El papel del cristianismo en la sociedad feudal

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El papel del cristianismo en la sociedad feudal.
El cantar del Mío Cid, texto en el cual está basado el presente
documento, presenta un estilo que da veracidad a sus palabras: Está
escrito de manera muy realista en cuanto a sus descripciones y
mantiene a un lado completamente la fantasía y la interacción de los
personajes con situaciones sobrenaturales.
Estas cualidades, me parece, hacen de este cantar una fuente muy
veraz de información sobre la manera en la que vivían los habitantes
de una sociedad feudal hispánica; este breve ensayo trata
precisamente uno de los tópicos que más relevancia tuvieron durante
la Edad Media: la religión en la vida cotidiana.
Pero no hablo de todas las religiones, es más, ni siquiera abordo el
tema de las dos más mencionadas en el cantar. Sólo me limito a tratar
sobre la religión que es practicada por “el bando de los buenos” de la
obra: El cristianismo.
Es interesante darse cuenta, gracias a “poemas cantados” de la época
la importancia que alcanzó la religión cristiana en el feudalismo: Ya no
era un credo, ni una religión siquiera, era “el” modo de vida.
No digo que el modo de vida sea más que la religión, pero trato de
exaltar la importancia del cristianismo al compararlo con la
inconcordancia de credo-forma de vida que se ve hoy en día: “Sí, soy
cristiano, pero me encanta vivir la vida loca en sin city”. Por lo que
muestra el cantar en la Edad Media se vivía (?) más o menos así: “Sí,
soy cristiano... ¡Qué, ¿no te es suficiente?!”
No quiero decir que todos actuaban de esa manera. No, no considero
a todos los medievos unos santos, pero tampoco creo que el Cantar
del Mío Cid sea un retrato, una fotografía, de la vida feudal. Más que
eso lo considero un escrito al estilo de los poemas homéricos: No son
el producto de “escanear” la vida de una sociedad, son en cambio el
intento (atinado o no, no es mi deber decidirlo) de mostrar un modelo
ideal del ser humano “perfecto”, basados en las percepciones sociales
de la época.
Entonces, ¿cuál es la percepción ideal del cristianismo en el feudalismo?
Un buen caballero debe ser, antes que nada, un buen cristiano.
Aunque haya sido afrentado por las personas en las que confiaban
debe mostrarse siempre recto en su actuar. Un buen cristiano es
manso, Ruy Díaz es un buen ejemplo: Cuando es desterrado por culpa
de chismes no toma represalias, se limita a irse y a intentar agradarle
de nuevo al rey. Mas en su segura depresión nunca pierde la fe:
“¡Gloriosa Santa María, válgame tu amparo! (...) no me desampares ni
de noche ni de día”.1
Sí, nunca hay que perder la fe (eso es parte de un honorable
caballero), pero tampoco hay que devaluar ésta al grado de tenerla
sólo si se cuenta con favores divinos.
Dentro de todas las tribulaciones que sufre en su momento, el Cid
ofrece a la Virgen “hacerle cantar un millar de misas”.2 Es bien sabido
por el buen hombre feudal que si Dios no le otorga todo lo que pide es
porque quiere recordarle que no debe quererlo por lo que le da, sino
por el simple hecho de ser Él.
La presencia del cristianismo en la sociedad feudal se ve muy clara en
la confianza (cien por ciento necesaria en un bien nacido caballero)
que se tiene en los conventos, abadías y demás casas de religiosos.
La figura del monje es muy respetada, y no sin justicia, pues es la
materialización de toda la fe contenida en los corazones de la época.
Uno le confía sus posesiones más preciadas a las personas de mayor
confianza, ¡jamás a un mentiroso!, ¡jamás a un impostor! El Capeador
confía su mejor tesoro, su mujer e hijas, a un monasterio y en
particular al abad Don Sancho, pues sabe que allí serán bien tratadas
y cuidadas. Sabe que sus hijas ahí podrán mantenerse pulcras para
que él pueda, con intercesión de Dios y la Virgen, casarlas.3
Con tantas tribulaciones es fácil que el hombre olvide los compromisos
que tiene con su religión, por ello Dios manda a sus fieles súbditos,
1
Anónimo, El Cantar del Mío Cid; Edivisión, México, 1999; p. 33-34
CFR. Ibidem.
3
Idem, p. 35-36
2
“ángeles” para que los alienten a seguir adelante (“bienaventurados
los que lloran”4).5
Ahora el Cid se siente más confiado y emprende sus famosas
campañas (en las que, por ejemplo, ganó a Colada... la famosa
espada). En ellas vuelca su corazón para ganar tierras para Dios y así
agradar a su Rey.
“Ve bien el Cid que Dios no le desampara”, “El Creador, señor del
cielo, es quien le ayuda”.6
Sí, es bien visto lo que hace porque pelea contra los moros, un poco
más que lacra en aquella época, para llevar su religión a nuevas
fronteras. Y su buena intención fue recompensada cuando tomó
Valencia: Los que antes andaban a pie ahora son de a caballo.7
Hay quien podría decir que el Cid Campeador no actuó a favor de su
religión, de su Dios o de su rey, sino en pro único y exclusivo de él y
de su gente. Pero eso no es del todo verídico, tan actuaba por su
religión que en poco tiempo Valencia tuvo su obispo, Don Jerónimo.8
Es interesante ver cómo es que el cantar muestra la importancia que
tenía el cristianismo en la vida: todas las acciones de la gente del Cid
giran alrededor de la ley moral de la religión antes mencionada.
Por el texto parece que en los años feudales el cristianismo estaba
ligado a las acciones (“lo hago por Dios”, por ejemplo) así como hoy
en día está ligada a los dichos (“Quiera Dios”, “Ave María, dame
puntería”, etc.) de las personas de valor. Pero lo que es seguro es que
no todos seguían ese modo de vida.
4
San Mateo, 5.4 El versículo completo dice: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán
consolación”. Más a fondo es posible encontrar en el cantar presente que el Campeador vive todas las
Bienaventuranzas que se mencionan en el Discurso del monte. Esto deja ver la importancia que tenía para un
caballero medieval seguir (casi al pie de la letra) la máxima expresión de la moral cristiana.
5
CFR. Anónimo, El Cantar del Mío Cid; Edivisión, México, 1999; p. 40
6
Idem, p. 67
7
Idem, p. 72
8
Idem, p. 75
En la tercera parte del Cantar del Mío Cid, la afrenta de Corpes, se
plasman las acciones desagradables de dos personas que están al
margen del bien actuar cristiano.
Los infantes de Carrión actúan de una manera vil al vengarse de una
mala situación que sufrieron por culpa de un león y del Cid.9
Las personas sin escrúpulos (las cuales siempre hay, en todos los
tiempos y en todos los países) son plasmadas en la figura de los
esposos de Doña Sol y Doña Elvira, hijas del Campeador. Durante una
buena parte de la afrenta de Corpes, se describe el mal actuar de los
infantes, pero al mismo tiempo se exalta el buen actuar de los
cristianos (el rey y la corte) al compensar al Cid.
Así, al final, los que bien actuaron reciben su merecido premio y el
cristianismo (como código de moralidad) ratifica su lugar en la
sociedad feudal.
9
Idem, p. 109
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