Salud, pobreza y equidad Trabajamos diariamente en temas de

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Salud, pobreza y equidad
Trabajamos diariamente en temas de salud, estudiamos la enfermedad y convivimos con la
presencia cercana de la pobreza de muchos de nuestros semejantes. Y hablamos de equidad
como un tema interesante más bien teórico, académico o político, pero nos detenemos poco a
reflexionar acerca del significado de estos términos y su estrecha relación. Este comentario se
propone plantear el vínculo que existe entre ellos y su proyección en el sentido de las
profesiones de la salud.
Sabemos que el concepto de salud y sus definiciones va mucho más allá de la ausencia de
enfermedad y que hoy la salud es considerada como uno de los derechos humanos. Ya en
1947 la OMS definió salud como el estado de completo bienestar físico, mental y social,
definición que por ser excesivamente amplia ha sido criticada y prácticamente dejada de lado.
Hoy se acepta más bien salud como un estado o experiencia de bienestar e integridad del
cuerpo y la mente. Otra definición describe salud como la ausencia de trastornos de
consideración y la capacidad de una persona para perseguir sus metas vitales y desenvolverse
en contextos sociales y laborales habituales. El concepto es pues amplio y contiene, además
de la enfermedad y su prevención, complejos aspectos que incluyen funcionalidad, calidad de
vida, inserción social y logro de proyectos vitales personales.
De lo anterior se desprende que la salud de las personas y de las poblaciones no depende sólo
de la medicina y demás profesiones de la salud, pero que sí depende de ellas de manera
fundamental. Por lo tanto, para asumir estas profesiones de manera integral es necesario
relacionarlas con otras disciplinas y con las realidades o situaciones no biológicas que más
afectan la salud. Entre ellas la pobreza influye de manera determinante en la salud.
Es evidente la relación entre pobreza y los peores niveles de salud. El estado de salud de las
personas y de las poblaciones depende directamente de factores no médicos como son el
ingreso económico, educación, vivienda, alimentación, agua potable, alcantarillado,
transporte, condiciones laborales, etc. Estos elementos de desarrollo socio-económico se
suman a la disponibilidad y acceso a prestaciones de salud, medicamentos, tecnología,
inmunizaciones y otras medidas preventivas y de fomento en salud. Por estas razones las
comunidades más pobres tienen el peor nivel de salud, tienen menor expectativa de vida y su
deteriorado estado de salud contribuye a su vez a perpetuar o a exacerbar la pobreza. Se
genera un círculo vicioso peor salud – pobreza – peor salud.
De esta manera, cuando los países o la comunidad internacional no priorizan la búsqueda de
solución a los graves problemas de salud de las poblaciones más pobres están ignorando
derechos humanos fundamentales. Los habitantes de los países más pobres sufren de más
desnutrición, más infecciones, más SIDA, mayor mortalidad infantil y materna, menor acceso
a medidas de planificación familiar, etc. Pero no pensemos sólo en países del tercer mundo o
en el grave problema del SIDA que ha reducido tan significativamente la expectativa de vida
en algunos países africanos. Esto ocurre también hoy y aquí pues en nuestro país, que ha
alcanzado un buen nivel de desarrollo, no hemos sido capaces de superar las graves
diferencias entre los sectores más pobres y los más ricos. Los pobres de nuestro país siguen
sufriendo el impacto de la pobreza en su salud y este hecho no debe dejar indiferente a nadie.
Se trata de un problema de justicia y de equidad.
Equidad se define como justicia natural, en oposición a la letra de la ley positiva. El concepto
de inequidad es, por lo tanto, un concepto moral referido a la insuficiencia de justicia
distributiva en el concepto aristotélico de igualdad entre iguales o, en el concepto de Rawls, a
las desiguales oportunidades de acceso a determinados servicios o prestaciones. Esta teoría de
la justicia considera además que las desigualdades sociales y económicas se justifican si otras
alternativas de organización no son capaces de mejorar las expectativas de los más
desfavorecidos de la sociedad.
Para el tema de salud lograr equidad significa la eliminación o reducción de las disparidades
asociadas a los niveles socioeconómicos más bajos y a los marginados por razones de raza,
ruralidad, educación, género, creencias y otras. Ya hemos dicho que salud es uno de los
derechos humanos fundamentales y de ahí se deriva que la salud constituye un derecho de las
personas y que el estado tiene la obligación de asegurar el acceso a la asistencia sanitaria y de
proteger la salud de las personas. En la práctica alcanzar altos niveles de salud en condiciones
de equidad es difícil de lograr pero los sistemas de salud, para ser justos, necesitan asumir este
ideal y buscar soluciones concretas. La reforma de salud en marcha en Chile, al establecer
garantías para la resolución de un listado creciente de patologías, es claramente una respuesta
que busca reducir inequidades e introducir aspectos solidarios en la gestión económica de la
salud.
No es suficiente que los sistemas de salud se basen en criterios de equidad. Es igualmente
necesario que cada profesional de la salud, y cada estudiante de estas carreras, lo asuma como
tarea propia en la búsqueda de su excelencia profesional. Para lo anterior las universidades
deberían desarrollar sus estrategias docentes con un claro sentido de responsabilidad social. El
sentido de las profesiones de la salud necesariamente evoluciona en la historia y como tal se
ha hecho más complejo y muchas veces impreciso. Los estudiantes y profesionales se centran
excesivamente en los aspectos técnico-científicos y se sigue hablando de “relación médicopaciente” que circunscribe la visión de la profesión a la responsabilidad del profesional con
cada paciente individual. De esta manera se ignora o se deja en un segundo plano la
responsabilidad social de las profesiones. Sin embargo, dados los vínculos estrechos entre
salud y pobreza, el sentido de las profesiones de la salud implica necesariamente un
compromiso con el tema de la equidad. La responsabilidad con la justicia social y las
soluciones para la pobreza corresponden a todos los sectores de la sociedad pero los
profesionales de la salud, desde la etapa de estudiantes, tenemos con este tema una cercanía y
un vínculo especiales.
La práctica clínica en hospitales públicos, consultorios de atención primaria, práctica rural, y
también las experiencias de trabajos voluntarios, exponen a los estudiantes a conocer de cerca
la relación entre pobreza y salud. La sensibilidad que estas experiencias deben despertar y
desarrollar deberían dejar en ellos muy claro el concepto de la interrelación existente entre
pobreza, salud y equidad. Ello fortalece y amplía el sentido de las profesiones de la salud pero
es insuficiente como estrategia de formación. Para infundir en los estudiantes un sentido de la
profesión con plena responsabilidad social falta desarrollar en las universidades un “clima”
institucional que lo favorezca.
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