La relación de vecindad industrial...Mikel M. Karrera Egialde

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LA RELACIÓN DE VECINDAD INDUSTRIAL EN EL
FUERO NUEVO DE NAVARRA1
MIKEL M. KARRERA EGIALDE
Profesor Titular de Derecho Civil de la UPV/EHU
RESUMEN. Las inmisiones derivadas de las actividades industriales inciden en el medio
ambiente en general y en las relaciones de vecindad con los inmuebles adyacentes en particular. El Fuero Nuevo de Navarra establece una regla de vecindad en sede de propiedad como
límite al goce o ejercicio de la misma referido, activa y pasivamente, a cuantos se encuentren
por cualquier título en el uso o posesión del inmueble, y en defensa de los derechos patrimoniales y personales frente a las perturbaciones derivadas de un uso no razonable del derecho sobre el inmueble de procedencia. La particularidad del Derecho navarro reside en que
esa razonabilidad se determina desde datos objetivos señalados por la ley y sometidos expresamente a la idea de equidad.
PALABRAS CLAVE. Fuero Nuevo de Navarra. Inmisiones. Relaciones de vecindad.
ABSTRACT. Immisions derived from the industrial activities affect environment in general and
the relations of vicinity with the adjacent buildings in particular. The Fuero Nuevo of Navarre establishes a rule of vicinity in seat of property as a limit to the enjoyment or exercise of
the right. This limits affects to anyone entitled in the use or possession of the building, in an
active as well as in a passive sense. This right act in defence of the patrimonial and personal
rights in front of the disturbances derived from a non reasonable use of the right on the
source building. The particularity of the Fuero Nuevo consists in the fact that the term reasonable is measured in objective data indicated by the law and submitted to equity.
KEYWORDS. Fuero Nuevo of Navarre. Immisions. Relations of vicinity.
1.
Trabajo presentado en el II Seminario del Conflicto Ambiental celebrado en la Facultad de
Derecho de San Sebastián entre 1l 21 y 23 de julio de 2008 en el apartado referente al “Caso
Centrales Térmicas de Castejón. Afección ambiental de las Centrales Térmicas”. Este trabajo se
inscribe en el ámbito del Grupo de Investigación Consolidado GIC 07/62-IT-359-07 (Gobierno
Vasco) y del Proyecto DER 2008-01965/JURI, del Ministerio de Ciencia e Innovación, dirigido
por el Catedrático de Derecho Civil Dr. D. Jacinto GIL RODRÍGUEZ.
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SUMARIO
I. EL CONFLICTO: LAS RELACIONES DE VECINDAD. 1. Algunos presupuestos. 2. Algunas dificultades. II. SU REGULACIÓN: EL DERECHO DE VECINDAD. 1. Los regímenes
normativos. 2. El carácter autónomo del régimen civil. 3. Los mecanismos civiles de
tutela. III. SU CONFIGURACIÓN EN EL FUERO NUEVO. 1. Los principios civiles generales. 2. El principio general sobre limitaciones en inmuebles. 3. El análisis de los elementos integrantes del principio. 4. Los efectos del uso no razonable. 5. La acción de
exclusión. 6. Las acciones complementarias. IV. BIBLIOGRAFÍA
Fuero de Tudela, aplicado en el castillo y la villa de Castejón2:
§ 125. De forga que face roydo. Si cerca bodega de alguno carrera en medio o non
touiere algun ferrero su forga e se teme quel faga el roido de los colpes danno a su
uecino, por fuero deue prender un uaso de vino o de agua e ponerlo sobre la tapa
de la cuba, e fierga con el martiello mayor quanto mas pueda en la clumen e si tenblare el vino o la agua del uaso deue ser redrada la forga dali maguer sia la casa del
ferrero, por que non deue fer mal a su uecino en ninguna guisa.
§ 126.De obrar en su casa sin danno de su uezino. Si alguno por fer o desfer su casa
de cuaresma adelant face roido a cellero o a sirganos, pues conpieçan a sobir, el
sennor del cellero o de los sirganos deuel fer saber al sennor de las casas de tercer
a tercer dia ata IX dias, e a cabo del tercer dia deue testar su uino con dos de sus
vecinos, e si fuere peorado al tercero dia o de los primeros dias adelant e non se
2.
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Esas normas se recogen posteriormente en el Fuero Reducido de Navarra:
Libro VI, Título VI, Capítulo 33. Que esperiençia se requiere para aquel que se teme que por
el ruido de la forja se le pierde el vino. Cualquiera ferrero que tuviere forja o fragua cerca la
bodega de su vezino o habitante tenga carrera en medio o no tenga la carrera, si el señor de
la bodega o cellero se teme que del ruido de la forja o fragua se pierde su vino, es fuero que
tomen un baso de vino o de agua y pongan el dicho vaso debajo la cuba en el combo y fieran
con el mazo mayor en la yunque. Y si por ventura así feriendo, temblare el vino o la agua que
está en el vaso, en tal caso debe ser redrada y apartada la forja o fragua de aquel lugar ahora
sea casa suya, o el lugar donde esta o no sea suya, porque no debe haçer ningún hombre mal
ni daño a su vezino en ninguna manera.
Libro VI, Título VI, Capítulo 34. Como si alguno hace daño al vino de su vezino o a sirganos
por el ruido que hace debe enmendar el daño. Si algun vezino hace ruido cabe la bodega o
cellero de su vezino haçiendo casa o derribando aquella de la cuaresma adelante, o hace
ruido a los sirganos que son dichos gusanos de seda, después que comienzan a subir los
dichos gusanos, el señor de la bodega o cellero o de los sirganos debe haçer saber a aquel
que hace el dicho ruido de tres en tres días hasta diez días, y debe tasar y probar su vino cada
terçer dia con dos vecinos. Y si fuere hallado que el vino se haya apeorado y mostrandole el
dicho vino al que hace el dicho ruido no se quiere dexar de haçer ruido y se dañara el vino y
fuere conoçido por juiçio de alcalde o juez el dicho vino ser apeorado y deteriorado mas que
el primero dia, el tal que hace o a hecho el dicho ruido debe enmendar y pagar todo el daño
de aquel vino al señor de la bodega o del vino. Este mismo fuero de los sirganos, es a saber
que el que hace ruido a los dichos sirganos o gusanos de seda como dicho es, después que
comienzan a subir y reçiben daño por el dicho ruido, el que hace el ruido debe enmendar y
pagar todo el daño al señor de los sirganos porque ningun hombre debe haçer mal ni daño
a sus vecinos.
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quiere el otro lexar de facer roido e se danare su vino, podiendolo prouar como
dito es deuel emendar por iuycio de alcalde todo el danno del uino que aura por sy
roydo. Esto mesmo es de emendar los sirganos probando como dito es.
Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Navarra de 4 de diciembre de 2007
sobre la Central Térmica de Ciclo Combinado 800 MW en Castejón: “Estamos ante
una actividad potencialmente peligrosa y sin duda contaminante, y por ello
molesta, insalubre y nociva”.
I. EL CONFLICTO: LAS RELACIONES DE VECINDAD
1. Algunos presupuestos
Las relaciones de vecindad, en la sociedad actual, manifiestan básicamente
las siguientes circunstancias:
(1) Hecho ineluctable. La esencia de la vida es la relación. La propia dinámica de los objetos y de las interrelaciones entre las cosas acarrea siempre y
necesariamente algún tipo de influencia en la proximidad o continuidad geográfica. La propagación de algún tipo de perturbación es un hecho natural y
habitual que resulta ineludible, sea de sustancia material o sin entidad corpórea aprehensible pero verificable (olores y ruido), sea sin inmisión propia (toma
de imágenes), sea negativa (privación de señales, vistas o luz) o incluso sea
ideal (estética), en definitiva, cualquier clase de elemento ponderable o estimable. Tradicionalmente esta realidad ha sido y seguirá siendo un semillero
de continuos conflictos particulares y sociales.
(2) Aspecto territorial. La relación viene determinada por el espacio de
eventual afección que, en virtud del desarrollo industrial, abarca espacios territoriales cada vez más extensos de interrelación. De este modo, la base social de
las relaciones de vecindad se ha extendido más allá de la original relación entre
fundos rústicos o urbanos y abarca actualmente marcos territoriales más
amplios en los que los conflictos adquieren una marcada dimensión colectiva
y social en el territorio afectado en razón de la relevante incidencia de la propiedad industrial. Por tanto, la vecindad o proximidad no es ya meramente
topográfica y próxima, sino que se determina en función de la influencia que
despliega toda actividad.
(3) Aspecto cualitativo. Estas relaciones han ido adquiriendo paulatinamente un carácter cada vez más complejo derivado del impulso de las actividades industriales y de los avances tecnológicos que generan muy diversas fuentes
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de inmisión y cuya influencia ofrece cada vez mayores dificultades de verificación. Además, habitualmente la irrupción e intensificación de inmisiones de distinto signo e intensidad no responde a otro ánimo que el de obtener mayores
beneficios o ventajas superiores en la actividad económica desarrollada.
(4) Aspecto social. La irrupción de una intensa industrialización continuada
provoca que la sociedad tome conciencia de los problemas que genera dicho
proceso y, en consecuencia, propugne criterios económicos y jurídicos de equilibrio entre el desarrollo industrial y la preservación del medio ambiente. Esta
misma dialéctica entre la productividad económica y la conservación de la
naturaleza, junto con la búsqueda del consiguiente equilibrio, subyacen en
todos los conflictos sociales de perturbaciones ajenas porque, en definitiva, los
argumentos de progreso económico-social se contraponen a los intereses de
los particulares por su salud, intimidad y medio ambiente adecuado. Es pacífica la opinión de que la solución pasa por compatibilizar el progreso económico e industrial con las condiciones medioambientales necesarias para el
desarrollo de la personalidad y libertad humana.
(5) Aspecto jurídico. La facultad de desarrollar una actividad económica en
un espacio responde al ejercicio de un derecho que, habitualmente, invade e
incluso lesiona la esfera de otros derechos sobre espacios pertenecientes a terceros. Tal circunstancia se produce incluso ejercitando el derecho con normalidad, sin ningún ánimo abusivo, ni espíritu de causar daño. Por ello, el orden
jurídico de los derechos de propiedad y libertad de empresa debe adecuar sus
respuestas a los diversos intereses enfrentados no necesariamente siempre de
carácter económico o utilitario, y convenientemente en la fase previa de prevención que evite posteriores situaciones de litigio.
2. Algunas dificultades
La ordenación de las relaciones de vecindad resulta, a su vez, complicada
por los siguientes rasgos peculiares:
(1) Concurrencia de presupuestos de distinta índole. En el ámbito social, la
convivencia tiende cada vez a ser más próxima, principalmente por los fenómenos de la urbanización y de la industrialización, de tal modo que la sociedad moderna ha venido a multiplicar la incidencia de las relaciones de
vecindad. Habitualmente, el conflicto se origina por la inadecuada localización
de las actividades o por el crecimiento deficiente de los núcleos de población.
Paralelamente, se produce un cambio en los parámetros sociales sobre la concepción del orden público y del bienestar social generados, principalmente,
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por el desarrollo económico y educativo de la sociedad en general. Este progreso aparece emparejado con la investigación científica y los avances tecnológicos que generan nuevas necesidades y nuevas formas de inmisiones en la
esfera privada de las personas. Al mismo tiempo, la revolución tecnológica e
industrial genera actividades económicas de carácter innovador cuyos riesgos
reales no son fácilmente constatables en el presente. Sin embargo, la réplica
jurídica a los mencionados aspectos sigue pivotando en torno al derecho de
propiedad y a la libertad de iniciativa privada, elementos ambos que constituyen las bases del liberalismo económico, aunque actualmente aparezcan contrarrestados mediante una adecuación constante de la concepción del derecho
de propiedad.
(2) Casuismo muy acentuado. La variabilidad y versatilidad de las diversas
situaciones físicas, las amplias posibilidades de perturbaciones y las diferentes
percepciones subjetivas sobre la misma realidad originan que los conflictos
sean muy desiguales y divergentes en cada caso. Como resultado, la proliferación de variadas medidas en atención a las muy diversas situaciones económicas de cada actividad ocasiona, en muchas ocasiones, derivaciones y
soluciones ambiguas e imprecisas basadas en la discrecionalidad y oportunidad del momento social, económico y político.
(3) Persistencia y mutabilidad. Las relaciones de vecindad presentan un
perfil estable, no esporádico o accidental, de tal modo que se mantienen y permanecen en un lugar determinado generalmente sin gran riesgo de cesar o desaparecer. Junto a esa persistencia, manifiestan al propio tiempo un carácter
cambiante y evolutivo. Los vínculos relacionales siguen la dinámica propia de
la vida en la que las cosas pasan gradualmente de un estado a otro, tanto cuantitativa como cualitativamente; es decir, se someten a una mudanza o transformación sucesiva de la realidad primera entre lo simple y homogéneo hasta
lo compuesto y heterogéneo.
(4) Dimensión colectiva. La mencionada confluencia de derechos e intereses personales y económicos de múltiples implicados acarrea necesariamente
el surgimiento de confrontaciones de dimensión combinada en la que concurren intereses particulares, sociales, económicos, ambientales, culturales, etcétera. Actualmente, además, la defensa predominante de los intereses
económicos e industriales frente a los del simple propietario se ha modulado y
armonizado con la tutela efectiva que el ordenamiento jurídico presta, por un
lado, a la esfera más íntima de la persona y, por otro, al ámbito que marca el
difuso concepto de medio ambiente. La regulación de las inmisiones generalizadas escapa, por tanto, a los moldes tradicionales del derecho de vecindad y
debe tener una respuesta adecuada a los nuevos valores sociales.
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En suma, es muy difícil determinar a priori el contenido de las relaciones de
vecindad dada la gran variedad de supuestos que se pueden plantear, lo que
determina que los criterios de solución deban ser lo suficientemente generales
como para abarcar todo tipo de relación de vecindad y lo necesariamente discrecionales como para adecuar la solución a las circunstancias y a los intereses
en conflicto de cada supuesto. En cualquier caso, tradicionalmente las respuestas normativas pivotan sobre el sacrificio compartido o parcial de cada
uno de los derechos e intereses en conflicto.
II. SU REGULACIÓN: EL DERECHO DE VECINDAD
La cuestión consiguiente que plantea la existencia de relaciones de vecindad es determinar las perturbaciones que deben tener relevancia jurídica. Es
decir, hay que concretar los límites de cualquier actividad humana con la finalidad, primero, de evitar conflictos vecinales y sociales estableciendo fórmulas
generales sobre el ámbito de actuación de cada interesado y, además, de corregir e impedir la continuidad de situaciones de hecho ilícitas.
1. Los regímenes normativos
(1) Tradicionalmente, la finalidad del Derecho de Vecindad ha sido ordenar
el disfrute racional y económico de los recursos y bienes inmuebles de todos los
convecinos, enfocado desde la perspectiva de impedir el menoscabo patrimonial de los afectados. Sin embargo, actualmente, el Derecho de Vecindad se
sitúa, como el resto de los ordenamientos, en el marco del respeto a los valores
constitucionales, principalmente a los referidos a la persona en cuanto destinataria final y principal del orden político y jurídico, mediante la protección de la
dignidad de la persona (art. 10 CE), la vida y la integridad física y moral (art. 15
CE), la intimidad personal y familiar (art. 18 CE), la familia (art. 39 CE), la salud
(art. 43 CE), el medio ambiente y la calidad de vida (art. 45 CE), y la vivienda
digna y adecuada (art. 47 CE). De esta normativa constitucional es posible deducir el valor de la solidaridad colectiva tanto en sentido estático (espacial-horizontal) de compartir ventajas y perjuicios sociales, como dinámico
(temporal-vertical) de defensa de los intereses de las generaciones futuras.
Situándonos específicamente en el ámbito navarro, la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Navarra (STSJN) de 3 de mayo de 2004 (ponente FERNÁNDEZ URZAINQUI), que reiteraremos por su carácter significativo sobre la
regulación de las relaciones de vecindad en Navarra, señala que “el tratamiento
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de las inmisiones en la esfera jurídica ajena, civilmente vinculado a las relaciones de vecindad, se ha visto en estos últimos años enriquecido con la reconsideración de su trascendencia desde esta perspectiva fundamental”. Este
reconocimiento proviene tanto del Tribunal Europeo de Derechos Humanos,
el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo que consideran que ciertas
agresiones graves al medio ambiente e inmisiones en el ámbito domiciliario
atentan y menoscaban el derecho a la personalidad integrado por el bienestar
y sosiego de una persona, la intimidad personal y familiar, la salud o la calidad
de vida. Del mismo modo, la doctrina estima que, como base trascendental,
deben compaginarse las exigencias de la industria como fuente de progreso y
trabajo con la tutela de otros valores fundamentales reconocidos por la Constitución como la salud, el medio ambiente o la intimidad (vid. HUALDE MANSO,
2004a: 157).
En consecuencia, hay que tener siempre presente que dichas referencias
se deben integrar necesariamente en la interpretación de la norma civil sobre
relaciones de vecindad e inmisiones del Fuero Nuevo de Navarra (FN).
(2) La labor de delimitación de las facultades de actuación y aprovechamiento de los recursos deben partir de los preceptos constitucionales básicos
referentes al Derecho de Bienes: el reconocimiento del derecho a la propiedad
privada con un contenido delimitado por su función social (art. 33 CE), la utilización racional de todos los recursos naturales con el fin de proteger y mejorar la calidad de vida y defender y restaurar el medio ambiente (art. 45 CE) y la
subordinación al interés general de toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad (art. 128 CE). En su desarrollo, se dictan normas que, básicamente con fundamento en la función social del derecho de
propiedad, establecen límites a su ejercicio sobre determinadas cosas, es decir,
definen las facultades del propietario en cuanto a las formas de disfrute y de
disposición del bien, fundamentalmente en las regulaciones referentes a la
ordenación del territorio y a la tutela medioambiental. De este modo, se han
promulgado multitud de leyes sectoriales que regulan relaciones especiales o
estatutos de bienes que, desde una preocupación social evidente, disciplinan
soluciones específicas que superan los criterios generales de las normas codificadas o compiladas.
En definitiva, si en la concepción individualista de la propiedad los límites
a las facultades de su titular tienen carácter excepcional, actualmente las leyes
que determinan la función social se fundamentan en un deber positivo de gestionar los bienes del modo más beneficioso para la sociedad que, a su vez,
orienta el equilibrio que debe establecerse en los conflictos vecinales colectivos.
(3) Las labores de prevención y planificación de todas las actividades que
operan sobre un territorio se encomiendan al poder ejecutivo. En esa tarea, la
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Administración pública se preocupa de establecer también preceptos sobre
policía de vecindad, al cual se han remitido las normas civiles desde la propia
Codificación. La intervención administrativa, obviamente, persigue satisfacer
los intereses generales y públicos mediante reglamentos, ordenanzas y actos
administrativos que de modo exuberante se dictan en todas las Administraciones públicas y en todos los ámbitos de intervención pertinentes.
(4) Por último, las normas civiles que regulan las relaciones entre particulares son el instrumento de intervención que protege, desde el interés particular, a la persona y a su patrimonio. Estas normas actuarán cuando un sujeto
individualizable y perturbador del medio ambiente con inmisiones de distinto
signo amenaza lesionar o lesiona un derecho individual ajeno con el que tiene
relación de vecindad.
STSJN de 3 de junio de 1997: “La propiedad inmobiliaria, aun libre de
servidumbres, está sujeta, entre otras limitaciones legales (Ley 365), a
las derivadas de la vecindad (Ley 394.1). Junto a limitaciones, de contenido típico y eficacia real, preordenadas a la prevención y evitación
de conflictos vecinales entre propiedades colindantes (…), la contigüidad o proximidad de los predios, y la eventual proyección externa
de los usos o actividades que en ellos se desarrollan, impone a los propietarios, o a quienes por cualquier título los disfruten, utilicen o
posean, ciertos límites en el ejercicio de sus derechos, a fin de posibilitar a los demás el disfrute de los suyos sin causarles perturbación o
daño, mediante la observancia de recíprocos deberes de respeto y tolerancia, en aras a una adecuada y armoniosa convivencia”.
Ciertamente, defendiendo al medio ambiente se ampara a las personas por
lo que las normativas y reglamentaciones ambientales vienen a escudar los
intereses de los particulares, si bien indirectamente. Por su parte, corresponde
a la normativa civil la defensa directa de los intereses patrimoniales y personalísimos de la persona. En ocasiones, la custodia de ciertos intereses particulares, al mismo tiempo, puede suponer una vía de protección indirecta del
interés colectivo por la conservación del medio ambiente.
2. El carácter autónomo del régimen civil
La incidencia de la intervención administrativa en el Derecho de Vecindad
es una de las cuestiones que con gran frecuencia se ha planteado en la jurisdicción civil en la resolución de muchos problemas de vecindad. Principalmente, la cuestión se manifiesta debido a la estrecha relación de las actividades
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industriales con la obtención de la licencia administrativa pertinente y el cumplimiento de medidas de protección medioambiental. En cualquier caso,
actualmente es doctrina pacífica que se trata de ámbitos con tratamiento jurídico distinto y autónomo.
STS de 16 de enero de 1989: “Debe evitarse el equívoco de creer que
porque a la Administración corresponda ordenar y controlar la adopción de medidas protectoras, se trata en todos su aspectos de materia
propia del Derecho Administrativo y ciertamente que le interesa en
aquellos aspectos generales, pero, independientemente, cuando afecta
a derechos subjetivos privados pierde aquel carácter para entrar de
plano en el campo propio del Derecho Civil”.
STS de 29 de abril de 2003: “La autorización administrativa de una
industria no es de suyo bastante para entender que fue otorgada ponderando un justo y equitativo equilibrio entre el interés general y los
derechos de los afectados”.
En suma, jurídicamente, las licencias producen efectos entre la entidad
otorgante y el sujeto a cuya actividad se refieran, y siempre se otorgan a salvo
del derecho de propiedad y sin perjuicio de terceros. De este modo, la licencia
no proporciona cobertura alguna a las actuaciones que lesionan la posición
civil de un vecino o alteran en su perjuicio el régimen de propiedad inmobiliaria derivado de la relación de vecindad. Por tanto, los derechos privados de
cualquier tercero no quedan afectados por dicha autorización, y esos derechos
particulares originan acciones, enjuiciables en el orden civil, relativas a los
deberes de vecindad, sin entrar a enjuiciar, lógicamente, la procedencia y regularidad de las licencias de cobertura de la actividad3.
3.
Opción distinta acoge la Ley catalana 13/1990, de la acción negatoria, inmisiones, servidumbres y relaciones de vecindad en su artículo 3.5: “Las inmisiones sustanciales provinentes de
instalaciones autorizadas administrativamente facultarán solamente al propietario vecino
afectado para solicitar la adopción de las medidas técnicamente posibles y económicamente
razonables para evitar consecuencias dañosas. Si aún así las consecuencias no pudiesen evitarse, el propietario podrá reclamar la indemnización correspondiente por los daños y perjuicios sufridos”. Se aleja de la doctrina que defiende la plena autonomía de las acciones civiles
basadas en las normas sobre relaciones de vecindad. La inmisión sustancial también debe ser
tolerada por el perjudicado y éste sólo podrá, si es posible, solicitar la adopción de las medidas
técnicamente posibles y económicamente razonables para evitar consecuencias dañosas, y en
último término, si aún así las consecuencias no pudieran evitarse, el propietario podrá reclamar la indemnización correspondiente por los daños y perjuicios sufridos. Es decir, no se
puede solicitar el cese de las inmisiones y solamente puede exigirse la adopción de medidas
correctoras viables económicamente y la indemnización de los daños ya producidos.
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En las leyes forales navarras, la propia normativa de carácter público así lo
viene a manifestar.
Ley Foral 6/1990, de 2 de julio, de la Administración Local de Navarra:
Las licencias y demás actos de control producirán efecto entre la entidad
local y el sujeto a cuya actividad se refieran, y se entenderán otorgadas
salvo el derecho de propiedad y sin perjuicio de tercero. No podrán ser
invocadas para excluir o disminuir la responsabilidad en que incurran
los beneficiarios en el ejercicio de la actividad (art. 181.1).
Ley Foral 4/2005, de 10 de marzo, de Intervención para la Protección
Ambiental: Las licencias se entenderán otorgadas salvo el derecho de
propiedad y sin perjuicio del de tercero, por lo que no exonerarán de las
responsabilidades civiles o penales en que incurran los titulares de las
licencias en el ejercicio de sus actividades (art. 49.1).
Ciertamente, las normas civiles utilizan habitualmente el mecanismo de la
heterointegración con las disposiciones administrativas, principalmente con
la finalidad de asegurar una acomodación constante a las variaciones de las
circunstancias sociales, económicas y tecnológicas. En cualquier caso, la regulación de las relaciones de vecindad se mantiene en el ámbito del Derecho
Civil, tanto en su aspecto material de regulación, como jurisdiccional de enjuiciamiento. De este modo, se configuran dos vías de defensa del particular afectado por las perturbaciones: la vía administrativa y la vía ordinaria civil basada
en la normativa sobre relaciones de vecindad.
En definitiva, la legalidad-regularidad o ilegalidad-irregularidad administrativa no impide en ningún caso el estudio del ejercicio del derecho de propiedad y de la tutela de los derechos subjetivos e intereses privados por su
carácter civil.
En este sentido, el legislador catalán sigue la dirección del legislador alemán basada en el análisis económico del Derecho y la relación coste/beneficio sobre la viabilidad de la actividad.
La autorización administrativa es el instrumento que controla y favorece la actividad industrial, y, en consonancia, la norma civil sustituye la acción de exigir el cese de la perturbación
(tutela jurídica plena mediante la defensa de la libertad de la propiedad) por una compensación económica (tutela económica resarcitoria mediante compensación o indemnización).
Las inmisiones prevenientes de instalaciones que tengan autorización administrativa deben
ser toleradas; el perjudicado sólo tiene la facultad de solicitar las medidas posibles que técnica
y económicamente sean razonables. Lógicamente, si se producen daños, deben ser indemnizados. El ordenamiento civil navarro no accede a otorgar alguna influencia a la autorización
administrativa sobre la posición jurídica civil de los que sufren la perturbación; ni tampoco
modaliza en tales casos la solución al conflicto.
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Para el caso navarro, es significativa y reveladora la mencionada STSJN de
3 de mayo de 2004 que comienza precisamente por subrayar ese carácter civil
de la normativa delimitadora de las relaciones de vecindad.
“En el goce de la propiedad inmobiliaria y en el aprovechamiento de
sus recursos, el propietario se halla sujeto no sólo a las limitaciones
que en interés general establece la legislación sectorial, en particular,
la urbanística y medioambiental, sino también a los límites intrínsecos que asimismo se derivan del necesario respeto a los concurrentes
derechos de goce y aprovechamiento de otras fincas vecinas por parte
de sus dueños o usuarios. Y es que la precisa delimitación perimetral
de los inmuebles y aun su mismo cierre, si bien definen el ámbito
material a que alcanza la facultad de exclusión de su propietario, no
siempre llegan a contener en él los efectos consecuentes a su uso y
explotación, ni alcanzan a preservarlo o salvaguardarlo de los procedentes de actividades desarrolladas en otros vecinos.
Precisamente porque ello es así, el Derecho se ha visto en la precisión
de fijar, más allá o por encima de los límites físicos de las fincas, los
jurídicos del goce que a sus titulares les es dable obtener, a fin de posibilitar el disfrute o aprovechamiento de los bienes sin que la proyección exterior de sus efectos impida a sus vecinos el disfrute o
aprovechamiento en igual medida de los suyos, ni les imponga más
incomodidades ni molestias que las tolerables en el contexto de una
equilibrada relación vecinal, teniendo por tal la debida no ya, o no sólo,
entre predios colindantes o contiguos, sino también entre predios próximos o tan cercanos que puedan verse sometidos en su utilización y
explotación a mutuas y recíprocas interferencias, pues la vecindad es
hoy un concepto relativo que depende, más que de la contigüidad de
las fincas, de su ubicación en el área de influencia de los usos o actividades que en ellas se desarrollan.
La definición de esos límites jurídicos en el goce de la propiedad inmobiliaria por razón de vecindad no pertenece al Derecho público, sino
al privado y, más en particular, al civil, regulador de las relaciones entre
particulares, en cuanto tales límites afectan al ejercicio del derecho de
propiedad y se establecen en contemplación a otros derechos subjetivos, no sólo de contenido económico-patrimonial sino también personal, como la salud o la intimidad. Ciertamente, en su definición la
norma civil puede recurrir –como lo hace el artículo 590 del Código
Civil – a la heterointegración con disposiciones administrativas a fin
de asegurar su permanente acomodación a las circunstancias de cada
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tiempo y lugar o, como esta Sala señaló en sentencia de 25 de abril de
2002, puede ser complementada con ellas a fin de fijar el preciso sentido de alguno de sus contenidos o conceptos jurídicos indeterminados; pero con ello no queda sustraída al ámbito del Derecho civil la
norma básica que los define e impone.
Coexiste desde luego con la normativa civil propiamente vecinal una
profusa regulación administrativa de usos y actividades desarrollada
en consideración a los intereses generales, urbanísticos y medioambientales, que pueden verse comprometidos con ella. Sin embargo, tal
como ha declarado con reiteración la jurisprudencia (SS. 12 diciembre
1980 y 16 enero 1989 del Tribunal Supremo) ha de distinguirse lo relativo a la tutela preventiva de los intereses generales o públicos, de
inequívoca naturaleza administrativa, de lo que atañe a la propiedad
y a la tutela de los derechos subjetivos e intereses privados, de incuestionable carácter civil”.
3. Los mecanismos civiles de tutela
(1) Frecuentemente, los mecanismos civiles de tutela constituyen la vía de
defensa que le resta al ciudadano en los casos en que la Administración manifiesta una actitud de pasividad frente a situaciones en que puede intervenir
conforme a las normativas reguladoras de la actividad perturbadora e incurre
en omisión de su tarea interventora. Con el innegable protagonismo y prevalencia de los mecanismos administrativos, especialmente en el Derecho vecinal industrial, las pretensiones en vía civil van precedidas, normalmente, por
denuncias ante la Administración pública que no han fructificado.
Básicamente, los instrumentos técnicos civiles son el abuso de derecho, las
relaciones de vecindad, la responsabilidad civil y el contrato de responsabilidad civil. A pesar de su papel secundario, ofrecen una función cooperadora primordialmente en amparo de intereses particulares y complementariamente en
defensa del medio ambiente.
(2) Centrados en la institución de las relaciones de vecindad, su regulación
instituye, en esencia, la forma de abordar la compatibilidad o incompatibilidad
de usos y aprovechamientos de las distintas fincas vecinas. En principio, la articulación jurídica del ejercicio del derecho de propiedad es una manifestación
de la concepción social sobre el aprovechamiento de los recursos y de la propia
configuración de la propiedad inmobiliaria en cuanto determina la relación del
propietario con el inmueble y con el resto de la comunidad social. En esa concepción de la propiedad, la finalidad de determinar el marco jurídico de las
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relaciones de vecindad es asegurar, dentro de lo posible, una convivencia vecinal pacífica, es decir, estableciendo unas relaciones que compatibilicen los
aprovechamientos y usos de los inmuebles de una zona, y se eviten así tensiones y conflictos.
El ordenamiento jurídico debe posibilitar, por tanto, la convivencia en el
aprovechamiento de los bienes y de los recursos respetando los derechos dominicales de cada particular, y evitando recíprocamente las repercusiones negativas. A tal objeto, se manifiesta como la regulación que preestablece las
interrelaciones entre derechos de personas integradas en un mismo ámbito de
convivencia social que compatibilice y equilibre el uso de las facultades de cada
vecino. Con la finalidad de regular los conflictos que surgen en situaciones de
vecindad o proximidad de fincas, el ordenamiento establece una serie de normas dispersas en la regulación civil; la dispersión inicial en el ámbito civil, además, se ha extendido al resto del ordenamiento. La sistematización de esa
normativa se ha realizado mediante la categoría doctrinal de las relaciones de
vecindad o Derecho de Vecindad.
(3) En el plano de la estructuración formal, el Código Civil no compone una
categoría jurídica de las relaciones de vecindad diferenciada de las servidumbres, sino que aparecen confundidas y reguladas con ellas. Por su parte, el
Fuero Nuevo de Navarra acoge las relaciones de vecindad con mayor rigor técnico y las distingue expresamente de las servidumbres (Ley 394.1 FN). Sin
embargo, al contrario que respecto de las servidumbres, luego no ofrece un
marco conceptual propio a las relaciones de vecindad y aborda la cuestión ocupándose de las limitaciones legales que imponen o tienen causa en la vecindad interpredial.
(4) En el plano material o sustantivo, la cuestión trascendental es determinar la obligación del titular de una finca de soportar el modo de aprovechamiento o uso de otro predio ajeno que le cause molestias o desvalorice de
cualquier forma su propiedad. En este sentido, los criterios modernos más destacados que limitan el derecho de propiedad se centran en el análisis de la normalidad del uso relacionada necesariamente con la normal tolerabilidad del
ciudadano medio (caso paradigmático es el Derecho alemán), y la verdadera
necesidad social, general y absoluta, que convierte la actividad perturbadora
en un factor inevitable (caso paradigmático es el Derecho italiano).
Al respecto, es posible hablar de algunas peculiaridades navarras en la
regulación material de las relaciones de vecindad:
(a) La idea de propiedad funcionarizada: la propiedad se tutela en cuanto
sirve intereses económicos, no atenta otros intereses particulares ajenos y sirve
para conseguir intereses colectivos.
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(b) El relevante papel del poder judicial para apreciar y aquilatar las relaciones de vecindad y sus efectos.
(c) La distinción entre dos ámbitos de protección, uno preventivo y otro
reparador. Conforme al primero, se discute el derecho o no a realizar perturbaciones, esto es, se restringe la facultad de exclusión del que ha sido incomodado; conforme al segundo, se discute la obligación o no de indemnizar si se
ha producido un perjuicio constatable y cuantificable.
(5) En todo caso, atendiendo exclusivamente a las resoluciones judiciales
navarras, podría deducirse que se trata de una cuestión de escasa litigiosidad.
Sin embargo, esa presencia de baja intensidad en la actividad judicial parece
que obedece a factores ajenos a la propia conflictividad que se detecta en la
realidad social:
(a) La falta de tratamiento doctrinal: por los propios avatares sufridos por
los diversos sistemas civiles en España, la atención a los Derechos propios de
los territorios forales se ha prestado desde la promulgación de la Constitución
de 1978 y las subsiguientes actuaciones normativas de conservación, modificación y desarrollo.
(b) El desconocimiento de las peculiaridades propias de la configuración
de la propiedad en Navarra: el enorme vigor de la concepción liberal de la propiedad desde los procesos desamortizadores y codificadores del siglo XIX y su
incidencia en la configuración económica y social está requiriendo un esfuerzo
de contrapeso lento y pausado, aunque riguroso, en la labor de conocimiento
y divulgación de las singularidades propias del territorio navarro.
(c) El papel de otras disciplinas jurídicas. En la perspectiva de la intervención de los poderes públicos, se han propagado normativas intervencionistas
desde el poder legislativo mediante leyes que determinan la función social de
algunos dominios especiales, y desde el poder ejecutivo mediante reglamentos de desarrollo de leyes y distintos procedimientos administrativos de intervención. Tal intervención ha eclipsado casi totalmente la particular presencia
de las soluciones civiles a las relaciones vecinales entre particulares.
III. SU CONFIGURACIÓN EN EL FUERO NUEVO
1. Los principios civiles generales
(1) La normativa civil de Navarra tiene de cimiento un principio general
básico: en razón de la libertad civil, esencial en el Derecho navarro, las leyes se
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presumen dispositivas (Ley 8 FN). En cualquier caso, la ley establece, luego,
límites expresos a esa libertad civil en el ámbito del ejercicio de los derechos:
los derechos pueden ejercitarse libremente, sin más limitaciones que las exigidas
por su naturaleza, la buena fe, las rectas costumbres y el uso inocuo de otras personas; y las impuestas por prohibición expresa de la ley (Ley 17 FN). A los efectos que ahora interesan, de ese último precepto conviene remarcar dos
precisiones:
(a) La teoría del abuso de derecho se integra, en el Derecho navarro, en el
requisito de la buena fe. Es decir, el ejercicio de los derechos no se valora desde
la perspectiva de uso adecuado o indebido de las facultades que la ley otorga,
sino directamente desde la natural exigencia de la buena fe. De este modo, el
titular del derecho de propiedad sobre una finca que impide el acceso o el tránsito a alguien que pretende aprovechar recursos desechados por el propio propietario está usando su derecho de propiedad de mala fe. Casos paradigmáticos
constituyen la caza o la recolección micológica que para el propietario no tienen ninguna utilidad actual o razonablemente previsible.
(b) Entre las limitaciones al libre ejercicio de los derechos se integra como
criterio el respeto de los derechos de otras personas, tanto el derecho de uso
inocuo como el derecho ajeno que, lícitamente, interfiera con el propio.
(2) Dichos principios iluminan también al campo de los límites específicos
establecidos en materia de relaciones de vecindad. De partida, no se establece
una regulación sistematizada de las relaciones de vecindad, pero como se ha
señalado se reconoce su carácter de categoría jurídica diferenciada de las servidumbres (Ley 394 FN). Después, se reconoce la doble naturaleza voluntaria
y legal de la regulación sobre dichas relaciones (Ley 365 FN), ofreciendo la preferencia de la salvaguarda de los intereses privados por los propios interesados
y la modificabilidad convencional de las limitaciones legales, salvo perjuicio
de tercero, mediante el mecanismo jurídico de la servidumbre voluntaria.
Concretamente, en sede de las limitaciones de la propiedad, la Ley 367 del
Fuero Nuevo dispone lo siguiente:
Limitaciones en inmuebles. a) Principio general.- Los propietarios u
otros usuarios de inmuebles no pueden causar riesgo a sus vecinos
ni más incomodidad que la que pueda resultar del uso razonable
de su derecho, habida cuenta de las necesidades de cada finca, el
uso del lugar y la equidad.
Sobre el ámbito territorial de aplicación de la norma, cabe recordar
que, conforme al artículo 10.1 del Código Civil, la posesión, la propiedad y los demás derechos sobre bienes inmuebles, así como su publicidad, se regirán por la ley del lugar donde se hallen.
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En el ámbito del Código civil, las soluciones aplicadas por el Tribunal
Supremo a la casuística de las relaciones de vecindad han inspirado una serie
de principios que luego la doctrina reelabora con el doble criterio de normalidad tanto en el uso, como en la tolerabilidad de las molestias. Por su parte, las
formulaciones que aparecen en el Derecho comparado también se inspiran
básicamente en ese doble criterio, o acaso en el criterio de la necesidad social.
Sin embargo, la vigente norma navarra coincide en su redacción con la Ley 370
de la Recopilación Privada que fue el punto de partida de la Compilación o
Fuero Nuevo. De este modo, la norma civil foral rectora de las relaciones de
vecindad aglomera una síntesis del casuismo jurisprudencial romano, según
reitera la citada STSJN de 3 de mayo de 2004:
“A diferencia del Código Civil español, que –como el francés– no contiene una norma general rectora de las relaciones de vecindad, el Fuero
Nuevo de Navarra la formula a modo de principio general, dentro del
contexto de las limitaciones de la propiedad, proclamando en el
párrafo primero de la Ley 367 que los propietarios u otros usuarios de
inmuebles no pueden causar riesgos a sus vecinos ni más incomodidad
que la que pueda resultar del uso razonable de su derecho, habida
cuenta de las necesidades de cada finca, el uso del lugar y la equidad.
Como esta Sala declaró en su sentencia de 3 de junio de 1997, la
norma, síntesis del casuismo jurisprudencial romano (Digesto 8, 5, 8,
5 y 6; 8, 2, 19 y 8, 5, 17, entre otros textos) viene a conjugar los principios, inspirados en aquella doctrina, aunque fruto de una reelaboración doctrinal tardía, de normalidad en el uso y normal tolerabilidad
de las molestias (cfr. SS. 12 diciembre 1980, del Tribunal Supremo y 22
enero 1993, de este Tribunal Superior de Justicia), a que asimismo responden otras formulaciones legales, como las de los Códigos Civiles
italiano (art. 844), portugués (art. 1346), suizo (art. 684) o alemán (pgfo.
906) y, en nuestro país, la de la Ley catalana 13/1990 (art. 3). Si bien el
texto legal navarro carga el acento más sobre el aspecto activo de la
relación vecinal –el del uso del derecho– que sobre el pasivo –de las
perturbaciones y molestias–, en sentido coincidente con el de algunas
soluciones romanas (cfr. Digesto 8, 5, 8, 6), no deja de prestar a este
último atención, al calibrar la racionalidad del uso no sólo en función
o consideración a las necesidades de la finca en que se ejerce, sino
también en contemplación a las de la finca que padece sus influjos y
al uso del lugar; uso que con la equidad cobran un especial relieve
cuando las necesidades de las fincas difieren o entran en colisión.
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Por otra parte, aunque el Fuero Nuevo inserta esta regla de vecindad
en sede de propiedad, en consonancia con su tratamiento como límite
al goce o ejercicio de la misma, no la refiere exclusivamente a los propietarios u otros titulares de derechos reales limitados sobre inmuebles, como tampoco la establece solamente en su beneficio, al hacerla
extensiva, tanto desde el lado activo como desde el pasivo, a cuantos
se encuentren, por cualquier título, en su uso o posesión; de suerte que
la tutela por ella dispensada no se limita al derecho de propiedad, sino
que comprende la de cuantos otros derechos reales y personales de los
vecinos puedan verse afectados por las inmisiones derivadas de un uso
no razonable del derecho sobre el inmueble de procedencia, entre los
que cobran actualmente un acusado relieve ciertos derechos de la personalidad, de protección reforzada, como los derechos a la salud, a la
intimidad personal y familiar en el ámbito domiciliario, a una digna
calidad de vida y a una vivienda digna y adecuada”.
Dicha disposición se instituye en norma general relativa a las relaciones de
vecindad. Manifiesta FERNÁNDEZ URZAINQUI (2007: 1466) que, en definitiva, ese
principio general del Derecho navarro “conjuga y sintetiza, en una regla flexible pero precisa, las aportaciones doctrinales ofrecidas por la teoría del uso
normal impulsada por IHERING y la de la normal tolerancia propugnada por
ROTONDI, así como por la teoría de la necesidad social de BONFANTE”.
La doctrina ha venido a calificarla de fórmula general y elástica con carácter de principio general común a todas las relaciones vecinales y que recoge la
tradición navarra relativa a las controversias vecinales:
(a) Sustancialmente, configura el estatuto jurídico ordinario o normal que
integra el derecho de propiedad sobre un inmueble y, por su carácter legal, está
investida de la publicidad que ofrece la propia ley.
(b) Orgánicamente, constituye un sistema cerrado en Navarra en cuanto,
no existiendo regulación específica, la norma genérica sirve para resolver cualquier conflicto de vecindad como último mecanismo de resolución.
(c) Sobre su convencionalidad conviene matizar que no es posible si existen intereses supraindividuales porque la tutela de los intereses sociales es
cuestión de orden público; ni tampoco si el acuerdo afecta a bienes indisponibles, como el derecho a la salud.
(d) Centra su configuración en torno al aspecto activo de la relación vecinal,
es decir, en el uso del derecho, de modo que el lado pasivo de la relación -que
sufre las incomodidades, perturbaciones o molestias- permanece, en principio, desplazado en la formulación de la disposición. En cambio, la solución
jurisprudencial basada en el Código Civil atiende al aspecto pasivo de la relación vecinal, es decir, a la tolerabilidad de la molestia. Es por ello que en la
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Comunidad Autónoma de Navarra hay que atender al uso de las facultades del
inminente y no a los efectos que la inmisión produce. Ello es así en cuanto se
consideran tolerables el ejercicio de las facultades que se derivan de un uso o
ejercicio razonable del derecho. Sin embargo, el ejercicio del derecho de propiedad no puede ir más allá de lo que, correlativamente, determina el respeto
al vecino.
(e) La tutela que dispensa abarca la protección de la propiedad sobre los
bienes, y también de la propia persona, es decir, incluye y protege los derechos
a la salud, a la intimidad personal y familiar en el ámbito domiciliario, a una
digna calidad de vida y a una vivienda digna y adecuada.
(3) En el Derecho navarro, el ilícito civil deriva también tanto de los actos de
emulación (intencionalidad de perjudicar a terceros), como de los actos negligentes (culpabilidad). Concretamente, la responsabilidad civil extracontractual es fuente de obligaciones conforme a la Ley 488.2 del Fuero Nuevo:
Quien por su negligencia cause daño en patrimonio ajeno deberá
indemnizarlo según las circunstancias de cada caso. La acción para exigir la indemnización prescribe al año.
2. El principio general sobre limitaciones en inmuebles
Conforme a lo expuesto anteriormente, la licitud o ilicitud de una actividad
debe analizarse en primer lugar conforme a la doctrina relativa al ejercicio abusivo de derecho, luego según el ejercicio legítimo o ilegítimo del derecho
basado en su razonabilidad y, por último, en función de la conducta dolosa o
culposa que haya originado daños o perjuicios a terceros. Por tanto, en primer
lugar hay que atender a los límites intrínsecos que conforme a la Ley 17 del
Fuero Nuevo son de aplicación a todos los derechos y, en virtud de su prioridad tamizar si los usos son contrarios a la ley, la buena fe, las rectas costumbre,
el uso inocuo o la naturaleza del derecho, y determinar un posible ejercicio abusivo. Tras verificar tal ajuste al derecho, el análisis se centra en el límite extrínseco referente al derecho de propiedad sobre bienes inmuebles para
comprobar su eventual ejercicio ilegítimo mediante los factores variables y objetivos que señala la Ley 367 del Fuero Nuevo.
La pretensión de este trabajo, como se ha señalado, se restringe al segundo
de esos ámbitos derivado del principio general sobre limitaciones en inmuebles. En suma, se trata de valorar si la actividad desplegada se encuentra dentro de las facultades de su titular y, en consecuencia, éste tiene legitimidad para
desarrollar un aprovechamiento específico conforme al uso razonable del
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inmueble como criterio determinante de la legitimidad del ejercicio del derecho; y ello dentro del uso no abusivo del derecho y prescindiendo de la actitud,
intencionalidad o comportamiento del generador de la inmisión.
(1) El ejercicio de un derecho propio. El presupuesto fáctico se integra por el
desarrollo de una actividad en la finca sobre la que se tienen facultades de uso
y aprovechamiento. El vigente Fuero Nuevo no determina el contenido del
derecho de propiedad. Sin embargo, son principios generales los del Derecho
natural o histórico que informan el total ordenamiento civil navarro y los que
resultan de sus disposiciones (Ley 4 FN), y en tal sentido puede traerse a colación la Ley 41 del Fuero Reducido que, a pesar de no ser aprobado oficialmente,
era utilizado por los juristas navarros en la interpretación del Fuero General: el
derecho de propiedad atribuye a su titular todas las facultades posibles sobre la
cosa, pero no de modo ilimitado, sino en cuanto consiente la razón de Derecho.
Por tanto, desde el lado activo del ejerciente de su derecho de uso y aprovechamiento, debe valorarse si la actividad desarrollada en un inmueble resulta
razonable contemplando las incomodidades que genera a los vecinos. La necesidad de ejercer una facultad presupone la voluntad de desarrollar actividades
sobre la finca, de tal modo que cualquier inmisión derivada de un hecho natural se excluye del análisis relativo al uso razonable. En tal sentido, caso paradigmático puede serlo el viento que genera ruido al chocar contra los árboles
plantados guardando las distancias reglamentadas, o que arrastra las hojas a
la finca vecina.
Situados en la perspectiva del análisis de la actividad, en primer lugar habrá
de valorarse en función de las soluciones técnicas normales, comunes o usuales en la práctica de dicha actividad; por otro lado, deberá ser justificada razonablemente; y, por último, no deberá afectar de modo esencial al
aprovechamiento de la finca perturbada.
(2) La inmisión. Desde la vertiente pasiva de la relación de vecindad hay
que valorar la tolerabilidad de los menoscabos en el disfrute. De este modo, el
ámbito de aplicación de la norma se restringe a ser una cuestión de compatibilidad de usos legítimos de las fincas vecinas. Así, presupuesto necesario para
la aplicación de la norma es que concurra una colisión jurídica de usos incompatibles, de tal modo que se produzca un exclusivo juego entre los intereses
particulares de los titulares usuarios enlazados por dicha cuestión de compatibilidad.
(2.1) Desde el punto de vista del objeto, la perturbación o inmisión puede
derivar tanto de una actividad positiva, como negativa en los casos en que no se
desarrollan actividades de control –por ejemplo, plagas de animales o de plantas invasoras-, y el elemento fáctico de la norma viene constituido por la existencia o no de una verdadera perturbación, o su previsibilidad. En este sentido,
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quedan excluidas del concepto de perturbación las pérdidas de privilegios o
ventajas que otorgan condiciones beneficiosas a la finca ajenas a su contenido
normal, como suele ser el caso del acceso a determinado paisaje o de tener el
suelo un valor superior al del entorno. En su caso, dichos privilegios pueden
consolidarse mediante el mecanismo de la constitución de servidumbres que
gravan fincas ajenas, pero en ellos no hay una pugna entre usos incompatibles
ni por tanto un conflicto de relaciones de vecindad.
Como se ha señalado, la perturbación puede ser actual si existe ya la incomodidad, o futura si existe un riesgo casi inexorable de inmisión:
(a) Respecto del mero riesgo de que se generen perturbaciones, molestias
o incomodidades es necesario distinguir el riesgo de inmisión y la inmisión de
peligro. Propiamente, la Ley 367 del Fuero Nuevo se refiere al riesgo de inmisión que debe ser determinado atendiendo a factores temporales (frecuencia),
técnicos (estado de la ciencia) y dinámicos (índole e intensidad de la actividad). Por su parte, las inmisiones de peligro (casos paradigmáticos de una posible explosión o incendio) son supuestos de temor de daño futuro que tienen
prevista su propia acción específica de defensa: la caución por daño temido
(Ley 351.2 FN). La finalidad de dicha acción es implantar una medida coercitiva
para extremar las precauciones en el desarrollo de cualquier actividad porque
quien hace uso de su derecho tiene la obligación de evitar consecuencias
funestas sobre el vecino.
(b) Respecto de las incomodidades o perturbaciones ya iniciadas, el hecho
generador de la inmisión es el uso o actividad que se desarrolla con una eventual proyección externa.
La STSJN de 3 de mayo de 2004 define las inmisiones como “injerencias
derivadas de una actividad que, aun ejercida en su propia finca por el dueño o
poseedor, proyecta sus efectos fuera de los límites espaciales de la misma, originando la propagación o introducción natural de sustancias, elementos o fuerzas incorpóreas en fincas vecinas, con incidencia negativa en el goce pacífico y
útil de sus dueños o poseedores”. El Fuero Nuevo no emplea el término inmisiones pero se refiere a la misma realidad con la palabra incomodidades, a pesar
de ser en realidad indicativo de uno de los efectos de la inmisión.
La incomodidad o inmisión debe presentar caracteres de permanencia o
continuidad, y de afección a las necesidades de la finca. De este modo, por un
lado, la futura o presente perturbación ha de ser perdurable y con efectos duraderos, lo cual acarrea que los hechos pasados, puntuales o sin continuidad no
tienen trascendencia jurídica en el marco de la Ley 376 del Fuero Nuevo, los
cuales, en su caso, se someterán a alguno de los restantes mecanismos civiles
de defensa de la integridad patrimonial e indemnidad personal. Y, por otro, la
perturbación tiene que incidir sobre una específica utilización de la finca afec-
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tada que sufre un perjuicio constatable en razón del destino de la finca y en
razón de la propia inmisión (momento, clase, medida y duración)
Las incomodidades al vecino engloban tanto intereses patrimoniales como
personales. De este modo, habrá que atender a la inmisión tanto en sentido
estricto, es decir, verificando el perjuicio material o real en el inmueble, el personal derivado de la afección domiciliaria, o el económico por una incidencia
patrimonial efectiva; como en sentido amplio, es decir, constatando una perturbación que englobe la perturbación efectiva derivada de cualquier peculiar
o especial alteración material, sustancial o económica de la finca.
Conviene recordar que, habitualmente, la posición del afectado se ve alterada, no sólo en relación a los rendimientos económicos derivados de la finca,
sino sobre todo en relación a los valores vinculados a la propia persona como
la intimidad, la salud, la calidad de vida, la integridad física y moral, o la
vivienda digna y adecuada.
(2.2) Desde la perspectiva de los sujetos de la relación de vecindad, la cuestión se centra en determinar tanto el emisor como el receptor de la perturbación. Procede subrayar que la norma se inserta en sede de propiedad por su
consideración de límite al ejercicio o goce del derecho de propiedad, pero que
ello no implica su aplicación exclusivamente al titular del derecho de propiedad, sino que se hace extensiva a cuantos se encuentren, por cualquier título
de carácter real o personal, en el uso o posesión del inmueble.
Al respecto señala la STSJN de 3 de mayo de 2004 que “sobre la premisa de
la normal y obligada tolerancia entre vecinos de ciertas perturbaciones o inmisiones derivadas de la misma vecindad, la Ley 367 del Fuero Nuevo de Navarra
declara indebida e inexigible la tolerancia de las que puedan resultar de un uso
no razonable del derecho que a los propietarios u otros usuarios del inmueble
inminente pueda corresponder sobre el mismo”.
Por tanto, las limitaciones no recaen exclusivamente sobre el propietario,
sino que afectan a todos los que mediante cualquier título exploten o utilicen el
inmueble. Del mismo modo los intereses que se tutelan se determinan por la
condición de vecinos, con independencia del título que ostenten para disfrutar
de la finca.
(2.3) Desde la óptica jurídica, la norma establece un deber de tolerancia
vecinal de los colindantes. Como presupuesto de partida, las propiedades se
estiman libres, de modo que se requiere alguna justificación que limite el derecho de propiedad en razón de las relaciones de vecindad en cuanto éstas imponen la exigencia de tolerar ciertas inmisiones. En principio, el ejercicio de toda
actividad siempre produce alguna especie de riesgo o incomodidad al convecino que requiere, ciertamente, algún tipo de limitaciones, pero al mismo
tiempo debe admitirse la necesidad de soportar alguna inseguridad o molesRevista Jurídica de Navarra
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tia como un factor inherente a la propia dinámica de las actividades humanas.
En este sentido las relaciones de vecindad deben venir presididas por la normalidad de las relaciones existentes entre los predios, y la prevención y evitación de conflictos vecinales entre propiedades colindantes. A tal fin es
oportuno y conveniente determinar recíprocos deberes de respeto y tolerancia
para encauzar una adecuada convivencia en armonía y concordia.
La naturaleza de ese deber jurídico no se ajusta a la configuración de una
obligación civil en sentido técnico, sino que se conforma a modo de limitación
del derecho de propiedad exigible por razón de vecindad y utilidad privada con
carácter legal y real. De este modo, técnicamente se trata de un límite a la facultad de exclusión del vecino.
El deber tiene carácter de tolerancia de modo que un eventual derecho de
inmisión no puede adquirirse mediante prescripción. El requisito esencial
básico para la adquisición de un derecho real por prescripción es la posesión
en concepto de titular de ese derecho, y este concepto no es puramente subjetivo o intencional en cuanto que el poseedor por mera tolerancia o por título
personal reconoce el domino en otra persona y, en consecuencia, no puede
adquirir por prescripción.
En algunos sistemas civiles, la teoría de la prioridad de uso (pre-uso o preocupación), para solucionar los conflictos de vecindad, establece el criterio de
que las inmisiones preexistentes deben ser siempre toleradas por quienes con
posterioridad se establezcan en la zona afectada por esas perturbaciones. Sin
embargo, a diferencia de esos ordenamientos, tal criterio no tiene apoyo legal
en el Fuero Nuevo, ni tampoco respaldo jurisprudencial ni doctrinal. En ese
sentido, la STSJN de 3 de mayo de 2004 indica que “la preexistencia de una instalación no define sin embargo a perpetuidad el uso de la zona, ni alcanza a
imponer a quienes accedan con posterioridad al lugar o su entorno la tolerancia de las inmisiones que siempre ha generado”. Lo contrario supondría para
las fincas del entorno restringir, de por vida, posibles utilidades y aprovechamientos limitados permanentemente por tales inmisiones y, especialmente,
impediría en muchos casos el desarrollo urbano de zonas residenciales por
tener en esa zona una especie de muro intangible que, por la sola razón de su
preexistencia, impide a otros interesados desarrollar otros tipos de actividades.
El contenido del deber de tolerancia aparece integrado, por un lado, por la
diligencia propia del receptor de la inmisión, en cuanto debe realizar las labores de protección y toma de precauciones usuales, aunque sin llegar al extremo
de eximir al emisor de sus deberes para impedir los efectos invasores de su actividad; y, por otro lado, por el contenido típico conformado por la necesidad de
soportar un riesgo, limitación, molestia o incomodidad derivado del uso de un
derecho que ejercita el convecino.
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Llegados a este punto, la STSJN de 3 de mayo de 2004 observa que “la tolerancia debida por razón de vecindad presupone el uso lícito y razonable del
derecho desencadenante de las inmisiones, habida cuenta de las necesidades
de cada finca, el uso del lugar y la equidad”. Es decir, presupuesto necesario de
la tolerancia debida por razón de vecindad es que el uso generador de inmisiones debe ser lícito y razonable. Como ya se ha señalado anteriormente, una
actividad legal, con autorización administrativa y acorde a los preceptos reglamentarios puede ser ilícita civilmente, tanto desde la vertiente subjetiva por
abusiva o contraria a las exigencias de la buena fe (Ley 17 FN), como desde la
vertiente objetiva por vulnerar el criterio de referencia en los conflictos de
vecindad, es decir, el uso razonable (Ley 367 FN) conforme a los parámetros
que se desarrollan en los siguiente epígrafes.
3. El análisis de los elementos integrantes del principio
A) El aspecto jurídico: la licitud
La legalidad y regularidad del expediente y de la licencia que autorizan el
establecimiento de la actividad otorgan licitud administrativa por cumplir la
normativa propia que afecta a la actividad. Sin embargo, en la perspectiva del
interés jurídico del titular que desarrolla su actividad en convivencia vecinal
con otros interesados particulares, la licitud del ejercicio de la actividad también debe ser enjuiciada civilmente. Ello es así porque el conflicto se establece,
no frente a la Administración, sino entre particulares que, en defensa de sus
propios derechos, acuden a la jurisdicción civil para recabar las medidas adecuadas al principio de tutela judicial efectiva.
En consecuencia, la licitud de la actividad debe atenderse tanto desde la
perspectiva administrativa, como desde la óptica civil. En este último ámbito,
el ejercicio del derecho de propiedad viene determinado, en primer lugar, por
los condicionantes o límites generales intrínsecos establecidos en la Ley 17 del
Fuero Nuevo a todos los derechos. Deberá valorarse si el desarrollo de la actividad respeta las exigencias de la buena fe o constituye un acto de emulación
encuadrada en la vertiente subjetiva del abuso del derecho. En esos casos, una
actividad puede ser calificada como ilícita en razón de su causa antijurídica; la
infracción de este límite intrínseco del derecho provoca el cierre a cualquier
ulterior examen sobre la licitud. Luego la aplicación de la norma sobre inmisiones parte de la existencia de un acto en origen intrínsecamente lícito del
vecino. Es ahora cuando el juzgador debe valorar la vulneración de un límite
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extrínseco, es decir, derivado de las particularidades de cada derecho real en
la situaciones de vecindad entre inmuebles que dispone la norma reguladora
de las inmisiones (Ley 367 FN) tomando como criterio la razonabilidad.
B) El criterio: la razonabilidad
Como se viene señalando, la licitud o ilicitud civil deriva también del carácter razonable o irrazonable de la inmisión o influencia, haya o no culpa; y el
respeto a las leyes y a las autorizaciones administrativas oportunas tampoco
excluye la observancia de esta regla civil. Ciertamente, la razonabilidad es un
concepto jurídico indeterminado, pero conforma la verdadera piedra angular
o clave de bóveda que sustenta la configuración jurídica de las relaciones de
vecindad y determina la inserción de la actividad desarrollada en los parámetros establecidos por la norma. Además, hay que subrayar especialmente que la
opción por este criterio se decide en una sociedad ya moderna e industrializada y desechando otros criterios posibles que se habían implantado en países más avanzados económicamente como Alemania o Italia.
En el régimen del Código Civil el uso normal se estableció como criterio,
respecto de la industria, cuando la actividad industrial era considerada aún
como extraordinaria o anormal. Su generalización como actividad normal se
convierte en un criterio favorecedor de la industria. Ahora, la cuestión es revisar ese criterio de la normalidad, y establecer criterios basados en otros parámetros, como el bienestar y la salud de las personas, y la protección del medio
ambiente. Si en el sistema del Código Civil la cuestión es determinar si es normal o no instalar una actividad en un determinado espacio, en el Derecho
navarro la pregunta se sitúa en el parámetro de si es razonable o no el uso y la
correlativa tolerancia y, en su caso, en qué medida es razonable.
Entre las opiniones doctrinales navarras, Álvaro D’ORS (2002) manifiesta
que el adjetivo razonable tiene “un aspecto que corresponde mejor a la idea de
sentido común, de acuerdo con la idea de que el sentido común es propiamente la filosofía de los juristas; en efecto, no se trata de estricta racionalidad
lógica, sino de buen sentido de las consecuencias prácticas de los principios
generales. Así, pues, el sentido común viene a ser en derecho la conveniencia
práctica razonable o utilitas communis, que puede prevalecer sobre la razón
lógica”. Por su parte, FERNÁNDEZ URZAINQUI (1994: 152) señala que “al valorar la
racionalidad de su uso difícilmente podrá dejar de tenerse en cuenta el límite
variable marcado por la distinta sensibilidad social de sus repercusiones, determinante de su tolerabilidad”. Precisa a continuación que “la racionalidad del
uso del derecho ha de determinarse en cada caso no desde la subjetividad de
quien lo ejercita, sino acudiendo a criterios objetivos y a una equilibrada pon-
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deración de los intereses en juego, debiéndose entender en tal sentido la remisión legal a las necesidades de cada finca, el uso del lugar y la equidad”.
El análisis de razonabilidad exige atender al carácter multidimensional de la
vida social, es decir, aquilatar los factores humanos, culturales, ambientales y
económicos que se presentan en el conflicto vecinal. Fundamentalmente
requiere ponderar la razonabilidad en la pugna entre la economización de las
relaciones jurídicas y la protección primordial de la persona humana y sus libertades fundamentales. Por ello, esta norma civil debe entenderse, no en mera
clave legislativa (Derecho de leyes), sino en perspectiva judicial (Derecho con
principios) que valore el conflicto desde los múltiples intereses en confrontación
y defienda lo que importa también al procomún. De este modo, el elemento normativo aparece integrado por un elemento valorativo sobre la reconstrucción de
los hechos: el razonamiento justificativo. Lo razonable implica per se que se aceptan ciertas inmisiones y la cuestión se desplaza a determinar el nivel óptimo de
esas incomodidades desde el prisma de la razonabilidad justificable.
La norma general del uso razonable necesariamente debe ser complementada por la remisión a criterios ajenos al usuario indicados por el propio
precepto legal según se relatará más adelante. Pero antes de proceder a ello,
conviene recordar la especial incidencia de las normativas administrativas que,
aunque no tiene efectos directos sobre las relaciones jurídicas entre particulares, pueden ser determinantes de la peligrosidad y riesgo de algunas actividades, y de la delimitación de las medidas de precaución y seguridad a adoptar
en cumplimiento del deber general de diligencia al realizar ciertas acciones. En
relación a la regulación de los derechos y obligaciones que han de regir las relaciones jurídicas entre particulares derivadas del régimen jurídico y limitaciones de la propiedad, la normativa administrativa, al no tener rango de ley, no
tiene efecto directo en el orden civil. Sin embargo, dicha normativa administrativa aporta criterios sobre la determinación del uso habitual y razonable del
derecho. En consecuencia, la normativa administrativa es un punto de referencia importante para completar el contenido de esos deberes en cuanto ofrecen medidas técnicas de prevención y en su caso de reparación de las
instalaciones emisoras, y delimitan indicios para valorar el ejercicio de un derecho conforme a criterios de usos y previsiones normales Otra cosa es que el juzgador sea reacio a pronunciarse sobre los estándares reglamentarios y poner
en duda su rigurosidad y mesura.
C) Los factores objetivos o datos constatables: necesidades y usos
Para determinar el uso razonable, la norma se remite a las necesidades de
cada finca, al uso del lugar y a la equidad. Es decir, debe responder a la pondeRevista Jurídica de Navarra
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ración de esos factores estáticamente objetivos y taxativos, y dinámicamente
variables en el tiempo. Son los instrumentos que el juzgador debe utilizar en
todo caso y en cada caso. Por tanto, la idea rectora es que nadie puede realizar
actos que excedan el goce admitido de su derecho conforme a la naturaleza e
intensidad usuales en el entorno que las padece.
Según reseña HUALDE MANSO (2005: 183), la valoración de este límite
externo debe realizarse por el juzgador mediante una labor de comparación y
compatibilización de los derechos en liza, el del inmitente y el del perjudicado,
debiendo llegar a la determinación de que el uso que produce la inmisión, lícito
ab initio, es ilícito por infringir este segundo parámetro de licitud que viene
dado por la norma de inmisiones.
(1) En primer lugar, la tolerancia gira en torno a la razonabilidad en el uso
establecido en función de las necesidades de cada finca.
Las necesidades a valorar se refieren tanto a las de la finca generadora de
las inmisiones como a las de la finca o fincas que las padecen, en contraste con
las que son comunes u ordinarias en otras de su mismo aprovechamiento y
entorno. La tarea consiste en determinar cuantitativamente lo que necesitan
las fincas conforme a su naturaleza y destino, y tranquilidad y bienestar de los
titulares o usuarios.
Esas necesidades dependerán, primero, de la naturaleza y destino de cada
finca, es decir, de los usos de que son susceptibles o a que se dedican, tanto
unas como otras. Para su determinación, entre los diversos criterios integradores de las necesidades de las fincas, tienen un peso específico importante las
calificaciones realizadas en base a las leyes de ordenación del territorio y normas urbanísticas. Pero, luego, toda finca atiende los intereses particulares establecidos por su titular, que determinan las necesidades y requerimientos del
propio usuario en su interés personal y patrimonial.
En cualquier caso, hay que partir de un presupuesto básico: la razonabilidad del uso del derecho exige adecuar su ejercicio a las características de la
actividad realizada (sus propias necesidades: agrícolas, industriales, residenciales, etcétera) y a la incidencia de sus efectos en las fincas de su entorno (las
necesidades ajenas: por ejemplo, el aprovechamiento agrícola requiere de aire
limpio y sufre merma por el humo o el polvo). Es decir, debe decidirse, desde la
perspectiva estática, sobre la idoneidad tanto del emplazamiento, como de su
acondicionamiento para el ejercicio de la específica actividad; y, desde la perspectiva dinámica, sobre la adaptación de su ejercicio a los procedimientos,
pautas y exigencias comunes en actividades de esas características en consideración a sus propias necesidades y a las de sus vecinos.
Para la determinación de esas necesidades, señala la STSJN de 3 de mayo
de 2004 que “pudiendo ser –y siendo comúnmente- plurales las fincas afecta-
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das por inmisiones en la moderna vecindad industrial, la consideración de las
necesidades ha de extenderse a todas ellas y, por ello también, a los usos o destinos dominantes en su área de influencia, en cuanto definitorios de sus necesidades”. Para concretar las necesidades del destino dominante en el área de
influencia se atenderá fundamentalmente a la habitabilidad, la salubridad y la
calidad medioambiental, referidas tanto a los recursos naturales (suelo, aire,
agua), como a las personas (salud, bienestar).
La valoración final ha de ser conjunta de todas las necesidades de todas las
fincas afectadas por el conflicto, es decir, de la finca generadora de las incomodidades y del resto de fincas que sufren dichas incomodidades. De ese modo, debe
valorarse si se produce alguna alteración, por disminución o por imposibilidad,
de las utilidades de las fincas afectadas en razón de su destino o finalidad propia.
(2) En segundo lugar, la norma se refiere al uso del lugar. En este caso, la
expresión uso del lugar se refiere, no a los usos normativos o costumbre local,
sino a los usos de hecho que se practican en ese ámbito geográfico y que determinen la razonabilidad de la actividad desarrollada, es decir, lo habitual en la
zona en la que se produce la inmisión.
En el entendimiento de la norma hay que arrancar de dos elementos preliminares:
(a) En lo que respecta al uso, la prioridad temporal en el uso de la finca
como ya se ha señalado no es un elemento que deba atenderse; esto es, la
materialización de un aprovechamiento no confiere a posteriori ninguna posición que jurídicamente deba ser privilegiada con la facultad de excluir a los
vecinos la realización de otros aprovechamientos diferentes. De este modo, al
contrario que en algunos sistemas civiles, la pre-ocupación o el pre-uso particular no es un elemento que deba tenerse en cuenta. En la opción legislativa
navarra, siguiendo a HUALDE MANSO (2004a: 201-203; y 2005: 187), “el usuario
de inmuebles es consciente que su ejercicio puede colisionar con el de otros
propietarios o titulares de goce, por eso no se crea confianza alguna respecto a
una situación jurídica sujeta por naturaleza a cambios –los que provienen del
ejercicio de otros derechos en las cercanías del fundo-. Esa misma mutabilidad
hace que el ordenamiento no tutele todo tipo de ejercicio sino sólo en la
medida en que no produce injerencias ilícitas”. De este modo, “el criterio de la
necesidad de las fincas prescinde del elemento temporal y examina el territorio en el que los inmuebles se encuentran, considerándolo unitariamente y
analizando sus actuales factores geográficos, económicos y sociales”. Por tanto,
en la normativa navarra hay que atender exclusivamente a la situación presente
y los condicionantes vigentes en el momento de realizar la valoración.
(b) Por lo que hace al lugar, Álvaro D’ORS (1995: 71-72) enfoca la atención
desde un punto previo: el desarrollo técnico “no es un bien absoluto, pues deja
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de ser natural cuando causa un deterioro empobrecedor de los recursos naturales de los que depende la existencia humana. Y aquí el interés del productor,
que busca su propio enriquecimiento puede entrar en conflicto con el bien de
la comunidad cuya existencia se deteriora, y que deber ser preferentemente
defendido (…). En la consideración de este tipo de conflictos entre desarrollo
industrial y bienestar humano, hay que tener siempre en cuenta que lo local
debe ser favorecido, ya que las ventajas del desarrollo no afectan siempre a la
población local, aunque puedan servir a la comunidad más amplia en la que
aquella población se integra”. Porque, en definitiva, la defensa del medio
ambiente general comienza por la defensa a ultranza del más cercano.
El parámetro del uso del lugar requiere, en principio, determinar la zona y
sus usos principales conforme a los datos físicos, topográficos, económicos,
históricos, ambientales y análogos que sean constatables. Esta comparación de
los aprovechamientos de la mayoría de las fincas ubicadas en el entorno determinará el carácter principal de la zona. En esa labor, la calificación urbanística
se presenta como elemento indicativo o referencial, no sustancial o relevante,
pero que ayuda a determinar las características iniciales y presentes de esa
zona porque la finca pertenecerá, en todo caso, a una concreta realidad y situación urbanística. El elemento relevante será la realidad actual de la zona en que
se hallan según los usos o actividades a que aparecen destinadas las fincas
como conjunto vecinal. De este modo, los usos habituales y locales de general
conocimiento y aplicación justifican la mínima diligencia de adoptar medidas
técnicamente aconsejadas para minimizar las molestias en el entorno y neutralizar los riesgos que comporta; en caso contrario, se convierte en referente
para agravar la eventual responsabilidad civil.
A partir de ahí podrán compararse las circunstancias de la zona con la finca
específica que genera la inmisión en razón de la actividad desarrollada en la
misma. El aprovechamiento es adecuado al uso local si es similar al del resto de
fincas de la zona y que, esencialmente, generan o no inmisiones, en su caso,
semejantes. En este sentido, se detectará primero la existencia e incidencia de
otras instalaciones con actividad semejante para valorar un eventual riesgo de
saturación (factor cuantitativo); y después podrá procederse a la comparación
entre la forma de uso de la finca en que se ejerce el derecho de aprovechamiento
y las condiciones de uso de otras fincas de su mismo destino en la zona (factor
cualitativo). Sin embargo, la literalidad de la norma permite considerar también
el tipo de uso de la finca en relación con los que son comunes o habituales en
su área de influencia, de modo que la naturaleza e intensidad de las inmisiones
usuales en el entorno que las padecen recíprocamente constituye un punto de
referencia imprescindible para aquilatar el uso normal y habitual del lugar.
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Los factores mencionados sirven para determinar si el uso y su consiguiente inmisión son habituales en la zona tanto cuantitativamente en razón
del resto de fincas, como cualitativamente en razón de los efectos de la inmisión generada. La adecuación al uso local se determinará en función de si el
aprovechamiento genera o no en la zona inmisiones más intensas de las que
habitualmente se producen. En suma, las inmisiones no se adecuan al uso del
lugar si esencialmente, por cuantía y cualidad, divergen de las que se producen ordinariamente respecto del carácter principal de las fincas de la zona. Ello
lleva a tomar en consideración tanto la actividad misma y sus efectos, como la
dimensión e intensidad de tales efectos.
El hecho de que una actividad y sus efectos no sean los usuales no implica,
per se, la ilicitud civil de la actividad. Lo que se evidencia es que el uso del lugar
es un factor de carácter variable que constituye un elemento importante pero
no cardinal en la determinación de la razonabilidad del uso. Los paulatinos
cambios en los aprovechamientos de una zona son los que moldean el factor
uso del lugar. De este modo, en una zona industrial o empresarial existen perturbaciones usuales derivadas de las actividades productivas o comerciales. En
la evolución posterior, el decaimiento económico de esa zona puede provocar
su paulatina reconversión en zona de uso residencial que haga inadmisibles las
molestias que la última industria en activo genera en el entorno; piénsese por
ejemplo en muchas zonas industriales o portuarias degeneradas que en las
grandes ciudades han ido regenerándose con usos residenciales, comerciales o
turísticos. Del mismo modo la implantación de nuevas industrias del mismo o
distinto género puede provocar que la intensidad de las inmisiones supere el
criterio de razonabilidad en relación a la actividad económica de la zona. Es evidente que puede ser razonable la ubicación de una fábrica que genera humos
en una zona rural, pero que ya no pueda considerarse razonable la instalación
de otras que multiplican exageradamente la intensidad de esas inmisiones.
D) El factor subjetivo o humano: la equidad
Debido a la gran riqueza casuística y problemática de las relaciones de
vecindad, parece pertinente exigir una prudentia iuris acentuada basada en criterios y principios nítidos pero generales que permitan un juicio moldeado a
cada caso conforme a la mesura que atienda la valoración de las necesidades y
de los cambios sociales y económicos. Por ello, a partir de los datos objetivos
anteriores, la aplicación del Derecho y, en este caso, de la razonabilidad del uso
conflictivo se somete expresamente a la idea de equidad. En este sentido,
recalca DÍAZ BRITO (1999: 46) que la norma se aproxima “a ciertos planteamientos teóricos que propugnaban la remisión en bloque del problema de la
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determinación de la licitud de las inmisiones al prudente arbitrio del Juez”. En
todo caso, desde la perspectiva del Derecho positivo, se corresponde a una de
las líneas de actuación de la equidad conforme a la cual la equidad habrá de
ponderarse en la aplicación de las normas (art. 3.2 CC). La aplicación de la equidad encauza la fórmula genérica que deja en gran parte la solución del conflicto vecinal a la prudencia del juez dado el casuismo de esta materia.
De este modo, la Ley 367 del Fuero Nuevo incorpora el sentido humano,
como base de cualquier Derecho que pretenda la justicia, al razonamiento
derivado de las desnudas circunstancias objetivas, y demanda la justicia del
caso concreto mediante la apreciación de los intereses en conflicto con la finalidad de equilibrar las pretensiones de las partes en proporción a las circunstancias. Junto a los datos objetivos constatables, el juez puede y debe introducir
factores de conveniencia que se adecuen a las circunstancias del hecho concreto con la finalidad de equilibrar los intereses y las pretensiones de los afectados por un conflicto determinado. Dicha operación se revela especialmente
importante en todos aquellos casos de inmisiones que sean perjudiciales para
las personas porque la sensibilidad, el estado físico o los hábitos de vida son
tan particulares en cada persona que únicamente pueden apreciarse desde
estimaciones subjetivas. Lo que se pretende no es dejar al mero arbitrio de un
juez la solución del conflicto porque en tal caso los mencionados factores objetivos estarían de sobra, sino establecer un parámetro de flexibilidad que permita integrar otros factores que eventualmente quedarían excluidos de las
referencias legales mencionadas y se estiman convenientes acumularlos a las
particulares incidencias del caso.
En definitiva, la equidad es el criterio rector de esta confluencia de derechos implícita en las relaciones de vecindad y opera en base a la ponderación
equitativa de los intereses concurrentes: el valor y rendimiento económico de
la actividad generadora de inmisiones y de la del resto de fincas del entorno; y
los valores emergidos por la propia Constitución de carácter personal (salud,
bienestar, calidad de vida, intimidad) y colectivo (medio ambiente). Esta proporcionalidad entre las posiciones de las partes, los intereses particulares en
juego y las circunstancias del caso deberá aquilatarse en la perspectiva de posibilitar la pervivencia y compatibilidad de todas las actividades implicadas y con
el menor sacrificio para las partes.
4. Los efectos del uso no razonable
El uso razonable de un bien inmueble es el límite que no puede desbordarse y marca la existencia del deber de soportar una incomodidad. En conse-
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cuencia, la normal y obligada tolerancia entre vecinos de ciertas perturbaciones o inmisiones derivadas de la misma vecindad resulta indebida o inexigible
cuando se derivan de un uso no razonable del derecho porque sitúa a la actividad extra muros del ámbito de uso o ejercicio razonable del propio derecho.
El uso razonable confirma la posibilidad del ejercicio inocuo del propio
derecho que deja en suspenso al vecino su facultad de exclusión inherente al
titular del derecho de propiedad. La eventualidad de inmisiones derivadas del
uso razonable se encuentra en consonancia con el uso inocuo de fincas ajenas
expresamente reconocido en el Derecho navarro por la mencionada Ley 17 del
Fuero Nuevo.
En el ejercicio del derecho dentro de los márgenes de tolerancia, las limitaciones del derecho de propiedad derivadas de las relaciones de vecindad se
sitúan en un plano de igualdad, equilibrio y reciprocidad. Al existir reciprocidad, al contrario que en las servidumbres, los beneficios y derechos y sus correlativos menoscabos y deberes también son recíprocos. Por ello, las
incomodidades derivadas de un uso razonable del derecho del vecino son de
obligada tolerancia por exigencias de la propia convivencia vecinal, de modo
que no existe sujeción del ejerciente de su derecho a una eventual indemnización al vecino por esa tolerancia debida. El afectado o perturbado no tiene
facultad de exclusión ni por tanto pretensión alguna contra el uso razonable
del vecino. Otra cosa es causar un daño, en cuyo caso el derecho a la indemnización de perjuicios tiene su fundamento, no en la Ley 367, sino en la Ley 488.2
del Fuero Nuevo que regula la responsabilidad civil extracontractual.
Fuero de los márgenes de tolerancia, los titulares de fincas vecinas, con fundamento en esta regulación, pueden tener derecho de impedir instalaciones
que permitan prever la generación de inmisiones intolerables, normalmente
por su carácter peligroso, molesto, incómodo o perjudicial. Cualquier uso no
razonable del derecho que ponga gravemente en peligro o lesione intereses o
derechos legítimos ajenos queda fuera de la función del derecho y no tiene el
amparo de la ley.
En el ámbito de las actividades industriales, LUQUÍN BERGARECHE (2005: 68)
manifiesta que “de esta manera, traspasaría manifiestamente los límites normales del ejercicio de un derecho en cuanto contrario a la razón de derecho (es
decir, sería irrazonable) aquella actuación del propietario de una industria que,
en el ejercicio de la libertad de empresa, causara sobre colectivos de personas
titulares de intereses difusos daños verificables (actuales o potenciales) por la
emisión paulatina y progresiva de sustancias contaminantes o perjudiciales
para su salud o patrimonio (o aún lesivas de su derecho o interés legítimo al
ambiente) y que perturbaran gravemente de alguna manera su calidad de vida,
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aun cuando dicha actuación se halle respaldada por la correspondiente licencia administrativa”.
El fundamento actual de tal solución se halla en el deber de respeto a la
persona que surge en el ámbito civil como principio general del Derecho y se
recoge actualmente en la Constitución. El contenido de ese respeto a la persona se integra por su salud (física y psíquica), su intimidad (derecho a una vida
particular sin perturbaciones) y su libertad (de disposición de su propiedad).
No hay que desconocer que, en virtud de la jerarquía normativa, todas las soluciones deben adaptarse a los principios ordenadores de la vida social, tanto
pública como privada.
En esa labor, concedida la licencia, es habitual que los Tribunales civiles se
abstengan de conocer su posterior reordenación alegando falta de competencia en razón de la existencia de la licencia. Sin embargo, como ya se ha manifestado tal posición es equivocada en cuanto los Tribunales civiles tienen
competencia para enjuiciar las relaciones de vecindad conforme a las normas
civiles de aplicación en cualquier momento y, en su caso, adoptar medidas de
prevención o protección. La adaptación de tales medidas también se realiza en
base a la normativa de responsabilidad civil en cuanto, tras imponer la indemnización de un daño, no sería lógico permitir que siguieran produciéndose.
Además, los mecanismos civiles adquieren especial protagonismo iniciada
ya la actividad por la posibilidad de reivindicar modificaciones posteriores en
las nuevas circunstancias y nuevas exigencias que puedan devenir en el futuro.
5. La acción de exclusión
La Ley 367 del Fuero Nuevo no contempla expresamente ninguna acción
específica pero, como indica HUALDE MANSO (2004: 221), “la ausencia de una
acción tipificada, así como el silencio sobre las posibles pretensiones que el
demandante puede deducir en juicio no es óbice para que al amparo de la propia norma que analizamos el perjudicado por una inmisión pueda ejercitar
procesalmente su derecho a excluirla”. Por su parte, recalca FERNÁNDEZ URZAINQUI (1994: 151) que “el explícito reconocimiento de la tutela vecinal frente a una
situación de mero riesgo o peligro contrasta con la generalizada vinculación de
la tutela vecinal a la responsabilidad civil por daños constatable en la jurisprudencia elaborada a partir del Código Civil. El Derecho histórico navarro ha diferenciado adecuadamente las limitaciones que la mera vecindad impone en el
uso de los predios a fin de evitar dañosas inmisiones en los predios vecinos y
las consecuencias indemnizatorias derivadas de su trasgresión”. En definitiva,
según señala la STSJN de 3 de mayo de 2004, la existencia de inmisiones gene-
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radas por un uso no razonable legitima “a los perjudicados por ellas para su
rehúse, impedimento o prohibición”.
El perjudicado tiene legitimación para entablar acciones de abstención de
realizar la actividad en los supuestos de peligro de inmisión inminente y cierta,
y de cesación de la inmisión ilegítima, es decir, de los efectos intolerables de la
actividad por su carácter regular y duradero, y la consiguiente posterior abstención de reanudar esas actividades. Por tanto, si conforme al criterio legal
establecido por la norma civil la actividad se estima ilícita, el vecino puede ejercer su facultad de exclusión (ius excludendi) y solicitar, bien rebajar las inmisiones a la razonabilidad (medidas correctoras), bien el cese de la propia
actividad de inmisión. Con esta acción no se entra a valorar la existencia de
daños y su eventual valoración porque se trata de un conflicto vecinal que, por
su carácter permanente y continuo, requiere una respuesta general y no específica de resarcimiento o compensación de daños. Como se ha señalado, las
incomodidades de mero carácter accidental u ocasional tendrán cauce, normalmente, por la vía indemnizatoria de los daños generados.
En primer lugar, el uso no razonable justifica la acción inhibitoria de la actividad, pero con esta matización: el cese se refiere primordialmente a las propias
inmisiones con el fin de reconducirlas a los límites de la tolerancia o de suprimirlas mediante medidas correctoras. Por tanto, habrá que analizar en primer
lugar la posibilidad de introducir esas medidas correctoras relativas a distancias
adecuadas, obras necesarias de resguardo o de precaución, o incluso eliminación o cesación de las situaciones de riesgo y peligro creado mediante clausura
parcial de la actividad. Sólo en última instancia podría decretarse el cese total
de la actividad que las genera siempre que no sea posible adoptar medidas
correctoras o su aplicación sea inoperante para contener las inmisiones.
Además, la norma permite anticiparse a las perturbaciones o molestias
para evitar posibles daños futuros factibles y prevenir cualquier consecuencia
ilícita, habilitando acción para adoptar precauciones que eliminen el riesgo de
inmisiones futuras. El cese de la actividad industrial queda supeditado, por
tanto, a la inejecución o a la ineficacia o insuficiencia de las medidas correctoras requeridas o aplicadas4.
4.
El artículo 305 del Real Decreto Legislativo 1/1992, Texto Refundido de la Ley del Suelo, conforme a la redacción de la Ley 6/1998, establece que “los propietarios y titulares de derechos
reales, además de lo previsto en el artículo anterior y en el artículo 266, podrán exigir ante los
Tribunales ordinarios la demolición de las obras e instalaciones que vulneren lo dispuesto respecto a la distancia entre construcciones, pozos, cisternas, o fosas, comunidad de elementos
constructivos u otros urbanos, así como las disposiciones relativas a usos incómodos, insalubres o peligrosos que estuvieren directamente encaminadas a tutelar el uso de las demás fincas”.
Cuando se dan los supuestos que perfectamente permiten que deba de ser tenida en cuenta no
puede mantenerse como una norma teórica, inoperante e inútil [STS (Civil) de 30 de noviembre de 2006 (RJA 8153)].
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6. Las acciones complementarias
A) Las acciones de tutela preventiva o provisional
La prevención de las consecuencias de la inmisión tiene, como garantía de
indemnidad, las acciones de tutela preventiva o provisional que otorgan la
denuncia de obra nueva y la posibilidad de exigir caución por el daño temido.
En primer lugar, en el caso de que la actividad sólo esté prevista, pero esté
pendiente de realizar las obras de construcción necesarias, hay que atender a
la posibilidad de la denuncia de obra nueva prevista en la Ley 350 del Fuero
Nuevo: si un propietario denuncia la obra nueva de otro vecino como contraria
a su derecho, se podrá proseguir la construcción dando garantía de la eventual
demolición o indemnización si procediere; en otro caso se estará a lo dispuesto en
la Ley de Enjuiciamiento Civil para el interdicto de obra nueva. Al respecto,
señala FERNÁNDEZ URZAINQUI (1998: 31) que “para que la obra nueva pueda reputarse contraria al derecho del perjudicado es preciso que su ejecución no se
halle amparada en derecho alguno del promotor o, de producirse en su ejercicio, que sobre pase las limitaciones impuestas al mismo por su naturaleza, la
buena fe, las rectas costumbres y el uso inocuo de otras personas (Ley 17 FN) o
las derivadas de la misma vecindad, que impiden a los propietarios u otros
usuarios de inmuebles causar a sus vecinos molestias o incomodidades superiores a las que puedan resultar del uso razonable de su derecho, habida cuenta
de las necesidades de cada finca, del uso del lugar y la equidad (Ley 367.1 FN)”.
En segundo lugar, la Ley 351.2 del Fuero Nuevo recoge la acción de caución
por daño temido: Perjuicios provenientes de finca vecina (…). Cuando de algún
modo pueda temerse en una finca cualquier daño proveniente de otra vecina, y
no se imponga por la Administración la reparación de la causa del posible perjuicio, el propietario que tema aquel daño puede exigir del poseedor de la otra
finca una garantía de indemnidad. La garantía exigida tiene una finalidad preventiva porque quien presta la caución procurará no generar daños, y, en
última instancia, coercitiva porque, habiendo daños, se responderá por ello por
el mero hecho de la estipulación y prescindiendo de la eventual culpa. Por
tanto, se aplica con independencia de la razonabilidad del uso en cuestión y
bastará con acreditar la previsibilidad de un daño proveniente de finca vecina
(vid. HUALDE MANSO, 2004a: 241-287; 2004b).
B) La acción resarcitoria derivada de la responsabilidad civil extracontractual
La profesora HUALDE MANSO (2004a: 234) concluye que “el sistema del Fuero
Nuevo permite defender la plena independencia de la protección cesatoria y
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de la indemnizatoria en orden a los distintos presupuestos para aceptar una y
otra: en el primer caso la superación de la razonabilidad del uso y en el segundo
la existencia del criterio imputativo adecuado. Esa independencia no es óbice
para que entre ambas pretensiones exista un nexo de unión consistente en que
sólo las inmisiones que superen el umbral de licitud para ser hechas cesar sean
las que abran la puerta al eventual derecho a la indemnidad”.
El exceso en el ejercicio del derecho determina por sí mismo un supuesto
de actividad ilícita que, si ocasiona daños indebidos al vecino, genera una obligación de resarcimiento en aplicación de la mencionada Ley 488.2 del Fuero
Nuevo. Si se desbordan los límites razonables del uso del derecho, la indemnización de los daños no se condiciona por el reproche subjetivo o principio de
culpa (imputación subjetiva), sino que la responsabilidad es objetiva por riesgo
de la actividad (imputación objetiva); es suficiente que la acción perturbadora
sea antijurídica, sin exigir una intención dolosa o culposa en su autor. En este
sentido, HUALDE MANSO (2004a: 233) opina que “en las actividades inmisivas
que proceden de actividades o explotaciones industriales el sistema más idóneo resultará el sistema objetivo ya que la responsabilidad irá ligada al riesgo o
peligro de la propia forma de explotación, la cual obliga a su agente a emplear
todos los medios necesarios para prevenir y evitar daños, sin que sea causa de
exoneración la adopción de las medidas que reglamentariamente o administrativamente fueran de aplicación y hubieran sido adoptadas”.
De este modo, la indemnización por daños sólo es procedente por la eventual generación de perjuicios mediante inmisiones que provengan de un uso
no razonable. Hay que tener en cuenta que las acciones civiles de responsabilidad persiguen evitar o reparar los daños y perjuicios causados a las personas
o a sus bienes por inmisiones no tolerables. Obviamente, la acción responde al
principio tradicional de no causar daño a otro. En consecuencia, quien causa
daño está obligado a repararlo; la aplicación específica del principio en el
ámbito ambiental se materializa en la consecuencia de que quien contamina
debe reparar o pagar.
Sin embargo, en ningún caso es un instrumento de defensa general del
medio ambiente y del equilibrio ecológico, tal como acontece con las medidas
penales y de disciplina administrativa. La jurisdicción civil asume el conocimiento relativo al resarcimiento de daños ambientales que incidan en bienes o
patrimonios personales de un sujeto individualizado, y ello con independencia de los respaldos normativos de carácter administrativo con que cuente la
actividad lesionadora.
Por tanto, la persona perjudicada por inmisiones no tolerables podrá pedir
el resarcimiento del daño sufrido. El sujeto responsable tiene responsabilidad
objetiva por riesgo derivado de la actividad: el daño nace del hecho en sí sin
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intervención de una conducta negligente porque la existencia de los daños
generados evidencia la falta de adopción de las precauciones necesarias, aunque se haya desarrollado con respeto a las disposiciones administrativas pertinentes.
C) La acción compensatoria
Excepcionalmente, pudiera darse el caso de que se establezca el deber de
tolerancia pero admitiendo, mediante la equidad, que la razonabilidad de las
inmisiones requiere otorgar un derecho de compensación para conciliar los
intereses particulares afectados. En el Derecho navarro, señala HUALDE MANSO
(2004a: 239), “la concesión en tales casos de una prestación dineraria a título
de compensación sólo podría darse excepcionalmente en aquellos casos en
que la denegación haya venido motivada bien por el análisis económico o técnico de las consecuencias de la condena, o por la presencia de intereses generales en la actividad inminente”. Esta medida tendría su fundamento en la
aplicación de la equidad con la pretensión de equilibrar los intereses de las
actividades que deban compatibilizarse y cuya continuidad se estima pertinente por motivos económicos o sociales, y ponderar una relación vecinal de
carácter excepcional y anormal.
D) La protección del ámbito domiciliario
La defensa de los intereses personales derivados de los derechos constitucionales genera una nueva vía civil complementaria de defensa, frente a la
intromisión que supone la inmisión, con fundamento jurídico en la intromisión ilegítima contemplada en el artículo 7 de la Ley Orgánica 1/1982, de protección la honor, la intimidad personal y la propia imagen.
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