Sobre la libertad; John Stuart Mill

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SOBRE LA LIBERTAD
John Stuart Mill (1959)
INTRODUCCIÓN:
Si en este momento me tuviese que plantear una visión objetiva del mundo sería incapaz, John Stuart Mill
diría que no soy libre, que soy una gran manipulada por el Estado. Dice Stuart Mill que si no somos
conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor, si no conocemos lo suficiente todas las cosas que nos rodean
y forman nuestra sociedad, nunca seremos capaces de alcanzar la libertad. Vivimos, ésta es mi opinión, una
época confusa y que en cierto modo a casi todos nos es extraña: los progresos en la ciencia y en la técnica
convierten en realidad cosas que hasta hace muy poco eran pura ficción, sin embargo, no se puede obviar que
en otro sentido de cosas vivimos una época de retroceso, especialmente en cuanto a lo que se refiere a cultura
y a la civilización humana. Muchos de los grandes logros conseguidos en el pasado, y que creemos hoy más
que fundamentales para nuestra existencia se están viendo mermados por causa del fanatismo; me refiero al
gran logro de la libertad, entendida ésta en el sentido más amplio de la palabra. Hoy en día la libertad se ha
convertido en algo subjetivo, en teoría todos somos muy libres de hacer lo que queramos pero a la hora de
llevar esto a la práctica, hay una coacción que nos impide hacer uso de nuestra libertad y que nos hace a todos
iguales. Mill Luchaba a favor de la diversidad y se refería, más que nada, a esto mismo.
También es evidente que no se puede comparar la libertad de antes con la de ahora, pues cada una tiene su
tiempo, y un largo proceso de asimilación. Hay libertades de antes de las que hoy ni siquiera nos acordamos, o
no nos planteamos, y libertades de antes que hoy son imprescindibles y que, sin embargo, cuesta mucho
llevarlas al acto. No se puede negar que la libertad, en general, de la que hacemos gala hoy en día, es todo un
logro que hace tiempo era impensable, sin embargo, a los que vivimos ahora, este tiempo, nos cuesta admitir
que esta es toda la libertad que podemos alcanzar.
La libertad individual hay que entenderla siempre como un privilegio del que poder hacer uso siempre que
queramos mientras no estemos limitando la libertad del resto de los ciudadanos. Es decir, podemos ser libres,
hasta donde las leyes nos dejen. Esta es una afirmación muy frecuente que, sin embargo, en cierto sentido es
confusa porque muchas veces la ignorancia la supera y puede darse el caso de que no se sepa hasta dónde
nuestra libertad puede llegar y hasta donde no.
Asimismo cabe en este trabajo destacar la necesidad de hacer referencia a las limitaciones de la libertad que se
llevan a cabo en la actualidad. No considero que estas limitaciones se hagan en contra de los individuos sino
más bien por su salvaguarda y de ahí que tampoco sea una crítica contra ellas. Desde el 11S ha habido un
claro retroceso en el cambo de las libertades, un retroceso que para muchos, sobre todos para los
norteamericanos, no tiene ninguna precedencia en la historia. Este retroceso puede causar el horror de muchos
porque en teoría no progresamos al ritmo que debiéramos sino que retrocedemos en el campo de las
libertades. A mi forma de entender en parte no es un retroceso, a mi forma de entender el tema todavía
debemos confiar en la teoría de que un retroceso supone después un gran salto histórico hacia el progreso.
Sin embargo el caso de España es diferente, aquí ya se conocía que el terrorismo causa grandes daños a la
libertad de expresión, a la libertad de movimiento, a la libertad de reunión... y a todas las libertades que
podemos valorar como fundamentales para el funcionamiento de una vida individual normal.
No podemos negar que seguimos gozando de grandes libertades, quizás con limites, pero sin ellas todo sería
muy diferente. El problema radica en que a pesar de disfrutar mucho de la libertad hay muy pocas
posibilidades de que alguien pueda realizarse como un completo ser libre. Quizás se deba a que somos los
seres humanos más influenciables de todos los tiempos, o quizá a que la educación en un mundo que no
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conserva los valores de antaño, o que de hacerlo los conserva mal, nos haga considerar la libertad desde otro
punto de vista. No me refiero a que sea bueno conservar todas las costumbres, si fuese así no habría progreso
y entonces la historia no tendría sentido. Me refiero a la conservación de unos valores fundamentales, que
nacen de uno mismo gracias a una determinada educación.
Haber sido educado en libertad significa haber sido educado en el respeto a los demás y, en este sentido,
mucho me temo que muy pocos han sido educados libremente. El respeto es un de los valores que más han
retrocedido, y con él que duda cabe la libertad en ese sentido. Por desgracia nos ha tocado vivir un mundo de
perjuicios, aun sabiendo que legalmente todos somos iguales. Estos prejuicios no hacen sino limitar la libertad
de las personas, de las que nos rodean y de nosotros mismos.
A estas alturas considero que resulta evidente que el progreso de la humanidad es más una aspiración que un
logro y que la sociedad se encuentra sin un rumbo fijo al que dirigirse. Por el contrario, este pequeño libro de
John Stuart Mill, Sobre la libertad, nos lleva a una época en que la libertad de expresión era una libertad
futura y no un recuerdo añorado. A continuación voy a pasar a exponer las idea de Stuart Mill recogida en este
libro, de forma que se puedan relacionar directamente estas ideas escritas en el pasado con la actualidad.
LA MAYOR LIBERTAD, LA DE EXPRESIÓN
Qué duda cabe de que la libertad de prensa ha sido uno de los más grandes regalos que se ha podido dar a la
humanidad. La libertad de opinión es un gran logro, pero tener la libertad para poder expresar tus ideas y que
todo el mundo pueda oírlas es, más que nada un logro personal que hace crecer al individuo como persona.
Cuando alguien tiene unas ideas siente la necesidad de contarlas, de que las apoyen o de que se las rebatan, la
necesidad de conocer la verdad es básica y se llega a ella a través de la exposición de ideas. Esto es algo que
hoy en día tenemos tan sumido como algo normal y lógico que no nos lo planteamos. Sí es verdad que
desgraciadamente mucha gente en este país está acallada y no por falta de libertad de expresión, porque todos
tenemos derecho a ella desde el momento en que nacemos. Es fundamental entender que la libertad de una
persona termina en el momento en que comienza a intrometerse en la libertad de otra, y que impedir que una
persona goce de su libertad es incurrir en un delito.
Dice Stuart Mill que impedir la expresión de una opinión supone un robo a la raza humana. Dicho de este
modo es completamente comprensible la postura de este autor, pues esa expresión acallada puede contener
mucho de verdad o no, en todo caso si es acallada eso nunca se sabrá. Igualmente dice Mill que no debemos
pensar nunca que tenemos nosotros la verdad absoluta y que por eso debemos estar abiertos a escuchar todas
las opiniones que podamos, para formar poco a poco esa verdad. Si se ahoga una opinión, por considerarla
falsa se está ejerciendo un gran daño a toda la sociedad. Pero este planteamiento realizado por Mill,
personalmente me lleva a pensar las razones que pueden llevarme a mía escuchar todas y cada una de las
opiniones. Pienso, por el contrario, que todas las opiniones son respetables desde el punto de vista formal,
pero que no tienen, ni mucho menos por qué ser aceptadas. De todos modos no considero que se caiga en error
por no oír una opinión completamente opuesta a la tuya si de antemano se sabe que difiere totalmente de los
argumentos propios. Por mucho que una persona apoye una determinada opinión sabe perfectamente cuáles
son los motivos que se le pueden achacar y sabe, que en caso de cambiar de opinión en un futuro, no tomará
las medidas radicales que por otro lado se le plantean. En este sentido discrepo con el autor, pues esta medida
me parece muy propia y saludable en el planteamiento pero francamente muy extraña de aplicar porque la
gente escucha las opiniones que sabe que va a poder rebatir.
De todos modos aquí me gustaría destacar la falta de argumentos de Mill para dar respuesta a qué ocurre
cuando te niegas a escuchar una opinión porque se sabe que el interlocutor no querrá escuchar la tuya. Esto es
algo complicado y que, sin embargo, Stuart Mill, a mi consideración, idealiza demasiado.
LA INDIVIDUALIDAD ES LA DIVERSIDAD
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Haciendo referencia a otros aspectos del ensayo es preciso decir que Mill augura a la perfección la Europa
multicultural de nuestros días. Según John Stuart si Europa ha sido una región progresiva se debe a su
diversidad. La diversidad es un beneficio para todos y con el tiempo, la tendencia de la humanidad a
uniformarse (medios de comunicación, modas...) está reduciendo esta diversidad y amenaza por estancar
Europa. Stuart Mill considera que de igual modo que son útiles las opiniones lo son también todas las maneras
de vivir. La aceptación de esto llena de valores a la gente, según explica Mill, pero me pregunto si deberíamos
aceptar dentro de nuestra Europa multicultural que, por ejemplo, un hombre maltrate a su mujer porque para
él sea una forma de vivir. Está claro que no, que eso no se permite porque se limita la libertad de la mujer con
ello, pero es que en realidad todos los planteamientos que se hace Stuart Mill llevan a la misma respuesta y lo
repite una y mil veces la libertad de uno termina donde empieza la del otro.
No cabe duda de que la diversidad enriquece infinitamente a una sociedad y que, sin embargo, continuamente
se nos están mostrando unos estándares que debemos seguir y que en cierto modo se nos imponen con su
continua repetición. La repetición de ciertas cosas termina con hacer que se asuman por toda la sociedad y que
se desprecien todas las desviaciones que a partir de ella se hagan. Mill defiende la individualidad y la
naturalidad de todas las personas, pero según mi entendimiento, considero imposible esto que ese
planteamiento se pueda llevar a cabo; si todo el mundo se comportase de una forma individual y haciendo
prevalecer su naturalidad personal sobre todas las cosas sería imposible llegar a un consenso dentro de la
sociedad porque nadie cedería y todos impondrían su opinión. Considero que este planteamiento no encaja
con el de hacer prevalecer la libertad individual.
Dice Stuart Mill que la individualidad, entendida como la conciencia de las propias diferencias, de las propias
fuerzas, energías, impulsos y deseos, además de inteligencia y opiniones, permite a las personas y a las
sociedades nutriste de las propias personas. Desde mi punto de vista considero que nadie que actuara hoy
según sus impulsos sería considerado como una persona cuerda. Un vez más se produce un ejemplo de algo
muy fácil de decir pero poco aconsejable llevarlo a la práctica.
Si todas las libertades que según Mill se llevasen a cabo probablemente viviríamos hoy en una total anarquía.
Además Mill da presupone la bondad de las personas por naturaleza y, desgraciadamente, me temo que no es
así. Asumir que la individualidad es imprescindible y que los individuos deben ser libres de elegir su
conducta, no resta que la sociedad deba ejercer su control e imponer limitaciones cuando las conductas
individuales fueran perjuicios para los demás.
Por otro lado no se puede pretender que las acciones sean tan libres como las opiniones. Considero que las
opiniones no deberían ser acalladas pero que las acciones han de tener unos límites; que la libertad del
individuo debe ser limitada porque no debe convertirse en un perjuicio para los demás. Del mismo modo
coincido con Mill cuando dice que las opiniones pierden su inmunidad cuando las circunstancias en las que
son expresadas hacen de esta expresión una acción perjudicial.
LIBERTAD SÍ, OBLIGACIONES TAMBIÉN
Dice Mill muy acertadamente que todo el que recibe protección de la sociedad debe una compensación por
este beneficio, y el hecho de vivir en sociedad hace indispensable que cada uno se obligue a mantener una
cierta línea de conducta para con los demás. Esa afirmación de Mill, como se puede observar se opone
fundamentalmente al principio de individualidad anteriormente explicado. Explica Mill que debemos ser
individualistas respecto a nosotros mismos pero no en una sociedad y que para entender y llevar a cabo esto
necesitamos la ayuda de la educación, pero no de una educación cualquiera, sino de una educación dirigida
tanto a las virtudes personales como a las sociales.
Considero cierto que todas las personas tenemos un comportamiento en nuestro ámbito privado diferente del
que podemos tener en público pero considero esta explicación de Mill un tanto equívoca, o al menos no
correspondida con lo anteriormente dicho sobre la necesidad de que todos los individuos sean libres respecto a
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lo que la sociedad les imponga.
La libertad individual permite hacer a cada uno lo que crea necesario pero también hay que admitir que el mal
que una persona se cause a sí mima puede afectar seriamente a aquellos estrechamente relacionados con ella,
y en menor grado a la sociedad en general. Podemos poner como ejemplo de esto último todas las divergentes
opiniones respecto al tema de la eutanasia.
Pero Mill también admite que siempre que existe un perjuicio definido o un riesgo de perjuicio, sea para un
individuo o sea para el público el caso se sustrae al campo de la libertad y entra en el de la moralidad o la ley.
Asimismo el autor considera que lo que hoy llamamos opinión pública es inaceptable porque significa la
opinión de unos cuantos respecto a lo que es bueno o malo para otros. Considera además que el público
mayoritario no considera más que su propia preferencia y pasa sobre el placer y la conveniencia de aquellos
mismos cuya conducta censura.
Por otro lado hay que tener en cuenta que Mill fue educado en el racionalismo y que confía
incondicionalmente en la conducta racional de los hombres, ésta confianza, que yo considero extrema, es la
que hace que muchos de sus juicios sean tomados por imposibles de llevar desde la idea hasta el acto.
Mill también se refiere en su obra al papel del Estado y de la Administración con una doble visión: por un
lado como represor del individuo y por otro como medio para una sociedad mejor. En ambos casos el autor
llega a la conclusión de que, en realidad, la verdadera represora y la que finalmente gobierna es la burocracia.
CONCLUSIONES
Mill muestra en esta obra tanto las mejores virtudes como los peores defectos de la tradición. Se muestra
como el mayor defensor de la libertad en todos los sentidos y esto puede ser peligroso hoy en día. Sus
continuas referencias a que el individuo no debe dar cuentas a la sociedad por sus actos siempre que no atente
contra los intereses de otra persona pueden ser enjuiciadas y entendidas de diferentes maneras. Teniendo en
cuenta también lo que queramos entender como los intereses de una persona. Considero esto último como
algo que no se puede medir.
Me gustaría destacar también los prejuicios que muestra hacia la sociedad y su conducta John Stuart Mill.
Aunque es cierto que fue un erudito y sabiéndose bien de ello, ese no es motivo, a pesar de toda la libertad
individual de la que hace gala, de mostrar continuamente su superioridad al resto de los hombres llamándoles
mediocres, su actitud claramente clasista y su cinismo en cuanto al etnocentrismo europeo. En cuanto a esto
creo que, una vez finalizada la lectura del libro, no queda clara cual es la escala de valores del autor: en
ocasiones prevalece la individualidad sobre la libertad y en otras al contrario.
En cuanto a los aspectos estilísticos de la obra me gustaría hacer una referencia al lenguaje claro y conciso
que utiliza para argumentar, así como la multitud de ejemplos que ayudan a la fácil comprensión del texto. Si
el contenido del texto se hace confuso no es por la forma en la que está escrito sino por la falta de coherencia
entre algunas ideas.
Sus pensamientos, con todo el racionalismo que encierran, son muy idealistas y llevarlos al acto sería hoy
imposible. Sin embargo Sobre la libertad es una crítica a la sociedad y a sus costumbres que no debe ser
desoída por todos los que creemos que la libertad de expresión es el mayor de los derechos que debemos
respetar.
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