Ooyoriyasa: Cosmología e Interpretación Onírica entre los

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JUAN CAMILO NIÑO VARGAS
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Ciencias Sociales de la Universidad de
los Andes, Colección PROMETEO
Del hogar a los juzgados: reclamos
familiares en los juzgados superiores
en el tránsito de la Colonia a la
República, 1800-1850
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OOYORIYASA
COSMOLOGÍA E INTERPRETACIÓN ONÍRICA
ENTRE LOS ETTE DEL NORTE DE COLOMBIA
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Vicios, virtudes y educación moral en
la construcción de la República, 18211852
Franz Hensel Riveros
ISBN 978-958-695-296-5
Uniandes - Ceso - Departamento de Antropología
JUAN CAMILO NIÑO VARGAS
Uniandes - Ceso - Departamento de Antropología
Con la Colección Prometeo, la Facultad
de Ciencias Sociales de la Universidad
de los Andes busca estimular la
producción intelectual de los graduados
de sus Maestrías y hacer conocer sus
tesis de grado.
Colección
PROMETEO
OOYORIYASA
COSMOLOGÍA E INTERPRETACIÓN
ONÍRICA ENTRE LOS ETTE
DEL NORTE DE COLOMBIA
JUAN CAMILO NIÑO VARGAS
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES - CESO
DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA
2007
Niño Vargas, Juan Camilo
Ooyoriyasa : cosmología e interpretación onírica entre los ette del norte de Colombia / Juan Camilo
Vargas Niño – Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de
Historia, CESO, Ediciones Uniandes, 2007.
384 p. ; 17 x 24 cm. – (Colección Prometeo)
ISBN: 978-958-695-296-5
1. Chimilas – Vida social y costumbres 2. Cosmología chimila 3. Etnología – Investigaciones – Costa
Atlántica (Colombia) 4. Antropología social – Investigaciones – Costa Atlántica (Colombia) I. Universidad
de los Andes (Colombia). Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de Historia II. Universidad de los
Andes (Colombia). CESO III. Tít.
CDD 322.42
SBUA
Primera edición: septiembre de 2007
© Juan Camilo Niño Vargas
© Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología
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el permiso previo por escrito de la editorial.
Al pueblo ette
Desde mi primer contacto con los ette hasta el día de hoy, no me ha dejado
de asombrar la complejidad de su cultura, la tenacidad de su resistencia y la
vitalidad que comparten como pueblo indígena. Esta es una sensación que
me asalta cada vez que converso con un anciano, participo en una reunión
o repaso mis diarios de campo. Ahora, después de varios años de trabajo,
he creído concluir un texto que refleja una gran parte de mi respeto por su
historia, sus tradiciones y sus saberes. Aspiro a que la visión que presento
coincida, en alguna medida, con esa fascinante realidad que me sirvió como
modelo.
Índice
Agradecimientos........................................................................................................ xi
Introducción: sueño y cultura. ................................................................................ 1
I.Los ette de las Llanuras del Ariguaní...................................................... 25
A. El espacio geográfico.............................................................................. 27
B. Historia y etnología de las Llanuras....................................................... 35
1. Las Llanuras durante el primer siglo de la invasión europea........... 36
2. Los grupos indígenas y la expansión del régimen colonial.............. 42
3. Resistencia, ocultamiento y expansión de la economía regional...... 50
C. La verdadera gente.................................................................................. 56
II.Universo y devenir....................................................................................... 67
A. Las grandes entidades sobrenaturales..................................................... 70
B. La estructura del universo....................................................................... 73
C. Destrucción y regeneración cíclica del cosmos ..................................... 79
1. Ciclos destructivos............................................................................. 82
2. Procesos regenerativos ..................................................................... 88
D. El sentido de la historia y la acción humana........................................... 95
III.R ealidad y perspectiva................................................................................. 103
A. El universo como gran sociedad de sociedades...................................... 104
B. Multiplicidad de perspectivas: dos ejemplos mitológicos ..................... 112
1. La joven, las marimondas y la fragmentación del universo............. 113
2. El joven, Rey Gallinazo y el descubrimiento del perspectivismo.... 118
C. Perspectivas alternas y modos no ordinarios de existencia y percepción 128
Juan Camilo Niño Vargas
IV. La persona y el sueño. ................................................................................. 137
A. La composición del individuo................................................................. 138
1. Too: principal componente anímico.................................................. 139
2. Butteriya: el pensamiento.................................................................. 148
B. La experiencia del sueño......................................................................... 154
1. Soñar como actividad no corpórea.................................................... 154
2. El modo onírico de existencia y percepción..................................... 158
3. Fenomenología de la experiencia onírica.......................................... 161
a. Experiencia activa del componente anímico............................... 162
b. Experiencia pasiva del componente anímico.............................. 167
V. La lógica de la interpretación.................................................................... 173
A. La necesidad de desciframiento.............................................................. 175
1. Principios interpretativos.................................................................. 176
2. Dos sueños ejemplares....................................................................... 179
3. Símbolo y equivalencia...................................................................... 183
B. Correspondencias entre el sueño y la vigilia.......................................... 187
1. Correspondencias directas................................................................. 189
2. Correspondencias cualitativas........................................................... 190
3. Correspondencias metonímicas......................................................... 193
4. Correspondencias compuestas.......................................................... 195
5. Correspondencias de cualidades antitéticas...................................... 197
C. Estrategias para la interpretación............................................................ 198
1. La interpretación directa................................................................... 199
2. Las fórmulas interpretativas.............................................................. 202
3. La interpretación libre....................................................................... 207
VI. La práctica de la ensoñación....................................................................... 211
A. El valor práctico del sueño...................................................................... 212
B. Tiempos y espacios para la narración y la interpretación...................... 218
1. El grupo local y la interpretación onírica......................................... 220
2. El sueño y el orden ceremonial.......................................................... 227
viii
Índice
C. La vida onírica de los especialistas médicos y religiosos....................... 234
D. Cotidianidad, oniromancia e historia...................................................... 242
Conclusiones: sueño y reproducción social.............................................................. 251
Bibliografía. .............................................................................................................. 263
Anexos........................................................................................................................ 293
A. Mitos y relatos......................................................................................... 293
B. Sueños y relatos....................................................................................... 325
C. Fórmulas para la interpretación onírica.................................................. 349
D. Identidades zoológicas, botánicas y astronómicas................................. 354
E. Glosario................................................................................................... 356
Índice de figuras
1. Principales entidades sobrenaturales ette............................................... 73
2. Estructura del universo........................................................................... 74
3. Geografía y estratificación mítica.......................................................... 79
4. Ciclo del universo.................................................................................... 83
5. Elementos de regeneración...................................................................... 88
6. Marimonda negra.................................................................................... 113
7. Rey Gallinazo.......................................................................................... 119
8. La concepción perspectivista.................................................................. 135
9. La labor de la interpretación................................................................... 178
10.Casa ceremonial en Narakajmanta.......................................................... 228
Índice de tablas
1. Primeros ejemplares de las especies animales........................................ 109
2. Deícticos espaciales................................................................................. 129
3. Deícticos espaciales asociados a la descripción de modos no ordi narios de existencia y percepción........................................................... 130
4. Deícticos espaciales asociados a la descripción de la experiencia de la
vigilia y el sueño...................................................................................... 160
ix
Juan Camilo Niño Vargas
5. Fórmulas para la interpretación onírica.................................................. 203
6. Taxonomía onírica................................................................................... 216
Índice de mapas
1. Parcialidades del resguardo ette.............................................................. 9
2. Llanuras del Ariguaní. Mapa físico........................................................ 28
3. Grupos indígenas de la Gobernación de Santa Marta. 1530-1580.............
37
4. Grupos indígenas de la Provincia de Santa Marta. 1742-1787............... 44
5. Reportes de población indígena de las Llanuras. 1852-1978.................. 52
6. Nordeste indígena colombiano................................................................ 58
7. Distribución de la población ette en la actualidad.................................. 61
Índice de fotografías
1. Ette Butteriya.......................................................................................... xv
2. Issa Oristunna......................................................................................... xvi
3. Narakajmanta.......................................................................................... xvii
4. Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau................................................... xviii
5. María Ospino Nokorussu........................................................................ xix
6. Rafael Mendinueta Diitu......................................................................... xx
7. Luciano Mora Juurananta........................................................................ xxi
8. Luisa Granados Diiñato.......................................................................... xxii
9. Samuel Granados Ogwerisu Kraanti...................................................... xxiii
Agradecimientos
Nada más lejos de la realidad que considerar el presente texto como el resultado
de una labor individual. Desde la preparación del trabajo de campo hasta la
redacción del último párrafo, recibí un importante apoyo por parte de mi familia,
profesores y amigos.
En primer lugar, debo agradecer a Margarita Serje. Además de haberme
facilitado el primer contacto con el mundo ette, aceptó la dirección de la tesis de
maestría que, con varias modificaciones, constituye la presente publicación. Sin
su generoso apoyo y acertados comentarios la investigación no hubiera podido
tener un feliz término. Otro tanto le debo a Jorge Morales y Roberto Pineda, quienes, en su papel de jurados de la tesis, le otorgaron la calificación de Laureada. En
muchos sentidos, considero que sus enseñanzas, junto a aquellas impartidas por
Carlos Alberto Uribe, tienen una relación directa con este reconocimiento. Las
lecciones impartidas por los tres me introdujeron en el complejo panorama de la
etnología colombiana y me permitieron desarrollar las habilidades etnográficas
necesarias para acercarme por primera vez a la fascinante realidad amerindia.
Para fines de la publicación, asimismo, fue indispensable contar con la ayuda de
personas tan pacientes y comprensivas como Hilda White y María Angélica Ospina. Por último, me encuentro en la obligación de agradecer a todos los profesores
del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes involucrados
en mi formación académica y, en especial, a Fabricio Cabrera, Germán Ferro,
Carl Langebaek, Zandra Pedraza, Claudia Steiner y Elena Uprimny. En muchos
aspectos, su trabajo intelectual y lecciones en las aulas pueden detectarse en las
páginas que siguen.
Fuera del Departamento de Antropología los reconocimientos no son pocos.
Un lugar especial en este apartado lo ocupa Marta Herrera Ángel. El tiempo y los
conocimientos que generosa y desinteresadamente decidió compartir conmigo no
sólo enriquecieron mis documentos sino también respondieron tantas preguntas
interesantes como formularon otras nuevas. Sin sus sugestivas ideas, su amistad,
su consejo y su apoyo, la tesis difícilmente hubiera podido concluirse. Igual de
agradecido estoy con los integrantes del Taller Interdisciplinario de Formación
en Investigación Social UMBRA. A este respecto, las lecturas y sugerencias de
Juan Camilo Niño Vargas
Luis Berneth, Nicolás Cárdenas, Mónica Hernández, Jorge Luis Lázaro, Alexander Lozano, Santiago Muñoz, Alexander Pereira, Carlos Andrés Pérez, Marcela
Riveros, Bladimir Rodríguez, Esteban Tello y Simón Uribe, tuvieron un altísimo
valor. También estoy en deuda con Ana María Falchetti por haberme permitido consultar su bien dotada biblioteca. A Felipe Castañeda tengo que expresarle
mi gratitud por permitir mi participación en los seminarios de filosofía de los
sueños. El desinteresado auxilio de una persona como Terrell Malone fue fundamental en lo que se refiere a precisiones lingüísticas. Igualmente, fue de gran
ayuda la asistencia de Camilo Aguirre, Clara Inés Orozco y los miembros del
Herbario Nacional en el proceso de identificación de algunas especies botánicas
y zoológicas. A Tania Bonilla le debo su ayuda como asistente de investigación
en la etapa final de la redacción del texto. Por fin, agradezco a Angélica Buitrago
su gran colaboración con el diseño de la carátula y la digitalización de algunos de
los esquemas que aparecen en el libro.
Afuera de Bogotá los agradecimientos se duplican. Gracias a la cálida
acogida de Diana Vásquez y Gonzalo Uribe mis cortas estadías en Santa Marta
fueron mucho más placenteras. La entrada a los resguardos hubiera sido imposible
de no haber contado con el apoyo institucional que me prestaron Félix Marino
Mendinueta Kwiikaso y Luis Miguel Carmona Ette Takke, personas que en todo
momento se esforzaron por hacer más cómoda mi estancia y paso por la región
del Ariguaní. Asimismo, en más de una ocasión debí darles las gracias a las
Misioneras de la Madre Laura por haberme facilitado el acceso a algunos bienes y
servicios indispensables para la continuidad del trabajo de campo. La colaboración
prestada por el personal de Gonawindua Tayrona también fue esencial durante el
periodo de tiempo que permanecí en la Sierra Nevada de Santa Marta.
De cualquier manera, la mayor deuda que he contraído es con los mismos
ette. Mi gratitud hacia ellos no puede medirse ni expresarse adecuadamente.
Tuve el honor de entablar una estrecha relación de amistad con Carlos Sánchez
Purusu Takiassu Yaau, Rafael Mendinueta Diitu, Luisa Granados Diiñato,
Samuel Granados Ogwerisu Kraanti, María Ospino Nokorussu y Luciano Mora
Juurananta. Ellos, además de compartir algunos de sus conocimientos conmigo,
me ofrecieron un lugar en donde pasar las noches y protegerme de las lluvias.
Los momentos, palabras y alimentos compartidos con cada uno tuvieron un valor
incalculable para mí y para la investigación. También estoy en deuda con sus
familiares y amigos.
En Narakajmanta me gustaría mencionar a Juan Carlos Sánchez Giinto,
Marta Cecilia Jiménez Ogwesu, Hernán Rafael Martínez, Álvaro Javier Martínez Muruuto, Víctor Manuel Carmona Biicho, Kelly Johanna Gamarra Jaanita,
xii
Agradecimientos
Ana Luz Jiménez, María Patricia Jiménez Iija, Roberto Cabarca, Betilda Rosa
Jiménez, Jairo Antonio Neira, Miguel Ángel Mendinueta Takuatikwi, Alexandra
Gallardo Yugkwi Soomonda, María Teresa Sánchez Yoolika y Narciso Alfonso
Puello. En Ette Butteriya debo recordar a Rosa Pedroza Siiñorosu, Pedro Pablo
Masías Yaaude Kraanti, Beatriz Sánchez, Katherine Mendinueta Iijita, Sandra
Milena Mendinueta Tuukutuuka, Yesica Patricia Mendinueta Tutuchu, Reinaldo
Carmona Miiki, José Faustino Mendinueta Aabasu, Andrés Constantino Mendinueta Taabirisu, Silvio Antonio Duque Ogwe y Benjamín Jiménez. En Issa
Orisstuna, de otra parte, están Félix Antonio Puello Kraanti, Oscar José Manco
Moonito, Julia Rosa Carmona Ittaatu, Manuel Antonio Parodi, Rafael Antonio
Carmona Jiicho y Mary Eloísa Granados Yugkwi Eggowaya. En fin, y para no
hacer de este párrafo una lista interminable de nombres, le debo algo más que las
gracias a todos aquellos ette que me ofrecieron un lugar bajo la sombra y una taza
de agua limpia en una región donde ambas cosas son escasas.
Para terminar, no puedo pasar por alto el importante papel que ha cumplido
mi propia familia y amigos en el desarrollo del proceso investigativo. En especial, me gustaría agradecerles a mis padres, a mis abuelos maternos y a Lucía
Rodríguez por el apoyo, paciencia y comprensión que tuvieron frente a mi ausencia y aislamiento. Es una lastima que Beatriz Rodríguez y José Manuel Vargas,
mis abuelos, personas que siempre se interesaron por mi trabajo, fallecieran poco
antes de su terminación. A Ana María Nieto le agradezco su paciente y desinteresada lectura. La ayuda de María Camila Bagés, quien en numerosas ocasiones
leyó, corrigió y realizó valiosos comentarios a la totalidad del texto, fue de suma
importancia en la etapa final de la investigación. Por último, la soledad que supone el trabajo de campo hubiera sido mucho más difícil de llevar sin el apoyo que
constantemente sentí por parte de Catalina Sierra. A todos ellos muchas gracias.
xiii
Ooyoriyasa
Foto Nº 1
Ette Butteriya
xv
Juan Camilo Niño Vargas
Foto Nº 2
Issa Oristunna
xvi
Ooyoriyasa
Foto Nº 3
Narakajmanta
xvii
Juan Camilo Niño Vargas
Foto Nº 4
Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau
xviii
Ooyoriyasa
Foto Nº 5
María Ospino Nokorussu
xix
Juan Camilo Niño Vargas
Foto Nº 6
Rafael Mendinueta Diitu
xx
Ooyoriyasa
Foto Nº 7
Luciano Mora Juurananta
xxi
Juan Camilo Niño Vargas
Foto Nº. 8
Luisa Granados Diiñato
xxii
Ooyoriyasa
Foto Nº. 9
Samuel Granados Ogwerisu Kraanti
xxiii
Introducción:.
sueño y cultura
La antropología, la ciencia de lo otro, tal y como Michel de Certau la define,
empieza cuando la especificidad de una sociedad se resiste a nuestras propias
especificaciones: justo allí donde aparecen las inconsistencias, el resquebrajamiento
de nuestra lógica, la falta de sentido de nuestro sentido común. La presente
investigación etnográfica tiene lugar en ese intersticio. Se interesa por la particular
manera en que los ette, indígenas de las Llanuras del río Ariguaní en el norte de
Colombia, conciben el universo y experimentan e interpretan sus sueños. Aunque
comúnmente se describieron como una sociedad o, bien, cercana a la extinción
o, bien, en franco estado de descomposición, hoy día comparten un complejo
conjunto de prácticas e ideas en el que el sueño ocupa un lugar central.
A continuación se introducirán los principales puntos en los que se enmarca
este trabajo. En primer lugar, se presentará un balance sobre los diferentes documentos académicos dedicados a los ette haciendo énfasis en la falta y necesidad
de estudios etnográficos que aborden de forma extensa y sistemática el orden sociocultural indígena. Seguidamente, se justificará el interés por los temas específicos que aborda la investigación, a saber, las principales concepciones cosmológicas ette y los complejos de prácticas y representaciones asociados a los sueños.
Se describirá la forma de acercamiento a este asunto y se consignarán notas sobre
la forma en la que se desarrolló el trabajo de campo. Por último se realizará una
corta revisión de la literatura antropológica que se ha encargado de los complejos
culturales asociados a los sueños y se especificará el lugar que ocupa en ella un
estudio como el presente.
Los ette, más conocidos en la literatura etnográfica, histórica y lingüística
como “chimilas”, son una de las poblaciones indígenas menos conocidas en Colombia. La cuestión fue claramente expuesta en 1987 por Carlos Alberto Uribe al
Michel de Certeau, “Travel Narratives of the French to Brazil: Sixteenth to Eighteenth Centuries”,
Representations No. 3, 1991, pp. 221-226, p. 223.
Juan Camilo Niño Vargas
referirse a los chimila “como uno de los rompecabezas más difíciles de solucionar
en la etnografía colombiana”. En esa fecha la lengua no había sido estudiada en
forma sistemática y sólo se contaba con algunos vocabularios y anotaciones elaboradas por personas sin entrenamiento. Para la moderna investigación histórica,
los escritos y documentos coloniales dejaban muchas preguntas sin responder.
La ausencia de investigaciones arqueológicas, aunada a la falta de estudios etnográficos extensos, también suponía interrogantes irresolubles sobre su historia
cultural y sus características sociales. Para completar el cuadro, las alusiones al
estado de descomposición del grupo y a su continua desintegración social, eran
constantes en la literatura académica.
Varias razones no han permitido la adquisición de un conocimiento profundo
sobre el mundo social y cultural ette. Las descripciones de crónicas y documentos
coloniales por medio de las cuales se ha podido reconstruir el modo de vida y de
pensamiento de algunas sociedades del pasado, son escasas y de difícil manejo en el
caso ette. El interés que la administración colonial puso en la confrontación armada
superó al del adoctrinamiento ideológico y, por consiguiente, la documentación
que el periodo nos legó no habla en forma explícita de la cultura indígena sino,
más bien, de su belicosidad y sus tácticas guerreras. Los relatos de viajeros y
exploradores tampoco ofrecen mucha ayuda al investigador social. Si bien en
varios de ellos abundan las notas sugestivas y valiosas, ninguno ofrece un cuadro
medianamente completo del orden sociocultural nativo. La falta de entrenamiento
académico, la corta estancia entre el grupo y el desconocimiento de la lengua
en una época en la que el castellano no estaba tan extendido, fueron factores
de peso que determinaron su bajo rendimiento como documentos etnográficos.
Algo similar ocurre con las cortas referencias que encontramos sobre el grupo
Carlos Alberto Uribe Tobón, “Un antropólogo sueco por Colombia: Gustaf Bolinder”, Boletín del
Museo del Oro No. 18, Bogotá, Banco de la República, 1987, pp. 3-9, p. 5.
Algunas de las más importantes fuentes coloniales para el estudio del grupo son Antonio Julián,
La perla de América. Provincia de Santa Marta (1787), Edición Facsimilar, Bogotá, Academia
de Historia, 1980; y José Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad
y Provincia de Santa Marta (1742), Bogotá, Banco Popular, 1975. Existe una gran cantidad
de documentos sobre el tema en el Archivo General de Nación en Bogotá. Algunos han sido
transcritos y publicados. Una de las más relevantes compilaciones al respecto es José M. De-Mier,
Poblamientos en la Provincia de Santa Marta. Siglo XVIII, 3 vols., Bogotá, Colegio Máximo de
las Academias de Colombia Libreros Colombianos, 1987.
Entre los viajeros que visitaron el territorio ocupado por los ette encontramos a Jorge Isaacs,
Las tribus indígenas del Magdalena (1884), Bogotá, Biblioteca Schering Corporation de Cultura
Colombiana, Ediciones Sol y Luna, 1967, pp. 122-124, 143 y 151; y Joseph de Brettes, “Chez
les indiens du nord de la Colombie. Six ans d’explorations”, Le Tour du monde 4° année, Paris,
Librairie Hachette et C, 1898, pp. 61-96 y 434-480.
Introducción: sueño y cultura
en monografías dedicadas al estudio de etnias o regiones vecinas. Aunque las
anotaciones consignadas en ellas aportan interesantísimos datos, por sí solos no
pueden ser considerados como suficientes. Hay que recordar, además, el poco
interés que despertó el grupo y su territorio a exploradores y estudiosos, quienes
preferían subir a los valles de la Sierra Nevada de Santa Marta o avanzar hacia
la península de la Guajira, antes que aventurarse por las selváticas y calurosas
Llanuras del Ariguaní.
Esta falta de conocimientos se ha visto compensada durante los últimos
años en los campos de la historiografía y la lingüística. Un especial interés han
despertado los procesos de resistencia que el grupo protagonizó desde la llegada
de los europeos en el siglo XVI. En ese sentido el trabajo pionero de Gerardo
Reichel-Dolmatoff sobre la cultura de las tribus de la antigua Gobernación de
Santa Marta ha sido continuado y ampliado desde diversas perspectivas. Varias
tesis de grado e investigaciones como las de Orlando Fals Borda y Lola G. Luna
se han concentrado en fenómenos como la expansión del régimen español en las
Llanuras del Caribe, la implantación de encomiendas y la consecuente oposición
nativa. Sumándose a estos esfuerzos, los trabajos de Wadsworth Clarke Douglas,
Marta Herrera Ángel y Carlos Alberto Uribe han abordado con minuciosidad
Curiosas observaciones sobre el grupo se encuentran en José C. Alarcón, Compendio de historia
del Departamento del Magdalena (De 1525 hasta 1895), Bogotá, El Voto Nacional, 1963, pp.
23-24; Konrad Theodor Preuss, Visita a los indios Kagaba de la Sierra Nevada de Santa Marta
(1926) 2 vols., Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología, 1993, T. I, pp. 65, 74 y T. II, p. 54;
Eliseo Reclus, Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta (1861), Barcelona, Laertes, 1990, p. 152;
Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi. Una tribu de la Sierra Nevada de Santa Marta (1951),
2 vols., Segunda edición, Bogotá, Procultura, 1985, T. I, pp. 238 y 261; y Luis Striffler, El río
Cesar. Relación de un viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta en 1876 (1880), Bogotá, Senado
de la República, Imprenta Nacional, 1986, pp. 53 y 61-62.
Gerardo Reichel-Dolmatoff, Datos histórico-culturales sobre las tribus de la antigua
Gobernación de Santa Marta, Bogotá, Banco de la República, 1951.
Orlando Fals Borda, Mompóx y Loba. Historia doble de la costa 1 (1979), Bogotá, Universidad
Nacional, 2002, pp. 103-114; Lola G. Luna, Resguardos coloniales de Santa Marta y Cartagena
y resistencia indígena, Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1993, pp. 69-83. Otras investigaciones
al respecto son Luis Tiberio Galiano Lobos, Causas que diezmaron a la sociedad aborigen
chimila, Tesis de grado Antropología, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1984;
Magda Lalinde Sarmiento, Recopilación etnohistórica sobre los indios chimilas, Tesis de
grado Antropología, Bogotá, Universidad de los Andes, 1970; Edgar Rey Sinning, “Historia
del poblamiento chimila”, Costa Atlántica Colombiana. Etnología e historia, VII Congreso de
Antropología en Colombia, Medellín, Universidad de Antioquia, 1994, pp. 41-71; y Mauricio
Tovar González y Raúl Urdaneta, La encomienda en la Provincia Chimila: el caso de la boga
de Cozcorrucio (año 1611), Informe de trabajo de campo, Bogotá, Universidad Nacional de
Colombia, 1983.
Juan Camilo Niño Vargas
los violentos acontecimientos que tuvieron lugar a lo largo del siglo XVIII.
Desde diferentes posiciones, estos autores han planteado y resuelto importantes
cuestiones acerca de las causas, los efectos, la dinámica y el desarrollo de los
enfrentamientos entre la administración colonial y la población indígena. De
igual forma, se han realizado algunas contribuciones en lo que respecta a la suerte
que corrió el grupo entre los siglos XIX y XX.
En el campo de la lingüística también ha habido avances significativos.
Hasta hace dos décadas las únicas publicaciones sobre el tema se limitaban a los
cortos escritos de Rafael Celedón, Jorge Isaacs y Gerardo Reichel-Dolmatoff, y
a los comentarios que otros autores hicieron sobre este material.10 En otro tipo
de documentos aparecían anotaciones sobre la lengua pero por regla general
Véase Wadsworth Clarke Douglas, Patterns of Indian Warfare in the Province of Santa
Marta, Ph.D. Thesis History, University of Wisconsin, 1974, pp. 78-100; Marta Herrera Ángel,
“Confrontación territorial y reordenamiento espacial: “Chimilas” y “Españoles” en la Provincia
de Santa Marta. Siglo XVIII”, Leovedis Martínez Duran y Hugues Sánchez Mejía (comps.),
Indígenas, poblamiento, política y cultura en el Departamento del Cesar, Valledupar, Ediciones
Unicesar, 2001, pp. 29-105; Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en
las Llanuras del Caribe y en los Andes Centrales Neogranadinos. Siglo XVIII, Bogotá, Instituto
Colombiano de Antropología e Historia, Academia Colombiana de Historia, 2002, pp. 249-304;
“Chimilas y Españoles: El manejo político de los estereotipos raciales en la sociedad neogranadina
del siglo XVIII”, Memoria y Sociedad Vol. 7, No. 13, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana,
2002, pp. 5-24; Carlos Alberto Uribe Tobón, Un marco teórico de referencia para el estudio de
las relaciones interétnicas: análisis del caso de los chimila, Tesis de grado Antropología, Bogotá,
Universidad de los Andes, 1974; “La rebelión chimila en la Provincia de Santa Marta, Nuevo
Reino de Granada, durante el siglo XVIII”, Estudios Andinos Año 7, No. 13, Lima, Centro de
Investigaciones de la Universidad del Pacífico, 1977, pp. 113-165; “De esos tenaces chimilas que
se resistieron a morir”, María Trillos Amaya, Categorías gramaticales del ette taara. Lenguas
aborígenes de Colombia. Descripciones 10, Bogotá, CCELA, Universidad de los Andes, 1996,
pp. 13-19.
Véase Carlos Alberto Uribe Tobón, Un marco teórico, pp. 214-264; y Edgar Rey Sinning,
“Historia del poblamiento”, pp. 61-66.
10
Véase Rafael P. Celedón, Gramática de la lengua koggaba con vocabularios y catecismo, Paris,
Bibliothèque Linguistique Américaine T. X, Frères et Leclerc, 1886, pp. 113-129; Jorge Isaacs,
Estudio sobre las tribus indígenas del Magdalena. Seguido de los estudios de M. A. Caro y
Rafael Celedón sobre las misiones y la lengua guajira, Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura
Colombiana, 1951, pp. 59-62; y Gerardo Reichel-Dolmatoff, “La lengua chimila”, Journal de la
Société des Américanistes de Paris No. 36, Paris, 1947, pp. 15-50. Algunos escritos lingüísticos
que comentan la lengua chimila son Nils M. Holmer, “Rapports des langues chimila et cuna
de Colombie”, Journal de la Société des Américanistes de Paris No. 36, Paris, 1947, pp. 236237; Miguel Ángel Meléndez Lozano, “Reseña bibliográfica del chimila”, Lenguas indígenas
de Colombia. Una visión descriptiva, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 2000, pp. 789-791; y
Paul Rivet, “Rapports des langues chimila et cuna de Colombie”, Journal de la Société des
Américanistes No. 36, Paris, 1947, pp. 139-144.
Introducción: sueño y cultura
no eran ni metódicas ni rigurosas.11 Con tan poca información disponible no es
extraño que los comparativistas nunca hubieran podido llegar a un acuerdo sobre
el lugar que ocupaba la lengua de los ette dentro del conjunto de las familias
lingüísticas americanas. En este contexto, los recientes estudios de María Trillos
Amaya y Terrell Malone suponen un enorme aporte. Sus investigaciones no sólo
han proporcionado una mucho más completa documentación lingüística sino,
además, un panorama más claro y preciso de la filiación y estructura gramatical
de la lengua.12
La situación de las investigaciones arqueológicas y etnográficas, empero,
no es tan alentadora. Aunque es común que se hable de una “cerámica chimila”
dentro de algunos círculos académicos, hasta la fecha no hay publicaciones
especializadas sobre el asunto. Asimismo, a excepción de los escritos etnográficos
de Marianne Cardale-Schrimpff y Carlos Alberto Uribe, muy poco se sabe de la
suerte del grupo desde mediados de siglo y, esto, teniendo presente que era mucho
el material que faltaba por cubrirse en esa época.13 Lo que puede constatarse
es una reiterada ausencia de exámenes extensos y sistemáticos que aborden
aspectos culturales. Semejante deficiencia no puede imputarse por completo
11
El explorador francés Joseph de Brettes recogió algunos datos y un vocabulario que no parece
haber publicado. Véase Joseph de Brettes “Chez les indiens”, p. 477.
12
María Trillos Amaya, Categorías gramaticales del ette taara -lengua de los chimila. Lenguas
aborígenes de Colombia. Descripciones 10, Bogotá, CCELA, Universidad de los Andes, 1996;
María Trillos Amaya y Roberto Perry Carrasco, “Longitud vocálica del ette taara o chimila”,
Congreso de Lingüística Amerindia y Criolla. Lenguas aborígenes de Colombia. Memorias
6, Bogotá, CCELA, Universidad de los Andes, 1998, pp. 115-123; Terrell Malone “Chimila:
Chibchan, Chocoan, Carib, or Arawakan?”, Ponencia en el XLVII Congreso Internacional de
Americanistas, Nueva Orleáns, julio de 1991; “Mora, Minimal Foot and Segmental Phonology in
Chimila”, Ponencia ante el 49º Congreso Internacional de Americanistas en Quito, Universidad
Católica, 1997; “Canonically Long and Germinate Vowels in Chimila”, Ponencia ante Linguistics
Society of America, Nueva York, 1997; “Pitch Accent and Stress in Chimila”, Ponencia ante
Society for Study of Indigenous Languages in the Americas, Nueva York, 1998.
13
Las investigaciones etnográficas dedicadas al grupo se limitan a Gustaf Bolinder, “Los últimos
indígenas chimilas” (1924), Boletín del Museo del Oro Nº 18, Bogotá, Banco de la República,
1987, pp. 10-27; Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos de los indios chimila”, Boletín de
arqueología Vol. 1, No. 1, Bogotá, Servicio Arqueológico Nacional, 1945, pp. 4-30; “Etnografía
chimila”, Boletín de arqueología Vol. 2, No. 2, Bogotá, Servicio Arqueológico Nacional,
1946, pp. 95-105; Marianne Cardale-Schrimpff, Techniques of Hand-Weaving and Allied Arts
in Colombia (with particular reference to indigenous methods and where possible, including
dyeing, fibre preparation and related subjects) 2 vols., Ph.D. Thesis Anthropology, University
of Oxford, 1972, pp. 122-182; Carlos Alberto Uribe Tobón, Un marco teórico, pp. 66-71 y
214-264; “Chimila”, Introducción a la Colombia Amerindia, Bogotá, Instituto Colombiano de
Antropología, 1987, pp. 51-62; “La etnografía de la Sierra Nevada de Santa Marta y las Tierras
Bajas adyacentes”, Geografía humana de Colombia. Nordeste indígena T. II, Bogotá, Instituto
Colombiano de Cultura Hispánica, 1992, pp. 9-214.
Juan Camilo Niño Vargas
a las inclinaciones personales de los investigadores. Las duras condiciones
climáticas, la ausencia de asentamientos nativos nucleados, las pocas vías de
acceso a la región, los cortos espacios de tiempo que condicionaron los diferentes
trabajos de campo y, como si fuera poco, la actitud indígena orientada a ocultar
el ejercicio de su vida tradicional, debieron constituir obstáculos inmensos que
obstruyeron la identificación y descripción de manifestaciones socioculturales no
fácilmente observables. Hoy en día, los brotes esporádicos de violencia política
también suponen enormes dificultades para el desarrollo de cualquier proyecto
de investigación.
A pesar de no contar con un entrenamiento etnológico estricto, los dos
primeros investigadores que manifestaron un interés específico por la población
indígena de las Llanuras del Ariguaní fueron Jorge Isaacs y Joseph de Brettes.
La visita de Isaacs formó parte de un estudio que le fue encargado en 1882 y
que intentaba continuar con el trabajo desarrollado por la Comisión Corográfica.
Durante su estadía recogió un vocabulario y realizó algunas observaciones
fragmentarias sobre el tamaño de la población, la contextura física de los indígenas
y las semejanzas que el grupo presentaba con otras poblaciones del Caribe.14 Sin
poder considerarse completamente rigurosas, las descripciones de Brettes son
un poco más sistemáticas y profundas. Brettes visitó al grupo en 1895 y 1896.
Siguiendo los lineamentos estilísticos de las crónicas de viajes, en el texto que
produjo pueden encontrarse hermosos retratos y descripciones de varios objetos
y edificaciones. También aparecen algunas cortas pero sugestivas notas sobre el
sistema de numeración y ciertas manifestaciones lúdicas y religiosas.15
El sueco Gustaf Bolinder fue el primer etnólogo profesional que viajó
a la zona.16 Realizó dos cortas expediciones en 1915 y 1921 con el objetivo de
completar una colección de material arqueológico y etnográfico del norte de
Colombia que el museo de Göttemburg le había encargado. En consonancia con
la principal corriente intelectual de la época, el difusionismo, lo que le interesaba
a Bolinder era el establecimiento de las relaciones existentes entre diferentes
pueblos y regiones amerindias. La recolección de cultura material representaba
uno de los mejores atajos hacia este fin: era una tarea en la que no se necesitaba
14
Jorge Isaacs, Estudio sobre las tribus, pp. 59-62; y Las tribus indígenas, pp. 53, 67, 122-124, 128
y 150.
15
Joseph de Brettes, “Chez les indiens ”, pp. 457-480. Sobre las expediciones de Brettes al Territorio
Chimila véase Juan Camilo Niño Vargas, “Hombre rojos pintados de rojo. Observaciones sobre
los viajes de Joseph de Brettes al Territorio Chimila en 1895 y 1896”, Boletín de historia y
antigüedades Vol. 94, No. 837, Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 2007, pp. 237-251.
16
Gustaf Bolinder, “Los últimos indígenas”, pp. 10-27.
Introducción: sueño y cultura
un trabajo de campo extenso ni familiaridad con la lengua nativa. Como era de
esperarse, otros aspectos importantes, pero no tan palpables ni visibles, estuvieron
desde un principio fuera del rango de interés de su proyecto. Este es el caso de la
organización social y los sistemas de representación.
Los otros dos etnólogos que visitaron a los indigenas antes de la mitad de
siglo XX fueron Milciades Chávez y Gerardo Reichel-Dolmatoff. La atención del
primero se centró exclusivamente en la antropología física de la población.17 Las
investigaciones del segundo, por su parte, justamente pueden ser consideradas
como los mejores documentos etnográficos sobre el tema escritos hasta la fecha.18
Si bien las preocupaciones difusionistas son notables en su escrito, también lo
es un sentido mucho más moderno del quehacer antropológico. Los dos meses
que Reichel-Dolmatoff compartió con los indígenas no sólo le permitieron
elaborar una detallada descripción de la cultura material. También pudo efectuar
numerosas observaciones sobre la lengua, la mitología y la vida ritual, cuyo valor
es evidente para la investigación contemporánea. Con todo, y como él mismo
supo reconocer, algunos aspectos, particularmente aquellos relacionados con lo
que llamaba “civilización espiritual”, no pudieron ser abordados con el cuidado
y dedicación que merecían. Reichel-Dolmatoff aceptaba que, a pesar de creer
que gran parte de la primitiva organización social y cultural del grupo se había
“perdido u olvidado”, también era mucho en lo que faltaba profundizar.19 En
repetidas ocasiones atribuyó este defecto a los límites de tiempo que restringieron
su trabajo.20 A esta explicación podemos agregar la dificultad que supuso el manejo
de la lengua vernácula y el “castellano a veces confuso” de sus informantes.21
Después de Chávez y Reichel-Dolmatoff ningún etnógrafo se interesaría por
el grupo hasta finales de la década de 1960. Aparte del corto reconocimiento
de la situación indígena hecho por Héctor Osorio y Terrell Malone en 1978, los
estudios mas representativos del periodo fueron llevados a cabo por Marianne
17
Milciades Chávez, “Contribución a la antropología física chimila”, Boletín de arqueología Vol.
2, No. 2, Bogotá, Servicio Arqueológico Nacional, 1946, pp. 157-177.
18
Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”; y “Etnografía chimila”.
19
Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, p. 98.
20
“El estudio de la vida espiritual de una tribu indígena, de su vida religiosa y mágica, sus creencias
y sus ritos, es un trabajo que requiere tiempo. Una estadía de pocas semanas o meses es siempre
insuficiente para esto y debería pasarse por lo menos un año”. Gerardo Reichel-Dolmatoff,
“Etnografía chimila”, p. 137. Sobre la organización social también se afirma que “El estudio
amplio y detallado de estas cuestiones fue naturalmente imposible en tan corto tiempo (…)”.
Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, p. 100.
21
Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, p. 17.
Juan Camilo Niño Vargas
Cardale-Schrimpff y Carlos Alberto Uribe Tobón.22 Cardale-Schrimpff visitó en
tres oportunidades algunas familias ette durante 1968. El grueso de su atención
se centró en los aspectos técnicos y materiales relacionados con la elaboración
de tejidos artesanales. La minuciosidad de sus descripciones les confieren un
altísimo valor como documentos etnográficos y, en esa medida, es una lástima que
no siempre estén acompañadas por consideraciones sobre el trasfondo social en
el cual estaban inscritas. Las anotaciones al respecto consisten en una interesante
muestra léxica, datos sobre la división del trabajo y ciertas observaciones aisladas
sobre el modo de vida indígena.
De otro lado, la investigación que Uribe Tobón realizó en 1973 hacía parte
de un estudio histórico más amplio sobre las relaciones que el grupo había
establecido con la sociedad colonial y nacional. Uno de sus intereses principales
era exponer los procesos que transformaron y terminaron por minar la autonomía
e independencia de la población indígena. Semejante proceder era coherente con
las condiciones de la época. En ese entonces la economía regional se expandía
con violencia por el territorio y una gran parte de la población empezaba a ser
integrada definitivamente en un sistema de explotación basado en la propiedad
latifundista y la ganadería. Por esta razón, su trabajo de campo se enfocó más en
la identificación y descripción de los vínculos asimétricos que unían a nativos con
mestizos, que en las características culturales propias de la sociedad indígena.23
Aunque en repetidas ocasiones se ha llamado la atención sobre la urgencia
de realizar estudios que ayuden a llenar este vacío de información, no existen
investigaciones etnográficas posteriores.
En ese orden de ideas, la revisión de literatura académica sobre los ette orientó
el interés inicial de la investigación hacia el estudio de su vida social y cultural.
El proyecto estaba justificado por la reciente creación de un resguardo en el
departamento de Magdalena que originó procesos de agrupación y reorganización
de la población indígena. Con este fin se adelantó un trabajo de campo en las tres
parcialidades que lo conforman: Issa Oristunna y Ette Butteriya, en el municipio
de Sabanas de San Ángel, y Narakajmanta, cerca de la localidad de Gaira, en las
estribaciones septentrionales de la Sierra Nevada de Santa Marta (Fotos 1, 2 y
22
Véase Héctor Osorio Gallego, “Chimila”, Artículos en lingüística y campos afines No. 6, Bogotá,
Instituto Lingüístico de Verano, 1979, pp. 20-48; Terrell Malone, “Los chimila: un pasado
desconocido”, Artículos en lingüística y campos afines No. 11, Bogotá, Instituto Lingüístico de
Verano, 1982, pp. 29-35; Marianne Cardale-Schrimpff, Techniques of Hand-Weaving; y Carlos
Alberto Uribe Tobón, Un marco teórico; “Chimila”; y “La etnografía”.
23
Carlos Alberto Uribe Tobón, Un marco teórico, pp. 67-71 y 214-264.
Introducción: sueño y cultura
3). Ocasionalmente, también fue posible entrevistarse con miembros del grupo
establecidos en las afueras de las propiedades comunales, en el curso medio del
río Ariguaní (Mapa No. 1).
Mapa Nº 1
Parcialidades del resguardo ette
Fuentes: Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Atlas de Colombia, IGAC,
Bogotá, 1977, pp. 40-41 y 48-49; Pueblo Indígena Ette Ennaka Penarikwi, Plan
de vida Ette Ennaka, Isaa Orisstuna, 2000, p. 35.
Juan Camilo Niño Vargas
La recolección de datos se prolongó sin interrupciones desde julio hasta
diciembre del año 2003 y permitió alguna familiarización con el modo de vida
y de pensamiento ette. Se realizó una segunda temporada de campo durante el
mes de abril de 2006 para presentarle la investigación a algunos representantes
de la comunidad, confirmar algunas ideas y recoger nueva información. En todo
momento se residió en casas de familia y se respetaron las normas y costumbres
nativas. Igualmente, se procuró entrar en el sistema de intercambio de alimentos e
información indígena, colaborando con el sustento diario de la familia que ofrecía
el hospedaje y respondiendo toda clase de preguntas sobre la investigación. El
hecho de haber entablado fuertes relaciones con hombres no impidió que existiera
un diálogo fluido con las mujeres. En lo que a todo esto concierne, es significativo
que haya podido participar en diferentes ceremonias de carácter privado, que se
hayan efectuado ciertos procedimientos rituales para el buen desarrollo de la
investigación y que, además, algunos ette de sexo masculino se hayan referido a
mi como jee, “hermano”. Las dificultades del trabajo fueron la escasez de comida
y de agua potable, las duras condiciones climáticas, el ambiente de zozobra
causado por la violenta situación política y, por fin, la reserva, desconfianza y
silencio que, en términos generales, caracterizan a muchos ette.
A lo largo de toda la estadía se realizaron diarios de campo, grabaciones de
entrevistas y registros fotográficos. Los trabajos de María Trillos y los consejos
de Terrell Malone, constituyeron una ayuda invaluable que permitió algún grado
de competencia lingüística. El alto nivel de bilingüismo dentro del grupo también
facilitó la consecución de informantes y traductores. Aunque se entró en contacto
con una amplia proporción de población de diferentes edades y ambos sexos, la
naturaleza de algunos de los principales intereses de la investigación determinó
que se invirtiera una cantidad superior de tiempo consultando personas de edad
avanzada, respetadas por sus conocimientos y habilidades. Haciendo salvedad
de un solo caso, todos ocupaban el cargo de Autoridad Tradicional dentro de la
organización político-administrativa del resguardo.
La mayor parte del material que se presenta fue recogido en las parcialidades
de Ette Butteriya y Narakajmanta. En la primera locación se trabajó intensamente
en compañía de una pareja conformada por Rafael Mendinueta Diitu, un hombre
de aproximadamente 45 años, y Luisa Sánchez Diiñato, una mujer de 50. A pesar
de no ser reconocido como Autoridad Tradicional, el desempeño y liderazgo del
primero en labores ceremoniales era célebre. La segunda, por su parte, era conocida
por su detallado manejo de la tradición mítica. También fue posible entrevistarse
repetidamente con Samuel Granados Ogwerisu Kraanti, un hombre de unos 40
años con un amplio bagaje de conocimientos artesanales, botánicos, míticos y
musicales. En Narakajmanta, las dos más importantes Autoridades Tradicionales
10
Introducción: sueño y cultura
de ese entonces, Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau y María Ospino Nokorussu,
fueron informantes privilegiados. Ambos eran diestros en el manejo de plantas
medicinales, interpretación onírica y recitación de historias y ensalmos. Se contrajo
una gran deuda con Carlos Sánchez quien, habiendo sido entrenado por la persona
que los ette consideran su último gran especialista religioso, estuvo dispuesto en
todo momento a compartir su experiencia y saber. Por fin, en Issa Orisstunna, se
tuvo la oportunidad de dialogar con Luciano Mora Juurananta, hijo de este mismo
famoso especialista. Todos tenían un perfecto conocimiento de la lengua nativa y,
a excepción del último, un buen manejo del castellano. Esta situación, sumada a
los conocimientos lingüísticos que se pudieron adquirir en el terreno, determinó
que la utilización de traductores fuera ocasional. A estos seis individuos les fue
presentado el manuscrito de la investigación durante la segunda estadía en el
campo. Después de haberlo discutido extensamente, todos estuvieron de acuerdo
en su publicación y en la inclusión de sus respectivas fotografías (Fotos 4, 5, 6,
7, 8 y 9). Esperaban que llegara a un público más o menos amplio, conformado
por indígenas y no indígenas y en el cual se encontraran personas vinculadas al
ámbito político y académico.
En un principio, la visita al territorio estaba planeada para un período de
tiempo más o menos corto. Sin embargo, la riqueza de la vida social y cultural
ette que empezó a hacerse evidente desde las primeras semanas, determinó la
prolongación de la primera temporada de trabajo de campo a seis meses. A pesar
de los trágicos eventos que han tenido que enfrentar durante los últimos cinco
siglos, fue posible constatar que los ette siguen compartiendo un interesante y
original conjunto de prácticas y representaciones sociales. Su reciente dependencia
de la economía regional contrasta con la independencia que disfrutan en otros
ámbitos.
Los primeros resultados obtenidos durante la investigación mostraron que,
dentro de este conjunto de prácticas y representaciones, ciertas concepciones
cosmológicas y varias prácticas e ideas asociadas a los sueños ocupaban un lugar
central. Una importante indicación ocurrió justo en el primer día de trabajo cuando
algunos líderes decidían si podía quedarme en el resguardo o debía volver a Santa
Marta. Sin interrupción alguna, la conversación pasaba del nivel de las explicaciones
conscientes al terreno de lo onírico y viceversa. “No recuerdo haber soñado con
él”, decían, “soñé con un hombre extranjero, pero no recuerdo si en verdad era
él”. Después de discutir varios minutos me aconsejaron regresar en otra ocasión y
esperar a que recibieran alguna señal mientras dormían. Después de que el esperado
indicio se presentó, otro acontecimiento confirmó definitivamente la centralidad
del asunto. Un anciano enérgicamente aseguró que “Los ette no tienen religión,
la religión es de los blancos. ¡Nosotros tenemos creencias: creemos en el sueño!”
11
Juan Camilo Niño Vargas
Con el correr del tiempo, las referencias a narraciones e interpretaciones
de sueños se fueron multiplicando hasta ocupar un volumen considerable en los
diarios de campo. Casi siempre era posible recoger un material riquísimo en
las primeras horas de la mañana, cuando los diferentes miembros de la unidad
doméstica se reunían para tomar café y comentar e interpretar los sueños que
habían experimentado durante el descanso. En otras ocasiones estas charlas
podían extenderse hasta al atardecer para volver a aparecer bien avanzada la
noche en reuniones de carácter ceremonial. Se pudo alcanzar un nivel superior de
entendimiento a través de conversaciones y entrevistas sostenidas con personas
mayores. Cada una, a su manera, se encargó de ilustrar la complejidad de la materia,
la forma en la que encajaba en el sistema cosmológico y el papel que diariamente
jugaba en la reproducción de la vida social. A través del sueño los ette podían
recrear su mundo mítico, confirmar lo que sus mayores les habían inculcado desde
pequeños, instruirse en el oficio ceremonial, prever el futuro y planear la acción.
La omnipresencia del sueño en la vida diaria y el hecho de articularse
perfectamente con los conjuntos de representación del cosmos, hicieron que
este tema se convirtiera en una excusa perfecta para un primer acercamiento
etnográfico al grupo. Su estudio conjunto permitiría demostrar la complejidad
y consistencia de una parte de los sistemas de pensamiento y acción ette. Una
de las expresiones nativas que más frecuentemente apareció durante el curso del
trabajo fue ooyoriyasa. El término puede traducirse como “en el sueño” y los ette
lo utilizan para referirse a los múltiples acontecimientos que se experimentan
durante el reposo. También fue escogido por los indígenas más ligados al proceso
investigativo para que encabezara el título del presente libro.
El interés de la antropología por los complejos de prácticas e ideas asociados
a los sueños puede remontarse a los orígenes formales de la disciplina.24 Como
sea, las primeras etnografías modernas dedicadas a su estudio exclusivo muestran
una distinguible influencia psicoanalítica y un uso de un lenguaje típicamente
freudiano.25 Con la aparición de la escuela cultura y personalidad a mediados
24
Véase, por ejemplo, James George Frazer, La rama dorada (1922), Edición abreviada, México,
Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 219-230; Lucien Lévy-Bruhl, La mentalité primitive
(1922), Paris, Presses Universitaires de France, 1960, pp. 94-123 y 172-187; John Lubbock, Los
orígenes de la civilización y la condición primitiva del hombre (1870), Buenos Aires, Albatros,
1942, pp. 143-146; W. H. R. Rivers, Dream and Primitive Culture, London, Manchester, 1917; y
Edward Burnett Tylor, Religion in Primitive Culture. Part II of “Primitive Culture” (1871), New
York, Harper and Row, 1958, T. 2, pp. 1-86.
25
Entre las más representativas se encuentran Karl Abraham, “Dreams and Myth: a Study in Folk
Psychology” (1909), Clinical Papers and Essays on Psychoanalysis, New York, Basic Books,
1955; Charles. G. Seligman, “Notes on Dreams”, Sudan Notes and Records No 4, 1921, pp. 156-
12
Introducción: sueño y cultura
de 1940 y el desarrollo en psicología de un método cuantitativo para el análisis onírico, esta tendencia alcanzó un grado considerable de sofisticación.26 Las
nuevas investigaciones se concentraron en la recolección y clasificación de sueños
y en la descripción de las relaciones que, a la luz del psicoanálisis, se observaban
entre éstos y las personas y sociedades de donde provenían.27 Semejante proceder
determinó que en muchas ocasiones los estudios permanecieran dentro de
los limites de la narración onírica y se le prestara muy poca atención al contexto social y comunicativo en donde ella se realizaba. Aunque en esa fecha se
tenía clara la importancia de las prácticas y representaciones nativas asociadas a los sueños, se terminó dedicándole más tiempo a la interpretación de los
sueños de otras culturas, que a la forma en que otras culturas interpretaban
los sueños.
El replanteamiento teórico del oficio antropológico que tuvo lugar a
principio de 1970 en Norteamérica, mucho más a favor de una comprensión de
las realidades etnográficas en términos nativos, estimuló la realización de nuevas
investigaciones. En la mayoría se recalcaba la necesidad de analizar los relatos
de sueños dentro del entramado cultural al cual pertenecían. Algunos de los más
significativos debates sobre este nuevo enfoque tuvieron lugar en seminarios y
coloquios especializados que contaron con la asistencia de prominentes figuras
académicas y una amplia gama de estudiosos de las más diversas orientaciones.
El primero de ellos fue dirigido por Roger Caillois y G. E. Grunebaum y contó
con la participación de Georges Deveraux, Weston La Barre, Mircea Eliade y,
entre otros, Irving Hallowell.28 A este le siguieron otros tantos organizados por
161; Jackson Steward Lincoln, The Dream in Native American and other Primitive Cultures
(1935), New York, Dover Publishers, 2003; y Anthony C. Wallace, “Dreams and the Wishes of the
Soul: a Type of a Psychoanalytic Theory among the Seventeenth Century Iroquois”, American
Anthropologist No. 60, 1958, pp. 234-248.
26
Véase Calvin Hall y Robert L. Van de Castle, The Content Analysis of Dreams, New York,
Appleton-Century-Croft, 1966.
27
Entre las más representativas se encuentran Georges Devereaux, Reality and Dreams:
Psychotherapy of a Plain Indian (1951), New York, New York University Press, 1969; Roy
G. D’Andrade, “Anthropological Studies in Dreams”, F. L. K. Hsu (ed.), Psychological
Anthropology: Approaches to Culture and Personality, Homewood, Dorsey Press, 1961, pp. 296332; Allen Dittman y Harvey C. Moore, “Disturbance in Dreams as Related to Peyotism among
Navaho”, American Anthropologist No. 59, 1957, pp. 642-649; Dorothy Eggan, “The Manifest
Content of Dreams”, American Anthropologist No. 54, 1952, pp. 445-463; y R. M. Griffith, O.
Miyagi y A. Tago, “The Universality of Typical Dreams: Japanese versus Americans”, American
Anthropologist No. 60, 1958, pp. 1173-1178.
28
Véase Coloquio de Royaumont, Los sueños y las sociedades humanas, Buenos Aires, Editorial
Sudamericana, 1964.
13
Juan Camilo Niño Vargas
Barbara Tedlock, Michel Perrin y, recientemente, Roger Ivar Lohmann.29 Una
conclusión recurrente a la que se llegó durante sus celebraciones fue la falta y
necesidad de acercamientos sociológicos refinados sobre la materia. Lo que se
reclamaba era una mayor atención a las situaciones en las que ocurrían los reportes
y los diferentes conjuntos de prácticas y conocimientos nativos que podrían estar
configurándolos. El examen de los sistemas míticos y cosmológicos, así como de
las teorías nativas del sueño y la interpretación, se convirtieron en un requisito
básico que cualquier etnografía del sueño debería cumplir.30
Son pocos los trabajos que, siguiendo estos supuestos, han sido desarrollados
en territorio nacional. Si bien, todos lo documentos etnográficos extensos
dedicados a una u otra etnia del país generalmente incluyen apartes dedicados a la
interpretación onírica, son relativamente pocos los que han abordado el tema con
alguna profundidad. Una notable excepción constituyen los estudios de Michel
Perrin y Lawrence Watson entre los wayuu y los de Anne-Marie Losoncsy y
Luis Guillermo Vasco entre los embera de Chocó y Risaralda.31 Alejados de
controversias y debates psicológicos, cada uno de ellos procura acercarse a los
sueños como si trataran de una producción intelectual y social. Mientras que para
29
Algunos de las discusiones más relevantes se encuentran publicadas en forma de compilaciones.
A este respecto véanse Barbara Tedlock (ed.), Dreaming. Anthropological and Psychological
Interpretations (1987), Santa Fe, School of American Research Advanced Seminar Series, 1997;
Michel Perrin (coord.), Antropología y experiencias del sueño, Quito, Abya-Yala, 1990; y Roger
Ivar Lohmann (ed.), Dream Travelers: Sleep Experiences and Culture in Western Pacific, New
York, Palgrave Macmillan, 2003. También es relevante el artículo de Johannes Fabian, “Dream
and Charisma, Theories of Dreams in Jamaa-Movement (Congo)”, Anthropos No. 61, 1966, pp.
544-560; y el volumen de David Shulman y Guy Stroumsa (eds.), Dream Cultures. Explorations
in the Comparative History of Dreaming, New York, Oxford University Press, 1999.
30
Existen varios textos que exponen con algún detenimiento las diferentes posiciones que
la antropología ha adoptado respecto al fenómeno del sueño. Véanse, entre otros, Roy G.
D’Andrade, “Anthropological Studies”, pp. 296-332; Benjamin Kilborne, “Pattern Structure, and
Style in Anthropological Studies of Dreams”, Ethos No. 9, Vol. 2, 1981, pp. 165-185; Barbara
Tedlock, “Dreaming and Dream Research”, Barbara Tedlock (ed.), Dreaming. Anthropological
and Psychological Interpretations (1987), Santa Fe, School of American Research Advanced
Seminar Series, 1997, pp. 1-30; y Roger Ivar Lohmann, “Dream Travels and Anthropology”,
Roger Ivar Lohmann (ed.), Dream Travelers: Sleep Experiences and Culture in Western Pacific,
New York, Palgrave Macmillan, 2003, pp. 1-17.
31
Véase Michel Perrin, “La lógica de las claves de los sueños”, Michel Perrin (coord.), Antropología
y experiencias del sueño, Quito, Abya-Yala, 1990, pp. 79-92; Los practicantes del sueño. El
chamanismo wayuu (1992), Caracas, Monte Ávila Editores, 1997; Lawrence Watson, “Dreaming
as World View and Action in Guajiro Culture”, Journal of Latin America Lore No. 7, 1981, pp.
388-408; Luis Guillermo Vasco, Jaibanás: los verdaderos hombres, Bogotá, Biblioteca del
Banco Popular, 1985; y Anne-Marie Losoncsy, “Lo onírico en el chamanismo embera del Alto
Chocó”, Michel Perrin (coord.), Antropología y experiencias del sueño, Quito, Abya-Yala, 1990,
pp. 93-115.
14
Introducción: sueño y cultura
Watson, la sociedad wayuu transforma la experiencia individual del sueño en un
modo de comunicación y de acción efectivo, los trabajos de Perrin, Losoncsy y
Vasco toman la concepción cultural del fenómeno onírico como telón de fondo
sobre el cual se desarrollan las actividades chamanísticas.
Sin desconocer el valor que un acercamiento psicológico a los datos podría
ofrecer, la presente investigación se guía por parámetros similares. Su objetivo es
etnográfico y su enfoque antropológico. Se interesa por el sistema cosmológico
nativo y la peculiar forma en que los indígenas experimentan, narran, interpretan
y usan sus sueños en el curso de la reproducción social. El objeto de estudio es el
cosmos, los sueños y el conjunto de prácticas y conocimientos que se les asocian
en calidad de productos culturales.
Para esto se exploraron dos series de ideas planteadas por varios estudiosos.
La primera tiene que ver con la relación de complementariedad y dependencia
que una concepción particular de los sueños debería mantener con el universo
social e históricamente constituido del cual hace parte. Las nociones que se
tienen sobre los sueños y el mundo deben ser compatibles entre sí. Investigadores
contemporáneos han hecho énfasis en este punto y, en esa medida, han insistido
en articular el estudio de los sueños con el de los sistemas de ideas nativos sobre
el cosmos y el cuerpo humano.32 La segunda, de otra parte, se ocupa del sentido
inverso de esa misma relación, esto es, del papel que los sueños podrían cumplir
en la producción, mantenimiento o modificación de la configuración cultural del
universo. En muchos sentidos, trabajos pioneros como los de Edward Tylor, John
Lubbock y Jackson S. Lincoln avanzaron por este camino, examinando cómo
algunas de las características de ciertos sistemas cosmológicos pudieron estar
influidas por la experiencia onírica en sí misma y por las reflexiones que sobre
ella pudieron hacerse.33
32
Véase, por ejemplo, Ellen Basso, “The Implications of a Progressive Theory of Dreaming”,
Barbara Tedlock (ed), Dreaming. Anthropological and Psychological Interpretations (1987),
Santa Fe, School of American Research Advanced Seminar Series, 1997, pp. 86-104, p. 102;
Michel Perrin, “Pensar el sueño... y utilizarlo”, Perrin (coord.), Antropología y experiencias del
sueño, Quito, Abya-Yala, 1990, pp. 5-18, p. 16; David Shulman y Guy Stroumsa, “Introduction”,
David Shulman y Guy Stroumsa (eds.), Dream Cultures. Explorations in the Comparative History
of Dreaming, New York, Oxford University Press, 1999, pp. 3-13, pp. 5-6; Barbara Tedlock, “Zuni
and Quiché Dream Sharing and Interpreting”, Barbara Tedlock (ed.), Dreaming. Anthropological
and Psychological Interpretations (1987), Santa Fe, School of American Research Advanced
Seminar Series, 1997, pp. 105-131, p. 128. También pueden ser relevantes ciertas sugerencias
de Freud. Véase Sigmund Freud, La interpretación de los sueños, (1900), Barcelona, Círculo de
Lectores, 1976, p. 67.
33
Véase Edward Burnett Tylor, Religion in Primitive, pp. 1-86; John Lubbock, Los orígenes, pp. 143
y 220; y Jackson Steward Lincoln, The Dream in Native, pp. 44-98.
15
Juan Camilo Niño Vargas
En cualquier caso, y para efectos de la presente investigación, el verdadero
valor de esta serie de planteamientos no se manifiesta examinándolos por
separado. Es necesario, ante todo, tomarlos en conjunto: como dos componentes
interdependientes de una sola y única tesis. Se sostendrá que, en el caso ette, el
sueño ha sido integrado positivamente al orden cultural y, por esta razón, juega
un importante papel en el curso de la reproducción social. Por un lado, la manera
en la cual es concebido el universo condiciona y estructura las características de
los complejos de prácticas e ideas asociados a los sueños. Por otro, es en gran
parte gracias a la existencia de estos complejos que ese mismo universo puede
recrearse, transformarse y adquirir cierta continuidad en el tiempo. La relación de
interés es, por un lado, aquella que mantiene la cosmología con los sueños y, por
otro, la que los sueños tienen con la cosmología.
Este planteamiento coincide con el de algunos estudiosos que consideran
que una verdadera sociología del sueño debería estudiar conjuntamente la función
del sueño en la sociedad, por una parte, y, por otra, los marcos sociales de la
experiencia onírica.34 La justificación de este principio radica en que es bastante
probable que la sociedad proporcione un marco a la experiencia onírica para
que ésta pueda ser socialmente útil. Si los sueños cumplen funciones sociales
se debe a que la sociedad está organizada para que así lo hagan. Tal y como lo
ha sostenido Roger Bastide en otro contexto, si el psicoanálisis demostró que el
sueño está perfectamente integrado en la personalidad del sujeto, le corresponde
a la antropología mostrar que, en otro nivel, también se inscribe ordenadamente
en las prácticas y representaciones colectivas.35
Con este fin, se privilegió una estrategia para la interpretación de información enmarcada dentro de lo que en etnología se conoce como análisis
estructural. Ciertas aclaraciones deben hacerse al respecto. En principio fue un
análisis interno. Sin dejar de mostrar los paralelos que existen entre los ette y
otros grupos, las explicaciones se apoyan fundamentalmente sobre los materiales
de la sociedad estudiada. Su esfuerzo se dirige a resaltar las relaciones que unen
y vinculan prácticas y representaciones de órdenes distintos compartidos por un
mismo grupo de personas. Todo esto con el fin de descubrir un orden que le
otorgue sentido y articule un conjunto diverso de creencias y comportamientos.
34
Véase Roger Bastide, “Sociología del sueño”, Coloquio de Royamount, Los sueños y las
sociedades humanas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1964, pp. 67-85, p. 68.
35
Roger Bastide, “Sociología del sueño”, pp. 71-72. También véase Irving Hallowell, “El papel de
los sueños en la cultura ojibwa”, Coloquio de Royaumont, Los sueños y las sociedades humanas,
Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1964, pp. 319-352.
16
Introducción: sueño y cultura
Nada de esto significa que la investigación se concentre en los aspectos formales
del pensamiento ette. También se interesa por la práctica y el papel que los
individuos juegan en la transformación o conservación del orden cultural.36 En
resumen, el procedimiento no difiere en mayor grado de aquel que han seguido
otros investigadores interesados en la etnología de las tierras bajas de América
del Sur.37
En este orden de ideas, dos grandes objetivos se propone lograr la descripción
etnográfica que a continuación se presenta. En primera instancia busca mostrar
cómo la concepción ette de los sueños y el conjunto de prácticas y representaciones
que se les asocian, están en acuerdo con su total concepción del universo. Se
sostiene que la importancia del fenómeno del sueño es, en gran parte, un efecto
del orden cosmológico. En segundo lugar, intenta resaltar el importante papel
que ese mismo conjunto de prácticas y representaciones juega en la reproducción
social del grupo. A través de la ensoñación y la oniromancia los ette actualizan
36
En lo que a esto atañe, algunas de las principales ideas de Pierre Bourdieu, Mary Douglas,
Edmund Leach, Claude Lévi-Strauss y Marshall Sahlins fueron de especial relevancia. Véase,
por ejemplo, Pierre Bourdieu, Outline of a Theory of Practice (1972), London, Cambridge
University Press, 1986; El sentido práctico (1980), Madrid, Taurus, 1990; Mary Douglas, Purity
and Danger. An analysis of concepts of pollution and taboo (1966), New York, Routledge, 2000;
Implicit Meanings. Selected Essays in Anthropology (1975), New York, Routledge, 1999; Estilos
de pensar (1996), Barcelona, Gedisa, 1998; Edmund Leach, Cultura y comunicación. La lógica
de conexión de los símbolos (1976), Madrid, Siglo XXI, 1978; The Essential 2 vols., New Haven,
Yale University Press, 2000; Claude Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje (1962), Bogotá, Fondo
de Cultura Económica, 1997; Mitológicas I. Lo crudo y lo cocido (1964), México, Fondo de
Cultura Económica, 1996; y Marshall Sahlins, Cultura y razón práctica. Contra el utilitarismo
en la teoría antropológica (1976), Barcelona, Gedisa, 1997; Historical Metaphors and Mythical
Realities: Structure in the Early History of the Sandwich Islands, University of Michigan Press,
1981; Islas de historias. La muerte del capitán Cook. Metáfora, antropología e historia (1985),
Barcelona, Gedisa, 1997; How “Native” Think: About Captain Cook for Example, Chicago,
University of Chicago Press, 1995.
37
Debe reconocerse la importancia que para este texto tienen las obras de varios etnólogos que
aceptaron su simpatía por el estructuralismo, en especial, Philippe Descola, Michel Perrin,
Gerardo Reichel-Dolmatoff y Eduardo Viveiros de Castro. Al respecto véase Philippe Descola,
“Par-delà la nature et la culture”, Extrait du débat No. 114, Gallimard, 2001, pp. 86-101; Michel
Perrin, El camino de los indios muertos (1980), Caracas, Monte Ávila Editores, 1993; Gerardo
Reichel-Dolmatoff, Desana. Simbolismo de los indios tukano del Vaupés (1967), Bogotá,
Procultura, 1986; Chamanes de la selva pluvial. Ensayos sobre los indios tukano del noroeste
amazónico, Londres, Themis Books, 1997; y Eduardo Viveiros de Castro, “Cosmological Deixis
and Amerindian Perspectivism”, Journal of the Royal Anthropological Institute No. 4, 1998,
pp. 469-488; From the Enemy’s Point of View. Humanity and Divinity in Amazonian Society,
Chicago, The University of Chicago Press, 1992. Sobre el empleo del análisis estructural en las
tierras bajas de América del Sur puede verse, entre otros, David Maybury-Lewis, “Las teorías
indígenas: ideas antropológicas. Una vista desde las Tierras Bajas de América del Sur”, Miguel
León-Portilla (coord.), Motivos de la antropología americanista. Indagaciones en la diferencia,
México, Fondo de Cultura Económica, 2001, pp. 366-398.
17
Juan Camilo Niño Vargas
diariamente sus concepciones cosmológicas y actúan conforme a ellas. A un
mismo tiempo, las concepciones cosmológicas y los conjuntos de prácticas y
representaciones asociadas a los sueños, son estructurados y estructurantes.
Mediante toda esta exposición se pretende demostrar la coherencia y complejidad
que caracteriza a los sistemas de pensamiento y acción del grupo. Lejos de ser
una sociedad desintegrada, cuya tradición se ha perdido u olvidado, se sostendrá
que los ette poseen un complejo y bien articulado bagaje cultural.
Partiendo del anterior planteamiento, la investigación se encuentra dividida
en seis capítulos, una sección final en donde se exponen las conclusiones y
algunos anexos que contienen información adicional de utilidad para la cabal
comprensión del trabajo. A grandes rasgos, los capítulos podrían agruparse en
dos conjuntos. Los tres primeros buscan brindarle al lector un panorama global de
las principales nociones cosmológicas que los ette comparten. Para tal efecto se
describirán y analizaran algunos aspectos de su historia reciente y concepciones
sobre el espacio, el tiempo y la realidad. Los últimos tres, por otra parte, abordan
los complejos de prácticas y representaciones asociados a los sueños. A lo largo de
ellos se describe y analiza la concepción nativa del fenómeno onírico, el conjunto
de conocimientos desarrollado para su interpretación y, por fin, la forma en que
ese saber es utilizado en la vida diaria. A pesar de que sus temáticas difieren, los
dos bloques deben ser entendidos como un todo integrado que la exposición y el
análisis obligaron fragmentar. Uno de los objetivos de las conclusiones es el de
resaltar las relaciones que vinculan las ideas expuestas en los diferentes apartes.
Debido al reducido número de investigaciones anteriores, el capítulo I consiste
en un corto bosquejo etnográfico del grupo. Su objetivo es doble. En primer
lugar, busca presentar aspectos de la historia y la vida social ette que faciliten
la comprensión del resto del texto. En segunda instancia, pretende empezar a
mostrar una cultura cuya vitalidad, complejidad, flexibilidad y capacidad de
resistencia fueron subestimadas en la mayoría de registros etnográficos. Con
este fin, se introduce al lector en la geografía, la historia y la etnología de las
Llanuras del Ariguaní. Se identifican los grupos que han habitado la región y se
esbozan planteamientos sobre las relaciones que guardan con los actuales ette.
En seguida, se ofrecen observaciones etnográficas actuales sobre la lengua y las
formas predominantes de organización social, económica y política del grupo. A
lo largo de la exposición, y sobre la base la base del estudio de las formas nativas
de autodenominación, se justifica la utilización del étnonimo “ette”.
Teniendo presente que cada sociedad ordena el espacio y la sucesión de los
acontecimientos en una forma particular, en el capítulo II se examina la forma
que los ette le atribuyen al universo y el singular dinamismo que le adjudican
18
Introducción: sueño y cultura
al devenir. Se describe cómo, dentro del pensamiento ette, el cosmos cambia de
estructura y composición por efecto de un número limitado de ciclos de destrucción
y regeneración. Con el estudio de este conjunto de ideas se persiguen dos objetivos.
Por un lado se busca una familiarización con la dimensión espaciotemporal en la
que se desarrolla la vida despierta y la onírica. Por otro, se empiezan a esbozar
algunas de las relaciones que mantienen los modos culturales de experimentar
el espacio y el tiempo con las modalidades de conciencia y acción que pueden
adoptar los miembros de una sociedad. Se sugiere que las nociones generales
sobre el devenir que los ette comparten podrían fundamentar y alentar el ejercicio
de la oniromancia.
En el capítulo III se analizan importantes nociones cosmológicas relacionadas
con la forma en la que puede percibirse y experimentarse la realidad. La idea
básica que se explica es que, para los ette, la mayoría de seres animados no sólo
pertenecen a una sociedad similar a la humana sino, además, perciben el mundo
tal y como lo harían si ellos mismos fueran humanos. En ese sentido el cosmos
indígena puede aprehenderse desde diversas perspectivas. Por medio del examen
de la mitología, de la lengua y de extendidas costumbres cotidianas, se resalta la
existencia de esos múltiples puntos de vista. De igual forma, el análisis se dirige
a dilucidar la naturaleza de las relaciones que los vinculan. Se plantea que entre
una y otra perspectiva pueden trazarse relaciones de equivalencia y que, en esa
medida, es perfectamente coherente que los individuos interesados en entender
diversos aspectos del mundo practiquen algún tipo de interpretación.
El capítulo IV aborda la concepción ette del fenómeno onírico. El punto
de partida es la idea según la cual la forma y el contenido de los sueños están
altamente influenciados por prácticas y representaciones culturales. Para este
efecto se expone la noción de persona y se describen los componentes anímicos
individuales que los ette consideran responsables de fenómenos como el
nacimiento, la enfermedad y la muerte. Su estudio permitirá definir al sueño
como una actividad protagonizada por el componente y no por la persona en
carne y hueso. Con el descanso, esta partícula abandona el cuerpo y empieza
a experimentar la realidad en una forma alterna. Durante este estado puede
deambular por parajes desconocidos o iniciar extensas conversaciones con
poderosos seres sobrenaturales.
En el capítulo V se analiza el fundamento y la lógica de la interpretación
onírica ette. Se argumenta que la función de la oniromancia, al igual que la de
otros tipos de interpretación practicados por los ette, radica en el establecimiento
de vínculos que relacionen diferentes perspectivas. Debido a que el sueño es
protagonizado por un componente de la persona pero no por la persona en su
19
Juan Camilo Niño Vargas
conjunto, la perspectiva despierta no coincide con la dormida. El inicio del reposo
le permite al soñante participar de un punto de vista desde el cual la realidad se le
manifiesta en un modo alterno. El ejercicio del intérprete consiste en establecer
equivalencias entre la perspectiva diurna y la onírica. Para esto se vale de un
conjunto finito de correspondencias que, no obstante, le permite formular un
conjunto infinito de interpretaciones. Siguiendo este razonamiento se expone la
forma en que estos conocimientos se actualizan en contextos concretos. De igual
forma, se plantea que, por lo menos en el nivel de la interpretación nativa, la
oniromancia ette es más familiar al concepto de equivalencia que al de símbolo.
El capítulo VI, por fin, se interesa por el impacto del sueño y la interpretación
onírica en la vida cotidiana. En él se sustenta que, gracias al conjunto de
representaciones que el grupo comparte, los sueños y la oniromancia son
susceptibles de ser utilizados como herramientas prácticas y, por ende, como
instrumentos para la reproducción de la vida social. Con este objetivo, se examinan
las virtudes prácticas que los ette le adjudican a los sueños. Seguidamente, se
describen los diferentes contextos en los cuales los indígenas se entregan a la
ensoñación, la narración de sueños y la interpretación onírica. Un punto importante
se resalta, a saber, que todas estas actividades se desarrollan con relativa libertad
pero, a un mismo tiempo, están pautadas por representaciones culturales e
históricas. A través del sueño y la oniromancia, los ette recrean constantemente
sus concepciones cosmológicas y planean la acción de acuerdo con ellas.
Las últimas páginas están ocupadas por los Anexos. Todos contienen
información importante para la comprensión del problema estudiado. Los anexos
A y B están dedicados a los mitos y relatos que por su extensión, o bien no pudieron
trascribirse por completo, o bien no se incluyeron pero su contenido ilustra ideas
clave. Se espera que la totalidad de este valioso material pueda consultarse en una
próxima publicación. El Anexo C consiste en una lista completa de las fórmulas
de interpretación onírica utilizadas por los ette. Su extensión determinó que no
fuera incluida en el capítulo relativo a la práctica de la oniromancia. En el Anexo
D pueden consultarse tres tablas en donde se identifican los cuerpos celestes y las
especies botánicas y zoológicas que se mencionan en el interior de los capítulos.
Por último, el Anexo E constituye un glosario de algunos términos nativos que,
sin corresponderse perfectamente con ninguna expresión del castellano, se
emplearon frecuentemente en la investigación.
Por último, conviene subrayar que con esta investigación no se ha agotado
el tema. Si bien lo adelantado hasta el momento basta para resaltar la importancia
que tienen los complejos de prácticas y representaciones asociados al fenómeno
del sueño entre los ette, trabajos posteriores podrían confirmar, rectificar y
20
Introducción: sueño y cultura
complementar algunas de sus principales ideas. Con una estadía más larga en
el terreno y la adquisición de un mejor dominio de la lengua, se debería poder
profundizar más en algunos aspectos parcialmente abordados. A este respecto,
algunos datos recogidos conducen a pensar que un examen juicioso y detenido de
la organización social y las pautas de socialización permitirían descubrir una red
de relaciones más amplia entre el sistema cosmológico, los principales motivos de
las ensoñaciones y la práctica de la oniromancia.
Nota sobre la metodología empleada para la trascripción de la
lengua
Para la trascripción de la lengua ette, el ette taara, se prescindió del uso de signos
fonéticos, prefiriéndose usar el sistema alfabético que la comunidad está tratando
de implantar. A excepción del etnónimo, los nombres propios y los nombres de
las distintas parcialidades del resguardo, todas las palabras consignadas en letra
cursiva provienen de esta lengua. Las vocales se pronuncian y se escriben igual
que en castellano. Lo mismo ocurre con la mayoría de consonantes. Algunas
excepciones son:
g
siempre se pronuncia como en gato o gorro. Nunca como en girasol.
g
es una palatal nasalizada. Para su representación los lingüistas usan
frecuentemente la grafía ŋ. Suena muy similar a mango o congo
l
independientemente de su aparición repetida, siempre se pronuncia
como en lago o salado y nunca como en llano o lluvia.
r
siempre se pronuncia como en coral o caribe, nunca como ratón.
y
siempre se pronuncia como en yuca.
’
irrupción glotal
Como es de esperarse, este tipo de escritura no se corresponde en todos
los casos con aquella a la que está acostumbrado el lingüista. Existen reglas de
realización que el sistema alfabético omite y, sin embargo, quedarían consignadas
en una trascripción fonológica. El lector interesado en conocer con exactitud la
fonología ette debe consultar una obra especializada.38
38
Véase María Trillos Amaya, Categorías gramaticales, pp. 45-77.
21
Juan Camilo Niño Vargas
Por ultimo, debe tenerse en cuenta la existencia de diferencias léxicas y
gramaticales significativas dentro de la lengua que posiblemente están asociadas
a variantes dialectales. Esto hace que frecuentemente no haya un acuerdo entre los
hablantes sobre la pronunciación de una expresión o, incluso, sobre la existencia
de un término. Para muchos individuos ette, la forma en la que ellos mismos
hablan es la correcta y aquella en la cual lo hacen otros miembros de su grupo es
la errada. Esto hace que las notaciones de algunos términos que se emplean en
este texto no sean aceptadas por todos y cada uno de los ette.
Nota sobre la metodología empleada para la trascripción de mitos y
declaraciones
La recolección de los mitos y declaraciones que se presentan en la investigación
demandó la ayuda de por lo menos una veintena de personas. Muchos de ellos
fueron trasmitidos en castellano, combinando esta lengua con el ette taara o, por
fin, solamente en ette taara. En el último caso la labor de traducción siempre se
desarrolló a partir de grabaciones en cinta magnetofónica y bajo la supervisión
de informantes bilingües. La conservación de términos vernáculos estuvo determinada por la dificultad de traducir ciertas expresiones ette sin distorsionar su
verdadero significado.
La trascripción de cada relato supuso enormes problemas. A pesar de que se
trataron de reproducir con la mayor fidelidad posible, todos sufrieron los efectos
que semejante proceso acarrea: introducción de signos de puntuación, omisión de
expresiones no verbales, pérdida de la cadencia narrativa, etc. Con el objetivo de
agredir en menor grado el ritmo de la dicción nativa, se prefirió una presentación
en forma de versos libres y no en el modo de prosa leída. De igual forma, debido
a su considerable extensión, la mayoría de narraciones no se transcribieron por
entero y se prefirió utilizar los fragmentos más significativos y pertinentes para
efectos del estudio. A este respecto debe anotarse que, aunque el montaje de los
relatos es un resultado del proceso de investigación, la del contenido le pertenece
por entero a los ette. El lector interesado en consultar las fuentes completas en
castellano puede remitirse a los anexos A y B. Se espera que a este valioso material
pueda dedicársele una próxima publicación.
Nota sobre trabajos e investigaciones anteriores
La mayor parte del texto que sigue a continuación fue desarrollado en una
monografía presentada para obtener el título de Magíster en Antropología Social
22
Introducción: sueño y cultura
en la Universidad de los Andes en Bogotá.39 Aunque la monografía constituía un
documento acabado, algunos puntos debían ser revisados y varios de los temas
que en ella se trataban merecían un examen un poco más extenso. Igualmente, se
consideró fundamental enseñársela a los ette que intervinieron en su elaboración.
Todo esto, aunado a las observaciones que hicieron los jurados que la calificaron
y a los comentarios que los mismos indígenas realizaron cuando se les presentó,
determinó la introducción de ciertas modificaciones. En primer lugar, se ampliaron
algunos apartes parcialmente abordados en la introducción de la tesis, se examinó
más detenidamente el tema de la lógica y la práctica de la interpretación onírica y,
como era de esperarse, se reformaron las conclusiones. Paralelamente, se revisaron
todos los argumentos sustentados en observaciones lingüísticas. Este ejercicio se
efectuó con la ayuda de varios ette. Siguiendo sus sugerencias se le otorgó un
nuevo título al documento, se corrigió la ortografía de ciertos términos y se le
dio un significado más preciso a algunas expresiones. Debido a la complejidad
del sistema nativo de antroponímicos, también se substituyeron o eliminaron los
nombres de algunos informantes. Lamentablemente, la monografía de grado se
reprodujo y difundió en algunos medios sin las debidas enmendaciones. El autor
no se hace responsable de este hecho y espera que la presente publicación ayude
a corregirlo.
39
Juan Camilo Niño Vargas, Cosmología e interpretación onírica entre los ette de las Llanuras del
Ariguaní, Tesis de grado presentada para optar por el título de Magíster en Antropología, Bogotá,
Universidad de los Andes, 2005.
23
Capítulo i
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
El desconocimiento y la relativa invisibilidad de los ette no sólo son un efecto de
la ausencia de estudios sistemáticos y profundos sobre su vida social y su cultura.
También son una consecuencia de los repetidos pronósticos sobre su extinción
en cuanto sociedad diferenciada. Al describir su experiencia en el departamento
del Magdalena, Jorge Isaacs calificó al grupo como “restos”. Joseph de Brettes,
un viajero francés que visitó la región del río Ariguaní a finales del siglo XIX,
aseguró que su proyecto de viaje había sido recibido con bromas puesto que en
el norte de Colombia muchos ponían en duda la existencia de la tribu. El hecho
de haber desmentido estos rumores cuando contactó a un número significativo
de individuos, no le impidió afirmar que sobre ellos “se cernía la melancolía de
los seres que están llamados a desaparecer”. La opinión de Gustaf Bolinder, un
etnólogo sueco que exploró la cuenca del mismo río durante la segunda década
del siglo XX, no fue muy diferente. De manera tajante sostuvo haber encontrado
a los “últimos chimilas” cuando se topó con un grupo de no más de diez personas
que, a su juicio, constituía el último vestigio de lo que alguna vez fue una “tribu
grande y poderosa”.
Los comentarios que se hicieron después de la segunda mitad del siglo
XX fueron aún más pesimistas. En 1955, algunos lingüistas consideraron que
el chimila formaba parte de la lista de lenguas muertas. En 1985 el antropólogo
Gerardo Reichel-Dolmatoff creyó confirmar sus antiguos temores respecto a una
Este comentario aparece en una carta dirigida a Alberto Urdaneta. Su contenido completo
puede consultarse en la obra de Pedro Castro Trespalacios, Culturas aborígenes cesarenses e
independencia del Valle de Upar, Bogotá, Biblioteca de Autores Cesarenses, 1979, p. 48.
Joseph de Brettes, “Chez les indiens”, p. 457.
“(...)
Gustaf Bolinder, “Los últimos indígenas”, p. 14.
Norman A. Mc Quown, “The Indigenous Languages of Latin America”, American Anthropologist
No. 57, 1955, pp. 501-570, pp. 521 y 549.
cette étrange peuplade sur laquelle plane la mélancolie inhérent aux êtres appelés à
disparaître.” Joseph de Brettes, “Chez les indiens”, p. 478.
Juan Camilo Niño Vargas
inminente desaparición del grupo al sostener que ya había pasado el tiempo para
escribir una monografía sobre el tema. Para muchos académicos, los miembros
del grupo eran unos pocos campesinos de cuya pasada organización y cultura
no quedaban sino rezagos sin importancia. De hecho, y aún teniendo en cuenta
que en tiempos más recientes era evidente la presencia de numerosos hablantes
de la lengua en los departamentos de Magdalena y Cesar, a algunos estudiosos
contemporáneos les fue imposible constatar la existencia de formas complejas
de pensamiento diferentes a las de los campesinos de la región. Diagnósticos
similares fueron emitidos por medios de comunicación masiva que, hasta hace
menos de un lustro, consideraban que los chimila era una “etnia en decadencia”.
Por todas estas razones, puede afirmarse que el dictamen que Williard Z. Park
realizó en 1963, en el que recalcó lo poco que se sabía sobre la religión y la vida
social del grupo, aún parece seguir teniendo bastante validez.10
El propósito general del presente capítulo es ofrecer un bosquejo histórico y
etnográfico de los ette alejado de la idea de su progresiva e inevitable extinción.
Su objetivo es empezar a presentar una cultura cuya vitalidad y complejidad
fueron subestimadas en la mayoría de registros etnográficos de los siglos XIX y
XX. Sin dejar de tener en cuenta la gravedad de los problemas que han afrontado,
se sostiene que muchos de los juicios emitidos sobre el estado del grupo fueron
apresurados, desestimaron las estrategias de resistencia de los nativos y, en
Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. I, p. 17. La afirmación la hizo con ocasión de la segunda
edición de Los kogi. Sobre la base del trabajo de campo que realizó en la década de 1940, ReichelDolmatoff había afirmado que “En nuestro viaje pudimos visitar estos grupos, vivir con ellos y
observar sus actividades. En unos años ya hubiera sido talvez demasiado tarde (…)”. Gerardo
Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, p. 98.
Carlos Alberto Uribe Tobón, “La rebelión”, p. 117; y Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía
chimila”, p. 99. En un mismo sentido algunos integrantes de la Expedición Humana afirmaron
en el año 2000 que entre los indígenas “la descomposición social era evidente” y que habían
“perdido casi todos los elementos tradicionales, incluyendo la lengua”. Ignacio Zarante,
Diego Ossa, Roberto Mendoza y Gustavo Valvuena, “Descripción etnográfica, demográfica,
y características en la salud de las comunidades indígenas visitadas por la Gran Expedición
Humana”, Geografía humana de Colombia. Variación biológica y cultural en Colombia T. I,
Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 2000, pp. 157-227, p. 188.
María Trillos Amaya, “Ette Taara: del ocultamiento a la revitalización lingüística”, La
recuperación de las lenguas nativas como búsqueda de identidad étnica. Lenguas aborígenes de
Colombia. Memorias 3, Bogotá, CCELA, Universidad de los Andes, 1995, pp. 75-89, p. 86.
Leonardo Herrera E., “Extraño mal amenaza a los chimila”, El Tiempo, Bogotá, domingo 24 de
octubre de 2004, Sección 1, pp. 12-13.
10
Park Z. Williard, “Tribes of the Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia”, Julian Steward (ed.),
Handbook of South American Indians T. II, New York, Cooper Square Publishers, 1963, pp. 865886, p. 866.
26
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
muchos casos, no se hicieron sobre la base de conocimientos certeros. También se
sugiere que posiblemente se pasó por alto la existencia de un arraigado y antiguo
sistema de prácticas e ideas indígenas que condiciona, en múltiples niveles, un
comportamiento orientado al mimetismo y el ocultamiento.
En este orden de ideas, la primera sección está dedicada a la geografía de
las Llanuras del Ariguaní, territorio que los actuales ette habitan y consideran
propio. Se describen sus principales características físicas, la forma en que han
condicionado la actividad humana y la manera en la cual los ette las han percibido e
incorporado a su vida cotidiana. Seguidamente, se dedica una sección a la historia
y la etnología del área durante el periodo colonial y republicano. Sin pretender
alcanzar ninguna conclusión definitiva, se caracterizan algunos de los grupos
que han habitado la región, identificando los posibles vínculos que mantienen con
los actuales ette. Se señalan continuidades y rupturas en el registro histórico y se
analizan los grandes procesos que la población indígena ha tenido que enfrentar.
Paralelamente, se brindan razones que justifican la decisión de hablar de los
“ette” y no, como se acostumbra, de los “chimila”. Por último, en el tercer aparte,
se encuentran una serie de observaciones etnográficas actuales. Se abordan
temas como la etnonimia, la lengua, las formas predominantes de organización
social y algunos de los más graves problemas que aquejan al grupo. También se
realizan algunas cortas anotaciones sobre el sistema de ideas y representaciones
compartido. Todo este conjunto de información, por lo demás, debe facilitar la
compresión de los demás apartes del libro.
A. El espacio geográfico
Los actuales ette aseguran que el territorio que les es familiar tiene como eje
central las llanuras que baña el río Ariguaní, en el Caribe colombiano. Reconocen
que esta área es su lugar de habitación tradicional y que, al mismo tiempo, siempre ha estado poblada por un conjunto heterogéneo de grupos humanos indígenas
y no indígenas. Desde el punto de vista nativo, el área se extiende hacia el norte
hasta la Ciénaga de Santa Marta y de oriente a occidente está delimitada por las
estribaciones suroccidentales de la Sierra Nevada de Santa Marta y las márgenes
de los ríos Cesar y Magdalena (Mapa No.2).
Los ette han superpuesto a la geografía física de la región una cosmografía
mítica que socializa el espacio natural. Su mundo se organiza de oriente a occidente, sobre un eje en el cual se ubican la morada de las entidades sobrenaturales
y la residencia de distintos fenómenos atmosféricos. En oriente, un poco más allá
del río Cesar, se encuentran las entidades sobrenaturales masculinas y las lluvias,
27
Juan Camilo Niño Vargas
Mapa Nº 2
Llanuras del Ariguaní
Mapa físico
Fuentes: Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Atlas de Colombia, pp. 40-41 y
48-49
truenos y relámpagos de la primera mitad del año. En occidente, sobre el curso
del río Magdalena, se hallan las deidades femeninas y los temporales y precipitaciones de la segunda mitad del año. En el medio, cerca de Sabanas de San Ángel,
está el centro de la tierra: el punto exacto en donde se asegura que el mundo ha
sido repetidamente creado y destruido. Los arroyos Cacagüero y Chimila, luga28
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
res de origen de diferentes grupos de ette actuales, también se localizan en esta
enorme área.11
Por su baja altitud, el terreno está caracterizado por temperaturas altas y
sofocantes.12 Incontables ríos y arroyos lo surcan en toda su extensión. Muchos
se convierten en tributarios del Magdalena, el Ariguaní y el Cesar o desembocan
en alguna de las numerosas ciénagas que salpican el paisaje. El volumen de agua
que arrastran está condicionado por el régimen de lluvias. En verano, muchas
corrientes de agua se transforman en minúsculos riachuelos o, bien, se secan
y desaparecen para dejar descubiertos extensos arenales. En invierno, por el
contrario, crecen, inundan sus contornos e, incluso, cambian de curso, arrastrando
todo lo que encuentran a su paso.13
Si bien la superficie del área es llana, suavemente ondulada y de pendientes
poco pronunciadas, la importancia de los declives no debe ser subestimada.
Las Llanuras se componen de tierras anegadizas de poca elevación y sabanas
de mayor altura que son utilizadas como refugios por hombres y animales
durante la época de lluvias, cuando los ríos se desbordan y son frecuentes las
inundaciones.14 Estos desniveles, aparentemente pequeños, son observados como
elevaciones de gran altura que le otorgan al paisaje un sello distintivo. Muchos
son utilizados por los ette como referentes espaciales en los cuales se inscribe la
mitología del grupo. Ciertas formas del relieve son percibidas como habitaciones
de seres sobrenaturales que cualquier viajero debe evitar o reverenciar. Ninguna
11
Al respecto puede consultarse Anexo A, Mito 1; Mito 2, Versión A y Versión B; Mito 3; y Mito
4, Versión B. También son relevantes algunos mitos recogidos por Reichel-Dolmatoff. En ellos
se afirma que el primer miembro del grupo cayó del cielo en un lugar cerca de San Ángel.
Igualmente se asegura que dos de las rutas de poblamiento del territorio fueron San Ángel y el
río Cesar. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, pp. 5-8.
12
La temperatura media anual en toda la Llanura del Caribe es superior a 27° C. La altura promedio,
por su parte, no sobrepasa los 300 metros sobre el nivel del mar. Véase Ernesto Guhl, Colombia:
bosquejo de su geografía tropical 2 vols., Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1976, T. I, p.
147.
13
Sobre el sistema hidrográfico de la región véase Rafael Gómez Picon, Magdalena río de Colombia,
Bogotá, Biblioteca Colombiana de Cultura, 1974, pp. 263-479; Ernesto Guhl, Colombia: bosquejo,
T. I, pp. 119-121; Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar, pp. 46-49; Luis Striffler, El río
Cesar; y Francisco Javier Vergara y Velasco, Nueva geografía de Colombia. Escrita por regiones
naturales (1901) 3 vols., Bogotá, Banco de la República, 1974, T. I, p. 368; y T. II, pp. 577-645.
14
Algunos estudiosos considera que las Llanuras del Caribe se componen de tres tipos de tierras
diferentes: serranías de gran altura, sabanas más o menos elevadas y llanuras bajas anegadizas.
Véase Francisco Javier Vergara y Velasco, Nueva geografía, T. II, pp. 578-579. Otras observaciones
pueden encontrarse en Pablo Vila, Nueva geografía de Colombia. Aspectos político, físico,
humano y económico, Bogotá, Camácho y Roldan, 1945, pp. 49-50.
29
Juan Camilo Niño Vargas
de ellas, empero, se compara en magnitud con el gran macizo que sobresale en
las mañanas claras: la Sierra Nevada de Santa Marta. La Sierra es la frontera del
territorio que los actuales ette reconocen como propio. Se concibe como un lugar
agreste y peligroso al cual sólo se puede acceder después de haberse preparado
ceremonialmente.
El gran macizo serrano, sin embargo, no debe observarse como un simple
límite. El hecho de interrumpir violentamente las planicies con pendientes bruscas
y escarpadas que alcanzan las mayores alturas del país, no hace más que ligarlo a su
geografía física y humana.15 De la Sierra Nevada desciende un sinnúmero de ríos
y quebradas que desembocan en las tierras bajas adyacentes. El río Ariguaní, que
refresca toda la Llanura, se desliza por sus faldas occidentales, recibe el agua de
decenas de afluentes y baja torrentoso hacia el sur para unirse con en el río Cesar.
El influjo del sistema montañoso también se deja sentir en las precipitaciones, la
temperatura y los vientos de las Llanuras.16 La Sierra constituye un obstáculo para
los alisios, hecho por el cual origina sistemas de vientos locales extremadamente
variables y complejos. En las Llanuras estos fenómenos se manifiestan en formas
tan variadas como suaves brisas de montaña durante la mayoría del año y fuertes
y destructivos vendavales en los meses equinocciales.17
Los vínculos físicos y naturales entre las dos regiones tienen, como es normal, una contraparte humana. Se cuenta con bastante documentación histórica
que atestigua la presencia de población “chimila” en los flancos occidentales del
macizo desde el siglo XVIII y deja entrever la facilidad con la que los indígenas
se desplazaban por las tierras bajas y las elevaciones que las circundaban.18 En
otro tipo de evidencia se resaltan los estrechos lazos que mantenía el grupo con
los que tradicionalmente han habitado la Sierra. Los enfrentamientos armados,
las alianzas bélicas, el comercio y los intercambios matrimoniales parecen ha-
15
Sobre la geografía de la Sierra Nevada de Santa Marta véase Ernesto Guhl, Colombia: bosquejo,
T. I, pp. 47-48; y T. II, pp. 156-57; y James Ralph Krogzemis, A Historical Geography of the Santa
Marta Area, Colombia, Geography Ph.D. Dissertation, Berkeley, Departament of Geography,
University of California, 1967.
16
Ernesto Guhl, Colombia: bosquejo, T. II, p. 148.
17
Sobre los vientos de las Llanuras y la influencia de la Sierra Nevada en la determinación de sus
características véase Manuel J. Diaz-Granados, Geografía económica del Magdalena Grande
(1946-1955), Santa Marta, Gobernación del Magdalena, 1996, pp. 131-132; y Pablo Vila, Nueva
geografía, p. 73.
18
Véase Archivo General de la Nación (Bogotá), Poblaciones varias, 10, f. 161r-163v; José M. DeMier, Poblamientos, T. I, p. 298; y T. III, p. 84; Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar, pp.
249-304; y José Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, p. 289.
30
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
ber sido bastante comunes entre ambas poblaciones.19 Una buena parte de esta
serie de relaciones puede detectarse con claridad en las tradiciones mitológicas
que se recopilaron desde principios del siglo XX en ambas áreas.20 La ideología
contemporánea tampoco es ajena a este fenómeno. La omnipresencia del sistema
montañoso, el hecho de dominar el horizonte, ha causado un enorme impacto en
la vida cotidiana de los ette y en las reflexiones que se han hecho sobre el cosmos.
Durante el sueño los especialistas religiosos viajan y conocen las ciudades de
piedra y los picos nevados de la Sierra. Además, como se verá más adelante, la
estratificación mítica del universo parece articularse con la geografía del macizo
serrano. De esta suerte, en la región superior del cosmos, que coincide con el firmamento, habita un pueblo guerrero y amenazante cuyo nombre se corresponde
con el etnónimo con el que algunos ette se refieren a los grupos de la Nevada.
Como en otras regiones de la zona intertropical, las estaciones lluviosas y secas de las Llanuras se siguen y repiten dos veces al año.21 La topografía, extensión
y ubicación latitudinal del área, no obstante, determinan que este ciclo se experimente de una manera mucho más severa que en otros lugares. En la región del
Ariguaní, el período seco más extenso se prolonga por un espacio de tiempo considerable: la escasez de agua y las altas temperaturas caracterizan el último mes del
año y los tres primeros del venidero. Las lluvias llegan en abril y se intensifican
durante los dos meses siguientes. El agua obstruye los caminos, rebosa las ciénagas y estropea los cultivos. Para los ette, este es el tiempo de su principal entidad
sobrenatural masculina: Yaau. Entre julio y agosto un corto período seco, conocido localmente como “veranillo”, interrumpe las monótonas precipitaciones y deja
contemplar, de nuevo, el firmamento despejado. Su iniciación determina el final
del tiempo de las aguas de Yaau y anuncia el comienzo de las de su contraparte
femenina Numirinta. Las lluvias de Numirinta son más fuertes y están acompañadas de vientos que destruyen árboles, sembrados y viviendas. Su estación perdura
hasta noviembre, punto en el cual el ciclo se completa y vuelve a empezar. 22
19
Al respecto puede consultarse José M. De-Mier, Poblamientos, T. I, pp. 118, 125, 129, 150-160,
248 y 323-325; y T. II, pp. 157, 170 y 174.
20
Observaciones sobre grupos de la Sierra en la mitología de los ette pueden consultarse en
Gerardo Reichel-Domatoff, “Mitos y cuentos”, pp. 5-6 y 10. Menciones a grupos “chimila” en la
mitología de los grupos de la Sierra se encuentran en Konrad Theodor Preuss, Visita a los indios,
T. II, p. 54.
21
Al respecto véase Ernesto Guhl, Colombia: bosquejo, T. I, pp. 187-190. También es relevante
Pablo Vila, Nueva geografía, pp. 81 y 83. Algunas observaciones de interés aparecen en Gerardo
Reichel- Dolmatoff, Los kogi, p. 36.
22
Véase Ernesto Guhl, Colombia: bosquejo, T. I, Cuadro “Ciclo anual de Lluvias”, p. 188; Cuadro
No. 2 “El ciclo anual de lluvias en Colombia”, p. 191; y T. II, p. 148.
31
Juan Camilo Niño Vargas
El ciclo hídrico condiciona y estructura actividades humanas de la más
diversa índole. La actividad agricultora de los ette se acomoda al ir y venir
del agua y la sequía.23 Labores como la quema, el desyerbe, la siembra y la
recolección deben hacerse con suma puntualidad. Los retrasos en estos ejercicios
pueden significar la pérdida de la cosecha y la posibilidad de experimentar
hambre. Los ette aprovechan el verano más extenso para quemar y talar la tierra
cultivable y reparar y construir sus casas. Las reservas de alimentos de la última
cosecha se utilizan para celebrar ceremonias orientadas a asegurar, por medios
sobrenaturales, la llegada de las lluvias. Es el tiempo de las grandes reuniones,
de los continuos desplazamientos para el intercambio de bienes e información,
del establecimiento de lazos matrimoniales y, en suma, de la reafirmación de los
vínculos sociales.
La llegada de las lluvias supone el desarrollo de otro tipo de tareas. Con
las primeras precipitaciones los ette inician una paciente labor de desyerbe y,
ansiosamente, esperan que retoñen los sembrados. La copiosa lluvia los alienta a
permanecer cerca de sus hogares, cuidar sus cultivos y reunirse en familia por las
noches. Los viajes por tierra se hacen más lentos o imposibles por el barro y el
agua que bloquean los caminos. También es el tiempo de las fiebres y calenturas.24
Para los ette, las enfermedades llegan con los vientos de lluvia, descendiendo o
ascendiendo ciertos cerros de la Sierra Nevada de Santa Marta, lugar en el cual
habitan. Íntimamente ligado a este fenómeno, el agua que se estanca en pozos y
charcas permite que se reproduzcan un sinnúmero de molestas plagas que sólo
desaparecerán bien entrado el verano.25
Puesto que la vegetación se encuentra en directa relación con la pluviosidad, y ésta se incrementa de norte a sur en el Caribe, en la región se encuentran
23
El efecto de la estacionalidad de las Llanuras del Caribe sobre la vida humana ha sido estudiado
por diferentes autores. Véase Orlando Fals Borda, Mompox y Loba, pp. 16-29; Resistencia en el
San Jorge. Historia doble de la costa 3 (1984), Bogotá, Universidad Nacional, 2002, pp. 50-66;
Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar, pp. 49-53; y Rafael Gómez Picon, Magdalena, pp.
307-313. Muchas observaciones sobre el tema aparecen en la obra de Luis Striffler, El río Cesar.
24
El conocimiento de la relación entre el ciclo estacionario de las Llanuras y la aparición de
enfermedades es detectable en varios documentos históricos. Véase, por ejemplo, Marta Herrera
Ángel, Ordenar para controlar, p. 59; y Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y visitas a los
Andes 4 vols., Bogotá, Colcultura, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1993-1996, T. II,
pp. 265 y 270.
25
Existen numerosas alusiones en la literatura de la región y en la mitología de los ette sobre las plagas
de insectos y las innumerables molestias que causan a los pobladores. Véase Joseph de Brettes,
“Chez les indiens”, pp. 460-461, 466, 472 y 474; José Fernando De-Mier, Poblamientos, T. II,
pp. 390, 393, 408 y 416; Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, p. 99; Carlos Alberto
Uribe Tobón, “Chimila”, p. 52; Francisco Javier Vergara y Velasco, Nueva geografía, T. I, p. 597.
32
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
condiciones ecológicas marcadamente diferentes.26 Mientras que alrededor de la
Ciénaga Grande y en el valle del río Cesar se prolonga una franja de tierras áridas caracterizadas por una flora baja y espinosa, en el flanco occidental de la
Sierra Nevada se extiende una estrecha faja de selva húmeda que desaparece en
las Llanuras y vuelve a presentarse al suroccidente de la Ciénaga de Zapatosa. La
región del curso bajo del río Ariguaní y la banda oriental del río Magdalena, por
su parte, están cubiertas por vegetación de bosque seco tropical.27 La mayoría de
población ette actual se encuentra establecida allí. El área está compuesta por sabanas en donde predominan los pastos naturales y, en menor grado, arbustos xerófilos y grandes árboles. Parches selváticos de pequeñas dimensiones irrumpen
el paisaje con frecuencia. A juzgar por la evidencia histórica y la memoria de los
propios indígenas, los bosques debieron ser mucho más abundantes en el pasado.
La expansión de la frontera agrícola y ganadera que se inició durante el periodo
colonial, y que incluyó en el siglo XIX y XX una intensa explotación maderera,
tuvo como consecuencia la drástica disminución de una selva que alguna vez fue
calificada como “inmensa” y “lujuriosa”.28
La fauna es variada pero no abundante.29 Los ette recuerdan que toda la región
estuvo poblada por infinidad de especies que se hicieron escasas con la llegada del
ganado y la desaparición del bosque.30 A pesar de esto, la caza todavía se practica
26
Sobre la relación entre pluviosidad y vegetación véase Ernesto Guhl, Colombia: bosquejo, T. I, p.
263; y Pablo Vila, Nueva Geografía, p. 250. Sobre el volumen de pluviosidad en el Caribe puede
consultarse Ernesto Guhl, Colombia: bosquejo, T. I, Cuadro No. 2 “El ciclo anual de lluvias en
Colombia”, p. 191; y T. II, p. 148.
27
Véase Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Atlas de Colombia, Mapa “Ecología vegetal”, p. 51;
mapa “Mapa Ecológico”, pp. 124-125; y Ernesto Guhl, Colombia: bosquejo, T. I, Cuadro No. 5 “Colombia, fisiografía, clima ambiental y vegetación. Región geográfica: Cordillera Oriental”, p. 283.
28
Muchos estudiosos que visitaron la zona en el siglo XIX y en la primera mitad del XX calificaron
la selva de la región como “lujuriosa” e “inmensa”. Véase, entre otros, Joseph de Brettes, “Chez
les indiens”, pp. 459-460; Pedro Castro Trespalacios, Culturas aborígenes, p. 48; y Gerardo
Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, p. 98. En ese sentido, sus observaciones coinciden
con las relaciones coloniales del siglo XVIII que describen la misma área. Véanse, por ejemplo,
las anotaciones sobre la flora de José Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa¸ pp. 311-348.
Descripciones más actualizadas pueden encontrarse en Armando Dugand, “Observaciones
botánicas y geobotánicas en la costa colombiana del Caribe”, Revista de la Academia Colombiana
de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales Vol. 13, No. 52, Bogotá, 1970, pp. 415-466.
29
Los nombres científicos y en lengua ette de las especies de mamíferos, aves y reptiles que se
mencionan a continuación pueden consultarse en Anexo D.
30
La opinión de los ette coincide con las de otros observadores que recorrieron la región en épocas
pasadas. Joseph de Brettes llamó la atención sobre la abundante fauna con la que frecuentemente
se topaban en sus excursiones. Véase Joseph de Brettes, “Chez les indiens”, pp. 459, 460 y 468.
Otra observación similar puede encontrarse en Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”,
p. 108. Una relación histórica en la que se manifiesta la diversidad de la fauna regional es José
33
Juan Camilo Niño Vargas
y es una actividad que goza de prestigio. Las historias mitológicas refuerzan
esta valoración y se encargan de mantener viva la memoria del orden animal. En
el centro de la atención del indígena se encuentran los mamíferos. Aunque son
sumamente raros, los grandes felinos siguen siendo una materia de conversación
inagotable. Los pocos encuentros con estos animales se convierten fácilmente
en historias populares. El jaguar es considerado el predador por excelencia. Lo
siguen el puma y el tigrillo. Otros carnívoros, como zorros, se encuentran con más
frecuencia. Puesto que muchos son apetecidos como alimento, los roedores ocupan
un lugar central en la zoología nativa. En ese sentido, parecieran seguir siendo
numerosos los ñeques, las pacas, los conejos y las ardillas. Ungulados como el
venado, el zaino y la danta, y desdentados como el perezoso, el armadillo y el oso
hormiguero son mucho más raros. Algo similar puede decirse de los primates.31
En cuanto a las aves, los ette reconocen un sinnúmero de especies, distinguiendo claramente su canto y apariencia. Las carroñeras parecen ser importantes
dentro del corpus mitológico y, en especial, el rey gallinazo y los gallinazos comunes. Mientras que las pavas son altamente apreciadas como presas de caza, las
guacamayas y los loros son admirados por su plumaje. También merecen cuidado
las aves que habitan campos abiertos e inundados como el carrao y la tingua, y las
nocturnas como la lechuza y el bienparado.32 De otro lado, los reptiles más comunes
están representados por tortugas terrestres, babillas y diversas clases de ofidios.
Dentro de los venenosos, la culebra mapaná es fuente de continuas angustias. Por
fin, diferentes tipos de insectos deben mencionarse. Varias especies de hormigas,
mariposas, alacranes y abejas parecen despertarle a los ette mucho interés. En lo
que a esto concierne, la apicultura estuvo altamente desarrollada hasta hace algunas décadas y, aún hoy día, se dispone de un sofisticado léxico para referirse al
Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, pp. 349-367; y Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones
y visitas, T. II, p. 268.
31
La fauna de la región y, en general, la de los bosques secos tropicales colombianos aún está por
estudiarse. Una obra general e ilustrativa es Louise Emmons, Neotropical Rainforest Mammals,
Chicago, The University Chicago Press, 1990.
32
Una obra relevante sobre las aves de la región es Armando Dugand, “Aves de la Región Magdaleno
Caribe”, Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales Vol. 2,
No. 8, Bogotá, 1938, pp. 524-542; “Aves de la Región Magdaleno Caribe”, Revista de la Academia
Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales Vol. 3, No. 9 y 10, Bogotá, 1939, pp. 47-65;
“Aves de la Región Magdaleno Caribe”, Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales Vol. 3, No. 11, Bogotá, 1940, pp. 212-238; “Aves de la Región Magdaleno
Caribe”, Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales Vol.
3, No. 12, Bogotá, 1940, pp. 373-384; y “Aves de la Región Magdaleno Caribe”, Revista de la
Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales Vol. 4, No. 13, Bogotá, 1940, pp.
25-36.
34
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
tema de las abejas.33 Esta situación contrasta con la poca atención que parecen recibir los peces y, en general, la fauna que habita en el interior de los cursos de agua.
B. Historia y etnología de las Llanuras
No se tiene claridad sobre el número y distribución de los grupos étnicos y
lingüísticos de las Llanuras del Caribe durante el periodo colonial, republicano y,
en general, durante todo el gran período de tiempo anterior a la invasión europea.
La cantidad de información sobre el tema es variable. Mientras que se cuenta
con datos y estudios sobre los siglos XVI y XVIII, no se tiene mucha claridad
sobre lo que ocurrió durante el siglo XVII y la primera mitad del XIX. Futuras
investigaciones históricas y arqueológicos deberían llenar este vacío.34
De la evidencia disponible se puede colegir que el área ha estado poblada por
grupos de culturas distintas y, a menudo, antagónicas. En los documentos que se
refieren al curso medio del río Ariguaní entre los siglos XVI y XVIII, se hallan
observaciones sobre la existencia de numerosos pueblos indígenas. La referencias
sobre el tema, empero, disminuyen paulatinamente. La diversidad lingüística y
cultural del siglo XVI no parece corresponderse con la del XVIII y ésta, a su vez,
no lo hace con las de los siglos posteriores. Muchas sociedades desaparecieron
por el efecto de la expansión del régimen hispánico. Otras fueron sometidas y
terminaron integrándose a la cultura de los invasores. Con el surgimiento de una
nueva república, la población indígena que pudo conservar su independencia se
enfrentó a nuevas formas de dominación asociadas a la expansión de la economía
ganadera y el desarrollo de la propiedad latifundista.
Los apartes que siguen a continuación constituyen una indagación sobre
esta temática. Se trata de caracterizar a grandes rasgos la diversidad cultural y
lingüística de las Llanuras durante los siglos XVI y XVIII. Lo mismo se realiza
con la cultura de la población indígena de los siglos XIX y XX. Una especial
atención se le concede a las repercusiones que tuvieron las confrontaciones
armadas de la segunda mitad del siglo XVIII y la expansión de la frontera ganadera
y agrícola que se inició a mediados del XIX. A lo largo de la exposición se analiza
33
Sobre la apicultura indígena véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, pp. 105-106.
Sobre el léxico relacionado con las abejas puede consultarse María Trillos Amaya, Categorías
gramaticales, p. 197.
34
Aunque la falta de trabajos es patente, varios estudiosos se han interesado por el tema. Pueden
consultarse Ana María Groot de Mahecha, “La costa Atlántica”, Colombia prehispánica.
Regiones arqueológicas, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología, 1989, pp. 17-52;
Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar, pp. 253-265; Gerardo Reichel-Dolmatoff, Datos
histórico-culturales, pp. 55-111; Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff, Estudios antropológicos,
Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1977, pp. 75-184.
35
Juan Camilo Niño Vargas
la etnonimia indígena y se identifican las posibles relaciones que existen entre los
antiguos pueblos y los actuales ette.
1. Las Llanuras durante el primer siglo de la invasión europea
Los primeros exploradores que recorrieron el Caribe colombiano intentaron
aprehender el complejo panorama social que presenciaban empleando las
categorías que su propia geografía política les ofrecía. El territorio fue dividido
en “provincias”. El sentido original de la denominación era administrativo y se
aplicaba a las unidades territoriales mayores que conformaban los virreinatos,
las presidencias y las capitanías. Sin embargo, durante el siglo XVI, y aún hasta
el siglo XVIII, el concepto se flexibilizó para distinguir regiones geográficas.35
Los criterios empleados para su delimitación no siempre fueron claros y, por lo
general, carecieron de uniformidad. De cualquier manera, y aunque no siempre se
respetó ni se le dio continuidad, el ordenamiento espacial indígena parece haber
sido un factor importante.36 Con frecuencia, una provincia designaba un espacio
de límites difusos habitado por un grupo o “nación” de indios que, desde el punto
de vista europeo, compartía ciertos patrones culturales.
En los documentos coloniales que se refieren a las Llanuras del Caribe y
la Sierra Nevada de Santa Marta durante el siglo XVI, se mencionan diferentes
provincias y, ocasionalmente, se encuentran descripciones sobre los pueblos que
las ocupaban (Mapa No. 3).37 Lastimosamente, la evidencia es algo desequilibrada
35
Sobre el concepto de “provincia” y el uso que tuvo en las Llanuras del Caribe véase Marta
Herrera Ángel, Ordenar para controlar, pp. 124-133; “Las divisiones político administrativas del
Virreinato de la Nueva Granada a finales del Período Colonial”, Historia Crítica No. 22, Bogotá,
Universidad de los Andes, 2001, pp. 76-104; Gerardo Reichel-Dolmatoff, Datos históricoculturales, pp. 55-58; y Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff, Estudios antropológicos, pp. 7896. También es relevante Hermes Tovar Pinzón, “El caribe colombiano en la historia del siglo
XVI”, Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y visitas a los Andes 4 vols., Bogotá, Colcultura,
Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1993-1996, T. II, pp. 17-80, pp. 61-77.
36
Sobre la importancia del ordenamiento prehispánico en la delimitación de las unidades
administrativas coloniales véase, por ejemplo, Roberto Lleras Pérez, “La prehistoria y la realidad
colombiana actual”, Texto y contexto No. 5, Universidad de los Andes, Bogotá, 1985, pp. 21-34; y
Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar, pp. 124-133.
37
Algunas de las fuentes más relevantes del siglo XVI sobre esta región son Pedro de Aguado,
Historia de la Provincia de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada, Madrid, Jaime Ratés, 1917;
Juan de Castellanos, Elegías de varones muy ilustres de Indias (1847), Bogotá, Gerardo Rivas
Moreno Editor, 1997; Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdez, Historia general y natural de las
Indias 5 vols., Madrid, Real Academia Española, 1959; Lucas Fernández Piedrahita, Historia
general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada (1688) 4 vols., Bogotá, Biblioteca Popular
de Cultura Colombiana, 1942; y Pedro Simón, Noticias historiales de las conquistas de Tierra
Firme en las Indias Occidentales (1625) 7 vols., Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1981.
36
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
Mapa Nº 3
Grupos indígenas de la Gobernación de Santa Marta
1530 - 1580
Fuentes: Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Atlas de Colombia, pp. 40-41 y
48-49; Hermes Tovar Pinzón, Relaciones y Visitas, T. II, pp. 41, 85-122, 141-142,
157-166, 191-194 y 233-354; Lucas Fernández Piedrahita, Historia general, T. I,
pp. 135, 140, 154-155 y 185; Juan de Castellaños, Elegias de varones, pp. 373,
378, 390-393, 508-512, 537, 544-547, 573, 576, 679, 682- 683 y 1298; Pedro
Simón, Noticias historiales, T. I, pp. 191-192; T. III, pp. 73 y 85-86; T. IV, p. 70; y
T. VI, pp. 103-109, 272 y 275-281; Gerardo Reichel-Dolmatoff, Datos históricoculturales, pp. IV y 55-111; Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff, Estudios antropológicos, pp. 78-96 y 172-173; Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar,
p. 129.
37
Juan Camilo Niño Vargas
y está lejos de ser sistemática. Si de algunas provincias se cuenta con bastantes
datos, otras apenas se nombran sin que siquiera se mencione su ubicación
geográfica.
Una densa población indígena ocupaba las vertientes de la Sierra Nevada
de Santa Marta. Un cronista anotó que en esta área “los pueblos pasaban de mil”
y las “lenguas muchas”.38 Allí, durante la primera mitad del siglo XVI, fueron
frecuentes las alusiones a las provincias de Tairona y Betoma. En la segunda
mitad de este mismo siglo también se encuentran anotaciones sobre las de los
indios carboneros, maconganas, taironacas, orejones y aruacos.39 Una situación no
muy diferente podía constatarse en el valle del río Cesar y la vertiente occidental
de la Serranía del Perijá. En una relación de 1578 se resalta la diversidad cultural
y lingüística de la región al afirmar que los nativos del Cesar “tienen diferentes
lenguas en general y en particular no hablan ninguna”.40 Coanaos, buredes, itotos,
cariachiles, tupes y xiriguanos eran algunos de los grupos que poblaban el área.41
Hacia el sur, en la zona cenagosa que se forma en la desembocadura del río
Cesar, se encontraban los pacabueyes.42 Sus vecinos eran los sondaguas, pueblo
de navegantes que habitaba las riveras del Magdalena.43 Muy probablemente, a
finales de siglo estos dos grupos fueron identificados, respectivamente, como los
malibúes de las lagunas y los malibúes de río.44 Por fin, unas pocas referencias
atestiguan la existencia de las provincias de los argollas, los aguas y los mastes al
suroccidente de Santa Marta y la de los guanebucanes cerca de las estribaciones
nororientales de la Sierra.45
38
Pedro Simón, Noticias historiales, T. VI, p. 272.
39
Pedro Simón, Noticias historiales, T. VI, pp. 108, 270, 272 y 275; Hermes Tovar Pinzón (comp.),
Relaciones y visitas, T. II, p. 163. Sobre la cultura de los Tairona y sus vecinos, véase Gerardo
Reichel-Dolmatoff, Datos histórico-culturales, pp. 58-97.
40
Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y visitas, T. II, p. 247.
41
Juan de Castellanos, Elegías de varones, pp. 679 y 1298; Pedro Simón, Noticias historiales, T. VI,
pp. 103-105; Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y visitas, T. II, pp. 89, 94, 96, 107, 109, 113
y 115. Probablemente los canaos de la primera mitad del siglo XVI son los mismos guanaos de la
segunda mitad.
42
Juan de Castellanos, Elegías de varones, pp. 512, 545 y 576.
43
Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y visitas, T. II, pp. 96 y 103. En la obra del cronista Juan de
Castellanos aparecen con el nombre de “cendaguas”. Juan de Castellanos, Elegías de varones, p. 392.
44
Lucas Fernández Piedrahita, Historia general, T. II, p. 158. La identificación de los pacabueyes
y sondaguas con los malibúes de las lagunas y los malibúes de río también fue postulada por
Reichel-Dolmatoff. Gerardo Reichel-Dolmatoff, Datos histórico culturales, pp. 106-107.
45
Sobre los argollas, los aguas y los mastes véase Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y visitas,
T. II, pp. 159-160; y Lucas Fernández Piedrahita, Historia general, T. I, p. 154. Sobre los guanebucanes puede consultarse Juan de Castellanos, Elegías de varones, pp. 373, 378, 390-392 y 508.
38
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
Otro tanto puede inferirse de la documentación de la misma época sobre la
etnología del curso medio del río Ariguaní y las planicies ubicadas entre los ríos
Magdalena y Cesar. Numerosas observaciones aluden a la ocupación de indios
caribes, gente blanca, chimilas y, en menor medida, alcoholados. Los caribe
estaban ubicados cerca del Magdalena.46 Los chimila, más cercanos a la Sierra
y al río Ariguaní, eran sus vecinos inmediatos.47 El territorio de los gente blanca
confinaba con el de los chimila y con el de los pueblos de la zona cenagosa del
Magdalena y el Cesar.48 Por fin, los alcoholados habitaban cerca de la provincia
chimila y el río cesar (Mapa No. 3).49
La etnonimia es el primer punto que llama la atención. A los indios caribes
de las Llanuras se le denominó de esta suerte por cierta afinidad que notaron los
europeos entre ellos y las poblaciones caribes de las Antillas. La semejanza no radicaba en la práctica de la antropofagia que comúnmente se le adjudicó a las últimas. Muy al contrario, residió en su decidida actitud guerrera y en que “emytaban
en lengua a los indios caribes questán en la Domynica”.50 El apelativo de los gente
blanca, por su parte, es el producto del empleo de criterios muy diferentes. Estos
indígenas lucían, a los ojos de los españoles, como “gente lozana”, “blanca” y de
“buena disposición”.51 De forma similar, los alcoholados fueron llamados así por
“teñirse con tinta negra los remates de los parpados”.52 Finalmente, el nombre de
los chimila obedeció a que entre ellos se encontraba un “yndio prencipal” llamado
46
Pedro Simón, Noticias historiales, T. III, pp. 85-86; Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y
visitas, T. II, pp. 142, 158-160, 192-194 y 312.
47
Véase Antonio de Herrera, Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra
Firme del Océano 16 vols, Madrid, Tipografía de Archivos, 1934-1956, T. X, p. 93; Juan de
Castellanos, Elegías de varones, pp. 547 y 576; Pedro Simón, Noticias historiales, T. III, pp. 8586; y T. VI, pp. 280-281; Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y visitas, T. II, pp. 158-160,
194 y 312; y Lucas Fernández Piedrahita, Historia general, T. I, pp. 165-166.
48
Juan de Castellanos, Elegías de varones, p. 537; y Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y
visitas, T. II, pp. 194 y 312.
49
Véase Lucas Fernández Piedrahita, Historia general, T. I, p. 135.
50
Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y visitas, T. II, p. 312. También véase Juan de
Castellanos, Elegías de varones, p. 537.
51
Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y visitas, T. II, p. 312; Juan de Castellanos, Elegías de
varones, p. 540.
52
Lucas Fernández Piedrahita, Historia general, T. I, p. 135. La expresión “alcoholado” tiene varios
sentidos en castellano. En muchas ocasiones se usa para denominar a los animales que tiene
pelo oscuro alrededor de los ojos. El verbo “alcoholar” también se usa para designar la acción
de ennegrecer con alcohol los bordes de los parpados y las cejas. Real Academia Española,
Diccionario de la lengua española 2 vols., Madrid, 1992, T. I, p. 90.
39
Juan Camilo Niño Vargas
“Chymila”.53 La falta de consistencia del sistema de nominación es patente y, por
esta razón, no debe extrañar que la actual población indígena del Ariguaní no use
ninguno de estos apelativos para identificarse. Como sucedió en otros lugares
de América, los parámetros que les sirvieron a los europeos para referirse a las
sociedades con las que se toparon no fueron claros y, por lo general, los sistemas
nativos de autodenominación no fueron tomados en cuenta.54
Aunque las descripciones disponibles de estos grupos son algo fragmentarias,
no dejan de observarse interesantes características. En primera instancia se
constatan entre ellos diferencias significativas de tipo lingüístico que confirman
que las consideraciones europeas sobre la heterogeneidad cultural de las Llanuras
no eran completamente arbitrarias.55 Si bien la información sobre los alcoholados
es exigua, en una relación de 1580 se asegura que los caribe, los chimila y los gente
blanca hablaban idiomas cuyas diferencias iban mucho más allá de variaciones
dialectales.56 En un mismo párrafo de este documento se afirma que “los caribes
se entienden por una lengua”, “la xente blanca se entiende por su lengua” y “los
de Chymila hablan otra lengua”.57 De él también se puede inferir que a causa de
múltiples vínculos sociales algunos indígenas, pero no todos, podían entender los
idiomas de sus vecinos.
Probablemente, las diferencias lingüísticas estuvieron acompañadas de
diferencias culturales. A los españoles les llamó la atención la forma en que
cada grupo se distinguía por el uso de adornos, pinturas corporales, tatuajes
53
Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y visitas, T. II, p. 312. En el siglo XVIII Nicolás de
la Rosa ofreció otra explicación del origen del etnónimo chimila. Según refiere, el verdadero
apelativo de este pueblo era “chimiles, que es lo mismo que muchedumbre”. Nicolás de la Rosa,
Floresta de la Santa, p. 289. Con todo, la explicación de este autor es bastante dudosa, máxime
si se tiene en cuenta que el mismo aceptó que su interpretación podría no ser completamente
legítima y que el tema de los apelativos era una “materia obscura”. Véase p. 93.
54
A esto hay que sumarle la complejidad de las clasificaciones indígenas de identidad colectiva.
Sobre este tema véase Claude Lévi-Strauss, Antropología estructural II (1973), México, Siglo
XXI, 1979, pp. 308-312; y Eduardo Viveiros de Castro, “Cosmological Deixis”, pp. 474-477;
From the enemy’s, pp. 64-65.
55
La diferenciación entre chimilas, caribes, gente blanca y alcoholados que resaltan estos
documentos es bastante significativa si se tiene presente que estudiosos como Marcelino de
Castellvi han considerado que los chimila estaban repartidos en numerosas tribus como los eupari,
los cariachiles y los itoto. Véase Marcelino de Castellvi, Censo Indolingüístico de Colombia,
Bogotá, Centro de Investigaciones Lingüísticas y Etnográficas de la Amazonía Colombiana,
1962, pp. 138-140. A la luz de la evidencia que se presenta, la generalización de Castellvi no
puede sostenerse.
56
Véase Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y visitas, T. II, pp. 322 y 329.
57
Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y visitas, T. II, p. 322 (énfasis del autor).
40
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
e indumentaria de algodón.58 Desde una perspectiva global, empero, lo que se
percibe es la existencia de un substrato cultural compartido. En ese sentido,
cada uno de estos elementos pudo hacer parte de un sistema intercultural de
diferenciación étnica. Su función pudo residir en resaltar de forma sistemática, y
en ciertos contextos especiales, la pertenencia de un individuo a uno u otro grupo.
Por los menos eso se puede colegir de un testimonio de 1742 en donde se sostiene
que en el área en cuestión “eran casi infinitas las parcialidades, según las señales
y pinturas”.59
El hecho de que las Llanuras, lejos de ser un área propicia para el aislamiento,
fue una zona donde primó el contacto y la comunicación, se confirma en la amplia
distribución de conjuntos de prácticas e ideas similares. De las fuentes disponibles
puede deducirse que los procedimientos mágicos orientados a controlar el clima,
el uso de plantas medicinales y la curación a base de masajes y soplos fueron
comunes entre los especialistas médicos y religiosos de los pueblos de la región.60
Todos ellos, por lo demás, hacen parte del bagaje cultural de los actuales ette.
Finalmente, y de mucha importancia, la guerra fue un evento corriente. El
cronista Lucas Fernández Piedrahita aseguró que los chimila “eran despreciadores
de la paz”61 y Juan de Castellanos afirmó que los caribes eran llamados así “porque
defendían bien su casa”.62 Pedro Simón también identificó a los habitantes de
esta zona como gente “belicosa y bien experta en manejar arcos y flechas” 63 y
Antonio de Herrera afirmó “que siempre peleaban, teniendo la paz en poco”.64
Ciertamente, este tipo de calificaciones fueron comunes en toda la Provincia de
Santa Marta.65 Pero en las Llanuras el conflicto parecía obedecer a una lógica
particular. Mientras que, por ejemplo, sus vecinos de las riberas y ciénagas del
Magdalena procuraban atacar a los de lengua diferente, para los de las Llanuras
58
Véase Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y visitas, T. II, pp. 339-340.
59
José Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, p. 290. Vale la pena resaltar que el uso de pintura
corporal para la diferenciación social es común en algunos grupos de América. Véase, por
ejemplo, Lux Vidal, “Contribution to the Concept of Person and Self in Lowland South America:
Body Painting among the Kayapo-Xikrin”, Contribuçoes à antropologia em homenagem ao
professor Egon Schaden, Sao Paulo, Coleçao Museu Paulista, 1981, pp. 291-302.
60
Véase Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y visitas, T. II, pp. 331-332.
61
Lucas Fernández de Piedrahita, Historia general, T. I, p. 155.
62
Juan de Castellanos, Elegías de varones, p. 537.
63
Pedro Simón, Noticias historiales, T. III. p. 85.
64
Antonio de Herrera, Historia general, T. X, p. 93.
65
Véase, por ejemplo, Martín Fernández de Enciso, Summa de geografía (1518), Bogotá, Banco
Popular, 1974, p. 264; y Antonio de Herrera, Historia general, T. IX, p. 305.
41
Juan Camilo Niño Vargas
hablar un mismo idioma no constituía un obstáculo para entrar en sangrientas
querellas.66 Por medio de emboscadas y asaltos y haciendo uso de flechas y
macanas, unos a otros, y entre ellos mismos, se atacaban fuerte y frecuentemente.67
Estas características, sumadas a la falta de interés de la administración hispánica
por colonizar permanentemente el área, hicieron que las expediciones militares
españolas se concentraran en la captura de esclavos y facilitaron que los nativos
conservaran una relativa independencia económica y política.68
2. Los grupos indígenas y la expansión del régimen colonial en el
siglo XVIII
Una situación diferente se percibe al examinar las fuentes del siglo XVIII.
Refiriéndose a la Provincia de Santa Marta, Antonio Julián, un religioso de la
época, aseguró que “de muchas naciones ni el nombre ha quedado” y que “de otras
queda el nombre pero no aparece la nación”.69 En efecto, la expansión del régimen
colonial de los dos siglos anteriores alteró profundamente el panorama etnológico
de la región. Muchas sociedades indígenas desaparecieron o fueron sometidas.
La autonomía de los grupos de la zona costera, las riberas del Magdalena y el
curso medio del río Cesar, fue minada a causa de los enfrentamientos armados,
el contacto con enfermedades europeas y la imposición de instituciones
españolas como la encomienda y la tributación.70 Al mismo tiempo que el uso
del término “provincia” decayó, los indígenas agregados al régimen trataron de
ser denominados con el nombre de la locación que habitaban.71 Los efectos de
estos procesos tampoco dejaron de sentirse en la Sierra Nevada de Santa Marta,
66
Véase Hermes Tovar Pinzón (comp.), Relaciones y visitas, T. II, pp. 303, 328 y 335-338.
67
Pedro Simón, Noticias historiales, T. I, p. 192; y T. III, pp. 85-86 y 281; Lucas Fernández de
Piedrahita, Historia general, T. I, p. 165
68
Sobre la captura de esclavos véase, entre otros, Juan de Castellanos, Elegías de varones, p. 682;
Pedro Simón, Noticias historiales, T. III, p. 86; y T. VI, p. 109; y Hermes Tovar Pinzón (comp.),
Relaciones y visitas, T. II, pp. 158-160. También véase Carlos Alberto Uribe Tobón, “La rebelión”,
pp. 118-119.
69
Antonio Julián, La perla, pp. 144-145.
70
Sobre los procesos de sometimiento indígena y los efectos de la encomienda en la Provincia
de Santa Marta es relevante Gerardo Reichel-Dolmatoff, Datos histórico-culturales, pp. 3-42
y 46-47; Carlos Alberto Uribe Tobón, “La rebelión”, pp. 120-122; y Lola G. Luna, Resguardos
coloniales, pp. 33-61. Los efectos negativos que tuvieron las enfermedades europeas en el Caribe
pueden observarse en los documentos de la segunda mitad del siglo XVI. Véase Hermes Tovar
Pinzón (comp.), Relaciones y visitas, T. II, pp. 258, 265, 295 y 316.
71
Sobre la costumbre de denominar a los indígenas sometidos con el nombre del pueblo en el cual
habitaban véase Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, p. 279; y Antonio Julián, La perla, p. 144.
42
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
la vertiente occidental de la Serranía del Perijá y las Llanuras del Ariguaní, áreas
en donde las expediciones punitivas, la captura de esclavos y los intentos de
adoctrinamiento fueron frecuentes.
La homogeneidad cultural, empero, no parecía caracterizar a la región.
En numerosos documentos se puede descubrir una diversidad social que los
europeos no siempre retrataron con justicia. De un lado, muchos de los indios
subyugados siguieron reconociéndose por sus antiguos gentilicios y hablando su
lengua materna, hecho que refleja la fuerte resistencia nativa y la precariedad
de su integración al orden colonial.72 De otra parte, cierto tipo de evidencia
atestigua la existencia de un número significativo de grupos que conservaban su
independencia y, en esa medida, obstaculizaban la consolidación del proyecto de
dominación española (Mapa No. 4).73
El territorio de la “belicosa” y “valiente” nación guajira, en el norte de la
provincia, se encontraba fuera del control hispánico.74 Muy cerca de ellos, los
aruacos poblaban la Sierra Nevada de Santa Marta.75 A pesar de que se les
consideró sujetos a la doctrina, al vasallaje y a la tributación, existen numerosos
testimonios en donde se les acusa de aliarse con otros grupos para la ejecución de
incursiones militares contra el régimen.76 Algo similar ocurría con los grupos de
la margen oriental del río Cesar. Los tupes y los acayanutos fueron caracterizados
como pacíficos, un tanto aislados y objeto de adoctrinamiento y, al mismo tiempo,
72
Este hecho es resaltado por autores de la época. Véase Antonio Julián, La perla, pp. 144-145;
y Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, p. 283. La historiadora Marta Herrera también ha
llamado la atención sobre la precariedad de los resultados de la congregación de indígenas en
pueblos en el Caribe. Véase Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar, pp. 260-261.
73
Sobre los grupos indígenas no sometidos del siglo XVIII véase Nicolás de la Rosa, Floresta de la
Santa, pp. 279-310; y Antonio Julián, La perla, pp. 98 y 144-218. Algunos estudiosos modernos
también han llamado la atención sobre la diversidad cultural del Caribe en ese siglo. Véase Marta
Herrera Ángel, Ordenar para controlar, pp. 256-261; y Gerardo Reichel-Dolmatoff, Datos
histórico-culturales, pp. 103-105 y 109-111.
74
Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, p. 297. Durante el siglo XVIII, la preocupación por
someter a la nación de los indios guajiros fue central para la administración colonial. Véase
Antonio Julián, La perla, pp. 196-205; y José M. De-Mier, Poblamientos, T. III, pp. 49-53. Entre
los estudios modernos sobre el tema se encuentra Eduardo Barrera Monroy, Mestizaje, comercio
y resistencia. La Guajira durante la segunda mitad del siglo XVIII, Bogotá, Instituto Colombiano
de Antropología e Historia, 2000, pp. 173-220.
75
Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, pp. 283-284; Antonio Julián, La perla, p. 149.
76
Sobre el carácter pacífico de los aruacos véase Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, p.
283. Sobre las alianzas de este grupo con poblaciones no sometidas véase José M. De-Mier,
Poblamientos, T. II, pp. 157, 170 y 174. En especial, se acusa de estos actos a los indios de la
población de San Sebastián identificados como “aurohuacos”. Nicolás de la Rosa, Floresta de la
Santa, p. 286.
43
Juan Camilo Niño Vargas
Mapa Nº 4
Grupos indígenas de la Provincia de Santa Marta
1742 - 1787
Fuentes: Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Atlas de Colombia, pp. 40-41 y
48-49; José Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, pp. 279-310; Antonio Julián, La perla, pp. 98 y 143-218; José M. de Mier, Poblamientos, T. I, pp. 9, 61,
125, 249 y 254; T. II, pp. 13, 142-143, 170, 174, 247 y 360; T. III, p. 22; Marta
Herrera Ángel, Ordenar para controlar, pp. 259 y 281.
44
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
se les imputaron robos, asesinatos y tratos con indígenas rebeldes.77 La relativa
independencia que los motilones conservaron en la Serranía del Perijá también se
tradujo en frecuentes hostilidades dirigidas a poblaciones bajo control colonial.78
Finalmente, y en evidente contraste, en las pocas fuentes disponibles sobre los
pampanillas y coyaymas se resalta su sujeción parcial a misiones religiosas y su
importante papel como aliados de los europeos.79
Aunque la situación de las Llanuras no era menos compleja, varios factores
ocasionaron que la diversidad étnica se simplificara en la documentación de la
época. Debido a la confrontación armada y a los intereses de la administración
colonial por expandir sus fronteras, los apelativos “caribe” y “chimila” se
generalizaron, perdieron precisión etnológica y tendieron a transformarse en
calificativos peyorativos que legitimaban la agresión.80 Una de las consecuencias
que trajo esta burda manipulación política de la etnonimia fue que la vasta región
que comprenden las Llanuras se empezara a conocer con el nombre genérico
de “Provincia Chimila”.81 Una abundante evidencia documental indica que el
77
Sobre el aislamiento y el carácter pacífico de los tupe véase Antonio Julián, La perla, p. 151. Notas
sobre la sujeción de los acayanutos a misiones religiosas se encuentran en Nicolás de la Rosa
Floresta de la Santa, p. 293. Observaciones sobre las hostilidades de los tupe pueden consultarse
en José M. De-Mier, Poblamientos, T. I, p. 61. Los tratos de los acanayutos con indígenas rebeldes
aparecen en Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, p. 294.
78
Véase, por ejemplo, Antonio Julián, La perla, pp. 176-186; y José De-Mier, Poblamientos, T. I,
p. 249.
79
Es probable que algunos pampanillas disfrutaran de cierta independencia mientras que otros
estuvieran sujetos al control de religiosos europeos. Véase Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa,
pp. 294-295; y José M. De-Mier, Poblamientos, T. I, pp. 61 y 254. Por lo menos algunos de ellos
poblaron el sitio del Tucuy para, después, participar, junto a los españoles, en incursiones armadas
contra los pueblos de las Llanuras. Véase José M. De-Mier, Poblamientos, T. I, p. 61; y T. II, pp. 340346. De otro lado, los coyaimas poblaron los pueblos del Puente y Tocaimo. Véase Marta Herrera
Ángel, Ordenar para controlar, p. 281. Su participación en la guerra contra poblaciones no sometidas
está bien documentada. Véase José M. De-Mier, Poblamientos, T. II, pp. 226, 343, 349 y 360.
80
A mediados del siglo XVIII, Nicolás de la Rosa advirtió sobre la costumbre de generalizar el
apelativo “caribe” a grupos que se reconocían con otros nombres. Nicolás de la Rosa, Floresta
de la Santa, p. 279. Anotaciones sobre este problema también se encuentran en Gerardo ReichelDolmatoff, Datos histórico-culturales, p. 43; y Juan Camilo Niño Vargas, “Hombres rojos”, pp. 245246. Sobre la manipulación política de la categoría “chimila” en el siglo XVIII puede consultarse
Marta Herrera Ángel, “Chimilas y españoles”, pp. 5-24. Otros estudiosos han llamado la atención
sobre el poco interés que tenían los españoles en distinguir diferentes grupos durante la guerra
del siglo XVIII en las Llanuras. Véase Wadsworth Clarke Douglas, Patterns of Indian, p. 94.
81
Sobre la delimitación de la Provincia Chimila durante la segunda mitad del siglo XVIII son
relevantes Antonio Julián, La perla, pp. 158-159; y Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar,
pp. 253-261. La simplificación de la realidad etnológica, por lo demás, no se limitó a las Llanuras.
Aunque hoy día cuatro pueblos de lenguas diferentes habitan la Sierra Nevada de Santa Marta, en
el siglo XVIII se les otorgó el nombre genérico de “aruacos”.
45
Juan Camilo Niño Vargas
área, sin embargo, estaba poblada por grupos que se identificaron de maneras
diferentes.
Grupos de pintados ocupaban las riberas del río Magdalena, estando
sujetos a la ciudad de Tenerife.82 Sus vecinos no sometidos eran los chimilas,
los alcoholados y los tomocos, también conocidos como “orejones”.83 En cierta
documentación se distingue con claridad el territorio de los tomocos del de los
chimilas y los alcoholados. Mientras que los primeros estaban ubicados en las
montes de río Cesar cerca de Valledupar, los segundos dominaban las planicies
del oriente del Magdalena y las montañas de Río Frío, en las estribaciones de la
Sierra Nevada.84 Con todo, es muy probable que sus respectivos ordenamientos
territoriales no estuvieran asociados al establecimiento de fronteras rígidas y
espacios excluyentes. Por lo menos eso se puede inferir de otro tipo de fuentes
que atestigua la presencia de “orejones” cerca de la zona cenagosa del Magdalena
y de “tomocos” y “chimilas” en la vertiente occidental del macizo serrano.85
El grado de oposición entre cada uno de los grupos pudo estar sujeto a
variación. Las relaciones que tenían los alcoholados y los chimilas parecían ser
más fuertes que aquellas que guardaban estos últimos y los tomocos. Para personas
como Nicolás de la Rosa, los alcoholados eran “partidas” de chimilas y, por ende,
se identificaban con ellos en sus “costumbres” y “afectos”.86 Los tomocos y los
chimilas, en cambio, generalmente fueron considerados “naciones” diferentes.87
82
Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, p. 289.
83
Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, pp. 289-291. En las tradiciones de los actuales habitantes
indígenas de las Sierra Nevada de Santa Marta también se distinguen varios grupos étnicos en las
Llanuras. Entre ellos sobresalen los chimila y los tomoco. Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi,
T. I, pp. 123, 238 y 261. Es bastante llamativo que en algunas ocasiones los kogi se refieran a los
tomoco como “tumúku”. En la lengua de los ette la expresión tumuku designa a ciertas especies
de aves.
84
Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, pp. 289-291.
85
Véase Archivo General de la Nación (Bogotá), Poblaciones varias, 10, f. 161r-163v; José De-Mier,
Poblamientos, T. I, p. 88; y T. III, p. 84; y Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar, p. 290.
Sobre formas de territorialidad indígena no asociadas a espacios excluyentes pueden consultarse
los trabajos compilados en Chantal Cavaillet y Ximena Pachón (eds.), Frontera y poblamiento.
Historia y antropología de Colombia y Ecuador, Bogotá, Universidad de los Andes, 1996.
86
Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, pp. 290-291.
87
Muchos documentos se refieren a los tomoco como una “nación” diferente de la “nación” chimila.
Véase, por ejemplo, Mónica Patricia Carvajal (transcriptora), “El licenciado Juan Cuadrado, su
visita a los naturales de Santa Marta y Provincia de Ríohacha, y lo que informara sobre la extinción
de algunas poblaciones indígenas, 1691”, Marta Herrera Ángel, Camila Ashner Restrepo y Tania
Lizarazo Moreno (eds.), Repensando a Policéfalo. Diálogos con la memoria histórica a través de
documentos de archivo. Siglos XVI a XIX, Bogotá, Pensar, 2006, pp. 299-308, pp. 299, 300, 302
y 306.
46
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
Aunque los testimonios que se pueden recoger sobre este tema entre los actuales
ette son escasos, es llamativo que en la tradición oral de los pueblos indígenas
vecinos se encuentre esa misma oposición. Los kogi de la Sierra Nevada de Santa
Marta, por ejemplo, clasifican a los antiguos tomocos como “gente buena” y a los
chimilas como “gente mala”. La existencia de lazos comerciales con los primeros
podría ser la causa de semejante categorización.88
Al igual que en el siglo XVI, los tatuajes y las pinturas corporales probablemente fueron signos de diferenciación. Su uso, y en especial el empleo del colorante rojo que se obtiene de las semillas del achiote, se encuentra bien documentado
en todos los grupos.89 Su función como marcador de pertenencia étnica es claro
en el caso de chimilas y alcoholados, pueblos que los españoles distinguieron por
la forma en que distribuían las tinturas sobre el cuerpo.90 Los indios sometidos
del área también se entregaban a esta práctica con el fin de ser confundidos con
chimilas y, de esta suerte, encubrir su autoría en los ataques que realizaban contra
la administración colonial.91
Ahora bien, las diferencias étnicas que atestiguan el sistema de gentilicios
y el manejo de la corporalidad no siempre parecieran estar acompañadas de
diferencias relevantes en otros niveles. En muchos sentidos, se percibe cierto tipo
de diferenciación y, simultáneamente, un substrato cultural compartido. No debe
descartarse la posibilidad de que, debido al impacto de la invasión europea de los
siglos XVI y XVII, algunos de los antiguos pueblos hubieran abrazado la cultura
de los otros conservando, hasta cierto punto, rasgos de su identidad étnica. Esta
impresión, precisamente, fue expresada por personas de la época que supusieron
que la población de la Provincia Chimila era el resultado de al menos dos naciones
indígenas “que se unieron, y quedaron en el centro despóticas y bárbaras”.92
88
Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. I, pp. 123 y 261.
89
El achiote o bija (Bixia orellana) es una planta de cuya semilla se obtienen colorantes rojos. Su
uso en las Llanuras aparece documentado en varias fuentes. Véase Nicolás de la Rosa, Floresta
de la Santa, pp. 289-290 y 292; José M. De-Mier, Poblamientos, T. I, p. 201; y Antonio Julián, La
perla, p. 161.
90
Véase Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, p. 290. Sobre los pintados también se observó
que, cuando acompañaban a indios no sometidos en incursiones militares, podían distinguirse
por “divisas” como la variedad de colores de sus tatuajes. Véase, p. 289.
91
Véase, por ejemplo, José M. De-Mier, Poblamientos, T. I, pp. 151 y 154-156
92
Antonio Julián, La perla, p. 163. Esta hipótesis fue retomada por Rafael Celedón en 1886.
Rafael P. Celedón, Gramática de la lengua, p. xxiv. A este respecto vale la pena anotar que
en un documento de finales del siglo XVI se afirma que, a causa de la presencia europea en el
Magdalena, algunos grupos de caribes “se retiraron açia la provinçia de Chimyla y el día de oy
están allá”. Hermes Tovar (comp.), Relaciones y visitas, T. II, p. 327.
47
Juan Camilo Niño Vargas
La diversidad lingüística del siglo XVI, de otra parte, no pareciera corresponderse con la del XVIII. Así puede constatarse en el testimonio que hizo
Manuel Francisco de Mesa en 1754, un criollo que fue tomado como prisionero por indios rebeldes por espacio de un año. Mesa visitó poblados de tomocos y chimilas y, sobre la base de esa experiencia, aseguró que ambos hablaban
una misma lengua.93 La situación actual no es muy diferente. Los trabajos etnográficos y lingüísticos contemporáneos sobre la región del Ariguaní, resaltan
la existencia de una única lengua indígena que, probablemente, tiene dos variantes dialectales.94 Los ette también aseguran que, aunque se presentan variaciones
más o menos significativas, todos pueden comunicarse usando el mismo idioma.
Finalmente, y al igual que en el siglo XVI, la actividad bélica hizo parte de
la vida cotidiana de todos los pueblos. Mientras que tomocos y chimilas se entregaban a la guerra asiduamente, emboscando a sus enemigos y entorpeciendo el
comercio español, los pintados solían reunirse con indios no sometidos para participar en incursiones armadas.95 La política que el régimen hispánico implementó
poco antes de mediados de siglo, sin embargo, le otorgó nuevas dimensiones al
conflicto. Los intereses de la administración colonial estaban orientados a dominar de una forma efectiva el espacio y la población de las Llanuras. Las incursiones esporádicas que los españoles solían hacer en el área concluyeron para dar
paso a un proyecto de sojuzgamiento mucho más sistemático y violento. Con el fin
de expandir la frontera agrícola y ganadera, y de procurarse de fuerza de trabajo
para las nuevas haciendas, se ejecutó una nueva política de guerra y poblamiento.
Las campañas militares encaminadas a arrasar el soporte material de la cultura
indígena fueron de la mano de la fundación de pueblos y la apertura de caminos.96
93
Archivo General de la Nación (Bogotá), Poblaciones varias, 10, f. 161r-163v. También véase
Carlos Alberto Uribe Tobón, “La etnografía”, pp. 45-47. La información que se presenta torna
dudosos los planteamientos en los que se identifica a los tomocos con grupos diferentes a los de
las Llanuras. Este el caso de su asociación con los tupe. Véase, por ejemplo, Gerardo ReichelDolmatoff, Datos histórico-culturales, p. 131; y Pedro Castro Trespalacios, Culturas aborígenes,
p. 38. Como sea, este tipo de aspectos merecen estudios más profundos y sistemáticos.
94
Sobre la lengua y las posibles variantes dialectales véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “La lengua
chimila”; y Terrell Malone, “Chimila”, pp. 2-6 y 16.
95
Sobre la belicosidad de los tomocos véase Mónica Patricia Carvajal (transcriptora), “El licenciado
Juan”, p. 299. Sobre la belicosidad de los chimilas véase, entre otros, Antonio Julián, La perla,
pp. 154-158. Algunas notas sobre incursiones armadas de pintados aparecen en José M. De-Mier,
Poblamientos, T. I, pp. 86, 89 y 189-190. Observaciones generales sobre las prácticas guerreras
de los grupos de las Llanuras durante la primera mitad del siglo XVIII pueden consultarse en
Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, pp. 289-291.
96
La forma en la que se desarrolló la expansión del régimen colonial en las Llanuras ha sido objeto
de varios estudios. Véase, entre, otros, Wadsworth Clarke Douglas, Patterns of Indian, pp. 86-90
48
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
Las sociedades indígenas se enfrentaron al invasor empuyando los caminos,
abandonando sus poblados, ejecutando emboscadas y atacando sigilosamente.97
En muchas ocasiones también entablaron alianzas con los pueblos de las regiones
vecinas con el objetivo de agredir a los españoles y a la población que se
encontraba bajo su control.98 El ocultamiento fue una estrategia recurrente. En
la época se llegó a asegurar que una simple hoja de palma bastaba para esconder,
no a un chimila, sino a una tropa de ellos.99 Ante esta situación, los europeos
se valieron de la ayuda de otros pueblos indígenas entrenados en el rastreo de
huellas que contrarrestaran las tácticas de ocultamiento de sus contrarios.100 Las
expediciones punitivas, la destrucción de poblados, la quema de cultivos y la
captura y reubicación de prisioneros se volvieron comunes. Tal y como aparece
en los documentos, el objetivo era “aterrorizar”, “destruir” y “aniquilar”.101 La
violencia ejercida alcanzó tal grado que los indios, por iniciativa propia, prendieron
con fuego sus pertenencias y sembrados.102
Las referencias de estos eventos en la mitología de los actuales ette son
frecuentes. Para ellos, la guerra contra los españoles se equipara con un periodo
de violencia, desorden y decadencia que terminó por desencadenar el más reciente
ciclo de destrucción y regeneración universal. En efecto, a finales del siglo XVIII,
y después de varios siglos de resistencia, una gran parte de la población indígena
de las Llanuras fue sometida. Mediante el uso de la fuerza o el ofrecimiento de
prebendas económicas, muchos grupos fueron reubicados en pueblos bajo control
y 151-156; Orlando Fals, Borda, Mompox y Loba, pp. 103-114; Marta Herrera Ángel, Ordenar
para controlar, pp. 265-286; Lola G. Luna, Resguardos coloniales, pp. 69-83; y Carlos Alberto
Uribe Tobón, “La rebelión”, pp. 118-119; “La etnografía”, pp. 45-50.
97
Las referencias documentales sobre las prácticas de ocultamiento, las emboscadas y los ataques
sorpresivos de los pueblos de la Provincia Chimila son comunes. Véase, entre muchos otros,
Antonio Julián, La perla, pp. 158-162; y José M. De-Mier, Poblamientos, T. I, pp. 189 y 201; y T.
II, pp. 307 y 336.
98
Existe documentación que atestigua alianzas de los grupos no sometidos de las Llanuras con
pintados, aruacos, indios reducidos y mestizos. Véase Nicolás de la Rosa, Floresta de la Santa, p.
289; Antonio Julián, La perla, p. 162; y José M. De-Mier, Poblamientos, T. I, pp. 88, 123, 144-158,
189-190 y 324; y T. II, pp. 100, 187 y 227.
99
Antonio Julián, La perla, p. 154.
100 Las referencias sobre expediciones punitivas de españoles e indios tocaimos son frecuentes.
Estos últimos fueron considerados buenos “rastreros”. Véase José M. De-Mier, Poblamientos, T.
II, pp. 226-230, 243-258 y 279-350.
101
José M. De-Mier, Poblamientos, T. II, pp. 261 y 403.
102 Véase José M. De-Mier, Poblamientos, T. II, pp. 325 y 347; y Marta Herrera Ángel, Ordenar para
controlar, p. 304.
49
Juan Camilo Niño Vargas
europeo. Otros se internaron en las zonas selváticas logrando vivir con relativa
independencia.103
3. Resistencia, ocultamiento y expansión de la economía regional
El control que el imperio español ejercía sobre una gran parte de América concluyó
con las guerras de independencia de principios del siglo XIX. Las Llanuras
pasaron a formar parte de una joven república, convirtiéndose en el escenario de
procesos sociales que se articularon o sustituyeron a los antiguos. Nuevos actores
aparecieron y surgieron nuevos intereses. El protagonismo de los pueblos indígenas
pasó a un segundo lugar. Durante el siglo XIX, y aun hasta bien avanzado el XX,
las pocas personas que se interesaron por su suerte los retrataron como grupos
poco numerosos y aislados, cuya continuidad en cuanto sociedad diferenciada
era bastante dudosa.104 Sin duda, las campañas de sometimiento que ejecutó la
administración colonial en el siglo XVIII tuvieron profundas repercusiones sobre
su vida social y su cultura. La atención parece haberse trasladado a la Serranía del
Perijá, territorio de grupos que, como los motilones, conservaron su independencia
y obstaculizaron la expansión de la naciente economía nacional.105
Mientras que las referencias a tomocos y alcoholados son prácticamente
nulas, las de pintados se limitan a las primeras décadas del siglo XIX.106 Algo
diferente ocurrió con el etnónimo chimila. El nombre continuó empleándose
ampliamente como referente espacial y etnológico en las Llanuras. Salvo unas
pocas excepciones, la región y su población indígena siempre fueron asociadas
a tal denominación.107 En gran parte, este hecho es un efecto del manejo político
103 Sobre el proceso de reducción de la población indígena de las Llanuras puede consultarse José M.
De-Mier, Poblamientos, T. III, pp. 122-131 y 143-144. También véase Lola G. Luna, Resguardos
coloniales, pp. 99-112; y Carlos Alberto Uribe Tobón, “La rebelión”, pp. 132-134.
104 Véase, por ejemplo, José C. Alarcón, Compendio de historia, p. 24; Rafael P. Celedón, Gramática
de la lengua, p. xxiv; Joseph de Brettes, “Chez les indiens”, pp. 457, 460, 470 y 478; y Gustaf
Bolinder, “Los últimos indígenas”, pp. 11-12.
105 Sobre los motilones durante el siglo XIX pueden consultarse entre muchos otros, Luis Striffler,
El río Cesar, pp. 23, 109, 136-154 y 176-183; y Joseph de Brettes, “Chez les indiens”, pp. 82-83.
106 Véase el mapa elaborado por José Manuel Restrepo en 1827. Puede consultarse en Eduardo
Acevedo Latorre (comp.), Atlas de mapas antiguos de Colombia. Siglos XVI a XIX, Bogotá,
Editora Arco, s.f. Lámina LI, p. 155.
107 Véase Joseph de Brettes, “Chez les indiens”, pp. 62, 457-458 y 470; Ernesto Guhl, Colombia:
bosquejo, p. 158; Milciades Chávez, “Contribución a la antropología”, pp. 157-158; y Héctor Osorio
Gallego, “Chimila”, p. 25. Dentro de las excepciones se encuentra el viajero franco-prusiano
Luis Striffler. En su obra sobre el río Cesar, menciona un poblado llamado “Los Chimila” pero
50
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
que los europeos le dieron al apelativo. Debido a su uso general y continuado
durante la segunda mitad del siglo XVIII, el etnónimo terminó por imponerse
entre los exploradores y antropólogos de los siglos posteriores. El uso exclusivo
del gentilicio también podría estar indicando otro importante aspecto, a saber,
la observación de cierto grado de homogeneidad cultural que no se presentó en
épocas anteriores. En efecto, categorías como “nación” o “parcialidad” cayeron
en desuso y no se realizaron distinciones étnicas diferentes a la de “chimila”.
A diferencia de lo que acontecía en el siglo XVIII, época en la cual se
reportaron grupos de chimilas y tomocos en las estribaciones de la Sierra, en los
informes de los siglos XIX y XX la población indígena siempre se localizó en las
Llanuras (Mapa No. 5). La mayoría de personas contactaron a los indígenas cerca
de Sabanas de San Ángel o sobre el curso medio del río Ariguaní.108 Otros más
se enteraron de su presencia en el camino que de Pivijay conduce a Valledupar y
en los llanos de Chimichagua, al norte de la Ciénaga de Zapatosa.109 A finales del
siglo XIX Rafael Celedón se entrevistó con dos de ellos en Santa Marta pero, tal
y como él mismo aclara, su presencia en la ciudad era accidental y su verdadera
zona de habitación se hallaba cerca del Ariguaní.110 Todos estos testimonios son
solidarios con la distribución de los actuales ette sobre el área y con las ideas que
comparten sobre el territorio que consideran propio.
La calidad de la documentación de los siglos XIX y XX sobre la vida social
y cultural de la población indígena de las Llanuras es variable. La mayoría de las
relaciones del XIX se reducen a anotaciones fragmentarias tomadas por personas
que no se interesaron directamente por el tema. Las fuentes de finales de este
siglo y del XX, en contraste, son mucho más completas y fueron realizadas por
personas con entrenamiento etnológico. En cualquier caso, cuando se examinan
siempre que se refiere a la población indígena de las Llanuras simplemente habla de “los indios
del Ariguaní”. Véase Luis Striffler, El río Cesar, p. 53. Asimismo, en otro tipo de documentos
sobre la región se mencionan “indios” o “una tribu indígena” pero no se especifica su apelativo.
Véase Luis Enrique Amaya Ramírez, “El Difícil”, Vínculo, Bogotá, noviembre 1948, p. 166.
108 Luis Striffler, El río Cesar, p. 36; Jorge Isaacs, Las tribus indígenas, pp. 13, 53 y 143; Joseph
de Brettes, “Chez les indies”, pp. 62, 446 y 457-480; Gustaf Bolinder, “Los últimos indígenas”,
pp. 10-12; Milciades Chávez, “Contribución a la antropología”, pp. 158-160; Gerardo ReichelDolmatoff, “Etnografía chimila”, pp. 97-103; Luis Enrique Amaya Ramírez, “El Difícil”, p. 166;
Marianne Cardale-Schrimpff, Techniques of Hand-Weaving, pp. 12, 125 y 127; Carlos Alberto
Uribe Tobón, Un marco teórico, pp. 66-71; “Chimila”, p. 54; “La etnografía”, pp. 87-89; Héctor
Osorio Gallego, “Chimila”, pp. 25-28; y Terrell Malone, “Los chimila”, p. 32.
109 José C. Alarcón, Compendio de historia, pp. 23-24; Eduardo Acevedo Latorre (comp.), Atlas de
mapas, Lámina LI, p. 155.
110
Rafael P. Celedón, Gramática de la lengua, p. xxiv.
51
Juan Camilo Niño Vargas
Mapa Nº 5
Reportes de población indígena de las Llanuras
1852 - 1978
Fuentes: Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Atlas de Colombia, pp. 40-41 y
48-49; José C. Alarcón, Compendio de historia, pp. 23-24; Joseph de Brettes,
“Chez les indiens”, pp. 62, 446 y 457-480; Gustaf Bolinder, “Los últimos
indígenas”, pp. 10-12; Rafael Celedón, Gramática de la lengua, p. xxiv; Marianne
Cardale-Schrimpff, Techniques of Hand-Weaving, pp. 122, 125 y 127; Miliciades
Chávez, “Contribución a la antropología”, pp. 158-160; Jorge Isaacs, Las tribus
indígenas, pp. 13 y 143; Héctor Osorio Gallego, “Chimila”, pp. 25-28; Gerardo
Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila’’, pp. 97-103 y fig. 1; Luis Striffler, El río
Cesar, p. 53; Terrell Malone, “Los chimila”, p. 32; y Carlos Alberto Uribe Tobón,
Un marco teórico, pp. 66-71; “Chimila”, p. 54; ‘‘La etnografía’’, pp. 87-89.
52
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
en conjunto y se comparan con las fuentes de siglos anteriores, pueden observarse
características significativas para los objetivos del presente estudio. La cultura
de los pueblos que los españoles trataron de someter durante el siglo XVIII se
transformó en diferentes grados y sentidos. Muchas prácticas y costumbres
perduraron; algunas desaparecieron por completo; otras más se reforzaron.
Antes que ser procesos históricos excluyentes, las continuidades y las rupturas se
superpusieron en la región del Ariguaní.
Gerardo Reichel-Dolmatoff anotó en la década de 1940 que los chimila
habían conservado gran parte de sus tradiciones y costumbres, siendo “los
mismos que los de ayer”.111 Aunque un tanto polémica, esta observación tiene
fundamento. Las descripciones sobre la cultura material indígena que hicieron
viajeros y etnólogos hasta la mitad del siglo XX coinciden en muchos aspectos
con las que hicieron funcionarios al servicio de la administración colonial casi
doscientos años antes. En ambas fuentes se encuentra anotaciones similares sobre
distintos tipos de construcciones habitacionales y objetos como armas, recipientes,
instrumentos musicales y adornos. También hay abundantes referencias sobre el
uso del algodón y la pintura roja que se extrae del achiote.112 En ese sentido,
existe evidencia suficiente para afirmar que los pueblos de las Llanuras pudieron
conservar por un gran periodo de tiempo ciertos conjuntos de prácticas e ideas
susceptibles de materializarse en artefactos y objetos de diversa índole.
Si las permanencias se manifiestan en la cultura material, las rupturas
pueden intuirse en los conjuntos de prácticas y representaciones que ordenan el
comportamiento. Las descripciones de los siglos XIX y XX sobre la población
denominada “chimila” difieren en un punto capital de las que se hicieron
en épocas anteriores. Por lo menos en un sentido fuerte, la belicosidad no se
volvió a asociar a la cultura indígena. Las alusiones a indios “bravos”, “feroces”,
“bárbaros”, “flecheros”, “insultadores” y “rebeldes”, todas muy comunes durante
el siglo XVIII, cesaron definitivamente.113 En su lugar, surgieron calificaciones
111
Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, p. 97.
112
En lo que a esto concierne, es interesante comparar las relaciones y etnografías de la primera
mitad del siglo XX con los diarios de las expediciones punitivas del siglo XVIII en donde se
consignaban los daños causados a los indígenas y a sus pertenencias. Compárese, por ejemplo,
Joseph de Brettes, “Chez les indiens”, pp. 460, 464-466; Gustaf Bolinder, “Los últimos indígenas”
pp. 14-25; Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, pp. 101-137; y José M. De-Mier,
Poblamientos, T. I, pp. 120 y 201; y T. II, pp. 323-324, 333, 397 y 407.
113
Este tipo de calificativos fueron bastante comunes en el siglo XVIII. Véase José M. De-Mier,
Poblamientos, T. I, pp. 20, 28, 199, 248, 298 y 321; T. II, pp. 19, 101 y 375; y T. III, pp. 124, 167 y 282.
53
Juan Camilo Niño Vargas
como “inofensivos”, “suaves” y “serviciales”.114 José Alarcón, quien se topó
con ellos en 1852, aseguró que eran muy “mansos” y “que en nada se parecen a
sus antepasados belicosos y dañinos”.115 En un mismo sentido, Rafael Celedón
sostuvo que había sido “trocada en pacífica su índole guerrera”.116
Si se tiene en cuenta que cualquier práctica cultural está íntimamente ligada
a otras, puede suponerse que la renuncia a la guerra tuvo consecuencias en otros
niveles y, muy probablemente, en el de la vida política. En lo que a esto concierne,
es bastante relevante que los actuales ette reconozcan ciertas rupturas. Afirman,
por ejemplo, que ya no existen entre ellos, como sí solía haber antes, los pukkru:
líderes políticos asociados a las actividades bélicas y dotados de la capacidad de
imponer su voluntad a otras personas. Es una lástima que la escasa documentación
disponible sobre el siglo XIX no permita ahondar en la dinámica de esta brusca
ruptura histórica y en los grandes desafíos que debieron enfrentar los indígenas
de la época.
El fin de la actividad bélica no implicó, sin embargo, que ocurriera lo mismo
con otro tipo de prácticas que comúnmente se le asociaban. La adopción de un
carácter pacífico estuvo acompañada de la acentuación del sigilo y el silencio
que otrora caracterizó a la emboscada y el ataque chimila. La población indígena
que sobrevivió a la guerra se retiró a zonas selváticas y trató de evitar el contacto
con la sociedad regional, reforzando la tendencia a ocultarse. Los encuentros con
los indígenas empezaron a considerarse raros.117 En algunas partes de la región,
incluso, su existencia fue puesta en duda.118 Su relativa independencia económica
y la renuencia a aceptar, de forma pasiva, pautas culturales foráneas, les permitió
llevar una vida un tanto aislada. Ciertos testimonios señalan que cuando personas
extrañas a su sociedad los contactaban, ellos se retiraban “sin hacer resistencia
ni establecer relación alguna con lo civilizados”.119 Tal y como recalcó el viajero
Luis Striffler en la década de 1870, los indios del Ariguaní “no necesitan nada
del mundo civilizado”.120 Los efectos de este ocultamiento también se evidencian
114
Véase Joseph de Brettes, “Chez les indens”, p. 471.
115
José Alarcón, Compendio de historia, p. 24.
116
Rafael P. Celedón, Gramática de la lengua, p. xxiv.
117
Sobre la rareza de los encuentros con los indígenas del Ariguaní véase Luis Striffler, El río
Cesar, p. 53.
118
Así lo constató el francés Joseph de Brettes en 1895. Joseph de Brettes, “Chez les indiens”, p. 457.
119
Luis Enrique Amaya Ramírez, “El Difícil”, p. 166.
120 Luis Striffler, El río Cesar, p. 53. Sobre este tema también vale la pena consultar las anotaciones
de Joseph de Brettes “Chez les indiens”, pp. 464-465; y Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía
chimila”, pp. 97-98.
54
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
en los poco consistentes cálculos que se hicieron sobre la población de las
Llanuras. En 1882 Jorge Isaacs habló de la existencia de mil ochocientos o dos
mil chimilas.121 Tan sólo trece años después, Joseph de Brettes aseguró que su
número no era mayor de trescientos.122 Otros más pesimistas, como el etnólogo
Gustaf Bolinder, estimaban que los indios no alcanzaban la veintena.123
La independencia de los indígenas, empero, fue degradándose paulatinamente hasta colapsar por completo en algún punto en la segunda mitad del siglo
XX. La expansión de la economía ganadera y la colonización campesina están en
el centro del problema.124 La explotación de petróleo y maderas, y la construcción
de ferrocarriles y carreteras, se articularon con estos procesos y aceleraron su
dinámica.125 De gozar de cierta autarquía y cierto dominio sobre su territorio, la
población nativa pasó a ocupar uno de los lugares más bajos en una intrincada
red de vínculos asimétricos. El sistema de propiedad latifundista se extendió con
violencia por las Llanuras.126 Sobre su base se organizaron las nuevas relaciones
de dominación. Mediante el uso de la fuerza, el endeude y el terraje, los indígenas
fueron despojados de sus tierras y obligados a convertirse en aparceros y peones
asalariados.127 La explotación, los desalojos forzados, la discriminación étnica,
121 Jorge Isaacs, Las tribus indígenas, p. 67.
122 Joseph de Brettes, “Chez les indiens”, p. 457.
123 Gustaf Bolinder, “Los últimos indígenas”, pp. 11-12. Mucho antes, Rafael Celedón también afirmó
que los chimilas “estaban reducidos a muy escaso número”. Rafael P. Celedón, Gramática de la
lengua, p. xxiv. Lo mismo comentó Luis Striffler quien sostuvo que “parece que toda la tribu no
se compone de más de diez familias muy cortas”. Luis Striffler, El río Cesar, p. 53. José Alarcón,
por fin, calculó que no sobrevivían más de cien individuos. José C. Alarcón, Compendio de
historia, p. 24. Sobre la demografía de las Llanuras también véase Carlos Alberto Uribe Tobón,
“Chimila”, pp. 53-54; y “La etnografía”, pp. 87-89.
124 Sobre el desarrollo y la expansión de la economía campesina en la región a partir del siglo XIX
véase, entre otros, Orlando Fals Borda, El presidente Nieto. Historia doble de la costa 2 (1981),
Bogotá, Universidad Nacional, 2002, pp. 77-89.
125 Sobre el desarrollo de estos procesos y el impacto que tuvieron sobre la cultura indígena
véase Carlos Alberto Uribe Tobón, Un marco teórico, pp. 217-227; “Chimila”, pp. 60-61; “La
etnografía”, pp. 74-77; y Edgar Rey Sinning, “Historia del poblamiento”, p. 64. Ciertos autores
también han recalcado la forma en la que la construcción de ferrocarriles incidió en la integración
del “territorio chimila” a la economía del departamento de Magdalena. Véase Ernesto Guhl,
Colombia: bosquejo, T. II, p. 158.
126 Sobre la explotación de la tierra, el latifundio, la ganadería y la agricultura en el Caribe en esa
época, véase Virginia Gutiérrez de Pineda, Familia y cultura en Colombia, Bogotá, Instituto
Colombiano de Cultura, 1975, pp. 250-258.
127 La participación de indígenas en el trabajo asalariado está reportada desde mediados del siglo XX.
Véase Milciades Chávez, “Contribución a la antropología”, pp. 160. Observaciones más profundas
se encuentran en Carlos Alberto Uribe Tobón, Un marco teórico, pp. 230-264; “Chimila”, pp. 5961. Otros apuntes interesantes se encuentran en Héctor Osorio Gallego, “Chimila”, pp. 30 y 34-36.
55
Juan Camilo Niño Vargas
las relaciones de servidumbre, el abuso sexual y la violencia física se volvieron
comunes.
En este contexto, la tendencia a ocultarse se mezcló con el mimetismo. La
población indígena se confundió con aquella que llegaba de otras partes del país.
Adoptaron su vestimenta, negaron su identidad étnica y reservaron el uso de su
lengua a situaciones familiares y privadas. Observadores de las décadas de 1960 y
1970 notaron que a los indios “con frecuencia se les encontraba escondidos” y que
“nunca utilizan su idioma frente a visitantes o personas de la región”.128 Se trataba
de esconder el hecho de ser indígenas. Muchos ancianos ette recuerdan este período
de tiempo con bastante claridad. Aseguran que las ceremonias, la narración de
mitos, la iniciación de los especialistas religiosos y, en general, todo el ejercicio
de la vida tradicional se realizaba en clandestinidad. Hoy día esta tendencia sigue
manifestándose con fuerza. Tal y como fue reportado recientemente, los indígenas
“ante la presencia de cualquier forastero, se escabullen como sombras”.129
La creación de un resguardo en 1990 alivió tal estado de cosas. El liderazgo
de varios indígenas y un nuevo ambiente político y económico, permitieron que
una antigua posesión latifundista al occidente de la población de San Ángel se
convirtiera en propiedad comunal.130 A pesar de su modesto tamaño, el resguardo
propició un espacio en el cual la vida tradicional podía desarrollarse con
mayor libertad. Muchos hombres y mujeres indígenas de las áreas y haciendas
circundantes empezaron a trasladarse al predio. A grandes rasgos, todos
compartían una misma cultura y una misma lengua. Asimismo, rechazaban el
etnónimo “chimila”, prefiriéndose identificar con la expresión “ette”.
C. La verdadera gente
Entre la actual población indígena del Ariguaní no existe un consenso general
sobre algo así como un “nombre grupal”. Todos, sin embargo, se consideran ette,
literalmente, “gente”. Aunque bajo esta misma rúbrica también ubican a la ma128 Héctor Osorio Gallego “Chimila”, pp. 29 y 34. Otras notas al respecto pueden consultarse en
Marianne Cardale-Schrimpff, Techniques of Hand-Weaving, p. 126; Carlos Alberto Uribe Tobón,
“De esos tenaces”, p. 19; y María Trillos Amaya “Ette taara”, p. 86.
129 Leonardo Herrera D., “Extraño mal”, p. 12.
130 Sobre la conformación del resguardo pueden consultarse Instituto Colombiano de la Reforma
Agraria, Estudio socioeconómico y jurídico de la comunidad de los chimila o cacahueros.
Corregimiento de San Ángel. Municipio de Ariguaní (El Difícil). Departamento del Magdalena,
Mecanografiado, Bogotá, INCORA, 1989; Pueblo Indígena Ette Ennaka Penarikwi, Plan de vida ette
ennaka, Issa Oristunna, 2000, pp. 34-37; y Edgar Rey Sinning, “Historia del poblamiento”, pp. 64-65.
56
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
yoría de pueblos originarios de América, tan solo ellos, los habitantes de las Llanuras, ostentan el privilegio de ser ette ennaka, “verdadera gente”.131 Sus vecinos
los kogi, los ika, los wiwa y los kankuamo de la Sierra Nevada de Santa Marta,
los wayuu de la Península de la Guajira y los barí y los yuko-yukpa de la Serranía
del Perijá son “gente”, pero no “verdadera gente”. Ellos son ette ejkongrate, “la
otra gente” (Mapa No. 6).
La actitud de los ette frente a otro tipo de designaciones varía. Apelativos como
“guaros” y “chinus”, usados frecuentemente en la región, se consideran despectivos
y, por ende, son categóricamente rechazados.132 Lo mismo sucede con el étnonimo
“chimila”. Una gran parte de la población actual niega expresamente ser chimila y
prefiere reservarle este nombre a un antiguo y guerrero pueblo del cual ya no queda
ningún rastro. A esta expresión, fuera de todo, no se le asocia ningún significado
en la lengua nativa. Algo diferente ocurre con denominaciones como “cacagüeros”
y “chimileros”. Hasta no hace mucho, los ette se diferenciaban internamente en
función de los arroyos que les servían para el abastecimiento de agua. De esta
forma, los cacagüeros habitaban las inmediaciones del arroyo Cacagüero y los
chimileros, a su turno, el arroyo Chimila (Mapa No. 1). Otro nombre utilizado es
ette takke, “gente nueva”. El apelativo sólo se emplea en ciertos contextos y les
sirve a los ette para insistir en su especificidad histórica. De la misma forma en
que la designación ette ennaka los diferencia de otros grupos contemporáneos, el
nombre ette takke les sirve para distinguirse de los antiguos pueblos que antaño
habitaron la región.133 Por fin, por noticia de Gerardo Reichel-Dolmatoff se sabe
que a mediados del siglo XX algunos grupos se autodenominaban “paretare”.134
131
En los trabajos de María Trillos se traduce la expresión ette ennaka como “gente propia”. María
Trillos Amaya, “Ette Taara”, p. 77. Sobre la base de la observación de la forma como es empleado,
se ha preferido traducir el término ennaka como “verdadero”. Los campesinos de la región usan
la palabra “propio” en ese mismo sentido. De otro lado, hay que anotar que en el vocabulario que
recogió Rafael Celedón a finales del siglo XIX, aparece la expresión éti traducida como “indio”.
Rafael P. Celedón, Gramática de la lengua, p. 122.
132 Sobre el uso de estos apelativos véase Héctor Osorio Gallego, “Chimila”, p. 28.
133 Las razones del empleo del etnónimo ette takke no son sencillas. Los ette se consideran un pueblo
relativamente joven y diferente de cualquier otro que en épocas pasadas haya habitado la región.
Este tema se tratará con más profundidad en el capítulo II.
134 Gerardo Reichel-Domatoff, “Mitos y cuentos”, p. 5.
57
Juan Camilo Niño Vargas
Mapa Nº 6
Nordeste indígena colombiano
Fuentes: Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Atlas de Colombia, pp. 40-41
y 48-49; Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff, Estudios antropológicos, p. 174;
Nina S. de Friedemann y Jaime Arocha, Herederos del jaguar y la anaconda,
Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1985, p. 22; Carlos Alberto Uribe Tobón, “La
etnografía”, p. 8; Socorro Vásquez Cardozo, “los wayuu”, Geografía humana
de Colombia. Nordeste indígena T. II, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica,
1992, pp. 215-292, p. 216; Orlando Jaramillo Gómez, ‘‘Los yuko-yukpa’’,
Geografía humana de Colombia Nordeste indígena T. II, Instituto Colombiano
de Cultura Hispánica, 1992, pp. 295-339, p. 300; “Los bari”, Geografía humana
de Colombia Nordeste indígena T. II, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica,
1992, pp. 343-429, p. 346.
58
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
Al concepto de ette se le opone el de waacha que, definiéndose negativamente, designa a los individuos no indígenas, a aquellos cuya ascendencia no es
amerindia. La bipartición del género humano es radical y originaria: waacha y
ette han existido desde el principio, sus líneas genealógicas tan solo coinciden
en tiempos remotos y cada uno tiene sus propios ancestros míticos, formas de
organización social, animales, plantas, alimentos y cultura material. De hecho,
aseguran algunos ette, si aquella idea occidental que hace descender a los hombres de los monos es cierta, waacha y ette deben provenir de especies de primates
diferentes. Aparte de designar a un grupo humano específico, los indígenas no
le asocian ningún otro significado preciso a waacha. Por esta razón, no deja de
ser llamativo que en el vocabulario que Rafael Celedón recogió a finales del siglo
XIX se encuentren las palabras uuátcha y uuócho, traducidas, respectivamente,
como “cruz” y “español”.135 A este respecto, vale la pena recordar que, por lo
menos en algunas ocasiones, las partidas punitivas españolas que entraban al
Territorio Chimila durante el siglo XVIII tenían por costumbre enterrar cruces a
su paso.136
Paralela a la clasificación del género humano está la de sus respectivas
lenguas. El ette taara, es la lengua de los ette; el ette ejkongrate taara es la de otras
poblaciones amerindias; y el waacha taara es el castellano. Varias discusiones
académicas se han desarrollado en torno a la filiación lingüística del ette taara. La
falta de estudios sistemáticos condujo a varios especialistas a afiliarla a diferentes
familias o, en su defecto, a considerarla como una lengua aislada.137 Aunque su
lugar dentro del grupo no es claro, estudios recientes tienden a clasificarla como
chibcha y, en esa medida, a emparentarla con lenguas habladas en los Andes
Orientales, la Sierra Nevada de Santa Marta y la Baja Centroamérica.138 En la
135 Rafael P. Celedón, Gramática de la lengua, pp. 118-119. En el vocabulario recogido por Jorge
Isaacs aparece la palabra guachá traducida como “español blanco”. Es curioso que también figure
la expresión suguamó como “español bueno”. Jorge Isaacs, Estudio sobre las tribus, pp. 60 y 62.
136 Véase Marta Herrera Ángel, El espacio de la guerra. Dimensiones espaciales de la guerra sostenida
entre los Chimila y el Estado Colonial durante el siglo XVIII, Mecanografiado, 2005. Agradezco a
Marta Herrera haber puesto a mi disposición este avance de sus investigaciones. Sobre este mismo
tema también son ilustrativos los testimonios consignados en José M. De-Mier, Poblamientos, T.
II, p. 311. Vale la pena anotar que los muiscas, otro grupo de la misma familia lingüística que los
ette, denominaban con la palabra guecha a los hombres que se especializaban en las actividades
guerreras. Pedro Simón, Noticias historiales, T. III, p. 214. Los cuna, también emparentados
lingüísticamente con los ette, se refieren a los individuos “blancos” como waga, y asocian esta
expresión a lo extraño y lo peligroso (Jorge Morales Gómez, comunicación personal, julio 2007).
137 Una revisión exhaustiva del tema se encuentra en Terrell Malone, “Chimila”, pp. 2-6.
138 Véase Terrell Malone, “Chimila”; y Adolfo Constenla Umaña, “La familia chibcha”, María
Luisa Rodríguez de Montes (ed.), Estado actual de la clasificación de las lenguas indígenas de
59
Juan Camilo Niño Vargas
actualidad el ette taara cuenta con un número considerable de hablantes y es
bastante factible la existencia de por lo menos dos variantes dialectales.139 De otro
lado, la influencia del español es fuerte, existiendo un alto nivel de bilingüismo
entre los jóvenes y presentándose situaciones de diglosia en las que el castellano
resulta favorecido.140
La mayoría de la población ette está establecida en un resguardo ubicado
en el municipio de Sabanas de San Ángel. La propiedad está compuesta por dos
porciones de tierra separadas por varios kilómetros. Los ette las han denominado,
respectivamente, Issa Oristunna y Ette Butteriya. El cabildo recién constituido
y, en general, el grueso de la población, aspiran adquirir nuevas tierras que
suplan la carencia de alimentos y garanticen un mayor grado de autonomía.141
En conformidad con semejante proyecto, hace algo más de un lustro se anexó al
resguardo una pequeña posesión cerca de la localidad de Gaira, en las estribaciones
noroccidentales de la Sierra Nevada de Santa Marta. Concientes de que el predio
no se localiza dentro de su territorio tradicional, los ette han efectuado una serie
de actos ceremoniales orientados a integrarlo efectivamente a su cultura. Entre
ellos se encuentra el hecho de haberlo bautizado con un nombre en ette taara,
a saber, Narakajmanta. A todo esto hay que agregar la existencia de pequeños
grupos de familias en municipios y ciudades cercanas como Pivijay, Plato, Copey,
Chivolo, El Difícil, Flores de María, Monte Rubio, María Angola, Gaira y Santa
Marta (Mapa No. 7).142
El nombre de Issa Oristunna evoca la naciente posibilidad de recrear la
vida tradicional y, a pesar de que su significado es complejo, frecuentemente
se traduce como “nueva esperanza”. Ette Butteriya, de otro lado, fue adquirida un poco más tarde y su nombre hace referencia al “pensamiento ette”, a la
Colombia, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1993, pp. 75-125; y Las lenguas del área intermedia.
Introducción a su estudio areal, Editorial de la Universidad de Costa Rica, San José, 1991, pp.
30-45.
139 Véase Terrell Malone, “Chimila”, p. 16; y Gerardo Reichel-Dolmatoff, “La lengua chimila”.
140 Sobre las condiciones sociolingüísticas puede consultarse María Trillos Amaya, “Ette taara”.
Sobre la diferencia entre bilingüismo y diglosia véase, por ejemplo, Roberto Pineda Camacho, El
derecho a la lengua. Una historia de la política lingüística en Colombia, Bogotá, Universidad de
los Andes, 2000, pp. 24-25.
141
Sobre los proyectos relacionados con la adquisición de tierras por parte de la comunidad indígena,
véase Pueblo Indígena Ette Ennaka Penarikwi, Plan de vida, pp. 27-37.
142 Véase, Pueblo Indígena Ette Ennaka Penarikwi, Plan de vida, pp. 15-18 y 29-37. Otros datos
demográficos y territoriales pueden consultarse en Raúl Arango y Enrique Sánchez, Los pueblos
indígenas de Colombia, Bogotá, Departamento de Planeación Nacional, 1997, pp. 88 y 177-180.
60
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
Mapa Nº 7
Distribución de la población ette en la actualidad
Fuentes: Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Atlas de Colombia, pp. 40-41 y
48-49; Pueblo Indígena Ette Ennaka Penarikwi, Plan de vida, pp. 34-35;
Información suministrada por Luis Miguel Carmona, Coordinador General
Pueblo Indígena Ette Ennaka, en diciembre de 2003.
61
Juan Camilo Niño Vargas
particular forma en la que los ette conciben el mundo.143 El topónimo Narakajmanta,
por fin, coincide con el nombre de una poderosa entidad sobrenatural asociada a
la tierra y a la maternidad. Su significado literal es “nuestra madre”.
En conjunto, los tres predios albergan una población no menor de 1100
personas.144 La mayoría están asentadas en Issa Oristunna, la más grande y antigua
de las posesiones. Allí también se encuentra una escuela y una pequeña misión
religiosa dirigida por las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de
Sena, más conocidas como Hermanas de la Madre Laura.145 Con la autorización
del cabildo indígena, este grupo dirige la enseñanza básica en el plantel educativo.
Muchos ette valoran la labor de las misioneras pero, al mismo tiempo, reconocen
la apremiante necesidad de autonomía en el área de educación y esperan que
en un futuro cercano puedan reemplazarlas en sus tareas. A esta organización
religiosa se suman las de algunas iglesias protestantes de la región que intentan
ganar adeptos indígenas. Por lo general, los ette las observan con sospecha y
muchos de los conversos presentan dudas respecto a la consistencia y veracidad
de los dogmas que profesan.
Como es sabido, la situación en una gran parte de esta zona es conflictiva. Tal
y como ocurre en otros lugares del país, grupos armados paraestatales asociados
a la propiedad latifundista y a la economía ganadera ejercen un estricto control
político. La población común ha tenido que enfrentarse a reclutamientos forzados,
asesinatos y desplazamientos territoriales. Los ette no han escapado a los efectos
de este problema, más aun si se tiene en cuenta que su afán por conseguir tierras
y librarse del trabajo asalariado parecieran ir en contra de los intereses de los
sectores sociales vinculados a la guerra. La gravedad de la situación se refleja en
el miedo, la prudencia y la reserva con que hablan del tema. En muchos sentidos,
lo perciben como un grave síntoma de descomposición del mundo que tarde o
temprano terminará por desencadenar un ciclo cósmico de destrucción. Este
conjunto de nociones y actitudes, por lo demás, se refleja en diferentes apartes de
los capítulos que integran este libro.
143
El concepto de butteriya es muy complejo. Un conjunto de observaciones profundas sobre este
tema se encuentran en el capítulo IV.
144 Se calcula que Issa Oristunna tiene un número aproximado de 550 habitantes y Ette Butteriya de
500. En un censo relativamente reciente se estima un número de 56 personas en Narakajmanta
y entre 100 y 150 fuera del resguardo (Luis Miguel Carmona, Coordinador General Pueblo
Indígena Ette Ennaka, comunicación personal, diciembre 2003).
145
Sobre las Misioneras de la Madre Laura y su método misionero puede consultarse Misioneras
de la Madre Laura, Laura Montoya. Promotora de la educación popular, Bogotá, Servicio
Colombiano de Comunicación, 1992.
62
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
Aunque la organización social ette es asombrosamente compleja y debería
dedicársele un estudio específico, pueden hacerse ciertas observaciones generales
al respecto. En la actualidad, dentro y fuera del resguardo, la principal unidad de
producción y reproducción social coincide con el grupo local. Su composición es
muy variable, siendo fácil y frecuente que el número de sus integrantes aumente y
disminuya con el tiempo. Como mínimo está constituido por una mujer y sus hijos
pero también puede agrupar varias familias nucleares y un conjunto variopinto
de parientes consanguíneos y afines. Sus miembros residen en una o varias casas
vecinas y realizan juntos cierta cantidad de actividades económicas, lúdicas y
religiosas.
Hombres y mujeres adultos del grupo local organizan las labores productivas.
Dentro de ellas son importantes la horticultura, la cría de animales domésticos
y el trabajo asalariado.146 Los ette practican un tipo de horticultura rotatoria que
privilegia la siembra de maíz, yuca, auyama y plátano guineo. Muchos recuerdan
con nostalgia la época en que se practicaba la cría sistemática de tortugas y abejas
pero hoy en día prefieren cuidar gallinas, cerdos y otros animales introducidos
por los europeos.147 A este respecto, el ganado vacuno constituye una notable
excepción. La actitud de los ette hacia estos animales fluctúa entre el miedo y
el rechazo. Seguramente, la violenta expansión de la economía ganadera que se
adelantó en el siglo XVIII está detrás de este tipo de comportamiento. Los jóvenes
varones, por su parte, se emplean como jornaleros en haciendas vecinas. Allí se
hacen cargo de pesadas tareas como la reparación de cercas y la preparación del
pasto de los potreros.148 Otras actividades como la cacería y la recolección de
frutos y miel se practican ocasionalmente.
La organización de los grupos locales está condicionada por varios factores.
En primera instancia, por un sistema de filiación cognaticia, esto es, un sistema
en donde los vínculos de consanguinidad se establecen a través de ambos padres.
En segundo lugar, por un patrón de residencia ambilocal, a saber, un conjunto
de normas que le permiten a un individuo residir por un periodo de tiempo
146 Varias observaciones sobre el tema que no han perdido actualidad se encuentran en Carlos
Alberto Uribe Tobón, “Chimila”, pp. 56-57; y “La etnografía”, pp. 109-117.
147
Sobre la apicultura y la cría de tortugas consúltese Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía
chimila”, pp. 103-109.
148 Notas de interés sobre las relaciones asimétricas entre población ette y el personal de haciendas
ganaderas puede consultarse en Carlos Alberto Uribe Tobón, Un marco teórico, pp. 214-264; y
“La etnografía”, pp. 109-117.
63
Juan Camilo Niño Vargas
indefinido con sus parientes consanguíneos o, bien, con sus afines.149 En tercera
instancia, por una fuerte tendencia a la formación de grupos egocéntricos. Los
ette no privilegian la organización de unidades de personas descendientes de
un mismo antepasado sino, antes bien, la de grupos de hombres y mujeres con
un pariente en común, un “ego”.150 Por lo general, éste es un hombre de edad
reconocido y respetado por su liderazgo en diferentes tipos de labores. En ese
sentido, el grupo egocéntrico no es un grupo de filiación. Su existencia concluye
cuando el líder muere o, en su defecto, cuando sus parientes dejan de organizarse
a su alrededor.151 En cuarto y último lugar, los grupos locales y, en general, todo el
tejido social, están atravesados por el sistema de alianza. En teoría, pero no siempre
en la práctica, todos los ette deben practicar una endogamia étnica y, al mismo
tiempo, evitar emparejarse con individuos a quienes se le puedan aplicar términos
de parentesco.152 Esto les deja abierto un campo de opciones relativamente grande para el establecimiento de vínculos maritales. Adicionalmente, el matrimonio
puede disolverse con facilidad, siendo la monogamia seriada el tipo de unión
conyugal predominante. La incidencia de la poliginia, de otro lado, es muy
limitada.
Esta serie de pautas hacen que la organización social ette sea muy flexible
y dote a los individuos de independencia y autonomía. La filiación cognaticia, la
residencia ambilocal, los grupos egocéntricos y la laxitud de las prescripciones
exogámicas les permiten a los ette afiliarse y desafiliarse, con relativa facilidad,
149 El sistema de filiación cognaticio y el patrón de residencia ambilocal que se detectan en la
actualidad no coinciden con los que se reportaron a mediados del siglo XX. Según Gerardo ReichelDolmatoff el grupo estaba organizado en grupos locales exógamos matrilocales compuestos por
individuos de común descendencia matrilineal. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía
chimila”, pp. 99-101. Sobre los sistemas cognaticios y la residencia ambilocal pueden consultarse,
entre otros, George Peter Murdock, Cultura y sociedad (1965), México, Fondo de Cultura
Económica, 1987, pp. 163-181; y Social Structure, New York, Macmillan, 1960, pp. 41-64.
150 Sobre los grupos centrados en torno al ego y las diferencias que tienen con los grupos de filiación,
puede consultarse, entre otros, Robin Fox, Sistemas de parentesco y matrimonio (1967), Madrid,
Alianza, 1972, pp. 150-160.
151
Las observaciones sobre la existencia de grupos articulados alrededor de cierto tipo de líderes
son frecuentes en la literatura etnográfica del grupo. Véase Héctor Osorio Gallego. “Chimila”,
p. 41; Milciades Chávez, “Contribución a la antropología”, p. 160; Carlos Alberto Uribe Tobón,
“Chimila”, p. 59; “La etnografía”, pp. 115 y 144.
152 El sistema terminológico ette es descriptivo y clasificatorio. Por un lado, le asigna un término
particular a cada pariente de la generación de los padres y de los hijos de un individuo. Por otro,
agrupa con términos comunes a todos los padres de los padres, los hijos de los hijos y, finalmente,
los hijos de los hermanos y hermanas de los padres. Aunque no existen estudios especializados,
el lector interesado puede consultar listas léxicas recogidas sobre el tema. Véase María Trillos
Amaya, Categorías gramaticales, p. 191. Hay que anotar, sin embargo, que lo consignado en esta
clase de trabajos sólo es valido para un ego masculino.
64
Los ette de las Llanuras del Ariguaní
a diferentes unidades residenciales. Cuando las condiciones son difíciles o
se presentan conflictos, pueden trasladarse y establecerse en un nuevo lugar
recurriendo a múltiples lazos de parentesco. De otro lado, cuando la situación
es favorable, los líderes de un grupo local pueden estar dispuestos a reclutar
miembros para incrementar la producción y, así, ganar prestigio y poder político.
Todo esto es de suma importancia en una región donde la tierra es escasa y está
controlada por un pequeño grupo de personas cuyos intereses monopolísticos
no coinciden con los de los indígenas. Por lo demás, las características de este
tipo de organización social, en donde los grupos corporados están ausentes y
se privilegia la movilidad individual, pudieron causarle a ciertos estudiosos la
cuestionable impresión de una fuerte desintegración social.153
Por lo menos en la actualidad, y a excepción del cabildo recién constituido,
no se distinguen con claridad unidades sociales que rebasen la esfera doméstica.
Cada grupo local goza de relativa autonomía económica y política. No debe
desconocerse, empero, la celebración de ciertas actividades que congregan a
miembros de diferentes localidades. Las personas que las preparan y dirigen
reciben una denominación especial comúnmente traducida al castellano como
“cacique”: kraanti. Por lo general los kraanti son cabezas de grupo locales cuya
influencia política se proyecta más allá del círculo inmediato de parientes que
se organiza a su alrededor. Otro importante tipo de individuos diferenciados
por los ette son los takwajtuggua: especialistas médicos y religiosos asociados
al desarrollo de labores chamanísticas. Siempre y cuando sean diestros en la
recitación de historias, el conocimiento de la flora y la fauna y la interpretación de
sueños, tanto hombres como mujeres pueden desempeñarse como tales. Cuando
uno de ellos no se desenvuelve bien en la medicina, pero ejerce bien el oficio
ritual, recibe el nombre de kraawisaka.154
El recién conformado cabildo ha estimulado la aparición de nuevas formas
de organización social y política.155 De especial relevancia es la autoridad que
han venido ejerciendo el Gobernador y los penarikwi o “Consejos de Ancianos”.
Aunque su influencia es limitada, durante los últimos años estos dos tipos de
autoridades han logrado coordinar las actividades de un número significativo de
grupos locales. Asimismo han tratado de constituir un frente contra dos de los
153 Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía Chimila”, p. 99.
154 La diferencia entre líderes políticos (kraanti) y especialistas religiosos (takwajtuggua) fue notada
tempranamente por Gerardo Reichel-Dolmatoff. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía
chimila”, p. 142.
155 Al respecto puede consultarse Pueblo Indígena Ette Ennaka Penarikwi, Plan de vida, pp. 19-20 y
38-42.
65
Juan Camilo Niño Vargas
más graves problemas que hoy por hoy enfrentan los ette, a saber, la escasez de
tierras cultivables y la violencia política de la región.
En suma, puede concluirse que la historia de la población indígena de las
Llanuras del Ariguaní es la historia de su lucha y resistencia, de su transformación
y su continuidad como sociedad diferenciada. Los traumáticos eventos que ha
tenido que afrontar, aunados a una arraigada actitud orientada al mimetismo
y el ocultamiento, condujeron a considerar que estaba o, bien, al borde de la
desaparición o, bien, en franco estado de descomposición. Con todo, pareciera
que el cambio social se hubiera efectuado por medio de esquemas culturales
propios que, integrando experiencias pasadas con acontecimientos futuros, le
permitieron a los indígenas salvaguardar su identidad étnica. Sin duda, procesos
como las campañas de sometimiento del siglo XVIII o la expansión del latifundio
del XX, les plantearon enormes retos, afectaron gravemente su cultura y causaron
que algunos conjuntos de prácticas e ideas desaparecieran o se transformaran
radicalmente. Con todo, no lograron extinguir su vitalidad. El cambio cultural
estuvo condicionado por factores externos y, al mismo tiempo, obedeció a una
fuerte dinámica interna.
A pesar de los graves problemas que hoy día los aquejan, a pesar de la falta
de tierras y de la violenta situación política, los ette continúan considerándose
“verdadera gente”. Se diferencian de los individuos no indígenas y rechazan los
apelativos que les han impuesto personas ajenas a su cultura. Como se verá con
detalle en los capítulos siguientes, también comparten un complejo, sofisticado
y bien articulado conjunto de prácticas y representaciones diferente del de sus
vecinos campesinos y, en muchos sentidos, similar al de otros pueblos originarios
de América. Dentro de él, el sueño y la interpretación onírica ocupan un lugar
capital.
66
Capítulo ii
Universo y devenir
Desde finales del siglo XIX varios estudiosos se han aventurado a sugerir diferentes
clases de vínculos entre los ette y otros pueblos originarios de América. Jorge Isaacs
y Joseph de Brettes aseguraron que eran caribes y, siguiendo los planteamientos
lingüísticos de la época, los compararon con los wayuu de la Península de la
Guajira. Sobre la base del estudio de su cultura material, Gustaf Bolinder los
relacionó con sociedades centroamericanas chibchas. Algún tiempo más tarde,
otro etnólogo, Gerardo Reichel-Dolmatoff, desautorizaría a sus predecesores
al asociar su cultura a la de pueblos arawak y ubicar su territorio ancestral en
la región de las cuencas de los ríos Amazonas y Orinoco. La impopularidad
que adquirió el difusionismo con el desarrollo de nuevas orientaciones teóricas
en antropología, empero, hizo que este tipo de hipótesis cayera en desuso y se
relegara a un segundo plano la cuestión del área cultural de origen de la étnia.
La discusión sobre la filiación de su lengua, el ette taara, sin embargo, perduró para convertirse en una agitada controversia. Desde 1920 por lo menos cuatro tipos diferentes de filiaciones han sido propuestos. La mayoría de estudiosos
han preferido ubicarla dentro de la familia chibcha; un grupo menor en la arawak;
otros en el grupo chocó; y, finalmente, unos pocos la consideran una lengua aislada. Una documentación lingüística más completa ha permitido que en la actua-
Jorge Isaacs, Las tribus indígenas, p. 122; Joseph de Brettes, “Chez les indiens”, p. 460. Sobre
los lazos que se trazaron entre los caribe, los ette y los guajiro véase Juan Camilo Niño Vargas
“Hombres rojos”, pp. 245-246. La existencia de una relación entre los guajiro y los chimila
venía de la supuesta pertenencia a una misma familia lingüística. La lengua wayuu había sido
clasificada por algunos estudiosos de la época como caribe. Véase Jon Landaburu, “Clasificación
de las lenguas indígenas de Colombia”, Lenguas de Colombia. Una visión descriptiva, Bogotá,
Instituto Caro y Cuervo, 2000, pp. 25-48, p. 32.
Gustaf Bolinder, “Los últimos indígenas”, p. 26.
Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, pp. 145-146.
La revisión bibliográfica más completa sobre las diferentes filiaciones lingüísticas propuestas
para la lengua de los ette se encuentra en Terrell Malone, “Chimila”, pp. 2-5. También es relevante
Adolfo Constenla Umaña, “La familia chibcha”, pp. 75-125; “Sobre el estudio diacrónico de las
lenguas chibchenses y su contribución al conocimiento del pasado de sus hablantes”, Boletín del
Juan Camilo Niño Vargas
lidad los especialistas en el tema se inclinen a apoyar aquellas ideas que de una
u otra manera la habían relacionado con el conjunto de las lenguas chibchas. De
hecho, un nuevo debate gira en torno al lugar que el ette taara ocupa dentro de
esa familia.
En la actualidad, las concepciones ette sobre el universo y el devenir también
presentan diferencias y similitudes significativas con los de otras poblaciones de
América. Para los ette, el universo se destruye y transforma periódicamente por
obra de catástrofes y cataclismos. La extendida idea de que el cosmos tiene un
principio y un fin más o menos definidos, se complementa con aquella que establece
que el trayecto de uno a otro punto se realiza por medio de ciclos de destrucción
y regeneración. Dentro de tal lógica, el estado actual del universo, el espacio en
donde se desarrolla la vida de los ette y de todos los grupos humanos que les son
contemporáneos, es el resultado de una serie de catástrofes que repetidamente
han aniquilado y vuelto a dar origen a hombres, plantas y animales. Como todos
los que le precedieron, este mundo también es transitorio y, tarde o temprano, el
mismo proceso que lo produjo lo hará desaparecer. Cuando esto suceda los ette se
extinguirán para ser reemplazados por un nuevo pueblo.
Semejante concepción cosmológica presenta rasgos únicos dentro del nordeste indígena colombiano y, probablemente, dentro de una zona geográfica mucho más amplia. De hecho, no pareciera encajar bien dentro del conjunto de la
mitología de los pueblos chibchas. Aunque con ciertas discrepancias, las similitudes parecieran encontrarse en áreas más distantes. Las concepciones sobre un
cosmos sometido a destrucciones periódicas parecen ser, más bien, familiares a
grupos mesoamericanos y, en una proporción menor, amazónicos.
Museo del Oro No. 38-39, Bogotá, Banco de la República, 1995, pp. 13-55; María Trillos Amaya,
Categorías gramaticales, pp. 32-34; y Carlos Alberto Uribe Tobón, “La etnografía”, pp. 22-23.
Hasta la fecha, el estudio comparativo más completo que propone una filiación chibcha del ette
taara es Terrell Malone, “Chimila”. El mismo Reichel-Dolmatoff modificó su posición en 1991
y, aceptando el carácter rudimentario de su antiguo método de trabajo, optó por desestimar la
pertenencia de la lengua a la familia arawak en favor de la chibcha. Véase Gerardo ReichelDolmatoff, Los ika. Notas etnográficas 1946-1966, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia,
1991, p. 8, nota de pie de página.
Adolfo Constenla ha recalcado que aunque los cataclismos están bien presentes entre los pueblos
chibchas, entre ellos no tienen un carácter predominantemente cíclico. La forma del universo,
más bien, parece haber sido establecida en forma definitiva desde un principio. Adolfo Constenla
Umaña, Poesía tradicional indígena costarricense, San José, Universidad de Costa Rica, 1996,
p. 26.
Véase por ejemplo, Miguel León-Portilla, Filosofía náhuatl, México, UNAM, 1959; Federico A.
Peterson, México antiguo (1959), México, Editorial Herrero, 1966, pp. 213-235; Jacques Soustelle,
La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista (1955), México, Fondo de Cultura
68
Universo y devenir
A continuación se expone y explica este complejo conjunto de nociones
cosmológicas. Aunque no se dejará de llamar la atención sobre las diferencias y
similitudes que comparte con las concepciones de otros pueblos, el interés principal
se centra en el examen de sus particularidades. Se privilegia la descripción y el
análisis de su lógica interna, así como el estudio de sus implicaciones prácticas.
En ese sentido, y sin restarle valor al tema, los planteamientos desarrollados no
pretenden establecer relaciones históricas o genéticas certeras sino, a lo sumo,
sugerirlas. Se hace énfasis en el carácter cultural, y por lo tanto relativo, de la
experiencia espaciotemporal ette.
El capítulo se divide en cuatro grandes apartes. El primero está dedicado
a las grandes entidades sobrenaturales que, de una u otra forma, inciden en el
ordenamiento del espacio y la dinámica del devenir. En el segundo acápite se
presenta la estructuración mítica del cosmos y se caracterizan sus diferentes
regiones. En la tercera parte se describe y estudia el peculiar dinamismo que los
ette le atribuyen a semejante configuración, prestándole una especial atención a
la función que desempeñan los procesos cíclicos de destrucción y regeneración.
Por último, en la cuarta sección se examina el sentido particular que se le asigna
a la historia y se analizan las consideraciones nativas relativas al papel que puede
desempeñar el género humano en el curso del devenir. El ejercicio no sólo busca
familiarizar al lector con la dimensión espacial y temporal que le otorga sentido a
una buena parte de los sueños que se examinarán más adelante. Con él, además,
se empezará a esbozar una idea fundamental para efectos de este estudio, a saber,
que tanto la afición de los ette por las prácticas interpretativas, como su creencia
en la posibilidad de prever el futuro a través de los sueños, se fundamentan en la
singular manera de experimentar el tiempo y el espacio.
Económica, 1992, pp. 101-127; Tzvetan Todorov, La conquista de América. El problema del otro
(1982), México, Siglo XXI, 1998, pp. 59-136. También es relevante Mircea Eliade, Tratado de
historia de las religiones (1949), México, Biblioteca Era, 1997, pp. 346-365; El mito del eterno
retorno (1951), Madrid, Altaya, 1994, pp. 105-128. De otro lado, también se pueden encontrar
interesantes similitudes entre los ette y ciertos pueblos del nordeste amazónico. Consúltese
Martín von Hildebrand y Elizabeth Reichel, “Indígenas del Mirití-Paraná”, Introducción a la
Colombia Amerindia, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología, 1987, pp. 135-150, p. 146.
La dimensión cultural de la experiencia espaciotemporal ha sido ampliamente abordada en
antropología. Dos trabajos clásicos al respecto son M. Granet, Danses et légendes de la Chine
ancienne 2 vols., Paris, 1928; y Benjamín Lee Whorf, Lenguaje, pensamiento y realidad (1956),
Barral, Barcelona, 1970, pp. 73-80. Algunos de los estudios modernos son Claude Lévi-Strauss,
El pensamiento salvaje, pp. 315-390; Mircea Eliade, El mito del eterno; Tratado de historia, pp.
346-365; Norbert Elias, Sobre el tiempo (1984), México, Fondo de Cultura Económica, 1997;
Marshall Sahlins, Historical Metaphors; Islas de historias; How “Native”; Edmund Leach, The
Essential, T. I, pp. 174-181; y Hayden White, Tropics of Discurse: Essays in Cultural Criticism,
Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1978.
69
Juan Camilo Niño Vargas
A. Las grandes entidades sobrenaturales
La mitología y la vida ceremonial de los indígenas giran en torno a un grupo
más o menos limitado de entidades sobrenaturales. Ciertamente esta categoría
es algo problemática pero tiene un enorme valor metodológico y expositivo. No
pertenecen al orden de los seres animados ordinarios como las plantas y los
animales. Aunque se les otorga ciertas cualidades humanas, tampoco están en el
mismo plano que los hombres y las mujeres comunes. En esencia, son personajes
que en todos los contextos se sitúan por encima de los demás seres del cosmos.
Sin llegar a confundirlas con sus progenitores biológicos, los ette se refieren a
ellas con la expresión yaaubre, literalmente, “padres”.
En el centro del pensamiento ette se encuentra una poderosa entidad
masculina. Los indígenas se refieren a ella con la misma palabra con la que un
individuo se refiere a su progenitor varón, a saber, Yaau: “padre”. En ciertos
contextos también se designa con otro nombre que resalta los lazos de hermandad
que la entidad les garantiza a todos los indígenas: Narayaau, “nuestro padre”. La
importancia de esta entidad parece ser bastante antigua. Hace más de un siglo,
Jorge Isaacs aseguró que los indígenas denominaban con la expresión Marayajna
“al no engendrado, fuerza inmaterial, dueño de la creación”.10 Joseph de Brettes y
Reichel-Dolmatoff también se refirieron a un personaje de considerable relevancia
en la vida religiosa que los indios llamaban “Papá Grande”.11
Yaau es el padre y creador de los ette, el ser que le dio forma a lo existente
e instituyó los códigos morales que todos los hombres y mujeres deben seguir y
respetar. También fue quien dotó de plantas comestibles a los seres humanos, los
inició en los conocimientos médicos y agrícolas y estableció las relaciones que
deberían entablar con los animales.12 Las labores que desempeña, empero, no se
limitan a un periodo primigenio. La pasividad respecto a los asuntos humanos
contemporáneos no parece caracterizar a la entidad. Yaau es omnisciente
y omnipresente, ve todo lo que sucede en la tierra y se inmiscuye en la vida
cotidiana en infinidad de formas. Los ette, recíprocamente, le solicitan ayuda y
consejo en múltiples modos y ocasiones. La gran entidad sobrenatural conversa
En la obra de María Trillos aparecen las expresiones yaau y yaaubre, traducidas, respectivamente,
como “dios” y “dioses”. María Trillos Amaya, Categorías gramaticales, p. 193. Una traducción
más exacta hubiera hecho corresponder estos dos términos con los de “padre” y “padres”. Un
mito que hace referencia a diferentes padres puede consultarse en Anexo A, Mito 3.
10
Jorge Isaacs, Las tribus indígenas, p. 124.
11
Joseph de Brettes, “Chez les indiens”, p. 462; Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, p. 5.
12
En lo que respecta al papel de Yauu en la mitología puede consultarse Anexo A, Mito 2, 3 y 5.
70
Universo y devenir
con sus hijos en sueños y visiones, les advierte sobre los peligros venideros y
escucha pacientemente sus quejas y súplicas.
Algunos ette aseguran que el verdadero nombre de Yaau es Yaggasu Gruttari
Kraari. La expresión yaggasu es de difícil traducción. Varios ette explicaron que
se refiere a una tinaja mítica en donde están guardados los truenos y la lluvia. El
segundo término, gruttari, se reserva para designar a ancianos respetados por el
manejo de conocimientos tradicionales. Finalmente, el tercero y último, kraari,
encierra la idea de extensión y grandeza. De esta suerte, Yaau resulta ser el gran
dueño de la tinaja de los truenos. Muchos de los elementos que se le asocian están
en completo acuerdo con semejante denominación. Yaau se corresponde con el
sexo masculino, la sabiduría que caracteriza a las personas mayores, el extremo
oriental del universo, el dominio celeste, el trueno y las precipitaciones de la
primera estación lluviosa del año.13
Una entidad femenina complementa y se opone a Yaau. Los ette la asocian
a la idea de maternidad y la consideran su progenitora mítica. Tal y como
acontece con su contraparte masculina, también se entromete con frecuencia en
la cotidianidad indígena. Aunque la mayoría de los ette reconocen su unidad, se
le confieren diferentes nombres y atributos en función del contexto en el cual se
enfrenta con Yaau. Algunas de las denominaciones más corrientes son Yunari
Kraari, Narakajmanta y Numirinta.
Los conceptos constelados alrededor de Yunari Kraari y Narakajmanta son
muy similares y se asocian a la idea de una gran madre universal. La locución
yunari es un termino de parentesco que puede traducirse como “abuela” o
“anciana”; kraari, como ya se ha señalado, remite a la noción de “grandeza” y
“extensión”. De otro lado, Narakajmanta es un nombre compuesto. Mientras que
nara es un posesivo plural, kajmanta, es el término usado para “madre”. Pero la
palabra kajmanta encierra un significado más profundo e interesante. El vocablo
kaj comúnmente se asocia a la idea de vegetación arbórea: kaj es “árbol” y kajmbri
“bosque”. La expresión manta, por su parte, se relaciona con la idea de “cubrir”
y a menudo se traduce como “piel”. Narakajmanta resulta ser una mujer que por
piel tiene plantas: la Madre Tierra. Mientras ríos y arroyos son asimilados a sus
venas y a su sangre, la vegetación hace las veces de sus vellosidades. Su ombligo,
ubicado en un pozo de agua cerca de Sabanas de San Ángel, es considerado el
13
Hay que anotar que alguno de estos atributos se encuentran referenciados en los trabajos
etnográficos de mediados del siglo XX. Reichel-Dolmatoff anotó que, al igual que en la actualidad,
algunos especialistas religiosos “conversan con el trueno que es la voz de un poderoso ser”.
Gerardo Reichel-Domatoff, “Etnografía chimila”, p. 142.
71
Juan Camilo Niño Vargas
centro del mundo. Yunari y Narakajmanta, en síntesis, se corresponden con el
sexo femenino, la sabiduría que poseen las mujeres mayores y la grandeza del
dominio telúrico.14
A diferencia de lo que sucede con Narakajmanta y Yunari Kraari, Numirinta
es un nombre propio y no parece asociársele ningún significado preciso. Algunos
ette se refieren a ella como Yungwirinta. Teniendo presente que la expresión
yungwi encierra el concepto de “mujer”, este nombre resalta claramente la
condición femenina de la entidad sobrenatural. Comúnmente se relaciona con el
extremo occidental del universo y las lluvias de la segunda mitad del año.
Una gran parte del universo sobrenatural ette, de esta suerte, se organiza
sobre la base de la oposición y la complementaridad. A un principio masculino
encarnado por Yaau se le contrapone uno femenino representado por Yunari
Kraari, Narakajmanata y Numirinta. Cada uno está asociado con ciertos elementos
aparentemente incompatibles pero que coexisten armoniosamente dentro de un
mismo sistema de diferencias. Sin pretender alcanzar la exhaustividad, hasta ahora
se ha llamado la atención sobre su correspondencia con un sexo, un punto cardinal,
un dominio cósmico y una época del año. A Yaau, el padre creador, le pertenece
el oriente, el cielo y la primera estación de lluvias. A las personificaciones de la
entidad sobrenatural femenina, gran madre universal, les toca el occidente, la
tierra y las precipitaciones de la segunda estación lluviosa.15
Dos entidades menores, y sobre las cuales los ette hablan muy poco, completan los vacíos de este cuadro. Ambas se consideran seres malignos y crueles,
deseosos de provocar la extinción del género humano. Consecuentemente, se le
asocia a las épocas de sequía que interrumpen los dos periodos de lluvia anuales.
Asimismo, se ubican en el norte y el sur, puntos en los cuales, a juicio de los ette,
raramente se observan truenos o centellas. El más temido de los dos es un anciano
cuyo pecho se encuentra en un avanzado estado de descomposición. Su nombre
es Penari Saakwiri y sus aposentos están localizados en el norte. En dirección
contraria se halla una mujer de la misma edad que, en medio de todo, se juzga más
benevolente. Los indígenas se refieren a ella como Kowata Torosu (Figura No. 1).16
14
Una historia de especial relevancia sobre Yunari Kraari puede consultarse en Anexo A, Mito 1.
15
Sobre la complementaridad de los principios femenino y masculino que personifican Yaau y
Yunari Kraari puede consultarse el Anexo A, Mito 4, Versión A y C.
16
Algunas de las relaciones que guardan las diferentes entidades sobrenaturales aparecen en la
figura No. 6. Las flechas apuntan a los diferentes puntos cardinales. Los dos semicírculos que las
rodean representan las estaciones climáticas ette: “el tiempo de Yaau”, en el que las lluvias llegan
de oriente, y “el Tiempo de Numirinta”, en el que las precipitaciones arriban desde occidente. La
base plana coincide con la tierra.
72
Universo y devenir
Figura Nº 1
Principales entidades sobrenaturales ette
Por fin, existe otro poderoso ser de mucho más reciente aparición y cuya
significación parece estar creciendo en la vida ritual y onírica. Los ette lo
identifican con el progenitor mítico de los waacha y lo denominan con un nombre
en castellano: Jesucristo. El lugar de esta deidad en el universo indígena no es
claro y, en todo caso, no forma parte integral del sistema de diferencias en el cual
se encuentran las demás entidades sobrenaturales. A Jesucristo no se le asocia
una región específica del universo ni se le asigna una estación particular del año.
Por el contrario, su personalidad pareciera definirse por medio de una nueva serie
de criterios. En gran cantidad de mitos aparece como el hermano mayor de Yaau.
La oposición fraternal es aprovechada por los indígenas para asignarle a cada
personaje formas de pensar y comportarse contrapuestas. A diferencia de Yaau,
Jesucristo es insensato, licencioso, caprichoso y torpe. Como si fuera poco, sólo
habla una lengua, piensa en forma errada y se vuelve loco por el dinero. Todas
estas características, por lo demás, las comparten sus hijos los waacha.17
B. La estructura del universo
Los ette consideran que el cosmos, en su forma actual, comprende tres grandes
regiones superpuestas. Todas se designan con la ayuda de una expresión cuya
traducción más acertada es “tierra”, itti. La totalidad de lo existente se organiza,
17
Alguno aspectos sobre la personalidad de Jesucristo se encuentran en Anexo A, Mito 6, Versión
A y B.
73
Juan Camilo Niño Vargas
así, sobre la Tierra de Abajo, la Tierra del Medio y la Tierra de Arriba. Su
ordenamiento es el mismo que el de un edificio de tres pisos: la Tierra de Abajo
sostiene a la del Medio y ésta, a su vez, a la de Arriba. La bóveda celeste de una
región inferior constituye el suelo de la superior. Inversamente, el suelo de una
región superior hace las veces de cielo de una inferior.
Esta organización hace que la comunicación entre una y otra Tierra sea
restringida y que la vida se desarrolle en cada una con cierta independencia.
Cada Tierra tiene habitantes, fauna, flora y geografía cuyas características
pueden diferir bastante entre sí. Los límites naturales que las separan son lo
suficientemente grandes como para que sólo una pequeña cantidad de relaciones
directas puedan ser mantenidas. La Tierra del Medio y la Tierra de Arriba, por
ejemplo, están iluminadas por un mismo sol. La Tierra de Abajo, por el contrario,
se considera una región de tinieblas y oscuridad, a la que sólo puede accederse
por ciertas grutas y pozos de agua (Figura No. 2).
Figura Nº 2
Estructura del Universo
La Tierra del Medio fue preparada por Yaau, Padre Creador, para que sirviera
de hogar a los ette. Aparte de ellos, también la habitan todos los pueblos humanos
que les son contemporáneos. En su totalidad está apoyada sobre la poderosa
entidad sobrenatural femenina que los ette identifican o, bien, con Narakajmanta
o, bien, con Yunari Kraari. En palabras de un anciano ette:
“...Yunari es la misma Tierra
Los arroyos son sus venas y las aguas son su sangre
74
Universo y devenir
En su espalda y en su pecho están los ette
Sobre Yunari viven los ette
Yunari está en la Tierra del Medio
Ella es la Tierra del Medio
Arriba hay cielo y abajo hay agua
En ambos lados vive gente
Por eso decimos que los ette viven en el medio...
... Donde se acaba la Tierra hay cuatro horcones
Están más allá del Magdalena y del Ariguaní
Ellos sostienen el cielo
Como cuando los horcones de una casa sostienen el techo
Nuestra Tierra es como una casa pero más grande
Parecen horcones pero en verdad son hombres, son ette
Los ette sostienen la Tierra
Los ette hacen esto con su pensamiento
Cuando el último de los ette haya muerto, ese día todo se acabará
Cuando los ette se acaben la Tierra de Arriba bajará...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003) 18
En los límites de la Tierra del Medio, reposan cuatro postes de madera que
sostienen la Tierra de Arriba. Tal y como acontece con Yunari Kraari, estos son
comparados con cuatro varones ette cuyos hombros cargan el peso del firmamento.
Algunos informantes los ubican en las cabeceras y desembocaduras de los ríos
Magdalena y Cesar, formando un cuadrilátero cuyas esquinas coinciden con los
cuatro extremos del universo; otros, no obstante, piensan que están en un lugar
no especificado mucho más distante y recóndito que tendería a coincidir con los
puntos por donde el sol aparece y desaparece durante los solsticios de verano e
invierno. Las pocas versiones en donde el número de postes no es cuatro, sino
dos, los sitúan, respectivamente, en los lugares donde sale y se esconde el mismo
astro durante los equinoccios, parajes que por su lejanía están fuera del alcance
físico de cualquier humano. En este último caso el pilar de oriente es sexuado
varón, mientras que el de occidente es considerado femenino. Sean dos o cuatro,
el cielo y la tierra tiemblan cada vez que uno de estos individuos se mueve con el
fin de relajar su cuerpo de alguna posición incomoda.19
18
Anexo A, Mito 1.
19
Véase Anexo A, Mito 1.
75
Juan Camilo Niño Vargas
En uno y otro caso se constata que la estructura del cosmos y la de una
vivienda se replican mutuamente.20 La analogía es clara en el pensamiento ette.
Mientras que la Tierra del Medio es imaginada como una gran habitación, las
habitaciones tradicionales tratan de ser erigidas siguiendo el modelo que la Tierra
del Medio ofrece. El cielo descansa sobre pilares de la misma forma en que el techo
de una casa reposa sobre horcones. Dependiendo del tamaño de la construcción,
estos pueden ser dos o cuatro, hecho que podría explicar las divergencias entre
las opiniones sobre el número de individuos que soportan el cielo. Continuando
con las correspondencias, todavía existe una norma vigente, aunque raramente
cumplida, que hace que el caballete, la viga horizontal en donde descansan las
dos aguas del techo, coincida con la Vía Láctea. La banda luminosa de estrellas
se piensa como un camino de arena mítico por el cual el sol, la luna y otros
cuerpos celestes se desplazan periódicamente. El caballete replica el camino del
sol por los equinoccios; los postes laterales y las esquinas de la construcción
representan, a su vez, los puntos extremos en donde aparece y desaparece durante
los solsticios.21
Sobre la Tierra del Medio está la Tierra de Arriba. La bóveda celeste de
la región intermedia constituye el suelo de la superior y, en esa medida, varios
fenómenos atmosféricos son interpretados como eventos que allí se desarrollan.
Ofidios y meteoritos se designan con un mismo término, buttu, puesto que la
presencia de los primeros en la Tierra de Arriba, es delatada por los últimos en
la del Medio. De igual manera, cada vez que un conjunto de nubes se agrupa
en forma de círculo, se cree que los pobladores del cielo han abierto una
20
Sobre la simetría estructural entre cosmos y vivienda véase Mircea Eliade, El chamanismo y
las técnicas arcaicas del éxtasis (1951), Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 1994, pp. 213218; Tratado de historia, pp. 328-345. También existe una extensa bibliografía especializada que
aborda el problema en grupos amerindios. Por su cercanía geográfica y lingüística son relevantes
Alfredo González Chávez y Fernando González Vásquez, La casa cósmica talamanqueña y
sus símbolos, San José, Universidad de Costa Rica, 1994; Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Templo
kogi: introducción al simbolismo y a la astronomía del espacio sagrado”, Revista colombiana
de antropología No. 19, Bogotá, 1975, pp. 199-245; y Solange Pinton, “La maison bari et son
territoire”, Journal de la Société des Américanistes 61, Paris, 1972, pp. 31-43. Algunas notas
sobre este mismo tema entre los u’wa, grupo chibcha de los Andes orientales colombianos,
pueden encontrarse en Ann Osborn, Las cuatro estaciones. Mitología y estructura social entre
los u’wa, Bogotá, Banco de la República, 1995, pp. 73-88.
21
Aunque las edificaciones actuales difieren en un grado considerable de aquellas que fueron
descritas a principio y mediados del siglo XX, algunas notas de interés sobre el tema pueden
encontrarse en Gustaf Bolinder, “Los últimos indígenas”, pp. 14-17; Gerardo Reichel-Dolmatoff,
“Etnografía chimila”, pp. 101-103. Interesantes ilustraciones al respecto pueden verse en Joseph
de Brettes, “Chez les indiens”, pp. 460-464. Información histórica relevante sobre el tema se
encuentra en Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar, pp. 298-301.
76
Universo y devenir
ventana para observar a sus vecinos de abajo. Ellos son los ette kooronda, “la
gente con caparazón”, “la gente de gruesas pieles”. Haciendo salvedad del gran
grosor de su piel, ni su aspecto ni sus hábitos culturales y lingüísticos difieren
considerablemente de los de cualquier otro ette. Su mundo, asimismo, no es
idéntico, pero tampoco completamente extraño, a la geografía, fauna y flora de la
Tierra del Medio. Aunque diferentes, en la Tierra de Arriba también hay selvas y
montañas, ríos y llanuras, poblaciones waacha y grupos de ette.
Las relaciones que mantienen las dos regiones superiores son pocas pero no
inexistentes. Ambas participan del ciclo del día y la noche que marca el recorrido
del sol. En el extremo oriental del universo se cree que está emplazada una gran
puerta por donde el astro empieza su recorrido hacía occidente. Allí reposa por un
instante y continúa por un pasaje que lo conduce a la Tierra de Arriba en donde
reanuda su travesía en sentido inverso (Figura No. 2). El día de la Tierra del Medio
resulta ser la noche de la de Arriba y viceversa. Por su parte, la luna, hermana mítica
del sol, permanece por un tiempo mayor abajo y sólo se retira permanentemente
a la Tierra de Arriba durante los tres primeros días de su menstruación.22 La
Vía Láctea es utilizada como sendero por la pareja de hermanos en sus viajes
sobre las dos Tierras.23 Mientras sueñan, los takwajtuggua, especialistas médicos
y religiosos ette, también se sirven de ella para ascender a la Tierra de Arriba
y, así, incrementar sus conocimientos chamanísticos. En otras ocasiones les es
posible acceder a ese mismo lugar trepando por un bejuco o valiéndose del follaje
de un enorme árbol de ceiba que crece cerca del centro del mundo y cuyo extremo
superior se interna por entero en el firmamento.24
Por fin, en la base del universo está la Tierra de Abajo. A diferencia de lo
que sucede con la Tierra de Arriba, no existe un consenso claro sobre sus carac-
22
En el material mitológico recogido por Reichel-Dolmatoff en 1945 los hermanos Sol y Luna son
sexuados, respectivamente, como mujer y hombre. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos
y cuentos”, p. 5. Entre la actual población ette esta relación aparece invertida. Véase Anexo A,
Mito 7. Sobre el sexo de los astros en poblaciones amerindias, en especial del sol y la luna, véase
Claude Lévi-Strauss, Antropología estructural II, pp. 203-211.
23
Véase Anexo A, Mito 7; y Mito 8, Parte VII.
24
La Ceiba (Ceiba pentandria) ocupa un lugar importante en el pensamiento ette. Algunos mitos
se refieren a ella como el “árbol de Yaau” y se le atribuye el origen del maíz y de otros alimentos.
Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, pp. 9-10; y Anexo A, Mito 3. En muchos
aspectos puede ser considerada un axis mundi. Sobre el árbol-axis mundi véase Mircea Eliade,
El chamanismo, pp. 219-222; Tratado de historia, pp. 273-274. Vale la pena anotar que este árbol
ocupa un lugar destacado en la mitología de otros grupos indígenas de la región como los zenú
y los kogi. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Templo kogi”, p. 204; y Sandra Turbay, “Los
animales en la tradición zenú”, Costa Atlántica Colombiana. Etnología e historia. VII Congreso
de Antropología en Colombia, Medellín, Universidad de Antioquia, 1994, pp. 229-270, p. 234.
77
Juan Camilo Niño Vargas
terísticas precisas. Algunas personas describen a sus habitantes como gente de
piel oscura, baja estatura, abdomen prominente, exóticos hábitos alimenticios y
un semblante que en muchos aspectos recuerda al de las marimondas negras y los
morrocoyos.25 La mayoría, sin embargo, cree que la Tierra de Abajo es un mundo
de agua y, por esta razón, aseguran que no pueden existir pueblos o animales normales que la ocupen. Puesto que no está incluida en el itinerario que sigue el sol
y la luna, también se considera una región privada de luz, sólo apta para criaturas
nocturnas y monstruos acuáticos. Armadillos y caracoles de inmensas proporciones son dos de las clases de seres que deambulan por sus territorios. El wiisawi,
un extraño animal dotado de cuernos y piel pegajosa, es tal vez el poblador más
temido de esta Tierra. Se dice que en ciertas ocasiones se asoma a la Tierra del
Medio por manantiales y pozos de agua salados, causando estragos y devorando
gente. A menudo aparece en forma de ganado vacuno cerca de los nacederos de
agua y las cañadas. Numerosas personas cuentan cómo varios hombres tuvieron
que descender al inframundo para enfrentarlos y cegarlos con el objetivo de vengar la muerte de sus familiares. Otras aseguran que hasta hace relativamente poco
algunos ancianos solían dialogar con los dueños de estas bestias para que les permitieran cazar en las cercanías de los cuerpos de agua que comunicaban con su
mundo.26 A pesar que tal práctica parece haber caído en desuso con la expansión
de la frontera de colonización sobre territorio ette, y la consecuente disminución
del bosque tropical y su fauna, hoy día los takwajtuggua siguen visitando la Tierra de Abajo cada vez que en sus sueños se sumergen en el agua empozada de un
arroyo.27
Para terminar, hay que resaltar la forma en la que cosmografía y geografía
se articulan. El ordenamiento mítico del cosmos encuentra un modelo en el
espacio físico que lo dota de realidad. La estratificación del universo pareciera
corresponderse con la topografía de las de las Llanuras y la Sierra Nevada de
Santa Marta (figura No 3).
25
El término kaaramoniya es traducido por los ette como “marimonda”. Según las descripciones
parece tratarse de un primate, probablemente una marimonda negra (Ateles fusciceps). Una
representación de este animal puede encontrarse en el capítulo III. Los morrocoyos por su parte
son una especie de tortuga terrestre (Geochelone carbonaria).
26
El termino wiisawi puede designar un manantial de agua, la criatura que habita en él o, por fin,
la persona a la cual esa criatura pertenece.
27
A este respecto puede ser relevante el relato de un sueño consignado en los Anexos. Véase Anexo
B, Sueño 1. Vale la pena anotar que la idea según la cual una región cósmica inferior está habitada
por enormes criaturas y, entre ellas, caimanes y armadillos, también se encuentra en los zenú,
otro pueblo indígena del Caribe colombiano. Véase Sandra Turbay, “Los animales”, pp. 233234.
78
Universo y devenir
Figura No. 3
Geografía y estratificación mítica
Los nexos entre el espacio geográfico y el mítico se hacen evidentes en varios
puntos. Además de designar al pueblo que habita el firmamento, el etnónimo
ette kooronda se asocia a las poblaciones indígenas que actualmente residen en
el macizo serrano, justo arriba del territorio que los ette consideran propio. La
vinculación entre los grupos de la Sierra y expresiones como kooronda se explica
por la capacidad que los ette les atribuyen para vivir en zonas de temperaturas
bajas. En lengua ette la expresión kooronda frecuentemente se traduce como “piel
gruesa” o “caparazón”, atributo que cualquier persona que viva en los páramos
debe tener para soportar el frío.28 A esto hay que agregar que, como acontece
hoy en día con los ette kooronda, los abuelos de los actuales ette observaban
con temor a los de la Sierra y temían que bajaran de las alturas a invadir su
territorio.29 Ahora bien, si se tiene presente que muchos ette describen la Tierra
de Abajo como una región acuática, la correspondencia entre el orden mítico y el
geográfico pareciera ser más estrecha.
C. Destrucción y regeneración cíclica del cosmos
Hasta aquí se ha descrito brevemente el universo ette en su forma actual. La
totalidad de lo existente está distribuida en tres grandes regiones superpuestas. A
28
Es llamativo que expresiones similares se encuentren en otras regiones del país. Tal y como se
pudo constatar en el curso de otra investigación, muchos campesinos de las zonas templadas
próximas al Altiplano cundiboyacense se refieren a las poblaciones que habitan cerca de los
páramos con el nombre de “encuerados”.
29
El tema de la guerra y el conflicto entre los indios de las Llanuras y la Sierra también se encuentra
en la mitología. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, pp. 6 y 10; y Konrad
Theodor Preuss, Visita a los indios, T. II, p. 54.
79
Juan Camilo Niño Vargas
grandes rasgos, esta estructura es similar a la que se encuentra en otras poblaciones
indígenas de América.30 De hecho, la idea de un mundo humano encajonado entre
varias zonas cósmicas está bien presente en la mitología de otros pueblos chibchas.
Mientras que los kogi de la Sierra Nevada de Santa Marta piensan que el cosmos
es un enorme huevo dividido en nueve secciones, los cuna del Darién sostienen
que se compone de doce capas superpuestas.31 Los barí de la Serranía del Perijá,
por su parte, aseguran que la tierra habitada por hombres y animales está justo en
el medio de un submundo acuático y seis cielos.32 Una situación no muy distinta
puede constatarse entre los u’wa de los Andes orientales y los bribris, los cabecar
y los guatuso de la Baja Centroamérica, quienes comparten la idea de un universo
tripartito.33
La singularidad del pensamiento ette reside en que le otorga un dinamismo
único a esa organización. La actual tripartición del universo no constituye un
requisito para su funcionamiento. El espacio no es un simple escenario sobre
el cual se desarrollan los acontecimientos. Antes bien, comparte con el tiempo
un importante componente procesual. Los diferentes niveles que conforman el
cosmos se han venido transformando, siguiendo una secuencia predeterminada
en donde los ciclos destructivos y regenerativos marcan el ritmo del devenir. Cada
30
Sobre la estratificación del cosmos en América indígena véase Claude Lévi-Strauss, La alfarera
celosa (1985), Barcelona, Paidós, 1986, pp. 111-116; y Gerardo Reichel-Dolmatoff, Orfebrería
y chamanismo, Medellín, Compañía Litográfica Nacional, 1990, pp. 23-32. Observaciones
generales sobre este mismo tema se encuentran en Mircea Eliade, El chamanismo, pp. 213-217.
31
Sobre la estratificación cósmica entre los grupos de la Sierra Nevada de Santa Marta consúltese
Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. I, pp. 225-227; “Templo kogi”, pp. 205-206; y François
Correa Rubio, “Sierras paralelas. Etnología entre los kogi y los u’wa”, Geografía humana
de Colombia. Región Andina Central T. IV, Vol. 3, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura
Hispánica, 1998, pp. 9-109, pp. 33-37. Sobre este mismo tema entre los cuna del Darién véase
Jorge Morales Gómez, “Los indios cuna”, Geografía humana de Colombia. Región del Pacífico
T. IX, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1992, pp. 63-92, p. 83.
32
Véase Orlando Jaramillo Gómez, “Barí”, Introducción a la Colombia Amerindia, Bogotá, Instituto
Colombiano de Antropología, 1987, pp. 63-73, pp. 70-71; y “Los barí”, Geografía humana de
Colombia. Nordeste indígena T. II, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1992,
pp. 343-429, p. 409. Entre los yuko-yukpa, vecinos de los barí, también se constata una situación
similar. Consúltese Orlando Jaramillo Gómez, “Yuko-Yukpa”, Introducción a la Colombia
Amerindia, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología, 1987, pp. 75-82, p. 80; y “Los yukoyukpa”, Geografía humana de Colombia. Nordeste indígena T. II, Bogotá, Instituto Colombiano
de Cultura Hispánica, 1992, pp. 295-339, p. 330.
33
Sobre la estratificación entre los u’wa véase Ann Osborn, Las cuatro estaciones, pp. 73-75. Sobre
el mismo tema en grupos chibchas de la Baja Centroamérica es relevante María E. Bozzoli de
Wille, El nacimiento y la muerte entre los bribris (1979), San José, Universidad de Costa Rica,
1986, p. 19; y Alfredo González Chávez y Fernando González Vásquez, La casa cósmica, pp. 8889. Sobre los guatuso véase Adolfo Constenla Umaña, Laca majifijica. La transformación de la
tierra, San José, Universidad de Costa Rica, 1993, p. 24.
80
Universo y devenir
cierto periodo de tiempo suceden cataclismos que acaban por siempre una porción
del universo y, simultáneamente, concluyen e inician una etapa histórica. En ese
sentido, la concepción ette pareciera alejarse de la de los pueblos chibchas y
encontrar paralelos en la de algunos grupos mesoamericanos y, en menor medida,
amazónicos.34
El paralelo es relevante dado que algunos investigadores han sugerido un
posible parentesco entre la lengua ette y las de ciertas poblaciones de la Baja
Centroamérica vecinas a la zona de influencia mesoamericana. Haciendo eco de
los escritos de Gustaf Bolinder, consideran que el número de rasgos que comparte
con lenguas chibchas de Panamá y Costa Rica, puede ser mayor que el que tiene
con las lenguas chibchas de sus vecinos de la Sierra Nevada de Santa Marta
y la Serranía del Perijá.35 A esto hay que agregar los planteamientos de otros
estudiosos sobre la existencia de estrechas relaciones culturales entre el norte de
Colombia y Centroamérica.36
34
Como ya se ha señalado, las catástrofes y los ciclos de destrucción son temas recurrentes en
Mesoamérica. Véase, entre otros, Federico A. Peterson, México antiguo, pp. 213-235; y Jacques
Soustelle, La vida cotidiana, pp. 101-107. Sobre concepciones parecidas en el área amazónica
véase Martín von Hildebrand y Elizabeth Reichel, “Indígenas del Mirití-Paraná”, p. 146.
35
La lingüista Terrell Malone considera que el ette taara podría compartir rasgos fonológicos y
gramaticales con las lenguas bribri y cabécar de Costa Rica (comunicación personal, diciembre
2003). María Trillos también ha llamado la atención sobre las características típicas del ette taara
que están completamente ausentes en las lenguas de la Sierra Nevada de Santa Marta. Véase
María Trillos Amaya, Categorías gramaticales, pp. 32-33. Adolfo Constenla, por su cuenta, se
ha inclinado a clasificar el ette taara junto con todas las lenguas de grupos chibchas ubicados
al oriente del río Magdalena (Lenguas de la Sierra Nevada de Santa Marta, Serranía del Perijá y
Altiplano cundiboyacense). Véase Adolfo Constenla Umaña, “Sobre el estudio diacrónico”, pp.
36-39 y 41-42. Con todo, este mismo autor ha recalcado que la relación del ette taara con ellas
es débil y deberían realizarse estudios apoyados en descripciones gramaticales y léxicos más
amplios. Véase pp. 36 y 48-49.
36
Pese a no ser concluyentes, existen algunas evidencias que apuntan a que la región de origen de
las migraciones chibchas que poblaron el litoral Caribe colombiano pudo ser América Central.
Véase Adolfo Constenla Umaña, “Sobre el estudio diacrónico”, pp. 43-44; Roberto Lleras Pérez,
“Diferentes oleadas de poblamiento en la prehistoria tardía de los Andes Orientales”, Boletín
del Museo del Oro No. 38-39, Bogotá, Banco de la República, 1995, pp. 3-11, p. 5. De otro
lado, muchos antropólogos y arqueólogos han señalado semejanzas entre los grupos de ambas
regiones. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, Colombia. Ancient Peoples and Places, London,
Thames and Hudson, 1965, pp. 80-141; “Colombia Indígena. Periodo Prehispánico”, Manual de
historia de Colombia T. I, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1978. pp. 33-115, pp. 94-95;
Arqueología de Colombia. Un texto introductorio (1986), Bogotá, Presidencia de la República,
1997, pp. 279-283; Ana María Falchetti, “La tierra del oro y el cobre. Parentesco e intercambio
entre comunidades orfebres del norte de Colombia y áreas relacionadas”, Boletín del Museo del
Oro No. 34-35, Bogotá, Banco de la República, 1993, pp. 3-75. Hay que recalcar, para terminar,
que las similitudes entre grupos chibchas del norte de Colombia y culturas mesoamericanas
han sido insinuadas explícitamente con anterioridad. Gerardo Reichel-Dolmatoff también notó
81
Juan Camilo Niño Vargas
1. Ciclos destructivos
Para los ette, ni la Tierra del Medio siempre ha estado en el medio, ni el universo
siempre ha constado de tres regiones. La extendida idea de un principio y un
fin del hombre y la naturaleza, se complementa con aquella que supone que la
transición de uno a otro extremo está caracterizada por drásticos cambios en la
estructuración de lo existente. La historia se realiza mediante la modificación del
espacio:
“...el mundo no ha sido siempre como ahora es
Cinco Tierras tenían que bajar
Quedó faltando una
Estamos en la cuarta Tierra
Las otras tres ya vinieron y se acabaron
Eran las Tierras de los antiguos, de los dueños de los huesos y las múcuras37
Nadie sabe cómo eran porque nadie las ha visto
Nadie las ha visto porque ya pasaron
Yaau las barrió con agua, con fuego y con barro
La quinta Tierra está en el cielo, está esperando venir
Desde aquí se ven estrellas, pero allá vive gente
Allá hay montañas y ríos y hay waacha y ette
Hay casas y ciudades y hay otros Yaau...
... A veces se abren unas puertas en el cielo y la gente de arriba se asoma
“Queremos bajar, ya es nuestro turno”, dicen
Cuando ellos bajen el mundo de ahora se acabará
No volverá a haber violencia y muerte
Esa es la quinta y última Tierra...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)38
ciertas semejanzas entre los pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta y algunas poblaciones
mayas. Véase “Templos kogi”, p. 233.
37
El narrador se refiere a los restos arqueológicos que se encuentran en la región.
38
Anexo A, Mito 1.
82
Universo y devenir
Figura Nº 4
Ciclo del Universo
Pese a que son muy pocos los informes que pueden recogerse sobre la forma
primitiva del universo, la mayoría de individuos entrevistados está de acuerdo en
que tuvo que estar compuesto por la Tierra de Abajo y cinco Tierras superpuestas
sobre Yunari Kraari (Figura No. 4, Esquema A). Al parecer cada una de estas
últimas no sólo tenía pobladores ette y waacha sino, además, sus propios Padres
Creadores, sus propios Yaau. El primer ciclo destructivo trajo como consecuencia
que las cuatro Tierras superiores se desplomaran sobre la primera, acabando por
completo con todos sus habitantes y reduciendo el número de los niveles poblados
(Figura No. 4, Esquema B). Esta situación se repitió dos veces más. Los niveles
superiores cayeron con todo su peso sobre aquel que en ese momento descansaba
sobre Yunari Kraari, dejando una superficie de ruinas y escombros a su paso
83
Juan Camilo Niño Vargas
(Figura No. 4, Esquemas C y D). La organización actual del universo es, así, el
resultado de tres grandes catástrofes (Figura No. 2; Figura No. 4, Esquema D). Al
igual que la de sus predecesoras, su existencia también es temporal. Los ciclos
destructivos sólo terminarán una vez el quinto y último nivel descienda sobre el
cuarto y la organización tripartita del cosmos ceda su lugar a una dual (Figura No.
4, Esquema E). A diferencia de las demás Tierras, la de Abajo permanece estable y
no entra a formar parte activa del gran proceso. Como ya se insinuó, este conjunto
de ideas es muy similar a los de ciertos pueblos del noroeste amazónico.39
No se tienen noticias precisas sobre los sucesos que tuvieron lugar durante los
primeros ciclos destructivos. Los ancianos más versados en el tema, consideran
imposible que alguien sepa con exactitud lo que sucedió. Algo diferente ocurre con
el proceso destructivo que, otorgándole al universo su configuración actual, causó
que la cuarta Tierra cayera sobre la tercera. Numerosas narraciones míticas más
o menos formalizadas se refieren a tal acontecimiento. Sus vacíos se compensan
con los relatos fragmentarios y opiniones informales que pueden aparecer en el
curso de una conversación sobre el tema.
La tercera Tierra estaba poblada por los ette chorinda, “la gente de antes”,
“los antiguos” (Figura No. 4, Esquema C). Era un pueblo extremadamente
agresivo. Los hombres se entrenaban en el manejo de la macana, el arco y
las flechas envenenadas desde muy temprana edad.40 Sus jefes, superando a
cualquier takwajtuggua actual, gozaban de la capacidad de transformarse en
jaguares asesinos y lanzar dardos invisibles a sus enemigos.41 Estas habilidades
39
Una serie de ideas sorprendentemente similar parece encontrarse entre los yukuna-matapí, un
grupo arawak de la cuenca del río Mirití-Paraná. Es una lástima que el material necesario para
hacer una comparación detallada con el pensamiento ette no esté disponible. Al parecer, para
esta etnia el universo se compone de varios niveles: los de abajo están habitados por personas
y animales de épocas pasadas; los pobladores del medio son los propios yukuna-matapí; los de
arriba albergan gente que, una vez la Tierra del Medio se hunda y la humanidad se destruya,
pasará a ocupar el lugar intermedio. Para una mayor información véase Martín Von Hildebrand
y Elizabeth Reichel, “Indígenas del Mirití-Paraná”, pp. 146-147; y Elizabeth Reichel de von
Hildebrand, “Astronomía yukuna-matapí”, Jorge Arias de Greiff y Elizabeth Reichel (comps.),
Etnoastronomías americanas, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1987, pp. 193-232,
pp. 218-219 y 232.
40
Aunque en la actualidad el uso de macanas, arcos y flechas es bastante restringido y se desconoce
por completo el uso de tóxicos y venenos, su manejo por parte del grupo está bien documentado
hasta mediados del siglo XX. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, pp. 118123 y 133-137.
41
El extendido complejo americano jaguar-chamán entre población ette fue identificado por Gerardo
Reichel-Dolmatoff a mediados del siglo XX. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía
chimila”, pp. 142 y 144; “Mitos y Cuentos”, pp. 12-13 y 25-26. Hoy día aún puede ser descubierto
en varios relatos míticos. Sobre el complejo jaguar-chamán en América véanse Michael D. Coe,
84
Universo y devenir
y su marcado carácter bélico los condujeron a vivir en un estado permanente de
guerra con grupos indígenas y no indígenas. Se asegura que eran estas personas,
y no los actuales ette, los verdaderos “chimilas”. Sus más grandes enemigos, de
otro lado, son frecuentemente identificados como “españoles”.
Existen varias historias que relatan las andanzas y desventuras del antiguo
pueblo. En una de ellas los ette chorinda engañan a sus enemigos emboscándolos
en matorrales de espinas; en otra, ellos mismos se ven obligados a esconderse
entre las espinas para no ser encontrados por sus perseguidores. También se
habla sobre cómo estos guerreros se transformaban en bestias para vengar las
muertes que los perros de los españoles les causaban. La dureza con la que los
mitos describen los enfrentamientos entre estos dos bandos sólo es comparable
con los crudos testimonios que se encuentran en las crónicas del siglo XVIII. Las
muertes, las decapitaciones, las quemas de cultivos, la destrucción de poblados,
las luchas cuerpo a cuerpo, la captura de prisioneros y el hambre son temas que
aparecen en ambas fuentes. En ese sentido, la mitología debe ser vista como una
valiosa fuente de información histórica.42
“... Antes había mucha guerra y mucha muerte
Había mucha violencia y mucha sangre
Los indios mataban españoles con flecha y dardos que no se veían
También se convertían en fieras
Se les hinchaban los brazos
Se les llenaban de manchas como las del tigre43
Los españoles soltaban perros
A los indios les tocaba treparse a los árboles
Mexico: Ancient People and Places, London, Thames & Hudson, 1962; y Gerardo ReichelDolmatoff, El chamán y el jaguar (1975), Bogotá, Siglo XXI, 1978.
42
Las alusiones a conflictos bélicos pasados en la mitología ette son bastante comunes. Véase
Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, pp. 6, 13 y 19; Anexo A, Mito 2, Versión A;
Mito 9. La literatura histórica también ha hecho énfasis en el marcado carácter bélico del grupo.
Véase Wadsworth Clarke Douglas, Patterns of Indian, pp. 78-160; Orlando Fals Borda, Mompox
y la Loba, pp. 103-114; Marta Herrera Ángel, “Confrontación territorial”, pp. 29-105; Ordenar
para controlar, pp. 249-304; “Chimilas y españoles”, pp. 5-24; Carlos Alberto Uribe Tobón, “La
rebelión chimila”, pp. 113-165. Incluso en algunos relatos míticos de etnias vecinas los chimila
son presentados como “guerreros”. Véase Konrad Theodor Preuss, Visita a los indígenas, T. II, p.
54.
43
Siguiendo la costumbre de sus vecinos campesinos, los ette se refieren en castellano al jaguar con
el término “tigre”. Se trata de la especie Panthera onca.
85
Juan Camilo Niño Vargas
También los guajiros peleaban44
Todos peleaban contra todos
Todos quemaban las casas de los otros...
... Los indios de antes no eran como los de ahora
Eran guerreros, se murieron guerreando
Ellos eran los chimila...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)45
La violencia generalizada en que se desenvolvieron las relaciones humanas
de esta Tierra propició la aceleración del ciclo destructivo. Varios mitos coinciden
en que “había mucha muerte y mucha guerra” y que la espalda de Yunari Kraari
estaba completamente manchada de sangre. Esta situación enfureció a Yaau
quien, no pudiendo soportar el sufrimiento que sus hijos se causaban entre
sí, decidió preparar la llegada de un nuevo mundo por medio de incendios,
inundaciones y ventiscas. Se cuenta que Yaau prendió fuego, vertió agua y sopló
viento repetidamente sobre hombres, animales y plantas hasta que ningún ser
vivo quedó en pie.46
“... El suelo anterior estaba sucio, lleno de sangre y carroña
Los waacha peleaban con ellos mismos y contra los ette
Los ette peleaban entre ellos mismos y contra los waacha
En la Tierra había mucha sangre y guerra
Yunari Kraari estaba muy triste porque su espalda estaba manchada
Entonces la Tierra se tenía que acabar
Se iba a acabar con fuego, con agua y con viento
Yaau mandó fuego, agua y viento, uno detrás de otro
Prendió fuego y más fuego hasta que todo quedó quemado
Después, vertió agua y más agua hasta que todo quedó inundado
Más tarde sopló viento y más viento hasta que todo quedó tumbado
44
Siguiendo el ejemplo de sus vecinos campesinos, los actuales ette se refieren a los wayuu como
“guajiros”.
45
Anexo A, Mito 2, Versión B.
46
Aunque con variaciones significativas respecto a los relatos actuales, el motivo de una gran
inundación y un gran incendio ha sido registrado en la mitología ette desde la primera mitad
del siglo XX. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, pp. 6-8 y 10. El tema del
diluvio universal, por lo demás, ha sido ampliamente tratado por antropólogos e historiadores.
Entre los estudios de carácter general más destacados encontramos a Mircea Eliade, Tratado de
historia, pp. 178-200; y Marcel Mauss, “Los mitos del diluvio” (1900), Institución y Culto. Obras
II, Barcelona, Barral Editores, 1971, pp. 174-177.
86
Universo y devenir
Cuando hizo esto volvió a prender fuego, verter agua y soplar viento
Y así otra vez
Todos los árboles, los ríos y las montañas se cayeron
Todos los animales y las plantas quedaron enterrados
Todos los ette y los waacha se acabaron...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)47
En algunas versiones esta decisión es tomada por Yaau en soledad.48 En otras
es el resultado de una negociación entre el Yaau de una tercera Tierra en caos y
el de una cuarta ansioso por ver bajar a sus hijos. En este caso, se denomina a la
antigua entidad sobrenatural como Yaau Pukkru. El sobrenombre hace referencia
a su calidad de líder guerrero.
“El mundo se quería acabar
La gente vivía matándose y peleando por todo
Entonces Yaau habló con su padre Yaau Pukkru
“Mi gente ya quiere bajar desde hace tiempos”
“Mira cómo está tu gente: se mata y derrama sangre por todo”
“¡Deja que mi gente baje! ¡Ya es su turno!”
Yaau Pukkru vio que Yaau tenía razón
Por eso dejó que la nueva gente bajara
Entonces echó fuego y agua para limpiar todo
La gente de Yaau Pukkru quedó enterrada
Los nuevos ette encontraron una Tierra nueva
Sus ríos y cañadas eran cristalinos, su aire fresco, su tierra húmeda
Su gente también era nueva”
(Luciano Mora Juurananta, Ette Butteriya, noviembre de 2003)49
Una vez que el agua y el fuego terminaron de limpiar el cuerpo de Yunari
Kraari, la cuarta Tierra pudo descender. El mundo de los ette chorinda quedó
sepultado bajo espesas capas de fango y barro. Su cultura quedó reducida a huesos,
fragmentos de cerámica y herramientas líticas de carácter arqueológico.50 En la
47
Anexo A, Mito 2, Versión A.
48
Véase Anexo A, Mito 2, Versión A, B y C.
49
Anexo A, Mito 2, Versión D.
50
En la actualidad, los ette consideran que el material arqueológico hallado en su territorio no
tiene relación con su cultura ni con la de sus antepasados sino, más bien, con la de pueblos de
Tierras destruidas. De hecho, comúnmente se refieren a los ette chorinda como “los dueños
de los huesos y las múcuras”. Véase Anexo A, Mito 1. Estos objetos causan ansiedad y temor,
87
Juan Camilo Niño Vargas
mayoría de historias su destrucción fue total y sólo en algunas pocas ocasiones se
sostiene que un pequeño grupo de indígenas pudo sobrevivir.51 Sobre esta masa
informe y caótica que el proceso destructivo originó, Yaau se encargó de crear un
paisaje para dejar que un nuevo pueblo descendiera.52
2. Procesos regenerativos
El proceso destructivo sigue un curso que por ningún motivo es arbitrario y que,
antes bien, delata la sutileza y complejidad de la concepción ette del devenir.
El fuego es el primer elemento que se descarga sobre la Tierra. Enseguida está
el agua y, después, el viento. Este orden se repite una y otra vez hasta que todo
queda convertido en una mezcla de lodo y cenizas. Despojados de su carácter
hiperbólico, los tres motivos son bien conocidos por los ette. En efecto, pareciera
existir una relación bastante estrecha entre los acontecimientos históricos, el ciclo
anual estacionario y la actividad horticultora. El vínculo que se sugiere relaciona
tres órdenes de fenómenos que, aunque bien diferenciados, se les atribuye un
mismo carácter cíclico. El fuego y el agua que periódicamente destruyen el
mundo, las temporadas de verano e invierno que se suceden anualmente y, por fin,
la quema y las lluvias necesarias para el desarrollo de la agricultura, se replican
mutuamente. Debajo de ellos subyace una idea central dentro del pensamiento
ette: la de regeneración (Figura No. 5). Independientemente de sus dimensiones,
todos los elementos destruyen y crean y, al hacerlo, delatan el paso del tiempo y
permiten el desarrollo de la vida.
Figura Nº 5
Elementos de regeneración
existiendo normas específicas que prohíben su búsqueda y contacto. En la actualidad, los ette no
practican la alfarería y no emplean ningún tipo de cerámica.
51
Este último motivo, por lo demás, aparece en las narraciones recogidas por Gerardo ReichelDolmatoff a mediados del siglo XX. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, pp.
6-8.
52
En lo que al tema del descenso concierne, no dejan de ser llamativos ciertos apartes del corpus
mitológico ette recogido a mediados del siglo XX. En ellos se narra cómo los chimila “bajaron” a
la tierra desde alguna región superior. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, pp.
5 y 6.
88
Universo y devenir
La estrecha relación entre ciclos estacionales severos y la distribución geográfica de mitos e historias relativas a catástrofes universales ha sido tempranamente notada por los estudiosos de la cultura.53 En el caso ette, el fuego y
el agua que Yaau arroja sobre los hombres reproduce, a una escala mayor, el
intenso calor y las torrenciales lluvias que se suceden anualmente en la región.
Los indígenas experimentan cada año el modelo que funda y hace tangible la
historia universal. La estación seca y, en especial, aquella con la que se inicia
el año, es descrita como una época de sed y sequedad en el cual el calor agobia y la consecución de agua demanda cubrir grandes distancias.54 Durante ella
son frecuentes los sueños y presagios que anuncian el fin del mundo. Las lluvias que determinan su final están acompañadas de inundaciones, enfermedades y, en el peor de los casos, vientos huracanados que destruyen casas y cultivos. Sin embargo, y sin que implique ninguna clase de paradoja, su llegada
también se espera con ansiedad. El invierno supone la continuación exitosa de
la actividad agricultora y, consecuentemente, la perennidad de la vida social. 55
Inevitablemente unido a la estacionalidad, el ciclo agrícola también replica
la tragedia humana.56 En su conjunto, la actividad horticultura, la tala y la quema
que exige, las lluvias de las cuales depende, coinciden con el desarrollo del gran
proceso destructivo. La regeneración universal encuentra otro modelo terrenal en
el método del horticultor. Con el objeto de convertirla en un terreno productivo,
la tierra es despejada con hachas y machetes de la vegetación silvestre que la
cubre. Los desechos que la labor deja son quemados antes que el verano llegue
a su fin, transformando el paisaje en una mixtura de luces y humo. Las semillas
conservadas en la estación seca son depositadas en un suelo compuesto por
cenizas a la espera de las lluvias venideras. Dependiendo de la época del año y la
dirección en donde se oiga tronar, las precipitaciones pueden ser de Yaau o de su
contraparte femenina Numirinta. Oriente pertenece a Yaau y, en general, a todo
el género masculino; su voz, indistinguible del estallido de los truenos, se deja
53
Véase James George Frazer, El folklore en el antiguo testamento (1907-1918), México, Fondo de
Cultura Económica, 1986, pp. 66-187.
54
La dificultad de conseguir agua es un tema que aparece claramente en la mitología del grupo.
Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, p. 9.
55
Sobre la estacionalidad climática de las Llanuras del Caribe véase Ernesto Guhl, Colombia:
bosquejo, T. II, pp. 147-159; Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar, pp. 41-78; y Luis
Striffler, El río Cesar. Otras anotaciones pueden encontrarse en Gerardo Reichel-Dolmatoff,
“Etnografía chimila”, pp. 98-99; y Carlos Alberto Uribe Tobón, “Chimila”, pp. 51-52.
56
A este respecto, diversos autores han puesto de manifiesto el origen social de los ritmos temporales
cósmicos y religiosos. Un especial énfasis se ha hecho en la valorización de los ciclos agrarios.
Véase Henry Hubert y Marcel Mauss, Mélanges d’histoire des religions (1909), Paris, Librairie
Félix Alcan, 1929, pp. 188- 229.
89
Juan Camilo Niño Vargas
escuchar durante la primera mitad del año en los meses de abril, mayo, junio y
julio. Por su parte, Numirinta llega desde occidente y permanece entre los ette
durante agosto, septiembre y octubre. Al igual que en el ciclo cósmico, la lluvia
de ambos se encarga de limpiar la tierra y propiciar el crecimiento de nuevas
plantas.
Esta generación de vida, bien presente en el ciclo estacionario y el agricultor,
atraviesa por igual los acontecimientos históricos. De hecho, muchos indígenas
exponen la simetría entre las tres dimensiones mediante una hermosa y conocida
analogía. Tal y como acontece en otros grupos chibchas, los ette gustan comparar
las personas con semillas.57 El proceso antropogénico es análogo al de la
germinación. Los seres humanos son el resultado de una siembra. Como cualquier
otro grano, fueron depositados en una tierra sometida a las quemas, a las lloviznas
y al cuidado de las grandes deidades. Así lo expresó una anciana ette:
Antes de que bajara el mundo, Yaau salvó a una pareja de cada grupo
Salvó unos ette, salvó guajiros, salvó kogi, salvó arsarios
Yaau los salvó en pensamiento
Como cuando alguien salva una semilla para la próxima siembra
Él actuó así porque quería a sus hijos
Quería que se salvaran de tanta violencia
Cuando ya estaban seguros mandó el fuego y el agua
Todo quedó enterrado
Entonces cogió esas semillas y las fue esparciendo por el mundo
Puso la de los guajiros arriba
La de los arhuacos la sembró en la Sierra58
La de los ette en las Sabanas
Por eso ahora los indios viven ahí
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)59
El sentido del oficio de Yaau no debe ser pasado por alto. Su labor, más
que puramente creativa, es de fertilización. Su fuego y su agua poseen virtudes
57
Sobre la analogia entre semillas y personas en pueblos chibchas véase, entre otras investigaciones,
María E. Bozzoli de Wille, El nacimiento, pp. 14, 30 y 42; Carla Victoria Jara, Ittè. Historias
bribris, San José, Universidad de Costa Rica, 1993, pp. 29, 154, 165-167 y 186; Enrique Margery
Peña, Mitología de los bocotas del Chiriqui, Quito, Ediciones Abya-Yala, 1994, p. 44; Ann
Osborn, Las cuatro estaciones, pp. 180-182; y Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. II, pp.
85-88.
58
Con el término “arhuaco” la informante se refiere a los actuales ika de la Sierra Nevada de Santa
Marta.
59
Anexo A, Mito 2, Versión C.
90
Universo y devenir
disolventes pero también germinativas. De la misma manera en que un agricultor
se esmera por hacer que el grano de maíz se convierta en mazorca, la entidad
sobrenatural se encargó de garantizar la aparición de un nuevo pueblo. Su tarea,
por ende, sólo podía ser llevada a cabo con la ayuda de un principio femenino:
Yunari Kraari. El nuevo mundo es el producto de su cohabitación simbólica.
Yunari, la Tierra, con su enorme capacidad generativa fue fertilizada por Yaau, el
dueño del agua y el fuego regenerador.
Hasta ese momento los ette siempre habían llevado una existencia en potencia
que sólo llegaría a realizarse plenamente con el ciclo destructivo. Para los ette, un
pueblo que no ha alcanzado a Yunari Kraari es como una semilla sin germinar.
En uno y en otro caso el proceso de germinación concluye mediante la acción
conjunta de un elemento telúrico productor de frutos y uno pluvial fertilizador:
tierra y lluvia para el grano de maíz, Yunari y Yaau para el mundo de los ette.60
Este proceso de fertilización, por lo demás, es expuesto claramente en un relato
en donde se asegura que antes de llegar a Yunari, los ette “vivían como dentro de
un cascarón y cuando bajaron salieron de ahí, porque Yaau los mando”.61
Por eso, y sin importar su antigüedad, la Tierra de los ette descendió del
cielo como Tierra nueva, como semilla recién germinada. Las descripciones de su
estado prístino siempre están acompañadas de adjetivos que resaltan su pureza.
En las narraciones míticas se afirma que sus ríos y cañadas eran cristalinos, su
aire fresco, su tierra húmeda y su gente nueva.
“… Ahora la espalda de Yunari está limpia
Antes estaba sucia y llena de sangre
Yaau la limpió con agua y con fuego
La dejó sin manchas, nueva, joven
Los ette de ahora son gente nueva
Son una nueva generación
Acabaron de bajar
Son los ette takke…”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003) 62
60
Sobre la relaciones germinativas entre deidades masculinas asociadas a la lluvia y el firmamento,
por un lado, y deidades femeninas asociadas a la tierra y la fertilidad, por otro, véase Mircea
Eliade, Tratado de historia, pp. 100-107; y Mitos, sueños y misterios, Buenos Aires, Compañía
General Fabril Editora, 1961, pp. 207-209.
61
Anexo A, Mito 2, Versión D.
62
Anexo A, Mito 1.
91
Juan Camilo Niño Vargas
Esa “gente nueva” estaba conformada por los padres de los padres de los
actuales indígenas. Los ette, de esta suerte, no se consideran un pueblo de orígenes
remotos. No establecen ningún tipo de lazos genéticos con las poblaciones que
otrora habitaron el área. Tampoco creen que el material arqueológico hallado en
su territorio tenga relación con su cultura. Nada más odioso para un ette que la
violencia, la belicosidad y la brujería de los antiguos ette chorinda, los “chimila”.
Sobre todas las cosas, ellos son ette takke, “gente nueva”, expresión que, por lo
demás, utilizan ocasionalmente para autodenominarse. Mientras que el etnónimo
ette ennaka, “la verdadera gente”, diferencia a los ette de otros grupos humanos
en un plano sincrónico; ette takke, “la gente nueva”, lo hace en uno diacrónico. La
singularidad que los ette se atribuyen a sí mismos es doble: espacial por un lado,
histórica por otro.
A pesar de partir desde un punto de vista diferente, la historiografía tradicional señala la misma ruptura enfatizada por la mitología indígena. La violencia
ejercida durante el siglo XVIII contra las poblaciones nativas de las Llanuras de
Ariguaní representó la consumación de un largo proceso. El sometimiento de los
grupos que los europeos denominaban “chimilas” coincidió con la destrucción
del universo y el fin de un orden social particular. Simultáneamente, significó la
posibilidad de regenerarse y construir una nueva identidad étnica. En la historia
indígena, la llegada de los ette takke marca el inicio de una nueva era en donde
todo pasado ha sido abolido.
A pesar de que los mitos que explican el origen exacto de los ette takke son
cortos y fragmentarios, en todos ellos se percibe una réplica del acto cosmogónico
fundamental, a saber, la conjunción de una entidad masculina fecundadora con
una entidad femenina fértil. El mito en el cual los actuales ette figuran como
descendientes de un grupo de personas que lograron escapar del desastre universal
resguardándose en un hoyo, deja entrever claramente el tema:
“... Unos pocos ette lograron salvarse
Ellos eran la gente de un kraanti muy sabio
Él casi era como Yaau
Por eso sabían que la Tierra se iba a acabar
Y que el fuego, el agua y el viento iban a destruir todo
Él llamó a su gente
Mandó cavar un profundo hueco en donde pudieran dormir todos
Un hueco como una casa
Allí mandó meter agua para beber y comida para comer...
92
Universo y devenir
... Así pasaron días y años, hasta que el kraanti se dio cuenta que ya podían salir
Ya no había más fuego y agua
Sólo había selva, monte y tierra negra
Era una Tierra nueva, estaba joven y limpia
El mundo era nuevo...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)63
Aunque algo oculto, el simbolismo ginecológico es evidente. La historia no
deja de resaltar las facultades regenerativas de la tierra o, lo que es lo mismo,
de Yunari Kraari. El profundo hoyo funciona como una matriz que, fertilizada
por el fuego y las lluvias de Yaau, es capaz de producir “gente nueva”. Como
un vegetal, o un recién nacido, los sobrevivientes de la catástrofe emergen de la
caverna completamente renovados.64
Otras extendidas narraciones sobre el tema apuntan en una misma dirección.
Siempre, Yunari, en su calidad de divinidad telúrica, tiene una capacidad inagotable
de producir vida; Yaau, en tanto distribuidor de las lluvias, es un fecundador.
“... Primero estaban Yaggasu Gruttari Kraari y Yunari Kraari
En esa época no había gente
Entonces cohabitaron y a los nueve meses tuvieron dos hijos
Tuvieron una mujer y un hombre
Esa mujer y ese hombre eran hermanos
Pero Yaau y Yunari los hicieron casar
Los hijos de ellos volvieron a casarse y así hubo primos
En ese tiempo la gente se casaba entre primos
Por eso decimos que Yaau y Yunari son nuestro padre y nuestra madre...”
(Samuel Granados Ogwerisu Kraanti, Ette Butteriya, octubre de 2003)65
Incluso, las pocas versiones que muestran a Yaau como principal ejecutor de
la creación recalcan que su obra sólo estuvo completa una vez los ette descendieron
y entraron en contacto con la tierra. La doble conjunción de Yaau y Yunari, lluvia
y tierra, sigue estando presente.
63
Anexo A, Mito 2, Versión A. Una historia similar aparece en Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos
y cuentos”, pp. 6-8.
64
Sobre el carácter fértil, maternal y uterino de la tierra y las deidades telúricas, véase Mircea
Eliade, Tratado de historia, pp. 226-234; y Mitos, sueños pp. 187-277.
65
Anexo A, Mito 4, Versión A.
93
Juan Camilo Niño Vargas
“... Yaau es el padre de los ette
Él nació sólo
No tuvo madre ni padre
Al principio tuvo dos hijos
Los tuvo sólo, en pensamiento
Cuando por fin la Tierra pudo bajar a Yunari esos dos hijos cohabitaron
Formaron la primera familia
Los hijos de esa familia se volvieron a casar hasta que se pobló el mundo...”
(Luciano Mora Juurananta, Issa Oristunna, noviembre de 2003)66
El mito de la creación recogido por Gerardo Reichel-Dolmatoff a mediados
del siglo XX puede interpretarse utilizando los principios expuestos.67 En él
una poderosa entidad masculina crea el universo a partir de greda. Aunque tal
motivo parece estar ausente entre los actuales ette, no deja de ser llamativo que
precisamente sea éste el elemento empleado. Reichel-Dolmatoff advierte una
posible influencia cristiana en el tema. Sin descartar por completo esta afirmación,
también puede sostenerse que la aparición de la greda en el proceso creativo está
relacionada con la desaparecida tradición alfarera chimila, por un lado, y, por
otro, con las características generativas que se le atribuyen a la tierra.68 El oficio
del alfarero está emparentado con el del demiurgo puesto que los dos se encargan
de otorgarle forma a lo informe. Para ambos, asimismo, la tierra se presenta como
materia prima: una sustancia que, con el objetivo de imponerle una estructura,
puede ser humedecida y sometida al fuego.69
El proceso regenerativo termina en este punto. Los ette son hombres nuevos
en una Tierra nueva. Las faltas y errores de la humanidad han sido redimidos
por medio de catástrofes y cataclismos. De cualquier manera, con el correr del
tiempo la pureza y lozanía de esta Tierra se irán desvaneciendo paulatinamente
y los seres humanos enfrentarán un nuevo ciclo destructivo. Los actuales ette
consideran que ese momento no está lejos. La violencia política de la región los
66
Anexo A, Mito 4, Versión B.
67
Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, pp. 5 y 17.
68
Sobre la desaparecida tradición alfarera chimila puede consultarse Gerardo Reichel-Dolmatoff,
“Etnografía chimila”, pp. 110-111. El abandono de utensilios de cerámica no es de vieja data. Un
observador reportó el uso de ollas de barro cocido hace algunas décadas. Véase Héctor Osorio
Gallego, “Chimila”, p. 39.
69
Sobre el lugar que ocupa la alfarería y el alfarero en el pensamiento americano véase Claude
Lévi-Strauss, La alfarera, pp. 23-39.
94
Universo y devenir
conduce a pensar que la espalda de Yunari Kraari otra vez se encuentra sucia y
manchada de sangre. En su opinión, los waacha sostienen una cruel guerra que
tarde o temprano encolerizará a Yaau y estimulará el fatídico descenso de los ette
kooronda. Con este suceso los ciclos cósmicos concluirán definitivamente y el
universo entrará en un estado de pasividad (Figura No 4, Esquema E). A diferencia de los de todos sus antecesores, el mundo de los ette koronda será eterno. No
habrá violencia de ninguna clase ni una sexta Tierra que caiga sobre él.
D. El sentido de la historia y la acción humana
La idea de una destrucción parcial del universo no es exclusiva de los ette.
Las catástrofes y los cataclismos también son comunes en la mitología de sus
parientes lingüísticos y sus vecinos geográficos. Entre los grupos de la Sierra
Nevada de Santa Marta los motivos del fin del mundo y el incendio y el diluvio
universal están bien documentados.70 En la historia tradicional de los barí y los
yuko-yukpa también se hallan referencias a una terrible inundación que por
poco acaba con el género humano.71 Lo mismo acontece entre varios grupos
chibchas de la Baja Centroamérica como los guatuso, los cabecar, los bribri y
los bocota.72 En cualquier caso, el tema no pareciera tener la centralidad que
posee para la población indígena del Ariguaní. Para los ette, los cataclismos y las
catástrofes no se restringen a un pasado remoto o a un futuro más o menos lejano.
Tampoco son concebidos como situaciones únicas o anómalas. Ante todo, son
parte del curso normal de la historia. Lejos de estar reservados a la tradición oral,
aparecen, y con bastante frecuencia, en los sueños, en los dibujos de los niños y
en las conversaciones informales de los adultos. Las destrucciones y recreaciones
periódicas del cosmos hacen parte del ritmo fundamental del devenir. Este hecho
tiene importantes consecuencias.
70
Sobre el diluvio y el incendio universal en la Sierra Nevada de Santa Marta véase Konrad Theodor
Preuss, Visita a los indígenas, T. II, pp. 14-16. Algunas anotaciones sobre las creencias relativas
a la proximidad del fin del mundo se encuentran en Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. II,
pp. 81-82.
71
Algunas notas sobre este tema entre los barí pueden consultarse en Ángelo Neglia y Olson Bruce,
Una raza bravía. Estudio socio-antropológico de los indios motilones, Bogotá, Instituto de
Desarrollo de la Comunidad, 1978, p. 328. Sobre este tema en la tradición oral yuko-yukpa véase
Orlando Jaramillo Gómez, “Yuko-Yukpa”, pp. 79-80; “Los yuko-yukpa”, p. 328; y Johannes
Wilbert, Yupa Folktales. Latin American Studies Vol. 24, Los Angeles, University of California,
1974, pp. 7-8, 78 y 99-103.
72
Véase Adolfo Constenla Umaña, Poesía tradicional, pp. 26-27; Laca majifijica, pp. 25, 50-53 y
137-152; y Enrique Margery Peña, Mitología, pp. 25 y 75-108.
95
Juan Camilo Niño Vargas
A la historia le es adjudicado un sentido, una dirección predeterminada que
orienta, o al menos trata de orientar, el curso de los acontecimientos. El devenir está
sometido a un modelo trascendente que, en su nivel más general, se corresponde
con el ciclo total del universo y, en un nivel más inclusivo, con el orden de
sucesión de los eventos que se desarrollan en cada una de las diferentes Tierras.
En el primer caso se constata un trayecto lineal: un universo compuesto por seis
grandes regiones gradual e inevitablemente se transforma en uno de solamente
dos. El segundo, por su parte, es cíclico: haciendo salvedad de la quinta y última,
en cada Tierra se verifican una serie de acontecimientos que se reproducen y
repiten en el tiempo. En las dos situaciones los sucesos no son un despliegue de
arbitrariedades. Antes bien, acusan una estructura coherente y, sobre todo, llevan
a un fin preciso. El universo cambia de estructura a través del tiempo por medio
de ciclos destructivos y regenerativos que comparten patrones similares.
Dentro de esta lógica, el acontecimiento adquiere una particular naturaleza.73
Los grandes eventos históricos difícilmente pueden considerarse arbitrarios.
Su realidad, el hecho de que se concreticen en el tiempo, no depende del valor
que tienen en sí mismos sino, al contrario, de su participación en el modelo
trascendente que dirige el curso del devenir. Este hecho es más acusado si se
tiene en cuenta que la historia se desarrolla de forma semejante cada vez que una
Tierra desciende y destruye a la que precede. A grandes rasgos, los sucesos se
repiten. Su carácter contingente se diluye en las fuerzas que ordenan el curso del
tiempo, percibiéndose como réplicas más o menos fieles de un original. Una y
otra vez, Yaau ha mandado fuego, agua y viento sobre el mundo; una y otra vez la
naturaleza ha vuelto a renacer de las cenizas y el lodo; una y otra vez los hombres
han manchado de sangre la espalda de Yunari Kraari. Los sucesos de importancia
no carecen de determinación y, en esa misma medida, todos son predecibles.
Aunque los seres humanos pueden descubrir este modelo, modificarlo
radicalmente sobrepasa sus capacidades. Muy poco puede hacerse para impedir
las grandes catástrofes universales. El ciclo cósmico, al igual que el climático,
sigue un curso cuya orientación es independiente de la voluntad humana. Ante
semejante situación, hombres y mujeres se afanan por calcular la época en que
viven y prever los sucesos que tendrán que enfrentar. Las narraciones míticas de
tiempos pretéritos se proyectan en el futuro convirtiéndose en conocimientos sobre
el porvenir. De la misma manera en que la aparición de ciertas constelaciones en
73
Sobre la conceptualización cultural del acontecimiento es relevante Mircea Eliade, El mito del
eterno; y Marshall Sahlins, Islas de historia, pp. 9-19 y 105-128.
96
Universo y devenir
el horizonte sirve para determinar el punto en el que se encuentra el ciclo agrario,
algunos fenómenos naturales y sociales anuncian la proximidad o lejanía de un
periodo de destrucción.
La población actual se considera un pueblo de fin de ciclo. Numerosos sueños
experimentados por hombres y mujeres de avanzada edad anuncian los eventos
venideros: muerte, lluvias torrenciales, inundaciones, perdida de cosechas,
hambre, vientos huracanados, eternos eclipses, temblores de tierra e inmensos
incendios. La violencia política de la región, la desaparición del bosque, los
extensos veranos y el paulatino abandono del modo de vida tradicional por parte
de los jóvenes, son para los ette signos que delatan la condición terminal de su
mundo. Saben que pronto Yaau no tolerará esta caótica situación y desencadenará
un nuevo proceso destructivo.74
En cualquier caso, esta modalidad de la experiencia histórica no debe ser
tomada en un sentido demasiado rígido. Tampoco debe suponerse que el fatalismo
sea la actitud predominante que la acompaña. La concepción ette permite hasta
cierta medida, y restringe hasta cierta otra, la intervención humana en el curso
del devenir. Más que un desenvolvimiento mecánico de los acontecimientos en el
tiempo, lo que se constata es una realización discontinua de eventos previamente
fijados. La historia tiene un sentido y un fin precisos, pero la velocidad de los
procesos por los que se concretiza puede ser objeto de manipulación. Si bien la
destrucción del mundo es inminente, este acontecimiento puede ser acelerado o
retardado a través de diferentes medios. La precaria condición que soportan los
ette por el hecho de hallarse en una trayectoria conclusiva del ciclo cósmico, no
los conduce a asumir una postura pesimista ante la vida.
Varios conjuntos de prácticas y representaciones dejan entrever las posibilidades que tienen los seres humanos de prever el futuro e intervenir en el curso
de la historia. Docenas de mitos relatan como, en ciertas ocasiones, algunos héroes pudieron retrasar el descenso de la Tierra de Arriba, congelando a los ette
kooronda en el firmamento o convirtiéndolos en constelaciones. La historia del
origen del Cinturón de Orión toca, precisamente, este tema. Para los indígenas,
esta agrupación de estrellas representa a tres seres de la Tierra de Arriba que trataron de descender a la región intermedia con el fin de precipitar la destrucción
74
Aunque en este sentido la actitud de los ette podría ser calificada como “milenarista”, hasta
la fecha no se tienen informes sobre movimientos mesiánicos. Una introducción a estos dos
conceptos puede encontrarse en Anthony C. Wallace, Religión: An Anthropological View, New
York, Random House, 1966, pp. 158-166. También es relevante Maria Isaura Pereira de Queiroz,
Historia y etnología de los movimientos mesiánicos (1968), México, Siglo XXI, 1978.
97
Juan Camilo Niño Vargas
del mundo. Muchos ette se refieren a su líder como Soowenda Kuura y lo asocian
con el cuerpo central de la constelación.75
“... Hace tiempos tres hombres querían bajar
El más malo de ellos era Soowenda Kuura
Él quería que el mundo se acabara
Quería traer el verano y el fuego
Yaau sabía que esto iba pasar y llamó a su gente
Él le dijo a un cazador que tomara arco y flecha y les apuntara
“No vayas a disparar hasta que yo te diga”
“Aguanta, templa el nervio!”, le decía Yaau al hombre
Y el hombre disparó
La flecha se fue directo a la costilla de Soowenda
Por eso esos tres hombres malos no pudieron seguir bajando
La prueba está en el cielo
Cuando empieza el verano Soowenda se asoma por oriente
Hay está esperando para venir
Cuando baje todo se va acabar...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)76
La aparición del Cinturón de Orión en el firmamento coincide con el
comienzo de la estación seca. Los personajes que aparecen en el cielo anuncian
el inicio del verano. Al Cinturón de Orión es fácil asociarlo con la sed y el calor
y, en un nivel más general, con el inicio de un nuevo ciclo destructivo. En el mito
este último acontecimiento se trunca abruptamente por obra de un ser humano
que siguió los consejos de Yaau. Como puede observarse, la labor del héroe tiene
un efecto directo dentro del desarrollo de los acontecimientos. Si bien, su alcance
no consiguió franquear los límites que impone el modelo trascendente que rige el
curso del devenir y, por eso, su victoria se redujo a aplazar el período destructivo,
sí contiene un coeficiente de irreversibilidad. La posibilidad de que la Tierra del
Medio desapareciera en un determinado momento pudo ser retardada gracias a la
intervención humana.
75
Hay que anotar que algunos ette agrupan bajo el nombre de Sowenda los tres cuerpos que
conforman el Cinturón de Orión. Tal y como ocurre en otros grupos de América las concepciones
sobre este tema son complejas y el presente estudio solo las trata muy superficialmente. Sobre
el papel de las constelaciones en América indígena puede consultarse Claude Lévi-Strauss,
Mitológicas I, pp. 214-244. También son relevantes los ensayos compilados en Jorge Arias de
Greiff y Elizabeth Reichel-Dolmatoff, Etnoastronomías americanas.
76
Anexo A, Mito 10, Versión A. También consúltese Versión B.
98
Universo y devenir
La acción arquetípica del mítico arquero es imitada en la vida diaria por
los ancianos y los especialistas religiosos del grupo. Cada vez que los niveles
de violencia aumentan, las lluvias se retardan o el verano se torna demasiado
intenso, esto es, cada vez que aparecen signos de descomposición en el mundo,
los ette despliegan una vasta gama de recursos orientados a recordarle a Yaau que
ellos, sus hijos, aún son muy jóvenes para desaparecer.
La dinámica de las acciones cambia en función del síntoma que se presente.
Un temblor de tierra demanda la celebración de una reunión en una vivienda
construida siguiendo los parámetros tradicionales. Los hombres de mayor
edad abrazan con sus manos cada uno de los postes que sostienen el techo y
oran para que los pilares del universo se mantengan firmes, impidiendo que
el firmamento se desplome. El ambiente ritual en el cual la labor se desarrolla
permite identificar las vigas de madera de la casa con las inmensas columnas
cósmicas. Ante una prolongada sequía, de otro lado, los esfuerzos de los ette se
centran en la organización de fiestas en las que se les ofrezca a las deidades una
cantidad considerable de bebidas fermentadas. La aceptación del liquido por parte
de ellas se verá reflejada en el mundo de los hombres en forma de tormentas y
precipitaciones. Si, por fin, se trata de estallidos de violencia, la atención recaerá
en la recitación de extensas plegarias y ensalmos. Este ejercicio tiene por objetivo
disuadir a los jóvenes de entrar a formar parte del ciclo de agresiones y, así,
impedir que el suelo se manche de sangre derramada por indígenas.
En todos estos casos, el objetivo no radica en cambiar la historia sino, más
bien, en retrasar su desarrollo. Los indígenas son conscientes de que el fin de la
Tierra del Medio es un evento inevitable pero que, por ser predecible, es susceptible
de prorrogarse. Los ette tienen la enorme responsabilidad de retrasar, hasta donde
sea posible, la destrucción del mundo. Cuando sus labores cesen, esto es, cuando
el último de los ette haya desaparecido u olvidado su tradición, entonces no habrá
nadie que prevea la gran catástrofe y, consecuentemente, nadie que impida que los
pilares cósmicos cedan y la quinta Tierra se desplome.77
La acción humana, en suma, es eficaz pero tiene un rango de acción limitado
sobre el curso del devenir. La idea de un futuro indeterminado, de un porvenir que
los hombres pueden moldear a su antojo, es ajena al pensamiento ette. El indígena
no pretende dominar radicalmente el acontecer histórico sino, más bien, prever
su curso, adaptarse a él y, de llegar a ser necesario, entorpecerlo y obstaculizarlo.
La concepción ette de la historia, de esta suerte, pareciera ser mucho más flexible
77
Una concepción similar se encuentra entre los u’wa. Cada clan u’wa es visto como uno de los
postes míticos que sostiene el universo. Véase Ann Osborn, Las cuatro estaciones, p. 61.
99
Juan Camilo Niño Vargas
que aquella con la que tradicionalmente se ha caracterizando el pensamiento de
otros pueblos en donde el devenir está sometido a ciclos periódicos de destrucción
y al hombre no le pertenece su destino.78
Ahora bien, esta modalidad de la experiencia histórica, un poco estrecha respecto a la potencialidad de la acción humana si se le observa desde la perspectiva
de Occidente, puede resultar más comprensible si se sitúa en el debido contexto.
Las concepciones ette sobre el porvenir no se encuentran desligadas de las condiciones sociales y materiales que el grupo ha tenido que soportar durante los últimos
tres siglos. En muchos sentidos, a los ette les ha sido escamoteado su futuro. Fueron
despojados de sus tierras mediante métodos violentos y opresivos. Simultáneamente, se vieron forzados a acomodarse a las reglas de juego de una sociedad extraña,
reteniendo tan sólo una parte del control sobre los medios necesarios para su propia
reproducción material. Difícilmente, entonces, pueden considerar que el futuro sea
un campo que los hombres determinan a su antojo. Tal y como lo ha sostenido Pierre Bourdieu en otro contexto, para que un pueblo aspire a dominar el futuro por lo
menos tiene que tener un mínimo control sobre su presente.79 Es esta posibilidad,
precisamente, la que continua y sistemáticamente le ha sido negada a los ette.
Resumiendo, entre los ette, como entre cualquier otro grupo humano, la forma
en la que se organiza el cosmos y se ordena la sucesión de los acontecimientos
está culturalmente pautada. Ambas ordenaciones, a su vez, condicionan las
modalidades de conciencia y de acción que pueden adoptar los miembros del
grupo. Mientras que ciertas prácticas e ideas adquieren valor y significado, otras
se excluyen o son observadas con sospecha.
El tipo de experiencia espaciotemporal que los ette comparten presenta
diferencias y similitudes significativas con los que han sido reportados en otras
sociedades del norte de Colombia, Mesoamérica, la Baja Centroamérica y el
78
Para Jacques Soustelle, por ejemplo, el hombre mesoamericano “está dominado por el sistema de
los destinos, no le pertenece ni su vida terrestre ni su supervivencia en el más allá, y su existencia
sobre la tierra está sobredeterminada en todas sus fases”. Jacques Soustelle, La vida cotidiana, p.
123. Análogamente, para Tzvetan Todorov en la sociedad mesoamericana “el mundo se plantea
de entrada como algo sobredeterminado” en donde “el individuo no construye su porvenir”.
Tzvetan Todorov, La conquista, pp. 72 y 75. Por fin, Federico Peterson ha sostenido que los
antiguos mesoamericanos “estaban libres de la noción de progresión” pues consideraban que “los
acontecimientos se sucedían y volvían a suceder perpetuamente” en una suerte de “fatalismo
divino”. Federico Peterson, México antiguo, p. 213. Queda por examinar en qué medida la
concepción ette de la historia puede aclarar el papel de la acción humana en otras sociedades.
79
Pierre Bourdieu, “The Attitude of the Algerian Peasant toward Time”, Julian Pitt-Rivers (ed.),
Mediterranean Countrymen. Essays in the Social Anthropology of the Mediterranean, Paris,
Mouton, 1963, pp. 55-72, pp. 70-71.
100
Universo y devenir
noroeste amazónico. Para los indígenas la totalidad de lo existente se distribuye
en estratos cuya cantidad disminuye por efecto de un número finito y limitado
de ciclos de destrucción y regeneración. La concepción ette pareciera ser una
amalgama de las orientaciones que se inclinan a asignarle al tiempo un sentido
puramente circular y aquellas otras que hacen que los acontecimientos se
desenvuelvan con una relativa libertad entre dos finitos atemporales. En ese
sentido, su pensamiento parece haber conjugado armoniosamente reflexiones
sobre hechos irreversibles como la muerte y la descomposición, por un lado, y,
por el otro, fenómenos iterables como el ciclo climático y el agricultor. Por lo
demás, son justamente estas reflexiones sobre procesos terrenales las que hacen
que el modelo del devenir sea lógico, real e, incluso, tangible.
El hecho de que la historia tenga un sentido preciso, un principio y un fin
determinados y una lógica particular no anula, empero, la importancia de la acción
humana. Aunque el futuro no se concibe como un campo abierto de posibilidades,
el ritmo en el que se desenvuelven los acontecimientos sí se considera un proceso
susceptible de manipulación. La destrucción del mundo es irremediable pero que
éste sea un evento próximo o lejano es una cuestión que, en buena parte, está
en poder de los humanos. La actitud de los ette frente la historia es, entonces,
de activa intervención. Ancianos, líderes y especialistas religiosos presentan una
marcada preocupación por garantizar la continuidad de su pueblo y de la vida.
Como se expondrá en los capítulos siguientes, gran parte de los métodos
interpretativos y adivinatorios que los ette practican están fundamentados
sobre la base de este modo cultural de experiencia espaciotemporal. Puesto que
el tiempo retorna periódicamente, los eventos históricos se tornan predecibles.
Circunstancias pasadas empiezan a aparecer como prefiguraciones del futuro.
Ningún suceso es totalmente nuevo, ninguna transformación es completamente
inesperada. En un mundo semejante, las prácticas mánticas no sólo son válidas y
significativas sino, además, enteramente necesarias. Conocer el mundo equivale
a interpretar sus signos, a encontrarle a cada acontecimiento el lugar que ocupa
dentro del gran proceso universal que marca el ritmo del devenir.
101
Capítulo iii
Realidad y perspectiva
El problema de la creencia, siguiendo a Mary Douglas, radica en cómo ser creída.
Su solución, lejos de encontrarse en el análisis de la conducta individual o las
opiniones personales, reside en el examen de la forma en que el mundo ha sido
socialmente construido. Comprender una sociedad diferente a la nuestra, entender
por qué algunas personas piensan y actúan de una manera aparentemente extraña,
implica, en un primer lugar, penetrar en los supuestos culturales compartidos. Que
los ette consideren que los sueños son interpretables y que le otorguen un lugar
privilegiado a su desciframiento dentro de la vida diaria, es un hecho que reposa
en las concepciones compartidas sobre la forma y funcionamiento del universo.
Orientado por tal planteamiento el capítulo precedente sugirió que el
ritmo temporal que los ette le otorgan al devenir podría fundamentar y alentar
las prácticas mánticas. En lo que sigue se empezará a complementar esta idea
arguyendo que el hecho de que se considere que los sueños deben ser interpretados
se apoya en un complejo conjunto de ideas sobre la forma en la cual se experimenta
y se percibe lo existente. Siempre relativo y nunca absoluto, el universo ette se
encuentra fragmentado por las numerosas perspectivas desde las cuales puede
ser percibido. Los seres humanos, las especies zoológicas y las grandes deidades
aprehenden lo existente desde puntos de vista que no coinciden entre sí, y sin
embargo, no dejan de estar estrechamente relacionados. Como podrá verse en
detalle en los capítulos siguientes, la forma en que los individuos experimentan el
mundo mientras duermen constituye un caso especial de semejante concepción. La
interpretación onírica, al igual que otras clases de interpretación practicadas por
los ette, intenta hacer corresponder las diferentes perspectivas y, en esa medida,
el oficio del intérprete es el de relacionar uno y otro nivel de aprehensión de lo
real. Los sueños son interpretables puesto que el universo mismo es susceptible
de recibir múltiples interpretaciones.
Mary Douglas, Implicit Meanings, p. ix.
Mary Douglas, Implicit Meanings, p. viii.
Juan Camilo Niño Vargas
La presentación de este complejo conjunto de nociones ontológicas se
realizará por partes. A través del examen de algunas ideas zoológicas nativas,
la primera sección del capítulo introducirá al lector en uno de los rasgos más
sobresalientes que el universo ette comparte con otras cosmologías amerindias
y que hace que la realidad pueda ser aprehendida desde diferentes perspectivas.
Para los ette, cada entidad animada no sólo participa de una forma de vida
humana sino, también, observa su entorno y se percibe a sí misma tal y como lo
haría si efectivamente fuera humana. Pero esta humanidad es, ante todo, relativa.
Lo que cualquier clase de ser experimenta sólo coincide en un nivel formal con
lo que experimentan otros seres en ese mismo momento. Las perspectivas varían.
De esta suerte, se postula la existencia de un esquema básico de existencia y
percepción que se rige por estándares humanos y, simultáneamente, la presencia
de diferentes posiciones para ejercerlo.
En la segunda parte, se aclarará esta serie de ideas mediante el estudio de
dos extensos mitos en los que jóvenes humanos son adoptados por animales
de la selva. Las experiencias a las que son sometidos sus protagonistas ponen
en entredicho la uniformidad de la realidad y la neutralidad de las funciones
perceptivas. Sus aventuras, por lo demás, resaltan la existencia de múltiples puntos
de vista para experimentar y percibir el mundo. Para finalizar, en el tercer y último
acápite, se pasará del plano mitológico al lingüístico. El análisis de los deícticos
espaciales de la lengua ette brindará un nivel de comprensión mucho más sólido
sobre las relaciones que mantienen los diferentes niveles desde los cuales puede
aprehenderse la realidad. Paralelamente, permitirá empezar a esbozar algunas
características de la experiencia del sueño y la interpretación onírica.
A. El universo como gran sociedad de sociedades
Sobre la base de la definición clásica del animismo, y bajo el término “perspectivismo”, algunos autores han agrupado un conjunto de características compartidas por muchas cosmologías amerindias en donde la apariencia de lo existente
depende de la perspectiva del observador. Dentro de algunos sistemas de pensa-
Véase Kaj Århem, “Ecosofía Makuna”, François Correa (ed.), La selva humanizada. Ecología
alternativa en el trópico húmedo colombiano, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología,
1993, pp. 109-126, pp. 119-126; Eduardo Viveiros de Castro, “Cosmological Deixis”; y Tania
Stolze Lima, “O dois e su múltiplo. Reflexões sobre o perspectivismo em una cosmologia Tupi”,
Mana No. 2, 1996, pp. 21-47. Sobre el animismo es relevante el estudio clásico de Edward Burnett
Tylor, Religión in Primitive. Entre los numerosos estudios modernos sobre la materia pueden
verse Nurit Bird-David, “Animism Revised”, Current Anthropology No. 40, 1999, pp. 86-89; y
104
Realidad y perspectiva
miento americano el universo entero se organiza sobre las mismas relaciones que
estructuran la vida social de los hombres. Los astros, los fenómenos atmosféricos, ciertas enfermedades y diversas especies de plantas y animales se entienden
como agrupaciones que replican el orden de la sociedad humana. Toda especie
zoológica, por ejemplo, participa de un lenguaje, celebra ritos y desarrolla ciertas actividades económicas. Lejos de ser fortuita, esta organización se encuentra
determinada por la posesión de una esencia espiritual idéntica. La disparidad de
los cuerpos de hombres y animales encubre una unidad interior. Unos y otros lucen diferentes pero comparten una misma condición. Sin importar el aspecto que
puedan ofrecer, todos son, desde su propio punto de vista, “personas”, “gente”,
y, en esa calidad, perciben el mundo que les rodea de la misma forma en que los
humanos perciben el suyo. El universo sufre un proceso de humanización que,
antes que homogenizarlo, lo fragmenta en tantas partes como seres animados
sean concebidos. Un hombre aparece ante los ojos de un zaino en la forma de un
jaguar puesto que el jaguar es el predador de los hombres y los hombres son los
del zaino; a su vez, un hombre aparece ante los ojos de un jaguar en la forma de un
zaino puesto que los zainos son la presa de los hombres y los hombres son la de los
jaguares. La divergencia entre las diferentes formas de observar el mundo resulta
de la variedad de las especies. Tan sólo los individuos instruidos en la práctica
chamanística logran trascender su propia condición para empezar a observar la
realidad desde otras perspectivas.
Los aspectos centrales de este conjunto de ideas pueden detectarse entre los
ette. En algunos de los mitos recogidos a mediados del siglo XX se encuentran
numerosas afirmaciones que resaltan la humanidad de cuerpos celestes y animales.
Con algunas diferencias significativas, estos temas presentan una continuidad
entre la población actual. La drástica disminución de la fauna y flora nativa que
trajo la expansión de la frontera de colonización sobre su territorio, no condujo al
Philippe Descola, “Par-delà la nature”, pp. 96-99. Interesantes ideas relacionadas con estos dos
temas se encuentran en Claude Lévi-Strauss, La alfarera, pp 111-113.
Existen abundantes investigaciones que han tratado con alguna profundidad este tema en
sociedades americanas. Algunos de los más interesantes trabajos desarrollados en territorio
colombiano se encuentran compilados en François Correa (ed.), La selva humanizada. Un estudio
clásico que trata varios puntos al respecto es Gerardo Reichel-Dolmatoff, Chamanes de la selva,
pp. 23-75. Algunas notas de interés sobre este mismo problema en grupos de la Sierra Nevada
de Santa Marta se encuentran en Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. I, pp. 223 y 241-242.
Para los u’wa, otro grupo chibcha de los Andes orientales colombianos, también existe alguna
información sobre la materia. Véase Ann Osborn, “Comer y ser comido. Los animales en la
tradición oral u’wa”, Boletín del Museo del Oro No. 26, Bogotá, Banco de la República, Bogotá,
1990, pp. 13-41, pp. 25, 30 y 40.
Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, pp. 5-6, 13-14 y 16-17.
105
Juan Camilo Niño Vargas
grupo a transformar radicalmente sus concepciones cosmológicas. Aunque temas
como la atribución de almas a los animales, la metamorfosis chamanística o el
establecimiento de relaciones directas con las especies naturales no parecen gozar
de tanta importancia en la actualidad, y están reservados a un pasado mítico e
histórico, los ette siguen proyectando su condición social sobre inmensas parcelas
del mundo natural.
Dentro del pensamiento ette el firmamento es un gran espacio poblado por
seres animados. Mientras que el sol es concebido como un varón que diariamente
recorre la bóveda celeste y sólo se detiene a descansar a medio día en la casa de
su hermana Luna, se cree que Trueno es un poderoso ser cuyos súbditos se esconden en el interior de los cerros. De igual forma, los animales son “gente” (ette) y,
esto, en un doble sentido. Por un lado, la historia mítica narra cómo las especies
zoológicas y, en especial, aquellas que se consideran presas de caza, descienden
de seres humanos transformados en bestias; por otro, se asegura que la mayoría
de animales “son como gente” y, en esa medida, pertenecen a sociedades similares a la humana. Se cree que las dantas se reúnen periódicamente para celebrar
fiestas y embriagarse; que las marimondas negras padecen enfermedades y saben
curarlas; que por medio de sus cantos y movimientos las guacamayas hablan una
lengua secreta; incluso, que algunos animales específicos como el jaguar o el rey
de los gallinazos son los jefes de especies enteras como los tigrillos y las aves
carroñeras.
Estas dos formas de humanizar la fauna no son excluyentes y, antes bien,
se complementan mutuamente. Muchos animales se comportan como personas
puesto que, efectivamente, alguna vez fueron personas. Los hombres y mujeres
Véase Anexo A, Mito 7. En los mitos y relatos recogidos por Reichel-Dolmatoff los astros también
son humanizados. El sol y la luna aparecen como una pareja de hermanos con personalidades
distintas que terminan por ahogarse en una gran inundación. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff,
“Mitos y cuentos”, pp. 5-6.
Véase Anexo A, Mito 5. Algunas ideas similares se encuentran en “El morrocoyo”, mito trascrito
por Reichel-Dolmatoff. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, p. 17. La teoría,
contraria al evolucionismo de Occidente, que hace descender a los animales del hombre no
es exclusiva de los ette. En el nordeste indígena colombiano también puede encontrarse entre
los barí y los yuko-yukpa. Véase Ángelo Neglia y Olson Bruce, Una raza bravía, pp. 82-83; y
Johannes Wilbert, Yupa Folktales, pp. 7, 122 y 143.
Este es un tema bien presente en algunos de los mitos recogidos por Reichel-Domatoff a mediados
del siglo XX. De especial interés son “Los animales hablan”, “Los monos” y “El morrocoyo”.
Véase Gerardo Reichel-Domatoff, “Mitos y cuentos”, pp. 13-14 y 16-17. Dos de los relatos que se
anexan a la presente investigación también son relevantes. Véase Anexo A, Mito 8 y 9.
La identidad zoológica y los nombres en lengua ette de estos animales y, en general, de todos los
que aparecen mencionados en el capítulo pueden consultarse en el Anexo D.
106
Realidad y perspectiva
que se transformaron en ellos les legaron las características por las cuales hoy
pueden reconocerse y diferenciarse. Gran cantidad de mitos y relatos explican
la apariencia física y el comportamiento de las especies animales apoyándose
en la conducta e idiosincrasia del ser humano del cual supuestamente provienen.
La humanidad de los animales no es un rasgo adquirido sino heredado. Hombres
y animales comparten una condición social primigenia y original. En franca
oposición a la teoría de la evolución occidental, para los ette no es la cultura la
que se deriva de la naturaleza sino la naturaleza de la cultura.
“... El fuego, el agua y el viento habían destruido todo lo que antes existía
El mundo de antes estaba lleno de guerra y Yaau destruyó todo
Destruyó montañas, ríos, caños, piedras, casas, pueblos, animales
Los nuevos ette habían guardado unas semillas
Cultivaban sus rozas con mucha yuca, maíz y plátano
Pero no tenían nada de carne de monte
Los animales no existían, se habían acabado
Yaau quería que sus hijos tuvieran carne para comer
Por eso creó a los animales
Cogió a algunos ette y les echó mascada de tabaco
En ese tiempo no eran animales sino personas
Hacían todo lo que hacen las personas
Tenían rozas, cultivaban, dormían en hamaca
Pero Yaau los transformó en animales
A los ette los transformó en los animales de la selva
Los transformó en la carne de monte
Transformó a Ñeque, a Guartinaja, a Zaíno, a Morrocoyo y a todos
Ñeque era una anciana que pateaba y por eso ñeque patea hoy
Morrocoyo era un hombre que dormía debajo de los árboles
Por eso cuando uno busca morrocoyo busca cerca de las raíces
Después cogió a algunos waacha y les echó mascada de tabaco
Los convirtió en los animales de waacha
Por eso hay vaca, cerdo, chivo, gallina y perro
Los waacha eran más
Por eso hay muchos animales waacha ahora...”
(Rafael Mendinueta Diitu, Ette Butteriya, octubre de 2003) 10
10
Anexo A, Mito 5. Puesto que no es el principal tema de interés de la investigación, no se anexan
a la presente investigación una gran cantidad de relatos que narran detalladamente cómo ciertos
107
Juan Camilo Niño Vargas
Puesto que la cultura deviene en naturaleza, las habilidades socialmente
adquiridas de un individuo aparecen en sus descendientes no humanos en forma de
atributos físicos y corporales. Siguiendo esta lógica se sostiene que, por ejemplo,
los armadillos tienen una pequeña cabeza cilíndrica puesto que descienden de una
joven que no despegaba de sus labios los diminutos silbatos cilíndricos con que
los ette animan sus reuniones.11 Igualmente, la cola y las pálidas franjas dorsales
del oso hormiguero son vistas como un vestigio de los cargadores de niños y los
mantones de algodón que le gustaba lucir a la mujer que alguna vez fue.12
Las clases de vínculos que el pensamiento ette establece entre animales y
seres humanos no se limitan a trazar una relación genética entre una persona
específica y una especie zoológica particular. Si bien, la mayoría de mitos
cuentan cómo un sólo ser humano se convirtió en el primer ejemplar de toda
una categoría animal, también existen otros que relacionan por entero grupos
sociales con especies animales.13 En este caso son las costumbres y los hábitos
de la sociedad en conjunto, y no los de los individuos aislados que la conforman,
los que se transmiten a sus descendientes. En ciertos relatos, por ejemplo, se
muestra a los antecesores de los zainos como una tribu de hombres corpulentos
y voluminosos cuyo belicoso líder los condujo a vivir en un permanente estado
de guerra contra sus vecinos. Cualquier ette que se atreviera a cruzárseles en su
camino lo hacía a riesgo de ser embestido y, en el peor de los casos, asesinado.
Esta serie de atropellos fueron el principal motivo para que Yaau los sometiera
por medio de su transformación en presas de caza. Con todo, y a pesar de que
dejaron de ser una amenaza, el violento comportamiento que los caracterizaba
individuos se transformaron en el primer ejemplar de una determinada especie zoológica. Su
existencia, sin embargo, debe ser recalcada.
11
El tipo de silbatos a los que esta explicación se refiere son básicamente los mismos que documentó
Reichel-Dolmatoff en 1946. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, p. 131. Una
representación de un silbato que no ha perdido actualidad se encuentra en ese mismo artículo Fig.
11, dibujo g.
12
El cargador de niños que se menciona en esta historia se encuentra fuera de uso en la actualidad.
Según algunas descripciones parecía tratarse de una gruesa faja de algodón que las mujeres se
terciaban en el pecho con el fin de transportar a los recién nacidos. Pocas referencias sobre esta
prenda se encuentran en la literatura etnográfica sobre los ette. Algunas cortas notas aparecen en
Gustaf Bolinder, “Los últimos indígenas”, p. 24; y Marianne Cardale-Schrimpff, Techniques of
Hand-Weaving, p. 168.
13
Existe una abundante bibliografía antropológica que se ha interesado en las relaciones que se
establecen a un nivel ideológico entre los órdenes de la naturaleza y la cultura. Sobre los vínculos
que unen especies e individuos animales, por un lado, y grupos sociales y personas, por otro,
véase Claude Lévi-Strauss, El totemismo en la actualidad (1962), Bogotá, Fondo de Cultura
Económica, 1997; y El pensamiento salvaje, pp. 60-233. Un interesante estudio adelantado sobre
este tema es Gerardo Reichel-Dolmatoff, Chamanes de la selva, pp. 77-108.
108
Realidad y perspectiva
jamás pudo ser erradicado por completo y aún hoy día lo exhiben cada vez que
se sienten acechados por cazadores o excursionistas. De este modo, los zainos
siguen poseyendo ciertos rasgos de la sociedad que otrora fueron. En su forma
animal continúan siendo gregarios, agresivos y belicosos.14 Algo similar ocurre
con los gallinazos y el ganado que, respectivamente, son considerados en su forma
primitiva como grupos de ette y waacha.
Si bien, la concepción que hace descender a los animales de los hombres
es aplicada por los ette a la mayoría de las especies, las explicaciones que
detallan su transformación son relativamente escasas. De acuerdo con los
informes que pudieron recogerse, a continuación se presenta una tabla que
relaciona varias categorías animales con algunas de las características de sus
primeros representantes humanos (Tabla No. 1). No puede descartarse que sus
dimensiones aumenten y los cuadros vacíos se completen con la ayuda de futuras
investigaciones. Puesto que en varios casos existen dos o más versiones diferentes
sobre el origen de un mismo animal se consignaron los aspectos contradictorios
separados por un palote (/). Las identificaciones zoológicas y la trascripción de su
nombre en ette taara pueden encontrarse en los Anexos (Anexo D).
Tabla Nº 1
Primeros ejemplares de las especies animales
14
Especie
Origen étnico
Sexo y número
Características distintivas
Ardilla
Ette
Hombre
Ladrón
Armadillo
Ette
Mujer / Pareja
Flautista / hilador
Bujío
Ette
Hombre / Pareja
Llorón, perezoso
Carrao
Ette
Hombre
Llorón, perezoso, suicida
Cerdo
Waacha
Grupo
-
Chivo
Waacha
Grupo
Numerosos
Danta
Ette
-
-
Gallinazo
Ette
Grupo
Gobernados por Rey
Gallinazo
Las observaciones de los mitos ette coinciden con la de biólogos y etólogos. Los zainos (Tayassu
tajacu) son animales gregarios que pueden descargar su agresividad sobre especies animales
amenazantes. Véase Louise Emmons, Neotropical Rainforest, pp. 158-160; y Félix Rodríguez de
la Fuente (red.) y Jesús Mosterín (dir. ed.), Sudamérica (Región neotropical). Enciclopedia Salvat
de la fauna 11 vols., Pamplona, Salvat, 1970, T. VIII, pp. 153-155.
109
Juan Camilo Niño Vargas
Especie
Origen étnico
Sexo y número
Características distintivas
Ganado
Waacha
Grupo
Agresivo y gobernado
por Toro
Gato
Waacha
-
-
Guartinaja
Ette
Hombre
Primo de Ardilla
Tigrillo
Ette
Grupo
Gobernados por Jaguar
Lechuza
Ette
Mujer
Insomne y trabajadora
Marimonda
Ette
Grupo
Belicosos, raptores
de mujeres
Morrocoyo
Ette
Hombre / Pareja
Vampiro
Ñeque
Ette
Mujer
Caníbal, mentirosa
Oso
hormiguero
Ette
Mujer
Porta cargador y mantón
Pavo
Waacha
Hombre
Valiente
Perro
Waacha
-
-
Sapo
Ette
Mujer
Donadora del fuego
Tingua
Ette
Hombre
Llorón
Zaíno
Ette
Hombre / Grupo
Gregario, agresivo y belicoso
Zorro
Ette
Hombre
Ladrón de maíz y perezoso
Tomadas en conjunto, lo que estas ideas zoológicas delatan es que la
separación de la cultura y la naturaleza que establece el pensamiento ette no
puede entenderse bajo el esquema dual occidental que aísla tajantemente a los dos
dominios. El mismo concepto de naturaleza, tal y como lo entiende Occidente, es
difuso y no se encuentran en la lengua expresiones con las que se pueda traducir
satisfactoriamente.
Para estos fines, la definición de “animal” parece ocasionar menos problemas.
Desde cierto punto de vista, los ette poseen dos grandes categorías para clasificar
la fauna. Un animal o bien puede ser kiirikragga o bien, kiiri. La primera voz está
pluralizada, frecuentemente se traduce con la expresión castellana “animales” y
dentro de ella se incluyen la mayoría de aves, las presas de caza y los animales
domésticos de origen europeo. Por su parte, la expresión kiiri se traduce como
“fiera” y en ella se incluyen especies consideradas peligrosas para los seres
humanos tales y como son los ofidios y los jaguares. Aunque los hombres, ette, se
oponen por igual a “fieras” y “animales”, en la mayoría de los casos, y en especial
en aquellos que cuentan con un respaldo mitológico, a todos suele atribuírseles
una común humanidad.
110
Realidad y perspectiva
Humanidad y animalidad nunca llegan a constituirse como condiciones
excluyentes. Cierto tipo de conducta les valió a algunos individuos y grupos
humanos ser transformados en animales. Su inclusión en el orden natural no
significó, sin embargo, la pérdida total de su personalidad social. Por los vínculos
genéticos que los mitos resaltan, estos individuos reproducen una forma de
existencia en la que se incluyen los hábitos, las costumbres y el modo de entender
y percibir el universo que caracterizaron a sus antepasados humanos. Separados
en el presente por su corporalidad, hombres y animales continúan compartiendo
una común y primigenia condición social. Cualquier animal se ve a sí mismo
como humano; a su madriguera la observa como una casa; a su alimento silvestre
y crudo lo percibe como alimento cocido y preparado; y a sus predadores los
advierte como a los predadores de los seres humanos. El universo está socializado
y llega a concebirse como una inmensa sociedad de sociedades.
Nada de esto supone que las diferencias entre especies desaparezcan en una
suerte de panhumanismo. Lejos de ser absoluta, la humanidad que un sujeto se
atribuye a sí mismo y a sus semejantes es relativa. Cada especie se concibe a sí
misma como humana y considera a las otras como animales. La distinción entre el
orden humano y el orden animal varía en función del punto de vista del observador. Ette, kiiri y kiirikragga son posiciones cambiantes. La primitiva indiferenciación de las especies que tuvo lugar en tiempos míticos, y la subsiguiente transformación de ciertos grupos e individuos en animales, trajo como consecuencia que
la condición y el punto de vista de los hombres se distribuyera entre la infinidad
de las especies.
Si bien presenta ciertas limitaciones, y no siempre se acomoda a las peculiaridades del complejo conjunto de nociones ette, el término perspectivismo no deja
de ser de gran utilidad.15 De ahora en adelante se utilizará para referirse a la concepción cosmológica que postula la continuidad de un modo cultural de actuar y
percibir y, simultáneamente, la discontinuidad de sujetos actores y perceptores.
15
Es interesante anotar cómo algunos destacados estudiosos del tema no se han sentido completamente conformes con la expresión “perspectiva” cuando se emplea para describir este complicado conjunto de nociones. Véase Kaj Århem, “Ecosofía Makuna”, p. 123. En su sentido original el
término “perspectivismo” tampoco coincide plenamente con el conjunto de nociones reportadas
en grupos americanos. La expresión proviene de la filosofía. En un principio fue introducida por
T. Teichmüller con el fin de designar la tesis según la cual distintos puntos de vista pueden ofrecer una misma y única perspectiva de la realidad. Dirigiéndose por parámetros similares, Ortega
y Gasset lo utilizó en su teoría epistemológica que intentaba coordinar la relatividad de todos los
puntos de vista parciales con la unidad de una verdad total. Ninguno de los dos sentidos puede
ser aplicado a la materia que aquí se intenta exponer sin distorsionar en alguna medida su verdadera naturaleza. Véase Johannes Hirschberger, Historia de la filosofía (1963) 2 vols., Barcelona,
Herder, 1997, T. II, pp. 510-512.
111
Juan Camilo Niño Vargas
En primera instancia, postula la existencia de una forma básica de percepción
y organización social que se rige por patrones humanos. En segunda instancia,
afirma que ésta viene a ejercerse desde múltiples posiciones, a saber, las que ocupan los diferentes seres animados. La realidad se experimenta y percibe a través
de un mismo esquema pero desde diferentes perspectivas y modos de existencia.
Mientras que a un nivel formal las perspectivas convergen, a un nivel concreto lo
que se constata es la divergencia.16
B. Multiplicidad de perspectivas: dos ejemplos mitológicos
Dos complejas narraciones míticas ilustran con profundidad el conjunto de
nociones anteriormente expuesto. Ambas comparten una forma y un contenido
común que la presente investigación sólo podrá abordar parcialmente. En tanto
expresiones formalizadas del pensamiento ette, una de las principales ideas que
algunos de sus apartes tienden a resaltar es que el modo de existencia y percepción
humano coincide a un nivel formal, pero difiere a un nivel concreto, del de otras
entidades animadas. La manera en que las historias exponen semejante concepción
es relativamente sencilla. Por diversas circunstancias sus protagonistas son
separados de sus padres desde muy corta edad para ser educados por animales
y seres sobrenaturales en regiones apartadas del hábitat humano. Su condición
de extranjeros no sólo se manifiesta en una apariencia física distinta; también
muestran una repetida falta de comprensión de las costumbres locales que se
traduce en frecuentes problemas de comunicación con sus tutores. Básicamente,
su alteridad consiste en que su forma de experimentar y contemplar el universo
no converge con la de sus familiares putativos. Con su adopción por parte de
sociedades no humanas, la aparente uniformidad de la realidad se fracciona y la
unidad y neutralidad de las funciones perceptivas se pone en tela de juicio.17
16
Estudiosos como Eduardo Viveiros de Castro han insistido en la importancia de la corporalidad
en la definición de perspectivismo. Afirman que lo que une a los seres animados es un tipo de
esencia espiritual y lo que los diferencia es una apariencia corporal que, en muchas ocasiones, se
piensa como un “envoltorio” o “disfraz”. De tal forma, la multiplicidad de perspectivas estaría en
directa relación con la multiplicidad de cuerpos. En suma, “el punto de vista está en el cuerpo”.
Eduardo Viveiros de Castro, “Cosmological Deixis”, p. 478. Estas ideas no coinciden con todas
las particularidades del caso ette. Entre los ette el tema del disfraz no está tan extendido como en
otras sociedades y, como se verá en el caso de los sueños, es posible participar de puntos de vista
sin necesidad de un soporte material como el cuerpo.
17
Los mitos son demasiado extensos para reproducirlos por completo en el capítulo. Teniendo en
cuenta su relevancia, una trascripción de ellos se encuentra en el Anexo A, Mito 8 y 9.
112
Realidad y perspectiva
1. La joven, las marimondas y la fragmentación del universo
Esta historia pudo recogerse de forma independiente en Ette Butteriya y
Narakajmanta. La versión más extensa y compleja se analizará a continuación.18
En su totalidad gira alrededor de las aventuras que le ocurren a una joven mujer.
Cuenta cómo, siendo muy pequeña, un grupo de marimondas aprovecha la
ausencia de sus padres para saquear su casa y violar y asesinar a su hermana
mayor (Figura No. 6). En medio del alboroto, una marimonda anciana se apiada
de la niña y la lleva a vivir a su arbóreo mundo. Allí se encarga de instruirla en el
modo de vida de los primates y, sobre todo, de protegerla de los machos deseosos
de convertirla en esposa. Con la llegada de la pubertad, la situación de la joven
se agrava y la anciana decide enseñarle el camino que puede llevarla de vuelta a
su hogar.
Figura Nº 6
Marimonda negra
(Ateles fusciceps)
Un sinnúmero de aventuras le ocurren a partir de este punto. A causa
de su poca atención, se extravía y va a parar en la casa de un hombre mayor.
Inmediatamente ocurre el encuentro, es obligada a lavarse con esencias de plantas
18
Anexo A, Mito 8.
113
Juan Camilo Niño Vargas
aromáticas para, seguidamente, ser recluida durante toda una noche en el interior
de una gran tinaja. Adentro del recipiente huele y escucha la voz de una misteriosa
criatura que el mito compara con un enorme felino. Con la salida del sol, la heroína
puede salir del recipiente y su anfitrión considera que por fin está preparada
para reencontrarse con sus padres. Previendo la larga travesía que le espera, le
regala un calabazo lleno de maíz fermentado que nunca necesita ser recargado
y, además, procura presentarle a Sol, un elegante caballero que gentilmente se
ofrece a guiarla en su recorrido. El itinerario que realizan es cósmico. Los dos
personajes se desplazan por un camino de arena que los ette identifican con la Vía
Láctea. Si bien Sol nunca tiene un contacto físico real con su compañera de viaje y
se dedica, más bien, a indicarle los lugares en donde puede dormir, la joven resulta
embarazada de él. Por razones que el mito no especifica, Sol le exige guardar
secreto sobre su paternidad y le promete, a cambio, un parto sin dificultades y un
hijo excepcional. Con todo, el juramento es roto por la insistencia de terceros y,
consecuentemente, ella y su vástago mueren.
Sin desconocer la extraordinaria riqueza de toda la narración, los segmentos
que encierran los mensajes más profundos y originales del mito para efectos
de la presente investigación son aquellos que se desarrollan en el mundo de las
marimondas.19
“... Las marimondas negras eran como personas
Vivían en casas como personas y cocinaban como personas
También se emborrachaban y hacían fiesta
En ese lugar la niña oía gente trabajando en las rozas y cortando leña
Pero sólo veía marimondas maromeando
La niña no entendía y se asombraba
Se preguntaba por qué pasaba eso...”
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003) 20
La organización de los primates replica la organización social de los humanos.
Entre los árboles las marimondas se comportan como personas: construyen casas,
cortan leña y cocinan sus alimentos. En otros episodios los machos celebran una
reunión, se embriagan y observan a la joven como una potencial esposa. También
son descritos como un pueblo de rudas costumbres que incursiona en el mundo de
los humano para asesinar, raptar mujeres y abastecerse de comida.
19
Anexo A, Mito 8, Parte II y III.
20
Anexo A, Mito 8, Parte II.
114
Realidad y perspectiva
Hay que tener presente que la guerra y el matrimonio por rapto no pudieron
ser totalmente extraños a los ette.21 En esa medida cabe la posibilidad de que se
estén proyectando sobre las marimondas comportamientos y patrones culturales
que caracterizaron al grupo o a sus vecinos en tiempos no muy lejanos.22 Debe
anotarse, además, que la imagen de ferocidad de las marimondas míticas no difiere
notablemente de la que algunos ette ofrecen sobre estos mismos animales en otros
contextos: criaturas que sistemáticamente acechan a los hombres perdidos en la
selva con el fin de violarlos y cortar sus genitales, o con las mujeres, secuestrarlas
y extraerles el corazón por la garganta. En los estudios etológicos sobre esta
especie existen algunas observaciones que conducen a pensar que la mitología
ette no está errada en la caracterización del comportamiento de estos animales.23
Pero la humanidad de las marimondas no es del todo clara para la heroína.
A su llegada puede oír en la selva el sonido de las hachas golpeando los árboles
o el de los hombres trabajando en el campo y, a pesar de todo, sólo ve animales
balanceándose entre la vegetación. Los rasgos humanos de los primates están
presentes pero no son lo suficientemente evidentes como para que la niña los
considere sus semejantes. El mito aprovecha un festín para acentuar esta disparidad
al máximo. Constantemente la anciana se preocupaba por la integridad de la niña
y, por esa razón, le había prohibido frecuentar a los hombres cuando se encontraran
embriagados o de fiesta. Entre muchas otras cosas, temía un enfrentamiento con
su hermano. La curiosidad de la heroína, sin embargo, era mucho más fuerte.
21
El carácter bélico del grupo y las alusiones a guerras y conflictos armados pasados han quedado
consignados tanto en la mitología ette como en las de otros grupos vecinos. Véase Gerardo
Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, pp. 6, 13 y 19; Anexo A, Mito 2 y 9, Parte I; Konrad
Theodor Preuss, Visita a los indígenas, T. II, p. 54. En la literatura histórica también se encuentra
resaltado este punto: véase Wadsworth Clarke Douglas, Patterns of Indian, pp. 78-160; Orlando
Fals Borda, Mompox y Loba, pp. 103-114; Marta Herrera Ángel, “Confrontación territorial”, pp. 29105; Ordenar para controlar, pp. 249-304; y Carlos Alberto Uribe Tobón, “La rebelión chimila”,
pp. 113-165. Aunque las alusiones de matrimonio por rapto son escasas en la documentación,
no están del todo ausentes. Véase Milciades Chávez, “Contribución a la antropología”, p. 159;
Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, p. 139. La actual población también guarda
vagos recuerdos al respecto. Además, este tipo de prácticas está bien documentado entre sus
vecinos yuko-yukpa de la Serranía del Perijá. Véase Johannes Wilbert, Yupa Folktales, pp. 56-59.
22
Un ilustrativo ejemplo de cómo un grupo humano particular proyecta sobre las especies animales
las características de sus vecinos es Gerardo Reichel-Dolmatoff, Chamanes de la selva, pp. 77-108.
23
Las marimondas negras y otras especies similares son descritas como gregarias, promiscuas
y, en ciertas ocasiones, agresivas. Además, y a diferencia de otros primates, la postura para
la cópula que adoptan muchas especies es dorso-ventral y tiene lugar mientras la pareja está
sentada. Véase Louise Emmons, Neotropical Rainforest, pp. 130-133; y Thomas Richard Defler,
Primates de Colombia, Bogotá, Conservación Internacional, 2003, pp. 275-302. A todo esto hay
que sumar la conducta promiscua que la población campesina del Caribe colombiano le adjudica
a la marimonda en los cuentos populares.
115
Juan Camilo Niño Vargas
“... Una noche la niña sintió un olor a carne ahumada y le dio hambre
Todos los hombres estaban bien borrachos
La niña se fue a buscar la carne a la casa del hermano de la anciana
Miró por todas partes: en la troja, en el techo, en las ollas...
No encontró nada
Vio a las marimondas dormir
Estaban borrachas
Ellas dormían en mochilas pues para ellos eran como hamacas
Dormían enroscados y parecía como si estuvieran ahumados
Cuando se acercó más, vio que un brazo y una pierna colgaban de una mochila
Le dieron ganas de agarrarlos porque olían a carne ahumada
Pensó que una pierna era muy difícil de arrancar
Entonces cogió el brazo y lo sacudió por un rato
“Ay, Ay”, gritó Marimonda
Lo que la niña había mordido era el brazo del hermano de la anciana
“Ay, mi brazo”, no dejaba de gritar
“Yo pensé que estabas muerto”, dijo la niña
“Yo no estoy muerto, estaba durmiendo aquí en mi hamaca”, dijo Marimonda
La niña veía una mochila, pero Marimonda decía que era una hamaca
El ruido despertó a todo el mundo
La anciana supo lo que la niña había hecho
Su hermano le decía “Mira lo que ha hecho esa niña”
“¡Casi me arranca el brazo, me haló de aquí para allá!”
“¡Ay! ¡Llévate a esa niña lejos, dile que no se meta por acá!”.
La anciana también regañó a la niña
“¿No te he dicho que no te vayas donde los hombres?”
“¿Por qué estabas allá?”
“¿No sabes que mi hermano te puede comer?”
Y la niña le respondió
“¡Pero es que yo los veo como si estuvieran ahumados!”
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003) 24
El mito aprovecha las inclinaciones alimenticias de la niña para resaltar su
alteridad. El hambre, y un olor a carne ahumada, la condujeron hasta el lugar en
donde reposaban los hombres. Allí cree descubrir un apetitoso platillo que no
24
Anexo A, Mito 8, Parte II.
116
Realidad y perspectiva
duda en probar y que termina por coincidir con el brazo de un primate. Desde el
punto de vista de las marimondas, de esta forma, su conducta es agresiva y roza
con el canibalismo. La marimonda macho no puede hacer otra cosa que protestar.
Pasado un tiempo, algo similar ocurre. A la niña le es ofrecido un recipiente
con agua. Ella lo acepta pero se encuentra con una poco agradable sorpresa. Lo
que la marimonda le brindaba como agua era miel desde su propia perspectiva.
Aunque los hábitos alimenticios de ambas especies coinciden en teoría, en la
práctica difieren notablemente.
Entonces Marimonda le pasó a la niña una cantabrita llena de miel
Y le dijo: “Si tienes sed toma agua”
Pero la niña le dijo que eso no era agua
“Esto es miel, no agua!”, decía
Marimonda cogió la cantabrita y probó
Entonces dijo: “¡No es miel!”
“¡Se ve como agua, huele como agua y sabe a agua!”
“¡Es agua!”
La niña sabía que era miel pero no dijo nada
Muy juiciosa se tomó lo que había en la cantabrita...”
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003) 25
Todas las situaciones son análogas. Niña y marimondas comparten una
misma humanidad pero observan lo que les rodea desde el punto de vista de su
respectiva especie. La causa de los malentendidos no es accidental sino ontológica:
no reside en una aparente torpeza de la joven sino en la posición desde la cual ella,
y toda su especie, percibe y experimenta la realidad. Lo que los hombres observan
como miel y mochilas, para las marimondas constituyen, respectivamente, agua
y hamacas.
Aunque un poco oscuras para la mayoría de los informantes, las razones que
llevaron a la niña a confundir una marimonda macho con alimento obedecen al
mismo principio. Si bien, en la actualidad los ette consideran que las marimondas negras son animales repugnantes y niegan que sus antepasados las hayan
consumido, es bastante probable que alguna vez estuvieran incluidas en su dieta
alimenticia. Aparte de la evidencia que presenta el mito y del hecho de que en
toda América tropical los primates son una presa de caza muy apetecida, existen
25
Anexo A, Mito 8, Parte III.
117
Juan Camilo Niño Vargas
algunas anotaciones etnográficas de las cuales podría deducirse un antiguo gusto
de los ette por tales animales.26 De hecho, la narradora del relato que aquí se consigna aseguró que los ette chorinda, el antiguo pueblo que antecedió a los ette y
sucumbió ante el gran proceso destructivo, gustaban de las marimondas ahumadas y, por esta razón, ellos pudieron haber contribuido en la autoría del mito.
Al llegar a la pubertad la joven abandona el mundo de las marimondas.
Su experiencia con ellas le dejó intuir una humanidad compartida y, al mismo
tiempo, le permitió entrever la existencia de diferentes posiciones para observar
y experimentar la realidad. Los conocimientos adquiridos, empero, no lograron
rebasar las diferencias que separaban a una y otra especie. La heroína capta la
esencia del perspectivismo sin poderlo franquear: parece comprender la naturaleza
de los malentendidos con sus familiares adoptivos, pero no logra experimentar lo
existente desde su respectiva perspectiva. La fragmentación del universo queda
irresuelta.
2. El joven, Rey Gallinazo y el descubrimiento del perspectivismo
El segundo relato mítico es más corto pero igual de rico.27 En este caso el
protagonista es un varón al que a muy temprana edad una incursión bélica de
un grupo vecino termina por dejarlo huérfano. Consternado por lo sucedido, el
muchacho se resiste a abandonar los cadáveres de sus padres y, hasta donde sus
fuerzas le permiten, trata de defender sus cuerpos de los golpes y mordiscos que
les propinan las aves carroñeras. Al ver tal indefensión, Rey Gallinazo se apiada
de él y le promete hallar a su familia en una tierra lejana (Figura No. 7). Mediante
un acto mágico le enseñar a volar y lo guía hasta una pequeña puerta en la bóveda
celeste por la que acceden a un nivel cósmico superior.
26
Véase Gustaf Bolinder, “Los últimos indígenas”, p. 20; y Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía
chimila”, p. 108. Al respecto, también vale la pena tener en cuenta un testimonio de la primera
mitad del siglo XVIII. Caracterizando la fauna de la Provincia de Santa Marta, José Nicolás de la
Rosa aseguró que existían unos monos que “llaman zambos, porque tienen el pelo negro, y éstos
se comen estando gordos, y tienen el gusto del cerdo montés”. José Nicolás de la Rosa, Floresta
de la Santa, p. 351.
27
Véase Anexo A, Mito 9.
118
Realidad y perspectiva
Figura Nº 7
Rey Gallinazo
(Sarcorhamphus papa)
Al llegar al lugar, el ave le enseña la extraña región al niño y lo conduce hasta
el hogar que pasaron a ocupar sus padres luego de ser asesinados. Aunque con
pobres resultados, éstos intentan instruirlo en las costumbres y hábitos locales.
Todos sus esfuerzos son inútiles hasta el momento en el que Rey Gallinazo decide
someterlo a un penoso entrenamiento. El joven es limpiado con agua y hierbas
para, luego, ser recluido dentro de una enorme tinaja. Adentro de ella pasa un
período indefinido de tiempo. Mientras que en el día recibe alimento y enseñanzas
por parte de Rey, en la noche es visitado por una temida criatura. Al terminar el
encierro el joven ha alcanzado una edad madura y, además, ha adquirido una serie
de conocimientos que le valen un preciado obsequio: una camisa de gallinazo
cuyo uso le permite observar el mundo tal y como lo observan los habitantes del
país a donde fue llevado. Con el correr del tiempo el héroe se aburre del cielo y
decide regresar a casa. Después de haber regresado el traje a su dueño original,
desciende por un bejuco a la tierra y asesina a una antigua esposa de su padre para
que pueda reencontrarse con él en el cielo. La historia, por fin, concluye con la
muerte del propio muchacho. Al igual que sucede con la joven de las marimondas,
las razones del fallecimiento residen en la revelación, un tanto forzada, de las
aventuras que vivió en su juventud.
Los paralelos entre los dos relatos son demasiados para ser fortuitos. Varias
de las situaciones que enfrentan sus personajes son las mismas que caracterizan a
119
Juan Camilo Niño Vargas
la iniciación chamanística y la vida de los grandes héroes culturales.28 Repitiendo
el viaje cósmico del chamán y la socialización temprana del héroe, los jóvenes son
criados por animales en regiones que se superponen al mundo de los hombres:
marimondas arborícolas, en un caso, y gallinazos celestes, en el otro. Asimismo,
ambos sufren una solitaria y peligrosa reclusión en donde son atormentados por
un hombre cuyas características coinciden con las de los jaguares. La adquisición
de objetos mágicos tampoco puede ser pasada por alto. A la mujer le es concedida
una cantimplora con alimento cuyo contenido no se agota y al hombre una
piel emplumada que lo convierte en gallinazo. La particular naturaleza de este
último obsequio, sin embargo, marca una diferencia fundamental. La joven y las
marimondas nunca logran trascender su propio punto de vista. Si bien, por medio
de amonestaciones y regaños la protagonista llega a comprender que el punto de
vista desde el cual sus familiares adoptivos perciben el mundo es diferente del
propio, nunca puede participar plenamente de él. El caso del muchacho es otro.
La ambigua y poco fluida comunicación con los gallinazos durante su estadía
temprana se normaliza por completo con la obtención del traje. Todo este tema
merece un examen detenido a luz de la concepción perspectivista y la ideología
chamanística.29
La forma en que el joven alcanza el cielo reproduce un motivo chamanístico
bien conocido: el vuelo facilitado por aves.30 Adicionalmente, la manera específica
en la que el mito lo presenta y, en particular, el protagonismo que se le concede
al Rey Gallinazo, lo relaciona con la mitología de los grupos indígenas vecinos y
28
Sobre la iniciación chamanística véase Mircea Eliade, El chamanismo, pp. 53-71 y 104-129;
y Mitos, sueños, pp. 93-109. Aunque con una óptica psicoanalista, dos estudios clásicos sobre
los mitos heroicos y la vida de los héroes son Otto Rank, The Myth of the Birth of the Hero,
New York, Vintage Books, 1959, pp. 3-96; y Joseph Campbell, El héroe de las mil caras (1949),
México, Fondo de Cultura Económica, 1997, pp. 53-229.
29
Acerca del chamanismo y la ideología chamanística véase Mircea Eliade, El chamanismo. Breves
introducciones al tema se encuentran en Joan Halifax, Shaman: The Wounded Healer, London,
Thames & Hudson, 1982; I. M. Lewis, Ecstatic Religion: An Anthropological Study of Spirit
Possession and Shamanism, Harmondsworth, Penguin Books, 1975; y Spencer L. Rogers, The
Shaman: His Symbols and His Healing Power, Springfield, Charles C. Thomas Publishers, 1982.
Entre las obras de carácter general sobre el chamanismo americano véanse Weston La Barre, The
Ghost Dance: Origin of Religion, London, George Allen & Unwin Ltd., 1972; y Alfred Métraux,
“Religion and Shamanism”, Julian Steward (ed.), Handbook of South American Indians T. V, New
York, Cooper Square Publishers, 1963, pp. 559-599.
30
Sobre el vuelo chamanístico véase Mircea Eliade, Mitos, sueños, pp. 123-136. Sobre este mismo
tema y el del hombre-pájaro en América del Sur es relevante Gerardo Reichel-Dolmatoff,
Orfebrería y chamanismo, pp. 77-134.
120
Realidad y perspectiva
con la orfebrería prehispánica de la región.31 Este evento tiene lugar justo después
del asesinato de los padres y el encuentro con la gran ave.
“...Rey Gallinazo tomó al niño
Lo puso debajo de sus patas y lo cagó
El niño quedó todo blanco
Luego lo cogió con sus garras
Lo subió hasta la punta del árbol
Desde ahí le dijo que se sacudiera
“Sacúdete, sacúdete todo lo que te he cagado”
Así lo hizo el niño
Entonces empezó a ver como su cuerpo se llenaba de plumas
“¡Aletea, aletea!”, le ordenaba ahora
El niño pudo volar junto a Rey Gallinazo
Tenía todo el cuerpo lleno de plumas
Volaron en círculos hacia el cielo
Volaron en la misma forma que la concha de un caracol
Rey le había prometido que arriba podría reencontrarse con sus padres...”
(Luciano Mora Juurananta, Issa Oristunna, noviembre de 2003) 32
Así, bajo la asistencia de Rey Gallinazo, el niño puede planear en el aire
y ascender hasta una región celeste en donde, en medio de otros gallinazos,
moran sus padres fallecidos. Que la tierra de estos animales coincida con la de
los parientes muertos es una idea de difícil elucidación. De todas las creencias
que actualmente comparten los ette, la que mejor se acomoda al mito es aquella
31
La importancia de las aves carroñeras y, en especial, del rey de los gallinazos, es patente en la
mitología de los grupos de la Sierra Nevada de Santa Marta. Véase Cristina Echavarría Usher,
“Cuentos y cantos de las aves wiwas”, Boletín del Museo del Oro No. 37, Bogotá, Banco de la
República, 1994, pp. 2-33; y “Mitología ornitológica wiwa: ecología y cultura en la Sierra Nevada
de Santa Marta”, Costa Atlántica Colombiana. Etnología e historia, VII Congreso de Antropología
en Colombia, Medellín, Universidad de Antioquia, 1994, pp. 205-228. También véase Konrad
Theodor Preuss, Visita a los indígenas, T. II, pp. 36-40; y Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi
T. II, pp. 38-43 y 76-78. Interesantes notas y fotografías sobre el vuelo facilitado por aves en la
orfebrería prehispánica de la región se encuentran en Gerardo Reichel-Dolmatoff, Orfebrería y
chamanismo, en especial, figuras 26, 34, 92, 111 y 112. Sobre la distribución del motivo orfebre
del “ave con alas desplegadas” en el norte de Colombia pueden consultarse Ana María Falchetti,
“La tierra”, pp. 3-75.
32
Anexo A, Mito 9, Parte I y II.
121
Juan Camilo Niño Vargas
según la cual las personas que mueren violentamente se convierten en aves.33
Esto podría explicar algunos apartes de la historia y, en especial, aquellos en los
que el joven no puede comprender las costumbres alimenticias de sus nuevos
anfitriones. Los alimentos que le ofrecen en el cielo no hacen más que inspirarle
aversión y repugnancia. Sobre la base de lo planteado, la razón residiría en que el
muchacho nunca ha muerto, no se ha transformado en ave y, por tanto, el modo de
existencia desde el cual aprehende la realidad es diferente. Lo que los gallinazos
observan como sabrosos manjares constituyen para el joven sangre y carroña. El
mito es claro a este respecto.
“... Rey gallinazo le mostró todo al niño
Le decía allí queda tal cosa, allí queda tal otra
Después lo llevó a donde sus padres...
... “Debes tener hambre, toma chicha hijo”, le dijeron
“¡Yo no veo chicha, yo veo sangre!”, respondió el niño
“No hijo, es chicha y está buena”, dijeron los padres y Rey Gallinazo
“Yo no voy a tomar eso, porque yo sólo veo sangre”, contestó el niño
Entonces le pasaron un plato
“Bueno toma un poco de carne”, dijeron los padres
Y otra vez pasó lo mismo
“¡Pero eso no es carne, es carroña!”
“¡Yo no voy a comer nada de eso!” decía el niño
Cómo el niño no quiso comer nada, Rey lo invitó a caminar
“Te voy a mostrar las rozas de acá”, decía Rey
“Mira esta roza de yuca que bonita está, mira esa otra con maíz”
Pero el niño sólo veía termiteros y más termiteros
Él pasó mucha hambre allá
Cada vez que le ofrecían chicha él veía sangre
Cada vez que le ofrecían carne él veía carroña
Cada vez que le ofrecían yuca o maíz él veía termiteros y termitas.
Nada le gustaba y todo lo veía feo...”
(Luciano Mora Juurananta, Issa Oristunna, noviembre de 2003)34
33
Algunas creencias de los ette respecto a la muerte y el destino de los componentes anímicos de los
individuos después del fallecimiento pueden encontrarse en el siguiente capítulo. Por el momento,
vale la pena anotar que para los barí, un grupo cercano a los ette en términos geográficos y
lingüísticos, los gallinazos son los encargados de transportar a los muertos. Véase Ángelo Neglia
y Olson Bruce, Una raza bravía, pp. 96-97.
34
Anexo A, Mito 9, Parte II.
122
Realidad y perspectiva
Algo similar ya le había ocurrido antes de cruzar la bóveda celeste mientras
vigilaba los cuerpos de sus familiares muertos. Los gallinazos, que repetidamente
intentaban desgarrar sus cadáveres, los contemplaban como presas de caza
frescas y, en esa medida, no podían entender por qué el niño se esforzaba en
preservarlos.
“... Cuando ya todo el mundo se había ido, el niño salió
Buscó a sus padres y los encontró muertos
Sólo había sangre y muerte, nadie estaba vivo
Muy triste se quedó viéndolos
Cuidó sus cuerpos de los gallinazos
Estuvo tanto tiempo que se quedó dormido
De pronto sintió un picotazo
“¡Ay, éste está vivo!”, dijo un gallinazo
Entonces el niño se asustó
Él no sabía que los gallinazos podían hablar
Otro gallinazo le habló:
“Déjame arreglar esta carne de monte antes de que se dañe”
“¿Pero es que no ves que es carne de monte?”
“¡Déjame arreglarla antes de que se pudra!”
Y empezó a dar picotazos
El niño se asustó
“Pero eso no es carne de monte, es mi padre”, replicó
Y trató de espantar al pájaro
Por más que intentaba no podía contra tantos pájaros
Eran muchos y todos atacaban al mismo tiempo
Daban picotazos y desgarraban la carne...”
(Luciano Mora Juurananta, Issa Oristunna, noviembre de 2003) 35
Esta clase de malentendidos finalizan con una extendida y compleja instrucción que en muchos aspectos es idéntica a la de la joven criada por las marimondas. Rey gallinazo limpia el cuerpo del joven con agua y plantas aromáticas.
Acto seguido, lo confina en una de las múltiples tinajas que reposan en un recinto
cerrado cercano a su casa. Todo el período es de estricto aislamiento:
“... Rey le ordenó al niño que se bañara
Lo lavaron con agua y con plantas para que se le quitara el olor a persona
Después lo llevó a una casa cercana a la suya para que durmiera ahí
35
Anexo A, Mito 9, Parte I.
123
Juan Camilo Niño Vargas
La casa estaba llena de tinajas para esconderlo
“¡Métete en una tinaja niño!”
“¡No vayas a hacer ningún ruido!”
“Yo mañana te traigo comida”, le dijo Rey Gallinazo
El niño hizo todo lo que Rey le dijo
Por la noche sintió que llegaba alguien y empezaba a hablar
A buscar entre todas las tinajas
“Mmm, que rico huele, huele a maíz tostado, mmm”
“Ya me dio hambre con ese olor tan sabroso, mmm”, decía el hombre
Él era una persona mala
Era una fiera, casi como un tigre
El niño se quedó callado y no le pasó nada
Todas las noches pasaba lo mismo
Pero el hombre nunca pudo saber en cuál tinaja se encontraba el niño
Por las mañanas Rey Gallinazo siempre le llevaba comida al niño
Se metía a la tinaja para hablar y enseñarle cosas
Le enseñaba sobre el mundo y los animales
También sobre las plantas y las piedras
Le hablaba sobre las montañas y los nacederos
Por la noche se volvía a ir y el niño quedaba solo
Así pasaron muchos meses y muchos días
El niño se convirtió en hombre
Dentro de la tinaja empezó a dormir muy incómodo
La tinaja le empezó a quedar pequeña
Rey Gallinazo sabía esto y por eso lo sacó y le hizo un regalo
Le dio un vestido de plumas blanco con negro
Era muy parecido al que él utilizaba
El joven se lo puso
Desde ese día lo que antes le parecía sangre ahora lo veía como chicha
Lo que antes le parecía carroña ahora lo veía como carne
Lo que antes veía como termiteros ahora lo veía como yuca y maíz
Desde ese día pudo comer feliz y tranquilo y todo le parecía sabroso
Sus padres se pusieron muy alegres
Él podía ver como ven los gallinazos...”
(Luciano Mora Juurananta, Issa Oristunna, noviembre de 2003) 36
36
Anexo A, Mito 9, Parte III.
124
Realidad y perspectiva
Aunque con algunas diferencias, muchos de los temas que aparecen en esta
historia también se encuentran en la mitología de pueblos vecinos de la Sierra
Nevada de Santa Marta. En uno y otro caso, el protagonista de la historia es
salvado de la muerte por un ave que, en contraprestación, le exige someterse a
distintos tipos de aprendizajes. En uno y en otro caso, asimismo, la historia se
asocia con procesos de renacimiento espiritual y adquisición de conocimientos
esotéricos.37
En efecto, en torno a este largo pasaje se condensan múltiples significados.
La experiencia a la que es sometido el joven muy probablemente constituye
una metáfora del ciclo de muerte y resurrección que caracteriza al éxtasis, a la
iniciación chamanística y, en general, a todos los ritos de paso.38 Al proceso puede
aplicársele un esquema ternario. En un principio ocurre una seudomuerte que
denota una ruptura con el pasado; enseguida está una gestación simbólica que
prefigura la nueva existencia; y, por último, un reconocimiento público que marca
el inicio de la agregación al grupo de iniciados. De hecho, de una forma menos
precisa, este mismo esquema puede ser aplicado al mito en su totalidad: el joven
es forzosamente separado de su núcleo familiar original, crece en una tierra lejana
en donde se destaca por su alteridad y, por fin, al final de su vida, se reincorpora
a la sociedad de los humanos.
El proceso ritual propiamente dicho empieza haciendo eco de uno de los
procedimientos curativos más frecuentemente empleados por los actuales
especialistas médicos y religiosos de los ette, los takwajtuggua. El cuerpo del
muchacho es purificado por medio de baños orientados a quitarle “el olor a persona”
y, por ende, encaminados a propiciar un estado de existencia no ordinario que el
mito representa en la forma de una prolongada reclusión.39 En un principio, este
37
Véase Cristina Echavarría Usher, “Cuentos y cantos”, p. 27. La asociación entre el ave y el chamán
también parece haber sido común entre los muiscas, antigua población chibcha de la Cordillera
Oriental colombiana. De hecho, sobre la base de evidencia lingüística, se ha planteado la posible
existencia de una entidad llamada anciano-ave. María Stella González de Pérez, “Los sacerdotes
muiscas y la paleontología lingüística”, Boletín del Museo del Oro No. 40, Bogotá, Banco de la
República, 1996, pp. 36-61.
38
Sobre el éxtasis, la iniciación chamanística y la muerte simbólica véase Mircea Eliade, Iniciation,
rites, sociétés secrètes. Naissances mystiques. Essai sur quelques types d’initiation, Paris,
Gallimard, 1959, pp. 181-224; El chamanismo, pp. 45-71; y Mitos, sueños, pp. 93-109 y 267272. Sobre los ritos de paso véase Arnold Van Gennep, The Rites of Passage (1908), London,
Routledge & Kegan Paul, 1965, pp. 65-115; y Victor W. Turner, La selva de los símbolos. Aspectos
del ritual ndembu (1967), Madrid, Siglo XXI, 1980, pp. 1-52; The Ritual Process: Structure and
Anti-Structure, Chicago, Aldine, 1969.
39
El conjunto de significados que se le atribuye a los baños efectuados por los takwajtuggua es un
tema complejo que no podrá ser abordado en la presente investigación. Algunas notas de carácter
125
Juan Camilo Niño Vargas
período de encierro puede asociarse con dos campos íntimamente relacionados
para el pensamiento ette: el de la muerte y el del sueño.40 El inicio y final de
ambos, fallecimiento y resurrección en el primer caso, dormir y despertar en el
segundo, tienen un equivalente simbólico en la entrada y la salida de la mítica
tinaja. Todos son momentos liminales.
En el primer campo, la idea de muerte no puede separarse de la de regeneración.
Aunque no existe información que indique que los ette hubieran enterrado a sus
muertos en vasijas de cerámica o practicado algún tipo de entierro secundario,
el ingreso a la tinaja significa para el héroe el fin de una etapa de su vida.41 Al
recipiente entra un joven extraviado y desatento que observa lo existente de una
manera que no se ajusta a las expectativas de sus mayores. Pasado un tiempo
resurge un hombre nuevo y maduro. Puesto que con el término yuumesu los ette
designan indiferenciadamente los calabazos, las tinajas y los vientres humanos,
el interior del recipiente también puede asociarse con un recinto uterino y, por
lo tanto, el fin del confinamiento con un renacimiento. En el fondo de esta serie
de analogías subyace la idea de transformación. De la misma forma en que en
el interior del útero el semen y la sangre se convierten en un nuevo ser, y en el
interior del recipiente culinario el alimento crudo se convierte en cocido, la gran
vasija uterina transforma al joven no iniciado en un adulto.
En lo que respecta al nivel onírico las asociaciones simbólicas no son tan
claras y sólo se hacen evidentes si se tienen a la mano conocimientos concretos
sobre el aleccionamiento chamanístico ette. La experiencia del joven dentro de
la tinaja comparte una estructura común con la de los sueños iniciáticos de los
especialistas religiosos. El encierro del mito constituye una expresión metafórica
de las ensoñaciones tempranas de los takwajtuggua. Dentro de este contexto,
ciertos motivos adquieren pleno sentido.
En primer lugar, está la presencia de la feroz criatura que intimida al muchacho y cuyas características coinciden con la de los jaguares. Los ette se refieren
general sobre el simbolismo de la inmersión y el baño pueden encontrarse en Mircea Eliade,
Tratado de historia, pp. 184-186.
40
La vecindad de la muerte y el sueño de ninguna manera es exclusiva del pensamiento ette. Antes
bien, es un tema que comparten muchas de las sociedades que conciben la existencia de un
componente inmaterial que anima el cuerpo de los individuos. El sueño, la enfermedad y la
muerte son pensadas, respectivamente, como una errancia corta, prolongada o definitiva de ese
componente.
41
Sobre la ausencia de entierros secundarios véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía
chimila”, p. 141. Algunas de las pasadas costumbres funerarias del grupo pueden encontrarse
en este mismo artículo. En la actualidad, los ette entierran a sus muertos cerca de sus casas en
cajones de madera o enrollados en hamacas. En el resguardo se cuenta con un cementerio que se
empieza a usar con mayor frecuencia.
126
Realidad y perspectiva
al jaguar con tres términos: sinkri, jo’ o royamanta y, siguiendo el ejemplo de sus
vecinos campesinos, lo traducen al castellano como “tigre”. Uno de los principales elementos que los adultos tienen en cuenta a la hora de decidir quién podrá
acceder a la condición de takwajtuggua, es haber experimentado pesadillas con
estos animales. Tal y como acontece con el joven del mito, los neófitos sueñan que
un jaguar les habla, los lame e intenta deglutirlos. Viendo el mundo tal y como lo
ven los jaguares, los jóvenes aparecen ante los ojos del felino como una sabrosa
porción de alimento.42 Parte de la orientación que reciben a lo largo del proceso
iniciático tiene por objeto enseñarles a superar sus miedos y dominar al animal.
Una vez el iniciado logra domar al gran felino, una clase de aprendizaje mucho
más místico y complejo comienza. Los consejos que les son ofrecidos durante la
vida despierta por sus familiares y maestros se convierten en un complemento de
aquellos que les son brindados mientras duermen por seres sobrenaturales. Tal
y como acontece en el mito con Rey Gallinazo y el joven dentro de la tinaja, el
futuro takwajtuggua es visitado en sueños por deidades que conversan con él y se
encargan de familiarizarlo en el manejo de ensalmos, rezos y plantas medicinales.
No deja de suscitar curiosidad que durante el aleccionamiento onírico la ingestión
de alimentos tampoco esté del todo ausente. De la misma forma en que procede
el ave mítica con su aprendiz, las deidades oníricas nutren al soñante con el fin de
fortalecer su espíritu y su pensamiento.43
Por fin, el período de reclusión culmina con la integración del joven a la
sociedad de gallinazos. La vestidura de ave que le es concedida constituye una
prueba de una iniciación ritual exitosa. En lo que a esto se refiere cabe anotar
que, a pesar de que ha caído en total desuso, la indumentaria ornitomorfa parece
haber sido común entre los ette hasta no hace más de medio siglo. Es altamente
probable que hubieran jugado un importante papel en la vida mágica y religiosa
de los takwajtuggua.44 En el caso del héroe, su utilización le permite observar y
42
La particular forma en que los jaguares observan a los humanos es un tema altamente elaborado
en la mitología de la región. Uno de los ejemplos más llamativos se encuentra en mitos kogi que
relatan cómo ciertos héroes que utilizaban máscaras de felinos empezaban a contemplar a los
humanos como platos de comida. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. II pp. 43-46.
43
Sobre la importancia de la alimentación en el chamanismo amerindio véase, entre otros, JeanPierre Chaumeil, “Un método de asimilación. Sobre la noción de transformación en unas culturas
sudamericanas”, Jean-Pierre Chaumeil, Roberto Pineda Camacho y Jean-Fraçois Bouchard (eds.),
Chamanismo y sacrificio. Perspectivas arqueológicas y etnológicas en sociedades de América
del Sur, Bogotá, Banco de la República, 2005, pp. 165-176.
44
Algunas referencias de indumentaria ornitomorfa entre los ette se encuentran en Gerardo
Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, p. 11; “Etnografía chimila”, pp. 108 y 125. Interesantes
fotografías y dibujos sobre el tema pueden verse en este último documento, Figura 10, Dibujos a,
127
Juan Camilo Niño Vargas
experimentar lo existente en una forma que antes le estaba vedada.45 El nuevo modo
de existencia y percepción del cual es partícipe lo deja consumir los alimentos
que poco antes consideraba repugnantes y, así, ganarse el cariño de sus padres.
El mito descubre en el perspectivismo la raíz de todos los malentendidos: las
contradicciones entre enfoques eran superficiales y creadas por las limitaciones
intrínsecas de las diferentes perspectivas. Quien capta su mensaje adquiere
conciencia del hecho de que, en el universo ette, existen múltiples puntos de vista
desde los cuales la realidad puede ser aprehendida.
C. Perspectivas alternas y modos no ordinarios de existencia .
y percepción
La conformación y expansión de grandes haciendas ganaderas sobre territorio ette
durante los últimos tres siglos transformaron vertiginosamente el paisaje cultural
y natural de la región. La destrucción del bosque y la disminución de la fauna
nativa que le sobrevinieron han quedado consignadas en la memoria colectiva
del grupo.46 Los ette aseguran que desde ese entonces la cacería ha perdido
importancia y que, por ende, sus especialistas religiosos ya no se esmeran tanto en
entablar relaciones directas con los animales.47 En cualquier caso, el complejo de
ideas que aquí se ha acordado denominar perspectivismo, no está reservado ni al
pasado ni a los relatos míticos. Hoy día, la mayoría de la población tiene perfecta
conciencia de que los humanos observan el mundo desde una posición que no
tiene por qué coincidir con la de otras entidades naturales y sobrenaturales. La
presencia de perspectivas y modos de existencia y percepción alternos tiene plena
vigencia en el pensamiento ette contemporáneo. De hecho, este aspecto puede ser
b, y c y Lámina I. En todas las anotaciones se recalca que este tipo de adornos y vestimentas sólo
eran usados por hombres iniciados en ocasiones no ordinarias. Los trajes de gallinazos también
están presentes en la mitología de los grupos de la Sierra Nevada de Santa Marta. Véase Gerardo
Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. II. p. 38. Sobre el simbolismo ornitológico en la ideología
chamanística véase Mircea Eliade, El chamanismo, pp. 137-138.
45
Una exposición de las relaciones entre disfraces míticos y perspectivismo se encuentra en
Eduardo Viveiros de Castro, “Cosmological Deixis” p. 482.
46
Véase, por ejemplo, Anexo A, Mito III.
47
Es una opinión común entre la población actual que el último gran takwajtuggua fue kraanti
Mora, “El Cacique Mora”. Al parecer su muerte acaeció a finales de la década de 1970. Se asegura
que tenía la capacidad de descender con su pensamiento al fondo de los manantiales de agua para,
allí, negociar con criaturas subterráneas las presas de cacería que su pueblo consumía. Su nombre
e importancia quedó consignada en varios documentos. Véase Héctor Osorio Gallego, “Chimila”,
p. 41; e Instituto Colombiano de la Reforma Agraria, Estudio socioeconómico, p. 35.
128
Realidad y perspectiva
rastreado en un nivel mucho más elemental que el del pensamiento mitológico, a
saber, el de la deixis espacial del lenguaje cotidiano.48
Los deícticos conforman un conjunto de elementos lingüísticos referenciales
que integran los aspectos designativos del lenguaje. Localizadores espaciales
como “aquí”, “acá” o “allá” hacen parte de la deixis espacial del castellano. El
significado de todos es relativo y depende de la posición adoptada por el hablante.
En la lengua ette pueden encontrarse varios deícticos espaciales. Algunos de los
más frecuentemente empleados se relacionan a continuación (Tabla No. 2).
Tabla Nº 2
Deícticos espaciales
Inni / Inninikki
“aquí”, “de este lado”
(próximo al locutor)
Eewe
“allá” “de ese lado”
(lejano pero visible para el locutor)
Nikki
“por allá”, “de ese lado”
(lejano e indeterminado, no presente para el locutor)
Los términos inni e inninikki son traducidos indiferentemente como “aquí”,
“acá” o “de este lado”. Estas expresiones son empleadas exclusivamente para
designar espacios cercanos al locutor. Por su parte, muchas veces eewe y nikki
son traducidos indiscriminadamente con la expresión “allá” y, en esa medida,
su oposición no es del todo clara para los hablantes de la mayoría de las lenguas
indoeuropeas. La diferencia fundamental reside en el grado de proximidad entre
el locutor y el espacio designado: si es visible empleará o eewe, o su sinónimo
noonikki; si por el contrario es lejano e indeterminado el término apropiado será
nikki. Cuando un ette se refiere a una gran ceiba que se asoma por el horizonte,
construye una oración utilizando la primera palabra; cuando su atención no recae
en la ceiba sino en un objeto o en una locación que se pierde tras ella hasta el punto
de no poder ser observada, entonces, utilizará la última. Lo mismo acontecería
con un lugar situado en una población lejana, detrás de una montaña o perdido
entre la selva. En esta serie de casos no son los ojos o la facultad de ver, sino la
memoria y el pensamiento, los que le otorgan a la oración un valor de verdad.49
48
Algunas observaciones gramaticales sobre la deixis espacial en el ette taara pueden encontrarse
en María Trillos Amaya, Categorías gramaticales, pp. 129-131.
49
Algunos datos permiten intuir la presencia de un sistema de localizadores muy similar al que hasta
aquí se ha descrito para el ette taara entre los grupos vecinos de la Sierra Nevada de Santa Marta.
129
Juan Camilo Niño Vargas
Ahora bien, la complejidad de la expresión nikki no sólo reposa en su
irreductibilidad al castellano. Puesto que la estructura gramatical del ette
taara se presta con relativa facilidad para la construcción de términos nuevos,
nikki comúnmente es utilizado como un sufijo que encierra la idea de “lado” o
“dirección”. Unido a otra clase de expresiones sirve como un localizador preciso.
Así, por ejemplo, un ette puede referirse a algo que ocurre en los costados de
su cuerpo con el término sookranikki (sookra: “costilla”; nikki: “dirección”).
Igualmente, puede denotar su lado izquierdo y derecho, respectivamente, como
diintanikki (diinta: “izquierda”; nikki: “dirección”) y gruere’eyanikki (gruere’eya:
“derecha”; nikki: “dirección”). Otro tipo de construcciones interesantes son
aquellas que se refieren a niveles no ordinarios en los que la realidad ha sido
percibida y experimentada. Obsérvese la Tabla No 3:
Tabla Nº 3
Deícticos espaciales asociados a la descripción de modos
no ordinarios de existencia y percepción
Ninnanikki
“del otro lado”
(vida onírica o nivel de realidad no ordinario)
Jaatinikki
“del lado de arriba”
(vida onírica o nivel de realidad no ordinario)
Yaaulanikki
“del lado de Yaau”
(nivel de realidad reservado a entidades
sobrenaturales)
Todas estas expresiones están íntimamente relacionadas. Las tres se oponen
a inni e inninikki, y en esa medida, señalan acontecimientos y objetos que están
fuera del alcance de los sentidos comunes en el momento de la enunciación.
Asimismo, se diferencian de nikki puesto que, independientemente del contexto
en el cual aparezcan, siempre están relacionadas con eventos que se percibieron
desde perspectivas no ordinarias. Su empleo por parte de un hablante previene a
sus interlocutores sobre la especial naturaleza de lo que se está describiendo.50
Casi siempre, la utilización de ninnanikki se asocia a las narraciones de
sueños. Quien relata una experiencia onírica lo hará asegurando que lo ocurrido
Véase María Trillos Amaya, Deixis, tiempo y espacio en damana. El proceso y sus circunstancias
en una lengua de la Sierra Nevada de Santa Marta, Bogotá, Colcultura, 1995, pp. 57-63.
50
Puede que algo muy similar ocurra con el sistema de demostrativos. Futuras investigaciones
pueden aclarar este aspecto. Sobre los demostrativos en ette taara véase María Trillos, Categorías
gramaticales, pp. 128-129.
130
Realidad y perspectiva
tuvo lugar, no “de éste lado” (inninikki), sino “del otro lado” (ninnanikki). Por su
parte, jaatinikki y yaaulanikki pueden referirse tanto a lo soñado como a modos
de aprehensión de lo real reservados a entidades sobrenaturales. Así, los sueños, el
diario acontecer de Yaau y la vida de los componentes anímicos de los individuos
fallecidos bien pueden desarrollarse “del lado de arriba” o “del lado de Yaau”.
Lo que semejante uso del lenguaje deja entrever sobre las concepciones nativas
de la realidad no debe ser pasado por alto. Dicho de una forma algo tosca, una
cantidad de acontecimientos a los que los indígenas les prestan atención suceden
“en otros lados”, en niveles de realidad auténticos pero que no pueden percibirse
en el momento de la enunciación. En lo que a esto respecta, el pensamiento ette
presenta similitudes con los de otros grupos indígenas de América.51
De semejante utilización de los deícticos no debe derivarse, sin embargo,
ninguna conclusión sobre la existencia de espacios con ubicaciones específicas
dentro del cosmos ette. En este caso no se le debe otorgar a la deixis espacial
un sentido completamente literal. De lo que se trata no es de lugares concretos
y localizables sino, más bien, de distintos modos de aprehensión de lo existente.
La forma en la que la realidad se presenta es relativa y depende de la perspectiva
desde la cual se observa. Las experiencias del difunto, el soñante y las entidades
sobrenaturales no se desarrollan en mundos diferentes. Trascurren “del otro
lado” puesto que los modos de percepción y existencia de ellos difieren de los
de una persona viva y despierta.52 Todos aprehenden el mundo por medio de un
esquema básico humano pero participan de un modo de existencia no ordinario y,
en consecuencia, observan el mundo desde un punto de vista alterno.
Uno de los complejos de prácticas e ideas que en mejor grado puede ilustrar
este conjunto de nociones es aquel que prescribía a todo varón ette cazar cierto
número de ofidios para asegurarse una vivienda cuando le sobrevenga la muerte.
51
Es probable que concepciones muy parecidas a las que se han expuesto se encuentren en grupos
emparentados con los ette. La existencia de diferentes niveles desde los cuales se puede percibir
la realidad se ha reportado entre los grupos chibchas de la Sierra de Talamanca en la Baja
Centroamérica. Véase María E. Bozzoli de Wille, “La conceptualización del cuerpo humano en
el chamanismo talamanqueño”, Rituales y fiestas de las Américas, 45º Congreso Internacional
de Americanistas, Bogotá, Universidad de los Andes, 1988, pp. 254-259, pp. 258 y 259. En la
Sierra Nevada de Santa Marta también se ha hecho referencia a “dos modos de ver las cosas” y a
un concepto de difícil traducción que los indígenas denominan aluna y que se aplica a todo los
“antiguo e invisible”. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. I, pp. 224 y 240-241; T. II,
pp. 95-96.
52
A este respecto, no deja de ser llamativo que en uno de los mitos recogidos por Reichel-Dolmatoff
entre el grupo se mencione que las personas fallecidas “hablaban otra lengua, la lengua de los
muertos”. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, p. 12.
131
Juan Camilo Niño Vargas
“... Antes había que cazar cuatro culebras, cuatro boas
Así tenían que hacer nuestros mayores para tener casa
Uno mata una culebra acá
Entonces del otro lado empieza a levantarse una casa...
... Claro que ahora no es así
Ya casi no hay boas
Por eso hay que cuidarse de no matarlas
Hay que cuidarse de dónde se pone el machete cuando se roza
Pero si se mata una, entonces toca matar otras tres
Si no se hace, la casa queda incompleta
La casa se viene abajo...”
(Samuel Granados Ogwerisu Kraanti, Ette Butteriya, octubre de 2003)
La creencia está ampliamente difundida y, aunque pudieron recogerse
versiones contradictorias, las variaciones no afectan su significado global.
Mientras que algunos indígenas declaran que cada ette debe degollar cuatro
boas, otros afirman que no importa qué clase de serpientes se asesine siempre y
cuando su color varíe del marrón al negro.53 Como sea, el objetivo es siempre el
mismo: abastecerse de los materiales necesarios para vivir en una casa después
del fallecimiento. Las razones de semejante proceder son explicadas por los ette
con la ayuda de deícticos espaciales, en este caso inninikki y yaaulanikki. Aducen
que lo que de “este lado” los seres humanos comunes observan como una boa o
una mapaná es “del lado de Yaau” el tronco de un árbol. De esta suerte, asesinar
al animal “aquí” equivale “allá” a convertir el madero en columna y, siguiendo
el razonamiento, repetir cuatro veces la hazaña puede equipararse a levantar la
estructura de una residencia sencilla. No sólo es llamativo el hecho de que sea en
esta edificación construida “del lado de Yaau” en donde el cazador irá a descansar
cuando muera. También lo es que durante el sueño pueda visitar e inspeccionar el
estado de su futuro hogar.54
53
En la actualidad las boas (Boa constrictor) son escasas en el territorio ette. Sin embargo, la
creencia se mantiene con las muy temidas culebras mapaná (Botrox asper). Los encuentros con
estos reptiles son frecuentes en los cultivos.
54
Ideas similares pueden encontrarse en otros grupos lingüística y geográficamente cercanos a
los ette. Entre los cuna existe una creencia que asocia la cacería de ciertas culebras venenosas
con la construcción de un ferrocarril en el mundo que se habitará después de la muerte. Véase
Jorge Morales Gómez, “Fauna, trabajo y enfermedad entre los cuna”, François Correa (ed.), La
selva humanizada. Ecología alternativa en el trópico húmedo colombiano, Bogotá, Instituto
Colombiano de Antropología, 1993, pp. 171-191, pp. 179-180. Asimismo, algunos grupos de la
Sierra Nevada de Santa Marta consideran que hay por lo menos “dos modos de ver las cosas”.
Invirtiendo la creencia que se acaba de exponer, aseguran que en muchos sentidos un árbol puede
verse como una culebra. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. I, pp. 224 y 240-241. Por
132
Realidad y perspectiva
Otros interesantes ejemplos pueden encontrarse en las ceremonias que los
ette celebran con cierta periodicidad. Durante estas ocasiones se despliega una
simbología riquísima que obliga a los participantes a esforzarse en observar la
realidad desde diferentes perspectivas.55 El ejemplo que se citará a continuación
es una práctica común en épocas de sequía y tiene como objetivo principal
asegurar el regreso de las lluvias.56 El takwajtuggua más aventajado ordena la
preparación de grandes cantidades de chicha de maíz y yuca. Bien entrada la
noche, y con la ayuda de cantos y ensalmos, alcanza un estado de concentración
durante el cual asegura poder hablar con Yaau. Su cuerpo es visible pero se dice
que su pensamiento está “del lado de arriba”. Habla de una manera extraña para
los no iniciados y empieza a observar el mundo con los párpados cerrados. En
ese instante bebe abundante chicha e incita a los demás adultos a imitarlo. La
vasija con el líquido pasa cuidadosamente por las manos de todos los asistentes
procurando que su contenido no vaya a derramarse. Por pequeña que sea, cualquier
gota vertida es causa de reprobación.
La efectividad que los ette le atribuyen al rito para atraer la lluvia reposa en
el significado que cada uno de estos actos tiene “del otro lado”. Al igual que otros
pueblos americanos, los ette establecen una equivalencia entre la chicha bebida
por deidades, por un lado, y, por otro, el agua y la lluvia que riegan los cultivos de
los hombres.57 Lo que los hombres observan como lluvia, constituye para Yaau,
chicha de maíz y yuca. Por esta razón, el takwajtuggua trata de trascender su
propia condición y empezar a participar del mismo modo de existencia que Yaau.
Su objetivo es alcanzar el mismo nivel que la entidad sobrenatural para poderla
embriagar con las bebidas fermentadas. El carácter no profano del tiempo y el
espacio ceremonial hace que la separación entre los dos modos de existencia
y percepción disminuya y puedan llegar a equipararse. La aceptación de esta
ofrenda por parte de Yaau será percibida por los humanos en forma de lloviznas
y precipitaciones. En palabras de un avezado takwajtuggua:
último, vale la pena anotar que entre los yuko-yukpa la casa de la luna, lejos del hábitat humano,
está construida con serpientes. Véase Johannes Wilbert, Yupa Folktales, p. 141.
55
Las prácticas ceremoniales son un tema que está fuera del alcance del presente estudio. Tan
sólo futuras investigaciones podrán abordar adecuadamente su riqueza y complejidad. Vale la
pena anotar, sin embargo, que la distinción entre “este lado” (inninikki) y “el lado de Yaau”
(yaaulanikki) es omnipresente. En muchas ocasiones los participantes tienden a desarrollar
complicadas actividades “de este lado”, con el único fin de generar efectos y acontecimientos “del
lado de Yaau”. Algunas anotaciones sobre el ceremonial ette pueden encontrarse en el capítulo VI.
56
La importancia de esta clase de ritos fue registrada por Reichel-Dolmatoff a mediados del siglo
XX. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, p. 142.
57
Esta asociación puede encontrarse en otros grupos chibchas colombianos. Véase Ann Osborn,
Las cuatro estaciones, pp. 118, 138-140 y 193.
133
Juan Camilo Niño Vargas
“... Yaau hace su chicha
Él hace su parranda y bebe como cualquier terrateniente
Cuando él bebe en yauulanikki en la tierra llueve
Es la forma de vida que tiene él
Cuando amanecen bebiendo es porque amanece lloviendo...
... Cuando no llueve se reza
Se le ofrece chicha a Yaau para que él tome y haga fiesta
En ese momento el anciano no es un hombre común
En ese momento es casi como Yaau, tiene los poderes de Yaau
Como si tomara chicha con Yaau
Cuando habla, habla con Yaau
Habla como si lo tuviera en frente
Así como estamos hablando ahorita...”
(Luciano Mora Juurananta, Issa Oristunna, noviembre de 2003)
La relación que trazan los ette entre los dos líquidos es aún más llamativa
si se tiene en cuenta que el término vernáculo para chicha es dii, mientras que al
agua se le denomina diitakke. Esta última expresión está compuesta por la misma
palabra que se usa para designar “chicha” (dii) y el término “nuevo” (takke). De
esta suerte, la lluvia que otorga Yaau a cambio de la chicha que le es ofrecida es,
literalmente, “chicha nueva”, “chicha joven”. Las precauciones que se toman para
no derramar el alimento encuentran su explicación en el mismo principio. La
bebida no debe tocar el suelo puesto que lo que “del lado de Yaau” es derramar
chicha equivale en el mundo de los hombres a terribles tempestades y aguaceros.
Otra vez, la especial naturaleza del tiempo ceremonial hace que un suceso tan
insignificante como éste tenga graves consecuencias.58
Así, los difuntos, los soñantes y, sobre todo, las grandes entidades sobrenaturales participan de una forma de vida humana que, sin embargo, los hombres y
mujeres comunes no pueden percibir directamente. Lo que en condiciones normales se observan como culebras son, para un ser partícipe de un modo no ordinario
de existencia y percepción, troncos y maderos. De la misma forma, lo que se
manifiesta en el mundo de los hombres en forma de lloviznas y precipitaciones
es, desde una perspectiva alterna, celebraciones y fiestas con bebidas fermentadas. Los ejemplos podrían multiplicarse. Las casas y viviendas de “este lado”
son mujeres “del lado de arriba”; la selva y la vegetación de las Llanuras son las
58
El carácter no profano de los tiempos y espacios ceremoniales ha sido uno de los objetos preferidos
de la antropología simbólica. A este respecto véase, por ejemplo, Mircea Eliade, Tratado de
historia, pp. 328-365; y Edmund Leach, The Essential, T. I, pp. 182-186.
134
Realidad y perspectiva
vellosidades de la poderosa Yunari Kraari; los truenos de occidente son la voz de
Numirinta; los enormes árboles de ceiba son las matas de maíz de Yaau.
En síntesis, los ette comparten complejas ideas sobre la forma en la cual se
experimenta y percibe lo existente. Los seres humanos, las especies zoológicas y
las entidades sobrenaturales participan de una misma condición humana, actuando
y percibiendo el mundo como tales. Al mismo tiempo, empero, lo hacen desde
una posición particular y, en muchos sentidos, única. Existe un esquema básico de
existencia y percepción que se actualiza desde múltiples puntos de vista. De esta
serie de nociones se sigue una llamativa implicación. Lo que dos clases diferentes
de seres observen y experimenten en un mismo momento no tiene por qué
coincidir. La apariencia de lo existente cambia en función de la posición del sujeto
perceptor. Con todo, y puesto que lo que varía es la perspectiva y lo constante
son las propiedades del esquema de existencia y percepción, no existe ningún
impedimento para que se llegue a intuir lo que está experimentado un ser distinto
a uno. Esto es, de hecho, lo que los ette hacen cada vez que afirman que lo que los
hombres ven como “tal cosa” es “tal otra” para un animal o una deidad. Entre una
y otra perspectiva pueden encontrarse equivalencias. Las diversas perspectivas, y
los diferentes modos en los que la realidad es susceptible de ser experimentada,
se corresponden entre sí.59 La figura que se presenta a continuación puede aclarar
algunas de estas ideas (Figura No. 8).
Figura Nº 8
La concepción perspectivista
59
La correspondencia entre diferentes formas de observar el mundo en el pensamiento americano,
ha sido notada por otros estudiosos. Véase Kaj Århem, “Ecosofía Makuna”, pp. 123-124.
135
Juan Camilo Niño Vargas
El universo sufre un proceso de humanización que no lo homogeniza enteramente pero, tampoco, lo fragmenta por completo. Es perfectamente coherente,
entonces, que los individuos interesados en entender diversos aspectos de la realidad practiquen algún tipo de interpretación. La oniromancia ette, precisamente,
se funda sobre esta serie de principios. Su función, al igual que otros tipos de
interpretación practicados por los ette, reside en descubrir correspondencias entre
los distintos modos en los que la realidad se percibe y se experimenta. Los sueños
resultan ser interpretables puesto que la realidad misma es susceptible de recibir
múltiples interpretaciones.
136
Capítulo iv
La persona y el sueño
¿Minikima ooyoriga? ¿Minikima ooyoriga sijnaka? es una fórmula de saludo
matutino ette cuya traducción puede ser “¿Cómo soñaste? ¿Cómo soñaste anoche?”.
Para este pueblo la pregunta sobre la actividad onírica reemplaza a aquella que,
siendo tan común en nuestra sociedad, versa sobre la calidad del reposo o el
estado de ánimo de quien acaba de despertar. La explicación de este hecho radica
en la singular valoración que se le ha otorgado a la experiencia de soñar. Lejos de
ser pensados como simples elaboraciones fantasiosas, los ette conciben los sueños
como eventos reales y significativos durante los cuales el soñante puede llegar
a conversar con poderosas entidades sobrenaturales, viajar por las diferentes
regiones cósmicas o ser testigo de los acontecimientos venideros. Preguntar
“¿Cómo soñaste?” es una regla de etiqueta, pero también es una indagación sobre
un acontecimiento de sumo interés.
El presente capítulo se interesa por la articulación de estas ideas. Su objetivo
es describir y analizar la singular forma en la que los ette experimentan y piensan
los sueños. Se parte de la idea según la cual al proceso neurofisiológico del sueño
se le sobrepone uno social que condiciona la forma en la cual se vive, se concibe,
se recuerda y se narra lo soñado. A pesar de su ocurrencia universal, cada sociedad
experimenta y valora los sueños de una manera diferente. Lo que percibe el
soñante como un hecho natural es, en realidad, una experiencia determinada por
la historia y la cultura de una sociedad particular.
En consonancia con la opinión de otros investigadores, Susan Parman ha sostenido que los
sueños no deben ser tomados como un simple fenómeno electroquímico sino, más bien, como
un fenómeno electroquímico interpretado culturalmente. Susan Parman, Dream and Culture. An
Anthropological Study of the Western Intellectual Tradition, New York, Praeger, 1991, pp. ix-xiii
y 112-113. Un estudio pionero acerca de la forma en que los sueños son pautados culturalmente
es Jackson Steward Lincoln, The Dream in Native, pp. 22-43 y 189-194. Un recuento actualizado
de investigaciones sobre la influencia que ejercen factores socioculturales en la configuración de
la experiencia y el contenido de los sueños puede encontrarse en Robert L. Van De Castle, Our
Dreaming Mind, New York, Ballantine Books, 1994, pp. 311-358. La importancia de los marcos
sociales del pensamiento onírico ha sido resaltada por Roger Bastide, “Sociología del sueño”, pp.
Juan Camilo Niño Vargas
En este orden la exposición se dividirá en dos grandes apartes. Teniendo
presente que la concepción del sueño no está disociada de otras manifestaciones
culturales, en el primer acápite se describen ciertos aspectos de la noción de
persona. Una especial atención se le presta al examen de los componentes anímicos
y facultades intelectuales de los individuos. Con el objetivo de alcanzar una
comprensión más profunda sobre el tema, se realizarán algunas menciones cortas
y superficiales sobre las concepciones nativas del nacimiento, la enfermedad y la
muerte. Entendido este punto, en la segunda parte se aborda el sentido específico
que encierra el concepto de soñar, las características del particular modo de
existencia y aprehensión de lo real que el fenómeno onírico supone y, por fin, las
diferentes modalidades en las que la actividad del sueño puede ser experimentada.
Se concluye que, para los ette, el principal componente anímico de la persona
abandona el cuerpo durante el descanso y empieza a participar de una realidad
alterna cuyo acceso normalmente le estaría vedado en la vigilia. Dependiendo del
comportamiento que se adopte, a su vez, esta vivencia puede ser o, bien, activa o,
bien, pasiva.
La exposición de este elaborado conjunto de ideas servirá para sugerir la
centralidad del sueño en la vida cotidiana. El conjunto de prácticas y representaciones que se ha organizado alrededor del fenómeno onírico, ha permitido que
los ette puedan utilizarlo para recrear su cultura. La particular forma en la que se
experimenta y se concibe el sueño es la que, precisamente, posibilita que cumpla
funciones sociales. Algunas de las ideas adelantadas en los capítulos anteriores
servirán de apoyo para la realización de esta tarea
A. La composición del individuo
Para los ette cada individuo está compuesto por carne (eggatta), sangre (kii)
y huesos (kiikra). Combinados en distintas proporciones, la sangre y la carne
forman los órganos que se distribuyen alrededor de los huesos: el estómago, el
cerebro, los riñones, el hígado y los intestinos. El proceso de constitución de cada
uno ocurre inmediatamente después de la fecundación. El embrión es el resultado
de la unión de un componente masculino fertilizador y uno femenino fértil. El
semen masculino estimula a la sangre y la carne femeninas que periódicamente
67-85. Un estudio antropológico que intenta resaltar la relación que existe entre la pertenencia
a una clase social y el tipo de experiencia onírica en Occidente es Jean Duvignaud, Francoise
Duvignaud y Jean Pierre Corbeau, El banco de los sueños. Ensayo antropológico del soñador
contemporáneo (1979), México, Fondo de Cultura Económica, 1981.
138
La persona y el sueño
se encuentran en el interior del útero para que se transformen en un nuevo ser. La
interrupción de la menstruación constituye el principal anuncio de una concepción
exitosa. Con ella, una masa informe de carne y sangre empieza a convertirse en
una criatura humana completamente diferenciada. Primero aparecen los ojos y
los órganos internos. El tronco y las distintas extremidades se desarrollan en el
período intermedio. Los últimos en constituirse son la lengua y los genitales. En
este aspecto, los seres humanos no difieren considerablemente de otros seres de la
naturaleza y, en especial, del puerco doméstico, un animal apetecido por los ette
y cuya anatomía conocen bastante bien.
Con todo, el cuerpo es pensado como un receptáculo inanimado. La carne, la
sangre y los huesos tan sólo constituyen el componente físico y finito de la persona.
Tanto la vitalidad de hombres y mujeres, como las facultades intelectuales que
son capaces de ejercer, no se asocian directamente con las sustancias corpóreas.
La vida depende de una partícula inmaterial a la que se designa con la misma
palabra con que se denomina al corazón: too. Íntimamente relacionada a ella se
encuentra una facultad intelectual que cada individuo desarrolla a lo largo de toda
su vida. Los ette se refieren a ella como butteriya y, frecuentemente, la traducen
al castellano con la expresión “pensamiento”. Ambos conceptos, too y butteriya,
tiene una importancia capital dentro de la concepción ette de la persona y, en
especial, en las teorías nativas del nacimiento, la enfermedad, el fallecimiento y
el sueño.
1. Too: Principal componente anímico
Cuando son tomados en conjunto, la sangre, la carne y los huesos que conforman
el cuerpo humano son descritos por los ette con la expresión ella, “cuerpo”. En
otros contextos, sin embargo, usan una palabra que, asociada a la idea de recubrir,
se emplea para referirse al caparazón de algunas especies animales: mantaka. La
idea que semejante uso del lenguaje deja entrever está relacionada con la creencia
en la existencia de un componente inmaterial que se aloja en el interior de la
persona y se encarga de animar el cuerpo y mantener el estado vital. El cuerpo
es concebido como un receptáculo: como el continente de una partícula anímica
constitutiva del individuo. Los ette la denominan too. Puesto que al traducir este
Las teorías nativas sobre los componentes anímicos de los individuos han sido uno de los temas
preferidos por la antropología. Su importancia en los sistemas cosmológicos fue notada muy
tempranamente. Algunos trabajos clásicos sobre el tema son: Franz Boas, “The idea of Future
Life among Primitive Tribes” (1922), Race, Language and Culture, New York, The Free Press,
1966, pp. 596-607; James George Frazer, La rama dorada, pp. 217-234; Emile Durkheim, Las
139
Juan Camilo Niño Vargas
concepto con la expresión occidental “alma” se estaría distorsionando parte de su
significado, de ahora en adelante se empleará el término vernáculo.
“... El cuerpo es un caparazón
En el sólo hay carne
Por eso es un caparazón
Es un caparazón porque lo que le da vida es too
Sin too el cuerpo es una cáscara.
Too es un respiro
Es un soplo
No tiene huesos ni carne
Es un aire que hace que la sangre y el corazón se muevan
Él hace respirar a las personas
Hace que se muevan los brazos y las piernas, los pies y las manos
Sin too no habría vida...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, diciembre de 2003)
Al igual que en otras sociedades, además de designar al principal componente
anímico de los individuos, el término too se usa para referirse al corazón. De
hecho, la ubicación en el cuerpo de uno y otro coinciden. Esta homonimia y
coincidencia espacial, empero, no significan identidad sustancial. Los dos sentidos
formas elementales de la vida religiosa, Madrid, Alianza, 1993, pp. 392-441; y Edward Burnett
Tylor, Religion in Primitive, pp. 1-389. Por ser grupos geográficamente cercanos a los ette son
relevantes algunos trabajos desarrollados sobre esta materia entre los wayuu, los kogi y los zenú.
Véase Michel Perrin, Los practicantes, pp. 33-42; Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. I, pp.
250-252; y Sandra Turbay, “Elementos de religiosidad en el Resguardo Indígena de San Andrés
de Sotavento (Córdoba)”, Bogotá, Universitas Humanistica Año XVI, No. 27, Universidad
Javeriana, 1987, pp. 35-44, p. 30. Algunas anotaciones al respecto entre los barí de la Serranía
del Perijá se encuentran en Ángelo Neglia y Olson Bruce, Una raza bravía, pp. 84-86. Aunque
su objeto principal es el cuerpo orgánico, puede ser de alguna relevancia María Trillos Amaya,
“Léxico del cuerpo orgánico en damana”, El léxico del cuerpo humano a través de la gramática
y la semántica. Lenguas aborígenes de Colombia. Memorias 5, Bogotá, CCELA, Universidad de
los Andes, 1998, pp. 35-58.
A este respecto, varios estudiosos modernos han resaltado la pérdida de significado que sufren
los términos nativos que designan los componentes anímicos del individuo cuando se traducen
con el concepto occidental de “alma”. Véase Ellen Basso, “The Implications”, pp. 95-96 y 102103; y Barbara Tedlock, “Dreaming and Dream”, p. 26.
Tanto denominar con un mismo término al corazón y al principal componente anímico de
los individuos como ubicar al último en el lugar que ocupa el primero, es una práctica bien
documentada en un alto número de sociedades. Véase Edward Burnett Tylor, Religion in
Primitive, p. 15. Entre algunos de los grupos vecinos de los ette también se constata esta misma
costumbre. Véase Michel Perrin, Los practicantes, p. 34.
140
La persona y el sueño
de la palabra están perfectamente diferenciados. El órgano está conformado por
sangre y carne; el principio anímico, por el contrario, es inmaterial. Numerosas
expresiones son empleadas para describir su huidiza naturaleza. Frecuentemente
se sostiene que too es un “respiro” o un “soplo de aire”. Se asimila a un rayo de
luz, al humo y a la neblina. Explicaciones algo más complejas lo comparan con
la sombra que proyectan los individuos expuestos al sol o las imágenes que se
reflejan en el agua y los espejos. Lo que resalta cada uno de lo símiles es que, a
pesar de ser intangibles, no carecen de realidad.
La inmaterialidad de too lo acerca a las grandes entidades sobrenaturales.
Antes de incorporarse al corazón de cada individuo, puede decirse que too se
encuentra en un estado de identificación con ellas y, en especial, con Yaau, padre
creador y principal entidad sobrenatural masculina ette. Durante el embarazo,
Yaau lo introduce en la matriz de la madre por el ombligo y lo guía por el cordón
umbilical hasta el corazón del feto. Con su ingreso al cuerpo y compenetración
con la materia, too empieza a participar de una nueva existencia. Gracias a este
acontecimiento, la persona ette queda plenamente constituida.
“... Primero, Yaau y too viven juntos
No son personas todavía
No tienen cuerpo ni pensamiento
Son solamente too
Andan sueltos
Entonces Yaau los mete en el corazón y la persona vive
La vida es un regalo que Yaau les da a sus hijos
Lo tenemos para toda la vida
Por too vivimos
Crece igual que crece el cuerpo
Se acostumbra al cuerpo
Cuando sale es igual a él
Lo tenemos ahí hasta que nos morimos
Porque cuando morimos too se va con Yaau...”
(Samuel Granados Ogwerisu Kraanti, Ette Butteriya, octubre de 2003)
De esta forma, el componente anímico no está directamente involucrado
en un fenómeno que los ette piensan en términos puramente físicos, a saber, el
proceso filogenético que se inicia con la fecundación. Cada individuo hereda de
sus progenitores rasgos corporales pero la vitalidad se la debe a la obra de Yaau.
Existen diversas opiniones sobre la forma y la época en la cual too se integra
141
Juan Camilo Niño Vargas
al cuerpo. Algunas personas declaran que justo un segundo antes que el parto
concluya, Yaau lo deposita en los recién nacidos para permitirles tomar su primera
bocanada de aire. Entra por la boca y se desplaza por la garganta para instalarse
definitivamente en el corazón. Desde allí activa el flujo sanguíneo e inicia el
ejercicio respiratorio. Otros indígenas, sin embargo, se muestran reacios a aceptar
esta explicación aduciendo que el feto muestra señales de vida mucho antes del
alumbramiento. Para ellos too se incorpora gradualmente a la criatura en algún
punto entre el quinto y sexto mes de embarazo. El acceso es dirigido por Yaau y
se realiza de afuera hacia adentro a través del ombligo y el cordón umbilical.
Durante el período que se inicia con el nacimiento y culmina con la adquisición
del lenguaje por parte del infante, too es una partícula poco activa y susceptible
de huir del cuerpo por la boca. Se asegura que durante los primeros años de vida
“too trata de amañarse y a veces no lo logra”. La alta mortalidad infantil que se
registra entre los ette se explica por esta inestabilidad temprana del componente
anímico. Con el tiempo, y en la misma medida que el individuo crece, too se
desarrolla y afianza su lugar en el corazón. Las relaciones que mantienen uno y
otro se empiezan a estrechar y solidarizar hasta el punto en que se asegura que el
aspecto de too empieza a reproducir el del cuerpo del individuo.
A pesar de que las relaciones que too guarda con el cuerpo y los órganos
internos no pueden ser calificadas como superficiales, no deja de ser un hecho
ampliamente reconocido su relativa independencia respecto a la materia. El
modo de existencia que llevaba antes de su ingreso al corazón no desaparece por
completo con su asociación a la sangre, la carne y los huesos de los individuos.
Too es anterior al cuerpo y sobrevive a la muerte. Asimismo, fenómenos como el
sueño o la enfermedad se explican, respectivamente, como su separación corta o
prolongada.
“... Too casi no se sale
A veces sale a caminar cuando nos dormimos
Entonces soñamos...
Algunas notas acerca sobre las características en salud, prevención y prevalencia de enfermedades
entre los ette pueden encontrarse en Ignacio Zarante, Diego Ossa, Roberto Mendoza y Gustavo
Valvuena, “Descripción etnográfica”, pp. 188-191. También véase Héctor Osorio Gallego,
“Chimila”, p. 29. La costumbre de explicar la mortalidad infantil por escapes repentinos de los
componentes anímicos de los niños también se encuentra entre otras poblaciones del Caribe.
Véase Susana Jaramillo, “Ritos fúnebres entre los indígenas zenues”, Universitas Humanistica
Año XVI, No. 27, Bogotá, Universidad Javeriana, 1987, pp. 15-27, p. 27.
142
La persona y el sueño
... A veces se sale porque se pierde o se asusta
Se sale por un susto o una caída
La sangre empieza a correr rápido
Es porque too está que se sale
Entonces puede robárselo una fiera
Cuando eso pasa decimos que la persona está enferma
La persona no puede dormir ni estar tranquila
La gente se siente mal porque su corazón no está con too
Su corazón está cerca pero too está lejos
Esa persona no está ahí, está perdida
Ella está en donde se salió del corazón
Si too no vuelve la persona muere...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, diciembre de 2003)
Cuando abandona el cuerpo, too es capaz de obrar con una enorme autonomía.
De hecho, puede llegar a comportarse en franca oposición a las normas sociales
que el individuo seguiría en otras situaciones. Desligado de la sustancia corpórea,
se comporta como un segmento de la persona no socializado. Es irreflexivo,
impulsivo y lascivo. Por esta razón, los ette le temen a los componentes anímicos
de los muertos que no han sido adecuadamente sepultados e, incluso, a lo que
puedan hacer sus propios too durante el sueño.
En una considerable proporción, la concepción ette de la salud y la enfermedad se fundamenta sobre esta relativa independencia de too respecto al cuerpo.
Cualquier suceso fuera de lo normal en el que too esté involucrado se verá reflejado en el cuerpo en el cual reside. Inversamente, y descontando los efectos que
El informante está usando un interesante juego de palabras. En una traducción que no diferenciara
el componente anímico y el órgano material se consignaría: “El corazón está cerca pero el corazón
está lejos”.
El papel que juegan los componentes anímicos de los individuos en la salud y la enfermedad
ha sido un tema bastante investigado en antropología. Un trabajo relevante es Jean Vallard, “El
concepto de alma y de enfermedad entre los indios americanos” (1958), Marco V. Rueda y Segundo
E. Moreno Yánez (recop.), Cosmos, hombre y sacralidad. Lecturas dirigidas de antropología
religiosa, Quito, Abya-Yala, 1995, pp. 481-505. Algunas interesantes notas sobre este mismo
tema en grupos vecinos a los ette se encuentran en Michel Perrin, Los practicantes, pp. 199-234;
“Formes de la comunication chamanique. Exemple Guajiro. Venezuela et Colombia”, Rituales y
fiestas de las Américas, 45º Congreso Internacional de Americanistas, Bogotá, Universidad de
los Andes, 1988, pp. 208-217; Socorro Vásquez Cardozo y Hernán Darío Correa, “Los wayuu”,
Geografía humana de Colombia. Nordeste indígena T. II, Bogotá, Instituto Colombiano de
Cultura Hispánica, 1992, pp. 215-292, pp. 245-248.
143
Juan Camilo Niño Vargas
puedan causar males menores como el dolor de muelas o la llenura estomacal,
cualquier accidente que el cuerpo sufra afectará el buen funcionamiento de too.
Dentro de esta lógica, los peligros a los que están expuestos los individuos son
múltiples. Varios lugares del territorio suelen evitarse puesto que se consideran
habitados por entidades invisibles deseosas de raptar y flechar con enfermedades
mortales los too de los caminantes desprevenidos. Igualmente, durante los paseos
que realiza mientras el individuo duerme, too puede ser herido por criaturas malignas o, bien, consumir alimentos cuyos efectos nocivos se manifestarán en la
vigilia en forma de fiebres y dolores corporales.
Ciertos accidentes comunes también pueden causar la salida intempestiva
de too y, en consecuencia, propiciar la aparición de malestares físicos. Se cree
que una pequeña lesión en un pie o una mano causada por cierto tipo de espinas
puede afectarlo y, por lo tanto, deben atarse hilos en los tobillos y en las muñecas
que impidan que el mal se propague al centro del cuerpo. Asimismo, por culpa de
un golpe o un tropiezo que genere episodios de angustia too puede confundirse y
separarse del individuo. Desde ese momento al doliente le cuesta trabajo conciliar
el sueño y, cuando sueña, revive repetidamente el incidente traumático. Entonces
se asegura que su too permanece en el lugar en el que ocurrieron los hechos
sin ser capaz de encontrar el camino de vuelta. Una de las tareas médicas que
desarrollan los takwajtuggua, médicos tradicionales, consiste en propiciar su
regreso. A través del canto y el sonido de la maraca le comunican que está perdido
y lo orientan para que reingrese al corazón.10 En éste, como en muchos otros
No deja de ser llamativo que ideas muy semejantes se encuentren en un área de influencia chibcha
de la Cordillera Oriental colombiana. Para las poblaciones campesinas de la Sierra Nevada del
Cocuy, los encuentros oníricos con ciertas criaturas son causa de enfermedad. Véase Franz X.
Faust, “Apuntes al sistema médico de los campesinos de la Sierra Nevada del Cocuy”, Boletín del
Museo del Oro No. 26, Bogotá, Banco de la República, Bogotá, 1990, pp. 43-63, p. 49.
En el trabajo etnográfico de Reichel-Dolmatoff sobre el grupo se encuentra la declaración de un
hombre que, habiéndose lastimado un dedo de la mano, ató a su muñeca una fuerte ligadura de
hilos “para que el mal no siga al corazón”. Puesto que costumbres similares aún son practicadas
por los actuales ette, es posible que se estuviera refiriendo al componente anímico y no al órgano
material. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, p. 128.
10
Vale la pena anotar la similitud de las expresiones que designan la maraca, el corazón y el
componente inmaterial. Ya se ha mencionado cómo el órgano y el componente se designan con
un mismo término. La palabra para “maraca” también es too, aunque hay una pequeña diferencia
tonal con respecto a los otros dos términos. Aunque en la actualidad la maraca juega un papel
importante en las prácticas curativas relacionadas con la búsqueda y reincorporación de too al
cuerpo, los trabajos etnográficos realizados por Reichel-Dolmatoff a mediados del siglo XX no
le adjudican ninguna relevancia. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, p. 132.
Debe anotarse que este mismo instrumento tiene una importancia central en el chamanísmo
wayuu. Varios paralelos pueden trazarse entre las costumbres de este pueblo y las de los ette.
Véase Michel Perrin, Los practicantes, pp. 164-167.
144
La persona y el sueño
casos, la evolución de la dolencia, su retroceso o avance, se interpreta como la
progresiva cercanía o lejanía del componente inmaterial.
La concepción ette de la muerte es consistente con la del sueño y la
enfermedad.11 Si el primero es concebido como el merodeo nocturno de too
fuera del cuerpo y, la segunda, como una errancia dilatada, la muerte es pensada
como su separación definitiva. Con ella se empieza a participar en una forma de
existencia completamente desligada de la sustancia corpórea.
“... Morir es como dormir
Too se va con la muerte
Aquí sólo queda el cascarón que se entierra
Too va a donde Yaau
Solamente too puede ir con Yaau...
... El cuerpo puede morirse pero too no se acaba con el cuerpo
Él camina hacia Yaau
Continúa su vida en Yaau
Vuelve a encontrarse con él en yaaula12
Como sólo too estaba con Yaau, sólo too puede volver con él ...”
(Luciano Mora Juurananta, Issa Oristunna, noviembre de 2003)
La separación definitiva de la realidad ordinaria a la que conlleva la muerte,
le permite a too volver a disfrutar de un estado similar a aquel en el cual se
encontraba antes de su integración al cuerpo. El fallecimiento puede ser visto
como un evento inverso al nacimiento. Si la incorporación de too al feto durante
la gestación marca el inicio de la vida, su separación del cuerpo en la vejez
determina su terminación. Too proviene de Yaau y vuelve a Yaau. La existencia
ligada a la materia tan sólo constituye un corto período de tiempo entre dos
estados de identificación con el modo de existencia de la entidad sobrenatural. La
11
La concepción de la muerte ha sido un tema ampliamente abordado en antropología. Al respecto
son relevantes Mircea Eliade, La muerte, la vida después de la muerte y la escatología, Buenos
Aires, Megapolis, 1978; y los ensayos compilados por C. Favajer, (comp.), El hombre frente a la
muerte, Buenos Aires, Troquel, 1964. Algunas anotaciones sobre la concepción de la muerte y la
vida de ultratumba entre los ette pueden inferirse de los mitos recopilados por Reichel-Dolmatoff
en 1945. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, pp. 11-13. También es relevante
el mito sobre el joven y Rey Gallinazo que se estudió en el capítulo III. Véase Anexo A, Mito 9.
Sobre este mismo tema en grupos vecinos a los ette véase Ángelo Neglia y Olson Bruce, Una raza
bravía, p. 84; Michel Perrin, El camino de los indios, pp. 29-48 y 179-220; y Gerardo ReichelDolmatoff, Los kogi, T. II pp. 92-94 y 152-155.
12
La expresión yaaula puede traducirse como “en Yaau”.
145
Juan Camilo Niño Vargas
vida y la muerte se conciben como etapas de un rito de paso.13 A este respecto, no
deja de ser llamativo que, para el intérprete onírico ette, soñar que se es testigo
de una concepción o un parto exitoso, augura para la vigilia el fallecimiento de
un anciano.
En consonancia con semejante parecer, los ette han desarrollado un conjunto
de prácticas funerarias que buscan asegurarle el reencuentro con las deidades.14
El cuerpo de una persona muerta es envuelto en una hamaca por un espacio de
tiempo corto durante el cual se realizan los preparativos para el entierro. Aunque
en la actualidad es bastante común la construcción de cajones de madera para
el cadáver y cada vez es más frecuente la utilización de un cementerio ubicado
adentro del resguardo, los ette tienen perfecta conciencia del origen foráneo de
ambas prácticas. En ese sentido, aseguran que hasta hace pocos años los muertos
eran depositados en cuclillas en un profundo hoyo cavado en el interior de la
casa de habitación. Acto seguido, sus familiares abandonaban el lugar para
construir una nueva residencia en un lugar cercano.15 En cualquier caso, todas
las costumbres tienen un mismo y único objetivo, a saber, reintegrar parte del
individuo al cuerpo de la gran madre universal que los ette asocian con la tierra,
la vegetación y el origen del género humano: Yunari Kraari. La posición fetal en
la que se acomodaba el cuerpo del difunto y en la que, aún hoy día, se acomoda
el de los niños fallecidos, puede ser interpretada como un requerimiento lógico y
necesario para el ingreso a este recinto uterino.16
13
En lo que a esto concierne numerosos autores han visto que algunos conjuntos de prácticas y
representaciones asociadas a la muerte comparten una estructura común con los ritos de paso.
Véase, entre otros, Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano (1967), Barcelona, Labor, 1983, pp.
155-156; Arnold Van Genep, The Rites of Passage, pp. 146-165.
14
Algunas notas sobre las costumbres funerarias de los ette de mediados del siglo XX pueden
encontrarse en Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, pp. 140-141. Sobre este mismo
tema en grupos vecinos a los ette, véase Ángelo Neglia y Olson Bruce, Una raza bravía, pp. 9697; Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. II, pp. 221-227; Socorro Vásquez Cardozo y Hernán
Darío Correa, “Los wayuu”, pp. 258-261; y Johannes Wilbert, Yupa Folktales, pp. 59-60.
15
Enterrar el cadáver dentro de la habitación para abandonar enseguida el lugar, parece ser una
costumbre de vieja data entre los ette. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”,
p. 141. De hecho, la práctica bien podría remontarse al siglo XVIII. Véase Marta Herrera Ángel,
Ordenar para controlar, pp. 298-300. Costumbres muy similares pueden encontrarse entre los
indígenas de la Serranía del Perijá. Véase Johannes Wilbert, Yupa Folktales, p. 60. Aunque en
la actualidad no se pudieron recoger testimonios al respecto, a mediados del siglo XX existían
“casas de los muertos”: habitáculos especiales en los cuales se enterraban a todos los difuntos del
poblado.
16
Algunas notas generales sobre la relación entre deidades telúricas y prácticas de enterramiento
funerario pueden encontrarse en Mircea Eliade, Tratado de historia, pp. 230-232.
146
La persona y el sueño
Paralelamente, se cree que durante el espacio de tiempo entre la defunción
y el entierro too permanece cerca del cadáver en un estado de permanente
desubicación.17 La acomodación que los ette le dan al cuerpo en la fosa tiene
como objetivo brindarle una primera orientación. De acuerdo con los significados
asociados a los puntos cardinales, los hombres son enterrados con sus rostros
dirigidos hacia oriente y las mujeres con los suyos a occidente.18 Así, sus too
marcharán rumbo al saliente y el poniente para encontrarse, según sus sexos, con
Yaau o Numirinta. Además de esto, durante la sepultura del cadáver el hombre
de mayor edad recita un conjunto de plegarias por medio de las cuales le ruega a
Yaau que acoja a too. Comúnmente se refiere a ellas empleando la expresión yajga
too yaaula: “conducir a too hacia Yaau”.
No existe un consenso claro sobre la suerte exacta que corre el too de los
individuos que han abandonado el cuerpo para siempre. Cuando no aceptan una
franca ignorancia sobre el tema, los indígenas tienden a encontrarse y contradecirse. Algunos dicen que los too de los ette se marchan a los cerros mientras que
los de los waacha a los pueblos y ciudades. Otros aseguran que se dirigen a una
tierra lejana en las cabeceras del río Magdalena. Como sea, es bastante frecuente
que se diferencien dos formas de vida después de la muerte. Los criterios que se
utilizan para esta discriminación se fundamentan en el papel que le es adjudicado
a Yaau como única entidad moralmente capacitada para decidir el momento en el
que debe morir alguien. Si entre los designios que Yaau le tenía reservados a una
persona en cierto período de su vida se encontraba el de su muerte, la defunción
será aceptada y vista con naturalidad por sus familiares cercanos. Este es el caso
de aquellos hombres y mujeres que sufren una prolongada enfermedad o, simplemente, llegan al final de sus días con una edad avanzada. Para ellos, el reencuentro con Yaau está asegurado. Otro es el caso si, por el contrario, la muerte
se avecina en forma repentina, violenta e inesperada. Entonces, el fallecimiento
será recibido con tristeza y amargura. Los ette realizan un complejo conjunto de
acciones rituales encaminadas a salvaguardar la integridad de los componentes
anímicos de los individuos envueltos en esta clase de eventos. En estas ocasiones
los ensalmos dirigidos a orientar a too adquieren una relevancia extraordina-
17
Vale la pena anotar que cuando Reichel-Dolmatoff visitó a los ette a mediados del siglo XX
algunos informantes le aseguraron que el componente inmaterial de los difuntos vagaba durante
cuatro días buscando el camino hacia el “otro mundo”. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff,
“Etnografía chimila”, p. 141.
18
La costumbre de enterrar a hombres y mujeres dirigiendo sus rostros, respectivamente, hacia
oriente y occidente parece ser antigua. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”,
p. 140. También puede encontrarse en otras poblaciones del Caribe. Véase Susana Jaramillo
“Ritos fúnebres”, pp. 20-23.
147
Juan Camilo Niño Vargas
ria. Con todo, es una opinión generalizada que difícilmente podrán regresar con
Yaau, y en su defecto, vagabundearán de un lado para otro hasta convertirse en
aves.19 Algunos de los más versados conocedores del tema aseguran que no es
Yaau, sino el espíritu sobrenatural del jaguar, quien se apoderará de los espíritus
errantes.
2. Butteriya: el pensamiento
Una facultad intelectual se encuentra íntimamente asociada a too. Los ette se
refieren a ella, o bien con el verbo butte, o bien con el sustantivo butteriya. Un
sinnúmero de expresiones en castellano son utilizadas para traducir los dos
conceptos. Para butte son empleadas voces como “razonar”, “idear”, “imaginar”
y “concebir”. Para butteriya es común escuchar “cabeza”, “cerebro”, “saber”,
“inteligencia”, “entendimiento”, “tradición”, “memoria” y “voluntad”.20 Aunque
“pensar” y “pensamiento” son los términos más frecuentemente usados, y sin
duda alguna los que más se acercan a su sentido original, ni éstas ni las otras
palabras logran expresar adecuadamente el complejo conjunto de ideas que los
ette les asocian.21 Entre muchas otras acepciones, para los ette “pensar” es la
capacidad que tienen los seres humanos de recordar, imaginar y prospectar, de
interpretar y utilizar signos, de reaccionar de acuerdo con experiencias pasadas.
Gracias al pensamiento es posible el lenguaje y la comunicación, el raciocinio y
la memoria, el seguimiento de las reglas de etiqueta y el respeto por los preceptos
morales. Pensamiento, además, es intención, voluntad y volición.
19
No deja de ser interesante contrastar esta creencia con el mito que se trató en el capítulo III. Véase
Anexo A, Mito 9.
20
En la obra de María Trillos aparecen tres traducciones diferentes para butte: “pensar”, “razonar”
y “evocar”. Para butteriya se encuentra el término “idea”. Véase María Trillos Amaya, Categorías
gramaticales, p. 196.
21
Debe anotarse que pueden trazarse algunos paralelos entre la concepción ette de “pensamiento”
y las concepciones de “pensamiento” que han sido reportadas en grupos indígenas del noroeste
amazónico. A este respecto, es verdaderamente significativo que grupos tan alejados geográfica
y lingüísticamente de los ette utilicen el mismo término en castellano para designar conjuntos de
ideas propias. Al respecto véase Luis Cayón, “La gente de agua del abejón del Pira. Pensamiento,
chamanismo y enfermedad entre los makuna”, Geografía humana de Colombia. Amazonía
Amerindia. Territorio de diversidad cultural T. I, Vol. II, Bogotá, Instituto Colombiano de
Antropología e Historia, 2000, pp. 11-127, pp. 42-57; En las aguas del Yuruparí. Cosmología
y chamanismo makuna, Bogotá, Universidad de los Andes, 2002, pp. 107-116; María Clara
Van der Hammen, El manejo del mundo, Bogotá, Tropenbos, 1992; y Martín Von Hildebrand,
“Cosmovisión y el concepto de enfermedad entre los ufaina”, Medicina, chamanismo y botánica,
Bogotá, FUNCOL, 1983, pp. 48-63.
148
La persona y el sueño
“... Con too vivimos
Cuando se va entonces morimos
Pero con butteriya pensamos
Butteriya es el pensamiento
Sin él no sabríamos qué hacer
El pensamiento está en la cabeza
El corazón hace fuerza para que funcione
Va creciendo con el cuerpo
Hay que trabajarlo
Empieza de nada y termina en mucho
Es un regalo de Yaau para los ette
Con él no nos perdemos
Nos acordamos de ayer y de antes
Nos acordamos que tenemos que trabajar
Sabemos lo que está bien y lo que no sirve
Sabemos cuándo se puede hacer algo y cuándo no
Si no tuviéramos butteriya no sabríamos para donde ir...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, diciembre de 2003)
Una definición un poco más puntual del concepto se facilita por su calidad
de facultad. A diferencia de too, butteriya no es un segmento constitutivo del
individuo. No es comparable con un órgano o un componente inmaterial. Ningún
hombre podría vivir sin too, pero sí carecer de butteriya. Antes que todo butteriya
es una facultad y, como cualquier otra, tiene que ser desarrollada. Estrictamente
hablando, no se puede tener o perder sino, más bien, cultivar o atrofiar. Los individuos nacen sin pensamiento y deben esforzarse por conseguirlo e incrementarlo
a lo largo de toda su vida.
Aunque un tanto defectiva, la primera manifestación del pensamiento coincide con el momento en que el infante se yergue sobre sus dos piernas y comienza a demostrar habilidades lingüísticas. Desde ese instante en adelante, deberá
empezarse a adquirirlo de forma continua y progresiva. Las conductas acordes
con los preceptos sociales y el uso y entendimiento adecuados de la lengua constituyen signos de éxito al respecto. Como sea, para los ette no existe una regularidad en el proceso y, por ende, consideran que la capacidad de pensar no está
distribuida equitativamente entre la población. Mientras que de la mayoría de los
adultos se espera que piensen bien, sólo los takwajtuggua y algunos ancianos son
observados como grandes pensadores.
149
Juan Camilo Niño Vargas
El hecho de que los ette asocien al pensamiento con ciertas partes del cuerpo
no contradice su condición de facultad. En las ocasiones en las que butteriya
se traduce como “cabeza” ( jaakra) o “cerebro” (saajatta), los hablantes toman
al lugar y al órgano desde donde se ejerce una facultad como la facultad en sí
misma. Los indígenas que pudieron entrevistarse son conscientes de este peculiar
uso del lenguaje y, al interrogarlos sobre el significado exacto de cada palabra,
no tardaron en diferenciar la capacidad de pensar de los componentes corporales
que le sirven de soporte. Butteriya se halla en la cabeza y depende del cerebro
pero no es idéntica a ninguno de los dos. No cabe duda de que la guerra, la caza
y los accidentes ordinarios debieron constituir una firme base empírica que
aprovecharon los ette para la elaboración de semejante clase de apreciaciones
anatómicas.
En estrecha relación con su ubicación espacial en el interior del cráneo, se
encuentra el tipo de relaciones que butteriya mantiene con los ojos, la lengua y
los oídos.
“... Cuando pensamos el pensamiento pinta
Lo que pinta no está ahí porque sólo es pensamiento
No son los ojos sino el pensamiento
El anciano ve con su pensamiento22
No ve con los ojos sino con el pensamiento
Entonces puede curar y saber dónde está el mal
Viaja con el pensamiento
... En la cabeza también están los oídos y la lengua
Ese es el entendimiento
Cuando pensamos lo hacemos en la cabeza
Entonces el pensamiento se oye y habla
Sin él no sabríamos ni quiénes somos...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, diciembre de 2003)
En lo que al sentido de la vista atañe, el pensamiento disfruta de entera
independencia. En lengua ette, la actividad que los ojos desarrollan se expresa por
medio de los verbos tugwi y tuumbri, indiferentemente traducidos como “ver”,
“observar” y “mirar”. La forma en que el mundo se le presenta a la mayoría de
personas durante el desarrollo de su vida cotidiana es el resultado de esta clase
de observación: “Ver con los ojos” es el modo típicamente humano de aprehender
22
Con la palabra anciano (penari) el informante se refiriere a una persona sabia.
150
La persona y el sueño
la realidad. Empero, no es el único. Al pensar no se observa sino se “pinta”. La
visión del pensamiento no es la que los ojos proporcionan. Cuando se piensa,
los estímulos externos dejan de ser relevantes y llega a ser posible trascender
las representaciones ordinarias. El pensamiento, dicen los ette, “viaja”. En este
sentido, butte también significa “evocar” y “concebir”, acciones que se oponen al
mero “percibir”.
La oposición entre el tipo de visión ordinaria y aquella que brinda butteriya
adquiere una forma mucho más definida en la ideología y la práctica chamanística.
Los takwajtuggua creen que el pensamiento puede ofrecer imágenes de la realidad
mucho más certeras que las que los ojos brindan. La materialidad de estos
órganos, su exclusiva composición de sangre y carne, determina que a través de
ellos se perciba el mundo en términos puramente físicos. El desarrollo de ciertas
labores médicas y rituales exige poner en práctica una modalidad de percibir
mucho más compleja que permita observa la realidad desde perspectivas alternas.
Este particular tipo de percepción recibe el nombre de kwajtuggua y se considera
que es el producto de un difícil y prolongado entrenamiento del pensamiento.23 El
takwajtuggua resulta ser, literalmente, aquel que puede ser partícipe de un modo
de visión diferente (kwajtuggua) de aquel defectivo y sesgado que procuran los
ojos (wakwa).24
Ahora bien, para los ette pensar sí se relaciona íntimamente con la capacidad
de hablar (taara) y oír (nookwi). Lengua y oídos guardan estrechas relaciones
con el pensamiento. Para desarrollar sus facultades intelectuales, cada individuo
tiene que escuchar y hablar con los ancianos. Asimismo, debe hablarse y
escucharse a sí mismo: el pensador ette reflexiona y memoriza. La herramienta
para desempeñar apropiadamente esta tarea es, por excelencia, el ette taara. La
competencia lingüística de un hablante determinará la forma y el grado en que
puede ejercer su facultad intelectual. Yendo más lejos que aquellas sociedades
que equiparan la falta de dominio de un idioma particular con la carencia absoluta
de lenguaje, los ette asocian la ignorancia del ette taara con la incapacidad para
pensar. Los jóvenes ette que, o bien han olvidado su lengua materna, o bien se
sienten avergonzados de emplearla, son tachados de sordos y mudos, personas sin
23
Algunas notas generales sobre el tipo de visión del cual disfrutan los chamanes y otros especialistas religiosos pueden encontrarse en Mircea Eliade, El chamanismo, pp. 86-87. Sobre este
mismo tema en grupos vecinos de los ette, puede ser relevante Michel Perrin, Los practicantes,
pp. 125-130.
24
Vale la pena anotar que en la obra de María Trillos aparece wakwa traducido como “visión”
y kwajtuggua como “visión del médico”. Véase María Trillos Amaya, Categorías gramaticales,
p. 195.
151
Juan Camilo Niño Vargas
oídos y sin lengua que han extraviado el pensamiento. Una suerte peor, empero,
les es reservada a los waacha a quienes, por desconocer la lengua indígena, se les
considera completamente privados del desarrollo de tan importante facultad. El
conjunto de mitos relativos a la hermandad de Yaau y Jesucristo son ilustrativos
al respecto. En una interesante versión del origen de las diferencias étnicas, se
vincula la torsión de la lengua y la obstrucción con tabaco del pabellón auditivo
que le ocasiona Yaau a Jesucristo con la pérdida definitiva del pensamiento por
parte de los waacha.
“... Al principio les tocó repartirse la gente
Vino Yaau y empezó a hablar con Jesucristo
“Hay que poner una diferencia para ette y waacha”
“Algo tiene que haber”
Entonces los dos estaban frente a frente
Yaau cogió a su hermano waacha y lo volteó así
Jesucristo quedó con la cabeza por la espalda
La lengua se la volteó y le sopló mascada de tabaco en los oídos
A sus hijos les pasó lo mismo
Entonces waacha no pudo entender la lengua
No la pudo pronunciar
Le controlaron el pensamiento
Desde ese tiempo waacha no puede entender
Esa es la diferencia entre waacha y ette
Yaau les tapó los oídos y les torció la lengua para que no entiendan
Por eso son diferentes...”
(Luciano Mora Juurananta, Issa Oristunna, noviembre de 2003) 25
Llegados a este punto, puede descubrirse otro conjunto de significados
íntimamente relacionados con el concepto de butteriya. Lejos de limitarse a la
esfera da las actividades intelectuales, la expresión es traducida en numerosos
contextos como “tradición”. Butte no sólo significa pensar sino, además, pensar
adecuadamente. El verdadero pensamiento es un pensamiento indígena. Cuando
se piensa, se piensa en Yaau y en ette taara. Su ejercicio es visto por los ette
como una actualización de las normas sociales y una identificación con los
25
Existe una abundante cantidad de mitos diferentes sobre este mismo tema. La versión que
presentamos es una de las más ricas y originales. La trascripción completa se encuentra en
Anexo A, Mito 6, Versión B. Algunas observaciones sobre la hermandad de Yaau y Jesucristo se
encuentran en el capítulo I.
152
La persona y el sueño
valores culturales.26 Cualquier modo de pensar que se aleje de estos principios
es valorado negativamente. Las prácticas a las que se entregan los waacha y la
población ette deseosa de integrarse a la sociedad nacional se consideran formas
de pensamiento aberrantes, nocivas, desequilibradas o, simplemente, carentes de
lógica y razón. Conductas como el apego desmedido al dinero, la violencia, el
afán por la consecución de bienes materiales o el deseo de contraer matrimonios
que violen las normas de endogamia étnica, entran dentro de esta categoría.27
La última y más importante característica de butteriya es su capacidad de
producir efectos en el mundo material. Por obra del pensamiento no sólo es posible
el lenguaje, el raciocinio y la memoria. Gracias a él, además, puede llegarse a
influir o alterar el orden físico. Ciertas formas de pensar permiten alcanzar niveles
más fundamentales de existencia para, desde allí, modificar la realidad ordinaria.
En este sentido, Yaau es el pensador por antonomasia. Dentro de la mitología ette,
la actividad intelectual de la entidad sobrenatural se manifiesta en el mundo de
los hombres en forma de eventos concretos. En pensamiento, Yaau crea y modela
al mundo, engendra al género humano, protege y resguarda individuos y modifica
el cuerpo de los diferentes grupos étnicos.28 A una escala menor, algunos ette
logran reproducir esta particular forma de obrar. Los takwajtuggua restablecen
la salud de los enfermos, protegen el territorio y tratan de controlar ciertos
fenómenos atmosféricos mediante el sólo ejercicio del pensamiento. De igual
forma, en ciertos contextos ceremoniales cada anciano ette medita profundamente
para asimilarse a un gigantesco poste con el objetivo de evitar que se desplomen
las regiones cósmicas superpuestas sobre el mundo de los ette.29 Por fin, y en
una medida mucho más reducida, la capacidad de pensar de los jóvenes puede
incidir en el curso que tomen los acontecimientos personales. Los excesos en el
sentir e imaginar tienen el potencial de estructurar su devenir. Así, por ejemplo,
se asegura que con el fin de propiciar una faena exitosa el joven cazador debe
concentrarse en su presa mucho antes de abandonar el hogar y dirigirse a la selva.
Igualmente, al preparar los cultivos, aún se les suele recomendar a las mujeres que
imaginen plantas vigorosas que estimulen el desarrollo de las semillas y cogollos
que siembran.
26
En este sentido, el significado de butteriya presenta algunas similitudes con el concepto yuluka
que se encuentra entre los grupos vecinos de la Sierra Nevada de Santa Marta. Véase Gerardo
Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. II, pp. 94-96.
27
De nuevo, los mitos que atañen a la hermandad de Yaau y Jesucristo son ilustrativos al respecto.
Véase Anexo A, Mito 6, Versión A.
28
Sobre la acción del pensamiento de Yaau sobre el mundo véase Anexo A, Mito 2, Versión C; Mito
3; Mito 4, Versión B; y Mito 6, Versión A y B.
29
Véase Anexo A, Mito 1.
153
Juan Camilo Niño Vargas
B. La experiencia del sueño
La concepción ette del sueño es consistente con la de la persona y el universo.
Básicamente, se cree que el sueño es una actividad protagonizada, no por la
persona de carne y hueso, sino por su principal segmento anímico: too. Las
singulares características y facultades de esta partícula, a saber, su carácter
inmaterial pero real, su relativa autonomía respecto a la sustancia corporal y la
cercanía que disfruta con relación a las entidades sobrenaturales, determinan
gran parte de los atributos de los sueños.30 Para los ette soñar es una actividad no
corpórea en la cual se empieza a participar de un modo no ordinario de existencia
y percepción que, dependiendo de la actitud que asuma el componente anímico,
puede ser activa o pasiva.
1. Soñar como actividad no corpórea
Contrario a lo que sucede con ciertos usos lingüísticos del castellano, en ette
taara las expresiones que designan “dormir” y “soñar” se encuentran debidamente
diferenciadas. Mientras que para el período de reposo y descanso se utiliza el
término saara, para referirse al fenómeno onírico la palabra adecuada es ooyori.
La distinción está perfectamente justificada. Ambos se consideran eventos que,
a pesar de estar íntimamente relacionados, no obedecen a las mismas causas ni
comparten una misma naturaleza.31
Para los ette dormir es un acontecimiento puramente físico. El desgaste que
sufre el cuerpo a causa de los quehaceres diarios se manifiesta en la noche en
forma de cansancio. El período de reposo no es más que un medio para recuperar
30
A este respecto, varias investigaciones etnográficas recientes han recalcado la importancia de
analizar las características que se les atribuyen a los componentes anímicos de la persona para
relacionarlas con los conjuntos de ideas asociados a los sueños. Al respecto véase Ellen Basso,
“The Implications”; y Thomas, Gregor, “Far, Far Away my Shadow Wandered: The Dream
Symbolism and Dream Theories of Mehinaku Indians of Brazil”, American Ethnologist Nº 8,
1981, pp. 709-720.
31
La existencia de términos diferentes para designar “dormir” y “soñar” es un punto que no puede
notarse con perfecta claridad en los trabajos lingüísticos disponibles sobre el ette taara. La razón
de esta falta de precisión debe hallarse en las limitaciones léxicas del castellano y, en consecuencia,
en las traducciones que los mismos hablantes ette hacen de las expresiones de su lengua. De
esta suerte, se encuentran expresiones como saa’ra y saara’a traducidas, respectivamente, como
“dormir” y “sueño”. Ninguna de las dos tiene que ver propiamente con el fenómeno onírico y,
más bien, están relacionadas con el acto de dormir y la somnolencia. Véase, a este respecto, María
Trillos Amaya, Categorías gramaticales, pp. 84 y 193.
154
La persona y el sueño
la energía perdida durante la vigilia y permitirle al cuerpo cierta distensión y
relajamiento. Según esta concepción existe un vínculo entre la actividad física
y la somnolencia. Un gran número de prácticas e ideas expresan de diferentes
maneras semejante relación. Para los ancianos y los takwajtuggua la resistencia
al sueño se asocia a la fortaleza corporal. Durante las ceremonias suelen rezar sin
parar hasta la madrugada estimando cualquier expresión de cansancio como un
signo de debilidad. En concordancia con este parecer, en varios mitos e historias
se reprueba y castiga con la transformación en animal el comportamiento
holgazán de hombres que, sin razón aparente, preferían retirarse a dormir a sus
hamacas antes que disponerse a trabajar juiciosamente.32 Asimismo, en la vida
diaria, las siestas y descansos prolongados que no hayan estado precedidos por
una penosa jornada de trabajo se consideran comportamientos licenciosos. Sólo
cuando se trata de niños, ancianos y enfermos, personas desprovistas de la fuerza
y vitalidad que se le adjudica a la población adulta, tales eventos tienen alguna
justificación.
Soñar, en contraste, se concibe como un acto no corpóreo y, por lo tanto,
independiente del cumplimiento de cualquier función fisiológica. Para los ette no
hay nada más absurdo que la manera en que algunos de sus vecinos campesinos
vinculan el grado de fatiga del durmiente, o el consumo de alimentos antes de
acostarse, con la frecuencia, calidad e intensidad de las ensoñaciones nocturnas.
En lo que a este tema concierne, la concepción ette está muy cerca de aquellas que,
habiendo dominado alguna vez parte del pensamiento europeo y encontrándose
todavía en numerosas sociedades no occidentales, explican las particularidades
de la experiencia onírica remitiéndose a entidades no corpóreas.33
32
Sobre la pereza que caracterizó a algunos seres míticos puede consultarse capítulo III, Tabla No. 1.
33
Dos de los trabajos clásicos más renombrados que han abordado conjuntamente las concepciones
sobre las entidades no corpóreas y los fenómenos oníricos son Edward Burnett Tylor, Religion in
Primitive, pp. 20-29; y Lucien Lévy-Bruhl, La mentalité, pp. 94-107. Algunos trabajos de carácter
general que se encargan del mismo tema y muestran la amplia distribución de la concepción del
sueño como salida de un componente anímico son Douglas Price-Williams y Lydia Nakashima
Degarrod, “El contexto y uso de los sueños en ciertas sociedades amerindias”, Michel Perrin
(coord.), Antropología y experiencias del sueño, Quito, Abya-Yala, 1990, pp. 289-291; y Barbara
Tedlock, “Sharing and Interpreting. Dreams in Amerindian Nations”, David Shulman y Guy
Stroumsa (eds.), Dream Cultures. Explorations in the Comparative History of Dreaming, New
York, Oxford University Press, 1999, pp. 87-103, pp. 88-90. Algunas notas sobre este mismo tema
en la historia de Occidente se encuentran en Hubert Cancik, “Idolum and Imago. Roman Dreams
and Dream Theories”, David Shulman y Guy Stroumsa (eds.), Dream Cultures. Explorations
in the Comparative History of Dreaming, New York, Oxford University Press, 1999, pp. 169188; Ángel J. Cappelletti, Las teorías del sueño en la filosofía antigua (1987), México, Fondo
de Cultura Económica, 1989; Steven E. Kruger, Il sogno nel medioevo (1992), Milano, Vita e
Pensiero, 1996; Patricia Cox Miller, Dreams in Late Antiquity. Studies in the Imagination of a
155
Juan Camilo Niño Vargas
Un preciso indicio de la forma en que los ette conciben los sueños es
lingüístico. Primordialmente, el sueño se concibe como una actividad. Antes que
todo, ooyori es un verbo. Cuando el término se encuentra substantivado (ooyoriya)
hace referencia exclusiva al evento que tuvo lugar durante el dormir. Dentro de esta
lógica, los sueños no pueden ser concebidos como simples representaciones. Soñar
es una acción y no las figuras y sucesos que se le presentan al soñante mientras
duerme. Como ya se habrá advertido, el sentido que encierra este concepto no
coincide perfectamente con el significado de la expresión que le correspondería
en castellano. A diferencia de lo que sucede en ésta y otras lenguas indoeuropeas,
un hablante del ette taara puede asegurar “haber soñado” (issa ooyori) pero no
“haber tenido sueños” (tuve un sueño, I had a dream).34
Como cualquier otro acto, siempre se desarrolla en un tiempo específico
y un espacio concreto. Su singular naturaleza radica en que, a diferencia de la
mayoría de las operaciones ordinarias, el sujeto que la realiza no es el individuo
en su conjunto sino, antes bien, el componente inmaterial del individuo que los
ette denominan too. La concepción del sueño es solidaria con la de la persona.
“... Anoche soñé
Entonces too salió
Me quedé como un muerto
Y así estuve hasta la media noche y después hasta la madrugada.
Cuando alguien duerme too sale
Es inquieto, nunca descansa
Se mueve de aquí para allá
Sale a pasear
Puede estar en lugares en donde uno estuvo de día
Puede ir a donde nunca se ha estado
Culture, Princetown, Princetown University Press, 1994, pp. 51-73; y Susan Parman, Dream and
Culture, pp. 17-41.
34
Sobre la forma en la cual el estatus ontológico que una cultura le otorga a los sueños se ve
reflejado en la lengua es relevante Barbara Tedlock, “Sharing and Interpreting”, pp. 9294. Algunas notas sobre este mismo tema se encuentran en David Shulman y Guy Stroumsa,
“Introduction”, p .6. Un artículo en el que, desde un punto de vista filosófico, se discute cómo
una determinada concepción de los sueños está estrechamente relacionada con el tipo de lenguaje
que se utilice y con la forma de vida en que éste se inscriba es Felipe Castañeda, “... y los sueños
sueños son”- Indicaciones gramaticales desde Wittgenstein sobre el tema, Mecanografiado,
2003. Estoy en deuda con Felipe Castañeda por haber puesto a mi disposición este avance de sus
investigaciones.
156
La persona y el sueño
Uno se acuerda porque too sale con la cabeza35
Salen juntos a pasear
El pensamiento ve las cosas que too hace
Pero too no siempre piensa bien
Por eso no nos acordamos de todo
La cabeza a veces está muy cansada y confundida...
... Toda la gente ve un cuerpo acostado
Pero de ese lado too ve cosas que sólo vería si caminara
Por eso tenemos razón
El cuerpo se queda en la hamaca porque es un caparazón
Ahí se ve una persona durmiendo
Esa persona respira, se mueve y hasta habla
Pero too está lejos...”
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)36
Durante el sueño too puede, o bien, deambular fuera del cuerpo, o bien, ser
visitado por seres sobrenaturales con quienes conversa y discute. En ambos casos,
la experiencia se considera un acontecimiento tan real como cualquier otro suceso
acaecido en la vigilia. Su veracidad no depende de ningún soporte material. La
experiencia de too es auténtica: efectivamente abandona el cuerpo, deambula por
parajes desconocidos e interactúa con otros seres y objetos no menos reales. Sus
vivencias pueden recordarse debido a que butteriya, la facultad del pensamiento,
sigue ejerciéndose de una manera un tanto tosca mientras se duerme. El papel de
butteriya consiste en recordar las andanzas de too y, en algunas ocasiones, dirigir
o restringir su comportamiento. A esto es, estrictamente hablando, a lo que los
ette se refieren cuando tocan el tema de los sueños.
Puesto que ninguno opaca al otro en autenticidad y grado de realidad, existe
una clara continuidad entre los estados del sueño y la vigilia. Esto facilita que,
entre otras cosas, los informes de eventos ordinarios puedan estar seguidos por
relatos oníricos, sin que el narrador anuncie ningún tipo de cambio en el estatus
de las experiencias que cuenta. Asimismo, posibilita que una persona justifique
cierto tipo de conducta en la vigilia por acontecimientos que vivió en sueños.
35
Aunque la informante empleó el término jaakra, literalmente “cabeza”, realmente se refiere a
butteriya, “el pensamiento”. La razón de este uso del lenguaje es que, como ya se ha expuesto, los
ette asocian la capacidad de pensar con las funciones que desarrolla el cerebro.
36
Anexo B, Sueño 19.
157
Juan Camilo Niño Vargas
La concepción ette sobre estos puntos no es muy distinta a la de otros grupos de
América.37
2. El modo onírico de existencia y percepción
El estatus del sueño y las relaciones que guarda con la vigilia son puntos que han
interesado a investigadores de diferentes disciplinas.38 En el plano etnológico,
se han desarrollado interesantes discusiones sobre el tema. Ciertos estudiosos
han sugerido que algunos pueblos le otorgan a ambos estados el mismo grado de
veracidad y que, en consecuencia, su diferenciación es débil o poco clara.39 De
otro lado, se ha sostenido que la distinción sí existe, atribuyéndosele a los sueños
una autenticidad mayor que a la vida despierta.40 También se ha indicado la
posible presencia, dentro de las cosmologías de algunas sociedades, de un espacio
específico en donde los sueños vendrían a desarrollarse y que, en algunos casos,
supondría una ontología dual del universo.41 El caso ette, sin embargo, no parece
encajar completamente bien con ninguno de los anteriores planteamientos.
Que entre los ette la distinción entre lo veridico y lo ilusorio no pueda
aplicarse para distinguir el sueño y la vigilia, no significa que los dos estados se
confundan. Los ette reconocen que la escena en la que se desarrollan los sueños
es distinta de aquella en donde se desenvuelve la vida despierta. Dentro de su
concepción, empero, no se encuentra ninguna creencia sobre un lugar específico
a donde supuestamente el soñante se transportaría. Aunque puede darse el caso
de desplazamientos a lugares remotos y desconocidos, de lo que se trata no es
de un espacio concreto dotado de propiedades especiales. La experiencia del
37
Véase Georges Deveraux, Reality and Dreams, pp. 144-145; William Merrill, “The Rarámuri
Stereotype of Dreams”, Barbara Tedlock (ed.), Dreaming. Anthropological and Psychological
Interpretations (1987), Santa Fe, School of American Research Advanced Seminar Series, 1997,
pp. 194-21, pp. 200-202.
38
Interesantes anotaciones sobre este tema se encuentran en Sigmund Freud, La interpretación,
69-72; Barbara Tedlock, “Dreaming and Dream”, pp. 1-30, pp. 1-12.
39
Véase, por ejemplo, James George Frazer, La rama dorada, p. 221; John Lubbock, Los orígenes,
p. 144; Edward Burnett Tylor, Religion in Primitive, pp. 27-28.
40
Véase Roger Caillois, “Problemas del sueño”, Coloquio de Royamount, Los sueños y las
sociedades humanas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1964, pp. 33-65, pp. 38-40; Jackson
Steward Lincoln, The Dream in Native, pp. 28-30.
41
Véase Michel Perrin, “Pensar el sueño”, p. 8; y Los practicantes, pp. 43-44. Algunas notas sobre
ontologías duales y experiencia onírica pueden encontrarse en Aleida Assmann, “Engendering
Dreams”, David Shulman y Guy Stroumsa (eds.), Dream Cultures. Explorations in the
Comparative History of Dreaming, New York, Oxford University Press, 1999, pp. 288-302, pp.
288-291. Un trabajo que aborda las representaciones del sueño y, en especial, la existencia de
un espacio específico de los sueños durante la Antigüedad Tardía en Europa y Asia Menor es
Patricia Cox Miller, Dreams in Late Antiquity, pp. 22-38.
158
La persona y el sueño
soñante no se desarrolla en un mundo diferente. Pareciera transcurrir en otro lado
puesto que se aprehende lo existente desde un punto de vista alterno. Con el inicio
del descanso too se libra parcialmente de la influencia de la materia corporal y
empieza a participar de una existencia distinta de aquella que llevaba durante la
vigilia. Antes que asociarse con un viaje a alguna región particular, soñar implica
ser partícipe de un nuevo modo de existencia y percepción.
“...Too ve diferente
Ve diferente porque dejó el cuerpo tirado
Para él es normal pero de este lado es diferente
Todo se ve diferente del lado de arriba
Cuando uno sueña ve las cosas del otro lado
Se ven como si las viera Yaau
Del otro lado nada es como lo vemos aquí
Cuando se sueña todo es como diferente
Esa es la creencia de nosotros...”
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)
El singular modo de existencia y percepción que proporciona el acto
de soñar se traduce para el soñante en la participación de un nivel de realidad
reservado a las entidades sobrenaturales. El sueño propicia a intervalos cortos
un tipo de existencia que se interrumpió con el nacimiento y, supuestamente,
vendrá a restaurarse con la muerte. Otra vez, la inmaterialidad de too juega un
papel fundamental. Su independencia respecto a la materia corporal le permite
establecer una identidad sustancial con seres como Yaau y Numirinta. De forma
temporal y un tanto imperfecta, el componente anímico hace que el soñante
perciba y experimente la realidad de la misma manera en que lo hacen ellos.
Soñar permite el acceso a un estado privilegiado. La persona que sueña puede
llegar a observar las cosas “del lado de Yaau”, “como si las viera Yaau”. De hecho,
los encuentros con este ser no son totalmente extraños. El sueño apoya y refuerza
la veracidad del mito y, desde varios puntos de vista, lo legitima.
Para la expresión de estas ideas, los ette se valen de los mismos deícticos
espaciales con los que se refieren a los niveles de realidad no ordinarios.42 En tanto
localizadores, este tipo de elementos lingüísticos se emplean para contraponer
lo que se experimenta en la vigilia de lo que se percibe durante el sueño. A
continuación se relacionan los más frecuentemente usados (Tabla No. 4).
42
Una exposición más completa del uso de deícticos espaciales relacionados con modos no
ordinarios de aprehensión de lo real entre los ette se encuentra en el capítulo III.
159
Juan Camilo Niño Vargas
Tabla No. 4
Deícticos espaciales asociados a la descripción
de la experiencia de la vigilia y el sueño
Inninikki
Vigilia
Sueño
Ordinario
Extraordinario
“de este lado”
Ninnanikki
“del otro lado”
Jaatinikki
“del lado de arriba”
Yaaulanikki
“del lado de Yaau”
Utilizándolos en el contexto adecuado, y sin siquiera mencionar el verbo
“soñar”, un hablante del ette taara puede hacerle entender a sus interlocutores
si la experiencia que relata tuvo lugar durante el día o mientras dormía. Con la
expresión inninikki se referirá a acontecimientos y objetos que se percibieron en la
vigilia. Comúnmente se traduce al castellano como “aquí” o “de este lado”. Si por
el contrario, lo que desea es describir una realidad que se le presentó durante el
sueño, entonces, utilizará voces como ninnanikki, jaatinikki y yaaulanikki. Todas
estas expresiones se oponen a inninikki. Generalmente, el deíctico ninannikki se
asocia a las narraciones de sueños ordinarios y es traducido como “del otro lado”.
Por su parte, el uso de jaatinikki y yaaulanikki suele restringirse a las experiencias
oníricas relacionadas con la manifestación o presencia de deidades y entidades
sobrenaturales. Las dos expresiones pueden traducirse, respectivamente, como
“del lado de arriba” y “del lado de Yaau”.43 Como ya se ha advertido, a cada uno
de estos términos se le debe otorgar un significado más metafórico que literal.
De su utilización no debe deducirse ninguna aserción sobre la existencia de un
espacio concreto en donde los sueños vendrían a desarrollarse. No se refieren a
locaciones específicas sino a una forma de existencia y de aprehensión de lo real
que una persona despierta difícilmente podría llegar a alcanzar.
Un último punto que no debe dejar de resaltarse es el del carácter objetivo
y supraindividual que se le atribuye al modo de existencia onírico. Dentro del
pensamiento ette, los objetos y acontecimientos que se experimentan durante el
43
Una concepción muy similar se encuentra entre los dene-tha, un grupo atapascano del noroccidente
de Alberta en Canadá. Para este grupo los sueños constituyen un medio de comunicación entre
“esta tierra” y “la otra tierra” que, sorprendentemente, también es llamada “cielo” o “la tierra de
Dios”. Véase Jean-Guy Goulet, “Los sueños, las visiones y la identificación de otros entre los
Dene-tha”, Michel Perrin (coord.), Antropología y experiencias del sueño, Quito, Abya-Yala,
1990, pp. 21-36, pp. 22-23.
160
La persona y el sueño
sueño no tienen como único punto de origen al sujeto. Lejos de estar reducidos
a una esfera individual y privada, son tan independientes de la persona como lo
son los objetos y acontecimientos que se observan y desarrollan en el transcurso
de la vigilia. La realidad es la misma: lo que varía es el punto de vista desde el
cual se contempla. Por lo menos en el nivel de las representaciones colectivas, el
mundo del soñante es un mundo compartido: uno al que todos los ette tienen igual
acceso. Así, por ejemplo, es perfectamente normal que una pareja ette asegure
haberse encontrado mientras dormía o que, diferentes soñantes en diferentes
ocasiones, afirmen haber visitado el mismo lugar que tal o cual persona conoció
en un sueño.
En lo que a esto se refiere, la concepción ette es diametralmente opuesta a la
de nuestra propia sociedad, en donde los motivos oníricos carecen de objetividad
y, más bien, representan aspectos de la personalidad del soñante.44 Si el sueño
en Occidente ha sido caracterizado como “alejarse de la vida”,45 entre los ette
está asociado con la contemplación legítima de la realidad desde una nueva
perspectiva.
3. Fenomenología de la experiencia onírica
La existencia de por lo menos dos formas diferentes pero complementarias de
experimentar el sueño ha sido observada en numerosas sociedades.46 Como ya se
ha observado, los ette no son ajenos a este hecho. Una vez se inicia el descanso,
too puede conducirse activa o pasivamente. Mientras que la primera actividad
está asociada a un vagabundeo extracorporal, la segunda lo está a la entrega de
mensajes por parte de entidades sobrenaturales.
44
Véase Carl Gustav Jung, Los complejos y el inconsciente, Madrid, Altaya, 1994, pp. 313-351; y
Roland Cahen, “La psicología del sueño”, Coloquio de Royaumont, Los sueños y las sociedades
humanas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1964, pp. 99-131, pp. 121-124. Un trabajo que
expone y compara con cierto detalle diferentes concepciones que le otorgan o le restan autonomía
a la realidad que se le presenta al soñante es Patricia Cox Miller, Dreams in Late Antiquity, pp.
39-73.
45
Alfred Schutz, El problema de la realidad social (1962), Buenos Aires, Amorrortu, 2003, p.
223.
46
Un estudio clásico al respecto es Edward Burnett Tylor, Religion in Primitive, pp. 20-29. Otros
estudiosos contemporáneos también han recalcado este hecho. Véase Ellen Basso, “The Implications”, pp. 88-92; Philippe Descola, “Head-shrinkers versus Shrinks: Jivaroan Dream Analysis”, Man Vol. 24, No. 3, 1989, pp. 439-450, pp. 441-442; Antilde Idogaya Molina, “Experiencia
onírica entre los Pilaga”, Michel Perrin (coord.), Antropología y experiencias del sueño, Quito,
Abya-Yala, 1990, pp. 195-214; y Pablo G. Wright, “Sueño y poder entre los Toba”, Michel Perrin
(coord.), Antropología y experiencias del sueño, Quito, Abya-Yala, 1990, pp. 215-237.
161
Juan Camilo Niño Vargas
Aunque estos comportamientos no son excluyentes, y es perfectamente
normal que puedan presentarse casos en los cuales se sigan el uno al otro, cada
cual posee características propias que determinan la existencia de por los menos
dos formas generales, y más o menos diferenciadas, en las que los ette pueden
experimentar sus sueños. Que esta distinción no pueda rastrearse en un nivel
lingüístico no significa que carezca de importancia. De ella dependen, entre otras
cosas, las actividades que el soñante puede desarrollar durante su experiencia y
la clase de interpretación que posteriormente se le aplique. La riqueza con que
cada una es descrita y explicada delata el interés que despierta para los ette la
fenomenología de la experiencia onírica y, paralelamente, el grado de sofisticación
que sus apreciaciones han alcanzado sobre el tema. La exposición de cada una,
por lo demás, permitirá resaltar la legitimidad de las revelaciones de los sueños y
el importante papel que juegan en el curso de la vida diaria.47
a. Experiencia activa del componente anímico
La experiencia activa de too es la más frecuentemente reportada. La mayoría de
los ette sostienen que una proporción significativa de los sucesos que se recuerdan
al despertar coinciden con las andanzas que el principal componente anímico del
individuo protagoniza lejos del cuerpo durante la noche.48
“... Too sale y uno sueña
Sale y ahí queda el cuerpo quieto
47
Varias investigaciones modernas han resaltado el grado de complejidad que pueden alcanzar los
conocimientos desarrollados por sociedades indígenas sobre la fenomenología de los estados
no ordinarios de conciencia, entre ellos, el sueño. Ilustrativos ejemplos sobre este tema pueden
encontrarse en Barbara Tedlock, “Dreaming and Dream”, pp. 17-20. También pueden ser de
alguna relevancia Paola Melis, “Sueños, conciencia y niveles cósmicos en el curanderismo del
Perú septentrional”, Michel Perrin (coord.), Antropología y experiencias del sueño, Quito, AbyaYala, 1990, pp. 159-178; y Waud Kracke, “Dreaming in Kagwahiv: Dream Beliefs and their
Psychic Uses in an Amazonian Indian Culture”, Psychoanalityc Study of Society No. 8, 1979, pp.
119-171.
48
Concepciones que explican el fenómeno onírico como el vagabundeo fuera del cuerpo del
principal componente anímico de la persona también han sido reportadas en un sinnúmero de
sociedades. Interesantes observaciones etnográficas en grupos amerindios pueden encontrase en
Michel F. Brown, “Ropes of Sand: Order and Imagery in Aguaruna Dreams”, Barbara Tedlock
(ed.), Dreaming. Anthropological and Psychological Interpretations (1987), Santa Fe, School of
American Research Advanced Seminar Series, 1997, pp. 154-170, pp. 156-162; Thomas Gregor,
“Far, Far Away”, pp. 709-712 y 717-720; Lydia Nakashima Degarrod, “Punkurre y Punfuta los
cónyuges nocturnos. Pesadillas y terrores entre los mapuche de Chile”, Michel Perrin (coord.),
Antropología y experiencias del sueño, Quito, Abya-Yala, 1990, pp. 179-194, pp. 182-183; Michel
Perrin, Los practicantes, pp. 33-42; y Barbara Tedlock, “Zuni and Quiché”, pp. 108-116.
162
La persona y el sueño
Entonces no para de moverse
Allá puede encontrarse con otros too
Habla con los too de los muertos y de los vivos
Del otro lado hay fieras miedosas
También pueden verse a personas lejanas
Too puede subir por la Vía Láctea
Puede hablar con Yaau y visitar a Narakajmanta...”
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)49
Gracias a la relativa independencia que goza con respecto a la materia,
too puede abandonar su lugar en el corazón y vagabundear. Los estados de
sopor y letargo en los cuales queda sumido el individuo le facilitan renunciar
temporalmente a la sustancia corporal y empezar a participar de una realidad
diferente a la ordinaria. Desde ese momento en adelante, su extrema diligencia y
movilidad contrastan con el estado de inercia en el cual queda inmerso el cuerpo
del soñante. La sangre, la carne y los huesos que componen el segmento material de
la persona se convierten en un habitáculo inanimado y vacío. El desarrollo normal
de procesos vitales como la respiración y la circulación sanguínea dependen de
los tenues lazos que too sigue manteniendo con el cuerpo. La diferencia entre esta
condición y la muerte no es cualitativa sino de grado y radica, fundamentalmente,
en la reincorporación matutina que el componente anímico ejecuta en el primero
de los casos.
La forma en que too se comporta durante sus salidas puede variar enormemente. Las distancias que recorre y los parajes que visita son múltiples. La edad
y la condición social del soñante determinan en una gran medida la naturaleza de
la experiencia onírica. Mientras que los componentes anímicos de los menores de
edad se limitan a deambular por los alrededores de la casa y los sembrados, los de
los adultos pueden recorrer todas las Llanuras del Ariguaní e, incluso, conducirse
a lugares tan lejanos como la Sierra Nevada de Santa Marta, la Costa Caribe y
la Península de la Guajira. El desconocimiento previo de estas regiones no es un
impedimento para que los desplazamientos tengan lugar. De hecho, muchos ette
aseguran que fue sólo a través de los sueños que lograron formarse una idea de la
apariencia de algunos paisajes extraños a su territorio. En ese sentido, el desarrollo
de la persona permite que la movilidad de too aumente y, consecuentemente, que
se incremente la posibilidad de adquirir conocimientos a través de los sueños. La
máxima expresión de esta serie de creencias se encuentra en el modo en el que los
49
Anexo B, Sueño 19.
163
Juan Camilo Niño Vargas
especialistas religiosos practican la ensoñación. Ellos, a diferencia de la población
común, son capaces de franquear los límites del mundo humano y, con el objeto
de alcanzar otros niveles cósmicos, alzarse sobre el firmamento o sumergirse en
los cuerpos de agua.50
Las actividades que se desarrollan a lo largo de esta etapa no son menos
variadas. En todas ellas, la sensación de movimiento, las impresiones visuales
y, en menor medida, las gustativas, están bien presentes. Durante el sueño, too
atraviesa cultivos y rodea manantiales, se zambulle en los arroyos y huye del
ganado, caza y consume a los animales de la selva, se alimenta con yuca y bebe
chicha de maíz.51 La iniciativa de las acciones puede provenir del componente
anímico en sí mismo. La autonomía que caracteriza a su obrar cuando se halla
desligado del cuerpo le permite conducirse con cierta libertad y entregarse a
faenas que en otras condiciones serían consideradas peligrosas o moralmente
reprobables. Comportándose como un segmento no socializado de la persona,
too puede asesinar, tener accesos sexuales con desconocidos, aventurarse por
espesos bosques, devorar alimentos nocivos o entrar en contacto con entidades
sobrenaturales asociadas a la enfermedad. Para desgracia del soñante, muchos de
estos motivos se consideran patógenos y las interpretaciones que se les dan están
relacionadas con penas y tragedias venideras. 52
Con todo, al individuo no se le considera totalmente libre de responsabilidad
por los actos que comete su too. La actitud de los ette al respecto es ambivalente.
Por un lado consideran que el componente anímico se dirige durante la experiencia
del sueño con un alto grado de independencia. Por otro, aceptan que butteriya, el
pensamiento, una facultad que el individuo ejerce conscientemente, puede incidir
significativamente en su conducta. La idea básica es que los asuntos que ocupan
la atención de la persona a lo largo del día condicionan en una gran proporción
las acciones que too realiza en la noche. Cualquier cuestión que se medite
prolongadamente estimulará a too a manejarse de un determinado modo al salir
50
Un ejemplo sobre el tema del viaje cósmico facilitado por el sueño entre los ette puede consultarse
en Anexo B, Sueño 1. Esta idea, por lo demás, no es extraña a otros pueblos indígenas del norte
de Colombia como los zenu. Véase Susana Jaramillo, “Ritos fúnebres”, pp. 25-26.
51
Las narraciones míticas ette relativas a los sueños también pueden brindar una idea de las
diferentes actividades que el componente anímico puede llegar a desarrollar durante el sueño.
Véanse, por ejemplo, Anexo A, Mito 11, 12, 13, 14 y 15. También son relevantes algunos relatos
recogidos por Reichel-Dolmatoff. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, pp. 1416.
52
Sobre los sueños patógenos véase George Devereaux, “Los sueños patógenos en las sociedades
no occidentales”, Coloquio de Royaumont, Los sueños y las sociedades humanas, Buenos Aires,
Editorial Sudamericana, 1964, pp. 464-483.
164
La persona y el sueño
del cuerpo. Así, por ejemplo, si se les ha prestado la debida importancia durante
el día, la solución de un problema práctico o el lugar en el cual se encontraba un
objeto perdido pueden ser revelados por too mientras se duerme.53
Una situación más pronunciada se constata cuando el objeto de atención
posee un tinte afectivo. El deseo sexual en el período de vigilia hace vulnerable al
soñante a cometer adulterios oníricos o dejarse seducir por peligrosas criaturas y
espectros disfrazados de atractivos personajes. La inclinación por la gula lo expone
a que durante el sueño ingiera alimentos de dudosa proveniencia que podrían
manifestarse en la vigilia en forma de malestares, dolencias o acontecimientos
fatídicos. La nostalgia y añoranza por los seres queridos, asimismo, se traduce en
un riesgoso afán nocturno por reencontrarlos. Siendo consistente con esta serie
de concepciones, existe una opinión ampliamente aceptada según la cual se debe
alejar de la mente antes del adormecimiento cualquier idea obscena e inmoral. El
pensamiento, antes que incentivar a too a comportamientos lujuriosos y lascivos,
debe tratar de dirigirlo de una forma en la que no se ponga en peligro la integridad
física y social del soñante.54
Por fin, la terminación de la actividad onírica coincide con el regreso de too
al corazón. La persona despierta y, gracias a su pensamiento, recuerda apartes de
la experiencia que vivió fuera del cuerpo. Este instante no siempre es placentero.
Si el ingreso de too es súbito y abrupto, los músculos del soñante se sacudirán
violentamente y sentirá una inconfortable sensación de vacío. Si, por el contrario,
es lento o imperfecto por causa de un obstáculo con el cual se ha topado, entonces
la persona será presa de una angustiante incapacidad para moverse pasado un
tiempo después de despertar. Debe anotarse que estos dos tipos un tanto anormales
de incorporación de too al cuerpo se corresponden con fenómenos bien conocidos
en la investigación científica de los sueños.55
53
Considerar que ciertas facultades intelectuales pueden controlar la forma en que los componentes
anímicos de las personas se desenvuelven durante el sueño no es una idea exclusiva de los ette.
Esta misma noción puede encontrarse en varios grupos amerindios. Véase Antilde Idogaya
Molina, “Experiencia onírica”, pp. 198-199; y Lydia Nakashima Degarrod, “Punkurre y
Punfuta”, pp. 182-183. Aunque desarrollado lejos de América, también puede ser relevante el
trabajo Gilbert Herdt, “Selfhood and Discourse in Sambia Dream Sharing”, Barbara Tedlock
(ed.), Dreaming. Anthropological and Psychological Interpretations (1987), Santa Fe, School of
American Research Advanced Seminar Series, 1997, pp. 55-85, pp. 57-59. Algunas observaciones
sobre este mismo tema en Occidente se encuentran en Sigmund Freud, La interpretación, pp.119126.
54
Algunos de estos temas se encuentran ejemplificados en los mitos. Sobre el consumo de alimentos
oníricos seguido de acontecimientos fatídicos en la vigilia véase Anexo A, Mito 11, 12 y 13; y
Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, pp. 14-15.
55
A los movimientos musculares bruscos que ocasionan el fin del descanso se les denomina
165
Juan Camilo Niño Vargas
Importantes consecuencias se derivan de este conjunto de nociones. Debe
recalcarse, de nuevo, que el sueño y la vigilia no se conciben como estados
antitéticos. A pesar de que ambos suponen un modo distinto de existencia,
su oposición dentro del pensamiento ette no es tajante ni radical. En muchos
sentidos, la experiencia onírica llega a concebirse como una prolongación de
la vida despierta. El cuerpo de la persona necesita períodos de reposo, pero la
energía de too es inagotable y le permite iniciar, reanudar o concluir algunas de
las actividades que se proyectaron desarrollar en vela. Butteriya puede ser una
importante herramienta en lo que a esto respecta. La elección de un tipo especial
de plantas medicinales, la escogencia de un ingrediente para una receta culinaria,
la composición de una melodía para flauta o la planeación de un cultivo son tareas
que pueden llegar a un feliz término durante la experiencia que protagoniza el
componente anímico. La vida diurna también se observa como una prolongación
del sueño. Un conjunto de acciones desarrolladas en la vigilia, en esa medida,
puede ser la conclusión de una labor que se inició mientras se dormía.
En esta concepción, además, reside una parte de la explicación del por
qué los ette le confieren un valor predictivo al fenómeno del sueño. La forma
como too se desenvuelve no revela tanto lo que el individuo es y hace sino, más
bien, lo que podría llegar a ser y realizar. Desligado de la sustancia corporal y
parcialmente libre de la influencia del pensamiento, el componente anímico se
exhibe tal y como es. Al mismo tiempo, indica el modo de proceder que podría
adoptar la persona de la cual hace parte en la vigilia. En la experiencia onírica
se revelan los deseos ocultos, los proyectos sin cristalizar y los aspectos de la
personalidad no exteriorizados.56 Puesto que para los ette los sueños no son una
actividad que se restrinja al plano individual, todo lo anterior es válido tanto para
el too del soñante como para los too de todas las demás personas que se observan
durante el dormir. No es extraño, entonces, que se confirmen ciertas sospechas o
se tomen medidas preventivas respecto a sucesos futuros sobre la sola base de un
sueño. La infidelidad de la pareja, los robos de frutos de los cultivos por parte de
“mioclonias”. La incapacidad de moverse después de despertar, por su parte, se le ha otorgado el
nombre de “parálisis del sueño”. Existen varios trabajos divulgativos al respecto. Véanse, entre
otros, Ernest Hartmann, The Nightmare: The Psychology and Biology of Terrifying Dreams,
New York, Basic Books, 1984; y Robert L. Van De Castle, Our Dreaming Mind, pp. 347-351. De
alguna relevancia también puede ser Dieter E. Zimmer, Dormir y soñar (1984), Barcelona, Salvat,
1985, pp. 115-116 y 118-119. En la obra de Freud aparecen algunas interesantes observaciones
sobre el tema. Véase Sigmund Freud, La interpretación, p. 339.
56
En lo que a esto concierne, varios estudiosos se han interesado en aquellas concepciones que,
haciendo eco del planteamiento freudiano, observan el sueño como una experiencia propicia para
la realización de deseos. Véase Jackson Steward Lincoln, The Dream in Native, p. 36; y Anthony
C. Wallace, “Dreams and the Wishes”.
166
La persona y el sueño
vecinos o el mal desempeño de un líder, son eventos que pueden ser advertidos
o corroborados apoyándose en el examen de la forma en la cual se conducen sus
respectivos too.57
b. Experiencia pasiva del componente anímico
A pesar de compartir algunos de los atributos del sueño activo, existe otro
modo bien diferenciado en el que los ette pueden experimentar sus sueños.
Aunque puede estar precedido o seguido por la experiencia activa de too, su
especial carácter no le permite confundirse o entremezclarse con las andanzas
y el vagabundeo del componente inmaterial. Esta experiencia es más pasiva que
activa, más excepcional que ordinaria, más auditiva que visual, más cognoscitiva
que pasional. Los ette la asocian con la entrega de mensajes al soñante por parte
de difuntos, deidades y otras entidades sobrenaturales.58
“.. Yaau puede hablar con uno
No habla con todos
Sólo lo hace con los ancianos
Ellos son gente de sueños
Yaau no habla con cualquiera
Él les muestra el camino y ellos llegan
Es el camino del sueño
Del lado de Yaau se escuchan sus palabras
Aparece como un anciano ette
Lo hace para que no nos asustemos
57
Interesantes paralelos en lo que a este tema concierne pueden trazarse con otros grupos
americanos. Véase Ellen Basso, “The Implications”, pp. 92-96 y 101-102; y Antilde Idogaya
Molina, “Experiencia onírica”, p. 200.
58
Las observaciones etnográficas sobre tipos de experiencia onírica similares son abundantes.
Paralelos etnográficos pueden encontrarse en Ellen Basso, “The Implications”, pp. 89-92;
Anatilde Idogaya Molina, “Experiencia onírica”, pp. 202-205; Dennis Tedlock, “Mythic Dreams
and Double Voicing”, David Shulman y Guy Stroumsa (eds.), Dream Cultures. Explorations in
the Comparative History of Dreaming, New York, Oxford University Press, 1999, pp. 104-118; y
Pablo G. Wright, “Sueño y poder”, pp. 222-228. Otras interesantes investigaciones sobre el tema
realizadas fuera de América son Pamela J. Stewart y Andrew J. Strathern, “Dreaming and Ghosts
among the Hagen and Duna of the Southern Highlands, Papua Guinea”, Roger Ivar Lohmann
(ed.), Dream Travelers: Sleep Experiences and Culture in Western Pacific, New York, Palgrave
Macmillan, 2003, pp. 43-59; y Roger Ivar Lohmann, “Supernatural Encounters of the Asabano in
Two traditions and Three States of Consciousness”, Roger Ivar Lohmann (ed.), Dream Travelers:
Sleep Experiences and Culture in Western Pacific, New York, Palgrave Macmillan, 2003, pp.
189-210.
167
Juan Camilo Niño Vargas
Entonces nos regala palabras
Nos dice cosas
Su voz lo llena todo...”
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)59
Un rasgo privativo de este tipo de experiencia es su baja ocurrencia. Los
ette consideran que los niños, los jóvenes y los waacha siempre están excluidos
de su participación. Afirman que la mayoría de hombres y mujeres adultos sólo
la experimentan ocasionalmente e, incluso, que podría darse el caso que nunca
lleguen a obtenerla. Antes que todo, es un privilegio de los takwajtuggua y de
aquellos que por una u otra razón se han dedicado al desarrollo de actividades
relacionadas con el manejo y conocimiento del mundo sobrenatural. La razón
es sencilla. Por lo menos en teoría, no es el individuo quien la busca sino la
entidad que lo visita quien se la proporciona. La persona no elige: es elegida. El
protagonismo que too despliega en otras ocasiones se ve reducido en favor del
que gana la deidad. Lo percibido está por fuera del alcance de la voluntad del
soñante. Al despertar relata lo sucedido utilizando expresiones que resaltan su
pasividad y falta de autoría. Él no “ve” (tumbri / tugwi) ni “oye” (nokkwi), más si
se le “muestra” (igwa’a) y “enseña” (iyya).60 Mientras que durante la experiencia
activa de too el sujeto del sueño asegura “haber visto” y “haber oído”, durante la
pasiva afirma que “le han mostrado” y “le han enseñado”.61
A pesar de que las apariencias que toman las entidades son múltiples, sus
identidades no son ilimitadas. Independientemente del aspecto que adopte, los
59
Anexo B, Sueño 19.
60
Las características gramaticales exactas de estos verbos es un punto en el cual debería
profundizarse. En la presente investigación se ha traducido la expresión igwa’a por “mostrar”.
Esta decisión se tomó siguiendo las intuiciones de los hablantes bilingües. Como sea, en algunas
pocas ocasiones, el término tugwi también fue traducido por “mostrar”. No puede descartarse que
este hecho obedezca a un ejercicio poco preciso, y un tanto afanado, de traducción. Asimismo,
vale la pena anotar que en el trabajo de María Trillos el término igwa’a aparece con un doble
significado: “mostrar” y “demostrar”. Véase María Trillos Amaya, Categorías gramaticales, pp.
195-196.
61
Usos lingüísticos similares han sido reportados en otras épocas y latitudes. Véanse Guy Stroumsa,
“Dreams and Visions in Early Christian Discourse”, David Shulman y Guy Stroumsa (eds.), Dream
Cultures. Explorations in the Comparative History of Dreaming, New York, Oxford University
Press, 1999, pp. 189-212, p. 197; y Barbara Tedlock, “Sharing and interpreting”, pp. 92-93. Vale la
pena anotar cómo entre algunos grupos del Pacífico, la autoridad de las revelaciones que ocurren
durante el sueño tampoco le son atribuidas al soñante sino a las entidades sobrenaturales que se le
manifiestan durante su experiencia. Véase Ian Keen, “Dreams, Agency, and Traditional Authority
in Northeast Arnhem Land”, Roger Ivar Lohmann (ed.), Dream Travelers: Sleep Experiences and
Culture in Western Pacific, New York, Palgrave Macmillan, 2003, pp. 127-147.
168
La persona y el sueño
ette califican a Yaau como el principal responsable de esta clase de experiencia. A
menudo se presenta en forma de un carismático anciano de ascendencia amerindia
que, acercándose por el oriente, toma al too del soñante por el brazo y lo invita a
sentarse y conversar. En otras ocasiones aparece como un corpulento joven armado
de flechas y macana que imparte órdenes y dicta prescripciones. Si la entidad no es
un varón sino una mujer, entonces, es Numirinta. Sin importar la edad que revele,
siempre viene de occidente, lleva el pelo largo y se conduce cortésmente. Aunque
las apariciones de Yaau son más frecuentes, las de Numirinta no son escasas,
siendo igual de probable que hombres y mujeres disfruten de la compañía de las
dos deidades. Por fin, la asistencia de personas fallecidas tampoco es extraña y,
en especial, la de padres, hermanos de los padres y hermanos mayores. A este
respecto, los ette diferencian la imagen onírica de una persona viva (bujmissala)
y la de una muerta (bujmipitta). Si la fecha de defunción es reciente, la identidad
del espectro coincide con la de la persona que solía ser en vida. Si por el contrario
es antigua y se pierde en la memoria, es observada como una manifestación
encubierta de Yaau y Numirinta.62 La progresiva identificación de too con las
deidades que comienza con la muerte puede justificar el hecho de que el finado
sea utilizado como emisario o disfraz.63 A través de este tipo de experiencias,
los ette parecieran dotar de legitimidad la opinión de personajes asociados al
pasado y al mundo sobrenatural y, en esa medida, a seres relacionados con el
orden cultural tradicional.
La primera experiencia siempre es repentina e inesperada. Aunque es una
opinión común que aquellos jóvenes que exhiben una vocación chamanística o
han sido educados por ancianos takwajtuggua son susceptibles de experimentar
sueños no ordinarios, no puede predecirse con exactitud quién ni en qué momento
será visitado por una entidad sobrenatural. Como es de esperarse, su ocurrencia
62
Es bastante llamativo que, como ocurre en otras sociedades amerindias, frecuentemente se
identifique a los padres, a los hermanos de los padres o a los hermanos mayores con manifestaciones
de deidades. No puede descartarse el desarrollo de complejos psicológicos. El tema merece un
estudio más detallado que centre parte de su atención en los procesos de socialización. Sobre la
manifestación de complejos nucleares y edípicos a través de los sueños entre grupos indígenas de
América puede consultarse Jackson Steward Lincoln, The Dream in Native, pp. 132-287.
63
Considerar a los muertos como portadores de mensajes también parece ser una idea común entre
algunos de los grupos de la Sierra Nevada de Santa Marta y la Península de la Guajira. Véase
Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los ika, p. 111; y Michel Perrin, Los prácticantes, pp. 67-68 y 74-77.
Ideas similares pueden encontrarse en otras latitudes. Véanse, por ejemplo, Galit Hasan-Rokem,
“Communication with the Dead in Jewish Dream Culture”, David Shulman y Guy Stroumsa
(eds.), Dream Cultures. Explorations in the Comparative History of Dreaming, New York, Oxford
University Press, 1999, pp. 213-232; Pamela J. Stewart y Andrew J. Strathern, “Dreaming and
Ghosts”, pp. 43-59; y Danièle Vazeilles, “Sueños y visiones de los sioux lakotas”, Michel Perrin
(coord.), Antropología y experiencias del sueño, Quito, Abya-Yala, 1990, pp. 49-66, pp. 52-53.
169
Juan Camilo Niño Vargas
siempre está acompañada de sentimientos encontrados de temor y excitación.
En muchas oportunidades también lo está de un cambio de actitud ante ciertos
aspectos de la vida. La persona que conoce a una entidad sobrenatural se encuentra
“renovada”, takke. Además de emplearla como etnónimo, la expresión ette takke,
“gente nueva” también se usa para describir a los individuos que han sufrido este
tipo de episodio onírico. No es de extrañar, entonces, que varios informantes
hayan asegurado haber abandonado el consumo de alcohol o transformado su
carácter pendenciero después de oír la voz de Yaau durante el sueño.64
Diversas situaciones pueden tener lugar durante un episodio onírico de
pasividad. La naturaleza de los mensajes revelados y el grado de interacción
entre la entidad sobrenatural y el soñante varían enormemente. En un extremo se
encuentran los casos en los que se entrega de manera unilateral un comunicado.
El soñante, asumiendo un papel de pasividad total, queda reducido a un simple
receptor. Mientras permanece en tal estado frecuentemente es advertido de
acontecimientos inesperados o le son trasmitidas órdenes que deberá cumplir en la
vigilia. En el otro extremo se encuentra una experiencia mucho más familiar a los
ancianos y los takwajtuggua. Durante ella la entidad visitante le cede al soñante
parte de su protagonismo para que el carácter monológico de la comunicación
sea remplazado por un diálogo más o menos fluido y prolongado. Las charlas
generalmente se desarrollan en ette taara pero pueden darse intervenciones
en castellano. Los temas tratados son de la más diversa índole. La deidad
puede instruir al soñante en una materia específica como el canto, el baile o la
composición musical. También pueden discutirse asuntos un tanto más mundanos
como la organización de ceremonias, el trabajo en los cultivos y la reparación de
las casas de habitación.
Una última característica distintiva que ya se puede advertir, es la pérdida
de importancia de los estímulos visuales. La rica imaginería visual que se
desplegaba ante too durante sus recorridos nocturnos se encuentra reducida en
el modo pasivo de la experiencia onírica. Los coloridos paisajes desaparecen; los
ricos detalles sensuales se esfuman. Algo similar ocurre con la percepción de
movimiento. Too restringe sus desplazamientos para asumir una actitud serena y
calmada. Este empobrecimiento sensual y cinético del sueño, no obstante, queda
compensado con el enriquecimiento de las impresiones auditivas. Cada figura
que se le presenta al soñante se considera portadora de un mensaje oral que se
64
Los cambios de personalidad después de cierto tipo de experiencia onírica han sido reportados
en otras sociedades. Véase G. E. Von Grunebaum, “Introducción”, Coloquio de Royaumont, Los
sueños y las sociedades humanas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1964, pp. 7-32, p. 21.
170
La persona y el sueño
trasmite en forma de discursos o cantos. De hecho, la presencia de la entidad no
siempre se constata y bien puede darse el caso de que lo único que se perciba sea
una penetrante voz en la oscuridad.
Si bien este marcado carácter acústico no parece coincidir con el modo
predominantemente visual que Occidente le adjudica al fenómeno onírico, varias
investigaciones modernas han recalcado la importancia que la dimensión auditiva
de los sueños puede llegar a adquirir en otras sociedades.65 Entre los ette, además,
parece estar estrechamente relacionada con múltiples aspectos del entrenamiento
y la práctica chamanística. El entrenamiento del neófito replica y sirve de modelo
al modo pasivo de ensoñación. Una gran parte de los conocimientos que reciben
los aspirantes a takwajtuggua les son trasmitidos oralmente por diferentes
instructores en lugares oscuros. Esta situación se repite a una escala mayor en el
contexto ceremonial. Durante la celebración de fiestas y reuniones cada anciano
recita ensalmos y habla extensamente mientras que los jóvenes, en medio de la
oscuridad de la noche, escuchan silenciosa y pacientemente. No debe dejarse de
notar que en todos estos casos el ejercicio de butteriya, el pensamiento, y todo lo
que implica, es patente. Como se recordará, el pensamiento está asociado con la
capacidad de oír y hablar pero no a la de ver. La clase de visión que proporcionan
los ojos se juzga como engañosa y poco fiable y, por lo tanto, en cualquier tipo
de aleccionamiento místico se favorecen las tareas que la lengua y los oídos
desempeñan. Ya sea durante el sueño o la vigilia, hablar y escuchar son los modos
privilegiados de recibir conocimiento.
Recapitulando, para los ette soñar es un evento protagonizado, no por la
persona en carne y hueso, sino por un componente anímico más fundamental
que sale del cuerpo y al cual le son adscritos atributos como la inmaterialidad, la
65
Desde el descubrimiento en 1953 del sueño de movimientos oculares rápidos (sueño REM: Rapid
Eyes Movements), el modo sensorial del fenómeno onírico ha sido caracterizado en Occidente
como predominantemente visual. Véanse David Foulkes, La psicología del dormir y del soñar
(1966), Buenos Aires, Ediciones Troquel, 1968, pp. 62-67; Allan Hobson, El cerebro soñador
(1988), México, Fondo de Cultura Económica, 1994, pp. 179-208 y 269; y Allan Rechtshaffen and
Cerril Buchignani, “The visual Appearance of Dreams”, John Antrobus y Mario Bertini (ed.),
The Neuropsychology of Sleep and Dreaming, New Jersey, Lawrence Erlbaum Associates, 1992,
pp. 143-155. Como sea, un creciente número de investigaciones modernas se han interesado en la
actividad onírica que no está asociada a períodos de sueño REM. A este respecto puede consultarse
Robert L. Van De Castle, Our Dreaming Mind, pp. 264-274. Paralelamente, varios investigadores
modernos han recalcado la importancia que la dimensión auditiva de los sueños puede llegar a
adquirir en ciertas sociedades. A este respecto es relevante Dennis Tedlock, “Mythic Dreams”,
pp. 104-118. Algunas notas de interés también pueden encontrarse en Anne-Marie Losonczy, “Lo
onírico en el chamanísmo”, pp. 96-97; Galit Hasan-Rokem, “Communication with the Dead”, p.
218; y David Shulman y Guy Stroumsa, “Introduction”, p. 6.
171
Juan Camilo Niño Vargas
autonomía relativa respecto a la sustancia corporal y la cercanía a las entidades
sobrenaturales. Una consecuencia de este conjunto de nociones es la de dotar de
autenticidad a los acontecimientos que se experimentaron durante el dormir. A
diferencia de lo que sucede en otras sociedades, los sueños no se piensan como
elaboraciones fantasiosas o carentes de realidad. La distinción entre lo real y lo
ilusorio no se aplica para diferenciar el sueño y la vigilia y, por tanto, existe una
marcada continuidad entre uno y otro estado.
La autenticidad de los sueños no implica, empero, que sean plenamente
equiparables a la vida despierta. En efecto, mientras deambula fuera del cuerpo,
el componente anímico experimenta la realidad en una forma alterna. La
causa de semejante concepción reside en las características y propiedades de la
partícula inmaterial. Debido a que tiene una composición diferente a la de la
persona, debido a que carece de carne y de sangre, el componente observa su
alrededor desde otra perspectiva. Con su salida del cuerpo el soñante empieza a
experimentar y percibir la realidad de una manera semejante a como lo hacen las
grandes entidades sobrenaturales. El sueño resulta estar asociado con un modo
no ordinario de existencia y percepción. Dependiendo del comportamiento que
adopte el componente anímico, esa experiencia puede ser activa o pasiva. El
primer tipo está asociado al vagabundeo por tierras conocidas o extrañas y al
desarrollo de actividades que se concluirán o continuarán en la vida despierta. El
segundo, por su lado, está relacionado con el aleccionamiento místico y la entrega
de mensajes por parte de entidades sobrenaturales.
La importancia de esta forma de experimentar y concebir los sueños debe
recalcarse. La experiencia del sueño es real. Todos los días, a lo largo del periodo
de reposo, cada ette pueden iniciar o consumar tareas, explorar y conocer las
diferentes regiones que conforman su universo, entrevistarse con sus ancestros,
y, entre muchas otras cosas, confirmar la existencia del mundo mítico del cual
le hablaron sus mayores. Los individuos recrean, actualizan y transforman ordenadamente su cultura mientras duermen.
172
Capítulo v
La lógica de la interpretación
Al igual que otros grupos indígenas, los ette muestran un marcado interés por
aquellas prácticas que, demandando algún ejercicio interpretativo, tienen como
última finalidad prever el futuro, confirmar una sospecha o hacer manifiesto
algún aspecto de la realidad que no ha sido percibido en forma adecuada. Ciertos
eventos son objeto de interés en orden de prever el porvenir y planear la acción.
Así, inmediatamente un ette escucha el chillido de un ave, se apresura a identificar
la especie que lo emite y a notar su intensidad, cadencia y hora de ocurrencia. El
canto calmado de un búho antes de la madrugada informa la llegada de una visita
al medio día; si por el contrario es nocturno y desordenado, entonces vaticina la
muerte de un allegado. El graznido descontrolado de las guacamayas en la mañana
o el del bienparado por la tarde son tomados como presagios de desgracia; el del
carrao, por su parte, es signo de la proximidad de las lluvias. De igual forma se
observa la conducta de algunos insectos. Mientras que la aparición de hormigas
negras en el interior de una casa pronostica el fallecimiento de un miembro del
grupo doméstico, el patrón de movimiento de un grupo de mariposas sobre el
agua puede augurar brisas tibias o fuertes vendavales.
La afición por los presagios y las prácticas mánticas y adivinatorias es un rasgo que los ette comparten con muchos otros grupos. Para una introducción al tema véase Raymond Bloch, La adivinación en la antigüedad, México, Fondo de Cultura Económica, 1985; Lévy-Bruhl, La mentalité,
pp. 124-243; Omar K. Moore, “Divination: A New Perspective”, American Anthropologist No.
59, 1957, pp. 69-74; Anthony Wallace, Religion, pp. 108-110 y 171-173. Otras obras de interés aparecen compiladas en Jean-Pierre Vernant (comp.), Divination et rationalité, Paris, Le Soil, 1974.
A pesar de que los ette traducen el término rukku como “lechuza”, puede tratarse de una especie
de búho (Bubo sp.) Unos pocos informes, sin embargo, conducen a identificarlo con alguna
especie de chotacabras (Caprimulgus sp.).
La identidad zoológica de estas aves es Ara chloroptera (guacamaya), Nyctibus grandis o Nyctibus
griseus (bienparado) y Aramus guarauna (carrao). Los ette se refieren a ellas, respectivamente,
como kwakra, gau y kreeu. Todos son nombres onomatopéyicos. Para una mayor información
véase Anexo D. Sobre presagios relacionados con aves entre los grupos vecinos de la Sierra Nevada
de Santa Marta véase Cristina Echavarría Usher, “Mitología ornitológica wiwa”, pp. 205-229.
Aunque no se puede generalizar, varias de estas asociaciones y fórmulas predictivas pueden
estar fundamentadas sobre una base empírica y, por ende, ser efectivas. La veracidad de
Juan Camilo Niño Vargas
Como sea, la aparente simpatía que une a dos fenómenos de órdenes
distintos y convierte al primero en una manifestación encubierta del segundo no
se expresa en ningún otro lugar mejor que en los sueños. Desde temprana edad
se estimula a los niños a recordar y narrar sus experiencias oníricas. En forma
directa o a través del ejemplo que proporciona su propio comportamiento, los
adultos procuran inculcarles el alto valor que cada ensoñación es susceptible de
tener. Mediante la exposición de los beneficios que pueden obtenerse si se les
presta la debida atención, se les introduce en algunas de las múltiples relaciones
que los sueños guardan con los acontecimientos presentes y futuros. La idea
básica es que, debidamente interpretados, una proporción considerable de las
vivencias experimentadas durante el dormir le suministran al soñante pistas
sobre los eventos que tendrá que enfrentar durante el día. De su examen adecuado
pueden inferirse asuntos tan variados como el éxito en una jornada de cacería o la
presencia en los cultivos de ofidios escondidos. En este sentido es posible hablar
de un verdadero saber oniromántico.
El objetivo del presente capítulo es exponer el fundamento y la lógica de
este tipo de conocimiento. Se argumentará que la interpretación de los sueños
practicada por los ette no sólo está en perfecto acuerdo con la forma en que se
concibe el universo sino que, además, es en sí misma lógica y coherente. Para este
fin, la exposición de un importante conjunto de principios es esencial. Los ette
consideran que el verdadero sentido de un sueño no es claro en todos los casos y,
antes bien, tiene que ser descubierto por medio de un ejercicio de desciframiento.
Como se sustentará, esta idea está íntimamente relacionada con la concepción
perspectivista del cosmos y la inmaterialidad que se le atribuye al componente
anímico personal responsable del fenómeno del sueño.
Entendido este punto, se abordarán los tipos de relaciones que unen a los
motivos soñados con sus respectivas interpretaciones en la vigilia. Con el objetivo
de ganar cierto orden se han introducido distinciones que, sin corresponderse
con ninguna clasificación o expresión formal nativa, facilitan la descripción y
análisis del tema. La oniromancia ette relaciona el contenido de los sueños con
una manifestación en la vigilia mediante un repertorio finito de correspondencias
que, sin embargo, puede generar una cantidad infinita de interpretaciones. En este
ciertos indicadores bióticos como insectos, aves, mamíferos y plantas respecto a fenómenos
meteorológicos parece más que admisible si se tiene en cuenta que los organismos vivos ajustan
sus ciclos biológicos a los cambios temporales y estaciónales. Al respecto véase Salvador Mesa,
Ana Belén Delgado y Emilio Blanco, “Ritos de lluvia y predicción del tiempo en la España
mediterránea”, María Goloubinoff, Esther Katz y Anamaría Lammel (eds.), Antropología del
clima en el mundo hispanoamericano T. I, Quito, Abya-Yala, 1997, pp. 93-126, pp. 112-121.
174
La lógica de la interpretación
sentido, el sistema de interpretación ette pareciera ser más cercano al concepto
de equivalencia que al de símbolo. La adopción de todo este planteamiento fue
posterior al trabajo de campo y, en esa medida, obedece a la naturaleza de los
datos recogidos.
Para terminar, se abordarán las estrategias interpretativas específicas que
los ette le aplican a sus sueños. Dentro de la oniromancia del grupo, el sentido de
un sueño puede ser descubierto mediante tres procedimientos básicos: a través de
una interpretación directa que no transforma ni altera su contenido, valiéndose de
un conjunto limitado de fórmulas interpretativas preestablecidas por la tradición
o, por fin, mediante una selección y sustitución relativamente libre de algunos
de sus temas y motivos. La elección de uno de los tres procedimientos obedece
a los intereses del soñante y, en esa medida, depende de la situación concreta
que esté atravesando. Con el tratamiento de este tema se introducirá al lector
en la dimensión práctica de la interpretación onírica que, por lo demás, será la
principal materia del siguiente capítulo.
A. La necesidad de desciframiento
No en todas las épocas ni en todas las sociedades se ha considerado a la
interpretación onírica como una labor plena de sentido. El valor que se le atribuye
al fenómeno del sueño va a la par del desarrollo y la legitimación de los ejercicios
interpretativos que pretenden aplicársele. Cuando se juzga que los sueños son una
serie de imágenes caóticas y carentes de significación, su desciframiento deja
de tener razón. Se cuenta con un volumen considerable de literatura que desde
la antigüedad ha desvalorizado la importancia de las imágenes oníricas y, en
consecuencia, ha juzgado como dudosa la eficacia de una práctica que pretenda
interpretarlas. De otro lado, si los sueños se estiman y aprecian pero se les
concede un carácter claro y transparente, cualquier tipo de elucidación se vuelve
innecesaria. Algunas sociedades indígenas de América, por ejemplo, conciben
los sueños como eventos reales que deben ser interpretados literalmente y sin
aplicarles ningún tipo de desciframiento. Borrando la distinción introducida
Dos de los ejemplos más relevantes al respecto pueden encontrarse en Aristóteles, Parva
naturalia, Madrid, Alianza, 1993, pp. 113-120; y Cicerón, Sobre la adivinación, Madrid, Gredos,
1999, pp. 248-268. A pesar del gran prestigio que goza en el mundo moderno la interpretación
onírica introducida por el psicoanálisis y otras corrientes psicológicas, tampoco son escasos los
planteamientos que la desacreditan. Véase Francis Crick y Graeme Mitchison, “The Function of
Dream Sleep”, Nature No. 304, 1983, pp. 111-114.
Véase William Merrill, “The Rarámuri Stereotype”, pp. 194-219.
175
Juan Camilo Niño Vargas
por el psicoanálisis entre contenido manifiesto y contenido latente, ciertos
investigadores modernos también han considerado que a los sueños no hay que
atribuirles ninguna significación oculta y que, antes bien, ellos mismos revelan su
sentido con toda claridad y transparencia.
La verdadera interpretación, entonces, sólo aparece cuando los sueños se
valoran y, a un mismo tiempo, se les reconoce un sentido oculto que debe ser
descifrado. Esta concepción ha gozado de cierta popularidad en la historia antigua y
reciente de Occidente. En América indígena no sólo se ha reportado con frecuencia
sino, además, se ha recalcado su gran importancia dentro de varios conjuntos de
prácticas e ideas. Este es el caso de los ette. El conjunto de representaciones que
comparten sobre el universo, el cuerpo humano y el fenómeno del sueño hacen
que la interpretación onírica sea una práctica perfectamente lógica.
1. Principios interpretativos
Sin caer en ninguna contradicción, los ette conciben al sueño como una actividad
que se desarrolla durante el descanso. Para ellos, el inicio y la terminación del
fenómeno onírico coincide con la salida y el reingreso al cuerpo del principal
componente anímico inmaterial de la persona: too. Gozando de una relativa
libertad, el componente se involucra en un sinnúmero de eventos. La veracidad
de los recuerdos que se guardan sobre su experiencia nunca es puesta en duda.
Las acciones que cometió, los sucesos que presenció y los seres con los cuales
interactuó se consideran auténticos. En este sentido, la distinción entre el sueño y
la vigilia no es radical. La línea que separa a las dos condiciones no es la misma
que aparta lo real de lo ilusorio. Si bien no se confunden, tampoco se les considera
estados antitéticos.10
Con todo, la interpretación de un sueño no siempre es literal. Sin que implique
ninguna clase de desvalorización, lo que se observa en el descanso no tiende a
equipararse con lo que se percibe en vela. Un objeto visto en sueños no es una
reproducción de su homónimo de la vigilia. La semejanza del sueño con el mundo
Véase Allan Hobson, El cerebro soñador, pp. 25 y 289. También puede ser relevante Carl Gustav
Jung, Los complejos y el inconsciente, pp. 313-351.
Véase Patricia Cox Miller, Dreams in Late Antiquity, 75-105; y Susan Parman, Dream and
Culture, pp. 18-107.
Véase Jackson Steward Lincoln, The Dream in Native, pp. 268-289; Michel Perrin, “Pensar el
sueño”, pp. 5-18; Douglas Price-Williams y Lydia Nakashima Degarrod, “El contexto y uso”, pp.
286-289; Barbara Tedlock, “Sharing and Interpreting”, pp. 90-92.
10
Véase capítulo IV.
176
La lógica de la interpretación
material tan sólo es aparente. A pesar de los evidentes lazos que unen al sueño y
la vigilia, la separación de too supone una ruptura. El adormecimiento le permite
participar al soñante en un nuevo nivel de realidad. Librado de la influencia de
la sustancia corporal, empieza a observar el mundo desde otra perspectiva. La
función que cumplían sus ojos durante la vigilia, como la de cualquier otro órgano
compuesto de sangre y carne, ha dejado de ser relevante. El componente anímico
“ve cosas” pero no las “ve” con los ojos. Los sentidos ordinarios dejan de operar
y, en consecuencia, se presencia lo real en una nueva dimensión. Como sucede en
otros grupos de América, se resulta concibiendo el acto de soñar como un modo
inusual de existencia y percepción.11 La inmaterialidad de too y el perspectivismo
que impregna las concepciones ette sobre la forma en que se percibe y experimenta
lo existente, hacen la diferencia entre las imágenes oníricas y las despiertas.
“... Too no ve con los ojos
Los ojos se quedan con el cuerpo
Too ve pero no con los ojos
Lo hace con otras partes
Ve como Yaau...
... De ese lado él ve todo diferente
Uno ve una cosa allá
Y de este lado es otra
Uno ve a alguien allá
Pero de este lado es otro
No hay que tomar a los sueños como son
Todo es al revés en sueños
Too ve algo allá y lo ve así
Pero de este lado es diferente
Cada sueño es como una adivinanza...” 12
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
11
Sobre la concepción del sueño como un modo inusual de existencia y percepción, véase
Waud Kracke, “Myths in Dreams, Thought in Images: An Amazonian Contribution to the
Psychoanalytic Theory of Primary Process”, Barbara Tedlock (ed.), Dreaming. Anthropological
and Psychological Interpretations (1987), Santa Fe, School of American Research Advanced
Seminar Series, 1997, pp. 31-54, pp. 34-35; y Jaques Galinier, “La persona y el mundo en los
sueños de los otomies”, Michel Perrin (coord.), Antropología y experiencias del sueño, Quito,
Abya-Yala, 1990, pp. 67-78, p. 70.
12
La expresión “adivinanza” fue empleada por el informante en castellano. No existe en ette taara
un término para este concepto. Vale la pena anotar que los ette muestran un marcado interés por
las adivinanzas y acertijos que suelen recitar sus vecinos campesinos.
177
Juan Camilo Niño Vargas
La forma en que un sujeto dormido experimenta lo existente es diferente de
la forma en que lo hace uno despierto. Lo que la interpretación intenta resolver
es esa aparente falta de coincidencia. A un acontecimiento percibido “del otro
lado” (ninnanikki, jaatinikki, yaaulanikki) le hace corresponder otro “de este
lado” (inninikki). La efectividad de la labor está garantizada por la concepción
perspectivista del cosmos. Las diferentes perspectivas desde las cuales puede
aprehenderse el universo se corresponden. Entre una y otra pueden encontrarse
relaciones de equivalencia. Los sueños terminan siendo interpretables puesto
que las múltiples formas en que la realidad es susceptible de ser interpretada
están vinculadas entre sí. Muchas de estas ideas pueden aclararse al comparar el
esquema de la concepción perspectivista que aparece en el tercer capítulo (figura
No. 8) con el que se presenta a continuación (figura No 9):
Figura Nº 9
La labor de la interpretación
Teniendo conocimiento sobre las limitaciones intrínsecas de las diferentes
perspectivas, el intérprete ette de los sueños se esfuerza en conformar el mundo
que percibe el soñante durante el sueño con el de la vigilia y la vida despierta. Su
oficio es el de establecer vínculos que enlacen uno y otro punto de vista. A cada
elemento onírico le hace corresponder otro ordinario. La relación que descubre
entre los dos es de equivalencia y está sustentada en la posibilidad, en el cosmos
ette, de percibir un mismo objeto desde diferentes perspectivas.
178
La lógica de la interpretación
Es bastante llamativo encontrar anotaciones similares sobre este tema en la
literatura etnográfica amerindia. Ciertos etnólogos, por ejemplo, aseguran que entre
los wayuu de la Península de la Guajira, el mundo pareciera estar formado por dos
partes complementarias cuyas relaciones descubriría la oniromancia por medio
de una “lógica de la duplicación”.13 De otro lado, en ciertos pueblos amazónicos
también se ha descrito un “principio de conversión” para la interpretación de
sueños que relacionaría órdenes que se corresponden entre sí. 14
2. Dos sueños ejemplares
Algunos ejemplos concretos pueden ilustrar la naturaleza de la labor oniromántica
ette y, paralelamente, facilitar la asimilación de la anterior serie de planteamientos.
El siguiente sueño fue experimentado por una mujer mayor reconocida por su
desempeño en labores ceremoniales y gran conocimiento de la tradición mítica.
“...Hace un tiempo soñé esto
Del otro lado caminaba
Me encontré con dos mujeres
Eran dos ancianas
Eran de los antiguos
Numirinta
Venían de lados diferentes y se cruzaban
Después daban vueltas
Estaban bailando
Sus faldas se movían de lado a lado
Faldas largas de algodón
Una de ellas me tomó por el brazo
Me dijo que no me preocupara por la brisa
Y la falda no paraba de moverse
Se movía y se movía con baile
Bailaba con la otra
De ese lado vi a una mujer con falda
De este lado es el viento y la brisa fresca del atardecer
Del lado de Yaau el viento es como una falda
13
Michel Perrin, Los practicantes, p. 71.
14
Philippe Descola, “Head-shrinkers”, p. 444.
179
Juan Camilo Niño Vargas
Soplaba y soplaba la falda
Así es en el tiempo de Numirinta
Cuando sentí brisa por mi espalda en la noche no me asusté
Sabía que era aire fresco
Era brisa suave y fresca
No era caliente ni traía enfermedad...”
(María Ospino Nokorussu, Narakajmanta, diciembre de 2003) 15
La ensoñación es un caso típico de experiencia activa del componente
anímico. Disfrutando del modo no ordinario de existencia que la actividad del
sueño facilita, la informante aseguró hallarse caminando hasta el momento en
que se topó con un par de mujeres. Varios elementos la previnieron del especial
carácter del encuentro. Ambas estaban vestidas a la antigua usanza. Las telas de
algodón que las envolvían seguramente constituyen un recuerdo de los indumentos
que alguna vez lucieron sus padres.16 El hecho de haber aparecido durante el
descanso, empero, las hace portadoras de una nueva significación. A los ojos de
la anciana, las mujeres no son una reminiscencia desdibujada de la infancia. Son
seres “antiguos”. Debido a que los ette consideran que el uso de cultura material
pretérita es exclusivo de sus antepasados, de las deidades y, en menor grado, de
algunos de sus especialistas religiosos, ellas delatan la presencia de entidades
sobrenaturales. El sueño recrea el pasado para conferirle en el presente un valor
agregado.
La identidad exacta que se otorga a los personajes está determinada por
el momento del año en el que la visión tuvo lugar. Octubre, tanto como agosto
y septiembre, es tiempo de la entidad sobrenatural femenina Numirinta. Se
dice que sus lluvias y brisas anuncian el comienzo de un período en el que las
representaciones y prácticas ceremoniales asociadas al género femenino cobran
una mayor importancia. Siendo igual de significativo lo que enseña y lo que
15
Anexo B Sueño 11. Un sueño asociado con una interpretación similar puede encontrarse en
Anexo B, Sueño 25.
16
Prendas de vestir como faldas y camisas de algodón se encuentran fuera de uso entre la población
actual. Tan sólo las portan algunas de las estatuillas asociadas a labores chamanísticas. Esto no
impide que la mayoría de ancianos guarden numerosos recuerdos al respecto. La tendencia a su
abandono se encuentra bien documentada y no data de más de tres décadas. Véase Marianne
Cardale-Schrimpff, Techniques of Hand-Weaving, pp. 136-182. Sobre las prendas de vestir
usadas por los ette pueden consultarse Joseph de Brettes, “Chez les indiens”, pp. 460-466;
Gustaf Bolinder, “Los últimos indígenas”, pp. 18-19; y Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía
chimila”, pp. 123-128. En los textos de Brettes y Reichel-Dolmatoff se encuentran ilustraciones
al respecto.
180
La lógica de la interpretación
ignora, el sueño se ajusta al calendario destacando la ausencia de los hombres y el
protagonismo de las mujeres. La soñante, entonces, convierte a las dos figuras en
manifestaciones asociadas a la deidad. A este respecto, los movimientos rítmicos
que despliegan no pueden ser pasados por alto. Puesto que la celebración de
algunas ceremonias supone la realización de bailes e, inversamente, la realización
de un baile siempre supone una ceremonia, la asistencia de bailarinas en el sueño
le transmite a toda la experiencia una atmósfera ritual. Ni en la vida onírica ni
en la despierta el baile y el rito logran disociarse. La vinculación de las mujeres
con Numirinta queda sustentada por la calidad extraordinaria del oficio que
ejecutan.17
En su conjunto, la visión resulta contener un enorme valor. La soñante pudo
observar entidades sobrenaturales en un contexto ceremonial. La interpretación
que posteriormente ella misma aplica es consecuente con semejante apreciación.
Su riqueza no debe ser ignorada ya que contiene motivos que podrían alcanzar un
área de difusión mayor que las Llanuras del Ariguaní. Debido a la época en que
aparecen, las actividades que realizan y las prendas que visten, a unas figuras
humanas percibidas durante el descanso se les asocia con una deidad. A su vez, y
en este punto yace la verdadera labor interpretativa, a esta deidad se le equipara
con un importante fenómeno metereológico. Lo que la experiencia del sueño
faculta ver como mujeres bailando y agitando sus faldas, se hace corresponder
en la vigilia con brisa fresca y saludable.18 Los movimientos rítmicos corporales
de las mujeres del sueño se corresponden con los desplazamientos de aire en la
vigilia. Ninguno de los elementos se sobrepone o sustituye al otro. De lo que se
trata, en rigor, es de diferentes niveles de aprehensión de lo existente. El viento
es Numirinta y Numirinta es el viento; sus faldas en movimiento son el aire
soplando y el aire soplando son sus faldas en movimiento. La apariencia que
tomen ante un observador particular dependerá del punto de vista en el cual esté
situado. La perspectiva ordinaria y la onírica procuran imágenes divergentes,
pero equivalentes, que la intérprete se esfuerza por relacionar.
Un segundo ejemplo puede terminar de aclarar la naturaleza de la labor
oniromántica. Un sueño comúnmente reportado entre los actuales especialistas
17
Si bien existen varias opiniones al respecto, la mayoría de población ette considera que el baile es
una actividad más femenina que masculina. Hoy en día sólo es practicado por mujeres mayores
en contextos ceremoniales. Ocasionalmente los hombres pueden intervenir. Las referencias
etnográficas y documentales de este tipo de práctica son escasas. De hecho, algunos investigadores
descartaron por completo su existencia. Véase Gustaf Bolinder, “Los últimos indígenas”, p. 25.
18
La asociación de vientos y mujeres vestidas de largas faldas se encuentra presente en la mitología
de algunos de los grupos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta. Véase Gerardo ReichelDolmatoff, Los kogi, T. I, p. 233.
181
Juan Camilo Niño Vargas
religiosos, y cuya valoración raramente cambia, es perfecto para este fin.
Su ocurrencia es causa de jolgorio para el soñante y sus allegados. Entre sus
virtudes se encuentra, además, la de permitir comparar y relacionar el proceso de
desciframiento onírico con el proceder ritual del orden ceremonial.
“... Me llevaron a un sitio
Era una casa ette
Había hombres y mujeres tomando chicha
Muchos
Estaba celebrando el hermano de mi padre
Rezaba por todos con la totuma en la boca
Esa era su casa
Pero ese no era él
Ese era Yaau
Amanecí contento
Bebí chicha hasta el amanecer
Había estado con Yaau en reunión
Les conté a todos
Iba a haber buena agua y buena cosecha
Yaau iba a mandar lluvias...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Por unos instantes, el componente anímico del soñante pudo participar de
un modo de existencia que lo acercó a las grandes entidades sobrenaturales.
Durante el sueño ingresó en una vivienda construida siguiendo los parámetros
tradicionales. El interior estaba repleto de personas que generosamente consumían
chicha. Al hermano de su padre, una figura que se destacaba entre el gentío, lo
identificó con Yaau, principal entidad sobrenatural masculina ette. La asociación
está respaldada por el protagonismo ritual que él desempeñaba en la fiesta. Todas
estas vívidas imágenes se transforman en pronósticos de lluvias por obra de la
oniromancia. Una equivalencia presente en muchos sistemas de pensamiento
amerindio subyace en el fondo de la operación, a saber, la que vincula la chicha
divina y la lluvia profana.19 Lo que las deidades y los componentes anímicos
de las personas dormidas observan como fiestas con bebidas fermentadas de
yuca y maíz, constituye para una persona en condiciones normales la llegada de
19
La asociación entre chicha y lluvia también se encuentre entre los u’wa de los Andes Orientales
colombianos. Véase Ann Osborn, Las cuatro estaciones, pp. 118, 138-140 y 193.
182
La lógica de la interpretación
aguaceros y tormentas. Cada vez que los dioses celebran con chicha, el agua se
despeña por encima de los hombres. Los dos líquidos se corresponden.20
Un punto que no puede dejar de resaltarse y que el ejemplo pone en relieve
es, precisamente, el de las relaciones que vinculan a la interpretación onírica con
otra clase de actividades y saberes. El valor de las equivalencias que descubre
la oniromancia se extienden mucho más allá del domino de los sueños. Puesto
que con facilidad puede pasarse de un término al otro en cualquiera de los
dos sentidos, la asociación entre chicha y lluvia es igual de útil en la práctica
ceremonial. Para los ette, los acontecimientos futuros pueden anticiparse por
medio de la oniromancia o, bien, propiciarse mediante el rito. Mientras que para
el intérprete de sueños las celebraciones con chicha anuncian lluvias venideras,
para el oficiante del rito la llegada de las lluvias puede estimularse mediante la
celebración de reuniones con chicha. Aunque el sentido de las operaciones es
diferente, la lógica que regula los procedimientos es la misma. El oniromántico
procura buscarle una equivalencia “de este lado” a un evento percibido “del otro
lado”. El conductor de una ceremonia, por su parte, realiza acciones “de este
lado” que tengan alguna repercusión “del otro lado”. Utilizando las mismas
equivalencias, y trabajando bajo los mismos principios, uno y otro se entregan
a la tarea de trazar correspondencias entre diferentes perspectivas. Esta afinidad
entre la interpretación de sueños y los procedimientos mágicos y rituales, por lo
demás, no es exclusiva de los ette.21
3. Símbolo y equivalencia
Ahora pueden derivarse ciertas consecuencias. Desde el punto de vista ette, la
imaginería onírica no se concibe en términos simbólicos. Los seres, objetos y actos que aparecen en los sueños no se entienden como representaciones que sirvan
de vehículo a algún tipo de concepto o elemento significado. Los sucesos oníricos
no se sobreponen, sustituyen o simbolizan los de la vigilia. De lo que se trata, en
20
Otro sueño similar puede encontrarse en Anexo B, Sueño 3.
21
La estrecha relación entre el ritual y la oniromancia también es común entre ciertos pueblos
amazónicos. Véase Waud Kracke, “El sueño como vehículo de poder chamánico. Interpretaciones
culturales y significados personales de los sueños entre los Parintintin”, Michel Perrin (coord.),
Antropología y experiencias del sueño, Quito, Abya-Yala, pp. 145-157; y Thomas Gregor, “Far,
Far Away”, p. 713. Aunque dentro de un contexto muy diferente, vale la pena anotar cómo el
psicoanálisis moderno ha observado que el simbolismo onírico es común a otros órdenes y
dominios diferentes. Véase Sigmund Freud, La interpretación, pp. 62, 346 y 349; y Carl Gustav
Jung, Los complejos y el inconsciente, pp. 352-447.
183
Juan Camilo Niño Vargas
rigor, es de diferentes niveles de aprehensión de lo existente. Para el intérprete
nativo, la cuestión no tiene que ver tanto con una exégesis simbólica como con
la búsqueda de equivalencias. El objetivo de la oniromancia es encontrar correspondencias entre diferentes perspectivas y no sustituir elementos que simbolizan
por elementos simbolizados. La interpretación onírica ette no es, estrictamente
hablando, una interpretación simbólica.
Para un mejor entendimiento del argumento es necesario remitirse a algunas
diferencias que el concepto de equivalencia ette presenta con la noción de símbolo.
Al símbolo generalmente se le ha concebido inmerso en una relación con un
elemento simbolizado.22 El símbolo, consciente o inconscientemente, representa
un objeto o acontecimiento distinto de lo que él mismo es: es un sustituto.23
Dependiendo de quién lo defina y en qué contexto se esté hablando, el nexo entre
el elemento que simboliza y aquel que es simbolizado se ha caracterizado como
completamente arbitrario o fundado en alguna forma de contigüidad natural.24
Así, a grandes rasgos, puede considerarse un símbolo la balanza que sugiere el
concepto de justicia.
Las cosas no son muy diferentes en lo que se refiere al simbolismo onírico tal
y como ha sido pensado en algunas de las más influyentes corrientes psicológicas
modernas. Para ciertos pensadores, las visiones que se experimentan durante
el dormir deben ser entendidas como representaciones, como un “vocabulario
simbólico”.25 Los sueños son sustitutos de ideas distintas a las de las imágenes
oníricas: una gran proporción de los motivos que aparecen en ellos encubren,
y simultáneamente expresan de forma indirecta, algo diferente de lo que ellos
mismo son.26 De esta suerte, un artefacto visto en sueños puede ser interpretado
como un órgano del cuerpo humano o, asimismo, un conjunto de acciones y
actitudes como una serie de profundos deseos reprimidos.
Superficialmente, no parece existir ninguna razón de peso que impida el uso
del concepto de símbolo para explicar la interpretación onírica ette. Pareciera que
22
Véase, por ejemplo, Oswald Ducrot y Tzvetan Todorov, Dictionnaire encyclopédique des sciences
du langage, Paris, Éditions du Seuil, 1972, p. 134 ; y Charles Sanders Peirce, La ciencia de la
semiótica, Buenos Aires, Nueva Visión, 1974, pp. 30-31.
23
Charles Morris, Signos, lenguaje y conducta (1947), Buenos Aires, Losada, 1962, pp. 33-34.
24
Véase Edmund Leach, Cultura y comunicación, p. 17; Jean Piaget, Psicología de la inteligencia
(1947), Buenos Aires, Psique, 1972, p. 24; y Ferdinad de Saussure, Curso de lingüística general
(1916), Barcelona, Planeta Agostini, 1984, p. 88.
25
Carl Gustav Jung, Los complejos y el inconsciente, pp. 255-256.
26
Véase Sigmund Freud, La interpretación, pp. 25-26, 145 y 177-200; y Paul Ricoeur, Freud: una
interpretación de la cultura (1971), México, Siglo XXI, 2002, pp. 7-21.
184
La lógica de la interpretación
la labor del intérprete nativo fuera sustituir. Sin embargo, esta opinión cambia
después de una relectura de los ejemplos. En efecto, el viento no representa
a Numirinta: él es esa deidad desde la perspectiva humana. Asimismo, las
celebraciones con bebidas fermentadas no simbolizan la lluvia. Por el contrario,
lo que los hombres observan como lluvia es una fiesta con chicha para las
grandes entidades sobrenaturales. A nivel formal, este tipo de relaciones son muy
cercanas a aquellas que la antropología estructuralista encontró en la mitología de
numerosos pueblos americanos.27
Adicionalmente, dos características comúnmente asociadas a los símbolos
parecieran ser incompatibles con el conjunto de ideas ette sobre el tema. En primer
lugar, existe un intervalo temporal que separa al elemento que simboliza del
elemento simbolizado. La aparición del símbolo, por lo menos en cuanto vehículo
de representación, no precede en el tiempo a aquel acto u objeto que alude. El
concepto de justicia antecede en existencia al convenio por medio del cual se
acordó que la balanza lo representara. De igual forma acontece durante el sueño
con el artefacto que encubre a un órgano humano. Tal idea, empero, no parece
encajar perfectamente con la oniromancia indígena. Para los ette, la asociación
entre los elementos oníricos y aquellos con los que se corresponden en la vigilia
no está mediada por un intervalo temporal. Ambos son contemporáneos puesto
que lo que los diferencia es el hecho de haber sido percibidos desde diferentes
perspectivas. Si nos remitimos al primer ejemplo ofrecido, puede afirmarse
que el viento siempre ha sido una deidad femenina e, inversamente, una deidad
femenina siempre ha sido el viento. Ninguno precede al otro en cuanto vehículo
de representación. La creencia según la cual en algunas ocasiones los sueños
anticipan lo que ocurrirá en la vida despierta, no contradice estos principios.
Aunque la manifestación diurna de un evento onírico puede suponer cierto lapso
de tiempo, la correspondencia entre uno y otro no lo hace. Para los ette, nunca
hubo un acuerdo tácito o explícito para que uno aludiera al otro y, por tanto, no
existe ningún tipo de preeminencia cronológica.
En segundo lugar, generalmente la relación simbólica es irreversible. El
símbolo siempre representa a lo simbolizado y no a la inversa. La balanza y el
artefacto pueden evocar al concepto de justicia y al órgano corporal. Sin embargo,
estos últimos difícilmente pueden hacerlo con los primeros. El vínculo simbólico
es unidireccional y no puede ser recorrido más que en un sentido. Semejante idea
es falsa para el intérprete ette. La relación entre los motivos que se experimentan
27
Véase, por ejemplo, Claude Lévi-Strauss, Antropología estructural (1958), Madrid, Altaya, 1994,
pp. 229-252; y Mitológicas I.
185
Juan Camilo Niño Vargas
durante el sueño y aquellos que les corresponden en la vigilia es completamente
reversible. La lluvia profana, por ejemplo, se corresponde con las fiestas de las
deidades e, inversamente, las fiestas de las deidades se corresponden con la lluvia
profana. Esta reversibilidad es, por lo demás, la que hace que la asociación entre
chicha y lluvia sea igual de útil en la oniromancia y en la práctica ceremonial. Otra
vez, se trata de objetos y acontecimientos percibidos desde distintos puntos de
vista y, en esa medida, equivalentes. Desde el punto de vista ette, no hay ninguna
dificultad en pensar que un elemento en el sueño corresponde a otro en la vigilia
y viceversa. La introducción del concepto de símbolo iría seguida por preguntas
de difícil respuesta como, verbigracia, cuál de los dos objetos es el símbolo y cuál
el simbolizado.
Ahora bien, es importante resaltar que los límites del argumento desarrollado hasta el momento coinciden con los de la ideología nativa. No puede derivarse
de él que el concepto de símbolo es inútil. Su objetivo se restringe a demostrar la
inoperancia de esta noción en la reflexión nativa sobre las prácticas interpretativas.
El símbolo es una idea estrechamente ligada a la historia de Occidente y a los
procedimientos para interpretar sueños que allí se han desarrollado. No debe
extrañar, entonces, que no se acomode a las conceptualizaciones que otras
sociedades se han hecho sobre el mismo asunto. Como herramienta analítica
podría ser de gran ayuda para interpretar los sueños de los ette pero no para
entender el modo en que los ette interpretan sus sueños.
Probablemente esta serie de consideraciones pueden ser útiles para el examen
del pensamiento de otros grupos situados más allá de las Llanuras del Ariguaní. A
este respecto, es bastante sugestivo que varios antropólogos e indígenas observen
con sospecha la utilización del concepto de símbolo y la noción de relación
metafórica para la interpretación de sistemas de ideas amerindios.28
28
Ciertos intelectuales indígenas del suroccidente colombiano niegan explícitamente que entre
dos elementos considerados equivalentes dentro de su cosmología exista algún tipo de vínculo
metafórico, esto es, una relación asociativa fundada en la sustitución. Refiriéndose a la relación
mitológica que une el concepto de tiempo con un caracol, por ejemplo, afirman que “no se trata
de que algo sea como el caracol, sino que es el caracol”. Véase Abelino Dagua Hurtado, Misael
Aranda y Luis Guillermo Vasco, Guambianos. Hijos del arcoiris y del agua, Bogotá, Fondo
de Promoción de la Cultura, Cerec, 1998, p. 68. En la etnografía de poblaciones arawak del
Amazonas también se encuentran notas sobre las limitaciones del concepto occidental de símbolo
a la hora de describir ciertas ideas nativas. De esta suerte, se ha asegurado que en la oniromancia
de los mehinaku del río Xingu existe una relación tan estrecha entre el símbolo y lo simbolizado
que en muchas ocasiones la distancia que separa a uno y otro pareciera diluirse y desaparecer.
Véase Thomas Gregor, “Far, Far way”, p. 713.
186
La lógica de la interpretación
B. Correspondencias entre el sueño y la vigilia
El descubrimiento del sentido de un sueño depende de dos procesos que, con
bastante probabilidad, se ejecutan simultáneamente. En una primera instancia, se
seleccionan y aíslan ciertas secuencias de actos y objetos soñados. En una segunda,
se les hace corresponder otros que vendrían a ser sus respectivas manifestaciones
diurnas. La tarea no carece de lógica. Para desarrollar su labor, el intérprete se
vale de un sistema de correspondencias que condiciona la forma en que el sueño y
la vigilia pueden llegar a compararse. Por un lado, cada relación que se establece
privilegia por igual a los elementos elegidos y a los nexos que los vinculan
entre sí: la oniromancia es relacional. Por otro, un grupo limitado de reglas de
correspondencia estructura la manera en que unos y otros se equiparan. El sistema
es reducido pero no cerrado: la naturaleza de las correspondencias permite que se
pueda generar un número infinito de interpretaciones y que, adicionalmente, las
diferentes fórmulas interpretativas se transformen y modifiquen con el tiempo.
Aunque no parece corresponderse con ninguna expresión formal nativa, una gran
parte de este conjunto puede reconstruirse deductivamente.29
En la oniromancia ette, la mayoría de fórmulas interpretativas que articulan
el contenido de los sueños con su respectiva expresión en la vigilia pueden
expresarse en forma de relaciones homológicas: cada una encuentra elementos y
relaciones semejantes entre actos y objetos de diferentes órdenes. Todas pueden
29
Otros estudiosos han reconocido el carácter lógico y estructurado de los procedimientos
onirománticos americanos. Entre los estudios antropológicos contemporáneos más relevantes
pueden consultarse Roberto Da Matta, “Les présages apinayé”, J. Pouillon y P. Maranda (eds.),
Echanges et communications, Mélanges offerts à Claude Lévi-Strauss à l’occasion de son 60
anniversaire, Paris-La Haye, Mouton, 1970, pp. 77-99; Philippe Descola, “Head-shrinkers”;
Jacques Galinier, “La persona y el mundo”, pp. 67-78; Thomas Gregor, “Far, Far Away”, pp.
709-720; Bruce Manheim, “A Semiotic of Andean Dreams”, Barbara Tedlock (ed.), Dreaming.
Anthropological and Psychological Interpretations (1987), Santa Fe, School of American
Research Advanced Seminar Series, 1997, pp. 132-153; Michel Perrin, Los practicantes, pp.
51-59; “La lógica de las claves”, pp. 79-92; H. Reid, “Dream and their Interpretation among
the Hudpu Maku Indians of Brazil”, Cambridge Anthropology No. 4, 1979, pp. 27-61. Algunos
trabajos que han tratado el mismo problema en la historia de Occidente son Patricia Cox Miller,
Dreams in Late Antiquity, pp. 74-105; Michel Foucault, La inquietud de sí. Historia de la
sexualidad 3 (1984), Madrid, Siglo XXI, 1987, pp. 7-37; Cristiano Grotanelli, “On the Mantic
Meaning of Incestuous Dreams”, David Shulman y Guy Stroumsa (eds.), Dream Cultures.
Explorations in the Comparative History of Dreaming, New York, Oxford University Press,
1999, pp. 143-168; Mauro Mancia, Historia del sueño, Madrid, Bibloteca Nueva, 1999, pp. 79109; y Christine Walde, “Dream interpretation in a prosperous Age. Artemidorus, the Greek
Interpreter of Dreams”, David Shulman y Guy Stroumsa (eds.), Dream Cultures. Explorations in
the Comparative History of Dreaming, New York, Oxford University Press, 1999, pp. 121-142.
187
Juan Camilo Niño Vargas
formularse por medio de proposiciones como “lo que en sueños aparece como...
en el mundo de la vigilia es...” o, empleando un léxico familiar a los ette, “lo
que del otro lado (ninnanikki, jaatinikki, yaaulanikki) se ve como... del lado de
acá (inninikki) es...”. En definitiva, lo que una fórmula interpretativa establece es
que “un elemento soñado es en el sueño lo que otro elemento ordinario es en la
vigilia”. Empleando una notación muy conocida en antropología, puede decirse:
elemento soñado : sueño : : elemento ordinario : vigilia
(a)
(b)
(c)
(d)
Hay que recordar que una fórmula homológica del tipo a : b : : c : d se lee
a es a b como c es a d. 30 Como puede observarse, está compuesta por cuatro
términos diferentes que se corresponden por sus posiciones relativas (a, b, c, y d).
La relación entre los dos primeros es idéntica a la relación entre los dos últimos
existiendo, a su vez, una relación entre el primero y el tercero y el segundo y
el cuarto. Los dos primeros (a y b) y dos últimos (c y d) pertenecen a órdenes
dispares que se intentan coordinar: el onírico en un caso, el ordinario en el otro.
Los términos segundo y cuarto (b y d) están emparentados formalmente: ambos
son dos modos de existencia y percepción. Por fin, la naturaleza exacta del vínculo
que une al primero y el tercero (a y c) sólo puede ser determinada por medio del
examen de casos concretos. Para este efecto, hay que describir el conjunto de
concepciones nativas que define la posibilidad según la cual dos actos u objetos
pueden llegar a equipararse y considerarse equivalentes.
Desde un punto de vista general, pueden identificarse por lo menos cuatro
grandes clases de correspondencias que la actual oniromancia establece: correspondencias directas; correspondencias de cualidades entre actos y objetos de diferentes ordenes; correspondencias metonímicas y causales entre actos y objetos
pertenecientes a un mismo orden; y, por fin, correspondencias compuestas que
combinan ordenadamente los dos tipos anteriores de correspondencias. Aunque
raramente empleada y un tanto desprestigiada, existe un quinto tipo de correspondencia que no puede ignorarse: la correspondencia de cualidades o atributos
antitéticos. De nuevo, cada una puede expresarse en forma de homología. En el
fondo de cada operación subyace la concepción perspectivista: los diferentes pun-
30
La notación de la relación de homología a la que se hace referencia fue popularizada y difundida
por Claude Lévi-Strauss en sus voluminosos trabajos sobre mitología. Numerosos ejemplos de su
utilización pueden encontrarse en los cuatro volúmenes de sus Mitológicas. Véase Claude LéviStrauss, Mitológicas I, p. 336.
188
La lógica de la interpretación
tos de vista desde los cuales puede aprehenderse el universo están relacionados
entre sí.31
1. Correspondencias directas
El modo no ordinario de existencia y percepción que procura el acto de soñar
no siempre está acompañado de temas y motivos que requieran una exégesis. En
algunos casos, los acontecimientos que se experimentaron durante el descanso
coinciden con exactitud con la interpretación que se les otorga. La supuesta
falta de correspondencia que la oniromancia intenta resolver está ausente. La
correspondencia es directa.
Aunque los ette reconocen que, en teoría, todos los actos y objetos que
aparecen en los sueños son susceptibles de ser interpretados sin desciframiento, tan
sólo algunos de ellos no generan incertidumbre a la hora de hacerlos corresponder
directamente con su manifestación en la vigilia. Las grandes entidades
sobrenaturales pertenecen a este conjunto. Cada vez que se manifiestan durante
el descanso, Yaau y Numirinta son realmente quienes son. Su personalidad es la
misma para una persona dormida y una despierta. La autenticidad de los mensajes
que trasmiten, asimismo, no varía con el inicio del período de vigilia. Lo mismo
acontece con el componente anímico del soñante y el de aquellas personas que
éste encuentra durante sus excursiones nocturnas. Lo que les sucede durante el
sueño efectivamente les acontece a ellos.
Las fórmulas interpretativas de estos motivos puede expresarse en los
siguientes términos:
Yaau : sueño : : Yaau : vigilia
Numirinta : sueño : : Numirinta : vigilia
componente anímico propio : sueño : : componente anímico propio: vigilia
31
La importancia de la relación de homología en la interpretación onírica amerindia ha sido notada
por varios estudiosos. Véase Philippe Descola, “Head-shrinkers”, pp. 444-449; y Michel Perrin,
Los practicantes, pp. 56-59; “La lógica de las claves”, pp. 85-87. Las virtudes de la homología a la
hora de describir la relación entre las diferentes formas de observar el mundo en el pensamiento
de ciertos grupos indígenas también pueden descubrirse en las investigaciones de Kaj Århem.
Véase Kaj Århem, “Ecosofía Makuna”, pp. 123-124. La existencia de relaciones lógicas entre
distintos niveles de realidad, además, fue notada por María Bozzoli en sus estudios sobre las
poblaciones de la Sierra de Talamanca. María E. Bozzoli de Wille, “La conceptualización del
cuerpo”, p. 259.
189
Juan Camilo Niño Vargas
El primer y el tercer término de cada una de las fórmulas son idénticos. Yaau,
Numirinta y el componente anímico del soñante son en el sueño lo mismo que
son en la vigilia. Todos franquean la distancia que separa los diferentes puntos de
vista para aprehender la realidad.32
Ahora bien, las deidades y los componentes anímicos individuales no son
los únicos motivos que frecuentemente reciben una interpretación directa. Los
mensajes que transmiten las primeras también lo hacen. Las palabras de Yaau y
Numirinta son verdaderas y valiosas en cualquiera de los dos modos de existencia
y aprehensión de lo real. Para un sujeto dormido o uno despierto el significado de
los mensajes de las deidades son en el sueño lo mismo que son en la vigilia. Así:
mensajes de Yaau : sueño : : mensajes de Yaau : vigilia
mensajes de Numirinta : sueño : : mensajes de Numirinta : vigilia
En lo que atañe a este tipo de correspondencias, deben resaltarse las cualidades
que los ette le atribuyen a las impresiones auditivas. Como se recordará, los ette
desconfían del sentido de la vista y estiman las tareas que desempeñan los oídos
y la lengua. Hablar y escuchar son facultades estrechamente relacionadas con el
ejercicio de butteriya, el pensamiento, y, en esa medida, son medios privilegiados
para recibir conocimiento.33
2. Correspondencias cualitativas entre actos y objetos de diferentes
órdenes
Lo que los ette perciben como ligeras afinidades entre objetos de clases diferentes,
puede determinar que un evento experimentado durante el sueño se asocie con
otro de la vigilia.34 A un nivel general, este tipo de correspondencia enfrenta
32
Los procedimientos interpretativos que dejan intactas las imágenes oníricas no son exclusivos
de los ette. Algunos comentarios de carácter general sobre el mundo americano se encuentran en
Douglas Price-Williams y Lydia Nakashima Degarrod, “El contexto y uso”, pp. 286-289.
33
El uso de correspondencias directas en la interpretación de sueños que incluyen deidades y seres
sobrenaturales parece ser un fenómeno común. Para el mundo americano véase Ellen Basso,
“The Implications”, p. 92; Philippe Descola, “Head-shrinkers”, p. 442; y William Merrill, “The
Rarámuri Stereotype”, pp. 200-202.
34
El papel que cumplen las semejanzas y la analogía en la interpretación onírica ha sido puesto en
relieve desde la antigüedad. Véase Aristóteles, Parva Naturalia, pp. 119-120; Artemidoro, La
interpretación de los sueños, Madrid, Gredos, 1989, pp. 243-244. Influido por los trabajos de
T. Gomperz, Sigmund Freud también llamó la atención sobre el principio de asociación sobre el
cual se apoyaba la oniromancia de ciertos pueblos. Véase Sigmund Freud, La interpretación, pp.
325-327 y 602. Las conclusiones de investigadores modernos apuntan en una misma dirección.
190
La lógica de la interpretación
órdenes distintos; a uno más discreto, encuentra cualidades y atributos similares
entre los elementos que los integran. Cuando los ette no formulan con puntualidad
el rasgo compartido, suponen que los dos elementos ocupan el mismo lugar
dentro de su respectivo orden. Tanto los órdenes como las similitudes entre sus
componentes están definidas histórica y culturalmente. De esta suerte, y sin el
riesgo de que se confundan, la interpretación onírica relaciona a la naturaleza con
la cultura, la fauna con los grupos humanos, las especies animales introducidas
con las autóctonas, los vegetales silvestres con los cultivados, los individuos con
la sociedad. Un par de ejemplos pueden ilustrar lo que todo esto supone.35
Algunas conocidas fórmulas establecen que toparse con jaguares durante el
reposo augura, en ciertos contextos de la vida despierta, percances con grupos
armados estatales y paraestatales. Los jaguares son en los sueños lo que los
miembros de los grupos armados son en la vigilia. Al darle una significación
humana a un motivo animal, la interpretación vincula órdenes aparentemente
irreconciliables: animalidad y humanidad. La violencia que los felinos y los
hombres armados son capaces de desencadenar determina que la correspondencia
no sea arbitraria. De hecho, al explicar la fórmula con detalle, los ette encuentran
una similitud mucho más concreta y puntual entre unos y otros. A sus ojos, la
piel manchada del jaguar es idéntica a los uniformes camuflados de los grupos
castrenses: ellos son, en palabras de varios ancianos, “hombres vestidos de tigre”.
La simetría entre las dos series termina por completarse al emparejar la forma
en la que se desarrollaron los acontecimientos en el sueño con aquella en la
que supuestamente se desenvolverán en la vigilia. Si la presencia del jaguar fue
advertida indirectamente, los grupos armados apenas podrán avistarse. Si, por
el contrario, el contacto fue directo e incluyó rugidos, zarpazos y mordiscos, el
encuentro será inevitable y estará acompañado de agresión física y verbal. El
carácter lógico de lo expuesto puede expresarse por medio de algunas simples
notaciones.
jaguar : sueño : : grupos armados : vigilia
agresividad : jaguar : : violencia : grupos armados
Véase Thomas Gregor, “Far, Far Away”, p. 712; Michel Perrin, “La lógica de las claves”, pp. 8283; y Barbara Tedlock, “Sharing and Interpreting”, pp. 90-91. Debe resaltarse que, por lo menos
para le caso de los ette, la analogía está fundada sobre una correspondencia de estructuras, esto
es, sobre una homología.
35
El planteamiento que sigue coincide con el de Mary Douglas respecto a los sistemas clasificatorios
y el papel que la semejanza cumple en ellos. La similitud no es una propiedad de los objetos sino
una convención cultural. Mary Douglas, Purity and Danger; y Estilos de pensar, pp. 135-165.
191
Juan Camilo Niño Vargas
piel manchada : jaguar : : uniforme camuflado : grupos armados
rugidos : jaguar : : violencia verbal : grupos armados
zarpazos y mordiscos : jaguar : : violencia física : grupos armados
El primer conjunto de términos relacionados es la fórmula interpretativa
propiamente dicha. Los demás son derivados y replican la respectiva explicación
nativa. Sin dejar de pertenecer a su orden original, la derivación determina que
el primero y el tercer elemento se desplacen un lugar a la derecha. Los términos
introducidos a la izquierda de cada uno son las cualidades que los ette les atribuyen
y consideran semejantes. En cada una, los dos primeros términos y los dos últimos
constituyen, respectivamente, dos órdenes distintos que la correspondencia
enfrenta. Así, el nexo que existe entre los dos primeros términos es idéntico al
que mantienen los dos últimos.
La interpretación que se le otorga a los sueños con ciertos animales domésticos
constituye otra excelente ilustración del tema. La aparición de burros durante el
reposo se equipara con el encuentro con dantas en la vigilia. La posibilidad de
asimilar unos y otros radica en que ambos ocupan una posición similar dentro de
su respectivo orden. La comparación enfrenta a dos categorías bien diferenciadas
en la mitología y la vida cotidiana: la danta es un animal nativo, asociado con la
selva y las actividades de cacería; el burro, por su parte, es un animal introducido,
relacionado con los waacha y el cuidado doméstico. Ciertas semejanzas en el
tamaño y la constitución física de ambos, empero, conducen a los ette a resaltar
que la danta no es otra cosa que un “burro de monte”. El paralelo cuenta con un
soporte lingüístico. A los burros se les denomina buru, una transformación del
nombre castellano del animal. A las dantas se les denomina kajburu. Este término
esta compuesto por otros dos: kaj, que frecuentemente se traduce como “selva” o
“vegetación” y el mismo vocablo que se usa para designar al burro (buru). Dentro
del pensamiento ette, la danta resulta ser, efectivamente, un “burro de monte”.
Así puede decirse:
burro : sueño : : danta : vigilia
burro : animales introducidos : : danta : animales nativos
El primer y el tercer elemento de la primera formulación conservan su lugar
original en la derivada. Este hecho obedece a que la explicación nativa de la
fórmula, antes que cualidades, está comparando órdenes. Son éstos, precisamente,
los nuevos elementos introducidos. Como el caso anterior, la relación que guarda
el primer elemento con su respectivo orden es la misma que mantiene el segundo
con el suyo.
192
La lógica de la interpretación
Si bien las cualidades y los atributos exactos de dos elementos comparados
pueden dejar de enunciarse puntualmente, también existen asociaciones en donde
se expresa de forma explícita una gran cantidad de rasgos compartidos. Este es
el caso de la fórmula que, invirtiendo una conocida relación freudiana, asocia
a los genitales humanos con ofidios venenosos. Según los ette, los individuos
que aseguran haber observado genitales del sexo opuesto durante el sueño, se
encuentran en peligro de ser mordidos por un ofidio en la vigilia. Las numerosas
reflexiones que se hacen sobre el animal determinan que pueda asimilarse sin
complicaciones, y de múltiples maneras, a los órganos sexuales de ambos sexos.
Aunque el motivo de la vagina dentada parece estar ausente entre los ette, los
hombres consideran que la boca abierta de una culebra es bastante similar a la
vulva de una mujer que se encuentra con las piernas flexionadas. La capacidad
de tragar del animal, además, se hace corresponder con la de contener del órgano
sexual. En términos análogos piensan las mujeres. Para ellas, el pene y los ofidios
comparten una misma forma cilíndrica. El primero, en su forma erecta, se asemeja
a la disposición que toma el animal antes de iniciar un ataque. Además, aparte de
la capacidad para erguirse, tanto el reptil como el órgano comparten la facultad
de penetrar: el órgano sexual masculino en el cuerpo femenino y el reptil por las
cavidades telúricas.
Tal y como ocurre con otras fórmulas interpretativas, la forma en que
se contemplen los órganos determina la forma en la que se desarrollarán los
acontecimientos en la vigilia. Si el soñante vio los genitales rápidamente, el
encuentro con el ofidio no será mortal. Si el pene estaba erecto y la vulva abierta,
el contacto será más cercano. El coito, por último, se corresponde con la inyección
de veneno. Además de tener interesantes implicaciones psicológicas y sexuales,
todas estas reflexiones ette presentan estrechas similitudes con creencias y
prácticas de otras sociedades amerindias.36
3. Correspondencias metonímicas y causales entre actos y objetos
de un mismo orden
Las correspondencias que instaura la actual oniromancia ette también pueden
asociar actos y objetos pertenecientes a un mismo orden. La naturaleza exacta
36
La asociación entre genitales, coito y encuentros con ofidios no es exclusiva de los ette. La
correspondencia parece estar bien establecida en la Sierra Nevada de Santa Marta. Véase Gerardo
Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. I, p. 266; y Los ika, p. 113. Otros ejemplos un poco más distantes
pueden encontrarse en Philippe Descola, “Head-shrinkers”, p. 446; y Thomas Gregor, “Far, Far
Away”, p. 714.
193
Juan Camilo Niño Vargas
de este nexo está determinada cultural e históricamente y, por ende, puede
fundamentarse sobre concepciones, clasificaciones y creencias nativas de la
más diversa índole. A un nivel formal, sin embargo, cada correspondencia es
metonímica o causal. O bien toma a la parte por el todo y equipara un elemento
experimentado durante el sueño con el conjunto general al cual pertenece o, bien,
toma a la causa por el efecto e iguala un motivo onírico con las consecuencias que
de él se puedan generar.37 La descripción y análisis de dos ejemplos puede aclarar
este conjunto de ideas.
Siempre y cuando surjan de la cabeza de un ette, se cree que soñar con
cabellos encanecidos pronostica en la vigilia visitas o encuentros con los waacha.
La persona que los tenga protagonizará el evento. El número de hombres con
los que se topará será proporcional a la cantidad de cabellos observados. La
fórmula deja sin definir el carácter de la reunión y no especifica si terminará en
un altercado o un ameno diálogo. Lejos de fundarse en algún atributo compartido,
la correspondencia que la oniromancia encuentra es metonímica. Tanto como la
calvicie y la barba, los ette consideran que el cabello blanco es un rasgo fenotípico
extraño a los individuos de ascendencia amerindia. En teoría, las canas son
privativas de los waacha y, en esa medida, pueden reemplazarlos en el sueño. La
parte y el todo se igualan al equiparar una característica física particular con el
grupo humano al cual pertenece. Así:
cabellos encanecidos : sueño : : waacha : vigilia
puesto que
cabellos encanecidos : waacha : : parte : todo
De nuevo, mientras que la primera notación coincide con la fórmula
interpretativa, la segunda lo hace con la respectiva explicación nativa. Debido a
que las canas y los waacha pertenecen a un mismo orden, el tercer término de la
formulación original se desplaza al lado del primero en la derivada. Lo mismo
sucede con todas las demás correspondencias metonímicas.
El uso de correspondencias causales es algo más escaso. El nexo que mantiene
la causa con el efecto, no parece despertarle mucho interés a la oniromancia
37
La importancia de las relaciones metonímicas en la oniromancia ha sido recalcada en varias
investigaciones. Véase Philippe Descola, “Head-shrinkers”, pp. 446-447. Vale la pena anotar
que la moderna interpretación onírica occidental tampoco es ajena a este principio. Véase
Stéphane Moses, “The Cultural Index of Freud’s Interpretation of Dreams”, David Shulman y
Guy Stroumsa (eds.), Dream Cultures. Explorations in the Comparative History of Dreaming,
New York, Oxford University Press, 1999, pp. 303-314, pp. 310-311.
194
La lógica de la interpretación
ette. Un conjunto de augurios relacionados con la enfermedad constituye una
notable excepción. Observar flechas o ser flechado durante el sueño pronostica
en la vigilia dolencias y afecciones para el soñante y su familia. Una predicción
idéntica se realiza si la visión, en vez de flechas, incluye espinas. La relación entre
los dos motivos y la expresión diurna que se les asigna, se aclara al examinar la
concepción nativa de la enfermedad. Para los ette, el individuo que sufre ciertas
afecciones físicas pudo haber sido herido por entidades invisibles deseosas de
raptar su componente anímico. Las flechas y las espinas envenenadas constituyen
el principal agente patógeno que utilizaron para semejante fin. De esta suerte las
flechas y las espinas son a la enfermedad como las causas son a los efectos.38
Puede anotarse, entonces:
flechas y espinas : sueño : : enfermedad : vigilia
flechas y espinas : enfermedad : : causa : efecto
4. Correspondencias compuestas
Finalmente, las correspondencias pueden ser compuestas y combinar
ordenadamente otros tipos más sencillos de correspondencias.39 Antes de empezar
a explicar sus características formales, es conveniente remitirse a un ejemplo
que propicie una fácil asimilación del planteamiento. Los sueños con hormigas
negras, por ejemplo, se hacen corresponder en la vigilia con la cercanía de la
muerte. El espacio en donde se observan los insectos coincidirá con el lugar en
donde sucederá la desgracia. Su avistamiento en la casa del soñante presagia el
fallecimiento de un familiar; si, por el contrario, se encontraban lejos, será el de
un extraño. Lejos de ser directo, el vínculo que une a los dos motivos está mediado
por una relación que no se formula explícitamente. Las hormigas se corresponden
con la muerte puesto que, primero, lo hacen con los cuerpos en descomposición.
Los ette aseguran que algunas especies de hormigas negras se especializan en
desgarrar los restos sin vida de animales y humanos y, por ende, resultan ser para
los cadáveres lo mismo que la parte es al todo. Esta primera correspondencia se
38
La creencia que encuentra la etiología de algunas enfermedades en dardos venenosos
sobrenaturales está ampliamente difundida en América. Su presencia entre los ette es normal
máxime si se tiene en cuenta que entre el acervo cultural del grupo se encontraba el uso y manejo
de tóxicos y venenos. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, pp. 118-123 y
133-137.
39
La gran complejidad de algunas fórmulas de interpretación onírica en América indígena ha sido
observada por varios estudiosos. Véase Michel Perrin, Los practicantes, pp. 56-57; y “La lógica
de las claves”, pp. 85-87.
195
Juan Camilo Niño Vargas
inserta en otra que también tiene un carácter metonímico, a saber, aquella que
estipula que entre un cadáver y la muerte existe el mismo nexo que un elemento
guarda con el conjunto al cual pertenece. Debido a que las hormigas se asocian
a los cadáveres y los cadáveres a la muerte, entonces, los primeros y los últimos
pueden llegar a equipararse.
Todo lo anterior, puede ser expuesto en otros términos. Existe una correspondencia sencilla que, siendo el resultado de una observación empírica, conviene que
hormigas negras : cadáver : : parte : todo
y otra más que, haciendo parte del repertorio de fórmulas interpretativas de
la oniromancia, estipula que
cadáver : muerte : : parte : todo
y puesto que las dos correspondencias sencillas comparten ciertos elementos
entre sí, entonces, pueden combinarse para componer la siguiente correspondencia
compuesta:
(hormigas negras : cadáver : parte : todo) : muerte : : parte : todo
Puede decirse, entonces, que en una correspondencia compuesta, la relación
que existe entre el acto u objeto soñado y su respectiva expresión en la vigilia
está mediada por varias correspondencias de cualidades, varias correspondencias
metonímicas y causales o, por fin, varias correspondencias de estos dos últimos
tipos. La forma en la cual se articulan es sencilla. Uno de los elementos del sueño
que una correspondencia compuesta busca relacionar constituye, en realidad, la
abreviación de una correspondencia sencilla. Así, por ejemplo, una correspondencia
metonímica podría constituir uno de los elementos de una correspondencia de
cualidades; inversamente, una correspondencia de cualidades podría constituir
un elemento de una correspondencia metonímica. El principal elemento de la
correspondencia abreviada vendría a reemplazar a todos aquellos elementos con
los cuales estaba relacionado. Esto explica por qué las correspondencias sencillas
que componen a las compuestas no se expresan explícitamente y tan sólo las
aclaraciones nativas logran descubrirlas.
En este orden de ideas, una correspondencia compuesta puede formularse
como:
(a : b : : c : d) : e : : f : g
o bien,
e : (a : b : : c : d) : : f : g
196
La lógica de la interpretación
Un último ejemplo puede ayudar a esclarecer lo que se ha presentado.
La interpretación que equipara la miel con la gripe también se vale de una
correspondencia compuesta. Por medio de una correspondencia de cualidades
y una metonímica, imposibles de adivinar sin la ayuda de la explicación nativa,
la oniromancia logra asociar un estimado alimento con una aborrecida dolencia.
Para los ette, los atributos de los síntomas que acompañan la gripe se corresponden
con las cualidades que se le atribuyen a la miel. La espesura es a la miel lo que la
viscosidad es a las mucosidades y, a su vez, las mucosidades son a la gripe lo que
la parte es al todo. Así, la fórmula interpretativa original
miel : sueño : : gripe : vigilia
queda explicada por una correspondencia de la forma
espesura : miel : : viscosidad : mucosidad
y otra más que estipula que
mucosidades : gripe : : parte : todo
Siguiendo el método de notación que se ha empleado hasta el momento
puede consignarse lo siguiente:
(espesura : miel : : viscosidad : mucosidad) : gripe : : parte : todo
Como es habitual en la oniromancia ette, el individuo que consuma la miel
se corresponderá con el futuro enfermo y, de igual forma, la espesura de la miel
soñada será proporcional a la viscosidad de las mucosidades que lo aquejen.
5. Correspondencias de cualidades y atributos antitéticos
Para algunos ette, “muchos sueños son al revés” y, por esta razón, su verdadero
sentido sólo puede encontrarse invirtiendo su significado.40 El éxito augura
la desgracia y la desgracia el éxito. La abundancia pronostica la escasez y la
40
Aunque entre los ette no parece tener mayor relevancia, varios estudiosos han resaltado la
importancia del principio de inversión en la oniromancia amerindia. Véase Jacques Galinier, “La
persona y el mundo”, pp. 67-78; Michel Perrin, Los practicantes, p. 55; “La lógica de las claves”,
p. 83; Douglas Price-Williams y Lydia Nakashima Degarrod, “El contexto y uso”, p. 287. El
procedimiento también es familiar al moderno psicoanálisis. Véase Sigmund Freud, Introducción
al psicoanálisis (1917) 2 vols, Madrid, Sarpe, 1984, T. I, pp. 205 y 207; y La interpretación,
pp. 331, 442 y 480. Por fin, vale a pena resaltar el uso de la inversión para el establecimiento
de relaciones entre la realidad ordinaria y el mundo sobrenatural en otras poblaciones de habla
chibcha. Véase María E. Bozzoli de Wille, “La conceptualización del cuerpo”, pp. 254-259.
197
Juan Camilo Niño Vargas
enfermedad anuncia la salud. El hombre que asegura haber soñado que su esposa
se encontraba embarazada, no tendrá ningún hijo; la mujer embarazada que sueña
el alumbramiento de un varón, en realidad tendrá una niña. El vínculo entre el
contenido del sueño y su respectiva manifestación en la vigilia se establece entre
actos y objetos que se consideran incompatibles y contrarios. La correspondencia
relaciona cualidades y atributos que el pensamiento ette califica de antitéticos.41
A pesar de ser ampliamente conocido, este tipo de correspondencia no es muy
valorado. Su falta de prestigio determina que sea empleado en aquellas situaciones
en las cuales no se puede, o no vale la pena, consultar a una persona versada en la
interpretación onírica. La mayoría de adultos considera que invertir el contenido
de los sueños es un procedimiento poco fiable y simplista. Argumentan que no
existe un método adecuado y seguro para establecer qué cosas son opuestas a
otras. Soñar con un animal salvaje, aducen, podría anunciar el encuentro con un
animal de menor tamaño pero, también, el fracaso total en una jornada de cacería
o, entre muchas otras cosas, la obtención de una especie doméstica. Como sea, y
sin desconocer sus limitaciones, muchos jóvenes lo defienden amparándose en su
sencillez.42
C. Estrategias para la interpretación
Apoyándose sobre el conjunto de correspondencias anteriormente expuesto, los ette
descifran sus sueños por medio de una serie limitada de estrategias interpretativas.
Un sueño puede ser interpretado directamente, mediante el empleo de un conjunto
conocido, predeterminado y finito de fórmulas interpretativas o, por fin, a través
de una selección y sustitución relativamente libre de algunos de sus principales
elementos. Mientras que en el primer caso la labor de desciframiento es mínima
y el contenido del sueño es idéntico al sentido descubierto, en los dos últimos
los elementos interpretados se transforman para revelar una dimensión oculta.43
41
A este respecto, Claude Lévi-Strauss ha resaltado cómo en diferentes sistemas de pensamiento
las diferencias, tanto como las semejanzas, pueden llegar a equipararse. Véase Claude LéviStrauss, El totemismo, p. 115.
42
Interesantes testimonios sobre la clase de correspondencias que relacionan actos y objetos de
cualidades antitéticas puede encontrarse en los Anexos. Véase Anexo B, Sueño 26 y 27.
43
Algunos estudiosos del mundo americano han propuesto distinciones similares. Tomando en
préstamo conceptos de la semiótica se han referido a dos grandes tipos de procedimientos que,
respectivamente, dejarían intactas o modificarían las imágenes oníricas. De esta suerte, se habla
de una interpretación indéxica y otra icónica o, en su defecto, de una literal y otra metafóricasimbólica. Véase Ellen Basso, “The Implications”, pp. 96-99; Douglas Price-Williams y Lydia
198
La lógica de la interpretación
La elección de una de las tres estrategias depende del modo en que el sueño sea
experimentado, las características de las imágenes involucradas y la situación por
la que pase el soñante. Así, antes que ser el resultado de la aplicación mecánica de
una serie de principios formales, la actividad de interpretar sueños es contextual,
estratégica y está vinculada con intereses y situaciones particulares.
1. La interpretación directa
Debido a su especial naturaleza, los ette consideran que ciertas visiones son
valiosas por sí mismas. El sentido de sus imágenes no se transforma, o lo hace muy
poco, con la adopción de una u otra perspectiva y, consecuentemente, demandan
la aplicación de un método de interpretación que privilegie el establecimiento de
correspondencias directas. El sueño resulta ser entera y exclusivamente lo que es:
encierra en sí mismo su sentido, muestra claramente su mensaje.
Aquellos sueños en los que el componente anímico de la persona se conduce
pasivamente son los casos más sobresalientes al respecto. Muy rara vez un evento
de este tipo es interpretado con una estrategia diferente a la directa. Como
cualquier otro sueño, ocurre mientras se disfruta de un modo de existencia y
percepción alterno. Su excepcional carácter y altísima valoración, empero,
determinan que el sentido de su contenido no se vea afectado por las diferencias
que separan a los distintos modos de aprehensión de lo real. Durante un episodio
onírico de pasividad el soñante se entrevista con sus familiares fallecidos y las
grandes entidades sobrenaturales. Proporcionándole una oportunidad completamente extraña en el mundo ordinario, los encuentros lo convierten en un receptor
de importantes mensajes y conocimientos. Dos rasgos merecen ser destacados.
En primer lugar, la personalidad de los seres implicados es constante. Aunque
sólo pueden ser contactados durante el reposo, su identidad es la misma en el
mundo del sueño y el de la vigilia. En segundo, la estrecha relación que guardan
los transmisores con lo transmitido, determina que el contenido de las palabras
comunicadas sea tan claro y verdadero para una persona dormida como para
Nakashima Degarrod, “El contexto y uso”, pp. 286-287; y Barbara Tedlock, “Sharing and
Interpreting”, p. 90. Debe anotarse que Sigmund Freud también estableció una diferenciación
entre lo que llamaba método simbólico y método descifrador de interpretación onírica. El primero
sustituiría el contenido total del sueño por otro nuevo; el segundo, por su parte, permutaría signos
mediante una clave prefijada. Véase Sigmund Freud, La interpretación, pp. 145-147. Puesto que,
desde el punto de vista ette, los motivos que aparecen durante el sueño no parecen asociarse
fácilmente al concepto de símbolo, no se han adoptado estos planteamientos.
199
Juan Camilo Niño Vargas
una despierta. Lo percibido adquiere valor por sí mismo volviéndose superflua la
necesidad de establecer equivalencias entre uno y otro modo de existencia.44
El siguiente relato puede ilustrar la estrecha asociación entre la interpretación
directa y las experiencias oníricas de pasividad.
“...Anoche soñé
Un hombre se me acercó
Era un anciano ette
Venía con mochila de algodón y macana
Ese hombre era Yaau
Se sentó al lado
Hablamos de muchas cosas
Cosas que puedo decir
Y cosas que no puedo decir ahora
Me dijo que pidiera prestado un machete
Que desmontara el piso de la casa ette
Que le quitara todas las plantas
Que no se pudieran esconder culebras
Me dijo que iba a venir gente del otro resguardo
Y su casa tenía que estar lista
Alrededor de él había mucha gente vestida de antiguo
Era Yaau y su familia
Había que hacer ceremonia en esos días...”
(María Ospino Nokorussu, Narakajmanta, septiembre de 2003)45
Por su avanzada edad y cuantiosos conocimientos la soñante es una
reconocida autoridad en Narakajmanta. Para ella no son extrañas las visitas
al mundo mítico y las entregas de órdenes y mensajes por parte de entidades
sobrenaturales. Tampoco lo es la comunicación y exhortación a cumplirlos. En
este caso, el sueño le permitió entrevistarse con Yaau. Sentados uno frente a
otro, charlaron sobre asuntos públicos y privados. A la soñante, además, le fue
44
La asociación entre interpretación onírica directa y sueños relacionados con la visita de seres
sobrenaturales también se encuentra en otras sociedades. Para el mundo americano, véase, entre
muchos otros, Ellen Basso, “The Implications”, p. 92; Philippe Descola, “Head-shrinkers”, p.
442; y William Merrill, “The Rarámuri Stereotype”, pp. 200-202.
45
Anexo B, Sueño 9.
200
La lógica de la interpretación
encomendada una importante misión. La abundante vegetación que invadía el
piso de la casa ceremonial del resguardo debía ser retirada. Pronto arribarían
varios ancianos con sus familias y tendrían que celebrarse algunas reuniones en
su interior. El lugar debería estar limpio y despejado sin que quedara ningún
espacio para animales venenosos. La mañana siguiente a la ensoñación la mujer
se levantó, pidió un machete prestado e inició la labor de desyerbe. Al enterarse
de su experiencia y observar su comportamiento, varios adultos le ordenaron a sus
hijos acompañarla en la tarea. Pasados unos días la predicción se cumplió. Varios
ancianos provenientes de Ette Butteriya llegaron al resguardo para demandar la
organización de ceremonias.
La interpretación fue directa. No hubo necesidad de aplicarle al sueño
ningún tipo de desciframiento. Quedando intacta su apariencia y características,
las imágenes no sufrieron transformación alguna. Semejante operación estuvo
justificada por la asistencia de una gran entidad sobrenatural. La persona con la
que el componente anímico de la soñante dialogó, efectivamente era Yaau. Aunque
sólo fue accesible durante el descanso, su identidad no hubiera cambiado con la
adopción de otra perspectiva. De igual forma, y como con cualquier otra deidad,
el significado de las palabras que le transmitió era verdadero y valioso en todos
los modos de existencia. La preciada cualidad auditiva de la información refuerza
este carácter. Al haber entablado una comunicación con Yaau, la soñante ejercitó
el pensamiento, favoreció la expresión oral, se desentendió de los engañosos
estímulos visuales y, consecuentemente, su experiencia se adecuó al empleo de
un método directo de interpretación.46
Desde luego, las experiencias oníricas de pasividad no son las únicas
oportunidades de establecer correspondencias directas. Con bastante frecuencia,
los sueños en los que el soñante se topa con los componentes anímicos de otros
individuos o viaja y deambula por tierras y regiones distantes, son interpretados
sin necesidad de desciframiento.47 Muy a menudo, se considera que este tipo
de experiencias son efectivamente lo que son: su sentido no varía en función
de la adopción de una perspectiva particular. Como sea, a diferencia de lo que
acontece con las visitas de seres sobrenaturales, siempre subsiste la duda de si
debieron ser interpretadas directamente o haciendo uso de algún procedimiento
más elaborado.
46
Otros sueños similares interpretados directamente pueden consultarse en Anexo B, Sueño 4, 5, 9,
10, 14 y 15.
47
Un ejemplo de esta clase de sueños pueden encontrarse en los Anexos. Véase Anexo B, Sueño 1.
201
Juan Camilo Niño Vargas
2. Las fórmulas interpretativas
Al igual que otros grupos americanos, los ette disponen de un repertorio de
fórmulas interpretativas que delata las preocupaciones más comunes, los temas
de más interés y los motivos oníricos de más frecuente aparición.48 Cada fórmula
articula automáticamente el contenido de los sueños con su respectiva expresión en
la vigilia. A una serie limitada de actos y objetos se le asocia otra serie limitada de
interpretaciones. Cualquier persona que tenga conocimiento sobre las relaciones
que mantienen los dos conjuntos puede tratar de extraer ciertos elementos de la
materia de sus sueños y, siempre y cuando los encuentre, asignarles un valor que
toma la forma de presagio. La elección tiene lugar en un contexto determinado
y, en esa medida, depende de la situación e intereses del soñante. Una persona
que planea cazar buscará en sus sueños motivos que las fórmulas relacionen con
el éxito en la cacería; una mujer embarazada, en cambio, le prestará atención a
aquellos que puedan predecir el sexo de sus hijos. Aunque el proceso reduce y
empobrece una posiblemente rica imaginería, su juicioso seguimiento promete
revelar, por medio de un método económico y sencillo, el principal sentido de
cada ensoñación.49
A continuación se presenta una tabla que relaciona diferentes motivos
oníricos con su correspondiente manifestación en la vigilia. La tabla constituye
una síntesis, un tanto simplificada pero útil para efectos de análisis, de un grupo de
ciento treinta y cinco fórmulas de interpretación que pudieron recogerse durante
el trabajo de campo. Con seguridad, futuras investigaciones podrán enriquecerla
con nuevos elementos (Tabla No. 5).50
48
Algunas colecciones de fórmulas para la interpretación de sueños entre grupos cercanos a los ette
pueden consultarse en Michel Perrin, Los practicantes, pp. 51-59; “La lógica de las claves”, pp.
79-91; Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. I, pp. 265-267; y Los ika, pp. 111-114; Gerardo
Reichel-Domatoff y Alicia Reichel-Dolmatoff, The People of Aritama The Cultural Personality
of a Colombian Mestizo Village, London, Routledge & Kegan Paul, 1961, p. 432. Los paralelos
con los ette son notables.
49
Algunos ejemplos de interpretaciones que se valen de fórmulas para descubrir el sentido de un
sueño pueden consultarse en los Anexos. Véase Anexo B, Sueño 3, 21, 30 y 31.
50
El conjunto completo de trescientos treinta y cinco fórmulas interpretativas recogidas puede
consultarse en Anexo C.
202
La lógica de la interpretación
Tabla Nº 5
Fórmulas para la interpretación onírica
Tema presagiado
Motivo onírico
Expresión en la vigilia
Agresión interpersonal
y violencia política
Bienparado
Guacamayas
Jaguares
Marimondas
Sangre
Zainos
Zorros
Agresión inesperada
Agresión
Grupo armado
Grupo armado
Violencia
Agresión grupal
Robos en los cultivos
Cacería y encuentros
con animales
Burro
Conejo
Hamacas
Recién nacidos
Tambores
Yuca
Danta
Guartinaja
Oso hormiguero
Armadillos
Babillas
Babillas
Ciclos destructivos
Eclipses
Incendios
Inundaciones
Truenos
Temblores
Ciclo destructivo
Ciclo destructivo
Ciclo destructivo
Ciclo destructivo
Ciclo destructivo
Consanguíneos y
afines
Dientes
Panales
Perros
Consanguíneos
Unidad doméstica
Hijos
Cosecha de maíz
Ceiba
Mariposas amarillas
Cosecha de maíz
Cosecha de maíz
Embarazo y
concepción
Bollos de maíz
Casa
Hijo varón
Concepción
Fiebres, calenturas y
enfermedades
Alacranes
Avispas
Dientes flojos
Espinas
Flechas
Fuego
Heridas
Miel
Muerte
Nadar
Ofidios
Papaya
Peces muertos
Ríos
Ron
Fiebre
Fiebre
Familiar enfermo
Enfermedad
Enfermedad
Fiebre
Enfermedad
Gripe
Enfermedad
Fiebre
Enfermedad
Enfermedad
Epidemia
Fiebre
Enfermedad
203
Juan Camilo Niño Vargas
Tema presagiado
Motivo onírico
Expresión en la vigilia
Lluvia y lloviznas
Babilla
Carrao
Chicha
Lágrimas
Tambores
Lluvia
Lluvia
Lluvia
Lluvia
Lluvia
Muerte
Búho
Café
Cadáver
Camión
Campero
Casa
Cavar
Ceremonias
Comida
Construcciones
Caída de dientes
Hormigas negras
Sangre
Vasijas de chicha
Viajes
Muerte
Entierro
Muerte
Muerte
Muerte
Muerte
Entierro
Entierro
Entierro
Entierro
Muerte de familiares
Muerte
Muerte violenta
Entierro
Muerte
Ofidios venenosos
Coito
Genitales
Grillo cantando
Incesto
Meteoros
Pene
Perros
Vagina
Mordedura de ofidio
Ofidio
Ofidio
Mordedura de ofidio
Ofidio
Ofidio
Ofidio
Ofidio
Sequías
Cinturón de Orión
Carrao muerto
Sequía
Sequía
Viajes
Puente
Ríos
Viaje
Viaje
Vientos
Baile
Faldas
Ganado
Mariposas
Toros
Brisas y vientos
Brisas y vientos
Vendavales
Brisas
Vendavales
Waacha
Barba
Calvicie
Canas
Waacha
Waacha
Waacha
204
La lógica de la interpretación
Como puede observarse, los campos que abarca el conjunto de asociaciones se
extienden por todo el tejido social y cultural ette. Los elementos que se privilegian
del lado de los sueños delatan motivos oníricos de frecuente aparición y alto interés
para la población. Las fórmulas prescriben aislar especies vegetales como la yuca
y la papaya; partes del cuerpo como los dientes y genitales; alimentos como
la miel, la chicha y los bollos de maíz; actos corporales como llorar, copular o
embriagarse; artefactos materiales autóctonos y extraños como flechas, hamacas,
vasijas, tambores, camperos y camiones; elementos y fenómenos de la naturaleza
como el fuego, el viento, las lluvias, los truenos y las constelaciones. Todos los
animales parecen despertar un marcado interés. La oniromancia convierte a la
fauna en materia prima del ejercicio intelectual. Se les atribuye significación
a todos los sueños que contengan aves como el bienparado y las guacamayas;
insectos como las hormigas, las mariposas y las abejas; especies domésticas como
el burro, el caballo y el ganado; o, por fin, criaturas peligrosas como el jaguar y
los ofidios.51 Por último, también se presta atención a la presencia de actividades
culturalmente significativas como entierros, bailes y ceremonias.
El número de las interpretaciones, por su parte, es mucho más reducido y
deja entrever algunos de los temas y cuestiones que más les preocupan a los ette.
En contraste con los múltiples motivos que prescriben aislar, las predicciones
se relacionan con un corto número de vicisitudes que la mayoría de los ette
deben atravesar durante el curso de su vida. Remiten la desgracia a la violencia
política e interpersonal, a los accidentes, a las enfermedades y a la muerte.
Otras interpretaciones presagian cambios en el clima, el comportamiento de las
corrientes de aire y el fin o la prolongación de la estación seca. Al igual que el
fracaso o el éxito en las actividades de siembra y cacería, las mordeduras de ofidios
parecen ser una preocupación central. Los viajes, los encuentros con los waacha,
la concepción y el sexo de un futuro hijo también están presentes. Finalmente,
no puede pasar inadvertida la gran cantidad de augurios relacionados con la
cercanía de un nuevo ciclo destructivo. En perfecto acuerdo con la concepción
del fenómeno onírico, los ette consideran que cada una de estas predicciones no
le concierne con exclusividad al soñante y, antes bien, pueden afectarlo a él, a sus
familiares e, incluso, a toda la comunidad.
Aunque el conocimiento de las fórmulas se encuentra distribuido con relativa
equidad entre la población adulta, sólo algunos ancianos son capaces de exponer
51
A juzgar por el contenido de los mitos recogidos por Reichel-Dolmatoff a mediados del siglo XX,
la importancia de los motivos animales en los sueños parece ser antigua. Véase Gerardo ReichelDolmatoff, “Mitos y cuentos”, pp. 14-16.
205
Juan Camilo Niño Vargas
con claridad la naturaleza exacta de los vínculos que unen a los motivos oníricos
con sus interpretaciones. Para cada fórmula existe una explicación especial que
puede llegar a alcanzar un alto grado de elaboración y estar asociada a complejas
nociones cosmológicas. En términos generales, sin embargo, todas se valen del
mismo conjunto de correspondencias. La mayoría privilegia las correspondencias
de cualidades y atributos entre actos y objetos de diferentes órdenes. La relación
que mantienen muchos motivos animales y vegetales con sus manifestaciones
diurnas pueden explicarse por este hecho. Mientras que los zorros se corresponden
con los ladrones por su afición por extraer a hurtadillas los frutos de los cultivos,
el conejo lo hace con la guartinaja porque ambas criaturas ocupan un lugar
similar dentro de sus respectivos órdenes. Las correspondencias metonímicas
y causales entre actos y objetos de un mismo orden no son escasas. Hay que
resaltar el importante papel que juegan en las interpretaciones que auguran la
enfermedad, los encuentros con los waacha y el advenimiento de un nuevo ciclo
destructivo. Las correspondencias compuestas son menos frecuentes y combinan
por igual correspondencias cualitativas, metonímicas y causales. Por fin, aquellas
que vinculan cualidades y atributos antitéticos están completamente ausentes.
La fórmula que equipara el alumbramiento de un niño con el fallecimiento de
un adulto pareciera emplear un principio de inversión pero, en realidad, se vale
de una correspondencia que enfrenta dos órdenes de diferente tipo. Lejos de
ser acontecimientos opuestos o incompatibles, procreación y defunción pueden
compararse debido a que el fin de la vida para los vivos es el comienzo de un
nuevo tipo de existencia para los muertos.
Por último, no puede dejar de resaltarse que de una misma relación entre un
elemento onírico y uno ordinario pueden derivarse varias fórmulas interpretativas.
Las diferentes variaciones dependen de la forma en la cual un elemento haya
aparecido en el sueño. Así, por ejemplo, mientras que un sueño que contenga
una ceiba florecida augura para la vigilia una abundante cosecha de maíz, uno
en el cual aparezca este mismo árbol marchito pronostica la pérdida del grano.
De igual forma ocurre con el Cinturón de Orión. Si se observa en el naciente
anuncia la llegada y prolongación de la estación seca; si, por el contrario, aparece
en el poniente, entonces, revela su finalización. La naturaleza del encuentro con
ciertos animales y objetos oníricos también se hace corresponder con la forma en
la que se desenvolverán los acontecimientos en la vigilia. El tamaño, la fuerza y la
bravura de un toro visto durante el sueño coinciden con la proporción y los daños
del vendaval que augura para la vida despierta. Asimismo, la interpretación que
se derive de un sueño con una bebida alcohólica como el ron, será distinta si
el líquido se observó, se derramó o, por fin, le causó al soñante un estado de
embriaguez.
206
La lógica de la interpretación
3. La interpretación libre
Puesto que es finito, el conjunto de las fórmulas interpretativas puede resultar
insuficiente. El hecho de aislar actos y objetos de frecuente aparición no le
garantiza poder ser aplicado siempre y en todos los casos. Fácilmente, un sueño
puede carecer de todos los elementos que las fórmulas intentan coordinar. Es
perfectamente plausible, además, que la relación que la fórmula establece no
satisfaga al soñante. La persona interesada en descubrir su sentido depende de
su propio ingenio o el de sus familiares y allegados, para seleccionar ciertos
actos y objetos oníricos y hacerlos corresponder con otros que vendrían a ser su
manifestación en la vigilia. Aunque pareciera desarrollarse con relativa libertad,
el ejercicio no carece de lógica. La interpretación es libre pero estructurada.
El mismo conjunto de correspondencias sobre el cual se fundan las fórmulas
ampliamente difundidas es aprovechado por el soñante para generar nuevas
interpretaciones.52
Rara vez una interpretación de este tipo es inmediata. Una y otra vez, el
soñante repasa su experiencia con el objetivo de encontrar elementos susceptibles
de ser interpretados. A lo largo de todo el ejercicio, multiplica los vínculos entre
el sueño y la vigilia. La situación que atraviesa y las tareas que proyecta realizar
le sirven de marco de referencia para asignarle uno o varios sentidos a la visión.
Al no poseer ninguna garantía de la veracidad de sus intuiciones, debe esperar a
que los acontecimientos venideros determinen cuál de todos ellos es el verdadero.
Cuando el sueño es demasiado confuso y no logra descomponerse en secuencias
significativas, el intérprete se limita a resaltar la impresión general que causó e
intenta adivinar el carácter trágico o benéfico de la predicción que esconde. Todos
los eventos que ocurran los días siguientes tratarán de relacionarse con él hasta
que, por fin, algunos logren adecuársele.53
Las siguientes declaraciones constituyen un ejemplo de interpretación libre.
Aunque el sentido de la experiencia hubiera podido descubrirse con la ayuda
de una conocida fórmula, el informante fue reacio a su utilización exclusiva y
propuso varias interpretaciones alternativas.
52
Hay que anotar que desde la antigüedad numerosos autores han calificado al ingenio como una
facultad propia del intérprete de sueños. Véanse Aristóteles, Parva Naturalia, pp. 119-120; y
Sinesio de Cirene, Himnos y Tratados, Madrid, Gredos, 1993, pp. 283 y 294. A pesar de esto,
comúnmente se le ha negado el carácter lógico y normado de su labor. Véase Sigmund Freud, La
interpretación, p. 146. Este no es el caso ette.
53
La formulación de interpretaciones después del cumplimiento del presagio es una práctica común
en el mundo amerindio. Véase Michel Perrin, Los practicantes, p. 71.
207
Juan Camilo Niño Vargas
“... Anoche mi hija soñó
Soñó que zancudos la molestaban
Se paraban en sus brazos y en su pecho
Sacaban sangre y dejaban la piel hinchada
No la dejaban de molestar
Entonces los cogía entre los dedos y las uñas para reventarlos
Todas sus manos quedaban llenas de sangre
No es un sueño bueno
La sangre no es buena
La sangre viene con la muerte
Puede ser que vea sangre en estos días
Algo que nadie quiere ver
Por eso no debe salir mucho
Debe estarse en la casa y el fogón
Pero también puede dañársele la piel
O enfermarse
Sufrir por fiebre y calenturas
Hay que tratar de darle agua limpia y comida buena
Hacerle baños con weeriya ittiya 54
Buscar yeere’yeere para la piel...” 55
(Benjamín Jiménez, Ette Butteriya, octubre de 2003)56
Para el intérprete, la conocida fórmula que vincula la sangre soñada con la
muerte en la vigilia no era perfectamente aplicable a la experiencia de su hija.
La presencia de insectos no se ajustaba a una interpretación que vaticinara un
fallecimiento violento. La corta edad de la soñante, por otra parte, difícilmente
le permitiría verse involucrada en una acción que incluyera agresión. Algunas
precauciones debían ser tomadas pero, a su juicio, lo que el sueño anunciaba
podía ser muy diferente. Teniendo esto presente, se aventuró a sugerir nuevas
asociaciones. Debido a que frecuentemente las primeras son causa de las últimas,
hizo corresponder las picaduras de los insectos con afecciones cutáneas. No quedando
54
La identidad de la planta a la que se refiere el informante es desconocida. Según los ette, un
baño con sus hojas cocinadas puede hacer desaparecer la fiebre. Su nombre está compuesto por
dos términos. El primero es la misma expresión con la que designan esa dolencia: weeriyya. El
segundo, por su parte, encierra la idea de opuesto complementario y es exacto a la voz con la cual
una mujer designa a sus hermanos varones. Los campesinos de la región conocen la planta con el
nombre de “gran plateado”.
55
La identidad de esta planta es Cissus sicyoides l. Los ette cocinan sus hojas para aplicarlas sobre
diferentes clases de infecciones cutáneas.
56
Anexo B, Sueño 33.
208
La lógica de la interpretación
conforme con esa primera interpretación, empleó otra correspondencia causal para
relacionar las picadas infectadas con el padecimiento de fiebres y calenturas. Para los
dos posibles augurios, planeó un conjunto de acciones encaminadas a salvaguardar
la salud física de la joven. Repasó sus conocimientos médicos y botánicos y creyó
conveniente colectar ciertas plantas. Como sea, y a pesar de todo, pocos días después
consideró que el sueño se había cumplido en el mismo instante en que la soñante
tropezó cerca de la casa y sus manos fueron a parar en un matorral con espinas. Los
mosquitos terminaron por relacionarse con las púas por la capacidad de penetrar la
carne humana. La interpretación sólo obtuvo una forma definida después de que
ocurrieron los acontecimientos que el sueño presagiaba.57
El ejemplo es bastante ilustrativo y muestra con claridad la flexibilidad
de la interpretación libre.58 Esta característica la convierte en un instrumento
adecuado para el cambio: el conjunto de fórmulas onirománticas es susceptible
de transformarse con la práctica. Los ette son perfectamente conscientes de este
hecho. Saben que ciertas asociaciones empleadas por sus padres han dejado
de ser efectivas y pueden ser remplazadas por otras completamente nuevas. Al
usar libremente diferentes clases de correspondencias, cada individuo encuentra
nuevos vínculos entre el modo de existencia onírico y el despierto. Con el tiempo,
estos pueden llegar a formalizarse y empezar a formar parte del repertorio de
fórmulas interpretativas ampliamente conocido. Gracias a un ejercicio individual
libre pero condicionado, la oniromancia se transforma ordenadamente. Nuevos
actos y objetos se integran en una estructura preexistente pero cambiante. Puede
suponerse que el éxito de una nueva relación depende de la frecuencia de aparición
del motivo onírico, del interés que despierta su manifestación diurna o, por fin, de
la precisión y novedad con la cual se unen los elementos del sueño y la vigilia. Todos
estos hechos parecerían coincidir con las observaciones históricas y etnológicas
que le imputan a las fórmulas de interpretación onírica una marcada inestabilidad
diacrónica.59 Igualmente, no parecen contradecir un hecho reconocido por algunas
corrientes psicológicas modernas, a saber, el carácter dinámico de la relación que
mantienen los motivos oníricos con sus respectivas interpretaciones.60
57
Otros ejemplos de interpretaciones oníricas formuladas después del cumplimiento del presagio
pueden consultarse en Anexo B, Sueño 16, 22, y 32.
58
Otros ejemplos de interpretaciones libres pueden consultarse en Anexo B, Sueño 13, 16, 23 y
32.
59
Sobre la base de un estudio histórico y etnográfico realizado en los Andes peruanos, Bruce
Mannheim ha puesto de relieve la relativa inestabilidad diacrónica de las asociaciones
onirománticas cuando se comparan con las continuidades que se presentan en el rito y el mito.
Véase Bruce Manheim, “A Semiotic of Andean”, pp. 132-153.
60
Carl Gustav Jung, Los complejos y el inconsciente, pp. 252 y 341.
209
Juan Camilo Niño Vargas
En conclusión, los ette consideran que la interpretación de sueños es una
labor coherente y llena de sentido. La explicación de este hecho reside en los
supuestos compartidos sobre la naturaleza y funcionamiento del universo. La
función, la lógica y la existencia misma de la oniromancia están condicionadas
por la manera en que el mundo ha sido socialmente construido. En esa medida,
su examen no pudo separarse del de la concepción perspectivista del cosmos, por
un lado, y, por otro, del de las concepciones nativas sobre el fenómeno onírico.
Con el inicio del reposo, el principal componente anímico de cada persona sale
del cuerpo para empezar a participar de un modo de existencia alterno y, en
consecuencia, observar su alrededor desde un punto de vista no ordinario. El
ejercicio del intérprete consiste en proponer equivalencias entre el punto de vista
del sueño y el de la vigilia. Los sueños son interpretables puesto que lo existente
puede contemplarse desde diferentes perspectivas.
En ese orden de ideas, se arguyó que la oniromancia ette parecería ser ajena
a la noción de relación simbólica. Desde el punto de vista nativo, el intérprete de
sueños no dedica sus esfuerzos a la sustitución de símbolos sino, muy al contrario,
al establecimiento de vínculos y equivalencias entre diferentes perspectivas. Para
esto, emplea un conjunto finito de correspondencias que, no obstante, le permite
formular infinitas interpretaciones. Dentro de las más usadas por los ette se
encuentran las correspondencias directas, las cualitativas, las metonímicas, las
causales, las compuestas y las de cualidades antitéticas. La efectividad de la labor
se encuentra respaldada por las implicaciones que se derivan de las ideas sobre el
cosmos. Los principios que organizan la concepción perspectivista son, precisamente,
los que permiten inferir correspondencias entre las diferentes perspectivas.
Este tipo de conocimiento se actualiza en la práctica mediante la ejecución
de diferentes estrategias. La elección de una u otra dependen del tipo de visión
que se haya experimentado y de la situación que esté atravesando el soñante en la
vida despierta. Un sueño puede interpretarse sin ningún tipo de desciframiento,
haciendo uso de un número limitado de fórmulas interpretativas preestablecidas o, por fin, valiéndose del ingenio y proponiendo nuevas asociaciones. Que en
este último caso la interpretación sea libre no significa que carezca de estructura: el
intérprete emplea el mismo conjunto de correspondencias en el cual se apoya todo
el conjunto de conocimientos onirománticos. Durante este proceso la persona puede
formular interpretaciones completamente nuevas y, por lo tanto, situarse a sí misma,
y a sus intereses y preocupaciones, en el centro de la dinámica del cambio. Esta
dimensión práctica de la interpretación onírica, que se deja entrever en el análisis de
sus principios y su lógica, será el objeto de estudio del próximo capítulo.
210
Capítulo vi
La práctica de la ensoñación
El estudio del concepto del sueño y de la lógica de la oniromancia no puede separarse
demasiado del de sus implicaciones sociales. La ensoñación y la oniromancia
tienen una importante dimensión que rebasa el nivel de las representaciones. La
condición de ambas es performativa: no tienen una existencia independiente de
los individuos que sueñan e interpretan lo soñado. Antes que mecánica, la forma
en que se experimenta, se narra y se interpreta un sueño siempre es contextual.
Tal y como ha sido notado por numerosos etnógrafos en distintas sociedades,
todos estos fenómenos exhiben una importante dimensión práctica.
El presente capítulo se interesa por el impacto del sueño y el ejercicio de
la interpretación onírica en la cotidianidad ette. Su objetivo es describir y analizar algunas de las más importantes formas en las que los indígenas emplean sus
sueños en el curso de la vida diaria. El conjunto de nociones, principios y correspondencias expuesto en los dos capítulos anteriores no sólo le otorga sentido a la
experiencia onírica y a su respectiva interpretación. También posibilita que una
y otra les sirvan a los ette para llevar acciones de la más diversa índole. Constantemente se actualizan y transforman en situaciones concretas. Son utilizadas y
Numerosas investigaciones modernas han abordado la relación que mantienen los sueños y
la interpretación onírica con las prácticas sociales. Para el caso de América indígena pueden
consultarse Michael Brown, “Ropes of Sand”, pp. 154-170; Michel Perrin, Los practicantes, pp.
73-81; Waud Kracke, “El sueño como vehículo”, pp. 145-157; Douglas Price-Williams y Lydia
Nakashima Degarrod, “El contexto y uso”, pp. 284-286 y 291-293; y Robin Ridington, “El
soñar y la búsqueda de visiones entre los indios beaver”, Michel Perrin (coord.), Antropología
y experiencias del sueño, Quito, Abya-Yala, 1990, pp. 37-47. También pueden ser relevantes
Benjamin Kilborne, “On Classifying Dreams”, Barbara Tedlock (ed.), Dreaming. Anthropological
and Psychological Interpretations (1987), Santa Fe, School of American Research Advanced
Seminar Series, 1997, pp. 171-193; y John Homiak, “The Mystic Revelation of Rasta FarEye: Visionary Communication in a Prophetic Movement”, Barbara Tedlock (ed.), Dreaming.
Anthropological and Psychological Interpretations (1987), Santa Fe, School of American
Research Advanced Seminar Series, 1997, pp. 220-245. Sobre la práctica y, en especial, la forma
en que los individuos utilizan estratégicamente las reglas y principios culturales véase Pierre
Bourdieu, Outline of a Theory; y El sentido práctico.
Juan Camilo Niño Vargas
manipuladas por hombres y mujeres con preocupaciones e intereses particulares.
Tomando prestadas las palabras que Michel Perrin utilizó para referirse a otro
grupo indígena cercano a las Llanuras del Ariguaní, se sostendrá que los ette son
“practicantes del sueño”.
En ese orden de ideas la exposición se divide en cuatro secciones. En la
primera se expone el valor práctico que se le concede a las visiones nocturnas.
Debido a que implican la participación en un modo de existencia y percepción
privilegiado, el soñante puede aprovecharlas para adquirir conocimientos útiles,
predecir el futuro y planear la acción. La forma en que los ette clasifican sus
sueños depende, precisamente, de esa valoración práctica. Entendido este punto,
en el segundo aparte se examinan los principales momentos y lugares en los cuales
los ette acostumbran entregarse al ejercicio de la narración y la interpretación de
sueños. Dos espacios y tiempos resultan favorecidos. Dependiendo de la posición
social del soñante y de las características de los motivos oníricos, un sueño puede
ser compartido o, bien, en la mañana con los miembros del grupo local o, bien,
debatirse en público durante el curso de reuniones ceremoniales. En cada caso
las narraciones e interpretaciones cumplen funciones sociales diferentes. En el
tercer acápite se considera una forma algo más privada, pero con implicaciones
públicas, en la que algunos ette se acercan a los sueños. Su objetivo es examinar
ciertos aspectos del modo en el que los especialistas médicos y religiosos ette se
entregan a la práctica de la ensoñación y la rememoración de lo soñado. La cuarta
y última sección, por fin, está dedicada al estudio de la forma en la que el sueño y
la interpretación resultan estar condicionadas por las situaciones sociales que los
ette han enfrentado como etnia.
La presentación de esta dimensión de la realidad etnográfica servirá para
sustentar que los sueños y la interpretación onírica ocupan un importante lugar en
el curso de la reproducción de la vida social y el mantenimiento del orden cultural.
Por medio de la ensoñación y la oniromancia los ette recrean su mundo mítico,
planean las labores que se desarrollan durante la vigilia y encaran la historia.
A. El valor práctico del sueño
El modo alterno de existencia y percepción que proporciona el sueño guarda
estrechas relaciones con aquel que se disfruta durante la vigilia. No se consideran
estados antitéticos y entre uno y otro pueden descubrirse relaciones de equivalencia.
Michel Perrin, Los practicantes.
212
La práctica de la ensoñación
Con todo, el acto de soñar implica ser partícipe de una perspectiva privilegiada y,
en muchos sentidos, única. El reposo le facilita al principal componente anímico
del la persona desligarse de la sustancia corporal que condiciona la forma en que
habitualmente se observa lo existente. Simultáneamente, permite que se empiece
a experimentar la realidad de la misma manera en la que lo hacen las grandes
entidades sobrenaturales. Aunque no siempre posee los conocimientos necesarios
para comprenderlo, el soñante participa de un estado de identificación con
seres como Yaau y Numirinta. Cuando se sueña, en palabras de los ette, uno se
encuentra “en el lado de arriba” ( jaatinikki), “en el lado de Yaau” (yaaulanikki),
“en Yaau” (yaaula).
Para los indígenas este hecho tiene importantes consecuencias. El soñante
contempla lo real en una forma más fundamental. La persona disfruta de un nivel
de realidad en el que se percibe la forma en que Yaau ejercita su pensamiento y
este ejercicio intelectual es, precisamente, la causa primordial de lo existente.
Las actividades que la gran entidad sobrenatural realiza se manifiestan en el
mundo de los hombres en forma de eventos concretos. Al poder participar de esta
experiencia, la persona que sueña descubre un ámbito subyacente que anticipa
y estructura, en diferentes grados y sentidos, el acontecer humano ordinario. El
orden en donde se desarrolla la vida despierta empieza a figurar como la progresiva
realización de lo que se observa en sueños.
“... Yaau sabe lo que va a pasar
Cualquier cosa que pasa la hace él primero
Yaau la hace antes en pensamiento
En yaaula
Él piensa y pasa
Cuando uno sueña lo ve a él en pensamiento
Uno ve cosas del lado de allá
Son conocimientos
Yaau nos los da para saber qué hacer
Para que no nos vaya a pasar nada
Para que actuemos con conocimiento...
... Es una creencia ette
Así es desde hace mucho
Sobre la noción de pensamiento entre los ette véase capítulo IV. Sobre las facultades del
pensamiento de Yaau y su acción sobre el mundo de los hombres son ilustrativas algunas historias
compiladas en los anexos. Véase Anexo A, Mito 2, Versión C; Mito 3; Mito 4, Versión B; y Mito
6, Versión A y Versión B.
213
Juan Camilo Niño Vargas
En yaaula se ve el pensamiento
Uno sabe lo que va a pasar...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Concepciones semejantes se han reportado en varias partes de América.
Para muchos grupos indígenas, el mundo en el que se desenvuelve la vida humana
depende de un orden que no se manifiesta en condiciones normales. En cierto
sentido, la cotidianidad vivida se encuentra en un estado de subordinación. Un
mundo invisible, más esencial y asociado con las deidades y los ancestros, causa
y condiciona lo que sucede en la realidad ordinaria. Este plano fundamental de la
existencia, por lo demás, puede experimentarse en los sueños.
Los ette se aprovechan de estos principios cosmológicos. A través del examen
de los sueños propios y ajenos, aspiran advertir una gran cantidad de objetos y
acontecimientos que, ocultos pero actuantes, circundan y estructuran el mundo
despierto. Lejos de limitarse a la acumulación de conocimiento, este ejercicio
tiene un objetivo práctico. El acto de soñar no sólo permite informarse acerca del
funcionamiento del universo y la dinámica del devenir sino, también, intervenir
activamente sobre ellos. Las causas de un evento ordinario pueden ser descubiertas
y alteradas. La dirección en la que se desarrollan los acontecimientos se puede
entrever y modificar. La mayoría de indígenas realizarán estas acciones después
La concepción se encuentra en muchos grupos de América. Numerosos paralelos con los ette
pueden identificarse. La mitología y el ritual de los dunne-za, un grupo atapaskano de América
septentrional, toma la realidad ordinaria como dependiente del mundo que se experimenta en los
sueños. Robin Ridington, “El soñar y la búsqueda”, p. 41. Entre las concepciones cosmológicas
de los wayuu de la Península de la Guajira se ha identificado un “mundo otro” que anticipa
a “este mundo”. En el primero vendrían a desarrollarse los sueños. Véase Michel Perrin, Los
practicantes, p. 71. De forma similar sucede entre los embera del occidente colombiano, para
quienes el mundo tiene dos caras: una “esencial-causal” asociada a los sueños y otra “manifiestacausada” asociada a la vigilia. Véase Luis Guillermo Vasco, Jaibanas, pp. 131-140. Los tukano
del nordeste amazónico creen que el mundo visible, cambiante y material de los hombres depende
del “mundo je”, la realidad inmutable e invisible de las divinidades. Consúltese Kaj Århem
“Ecocosmología y chamanismo en el Amazonas: variaciones sobre un tema”, Revista colombiana
de antropología No. 37, Bogotá, 2001, pp. 268-288, p. 272. Una concepción semejante puede
encontrarse en el concepto de aluna de los kogi de la Sierra Nevada de Santa Marta. Para los kogi
“lo concreto es sólo un símbolo mientras que el verdadero valor y la esencia existen en aluna”.
Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. II, p. 96. Los chamanes de ciertos grupos chibchas de
la Baja Centroamérica también aseguran que la realidad sensible es una copia de una realidad
esencial y verdadera que está en el “Más Allá”. María E. Bozzoli de Wille, “La conceptualización
del cuerpo”, p. 258. Algunas ideas similares fuera de América pueden encontrarse en Wendy
Doniger, “The Dreams and Dramas of a Jealous Hindu Queen”, David Shulman y Guy Stroumsa
(eds.), Dream Cultures. Explorations in the Comparative History of Dreaming, New York, Oxford
University Press, 1999, pp. 74-83, p. 74.
214
La práctica de la ensoñación
de despertar y descifrar sus vivencias nocturnas. Los takwajtuggua, verdaderos
especialistas en la ensoñación, lo harán directamente en el sueño. Su tarea es algo
más difícil pero, por encontrarse en el mismo nivel de realidad que configura la
vigilia, mucho más efectiva.
Si por un lado, este conjunto de representaciones es solidario con la concepción
perspectivista del cosmos, por otro, no deja de guardar estrechas relaciones con
las nociones sobre el orden espaciotemporal. Para los ette los acontecimientos
rara vez son completamente fortuitos o arbitrarios y todos, de alguna manera,
están subordinados al modelo trascendente que dirige el curso del devenir. En
esa misma medida, su aparición y sus efectos son susceptibles de ser previstos
y manipulados. El fenómeno del sueño, y todo lo que él implica, constituye un
escenario excepcional para este fin. Los acontecimientos ordinarios tienen una
réplica onírica pretérita. Así como cualquier ensoñación se considera fuente y
materia para la formulación de pronósticos, todo suceso inesperado se remite a
alguna visión pasada que supuestamente lo anunciaba y que no se supo interpretar
adecuadamente.
En lo que a esto atañe, el trabajo del intérprete es doble. En primera
instancia extrae valores predictivos de los sueños. Seguidamente, proyecta una
serie de acciones encaminadas a desencadenar o detener lo que auguran. Su
labor se fundamenta en que, en el cosmos ette, el desarrollo de un evento no
es estrictamente mecánico, y por ende, el mundo que percibe el soñante no está
relacionado con lo que sucederá sino, más bien, con lo que puede suceder. En la
mayoría de los casos, lo que descubre la oniromancia no es un futuro inevitable
sino una posibilidad no consumada de él.
La clasificación de sueños más frecuentemente empleada por los ette es
consecuente con el inmenso valor práctico que se les adjudica. Los sueños pueden
ser buenos, y servir, o malos, y no servir (bej ooyorija / yaame ooyoriya). Si el
La estrecha relación entre el ejercicio de prácticas mánticas y la concepción del tiempo ha sido
tempranamente observada por Lévy-Bruhl. Véase Lucien Lévy-Bruhl, La mentalité, pp. 125126. Para el caso de la Antigüedad, Jean-Pierre Vernant también ha llamado la atención sobre la
unidad que debió existir entre la racionalidad de la adivinación y la que guiaba actividades de
otros órdenes. Véase Jean-Pierre Vernant, Mortals and Immortals: Collected Essays, Princeton,
Princeton University Press, 1991, p. 304. De otro lado, existe un gran número de investigaciones
antropológicas que han abordado la previsión del futuro través de los sueños. Un trabajo clásico
al respecto es Lévy-Bruhl, La mentalité, pp. 172-187. Sobre este problema en el mundo amerindio
véase Ellen Basso, “The Implications”; y Roberto Da Matta, “Les présages apiyané”, pp. 77-99.
Interesantes paralelos con los ette pueden encontrarse en Anatilde Idogaya Molina, “Experiencia
onírica”, pp. 197-202.
215
Juan Camilo Niño Vargas
valor del mensaje que esconden no es claro y, por tanto, no se les puede ubicar
fácilmente bajo estas rúbricas, entonces son sueños confusos (yuwari ooyoriya)
(Tabla No. 6).
Tabla Nº 6
Taxonomía onírica
Bej ooyoriya
“buen sueño”, “sueño que sirve”
Yaame ooyoriya
“mal sueño”, “sueño nocivo”
Yuwari ooyoriya
“sueño confuso”
Con la voz bej ooyoriya se califican los sueños que no pronostican ni implican acontecimientos nefastos en la vigilia. En caso contrario, es la locución
yaame ooyoriya la que sirve para designarlos. Las dos categorías se oponen y con
frecuencia son traducidas como “sueño bueno” y “sueño malo” o, en su defecto,
“sueño que sirve” y “sueño que no sirve”. El significado de estos términos remite
a una dimensión práctica que, sin embargo, no se reduce a lo estrictamente utilitario. A pesar de su carácter económico, el sistema de clasificación no es reductor
ni simplista. Con la ayuda de las expresiones bej y yaame los ette también valoran
la apariencia de los objetos, el olor de las cosas, el estado de salud de una persona, el sabor de una comida y el comportamiento de los individuos. Al clasificar
una visión como “buena” o “mala”, no se está dando un juicio simple ni empobrecedor.
Existen varias investigaciones que, desde una óptica antropológica, han abordado el problema de
las taxonomías oníricas. Véase Benjamin Kilborne, “On Classifying Dreams”; y Barbara Tedlock,
“Zuni and Quiché”, pp. 112-116. Para la historia de Occidente puede ser relevante Jean-Claude
Schmitt, “The Liminality and Centrality of Dreams in the Medieval West”, David Shulman y
Guy Stroumsa (eds.), Dream Cultures. Explorations in the Comparative History of Dreaming,
New York, Oxford University Press, 1999, pp. 274-287, pp. 275-279. Gracias a ellos puede notarse
que la distinción entre sueños “malos” y “buenos” no parece ser exclusiva de los ette. A esto hay
que agregar que algunos de los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta trazan la
misma distinción. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. I p. 264; Gerardo ReichelDomatoff y Alicia Reichel-Dolmatoff, The People of Aritama, p. 432. Este también podría ser el
caso de los wayuu de la Península de la Guajira y los yuko-yukpa de la Serranía del Perijá. Véase
Michel Perrin, Los practicantes, pp. 78-81; y Johannes Wilbert, Yupa Folktales, pp. 106-107.
El castellano no posee expresiones para traducir adecuadamente estos dos términos. En la
investigación lingüística de María Trillos bej, aparece trascrito como mbee y se encuentra
traducido como “sano”, “bueno” y “perfecto”. María Trillos Amaya, Categorías gramaticales, pp.
50, 55, 74 y 196. Por su parte, yaame se transcribe jaame y aparece como “dañado”. Véase, p. 54.
Otras expresiones interesantes relacionadas con los dos conceptos que esta misma investigadora
216
La práctica de la ensoñación
Generalmente, los “sueños buenos” están acompañados de sensaciones de
bienestar y tranquilidad al despertar. Predicen éxito en la caza y en la siembra, el
final de una enfermedad, la resolución de un conflicto familiar, el establecimiento
de un nuevo lazo marital, la feliz conclusión de un viaje, la llegada de las lluvias
en época de sequía, la buena disposición de Yaau o Numirinta hacia el soñante o,
simplemente, el correcto funcionamiento del universo. También están asociados
a la adquisición de cualquier tipo de conocimiento. En muchos casos, permiten
advertir la solución de un problema como la cura necesaria para una enfermedad,
el ingrediente preciso para una receta culinaria e, incluso, el patrón de costura
adecuado para terminar una prenda de vestir.
Ya que lo que los “sueños buenos” anuncian es probable pero no necesario,
todos son prescriptivos. El sueño le manifiesta al soñante posibilidades no
realizadas que sólo por medio de la práctica podrán consumarse. Las personas
que los experimentan dirigen el desarrollo de sus actividades cotidianas hacia
el cumplimiento de la previsión. Dependiendo de su contenido, se apresurarán a
finalizar un proyecto inconcluso, se aventurarán por la selva en busca de animales
y plantas medicinales o trabajarán arduamente en los cultivos hasta el atardecer.
Si el mensaje del sueño lo demanda, prepararán comida y bebidas fermentadas
para la celebración de ceremonias.
Los “sueños malos”, por su parte, casi siempre están asociados a sentimientos
de temor. Incluso aquellos que están acompañados de sensaciones de placer
asociadas al sexo y la alimentación le causan al soñante angustia y desazón.
Algunos anuncian desdichas menores como caídas, picaduras de insectos y
accidentes laborales. Generalmente, empero, se relacionan con la desgracia en
asuntos importantes y la posible ocurrencia de infortunios fatales. La presencia
de animales venenosos en los cultivos, el fallecimiento del soñante y de sus seres
queridos, la pronunciación de la estación seca e, incluso, el comienzo de un nuevo
ciclo destructivo, son algunos de los acontecimientos que presagian. La mayoría de
fórmulas interpretativas que los ette conocen se refieren a este tipo de sueños.
Después de la ocurrencia de un “sueño malo” siempre se procura tomar
medidas preventivas. En este sentido, el mensaje de muchas narraciones míticas
se dirige a ilustrar con finales tristes y trágicos lo que puede acontecerle a una
registró son beemunna (“bonito”), beetugwa (“ver bien”, “despejado”), yaametu (“sucio”) beekaa
(“buena salud”), beewa (“sabroso”) y beemoye (“perfumado”). Véase pp. 74, 88, 187, 192 y 194.
Algunos ejemplos de “sueños buenos” pueden encontrarse en los Anexos. Véase, Anexo B, Sueño
2, 3, 12, 28 y 34.
Véase capítulo V y Anexo C.
217
Juan Camilo Niño Vargas
persona que ignora un mal sueño.10 Si lo que la visión augura sólo le concierne al
soñante, se le sugiere permanecer en su hamaca y abstenerse de realizar cualquiera
de las actividades planeadas con anterioridad. Dado el caso de que razones de
fuerza mayor lo obliguen a alejarse de su casa, se le recomienda hacerlo con
cuidado, en compañía de algún familiar y armado de un machete. También se le
aconseja llevar cigarrillos de tabaco, elementos que juegan un papel preponderante
en el ritual ette y a los cuales se les atribuye la virtud de ahuyentar a ciertos
animales salvajes y a nocivas criaturas sobrenaturales.11 Cuando el pronóstico de
un sueño rebasa la esfera individual para referirse a asuntos de interés público
como alteraciones en el clima o el inicio de un periodo de violencia, entonces, la
celebración de ceremonias se vuelve obligatoria.12
Si el sueño fue tan vago e impreciso que no puede ejercerse sobre él ningún
tipo de desciframiento, entonces, es yuwari ooyoriya, un “sueño confuso”. Su
recuerdo siempre es difuso y no es raro que esté desprovisto de imaginería visual.
El desorden que los distingue los acerca a los sueños desfavorables.13 Los ette
los conciben como el resultado de las andanzas desorientadas del componente
anímico inmaterial responsable del sueño. Las descripciones recogidas sobre el
tema conducen a pensar que muchos de ellos se corresponden con alucinaciones
hipnagónicas: complejos desordenados de estímulos visuales y auditivos que
ocurren con el inicio del descanso.14
B. Tiempos y espacios para la narración y la interpretación
Los sueños, por sí mismos, sólo le son accesibles al soñante. Para ser rescatados de
la noche, deben proyectare en un ámbito social. Por medio de un acto intencional,
se recuerdan, se narran y se usan.15 Desde un punto de vista global, este ejercicio
10
Véase Anexo A, Mito 11, 12, 13 y 15.
11
Algunas notas sobre el uso de esta planta se encuentran en Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía
chimila”, pp. 104 y 137. Sobre la importancia de esta planta en otros grupos, consúltese Néstor
Uscátegui Mendoza, “El tabaco entre las tribus indígenas de Colombia”, Revista colombiana de
antropología No. 5, Bogotá, 1956, pp. 11- 52.
12
Véanse ejemplos en Anexo B, Sueño 13, 16, 22, 24, 29, 30, 32, 33, 36 y 37.
13
Los “sueños confusos” también se encuentran consignados en las narraciones mitológicas. Véase
Anexo A, Mito 15.
14
Sobre las alucinaciones hipnagónicas pueden consultarse, entre otros, David Foulkes, La psicología del dormir, pp. 145-161; y Robert L. Van de Castle, Our Dreaming Mind, pp. 264-274.
15
La importancia y las implicaciones del acto intencional mediante el cual se le otorga a lo soñado
una estructura narrativa han sido notadas por varios investigadores. Véase Paul Ricoeur, Freud:
una interpretación, pp. 7-52; y Dennis Tedlock, “Mythic Dreams”, p. 104.
218
La práctica de la ensoñación
está condicionado por la lengua y la cultura del soñante.16 A un nivel concreto,
sin embargo, el modo en el que se rememora y se comparte un sueño obedece al
contexto específico en el que se desarrolla la acción. Por lo general, éste incluye
la posición social de los soñantes, las relaciones que guardan con las personas
a las cuales se dirige y la situación que unos y otros atraviesan. También puede
asociarse a ciertos espacios, tiempos, discursos y prácticas particulares que
terminan por imprimirle al ejercicio un sello distintivo.17
Para los ette, casi cualquier momento es bueno para comentar un sueño. Una
larga caminata puede amenizarse con el relato de lo que un individuo presenció
durante el descanso. Una tarde de lluvia, una noche fresca o un pequeño descanso
durante la jornada de trabajo son otras de las muchas ocasiones que se prestan
para esta actividad. La conversación puede empezar de múltiples maneras. Una
persona puede considerar que ha tenido una experiencia valiosa o bella que merece
ser contada y revivida. Un acontecimiento inesperado como la caída de un árbol
o la aparición de un animal salvaje también puede conducir a que se recuerden
y reciten uno o varios sueños que supuestamente lo anunciaban. La continuidad
que une al sueño y la vigilia determina que, además, en el curso de una charla
se puedan responder preguntas sobre asuntos ordinarios con la rememoración
de eventos oníricos. Como es costumbre entre los ette, cada relato de un sueño
es seguido por otro y éste, a su vez, por otros más. Cada individuo dispone de
una reserva personal de experiencias que puede utilizar en cualquier momento y
lugar.18
16
Un conjunto de normas sociales puede estimular que los sueños se recuerden y se relaten en
público o, bien, se olviden y se reserven a la intimidad. Las característica gramaticales de
una lengua, asimismo, pueden darle un especial estatus a la narración de los sucesos que se
experimentaron durante el reposo. Algunas anotaciones sobre este tema pueden consultarse en
Barbara Tedlock, “Sharing and Interpreting”, pp. 87 y 92-94.
17
Sobre la importancia de los contextos concretos en los que las narraciones e interpretaciones de
sueños tienen lugar véase Johannes Fabian, “Dream and Charisma”, pp. 544-560; Gilbert Herdt
“Selfhood and Discourse”, pp. 59-67 y 76-82; Douglas Hollan, “The Cultural and Intersubjective
Context of Dream Remembrance and Reporting. Dreams, Aging, and the Anthropological
Encounter in Toraja, Indonesia”, Roger Ivar Lohmann (ed.), Dream Travelers: Sleep Experiences
and Culture in Western Pacific, New York, Palgrave Macmillan, 2003, pp. 169-187; Lydia
Nakashima Degarrod, “Punkurre y Punfuta”, pp. 183-193; Douglas Price-Williams y Lydia
Nakashima Degarrod, “El contexto y uso”, pp. 284-289; y Barbara Tedlock, “Zuni and Quiché”,
pp. 117-126; “Sharing and Interpreting”, pp. 90-92.
18
La omnipresencia de lo sueños en la vida cotidiana es un tema que muchos observadores han
notado en grupos vecinos a los ette pero al cual no se le ha prestado la debida atención. Joseph de
Brettes, por ejemplo, observó en la Sierra Nevada de Santa Marta que “cuando dos indígenas se
encontraban, primero se contaban todas las novedades falsas y verdaderas que sabían o que habían
soñado, puesto que eran gente de gran imaginación”. Joseph de Brettes, “Chez les indiens”, p. 77.
219
Juan Camilo Niño Vargas
Existen, sin embargo, dos contextos privilegiados para la socialización de los
sueños y el ejercicio de oniromancia. Mientras que los límites del primero coinciden
con los del grupo local, los del segundo lo hacen con los de las reuniones nocturnas
de tipo ceremonial que los ette acostumbran celebrar con cierta periodicidad.
Para cada situación existe una serie de normas que estructuran el desarrollo de la
acción. Las personas involucradas, la clase de sueños relatados y el curso de su
discusión e interpretación difieren considerablemente en cada caso. Los miembros
del grupo local comparten experiencias relativamente sencillas con familiares y
allegados en un ambiente amable, informal y privado. En las ceremonias, de otra
parte, se reúnen individuos pertenecientes a varios grupos locales que, siguiendo
un estricto conjunto de reglas, discuten sueños cuya importancia rebasa la esfera
individual. Como se expone a continuación, en cada una de las dos circunstancias
los actos de narrar e interpretar cumplen importantes funciones sociales.
1. El grupo local y la interpretación onírica
Por lo menos en la actualidad, la principal unidad de producción y reproducción
ette coincide con el grupo local.19 Aunque su composición es extremadamente
variable, por lo general está conformado por una pareja mayor, sus hijos y un
conjunto variopinto de parientes consanguíneos y afines que habitan una o
varias casas vecinas. Antes que con cualquier otro tipo personas, los indígenas
acostumbran compartir los sueños con ellos. Los lazos de parentesco que guardan,
los sentimientos de solidaridad que los unen, la cantidad de actividades comunes
que realizan y el hecho de habitar en una misma locación, hacen que las visiones
que se experimentan durante el reposo se recuerden y transmitan dentro de este
pequeño círculo de individuos.20
La dinámica comunicativa varía debido a diferentes factores. Si los sentimientos que se asociaron a un sueño fueron fuertes o angustiosos, la transmisión
de información se hace en medio de la noche y sin siquiera levantarse de la hamaca. En caso contrario, tal y como ocurre la mayoría de las veces, se espera la
salida del sol y la preparación del primer café del día. Jóvenes y adultos salen de
19
Observaciones sobre la organización social del grupo pueden consultarse en Carlos Alberto
Uribe Tobón, “Chimila”, pp. 57-59. Notas sobre el mismo tema se encuentran en el capítulo I.
20
Hay que anotar que narrar e interpretar los sueños con familiares y allegados, antes que con
cualquier otro tipo de personas, parece ser una práctica común en América indígena. Véase
Douglas Price-Williams y Lydia Nakashima Degarrod, “El contexto y uso”, pp. 284-286.
220
La práctica de la ensoñación
las habitaciones para reunirse en torno al fogón y empezar un acostumbrado intercambio de palabras. La división del trabajo hace que las mujeres se encarguen
de las labores culinarias y los hombres se preparen para ir a trabajar. Todos, sin
embargo, participan en la misma conversación. Una popular fórmula de saludo
matutino sirve como excusa para que se inicie el ejercicio oniromántico. Algunos
preguntan: ¿Minikima ooyoriga? ¿Minikima ooyoriga sijnaka?, “¿Cómo soñaste?
¿Cómo soñaste anoche?”. Otros responden, Issa ooyori bej, “soñé bien” o, en su
defecto, Issa ooyori yaame, “soñé mal”. Entonces, si se juzga necesario, los sueños pueden ser contados. La expresión ooyoriyasa, “en sueños”, “lo que sucede en
sueños”, se repetirá una y otra vez.
Normalmente, la conversación está presidida por uno o varios ancianos de
ambos sexos. Los primeros relatos que se escuchan casi siempre son los suyos.
Puesto que dirigen y organizan una gran cantidad de actividades, los comentarios
que se hagan sobre sus experiencias son de interés general. Por lo general,
superan en complejidad y extensión a los de las demás personas. A este respecto,
son notables las habilidades retóricas y la capacidad de memorización que los
adultos desarrollan con la edad. Si bien no se les conceden los mismos márgenes
de tiempo, los sueños de los jóvenes también son interpretados con dedicación
y paciencia. Mediante la exposición de las diferentes fórmulas interpretativas
que podrían ser empleadas en cada caso y la rememoración de sueños similares
experimentados en el pasado, se les introduce en el ejercicio de la oniromancia.
Contando con la supervisión y consejo de los mayores, cada joven propone
diferentes interpretaciones para las visiones propias y ajenas. A los sueños
de los niños, por fin, no se les suele prestar mucho cuidado y raramente son
interpretados. Esto no impide que todas las mañanas se les estimule a recordar y
contar sus vivencias oníricas.
Los contenidos de las visiones comentadas son de la más diversa índole.
Las infinitas actividades que es capaz de realizar el componente anímico cuando
está fuera del cuerpo determinan la gran cantidad de ensoñaciones que pueden
experimentarse y compartirse. Casi ningún tema se censura. Todos los miembros
pueden contar con relativa libertad lo que vivieron mientras dormían sin importar
si se entregaron al consumo excesivo de alimentos o fueron testigos de aterradores
eventos. La sexualidad también se trata con relativa libertad. Siempre y cuando no
sean demasiado descriptivos, un hombre o una mujer pueden referirse sin problemas
a los acoplamientos sexuales que tuvieron mientras dormían. La transformación
que sufren estos motivos por obra de la oniromancia, les permite a los ette hablar
sobre el sexo y el cuerpo humano sin desatender las conveniencias sociales y las
221
Juan Camilo Niño Vargas
reglas de etiqueta.21 Los actos de violencia física ejercidos por el soñante, de otro
lado, son una excepción. Los asesinatos y las golpizas oníricas sólo se comparten
abiertamente si el narrador fue víctima o testigo pero nunca si hizo las veces de
agresor. Esta clase de experiencias se cuenta en secreto y en contextos que no
involucren a muchas personas. Por obvias razones, las observaciones etnográficas
sobre el tema no son de fácil obtención.22
Varios motivos conducen a los ette a compartir e interpretar conjuntamente
sus visiones. Por supuesto, las narraciones de sueños tienen una importante
dimensión estética que les permite cumplir funciones lúdicas y recreativas.
Debido a que se asocian con múltiples aspectos del mundo natural y sobrenatural,
también pueden usarse con fines pedagógicos. En cualquier caso, su principal
cometido es permitir que los miembros del grupo local se pronuncien sobre
asuntos cotidianos que, de una u otra forma, los afectan a ellos y a sus allegados.
El proceso de interpretación y discusión al cual se somete cada ensoñación, toma
en cuenta la situación que atraviesa el soñante y el grupo, así como las actividades
que se deben realizar en los días venideros. Este mismo proceso, a su vez, permite
que las acciones que se tomen para propiciar o detener el augurio que el sueño
anuncia se planeen concertadamente. La organización o suspensión de ciertas
labores depende del curso que haya tomado la conversación. Un viaje de trabajo
o una excursión de cacería pueden ser planeados, pospuestos o anticipados por
los comentarios que se hayan hecho. De igual forma acontece con otro tipo de
tareas ordinarias como la reparación de las viviendas, el inicio de la siembra, la
recolección de la cosecha o el sacrificio de animales domésticos.
Es en este punto, precisamente, en donde se hacen evidentes algunas relaciones que la oniromancia mantiene con la práctica. La continuidad que el pensamiento ette le atribuye al sueño y la vigilia determina que las actividades del
día no se desvinculen de las ensoñaciones de la noche. De la misma forma en que
los pensamientos que una persona tenga antes del descanso pueden condicionar
las características de la experiencia onírica, las características de la experiencia
onírica pueden estimular a que el soñante se comporte de una u otra manera cuan-
21
La interpretación de motivos oníricos sexuales en términos sociales no es privativa de los ette.
Véase Thomas Gregor, “Far, Far Away”, p. 714; y Michel Perrin, “Pensar el sueño”, p. 14; “La
lógica de las claves”, p. 81.
22
La reprobación social de ciertos motivos oníricos y su respectiva comunicación en contextos
privados es un fenómeno reconocido pero muy poco estudiado. Las dificultades son obvias.
Este tema merecería el desarrollo de futuras investigaciones. Algunas notas generales sobre el
problema pueden consultarse en Hilbert Herdt, “Selfhood and Discourse”, pp. 59-60.
222
La práctica de la ensoñación
do despierte.23 Un sueño puede incitar a alguien a realizar labores que no había
planeado previamente. Inversamente, es mejor no ejecutar cierto tipo de tareas
hasta que no se experimente un sueño que las anuncie. Una parte considerable de
la cotidianidad resulta estructurándose alrededor de la rememoración y la interpretación matutina de los sueños.24
La siguiente ensoñación es una de las muchas ilustraciones que podría
ofrecerse sobre el tema. Fue experimentada por una respetada mujer durante la
estación seca, en una época en la que se disfruta de la cosecha de la segunda
mitad del año y se hacen los preparativos para la próxima siembra.
“... Estuve en la casa de Yaau
Es una casa con maderos y hoja de palma
Mucho más grande que cualquiera
Casi no entra la luz porque está cubierta
En ella hay muchos canastos repletos de semillas
Hay colgados del techo
Hay regados en el suelo
Nos sentamos a hablar
Habló de muchas cosas
Me pidió hablar con él por la noche
Y dijo que cogiera semillas
Dijo “¡Ve y coge semillas!”
Me acerqué a los canastos
Empecé a coger y a meter en la mochila
Cogí maíz, auyama.
También patilla y melón
Todas las semillas eran grandes
23
A este respecto, Roger Ivar Lohman ha introducido el término “residuos nocturnos” para referirse
a los recuerdos oníricos que se convierten en esquemas para la acción y percepción diurna.
Véase Roger Ivar Lohmann, “Supernatural Encounters”, pp. 206-208. El término se opone al
concepto de “residuos diurnos” empleado en psicoanálisis para referirse al efecto que causan las
experiencias de vigilia en la configuración de los motivos oníricos. Véase Sigmund Freud, La
interpretación, pp. 201-220.
24
El impacto que los sueños y la interpretación onírica tienen sobre el desarrollo e inicio de la acción
ha sido notado por varios estudiosos. Véase Roger Ivar Lohmann, “Supernatural Encounters”,
pp. 189-210; y Robert L. Van De Castle, Our Dreaming Mind, pp. 21-33. En un sentido similar,
algunos psicólogos han planteado que el sueño tiene “una continuidad hacia adelante”. Carl
Gustav Jung, Los complejos y el inconsciente, p. 238.
223
Juan Camilo Niño Vargas
Por eso la cosecha que viene va a ser buena
Hay que trabajar desde ahora
Cambiar buena semilla
Conseguir buena rula
Desyerbar la roza
Es cosecha de Yaau
Es su propia semilla
Él quiso sembrarla...”
(María Ospino Nokorussu, Narakajmanta, diciembre de 2003)25
La mujer consideró que su visión era un “buen sueño” y, en consecuencia, la
comunicó con alegría a sus parientes más cercanos. Su gran reputación como líder
hizo que todos escucharan atentamente y que nadie pusiera en duda sus palabras.
Efectivamente había entrado a la casa de Yaau para discutir distintos asuntos. Allí,
la gran entidad sobrenatural le demostró afecto y confianza, permitiéndole tomar
algunas muestras de su propio semillero. Semejante experiencia se equipara con
un próspero porvenir. Yaau está dispuesto a auxiliar a la soñante y a sus allegados
en las tareas productivas.
Al revelarle a sus familiares este augurio, la mujer expresa sus expectativas
e intereses. Promete éxito en la agricultura y, a la vez, recalca la apremiante
necesidad de la participación humana. Siempre y cuando hombres y mujeres
intervengan, la obtención de una buena y variada cosecha está garantizada. Por
eso, al mismo tiempo que relata la visión, imparte consejos e invita a los oyentes
a continuar trabajando juiciosamente en los cultivos. La relativa abundancia que
caracteriza la época en la que el sueño tuvo lugar, no debe conducirlos a confiarse y
abandonar sus deberes cotidianos. Al contrario, deben preocuparse por conseguir
los elementos necesarios para el desarrollo de las actividades productivas. El
prestigio de la soñante, la presencia de Yaau y la legitimidad de los conocimientos
adquiridos durante el sueño, le dan peso y efectividad a sus palabras.
El importante papel que cumple el sueño y la interpretación onírica
diariamente puede ilustrarse con otro ejemplo. La narración que se presenta a
continuación gira alrededor de un “mal sueño”. Tal y como ocurre con los “sueños
buenos”, este tipo de experiencia implica el desarrollo de actividades que impidan
el cumplimiento de una tragedia futura.
25
Anexo B, Sueño 12.
224
La práctica de la ensoñación
“... Así fue mi sueño
Iba para la roza
Caminaba por donde siempre camino
Pero no podía encontrarla
Andaba y andaba pero nunca llegaba
Llegué a un arroyo
Me acerqué para ver si el agua era buena
Entonces vi un pez largo
Sólo vi un brillo largo
Enturbió el agua con su cuerpo
Pasó rápido y se escondió
Casi lo toco con mi mano
Y ahí desperté
Agitado
Y con el corazón con ganas de salirse
Era un mal sueño…
… Entonces fui a la roza
Le dije al esposo de mi hija que me acompañara
Caminaba con machete y tabaco porque el sueño había sido malo
Veía dónde ponía los pies y las manos
Entonces pasó un mapaná al lado
En frente de mí
No me di cuenta ni cuando salió
Igual que en el sueño
El sueño se cumplió...”
(Rafael Mendinueta Diitu, Ette Butteriya, octubre de 2003)26
Durante el reposo, el soñante se desplazó hacia su cultivo y se topó con
un arroyo. Allí se inclinó a examinar el agua y observó cómo, justo al frente de
sus pies, se desplazaba un largo y misterioso animal. El hábitat de la criatura no
deja de ser llamativo. Los ette no sólo muestran cierto desinterés por la fauna
que habita los arroyos sino, además, creen que muchos cuerpos de agua están
poblados por bestias que incluyen a los seres humanos en su dieta alimenticia.27
Todos estos elementos angustiaron al soñante y causaron el fin del descanso.
26
Anexo B, Sueño 16.
27
La fauna mítica que habita los cuerpos de agua aparece en varias historias mitológicas. Véase
Anexo A, Mito 1, 11, 13 y 15.
225
Juan Camilo Niño Vargas
Sin saber el sentido exacto de la visión, el soñante intuyó un peligro venidero. Por la sensación que le produjo, lo calificó como un mal sueño y se alistó
para enfrentar las posibles adversidades. Cogió un machete y algunos cigarrillos
de tabaco para traer auyama y yuca del cultivo más cercano y, así, abastecer de
alimento a su familia. Antes de partir, le notificó a su mujer y a sus hijos la ensoñación y le pidió al esposo de su hija compañía. Los dos hombres se desplazaron
cuidadosamente por en medio de la maleza que cubría los sembrados hasta el
instante en el que notaron una venenosa culebra mapaná.28 Todos sus esfuerzos,
entonces, se dirigieron a capturar, o por lo menos ahuyentar, al animal. Esparcieron humo y escupieron tabaco a su alrededor. El soñante tomó un largo trozo de
madera y le propinó un golpe mortal al reptil en su cabeza. Acto seguido tomaron
el cadáver y lo frotaron contra las plantas de sus pies. Por medio de ensalmos,
e invirtiendo los principios de la magia simpatética, le pidieron a Yaau que este
estrecho contacto los salvara de una futura mordedura. 29
Después del incidente, soñante y acompañante discutieron otra vez la
ensoñación y se pusieron de acuerdo en que el vaticinio se había cumplido.
Regresaron a su casa sanos y a salvo y le advirtieron a los niños y a las mujeres no
aventurarse por el cultivo hasta que no hubieran terminado la labor de desyerbe
que iniciaron. El sueño los previno de una posible desgracia. El intervalo temporal
que separa la predicción onírica de su respectiva manifestación diurna les
permitió armarse de los elementos necesarios para enfrentarla. El sueño, además,
los estimuló a despejar de maleza sus cultivos y, así, incrementar las posibilidades
de salvaguardar su integridad física y la de sus familiares.
Experiencias semejantes se presentaron varias veces durante el trabajo
de campo. En más de una ocasión varios indígenas experimentaron sueños
que la oniromancia asoció con ofidios y que concluyeron en la vida despierta,
efectivamente, con encuentros con estos animales. La abundancia de culebras
venenosas en la región no explica enteramente este hecho. En muchos sentidos,
pareciera que el acto de soñar le sirviera a los ette para el procesamiento de
información. Los sentimientos y sensaciones que por su carácter difuso escapan
a la conciencia despierta se presentan en el sueño con todas sus implicaciones.
Como bien podría suceder con muchos otros acontecimientos, las intuiciones y
28
La identidad del ofidio es Botrox asper. Los campesinos de la región también la conocen como
“talla equis”. Información adicional se encuentra en Anexo D.
29
Como se recordará, los principios de la magia simpatética estipulan que o, bien, lo semejante
produce lo semejante o, bien, que entre las cosas que alguna vez estuvieron juntas sigue existiendo
algún tipo de lazo no físico. Sobre el tema véase James George Frazer, La rama dorada, pp. 33-35.
226
La práctica de la ensoñación
los rastros que indirectamente delatan la presencia de un animal escondido en los
cultivos se confirman durante el reposo. Esta faceta cognoscitiva de los sueños,
por lo demás, ha sido advertida por ciertos estudiosos del fenómeno onírico.30
2. El sueño y el orden ceremonial
Las reuniones de carácter ceremonial que se organizan con cierta periodicidad y
que normalmente reúnen a más de un grupo local, son otra de las ocasiones que los
ette suelen aprovechar para entregarse a la narración e interpretación de sueños.
El término con el cual muchos indígenas ette se refieren a ellas es braateriya, una
expresión cuya traducción más acertada es “reunión”. Para diferenciarlas de otro
tipo de congregaciones ordinarias algunos las denominan braateriya kraawi. Las
expresión está compuesta por el término “reunión”, braateriya, y una locución de
difícil traducción asociada al acto hablar con las grandes entidades sobrenaturales
y que, a falta de un mejor vocablo, puede traducirse como “orar”.31
La organización de una ceremonia siempre está a cargo de uno o varios
adultos que cuentan con el respeto y respaldo de sus familiares y de los miembros
de otros grupos locales vecinos. Siempre y cuando no sea una época de hambre,
sus parientes cercanos se encargan de la preparación de las comidas y las bebidas
fermentadas que se les brindan a los asistentes. También son ellos quienes asumen
una gran parte de los costos del café y los cigarrillos de tabaco que se ofrecen a lo
largo de toda la jornada. Se espera que concurran niños, jóvenes y adultos de las
localidades cercanas. Si mantienen un lazo de afinidad con algún indígena, los
waacha son bien recibidos pero no se les permite participar en las discusiones. El
desconocimiento de la lengua indígena, el ette taara, además, facilita su exclusión
de la dinámica ritual.
Todas las ceremonias son nocturnas. Aunque pueden efectuarse en cualquier
época y lugar, se prefieren las noches frescas y las construcciones amplias y sin
paredes laterales (Figura No. 10). Orientados por sus sueños y el deseo de ganar
prestigio, algunos ette han levantado habitaciones especiales para esta clase de
30
Véase Carl Gustav Jung, Los complejos y el inconsciente, pp. 267-271.
31
Las reuniones de orden ceremonial son uno de los aspectos más descuidados en las pocas
etnografías del grupo. Algunas notas interesantes se encuentran en Joseph de Brettes, “Chez les
indiens”, pp. 462, y 465-466. Otros investigadores hicieron alusiones a “bailes” y “bacanales”
pero ninguno de ellos se detuvo a describirlos y, probablemente, nunca pudieron presenciarlos.
Véase Gustaf Bolinder, “Los últimos indígenas”, p. 25; y Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía
chimila”, p. 142.
227
Juan Camilo Niño Vargas
ocasiones.32 Los invitados empiezan a llegar unas horas después del atardecer.
Inmediatamente arriban, las mujeres se encargan de las tareas culinarias. Los
hombres, por su parte, charlan sobre diversos asuntos mientras esperan que los
alimentos se cocinen. Una vez se ha calmado el hambre, los jóvenes cuelgan
hamacas y extienden esteras sobre el piso para que las mujeres embarazadas
descansen y los más pequeños duerman. También cargan rocas, troncos y sillas de
madera para que los asistentes se acomoden. Dependiendo de la cantidad de temas
que tengan que tratarse, la multitud se marchará a media noche o en la madrugada.
De llegar a ser necesario, la celebración puede suspenderse abruptamente en la
mañana para continuar, de nuevo, por varias noches.
Figura Nº 10
Casa ceremonial en Narakajmanta
El gentío se organiza en forma circular. Frecuentemente, pero no siempre,
los hombres son separados de las mujeres y los niños. Los individuos que convocaron la reunión se sitúan en medio de los invitados y explican detalladamente
los motivos de la celebración. Si es necesario, cada adulto se yergue y da sus
opiniones al respecto. El orden de edad prevalece. Las intervenciones pueden prolongarse por varios minutos y son respetadas por todos los demás. Las personas
de más prestigio y autoridad vuelven a pronunciarse al final. Constantemente se
ofrece café, tabaco y chicha. Cuando se ha llegado a un acuerdo sobre el asunto
discutido, los ancianos empiezan a hablar por turnos con Yaau y Numirinta. Pro-
32
Un sueño que alentó la construcción de una habitación ceremonial puede consultarse en Anexo
B, Sueño 17.
228
La práctica de la ensoñación
fundamente concentrados, con los ojos cerrados y de pie, uno por uno recita ensalmos y oraciones dirigidas a las dos deidades. La culminación de la ceremonia
coincide con el fin de este ejercicio.
Varios acontecimientos pueden ocasionar la celebración de ceremonias. Un
temblor de tierra, un eclipse, la ausencia de lluvias o un incremento en los índices
de violencia precisan que los ette organicen reuniones nocturnas. La ocurrencia
de ciertos sueños también determina la planeación del evento. El valor que poseen
estas visiones no puede compararse con el que tienen las que se comparten con los
miembros del grupo local. Casi en todos los casos son experimentadas por hombres
y mujeres mayores que gozan de fama y crédito. Siempre que un adulto lo estime
y valore, el sueño de un joven también puede ser tenido en cuenta. En cualquier
caso, las implicaciones de la predicción que se derivan de su interpretación
siempre se extienden mucho más allá del soñante. Las ensoñaciones asociadas al
orden ceremonial les conciernen a varios grupos locales, y, en algunas ocasiones,
a todos los indígenas que viven en una misma parcialidad del resguardo.
El contenido de los sueños que se comparten durante las ceremonias es
bastante variado. Por lo general incluyen la presencia de deidades y entidades
sobrenaturales. Quizá Yaau y Numirinta son los dos seres que con más frecuencia
figuran pero tampoco son raras las apariciones de Jesucristo. En muchos casos
son las deidades quienes prescriben explícitamente la realización de la reunión.33
También son relevantes los sueños cuyas interpretaciones están vinculadas con
la cercanía de un nuevo ciclo de destrucción, la posible irrupción de grupos
armados en el territorio, la muerte de miembros de la comunidad, la proximidad
o pronunciación de la estación seca y, entre muchos otros temas, las relaciones
que los indígenas guardan con los representantes locales del gobierno nacional.34
Durante el día, y para efectos de la organización del evento, los soñantes
comparten su experiencia en una forma bastante mutilada. Se limitan a anunciarles a sus familiares y allegados que han tenido un sueño importante y a esbozar
algunos de sus principales rasgos. Por la noche, en contraste, una vez todos los
invitados se han reunido, lo presentan con la mayor cantidad posible de detalles.
En todo momento tratan de mostrar sus habilidades como oradores y, con ese
propósito, utilizan una gran cantidad de recursos retóricos. La narración se entremezcla con interpretaciones y recuerdos de experiencias similares. Repiten las
mismas ideas varias veces usando diferentes palabras o modificando la estructura
33
Sueños en los que deidades prescriben celebración de ceremonias pueden consultarse en los
Anexos. Véase Anexo B, Sueño 9, 10 y 15.
34
Sueños que demandan ceremonias pueden consultarse en Anexo B, Sueño 4, 10, 15 y 35.
229
Juan Camilo Niño Vargas
de las oraciones empleadas. Al mismo tiempo, gesticulan, mueven sus manos de
un lado a otro y suben y bajan el tono de la voz. Ocasionalmente se pronuncia en
castellano para citar algún refrán de sus vecinos campesinos.
La disertación del soñante está seguida por las intervenciones de los otros
participantes. Siempre respetando el orden de edad, hombres y mujeres comentan
la visión, proponen nuevas interpretaciones y resaltan los aspectos que consideran
importantes. Muchos relacionan el sueño con sus propias experiencias con el fin
de apoyar o desautorizar al narrador. Desde un punto de vista global, se constata
el comienzo de un fluido diálogo en el que se tratan problemas concretos a través
de la rememoración de experiencias oníricas. El lenguaje del sueño les sirve
a los ette para discutir los asuntos comunales que más los inquietan. Durante
todo el proceso se expresan preocupaciones, se formulan dilemas y se plantean
soluciones.
La complejidad del ejercicio de narrar sueños en el contexto ceremonial es
evidente.35 Las personas que participan activamente manejan una gran cantidad de
conocimientos. Por un lado, deben haberse instruido en la práctica de la ensoñación,
la rememoración de lo soñado y la oniromancia. De otra parte, tienen que realizar
la nada sencilla tarea de otorgarle a sus sueños una estructura narrativa que no
empobrezca ni reduzca su contenido. Durante este proceso no sólo transforman
una experiencia predominantemente sensual en expresión verbal.36 Asimismo,
procuraran acercar a un variado grupo de personas a una vivencia típicamente
individual.37 En último lugar, también les corresponde haber desarrollado cierta
sensibilidad para identificar los problemas que afectan al grupo. El narrador de
35
En varias investigaciones lingüísticas realizadas en otras sociedades, se han identificado géneros
discursivos especiales para la narración de sueños relevantes. Futuras investigaciones, apoyadas
sobre un mayor conocimiento del ette taara, podrían avanzar en la descripción de este tipo de
fenómenos. Sobre el tema puede consultarse Gilbert Herdt, “Selfhood and Discourse”, pp. 5962; y Dennis Tedlock, “Mythic Dreams”. Sobre las relaciones entre los géneros narrativos y los
sueños en la historia de Occidente pueden consultarse Otto Rank, “Apéndice”, Sigmund Freud,
La interpretación de los sueños, Barcelona, Círculo de Lectores, 1979, pp. 475-509, pp. 474-495;
Jorge Luis Borges, Libro de sueños (1976), Madrid, Alianza, 2000, p. 7; Steven K. Kruger, Il
sogno nel medioevo, pp. 205-247; Susan Parman, Dream and Culture, pp. 57-70; y Jean-Claude
Schmitt, “The Liminality”, pp. 279-282.
36
Numerosos investigadores han observado la dificultad con la que se encuentra cualquier persona a
la hora de expresar verbalmente sus sueños. Véase Sigmund Freud, Introducción al psicoanálisis,
T. I, pp. 103 y 109; y Allan Hobson, El cerebro soñador, pp. 63 y 297. La dificultad también ha
sido expresada por los pacientes que se someten a terapia psicológica. Véase Carl Gustav Jung,
Símbolos de transformación (1912), Barcelona, Paidós, 1982, pp. 42-43.
37
La forma en la que cierto tipo de narraciones acercan al público a experiencias típicamente
sensoriales e individuales ha sido estudiada por varios investigadores. En lo que se refiere a las
narraciones de sueños y de mitos es relevante Waud Kracke, “Myths in Dreams”, pp. 31-54.
230
La práctica de la ensoñación
sueños debe saber transmitir la relevancia de los asuntos que plantea para, dado el
caso, instar a sus interlocutores a movilizarse. Todas estas habilidades se traducen
en prestigio y poder. La actividad de soñar y contar sueños legitima la posición
de los soñadores como cabezas de familia y proyecta su autoridad más allá de los
límites del grupo local. El espacio ceremonial, de esta suerte, se transforma en
una arena para ganar y reforzar el poder político.38
Además de ejemplificar algunas de las habilidades que debe poseer un buen
narrador, el relato que se presenta a continuación sirve para ilustrar el importante
papel que cumple el sueño en la práctica ceremonial ette y, en general, en la
vida social de los indígenas. Aunque la ensoñación sucedió hace algunos años, el
anciano que la experimentó recuerda bien el contexto en el cual tuvo lugar. Estas
memorias, por lo demás, las comparte con muchos otros ette que enriquecieron
su descripción y análisis etnográfico.
“... Soñé que el mundo quería acabarse
Me mostraron que el mundo quería acabarse
Había sangre y estaba oscuro
Había mucha gente corriendo
La tierra se caía y me tocaba correr
El suelo se movía y se venía para abajo
Me perseguía
Y ruido por todos lados.
La tierra crujía y tronaban relámpagos
No fue la primera vez que soñé eso
Noches antes había candela del otro lado
Todo se quemaba y tocaba correr
Esconderse donde pudiera
Daba mucho miedo
Me sentía triste y miserable
El fuego acababa todo
El viento acababa todo
38
La estrecha relación que existe en algunas sociedades entre la vida política, el fenómeno del
sueño y la interpretación onírica ha sido notada por numeroso estudiosos. Para América indígena
pueden consultarse Waud Kracke, “El sueño como vehículo”, pp. 145-157; y Michael Brown,
“Ropes of Sand”, pp. 154-170. Otras interesantes observaciones fuera de América se encuentran
en John Homiak, “The Mystic Revelation”, pp. 220-245; Joel Robbins, “Dreaming and Defeat of
Charisma: Disconnecting Dreams from Leadership among the Urapmin of Papua New Guinea”,
Roger Ivar Lohmann (ed.), Dream Travelers: Sleep Experiences and Culture in Western Pacific,
New York, Palgrave Macmillan, 2003, pp. 19-41.
231
Juan Camilo Niño Vargas
Todo estaba destruido
Las casas, la roza, el maíz, los animales, la tierra
A uno le tocaba correr con la familia para no quemarse
Mucho trueno y mucho relámpago
Era el fin del mundo
Yaau quería acabar el mundo
Mucha violencia por esta tierra
Mucha sangre manchando a Narakajmanta
Había que hacer ceremonia porque el mundo se iba a acabar
Los ette kooronda estaban apurando para bajar
Eso iba a pasar
Tocaba rezar y hacer ceremonia...”
(Pablo Masías Yaaude Kraanti, Ette Butteriya, octubre de 2003)39
El sueño ocurrió en circunstancias particulares Se remonta a un periodo de
violencia y hambre que se vivió a principios del presente siglo. A juicio de muchos
ette, durante este tiempo empezaron a manifestarse señales del advenimiento de
un nuevo ciclo de destrucción universal. Grupos armados paraestatales ejercían
un estricto control sobre la población indígena y campesina. Las agresiones
verbales y físicas se volvieron comunes. Una prolongada escasez de lluvias y
alimentos corroboró la grave situación que el mundo atravesaba. Como si fuera
poco, y a causa del cambio de milenio, algunos grupos religiosos protestantes de
la región pregonaban el fin del mundo.
Situada en este contexto, tanto la interpretación que se lo otorgó al sueño
como las reacciones que suscitó, son perfectamente coherentes. El anciano
reconoció en su experiencia una situación embrionaria. Las imágenes oníricas
le brindaron un vistazo de la dirección y rapidez con la que se desarrollaban
los acontecimientos. La veracidad de la interpretación se apoyó en el hecho de
acoplarse con comodidad a la lógica del devenir. En este caso, como en muchos
otros, el pasado de los mitos se confundió con las visiones del futuro que los
sueños proporcionan. La situación de descomposición que afrontaban los actuales
indígenas replicaba, en muchos sentidos, aquella que caracterizó los últimos días
de los pueblos que antaño Yaau decidió exterminar con agua, fuego y viento.
Llegado a este punto, el ejercicio del soñante pasó de lo especulativo a
lo pragmático. Animado por sus familiares más cercanos, el anciano planeó
39
Anexo B, Sueño 35.
232
La práctica de la ensoñación
un conjunto de acciones encauzadas a detener el augurio. Se reunió con otras
personas que habían experimentado sueños similares y, con su ayuda, organizó
una serie de grandes ceremonias. Miembros de varios grupos locales asistieron y
colaboraron a lo largo de casi dos semanas con comida, tabaco y café. Alrededor de
la actividad ritual se estructuró la cotidianidad ette. A una oniromancia reflexiva
e individual se le sobrepuso una práctica comunitaria ceremonial.
Durante las primeras congregaciones la ensoñación se discutió repetidamente,
se comparó con otras y se examinaron sus implicaciones. Al mismo tiempo
que se desarrolló esta labor, se analizó la delicada situación que la comunidad
enfrentaba por aquel entonces. Se determinaron los principales problemas y sus
posibles causas, a saber, el estado de terror y zozobra provocado por individuos
no indígenas y la actitud de algunos jóvenes ette que, antes que abrazar el modo
de vida tradicional, resultaban envueltos en episodios de violencia. Acto seguido,
se incrementó la recitación de rezos y ensalmos. Los adultos le imploraban a Yaau
por recomendaciones para impedir que se desatara un nuevo ciclo destructivo.
La gran entidad sobrenatural oyó las súplicas de sus hijos y, consecuentemente,
apareció en sueños para promulgar consejos.
“... Yaau nos hablaba
Le hablábamos y él nos hablaba
Le hablaba a un anciano una noche
Y después le hablaba otro
Y después todos hablábamos
Y así...
... A mí me dijo que estuviera tranquilo
Que el único que sabía el fin de la Tierra era él
Que los waacha no sabían de eso
Y que por ahora él no quería acabar la Tierra
Pero para eso había que rezar
Había que limpiar a Narakajmanta
Había que hablar mucho con él
Había que celebrar ceremonia...”
(Pablo Masías Yaaude Kraanti, Ette Butteriya, octubre de 2003)40
Después de orar hasta la madrugada, los ancianos se retiraban a descansar
con la esperanza de poder entablar una conversación con su padre mítico. Cuando
40
Anexo B, Sueño 35.
233
Juan Camilo Niño Vargas
el anhelado evento acaecía, meditaban sobre su experiencia para notificarla con
elocuencia en las reuniones nocturnas. La ocurrencia de este tipo de ensoñaciones
y su posterior comunicación en público, le otorgaron a la práctica ceremonial una
nueva dinámica.
Del planteamiento de problemas se pasó a la identificación de soluciones. Cada
soñante compartía su vivencia, la relacionaba con la de los demás y expresaba su
opinión sobre la forma en la que se debería proceder para salvar las dificultades.
Todos, concertadamente, buscaban ideas comunes o compatibles y trataban de
mitigar las diferencias. Se desacreditaron los grupos protestantes que advertían la
inminencia del fin del mundo y se exhortó a los participantes a asumir una actitud
conciliadora que les permitiera evitar cualquier evento que involucrara la agresión.
Los jóvenes, de otro lado, fueron sometidos a procedimientos rituales específicos.
Muchos se reunieron en el centro del espacio ceremonial para que escucharan
atentamente largos ensalmos orientados a descontaminar sus pensamientos de
la influencia foránea. Aquellos cuyo comportamiento inspiraba desconfianza,
además, se bañaron con plantas medicinales. Todas las actividades estuvieron
acompañadas de oraciones dirigidas a limpiar el cuerpo de Yunari Kraari de la
sangre indígena derramada por los waacha.
Apoyándose sobre la legitimidad del sueño y la autoridad de Yaau, los
soñantes propiciaron un nuevo espacio para la reflexión social. La ensoñación y
la evocación de lo soñado les sirvieron a los ette para discutir importantes asuntos
comunales. Al actuar de este modo recrearon sus concepciones cosmológicas y
planearon la acción de acuerdo con ellas. Por todas estas razones no debe extrañar
que, para caracterizar las labores que se realizan durante una reunión ceremonial,
los indígenas usen la misma expresión con la que designan la acción de trabajar y,
más exactamente, la de trabajar en los cultivos: kii’ro. Por considerarse igualmente
necesario para la reproducción social del grupo, el ejercicio de discutir, orar e
interpretar sueños se equipara con el de la siembra y la cosecha.41
C. La vida onírica de los especialistas médicos y religiosos
El sueño impregna la vida cotidiana de los ette. Los relatos e interpretaciones
de experiencias oníricas empiezan bien temprano en la mañana, dentro de los
41
La importancia de las narraciones de sueños en la discusión de problemas comunales puede ser un
rasgo que los ette comparten con otros grupos indígenas. Ciertas notas etnográficas conducen a
pensar que otros pueblos del suroccidente colombiano usan el sueño de forma similar. Véase Luis
Guillermo Vasco, Entre selva y páramo. Viviendo y pensando la lucha india, Bogotá, Instituto
Colombiano de Antropología e Historia, 2002, p. 252.
234
La práctica de la ensoñación
límites del grupo local, para reaparecer periódicamente en las grandes reuniones
ceremoniales en donde se desarrolla la actividad ritual. No todos los individuos,
empero, se acercan al fenómeno de la misma forma. Tan sólo un grupo más menos
reducido se esfuerza activamente por aprovechar al máximo el particular estado
de existencia y percepción que procura el acto de soñar. A diferencia de la mayoría
de personas, estos hombres y mujeres buscan de manera consciente y reiterada
acrecentar sus conocimientos chamanísticos durante el reposo. El carácter de sus
vivencias es privado pero tiene importantes implicaciones públicas. En este aparte
se estudiarán ciertos aspectos de la vida de estos individuos. La exposición está
sujeta a los intereses de la presente investigación y, en esa medida, se concentra
en una de las tantas facetas de su oficio. La dimensión que se privilegia es aquella
en la que los sueños se combinan con el chamanismo, tornándose útiles para la
reproducción social.42
Los actuales ette designan con varios nombres a sus especialistas médicos
y religiosos. Una de las locuciones más frecuentemente usadas es takwajtuggua.
El principal término que la compone es kwajtuggua, una compleja expresión
asociada a un modo no ordinario de percibir lo existente y que los ette traducen
como “ver de lejos” o “ver donde no llegan los ojos”. Las personas a las que
se les califica con semejante denominación son, de esta suerte, individuos que
pueden observar su alrededor sin la ayuda de los ojos y, por ende, experimentar
la realidad de una manera más fundamental. Esta notable facultad les permite
entrenarse en una serie de labores asociadas con el domino de la salud y el mundo
sobrenatural. Por lo menos en teoría, cada especialista es versado en la tradición
mítica, la recitación de ensalmos, el conocimiento de la fauna y la identificación
y tratamiento de enfermedades por medio de cristales, baños, masajes y plantas
medicinales. Si tiene carisma, la edad suficiente y un grupo de parientes que esté
dispuesto a organizarse a su alrededor, el takwajtuggua puede proyectar su poder
sobre uno o varios grupos locales y convertirse en kraanti, un líder supralocal.
Si bien son los hombres los que lo ejercen más activamente, el oficio de
especialista no se restringe a un solo sexo. Tampoco es hereditario. La vocación
42
El papel que los sueños y las visiones juegan en la práctica chamanística ha sido investigado por
numerosos estudiosos. Un vistazo general sobre el tema aparece en Mircea Eliade, El chamanismo,
pp. 45-71; y “Los sueños y las visiones de iniciación entre los shamanes de Siberia”, Coloquio
de Royaumont, Los sueños y las sociedades humanas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana,
1964, pp. 417-430. Algunas investigaciones en grupos amerindios son Michael Brown, “Ropes of
Sand”, pp. 154-170; Anatilde Idogaya Molina, “Experiencia onírica”, pp. 207-213; Waud Kracke,
“El sueño como vehículo”, pp. 145-157; Anne-Marie Losonczy, “Lo onírico en el chamanismo”,
pp. 93-115; Robin Ridington, “El soñar y la búsqueda”, pp. 44-45; Danièle Vazeilles, “Sueños y
visiones”, pp. 49-66; y Pablo G. Wright, “Sueño y poder”, pp. 225-231.
235
Juan Camilo Niño Vargas
hacia las labores médicas y religiosas parecería depender, más bien, de un tipo
especial de personalidad fomentado en ciertos ambientes familiares. Las personas
que manifiestan desde su niñez interés en los conocimientos tradicionales y un
profundo respeto por los ancianos son animadas a iniciarse como takwajtuggua.
Para los ette, empero, esta decisión no le pertenece ni al individuo ni a sus
familiares. Ante todo, son las grandes entidades sobrenaturales las que resuelven
quién puede convertirse en especialista. Ellas se lo manifiestan al candidato por
medio de sueños y enfermedades.43 Así lo recordó un reconocido anciano que se
especializó en el rezo y el ritual.
“... Antes soñaba confuso
Ni me acordaba de lo que soñaba
Me despertaba y ya
Yo no sabía soñar
No le ponía atención a eso
Pero una noche me hablaron
Una voz llenó todo
Me insultaba y me decía muchas cosas
Cosas que no puedo contar
Y me desperté nuevo
Desde ese día dejé de tomar
Empecé a soñar bueno
Empecé a conocer los rezos
Empecé a hablar con Yaau...”
(Rafael Mendinueta Diitu, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Por lo general, la primera señal ocurre en la adolescencia y tiene todas las
características de las experiencias en las que el componente anímico responsable
del sueño se comporta de forma pasiva.44 Extraños personajes se les aparecen a
los jóvenes durante el reposo, reprendiéndolos por todas las faltas que han cometido hasta ese entonces. Ocasionalmente se inmiscuye un jaguar que los intenta
43
Para muchos otros grupos de América la iniciación chamanística también está estrechamente
asociada a la experimentación de sueños, visiones y enfermedades. Véase Mario Califano y María
Cristina Dasso, “El estado de ensoñación o tohuslek de los mataco-maka del Chaco Central”,
Michel Perrin (coord.), Antropología y experiencias del sueño, Quito, Abya-Yala, 1990, pp. 239261; Anne-Marie Losonczy, “Lo onírico en el chamanismo”, pp. 93-115. Otros planteamientos
sobre el tema se encuentran en Mircea Eliade, El chamanismo, pp. 45-71; “Los sueños y las
visiones”.
44
Véase capítulo IV.
236
La práctica de la ensoñación
lastimar y deglutir. En los casos más extremos, las visiones están acompañadas
por dolencias y afecciones que los abstraen, los tornan taciturnos y disminuyen
su apetito. Entonces buscan consuelo en sus familiares mayores y, si es el caso,
piden auxilio a algún takwajtuggua conocido. Ellos tratan de tranquilizarlos y
los estimulan a prestarles atención a sus ensoñaciones. Les aconsejan iniciar una
conversación con los visitantes nocturnos y los llenan de coraje para acercarse,
enfrentar y domar al peligroso felino. Si lo logran, comienza una nueva etapa de
sus vidas. La carga de violencia de las visiones desaparece para ser reemplazada
por motivos que reflejan la buena disposición de las deidades hacia el soñante. La
persona puede iniciarse como takwajtuggua.45
El entrenamiento chamanístico ette es bastante complejo e involucra un
número considerable de personas y eventos. Los jóvenes consultan constantemente
a ancianos takwajtuggua y a menudo se trasladan a sus casas para ayudarlos en
los cultivos y en los quehaceres domésticos. Esta cercanía se traduce en frecuentes
conversaciones sobre el mundo sobrenatural y en la posibilidad de observar
de cerca su desempeño en labores médicas y ceremoniales. Bajo la tutoría de
los mayores, además, el neófito se somete regularmente a ensalmos, baños con
plantas aromáticas y dietas alimenticias.
Desde el punto de vista indígena, sin embargo, la adquisición de conocimientos chamanísticos es un proceso estrictamente personal. El poder de los
takwajtuggua se deriva directamente de Yaau y es precisamente esta entidad la
única capaz de ejercer el oficio de instructor. Los ancianos se limitan a ser guías
diurnos. El verdadero aleccionamiento ocurre en la noche, una vez se disfruta
del especial modo de existencia y percepción que los sueños proporcionan. Todos
estos datos son consistentes con una organización social que, como la de los ette,
le da primacía al individuo.
“... Todo lo que se sabe viene de Yaau
Todo lo dice en sueños
Todo se hace en sueños
Sólo él enseña
Así me enseñó a mí
Le habla a uno de joven
Lo toma del brazo y habla
45
Muchos de los motivos asociados a la iniciación chamanística han quedado consignados en los
mitos. Véase Anexo A, Mito 9. Un análisis de esta narración se encuentra en el capítulo III.
237
Juan Camilo Niño Vargas
Nos regala palabras
Nos regala conocimientos...
.... Lo hace para asegurarnos
Para que no nos vaya a pasar nada
Para que seamos más sabios...”
(Luciano Mora Juurananta, Issa Oristunna, noviembre de 2003)46
La gran entidad sobrenatural visita a los jóvenes durante el crepúsculo.
Tomando la apariencia de un anciano o la de algún familiar fallecido, los tiene del
brazo y los invita a charlar. Durante este tiempo los entrena en el canto y la recitación
de ensalmos, les enseña las diferentes regiones que conforman el universo, les
muestra los lugares del territorio en los cuales pueden orar y encontrar cristales,
los adiestra en el uso del tabaco y las demás plantas medicinales e, incluso, los
alimenta con exóticas comidas y bebidas que fortalecerán su pensamiento.47 De
una u otra forma, gracias a lo que escucharon de sus padres o al contacto que
han tenido con los ancianos, los iniciados poseen algún conocimiento sobre
estos temas. Con todo, son los sueños con Yaau los que los legitiman. Cualquiera
puede aprender sobre botánica o cristales, cualquiera puede cantar o declamar
una oración, pero esos saberes son ineficaces si no están validados por la deidad.
Al transformar la mitología en vivencia, al hacer tangibles y reales los sistemas
compartidos de ideas y representaciones, el sueño le otorga contenido a lo que se
aprende de una manera un tanto vacua en la vigilia.48
Con el tiempo y la edad, y a través de este complejo aleccionamiento onírico,
el neófito se convierte en takwajtuggua. Las ensoñaciones con la deidad, empero,
nunca concluyen. A juicio de los ette, las relaciones que los especialistas mantienen con Yauu durante su iniciación no sólo se estrechan sino, también, adquieren
una nueva dinámica. La gran entidad sobrenatural se les aparece periódicamente
para conversar, instruirlos, amonestarlos y aconsejarlos. Inversamente, y gracias
al ejercicio del pensamiento, los takwajtuggua pueden buscarla o incitarla a que
los visite. Por medio del ayuno y la recitación de letanías, se entregan activa y
46
Anexo B, Sueño 18.
47
Véase Anexo B, Sueño 5, 7, 8 y 18. Sobre la importancia de la alimentación en el chamanismo
amerindio, véase Jean-Pierre Chaumeil, “Un método de asimilación”.
48
Interesantes observaciones sobre la adquisición y legitimación de habilidades por medio de la
ensoñación pueden encontrarse en Jackson Steward Lincoln, The Dream in Native, pp. 68-75; y
Dennis Tedlock, “Mythic Dreams”.
238
La práctica de la ensoñación
conscientemente a la búsqueda de visiones místicas.49 La ensoñación se convierte
en una práctica y el takwajtuggua se transforma en un especialista de la ensoñación.50 Los recuerdos de un avezado médico pueden ofrecer una ilustración al
respecto.
“... Yo no sabía de plantas hasta que soñé
Todo lo que sé lo aprendí en sueños
El mismo Yaau me lo enseñó
Yo le pedí que me enseñara
Y él escuchó...
... Una noche salía a un claro en la selva
Ahí estaban todas las plantas para curar
Sabía que soñaba y aproveché
Plantas y plantas por todos lados
Yaau cogía algunas y me las enseñaba
Yo metía sus hojas y sus raíces dentro de los bolsillos
Era para que no se me olvidara
Y así soñé varias veces
Aprendía y curaba enfermedades mientras soñaba
Me curé a mí mismo
Ahora ya no necesito de nadie que me enseñe
Mi verdadero padre lo hace
Yo le pido y él me escucha
49
La búsqueda conciente de cierto tipo de sueños es un fenómeno bien conocido y estudiado. A
menudo se ha designado con el nombre de “incubación”. El término está asociado con prácticas
que se realizaban en templos de antiguas culturas euroasiáticas. Puesto que en otras sociedades
la búsqueda de visiones no está relacionada con el reposo en un lugar de culto, se ha propuesto
el concepto de “técnica onírica”. Este sería el caso de los ette. Sobre la incubación pueden consultarse Barbara Tedlock, “Sharing and Interpreting”, pp. 98-100; y Guy Stroumsa, “Dreams and
Visions”, pp. 193-194. Sobre el concepto de “técnica onírica” véase Moshe Idel, “Astral Dreams
in Judaism: Twelfth to Fourteenth Centuries”, David Shulman y Guy Stroumsa (eds.), Dream
Cultures. Explorations in the Comparative History of Dreaming, New York, Oxford University
Press, 1999, pp. 235-251, p. 242. Sobre la búsqueda de visiones en América véase Robin Ridington, “El soñar y la búsqueda”, pp. 37-47; y Jackson Steward Lincoln, The Dream in Native.
50
Como entre los ette, en otras sociedades amerindias también existen especialistas de la
ensoñación. Véase Robin Ridington, “El soñar y la búsqueda”, pp. 44-45; Danièle Vazeilles,
“Sueños y visiones”; Mario Califano, “El soñador en la cultura de los ayoreo (zamuco) del Chaco
Boreal”, Michel Perrin (coord.), Antropología y experiencias del sueño, Quito, Abya-Yala, 1990,
pp. 263-275.
239
Juan Camilo Niño Vargas
¿Usted sabe lo lindo que eso es?
¡El verdadero dueño de las plantas le enseña a uno!”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, diciembre de 2003)51
El takwajtuggua ha integrado por completo, y de una forma positiva, el
fenómeno del sueño en su vida cotidiana. En muchos sentidos, goza de una inmensa
familiaridad con las visiones crepusculares. Por medio de la concentración puede
experimentar las ensoñaciones que desea. De igual forma, llega a ser conciente
del hecho de estar soñando.52 Los ette aseguran que esta habilidad le facilita
controlar hasta cierto punto su experiencia y aprovecharla para reflexionar sobre
asuntos importantes, refinar distintos tipos de conocimientos e, incluso, tratar
de alterar la realidad de la vigilia. El takwajtuggua aprende sobre medicina,
diagnostica dolencias y cura enfermedades en la vigilia y mientras sueña. Al
hacerlo, perfecciona su oficio, actualiza el mito y refuerza las relaciones que
mantiene con sus padres ancestrales.53
Aunque esta activa vida onírica tiene un marcado carácter privado, frecuentemente se proyecta al dominio público para engranarse en los mecanismos
mediante los cuales se reproduce la vida social de la comunidad. Debido a que
gozan de prestigio, y en algunos casos se desempeñan como cabezas de grupo
local, los takwajtuggua pueden transmitirle a un gran grupo de personas ese
conocimiento cosmológico que han adquirido de primera mano. Las ceremonias
son uno de los escenarios más aptos para el desarrollo de este tipo de actividades.
Así sucedió una noche de septiembre en Narakajmanta. Durante un período de
constante celebración de ceremonias, un reconocido takwajtuggua compartió con
varias familias su más reciente ensoñación. Los fragmentos de la narración que se
presenta a continuación son, en el mejor de los casos, un pálido reflejo del relato
tan expresivo y cargado de emotividad que la multitud escuchó esa velada.
51
Anexo B, Sueño 6.
52
La experiencia en la que el soñante es conciente de estar soñando se conoce como “sueño
lúcido”. Este es un fenómeno de gran interés para la moderna investigación científica. Véase
Stephen LaBerge, Lucid Dreaming, New York, Ballantine, 1986; y “Physiological Studies of
Lucid Dreaming”, John Antrobus y Mario Bertini (ed.), The Neuropsychology, pp. 289-305. Una
revisión actualizada sobre este mismo tema se encuentra en Robert Van De Castle, Our Dreaming
Mind, pp. 439-458. El fenómeno, por lo demás, se ha reportado con alguna frecuencia en América
indígena. Observaciones sobre el tema pueden encontrarse en David Shulman y Guy Stroumsa,
“Introduction”, pp. 11-12; y Barbara Tedlock, “Sharing and Interpreting”, pp. 94-98.
53
El papel que juega el sueño en la recreación individual del universo mitológico es un punto que
numerosos estudiosos del tema han resaltado. Véase, entre muchos otros, Robin Ridington, “El
soñar y la búsqueda”, p. 42; y Michel Perrin, Los practicantes, p. 63. Para Occidente es relevante
Patricia Cox Miller, Dreams in Late Antiquity, pp. 250-253.
240
La práctica de la ensoñación
“... Anoche soñé
Soñé algo grande
Soñé con Yaau y Numirinta
Soñé algo grande porque ellos se acuerdan de mí
La tierra se quería terminar
A lo lejos había truenos y más truenos
Lluvia, viento y vendavales
Relámpagos como nunca los hemos visto
Ruidos que nunca hemos oído...
... Pero Yaau no quería eso para sus hijos
Así me lo hizo saber
Y por eso soñé
Él me regaló ese sueño...
... Me lo regaló para decírselo a todos esta noche
Estaba viendo los truenos y los vientos
Y alguien llegó
Era una mujer joven
Era hermosa...
Me empezó a hablar
“Tú sólo recuerdas a tu padre”, decía
“No recuerdas a nadie más que a tu padre”, decía...
Entonces apareció un hombre
Era el mismo Yaau
Un anciano ette
El hombre más sabio
Se sentó al lado y me habló
Me tomó del brazo
Me habló con pensamiento
Con paciencia y diciendo cosas de verdad
“¡Pídele! ¡Háblale!”
“¡Ella también te va a oír!”
“¡Ella es tu madre!”
Entonces desperté
... Me he puesto a pensar
He pensado mucho
He pensado hasta entender
241
Juan Camilo Niño Vargas
Así como le hablamos a Yaau también hay que hablarle a Numirinta
Ella es nuestra madre
Ella nos va a oír...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, diciembre de 2003)54
Varios acontecimientos habían impulsado a los ancianos a celebrar ceremonias
dirigidas a dialogar con Yaau. La experiencia que el soñante compartió con los
demás miembros de la comunidad constituye una interesante propuesta al respecto.
Las reuniones no debían girar exclusivamente alrededor de la entidad sobrenatural
masculina. A Numirinta, su contraparte femenina, también debería dedicársele
cierta atención. Por esa razón, la mayoría de asistentes y, en especial, las mujeres
mayores, se mostraron bastante interesados en la ensoñación. A diferencia de lo
que sucede en otras ocasiones, ningún otro asistente se atrevió a desautorizar el
relato o a proponer interpretaciones alternas que lo contradijeran. El admirable
comportamiento diurno de la persona era consistente con la naturaleza y valor de
las visiones experimentadas.
La acogida del sueño se tradujo en prestigio y reputación. El takwajtuggua
participó en un escenario político en donde el poder podía ser ganado o perdido
y obtuvo, al fin y al cabo, buenos resultados. Desde una perspectiva global,
además, la actividad que realizó tuvo otras implicaciones. Al presentarse como
intermediario de las deidades, también reivindicó a Yauu y a Numirinta y, con
ellos, a un gran parte del sistema cosmológico. Gracias al poder que lo inviste,
y a la viveza de su narración, acercó a hombres y mujeres jóvenes al mundo
sobrenatural. De una manera indirecta pero eficaz, los introdujo en un complejo
sistema de nociones y valores.
D. Cotidianidad, oniromancia e historia
El examen de la vida onírica de los especialistas religiosos, de la dinámica
ritual y de las actividades que diariamente desarrollan los grupos locales sirvió
para ilustrar el importante papel que los ette le atribuyen al acto de soñar. Los
indígenas convierten la mitología en vivencia, reflexionan sobre el presente y
planean la acción futura a través de la experimentación, discusión e interpretación
de visiones crepusculares. En varios grados y sentidos, el diario acontecer resulta
estar estructurado por el sueño y el saber oniromántico que se emplea para su
desciframiento.
54
La narración completa puede consultarse en Anexo B, Sueño 4.
242
La práctica de la ensoñación
Para concluir este tema, empero, debe examinarse la relación inversa. El
conjunto de prácticas y representaciones asociado a los sueños resulta estar
condicionado por la misma cotidianidad que intenta estructurar. Como cualquier
otro, es un producto de la historia. Es el resultado de las preocupaciones e intereses
que ocupan a los indígenas, de las situaciones en las que han estado envueltos, de
las condiciones materiales que han tenido que afrontar. Está atestado de elementos
que, de una u otra forma, han configurado y transformado la cultura de los ette.
Dos narraciones de sueños diferentes, pero estrechamente relacionadas,
pueden ejemplificar la anterior serie de ideas. Tanto en sus motivos dominantes,
como en las fórmulas interpretativas que se les aplicaron, se descubre el impacto
de los acontecimientos históricos y los procesos sociales que han tenido lugar en
la región del Ariguaní. Desde un punto de vista general, además, ambos relatos
ilustran la forma en que los ette han entendido y encarado una historia cuyo
balance no siempre ha estado a su favor.
En la trama del primer sueño la persona es asediada y perseguida por
ganado. Antes que tratarse de una experiencia ligada a la idiosincrasia del soñante,
muchos indígenas aseguran haber experimentado visiones similares. De hecho,
su ocurrencia es tan común que existen historias y relatos ordinarios que replican
su estructura y contenido.55 Siempre está acompañada de sentimientos de temor y
angustia. La predicción que la acompaña es trágica y, puesto que su cumplimiento
se considera inevitable, las medidas preventivas se reducen a intentar aminorar los
daños augurados. En este caso, la joven que lo experimentó recuerda claramente
las lágrimas que le produjo.
“... Del otro lado vi ganado
Fue un sueño malo
Ganado blanco, rojo y fuerte
Con piernas y cuernos grandes
En medio había un toro negro con los cuernos para arriba
Todos empezaban a correr
Sentí miedo
Salté cercas y corrí por los potreros
Pero no podía escapar
El toro no me perdía
55
Algunas de estos relatos han quedado consignados en forma de historias jocosas en las cartillas
de carácter pedagógico que se han elaborado para la enseñanza de la escritura del ette taara.
Véase Luis Miguel Carmona, Kiirikragna. Historias sobre algunos animales en chimila y en
español, Mecanografiado, 1997.
243
Juan Camilo Niño Vargas
Bramaba y babeaba y no dejaba de correr
Ya me iba a alcanzar pero desperté
Estaba empapada de lágrimas
Soñé con ganado
Los días siguientes hubo mucho viento y vendaval
No dejó de soplar duro por las noches
El techo se movía
Se quebró el maíz de la roza
El viento era fuerte y bravo
Así como pasaba en el sueño...”
(Katherine Mendinueta Iijita, Ette Butteriya, octubre de 2003) 56
Fluctuando entre el miedo y el rechazo, la actitud de los ette hacia el
ganado no puede compararse con la de otros grupos del Caribe colombiano que
lo han integrado a su cultura.57 El hecho de haber practicado la cría sistemática
de varias especies de animales y de encontrarse en medio de una importante
región ganadera, no ha constituido un aliciente para su total aceptación.58 Toros
y vacas son observados con recelo. Si bien, desde la constitución del resguardo
ha habido algunos esfuerzos por desarrollar una ganadería extensiva de carácter
comunitario, una gran proporción de la población adulta no se decide a clasificar
el ganado vacuno como un animal ordinario (kiirikragga) o una “fiera” (kiiri).59
De hecho, el consumo de su carne es bastante raro y, con facilidad, su sola
presencia despierta temor. Al calificarlo de agresivo y equipararlo con criaturas
56
Otros sueños acompañados de motivos, sentimientos e interpretaciones similares pueden
encontrarse en Anexo B, Sueño 20, 21, 24 y 29.
57
En efecto, la ganadería hace parte de la cultura de grupos de ascendencia africana y amerindia
del Caribe colombiano como los palenqueros y los wayuu. Sobre el ganado en el Palenque de San
Basilio, véase Nina S. de Friedemann, Ma ngombe. Guerreros y ganaderos en Palenque (1979),
Bogotá, Carlos Valencia, 1987, pp. 85-100. Para los wayuu de la Península de la Guajira pueden
consultarse, entre otros, Eduardo Barrera Monroy, Mestizaje, comercio y resistencia, pp. 77-87;
y Michel Perrin, “El ganado en el pensamiento simbólico guajiro”, Antropológica No. 67, 1987,
pp. 3-31.
58
Sobre la cría sistemática de animales nativos como tortugas y abejas, véase Marta Herrera Ángel,
Ordenar para controlar, p. 303; y Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, pp. 105108. Alguna evidencia del siglo XVIII atestigua la antigüedad de tal tipo de prácticas. Véase José
M. De-Mier, Poblamientos, T. II, p. 343.
59
Sobre la oposición entre las categorías “animal” (kiirikragga) y “fiera” (kiiri) véase capítulo III.
Sobre los intentos de desarrollar una ganadería comunitaria véase Pueblo Indígena Ette Ennaka
Penarikwi, Plan de vida, pp. 21-22 y 38-44.
244
La práctica de la ensoñación
antropófagas, varios mitos reflejan este conjunto de actitudes y disposiciones.
Esta situación no se presenta con otras especies introducidas por los europeos.60
Cierto tipo de evidencia sugiere que la posición de los ette no es nueva.
Ciertos investigadores han resaltado la ausencia de ganado vacuno en los
poblados indígenas durante el periodo colonial.61 La documentación etnográfica
de los siglos XIX y XX apunta en un mismo sentido al notar el bajo número de
animales foráneos en los poblados ette y el desinterés de obtenerlos por parte
de sus integrantes.62 Las características del contacto del grupo con los invasores
europeos están en el centro de la cuestión. Desde el siglo XVI, y en especial a
partir de la primera mitad del XVIII, el ganado vacuno fue la punta de la lanza
de la colonización de las Llanuras del Ariguaní y del proceso de dominación de
su población indígena.63 La expansión de la frontera ganadera ocasionó cambios
irreversibles en el paisaje de la región. La selva fue reemplazada por potreros y el
cauce de las aguas interrumpido para la construcción de abrevaderos.
La valoración de los animales del nuevo invasor difícilmente podía ser neutra.
La fórmula interpretativa que la soñante utiliza, y que equipara la presencia
de toros y vacas en el sueño con el advenimiento de acontecimientos fatídicos,
adquiere sentido en este contexto. El ganado es un elemento extraño y odioso
para los ette. Los efectos traumáticos que su introducción causó sobre el entorno
y la organización social del grupo hacen que su figura genere angustia y se
vincule con la violencia. Las imágenes y sentimientos que se produjeron durante
el descanso son claras al respecto. El sueño con el ganado es uno de persecución.
Su ocurrencia produce miedo y augura la desgracia.64
60
Aunque la introducción de animales europeos diferentes del ganado no data de hace más de tres
o cuatro décadas, hoy día los ette cuidan con esmero gallinas, pavos, cerdos y burros. Véase
Marianne Cardale-Schrimpff, Techniques of Hand-Weaving, p. 127; y Héctor Osorio Gallego,
“Chimila”, p. 40.
61
Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar, p. 303.
62
Véase Joseph de Brettes, “Chez les indiens”, p. 465; y Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía
chimila”, pp. 97-98.
63
Aunque se carece de estudios especializados sobre la importancia del ganado vacuno en la
colonización de las Llanuras del Caribe, algunas sugestivas anotaciones sobre el tema pueden
encontrarse en Orlando Fals Borda, Mompox y Loba, pp. 81-92; Antonio Julián, La perla, pp.
76-80; y Nina S. de Friedemann, Ma ngombe, pp. 85-100. El problema merece la realización de
investigaciones más detalladas.
64
Los sueños de persecución con animales han despertado el interés de varios investigadores. Tal
y como se viene sugiriendo con el caso del ganado, muchos estudiosos han asociado la presencia
del animal que causa angustia con aspectos de la vida despierta. Un recuento de algunas
investigaciones modernas se encuentra en Robert L. Van Castle, Our Dreaming Mind, pp. 304-310.
245
Juan Camilo Niño Vargas
La asociación exacta con el viento que destruye los cultivos y los techos
de las casas tampoco es gratuita. Los ette que superan los cuarenta años de
edad recuerdan claramente cómo, con el fin de amedrentarlos, los dueños y
trabajadores de las haciendas solían dirigir en bandada al ganado por encima
de sus rozas y lugares de habitación. Aún hoy día, a causa del desinterés y falta
de experiencia en asuntos ganaderos, es muy frecuente que el ganado ande a su
suerte dentro del resguardo estropeando sembrados y viviendas.65 Los animales
y el viento huracanado se corresponden puesto que ambos producen las mismas
consecuencias. En diferentes proporciones, sus acciones son nefastas para los
cultivos y las casas. Desde la perspectiva del sueño, esto es, una vez se está
disfrutando del modo onírico de aprehensión de lo real, las corrientes de aire
huracanadas de la vigilia no son otra cosa que una enorme tropa de animales.
La falta de control ette sobre el ganado, y todo lo que él implica, podría estar
detrás de la creencia que afirma que pocas medidas preventivas pueden tomarse
para evitar el cumplimiento de la fatídica predicción. Después de un sueño de este
tipo, los indígenas se limitan a asegurar los techos de sus casas, a recoger en sus
cultivos los frutos maduros que podrían estropearse y a orar en familia para que
el viento tome otro camino. En muchos sentidos, la llegada de un vendaval es tan
difícil de controlar como lo fue la expansión de la ganadería sobre las Llanuras.
La oniromancia se convierte, de esta forma, en una suerte de herramienta para la
reflexión histórica.
El segundo ejemplo guarda estrechas relaciones con el caso que se acaba
de exponer. De nuevo el ganado es el tema dominante. La interpretación que lo
acompaña también está asociada al infortunio. Sin embargo, difiere en un punto
importante. Muchos ette aseguran que este tipo de sueños son de más reciente
aparición y que sus padres y abuelos no los conocieron en su juventud. A esto hay
que agregar que, a pesar de incluir toros y vacas, difícilmente puede aplicárseles
la fórmula oniromántica que equipara a los animales con vientos y vendavales.
En ellos, el soñante no es perseguido por ganado sino, antes bien, es testigo de su
sacrificio. El siguiente relato constituye un recuerdo de esta clase de visiones. El
momento en el que tuvo lugar coincidió con una reciente escalada de violencia
política.
“... Así fue el sueño
Sacrificaban ganado
Los hombres y sus cuchillos estaban al lado de mi casa
65
Sobre los problemas que actualmente causa el ganado véase Pueblo Indígena Ette Ennaka
Penarikwi, Plan de vida, pp. 38-39.
246
La práctica de la ensoñación
Le daban en el cuello y brotaba sangre por montones
Estaban repartiendo carne
La sangre no dejaba de salir
Se regaba por todo el suelo
Todo estaba manchado de rojo...
.... Cuando llegué estaba llena de sangre
La carne había desaparecido
Sólo estaba yo manchada de sangre
Toda mi ropa estaba sucia
Traté de limpiarme pero no pude
Me desperté asustada
Me sentía desgraciada
A los tres días mataron a dos de mi familia
Por cada pedazo mataron a dos personas
Soñar con ganado es malo
No trae nada bueno...”
(Anciana ette, Issa Oristunna, noviembre de 2003)66
La experiencia no fue rara. Durante ese mismo período, varias personas
tuvieron sueños de idéntico patrón. En el transcurso del descanso, se convertían
en espectadores de un sangriento sacrificio. El temor y la angustia eran constantes
a lo largo de toda la experiencia. Más relevante aún, la interpretación que se les
otorgó a las visiones siempre fue la misma: los soñantes serían testigos de hechos
violentos perpetrados por personas ajenas a la comunidad. En esa medida, muchas
demandaron la celebración de ceremonias en las cuales se insistía en asumir
comportamientos tolerantes que no pusieran a ningún individuo en riesgo.67
El motivo del sueño y su respectiva interpretación no están desligados de la
dura realidad política. Las valoraciones negativas de los ette sobre el ganado se
refuerzan y adquieren un nuevo sentido en el contexto colombiano actual. Hoy
día, tal y como ocurre en otras partes del país, el animal se asocia a sectores
sociales directa o indirectamente vinculados a las actividades de grupos armados
paraestatales. Su presencia en un sueño sólo puede producir angustia y augurar
la desgracia.
66
Anexo B, Sueño 37
67
Otro sueño similar puede encontrarse en los Anexos. Véase Anexo B, Sueño 36.
247
Juan Camilo Niño Vargas
El sacrificio del animal, y todo lo que él implica, amplifican los sentimientos
de temor. A diferencia de lo que sucede con la libación de otros animales, la
del ganado implica el uso de una fuerza enorme y una considerable cantidad de
sangre vertida. Durante esta tarea el ejecutor realiza movimientos bruscos y el
líquido rojo brota abundantemente. Desde la perspectiva ette es un acto cargado
de agresión que pocos miembros de la comunidad serían capaces de efectuar.
Aducen que la sangre derramada mancha la tierra, indispone a Yaau, atrae la
violencia y acelera el advenimiento de un nuevo ciclo destructivo. Es precisamente
por esta razón que una gran proporción de la población indígena, y en especial las
mujeres y los adultos, se abstiene de asistir al sacrificio del ganado y raramente
consume su carne.68
El sueño y su interpretación reflejan lo que se experimentaba en la vigilia.
La sangre y el ganado se asociaron a la violencia interétnica. Durante esta época
diferentes grupos armados paraestatales atentaban contra los ette y ejercían un
estricto control sobre los movimientos de población en la región. Los indígenas
estaban encerrados en su propia tierra. En palabras de un anciano “eran como
cualquier animal waacha”. Como si fuera poco, algunos jóvenes varones fueron
raptados y asesinados. El lenguaje de los sueños y el saber oniromántico les sirvieron
a los ette para expresar su dolor, sus preocupaciones y sus miedos. En cierto
sentido también fueron útiles para adelantarse a la tragedia y tratar de revocarla.
Antes de concluir hay que anotar la presencia de motivos similares entre
grupos vecinos a los ette. Para varios pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta
los sueños con toros auguran enfermedades y violencia.69 La existencia de este
tipo de fórmulas interpretativas no sólo podría estar indicando la alta frecuencia
de ensoñaciones asociadas al ganado sino, también, una valoración común del
animal. Tanto en la Sierra como las Llanuras, el sueño y la oniromancia parecerían
ser medios apropiados para la expresión de tensiones que, aunque se manifiestan
a nivel individual, están estrechamente vinculadas con grandes procesos sociales
e históricos.70
68
La tendencia a evitar que la sangre se derrame no es exclusiva de los ette y, antes bien, se encuentra
en otros grupos chibchas. Véase María E. Bozzoli de Wille, El nacimiento y la muerte, pp. 117 y
160-161.
69
Para los kogi, los ika y los descendientes de los kankuamo de la Sierra Nevada de Santa Marta,
las visiones de toros auguran agresión y enfermedad. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los
kogi, T. I, p. 266; Los ika, p. 112; y Gerardo Reichel-Domatoff y Alicia Reichel-Dolmatoff, The
People of Aritama, p. 432.
70
Vale la pena anotar cómo entre los kogi existe un interesante complejo cultural alrededor del
ganado y el sacrificio de toros. En opinión de ciertos etnólogos, a los animales se les equipara con
extranjeros cuya fuerza debe ser dominada y reducida. Véase Carlos Alberto Uribe Tobón, “De
248
La práctica de la ensoñación
En conclusión, el conjunto de nociones sobre el universo que los ette comparten
no sólo dota de sentido al fenómeno onírico. También permite que hombres y
mujeres organicen a su alrededor una infinidad de importantes prácticas. Los
indígenas comienzan el día recitando sus sueños y, en muchas ocasiones, se van a
reposar en la noche justo después de haberlos comentado. En tanto integrantes de
un grupo local, una y otra vez han sido incitados a recordar sus vivencias nocturnas,
a compartirlas con sus familiares y a organizar conforme a ellas las actividades
que desarrollaran durante el día. Durante la celebración de ceremonias han debido
escuchar con atención las ensoñaciones de hombres y mujeres mayores para
someterse a las prescripciones que se deriven de sus respectivas interpretaciones.
Si las grandes entidades sobrenaturales lo han dispuesto, entonces, deberán
iniciarse como especialistas de la ensoñación y convertir el acto de soñar en una
práctica y un medio para adquirir conocimientos.
El sueño irrumpe en la vigilia en infinidad formas y oportunidades; la
interpretación onírica se infiltra en la vida despierta para estructurar la cotidianidad
de múltiples maneras y sentidos. Y al irrumpir e infiltrarse en el diario acontecer
con tal fuerza y constancia, ambas pasan a ocupar un lugar central en los procesos
mediante los cuales se reproduce la vida social y se transforma el orden cultural.
Por medio de la ensoñación, la narración de lo soñado y la oniromancia, los ette
crean y recrean su cosmología, conversan con sus ancestros míticos y deidades,
identifican los problemas que los aquejan, formulan soluciones acordes con sus
modos de pensar, encaran la historia, planean el presente y prevén el futuro. Al
afirmar que son “gente de sueños”, los ette expresan con una fórmula sencilla un
hecho de enormes y profundas implicaciones sociológicas.71
la vitalidad de nuestros hermanos mayores de la Nevada”, Revista de antropología y arqueología
Vol. 10, No. 2, Universidad de los Andes, 1998, pp. 9-92, pp.36-50. Todo este complejo de
prácticas y representaciones merecería un estudio profundo y detallado.
71
Véase Anexo B, Sueño 1.
249
Conclusiones:.
sueño y reproducción social
En el texto que ahora se concluye se examinaron ciertos conjuntos de prácticas
y representaciones asociados a los sueños y a la forma en la que se concibe el
cosmos entre los ette, pueblo indígena del norte de Colombia. La realización de
la investigación estuvo justificada por la falta y urgencia de estudios académicos
sobre la vida cultural del grupo, cuestión que ya había sido advertida por varios
estudiosos desde mediados del siglo XX. Tal carencia se había venido compensando
en el campo de la historiografía y la lingüística. En el área de la etnología, empero,
se constataba una pronunciada ausencia de investigaciones que trataran de forma
sistemática y extensa el orden social indígena. La mayoría de los balances sobre
el tema concluían que la información era poca o nula y dejaba muchas preguntas
irresueltas. A todo esto había que sumar las constantes alusiones que se hacían
desde finales del siglo XIX sobre el estado de desintegración del grupo y, en el
peor de los casos, sobre su desaparición total como sociedad diferenciada.
Véase Carlos Alberto Uribe Tobón, “La etnografía”, p. 117; y Park Z. Williard, “Tribes of the
Sierra”, p. 866.
Entre los trabajos recientes sobre la historia del grupo se encuentran Orlando Fals Borda, Mompóx
y Loba, pp. 103-114; Lola G. Luna, Resguardos coloniales, pp. 69-83; Wadsworth Clarke Douglas,
Patterns of Indian, pp. 78-100; Marta Herrera Ángel, “Confrontación territorial”; Ordenar para
controlar; “Chimilas y Españoles”, pp. 5-24; y Carlos Alberto Uribe Tobón, “La rebelión”. Sobre
la dimensión lingüística véanse María Trillos Amaya, Categorías gramaticales; María Trillos
Amaya y Roberto Perry Carrasco, “Longitud vocálica”; y Terrell Malone “Chimila”; “Mora”;
“Canonically Long”; “Pitch Accent”.
Los trabajos etnológicos se limitan a Gustaf Bolinder, “Los últimos indígenas”; Gerardo ReichelDolmatoff, “Etnografía chimila”; “Mitos y cuentos”; Marianne Cardale-Schrimpff, Techniques
of Hand-Weaving, pp. 122-182; y Carlos Alberto Uribe Tobón, Un marco teórico; “Chimila”; “La
etnografía”.
Véase Adolfo Constenla Umaña, Poesía tradicional, pp. 17-18; y Carlos Alberto Uribe Tobón,
“Un antropólogo sueco”, pp. 5-6.
Véase, entre otros, Joseph de Brettes, “Chez les indiens”, pp. 457 y 478; Gustaf Bolinder, “Los
últimos indígenas”, p. 14; Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía chimila”, p. 99; Los kogi, T.
I, p. 17; Norman A. Mc Quown, “The Indigenous Languages”, pp. 521 y 549; Carlos Alberto
Uribe Tobón, “La rebelión”, p. 117; e Ignacio Zarante, Diego Ossa, Roberto Mendoza y Gustavo
Valvuena, “Descripción etnográfica”, p. 188.
Juan Camilo Niño Vargas
En este orden de ideas, se efectuó un trabajo de campo en las tres parcialidades
que conforman el actual resguardo ette en el Departamento del Magdalena: Ette
Butteriya e Issa Oristunna, en el curso medio del río Ariguaní, y Narakajmanta,
en las estribaciones septentrionales de la Sierra Nevada de Santa Marta. La
estadía en el terreno permitió una relativa familiarización con el modo de vida y
de pensamiento ette y la adquisición de cierta competencia lingüística. A lo largo
de todo el trabajo se establecieron vínculos de amistad con hombres y mujeres de
diversas edades que colaboraron en la investigación como amigos, informantes
y traductores. Asimismo se realizaron diarios de campo y se llevaron diferentes
tipos de registros audiovisuales. Debido a que poseían un notable cúmulo de
conocimientos, se privilegió el contacto con personas mayores reconocidas y
respetadas en la comunidad.
Gracias a esta experiencia de trabajo pudo advertirse la complejidad de la
vida social ette. Ciertamente, los indígenas de hoy no son los mismos de ayer,
pero siguen compartiendo un rico conjunto de prácticas y representaciones que
difícilmente hubieran podido crear espontáneamente o tomar prestado de pueblos
vecinos. Aunque los traumáticos eventos ocurridos durante los últimos cinco
siglos han dejado una profunda huella en su cultura, no pudieron extinguir su
vitalidad.
Dentro del rico bagaje cultural ette, se notó que ciertas concepciones cosmológicas y varias prácticas y representaciones asociadas al fenómeno del sueño
ocupaban un lugar capital. Por un lado, los indígenas compartían sofisticadas
nociones sobre el universo y el cuerpo humano. Por otro, le prestaban una extraordinaria atención a la experiencia onírica, gustaban de compartir sus sueños,
habían desarrollado un complicado conjunto de saberes para su interpretación y
organizaban un gran número de actividades diarias conforme con lo que experimentaban mientras dormían. La importancia de algunos de estos temas ya podía
entreverse en ciertos documentos etnográficos del siglo XX. Su centralidad y
omnipresencia en la cotidianidad presente, por lo demás, los convirtieron en el eje
temático de la investigación que se planteó.
Véase Pueblo Indígena Ette Ennaka Penarikwi, Plan de vida, p. 35; y Mapa No. 1 en la
Introducción.
Los sueños y la interpretación onírica son el tema principal de algunos de los mitos que recogió
Gerardo Reichel-Dolmatoff entre el grupo a mediados del siglo XX. Véase Gerardo ReichelDolmatoff, “Mitos y cuentos”, pp. 14-16. También hay que anotar que el tema figura en ciertos
puntos del Plan de Vida redactado por la comunidad. Véase Pueblo Indígena Ette Ennaka
Penarikwi, Plan de vida, p. 3.
252
Conclusiones: sueño y reproducción social
Aunque se aprovecharon varios hallazgos de la geografía, la historia,
la psicología y la lingüística, el trabajo tuvo un carácter predominantemente
antropológico. Su principal objetivo fue la descripción y análisis del sistema
cosmológico nativo y la particular forma en la que los indígenas experimentaban,
narraban e interpretaban sus sueños. Para tal efecto, se examinó la historia
cultural del grupo, las concepciones sobre el espacio, el tiempo y la realidad, la
noción de persona, las características que se atribuyen a la experiencia onírica, la
fenomenología del soñar, el fundamento y la lógica de los saberes onirománticos
y, entre otros importantes aspectos, la forma en la que diariamente se narran y
descifran los sueños.
De acuerdo con lo observado, y tomando como apoyo las ideas de otros
autores, se planteó que existían fuertes y estrechos vínculos entre cada uno de
estos aspectos. Los unos dependían de los otros, influyéndose recíprocamente.
Las nociones generales sobre la naturaleza y funcionamiento del universo eran
las que, precisamente, le otorgaban sentido a la experiencia del sueño y facultaban
que un complejo conjunto de prácticas y representaciones pudiera organizarse
a su alrededor. Inversamente, era la atención a lo soñado, y a esas prácticas y
representaciones que se le asociaban, las que permitían que las concepciones
cosmológicas se recrearan, modificaran y adquirieran cierta continuidad en el
tiempo.10 En ese sentido se argumentó que, por haber sido integrado positivamente
en el orden cultural, el sueño cumplía importantes funciones sociales.
Con el fin de estudiar los vínculos que guardaban las concepciones cosmológicas con las prácticas e ideas asociadas a los sueños, se privilegió una estrategia
de investigación enmarcada dentro de lo que en antropología se conoce como
análisis estructural.11 Las descripciones y los análisis se orientaron a relacionar
Un planteamiento similar fue formulado tempranamente por Edward B. Tylor. Tylor fue el primero
en resaltar en una forma sistemática y sobre la base de una abundante evidencia etnográfica
la estrecha relación que existía entre la experiencia onírica y diversos complejos culturales de
prácticas e ideas. Edward Burnett Tylor, Religion in Primitive, pp. 27-28 y 135. También fueron
de mucha importancia los planteamientos de Roger Bastide, “Sociología del sueño”; e Irving
Hallowell, “El papel de los sueños”, pp. 324-325.
Ideas similares han sido desarrolladas por ciertos estudiosos en otros contextos. Véase Ellen
Basso, “The Implications”, p. 102; Michel Perrin, “Pensar el sueño”, p. 16; David Shulman y Guy
Stroumsa, “Introduction”, pp. 5-6; y Barbara Tedlock, “Zuni and Quiché”, p. 128.
10
La importancia de los conjuntos de prácticas e ideas asociados a los sueños en el mantenimiento
y configuración de la cultura ha sido recalcada por diferentes autores. Véase John Lubbock, Los
orígenes, pp. 143 y 220; Jackson Steward Lincoln, The Dream in Native, pp. 44-98; e Irving
Hallowell, “El papel de los sueños”, pp. 324-325.
11
Ciertos trabajos antropológicos fueron de especial importancia para la formulación de la estrategia
de investigación. Entre ellos se encuentran Pierre Bourdieu, Outline of a Theory; El sentido
253
Juan Camilo Niño Vargas
actividades e ideas de dominios aparentemente apartados con el fin de descubrir
órdenes que las articularan y llenaran de sentido. Antes que concentrarse en aspectos puramente formales, en este ejercicio se le concedió una gran importancia
a la práctica y al papel que los individuos juegan en la transformación o conservación del orden cultural. Todo el estudio fue interno. A pesar de que se consultó
literatura histórica y etnológica, fuentes documentales trascritas y algunos documentos del Archivo General de la Nación, la información sobre la cual se estructuró el análisis se recogió durante el trabajo de campo. De igual forma, aunque se
sugirió que ciertas prácticas e ideas ette podrían pertenecer a grandes complejos
panamericanos, el examen no fue comparativo y el alcance de los planteamientos
y las conclusiones se limitaron al área de estudio.12
La investigación se dividió en seis capítulos. En los tres primeros de carácter
general, se introdujeron aspectos de la vida social ette y nociones cosmológicas
ampliamente compartidas. En los tres últimos, de índole más específica, se
estudiaron prácticas y representaciones concretas asociadas a los sueños. Los
diferentes acápites deben ser entendidos como un todo integrado que la exposición
y el análisis obligaron fragmentar.
El capítulo I constituyó un corto bosquejo histórico y etnográfico del grupo. Uno de sus principales propósitos fue empezar a presentar una sociedad
cuya complejidad y flexibilidad fueron subestimadas en la mayoría de registros
etnográficos modernos. Con este fin, se estudio la geografía, la historia y la
etnología de las Llanuras del Ariguaní, territorio que los actuales ette habitan y
consideran propio. Se describieron las principales características del espacio físico,
la forma en que han condicionado la actividad humana y la manera en la cual los
ette las han percibido e integrado a su cotidianidad. Asimismo, se identificaron
algunos de los pueblos que han habitado la región y se analizaron los grandes
procesos sociales en los que la población indígena estuvo envuelta. Finalmente, se
caracterizó la situación presente del grupo. Se abordaron temas como las formas
predominantes de organización social y los problemas de violencia y escasez de
tierras que aquejan al grupo en la actualidad.
práctico; Mary Douglas, Purity and Danger; Implicit Meanings; Estilos de pensar; Edmund
Leach, Cultura y comunicación; The Essential; Claude Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje,
Mitológicas; y Marshall Sahlins, Cultura y razón; Islas de historias; How “Native” Think.
12
Varios trabajos etnológicos fueron de especial importancia para definir la forma en la que se
interpretaron los datos. Entre ellos son relevantes Philippe Descola, “Par-delà la nature”; Michel
Perrin, El camino; Gerardo Reichel-Dolmatoff, Desana; Chamanes de la selva; y Eduardo
Viveiros de Castro, “Cosmological Deixis”; From the Enemy’s.
254
Conclusiones: sueño y reproducción social
Este ejercicio permitió reconocer continuidades y quiebres en el registro
histórico. La diversidad lingüística y cultural que alguna vez caracterizó a la región,
disminuyó drásticamente con el avance de la invasión europea y, posteriormente,
con la expansión de la economía nacional. Muchos grupos desaparecieron,
fueron sometidos o se integraron a la sociedad colonial y republicana. Otros
más se transformaron, desplegando una cantidad de estrategias de adaptación
y resistencia que les permitieron salvaguardar su identidad étnica. Este último
fue el caso de los ette. Las campañas militares que la administración colonial
ejecutó desde mediados del siglo XVIII y la violenta expansión del latifundio
ganadero de los siglos XIX y XX, no causaron que su cultura desapareciera
pero sí condicionaron su modificación en varios grados y sentidos. Mientras que
ciertas prácticas se abandonaron por completo, otras terminaron reforzándose.
Por regla general, el ejercicio del modo de vida tradicional quedó reservado a la
clandestinidad. Siguiendo estas ideas se sugirió que la supuesta descomposición
social que observadores de los siglos XIX y XX percibieron en el grupo, pudo ser
el resultado de un antiguo y arraigado esquema nativo de conducta orientado al
mimetismo y el ocultamiento.13
Desde otro nivel de análisis, la información analizada en este capítulo sirvió
para justificar el uso del etnónimo ette en favor del acostumbrado “chimila”.
Aunque el apelativo chimila se remonta al período colonial y goza de popularidad
en la literatura antropológica, una gran cantidad de indígenas actuales lo rechazan
abiertamente y prefieren identificarse con la expresión “ette”, literalmente,
“gente”. Su actitud está lejos de ser arbitraria. La forma en la que lo europeos se
refirieron a los grupos del Llanuras del Ariguaní no fue clara ni consistente, se
convirtió en objeto de manipulación política y no siempre parece haber tomado
en cuenta los sistemas de autodenominación nativos.14
Una vez se resaltó la vitalidad de la cultura indígena, en los capítulos II y
III se analizaron importantes nociones cosmológicas. Su estudio fue central en
la medida en que constituyen sistemas de significados a través de los cuales los
indígenas aprehenden lo existente y reproducen su sistema social. En el capítulo
13
Las alusiones a la paulatina desintegración del grupo son comunes. Véase Joseph de Brettes,
“Chez les indiens”, pp. 457 y 478; Gustaf Bolinder, “Los últimos indígenas”, p. 14; Leonardo
Herrera E., “Extraño mal”, p. 12; e Ignacio Zarante, Diego Ossa, Roberto Mendoza y Gustavo
Valvuena, “Descripción etnográfica”, p. 188.
14
El planteamiento fue solidario con el de varios estudiosos que han llamado la atención sobre los
problemas que se presentan con la etnonimia en la región. Véase Wadsworth Clarke Douglas,
Patterns of Indian, p. 94; Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar, pp. 249-304; y “Chimilas
y Españoles”, pp. 5-24; y Gerardo Reichel-Dolmatoff, Datos histórico-culurales, p. 43.
255
Juan Camilo Niño Vargas
II se examinó la forma en la que los ette ordenan el espacio y experimentan la
sucesión de los acontecimientos. Mediante este ejercicio no sólo se buscó cierta
familiarización con la dimensión espaciotemporal en donde se desarrolla la
vida despierta y la onírica. Adicionalmente, se procuró esbozar la relación que
mantiene el modo cultural de experimentar el tiempo con la importancia que
tienen en la vida diaria prácticas mánticas como la interpretación de sueños.
Al igual que el de otros grupos amerindios, el universo ette se encuentra
estratificado. Su singularidad radica en el dinamismo que se le atribuye a
semejante organización. El espacio comparte con el tiempo un importante
componente procesual. Para los ette, la cantidad de estratos que conforman
el cosmos disminuye como consecuencia de ciclos destructivos. Cada cierto
período de tiempo suceden cataclismos que acaban por siempre con una porción
de lo existente y, simultáneamente, inician y concluyen etapas históricas. La
concepción ette, de esta suerte, pareciera ser una fusión de las orientaciones que
le asignan al tiempo un sentido puramente circular y aquellas otras que hacen que
los acontecimientos se desenvuelvan con una relativa libertad entre un principio y
un fin determinados. Comparte la idea de una regeneración periódica del tiempo
y, paralelamente, la de que esa regeneración tiene efectos irreversibles sobre la
estructuración y composición del universo.15
El estudio de esta concepción condujo al examen de sus implicaciones sobre
las modalidades ordinarias de conciencia y acción. Se arguyó que este tipo de
nociones cosmológicas condicionan la forma en la que los seres humanos encaran
el devenir, alentando y limitando el desarrollo de ciertas prácticas y actitudes. Por
un lado, el hecho de que a la historia se le otorgue un sentido predeterminado,
permite hasta cierta medida, y restringe hasta cierta otra, la intervención humana
en el curso de los acontecimientos. Aunque a los seres humanos les es imposible
modificar radicalmente el porvenir, sí pueden manipular su ritmo e incidir en
la velocidad de los procesos por medio los cuales se concretan los eventos.
De otra parte, al asignarle al tiempo cierto sentido circular, el futuro se torna
predecible y las prácticas mánticas adquieren valor y significado. Ejercicios como
la interpretación de los sueños se convierten en labores importantes y llenas de
sentido que los hombres pueden aprovechar para entrever el futuro e influir en el
acontecer histórico.
15
Ciertos estudios sobre el carácter cultural de la experiencia espaciotemporal fueron relevantes
para el desarrollo de estos planteamientos. Entre ellos se encuentran Emilie Durkheim, Las
formas elementales; Benjamín Lee Whorf, Lenguaje; Claude Lévi-Strauss, El pensamiento
salvaje, Mircea Eliade, El mito del eterno; Tratado de historia, pp. 346-365; Norbert Elias, Sobre
el tiempo; Marshall Sahlins, Historical Metaphors; Islas de historias; How “Native”; y Hayden
White, Tropics of Discurse.
256
Conclusiones: sueño y reproducción social
En el capítulo III se continuó con la descripción y análisis de otra importante
concepción cosmológica ette. La idea básica expuesta es que toda entidad animada
participa de un modo de vida humano, observando su entorno y concibiéndose
a sí misma como tal. El hecho de que la humanidad se considere un atributo
compartido no implica, sin embargo, que las diferencias entre las distintas clases de
seres desaparezcan. Antes que absoluta, la condición de persona que un individuo
se atribuye a sí mismo y a sus semejantes es relativa. La realidad puede percibirse
y experimentarse desde perspectivas que no coinciden entre sí y, sin embargo, no
dejan de estar estrechamente relacionadas. En ese sentido, y con algunas reservas,
se notó que muchas características del cosmos ette parecieran ajustarse a lo que
algunos estudiosos han denominado concepción perspectivista.16
Por medio del análisis de la mitología, la lengua y extendidas costumbres
cotidianas, el estudio se dirigió a resaltar los fundamentos e implicaciones de
semejante noción. En primera instancia, la concepción postula la presencia
de un sólo esquema básico de existencia y percepción orientado por patrones
humanos. En segunda instancia, afirma la existencia de múltiples perspectivas
para actualizarlo. De estos dos principios, por lo demás, se deriva una llamativa
implicación. La apariencia de lo existente cambia en función de la posición
del sujeto perceptor. Con todo, y puesto que lo que varía es la perspectiva y lo
constante son las propiedades del esquema de existencia y percepción, no existe
ningún impedimento para que se llegue a intuir lo que están experimentado seres
distintos. Entre una y otra perspectiva pueden trazarse relaciones de equivalencia.
El universo sufre un proceso de humanización que no lo homogeniza por completo
pero, tampoco, lo fragmenta enteramente. En un mundo así, es perfectamente
coherente que se privilegie el desarrollo de saberes interpretativos.
Sobre la base de la exposición de estos complejos conjuntos de nociones
cosmológicas, en los tres últimos capítulos se consideraron las prácticas y
representaciones específicas asociadas a los sueños. En el capítulo IV se
examinó la concepción ette del fenómeno onírico. Con este fin se analizaron los
componentes y facultades que, en opinión de los indígenas, definen a una persona.
Este ejercicio permitió definir al sueño como una actividad real protagonizada
por una partícula anímica individual a la cual le son adscritos atributos como
la inmaterialidad, la autonomía respecto a la materia corporal y la identidad
16
Sobre el perspectivismo véase Kaj Århem, “Ecosofía Makuna”; Eduardo Viveiros de Castro,
“Cosmological Deixis”; y Tania Stolze Lima, “O dois e su múltiplo”. Para el estudio de esta
concepción también fueron de gran ayuda los planteamientos sobre el animismo. Véase Edward
Burnett Tylor, Religión in Primitive; Nurit Bird-David, “Animism Revised”; y Philippe Descola,
“Par-delà la nature”.
257
Juan Camilo Niño Vargas
sustancial con las grandes entidades sobrenaturales. Mientras que a lo largo del
día la partícula se encarga de animar a la persona y mantener el estado vital,
durante el reposo sale del cuerpo para experimentar la realidad en una nueva
dimensión. Dependiendo del comportamiento que adopte, esta experiencia puede
ser activa, y asociarse al cumplimiento de múltiples tareas, o pasiva, y vincularse
a encuentros con poderosas deidades y familiares fallecidos.
El estudio de este conjunto de ideas permitió establecer la causa y naturaleza
de la valoración positiva que los indígenas le dan el sueño. La experiencia onírica
no sólo está dotada de autenticidad. Además, se encuentra asociada con la
contemplación de la realidad desde una nueva y más fundamental perspectiva.
Al desligarse temporalmente de la materia corporal, y entrar en un estado de
identificación sustancial con las grandes entidades sobrenaturales, el soñante
empieza a participar de un modo privilegiado de existencia y percepción. Durante
este estado puede explorar las diferentes regiones del cosmos, consumar tareas
que inició en la vigilia, adquirir nuevos conocimientos y entrevistarse con
deidades y ancestros. El gran valor de las ensoñaciones nocturnas se funda, en
última instancia, en la concepción cosmológica que postula la existencia de varios
modos de experimentar y percibir la realidad.
Siguiendo con el estudio de los conjuntos de prácticas y representaciones
asociados con los sueños, en el capítulo V se investigó el fundamento y la
lógica de la interpretación onírica. Se argumentó que, al igual que otros tipos
de interpretación practicados por los ette, su principal objetivo radica en el
establecimiento de vínculos que relacionen diversas perspectivas. Debido a que
está protagonizado por un componente personal, pero no por la persona en su
conjunto, el acto de soñar supone la participación en un modo no ordinario de
existencia y la observación de la realidad desde una posición alterna. El ejercicio
del intérprete consiste en proponer equivalencias entre el punto de vista que
brinda el sueño y aquel que está asociado con la vigilia. Para esto se vale de un
conjunto finito de correspondencias y estrategias que, no obstante, le permite
formular interpretaciones adecuadas para cada caso y situación. La efectividad de
semejante labor se encuentra respaldada por las implicaciones que se derivan de las
ideas sobre el cosmos. Los principios que organizan la concepción perspectivista
son, precisamente, los que permiten inferir correspondencias entre las diferentes
perspectivas.
Continuando con el examen de las implicaciones del perspectivismo sobre
el problema de los sueños, se planteó que la oniromancia ette parecería ser más
familiar a la noción de equivalencia que a la idea de relación simbólica. Desde el
punto de vista del nativo, los objetos y acontecimientos que se perciben durante
258
Conclusiones: sueño y reproducción social
el dormir no representan o sustituyen algo distinto de lo que ellos mismos son. Su
aparente divergencia respecto a los elementos que les corresponden en la vigilia
es un efecto cosmológico, a saber, el de poder percibir el mundo desde diferentes
perspectivas.
El capítulo VI se dedicó al estudió del impacto del sueño y la oniromancia
en la vida diaria. Se planteó que gracias al conjunto de representaciones que el
grupo comparte, el acto de soñar y la interpretación onírica tienen una importante
dimensión práctica. Con este fin se describió la forma en que los indígenas
toman provecho de ciertos principios cosmológicos y, en especial, de la noción
según la cual soñar implica ser partícipe de un modo privilegiado de existencia
y percepción. Los ette extraen de sus visiones nocturnas conocimientos sobre
el presente y el porvenir con los que planean la acción y encaran el futuro. El
desarrollo de semejante ejercicio ocurre a un nivel privado, reservado a los
especialistas médicos y religiosos, a un nivel familiar, en el seno del grupo local,
o, por fin, a nivel comunal, en el contexto de las reuniones ceremoniales que
agrupan a varios grupos locales. En los tres casos la discusión de lo soñado sirve
para recrear la cosmología, organizar las actividades cotidianas, tomar decisiones
concertadamente, apropiarse de la historia y enfrentar la convulsiva y violenta
situación política. En ese sentido se concluyó que al recordar, narrar e interpretar
sus ensoñaciones diariamente, los ette han puesto al sueño en el centro de los
procesos mediante los cuales se reproduce la vida social.
El examen de todos estos puntos condujo a reiterar la tesis central de la
investigación. Las representaciones sobre el universo que los ette comparten son
las que permiten que alrededor del fenómeno del sueño se organice una serie
de prácticas y representaciones de vital importancia para la reproducción social
y el mantenimiento y transformación del orden cultural. El sentido lineal y
circular que se le atribuye al devenir, la concepción perspectivista del cosmos
y las características de los componentes anímicos que conforman la persona,
condicionan el desarrollo de prácticas mánticas, le otorgan autenticidad a la
experiencia del sueño y estructuran y fundamentan las labores interpretativas. De
igual forma, el acto de soñar y las normas que prescriben compartir e interpretar
los sueños son las que permiten que cada noche la cosmología se cree y se
recree, que las narraciones míticas se conviertan en vivencia y que se actualicen
cotidianamente las concepciones del tiempo, el espacio y la realidad.
Desde un punto de vista global, lo examinado también sirve para resaltar la
complejidad de la cultura ette. A pesar de haber sido descrito como un pueblo en
avanzado estado de desintegración, los conjuntos de prácticas y representaciones
compartidos por los indígenas no son simples ni fragmentarios. Muy al contrario,
259
Juan Camilo Niño Vargas
se encuentran bien articulados, presentan un considerable grado de consistencia
interna y delatan la presencia de un profundo y sofisticado pensamiento filosófico.
Además, presentan diferencias y similitudes significativas con los de otros grupos
originarios de América. El sentido que se le otorga al tiempo, el perspectivismo
que impregna las nociones sobre forma en la que se concibe lo existente y la misma
atención al fenómeno del sueño encuentran paralelos en numerosas regiones del
continente.17
Todo lo anterior lleva a plantear cuestiones sobre la naturaleza del cambio
cultural entre el grupo. Aunque las transformaciones sociales estuvieron
condicionadas por factores externos, también debieron obedecer a una fuerte
dinámica interna. El tipo de cambio que parece haber predominado consistió
en integrar nuevos acontecimientos a antiguos modos de pensamiento y acción.
Gracias a este intrincado proceso, y a pesar de los dramáticos acontecimientos
que han tenido que enfrentar, los actuales ette siguen compartiendo una misma
lengua, complejas formas de organización sociopolítica y elaborados sistemas de
prácticas y representaciones. En lo que a esto respecta, el papel del sueño no debe
ser subestimado. Tal y como ocurre en la actualidad, el acto de soñar y todo lo que
se le asocia, pudo haberse constituido en una suerte de embudo mediante el cual
se canalizaron, aceptaron o rechazaron nuevos hechos y acontecimientos.
Para finalizar, debe llamarse la atención sobre el lugar que ocupa este estudio
en el contexto de las investigaciones etnológicas contemporáneas en Colombia. A
grandes rasgos, un punto merece resaltarse. Muchos de los planteamientos sobre
la complejidad del pensamiento ette son solidarios con los de investigaciones
desarrolladas en otras áreas. En ellas también se destaca la vitalidad cultural
de poblaciones de origen amerindio que alguna vez se consideraron extintas
o, empleando un término bastante cuestionable, aculturadas.18 Detrás de este
17
Las concepciones ette sobre el espacio y el tiempo presentan numerosas similitudes con las de otros
grupos chibchas del norte de Colombia y la Baja Centroamérica pero también con los de ciertos
grupos mesoamericanos y amazónicos. Véase, entre otros, Adolfo Constenla Umaña, Poesía
tradicional, pp. 23-27; Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. I, pp. 225-227; Ann Osborn, Las
cuatro estaciones, pp. 73-75; Alfredo González Chávez y Fernando González Vásquez, La casa
cósmica, pp. 88-89; y Elizabeth Reichel de von Hildebrand, “Astronomía yukuna-matapí”, pp.
218-219 y 232. La concepción perspectivista, por su parte, parece hacer parte de un extendido
complejo panamericano. Véase Eduardo Viveiros de Castro, “Cosmological Deixis”. Por fin,
la importancia del sueño en América indígena ha sido recalcada por varios estudiosos. Véase
Michel Perrin, “Pensar el sueño”; Douglas Price-Williams y Lydia Nakashima Degarrod, “El
contexto y uso”; y Barbara Tedlock, “Sharing and Interpreting”.
18
Entres estos nuevos estudios se encuentran Abelino Dagua Hurtado, Misael Aranda y Luis
Guillermo Vasco, Guambianos; Doumer Mamián Guzmán, “Los pastos”, Geografía humana
de Colombia. Región Andina Central T. IV, Vol. I, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura
260
Conclusiones: sueño y reproducción social
hecho puede descubrirse un alejamiento progresivo, y bastante saludable, de
concepciones esencialistas y estáticas de la cultura que, negándose a concebir
el cambio social en términos de dinámicas internas, limitaban el papel de los
antropólogos a tratar de reconstruir antiguos órdenes, reconocer supervivencias o
señalar grados de aculturación.
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Anexos
A. Mitos y relatos
1. El mundo
Yunari Kraari es nuestra madre
Ella está en el principio
Está antes que Sol y Luna
Ella es la abuela de Yaau y Numirinta
Como es una anciana le decimos Yunari
Como es extensa le decimos Kraari
Es tan ancha como la misma Tierra
Yunari es la misma Tierra
Los arroyos son sus venas y las aguas son su sangre
En su espalda y en su pecho están los ette
Sobre Yunari los ette viven
Yunari está en la Tierra del Medio
Ella es la Tierra del Medio
Arriba hay cielo y abajo hay agua
En ambos lados vive gente
Por eso decimos que los ette viven en el medio
Ahora la espalda de Yunari está limpia
Antes estaba sucia y llena de sangre
Yaau la limpió con agua y con fuego
La dejó sin manchas, nueva, joven
Los ette de ahora son gente nueva
Son una nueva generación
Acabaron de bajar
Son los ette takke
Juan Camilo Niño Vargas
Cinco Tierras tenían que bajar
Quedó faltando una
Estamos en la cuarta Tierra
Las otras tres ya vinieron y se acabaron
Eran las tierras de los antiguos, de los dueños de los huesos y las múcuras
Nadie sabe cómo eran porque nadie las ha visto
Nadie las ha visto porque ya pasaron
Yaau las barrió con agua, con fuego y con barro
La quinta Tierra está en el cielo, está esperando venir
Desde aquí se ven estrellas, pero allá vive gente
Allá hay montañas y ríos y hay waacha y ette
Hay casas y ciudades y hay otros Yaau
Cuando aquí es de día allá es de noche
Cuando aquí es de noche allá es de día
Es al revés
Cada vez que vemos una estrella fugaz, allá arriba hay una culebra
Lo mismo cuado se oyen animales en la noche
Los ruidos son porque arriba están cazando ñeque
A veces se abren unas puertas en el cielo y la gente de arriba se asoma
“Queremos bajar, ya es nuestro turno”, dicen
Cuando ellos bajen el mundo de ahora se acabará
No volverá a haber violencia y muerte
Esa es la quinta y última Tierra
Abajo está la Tierra de Abajo
Allí también hay montañas, casas y personas
Pero todo es diferente
Es un mundo oscuro y de agua
Hay muchas fieras que a veces se asoman por los nacederos de agua
No queda en el fondo del mar sino debajo del mar
Después de ella no hay nada
La Tierra de Abajo sostiene a la del Medio
La del Medio sostiene a la de Arriba
La Tierra de Abajo nos ve a nosotros como nosotros vemos a la Tierra de
Arriba
Donde se acaba la Tierra hay cuatro horcones
Están más allá del Magdalena y del Ariguaní
294
Mitos y relatos
Ellos sostienen el cielo
Como cuando los horcones de una casa sostienen el techo
Nuestra tierra es como una casa pero más grande
Parecen horcones pero en verdad son hombres, son ette
Los ette sostienen la Tierra
Los ette hacen esto con su pensamiento
Cuando el último de los ette haya muerto, ese día todo se acabará
Cuando los ette se acaben la Tierra de Arriba bajará
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
2. El fin del mundo
Versión A
El mundo en que vivimos, es nuevo, está limpio
La Tierra en donde caminamos es joven
El suelo anterior estaba sucio, lleno de sangre y carroña
Los waacha peleaban con ellos mismos y contra los ette
Los ette peleaban entre ellos mismos y contra los waacha
En la Tierra había mucha sangre y guerra
Yunari Kraari estaba muy triste porque su espalda estaba manchada
Entonces la Tierra se tenía que acabar
Se iba a acabar con fuego, con agua y con viento
Yaau mandó fuego, agua y viento, uno detrás de otro
Prendió fuego y más fuego hasta que todo quedó quemado
Después, vertió agua y más agua hasta que todo quedó inundado
Más tarde sopló viento y más viento hasta que todo quedó tumbado
Cuando hizo esto volvió a prender fuego, verter agua y soplar viento
Y así otra vez
Todos los árboles, los ríos y las montañas se cayeron
Todos los animales y las plantas quedaron enterrados
Todos los ette y los waacha se acabaron
Unos pocos ette lograron salvarse
Ellos eran la gente de un kraanti muy sabio
Él casi era como Yaau
Por eso sabían que la tierra se iba a acabar
Y que el fuego, el agua y el viento iban a destruir todo
295
Juan Camilo Niño Vargas
Él llamó a su gente
Mandó cavar un profundo hueco en donde pudieran dormir todos
Un hueco como una casa
Allí mandó meter agua para beber y comida para comer
Metieron toda clase de plantas, semillas y cogollos
Guandul, yuca, maíz, fríjol, totumo, batata, ñame, ají
También metió muchas cantabritas con chicha de yuca y miel
Cada rato el kraanti se asomaba por la boca del hueco
Miraba cómo estaba la tierra y veía si el fuego y el agua ya habían pasado
Dejaba pasar unos días
Después volvía a mirar para avisarle a su gente si ya podían salir
Decía: “Todavía hay fuego, no podemos salir”
“Todavía hay agua, tenemos que esperar”
Un día se asomó y sólo vio agua y cielo
Entonces supo que todavía no podían salir
Otro día se asomó y sólo vio fuego y humo
Supo que aún faltaba mucho para poder salir
Adentro del hueco se escuchaba el sonido del agua destruyendo todo
También se escuchaban los relámpagos y el fuego crujiendo
Mientras tanto la gente comía bollos y se emborrachaba
Hacía fiesta con chicha y rezos
Así pasaron días y años
Hasta que el kraanti se dio cuenta que ya podían salir
Ya no había más fuego y agua
Solo había selva, monte y tierra negra
Era una tierra nueva, estaba joven y limpia
El mundo era nuevo
También lo eran las montañas, los caños, las piedras
El kraanti bajó a donde estaban los demás
Les contó las cosas que había visto para que salieran
Había pasado mucho tiempo
Los niños se habían convertido en hombres y las niñas en mujeres
La Tierra que esos nuevos ette pisaban no era la misma
No era la misma que habían pisado los de antes
Por eso los ette estaban felices, porque ellos eran gente nueva
Se pusieron a rezar y a hacer roza
296
Mitos y relatos
El hueco por donde salieron los ette aún se puede ver
Está en la Guajira, muy cerca de Fonseca
Por allá también era tierra ette
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Versión B
Antes había mucha guerra y mucha muerte
Había mucha violencia y mucha sangre
Los indios mataban españoles con flecha y dardos que no se veían
También se convertían en fieras
Se les hinchaban los brazos
Se les llenaban de manchas como las del tigre
Los españoles soltaban perros
A los indios les tocaba treparse a los árboles
También los guajiros peleaban
Todos peleaban contra todos
Todos quemaban las casas de los otros
A Yaau no le gustó eso y decidió acabar el mundo
Primero echó fuego y agua
Después mandó relámpagos y huracanes
Todo se acabó: animales, plantas, casas, ciudades, personas, niños… todo
Nadie quedó vivo
No quedaron ni plantas ni animales
Los indios de antes no eran como los de ahora
Eran guerreros, se murieron guerreando
Ellos eran los chimila
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Versión C
Antes de que bajara el mundo, Yaau salvó a una pareja de cada grupo
Salvó unos ette, salvó guajiros, salvó kogi, salvó arsarios
Yaau los salvó en pensamiento
Como cuando alguien salva para la próxima siembra
297
Juan Camilo Niño Vargas
Él actuó así porque quería a sus hijos
Quería que se salvaran de tanta violencia
Cuando ya estaban seguros mandó el fuego y el agua
Todo quedó enterrado
Entonces cogió esas semillas y las fue esparciendo por el mundo
Puso la de los guajiros arriba
La de los arhuacos la sembró en la Sierra
La de los ette en la Sabanas
Por eso ahora los indios viven ahí
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Versión D
El mundo se quería acabar
La gente vivía matándose y peleando por todo
Entonces Yaau habló con su padre Yaau Pukkru
“Mi gente ya quiere bajar desde hace tiempos”
“Mira cómo está tu gente: se mata y derrama sangre por todo”
“¡Deja que mi gente baje! ¡Ya es su turno!”
Yaau Pukkru vio que Yaau tenía razón
Por eso dejó que la nueva gente bajara
Entonces echó fuego y agua para limpiar todo
La gente de Yaau Pukkru quedó enterrada
Los nuevos ette encontraron una tierra nueva
Sus ríos y cañadas eran cristalinos, su aire fresco, su tierra húmeda
Su gente también era nueva
(Luciano Mora Juurananta, Issa Oristunna, noviembre de 2003)
3. La reunión
Yauu creó la tierra cuando estaba en un pozo cerca de Sabanas
No lo creó con cosas
Él lo creó solo, con su solo pensamiento
Él había escogido este lugar
La tierra anterior se había empezado a destruir desde ahí
Desde ahí mismo tendría que volver a nacer
298
Mitos y relatos
El agua del pozo era cristalina
En su centro había una gran ceiba
Ese árbol no era en verdad un árbol sino el mismo Yaau
También había muchos pájaros de muchos colores
Pero en realidad no eran pájaros sino los hijos de Yaau
Otros Yaau, la familia de Yaau
Yaau
Del otro lado eran los hijos de Yaau
Desde ahí Yaau creó el cielo y la tierra
Las montañas y las llanuras
También la Sierra y las Sabanas
El río Magdalena y el Ariguaní
Todo lo creó sólo
Todo lo creó en pensamiento
A ese lugar bajaron más Yaau
Allí se repartieron el mundo
Ese pozo es el lugar donde bajaron ellos
Allí hicieron fiesta, canto y baile
Cada uno dijo en dónde quería vivir
“Yo quiero vivir en esa loma”
“Yo en ese arroyo”
“Yo en esa selva”, decían
Entonces construyeron sus casas sobre todas las sabanas
Con el tiempo waacha llegó a Sabanas
Espantó a todos los pájaros
El mismo Yaau no quiso vivir más allí
No le gustaba el olor del sudor de waacha
Recogió sus cosas y recogió a los animales
Los escondió en los cerros para que waacha no los cazara
El pozo aún está allá
Pero ningún Yaau vive en él
Todos se escondieron
Algunos debajo del agua, otros lejos, en las montañas
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajamanta, septiembre de 2003)
299
Juan Camilo Niño Vargas
4. Los primeros ette
Versión A
Primero estaban Yaggasu Gruttari Kraari y Yunari Kraari
En esa época no había gente
Entonces cohabitaron y a los nueve meses tuvieron dos hijos
Tuvieron una mujer y un hombre
Esa mujer y ese hombre eran hermanos
Pero Yaau y Yunari los hicieron casar
Los hijos de ellos volvieron a casarse y así hubo primos
En ese tiempo la gente se casaba entre primos
Por eso decimos que Yaau y Yunari son nuestro padre y nuestra madre
(Samuel Granados Ogwerisu, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Versión B
Yaau es el padre de los ette
Él nació solo
No tuvo madre ni padre
Al principio tuvo dos hijos
Los tuvo solo, en pensamiento
Cuando por fin la tierra pudo bajar a Yunari esos dos hijos cohabitaron
Formaron la primera familia
Los hijos de esa familia se volvieron a casar hasta que se pobló el mundo
Primero iban por las cabeceras del Ariguaní
De arriba hacia abajo
Iban con la corriente siguiendo el curso del agua
De la cabecera a donde desembocaba
Cuando se casaban una familia se quedaba por ahí
La otra seguía río abajo
Yaau los iba guiando en sueños
(Luciano Mora Juurananta, Issa Oristunna, noviembre 2003)
300
Mitos y relatos
Versión C
Al principio Yaau y Numirinta cohabitaron
Tuvieron una pareja de ette
Esos ette eran hermanos
Como no había más gente, les tocó cohabitar y tener hijos
A esos hijos también les toco cohabitar hasta que hubo primos
Como eran varios hijos, salieron muchos primos
Entonces primo se casaba con prima y prima con primo
Así se pudo poblar el mundo
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Versión D
Cuando la tierra de los ette bajó, entonces comenzaron a vivir
Ellos vivían como dentro de un cascarón
Cuando bajaron salieron de ahí porque Yaau los mandó
Lo hicieron así porque Yaau les dijo
Esos fueron los primeros ette
(Rafael Mendinueta Diitu, Ette Butteriya, octubre de 2003)
5. El origen de los animales
El fuego, el agua y el viento habían destruido todo lo que antes existía
El mundo de antes estaba lleno de guerra y Yaau destruyó todo
Destruyó montañas, ríos, caños, piedras, casas, pueblos, animales
Los nuevos ette habían guardado unas semillas
Cultivaban sus rozas con mucha yuca, maíz y plátano
Pero no tenían nada de carne de monte
Los animales no existían, se habían acabado
Yaau quería que sus hijos tuvieran carne para comer
Por eso creó a los animales
Cogió a algunos ette y les echó mascada de tabaco
En ese tiempo no eran animales, eran personas
301
Juan Camilo Niño Vargas
Hacían todo lo que hacen las personas
Tenían rozas, cultivaban, dormían en hamaca
Pero Yaau los transformó en animales
A los ette los transformó en los animales de la selva
Los transformó en la carne de monte
Transformó a Ñeque, a Guartinaja, a Zaíno, a Morrocoyo
Ñeque era una anciana que pateaba y por eso ñeque patea hoy
Morrocoyo era un hombre que dormía debajo de los árboles
Por eso cuando uno busca morrocoyo busca cerca de las raíces
Después cogió a algunos waacha y les echó mascada de tabaco
Los convirtió en los animales de waacha
Por eso hay vaca, cerdo, chivo, gallina y perro
Los waacha eran más
Por eso hay muchos animales de waacha ahora
Entonces ya los animales no eran personas sino animales
Yaau mandó hacer una gran comida para toda la gente
Todos cocinaron, deshuesaron y comieron carne de monte hasta que se
hartaron
Al final, Yaau reunió los huesitos que sobraron de la fiesta
Los cogió y los arrojó por todos los lados de la selva
Cada hueso se convirtió en animal
De los huesos de Morrocoyo salieron varios morrocoyos
De los de Ñeque salieron varios ñeques
De los de Guartinaja salieron más guartinajas
Así hubo animales por toda la selva
Así hubo carne de monte
(Rafael Mendinueta Diitu, Ette Butteriya, octubre de 2003)
6. El pensamiento de waacha
Versión A
Antes, Yaau y Jesucristo aún no se habían repartido la gente
En ese tiempo las personas eran diferentes
En la espalda tenían el pecho y el pecho lo tenían en la espalda
Eran personas al revés
302
Mitos y relatos
Yaau era diferente a Jesucristo
Él pensaba mucho
Pensaba las cosas que estaban bien y las cosas que estaban mal
Pensaba las cosas que servían y las cosas que no servían
Yaau se dio cuenta que la gente nueva estaba al revés
Vio que estaban mirando por la espalda
Estaban volteados
Yaau esperó a que él y su hermano se repartieran la gente
Entonces enderezó a sus hijos
Yaau hizo que el cuerpo de los ette diera la vuelta
Hizo que la espalda quedara atrás
Los ette quedaron bien, en su lugar
Por eso los ette pueden pensar bien, de la manera que sirve
Jesucristo se la pasaba pensando en dinero
Por eso no pudo darse cuenta que su gente estaba al revés
Nunca les dio la vuelta
Por eso waacha piensa mal
No tienen pensamiento
Está como loco
Todo lo que piensa lo piensa al revés
Los ette sostienen al mundo con su pensamiento
Ellos son los únicos que piensan
Cuando muera el último ette ya no habrá quien sostenga el mundo
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Versión B
Algunos dicen que sólo hay Yaau
Esos están equivocados
Siempre han estado dos Yaau
Yaau ette y Yaau waacha
El hijo de Yaau ette es el verdadero Yaau
Al hijo de Yaau waacha lo llaman Jesucristo
Yaau ette era menor
Pero tenía más poder
Él tenía pensamiento
Pensaba mucho
303
Juan Camilo Niño Vargas
Al principio les tocó repartirse la gente
Vino Yaau y empezó a hablar con Jesucristo
“Hay que poner una diferencia para ette y waacha”
“Algo tiene que haber”
Entonces los dos estaban frente a frente
Yaau cogió a su hermano waacha y lo volteo así
Jesucristo quedó con la cabeza por la espalda
La lengua se la volteó y le sopló mascada de tabaco en los oídos
A sus hijos les pasó lo mismo
Entonces waacha no pudo entender la lengua
No la pudo pronunciar
Le controlaron el pensamiento
Desde ese tiempo waacha no puede entender
Esa es la diferencia entre waacha y ette
Yaau les tapó los oídos y les torció la lengua para que no entiendan
Por eso son diferentes
(Luciano Mora Juurananta, Issa Oristunna, noviembre de 2003)
7. Sol y Luna
El sol es un hombre y la luna es una mujer
Ambos son hermanos y son muy viejos
Sol es mayor que Luna
A Sol se le dice Penari Torosu
Es un señor de mucho respeto
Él es un hombre rico que usa un collar de oro muy brillante
Con sus caballos va de un lado a otro del cielo
Empieza a caminar por el oriente
Allá es su casa
Sale con sus caballos por un camino de arena
Cuando llega al medio almuerza
Descansa un rato en la casa de su hermana
Después continúa a occidente
Al final entra por una puerta que sale al mundo de arriba
En el mundo de arriba hace el mismo recorrido pero al revés
De occidente a oriente
Sol nunca descansa, por eso necesita caballos
304
Mitos y relatos
El nombre de Luna es Mamasu
Ella es una mujer menor que Sol
Es muy bonita, blanquita y narizoncita
Tiene un collar pero es menos brillante que el de su hermano
Ella no tiene caballos sino un burro
A veces también anda a pie
Por eso es más lenta que Sol
Dura mucho más tiempo recorriendo el camino de arena
Cuando le llega la menstruación se esconde en el cielo de arriba
Le da mucha pena que la vean
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)
8. Sol y la joven
I
Antes, antes de nuestros abuelos, una pareja tenía dos hijas
Una mayor y otra menor
La mayor la cuidaba siempre que sus padres salían a montear
“Cuídala mucho”, decían antes de irse
Entonces, la hija mayor se ponía a cocinar chicha y bollos de maíz
Siempre estaba pendiente de la niña
Le daba de comer y no dejaba que empezara a llorar
Todo el tiempo la cuidaba
Era como si fuera su propia hija
Una tarde el olor de esa comida atrajo a la casa a las marimondas
Las marimondas negras son fieras bravas
Siempre se metían a las casas a robar y a desordenar
Las niñas se dieron cuentan que habían llegado
Empezaron a gritar desesperadas
Estaban asustadas
La menor pudo esconderse entre unas hojas de palma que estaban en el piso
La mayor fue violada por cada una de las marimondas
Por fin le sacaron el corazón por el cuello
A la niña pequeña la descubrió una marimonda hembra
Ella no dejó que ninguno de sus hermanos la tocara
Así se salvó esa niña
305
Juan Camilo Niño Vargas
Las otras marimondas destruyeron toda la casa
Se comieron toda la comida
También dejaron todas las cosas regadas por la selva
Pero a la niña nadie la tocó
La marimonda anciana la cuidó y se la llevó para su casa en los árboles
II
Las marimondas negras eran como personas
Vivían en casas como personas y cocinaban como personas
También se emborrachaban y hacían fiesta
En ese lugar la niña oía gente trabajando en las rozas y cortando leña
Pero sólo veía marimondas maromeando
La niña no entendía y se asombraba
Se preguntaba por qué pasaba eso
Ahí se crío
La anciana la cuidaba, la bañaba, le daba de comer y le guindaba una
hamaca
Ella siempre le advertía las cosas malas y las cosas buenas
Le decía: “Cuídate de mi hermano cuando esté borracho”
“No vayas a su casa ni te acerques a los hombres cuando haya fiesta”
Una noche la niña sintió un olor a carne ahumada y le dio hambre
Todos los hombres estaban bien borrachos
La niña se fue a buscar la carne a la casa del hermano de la anciana
Miró por todas partes: en la troja, en el techo, en las ollas
No encontró nada
Vio a las marimondas dormir
Estaban borrachas
Ellas dormían en mochilas pues para ellos eran como hamacas
Dormían enroscados y parecía como si estuvieran ahumados
Cuando se acercó más, vio que un brazo y una pierna colgaban de una
mochila
Le dieron ganas de agarrarlos porque olían a carne ahumada
Pensó que una pierna era muy difícil de arrancar
Entonces cogió el brazo y lo sacudió por un rato
306
Mitos y relatos
“Ay, Ay”, gritó Marimonda
Lo que la niña había mordido era el brazo del hermano de la anciana
“Ay, mi brazo” no dejaba de gritar
“Yo pensé que estabas muerto”, dijo la niña
“Yo no estoy muerto, estaba durmiendo aquí en mi hamaca”, dijo Marimonda
La niña veía una mochila, pero Marimonda decía que era una hamaca
El ruido despertó a todo el mundo
La anciana supo lo que la niña había hecho
Su hermano le decía “Mira lo que ha hecho esa niña”
“¡Casi me arranca el brazo, me haló de aquí para allá!”
“¡Ay! ¡Llévate a esa niña lejos, dile que no se meta por acá!”
La anciana también regañó a la niña
“¿No te he dicho que no te vayas donde los hombres?”
“¿Por qué estabas allá?”
“¿No sabes que mi hermano te puede comer?”
Y la niña le respondió
“¡Pero es que yo los veo como si estuvieran ahumados!”
Más tarde hubo otra fiesta, y después hubo otras más
Pero la niña no volvió a salir de la casa
III
Una mañana la niña y la mujer salieron a caminar
En su camino se encontraron con un manantial cristalino
La niña se puso muy feliz y salió corriendo a beber agua
Marimonda la regañó
“¡Pero qué es lo que vas a hacer!”
“¿Acaso no ves que son orines? Son los orines de Yaau”
“¿Cómo te vas a tomar los orines de Yaau?”
“¡A veces tú eres muy sucia!”
Lo único que veía la niña era agua
Pero Marimonda decía que eran orines de Yaau
La niña le dijo que no a Marimonda
“Pero yo veo agua, agua cristalina”, decía
307
Juan Camilo Niño Vargas
Y Marimonda le dijo otra vez
“No, no es agua, son orines de Yaau”
“¡Tienes que aprender niña!”
Entonces Marimonda le pasó a la niña una cantabrita llena de miel
Y le dijo: “Si tienes sed toma agua”
Pero la niña le dijo que eso no era agua
“¡Esto es miel, no agua!”, decía
Marimonda cogió la cantabrita y probó
Entonces dijo: “¡No es miel!”
“¡Se ve como agua, huele como agua y sabe a agua!”
“¡Es agua!”
La niña sabía que era miel pero no dijo nada
Muy juiciosa se tomó lo que había en la cantabrita
IV
Pasó un largo tiempo
La niña se hizo mujer
Marimonda estaba muy preocupada
Ahora sus hermanos iban a querer estar con ella
Por eso le daba muchos consejos
Le decía: “Ahora sí es verdad”
“De ahora en adelante no te puedes meter donde mi hermano”
“Él quiere estar contigo, quiere convertirte en esposa”
Todo el día la anciana acompañaba a la joven
En cualquier momento su hermano podía robarla
A los hombres esto no les gustaba
Les daba rabia que una mujer tan grande andara siempre acompañada
“Esa joven ya es grande y puede estar sola”, decían
“¡Ya es hora que camine por su cuenta!”
Por eso, la anciana decidió que la joven debía irse
Le ordenó que se fuera cuando los hombres estuvieran trabajando
“Vete antes del almuerzo, antes de que mi hermano llegue”
“Coge por ese camino hasta que se divida en dos”
“El camino que va hacia arriba te llevará a la casa de tus padres”
“No vayas a coger el que va para abajo, por ahí te perderás”
Entonces la cogió y la tiró al camino
308
Mitos y relatos
V
La joven se encontró con Gallinazo
Se puso a hablar con él hasta que llegó a la enramada
Allí se sintió confundida
Le pidió a Gallinazo que decidiera por ella
Gallinazo dijo que él cogería por el camino de abajo
Así lo hizo la joven
Camino una, y dos, y tres horas
No veía nada conocido
Por ningún lado estaba la casa de sus padres
Po+in, vio una casa en medio de un cultivo muy verde
Allí fue recibida por cuatro mujeres que estaban recogiendo yuca
Entonces se puso a llorar y habló con ellas
“¡Cogí el camino equivocado!”
“¿A dónde habré llegado?”
“¡Nunca voy a llegar donde mis padres!”
La joven habló con las cuatro mujeres
Cuando la oyeron también se pusieron a llorar
La invitaron a conocer a su padre
Primero la bañaron con plantas aromáticas para que oliera bien
A su padre no le gustaban las personas sucias y ella olía a marimonda
Luego le dieron ropa nueva y agua limpia para beber
Después, la invitaron a seguir a su casa
Le contó todo al padre y él oyó todo
También le ofreció chicha y comida
Y la invitó a pasar la noche en una casita que tenían muy cerca a la suya
La casita estaba llena de tinajas
Había muchas tinajas, sólo había tinajas
El padre le dijo a la joven que se metiera en una
Después la tapó, la aseguró bien y la dejó sola
En la noche, ya bien oscuro, se empezaron a oír ruidos y voces
Eran ruidos que daban miedo
Eran los ruidos que hacía un hombre malo, casi como una fiera
Le encantaba comer personas
Era casi como un tigre
309
Juan Camilo Niño Vargas
“Huele a comida”, decía
“Huele a maíz tostado sabroso mmm… mmm… ya me dio hambre”
Lo que olía era a la joven, pero él pensaba que era maíz tostado
“Ahora sí estoy contento porque por fin voy a comer”, seguía diciendo
Olía todas las tinajas
La joven estaba muy asustada pero no decía nada
Sentía la respiración del hombre
Oía cómo empezaba a destapar cada una de las tinajas
Se oía “chu, chu, chu, chu, chu, chu, chu”
Pero nunca pudo encontrar a la joven
Amaneció
El padre y sus hijas sacaron a la joven del escondite
Le preguntaron cómo había dormido
Ella les contó todo llorando
Le dijeron que no se preocupara porque pronto iba a regresar a su casa
VI
Un hombre pasó por la casa en su caballo y se fijó en la joven
La joven debió ser muy bonita porque aquel hombre era muy importante
Él era Penari Torosu, Sol
Estaba con su caballo y sus cadenas de oro
“¿Quién es esa mujer?, preguntó Sol
“¡Todos los días paso por acá pero es la primera vez que la veo!”
Entonces el padre le explicó
“Llegó ayer a mi casa”
“Estaba buscando la casa de sus padres, pero se perdió y llegó acá”
Sol le dijo al padre que él sabía dónde estaba la casa
“Yo conozco la casa de sus padres”
“Todos los días paso por allá y puedo llevarla con ellos”
“¡Déjame llevarla!”
El padre hizo que Sol y la joven se conocieran
Le explicó que él podría llevarla hasta la casa de sus padres
“Este señor conoce la casa de tus padres”
“Él puede llevarte allá”, le dijo
Entonces, le dio un totumo con chicha
El totumo nunca se iba a desocupar
310
Mitos y relatos
La joven siempre tendría chicha
Nunca iba a sentir hambre
Ella podía tomar y tomar chicha y el totumo nunca se desocupaba
Como si no tuviera fondo
VII
Sol y la muchacha partieron
Él en su caballo y la joven a pie
A medio día Sol siempre paraba
Paraba para almorzar en la casa de su hermana Luna
Durante ese tiempo, la joven descansaba
Ella buscaba algo que comer y bebía chicha de su totumo
Luego, ambos volvían a caminar hasta el atardecer
Por la noche la joven se despedía de Sol
Se quedaba dormida en cualquier lado
Sol le decía a esa hora: “¡Quédate ahí niña, nada te pasará!”
“Mañana al amanecer nos volveremos a encontrar”
Siempre le buscaba lugares seguros, sin culebras ni puyas
Él daba la vuelta de occidente a oriente por la noche mientras la joven
dormía
Así la volvía a encontrar en la mañana
Así pasaron muchos días y muchos meses
La joven dormía sola en donde le cogiera la noche
Podía ser en la selva o en un cerro
Sol se iba por la tarde y regresaba al alba
Él solamente descansaba un poco al medio día
A veces la caminata se hacía muy larga y dura
A la mujer le costaba mucho trabajo andar por el camino de arena de Sol
Ella no tenía caballos y le costaba mucho trabajo
Andaba y se enterraba profundo
Cuando se sentía cansada tomaba chicha de su totumito
VIII
Durante el viaje la mujer resultó embarazada
Sol y ella nunca se tocaron ni estuvieron juntos
311
Juan Camilo Niño Vargas
Pero el hijo que la muchacha iba a tener era de él
Sol la había embarazado en pensamiento
Con el sólo pensamiento, sin tocarla
Sólo faltaba un día para que la joven por fin llegara a la casa de sus padres
Entonces Sol le dijo muchas cosas
“Mañana llegarás a tu casa y verás a tus padres de nuevo”
“El hijo que vas a tener será un gran kraanti”
“Él sabrá curar las enfermedades”
“Con sus rezos no dejará que el mundo se vuelva a acabar”
“Por eso, si quieres alumbrar sin dolor no le dirás a nadie quién es su padre”
“Si quieres que tú y tu hijo vivan no le dirás cómo hiciste para tenerlo”
La joven prometió que iba a obedecer todo
Nadie debía saber que Sol era el padre del niño
IX
La joven llegó a su casa
Sus padres se alegraron mucho
La abrazaban y le preguntaban por qué había tardado tanto
“Estás muy grande, eras una niña y ahora eres mujer”
“¿Dónde habías estado hija?”
“¿Cómo has vivido todo este tiempo?”
“¿Qué has comido?”
Ella no quiso contar nada
Nunca dijo nada por más que le preguntaron
“No puedo contarles, hice una promesa y no puedo contarles”
“Por favor no me pregunten más”, decía la joven
Por eso alumbró fácil y sin dolor
Su hijo nació sanó, era un niño hermoso con el pelo negro, liso y largo
Pero sus padres no se cansaban de preguntar
“¡Cuenta, cuenta! ¿Quién es el padre de ese niño?”
“¿Cómo lo conociste? ¿Dónde está?”
“¿Qué se hizo? ¡Cuenta, cuenta!”
Y todos los días eran así y no la dejaban descansar
“¡Cuenta niña! Somos tus padres”
“Tu tienes que contarnos de quién es ese niño”
“¡Queremos saber quién es el padre de ese niño!”
312
Mitos y relatos
Una mañana ella se aburrió y contó todo
“¡Pues ahora sí les voy a contar la verdad!”
“Ese hijo es de Sol, él es el padre de mi hijo”
“Él me trajo hasta acá y me hizo prometer que no le iba a contar a nadie”
“Pero ustedes me tienen harta de preguntas”
“Por eso ahora él y yo nos vamos a morir”
Y así fue
Al poco tiempo el niño amaneció muerto por fiebre y calentura
Dos días más tarde, la madre se murió de la tristeza
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)
9. Rey Gallinazo y el joven
I
Hace tiempo hubo mucha guerra entre los ette
Eran muy violentas y había mucha muerte
Eran contra los guajiros o contra los españoles
Todos peleaban contra todos
En una de esas guerras mataron a una familia entera
Nadie se salvó
Sólo sobrevivió un pequeño niño que corrió
Se escondió en la selva
Tuvo que aguantar muchos puyones por las espinas y las plantas
También aguantó hambre pero sobrevivió
Cuando ya todo el mundo se había ido, el niño salió
Buscó a sus padres y los encontró muertos
Sólo había sangre y muerte, nadie estaba vivo
Muy triste se quedó viéndolos
Cuidó sus cuerpos de los gallinazos
Estuvo tanto tiempo que se quedó dormido
De pronto sintió un picotazo
“¡Ay, éste está vivo!”, dijo un gallinazo
Entonces el niño se asustó
Él no sabía que los gallinazos podían hablar
Otro gallinazo le habló:
313
Juan Camilo Niño Vargas
“Déjame arreglar esta carne de monte antes de que se dañe”
“¿Pero es que no ves que es carne de monte?”
“¡Déjame arreglarla antes de que se pudra!”
Y empezó a dar picotazos
El niño se asustó
“Pero eso no es carne de monte, es mi padre”, replicó
Y trató de espantar al pájaro
Por más que intentaba no podía contra tantos pájaros
Eran muchos y todos atacaban al mismo tiempo
Daban picotazos y desgarraban la carne
Entonces llegó un hombre con un vestido blanco y negro
Se veía grande e importante y su vestido relucía
Era Rey Gallinazo
Al ver al niño sintió mucho pesar
Le dieron ganas de ver otra vez a sus padres
“¿Qué haces molestando a este niño?”, le preguntó al gallinazo
“¡No lo estoy molestando”
“Lo que pasa es que no me deja arreglar esta carne de monte”
Rey Gallinazo dijo “Ah”
Y después le volvió a hablar al gallinazo:
“Oye Gallinazo, y tú que todo lo puedes y eres tan fuerte”
“¿Por qué no llevas al niño hasta la punta de ese árbol?”
“Tú eres fuerte, tu puedes llevarlo. ¡Anda y llévalo!”
“Bueno”, dijo gallinazo
Cogió al niño, se lo puso en su espalda y trató de volar
Pero sólo pudo dar saltos
Saltaba, volvía a caer y no volaba nada
Intentó por segunda vez y se quebró el espinazo
Por eso es que los gallinazos andan encorvados
Rey gallinazo se burló del gallinazo
“Yo sí te voy a mostrar cómo subir a ese niño a lo alto de aquel árbol”, dijo
Rey Gallinazo tomó al niño
Lo puso debajo de sus patas y lo cagó
El niño quedó todo blanco
Luego lo cogió con sus garras
Lo subió hasta la punta del árbol
Desde ahí le dijo que se sacudiera
314
Mitos y relatos
“Sacúdete, sacúdete todo lo que te he cagado”
Así lo hizo el niño
Entonces empezó a ver como su cuerpo se llenaba de plumas
“¡Aletea, aletea!”, le ordenaba ahora
El niño pudo volar junto a Rey Gallinazo
Tenía todo el cuerpo lleno de plumas
Volaron en círculos hacia el cielo
Volaron en la misma forma que la concha de un caracol
II
Rey le había prometido que arriba podría reencontrarse con sus padres
Entraron al cielo por una puerta muy pequeña que Rey Gallinazo abrió
El cielo estaba lleno de gallinazos
Ellos eran como gente
Tenían rozas y casas, bailaban y se emborrachaban
También vivían en casas,
Rey gallinazo le mostró todo al niño
Le decía allí queda tal cosa, allí queda tal otra
Después lo llevó a donde sus padres
Ellos vivían allá arriba
Cuando lo vieron lo saludaron y le preguntaron cómo había estado
También le preguntaron cómo había logrado sobrevivir
Él les dijo que había aguantado muchos puyones escondido en la selva
Que se había sentido muy triste porque no pudo hacer nada
“Debes tener hambre, toma chicha hijo”, le dijeron
“¡Yo no veo chicha, yo veo sangre!”, respondió el niño
“No hijo, es chicha y está buena”, dijeron los padres y Rey Gallinazo
“Yo no voy a tomar eso, porque yo sólo veo sangre”, contestó el niño
Entonces le pasaron un plato
“Bueno, toma un poco de carne”, dijeron los padres
Y otra vez pasó lo mismo
“¡Pero eso no es carne, es carroña!”
“¡Yo no voy a comer nada de eso!”, decía el niño
315
Juan Camilo Niño Vargas
Como el niño no quiso comer nada, Rey lo invitó a caminar
“Te voy a mostrar las rozas de acá”, decía Rey
“Mira esta roza de yuca que bonita está, mira esa otra con maíz”
Pero el niño sólo veía termiteros y más termiteros
Él pasó mucha hambre allá
Cada vez que le ofrecían chicha él veía sangre
Cada vez que le ofrecían carne él veía carroña
Cada vez que le ofrecían yuca o maíz él veía termiteros y termitas
Nada le gustaba y todo lo veía feo
III
Por la noche, Rey le ordenó al niño que se bañara
Lo lavaron con agua y con plantas para que se le quitara el olor a persona
Después lo llevó a una casa cercana a la suya para que durmiera ahí
La casa estaba llena de tinajas para esconderlo
“¡Métete en una tinaja niño!”
“¡No vayas a hacer ningún ruido!”
“Yo mañana te traigo comida”, le dijo Rey
El niño hizo todo lo que Rey le dijo
Por la noche sintió que llegaba alguien y empezaba a hablar
A buscar entre todas las tinajas
“Mmm, qué rico huele, huele a maíz tostado, mmm”
“Ya me dio hambre con ese olor tan sabroso, mmm”, decía el hombre
Él era una persona mala
Era una fiera, casi como un tigre
El niño se quedó callado y no le pasó nada
Todas las noches pasaba lo mismo
Pero el hombre nunca pudo saber en cuál tinaja se encontraba el niño
Por las mañanas Rey Gallinazo siempre le llevaba comida al niño
Se metía a la tinaja para hablar y enseñarle cosas
Le enseñaba sobre el mundo y los animales
También sobre las plantas y las piedras
Le hablaba sobre las montañas y los nacederos
Por la noche se volvía a ir y el niño quedaba solo
Así pasaron muchos meses y muchos días
316
Mitos y relatos
El niño se convirtió en hombre
Dentro de la tinaja empezó a dormir muy incómodo
La tinaja le empezó a quedar pequeña
Rey Gallinazo sabía esto y por eso lo sacó y le hizo un regalo
Le dio un vestido de plumas blanco con negro
Era muy parecido al que él utilizaba
El joven se lo puso
Desde ese día lo que antes le parecía sangre ahora lo veía como chicha
Lo que antes le parecía carroña ahora lo veía como carne
Lo que antes veía como termiteros ahora lo veía como yuca y maíz
Desde ese día pudo comer feliz y tranquilo y todo le parecía sabroso
Sus padres se pusieron muy alegres
Él podía ver como ven los gallinazos
IV
El joven ya había vivido mucho tiempo en el cielo y se aburrió
“Quiero regresar abajo”
“Quiero tener roza y mujer abajo”, le decía a sus padres
“Bueno hijo, ya eres un hombre y puedes regresar”, le decían ellos
El padre le pidió que hiciera algo
“Pero antes necesito que hagas algo”, le dijo
“Ve a nuestra casa, coge mi macana y ve a visitar a mi antigua mujer”
“Cuando te salude dale un golpe bien duro”
“Dáselo en la cabeza, justo en el centro”
Cuando vivía abajo el padre tenía dos mujeres
Ahora estaba necesitando a la otra porque tenía mucho trabajo
“Bueno”, dijo el hijo
El joven se despidió de sus padres
Bajó por un bejuco a su antigua casa
Al principio le dio mucho miedo porque era muy alto y todo temblaba
Mientras bajaba se encontró con las abejas y con otros gallinazos
Las abejas lo persiguieron pero él pudo escaparse
Cuando por fin llegó, amarró el traje a la cuerda que Rey le había dado
El vestido regresó al cielo de un solo salto
Entonces se fue a la casa de su padre
Cogió su antigua macana y le dio un golpe en la cabeza a la antigua esposa
317
Juan Camilo Niño Vargas
Se fue despacito, silencioso y concentrado
Cuando ya estaba cerca cogió la macana y la lanzó con todas sus fuerzas
Ella cayó al suelo muerta
V
Pasó el tiempo y el joven consiguió mujer y abrió roza
Su mujer siempre le preguntaba dónde había estado y quién lo había criado
Él no decía nada porque se lo había prometido a Rey Gallinazo
Él nunca debía contar cómo era el cielo
Le habían dicho que si lo hacía moriría
Pero su mujer preguntaba mucho
Todo el día le reclamaba
“¡Soy tu mujer, cuéntame a mí, quiero saber dónde estuviste”
Y así todo el día
Una tarde el joven se hartó de la preguntadera y contó todo
“¡Ya estoy harto de tu preguntadera!”
“¡Ahora sí te voy a contar todo para que no me molestes más!”
Cuando niño me fui con Rey Gallinazo al cielo
Allá él me crió y me enseñó muchas cosas”
“Él me hizo prometer que no contaría nada porque moriría”
“Pero tú ya me hartaste y lo que pase va a ser tu culpa”
“Si te quedas sola va a ser culpa tuya”
A los pocos días el hombre amaneció muerto por calentura
(Luciano Mora Juurananta, Issa Oristunna, noviembre de 2003)
10. Soowenda Kuura
(El Cinturón de Orión)
Versión A
Hace tiempos tres hombres querían bajar
El más malo de ellos era Soowenda Kura
Él quería que el mundo se acabara
Quería traer el verano y el fuego
318
Mitos y relatos
Yaau sabía que esto iba pasar y llamó a su gente
Él le dijo a un cazador que tomara arco y flecha y les apuntara
“No vayas a disparar hasta que yo te diga”
“Aguanta, templa el nervio!”, le decía Yaau al hombre
Y el hombre disparó
La flecha se fue directo a la costilla de Soowenda
Por eso esos tres hombres malos no pudieron seguir bajando
La prueba está en el cielo
Cuando empieza el verano Soowenda se asoma por oriente
Ahí está esperando venir
Cuando baje todo se va acabar
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Versión B
Hace tiempos un hombre quería bajar
Era un hombre alto y flaco que quería que el mundo se acabara
Un ayudante de Yaau le disparó una flecha que le dio en la costilla
El hombre se quedó quieto y no pudo bajar
Allá arriba quedó una señal de eso
Algún día va a bajar y todo se va a acabar
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)
11. El hombre que soñó comiendo batata roja
En los meses de lluvia un hombre soñó
Soñó que comía batata roja
“Soñé comiendo batata roja”, le dijo a su mujer
“Eso es muy malo, deberías quedarte guardado en la casa todo el día”, dijo
su mujer
Pero el hombre no le hizo caso y salió a cazar con sus vecinos
Cuando ya estaban en la selva se encontraron con un arroyo crecido
Tuvieron que buscar un árbol caído para cruzarlo
Eso era una señal mala, pero el hombre no hizo caso
Después vino viento caliente y llovizna y muchas otras señales malas
Pero los hombres siguieron cazando porque eran muy porfiados
319
Juan Camilo Niño Vargas
Como empezó a llover mucho, decidieron regresarse
Pero el árbol por donde habían cruzado se lo había llevado el río
Ahora no tenían por dónde cruzar
“Crucemos por ahí”, dijo uno de los hombres señalando un pequeño
tronquito
Cruzó el primero, el segundo, el tercero
Ya casi todos estaban al otro lado
Sólo faltaba el hombre que había soñado con batata roja
Entonces, pasó una ola gigante que lo hizo caer al río
Allí el hombre sintió que había quedado como encima de un animal
Se sentía encima de un venado
Pero no era ningún venado, era wisawi
El wisawi viajaba por la corriente y ahora saltaba de un lado a otro
No dejaba que el hombre escapara
Wisawi sacaba al hombre medio cuerpo y volvía a hundirlo
Lo volvía a sacar y lo volvía a hundir
Los hombres trataron de ayudarlo lanzándole caña brava para que se
cogiera
Pero wisawi cada vez se iba más lejos
Así estuvieron mucho tiempo hasta que anocheció
Los hombres se aburrieron y se fueron a su casa a contarle a la mujer
“Ya no podemos hacer nada”
“Ese hombre había soñado maluco”
“¡Pobrecito!”
Cuando los hombres llegaron a su casa contaron todo
La mujer se puso muy triste
(Rafael Mendinueta Diitu, Ette Butteriya, octubre de 2003)
12. El hombre que soñó comiendo yuca
Un hombre soñó que comía yuca cocida
“Soñé comiendo yuca cocida”, le dijo a su mujer
Ella se puso muy asustada y le aconsejó que no saliera de la casa
Le dijo que era mejor quedarse todo el día en la hamaca hasta que pasara la
mala hora
Pero el hombre era muy terco y se fue a cazar solo
320
Mitos y relatos
Mientras iba cazando pasó por un manantial y le dio mucha sed
Como el agua era cristalina no le dio miedo ir
Ya cuando estaba bien cerca, salió una babilla grande que empezó a
perseguirlo
El hombre corrió por todos lados
Se encaramó a un árbol
La babilla lo persiguió hasta ahí y trató y trató de subir
Como no podía, se quedó esperando a que el hombre bajara
“Sog, sog Sog, sog”, decía, desde el suelo
Anocheció y la babilla no se movió
El hombre ya tenía hambre y sueño
Cogió un palo y lo arrojó lejos
La babilla pensó que el hombre se había caído y salió corriendo a buscarlo
Así fue que el hombre pudo escapar
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)
13. El hombre que soñó tomando chicha
Una hombre soñó comiendo chicha de maíz rojo, chicha roja
“Mira lo que soñé”, le dijo a su mujer
“Soñé que me tomaba una totumada de chicha roja”
Su mujer se asustó mucho
“Ese sueño es malo, no salgas por hoy”
Pero el hombre no le hizo caso y salió a cazar
Cuando estaba cruzando un arroyo el hombre se resbaló y se cayó al agua
Ahí lo cogió el armadillo armajan
Lo golpeó una y dos y tres veces contra el fondo
Cada vez que el hombre se iba a parar, el armadillo lo golpeaba
Lo hacía caer
Así siguieron hasta que lo mató
Nunca más se supo de ese hombre
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
321
Juan Camilo Niño Vargas
14. El hombre que soñó con una mujer
Había un hombre que era muy bueno en su cultivo y en la caza
Nunca le faltaba maíz
Nunca le faltaba carne de monte
Todas las mujeres lo admiraban
Querían que sus hijas se fueran a vivir con él
Pero al hombre no le importaba eso
Él nunca miraba mujeres, él no pensaba en casarse
Un día conoció a una joven muy linda y se enamoró
Todo el día pensaba en ella
Por la mañana, por la tarde, por la noche
Cuando trabajaba, cuando cazaba
También se acordó de ella antes de dormirse
Entonces se la encontró cuando soñó
Al día siguiente se fue a su cultivo en la mitad de la selva
En el camino oyó la voz de la mujer
Pensó que había venido a buscarlo
Como seguía caminando y la mujer no aparecía se le olvidó eso
Cuando llegó a su roza se puso a trabajar
Otra vez oyó la misma voz
Empezó a mirar para todos los lados
Por fin una mujer igual a la mujer en que pensaba salió del monte
No era su mujer sino una fiera, un tigre convertido en mujer
Ese día se la pasaron juntos
Cocinaron juntos, comieron juntos, caminaron juntos
Hicieron muchas cosas, pero nunca hablaron
Él creía que la mujer no hablaba porque le daba pena
Antes del atardecer la mujer se convirtió en tigre
Le mordió el cuello al hombre
Los ancianos lo encontraron en la mañana
Ellos ya habían visto en sueños lo que iba a suceder
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)
322
Mitos y relatos
15. Ko’ko
Ko’ko era un hombre que soñó con manantial
Soñó que iba de cacería y caminaba por rozas llenas de yuca y maíz
Entonces llegó hasta un manantial enorme
Ko’ko empezó a caminar por el borde para ver qué tan grande era
Entonces se mareó y se despertó
“Soñé que estaba en un manantial”
“Me mareaba y después no sé qué pasaba”
Así dijo Ko’ko a su mujer
La mujer se asustó
“Ese es un sueño malo, un sueño confuso”
“Cuando uno no sabe ni qué soñó, es porque el sueño es malo”
Ko’ko sabía que su mujer hablaba con verdad
“Sí, tienes razón”, dijo Ko’ko
“Mejor voy a cazar algo temprano para que no me coja la noche en el
monte”
Para asegurarse de que nada le pasara la mujer lo acompañó a cazar
Ko’ko estaba tranquilo porque su mujer no iba a dejar que nada le pasara
Ellos iban caminando por la orilla de un arroyo
Entonces Ko’ko vio un hueco al otro lado de la corriente
“Ahí vive un armadillo
Espéreme aquí y lo saco”, dijo Ko’ko
“Yo no veo nada, mejor quédese acá”, dijo la mujer
Ko’ko no hizo caso
Se acercó a un tronco que había para cruzar el arroyo
Cuando iba por la mitad la madera se deshizo y se hundió en la corriente
Ko’ko trató de salir varias veces
Pero sus pies estaban atorados en el barro
Entre más se movía más se hundía
Su mujer gritaba y le tiraba palos para ayudarlo
Pero ya no podía hacer nada
El manantial ya lo tenía bien agarrado
323
Juan Camilo Niño Vargas
“¡Ko’ko no debió haber salido de la casa!”
“¡Él había soñado malo!”
Así lloraba la mujer mientras volvía sola a su casa
(Benjamín Jiménez, Ette Butteriya, octubre de 2003)
324
Sueños y relatos
B. Sueños y relatos
Sueño 1
“... He soñado con eso
Nosotros somos gente de sueños
Cuando uno sueña viaja a otras tierras
Habla con Yaau y Numirinta
Uno sueña con eso
Uno sueña porque nuestro Yaau quiere
Uno cruza un río o pasa una montaña
También se trepa por un bejuco, una ceiba o cualquier arbol grande
A veces alguien lo amarra y lo sube
Uno sabe que está arriba
Se ven montañas y selvas que nunca ha visto
Casas de ette y pueblos de waacha que uno no conoce
Son los ette kooronda
Cuando se sueña en el agua va para el mundo de abajo
Se baja por un palo o se salta al mar
Da miedo mirar para abajo
Allá hay gente y más fieras que acá
Son como marimondas, pipones y malucos
Comen porquerías, culebra y zorro...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Sueño 2
“... Me llevaron a un sitio
Era una casa ette
Había hombres y mujeres tomando chicha
Muchos
Estaba celebrando el hermano de mi padre
Rezaba por todos con la totuma en la boca
Esa era su casa
Pero ese no era él
Ese era Yaau
325
Juan Camilo Niño Vargas
Amanecí contento
Bebí chicha hasta el amanecer
Había estado con Yaau en reunión
Les conté a todos
Iba a haber buena agua y buena cosecha
Yaau iba a mandar lluvias...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Sueño 3
“... Hace tiempos soñé
Estaba en una fiesta
Llena de gente
Muchos hombres y mujeres
Había baile
Las mujeres cantaban
Los hombres tomaban chicha y hablaban con Yaau
También estaba Yaau tomando su chicha
Y su familia
La familia de Yaau
Todo era alegre
Ese sueño lo recuerdo con mucho cariño
Cuando uno sueña eso es porque pronto va a llover
Eso es así...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Sueño 4
“... Anoche soñé
Soñé algo grande
Soñé con Yaau y Numirinta
Soñé algo grande porque ellos se acuerdan de mí
La tierra se quería terminar.
A lo lejos había truenos y más truenos
Lluvia, viento y vendavales
326
Sueños y relatos
Relámpagos como nunca los hemos visto
Ruidos que nunca hemos oído
La tierra crujía para esconderse
La tierra se quería terminar
Pero Yaau no quería eso para sus hijos
Así me lo hizo saber
Y por eso soñé
Él me regaló ese sueño
Me lo regaló porque se acuerda de mí
Me lo regaló para decírselo a todos esta noche
Algo tenemos que hacer
Estaba viendo los truenos y los vientos
Y alguien llegó
Era una mujer joven
Era hermosa
Más hermosa que nadie
Tan hermosa como Numirinta
Me empezó a hablar
“Tú sólo recuerdas a tu padre”, decía
“No recuerdas a nadie más que a tu padre”, decía
“Ven acá para”
“Fíjate que ustedes solamente se acuerdan de su padre”
Así hablaba
Entonces se acercó una nube negra
Estaba cargada de truenos y vientos
A nadie le hubiera gustado
No traía nada bueno
Nada
La mujer me dijo “Mira lo que esta ahí”
“¿Tú qué dices? ¿Dices que esas nubes se van a cerrar?”
“¿Quieres que esas nubes se cierren?”
“¿Y es que vas a dejar que esas nubes se cierren?”
Me llené de miedo
Las nubes estaban encima de mí
Le dije que no se cerraran
Algo malo podía pasar
327
Juan Camilo Niño Vargas
Entonces apareció un hombre
Era el mismo Yaau
Un anciano ette
El hombre más sabio
Se sentó al lado y me habló
Me tomó del brazo
Me habló con pensamiento
Con paciencia y diciendo cosas de verdad
“¡Pídele! ¡Háblale!”
“¡Ella también te va a oír!”
“¡Ella es tu madre!”
Entonces desperté
Me he puesto a pensar
He pensado mucho
He pensado hasta entender
Así como le hablamos a Yaau también hay que hablarle a Numirinta
Ella es nuestra madre
Ella nos va a oír...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Sueño 5
“... He hablado con Yaau
Me tomó del brazo y me habló
Era un anciano
Toda la noche estuvimos hablando
Me dio palabras
Antes de despertarme me hizo un regalo
Me dio dos semillas
Una era blanca y la otra roja
Pequeñas
Brillantes
Me dijo que las tragara
Y así lo hice
Ahora puedo caminar tranquilo
Los peligros no vendrán
328
Sueños y relatos
Hace mucho se las estaba pidiendo y por fin me las regaló
Me sentí bien...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, diciembre de 2003)
Sueño 6
“... Yo no sabía de plantas hasta que soñé
Todo lo que se lo aprendí en sueños
El mismo Yaau me lo enseñó
Yo le pedí que me enseñara
Y él escuchó
Tenía dolores de cabeza y de dientes
Ahí soñé
Una voz me habló
Me dijo que cogiera hokatimbira, tugatimbira y tambemoye
Después me dijo cómo prepararlas
Hice todo lo que me enseñaron y me curé
Entonces empecé a soñar seguido
Una noche salía a un claro en la selva
Ahí estaban todas las plantas para curar
Sabía que soñaba y aproveché
Plantas y plantas por todos lados
Yaau cogía algunas y me las enseñaba
Yo metía sus hojas y sus raíces dentro de los bolsillos
Era para que no se me olvidara
Y así soñé varias veces
Aprendía y curaba enfermedades mientras soñaba
Me curé a mí mismo
Ahora ya no necesito de nadie que me enseñe
Mi verdadero padre lo hace
Yo le pido y él me escucha
¿Usted sabe lo lindo que es?
¡El verdadero dueño de las plantas le enseña a uno!”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, diciembre de 2003)
329
Juan Camilo Niño Vargas
Sueño 7
“... Anoche soñé
Yaau me habló
Nunca lo vi
Sólo oí su voz
Estaba cantando
Así...
... Era un canto para atraer a too
Cuando too se pierde hay que traerlo cantando
Me lo regaló
Aún no lo he usado
Me toca esperar a que me diga cuándo cantar...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, diciembre de 2003)
Sueño 8
“... Una noche soñé con mi hermano
Era mi hermano pero también era Yaau
Se acercó y me habló
Me dijo muchas cosas
Cuando terminó me dio oro
Me lo puso en las manos y me dijo que lo tragara
Era grande pero no me dio miedo
Lo cogí
Lo tragué
No sentí nada
No me incomodó la garganta
Pasó como pasa el agua
Desde ese día mi pensamiento es grande...”
(Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, diciembre de 2003
Sueño 9
“...Anoche soñé
Un hombre se me acercó
330
Sueños y relatos
Era un anciano ette
Venía con mochila de algodón y macana
Ese hombre era Yaau
Se sentó al lado
Hablamos de muchas cosas
Cosas que puedo decir
Y cosas que no puedo decir ahora
Me dijo que pidiera prestado un machete
Que desmontara el piso de la casa ette
Que le quitara todas las plantas
Que no se pudieran esconder culebras
Me dijo que iba a venir gente del otro resguardo
Y su casa tenía que estar lista
Alrededor de él había mucha gente vestida de antiguo
Era Yaau y su familia
Había que hacer ceremonia en esos días...”
(María Ospino Nokorussu, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Sueño 10
“... La otra noche soñé
Un anciano se acercó y me tomó del brazo
Ese anciano era Yaau
Venía de occidente y traía mochila
Habló sobre el viento y los vendavales que vendrían
Dijo que había que hacer fiesta
Preparar chicha de yuca
Cocinar morrocoyo y armadillo
Así me dijo
Hablamos un largo rato
Le conté a todo el mundo pero no me hicieron caso
Decían que el armadillo era muy difícil de conseguir
Ni siquiera salieron a buscarlo
Entonces hubo viento
Derribó maíz y plátano
331
Juan Camilo Niño Vargas
A los dos días pasó eso
La próxima vez sí me van a creer
Porque un sueño no se cumple ahí mismo
Pueden pasar uno o dos o tres o un montón de días...”
(María Ospino Nokorussu, Narakajmanta, diciembre de 2003)
Sueño 11
“...Hace un tiempo soñé esto
Del otro lado caminaba
Me encontré con dos mujeres
Eran dos ancianas
Eran de los antiguos
Numirinta
Venían de lados diferentes y se cruzaban
Después daban vueltas
Estaban bailando
Sus faldas se movían de lado a lado
Faldas largas de algodón
Una de ellas me tomó por el brazo
Me dijo que no me preocupara por la brisa
Y la falda no paraba de moverse
Se movía y se movía con baile
Bailaba con la otra
De ese lado vi a una mujer con falda
De este lado es el viento y la brisa fresca del atardecer
Del lado de Yaau el viento es como una falda
Soplaba y soplaba la falda
Así es en el tiempo de Numirinta
Cuando sentí brisa por mi espalda en la noche no me asusté
Sabía que era aire fresco
Era brisa suave y fresca
No era caliente ni traía enfermedad...”
(María Ospino Nokorussu, Narakajmanta, diciembre de 2003)
332
Sueños y relatos
Sueño 12
“... Estuve en la casa de Yaau
Es una casa con maderos y hoja de palma
Mucho más grande que cualquiera
Casi no entra la luz porque está cubierta
En ella hay muchos canastos repletos de semillas
Hay colgados del techo
Hay regados en el suelo
Nos sentamos a hablar
Habló de muchas cosas
Me pidió hablar con él por la noche
Y dijo que cogiera semillas
Dijo “¡Ve y coge semillas!”
Me acerqué a los canastos
Empecé a coger y a meter en la mochila
Cogí maíz, auyama.
También patilla y melón
Todas las semillas eran grandes
Por eso la cosecha que viene va a ser buena
Hay que trabajar desde ahora
Cambiar buena semilla
Conseguir buena rula
Desyerbar la roza
Es cosecha de Yaau
Es su propia semilla
Él quiso sembrarla...”
(María Ospino Nokorussu, Narakajmanta, diciembre de 2003)
Sueño 13
“... Anoche soñé
Soñé malo
Soñé con cerdos que dañaban cultivos
Cerdos negros y sucios
A nadie le gustarían esos cerdos
333
Juan Camilo Niño Vargas
Se pasaban de un lado al otro dañando todo
Se escondían en los rastrojos
Se comían el maíz
Acababan todas las maticas
No había cerca que los detuviera
Si la había la tumbaban
Se pasaban por debajo
Dañaban todo el trabajo
Eso cerdos son gente
Son waacha...”
(Rafael Mendinueta Diitu, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Sueño 14
“... Antes soñaba confuso
Ni me acordaba de lo que soñaba
Me despertaba y ya
Yo no sabía soñar
No le ponía atención a eso
Pero una noche me hablaron
Una voz llenó todo
Me insultaba y me decía muchas cosas
Cosas que no puedo contar
Y me desperté nuevo
Desde ese día dejé de tomar
Empecé a soñar bueno
Empecé a conocer los rezos
Empecé a hablar con Yaau...”
(Rafael Mendinueta Diitu, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Sueño 15
“... Hoy hay que rezar
Hay que reunirnos para hablar con Yaau
Anoche me lo dijeron
Sólo una voz
334
Sueños y relatos
Va a venir un verano largo y caliente
Las lluvias van a tardar en venir
Si no hace nada no habrá maíz
No habrá cosecha
La ceiba no va a florecer
Hay que prepararse
Hacer ceremonia
Hablar con Yaau
Ayer me dijo eso una voz
La voz de Yaau...”
(Rafael Mendinueta Diitu, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Sueño 16
“... Así fue mi sueño
Iba para la roza
Caminaba por donde siempre camino
Pero no podía encontrarla
Andaba y andaba pero nunca llegaba
Llegué a un arroyo
Me acerqué para ver si el agua era buena
Entonces vi un pez
Sólo vi un brillo largo
Enturbió el agua con su cuerpo
Pasó rápido y se escondió
Casi lo toco con mi mano
Y ahí desperté
Agitado
Y con el corazón con ganas de salirse
Era un mal sueño…
… Entonces fui a la roza
Le dije al esposo de mi hija que me acompañara
Caminaba con machete y tabaco porque el sueño había sido malo
Veía dónde ponía los pies y las manos
Entonces pasó un mapaná al lado
En frente de mí
335
Juan Camilo Niño Vargas
No me di cuenta ni cuando salió
Igual que en el sueño
El sueño se cumplió...”
(Rafael Mendinueta Diitu, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Sueño 17
“... Del otro lado me mostraron una casa
Estaba en las sabanas
En medio de árboles y pasto
Me la mostraron por partes
Primero cuatro huecos
Después cuatro postes
Por último el techo
Era como la de los antiguos
Con techo de palma
Con poste de madera
Amarrada con bejuco
Me dijeron que así la debía construir
Y que sólo la iba a usar para hablar
Así me dijo Yaau
Ahora la tengo acá
Si no es por Yaau no hubiera sabido como construirla...”
(Rafael Mendinueta Diitu, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Sueño 18
“... Todo lo que se sabe viene de Yaau
Todo lo dice en sueños
Todo se hace en sueños
Sólo él enseña
Así me enseñó a mí
Le habla a uno de joven
Lo toma del brazo y habla
Nos regala palabras
Nos regala conocimientos
336
Sueños y relatos
A veces le da semillas al joven
A veces le da oro
Y le dice que se los trague
A veces me sigue dando a mí
Cuando uno se las toma no siente nada
No incomodan la garganta
Lo hace para asegurarnos
Para que no nos vaya a pasar nada
Para que seamos más sabios...”
(Luciano Mora Juurananta, Issa Oristunna, noviembre de 2003)
Sueño 19
“... Anoche soñé
Entonces too salió
Me quedé como un muerto
Y así estuve hasta la media noche y después hasta la madrugada
Cuando alguien duerme too sale
Es inquieto, nunca descansa
Se mueve de aquí para allá
Sale a pasear
Puede estar en lugares en donde uno estuvo de día
Puede ir a donde nunca se ha estado
Uno se acuerda porque too sale con la cabeza
Salen juntos a pasear
El pensamiento ve las cosas que too hace
Pero too no siempre piensa bien
Por eso no nos acordamos de todo
La cabeza a veces está muy cansada y confundida...
... Toda la gente ve un cuerpo acostado
Pero de ese lado too ve cosas que sólo vería si caminara
Por eso tenemos razón
El cuerpo se queda en la hamaca porque es un caparazón
Ahí se ve una persona durmiendo
Esa persona respira, se mueve y hasta habla
Pero su too está lejos...
337
Juan Camilo Niño Vargas
... Too sale y uno sueña
Sale y ahí queda el cuerpo quieto
Entonces no para de moverse
Allá puede encontrarse con otros too
Habla con los too de los muertos y de los vivos
Del otro lado hay fieras miedosas
También pueden verse a personas lejanas
Too puede subir por la Vía Láctea
Puede hablar con Yaau y visitar a Narakajmanta...
.. Yaau puede hablar con uno
No habla con todos
Sólo lo hace con los ancianos
Es gente del sueño
Yaau no habla con cualquiera
Él les muestra el camino y ellos llegan
Es el camino del sueño
Del otro lado se escuchan sus palabras
Aparece como un anciano ette
Lo hace para que no nos asustemos
Entonces nos regala palabras
Nos dice cosas
Su voz lo llena todo...”
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Sueño 20
“...A veces sueño con ganado
Sueño con un toro negro
Otras veces con una vaca o un grupo de ganado
Pero casi siempre con toro
Es el viento
El toro se me atraviesa
No me deja pasar
Tengo que llegar a mi casa o a traer agua y el toro no me deja pasar
Me toca esconderme y correr
Él empieza a perseguirme
338
Sueños y relatos
Entonces salto cercas y corro por callejones
Hasta que me subo a un árbol
El toro trataba de subirse pero no podía...”
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Sueño 21
“... Cuando se sueña con ganado nunca es mansito
A veces uno lo ve a lo lejos agrupado
Así no hacen nada
Pero casi siempre es valiente
Una vaca o un toro lo pueden perseguir a uno
No importa si se esconde en la casa porque entra
No importa si se sube a un árbol porque ellos saben trepar
Si uno tiene un palo se lo quitan
Lo mejor es correr y correr hasta despertar
Cuando uno sueña eso hay que amarrar bien todo
Llega el viento bravo
Arranca las matas y los techos de las casas...”
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Sueño 22
“... Soñé y too salió a ver cosas
Caminaba por potreros de todas las fincas
Llegaba cerca de una casa
Había música de waacha
Y ron y gente bailando
Entonces dos hombres salían a pelear
Uno cogía al otro y le daba vueltas en el suelo
Se revolcaban y se volvían a revolcar
Ninguno podía ganarle al otro
Y así pasaba en todo el sueño
Entonces desperté
Por la tarde de esa mañana yo misma iba caminando por un callejón
Cuando menos pensé cayeron dos tigrillos de un árbol
339
Juan Camilo Niño Vargas
Uno le cayó encima al otro
Estaban peleando y mordiéndose
Me vieron y salieron corriendo
Mi sueño se cumplió...”
(Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Sueño 23
“... Hace un buen tiempo soñé esto
Es un sueño verdadero
Lo recuerdo como si fuera ayer
Caminábamos con el hijo de mi hermana por la sabana
Cruzamos un arroyo y llegamos a una loma
Esa loma era el hogar de Yaau
Ahí viviríamos después de muertos
Construiríamos nuestra casa y haríamos roza
Entonces Yaau se apareció
Me tomó de la mano y me llevó a la loma
El hijo de mi hermana trataba de seguirnos pero no podía
Yaau le decía que él no era un ette
Decía que era un arhuaco
Su lugar estaba en la Sierra y no en las Llanuras
Lo trataba así porque tenía el pelo largo
Por la mañana fui a su casa
Lo visité y tomamos café
También le corté el pelo
Yauu quería que yo hiciera eso...”
(Samuel Granados Ogwerisu Kraanti, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Sueño 24
“...Sueño con ganado
Con toros valientes que me persiguen
Y me toca subirme a los árboles
Pero no me aguantan y se doblan
Y me toca volver a correr
340
Sueños y relatos
Otras veces voy caminando y aparece
Mucho ganado está en frente de mí
Trató de saltar las cercas y esconderme
Y ahí quedarme aterrorizado viéndolo correr
Muy pocas veces la vaca no es valiente
A veces se acerca y no hace nada...”
(Samuel Granados Ogwerisu Kraanti, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Sueño 25
“... Soñé con mujeres
Las mujeres eran todas ancianas
Cantaban y bailaban
Iban en círculos y volvían
Me decían que por qué no bailaba
Me decían que tenía que bailar
“¡Tú tienes que bailar!”
“¡A ti te enseñamos a bailar!”
Había que bailar para que llegara el viento y las lluvias
Cuando desperté hablé con la gente
Organicé baile
Después hubo ceremonia...”
(Ana Luz Jiménez, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Sueño 26
“... Del otro lado vi a mi esposa
Era igual a ella pero no hablaba
Estaba parada y barrigona
Parecía como preñada
Por eso este año no me va a llegar ningún hijo
Quién sabe
O de pronto el mes que viene...”
(Víctor Manuel Carmona Biicho, Narakajmanta, septiembre de 2003)
341
Juan Camilo Niño Vargas
Sueño 27
“... Los sueños siempre son al revés
Todo lo que veas en sueño es al revés
Nada en el sueño es como es
Todo es al contrario
El hijo que espero es una mujer
He soñado ya dos veces que estoy pariendo un hijo hombre
Por eso la hija es mujer
Cuando uno sueño con hombre entonces es mujer
María me dijo lo mismo
Así me pasó con los de antes...”
(Kelly Johanna Gamarra Jaanita, Narakajamanta, agosto de 2003)
Sueño 28
“... Eso me lo mostraron en sueños
No sabía cómo hacerle un vestido a Yaaututusu
Era muy pequeño y no sabía cómo hacer
Y entonces me mostraron la puntada en sueños
Una mujer tomaba algodón entre sus manos
Empezaba a tejer
Y hacía todo lo que yo no había podido hacer
Todo se veía claro
Cuando me desperté entonces lo hice
Mi hombre se alegró
Él me había pedido que lo hiciera
Quedó bien
Era un buen sueño...”
(Rosa Pedroza Siiñorosu, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Sueño 29
“... Anoche a mí y a mi hermano nos perseguía un toro
Era grande y valiente
342
Sueños y relatos
Tratábamos de escondernos pero siempre nos alcanzaba
Saltaba cercas y se volaba potreros
Entonces nos metimos a un jagüey
Fuimos hasta el centro nadando
El toro paraba y bramaba
Cogía impulso y se metía al agua
Ya no podíamos más
Llorábamos y gritábamos
Por fin desperté...”
(Sandra Milena Mendinueta Tuukutuuka, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Sueño 30
“... Del otro lado vi ganado
Fue un sueño malo
Ganado blanco, rojo y fuerte
Con piernas y cuernos grandes
En medio había un toro negro con los cuernos para arriba
Todos empezaban a correr
Sentí miedo
Salté cercas y corrí por los potreros
Pero no podía escapar
El toro no me perdía
Bramaba y babeaba y no dejaba de correr
Ya me iba a alcanzar pero desperté
Estaba empapada de lágrimas
Soñé con ganado
Los días siguientes hubo mucho viento y vendaval
No dejó de soplar duro por las noches
El techo se movía
Se quebró el maíz de la roza
El viento era fuerte y bravo
Así como pasaba en el sueño...”
(Katherine Mendinueta Iijita, Ette Butteriya, octubre de 2003)
343
Juan Camilo Niño Vargas
Sueño 31
“... Anoche soñé
Salí y mi cabeza empezó a caminar
Veía avionetas
Cruzaban el cielo
Cada vez volaban más cerca
Entonces me asusté
Me escondí en una casa oscura
Cuando me di cuenta estaba llena de niños recién nacidos
Estaban desnudos y pegajosos
No habían tocado el agua
Todos lloraban...
... Ahora me dicen que debo buscar armadillo...”
(Maria Teresa Sanchez Yoolika, Narakajmanta, septiembre 2003)
Sueño 32
“... Una vez soñé
Soñé con culebra
Era un sueño malo, no servía
Del ese lado estaba sentado en la hamaca
Descalzo
Con los pies en el aire
Era de día y no había nada en el piso
Todo estaba claro
Entonces descolgué el brazo
Y sentí un dolor en los dedos
Mi mano estaba llena de sangre
Al fondo una culebra se deslizaba por el piso
Sólo le vi la cola
Nada más
Se fue muy rápido y desapareció
Ese día fui a la roza y me corté
Había visto culebra y no me quedé en casa
Era un sueño malo y no me importó
344
Sueños y relatos
Por eso me corté en la mano con el machete
El dedo me quedó lleno de sangre
El sueño se cumplió...”
(Jairo Antonio Neira, Narakajmanta, diciembre 2003)
Sueño 33
“... Anoche mi hija soñó
Soñó que zancudos la molestaban
Se paraban en sus brazos y en su pecho
Sacaban sangre y dejaban la piel hinchada
No la dejaban de molestar
Entonces los cogía entre los dedos y las uñas para reventarlos
Todas sus manos quedaban llenas de sangre
No es un sueño bueno
La sangre no es buena
La sangre viene con la muerte
Puede ser que vea sangre en estos días
Algo que nadie quiere ver
Por eso no debe salir mucho
Debe estarse en la casa y el fogón
Pero también puede dañársele la piel
O enfermarse
Sufrir por fiebre y calenturas
Hay que tratar de darle agua limpia y comida buena
Hacerle baños con weeriya ittiya
Buscar yeere’yeere para la piel...”
(Benjamín Jiménez, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Sueño 34
“... También he soñado
Una mujer me abrazaba
Ella era una anciana
Me tomaba del brazo
Y me abrazaba
345
Juan Camilo Niño Vargas
No había viento ni vendaval
Sólo brisa fresca
No hacía ni calor ni frío
Todo estaba bien
Ella era Numirinta
Quiere que le hablemos
Quiere que las mujeres le hablen
Y que los hombres también lo hagan
Así hay que hacer
Ella es nuestra madre...”
(Gerardo Granados, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Sueño 35
“... Soñé que el mundo quería acabarse
Me mostraron que el mundo quería acabarse
Había sangre y estaba oscuro
Había mucha gente corriendo
La tierra se caía y me tocaba correr
El suelo se movía y se venía para abajo
Me perseguía
Y ruido por todos lados
La tierra crujía y tronaban relámpagos
No fue la primera vez que soñé eso
Noches antes había candela del otro lado
Todo se quemaba y tocaba correr
Esconderse donde pudiera
Daba mucho miedo
Me sentía triste y miserable
El fuego acababa todo
El viento acababa todo
Todo estaba destruido
Las casas, la roza, el maíz, los animales, la tierra
A uno le tocaba correr con la familia para no quemarse
Mucho trueno y mucho relámpago
346
Sueños y relatos
Era el fin del mundo
Yaau quería acabar el mundo
Mucha violencia por esta tierra
Mucha sangre manchando a Narakajmanta
Había que hacer ceremonia porque el mundo se iba a acabar
Los ette kooronda estaban apurando para bajar
Eso iba a pasar
Tocaba rezar y hacer ceremonia...
... Pero pasaban cosas
Yaau nos hablaba
Le hablábamos y él nos hablaba
Le hablaba a un anciano una noche
Y después le hablaba otro
Y después todos hablábamos
Y así...
... A mí me dijo que estuviera tranquilo
Que el único que sabía el fin de la Tierra era él
Que los waacha no sabían de eso
Y que por ahora él no quería acabar la Tierra
Pero para eso había que rezar
Había que limpiar a Narakajmanta
Había que hablar mucho con él
Había que celebrar ceremonia...”
(Pablo Masías Yaaude Kraanti, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Sueño 36
“... Así soñé
Del otro lado mataron una res
Ella no quería
La trajeron arrastrada
Primero con un machete pero no pudieron
Vinieron varios hombres con rulas pero tampoco pudieron
La sangre se derramaba por el suelo y ensuciaba a todos
Por fin se murió la res
Quedaba tendida en el piso
Moviéndose
347
Juan Camilo Niño Vargas
Ahora tengo miedo
No sé ni lo que va a pasar
Es un sueño malo
Los mayores dicen que no trae nada bueno
Tanta sangre no es buena...”
(Mujer ette, Issa Oristunna, noviembre de 2003)
Sueño 37
“... Así fue el sueño
Sacrificaban ganado
Los hombres y sus cuchillos estaban al lado de mi casa
Le daban en el cuello y brotaba sangre por montones
Estaban repartiendo carne
La sangre no dejaba de salir
Se regaba por todo el suelo
Todo estaba manchado de rojo
A mí me tocaron dos pedazos grandes
Los cogí y los llevé a la casa
Los cargué como pude
Uno en cada brazo caminando
Cuando llegué estaba llena de sangre
La carne había desaparecido
Sólo estaba yo manchada de sangre
Toda mi ropa estaba sucia
Traté de limpiarme pero no pude
Me desperté asustada
Me sentía desgraciada
A los tres días me mataron a dos de mi familia
Por cada pedazo mataron a dos personas
Los mataron
Soñar con ganado es malo
Así soñaron la otra vez y pasó lo mismo
No trae nada bueno...”
(Anciana ette, Issa Oristunna, noviembre de 2003)
348
Fórmulas para la interpretación onírica
C. Fórmulas para la interpretación onírica
Motivo Onírico
Expresión en la vigilia
1
Alumbramiento
Muerte
2
Alacranes (verlos)
Peligro de fiebres y calenturas
3
Alacranes (ser atacados por ellos)
Sufrir fiebres y calenturas
4
Alacranes (atacando a una
persona)
Una persona contraerá fiebres y
calenturas
5
Avispas (verlas)
Enfermedad
6
Avispas (ser atacados por ellas)
El
soñante se enfermará
7
Avispas (atacando a una persona)
Una persona se enfermará
8
Babilla
Lluvia
9
Babilla con crías
Lluvias abundantes
10
Baile
Viento
11
Barbas y bigotes
Waacha
12
Bollos de maíz (consumirlos)
Concepción de un hijo varón
13
Bienparado (verlo)
Agresión inesperada
14
Bienparado (ser atacado por él)
El soñante será asesinado
inesperadamente
15
Bienparado (ataca a otra persona)
Una persona será asesinada
inesperadamente
16
Búho
Muerte
17
Burro
Danta
18
Cadáver
Muerte
19
Café (beber)
Entierro de una persona extraña
20
Café (ofrecer)
Entierro de un familiar
21
Calvicie
Waacha
22
Campero (subirse en él)
Muerte
23
Campero (una persona
dentro de él)
Una persona morirá
24
Camión
Muerte
25
Canas (en la cabeza de un ette)
Waacha
26
Carrao cantando
Lluvias
27
Carrao muerto
Sequía
349
Juan Camilo Niño Vargas
Motivo Onírico
Expresión en la vigilia
28
Casa (construir)
Muerte
29
Casa (entrar)
Muerte
30
Casa (salir)
Nacimiento
31
Casa con niños adentro
Concepción
32
Casa con niño adentro
Concepción de un varón
33
Casa con niña adentro
Concepción de una mujer
34
Cavar un hueco (el soñante)
Entierro
35
Cavar un hueco (un familiar)
Entierro del soñante
36
Ceiba florecida
Cosecha de maíz
37
Ceiba Marchita
Pérdida de la cosecha de maíz
38
Ceremonia
Funeral
39
Chicha
Lluvias
40
Chicha derramada
Vendaval
41
Chicha (en vasijas)
Entierro
42
Cinturón de Orión en el saliente
Verano
43
Cinturón de Orión en el poniente
Fin del verano
44
Coito
Mordedura de ofidios
45
Coito con una persona atractiva
Enfermedad
46
Comida (prepararla)
Entierro de un familiar
47
Comida (consumir)
Entierro de una persona
48
Construcción de cercas o casas
Muerte
49
Conejo
Guartinaja
50
Diente
Familiar
51
Dientes flojos del lado izquierdo
Un familiar materno se
enfermará
52
Dientes flojos del lado derecho
Un familiar paterno se enfermará
53
Dientes caídos del lado izquierdo
Muerte de familiares maternos
54
Dientes caídos del lado derecho
Muerte de familiares paterno
55
Eclipse
Ciclo destructivo
56
Espinas
Enfermedad
57
Faldas
Brisas
58
Faldas de algodón
Brisas
350
Fórmulas para la interpretación onírica
Motivo Onírico
Expresión en la vigilia
59
Flechas
Enfermedad
60
Flechas (hieren al soñante)
El soñante se enfermará
61
Flechas (hieren a una persona)
Una persona se enfermará
62
Fuego
Fiebres y calenturas
63
Fuego
Graves fiebres y calenturas
64
Ganado
Viento
65
Ganado en movimiento
Vientos fuertes
66
Ganado persiguiendo al soñante
Vendaval
67
Genitales
Ofidios
68
Grillo cantando
Ofidios
69
Guacamayas (cantando)
Agresión
70
Guacamayas (agrediendo)
El soñante morirá
71
Guacamayas (agrediendo a otro)
Una persona morirá
72
Hamaca
Oso hormiguero
73
Heridas
Enfermedad
74
Heridas (en el cuerpo del soñante)
El soñante se enfermará
75
Heridas (en el cuerpo de una
persona)
Una persona se enfermará
76
Hormigas negras
Muerte de un allegado
77
Hormigas negras en la residencia
Muerte de un familiar
78
Incendio
Ciclo destructivo
79
Incesto
Ofidios
80
Inundación
Ciclo destructivo
81
Jaguar (sentirlo)
Presencia de grupos armados
82
Jaguar (verlo)
Encuentro con grupos armados
83
Jaguar (rugidos)
Agresión verbal por grupos
armados
84
Jaguar (ser agredido por él)
Agresión física por grupos
armados
85
Lágrimas
Llovizna
86
Manantial (verlo)
Accidente
87
Manantial (caer en él)
Accidente mortal
88
Marimondas (oírlas)
Presencia de grupos armados
351
Juan Camilo Niño Vargas
Motivo Onírico
Expresión en la vigilia
89
Marimondas (verlas)
Encuentro con grupos armados
90
Marimondas
(ser agredido por ellas)
Agresión por grupos armados
91
Mariposas (volando)
Brisas
92
Mariposas amarillas
Abundante cosecha de maíz
93
Miel (verla)
Gripe
94
Miel (tomarla)
El soñante contraerá gripa
97
Miel (una persona la toma)
Una persona contraerá gripa
96
Meteoros
Ofidios
97
Muerte del soñante
Enfermedad
98
Niños recién nacidos
Cacería de armadillo
99
Nadar
Fiebre
100
Nadar (el soñante)
El soñante se enfermará
101
Nadar (una persona lo hace)
Una persona se enfermará
102
Ofidios (verlos)
Enfermedad
103
Ofidios (ser atacado por ellos)
El soñante se enfermará
104
Ofidios (ataca a una persona)
Una persona se enfermará
105
Panal de abejas
Consanguíneos y afines
106
Panal destruido
Muerte de consanguíneos y
afines
107
Papaya
Fiebres
108
Papaya (consumirla)
El soñante se enfermará
109
Peces muertos
Epidemia
110
Pene (soñante femenino)
Encuentro con un ofidio
111
Pene erecto (soñante femenino)
Agresión por parte de un ofidio
112
Pene (penetración)
Muerte a causa de un ofidio
113
Perro extraviado
Hijo en problemas
114
Puente
Viaje
115
Río
Viaje
116
Río (nadar en él)
Enfermedad
117
Río (salir de él)
Salud
118
Sangre
Muerte
119
Ron
Enfermedad
352
Fórmulas para la interpretación onírica
Motivo Onírico
Expresión en la vigilia
120
Ron (el soñante lo toma)
El soñante se enfermará
121
Ron (persona tomándolo)
Una persona se enfermará
122
Tambor
Babilla
123
Tambor (una persona tocándolo)
Lluvias
124
Toro
Viento
125
Toro agresivo
Viento destructivo
126
Truenos
Ciclo destructivo
127
Viaje a una tierra desconocida
Muerte
128
Vientos
Ciclo destructivo
129
Temblores
Ciclo destructivo
130
Vagina (soñante masculino)
Encuentro con un ofidio
131
Vagina abierta (soñante masculino)
Agresión por parte de un ofidio
132
Vagina (penetración)
Muerte a causa de un ofidio
132
Yuca
Babilla
134
Zainos
Agresión por parte de un grupo
135
Zorros
Robos
353
Juan Camilo Niño Vargas
D. Identidades zoológicas, botánicas y astronómicas
1. Identidades zoológicas
Nombre común
Nombre ette
Nombre científico
Ardilla
Kuita
-
Armadillo
Lutti’ / Laakra kooro
Dasypus novemcincus
Babilla
Soog / Kuumbri
Caiman crocodilus
Bienparado /
Mirapalcielo
Gau
Nyctibus grandis
Carrao
Kreeu / Kreeo
Aramus guaruna
Conejo
Tiiu / Tiiyo / Koonewa
Sylvilagus floridanus
Danta
Kajburu
Tapirus terrestris
Gallinazo / Golero
Ussu’ussu / Goolero
Coragyps atratus
Guacamaya
Kwakra
Ara chloroptera
Jaguar / Tigre
Jo’ / Royamanta / Sinkri
Panthera onca
Lechuza
Rukku
Bubo sp.
Mapaná / Talla equis
Buttu
Botrox asper
Marimonda negra
Kaaramoniya
Ateles fusciceps
Morrocoyo
Magkua / Mankua
Geochelone carbonaria
Mapurito
Tuunija
Galictis vittata
Ñeque
Munti
Dasyprocta rubrata
Oso hormiguero
Ro’ro / Duti’
Myrmecophaga tridactila
Paca / Guartinaja
Biiyo / Rukua
Agouti paca
Perezoso
Deebri
Bradypus variegatus
Puma
Paapakra
Felis onca
Rey gallinazo
Guaggabrintalaakra
Sarcorhamphus papa
Tigrillo
Ga’pana
Felis pardalis
Tingua
Tiigkwa
Porphyrula martinica
Zaino
Saajino / Reesa ennaka
Tayassu tajacu
Zorro
Wiikra
Cerdocyon thous
354
Identidades zoológicas, botánicas y astronómicas
2. Identidades botánicas
Nombre común
Nombre ette
Nombre científico
Achiote / Bija
Kroo’ri
Bixa orellana
Ceiba / Bonga
Ikka
Ceiba pentandria
Gran plateado
Weeriya ittiya
-
Santa cruz
Tuggati
Cnidoscolus longipes
?
Yeere’yeere
Cissus sicyoides l.
3. Identidades astronómicas
Nombre regional
Nombre ette
Nombre común
Sol
Penari torosu
Sol
Luna
Mamasu
Luna
Vía Láctea
Sa’sari jii
Vía láctea
Tres Marías
Soowenda kuura / kuura
Cinturón de Orión
355
Juan Camilo Niño Vargas
E. Glosario
bej: “bueno” y “útil”.
bej ooyoriya: “buen sueño”, “sueño que sirve”.
braateriya: reunión ordinaria.
braateriya kraawi: reunión ceremonial.
bujmipitta: imagen onírica de una persona muerta.
bujmissala: imagen onírica de una persona viva.
butteriya: “pensamiento”. Principal facultad intelectual del individuo.
Ella: “cuerpo”.
Eggatta: “carne”.
ette: “gente”. Forma en que los ette frecuentemente se denominan a ellos mismos
y a otras poblaciones indígenas.
Ette Butteriya: Nombre de una parcialidad del resguardo ette. Literalmente
“Pensamiento ette”.
ette chorinda: “gente antigua”. Pueblo mítico que precedió a los ette.
ette ennaka: “verdadera gente”. Etnónimo con el que los ette se diferencian de
otras poblaciones de origen amerindio.
ette ejkongrate: “la otra gente”. Etnónimo con el que los ette designan a otras
poblaciones de origen americano.
ette ejkongrate taara: lengua de las otras poblaciones amerindias.
ette kooronda: literalmente “la gente con caparazón”. Pueblo mítico que habita en
una región cósmica superior.
ette taara: forma como los ette se refieren a su lengua.
ette takke: “gente nueva”. Etnónimo con el que los ette se diferencian de
poblaciones pretéritas.
inni: “aquí”. Deíctico espacial empleado para designar espacios cercanos y visibles
al locutor.
inninikki: “de este lado”, “del lado de acá”. Deíctico espacial empleado para
designar espacios cercanos y visibles al locutor.
356
Glosario
Issa Oristunna: principal parcialidad del resguardo ette. Su significado encierra
la idea de “nueva esperanza”.
jaakra: “cabeza”. En ciertas ocasiones se utiliza como sinónimo de butteriya.
jaatinikki: “del lado de arriba”. Deíctico especial empleado para referirse a niveles
no ordinarios de existencia y aprehensión de lo real.
jo’: “tigre”. Nombre con el cual se designa al jaguar.
Jo’ Pukkru: “cacique tigre”. Dueño mítico de las enfermedades.
kii: “sangre”.
kiikra: “huesos”.
kiiri: “fiera”. Expresión empleada para referirse a animales y criaturas peligrosas
para el hombre.
kiirikragga: “animales”. Expresión empleada para referirse a las aves, los animales
domésticos y las presas de caza.
kii’ro: expresión con la que se designa tanto al trabajo en los cultivos como al
oficio ceremonial.
kraanti: “jefe” o “cacique”. Persona que ejerce una autoridad respaldada por su
prestigio y sabiduría.
kraawisaka: persona que desconoce el uso de plantas medicinales y ensalmos,
pero se desempeña bien en el oficio ritual.
kwajtuggua: visión privativa de los especialistas médicos y religiosos.
Narakajmanta: Deidad femenina asociada a la tierra. Literalmente “Nuestra
madre”. No se distingue de Yunari Kraari.
Narakajmanta: Parcialidad del resguardo ubicada en la estribaciones noroccidentales de la Sierra Nevada de Santa Marta.
nikki: deíctico especial empleado para referirse a espacios y objetos fuera del
alcance de la vista del locutor.
ninnanikki: “del otro lado”. Deíctico especial empleado para referirse a niveles no
ordinarios de existencia y aprehensión de lo real.
noonikki: “del lado de allá”. Deíctico especial empleado para referirse a niveles no
ordinarios de existencia y aprehensión de lo real.
357
Juan Camilo Niño Vargas
Numirinta: Entidad sobrenatural femenina. Contraparte de Yaau. En algunas
ocasiones no se distingue de Yunari Kraari.
ooyori: “soñar”.
ooyoriya: “sueño”.
penarikwi: “ancianos”. La expresión se utiliza actualmente para designar al
Consejo de Ancianos que hace parte de la organización administrativa del
resguardo.
pukkru: antiguos líderes asociados a la guerra.
saara: “dormir”.
Sowenda Kura: uno o los tres cuerpos que conforman el Cinturón de Orión.
taara: capacidad de hablar.
takke: “nuevo”, “renovado”, “joven”, “fresco”.
takwajtuggua: especialista médico y religioso ette.
too: principal componente anímico del individuo.
waacha: persona no indígena.
waacha taara: lengua de los waacha.
wiisawi: “manantial”. Con este término se designa a algunas fuentes de agua
salada y dulce, a los monstruos míticos que habitan en ellas y, por fin, a los
dueños sobrenaturales de esas criaturas.
yaame: “malo”, “nocivo”.
yaame ooyoriya: “mal sueño”, “sueño nocivo”.
Yaau: “Padre”. Principal entidad sobrenatural masculina ette.
yaaula: literalmente “en Yaau”.
yaaulanikki: literalmente “en el lado de Yaau”. Nivel de realidad no ordinario
reservado a entidades sobrenaturales.
Yaggasu Grutari Kraari: según algunos informantes, el verdadero nombre de
Yauu.
Yunari Kraari: “Gran Anciana”. Deidad femenina ette asociada a la tierra.
Yungwirinta: Otra denominación para Numirinta.
yuwari ooyoriya: “sueño confuso”.
358
Este libro se terminó de imprimir,
en septiembre de 2007,
en la planta industrial de Legis S.A.
Av. Calle 26 n. 82-70 Teléfono: 4 25 52 55
Apartado Aéreo 98888
Bogotá, D.C. - Colombia
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