Tres maestros del Tripitaka oran para que llueva

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Tres maestros del Tripitaka oran para que llueva
[Fuente: Los escritos de Nichiren Daishonin, Alemania, Soka Gakkai, 2008,
págs.627-633.]
Un árbol trasplantado no caerá, aunque sople el viento con furia, si tiene un firme
puntal que lo sostenga. Pero hasta un árbol que ha crecido en el lugar puede
desplomarse si sus raíces son endebles. Una persona débil no tropezará si es
sostenida por alguien fuerte, pero hasta un individuo de considerable fortaleza se
expondrá a caer, si camina a solas por una senda irregular.
Por otro lado, si el Buda no hubiera aparecido en este mundo, salvo el honorable
Shariputra y el honorable Mahakashyapa, todas las personas del gran sistema
planetario se habrían hundido en los tres malos caminos. Pero gracias a los
poderosos lazos creados a través de la fe en el Buda, incalculables seres
humanos pudieron lograr la Budeidad. Hasta malas personas como el rey
Ajatashatru y Angulimala, de quienes se diría que jamás llegarían a la iluminación
y que invariablemente acabarían en el infierno Avichi, pudieron acceder a la
Budeidad al tomar contacto con una persona excelsa como el buda Shakyamuni.
Por lo tanto, la mejor forma de lograr la Budeidad es encontrar un buen amigo.
¿Hasta dónde pude llevarnos nuestra propia sabiduría? Si la que poseemos es
suficiente para distinguir el frío del calor, deberíamos salir en busca de un buen
amigo.
Pero no hay nada más difícil que hallar a alguien así. Por tal razón, el Buda
comparó esta dificultad con la que padece una tortuga tuerta para encontrar un
tronco a flote con un agujero del tamaño justo para caber en él; o con la de
enhebrar una aguja posada en la tierra con un hilo lanzado desde el cielo de
Brahma. Además, en esta última era de maldad, las malas compañías son tan
numerosas como las partículas de polvo que forman la tierra, mientras que los
buenos amigos son tan escasos como los granos de tierra que caben en una uña.
El bodhisattva Percibir los Sonidos del Mundo, del monte Potalaka, fue un buen
amigo para el niño Buenos Tesoros, pero aunque aquel le transmitió las dos
doctrinas de las enseñanzas específica y perfecta, no le reveló la enseñanza pura
y perfecta [del Sutra del loto]. El bodhisattva Lamento Perpetuo se vendió como
ofrenda en su afán de conseguir un buen maestro, lo cual le permitió tomar
contacto con el bodhisattva Dharmodgata. Pero de este último sólo aprendió las
tres doctrinas de las enseñanzas de conexión, específica y perfecta, y no recibió
instrucción acerca del Sutra del loto. Shariputra se comportó como un buen amigo
con un herrero a quien instruyó durante noventa días, pero sólo consiguió
convertirlo en un icchantika, o persona de incredulidad incorregible.1 Purna disertó
sobre la doctrina budista durante un verano entero, pero enseñó las doctrinas del
Hinayana a personas que tenían capacidad para las del Mahayana, y de esa
forma las convirtió en adeptos del Hinayana.
Así pues, ni siquiera a grandes venerables [como Percibir los Sonidos del Mundo y
Dharmodgata] se les permitió exponer el Sutra del loto, y ni siquiera arhats que
habían obtenido el fruto de la emancipación [como Shariputra y Purna] pudieron
evaluar la capacidad de las personas de manera siempre correcta. En función de
estos ejemplos, ¡ya puede imaginar cuán errados están los estudiosos de esta
última época corrupta! Es preferible ser una mala persona totalmente ignorante de
budismo que depositar la fe en personas como esas, que declaran que el cielo es
la tierra, que el este es el oeste o que el fuego es el agua, o afirman que las
estrellas son más brillantes que la luna, o que un hormiguero es más alto que el
monte Sumeru.
A la hora de juzgar el mérito relativo de las doctrinas budistas, yo, Nichiren, creo
que los mejores criterios son los de la razón y la prueba documental. Y que aun
más valiosa que la razón y la prueba documental es la evidencia de los hechos
reales.
En el pasado, más o menos en el quinto año de la era Bun’ei (1268), cuando los
bárbaros de Ezo se rebelaron en el este y los enviados mongoles arribaron desde
el oeste con sus exigencias, deduje que tales cosas habían sucedido porque la
gente no creía en las doctrinas budistas correctas. Supuse que se harían
oraciones rituales para sofocar al enemigo y que tales ritos estarían a cargo de los
sacerdotes de la escuela Palabra Verdadera. De los tres países –la India, la China
y el Japón—, por el momento haré a un lado la India. Pero estoy seguro de que el
Japón, al igual que la China, será destruido por la escuela Palabra Verdadera.
El maestro del Tripitaka Shan-wu-wei viajó a la China desde la India, durante el
reinado del emperador Hsüan-tsung de la dinastía T’ang. En ese momento había
una gran sequía, y por eso le ordenaron a Shan-wu-wei que orase para que
lloviera. Logró hacer que cayeran abundantes precipitaciones, y fue así como
todos, desde el Emperador hasta los súbditos, sintieron un inmenso deleite. Pero,
poco después, comenzó a soplar un poderoso vendaval que hizo estragos en el
territorio, y el entusiasmo popular no tardó en desvanecerse.
Durante ese mismo reinado, el maestro del Tripitaka Chin-kang-chih viajó a la
China desde la India. Él también oró para que lloviera. En el término de siete días,
cayó un intenso aguacero, y la gente se alegró como había hecho antes. Pero
cuando se levantó un ventarrón de violencia inusitada, el soberano concluyó que
la escuela Palabra Verdadera era una doctrina temible y perniciosa, y estuvo a
punto de enviar a Chin-kang-chih de regreso a la India. Sin embargo, este último
presentó diversas excusas y logró quedarse.
A su vez, en el mismo reino, el maestro del Tripitaka Pu-k’ung oró para que
lloviera. En tres días, cayeron fuertes precipitaciones, y se repitieron las mismas
escenas de júbilo que antes. Pero, nuevamente, volvió a soplar un vendaval, esta
vez más formidable que en las dos ocasiones anteriores, y tardó varias semanas
en amainar.
¡Qué extraños fueron estos acontecimientos! No existe una sola persona en el
Japón, sabia o ignorante, que sepa de ellos. Si alguien tuviera interés en conocer
la verdad, debería interrogarme en detalle y averiguar sobre estas cuestiones
mientras aún estoy con vida.
Yendo ahora al caso del Japón, en el segundo mes del primer año de la era
Tencho (824) hubo una gran sequía. Al gran maestro Kobo se le solicitó que orara
en el jardín Shinse’en2 para que lloviera. Pero un sacerdote llamado Shubin dio un
paso adelante y pidió que se le permitiera presidir el ritual, porque él llevaba más
tiempo que Kobo en el sacerdocio y su rango era superior. Su petición fue
aceptada y, de tal forma, fue Shubin quien llevó a cabo las oraciones. El séptimo
día llovió copiosamente, pero sólo en la capital, y no en las zonas rurales que
rodeaban la ciudad.
Entonces, se le ordenó a Kobo que asumiera la responsabilidad de las oraciones,
pero pasaron otros siete días sin que cayera una gota, y luego una semana más, y
luego otra semana. Al final, el Emperador oró en persona para que lloviera, y la
lluvia se produjo. Pero los sacerdotes del templo To-ji, al cual pertenecía Kobo,
dijeron que era ―lluvia de nuestro maestro‖. Sólo hace falta consultar las crónicas
para saber los detalles.
Este fue uno de los fraudes más grandes que se perpetraron en nuestra tierra. Y,
además, está la cuestión de la epidemia que estalló en la primavera del noveno
año de la era Konin (818),3 y el asunto del mazo diamantino de tres puntas,4 que
también fueron timos de naturaleza muy peculiar. Son temas de los cuales es
preferible hablar en persona.
Durante el transcurso de la dinastía Ch’en, se produjo una gran sequía en la
China, pero el gran maestro T’ien-t’ai recitó el Sutra del loto y al instante comenzó
a llover. El gobernante y sus ministros inclinaron la cabeza, y la plebe unió las
palmas de las manos en señal de reverencia. Pero, además, no fue una lluvia
torrencial ni estuvo acompañada de vendavales; se trató de una llovizna suave. El
Rey de Ch’en se sentó extasiado ante el Gran Maestro y se olvidó de regresar a
su palacio. En ese momento, se inclinó tres veces [en reconocimiento al Gran
Maestro].
En la primavera del noveno año de la era Konin, en el Japón se produjo una
intensa sequía. El emperador Saga ordenó a Fuyutsugu5 que enviara a Matsuna,6
un funcionario de rango inferior [a buscar al gran maestro Dengyo y pedirle una
rogativa]. El gran maestro Dengyo oró para que hubiera precipitaciones, recitó el
Sutra del loto, el Sutra de la luz dorada y el Sutra de los reyes benevolentes; al
tercer día, el cielo se cubrió de nubes ligeras y empezó a caer una lluvia tenue. El
Emperador se sintió tan feliz que dio permiso para construir una plataforma de
ordenación del Mahayana,7 lo cual era una de las iniciativas más difíciles de lograr
en el Japón.
Gomyo, mentor del gran maestro Dengyo,8 fue un venerable descollante,
reconocido como el sacerdote más eminente de Nara, la capital meridional. Él y
cuarenta de sus discípulos se unieron para recitar el Sutra de los reyes
benevolentes con el fin de producir lluvias, y cinco días después, comenzó a
llover. Fue espléndido que las precipitaciones tuvieran lugar el quinto día, pero no
tanto como si hubiese llovido el tercer día [como sucedió con el gran maestro
Dengyo]. Es más, se trató de aguaceros muy violentos, lo cual hizo que la
actuación de Gomyo fuese inferior. A juzgar por estos ejemplos, es fácil
comprender cuánto más pobres fueron los esfuerzos de Kobo por hacer llover.
De tal manera, el Sutra del loto es superior, mientras que la escuela Palabra
Verdadera es inferior. Y sin embargo, la gente de esta época confía en esta última
exclusivamente como si estuviese buscando adrede la ruina del Japón.
Habiendo pensado en lo que sucedió con el Emperador Retirado de Oki,9 concluí
que si se utilizaban las prácticas de la escuela Palabra Verdadera para vencer los
mongoles y a los bárbaros de Ezo, el Japón con seguridad acabaría en la ruina.
Por lo tanto, decidí no pensar en mi seguridad personal y hablar con espíritu de
advertencia. Cuando lo hice, mis discípulos trataron de detenerme, pero en vista
del cariz que han tomado las cosas, pienso que hoy probablemente estén
satisfechos con mi proceder. ¡Fui capaz de percibir lo que ni un solo erudito de la
China y del Japón había logrado comprender en más de quinientos años!
Cuando Shan-wu-wei, Chin-kang-chih y Pu-k’ung oraron para que lloviera, se
produjeron precipitaciones, pero acompañadas de fuertes vendavales. Considere
el motivo que dio lugar a esta respuesta. Hay casos de personas que han hecho
llover mediante el empleo de enseñanzas no budistas e incluso del taoísmo,
doctrina muy poco digna de análisis. Con más razón, entonces, ¿cómo podría no
llover si se aplican del modo correcto las enseñanzas budistas, aunque sólo se
trate de doctrinas del Hinayana?
¡Y cuánto más lloverá entonces, si uno emplea un texto como el Sutra
Mahavairochana, que siendo inferior al Sutra de la guirnalda de flores y a los
Sutras de la sabiduría, ocupa un lugar más elevado que los Sutras agama [del
Hinayana]! Por este motivo, las lluvias se produjeron, pero el hecho de que
viniesen acompañadas de ráfagas violentas indica que las doctrinas aplicadas
estuvieron contaminadas con profundos errores. Y el hecho de que el gran
maestro Kobo fuese incapaz de propiciar lluvias habiendo orado durante veintiún
días, y que se atribuyese el éxito de las precipitaciones generadas por el
Emperador, indica que sus errores fueron mucho más profundos que los de Shanwu-wei y los demás.
Pero la falsedad más escandalosa de todas fue la que registró el mismísimo gran
maestro Kobo cuando escribió: ―En la primavera del noveno año de la era Konin,
cuando oraba para poner fin a la epidemia, el sol salió en mitad de la noche‖.10 ¡Es
la clase de mentiras que cabe esperar de alguien como él! Esta cuestión es uno
de los secretos más importantes que confío a mis seguidores. Deberán citar este
pasaje para arrinconar a sus adversarios contra la pared. Dejemos a un lado, por
el momento, la cuestión de la superioridad doctrinal; en conclusión, lo que quiero
recalcar aquí es que las cuestiones que he venido refiriendo hasta este punto son
de extrema importancia. No deben ser tratadas a la ligera, ni trasmitidas a otros. Si
las comparto con usted, es porque ha demostrado ser sobradamente sincero.
¿Y qué hay de las advertencias que estoy formulando? Como el pueblo las toma
con recelo y rehúsa darles crédito, ocurren desastres como los que están
sucediendo. Si los mongoles llegaran a atacarnos con gran fuerza, estoy seguro
de que las enseñanzas del Sutra del loto se propagarán a la ancho y a lo largo en
esta existencia. En ese momento, las personas que me han tratado con rigor
tendrán motivos para arrepentirse.
Las enseñanzas no budistas [de la India] datan de unos ocho siglos antes de la
época del Buda. Al principio, se centraban en las dos deidades11 y en los tres
ascetas, pero con el tiempo se ramificaron formando noventa y cinco escuelas.
Muchos de los líderes no budistas fueron hombres de sabiduría y personas
dotadas de poderes sobrenaturales, pero ninguno de ellos pudo liberarse de las
aflicciones del nacimiento y la muerte. Por añadidura, los adeptos que siguieron
sus enseñanzas, fielmente o no, terminaron cayendo en los tres malos caminos.
Cuando el Buda apareció en este mundo, estas noventa y cinco escuelas no
budistas conspiraron con los gobernantes, ministros y habitantes de los dieciséis
grandes estados de la India; algunos de ellos difamaron al Buda; otros lo atacaron
o diezmaron a sus discípulos y seguidores laicos en número incalculable. Pero el
Buda no flaqueó en su determinación, pues –según dijo— si dejaba de predicar la
Ley a causa de la intimidación ajena, todos los seres humanos caerían por igual
en el infierno. Como lo inspiraba un hondo amor compasivo, jamás pensó en
desistir.
Estas enseñanzas no budistas surgieron de una lectura errada de los diversos
sutras predicados por los budas anteriores al buda Shakyamuni.
La situación actual tiene mucho en común. Aunque en el Japón se enseñan
muchas doctrinas budistas diferentes, originariamente todas derivan de las ocho
escuelas, las nueve escuelas o las diez escuelas.12 De las diez escuelas, por el
momento no me referiré a Guirnalda de Flores y a otras. Como Kobo, Jikaku y
Chisho no supieron discernir los méritos relativos de las escuelas Palabra
Verdadera y Tendai, el pueblo japonés en esta existencia ha sido atacado por un
país extranjero y, en su existencia próxima, caerá en los malos caminos. Y el
derrumbe de la China, así como el hecho de que su pueblo estuviera destinado a
caer en los malos caminos, también deriva de los errores de Shan-wu-wei, Chinkang-chih y Pu-k’ung.
Por otro lado, desde la época de Jikaku y de Chisho, los sacerdotes de la escuela
Tendai se han sentido intimidados por la falsa sabiduría de estos hombres y por
eso su escuela acabó convirtiéndose en algo muy distinto de lo que fue en su
momento.
―¿Será cierto todo esto? –tal vez se pregunten algunos de mis discípulo—.
¿Realmente la comprensión de Nichiren será superior a la de Jikaku y Chisho?‖.
Pero yo sólo me baso en lo que el Buda ha predicho en los sutras.
El Sutra del nirvana afirma que, en el Último Día de la Ley, las personas que
denigren la enseñanza del Buda y caigan en el infierno del sufrimiento incesante a
causa de ese proceder serán más numerosas que las partículas de polvo que
forman la tierra, mientras que aquellos que practiquen la enseñanza correcta
serán tan pocos como los granos de tierra que caben en una uña. Y el Sutra del
loto dice que, aunque haya alguien capaza de levantar el monte Sumeru y
arrojarlo a lo lejos, será más difícil aun encontrar a alguien capaz de predicar el
Sutra del loto tal como este enseña, en el Último Día de la Ley del buda
Shakyamuni.
El Sutra de la gran compilación, el Sutra de la luz dorada, el Sutra de los reyes
benevolentes, el Sutra de la protección, el Sutra del parinirvana y el Sutra de los
reyes soberanos dicen que, cuando comience el Último Día de la Ley y aparezca
alguien capaz de practicar la enseñanza correcta, los que sostengan falsas
enseñanzas se dirigirán al gobernante y a sus ministros. Estos creerán en sus
palabras, hablarán mal de esa sola persona que practica la enseñanza correcta o
la atacarán, la enviarán al exilio o hasta ordenarán que la maten. En ese
momento, el rey Brahma, Shakra, las innumerables deidades y funciones
terrenales y celestiales se valdrán de los sabios gobernantes de las naciones
vecinas y harán que estos conquisten la tierra donde se produzcan tales
acontecimientos. ¿Acaso la situación actual no se ajusta a la descripción de todos
esos sutras?
Me pregunto qué buenas causas habrán creado ustedes en existencias pasadas
para venir a visitar a Nichiren. Pero por mucho que averigüen escrutando su
pasado, estoy seguro de que, esta vez, podrán liberarse de los sufrimientos del
nacimiento y la muerte. Chudapanthaka fue incapaz de memorizar una enseñanza
de catorce ideogramas en tres años y, sin embargo, logró la Budeidad. Por otro
lado, Devadatta, habiendo aprendido de memoria sesenta mil enseñanzas, cayó
en el infierno del sufrimiento incesante. Estos ejemplos representan exactamente
la situación que vive el mundo en esta última época. Jamás suponga que se
refieren a otras personas y que no guardan relación con usted.
Hay muchas otras cosas que quisiera decir, pero me detendré en este punto. No
sé cómo agradecerle lo que ha hecho en esta época convulsionada; por eso, en
esta la presente carta he esbozado para usted algunos puntos fundamentales de
nuestra doctrina.
Gracias por los garbanzos y los frijoles verdes de soja.
Nichiren
En el vigésimo segundo día del sexto mes.
Respuesta a Nishiyama
Antecedentes
Esta carta fue escrita en Minobu, el primer año de Kenji (1275), y enviada al
sacerdote laico Nishiyama, que vivía en la aldea homónima del distrito Fuji,
provincia de Suruga. Al parecer, Nishiyama era administrador de dicha localidad y,
además, un sincero creyente que visitaba a menudo al Daishonin en Minobu y le
hacía llegar obsequios y provisiones.
Al comienzo de la carta, Nichiren Daishonin explica la importancia de los ―buenos
amigos‖ que nos ayudan y alientan en nuestra práctica budista. Dice que los
buenos amigos son escasos, y que las ―malas compañías‖ –que obstruyen nuestra
búsqueda de la iluminación— son incontables; luego, señala las distorsiones de la
escuela Palabra Verdadera, cuyas enseñanzas Nishiyama había practicado antes.
Después, declara que, aunque son importantes las pruebas documentales y
doctrinales para juzgar la validez de una enseñanza budista, mucho más útil es la
prueba de los hechos reales; es decir, la capacidad de una religión de afectar
positivamente la vida de los hombres.
Los ―tres maestros del Tripitaka‖ a los cuales alude el título de esta carta son
Shan-wu-wei, Chin-kang-chih y Pu-k’ung, tres monjes indios que introdujeron en la
China las enseñanzas esotéricas del siglo VIII. Tiempo después, estas doctrinas
se conocerían en el Japón como la escuela Palabra Verdadera. El Daishonin narra
casos en los cuales cada uno de estos tres maestros, a petición del trono, oró para
que lloviera sin conseguir más resultado que vendavales destructivos. Después,
cita ejemplos de que las oraciones basadas en el Sutra del loto, como las de T’ient’ai en la China y Dengyo en el Japón, produjeron lluvias benéficas y agradables.
En la antigua China y en el Japón no era extraño que se celebraran, con el
patrocinio del gobierno, rogativas para producir lluvias. En ambos países, la
cosecha de arroz dependía de las precipitaciones abundantes, y una temporada
de sequía podía significar una extensa hambruna.
Después de mencionar rituales de la escuela Palabra Verdadera que produjeron
desastres tanto en la China como en el Japón, el Daishonin critica los errores y
engaños de Kobo, fundador de esa escuela en su país, y advierte sobre los
peligros de confiar en las oraciones de dicha escuela para establecer la seguridad
de la nación. En ese momento, el Japón enfrentaba un ataque inminente de las
fuerzas mongolas. Después de un intento de invasión fallido a causa de
condiciones climáticas desfavorables, el Emperador mongol volvió a despachar
emisarios para exigir la lealtad del Japón. La angustia se fue apoderando del
pueblo, mientras el país se preparaba para una lucha armada en la cual llevaba
todas las de perder.
El Daishonin, en su tratado de advertencia Sobre el establecimiento de la
enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, ya había pronosticado una
invasión extranjera. Basado en citas de varios sutras, declara que el país se veía
ante semejante amenaza por el apego de la población a formas equivocadas de
budismo y por sus acciones y rechazo contra el Sutra del loto.
1
De acuerdo con el Sutra del nirvana, Shariputra trató de instruir a un herrero enseñándole a
meditar sobre la impureza del cuerpo, y quiso hacerlo lo mismo con un lavandero, induciéndolo a
meditar contando las respiraciones. A raíz de este enfoque, ninguno de los dos logró entender las
enseñanzas del Buda; por el contrario, ambos adquirieron puntos de vista equivocados. Luego, el
buda Shakyamuni invirtió el planteamiento y enseñó al herrero a contar las respiraciones, y al
lavandero a meditar sobre la impureza del cuerpo; de esta manera [afín con sus oficios] los dos
pudieron acceder rápidamente al estado de arhat.
2
Jardín que mandó construir el emperador Kammu en tierras del Palacio Imperial de Kioto. Allí
había un gran estanque donde se realizaban rogativas para que lloviera. De acuerdo con
Biografías de sacerdotes eminentes de la era Genko, en ese estanque vivía un dragón que, al
asomar y dejarse ver, causaba precipitaciones.
3
Referencia a la aseveración que hace Kobo en La llave secreta del “Sutra del corazón”, que el
Daishonin cita después, según la cual mientras él oraba para poner fin a una epidemia salió el sol
en horas de la noche. Véase, también, la página 758.
4
Ritual utilizado en el budismo esotérico, que simboliza la determinación adamantina de lograr la
iluminación, capaza de destruir cualquier ilusión. En Biografía del gran maestro Kobo se lee: ―El
día en que se embarcó desde la China […] miró en dirección al Japón y arrojó el mazo a los
vientos. Y este remontó vuelo y desapareció entre las nubes‖. Y, también: ―Viajó hasta el pie del
monte Koya y determinó establecer allí su lugar de meditación […] y luego se descubrió que el
mazo de diamantes de tres puntas que había arrojado desde el mar se encontraba allí en la
montaña‖.
5
Fuyutsugu es Fujiwara no Fuyutsugu (775-826), funcionario de la corte del período Heian anterior
(794-1185), quien tiempo después llegó a ser ministro de la Izquierda.
6
Matsuna es Wake no Matsuna (783-846), hijo de Wake no Kiyomaro. En calidad de aristócrata,
junto a su hermano Hiroyo patrocinó una disertación del gran maestro Dengyo en el templo
Takao-dera de Kioto. En dicha conferencia, estuvieron presentes catorce representantes de las
seis escuelas de Nara.
7
En el Japón, a los sacerdotes se los ordenaba exclusivamente bajos los preceptos del Hinayana.
En reiteradas ocasiones, Dengyo había solicitado permiso imperial para establecer un centro de
ordenación del Mahayana en el monte Hiei, pese a las encendidas objeciones de las escuelas de
Nara. Por fin, el emperador Saga consintió al ver el esfuerzo constante de Dengyo en pos de su
meta, junto con el notable éxito de sus oraciones por la lluvia y las peticiones de Fujiwara no
Fuyutsugu y otros.
8
No se conocen fuentes que corroboren que Gomyo (750-834), sacerdote de la escuela
Características del Dharma, haya sido mentor de Dengyo.
9
Referencia a Gotoba, octogésimo segundo emperador. En 1221, ya retirado, intentó derrocar al
gobierno de Kamakura e hizo orar a un gran número de sacerdotes de la escuela esotérica
Palabra Verdadera para lograr la victoria sobre las fuerzas imperiales. Sin embargo, el líder del
sogunato de Kamakura se impuso en la lucha.
10
La llave secreta del ―Sutra del corazón‖.
11
Shiva y Vishnu.
12
Las ―ocho escuelas‖ son Tesoro del Análisis del Dharma, Establecimiento de la Verdad,
Preceptos, Características del Dharma, Tres Tratados, Guirnalda de Flores, Tendai y Palabra
Verdadera. Las ―nueve escuelas‖ son estas ocho, más la escuela Zen. Las ―diez escuelas‖ son
estas nueve, más la escuela Tierra Pura.
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