El sujeto y el Otro en la psicosis

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Imbriano, Amelia “El sujeto y el Otro en la psicosis”. En: Las enseñanzas de las psicosis.
2da. ed. Corregida y aumentada. Letra Viva. Buenos Aires. 2010. Págs. 53 a 61.
EL SUJETO Y EL OTRO EN LAS PSICOSIS
La condición del sujeto (neurosis o psicosis) depende de lo que tiene lugar en el Otro, 1 y
lo que tiene lugar allí es articulado como un discurso.
Esta frase de Lacan tiene la virtud de resaltar la presencia de la condición de sujeto en las
psicosis, y también de acentuar que esa condición resulta de lo que sucede en el Otro, en el
sentido de que en este Otro no hay lugar para que se inscriba el Nombre-del-Padre.
Es innegable que la concepción del Otro en el campo del psicoanálisis es estrictamente
lacaniana. Sin embargo encontramos sus huellas en la obra de Freud en tanto el inconsciente
como el lugar de una otra escena.
Asimismo no podemos dejar de tener en cuenta la referencia en el análisis freudiano de
las Memorias de un neurópata, a la "vivencia del fin de mundo" que se corresponde con el
sepultamiento del mundo subjetivo de Schreber, con un disturbio o falla en el funcionamiento del
Otro, que se traduce en un trastorno del funcionamiento del sujeto. También la formulación
freudiana de la formación delirante como intento de reconstrucción es equivalente a un esfuerzo
del sujeto por restablecer el vínculo con el mundo en términos de recuperación del trayecto
interrumpido entre el sujeto y el Otro.2
El inconsciente es definido como discurso del Otro, 3 recordando que Freud nombró el
lugar del inconsciente con un término que le había impresionado en Fechner: otro escenario.
Este punto de partida lleva a Lacan a formular la relación del sujeto con ese Otro. Escribe
entonces el esquema L o Lambda, el esquema R y el esquema I.
Discurso del Otro, que plantea al sujeto la cuestión de su existencia, del sexo y de la
muerte. Esa cuestión se articula en el Otro, en el inconsciente definido como discurso del Otro,
en la trama simbólica que, desde más allá, determina la posición subjetiva como hijo. En la
autonomía de lo simbólico se sitúa la determinación causal del sujeto, es allí que sitúa el más
allá, en el determinismo de la cadena de los significantes. El sujeto se constituye con relación al
Otro como tesoro de los significantes que inscriben la historia oculta del sujeto, la otra escena.
Esto es lo que muestran los esquemas L y R 4
El esquema L muestra fundamentalmente dos ejes, el imaginario a-a' y el simbólico S-A.
Este esquema muestra el lugar de la palabra entre el sujeto y el Otro.5
Convenciones de notación
S: existencia del sujeto.
a': sus objetos.
a: su yo, lo que se refleja de su forma en sus objetos. Yo ideal.
A: el lugar desde donde puede plantear la cuestión de su existencia.
El eje imaginario muestra la relación imaginaria entre el yo del sujeto y su semejante,
relación de especularidad, de agresividad narcisista. Esa relación dual, es recubierta por lo
1
2
Lacan, J. “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos 2. Bs. As., Siglo XXI Argentina, 2003. Pág. 234.
Lacan, J. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” Escritos 1. Bs. As., Siglo XXI Argentina, 2003. Págs. 78-82.
3
Lacan, J. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” Escritos 1. Ob. Cit. Págs. 78-82.
Lacan, J. “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos 2. Ob. Cit. Pág. 234.
5
Lacan, J. El Seminario, Libro 3. Las psicosis (1955-56), Bs. As., Paidós, 1984. Pág. 26
4
1
simbólico como terceridad. El sujeto se constituye en cuanto que articulado en cuatro puntos
Que Lacan representa en el esquema L. 6
La praxis psicoanalítica nos muestra que es en A donde tiene lugar el cuestionamiento de
la existencia que aparece bajo la forma de pregunta articulada:
"¿qué soy ahí?, referente a su sexo y su contingencia en el ser. Saber que es hombre o
mujer por una parte, por otra, que podría no ser, ambas conjugando su misterio, y
anudándolo en los símbolos de la procreación y de la muerte" (...) La existencia baña al
sujeto, lo sostiene, lo invade, incluso lo desgarra por todas partes. Esto genera tensiones,
suspensos, fantasmas. Es a título de elementos del discurso como esta cuestión se
articula en el Otro. Es porque esos fenómenos se ordenan en las figuras del discurso por
lo que tienen fijeza los síntomas, por lo que son legibles y se resuelven cuando son
descifrados. 7
Esta cuestión de los fenómenos que se ordenan como discurso es, en el Otro, un
cuestionamiento: antes de todo análisis está articulado allí en elementos discretos. Son estos los
que el análisis puede aislar en cuanto significantes y los vemos captados en su función en
estado puro en el punto más inverosímil y más verosímil:
"- el mas verosímil, puesto que sucede que su cadena subsiste en una alteridad respeto
del sujeto, tan radical como la de los jeroglíficos todavía indescifrables en la soledad del
desierto-; la más verosímil, porque sólo allí puede aparecer sin ambigüedad su función de
inducir en el significado la significación imponiéndole su estructura”. 8
Por ello, el significante ensancha las hiancias que le ofrece el mundo real hasta el punto
de poder subsistir en la ambigüedad, en cuanto a captar que si el significante no sigue en ellas la
ley del significado.
No sucede igual en el nivel del cuestionamiento de su existencia en cuanto a sujeto, pues
se extiende a su relación intramundana con los objetos, y a la existencia del mundo en cuanto
que puede ser cuestionada más allá de su orden.
E! psicoanálisis, en su trabajo de abordar las estructuras clínicas en la praxis, encuentra
que ese Otro, lugar de la palabra, es el lugar al que se dirigen las preguntas esenciales. Ese
lugar del Otro es determinante para el sujeto de la clínica psicoanalítica.
En las psicosis lo imaginario no tiene recubrimiento simbólico y el sujeto se habla con su
yo. Los vértices "Sujeto" y "Otro" desaparecen y todo se juega en el eje imaginario (regresión
tópica al estadío del espejo).
En el esquema R, 9 que es un plano proyectivo, un esquema hecho para comprender al
sujeto neurótico, Lacan sitúa dos triángulos: el triángulo de lo imaginario i-fi-m y el triángulo de lo
simbólico: I-M-P.
6
Lacan, J. “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos 2. Ob. Cit. Pág. 234.
Ibíd.. Pág. 235.
8
Ibíd.. Pág. 235.
9
Ibíd.. Pág. 238.
7
2
CONVENCIONES DE NOTACIÓN
TERNARIO SIMBÓLICO
I= Ideal del yo
M= significante del objeto primordial
P= la posición en A del Nombre-del-Padre
TERNARIO IMAGINARIO
m= yo
i= imagen especular
= falo ()
CAMPO DE LA REALIDAD
M-I-m-I: En el segmento iM se sitúan las figuras del otro imaginario en las relaciones de agresión
erótica; en el segmento mI, las figuras en las que el yo se identifica, desde su imagen primordial
(Urbild) especular hasta la identificación paternal del Ideal del yo. Los segmentos mi y MI junto con
los anteriores recortan el campo de la realidad como una banda de Moebius.
El campo de la realidad solo funciona obturándose con la pantalla del fantasma, que es su
lugarteniente, y del que este corte otorga toda su estructura. Solo el corte revela la estructura de
la superficie entera, en donde se destacan dos elementos heterogéneos: $ y a, elementos que
componen el fantasma: $ ◊ a. El $ del deseo (sujeto originalmente reprimido) y el fantasma
soportan el campo de la realidad. La extracción del objeto a posibilita la composición de un
marco posible a ese campo.
El doble temario representa el condicionamiento del perceptum, o dicho de otra manera,
del objeto, por cuanto estas líneas circunscriben el campo de la realidad, muy lejos de depender
de él.
En el vértice de lo imaginario, Lacan escribe el falo () en el lugar del sujeto, mientras que
en el vértice de lo simbólico escribe la P del padre en el lugar del Otro. Se verifica así, en el
esquema R, el paralelismo del significante del Nombre-del-Padre en el Otro y el falo en el sujeto.
El tercer término del ternario imaginario, aquel en el que el sujeto se identifica, es la imagen
fálica.
Los vértices del triángulo simbólico muestran el modo por el cual el etiquetado homólogo
de la significación del sujeto bajo el significante falo puede repercutir en el sostén del campo de
la realidad, delimitándolo.
Ambos temarios son constituyentes del sujeto neurótico, permiten mostrar los estadíos
pregenitales, en cuanto se ordenan en la retroacción del Edipo. 10
Freud develó la función imaginaria del falo como pivote del proceso simbólico que en los
dos sexos lleva al complejo de castración que es, en la economía subjetiva, una significación
evocada por la metáfora paterna como función del significante que condiciona la significación de
la procreación y la muerte.
En el sujeto psicótico el campo de la realidad sufre una perturbación que Lacan grafica
con el esquema I 11 :
10
11
Ibíd. Pág. 239.
Ibíd. Pág. 256
3
En este grafo Lacan utiliza las mismas letras que en el Esquema l y R. dejando en evidencia la
distorsión de las funciones.
Convenciones de notación:
i: imagen especular
a: figuras del otro imaginario
M: Madre
I: Registro Imaginario
Falo subcero ₀: imposibilidad de inscripción del Falo simbólico
R: campo de la realidad
P: Nombre-del-Padre
P₀: forclusión del Nombre-del-Padre
S: Registro Simbólico
m: yo delirante
a': moi, figuras identificatorias
I: Ideal del yo
S, a, a' y A: ubicadas en el interior, son los cuatro lugares del Esquema L: sujeto, otro, moi (yo) y
Otro
Se puede observar que Lacan intenta mostrarnos a través de este esquema que el Ideal
del yo (I), "donde se mantiene lo creado", asume el lugar del Nombre-del-Padre (P), que ha
quedado vacante de la ley. El Otro toma la dimensión de Superyó en donde designa el goce del
Otro en tanto Superyó en la posición de incumplimiento del Nombre-del-Padre, es decir, no
afectado por la ley que dice "no" al goce de la madre. Así, el sujeto queda "dejado a la mano del
Creador" pues la recusación del Padre ha permitido construirse a la sombra de la primordial
simbolización (M) de la Madre. De este modo el imperativo de la voz le ordena: ¡goza!
De I a M tienen lugar las "criaturas de la palabra" que rodean el agujero excavado en el
campo del significante por la forclusión del Nombre-del-Padre (P₀) y que causa que el soporte de
la cadena significante falte al sujeto. Allí se desarrolla toda la lucha en el que el sujeto intenta
reconstruirse.
El defecto de la metáfora paterna trae como consecuencia una hiancia abierta en lo
imaginario que puede llevar al sujeto a encontrar su resolución en la emasculación: objeto de
horror al principio, pero luego aceptado como un compromiso razonable y decisión irremisible
como motivo de una redención que "interesaría al universo". A falta de Nombre-del-Padre que
sostenga el lugar del falo imaginario, la castración debería ocupar un lugar real (₀).
4
Otra alternativa, jugada como consecuencia de "deber ser el falo" de la madre, es la
confinación en el nivel de lo imaginario a la transformación del sujeto en ser mujer (esto hace
caer toda posible afectación de tener un pene).
“Sin duda la adivinación del inconsciente ha advertido muy pronto al sujeto de que, a falta
de poder ser el falo que falta a la madre, le queda la solución de ser la mujer que falta a
los hombres” 12
El goce transexualista distinguido por Freud en Schreber es una forma en que se restaura
lo imaginario (feminización en concordancia con la copulación divina), creando la “imagen de la
criatura” entre el goce narcisista y la identificación al ideal, la enajenación de la palabra donde el
Ideal del yo ha tomado el lugar del Otro. La elisión del falo (Falo subcero) trae como
consecuencia "el asesinato de las almas", el sentimiento de falta de vida. El psicótico no tiene a
su disposición su significante fálico que le permita localizar su goce.
Las dos asíntotas unen al yo delirante con el otro divino y a la divergencia imaginaria de
espacio y tiempo en la convergencia ideal de su conjunción, característica de la psicosis.
El campo de la realidad se reduce a un campo de gran desnivel entre lo imaginario y lo
simbólico, pero representa las condiciones bajo las cuales la realidad se puede restaurar para el
sujeto. En el momento de la acmé de la disolución imaginaria, el sujeto ha mostrado en su
apercepción delirante, el recurso singular de volver siempre al mismo lugar: “es el motivo
designado por sus voces bajo el nombre de amarraje a las tierras" (el gran Otro de las
impertinencias).
La responsabilidad de la quiebra del mundo subjetivo que se presenta en las psicosis es la
falta de inscripción de un elemento en el Otro, el Nombre-del-Padre, ese significante que
representa a la ley en el lugar del tesoro de los significantes. Esta falta de inscripción acarrea un
desanudamiento de los significantes de la cadena, que se drenan hacia la dimensión de lo real,
desde donde van a retomar bajo la forma de fenómenos elementales.
De esta manera, la forclusión del significante de la ley crea la condición del sujeto
psicótico. Pero, a pesar de la exclusión del Otro de la ley se mantienen las relaciones con el Otro
del significante puesto que el sujeto de las psicosis no está excluido del significante. Se trata, sin
embargo, de una relación seriamente perturbada a causa, precisamente, de esa exclusión. Son
estas perturbaciones las que conforman los llamados fenómenos elementales de las psicosis.
En el campo del Otro, se distinguen el Otro en tanto que tesoro de significantes y el Otro
de la Ley. Las psicosis revelan esta distinción, pues es en el Otro de la Ley al que le corresponde
el significante del Nombre-del-Padre, y es allí donde se presenta la problemática causada por su
falta de inscripción.
Destacaremos tres puntos esenciales a tener en cuenta al respecto del comienzo de las
psicosis: 13
1. La iniciativa del Otro. El comienzo de las psicosis, como franqueamiento del límite que
falta, queda definido con precisión por el momento en el que Otro toma la iniciativa. Este
momento se localiza cuando una pregunta se plantea sin que el sujeto sea quien la ha
formulado. No es necesario que se plantee literalmente una pregunta, el momento surge como
consecuencia de la alusión que evoca algún significante que viene del Otro, encarnado en algún
semejante. Por ejemplo, como se verá más adelante, para un joven el momento del
desencadenamiento tuvo lugar en el instante que la madre le dice: "sos el único hombre de la
casa" (Véase en Cap. II “De malo de constitución a Maliato”); para una señorita mayor, en
ocasión de que un sobrino le diga: "sos como una madre" (Véase en Cap. III “Sra. Bv”). Como
efecto de la forclusión del Nombre-del-Padre el sujeto no posee los significantes con los cuales
responder y es más, no soporta la alusión del Otro que ha llegado al lugar del código
produciendo una ruptura en la cadena significante, un estallido, un agujero. El sujeto no puede
responder a la iniciativa del Otro.
12
13
Ibíd. Pág. 251
Lacan, J. El Seminario, Libro 3. Las psicosis (1955-56), Bs. As., Paidós, 1984. Págs. 261-278.
5
2. El sujeto al borde del agujero. Cuando un sujeto psicótico en determinada encrucijada
de su historia es confrontado con la falta de significante, surge en él un sentimiento de que ha
llegado al borde de un agujero. En ese instante donde la alusión del Otro resulta literalmente
insoportable, pues la cadena significante no soporta y se rompe, el sujeto queda al borde de un
agujero pues se produce un estallido de las significaciones, una verdadera despoblación
significante. Esto debe tomarse al pie de la letra. No se tata de comprender, se trata de concebir
qué ocurre con un sujeto cuando la pregunta le viene desde allí donde no hay significante. La
falta de significante se hace sentir como tal, como al borde de un abismo. Este momento es un
estallido en la relación del sujeto con el Otro. Se revelan brutalmente que el significante del
Nombre-del-Padre no se ha inscripto, y que no hay significante fálico con el cual responder.
Ambos están ausentes, y el sujeto se encuentra absolutamente solo, lo cual quiere decir,
absolutamente solo para arreglárselas con el imperativo superyoico que ordenará el goce del
Otro, que es siempre goce de la Madre.
3. El sujeto perplejo: La ocasión del desencadenamiento causa en el sujeto la máxima
perplejidad, o sea: “irresolusión, incertidumbre, dudan”. 14 El sujeto sabe que algo le ha ocurrido,
lo experimenta, tiene la impresión de que súbitamente todo en él ha variado y no sabe cómo
responder. "El sujeto queda intimidado (…) en un anonadamiento del significante". 15 El sujeto ha
quedado realmente inerme. Las descripciones fenomenológicas de la semiología psicopatológica
clásica señalan la perplejidad conjuntamente con la ausencia de las categorías de espacio y
tiempo (falta de conciencia de espacio y tiempo). Frecuentemente este es el momento en donde
surgen los fenómenos elementales que posibilitarán al sujeto la salida del estado de perplejidad.
Al operar con los maternas gran Otro - A- y objeto pequeño -objeto a- , deberemos tener
en cuenta que eso implica la distinción entre goce fálico y goce del Otro. En las psicosis, se trata
del goce del Otro.
En cuanto al objeto a, se distinguen tres funciones: causa del deseo, soporte del fantasma
y lugar del goce. Es esta última función del objeto en tanto lugar del goce lo que muestran las
psicosis.
En la neurosis, el goce del cuerpo del Otro está prohibido por la ley del deseo, que implica
que el hombre no goce del cuerpo del Otro, sino de lo que de éste se exila, es decir, un objeto
exterior al cuerpo. El goce del Otro hay que representarlo corno inexistente e imposible, en la
medida en que el padre es el padre muerto (padre simbólico). Por lo tanto, si el padre no
responde, su función, el Nombre-del-Padre, va a hacer oficios de respuesta diciendo "no" al goce
del Otro. Esta función del padre va a dar un goce de sustitución pasando por el significante del
goce fálico. La respuesta del padre es pues el falo simbólico, que da cuerpo a un goce separado
irremediablemente del cuerpo del Otro. Pero, este cuerpo es simbólico: el goce de todo ser
hablante será el goce de un cuerpo simbólico, será goce fálico, que no debe confundirse con el
significante falo simbólico que lo soporta. El goce fálico procede de una cobertura de lo real por
lo simbólico, lo que se muestra en el nudo borromeo.
Si el Nombre-del-Padre no funciona diciendo "no" al goce del Otro porque está forcluído,
el goce no podrá localizarse en la función fálica puesto que le falta un cuerpo simbólico, un
cuerpo simbolizado, ordenado por el significante. Se trata de que el psicótico queda en el lugar
de ser el objeto del goce del Otro. Es el Otro que goza de él. Está colocado en posición de a, de
desperdicio, de resto del goce del Otro. Hay que notar que este Otro tiene una dimensión de
Superyó tal como lo indica el esquema I, en donde designa el goce del Otro como Superyó en la
posición de incumplimiento. Este Superyó se encuentra figurado por el imperativo de las voces
alucinatorias que le ordenan ¡goza!, entendiéndose por ello el mandato de un goce mortífero.
Las más de las veces, en las psicosis, hay una llamada a gozar en el cuerpo y el psicótico
no tiene a su disposición su significante fálico que le permitiría localizar su goce. No puede
situarse como hombre para encontrar una mujer.
14
15
Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española. RAE. Madrid. 1925.
Lacan, J. El Seminario, Libro 3. Las psicosis (1955-56), Bs. As., Paidós, 1984. Pág. 292
6
La psicosis es el rechazo del inconsciente como discurso, pero es este rechazo mismo el
que sitúa la estructura del sujeto. A partir de esto sólo una función interesa: el aparejo del sujeto
al goce.
Jacques Lacan, siguiendo los lineamientos freudianos, otorga un lugar de relevada
importancia al padre en la constitución del sujeto. Importancia que subrayó justamente en el caso
de las psicosis, a través de retomar el concepto freudiano de Verwerfung y reconceptualizarlo
como "forclusión del significante del Nombre-del-Padre". También siguiendo los pasos de Freud
considera la regresión libidinal en las psicosis, lo que denominará "regresión tópica al estadio del
espejo".
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