2016 ecialización docente en Polític cas Socioeduca ativas Espe EFC Unid dad II: Pasione es se 3 Clas erinto de d pasio ones: los s cuerpo os y las clases Labe ón Intrroducció ¡Bienv venidos/as s! ados y estimadas cole egas: con esta e tercera a clase com menzamos la a Unidad II: I Estima Pasio ones, del módulo m Escuelas, fam milias, ciud dadanías. En E esta seg gunda unidad abordaremos la cuestión de e las pasio ones, verdadera mate eria de la vida familia ar, ar y política a. Decimos materia, y nos referiimos así a todo aquello de lo que escola estam mos hechos: carne y es spíritu, amo or y odio, alegría, a tristteza, deseo y esperanz za. Por es so no resulta exagerado o decir que no hay asp pecto human no que no re emita, direc cta o indirrectamente,, al universo o de las pas siones, es de ecir, a todo aquello que e una persona experiimenta y sie ente, a todo o lo que le pasa, p padece e, o goza. odo, antes de d comenza ar con el de esarrollo de la Unidad, es preciso hacer h algun nas Con to aclara aciones conc ceptuales re especto a las s pasiones. Existe una tradición t de e pensamien nto –que ha sido pre edominante en nuestra historia cultural- que considera a las pasion nes e atraviesan n al ser hum mano y tiene en, además s, la capacid dad de afecttar como fuerzas que el culttivo de lo que q se considera su me ejor facultad: la razón n. Si el uso o sereno de la razón es compren ndido como la condición n necesaria para encon ntrar el camino del bien ny de la verdad, res sultará obvio o que se inttente conjurar de algún n modo todo aquello que sente un de esvío o una perturbació ón. Las pasiones sufrierron durante e buen tiempo repres este rechazo “rac cionalista”, e incluso cua ando se ace eptó su existencia, se alentó siemp pre mesticación. El problem ma de este enfoque e es su s carácter reduccionistta, que deriva su dom en una simplifica ación de las experiencia as humanas s. Nuestras existencias s singulares s y n determina adas situacio ones particu ulares, bajo cierto estado colectivas se dan siempre en va. Antes de d cualquierr operación cognitiva y deliberativ va, de ánimo o tonalidad afectiv p los otro os y por la as cosas. Esa E nuestrra existencia es afecttada por el mundo, por profun nda realidad d pasional ju uega un pap pel decisivo en la mane era en que construimos c lo común n. Y son esas afecciones las que constituyen el núcleo n de nuestra vida institu ucional, ya sea s familiar,, educativa y/o y política.. Ahora bien, con esto e no pre etendemos una u glorifica ación de las s pasiones en e sí misma as. e buscamos s es compre ender la inflluencia que estas tiene en en la con nfiguración de Lo que nuestrras relaciones comun nitarias. Re esulta claro o que las s pasiones no siemp pre contribuyen a un na composic ción virtuos sa de la vid da común; al contrario, sucede en 2016 mucha as oportunidades que e cierto mo odo de serr de las pasiones p co onducen a la descomposición social s o a la a servidumb bre. Pensem mos en el odio o o en el miedo, a los l B Spin noza (un filó ósofo mode erno intensa amente pre eocupado po or pensar las l que Baruch pasion nes) describ bió como pasiones “oscu uras y triste es”. Es nece esario, por lo o tanto, hac cer una meditada m y detenida re eflexión críttica sobre el e papel de las pasione es en nuesttra vida en e común fa amiliar, esco olar y polític ca, para evitar la simpllificación de el rechazo o la vana reivindicació r ón. Si las pa asiones son en buena medida m la materia m de la a que estam mos hecho os, es porqu ue tanto lo o que nos singulariza s como lo qu ue nos aco omuna es esa e potenc cia de ser afectados a po or los otros, por las cos sas, por el mundo. m Es en e ese sentido que frrente a las pasiones pa arecen abrirse dos vías de intervención instiitucional: o el camino del enfrentamiento y la resoluc ción violenta a que busca a inmunizarnos del pod der s pasiones, y recurre pa ara ello a la intolerancia a y la generración de se ervidumbre;; o de las la sen nda democ crática, que e genera la as condiciones que fa avorecen la a moderación productiva, la intensificación n creativa, en fin, el cauce de esa e potencia a de afección n entre los seres s humanos. común Es en este territo orio de lo co omún surcad do por las pasiones p do onde querem mos movern nos en las s dos clases que conform man la Unid dad II. Para ello proponemos come enzar a pens sar a parttir de algun nas escenas que nos po onen frente e a lo que resulta r tan difícil asumir: que el pretendido o señorío de e la razón sobre s el mu undo puede ser un corrrelato estric cto mana, demas siado humana, por dom minar sin re esistencias la a totalidad de de la pasión hum lo real. A. Civilizaci C ión y ba arbarie: la calle e hecha vida usimos trab bajar una cita c de Re ecuerdos de d Para concluir la Unidad I les propu a cual Sarm miento reco ordaba cóm mo había en nseñado fra ancés a un nos Proviincia, en la amigo os con un extraño e pero o universal método de raíz ilustra ada: aprend der a usar las l propia as capacidad des. Les prroponemos ahora empe ezar la Unid dad II con otro texto de Sarmiento, no menos célebrre que aque el que sirvió ó a la campa aña de quie en luego sería dente: presid Cuénttase de Alcib bíades que, jugando en n la calle, se s tendía a lo largo dell pavimento o para contrariar c a un cocherro, que le prevenía p que e se quitase e del paso a fin de no o atrope ellarlo; de Napoleón, N qu ue dominab ba a sus con ndiscípulos y se atrincheraba en su u cuarto o de estudia ante para re esistir a un ultraje. De e Facundo se s refieren, hoy, varias s anécd dotas, mucha as de las cu uales lo reve elan todo en ntero. En la casa de sus s huéspedes s jamás s se consigu uió sentarlo o a la mesa a común; en n la escuela a, era altivo o, huraño y solitarrio; no se mezclaba con c los dem más niños sino s para encabezar e e actos de en e rebelió ón y para darles d de go olpes. El magister, can nsado de lu uchar con es ste carácterr indom mable, se prrovee, una vez, de un n látigo nue evo y duro,, y enseñándolo a los s niños,, aterrados, «éste es -lles dice- parra estrenarllo en Facundo». Facund do, de edad d de once años, oy ye esta amenaza, y all día siguien nte la pone e a prueba. No sabe la a lección n, pero pide e al maestro o que se la tome t en persona, porq que el pasan nte lo quiere e mal. El E maestro condesciend de; Facundo o comete un n error, com mete dos, trres, cuatro;; entonc ces el maes stro hace us so del látigo y Facundo, que todo lo o ha calculado, hasta la a debilid dad de la siilla en que su s maestro está sentad do, dale una a bofetada, vuélcalo de e 2016 espald das, y entrre el alborroto que es sta escena suscita, toma t la ca alle y va a escond derse en cie ertos parron nes de una viña, de don nde no se le e saca sino después de e tres días. d ¿No es s ya el caud dillo que va a desafiar, más tarde,, a la socied dad entera? ? Sarmiento, D., Fa acundo. O civilización c y barbarie en e las pamp pas argentin nas, Buenos s Aires, Emecé, pág g. 103. e se encuentra e n narrada en uno de los s ensayos literarios y políticos más m Esta escena extrao ordinarios del siglo XIX X argentino: Facundo, publicado p po or Domingo F. Sarmien nto en 18 845, desde su exilio en n Chile dura ante el gob bierno de Ju uan Manuel de Rosas. El libro, que se prop ponía realiza ar una interrvención intelectual y política p de carácter crítiico d de su épo oca (a la que creía po oder descifrrar develando el enigm ma sobre la realidad mismo o que rige a nuestra a formación n cultural), llevaba orriginalmente e otro títullo: Civiliz zación y barrbarie. Vida de Juan Fa acundo Quirroga. Y es efectivament e te el comba ate de esa as dos fuerz zas enfrenta adas, la “civ vilización” y la “barbarrie”, lo que el sanjuanino parece e poner de relieve en la escena que q escogim mos: por un n lado, los símbolos que repres sentan a la civilización y el progre eso, esto es,, la escuela, el maestro o, el saber, la razón;; por el otro o, los signos s mismos de la barbarie, es decir,, la fuerza, la ignorancia, la irra acionalidad, las pasione es y el cuerp po. Todo ha ace pensar en e un liso y llano choque de fue erzas en el interior del incipiente mundo m escolar-social. Sin embargo o, las cosas no son ta an sencillas. Sarmiento no ha sido inocente en n la elección n del título para p su textto: no se e trata de civilización o barbarie e, sino de civilización y barbarie e. No es una disyun nción de do os términos opuestos; es la tensió ón y la conttaminación mutua de las l fuerza as. En efecto, ¿en qué elemento reside r la vio olencia de la a escena? ¿En Facundo o y su ace ertado golpe al maestrro, o en el maestro qu ue señala con c cínico goce que va a a estren nar su varillla sobre el niño de 11 años? Podríamos preg guntar ento onces, ¿dónde está aquí a la racio onalidad? ¿E En el maestrro que imag gina estrena ar la vara co on Facundo,, o en éstte, que hace e del cálculo o instrumenttal el núcleo o mismo de su acción? Sea co omo fuere, la escena muestra m una a situación pedagógica p que se sostiene sobre la violencia de un cuerpo contrra otro. No hay h allí tran nsmisión de saberes, nii espacio pa ara nsamiento común: c la autoridad a de e quien dice e ser maes stro busca construirse c el pen en base a la interv vención brutal sobre el e cuerpo del d alumno,, no solo con c el fin de arlo, sino co on el objetiv vo central de e domestica ar las pasion nes que atrraviesan a ese e marca cuerpo o considera ado indómito o, pasiones s que son entendidas e menos com mo las fuerz zas expres sivas de una vida en esplendor e y crecimiento o, y más co omo síntoma as patológic cos que deben d reduc cirse a grado cero. Lo que leem mos en la escena es, entonces, el enfren ntamiento, el e cuerpo a cuerpo en el e cual el “bárbaro” hac ce uso de un n elemento de la civilización, el cálculo, y vence v al sup puesto “civilizado”; pero o se trata de una victoria era, efímera a, pues no ha transformado con ello la estructura insttitucional que pasaje sostiene la escen na misma. Con C todo, piensa p Sarm miento, esa victoria efím mera tiene un do: Facundo o evita con ello la “do omesticació ón” y logra desafiar a la autoridad sentid escola ar tal como lo hará lueg go con la so ociedad. El instinto-pasión del pequ ueño Facundo se pone a prueb ba y recono oce la fuerza y el cállculo que necesita n parra vencer. La m y Fac cundo ya se e prueba los s ropajes de el caudillo. De D barbarie también aspira al mando m Sarm miento nos muestra qu ue un entramado instittucional ped dagógico cuya este modo, 2016 autoridad se conffigura a trav vés de la am menaza o de el ejercicio impiadoso de d la violenc cia os está cond denado al fracaso. f Es preciso oponer a una a pasión, ottra sobre los cuerpo pasión n. ¿Cómo ha acerlo? Facundo sig F gue siendo o un punto o de refere encia centrral p para discuttir problem mas y cue estiones re elativas a la v vida cultura al argentin na. Incluso o en sus afirmacion a es m más polém micas (en sus “zo onceras”, como dirría Jauretche) es un te exto impre escindible. Otro tan nto p puede decirse de Ed ducación popular, p u texto no un n m menos interesante y polémico. p B. Con C todo os y cada uno: pasión p c contra p pasión ón de Facun ndo, Sarmie ento escribe un texto que En 1849, a cuatro años de la publicació E p popular. R Realiza allí una u férrea defensa de la educación lleva por título Educación derar que un n Estado moderno deb be tomar a su s cargo la formación de pública, al consid ue luego oto orgará dere echos polític cos, pues la a participación en la vida aquellos a los qu na nación y requiere, entonces, individuos autónomos y pública es decisiva para un nsables de sus accione es. El sistem ma económic co, por su parte, p también exige una respon preparación de los l sujetos para partiicipar de la as tareas productivas p ala en la esca na, y para ello e la escue ela pública es un facto or determina ante[1]. Aho ora industtrial modern bien, ¿cómo se educa a un n pueblo? Este interro ogante no es e tan fácil de d responde er, o si se cre ee tener –como lo hac cía Sarmien nto- un diag gnóstico so obre el suje eto incluso popula ar. Un tip po de institu ución innova adora que Sarmiento S e encuentra en Francia e Inglaterra,, y que co onsidera pro opicia para importar a América, es s la que en su época se e denominaba “sala de d asilo”, y era el primer peldaño en e el sistem ma de enseñ ñanza. Si nos interesa ver v aquí las razones que Sarrmiento esg grime para considerarlas tan re elevantes, es orque en su u argumentación se arrticula una reflexión sobre s el nudo sencilllamente po mismo o de nuestrra problemá ática: la rela ación entre familias, escuelas y ciudadanía. c La sala de d asilo es la primera instancia en e la que el niño es desligado de e la autoridad familia ar, y comienza a recon nocer una autoridad a ottra, externa a a su núcle eo original. La familia a por sí misma, sea de clase eleva ada o perten nezca al ámbito popularr, no es cap paz de forrmar, para Sarmiento, S sujetos con las aptitudes necesarias para el ejercicio e pleno de la ciudadanía. Dice Sarmiiento: “la madre m educa a al niño en los primero os pasos de la P ¿sabe la madre medir m las con nsecuencias de los actos, de las pasiones, de los l vida. Pero gustos s, de los há ábitos que ella presencia, fomentta o hace nacer?”. n El niño de cla ase alta, sostiene, s es atendido por asistente es que comp placerán al pequeño en n lo que desee 2016 inmed diatamente. En consecuencia, “la edad en que por su debilidad estaría el niño conde enado a la sujeción qu ue imponen n las fuerza as superiore es es la ed dad del pod der absolu uto. Un niñ ño reina en n su casa; su madre misma le obedece; le basta pa ara conseguirlo llorarr con tenacid dad”.[2] ducación popular p Sarrmiento prropone una a mirada que q En Ed no oculta o la diferencia a entre clases c so ociales ni la imporrtancia de las pasiones para pe ensar la educación. endo el argu umento de Sarmiento,, esto impediría formar al Siguie niño en valores no egoísta as, en un sentido ve erdadero de e la nidad. Distinto, pero, a la vez, con la misma m falta de comun articulación, es el caso del niño que nac ce y crece en e un ambie ente ar. Allí “la madre m necesita ocupar su tiempo,, y los niños la popula perturrban. Sus actos de represión son, por tanto, t simp ples desahogos de có ólera y de venganza. Necesita el terror de un er mueble que encue entra, para a contenerr el palo, del prime den naciente”[3]. desord De ma anera que la as salas de asilo, como o primera escuela, com mo “jardines s de infantes s”, deben n ofrecer la vía v para solucionar esto os males. Le eamos la de escripción de e Sarmiento o: ¿Cuále es son los efectos e de la as salas de asilo para remediar r es stos males? Sigamos ell proces so de la ens señanza que e en ellas se s da. Desde e luego el lo ocal se com mpone de un n edificiio, de un patio p plantad do de árbo oles y de allgunos corrredores y galerías. g Las s amas traen a sus s niños, y las l mujeres s pobres se descargan de los suyos en estos s depós sitos generales desde temprano. t E patio som El mbreado en verano, los s corredores s en los s días lluvio osos se pueblan de ce entenares de d párvulos s, que desd de luego se e aband donan a la primera necesidad n d su exis de stencia: mo overse, hab blar, reír y experiimentar em mociones. Allgunas muje eres cuidan n de este enjambre e bu ullicioso; no o hay peligros p que e temer pa ara los traviesos; no hay caballlos ni carrros que los s atrope ellen como en e las calles s, ni muebles ni utensiilios que pu uedan rompe er; ni pozos s en qu ue caigan, ni n elevacion nes adonde se suban. El llanto es s allí inútil; atraería la a atenciión de un círculo, c sin producir re esultado; las s querellas se evitan, por el acto o simple e de separa ar a los co ontrincantes s, por el es spectáculo, por el sentimiento de e justiciia y mesura a que no ta arda en dese envolverse;; el fastidio es imposib ble donde la a acción n y el movim miento parte en a la vez de d todos los s puntos; el hijo del pob bre no tiene e allí ell espectácu ulo del ma alestar dom méstico, no o se siente e abandona ado, no es s rechaz zado, castig gado, reñido o; el del ric co no tiene a quien ma andar, a quiien imponerr sus ca aprichos, ni quien satis sfaga sus pa asiones des sordenadas. Como las aplicaciones a s de las s reglas morales no tie enen lugar sino s en la sociedad, s ell niño encue entra desde e luego,, en los prim meros pasos s de la vida a, una socie edad compacta, en don nde ejercitarr sus pa asiones, qu ue aprenden n a confinarrse en cierttos límites de d justicia y de orden,, que forman irrevocablemente su conc ciencia p para lo sucesivo.. 2016 Sarmiiento, D.F. Educación E popular, La plata, p UNIPE E, 2011, pág g. 48 ¿De qué q modo se pueden n educar el cuerpo y las pasion nes de ma anera que se encue entren dentrro de los lím mites de un n orden justto? ¿Qué tip po de interv vención sob bre los cu uerpos evita la violen ncia y a la vez los dispone d hac cia la vida buena? Pa ara Sarmiento, y parra la pedag gogía moderrna en general, el sec creto estaba a en moverrse ón lúdica, el juego, y la a disciplina de estudio. Desde ya, es entre dos polos: la dimensió able que hay en Sarmie ento una prreocupación disciplinaria por la edu ucación de las l innega pasion nes a partir de la sujec ción de los cuerpos c a lo os parámetrros de una cierta norm ma, no exenta, inclus so, de gesto os autoritarios de cons siderable vio olencia que implicaron el miento de raíces r y marrcas no solo o de clase, sino s tambié én culturales s, lingüística as, borram étnica as. No es ne ecesario abu undar en re elación a la opinión de Sarmiento sobre indio os, gauch hos y españoles como “razas” no preparadas s para el prrogreso. Con subrayar la rutina, los ejercic cios cotidian nos, la repettición de cie ertas tareas s, se pueden n observar en e en el proy yecto sarmientino las técnicas t que e, de algún modo, perm mitirían hac cer detalle realida ad el ava ance de la l civilización, al do ocilizar los s cuerpos y volverllos económicamente rentables como c fuerzas productiva as de la Nac ción. t es irrefutable que para Sarmiento S la a pasión no se domestiica con la fría Pero también racion nalidad: las pasiones, sabe s el auto or de Facun ndo, son fue erzas que se enfrentan n a otras fuerzas, qu ue se influy yen mutuam mente, y po or ello mism mo hay que e combatir las l nes egoístas s generadas s por ciertas condiciones sociales,, históricas y geográfic cas pasion (la soledad, las grandes g extensiones, la a llanura de esértica, la incomunicac ción y la falta mbitos de so ociabilidad) con otras pasiones: las comunitarias, cívica as, públicas s o de ám como se las quiera llamar. Son S las pasiones que se s alientan a través de el juego, de la lectura a, y de la música m (a la a que Sarmiento presta a especial attención en su s visita a las l salas de asilo de Francia), qu ue aún hoy se considerran las mejo or dotadas para p estimular sión y el de eseo de com munidad, pu ues permiten instituir un u cierto orrden, con una la pas autoridad legitim mada, y que e abren, a su vez, un u espacio de libertad d, variación y creación indispensables. C. El entrev vero de los cuerrpos: de el odio y el amo or Sarmiento se pre eguntó cómo o educar a un pueblo para p alentarr en él las pasiones p de la c y el de eseo de com munidad. Re espondió con modelos de d educació ón pública que vida cívica permittían reunir en un mism mo espacio y con un sistema s de reglas básic cas, a sujettos que provenían p de condicion nes sociales absolutam mente divers sas. No imp portaba si los l niños habían nacido y crecid do en una situación s eco onómica cóm moda o si habían h sufrido ngustias de la carencia a; en ambos s casos se formarían en e un ámbiito donde esa e las an circun nstancia pre evia parecía poder borrrarse o al menos m olvid darse provis soriamente,, y con ella, e las pa asiones violentas y lo os enfrentam mientos qu ue pudiera suscitar. Sin S embarrgo, ya a fin nes del siglo o XIX este deseo d se iba a revelar má ás difícil de alcanzar a de lo imagin nado, proye ectado y hec cho por el propio Sarmiento. Y el siglo s XX ha mostrado que las pa asiones suscitadas en el espacio escolar no siempre fu ueron las que Sarmien nto soñó. Se parecierron más a la as que él de espertó como político, escritor e y miilitar. 2016 En las s últimas do os décadas,, un hombrre nacido, criado c y formado en lo os dramas del d siglo XX, X el artistta plástico argentino a Da aniel Santoro, viene prroduciendo un cúmulo de imáge enes-pensam mientos que e poseen un valor inestimable pa ara meditarr críticamen nte sobre nuestra re ealidad histtórica y co ontemporánea. Propon nemos aquí comenzar a reflexiionar a parttir de la sigu uiente image en titulada Lucha L de cla ases: a de clases s es un cua adro del arrtista plásttico argenttino Daniel Santoro en e Lucha el qu ue revela la pasión del odio de clase (que es también od dio étnico y escola ar) que atraviesa nu uestra vida a en común n; en este caso, circu unscripta en e un círculo que mantiene un precarrio equilibrrio fundado o en la ten nsión de los stos. opues Dos cuerpos c infa antiles vestidos con rop pas escolare es y entrev verados en la lucha; dos d cuerpo os con toda as las marca as de la dis stinción: el niño rubio y el moreno o, el uniform me de la institución n privada y el guard dapolvo de la escuela a pública. Dos cuerp pos atrave esados por la pasión elemental del d odio (ta an básica como c el am mor) que nos n coloca an ante la innegable re ealidad: los cuerpos qu ue habitan lo escolar (como ( sucede con lo o familiar y lo político) también se e encuentran n vinculados por pasion nes oscuras s y destru uctivas. agen juega con la ambigüedad del concepto “clase”, y re emite en parrte El título de la ima d las difere encias y las batallas enttre al mundo escolar, y al mismo tiempo, al universo de s sociales. El odio intens so que la es scena exhibe puede serr el de un pa ar (pues tiene clases el asp pecto de un duelo), pero p a la vez v se com mpone de una u serie de signos que muesttran su cará ácter eminen ntemente so ocial, que se e traduce, también, t en el color de la piel. Pero P además s, la escena a nos ofrece otro guiño,, ya que se encuentra anclada a en un mome ento preciso o, que deduc cimos a parrtir del brazalete negro en el brazo o izquierdo de uno de d los con ntendientes: es el mo omento de el primer peronismo p en su etapa 2016 inmed diatamente posterior a la muerte e de Eva Perón. P El equilibrio e ap parente de la image en entre esta as dos fuerz zas nos recu uerda tambiién el sino trágico poste erior. Hay, también, otro o modo de interpre etar la pintura de Sa antoro: el odio no es stá or motivos sociales, s pue ede haber ta ambién razo ones profun ndas de índo ole generado solo po ca. Y esa razón puede ser s la introd ducción de la igualdad d, la arteria a principal por p polític la que e corre la sa angre del amor y el od dio políticos s. El incremento de la potencia pa ara actuarr, intervenirr y celebrar la vida de lo os sectores antes poste ergados, puede ocasion nar un od dio intenso de los secttores privile egiados que e ven que el e orden de el que habíían disfruttado sin freno se trasto oca. Ese odio pasional va más allá á de la situa ación concre eta de pe erjuicio resp pecto a los intereses materiales. Y tiene formas de ex xpresión muy concre etas en acc ciones de la vida cotidiiana. Como dice Baruc ch Spinoza en Ética II II. §.23 y §.24: §23. Quien Q imagiina lo que odia afectado o de tristeza a, se alegra ará; si, por el e contrario,, lo ima agina afecta ado de aleg gría, se enttristecerá, y ambos afe ectos serán mayores o menorres, segú ún lo s sean sus s contrariios en la cosa odiada… … §24. Si S imaginam mos que algu uien afecta de alegría a una cosa que odiamo os, seremos s afecta ados también de odio hacia h él. Si por p el contra ario, imagin namos que afecta a a esa a cosa de triisteza, se eremos a afectad dos de amor hacia él.. Spinoz za, B., Éttica. Demo ostrada seg gún Hyspa américa, 198 83. págs. 19 90-191 el ord den geomé étrico, Bue enos Aires,, egría de uno os supone la a tristeza de e otros, el amor de uno os, el odio de e otros. Y así. La ale El carrácter much has veces trransitivo de las pasiones permite pensar sus s traduccion nes polític cas, porque e es difícil negar la fuerza pública que puede tenerr o tomar el resenttimiento priv vado en la vida v escolarr o en la vida comunitarria. sofo holan ndés Baruc ch Spinoza a escribió en el sig glo El filós XVII un u verdadero tratad do sobre las pasione es humanas cuya vigencia v es insoslayab ble: una Éttica demos strada segú ún el orde en geométrrico. do, el amorr que vive en e su aparente simetría a junto con el Con tod odio, lo o desborda a con sus gestos, g sus s palabras y sus acto os: porque amor no solo s es la afección qu ue se maniffiesta ante la alegría que pueda producirnos s el aumentto de nuestrra potencia de obrar; es también don, regalo y entrega a por y hac cia el otro. En s es preciso enttender que ni el odio ni el amorr pueden se er extirpado os, este sentido, negad dos o recha azados de las instituciones que e habitamos s. Desde lu uego, resulta 2016 necesa ario para el buen vivir reducir el odio o y ensan nchar el am mor en todo lo que esté é a nuestrro alcance. Pero no es senc cillo encontrarles su cauce. c Entre e otras cos sas porque para hacerlo mos que ap prender a traducir en actos y pa alabras los gestos aníímicos de los l tenem cuerpo os. Asimism mo, resulta imprescindiible aprende er a disponer los gesto os del cuerpo en relación con las palabra as y los ac ctos. Para eso, hay que q dispone erse a segu uir os los días no solo un n poquito más m la asignatura que damos; sino aprendiendo todo én compren nder las formas nuevas s que adquiiere nuestro o ethos. En este sentid do, tambié la étic ca no es la simple den nuncia de lo os males qu ue nos habitan o la qu ue se esgrim me contra a la corrupción, sino má ás bien la crítica de las s condicione es que la hacen posible,, y las po osibles vías para p supera arlas. Retorn namos ento onces a las preguntas del comien nzo pero ah hora enriquecidas: ¿qu ué tipo de d lazo fa amiliar, so ocial, escollar, puede e permitirn nos aumen ntar nuesttra poten ncia de obr rar, es deciir, aumenta tar nuestra a capacidad d de dar a los l demás lo mejorr de nosotr ros y reduc cir nuestra a capacidad d de hacer daño? D. Contra C la a servid dumbre volunta aria n cons stitución de lazos fam miliares, esc colares y cívicos que adopten una Una nueva conforrmación dem mocrática, esto e es, que e se abran a diversas instancias de d verificación de la igualdad, podría p generar, como vimos, v amores y odios intensos. Una U política a y p –democrátic cas- de las s pasiones tendrán siempre s la exigencia de una pedagogía encontrar el cauc ce que perm mita morigerar la intensidad de las pasiones triistes (como el uyen nuestrra potencia de obrar, y favorecer, en cambio,, aquellas que odio) que disminu omo el am mor). En effecto, siem mpre existirá án aquellos s que Artu uro la aumenten (co dio”,[4] que como también ha sabido ver más m Jaurettche supo llamar “proffetas del od contem mporáneam mente el filós sofo francés s Jacques Ra ancière, pro ofesan un lla ano “odio a la democ cracia”,[5] que q consiste e en abominar cualquiier instancia a pública, comunitaria c y relacio onal que permita verific car la iguald dad entre los s seres hum manos. o Jauretche e fue uno de d Arturo los ens sayistas más m lúcidos s a la hora de adve ertir el lugar al del odio o en ciertas centra interve enciones políticas. p ble En estte sentido,, es posib afirmarr que la política de las l pasione es tristes es profund damente conservador c ra: en luga ar de prom mover escen nas de em mancipación individual y colectiv va produce relaciones de servidu umbre volu untaria, es sto es, vínculos donde e los hombrres d La Bo oétie, “luchan como decía 2016 por su u esclavitud como si se e tratara de su libertad””[6]. Pasione es tristes co omo el odio (y en oc casiones ell miedo in ndeterminad do a una amenaza externa) in ntensifican la disocia ación y dis sminuyen nuestra n pottencia de obrar o con los otros, de compon ner nuestrras fuerzas con las suyas s para crear, pensar, actuarr, y por su upuesto, pa ara liberarrnos de la in nercia propia de las instituciones. Para pensar una a pedagogía a de las pasiones ale egres, les proponemos p s observar la p Laz zhar: siguiente escena del film El profesor htttps://youtu.be/0lbROtIIjys0 f de Philipe Falard deau, propo one pensarr la relación entre tra ansmisión, El film vida a y muerte. r”, por el significado del término “defenestra s preg gunta de vocabulario v “ Una simple condu uce a un esttudiante a narrar n el episodio del su uicidio de su u abuelo, y tras ello, a la cuestión nunca re esuelta acerrca del sentiido mismo de d la muerte e. El film comienza con el n el aula, que q es hallada por un no de los alumnos. a Es ste suicidio de una maestra en no, llamado Simón, es s el que estalla en la escena pro opuesta aqu uí, cuando es alumn incitad do a hablar por otra alumna, Alice. A El niñ ño carga un na densa culpa, c que se intens sifica ante lo o inexplicab ble del suiciidio. Piensa, sin confes sarlo totalm mente, que ha propic ciado ese de esenlace. El pro ofesor Lazha ar no es, en e realidad,, docente. Ha H llegado a través de un plan de refugiados desde su país natal, Argelia,, donde su mujer y sus hijos murrieron a cau usa or grupos qu ue perseguían a la familia de Lazhar a causa de de un incendio prrovocado po su compromiso político. Na adie en la escuela e con noce el pas sado doloro oso de Bach hir ente por qu ue el aula sea el esp pacio de una Lazhar, y él se preocupa obsesivame se otro mundo de odio y de muertte. Ninguno debe portar la carga por p suspensión de es uerte de la maestra, dice Lazhar a sus alu umnos. Perro, ¿cómo enfrentar e e esa la mu experiiencia cerca ana de la muerte? m ¿Qu ué hacer con ese temo or y esas im mágenes de la muertte? La experriencia de la a muerte no os reenvía a nuestra pro opia finitud,, a la angustia generada por la conciencia de la “imp posibilidad de todas la as posibilidades”, por el miento de nuestras po otencias. Nuestra idea de la mue erte tiene una u innegab ble agotam proced dencia pasional y genera, en ciertas ocasiones, una ex xacerbación n de nuestrras afeccio ones más trristes y una angustia qu ue se traduc ce en impottencia. Frente e a ello, Laz zhar propone e a sus pequeños alumnos otra cosa: meditarr sobre la vida y pens sar el aula como la ins stancia mism ma para celebrarla. La afirmación positiva de la existe encia, las pa asiones aleg gres que in ncrementan nuestra po otencia de obrar con los l otros, se encuen ntran aquí entrelazada as a dos modos m de la composic ción y acción colectivas: la am mistad y el trabajo. t Hay y que evitar transformar el aula en e un espac cio p la a desespera ación, dice Lazhar, quien tiene bu uenas e ínttimas razon nes para propagar para desesperar.. Este proffesor, que como menc cionamos no n es tal, muestra algo alquiera pue ede enseña ar a cualquier otro lo esencial, e es sto es, que el fundamental: cua dad no está á vinculado solo a las pasiones que e nos unen para rechaz zar deseo de comunid ar (o perseguir y ejercer violencia sobre s los de emás), sino al amor al mundo m y a los l y odia otros, a la afirmación de la vida v que se produce p con n las pasione es alegres. Nuestras vidas co omunes ten nderán a la servidumbrre y al embrutecimiento o mientras se ngan en el fomento f de las pasione es tristes, de el odio y la violencia. Ellas E conducen sosten 2016 por lo o general a la impotenc cia, y la suma de las impotencias i s es la mue erte. De algún modo,, las pasion nes tristes están funda adas en el miedo a morir. m Seguir al profes sor Lazhar en su apu uesta y afirm mar las pasiones alegre es que perm mitan celebra ar la vida y el o como un espacio que puede ser s pensado o, construid do y gozad do en comú ún, mundo quizás s nos permitta pensar de e otro modo o el desafío de la transm misión. Excu urso con nurbano o (la persistenc cia de lo o facúnd dico) s escuelas. Una excu ursión a los s colegios públicos del d GBA, es un texto que En las cruza la narración n con las memorias, m la a crónica y la l autobiogrrafía. Gonza alo Santos, su autor,, se propon ne allí conttar estrictam mente la ve erdad, sin mediacione es ni tapujo os. Afirma a: “Desde ya, y no pien nso en abs soluto ser políticament p te correcto;; ya bastan nte tengo que serlo en todas la as otras cirrcunstancias s públicas por p las que e atravieso y, ademá ás, mi intención acá es e contar absolutamen a nte toda la verdad, aun cuando la verdad d sea una puta verdad que a na adie, ni siquiera a mí,, en el fond do le guste e o interese escucharr”.[7] Santos s es un jove en profesor de d Lengua y Literatura que relata su b a partir de e ciertas es scenas que se experiiencia docente en el conurbano bonaerense, despliegan desde e su inicio en e la actividad (en el año 2008) hasta el mom mento en que minante del libro, aque el que lo condujo irrem mediablemen nte narra el episodio más determ a la escritura. e De esde el subtítulo, el au utor busca de d algún modo remitir a uno de los l textos s más extra aordinarios del ensayo argentino del d siglo XIIX: nos refe erimos a Un na excurrsión a los indios ranqueles de Lucio L V. Mansilla. as escuelas s. Una excu ursión a lo os En la colegios s públicos del GBA de e Gonzalo Santos S y Una U excursiión a los indiios ranque eles de Lucio V. Mans silla. mbargo, si a Mansilla lo sorprend dían ciertos s valores, modos m de se er y estar en Sin em común n de las com munidades ranqueles r (p puesto que su s prejuicio de “civilizado”, moderno y urba ano esperab ba ver allí los signos mismos m de la barbarie)), en el textto de Santo os, por el contrario, se realiza el e gesto casi inverso. En E las escu uelas…, mu uestra much hos 2016 eleme entos del sen ntido común n y no poca estigmatiza ación social de los estudiantes de los l sectorres subalterrnos y marginados de la sociedad, una ima agen que se e refuerza en virtud de las situ uaciones qu ue presenta a. “La prima aria la hice en una es scuela públiica na a mi casa a, cuando la a escuela pú ública todavía era una escuela e y no o un centro de cercan conten nción de po otenciales de elincuentes,, como es ahora”, a dice e Santos, en n una de es sas generalizaciones poco justific cadas, quien n por mome entos, parec ciera creer que q la escue ela zó a tener problemas p cuando él la dejó[8]. empez dolescentes que concurrren a las es scuelas donde El auttor subraya la barbarie de esos ad se des sempeña co omo docentte, pero ded dica muy pocos p tramo os del texto o a conjeturrar algún tipo de exp plicación de las escenas s, de cierta densidad d vio olenta, que narra. Santtos parece e querer contar una ve erdad sobre la escuela ya que cons sidera que todo t lo que la constituye está hecho de sim mulación: “era una gran n puesta en escena: yo simulaba que s debían ap prender y, si s no aprendían, al me enos debían n simular que enseñaba y ellos q yo desp pués pudies se simular que q los eva aluaba”, y agrega a lueg go, aprendían para que viniendo en simulacro: simulacro en e los discu ursos, simula acro de clas se, “todo termina dev simula acro de inclu usión, simulacro de aprrendizaje, simulacro de e estadística as”[9]. Si bien hacia el final de su relato pareciera p dudar de es sa oposición n tajante en ntre verdad y acro, no dejja de ser cierto que este es el to ono predom minante. Sea a como fuerre, simula vayam mos a la esc cena central, aquella qu ue propició la escritura del texto: un alumno en un sec cundario bo onaerense comienza c a jugar con fuego f en el aula. Arma a un avioncito de pa apel, lo prende fuego y lo arroja. El profeso or le llama la atención n en divers sas oportu unidades. Ell alumno no o desiste. Y ocurre o lo sig guiente: Le ped dí que saliera del aula;; pero no qu uiso. Entonc ces no me quedó q otra que salir yo o mismo o para ir a buscar b a la preceptora,, pero a los s pocos segu undos apare eció él en ell pasillo o y empezó a gritarme que, por mi m culpa, su padre lo ib ba a moler a palos, que e él no había hech ho nada y que q yo me podía p ir a la l mismísim ma mierda. Me contuve e para no n responde erle, pero de e pronto se empezó a acercar a hac cia mí y, cua ando estuvo o lo sufiicientementte cerca, com menzó a em mpujarme. Yo Y le pedía que q se calm mara, que no o hiciera a nada de lo l que, lueg go, podría arrepentirse a e, pero su tono t era cad da vez más s agresiivo y, en un n momento, sucedió lo que tarde o temprano inexorablem mente debía a suceder: empez zó a revollear piñas y, una de d ellas, me m dio en n la cara.. Santos, G., En la as escuelas. Una excurrsión a los colegios c púb blicos del GBA, G Buenos s Aires, Santiago Arcos, 2013 e que la histtoria no hub biese transc currido y vollviéramos, en e un retorn no imprevistto, Parece a la escena e de Facundo F y su relato de d violencia escolar ocurrida hace e más de 150 años. Pero no es que la histtoria no hay ya pasado entre e nosotrros. Estamos tentados de afirma ar lo contrarrio: ha pasa ado demasia ada historia.. Sucede que a Santos no le intere esa demas siado historrizar, ni pe ensar qué es e lo que media m entre e una y otra escena, ni reflexiionar sobre los vaivene es del Estad do ni sobre la destrucciión de su ro ol protagóniico durante décadas, ni hacer un na lectura de lo que sup pone el desa afío actual de d la inclusión 2016 educativa masiva a en el marco m de una paulatin na pero no o definitiva ni durade era eración estatal (que cuenta c con avances y retrocesos s, con salto os adelante y recupe obstác culos podero osos) sin la cual resultta casi impo osible comprrender los vaivenes v de lo público-escolar. Santos quiiere decir la verdad sobre la escuela e a partir de su nte. Y su vo oz (no solo narrativa) expresa la de muchos s docentes del d experiiencia docen país que q sienten tristeza, impotencia y muchísima incomodidad en su trab bajo cotidiano en las s aulas. Hay y en este se entido un cierto signo de d sanidad en el hecho o de no neg gar ese malestar. m La pregunta es e qué pode emos pensar de este malestar m a partir p del lib bro de Sa antos y qu ué políticas públicas se s pueden elaborar para p establecer mejorres condic ciones de ejercicio para a los docente es. acundo, Sarrmiento o Mansilla M no eran mejorres Demás está decir que las épocas de Fa ctuales. Pero o la escena de Facundo o no está de escripta desde para la enseñanza que las ac nto de vista del profeso or, sino des sde aquel (S Sarmiento) que intenta a pensar si en el pun ese ac cto (enfrenttar al maestro) no está á fraguándo ose el espíritu del caud dillo que po oco tiempo o después va v a tener en e vilo a la Argentina. A A Aunque es más m que com mprensible, es raro que q nada de e eso interese a Santos s, que cita a Mansilla (tan cercano o a Sarmien nto en estte punto) en n el título de su libro. Y es raro po orque esa negación a pensar p de ottro modo la situación n parece dejjar intocada la matriz que la hizo posible. p Santos es víctim ma de un na agresión injustificab ble pero su narración la deja imp pensada, o solo pensada bajo tópicos que e podrían desplegarse e sin la de escripción de d la escen na. Con es sto ca de Gonzalo Santos lo verdaderramente existente en las l queremos decir: en la crónic uciones de enseñanza e y transmisió ón son, prec cisamente, la as pasiones s. Y estas so on, institu al parrecer, lo úniico que sobrevive en el e simulacro de la enseñanza. Pero o el triunfo de una parte p de las s pasiones (por lo que e leemos, de d las pasio ones tristes s: el odio del d alumn no, la indign nación angustiada del profesor p agrredido, la fa alta de solidaridad de sus s compa añeros y autoridades, etc.) e hace im mposible no reforzar el círculo de la a repetición. o tan categórico de las pasiones tristes en la escuela que describe Ante este triunfo a cosa qued da sino una a “intervenc ción exteriorr” que pong ga un límite e y Santos, ¿qué otra or su propia naturaleza es ingobern nable? En una gobierrne aquello que en su interior y po entrev vista reciente hecha por p el diario La Nació ón, Gonzalo Santos so ostuvo que el proble ema está en la “forma ación de los s docentes””, que los docentes d es stán muy mal m formados, que no o tienen prestigio, que no n son resp petados, que e es muy fác cil llegar a ser s n exigen lo que habría a que exigir. Es decir, Santos S pare ece docente, que los institutos no v lengua del prestigio, el mérito o y la exigencia una po osible solución encontrar en la vieja cuela, cuya convivencia se prese enta insopo ortable a sus s a un mundo, el de la esc gonistas (so obre todo a estudiante es y docente es). En otro o tramo de la entrevis sta protag tambié én advierte sobre la “s soledad” del docente, sobre la falta a de acompañamiento de los sin ndicatos y la as autoridad des. d todo ace ertados el diagnóstico y las soluciones sugeridas en el tex xto No nos parecen del o interve enciones de e Gonzalo Santos. S Y sin n embargo, hay puntos s de discusión y en otras que su s planteo hace inso oslayables: necesitamo os formarno os más y mejor com mo docentes y tambiién estar ac compañados s en las insttituciones por p otros colegas y desde p s. Justamente por eso tal vez no sea el mejjor ya por los directivos y los preceptores e la escuela como un ce entro que contiene a “p potenciales delincuente es” camino hablar de nea con lo que afirman con frecu uencia los grandes g medios de com municación)) o (en lín pensar la secundaria solo de esde su cara a más oscurra, que existe, que es real, r pero que 2016 no es la única, y que, en muchos lugare es del país, no n es siquie era la mayorritaria. Si bien no deben ser neg gadas, las pasiones p del odio y la in ndignación no n son las mejores m ni las l s guías nece esarias para forjar las im mágenes de el presente-porvenir. únicas Neces sitamos hac cer un mejjor uso de e nuestra inteligencia práctica y de la po oco prestig giada pero tanto t o más s decisiva alegría. Y no de la alegríía que nace como triste eza invertida (cuando nos aleg gramos vica ariamente porque p nue estros adve ersarios están s) sino esa alegría a que nace del inc cesante, pero siempre reflexivo, deseo de obrrar tristes por un n horizonte en el que la vida colec ctiva se inclline por el sentido s más s eminente de la justticia social. Cierrre, o mejor, nu ueva ape ertura En estta clase abo ordamos alg gunas arista as del problema de las pasiones que atraviesan la vida a en común n, y que enc contramos por p doquierr, en mayor o menor medida, m en las l familia as y en las escuelas. Pensamos a las pasion nes no com mo una fuerz za a expuls sar sino como c la matterialidad de una vida que necesita encontra ar su cauce,, su norte, su lugar de expresió ón. Y propu usimos algu unas imágen nes literaria as, fílmicas, ensayística as, a os a su sentido. En la próxima cla ase, nos me ediremos con otra fuerz za, para aproximarno la de las palabra as y el leng guaje, porque también n las palabrras, como bien b sabem mos espiertan pa asiones, tem mpestades y entusiasmo os. desde antiguo, de Bibliografía • • • • • • • Jauretche,, A., Los pro ofetas del od dio, Buenos Aires, Ed. Corregidor, C 2002. La Boétie, E., Discurso de la serv vidumbre vo oluntaria, Ma adrid, Trotta a, 2008. Rancière, J., El odio a la democra acia, Buenos s Aires, Amo orrortu, 200 06. G En las escuelas. e Un na excursió ón a los collegios públiicos del GB BA, Santos, G., Buenos Aires, Santiag go Arcos, 20 013. o, D.F., Educ cación popu ular, La plata a, UNIPE, 20 011. Sarmiento Spinoza, B., Ética. Demostrada a según ell orden geo ométrico, Buenos B Aire es, Hyspamérrica, 1983. Tatián, D., La cautela a del salvaje e. Pasiones y política en Spinoza, Buenos Aire es, Adriana Hiidalgo editora, 2001. s Notas [1] “El poder, la riqueza y la fuerza de una u nación dependen d de la capacid dad industrial, dividuos que la compon nen; y la ed ducación pú ública no debe moral e intelectual de los ind tener otro fin que e el aumentar estas fu uerzas de prroducción, de d acción y de direcció ón, 2016 aumen ntando cada a vez más el número de individuo os que las posean”. Ve er Sarmientto, D.F. Educación E po opular, pág.. 48. [2] Ibíd ídem, pág.189. [3] Ibíd íd., pág. 189 9. [4] Jau uretche, A., Los profeta as del odio, Buenos Aire es, Ed. Corre egidor, 2002. [5] Ran ncière, J., El E odio a la democracia, d Buenos Airres, Amorrortu, 2006. [6] La boétie, E., Discurso D de la servidum mbre volunta aria, Madrid d, Trotta, 20 008. [7] Santos, G., En n las escuellas. Una exc cursión a los colegios públicos p del GBA, Buen nos A pág. 36 3 Aires, Santiago Arcos, [8] San ntos, G., ob b. cit. pág. 11. 1 [9] Ibíd ídem, págs. 104-105 y pág. 128. Ac ctividade es FORO O. En torno a la clase 3. Las pas siones y el conocimiento Hola colegas, ¡bienvenidos//as a este nuevo foro,, en el que e esperamo os pensa ar juntos la cuestión c de las pasione es! Para eso e les pedimos que de escriban una a escena vin nculada a su u experienciia como docentes (o partícipes s de la comunidad esco olar) en la cual c se hay ya puesto o en juego alguna pasión de los s estudiante es (amor, odio, o alegría a, tristez za, miedo, esperanza) e en relación con alguna a forma de conocimient c to o partticipación en n la vida es scolar. La id dea es comp partir la esc cena en estte FORO para poder pensarla a junto a los demás colegas. También T le es pedim mos que siga an las interrvenciones de sus cole egas y en la a medida de d sus po osibilidades las comentten, de modo tal que podamos enriquecerno os con ell intercambiio y las dive ersas perspe ectivas sobrre una mism ma situación n. Recu urrir a otros formatos, como c la ora alidad, nos permite p poner en común las pa asiones que e nos atraviesan, de manera m que e, si lo desean, puede en compa artir el audio de su rela ato. Les dejamos este e tutorial del d program ma Audacity,, en el que e se muestrra una fo orma muy fá ácil de grab bar y publica ar un audio. Para acced der al tutoria al hagan n clic aquí También pueden grabar el re elato con su us teléfonos celulares y subir al forro el arch hivo en form mato mp3. 2016 El foro o permanecerá abierto durante 15 días. Autorr: Instituto Nacional de Formación F D Docente Cómo o citar este texto: t Instittuto Naciona al de Forma ación Docentte (2016). Espe ecialización Docente D de Nivel Superior en Políticcas y Progra amas Socioe educativos. Buenos B Airess: Ministerio de Educació ón y Deporte es de la Nacción. cación, Fam milias, Comu unidades. Educ Clase e 3: Laberin nto de pasio ones: los cu uerpos y las s clases Gabrriel D´Iorio, Martín Aran na Esta obra o está ba ajo una licencia Creative e Commons Atribució ón-NoComerrcial-ComparrtirIgual 3.0