artículos publicados en `el norte de castilla`

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ARTÍCULOS PUBLICADOS EN ‘EL NORTE DE CASTILLA’,
DESDE 1995.
ANASTASIO ROJO VEGA
www.anastasiorojo.com
Alargar jubilaciones.
Anastasio Rojo Vega.
Acaba de celebrarse en Soria el Foro 21 sobre Población y Desarrollo Sostenible
e imagino que la ciudad que comúnmente va asociada al Duero, a Machado y a
Gabinete Caligari ha sido elegida para él por entenderse que es una de las que, con
Teruel, menos capacidad de sostenerse tienen.
Los grandes problemas planteados han sido la despoblación, el envejecimiento,
el desequilibrio en el reparto de recursos y la inmigración y las no menos grandes
soluciones encontradas el retraso en la edad de jubilación, la mejora de las
infraestructuras de comunicación – se hacen sinónimo de llegada de inversiones - y un
cambio de mentalidad que conduzca a invertir más en planes de pensiones y menos en
pisos. Una leve coletilla advierte, empero: ¡ojo!, un exceso de protección
medioambiental podría comprometer lo apuntado.
De todo ello lo que más me ha alcanzado es lo del alargamiento de la edad de
jubilación. La jubilación que se nos presenta habla de viejos - ¿de qué otra cosa podría
tratar? -, pero no ya de viejos como hasta ahora han sido o hemos pensado deberían ser,
autosuficientes con su pueblo, su casa, su soledad y sus gallinas, sino de viejos como
vamos a ser o quieren que seamos.
Antes la vejez era haberse liberado de los hijos, peinar canas y a dar propina a
los nietos ¿Qué tal abuelo?. La persona mayor, el anciano, era un ser que, mejor o peor,
vivía a su aire y con la mayor parte de las responsabilidades traspasadas a sus sucesores.
Del viejo el consejo. Ahora dicha circunstancia no se da. El viejo actual es una persona
cargada de obligaciones hasta que muere o se convierte en algo manifiestamente inútil.
¿Qué es un jubilado? Jubilar, según el Diccionario de la R.A.E, es dispensar a
una persona, por razón de su edad o decrepitud, de ejercicios o cuidados que practicaba
o le incumbían, en el fondo un premio. ¿Qué es un jubilata según definición de
Valdelateja? Un señor o señora que tras haber ahorrado toda la vida para comprar un
piso y criar y educar a unos hijos se convierte en un señor o señora que sigue ahorrando
y quitándose parte de su pensión para continuar ‘ayudando’ a los hijos y criar a los
nietos. ¡Pobre!, mi nuera tiene que trabajar para pagar la hipoteca. ¿Recibir a los nietos
a las ocho de la mañana y encargarse de ellos hasta las ocho de la noche es vida de
jubilados? ¿Eso es un premio?.
En Soria han propuesto el alargamiento de la edad de jubilación, pero entonces
¿Cuándo quedarán puestos de trabajo libres para los hijos?. Es contradictorio que los del
Foro se quejen en otro punto de la ‘Tardía incorporación de los jóvenes al mundo
laboral’. Alargar la edad de jubilación posibilitará que los abuelos alcancen el 100 % de
la pensión, pero estorbará que los que vienen sumen los treinta años de cotización que
se les exigirá para llegar por su parte al pleno. Pan para hoy y hambre para mañana.
El alargamiento de la edad de jubilación únicamente asegura que los viejos
puedan seguir ayudando con su pensión del 100 % a hijos ocupados con contratos
temporales. El alargamiento distorsiona el adecuado recambio y provoca un grave
problema que se está sintiendo ya en las Universidades. Dicen algunos que el mundo
intelectual es otra cosa. Dice mi padre que solamente de las varas jóvenes puede
esperarse buen fruto.
Futuro ladino el que habla de promover hábitos de vida saludable y alargar la
edad de jubilación para hacernos el mayor tiempo posible útiles y después viene a
ponernos en la frente el sello de la ley de dependencia – el de no poder valernos por
nosotros mismos -, como a los lechazos, y a archivarnos, a la espera, en un cementerio
de elefantes. Creíamos que íbamos hacia la sociedad del ocio – descansar, escribir
memorias, contar la vida a los nietos y preocuparse por el tiempo que hace, tres narices
para el cambio climático - y después de tantos sacrificios resulta que vamos a la
sociedad de la extenuación. Eso los de la pensión del 100 %, los otros Dios dirá.
Alboroto en Rioseco.
Anastasio Rojo Vega.
Un documento perdido en el archivo de protocolos de Valladolid da cuenta de un
alboroto ocurrido en la ciudad del Sequillo el año 1682, en pleno conflicto entre la
población y su señor feudal, el Almirante de Castilla. La información es muy interesante
desde diferentes puntos de vista. Muestra que los gobernantes, en este caso el corregidor
don Francisco de Angulo, son astutos y promoviendo el altercado procuran estar
ausentes del lugar de los hechos, que los que generan destrozos, arriesgan la vida y
acaban en la cárcel son jóvenes y pertenecientes a las clases bajas o trabajadoras, y que
los vítores acabaron convirtiéndose en manifestaciones reivindicativas a finales del
XVII, razón que explicaría su prohibición en Valladolid. La escritura es también la
pintura de uno de estos vítores tal y como debió ser, con pequeñas variantes, el original
dedicado por la cercana localidad de Mayorga a su santo Toribio.
23 de mayo de 1682: “digo que el miércoles próximo pasado veinte de este
presente mes, por diferentes personas vecinas y naturales de la dicha ciudad [Rioseco]
se hizo un vítor y al anochecer salieron de las casas de don Francisco Angulo,
corregidor actual de ella, con cantidad de hachas encendidas y un clarín delante,
auxiliados y acompañados de más de doscientas personas e iban diciendo en voces altas
Viva don Francisco Angulo nuestro corregidor y lo ha de ser a pesar de cabrones y
testigos falsos y Cola a don Francisco de la Mota y mueran todos los que siguen al
almirante y son contra la ciudad y en esta forma fueron discurriendo por las calles y
plazas de ella y llegando a las casas de las personas afectas a Su Excelencia hacían parar
y que cesase el tocar el clarín y daban muchas cuchilladas en las puertas diciendo en
voces altas: Salid aquí, cornudos testigos falsos, ministros de la sinagoga y otras
injurias semejantes... en cuyo vítor iban Manuel Pérez y un hijo de un zapatero llamado
Britos y Bartolomé González, hijo de Toribio González, botero, Andrés Sánchez y
otros, y los auxiliaban sus padres y don Francisco Castañón, alcaide ordinario; Domingo
Pérez, alcaide de la Santa Hermandad, dos regidores y otras personas hasta el número
referido, todos prevenidos de bocas de fuego y otras armas, haciéndome y a los demás
que van nombrados otras muchas injurias y agravios...”.
Decían en mis años de estudiante que no podía existir cosa más tonta que un
obrero de derechas. Lo ocurrido a Manuel Cornejo, fabricante de estameñas morador en
la calle de Los Lienzos de la misma ciudad de Rioseco, muestra que, además de tonto,
meterse en el bando inadecuado es peligroso: “el miércoles veinte de este presente mes
a cosa de las siete de la tarde poco más o menos, este testigo estaba en el mentidero, que
es a la Panadería de la dicha ciudad, y venía un vítor por Santa Cruz debajo de mucha
gente, que oyó decir habían salido de casa de don Francisco Angulo, corregidor de dicha
ciudad que vive más arriba de Santa Cruz, al Malcocinado de dicha ciudad, en el cual
dicho vítor que le tocaba un hombre que está asalariado en dicha ciudad... y también
iban en dicho vítor hasta veinte y dos o veinte y cuatro personas... hijos de vecinos de la
dicha ciudad y estudiantes, los cuales iban diciendo Vítor don Luis de Cabrera, lo cual
repitieron más de hora y media por las calles de Rioseco paseándolas repetidas veces =
y después de anochecido, como una hora hasta más de las once de la noche, salieron los
mismos sujetos y un hijo de Britos el zapatero y un hijo de un botero que se llama
Toribio González con hachas encendidas delante y con el dicho clarín y con más de
doscientas personas detrás, que no conoció e iban diciendo Vítor la ciudad y su
corregidor y cola en los testigos falsos y cuando llegaron a la casa del dicho Pedro
Martínez de Soto, boticario... dijeron los del vítor en altas voces Sal aquí boticario de
basura, casa donde se hace la contratación falsa y le acuchillaron la puerta y rompieron
la trampa de la puerta de la botica y llegando a la plaza de la dicha ciudad a una casa
donde vive una persona que declaró a su merced y declarará siéndole mandado, donde
se suelen juntar los que presentan la petición y otros vecinos de dicha ciudad de la
parcialidad de cierto sujeto que también declaró a su merced... dijeron los del vítor en
altas voces Esta es la casa de la sinagoga diciendo Mueran los testigos falsos, que esta
es la casa de la sinagoga, salid acá que bien lo oís, diciéndoles palabras de provocación
para que saliesen = y pareciéndole mal a este testigo se lo dijo a Gaspar de Viñambres y
a Tomás de Viñambres, estameñeros, y a Juan Grande, jornalero, y a Marcos el de la
ramadora, y callaron por ser del bando de la ciudad y estar en casa de este testigo
cuando se lo dijo = y el día siguiente por la tarde, yendo este testigo por la plaza de la
dicha ciudad los dos Viñambres y demás que lleva declarados dijeron a voces El
chambergo que ha hablado mal de la ciudad y es del bando del almirante, entiende que
ha de ser regidor, hablando con este testigo, y llamaron a don Francisco Castañón
alcalde ordinario del dicho lugar, el cual y otros le quisieron prender y le corrieron hasta
que se metió en casa de un lencero que vive cerca de la casa de este testigo y no se
acuerda del nombre y se metió dentro de un arca y registraron la casa diciendo que si le
cogían le habían de poner en un burro y en dicha casa estuvo hasta el día siguiente al
medio día, que le dijeron que no había nadie en la calle y salió y se metió en la iglesia
de Santiago de donde se vino a esta ciudad [Valladolid] de miedo que no le
prendiesen...”.
Medinenses viejos y nuevos.
Anastasio Rojo Vega.
Antiguamente ser hidalgo, es decir hijo de rico- por simplificar - servía para no
pagar impuestos, razón por la que todo aquel que creía tener alguna posibilidad de evitar
pasar por caja se lanzaba a plantar su árbol genealógico y a demostrar la nobleza de su
apellido y la pureza de su linaje.
Una aficción interesada que nos ha venido de perlas a los historiadores, por
obligar a los aspirantes a rebuscar documentos que, de otra forma, seguramente se habrían
perdido. Documentos carcomidos y apolillados ya entonces, pero tan necesarios para
reivindicar escudos de armas y ejecutorias de hidalguía, que los aspirantes a gente bien no
dudó en acercárselos a los escribanos, notarios de la época, para que se los copiasen. Las
copias son lo que generalmente se salvado de ellos. Los originales, en su mayor parte, se
han perdido entre digestiones de insectos comedores de papel y hongos.
Y entre tantas solicitudes de hidalguía, ha caído en nuestras manos una presentada
por un médico y familiar del Santo Oficio de la Inquisición de Medina del Campo
llamado el licenciado Sebastián Vaca de Sacramenia - en Medina solían decir Sagramenia
a los de este apellido – con fecha de 3 de noviembre de 1627 y a favor de un granadino
nombrado Francisco de Tabladillo.
Lo que cuenta es que fueron bastantes los medinenses – comprendiendo en el
gentilicio a los de la misma Medina y a los de su tierra - que se fueron un día a repoblar
las Alpujarras, tras la sublevación de los moriscos en tiempos de Felipe II, y que en su
mayoría fueron gente pobre: agricultores, ganaderos y artesanos; trabajadores, es decir lo
más indicada para una repoblación.
Ello se desprende del testimonio del referido Tabladillo, nacido en el antiguo reino
de Granada y vecino de Martos, en su afán por demostrar que era medinense por
ascendencia, sí, pero, por favor, que no le confundiesen; no de los recién llegados, de los
medinenses nuevos – los agricultores, ganaderos y artesanos dichos -, sino de los
medinenses antiguos y nobles, de los conquistadores de Alhama.
¿Cómo demostrarlo?. Encargando al licenciado Vaca que revolviese entre los
papeles de la villa de las ferias donde habían vivido sus antepasados. Afortunadamente lo
de controlar el quién era quién estaba bastante bien organizado. Dado que quien era
hidalgo estaba exento de pagar impuestos – como dicho es –era preocupación de la
Hacienda Real que existiese un encargado de llevar el padrón de quienes lo eran en todas
las poblaciones del reino. Así Vaca comenzó por lo más sencillo y pidió se le diese copia
del padrón de los hidalgos de Medina en los tiempos de la toma de Alhama, año 1482.
Y el expediente se abrió con un documento de 1531, copia de otro anterior
redactado por un escribano del que hoy no queda nada, que da fe de cómo ‘en el año en
que se tomó la ciudad de Alhama de los moros enemigos de nuestra santa fe católica Sus
Altezas se quisieron servir de la dicha villa de Medina de cien peones para la guarda de la
dicha ciudad de Alhama’.
Es decir, que en la toma de Alhama que abrió la guerra de Granada y llevó a la
definitiva expulsión de los árabes de España, participaron gloriosamente al menos cien
medinenses. Cien ‘medinenses viejos’.
Gloriosamente, como suele decirse, o menos, ya que el documento cuenta también
que los buenos hombres del común, los pecheros, los don nadie, dijeron que eso no era
cosa suya, que ellos estaban para arar tierras y cavar viñas, que las guerras eran cosa de
caballeros, que sacasen de entre ellos a los soldados. Y los caballeros e hidalgos dijeron
que sus altezas nunca llamaron a los caballeros hidalgos de sus reinos para peones. Porque
la petición de los Reyes Católicos era de infantería y lo suyo era la caballería. El delegado
de la Corona, amable, firmemente, respondió que esas diferencias no eran cosa suya, que
se las arreglasen los unos con los otros como mejor supiesen, pero que sacasen de donde
fuese los cien peones solicitados y a la mayor brevedad posible. Entre los encargados del
negocio figuró un Juan Martín Ferrero ‘el viejo’ que aseguró tener más de cien años, cosa
extrañísima en la época; primer centenario conocido de la villa.
La suerte no ha sido tanta que nos haya dejado la copia del padrón completo de
1482. Era un negocio particular de Tabladillo y a responderle particularmente se limitó el
notario: ‘La cuadrilla de San Juan y San Antonio: Martín Rodríguez de Tabladillo está en
posesión de fixodalgo”.
Pero el expediente es suficiente para saber que los medinenses – de Medina y de
su tierra – tuvieron dos contactos o relaciones estrechas con Granada – Granada y su
antiguo reino musulmán – entre la guerra de reconquista y la guerra de las Alpujarras.
Que a la primera acudieron cien medinenses, algunos o muchos de los cuales se quedaron,
como los abuelos de Tabladillo, formando parte de la clase privilegiada de los
conquistadores; y que tras la segunda fueron bastantes más los que acudieron a hacerse
cargo de las haciendas abandonadas por los moriscos expulsados. ¿Cuántos?. No debieron
ser pocos, puesto que el terror de Tabladillo era que, siendo medinense de los viejos, le
confundiesen con los nuevamente llegados. Medinneses viejos y medinenses nuevos –
como cristianos viejos y nuevos – que entre finales del XV y el XVI formaron dos
colonias en tierras del antiguo reino de Granada y particularmente en Las Alpujarras.
Alma de compañía.
Anastasio Rojo Vega.
Canta dentro de mi, musa, y utilizando mi lengua cuenta la historia de aquel
hombre astuto que, después de destruir la ciudad de Troya, anduvo vagando algún
tiempo, vio las ciudades y conoció las costumbres de muchas gentes y padeció un
sinnúmero de trabajos en el regreso, junto con sus compañeros, a casa, a Ítaca, a la isla
lejana que el timonel busca poniendo proa a la oscuridad.
A veces el poema era largo, muy largo, y continuaba bastante más allá del
término de los postres. El noble – los trabajadores del campo y los ganapanes no suelen
tener tiempo para alternar con poetas – estiraba el brazo y se reclinaba otra vez sobre el
duro banco de mármol decorado con cabezas de león y quimeras metálicas. Se le había
dormido de cargar el peso sobre él, sobre la frialdad de la piedra, apenas amortiguada
por unas pieles de cabra.
El poeta seguía desgranando su música de palabras que cantaban cosas de
hombres, amores y guerras, aventuras galantes y batallas heroicas, observando de reojo
cómo el anfitrión y sus invitados cabeceaban y comenzaban a dormitar ayudados por los
vapores del vino. Mientras, los dioses y los semidioses, de fuerzas hercúleas y
sagacidad de zorra, continuaban peleándose, amándose y engañándose.
Para los humanos era tiempo de mostrar que lo seguían siendo pese a Baco,
empleando la más exclusiva de sus facultades, la inteligencia. Eran banquetes a los que
había que asistir llevando una frase lapidaria hecha y procurando no olvidarla al tiempo
de dar las gracias. En realidad la frase inteligente formaba parte del pago simbólico de
la comida, como hoy, quizá, lo fuese levantarse, tomar el decantador de vino y declamar
ante los asistentes, agradeciendo la calidad de los productos servidos: coloración intensa
rosa fresa con ligeros tonos violetas y aspecto limpio y brillante. Es un vino joven, fino
y delicado, muy afrutado y fresco en la boca, donde se aprecia la carnosidad propia del
tempranillo. Es persistente y con final equilibrado entre su estructura y su acidez. Poesía
siempre. Un verso es el mejor regalo que puede hacerse, pues su valor es incalculable.
En los postres todo el mundo debía sentirse y mostrarse sabio en el grado que se
lo permitía la Naturaleza. En los bancos de mármol ya no se reclinaban invitados, sino
filósofos. Sabios que, haciendo alarde de falsa inspiración, ponían cara de entrar en
trance y hablar siguiéndola. Filósofo primero: caerse de un edificio no es tan malo
cuando se va por la mitad, lo malo es cuando se llega abajo. Filósofo segundo: las
bestias no pueden llegar a ser hombres, pero los hombres pueden llegar fácilmente a ser
bestias. Filósofo tercero: es más fácil trabajar la piedra que la palabra.
El único que no dijo nada en ningún banquete fue Kidam, el filósofo que fue
famoso por ello y que se volvió mármol el día en que una lira le cogió desprevenido.
Una sirena que le atrajo con sus dulces cantos. A otros hombres los llevaba hacia la
muerte, a él le robó el alma.
¿El alma o el ánimo?. Esa había sido siempre su gran duda como filósofo de sí
mismo ¿Él tenía ánima? Porque lo que de verdad sentía dentro de sí no era ánima, sino
ánimo, el que le hacía triste o alegre, cobarde o atrevido según días y ratos.
Kidam, el convidado de piedra. Una escultura sin herramientas para sentir ni
decir lo que sentía. Un observador inerte condenado a contemplar cómo su alma ¿o era
animo?, iba y venía sobre los platos, los instrumentos de música y las bellas como un
gato, parándose un instante a ronronear como uno de ellos, independiente como todos
los de su especie.
Veía y envidiaba. Veía y no podía decir nada. ¿Por qué no le había tocado otra
alma? ¿Por qué no un ánima de compañía? ¿Por qué una con espíritu de gato?.
Almoneda de fusiles.
Anastasio Rojo Vega.
Seguro que conocen el chiste ese del que dejó de fumar y aseguraba a todo el
mundo que era muy fácil; si será sencillo ¡que yo ya he dejado de fumar seis veces!.
Pues lo de dejar las guerras lo mismo. A principios de año me sugirieron como
tema la Guerra de la Independencia. A mandar. Guerra de la Independencia. Ahora los
capitanes de esta nave de papel comienzan a considerar que el conflicto se está
alargando demasiado, como el de Irak. Pues a obedecer nuevamente. Hágase la paz.
¡Franceses! ¡Españoles! ¡Atentos! ¡¡¡Alto!!! ¿Ven? Ya está. Es cuestión de un poco de
preparación y yo la tengo. Hice la mili como sargento de infantería, unidad A.B.Q. – y
nunca me he dado un adarme de importancia; experto en guerra atómica, bacteriológica
y química – por el I.M.E.C., en aquellos tiempos en que se decía que la mili era no
hacer nada todo corriendo.
¿Y los cañones, banderas y fusiles reunidos?. Antiguamente existía un buen
sistema para repartir herencias sin que se sintiese perjudicado nadie, sin que ninguno de
los herederos se considerase estafado. Se tomaban todos los enseres de por casa, hasta
los orinales, y se llevaban a unos poyos de la Plaza Mayor donde un alguacil
especialmente habilitado para ello, entre la horca y las verduleras, procedía a su subasta.
Una especie de rastrillo en el que cada cual tomaba lo que necesitaba y pagaba lo que el
pagano y el alguacil consideraban justo. Convertido todo en monedas, el reparto no
podía ser más ecuánime. Se restaban los gastos de entierro del finado, se hacían partes
iguales del sobrante y santas paces.
Almoneda también puedo hacer yo. Distintas personas me han preguntado – y no
lo digo por darme importancia, quienes me han preguntado saben que es cierto – qué
fuentes estaba utilizando y de dónde sacaba los datos para los artículos.
¿Mis fuentes? Una serie amplia de memorias de protagonistas de aquella guerra,
franceses e ingleses, algún italiano e incluso un polaco, junto con las historias del conde
de Toreno y Príncipe, el manifiesto de Cuesta, papeles anónimos que circularon sin pie
de imprenta, periódicos coetáneos y los diarios de vallisoletanos editados por el Grupo
Pinciano. Blayney, Bory de Saint-Vincent, Boulart, Coignet, Custine, Desboeufs,
Dumas – Alexander y Mathieu -, Espinchal, Fezensac, Foy, France Militaire, Grouchy,
Hamilton, Jomini, José Bonaparte, Marbot, Marmont, Niegolewski, Pion de Loches,
Roederer, Saint-Hilaire, Sarrazin, Savine, Stothert, Thiébault…
Merecen ser leídas. Gracias a ellas comemos con el inquisidor en una casa del
atrio de Santiago, sabemos que Kellerman, “el carnicero de Valladolid”, presumió a su
vuelta a Francia de una soberbia pinacoteca - ¡qué curioso! ¿de dónde la habría sacado?
¿cuántos cuadros del Louvre y de las grandes colecciones galas no son robo de aquellos
días? – y vemos cómo era el cura Merino a ojos de una Agustina de Aragón enemiga,
soldado/a de caballería dragón, mademoiselle Thérèse Figuer: “El cura Merino era de
talla por debajo de la media, rechoncho, cuadrado de hombros, negro como un topo, con
la cara y las manos tan peludas como los habitantes de un zoo – ménagerie -, tanto pelo
que le cubría las uñas; iba ataviado como los bandidos del antiguo teatro francés,
cubierta su cabeza, orgullosamente, con un chacó tomado a uno de nuestros húsares…”.
¿Alguien lo había dudado? Todo está en los libros.
Alpinismo de repetición.
Anastasio Rojo Vega.
El lunes 6 de octubre, los periódicos recogieron como noticia que Juanito
Oiarzábal había conseguido un nuevo récord mundial al subir dos veces en menos de
diez días al Cho Oyu, una de las cimas del Himalaya y del mundo. Con esta última, el
alavés lleva sumadas veinte ascensiones a montañas de más de ocho mil metros, algo
que nadie antes había hecho.
Si será importante el proyecto de Oiarzábal, que ya en 1999, con tan sólo catorce
cumbres, le dieron el Premio Euskadi al Deporte en la categoría de Valores Vascos. Un
poco perplejo me deja esto de valores vascos, pero, en fin, será que yo no he nacido en
las tierras norteñas donde se engolfa el Cantábrico. Será por ello por lo que no acabo de
asimilar la concesión de otro premio titulado de Valores Humanos al maratoniano
Diego García y a la también escaladora Josune Bereziartu. ¿Valores Vascos? ¿Valores
Humanos?. A mí lo de juntar deportes con beneficios a la humanidad me parece mezclar
churras con merinas. Que me sirva de disculpa confesar que mis conceptos filosóficos
se han criado entre el barro de los páramos y, por tanto, entre ovejas.
Tampoco entiendo bien el mérito de subir dos veces un mismo Cho Oyu. Yo
pensaba que el alpinismo era una cosa romántica, traspasada de libertad, paisajes puros
y descubrimiento del entorno y de sí mismos. Ahora resulta que es simplemente subir
cuantas más veces mejor, sin atender a nubes ni a cielos.
No deja de ser el Citius, Altius, Fortius – más rápido, más alto, más fuerte – del
movimiento olímpico, aunque groseramente prostituido. Un lema olímpico que, por
cierto, inventó un padre dominico llamado Henri Didon para un sermón destinado a los
alumnos de su colegio de las afueras de París, y del que su amigo el barón de Coubertin,
concurrente al acto, se apropió.
Sucedió lo mismo con ese consuelo de los países que no consiguen ninguna
medalla, que dice: Lo importante no es ganar, sino participar. Frase tan sobada tampoco
salió de la cabeza de ningún federativo, sino de la bien cultivada sesera del arzobispo de
Pensilvania monseñor Ethelbert Talbot. Si se quiere que de la boca manen máximas
universales sin esfuerzo, no hay cosa mejor que estudiar para cura.
La breve nota del 6 de octubre podría marcar un antes y después del alpinismo,
como el año del nacimiento de Cristo. El montañismo no deberá ser en adelante
disfrutar de la montaña, sino subirla muchas veces en poco tiempo, fijando marcas y
buscando las mismas satisfacciones que logran los aizkolaris cortando troncos. Subir y
bajar y volver a subir y bajar, convirtiendo al Everest en una noria y en una feria mayor
de lo que ya es. Tú, ¿cuántas veces lo has subido?. Yo siete. ¡Bah!. Yo once.
El Everest y los restantes ochomiles de la Tierra, como esos nuevos ricos turistas
que recorren países y países sin enterarse de ellos, simplemente para haber estado, para
ser capaces de citar en una conversación el nombre de un hotel y de una playa de
Cancún, porque si no no eres nadie. O como los otros que van apuntando en la agenda la
lista de restaurantes carísimos en que han cenado. Se comienza por el golf y se acaba en
El Bulli.
No sé por qué lo de subir muchas veces al Cho Oyu me trae a mientes otra
noticia de la agencia Efe del día 3 de este mismo mes: “Diez soldados estadounidenses
patrullaban a pie cerca del principal edificio gubernamental de Falluja cuando asaltantes
no identificados a bordo de un vehículo les adelantaron y abrieron fuego contra ellos.
Los militares respondieron a los disparos y cuatro personas: una mujer, un niño,
un transeúnte y un miembro de la policía iraquí, resultaron heridos”. Le pegaron un tiro
hasta a un guardia. ¿Película de Torrente?, ¿tebeo de Mortadelo y Filemón?. Desde
luego el ejército americano será el más citius, altius y fortius, pero no el más serio. Será
capaz de disparar más veces que nadie balas reciclables, pero sin saber entender la
importancia de las cosas – siempre la vida – que se desarrollan alrededor.
El neoalpinismo de Oiarzabal es disparar más veces que nadie para entrar en el
libro de los récords. ¡Valiente tontería!. Lo mismo puede lograrse no cortándose el pelo,
no muriendo, como el nuevo campeón mediterráneo de ciento trece años, o utilizando
debidamente las escaleras de casa. No quiero jactarme, pero yo mismo podría entrar en
el Ginnes con subir y bajar un millón de veces, a pie, hasta y desde el sexto piso donde
habito. Lo que pasa es que me canso y, además, esta tierra es así y seguro que no me
daba la medalla a los valores leoneses y castellanos.
El alpinismo repetitivo de Oiarzabal me parece comparable a un concurso de
hombre más fuerte del mundo en Las Bahamas. Esperemos que la sonda SMART – en
inglés lista, como el agente aquel de la televisión de nuestra niñez que se pillaba las
narices con una puerta – que los europeos hemos enviado a la Luna sea capaz de
descubrir nuevas dificultades, porque si no, vernos siempre los mismos yendo y
viniendo a los mismos lugares de aventura, va a terminar haciéndose aburrido.
Altares.
Anastasio Rojo Vega.
He leído que se quiere recuperar la tradición de los altares en la próxima
procesión del Corpus, como se hacía en el siglo XIX. Dos precisiones al respecto: el
montaje de altares era ya parte fundamental de las fiestas religiosas en el siglo XVI, y
no era exclusivo del Corpus. Evidentemente el Corpus era el día especial, el día del
Señor de todos y por ello se ponían altares en todas las parroquias, monasterios,
cofradías, incluso en los salones de las familias pudientes; pero el resto del año también
había altares, expuestos a la admiración pública en días particularmente señalados: en
determinado convento por la beatificación de uno de la orden; en el monasterio de San
Francisco el día de San Francisco; en la parroquia de San Miguel el día de San Miguel,
etc. Tantos, que permitieron el nacimiento de una profesión y de unos profesionales
especializados en montarlos, llamados maestros altareros. Piensen en lo que son
actualmente los maestros falleros de Valencia y acertarán en imaginar cómo trabajaban
aquellos expertos. Porque no era cosa de voluntariosas improvisaciones como, imagino,
serán las anunciadas, sino obras de arte efímero, instalaciones, arquitecturas cuyo diseño
había sido previamente aprobado por el convento, monasterio, cofradía... eligiendo entre
las diferentes creaciones recibidas de los distintos maestros.
Eran montajes profesionales llenos de colorido, sobre todo de colorido, y de
objetos preciosos: porcelanas chinas, espejos, relojes, vidrios venecianos, plumas y
ramilletes de flores de seda, candeleros de plata, relicarios, la custodia del templo,
alfombras, tapices... Unos los ponía el contratante, otros eran prestados para el caso por
los parroquianos y devotos, y otros eran, simplemente, alquilados al maestro altarero,
que disponía de un almacén lleno de brinquiños, bujerías y ramilletes de plumas y flores
de seda de colores; docenas y docenas de ramilletes, a cada cual más vistoso. Reflejos,
brillos y colores.
Amor caballeresco.
Anastasio Rojo Vega.
Parece cierto que las dos fuerzas que mueven el mundo son el amor y la muerte.
También lo de que para los hombres lo más importante es el sexo, siendo el amor y la
seducción dos vías para conseguirlo, y para las mujeres el amor, quedando el sexo
relegado a herramienta – se me permita – con que obtenerlo.
Lo digo porque, si se mira y escucha detenidamente, todo a nuestro alrededor
son canciones y películas, libros y anuncios en los que se habla de amores deseados,
desgraciados, desengañados y, más raramente, felices. Lo de la muerte raras veces ha
inspirado el estro de poetas y cantantes desde que Jorge Manrique escribiera aquello de
“Nuestras vidas son los ríos, que van a dar a la mar, que es el morir…”.
¡Cuidado que se sufre por culpa del amor! Y se me han olvidado las series de
televisión y aquellas radionovelas con los que nuestras madres y abuelas repasaban
calcetines, al huevo de madera y al calor de la cocina económica, engarzando lágrimas
como lentejuelas entre puntada y puntada. Ama rosa y similares.
Hasta el Quijote es una fábula al estilo Corín Tellado, por más que la hayan
magnificado. La historia de un calzonazos que andaba detrás de una tal Dulcinea,
haciendo cosas que le llevaron a la gloria pero no a los brazos de la manchega. La gloria
para el gato, dicen que dijo don Alonso Quijano, que era bueno pero no tonto.
Amor caballeresco. ¡Ja!. Tenía cuatro grados, por los que debía pasar el
caballero como si de una carrera universitaria se tratara. La bella hacía de tribunal.
Miraba. El pretendiente iniciaba el proceso como indeciso – seignayre en lenguaje
trovadoresco -, pasaba a ser suplicante, llegaba a ser escuchado y finalmente amigo, es
decir hombre afortunado que conseguía lo que quería, vulgo llevársela al huerto
¿Los que no? Idiotas empapados de sensibilidad caballeresca que se empeñaban
en hacer las cosas difíciles. Don Quijote supo bien de hacer locuras para demostrar
amores. Es que los aspirantes a amigos estaban obligados a realizar sin reflexión las
órdenes más caprichosas, a llevar a cabo las acciones más peligrosas gratuitamente, sin
esperar otra recompensa que la felicidad de obedecer a la amiga, según las leyes de la
cortesía y del amor. La dama no debía a su servidor ni agradecimientos ni recompensas;
los favores que ella se dignaba conceder no eran más que puro efecto de su generosidad.
Ella era la domnei o domna, su dueña y señora; él, el condenado a domnear, a rendir el
culto y los servicios que podían llevarle a ser admitido como domneiaire. Sí Héroe
suena a Eros, domna y domneiaire evocan dominado y dominatrix.
¿Todo para qué? Para acabar cumpliéndose lo del refrán de Más vale llegar a
tiempo que rondar cien años y que después de haber hecho la última ridiculez llegase
uno con sex-apple y se llevase el oscuro objeto de deseo al de Melibea. ¿Dulcinea…?.
¿Y ahora qué?. Poesía: “hazme un sitio en tu montura / caballero derrotado, /
hazme un sitio en tu montura / que yo también voy cargado / de amargura / y no puedo
batallar // Ponme a la grupa contigo, / caballero del honor, / ponme a la grupa contigo /
y llévame a ser contigo / pastor”.
Y si el día hubiera sido tan malo que además de perder a la manchega nos
hubiéramos equivocado de caballero y subido a las ancas del penco de Lucky the Luck
– el cow boy que disparaba más rápido que su sombra -, pues tomarle el silbido de la
pradera – I am a lonesome boy… -, que no hay mal que cien años dure, y asaltar los 40
Principales. Yo letra y tú música ¿Vale Lu? ¿Título? Lo importante es sobrevivir.
Nuestros amos inteligentes.
Anastasio Rojo Vega.
Recuerdo vagamente el título de una canción que estuvo de moda hace algunos
años, es decir, algunos para mí y toda una vida para los adolescentes que pasan al lado
aprendiendo a hacerse los amos de la calle y de la suya. Se titulaba algo así como El
video mató a la estrella de la radio y filosofaba sobre que estábamos asistiendo a un
fenómeno imparable por el que la televisión, el video y el ojo sustituirían al oído, a las
emisoras de radio y hasta al mismísimo cine.
Ahora lo que se barrunta y agorea es algo parecido pero distinto, que Internet
acabará con la prensa escrita y con los libros. Se acabó el comprar estanterías y el
repetir eso tan manido de que el saber no ocupa lugar porque, en efecto, no ocupa más
que pueda hacerlo un sagrario en el inmenso edificio de una iglesia o catedral, si se me
permite el símil laico. Irreverente, quizá, pero bien traído, porque el tamaño del
ordenador personal vigente en estos momentos, es más o menos ese y también se ha
convertido en el sancta sanctorum de la vivienda, al menos entre los más jóvenes. Dicen
que la literatura no servirá para nada. Mentira. Servirá para que pongamos nombre a un
quinceañero sin móvil y sin ordenador. Es un Robinsón Crusoe, diremos por haber
leído. Sólo por haber leído, porque ¿a quién que no lo haya hecho se le ocurriría el
nombre de Robinsón Crusoe con lo que conlleva?.
Aseguran que el ordenador e Internet acabarán con la lectura y sin embargo cada
vez son más los periódicos gratuitos que regalan en la calle y los suplementos que los
periódicos de pago de toda la vida ofrecen en los kioscos ¿No es un contrasentido?.
Y en dichos suplementos y en los periódicos mismos, cada vez hay una
presencia mayor de artículos históricos, lo que no es menor paradoja. Sea ejemplo uno
que he hojeado este pasado fin de semana y que contenía un resumen de la vida y obra
de Leonardo da Vinci, magnificándole - ¿qué otra cosa podría hacer para no herir
sensibilidades?- en sus distintas facetas de hombre renacentista, es decir de genio.
Una de las páginas aparecía llena de dibujos del corazón humano, porque
Leonardo fue de los que creyeron que el hombre era un mecanismo, un autómata
dirigido por el alma, un robot animado, y que conociendo sus componentes podía
llegarse a entender mejor su esencia, como conociendo las piezas de un reloj es más
fácil saber cómo funciona y hacer un arreglo si se avería.
Unos dibujos preciosos a ojos de anatomista, seguramente no tanto para los de
Agatha Ruiz de la Prada, con textos explicativos que exhalan tufos de incienso y loa,
como fumarolas. Uno se titula ‘Hombre y animal’ y nos asegura que el artista estaba
convencido de que determinadas observaciones anatómicas – como la depuración de la
sangre mediante un complicado proceso de ósmosis entre los ventrículos – son similares
en los hombres y en los animales. Maravilloso ¿verdad?. Pues no. Si quisiésemos
subrayar méritos en Leonardo deberíamos citar cualquiera de sus pensamientos menos
ese, porque no es más que la repetición servil de un grosero error de Galeno de
Pérgamo, médico de Calígula y de Nerón y de Yo Claudio en los primeros siglos de la
Era Cristiana, que inventó la existencia de unos agujeritos en el tabique del corazón,
‘foramine’ interventriculares, para explicar el paso de sangre desde las venas a las
arterias antes de que se formulase la teoría de la circulación. Vesalio, en pleno
Renacimiento, ya hizo ver que, con ello, el pergámeno había metido lastimosamente la
pata.
Da igual. Cualquier cosa sirve de maravillamiento y de fascinación, hasta los
errores pasados, porque la gente, al no leer, los ignora y vuelve a encontrarlos tan
atractivos como lo fueron antes de ser corregidos. Llegará el tiempo en que alguien dirá
que hubo una vez a un hombre llamado Jonás al que se comió una ballena y en el que
quienes le rodean pensarán: ¡Qué imaginación!. Imaginación o Internet. Habrán
observado que últimamente los escritores lo dejan todo perdido de citas. Entre los
Diccionarios de frases célebres y el Google es sencillo escribir algo así: Como dijo
Artemidoro de Éfeso… Preguntarse a continuación si habrá existido alguien nombrado
de semejante forma, porque si existió seguro que dijo algo, buscar en el Google, tomar
la primera frase erudita atribuida a él que aparezca y seguir: Como dijo Artemidoro de
Éfeso… Internet.
Hasta ahora la cultura, o la civilización, o como quiera llamarse, ha avanzado, o
no, como quiera considerarse, gracias al perfeccionamiento tecnológico puesto al
servicio de los sentidos, dotándolos de cada vez mejores herramientas. Internet es,
teóricamente, la memoria infinita, la ciencia infusa y la base de la nueva inteligencia
artificial que está intentando desarrollarse en diferentes partes del mundo. De una
situación en la que los robots han sustituido a los hombres en las fábricas de coches
¡que trabajen ellos! ¿llegaremos a otra en la que nos sustituyan inteligencias artificiales?
¡¿que piensen ellas?!.
¿No han sentido envidia al pasar por los campos de Salamanca y de Extremadura
y ver retozar a nuestros compatriotas ibéricos – según nuestros abuelos el cerdo es el
animal que más se parece al hombre -, caminando con su peculiar trote de felices
senderistas por entre las encinas?. Disfrutando porque otros piensan por ellos. ¿Cuándo
nos tocará a nosotros?.
Las antenas telefónicas y los pájaros.
Anastasio Rojo Vega.
Hace unos pocos días se planteaban en este periódico dos denuncias acerca de
las cigüeñas del centro y de las aves del Campo Grande.
El primer reportaje informaba de la reducción a la mitad de las crías de cigüeña.
El 44 % de las zancudas no han conseguido sacar adelante ningún pollo este año,
cuando lo habitual es dos por primavera. El segundo avisaba de la desaparición de picos
picapinos y carboneros garrapinos en el parque de la ciudad. Entre uno y otro informe,
un breve escrito titulado “Las antenas influyen en el fracaso de la anidación”, dando
cuenta de que últimamente las cigüeñas andan como viejas borrachas, “se desequilibran,
se les cae el palo, están atontadas”.
Lo de las antenas de telefonía es un tema muy delicado, un punto tan sensible
que, se toque como se toque, siempre genera ofendidos, sean los fabricantes de
teléfonos o los que se consideran víctimas de sus ondas.
Sin embargo, desde el punto de vista estrictamente científico y desde el mirador
que ofrece la ciencia que conocemos, las dudas relativas a efectos nocivos de las ondas
electromagnéticas sobre seres vivos son muchas. Las pruebas realizadas en laboratorio,
sometiendo células y tejidos celulares a exposiciones miles de veces superiores a las
posibles en el medio ambiente no han deparado los efectos malignos esperados.
Curioso es pero, si se busca en la bibliografía internacional, podría declararse el
fenómeno de rechazo a las antenas como genuinamente español. Los mejores ejemplos
de daños, en cantidad y en calidad, proceden de España y la mosca que progresivamente
va instalándose tras la oreja del resto del mundo es hispana, como la vieja y sabrosa
cantárida.
Hasta en el fenómeno de desaparición de pájaros marcamos pautas. El The
Observer publicó el 12 de enero de 2003 un artículo titulado “Los teléfonos móviles
tienen la culpa de la muerte de los gorriones”, como respuesta a uno de los mayores
misterios de la vida silvestre británica, el descenso de la cifra de veinticuatro millones
de gorriones de 1973 a los catorce millones de hoy.
La British Trust of Ornithology estuvo un tiempo perdida y confusa. ¿Culpa de
los gatos abandonados?. Encontraron la respuesta, como no, en nuestra tierra:
“Científicos españoles han descubierto que los pájaros tienden a evitar lugares con altos
niveles de contaminación electromagnética. Las antenas de los móviles están colocadas
en los lugares más altos, para lograr la mayor cobertura posible, lo cual puede explicar
el declive de especies que viven y anidan en los tejados”.
Contaminación electromagnética, con coletazos que han alcanzado incluso a
Radio Vaticano, metida en líos con la justicia italiana a causa de la estación emisora de
Santa María di Galeria, en las afueras de Roma. Sin embargo y pese a todo, la relación
indiscutible causa-efecto no consigue demostrarse.
El documento circulante de mayor peso científico es el “Llamamiento de
Friburgo a los médicos”, publicado el 9 de octubre de 2002 y que comienza “Como
médicos de todas las especialidades y particularmente de medicina ambiental,
ejerciendo y con consulta, estimamos nuestro deber dirigirnos al cuerpo médico, a los
responsables de higiene y de salud pública, así como al público, en razón de las
preocupaciones presentes concernientes a la salud de nuestros conciudadanos...”. Pues
pese a él los efectos de las ondas permanecen dudosos. Quizás sea porque la ciencia en
que nos movemos se limita a lo evidente y palpable. Observa que un individuo toma un
trago de un frasco, constata que cae fulminado y tras ello deduce que el frasco contiene
veneno. Ciencia bruta pero segura. Lo otro es como si ante el que murió de repente
alguien asegurase que la culpa la tiene la limonada que se tomó en las fiestas del 83.
¿Por qué no?. Las antenas se suponen responsables de efectos malignos que para
hacerse evidentes requieren mucho tiempo. ¿Son malas a largo plazo o no son malas a
largo plazo?. Esa es la cuestión.
Las antenas llevan el camino de convertirse en el maestro armero de todo lo
incomprensible. Pensando en nuestras aves vallisoletanas, ¿no las ha afectado nada la
retirada de residuos orgánicos de las basuras decretada por el ayuntamiento?. Miren que
la explosión del censo de cigüeñas coincidió con el descubrimiento por su parte de que
había comida en los vertederos. ¿Y los pájaros del Campo Grande?. ¿Nadie se ha
percatado de la sobrepoblación de patos y pavos?. Los patos son especialistas en
encontrar todo lo comestible que pueda esconderse en el suelo y entre la hojarasca;
arrasan las poblaciones de insectos del sotobosque, con lo que malamente podrán vivir
insectívoros por encima de donde se instalen abusivamente ellos. ¿Lo vamos a achacar
todo a las antenas?.
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