SENTENCIA NUMERO: En la Ciudad de Córdoba, a doce días del mes de Septiembre del año dos mil seis, siendo la oportunidad fijada para que tenga lugar la lectura integral de la Sentencia dictada con fecha veintiocho de agosto de dos mil seis, por esta Excma. Cámara Segunda en lo Criminal, integrada por los Señores Vocales, Dr. José Rogelio Martínez Iraci, Dr. Roberto Eduardo Torres y Dr. Juan Carlos Fernandez López, en la que actuara como Fiscal de Cámara el Dr. Raúl Alejandro Gualda, el Dr. Gustavo Ángel Merletti, en su carácter de apoderado de las Querellantes Particulares Hilda Gómez y Clara Verónica Gauna; el imputado Felipe Virgilio Ariel Crivelli, asistido por los Dres. José Antonio Buteler y Julio Antonio Loza; los imputados Felipe Guido Cristián Crivelli y Fernando Martín Crivelli, asistidos ambos por los Dres. Ernesto José Gavier y Ernesto Alfredo Gavier y del imputado Facundo Mariano Ortiz, asistido por sus defensores los Dres. Héctor Enrique Valfré y Hugo Luna, en esta causa seguida en contra de FELIPE VIRGILIO ARIEL CRIVELLI, argentino, nacido el día 29 de Septiembre de mil novecientos sesenta y dos en la ciudad de Córdoba, hijo de Guido Crivelli y Lía Esther Duboue, divorciado, restaurador, domiciliado en calle Quisquisacate S/N°, Localidad de Huerta Grande, Provincia de Córdoba, Prio. 853.141 Secc. DP; en contra de FELIPE GUIDO CRISTIAN CRIVELLI POSSE, argentino, nacido el día ocho de Abril de mil novecientos ochenta y cinco, en la ciudad de Córdoba, hijo de Felipe Virgilio Ariel Crivelli y María Marta Posse, soltero, estudiante, domiciliado en calle Angualasto N°7523 Villa Warcalde, Prio. 942.988 Secc A.G.; en contra de FERNANDO MARTÍN CRIVELLI POSSE, argentino, nacido el día cuatro de diciembre de mil novecientos ochenta y seis en la ciudad de Córdoba, hijo Felipe Virgilio Ariel y de María Marta Posse, soltero, estudiante, domiciliado en Angualasto N° 7523 Villa Warcalde, Prio. 987.314 Secc AG.; y en contra de FACUNDO MARIANO ORTIZ, argentino, nacido el día once de Noviembre de mil novecientos ochenta en la ciudad de Córdoba, hijo de Susana Rita Mabel Crivelli Duboue y Lorenzo Antonio Ortiz, soltero, estudiante, domiciliado en calle Bolivia 156, Prio. Nº 562.685 Secc. A.G.; a quienes se les atribuye la comisión del siguiente hecho: AUTO DE ELEVACION A JUICIO DE FS. 1479/1489v : Con fecha cinco de diciembre de dos mil tres, siendo alrededor de las 16:40 hs, los inspectores municipales Benjamín Patricio GAUNA y Alejandro Nelson ARRAIGADA se habrían encontrado a cargo del camión grúa municipal de la Ciudad de Córdoba, interno Nº 1140, que se encontraba estacionado en la calle Duarte Quirós a la altura del 400 entre calles Ayacucho y Bolívar del centro de esta Ciudad, sobre el cordón del lado de la Plaza de la Intendencia, a pocos metros de la dársena de giro que permite el acceso a la playa subterránea de dicho paseo público, acomodado para remolcar el vehículo marca Renault 19, Dominio SON-352, propiedad de la empleada municipal Silvia Alicia Olmedo, vehículo que se habría encontrado con desperfectos mecánicos y a la espera de que su compañero municipal Carlos Alejandro Saavedra concurriera con las llaves del rodado de Olmedo. Así las cosas y alrededor de las 16:50 hs. es que el nombrado Saavedra se habría constituido en el lugar a bordo de una motocicleta afectada a la flota del municipio, procediendo a abrir la puerta del Renault 19, desactivando el freno de mano y colocando en punto muerto la caja de velocidades, para luego cerrar la puerta del rodado con llave; oportunidad en que caminaba por la vereda opuesta sobre la misma calle Duarte Quirós en sentido Oeste-Este, los prevenidos Felipe Guido Cristian Crivelli Posse y Fernando Martín Crivelli Posse –menor de 17 años de edad-, acompañados por el padre de ambos Felipe Virgilio Ariel Crivelli y Facundo Mariano Ortiz. En dicha circunstancias, Felipe Virgilio Ariel Crivelli –presuntamente en la creencia de que los empleados municipales pretendían llevar el automóvil a causa de alguna infracción-, le habría gritado al inspector municipal Saavedra en relación al procedimiento que se llevaba a cabo, lo que habría alertado a éste, para seguidamente uno de los cuatro sujetos gritarle “culeado, ladrón, hijo de puta, la concha de tu madre, hijo de puta” iniciándose así un intercambio de insultos con el nombrado Saavedra, llegando éste a manifestar palabras tales como “hijo de puta, a vos te hicieron en la Fiat”. Ante ello, los nombrados Crivelli y el incoado Ortiz, habrían cruzado la calle mencionada en dirección a Saavedra a la vez que Felipe Virgilio Ariel Crivelli le habría expresado “nosotros te vamos a dar a vos” posicionándose cara a cara con el mencionado inspector, en tanto que los otros dos prevenidos y Ortiz se habrían ubicado detrás de Felipe Virgilio Ariel Crivelli, en forma de semicírculo, intercambiando algunas palabras. En la emergencia, el incoado Fernando Martín Crivelli Posse le habría asestado a Saavedra un golpe de puño en el rostro a la altura del maxilar derecho, en tanto que los otros tres sujetos se le habrían abalanzado y aplicado un número no precisado de golpes en diferentes partes del cuerpo, desplazándose de esa forma hasta el cantero de la vereda de la Plaza de la Intendencia, siendo arrojado por los prevenidos. En ese momento el inspector Arraigada habría intentado auxiliar a su compañero, quien finalmente no se habría podido acercar debido a que el prevenido Ortiz se habría interpuesto delante del nombrado Arraigada, con la intención de evitar que intervenga, a la vez que le habría manifestado en forma intimidatoria “¡no te metas, te vamos a reventar gordo hijo de mil puta!”. Seguidamente el inspector municipal Benjamín Patricio Gauna, que se encontraba en la grúa, habría intervenido gritándoles a los acusados que dejaran a su compañero, acercándose al lugar en defensa del mismo con un palo torneado de unos 40 cm. de largo, circunstancias en que los prevenidos Crivelli retrocedieron unos metros, alejándose del lugar, ocasión en la que, al intentar retirarse el encartado Ortiz, el referido Saavedra le habría quitado la mochila que llevaba, iniciándose una discusión entre ambos, lo que motivó que los coimputados, Felipe Guido Cristián Crivelli y Fernando Martín Crivelli –menor de diecisiete años de edad- junto a su padre Felipe Virgilio Ariel Crivelli, se acercaran nuevamente al lugar, rodeando esta vez a Gauna en forma de semicírculo, arrinconándolo de esta manera contra la pirca de la plaza, lugar donde le habrían aplicado un número no precisado de golpes de puño, provocando con ello que el nombrado Gauna quedara de espaldas contra la pirca de cemento, ocasión que habría aprovechado el encartado Felipe Virgilio Ariel Crivelli para extraer de entre sus ropas un arma blanca con la que en un rápido movimiento le habría asestado a aquél dos puntazos, uno a la altura de la cara anterior del cuello y otro en el tórax a la altura de la tetilla izquierda, desplomándose Gauna al piso. Finalmente los nombrados se retiraron raudamente por calle Duarte Quirós en dirección a Ayacucho, tomando por esta última arteria, siendo finalmente aprehendidos los encartados Fernando Martín Crivelli Posse y Felipe Guido Cristian Crivelli Posse por personal policial en calle Corro a la altura del 858 de esta Ciudad, mientras que los prevenidos Felipe Virgilio Ariel Crivelli y Facundo Mariano Ortiz se dieron a la fuga. Como consecuencia de lo narrado precedentemente Carlos Saavedra habría sufrido las siguientes lesiones: traumatismo cerrado de tórax y excoriaciones múltiples en brazo izquierdo, pierna derecha, hemotórax izquierdo con excoriaciones, eritema con excoriaciones en hemotórax izquierdo con prominencia del hemotórax izquierdo sobre el derecho y politraumatismos, por las que se le asignaron cinco días de curación e igual término de inhabilitación para el trabajo. En tanto Benjamín Patricio Gauna dejó de existir horas después a consecuencia de la herida de arma blanca en tórax que le habría ocasionado el incoado Felipe Virgilio Ariel Crivelli.- Según consta en el acta de deliberación, el Tribunal se planteó las siguientes cuestiones a resolver: 1) Existió el hecho y son autores responsables los acusados?.- 2) En su caso, qué calificación legal corresponde aplicar?.- 3) Qué pronunciamiento corresponde y procede la imposición de costas?.- Seguidamente el Tribunal resolvió el orden en el cual los señores Vocales emitirán sus votos: Dr. José Rogelio Martínez Iraci, Dr. Roberto Eduardo Torres y Dr. Juan Carlos Fernandez López respectivamente.- A LA PRIMERA CUESTION PLANTEADA, EL SEÑOR VOCAL, DOCTOR JOSE ROGELIO MARTÍNEZ IRACI, DIJO: 1.- Los Sres. defensores de Felipe Virgilio Ariel Crivelli, Dres. Buteler y Loza, plantearon como de previo y especial pronunciamiento la excepción perentoria de extinción de la pretensión penal por prescripción de la acción penal con relación al delito de lesiones leves calificadas que se le atribuye a su defendido. Subsidiariamente invocaron que el Tribunal no estaba habilitado para conocer de tal delito por cuanto no fue solicitada ni concedida la extradición respecto al mismo y ello es así porque el tratado que rige con Bolivia excluye los delitos cuya pena en abstracto no supere los dos años de prisión. A dicho planteo adhirieron los Sres. Defensores de los imputados Felipe Guido Cristian y Fernando Martín Crivelli Posse, Dres. Gavier y los Sres. Defensores del imputado Facundo Mariano Ortiz, Dres. Luna y Valfré. El señor Fiscal del Tribunal, por entender que dicho planteo era extemporáneo, ya que debió ser articulado en oportunidad del art. 366 CPP, esto es durante la etapa previa al juicio y antes de fijarse la audiencia del debate, pidió su rechazo. El Tribunal dispuso que la cuestión fuera de recibo, en razón de que podía plantearse en cualquier estado del proceso (art. 348 CPP), difiriendo su tratamiento para la oportunidad de la sentencia. En consecuencia, y habida cuenta que en el caso –según lo dispone el art. 351 CPP- es posible analizar el orden de las causales de sobreseimiento establecidas en el art. 350 CPP, el planteo será considerado al tratar la segunda cuestión. 2.- En respuesta a la acusación precedentemente transcripta todos los imputados, tal como da cuenta el acta respectiva, se abstuvieron de declarar en la audiencia, razón por la cual se incorporó al debate, mediante lectura, sus declaraciones judiciales anteriores. Así, Facundo Mariano Ortiz (fs. 615) dijo: que negaba los hechos que se le atribuyen. Aclaró que el dicente presenció la pelea entre sus primos, su tío y los inspectores municipales. Que el dicente no le pegó ni lesionó a nadie, al contrario resultó lesionado por una trompada en la cara que le aplicó un inspector municipal, el que a su vez le quitó la mochila. Quiere agregar que el dicente no presenció el momento en que fue herido el inspector Gauna. Que se abstiene de continuar declarando y de contestar preguntas. Felipe Virgilio Ariel Crivelli, a fs. 1203, dijo: Que niega todos los hechos que se le imputan por ser falsos y fabulados. Que posteriormente denunciará por falso testimonio, luego de tener acceso detallado de las declaraciones. A fs. 1324, dijo: Que como dije anteriormente, niego los hechos por ser falsos. Que el declarante no causó la muerte de Benjamín Gauna. Que el declarante fue víctima de un ataque armado por este grupo de agentes municipales. Que todos los actos del declarante en el día de los hechos fueron en defensa suya, de sus hijos y de su sobrino. Felipe Guido Cristian Crivelli Posse a fs. 128, dijo: Que niega el hecho que se le atribuye y se abstiene de seguir prestando declaración. A fs. 539, dijo: Que niega el hecho que se le imputa con respecto al homicidio. Que el día cinco de diciembre de dos mil tres, dado que su hermano cumple años el día anterior y encontrándose en la casa de su abuela materna del barrio Colinas de Vélez Sarsfield, recibió éste un llamado de su padre, quien lo invitó a almorzar. Que concurrió el dicente, su hermano Fernando, su primo Facundo Ortiz y su padre junto con un tío llamado Luís y su pareja llamada Luisa a una parrillada ubicada en La Cañada, pasando Santa Rosa. Que luego fueron a la casa de su abuela paterna a saludarla y siendo alrededor de las 16:40 hs. salieron todos juntos, en dirección al centro, por Duarte Quirós. Que su hermano y su primo Facundo iban adelante unos cuatro o cinco metros de su padre y del dicente caminando por la vereda de la manzana ubicada frente a la Plaza de la Intendencia, cuando vieron, pasando Bolívar, una grúa municipal ubicada delante de un Renault 19 que cree era gris y que un inspector municipal con una llave abrió la puerta, sacó unos papeles que estaban ubicados en la guantera, se los guardó, sacó el freno de mano, la marcha y volvió a cerrar el auto, lo que fue comentado entre ellos y espontáneamente su padre les dijo: “choros” de manera jocosa, como que les llamó la atención que el zorro gris ingresara al auto de un tercero, como se supone que son los autos que trasladan las grúas, no propios sino de terceros. Que su hermano vestía con una remera gris mangas cortas, una bermuda azul oscura y zapatillas, su primo Facundo chomba color naranja y un jean azul, el dicente remera roja lisa y jean oxidado azul con verde y su padre camisa bordó y pantalón de vestir azul, llevaba un bolsito negro colgando, ignorando si ahí adentro tenía otra prenda. Que ante ello el inspector municipal le dijo: “mas choro será tu madre”. Que ante ello Fernando y Facundo siguieron caminando, pero el padre del dicente y el dicente se detuvieron. Desde ahí y desde vereda a vereda empezaron a intercambiar palabras. En un momento dado el inspector municipal le dice al dicente que se cruzara, ante lo cual su padre le dice: “no, dejámelo a mí”, porque el inspector había dicho que si tenía que decirle, se lo dijera en la cara. Ante lo cual, su padre cruzó con el dicente al lado y comenzaron a discutir cara a cara su padre y el inspector. En un momento dado, el dicente dijo: “vámonos de aquí”, pero no sabe como ni porqué se inició la pelea. Inicialmente, se traban en lucha este inspector y su padre, sumándose Fernando y el dicente, de manera tal que entre los tres lo golpean a este inspector. En ese instante advierte que se acercan dos inspectores, uno gordo, que luego sabría que se llamaba Arraigada, que no intervino en la pelea y otro más que luego supo que se llamaba Gauna, quien portaba un palo en su mano derecha. Que les amaga con pegarles, por lo que optan por retirarse del lugar hacia Ayacucho, haciendo lo mismo su hermano Fernando y su padre. Que habiéndose alejado unos metros hacia Ayacucho, el dicente advirtió que había entrado en escena Facundo, el cual se había acercado a Saavedra, quien se mostraba muy alterado, gritaba y con un palo en la mano lo agitaba y golpeaba el piso. Cuando Facundo decide volver hacia donde estaban ellos, este inspector, desde atrás, le aplica un golpe de puño en el rostro y le saca la mochila que su primo tenía colgada al hombro, lo cual hace que Facundo vuelva a quedar frente al mismo en el reclamo de devolución de su mochila. Que Facundo le dice devolvémela que ya nos vamos, ante lo cual el inspector la arroja al suelo, a su lado, y continúa muy exaltado agitando el palo. Dado a que hasta ese momento el segundo inspector se acercaba hacia el lugar, decidieron regresar en defensa de Facundo y se dirigen los tres hacia Gauna, el cual se encontraba sobre la vereda de la Plaza de la Intendencia mirando hacia Ayacucho pero un poco mas oblicuo hacia la derecha, al tiempo que agitaba con su mano derecha la cachiporra. Que los tres se volvieron caminando a la misma altura, uno al lado del otro, de manera perpendicular a la pirca de la vereda de la plaza, pero estando ya cerca de Gauna, el padre del dicente apuró el paso, llegó primero al hombre y previo apoyar su antebrazo izquierdo sobre el pecho del hombre, con su mano derecha y sin ver con que, pero se imagina que puede haber sido una sevillana o una cortaplumas, le asestó dos golpes rápidamente a la altura del pecho hacia arriba. Que el dicente, ni su hermano conocían que su padre portaba dicho elemento, no habían hablado de él, ni se lo había exhibido e ignora porqué esta conducta del padre. Lo cierto es que cuando ellos venían caminando, llegan a Gauna, ven que desde el cuello le empezó a brotar sangre, el hombre se agarraba el cuello, habiendo soltado el instrumento que tenía en su mano derecha. Esto, no solamente lo sorprendió, sino que lo asustó al dicente e inmediatamente emprendió su retirada hacia la calle Ayacucho. Quiere aclarar que en ningún momento lo tocaron a Gauna, aunque si estuvieron cerca, desde donde vio el dicente y su hermano que le salía sangre del cuello, incluso salía como un chorro. Que Fernando tenía una lastimadura en su muñeca derecha de la cual perdió sangre, no recordando si Saavedra también perdió sangre, pero es probable dado los golpes que recibió. Que cuando llegaron a Ayacucho el padre les dijo que se tomaran un taxi. Que el dicente le preguntó que había pasado y el padre le dijo: “nada, nada, andate”, “tomate un taxi y andate”, siendo esa la última vez que lo vio. Que fueron hasta Bv. San Juan, luego hasta Cañada y finalmente se internaron en barrio Guemes u Observatorio sin poder conseguir ni remis ni taxi, siendo detenidos por un móvil policial. Que esta actitud que tomó su padre, tanto a él como a su hermano, totalmente lo sorprendió y nunca se imaginaron que esta pelea que participó con su hermano, iba a terminar de la forma que terminó. Que el dicente es conciente que hay cuatro imputados por la muerte de Gauna, pero quiere decir que hay tres que no tienen nada que ver, porque ni su primo Facundo, ni su hermano, ni el dicente ni quisieron ni participaron ni colaboraron en la muerte de Gauna. Es conciente que está mal haber intervenido en una pelea, pero no es responsable por la muerte de Gauna. Que es todo cuanto tiene que declarar. A fs. 1310, si bien con el manifiesto propósito de aclarar algunos puntos, en realidad presta declaración modificando aspectos de su versión anterior. Así: Reiterando su negativa en el homicidio que se le imputa, afirma en relación al primer momento del incidente, que fue víctima de una patada propinada por parte de Saavedra. Que a raíz de ello le agarró la pierna a Saavedra y lo tiró al piso. Que todo esto aconteció una vez que Saavedra se encontraba apoyado en la pirca de la plaza. Reitera que Saavedra lo arremete al declarante en primer término y que luego el declarante en una actitud de defensa lo agarra de la pierna y lo tira al piso. Que luego de ello, el declarante, junto con su hermano y a su padre, se retiraron del lugar, siendo la única intervención que tuvo el declarante la relatada anteriormente. Que con respecto al segundo momento del incidente, manifiesta que cuando ya se retiraban y estando aproximadamente a unos quince o veinte metros del lugar del incidente, pudo ver que su primo Facundo era víctima de una agresión por parte de Saavedra, quien no solo le aplicó un golpe de puño en su rostro desde atrás, sino que también le quitó la mochila que Facundo portaba en uno de sus hombros. A raíz de ello, se volvieron por la calle Duarte Quirós el declarante, su hermano y su padre a fin de auxiliar a su primo Facundo, volviendo su padre un poco mas atrás del declarante y su hermano. Que entonces fue allí cuando Gauna aparece con el palo en una de sus manos y lo agitaba para todos lados con intención de agredirlos. Que en ese momento su hermano Fernando le tiró una patada a Gauna, la cual éste eludió retrocediendo algunos pasos, por lo que el declarante en uno o dos movimientos, no recuerda con exactitud, le arrebata el palo y lo tira hacia la vereda. Que pudo ver, casi en forma simultánea, que su padre, su hermano y su primo se encontraban con Saavedra y que su padre forcejeaba con su primo. Que instantes después vio que Gauna nuevamente tomó el palo que el declarante le había quitado y es allí cuando su padre les expresó al declarante, a su hermano y a su primo que se quedaran allí. Que entonces observó que su padre forcejeó con Gauna y en este forcejeo lo llevó aproximadamente como siete metros para atrás, hasta la pirca de la plaza, lugar donde le apoyo el brazo izquierdo en el cuello a Gauna, al tiempo que le expresó: “vos a mi hijo no lo tocás”, para seguidamente insultarlo. Que todo esto lo pudo ver el declarante aproximadamente a unos cinco metros, situación en la que veía la espalda de su padre cuando, en el forcejeo, llevaba a Gauna para atrás hasta terminar en la pirca. Que una vez allí, observó forcejeos e intercambio de golpes de puño entre ambos, es decir entre su padre y Gauna, hasta que en un momento el padre del declarante se separó unos metros y le dijo que se fueran. Que esto también se lo expresó a su primo y a su hermano. Aclara que en ningún momento conocío que su padre tuviera un arma de ningún tipo, ni que anduviera habitualmente con arma alguna. Que tampoco el día del incidente vio arma alguna. Que tampoco ningún familiar le comentó al declarante en ninguna ocasión que su padre llevara armas de ningún tipo. Que en ningún momento su hermano, el declarante y su primo tuvieron algún contacto físico con Gauna. También aclara que los empleados municipales agredieron no solo al declarante, sino también a su padre, a su hermano y a su primo. Que Saavedra agredió, no recuerda bien si a su padre o a su primo, con el radio-handy que portaba. Que pudo ver que Arraigada también tenía un palo en una de sus manos, al igual que Gauna como ya lo relató. Por último, el declarante expresa que no tenía contacto con su padre desde el mes de junio del año 2003. Fernando Martín Crivelli Posse a fs. 399, dijo: que niega los hechos que se le atribuyen por ser falsos. Hace reserva de la denuncia por falso testimonio y se abstiene de continuar declarando. A fs. 533, dijo: Que niega el hecho que se le imputa con respecto al homicidio. Que el día cinco de diciembre de dos mil tres, dado que el dicente cumpleaños el día anterior y encontrándose en la casa de su abuela materna del barrio Colinas de Vélez Sarsfield, recibió un llamado de su padre quien lo invitó a almorzar a la casa de su abuela paterna, sita en calle Duarte Quirós 555. Que concurrió el dicente, su hermano Felipe, su primo Facundo Ortiz y su padre. Que siendo alrededor de las 16:40 hs. salieron todos juntos en dirección al centro por Duarte Quirós. Que el dicente y su primo Facundo iban adelante, unos cuatro o cinco metros de su padre y de Felipe, caminando por la vereda de la manzana ubicada frente a la Plaza de la Intendencia, cuando vieron, pasando Bolívar, una grúa municipal ubicada delante de un Renault 19 azul. Vieron que un inspector de tránsito sacó una llave, abrió la puerta, sacó unos papeles que estaban ubicados en la guantera, se los guardó, sacó el freno de mano, la marcha y volvió a cerrar el auto, lo que fue comentado entre ellos. Espontáneamente su padre les dijo: “choros”, de manera jocosa, como que les llamó la atención que el zorro gris ingresara al auto de un tercero, como se supone que son los autos que trasladan las grúas, no propios, sino de terceros. Que el dicente iba vestido con una remera gris mangas cortas, una bermuda azul oscura y zapatillas. Su primo Facundo, chomba color de las gamas de los rojos o anaranjados, con jean. Felipe remera roja y jean oxidado azul y su padre camisa Bordó, pantalón azul y llevaba un bolsito colgando, ignorando si ahí adentro tenía otra prenda. Que ante ello, el inspector municipal le dijo: “mas choro será tu madre”. Que ante ello el dicente y Facundo siguieron caminando, pero el padre del dicente y su hermano se detuvieron. Desde ahí y desde vereda a vereda empezaron a intercambiar palabras, recordando que el padre le decía al inspector que “era un negro ordinario”, supongo porque había hecho referencia a la madre del dicente que hacía poco había salido de una operación. En un momento dado el inspector municipal le dice a su padre, o el dicente entendió por la seña que hacía, como que se cruzara y que lo que tenía que decirle se lo dijera en la cara. Ante lo cual, su padre cruzó con Felipe al lado y comenzaron a discutir cara a cara, su padre y el inspector, es decir muy cerca un rostro con el otro. El dicente decide volverse sobre sus pasos, quedándose Facundo en la vereda. Todo esto pasando Bolívar. Antes que llegara el dicente al lugar de la discusión, su padre dijo: “vámonos que éste no vale un peso”, emprendiendo la retirada hacia Ayacucho. Que apenas se movieron en esa dirección, el municipal hizo un gesto hacia el hermano del dicente, no sabe si para pegarle o para tomarlo desde atrás, pero lo cierto es que el dicente le aplicó un golpe de puño al individuo, pegándole con la mano derecha. Inmediatamente se traban en lucha este inspector y su padre, sumándose su hermano y el dicente de manera tal que entre los tres lo golpean a este inspector. En un momento dado su hermano Felipe lo toma de una pierna y se la levanta con la finalidad de hacerle perder el equilibrio y así lo hizo, muy cerca del cordón de la vereda, porque la pelea de cierta manera se había acercado a ese sitio. Ahí el dicente le aplica una patada que impacta en él a la altura del pecho, pero como se cubrió, impactó en un brazo. Ahí el hombre se quejó y advirtió que se acercaba al lugar un inspector municipal gordo con algo en la mano, pero, realmente no sabe y nunca supo, si se trataba de un palo o de una herramienta. Que no sabe si ese inspector ingresó o no a la pelea. Inmediatamente después aparece un tercer inspector municipal con una cachiporra –entendiendo por tal un palo que saben tener los policías que es negro y de goma- el dicente no sabe si lo usan los inspectores municipales, pero lo tenían. Que ante esto y dado que este inspector venía agitando dicho palo, a lo que se sumaba que el otro inspector estaba en el suelo, vio que la cosa pasaba “de marrón oscuro a negro”, por lo que decidió replegarse hacía Ayacucho, haciendo lo mismo su hermano Felipe y su padre. Que habiéndose alejado alrededor de siete metros hacía Ayacucho, el dicente advirtió que había entrado en escena Facundo, el cual se había acercado al primer municipal, que el dicente luego se enteró que se llamaba Saavedra, el cual se mostraba muy alterado, gritaba y con un palo en la mano lo agitaba y golpeaba el piso. Cuando Facundo decide volver hacia donde estaban ellos, este inspector desde atrás le saca la mochila que su primo tenía colgada al hombro, lo cual hace que Facundo vuelva a quedar frente al mismo en el reclamo de devolución de la misma. Ahí la gente que se había juntado le comienza a decir a Saavedra que le devuelva la mochila, incluso Facundo le dice devolvémela que ya nos vamos, ante lo cual el inspector la arroja al suelo a su lado y continúa muy exaltado agitando el palo. Dado a que hasta ese momento el segundo inspector se acercaba hacia el lugar decidieron regresar, en defensa de Facundo y se dirigen los tres hacia quien, luego se enterarían que se llamaba Gauna, el cual se encontraba sobre la vereda de la Plaza de la Intendencia, mirando hacia Ayacucho pero un poco mas oblicuo hacia la derecha, al tiempo que agitaba con su mano derecha la cachiporra con movimientos horizontales de izquierda a derecha y viceversa. Que los tres se volvieron caminando a la misma altura, uno al lado del otro, de manera perpendicular a la pirca de la vereda de la plaza, pero estando ya alrededor de un metro y medio de Gauna, que seguía agitando la cachiporra de la manera descripta, el padre del dicente apuró el paso, llegó primero al hombre y con su mano derecha, portando en la misma un elemento cortante, que puede haber sido un cuchillo o una sevillana, le asestó dos golpes rápidamente a la altura del pecho hacia arriba. Que el dicente ni su hermano conocían que su padre portaba dicho elemento, no habían hablado de él ni se lo había exhibido e ignora porqué esta conducta del padre. Lo cierto es que cuando ellos, que venían caminando, llegan a Gauna, ven que desde el cuello le empezó a brotar sangre. El hombre se agarraba del cuello, habiendo soltado el instrumento que tenía en su mano derecha. Esto no solamente lo sorprendió, sino que lo asustó e inmediatamente emprendió la retirada hacia la calle Ayacucho. Que en ningún momento ni el dicente ni su hermano lo tocaron a Gauna, aunque si estuvieron cerca, desde donde vio que le salía sangre del cuello, incluso salía un chorro, razón por la cual esa sangre lo salpicó. Quiere señalar también que tanto el dicente como Saavedra habían perdido sangre en la gresca. El dicente de su muñeca derecha y Saavedra de la boca o la nariz o de ambos órganos. Que cuando llegaron a Ayacucho el padre le dijo a Felipe que se fuera con el dicente, tomando ellos por Ayacucho hacia arriba, sin rumbo, queriendo huir del lugar, tan es así que tomaron primero por Bv. San Juan, luego por Cañada, luego por San Luís, cree que después por Arturo M. Bas, pero lo cierto es que la policía los detuvo a dos cuadras de Tribunales II. Que la última vez que lo vio a su padre fue cuando le dijo a Felipe que se fuera con él. Que el dicente estaba shockeado y no quería hablar con su padre por lo que había hecho. Que el dicente quiere declarar que es inocente, que si bien intervino en una pelea, nunca pasó por su cabeza matar a un padre de familia. Que es una persona sana, hace deportes, hace vida familiar y nunca pensó que esa pelea iba a terminar como terminó. Que ni el ni su hermano son responsables de la muerte de Gauna. Que estando detenidos, le escribió a la madre y le dijo que no tenía nada que ver con esto. Que en todo el tramo de la pelea, si bien golpeó a Saavedra, a Gauna nunca lo tocó ni lo agarró ni lo rodeó ni lo hirió. Que entre él y Gauna no hubo ningún contacto físico. Que es todo cuanto tiene que declarar. A fs. 1316, lo mismo que su hermano, pretendiendo realizar algunas aclaraciones, en realidad modifica aspectos de su versión anterior, no obstante la expresa mención de ratificarla. Así, dijo: Que cuando se retiraban del lugar por la vereda de la calle Duarte Quirós, su padre, su hermano y el declarante advirtieron, desde unos veinte metros aproximadamente desde donde se encontraban ya retirándose, que su primo Facundo fue agredido por Saavedra y que, al mismo tiempo, le había quitado la mochila. Al ver esto, decidieron los tres volver a fin de buscar a su primo, en un primer instante por la vereda unos metros y luego por la calle. Que cuando estaban llegando al lugar donde estaban su primo y Saavedra, es decir en la calle, aparece Gauna con un palo en una de sus manos y en clara actitud agresiva lo esgrimía en contra suya y de su hermano, por lo que el declarante y su hermano adoptaron una postura defensiva como “midiéndose”. A raíz de ello, el declarante le tiró una patada que Gauna esquivó haciéndose para atrás algunos pasos. Que en ese momento su hermano Felipe le agarró el palo a Gauna y luego de un breve forcejeo, se lo pudo quitar para seguidamente arrojarlo a la vereda. Luego de ello, el declarante se dirigió hacia la calle, donde se encontraban Saavedra y su primo, quien quería recuperar la mochila. Que toda la gente que se encontraba allí le gritaba a Saavedra que le devolviera la mochila porque los chicos se quieren ir e inclusive el declarante pudo escuchar que Arraigada le gritaba a Saavedra que le devolvi era la mochila. Que en esas circunstancias, vio a su padre caminar por detrás suyo a paso firme, observando a la vez que su primo Facundo lo agarraba del brazo, diciéndole que se retiraran. Que su padre zafó de su primo al tiempo que les expresó: “quédense acá” y con paso firme se dirigió hacia donde estaba Gauna, quien ya munido nuevamente del palo se acercaba con intenciones de agredir al declarante. Así las cosas, su padre y Gauna se trabaron en lucha, previo a que su padre le dijera a Gauna “vos a mi hijo no lo tocas, hijo de puta”, logrando con este forcejeo que Gauna retrocediera hacia la pirca, lugar donde prosiguieron ya peleando pudiendo observar que su padre le pegaba un golpe de puño a Gauna, mas precisamente en la quijada, no advirtiendo nada más ya que se encontraba atento a lo que hacia Saavedra que inclusive, antes de que Facundo tomara del brazo a su padre, con un palo de escoba cortado que portaba le pegó en una de sus muñecas al declarante, en momentos en que intentaba alzar la mochila de Facundo del piso. Que inclusive este golpe de Saavedra lo lesionó al declarante, saliendo sangre de la herida. Que luego de unos breves instantes, su padre les gritó al declarante, a su hermano y a su primo, “vamos” por lo que el declarante se retiró. Aclara que en ningún momento conocía que su padre portara en forma habitual arma de ningún tipo. Que tampoco sus familiares u otras personas en ningún momento le dijeron que su padre tuviera o portara armas. Que tampoco su hermana en ningún momento le expresó al go en ese sentido. Que con su padre, aproximadamente hacía seis meses que no tenía contacto. Que inclusive el día del incidente, el dicente cumplía años por lo que nunca imaginó que todo terminaría de esta manera. Posteriormente, ya durante el transcurso de la recepción de la prueba y luego de la declaración del Comisario Nicolás Ricardo Díaz, solicitó declarar y dijo: Que cuando fue detenido por la policía tenía una herida sangrante en su muñeca izquierda, producida por Saavedra cuando lo golpeó con el palo de escoba. Los policías al controlarlo, le pidieron documentos y al advertir su lesión lo detienen. En el patrullero se limpiaba dicha lesión con la lengua y fue visto por el Comisario, quien le dijo a otro policía que el dicente se estaba mordiendo y por ello lo esposan para atrás. Que, además de esta lesión tenía golpes en la espalda y los médicos, en su informe, no hicieron constar ninguna de tales lesiones. 3.- La prueba del debate acreditó con certeza la muerte de Benjamín Patricio Gauna (ver acta de defunción de fs. 336), cuya causa eficiente, conforme la autopsia de fs. 135 y su ampliación de fs. 453, fue herida de arma blanca en tórax y, además, lesiones múltiples a Carlos Alejandro Saavedra, las que según el informe médico de fs. 461 no pusieron en peligro su vida y, salvo complicación, lo inhabilitaron para el trabajo por el término de cinco días. Veamos, entonces, como ocurrieron según los elementos producidos por el debate tan lamentables incidentes. Adelanto que fueron causados en una vulgar gresca callejera, impropia de quienes fueron sus protagonistas, los que en razón de su condición social, educación y calidad funcional debieron tener otro comportamiento. Adelanto, también, que la prueba no fue absolutamente conteste –tal como se advierte de las constancias de la reconstrucción de los hechos (actas de fs. 449 y 463, fotografías de fs. 469/515 y planimetría de fs. 584/592)-, pues la versión de los testigos estuvo en directa relación con la rápida dinámica de los hechos, el tramo del suceso que vieron y del lugar desde donde lo observaron. Sentado lo precedente, entremos en la consideración de la prueba. Ya vimos la postura asumida por uno de los grupos intervinientes, veamos, ahora, cual es la de los funcionarios municipales, lamentablemente constituido en el otro. Su presencia en el lugar se debió a que, la también inspectora de tránsito, Silvia Alicia del Valle Olmedo (fs. 113), ese día de franco, como consecuencia de un problema mecánico del automóvil Renault 19, dominio SON-352, propiedad de su hermana, en el que se conducía, solicitó a su jefe, Rene Rodríguez, que lo sacaran de donde lo había dejado estacionado porque se trataba de un lugar reservado. Rodríguez ordenó a un operador de radio que mandara una grúa. Olmedo no solamente formuló este pedido, sino que ante la posibilidad de que hubiera dejado el freno de mano puesto, le pidió a su compañero, el inspector de tránsito motorista Carlos Alejandro Saavedra, que llevara las llaves al lugar. Saavedra no coincidió en esto con Olmedo, pues en el debate aseguró que quien le dio las llaves y le pidió como un favor que fuera hasta Duarte Quirós, detrás de la Plaza de la Intendencia fue el encargado de la flota automotor, Antonio Guzmán. Lo cierto que como consecuencia de estos favores, convergieron al lugar –Duarte Quirós entre Bolívar y Ayacucho- el camión grúa, interno 1140 cuya dotación la integraban los inspectores Benjamín Patricio Gauna y Alejandro Néstor Arraigada y Carlos Alejandro Saavedra, a bordo de una motocicleta, también propiedad de la Municipalidad de Córdoba. Continuando Saavedra con su versión en el debate, dijo que cuando llegó al sitio indicado ya estaban sus compañeros allí y estacionando la motocicleta detrás del R19, con la llave que le facilitaron abrió la puerta del conductor y sin ingresar al vehículo quitó el freno de mano, mientras Gauna maniobraba la grúa para engancharlo y retirarlo del lugar. Que habiéndose quitado el casco, el que colocó sobre el asiento de la motocicleta, sintió que los insultaban, diciéndoles: “hijos de puta, culiados, ladrones”, advirtiendo que se trataba de cuatro individuos que pasaban por el frente, por la vereda sur de Duarte Quirós. Que eran los insultos habituales de la gente cuando realizan procedimientos. En esta ocasión, dijo, contestó con epítetos. Agregando que no es su función, pero no se podía dejar insultar gratuitamente. Costó que recordara cuales habían sido esos epítetos, pero finalmente haciendo memoria, dijo que fueron, también, insultos tales como: “que se meten”, “vagos”, “vayan a trabajar, culiados”, “seguramente a vos te hicieron en la Fiat”. Que ante ello el grupo cruzó la calle y se dirigió hacia el dicente y el mayor, señalando en la sala a Felipe Virgilio Crivelli, le dijo: “ahora te vamos a enseñar, hijo de puta”, recibiendo un primer golpe en el pómulo derecho, por parte de uno de los menores, que vestía remera clara, señalando en la sala a Fernando Crivelli. Luego los cuatro, que lo habían rodeado, le siguieron pegando patadas y trompadas, haciéndolo retroceder hasta que cae acostado en el cantero de la Plaza de la Intendencia. En ese momento sintió que Benjamín Gauna gritó: “dejenló abusos, dejenló”. No obstante entre los cuatro lo alzaron de donde se encontraba y lo lanzaron hacia la calle, quedando sentado de frente a la plaza. Que en esa posición advirtió que Gauna, dándole la espalda y con el palo que usan para controlar las cubiertas en la mano, se había interpuesto entre el dicente y sus agresores que para entonces eran tres, el mayor, el de remera clara y el de remera oscura, habiendo perdido de vista al de remera roja. Que en ese momento el grupo solo retrocedió, pues aclaró que nunca se fueron, uno o dos metros caminando hacia atrás, para seguidamente el de remera clara que era el que se encontraba más a la derecha de Gauna, saltó hacia él, lo tomó y lo tiró en dirección al cantero y al caer lo mantuvo aprisionado por el brazo derecho en esa posición, mientras los otros dos comenzaron a aplicarle distintos golpes de puño, perdiendo en la ocasión Gauna el palo que portaba en su mano derecha. En ese instante escuchó que su compañero alcanzó a decir “¡Ay!, Pope, ¡Ay!”, llamando a Arraigada, a quien dicen “Popeye”. Seguidamente el sujeto mayor, dijo: “vamos, vamos” y los tres salieron caminando tranquilamente por la vereda de la plaza, hacia Ayacucho, perdiéndolos de vista. Que en esa oportunidad, el dicente se incorporó y vio que el de remera roja pasaba a su lado en la misma dirección que los otros del grupo y como llevaba una mochila negra, se la quitó diciéndole “con esto te vamos a identificar, hijo de puta”. Que Arraigada intervino y le dijo: “no armes mas quilombo, devolvele la mochila”. Ante ello el dicente la arrojó al suelo. Cuando este individuo se alejó, observó que Gauna estaba sentado en la vereda de la plaza con la espalda apoyada en la pared del cantero y le salía un chorro de sangre de la parte derecha del cuello que manchaba su camisa. El dicente rápidamente se sacó la suya y se la colocó como compresa para evitar la hemorragia y le gritó a Arraigada “Popeye apuñalaron al Benja”, entregándole la radio para que llamara a la central y comunicara lo sucedido. Que luego se presentaron una ambulancia de Ecco y otra del 107 y ambos fueron trasladados al Sanatorio Mayo, donde el declarante quedó internado. Muy otra, como se verá, fue la versión de Alejandro Néstor Arraigada en orden a la secuencia del suceso y a la intervención de los imputados. Así, dijo que cuando se encontraba como acompañante del camión grúa, interno 1140, conducido por Benjamín Patricio Gauna les fue ordenado por el operador de radio que fueran a buscar el automóvil de su compañera, la inspectora Alicia Olmedo, que se había roto y estaba estacionado en calle Duarte Quirós, entre Bolívar y Ayacucho. Que en el lugar estaba solamente el vehículo, pero enseguida llegó Saavedra trayendo las llaves y procedió a abrir el automóvil para quitarle la marcha y el freno de mano, luego de lo cual, lo volvió a cerrar. En esas circunstancias vio que caminaban por la vereda de enfrente cuatro sujetos, tres jóvenes y uno mayor, señalando en la sala a los acusados, quienes comenzaron a insultarlos, se trataba de insultos comunes que la gente dice cuando ve la grúa: “cagadores, hijos de puta, choros”. No sabe, por el ruido del motor de la grúa, si Saavedra respondió a dichos insultos, pero vió que estas personas cruzaron la calle y dirigiéndose a Saavedra comenzaron a discutir, para luego golpearlo, mientras su compañero se defendía, apoyado en la puerta trasera del Renault 19. Ante ello advirtió a su compañero Gauna que había lío y dirigiéndose a la caja del camión tomó un taco de madera con el que se traban las ruedas y cuando se dirigía al lugar de la pelea, uno del grupo –señalando a Ortiz- le dijo: “no te metas, no te metas, no hagas mas quilombo que ya nos vamos”. Que el dicente le dijo: “hace algo vos, no ves como le están pegando”. Que el muchacho le reiteró: “ya nos vamos”. Advertido que en sus declaraciones incorporadas de fs. 19, 41, 432 había atribuido a Ortiz otra actitud, dijo que lo que ahora manifestaba era lo que recordaba había sucedido. Expresamente reiteró que este muchacho no intervino en la agresión a Saavedra. Que la pelea continuaba, ahora cerca de la pirca del cantero de la plaza, donde los tres sujetos restantes le pegaban a Saavedra. En tales circunstancias uno de ellos, el de remera gris, tomó a su compañero de una pierna y lo tiró hacia la calle, donde la pelea continuó. En ese instante escuchó que Gauna gritaba: “abusos, dejen de pegarle” y se metió en el centro de la pelea. A los pocos segundos se terminó el intercambio de golpes y los tres agresores se retiran hacia el lado de Ayacucho. Gauna se quedó parado en la vereda diciéndoles “caraduras, son abusadores”. Saavedra se dirigió hacia la motocicleta y al comprobar que el muchacho que estuvo con el dicente no se había retirado, seguramente porque no había advertido que sus compañeros se iban, lo empujó o le pegó una trompada, lo que motivó que la mochila que llevaba al hombro se le cayera. Saavedra tomó la mochila y el dicente le dijo: “devolvésela, así se va” y éste le contestó: “No, yo quiero saber quien es”, pensando que dentro de la mochila podría encontrar como identificarlo. Que el dicente insistió llegando a decirle que este muchacho no había participado de la pelea, diciéndole Saavedra es igual que los otros. Mientras el joven también reclamaba la mochila, el resto del grupo, que se había alejado hacia Ayacucho aproximadamente unos 20 metros, regresó y se acercaron a Gauna, quien se encontraba en la vereda de la plaza y rodeándolo continuó la pelea. Aclaró que se trató de una discusión, de un incidente verbal con insultos que el declarante veía por sobre el techo del Renault 19 y desde aproximadamente unos tres metros. Por su parte Saavedra le había devuelto la mochila al joven, quien comenzó a retirarse hacia Ayacucho. En tales circunstancias y sin que el dicente hubiera visto que los jóvenes alcanzaran a pegar a Gauna, el mayor se adelantó y con un movimiento rápido le aplicó a su compañero un golpe en el cuello con su mano derecha. Inmediatamente Gauna gritó y se desmoronó al suelo, donde quedó de rodillas tomándose el cuello, mientras el grupo agresor se retiraba hacia Ayacucho. Que rápidamente, Saavedra se acercó a donde estaba caído Gauna y dijo: “lo cortaron, lo cortaron, llama a la ambulancia”. Ante ello el dicente, también se acercó a Gauna y vió que efectívamente le salía sangre del cuello, le brotaba sangre entre los dedos ya que se tomaba el cuello con las manos. Que fue a la cabina del camión y llamó por la frecuencia a la base comunicando la novedad. Posteriormente una ambulancia de Ecco asistió a Gauna, trasladándolo al Sanatorio Mayo. Saavedra, que también resultó lesionado, fue trasladado al mismo nosocomio. De la transcripción de la versión de ambos funcionarios, se advierten, como se adelantó, claras diferencias no solo en el relato sobre la continuidad de los hechos sino también, y fundamentalmente, sobre la intervención en los mismos de los acusados Ortiz y los hermanos Crivelli Posse. Entiendo que mayor crédito merece Arraigada, no solo por su objetividad, habida cuenta que se mantuvo al margen de la gresca, lo que no puede decirse de Saavedra, quién por una inexplicable ocasional intemperancia contribuyó a la misma; sino, además, porque recibió, en lo fundamental, la corroboración de la mayoría de los testigos independientes que presenciaron los hechos. Volviendo sobre Saavedra, digo inexplicable ocasional intemperancia porque si los insultos que padeció en esta ocasión fueron -según sus dichos- los de Arraigada y los de Olmedo, de los que habitualmente reciben de la gente cuando realizan procedimientos, no tiene explicación su falta de templanza en esta oportunidad y menos aún su conducta totalmente al margen de lo que prescribe la ordenanza 7244, siendo –como lo es- un experimentado funcionario con 17 años de desempeño en la policía de tránsito. Como se dijo, los testigos observaron los hechos de distintos lugares. Quienes estuvieron al mismo nivel que los contendores fueron Federico Sammartino, Ramiro Augusto Soler y José Alejandro Gutiérrez, que trabajan en un local comercial de elementos de computación, sito en Duarte Quirós Nº457 y Maximiliano López, quién dijo encontrarse circunstancialmente en el lugar. Sammartino permaneció dentro del local pues estaba sólo y atendiendo a un cliente. Desde allí pudo ver a tres muchachos que insultaban a un inspector municipal, quien respondió a los insultos. Que luego estos tres, que eran bien grandotes, cruzaron la calle y rodeando al inspector empezaron a pegarle golpes de puño y, cuando cayó al suelo, con patadas. Que en tales circunstancias llegaron tres inspectores. Uno se introdujo en la gresca, produciéndose un intercambio de golpes entre los tres muchachos y los dos inspectores, mientras los otros dos, uno portaba un palo y otro un taco, ambos de madera. El del palo quiso golpear a uno de los muchachos con dicho elemento, pero éste se lo quitó. Allí el incidente cesó, pero un inspector le retuvo una mochila a uno de los muchachos, mientras que uno de los agresores, de camisa gris y pantalón oscuro, empezó a golpear al inspector que después falleció, llevándolo a los golpes hasta la pirca de la Plaza de la Intendencia, donde le envolvió el cuello con su brazo derecho, mientras le aplicaba golpes con su puño izquierdo en distintas partes del cuerpo. Luego de varios golpes, el agresor salió en dirección a la calle Ayacucho y el inspector se apoyó con su brazo derecho en un árbol, viendo el dicente que salía de su cuello un chorro de sangre de manera intermitente. Otro inspector comenzó a decir “lo hirieron o lo apuñalaron” por lo que el dicente llamó al 107. Agregó a preguntas que se le formularon que en la acción en la cual terminó herido el inspector municipal únicamente intervino el de gris. Soler dijo que oyó voces e inmediatamente salió a la vereda y vió que tres muchachos cruzan la calle y agreden de manera conjunta a un inspector municipal que había llegado al lugar en una motocicleta. Tras la golpiza, entran en escena dos inspectores municipales mas, ambos munidos con palos. El que luego resultó herido ingresó a la gresca blandiendo el palo, mientras que el otro, fue el que menos intervino. Que cuando eso ocurrió, los muchachos retroceden unos metros hacia Ayacucho, pero luego enfrentan a los inspectores y les quitan los palos, intercambiando golpes, interviniendo en ese momento varias personas que los separan. Entonces los muchachos tiran los palos al suelo y se retiran hacia Ayacucho. En esas circunstancias el inspector de la moto fue por detrás de uno de los chicos que caminaba por la calle, le pegó una trompada en la nuca y le quitó la mochila. Este muchacho regresó sobre sus pasos y de buena manera le pidió al inspector que le devolviera la mochila. Lo mismo hizo el inspector que menos intervino en la pelea, quien dijo: “cortala, devolvésela”. Ante ello, el de la moto se la devolvió. Luego de esto, vio por la vereda de la plaza a tres individuos, entre los que había uno que no había visto antes, que se acercaron al inspector que resultó herido y lo rodearon. Que uno de ellos, señalando a Felipe Virgilio Crivelli, tomó al inspector por el cuello, cerrando el brazo derecho sobre su garganta y allí el inspector gritó y se tomó el cuello con gesto de dolor. Dijo, además, que no recordaba si, mientras esto sucedía, los otros dos muchachos golpeaban, también, al inspector. Que cuando éste se quitó la mano del cuello, vio que de allí le brotaba sangre. Que los muchachos huyeron, dos por la vereda y dos por la calle en dirección a Ayacucho. En ese momento el inspector de la moto empezó a gritar advirtiendo que a su compañero lo habían herido y sacándose la camisa se la colocó en el cuello. Diez minutos después llego una ambulancia y trasladaron al herido. Gutiérrez, dijo que, de los tres, fue el que menos vio lo ocurrido porque se encontraba trabajando en el taller ubicado al fondo del negocio. Que escuchó gritos y pensando que podían ser bromas de sus compañeros o algún incidente adelante, en el lugar de atención a los clientes, se dirigió al sector. Al salir por el garage, vio mucha gente reunida en la Plaza de la Intendencia y a una persona de barba candado, vestido con uniforme de inspector municipal, que le arrebató una mochila a un muchacho de remera color salmón que en ese momento iba caminando hacia la cañada. Ante ello, éste de buenas maneras le pidió que se la devolviera, pero el inspector no quería hacerlo. Que en ese momento intervino otro inspector municipal, quien le dijo al que tenía la mochila que la volviera, lo que éste hizo. En ese momento apareció un sujeto que tomando del cuello al inspector que había aconsejado la devolución de la mochila, comenzó a golpearlo hasta que el mismo se desplomó. Incorporadas sus declaraciones anteriores de fs. 82 y 385, fueron leídas sus partes pertinentes de las que surge que el testigo dijo que fueron dos sujetos, uno de chomba roja, quien lo sujetó del cuello con una mano, mientras que con la otra le asestaba golpes de puño en el cuerpo, apareciendo luego otro, vestido con una remera clara y pantalón largo, quien le pegó dos o tres golpes al inspector que era sujetado por el de rojo. Que en ese instante el inspector que había retenido la mochila se acercó a su compañero, quien estaba sentado en la vereda de la plaza apoyando su espalda en la pirca, tomándose el lado izquierdo del cuello y le retiró la mano del sector, comenzando a gritar que lo había apuñalado. En ese instante el dicente vio que del cuello de ese inspector brotaba sangre. Ante estas lecturas, Gutiérrez dijo recordar que las cosas ocurrieron como están en sus declaraciones. En esas declaraciones, también afirmó que desde su perspectiva no parecía que entre el de rojo y el de gris estuvieran de acuerdo en golpear al inspector de manera conjunta, pues mientras el de rojo tomaba al inspector de la ropa a la altura del pecho, “irrumpió” el de gris, le aplicó los golpes mencionados y se retiró del lugar. En el debate, por último, dijo que él no vio algo inmóvil, que era un forcejeo, ya que el de rojo forcejeaba con el inspector y eso tenía movilidad. También y a nivel de la vereda, habría presenciado los hechos, por lo menos así lo dijo en la audiencia, Maximiliano López. Voy a prescindir de su testimonio y por varias razones. En primer lugar, porque se trata de un condenado por múltiples hechos de estafa (ver protocolo de sentencias Excma. Cámara Décima del Crimen, Sec. 19, año 2005, Sent. 22/3/05); en segundo lugar, por su ingreso al proceso de forma llamativamente sospechosa (ver certificado de fs. 633); en tercer lugar, porque estuvo detenido, según sus dichos, entre octubre de 2004 y marzo de 2005, en el módulo MD1, coincidiendo en el tiempo y en el lugar con el alojamiento de Felipe Crivelli Posse; en cuarto lugar, porque explicó su presencia en el lugar de los hechos debido a que concurrió al estudio del Dr. Héctor Guillermo Vélez sito en Duarte Quirós 447, pero ni el Dr. Vélez (fs. 1303) ni su secretaría, Andrea Alejandra Cechel (fs.1329) saben de que hubiese estado allí, ni está registrado pedido de entrevista o consulta a su nombre; en quinto lugar, y por último, porque si bien dijo que concurrió a dicho estudio para cumplir con un pedido de un abogado de la ciudad de Río III, no supo dar ninguna explicación sobre cual era la gestión que le encomendaron. Tales las razones de su exclusión. Otros testigos vieron los hechos cuando pasaban circunstancialmente por el lugar en automotores. Tal el caso del martillero judicial Aldo Daniel Lyardet y del empleado del Juzgado de Conciliación de 4ta. Nominación y Oficial de Justicia Ad Hoc, Daniel Eduardo Blanco. Lyardet dijo que cuando circulaba en su automóvil Peugeot 405, dominio AFK-822 por calle Duarte Quirós, al trasponer la calle Ayacucho debió detener la marcha debido a que en parte de la calzada se producía una gresca protagonizada por un grupo integrado por dos inspectores municipales, que estaban de uniforme, uno de los cuales repelía a golpes de puño la agresión producida por cuatro sujetos, quienes no actuaban simultáneamente, pero si recibía golpes de puño y puntapié de los cuatro, mientras el otro inspector intentaba separarlos. No escuchó ningún insulto, pero si voces que decían “basta, basta”. En un momento los cuatro agresores se separan de los inspectores y se apartan unos diez metros. Que esto lo vio desde una distancia de cinco metros, lugar donde debió detener su rodado, el que luego corrió hacia atrás por temor de que fuera dañado. Que los agresores quedaron a su derecha y aproximadamente a la altura del baúl de su vehículo. En esas circunstancias, uno de ellos a quien vio de espalda, pero le dio la impresión que era mayor que los otros y tenia puesta una camisa bordó o borra vino y pantalón oscuro de vestir, regresó hacia los inspectores, levantó del suelo un palo de madera y le aplicó con el mismo varios golpes al inspector que se encontraba sentado en una verja ubicada al costado de la plaza. Los golpes fueron de la cintura para arriba, específicamente en la cabeza, mientras el inspector se cubría con sus brazos. Inmediatamente después el agresor soltó el palo y con la misma mano, la derecha, le aplicó un golpe de puño en la parte baja del cuello, comenzándole a brotar sangre al inspector de esa zona, sin poder ver con que instrumento le produjo dicha lesión. Que tanto la agresión con el palo como la que generó la herida, fue una conducta individual de este agresor, ya que el resto del grupo permaneció a la altura del baúl del vehículo. Cree haber escuchado, no sabe si de todos o de alguno de ellos, que decía: “vamos, vamos”, tras lo cual el agresor se unió al resto del grupo y todos se fueron hacia Ayacucho. Blanco causó una triste impresión, pues se trata de un funcionario judicial. Fueron tantas sus contradicciones, no solo en su propio testimonio, sino también con respecto a los dichos de las personas con las que se conducía en el mismo vehículo, que pareció que no había presenciado lo que relataba y estaba inventando o transmitiendo lo que había escuchado de terceras personas. De cualquier manera incurrió en falso testimonio y deben remitirse sus antecedentes al señor Fiscal de Instrucción (art. 152 CPP). Así en el debate dijo que conocía al señor Crivelli, en referencia a Felipe Virgilio Crivelli, por haberlo visto en el kiosco de su hermano sito frente a tribunales. Seguidamente refirió que regresaban de hacer un procedimiento en la camioneta que conducía Eric Linera, a quien acompañaban, en la cabina, Ricardo Ferreira, sentado al medio y el dicente del lado de puerta derecha. En la caja Víctor Ricardo Oliva y su hijo Cesar Ricardo Oliva. Que luego de ingresar por la Cañada a Duarte Quirós y habiendo traspuesto la salida de la playa subterránea de la Plaza de la Intendencia, vio que a mitad de la cuadra había un tumulto. Que por ello disminuyeron la velocidad casi a paso de hombre, hasta que debieron detener el rodado por el semáforo de la calle Bolívar. Que mientras circulaban en esas condiciones vio que Crivelli y dos personas más jóvenes golpeaban, entre los tres, a un inspector municipal de contextura física más chica, por lo que le pareció una gresca desigual. Que al detenerse la camioneta decidió bajar para separar a los contendores, pero no pudo hacerlo por que en ese momento Crivelli le asestó al inspector, quien estaba parado en la vereda de la plaza mirando hacia Ayacucho, dos golpes al cuerpo, el primero en el cuello y el segundo en el pecho, con un arma blanca al parecer una sevillana. Crivelli estaba de frente al inspector, mirando hacia Bolívar y al costado derecho del inspector, había una de las personas jóvenes que había intervenido en la gresca, del otro lado no recordaba si estaba el otro joven. Tampoco recordó que el inspector fuera tomado por estas personas jóvenes de los brazos. Que estuvo en el lugar 3 o 4 minutos y luego se dirigió a tribunales, reuniéndose en la puerta de Duarte Quirós con el resto de los ocupantes de la camioneta. Dijo, también, que al inspector lesionado no lo conocía, no lo había visto nunca. Durante su declaración y a medida que las partes le destacaban las contradicciones con sus declaraciones anteriores, se sintió mal, como descompuesto, razón por la cual se pasó a cuarto intermedio para permitir que el testigo fuera asistido por el señor Médico Forense. Reanudado el debate se insistió en precisar sus contradicciones. Así: a) en sus declaraciones anteriores había dicho que no descendió en ningún momento de la camioneta; b) que conocía de vista al inspector de tránsito c) que los sujetos jóvenes tomaban cada uno de los brazos al inspector, por lo cual éste quedó inmovilizado y d) que no conocía a la persona mayor que asestó los golpes, ya que nunca la había visto antes. El testigo no dio ninguna explicación al respecto. Pero allí no pararon sus falsedades. Las personas que se conducían en el mismo vehículo Ricardo Cirilo Ferreira y Cesar Ricardo Oliva, en el debate, y Eric Eugenio Linera (fs. 186) y Víctor Ricardo Oliva (fs. 184), confirmaron que Blanco iba con ellos en el vehículo, pero lo desmintieron en su afirmación de que bajó en la Plaza de la Intendencia, ya que, aseguraron, lo hizo en el bar “El Foro”. Dijeron haber visto gente reunida en calle Duarte Quirós antes de llegar a Bolívar, pero no corridas ni golpes ni pelea alguna. César Ricardo Oliva y Ferreira dijeron en la audiencia que creyeron que se trataba de un accidente y cuando pararon en el bar “El Foro”, escucharon comentarios que le habían pegado a un inspector municipal. Este comentario también lo refieren Víctor Ricardo Oliva y Linera en sus declaraciones incorporadas. Por todo ello es que propugno la remisión, anunciada precedentemente, de estas declaraciones al señor Fiscal de Instrucción. Otros testigos, por último, vieron los hechos desde los edificios ubicados en la vereda sur de calle Duarte Quirós. Ellos son el Dr. Hugo Remo Gatani y la Dra. Andrea Fabiana Herrera, quienes declararon en la sala y la licenciada Florencia Aurora Menseguez, su hija Virginia Florencia Rivilli y la amiga de ésta Laura Andrea Trento, cuyas declaraciones se incorporaron por su lectura. El Dr. Gatani dijo que tiene su estudio jurídico en Duarte Quirós 447 y su despacho en el primer piso, hacia la calle. Que el dicente estaba trabajando en su computadora, ubicada contra la pared que da a la Plaza de la Intendencia y a la derecha de una puerta ventana, cuando sintió unos gritos. Que ante ello y sin salir al balcón, inclinando su cuerpo hacia la ventana, corrió la cortina, pudiendo observar a una persona de entre 25 y 30 años que se encontraba al frente del dicente apoyado contra la pirca de la plaza con una mochila enganchada en uno de sus brazos, teniendo alrededor suyo y frente a él, es decir de espaldas al dicente a tres jóvenes. El primero, que después supo era inspector municipal, estaba en actitud defensiva, pues estaba siendo agredido por los jóvenes, quienes no lo hacían de manera conjunta, sino alternada, ya que uno le pegaba y se retiraba, luego le pegaba otro y se retiraba, dándole lugar al siguiente. Que en determinado momento uno de los muchachos lo tomó y lo lanzó por el aire, cayendo pesadamente sobre el piso. Luego de ello, otro inspector, calvo, que después supo era Gauna, con un palo en la mano se interpuso entre su compañero y los agresores, quedando en frente a estos y al dicente pues miraba hacia su estudio. Para entonces los jóvenes eran dos, pues el tercero desapareció de su vista. También desapareció de su vista el inspector agredido, advirtiendo que Gauna estaba apoyado en la pirca con el palo en la mano. Seguidamente hubo un intercambio confuso de golpes, no recordando si Gauna uso el palo, pero si le llamó la atención que los dos agresores utilizaban la misma metodología anterior, pues se turnaban para golpearlo, aunque con mayor intervalo, al punto que entre golpe y golpe el dicente pensaba que la pelea había terminado, pero luego venía un nuevo golpe. En un momento dado entra en escena un tercer sujeto que venía por la vereda y muy pegado a la pirca, caminando de derecha a izquierda. Que este sujeto apareció en forma sorpresiva y con un movimiento rápido le aplicó, con su mano derecha, un golpe a Gauna en la parte izquierda de su rostro o cuello y se retiró, también, rápidamente. Que apenas se retiró este sujeto, del cuello del inspector empezó a fluir sangre y a la vez, fue como que el mismo se aflojó, ya que se agachó o se le doblaron las rodillas. Que allí se dio cuenta que no había sido un golpe de puño, sino que esa persona portaba en su mano derecha un elemento punzante. Seguidamente escuchó un grito “me apuñalaron” o “lo apuñalaron”, ignorando si eso lo dijo Gauna, el otro inspector u otra persona. Lo cierto es que a partir de ese momento Gauna termina sentado en el suelo contra la pirca y el dicente perdió contacto con la escena pues de dirigió al teléfono y llamó al 101 y al 107. La Dra. Herrera vio los hechos desde su domicilio ubicado en el Dpto. “A” del 4to. piso del edificio sito en Duarte Quirós 461. Dijo que escuchó gritos y se asomó por la ventana de su habitación, viendo que por la vereda de la Plaza de la Intendencia y justo frente a su edificio caminaban desde Bolívar hacia Ayacucho tres sujetos jóvenes, dos altos y uno más petizo, quien tenía colgada en su espalda una mochila negra, al parecer de cuero. También vio una grúa municipal y detrás de ella un automóvil de color oscuro. Que junto a dichos vehículos y sobre la calle había tres inspectores municipales. Que los gritos que escuchó eran insultos entre ambos grupos, los que continuaban, sin saber la declarante su origen, ni, si antes que se asomara, hubo algún incidente entre ellos. Mientras los jóvenes caminaban, uno, el de la mochila se bajó de la vereda a la calle, pero seguía caminando al lado de los otros, mientras alguno dijo “vamos, vamos, dejalo”. En ese momento uno de los municipales se acercó por la espalda al de la mochila y le pegó un “trompadón”, pues se notó que fue muy fuerte, en la cabeza. Que el chico indignado se sacó la mochila y la dejó en el piso, tomándola el mismo municipal. Que allí regresan los amigos del chico y metiéndose, también, los dos municipales restantes, comenzó un intercambio de golpes entre ellos y en pareja. Se formaron tres grupos que peleaban entre sí. A la izquierda de su visión el municipal que le quitó la mochila, con el chico que la tenía; luego una pareja que se agredía mutuamente y finalmente una tercera pareja en la que estaba un municipal pelado que tenía un palo negro en su mano derecha, la que mientras peleaban la perdió de vista tapada por la copa de los árboles situados sobre la vereda de la plaza. Que enseguida, porque todo fue muy rápido, vio que apareció nuevamente ante su vista de abajo del árbol, el municipal pelado que venía tomándose el cuello de donde le salía sangre, mientras otro municipal decía “lo acuchilló, lo acuchilló” y ambos inspectores se van en ayuda del herido, mientras los tres chicos salen corriendo hacia la cañada. Que no vio cuando y como fue herido. Se le exhibió el croquis que confeccionara en la instrucción y que obra a fs. 117, el que reconoció como suyo. Sobre el mismo dijo, la pareja uno es la que estaba más lejos de las otras y cerca de los autos, las otras dos estaban mas juntas, la pareja dos estaba cerca del árbol y la pareja tres debajo del árbol. En el croquis, la puso fuera de la copa para que se viera, pero estaba debajo y desde su puesto de observación, como dijo, no la veía. Que a la dicente le dio la impresión que los que provocaron la agresión física fueron los municipales ya que los jóvenes se querían retirar del lugar. Que luego de 30 minutos llegó la ambulancia y lo médicos estuvieron asistiendo al municipal herido en el lugar como 20 minutos, hasta que finalmente lo trasladaron. Menseguez (fs. 422), Rivilli (fs.419) y Trento (fs. 101 y 414) vieron los hechos desde el consultorio de la primera, ubicado en el Dpto. “A” del 6to. piso del edificio sito en Duarte Quirós 461. Coincidentemente Menseguez y Rivilli dijeron que escucharon gritos y desde el balcón vieron que dos empleados municipales y cuatro jóvenes peleaban entre si. Que en un momento la pelea cesó pues los jóvenes se retiraron y los municipales se perdieron de vista debajo de los árboles de la Plaza de la Intendencia, hasta que sintieron un grito debido a que uno de ellos había sido herido. Rivilli bajó a la vereda y Menseguez fue al teléfono a llamar a la policía. Ambas sostuvieron que la iniciativa de la pelea la llevaban los jóvenes y los municipales se defendían. Quien aportó mas elementos fue Trento ya que aunque aclaró que desde donde estaban no se podía ver bien por la altura y la copa de los árboles, dijo que cuatro chicos jóvenes de entre 24 y 25 años peleaban con dos inspectores, aunque en realidad ella veía uno solo que tenía un palo con el que trataba de defenderse pero lo mismo le dieron una paliza porque los otros eran enormes. El segundo inspector casi no se metió, tenía más una actitud de separar que de involucrarse en la gresca, no viendo que fuese golpeado. Que la pelea entre el inspector que luego falleció y el resto del grupo se desarrollaba entre la mitad de la calle y la vereda, el inspector del palo en la mano, con el cual estima debió haber aplicado varios golpes, y el grupo atacante que alternativamente ingresaba a la pelea, le aplicaban un golpe y se retiraban. En un momento dado ese inspector tomó la mochila de uno de ellos, por lo cual el dueño de ésta regresó hacia él, le aplicó un golpe e inmediatamente otro compañero empezó a decir “lo hirieron” por lo cual la dicente está segura que esta fue la persona que lo cortó al que finalmente falleció. Con la prueba hasta aquí valorada pueden obtenerse algunas conclusiones en orden a los interrogantes que plantea esta primera cuestión. Así, respecto de las lesiones sufridas por Carlos Alejandro Saavedra, las terminantes manifestaciones de su compañero Alejandro Nelson Arraigada, -de quien supra se valoró su objetividad-, en el sentido de que Facundo Mariano Ortiz no participó en este tramo del suceso, encuentra corroboración en el testimonio de Sanmartino, Soler y Gatani, quienes aseguran que fueron tres personas las que golpearon al primer inspector y aceptación en los imputados Felipe Crivelli Posse y Facundo Crivelli Posse, de allí que Ortiz deba ser absuelto y resulten co-autores de las mismas los imputados nombrados y Felipe Virgilio Crivelli. La acusación también atribuye a Ortiz haberse interpuesto delante de Arraigada con la intención de evitar que intervenga, a la vez que le habría manifestado en forma intimidatoria: “no te metas, te vamos a reventar gordo hijo de mil puta”. Si bien esta afirmación surge de la declaración de Arraigada de fs. 19, luego, éste en sus otras declaraciones incorporadas de fs. 41 y 432 fue morigerando la misma y muy otro fue, como se vio, su testimonio al respecto en la audiencia. Por otra parte el debate no produjo ningún otro elemento de prueba que corrobore este aserto de la acusación y por ello, también, de esta imputación Ortiz debe ser absuelto. Yendo a las lesiones sufridas en el lugar de los hechos por el inspector Benjamín Patricio Gauna, la prueba indicó que se pusieron en evidencia luego de una acción tumultuaria y rápida, al punto que nadie vio el objeto con que fueron producidas. La acusación sostiene, en este punto, que Felipe y Fernando Crivelli Posse junto a su padre Felipe Virgilio Crivelli se acercaron nuevamente al lugar, rodeando esta vez a Gauna en forma de semicírculo, arrinconándolo de esta manera contra la pirca de la plaza, lugar donde le habrían aplicado un número no precisado de golpes de puño, provocando con ello que el nombrado Gauna quedara de espaldas contra la pirca de cemento, ocasión que habría aprovechado el encartado Felipe Virgilio Crivelli para extraer de entre sus ropas un arma blanca con la que en un rápido movimiento le habría asestado a aquel dos puntazos, uno a la altura de la cara anterior del cuello y otro en el tórax a la altura de la tetilla izquierda, desplomándose Gauna al piso. De este relato, el único autor culpable de las lesiones cortantes causadas a la víctima, fue Felipe Virgilio Crivelli, quien aprovechó las ventajas de la pelea para producirlas. No hay ninguna referencia a convergencia intencional alguna de los hijos con la conducta del padre, ni se destaca aporte material alguno al resultado, demostrativo que lo quisieron o, que, al menos, se lo representaron. Lo único que se acreditó con certeza en la audiencia fue la autoría de las lesiones por parte de Felipe Virgilio Crivelli. Arraigada dijo que quien las causó fue el agresor mayor; Lyardet, también dijo lo propio, aportando, además, la vestimenta del autor, que coincide con la de este acusado; Soler reconoció en la audiencia a Felipe Virgilio Crivelli como la persona que tenía tomado al inspector del cuello y, además, fueron sus propios hijos, como se vio, los que atribuyen a su padre haber lesionado a Gauna. La defensa de Felipe Virgilio Crivelli, seguramente que frente a estas evidencias y por lealtad a la prueba, aceptó que quien tuvo el último contacto físico con la víctima fue su cliente. Respecto de Felipe y Fernando Crivelli Posse, y mas allá de las imprecisiones de la acusación, si bien hubo testigos, como Gutiérrez, Gatani, Menseguez, Rivilli y Trento que aseguran haber presenciado una agresión física hacia Gauna de parte del grupo de jóvenes, el debate, aún aceptando como ciertos tales asertos, puso en evidencia serias dudas respecto a si los nombrados contribuyeron materialmente al resultado y en su caso en qué medida ya que no puede afirmarse con certeza, en base a dicha prueba, que la agresión fuera con el propósito de permitir, o al menos facilitar, la cruenta acción cumplida por su padre. Ante ello y por expreso mandato legal, ambos deben ser absueltos de la participación que se les atribuye. Sentado lo precedente debemos considerar si la muerte de Gauna puede ser atribuida jurídicamente a Felipe Virgilio Ariel Crivelli. No hay duda, como se vio, que éste causó las lesiones que presentó aquel y que motivaron, primero la asistencia en el lugar por un servicio de emergencia, luego el traslado al Sanatorio Mayo desde donde fue derivado al Hospital de Urgencia y allí, luego de ser intervenido quirúrgicamente, falleció. La autopsia, como se vio, comprobó que la causa eficiente de su muerte fue herida de arma blanca en tórax. Esta herida fue simultanea a la del cuello, pues fue advertida de inmediato por Saavedra y Arraigada. Luego por el Dr. Sergio Alejandro Spataro, quien dejó constancia de la misma en su informe de fs. 1258. En la audiencia dijo que llegó al lugar circunstancialmente, el herido estaba despierto y conciente, con indemnidad en vía aérea y pleural. La herida más importante era la del cuello y se hizo compresión para evitar el sangrado. Creyó que la herida de tórax no era profunda y por eso no sospechó de lesión cardíaca. Por indicación de los inspectores municipales lo trasladó al Sanatorio Mayo y allí le dijeron que, para tratar la emergencia, estaba más preparado el Hospital de Urgencias y por ello lo llevó a dicho nosocomio, donde lo entregó a la Guardia. El Médico Forense, Dr. Adolfo Bergese dijo en la sala que la lesión cardiaca, causante de la muerte, fue un hallazgo de la autopsia, pues había tenido a la vista la historia clínica del paciente y en la misma no figuraba. Concretamente, dijo, en la foja quirúrgica consta que la herida de tórax seccionó fibras del pectoral mayor, sin llegar a la aponeurosis posterior, lo que demuestra que los cirujanos consideraron que la herida no había lesionado el corazón. Agregó que la situación de Gauna era urgente y compleja pues había sospecha de arteria rota y verificar ese tipo de lesión, en la zona del cuello, llevaba tiempo. Por un criterio de urgencia médica debía atenderse en primera instancia esa herida para evitar un rápido shock hipovolémico y una lesión cerebral irreversible. También compareció a la audiencia el destacado cardiólogo, Profesor Dr. Cesar Miguel José Serra, quien, a pedido de la defensa de Felipe Virgilio Crivelli, había presentado, durante el período de prueba, el informe de fs. 1682. El perito, demostrando su versación en la materia hizo un pormenorizado informe sobre el caso en base a la documentación que tuvo a su disposición y concluyó, como lo había hecho por escrito, en que si se hubiera realizado con el paciente Gauna una correcta técnica de abordaje a sus lesiones, probablemente hubiera salvado la vida. La misma consistía, a su criterio, en atender con prioridad la lesión torácica, pues todo paciente con lesión traumática precordial debe incluirse en el protocolo llamado FAST, que incluye la realización de un simple ecocardiograma transtorácico. Ello habría podido detectar la lesión cardiaca, que no fue advertida por los cirujanos, la que suturada a tiempo hubiera evitado las hemorragias que en definitiva le causaron la muerte. A preguntas que se le formularon, el Dr. Serra respondió, con lealtad, que utilizó el modo potencial porque en medicina no puede asegurarse ningún resultado, pero las estadísticas son favorables en un alto porcentaje. Que el paciente fue derivado de un centro medico privado al Hospital de Urgencias porque en Córdoba es el lugar mas adecuado para tratar emergencias y que a los médicos tratantes no puede imputárseles ignorancia ni desidia, sino que no advirtieron la gravedad de la lesión y por ello no actuaron adecuadamente. En base a este informe y al testimonio en la sala de su autor, la defensa a cargo del Dr. Buteler sostuvo, en este punto, que el error de diagnóstico es una condición de la causa de la muerte y excluye por ello la responsabilidad del que causó las lesiones. Aceptando que el Dr. Serra, desde el punto de vista médico, tenga razón, prescindiendo para ello de la idoneidad probada del Hospital de Urgencias y de sus médicos para abordar emergencias y de la urgencia absoluta que había, en el caso, de atender la herida del cuello, con sangrado pulsátil y rutilante, como dijo el Dr. Serra, lo que indicaba que se trataba de una lesión arterial, capaz de causar la muerte del paciente en minutos, a causa de la hemorragia. Prescindiendo de todo ello y dándole la razón, siempre desde la medicina, al cardiólogo eminente, lo cierto es que Patricio Benjamín Gauna murió de la lesión cardiaca que le causó Felipe Virgilio Ariel Crivelli, pues tal resultado es atribuible a su conducta, sin que medien interferencias excluyentes de su autoría. Núñez, Tratado, T2, pag. 271 dice: “Existe concausa o interferencia de un curso causal independiente si el resultado proviene de un curso causal cuya génesis es independiente de la condición puesta por el agente. Tales son: a) La condición preexistente….; b) La condición concomitante que desenvuelve su propio curso causal con exclusión del efecto causal de la conducta del agente………No constituyen resultados atribuibles a condiciones concomitantes independientes:Ni las modalidades o complicaciones propias del curso causal desenvuelto por la conducta del agente. Ni las modalidades o complicaciones del curso causal debidas a las particulares circunstancias del lugar, tiempo u ocasión en que se desenvolvió el mismo. Ni las modalidades o complicaciones del curso causal no evitadas por la omisión de un tratamiento adecuado del mismo, incluso la conducta inadecuada de la propia víctima. c) La condición superveniente que no es una secuela del curso causal desenvuelto por la conducta del agente. Con el mismo rigor conceptual, aunque con terminología actual, Núñez en el Manual, Parte General, actualizado por Spinka y González, pag. 125 y sgtes. sostiene: La comprobación de la existencia de una vinculación causal es una cuestión ontológica, porque corresponde al mundo de la realidad física, pero es una cuestión jurídica en tanto la ley penal aprecia como jurídicamente válido un determinado tipo de relación causal fáctica. Esto explica por que el tipo delictivo es importante en el problema de la causalidad……… La relación causal captada por el art. 79 es la que demanda el concepto de matar, socialmente aceptado como atentado criminal contra la vida de otro, lo que supone que, entre el comportamiento del autor y la muerte, medie la relación propia de un coeficiente directo eficazmente mortal por su desenvolvimiento en el caso concreto……… Y, reiterando, finaliza: En materia de causalidad, la tarea del tipo penal no va más allá de esa función selectiva. El examen de la eficiencia mecánica del coeficiente causal seleccionado por el tipo, corresponde a las ciencias naturales. No es el derecho, sino la ciencia médica la que decide si tiene eficiencia mortal la lesión que, en el caso concreto, constituye el comportamiento al que alude la relación causal típica. Esto es lo que ocurrió en la causa. La ciencia médica (autopsia de fs. 135 y 453) estableció que la muerte de Gauna se debió a la lesión cardiaca que le produjera Felipe Virgilio Crivelli y los médicos del Hospital de Urgencia no pudieron rescatar con éxito al paciente pese a los denodados esfuerzos en la sala de operación (1 hora) y posteriormente en UTI (45´), según lo afirmado por el propio Dr. Serra en su informe (ver fs. 1710). Es decir, la conducta de los galenos no fue una condición de la causa de la muerte de Gauna, como opinó el Dr. Buteler, sino que, pese a sus ingentes esfuerzos, no pudieron torcer un curso causal que resultó irreversible. Concluyo, pues, que Felipe Virgilio Ariel Crivelli resultó autor de la muerte de Patricio Benjamín Gauna. En base a la prueba valorada y a las consideraciones efectuadas sobre la misma, fijo los hechos tenidos por acreditados por el Tribunal luego del debate, a fin de dar cumplimiento a lo dispuesto por el art. 408 inc. 3º CPP, de la siguiente manera: a) En las circunstancias de lugar y tiempo consignadas en la acusación, Silvia Alicia Olmedo, de franco en el servicio, detuvo el vehículo que conducía, dominio SON-352 propiedad de su hermana y solicitó colaboración para que fuera removido, a su jefe, Rene Rodríguez funcionario jerárquico de la Policía de Tránsito de la Municipalidad de Córdoba; b) Por orden de éste, concurrió al lugar el camión grúa 1140, cuya dotación estaba integrada por los inspectores Benjamín Patricio Gauna y Alejandro Nelson Arraigada, a fin de retirar el rodado, lo que no pudo realizarse porque el mismo estaba cerrado con llave y con una marcha y el freno de mano puestos. Ante ello, Olmedo solicitó nueva colaboración y, esta vez, el encargado de la flota automotor, Antonio Guzmán le pidió al inspector municipal Carlos Alejandro Saavedra que fuera al lugar llevando las llaves del vehículo; c) Saavedra concurrió allí en la motocicleta de la repartición, asignada para el cumplimiento de su función. Abrió el automóvil, quitó marcha y freno, volviendo a cerrarlo. En tales circunstancias pasaban por la vereda del frente Felipe Virgilio Ariel Crivelli, Felipe Guido y Fernando Martín Crivelli Posse y Facundo Mariano Ortiz, quienes creyendo que Saavedra había abierto indebidamente el vehículo de un particular y estaba sacando objetos del mismo, comenzaron a insultarlo. Saavedra, no solo contestó a dichos insultos, sino les gritó que se lo dijeran en la cara, instando a un enfrentamiento personal; d) Crivelli y sus hijos cruzan la calle, se acercan a Saavedra y lo golpean con puños y puntapié, lesionándolo. El inspector Gauna interviene portando un palo y los separa. El inspector Arraigada y Ortiz permanecen juntos, cerca de donde ocurrían los sucesos, sin intervenir en los mismos; e) Los Crivelli se retiran en dirección a la calle Ayacucho, pero la gresca no cesa, pues sin solución de continuidad, Saavedra golpea a Ortiz y le quita la mochila que éste portaba para identificar al grupo. Luego a instancias de Arraigada, quien le pedía que la devolviera, la arroja al suelo; f) Los Crivelli vuelven sobre sus pasos, pero no se dirigen hacia Saavedra sino que enfrentan a Gauna, quien insultaba blandiendo el palo que portaba y mientras Felipe Guido y Fernando Crivelli Posse discutían con el inspector, Felipe Virgilio Crivelli sorpresiva y rápidamente le aplicó dos golpes con un objeto punzante que portaba causándole lesiones sangrantes en cuello y tórax, retirándose del lugar; G) Saavedra asiste a Gauna colocándole su camisa al cuello para comprimir la herida. Seguidamente el lesionado es asistido en el lugar por ECCO y trasladado, luego, al Sanatorio Mayo. De dicho establecimiento Gauna es derivado al Hospital de Urgencia, por ser el lugar más adecuado para asistirlo. No obstante ello y a pesar de los esfuerzos del servicio médico actuante, falleció a causa de la lesión cardi aca que le provocara Felipe Virgilio Ariel Crivelli. Estos son en definitiva los hechos de la causa. Lo hasta aquí consignado no agota la tarea del Tribunal en esta primera cuestión toda vez que el debate acreditó, además, lo siguiente: 1) al diligenciar la prueba solicitada por el señor Fiscal del Tribunal en el sentido de mecanografiar la historia clínica de Benjamín Gauna de fs. 221/231, la Municipalidad de Córdoba, dando cumplimiento a lo ordenado por el Tribunal remite (fs. 1790/1795) otra historia clínica acompañada de la copia mecanografiada requerida, en la cual se han insertado constancias de sintomatología del paciente y de supuestos estudios realizados al mismo, que no constan en la historia clínica original en poder del Tribunal. Estos agregados pueden constituir un delito de falsedad documental y en consecuencia corresponde ordenar la remisión de los antecedentes al señor Fiscal de Instrucción en Turno (art. 152 CPP); 2) El procedimiento municipal con la intervención de sus inspectores en horario de servicio y la utilización de vehículos oficiales para remover de la vía pública un vehículo particular en uso por una funcionaria, además de estar expresamente prohibido por la Ordenanza 7244, art. 44 inc k), y de allí lo inexplicable de la conclusión del sumario administrativo (exp. Nº O26430, año 05, folio 03) labrado en su oportunidad (ver carpeta de prueba remitida por la Municipalidad de Córdoba), puede constituir el delito previsto por el art. 261, segundo párrafo del C. Penal y por ello deberá remitirse los antecedentes al señor Fiscal de Instrucción en turno (art. 152 CPP). Tal mi respuesta a esta primera cuestión. Así voto.- A LA PRIMERA CUESTION PLANTEADA, EL SEÑOR VOCAL, DOCTOR ROBERTO EDUARDO TORRES, DIJO: Que se adhería a lo manifestado por el señor Vocal preopinante, votando en sus mismos términos e igual sentido.- A LA PRIMERA CUESTION PLANTEADA, EL SEÑOR VOCAL, DOCTOR JUAN CARLOS FERNANDEZ LOPEZ DIJO: Que se adhería a lo manifestado por el señor Vocal, Dr. José Rogelio Martínez Iraci, votando en sus mismos términos PLANTEADA, e EL igual sentido.- SEÑOR A VOCAL, LA SEGUNDA DOCTOR JOSÉ CUESTIÓN ROGELIO MARTÍNEZ IRACI, DIJO: La calificación legal que corresponde a los hechos que el Tribunal tiene por acreditados, es, en cuanto a las lesiones de Saavedra, lesiones leves en los términos del art. 89 del C. Penal. Sus autores fueron Felipe Virgilio Crivelli y Felipe Guido y Fernando Martín Crivelli Posse. Estimo errónea la calificante que para el primero de los imputados propugna la acusación originaria, esto es la prevista por el art. 41 quater del C. citado, toda vez que el menor Fernando Martín Crivelli Posse intervino en el hecho por una decisión personal y espontánea y no a requerimiento o instigación de su padre. Así las cosas, el menor nombrado debe ser absuelto por cuanto a tenor de lo dispuesto por la ley 22278 en su articulo 1º, no es punible. También deben ser absueltos Felipe Virgilio Ariel Crivelli y Felipe Guido Cristian Crivelli Posse en razón de que la acción penal que corresponde a este delito se encuentra prescripta (art. 62 inc 2º del C. Penal) En cuanto a la muerte de Benjamín Patricio Gauna, cuyo autor resultó Felipe Virgilio Ariel Crivelli, como a su respecto no concurren causas de justificación, atenuantes o agravantes, la calificación legal que le corresponde es la de homicidio simple en los términos del art. 79 del C. Penal. Su defensa, a cargo del Dr. Buteler, sostuvo que había actuado en legítima defensa de sus hijos y de su sobrino. Tal petición no es de recibo y ello por diversos motivos: a) el grupo Crivelli con sus insultos iniciales a los inspectores municipales, más allá de la falta de templanza de Saavedra, provocó la gresca. Solamente esta circunstancia ya excluye la aplicación del art. 34 incs. 6º y 7º C.P.; b) No actuó en defensa de su sobrino, pues los Crivelli no se dirigieron a Saavedra, quien había agredido a Ortiz, sino a Gauna, aceptando el desafío que éste con su actitud les proponía; c) Los Crivelli se dirigieron a Gauna en grupo, superándolo en número y en envergadura física y allí mientras sus hijos discutían con el inspector, Felipe Virgilio Crivelli, en forma inesperada, disimulada y rápida le causó las lesiones, posteriormente mortales, sin que nadie pudiera ver el instrumento utilizado y sin que hubiera motivo alguno para ello. Por tanto, tal la calificación legal que propugno. Así voto.- A LA SEGUNDA CUESTIÓN PLANTEADA, EL SEÑOR VOCAL, DOCTOR ROBERTO EDUARDO TORRES, DIJO: Que se adhería a lo manifestado por el señor Vocal preopinante, votando en sus mismos términos PLANTEADA, e EL igual sentido.- SEÑOR A VOCAL, LA SEGUNDA DOCTOR JUAN CUESTION CARLOS FERNANDEZ LOPEZ, DIJO: Que se adhería a lo manifestado por el señor Vocal, Dr. José Rogelio Martínez Iraci, votando en sus mismos términos e igual sentido.- A LA TERCERA CUESTIÓN PLANTEADA, EL SEÑOR VOCAL, DOCTOR JOSÉ ROGELIO MARTÍNEZ IRACI, DIJO: A fin de graduar la pena a imponer a Felipe Virgilio Ariel Crivelli, tengo en cuenta la naturaleza del hecho que da lugar a la presente causa y la escala penal (8 a 25 años de prisión o reclusión) con que el mismo está sancionado. Se trata de un adulto, aunque joven, sin antecedentes penales computables, pero portador de una personalidad violenta como lo pusieron de manifiesto en la sala personas que convivieron con él y si bien la gresca que protagonizó es un acontecimiento capaz de causar la exaltación de los ánimos y a pesar de que Gauna tenía un palo en sus manos, su conducta merece severo reproche. Inicialmente provocó la gresca, luego causó las lesiones mortales en forma disimulada e innecesaria y posteriormente fugó del país, dejando a sus hijos librados a su suerte. Por todo ello y teniendo en cuenta, además, los otros criterios de individualización de la pena previstos por el art. 40 y 41 CP, estimo justo imponerle la pena de CATORCE AÑOS DE PRISION, con trabajo obligatorio, adicionales de ley y costas. Tal la sanción que propugno. Por último, atento el desistimiento del querellante particular Dr. Guillermo Marcelo Dragotto, las costas de su intervención deberán imponerse por su orden por haber tenido razón plausible para litigar (art. 551 CPP). Así voto.- A LA TERCERA CUESTION PLANTEADA, EL SEÑOR VOCAL, DOCTOR ROBERTO EDUARDO TORRES, DIJO: Que se adhería a lo manifestado por el señor Vocal preopinante, votando en sus mismos términos e igual sentido.- A LA TERCERA CUESTION PLANTEADA, EL SEÑOR VOCAL, DOCTOR JUAN CARLOS FERNANDEZ LOPEZ DIJO: Que se adhería a lo manifestado por el señor Vocal, Dr. José Rogelio Martínez Iraci, votando en sus mismos términos e igual sentido.- Por el resultado que antecede y por unanimidad, el Tribunal RESUELVE: 1) Absolver a Facundo Mariano Ortiz, ya filiado, por los hechos que el auto de elevación a juicio de fs. 1479 califica legalmente como co-autor de lesiones leves agravadas y autor de coacción en concurso real, sin costas (arts. 550/551 C.P.P.).- 2) Absolver a Fernando Martín Crivelli Posse, ya filiado, por los hechos que la acusación le atribuye y califica legalmente como co-autor de lesiones leves y partícipe necesario del delito de homicidio, sin costas (arts. 550/551 C.P.P.) y atento la edad del nombrado a la fecha de comisión del hecho remitir copia de la presente Sentencia al Sr. Juez de Menores de Primera Nominación, a sus efectos.- 3) Absolver a Felipe Guido Cristián Crivelli Posse, ya filiado, por los hechos que la acusación le atribuye y califica legalmente como co-autor de lesiones leves y partícipe necesario de homicidio, en concurso real, sin costas (arts. 550/551 C.P.P.), debiendo ordenarse su inmediata libertad (art. 411 C.P.P.).- 4) Absolver a Felipe Virgilio Ariel Crivelli, ya filiado, por el delito de lesiones leves agravadas, sin costas (arts. 550/551 C.P.P.), y declarar que el nombrado es autor culpable de homicidio simple en los términos del art. 79 del C.P., e imponerle la pena de CATORCE AÑOS DE PRISION, con trabajo obligatorio, adicionales de ley y costas (arts. 5, 9, 12, 40 y 41 C.P. – arts. 550/551 C.P.P).- 5) Remitir los antecedentes al Sr. Fiscal de Instrucción de Turno de Daniel Eduardo Blanco por el posible delito de falso testimonio (art. 152 C.P.P.).- 6) Remitir los antecedentes al Sr. Fiscal de Instrucción de Turno a fin de que se investigue al supuesto uso indebido de bienes del Estado Municipal por parte de sus funcionarios (arts. 152 C.P.P.).- 7) Remitir los antecedentes al Sr. Fiscal de Instrucción de Turno a fin de que se investigue la probable falsedad documental de la Historia Clínica mecanografiada remitida por el Departamento de Medicinal Legal del Hospital de Urgencia.- 8) Disponer ante la renuncia del Querellante Particular Dr. Guillermo Marcelo Dragotto que las costas que su intervención motiven sean por su orden por existir razón plausible para litigar (art. 551 última parte C.P.P.).- PROTOCOLICESE.-