2013 09 13 Shale gas NO por daños irreversibles

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Shale gas. No, por los daños ambientales irreversibles
Animal Político
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SEPTIEMBRE 27, 2013Claudia Campero
* Claudia Campero es organizadora para América Latina con Blue Planet Project y Food &
Water Watch y forma parte de la Alianza Mexicana contra el Fracking.
No existe tecnología para tratar el agua que se usaría para extraer el Shale gas; ya no sólo
contiene los tóxicos introducidos originalmente sino además todo lo que se mezcló en el
subsuelo incluyendo hidrocarburos, metales pesados y materiales radioactivos. Es decir, que
nos despedimos para siempre de estos millones de litros de agua usados para el fracking que no
podrán ser usados para otras actividades humanas ni devueltas al ambiente de forma segura.
La discusión de la reforma energética está enfocada en si es o no conveniente la participación
de la iniciativa privada (o privatización) en la extracción de los hidrocarburos y el consiguiente
destino de su renta. Ésta es sin duda una discusión importante, sin embargo, estamos
descuidando cuestiones claves cuando estamos definiendo el futuro energético del país.
Uno de los ámbitos que no está en la discusión pública nacional es la posible explotación de
hidrocarburos en formaciones de lutitas o esquisto (shale, en inglés). Para obtener gas y aceite
de lutitas se utiliza una técnica conocida como fractura hidráulica o fracking que consiste en
introducir millones de litros de agua mezclada con arena y químicos para romper la roca y
liberar los hidrocarburos. Estados Unidos tiene amplia experiencia en el uso de esta tecnología
y es nuestra referencia obligada para entender las consecuencias a las que nos podemos
enfrentar si en México se desarrolla como la clase política pretende.
Propuestas para mejorar el sector de hidrocarburos (Parte 3 de 4)
Energía renovable, pendiente en Reforma Energética de Peña
En la búsqueda de nuevos energéticos: el shale gas
En un reporte elaborado por la Alianza Mexicana contra el Fracking podemos ver a detalle qué
se requiere para el fracking. Cada pozo necesita un aproximado de 9 a 29 millones de litros de
agua para fracturarse. Con el agua se mezclan arena y 300 mil litros de químicos que incluyen
productos tóxicos como benceno, tolueno, etilbenceno y xileno. Una vez que esta mezcla se
introduce a altas presiones para fracturar la roca, una parte vuelve a salir a la superficie y otra
se queda en el subsuelo, aquí está una de las formas en que el agua contaminada puede llegar a
acuíferos. Otra forma es que los recubrimientos de los pozos fallen, que lo hacen, y por el
mismo pozo se entre en contacto con los acuíferos por los que pasa.
En la superficie se presenta un reto: no existe tecnología para tratar el agua que ya no sólo
contiene los tóxicos introducidos originalmente sino además todo lo que se mezcló en el
subsuelo incluyendo hidrocarburos, metales pesados y materiales radioactivos. Es decir, que
nos despedimos para siempre de estos millones de litros de agua usados para el fracking que no
podrán ser usados para otras actividades humanas ni devueltas al ambiente de forma segura.
Las aguas residuales se han conviertido en la “papa caliente” de la que no se quiere hablar.
Las empresas que se dedican a esto han ideado dos “soluciones”.
Una es vertir el agua residual en grandes tinas en teoría impermeables para que se evaporen.
Evidentemente los tóxicos también se evaporan y entran en el ambiente. También se sabe que a
veces esos recubrimientos “impermeables” fallan y el agua contaminada se filtra al suelo y
posiblemente a los cuerpos de agua cercanos. Y con el recordatorio tan fresco de las
inundaciones provocadas por los recientes huracanes, podríamos visualizar con toda claridad
qué sucede con estas tinas cuando llueve como lo ha hecho esta temporada.
La segunda solución es hacer pozos profundos de inyección de esta agua servida y ahí apuestan
que se quede por los siglos de los siglos. Hay también otras opciones más cínicas que es
mandarla a una planta de tratamiento que no está equipada para esa clase de contaminates,
simplemente tirarla o vertirla accidentalmente.
Por si no fuera suficiente, la fractura hidráulica tiene aún más consecuencias. Los promotores
de la extracción de gas de lutitas anuncian que este gas es más limpio que el carbón y que es un
combustible de “transición” para combatir el cambio climático. Es verdad que la quema de gas
es más limpia que la quema de carbón, sin embargo, es un error sólo considerar el momento de
la quema de un combustible para evaluar qué tan perjudicial es para el ambiente. Durante todo
el proceso de extracción, transporte, procesamiento y distribución de gas de lutitas existen
importantes fugas. Científicos han calculado que el uso de gas de lutitas es incluso peor para el
calentamiento global que el uso del carbón.
Estados Unidos está enfrentando un serio problema en sus comunidades. Desde California a
Pensilvania la fiebre del fracking ha traído fuertes oposiciones derivadas del peligro que
representa para la contaminación de cuencas enteras y para la salud de las personas.
En México, el derecho al agua está garantizado por nuestra Constitución; por este simple hecho
nuestros políticos tendrían suficiente para prohibir la fractura hidráulica que evidentemente
pone en riesgo éste y otros derechos humanos. En cualquier caso queda claro que sin una
sociedad organizada e informada, la industria aprovechará el señuelo de la privatización del
petróleo para ampliar sus negocios en el fracking. Por las consecuencias en el ambiente, en la
sociedad, en la salud y en la economía se ha creado la Alianza Mexicana contra el Fracking.
Esta alianza demanda la prohibición de la fractura hidráulica en nuestro país e invita a la
ciudadanía a informarse y sumarse a esta demanda.
No sólo el futuro energético está en juego. También nuestra agua. No nos equivoquemos en las
prioridades.
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