EL FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA MONETARIO

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EL FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA MONETARIO
INTERNACIONAL. PROPUESTAS DE REFORMA POR
EL G-10 Y EL G-24*
Ariel Buira
I. INTRODUCCIóN
Este trabajo intenta resumir las principales propuestas y recomendaciones de reforma monetaria contenidas en los informes recientes del Grupo de los 10 y el
Grupo de los 24. Analiza los acuerdos y las principales diferencias entre ellos y
procura evaluar las propuestas en términos de su contribución potencial al crecimiento y la estabilidad en la economía mundial.
Las estrechas interrelaciones entre las diversas cuestiones referentes al funcionamiento del sistema monetario internacional se reconocen en los informes tanto
del G-10 como del G-24. Sin embargo parece posible discutir las distintas propuestas y recomendaciones relativas a los títulos de los capítulos en los informes.
El plan del trabajo es el que sigue: después de una breve exposición de los antecedentes se dedicará una sección a cada uno de los capítulos contenidos en los
dos informes: el funcionamiento del sistema de tipo de cambio, la vigilancia, el
manejo de la liquidez internacional, el papel del FMI y finalmente el problema de
la deuda y la transferencia de recursos, así como los últimos temas presentados por
el G-24 pero no considerados en el Informe del G-10.
II. ANTECEDENTES
El desempeño más bien insatisfactorio de la economía mundial durante la última
década y las dificultades económicas ampliamente extendidas referentes a la operación de los convenios monetarios existentes, así como a las preocupaciones sobre
la perspectiva en el mediano plazo para los países en desarrollo, han conducido a
repetidas solicitudes de reforma monetaria. La mayoría, aunque de ningún modo
todas ellas, ha venido de los países en desarrollo. Éstas incluyen: i) el "Esbozo de
un programa de acción sobre Reforma Monetaria Internacional", del G-24, el cual
fue adoptado por el G-77 en septiembre de 1979, y su subsecuente actualización:
"El Programa de Acción Revisado", que los ministros del G-24 adoptaron en septiembre de 1984; ii) "Hacia un nuevo Rretton Woods", informe de un grupo de
estudio de la Mancomunidad^ presentado en julio de 1933 a los ministros de finanzas de la misma, y iiij "Directivas para la Reforma", informe sobre el futuro del
sistema monetario y financiero internacional de un grupo de expertos constituido
por el presidente del Movimiento No Alineado (MNA) sometido a la consideración
de los gobiernos del MNA y el G-77 en septiembre de 1984.
Recientemente los representantes del G-10, en respuesta al Comunicado de su?
* Las opiniones expresadas en esta nota son estrictamente personales. [Traducción del inglés
lie Mercedes Paredes Z.]
^ Por supuesto, la Mancomunidad incluía varias naciones industrializadas tales como el Ginadá, el Reino Unido y otras.
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EL TRIMESTRE ECONÓMICO
Ministros y Gobernadores del 24 de septiembre de 1983, prepararon un informe
tratando de identificar los campos en los que podrían buscarse mejoras en el funcionamiento del sistema monetario internacional. De hecho el Informe G-10 se origina en !a Cumbre de Willamsburg de 1983. El comunicado de la Cumbre declaró;
■'Hemos invitado a ios ministros de finanzas, en consulta con el director en funciones del Fondo Monetario Internacional, a definir las condiciones para mejorar
el sistema monetario internacional y a considerar la función que podría en su
oportunidad desempeñar la Conferencia Monetaria Internacional de Alto Nivel en
este proceso."
El Informe de los representantes del G-10, que finalizó en mayo de 1985, fue
adoptado por los ministros en su Reunión de Tokio el 21 de junio de 1985 y
sometido a la consideración del Comité Interino del FMi. Representantes de los
países en desarrollo estimaron que este Informe no consideraba de manera adecuada cierto número de problemas del sistema de particular interés para ellos; el
presidente del G-2'1 solicitó que un grupo de expertos sometiera su propio informe
sobre "El funcionamiento y la mejora del sistema monetario internacional" a los
representantes del Grupo Intcrgubernamental de los 24. Una vez aprobado por
el Grupo de los 24 este informe fue sometido también al Comité Interino con la
petición de que, junto con el Informe G-10, se considerara en su reunión de octubre de 1985. Después de un intercambio preliminar de opiniones sobre ambos
informes los miembros del Comité acordaron que la junta ejecutiva del Fondo estudiara los temas planteados con el propósito de facilitar su plena consideración en
su reunión siguiente. La discusión de estos puntos estará a cargo del Comité Interino en abril de 1986 y lo míis probable es que se trasmita a la siguiente reunión
anual del FMI en octubre del mismo año.
Los representantes del G-10 expresan en su informe cierta complacencia con
los trabajos del sistema actual y concluyen que no requiere cambios fundamentales. Sin embargo deberían buscarse ciertas mejoras dentro de su marco, en particular con respecto al sistema de tipos de cambio. Con todo, los representantes
del G-10 parecen haber hallado menos concordancia entre ellos mismos que los
representantes del G-24. Por otra parte, el Informe G-2 1 es directo en su expresión
de insatisfacción, al considerar que el continuo mal funcionamiento del sistema demanda su reforma. En opinión de los representantes la evaluación del estado de
la economía mundial por los países en desarrollo difiere de la de los países industriales, con diferentes implicaciones políticas, por lo que debería crearse un mecanismo institucional adecuado para un examen a fondo de los dos informes. Sugieren que se constituya para este propósito un comité representativo de Ministros
tanto de los países en desarrollo como de los industriales, que debería conducir el
asunto sobre la base del consenso. Consideran que una reforma efectiva del sistema
monetario y financiero internacional requiere la convocatoria a una conferencia
internacional. La administración de los Estados Unidos admitió recientemente la
posiliilidad de una conferencia monetaria internacional, aunque es probable que
con ima agenda y una participación más limitadas que lo previsto por los países
en desarrollo.
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III. EL FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA DE TIPOS DE CAMBIO
Después de realizar un examen cuidadoso del funcionamiento del sistema de tipos
de cambio flotante, ambos informes concluyen que en las presentes circunstancias
un retorno a las rigideces del sistema de la paridad sería inapropiado. Aunque
ambos expresan preocupación por la excesiva variabilidad que muestran los tipos
de cambio en años recientes, el Informe GIO destaca las fuerzas del sistema prevaleciente y en particular las contribuciones de la flexibilidad del tipo de cambio
al ajuste de pagos externos y al mantenimiento de un sistema abierto de comercio
y pagos. Continúa y argumenta que es dudoso que un sistema menos flexible huliiera sobrevivido a las tensiones de la década pasada.
Sin embargo los representantes del G-10 reconocen también que el funcionamiento del presente sistema ba mostrado debilidades. En particular, el sistema no
ha promovido de manera adecuada políticas firmes y congruentes. En consecuencia
políticas inadecuadas y acciones económicas divergentes ban contribuido a un alto
grado de volatilidad del tipo de cambio en el corto plazo y a grandes movimientos
o desórdenes de los tipos de cambio reales en el mediano plazo. La volatilidad,
empero, no es en su opinión de mayor significación en el abatimiento de la expansión del comercio o la inversión internacionales, ya que los mercados extranjeros
de cambio han desarrollado a bajo costo técnicas restrictivas para reducir el riesgo
asociado con ella.
Los representantes del C-10 reconocen que la variabilidad del tipo de cambio
puede haber estimulado movimientos de capital y que la determinación del tipo de
cambio ha sido influida cada vez más por las condiciones en los mercados de
capital. Ellos creen que la adopción de políticas sanas, confiables y estables en todos los países, en particular en los principales, puede contribuir fundamentalmente
a la estabilidad del tipo de cambio. En vista del reciente alto grado de interdependencia económica, las políticas macroeconómicas compatibles entre sí promoverían una mayor convergencia de la acción económica y por tanto la estabilidad
del tipo de cambio. Los representantes concuerdan que al establecerse las políticas
nacionales las implicaciones internacionales de ellas deberían recibir una apropiada
prioridad.
Para este propósito algunos representantes del G-10 propusieron la introducción de zonas objetivo para algunas monedas importantes, al considerar que la
convergencia de la función económica, aunque necesaria, podría no ser suficiente
para lograr una estabilidad duradera del tipo de cambio. Ellos creen, además, que
el compromiso de zonas objetivo promovería una mayor congruencia de la política
internacional y contribuiría a la estabilización de las expectativas del mercado.
La mayor parte de los representantes del G-10, sin embargo, estimaron que sería
extremadamente difícil llegar a un consenso en la esfera de los tipos de cambio
deseable?, que las zonas objetivo tendrían que ser muy amplias para influir en las
expectativas v que aun si se lograra acuerdo sobre un patrón aceptable de tipos de
cambio resultaría difícil todavía asignar el peso del ajuste de política entre los
países implicados. En consecuencia el informe del G-10 explícitamente rechaza la
adopción de zonas objetivo como "indeseable y en todo caso impracticable en las
circunstancias actuales".
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EL TRIMESTRE ECONÓMICO
Es claro por lo anterior que el G-10 en lo general no se siente muy infeliz con
el presente sistema de tipos de cambio, y que su mayor defecto es el fracaso para
promover políticas sanas y congruentes. No se demandan cambios fundamentales
en el presente sistema de tipos de cambio; sin embargo deberían buscarse, dentro
del marco actual, ciertas mejoras encaminadas a la obtención de una mayor convergencia de la acción económica entre los países.
El Informe del G-24, por otra parte, impugna los presentes arreglos de tipos
de cambio. En su opinión "la experiencia con el presente sistema de tipos de cambio no ha sido satisfactoria. Los tipos de cambio de las principales mionedas se
caracterizaron por un alto grado de volatilidad en el corto plazo así como por un
persistente desorden, los que provocan incertidumbre respecto a los tipos futuros
de cambios, desaniman la inversión y el comercio, y resultan en ima mala distribu
ción de los recursos".
La volatilidad y el desorden ban perjudicado sobre todo a los países en desarrollo puesto que en ausencia de mercados financieros bien desarrollados, particularmente de arreglos de cobertura posterior, los exportadores e importadores
en estos países están expuestos a altos riesgos de cambio.
De hecho la efectividad de los ajustes de tipos de cambio difiere entre los paí
ses según su tamaño, el grado de apertura, su grado de indización, la movilidad
de recursos y otras características estructurales. Con frecuencia estos factores hacen más costosos y menos efectivos los ajustes de tipos de cambio en los países en
desarrollo que en las economías industriales.
A causa de estas consideraciones el G-21 atribuye mayor importancia a la estabilidad del tipo de cambio. A este respecto ellos apoyan la adopción de zonas
objetivo para los tipos de cambio de las principales monedas como medio de ayuda para lograr un grado más alto de coordinación política entre los países industriales más importantes. En su opinión el compromiso con las zonas objetivo promovería una mayor congruencia en la política internacional.
Además de consultas regulares multilaterales, un mecanismo o procedimiento
que provoque consultas entre los países interesados y el Fondo es necesario cada
vez que los indicadores disponibles sugieran que se efectúen movimientos de corto
plazo de una o más de las principales monedas, o que una moneda principal está
ya, o está en proceso de quedar, gravemente desajustada.
Ya que en la opinión de ambos informes el funcionamiento del sistema de tipos
de cambio podría mejorarse y el factor individual más importante para lograr la
mejora proyectada sería un mayor compromiso de sanas políticas nacionales y de
una mejor coordinación de las políticas económicas entre los principales paíseindustriales, la pregunta clave al parecer sería: ¿cuáles son el marco o el meca
nismo más apropiados para obtener este fin?
Un marco para la coordinación política existe ya en el artículo iv de! FMI df
acuerdo con el cual los miembros se comprometen a colaborar con el Fondo y otros
miembros para asegurar un arreglo ordenado del cambio y a promover un sistema
estable de los tipos de cambio.
Sin embargo, la experiencia con el sistema actual de tipo flotante ha mostradn
que la gran libertad o la discreción que éste permite a los principales países in
dustriales en el seguimiento de políticas y objetivos nacionales, los lleva a descui-
NOTAS Y COMENTARIOS
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dar la consideración de su efecto económico internacional y a hacer esfuerzos inadecuados de coordinación con otros países pertinentes. Un sistema por el cual los
países fueron obligados a formular politices macroeconómicas y de tipos de cambio reuniéndose regularmente dentro de un sistema más estructurado y tomando en
cuenta el efecto de sus acciones en otros países, podría producir una mayor disciplina en la política interna y aumentar la estabilidad del mercado de cambios,
reduciendo de esta manera las oscilaciones en los tipos reales observadas durante
la última década.
De este modo el presente sistema se mejoraría claramente con la introducción
de mayor automatismo en la revisión de las políticas económicas y de tipo de cambio de los países principales, conforme a lo estipulado en los arreglos de zonas objetivo. No hay duda de que cualquier opción para mejorar el funcionamiento del
sistema dependerá de la buena voluntad de los países principales para someterse
ellos mismos a su disciplina y para cooperar con la comunidad internacional en la
obtención de un ambiente más estable. Parecería que el sistema que provee revisiones periódicas de las desviaciones del curso de políticas sanas y sostenibles favorecería el mejoramiento necesario de la disciplina a la vez que el mayor grado
de firmeza en las políticas de los principales países. Así favorecería el logro de
niveles más altos de empleo, estabilidad de precios y expansión del comercio internacional.
La reunión del 22 de septiembre de 1985 del G-5, núcleo del G-10, en que se
sustentó una opinión sobre el nivel apropiado de tipos de cambio y se inició una
política de intervención coordinada para alinearlos a los principios, es un reconocimiento implícito del mérito de tal enfoque. Sin embargo esta acción no se tomó
sino hasta después de muchos años de grandes desórdenes de los tipos de cambio,
de tasas de interés real históricamente altas y de crecientes tendencias proteccionistas, todo lo cual tuvo severos efectos negativos en la economía mundial, en particular sobre los miembros más débiles, los países en desarrollo.
La experiencia del presente sistema de cambio flotante muestra que el ajuste
externo ha sido muy descuidado por los países que tienen mayor influencia en la
economía internacional y ha resultado en la paradójica situación de permitir a los
Estados Unidos financiar gran parte de su déficit fiscal con los ahorros del resto
del mundo, aumentando así el costo del ajuste externo de los países en desarrollo
y dificultando la expansión equilibrada de la economía mundial. La experiencia
de años recientes muestra la necesidad de reglas del juego mucho más claras y
bien definidas para los tipos de cambio y las políticas macroeconómicas de los
principales países industriales, a fin de promover las condiciones de orden necesarias para la estabilidad financiera y el crecimiento económico sostenido.
Una "zona objetivo" o un "indicador objetivo" no sólo favorecería una mayor
rapidez de ajuste como resultado de análisis regulares de las desviaciones respecto
a resultados macroeconómicos deseados al producir un mayor grado de presión internacional sobre países de monedas clave sino que también reduciría la asimetría
en el proceso de ajuste que ha plagado el presente sistema de tipos de cambio.
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EL TRIMESTRE ECONÓMICO
IV. VlGlLAN'CIA
Ambos informes convienen en que la función de vigilancia del FMI es decisiva para
un sistema internacional monetario y financiero ordenado. Hay también consenso
sobre la opinión de que la viirilancia debería ser simétrica y nivelada. Esto no
significa uniformidad de prescripción política; más bien la vigilancia debe tomar
en cuenta no sólo las diferentes situaciones de países individuales sino también sus
características estructurales y su efecto relativo en la economía mundial.
Hay también consenso en cjue hasta la fecha la vigilancia ha sido menos efectiva de lo deseable en inducir cambios de política y en promover rumbos de política compatibles con las metas de ajuste internacional y la estabilidad de los tipos
de cambio.
El Informe del G-10 adopta la opinión de que no se requieren grandes cambios
en el presente escenario internacional para ejercer vigilancia sobre las políticas
nacionales. Empero ellos piensan que el fortalecimiento de la vigilancia requiere
muchos cambios en los procedimientos y las prcáclicas actuales. En cuanto a la
vigilancia bilateral (artículo IV, Consultas) ésta incluye: i) hacer mayor hincapié
en el análisis de los desarrollos de la cuenta de capital; ii) mejoras en el alcance,
la calidad y la oportunidad de los datos suministrados al FMI y desarrollo de mejores fundamentos analíticos para las recomendaciones de políticas; iii) el FMi
debería proporcionar una más franca evaluación de las políticas nacionales y de
su efecto interno o internacional para los países cuyas políticas y desempeño son
del mayor interés para la economía mimdial; debería preverse un intercambio confidencial de opiniones entre el Presidente y el ministro de Finanzas al final de la
consulta; iv) la "publicidad interna" debería incrementarse llevando los informes
y los sumarios del FMI a la atención de los elaboradores clave de las políticas;
debería considerarse la posibilidad de una mayor publicidad para el resultado de
de las consultas; vj debería desarrollarse una vigilancia "ampliada" con el propósito de facilitar el financiamiento de fuentes distintas del FMI en los ca.sos de
restructuración de la deuda, y vi) debería hacerse una mayor utilización de los
procedimientos de vigilancia complementarios.
En cuanto a la vigilancia multilateral ésta deberla concentrarse en las repercusiones externas de las políticas nacionales; el enfoque debería ser de naturaleza
"discrecional" aunque desarrollos económicos monitores clave pueden avudar a
evaluar la compatibilidad de las políticas nacionales con los objetivos del ajuste
internaciotial. La "perspectiva económica mundial" del FMI debería contener un
capítulo separado sobre las repercusiones internacionales de las políticas nacionales
de los países del G-10. Sus conclusiones se revisarían sólo por los ministros y los
gobernadores del mismo.
El Informe del G-2 1 declara desde el comienzo que la viTÜancia del Fondo hasta ahora ha sido inefectiva en los ])rincipale= países industriales, resultando en una
asimetría en el proceso de ajuste internacional, cuya carga ha caído desproporcionadamente sobre los países en desarrollo.
Más bien que dar sugerencias detalladas para mejorar los procedimientos existentes, el Informe del G-21 propone otra revisión enfocada a lograr un procedimiento más efectivo para la vigilancia v el manejo del tipo de cambio. Para ellos
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las vigilancias multilateral y bilateral (Jeberían considerarse como dos etapas separadas del proceso de vigilancia. La primera etapa comprendería las negociaciones nmltilaterales sobre un conjunto de objetivos y políticas compatibles mutuamente para los principales países industriales. Las negociaciones deberían conducirse sobre una base regular dentro del marco del FMI y según los aiitccodentes
de los ejercicios de la "perspectiva económica mundial".
La segunda etapa comprendería una comparación de los resultados actuales
con los objetivos de política, originando análisis de las medidas apropiadas por
adoptar cuando ambos se desviaran. Las Consultas del artículo IV con los principales países industriales deberían conducir a una valoración extensa de sus políticas en este marco multilateral de ajuste internacional. Sugieren que se establezca un conjunto de "indicadores objetivo" o metas de política para los principales
países industriales de modo paralelo a los procedimientos que actualmente sigue
el Fondo con los países que ingresan a un programa apoyado por él. Estos indicadores u objetivos proveerían las bases para evaluar el desempeño de los países de
monedas clave.
Las recomendaciones de política para los países en desarrollo deberían hacerse
con vistas a promover un ajuste compatible con el desarrollo económico, destacando
sus necesidades financieras y dando el peso debido a sus características estructurales. El G-24 no favorece ni el desarrollo de procedimientos de vigilancia ampliada ni una mayor publicidad de la relación entre los países miembros en el FMI.
Como en el caso del sistema de tipos de cambio, las propuestas del G-24 son
de mucho mayor alcance y mucho más innovadoras que las del G-10. Muestran
una preferencia por más fuertes reglas del juego y proponen metas más precisas
para los países industriales como manera de corregir las asimetrías en el proceso
de ajuste.
La volatilidad y el desorden que se observan en el tipo de cambio sólo pueden
atajarse dando mayor atención a políticas macroeconómicas congruentes y la elaboración de estas políticas aisladamente no asegura su coherencia. La experiencia
muestra que las elecciones divergentes de combinaciones de políticas fiscal y monetaria por los principales países conducen inevitablemente a consecuencias no deseadas en términos de flujos de capital, niveles de tasas de interés, cambios en el
equilibrio entre ahorro e inversión, y proteccionismo.
El punto de vista adoptado por el G-21 es totalmente compatible con las obligaciones de los países miembros según el artículo iv respecto al objetivo de fomentar condiciones económicas y financieras estables. Reconoce que la incrementada
interdependencia en la economía mundial requiere un mayor grado de coordinación de política y hace avanzar la vigilancia de los países industriales un paso más
adelante que hasta ahora con objeto de facilitar el intercambio de bienes, servicios
y capital entre los países y de sostener un crecimiento económico sano.
El enfoque de zonas de meta a la vigilancia del tipo de c.^mbio puede verse
como un medio de aseeurar una mavnr compatibilidad entre 'ns políticas df los
principales países y una mayor consideración de las repercusiones internacionales
de las políticas internas. Una vez adoptadas las zonas de meta los países tendrían
que tomar medidas ppra asegurar que las políticas económicas permanezcan cnmpatib'es con su compromiso.
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EL TRIMESTRE ECONÓMICO
Es claro que un paso en la dirección de estas propuestas favorecería un mayor
grado de coordinación y compatibilidad de política con los beneficios resultantes
para la estabilidad y el crecimiento de la economía mundial. Las principales cuestiones relativas a este enfoque, sin embargo, son las dificultades políticas obvias de
asegurar los compromisos con las zonas de meta para los tipos de cambio y otros
instrumentos de política por parte de los principales países industriales, los que
fMjdrían sentir que afectan la conducción de sus políticas nacionales.
V. Lx ADMINISTRACIÓN DE I.A LIQUIDEZ INTERNACIONAL
Hay un amplio acuerdo entre los Informes del G-10 y el G-24 acerca de que el
sistema de tipos de cambio flotantes no ha conducido a ninguna declinación en la
demanda global de reservas internacionales. Las principales fuentes de demanda
se identifican como precautorias respecto a los choques externos, para mantener la
confianza interna en la moneda y el crédito internacional, y para el propósito de
la intervención del mercado. Del lado de la oferta ambos informes reconocen que la
adecuación de la liquidez internacional debe juzgarse no solamente por el nivel de
tenencia de reservas por parte de las autoridades monetarias, sino también por el
acceso de éstas al crédito proveniente de los mercados financieros internacionales
y de fuentes oficiales.
Según ambos Informes la operación del sistema no ha sido satisfactoria. Sin
embargo el Informe del G-10 adopta el punto de vista de que pueden asegurarse
mejoras en la provisión de liquidez internacional sin cambios fundamentales en el
sistema. Algunos representantes del G-10 reconocen que los arreglos actuales no
siempre han sido conducentes a un ajuste gradual hacia el crecimiento no inflacionario. Observan que los marcados cambios en los términos y las condiciones en
que la liquidez internacional se torna asequible, y las abruptas respuestas a los
cambios en la reputación de solvencia, así como el muy limitado acceso de ciertos
grupos de países al mercado de préstamos, constituyen dificultades que no pueden
ignorarse. Otros delegados adoptan un enfoque más optimista: que la disponibilidad de crédito responde a la adecuación de las políticas que los países siguen, y
que esto es deseable dado que la estabilidad del sistema depende de que todos los
paí.ses sigan políticas firmes.
Los representantes del G-10 proponen tres conjuntos de medidas para mejorar
la operación de los mercados financieros internacionales en cuanto a la provisión
de liquidez internacional: i) mejorar la recopilación y el análisis de todos los datos
concernientes a la evaluación en el mercado de la reputación de solvencia de los
países; ii) suprimir las regulaciones de los mercados de capital y liberar los movimientos de capital, y iii) reforzar la supervisión de los bancos que operan en los
mercados internacionales. En este enfoque el acceso a los mercados internacionales
de capital se determina por la reputación de solvencia, la que a su vez es resultado de la adopción de apropiadas políticas internas. Sin embarco se requiere financiamiento concesional para los países cuyo acceso a los mercados financieros
internacionales no es importante, hasta cuando la adopción de políticas sanas les
permita su acceso.
El G-21 no compartía esta favorable visión de los presentes arreglos orientados
NOTAS Y COMENTARIOS
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al mercado. Señala que las mejoras en los mercados internacionales de capital, tales
como la supresión de las regulaciones, no necesariamente resultan en una disponibilidad de crédito aumentada para numerosos países. La experiencia reciente muestra que las mejoras en la balanza de pagos de muchos de estos países como resultado de vigorosos esfuerzos de ajuste no ha revertido la declinación en los préstamos
de la banca comercial a ellos. En verdad la reciente contracción en el crédito de
la banca comercial muestra su poca confiabiiidad como fuente de liquidez. En
consecuencia la oferta de liquidez internacional ha sido desigual, haciendo que
muchos países en desarrollo afronten severos problemas de reversión de flujos de
recursos reales. Además, la mejora en la reputación de solvencia que se dice que
depende del fortalecimiento de su posición externa es influida en un grado considerable por el comercio exterior, el tipo de cambio, la tasa de interés y otras
políticas de los principales países industriales. En años recientes las políticas de
éstos no han sido compatibles con las necesidades de la economía internacional.
Además, señala el G-24, la liquidez condicional proveniente del Fondo ha venido declinando como proporción de las importaciones y ha sido acompañada por
una condicionalidad creciente. La ayuda oficial a los países de bajo ingreso también ha disminuido en términos reales. Más importantes que el tamaño de la tenencia de reserva agregada del mundo son la distribución y la disponibilidad de
liquidez en relación con las necesidades y las condiciones de oferta de los activos
de reserva. Por lo tanto, aparte de una más estricta vigilancia de los tipos de cambio y de otras políticas económicas de los principales países industriales, el Fondo
debería tener una mayor influencia en el manejo de la liquidez internacional y en
su distribución —por medio de la creación de derechos especiales de giro (DEG)
de acuerdo con las necesidades globales de liquidez. El alcance de la política internacional de liquidez se ha limitado por la falta de voluntad de los principales países
para tomar en cuenta el efecto internacional de sus políticas y para responder a
los llamados urgentes en los foros internacionales representativos.
Es claro que la mayor parte de los países no tiene acceso al financiamiento de
los mercados financieros. El informe del G-10 argumentaría que esto se debe a sus
políticas inadecuadas. Esta parece ser una visión demasiado simplista. ¿Se debe
el acceso de los Estados Unidos al financiamiento internacional a su seguimiento
de sanas políticas fiscal y de tipo de cambio en los últimos cinco años? ¿Los disminuidos precios de los bienes primarios y el agudo deterioro en los términos de
intercambio de sus productores no son importantes para los resultados de balanza de pagos? ¿Son también históricamente irrelevantes las altas tasas de interés,
las tendencias proteccionistas, crecientes y ajenos los adversos términos de intercambio que afectan a los fuertemente endeudados países de Latinoamérica? El
hecho es que la reputación de solvencia no es simplemente resultado de las políticas
seguidas, y que los países en desarrollo afectados por desastres naturales tales como
inundaciones y terremotos, o por el deterioro de los términos de intercambio o por
el efecto negativo de las políticas de los principales países industriales, pueden no
considerarse como sujetos de crédito cualquiera que sea el mérito de sus política;»
actuales.
El enfoque del G-10 es casi calvinista en cuanto a que la "virtud'' considerada
como el seguimiento de sanas políticas se recompensa con la acumulación de reser-
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EL TRIMESTRE ECONÓMICO
vas o el acceso a los mercados financieros ink-rnacionales. Podría uno preguntarse
si Latinoamérica fue "virtuosa" liasta 1982, cuando disfrutó virtualniente de un
ilimitado acceso a los increados financieros, y culjiable desde entonces, aunque ha
estado siguiendo severos programas de ajuste y lia obtenido superávit de comercio
exterior sin precedentes.
¿No tienen los banqueros que canalizaron dinero hacia los países deudores, v
los gobiernos de los países industriales, que no consolidaron una adecuada expansión de la base de capital de los organismos financieros internacionales, responsabilidades por la presente situación? ¿No se han comprometido todos los países
miembros del FMI a colaborar en la solución de los problemas monetarios con objeto de facilitar la expansión y el crecimiento equilibrado del comercio internacional?
Es evidente que según los arreglos actuales la mayoría de los países del mundo,
con la mayor parte de la población mundial, no es sujeto de crédito y por lo tanto
afronta una severa limitación de liquidez internacional. Esto no deja de relacionarse al hecho de que las reservas totales han disminuido 19 % en relación con las
importaciones y los desequilibrios del comercio exterior agregado desde 1979. A
pesar de la aguda reducción en las importaciones de los países en desarrollo resultante de sus esfuerzos de ajuste la distribución de las reservas se ha sesgado crecientemente, resultado incompatible con las necesidades de una economía mundial
en expansión.
Volviendo a los DEG, ambos informes señalan que éstos desempeñan un papel
menor en el sistema monetario internacional. Para el G-24 esto es atribuible a su
escasa distribución y a las limitaciones impuestas a su uso. El G-10 sugiere que esto
puede deberse al hecho de que los mercados financieros internacionales se han
convertido en otra eficiente fuente de reservas. ¡Esto parecería implicar que los
países prefieren pedir prestado a poseer reservas!
En cuanto al futuro papel de los DEC, los representantes del G-10 sienten que
las limitaciones de los üEG afectan la razón de su existencia y del objetivo de
colocarlos en el centro del sistema como el principal activo de reserva. Más bien
que eliminar estas restricciones, que ellos han impuesto, parece ser que algunos de
los países principales preferirían retener los beneficios del señorío de que su moneda se use como moneda de reserva más bien que verterse más ampliamente a la
comunidad internacional.
Sobre el asunto de la asignación de los DEG no sólo ambos informes difieren
sino que no hay acuerdo entre el G-10. Algtnios delegados de ese grupo señalaron
las severas tensiones en las condiciones de liquidez que se han originado en el
sistema y se reflejan en la declinación de las reservas en relación con las importaciones y la deuda externa, la sesgada distribución de las reservas y el aumento
del trueque. Esto coincide con las opiniones del G-24. Además, ellos creen que la
reanudación de las asignaciones de los DEG se justifica por consideraciones sistemáticas de más largo plazo, va que el crecimiento de largo plazo del mercado debe
mantenerse por una expansión de las reservas internacionales, y añadieron que
una participación incrementada de los DEG en las reservas oficiales podría aumentar la estabilidad del sistema.
Otros representantes del G-10 creen, sin embargo, que las dificultades '^vr va-
NOTAS Y COMENTARIOS
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rios países encontraron son en primer lugar un indicador de su falta de reputación de solvencia y no están relacionadas con una escasez general de liquidez.
En su opinión las asignaciones de los DEG no son la herramienta apropiada para
proporcionar financiamiento a países cuyo acceso a los mercados internacionales
de crédito se haya arriesgado, ya que podrían resultar en retrasos de los ajustes
necesarios. Además, sienten que las asignaciones regulares de los DEG provocarían
la creación de una innecesaria y excesiva liquidez.
De este modo es evidente que existen grandes discrepancias entre los representantes del G-10 en asuntos relacionados con los DEG y que hay mucho más coincidencia entre las opiniones de algunos representantes del G-10 y los del G-24 que
entre las opiniones de otros miembros del G-10.
VI. EL PAPEL DE FMI
Ambos informes convienen en el papel central que el Fondo tiene que desempeñar
al promover el ajuste externo y la estabilidad financiera internacional. Ambos aceptan ciertos principios generales, tales como la importancia de mantener las cuotas
del FMI como la fuente principal de recursos, la naturaleza revolvente de los recursos del Fondo y la contribución que una condicionalidad apropiada puede hacer
para promover el ajuste externo. Empero, hay profundos desacuerdos detrás de estas declaraciones generales. Para el G-10 el Fondo ha tenido éxito en lo general
al promover el ajuste y al responder a circunstancias cambiantes. Ellos recalcan,
sin embargo, que en algunos casos políticas inadecuadas han requerido periodos de
ajuste más largos y un uso más extendido del crédito del Fondo que lo deseable.
Dentro de este enfoque la política de acceso ampliado debería considerarse como
temporal y debería terminarse tan pronto como fuera posible. Los créditos del
Fondo Monetario Internacional deberían estar disponibles en una escala suficiente
para proporcionar apoyo importante a los miembros y para servir como catalizadores para otros préstamos al ofrecer a los prestamistas confianza de que un prestatario busca políticas sanas.
El G-10 apunta que en años recientes las solicitudes de crédito del Fondo provienen casi enteramente de países en desarrollo, y que a ellos les preocupa que los
frecuentes aumentos de los recursos del Fondo por una parte, y un ajuste menos
efectivo por la otra, tenderían a confundir las funciones del FMI con las de una
institución de desarrollo financiero. En su opinión los recientes incrementos en las
cuotas del Fondo y la extensión del Acuerdo General de Préstamos (AGP) proporcionan al FMI una base adecuada para cumplir sus responsabilidades durante los
próximos años.
En lo que se refiere a la cooperación FMI-BIRF expresan que a pesar de que
sus actividades están estrechamente interconectadas sus funciones difieren. Las responsabilidades del Banco se refieren a la provisión de finanzas a largo plazo y la
promoción del desarrollo principalmente por medio de préstamos para proyectos,
aunque éste también debería apoyar el ajuste estructural a mediano plazo: las del
Fondo están primordialmente relacionadas con la estabilidad de los tipos de cambio, los pagos internacionales y el ajuste externo de los países industriales v los
en desarrollo. Las funciones separadas, los mandatos y la habilidad de las dos ins-
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EL TRIMESTRE ECONÓMICO
tituciones deberían conservarse; sin embargo la coordinación y el intercambio de
información entre las dos es esencial para asegurar que sus programas tengan un
enfoque completo y de mutuo apoyo en los problemas de ajuste de los países.
Para el Informe G-24 el Fondo no ha tenido éxito en satisfacer las necesidades
de un gran número de países en desarrollo que constituyen mayoría de sus miembros. Esto se debe a que su vigilancia no ha asegurado que las políticas de los
principales países industriales sean compatibles con los requisitos del crecimiento
económico y la estabilidad financiera internacionales, ni ha sido capaz de completar la liquidez internacional con las asignaciones de DEG. Además, su enfoque de
los programas de ajuste ha dado una importancia excesiva a las restricciones de la
demanda y a la deflación para lograr una rápida recuperación en la posición de
balanza de pagos.
En muchos casos, cuando los problemas de balanza de pagos de un país son
de naturaleza estructural, la restricción de la demanda es raramente una respuesta
suficiente y por sí misma apropiada a un desequilibrio de balanza de pagos. Se
necesita una reorientación del criterio de condicionalidad para reconocer que en
los países en desarrollo los desequilibrios de pagos persistentes son con frecuencia
estructurales, que requieren una respuesta de oferta y un proceso de ajuste estructural que eleve la habilidad de la economía para producir bienes de comercio exterior y obtener divisas.
La reorientación de los programas del Fondo debida a la restricción de la demanda por el ajuste estructural orientado al crecimiento implica la necesidad de
extender los periodos del programa y de elevar el nivel de financiamiento. Para
poder desempeñar este papel los recursos financieros del FMI deberían aumentarse
considerablemente. En tanto que las cuotas del Fondo representaron el 12 % del total de importaciones en los años sesenta apenas fueron equivalentes a 5 % de
éstas al final de 1984. A pesar de la insuficiencia de la cuota base, los límites
anuales de acceso, que se habían aumentado antes de la Octava Revisión de Cuota, se ha reducido en etapas de 150 a 95-102 % de cuota, de 150 % a niveles de
280-395 % para periodos de tres años y de 600 a 409 % acumulativos. Como resultado los programas de ajuste emprendidos por países en desarrollo han carecido
de recursos para apoyar los cambios estructurales que la situación justifica.
La insuficiencia de las reservas del Fondo para satisfacer las exigencias de financiamiento y de ajuste hace deseable el adelanto de la Novena Revisión General
de Cuota. Entretanto deberían ampliarse los límites de acceso actuales y el criterio
para activar el GAB debería suavizarse.
El G-24 también expresa su preocupación por la reducción de los límites de
acceso a la Facilidad Financiera Compensatoria (FFC), que relaciona la provisión
de financiamiento a eventos fuera del control del país prestatario, lo que produce
una declinación temporal en los ingresos de exportación y de ese modo un déficit
de pagos. En su opinión la reducción en los límites de acceso y el abrupto aumento de la condicionalidad impuesta sobre la FFC en 1983 son retrocesos impuestos
cuando los países en desarrollo encaraban una escasez de liquidez excepcional.
No sólo deberían revertirse estas medidas sino que la FFC debería ampliarse
para cubrir el deterioro en los términos de comercio, los aumentos de tasas de
interés y los déficit resultantes de algún factor exógeno supuestamente temporal.
NOTAS Y COMENTARIOS
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La extensión de tal facilidad causaría una influencia anticíclica en la economía
mundial.
El Informe G-24 concuerda con el G-10 en que la colaboración entre el Fondo
y el Banco debería ayudar a cada institución a perseguir sus propios objetivos.
EIllos subrayan que el Banco Mundial debería conservarse dentro de su papel de
compromiso con el desarrollo, el crecimiento y el alivio de la pobreza. Advierten,
empero, que la coordinación entre el FMI y el Banco Mundial no debería conducir
a una "condicionalidad cruzada". Observan que las transferencias netas del Banco
Mundial a los países en desarrollo se proyectan para declinar en el mediano plazo
y para tornarse negativas hacia el fin de la década. Para evitar que esto ocurra
ellos urgen que se negocie un aumento general de capital del Banco.
El G-24 reitera que el papel de los países en desarrollo en el proceso de toma
de decisiones de las instituciones financieras internacionales necesita aumentarse
considerablemente a fin de establecer un mejor equilibrio en los patrones de votación y de asegurar un funcionamiento más justo y efectivo de estas instituciones.
Las grandes diferencias en el avalúo de la condicionalidad del Fondo por el
G-10 y el G-24, y en verdad, en la filosofía del ajuste, reflejan en alto grado la
aparente diferencia de intereses entre deudores y acreedores. Como se señaló arriba, sólo países en desarrollo se han embarcado en años recientes en programas de
ajuste apoyados por el Fondo. Además, puesto que la mayoría de países en desarrollo tienen dificultades de pago no pueden, según las presentes reglas, ser llamados a proporcionar apoyo financiero a otros países miembros, esto obliga al
Fondo a apoyarse excesivamente para los préstamos en las contribuciones de los
países desarrollados acreedores.
Los países deudores han sido por lo general algo ambivalentes en cuanto al
problema de la condicionalidad. Se puede recordar que Keynes apoyó que los
países miembros conservaran la máxima libertad y que era contrario a otorgar alguna autoridad al FMI para interferir en asuntos de política nacional, como Joseph
Gold nos lo ha recordado.^ Los países europeos, que eran entonces los principales
deudores potenciales, no favorecieron la condicionalidad. En verdad, en las discusiones sobre la redacción de lo que iba a ser el artículo v del acuerdo original del
Fondo, la opinión de la abrumadora mayoría era que la decisión sobre un retiro
debería ser la del país miembro, no la del Fondo, cuya iniciativa y discreción serían limitadas. La mayoría de los países ratificó el acuerdo de Bretton Woods, probablemente en la creencia de que la opinión británica había prevalecido y de que
el Fondo no tendría derecho a cuestionar ninguna representación de un país
que necesitaba obtener recursos del Fondo para efectuar pagos compatibles con el
acuerdo.' De hecho no fue sino hasta los primeros años cincuenta que la Junta
aceptó con renuencia la condicionalidad en los préstamos, sólo como medio de asegurar la participación financiera de los Estados Llnidos, y más tarde, en 1955, cuando también se aceptó que la condicionalidad aumentaría en relación directa con
el volumen de los préstamos. Conforme los años pasaron y los países europeos se
convirtieron en acreedores, ellos endosaron el principio de la condicionalidad como
2 Véase Gold (1981).
2 Véa=e un excelente recuento del origen y la evolución de la condicionalidad en Dell
(1981). Las fuentes básicas son Moggridge (1979, 1980), Horsefield (1969).
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EL TRIMESTRE ECONÓMICO
medio de asegurar el pronto pago de los préstamos al Fondo; y no fue sino hasta
1969 que los artículos del Acuerdo incorporaron el concepto de que el FMI debería
establecer salvaguardias para asegurar que el uso de sus recursos fuera temporal.
Tradicionalmente los acreedores han presionado por una más estricta condicionalidad como medio de conservar sus recursos, limitando las contribuciones que
se les requieren y acelerando el proceso de "ajuste". También los banqueros, como
los países acreedores, han apoyado la estricta condicionalidad como forma de apuntalar el supuesto de que un programa del FMI restauraría la reputación de solvencia.
Se puede ver en esta perspectiva que un programa de ajuste de corto plazo
orientado a la demanda (deflacionario) es el camino más seguro, si no el único, de
lograr un reforzamiento de la posición de pagos externos de un país prestatario
en el corto plazo, posibilitándole así rembolsar los créditos que ha recibido y "conservar el carácter revolvente de los recursos del Fondo", lo que aparece como una
importante preocupación de los acreedores. Aunque este enfoque puede asegurar una
inmediata reducción de los desequilibrios no es siempre adecuado para lograr ajuste en el sentido de su implicación de balanza de pagos restaurada y de crecimiento
viable. Por otra parte, los países en desarrollo en general atribuyen mayor peso a su
desarrollo que los acreedores. Para ellos la distinción entre balanza de pagos y
finanzas de desarrollo es algo artificial, ya que ellos consideran el desarrollo de
la habilidad para obtener divisas y la transformación estructural de sus economías
como los medios que finalmente les permitirán alcanzar una posición de balanza de
pagos saludable y duradera.
Una mayor atención a las políticas económicas orientadas al crecimiento y
una mejora de la capacidad de exportación parecen ser compatibles con la reciente
iniciativa Baker sobre la deuda. No es, empero, igualmente compatible con el enfoque del Fondo tradicionalmente más restrictivo al ajuste, por el cual los déficit
fiscales con frecuencia se reducen rebajando la inversión pública y los déficit externos se corrigen limitando la actividad económica y las exportaciones.
VII. Los PROBLEMAS DE LA DEUDA Y LA TRANSFERENCIA DE RECURSOS
El Informe G-24 dedica un capítulo a los problemas de la deuda externa y la transferencia de recursos. No es correcto, por otra parte, que el Informe G-10 no trate
estos asuntos que están entre las más graves dificultades que enfrenta hoy el sistema monetario y financiero internacional.
Se considera que los orígenes del problema de la deuda son el préstamo excesivo
por los bancos comerciales, cambios abruptos de política y una mezcla de políticas
de algunos países industriales que conduce a tasas de interés históricamente altas
a la vez que a políticas inadecuadas de muchos países deudores. La ausencia de
fuentes adecuadas de financiamiento de desarrollo en un grado considerable llevó
a muchos países en desarrollo a recurrir a financiamientos de corto y de mediano
plazos provenientes de mercados internacionales de capital.
Una excesiva dependencia de préstamos a corto y mediano plazos para el financiamiento del desarrollo está destinado a ocasionar problemas de liquidez en el mediano plazo, aun si los préstamos se destinan a proyectos viables. En consecuencia
se requieren nuevos mecanismos financieros para compensar un futuro papel más
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reducido de los préstamos de bancos comerciales. Por eso es más evidente la necesidad de ampliar la base de recursos de las instituciones financieras existentes.
La presente combinación de una merma en los flujos de capital y altas tasas
de interés ha ocasionado masivos y negativos traspasos de recursos desde los países
en desarrollo. Sólo para la América Latina éstos son del orden de 30 mil millones
de dólares por año. Los países deudores han emprendido severos programas de ajuste y sufrido una aguda declinación de sus niveles de vida. Sin embargo el servicio de la deuda externa continúa imponiendo una pesada carga. Hay necesidad
de cambiar a un "tipo de ajuste" positivo, compatible con el crecimiento sostenido de
la producción en el mediano y el largo plazos. Surge la duda sobre si a la vista
de la continuidad de transferencias adversas los países fuertemente endeudados
puedan combinar el logro de tasas de crecimiento satisfactorias con el cumplimiento cabal del servicio de pagos de la deuda. Varios factores tendrán influencia en
este asunto: i) la tasa de crecimiento de los principales países industriales; ii) el
nivel internacional de tasas de interés; üi) el acceso de los países en desarrollo a
los mercados de países industriales; iv) el flujo de recursos a los países en desarrollo de parte de los intermediarios financieros incluyendo las instituciones financieras internacionales, y v) esfuerzos de ajuste sostenidos por parte de los países deudores junto con una extensión de su capacidad exportadora.
Predomina considerable incertidumbre sobre la evolución de estos factores. El
problema requiere la cooperación plena de los países industriales, los bancos comerciales y las instituciones financieras internacionales para continuar con la corresponsabilidad de deudores y acreedores.
Son útiles las restructuraciones multianuales de las deudas bancarias para prevenir racimos de vencimientos; sin embargo eso por sí mismo no resuelve el problema de la deuda ya que debido al alto nivel de las tasas de interés los países
deudores resienten un grave problema de transferencia de recursos. Pueden adoptarse nuevos mecanismos para financiar una cierta proporción de pagos de intereses.
Volviendo a la cuestión del traspaso de recursos el informe subraya la inadecuación de estos flujos de recursos oficiales, tanto en términos de volumen como
de calidad. Se cree que no sería realista buscar financiamiento comercial en los
países de bajo ingreso. Los países en desarrollo están urgidos de hacer un compromiso obligatorio sobre la tasa anual de crecimiento de la ayuda oficial para el
desarrollo. Se atribuye importancia al aumento de flujos desde las instituciones multilaterales de desarrollo, que requieren un incremento general de capital en los bancos de desarrollo. El informe argumenta en favor de la provisión de 12 mil millones
de dólares planteada en la VII reunión de recuperación de la Agencia Internacional de Desarrollo y urge un pronto inicio de las negociaciones para una AID-VIII
considerablemente mayor.
VIII. CONCLUSIONES
Los informes de representantes del Grupo de los 10 y del Grupo de los 24 sobre el
funcionamiento del sistema monetario internacional cubren muchos de los mismos
temas y encuentran coincidencias considerables en la identificación de aspectos
del presente sistema que requieren mejora. Ambos reconocen que los hechos han
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EL TRIMESTRE ECONÓMICO
mostrado que los arreglos actuales no son adecuados para resolver los presentes
problemas monetarios internacionales y promover el crecimiento económico mundial con estabilidad.
Los del G-10, sin embargo, no están en favor de reformas fundamentales; estiman que limitados ajustes técnicos en el presente orden bastarán para asegurar la
viabilidad continuada del sistema. Empero, en algunos puntos hubo boiidas diferencias entre los representantes del G-10. Las posiciones asumidas por lo que podría
llamarse un "grupo progresista" fueron con frecuencia cercanas a las opiniones y
las posiciones de los representantes del G-24. Este fue particularmente el caso de
temas tales como el posible papel de las "zonas objetivo" en el manejo de los tipos
de cambio, la preocupación sobre los efectos de desórdenes prolongados de los tipos de cambio y la necesidad de incrementar la vigilancia multilateral de los principales países. Como el G-24 este grupo favorecería también un mayor papel para
el Fondo en el manejo de la liquidez internacional y apoyaría una partida inmediata de asignación de Derechos Especiales de Giro.
Respecto a las cuestiones del manejo de los tipos de cambio y de la vigilancia,
un tema fundamental parecería ser el reconocimiento efectivo de la interdependencia económica de las naciones y la buena voluntad de los principales países para
limitar voluntariamente su soberanía en la formulación de políticas macroeconómicas con vistas a lograr un mayor grado de convergencia y coordinación política.
Esto parece ser necesario para el continuado progreso hacia el crecimiento con estabilidad en la economía internacional.
Los representantes del G-24 que provienen de países que como grupo afrontan
problemas económicos mucho más severos tendieron a favorecer más reformas sistemáticas de gran alcance. Su análisis de los problemas del sistema monetario fue
sólido y de una alta calidad técnica. En realidad ellos parecían más preparados
para examinar los asuntos con libertad y para llevar sus razonamientos a sus conclusiones lógicas que los representantes del G-10, los que en ocasiones parecían
tratar de eludir los problemas.
Con respecto a los programas de ajuste y al papel del Fondo, una reiterada diferencia entre los informes se refiere a los intereses observados de deudores y acreedores. Los últimos insisten en el "carácter revolvente de los recursos del Fondo" y
apoyan sólo límites estrechos de acceso a los recursos del Fondo, a la vez que programas de ajuste más cortos y severos como medio de minimizar las contribuciones
financieras que les puedan solicitar. Los países en desarrollo, por otra parte, desean minimizar los costos de los ajustes esencialmente deflacionarios; esto los lleva
a buscar mayores cantidades de financiamiento "revolvente" con periodos más
largos como medio de lograr un modelo "positivo" de ajuste orientado al crecimiento que sostenga su proceso de desarrollo. Ambas posiciones pueden ser llevadas
a extremos irracionales. Parecería que el endurecimiento de la condicionalidad y
que la relativa declinación del Fondo y de otros financiamientos disponibles para
los países en desarrollo en los últimos años han perturbado el necesario equilibrio
entre las finanzas y el ajuste obstruyendo, más que ayudando a, las transformaciones estructurales que muchas de esas economías requieren. La iniciativa Baker
podría entenderse como un reconocimiento de la necesidad de corregir esta falta
de equilibrio.
NOTAS Y COMENTARIOS
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Los países en desarrollo, que con frecuencia son sujetos a una estrecha vigilancia, apoyaron la extensión de una mayor disciplina a los principales países industriales. Consideran que una reducción de las asimetrías en el proceso de ajuste no
facilitaría su propio ajuste sino que también contribuiría a mejorar el funcionamiento de la economía mundial. Naturalmente estos países que disfrutan de una
posición de privilegio en el presente orden desean mantenerla.
Sobre el problema de la deuda externa y la transferencia de recursos que está
entre los problemas más apremiantes que afronta la comunidad internacional, el
G-10 prefirió el silencio. A juzgar por las declaraciones públicas esto no fue porque estuviera convencido de que los presentes arreglos y políticas llevarían a una
resolución satisfactoria de estas cuestiones. Uno sólo puede especular que en ese
entonces no estaba preparado para hacer concesiones.
Aunque algunos de los miembros líderes del G-10 han expresado interés en
una posible conferencia monetaria es evidente que no apoyan una transformación
mayor del presente orden monetario mundial y que tendrían preferencia por una
agenda reducida y por limitar la participación en sus debates a un determinado
número de países industriales. Los acuerdos alcanzados de este modo se someterían
después a consideración y aprobación del Comité Interino y de la Junta Ejecutiva
del FMI. Los países en desarrollo, por otra parte, apoyan una conferencia monetaria más amplia en la que ellos tengan plena participación, y una agenda que incluya también temas de deuda y finanzas de desarrollo, celebrada en un foro que
no diera a los países industriales una mayoría asegurada por medio de votaciones
de peso.
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