Espe EFC Unid Clas Labe Intr ecializa dad II: se 3 erinto d roducció

Anuncio
2016
ecialización docente en Polític
cas Socioeduca
ativas
Espe
EFC
Unid
dad II: Pasione
es
se 3
Clas
erinto de
d pasio
ones: los
s cuerpo
os y las clases
Labe
ón
Intrroducció
¡Bienv
venidos/as
s!
ados y estimadas cole
egas: con esta
e
tercera
a clase com
menzamos la
a Unidad II:
I
Estima
Pasio
ones, del módulo
m
Escuelas, fam
milias, ciud
dadanías. En
E esta seg
gunda unidad
abordaremos la cuestión de
e las pasio
ones, verdadera mate
eria de la vida familia
ar,
ar y política
a. Decimos materia, y nos referiimos así a todo aquello de lo que
escola
estam
mos hechos: carne y es
spíritu, amo
or y odio, alegría,
a
tristteza, deseo y esperanz
za.
Por es
so no resulta exagerado
o decir que no hay asp
pecto human
no que no re
emita, direc
cta
o indirrectamente,, al universo
o de las pas
siones, es de
ecir, a todo aquello que
e una persona
experiimenta y sie
ente, a todo
o lo que le pasa,
p
padece
e, o goza.
odo, antes de
d comenza
ar con el de
esarrollo de la Unidad, es preciso hacer
h
algun
nas
Con to
aclara
aciones conc
ceptuales re
especto a las
s pasiones. Existe una tradición
t
de
e pensamien
nto
–que ha sido pre
edominante en nuestra historia cultural- que considera a las pasion
nes
e atraviesan
n al ser hum
mano y tiene
en, además
s, la capacid
dad de afecttar
como fuerzas que
el culttivo de lo que
q
se considera su me
ejor facultad: la razón
n. Si el uso
o sereno de la
razón es compren
ndido como la condición
n necesaria para encon
ntrar el camino del bien
ny
de la verdad, res
sultará obvio
o que se inttente conjurar de algún
n modo todo aquello que
sente un de
esvío o una perturbació
ón. Las pasiones sufrierron durante
e buen tiempo
repres
este rechazo “rac
cionalista”, e incluso cua
ando se ace
eptó su existencia, se alentó siemp
pre
mesticación. El problem
ma de este enfoque
e
es su
s carácter reduccionistta, que deriva
su dom
en una simplifica
ación de las experiencia
as humanas
s. Nuestras existencias
s singulares
s y
n determina
adas situacio
ones particu
ulares, bajo cierto estado
colectivas se dan siempre en
va. Antes de
d cualquierr operación cognitiva y deliberativ
va,
de ánimo o tonalidad afectiv
p
los otro
os y por la
as cosas. Esa
E
nuestrra existencia es afecttada por el mundo, por
profun
nda realidad
d pasional ju
uega un pap
pel decisivo en la mane
era en que construimos
c
lo
común
n. Y son esas afecciones las que constituyen el núcleo
n
de nuestra vida
institu
ucional, ya sea
s
familiar,, educativa y/o
y política..
Ahora bien, con esto
e
no pre
etendemos una
u
glorifica
ación de las
s pasiones en
e sí misma
as.
e buscamos
s es compre
ender la inflluencia que estas tiene
en en la con
nfiguración de
Lo que
nuestrras relaciones comun
nitarias. Re
esulta claro
o que las
s pasiones no siemp
pre
contribuyen a un
na composic
ción virtuos
sa de la vid
da común; al contrario, sucede en
2016
mucha
as oportunidades que
e cierto mo
odo de serr de las pasiones
p
co
onducen a la
descomposición social
s
o a la
a servidumb
bre. Pensem
mos en el odio
o
o en el miedo, a los
l
B
Spin
noza (un filó
ósofo mode
erno intensa
amente pre
eocupado po
or pensar las
l
que Baruch
pasion
nes) describ
bió como pasiones “oscu
uras y triste
es”. Es nece
esario, por lo
o tanto, hac
cer
una meditada
m
y detenida re
eflexión críttica sobre el
e papel de las pasione
es en nuesttra
vida en
e común fa
amiliar, esco
olar y polític
ca, para evitar la simpllificación de
el rechazo o la
vana reivindicació
r
ón. Si las pa
asiones son en buena medida
m
la materia
m
de la
a que estam
mos
hecho
os, es porqu
ue tanto lo
o que nos singulariza
s
como lo qu
ue nos aco
omuna es esa
e
potenc
cia de ser afectados
a
po
or los otros, por las cos
sas, por el mundo.
m
Es en
e ese sentido
que frrente a las pasiones pa
arecen abrirse dos vías de intervención instiitucional: o el
camino del enfrentamiento y la resoluc
ción violenta
a que busca
a inmunizarnos del pod
der
s pasiones, y recurre pa
ara ello a la intolerancia
a y la generración de se
ervidumbre;; o
de las
la sen
nda democ
crática, que
e genera la
as condiciones que fa
avorecen la
a moderación
productiva, la intensificación
n creativa, en fin, el cauce de esa
e
potencia
a de afección
n entre los seres
s
humanos.
común
Es en este territo
orio de lo co
omún surcad
do por las pasiones
p
do
onde querem
mos movern
nos
en las
s dos clases que conform
man la Unid
dad II. Para ello proponemos come
enzar a pens
sar
a parttir de algun
nas escenas que nos po
onen frente
e a lo que resulta
r
tan difícil asumir:
que el pretendido
o señorío de
e la razón sobre
s
el mu
undo puede ser un corrrelato estric
cto
mana, demas
siado humana, por dom
minar sin re
esistencias la
a totalidad de
de la pasión hum
lo real.
A. Civilizaci
C
ión y ba
arbarie: la calle
e hecha vida
usimos trab
bajar una cita
c
de Re
ecuerdos de
d
Para concluir la Unidad I les propu
a cual Sarm
miento reco
ordaba cóm
mo había en
nseñado fra
ancés a un
nos
Proviincia, en la
amigo
os con un extraño
e
pero
o universal método de raíz ilustra
ada: aprend
der a usar las
l
propia
as capacidad
des. Les prroponemos ahora empe
ezar la Unid
dad II con otro texto de
Sarmiento, no menos célebrre que aque
el que sirvió
ó a la campa
aña de quie
en luego sería
dente:
presid
Cuénttase de Alcib
bíades que, jugando en
n la calle, se
s tendía a lo largo dell pavimento
o
para contrariar
c
a un cocherro, que le prevenía
p
que
e se quitase
e del paso a fin de no
o
atrope
ellarlo; de Napoleón,
N
qu
ue dominab
ba a sus con
ndiscípulos y se atrincheraba en su
u
cuarto
o de estudia
ante para re
esistir a un ultraje. De
e Facundo se
s refieren, hoy, varias
s
anécd
dotas, mucha
as de las cu
uales lo reve
elan todo en
ntero. En la casa de sus
s huéspedes
s
jamás
s se consigu
uió sentarlo
o a la mesa
a común; en
n la escuela
a, era altivo
o, huraño y
solitarrio; no se mezclaba con
c
los dem
más niños sino
s
para encabezar
e
e actos de
en
e
rebelió
ón y para darles
d
de go
olpes. El magister, can
nsado de lu
uchar con es
ste carácterr
indom
mable, se prrovee, una vez, de un
n látigo nue
evo y duro,, y enseñándolo a los
s
niños,, aterrados, «éste es -lles dice- parra estrenarllo en Facundo». Facund
do, de edad
d
de once años, oy
ye esta amenaza, y all día siguien
nte la pone
e a prueba. No sabe la
a
lección
n, pero pide
e al maestro
o que se la tome
t
en persona, porq
que el pasan
nte lo quiere
e
mal. El
E maestro condesciend
de; Facundo
o comete un
n error, com
mete dos, trres, cuatro;;
entonc
ces el maes
stro hace us
so del látigo y Facundo, que todo lo
o ha calculado, hasta la
a
debilid
dad de la siilla en que su
s maestro está sentad
do, dale una
a bofetada, vuélcalo de
e
2016
espald
das, y entrre el alborroto que es
sta escena suscita, toma
t
la ca
alle y va a
escond
derse en cie
ertos parron
nes de una viña, de don
nde no se le
e saca sino después de
e
tres días.
d
¿No es
s ya el caud
dillo que va a desafiar, más tarde,, a la socied
dad entera?
?
Sarmiento, D., Fa
acundo. O civilización
c
y barbarie en
e las pamp
pas argentin
nas, Buenos
s
Aires, Emecé, pág
g. 103.
e
se encuentra
e
n
narrada
en uno de los
s ensayos literarios y políticos más
m
Esta escena
extrao
ordinarios del siglo XIX
X argentino: Facundo, publicado
p
po
or Domingo F. Sarmien
nto
en 18
845, desde su exilio en
n Chile dura
ante el gob
bierno de Ju
uan Manuel de Rosas. El
libro, que se prop
ponía realiza
ar una interrvención intelectual y política
p
de carácter crítiico
d de su épo
oca (a la que creía po
oder descifrrar develando el enigm
ma
sobre la realidad
mismo
o que rige a nuestra
a formación
n cultural), llevaba orriginalmente
e otro títullo:
Civiliz
zación y barrbarie. Vida de Juan Fa
acundo Quirroga. Y es efectivament
e
te el comba
ate
de esa
as dos fuerz
zas enfrenta
adas, la “civ
vilización” y la “barbarrie”, lo que el sanjuanino
parece
e poner de relieve en la escena que
q
escogim
mos: por un
n lado, los símbolos que
repres
sentan a la civilización y el progre
eso, esto es,, la escuela, el maestro
o, el saber, la
razón;; por el otro
o, los signos
s mismos de la barbarie, es decir,, la fuerza, la ignorancia,
la irra
acionalidad, las pasione
es y el cuerp
po. Todo ha
ace pensar en
e un liso y llano choque
de fue
erzas en el interior del incipiente mundo
m
escolar-social. Sin embargo
o, las cosas no
son ta
an sencillas. Sarmiento no ha sido inocente en
n la elección
n del título para
p
su textto:
no se
e trata de civilización o barbarie
e, sino de civilización y barbarie
e. No es una
disyun
nción de do
os términos opuestos; es la tensió
ón y la conttaminación mutua de las
l
fuerza
as. En efecto, ¿en qué elemento reside
r
la vio
olencia de la
a escena? ¿En Facundo
o y
su ace
ertado golpe al maestrro, o en el maestro qu
ue señala con
c
cínico goce que va
a a
estren
nar su varillla sobre el niño de 11 años? Podríamos preg
guntar ento
onces, ¿dónde
está aquí
a
la racio
onalidad? ¿E
En el maestrro que imag
gina estrena
ar la vara co
on Facundo,, o
en éstte, que hace
e del cálculo
o instrumenttal el núcleo
o mismo de su acción?
Sea co
omo fuere, la escena muestra
m
una
a situación pedagógica
p
que se sostiene sobre la
violencia de un cuerpo contrra otro. No hay
h
allí tran
nsmisión de saberes, nii espacio pa
ara
nsamiento común:
c
la autoridad
a
de
e quien dice
e ser maes
stro busca construirse
c
el pen
en
base a la interv
vención brutal sobre el
e cuerpo del
d
alumno,, no solo con
c
el fin de
arlo, sino co
on el objetiv
vo central de
e domestica
ar las pasion
nes que atrraviesan a ese
e
marca
cuerpo
o considera
ado indómito
o, pasiones
s que son entendidas
e
menos com
mo las fuerz
zas
expres
sivas de una vida en esplendor
e
y crecimiento
o, y más co
omo síntoma
as patológic
cos
que deben
d
reduc
cirse a grado cero. Lo que leem
mos en la escena es, entonces, el
enfren
ntamiento, el
e cuerpo a cuerpo en el
e cual el “bárbaro” hac
ce uso de un
n elemento de
la civilización, el cálculo, y vence
v
al sup
puesto “civilizado”; pero
o se trata de una victoria
era, efímera
a, pues no ha transformado con ello la estructura insttitucional que
pasaje
sostiene la escen
na misma. Con
C
todo, piensa
p
Sarm
miento, esa victoria efím
mera tiene un
do: Facundo
o evita con ello la “do
omesticació
ón” y logra desafiar a la autoridad
sentid
escola
ar tal como lo hará lueg
go con la so
ociedad. El instinto-pasión del pequ
ueño Facundo
se pone a prueb
ba y recono
oce la fuerza y el cállculo que necesita
n
parra vencer. La
m
y Fac
cundo ya se
e prueba los
s ropajes de
el caudillo. De
D
barbarie también aspira al mando
m
Sarm
miento nos muestra qu
ue un entramado instittucional ped
dagógico cuya
este modo,
2016
autoridad se conffigura a trav
vés de la am
menaza o de
el ejercicio impiadoso de
d la violenc
cia
os está cond
denado al fracaso.
f
Es preciso oponer a una
a pasión, ottra
sobre los cuerpo
pasión
n. ¿Cómo ha
acerlo?
Facundo sig
F
gue siendo
o un punto
o de refere
encia centrral
p
para
discuttir problem
mas y cue
estiones re
elativas a la
v
vida
cultura
al argentin
na. Incluso
o en sus afirmacion
a
es
m
más
polém
micas (en sus “zo
onceras”, como dirría
Jauretche) es un te
exto impre
escindible. Otro tan
nto
p
puede
decirse de Ed
ducación popular,
p
u texto no
un
n
m
menos
interesante y polémico.
p
B. Con
C
todo
os y cada uno: pasión
p
c
contra
p
pasión
ón de Facun
ndo, Sarmie
ento escribe un texto que
En 1849, a cuatro años de la publicació
E
p
popular.
R
Realiza
allí una
u
férrea defensa de la educación
lleva por título Educación
derar que un
n Estado moderno deb
be tomar a su
s cargo la formación de
pública, al consid
ue luego oto
orgará dere
echos polític
cos, pues la
a participación en la vida
aquellos a los qu
na nación y requiere, entonces, individuos autónomos y
pública es decisiva para un
nsables de sus accione
es. El sistem
ma económic
co, por su parte,
p
también exige una
respon
preparación de los
l
sujetos para partiicipar de la
as tareas productivas
p
ala
en la esca
na, y para ello
e
la escue
ela pública es un facto
or determina
ante[1]. Aho
ora
industtrial modern
bien, ¿cómo se educa a un
n pueblo? Este interro
ogante no es
e tan fácil de
d responde
er,
o si se cre
ee tener –como lo hac
cía Sarmien
nto- un diag
gnóstico so
obre el suje
eto
incluso
popula
ar.
Un tip
po de institu
ución innova
adora que Sarmiento
S
e
encuentra
en Francia e Inglaterra,, y
que co
onsidera pro
opicia para importar a América, es
s la que en su época se
e denominaba
“sala de
d asilo”, y era el primer peldaño en
e el sistem
ma de enseñ
ñanza. Si nos interesa ver
v
aquí las razones que Sarrmiento esg
grime para considerarlas tan re
elevantes, es
orque en su
u argumentación se arrticula una reflexión sobre
s
el nudo
sencilllamente po
mismo
o de nuestrra problemá
ática: la rela
ación entre familias, escuelas y ciudadanía.
c
La
sala de
d asilo es la primera instancia en
e la que el niño es desligado de
e la autoridad
familia
ar, y comienza a recon
nocer una autoridad
a
ottra, externa
a a su núcle
eo original. La
familia
a por sí misma, sea de clase eleva
ada o perten
nezca al ámbito popularr, no es cap
paz
de forrmar, para Sarmiento,
S
sujetos con las aptitudes necesarias para el ejercicio
e
pleno
de la ciudadanía. Dice Sarmiiento: “la madre
m
educa
a al niño en los primero
os pasos de la
P
¿sabe la madre medir
m
las con
nsecuencias de los actos, de las pasiones, de los
l
vida. Pero
gustos
s, de los há
ábitos que ella presencia, fomentta o hace nacer?”.
n
El niño de cla
ase
alta, sostiene,
s
es atendido por asistente
es que comp
placerán al pequeño en
n lo que desee
2016
inmed
diatamente. En consecuencia, “la edad en que por su debilidad estaría el niño
conde
enado a la sujeción qu
ue imponen
n las fuerza
as superiore
es es la ed
dad del pod
der
absolu
uto. Un niñ
ño reina en
n su casa; su madre misma le obedece; le basta pa
ara
conseguirlo llorarr con tenacid
dad”.[2]
ducación popular
p
Sarrmiento prropone una
a mirada que
q
En Ed
no oculta
o
la diferencia
a entre clases
c
so
ociales ni la
imporrtancia de las pasiones para pe
ensar la educación.
endo el argu
umento de Sarmiento,, esto impediría formar al
Siguie
niño en valores no egoísta
as, en un sentido ve
erdadero de
e la
nidad. Distinto, pero, a la vez, con la misma
m
falta de
comun
articulación, es el caso del niño que nac
ce y crece en
e un ambie
ente
ar. Allí “la madre
m
necesita ocupar su tiempo,, y los niños la
popula
perturrban. Sus actos de represión son, por tanto,
t
simp
ples
desahogos de có
ólera y de venganza. Necesita el terror de un
er mueble que encue
entra, para
a contenerr el
palo, del prime
den naciente”[3].
desord
De ma
anera que la
as salas de asilo, como
o primera escuela, com
mo “jardines
s de infantes
s”,
deben
n ofrecer la vía
v para solucionar esto
os males. Le
eamos la de
escripción de
e Sarmiento
o:
¿Cuále
es son los efectos
e
de la
as salas de asilo para remediar
r
es
stos males? Sigamos ell
proces
so de la ens
señanza que
e en ellas se
s da. Desde
e luego el lo
ocal se com
mpone de un
n
edificiio, de un patio
p
plantad
do de árbo
oles y de allgunos corrredores y galerías.
g
Las
s
amas traen a sus
s niños, y las
l
mujeres
s pobres se descargan de los suyos en estos
s
depós
sitos generales desde temprano.
t
E patio som
El
mbreado en verano, los
s corredores
s
en los
s días lluvio
osos se pueblan de ce
entenares de
d párvulos
s, que desd
de luego se
e
aband
donan a la primera necesidad
n
d su exis
de
stencia: mo
overse, hab
blar, reír y
experiimentar em
mociones. Allgunas muje
eres cuidan
n de este enjambre
e
bu
ullicioso; no
o
hay peligros
p
que
e temer pa
ara los traviesos; no hay caballlos ni carrros que los
s
atrope
ellen como en
e las calles
s, ni muebles ni utensiilios que pu
uedan rompe
er; ni pozos
s
en qu
ue caigan, ni
n elevacion
nes adonde se suban. El llanto es
s allí inútil; atraería la
a
atenciión de un círculo,
c
sin producir re
esultado; las
s querellas se evitan, por el acto
o
simple
e de separa
ar a los co
ontrincantes
s, por el es
spectáculo, por el sentimiento de
e
justiciia y mesura
a que no ta
arda en dese
envolverse;; el fastidio es imposib
ble donde la
a
acción
n y el movim
miento parte
en a la vez de
d todos los
s puntos; el hijo del pob
bre no tiene
e
allí ell espectácu
ulo del ma
alestar dom
méstico, no
o se siente
e abandona
ado, no es
s
rechaz
zado, castig
gado, reñido
o; el del ric
co no tiene a quien ma
andar, a quiien imponerr
sus ca
aprichos, ni quien satis
sfaga sus pa
asiones des
sordenadas. Como las aplicaciones
a
s
de las
s reglas morales no tie
enen lugar sino
s
en la sociedad,
s
ell niño encue
entra desde
e
luego,, en los prim
meros pasos
s de la vida
a, una socie
edad compacta, en don
nde ejercitarr
sus pa
asiones, qu
ue aprenden
n a confinarrse en cierttos límites de
d justicia y de orden,,
que
forman
irrevocablemente
su
conc
ciencia
p
para
lo
sucesivo..
2016
Sarmiiento, D.F. Educación
E
popular, La plata,
p
UNIPE
E, 2011, pág
g. 48
¿De qué
q
modo se pueden
n educar el cuerpo y las pasion
nes de ma
anera que se
encue
entren dentrro de los lím
mites de un
n orden justto? ¿Qué tip
po de interv
vención sob
bre
los cu
uerpos evita la violen
ncia y a la vez los dispone
d
hac
cia la vida buena? Pa
ara
Sarmiento, y parra la pedag
gogía moderrna en general, el sec
creto estaba
a en moverrse
ón lúdica, el juego, y la
a disciplina de estudio. Desde ya, es
entre dos polos: la dimensió
able que hay en Sarmie
ento una prreocupación disciplinaria por la edu
ucación de las
l
innega
pasion
nes a partir de la sujec
ción de los cuerpos
c
a lo
os parámetrros de una cierta norm
ma,
no exenta, inclus
so, de gesto
os autoritarios de cons
siderable vio
olencia que implicaron el
miento de raíces
r
y marrcas no solo
o de clase, sino
s
tambié
én culturales
s, lingüística
as,
borram
étnica
as. No es ne
ecesario abu
undar en re
elación a la opinión de Sarmiento sobre indio
os,
gauch
hos y españoles como “razas” no preparadas
s para el prrogreso. Con subrayar la
rutina, los ejercic
cios cotidian
nos, la repettición de cie
ertas tareas
s, se pueden
n observar en
e en el proy
yecto sarmientino las técnicas
t
que
e, de algún modo, perm
mitirían hac
cer
detalle
realida
ad el ava
ance de la
l
civilización, al do
ocilizar los
s cuerpos y volverllos
económicamente rentables como
c
fuerzas productiva
as de la Nac
ción.
t
es irrefutable que para Sarmiento
S
la
a pasión no se domestiica con la fría
Pero también
racion
nalidad: las pasiones, sabe
s
el auto
or de Facun
ndo, son fue
erzas que se enfrentan
n a
otras fuerzas, qu
ue se influy
yen mutuam
mente, y po
or ello mism
mo hay que
e combatir las
l
nes egoístas
s generadas
s por ciertas condiciones sociales,, históricas y geográfic
cas
pasion
(la soledad, las grandes
g
extensiones, la
a llanura de
esértica, la incomunicac
ción y la falta
mbitos de so
ociabilidad) con otras pasiones: las comunitarias, cívica
as, públicas
s o
de ám
como se las quiera llamar. Son
S
las pasiones que se
s alientan a través de
el juego, de la
lectura
a, y de la música
m
(a la
a que Sarmiento presta
a especial attención en su
s visita a las
l
salas de asilo de Francia), qu
ue aún hoy se considerran las mejo
or dotadas para
p
estimular
sión y el de
eseo de com
munidad, pu
ues permiten instituir un
u cierto orrden, con una
la pas
autoridad legitim
mada, y que
e abren, a su vez, un
u espacio de libertad
d, variación y
creación indispensables.
C. El entrev
vero de los cuerrpos: de
el odio y el amo
or
Sarmiento se pre
eguntó cómo
o educar a un pueblo para
p
alentarr en él las pasiones
p
de la
c
y el de
eseo de com
munidad. Re
espondió con modelos de
d educació
ón pública que
vida cívica
permittían reunir en un mism
mo espacio y con un sistema
s
de reglas básic
cas, a sujettos
que provenían
p
de condicion
nes sociales absolutam
mente divers
sas. No imp
portaba si los
l
niños habían nacido y crecid
do en una situación
s
eco
onómica cóm
moda o si habían
h
sufrido
ngustias de la carencia
a; en ambos
s casos se formarían en
e un ámbiito donde esa
e
las an
circun
nstancia pre
evia parecía poder borrrarse o al menos
m
olvid
darse provis
soriamente,, y
con ella,
e
las pa
asiones violentas y lo
os enfrentam
mientos qu
ue pudiera suscitar. Sin
S
embarrgo, ya a fin
nes del siglo
o XIX este deseo
d
se iba
a revelar má
ás difícil de alcanzar
a
de lo
imagin
nado, proye
ectado y hec
cho por el propio Sarmiento. Y el siglo
s
XX ha mostrado que
las pa
asiones suscitadas en el espacio escolar no siempre fu
ueron las que Sarmien
nto
soñó. Se parecierron más a la
as que él de
espertó como político, escritor
e
y miilitar.
2016
En las
s últimas do
os décadas,, un hombrre nacido, criado
c
y formado en lo
os dramas del
d
siglo XX,
X el artistta plástico argentino
a
Da
aniel Santoro, viene prroduciendo un cúmulo de
imáge
enes-pensam
mientos que
e poseen un valor inestimable pa
ara meditarr críticamen
nte
sobre nuestra re
ealidad histtórica y co
ontemporánea. Propon
nemos aquí comenzar a
reflexiionar a parttir de la sigu
uiente image
en titulada Lucha
L
de cla
ases:
a de clases
s es un cua
adro del arrtista plásttico argenttino Daniel Santoro en
e
Lucha
el qu
ue revela la pasión del odio de clase (que es también od
dio étnico y
escola
ar) que atraviesa nu
uestra vida
a en común
n; en este caso, circu
unscripta en
e
un círculo que mantiene un precarrio equilibrrio fundado
o en la ten
nsión de los
stos.
opues
Dos cuerpos
c
infa
antiles vestidos con rop
pas escolare
es y entrev
verados en la lucha; dos
d
cuerpo
os con toda
as las marca
as de la dis
stinción: el niño rubio y el moreno
o, el uniform
me
de la institución
n privada y el guard
dapolvo de la escuela
a pública. Dos cuerp
pos
atrave
esados por la pasión elemental del
d
odio (ta
an básica como
c
el am
mor) que nos
n
coloca
an ante la innegable re
ealidad: los cuerpos qu
ue habitan lo escolar (como
(
sucede
con lo
o familiar y lo político) también se
e encuentran
n vinculados por pasion
nes oscuras
s y
destru
uctivas.
agen juega con la ambigüedad del concepto “clase”, y re
emite en parrte
El título de la ima
d las difere
encias y las batallas enttre
al mundo escolar, y al mismo tiempo, al universo de
s sociales. El odio intens
so que la es
scena exhibe puede serr el de un pa
ar (pues tiene
clases
el asp
pecto de un duelo), pero
p
a la vez
v
se com
mpone de una
u
serie de signos que
muesttran su cará
ácter eminen
ntemente so
ocial, que se
e traduce, también,
t
en el color de la
piel. Pero
P
además
s, la escena
a nos ofrece otro guiño,, ya que se encuentra anclada
a
en un
mome
ento preciso
o, que deduc
cimos a parrtir del brazalete negro en el brazo
o izquierdo de
uno de
d los con
ntendientes: es el mo
omento de
el primer peronismo
p
en su etapa
2016
inmed
diatamente posterior a la muerte
e de Eva Perón.
P
El equilibrio
e
ap
parente de la
image
en entre esta
as dos fuerz
zas nos recu
uerda tambiién el sino trágico poste
erior.
Hay, también, otro
o
modo de interpre
etar la pintura de Sa
antoro: el odio no es
stá
or motivos sociales,
s
pue
ede haber ta
ambién razo
ones profun
ndas de índo
ole
generado solo po
ca. Y esa razón puede ser
s la introd
ducción de la igualdad
d, la arteria
a principal por
p
polític
la que
e corre la sa
angre del amor y el od
dio políticos
s. El incremento de la potencia pa
ara
actuarr, intervenirr y celebrar la vida de lo
os sectores antes poste
ergados, puede ocasion
nar
un od
dio intenso de los secttores privile
egiados que
e ven que el
e orden de
el que habíían
disfruttado sin freno se trasto
oca. Ese odio pasional va más allá
á de la situa
ación concre
eta
de pe
erjuicio resp
pecto a los intereses materiales. Y tiene formas de ex
xpresión muy
concre
etas en acc
ciones de la vida cotidiiana. Como dice Baruc
ch Spinoza en Ética II
II.
§.23 y §.24:
§23. Quien
Q
imagiina lo que odia afectado
o de tristeza
a, se alegra
ará; si, por el
e contrario,,
lo ima
agina afecta
ado de aleg
gría, se enttristecerá, y ambos afe
ectos serán mayores o
menorres,
segú
ún
lo
s
sean
sus
s
contrariios
en
la
cosa
odiada…
…
§24. Si
S imaginam
mos que algu
uien afecta de alegría a una cosa que odiamo
os, seremos
s
afecta
ados también de odio hacia
h
él. Si por
p el contra
ario, imagin
namos que afecta
a
a esa
a
cosa
de
triisteza,
se
eremos
a
afectad
dos
de
amor
hacia
él..
Spinoz
za, B., Éttica. Demo
ostrada seg
gún
Hyspa
américa, 198
83. págs. 19
90-191
el
ord
den
geomé
étrico,
Bue
enos
Aires,,
egría de uno
os supone la
a tristeza de
e otros, el amor de uno
os, el odio de
e otros. Y así.
La ale
El carrácter much
has veces trransitivo de las pasiones permite pensar sus
s traduccion
nes
polític
cas, porque
e es difícil negar la fuerza pública que puede tenerr o tomar el
resenttimiento priv
vado en la vida
v
escolarr o en la vida comunitarria.
sofo holan
ndés Baruc
ch Spinoza
a escribió en el sig
glo
El filós
XVII un
u verdadero tratad
do sobre las pasione
es humanas
cuya vigencia
v
es insoslayab
ble: una Éttica demos
strada segú
ún
el orde
en geométrrico.
do, el amorr que vive en
e su aparente simetría
a junto con el
Con tod
odio, lo
o desborda
a con sus gestos,
g
sus
s palabras y sus acto
os:
porque amor no solo
s
es la afección qu
ue se maniffiesta ante la
alegría que pueda producirnos
s el aumentto de nuestrra potencia de
obrar; es también don, regalo y entrega
a por y hac
cia el otro. En
s
es preciso enttender que ni el odio ni el amorr pueden se
er extirpado
os,
este sentido,
negad
dos o recha
azados de las instituciones que
e habitamos
s. Desde lu
uego, resulta
2016
necesa
ario para el buen vivir reducir el odio
o
y ensan
nchar el am
mor en todo lo que esté
é a
nuestrro alcance.
Pero no es senc
cillo encontrarles su cauce.
c
Entre
e otras cos
sas porque para hacerlo
mos que ap
prender a traducir en actos y pa
alabras los gestos aníímicos de los
l
tenem
cuerpo
os. Asimism
mo, resulta imprescindiible aprende
er a disponer los gesto
os del cuerpo
en relación con las palabra
as y los ac
ctos. Para eso, hay que
q
dispone
erse a segu
uir
os los días no solo un
n poquito más
m
la asignatura que damos; sino
aprendiendo todo
én compren
nder las formas nuevas
s que adquiiere nuestro
o ethos. En este sentid
do,
tambié
la étic
ca no es la simple den
nuncia de lo
os males qu
ue nos habitan o la qu
ue se esgrim
me
contra
a la corrupción, sino má
ás bien la crítica de las
s condicione
es que la hacen posible,, y
las po
osibles vías para
p
supera
arlas.
Retorn
namos ento
onces a las preguntas del comien
nzo pero ah
hora enriquecidas: ¿qu
ué
tipo de
d lazo fa
amiliar, so
ocial, escollar, puede
e permitirn
nos aumen
ntar nuesttra
poten
ncia de obr
rar, es deciir, aumenta
tar nuestra
a capacidad
d de dar a los
l
demás lo
mejorr de nosotr
ros y reduc
cir nuestra
a capacidad
d de hacer daño?
D. Contra
C
la
a servid
dumbre volunta
aria
n
cons
stitución de lazos fam
miliares, esc
colares y cívicos que adopten una
Una nueva
conforrmación dem
mocrática, esto
e
es, que
e se abran a diversas instancias de
d verificación
de la igualdad, podría
p
generar, como vimos,
v
amores y odios intensos. Una
U
política
a y
p
–democrátic
cas- de las
s pasiones tendrán siempre
s
la exigencia de
una pedagogía
encontrar el cauc
ce que perm
mita morigerar la intensidad de las pasiones triistes (como el
uyen nuestrra potencia de obrar, y favorecer, en cambio,, aquellas que
odio) que disminu
omo el am
mor). En effecto, siem
mpre existirá
án aquellos
s que Artu
uro
la aumenten (co
dio”,[4] que como también ha sabido ver más
m
Jaurettche supo llamar “proffetas del od
contem
mporáneam
mente el filós
sofo francés
s Jacques Ra
ancière, pro
ofesan un lla
ano “odio a la
democ
cracia”,[5] que
q
consiste
e en abominar cualquiier instancia
a pública, comunitaria
c
y
relacio
onal que permita verific
car la iguald
dad entre los
s seres hum
manos.
o Jauretche
e fue uno de
d
Arturo
los ens
sayistas más
m
lúcidos
s a
la hora de adve
ertir el lugar
al del odio
o en ciertas
centra
interve
enciones políticas.
p
ble
En estte sentido,, es posib
afirmarr que la política de las
l
pasione
es
tristes
es
profund
damente conservador
c
ra:
en luga
ar de prom
mover escen
nas
de em
mancipación individual y
colectiv
va produce relaciones de
servidu
umbre volu
untaria, es
sto
es, vínculos donde
e los hombrres
d
La Bo
oétie, “luchan
como decía
2016
por su
u esclavitud como si se
e tratara de su libertad””[6]. Pasione
es tristes co
omo el odio (y
en oc
casiones ell miedo in
ndeterminad
do a una amenaza externa) in
ntensifican la
disocia
ación y dis
sminuyen nuestra
n
pottencia de obrar
o
con los otros, de compon
ner
nuestrras fuerzas con las suyas
s
para crear, pensar, actuarr, y por su
upuesto, pa
ara
liberarrnos de la in
nercia propia de las instituciones.
Para pensar una
a pedagogía
a de las pasiones ale
egres, les proponemos
p
s observar la
p
Laz
zhar:
siguiente escena del film El profesor
htttps://youtu.be/0lbROtIIjys0
f
de Philipe Falard
deau, propo
one pensarr la relación entre tra
ansmisión,
El film
vida
a y muerte.
r”,
por el significado del término “defenestra
s
preg
gunta de vocabulario
v
“
Una simple
condu
uce a un esttudiante a narrar
n
el episodio del su
uicidio de su
u abuelo, y tras ello, a la
cuestión nunca re
esuelta acerrca del sentiido mismo de
d la muerte
e. El film comienza con el
n el aula, que
q
es hallada por un
no de los alumnos.
a
Es
ste
suicidio de una maestra en
no, llamado Simón, es
s el que estalla en la escena pro
opuesta aqu
uí, cuando es
alumn
incitad
do a hablar por otra alumna, Alice.
A
El niñ
ño carga un
na densa culpa,
c
que se
intens
sifica ante lo
o inexplicab
ble del suiciidio. Piensa, sin confes
sarlo totalm
mente, que ha
propic
ciado ese de
esenlace.
El pro
ofesor Lazha
ar no es, en
e realidad,, docente. Ha
H llegado a través de un plan de
refugiados desde su país natal, Argelia,, donde su mujer y sus hijos murrieron a cau
usa
or grupos qu
ue perseguían a la familia de Lazhar a causa de
de un incendio prrovocado po
su compromiso político. Na
adie en la escuela
e
con
noce el pas
sado doloro
oso de Bach
hir
ente por qu
ue el aula sea el esp
pacio de una
Lazhar, y él se preocupa obsesivame
se otro mundo de odio y de muertte. Ninguno debe portar la carga por
p
suspensión de es
uerte de la maestra, dice Lazhar a sus alu
umnos. Perro, ¿cómo enfrentar
e
e
esa
la mu
experiiencia cerca
ana de la muerte?
m
¿Qu
ué hacer con ese temo
or y esas im
mágenes de la
muertte? La experriencia de la
a muerte no
os reenvía a nuestra pro
opia finitud,, a la angustia
generada por la conciencia de la “imp
posibilidad de todas la
as posibilidades”, por el
miento de nuestras po
otencias. Nuestra idea de la mue
erte tiene una
u
innegab
ble
agotam
proced
dencia pasional y genera, en ciertas ocasiones, una ex
xacerbación
n de nuestrras
afeccio
ones más trristes y una angustia qu
ue se traduc
ce en impottencia.
Frente
e a ello, Laz
zhar propone
e a sus pequeños alumnos otra cosa: meditarr sobre la vida
y pens
sar el aula como la ins
stancia mism
ma para celebrarla. La afirmación positiva de la
existe
encia, las pa
asiones aleg
gres que in
ncrementan nuestra po
otencia de obrar con los
l
otros, se encuen
ntran aquí entrelazada
as a dos modos
m
de la composic
ción y acción
colectivas: la am
mistad y el trabajo.
t
Hay
y que evitar transformar el aula en
e un espac
cio
p
la
a desespera
ación, dice Lazhar, quien tiene bu
uenas e ínttimas razon
nes
para propagar
para desesperar.. Este proffesor, que como menc
cionamos no
n es tal, muestra algo
alquiera pue
ede enseña
ar a cualquier otro lo esencial,
e
es
sto es, que el
fundamental: cua
dad no está
á vinculado solo a las pasiones que
e nos unen para rechaz
zar
deseo de comunid
ar (o perseguir y ejercer violencia sobre
s
los de
emás), sino al amor al mundo
m
y a los
l
y odia
otros, a la afirmación de la vida
v
que se produce
p
con
n las pasione
es alegres.
Nuestras vidas co
omunes ten
nderán a la servidumbrre y al embrutecimiento
o mientras se
ngan en el fomento
f
de las pasione
es tristes, de
el odio y la violencia. Ellas
E
conducen
sosten
2016
por lo
o general a la impotenc
cia, y la suma de las impotencias
i
s es la mue
erte. De algún
modo,, las pasion
nes tristes están funda
adas en el miedo a morir.
m
Seguir al profes
sor
Lazhar en su apu
uesta y afirm
mar las pasiones alegre
es que perm
mitan celebra
ar la vida y el
o como un espacio que puede ser
s
pensado
o, construid
do y gozad
do en comú
ún,
mundo
quizás
s nos permitta pensar de
e otro modo
o el desafío de la transm
misión.
Excu
urso con
nurbano
o (la persistenc
cia de lo
o facúnd
dico)
s escuelas. Una excu
ursión a los
s colegios públicos del
d GBA, es un texto que
En las
cruza la narración
n con las memorias,
m
la
a crónica y la
l autobiogrrafía. Gonza
alo Santos, su
autor,, se propon
ne allí conttar estrictam
mente la ve
erdad, sin mediacione
es ni tapujo
os.
Afirma
a: “Desde ya,
y
no pien
nso en abs
soluto ser políticament
p
te correcto;; ya bastan
nte
tengo que serlo en todas la
as otras cirrcunstancias
s públicas por
p
las que
e atravieso y,
ademá
ás, mi intención acá es
e contar absolutamen
a
nte toda la verdad, aun cuando la
verdad
d sea una puta verdad que a na
adie, ni siquiera a mí,, en el fond
do le guste
e o
interese escucharr”.[7] Santos
s es un jove
en profesor de
d Lengua y Literatura que relata su
b
a partir de
e ciertas es
scenas que se
experiiencia docente en el conurbano bonaerense,
despliegan desde
e su inicio en
e la actividad (en el año 2008) hasta el mom
mento en que
minante del libro, aque
el que lo condujo irrem
mediablemen
nte
narra el episodio más determ
a la escritura.
e
De
esde el subtítulo, el au
utor busca de
d algún modo remitir a uno de los
l
textos
s más extra
aordinarios del ensayo argentino del
d siglo XIIX: nos refe
erimos a Un
na
excurrsión a los indios ranqueles de Lucio
L
V. Mansilla.
as escuelas
s. Una excu
ursión a lo
os
En la
colegios
s públicos del GBA de
e Gonzalo Santos
S
y Una
U
excursiión a
los indiios ranque
eles de Lucio V. Mans
silla.
mbargo, si a Mansilla lo sorprend
dían ciertos
s valores, modos
m
de se
er y estar en
Sin em
común
n de las com
munidades ranqueles
r
(p
puesto que su
s prejuicio de “civilizado”, moderno
y urba
ano esperab
ba ver allí los signos mismos
m
de la barbarie)), en el textto de Santo
os,
por el contrario, se realiza el
e gesto casi inverso. En
E las escu
uelas…, mu
uestra much
hos
2016
eleme
entos del sen
ntido común
n y no poca estigmatiza
ación social de los estudiantes de los
l
sectorres subalterrnos y marginados de la sociedad, una ima
agen que se
e refuerza en
virtud de las situ
uaciones qu
ue presenta
a. “La prima
aria la hice en una es
scuela públiica
na a mi casa
a, cuando la
a escuela pú
ública todavía era una escuela
e
y no
o un centro de
cercan
conten
nción de po
otenciales de
elincuentes,, como es ahora”,
a
dice
e Santos, en
n una de es
sas
generalizaciones poco justific
cadas, quien
n por mome
entos, parec
ciera creer que
q
la escue
ela
zó a tener problemas
p
cuando él la dejó[8].
empez
dolescentes que concurrren a las es
scuelas donde
El auttor subraya la barbarie de esos ad
se des
sempeña co
omo docentte, pero ded
dica muy pocos
p
tramo
os del texto
o a conjeturrar
algún tipo de exp
plicación de las escenas
s, de cierta densidad
d
vio
olenta, que narra. Santtos
parece
e querer contar una ve
erdad sobre la escuela ya que cons
sidera que todo
t
lo que la
constituye está hecho de sim
mulación: “era una gran
n puesta en escena: yo simulaba que
s debían ap
prender y, si
s no aprendían, al me
enos debían
n simular que
enseñaba y ellos
q
yo desp
pués pudies
se simular que
q
los eva
aluaba”, y agrega
a
lueg
go,
aprendían para que
viniendo en simulacro: simulacro en
e los discu
ursos, simula
acro de clas
se,
“todo termina dev
simula
acro de inclu
usión, simulacro de aprrendizaje, simulacro de
e estadística
as”[9]. Si bien
hacia el final de su relato pareciera
p
dudar de es
sa oposición
n tajante en
ntre verdad y
acro, no dejja de ser cierto que este es el to
ono predom
minante. Sea
a como fuerre,
simula
vayam
mos a la esc
cena central, aquella qu
ue propició la escritura del texto: un alumno en
un sec
cundario bo
onaerense comienza
c
a jugar con fuego
f
en el aula. Arma
a un avioncito
de pa
apel, lo prende fuego y lo arroja. El profeso
or le llama la atención
n en divers
sas
oportu
unidades. Ell alumno no
o desiste. Y ocurre
o
lo sig
guiente:
Le ped
dí que saliera del aula;; pero no qu
uiso. Entonc
ces no me quedó
q
otra que salir yo
o
mismo
o para ir a buscar
b
a la preceptora,, pero a los
s pocos segu
undos apare
eció él en ell
pasillo
o y empezó a gritarme que, por mi
m culpa, su padre lo ib
ba a moler a palos, que
e
él no había hech
ho nada y que
q
yo me podía
p
ir a la
l mismísim
ma mierda. Me contuve
e
para no
n responde
erle, pero de
e pronto se empezó a acercar
a
hac
cia mí y, cua
ando estuvo
o
lo sufiicientementte cerca, com
menzó a em
mpujarme. Yo
Y le pedía que
q
se calm
mara, que no
o
hiciera
a nada de lo
l que, lueg
go, podría arrepentirse
a
e, pero su tono
t
era cad
da vez más
s
agresiivo y, en un
n momento, sucedió lo que tarde o temprano inexorablem
mente debía
a
suceder: empez
zó a revollear piñas y, una de
d
ellas, me
m
dio en
n la cara..
Santos, G., En la
as escuelas. Una excurrsión a los colegios
c
púb
blicos del GBA,
G
Buenos
s
Aires, Santiago Arcos, 2013
e que la histtoria no hub
biese transc
currido y vollviéramos, en
e un retorn
no imprevistto,
Parece
a la escena
e
de Facundo
F
y su relato de
d violencia escolar ocurrida hace
e más de 150
años. Pero no es que la histtoria no hay
ya pasado entre
e
nosotrros. Estamos tentados de
afirma
ar lo contrarrio: ha pasa
ado demasia
ada historia.. Sucede que a Santos no le intere
esa
demas
siado historrizar, ni pe
ensar qué es
e lo que media
m
entre
e una y otra escena, ni
reflexiionar sobre los vaivene
es del Estad
do ni sobre la destrucciión de su ro
ol protagóniico
durante décadas, ni hacer un
na lectura de lo que sup
pone el desa
afío actual de
d la inclusión
2016
educativa masiva
a en el marco
m
de una paulatin
na pero no
o definitiva ni durade
era
eración estatal (que cuenta
c
con avances y retrocesos
s, con salto
os adelante y
recupe
obstác
culos podero
osos) sin la cual resultta casi impo
osible comprrender los vaivenes
v
de lo
público-escolar. Santos quiiere decir la verdad sobre la escuela
e
a partir de su
nte. Y su vo
oz (no solo narrativa) expresa la de muchos
s docentes del
d
experiiencia docen
país que
q
sienten tristeza, impotencia y muchísima incomodidad en su trab
bajo cotidiano
en las
s aulas. Hay
y en este se
entido un cierto signo de
d sanidad en el hecho
o de no neg
gar
ese malestar.
m
La pregunta es
e qué pode
emos pensar de este malestar
m
a partir
p
del lib
bro
de Sa
antos y qu
ué políticas públicas se
s pueden elaborar para
p
establecer mejorres
condic
ciones de ejercicio para
a los docente
es.
acundo, Sarrmiento o Mansilla
M
no eran mejorres
Demás está decir que las épocas de Fa
ctuales. Pero
o la escena de Facundo
o no está de
escripta desde
para la enseñanza que las ac
nto de vista del profeso
or, sino des
sde aquel (S
Sarmiento) que intenta
a pensar si en
el pun
ese ac
cto (enfrenttar al maestro) no está
á fraguándo
ose el espíritu del caud
dillo que po
oco
tiempo
o después va
v a tener en
e vilo a la Argentina.
A
A
Aunque
es más
m que com
mprensible, es
raro que
q
nada de
e eso interese a Santos
s, que cita a Mansilla (tan cercano
o a Sarmien
nto
en estte punto) en
n el título de su libro. Y es raro po
orque esa negación a pensar
p
de ottro
modo la situación
n parece dejjar intocada la matriz que la hizo posible.
p
Santos es víctim
ma
de un
na agresión injustificab
ble pero su narración la deja imp
pensada, o solo pensada
bajo tópicos que
e podrían desplegarse
e sin la de
escripción de
d la escen
na. Con es
sto
ca de Gonzalo Santos lo verdaderramente existente en las
l
queremos decir: en la crónic
uciones de enseñanza
e
y transmisió
ón son, prec
cisamente, la
as pasiones
s. Y estas so
on,
institu
al parrecer, lo úniico que sobrevive en el
e simulacro de la enseñanza. Pero
o el triunfo de
una parte
p
de las
s pasiones (por lo que
e leemos, de
d las pasio
ones tristes
s: el odio del
d
alumn
no, la indign
nación angustiada del profesor
p
agrredido, la fa
alta de solidaridad de sus
s
compa
añeros y autoridades, etc.)
e
hace im
mposible no reforzar el círculo de la
a repetición.
o tan categórico de las pasiones tristes en la escuela que describe
Ante este triunfo
a cosa qued
da sino una
a “intervenc
ción exteriorr” que pong
ga un límite
e y
Santos, ¿qué otra
or su propia naturaleza es ingobern
nable? En una
gobierrne aquello que en su interior y po
entrev
vista reciente hecha por
p
el diario La Nació
ón, Gonzalo Santos so
ostuvo que el
proble
ema está en la “forma
ación de los
s docentes””, que los docentes
d
es
stán muy mal
m
formados, que no
o tienen prestigio, que no
n son resp
petados, que
e es muy fác
cil llegar a ser
s
n exigen lo que habría
a que exigir. Es decir, Santos
S
pare
ece
docente, que los institutos no
v
lengua del prestigio, el mérito
o y la exigencia una po
osible solución
encontrar en la vieja
cuela, cuya convivencia se prese
enta insopo
ortable a sus
s
a un mundo, el de la esc
gonistas (so
obre todo a estudiante
es y docente
es). En otro
o tramo de la entrevis
sta
protag
tambié
én advierte sobre la “s
soledad” del docente, sobre la falta
a de acompañamiento de
los sin
ndicatos y la
as autoridad
des.
d todo ace
ertados el diagnóstico y las soluciones sugeridas en el tex
xto
No nos parecen del
o
interve
enciones de
e Gonzalo Santos.
S
Y sin
n embargo, hay puntos
s de discusión
y en otras
que su
s planteo hace inso
oslayables: necesitamo
os formarno
os más y mejor com
mo
docentes y tambiién estar ac
compañados
s en las insttituciones por
p otros colegas y desde
p
s. Justamente por eso tal vez no sea el mejjor
ya por los directivos y los preceptores
e la escuela como un ce
entro que contiene a “p
potenciales delincuente
es”
camino hablar de
nea con lo que afirman con frecu
uencia los grandes
g
medios de com
municación)) o
(en lín
pensar la secundaria solo de
esde su cara
a más oscurra, que existe, que es real,
r
pero que
2016
no es la única, y que, en muchos lugare
es del país, no
n es siquie
era la mayorritaria. Si bien
no deben ser neg
gadas, las pasiones
p
del odio y la in
ndignación no
n son las mejores
m
ni las
l
s guías nece
esarias para forjar las im
mágenes de
el presente-porvenir.
únicas
Neces
sitamos hac
cer un mejjor uso de
e nuestra inteligencia práctica y de la po
oco
prestig
giada pero tanto
t
o más
s decisiva alegría. Y no de la alegríía que nace como triste
eza
invertida (cuando nos aleg
gramos vica
ariamente porque
p
nue
estros adve
ersarios están
s) sino esa alegría
a
que nace del inc
cesante, pero siempre reflexivo, deseo de obrrar
tristes
por un
n horizonte en el que la vida colec
ctiva se inclline por el sentido
s
más
s eminente de
la justticia social.
Cierrre, o mejor, nu
ueva ape
ertura
En estta clase abo
ordamos alg
gunas arista
as del problema de las pasiones que atraviesan
la vida
a en común
n, y que enc
contramos por
p doquierr, en mayor o menor medida,
m
en las
l
familia
as y en las escuelas. Pensamos a las pasion
nes no com
mo una fuerz
za a expuls
sar
sino como
c
la matterialidad de una vida que necesita encontra
ar su cauce,, su norte, su
lugar de expresió
ón. Y propu
usimos algu
unas imágen
nes literaria
as, fílmicas, ensayística
as,
a
os a su sentido. En la próxima cla
ase, nos me
ediremos con otra fuerz
za,
para aproximarno
la de las palabra
as y el leng
guaje, porque también
n las palabrras, como bien
b
sabem
mos
espiertan pa
asiones, tem
mpestades y entusiasmo
os.
desde antiguo, de
Bibliografía
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Jauretche,, A., Los pro
ofetas del od
dio, Buenos Aires, Ed. Corregidor,
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s Aires, Amo
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06.
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Un
na excursió
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Tatián, D., La cautela
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s
Notas
[1]
“El poder, la riqueza y la fuerza de una
u
nación dependen
d
de la capacid
dad industrial,
dividuos que la compon
nen; y la ed
ducación pú
ública no debe
moral e intelectual de los ind
tener otro fin que
e el aumentar estas fu
uerzas de prroducción, de
d acción y de direcció
ón,
2016
aumen
ntando cada
a vez más el número de individuo
os que las posean”. Ve
er Sarmientto,
D.F. Educación
E
po
opular, pág.. 48.
[2]
Ibíd
ídem, pág.189.
[3]
Ibíd
íd., pág. 189
9.
[4]
Jau
uretche, A., Los profeta
as del odio, Buenos Aire
es, Ed. Corre
egidor, 2002.
[5]
Ran
ncière, J., El
E odio a la democracia,
d
Buenos Airres, Amorrortu, 2006.
[6]
La boétie, E., Discurso
D
de la servidum
mbre volunta
aria, Madrid
d, Trotta, 20
008.
[7]
Santos, G., En
n las escuellas. Una exc
cursión a los colegios públicos
p
del GBA, Buen
nos
A
pág. 36
3
Aires, Santiago Arcos,
[8]
San
ntos, G., ob
b. cit. pág. 11.
1
[9]
Ibíd
ídem, págs. 104-105 y pág. 128.
Ac
ctividade
es
FORO
O. En torno a la clase 3. Las pas
siones y el conocimiento
Hola colegas, ¡bienvenidos//as a este nuevo foro,, en el que
e esperamo
os
pensa
ar juntos la cuestión
c
de las pasione
es!
Para eso
e les pedimos que de
escriban una
a escena vin
nculada a su
u experienciia
como docentes (o partícipes
s de la comunidad esco
olar) en la cual
c
se hay
ya
puesto
o en juego alguna pasión de los
s estudiante
es (amor, odio,
o
alegría
a,
tristez
za, miedo, esperanza)
e
en relación con alguna
a forma de conocimient
c
to
o partticipación en
n la vida es
scolar. La id
dea es comp
partir la esc
cena en estte
FORO para poder pensarla
a junto a los demás colegas. También
T
le
es
pedim
mos que siga
an las interrvenciones de sus cole
egas y en la
a medida de
d
sus po
osibilidades las comentten, de modo tal que podamos enriquecerno
os
con ell intercambiio y las dive
ersas perspe
ectivas sobrre una mism
ma situación
n.
Recu
urrir a otros formatos, como
c
la ora
alidad, nos permite
p
poner en común
las pa
asiones que
e nos atraviesan, de manera
m
que
e, si lo desean, puede
en
compa
artir el audio de su rela
ato.
Les dejamos este
e tutorial del
d program
ma Audacity,, en el que
e se muestrra
una fo
orma muy fá
ácil de grab
bar y publica
ar un audio. Para acced
der al tutoria
al
hagan
n clic aquí
También pueden grabar el re
elato con su
us teléfonos celulares y subir al forro
el arch
hivo en form
mato mp3.
2016
El foro
o permanecerá abierto durante 15 días.
Autorr: Instituto Nacional de Formación
F
D
Docente
Cómo
o citar este texto:
t
Instittuto Naciona
al de Forma
ación Docentte (2016).
Espe
ecialización Docente
D
de Nivel Superior en Políticcas y Progra
amas Socioe
educativos. Buenos
B
Airess: Ministerio de Educació
ón y Deporte
es de la Nacción.
cación, Fam
milias, Comu
unidades.
Educ
Clase
e 3: Laberin
nto de pasio
ones: los cu
uerpos y las
s clases
Gabrriel D´Iorio, Martín Aran
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