Griguol, Luciano F. y otros

Anuncio
Citar Lexis Nº 70019733
Tribunal: C. Nac. Casación Penal, sala 1ª
Fecha:
17/02/1999
Partes:
Griguol, Luciano F.
PROCESO PENAL (Instrucción) - Medios de investigación y prueba - Reconocimientos - Personas Víctima individualizada
ONLFUL
Buenos Aires, febrero 17 de 1999.
1ª-. ¿Se encuentra debidamente motivada la sentencia venida en recurso respecto de los
temas que han originado los agravios admitidos a fs. 1001/1002?
2ª.- ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar?
1ª cuestión.- Los Dres. Catucci, Rodríguez Basavilbaso y Bisordi dijeron:
a) La sentencia cuyos fundamentos obran a fs. 665/690 ha recreado históricamente el hecho
objeto del proceso del siguiente modo: "... el 1/7/1995, en horas de la madrugada, en las
calles Olazábal y Moldes de esta ciudad, un grupo numeroso de personas, entre las que se
encontraban Andrés P. Paszkowski, Luciano F. Griguol y Orlando R. Romero da Silva,
agredieron a Claudio A. Salgueiro, provocándole lesiones de las contempladas en el art. 90
Ver Texto del CPen..."; "... que la agresión que sufrió Salgueiro en las señaladas
circunstancias estuvo motivada durante todo su desarrollo por un evidente odio racial o
religioso, fundado en la supuesta calidad de judío que le atribuyeron a la víctima..."; que la
agresión se produjo en circunstancias en que Salgueiro se dirigía, con el fin de adquirir
cigarrillos, al kiosco ubicado en la esquina de Olazábal y Moldes; que "... antes de llegar al
comercio indicado fue insultado por un sujeto vestido con ropa de color negro, que tenía la
cabeza rapada y colgada del pecho una cruz similar a la nazi, que caminaba junto a dos
mujeres, en la misma dirección; éste escupió cerca de sus pies a la vez que
provocativamente le dijo: ' ¿qué mirás?, judío de mierda'. Al llegar Salgueiro al kiosco, donde
ya estaban las dos mujeres y el sujeto vestido de negro, éste nuevamente le dijo ' judío de
mierda, te voy a matar, judío apestoso, ustedes no merecen estar vivos'"; que prosiguieron
los insultos pese a las instancias de la víctima en el sentido de que cesara de molestarlo, al
mismo tiempo que el aludido sujeto le advertía que se estaba metiendo con un "skinhead";
que enseguida "... el sujeto de cabeza rapada le arrojó un golpe a Salgueiro, trabándose en
lucha, cayéndose ambos al suelo, oportunidad en que las dos mujeres que acompañaban al
que vestía de negro corrieron en dirección a la plaza. Separados ambos contendientes por
conocidos de Salgueiro, el agresor continuó gritando ' muerte a los stones, muerte a los
rockeros y a los judíos; un skinhead aguantó con tres', agregando ' muerte a los bolivianos, a
los peruanos y a los paraguayos'"; que después "... llegaron corriendo por la calle Olazábal
entre quince y veinte jóvenes que llevaban un atuendo similar al primero, esto es camperas
negras, cabezas rapadas o pelo muy corto, algunos con ropa camuflada y cruces esvásticas,
ante lo cual Salgueiro y sus acompañantes trataron de huir. Pese a ello, el denunciante no
logró hacerlo, siendo arrinconado contra la puerta de un garaje, al tiempo que los integrantes
del grupo gritaban ' heil, heil, heil...' y lo insultaban por su condición de judío. En esas
circunstancias lo tiraron al piso y comenzaron a patearlo y a aplicarle golpes de todo tipo;
uno de ellos sugirió a sus compañeros que buscasen combustible para quemarlo
La determinación de hechos relacionada precedentemente dice hallar sustento en la
declaración de Salgueiro durante el debate y también en las rendidas en los juzgados de
instrucción, introducidas en el juicio mediante preguntas que se le formularon sobre esos
dichos; en la declaración testimonial del empleado del kiosco aludido, Rodrigo L. Poso; en la
que al mismo tenor prestó ante la prevención y la instrucción Ana M. Becce -dueña del
mencionado comercio-; en la declaración testifical de Eugenio A. Zadorecky, médico del
hospital donde fue atendido Salgueiro; en el testimonio de José L. Lupi -médico forense de la
justicia nacional-; en el informe médico legista practicado cuatro días después del hecho en la
Seccional 33ª (fs. 10/11); en la copia de la historia clínica hospitalaria de fs. 61/ 66; en el
peritaje médico de fs. 117/118 y en las vistas fotográficas de fs. 105 que ilustran sobre el
aspecto físico de la víctima durante su internación.
b) De la lectura de lo que la sentencia refiere acerca de lo que los testigos habrían dicho en el
debate, así como de la de piezas escritas que el mismo fallo tuvo en cuenta por haber sido
1
incorporadas por lectura al juicio, y de otras del mismo tenor que según el acta de debate
también ingresaron al contradictorio por la misma vía -y que el fallo no tuvo en cuenta-, es
posible afirmar que el relato de los hechos es, cuando menos, parcialmente inexacto. Esta
inexactitud -producto de defectos en la apreciación crítica de la prueba, tanto por su
interpretación como por la omisión de circunstancias relevantes- tiene en el caso -como se
verá más adelante- importancia decisiva en la determinación de la responsabilidad penal que
el pronunciamiento ha adjudicado a los tres acusados.
En efecto, los jueces remiten a lo que declaró la víctima ante ellos pero no consignan cuáles
fueron sus dichos. También envían a sus declaraciones instructorias, lo que importa la
remisión a sus manifestaciones prevencionales que en aquella sede ratificó. Si se lee el acta
que contiene estas últimas (fs. 7/9) se advierte que Salgueiro sostiene que el incidente se
originó cuando una persona comenzó a insultarlo por su presunta condición de judío pertenencia de raza que no le corresponde, lo que hizo conocer a su agresor, pese a lo cual
éste insistió en atribuirle esa condición- y que prosiguió con un intento de agresión física que
pudo evitar mediante una maniobra de esquive, la que a su vez aprovechó para responder en
este último terreno propinándole una cabezazo a su antagonista, el que hizo impacto en su
nariz, e inmediatamente un rodillazo en los testículos que lo hizo inclinarse, y algunos golpes
en la cabeza. Después de ello se trabó en lucha con su ofensor verbal, cayeron ambos al piso
donde continuaron forcejeando, y en ese momento se arrimaron a la escena dos amigos -uno
de ellos al que conoce como Jean Paul, aunque dijo poder ubicar a ambos- quienes
observaron todo lo ocurrido. De seguido, los dos contendientes se incorporaron y su agresor
renovó sus injurias imprecando la muerte de "stones, roqueros y judíos" a la vez que
reivindicaba haber podido con tres de ellos. Poco antes, las mujeres que acompañaban al
individuo mencionado habían salido corriendo por Moldes en dirección a Mendoza.
A la luz de esta versión no se advierte cómo racionalmente puede adquirirse certeza acerca
de que el extravagante personaje provocador de la riña primigenia hubiese tenido por móvil
el que el fallo consigna. Pero aun cuando ello pudiese ser admitido, menos razonable se
presenta transmitir o extender ese propósito a los otros individuos -entre los que la sentencia
incluye a los procesados- que, a evidente instancia de las mujeres, concurrieron al lugar en
apoyo de aquél que peleaba en inferioridad numérica. Y ello puesto que de ningún pasaje de
la declaración de Salgueiro en sede policial resulta que los que se sumaron a la reyerta
hubiesen actuado porque Salgueiro era judío, "stone", roquero, boliviano, peruano,
paraguayo, etc., etc. Si esto es así, lógico es inferir, a tenor del primer relato de la víctima,
que pretendían defender y vengar a uno del grupo al que aparentemente todos pertenecían,
y que actuaban de ese modo cualquiera que hubiese sido la raza o religión de aquél a quien
se proponían atacar.
Si se tiene en cuenta la segunda de las versiones del damnificado -la vertida en la declaración
prestada ante la magistrada instructora a fs. 106/109- tampoco es posible llegar a una
conclusión distinta de la que se acaba de exponer. Y esto es así porque en el acto de
referencia Salgueiro dice haber reaccionado por insultos que el presunto "skinhead" había
inferido a su madre -dato que no se compadece con el móvil que presuntamente, según el
fallo, lo habría guiado-, que su agresor se encontraba "bastante alterado" y que "... en ese
momento, todo el mundo era judío para él", frase elocuentemente reveladora de que no fue
esa calidad el móvil de la provocación inicial. Esta aseveración se refuerza cuando alude a
que el individuo vociferaba "muerte a los stones, muerte a los roqueros y a los judíos. Un
skinhead aguantó con tres", puesto que no permite saber si atacaba a Salgueiro porque
pertenecía a la banda de los "stones", porque era un roquero o por una pertenencia racial.
Pero además y en punto al propósito de los que se sumaron a la verdadera agresión física
posterior, la conclusión adelantada más arriba no se ve alterada sino, antes al contrario,
confirmada por esta segunda versión de Salgueiro, según la cual "los referidos estaban
haciendo como una payasada y decían: ' hy, Hitler, viva el Fürer y muerte a todos'". Si estas
manifestaciones obedecían a una "payasada", mayor rigor tiene concluir en que la raza o la
religión de la víctima no fueron el objeto de la provocación y el ulterior ataque.
Ello no obstante, hay una tercera versión de la víctima -producida en una ampliación
instructoria de su declaración testimonial a fs. 215/216- que resulta contradictoria con las
anteriores en el punto que se viene tratando. En la oportunidad de referencia -llamativa e
inmediatamente anterior al procesamiento de los imputados y a la declaración de
incompetencia del fuero común, precisamente en virtud de haber cargado a su cuenta la
agravante del art. 2 Ver Texto de la ley 23592 y después de haber fracasado una declaración
anterior en el mismo sentido- el denunciante hace fundamental hincapié en que Paszkowski le
aplicó todo tipo de golpes e insultos discriminatorios como ser "judío hijo de puta" y otros
similares. Además aprovecha la ocasión para formular imputaciones similares a los
coprocesados Romero da Silva y Griguol tanto en lo referente a la agresión física como a la
verbal. Y como si no fuese suficiente ello para asegurar la prueba del extremo, dice
textualmente: "... que la golpiza que recibió fue producto de que estas personas y otras más,
aún no individualizadas, consideraron que el dicente era judío y de allí en más reaccionaron
discriminatoriamente". A un buen lector no le puede pasar inadvertido que este énfasis, acaso
2
extemporáneo, bien pudo ser inducido u orientado a apuntalar el desplazamiento de la causa
al fuero de excepción de cuya procedencia la jueza de instrucción parecía estar convencida
desde mucho antes (no así su tribunal de alzada, que a fs. 179 aclaró "que la calificación de
prematura de la resolución por la cual la Sra. jueza de instrucción declinó competencia en
favor del fuero federal, se sustenta en la ausencia de elementos objetivos que permitan
acreditar en autos la existencia de una conducta discriminatoria en perjuicio del lesionado").
Pero sea como fuere, en esta última la víctima se manifiesta asertivamente respecto de un
punto que aparece absolutamente desdibujado en las dos versiones más cercanas a la
ocurrencia del hecho. No se comprende, entonces, cómo el pronunciamiento puesto en crisis
no se hizo cargo de tamaña contradicción, hubiese desestimado el interés natural de la
víctima en el resultado del proceso y tomado a pie juntillas uno de los relatos que ni siquiera
se corrobora adecuadamente con lo declarado por la dueña del kiosco y por su ayudante.
Esto es así, porque este último -Rodrigo L. Poso- dijo haber visto una pelea entre el "gallego"
y un pelado que le gritaba insistentemente "judío sucio" o algo así, mientras las chicas que
acompañaban a este personaje salían corriendo; y que momentos más tarde llegó un grupo
de jóvenes vestidos con ropa negra, campera de cuero con tachas y borceguíes quienes
maldecían a los judíos y le pegaron reiteradamente al "gallego". La propietaria del negocio,
Ana M. Becce, sólo vio -no muy bien debido a la oscuridad- que unos quince individuos le
propinaban golpes de puño a otro. Ante ello fue a buscar al policía que habitualmente está de
consigna en una sinagoga cercana, el que le prometió acudir al lugar del hecho, dato éste que
no fue investigado en el proceso. Además, señaló esta testigo que la persona golpeada
pertenecía al grupo de los "stones" mientras los agresores eran "skinhead", atendiendo a su
atuendo; y finalmente afirmó no haber escuchado los gritos anteriores a la pelea. En el
juzgado de instrucción ratificó esta versión en sede policial y al ser preguntada acerca de si
los agresores profirieron insultos o frases con contenido racial sólo refirió, con duda, que le
decían "judío o gallego de mierda".
Por fin, tampoco parece que pudiera haber inducido en error a los agresores el aspecto físico
o la vestimenta de la víctima. Por más que no existe una determinada morfología que
distinga indudablemente a un individuo como perteneciente a la raza judía, en cuanto a la
indumentaria de Salgueiro, éste a fs. 106/109, afirma que era "normal", pues vestía jeans,
botas negras, sweater, campera polar con colores predominantes en amarillo y naranja, y un
gorrito de lana, a la vez que lucía lentes recetados. Dicho atuendo, por cierto, no es eficaz
para identificar a miembros de una u otra etnia o religión. En conclusión, por tanto, el juicio
asertivo efectuado en el fallo en el sentido de que Salgueiro fue agredido en todo momento
por evidente odio racial o religioso fundado en su supuesta condición de judío no deriva
razonadamente de las pruebas tenidas en cuenta en aquél, las que, muy por el contrario,
apuntalan mucho más la hipótesis de que las expresiones antisemitas han sido más que nada
una especie de grito de guerra o insulto de común utilización por las personas que comulgan
con la ideología que los informes agregados a la causa atribuyen a los denominados
"skinheads". Con similar línea de pensamiento que la del fallo podría llegar a afirmarse que el
yerro o confusión en que habrían incurrido los agresores tanto puede referirse a la condición
supuesta de judío como a la de paraguayo, boliviano, peruano, gallego o "stone",
condiciones, también éstas, que fueron incluidas como denostatorias. Adviértase,
particularmente en lo que se refiere a la última de dichas condiciones, la de "stone", que a fs.
15/16, la testigo Becce dijo textualmente "... hace constar que el individuo que recibió la
golpiza pertenece al grupo de jóvenes denominados ' stones'; mientras que sus agresores
eran los ' skinheads'. Estos últimos visten prendas negras y se rapan la cabeza, mientras que
los ' stones'visten prendas normales...". Y al preguntársele si conocía a la víctima contestó:
"que conoce al mismo de vista, siendo integrante de los ' stones'de quien ignora nombre y
apellido
No se advierte, en suma, cómo puede descartarse, frente al cuadro probatorio reunido en el
proceso, que la agresión tuviese como causa una reyerta entre integrantes de patotas
barriales antagónicas y que fuese expresión de antiguas diferencias.
c) En cuanto a la autoría y responsabilidad penal de los acusados, el pronunciamiento
empieza por relatar los dichos del oficial de policía Gerónimo A. Molina, vertidos en la
audiencia oral, en el sentido de que ante la denuncia de un joven que había sido lesionado en
las proximidades de la plaza Noruega, se ofreció para ayudarlo. De acuerdo con su
experiencia, recordó que un grupo de "skinheads", de idénticas características a las
descriptas por Salgueiro, había agredido unos tres meses antes, en la intersección de La
Pampa y Cabildo, a tres jóvenes. Por ello sabía que se reunían en la mencionada plaza y que
luego de ese hecho y de algunas detenciones, se habían dejado crecer el pelo un poco,
"desdibujándose en sus vestimentas". Además, señaló el agente público que tales
"skinheads" se reunían en el lugar indicado los viernes y sábados por la noche y que usaban
cruces esvásticas y tachas. Expuso, además, que recorrió la zona con la víctima y que al
llegar a la plaza Noruega, donde estaba reunido un grupo de jóvenes de ambos sexos,
Salgueiro identificó únicamente a los varones, por lo que procedió a detenerlos en presencia
de dos testigos, secuestrándole a Romero da Silva una muñequera, que a su vez puede ser
usada como manopla, similar a la que usaban sus anteriormente conocidos "skinheads".
3
A partir de lo dicho, el fallo entiende que "es el testimonio de Claudio Salgueiro el que
compromete a los acusados; es por ello que debe ser examinado con especial minuciosidad".
Después de referirse al sistema probatorio vigente, en el que incluye el principio de la libertad
de la prueba, el tribunal señala que "a lo largo de todo el proceso, no ha advertido -ni fue
acreditado por las partes- que Salgueiro hubiese depuesto influenciado por algún interés
personal. Si bien no se produjo prueba en el sentido expuesto, revela la ausencia de
parcialidad la circunstancia de que no reconociera, pese a la posibilidad de hacerlas detener,
a las mujeres que acompañaban a los encartados, como así también que no lo hiciera
respecto de García y D'Alessandro...".
Una vez que hubo pasado revista de la opinión de varios doctrinarios de derecho procesal y
transcripto fallos de la C. Nac. Crim. y Corr. que admiten la capacidad testifical de la víctima
de un delito aun cuando fuese el único testigo, el tribunal inferior en grado pasó a confrontar
los dichos del denunciante con las circunstancias comprobadas en el proceso. Así -pese a que
el suboficial de policía Miguel A. Ramírez sólo recordó en la audiencia que había entrevistado
en la guardia del Hospital Pirovano a un muchacho que había sido agredido por un grupo de
jóvenes-, por haber ratificado el acta de fs. 1 en la que consta la declaración prevencional de
ese agente, los jueces se remitieron a ella y la consideraron "por demás trascendente, dado
que los datos que allí aporta son los que desarrolló Salgueiro ante la Seccional 33ª el mismo
día en que fue dado de alta. Por otra parte, el estado tanto físico como emocional en que el
nombrado se encontraba (...) llevan a descartar de plano cualquier eventualidad acerca de su
sinceridad". Vale la pena recordar que, según el acta de fs. 1, la víctima habría dicho:
"cuando transitaba por la calle Olazábal y Moldes, fue interceptado por un grupo de unos
veinte jóvenes de sexo masculino, todos ellos con la cabeza rapada, quienes decían
pertenecer al grupo conocido como los ' skinger', los que comenzaron a insultarlo con
palabras tales como judío hijo de mil putas y otros similares, para posteriormente golpearlo
en distintas partes del cuerpo".
"De ahí en más -prosigue el pronunciamiento- las declaraciones que prestara Salgueiro ante
la autoridad policial, los juzgados de instrucción y ante este tribunal, son absolutamente
coincidentes en aquellos aspectos que hacen precisamente al cuerpo del delito, no obstante,
claro está, pequeñas discordancias propias de la naturaleza humana, demostrativas, a la vez,
de la espontaneidad de sus dichos".
Acto continuo el fallo sostiene que la reglamentación de los reconocimientos en rueda de
personas (arts. 270 Ver Texto /275 Ver Texto CPPN.) no implica que el Estado deba renunciar
a la individualización de los criminales en circunstancias distintas de las previstas por dichas
normas. Esto último habría ocurrido en el caso, pues al no contar la policía con fotografías de
los integrantes del grupo denominado "skinhead", el oficial Molina, "evidenciando un
encomiable celo profesional", condujo a Salgueiro a la plaza Noruega donde el nombrado, a la
distancia, observó a un grupo compuesto por cuatro hombres y dos mujeres y reconoció sólo
a los del sexo masculino. Posteriormente, la víctima reconoció por fotografías a Paszkowski,
Griguol y Romero da Silva, no así a García pese a que "lucía un particular corte de pelo
similar al de Paszkowski; esto es rapado alrededor de la cabeza y más largo en la parte
superior".
En el párrafo siguiente, el fallo se encarga de cohonestar la falta de reconocimiento del
coprocesado D'Alessandro porque entiende que no está probado que obedeciera a amenazas
-como lo pretende la defensa oficial- sino que "bien pudo deberse en cambio, al tiempo
transcurrido entre el hecho y la fecha de los reconocimientos". Por las aludidas razones
rechazó la nulidad articulada por la defensa de Paszkowski y entendió que su agravio sólo
trasunta una cuestión relativa al valor probatorio de las diligencias.
Inmediatamente y con base en el informe oftalmológico de fs. 549/561, rechazó los
cuestionamientos defensivos relativos a la agudeza visual de la víctima. Sobre este mismo
tópico y en relación con la posibilidad de individualización de los agresores, la sentencia
admite que el sereno del garaje de apellido Arias dijo en el debate "que había un solo foco de
luz en la calle y que estaba oscuro", pero que no podía soslayarse que Salgueiro había dicho
que se había colocado de frente a sus agresores, los que gesticularon e insultaron antes de
pegarle.
Paso siguiente, el fallo defendió el valor del reconocimiento impropio efectuado por Salgueiro
en la audiencia respecto de los tres acusados; hizo hincapié en la corroboración de los dichos
del oficial Molina en cuanto al lugar de reunión de los "skinheads" en el barrio de Belgrano,
por los informes producido por el POC. y la SIDE. (fs. 400/416 y 417/425); y señaló la
cercanía entre ese sitio y el lugar del hecho, que los encartados se conocieran entre sí y
frecuentaran esa plaza pese a no domiciliarse en el barrio. Además, entendió la sentencia que
reviste fuerza presuntiva "la circunstancia de que Paszkowski hubiese dicho ante la
instrucción que conocía a García y Griguol y que el día de su detención había pasado por la
plaza Noruega con el objeto de saludarlos, lo que refuerza que éste era el lugar de
encuentro; así como la familiaridad de trato con quienes, según él, habrían participado del
4
hecho, dado que admitió conocer a D'Alessandro y haberse enterado por García de la
ocurrencia del episodio.
Respecto de Romero da Silva, la sentencia extrae -a partir de su declaración de fs. 213 en la
que dio una versión del conocimiento de los hechos mucho más rica que la de Paszkowski
aunque de la misma fuente: lo que le contó García- la conclusión de que por ser amigo de
D'Alessandro y de García, por no haber podido explicar dónde estuvo en la madrugada del
1/7/1995 y por haber sido reconocido por la víctima, tuvo participación en el hecho. Además
destacaron los jueces que el relato de este procesado no se ajusta a la actuación de fs. 1
según la cual Salgueiro fue insultado por su condición de judío; y el desconocimiento por él
manifestado acerca del grupo de los "stones" derrumba las especulaciones de la defensa de
Paszkowski tendientes a demostrar una pelea entre los integrantes de ese grupo y el de los
"skinheads". Del mismo modo pone el acento en el secuestro de la muñequera en poder de
Romero da Silva y de la cadena decomisada a García al momento de ser detenidos, así como
la detención anterior del primero de los nombrados en una causa instruida por lesiones contra
Marcos Lerche en la esquina de Ciudad de la Paz y Mendoza. Más adelante el fallo consigna
que Esteban D'Alessandro admitió, en comunicación telefónica con un programa de televisión,
su condición de "skinhead" y de haberse peleado con Salgueiro por haberlo llamado éste
"cabeza de poronga", epíteto que este último reconoció haber proferido en esa oportunidad. Y
todo ello sin perjuicio de otras circunstancias que demostrarían el conocimiento y relación
entre los acusados.
En otro capítulo vinculado al mismo tema, la sentencia, con forzados argumentos que más
adelante serán atendidos, rechaza la alegación de Paszkowski en el sentido de que en el día y
en la hora del hecho estuvo en una reunión con familiares y amigos en su domicilio. Para ello
descalificó la oportunidad en que fueron ofrecidos los testigos en ese sentido y restó crédito,
por presunta falsedad, a los familiares y amigos que abonaron la explicación del procesado. Y
en lo atinente al descargo de Romero da Silva de haber estado la noche del hecho en un bar
de la calle Ciudad de la Paz junto con su novia Karina y su amiga Paola Yablonsky, la
sentencia destacó que el único dato comprobable -el de dicha amistad- lo compromete más
porque la mencionada Yablonsky lo acompañaba el día que fue imputado de las lesiones
causadas a Marcos Lerche.
d) La policía, que conocía el hecho desde poco después de ocurrido -recuérdese que Becce,
dueña del kiosco, lo puso en conocimiento de un agente de facción en una sinagoga próxima;
y que el propio Salgueiro dijo recordar que no bien llegó al Hospital Pirovano dos vigilantes
conversaron con Poso, quien lo trasladó en su moto (fs. 106/109)-, documenta haber tomado
noticia de aquél a las nueve de la mañana del mismo día 1/4/1995, vale decir, casi seis horas
después de ocurrido, y como consecuencia de que el suboficial a cargo del móvil 237 de la
Seccional 37ª, Miguel A. Ramírez, habría sido desplazado hacia el Hospital Pirovano por el
Comando Radioeléctrico. El estado de salud de Salgueiro no le habría impedido informarse
acerca de que el nombrado había sido agredido por un numeroso grupo de "skinheads" (conf.
fs. 1). A pesar de ello, no se registra ninguna actividad perquisitiva sino hasta casi cinco días
después cuando, dada de alta la víctima, se presenta en la Seccional 33ª a las doce horas del
cinco de julio siguiente para prestar su conocida declaración testimonial de fs. 7/9. No
obstante que el oficial Gerónimo A. Molina, según lo que relató en la audiencia de debate,
conocía por propia experiencia la actividad desplegada en su jurisdicción por un grupo de
"skinheads" que tiempo antes habría agredido a tres jóvenes, sabía que el punto de reunión
de ese grupo era la plaza Noruega, que después del hecho indicado y como consecuencia de
las detenciones producidas los integrantes de ese grupo se habían dejado crecer el pelo y
"desdibujado sus vestimentas", y que los días de reunión eran los viernes y sábados por la
noche; en vez de comenzar sus indagaciones inmediatamente después de tomar intervención
la seccional preventora como lo aconsejan elementales normas de experiencia a los efectos
de asegurar la eficacia de la pesquisa, aguarda la salida de la víctima del nosocomio y en
horas de la tarde de un día que no era viernes ni sábado se dirige con ésta a la plaza Noruega
para ver si había ahí presuntos "skinheads" a los efectos de que el damnificado los "marcara".
Llegado a ese lugar en compañía de Salgueiro, a una distancia no especificada y hallándose
éste último dentro del patrullero, consigue que identifique a cuatro de un grupo de cuatro,
menos a una mujer que se hallaba reunida en ese lugar. Procede a retenerlos, acerca el
patrullero a un playón de una feria ahí existente y desde unos quince metros de distancia
invita a Salgueiro, que seguía dentro del automóvil de patrullas, a que individualizara a sus
presuntos atacantes con el resultado de haber reconocido a tres de los varones y, sin
seguridad, al restante (conf. además las piezas procesales de fs. 17/ 18 y 29/30).
Posteriormente, en el juzgado de instrucción previniente se le exhiben al denunciante las
fotografías individuales de los imputados tomadas por la prevención y que obran a fs. 33/40,
oportunidad en que individualizó sin duda a Paszkowski y a Griguol en tanto que respecto de
Romero da Silva dice: "que volviendo a ver detenidamente la vista fotográfica de fs. 35 (que
retrata de frente y de perfil al nombrado) refiere que también pudo haber participado de tal
suceso" (fs. 106/109). Empero, en la ampliación de la declaración testimonial de fs. 215/216
vuelve a tener a la vista las fotografías mencionadas y esta vez afirma haber reconocido
antes al que ilustra la de fs. 35, mientras que respecto del individuo fotografiado a fs. 37/38
5
(García), "manifiesta que no recuerda específicamente si estaba dentro del grupo que lo
agrediera, ya que de todos sus integrantes no puede acordarse".
En atención a lo que se acaba de relatar y en presencia de disposiciones tales como la de los
arts. 200 Ver Texto , 270 Ver Texto a 274 Ver Texto y 281 Ver Texto del CPPN no se alcanza
a comprender cómo pudo decir la sentencia que el oficial Molina actuó "evidenciando un
encomiable celo profesional" y que el procedimiento absolutamente irregular por él escogido
estuviese justificado por tratarse de una situación no prevista en las normas instrumentales
reglamentarias. Es que, más allá de la morosa actuación del órgano preventor, si éste sabía
que los presuntos autores pertenecían a un grupo determinado de "skinheads" que se reunían
en un lugar determinado, el procedimiento indicado era el arresto de los presuntos
sospechosos y luego su individualización por el medio probatorio específicamente legislado al
efecto -el reconocimiento en rueda de personas- que, como parece obvio señalarlo, procura
garantizar la eficacia en la identificación colocándola, dentro de lo que es humanamente
posible, a salvo de tachas que mengüen su pureza y valor, y al mismo tiempo asegurar el
derecho de defensa de los imputados tanto por la forma en que está implementado el
procedimiento en sí como por el control que de la regularidad de tal acto debe asegurarse a
la defensa de los sospechosos, máxime cuando se trata de una de aquellas diligencias
denominadas definitivas e irreproducibles. Aun cuando las normas procesales señaladas no
prescriben la sanción de nulidad, el acto es insanablemente nulo en virtud de que afecta la
intervención, asistencia y representación del imputado (art. 167, inc. 3 Ver Texto del
ordenamiento procesal) con directa afectación de la garantía de la defensa en juicio (art. 18
Ver Texto CN.). Va sin decir que el demérito alcanza a la también irregular actuación del
juzgado instructor al exhibirle a la víctima las fotografías de los imputados cuando éstos ya
habían sido individualizados, pues más allá de que no se observó lo dispuesto por el art. 274
Ver Texto del CPPN. (dispone que en caso de reconocimiento por fotografías, "se les
presentarán éstas con otras semejantes de distintas personas, al que debe efectuar el
reconocimiento"), este medio de individualización es expresamente subsidiario de la rueda de
personas para el supuesto en que la persona a reconocer no estuviere presente y no pudiere
ser habida.
e) Por más que la nulidad de los reconocimientos irregularmente llevados a cabo por la policía
y la jueza de instrucción previniente tiñen indudablemente el impropio que realizó la víctima
durante el debate, de todos modos subsiste la imputación de ésta última y al respecto es
menester examinar si la fundamentación de la sentencia sobre el punto resiste la tacha de
arbitrariedad que no ha podido superar en los aspectos anteriormente considerados.
La sala tiene dicho in re: "González, Julio G. s/ Recurso de casación Ver Texto ", causa 1.466,
reg. n. 1910, rta. el 25/11/1997, que "no debería discutirse que la declaración de la víctima,
con ser unilateral e inicialmente sospechosa por interesarle el resultado de la acusación que
contiene, requiere una crítica más rigurosa a la luz de las reglas de la sana crítica. Al
respecto, decir que una declaración tal ' impresionó por su sinceridad', no sería más que la
expresión de un estado anímico íntimo frente al testimonio rendido. Pero si a esa expresión
se añade que tal sinceridad emana del relato y de las respuestas lógicas y coherentes ante un
exhaustivo interrogatorio, es evidente que la impresión subjetiva reposa también en
elementos objetivos: la credibilidad del discurso y las contestaciones razonables al
interrogatorio que puso a prueba su verosimilitud"; y que "... de cara al régimen probatorio
de la libre convicción o sana crítica racional -escogido por el CPPN, art. 398 Ver Texto , párr.
2°- el carácter único del testimonio de cargo no impide la plenitud probatoria siempre que el
juez, a su través, adquiera certeza sobre la existencia de determinada circunstancia de
hecho. La exigencia de más de un testigo (unus testis, nullus testis) fue propia del método de
la prueba legal, en el que la ley establecía ' múltiples normas restrictivas, ya sea para exigir
que algunos hechos se probasen de un modo determinado y no de otro (normas sobre el
cuerpo del delito) ya sea para prever el valor de los medios de prueba mediante presupuestos
o condiciones que actuaban positiva o negativamente'(...) La ley actúa (...) de un modo
negativo cuando ' prohíbe al juez que considere un hecho como verdadero, si no se verifica
un cierto mínimo de prueba, que ella misma establece'" (Vélez Mariconde, Alfredo, "Derecho
Procesal Penal I", 3ª Ed., M. Lerner Ed., Córdoba, p. 358), como por ejemplo lo hacía el art.
306 Ver Texto del derogado Código de Procedimientos en Materia Penal, según el cual la
declaración de dos testigos hábiles "podrá ser invocada por el juez como plena prueba de lo
que afirmaren". Sin embargo, el sistema de la prueba legal "es una obra artificial del proceso
inquisitivo, ideada para proteger tardíamente al imputado; una especie de arrepentimiento
del legislador, que primero consagra un secreto absoluto de la instrucción y le niega al
imputado el derecho a su defensa, y después pretende encontrar una garantía en la tarifa de
las pruebas; un freno irracional a la conciencia del juzgador, que sólo puede eludirlo creando
la prueba compleja; una estimación abstracta de medios probatorios que deben ser
evaluados concretamente; la pretensión de reducir a una operación aritmética lo que sólo
puede ser un juicio lógico" (Vélez Mariconde, Alfredo, "Derecho Procesal Penal" I, 3ª Ed., M.
Lerner Ed., Córdoba, p. 359; conf., especialmente, nota 44 al pie de p. 360
6
Sobre la base de lo transcripto, y examinado el testimonio de Salgueiro con el rigor ahí
indicado, es posible formular las siguientes aseveraciones:
e.1) Ut supra, ap. a de esta misma cuestión, la sala ha tenido ocasión de demostrar las
contradicciones del relato de la víctima respecto de la forma en que realmente sucedieron los
acontecimientos sometidos al juicio, por lo que en ese aspecto cabe hacer remisión, brevitatis
causae, a lo dicho en ese lugar.
e.2) Con relación al reconocimiento de los imputados Paszkowski, Griguol y Romero da Silva,
es preciso recordar que a fs. 7/9 Salgueiro realiza una descripción cuasi fotográfica de su
primer agresor ("... un individuo alto de aproximadamente 1,83 m de estatura, de veintidós
años de edad, de tez blanca, sin cabellos debido a que era rapado, de contextura corpulenta,
de unos 83 k de peso, ojos marrones, vestido con pantalón y campera de cuero negra y
borceguíes negros"), la que repite en términos parecidos a fs. 106/109 ("... el masculino era
bastante alto, calvo, de contextura física mediana, de veintidós a veintitrés años de edad, y
vestido con una campera tipo aviador, negra por fuera y forro color naranja, pantalones
negros bien ajustados a la pierna y borceguíes media caña y en la pechera de la campera
tenía un distintivo como si fuera una cruz nazi"). Tiempo después (ampliación de su
testimonio a fs. 215/216), Salgueiro pone en conocimiento del juzgado instructor que al ver
un programa de televisión en el que se trató el tema de las "personas raras", "el dicente
observó la presencia de una persona del sexo masculino, joven, de unos veinte años
aproximadamente, rapado, con parte de su cabeza tatuada, con aros en la boca y en la ceja,
si mal no recuerda, a quien reconoció inmediatamente como el primero de sus agresores,
aclarando que en esos momentos no estaba tatuado, aunque sí rapado". A fs. 227 Salgueiro
aclaró que el aludido programa había sido emitido por canal 2 el 1/1/1996, se denomina "Sin
vueltas" y lo conduce la locutora Lía Salgado. Más adelante, radicada la causa ante el juzgado
federal instructor, recibido el "tape" correspondiente (fs. 261) y a pedido de la fiscalía
interviniente (fs. 302/303), se dispuso que el denunciante viese el contenido del video y una
vez que identificara al agresor se procediese a tomar una fotografía de esa persona.
Concretada la diligencia a fs. 322, Salgueiro dijo: "... el dicente pudo determinar a una
persona que se encuentra con remera musculosa y gorra, además posee varios aros de
diferentes formas y tatuaje, persona denominada ' skinhead', que posiblemente puede llegar
a ser uno de los agresores que lo damnificara, situación que no puede determinar
fehacientemente debido al tiempo transcurrido..." (ver a fs. 323/327 la copia de distintas
fotografías de esa persona tomadas del "video tape").
A partir de la declaración indagatoria de Paszkowski (fs. 207/210) en el sentido de que la
persona que entabló la primera pelea con Salgueiro respondería al mote de "el moco", según
así se lo habría manifestado su otrora coprocesado García; y de la que al mismo tenor prestó
Romero da Silva (fs. 211/213), según la cual sabía, por la misma fuente, que "el moco" se
llama Esteban y vive en Villa Urquiza, el juzgado federal ordenó tareas de inteligencia a
personal de la Comisaría 33ª, las que dieron como resultado que esa persona era Esteban
D'Alessandro (fs. 314 y 317). Comparecido al proceso el nombrado y sometido a
reconocimiento en rueda de personas por parte de Salgueiro a fs. 340 la diligencia dio
resultado negativo, aun cuando, inexplicablemente, nadie en el curso posterior de la causa se
hubiese preocupado por establecer si D'Alessandro es la misma persona que aparece
fotografiada a fs. 323/ 328.
Si la actitud del denunciante resulta cuando menos sugestiva respecto del reconocimiento de
quien sería su primer agresor -a más de contradictorias y dubitativas sus distintas versiones
sobre este tema- no menos llamativa resulta la falta de reconocimiento de la mujer que se
hallaba en la plaza el día en que fueron detenidos los acusados. Es que a fs. 7/8 la víctima
formula una descripción bastante detallada de las mujeres que acompañaban a su primer
agresor, que fueron en búsqueda de apoyo y participaron de la golpiza (dice que "eran algo
obesas, de aproximadamente 18/20 años de edad, tez blanca y cabellos rapados -1
centímetro de altura aprox.-"); y lo mismo hace a fs. 106/109 (dice que las mujeres eran "de
aproximadamente 18 años, eran bajitas, gorditas, vestidas de negro, con pantalones muy
ajustados y borceguíes"); y pese a que afirma que "reconocería a todos sus agresores,
incluso a las mujeres", no las reconoció de entre el grupo reunido en la plaza Noruega, sin
dar razones de ello. Si bien la sentencia toma a esta falta de reconocimiento de las mujeres
como una muestra de la imparcialidad de la víctima -en realidad la que estaba en la plaza era
una sola-, no se acierta a explicar por qué ello debe ser así cuando se repara en que ellas
eran testigos de las lesiones que el propio Salgueiro admite haber causado a su primer
agresor, por lo que en nada lo beneficiaba su presencia en el proceso.
Aún siendo suficiente lo hasta aquí expuesto para restar toda razonabilidad a la certidumbre a
la que arribó el tribunal de mérito, todavía es posible señalar algunas circunstancias más que
convergen en idéntico sentido. A fs. 7/8 el damnificado, cuando se le pidió que describiera a
sus agresores, después de hacerlo con el primero de ellos y las mujeres en la forma recién
transcripta, dijo: "con respecto a los otros integrantes de la secta que le propinaron la
golpiza, acota que todos tenían rasgos fisonómicos similares por lo que de volver a verlos, los
7
reconocería, sobre todo con el que se trabó en lucha, al que le quedó el labio y la nariz rota".
Esta respuesta encierra una contradicción en sus términos, desde que si todos tenían rasgos
morfológicos análogos, lo lógico es que fuese dificultosa y no fácil su identificación. Más
adelante, a fs. 29/30, dice Salgueiro que situado en uno de los extremos de la plaza Noruega,
"pudo observar a la distancia a un grupo de cuatro masculinos y una mujer de características
y vestimentas similares a la de las personas que lo lesionaron". Y que después, cuando los
individuos se hallaban contenidos por la policía, fue trasladado a un playón, "desde donde
pudo tener un contacto visual más certero y fue allí donde pudo reconocer con total
seguridad..." a tres de ellos, cuyas vestimentas describe, y no a otro de similar imagen,
vestimenta y rasgos fisonómicos que los de sus agresores. En verdad, esta identificación no
da razón de los dichos del testigo, pues más allá de que la vestimenta de Griguol y Romero
da Silva (ver fotos de fs. 33/36) no ofrece ninguna particularidad que permita asimilarla a la
descripción del "skinhead" que agredió a la víctima en primer lugar, y de que la vestimenta
de los otros dos -García y Paszkowski (ver fotos de fs. 37/40) tampoco es asimilable a la de
aquel "skinhead", no existe en el relato del testigo ningún dato, seña particular, etc. que
exprese, más allá de la vestimenta, o del parcial rapado de la cabeza de García y de
Paszkowski, por qué esas personas participaron del hecho. Lo propio ocurre si se toma lectura
de la declaración testimonial de fs. 106/109 -pese a que en ésta introduce dudas sobre la
identificación de Romero da Silva- y de su ampliación de fs. 215/216.
Finalmente, no resulta desdeñable señalar que dos de los testigos presenciales -Becce (fs.
15/16 y 181) y Arias (fs. 37 y 186)- refirieron de manera conteste que la oscuridad reinante
en el lugar del hecho les impidió apreciar el número de agresores y sus rostros, así como el
de la víctima. Y que, lejos de resultar trascendente lo que habría dicho Salgueiro al suboficial
Ramírez respecto del desarrollo del hecho por su coincidencia con manifestaciones posteriores
del nombrado, ya se ha visto que ésta no es tal en aspectos sustanciales, por lo que tampoco
resiste análisis lo afirmado por el fallo en ese sentido, menos aún cuando sostiene que el
estado de alteración física y emocional en el que se encontraba la víctima al efectuar aquel
relato permitía descartar cualquier especulación respecto de su sinceridad.
f) Lo expuesto hasta aquí evidencia que el pronunciamiento recurrido exhibe en su
motivación vicios de gravedad extrema, por apreciación írrita de la prueba, omisión de otra
relevante e inteligencia irrazonable de las normas procesales regulatorias de la prueba de
reconocimiento. Estos vicios determinan su descalificación como acto jurisdiccional válido
(confr. Sagüés, Néstor P., "Derecho Procesal Constitucional", t. II, Ed. Astrea, p. 334 y fallos
de la Corte Sup. ahí citados). Por lo demás, la cadena de circunstancias indiciarias que
supuestamente apuntalaría el juicio de certeza sobre la responsabilidad penal de los
acusados, más allá de merecer los reparos señalados por la defensa de Paszkowski al
expresar sus agravios (conf. resultando 2, ap. a) de este pronunciamiento) tienen que ver
con circunstancias que permitirían acreditar relaciones de amistad y de integración de los
imputados al grupo al que pertenecerían los agresores de la infortunada víctima. Pero, huelga
decirlo, en este proceso no se ha acusado a aquéllos por la pertenencia a ese grupo sino que
se ha indagado e intentado probar si, aun integrándolo, participaron de la agresión física y
cuál fue su móvil.
Es negativa, a base de todo lo expuesto, la respuesta al primer interrogante sometido al
acuerdo en lo atinente a la fundamentación del fallo respecto de la reconstrucción fáctica del
hecho y de la autoría y responsabilidad penal de los encausados, conclusión que releva a la
sala del tratamiento de igual vicio atribuido a la forma en que fue individualizada la pena.
2ª cuestión.- Los Dres. Catucci, Rodríguez Basavilbaso y Bisordi dijeron:
En atención a la forma en que fue votada la anterior y de conformidad con lo dispuesto por
los arts. 471 Ver Texto , 530 Ver Texto y 531 Ver Texto del CPPN., corresponde anular la
sentencia de fs. 628/629 -cuyos fundamentos obran a fs. 665/690- en cuanto por sus puntos
dispositivos I y II rechazó el planteo de nulidad de los reconocimientos y condenó a los
acusados Andrés P. Paszkowski, Luciano F. Griguol y Orlando R. Romero da Silva a las penas
y por los delitos ahí consignados, sin costas; mantener los puntos dispositivos IV y V -el
primero por no vincularse directamente con los agravios que ha debido resolver el tribunal; y
el segundo por cuanto se entiende acertado que se propicie la investigación a los efectos de
dilucidar la posible comisión del delito previsto por el art. 3 Ver Texto de la ley 23592-; y
disponer que, previa la sustanciación que legalmente corresponda, se dicte un nuevo fallo
arreglado a derecho -respecto de la acusación que pesa sobre los prenombrados- por otro
tribunal del mismo fuero que resulte sorteado.
Por ello, y a mérito del acuerdo que antecede, el tribunal resuelve:
I. Anular la sentencia de fs. 628/629 -cuyos fundamentos obran a fs. 665/690- en cuanto por
sus puntos dispositivos I y II rechazó el planteo de nulidad de los reconocimientos y condenó
a los acusados Andrés P. Paszkowski, Luciano F. Griguol y Orlando R. Romero da Silva a las
8
penas y por los delitos ahí consignados, sin costas, y disponer que, previa la sustanciación
que legalmente corresponda, se dicte un nuevo fallo arreglado a derecho -respecto de la
acusación que pesa sobre los prenombrados- por otro tribunal del mismo fuero que resulte
sorteado.
II. Mantener lo decidido en el aludido pronunciamiento en sus puntos dispositivos IV y V en
atención a lo expuesto en la respuesta a la 2ª cuestión. Regístrese, notifíquese en la
audiencia del día de la fecha, a las 13 y devuélvase.- Liliana E. Catucci.- Juan C. Rodríguez
Basavilbaso.- Alfredo H. Bisordi
9
Descargar