Nº 01 Invierno 1989 - e

Anuncio
PROTOINDUSTRIA E INDUSTRIA DISPERSA
EN LA CATALUÑA DEL SIGLO XVIII.
LA PAÑERÍA DE ESPARREGUERA
Y OLESA DE MONTSERRAT
ASSUMPTA MUSET I PONS
Centre d'Estudis d'História Moderna
«Fierre Vilar»
1.
Introducción
El objetivo de este artículo es el de analizar y exponer los rasgos básicos
que caracterizaron la organización y evolución de la manufactura preindustrial de este núcleo del prelitoral catalán (Esparreguera y Olesa de Montserrat), dedicado a la elaboración de tejidos de lana.
Este análisis se ha hecho a partir de la aplicación de los principales
puntos que configuran la teoría protoindustrial: tanto en el aspecto demográfico (crecimiento poblacional y vinculaciones con la expansión manufacturera); como agrario (capacidad productiva, distribución de la propiedad,
etcétera); en la organización de la producción artesanal y gremial; en sus
relaciones con el capital mercantil barcelonés; en su penetración por las redes
comerciales supracomarcales (Cataluña y el mercado peninsular) y supranacionales (comercio colonial); como en sus aportaciones al proceso de industrialización catalán y en las causas que determinaron su desaparición a inicios
del siglo XIX.
La actividad manufacturera productora de bienes de consumo se caracterizó, ya desde la Edad Media, por su dispersión; primero por los núcleos
urbanos y más tarde, a partir de la primera mitad del siglo xvii, por los
rurales. Así, tanto los artesanos especializados como el campesinado, ocupado a tiempo parcial en la manufactura, realizaban el trabajo en su propio
domicilio, independientemente y sin mantener ningún contacto con el resto
de los productores encargados de los otros procesos técnicos, mientras que
los comerciantes urbanos y los maestros fabricantes locales eran quienes ejercían el control y la coordinación de la cadena productiva.
A pesar de que durante el siglo xviii aparecieron ya las primeras manufacturas concentradas urbanas, el régimen de trabajo disperso se mantuvo
en las operaciones de cardado e hilado hasta la implantación del sistema industrial. La historiografía tradicional ha sacado a la luz diferentes nombres
para definir el grado de evolución y las características concretas de los diverRevisia de Historia Económica
Año VII. N.» 1 - 1989
A5
^
ASSUMPTA MUSET I PONS
SOS modelos de industria dispersa y, en especial, de la textil. Así, con el
nombre de industria rural, se define aquella actividad artesanal más simple,
ejercíaa pbr ei carnpesmo con un mstfumental muy rudimentario y destinada
a satisfacer sus propias necesidades de autoconsumo. La industria doméstica
se corresponde ya con un estadio más evolucionado, en el cual las unidades
familiares se dedican a la elaboración de artículos manufacturados destinados
a un consumo más amplio y de carácter supralocal, implicando, por tanto,
una mayor complejidad en la organización de la producción y en su comercialización; actividades que, en general, fueron asumidas por los maestros
fabricantes locales.
Por su parte, ingleses y alemanes aportaron los términos de Putting-out
system y Verlagsystem ' para definir la fase de máximo desarrollo de las
manufacturas dispersas. Aquí se expone ya un sistema de producción mucho
más complejo y con una clara dependencia del comerciante urbano o Verleger,
encargado de coordinar, financiar y comercializar esta producción por los
mercados suprarregionales y supranacionales.
Pero ninguna de estas definiciones reflejan con exactitud el verdadero
espíritu de las manufacturas rurales dispersas, productoras de bienes de
consumo y precursoras de lo que más tarde sería el modelo de producción
capitalista. Es decir, en ningún caso se había intentado explicar la aparición
del nuevo sistema productivo a partir de la existencia de una actividad
industrial dispersa. Este será precisamente el vacío que intentará llenar la
teoría protoindustrial ^, dando así un nuevo enfoque a los estudios sobre
industria dispersa y aportando, también, el aparato conceptual preciso para
poder llevar a cabo este análisis. Análisis que exige un estudio global de
todos y cada uno de los elementos de los que, necesariamente, se tenían que
haber dotado estas actividades preindustriales para poder consolidar el nuevo
modelo de producción.
En concreto, tenían que cumplir los siguientes requisitos: localización en
áreas de agricultura subdesarrolladas y de bajos rendimientos, con una amplia
participación del campesinado, que así conseguía unas rentas adicionales a
los bajos sueldos agrarios. Comercialización a nivel suprarregional y supranacional. Predominio de la ciudad o núcleo urbano central, porque allí es
donde residen los mercaderes que controlan esta producción y, también, porque allí se acostumbran a realizar las operaciones técnicas más complejas;
mientras que al campo le corresponderían las más simples, pero que exigían
mucha mano de obra (hilado). Predominio del capital variable (salarios) sobre
el capital fijo (instalaciones) y existencia de unas áreas de agricultura comer' Véase A. González Enciso (1978), pp. 269-270, donde define las características de
estos modelos de producción.
' F. Mendels (1972) y P. Kriedte, H. Medick y J. Schlumbohm (1986).
46
PROTOINDUSTRIA E INDUSTRIA DISPERSA EN LA CATALUÑA DEL SIGLO XVIII
cial vecinas de las manufactureras. Finalmente, la combinación y desarrollo
de estos elementos permitiría a la manufactura preindustrial dotarse de todos
lus l-eqaisncc«'"tiw.t^aiios-pvriir^tHjetííi-ios In-uisierJrisnmtintW'.r'qvJt'^í." ,«Í1IÍÍ'"-'"
conducido el modelo disperso ante un incremento continuado del consumo;
facilitándole su acceso a la plena industrialización a partir de la mecanización
y concentración progresiva de la producción'.
En Cataluña existía una larga tradición de las manufacturas dispersas
dedicadas a la producción de bienes de consumo, de entre los cuales había
adquirido un notable desarrollo la industria pañera concentrada en unas áreas
rurales muy concretas: Pirineo, Prepirineo y Prelitoral (comarca del Valles
y aledaños de Montserrat).
Sus características más destacables eran esta localización en zonas montañosas, de agricultura pobre y de escasos rendimientos, lo cual facilitó la
penetración y expansión manufacturera; ocupando el tiempo vacante de este
campesinado y proporcionándole un sueldo complementario. Una dependencia,
sobre todo en el área prelitoral, del capital comercial barcelonés y la existencia
de unas comarcas especializadas en una agricultura comercial. Por último,
destaca el núcleo vallesano, formado por Sabadell y Terrassa, que consiguieron superar con éxito la etapa preindustrial y consolidar el proceso capitalista \
Todos estos rasgos parecen encuadrarse perfectamente dentro del marco
protoindustrial, pero la pañería catalana presenta también otras particularidades que no siempre son tan coincidentes con el paradigma propuesto por
F. Mendels. Así, tanto J. Torras como J. Maluquer de Motes, están de acuerdo
a la hora de reconocer que la especialización manufacturera de estas zonas
catalanas se acentuó a partir del momento en que determinadas áreas del
litoral se especializaron en el cultivo, producción y comercialización de vinos
y aguardientes. La imposibilidad de elaborar los tejidos que necesitaban para
su propio consumo les obligó a adquirirlos en estos núcleos con tradición
artesanal, que así vieron incrementar sus demandas. Posteriormente, la expansión comercial del Principado, con los caldos y aguardientes como productos básicos, facilitaron también la penetración de estos artículos en los
mercados peninsulares y coloniales'.
Nosotros, por nuestra parte, intentaremos llevar a cabo un análisis más
concreto de la realidad de la industria dispersa catalana. Análisis que se hará
a partir de la aplicación de los diferentes puntos que configuran la protoindustria (tanto a nivel demográfico, agrario, comercial y en sus relaciones
' Véanse R. Aracil (1983) y R. Aracil y M. García Bonafé (1980), donde exponen los
principios de la protoindustrialización.
* J. Torras (1984).
' Véanse J. Maluquer de Motes (1984), p. 23, y J. Torras (1984), p. 126.
47
ASSUMPTA MUSET I PONS
con el capital mercantil) en una de las zonas pañeras más representativas de
la Cataluña preindustrial (la montserratina) perfectamente ejemplificada en
sus dos más activos y dinámicos centros: Esparreguera y Olesa de Montserrat '. Nuestros objetivos primordiales serán, pues, por un lado, comprobar
en qué aspectos se cumple la teoría y, por otro, descubrir cuáles fueron sus
posibilidades para acceder a la fase fabril y, también, cuáles fueron sus aportaciones al proceso de implantación del capitalismo en el Principado.
2.
Crecimiento demográfico
Una de las características más notables de la Cataluña del setecientos es,
sin duda, el notable incremento poblacional. Incremento que también en
nuestro caso es perfectamente corroborable a partir de la comparación de
los censos de 1718 y 1787'.
El primero de ellos, y después de rectificar los valores originarios añadiendo un 20 por 100 —cifra en que aproximadamente se ha calculado el
error de dicho recuento *—, nos da unos valores que oscilan alrededor de
los 1.361 habitantes para Esparreguera y 1.108 para Olesa; setenta años
más tarde el Conde de Floridablanca contabilizaría un total de 2.705 y
2.454 habitantes, respectivamente. El incremento había sido del 1,004 en
el primer caso, y del 1,15, en el segundo.
Las fuentes de nutrición de nuestras poblaciones fueron básicamente dos.
Por una parte, la propia aportación demográfica local, fruto del incremento
de la natalidad y de una cierta reducción de la mortalidad y consecuencia de
las mejoras alimenticias, sanitarias e higiénicas experimentadas en Cataluña
durante esta centuria. Por otra, la inmigración procedente de su entorno
rural, con una economía agraria poco desarrollada y con un crecimiento
demográfico elevado, que se debía sentir atraída por la posibilidad de ocuparse en el sector pañero, constituye el segundo de los canales a partir de los
cuales se alimentó este incremento humano. Incremento que tenía que aportar el potencial laboral necesario para asegurar la ampliación y expansión
continuada de esta industria dispersa. La cual, ante la imposibilidad de
acudir a la utilización de medios técnicos en las fases de elaboración del
proceso productivo, tuvo que seguir recurriendo a una utilización cada vez
mayor de la mano de obra agraria para hacer frente al incremento del consumo. Es decir, nuestra manufactura necesitaba disponer de una reserva
laboral donde abastecerse de fuerza de trabajo y que le fue aportada por el
crecimiento demográfico.
' Véase A. Muset i Pons (1987).
'• P. Vilar (1966). V. 3, pp. 141-142.
• C. Martínez Shaw (1985), p. 68.
48
PROTOINDUSTRIA E INDUSTRIA DISPERSA EN LA CATALUÑA DEL SIGLO XVIII
Algunos documentos de la época nos facilitan, en parte, el seguimiento
de la evolución del sector artesanal y nos permiten, por tanto, corroborar
si esta nueva población se ocupó en la manufactura. Efectivamente, disponemos de dos recuentos de las casas de maestros de Esparreguera ocupados en la pañería, el primero de ellos datado en 1732 y el segundo en
1747'. A pesar de las limitaciones que comportan (no incluyen a los
oficiales ni a los aprendices, ni tampoco tiene en cuenta la ocupación del resto
de los miembros de la unidad familiar, ni la participación del campesinado),
reflejan perfectamente el incremento experimentado en estos quince años por
el sector secundario, que vio aumentar sus efectivos humanos en un 42
por 100, pasando de 148 a 218 maestros agremiados.
También en Olesa se hace patente la creciente ocupación manufacturera
de la nueva población. Así, el censo de 1787 '°, que contiene un apartado
donde se relaciona la población agrupada por oficios, nos permite hacer una
valoración aproximada de este fenómeno, a pesar de la ambigüedad manifestada a la hora de agrupar los diferentes sectores manufactureros, los cuales
fueron incluidos en el grupo de «fabricantes» y «artesanos», sin especificar
el oficio concreto ni la rama artesanal. Pero, a pesar de todo, destaca por su
notoria presencia la población dedicada al sector secundario, que, con 206
miembros, representa el 45,3 por 100 del colectivo laboral. Es decir, casi la
mitad de la población activa se dedicaba a la manufactura y hay que suponer
que muy especialmente a la pañera.
En definitiva, pues, tanto en un caso como en el otro parece haber existido una clara vinculación entre el incremento demográfico y la expansión
de la manufactura, cumpliendo así la primera de las exigencias de la protoindustria: disponer de una potente reserva humana que tenía que facilitar
la mano de obra necesaria para asegurar la expansión de esta industria dispersa. Así, pues, tanto el crecimiento demográfico como el manufacturero
fueron dos movimientos íntimamente relacionados y coincidentes en el tiempo.
3.
Sector agrario
A pesar de que el crecimiento del sector agrario catalán a lo largo del
setecientos fue un fenómeno bastante generalizado, que afectó a una buena
parte de las comarcas del Principado y a partir del cual se sentaron las bases
de su posterior crecimiento económico, también es cierto que hubo determinadas áreas que quedaron al margen de este proceso. Suelos pobres y terre' Arxiu de la Corona d'Aragó (ACÁ), Arxiu Notarial (AN), Esparreguera, Josep Noguera, L. 386, 1732, f. 36, e Ignasi Montoriol, L. 409, 1747, f. 42.
'" J. Iglesias (1969), V. 1, p. 102.
49
ASSUMPTA MUSET I PONS
nos poco aptos para el cultivo dificultaron, en parte, este avance y sentenciaron la agricultura a una escasa rentabilidad, obligando a estas comunidades
campesinas a buscar actividades laborales y económicas complementarias.
Esta parece haber sido la realidad del agro de estos dos núcleos del prelitoral catalán, según se desprende del análisis de dos libros cabreos correspondientes al siglo XVIII. El primero de ellos corresponde a Esparreguera
para el período de 1703 a 1705, mientras que el segundo recoge las confesiones de los enfiteutas olesanos entre 1735 y 1738 ". Su importancia radica
en la abundante información que aporta sobre el sector primario de estas
dos villas (tipos de cultivos, técnicas usadas, repartición de la propiedad, etcétera). Pero su utilización implica serias limitaciones, ya que no incluye ningún
dato sobre las propiedades alodiales no sometidas al dominio del Monasterio
de Montserrat, ni sobre la existencia de otros tipos de explotación de la
tierra (rabassa morta, etc.). Pero, en definitiva, nos permiten trazar los rasgos
básicos de esta agricultura.
Así, sus características más peculiares eran, concretamente en Esparreguera, el predominio de los cultivos de secano (olivo, vid y cereales) y de las
técnicas extensivas, con una escasa incidencia del regadío y de los abonos
de origen animal y una utilización masiva de la fuerza de trabajo humana.
Olesa se diferenciaba por haber experimentado una cierta especialización
en el sector oleícola '^, una mayor presencia del regadío (cáñamo) y por la
utilización de la muía como fuerza de trabajo. Pero, sin embargo, ninguno
de estos fenómenos conoció un desarrollo total y, en general, sólo beneficiaron a un sector del campesinado, mientras que una buena parte de él quedó
al margen de estos avances.
Otra característica era la desigual distribución de la tierra. Desigualdad
que se hacía más patente en Esparreguera, donde el 65 por 100 del agro
estaba en manos del 3,1 por 100 de los confesantes, mientras que el 35
por 100 de éstos no tuvieron acceso a ninguna pieza de cultivo; el resto de
enfiteutas (61,7 por 100) controlaban tan sólo el 35 por 100 de las tierras
de labor. También en este aspecto Olesa presentaba ciertas divergencias:
aquí los desposeídos eran sólo el 11,3 por 100 de los registrados, pero predominaba, en cambio, una gran masa de pequeños propietarios (74,2 por 100
de los confesantes) que controlaban parcelas inferiores a los 10 jornales de
trabajo de muía; el resto de las tierras se repartía entre un reducido número
de grandes hacendados (0,9 por 100 de los enfiteutas) que controlaban el 22
por 100 del agro y un 13,52 por 100 de labradores que detentaban el resto
de parcelas que oscilaban entre los 11 y los 80 jornales de arar de muía.
" ACÁ, AN, Esparreguera, Pau Castell, L. 362, 1703-1705, y Josep Noguera, L. 389,
1735-1738.
" P. Vílar (1966), V. 3, pp. 362-363 y 416.
50
PROTOINDUSTRIA E INDUSTRIA DISPERSA EN LA CATALUÑA DEL SIGLO XVIII
Así, esta dedicación al sector oleícola no consiguió en Olesa fomentar un
crecimiento económico generalizado a nivel agrícola: el predominio de la
pequeña propiedad, un cierto avance de la viña (que arrebató terrenos al
olivar), la escasa transformación técnica exigida por la elaboración del aceite
y una comercialización reducida al mercado regional parecen ser, en parte,
los causantes de este escaso desarrollo. Por último, era un cultivo que exigía
muy poca dedicación por parte del labrador dejándole, por tanto, largas temporadas sin trabajo que muy bien podía dedicar a otras actividades. En definitiva, pues, en ninguno de los dos casos el sector agrario aparece capacitado
para absorber el potencial laboral que el incremento demográfico aportaba,
ni para asegurarles un crecimiento económico continuado. En estas condiciones, el trabajo manufacturero, que contaba con una larga tradición en esta
zona, aparece como una actividad con muchas posibilidades de consolidarse
entre esta población campesina. Actividad que, por un lado, tenía que ocuparles laboralmente durante las épocas que el campo les dejaba libres y, por
otro, tenía que proporcionarles unos sueldos que complementasen los bajos
rendimientos agrarios.
Como tendremos ocasión de corroborar a lo largo del presente artículo,
éste fue un fenómeno que, efectivamente, conoció una notable expansión en
Esparreguera motivado por el escaso desarrollo agrícola; pero, en cambio, no
ocurrió en la misma proporción en Olesa, donde el parcial auge del sector
oleícola, incapaz de generar por sí sólo un crecimiento económico sólido y
permitiendo por tanto la presencia de una segunda actividad, sí que en cambio acaparó parte del potencial laboral local condicionando y frenando la
expansión pañera. Es decir, Olesa, debido a un mayor desarrollo olivarero,
conoció, en contrapartida, un menor crecimiento de la manufactura, que se
expansionó sometida y condicionada por las posibilidades que el sector agrario le dejaba.
4.
Industria lanera, sistema gremial y capital comercial
Para el estudio del apartado gremial, así como para definir el tipo de
relaciones que a nivel productivo, financiero y comercial se mantuvieron
con el capital mercantil urbano, disponemos de una documentación variada
y, desgraciadamente, escasa. En concreto, tenemos a nuestra disposición diferentes ordenanzas laborales de los colectivos artesanales locales: en Esparreguera disponemos de las ordenanzas de los tejedores de 1627, de los pelaires
de 1732, de los retorcedores y tundidores de 1777 y las promulgadas por la
n
ASSUMPTA MUSET I PONS
Junta de Comercio en 1769, y en Olesa las otorgadas a los maestros fabricantes en 1751 ".
Aparte tenemos la información extraída de las actas de Protocolos Notariales de Esparreguera, correspondientes al siglo xviii, y del llamado Libro
de paraires, de Olesa '*. En ambos casos los datos proporcionados permiten
solamente dar una visión muy parcial de esta manufactura, ya que las reglamentaciones reflejan tan sólo el espíritu normativo que caracterizó al sistema
gremial, pero nos esconden en cambio toda la actividad industrial ji laboral
realizada fuera del marco corporativo (trabajo de los fabricantes libres, del
campesinado no agremiado, etc.). El segundo bloque documental presenta
también serias limitaciones, ya que en este caso sólo se nos permite conocer
aquellas actividades y contratos comerciales e industriales de los cuales se
tomaba acta notarial (adquisiciones de lana, etc.): el resto, pues, queda en
la incógnita. Pero, a pesar de su parquedad, esta información constituye la
base a partir de la cual hemos podido trazar algunos de los rasgos y aspectos
evolutivos más característicos de esta manufactura dispersa.
Su proximidad a Barcelona y la abundancia de agua parecen haber favorecido, ya durante el medievo, el desarrollo de una industria pañera y la consolidación de una cierta infraestructura gremial, así como su participación
en mercados supralocales. Es decir, se había superado aquel primitivo estado
que antes hemos calificado de industria rural y se había consolidado ya
aquella etapa posterior de la industria doméstica que J. Torras sitúa en la
segunda fase de evolución de la manufactura lanera tradicional ", orientada
seguramente a complementar la producción barcelonesa.
Este nuevo estadio no solamente implicaba un incremento de la producción, ante la ampliación del mercado sino también una mayor complejidad
a la hora de organizar el proceso productivo y de gestionar la llegada de
estos paños a los comerciantes urbanos para su venta. Debió ser ahora cuando contingentes notables de la originaria población campesina abandonaron
su tradicional actividad agraria para convertirse en artesanos especializados
en las diferentes fases productivas y dedicados por completo al sector manufacturero: tejedores, tundidores, retorcedores, pelaires y cardadores llenan
las actas del Llibre de la cort d'Esparreguera del año 1593 '*.
Esta actividad debió contar, ya ahora, con la aportación a tiempo parcial
" Arxiu Historie Municipal d'Esparreguera (AHME), Documentació fotocopiada, Ordenacions de teixidors de 1627, de paraires de 1732 y 1769; Arxiu Historie Munieipal
de Bareelona (AHMB), Ordenanzas de Tundidores y Retorcedores de Esparreguera, Documentació Corporativa, 52, Reg. 1276, y Arxiu Historie Munieipal d'Olesa (AHMO),
Caía núm. 48, L. 1, doc. 44.
» ACÁ, AN, Esparreguera, Ls. 358 al 487, 1700-1799, y AHMO, Caja núm. 48, L. 1.
" Véase J. Torras (1981), pp. 7 y ss.
" AHME, Llibre de la cort d'Esparreguera, 1593.
52
PROTOINDUSTRIA E INDUSTRIA DISPERSA EN LA CATALUÑA DEL SIGLO XVIII
de la fuerza de trabajo campesina dedicada al cardado e hilado, que eran
las operaciones que exigían más mano de obra y menos especialización técnica.
Al frente de este aparato productivo rural se fueron consolidando los maestros
fabricantes rurales, que se convritieron, así, en los dirigentes y organizadores
de esta industria dispersa.
Pero parece que fue a partir de la primera mitad del siglo xvii (momento en que se hizo efectivo el traslado de la pañería urbana hacia su
entorno agrario, a donde acudió en busca de mano de obra barata y abundante y de una menor presión gremial) cuando esta industria lanera local conoció
una verdadera expansión y consolidación. El capital comercial pudo así aprovecharse de las perspectivas que esta área ofrecía y que debieron actuar de
imán para atraer esta actividad urbana: unos colectivos artesanos dedicados
totalmente al sector secundario, una potente reserva de mano de obra campesina excedentaria del agro y una infraestructura a nivel laboral y productivo
en funcionameinto y bajo el control de los pelaires locales. El papel de estos
fabricantes agremiados parece haber consistido en hacer de intermediarios
entre los productores rurales (artesanos y campesinos) y los comerciantes
urbanos, poniendo a su disposición el aparato productivo local. Es decir, la
existencia de una infraestructura corporativa y el funcionamiento de un gremio
de pelaires, menos desarrollado que sus homónimos urbanos, no impidieron
ni frenaron la penetración del capital mercantil. Penetración que tuvo unas
particularidades muy notables y que se hizo, al menos en parte, a través del
aparato corporativo existente.
Esta expansión manufacturera provocó importantes reestructuraciones a
nivel gremial, en un intento de fijar los derechos y obligaciones de los diversos grupos de artesanos delante de los maestros fabricantes, y que se reflejan
en la otorgación de nuevas ordenanzas a los tejedores de Esparreguera (1627)
y a los pelaires de Olesa (1620) y en la creación de nuevas organizaciones
de artesanos como la fundación de la Devosió deis retorcedors de llana, de
Esparreguera, en 1619 ".
Durante el siglo xviii, y fomentado por la reactivación económica del
Principado y por el incremento del consumo, tanto en los mercados internos
como externos, la pañería siguió consolidando su presencia a nivel laboral
y económico. Consolidación que una vez más tuvo su reflejo en la otorgación
de nuevas leyes al gremio de fabricantes de Esparreguera, en 1732, y al de
Olesa, en 1751, y que tenían que regir la fabricación de paños y las relaciones entre los pelaires y el resto de los sectores productivos ". Los rasgos
más notables de esta industria dispersa seguirán siendo, a lo largo de esta
" AHME, DF, Ordenacions de teixidors de 1627, Devosió deis retorcedors de 1619,
y AHMO, Caja núm. 48, L. 1, doc. 49.
" AHME, DF, Ordenacions de paraires de 1732, y AHMO, Caja núm. 48, L. 1, doc. 44.
53
ASSUMPTA MUSET I PONS
centuria, la existencia y funcionamiento de un variado abanico de maestros
especializados en las diferentes fases técnicas del trabajo de la lana (pelaires,
cardadores, tundidores, retorcedores y tejedores), que se agruparon en diversas organizaciones gremiales (en Esparreguera los pelaires lo hicieron bajo
el patrocinio de Sant Miquel, los tejedores de Sant Sever y los retorcedores
y tundidores de las Verges del Rosari y del Remei; mientras que en Olesa,
tejedores y maestros fabricantes se unieron en una sola cofradía bajo la
advocación, también aquí, de la Verge del Rosari). Todas ellas conocieron
en general, y especialmente la de los pelaires de Esparreguera, un funcionamiento bastante regular a lo largo de todo el siglo y dispusieron de sus
propios órganos de gobierno y administración (consolat), ordenanzas, etc.
Estos artesanos, que ya no pueden considerarse como campesinos, seguirán trabajando bajo la dirección y coordinación de los pelaires locales. Paralelamente la pañería seguirá contando con la aportación del potencial laboral
payés, tanto local como de su entorno rural, ocupado en las tradicionales tareas del cardado e hilado. Actividades que les proporcionaban un sobresueldo
que les permitía mejorar su economía de base agraria y que es perfectamente
demostrable a partir de los tornos de hilar que frecuentemente aparecen
entre sus bienes ". También Francisco de Zamora y el censo de 1787 hacen
mención de la ocupación manufacturera de estos sectores agrarios locales y
comarcales ^.
El colectivo de los maestros fabricantes se consolida a lo largo de la
centuria como el grupo más sobresaliente de la vida pública local: tanto a
nivel político, con una participación constante (sobre todo en Esparreguera)
en el consejo municipaP'; como social, con el derecho exclusivo de encabezar las procesiones religiosas ^; y evidentemente gremial, con el privilegio
de cañar, visurar y marcar los paños con el sello del gremio ".
En Olesa este protagonismo se hallaba muy compartido con los sectores
de los medianos propietarios, evidenciando, una vez más, el papel conseguido
por los colectivos agrarios, consecuencia, evidentemente, del desarrollo oleícola.
Pero fue en el aspecto productivo donde estos hombres hicieron gala de
su capacidad y poder, coordinando y gestionando todo el proceso manufacturero. Proceso que se iniciaba con la adquisición de la lana en los tradicionales mercados aragonés y extremeño, y que llegaba a sus manos a través
de los comerciantes urbanos y locales. Ellos eran también quienes anticipaban
"
núm.
»
"
"
"
54
ACÁ, AN, Esparreguera, Ignaci Montoriol, L. 443, 1780, f. 42, y AHMO, Caja
39, Inventario de Bonaventura Vila.
J. Iglesias (1969), V. 1, p. 241, y F. de Zamora (1973), p. 50.
AHME, DF, Compra de cargos municipales, 1741.
ACÁ, AN, Esparreguera, Josep Noguera, L. 372, 1712, f. 167.
AHME, DF, Ordenacions de paraires de 1732; AHMO, Caja núm. 48, L. 1, doc, 44.
PROTOINDUSTRIA E INDUSTRIA DISPERSA EN LA CATALUÑA DEL SIGLO XVIII
el dinero a los proveedores, recibiendo de nuestros pelaires una parte al
contado y el resto pagadero en plazos de dos o tres años ^*. De esta manera,
nuestros maestros fabricantes intentaban suplir la falta de capitales para la
adquisición de las materias primas. El dinero era, pues, anticipado por el
capital mercantil, que lo iría recuperando a medida que se fuera vendiendo
la producción una vez tejida.
Esta capacidad de coordinación continuaba una vez la lana había llegado
a nuestras villas mediante su distribución y circulación por los diferentes
artesanos para su elaboración, y finalmente, después de realizados los últimos
retoques, tramitaban su llegada a los mercaderes urbanos para que se encargaran de la comercialización de esta producción.
Parece ser que fue esta capacidad por organizar el ciclo de manufacturación lo que les aseguró el lugar más destacado (sobre todo en Esparreguera)
en la escala social, política y económica local; mientras que el resto de
artesanos y gremios quedaron sometidos a este dominio.
Respecto a las relaciones establecidas entre nuestros fabricantes agremiados y el capital mercantil barcelonés cabe destacar que, a pesar de la incapacidad local para financiarse la compra de la lana y gestionarse la comercialización de los paños, en cambio pudieron mantener su autonomía a lo largo
de todo el proceso productivo haciendo trabajar a los sectores artesanales
locales y vendiendo sus tejidos libremente a uno o más mercaderes. Es decir,
existió una dependencia respecto a estos hombres, de negocios en aquellos
sectores (financiero y comercial) que sobrepasaban sus posibilidades; pero
en cambio consiguieron mantener su independencia formal a lo largo de la
fase de elaboración.
Por otro lado, el capital mercantil practicó otros sistemas de penetración
y de control de esta producción rural dispersa, haciendo trabajar directamente y sin la mediación ni protección de los pelaires a los llamados fabricantes
libres. Es decir, aquellos grupos que actuaban al margen de los gremios
locales y que debían ser, seguramente, maestros pobres y campesinos subocupados en la manufactura, que ante su incapacidad para comprar la lana,
pagar los sueldos, etc., se veían obligados a depender de los comerciantes
urbanos. Carrera Pujal cita uno de estos empresarios (Pau Miarons), mercader barcelonés que hacía trabajar a mans a estos sectores productivos más
pobres ^', que se veían así privados de la autonomía de sus homónimos
agremiados y también de la posibilidad de disponer libremente de los tejidos
que ellos fabricaban. En Olesa los fabricantes libres adquirieron una gran
fuerza frente a los agremiados. Así, no solamente disponían de sus propias
" AHME, DF, adquisición de lana (J. Burgués).
« J. Carrera Pujal (1945), V. 3, p. 103.
55
ASSUMPTA MUSET I PONS
instalaciones (enjabonadores, tintes, etc.), sino que trabajaban sin la supervisión
técnica del consulado de pelaires. Finalmttite, en la Concordia de 1751, fueron obligados a integrarse en el referido gremio y a cumplir sus leyes y
ordenanzas. Vero, a pesar de e'sta derrota, consiguiéroii nacer -prcvaiecel
algunas de sus demandas: como la no obligatoriedad de usar las instalaciones
del gremio, o ser eximidos del examen de maestría necesario para acceder
a dicha corporación ^'.
En nuestro caso, pues, ni la existencia d^ una estructura gremial ni el
predominio e independencia de los fabricantes locales, conceptos no previstos por la teoría protoindustrial, fueron motivos suficientes para frenar o
impedir la penetración y dependencia respecto al capital mercantil. Dependencia que se materializó, por un lado, financiando y comercializando la producción de los sectores agremiados y, por el otro, haciendo trabajar directamente para ellos a los fabricantes libres.
Pero donde sí se mantuvo una total independencia y autonomía de nuestra pañería fue en los aspectos técnicos y humanos. Aquí no se produjo
aquella división geográfica del trabajo manufacturero que asignaba a la ciudad —en nuestro caso Barcelona— la realización de los procesos técnicos más
complejos y que exigían una mayor especialización e inversión en instrumental, mientras que al campo le correspondía la realización de las más simples
(hilado), pero que precisaban mucha mano de obra. Nuestras manufacturas
dispersas disponían de los artesanos especializados: tejedores, pelaires, etc.; de
los útiles de trabajo: telares, tijeras de tundir, etc. " y de las instalaciones,
tiradores, tintes, etc.", suficientes y necesarios para llevar a cabo todo el
proceso de transformación de la lana en la propia villa, sin tener que recurrir
ni a las manufacturas ni a los artesanos urbanos.
Por otro lado, difícilmente Barcelona, donde la pañería estaba viviendo
un vertiginoso retroceso desde inicios del siglo xvii, hubiera podido asumir
el papel que la protoindustria le asigna, y sobre todo en el momento en que
se estaba gestando el nacimiento de la nueva industria algodonera, embrión
de lo que más tarde sería el modelo de producción capitalista en Catalunya.
Como conclusión, cabe resaltar que, efectivamente, existieron unos lazos muy
fuertes y unas relaciones muy diversas entre nuestra manufactura dispersa
y el capital comercial barcelonés.
"• AHMO, Caja núm. 48, L. 1, docs. 44 al 51.
" F. Cros, tejedor de Esparreguera, poseía telares, pintas, etc. (ACÁ, AN, Espatreguera,
Joan Ferrer, L. 463, 1776, f. 5).
» ACÁ, AN, Esparreguera, Ignasi Montoriol, L. 431, 1768. £. 431, y L. 443, 1780,
fs. 211 y ss., y AHMO, Caja núm. 48, L. 1, docs. 4 y 44.
36
PROTOINDUSTRIA E INDUSTRIA DISPERSA EN LA CATALUÑA DEL SIGLO XVIII
5.
Comercialización y mercados de venta
Una de las manifestaciones más notables del desarrollo económico catalán
uci áiyia'xViiY'es; sin úaai;-iü expan^oTi~'cúmeraar."'/\k,*racrcaciereá'y'Tion]-"~"
bres de negocios del Principado tuvieron en sus manos una buena parte
del control de los intercambios, tanto en el ámbito peninsular como en el
atlántico. Este comercio, basado principalmente en los vinos y aguardientes
producidos en las comarcas del litoral, contó también con la presencia de
otros artículos muy típicos de la industria y de la manufactura catalanas: así
los paños de lana, sobre todo cuando se trataba de los prestigiosos tejidos
de esta zona montserratina, tuvieron una presencia bastante continuada y un
consumo asegurado, tanto entre la adinerada clientela barcelonesa y peninsular como entre la colonial.
En estas condiciones (expansión comercial y dominio del capital mercantil catalán) nuestra pañería parece haber gozado de una situación óptima
para penetrar y consolidarse en los mercados supracomarcales y supranacionales, cumpliendo así otro de los preceptos protoindustriales: su introducción
en las redes de distribución nacionales e internacionales. Hipótesis que intentaremos comprobar y confirmar a partir de la información extraída de diversos libros de contabilidad y de registro de entradas de mercancías de diferentes tenderos y comerciantes del Principado. A pesar de que esta información
es, en general, escasa y reducida y que comprende un número muy limitado
de firmas comerciales, es, también, la única fuente de que disponemos para
realizar un análisis de este sector. Así, nos ha permitido conocer algunos
de los mercados de consumo de esta pañería, el nombre de los fabricantes,
el tipo de tejidos que se adquirían en esta zona, etc.
Pero, sin embargo, siguen existiendo muchas lagunas por cubrir, ya que
en general se trata de series muy cortas, que cubren espacios muy limitados
de tiempo y que, en el mejor de los casos, nos ha permitido tan sólo reconstruir el movimiento comercial a lo largo de trece años. En algunas ocasiones
se omite la cantidad adquirida, así como su valor monetario, dificultando la
cuantificación de estas ventas. Por último, esta información afecta solamente
a una reducida parte de la producción local, impidiéndonos establecer las
fluctuaciones, los volúmenes de comercialización, etc.
Disponemos también de otras noticias y referencias que documentan e
ilustran su presencia en los mercados peninsulares y coloniales. Pero también
ahora la escasez de datos impide hacer cualquier tipo de cálculo y solamente
nos permite corroborar este destino a nivel suprarregional y supranacional.
En el marco regional catalán tenemos documentada la existencia de estos
tejidos en diferentes botigues de Barcelona, y concretamente en los establecimientos de Duró y Llorens (quien, entre 1774 y 1783, hizo adquisiciones
57
ASSUMPTA MUSET I PONS
por un valor aproximado de 11.717 libras catalanas a Esparraguera, y de
2.153 a Olesa, que representaron el 12 y el 2 por 100 respecto al total de
paños comprados por la firma en Cataluña) v en la de Darjer v D,uró. establecimiento seguramente filial del anterior, donde entre 1777 y 1780 se adquirieron un total de 53 y de 13 partidas, respectivamente; equivalentes al 12
y al 3 por 100 de las adquisiciones hechas dentro del Principado^. También
P. Vilar ha detectado la presencia de artículos de Esparreguera en la botiga
Amat, la cual, durante el período de 1764 a 1807, hizo un total de siete
pedidos (10 por 100 de los tejidos de procedencia catalana)^.
También hemos podido testificar su presencia en algunas de las capitales
de las dinámicas y activas comarcas agrarias de la Cataluña de la época, donde
iban a proveerse de productos manufacturados los campesino de su entorno
rural y donde vendían sus excedentes agrícolas (vinos, etc.). Así, nuestra
pañería contó con una clientela segura en las comarcas vitícolas del Alt Camp,
y concretamente en Valls, donde el tendero Joan Elias compró, entre 1754
y 1762, paños por valor de 4.760 libras catalanas (16 remesas) a diversos
fabricantes de Esparreguera, y también en los establecimientos de Rafael
Gallissá de Valls, en el de Pasqual Pasqual de Reus (Baix Camp) y en el de
Pau Ráfols de Vilafranca (Alt Penedés). Cervera en la zona cerealista de la
Segarra; Arbeca (les Garrigues) en pleno dominio del olivar; Mataró (el
Maresme) en la activa franja costera; Berga y Santa Coloma de Queralt en
el Berguedá; Manresa en el Bages; Tremp en el Pallars; Jussá y Sant Lloren?
de la Muga en el Alt Empordá fueron asimismo clientes de esta pañería ^'.
En concreto, Tremp y Sant Lloreng de la Muga (donde el comerciante Francesc Farigola adquirió, entre 1790 y 1802, dos partidas a Esparreguera y cinco a Olesa, que equivalen al 8,3 y al 7,2 por 100, respectivamente, del total
de sus compras) coinciden en ser dos zonas productoras de paños de lana, pero
de menor calidad; así, este consumo se explicaría por tratarse de tejidos de
mayor calificación que los locales (véase mapa 1).
Son en concreto ios preciados paños y bayetas 22nos., 26nos., 30nos. y
32nos., los que normalmente se adquirían en esta área de los contrafuertes
montserratinos. Los nombres de los maestros fabricantes también suelen
repetirse: son los Cabessa, Masdefiol, Reines, Respall, Estruch o Montoriol
en Esparreguera, y Bayona en Olesa. En definitiva, esta producción rural
tuvo un consumo asegurado dentro del Principado, tanto entre la clientela
barcelonesa como entre la comarcal.
" AHMB, Fons comercial, del A. 46 al A. 49, Darrer
B. 100, Duró y Llorens, 1774-1783.
» P. Vilar (1968), V. 4, pp. 185-186.
" AHMB, FC, B. 195, Francesc Fatigóla, 1790-1802;
ACÁ, AN, Esparreguera, Ignasi Montoriol, L. 410, 1748,
L. 416, 1754, f. 361; L. 437, 1774, f. 505, y Pau Civil, L.
58
y Duró, 1777-1780, y B. 99 y
B. 88, Joan Elias, 1754-1762.
f. 202; L. 401, 1748, f. 261;
452, 1757, fs. 54 y ss.
PROTOINDUSTRIA E INDUSTRIA DISPERSA EN LA CATALUÑA DEL SIGLO XVIII
MAPA 1
St. Lloreng de la Muga: 1-2
Cervera: 1
Arbeca: 1
Valls: 1
Reus: 1
Barcefona: 1-2
V
^ ^ Vilafranca: 1
Esparraguera: 1
Olesa: 2
FUENTES: A H M B , F C , B. 195, A. 88, A. 46 al A. 49, B. 99 y B. 100, y ACÁ,
AN,
Ignasi Montoriol, L. 410, 1748, f. 202; L. 401, 1743, £s. 261 y ss.; L. 416,
f. 361; L. 437, 1774, f. 505; Pau Civil, L. 452, fs. 54 y ss.
Para esta expansión interna nuestra pañería se benefió de los medios
que el propio sistema comercial catalán había desarrollado, es decir, lo hizo
valiéndose de la botiga y aprovechando las posibilidades que estos establecimientos ofrecían a la hora de distribuir y de hacer circular los productos
de la manufactura catalana (en este caso de la montserratina) por los diferentes mercados comarcales; ya que tuvo en sus manos la distribución de
una buena parte de la producción interna catalana. Este fenómeno nos corrobora de nuevo los lazos y vinculaciones que existieron entre esta industria
rural, en el aspecto comercial, y los hombres de negocios del Principado.
Por último, la penetración de estos artículos en la dinámica interna
catalana a nivel comercial cumplió un objetivo básico y primordial: abastecer
de productos manufacturados, en este caso tejidos de lana, a las comarcas
59
ASSUMPTA MUSET I PONS
especializadas en el sector agrario. Sector al que dedicaban toda su capacidad
laboral, no pudiendo, por tanto, autoabastecerse de los productos industriales
que necesitaban para su consumo y que podían adquirir en el mercado intercambiándolos por el dinero que la comercialización de sus excedentes agrarios
les aportaba. La presencia de nuestros tejidos en algunas de estas comarcas
demuestra claramente que, por su parte, cumplió el papel que la división
geográfica del trabajo le asignó: la de cubrir las necesidades de consumo de
las zonas agrarias. Pero esta circulación comercial interna tuvo su contrapartida con el abastecimiento de productos agrícolas hacia estas zonas especializadas en el sector manufacturero. Es decir, las comarcas agrarias proporcionaron a nuestros artesanos aquellos alimentos que su dedicación a la
pañería les impedía autoproducirse, pero que también ellos podían comprar
gracias a las rentas generadas por esta actividad secundaria.
Así parece corroborarlo la existencia de establecimientos públicos destinados a la venta de alimentos tan básicos de la dieta de la época como eran,
por ejemplo, los cereales y de los cuales nuestras villas eran tradicionalmente
deficitarias ^^.
En definitiva, pues, se establecieron, entre esta zona manufacturera y
las agrarias, unas relaciones comerciales recíprocas y, por tanto, una dependencia mutua a la hora de abastecerse de aquellos géneros no producidos a
nivel local.
En definitiva, pues, se establecieron, entre esta zona manufacturera y
tras manufacturas en algunos mercados peninsulares: concretamente en Aragón, donde enviaban sus paños los fabricantes Pasqual Pasqual, de Esparreguera, y Salvador Gotzems, de Olesa ^\
Otro sector hacia donde se canalizó parte de esta producción fue el suministro de paños para los uniformes del ejército. Suministro que tenían asegurado tanto por la calidad de los tejidos como por el control que los mercaderes barceloneses ejercían sobre los arrendamientos de este abastecimiento ^.
Estas adquisiciones debieron ser, en determinados momentos, muy importantes, ya que movilizaron notables cantidades de lana, dinero y mano
de obra. En Esparreguera se crearon diversas compañías de maestros fabricantes, los cuales unían así sus instrumentos, sus conocimientos y su capacidad de producción para dar más agilidad a estas demandas de la Corona''.
" El año 1800, el Ayuntamiento de Olesa se lamentaba que el cereal que se recogía
en la villa era insuficiente para la manutención de los vecinos que lo cultivaban (AHMO,
Caja núm. 48, L. 1, doc. 29).
" ACÁ, AN, Esparreguera, Ignasi Montoriol, L. 402, 1740, f. 118. y AHMO, Caja
núm. 48, L. 1, doc. 63.
" Véase, para los asientos militares, P. Molas (1971), pp. 94 y ss.
" Josep Reines, Brígida Ramón y Pere Casanovas formaron una compañía dedicada a
60
PROTOINDUSTRIA E INDUSTRIA DISPERSA EN LA CATALUÑA DEL SIGLO XVIII
En Olesa, a finales del siglo xviii (1795), se llegó incluso a edificar unos
nuevos tiradores para dar más pronta salida a esta producción *.
Disponemos, por último, de diversos testimonios que documentan el
destino atlántico de una parte de esta pañería. Tanto P. Vilar como Carrera
Pujal han detectado la presencia de los tejidos de esta zona entre los productos comercializados por la casa Alegre y por Pau Miarons, en el Nuevo
Mundo ".
Este destino suprarregional, que parece tener garantizado tanto por la
expansión comercial catalana como por las vinculaciones que existieron con
los hombres de negocios del Principado, debió de tener importantes consecuencias para nuestra pañería: así, por una parte, implicaba una producción
en masa destinada a abastecer estos amplios mercados externos con una
notable participación de la población laboral local (campesina y artesana) y,
por la otra, el establecimiento de unos estrechos lazos entre esta manufactura y las fluctuaciones de unos mercados muy lejanos y en pleno crecimiento ^.
En definitiva, pues, en el plano comercial esta manufactura se adapta
perfectamente a los principios teóricos de la protoindustria, tanto a nivel
interno como externo.
6.
Industria dispersa e industrialización
Nuestras industrias dispersas podían proporcionar al sistema de producción capitalista toda una serie de elementos que, según el paradigma de
F. Mendels, eran necesarios para poder poner en marcha el nuevo modelo
de producción. Así, por una parte, podían aportar las bases humanas, es decir,
la mano de obra proletaria y los sectores empresariales, que se podían abastecer de los colectivos de artesanos y pelaires locales; los capitales, acumulados a partir de la comercialización de esta producción dispersa y que eran
necesarios para financiar las innovaciones técnicas y de instalaciones que se
requerían; podía proporcionar también la capacidad y la experiencia de los
maestros fabricantes locales en organizar y coordinar el proceso de producción
y, finalmente, su penetración y participación en unas redes comerciales ya
consolidadas, tanto a nivel interno como externo, y donde ahora se podrían
la fabricación de paños para el ejército (ACÁ, AN, Esparreguera, Pau Civil, L. 460,
1769, f. 313).
» AHMO, Caja núm. 48, L. 1, docs. 23 y 23 bis.
" J. Carrera Pujal (1945), V. 3, p. 103, y P. Vilat (1968), V. 4, p. 514.
" En 1797, un pelaire de Esparreguera se lamentaba de las graves consecuencias ocasionadas a la industria local por la guerra anglo-española (ACÁ, AN, Esparreguera, Joan
Ferrer, L. 486, 1797, f. 243).
61
ASSUMPTA MUSET I PONS
vender los artículos de la nueva industria y donde también se podría abastecer de alimentos el nuevo proletariado.
La disponibilidad de todos estos elementos tenía que permitir a nuestra
manufactura dispersa superar los graves problemas internos a que inevitablemente se vería conducida ante el incremento continuado de la demanda y la
ampliación de los mercados; ya que el mantenimiento del tradicional sistema
extensivo comportaba un incremento de los costes de producción y un alargamiento excesivo de la fase productiva que hacía poco competitivos estos
artículos en los mercados. Así, la superación de las limitaciones impuestas
por la manufactura preindustrial pasaba, necesariamente, por la concentración
y mecanización progresiva del proceso productivo.
También la existencia de abundantes recursos hidráulicos (proporcionados
por el río Llobregat), de una buena vía de comunicación (el camino real que
procedente de Barcelona pasaba por Esparreguera) y su proximidad a la ciudad condal (primer centro industrial y comercial del Principado) eran factores positivos para el desarrollo fabril. Incluso se habían iniciado, ya durante
la fase preindustrial, algunos tímidos avances que se materializaron en la
formación de pequeñas compañías (en Esparreguera) que permitieron una
cierta concentración de la producción, realizando en un mismo lugar varias
operaciones técnicas. También la existencia de los llamados fabricantes libres,
perfectamente diferenciados de sus homónimos agremiados, eran ya un primer
paso hacia una liberalización progresiva de la producción.
Sin embargo, y a pesar de que aparentemente se daban unas condiciones
favorables, ya que se podían aportar todos los elementos exigidos por la protoindustria, nuestras manufacturas laneras dispersas se vieron afectadas por
un proceso irreversible de decadencia. Decadencia de la que jamás volverían
a recuperarse y que provocó la ruina y la desindustrialización de esta zona.
Diversas son las causas que parecen explicar este fracaso y que se manifestaron, principalmente, en la incapacidad de los sectores dirigentes para
dotarla de los medios técnicos y de las instalaciones necesarias para consolidar el cambio de modelo productivo. Es decir, en nuestro caso no se produjo aquella necesaria sustitución de la mano de obra por la máquina, sino que
permaneció en vigor el modelo extensivo heredado de la edad media. En este
proceso de estancamiento e involución parecen haber influido fenómenos
diversos: por una parte el gremio de pelaires, temeroso de que cualquier
actividad realizada a sus espaldas implicara una pérdida de su poder, optó
por obstaculizar y abortar todo intento de trabajo extragremial, impidiendo
la actividad de los fabricantes libres y la elaboración de tejidos no previstos
por las ordenanzas ^'.
» AHME, DF, Pleyto del gremio de pelaires.., contra Josep Estruch, 1790; AHMO,
Caja núm. 48, L. 1, docs. 54 y 57.
62
PROTOINDUSTRIA E INDUSTRIA DISPERSA EN LA CATALUÑA DEL SIGLO XVIII
Por Otro lado, el vaciado de dos libros cabreos correspondientes a Esparreguera (1759-1768) y a Olesa (1735-1738)'", sitúa al grupo de los maestros
fabricantes entre los principales propietarios de bienes inmuebles a nivel
local. Predominio que se hace más patente en Esparreguera, donde constituían
el 36 por 100 de los confesantes y controlaban alrededor del 40 por 100 de
las tierras y el 26 por 100 de las casas registradas. En Olesa este predominio
no era tan espectacular: aquí solamente representaban el 6 por 100 de los
propietarios y tuvieron en sus manos, aproximadamente, el 4 por 100 de las
parcelas valoradas en jornales de cavar y de arar de muía, el 8 por 100 de las
labradas con buey y el 6 por 100 de las viviendas.
Esta tendencia a invertir en bienes inmuebles implicaba una desviación
de los capitales aportados por la comercialización pañera hacia los sectores
rentistas y, evidentemente, una descapitalización a nivel industrial que en
nada tenía que favorecer la financiación de las innovaciones exigidas por
la industrialización. Esta costumbre de adquirir tierras permaneció inalterable
por razones diversas: por una parte, porque reforzaba aún más su prestigiosa
condición de maestros fabricantes y les proporcionaba unas rentas sustanciosas y, por la otra, porque era una inversión que no estaba expuesta a los
riesgos de las experimentaciones industriales.
Pero la actividad de nuestros pelaires deja una pregunta en el aire: ¿por
qué se destinaron estos capitales a la adquisición de tierras y no a la modernización de la industria lanera como estaba ocurriendo en Sabadell y Terrassa?
La respuesta parece obvia: seguramente porque no se vieron obligados a
escoger esta segunda opción, es decir, no debieron tener la necesidad de
sustituir la mano de obra por capital y, en consecuencia, por máquinas, para
hacer frente a los incrementos de la demanda, sino que nuestros fabricantes
debieron seguir recurriendo a la tradicional flexibilidad y baratura de la
abundante mano de obra de su entorno rural, siempre dispuesta a ganar un
sueldo complementario. El hecho de disponer de esta notable reserva humana
les debió permitir afrontar los incrementos del consumo sin tener que aportar
capital ni introducir innovaciones tecnológicas.
Evidentemente, el mantenimiento de este modelo productivo arcaico y
tradicional, incapaz de competir con las nuevas industrias de Sabadell y
Terrassa, debió provocar un grave retraso en el proceso de evolución
capitalista, un encarecimiento de los artículos y la consecuente pérdida de sus
tradicionales mercados ante el avance de la producción fabril, que podía
sacar sus artículos en mayor cantidad, rapidez y bajo precio. Se consolidaron,
por tanto, unas diferencias y unos atrasos muy difíciles de superar.
" ACÁ, AN, Esparreguera, Ignasi Montoriol, L. 442, 1759-1768, y Josep Noguera,
L. 389, 1735-1738.
63
ASSUMPTA MUSET I PONS
Posteriormente el conflicto bélico de 1808, que provocó la destrucción
de las casas y la ruina de la industria textil, y el éxodo de la mano de obra
artesanal hacia los nuevos enclaves fabriles del Valles y Barcelona, sentenciaron definitivamente esta decadencia y significaron un golpe mortal para la
antigua manufactura montserratina, condenada irremisiblemente a la desaparición. Así, y a pesar de que a finales del siglo xix esta zona se incorporó
al proceso capitalista, ya no lo hizo con la lana como materia prima, sino
con el algodón, que se había convertido en el sector rey de la industrialización catalana"'.
En definitiva, pues, ni la existencia de los elementos exigidos por la
protoindustria, ni la existencia de una manufactura dispersa perfectamente
desarrollada eran factores suficientes para asegurar la consolidación del capitalismo.
7.
Conclusiones
Una vez aplicados y analizados los diferentes puntos que configuran la
teoría protoindustrial, ha llegado el momento de hacer el balance final.
En primer lugar, hay que destacar que el paradigma se cumple en unos
aspectos, pero no en otros. Las coincidencias se manifiestan en su carácter
rural y disperso y en haber experimentado notables transformaciones estructurales: tanto a nivel demográfico, ya que nuestras villas experimentaron
un notable incremento poblacional que hizo posible ampliar la capacidad
productiva de esta industria dispersa aportando la mano de obra necesaria;
como en los aspectos económicos y laborales, ya que implicó que una buena
parte de la población activa pasase a depender (ya fuese de una forma total
—artesanos— o parcial —campesinos—) de la actividad manufacturera y se
acostumbrara a trabajar bajo las condiciones impuestas por el fabricante local
o por el comerciante urbano; asumiendo una producción en masa y superando,
por tanto, la etapa de autoconsumo.
Por la baja productividad y escaso desarrollo del sector agrario, con una
participación del campesinado (en las operaciones de cardado e hilado) que
así conseguía unos complementos salariales y se ocupaba laboralmente durante
las jornadas que el campo les dejaba libres. Por la dependencia del capital
comercial que controló esta manufactura a partir de la financiación y comercialización de la producción de los fabricantes agremiados y de la supeditación
laboral de los sectores productivos libres. Por su penetración en las redes
comerciales supracomarcales y supranacionales, participando en la dinámica
" O. Valls (1961), pp. 62 y ss.
64
PROTOINDUSTRIA E INDUSTRIA DISPERSA EN LA CATALUÑA DEL SIGLO XVIII
de intercambios a nivel regional (proporcionando tejidos a las zonas agrícolas
y recibiendo a cambio alimentos) y canalizando sus paños hacia los lejanos
mercados peninsulares y coloniales, consolidando así unos estrechos lazos
entre los sectores productivos locales y las necesidades de estos distantes
centros de consumo.
Pero en cambio coexistieron paralelamente otras características totalmente
divergentes y contrarias al espíritu de la teoría. Divergencias que se materializaron en la existencia de sectores artesanales especializados en una fase
técnica concreta, dedicados totalmente al trabajo manufacturero y que ya no
pueden catalogarse de campesinos. En el funcionamiento de un complejo
aparato gremial, al frente del cual se habían consolidado los maestros pelaires
que trabajaban al margen del control del capital comercial urbano, al menos
en el aspecto productivo, y que tuvieron en sus manos la dirección de una
parte de la producción local. En una total autonomía humana y técnica respecto a la capital, que les permitía realizar todo el proceso sin tener que
recurrir a las manufacturas urbanas. Finalmente, en que ninguna de estas
dos industrias pañeras pudo consolidar su evolución capitalista, sino que se
vieron afectadas por graves problemas estructurales que provocaron un retraso en el proceso de implantación fabril y que motivaron su desaparición.
En definitiva, nuestro análisis nos ha permitido corroborar una vez más
el dinamismo y la diversidad manufacturera de la Cataluña preindustrial,
que superó en complejidad el simple modelo concebido por F. Mendels.
Por último, cabe destacar que, a pesar de que las aportaciones de nuestra
industria dispersa al nuevo modelo fabril hubiesen podido ser muy importantes, en la realidad fueron muy pobres y se limitaron a proporcionar una
parte del antiguo artesano emigrado hacia los nuevos núcleos fabriles catalanes, donde formaron parte de las masas proletarias; aparte de algunos
técnicos (Ortells o Reines, entre otros) que fueron promotores de la naciente
industria de indianas barcelonesa *^.
La descapitalización del sector artesanal, la pervivencia de modelos productivos arcaicos, la emigración de la mano de obra y el desprestigio de
la lana delante del algodón son algunas de las causas que explican el fracaso
de esta antigua manufactura dispersa catalana y que nos demuestra claramente
cómo no siempre la existencia de unas relaciones de producción típicamente
protoindustriales tenían que permitir la consolidación y desarrollo del modelo
capitalista. En esta zona la etapa preindustrial se convirtió en una fase que
consumió las últimas energías de la tradicional industria dispersa.
De todas maneras hay que excluir de esta generalización algunos núcleos
como los siderúrgicos, que se mantuvieron activos durante buena parte del
" P. Molas (1975), pp. 188-189.
65
ASSUMPTA MUSET I PONS
siglo XIX, ya que eran necesarios para la consolidación de la nueva industria.
O laneros, como Sabadell y Terrassa, que supieron aprovechar las nuevas
necesario para poner en marcha las innovaciones exigidas por el nuevo modelo
fabril. Ellas son, pues, un claro ejemplo de cómo en determinadas circunstancias la evolución fue posible *^
Pero el modelo catalán presenta aún otra variante, ya que aquí la industria
capitalista se consolidó y desarrolló de la mano de una materia nueva: el
algodón, que no había conocido la fase dispersa previa y localizada en unos
núcleos muy concretos, como Barcelona, que tampoco habían experimentado
estadio protoindustrial **. Es decir, ésta no era una exigencia imprescindible
para permitir la consolidación del nuevo modelo productivo. Como conclusión, hay que remarcar que el ejemplo catalán presenta una gran variedad
de casos que reflejan, una vez más, el dinamismo y la complejidad económica de la Cataluña setecentista y, también, la existencia de diversos modelos
de evolución.
" J. M. Muñoz (1984).
" Sobre la industria algodonera catalana se pueden consultar, entre otros, los artículos
de R. Grau y M. López (1974) y P. Vilar (1981).
66
PROTOINDUSTRIA E INDUSTRIA DISPERSA EN LA CATALUÑA DEL SIGLO XVIII
BIBLIOGRAFÍA
n.¡ui\íiz;T:, y'\jARÍiA~i36'NAVE," iví t.\^o(j)?"«\l,a protoindustriaiització, un nou concepte en
la historia ecxjnómica», L'Aveng, núm. 32, pp. 64-69.
ARACIL, R. (1983): «Industria rural i protoindústria: aspectes generáis i bibliografia», Estudis d'Histbria Económica del País Valencia, núm. 4, pp. 259-279.
CARRERA PUJAL, J. (1943-1946): Historia económica y política de Cataluña. Siglos XVIXVIII, 4 V., Barcelona, Bosch Casa Editorial.
GONZÁLEZ ENCISO, A. (1978): «La industria dispersa lanera en Castilla en el siglo xvín»,
Cuadernos de Investigación Histórica, núm. 2, pp. 269-289.
GRAU, R., y LÓPEZ, M . (1974): «Empresari i capitalista a la manufactura catalana del
segle xviii. Introdúcelo a l'estudi de les fabriques d'índianes». Recerques, núm. 4,
pp. 19-47.
IGLESIAS, J, (1969): El cens del comte de Floridablanca (1787). Part de Catalunya, 2 V.,
Barcelona, Fundado S. Vives Casajoana.
KRIEDTE, P.; MEDICK, H., y SCHLUMBOHM, J. (1986): Industrialización antes de la industrialización, Barcelona, Ed. Crítica.
MALUQUER DE MOTES, J . (1984): «La Revolució Industrial a Catalunya», L'Aveng, núm. 73,
pp. 19-34.
MARTÍNEZ SHAW, C. (1985): «La Cataluña del siglo xviii bajo el signo de la expansión»,
en R. FERNÁNDEZ (ed.), España en el siglo XVIII, Barcelona, Ed. Crítica, pp. 55-131.
MENDELS, F . (1972): «Proto-Industrialization: The First Phase of the Industrialízation
Process», The Journal of Economic History, XXXII, pp. 241-261.
MOLAS RIBALTA, P . (1971): «Els arrendaments públics a la Barcelona del setcents», Cuadernos de Historia Económica de Cataluña, núm. 4, pp. 89-107.
— (1975): Economía i societat al segle XVIII, Barcelona, Edicions La Paraula Viva.
MUÑOZ, J. M. (1984): Indíístria rural i industrialització: Sahadell i Terrassa al segle XVIII,
Barcelona (tesis de licenciatura inédita).
MUSET I PONS, A. (1987): Industria dispersa i protoindústria a la Catalunya del segle XVIII. El cas d'Esparreguera i Olesa de Montserrat, Barcelona (tesis de licenciatura inédita).
TORRAS, J. (1981): «Estructura de la industria pre-capitalista. La drapcria», Recerques,
núm. 11, pp. 7-28.
— (1984): «Especialización agrícola e industria rural en Cataluña en el siglo xviii», REVISTA DE HISTORIA ECONÓMICA, núm. 3, pp. 113-127.
VALLS, O . (1961): La vila d'Esparreguera i el seu terme,
Esparreguera.
VILAR, P . (1964-1968): Catalunya dins l'Espanya moderna, 4 V., Barcelona, Edicions 62.
— (1981): «La Cataluña industrial: reflexiones acerca de un arranque y de un destino»,
en J. FONTANA (ed.). La industrialización europea. Estadios y tipos, Barcelona, Ed. Crítica, pp. 173-191.
ZAMORA, F . DE (1973): Diario de los viajes hechos por Cataluña, Barcelona, Ed. Curial.
67
Descargar