Hacer huelga no es nunca una broma

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los límites constitucionales y
el hecho fundamental de que
en nuestro país ya existía,
desde el Real Decreto Ley de
1977, una regulación completa y pormenorizada del derecho de huelga".
Hay que recordar que precisamente el artículo 28.2 de
la Constitución dice textualmente: "Se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus
intereses. La ley que regule el
ejercicio de este derecho establecerá las garantías precisas para asegurar el mantenimiento de los servicios esenciales de la comunidad".
Actualmente , este derecho se rige por el Real Decreto Ley citado anterior a la
Constitución, que ha sido revisado sucesivamente por
varias sentencias del Tribunal Constitucional.
Sin embargo , la escasa
precisión legislativa para señal ar qué servicios han de
ser calificados de 'esenciales'
constituye el primer problema, y su ausencia de regulación adaptada a las nuevas
necesidades sociales produce como resultado situaciones como las vividas durante
el primer trimestre de 1992
en el transporte madrileño.
El problema no es baladí,
porque el concepto de 'esencialidad ' -verdadera madre
del cordero de la regulación
del derecho de huelga- es
susceptible de distintas interpretaciones. Así, mientras los
empresarios quieren ponerle
a todo el letrero de 'esencial',
los sindicatos tienden a reducir su significado.
Apolinar Rodríguez, secretario de Acción Sindical de
UGT, señala que "el nudo de
la cuestión es el hecho de
que sea la Admistración la
que designe el porcentaje de
servicios mínimos que hay
que cubrir, en caso de desa-
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EL TRABAJO. Enero 1993
Hacer huelga no es nunca una broma
Existe una idea muy extendida
-que se expresa de diferentes formas- de que hacer huelga es un hábito fácil, protegido y extendido de
forma desmesurada en nuestro país.
Sin embargo, un análisis mínimamente riguroso de la realidad evidencia lo
ridículo -e insultante- de tales afirmaciones, pese a la demagogia que
se vierte con demasiada frecuencia.
En una sociedad democrática,
persiste obviamente el principio básico de que la huelga legalmente ejercida no puede dar lugar a sanción alguna. Eso queda perfectamente claro
en el acuerdo pactado. Luego está la
cuestión de las sanciones a los trabajadores por huelga ilegal, tema que,
en el acuerdo del GPS con CCOO y
UGT, encuentra una regulación más
precisa y de mayor seguridad jurídica
para los trabajadores que la actualmente existente. Pero también ocurre
así con las sanciones graves que se
contemplan para aquellos casos que
puedan merecerlas, terreno en el que
se han seguido criterios establecidos
por los jueces a lo largo de los últimos años. Así, los trabajadores cuya
actuación se limite a la 'participación
activa' en huelga ilegal, pueden ser
objeto de sanciones diversas, con exclusión del despido y la separación
definitiva del servicio. Las sanciones
para aquellos cuya actuación en
huelga ilegal exceda de la participación activa pueden llegar a ser objeto
de cualquier tipo de sancionesi incluído el despido y la separación definitiva del servicio. Esas mismas
sanciones pueden ser impuestas a
trabajadores que incumplan de forma
grave y culposa los servicios mínimos o de mantenimiento, y los que
organicen o fomenten estas últimas
conductas.
Si a estas sanciones se suman los
descuentos de haberes y la pérdida
de cotizaciones a la Seguridad Social
que correspondan -sea la huelga legal o ilegal-, puede concluirse que
para los trabajadores nunca ha sido
ninguna broma declararse en huelga.
Hacer huelga, en suma, cuesta. Y
eso sin hablar de la presión que sobre los trabajadores que quieren ponerse en huelga ejerce un mercado
de trabajo con enormes excedentes
de mano de obra o la creciente presencia de trabajadores desiguales y
en precario. De eso y de lo duras
que son las huelgas para los trabajadores sabe bastante FEMCA-UGT.
Por eso sólo las convoca cuando se
han agotado otras posibilidades de
negociación.
Los sindicatos más representativos de clase son los primeros interesados en autorregular el ejercicio de huelga.
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