada al pago de la indemnización a que se refiere el art. 56.1.a) del Estatuto de los Trabajadores, o, en su caso, de los artículos 51.10 ó 53.1.b) de la misma Ley, aquella, la antigüedad, hace referencia al tiempo transcurrido en una determinada profesión aún sin prestar servicios. La excedencia forzosa por ejercicio de cargo público, dotada de reserva de puesto de trabajo no es aplicable al cargo permanente burocrático de carrera según pone de relieve la sentencia de 7 de marzo de 1990 50, pues «tanto la jurisprudencia como la doctrina especializada han entendido que cargo público no es el permanente burocrático de carrera, sino el político temporal o amovible al que se accede por elección o por designación o nombramiento de la autoridad competente». También la sentencia de 20 de septiembre de 2000 51, considera la situación de excedencia forzosa en el nombramiento por un organismo público, para desempeñar un cargo de esta naturaleza, pues «se trata en suma de un nombramiento hecho por quien era competente para hacerlo, las Juntas Generales de Guipúzcoa, para desempeñar un cargo como era el de Asesor de un Grupo Político en la sede de las Juntas Generales de Guipúzcoa y que por tanto tiene naturaleza política público temporal, e inamovible, y no de nombramiento hecho directamente y por propia iniciativa por el grupo político, en interés propio, por lo que el actor, tiene derecho de acuerdo con el art. 83 del Reglamento Interno de la Cooperativa en relación con los demás preceptos denunciados como infringidos a la excedencia forzosa». 50 51 282 Aranzadi 1775/1990. Recurso 3631/99 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 JOSÉ MARÍA BOTANA LÓPEZ RESUMEN: El presente estudio se centra en el análisis de la reciente doctrina de la Sala Cuarta del Tribunal Supremo en materia de suspensión y excedencia en la relación laboral. Con este objetivo, el autor se ocupa en primer lugar de hacer una exposición de la doctrina jurisprudencial sobre el régimen común de la suspensión en sentido estricto, para después analizar los pronunciamientos recaídos sobre las distintas causas de suspensión: mutuo acuerdo de las partes, causas consignadas válidamente en el contrato, incapacidad temporal de los trabajadores, maternidad, cumplimiento del servicio militar, privación de libertad del trabajador, suspensión por razones disciplinarias, fuerza mayor temporal, causas económicas, técnicas, organizativas o de producción, ejercicio del dercho de huelga. Tras este análisis, se estudia en segundo lugar el tratamiento jurisprudencial de la excedencia voluntaria y la forzosa, haciendo especial hincapié en el examen de los pronunciamientos jurisprudenciales que se han ocupado del régimen de derecho transitorio del reingreso del personal en situación de excedencia indefinida. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 283 La extinción de la relación de trabajo por causas económicas, técnicas, organizativas o productivas: un análisis jurisprudencial MANUEL FERNÁNDEZ-LOMANA GARCÍA * 1. INTRODUCCIÓN E ste trabajo tiene como objeto exponer una selección de la jurisprudencia 1 dictada en materia de extinción de la relación de trabajo por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción. Y en concreto en el examen de la concurrencia de dichas causas y del procedimiento que ha de seguirse para que el cese sea lícito. Conviene precisar que la exposición se cen- * Magistrado de la Audiencia Nacional, Profesor Asociado de Derecho del trabajo de la Universidad Complutense. 1 Por jurisprudencia en sentido estricto, y sin negar valor a los pronunciamientos de los restantes Tribunales, debe entenderse la doctrina sentada por los pronunciamientos del Tribunal Supremo, y en este sentido la STS (Soc) de 27 de julio de 1989 (ED 1989/7803), sostiene que por jurisprudencia sólo debe entenderse la «doctrina que, de modo reiterado establezca el Tribunal Supremo al interpretar y aplicar la ley, la costumbre y los principios generales del derecho».. Así el Tribunal Supremo sostiene que no es jurisprudencia, sin prejuicio de reconocer su gran valor, la doctrina científica STS (Soc) de 7 de noviembre de 1990 (ED 1990/10156); tampoco lo es la doctrina sentada por el antiguo Tribunal Central de Trabajo, pese a su «reconocido prestigio y autoridad», ni la de los Tribunales Superiores de Justicia STS (Soc) de 24 de septiembre de 1990 (ED 1990/8578)-. trará en la jurisprudencia que aplica los arts 51, 52.c) y 53 del Estatuto de los Trabajadores (ET) tal y como ha quedado redactado a partir de la Reforma contenida en la Ley 11/1994, sin perjuicio de la referencia a pronunciamientos anteriores, siempre que permitan una mejor comprensión de la actual regulación. Redacción que trató de introducir un nuevo espíritu en la forma de extinción por estas causas, y en el que, sin perjuicio de pequeñas reformas ulteriores, permanecemos 2. Si como se sostiene por autorizada doctrina 3 y recogió el art 3.1 del Código Civil, las 2 La nueva regulación del cese o extinción por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción, tiene su origen en la Ley 11/1994, de 19 de mayo. Sin modificaciones se recogió en el Real Decreto Legislativo 1/1995, de 24 de marzo. Modificándose posteriormente el art 52.c) del ET por el Real Decreto Ley 8/1997, de 16 de mayo, reforma luego ratificada en la Ley 63/1997, de 26 de diciembre. Conviene precisar, con la STS (Soc) de 20 de abril de 1982 (RJ 1982/2480) que la norma aplicable es la vigente cuando la empresa notifica el acuerdo de extinción al trabajador. 3 Señala FEDERICO DE CASTRO Y BRAVO, en Derecho Civil de España; Ed. Civitas; Madrid 1984, que mediante la interpretación, conforme a la mejor tradición jurídica se trata de buscar «el fin o motivo de la ley» pág 468, la mens legis, «la ratio legis de cada disposición, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 285 ESTUDIOS normas deben interpretarse atendiendo fundamentalmente a su «espíritu y finalidad», la Exposición de Motivos de la Ley 11/1994 permite un primer acercamiento a los objetivos que el legislador pretendió con dicha reforma. Finalidad complementada y desarrollada por la jurisprudencia al sentar doctrina legal. De hecho, la jurisprudencia al interpretar los artículos referentes a la figura que analizamos no duda en acudir a la Exposición de Motivos con el fin de aclarar el significado del texto 4. De la lectura de la citada Exposición se infiere que las claves de la reforma se encuentran en el hecho de que ante una nueva situación económica 5 son necesarias medidas que permitan una mayor competitividad de las empresas españolas en el mercado, lo que en el ámbito laboral se traduce en la necesidad de normas que permitan una mayor flexibilidad en la gestión de los recursos humanos en la empresa. Creyendo el legislador que sólo el establecimiento de tales normas permitiría el mantenimiento del empleo 6. En palabras del aquilatando su valor entre las otras normas y teniendo presente siempre su última finalidad de realizar la Justicia» pág 469. A este criterio finalista hacen referencia, entre otras, las STS (Soc) de 15 de enero de 2001 (ED 2001/2683) y 19 (Soc) de diciembre de 2000 (ED 2000/ 55081). 4 Así, la STS (Soc) de 24 de abril de 1996 (RJ 1996 /5297), no duda en acudir a la Exposición de Motivos para interpretar el alcance del art 51.1 del ET. En el mismo sentido la STS (Soc) de 14 de mayo de 1998 (RJ 1998/4650). 5 La Exposición de Motivos habla de: «la progresiva internacionalización de la economía, expresada en fenómenos como el acceso al mercado y la competencia mundial de países hasta entonces alejados del escenario económico, las exigencias de convergencia económica en el contexto europeo, la aceleración del proceso de innovación tecnológica, o los efectos de las fases bajas del ciclo económico. Todos ellos conducen a un nuevo ámbito económico en el que las empresas españolas van a tener que desarrollar su actividad. . .». 6 La Exposición de Motivos razona que de no establecerse normas que permitan una mayor flexibilidad en la gestión de recursos humanos, «el esquema de garantías para los trabajadores inherente al Derecho del Traba- 286 legislador es necesario «introducir mecanismos de adaptabilidad equilibradamente repartidos entre las distintas fases de desarrollo de la relación laboral» 7. Dentro de este marco de sentido, la Reforma abordó la extinción por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción. De hecho el legislador no ocultaba que una mayor flexibilidad en la extinción de la relación de trabajo al concurrir estas causas era un de las claves de la reforma 8. Solo así sería posible garantizar la pervivencia de la empresa y con ella el empleo. De este modo, la relación de trabajo «se supedita a la viabilidad de la empresa» 9. jo irá apareciendo cada vez más como una regulación puramente formal, que no sólo no sirve para proteger el empleo existente sino que abre una brecha cada vez mayor entre ocupados y desempleados». 7 Exposición de Motivos. 8 En la Exposición se dice: «Sin duda es la regulación de las causas de extinción de la relación laboral el aspecto más delicado de los ordenamientos laborales. Cuando la necesidad de extinción tiene carácter colectivo y se encuentra basada en crisis de funcionamiento de la actividad empresarial, en ella confluyen elementos de transcendental importancia, vinculados tanto a los derechos de los individuos como a las posibilidades de supervivencia de las empresas, los cuales, según las soluciones que se adopten, pueden llegar a afectar, en épocas de especiales dificultades, a la propia viabilidad, incluso de los sistemas económicos y sociales. Por ello la norma opta por mantener parcialmente el sistema vigente de intervención administrativa en los despidos colectivos aunque clarificando y objetivando dicha intervención en todos aquellos supuestos en que, en función de la necesaria intensidad de la medida, los intereses colectivos, económicos y sociales deben ser ponderados. Por contra, aquéllos en los que predominan los intereses de carácter individual pueden ser remitidos simplemente a los instrumentos jurídicos establecidos, con carácter general, para la defensa de dichos intereses. Se trata, en definitiva de garantizar los elementos básicos de competitividad de una empresa, haciendo posible que las decisiones rescisorias, adoptadas con sometimiento a los procedimientos legales puedan llevarse a cabo con la finalidad precisamente de mantener en el futuro la pervivencia de la empresa». 9 IGNACIO DURENDEZ SAEZ, «El despido objetivo por crisis»; en Estudios sobre el despido-Homenaje al Profesor ALFREDO MONTOYA MELGAR en sus veinticinco años de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 38 MANUEL FERNÁNDEZ-LOMANA GARCÍA 2. LAS CAUSAS ECONÓMICAS, TÉCNICAS, ORGANIZATIVAS O DE PRODUCCIÓN, COMO SUPUESTOS QUE JUSTIFICAN LA EXTINCIÓN Al regular la extinción por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción, el legislador, distinguió dos supuestos: Por una parte, las llamadas causas económicas. Y por otra, las l