La Matrona y la Obstetricia en Chile, una reseña

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REV. OBSTET. GINECOL. - HOSP. SANTIAGO ORIENTE DR. LUIS TISNÉ BROUSSE. 2007; VOL 2 (3): 271-276
NOTA HISTÓRICA
La Matrona y la Obstetricia en Chile,
una reseña histórica
José Lattus Olmos1. María Carolina Sanhueza Benavente2.
En el siguiente artículo realizamos una reseña histórica acerca del ejercicio de la obstetricia en Chile. Para
ello, abordamos el tema desde los comienzos de
nuestra historia al remontarnos a la época colonial,
pasando por el proceso de profesionalización de esta
actividad en el siglo XIX, hasta el siglo XX. De esta
manera, la DIBAM*, a través de su sitio web Memoria
Chilena, nos proporciona datos y documentos interesantes que se refieren a la medicina en Chile y,
específicamente, al ámbito de la obstetricia. Para
ubicarnos en los tiempos pretéritos, consideremos
que la ciudad de Santiago se funda el 12 de febrero
de 1541, por su primer gobernador don Pedro de
Valdivia (1500-1553). Le sucede don García Hurtado
de Mendoza como gobernador, en 1556 y es en este
período en que ya encontramos algunos datos de la
atención del parto en Chile.
En la época colonial la medicina tuvo un precario
desarrollo. El ejercicio de la obstetricia entonces no
tenía un carácter profesional y se restringía a la
atención del parto, actividad realizada por las mujeres que ayudaban a las parturientas, a las cuales se
les llamaba comúnmente «pa rtera s». Durante este
período poco se conocía acerca del trabajo de los
médicos pa rteros, a excepción de que la atención del
Profesor Asociado Universidad de Chile. Gineco Obstetra.
Departamento de Obstetricia y Ginecología. Hospital Santiago Oriente «Dr. Luis Tisné Brousse».
2
Licenciada en Historia, Universidad Finis Terrae.
1
E mail: [email protected]
* Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos
parto se realizaba en los domicilios de las madres
que muchas veces morían ellas, sus hijos o ambos en
el momento del parto vaginal, aspectos que permanecieron a lo largo del siglo XIX e, incluso, a
comienzos del XX. De esta manera las pa rtera s o
empírica s convirtieron su actividad en un oficio ante
la gran recurrencia de las mujeres embarazadas hacia
ellas.
Pero, ¿quiénes eran estas pa rtera s? Sor Imelda
Cano Roldán (Religiosa Mercenaria) en su libro “La
mujer en el Reyno de Chile”, nos informa sobre el
origen social de estas mujeres en Chile. Las parteras
o «coma dres de pa rir» pertenecían generalmente a la
baja esfera de la sociedad, lo que se explica, en
parte, por el menosprecio con que era mira do el
oficio de pa rtea r y la repulsa que por él sintieron la s
da ma s espa ñola s en el Reyno de Chile. De este modo,
fueron las otras mujeres quienes ejercieron el mencionado oficio, deja ndo a lguna s de ella s noticia s de
su ignora ncia , fa lta de criterio e inhuma nida d.
Asimismo, las parteras de Santiago eran en su
mayoría mula ta s, india s y gentes sin Dios ni ley y lo
ha cía n por el solo hecho de no tener otro oficio en
qué ga na rse la vida , como afirmaba el protomédico
José Antonio Ríos, quien inició severos juicios por
abuso como parteras a Tránsito Muchel y Josefa
Orrego en 1790.
Por su parte, sor Imelda expone también acerca
del aprendizaje de este importante oficio. Recordemos que la enseñanza y estudios oficiales de la
medicina en Chile se remontan al siglo XVIII con la
fundación en Santiago de la Real Universidad de San
Felipe el 11 de marzo de 1747, por el monarca Felipe
V. La medida revocó la facultad a otras instituciones
de entregar títulos y grados, razón que provocó la
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clausura definitiva de la Universidad de Santo Tomás,
fundada en el siglo XVI, año 1622 al amparo de la
órdenes religiosas, y en base a las cátedras de
Teología y Arte, y un año más tarde en 1623 la
Compañía de Jesús funda el Convictorio San Francisco Javier o Carolino que se concentró en la formación de sacerdotes y misioneros para evangelizar a
los indígenas, y que es clausurado en 1767 fecha en
que los jesuitas son expulsados de los dominios del
rey de España. La estructura de la Universidad de San
Felipe funcionó regularmente hasta el año 1813, año
en que se funda el Instituto Nacional. Así, ante las
necesidades de los chilenos por una institución que
impartiese estudios fuera del ámbito religioso, dicho
establecimiento impartió disciplinas tales como teología, derecho, matemáticas y medicina. De este
modo, la religiosa observa que el primer título de las
pa rtera s en la Colonia era hereditario, lo cual
convertía a la actividad de «corta r el cordón umbilica l» en una práctica que se enseñaba a las mujeres,
ya sea por enseñanza directa en la familia como
fuera de ella. Por su parte, destacamos que para
ejercer su oficio, las pa rtera s debían recibir autorización de los alcaldes del Cabildo, quienes juzgaban la
competencia de estas mujeres en la asistencia de los
partos mediante su evaluación. Así lo relata Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886), al referirse al
examen de la que es considerada como la primera
partera o primera matrona examinada en Chile en el
siglo XVI, Isabel Bravo, peruana, quien previamente
vistas sus aptitudes por el Promedicato de la ciudad
de Lima el 11 de septiembre de 1559, fue sometida a
prueba por su símil chileno, narra la nota:
«Pero lo que sí tenía luga r en plena a udiencia (...)
era el exa men prá ctico y de cuerpo presente que
rendía n la s pa rtera s a nte a quellos venera bles
ediles, cuya s firma s a pena s pueden leerse, por
ruda s, en los libros becerros, pero que, a fuer de
chilenos y esta ncieros de va ca da s considerá ba nse
suficientemente doctos en la obstetricia y sus
pudorosos secretos. Fue de esta suerte, en sus
estra dos de la ca lle de la Nevería , en sesión
pública , senta dos los dos a lca ldes ba jo el dosel, y
los regidores en sus dura s ba nca s con la s va ra s en
la s ma nos, como hizo sus prueba s de a ptitud la
primera «ma trona exa mina da » que vino de fuera
a esta ciuda d por excelencia de ma trona s sin
exa men. Lla má ba se a quella con un buen nombre
por el sa lto en el vientre de la visita ción y el
a pellido –Isa bel Bra vo– na tura l de Lima , y demos-
* Vicuña Mackenna, Benjamín, Los médicos de antaño.
272
tró en presencia de los ca bilda ntes, que sa bía todo
lo necesa rio «en el conocimiento que se ha de
tener de pa rto na tura l como en el modo que se ha
de tener de a yuda r a que la cria tura sa liese
entera y viva , a sí como cua nta s ma nera s ha bía
de pa rtos y mucha s otra s pregunta s a toda s la s
cua les la dicha Isa bel Bra vo respondió bien cla ra
y a bierta mente, en ta l ma nera que el señor Dotor
don Fra ncisco Gutiérrez, protomédico, visita dor
genera l de estos Reynos dijo que era há bil y
suficiente en el dicho oficio y a rte de pa rtera y
a nsí en esta dicha ciuda d como en todos los
Reynos e provincia s de Pirú y Reyno de Tierra
Firme», según a pa rece textua lmente consigna do
en el a cta de la sesión del Ca bildo del 22 de
octubre de 1568 *.
Sin embargo, sor Imelda Cano Roldán sostiene
que durante un extenso período en la Colonia, la
práctica y grado de matronas en Chile no estaban
sujetos a reglamentos. Afirma que si bien hacia 1750
existió un decreto que otorgaba al protomedicato la
facultad de examinar a las pa rtera s, éste nunca se
puso en práctica en Chile porque no hubo ninguna
aspirante a dicho grado. Por lo demás, el decreto
establecía que el grado de matrona se debía «pa ga r
con cien rea les de vellón, a porta ndo 62 pa ra el
protomédico, 30 pa ra el secreta rio y 8 pa ra el otro
ciruja no exa mina dor», razón de sobra por la cual el
decreto no funcionó en estos lejanos territorios,
debido a la baja condición social de la mujer pa rtera .
Debemos aclarar también que el protomédico era
un funcionario establecido por las leyes hispanas
para controlar el ejercicio de la medicina en sus
territorios. En el siglo XVIII, el Real Protomedicato
que tenía jurisdicción civil y criminal conferida por
Su Majestad, intentó regular la labor de las pa rtera s,
«a sí como regula ba los excesos y delitos y exa mina ba
a físicos, ciruja nos, ensa lma dores, botica rios, especieros, médicos y ciruja nos, flebotomia nos, ba rberos,
a rzibistra es y otra s persona s toca ntes a los dichos
oficios», aunque no lo logró satisfactoriamente, puesto que sus atribuciones tenían un alcance restringido
al no existir instituciones que otorgaran una formación oficial en torno a la actividad –como mencionamos anteriormente–, ni una masa femenina
importante dispuesta a recibir dicha educación formal. Asimismo, sobre la reglamentación del oficio de
las parteras, observamos que sólo hacia fines del
siglo XVIII, en 1785, se tiene registro de un documento mandado a hacer por el Real Tribunal del
LA MATRONA Y
Protomedicato para instruirse la s ma trona s, que
vulga rmente se lla ma n Coma dres, en el oficio de
pa rtea r. La cartilla, como se menciona en su prólogo,
«contiene lo má s principa l que debe sa ber una ma trona , la s circunsta ncia s que deben a sistirla , y la
obliga cion en que por ra zón do oficio se constituye.
Toda en methodo de pregunta s, y respuesta s, y con la
posible breveda d, y cla rida d; porque dirigiéndose
pa ra mugeres, que a pena s sa ben leer, y escribir, y que
ha sta a ora , por no ha verse sujeta do á estudio a lguno,
se les ha de ha cer muy a rdua qua lquier litera ria
enseña nza , ha pa recido conveniente ceñirse á lo ma s
fá cil». De esta manera, la cartilla enseñaba diversas
instrucciones para las matronas con el objeto de
mejorar la asistencia en el parto.
Entre las parteras chilenas de la Colonia que
tenemos noticia, podemos mencionar a la mulata
Elena Rolón, natural de Angol, conocida por ser la
primera partera que ejerció dicha actividad en Chile.
Fue hija de Juan Rolón y de Elena Zúñiga, negra, y
estuvo casada con Luis Manrique, negro, teniendo
con él cuatro hijos; Lorenza, Luisa, Mariana Juana y
Andrea, mulatas. Falleció en Santiago en 1635.
Asimismo, observamos a Isabel Bravo, natural de
Lima, quien es reconocida como la primera ma trona
exa mina da en Chile, en 1568. Como lo mencionamos anteriormente, los alcaldes del Cabildo dictaminaron que era competente en el oficio. Finalmente,
encontramos a las parteras María del Tránsito Hurtado (Muchel era su sobrenombre) y a Josefa Orrego,
quienes fueron juzgadas en 1790, por el Protomédico
doctor José Antonio Rios.
LA OBSTETRICIA EN
CHILE,
UNA RESEÑA HISTÓRICA
En el transcurso hacia la época republicana en
nuestro país, la medicina en general sufrió grandes e
importantes transformaciones. Fue así como esta
disciplina a lo largo del siglo XIX experimentó un
proceso de profesionalización en el cual también se
vio implicado el campo de la obstetricia. Insertos en
un contexto mundial, siguiendo los intereses médicos europeos y norteamericanos, en Chile se incentivaron los estudios anatómicos del cuerpo femenino,
así como la comprensión de la fisiología reproductiva y sexual de la mujer. Por su parte, el ejercicio de
la medicina en el siglo XIX se caracterizó esencialmente por ser «un modelo del tránsito de un oficio
tradicional empírico a una profesión moderna basada en el conocimiento científico», en palabras de Sol
Serrano, quien sostiene que la profesionalización de
la medicina nació como una iniciativa eminentemente estatal, inserta en el impulso modernizador del
Estado. Dentro de este proceso, observamos que la
enseñanza de la medicina constituyó la piedra
angular para que la disciplina se erigiera como una
profesión moderna basada en el conocimiento científico y la obstetricia no fue ajena a ello. De esta
manera, podemos visualizar ciertos hitos importantes
en el desarrollo de la profesión médica, relacionados
con su enseñanza y con la ampliación de su
infraestructura. Sin embargo, y como dice nuestro
título, nos remitiremos específicamente a lo relacionado con el desarrollo del campo de la obstetricia y
la ginecología, con especial énfasis en las matronas.
Si bien las pa rtera s coloniales continuaron ejerciendo su oficio hasta las primeras décadas del siglo
XX, a partir de la primera mitad del siglo XIX, el
ejercicio de la obstetricia comenzó con una serie de
transformaciones importantes que la introdujeron en
el proceso de profesionalización generalizado de la
medicina. Nos referimos, pues, a la medicalización
del parto o a la asistencia médica de éste. En dicho
proceso, el interés de la matrona ya no sólo se
remitió al momento de «corta r el cordón umbilica l»,
como ocurría en la Colonia, sino que se extendió el
foco de atención médica a la etapa previa, durante y
después del parto. En pocas palabras, la práctica
obstétrica se profesionaliza en Chile. Dicho proceso
se inicia aproximadamente en los años 1833 y 1834
con la creación del primer curso de estudios médicos
(1833), aunque su programa sólo haya podido
concretarse parcialmente debido a la carencia de
profesores. En éste, se contemplaban cuatro áreas de
estudio; Medicina, Anatomía, Farmacia y Cirugía y
Obstetricia, esta última a cargo del médico francés
Lorenzo Sazié Laterrade-Pilo (1807-1865), quien fue
parte de un grupo de especialistas extranjeros con
estudios formales traídos desde París por el encarga-
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do de negocios del Estado chileno Don Miguel de la
Barra. Correlativamente, el 16 de julio de 1834, se
inauguró la Escuela de Matronas –conocida también
como Colegio de Obstetricia– dirigida también por el
doctor Sazié, quien dictara cursos en la sala de
parturientas de la Casa de Huérfanos de Santiago.
A partir de aquellos cursos y de los cambios en la
práctica obstétrica en Chile a lo largo del siglo XIX,
aumentó el número de mujeres que se suscribieron a
dicha preparación, aunque no fue exagerado. Según
los datos proporcionados por el sitio Memoria
Chilena , alrededor de 300 matronas se instruyeron
en la Escuela a lo largo del siglo XIX. De esta
manera, la formación «profesional» de las matronas
constituyó una oportunidad para integrarse al incipiente mercado laboral femenino decimonónico,
sobre todo por ser un oficio practicado por mujeres
pertenecientes, mayoritariamente, a estratos socio
económicos modestos. Igualmente, parte de las
mujeres que optaron por esta especialización provenían de provincias, quienes acudían a la capital para
formarse. Por lo mismo, ante el aumento de las
matronas con instrucción formal, el oficio se fue
reglamentando progresivamente a fines del siglo XIX
y sobre todo hacia las primeras décadas del XX. De
este modo, reconocemos la importancia que tuvieron
las matronas en el ejercicio del oficio sanitario que
significó en aquel siglo y que más tarde adquirió un
papel estratégico en la obstetricia desde los albores
del siglo XX.
La fundación de la Escuela de Matronas el 16 de
julio 1834 se realizó como una iniciativa del gobierno
de turno para instruir a las mujeres que quisieran
desempeñarse en el oficio. Su formación, así como la
de los médicos, controlada por la Facultad de
Medicina creada el 19 de mayo de 1833, se dirigió
especialmente para convertir la a tención del pa rto en
una ta rea sa nita ria de la medicina profesiona l que
se pretendía establecer y para restringir el predominio de las parteras no examinadas, objetivos que no
tuvieron gran alcance durante el siglo XIX, en parte,
porque las parteras y las matronas, a pesar de su
instrucción formal, compa rtieron y disputa ron el
merca do a sistencia l del pa rto y porque la Escuela
tuvo un funcionamiento intermitente, el cual logró
fortalecerse sólo en las últimas décadas del siglo. Así,
observamos que durante el último tercio del siglo
XIX, el desarrollo de la obstetricia y de la ginecología
tuvo un mayor impulso que en los años anteriores.
Esto se aprecia cuando, durante este período se
había iniciado un proceso de cambios y fusiones
desde 1813, que derivaron en 1842 con la fundación
de la Universidad de Chile, en la cual la Facultad de
Medicina obtiene un espacio propio destinado a la
274
formación de un cuerpo médico nacional y profesional. Asimismo, con la fundación de este centro de
estudios superiores, la Escuela de Matronas quedó
ba jo el a mpa ro de la comunida d médica universita ria . De esta manera, en 1897 se instaura un plan de
estudios para el curso de matronas, el cual establecía
entre sus disposiciones que el curso permanecería en
adelante ba jo la supervijila ncia del Rector de la
Universida d i la inspeccion inmedia ta del Deca no de
la Fa culta d de Medicina i Fa rma cia . A esto se suma
la creación en 1887 de las cátedras de Ginecología y
de Clínica Ginecológica, instalada esta última en el
Hospital San Borja, lo que refleja el creciente interés
de los médicos de la época en estas especialidades.
Además, dentro de las preocupaciones del Estado
chileno por formar un cuerpo médico y docente
profesional, estaba la iniciativa por mejorar la infraestructura institucional, creando establecimientos dedicados al ejercicio y práctica de la obstetricia en el
país. Así, vemos que en el año 1873 comienza la
construcción de la Maternidad del Hospital San
Borja, el cual se entregó a la comunidad en 1875 y
que fuera la antigua Casa de Maternidad de Santiago,
heredera, a su vez, de la sala de parturientas de la
Casa de Huérfanos de 1831. En una época en que la
asistencia del parto se remitía más bien a los
domicilios y, por lo tanto, no era habitual tratarla en
los hospitales del país más que en situaciones
excepcionales, la Casa de Maternidad se erigió como
un centro caritativo y asistencial orientado a las
madres de baja condición social. El recinto, dirigido
por el doctor Adolfo Murillo Sotomayor (1838-1889)
entre 1875 y 1899 –quien estableciera estrictas
medidas de antisepsia en la atención del parto–,
alcanzó un notable prestigio entre la comunidad
médica a fines del siglo XIX debido a su infraestructura, al progreso de los tratamientos médicos implementados y a la gestión de su visionario director. Ya
para comienzos del siglo XX, la atención y cuidados
del parto en los recintos hospitalarios se hizo más
recurrente en forma progresiva. Todo lo anterior
destaca los hitos institucionales fundacionales de la
preocupación por la asistencia médico-científica del
parto en el Chile republicano. El primer curso de 16
alumnas, es examinado por el Tribunal del Protomedicato en 1836, quienes reconocieron la suficiencia
de quienes aspiraban a la licencia necesaria para
ejercer como matrona, se destaca en este grupo a
Isidora Góngora.
Por otra parte, la atención creciente en el período
puerperal de la mujer, en los cuidados del recién
nacido y en los problemas de la infancia, llevó al
doctor Alcibíades Vicencio Tholar (1859-1913) a
tener la iniciativa de fundar el Instituto de Puericultu-
LA MATRONA Y
ra, que concretó la Ilustre Municipalidad de Santiago
en 1906, durante la alcaldía de don Eduardo Edwards. Posteriormente, la institución se reorganizó y
fusionó con el Colegio de Obstetricia, pasando a ser
el 9 de junio de 1913 –por decreto supremo N°
7.317– la Escuela de Obstetricia y Puericultura para
Matronas de la Universidad de Chile, en honor al
querido y carismático doctor Alcibíades Vicencio,
pionero mundial en analgesia obstétrica.
Ante toda la información educacional, profesional
e institucional acerca de la práctica obstétrica en el
Chile decimonónico, nos queda algo esencial. ¿Cómo
era vivida la experiencia del parto y su asistencia
médica en el siglo XIX y comienzos del XX? Debemos
tener siempre presente, como lo hemos mencionado,
que el siglo XIX constituyó el período en el cual la
medicina comenzó a adquirir rasgos de cientificidad y,
por tanto, se encontraba en pleno auge y desarrollo.
De esta manera, podemos ver las principales características de los partos a través de las historias clínicas
de los médicos obstetras que hacían sus observaciones en la Casa de Maternidad de Santiago y de
aquellos que más tarde se especializaron en ginecología. Por empezar, en el Chile decimonónico el
momento del parto era comúnmente asociado a una
alta mortalidad materna, causada, entre otras cosas,
por el desa ngra miento de la s pa rturienta s y el pa decimiento de fiebres puerpera les como lo destaca en un
informe el visionario doctor Murillo. Del mismo
modo, el cuidado del recién nacido se incentivó
debido a sus elevados índices de mortalidad infantil,
sobre todo durante el primer año de vida, aspecto que
guardaba relación con la fragilidad con que éstos
nacían debido a los partos que no recibían una
asistencia oportuna. Además, el momento de «dar a
luz»se caracterizó por la existencia de alumbramientos
complicados después de largas y dolorosas jornadas
de trabajo de parto y que, por lo general, concluían
con la muerte de la madre, del hijo o de ambos. Por
este motivo, tanto las parturientas como sus hijos eran
sometidas a complicadas intervenciones tales como el
uso de fórceps, de los basiotribos y la realización de
las primeras operaciones cesáreas en el año 1877.
Asimismo, las fichas clínicas retratan las pa tología s
femenina s y la s primera s intervenciones quirúrgica s y
fa rma cológica s rela ciona da s a tumores y desa ngra mientos.
Tanto las especialidades de obstetricia como de
ginecología, sólo fueron ejercidas por hombres en el
siglo XIX, aunque se destaca, como excepción, a la
primera médico chilena y americana, Eloísa Díaz
Insunza (1866-1950), quien recibió su título profesional en 1887, seguida por Ernestina Pérez Barahona.
Ambas se interesaron por temas relacionados a la
LA OBSTETRICIA EN
CHILE,
UNA RESEÑA HISTÓRICA
salud femenina, especialmente en el ámbito ginecológico. El desarrollo de dichas especialidades, junto a
la formación de las matronas fueron los ejes principa les de la medica liza ción forma l de la a sistencia del
pa rto decimonónico. Además, a fines del siglo XIX,
existió la preocupación por difundir, a través de la
publicación de manuales sobre puericultura, los
beneficios que entregaban los servicios de matronas
instruidas y los médicos especialistas. Las publicaciones informaban principalmente sobre los cuidados
de los recién nacidos y de las mujeres en los
períodos del embarazo, del parto y período puerperal.
Hoy en la mayor parte del mundo, excepto en los
Estados Unidos, son mujeres las que ayudan al
nacimiento de un nuevo ser. En el Reino Unido, el
80% de los partos son atendidos por matronas y en el
resto ella siempre está presente. En Chile podríamos
decir, con los antecedentes que obran en los datos
ministeriales, que el 60% de las mujeres chilenas son
atendidas por mujeres matronas y el resto por
médicos, con un 99.7% de cobertura y ocurren en un
recinto hospitalario. El resto 0.3% son mujeres indígenas que deciden tener a sus hijos como sus
ancestros, mayoritariamente de las comunidades aymarás. De ahí que el Hospital de Iquique creara el
«Proyecto de salud intercultural desde una maternidad». Hasta la fecha tienen numerosas pacientes en
control, entre las que se atendió el primer parto el 9
de julio del año 2004. Hoy ya son 19 las que han
dado a luz, la mayoría mujeres aymarás de poblados
como Colchane, Camiña, Pariquima y Pica. «Tenemos
pa ra ella s una sa la con una ca ma norma l –no es
ca milla –, una mesa ginecológica y una silla de pa rto
pa ra que pueda n tener un pa rto vertica l. La pieza
está a dorna da con cosa s a utóctona s de su cultura , y
en ella ta mbién ha y un comedor y una estufa , porque
pa ra ella s el ca lor es muy importa nte. Ademá s,
tenemos hierba s pa ra ofrecerles infusiones ca lientes,
les presta mos fra za da s si la s necesita n y ma ntenemos
todo bien cerra do pa ra que se ma ntenga la tempera tura en la sa la », dicen sus organizadores. «Mientra s se
a cerca la hora del pa rto pueden ca mina r o a dopta r
la posición que quiera n, dura nte todo ese tiempo y el
a lumbra miento mismo, está n a compa ña da s por su
pa reja y una pa rtera o mujer de su fa milia ». La
participación de la partera es más de apoyo psicológico para la madre; les aplica masaje, les ayuda a
pasearse y las pacientes la piden porque se sienten
acompañadas y apoyadas. El equipo médico aplicó
una encuesta de satisfacción de usuario con muy
buenos resultados, pues manifestaron «la s pa cientes
está n muy a gra decida s, toda s tuvieron muy buena
opinión del equipo y la infra estructura ».
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REV. OBSTET. GINECOL. - HOSP. SANTIAGO ORIENTE DR. LUIS TISNÉ B ROUSSE. 2007; VOL 2 (3): 271-276
REFERENCIAS
1. CANO ROLDÁN, IMELDA. La mujer en el Reyno de Chile,
Santiago, 1980.
2. MONCKEBERG, CARLOS. Ma nua l de Obstetricia pa ra el
uso de la ma trona , Santiago, 1898.
3. RODRÍGUEZ BARROS, JAVIER. «La Escuela de Obstetricia y
Puericultura para matronas, de la Universidad de
Chile», en: Revista de Beneficencia Pública , tomo II,
276
N° 1, Santiago, marzo de 1918.
4. SERRANO, SOL. Universida d y Na ción; Chile en el siglo
XIX, Universitaria, Santiago, 1994.
5. VICUÑA MACKENNA, BENJAMÍN. Los médicos de a nta ño en
el Reino de Chile, ed. Difusión, Santiago.
6. ZÁRATE, MARÍA SOLEDAD. «Enfermedades de mujeres;
ginecología, médicos y presunciones de género.
Chile, fines del siglo XIX», en: Pensa miento Crítico,
revista electrónica de Historia , N° 1, 2001.
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