alternativa - Fundación Superación de la Probreza

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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
ALTERNATIVA
Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
ISNN 0717-5450
Director: Daniel Núñez Arancibia
Secretario Ejecutivo: Gastón Quezada Fernández
Área investigación: Rolando Alvarez Vallejos
Programas de Estudios laborales: Antonio Aravena
Área de capacitación: Pablo Chacón Cancino
Área desarrollo local: Claudio Rodríguez Díaz
Av. Ricardo Cumming 350 Fonofax: 6984458
[email protected] • www.ical.cl
Santiago de Chile, diciembre 2007
Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
ICAL Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
ALTERNATIVA
Comité editorial
Daniel Núñez (ICAL); Tomás Moulian (Universidad ARCIS); Olga
Ulianova (IDEA-USACH); Manuel Antonio Baeza (Universidad de
Concepción); Rolando Alvarez (ICAL), Julio Pinto (USACH); Antonio
Aravena (ICAL); Hugo Fazio (CENDA); Marcel Claude (Universidad
ARCIS); Estrella Díaz ( =)
Consejo Internacional
Atilio Boron (Universidad de Buenos Aires); Francisco Zapata (Colegio
de México); Julio Gambina (FISIP-Argentina); Massimo Modonesi
(Universidad Nacional Autónoma de México); Horacio Tarcus (CEDINCIArgentina); Enrique de la Garza (XXX);
Revista Alternativa aparece dos veces al año. Acepta trabajos originales para su
publicación, los que serán evaluados por el Consejo Editorial. Los trabajos deben
ceñirse a las características descritas en “Normas de publicación de artículos”,
ubicados en la última página de este ejemplar.
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
INDICE
Editorial
3
Trabajo y sindicalismo
Reflexiones metodológicas para el estudio del
sindicalismo en Chile: aportes para un debate
necesario, Antonio Aravena Carrasco.
Apuntes sobre el renacer de la huelga obrera en
Chile,
Daniel Núñez Arancibia.
La industria electrónica en Chile. Elementos
para su comprensión,
Nelson Ruminot Pardo.
Historia y pensamiento crítico
“Porque esta vez no se trata de cambiar un presidente…”. La Unidad Popular, Allende y las
elecciones presidenciales de 1970,
Rolando Alvarez Vallejos.
Los comunistas y la toma de terrenos de La Victoria. A 50 años de una de las tomas más grandes
de Latinoamérica,
Alexis Cortés.
Contribuciones de Gramsci hacia el cambio
social del Chile Actual. Crítica a la distorsión
posmoderna de su legado y lecciones para los
marxistas,
Rene Leal Hurtado.
Desarrollo e historia local
La lucha por la tierra. Un fragmento de historia
social de Canela,
Jorge Negrete Escobar.
El dilema entre la autonomía y la cooptación.
Notas exploratorias para un análisis de la relación entre el Estado y las organizaciones sociales populares,
Claudio Rodríguez Díaz.
8
23
41
61
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115
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ICAL Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Editorial
La nueva edición de Alternativa, revista institucional del Instituto de
Ciencias Alejandro Lipschutz, representa un resumen del trabajo realizado
por el Instituto durante el año 2007. A través de los trabajos que componen
este número 25 de Alternativa, se expresan y representan parte de las
multifacéticas actividades que llenaron la agenda 2007 del ICAL. Hace
algunos años, nuestro Instituto ha desplegado una línea de trabajo hacia
el mundo del trabajo y los trabajadores. En este ámbito, se han realizado
investigaciones sobre estas problemáticas, cuya orientación apunta a indagar
sobre las posibilidades de desarrollo y las estrategias del mundo sindical
en nuestro país. Como siempre, el ángulo desde el que se abordan estas
temáticas es lo que hoy se denomina “pensamiento crítico”, es decir, desde
una postura disidente al actual régimen de dominación capitalista. En esta
ocasión, Daniel Núñez Arancibia examina las huelgas de los trabajadores
forestales y subcontartistas del cobre, que remecieron la agenda política
del país durante el año 2007 y obligaron a todos los sectores políticos a
pronunciarse en materias laborales. Por su parte, Antonio Aravena Carrasco
propone líneas estratégicas que entrañan para las ciencias sociales y para
el propio movimiento sindical las perspectivas de la cuestión laboral y
sindical en el Chile de hoy. Finalmente, como resultado de una colaboración
entre la Confederación de Trabajadores Metalúrgicos (CONSTRAMET) y
nuestro Instituto, Nelson Ruminot Pardo recorre la trayectoria histórica y
la realidad actual de la industria electrónica en Chile.
Como parte del crecimiento del trabajo del Instituto, el año 2007 se
conformaron dos nuevas áreas de trabajo: desarrollo local y estudios
políticos. A pesar de estar aún en una etapa incipiente, ofrecemos los
primeros resultados de los esfuerzos desplegados en estas áreas. En el ámbito
de desarrollo local, se realizó un seminario llamado “Dirigentes sociales
y construcción de poder local”, que contó con la presencia de destacados
investigadores y de organizaciones sociales territoriales. Además, se realizó
una capacitación con el objetivo de crear una plataforma comunal con la
Unión Comunal de La Florida y otra en Rancagua sobre municipios y la
participación. Asimismo, como parte de las primeras reflexiones sobre esta
temática, Claudio Rodríguez indaga esta edición sobre el vínculo entre las
organizaciones sociales y el municipio, cuya relación siempre se encuentra
tensionada entre la cooptación y la autonomía.
ICAL Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
En el ámbito de estudios políticos, se desarrollaron dos seminarios. En el
primero, llamado “Gramsci, a 70 años de su muerte”, participaron dirigentes
políticos y cientistas sociales, convocados a reflexionar desde Chile y
su realidad sobre el legado del dirigente comunista italiano. El segundo
seminario, “Estudios sobre militancia”, de carácter internacional, ya que
participaron ponentes de Francia, Brasil, Argentina y Chile, dio cuenta de
las diversas expresiones que adquiere en estos países la participación en
organizaciones políticas y sociales. Como muestra de lo que se discutió en
estos seminarios, se incluye en esta edición de Alternativa los artículos de
René Leal y Alexis Cortés, en donde se reivindica la vigencia del marxismo
y del pensamiento de Antonio Gramsci y la existencia de una identidad
propia entre los habitantes de la conocida población “La Victoria”,
respectivamente. Como parte de lo realizado en esta área, se encuentra el
trabajo de Rolando Alvarez, referido a la campaña presidencial de 1970,
que dio el triunfo a Salvador Allende, que busca aportar al conocimiento
de aspectos menos conocidos de la figura del líder socialista, en el marco
de la celebración durante 2008 de los cien años de su nacimiento.
Durante el 2007 ICAL realizó numerosas capacitaciones y actividades
formativas, imposibles de detallar en estas líneas, pero que expresan
claramente el perfil de nuestro trabajo, ligado a la investigación en ciencias
sociales, pero vinculado estrechamente a las organizaciones sociales.
Como un ejemplo de estas amplias redes de colaboración, publicamos
el trabajo de Jorge Negrete sobre un fragmento de la historia social de
Canela, localidad ubicada en la IV región de Chile. Su autor, colaborador
de ICAL, contó con el respaldo del municipio para la tarea de reconstruir
parte del pasado reciente de este nortino poblado.
Asimismo, desde el año 2002, gracias a la colaboración de la fundación
alemana “Rosa Luxemburgo”, ha funcionado la “Escuela Sindical ICAL”,
la que durante el año 2007 contó con participantes de las regiones IV,
VI, X y metropolitana. Si bien en el presente número de Alternativa no
se publica ningún texto sobre su desarrollo, la vigencia de este proyecto
quedó de manifiesto con la edición del texto “La marcha de los topos.
Una historia del movimiento sindical”, que a través de un lenguaje ameno
y acompañado de caricaturas, pone a disposición de las organizaciones
populares un instrumento para iniciar el estudio del pasado de Chile, para
así fortalecer y proyectar las luchas del presente.
En resumen, el número 25 de Alternativa se compone íntegramente
por investigaciones originales desarrolladas por los profesionales del
Instituto o por quienes participaron en actividades organizadas por éste, lo
que refleja el desarrollo cualitativo y cuantitativo que ICAL ha sostenido
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
progresivamente en los últimos años. De esta manera, el aporte que intentan
promover las actividades del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
son difundir el pensamiento alternativo al dominante, la divulgación de
las desigualdades inherentes al capitalismo en su actual fase de desarrollo
en Chile, el conocimiento de las experiencias de resistencias y rebeldía
presentes y pasadas a esta situación, y en definitiva, aportar un grano de
arena en la tarea colectiva de construcción de una nueva sociedad en Chile
y el mundo.
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Alternativa NO 25, 2007: 9 - 22 / Instituto de Ciencias
RevistaAlejandro
AlternativaLipschutz
del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Reflexiones metodológicas para
el estudio del sindicalismo en Chile:
aportes para un debate necesario
Antonio Aravena Carrasco
1. El sindicalismo como objeto de estudio
El estudio del sindicalismo en Chile se puede hacer desde distintos
ángulos: reconstruir su evolución histórica, conocer sus cambios
cuantitativos, observar los desarrollos sectoriales, mirar los conflictos
laborales, apreciar sus dinámicas en un nivel macro y micro, estimar su
fuerza como movimiento social, etc. Cada una de estas opciones conduce
a resultados particulares. Por ejemplo, se puede detectar la debilidad
del sindicalismo como movimiento social, con proyectos globales y una
identidad definida, pero novedosas estrategias de lucha en algunos sectores
específicos.
Se concluye que sostener la existencia de una crisis sindical requiere una
serie de especificaciones. Como veremos a través de este ensayo el análisis
requiere que metodológicamente combinemos miradas de corto y largo
plazo, que miremos ambientes globales y locales, que situemos a este actor
en un conjunto de relaciones con otros actores, de modo de identificar y
diferenciar las tendencias emergentes de aquellas que ya han cristalizado o
han alcanzado cierta visibilidad. En ese marco, es fundamental desarrollar
la lucidez como observadores para desentrañar el sentido último de los
procesos en curso.
Entrado ya el siglo XXI, ¿qué sucede con el sindicalismo en Chile?, ¿es
un actor en crisis?, ¿sigue siendo relevante?, ¿ha sido reemplazado por
otro actor en término de sus roles históricos?, ¿cuáles son sus estrategias?.
Estas son algunas preguntas que nos sirven como punto de partida para
elaborar este ensayo que tiene por objeto aportar al debate de la situación y
las perspectivas de este actor. Nos interesa describir los procesos concretos
que caracterizan su desenvolvimiento, pero también la forma en que se
construyen conocimientos, discursos y formas de entenderlo.
Las ideas que presentamos se nutren de estudios realizados por distintos
autores sobre el tema y de las opiniones recogidas en encuentros con
dirigentes sindicales y trabajadores a lo largo del país. En estos encuentros
Sociólogo, investigador ICAL.
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
hemos tenido la ocasión de discutir varios asuntos que incluimos en este
trabajo. Por tal razón, este puede ser considerado un primer esfuerzo de
ordenamiento de esas experiencias. Esperamos con ello contribuir a la
apertura del debate y al desarrollo de trabajos más sistemáticos y profundos
en el futuro.
2. Sentido y crisis del sindicalismo
En los años noventa muchos actores, incluyendo a dirigentes sindicales,
se referían a la crisis sindical. A veces se aludía a un cuestionamiento del
papel de la CUT, otras veces al funcionamiento y los magros resultados
de los sindicatos en procesos de negociación colectiva, a las bajas tasas de
sindicalización, por citar sólo algunos parámetros. En debates sindicales
se sostenía que debía abandonar su perfil sociopolítico y replegarse hacia
el interior de las empresas, situación que era criticada igualmente por las
limitaciones que implicaba esa orientación.
Algunos indicadores de la crisis se asumieron acríticamente. Por
ejemplo, cuando se hacía referencia a la baja tasa de sindicalización se
admitía que ella implicaba por sí sola la crisis sindical, sin estudiar en
detalle su importancia relativa ni su significado a través de la historia.
Sabemos ahora que los indicadores históricos (salvo momentos acotados)
no han sido descollantes y que la fuerza sindical se juega también en sus
vinculaciones políticas, la adhesión social que alcanzan sus demandas, la
capacidad para incidir en el Estado, etc. Con todo, la idea de debilidad o
irrelevancia sindical terminó por reforzarse en aquellos años.
Hoy la discusión laboral ha colocado en el centro del debate a los
sindicatos y uno de los argumentos más mencionados es que este actor es
clave para el logro de una mayor justicia y equidad social, así como para
el mejoramiento de las relaciones laborales. Siguen presente las visiones
que lo ven como algo negativo, que debe ser controlado en cuanto a sus
posibilidades de acción. En el fondo subyace la discusión por el poder de
los trabajadores en nuestra sociedad, debate que necesariamente tiene una
connotación política e ideológica. De todos modos, destacamos el hecho
que aquello que hace unos años se veía casi como una situación de crisis
final hoy sólo representa una etapa en la evolución de este actor cuyo
significado último aun no terminamos de descubrir.
El sindicalismo tiene algunas posibilidades de desarrollo, aunque esas
opciones parecen más evidentes en los niveles intermedios y de base. En
esos espacios están en juego nuevas estrategias de acción, lo que no se
aprecia con la misma claridad en las centrales sindicales donde persisten
problemas de funcionamiento y una serie de dificultades para concitar la
adhesión social a sus propuestas. Esto no quiere decir que estas últimas
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pierdan relevancia. Al contrario, si pensamos específicamente en la CUT,
sabemos que participa de distintas instancias políticas y sindicales desde
donde emanan acuerdos en ámbitos muy variados. Por lo tanto es muy
importante su fortalecimiento.
De todas formas, es sugerente observar lo que ocurrirá en sectores
laborales como minería, salmonicultura, forestal, “retail”, agricultura, por
citar algunos, donde los trabajadores están llevando a cabo experiencias de
coordinación y acción muy interesantes. Ahí están en juego estrategias que
eventualmente pueden iluminar las acciones en otros sectores, ampliando
de esa manera el protagonismo de los trabajadores. Los resultados positivos
o negativos de estas búsquedas son, por lo tanto, de alta significación. Es
relevante, al mismo tiempo, apreciar las articulaciones que se pueden
generar entre las centrales sindicales y las organizaciones sectoriales,
de modo de mejorar la posición de los trabajadores en momentos de
negociación.
Es difícil aventurar los resultados de estas experiencias en el corto o
mediano plazo, pero es evidente que las actuales circunstancias muestran
un actor vivo, que enfrenta serias dificultades, pero que intenta revertir
las lógicas de exclusión que le afectan. Como todo proceso social es
probable que se observen avances y retrocesos de distintas magnitudes.
Será responsabilidad de las diferentes fuerzas sociales y políticas, de
las instituciones competentes, y no sólo del sindicalismo, posibilitar
que las tendencias de largo aliento sean las mejores posibles para los
trabajadores.
3. Descifrando la historia y el presente de los sindicatos
a) El sindicalismo como sujeto de los cambios sociales. Una concepción
que existe entre quienes piensan al sindicalismo es entenderlo como un
actor orientado a la búsqueda de cambios, generalmente asociándolos a un
proyecto de transformación global de la sociedad. Asimismo, se tiende a
pensar que este actor es quien debe conducir estos procesos, casi como una
tarea inherente a su existencia. Podemos encontrar registros en la historia
donde esto efectivamente ocurrió así, pero debemos considerar que en
muchas ocasiones ha actuado junto a otros actores, asumiendo distintos
niveles de protagonismo.
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A principios del siglo XX, en un contexto de gran agitación social, el
movimiento de los trabajadores alcanzó notoriedad por sus luchas, actuando
junto a otros sectores del mundo popular. En la década de los ochenta
sucedió algo similar cuando bregaba contra la dictadura junto a pobladores
y estudiantes entre otros actores. Es relevante concluir, de acuerdo a esta
breve descripción, que los esfuerzos por el cambio social sobrepasan los
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límites de un actor y deben ser entendidos como el resultado de múltiples
fuerzas que, con mayores o menores niveles de articulación, se expresan
en un determinado momento histórico.
El análisis sindical debe reconocer las expresiones visibles y ocultas
en un determinado tiempo y espacio. Es decir, no basta con observar las
manifestaciones sindicales más notorias, pues ello impediría detectar los
procesos históricos más profundos. Es procedente pensar, desde esta óptica,
que la visibilidad de un actor no implica ni determina necesariamente
su condición futura, y nada evita, en principio, que su recorrido sea
contradictorio y difícil de explicar desde una mirada estrictamente lineal.
Un fenómeno que hoy nos parece insignificante puede ser esencial en
el futuro. O bien, algo que creemos notable quizás sea una expresión
momentánea o marginal desde una perspectiva de más largo aliento.
No corresponde, por lo tanto, declarar la crisis o más aún el fin de la
relevancia de los sindicatos sólo por la inexistencia de protagonismo en
un momento dado. Ciertamente este es un indicador que no se puede
desconocer, pero antes de llegar a este tipo de conclusiones debemos
descubrir las dinámicas y los cambios más profundos que se pueden estar
forjando. Es preciso ver su significado histórico, las circunstancias que
explican su condición. Se hace relevante contrastar este tipo de afirmaciones
con evidencias empíricas. Se nos impone también la necesidad de utilizar
una mirada amplia para el análisis de esta realidad.
El sindicalismo fue seriamente afectado en las últimas décadas,
especialmente en su condición de movimiento social, proceso del cual aun
no logra recobrarse. Pero hoy se observan signos de recomposición a partir
de la acción de los trabajadores del subcontrato de la minería, trabajadores
del salmón y del sector forestal, entre los más visibles. Los conflictos
suscitados en estos sectores pueden ser vistos como el resultado de un
proceso de búsqueda de nuevas estrategias, no exentas de obstáculos,
como reacción a un contexto de exclusión y desigualdad. Ahora bien, si
estos movimientos lograrán generalizarse o no está por verse.
En estas experiencias concretas de conflictos se aprecian articulaciones
sociales que pueden servir para pensar respuestas al dilema de la conducción
de los cambios. Algunos conflictos muestran un vínculo muy fuerte entre
sindicatos y organizaciones territoriales, así como una participación activa
de las mujeres y familias de los trabajadores. De la misma manera, en
algunos casos las ONGs aparecen como nuevos actores en los conflictos
laborales. Los dirigentes sindicales mantienen sus funciones, aunque se
suelen presentar dificultades por la delimitación de los roles con estas
instituciones.
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Dejamos formuladas dos interrogantes para incitar el debate: ¿qué
papel juegan actualmente trabajadores, estudiantes, ambientalistas,
consumidores, comunidades étnicas, ONGs, entre otros actores, en los
procesos de cambio social?, ¿cuál es la definición de cambio que subyace
en cada uno de ellos?
b) El desarrollo de la conciencia social. Hay diferentes interpretaciones
sobre cómo se da este proceso. Para algunos son los factores económicos
los determinantes. Para otros, las relaciones entre los propios trabajadores,
los procesos de educación o autoformación, los espacios de conflicto o
de socialización, etc. De acuerdo a las visiones neoliberales hoy sería
difícil el fortalecimiento de la conciencia sindical debido a la flexibilidad
predominante en el mercado del trabajo y la cultura individualista y
consumista que caracteriza a nuestras sociedades.
Si miramos la experiencia histórica vemos que el desarrollo de la
conciencia sindical tiene que ver con una multiplicidad de factores que
nos impiden llegar tan fácilmente a la conclusión de los neoliberales. Entre
fines del siglo XIX y principios del XX el desarrollo de la conciencia
sindical estuvo asociado a las magras condiciones de trabajo, la difusión
de las ideas socialistas y anarquistas, el desarrollo de la prensa obrera,
etc. La precariedad laboral, la exclusión y la marginalidad no impidieron
la constitución de los trabajadores como colectivo, con identidad y
proyectos.
Posteriormente, la relación de los sindicatos con los partidos políticos,
el levantamiento de grandes fábricas, el surgimiento de organizaciones
sindicales fuertes, los conflictos laborales y la experiencia sociolaboral
en el proceso productivo, favorecieron la representación de este actor
como parte de una clase social, portadora de una cultura y una identidad
específica. En el caso de los obreros industriales este proceso fue más
evidente, aunque en otros sectores, como la agricultura, los fenómenos no
ocurrían de la misma forma.
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La conciencia sindical implica que los trabajadores reconozcan su papel en
la historia, que sean capaces de descifrar sus opciones políticas y laborales,
confrontando sus valores con los predominantes en la sociedad. En este
sentido, la politización del sindicalismo puede significar la aceleración
de este proceso y no forzosamente la clausura de sus proyectos. La idea
de colectivo, tan subvalorado en la lógica neoliberal, puede ser recreada
desde los sujetos. Ahora bien, tampoco podemos creer que los mismos
fenómenos conducirán siempre a idénticos resultados. Por ejemplo, la
búsqueda de soluciones a conflictos materiales puede estar basada en una
opción instrumental, de corto plazo, y no obligatoriamente en los mayores
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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niveles de conciencia.
Algunas experiencias del pasado pueden ser repensadas a la luz de la
realidad actual para fomentar la elevación de los niveles de conciencia, por
ejemplo, la utilización de los medios de comunicación, las experiencias de
autoformación o las iniciativas de solidaridad. En algunas zonas del país
hemos visto que el acceso de los trabajadores a medios como la televisión
o la radio ha tenido excelentes resultados en este sentido. Pero hay un
conjunto amplio de elementos que se deben contemplar: experiencias
culturales territoriales, relación de los actores con las instituciones
nacionales y locales, autobiografías y liderazgos, experiencias históricas
de acción social, etc.
c) El papel y las relaciones de los actores del trabajo. Un aspecto
relevante de considerar para efectos del análisis es que no podemos ver
al sindicalismo de manera aislada, ya que su funcionamiento y dinámicas
están en directa vinculación con el comportamiento de otros actores, así
como con las relaciones que se producen entre todos ellos. Es decir, no
podemos entender lo que ocurre con el actor sindical sin reconocer a la vez
el papel del Estado, las organizaciones de los empleadores, los partidos
políticos, entre otros.
Asimismo, no lograremos un buen nivel de comprensión sin dar cuenta
de procesos que tienen lugar simultáneamente al desarrollo sindical.
Por ejemplo, el avance o retroceso de la democracia, los niveles de
concentración económica, la elevación del endeudamiento de la población
o la situación general de los movimientos sociales. Es interesante percatarse
de las relaciones y contradicciones que existen entre estos fenómenos y la
realidad sindical, lo que abre un amplio abanico de posibilidades.
El sindicalismo creció y se hizo fuerte en el siglo XX, alcanzando la
condición de movimiento social y dirigiéndose no sólo a la reivindicación
económica, sino que a los procesos políticos más generales. La relación
con el Estado y los partidos políticos de izquierda le permitieron acceder
a instancias de decisión nacional que durante muchos años le habían sido
negadas, obteniendo el reconocimiento de derechos en distintas materias.
Las leyes laborales son una de las expresiones de esta situación. El Estado
creó empresas y éstas se insertaron en relaciones laborales tripartitas
reconociendo la legitimidad de la organización sindical.
En el régimen militar el Estado fue un “Estado represor”, que eliminó
muchas conquistas de los trabajadores. Hoy, en un contexto de atomización
sindical, los trabajadores tienen dificultades para participar en las decisiones
políticas del país, siendo objeto de una abierta exclusión. Con el transcurrir
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de los años se han logrado abrir espacios y se ha avanzado en algunas
material laborales y sindicales, pero siguen pendiente temas importantes.
Al mismo tiempo, los sindicatos han tenido que lidiar con una serie de
procesos, como la fragmentación productiva, las fusiones empresariales, el
fenómeno de la subcontratación y los cambios tecnológicos en el trabajo,
que dificultan y cuestionan sus tareas.
Las relaciones del sindicalismo con otros actores son siempre dinámicas
y complejas, pudiendo coexistir tendencias disímiles en los diferentes
niveles de la estructura sindical. En este sentido, debemos estar preparados
para observar en detalle todas estas relaciones, evitando simplificaciones en
los análisis. Así, por ejemplo, es posible observar una relación conflictiva
de las estructuras sindicales superiores con el Estado y una actitud de
colaboración de los sindicatos con las instituciones estatales en espacios
territoriales más acotados. También puede producirse el fenómeno inverso
o una combinación de diálogo y conflicto permanente entre los actores.
Puede suceder que los trabajadores perciban que sus demandas son
escuchadas por el Estado y que se implementan políticas que les favorecen,
permitiendo generar una dinámica de mayor colaboración. O bien, esta
situación de entendimiento quizás influya en el desplazamiento del conflicto
hacia el eje sindicato – empresa. También es factible que el conflicto
adquiera un carácter global, especialmente en empresas transnacionales.
Es decir, hay una variedad de alternativas que pueden germinar en este
sentido.
Los partidos políticos actuaron durante varias décadas como “correa
de transmisión” de las demandas obreras. El escenario actual es diferente
y nos lleva a preguntarnos por el significado que asignan a la actividad
sindical: ¿qué relevancia tiene para ellos lo que ocurre con los sindicatos?,
¿cómo se expresa la preocupación por los temas laborales y sindicales en
sus estructuras de organización?, ¿qué peso tienen los dirigentes sindicales
en los partidos políticos?, ¿cómo se resuelven los temas de autonomía y
dependencia?
14
El mundo empresarial, por otra parte, ha experimentado cambios
importantes. Las empresas constituyen un actor social y en ese sentido tienen
proyectos que van más allá de lo estrictamente productivo. Sus discursos
irrumpen en el mundo social a través de distintos medios, influyendo de
esa manera en las visiones de los sujetos. La idea de responsabilidad social
empresarial, por citar un caso, se ha instalado con fuerza en los últimos
años, refiriéndose a una mayor implicación de la empresa con el trabajador
y la comunidad local. La contradicción entre los intereses de la empresa
y los trabajadores pretende ser reemplazada por la idea de compromiso
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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corporativo.
El estudio requiere dar cuenta de estas situaciones, agregando otras
diferenciaciones importantes. Es preciso ver lo que ocurre en las grandes,
medianas y pequeñas empresas, así como la situación de las empresas que
pertenecen a capitales nacionales, transnacionales o mixtos. En algunos
sectores resulta clave comprender la característica de los encadenamientos
productivos donde algunas empresas se fortalecen mientras otras ven
perjudicadas sus posiciones. En definitiva, se registran comportamientos
económicos y relaciones de distinto tipo que se deben contemplar para una
correcta comprensión.
4. Estructura y acción sindical
El análisis de la situación sindical requiere conocer los cambios
estructurales que se han suscitado en las últimas décadas en nuestra
sociedad. Ellos se relacionan con procesos políticos, productivos, legales,
sociales y culturales que han tenido diferentes efectos en los trabajadores
y sus organizaciones.
La persecución que fueron objeto los dirigentes sindicales en el régimen
militar derivó en la muerte de muchos de ellos, situación que indudablemente
repercutió en una representación de la actividad sindical como riesgosa en
un sentido extremo. La persecución sindical y la prohibición de asociación
generaron una pérdida de la sociabilidad, de la experiencia organizativa,
de cultura e identidad. El traspaso de experiencias de una generación a
otra se vio truncado, al mismo tiempo que fue afectada la valoración que
la propia sociedad tenía de este actor.
La transformación del marco jurídico ocurrido en los años setenta es
especialmente significativa, pues vino a instaurar un Código Laboral que
coloca serias dificultades a la acción sindical. Entre las más destacadas
podemos mencionar, por su notoriedad pública e importancia para las
organizaciones sindicales, la permanencia de la negociación colectiva
básicamente en el ámbito de la empresa y la posibilidad del reemplazo
de trabajadores en huelga. Este Código consagró la flexibilidad laboral e
instauró lo que hoy conocemos como el régimen de la precariedad laboral
(inseguridad e inestabilidad en el trabajo).
Este nuevo marco permitió la “libertad sindical”, es decir, facilitó el
surgimiento de varios sindicatos al interior de una empresa, pero, a la vez,
eliminó muchos fueros sindicales, instauró los contratos por plazo fijo y
temporada, etc. Dicho marco no se modificó al comenzar la “transición a
la democracia”, como esperaban muchos dirigentes. Es decir, el proceso
ha tenido continuidades históricas que no se explican sólo como la política
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del régimen militar, sino como un componente esencial del modelo de
desarrollo neoliberal vigente en nuestro país.
Las características que adquiere la estructura productiva en los años
setenta tienen otra implicación. Al adquirir más preponderancia sectores
como servicios y comercio, en detrimento del sector industrial (eje del
modelo de desarrollo por sustitución de importaciones que regía en los
años anteriores) la composición global sindical se ve alterada. La cultura
obrera, ligada precisamente al trabajo en la industria, entra en tensión a
raíz de la emergencia de sectores que no tienen la misma tradición sindical
ni una cultura asociada al conflicto. Nuevas categorías ocupacionales,
como la de empleados, comienzan a tener mayor presencia cuantitativa,
afectando los procesos de construcción de identidades colectivas.
Pero las alteraciones en el ámbito productivo no deben ser vistas
exclusivamente como el cierre de la experiencia sindica. En parte, porque
es posible que exista la transmisión de experiencias entre los trabajadores
de diferentes sectores laborales, lo que requeriría ser verificado a través
de estudios empíricos. Igualmente, pueden emerger nuevas expresiones y
estrategias, asociadas a la nueva composición de la fuerza laboral. Si vemos
nuestra historia nos percatamos que alrededor de la década de los treinta
y cuarenta del siglo XX el país vio modificada su estructura de desarrollo,
pasando desde un esquema productivo centrado en la agricultura hacia uno
centrado en la industria. Y si bien este paso implicó vicisitudes también
posibilitó el surgimiento de nuevas certezas.
Las transformaciones estructurales, ¿son los únicos o más importantes
factores que explican la situación sindical, sea esta de debilidad o fortaleza?
Pensamos que no. Esto conduciría al error de creer que todos los problemas
están relacionados a fenómenos fuera del alcance y el ámbito de acción
de los actores. Los actores pueden afectar los procesos estructurales (no
son agentes pasivos), pero dicha capacidad está mediada por una serie de
circunstancias y disputas que varían históricamente. En este sentido, la
relación entre estructuras y actores es dinámica y cambiante, debiendo ser
historizada para evitar interpretaciones mecanicistas en términos de las
configuraciones de identidad, las capacidades reivindicativas, etc.
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Por otra parte, el análisis de la relación entre estructura y actores (acción
social) requiere considerar realidades geográficas y sociales más acotadas.
Esto implica aceptar que los procesos estructurales no tienen el mismo
significado o impacto para los trabajadores en los diferentes territorios
o sectores laborales, y que ellos le pueden otorgar diversos sentidos.
Es posible pensar que frente a un contexto de flexibilidad, por ejemplo,
sindicatos ubicados en algunas zonas geográficas, con una historia,
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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identidad y dinámicas socio-culturales específicas, desarrollen respuestas
y estrategias que en otros sectores no surgirán. Pensemos, en este sentido,
en los comportamientos de los trabajadores en la actividad minera del
cobre o del carbón en su momento, o en la de pescadores artesanales en
Chiloé, que se explican por procesos específicos.
5. Homogeneidad o heterogeneidad sindical
El sindicalismo no representa un cuerpo homogéneo y por eso es
necesario conocer y caracterizar su despliegue en cada región, territorio
o ámbito productivo. Las dinámicas sindicales sectoriales dan cuenta de
proyectos, capacidades y debilidades que no se pueden desconocer, pues
ello obstaculizaría el análisis y la reflexión sobre estrategias. Esta distinción
no siempre se ha realizado y, por el contrario, se suele hacer referencia a
“el sindicalismo” o “el movimiento sindical” como si este fuese un cuerpo
consistente e invariable.
Revisar qué ocurre sectorialmente nos permite entender las perspectivas
y los escenarios particulares. A partir de este ejercicio pueden surgir
diversas alternativas. Nos daríamos cuenta, tal vez, que hay sectores
sindicales que van a entrar en crisis o declive, mientras que otros van a
experimentar un mayor desarrollo. No necesariamente las tendencias irán
en el mismo sentido, por lo que este tipo de análisis nos permite dar cuenta
de situaciones que escapan de las explicaciones generales.
La situación en sectores como el comercio o la agricultura, por citar
dos casos, muestra semejanzas y diferencias. Las organizaciones de los
trabajadores tienen distintos desarrollos. En el comercio, particularmente
en el caso de las grandes tiendas, el trabajo en “malls” y supermercados,
se ha establecido un mercado laboral altamente flexible, donde las formas
contractuales, salariales y las jornadas asumen múltiples modalidades.
De todos modos, y con dificultades, en este sector hay organizaciones
sindicales que desarrollan sus labores. En la agricultura la actividad sindical
es menor y enfrenta serias dificultades, las que se derivan en gran medida
del contexto de explotación abierta de la fuerza de trabajo. Pensemos en la
situación de las temporeras, para graficar mejor lo anterior.
El análisis debe incluir lo que ocurre con la organización de los
trabajadores del sector público, pero entendiendo que dicho sector también
presenta diferencias significativas. La situación de los funcionarios de
servicios del Estado difiere de la que tienen los trabajadores municipales
o los de empresas públicas. Sus organizaciones presentan distintos niveles
de cohesión, fuerza y coordinación. Entre las experiencias positivas
destacamos los interesantes grados de articulación logrados por las
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organizaciones del sector salud recientemente. También recordamos lo
que históricamente ha sido el colegio de profesores como fuerza sindical
o gremial.
Hace algunos años, en un contexto de crecimiento de los niveles de
cesantía, las movilizaciones de los trabajadores eventuales alcanzaron
alta notoriedad pública y generaron muchas expectativas en los dirigentes
sindicales en cuanto a sus proyecciones. Hubo quienes plantearon que
este sector de la sociedad (desocupados y excluidos del sistema formal
de trabajo), representaba la gran fuerza movilizadora de nuestros tiempos.
Y si bien sus acciones se acotaron a un espacio temporal definido, este
fenómeno permitió nutrir un interesante debate sobre las organizaciones
de los trabajadores.
6. La visión de los actores
Las opiniones de los propios actores aportan elementos vitales
para conocer la situación sindical, por lo cual constituyen un ángulo
imprescindible de considerar. Por esta razón, realizamos algunas reflexiones
a partir de los comentarios que hemos recogido de dirigentes sindicales y
trabajadores en diferentes ocasiones. La idea no es hacer una síntesis, sino
que registrar cuestiones significativas para una reflexión más global. Cabe
señalar, para una comprensión correcta de los temas seleccionados, que las
apreciaciones que dan origen a estas reflexiones corresponden más a la de
dirigentes de base que de niveles superiores o intermedios.
Los temas que surgen aluden a procesos nacionales y locales, a prácticas
concretas de los sindicatos, a los estilos de conducción, los aspectos
valóricos, la situación de las bases sindicales, entre otros aspectos. Los
elementos negativos tienden a aparecer más fácilmente en los discursos, lo
que se traduce en una perspectiva del futuro marcada por la incertidumbre.
Cuando los trabajadores se empoderan y miran más sus fortalezas se
evidencia inmediatamente un cambio positivo en los estados de ánimo, lo
que facilita el trabajo en torno a proyectos y acciones concretas.
18
a) El significado de la unidad sindical. La cuestión de la unidad sindical es
un primer aspecto que nos llama la atención. Si bien este es un objetivo básico
de las organizaciones sindicales, no se percibe como una práctica real. Hay
varias situaciones que llevarían a confirmar este diagnóstico. Los ejemplos
van desde la existencia actual de varias centrales sindicales, la coexistencia
de numerosos sindicatos al interior de una empresa, las oposiciones entre
trabajadores al interior de una organización, etc. La situación en los sindicatos
muestra que incluso los trabajadores establecen diferencias entre los sindicatos
“pro-empresa” y los que serían una real expresión sindical.
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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Si miramos la experiencia histórica, desde comienzos del siglo XX los
trabajadores se agruparon en diferentes centrales sindicales a partir de la
identificación con proyectos ideológicos. Esto, sin embargo, no significó
ni debe ser visto hoy como una situación de crisis. Con la promulgación
de las leyes laborales, alrededor de 1930, se permitió la organización de
empleados y obreros en sindicatos de distinto tipo, situación que podemos
ver hasta nuestros días. Asimismo, por su ubicación en el proceso
productivo los trabajadores se van aproximando a ciertas organizaciones y
distanciándose de otras. A esto debemos sumar las asociaciones del sector
público, con sus distintas representaciones.
Es indudable que la unidad sindical es un valor que debe ser cultivado por
las organizaciones sindicales y que ella constituye un principio elemental
que las dota de sentido. Se relaciona, ni más ni menos, con la convicción
de saber que “unidos se logra más que separados”, que la solidaridad puede
más que el individualismo. Sin embargo, ella no debe ser considerada en
un sentido genérico, sin vincularla a los escenarios o proyectos específicos
donde se manifiesta. La unidad se expresa con diversas intensidades en los
niveles de la estructura sindical. Asimismo, el significado que los sujetos
le asignan se modifica históricamente.
En este marco, parece necesario incorporar en el análisis la idea de
coordinación y desarrollo de alianzas. La unidad quedaría asociada a la
acción conjunta de las organizaciones nacionales, sectoriales o de base, en
un contexto de conflicto, cooperación o en función de propósitos globales,
sin restar autonomía ni minar los proyectos más particulares. Cabe señalar
que estas alianzas se pueden extender más allá de las organizaciones de
carácter sindical, considerando que hay fenómenos que afectan por igual a
grupos más amplios de la población.
En ese proceso es pertinente establecer temas o ejes transversales que
conciten la adhesión sindical y social (trabajo decente, salario ético, justicia
laboral, etc.), entendiendo que ellos deben estar insertos en un contexto más
general de fortalecimiento organizacional y de mayor credibilidad sindical.
Es decir, además de acordar los temas, es necesario que las organizaciones
sindicales procuren mejorar su funcionamiento y recuperen la legitimidad
como representantes de un sentir colectivo amplio.
b) Las prácticas de las organizaciones sindicales. El funcionamiento y las
prácticas concretas de los sindicatos son otro punto que nos interesa destacar.
En este ámbito son frecuentes las opiniones asociadas a la ausencia de una
gestión sindical eficiente, que incorpore el trabajo en equipo, promueva las
comunicaciones y el uso de los instrumentos tecnológicos hoy disponibles.
Hay muchas dificultades para obtener información y realizar análisis de la
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situación de la empresa y del sindicato, así como de generar proyectos de
largo aliento. Se evidencian muchas dificultades para abordar con éxito
procesos de negociación colectiva, incorporando instrumentos legales o
diplomáticos hoy disponibles. A la vez, la actividad sindical se tiende a
desarrollar con escasos recursos económicos y alta precariedad material.
Para muchos trabajadores el rol de los dirigentes sindicales es fundamental
en el cambio de estas prácticas. En esa dirección se recuerda a dirigentes
históricos, como Luis Emilio Recabarren o Clotario Blest, que lograron
aglutinar a los trabajadores en torno a desafíos comunes. Se destaca de ellos
su experiencia y conocimiento, la capacidad para innovar en las estrategias
y sus convicciones valóricas. Se habla de la necesidad del recambio de los
dirigentes sindicales, pensando que ello contribuirá a generar nuevas formas
de trabajo, un mayor prestigio de la actividad sindical, “reencantando”
finalmente a los trabajadores con el movimiento o la organización.
Siendo necesario lo anterior, no se puede dejar de creer en el desarrollo
de bases sindicales fuertes, capacitadas, con iniciativa, preparados para
renovar la forma de hacer sindicalismo y permitir la emergencia de esos
nuevos liderazgos. De la misma forma, hay que reconocer que en muchos
dirigentes y trabajadores existe miedo a modificar las concepciones y
formas tradicionales de trabajo. Comprender las situaciones particulares
en los diferentes sectores o niveles sindicales es primordial para dar
coherencia a los contenidos de las demandas sindicales, que pueden ir
desde temas específicos y acotados a otros más globales sobre el modelo
económico, la democracia, la modernización del Estado, etc.
En los últimos años se observan algunas experiencias positivas en este
sentido. Por ejemplo, en el sector público muchas asociaciones utilizan
la planificación como herramienta de apoyo, analizando sus fortalezas y
debilidades. Al mismo tiempo, han incorporado internet como instrumento
de trabajo, mejorando los procesos de comunicación. Vemos algo parecido
en los trabajadores del subcontrato de la minería, para quienes la utilización
de estos medios ha sido fundamental en momentos de conflicto. También
se evidencian en este caso elementos destacables en cuanto a la forma
de ejercer liderazgo y el trabajo con las bases. Hay otras organizaciones
que han incorporado una serie de plataformas novedosas para comunicarse
nacional e internacionalmente.
20
La situación y las perspectivas de las organizaciones sindicales se
juegan también en este espacio micro social, relacionado con su quehacer
cotidiano, con las decisiones que día a día toman sus dirigentes y socios,
con los planes, relaciones y redes que logran impulsar considerando los
escenarios en que se desenvuelven. El desarrollo y la ampliación de las
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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redes resultan especialmente importantes en un mundo tan vertiginoso
como el actual. Cuando se insertan en estas redes nacionales o globales
mejoran su posición en momentos de negociación. Pero, al mismo tiempo,
insertarse en estas redes implica adquirir nuevas destrezas: gestión de
riesgos, manejo de idiomas, desarrollo de confianzas institucionales, etc.
Ahora bien, en los sectores antes mencionados (funcionarios públicos,
subcontratistas de la minería) se aprecia que el funcionamiento de la
organización está vinculado a un proyecto político-sindical que le da
sentido y, por lo tanto, la gestión y la técnica quedan insertas en un contexto
más amplio. No ocurriendo lo anterior, resulta igualmente relevante mirar
las prácticas cotidianas de los sindicatos para entender más en profundidad
sus dinámicas y posibilidades.
c) La democracia sindical. El desarrollo o la ampliación de la democracia
sindical surge como una temática relevante. La democracia tiende a vincularse
a una concepción acotada o formal. Es decir, se traduce en la participación
de los trabajadores en procesos electorales, en la definición de estatutos,
reglamentos o actividades puntuales, pero no necesariamente en el ejercicio
permanente del poder. Cuando predomina esta situación la actividad sindical
queda supeditada principalmente a las iniciativas y acciones de los dirigentes
sindicales, en quienes los socios han delegado su representación.
En los conflictos laborales ocurridos recientemente en nuestro país,
sin embargo, vemos que la participación de los trabajadores se expresa
en distintos momentos: cuando se aprueba la huelga, se resuelven nuevas
estrategias, se exigen nuevas gestiones a los dirigentes, se asumen tareas
concretas, sobrepasando así lo estrictamente formal. Podemos afirmar,
entonces, que la democracia se expresa con distintas intensidades en las
diferentes organizaciones de trabajadores y que posiblemente se están
produciendo cambios en estas materias que requieren ser vistas con mayor
atención.
Es cierto que las organizaciones sindicales fueron partícipes de
un gran movimiento democrático en los años ochenta, pero hoy es
relevante preguntarse por el carácter que tiene la democracia en su
propio funcionamiento, su evolución y posibles tendencias. Al hablar de
democracia en las organizaciones sindicales qué elementos pasan a ser
fundamentales: ¿la participación?, ¿la igualdad de derechos?, ¿la resolución
de conflictos internos?, ¿el control grupal sobre las acciones individuales?.
Asimismo, temas como la distribución del poder, la toma de decisiones,
la transparencia, por citar algunos asuntos, adquieren especial significado.
Estos tópicos, bien apropiados, pueden fortalecer y darle mayor legitimidad
a estas organizaciones.
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Durante muchos años los dirigentes sindicales se vieron obligados a
funcionar clandestinamente, operando como caudillos. En ese escenario,
su autonomía, capacidad para tomar decisiones y resolver problemas eran
fundamentales. Sin embargo, hoy se requieren ampliar los espacios de la
democracia, propiciando un rol más activo tanto de dirigentes como de
trabajadores. Hay que despertar el interés por la participación y generar
nuevas dinámicas e instancias de decisión colectiva. Se debe recuperar
una tradición de debate al interior de los propios sindicatos que permita
impulsar nuevos y mejores proyectos de cambio.
Dejemos planteadas algunas preguntas: ¿cuál es el sentido que tiene
la democracia para las organizaciones sindicales?, ¿tiene relación
con procedimientos formales o expresa algo más?, ¿el tema de la
representatividad sindical ha experimentado modificaciones sustantivas?,
¿qué significa para un joven o una mujer la participación sindical?
7. Palabras finales.
Desde la perspectiva del análisis sindical nos encontramos en un período
donde se están colocando en juego búsquedas y recreación de estrategias.
Han surgido nuevos liderazgos y en ciertos momentos ha sido tensionada la
institucionalidad laboral. Al mismo tiempo, se aprecian algunos resultados
parciales que algo nos pueden indicar sobre las tendencias de más largo
aliento. Es importante observar cómo evolucionarán estos procesos, sus
ritmos, secuencias, los actores predominantes. Para ello es necesario
innovar en las perspectivas teóricas y metodológicas, combinar miradas
de corto y largo plazo, relacionar fenómenos globales y locales, evitar
explicaciones deterministas, etc.
El sindicalismo debe aprender de su historia e incorporar nuevos
elementos en su práctica. Hay que percatarse si se consolidarán
organizaciones de base fuertes que permitan el surgimiento de mejores
formas de entender la acción sindical. De la misma manera, cobra
sentido detectar si se establecerá un funcionamiento en red al interior del
sindicalismo, articulado con organizaciones de distinto tipo tanto a nivel
nacional como internacional. Es importante apreciar las posibilidades de
la acción sindical globalizada, asociada a nuevas capacidades, recursos y
definiciones estratégicas.
22
¿Estaremos en presencia del relanzamiento del movimiento sindical?,
¿se consolidará la fuerza del colectivo?, ¿es posible reconocer sectores
sindicales capaces de impulsar un movimiento más amplio?, ¿cuáles son
las herramientas teóricas y metodológicas que nos permitirán dar cuenta
de todos estos procesos?
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Alternativa NO 25, 2007: 23 - 40 / Instituto de Ciencias
Alejandro Lipschutz
Revista Alternativa
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Apuntes sobre el renacer de la Huelga
Obrera en Chile
Daniel Núñez Arancibia
El año 2007 se presentó sumamente activo en materia de conflicto laboral,
produciéndose grandes huelgas de trabajadores contratistas que remecieron
el escenario político nacional. La primera de estas huelgas estalla en el mes
de abril, en la principal empresa forestal de la provincia de Arauco, y la
otra, durante junio en ese gigantesco complejo minero estatal, denominado
Corporación de Desarrollo del Cobre (Codelco). Dichos movimientos
sorprendieron a la opinión pública por la vitalidad con que emergieron, lo
que se explica porque catalizaron un malestar social larvado por años en
las entrañas mismas del modelo exportador, que tiende a acrecentarse en la
medida en que aumentan las ganancias que obtienen las grandes empresas
y se mantiene la superexplotación del asalariado contratista.
Estudiar con la dedicación que amerita cada uno de estos conflictos, es
un requerimiento de primer orden que supera con creces las posibilidades
de este artículo. En un sentido mucho más modesto, la tarea que sí se puede
asumir en estas pocas páginas, es reflexionar en torno a las principales
características que exhiben estas manifestaciones y analizar sus efectos
más notorios, especialmente en relación al comportamiento que presenta
la negociación colectiva en las últimas décadas.
Desde un punto de vista metodológico, se propone que la aproximación
a estas expresiones de protesta y paralización se realice considerando
toda la compleja red de situaciones y contextos que involucra el conflicto
laboral. Es decir, para comprender el alcance de una huelga o protesta
también hay que asimilar el entorno sociopolítico que la rodea, y de
manera especial, el desarrollo que han alcanzado las organizaciones
sindicales. Por este motivo, el presente artículo comienza introduciendo
al lector en la problemática particular que experimenta el movimiento
sindical chileno durante los gobiernos de la Concertación, lo que además
facilitará una base mínima de conocimientos que permita dar solidez a los
planteamientos desarrollados a continuación. También es necesario señalar
que el estilo de redacción que encontrarán en el texto, de alguna manera se
acerca a la forma del ensayo, en tanto se trata de ideas que todavía están
en maduración y son susceptibles de sufrir modificaciones, especialmente
Sociólogo, Director del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz (ICAL).
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cuando ellas se confronten con la riqueza de las prácticas involucradas en
las luchas concretas que impulsaron los trabajadores contratistas.
Por último es necesario señalar que para la elaboración de estas ideas ha
sido fundamental mi participación en el Programa de Estudios Laborales
del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz (ICAL). Es más, esta
experiencia de aprendizaje colectivo me ha proporcionado los nutrientes
esenciales de los cuales se alimentan esta reflexión. Ya que por una parte,
la estrecha relación que se ha logrado tejer desde ICAL con diversas
organizaciones de trabajadores, me ha permitido recoger de primera mano
las impresiones de una amplia gama de dirigentes sobre las problemáticas
que enfrenta el movimiento sindical. Y por la otra, la incipiente labor de
investigación social que ha llevado a cabo el equipo profesional del área
laboral de ICAL, me ha permitido enriquecer mis conocimientos sobre la
realidad laboral chilena.
1. La crisis del sindicalismo en el Chile de la post dictadura
Es posible postular que existe una relación muy estrecha entre el conflicto
laboral y las organizaciones sindicales, en el sentido que las decisiones que
dichas organizaciones adoptan, ya sea en su nivel nacional, intermedio o
de base, pueden favorecer o desincentivar el conflicto. Por eso mismo es
conveniente, antes de entrar de lleno en el tema principal de este artículo,
pasar revista -aunque sea de manera somera- a la difícil situación que
enfrenta el movimiento sindical chileno en el último tiempo.
Durante los años noventa el movimiento sindical experimentó una
situación de crisis, que podría atribuirse a la ausencia de un proyecto
estratégico que orientara su accionar. Ahora, utilizar una expresión tan
manoseada como es la palabra crisis, puede resultar impreciso si no se
profundiza en el carácter de esta crisis, lo cual obliga a retroceder un poco
en el tiempo.
24
El golpe de Estado de 1973 es el suceso histórico que marca el ocaso
del período desarrollista, época en la cual el sindicalismo había logrado
posicionarse como un actor protagónico de la vida política nacional. Es
evidente que el advenimiento de la dictadura conllevó el fin de esta etapa
“dorada”, y además, fue una derrota estratégica para un movimiento sindical
que había hecho suyo el proyecto del Gobierno Popular. Sin embargo y a
pesar de la brutalidad de la dictadura pinochetista, hay que destacar que
en un tiempo relativamente breve los sindicatos superaron el inmovilismo
inicial que desató la represión y comienzan una paulatina reorganización.
Es así como a principios de los años ochenta un remozado movimiento
sindical irrumpió en la escena política nacional, y orientó su accionar tras
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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nuevas consignas, que le van a permitir desempeñar un papel activo en
la lucha contra la dictadura. Son organizaciones como la Confederación
de Trabajadores del Cobre y el Comando Nacional de Trabajadores,
quienes desempeñan un papel fundamental en la convocatoria a las
primeras protestas nacionales en el año 1983 y en las sucesivas jornadas
de movilización que se sostienen con éxito hasta 1986 ().
Aunque resulte paradojal, va a ser justamente la mutación de esta
oleada democratizadora el acontecimiento que determinará en gran
medida el devenir del movimiento sindical. La adscripción por parte de
la mayoría de las fuerzas de oposición de la estrategia de negociación con
el pinochetismo como la opción más viable para poner fin a la dictadura
militar, definió un nuevo tiempo político, donde no hay espacio para
proyectos democratizadores que intenten rebasar los estrechos márgenes
de la transición pactada. En definitiva lo que sucede con el movimiento
sindical, -al igual que con otros movimientos sociales que abrieron el
camino a la democracia-, es que sus reivindicaciones quedan subordinadas
a los requerimientos de estabilidad social y política que demandaba
el naciente régimen civil. Lo más preocupante de todo, es que esta
verdadera ideología de la transición también penetró al interior del propio
movimiento sindical y logró hegemonizar la conducción de las principales
organizaciones de trabajadores. A pesar que esta lógica política se expresó
con su mayor intensidad a inicios de los noventa, hay que reconocer que
ella no desaparece del todo. Más bien experimenta una metamorfosis, y
trasciende a través de un decálogo político, que pretende orientar lo que
debe ser el comportamiento “responsable” de los movimientos sociales en
un régimen democrático.
Por otro lado el escenario económico y social que emerge en la
década del noventa, también va a contribuir a desorientar el accionar del
movimiento sindical. En esos años se consolidan las transformaciones
estructurales que a sangre y fuego introdujo la dictadura. La sociedad
chilena se ve inmersa en un acelerado proceso de modernización, donde se
manifiestan de manera más visible una serie de comportamientos sociales
asociados al creciente dominio que ejerce el libre mercado. El exacerbado
individualismo, la masificación del consumo, la emergencia de identidades
sociales más frágiles, son fenómenos que se corresponden con nuevas
formas de convivencia que se hacen pan de cada día entre los chilenos. En
pocas palabras el movimiento sindical no sólo necesita liberarse del yugo
El aporte de los trabajadores del cobre en las primeras protestas nacionales, se puede consultar en:
Francisco Zapata, “La acción sindical en la gran minería del cobre, -¿continuidad o ruptura?” en Clases
Sociales y acción obrera en Chile, compilador F. Zapata, (Colegio de México, Jornada Nº 110, 1986).
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de la transición pactada, sino que además debe asimilar el renovado rostro
que exhibe la sociedad chilena y la propia la clase trabajadora.
Esta situación me lleva a un nuevo tema. Si hasta este momento se
han destacado los aspectos políticos que intervienen en la crisis postdictadura del sindicalismo, ahora tengo la obligación de hacer mención
a aquellos aspectos más estructurales que perduran hasta nuestros días, y
que delimitan el marco económico, social e institucional dentro del cual se
mueve el actor sindical.
2.La transformación de la base material y sociopolítica del sindicalismo
chileno.
A raíz de las heroicas huelgas y las multitudinarias manifestaciones de
protesta que desde los albores del siglo XX desplegó la clase obrera chilena,
los trabajadores tempranamente escaparon del anonimato a que estaban
condenados en las ardientes salitreras del norte y en los oscuros arrabales
porteños. A pesar de la sangre derramada y los sacrificios que acarrearon
estas luchas, la oligarquía criolla continuó ignorando las peticiones de los
trabajadores y se negó a reconocer el protagonismo que los asalariados
se habían ganado en las calles. Recién con las primeras leyes laborales
que datan de 1924, los sindicatos obtienen reconocimiento legal(). Aunque
habría que esperar todavía más para que el movimiento sindical alcance la
mayoría de edad. Es justamente en el período que se inaugura con el Frente
Popular, cuando las organizaciones sindicales obtienen una interlocución
efectiva con los gobiernos que se suceden en el país y conquistan un
espacio propio dentro del sistema político.
La solidez que alcanza la organización de los trabajadores durante el
período desarrollista, se explica en parte, por el arraigo que tenían los
sindicatos en sectores determinantes de la economía. En ese entonces el
movimiento sindical contaba con tres pilares claramente identificables;
el primero correspondía a los mineros, particularmente del cobre y el
carbón, que eran actividades extractivas que a esa fecha involucraban una
alta concentración de mano de obra. El segundo sector –los empleados
públicos- eran de más reciente constitución y se habían consolidado al
alero de la expansión que experimentaba el aparato del estado. Por último,
estaban los trabajadores de la industria manufacturera nacional, que van a
corresponder al polo más dinámico de la economía.
Esta situación sufrió un vuelco dramático con las reformas de libre
mercado que impulsó la dictadura, que generaron un cambio sustantivo
en la estructura económica del país. Por una parte, se vieron afectados de
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Francisco Walker, Derecho de las Relaciones Laborales. (Editorial Universitaria, Santiago de Chile,
2003). p. 102.
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manera severa los sectores que abastecían al mercado interno, por la otra,
se crearon nuevos polos de crecimiento orientados a las exportaciones. Sin
lugar a duda los asalariados más golpeados por las reformas neoliberales
fueron los obreros industriales. La brusca reducción de los aranceles
que impulso la dictadura, condujo a la quiebra a cientos de empresas
manufactureras que fueron incapaces de competir con los productos
importados que ingresaban al país a bajos precios. De esta manera, el
proceso de apertura terminó por desarticular la base material de una de
las ramas más activas y numerosas del sindicalismo. Los empleados
públicos se vieron afectados por otra reforma estructural, la llamada
modernización del estado. Este proceso correspondió a un agresivo plan
de racionalización y desconcentración del aparato estatal, que en términos
cuantitativos redujo el empleo que proporcionaba el estado y traspasó
importantes responsabilidades –como la educación y la atención primaria
de salud- a los municipios, todo lo cual restaría capacidad de negociación
a los gremios del sector.
En comparación con los dos sectores anteriores, se podría decir que los
mineros fueron los menos golpeados en términos de la base económica,
pues una de las apuestas exportadoras del nuevo modelo residía justamente
en la minería. El fenómeno de los mineros es distinto a los otros casos, en
la medida que está asociado al peso numérico que ellos poseen dentro de la
clase trabajadora. En las últimas décadas la minería se ha constituido en una
actividad que demanda una escasa mano de obra, ya que la introducción de
las tecnologías modernas posibilita una elevada productividad empleando
poca fuerza de trabajo. Por lo tanto, los mineros disminuyen su incidencia
en el empleo frente a otros sectores económicos que pasan a tener una
mayor relevancia, como son el comercio, el transporte y los servicios
financieros.
En síntesis se puede concluir que la apertura económica que emprende
la dictadura de Pinochet desde el año 1975 en adelante, provocó una crisis
en la industria nacional, a la vez que promocionó emergentes polos de
crecimiento, que tuvieron como base las actividades primario exportadoras
en rubros como la minería, la agroindustria, la actividad forestal y los
productos del mar. Este proceso determinó el surgimiento de nuevos
sectores de trabajadores, como sucedió en el caso de los temporeros de la
fruta, o los trabajadores del salmón, que constituyen grupos asalariados
casi desconocidos en nuestro país hace dos décadas atrás.
Ahora bien, hay que considerar que el proceso de reestructuración
penetró hasta alcanzar la médula misma de nuestra economía, generando
cambios en las formas como se organiza la producción y el trabajo, que
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afectan a todas las áreas productivas. Es así como se desarrollan una serie de
innovaciones en la organización del trabajo, que favorecen el surgimiento
de cadenas productivas basadas en la contratación y subcontratación de
diferentes unidades económicas, que participan en ciertas fases del proceso
de producción o prestan determinados servicios. La expansión de diversas
formas de subcontratación, ha sido una constante en la economía chilena de
las últimas dos décadas. Este proceso de reestructuración se ve favorecido
por la desregulación del mercado del trabajo que instaura el nuevo Plan
Laboral, ideado por el entonces ministro del ramo, José Piñera. Con estos
cambios la fuerza de trabajo quedó supeditada a los requerimientos del
capital, que puede contratar y despedir a los trabajadores con completa
libertad y mínimos costos. Los elevados niveles de flexibilidad laboral
que se alcanzan, se explican por la eliminación de una serie de conquistas
sociales de los trabajadores, que restringían el excesivo poder que en el
capitalismo goza el empleador frente al asalariado.
Sin embargo los alcances de la reestructuración productiva también se
manifiestan en el comportamiento de los trabajadores, ya que se genera un
efecto de segmentación dentro del colectivo de asalariados que labora para
una misma empresa. Este fenómeno lo pude apreciar nítidamente cuando
investigaba las condiciones de trabajo de los operarios del salmón que
laboran bajo el régimen de suministro de personal en la industria de los
cultivos marinos de la X región. En base a entrevistas se pudo constatar
como la subcontratación crea una barrera social que separa al operario
de planta del personal subcontratado. En muchas ocasiones los operarios
subcontratados señalan que los trabajadores de planta resultan ser personas
desconocidas para ellos. Esto se explica porque las condiciones en que
se efectúa la subcontratación en ciertas empresas inhibe la socialización
habitual que se genera entre compañeros de faena o “colegas”. Incluso hay
situaciones donde la discriminación no sólo proviene de los supervisores
de la empresa mandante, sino que emana de los propios trabajadores de
planta, que “miran en menos” al asalariado suministrado. En definitiva
mecanismos como la subcontratación crea diferentes colectivos obreros
dentro de una misma empresa, y estas diferencias pueden llegar a ser tan
profundas que incluso enfrenten entre sí a los propios trabajadores.
28
El llamado Plan Laboral de la dictadura instauró un nuevo Código del
Trabajo con una marcada orientación anti-sindical. Si bien es efectivo que
en términos legales se permite la creación de cuatro tipos de sindicato
(empresa, interempresa, eventuales e independientes), en la práctica se
imponen una serie de restricciones que cuestionan la razón de ser de estas
organizaciones. Particularmente relevante resultan ser las limitaciones
que se establecen a la negociación colectiva y al ejercicio de la huelga. A
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estas organizaciones se les hace muy difícil cumplir con las expectativas
reivindicativas de sus afiliados, ya que ante una postura intransigente del
empresariado, los sindicatos disponen de un repertorio muy acotado de
mecanismos de presión a los cuales recurrir. En términos concretos la
dictadura deseaba reducir el movimiento sindical a una mínima expresión,
y junto con ello despolitizar a ese enorme contingente laboral, y también a
la masa de asalariados que sin estar afiliados a un sindicato, apoyaban los
llamados del sindicalismo.
Otra medida que ratifica la tendencia “gremialista” del pinochetismo,
y que apunta a disociar la política de la acción sindical, se encuentra en
la ley de partidos políticos que impuso la dictadura, donde se contempla
la prohibición para que los dirigentes sindicales puedan ser candidatos
a diputados y senadores. Es interesante considerar que esta vocación
despolitizadora, ataca uno de los rasgos centrales que distingue al
movimiento sindical chileno. La estrecha imbricación que desde su
nacimiento tuvo el movimiento sindical con los principales partidos
marxistas, favoreció su creciente influencia en los centros políticos de
toma de decisiones, como el parlamento. Este proceso se vio acompañado
por una interesante presencia electoral en los distritos de concentración
obrera, lo que se manifestó en que destacados dirigentes sindicales tanto
socialistas como comunistas accedieran al parlamento, dando vida a una
desaparecida tradición de diputados y senadores “obreros”. La continuidad
de la ley de partidos políticos de la dictadura y la perpetuación del sistema
electoral binominal, ha generado un sistema político altamente excluyente
que ha reducido la influencia del movimiento sindical.
Para culminar de describir la crisis sindical, se puede concluir que no es
una situación coyuntural la compleja situación que atraviesa el movimiento
sindical bajo los gobiernos de la Concertación. Por el contrario, responde a
una crisis más profunda, que está estrechamente asociada a la transformación
radical que se produce tanto a nivel de la estructura socioeconómica como
en el propio comportamiento de la población. Es así como se genera un
orden social y político muy distinto al que conocieron las organizaciones
de los asalariados durante la mayor parte del siglo XX. En este sentido
se puede afirmar que el movimiento sindical está obligado a reconocer el
nuevo rostro del país y de la propia clase trabajadora, y a buscar caminos
que le permitan superar la exclusión que impone un sistema político
bicolor.
2. Los nuevos rostros del conflicto laboral: El caso de trabajadores
contratistas de Bosques Arauco y Codelco.
El actual comportamiento que muestra el conflicto laboral en el sector
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privado, deja entrever la mínima ampliación de derechos colectivos que
ha conllevado la llegada al poder de la Concertación de Partidos por la
Democracia. De partida hay que señalar que durante los gobiernos de la
Concertación la legislación laboral vigente mantiene severas restricciones.
En la práctica, los únicos asalariados que pueden negociar colectivamente
y hacer uso de la huelga legal, son quienes están afiliados a un sindicato
de empresa y cuentan con un contrato de trabajo indefinido. Esta situación
excluye a una enorme masa de asalariados, que dada la inestabilidad que
presenta su actividad laboral no gozan de esta prerrogativa contractual y
tampoco cuentan con resguardo legal si se involucran en una paralización
de faenas.
Un caso paradigmático y poco digno de lucir, corresponde a la situación
que presenta la negociación colectiva. Según las estimaciones de la
Dirección del Trabajo en el año 1990, sólo un 7,6% de los asalariados del
sector privado hacían uso de este derecho. Mientras que en el año 2006
sólo participan en estos procesos legales el 5,4% del total de trabajadores
asalariados del sector privado(). Esta cifra desnuda como con la llegada de
los gobiernos civiles, en el mundo del trabajo ocurre un proceso inverso al
que opera en relación a los derechos políticos. Mientras que a los chilenos
se les restituye el derecho a voto y se les permite elegir, en la empresa
sucede todo lo contrario, pues aquí el espacio democrático se reduce. Si
antes de 1973 el sistema político que acompañó al desarrollismo ubicaba
como la frontera inviolable la propiedad privada, en el neoliberalismo los
límites se mueven a favor del gran capital. Incluso se podría hipotetizar
que la nueva frontera de la democracia esta puesta en los altos niveles de
rentabilidad que gozan los grandes grupos económicos.
En lo referido a la evolución de las huelgas legales, ellas alcanzan su
momento máximo en el año 1991, cuando participaron 45.910 trabajadores
en paralizaciones, por lejos, la cifra más alta en participación de los últimos
dieciséis años. Con posterioridad a esta fecha la participación en las huelgas
experimenta una caída significativa, llegando a su punto más bajo en el
2003 -10.443 trabajadores-, para luego experimentar un interesante repunte
el 2006, cuando se alcanza a un total de 15.602 asalariados involucrados
en huelgas legales(). Como se ha podido apreciar los movimientos
huelguísticos abarcan a un número extremadamente limitado de la fuerza
de trabajo asalariada, y si bien mejoran de manera sugerente su desempeño
el 2006, aún está muy por debajo del punto máximo que se alcanza en
1991.
A pesar de lo revelador que resultan estas cifras, es conveniente que
30
Series Estadísticas 1990-2006, II Negociación Colectiva. Página Web, Dirección del Trabajo, 2006.
Series Estadísticas 1990-2006, III Huelgas. Página Web, Dirección del Trabajo, 2006.
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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nuestra mirada continúe en movimiento. Ya que si se amplía un poco más
la perspectiva, aparecen interesantes datos que apuntan a develar como el
magro resultado que arroja la huelga legal, corresponde a cifras parciales
que reflejan sólo una parte de la realidad. El análisis se enriquece de manera
significativa al incluir ciertos antecedentes que revelan un nuevo fenómeno
que ha sido insuficientemente estudiado; me refiero al comportamiento que
presenta la denominada huelga ilegal o extra legal. Un estudio elaborado
por el profesor Alberto Armstrong, da cuenta de un interesante proceso
en lo referido a conflictividad laboral en el sector privado. Señala que a
partir del año 1987 emerge en Chile otro tipo de manifestación laboral,
que él denomina huelga ilegal, en tanto es realizada por fuera del marco
legal. Y agrega a partir de datos proporcionados por Carabineros, la prensa
escrita y la Dirección del Trabajo, que “entre 1987 y 1999 la tendencia del
porcentaje de huelgas ilegales es creciente; concretamente se puede estimar
que en promedio las huelgas ilegales crecieron a razón del 2,24%. Si bien
esto no es una cifra que pueda causar inquietud, denota que los trabajadores
privados se están alejando lentamente de los cauces legales” ().
Ahora bien, si a estas paralizaciones por fuera de la ley se agrega el
sugerente mejoramiento que experimenta la huelga legal en el año 2006,
se configura un escenario que permite cuestionar la escasa conflictividad
laboral que se explicita en los indicadores oficiales. En este sentido, es
posible suponer que en los últimos años un número nada despreciables de
asalariados hacen denodados esfuerzos por mejorar su posición negociadora,
y para ello recurren a todos los mecanismos que estén disponibles, sean
estos de tipo legal o se trate de prácticas que transcurran por fuera de
la institucionalidad laboral. Pero sin lugar a duda, fueron las huelgas de
los trabajadores contratistas de Bosques Arauco y de la minera estatal
CODELCO, las movilizaciones que lograron que esta renovada voluntad
reivindicativa dejara de ser un fenómeno subterráneo que transcurría
calladamente, y pasara a constituirse en una problemática social capaz
de atraer la atención de la opinión pública. Entre otras cualidades, dichas
paralizaciones tienen la virtud que muestran al país un novedoso tipo de
conflicto laboral, que se pasará a detallar a continuación.
El primer aspecto que destaca en ambos movimientos es la contundente
capacidad que ellos poseen para involucrar en una misma acción
reivindicativa a asalariados que están empleados por diferentes empresas
contratistas, dando vida de esta manera a una sui-generis negociación
colectiva interempresa. El carácter extralegal de estos movimientos
huelguísticos está radicado en lo más profundo de su naturaleza, ya
Alberto Armstrong y Rafael Aguila, “Las huelgas en empresas del sector privado en Chile: 19791999”, en Revista Abante. (Volumen 3, Nº 2, Octubre 2000), p.182.
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que toda la estrategia de paralización que se implementa se basa en
cuestionar, por una parte el concepto jurídico de empresa que define la
institucionalidad pinochetista, y por la otra, la intención del plan laboral de
restringir la negociación colectiva a unidades económicas aisladas. Aquí
los trabajadores anteponen un criterio de realidad, que nace del hecho
irrefutable que los asalariados contratistas realizan un papel fundamental
en la cadena productiva de la cual son parte. En términos más directos, esto
significa que el trabajador contratista se niega a ser considerado como un
“externo”. El se asume como un asalariado más de esta verdadera “mega”
empresa que es el circuito productivo que gira entorno a los minerales del
Teniente o la Andina en el caso de CODELCO, y de la red de medianas y
pequeñas empresas que realizan todo el proceso de explotación del bosque
para la forestal de Arauco. De esta forma el código laboral se sobrepasa
en múltiples aspectos. Por una parte, porque convergen en una misma
negociación diferentes sindicatos. Por otra, porque negocian sindicatos
interempresa que se encuentran impedidos de ejercer este derecho, si
no cuentan con la anuencia de todos los empleadores involucrados. Y
finalmente, se vulnera una vez más, cuando todos los sindicatos se plantean
la negociación con el actor que encabeza la cadena productiva respectiva,
y no con su empleador directo.
Un tema clave en este tipo de movimiento contratista, es que los
asalariados que adhieren a estas huelgas pasan por encima de la empresa
a la cual están vinculados legalmente –la compañía contratista-, y dirigen
directamente sus exigencias a la entidad principal, -también llamada
empresa “mandante”- que en este caso corresponde a la minera CODELCO
y a la empresa Bosques Arauco, parte del holding de empresas COPEC.
La interlocución con estas gigantescas compañías se fundamenta en una
razón práctica, pues son justamente las empresas mandantes, -mucho más
que las contratistas- quienes poseen el poder económico para resolver las
demandas que exigen los trabajadores. En el caso de los obreros forestales
de Bosques Arauco, ellos saben muy bien que las jugosas utilidades que
se generan con el usufructo de su esfuerzo diario van a parar casi íntegras
a los bolsillos de la familia Angelini, dueña del holding al cual pertenece
esta empresa forestal. Algo parecido es lo que sucede con CODELCO.
Esta estratégica empresa estatal cuenta con una importante dotación de
personal de planta, sin embargo buena parte de los exitosos resultados que
exhibe en los últimos años, se explican por la inhumana precariedad a
que están sometidos una enorme masa de asalariados externos que presta
servicio a través de empresas contratistas y subcontratistas.
32
Otra de las novedades de estas movilizaciones, reside en la gran
cantidad de organizaciones sindicales involucradas y en la unidad con que
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actúan. En ambas huelgas se logra impulsar una paralización que aglutina
a sindicatos de empresa de diferentes tamaños, a sindicatos interempresa
e incluso a federaciones y confederaciones. Nuevamente el elemento
determinante es la voluntad que todas estas organizaciones exhiben para
pasar por encima del marco legal. Esto quiere decir que si ha determinado
sindicato de empresa le corresponde legalmente negociar en cierta fecha,
-por ejemplo en agosto del 2008-, para participar en estos movimientos
huelguísticos dicha organización debe reivindicar su derecho a paralizar
las faenas en el momento que resulte más oportuno. Demás está decir que
si los sindicatos involucrados se ciñen a la normativa vigente, jamás se
hubiesen producidos estos movimientos, ya que por una parte las fechas
para negociar son tremendamente dispares para los sindicatos de empresas,
y por otra, hay sindicatos que ni siquiera están facultados para ejercer
el derecho a negociación colectiva, como sucede con los interempresa.
En el caso de los asociados a sindicatos interempresa, la experiencia les
indica que para lograr que la gerencia se siente en la mesa negociadora, es
indispensable situarse en una posición de fuerza y estar en disposición de
recurrir a la huelga de ser necesario. La multiplicidad de organizaciones
que se involucran en este conflicto laboral y la capacidad que ellas poseen
para presentar sus demandas de manera conjunta, son hechos que explican
la masividad que alcanzaron dichas movilizaciones.
Esta conciencia sobre la importancia de actuar unidos hace que las
organizaciones de trabajadores generen coordinaciones de diverso tipo, e
incluso, converjan en nuevas estructuras nacionales como sucede con los
contratistas de CODELCO. Aquí el movimiento es conducido por la recién
creada Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), que reúne a
federaciones divisionales y a sindicatos contratistas de las cinco divisiones
de CODELCO y también de la minería privada. En el caso de la forestal
de Arauco, la movilización es orientada por una coordinadora denominada
Unión de Sindicatos Forestales (USINFA), que reúne a la Confederación de
Trabajadores Forestales, a una federación y a los sindicatos de choferes.
El carácter extralegal de dichas paralizaciones también puede vincularse
a la decisión con que se movilizaron los trabajadores, quienes no dudaron
en emplear formas de lucha más agudas si la situación así lo ameritaba. La
radicalidad de ciertas acciones se explica por la predisposición con que los
obreros contratistas enfrentaron estas huelgas. A sabiendas que las empresas
recurrirían a cualquier subterfugio para mantener su funcionamiento, los
trabajadores no sólo apostaron a la detención de las faenas a través de
la inasistencia a sus puestos, sino que también se dispusieron a provocar
una paralización por la vía de la fuerza. En el caso de los trabajadores
contratistas de la minera estatal, una de las acciones de presión más común
ICAL Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
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fue el bloqueo de las carreteras de acceso a las minas de Chuquicamata,
el Salvador, la Andina y el Teniente, a lo cual se suma los actos de
sabotaje que también buscaban interrumpir la producción. Mientras que
los obreros forestales eligieron como su forma de lucha emblemática,
las concentraciones en las afueras de la principal planta de celulosa de la
Provincia de Arauco. La última de estas movilizaciones adquirió ribetes
dramáticos, pues en el momento en que cientos de trabajadores, muchos de
ellos acompañados de maquinaria pesada, bloqueaban la ruta de acceso a la
planta de celulosa impidiendo la entrada y salida de camiones, las fuerzas
policiales concurrieron a despejar los accesos. Esta acción de Carabineros
derivó en una batalla campal con las fuerzas policiales, que terminó con el
asesinato del joven obrero Rodrigo Cisterna. Aquí lo que esta en juego es
un tema vital para el éxito del movimiento huelguístico. La experiencia ha
generado la convicción entre los huelguistas que sin pérdidas económicas
importantes para las empresas involucradas, los mandamases de estos
gigantescos conglomerados no cederán un ápice en sus posiciones y el
pliego de peticiones de los trabajadores seguirá durmiendo en el escritorio
de algún gerente.
3. Las proyecciones estratégicas del movimiento de los trabajadores
contratistas
La irrupción de esta innovadora acción sindical en ningún caso es fruto
de la casualidad, por el contrario, responde a un proceso de reflexión
de las organizaciones de trabajadores sobre las experiencias vividas en
anteriores conflictos laborales. En definitiva hay que reconocer que se
está en presencia de una acabada estrategia de acción sindical, que como
ya se sabe ha logrado acumular varios méritos a su haber. Es así como a
los ojos de sectores laborales altamente precarizados -y con bajos niveles
de organización- como es el mundo del subcontrato, estas innovadoras
prácticas sindicales se muestran como una opción atractiva para mejorar
sus condiciones laborales y alcanzar un reconocimiento social que antes les
era negado en su condición de asalariados contratistas o “tercerizados”.
34
Ahora bien, esta mirada optimista respecto a los avances de estas
luchas, de ninguna manera debe inhibir una lectura rigurosa de los posibles
obstáculos que pueden enfrentar este tipo prácticas. La mayor interrogante
que surge apunta a dilucidar la proyección que este tipo de movimientos
pueden alcanzar. En términos aún más precisos se trata de averiguar
si es posible que esta dinámica de huelgas extralegales se traslade a
otros sectores de trabajadores, inaugurando un patrón de conducta más
confrontacional en las negociaciones colectivas venideras, o por el
contrario, estos movimientos corresponden a hechos episódicos, que se
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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encuentran acotados a la realidad particular de las empresas involucradas.
Esta pregunta no resulta nada fácil de contestar, y además, tiene la
complejidad adicional que su repuesta se desliza en planos diferenciados
de análisis. En primer lugar porque estos acontecimientos se sucedieron
bien entrado el primer semestre del año pasado, lo que es bastante reciente
desde una perspectiva analítica, especialmente si se pretende desarrollar
una investigación de mayor envergadura. Por eso la información que se
conoce de estas huelgas todavía resulta demasiado superficial. Pero el
mayor problema que se enfrenta ni siquiera se remite a la falta de tiempo,
es más profundo, ya que se relaciona con la escasez de estudios empíricos
y teóricos actualizados sobre el movimiento sindical, que proporcionen
un soporte sólido a las hipótesis que se puedan levantar. Efectivamente,
durante la década del noventa y en gran parte del decenio con que amanece
el nuevo siglo, las ciencias sociales chilenas han fijado su atención en
problemáticas que están muy lejanas a la preocupación por la acción
colectiva. Se podría decir entonces que se está ubicado en un campo de
estudio casi virgen en materia de investigación social, aunque en ningún
caso inexplorado en nuestra novel tradición académica.
Una forma de subsanar estas falencias, consiste en recurrir a las lecturas
teóricas y conceptuales acuñadas en ciertos textos, que son considerados
auténticos clásicos en el estudio del movimiento obrero nacional. En este
sentido una de las concepciones más utilizadas al explicar los altos grados
de conflictividad que exhibían los trabajadores chilenos, en especial en
el sector de la minería, es la denominada teoría de la “masa aislada”.
Este enfoque teórico asocia las condiciones sociales en que viven los
trabajadores que se emplean en los polos dinámicos de las economías de
enclave exportador, con ciertos rasgos distintivos que presentaría la acción
sindical que se impulsa en dichos focos. Entre otros aspectos, destaca el
hecho que en la situación de masa aislada se genera la confluencia en
un espacio geográfico determinado de grandes concentraciones obreras
que se ubican distantes de los principales centros urbanos. Es así como
entre los asalariados del enclave surgen férreos lazos sociales de tipo
comunitario que se fusionan con la solidaridad sindical, lo cual favorece
la constitución de identidades sólidas y una acción sindical vigorosa.
Al estudiar la acción colectiva en las minas de Bolivia, Perú y Chile,
Francisco Zapata() recurre a estos postulados, y señala que “el rasgo
central de la acción sindical en las minas descansa sobre un elevado grado
de cohesión social que resulta de la presencia del enclave como forma de
Francisco Zapata, Autonomía y subordinación en el sindicalismo latinoamericano. (El Colegio de
México, Fondo de Cultura Económica, 1993, México). p.46.
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organización”. Zapata sostiene que el desarrollo de dicha teoría incluso ha
llevado a formulaciones como las realizadas por Kerr y Siegel, respecto
a la propensión estructural al conflicto entre los trabajadores de la
minería. Por último, hay que considerar que el papel estratégico que
tienen los polos primario exportadores para los países latinoamericanos
le otorgan un papel destacado a la acción sindical que se desarrolla en
ellos, lo cual puede ir mucho más allá del peso cuantitativo que poseen
dichos núcleos de asalariados. Es necesario señalar que esta situación
de “masa aislada” puede desarrollarse no sólo cuando hay aislamiento
físico o geográfico, sino también cuando ciertos aspectos del tipo de
trabajo que se realiza determinan un fuerte aislamiento social aún con
cercanía geográfica(). Un ejemplo es lo que sucede hoy día con los
mineros, quienes en su mayoría han abandonado los alojamientos de
los antiguos campamentos, y se han trasladado a vivir a ciudades como
los Andes, Antofagasta o Rancagua. Sin embargo, esta integración a
espacios urbanos mucho más heterogéneos socialmente que el antiguo
campamento, no ha impedido que ellos conserven una fuerte identidad
con su oficio de mineros, que los distingue frente a otros grupos de
habitantes de esas ciudades.
Tras esta lectura queda rodando una inquietud, que obliga a
preguntarse por la validez que poseen estos postulados. En este
sentido, hay que precisar que si bien es efectivo que esta teoría posee
un sesgo estructuralista, -frente al cual se debe estar precavido-, en
tanto se relacionan las condiciones materiales existentes en el enclave
exportador con determinado tipo de acción sindical. También es
innegable que las formas de organización del trabajo y las condiciones
en que se realiza determinada actividad laboral, son aspectos
indispensables a considerar al momento de estudiar la acción colectiva.
Es factible suponer que las duras condiciones en que se efectúan las
faenas forestales o mineras puedan favorecer al momento del conflicto,
actitudes más confrontacionales que las existentes en las movilizaciones
de asalariados de cuello y corbata, como serían los empleados de las
grandes multitiendas o servicios financieros.
También surgen dudas respecto a la vigencia que mantiene esta teoría,
más aún cuando ella es extraída de textos que fueron escritos en un período
histórico muy distinto al que se configura en estos tiempos de hegemonía
del neoliberalismo. A pesar del tiempo transcurrido hay que comenzar
considerando que existen ciertas similitudes entre el contexto económico y
social del enclave exportador, con las existentes en los centros productivos
36
Torcuato Di Tella, Alain Touraine, Lucien Brams y Jean-Daniel Reynaud, Sindicato y Comunidad:
Dos tipos de estructura sindical latinoamericana. (Editorial del Instituto, Buenos Aires, 1967). p.26.
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donde se ubican los recientes conflictos laborales. Además, ambas huelgas
se producen en rubros económicos exportadores basados en la extracción de
recursos naturales con bajo nivel de manufacturación, que son actividades
estratégicas para la economía nacional. También es interesante recalcar
que dichos movimientos se afincan en comunas intermedias, relativamente
distantes de la capital y donde la presencia de estos núcleos de asalariados
tiene un fuerte impacto en la población local. Incluso en algunos casos,
toda la actividad económica de la zona se basa en la explotación del
recurso en cuestión, como sucede en las comunas de Calama y Diego
de Almagro con el cobre, y también con buena parte de la provincia de
Arauco, que después del cierre de la minas de carbón, depende casi en su
totalidad de la actividad forestal. También resulta sugerente considerar que
las movilizaciones de los contratistas del cobre y forestales exhibieron un
poderoso sentimiento de comunidad, que inclusive traspasó las fronteras
del mundo laboral e irradió a la población local() .
A la luz de estas formulaciones teóricas se puede concluir que buena parte
de la clase trabajadora de los polos primarios exportadores, especialmente
en el caso de los subcontratados y los trabajadores menos calificados, se
desempeña en un contexto social que guarda sugerente cercanía con los
ambientes descritos en la teoría de la masa aislada. Eso quiere decir, que es
posible que entre los cientos de asalariados que participan en el montaje y
operación de los mega proyectos de inversión, en la red de eslabonamientos
de la cadena productiva del salmón o en las propias faenas agrícolas de
la fruticultura, se puedan estar incubando condiciones más favorables
para la emergencia de este nuevo tipo de conflicto laboral, que en otros
sectores de trabajadores. Esto sin olvidar que una de las peculiaridades que
presenta la estructura productiva de CODELCO y de Bosques Arauco es
que ambas empresas soportan su funcionamiento en la superexplotación
de los trabajadores contratistas, que es la masa obrera que protagonizó
estas verdaderas rebeliones laborales.
Finalmente hay que considerar que debido a la propia complejidad de las
redes productivas y la mayor heterogeneidad del mundo del trabajo, el peso
de los componentes estructurales en el comportamiento de los trabajadores
es menor que el presupuestado en décadas pasadas. Eso significa que se
debe prestar especial atención a las prácticas mismas desarrolladas por los
trabajadores, y también a los elementos tanto subjetivos como culturales
asociados a ellas.
Este sentimiento de comunidad alcanzó su máxima expresión en los funerales del obrero forestal
Rodrigo Cisterna. Toda la comuna de Curanilahue detuvo sus actividades para sumarse al cortejo, conformándose una marea humana que inundó las calles del pueblo, lo que recordó los antiguos homenajes
que se rendían en esta provincia a los mineros del carbón cuando los azotaba la tragedia.
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Para completar el cuadro, es prudente hacer una mención muy precisa
al contexto político nacional en que se desenvuelven los acontecimientos,
y a la situación económica que atraviesan las empresas involucradas.
Apenas se inició su gobierno y en un gesto inusual en comparación con sus
antecesores en La Moneda, la presidenta Michelle Bachelet hizo gala de
una importante sensibilidad frente a las peticiones de los trabajadores. Entre
otras medidas nombró a un Ministro del Trabajo, que a pocos meses de
haber asumido, logró ganarse la simpatía de las principales organizaciones
sindicales. Esta actitud de puertas abiertas hacia el movimiento sindical
desató ácidas críticas por parte de las principales cúpulas empresariales
del país y generó inesperadas tensiones al interior del propio gobierno, en
particular con su ala más neoliberal representada por el Ministro de Hacienda
y la corporación “Expansiva”. En este sentido, lo interesante es constatar
cómo estas fisuras en la elite gobernante, generaron un clima político más
receptivo a las movilizaciones que encabezaron los trabajadores contratistas
y facilitaron una interlocución más expedita con las autoridades tanto del
poder ejecutivo como legislativo. La mayor apertura que mostraron ciertas
autoridades de gobierno resultó fundamental para la salida negociada que
se obtuvo en el caso de CODELCO, pues la presión que se ejerció sobre
ellas fue determinante para que se suavizaran las posturas intransigentes
que predominaban en el directorio de esta empresa estatal.
La otra situación que tampoco puede pasar desapercibida se refiere a la
peculiar coyuntura que viven tanto CODELCO como la compañía Bosques
Arauco. Ambas empresas obtuvieron utilidades record el año 2006, merced
a los elevados precios que alcanzaron en el mercado mundial el cobre y
la celulosa.(10) Esta bonanza fue generosamente celebrada por los medios
de comunicación, y tuvo el inesperado efecto de acrecentar la convicción
entre los asalariados contratistas que la entidad mandante disponía de
cuantiosos recursos económicos para satisfacer sus demandas. Por lo
tanto, se puede sostener que estas huelgas aprovechan una oportunidad
extraordinariamente conveniente desde la perspectiva de la viabilidad del
movimiento. En pocas palabras, esto quiere decir que la cercanía con que
los trabajadores percibieron la posibilidad de un triunfo reivindicativo se
transformó en un poderoso aliciente para desarrollar sus movilizaciones.
Es necesario considerar que la alta visibilidad pública que lograron ambos
movimientos huelguísticos y los importantes logros reivindicativos que
obtuvieron, son elementos determinantes para que los ecos de estas
movilizaciones se extiendan más allá de las fronteras del subcontrato.
Incluso es posible hipotetizar que uno de los efectos más significativos
10
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El Financiero 2 de marzo 2007.
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
se genera en el plano subjetivo, ya que se hace mella ese sentido común
pesimista que neutraliza la voluntad de lucha de miles de trabajadores.
Son muchos los que están conscientes de las injusticias y arbitrariedades
que los afectan, pero mantienen una actitud pasiva, en la medida en que no
perciben a la acción sindical como una opción viable, sino más bien como
prácticas testimoniales. Incluso en ciertos sectores aflora la convicción que
este nuevo diseño de movilización, es una herramienta útil que también
puede ser usada por ellos.
Con posterioridad a las huelgas de trabajadores contratistas se han
generado otros conflictos laborales, que hacen pensar en la continuidad de
esta emergente tendencia. A primera vista resalta como aspectos comunes
de estas últimos movilizaciones, la implementación de una estrategia de
negociación que sale fuera del marco legal y la realización de acciones de
fuerza que buscan paralizar por la vía de los hechos la actividad productiva.
Un primer tipo de movilización corresponde a la que desarrollan los
trabajadores de planta de la empresa Agrosuper y de la salmonera Aguas
Claras. Aquí se intenta aglutinar a varios sindicatos pertenecientes al mismo
holding o casa matriz, para negociar de manera conjunta. El otro caso, que es
mucho más parecido a la huelga minera y forestal, son los movimientos de
protesta que llevaron a cabo los temporeros agrícolas del valle de Copiapó,
Ovalle y Rapel, quienes se proponen negociar directamente con la empresa
mandante. En este caso se trata de asalariados de temporada, que en su
mayoría están contratados por “enganchadores”, -que podríamos calificar
como pequeñas empresas contratistas-, y que mudan permanentemente de
empleador rotando por diferentes fundos y “packings”.
Hay que destacar que esta oleada de conflictos laborales se desarrolla en
sectores de asalariados que están expuestos a altos niveles de flexibilidad
laboral y precariedad en el empleo, por lo tanto las acciones que ellos
emprenden superan un marco estructural e incluso sociopolítico, que se
había mostrado desfavorable a la organización sindical. En este sentido,
la irrupción de estos conflictos revive una polémica teórica que aparecía
resuelta en estos tiempos de predominio de las ideas posmodernas, respecto
a las posibilidades que la clase trabajadora se constituya en un sujeto social.
El sociólogo mexicano Enrique De la Garza(11), es uno de los autores que
interviene de manera más lúcida en el debate, y justamente cuestiona un
supuesto bastante extendido entre algunos teóricos europeos respecto a
que la flexibilidad en las trayectorias laborales fragmentan las identidades
de los trabajadores, e impide la organización y acción colectiva. De la
Enrique De la Garza; Juan Carlos Ospina; Miguel Angel Olivo y Martín Retamozo, El futuro del
trabajo ¿Identidad o Fragmentación?. Ponencia presente al Congreso de ALAST.
11
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Garza señala que esta argumentación posee un determinismo estructural,
en la medida en que condiciona las prácticas sociales de los trabajadores
a determinados rasgos estructurales de la vida social, ajenos a la voluntad
de los hombres. Y al mismo tiempo desmerece las potencialidades de
transformación que están latentes en la organización social, pues desconoce
cómo desde lo extraordinario de la acción colectiva se puede construir
identidad.
Ahora bien, si se hace un esfuerzo por acercar el debate a este lado de la
cordillera de Los Andes, afloran algunas consideraciones a tener presente.
En concreto se debe ser muy cuidadoso al momento de caracterizar las
transformaciones que produce el neoliberalismo en el mundo del trabajo,
y comprender que si bien ellas generan un contexto material y político que
indudablemente impone severas restricciones a la organización sindical,
ellas por sí mismas no son suficientes para inhibir la acción colectiva.
Esto quiere decir que el devenir de la clase trabajadora se mueve en ese
complejo entrecruzamiento que se desarrolla en las formaciones sociales
concretas, entre estructura, subjetividad y acción colectiva.
Estas reflexiones respecto a las perspectivas de constitución de los
trabajadores como actor social, abren el camino para terminar este artículo
con una reflexión final sobre los desafíos del movimiento sindical. Ya se
han descritos varias virtudes del conflicto de los contratistas, y se podría
enumerar otras tantas. Pero hay un aspecto decisivo que esta ausente en
esta reflexión, y que apunta a la capacidad que posean las organizaciones
de los trabajadores contratistas para superar las dinámicas gremialistas que
en estos años de desorientación han inundado al sindicalismo chileno. En
efecto, estos movimientos pueden alcanzar una perspectiva histórica siempre
y cuando sean capaces de enlazar sus justas demandas reivindicativas con
las problemáticas laborales y sociales más generales del país. En síntesis,
se trata de rememorar esa cualidad histórica del movimiento sindical
chileno que le ha permitido hacerse portador de los anhelos de las grandes
mayorías nacionales y superar esa dimensión corporativa que anula su
potencial transformador.
40
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Revista Alternativa
del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Alternativa NO 25, 2007: 41 - 60 / Instituto de Ciencias
Alejandro Lipschutz
La industria Electrónica en Chile.
Elementos para su comprensión
Nelson Ruminot Pardo
El contexto
La comprensión de la industria electrónica en Chile y los procesos
que la han determinado en su estructura y evolución en el tiempo, es el
elemento central de análisis que trataremos de abordar en este artículo, el
cual es resultado de un estudio más amplio desarrollado por el equipo de
investigación laboral ICAL, y encargado por CONSTRAMET durante el
primer semestre del año 2007.
¿Cuál es la diferencia que existe entre las denominadas “Tecnologías
de la Información y las Comunicaciones” (en adelante TIC), y la industria
electrónica?; ¿cómo impacta la evolución productiva del capitalismo en
una escala mundial en las fuertes transformaciones sufridas por la industria
electrónica nacional? Y por último, ¿cuál es la relación entre la aparición
del neoliberalismo en Chile y Latinoamérica y el recorrido en el tiempo de
este sector industrial?
Para tratar de responder a estas preguntas, partiremos señalando que
las fuertes tensiones existentes entre los procesos de globalización y
los procesos de transformación productiva de la industria electrónica
chilena durante los pasados 40 años, pueden ser comprendidos desde
las reestructuraciones de la sociedad capitalista a nivel mundial, a través
de la renovación - evolución de los medios de producción y la relación
directa que ello implica con las relaciones de producción en una escala de
complejidad local y mundial.
Se trata entonces de la transformación de los medios de producción
en una escala planetaria, en la que ha sido denominada como la era
de la información, la Tercera Revolución Industrial o la sociedad
del conocimiento(). Transformación acelerada e influenciada por el
desarrollo de las tecnologías computacionales, de las comunicaciones
y la información, las que no solo han exigido una constante renovación
de su misma producción, sino que han hecho evolucionar al conjunto de
industrias y con ellas al conjunto de la sociedad.
Sociólogo, investigador ICAL
Manuel Castells, La era de información. Volumen 1. La sociedad red. (Siglo XXI editores, 2001).p.
41.
ICAL Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
41
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
En lo particular, la industria electrónica en tanto concepto, fue asociada
como una industria de industrias, o sea, la que crea los componentes
electrónicos necesarios para el desarrollo, producción y funcionamiento
del conjunto de las industrias. En sentido estricto, la definición de industria
electrónica para esta investigación las definiremos como la “la producción,
circulación y consumo de elementos que desde el campo de la ingeniería
y de la física se aplican al diseño y generación de circuitos electrónicos,
cuyo funcionamiento depende del flujo de electrones para la generación,
transmisión, recepción, almacenamiento de información, entre otros.
Las industrias electrónicas se transforman entonces, en el pilar para la
producción, comercio y distribución económica por excelencia. Al hablar
de ella hablamos de los componentes que posibilitan el funcionamiento de
industrias tales como transporte, alimentos, minería, maquinaria y aparatos
eléctricos, automóviles, electrodomésticos, maquinaria productiva,
maquinaria de oficina, contabilidad e informática, fabricación de equipo
y aparatos de radio, televisión y comunicaciones, equipo médico, equipo
industrial de defensa, industria aeroespacial, internet y juguetes, entre
muchas otras.
Esta fuerte presencia de la denominada “industria de industrias”, ha
provocado significativamente el crecimiento económico de la acumulación
capitalista, lo cual es explicado centralmente por el acelerado desarrollo de las
nuevas “tecnologías de la información y las comunicaciones”, (TIC), las que
han marcado el proceso de expansión y aceleración de la economía mundial,
principalmente desde principios de los años 90. Es así como al año 1995 las
exportaciones para equipos de oficina y telecomunicaciones representaban un
total mundial de 160 millones de dólares, mientras que al año 2004, esta cifra
se había acrecentado radicalmente hacia los 1.120 millones de dólares (). Este
crecimiento fue ampliamente sostenido por la expansión económica de los
países asiáticas, particularmente por el fuerte aceleramiento de la economía
china, la que concentraba al año 2004 el 62,5% de las exportaciones mundiales
en telecomunicaciones y equipos para oficina.
Su impacto y análisis al interior de la economía mundial, cobra entonces
una importancia estratégica, no solo para el funcionamiento y desarrollo
social, sino que para la mantención y superación de los niveles de vida
humanos, en las expectativas de los diversos países y por supuesto, al
interior de sus multirelaciones de poder. En definitiva, es una industria que
OIT: La fabricación de componentes electrónicos para las industrias de las tecnologías de la información: El cambio de las necesidades con respecto a la mano de obra en una economía mundializada.
Ginebra 2007. p. 24.
42
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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ha logrado y logra afectar al conjunto de relaciones no solo industriales o
comerciales, sino que sociales, culturales y políticas, básicamente por su
gran amplitud y requerimiento de la vida cotidiana de los sujetos.
Esta estrecha y compleja relación entre expectativas para el desarrollo
económico mundial y las industrias electrónicas, se explica esencialmente por
la fuerte diversidad en la productividad y comercio. En este sentido, la industria
electrónica se coloca al centro de la revolución de los medios de producción
de la sociedad capitalista contemporánea. Primero, como una revolución en
evolución constante y en segundo término, atrayendo una reestructuración
global ante la cual las industrias solo pueden tratar de aprovechar al máximo
la eficiencia y capacidad de las transformaciones técnicas, lo que las hace
competir en un nivel en el que la sociedad capitalista ya no solo comienza
a depender de las relaciones de producción más locales, sino que supera la
lógica de dependencia precedente de los estados nacionales. Esto las instala
en una relación de desarrollo auto reproductivo de proporciones planetarias
y en relación directa con las demandas generadas desde los mercados a los
individuos y viceversa. Este proceso viene a ser transversal al conjunto de la
vida, afectando las identidades, valores, la cultura y los niveles elementales
de sociabilidad históricos. Esto genera profundos cambios en las relaciones
sociales y de interacción, agudizados y tensados fuertemente desde una
globalización extremadamente neoliberalizada.
La evolución de la industria electrónica hacia las TIC ha sido el proceso
que sintetiza precisamente esta evolución de la producción capitalista,
en tanto es una reforma necesaria para la expansión de las industrias y
mercados a través de la eliminación de las fronteras no solo industriales
sino que sociales y culturales. Esto ha posibilitado la instalación de un
mercado mundial controlado por multinacionales que, en su conjunto,
dependen tecnológicamente de las industrias primarias de desarrollo
tecnológico, como por ejemplo la Microsoft.
De esta manera, se instala la existencia de una relación entre el
ciudadano/cliente en una esfera mundial, directamente con la empresa
proveedora de servicios o el mercado mundial. Superando las trabas
burocráticas/reguladoras del estado, en un proceso que viene a explicar
el poder desestructurante/estructurante de esta industria. Desestructurante
en tanto disuelve la estructura clásica de contrato social entre el individuo
y el estado, ya que las necesidades de los ciudadanos potenciadas por el
mercado son más altas que las regulaciones que el estado pueda colocar
para el normamiento de las relaciones del mercado. Estructurantes en tanto
conforman un nuevo código motriz en la relación social establecido desde
la relación cliente/mercado mundial.
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43
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
El desarrollo de la “industria de industrias”, posibilita precisamente la
existencia de un mercado mundial supra-nacional, incontrolable para los
países. Esto genera fuertes disociaciones entre las demandas locales de los
ciudadanos, en este caso chilenos, y las tensiones/decisiones que el estado
debe tomar ante las señales emanadas desde el mercado. Esto debilita su
legitimidad y representatividad, haciendo caer con esto a la democracia en
una crisis que la coloca en contradicción con el neoliberalismo. Hablamos
por tanto de la existencia de una contradicción entre neoliberalismo y
democracia. Contradicción, en definitiva, entre el propiciamiento de un
mercado mundial omnipresente que genera fuertes desigualdades económicas,
sociales, culturales derivadas de la relación de este con los individuos, y la
posibilidad de estos de participar en la toma de decisiones ().
Es así como hoy día Bill Gates -dueño de Microsoft y el segundo
hombre más rico del mundo- se dirige a los ciudadanos del mundo cada
vez que su producto windows es lanzado al mercado en una nueva versión,
anunciándoles sus ventajas y beneficios. Así, se supera o traslada el vínculo
mercado-estado-ciudadano hacia una nueva relación mercado mundial/
cliente. En esta relación, el estado juega un rol secundario de observador
incapaz de participar en la relación, sino tan solo como un actor o sistema
instrumental a ella.
Son las TIC entonces el nuevo motor de la expansión capitalista
y en este sentido su amplitud en tanto paradigma industrial (“industria
de industrias”), las ubica en una relació n de poder compleja para las
democracias representativas neoliberales de Latinoamérica, sobre todo por
su capacidad de estructurar los modos y lógicas de vida como por su auto
creada necesidad de los otros (estado, industrias, ciudadanos/clientes). En
esta característica, todos dependen del mercado y el mercado depende para
su expansión del desarrollo de las TIC.
El desarrollo de las TIC en el mundo
Ahora bien, el desarrollo de las TIC ha cobrado fuerza desde la segunda
mitad del siglo XX, insertándose con poderío en el escenario mundial
y sumándose a una serie de cambios que en el ámbito de la política, la
economía y la organización de la sociedad se habían ido afianzando. En
este sentido, Castells() sostiene que el factor histórico más decisivo para
comprender el paradigma de estas tecnologías e inducir sus formas sociales,
fue y es, el proceso de reestructuración del sistema capitalista emprendido
desde la década de los ´80 en su traspaso hacia la sociedad neoliberal.
Manuel Castells, La era de la información. Economía sociedad y cultura, Vol. 1 la sociedad red. (Siglo
XXI Editores México, 2001) p. 86.
Manuel Castells, La era de la información. El poder de la identidad, Vol; 2. (Siglo XXI Editores
México. 2001). p. 15
44
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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Es así que el desarrollo y expansión de las TIC no puede explicarse en
términos meramente tecnológicos. Este fenómeno debe ser analizado desde
una perspectiva que resalte el papel cardinal que juega en la ruptura de la
matriz Estado-nación latinoamericano, donde la confluencia de factores
económicos y políticos junto con los tecnológicos, permiten el despliegue
de un nuevo modelo de acumulación post industrial ().
“Esto debe entenderse bajo el acelerado despliegue de las TIC en el
marco de los cambios generados por las necesidades de recomposición del
proceso de acumulación de capital y la mutación del patrón tecnológico,
económico y social del mundo industrial, principalmente electrónico,
experimentados en las tres últimas décadas del siglo XX. Contexto
en el cual la información se consolidó como una materia prima y una
mercancía fundamental, generando una nueva dinámica social centrada
en los conflictos que condicionan su producción, distribución y consumo
masivos” ().
Es así, que este nuevo modelo de sociedad llamado entre otros
“sociedad de la información o del conocimiento” gira alrededor de los
mecanismos de producción, circulación y consumo de la comunicación,
pero centralmente de las herramientas que posibilitan el acceso de los
individuos a comunicarse. Esto se produce por ejemplo a través de procesos
de desanclaje y reanclaje social como formas de construcción del sentido y
la identidad social (), o de niveles de acoplamiento estructural, posibilitados
por los procesos de autopoiesis de los sistemas sociales, de interacción o
psíquicos (). Esto es fundamental para comprender la importancia que la
comunicación juega al interior de las relaciones sociales, pero también al
interior de la base material capaz de soportarla. En este sentido, al interior
de la infraestructura necesaria para utilizarla, podremos comprender
porque estas tecnologías y su disponibilidad se encuentran en la base del
proceso de reestructuración socioeconómica del capitalismo hacia una
sociedad neoliberal y constituyen un factor central para el conjunto de la
sociedad.
En este contexto, las TIC determinan una nueva configuración del
espacio y el tiempo, siendo cada vez más determinantes en todos los planos
de la sociedad moderna, incorporándose progresiva y vertiginosamente en
sus diversos ámbitos y produciendo múltiples impactos.
Manuel Antonio Garretón, La sociedad en que vivi(re)mos. Introducción sociológica al cambio de
siglo. (Ediciones LOM, Santiago, 2000) p. 72.
Josefina Vaca Liliana, “Las Tecnologías de la Información y las comunicaciones en la Argentina. Un
enfoque Regional”. Revista Venezolana de Gerencia /Vol. 7. Pág. 146.
Anthony Giddens , Modernidad e identidad del yo. (Península, Barcelona 1994).
Niklas Luhmann, Observaciones de la modernidad racionalidad y contingencia en la sociedad moderna. (Ediciones Paidos, Barcelona 1997).
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Los cambios en las características y formas de comunicación se
ejemplifican a través del desarrollo que ha adquirido la red internet, lo
que ha dado en llamarse las “generaciones multimedia” o “punto com”,
permitiendo extender el ámbito de la comunicación electrónica a distintos
dominios: el hogar, el trabajo, el comercio, la educación, el entretenimiento,
el poder, entre otros.
La extensión e importancia que adquirió la red son hoy día poco
cuestionadas y ampliamente estudiadas, reconocidas por el conjunto de la
sociedad como un elemento que cada vez es más necesario para el desarrollo
de la vida de los individuos. Por lo mismo el reconocimiento desde el mundo
empresarial ha sido rápido y sin cuestionamientos participando masiva y
activamente en la expansión de su uso. De esta manera, la modalidad de
comercio electrónico y otras conexas se convirtieron en la estrategia obligada
a la hora de desarrollar cualquier emprendimiento comercial. Por ejemplo,
según cifras de la Avocación de Industrias electrónicas. En Chile al año 2002,
el 41,8% de las PYMES contaba con computador y conexión a internet, esta
misma cifra al año 2006 llegaba al 88,9% de estas empresas (10)
Evolución Histórica de la Industria Electrónica en Chile
La industria electrónica en Chile, tampoco puede entenderse aislada
de los procesos políticos, económicos y sociales que han caracterizado la
historia del país y la reestructuración capitalista, principalmente durante
el siglo XX. Ellos han influido fuertemente en sus cambios y tendencias.
Es así como la entrada del neoliberalismo desde 1975 en adelante, fue un
proceso determinante para la comprensión del proceso de reestructuración
del conjunto de la estructura productiva del país, porque, al igual que en
el resto de Latinoamérica, significó una reestructuración particular en el
modo de concebir a este sector industrial.
Históricamente, podemos constatar la presencia de cuatro subsectores
que han dado cuerpo al desarrollo de la industria electrónica chilena, a
saber, consumo, telecomunicaciones, medición - control e informática.
Hoy día, la industria electrónica en Chile esta esencialmente asociada
al subsector de las telecomunicaciones e informática. Esta se caracteriza
por una fuerte oferta de servicios y su expansión en el desarrollo social a
través de la vida cotidiana de nuestros ciudadanos en la relación cliente
/mercado.
Esta afirmación se enmarca dentro de la historia productiva y comercial
de una industria que comenzó fuertemente ligada a los procesos de
producción de manufacturas, esencialmente de consumo (principalmente
46
10
AIE, Balance 2005, en la URL. www.aie.cl/asamblea/2006/balance2005pdf
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radio y televisión), llevando a este subsector a dominar el mercado
nacional crecientemente. Con todo, la industria electrónica nacional
se ha caracterizado históricamente por presentar niveles de desarrollo
extremadamente bajos en relación a otros procesos industriales en lo que a
manufacturas se refiere. Esto ha estado estrechamente vinculado al fuerte
proceso de variación de políticas macro y micro económicas, las cuales no
han logrado orientar establemente el desarrollo de la industria, generando
constantes procesos de reinvención de las manufacturas y servicios. Pero,
por sobre todo, ha estado vinculado a la ausencia de políticas sectoriales que
visualicen las condiciones estratégicas del sector para impulsar la industria
nacional, con objetivos reales para alcanzar el desarrollo del país.
Estructura de la Industria Electrónica en Chile por años y presencia
de subsectores.
Años
Industria Física
De Consumo
Industrial
(Medición y
Control)
TIC
Telecomunicaciones
Informática
1930-1939
1940-1949
1950-1959
1960-1969
1970-1979
1980-1989
1990-1999
2000-2007
Fuente: elaboración propia proveniente de múltiples datos secundarios del sector público, privado e
investigaciones académicas.
Mientras se logró aplicar exitosamente una política de industrialización
vía la sustitución de importaciones en industrias como por ejemplo
la textil, la ausencia de políticas sectoriales que involucraran o
perspectivaran la complejidad de la industria electrónica, no permitió
desarrollarla acertadamente, producto, entre otros factores, de la ausencia
de especialización científica y de conocimiento técnico. De esta forma,
en los momentos de liberalización del mercado, la pequeña industria
electrónica nacional no se encontraba en condiciones de competencia en el
mercado local ni menos en el internacional, desapareciendo por completo
y dando paso a la instalación de las TIC como nuevo paradigma de la
electrónica en Chile, pero desde una producción exclusiva del servicio de
telecomunicaciones.
El nacimiento de la industria electrónica nacional se ubica alrededor de
1931, con el establecimiento de la marca RCA, la que se va a especializar
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47
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en la producción de aparatos de radio. La siguiente industria surgió en
1937 con el nombre de Estándar Electric, la que además de la armaduría de
radios, incorporó la de algunos elementos para las telecomunicaciones. En
esta misma época aparece Philips Chilena (1937), que presentó novedades
en cuanto a los modelos e inició trabajos con discos fonográficos y
ampolletas (11).
Este nacimiento de la industria electrónica estuvo determinado en
términos económicos por la existencia de un mercado en expansión
limitado, tanto por el poder adquisitivo como por la instalación de las nuevas
tecnologías al interior de la ciudadanía. El fomento estatal hacia el conjunto
de las industrias a través de la política de sustitución de importaciones y
posterior creación de la CORFO, fue el gran alimentador de la existencia
de una industria de consumo que se mantendrá en crecimiento, a pesar
de los vaivenes de la economía mundial y local hasta finales de los 70,
momento en que la aparición del neoliberalismo terminó por extinguirla
radicalmente, dando paso a la industria de servicio de las TIC.
El proceso de sustitución de importaciones impulsó el desarrollo
acelerado de la industria electrónica a través del fomento de la industria
de consumo, principalmente de radios y posteriormente de televisores,
forma como se incorporó la tecnología a la vida cotidiana de los chilenos.
Este proceso se llevó a cabo esencialmente a través de la distribución de
divisas para la importación de los elementos no producidos en el país, pero
integrantes de la cadena productiva.
El Estado, conforme a la política de sustitución de importaciones,
distribuía las divisas para la importación de los elementos necesarios
no producidos en el país, y fijaba una fuerte protección aduanera para
aquellos componentes que podían fabricarse localmente. Aun así, las
cifras de producción eran tremendamente bajas si las comparáramos con
la producción industrial de hoy, pero muy significativas ya que nos hablan
de los primeros electrodomésticos distribuidos a nivel nacional, en un
contexto en el que la posesión de aparatos electrónicos era símbolo de
status y poder, a los que solo podían acceder la clase dominante y las elites
gobernantes.
Podemos distinguir el desarrollo de la industria electrónica nacional
entre 1931 y 1976, por el fuerte nivel de protección de la industria nacional,
a través de impuestos arancelarios específicos a los productos extranjeros,
que eran igualmente producidos en el país. Esta política fue aplicada en el
marco de la necesidad de industrialización vista como forma de alcanzar el
48
Carmen Gloria Larios Cordero, “Transformación productiva y competitividad de la industria
electrónica nacional”, tesis Universidad de Chile, Departamento de Ingeniería Industrial, 1990, p.18
11
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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progreso. Fue entonces que la política de sustitución de importaciones se
instaló como el motor de respaldo a la producción electrónica nacional, en
donde la evolución de la industria era sostenida producto del cada vez más
acelerado despegue tecnológico, pero aún no suficiente para una explosión
del sector.
A mediados de la década del ‘50 se incorporó en Chile, hasta cerca
de 1960, un pequeño lapso de liberalización de las importaciones, como
forma de enfrentar la creciente demanda interna y de estimular la expansión
tecnológica. Este proceso tuvo consecuencias ampliamente negativas
desde el punto de vista tecnológico y de la elaboración de productos,
llegando algunas empresas incluso a suspender la producción debido a la
poca capacidad de sostener una competencia con los productos elaborados
en el extranjero.
En 1958, a través de la ley 13.039, se establecieron franquicias para
Arica con el fin de poblar esa ciudad limítrofe. Al amparo de esta ley se
instalaron una serie de armadurías de televisores, radios, radio fonógrafos,
etc, con el objeto de entregar fuertes ventajas tributarias y arancelarias a los
capitales inversores respecto del resto del país(12). El desarrollo productivo
en Arica como parte de la comprensión de un necesario polo productivo
con miras a la expansión de la industria, se vio fortalecido a través de la
entrega de franquicias que permitieron a los capitales nacionales funcionar
con una balanza comercial positiva. O para entenderlo de mejor forma,
con una diferencia en el precio de los artículos importados a menor costo,
producto de la baja de aranceles planteadas en una ciudad con libertad
arancelaria.
Las firmas que se instalaron en Arica fueron Mellafe y Salas con radios
tocadiscos y artefactos eléctricos; Bolocco, con productos similares, más
grabadoras de cinta magnética; Leopoldo Sanz, más tarde filial de la RCA,
con los mismos productos más instrumentos musicales electrónicos y
acondicionadores de aire. La importancia de estas empresas establecidas
en Arica fue relativamente baja hasta 1962, año del mundial de fútbol,
hecho de bastante importancia para el desarrollo del subsector de consumo,
producto del explosivo aumento de la demanda de aparatos de radio, pero
fundamentalmente de televisores.
Hacia 1961 se introduce nuevamente en Chile la óptica de fuerte
protección arancelaria, lo que permitió un nuevo resurgimiento de la
industria electrónica de consumo nacional. Es en este momento cuando
variados capitales nacionales presentaron al gobierno la solicitud de
12 Larios Cordero, ibid, p. 25.
49
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permisos para el armado de televisores, lo que hizo considerar seriamente
al gobierno la necesidad de planificar este sector industrial.
De esta forma, se creó en 1965 la comisión para el desarrollo de la
industria electrónica, con el objeto de generar políticas públicas para el
sector y racionalizar la producción de aparatos electrónicos, estableciéndose
mayores exigencias a la integración de partes y componentes nacionales,
política que nuevamente fue acompañada por la elevación de los aranceles
de aquellos productos en los que se buscaba sustituir las importaciones por
la producción nacional.
Adicionalmente y por primera vez, este proceso de desarrollo de
la industria fue apoyado por la capacitación entregada por CORFO a
través de INACAP y el centro nacional de entrenamiento en electrónica
(CENET), el cual capacitaba a personal para el desarrollo electrónico en
conjunto con el manejo de las telecomunicaciones. Estos elementos son
cruciales, en tanto fue el único momento en la historia del país en el cual
se apostó por la generación de políticas sectoriales que permitían pensar al
sector y comprender su ubicación estratégica para el desarrollo industrial
nacional.
Entrando de lleno al gobierno de la Unidad Popular, el ejecutivo, con
el objetivo esencial de colocar al alcance de los sectores populares todas
las manifestaciones de la cultura, y considerando que la televisión era una
herramienta de desarrollo cultural, “propuso el programa del televisor
popular” (13), el cual contemplaba la fabricación de 130.000 televisores de
12”. La mayor parte de esta fabricación la realizó IRT y la totalidad de los
elementos semiconductores fueron proporcionados por ELECNA.
De esta forma, en los años 1970-1973 se puso énfasis en los cambios
estructurales de propiedad y de control en la industria, creándose el área
social y fomentándose la nacionalización de la propiedad extranjera. Las
políticas de fomento a la producción industrial pasaron a un segundo
plano. La empresa IRT, por ejemplo, se transformó en una empresa de la
CORFO.
En el año 1974 se inició el proceso de liberalización del comercio
exterior y un programa de rebajas tarifarias, lo cual se vio profundamente
acrecentado con la imposición del modelo neoliberal desde el año 1975,
teniendo una expresión directa con la nueva política cambiaria seguida
entre los años 1979 y 1982. Como un efecto combinado de los menores
aranceles y el abaratamiento del dólar, se produjo una disminución
considerable en el costo de importación de los bienes electrónicos. Estos
50
13
Larios Cordero, ibid.p.32.
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Gráfico 1
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bienes, que con anterioridad eran prácticamente imposibles de importar
(por los elevados precios a los que debían venderse en el mercado local),
irrumpieron masivamente en el comercio y dejaron sin oportunidad alguna
de competir a la producción nacional, dado sus mayores costos, y a menudo
menor calidad, producto de su atraso tecnológico.
La importación masiva de bienes, entre ellos los electrónicos, se vio
también favorecida por el cuantioso endeudamiento externo en que
incurrió el sector privado, especialmente en 1980 – 1981, el que permitió
una fuerte expansión del crédito interno, incluyendo el destinado a bienes
de consumo.
Producción de Consumo 1962-1988
400
300
Productos en
m iles de
unidades
200
100
0
62 65 70 75 80 85 88
Fuente: Elaboración Propia a base de datos de Larios Carmen ,1990.
La producción local presenta tendencias al alza hasta 1972, pero en 1973
tuvo una caída debido al grado de incertidumbre existente, repuntando
al año siguiente. La introducción del neoliberalismo en 1975 marcó la
disminución de la producción, hasta llegar a la situación actual de nula
producción. Este hecho marcó el declive de la industria electrónica de
consumo, pero este proceso que en lo medular es originado por el cambio
de políticas macroeconómicas, va a incentivar la participación privada en
el control de empresas estratégicas. Una de estas va ha ser la empresa
nacional de telecomunicaciones representada por CTC y ENTEL, las
cuales son parte del conjunto de privatizaciones de este subsector.
En la medida en que el subsector de las telecomunicaciones se fue
desarrollando, las fronteras que lo separaban de la industria electrónica
tradicional se desvanecieron completamente, producto esencialmente de
la incorporación de la internet y la telefonía a los procesos productivos y
de comercio, como también por la fuerte vinculación que los une a ambos
con la informática. Por otra parte, la industria electrónica de medición
y control logró un cierto grado de desarrollo, pero no alcanzó niveles
significativos.
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La Industria electrónica de medición y control
Denominaremos industria de medición a un subsector de la industria
electrónica que se logró desarrollar al alero del proceso de apertura
neoliberal, producto de la especialización en la adecuación de los
componentes electrónicos necesarios para el mantenimiento de la industria
de extracción de materias primas, esencialmente cuprífera y forestal. Con el
paso del tiempo, este subsector de la industria nacional ha logrado alcanzar
un notable crecimiento en la fabricación de componentes, llegando incluso
a exportar componentes elaborados a países del cono sur como Perú y
Argentina. Esto se posibilitó por un fuerte financiamiento de la industria
extractiva nacional, la cual ve en la inversión técnica profesional una ventaja
comparativa clave para el sostenimiento y crecimiento de su industria.
Cabe señalar que para el caso particular de la industria de medición
y control, su crecimiento no ha estado ligado a una política nacional
industrial o de impulso al conocimiento científico técnico. Por ejemplo,
para la Gran Minería del Cobre, (esto a pesar que CODELCO es una
empresa estatal), las iniciativas para el desarrollo de un sector industrial de
importancia estratégica para el país, al igual que la minería, la pesca o el
sector forestal, ha dependido exclusivamente de la necesidad empresarial
de mejorar sus ventajas comparativas.
La industria electrónica de medición y control apareció en la década de
1980, como respuesta a la necesidad generada por la alta demanda interna
por adecuar los componentes electrónicos necesarios para el funcionamiento
de las industrias del país, en el marco de una política de apertura de las
exportaciones, desarrollada desde la aplicación del modelo neoliberal.
Como lo señaláramos con anterioridad, la industria de medición y control
se ha encargado centralmente del adecuamiento de las tecnologías de las
maquinarias y productos importados para el funcionamiento de estas en los
demás sectores productivos de la industria nacional, ya sea de extracción
o elaboración.
Este desarrollo fue vigorosamente posibilitado por representar a una
industria ampliamente técnica y de producción especializada, pudiendo
soportar de mejor forma la competencia del libre mercado, debido a
que contaba con ventajas comerciales, como el conocimiento del sector
productivo nacional y las necesidades tecnológicas de nuestra industria en
un terreno que para las empresas extranjeras se tornaba difícil de abordar
inicialmente.
52
Esta se transforma en la principal característica de la industria, ahora
altamente especializada dirigida a una producción no masiva de bienes
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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y que hoy por hoy, trabaja esencialmente en la fabricación original de
equipos, comercialización de servicios, soluciones electrónicas, integración
electrónica, fabricación de diversos tipos de componentes electrónicos,
venta directa de componentes y herramientas electrónicas, servicios
de consultoría, generación de enlaces para equipos, comunicaciones
industriales, creación y readecuamiento de software, entre los más comunes.
De esta forma, las empresas de la industria electrónica de medición y control
han diversificado su producción, apuntando mayormente al desarrollo
tecnológico y a la investigación en nuevas tecnologías.
La Asociación Chilena de Industrias Eléctricas y Electrónicas (AIE)
es la principal asociación empresas electrónicas del país, concentrando
según sus cifras al 70% de la industria del sector. Para AIE, la síntesis
del trabajo realizado por sus empresas asociadas a la electrónica se puede
explicar bajo el concepto de soluciones electrónicas, las cuales se generan
en los más variados mercados: minería, forestal, salmón, retail, servicios,
defensa, pesca, vitivinícola, petroquímica, agro, por nombrar algunos.
Las principales actividades que realizan las empresas socias de AIE a la
industria chilena, son los relacionados con el aumento de la productividad,
el mejoramiento de la calidad de los productos y mejoras continuas de los
procesos productivos a través de la integración y la creación de software,
así como la automatización y la comunicación industrial, en conjunto con
soluciones electrónicas.
Ventas de la industria electrónica de medición y control en Chile, por
demanda Industrial, año 2005.
Fuente: AIE. 2005, Balance.
Como podemos ver representado en el gráfico nº2, obtenido del
balance 2005 de AIE, los sectores minería y forestal lideraron las compras
de la industria electrónica, con una participación del 22,5% y 10,3%,
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respectivamente, gracias a los grandes proyectos mineros y aumento en la
inversión en equipos de productividad y eficiencia, lo que impulsó en la
industria a un crecimiento del 17%. Este crecimiento viene precedido de
un 14% y 9% de crecimiento en 2004 y 2003, respectivamente.
De estas cifras, las principales ventas del sector minero se concentran
un 22% en equipos eléctricos y de iluminación, 20% en equipos y
herramientas de instrumentación, 13% en productos de automatización y
control industrial, entre otros; en cambio el sector forestal concentró sus
adquisiciones en un 38% de equipos y herramientas de instrumentación,
un 26% en equipos eléctricos y de iluminación, un 16% en productos de
automatización y control industrial, por nombrar algunos (14).
La industria electrónica muestra un crecimiento sostenido en los últimos
años, influido fuertemente por la alta demanda de la industria forestal y
minera (cobre). Esto producto del amplio crecimiento en los últimos años
de estos sectores, generando una alta demanda de componentes electrónicos
y de implementación de nuevas tecnologías. El crecimiento de la industria
electrónica ha sido constante, lo que permite que las empresas exporten
tecnología. De aquellas que exportan, el 16% de sus ventas tal como lo
señaláramos, va al extranjero, principalmente Latinoamérica.
El crecimiento de la industria lo podemos ver representado en el total de
ventas registradas por la industria electrónica en soluciones electrónicas y
comunicaciones, que ascendieron a $61.487 mil millones de pesos durante
el 2005, confirmando un crecimiento del 17% en el 2005, y un 14% en el
2004 (fuente AIE). En relación a la participación en el conjunto de soluciones
entregadas a la industria nacional por las empresas del sector, estas tienden
a centrarse en los procesos de instrumentación y automatización.
Respecto a las líneas de negocios de las empresas del sector, estas
se distribuyen en la siguiente proporción: el 23 % son empresas
comercializadoras; el 21% se dedica a la integración; el 16% fabrica alguna
solución; el 14% se dedica a la venta de componentes y herramientas;
un 14 % realiza actividades de servicios y consultoría; y el 12% tiene su
negocio en la fabricación original de equipos. Las empresas electrónicas
abastecen un 30% en soluciones del área de instrumentación; 18% en
sistemas de automatización, 13% en fabricación de componentes, 11%
en equipos eléctricos, 8% en consultoría e ingeniería, 7% en tarjetas y
componentes, 5% son equipos de comunicaciones, 5% en respaldo de
energía, 2% son soluciones de software, y 1% son equipos para enlaces
inalámbricos. Ahora bien, según AIE, cabe destacar que el 67% del total
54
14
AIE, Memoria: 2006 en la URL. www.aie.cl/asamblea/2007/memoria2006
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de productos vendidos son importados, estimando que dos tercios de las
soluciones implementadas en la industria nacional, son realizadas por la
industria internacional. Por ello la producción nacional física de productos
queda representada solo en un tercio de la demanda interna.
La producción distribuida en sectores geográficos esta delimitada
por los grandes centros productivos, el complejo industrial de Santiago,
la II región representada por la gran minería del cobre y la VIII región
representada por el sector forestal y la pesca industrial.
La Revolución de las TIC en Chile, su impacto en la sociedad
y la Industria electrónica
Una vez introducido el neoliberalismo en Chile, el proceso de desarrollo
para el subsector de las telecomunicaciones consistió en privatizar su
infraestructura de soporte e incentivar el desarrollo de la competencia entre
los distintos actores privados, como forma de incrementar la infraestructura
necesaria para sostener el desarrollo de las TIC. En primer lugar y para este
artículo, definiremos a las TIC como el conjunto de bienes que cumplen
la función de procesar y utilizar procesos electrónicos para detectar, medir
y/o recoger fenómenos físicos o controlar procesos físicos, que tienen por
objeto comunicar información. El porcentaje de participación en el PIB
de las TIC en Chile corresponde hoy día al 4% del total del nacional,
registrándose una relación de estabilidad importante durante la primera
década del siglo en tanto su participación en el mercado nacional.
Relación entre el PIB nacional y el porcentaje de participación de las
TIC
Fuente: ACTI, 2006
Dentro de las TIC, el sector de los servicios en telecomunicaciones se ha
transformado en el motor del crecimiento del mercado. De esta forma, del
97% del conjunto de la producción de servicios, las telecomunicaciones
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55
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
bordean hoy día el 60% de participación, correspondiendo el 25%
netamente al sector de los servicios, el 11% al comercio y el restante a
otras actividades TIC.
La política de TIC en Chile ha estimulado un acelerado desarrollo de
la infraestructura de telecomunicaciones, lo que guarda relación con el
incremento de aparatos de la industria electrónica para la instalación del
soporte necesario de la sociedad de la información y el conocimiento.
Esto es debido esencialmente a la neoliberalización del mercado, a la
privatización de las principales compañías de telefonía fija y de larga
distancia a fines de los ochenta, y a la aplicación de un marco regulatorio
que fomentó la inversión extranjera y la competitividad de capitales
sin ningún nivel de trabas económicas. De esta forma, la inversión
en telecomunicaciones ha sido creciente, de la mano con un subsidio
implícito por parte del Estado con lo cual ha aumentado el peso del sector
en la economía nacional.
Las ventas registradas por las TIC en Chile muestran un aumento
explosivo, que va desde los 300 millones de dólares en 1989, a los 900
millones de dólares en 2003, llegando a su punto más alto de ventas -1
billón de dólares- en 1997,1998, 2000 y 2001. Estas ventas representas
al conjunto de mercado de las TIC y por tanto agrupan tanto a las
telecomunicaciones como a la informática en todas sus variantes (15).
Para el caso de la distribución empresarial del sector de las TIC, este
se encuentra ampliamente monopolizado por Telefónica. Es así como las
empresas transnacionales controlan el 78% del mercado nacional, mientras
que las pequeñas y medianas el 19% y la microempresa solo el 3% del
mercado. Esto genera una relación de dependencia absoluta de las TIC
particularmente con el monopolio de Telefónica S.A.
Evolución histórica de las TIC en Chile
En un contexto en el que la política de estabilización obligaba al
gobierno a mantener tarifas por debajo de la inflación, lo que imponía
pérdidas sobre las empresas estatales, en 1978 se anunció una nueva
política de telecomunicaciones, que enfatizó la importancia del sector en
el desarrollo económico nacional, evidenciando los niveles estratégicos
de sus posibilidades. Predominó la importancia del sector privado en esta
dinámica y la necesidad de eliminar el trato especial a la empresa estatal y
nacional. Sin embargo, fue recién con la Ley General de Telecomunicaciones
(Ley 18/168 de 1982), y sus posteriores modificaciones, que se crearon al
Gobierno de Chile: Subsecretaría de Economía. II encuesta nacional de las Tecnologías de la Información en Chile. 2006. (Subtel: 2006). p. 32
15
56
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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igual que lo ocurrido en el sector eléctrico, los incentivos y las condiciones
para la privatización del sector (16).
La principal compañía de las telecomunicaciones era la Compañía de
Teléfonos de Chile (CTC), la que fundada en 1930, recibió siempre una
fuerte influencia del sector privado, como es el caso de la International
Telephone and Telegraph (ITT) que participó desde 1930 a 1974 con un
80% del capital, el Estado por su parte controlo solo el 20% (17). En 1971
esta empresa fue intervenida, en el contexto del programa de estatizaciones
del gobierno de la Unidad Popular. En 1974 la CORFO adquirió el 89% de
las acciones que en ese momento eran de propiedad de la ITT, en una clara
muestra de la poca claridad en ese momento de las políticas económicas de
la dictadura. Como filiales de CORFO, las empresas formaron un “holding”
repartiéndose el mercado de la telefonía, donde CTC participaba con el
100% del mercado de telefonía local y ENTEL con el 100% de telefonía
de larga distancia nacional e internacional.
El traspaso de las empresas de telecomunicaciones al sector privado
entra en el contexto del programa de privatizaciones del período 1985 1989, con posterioridad a la crisis de 1982, en momentos en que el gobierno
requería reactivar los sectores de exportación, para superar por un lado la
fuerte restricción externa y por otro conseguir recursos fiscales adicionales
para mantener el equilibrio macroeconómico.
En cuanto al objetivo específico de la privatización de las empresas de
telecomunicaciones, este se relacionó con el generamiento de la estructura
material capaz de soportar la instalación de los niveles más álgidos de
desarrollo cultural, político y social del mercado neoliberal, ayudando con
esto a la profundización del código axial cliente mercado mundial.
El proceso de privatización comenzó en 1981 “…con la privatización de
proveedores regionales de CTC, vendiéndolas a inversionistas nacionales
(Transradio Chilena), con lo que se formó la Compañía Nacional de
Teléfonos. En 1986 se vendió bajo el sistema de licitación pública la empresa
Telex-Chile, antigua Correos y Telégrafos. En ese mismo año se vendieron
a través de la Bolsa de Comercio, paquetes de acciones que totalizaron
el 30% de ENTEL, las que fueron adquiridas por las Administradoras de
Fondos de Pensiones. En 1987 comienza el proceso de venta de CTC,
con la incorporación de los trabajadores como accionistas (6,4%), las AFP
(7,6%), los suscriptores (1%) y otros privados 10%” (18).
Graciela Moguillansky, Las reformas del sector de Telecomunicaciones en Chile y el comportamiento de la Inversión. (CEPAL, Santiago 1998).En la URL http://www.eclac.cl, p.11.
17
Ibid.
18
Ibid.
16
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La infraestructura de las TIC en Chile.
Al referirnos a la infraestructura de las TIC, nos referimos esencialmente
al soporte que la industria electrónica genera para su funcionamiento. La
infraestructura de las tecnologías de la información ha mostrado avances
sustantivos en los años recientes, como resultado esencialmente del proceso
de globalización y del desarrollo de políticas públicas que en todos los
niveles han logrado generar ritmos de competencias acelerados. Estos
ritmos de competencia logran introducir ampliamente la infraestructura
necesaria para los soportes de la relación mercado/cliente y en este sentido,
el Estado solo aparece como un organismo facilitador de la integración sin
trabas del desarrollo mercantil.
La ausencia de una política pública capaz de dirigir esfuerzos hacia el
despegue económico desde una segunda fase exportadora, pareciera ser la
limitante más particular para un proceso de plena integración de todos los
sectores sociales, al proceso de utilización masiva de las TIC como parte
fundamental del desarrollo de la vida de los individuos. De esta forma, la
entrada en vigencia del neoliberalismo en Chile produjo transformaciones
relevantes para la industria electrónica nacional, que terminaron por
afectarla trascendentalmente, destruyendo la incipiente industria nacional
para transformarla en una industria de competitividad desde los servicios,
sustentada en las telecomunicaciones y la informática y en una menor
medida en el readecuamiento de tecnologías para industrias de extracción
de materia prima.
En definitiva la reforma aplicada desde el sistema neoliberal, no solo
afecta a la industria electrónica chilena, sino que generó transformaciones
en el conjunto de la sociedad, que la tienden a caracterizar como una
construcción mucho más compleja, controlada por la relación axiomática
mercado/cliente y en donde el estado ha seguido la estrategia de apoyar
ampliamente el vínculo de libertad mercantil. A la vez, con esto, genera
fuertes crisis democráticas en la representatividad de los intereses de
los ciudadanos/clientes, los cuales desde la construcción de sentido e
identidad cuestionan constantemente la legitimidad de la democracia al
verse ampliamente bombardeados por una sociedad poli contextual que
exacerba los valores del individualismo y la competencia como formas de
superación humana.
58
Las transformaciones de las cuales las TIC vienen a reemplazar y
superar a la clásica industria electrónica nacional son transformaciones
direccionadas en tanto política pública y en este sentido, podemos hablar
hoy día en Chile de una política que busca generar competencia como
herramienta de sustento de las TIC, las cuales reemplazan y superan la
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industria electrónica nacional y dotan de sustento a la relación mercado
mundial / cliente.
A modo de Conclusión
1. El proceso estructural de apertura a las exportaciones aplicado como
política macroeconómica desde 1975 en adelante por la dictadura militar,
generó profundos cambios en la débil estructura de la industria electrónica
nacional asociada a la producción de bienes de consumo. A su vez permitió
la explosión masiva de la industria de las telecomunicaciones y con ello el
alto impacto que las TIC han desarrollado desde entonces en nuestro país.
Se elimina a la industria electrónica nacional existente (la de consumo), al
igual que la mayor cantidad de industrias de manufacturas, colocando un
fuerte acento en la explotación de materias primas como forma de obtener
resultados en una balanza de pagos global positiva. Pero que en lo concreto,
al asumir la doctrina económica neoliberal, se reemplazó la producción
industrial por la de extracción primaria y por una amplia y alta oferta de
servicios, que no solamente revoluciona las políticas macroeconómicas
sino que al conjunto de las sociedad chilena.
2. Esta relación se dió en el marco de un revolución mundial de los
medios de producción capitalista generadas desde el desarrollo de las TIC,
las que establecen una nueva relación supramercantil, en donde los estadosnación son incapaces de colocar trabas a su desarrollo, en tanto se ven
ampliamente superados por las demandas realizadas desde los individuos.
Asimismo, al instalarse el modelo de desarrollo neoliberal, se vieron
obligados a eliminar todo tipo de trabas a la relación de libre competencia
al interior del mercado. Lo anterior instala una nueva relación mercado/
cliente mundial la que genera fuertes crisis en los niveles de identidad y
construcción de sentido de los individuos.
3. Los niveles de dependencia en los países de la región respecto a la oferta
tecnológica es cada vez más amplia, en tanto existe una relación de dependencia
no solo en el consumo, sino que en todo el uso tecnológico de nuestros países.
De esta forma, la necesidad de invertir en investigación se torna vital para el
desarrollo de una industria que, hoy por hoy, es claramente estratégica para el
desarrollo de todos los países y en donde la relación desarrollo e investigación
se transforma en la formula central para lograrlo.
4. Chile es un país que no ha escapado a la fuerte dependencia tecnológica,
transformado a las TIC, las importaciones de productos, bienes y diversos
tipos de servicios, en la tónica de nuestro desarrollo. La relación de esta
dependencia y el cambio en las políticas macroeconómicas en 1975, tienen
una expresión en la fuerte apertura a las importaciones iniciada desde este
año y con fuerza desde los primeros años de la década de los 80.
ICAL Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
5. Las TIC se han transformado en la principal expresión de la industria
electrónica en Chile y con esto en la principal industria oferente de servicios
en el país. La relación con las necesidades de investigación y desarrollo son
centrales, lo que debe ser abordarlo en futuros estudios sobre esta industria
o las industrias manufactureras en su conjunto.
6. Aun no se ha comenzado a explorar la viabilidad de producir
tecnología de punta ligada a procesos más amplios que sean capaces de
sostener la importación de productos y eventualmente también exportar
no sólo materia prima, sino que también tecnologías y material elaborado.
Un elemento interesante a desarrollar acá tiene relación con la industria
de medición y control, que ha logrado hoy día proporcionar un tercio de
las necesidades en tecnologías y bienes de la industria extractiva nacional,
llegando incluso a exportar estos productos conocidos como bienes de
capital, a países como Argentina, Brasil y Bolivia.
7. En esta industria encontramos un lugar para las políticas públicas, y
para los esfuerzos mancomunados, en tanto que las empresas de extracción
primaria tienen importancia a nivel mundial. Por lo tanto, en la medida
que nuestra industria otorgue soluciones industriales a dichas empresas,
estará en condiciones de otorgar al conjunto de la industria procesos de alta
competencia y de soluciones industriales.
8. Otro punto importante de resaltar tiene relación con el tema ambiental.
Son notorios los fuertes niveles de contaminación alcanzados por los
componentes utilizados por esta industria en la confección de sus bienes
y productos. Esto producto de la explosión sostenida por la demanda de
productos electrónicos, lo que ha generado también una mayor utilización
de este tipo de basura tóxica, donde la presencia de químicos persistentes
y metales pesados se transforma en una constante. Cada año cientos y
miles de computadores televisores y teléfonos celulares son dejados en
desuso, lo que plantea interrogantes sobre el cómo abordar este problema.
Lo importante para nosotros, por el momento, es profundizar el análisis
de este tema, por lo que avanzar en estudios que apunten a este tipo de
conocimientos es hoy día una prioridad.
60
9. La industria electrónica ha sido caracterizada como una industria
de industrias, con una diversidad de productos y bienes, y donde parte
de estos bienes está asociado a las tecnologías de la información y las
comunicaciones. La industria se ha vuelto determinante no sólo en cuanto
a la oferta y demanda en los mercados a nivel mundial, sino que al conjunto
de la vida humana y sus relaciones sociales y culturales. Es necesario, por
tanto, desarrollar políticas para disminuir los niveles de dependencia que
actualmente existen.
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa
del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Alternativa NO 25, 2007: 61 - 91 / Instituto de Ciencias
Alejandro Lipschutz
“Porque esta vez no se trata de
cambiar un presidente...”
La Unidad Popular, Allende y las
elecciones presidenciales de 1970
Rolando Alvarez Vallejos Desde que Luis Emilio Recabarren fuera despojado de su cargo de diputado
en 1906, los partidarios del socialismo en Chile intentaron ocupar cargos
de elección popular para difundir sus posturas críticas al orden dominante.
Recién en 1921 el Partido Obrero Socialista logró que sus candidatos
Luis Víctor Cruz y Luis Emilio Recabarren fueran electos, ratificando la
importancia de la lucha electoral en el desarrollo político y programático
de la izquierda chilena (). Desde aquella época, los procesos electorales se
convirtieron en instancias que ayudaron a configurar la cultura política de
este sector político. Definidas como una tribuna para denunciar los abusos
del capitalismo y herramienta que permitía llevar a la práctica una pedagogía
política hacia un pueblo sumido en la ignorancia y embrutecido por los vicios
del sistema, poco a poco las elecciones fueron dando a la izquierda voluntad
de poder (). Así, convertida la izquierda en una alternativa realmente
competitiva desde el punto de vista electoral a partir de la década de los
treinta, las elecciones se convirtieron en el arma característica en donde
se desplegó la lucha política de la izquierda chilena durante gran parte
del siglo XX. Hitos como el triunfo de Pedro Aguirre Cerda en 1938 o la
recuperación de la legalidad del Partido Comunista en 1958, gracias a la
conformación del amplio acuerdo electoral conformado por el “Bloque de
Saneamiento Democrático”, constituyen momentos estelares para el avance
de las posiciones y planteamientos de la izquierda en Chile.
En este contexto, las cuatro campañas presidenciales encabezadas por
el líder socialista Salvador Allende en los años 1952, 1958, 1964 y 1970,
Investigador ICAL, académico Universidad de Santiago de Chile y ARCIS.
Al respecto, ver Julio Pinto y Verónica Valdivia, ¿Revolución proletario o querida chusma?. Alessandrismo y socialismo. (Lom, 2002).
Sobre la visión de las elecciones en tiempos del Partido Obrero Socialista y los primeros años del
Partido Comunista de Chile, ver de Julio Pinto Vallejos Desgarros y utopías en la pampa salitrera.
La consolidación de la identidad obrera en tiempos de la cuestión social (1890-1923). (Lom, 2007)
y Rolando Alvarez Vallejos “La herencia de Recabarren en el Partido Comunista de Chile: Visiones
comparadas de un heredero y camarada del “maestro”. Los casos de Orlando Millas y Salvador Barra
Woll”, en Rolando Alvarez, Augusto Samaniego y Hernán Venegas (editores), Fragmentos de una
historia. El Partido Comunista en la historia de Chile. Democratización, clandestinidad y rebelión.
(1912-1994). (Ediciones ICAL, 2008).
ICAL Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
se convirtieron en el corolario de la trayectoria de la izquierda durante el
siglo XX chileno. Tanto en la decisión de asignarles un papel estratégico
para el proceso de cambio que se estimaba necesario para el país, como por
la forma de organizarse, por sus contenidos y su accionar en terreno, estas
campañas presidenciales contornearon de manera decisiva las definiciones
políticas de la izquierda. La de 1952, eminentemente testimonial, representó
la importancia de abrir un camino propio ante la irrupción populista y el
agotado centro radical; la de 1958 sorprendió a todos y permitió pensar que
era posible el triunfo; la de 1964, a pesar de la derrota y de la crítica que
esta produjo al interior de la coalición de izquierda que la había levantado,
ratificó la convicción del camino electoral para la conquista del poder;
finalmente, la de 1970 cristalizó un sueño largamente esperado.
Las campañas presidenciales realizadas durante el siglo XX en Chile,
han sido investigadas enfatizando las coaliciones que se enfrentaron,
el contenido de sus programas, los discursos de los candidatos, las
cifras arrojadas y los contextos históricos en que se desenvolvieron ().
Alejándonos de estas perspectivas, en este artículo, por medio del análisis
de la campaña de la Unidad Popular durante la elección presidencial de
1970, intentaremos indagar sobre la cultura política de la izquierda en Chile
y a través de ella, comprender las tensiones no resueltas que caracterizaron
los llamados “mil días” de administración allendista ().
El régimen de la Unidad Popular ha sido investigado desde diversas aristas,
destacando especialmente el conflicto existente en su interior, resumido
en la conocida dicotomía de aquella época: ¿reforma o revolución?. La
viabilidad de la llamada “vía chilena al socialismo”, es decir, el intento de
sustituir el capitalismo por un nuevo orden social sin la necesidad de mediar
una guerra civil, fue el debate que cruzó a la izquierda chilena durante el
gobierno de Salvador Allende (). La división de la coalición de izquierda
es posible detectarla en el transcurso de la propia campaña de 1970. De
hecho, la designación del candidato único de la Unidad Popular fue objeto
de fuertes disputas internas en el Partido Socialista, del cual Allende era
miembro fundador. Pero en el transcurso de la campaña, es decir de enero
Por ejemplo René Millar, La elección presidencial de 1920. (Editorial Universitaria, 1982) y recientemente la obra editada por Alejandro San Francisco y Ángel Soto Camino a La Moneda. Las elecciones
presidenciales en la Historia de Chile 1920-2000 (Instituto de Historia P.U. Católica de Chile- Centro
de Estudios Bicentenario, 2005).
Un primer examen de la importancia de los eventos electorales en la constitución de la cultura política
de la izquierda chilena durante la década de los sesenta, en Rolando Alvarez “¿Reforma o revolución?:
lucha de masas y la vía no armada al socialismo. El Partido Comunista chileno 1965-1973”, en Elvira
Concheiro, Massimo Modonesi y Horacio Crespo (coordinadores), El comunismo: otras miradas desde América Latina. (UNAM, México, 2007).
Las referencias bibliográficas son extensas, por ellos nos remitimos a la obra editada por Julio Pinto
Cuando hicimos historia (Lom, 2005), especialmente a los artículos de Tomás Moulian y Julio Pinto,
que resumen los contenidos de este debate estratégico.
62
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
a septiembre de 1970, se desenvolvieron dos fenómenos políticos en los
que era posible apreciar los rastros de la futura división. Por un lado, la
particularidad de la campaña de 1970, simbolizada por la creación de los
Comités de la Unidad Popular (CUP). Entroncados con la cultura política
tradicional de la izquierda chilena, en donde la actividad electoral era una
instancia de agitación y lucha de masas, la decisión sobre qué hacer con
ellos luego del 4 de septiembre abrió el debate: ¿los CUP debían ser el
embrión del “poder popular”, de la “revolución desde abajo”, que desde
fuera de la institucionalidad, abriría camino a la revolución chilena?. Esto
ha sido afirmado por analistas que consideran el fin de los CUP como el
símbolo del carácter reformista e inviable de la Unidad Popular (). Por otra
parte, en un debate que va más allá de la propia izquierda, se ha discutido
el carácter del programa y de las medidas económicas de la Unidad
Popular. En pocas palabras, la problemática se resumen en si el programa
y las medidas del gobierno de Allende fueron continuadoras de políticas
anteriores (“nacional-populares”) o destinadas a sustituir el capitalismo
(“revolucionarias”) (). En el caso de la historiografía conservadora, ha
sido relevante intentar demostrar este carácter “revolucionario”, opuesto a
las medidas reformistas, con lo que se intenta justificar el golpe de estado
de 1973 ().
En este marco, estimamos que el seguimiento de la campaña presidencial
de 1970, permite apreciar que la contradicción reforma-revolución es una
simplificación que no logra terminar de explicar el proyecto histórico de
la izquierda chilena ni su cultura política. En primer lugar, los Comités
de la Unidad Popular, nacidos como órganos electorales producto de
las enseñanzas dejadas por las elecciones presidenciales anteriores, no
se podrían haber convertido nunca en expresiones del “poder popular”,
porque quienes lo crearon y dirigieron, las partidos políticos de izquierda,
no compartían dicha definición. Los CUP, masivos y numerosos, no
nacieron espontáneamente desde las masas, como ha sido insinuado
(10), sino como parte de la experiencia y la relación de décadas entre los
partidos de izquierda y los sectores populares, caracterizada por asociar lo
electoral con las luchas sociales. En segundo lugar, al seguir los discursos
Robinson Rojas, Estos mataron a Allende. Reportaje a la masacre de un pueblo. (Ediciones Martínez
Roca, Barcelona, 1974). p.137; Ruy Mauro Marini, El reformismo y la contrarrevolución. Estudios
sobre Chile. (Serie Popular Era, 1976). p.86 y ss.; Marta Harnecker, “Reflexiones sobre el gobierno
de Allende. Estudiar el pasado para construir el futuro”, Historical Materialism: Research in critical
marxist theory, Vol.11, nº3, 2003.
Una síntesis de esta polémica en Gabriel Salazar y Julio Pinto, Historia Contemporánea de Chile III.
La economía: mercados, empresarios y trabajadores. (Lom, 2002).p. 47.
Alejandro San Francisco, “La elección presidencial de 1970”, en San Francisco y Soto (editores),
op.cit.p.347.
10
Patrick Guillaudat y Pierre Mouterde, Los movimientos sociales en Chile, 1973-1993. (Lom, 1998).
p.43.
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
de Salvador Allende en los meses de campaña, es posible apreciar que ésta
se caracterizó por la combinación de propuestas “nacional-populares” con
otras de corte rupturista. De acuerdo a nuestro planteamiento, esto ayuda a
explicar la amplitud y la alta votación de una propuesta radical, radicalidad
que también explica no haber obtenido mayoría absoluta (11). Es decir, la
capacidad de la izquierda de hacerse parte de las problemáticas cotidianas
y corrientes de la ciudadanía, le posibilitó penetrar en ella junto con su
discurso más radical.
En el presente artículo describiremos el sentido y papel de los CUP
durante las elecciones de 1970 y el discurso de Salvador Allende en sus
recorridos por el país (12). Por medio de ellos, queremos demostrar que el
triunfo electoral del 4 de septiembre de la Unidad Popular debe explicarse
en parte, tanto por una táctica política de larga tradición en la cultura
política de la izquierda chilena, basada en la centralidad de las batallas
políticas electorales conectadas a las luchas en el mundo social, como por
su distancia del dogmatismo teórico, que le permitió generar un discurso
cercano a la realidad de amplios sectores de la sociedad chilena.
1. Los Comités de Unidad Popular: ¿activismo electoral o embrión
del poder popular?
A los pocos meses del triunfo de Salvador Allende en las elecciones
presidenciales de 1970, el español Joan Garcés, uno de los más cercanos
asesores del entonces presidente de Chile, reconocía que éste se había
producido gracias al esquema tripolar en el que se desenvolvió. En
este sentido, la profundización de las diferencias entre la derecha y el
centro, se consideraba un factor clave para la conformación de la fórmula
a “tres bandas” en 1970 (13). Esta explicación, en lo fundamental, ha
sido aceptada por diversos investigadores, particularmente producto que
las cifras obtenidas por la coalición del Frente de Acción Popular en
1964 (38%), fueron incluso porcentualmente menores a las de la Unidad
Popular en 1970 (36%). Es decir, en 1970 la coalición de izquierda logró
retener su votación, pero el resultado varió al de seis años antes producto
de la división entre la derecha y el centro (14). Si bien compartiendo el
En un lúcido análisis de época Joan Garcés en 1970. La pugna política por la presidencia en Chile
(Editorial Universitaria, 1971) planteaba que la única manera que triunfara Allende era en un esquema
de tres candidatos. Según él, una vez en el poder, se deberían buscar las alianzas y acuerdos para darle
la mayoría absoluta al gobierno. P.67 y ss.
12
Para una crónica completa sobre los sucesos que rodearon la campaña presidencial de 1970, ver
Eduardo Labarca Goddard, Chile al rojo. Reportaje a una revolución que nace. (Universidad Técnica
del Estado, 1971).
13
Garcés, op. cit.
14
Esto ha sido planteado por ejemplo por Arturo Valenzuela, El quiebre de la democracia en Chile
(FLACSO, 1989) y Tomás Moulian, La forja de ilusiones. El sistema de partidos 1932-1973. (ARCISFLACSO, 1933)
11
64
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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fondo de esta tesis, es necesario destacar que en un contexto tripolar
como el de 1970, resultaba razonable esperar una mayor dispersión de las
votaciones, producto de la existencia de tres candidaturas competitivas.
Además, como ha sido señalado, el programa de Radomiro Tomic,
ubicado a la izquierda del saliente Presidente Eduardo Frei Montalva,
significaba una real posibilidad de fuga de votos de centro-izquierda.
Todo esto, unido a un clima político polarizado, hacía que las elecciones
de 1970 fueran muy competitivas para la izquierda. Por ello, el 36%
obtenido por Allende posee un valor distinto al 38% de 1964, cuando
la coyuntura política del país era menos radicalizada que seis años más
tarde (15).
La existencia de este clima político es fundamental para entender el
carácter de la campaña electoral de la Unidad Popular en 1970. Ubicados
en la cresta de la ola de una serie de movimientos sociales que ponían
en jaque a la administración Frei, como el de los pobladores y los
campesinos, la izquierda chilena profundizó su tradicional estrategia para
enfrentar las elecciones: la combinación de lo electoral con la agitación
social (16). En efecto, aún antes de lograr la nominación del candidato
único, los partidos de la UP dieron a conocer el documento “Conducción
y estilo de campaña”. En él se encontraban las definiciones tradicionales
que las elecciones tenían para la izquierda: su carácter “pedagógico” (“la
campaña debe ser el medio para educar políticamente a las masas sobre
la base del Programa”), su preocupación por las demandas cotidianas de
la población (“Partiendo desde las necesidades concretas e inmediatas de
las mayorías hay que imprimir a sus luchas un sentido más general, hasta
llegar a articularse con los grandes objetivos del Programa”) y como
factor que permitiera alentar la movilización social (“Contra las máquinas
publicitarias y propagandísticas de las candidaturas reaccionarias, el
Movimiento Popular dará al batalla en el terreno de la lucha social y de
los problemas concretos”) (17).
Pero junto con estos aspectos de continuidad respecto a experiencias
anteriores, la campaña de 1970 traía algunas novedades. Primero, la creación
de los Comités de Unidad Popular (CUP), organismos de base que estarían
coordinados por un Comando Político a nivel nacional. Este, presidido por
Rafael Tarud del API, quedó compuesto por tres representantes de cada uno
Ha sido ampliamente señalado el papel jugado por la reforma agraria, el endurecimiento de la derecha y la crisis económica de fines de los sesenta como factores del clima político de 1970. Por ejemplo Alfredo Jocelyn-Holt, El Chile perplejo. Del avanzar sin transar al transar sin parar. (Planeta,
1998) y Tomás Moulian, Fracturas. De Pedro Aguirre Cerda a Salvador Allende (1938-1973). (Lom,
2006).
16
Al respecto, ver Alvarez, “¿Reforma o revolución?: lucha de masas y la vía no armada al socialismo…op.cit.
17
Todas las citas en El Siglo 28 diciembre de 1969.
15
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de los seis partidos que integraban la Unidad Popular, (18). Estos órganos
de campaña, junto con el ya mencionado énfasis en su inserción local y su
capacidad de agitación social, reemplazaría la anterior forma de organizar
la campaña presidencial. A diferencia de 1964, solo en el frente de mujeres
y jóvenes se crearían comandos paralelos de campaña, descartándose en
las organizaciones de trabajadores y pobladores. Su multiplicación, según
se explicaba, burocratizaba la campaña: “…en la práctica, ello significaba
que se montaban frondosos aparatos en la cumbre marginados de la base.
Sin contacto con la gente de su frente. Su participación real solo servía
para justificar el no hacer nada en la campaña…ahora se ha resuelto
que los dirigentes sindicales nacionales, por ejemplo, sean distribuidos
en la comunas para que ayuden al trabajo hacia las industrias, servicios
y centros de trabajo…Esto significa ir donde está la masa, como quien
dice, al hueso…” (19). El trato especial a las temáticas juveniles y de la
mujer tenía que ver con consideraciones electorales. Como es sabido, la
votación de la izquierda tradicionalmente era minoritaria entre las mujeres.
Por ejemplo, en la presidencial de 1964, 744.423 sufragaron por Frei, y
solo 375.776 por Allende (20). Por ello, como una forma de revertir esta
tendencia histórica del electorado femenino, la Unidad Popular articuló
una campaña específica hacia la mujer. Las constantes alusiones a ellas
realizadas por Allende, seguramente se relacionaba con esta situación.
Por su parte, el crecimiento demográfico del país, en donde casi el 20%
de la población tenía menos de 25 años y el supuesto que los jóvenes
eran mayoritariamente proclives a las posiciones “progresistas”, también
significó una preocupación especial para la izquierda chilena. Es necesario
recordar que en esa época, a nivel mundial, tanto las mujeres como
los jóvenes irrumpían masivamente en las esferas sociales y políticas,
en un hecho inédito en la historia. El movimiento “hippie”, la reforma
universitaria, la “liberación” de la mujer, representaron un nuevo desafío
epistemológico para la izquierda chilena, tradicionalmente obrerista y
masculina. En todo caso, estas consideraciones especiales por los jóvenes
y las mujeres, no implicó una necesaria comprensión y sintonía con los
cambios sociales y culturales que Chile estaba viviendo. Esto se explica
La importancia política del Comando Político de campaña lo demuestra el alto nivel de los representantes de los partidos: Partido Socialista, Aniceto Rodríguez, Homero Julio y Luis Herrera; Partido
Comunista, Volodia Teitelboim, Luis Corvalán y José Oyarce; MAPU, Jacques Chonchol, Julio Silva
Solar y Rafael Agustín Gumucio; Partido Radical, Carlos Morales, Orlando Cantuarias y Anselmo
Sule; API, Rafael Tarud, Alfonso David Lebón y Guillermo Ovalle y Partido Social Demócrata, Esteban Leyton, Juan Tuma y Orlando Budnevich. Ver El Siglo 27 de enero de 1970.
19
Intervención del integrante de la Comisión Política del Partido Comunista, José Oyarce, en el pleno
de febrero de 1970 del comité central del PC. El Siglo 8 de febrero de 1970.
20
Cristián Gazmuri y Álvaro Góngora, “La elección presidencial de 1964. El triunfo de la Revolución
en Libertad”, en San Francisco y Soto (editores), op.cit.p.331
.
18
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por el componente de conservadurismo y rigidez de la cultura política de la
izquierda chilena, en constante tensión con la incorporación de los cambios
que estaban ocurriendo en aquella época (21).
La segunda novedad que tuvo la definición de las características de la
campaña de la izquierda en 1970, se relacionó con el papel que tendrían
los CUP. Tal como ha sido señalado, el Programa de la Unidad Popular,
si bien en lo fundamental recogió la tesis comunista de la “revolución por
etapas”, es decir, no la inmediata construcción del socialismo, idea puesta
en boga a mediados de los sesenta por los teóricos de la dependencia, tuvo
significativas incorporaciones. Las alusiones “con vistas al socialismo”
eran señal de las concesiones teóricas y políticas del PC ante sus aliados
socialistas (22). En este cuadro se debe entender la amplia y confusa
definición del papel de los Comités de Unidad Popular. Por una parte,
como dijéramos más arriba, existía consenso que los CUP no debían ser
solo un comité captador de votos, sino que tendrían que estar inserto en
las luchas sociales. Sin embargo, el punto de llegada hacia el cual debían
transitar no estaba claro. El documento oficial de la UP “Conducción y
estilo de campaña” planteaba que los CUP debían “ir convirtiéndose en
el curso de la campaña en expresiones germinales del poder popular que
conquistaremos en 1970, comenzando aún antes de la victoria, a concretar
aspiraciones reivindicativas de las masas y transformándose una vez
obtenida en factores dinamizadores y de dirección local de los procesos
de cambios revolucionarios” (23). Sin embargo, para el Partido Comunista
–sector moderado de la coalición- excluía toda alusión al poder popular
en relación a los CUP o alguna función post 4 de septiembre de éstos,
enfatizando en cambio su papel dinamizador de la movilización social
durante la campaña (24). En todo caso, el enunciado citado del documento
oficial de la Unidad Popular, era lo suficientemente ambiguo como para
dejar abierto qué se entendía por “poder popular”. ¿Significaba que
triunfando el día 4 se obtendría el poder popular?, o, más bien, ¿éste se
conformaría desde fuera de los órganos estatales?. En este sentido, ¿qué
papel jugarían los CUP finalizadas las elecciones?, se incorporarían a “las
tareas de la revolución” ¿dentro o fuera del aparato estatal?. La redacción
del párrafo citado aseguraba que estas preguntas no pudieran ser contestadas
con certidumbre.
Al respecto, Rolando Alvarez, “La tarea de las tareas. Luchar, unir, vencer. Tradición y renovación
en el Partido Comunista de Chile 1965-1990”. Tesis para optar al grado de Doctor en Historia, Universidad de Chile, 2007. Es necesario aclarar que en la presidencial de 1970 tenían derecho a voto los
mayores de 21 años.
22
Al respecto, ver Tomás Moulian, Democracia y socialismo en Chile. (FLACSO, 1983).
23
El Siglo 28 diciembre de 1969.
24
Ver el informe rendido por Jorge Insunza, integrante de la Comisión Política del PC, al pleno del
Comité Central del partido, en El Siglo 7 de febrero de 1970.
21
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Ante este evidente matiz, seguramente por consideraciones electorales,
se inhibió el debate público entre los partidos políticos sobre el papel
de los CUP en la coyuntura política de la época. Superada la traumática
elección de Salvador Allende como candidato único de la Unidad Popular,
y luego de una década de los sesenta que conoció de la radicalización del
Partido Socialista y de la aparición de la “izquierda revolucionaria”, la
Unidad Popular privilegió la unidad en la acción durante la campaña de
1970. Es por ello que una vez constituidos, los CUP, por la inercia de las
probadas maquinarias electorales de los partidos mayoritarios de la UP (el
PS y el PC), se ciñeron a cumplir su doble tarea: electoral y de agitación
social. Si se convertirían o no en órganos de “poder popular”, requería
de un debate político y teórico que las urgencias de la campaña hacían
imposible realizar. El privilegio del accionar concreto de las masas –tal
como era costumbre en la izquierda chilena- se privilegió al principismo
de la teoría. Así, la existencia de los CUP como supuestos embriones
del “poder popular”, quedó solo como un enunciado general, como letra
muerta, al no haberse efectuado una discusión de fondo dentro de la UP
sobre este crucial punto.
De esta manera, incluso desde antes de la nominación de Salvador
Allende como el candidato de la UP –ocurrido el 22 de enero de 1970- los
CUP comenzaron a surgir a lo largo de todo Chile. En agosto, a pocos
días de la elección, la dirección de la Campaña de la UP, informaba que a
nivel nacional se habían cumplido las cuotas establecidas sobre el número
de CUP provinciales y locales (25). La prensa de izquierda, a lo largo de
los meses de campaña, informó periódicamente sobre la constitución de
nuevos CUP. Sobre el origen de éstos, las noticias -no siempre detalladassobre quiénes conformaban su directiva, dejaban establecido el papel
decisivo de los partidos de izquierda. Al igual que en el Comando Nacional,
las mesas ejecutivas de cada CUP –mediante la cuota correspondientebuscaba asegurar la representatividad de todos los partidos de la coalición
izquierdista. Así, los CUP imitaban la estructura de su ente coordinador,
en base a tres representantes por partido político. Este era el caso del CUP
de Las Condes, cuya presidencia sería rotativa, “correspondiéndole la
presidencia al API y la secretaría general al Partido Radical, en este primer
mes y el mes de marzo le corresponde la presidencia al Partido Socialista
y así sucesivamente” (26). En el caso del CUP juvenil de Concepción, la
presidencia rotativa partiría encabezada por el representante socialista y
la secretaría general por el MAPU; en la mesa del CUP de La Cisterna
El Siglo 18 de agosto de 1970. La meta eran 5000 CUP en todo el país, de los cuales 2000 estarían
en Santiago.
26
El Siglo 4 de febrero de 1970.
25
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quedaron representados el PS, el PC y el MAPU; en San Miguel, no podía
ser de otra manera, el CUP comunal quedó encabezado por el alcalde
socialista Tito Palestro (27). Los CUP de independientes evidentemente
fueron minoritarios, ya que en Santiago, liderados por médico Lisandro
Cruz Ponce, superaron los 140 a mediados de junio, cifra muy inferior a
los organizados por los militantes (28).
Con candidato único e iniciado el proceso de constitución de los CUP, en
el verano de 1970, el presidente del Comando Nacional de la Unidad Popular
Rafael Tarud, en cadena voluntaria de radioemisoras, comunicaba al país los
elementos básicos entorno a los que se articularía la campaña presidencial
de su sector. Estos se desglosaban en tres puntos básicos: el énfasis en la
difusión del acuerdo político-estratégico de la Unidad Popular, expresado en
el Programa Básico de la UP; el carácter unitario de la campaña y demostrar
confianza en las fuerzas de las organizaciones sociales populares.
La importancia del Programa radicaba, según Tarud, en que representaba
una alternativa real para solucionar los problemas del país, ya que ni la
derecha ni el centro lo habían podido hacer. Por ello, decía Tarud, contra
la demagogia de estos sectores, la palabra de la izquierda debía ser la de
la transformación social y el mejoramiento concreto de las condiciones de
vida de la población: “Ofrecemos al país una ruta clara hacia la seguridad, el
orden y la confianza social….queremos así realizar un modelo típicamente
chileno de cambio político y social, animado por las tradiciones y el genio de
nuestra chilenidad, con absoluto respeto por la identidad de nuestra nación
y por los sentimientos de nuestro pueblo….queremos…evitar a Chile el
riesgo de cualquiera violencia que no sea la de la lucha contra el atraso y
a favor del progreso”. En su discurso, no mencionó el nombre de la nueva
sociedad que la Unidad Popular construiría, aludiendo vagamente –y por
única vez- a la realización de transformaciones profundas que pondrían
a Chile “en marcha hacia una integración socialista de su sociedad” (29).
Esta alusión general al socialismo era tanto expresión de la carencia de un
punto de vista común acerca de cómo sería la nueva sociedad, como de una
estrategia electoral que pretendía ampliarse hacia el centro. Para ello, era
necesario distanciarse de discursos radicales y de verse ligado a la imagen
tradicional que se tenía de los socialismos reales en Europa del Este,
aspecto profusamente empleado por la Campaña del Terror de la derecha.
Este hecho explicaba la insistencia de la campaña de la UP respecto a
que realizaría una revolución, pero con “vino tinto y empanadas”, o sea,
basada en un fuerte componente nacional.
27 Información extraída de El Siglo 14 de febrero de 1970.
28 En El Siglo 20 de junio de 1970.
29 El Siglo 10 de febrero de 1970.
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La centralidad del Programa buscaba mostrar a los electores la
cohesión y capacidad de hacer gobierno de la izquierda, uno orientado
“verdaderamente” en beneficio de los desposeídos del país. En este sentido,
durante la campaña el Comando de la Unidad Popular enunció las llamadas
Primeras 40 medidas inmediatas del Gobierno Popular, las que apuntaban
a reforzar este objetivo, es decir, establecer que el de la Unidad Popular
sería un gobierno totalmente distinto a los anteriores, caracterizado por
privilegiar los intereses de la mayoría de la población (30). Por otra parte,
las palabras de Tarud referidas al respeto de la chilenidad por parte de la
UP, era la forma de responder a la Campaña del Terror de la derecha. En
1964 esta había sorprendido al FRAP, pero en 1970 la izquierda diseñó
esta estrategia discursiva para hacerle frente. Asimismo, por medio de sus
órganos de prensa afines, atacó y descalificó a Jorge Alessandri Rodríguez,
el candidato de la derecha. Así, en medio de un clima político polarizado,
la izquierda de todas maneras aparecía con un discurso que invitaba a
soñar en un mundo mejor que estaba allí, a la vuelta de la esquina; bastaba
votar por Allende y organizarse para vencer a las centenarias fuerzas
que por siglos habían oprimido a la inmensa mayoría de los chilenos. La
factibilidad de la utopía, el mesianismo colectivo, el optimismo histórico y
el tono épico de la campaña, reflejado en su lema (“venceremos”), fueron
temáticas repetidas a lo largo de los casi siete meses de batalla por los
sufragios.
Si las alusiones a la unidad buscaban alejar la imagen de una coalición
sin capacidad de ponerse de acuerdo para gobernar, el discurso que
apuntaban a la “confianza en el pueblo”, pretendía capitalizar la presencia
mayoritaria de las fuerzas de izquierda entre las organizaciones sociales
populares. Es decir, la “confianza en las fuerzas del pueblo”, significaba
que la apuesta era que la existencia de un mayor número de organizaciones
sociales “desde abajo”, se traduciría en un mayor respaldo para el
candidato de la Unidad Popular. Esto era particularmente marcado entre
las organizaciones sindicales, en donde la UP tenía una amplia mayoría;
entre la de los pobladores, disputadas palmo a palmo con la Democracia
Cristiana, tal como ocurría también entre las organizaciones campesinas.
El respaldo y agitación de sus demandas sería un factor diferenciador con
las otras candidaturas. La unión de lo social y lo político partiría, siguiendo
las tradiciones históricas de la izquierda chilena, apoyando primero las
demandas más sentidas de la población. Por ejemplo, Rafael Tarud
destacaba el papel de los parlamentarios de la UP para aprobar una ley que
favorecía a los jubilados y montepiados, así como el haberse jugado por
hacer cumplir la ley que se comprometía a pagar “los reajustes debidos a
70
30
Sobre las 40 medidas, ver Labarca Goddard, op.cit. p.368.
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los personajes en retiro de las Fuerzas Armadas y Carabineros, con lo cual
se llevará un alivio real y efectivo a otros centenares de miles de hogares
que sufren las consecuencias de la carestía de la vida”. Así se comprobaba,
decía Tarud, que la mejor defensa de los intereses de la gente “reside en la
alianza de los partidos y movimientos populares” (31).
En este plan general de campaña, los CUP tenían el papel de ser el
eje articulador, la verdadera espinal dorsal que dinamizaría la cuarta
campaña presidencial de Salvador Allende. Producto de su presencia en
los organismos de base, podrían unir las fuerzas sociales y políticas en un
solo movimiento reivindicativo, destinado a lograr satisfacer la demanda
popular, a través del triunfo electoral de Allende, única manera, según se
decía, de alcanzar la transformación definitiva de Chile en un país más
justo e igualitario. Al respecto, en su citado discurso, el jefe de campaña
de la UP decía que “…tenemos que lograr una total movilización de la
conciencia nacional en favor del imperativo de dar a Chile un gobierno
popular, adecuado a las necesidades específicas de nuestro país….”.
Agregaba Rafael Tarud que para ese objetivo “…miles y miles de Comités
de Unidad Popular están surgiendo en todo el país” (32). Como lo recalcaba
el editorial del periódico del PC al día siguiente del discurso de Tarud, esto
significaba que “el mayor instrumento de triunfo popular es la construcción
de una inmensa red de comités de Unidad Popular, que abarquen a todo
el país, que no dejen a ningún izquierdista al margen de las tareas, que
incorporen y aglutinen a todos los chilenos dispuestos a pelear por un
Chile sin clases privilegiadas. La cohesión, la fuerza de la Unidad Popular,
su amplitud de masas, ganará a los indecisos, convencerá a los vacilantes
y atajará las maniobras del enemigo” (33).
De esta manera, en los inicios de la campaña presidencial de 1970,
la Unidad Popular definía su forma de lucha de acuerdo a su tradicional
intento de articular lo político con lo social aprovechando las coyunturas
electorales. La creación de los CUP enfatizó el trabajo de base, en desmedro
de campañas anteriores, excesivamente burocratizadas. Este hecho,
ocurrido en un momento político especialmente radicalizado, en donde
la llamada “revolución de las expectativas” promovía la participación
ciudadana, provocó que los CUP tuvieran un papel destacado en los meses
de campaña, tanto difundiendo el programa del candidato de la UP, como
promoviendo y solidarizando con la movilización social popular durante
aquellos meses. La conciencia entre sus integrantes de la posibilidad real del
triunfo de Allende –como lo señalaban las encuestas de la época- alentaba
la esperanza que la batalla electoral de 1970 culminaría con la primera
El Siglo 10 de febrero de 1970.
El Siglo 10 de febrero de 1970.
33
El Siglo 11 de febrero de 1970
31
32
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mayoría para el candidato de la UP. Esta fue la motivación fundamental de
los CUP, antes que las posibles discusiones sobre su papel como instancias
de “poder popular”.
La campaña en terreno de la Unidad Popular se caracterizó por sus actos
de masas en la base y por intentar hacerse eco de las demandas específicas
de cada sector en donde se desplegaba la campaña. En este sentido, las
fuerzas de izquierda, dejando de lado la retórica más revolucionaria e
ideologizada, derechamente realizaban campaña tratando de responder a
demandas locales, no vinculadas necesariamente a las “transformaciones
profundas” de las que hablaba el Programa Básico de la Unidad Popular.
El pragmatismo de la izquierda significaba reconocer la dificultad de llegar
con un discurso “duro” de cambio y transformación social. De ahí que la
campaña fuera un ejercicio de pedagogía social, en donde tenía cabida la
lucha por la reivindicación específica, pero en la que los activistas de los
CUP debían explicar que la única manera de resolver definitivamente ésta
y otras demandas, era respaldando a Salvador Allende el 4 de septiembre.
Los ejemplos de la campaña territorial de la UP son numerosos. En la
comuna de La Granja, durante una de las primeras visitas proselitistas, la
crónica de prensa explicaba que los pobladores llevaron a Allende hasta
un centro asistencial, donde “decenas de madres con sus hijos enfermos
y embarazadas esperaban atención. Una mujer gritó ‘¡hay que decirle al
candidato como somos atendidas en San Gregorio, como perros!’…”.
Pascual Barraza, el alcalde comunista de La Granja, había denunciado este
hecho, y se explicaba que el Municipio, “junto a la comunidad”, estaba
dando “una lucha intensa para la construcción de un hospital auxiliar.
Ya hay terrenos para ese importante servicio” (34). Similar problema se
constataba en el sector de Barrancas, en donde el consultorio, atendido
por tres médicos, cubría las necesidades de 19.000 personas. Ante esta
situación, “un dirigente del Comando Comunal señaló que la creación
de más comités de la UP que luchen por resolver en forma organizada
los problemas que afectan a las poblaciones, logrará el respeto para los
trabajadores y para sus representantes” (35). Por otra parte, en una reunión
con los trabajadores de la ETCE en un teatro de Santiago, Allende
recibía por parte de la directiva sindical un “documento y manifiesto de
los trabajadores sobre el funcionamiento de las empresas en el gobierno
popular” (36). En el caso de Concepción, zona en donde la izquierda
era fuerte, el conocimiento de la problemática local se detallaba de la
siguiente manera: “…la lucha de la UP es por resolver los problemas
Todas la citas en El Siglo 12 de febrero de 1970.
El Siglo 14 de febrero de 1970.
36
El Siglo 31 de julio de 1970.
34
35
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de los trabajadores de la Vega Caupolicán, donde trabajan más de mil
personas y hasta hoy día ni el gobierno ni la municipalidad administrada
por la Democracia Cristiana han sido capaces de resolver…en relación al
deporte, en Concepción no hay una sola cancha de barrio municipal…” (37).
Los ejemplos como estos se multiplicaron durante los meses de campaña,
dejando en claro el rostro más tradicional y cotidiano de la forma de hacer
política de la izquierda chilena. Este estilo, motejado de “reformista” por
sus críticos de izquierda, la consideramos unas de las claves que explica la
alta competitividad electoral de una izquierda que no fue socialdemócrata
-como el APRA peruano-, ni populista –como el “justicialismo” argentinopara llegar a serlo.
Pero el accionar de los CUP no se quedaba en recoger las demandas
desde la base y darlas a conocer. Durante los meses de la campaña de 1970
la movilización social no cesó y en ellas se intentaron insertar los activistas
electorales de la UP. Especialmente activos estuvieron los movimientos
de pobladores y campesinos. Sobre el primero, se ha planteado que la
coyuntura electoral de 1970 generó un “campo de oportunidades políticas”
que permitió fortalecer la demanda por la vivienda. Es decir, los meses de
la campaña coincidió con un alza del movimiento reivindicativo de los
pobladores (38). En el caso de una toma de terrenos en Concepción, los
CUP solidarizaban de diferentes maneras con los casi cuatro mil pobladores
que se habían apropiado del fundo “Vasconia” para instalar sus viviendas.
Si bien el gobierno se había abierto a la opción de comprar los terrenos
para así traspasarlos a los pobladores, la posibilidad de desalojo hacía que
“nadie saliera del campamento”, bautizado “Teniente Merino”. Por este
motivo, la solidaridad era urgente pero también amplia, proveniente de
las fuerzas vivas de la comunidad penquista en donde la izquierda tenía
presencia. La crónica de la época la describía de la siguiente manera:
“hasta el momento los comerciantes de la Vega Central se alzan como
los principales colaboradores de la toma. También los pobladores de la
Unidad Popular de la población “Kennedy” y Santa Marta se han hecho
presentes con su ayudita. Los universitarios de la Técnica y los de la U. de
Concepción han llegado a entregar su respaldo en la vigilancia. Los ‘cabros’
de la Universidad penquista, en un gesto digno de ellos, les llevaron a los
pobladores la leche, las frutas y el pan que le dan en el Hogar Central” (39).
Para ratificar el origen del campamento “Teniente Merino” y la ligazón
entre el movimiento social y los partidos de izquierda, Juan, dirigente del
campamento, señalaba con quien se identificaba el nuevo campamento:
El Siglo 9 de junio de 1970.
Mario Garcés, “Construyendo las ‘poblaciones’: el movimiento de pobladores durante la Unidad
Popular”, en Julio Pinto (coordinador-editor), Cuando hicimos historia…op.cit. pp.62-63.
39
El Siglo 12 de agosto de 1970.
37
38
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“Nosotros recibimos aquí a los dirigentes de la clase trabajadora. A los
compañeros comunistas, socialistas y a los dirigentes de partidos de la
Unidad Popular. De ellos esperamos la orientación y la ayuda solidaria
que, desde el primer momento, se ha hecho presente” (40). Otras tomas de
terrenos ocurridas en los meses de la campaña se registraron en la zona sur
de Santiago, en predios correspondiente a las comunas de San Bernardo y
La Cisterna (41).
Por su parte, las movilizaciones campesinas también se activaron
durante 1970. De acuerdo a las estadísticas, ese año 57.210 personas
estuvieron involucrados en movimientos huelguísticos, en un total de 476
huelgas, convirtiéndose en el año en donde más campesinos y campesinas
participaron en este tipo de movilizaciones (42). Explotando la tímida
aplicación de la ley de reforma agraria por parte del gobierno de Eduardo
Frei, la Unidad Popular diseñó un conjunto de propuestas especialmente
para el sector agrícola, contenidas en las “20 medidas inmediatas” para
dicho sector (43). Una de las movilizaciones que mayor revuelo provocó,
ocurrió en la zona de Melipilla e Isla de Maipo, en donde 1.400 campesinos
reclamaban mejoras salariales a sus patrones. Aunque los campesinos de
Melipilla eran de filiación democratacristiana, igualmente se coordinaron
con los de Isla de Maipo, perteneciente a la izquierdista Confederación
Ránquil. Cuando llegaban noticias del virtual arreglo de esto conflicto,
2.800 campesinos de 96 fundos de la zona de Rancagua se tomaban los
predios donde laboraban (44). De esta manera, los partidarios de la UP, por
medio de sus órganos de prensa, lograba dar consistencia a la política de
llevar a cabo una campaña electoral con agitación social, protagonizadas
por diversos actores sociales. En el caso del movimiento de pobladores y
campesinos, era especialmente perjudicial para la candidatura de Radomiro
Tomic, que a pesar de su discurso marcadamente reformista, aparecía como
el continuador de las políticas del saliente presidente Frei.
Una situación similar a la anterior se produjo en el movimiento sindical,
en el que las 1.303 huelgas y las 387.711 personas que las protagonizaron
durante 1970, lo convirtieron en uno de los años con mayor actividad
huelguística de la historia de Chile (45). Si bien las movilizaciones fueron
numerosas, el clímax lo marcó el paro general convocado por la Central
Única de Trabajadores (CUT) para el 8 de julio de 1970. Su realización se
El Siglo 12 agosto de 1970.
Ver El Siglo 3 de agosto de 1970. Sintomáticamente, el campamento surgido de la toma de terrenos
en La Cisterna se llamó “Venceremos”, lema de la campaña de Allende.
42
Cifras en Crisóstomo Pizarro, La huelga obrera en Chile, 1890-1970. (Ediciones Sur, 1986).p.154.
43
Ver en El Siglo 30 de agosto de 1970 un resumen de ellas explicadas por Jacques Chonchol, dirigente
del MAPU y ex ministro de agricultura de Eduardo Frei Montalva
44
El Siglo 4 y 12 de agosto de 1970.
45
Pizarro, op.cit.p. 155.
40
41
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fundamentó principalmente demandando una bonificación compensatoria
para todos los trabajadores, que buscaba paliar los efectos de la alta
inflación. Como lo señaló un cronista simpatizante de la UP, si bien el
posible éxito del paro podía significar un duro golpe a la candidatura de la
Democracia Cristiana y la derecha, también implicaba riesgos. En efecto,
si las manifestaciones callejeras desembocaban en enfrentamientos con
carabineros y en hechos de violencia, serían utilizadas para alimentar la
campaña del terror contra la candidatura de Allende (46). Por este motivo,
la CUT insistió en un protesta “disciplinada y conciente” y no dejarse
provocar ni por la policía –especialmente por el entonces conocido “Grupo
Móvil” de carabineros, destinado a sofocar las manifestaciones callejerasni por la llamada “ultraizquierda”. Como suele ocurrir con la evaluación de
este tipo de movilizaciones, el gobierno de Frei la calificó como un fracaso,
mientras que la izquierda la consideró muy exitosa (47). Lo que nos interesa
recalcar son los esfuerzos de la candidatura de Allende de enmarcar su
campaña en un contexto de movilización social, respondiendo así a las
acusaciones de ser solo “electoralistas”. De esta manera, movilizando
a pobladores, campesinos y trabajadores, la Unidad Popular intentaba
convertir en capital electoral su presencia en el movimiento social.
Como decíamos más arriba, las mujeres y los jóvenes fueron focos
de especial atención durante la campaña allendista de 1970. En el caso
de la juventud, el análisis de la Unidad Popular partía constatando un
hecho concreto: “En 1966, de una población total de 8 millones 800 mil
habitantes chilenos, 1 millón 375 mil eran jóvenes entre los 20 y 30 años.
Solamente en el Gran Santiago, existía casi medio millón de jóvenes entre
esas edades” (48). Es por ello que este grupo etareo se convirtió en uno de
los nichos electorales más disputados de la campaña. El discurso de la UP
se basaba en denunciar la demagogia de Jorge Alessandri, el candidato de
la derecha, que bajo el cartel de ‘independiente’, ocultaba su compromiso
y vínculos con las empresas capitalistas que explotaban a los jóvenes. Por
su parte, se señalaba que la “Patria Joven” de la campaña presidencial
democratacristiana de 1964, “había sido traicionada”, porque “…se
le había prometido una revolución sin sangre y se le dio sangre sin
revolución”. Esto, señalaba la propaganda izquierdista, se reflejaba en
el mayoritario respaldo de la juventud a Allende. Esto se probaba, de
acuerdo a lo que señalaba el dirigente de las Juventudes Comunistas
Omar Córdova, “por el hecho de que la UP es hoy abrumadora mayoría
Labarca Goddard, op.cit.p.337.
La opinión de la Unidad Popular en la editorial de El Siglo 10 de julio de 1970. La jornada enturbió
aun más el clima político de la época, al ser asesinado por disparos de carabineros el joven de 16 años
y militante comunista Miguel Ángel Aguilera.
48
El Siglo 9 de agosto de 1970.
46
47
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en 8 de las 9 Federaciones estudiantiles universitarias y en la totalidad
de la Federación de la Enseñanza Media. En 1964, la JDC (Juventud
Demócrata Cristiana) controlaba todas las Federaciones estudiantiles;
hoy no dirige ni una” (49).
Sobre los contenidos de la campaña, se planteaba atacar a la derecha
promoviendo la Reforma Agraria, denunciar las vacilaciones del gobierno
de Frei, en fin, reproducir el esquema adulto a nivel juvenil: “Debemos
continuar desarrollando en cada lugar, en las organizaciones de masas, en
los comités juveniles de la Unidad Popular, las jornadas de Acusación al
Régimen Capitalista y al imperialismo, lo cual hoy significa poner el acento
en la lucha contra la Derecha, Alessandri, el Gobierno y Tomic” (50). La
forma de llevar a la práctica estos planteamientos era por medio del ya
mencionado sentido común pragmático de la izquierda, que buscaba ligar
el problema social cotidiano de los individuos, con la problemática política
nacional por medio de ponerse a la cabeza de la realidad local del sector:
“Las JJ.CC están empeñadas en una intensa campaña de masas a través del
país, con el objeto de incorporar a la inmensa mayoría de los jóvenes a la
campaña presidencial, vinculando ésta con la lucha por la solución de sus
problemas específicos….para impulsar medidas concretas…” (51). Por este
motivo, al igual que en la caso de los adultos, la conformación de los CUP
fue la tarea prioritaria de la juventud de la Unidad Popular.
En la Universidad de Chile, por ejemplo, los activistas de la
campaña contaban 60 CUP constituidos entre los diferentes estamentos
pertenecientes a la comunidad universitaria. El tipo de actividad política
que desarrollaban lo ejemplificaban los CUP existentes en el Instituto
Pedagógico de la Universidad: “Trabajan en todo el sector Pedro de
Valdivia, Irarrázaval, Avenida Grecia y Macul. Salen todos los días casa
por casa a recoger adhesiones. Han pintado todo el Pedagógico con
propaganda de la Izquierda”. En otras facultades las actividades eran muy
variadas y trataban de aportar a la campaña desde sus especialidades. Por
ejemplo, “los bailarines han constituido un Ballet popular, compuesto por
profesionales y aficionados, que salen a entregar su arte en las poblaciones.
Ya han hecho 42 exhibiciones….”. En el caso de los estudiantes de
medicina, los 16 CUP de esta facultad hacían trabajo político recorriendo
la población Juan Antonio Ríos. (52). Junto con el activismo universitario
y territorial, los jóvenes de la Unidad Popular destacaron por el trabajo de
propaganda. La aparición de las brigadas muralistas Ramona Parra y Elmo
El Siglo 9 de agosto de 1970.
“Informe al pleno del C.C. de las JJ.CC” El Siglo 19 de mayo de 1970.
51
El Siglo 23 de febrero de 1970.
52
Todas las citas sobre el trabajo político en la Universidad de Chile, en El Siglo 24 de agosto de
1970.
49
50
76
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Catalán, pertenecientes a los partidos comunista y socialista, agregaron una
nueva mística a la campaña de la UP, creando una gráfica que caracterizó
la propaganda de masas de la izquierda chilena en ese periodo (53).
En el caso de la mujer, la batalla por disputarle votos a la derecha era
ardua, pues como decíamos más arriba, históricamente había sido esquiva
para la izquierda. Para explicar esta situación, la Unidad Popular lo
remontaba a las condiciones de vida generadas por el sistema capitalista,
que condenaba a la opresión a la mujer, aletargándola y generando
una mentalidad subalterna. Si bien aún la izquierda estaba lejos de
comprender la temática femenina más allá de la perspectiva de clase
–que predominaba en los análisis- se entregaban algunos elementos de
una visión más particularizada de la problemática de género. Aunque se
repetían los problemas de la mujer “dueña de casa”, también se constataba
la existencia de otras realidades: “En otros sectores sociales la mujer
permanece marginada de la sociedad, postergada. Incluso en los sectores
profesionales se prefiere a los hombres y se discrimina a las mujeres:
se les considera ciudadanos de segunda categoría. Les cuesta más que
a los hombres encontrar trabajo como empleadas o obreras…” (54). De
esta manera, la izquierda buscaba penetrar un nicho esquivo, apelando a
despertar el repudio a prácticas conservadoras en el país. En todo caso, la
propia izquierda no se zafaba de ellas, reproduciendo muchas veces en su
práctica cotidiana las lógicas patriarcales de dominación de género (55).
Repitiendo el modelo de las “medidas inmediatas” utilizadas tanto a nivel
nacional como para la problemática agraria, la Unidad Popular planteó cuatro
“exigencias inmediatas” de la mujer. Estas demandas fueron representadas por
las cuatro columnas que dieron forma a la concentración realizada en Santiago
el 30 de julio de 1970, organizada por el Comando Nacional Femenino de la
UP, liderado por la militante del MAPU Carmen Gloria Aguayo. Las demandas
eran el fin de las alzas de precios, la creación del ministerio de protección a la
familia, la ley de centros de madres y el fin a la violencia que cotidianamente
golpeaba a la mujer chilena (56). Las medidas tenían un acento económico,
en desmedro de las demandas propiamente de género, siguiendo la línea de
vincular los problemas más cercanos de las personas con la política nacional.
Como lo explicaba la prensa de izquierda, las propuestas buscaban resolver
“las necesidades de la mujer y de la familia…la solución inmediatas de sus
necesidades” y las instituciones que se proponía crear, serían dirigidas “por
las propias mujeres, (para que) las haga jugar el rol que verdaderamente les
Un relato de un partícipe de la campaña de 1970 desde la Brigada Ramona Parra, Luis Alberto Corvalán Castillo, Escribo sobre el dolor y la esperanza de mis hermanos. (s/e, 1980).
54
El Siglo 31 de julio de 1970.
55
Al respecto, Alvarez, “La tarea de las tareas…”op.cit.
56
El Siglo 29 de julio de 1970.
53
ICAL Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
corresponde en la construcción de la sociedad del futuro” (57). El discurso de la
Unidad Popular hacia la mujer, junto con enfatizar la supuesta demagogia de
las candidaturas de Alessandri y Tomic –en el sentido que ellos representaban a
los responsables de la situación desmejorada en que se encontraban- explotaba,
al igual que la campaña a nivel nacional, los necesidades básicas de la mujer,
sin adentrarse en una dimensión más global de los relaciones de género. Una
izquierda que no se caracterizó por un gran vuelo teórico, que por el contrario,
destacó más en la práctica política concreta y en intentar captar y mimetizarse
con el sentido común de la gente, no escapaba del reduccionismo clasista del
marxismo en uso en esa época.
En todo caso, la dura confrontación política de 1970 obligó a los partidos
de la UP a perfilar con mayor nitidez la táctica y el proyecto político de
la izquierda chilena. En este sentido, la campaña del terror de la derecha,
siempre a la expectativa de utilizar las críticas y diferencias con los sectores
de izquierda que no integraba la Unidad Popular, fueron un factor decisivo
en ello. La estrategia derechista contra Allende no escatimó palabras y
argumentos para descalificarla: desde la llegada de los tanques soviéticos
–al estilo de la invasión a Checoeslovaquia en 1968- hasta la ‘reforma
urbana’ (repartición de las viviendas), fueron los tópicos de la campaña
del terror, que indudablemente utilizó las formulaciones clásicas de la
guerra psicológica, en donde afirmaciones falsas intentaban convertirse
en verdades: “La secuencia fotográfica de un niño vestido de colegial y
luego con boina y metralleta en la mano, publicada como aviso de prensa,
se ilustraba con la siguiente leyenda: “Su hijo…¿o su enemigo?. En los
países dominados por el comunismo, los hijos son lanzados contra sus
padres para aplastar cualquier intento de liberación de quienes han sido
sometidos por el terror. ¡No permitamos que esto ocurra en Chile!” (58).
Por otra parte, la derecha utilizó ampliamente el discurso del líder cubano
Fidel Castro, en el que reconocía la incapacidad del estado socialista de
Cuba de cumplir la meta impuesta para la zafra de ese año. Se decía que
demostraba el fracaso del socialismo para construir una sociedad que
resolviera los problemas de las personas.
Por otra parte, las acciones de propaganda armada del MIR durante
1969 y sus críticas a lo que denominaban “el reformismo” (es decir gran
parte de la Unidad Popular, especialmente los comunistas y los radicales),
también alimentaron la campaña del terror de la derecha. Especial difusión
tuvo la toma del campamento “26 de enero”, encabezada por el dirigente
mirista Víctor Toro. Las noticias sobre la creación de “milicias populares”
que resguardaban el orden interno del campamento, obligaron a la Unidad
78
57
58
El Siglo 31 de julio de 1970.
Labarca Goddard, op.cit. p.304.
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Popular a pronunciarse críticamente, con el fin de diferenciarse de los
métodos y planteamientos de este sector de la izquierda (59).
Las respuesta de la Unidad Popular a estas acusaciones de lado y lado,
son interesantes al mirarlas desde la perspectiva de la cultura política de la
izquierda chilena. Representan la confirmación de una tradición política que
nació con el siglo XX y que terminó cristalizada en la campaña presidencial
de 1970 como la “Vía chilena al socialismo”. Es decir, la novedosa tesis de
construir una sociedad alternativa al capitalismo, hundía sus raíces en el
antiguo proceso de politización y concientización del movimiento obrero a
principios de siglo. ¿Cuál eran los componentes comunes que conectaban
ambas experiencias?: la inserción en el tejido social, conocido en el lenguaje
de la época como “trabajo de masas”. Por ello, especialmente por parte del
PC, era inflexible la crítica a las colectividades de izquierda que según ellos
la dejaban en segundo plano. En referencia a estos sectores, se señalaba
que “…ellos pretenden reemplazar la lucha de masas por el terrorismo
individual: desprecian la acción organizada del conjunto del pueblo y en
cambio realizan aventuras de pequeños grupos aislados cuyo objetivo sería
‘concientizar’ al pueblo...(lo cual conduciría) a una brutal masacre, lo que
a juicio de ellos levantaría al pueblo contra la opresión…” (60). Contra los
métodos armados, la Unidad Popular contraponía la “lucha de masas”, es
decir una estrategia que descartaba la guerra civil para alcanzar el poder.
Esta era, en lo esencial, la estrategia que había levantado el movimiento
popular chileno desde los tiempos de Luis Emilio Recabarren (61).
En una época en donde la política chilena se insertaba dentro de la lógica
de la Guerra Fría, las declaraciones de los líderes mundiales de cada lado
jugaba un importante papel durante la campaña. Por ello que para la Unidad
Popular las palabras de Fidel Castro reconociendo la viabilidad de su
estrategia de “lucha no armada”, fue ampliamente difundida como forma de
responder a la campaña del terror de la derecha. Refiriéndose a la coyuntura
que en ese minuto vivía Chile, Castro señaló que “categóricamente, si, en
este momento concreto en Chile creo que es posible llegar al socialismo
mediante el sufragio o sea mediante una victoria electoral…en este caso
concreto, en Chile de 1970, el socialismo puede ganar (sic) una victoria
electoral” (62). El respaldo entregado por quien en ese entonces era el
símbolo de la lucha armada en América Latina, no hacía más que ratificar
la legitimidad de la ruta elegida por la mayoría de la izquierda chilena.
Ibid. 277 y ss.
El Siglo 8 de julio de 1970.
61
Al respecto, ver la recopilación hecha por Ximena Cruzat y Eduardo Devés Recabarren. Escritos de
prensa. 4 tomos. (Editorial Nuestra América, 1986).
62
El Siglo 5 de agosto de 1970.
59
60
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De esta manera, confirmando su táctica de “basificación” de la lucha
electoral para conectarla con los movimientos sociales, concretado a través
de la multiplicación de los CUP y eludiendo a su vez las acusaciones de
la derecha y la izquierda que no estaba en su coalición, la Unidad Popular
articuló una campaña electoral que tuvo la virtud de mantener su votación
presidencial anterior, pero dentro de un esquema en extremo polarizado.
En este marco, la existencia de los CUP fue la expresión de la importancia
que tenía para la UP la lucha electoral y social, más que futuros órganos de
un poder popular todavía difusamente enunciado.
2- La palabra de Allende en la campaña: ¿reforma o revolución?:
En 1970 Salvador Allende Gossens lograba un hecho inédito en la historia de
Chile, al convertirse por cuarta vez consecutiva en candidato a la presidencia
de la República. Con una amplia experiencia en campañas para diputado y
senador, existe consenso señalar entre los especialistas que Allende era un
político de gran oratoria, en tiempos que ésta constituía una herramienta
fundamental para transmitir el mensaje político (63). Por ello es que la de
1970 –que sería la última como candidato- fue una campaña en donde
se combinaron las experiencias anteriores de Allende, con una coyuntura
política que permitió abrir espacio a un discurso político que sintonizó con
un importante segmento de votantes del país. Es decir, la vinculación de base
de la izquierda y su estrecha relación con las organizaciones sociales, unido a
la desilusión provocada por Frei Montalva -expresada en las movilizaciones
campesinas y de pobladores más arriba reseñadas-, generaron las condiciones
particulares de la elección presidencial de 1970.
Desde nuestro punto de vista, esta particularidad consistió en que el año
1970 abrió la oportunidad política de posicionar un discurso programático
radicalizado, que hablaba de cambios estructurales y “vista al socialismo”,
que se matizó con la práctica electoral tradicional de la izquierda chilena,
pragmática y preocupada de obtener soluciones concretas a los problemas de
las personas. Por ello que el mérito del 36% obtenido por Salvador Allende
en 1970 radica tanto en que logró retener su votación en un esquema tripolar
y con un discurso más radical que el de 1964. Ya no bastaba un simple
programa reformista, porque el gobierno democratacristiano había agotado
en parte el capital político de esa opción, obligando a las fuerzas de la Unidad
Popular a posicionarse más a la izquierda (64).
Existen varios libros testimoniales de personas que conocieron a Allende, pero sigue destacando el
de su secretario privado Osvaldo Puccio. Ver Un cuarto de siglo con Allende. Recuerdos de su secretario privado Osvaldo Puccio (Editorial Emisión, 1985). Para una mirada historiográfica conservadora,
Gonzalo Vial Correa “Allende”. Fascículos publicados en La Segunda desde agosto de 2003.
64
Esto lo ha planteado en forma general Julio Faúndez, Izquierdas y democracia en Chile, 1932-1973.
(Bat ediciones, 1993). Particularizamos para el caso del Partido Comunista a partir de 1965, en Alvarez, “La tarea de las tareas…” op.cit.
63
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Dentro de este marco, el papel que le cupo a Salvador Allende en
tanto abanderado de la Unidad Popular, consistió en representar dicha
amalgama entre la tradicional cultura política de la izquierda chilena y
los nuevos aires radicalizados que caracterizaron al país en la coyuntura
presidencial de 1970. Considerado un político tradicional, acostumbrado a
las sesiones parlamentarias, las negociaciones y la transacción, encabezó
el movimiento político y social más amplio y numeroso de la historia de
Chile, cuyo programa implicaba transformaciones sustanciales al régimen
de dominación capitalista, incluido el tema de la propiedad privada (65).
Por ello, el discurso de campaña de Salvador Allende en 1970 expresó esta
suma de experiencias y nuevas adquisiciones, lo que explica que la fórmula
“¿reforma o revolución?” se vuelva excluyente e insuficiente para definirla.
Fue la superación de esta dicotomía lo que hizo singular la experiencia de
la Unidad Popular, ya que ésta, por medio de una combinación de medidas
reformistas y otras revolucionarias, intentó construir lo que en ese tiempo
se llamó “el Chile nuevo”.
La campaña de Salvador Allende, como era costumbre en las
colectividades de izquierda, se caracterizó por las visitas del candidato a
los lugares en donde estaban los posibles adherentes de la campaña. Junto
con ello, se privilegiaron los actos de masas, tanto en Santiago como en
provincias. El listado de lugares visitados físicamente por Allende es muy
extenso, comprendiendo poblaciones, sindicatos, industrias, universidades,
plazas y ciudades de todo tamaño. Para graficar la intensidad del trabajo en
terreno de la campaña de 1970, nos detendremos en la visita del candidato
a la sureña ciudad de Angol. Inició el día con una concentración en el
teatro “Rex” de esa localidad, en la que, según la prensa de izquierda,
“…fue tanta la cantidad de adherentes, que se tuvo que trasladar a la Plaza
de Armas…”. Terminada esta actividad, visitó el hospital de la ciudad,
para luego dirigirse a la Escuela Normal, “donde el Director, José Luis
Riquelme, del PR y secretario general del Comando de la Unidad Popular,
conjuntamente con la totalidad de los profesores y más de doscientos
cincuenta alumnos lo recibieron en el gimnasio de ese establecimiento…”.
Más tarde, junto a los parlamentarios de la UP de la zona, visitaba “…las
poblaciones ‘Esperanza’, ‘Guacolda’, ‘Trizano’, ‘Alemania’ y ‘El Cañón’,
donde pudo observar sectores habitacionales de más de cuatrocientas
casas que no poseen luz, calzada, servicios higiénicos y hay solo cuatro
pilones de agua…”. Terminado el día, se transmitió un discurso radial
del candidato, en el que indicaba que “…he podido, en Angol, recorrer
Sobre las consecuencias políticas por haber cuestionado la propiedad privada de los medios de
producción a fines de los sesenta y principios de los setenta, ver Juan Carlos Gómez, La frontera de la
democracia. (Lom, 2004).
65
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diferentes poblaciones que se debaten en el barro, el frío y el hambre. Pude
comprobar que el único camino que los pobladores han señalado es el de
la Unidad Popular…” (66).
Luego de contar que había estado en contacto con la realidad más cruda
y desprotegida del pueblo, Allende ponía en funcionamiento la tradicional
estrategia de la izquierda de utilizar las elecciones como un espacio de
pedagogía social, con el objetivo de concientizar de la población. En el
caso del discurso de Angol, Allende, en referencia al respaldo popular que
recibía en sus visitas a terreno, indicaba algo que repitió constantemente a
lo largo de la campaña: “…y se han volcado familias enteras a trabajar por
el triunfo, no de un hombre, sino que de una concepción integral que hará
un gobierno popular…” (67). Es decir, Allende le explicaba a sus posibles
electores que su candidatura no era una aspiración o un capricho personal,
sino que representaba una idea, un proyecto. Hablándoles a trabajadores de
una industria en Maipú, les planteaba el significado de la UP, su creciente
vigor, y “cómo surgió este movimiento por una necesidad histórica, ante el
fracaso del capitalismo y del reformismo, que no han solucionado ninguno
de los problemas de Chile” (68). Tal como lo había dicho a los pocos días
de ser proclamado, el éxito de la UP “…no será la victoria de un hombre,
ni siquiera la victoria solo de los partidos populares. Será la victoria de las
masas, del campesino, del maestro, de la madre proletaria, del trabajador, del
pequeño comerciante e industrial, del empleado público y particular” (69). Es
decir, el empeño de Allende fue mostrarse como representante de un anhelo
nacional, pluriclasista, encarnado en las tradiciones de lucha del pueblo, por
años sometido a la dominación. Por eso el discurso de Allende fue optimista,
portador de “buenas nuevas” para un pueblo que se describía desamparado:
“Se trata ahora que el pueblo que ha sido espectador durante toda la historia
del país, sea ahora actor principal. No quiero ser un presidente más. No voy
a entrar a La Moneda solo, entrarán conmigo el próximo 4 de noviembre,
los mineros, los campesinos, los pequeños comerciantes, y sobre todos las
madres chilenas, para clavar en La Moneda la bandera de la Patria” (70).
Junto con reiterar la convocatoria pluriclasista –pues nunca se definió
como el candidato “obrero”- pugnaba con sus rivales por convertirse en
su verdadero representante, tópico que fue permanente de la campaña. Es
decir, Allende en 1970 buscó dejar establecido que ésta no era cualquier
elección ni cualquier presidente, tratando de convencer que representaba
una oportunidad histórica y posible, de por una vez hacer justicia a las
Todas las citas sobre Angol El Siglo 19 de junio de 1970.
Ibid.
68
El Siglo 31 de marzo de 1970.
69
El Siglo 23 de enero de 1970.
70
El Siglo 24 de agosto de 1970.
66
67
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mayorías nacionales. Por este motivo, Allende insistía en un discurso
en la nortina ciudad de Vicuña que “la Unidad Popular representa la
conciencia de un pueblo que sabe que los problemas de la patria no pueden
ser solucionados si el pueblo no conquista el poder político” (71). De esta
manera, el candidato izquierdista enunciaba con claridad la tesis que su
sector político había levantado por décadas: la posibilidad del cambio
social se produciría mediante la participación en los espacios que el propio
sistema político chileno tenía. Así, el llamado allendista para las elecciones
de 1970 se podía resumir en que existía la oportunidad histórica de apoyar
un proyecto de país que a través de traspasar el protagonismo político a las
mayorías postergadas, construiría una nueva sociedad. Por este motivo,
cuando el médico socialista improvisó su discurso el 4 de septiembre
en la noche para celebrar la primera mayoría relativa obtenida, insistió
en el optimismo histórico: “…Les digo que se vayan a sus casas con la
alegría sana de la limpia victoria alcanzada. Esta noche, cuando acaricien
a sus hijos, cuando sus busquen el descanso, piensen en el mañana duro
que tendremos por delante, cuando tengamos que poner más pasión, más
cariño, para hacer cada vez más grande a Chile, y cada vez más justa la
vida en nuestra patria…” (72).
Salvador Allende no fue un teórico ni un dirigente que se caracterizara
dejar por escrito sus pensamientos y principales tesis políticas. Su fortaleza
era la tribuna pública, en donde explicaba sus planteamientos. En el caso
de la campaña de 1970, Allende se preocupó de aclarar en que consistía la
novedad de la “vía chilena al socialismo”. En un discurso en la ciudad de
Arica explicaba como entendía el proceso político chileno: “…queremos la
revolución, que la entendemos como un proceso general de cambio social
y económico destinado a reemplazar una clase social egoísta y parasitaria,
llevando al pueblo al poder…” (73). ¿Cómo iba a ocurrir esto?. El propio
candidato lo establecía, ahora en un discurso ante trabajadores en Santiago,
respondiendo a la campaña del terror de la derecha: “El Dr. Allende dijo
que la Unidad Popular llegará al poder por la vía legal, y precisando la
posición de este movimiento en torno al Ejército dijo ‘El Ejército es el
pueblo vestido de uniforme’” (74).
El sujeto revolucionario no sería “la clase obrera” a secas, sino que
un conjunto de actores sociales. En sus discursos, Allende los nombraba
frecuentemente: “…saludo fraternalmente a los obreros, campesinos,
estudiantes, pensionados, pequeños propietarios, mujeres, intelectuales
El Siglo 11 de junio de 1970.
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73
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74
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71
72
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y jóvenes…” y los conminaba a cobrar presencia nacional “para ejercer
los deberes y derechos irrenunciables que les corresponden dentro de la
construcción de la nueva sociedad chilena y como principales protagonistas
del Poder Popular…”(75). Con todo, el propio Allende dejaba establecido
que los trabajadores serían los principales actores del movimiento, porque
ellos “…han adquirido conciencia de que en nuestro país es indispensable
se opere una sustitución del sistema político, económico y cultural que hasta
hoy se mantiene vigente, sobre la base que los trabajadores adquieran la
preeminencia que les corresponde como fuerza enormemente mayoritaria,
motor de nuestro desarrollo nacional” (76).
Como la forma (o “vía” en el lenguaje de la época) para sustituir el
capitalismo sería sin mediar una guerra civil, sino que copando el aparato
de Estado capitalista y desde él impulsar el proceso revolucionario, era
fundamental contar con un activo respaldo popular. Esto explica que
Allende repitiera durante la campaña que en su gobierno, sería fundamental
el protagonismo y la participación popular: “la lucha nuestra es para que
ustedes, los trabajadores, sean gobierno. Que ustedes puedan participar
en las empresas en que trabajan a través del Consejo de Economía” (77).
Siendo más explícito en su propuesta, y diferenciándose del programa de
“promoción popular” del gobierno de Frei, Allende afirmaba tajantemente
que “…no habrá participación popular, como ofrecen las otras candidaturas,
porque el pueblo será el que gobernará directamente, sin intermediarios”
(78). De esta manera, Allende anunciaba su concepción de poder popular,
consecuente con la “vía” elegida para la transformación de la sociedad,
consistente en respaldar las medidas del “gobierno popular” y los espacios
obtenidos dentro del aparato estatal. Así, estuvo alejado del discurso de
Allende una visión del poder popular como un poder paralelo al estado,
que lo confrontara y destruyera desde fuera de la institucionalidad.
Como ha sido señalado, este énfasis en la participación popular era el
mecanismo para diferenciarse de los regímenes de capitalismo de estado o
“populismo”. Es decir, para la izquierda gradualista y el propio candidato
de la UP, el “poder popular” significaba que la participación de los
trabajadores “estaba llamada a agregar al poder parcial del gobierno, la
fuerza de las organizaciones de masas populares….significaba creatividad
‘desde abajo’, pero con disciplina laboral” (79).
El Siglo 2 de mayo de 1970.
El Siglo 2 de mayo de 1970.
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79
Augusto Samaniego, “El ‘poder popular’, lo social y lo político en el Chile de la Unidad Popular”,
en Revista de Historia y Ciencias Sociales nº 2, Escuela de Historia y Ciencias Sociales Universidad
ARCIS, 2004.
75
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Obviamente que Allende ocupó buena parte de sus discursos de
campaña para explicar en que consistía su programa. Sobre la política de
nacionalizaciones, ante las denuncias de la derecha, el candidato de la UP
aclaraba que estas afectarían “solo a una minoría poderosa a la cual el
pueblo no va a perseguir pero a cuyos desmanes pondrá atajo. El gobierno
de la UP va a herir los intereses de solo un 4 o 5 por ciento de la población
para defender a los restantes 96 a 95 por ciento de los chilenos” (80). Es
importante para entender los planteamientos de Salvador Allende, que su
perspectiva, a pesar de su discurso “clasista”, era nacional, dirigido a la
mayoría de la población. Por eso que en el caso de las nacionalizaciones,
resaltaba que sería un bien común, y no solo para “la clase obrera”. De
hecho, el propio Allende repitió el papel fundamental que tendrían que
jugar los sectores medios en su gobierno: “…estas nacionalizaciones
permitirán influir en los procesos económicos y dispone de los recursos
para detener la inflación, desarrollar la economía, eliminar la cesantía, dar
estabilidad a los pequeños y medianos empresarios, orientar la producción
nacional hacia los artículos que el pueblo requiere…” (81).
Junto con la parte más programática del discurso de Allende durante
la campaña, especial importancia tuvo demostrar conocimiento de la
realidad concreta de los sectores populares y ofrecer medidas específicas
para solucionar los problemas de las personas. La dimensión “nacionalpopular” del discurso allendista, con su énfasis en la construcción de
una mayoría social y la apelación pluriclasista, tuvo su correlato en esta
faceta que conectaba al candidato con la vida cotidiana de sus posibles
electores. La importancia de este aspecto del discurso de campaña de
Allende se manifiesta en que no había lugar en donde no apareciera. En el
fondo, hacer una campaña en terreno estaba estrechamente relacionado con
demostrar tanto conocimiento de la realidad, como capacidad de propuesta.
Unido al mensaje de esperanza y alegría por el futuro mejor que se venía
para Chile, la capacidad de proponer soluciones sensatas y concretas a
la población fue la otra gran fortaleza de la campaña presidencial de la
izquierda en 1970.
En un clima donde las tomas de terrenos se producían con regularidad,
Allende se refería frecuentemente al problema de la vivienda. Una crónica
de su discurso con pobladores en un gimnasio en el centro de Santiago,
señalaba que al dirigirse a sus adherentes, Allende dijo que “había recorrido
gran parte del territorio de Chile y en todas partes el problema de la vivienda
era dramático. Denunció que 3 millones 200 mil chilenos viven sin agua
potable y que 138 mil sin alcantarillado”. Hecha la denuncia, el candidato
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El Siglo 3 de junio de 1970.
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de la UP hacía la propuesta concreta para solucionar esta problemática:
“terminar con el sistema de la reajustabilidad de las cuotas CORVI, entrega
de materiales de construcción, expropiación de monopolios como Cemento
Melón y Pizarreño. Créditos para artículos para el hogar…construcción de
canchas deportivas…entregar a las poblaciones una absoluta seguridad a
través de de vigilancia policial…” (82). Reunidos en la zona sur de Santiago,
Allende le decía a los comerciantes de las ferias libres que “en el gobierno
popular habrá seria preocupación porque el pueblo realmente tenga los
medios para adquirir sus alimentos” y que “ellos tendrán un importante
papel en la distribución de aquellos” (83). En la ciudad de Los Ángeles,
al sur del país, Allende planteaba “que hacer la Reforma Agraria en el
gobierno de la UP, significará terminar con el problema del pan y comprar
160 millones de dólares”. Demostrando que conocía la realidad del lugar
que estaba visitando, Allende señalaba que “…en la localidad de Quilaco,
97 de cada 100 niños no tienen atención médica al nacer. Pese a que en esta
provincia, por impuestos se recaudan más de 22 millones de escudos…”
(84). En la ciudad de Calama, polemizando con el candidato demócrata
cristiano Radomiro Tomic, Allende sacaba a relucir sus condiciones de
“hacedor”: “…los hospitales de Antofagasta y Calama llevan mi firma en
el proyecto que los creó, y allí no está la firma de Tomic. La Universidad
del Norte corresponde a una iniciativa mía, y la Ley de Accidentes del
Trabajo y Enfermedades profesionales nos pertenecen. Yo puedo decir que
no conozco ninguna Ley que proteja a la madre y la familia que lleve la
firma de Tomic…” (85).
Como en toda campaña, Allende no estuvo exento de ofrecer resolver
todo tipo de problemas, cayendo en la tentación del “tejo pasado” típico
de este tipo de elecciones. Algunas eran medidas concretas, fácilmente
realizables, como la disolución del “Grupo Móvil”, ente perteneciente a
Carabineros especializado en la represión de las movilizaciones sociales;
otras, evidentemente, no dependían solo del poder ejecutivo o eran
problemas a resolver a largo plazo, pero igualmente eran “ofertadas” al
electorado: el alcoholismo, alza de las pensiones, la casa propia, entre
otras medidas ofrecidas al calor de la campaña.
En su discurso de cierre de campaña, Salvador Allende resumió en 10
puntos los problemas básicos que tenían los chilenos, y que supuestamente
la Unidad Popular resolvería. Fueron llamados “los diez puntos del atraso”
y entre los principales se encontraba la inflación, la cesantía, el bajo nivel
El Siglo 15 de junio de 1970.
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de vida, la situación de los niños, la vivienda, entre otros (86).
Hemos querido mencionar estos ejemplos porque nos parece que para
explicar la fortaleza electoral de la izquierda chilena, se debe tener en
cuenta que durante décadas, aunque fuera una parte de las “promesas”
electorales de sus representantes, se hicieron realidad a través de iniciativas
de leyes aprobadas en el parlamento o ejecutadas en los municipios. Es
decir, las fuerzas de la Unidad Popular podían demostrar su capacidad
“realizadora”, por lo que las promesas electorales de Allende en 1970
tenían un respaldo histórico. En este sentido, hay que relativizar lo que
se ha planteado respecto a la izquierda chilena, en el sentido que solo una
vez que controlara parte del aparato estatal capitalista –el poder ejecutivoempezaría a construir la nueva sociedad (87). En realidad, sin una definición
teórica detrás, la izquierda chilena, a su manera, si comenzó a vivir la
nueva sociedad sin haber accedido nunca al poder ejecutivo, ya que por
medio del conjunto de leyes y control de gobiernos municipales, vastos
sectores de la población habían experimentado o se habían visto influidos
por las políticas de este sector. Indudablemente que el contorno social que
el país tenía hacia 1970, estaba influido –se podría discutir cuánto- por las
políticas de la izquierda. Esto se traducía que en los tiempos analizados
en este artículo, votar por la Salvador Allende no representaba un salto
hacia un futuro desconocido, sino que respaldar a un sector político con
tradición y experiencia legislativa y de poder local.
En consonancia con el diseño general de la campaña, Salvador Allende se
preocupó de incluir a los jóvenes y a las mujeres en sus discursos de campaña.
En el caso de estas últimas, el candidato de la UP las caracterizaba como las
sostenedoras del hogar popular, por lo tanto aguerridas y luchadoras. En un
encuentro en la población “José María Caro”, Allende aludía en ese sentido
a las mujeres: “….Ustedes triunfarán cuando triunfe la Unidad Popular, y
será la victoria de las mujeres, de las madres que defienden a sus hijos, que
creen en el porvenir de Chile” (88). En su mensaje con ocasión del día de los
trabajadores, Allende volvía a repetir esta misma figura de mujer, al referirse
a la persona que “conoce mejor que nadie del dolor y del sufrimiento que
implica la muerte de tantos y tantos niños nuestros; a ella que sabe de la
diaria tragedia del hogar, en que el dinero no alcanza para la comida; a ella
que comprende el daño irremediable que se causa a sus hijos cuando no se
les puede alimentar bien, ni darles la educación que necesitan y merecen…”.
El Siglo 2 de septiembre de 1970.
Esto lo ha planteado Tomás Moulian en Socialismo del siglo XXI. La quinta vía. (Lom, 2000).
88
El Siglo 20 de febrero de 1970. La preeminencia de la Unidad Popular de entender la realidad de la
mujer desde una perspectiva de clase y no de género, ha sido señalado por Marcela González Oteíza,
“Te hablo a ti, mujer: madre, esposa y dueña de casa. La mujer en las campañas presidenciales de 1964
y 1970”, en Dimensión Histórica de Chile nº 13-14, 1997-1998. p. 205.
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A continuación, volvía a hacer la alusión a los niños, relacionando su crianza
y cuidado con la mujer y no con el hombre (89).
Conciente de la dificultad de la penetración de la izquierda en este nicho
electoral, el candidato de la UP, junto con este mensaje de optimismo que
caracterizó a toda la campaña de 1970, no vacilaba en señalar que las
mujeres y los niños serían los sectores más favorecidos durante su gobierno.
En una industria en donde laboraban más de 315 mujeres, Allende junto
con referirse a las bajas pensiones, especialmente la de las mujeres, “que
trabajó tanto o más que el hombre y gana menos…”, declaraba que “…en el
Gobierno Popular la mujer y el niño serán los principales beneficiados…”.
Demostrando que en la propuesta allendista, el papel más tradicional de la
mujer no era cuestionado hasta las últimas consecuencias y que primaba
la mirada más economicista sobre la problemática de género, Allende
aprovechaba de repetir la propuesta del medio litro de leche para todos
niños de Chile, algo que no ocurría cuando se encontraba en una industria
con mayoría de hombres (90).
En todo caso, Allende también aludió a la discriminación de género,
prometiendo terminar con ella. Reunido con trabajadoras de la industria
“Luchetti”, Salvador Allende afirmaba que “la mujer en el actual régimen
sufre una descarnada discriminación….esto será fundamentalmente
cambiado en el régimen popular…”. En la misma línea, al cerrar una
alocución radial dirigida a la mujer, Allende apelaba con tono cercano a
ellas: “Compañera…yo quiero decirte que sé lo que te deberé a ti. También
sé que no te voy a defraudar. La victoria será para ti, para tus hijos y toda
la familia. Gracias, muchas gracias compañera”. La promesa allendista
a la mujer del pueblo era audaz: “…queremos que tu y tus hijas tengan
las mismas posibilidades que el hombre y en definitiva, dejen de ser
explotadas…” (91).
Por su parte, los jóvenes fueron el otro sector de la sociedad interpelado
por Allende. Su primer énfasis era un llamado a confiar en la Unidad
Popular: “Sabemos del escepticismo que abriga la gente joven cuando
ve tanta mentira, tanta falsedad. Pero yo les pido que ustedes los jóvenes
se integren al pueblo, ustedes tienen que estar presente en forma unitaria
junto al campesino, al industrial, al minero…”. En la misma línea, en otro
discurso el candidato de la UP reforzaba este planteamiento asegurando
que “la juventud ha comprendido que la revolución no la harán solo
El Siglo 2 de mayo de 1970
Sobre la visita de Allende a la industria “Laban”, compuesta en su mayoría por mujeres, El Siglo 5
de agosto de 1970.
91
La primera cita corresponde a El Siglo 5 de agosto de 1970 y las dos siguientes El Siglo 30 de agosto
de 1970.
89
90
88
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los jóvenes, sino un pueblo disciplinado, organizado, conciente, en
el que la juventud será su vanguardia más diáfana…..ya se ha roto la
indiferencia…” (92). Si en el caso de la mujer era la promesa de mejorar
sus condiciones materiales de existencia y una vaga idea de terminar con
“toda discriminación”, en el caso de los jóvenes la invitación allendista
era a convertirse en protagonistas en la construcción de la nueva sociedad.
Para los jóvenes, el llamado era a la acción, a construir, lo que se conectaba
directamente con el mensaje optimista de la campaña, portadora de una
subjetividad social en donde la realización del sueño de una sociedad más
justa aparecía a la vuelta de la esquina. Esto estaba en consonancia con el
espíritu juvenil, más impaciente, para el que la esencia revolucionaria de la
Unidad Popular se debería poner en práctica desde la primera hora.
En esta perspectiva, en una multitudinaria manifestación juvenil hacia
el término de la campaña, Allende “llamó a la juventud a una grande y
maravillosa tarea histórica, a una tarea digna de la juventud, a construir la
plena independencia de Chile…”. De acuerdo a la crónica “…de manera
vibrante, Allende llamó a la juventud a formular una promesa de honor ante
su conciencia y ante la historia, de hacer realidad el legado de O’Higgins,
de luchar contra el imperialismo y sus aliados internos, de terminar con
el latifundio agrario y minero, de luchar por la liberación del hombre y
por la construcción del socialismo…la promesa fue respondida por con un
mayúsculo ¡SI! por toda la juventud presente…” (93). Este llamado, con
marcado acento épico y mesiánico, asignaba a los jóvenes la tarea histórica
que tradicionalmente un sector de la izquierda asignaba a “la clase obrera”,
de liberar a las grandes mayorías sociales del yugo de la dominación. Esta
dimensión ética, de principios, aglutinó a una generación de jóvenes que
creyeron ver con el triunfo de Allende en 1970, un largo sueño cumplido
por las generaciones anteriores. Los jóvenes estaban convocados a ir en la
cresta de la ola del proceso de la Unidad Popular.
La centralidad de la mujer y los jóvenes en la campaña de 1970, quedó
reflejado con ocasión del discurso que Allende hizo desde el balcón del
edificio perteneciente a la Federación de Estudiantes de la Universidad
de Chile –FECH- en la noche del 4 de septiembre de 1970. Emocionado,
exaltó desde sus primeras palabras la importancia del papel de la juventud
y su valor simbólico en el triunfo obtenido: “…Nunca un candidato
triunfante por la voluntad y el sacrificio del pueblo usó una tribuna que
tuviera mayor trascendencia. Porque todos lo sabemos. La juventud de
92
93
La primera cita en El Siglo 6 de junio de 1970 y la segunda El Siglo 30 de junio de 1970.
El Siglo 21 de agosto de 1970.
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la patria fue vanguardia en esta gran batalla, que no fue la lucha de un
hombre, sino la lucha de un pueblo…”. Sobre la importancia que le cabría
a la mujer en el proceso que comenzaba -más allá que nuevamente en 1970
el voto para el candidato izquierdista fue minoría entre ellas- se manifestó
en las cuatro alusiones que hizo de ellas durante este “discurso de la
victoria”. Así, en el momento de agradecer el respaldo recibido, Allende
destacó tanto a los jóvenes como a las mujeres: “…Para los que están
en la pampa o en la estepa, para los que me escuchan en el litoral, para
los que laboran en la precordillera, para la simple dueña de casa, para el
catedrático universitario, para el joven estudiante, el pequeño comerciante
o industrial, para el hombre y la mujer de Chile, para el joven de nuestra
tierra, para todos ellos, el compromiso que yo contraigo ante mi conciencia
y ante el pueblo –actor fundamental de esta victoria- es ser auténticamente
leal en gran tarea común y colectiva…”(94).
De esta manera, en las palabras que eran la bisagra entre dos momentos
políticos distintos, la campaña y lograr ser proclamado por el Congreso
Pleno en octubre, Salvador Allende resumía el carácter heterodoxo, desde
la lógica del marxismo en uso en la época, de la “vía chilena al socialismo”:
el carácter pluriclasista de su apelación de masas y la validación de la
táctica gradualista para llevar a cabo un programa de transformaciones
estructurales del sistema político, económico, social y cultural del país.
Allende, a lo largo de los meses de campaña, sin negar el carácter radical de
su programa, al señalar que el objetivo final era “el socialismo” y la lucha
contra las poderosas minorías nacionales y extranjeras, supo acompañarlo
de cuatro aspectos que lo aproximaron a los votantes: Primero, una
convocatoria amplia, que incluía a la inmensa mayoría de los chilenos,
haciendo difuso el discurso clasista más duro de la izquierda; segundo,
ofreció un conjunto de medidas concretas, sentidas por la población y
que le permitían sintonía con ella; tercero, buscó aproximarse a sectores
reacios tanto a participar en las elecciones (jóvenes) como a votar por la
izquierda (mujeres), lo que tonificó la campaña con un discurso político de
carácter nacional; cuarto, todos estos elementos se vieron empapados de
un mensaje de optimismo histórico, con propuestas concretas para iniciar
“la revolución chilena”, la que era hecha aparecer como una inminencia
histórica. Así, en manos de un sujeto histórico amplio y diverso –que
podríamos denominar “vanguardia compartida” en oposición al clásico
papel hegemónico de la “clase obrera”- quedaba la misión de obtener la
“Segunda Independencia” de Chile.
Esta parte discursiva de la campaña estuvo acompañada de un amplio
90
Las citas y referencias al discurso de Allende el 4 de septiembre de 1970 en el edificio de la FECH,
www.archivochile.com
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Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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despliegue territorial, de la mano de los CUP, que cumplieron la misión
de agitar y difundir las propuestas de la Unidad Popular, pero que también
funcionaron como órganos que canalizaban la protesta social. Los CUP
significaron una sistematización superior de una práctica tradicional de la
izquierda, consistente en visualizar como un conjunto la lucha electoral y
la promoción de la movilización social. Es decir, el espíritu revolucionario
de la militancia y de los simpatizantes de izquierda, no debía verse
disminuido por participar en los torneos electorales. La “vía chilena al
socialismo”, en su definición más de fondo, implicaba una concepción de
camino revolucionario original, y parte sustancial de esta originalidad
radicaba en la superación de la dicotomía reforma/revolución como
caminos excluyentes.
En el caso de la Unidad Popular, de la mano de la reforma, es decir,
de las soluciones concretas, del discurso “nacional-popular”, del alejarse
del “obrerismo” clasista, se daría paso a los cambios revolucionarios, a lo
que Allende denominaba “el cambio del sistema político y económico”.
Con el control del poder ejecutivo, la Unidad Popular iniciaría un proceso
transformador que modificaría la estructura que consagraba la explotación
y la desigualdad social como sistema de vida en Chile.
Sin embargo, debajo del entusiasmo y optimismo de una campaña
presidencial polarizada y confrontacional como lo fue la de 1970, el
escepticismo de sectores de izquierda dentro y fuera de la Unidad Popular
estaba latente. La singularidad de la “vía chilena al socialismo”, sus
guiños “reformistas” y apelaciones a las clases medias, eran vistos como
una renuncia a una verdadera vocación revolucionaria. Con todo, como la
guerra civil dentro de la izquierda aun no se declaraba, la Unidad Popular
y su candidato lograron transmitir la imagen de unidad y alegría, y ser
los portadores de las verdaderas soluciones a los problemas que desde
siempre aquejaban a la mayor parte del país. Los CUP y el discurso de
Allende fueron el vehículo de esta buena nueva. Un poco más de un tercio
del país respaldó este sueño. El desafío posterior fue intentar ganar la
mayoría absoluta. De ello, tal como lo demostraron los hechos posteriores,
dependería la suerte de la “vía chilena al socialismo”.
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Alternativa NO 25, 2007: 93 - 101 / Instituto deRevista
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Alejandro del
Lipschutz
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Los comunistas y la toma de terrenos
de La Victoria.
A 50 años de una de las tomas más
grandes de Latinoamérica
Alexis Cortés Morales
La presente ponencia tiene como tema principal el rol jugado por los
militantes comunistas en la toma de terrenos de la población La Victoria
(Chile) y en la posterior consolidación de la misma como un asentamiento
dotado de una identidad territorial particular que hemos denominado ethos
victoriano, es decir, un relato identitario que, en una multiplicidad de
voces, tendió a prevalecer y a proyectarse a través de diversos mecanismos
de circulación.
De esta manera, preguntas tales como ¿qué importancia tiene la toma de
terrenos y consolidación de la población La Victoria para el movimiento
social chileno? y ¿cuál fue el rol jugado por los comunistas en la toma
y consolidación de La Victoria, y, a partir de esa línea, cuáles son las
implicancias de su accionar para el proyecto identitario de la población?,
son las interrogantes que guiarán esta exposición.
Metodología: Biografía Social de La Victoria
La investigación que ha dado origen a esta ponencia se afirmó en una
perspectiva metodológica que hemos denominado biografía social del
espacio (), tomando prestado y adaptando el concepto de “biografía
cultural o social de las cosas” (), que ha sido utilizado para analizar la
dimensión social y cultural de las mercancías.
Desde esta mirada, lo que se pone en el centro es la trayectoria vital del
espacio como una forma de aproximación a los sujetos que interactúan con
ese territorio, así cobran relevancia preguntas tales como: ¿cuáles son las
Mis agradecimientos a mi amigo y vecino de La Victoria, el historiador Julio Reyes Ávila, ya que sin
sus comentarios y honesta discusión no hubiese podido arribar a esta propuesta, obviamente él no es
responsable de los errores y debilidades de este trabajo.
Sociólogo. Contacto: [email protected]
Alexis Cortés, Identidad y territorio: Población La Victoria, una mirada de primer orden. Inédito. Por
publicar en la Revista de Estudios Culturales Urbanos Bifurcaciones (www.bifurcaciones.cl).
Kopytoff, “La Biografía Cultural de las Cosas: la mercantilización como proceso”, en A. Appadurai,
A (Ed). La Vida Social de las Cosas: perspectiva cultural de las mercancías. (Co edición: Dirección
General de Publicación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/ Editorial Grijalbo. México.
1991).
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Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
condiciones sociales y políticas que posibilitaron la conformación de este
espacio?, ¿de qué proyectos identitarios eran portadores los actores que
levantaron y construyeron la población?; siendo, en específico, relevante
para esta ponencia preguntarnos por el ¿cómo se cruza la acción de los
comunistas con la biografía social de la población La Victoria?
Para reconstruir esta biografía social del espacio hemos recurrido a los
relatos de vida de los pobladores que estuvieron en el inicio de la población
(). Asimismo, mediante la recopilación de la colección del periódico La
Voz de la Victoria (1958-1959), pasquín dirigido por militantes comunistas
y órgano oficial de la organización de pobladores de La Victoria, hemos
podido acceder al discurso político y social que tendió a prevalecer en la
población. Así, mediante la complementación de la palabra escrita y la
palabra viva de las historias de vida de los pobladores, entre las que es
común encontrar testimonios de militantes comunistas de base, nos hemos
aproximado a la trayectoria vital de la población y al aporte comunista en
ella.
La Toma de Terrenos de La Victoria.
La toma de La Victoria tiene como contexto previo la creciente
desruralización ocurrida en el país, fomentada por el crecimiento industrial
y urbano; además de la existencia de grandes flujos migratorios, causados
por la crisis del modelo primario exportador, el desmedro de la agricultura
por el estímulo de la industria y las altas concentraciones de tierras en
latifundio (). Lo último provocó la absorción de población en las comunas
adyacentes a Santiago, con la consiguiente marginalidad y surgimiento de
poblaciones callampas ().
En esta línea, la primera causa contingente de esta toma la encontramos
en los asentamientos de tipo callampa instalados en los bordes del Zanjón
de la Aguada, aproximadamente desde 1945, que contaba con cerca de
35.000 personas divididas en 10 poblaciones. Estas familias llevaban mucho
tiempo esperando una solución definitiva, alentadas por las promesas del
gobierno de Ibáñez. Sin embargo, la consecución de dos incendios, echó
por tierra cualquier tipo de esperanzas en que el gobierno solucionara su
problema de vivienda, que cada vez requería una salida más urgente. De
esta manera, al llegar el alba del 30 de octubre de 1957 cerca de 1200
familias organizadas en una serie de comandos se toman los terrenos de la
chacra la Feria ubicados en la comuna de San Miguel.
Ver Identidad Grupo de Memoria Popular, Memorias de la Victoria, Relatos de Vida entorno a los
inicios de la población. (Editorial Quimantú, 2003). Publicación de la cual quien suscribe esta ponencia es co-autor.
Vicente Espinoza, Para una historia de los pobres de la ciudad. (SUR. Santiago. 1988).
Forma de asentamiento popular espontánea y periférica.
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Según diversos autores, tras esta ocupación ilegal de terrenos existía
un plan organizado por militantes comunistas . Precisamente a partir de
este dato nos interesa saber cuál fue el rol jugado por los comunistas en
la conformación del proyecto identitario de esta población, especificando
la importancia de la experiencia de La Victoria para el movimiento social
chileno.
La Toma de La Victoria y el Movimiento Social Chileno
La población La Victoria posee una relevancia histórica significativa
pues en su génesis fundacional está inscrito un evento que marca un
antes y un después en el movimiento social chileno: la toma de terrenos.
Este acontecimiento (la toma), como acción colectiva organizada
en distinción respecto de la ocupación de carácter más espontáneo y
ampliamente extendida en las dinámicas de poblamiento popular urbano en
Latinoamérica, supone una fractura radical con las lógicas institucionales
y con el principio fundamental de las democracias liberales, a saber: la
propiedad.
La “acción directa” () que caracteriza a la toma de terrenos es portadora
de una legitimidad basada en la necesidad y en la noción del derecho a
la vivienda, en oposición a la legitimidad procedimental y formal que
inspiran a la república. En la Toma es el valor de uso del territorio el que
prevalece por sobre el valor de cambio de la propiedad de la tierra.
La acción de los pobladores del Zanjón en la chacra La Feria, por otro
lado, no sólo es un desborde de la institucionalidad y legalidad vigente, sino
que además visibiliza un actor social que habían permanecido marginado
no sólo de la esfera pública oficial, sino que también de la política de la
izquierda chilena, que basaba su praxis en la clase obrera y en el sindicato.
Con esta “acción directa” son los pobladores los que “toman su sitio”,
parafraseando a Mario Garcés-; lo que implica una nueva dimensión no
sólo en la configuración de movimientos sociales en Chile, sino que en la
articulación del espacio público. Así, los pobladores emergieron como un
actor político relevante capaz de poner en tela de juicio al Estado, inaugurando
una nueva esfera de contradicciones al interior de la sociedad chilena, que,
aunque por muchos años considerada “contradicción secundaria” (10),
devendría en unos de los movimientos sociales más relevantes durante el
Antonio Bentué, Religión y Marginalidad Social en la Población La Victoria de Santiago (Chile).
Reflexión Teológica. Tesis Doctoral, 1972; Manuel Castells, Movimiento de Pobladores y Lucha de
Clases. (VIEXPO. Santiago. 1972); Mario Garcés, Tomando su Sitio: El Movimiento de Pobladores de
Santiago 1957-1970. (LOM. Santiago. 2002); Orlando Millas, Memoria. Una digresión.: 1957-1991.
(CESOC. Santiago. 1996); Manuel Paiva, -Grupo de Salud Poblacional, Pasado: Victoria del Presente.
(s/e. Santiago. 1989)
Gabriel Salazar, Violencia política popular en las “Grandes Alamedas”. (Lom, 2006)
10
Castells, op.cit.
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Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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siglo pasado. De hecho, vale recordar que aunque la categoría social de
poblador cobra fuerza en los años ‘70 gracias a los aportes de la DESAL y
el CIDU, los victorianos en el año ‘57 ya se reconocían como “pobladores”
y como miembros de la clase obrera (11).
En virtud de los elementos anteriores, es posible hablar de una paradoja
inclusión/ exclusión en la acción de los pobladores, pues, por un lado, los
pobladores afirman su pertenencia al contrato social y al espacio público,
visibilizándose mediante un acto ilegal, que los deja fuera y los enfrenta
directamente al Estado a través de sus aparatos de control social. Pero
asimismo el sujeto-poblador encuentra su lugar en la sociedad como actor
político social mediante esta ‘acción directa’.
Praxis comunista y Toma de La Victoria
Unos de los fenómenos más paradojales del estudio de la toma de terrenos
de La Victoria es el rol jugado por los comunistas, pues si bien fueron
protagonistas esenciales desde dentro del movimiento de pobladores,
dirigiendo la toma y todas las organizaciones de pobladorse creadas en el
futuro 12, desde el punto de vista de las definciones teóricas elaboradas por
ellos en la época, los pobladores no aparecían como un actor relevante.
En palabras de Mario Garcés, “conceptualizar el ‘mundo de los
pobladores’ o de los pobres urbanos era evidentemente un desafío teórico
para el marxismo que el PC difícilmente enfrentaría”, pero, sin embargo,
en la práctica, “los comunistas trabajaron y estuvieron dedicados a “hacer
surgir un nuevo afluente del movimiento social, el de los pobladores
marginales de Santiago” –citando las memorias de Orlando Millas- y
atribuye a Galo González un papel muy relevante en esta tarea” 13
Si bien en la teoría el PC mantenía su conceptualización tradicional basada
en la clase obrera, su praxis inauguraba nuevas dinámicas políticas y sociales.
Y es ahí precisamente donde se entronca nuestra interrogante: ¿cuál fue el
rol jugado por los comunistas en la toma y consolidación de La Victoria, y, a
partir de esa línea, cuáles son las implicancias de su accionar para el proyecto
identitario de la población? A partir de nuestra investigación podemos
afirmar que el aporte comunista en La Victoria tiene dos dimensiones: una
dimensión organizacional y una dimensión identitaria.
Dimensión organizacional
Desde el punto de vista organizacional, el aporte de los comunistas
se identifica con el traspaso de capital organizativo desde lo sindical a
11
12
13
La Voz de la Victoria. Año I. Nº1. 16 de noviembre de 1958-1959. Números: 1, 3-6.
Bentué, op.cit.
Garcés, op.cit.
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lo poblacional. Muchos de los cuadros comunistas de la población, que
posteriormente asumieron roles dirigentes en la organización de pobladores,
se habían curtido en las luchas sindicales del norte salitrero. Tal fue el caso
de Juan Costa Encina (1904-1968), de origen boliviano, músico de oficio
y de militancia comunista. El fue uno de los dirigentes más importantes de
la historia de la población, siendo el primer presidente de la organización
de pobladores.
En cierta medida, es posible hablar de una cultura organizacional
comunista reflejada en los patrones organizativos de los dirigentes de los
pobladores, es decir, en los valores, reglas y normas organizacionales de
estos (14). Parte de esta impronta se observa en la primera organización de
pobladores, llamada Comité Central de Pobladores, cuya máxima autoridad
era su Secretario General, nomenclatura que, por lo demás, era familiar al
organigrama del PC.
Sin ir más lejos, una de las primeras tareas llevadas a cabo por el CC
fue el imprimir La Voz de la Victoria, órgano oficial del CC, que tenía por
objeto “dar vida a un periódico que fuera el vocero auténtico de las clases
trabajadoras que viven y sufren heroicamente, sin desmayar en nuestra
Población” (15). Lo anterior en continuidad, en cuanto a forma y contenido,
con la línea de prensa obrera del PC.
Junto con lo anterior, se organizaron comités encargados de ejecutar y
descentralizar la participación, se elaboraron planes de emulación entre
los distintos bloques; se estimulaba y premiaba a los “pioneros” de la
población, a quienes se preocupaban de su jardín, a quienes entregaban
más horas de trabajo para la población tanto en la urbanización como en
la electrificación; se organizaron comités de vigilancia, que controlaban la
delincuencia y daban seguridad a la población; por otro lado, la colocación
de cañerías sin el permiso de las autoridades fue catalogada como una
prueba palpable del espíritu revolucionario de la población (16). Todo esto
en un contexto de valoración de la unidad y de la disciplina como rasgos
fundamentales de los pobladores.
Otro rasgo muy marcado es el acentuado rechazo a la lógica
asistencialista en la población. “...Demostrando –los dirigentes- que no
aceptaban el tutelaje de organizaciones que se dicen benefactoras, que
ayudan a los pobres, a los desamparados, ¡Pero a costa de qué!, de su
apoyo incondicional a la labor nefasta que desarrollan en cada población
(...) manteniendo con su interesado proceder a muchas compañeras en la
Darío Rodríguez, Gestión Organizacional: Elementos para su estudio. (Ediciones Universidad Católica de Chile. Santiago. 2004).
15
La Voz de la Victoria. Año I. Nº1. 16 de noviembre de 1958.
16
Cfr. La Voz de la Victoria. Año 2. Nº 6. 31 de diciembre 1959. p. 5
14
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creencia de que deben esperar siempre la ayuda de esa organización.” (17).
De ahí el lema difundido en cada rincón de la población y muchas veces
reiterado, por esos años, en las editoriales de La Voz de la Victoria: “Nada
por caridad, todo mediante nuestro propio esfuerzo”.
Si bien esta “cultura organizacional” estaba imbuida de las dinámicas
sindicales, es innegable que esta constelación de elementos devino en una
praxis a todas luces novedosa y propia de los pobladores, lo que queda
en evidencia en la identidad territorial de la población o al menos en sus
discursos identitarios.
Dimensión Identitaria
Desde el punto de vista identitario, los comunistas fueron portadores de
un proyecto que se afirmó en la experiencia de poder popular asociada a
la administración autónoma del territorio y a la lógica de autoconstrucción
que, en este caso, es consecuencia de la misma. Resultado de esto es que
se genera un nivel de apropiación y de identificación con el espacio tal, que
éste último pasa a ser una clave interpretativa vital de la pregunta por el
“quién somos” de quienes se vinculan al lugar.
Si bien existía una gran diversidad al interior de la unidad de la población,
en cuanto a sujetos sociales, discursos, extracciones e historias de vida; lo
que supone tensiones y contradicciones, en la población tendió a prevalecer
un relato dominante ligado a la acción de los comunistas.
En consideración a lo anterior, la pregunta por lo propio del ser victoriano,
sin duda, debe considerar a la Toma de Terrenos como el dato clave, tanto
por la razones expuestas, como por que este hecho representa una particular
forma de relación entre “carne y piedra” (18), en otras palabras, entre sujeto
y espacio.
En primer lugar, el carácter de “toma”, en sí, representa una forma
radical de lugarización del espacio, es decir el paso de un espacio físico
ajeno e indeterminado a un lugar con una valoración social específica,
que es apropiado tanto material como simbólicamente. Este espacio pasa
a constituirse en algo más que el contexto o telón de fondo en el que
el poblador desarrolla su vida cotidiana, sino que se convierte en parte
esencial de la construcción identitaria de los individuos que lo habitan o
utilizan.
Entendemos por “apropiación” el fenómeno que se produce cuando
La Voz de la Victoria. Año I. Nº 3. Viernes 1º de mayo 1959.
Richard Sennet, Carne y Piedra: El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental. (Alianza Editorial. Madrid, 1997).
17
18
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un objeto (en este caso el espacio) abandona el mundo de las mercancías
y el sistema generalizado de equivalencia e intercambio (o de la mera
materialidad) y un individuo o una familia toma posesión del mismo. Así,
mediante la apropiación los elementos se vuelven auténticos y alcanzan
significación, es el momento en que un objeto traspasa los umbrales de la
relación valor uso-valor cambio (19).
En este sentido, la “apropiación” que el poblador hace del espacio
implica que el terreno deja de ser una mera mercancía y adquiere una
connotación y significación particular que lo dota de autenticidad.
En este mismo sentido, la ‘autoconstrucción’ como característica y
patrón dominante del levantamiento de la población fortalece la noción de
‘apropiación’ así como la interacción de intimidad entre el poblador y el
espacio. Cada casa autoconstruida adquiere una valoración distintiva, en
tanto, se vuelve única y es, a la vez, un testimonio de las historias de vida
y esfuerzos de quienes la construyen; asimismo permite la emergencia
de una semántica de “lo propio” y constituye al espacio como una clave
interpretativa fundamental de la pregunta por el “nosotros”.
Asimismo, no se puede realizar un intento de aproximación a la
particularidad victoriana sin considerar la experiencia de “autogobierno”
de los pobladores durante la toma y consolidación de la población. Esto
es lo que precisamente ha llevado a muchos pobladores a calificar a la
población como una “pequeña república”, puesto que las condiciones y
necesidades propias de una empresa que implicó una ruptura frontal con
la legalidad, implicaban exigencias de organización de una magnitud y
cualidad tal, que llevó a un despliegue de lo que podríamos denominar
como “poder popular” sin parangón hasta ese momento. Sólo mediante la
fuerza que daba la organización y la cohesión se hacía posible la mantención
de la toma, lo que llevó a la aplicación y creación de dinámicas y prácticas
sumamente originales, tales como las que hemos mencionado más arriba.
Mecanismos de circulación del relato identitario
Este relato identitario tendría distintos mecanismos de circulación,
siendo una de las formas más llamativas que reflejan este ethos y el cruce
de éste con la praxis comunista, el establecimiento de la toponimia de la
población, es decir el nombramiento de las calles.
En La Victoria es posible encontrar calles como “Cardenal Caro”, en
honor al cardenal que en tiempos de la toma intercedió frente al Presidente
R. Silverstone, E. Hirsch y D. Morley, “Tecnologías de la información y de la comunicación y la
economía moral de la familia”. En Silverstone y Hirsch, (eds), Los efectos de la nueva comunicación.
(Bosch, Barcelona, 1996).
19
98
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Ibáñez del Campo para evitar el desalojo, así como una calle llamada “Galo
González”, quien en tiempos de la toma era el Secretario General de Partido
Comunista de Chile. También, incluso en la actualidad, es posible transitar
por la calle “Carlos Marx” o por “Ramona Parra”, que lleva el nombre de
la joven comunista asesinada en una protesta, o por “Mártires de Chicago”,
nombrada así en honor a los trabajadores ejecutados en Estados Unidos,
que dieron origen a la celebración del Día del Trabajo.
En esta manera de nombrar el espacio (las calles) hay un intento por
ligar la biografía de la población con la historia del movimiento social
chileno. Por ejemplo las calles que hacen referencias a trágicas matanzas
de campesinos y obreros, a saber, “Ranquil” y “La Coruña”; o las que
hacen referencia los sucesos del 2 de abril de 1957 (calle “2 de abril” y
calle “Alicia Ramírez”), en el que una serie de protestas sociales a raíz del
alza en las tarifas del transporte urbano terminaron con la intervención y
represión por parte de las Fuerzas Armadas y con cerca de 20 muertos 20. En
este sentido el espacio nos habla del proyecto identitario de la población,
las calles nos dicen qué es lo que se quiere mostrar como distintivo, como
propio; así la toponimia nos permite observar el ‘nosotros’ que se quiere
afirmar.
Otros mecanismos de circulación es la reactualización del mito de
origen, mediante la reconstitución de la toma de terrenos cada 30 de
octubre en el Estadio Municipal. Hecho que cobra fuerza en tanto la
toma de terrenos inauguró un origen común a todos los habitantes de la
población, incluso para los que arribaron con posterioridad. Es el tiempo
sin distinción, en el que todos son iguales y tienen la misma categoría.
En este sentido, la identidad como una respuesta en el presente, es una
referencia tanto al pasado, como origen, como al futuro, en tanto proyecto
que intenta legitimarse a través de los discursos identitarios. Según lo
que señala un poblador: “...Todos los años revivimos la toma. Los más
viejos le contamos a los más jóvenes como fue y por qué la toma. Así se
mantiene una tradición oral y una identificación que a nosotros nos parece
muy importante” 21
Paralelo a lo anterior, innegable es el peso de la tradición oral en la
transmisión de la epopeya victoriana, lo que ha permitido que ciertos
relatos persistan con el paso del tiempo. Además del surgimiento de
complementos escritos y audiovisuales de transmisión, como el tradicional
“pantallazo”22*, en el que se proyecta un documento realizado por el Canal
de la Universidad Católica en el año 1958 acerca de la toma de terrenos.
Pedro Milos, Historia y memoria: 2 de abril de 1957. (Lom ediciones. Santiago. 2007).
Carlos Morales, La Victoria de Chile. (La Llama S.A. Santiago. 198?).
22 *
Proyección callejera de un video en pantalla gigante.
20
21
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99
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Asimismo, el trabajo realizado por los medios de comunicación locales,
como el canal de televisión “Señal 3 de La Victoria” y las distintas radios
populares, que han apuntado permanentemente a rescatar la memoria de
la población.
Sin embargo, no sólo la reactualización del origen ha servido para
reafirmar los rasgos identitarios. Casi tan importantes como los elementos
expuestos anteriormente son los aportados por la experiencia de “los hijos
de los fundadores” en la lucha contra la dictadura. Es particularmente en
los años 80, con el inicio de una política sistemática de oposición popular
en contra de la dictadura, como por ejemplo la Política de Rebelión Popular
de Masas impulsada por el PC y que significó la formación del Frente
Patriótico Manuel Rodríguez, que el sujeto “poblador” se transformó en
una agente fundamental y principal de resistencia a la dictadura.
En este contexto, la población La Victoria cumplió un papel preponderante
en la resistencia y oposición al régimen, generando innovadores formas
orgánicas, que consolidaron el proyecto identitario afirmado en la edad
temprana de la población. De hecho, para muchos pobladores la resistencia
poblacional a la dictadura es vista como una continuación de la lucha de
los fundadores de la población. Durante este período la influencia de los
comunistas se fortalece, por lo que van a ser militantes de ese partido los
que dirigirán las organizaciones de pobladores clandestinas y la primera
organización democrática tras el golpe.
Otro mecanismo de circulación llamativo es el que encontramos en
el tratamiento de los muros de la población. El muralismo popular es
un fenómeno que se desarrolló ampliamente en los años ’80 y su origen
se remite a las brigadas electorales encargadas de trazar la propaganda
en los muros de la ciudad en 1970 durante la campaña presidencial de
Salvador Allende. En la población este fenómeno se desarrolló fuertemente
también, encontrándose diversas brigadas muralistas que en La Victoria
han utilizado el muro como superficie mediática para la transmisión de
mensajes que recogen la semántica identitaria, basada en la reivindicación
de una historicidad popular.
A modo de cierre
100
Si bien, los comunistas, tal como mostramos en esta ponencia, cumplieron
un rol fundamental en la toma y consolidación de la población, es preciso
tener presente que los verdaderos protagonista de La Victoria son todos
sus pobladores, independiente de sus adscripciones políticas, religiosas
o sociales. Los pobladores, inmigrantes campesinos algunos, obreros,
sub-proletarios, cristianos, socialista, comunistas o apolíticos; todos ellos
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
son los actores de esta historia de dignidad. Este trabajo pretende ser un
homenaje para todos ellos, hombres y mujeres que se cansaron de esperar
y tomaron el destino en sus propias manos. Pues, personalmente el hecho
de haber crecido en la población, de sentirme uno de los herederos de esta
historia, es un acontecimiento fundamental en mi vida, definiéndome y
siendo motivo de orgullo.
Por ello, esta exposición es una de mis formas de agradecer a ese grupo
de pobladores que en la madrugada de un 30 de octubre de 1957, hace
casi 50 años, decidieron que sus esperanzas y anhelos de vivir mejor
encontraran un lugar, un espacio propio, al que llamaron La Victoria.
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Alternativa NO 25, 2007: 102 - 114 / Instituto deRevista
Ciencias
AlejandrodelLipschutz
Alternativa
Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Contribuciones de Gramsci hacia el
cambio social del Chile Actual.
Crítica a la distorsión posmoderna
de su legado y lecciones para los
marxistas
Rene Leal Hurtado∗
Hablar de contribuciones de Gramsci para avanzar hacia un cambio
social significante en Chile dice relación primero, en una contribución
hacia la comprensión del curso del proceso de formación y deformación
de las relaciones de clases en nuestra sociedad, comprensión que debiera
derivar de su aporte al debate marxista actual.
Tras las elecciones de fines del 2005, una cierta unanimidad surgió en
torno a las negativas consecuencias sociales del modelo neo liberal, lo cual
significó una nueva señal en el escenario político y social. El consenso en
torno a los méritos o a la perfectibilidad del sistema ha sido desafiado por
una realidad cada día más elocuente y que sectores de izquierda habían
“leído” mucho antes que otros, prediciendo su curso, incluso cuando la
posibilidad de una alternativa al modelo impuesto era descalificada como
asunto de nostálgicos.
Sin embargo, la nostalgia no podía descalificarse tan vulgarmente y al
voleo. Recordar el tiempo de elaboración de Gramsci es valioso, esta vez
desde un punto de vista de la reflexión acerca del tiempo que le tocó vivir
y de la contemporaneidad de otras fuentes de pensamiento de su época. En
particular me refiero a la atención puesta por Gramsci al pensamiento de
Max Weber, quien comenzaba a avizorar la debacle del pensamiento liberal
clásico, fundación ideológica del capitalismo temprano y revolucionario
para esa época. Weber veía la necesidad de reformular conceptos tales
como el del estado, el régimen parlamentario, el de burocracia, y de revisar
la base teórica fundacional de la vertiente racionalista del liberalismo,
esto es, el paso de una racionalidad substancial hacia una de corte mas
bien formal, más tarde interpretada por la Escuela de Frankfurt como
Sociólogo, colaborador ICAL. Este artículo está incluido en el libro editado por Jaime Massardo y
Rolando Alvarez, Gramsci. A 70 años de su muerte. (Ariadna ediciones, 2008), que reúne las ponencias
del seminario del mismo nombre organizado por ICAL el año 2007.
*
102
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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‘instrumental’. Los medios llegaban a ser el fin, no se arribó a la promesa
de progreso en un sentido humano.
Gramsci puso atención entonces a este pensamiento crítico surgido
desde el seno mismo del liberalismo clásico el cual era síntoma de dos
procesos en curso, primero, el paso desde el pensamiento liberal clásico
hacia uno de corte más bien social, en un cuadro en donde al desafío de
la revolución socialista se le sumaba el auge del fascismo y la derrota del
movimiento revolucionario en Alemania, que no acompañaría a la URSS
en su lucha contra el capital en el concierto internacional.
Es en este contexto de producción teórica y debate, de acción política y
de transformaciones de las relaciones de poder a nivel internacional, que
Gramsci percibe un cambio de proyección en la modalidad de acumulación
y de articulación de relaciones de fuerza y de poder que antes y de acuerdo a
su especificidad histórica habían sido concebidas en la idea de ‘clase contra
clase’, entendida tan simple y directamente como su expresión literal lo
indicaba, un frente contra otro frente, como en una “guerra de maniobras”.
La idea de que esas relaciones estaban siendo articuladas en formas mas
complejas con un estado burocratizado de corte racionalista formal, que
amplia la separación de la sociedad -llamémosla civil- de la mayoría de
las estructuras y relaciones de poder, políticas, militares e ideológicas,
importantemente culturales diría Gramsci, lo lleva a delinear la idea de
una forma de hacer política de clases pero en este nuevo escenario, el de
‘guerra de posiciones’, la que no niega la pertinencia de la de posiciones,
clave en su pensamiento político que se alimenta y recíprocamente es
fecundado por el concepto de hegemonía.
Gramsci entendió por hegemonía lo que nosotros pudimos presenciar
antes de la “rebelión pingüino”. Hegemonía sería de acuerdo a Gramsci,
“dirección política y dirección cultural (además de los fines económicos y
políticos, la unidad intelectual y moral)”(). Por lo tanto, una de las utilidades
primordiales del pensamiento gramsciano para nuestros tiempos es recuperar
el concepto de hegemonía acuñado por él y el de guerra de posiciones del
cual se entiende no que el poder se ‘toma’, que ocurre en un ‘asalto al poder’
que concebiría el cambio revolucionario desde la mera manifestación en la
superficie del conflicto de clases y del momento en que este físicamente
ocurre, sino Gramsci aconseja atender a la idea de ‘asedio’ del poder’
y del subsiguiente proceso de conquista del poder en sus dimensiones
– relacionadas, entreveradas - estructurales, de agencias de cambio, de
necesarias modificaciones institucionales y culturales de los aparatos y
dispositivos hegemónicos que impiden el cambio social revolucionario.
Juan Carlos Portantiero, Los usos de Gramsci, Grijalbo, Argentina, 1999.
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Si bien Gramsci sugirió poner atención a las instituciones (sindicatos,
partidos, organizaciones sociales y sectoriales), a través de las cuales la
hegemonía debe realizarse como embrión de una nueva vida estatal; y
atender también a la organización partidaria y a las formas en que dentro
de cada especifica situación nacional, los grupos que intentan representar
al proletariado deben articular su dirección sobre el resto de las clases
subalternas, Gramsci advierte que la guerra de posiciones, la conquista de
la hegemonía no es un esquema abstracto que sigue el orden citado más
arriba, pues para él la guerra de posiciones, la conquista de la hegemonía
no es un esquema abstracto sino que el concepto de hegemonía es aquel
donde se anudan las exigencias del carácter nacional.
Para los marxistas entonces no basta con una formulación de estrategia
internacional sino que es necesario pensar para cada sociedad, para cada
nación, cuales son sus características como sistema hegemónico. La revolución
socialista es internacional por su objetivo final, el punto de partida es nacional,
es producto de la voluntad colectiva nacional y popular, de una identidad social
que es de clase pero que es nacional también, que es de género, que es cultural.
La formación del ‘Bloque popular Nacional’ debiera ser entendido a partir de
estas reflexiones y son de enorme utilidad para comprender el Chile de hoy y
perspectivar caminos de construcción contra hegemónica.
Junto con esto, es necesario revisar otras interpretaciones, como la de
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, que partiendo de Gramsci, redefinen
el concepto de hegemonía y de estrategia socialista, la que veremos, ha
tenido lamentables consecuencias sociales y políticas. Laclau et Al, si bien
valoran el concepto de hegemonía Gramsciano, lo deconstruyen a partir de
la afirmación de que no es posible entender hegemonía como dependiente
de una fundación ontológica, esto es, que los dos principios del orden social,
la unicidad del principio unificante y su necesario carácter de clase, no son
el resultado contingente de lucha hegemónica, sino el marco estructural
necesario dentro del cual cada lucha hegemónica ocurre.
Dice Laclau y Mouffe que si bien para Gramsci los diversos elementos
sociales tienen una identidad meramente relacional, lograda a través de
prácticas articulatorias, siempre estará ahí un principio unificante en cada
formación hegemónica, y este solo puede ser una clase fundamental().
Gramsci de esta forma sigue siendo un marxista apegado a la noción de
clase, de clase hegemónica y sujeto histórico, y debe verse como un aporte
a la lucha política la idea de articulación de sujetos e instituciones y de
formación de una voluntad popular nacional con fuerte base cultural.
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemony and Socialist Strategy: Towards a Radical Democratic
Politics, Verso, Great Britain, 1985.
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Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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Según Laclau, había que apartarse de esta concepción que seguía
teniendo visos de ortodoxia. Esta teoría que plantearía una estrategia
socialista basada en la articulación de hegemonías discursivas parciales, sin
anclaje de clases, informaría en Europa y en Chile, a la que yo llamo la neo
social democracia que es parte constituyente del andamiaje hegemónico
presente hoy en Chile.
Vamos entonces al primer paralelo, en retrospectiva con respecto a
Gramsci y su tiempo, pero principalmente respecto a nuestra actual situación
en Chile, sus similitudes y diferencias en torno a la formación hegemónica
y también, como esta reformulación de Laclau de la noción de hegemonía
le permite a el reclamar su compromiso socialista y de izquierda, pero
ahora sin el concepto de clases como nudo central de su teoría.
Respecto a Gramsci y nosotros, en ambos casos ocurrió un cambio
fundamental en el patrón de acumulación y en la articulación hegemónica
del capital a nivel mundial, pero su naturaleza es distinta dada la diferencia
de las circunstancias históricas. Pero un hecho es digno de mencionar,
los cambios en la modalidad hegemónica fueron principalmente resultado
de que la contradicción de clases se expreso en un ascenso en la lucha de
clases y por ende, en disputa hegemónica. El keynesianismo revitalizó al
capitalismo axial como ahora el neoliberalismo reprodujo el dominio del
capital y consolidó su hegemonía, especialmente en el caso de Chile.
Observemos primero que ocurrió fundamentalmente durante los últimos
decenios en Chile. La lucha de clases expresada en un conflicto violento
de clase contra clase en aguda pugna en 1973 llevó a una modificación
profunda de la articulación de la hegemonía capitalista y de interrupción
de la construcción del movimiento contra hegemónico, la cual derivó en
una transformación de las relaciones de clases, permitiendo un cambio de
la modalidad de acumulación y del control ideológico cultural conocido
hoy como neo liberalismo. Las políticas de subsidio a la demanda, de
welfare state que emergen del modelo keynesiano, formas determinantes
de la reproducción de la hegemonía del capital desde la década de los 30
a la de los 70s en Occidente, no fueron las mismas que recompusieron
las relaciones de clases en Chile y en el mundo a favor del capital. Esta
vez la reproducción de la hegemonía del capital resultó de la imposición
de una concepción de democracia liberal basada en el pensamiento de
Hayek que la entiende a partir de la preponderancia de tres principios: el
individualismo; la estabilidad social o paz interna y el libre movimiento
del mercado o catalaxia.
El neoliberalismo nos ha llevado a una concepción de progreso más bien
técnico, pragmático, burócrata racionalista, de búsqueda desenfadada de
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rentabilidad, del crecimiento económico como fin absoluto, del monopolio
comunicacional más abrumador de los últimos tiempos, donde se conjugan
la propiedad de los medios de comunicación por parte del gran capital y
el avance de las tecnologías de la información. La meta de un progreso
humano, sostenible e integral ha quedado postergada. Individualismo,
consumismo, temor por lo hecho por la dictadura, deslegitimación de
las teorías marxistas o distorsión de ellas, han llevado a una pérdida más
que relativa de la capacidad de negociar nuestras vidas y muestran una
hegemonía abrumadora del capital en la sociedad, por lo menos hasta el
año 2006. Por lo tanto, el concepto de hegemonía de clases Gramsci y la
necesidad de articular un bloque histórico nacional, cultural y popular en
términos de desarrollar una guerra de posiciones contra hegemónica, dada
la complejidad de la formación actual, estaría plenamente vigente. ¿Por
que abandonarla ahora por teorías pos modernas que niega los fundamentos
de la Filosofía de la Praxis a partir de la veneración de la contingencia y el
discurso por sobre lo que nos enseña la historia? Ya no importa el contexto,
todo sería pura contingencia.
Las tres teorías sociales que desde los setentas han centralmente
informado a la nueva social democracia mundial, y chilena en particular,
han llegado a ser principales en el cuerpo doctrinario de una fracción de
la clase dominante que a su vez ha llegado a ser hegemónica en esa clase,
la neo social democracia; este derrotero teórico desde Touraine () y su
teoría de los ‘Nuevos movimientos sociales’; de Ernesto Laclau y Chantal
Mouffe () y su teoría pos moderna de la hegemonía del discurso; y la
ultima versión “bersteiniana” de Giddens () en su popular ‘Tercera Vía’, le
han quitado el piso a todos los intentos doctrinarios y programáticos de la
derecha tradicional y conservadora. En una palabra, estas teorías, una tras
otra, han llegado a ser la ideología más coherente y útil al neoliberalismo,
han renovado la ideología de la clase dominante y ejerce hegemonía no
solo en esa clase, sino en toda la sociedad. Como diría Marx() es la nueva
burguesía y su discurso ideológico de turno que retrata al mundo a su
imagen y semejanza.
Las negativas consecuencias sociales, humanas del concepto de
hegemonía acuñado por sectores del socialismo pos moderno, como
lo llamó Altamirano(), herederos de Ernesto Laclau, Chantal Mouffe,
Katherine Gibson y Julie Graham, son hoy más evidentes que nunca y
Alain Touraine, The Voice and the Eye, Polity Press, Great Britain, 1981.
Laclau y Mouffe, op.cit.
Anthony Giddens, The Third Way, the Renewal of Social Democracy, Polity Press, Great Britain,
1998.
Karl Marx and Friederich Engels, Selected Works, Moscow, Progress, 1977.
Carlos Altamirano, Reflexiones de Fines de Siglo, Talleres de Reflexión, Valparaíso, 1994.
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sin duda que están en la base de la crisis programática, política y ética
de la alianza de gobierno. Por lo tanto, no pueden estar ausentes de esta
discusión.
El camino desde el concepto gramsciano de hegemonía a una noción
renovada de ella caratulada como hegemonía del discurso, que articularía
sitios de lucha de acuerdo a los discursos que surjan para la construcción
de una estrategia socialista hacia una democracia radical, como diría
Laclau, ha llevado, contrario a lo que sus creadores pensaron, a constituir
esta teoría en un dispositivo ideológico sostenedor del neoliberalismo.
Primero, el posmodernismo, al criticar a una modernidad instrumental
anacrónica, se valida a sí misma como alternativa teórica. El problema
es que por criticar a una “perversa modernidad que lo corrompe todo”,
no toca un pelo a los dueños del capital. Como dice Ellen Meiksins, la
“fusión del capitalismo con la modernidad tiene el efecto de ocultar la
especificidad del capitalismo, si no es que éste desde el punto de vista
conceptual desaparece por completo” ().
Enfatizar las discontinuidades de las eras (modernas, ‘pos’ de toda laya,
etc.), que incluso marxistas como Jameson y Harvey utilizan, lleva más a
confusión que a clarificar lo que hay en el tinglado de la sociedad mundial
y local.
La sentencia de muerte en contra de una modernidad presentada como
fuente de deshumanización, no es entonces una cuestión antojadiza, tiene
que ver con el planteamiento de fondo, aquel que dice que se inaugura
un nuevo tiempo donde los conceptos, categorías y teorías respecto al
“pretérito” tiempo de la modernidad (capitalismo para algunos) terminó, se
acabó la historia, como pensó también Fukuyama. Con el vuelito entonces
de estas premisas, mega teorías como la marxista dejan de tener validez
ya que su sujeto de estudio y transformación ya no es el mismo, lo post
moderno tiene poco que ver con capitalismo, o como este se interpretaba.
Esto provocó “una verdadera estampida de especialistas que salieron a
recorrer la sociedad civil en busca de nuevos actores sociales” (10), una
“plétora de teorías e interpretaciones que difundieron la buena nueva del
fin del sujeto histórico, con una placentera mezcla de alivio y satisfacción,
celebrando la desaparición de los anejos actores clasistas del capitalismo”
(11)
. Entre ellos andaban Touraine, Laclau, Mouffe, Lyotard, y los criollos
Tironi, Correa, Altamirano y muchos otros herederos de la escuela post
Meiksins Wood, “Modernidad, Postmodernidad o Capitalismo?”, en Marx y el Siglo XXI: una Defensa de la Historia y del Socialismo (Vega, R. Ed.), Ediciones Antropos, Santa fe de Bogotá, 1999.
10
Atilio Boron, “La Crisis’ del Marxismo: Nuevo Artículo Cultural de Consumo de Masas”, en Marx
y el Siglo XXI: una Defensa de la Historia y del Socialismo (Vega, R. Ed.), Ediciones Antropos, Santa
Fe de Bogotá, 1999.
11
Ibidem.
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moderna europea. Incluso vieron la luz divina que traían los nuevos
movimientos sociales, expresada en la fuerza motriz del cambio desde las
dictadura a la democracia.
Sin embargo, y como bien comenta Boron, la existencia de “nuevos
movimientos sociales expresan una realidad distinta, pero no contradictoria,
al continuado protagonismo de las clases sociales” (12). De hecho, fueron
parte de la misma lucha, pero en un escenario en que la evidencia demostró
que quienes estaban desempeñando los papeles protagónicos de la transición
no eran sino los viejos actores clasistas: empresarios, banca extranjera,
movimiento obrero. Los movimientos sociales cedieron rápidamente su
lugar a los actores colectivos cuyo certificado de defunción había sido
extendido prematuramente (13).
En resumen, identificar capitalismo y modernidad, pregonar su muerte e
inaugurar un nuevo periodo ‘pos’ que barre con toda teoría y acción en la
ya ‘fallecida’ modernidad, ha llevado a un sentido de indeterminación y del
reinado de lo efímero que nos impide dar cuenta hasta de lo que somos.
El Idilio entre la Ideología Socialista Pos Moderna y la Hegemonía
Neo Liberal
Lo común de las teorías de Laclau, Touraine y Giddens es que ellas,
en distinto momentos de las últimas tres décadas del siglo XX, surgieron
como crítica a la ortodoxia soviética, una crítica justa a la distorsión de los
ideales socialistas que alguna vez inspiraron a esa revolución social. En
segundo lugar, de la debacle política que estas perspectivas avizoraron, le
sucedieron planteamientos de reformulación teórica y deslegitimación de
conceptos marxistas. Las tres teorías niegan la centralidad del concepto
de hegemonía, de la hegemonía de clases y de ahí, de la necesidad de un
sujeto social central e histórico, la clase trabajadora. “Nuevos” reemplazan
a los “viejos movimientos sociales”, según Laclau la hegemonía de clases
es reemplazada por hegemonías parciales articuladas por y en discursos.
Giddens plantea las rectificaciones de arbitrariedades que produce el
mercado a través de agentes estatales y privados que promoverían la
participación inclusiva, no exclusiva e ideológica. Las teorías ‘pos’,
especialmente la de Laclau y Mouffe y discípulas de ellos como Gibson y
Graham (14), niegan la unicidad, singularidad y centralidad del capitalismo
como sistema y articulan discursos y agentes sociales en coherencia con la
naturaleza fragmentada de la sociedad que ellos observan.
Ibidem.
Ibid.
14
Cox, B., Demitrakis, D., Donaldson, M., Leal, R. & Southall, R., ‘Katherine Gibson and the Amtinomies of Post Modern Socialism’, Rethinking Marxism in Australia Conference, University of Wollongong, November 12 – 13, Australia, 1999.
12
13
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Como vemos, el contexto europeo crítico del marxismo de los sesentas
y setentas dio lugar a intentos teóricos como el de Touraine, y que
prestigiado como producción intelectual en el contexto europeo, prestó
luego ciertos argumentos a la teoría hecha carne en la obra Hegemonía
y Estrategia Socialista: Hacia una Política Radical Democrática, acuñada
por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe(15), una perspectiva singular entre
otros intentos teóricos en muchas áreas del arte y de las ciencias sociales
del así llamado ‘post modernismo’. Esta teoría se alejaba del concepto
marxista de hegemonía definiendo uno nuevo, que sin embargo todavía
pretendía oponerse al capitalismo y luchar hacia un socialismo basado en
una democracia radical y profunda. Esta perspectiva argumentaba que las
hegemonías eran ahora parciales y discursivas, articuladas en torno a sitios
específicos de lucha que esos discursos articulaban y situaban.
Seguidores de esta teoría como las autoras Katherine Gibson y Julie
Graham(16), llegaron a pensar que la hegemonía del capital no existía
como totalidad, singularidad y unicidad. Pensaron que la superación de
las teorías marxistas y sus alcances respecto al asunto de la hegemonía,
presentes en Marx, Lenin y Gramsci, por nombrar algunos sobre salientes
en torno al tema dentro de la tradición marxista, se encontraba en barrer
con la idea de una contra-hegemonía central dado que no había contexto
hegemónico, y mucho menos de que un rol central en esta lucha la asumiera
el movimiento de trabajadores. La idea del capitalismo como un sistema
sólido y hegemónico debía ser rota en mil pedazos. Esparcido en pedazos
el capitalismo, como lo graficaran Gibson y Graham(17), la estrategia de
esta nueva izquierda era actuar en cada uno de esos pedazos. Así por
fin terminaríamos con el capitalismo. La estrategia de lucha contra el
capital vista como contra una totalidad, propia de “los viejos movimientos
sociales”, había sido errada. Era más fácil de esta otra laya, con un
capitalismo fragmentado.
Había entonces que dotar al discurso del patrimonio de la construcción
de hegemonía de acuerdo a cada uno de esos “pedazos”, a esos “sitios de
lucha” donde se articularía dicho discurso (así podría surgir el discurso
intercultural con especialistas y mapuches en el tema; axial con las
mujeres y la píldora del día después; axial con los estudiantes y el crédito
universitario), cada uno en su nicho construyendo su discurso sin conexión
con la realidad exterior, todo con especialistas, consultores y ONGs,
virtuosos al momento de construir discursos y cooptar sectores desde lo
social. Lo total había que hacerlo parcial; lo fragmentado tenía su propia
Laclau y Mouffe, op.cit.
Cox et al., op.cit.
17
Ibidem.
15
16
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lógica y solución, no era más parte del todo. Así movimientos de mujeres,
diversidad sexual, de ecologistas, de pobladores, de estudiantes, de obreros,
de pueblos originarios eran envueltos en una construcción discursiva
propia, independiente y ajena a la de cualquier otro sector social.
Pero los porfiados hechos insisten. Dentro del proceso de formación
y deformación de las relaciones de clases durante los últimos treinta
años, el reordenamiento político de clases actual ha dejado en evidencia
a los post modernistas que piensan que las consecuencias sociales de los
discursos se pueden explicar por los discursos mismos (18). El resultado
que tenemos hasta hoy es que en la práctica los sujetos, presos dentro de
cada discurso, fueron cooptados por instituciones o anulados en su calidad
de movimiento social, fragmentados e irrelevantes al momento de hacer
política o cuestionar la política.
Podemos por lo tanto decir que después de tres décadas de predominio
de esas teorías en la social democracia y en la política en Chile, es claro
que la articulación y coordinación entre sectores sociales y movimientos
fue muy afectada. Un proceso de despolitización de lo social ha hecho su
camino. Esto se debió no solo por el impacto de la crisis del socialismo,
que es un factor importante a considerar, sino más bien por que se nos
planteó que el poder del capital no era hegemónico, “no era para tanto”.
Aparentemente, no había nada en común en los problemas de diversos
sectores sociales. No habría fuente común de conflictos identificable. Toda
realidad era parcial y se construía en el discurso de hegemonías parciales.
Habrán por lo tanto realidades como discursos surjan, hegemonías como
discursos fluyan, todo llega a ser puro texto, todo es efímero, es el fin de
la historia como manera básica para incluso entender y encontrar sentido a
nuestras vidas. Las mega teorías habían fallecido, comenzaba el reinado de
las hegemonías parciales y discursivas. No resulta extraño para nada que
los reality shows tengan el éxito que tienen. Ellos simbolizan los tiempos
de la realidad sin contexto, son la demostración caricaturesca vía imágenes
televisivas, de la negación del contexto y la veneración del texto, de los
símbolos y lo efímero.
Sin embargo y paradójicamente, el tributo a lo efímero y a lo
fragmentado ha llegado a convertir a los planteamientos post modernistas
en lo que ellos criticaron y condenaron, una teoría totalizante y dogmática
de lo indeterminado, con serias consecuencias en lo social derivadas de
su aplicación. Hoy la sociedad chilena es menos participativa, menos
politizada y la elite política y económica que la rige esta cada día mas
lejos de lo social y más fuerte en su poder hegemónico. Pero la cuestión
110
18
Jorge Larraín, 2003, Identidad Chilena, Lom ediciones, 2003.
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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es que el discurso dice una cosa, pero la realidad dice otra. Ahí están los
porfiados hechos una vez más.
Debemos por lo tanto verificar que solo mirando la realidad social actual,
la ‘hegemonía del discurso’ va cayendo en un tremendo desprestigio, en
la academia y en la calle, en teoría y practica. Nunca la hegemonía del
capital ha sido tan total, abrumadora y singular en Chile como lo sido hasta
hoy, y difícilmente podemos encontrar teorías como la post modernista de
Laclau y Mouffe y la de los nuevos movimientos sociales de Touraine, que
hayan hecho mas daño al desarrollo de la conciencia social en la gente,
que la han dejado a la intemperie, atomizada, sin capacidad de negociar
sus propias vidas, como diría Bauman. La desregulación del trabajo y la
mercantilización de la educación pública, por tomar como ejemplo dos
ejes claves de la integración social en cualquier sociedad moderna, han
producido ciertamente como resultado una profunda desintegración y
enajenación social de la cual nadie puede enorgullecerse.
La desintegración social a la que contribuye la desregulación laboral y una
educación clasista y mercantilizada basada principalmente en el discurso
constructivista, es también resultado de la veneración del discurso como
constructor de imágenes y hegemonías, lo que ha contribuido a crecientes
niveles de atomización, de desintegración social, tal como la ideología
neoliberal pretendía. Exclusión y no participación, fragmentación y no
solidaridad resultaron de la aplicación de la tercera vía y de las teorías pos
modernas como la de Laclau en Chile. Los ideólogos como Altamirano,
Lagos, Tironi y Ottone entre otros socialistas de la “armada española y
francesa” que importaron a Chile estas perspectivas, han terminado por ser
principales sostenedores ideológicos del neoliberalismo al que esperaron
resistir. Las teorías post estructuralistas y post modernistas han dañado el
tejido social y han servido como justificación ideológica a la aplicación
de una forma de capitalismo extrema y por tanto profundamente desigual.
En definitiva, la neo social democracia provee el libreto ideal para el
reinado del mercado neoliberal. Definitivamente, le robaron el guión a la
derecha tradicional. Como bien dice Larraín, si no hay historia y todo es
pura contingencia, ¿cómo podemos dar cuenta de lo que somos, incluso
individualmente? Lo cierto es que ni todo puede ser reducido solo a la
historia pero mucho menos todo puede ser pura contingencia.
La leve fisura en la hegemonía capitalista hoy se puede explicar desde
el desprestigio de estas ideologías que han ayudado a sostener el modelo.
Visto dialécticamente, de este proceso de deslegitimación de las estrategias
socialdemócratas, se debería esperar a su vez el surgimiento de una izquierda
que a la vez de revelar este fenómeno, debiera perspectivar la politización
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111
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de lo social y la socialización de lo político y recuperar enseñanzas como
las gramscianas para combatir a los hegemónicos de hoy.
El presente entonces evidencia la necesidad de entender la realidad en su
generalidad, totalidad y también en su especificidad. El post modernismo
ha llegado a ser una mega teoría totalitaria de lo indeterminado, funcional
y cómplice del orden ‘caótico’ del mercado’. El poder hegemónico neo
liberal no ha sido parcial ni discursivo, ha sido concreto y totalizante, mas
aun, globalizante a nivel planetario.
Lecciones para los marxistas
Lo cierto es que a pesar de los embates desde todos los sectores y la
autocrítica desde dentro también, los marxistas hemos sacado lecciones de
todo esto. Hemos aprendido que las clases son relaciones que se forman y
deforman en el devenir histórico y que están en permanente contradicción;
que la fijación exclusiva y obsesiva en la vertical y artificial figura de la
base y súper estructura debiera dar lugar, como planteara Rey (19), a una
idea de articulación de modos de producción en la formación social en
las que no solo cuenta la base económica y la superestructura ideológica
sino también se debe verificar que en el proceso colisionan junto a ellas
relaciones de género, políticas, económicas, ideológicas, de raza y muchas
otras, lo que ocasiona que las cosas cambien, muten, perduren algunas y
otras adopten otras fisonomías.
Esta idea de articulación, presente también en la sociología política de
Gramsci, ayuda a entender por que el marxismo hoy debiera reconocer la
pertinencia del sentido de determinación por sobre el de determinismo.
Hay más de un resultado de cambio social posible en los procesos de
articulación de las relaciones sociales de producción. Pero las relaciones
estructurales y sus manifestaciones contingentes no producen cambios
por sí mismas, sino es con el concurso de los agentes sociales capaces
o no, en ciertas circunstancias históricas, de llevar el proceso hacia un
cambio trascendente en la formación social. Debemos sepultar entonces
el concepto de determinismo y reafirmar el de determinación, entendiendo
muy básicamente que no todo es tan efímero y relativo como el pos
modernismo plantea y que la historia no es tan lineal y evolutiva, esto es,
teleológica como alguna vez los marxistas pensamos y creímos en la tan
mentada “inevitabilidad”. Al menos hoy estamos ciertos que tenemos un
mínimo sentido de lo que son nuestras vidas, que constituyen historia y
no meros discursos, y que a través de esa historia podemos cambiar las
condiciones de existencia. Tal posibilidad esta ahí, es en este terreno de
112
19
Citado en Larraín op.cit.
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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posibilidades donde se da el juego por el cambio social.
Es también de prístina ignorancia deslegitimizar al marxismo por la
formulación política del partido único y de la dictadura del proletariado,
postulados que correspondieron a ciertos episodios históricos pero que
no se pueden recrear mecánicamente y como condición sine qua non en
otras condiciones sociales y políticas. Estos derroteros correspondieron
a una interpretación hacia la práctica de políticos revolucionarios ante un
contexto específico e históricamente determinado, no es base filosófica de
la teoría marxista como un todo.
Por otro lado, sin duda que también hemos aprendido que el carácter
patriarcal de las relaciones de género son reproducidas por relaciones de
clase y viceversa y que estas también se transmiten a través de las clases
y capas sociales y que penetran toda la división del trabajo, dividiendo
en términos patriarcales al sistema de educación, a la industria y al
movimiento sindical como un todo. Todo esto ha creado la imagen de que
el machismo es parte de nuestra cultura, de que “somos así”. De la misma
forma como se aplica ese esencialismo cultural a las relaciones de género,
otros de derecha han promovido que la desigualdad es propia de nuestra
naturaleza humana imperfecta. Si se quiere saber más de esto, no hay más
que leer a Bobbio (20). Estas dos furibundas sentencias de género y clase
necesitan por tanto ser contestadas si realmente se piensa que ser marxista
y de izquierda es proponerse un cambio hacia la justicia social.
Dentro de ese cuadro, el incipiente auge que experimenta el marxismo
en el mundo, especialmente en Latinoamérica, es un dato importante
del actual momento político. Pero debemos precisar que la relevancia y
legitimidad de la teoría marxista no ha sido algo que solo le debamos a esta
coyuntura. La premisa marxista de que teoría y práctica están en íntima
relación dialéctica quedó paradójicamente demostrada desde el colapso
mismo del socialismo soviético. Aprendimos de la teoría y de la historia
que una práctica errada deslegitima a la teoría, como sucedió después
del colapso de Europa del Este. Pero el fracaso del socialismo europeo
no significó la negación de la tradición teórica marxista. Una teoría que
es capaz de reconocer las tremendas aberraciones de una práctica y es
capaz de combatir el dogma que fue su causa y efecto, puede todavía crear
nuevas propuestas teóricas y por ende, nuevas prácticas. Una práctica
social nueva partirá, y ya esta haciendo su camino desde una comprensión
sensata y actual del neoliberalismo en Chile. Esto es entender como la
filosofía es expresión de la sociedad, como reacciona sobre ella, y que
René Leal, “Chile: Jaguar y País de los Cien Pesos, de la Apatía a la Acción Social”, en René Leal
(editor) Globalización, Identidad y Justicia Social. SIT – ARCIS, Santiago de Chile, 2005.
20
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la medida en la cual reacciona, es como señala Gramsci, precisamente la
medida de su alcance histórico, de no ser “elucubración” individual, sino
“hecho histórico”(21). He aquí la diferencia fundamental y de calidad entre
el marxismo y las teorías que lo desafiaron.
114
21
Portantiero, op.cit.
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Alternativa NO 25, 2007: 115 - 127 / Instituto deRevista
Ciencias
AlejandrodelLipschutz
Alternativa
Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
La lucha por la tierra.
Un fragmento de historia social de
Canela
Jorge Negrete Escobar
La tradición política
Canela es un pueblo que ha sabido de organización política,
principalmente por la cantidad de cesantes provenientes del norte salitrero
en los años ’30, ´40, ´50 y ´60 y el eventual grado de organización que
traían a su llegada a la zona. La mayoría de estos cesantes fueron personas
de la misma comuna que se iban a trabajar al norte, estimulados por un
enganchador o persona encargada por las empresas salitreras con el fin de
reclutar trabajadores para desempeñarse en las faenas mineras del norte de
Chile. El dirigente comunero Ramón Rojo se refiere al tema diciendo:
“Venía gente aquí del norte a buscar enganche. Enganche se llamaba,
que llegaba por aquí un viejo y decía “necesito toda la gente que
quiera ir a trabajar para el norte”. Éste reunía 100 ó 200 viejos, los
metía en un vapor en un barco y se los llevaba para el norte, entre
la década del 1930, 1940 y 1945, para la guerra mundial. En esa
época se originó eso y junto con las grandes conglomeraciones que
se juntaron, se formaron las organizaciones también, nos dejaron las
luchas sociales porque esas nacieron del norte. Gente de todas partes
de aquí de Huente, de Canela del sur de todas partes iban con el
enganche, cuando ya volvían de allá, volvían ya con una mente más
despejada y organizando a su gente, enseñándole.”
Estos trabajadores, al quedar cesantes, volvieron a su lugar natal, pero a
la vuelta, una parte de ellos venía con ideas de organización y lucha social
aprendidas durante los procesos políticos y económicos que afectaron la
economía del Norte Grande. Ciertamente la crisis del norte salitrero fue
enviando, gradualmente, de vuelta a miles de trabajadores pampinos que
se fueron repartiendo por diversos lugares de la zona central de Chile. La
presencia de una masa curtida y supuestamente radicalizada por la vida
salitrera, habría brindado una oportunidad perfecta para “contaminar” de
Licenciado en Historia Universidad ARCIS, colaborador ICAL.
Extracto de entrevista a Ramón Rojo, Presidente y representante legal de la comunidad Huentelauquen, enero 2008.
115
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sus ideas a otros trabajadores del país, contribuyendo, a juicio del historiador
Julio Pinto, en la politización del mundo popular chileno, específicamente
en una orientación socialista o revolucionaria.
El actual vicepresidente de la comunidad de Canela Alta, Tito Pizarro,
se refiere al tema diciendo:
“De ahí nosotros éramos, por los abuelos, los taitas. Las luchas del
Coligüe que llevaban ya cuantos años los viejos luchando y viejos
que se criaron en la pampa allá se hicieron comunistas. Del tiempo
del salitre los viejos que estuvieron, mi abuelo ahora tendría mas de
cien años, mi papá igual, los viejos de allá trajeron esto, llegaron
infestados de allá”.
Es así como la principal referencia que se puede visualizar es la herencia
de éstos en la creación de organizaciones y sindicatos. El dirigente Ramón
Rojo se refiere a la organización política de la zona de Huentelauquén,
ubicada en el sector sur de la comuna.
“Por ahí por el gobierno de Eduardo Frei Montalva, nace la ley
de sindicalización campesina, entonces ahí se desarrolla todo un
movimiento y por aquí nosotros estuvimos con el compañero Barrera
que anduvo por aquí en toda las comunidades enseñándonos como
teníamos que organizarnos, era del Norte. Yo nunca supe de donde
era pero llegó del Norte, de las salitreras, era dirigente por allá,
comunista de nacimiento el hombre. Llegó el año 1968 por aquí. Él
llegó a organizarnos.” Por su parte los comuneros Emiliano Cortés y José Vega reconocen
en el dirigente Barrera un importante papel dentro de la tradición y
luchas políticas dentro de la zona, al respecto dicen.
“Él no era de acá, un compañero del Partido Comunista, el Partido
vio que tenía conocimiento de las comunidades, el Comité Central
lo mandó para acá y se vino a establecer a esta comunidad y él fue
el que anduvo más cerca y decía, porque era ya bien viejito y decía,
insistía en las tierras en que las comunidades eran indivisibles”.
El director de la Escuela de Canela Baja, Oscar Jorquera, se refiere a la
tradición política de Canela, reconociendo la vuelta de gente que se fue a
Julio Pinto Vallejos, Desgarros y utopías en la pampa salitrera. (Lom ediciones, 2007).
Entrevista al dirigente comunero Tito Pizarro efectuada el 20 de enero del 2008. las comillas son
nuestras.
Ramón Rojo, ibid.
Entrevista a Emiliano Cortés y José Vega, comuneros de Canela Baja. Entrevista realizada el 26 de
septiembre del 2007.
116
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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trabajar a la pampa salitrera. Cuando vuelve llega a la zona con una causa
de lucha: la recuperación de las tierras.
“La claridad en este aspecto está desde 1940 y algo, en adelante. La
historia de Canela señala, que la fuerza política reinante fue como
prioritaria en la línea de izquierda pura comunista. Desde el apogeo
en la zona salitrera, en la gente que de esta zona estuvo allá después
de vuelta trae consigo esta bandera de lucha, sobre todo aquí llega
en el tema de recuperar sus tierras, que fueron usurpadas, que fueron
ocupadas por fundos, por ahí comienza una lucha especifica diría yo
con el tema de-la tierra para quien la trabaja”.
El relato nos da un dato interesante puesto que se refiere al lema de la
“tierra para quien la trabaja”. Esta frase y su concretización, fue el principal
incentivo utilizado con el fin de contar con el apoyo de los campesinos
(apoyo político) en los momentos de la aplicación de la Reforma Agraria.
En el programa de Reforma Agraria del Partido Demócrata Cristiano, se
decía que ésta se concebía, como un proceso de distribución masiva de la
propiedad de la tierra y del agua, de una modificación del régimen y de su
tenencia, a favor directo de quienes la trabajan.
Sin embargo estas luchas por recuperar las tierras en Canela, las que
debemos contextualizar dentro del denominado movimiento campesino
surgido a mediados de la década de 1960 y principios de la de 1970 en
Chile, no se dio en toda la comuna uniformemente, sino que se presentó
principalmente en la zona norte de la comuna.
Los habitantes de Canela reconocen una marcada diferencia entre el
sector norte de la comuna y el sector sur de ésta, lo que se manifiesta en el
grado de politización mostrado principalmente en el periodo en estudio. En
la segunda, el proceso de redistribución de tierras empleado por el Estado,
específicamente por la Cooperativa de Reforma Agraria (CORA), se vivió
de manera tranquila y dentro de los márgenes de negociación esperados
por el Estado. El sector de Mincha, ubicado en la zona sur de la comuna,
representa concretamente este proceso, puesto que los documentos
encontrados en el Archivo Judicial de la comuna de Illapel, muestran como
en el año 1969 se regularizaron títulos de dominio en este sector.
En cambio, lo característico de la zona norte fue la lucha que dieron
en el período anterior a la Reforma Agraria y durante ésta, con el fin de
obtener los títulos de dominio de las tierras que ellos sentían usurpadas. Al
respecto Nathan Trigo, actual alcalde de la comuna, señala:
Entrevista Oscar Jorquera Valencia: Director Escuela Canela Baja. Realizada el 25 de septiembre del
2007
En Maria Antonieta Huerta, Otro agro para Chile. (CESOC, 1989)
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“Bueno, haciendo la diferencia, si bien es cierto en el sector sur
vivieron líderes que llevaron adelante un proceso parecido, pero
se sabe que no tuvo la raigambre que tuvo el proceso en el sector
norte. Me da la impresión, puedo estar equivocado, pero me da la
impresión, que si no tuvo la raigambre del sector norte fue única y
exclusivamente porque a lo mejor los actores que participaron en el
proceso del sector norte tenían de alguna manera y habían vivido
de alguna manera el proceso del salitre, eso obviamente marcaba
la diferencia, porque acá no solo los dirigentes, no solo los que
encabezaban conocían la experiencia, sino una enorme cantidad de
personas y en el sector sur quienes efectivamente habían conocido la
experiencia eran precisamente y solamente los líderes” .
Como ya dijimos, fue durante este periodo, producto de la crisis salitrera
del Norte Grande de Chile, en el que llegó una cantidad importante
de cesantes, con el objetivo de obtener algún trabajo que permitiera
sustentarlos, ante la carestía producida por la crisis económica que afectó
a toda la sociedad chilena. Cuando esto personajes llegaron al sector de
Canela, su localización se inclinó al sector norte de la comuna.
“Empezó la gente a desfilar pero a los lugares de Espíritu Santo,
Alhuemillas y Las Palmas a los lavaderos de oro y alguien movió
seguramente allá en Santiago y empezaron a preocuparse. Como se
sabía que venía este tremendo contingente de gente de la salitrera
para acá, entonces aquí lo primero que esta gente, estos líderes que
aquí venían, estas personas llegaron formando como se orientaba en
el norte, como se formaban las mutuales”.10
Tradicionalmente, la zona norte de la comuna ha sido identificada como
un lugar conflictivo políticamente. Existen zonas que son consideradas
como emblemáticas por los propios habitantes de la comuna. Lugares
como Espíritu Santo, El Totoral, Alhuemillas o Las Palmas son reconocidos
lugares donde el medio principal de producción fue la extracción de
minerales como el oro, el cobre o la plata entre otros. Al decir de sus
habitantes, cuando llegaron las masas de cesantes del Norte Grande, se
ubicaron principalmente a estos lugares, puesto que ahí podían seguir
trabajando en la extracción de mineral.
Se debe considerar además, que no sólo llegaron por su cuenta a esos
lugares, ya que existen pruebas que demuestran cómo algunos empresarios
de la época traían a estas masas de cesantes a trabajar en los esteros de la
zona con el fin de extraer oro. Estos trabajadores probablemente también
118
10
Nathan Trigo: Op. Cit.
Entrevista Emiliano Cortés: comunero de Canela entrevista realizada el 14 de mayo del 2007.
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hayan venido con ideas políticas, que fueron dejando en la zona como
herencia de su presencia en el lugar. El diario La Voz del Choapa publicó en
octubre del año 1984 un artículo donde da a conocer la llegada de cesantes
del norte, traídos por un destacado personaje de la época en la comuna.
De esta manera, la zona norte de la comuna se ha caracterizado por un
grado de politización marcada. Esto radica, como dijimos antes, por la
tradición política instaurada en la zona por los pampinos que llegaron a
laborar en los lavaderos de oro ubicados en las inmediaciones de Canela.
Conflicto con hacendados. El caso de Espíritu Santo
Sin embargo, esta tradición marcada principalmente por ideas de carácter
socialistas, no estuvo exenta de problemas con los hacendados de la comuna,
especialmente con los de la zona norte. Un ejemplo de esto fue el conflicto
con el hacendado Juan Cambice, dueño del fundo Espíritu Santo. Este fue
recuperado por los comuneros de una manera reivindicativa, especialmente
por el hecho de negarse a pagar el porcentaje exigido por el hacendado,
que era, según el comunero de Espíritu Santo Israel Barraza, el 10%. Es
decir, el que tenía 100 cabras, le tenía que entregar 10 a Cambice.
“Cuando tuve conocimiento, aquí era un fundo. Los señores Cambice
creían que era fundo que era de ellos....entonces comienza la lucha
por la tierra, a ver cómo eran los documentos, si eran legales o no
eran legales los del señor Cambice. Entonces por ahí un caballero
que se llamaba Ceferino Lemu, junto a otros más, con don Damián
Paz, que en paz descansen, empezaron a decir: oye, sabes que
esto parece que en un surco de tierra ni siquiera son dueños estos
Cambice, y empezó la lucha. Formaron un comité agrícola entre
ellos y empezaron a despertar a los demás y empezó la lucha y se
pararon y aquí en adelante no pagamos más” 11.
La lucha por la tierra en Espíritu Santo es un ejemplo entre las
comunidades y haciendas. Es aún importante entender no tan sólo los
efectos que estos conflictos han tenido en su comunidad agrícola para su
reconocimiento legal, sino también del derecho y las políticas públicas12,
encargadas de reconocérselos.
En relación al mismo tema el comunero Gustavo Arenas, ex dirigente
sindical nos dice
“…en los tiempos de Juan Cambice no se hizo huelga, digamos con
Entrevista al comunero Israel Barraza realizada el 17 de junio del 2007. Las negrillas son nuestras.
Gloria Gallardo Fernández, “Communal Land Ownership: Remnant of the Past?. A historial-sociological Study of the Agricultural Communities of Chile’s Norte Chico the Case of Canela Baja (16001998)”. Uppsala University Department of Sociology 1998. cap. 8.
11
12
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
violencia no, lo único que la gente no le pagaba no más, no le pagaba
y bueno… iban y le contaban los animales y cuando iban a retirarlos
no se los entregaban 13.
Éstas fueron las primeras muestras de rebeldía utilizadas por los
comuneros de Espíritu Santo, previas a la lucha realizada por obtener las
tierras. El mismo ex dirigente sindical Gustavo Arenas nos dice refiriéndose
al tema y considerando la llegada a la obtención de los títulos de dominio
en la zona, que
“…él sacaba un porcentaje en animales, sacaba el 10% y después
la subió a 15% después a 20%, que de 100 cabras le dieran 20 y ahí
ya se endureció mucho la gente, no le pagó, no le iba pagando, eran
pocos los que pagaban pero la mayoría no pagaba. Era no pagarle
no más. Después en el gobierno de Frei, se mensuró la comunidad,
digamos la mensuraron. Después vino el otro gobierno, el gobierno
de Allende ahí hubo más libertad digamos para luchar. Todavía no se
empezaban a dar los títulos a las comunidades pero, por lo menos,
ahí hubo más libertad para luchar. Luego en la dictadura quisieron
entregar otra vez la tierra al señor Cambice, venían con las Fuerzas
Armadas, venían a hacer una reunión acá abajo. Iban a dejar esta
parte de arriba para los comuneros, para la gente. Iban a dejar todo
este cerro para el patrón, eso iba a hacer para el señor Cambice,
de aquí para arriba tenía que arreglarse toda la gente que estaba
viviendo. Entonces la gente le dijo que no, vinieron los carabineros
a hacer amenazas a la gente y la gente dijo que no nomás, no vamos
a vivir recargados nosotros. Ahí como que se hablando la cosa.
Entonces después llamaron a un comparendo y ahí ya le dieron
plazo al señor Cambice para que presentara sus escrituras. No las
presentó porque no tenía, tenía una escritura que era fulera y ahí
paso a ser comunidad, la comunidad de Espíritu Santo”14.
Este testimonio nos muestra cómo se organizaron primeramente a no
pagar por el uso de las tierras, para luego enfrentarse directamente con la
represión del patrón, amparada por las fuerzas oficiales del orden. El fin
era recuperar las tierras usurpadas. Dentro de este testimonio, encontramos
además la idea que sustenta la hipótesis de trabajo, puesto que refleja la
combinación de luchas para obtener el derecho a las tierras. En primer
lugar, encontramos un comportamiento rebelde frente a las exigencias del
patrón que podríamos enmarcar dentro del ámbito ‘ilegal’ de lucha por
recuperar la tierra. Sin embargo, esto no queda solo ahí, ya que, llevaron
13
120
14
Entrevista al comunero Gustavo Arenas realizada el 19 de junio del 2007.
Gustavo Arenas: Ibid.
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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el caso a la justicia legal, produciéndose un comparendo en el cual el
hacendado Juan Cambice no pudo demostrar la validez de sus escrituras,
pasando las tierras a pertenecer a los comuneros, amparados por los títulos
de dominio reconocidos por el Estado.
“Cuando se tomaron Espíritu Santo, los comuneros antiguos la
lucharon, se iban en collera con las autoridades que había en ese
tiempo, con los policías pagados por los grandes que habían” 15.
En 1970 se recuperó la tierra del fundo por la comunidad agrícola Canela
Baja. Están todavía muy frescos los sucesos en la memoria colectiva de la
comunidad agrícola y de los comuneros. Esto es aún más verdad en el caso
de los comuneros de Espíritu Santo no tan solo por la cantidad de tierras,
sino porque esto también se convirtió en una confrontación 16. En su trabajo
sobre comuna de Canela Baja y de los sucesos de Espíritu Santo, Gloria
Gallardo reconoce la influencia nortina en la lucha de los comuneros de
esta zona y el enfrentamiento con el hacendado Juan Cambice. Al respecto,
ella señala respecto a la importancia de este proceso que 17
“…me parece importante destacar un aspecto relevante en la lucha de
los comuneros, la que comienza en la década de 1950, esto se deduce
de aquellos que tomaron una activa parte en la lucha. Es concerniente la
importancia que ésta tuvo en algunos de los protagonistas, sus experiencias
como trabajadores en los campos del nitrato y en las minas de cobre en el
norte de Chile y su obvia adhesión política a la izquierda. Esto se presenta
particularmente en la historia de Castillo (comunero entrevistado por
la autora) la cual relata que después de su regreso del norte de Chile a
Espíritu Santo en la década de 1950, ellos organizaron la lucha en contra
de Cambice, usando su experiencia como trabajador del nitrato:
Yo estaba regresando de María Elena, oficina salitrera en la segunda
región, con mucho espíritu de lucha, porque allá uno aprende esas
cosas acerca del entusiasmo de los trabajadores… entonces yo, viendo
que hacía falta la organización aquí, me reuní con ellos y eliminamos
algunos de los vicios que nos frenaban para la organización”18.
La creación de la huella
Uno de los sucesos más recordados por la gente de Espíritu Santo es
la creación de la huella que unía Canela Baja con Espíritu Santo. Con
orgullo relatan la forma en que se organizaron, primeramente tomándose
la máquina de vialidad, para luego cruzar por el medio del fundo de Juan
Ibid.
Gloria Gallardo Fernández, op.cit. Capitulo 8.
17
Ibid. Traducción libre.
18
Gloria Gallardo, op.cit. p. 315. El paréntesis es nuestro.
15
16
121
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Cambice con la intención de enfrentarse a él directamente. En el fondo
parten el fundo por la mitad. Lo principal que recalcan es el grado de
organización y el logro de ésta, puesto que sienten como un triunfo los
sucesos, al decir del alcalde actual de Canela.
“Ellos derribaron la puerta de acá del dueño del fundo para continuar
con el desarrollo del camino de la huella a Espíritu Santo. Todo un
bastión emblemático de la lucha y de la conciencia campesina acá en
la comuna de Canela”.19
En relación a la toma de la máquina y a la creación del camino, el
comunero Gustavo Arenas dice:
“Él tenía un camino que entraba el nomás, tenía puerta en la carretera.
En el tiempo de Allende sacaron el camino, cuando llegaron ahí al
encierro. El tenía un encierro grande allá abajo, donde está el sello de
la hacienda, ahí no daba la pasada. No daba la pasada, entonces ahí la
gente se paró, vinieron de Illapel los jefes a llevarse la máquina que
estaba haciendo el camino. Entonces, la gente se tomó la máquina,
entonces el gallo, el maquinista no fue capaz de llevársela, se la
tomaron con todo…. No lo dejaron salir y se fueron levantando
alambres, pero no le rompieron el alambre, lo fueron corriendo más
al cerro, levantando alambres y la máquina haciendo camino pasaron
para allá”20.
La lucha por la creación de la huella entre Canela Baja y Espíritu Santo
movilizó a la población completa por un fin, el cual se obtuvo mediante
organización y enfrentamiento contra el hacendado considerando que
tenía de su lado gran parte de la ley. Quizás por esta razón la gente de
Canela recuerda el suceso, puesto que hubo un logro concreto, a raíz de la
organización campesina. Al respecto Israel Barraza nos cuenta su versión
de los hechos:
“Empezó el problema de cómo se hacia el camino para Espíritu
Santo. Resulta que Cambice, tenían ellos unas encierras, el camino
debía venir por arriba y pasar por una encierra y Cambice se opuso
y ahí inclusive los profesores, todos en ese tiempo nos llevaron a
nosotros mismos que teníamos que ir a la lucha, tanto niños como
adultos. Y se logró la pasada del camino para Espíritu Santo y ahí
recién se conoció un vehículo, digamos aquí”21.
El mismo comunero nos cuenta cómo el hacendado debió acatar y darse
por vencido frente a la masa de gente que se organizó en torno a la causa:
Entrevista Nathan Trigo, op.cit.
Entrevista Gustavo Arenas: op.cit.
21
Entrevista Israel Barraza op.cit.
19
122
20
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“Para hacerle peso al conflicto, los profesores nos llevaron a nosotros
mismos, cuando ya llegó la máquina a trabajar a romper por acá, fue
cuando los comuneros se tomaron la máquina, le dijeron al operador
de máquina: ‘usted compadre no se mueva, usted va a tener que
seguir su camino’, porque Cambice le dijo hasta aquí nomás llegas
y punto. Entonces no fue así, ellos mismos pasaron por arriba, ya
cuando se vio perdido Cambice obligado a darse por vencido, que
estaba fuera de la razón él y dar la pasada nomás”22.
El relatar la historia de la toma de la máquina y la creación de la
huella tiene como principal intención dar a conocer un suceso del cual se
sienten muy orgullosos, en especial la gente de Espíritu Santo y Canela
Baja. Un punto importante a reconocer es que la organización y posterior
alzamiento corresponde al lado norte de la comuna, donde como dijimos
anteriormente, se ha desarrollado una tradición política que se ha hecho
presente en el devenir social de ese sector.
Comunidad de Canela Alta, el caso del Coligüe
El caso de la comunidad de Canela Alta no difiere mucho en la forma de
obtener el derecho a las tierras puesto que también se debieron enfrentar
al peligro de asentarse en las propiedades de un hacendado que las sentía
como suyas. Reconociendo además lo difícil que fue obtener las tierras
tras años de desalojos y luchas entre los comuneros y el hacendado de la
zona, el comunero Tito Pizarro se refiere al tema diciendo.
“Esto, anteriormente en los años cuarenta y tantos, fue de un señor
que se apoderó de estas tierras en el sector del Coligüe. Inscribió
el señor el año 1943, que ni los comuneros sabían que es lo que
había. Y nosotros cuando asumimos la dirección de la comunidad,
empezamos a buscar antecedentes en Los Vilos, Illapel, Ovalle y
Serena. En La Serena encontramos las escrituras hace seis años.
Aparece con una escritura vieja este señor, de muchos años. Del
año 1943 que está pagando contribución y con esa escritura desalojó
a la gente del Coligüe en dos oportunidades. El año 1944 tiene
que haber sido porque el año 1949 los desalojó por segunda vez,
les quemó la casa y echó de ahí a toda la gente. El hacendado se
llamaba Carlos Araya Fabre. Desde ahí los viejos siguieron la lucha,
lucharon muchos años. Y de ahí siguieron luchando y el año 1969 en
el tiempo de la Reforma Agraria pudieron recuperar sus tierras”23.
Aunque esa recuperación de tierras efectuada en 1969 estuvo amparada
Ibid.
Tito Pizarro Vicepresidente de la comunidad Canela Alta entrevista realizada el 22 de enero del
2008
22
23
ICAL Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
123
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
por la legalidad de la Reforma Agraria, la lucha por obtener este derecho
(títulos de dominio), no estuvo exenta de temor y sacrificio, puesto que al
desafiar el poder del hacendado se corría un peligro que los comuneros de
la zona no ignoraban. Al respecto Tito Pizarro continúa diciendo:
“El año 1969 nosotros nos asentamos en las tierras con harto temor.
Los viejos nos llevaron con “cabros” chicos, “lolos” que teníamos
10 ó 12 años, niños nomás. Fuimos nosotros como carne de cañón,
nos pusieron ahí en las propiedades. Eso veía yo después, porque
también ellos sentían temor y fue bastante duro eso, pero menos mal
que no pasó nada. Aunque ya eran tiempos de gobierno democrático,
en tiempos de don Eduardo Frei Montalva, cuando se hizo fue
pensando en la Reforma Agraria, porque la Reforma Agraria se creó
el año 1967 y después cuando asumió el presidente Salvador Allende
el año 1970, se le dio mayor realce y también ahí tuvimos firmeza
de parte del mismo gobierno. Entonces ahí ya no era tan pesado para
nosotros. Lamentablemente, después llegó el tiempo de la dictadura,
ahí era cosa seria, los viejos del Coligüe, mi abuelo, eran dirigentes.
En esos años pasaron momentos muy difíciles, demandados por este
señor Carlos Araya Fabre, donde los atemorizaban, nos humillaban,
hubo humillaciones muy grandes”24.
En relación a la organización y al grado de politización que mostraba
la gente del Coligüe durante el tiempo en estudio el mismo dirigente
explica:
“En ese tiempo se organizaban los viejos. No había camino para el
Coligüe, no había nada, porque en el tiempo de Salvador Allende se
hizo el camino de aquí para allá a pura pala y chuzo. Era terrible en
esos años para poder organizarse, más ponían lugares tan aislados
también para que no se enteraran, escondidos por los rincones, bajo
las matas de los árboles por ahí estábamos en la noche. Así fue la
manera de organizarse, pero la gente muy organizaba la encontraba
yo, la gente del Coligüe era muchísima en esos tiempos. Era harta la
gente que había, yo creo que no se quedaba nadie en las casas, todos
estaban allá.”25
Rasgos de legalidad e ilegalidad en el proceso político de Canela
Como se ha tratado de explicar en este artículo, la mezcla entre
la recuperación de la tierra como forma reivindicativa y la posterior
aclaración en Bienes Nacionales por parte del Estado, dan cuenta de un
24
25
124
Entrevista Tito Pizarro, Ibid.
Entrevista Tito Pizarro, ibid.
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
proceso dialéctico entre la legalidad y la ilegalidad en un procedimiento
que buscaba hacer dueño de la tierra a quien la trabajaba. Al respecto,
Nathan Trigo comenta cómo se produjo esta confluencia de formas de
lucha en la comuna de Canela entre los años 1967 y 1973:
“Bueno, una de las formas legales, la más clara era la capacidad
que tenía de alguna manera el gobierno para entregar tierras. Dicho
de otra manera, la distribución de la tierra que el Estado en algún
minuto hace. Eso lo podríamos denominar como una forma legal,
o sea, recibe la tierra, son dueños, recibe su título de dominio, son
comuneros son reconocidos como comuneros. Pero también está lo
otro, esto de la movilización, la toma, tomarse los predios, tomarse
parte de un fundo. De alguna manera eso llegaba a la autoridad a
exigir el que tuvieran de alguna forma tener que resolver esos temas.
Fundamentalmente estaba la movilización, el llevar la situación
a un punto de tanta tensión que obviamente el Estado o generaba
las condiciones porque seguramente el propietario iba a empeñar
un proceso de lanzamiento, pero este proceso de lanzamiento
se encontraba con que había también una disposición de quienes
laboraban la tierra, de quienes se sacrificaban por poder sacarla
adelante. Eso obviamente es muy notable, o sea, esa capacidad de
poder llegar a resolver esto con el más absoluto convencimiento
de que había que tener éxito, creo que es uno de los hechos más
relevantes de todo este proceso”26.
Conclusión
El presente estudio pretende poner en el tapete un tema del cual la
sociedad chilena ha estado vinculada durante toda su historia republicana.
Primeramente los gobiernos nacionales han debido enfrentarse al problema
del agro, debiendo postergar en la mayoría de los gobiernos las medidas
necesarias para un cambio en profundidad. Dentro de esto podemos rescatar
las presiones externas e internas que fueron condicionando primeramente
el gobierno de Jorge Alessandri (1958-1964) donde se plantea el primer
proyecto de ley de Reforma Agraria. Con Eduardo Frei Montalva (19641970) se inició el proceso de reforma, en donde la modernización de
la agricultura no se lleva a cabo en su totalidad, principalmente por las
divisiones en el partido de gobierno. Con el gobierno de Salvador Allende
(1970-1973) se amplió la aplicación del proceso de Reforma Agraria,
poniendo fin a la estructura social dominante en el campo (latifundio)
aunque el proceso no alcanzó a finalizar por causas del golpe de Estado de
26
Nathan Trigo, op.cit.
125
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1973. Con la dictadura el proceso cambió hacia otra dirección, se procedió
a la revocación de gran cantidad de predios expropiados durante la reforma,
devolviéndolos a sus antiguos dueños, también se vendió y parceló. En el
fondo no se volvió al antiguo sistema de latifundio sino que derivó en
nuevas relaciones de carácter neoliberal
La consecuencia más importante de la aplicación de la Reforma Agraria
fue la eliminación del latifundio. La ley 16.640 que reglamentó todo el
proceso de expropiación, establecía que todo predio cuya superficie excedía
las 80 hectáreas de riego básica podía ser expropiado, así como también
todo aquel abandonado o mal explotado, independiente de su extensión.
La escasa consideración del Estado chileno en relación a los problemas
sociales campesinos (salvo a mediados de los sesentas y a principios de los
setentas) y la existencia de hacendados con grandes extensiones de tierra,
llevaron a los campesinos a tener que organizarse con el fin de recuperar
el derecho a producir en sus tierras autónomamente. Esto llevó consigo
distintas formas de acceso a este derecho. Si bien por un lado encontramos
la forma mercantil de acceder a ser dueños de la tierra, sea, comprándola
al Estado o algún particular, por otro encontramos formas de recuperación
donde los campesinos se organizaron con un fin esencial, la recuperación
de sus tierras, movilizándose fuera del ámbito legal, enfrentándose cara a
cara con la autoridad del patrón.
126
Al pretender conocer las formas de lucha utilizadas por los campesinos
en Chile, teniendo como eje principal el caso de Canela, y su enfrentamiento
con las autoridades del periodo teniendo como objetivo principal la
recuperación de las tierras, nos encontramos primeramente que a nivel
nacional, la reivindicación de la tierra pocas veces fue prioridad para el
campesino, predominando el tema económico más que cualquier otra
causa. Por lo cual encontrar en la zona este tipo de manifestación fue muy
importante, puesto que viene a aportar un dato importante en el desarrollo
de la historiografía social, principalmente por la dualidad que a nuestro
juicio se presenta en la zona. En primer lugar la llegada de los cesantes
del norte marca una tradición política importante, de la cual muchos de
los sujetos de la zona se sienten parte. Tradición que se fusiona con una
identidad campesina caracterizada por el trabajo de la tierra como medio
de producción y la subsistencia como forma de organizarse. La forma en
que los diversos gobiernos han postergado el tema del agro y su eventual
abandono en relación a políticas sociales, salvo hasta la aplicación de la
Reforma Agraria y su posterior radicalización en el gobierno popular,
habría llevado a los campesinos a tener que luchar por sus derechos desde
las herramientas que tenían a mano. Aquí nos encontramos con la primera
dualidad, ya que las ideas de organización política con la cual llegaban los
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
cesantes del salitre a los lavaderos de oro de la zona norte de la comuna, son
importante a la hora de comprender este proceso, puesto que estos sujetos
dan un carácter reivindicativo con sustento teórico (ideas anarquistas y
comunistas) que los campesinos absorben y hacen suyas. Lo importante es
que confluyen con la identidad campesina, concretamente con la identidad
de comunero y comunera, el cual se siente parte de un grupo o comunidad
donde el aspecto cultural y su forma espacial de organizarse los lleva a
convertirse en un grupo social, con códigos culturales y relaciones sociales
y económicas definidas.
Este aspecto cultural lleva a los comuneros a radicalizarse políticamente,
sobre todo en el periodo que va desde 1967 y 1973, llegando a tomarse
algunas tierras que estaban en conflicto con terratenientes que se habían
asentado en la zona. Así tenemos por ejemplo, el caso de Espíritu Santo, el
Totoral o el Coligüe. Debemos recordar además que todo esto convergía
con el desarrollo político del país y de las leyes que de él derivaron. La
otra dualidad es la utilización de los mecanismos legales de acceder a sus
derechos, y la opción de organizarse fuera del ámbito de la ley. Necesidad
que se hace presente principalmente en las tomas de terrenos producidas
mayoritariamente en el periodo estudiado. Es importante recalcar que esta
situación estaba enmarcada dentro de la coyuntura de esos años, ya que la
efervescencia política en el agro se hizo evidente.
Esta mezcla entre identidad pampina y trabajo campesino produjo una
identidad característica en Canela especialmente en la zona norte de la
comuna. La combinación de formas de luchas se desplegó entre los
habitantes de esta zona del Norte Chico, pues tal como lo hemos expuesto,
la recuperación de las tierras estuvo marcada por el fenómeno de tomas de
terreno y su posterior inscripción en Bienes Nacionales, lo que simboliza
este fenómeno.
127
ICAL Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Alternativa
Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Alternativa NO 25, 2007: 128 - 165 / Instituto deRevista
Ciencias
AlejandrodelLipschutz
El dilema entre la autonomía y la
cooptación.
Notas exploratorias para un análisis
de la relación entre el Estado y las
Organizaciones Sociales Populares.
Claudio Rodríguez Díaz
1. Introducción.
La municipalidad, dentro del aparato estatal, es la instancia político
administrativa más cercana a la vida cotidiana de los ciudadanos y
ciudadanas. Es por ello que se concibe como la instancia institucional
propicia para un ejercicio directo de la democracia, de la participación
social, del desarrollo de los actores locales y de la solución de los
llamados problemas reales de la gente. En este marco, a partir del inicio
de la “transición” a la democracia, se concibió que uno de los espacios
primordiales a democratizar eran los municipios. Así, a partir de 1992,
se eligen los primeros gobiernos democráticos locales, los que adquieren
una relevancia estratégica para el funcionamiento de nuestra incipiente
democracia y desde una perspectiva política, para la inclusión de los
actores, organizaciones y territorios en el quehacer y desarrollo del país,
siendo así un puente estratégico entre la institucionalidad, la ciudadanía y
sus organizaciones.
Si bien existe un consenso en cuanto a la importancia de los espacios
locales, no hay visiones similares respecto a la relación que se establece
entre las organizaciones sociales del mundo popular y los municipios, desde
la perspectiva de pensar estrategias que desde el mundo popular posibiliten
el despliegue de iniciativas de transformación del modelo dominante.
Esto remite de igual forma a la discusión sobre la incidencia real de la
ciudadanía y las organizaciones sociales en la construcción de un proyecto
de desarrollo país. Es decir, desde nuestra óptica, apela a la dimensión
política de las prácticas sociales, las cuales pueden verse fuertemente
restringidas o coartadas por los marcos de gobernabilidad que, desde las
políticas sociales, más bien apuntarían al control social y a prácticas de
participación funcional o tutelada, dentro de relaciones preferentemente
128
Trabajador social. Investigador ICAL
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
clientelísticas entre los actores institucionales y las organizaciones sociales
del mundo popular.
En este marco, aparece una tensión entre las organizaciones sociales que
buscan y realizan prácticas de transformación social, contrahegemónicas
o antineoliberales y el municipio. Mientras, por un lado, una mirada más
proclive a establecer relaciones con el Estado y disputar y ocupar los espacios
de poder institucional, recalca la potencialidad que presenta el municipio
como facilitador de la participación social, el ejercicio de ciudadanía y
la profundización de una sociedad democrática, por otro lado, existen
visiones que ponen énfasis en la autogestión de las organizaciones, que día
a día han adquirido mayor peso relativo en sectores sociales disconformes
con el sistema actual, y que tiende a plantear que los actores sociales al
relacionarse con el Estado, pierden autonomía y se tornan funcionales a las
políticas hegemónicas, imposibilitando el avance de propuestas de cambio
político de fondo al sistema neoliberal imperante en el país.
Reconociendo la diversidad de opciones presentes entre estos dos polos, no
es menos cierto que existe esta tensión dentro del mundo de las organizaciones
populares, lo que muchas veces incluso divide fuertemente el trabajo de
aquellas que se autodefinen contrarias al modelo, impidiendo la coordinación
y unidad de quienes se plantean el cambio del sistema neoliberal. El Estado,
por un lado, aparece como cooptador del movimiento social y las aspiraciones
de transformación de éste, mientras en la otra vereda, se valora como la
instancia política estratégica para el ejercicio del poder comunal y la incidencia
de los actores sociales territoriales en el gobierno local.
Esta tensión cobra relevancia si asumimos la premisa de que no es
posible un desarrollo o profundización de la democracia sin participación
real de los actores sociales. De esta forma, la discusión nos remite a la
problematización de la incidencia real de los sectores de la llamada sociedad
civil o “tercer sector” en el desarrollo del país y la tensión existente entre
democracia y participación social en el contexto actual de desarrollo.
Es en este sentido, -y pensando en contribuir a un debate que se sitúe en
la generación de espacios de poder y transformación a nivel local, y que
entregue visiones que permitan avanzar en esta tensión,- que se presenta la
necesidad de indagar si es que la relación de los actores y organizaciones
sociales populares con el Estado y sus programas, en este caso con los
gobiernos locales, de por sí implica establecer una relación de cooptación
de los actores locales, de su autonomía y proyecto social del que son
portadores y de cuáles serían, por tanto, los caminos para el despliegue
de un proyecto popular anti-neoliberal, desde la conjunción de los actores
sociales y políticos a nivel local.
ICAL Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
129
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Este artículo da cuenta de reflexiones preliminares que apuntan a esta
problemática, para lo cual se propuso conocer experiencias concretas que
nos permitieran indagar en dicha tensión. Para ello se eligieron dos casos
de relación entre actores sociales y gobierno local. Se procuró rescatar una
experiencia que desde el municipio propiciara una política de participación,
mientras la otra cumpliese ser una en que la participación fuese desde la
demanda y acción organizada de los propios pobladores. Así, se eligieron
los casos de Presupuesto Participativo de San Joaquín y de la Coordinadora
de Pobladores de la José María Caro en la comuna de Lo Espejo, ambos en
la región Metropolitana de nuestro país.
2. El Estado y las políticas sociales en la postdictadura. Participación
de la sociedad civil: una deuda pendiente.
La llegada de la democracia abrió importantes expectativas respecto al
papel del Estado y su relación con la sociedad civil. Se vislumbraba un nuevo
escenario, que dejaba atrás un período de distanciamiento y contradicción
entre el desarrollo del país, el papel del Estado y la contribución de la
sociedad civil organizada, específicamente los actores del mundo social y
popular en esta tarea.
Durante el gobierno dictatorial, la participación de la sociedad civil
se restringió a actores empresariales y se excluyó de la esfera pública
al mundo social popular organizado, a los actores sociales vinculados a
movimientos -ya sea poblacional, gremial o sindical- o intelectuales e
instituciones que pudiesen tener una mirada crítica al profundo cambio
que se realizaba. El ajuste que implicaba un nuevo modelo de desarrollo
capitalista, basado en la iniciativa privada, requirió de un Estado con un
nuevo perfil, de carácter esencialmente regulativo y de corto alcance. El rol
ejecutor y de responsabilidad social que antiguamente recaía en el Estado
quedó supeditado al ámbito privado. El Estado Benefactor daba paso a
un Estado Subsidiario, cuyo rol era esencialmente paliar la situación de
aquellos sectores que quedan fuera del ámbito privado en el acceso a los
servicios sociales básicos. El ejemplo más emblemático de esta situación
lo constituyó la privatización de los servicios básicos como educación,
salud y previsión social de inicio de la década de los ochenta.
130
En este escenario, el inicio del período de transición a la democracia puso
en evidencia el acuerdo cupular entre los partidos de oposición y el gobierno
militar, lo que se tradujo en una salida democrática asentada básicamente en
la reapertura de los espacios electorales pero en la mantención de numerosos
enclaves autoritarios -como el sistema electoral binominal, el Consejo
de Seguridad Nacional –COSENA- o la Ley Orgánica Constitucional
de Educación –LOCE-, entre otros, todos encaminados al objetivo final
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
de consolidar y perpetuar el modelo neoliberal implementado a partir de
1975. Ello consolidaba no solo un triunfo político, si no esencialmente
ideológico. En definitiva, se dejaban excluidos a amplios sectores de la
sociedad civil, como da cuenta Gonzalo De la Maza en su análisis sobre la
relación entre políticas públicas y sociedad civil en la post dictadura.
Así, hoy se reconoce la salida pactada de la dictadura entre la élite política
y empresarial, que para asegurar un marco de gobernabilidad y paz social,
invalidó en los hechos al denominado “tercer sector”, al movimiento social
y a los sectores populares como actor político en el proceso de transición
democrática. Esto genera un primer marco para contextualizar la participación
en período de postdictadura, referido a la tensión entre gobernabilidad y
democracia en nuestro contexto político, expresada en una serie de limitaciones
a la soberanía popular y a los espacios de participación social.
La salida era propia de las élites políticas y económicas; así la
participación y soberanía popular que expresen una democratización real
del país, asumió el costo de dicho paso y una tarea aún hoy pendiente. De
esta forma la gobernabilidad fue la bisagra entre el Estado y la sociedad
civil, lo que condicionó las políticas sociales y la participación social
del período descrito. En dicho contexto, la falta de participación desde la
sociedad civil, la desarticulación de la asociatividad en el mundo popular
y la atomización del movimiento social fueron generando un escenario de
alta exclusión social, lo que paradojalmente se ha vuelto una amenaza para
la propia gobernabilidad que requiere el sistema.
Dentro de autores vinculados en dicho período a la propia Concertación,
podemos encontrar también una autocrítica frente a la falta de participación
real de la sociedad civil en la última década y a cómo ello afecta los niveles
de democratización de nuestra sociedad. Para Adolfo Castillo, por ejemplo,
la crisis de la política actualmente se explica por la fractura entre el sistema
político y la sociedad civil. “La brecha entre democracia y sociedad
civil, radica en la insuficiencia de las concepciones políticas vigentes
para comprender y orientar los nuevos procesos sociales abiertos tras los
escenarios de polarización del siglo pasado.” Así, apela a la incapacidad de
conducir los cambios que ha tenido el sistema político. Para el autor, no solo
ha cambiado el rol del Estado, sino la propia configuración de la sociedad
civil. El cambio del mapa cognitivo desde una matriz “estado-céntrica” a
una regulada por el mercado, genera nuevos tipos de asociatividad. Antes
había una vinculada a los sujetos concretos de cambio como el proletariado
Para mayor información ver en Gonzalo de la Maza, Tan lejos, tan cerca. Políticas públicas y sociedad civil en Chile. (LOM Ediciones. 2005).
Adolfo Castillo, “Reseñas de las relaciones entre sociedad civil y Estado en Chile durante la transición
a la democracia”. p.3, en www. Forodelasociedadcivil.cl.
ICAL Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
131
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
y los pobres de la ciudad y el campo. Hoy ésta se presenta en torno al logro
de objetivos por parte de actores y sujetos que no adhieren ni al socialismo
ni al capitalismo como formas de dar sentido a su mapa cognitivo.
Desde nuestra óptica, se va configurando un escenario no solo
más diverso, sino también más disperso, lo que desde la visión de los
movimientos sociales y la participación de los actores en la construcción
de ciudadanía, configura un mapa en que el desafío es mayor, ya que si
antes la participación del mundo popular estaba claramente canalizada en
las instituciones, partidos políticos o el mismo Estado, y orientada por
un horizonte de cambio del sistema capitalista, hoy se asume desde una
heterogeneidad tal que no encuentra fácilmente caminos de articulación
para la diversidad de actores sociales, por lo que está menos empoderada
en función de la ingerencia real que dicha participación puede tener en el
devenir social y político, más aún cuando no hay proyectos políticos de
transformación social en el imaginario colectivo.
Desde esta perspectiva entendemos que la participación social queda muy
condicionada al contexto político. Autores como el propio Castillo, plantean
que la responsabilidad no es solo de la clase política, sino de la propia sociedad
civil que cede espacios y terreno a esta lógica de construcción democrática
partidaria y elitista que se instala. Así apunta por ejemplo a la necesidad de la
autocrítica de quienes adhirieron al proyecto político de la “transición” y que
no han puesto límites a dicho apoyo. Señala al respecto: “Quienes desde la
sociedad civil hemos apoyado los esfuerzos por democratizar Chile, construir
ciudadanía, y avanzar a un país más abierto al debate y los cambios, debemos
asumir nuestra cuota de responsabilidad ante los déficit observables. No se
trata de llorar sobre la leche derramada, sino de reconocer con honestidad que
debimos haber puesto límites a nuestra adhesión, a la vez que involucrarnos
más decididamente en las demandas y anhelos del pueblo.” .
De esta forma, al finalizar la década pasada, tomó fuerza un cierto
desencanto con los resultados del proceso de transición, el papel de la
sociedad civil y el proceso de democratización en el país. Uno de los
aspectos centrales de esta crítica tiene que ver con la generación de una
sociedad excluyente, incapaz de incluir a todos sus actores, lo que incluso
puede ser caldo de cultivo para el surgimiento de grupos críticos que al no
sentir espacios de inclusión y participación real son más amenazantes para
la estabilidad y paz social que requiere el sistema.
Castillo, ibid.
Esto hoy tiene mayor fuerza y se expresa por ejemplo en la preeminencia de políticas de seguridad y
control social, que tienden a dar soluciones más punitivas a problemas como la delincuencia, el tráfico
y consumo de drogas y a la violencia social existente. Esto incluso ha llevado a homologar ésta con la
violencia política y el descrédito a las movilizaciones sociales de tipo reivindicativo y crítico al sistema
neoliberal, criminalizando la protesta social.
132
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
En este escenario creciente de fragmentación social, se enmarcan los
esfuerzos de la Concertación para el fortalecimiento de la sociedad civil,
entendiendo que no es posible una real cohesión social sin mecanismos
efectivos de participación ciudadana. Así, se generaba un cuadro de
cierto consenso respecto a esta debilidad en nuestro funcionamiento
democrático de la década post dictadura. De tal manera, previo a la
elección de Ricardo Lagos como Presidente de la República a fines de
1999, éste se comprometió a generar un marco institucional que avanzara
hacia la generación de un “nuevo trato” entre la sociedad civil y Estado.
De esta manera, se conformó en el año 2000 el “Consejo Ciudadano”,
conformado por representantes de la sociedad civil y el Estado, el cual
reconoció la necesidad de un marco más amplio que permitiera a entes
representativos de la sociedad civil tener una interlocución válida con los
actores gubernamentales, estatales y mundo privado que, respetando la
autonomía de las organizaciones sociales, favoreciendo también avanzar
en la profundización de la democracia. Políticas sociales
El cambio de rol del Estado a partir del gobierno militar tuvo como
resultado el cambio en la concepción y rol de las políticas sociales. Ello
implicó que las distintas intervenciones sociales cambiaran desde un
paradigma colectivo a uno individual, lo cual se mantiene hasta hoy.
En este sentido, interesante nos parece recoger el planteamiento de
Javier Corvalán, quien, basado en una matriz de análisis de paradigmas
de intervención social dada por el intelectual francés Guy Bajoit, da
cuenta de cómo las políticas públicas en la década pasada se insertaron
en un paradigma individual, ya sea para una intervención competitiva o
integradora, dejando atrás el paradigma de acción colectivo que desde ala
sociedad civil se impulsó en los 80, ya fuese en su forma más militantista
o de conflicto social.
Así, bajo otro paradigma de política pública, la Concertación intentó dar
solución a los principales problemas heredados de la dictadura. Hubo un
desarrollo de políticas y programas sociales, con un énfasis en la superación
de la pobreza y la generación de igualdad de oportunidades como objetivos
centrales, recogiendo nuevas temáticas, como el de los pueblos originarios,
medio ambiente, mujer o el de la droga, por citar algunos. De esta manera,
Si bien es un espacio que institucionaliza el tema, abrió otros a partir de este diagnóstico. De allí surge
la idea de avanzar en la conformación del Foro de la Sociedad Civil, el cual pretende surgir como un
referente que incida en las decisiones frente al Estado, representando la diversidad de expresiones y
asociaciones presentes en el mundo social en nuestro país, aunque el mundo organizacional local no
tiene mayor representación en dicho espacio, dando cuenta de una limitante.
Javier Corvalán, “Los paradigmas de lo social y las concepciones de intervención en la sociedad”.
Documentos CIDE Nº 4. 1996.
ICAL Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
133
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
surgieron distintos servicios públicos, los que se insertaronn en distintos
ministerios con el objeto de coordinar las respectivas políticas sociales
como FOSIS, CONADI, CONACE, SERNAM, entre los principales. Así,
la integración y la participación social se constituyeron en objetivos y
ejes estratégicos de la política pública. No obstante, nos encontramos ante
políticas no solo focalizadas, sino que operaban de manera fragmentada,
muy sectorializadas, lo que redundó en una participación social más
reduccionista e instrumental.
Es así como esto ha limitado los reales niveles de incidencia de la
sociedad civil. Coincidimos con Gonzalo De la Maza en señalar que
“estas instituciones estatales (en referencia a los distintos servicios y
agencias creadas durante el gobierno de la concertación) han contribuido
a la existencia de un conjunto de organizaciones sociales de distinto tipo,
las que han accedido en un momento u otro a la ejecución de proyectos.
Sin embargo, el sistema ha mostrado múltiples limitaciones para el
desarrollo de una sociedad civil autónoma y con mayores capacidades:
bajo el monto global comprometido y la excesiva fragmentación de los
proyectos, los continuos cambios en las condiciones de los concursos, la
corta duración de los proyectos, el carácter instrumental de la participación
y la multiplicación de “ventanillas” (donde presentar iniciativas)” .
Pero ¿cuál es el marco en que dichas políticas se desarrollan?, ¿cuál es
el papel y la capacidad real del Estado en este ámbito?. La consolidación
del modelo neoliberal ha implicado subordinar las distintas áreas de
desarrollo al marco de las condiciones de gobernabilidad, estabilidad
social, y mantención de los índices macroeconómicos que sustentan
el éxito del modelo. El costo de dicho escenario se sufre y vive en los
espacios cotidianos, asignados a la invisibilizada microeconomía, donde la
precariedad laboral se asocia al debilitamiento de los espacios comunitarios
y al surgimiento de distintas problemáticas asociadas a dicho proceso de
desarrollo -como la droga o la delincuencia y violencia social- que hacen
que la calidad de vida de los sectores populares diste de estar a la par de
los índices del supuesto éxito económico del país.
De tal forma, en la etapa de implementación del modelo, la función
del Estado quedó supeditado a paliar las condiciones de quienes quedaban
fuera del tren modernizador neoliberal. Luego, en el período de transición
democrática se intentaron generar capacidades productivas de subsistencia
para quienes eran excluidos del modelo. De igual manera, el rol subsidiario
del Estado requirió de una mayor eficiencia del gasto social. En este sentido,
las políticas de focalización comienzan a regir –y aún lo hacen- el diseño
134
De la Maza, op.cit. p. 77.
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de las políticas sociales, aunque se reconocen diferencias entre el período
de transición y el de dictadura.
Investigadores como Manuel Antonio Garretón, plantean la imposibilidad
de solucionar las problemáticas sociales dentro del orden estricto o “puro”
de aplicación del modelo neoliberal, revalorizando la importancia que
sigue teniendo el Estado. Esto sería un punto de diferenciación entre la
política social de la Concertación y la de la dictadura, en tanto en el nuevo
escenario ésta se concibe como un elemento central para la superación
de la pobreza y la desigualdad social que el propio modelo genera,
revalorizando su carácter promocional y participativo y asignando un rol
distinto al Estado.
Ello refiere a una visión que denomina más “estaticista” que daría cuenta
de la necesidad de redimensionar el necesario papel del Estado, avanzar
en un proceso de modernización, de nuevas funciones y capacidades de
gestión y control, que no es similar a un proceso de “jibarización”, asociado
principalmente a la aplicación de políticas focalizadas, de tipo asistencial
como predominan en la dictadura, ni a que implique para el Estado tan solo
la reducción de su alcance, envergadura y burocratización.
Así, la concepción de un rol más activo por parte del Estado, implicó
políticas de integración y participación social en este escenario de
consolidación del modelo. A partir de los gobiernos de la Concertación, la
participación ha estado fuertemente mediada por el marco de la ejecución
de proyectos sociales, en que las organizaciones de la sociedad civil
compiten por la adjudicación de fondos concursables.10
Este mecanismo es reconocido como el ente articulador esencial de
la participación social y se asocia a la estrategia de la política social de
gobierno que, junto con fortalecer un nivel básico de ciudadanía través de
políticas sectoriales (salud, educación, vivienda, seguridad social, trabajo
y justicia) busca el desarrollo de programas específicos de promoción y
capacitación a sectores pobres o vulnerables que superen las políticas
meramente asistenciales del período militar.
Como señala Dagmar Raczynski, “contrariamente al ‘dar ayuda’
(subsidio a los más pobres), los programas buscan proveer a los sectores
pobres y vulnerables de herramientas para que por su propio esfuerza
superen su situación. El propósito es habilitar, generar capacidades y abrir
Manuel Antonio Garretón, Política y sociedad entre dos épocas. América Latina en el cambio de
siglo. (Ed. Homo Sapiens, 2000). p. 103
10
Estos por lo demás presentan altas limitaciones desde el plano técnico, pues generalmente predeterminan objetivos y plazos –generalmente acotados en una lógica resultadista producto de obtener
la mayor rentabilidad social posible- que desconocen la propia dinámica de las organizaciones y la
comunidad.
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135
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
oportunidades para que los sectores pobres y grupos vulnerables tengan voz,
se organicen y participen en la solución de los problemas que les afectan.
Para ello el principal mecanismo es el de los fondos concursables.11
Esto, desde nuestra experiencia, hace que la aplicación o el vínculo con
las políticas públicas por parte de la sociedad civil, junto con ser muchas
veces correas transmisoras de políticas centralizadas, tienda a generar una
mayor atomización de las organizaciones, quienes entran a competir por
recursos, aplicando programas que no tienen muchas veces que ver con el
despliegue de un proyecto propio como actor social.
De esta forma, pierde importancia el papel más político de la sociedad
civil, ya que muchas organizaciones centran el trabajo en sus propias
dinámicas –por ejemplo los centros de madres, clubes de adulto mayor o
los propios clubes deportivos grafican esta lógica-; mientras por otro lado,
organizaciones que podríamos definir como más “políticas”, -como juntas
de vecinos o las propias ONGs- entran a tratar de subsistir mediante la
ejecución de proyectos que mayoritariamente responden a las lógicas de
quienes la financian, como el gobierno central o comunal.
Por su parte, en cuanto a los objetivos de la política social, siguiendo
el planteamiento de Garretón, el fin último es construir sociedad, aunque
ello ha estado subordinado y no es tan claro como lo ha sido la política
económica. “Ello significa un cierto nivel de igualdad entre sus miembros,
una calidad de vida definida de acuerdo a la diversidad cultural de quienes
la forman y la existencia y desarrollo de actores y redes sociales que le
den sustento a la ciudadanía.”12. Ello sería posible y esperable dentro del
marco del desarrollo democrático de éstas, distinguiendo los procesos de
democratización política y social. La primera se refiere esencialmente a
un cierto ethos, asociado a principios y valores que van más allá de los
mecanismos institucionales y que favorecen la conformación de la sociedad
desde un punto de vista político. Esto se refiere a ideales clásicos como
igualdad, libertad y fraternidad. En tanto, la democratización social se
referiría más bien a la disminución de desigualdades y a la construcción de
actores sociales autónomos que representen y movilicen sus demandas.
Para el autor, la instalación de los regímenes de corte autoritario –y los
modelos de desarrollo acorde al consenso de Washington, agregaríamos
nosotros- han tenido un efecto sobre el tradicional predominio de valores
comunitarios e igualitarios con los que se construyó la democracia en
Dagmar Raczynski, “Políticas sociales en los 90 en Chile. Balance y desafíos”, en El modelo chileno. Democracia y desarrollo en los 90. Paul Drake e Iván Jaksic (compiladores) (Lom. Colección sin
Norte. 1999). P. 131.
12
Garretón, op.cit.
11
136
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nuestros países. Esto, a nuestro juicio, en el caso chileno es claro, y da cuenta
del énfasis en el fortalecimiento de las instituciones y los mecanismos de
vinculación con el Estado, más que con el desarrollo de lo que podemos
denominar “sociedad civil” o más específicamente los actores sociales
autónomos a que hace referencia Garretón como constituyentes de una
democratización social.
De tal forma, el resultado de las políticas sociales sería el fortalecimiento
más bien de la dimensión política que la social, dada las condiciones de
atomización, desarticulación y falta de estado sólido y organizado de
los actores sociales, lo que se sumaría a la multidimensionalidad de la
desigualdad 13.
Desde nuestra perspectiva, compartiendo en principio la idea de Garretón
respecto a que el rol de las políticas sociales ha estado más bien alejado de la
democratización social, es cuestionable que el hecho de un mundo popular
“poco sólido” u “organizado” de cuenta de la falta de democratización
social. Más bien creemos que hubo conciencia de la falta de voluntad
política de reconstituir el tejido social que se vio fuertemente desarticulado
y atomizado por la propia dictadura. Los valores comunitarios y sociales
de nuestro ethos fueron el costo necesario para el proceso de consolidación
del modelo en el período de transición. Así, la separación de este mundo
social del político es un efecto de este proceso.
Desde otra óptica, para un sector más crítico, el objetivo de integración
al modelo condicionó –y aún lo hace- todo el carácter y limitaciones de
las políticas sociales; el modelo neoliberal necesita políticas sociales
funcionales a su consolidación y permanencia. Así, el Estado Neoliberal
en el contexto de globalización actual debe ser de bajo o nulo alcance.
Sin niveles de decisión real; casi un celador del modelo. Como plantea
el historiador Gabriel Salazar, respecto a su forma actual, “su presencia
debe ser formal, de apariencia, y no debe interferir en la circulación libre
del que, desde las grandes carreteras virtuales “produce” hoy la mayor
parte de la realidad: el capital financiero mundial.”14. En este escenario,
continúa Salazar, el Estado entra a operar a través de sus políticas sociales,
las que tienen como objetivo último, generar mayores condiciones de
competitividad ahí donde nuestra sociedad no la tiene. Para ello se vale
de agencias privadas, consultoras y ONGs para poder generar dichas
condiciones y paliar los efectos no superados por el modelo, administrando
programas de empleo (vía Fosis u otros servicios), fondos de capacitación
(vía Sence) –entre los principales- para aumentar el capital humano hacia
Ibid, p. 105.
Gabriel Salazar, “Ricardo Lagos, 2000-2005. Perfil histórico, trasfondo popular”, en Gobierno de
Lagos: balance crítico. Varios autores (LOM. 2005). p. 82.
13
14
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uno más competitivo. Es decir, debe completar la tarea que los privados,
el mercado y las propias condiciones de la sociedad civil no presenta.
En palabras del autor: “el Estado neoliberal es, de arriba abajo, una sola
mentira en todo lo que tiene que ver con el desarrollo político y social del
país; y esto, porque necesita privilegiar, a como de lugar, las entradas y
salidas especulativas del capital financiero internacional.” 15.
Así las cosas, el mundo popular o la “baja sociedad civil” habría tomado
un rumbo claramente divergente del que ha seguido la clase dirigente. Ello
explicaría la baja credibilidad en el sistema político (dado por altos niveles de
abstención y baja inscripción en los registros electorales, sobre todo por parte de
los jóvenes), y la generación de instancias propias de sociabilidad y proyectos
que se dan sobre todo a nivel local o territorial. La generación de instancias
propias de identidades sociales e históricas en este contexto, continuando lo
planteado por Salazar, se hacen dentro, fuera o al filo de Estado de derecho.
Es una lucha subjetiva y cultural autónoma que puede llegar a configurar
un “segundo mercado, un mercado negro”, social, político, autoeducativo
y trans-histórico que está demostrando tener más sentido humanista que el
“ancho y ajeno” mercado globalizado.16 Es la propia transición por abajo, que
circula y se recrea sobretodo en los y las jóvenes excluidos o como definen
las políticas oficiales, de los “grupos vulnerables.”
Estos son los argumentos centrales que dan sustento a las propuestas
de desarrollo autónomo de las organizaciones sociales, que resaltan la
necesidad de no vincularse con el Estado. De tal manera, la autogestión
asoma como la principal estrategia orgánica y política para muchos de
estos grupos y organizaciones sociales antisistémicas, La posibilidad de
construir alternativas al neoliberalismo se hace, desde esta óptica, en una
práctica concreta, autoeducativa, transformadora y en confrontación con el
Estado neoliberal; bajo su alero, solo la cooptación del movimiento social
popular lograría imponerse.
Tipos de participación social
Existe una importante variedad de definiciones y debates acerca de la
participación social. A la luz de lo que hemos venido desarrollando en
torno a la participación de la sociedad civil en el últimos años y para efectos
de nuestro trabajo, entenderemos ésta como la generación de instancias,
acciones y procesos sociales en que los actores y organizaciones sociales,
realizan un efectivo proceso de toma de decisiones en el ámbito de la
gestión social y la definición política de los asuntos que son de interés de
su organización y/o comunidad.
138
15
16
Salazar, ibid. p. 87.
Salazar, ibid. p. 97-99.
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Si para los economistas la década de los ochenta fue la “década perdida”,
producto de los períodos de crisis y recesión que afectó al continente y en
particular a nuestro país, podemos aventurarnos en señalar que desde la
perspectiva de la participación social, los noventa se constituyen como la
“década pérdida”, en que el resultado predominante fue la desarticulación
del tejido social comunitario que había tenido un preponderante rol y
protagonismo durante el período de dictadura.
En este escenario, el papel de la participación social en las políticas
públicas ha tenido grandes limitaciones. Si bien ésta ha sido definida como
una de las líneas estratégicas de las políticas sociales, en la práctica el
concepto de participación que se devela es uno muy restringido y acotado.
Así, en las políticas sociales la participación es circunscrita a la ejecución
de programas definidos normalmente de manera centralizada. Esto opera
tanto a nivel de programas o servicios centrales como en el ámbito local,
preferentemente por las municipalidades.
Esto también tiene una expresión concreta en el mundo popular. Como
veíamos anteriormente, las nuevas instituciones y agencias intermedias
son las que mantienen contactos más permanentes con las organizaciones
del sector donde trabajan y han constituido un sinnúmero de instancias de
participación en distintos niveles de implementación de la política. Sin
embargo, el formato de proyectos de corta duración reduce la participación
a una dimensión meramente instrumental (la obtención del proyecto) y
no permite la construcción de una asociatividad de tipo más permanente
entre las organizaciones populares. Las metas, tiempos, modalidades
y productos esperados de las instancias participativas, muchas veces se
tecnocratizan o, en el peor de los casos, generan relaciones clientelares,
en la medida que se subordinan a la agenda de la institución o servicio.
La multiplicación de instituciones especializadas que convocan a la
sociedad civil independientemente unas de otras, produce como efecto una
asociatividad fragmentada y efímera.17
Esto puede operar para las organizaciones sociales como para las
propias instituciones de la denominada sociedad civil. Gabriel Salazar
dice que se asistiría en la década pasada a la “formación de un inquieto
estrato intermedio de agencias informáticas, ejecutoras y sociocráticas
(consultoras y ONGs de segunda generación) que tiende de algún modo
a interconectar paradigmas, a ensamblar todos los discursos y, tal vez a
largo plazo, a favorecer la reproducción retóricamente mejorada de los
discursos centrales de dominación.”18 De esta forma, se cierra el círculo
De la Maza, op.cit. p. 76.
Gabriel Salazar, “Del modelo neoliberal en Chile: la difícil integración entre los pobres, los intelectuales y el poder (1989; 1995)”. PAS Taller de reflexión. Serie Documentos de análisis. 1995. Santiago
de Chile. PP 70-71
17
18
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en torno a las agencias privadas y ONGs que empiezan a tener un rol
menos activo en las políticas sociales que el que hubiesen esperado con la
post dictadura, convirtiéndose en muchos casos en empresas sociales –fin
de lucro incluido- como en otros en meros transmisores de las políticas
sociales estatales y de los distintos agencias de servicios que licitan los
programas.
En síntesis, podemos decir que la participación social en la década pasada
tuvo un carácter limitado. Esto, que podemos denominar “participación
tutelada”, estaría dado tanto por el marco político que consideraba
esencial la mantención de un status quo que permitiese dar viabilidad a
la transición, como por la preeminencia de los objetivos “integradores”
de la política pública. Esto se mantiene en términos generales hasta hoy
en día, si bien se han generado políticas de fortalecimiento de la sociedad
civil intentando abordar éste déficit, como el Foro de la Sociedad Civil,
o el Consejo para el desarrollo de la sociedad civil desde la División de
Organizaciones Sociales, que dan cuenta de la necesidad de contar con
un “tercer sector” –entendido este como el sector fuera del gobierno y de
los partidos políticos- activo en la ejecución y diseño de las políticas y el
desarrollo del país.
Respecto a los tipos de participación, hay una variedad de tipologías.
Podemos distinguir esencialmente aquellas más pasivas de las más
protagónicas. Siguiendo el esquema planteado por Adolfo Castillo, que
recoge y sintetiza las dimensiones más comunes a la hora de distinguir los
procesos y tipos de participación, distinguiremos cinco niveles: informativo,
consultivo, decisorio, co-gestionario y de control y evaluación19. En los
últimos tres niveles donde tiene lugar una participación más protagónica;
desde nuestra mirada, aquella en que éstos tienen un mayor nivel de
ingerencia real en un proceso de toma de decisiones sobre asuntos de su
interés y de su comunidad.
Por otro lado, distinguiremos dos estilos básicos de participación: el
clientelístico y el autogestionario. La forma clientelística está más bien
asociada al estilo tradicional de ejercicio del poder de las élites políticas
con los sectores populares y la ciudadanía en general. En esta modalidad,
lo fundamental está dado por la posibilidad que tenga el actor o individuo
de conseguir la satisfacción de una necesidad o la consecución de un
servicio. Esto redunda en que se genera una relación de dependencia entre
el ente que asigna y el que recibe. Quien entrega lo hace a cambio de la
Adolfo Castillo, “La deliberación ciudadana y la experiencia del presupuesto participativo de San
Joaquín”, en Claudio Fuentes y otros autores, Desafíos Democráticos. (LOM-Flacso Chile. 2006).
p.177.
19
140
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adhesión política y quien recibe, valora dicha adhesión como mecanismo
compensatorio que, por lo demás, asegura la continuidad de dicho servicio
o bien recibido. Por su parte, en la relación de tipo autogestionario, prima
la visión e independencia del actor u organización social, quien entra en
negociación para la obtención de sus intereses. Lo que distingue ello es
que la consecución de éstos no depende exclusivamente de la relación
con el municipio u otra institución, sino que estarían muchas veces dados
independientemente de que establezcan dicha relación.20 Es decir, el
accionar de dicha organización es independiente de la mediación o apoyo
que reciba. En este caso, mayoritariamente, las organizaciones tendrían
una concepción política propia, no mediada necesariamente por la relación
con la autoridad o institucionalidad con que se relacionan.
Finalmente, nos parece importante distinguir las dimensiones de la
participación, tanto la política como la social que están implicadas en una
práctica social. Toda organización desarrolla una labor o trabajo social, pero
esta no sólo tiene determinados fines sociales, sino responde a un marco
político que la sustenta. Por lo general, en los últimos años ha ocurrido
que estos marcos no se evidencian, o pareciera que el marco político no
estuviese implicado necesariamente en el trabajo de las organizaciones.
No obstante, asumimos que de manera explícita o implícita, toda práctica
social de una organización tiene una dimensión política, en relación a cómo
ella se sitúa en el marco político y cómo contribuye, de manera conciente o
no, a la transformación, mejoramiento o mantención de éste.
La pregunta que surge es que si en nuestra práctica se constata que
los tipos de participación que predominan son clientelares, más bien
asociados a niveles informativos o consultivos y en un marco que restringe
la participación a un ámbito social, ¿implica ello que se debe desechar
toda vinculación con el Estado, en tanto este tiende a la cooptación del rol
político de las organizaciones sociales por medio de las políticas sociales?
o, efectivamente, ¿se puede entrar en una relación con el Estado que
permita a las organizaciones desplegar sus proyectos políticos en tanto
sujetos de la acción social que realizan? Si ello es factible, ¿es lo local un
ámbito que permitiría repolitizar a las organizaciones sociales?
Estas preguntas han estado presentes en la discusión de las organizaciones
que se autodenominan o identifican como anti-neoliberales. Ante ello,
existen a lo menos dos tendencias que en la práctica han generado una fuerte
diferencia y en otros casos división dentro de lo que podemos denominar
la expresión más asociada al movimiento popular de la sociedad civil.
Hugo Cuevas, “La relación Comunidad Municipio”, en Pobreza en Chile. Estrategias de intervención. Cuadernos de Prácticas sociales. U. Arcis. P. 111-150.
20
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Mientras por una parte, un sector de organizaciones no establece ninguna
relación con el Estado, en tanto este coopta la posibilidad de construcción
de prácticas anti-neoliberales, por otro, existen organizaciones que ven
como un derecho el acceder a los fondos estatales y municipales para dar
forma a sus proyectos como organización. Para ello, el desarrollo local y
los procesos de fortalecimiento y protagonismo de los actores sociales,
puede ser una herramienta importante para el trabajo sociopolítico de
las organizaciones sociales y el desarrollo de prácticas y experiencias de
participación con un tinte altamente transformador. En ello el municipio
aparece como un espacio que puede abrir canales para su curso, sin restar
necesariamente autonomía al trabajo de las organizaciones.
Municipio y participación
La discusión actual en torno al desarrollo local y la participación social
sitúa a la comuna o municipio como un espacio adecuado para canalizar la
participación de la ciudadanía y fortalecer el vínculo entre el sistema político
institucional y la cotidianeidad de los ciudadanos. Esto, en el marco de la
generación tanto de políticas e iniciativas para el desarrollo del territorio
local, como de las implicancias propias de ejercicio de una ciudadanía
activa, orientada a desplegar las potencialidades que estos espacios ofrecen
para el ejercicio práctico y concreto del ejercicio democrático.
Lo local se define como un espacio inserto dentro de un contexto
más amplio y que en sí mismo contiene los factores, capacidades o
potencialidades para desencadenar procesos de desarrollo con cierta
autonomía de los contextos en los que se inserta. Di Pietro plantea que “lo
local es un concepto relativo a un espacio más amplio. No puede analizarse
lo local sin hacer referencia al espacio más abarcador en el cual se inserta
(municipio, departamento, provincia, región o nación). Actualmente
se juega con la contraposición ‘local/global’ mostrando las paradojas y
relaciones entre ambos términos”21. En general, las definiciones de lo local
carecen de cierta precisión, pues es relativo no solo a un territorio, sino
también a procesos identitarios de quienes lo conforman, por lo que no
es fácil establecer una unidad operativa que de cuenta de lo verdadera o
puramente local.
A partir de esta caracterización de lo local en referencia a otros espacios
y su posibilidad de desarrollo con relativa autonomía, entenderemos
el municipio como la instancia local de gobierno con mayor arraigo
territorial, más cercano a la gente y, por tanto, una unidad operativa central
Citado en Sergio Boisier, “Desarrollo (local): ¿de qué estamos hablando?”, en Antonio Vásquez
Barquero, Oscar Madoery (Compiladores), Transformaciones globales, instituciones y políticas de
desarrollo local.”. (Ediciones Homo Sapiens. Buenos Aires. 2001). p. 57.
21
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en torno a la cual desarrollar el trabajo sociopolítico. Su función es ser
un actor que a nivel local vele por las condiciones mínimas de calidad de
vida y desarrollo social y económico de la comuna, sus organizaciones y
habitantes en general.
No obstante presentar enormes potencialidades para el trabajo y
desarrollo local, el municipio contiene una serie de tensiones y desafíos
para su labor. Alejandro Díaz plantea una caracterización interesante del
municipio actual, menos centrada en lo administrativo y más orientada
a los objetivos de dicha estructura. Esta definición la entiende como una
institución en permanente conflicto entre su propia estructura y el tipo
de gestión que de ella se espera, sobre todo en materia de calidad de
servicios y participación social, lo que genera un cuadro que fluctúa de las
expectativas a la frustración. En palabras del propio autor, “la municipalidad
se encuentra en un momento de crisis en tanto está tensionada por una
demanda de modernización por parte del Estado y el gobierno central
y por otro, desde los sectores comunitarios por una demanda de mayor
participación y gestión de los bienes, servicios y políticas sociales.” 22.
Entendemos de esta forma, que se concibe como un espacio demandado y
estratégico para la propia comunidad.
Todo este escenario requiere de un nuevo Estado, más dinámico, flexible,
con capacidad para asumir este nuevo rol, que se plasma en el proceso de
“modernización del Estado”, el cual tiene como uno de sus ejes centrales la
descentralización. Es indudable que a la fecha estos esfuerzos no son más
que el traspaso de cuotas de poder y ejecución de políticas a nivel local por
parte de los municipios, intendencias o gobernaciones. De esta manera, se
habla de una tendencia a la desconcentración de poder y funciones desde
el nivel central, pero en la práctica no se contempla la participación de la
sociedad civil popular ni del mundo social organizado como actores en
estos procesos de desarrollo (23). No obstante, distintos sectores políticos
coinciden en la necesidad de avanzar hacia una efectiva descentralización,
lo que debería incluso apuntar a establecer Consejeros Regionales electos
por la ciudadanía, elección popular de Intendentes, entre algunas medidas
políticas a implementar, que hoy son parte de la agenda en materia de
modernización del Estado y Descentralización.
Si revisamos el funcionamiento de los municipios en Chile, vemos
que éstos tienden a reproducir el esquema de concentración vigente en
Alejandro Díaz, “Condiciones políticas y técnicas para producir procesos de innovación en la
gestión pública municipal”, en Gabriel Salazar y Jorge Benítez (compiladores), Autonomía, Espacio y
Gestión. El municipio cercenado. (Universidad Arcis-LOM.1998). p. 111.
23
Para un análisis crítico del proceso de descentralización se sugiere ver de Diego Palma, “Las dificultades y desafíos de la descentralización”, en Salazar y Benítez, op.cit. p. 71-88.
22
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nuestro país. Efectivamente, la figura del alcalde tiene un peso único
a la hora de desarrollar las políticas locales de desarrollo, lo que en no
pocas ocasiones los transforma en verdaderos “patrones de fundo”, con
relaciones fuertemente paternalistas y asistencialistas, utilizando de forma
clientelística las dependencias y departamentos municipales, asegurando
de paso su permanencia en el poder. En este marco, la participación
ciudadana tiende a ser instrumental, informativa o a lo más consultiva, pues
los niveles de incidencia no son efectivos. La participación queda reducida
a la aplicación de proyectos o tareas específicas, pero no hay espacios
de empoderamiento real, que impliquen el avance hacia municipios más
democráticos, en que el poder local sea capaz de incluir los intereses de la
ciudadanía y las organizaciones sociales.
Un ejemplo del tipo de participación en los gobiernos locales lo refleja
el nulo funcionamiento que han tenido los Consejos Económicos Sociales
Comunales –CESCOS-, los que más allá de estar limitados por el propio
marco legal que los hace ser un órgano consultivo, sin poder de decisión,
el cual recae finalmente en la figura del alcalde, tampoco desde una
perspectiva de participación han tenido un funcionamiento real. Es decir,
grafican claramente como en un espacio local, cercano a la gente, la lógica
de desconcentración del poder prevalece sobre la de la descentralización,
generando un cuadro restringido para una participación ciudadana efectiva,
con espacio de incidencia real en las políticas de desarrollo territorial.
Nos referimos entonces a que los espacios comunales, desde la perspectiva
de la participación ciudadana, deben traducirse en instancias de ejercicio
y fortalecimiento continuo de una democracia, en que los actores locales
puedan ser parte de la definición de las políticas de desarrollo para su territorio
y entorno inmediato. En este sentido, encontramos que bajo la lógica de
la desconcentración, lo que se reproduce mayoritariamente es una lógica
verticalista del poder, que no propicia espacios de participación real y que
desafía por tanto a generar las instancias técnicas y políticas que permitan
una efectiva participación de los actores y organizaciones sociales.
144
De esta forma, vemos que a nivel local los municipios operan
mayoritariamente con esta definición de participación instrumental
o “tutelada”, a la que hacíamos referencia al analizar las políticas
sociales y las formas de participación. En un escenario que favorece la
desconcentración por sobre una real descentralización, es esperable que
se reproduzcan las lógicas dominantes de participación y vínculo con las
organizaciones sociales. Así, es normal encontrar relaciones clientelísticas
entre los municipios y los actores sociales de la comuna, por sobre aquellas
que favorecen la autonomía de los actores sociales.
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Por su parte, no obstante existir un consenso en cuanto a la importancia
estratégica de estos espacios locales, no hay miradas unívocas respecto a la
relación que se establece entre las organizaciones sociales y el Estado y las
implicancias que éstas tienen para el desarrollo de espacios democráticos,
que impliquen la posibilidad de poner en práctica estrategias que desde
el movimiento social se planteen objetivos políticos de cambio social. En
efecto, ante las grandes dificultades aún presentes hoy en los municipios
para propiciar espacios reales de participación y democratización local,
es entendible que dentro de las organizaciones surjan visiones más bien
escépticas respecto a la relación entre el mundo social y sus actores y los
gobiernos locales, en tanto éstos vendrían a representar solo una instancia
más del aparato de dominación estatal. Es en este punto que se sitúa la
discusión entre el mundo de la izquierda o de lo que podemos denominar
sectores anti-neoliberales.
No obstante dicho marco, en nuestro país se han desarrollado algunas
experiencias que avanzan en el sentido de generar espacios de mayor
participación a nivel local. Podemos mencionar, entre otras, algunos
Planes de Desarrollo Comunal -PLADECOS– participativos. Otro
espacio de participación ciudadana se ha abierto últimamente en torno a
la generación de los Planos Reguladores, los que definen el uso del suelo
en las comunas y en casos tienen incidencia directa sobre el desarrollo
e identidad territorial. No obstante, el denominador común es que esta
participación ha sido generalmente más instrumental que protagónica, es
decir, no tiene por lo general incidencia real en los procesos de toma de
decisiones, o estas quedan acotadas a aspectos muy específicos.
Se encuentran asimismo diversas experiencias en la ejecución de
programas de desarrollo e intervención social, aunque focalizadas
temáticamente, en donde el tema de la participación de la comunidad y
de los actores y organizaciones sociales cobra relevancia estratégica. En
dicha línea, encontramos los Consejos Comunales de Salud, de infancia,
seguridad ciudadana y prevención de drogas. De alguna forma se concibe lo
local como el espacio más apropiado para la implementación de programas
y políticas con componentes de participación, siendo las redes sociales
la estrategia de intervención más recurrente, como lo muestran ejemplos
de políticas que tienen expresión local o comunal, como lo referido a
seguridad ciudadana o los sistemas comunales de prevención de la droga
(SISCOP), posteriormente denominados “Previene”.
Existen en tal sentido una diversidad de experiencias de redes sociales
que agrupan a distintos actores, organizaciones populares y/o instituciones
vinculadas a alguna temática particular. Sin embargo éstas están por lo
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general agrupadas por áreas afines, lo que limita la asociatividad y tiende
a la fragmentación de las instancias de participación y coordinación entre
las organizaciones del mundo popular. Pero el trabajo en redes no solo
responde a una estrategia de intervención desde las políticas sociales. En
el espacio de la sociedad civil popular existen numerosas redes sociales
institucionales, de ONGs o movimientos ciudadanos, que se organizan
estableciéndose como contrapartes técnicas y temáticas. También desde
las propias organizaciones sociales y mundo popular, encontramos
experiencias de redes juveniles, culturales y otras con carácter más
autónomo y autogestionario respecto de la relación con el aparato estatal y
los gobiernos locales, los cuales se configuran como espacios de definición
política del territorio o la temática a que refieren.
A continuación, presentamos dos casos concretos de participación a
nivel local, en que la relación entre los actores y organizaciones sociales
con el gobierno y programas locales, puede dar cuenta de algunas
formas de participación y de la viabilidad, diversidad y limitantes de las
estrategias que posibilitan u obstaculizan la generación de espacios locales
democráticos por donde se pueda dar curso a propuestas alternativas al
neoliberalismo y los valores que hoy predominan.
3. Experiencias locales de relación de actores sociales con el gobierno
local.
3.1 Presupuesto Participativo de San Joaquín: Los Presupuestos
Participativos –en adelante PP- se sitúan dentro del ámbito de las soluciones
locales a las problemáticas sociales. En las grandes ciudades y en un mundo
globalizado, la solución o abordaje local de temáticas es vista como la mejor
estrategia para dar respuestas cada vez más eficientes, a la diversidad de
problemas que se presentan en las distintas comunidades; así, el punto de
partida local es básico para el desarrollo de políticas sociales pertinentes.
Desde un punto de vista más técnico, los PP ha sido definido como
un instrumento de planificación anual, que ayuda a la priorización de
las demandas de la ciudad, permitiendo un acceso universal de toda la
población en las decisiones sobre ella. Es un espacio de co-gestión, donde
la comunidad y el municipio deciden juntos una parte de las inversiones24.
De esta manera, se convierte en un importante instrumento de gestión
participativa.
La experiencia, a la cual ya se han sumado numerosos municipios del
país, recoge los aprendizajes y procesos de gestión participativa que en
torno a los PP se aplican fundamentalmente en Brasil. En efecto, fue en
146
24
Castillo, ibid, op. cit. p.178.
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el municipio de Porto Alegre, en 1989, donde se decidió aplicar un nuevo
instrumento de gestión, con el objetivo de innovar en la gestión municipal,
involucrando de manera activa a la comunidad organizada.
Pero más allá de una definición técnica, es vista también como un ejercicio
de ciudadanía y fortalecimiento de los actores sociales locales. Aún más,
como plantea Tarso Genro, “la experiencia realizada en Porto Alegre con
el presupuesto participativo es poco común. No se trató simplemente de
incentivar la participación popular en forma espontánea. De “hacer obras”
o solo “aceitar” los mecanismos de la democracia formal. En verdad, fue
creando un nuevo centro de decisión que junto con el poder ejecutivo y
legislativo, democratizaron efectivamente la acción política e integraron a
los ciudadanos comunes a un nuevo espacio público. “Un espacio público
no tradicional, que potencializó el ejercicio de los derechos de ciudadanía
y alentó a los ciudadanos a ser más exigentes y más críticos.”25. De igual
forma, plantea Genro, resultó fundamental para redistribuir el ingreso y
contribuir a la socialización política, elementos sin los cuales cualquier
forma distributiva genera un paternalismo nocivo para el desarrollo de
individuos y organizaciones autónomas. Esto, desde nuestra perspectiva,
es importante en tanto nos permite distinguir a lo menos dos dimensiones
de los PP: lo técnico, con énfasis en la planificación participativa como
instrumento de gestión innovativa a nivel local, y lo político, con el
fortalecimiento y socialización política de actores locales.
En Chile, la comuna de San Joaquín, ubicada en el sector sur de Santiago,
ha sido pionera en un esfuerzo de innovación en la gestión municipal, al
implementar desde el año 2003 el sistema de Presupuesto Participativo,
involucrando a un importante número de organizaciones comunitarias a la
definición de parte del presupuesto municipal.
Los objetivos propuestos son26
a)Transparencia en la gestión y aumento de la participación, en la medida
que el gobierno conoce el presupuesto que el gobierno local maneja.
b)Mejorar la eficiencia en la asignación de los recursos propios de
inversión municipal.
c)Aumentar la envergadura de los proyectos a realizar.
d)Innovar en la gestión municipal.
e)Relacionar la planificación participativa con la asignación de
recursos.
25 Tarso Genro y Ubiratán de Souza, Presupuesto Participativo. La experiencia de Porto Alegre. (Eudeba-Instituto de formación CTA. Ed. Universitaria de Buenos Aires. 1° ed. en español. 1998). p. 16
26 Castillo, op.cit. p. 187.
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
La metodología empleada contempla la división de la comuna en
7 territorios, los cuales tienen como objeto poder operativizar espacios
locales de participación de las organizaciones. En lo esencial, cada uno
de los territorios presenta proyectos a desarrollar, los que son elegidos
por votación popular por cualquier ciudadano que viva en el territorio.
Luego es el Consejo Comunal del PP –integrado por cerca de 55 dirigentes
sociales con derecho a voto, más las comisiones municipales y secretaría
ejecutiva municipal- quien define las priorizaciones, cumpliendo así la
comunidad el papel de asignador de recursos en proyectos para mejorar la
calidad de vida en su entorno.
El monto total anual del PP asciende actualmente a alrededor de 140
millones, de un total de 5 mil millones aproximados que contiene el
presupuesto total municipal. Vemos de esta forma, que la cifra es baja en
comparación con el total de recursos que invierte la comuna anualmente,
y equivale a alrededor de un 3% del total. La municipalidad, por su
lado, diseña una orgánica para la implementación del PP. Se instituye la
Secretaría Ejecutiva, la que está conformada por el alcalde, el administrador
municipal y los directores de la Secretaría de Planificación Comunal
–Secplan-, la dirección de Administración y Finanzas y la dirección de
Desarrollo Comunitario –Dideco-. De esta forma, se busca involucrar a
la mayor cantidad de actores en el desarrollo del PP, resaltando la activa
participación del propio Alcalde. Esto no es casual, en tanto el impacto
político del PP será uno de los principales efectos de su implementación.
De esta secretaría depende el Equipo Territorial, el cual está compuesto
por 7 delegados o monitores –uno por cada territorio- y que mantienen
el vínculo con las organizaciones sociales y apoyan la implementación
del proceso en cada uno de ellos. También está la Comisión Técnica, que
integran distintos departamentos temáticos y apoya el proceso desde esa
especificidad y; un Equipo de Producción, a cargo del jefe de gabinete
con la participación del Equipo de Comunicaciones de la Municipalidad,
que vela por todos los aspectos de logística y comunicación del proceso.
Como vemos, la municipalidad se involucra de manera total en el proceso,
generando las instancias propias pertinentes para ello.
148
Respecto a la participación de la comunidad, ésta se canaliza por
distintas vías. En primer término, a nivel territorial, está la posibilidad de
presentar y elegir por votación popular las iniciativas que se ejecutarán
en cada territorio. Así, el voto es un ejercicio de participación en cada
subsector, donde cualquier vecino puede marcar su preferencia para una
iniciativa territorial y otra de alcance comunal. Cualquier persona, mayor
de 15 años, puede participar, estando afiliado a un registro del territorio.
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
Además en cada uno de ellos se realizan espacios de participación
–denominados Asambleas- que forman parte del proceso general. Como
señala el Reglamento sobre Presupuesto Participativo, las Asambleas
pueden ser informativas o deliberativas27. Esta es la instancia de presentación
de proyectos y cada vecino u organización puede participar, recibiendo
información del proceso o debatiendo las propuestas y proyectos de su
propio territorio, según sea informativa o deliberativa, respectivamente.
Una segunda instancia de participación es la del Consejo del Presupuesto
Participativo (CPP). Como veíamos, está compuesto por 55 consejeros de
los distintos territorios, elegidos de forma directa por las organizaciones
y dirigentes sociales. Las funciones principales del CPP son representar a
la comunidad ante el municipio, en el proceso general de implementación
y selección de iniciativas y fiscalizar la gestión de las que finalmente
se ejecutarán. También por este órgano se cursan las evaluaciones y
modificaciones al proceso que la comunidad va desarrollando en conjunto
con la Secretaría Ejecutiva. Esto, más allá de favorecer el vínculo con la
autoridad -con la capitalización política que ésta logra- se presenta como un
potencial generador de nuevos actores sociales que pueden tensionar en los
procesos de deliberación y decisión el clientelismo habitual que caracteriza
la participación social. Así lo grafica la propia dirigenta entrevistada:
“Nos ha ayudado a educarnos cívicamente, nuestros derechos, porque
antes pensábamos que no podíamos decidir lo que nosotros queríamos,
sino que lo que nos imponían las autoridades.”28
La tercera forma de participación, ya más indirecta respecto a la
normativa y metodología diseñada por el PP, es la que se desprende del
proceso de elaboración y presentación propuestas desde los territorios.
Ello implica que cada organización puede presentar una propuesta, pero
será necesario, para que tenga una mayor posibilidad de elección, que se
coordine con otros actores. Esto, a juicio de Jenny Núñez, concejala de la
comuna, redunda en la necesidad de que los actores locales participen de
manera coordinada, evitando de cierta forma que el tema de la competencia
prime por sobre la coordinación de las organizaciones que participan,
presentando a su vez propuestas de mayor impacto comunitario:
“Veíamos en un comienzo que las propuestas tenían poco que ver con
necesidades de la comunidad. Así se presentaban propuestas como mejorar
sedes o infraestructuras, pero que se relacionaban más con necesidades
Ilustre Municipalidad de San Joaquín, Reglamento del Presupuesto Participativo 2006. Reglamento
Nº 4 . Depto. Jurídico.
28
Entrevista realizada a Eva Peña. Dirigente social miembro del CPP de la comuna de San Joaquín.
Octubre de 2007.
27
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149
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
que beneficiaban a la organización. Así entonces se entraba en una mayor
competencia entre ellas también. En el proceso se modificó la normativa
del PP, velando además porque los territorios no compitieran tanto entre
sí por sacar sus proyectos, donde había mucho acarreo de gente para las
votaciones y al final era una mayor competencia.”29
Para ello, lo que se hizo fue asignar un 50% del monto total del PP
garantizado de asignación territorial, es decir, se aseguró que cada
territorio no quedase sin ningún proyecto asignado, bajando el nivel de
competitividad y exclusión entre los territorios. En ello el rol del municipio
y el CPP fue importante como ejercicio de coordinación de intereses de la
comunidad, traducidos en una propuesta técnica por la Secretaría Ejecutiva
Municipal. Por medio de esta fórmula, cada territorio dispone para si de
una suma fija que se asigna a las propuestas que el territorio defina. Estas
son presentadas al Consejo el que apoya su ejecución y fiscalización.
Por su parte, el otro 50% es de carácter comunal, aunque se han puesto
algunos topes de recursos por ítem para favorecer una mayor distribución
de éstos. Así, por ejemplo, para infraestructura un proyecto comunal no
puede sobrepasar los 10 millones (de un total de 70 que compone el Fondo
Comunal).
En cuanto a la participación social, un primer elemento que resalta es
la cobertura que ha alcanzado a tener. Según datos del estudio de Adolfo
Castillo, se estima que en las asambleas territoriales asisten cerca de 2 a 3
mil personas, sumando las siete instancias. En el primer año, por ejemplo,
se presentaron 460 proyectos. De esta forma, en términos de cobertura,
se puede decir que se ha estimulado y generado un espacio importante de
participación social.
En cuanto a las formas de participación, la situación es más compleja.
Desde nuestra óptica, podemos ver que ella está más orientada a la
dimensión técnica que política del PP. En efecto, la lógica tradicional de
gestión del poder y de relación clientelar con las organizaciones y dirigentes
sociales, hace que este instrumento sea políticamente muy fuerte. Esta es
una tensión que se encuentra en la base de su implementación. Por ello, más
que potenciar la autonomía de los actores, se enfatiza en la lógica técnica de
éste, operando los mecanismos tradicionales de participación y de gestión,
tanto del municipio con los dirigentes como de los propios dirigentes con
la comunidad. Como señala la propia concejala, incluso generalmente es
el propio municipio la encargada de realizar las obras, lo que da cuenta
de que la lógica paternalista es asumida desde la municipalidad, en tanto
Entrevista realizada a Jenny Núñez, concejala de la Municipalidad de San Joaquín. Octubre de
2007.
29
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Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
el vínculo con el dirigente o la comunidad sigue siendo el tradicional.
También se puede develar un importante control eventual del propio
municipio, como se desprende del siguiente punto del Reglamento Interno
respecto al funcionamiento de la Asamblea Territorial:
“En esta primera asamblea, cualquier persona u organización podrá
presentar proyectos a desarrollar en su respectivo territorio, los que serán
decepcionados por el municipio con el objeto de realizar un estudio de
factibilidad, el que incluirá una evaluación técnica, jurídica, presupuestaria
y de coherencia con los objetivos municipales.”30
Si revisamos los objetivos del PP comunal planteados con anterioridad,
vemos que esto corrobora nuestra afirmación, en tanto de los cinco
propuestos, ninguno da cuenta de la necesidad de dar autonomía a
las organizaciones sociales o fortalecer el rol de éstas en el desarrollo
comunal, instancia que bien podría hacerse desde este instrumento.
En relación a la construcción de comuna, podríamos señalar que a las
organizaciones sociales se les sigue concibiendo como objeto y no sujeto
del quehacer local. Esto puede ser un desafío para seguir perfeccionando
el alcance e impacto del PP, tal como lo señala la consejera entrevistada
al referirse a esta situación: “el presupuesto es bajo para lo que es la
comuna. Un paso importante sería que aumentaran los fondos del PP,
de forma que la comunidad tuviera mayor incidencia en lo que se hace
en la comuna.”31. En referencia a ello una posibilidad sería aumentar las
partidas o ítems, incorporar educación, vivienda, etc. Seguir de algún
modo, como plantea la propia dirigenta, lo que se ha hecho en Porto
Alegre.
En este sentido, al primar el rol técnico por sobre el político, dando
así mayores márgenes de capitalización política y control a la autoridad,
creemos que el dirigente es clave para asegurar los dividendos políticos
del PP. Esto demuestra que innovar en las lógicas de poder y relación
con la comunidad hacia espacios de participación más protagónicos es un
proceso que no está asegurado en su implementación. Se configura así
una limitante de este instrumento, en tanto desde la perspectiva política el
concepto de participación es más bien limitado y está muy permeado por
las lógicas paternalistas y clientelísticas.
Esta limitante del alcance político de los PP se puede graficar, desde
otra óptica y a modo de ejemplo en que en nuestro país, así como en San
Joaquín, éstos no sobrepasan el 3 ó 4% de la inversión total, por lo que en la
Ilustre Municipalidad de San Joaquín. Ibid. op.cit. p 3.
Entrevista realizada a Eva Peña. Dirigente social miembro del CPP de la comuna de San Joaquín.
Octubre de 2007.
30
31
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
práctica no tienen influencia real sobre el presupuesto municipal. Por tanto,
desde nuestra mirada, el PP tiende más bien a transformarse en un instr
umento técnico de gestión innovativa local, que genera mayores niveles
de participación formal en la comunidad –con alta capitalización política
por el alcalde de turno-, así como mayores redes y asociatividad entre las
organizaciones en sus territorios, pero que no favorece necesariamente la
politización ni autonomía de dichos actores, en tanto, desde una óptica
política, no tiene influencia en la planificación comunal. En el fondo,
se reproduce de manera innovativa la lógica de proyectos; novedosa en
tanto favorece un proceso menos competitivo al abrirse espacios en que
la propia comunidad puede generar redes y coordinaciones. Es este último
espacio, el más informal a nivel territorial, el que potencialmente puede
ser más participativo, con más posibilidades de despliegue de iniciativas
y redes sociales que fortalezcan un tejido social autónomo del gobierno
de turno.
No obstante los alcances y limitaciones planteadas, se reconoce entonces
que a nivel de los territorios o barrios, si tiene un mayor impacto, ya que
se asignan recursos a obras locales y la gente y distintas organizaciones
tienden a participar y a ver concretado proyectos planteados por ellos. Esto
es posible en la medida que los dirigentes ejercen un buen liderazgo al
respecto, favoreciendo relaciones promocionales y autónomas respecto
de las autoridades locales y entre los propios dirigentes sociales y su
comunidad, como señala la propia dirigenta entrevistada.
“Ahora no hay tanto pago de favores políticos con concejales o alcalde.
Además antes se canalizaba todo por los presidentes de las Juntas de
Vecinos. Ahora participan más otros dirigentes y la propia gente. Eso no
les gusta a los otros, pues deben escuchar y hacer participar a los vecinos
y antes decidían ellos”32.
En este sentido, creemos el PP contiene, más allá de sus falencias, un
potencial para el desarrollo político de los actores sociales que puede ser
importante, pero que lo sería más en la medida que la propia municipalidad
se lo propusiera como objetivo. Ello sabemos es difícil cuando de por
medio están los intereses e instancias de poder en juego. Poder develar la
tensión entre los elementos técnicos y políticos presentes, entre las formas
paternalistas y clientelísticas con aquellas promocionales y protagónicas
de participación, puede ser un punto de partida para favorecer espacios
en que la dimensión política del PP encuentre un justo equilibrio en la
implementación de un instrumento innovativo a nivel técnico, donde se
Entrevista realizada a Eva Peña. Dirigente social miembro del CPP de la comuna de San Joaquín.
Octubre de 2007.
32
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
faciliten espacios de participación que más allá de favorecer la decisión
y co-gestión de las organizaciones desde una mirada técnica e innovativa
a nivel local, vaya transformándolas a éstas en sujetos de la construcción
comunal de ciudadanía y gobierno, favoreciendo espacios reales de
democratización a nivel local.
Por su parte desde las organizaciones y actores locales, la posibilidad
de lograr mayor participación e incidencia en la comuna estaría dada en
la medida que se conciban como actores sociopolíticos y visualicen el
PP como un espacio potencial de democratización y ejercicio de poder
local, manteniendo una autonomía política respecto de la autoridad, dando
cuenta de una visión de comunidad, de un proyecto de comuna. Ello, claro
está, implicará la necesidad y desafío de ir problematizando las lógicas
tradicionales clientelísticas que priman en nuestra fauna política y que
a nivel local, en los actores municipales y en muchos de los dirigentes
sociales, tiene su mayor expresión.
3.2 El Plano Regulador de Lo Espejo. La lucha de la Coordinadora
de Pobladores de la “José María Caro”.
En medio del período estival del año 2005, a mediados de febrero,
corrió el rumor en la población José María Caro que se aprobaría un nuevo
Plano Regulador, el cual afectaría el desarrollo urbanístico de la comuna
de Lo Espejo. En esta, dicha población ocupa gran porcentaje del territorio
comunal, siendo la más grande de la comuna. Esta noticia, junto con
preocupar a muchos de sus habitantes, de fuerte identidad barrial alcanzada
en toda una vida desarrollada en su población desde que se conformó como
toma de terreno en los años 60, provocó la organización y movilización
de un conjunto de pobladores. Ellos vieron amenazada la identidad del
lugar que han habitado por más de 40 años, entrando en un conflicto y
movilización local que logró coordinar a un conjunto de vecinos en torno
a una demanda común ante el gobierno comunal.
Así informaba una ONG asentada en la población, respecto al conflicto
desatado en la comuna: “Hace 4 meses los pobladores se informaron
accidentalmente que en dicho estudio se proponía una densidad media
para la población, la que permitiría generar las condiciones para construir
en altura, bajo una lógica de mercado. El estudio, ya en su última etapa,
contemplaba la llegada entre 35 mil a 70 mil nuevos habitantes a Lo
Espejo, a pesar de ser la comuna más densamente poblada de la Región
Metropolitana. De esta forma, la población José María Caro era la más
afectada pues perdería los beneficios que hoy tiene por estar rodeada de
autopistas (General Velásquez, Américo Vespucio Sur y Central), el mall
Plaza Oeste, supermercados, Portal Bicentenario y su cercanía al centro
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
de la ciudad, pero, además, quedaría fragmentada por edificios que haría
perder su identidad barrial que la ha caracterizado por 47 años.” 33.
Esta amenazante noticia provocó la convocatoria a una asamblea en la
que participaron cerca de mil vecinos, quienes decidieron dar forma a la
“Coordinadora de Pobladores de la J.M. Caro”, la cual nació en el verano
de 2005 como un instrumento para evitar que la aprobación del Plano
Regulador Municipal, afectase la identidad del barrio y calidad de vida de
sus habitantes.
Efectivamente, la población remonta sus orígenes al proceso de tomas
de terreno que se desarrolló con gran impulso por parte del movimiento de
pobladores de inicios de la década de los ‘60. La demanda por la vivienda
propia movilizó a una gran cantidad de organizaciones populares a lo
largo del país, los que por medio de las denominadas “tomas de terreno”
demandaron al Estado en la urgencia de generar una política que diera
respuesta a las necesidades de vastos sectores del mundo popular, lo que
en buena medida articuló la legítima demanda social con el proceso de
politización y transformación social del capitalismo que asolaba nuestro
país y distintos sectores de América Latina.34.
Hoy el escenario es distinto. No obstante, no debe desconocerse que
la movilización de los habitantes de la J.M. Caro en demanda del cambio
del Plano Regulador de Lo Espejo encontró una base en dichos procesos
constitutivos de la población, los que entregan elementos de memoria y
capital social, de una fuerte historia de organización, que redundan en una
fuerte identidad de los pobladores –hoy transformados en ciudadanos por
las nuevas categorías sociales- con su barrio.
Por otro lado, del Plano Regulador podemos señalar que es un
instrumento de gestión municipal cuyo objetivo es dar un ordenamiento
legal al desarrollo urbanístico de la comuna, en especial sus centros
poblados y uso de espacios públicos. Para ello contempla establecer el uso
de los suelos, así como los permisos de edificación y alturas permitidas en
sus distintos sectores. Este proceso depende del alcalde, con aprobación
del Concejo Municipal, aunque se contempla la necesidad de informar
y consultar a los vecinos las modificaciones que estos puedan tener. Es
decir, debe ser un proceso abierto a la comunidad. Se conocen distintas
Caleta Sur.”Pobladores de la José María Caro rechazaron por unanimidad edificios de mediana altura.”, en www.caletasur.cl
34
Para mayor información al respecto se sugiere consultar Tomando su sitio, del historiador Mario
Garcés, Lom 2003. También se recomienda Para una historia de los pobres de la ciudad, del sociólogo Vicente Espinoza. Ediciones Sur Profesionales. En ellos se pueden encontrar distintas visiones
en función de la constitución de un movimiento social de pobladores, donde las movilizaciones y
organizaciones entorno a la consecución de una vivienda fueron uno de los ejes articuladores de dicho
escenario.
33
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Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
experiencias de participación ciudadana al respecto, aunque éstas se han
dado mayoritariamente en comunas de capas sociales medias o altas, como
el caso de Vitacura o Ñuñoa, donde agrupaciones ciudadanas han levantado
la voz para dar su opinión de cómo construir la comuna.35.
Para el caso de Lo Espejo, y específicamente de “la Caro”, como
es denominada por sus habitantes, este proceso, según cuenta Cecilia
Quintana, presidenta de la Coordinadora de Pobladores, “se hizo en un
período inapropiado para que hubiese información, con el desarrollo de un
par de talleres con escasa o nula convocatoria-alrededor de 48 personaspor parte de una consultora, lo que evidenciaría que trató de hacerse a
espaldas de la comunidad” 36.
Ante ello, como ya se señalaba, se realizó una asamblea de alta
concurrencia, que junto con ver nacer a la Coordinadora dio el inicio formal
a un proceso de movilización, lucha y organización de un conjuntos de
actores locales que se coordinaron para hacer frente lo que consideraban
un abuso de las autoridades locales y que tendría consecuencias nefastas
para la población y sus habitantes.
A modo de ejemplo, podemos señalar que se contemplaba la posibilidad
de construcción de edificios en altura, lo que implicaba no solo aumentar
la densidad poblacional, sino también obligaba a sus dueños a cambiar sus
viviendas de 160 a 200 mts.2 por casas o departamentos de 50 a 100 mts.2,
como existen en otras comunas periféricas de la capital. Esto, de la mano
de un negocio redondo para las inmobiliarias, ya que se trata de terrenos de
bajo costo y, como se indicó con anterioridad, de muy buena ubicación y
alta conectividad y cercanía a servicios, lo que para la lógica de desarrollo
urbano le da un valor agregado a los terrenos. Esto, sumada a la fuerte
identidad barrial que, como también se ha dicho, se vería amenazada con
este nuevo diseño urbano.
En cuanto a algunas características, la Coordinadora agrupa a un número
importante de vecinos que participan de manera activa en las tareas que se
han dado. Respecto a su conformación, la mayoría son dueñas de casa y
tienen una primera experiencia de participación social. Respecto a ello
y al valor de la identidad de la población, una de nuestras entrevistadas
señala:
“Me motivó a participar porque esto (la población) tiene un valor
histórico, que se iba a perder. Esto era un cholguán, y alambre al comienzo
35
cl
Más información en “La participación ciudadana en los planos reguladores.” www.portalciudadano.
Entrevista realizada a Cecilia Quintana. Presidenta de la Coordinadora de Pobladores de la José
María Caro. Octubre de 2007.
36
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
(…) Tiempo después recién se instalaron los baños. Todo se hizo con
participación de los vecinos. No ayudó el gobierno, ni la municipalidad. Lo
otro fue la injusticia. Si ellos piden un voto por qué nosotros no podemos
pedir que participemos.” 37.
Se definen como una agrupación amplia, donde no se ha permitido
la participación formal de partidos políticos, aunque en ella participan
militantes de distintos partidos. Esto, a juicio de nuestras entrevistadas,
ha sido importante pues se identifica claramente como un movimiento de
pobladores, de vecinos de la población y habría ampliado su legitimidad. De
igual forma, ha implicado desmentir una de las estrategias del municipio,
que fue abogar por una politización del tema, donde el Partido Comunista
buscaría beneficios e instrumentalizaría este conflicto. Ello significó un
distanciamiento con el PC, quien veía la legitimidad de apoyar y participar
con sus militantes -vecinos y pobladores como cualquiera- en el conflicto,
lo que desde la mayoría de la Coordinadora se vio como un intento de
politizar, desde una perspectiva partidista, el conflicto y la organización.
Otra estrategia fue dar una lucha desde el ámbito técnico respecto
al tema. La propia elección de Cecilia Quintana como presidenta de la
Coordinadora, tuvo como fundamento el poder dar una discusión técnica,
que permitiera dar un debate “de igual a igual” con los representantes
municipales. En este sentido, se pretendió contrarrestar otra estrategia
asumida desde la municipalidad, la cual era establecer que los pobladores
no tenían capacidad de definir acertadamente soluciones o planificaciones
que requerían una visión más profesional de las temáticas. Desde nuestra
óptica, este esquema configuró un nuevo escenario de movilización, con un
rol secundario de los partidos, aunque no por ello implicó necesariamente
despolitizar el movimiento, en tanto mantuvieron una visión de construcción
social, salvar un proyecto de comunidad, una visión de barrio y de la
población, situándose como sujetos y actores en dicho proceso.
El desarrollo de esta tarea fue de larga duración. En una primera etapa
significó reconocer que no había existido participación real en la consulta
ciudadana. Ello implicó trabajar una propuesta participativa, ante lo cual
la consultora que había realizado dicha tarea, reconociendo la falta de
participación que había tenido el proceso, manifestó su anuencia e interés
de trabajar, pasando así de una etapa de conformación, en que primó la
denuncia, a una de organización, en que lo prioritario fue establecer una
propuesta desde la comunidad. Así daba cuenta del proceso la presidenta
de la Coordinadora en una página web de carácter ciudadano:
156
Entrevista realizada a Carmen Aliaga, integrante de la Coordinadora de Pobladores de la José María
Caro. Noviembre de 2007.
37
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
“Hace un año junto a la consultora SEREX de la Universidad Católica
presentamos al concejo municipal un proyecto para un nuevo plan regulador
comunal, que acoge las inquietudes de la gente de la José María Caro. El
proyecto tomó forma tras realizarse más de 30 talleres, donde especialistas
urbanos de la Universidad Católica diseñaron un plan que fomenta
un crecimiento urbano sustentable para la realidad de la comuna. Sin
embargo, la comisión municipal del plan regulador manifestó que nuestro
proyecto era inviable, puesto que impedía el progreso y ataba de manos a
las inmobiliarias. Finalmente, se invalidó nuestra propuesta aludiendo que
los vecinos no éramos suficientemente calificados para opinar sobre estos
temas y que estábamos politizando esta discusión. Y no es así, ya que en
nuestra organización hay de todas las tendencias políticas”38.
De igual forma, dentro de las propuestas de la Coordinadora, resalta
claramente la necesidad de participación y protagonismo de la ciudadanía
en todo el ciclo relativo al Plan regulador:
“Los vecinos queremos participar durante todo el proceso del
plan regulador. No solo en su creación, sino también a lo largo de su
implementación, ya que el alcalde puede hacer todas las modificaciones
que estime necesarias en el plan, invalidando toda participación ciudadana.
Hasta la fecha, la municipalidad no ha aprobado ni desechado nuestro
proyecto, pero los pobladores de la José María Caro seguimos alerta frente
a las acciones de las autoridades comunales y presionando a distintos
niveles para que se apruebe nuestro proyecto lo antes posible” 39.
Luego de ello, se realizaron más de 30 talleres participativos, en
audiencias públicas y asambleas. Estas instancias dieron cuenta del interés
de los vecinos por mantener la memoria del barrio y el esfuerzo realizado
en estos años por mejorar su calidad de vida, valorando el proceso de
autoconstrucción y los espacios públicos con que cuentan, los que distan en
calidad a los hoy en día obtienen los sectores más pobres de nuestro país. Así,
los pobladores ejercieron una ciudadanía activa, asumiéndose como actores
sociales con derecho no solo a información, sino a la decisión y control sobre
las políticas de desarrollo local. Esto queda claramente estipulado cuando
las entrevistadas señalan que esta experiencia organizativa no se acaba con
esta movilización, porque el deseo de la Coordinadora es mantenerse para
poder seguir teniendo incidencia en las políticas que afectan su calidad
de vida. En ese sentido, la experiencia adquirió un nivel de formación
sociopolítica que los proyectó como orgánica. Incluso, la experiencia de
coordinación y participación fue replicada en otros sectores de la comuna,
38
39
Revista CA. Los vecinos alzan la voz: quiero salvar mi barrio. www.revistaca.cl
Ibid.
ICAL Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
como la Villa Nueva Lo Espejo, por lo que es posible afirmar que tuvo un
alto impacto comunal y movilizó a otros actores que han desarrollado sus
propios procesos y movilizaciones.
Para lo que queremos destacar en este artículo, es importante el desarrollo
alcanzado, pues asumen un grado de autonomía –y abierta crítica- respecto
al municipio y gran parte del Concejo al calor del conflicto desatado.
No obstante, bien pudiese pensarse que ello invalida su trabajo con el
gobierno local, con la estructura estatal a nivel local, en tanto cooptador
de los intereses populares. Pero la realidad en este caso, nos muestra que
para la Coordinadora este es un tema más bien ausente, en tanto no afecta
su autonomía como organización. Se reconoce la existencia de una red de
clientelismo desde el municipio, donde no apoyan ni hay relaciones con
organizaciones distintas o críticas. No obstante, ello no implica que no
entren en relación con el Estado. De hecho, han ejecutado un proyecto de
reciclaje con la CONAMA, y ven los fondos locales o del municipio como
una posibilidad para desarrollar iniciativas y proyectos para la comunidad.
Al respecto, como señala Carmen Aliaga, acceder a proyectos municipales
es una posibilidad real y no cree que ello implique una cooptación o
empezar a generar dependencia del municipio:
“Nos gustaría acceder a proyectos municipales. (…)Yo creo que
no (se genera dependencia). Y ¿sabes por qué?; porque nosotros somos
consecuentes con lo que pensamos y no vamos a entrar en el juego de ellos.
Aprendimos a conocerlos y sabemos cómo juegan, entonces no creo que vaya
a desperfilarnos. Es más, así obligamos a que ellos trabajen con la gente, que
trabajen por la comuna y podemos ver lo que se hace.” 40. Incluso, yendo más
allá, plantea, tal como señaló Cecilia Quintana, que han visto la posibilidad
de llevar algún candidato o candidata a las elecciones, aunque se ve difícil
por los costos que implica, aunque bien sería importante para poder tener
mayor control y participación en el municipio. Así, desde nuestra mirada,
se han ido conformando como un actor sociopolítico dentro de su barrio y
comuna. En ello, la relación con el Estado no ha implicado un proceso de
cooptación de su autonomía, más aún, se plantean la necesidad de continuar
con el trabajo, donde el objetivo es velar porque los vecinos participen en
el desarrollo de su comuna y las autoridades canalicen de manera efectiva
dichos espacios.
Al calor de la indagación de información para este artículo, en el mes
de noviembre de 2007, se supo que por 6 votos contra uno, el Concejo
de Lo Espejo aprobó el Plano Regulador que regirá en los próximos 5
Entrevista realizada a Carmen Aliaga, integrante de la Coordinadora de Pobladores de la José María
Caro. Noviembre de 2007.
40
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Revista Alternativa del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz
años. Este mantiene el carácter esencialmente residencial de la comuna.
Pero, como señala un comunicado interno de la Coordinadora, el trabajo
no ha terminado, pues el proceso puede variar por la acción del alcalde o
el propio concejo, sabiendo que el contexto de campaña favoreció el que
este conflicto se zanjara, al menos momentáneamente:
“Pese al triunfo obtenido, los vecinos de Lo Espejo tienen claro dos
hechos: las elecciones (municipales) en once meses más determinaron el
cambio de postura de una mayoría del Concejo que había dicho claramente
que no aprobaría el estudio entregado por Serex. En el momento de la
votación, esos concejales señalaron que respetaban la opinión de la
ciudadanía. Por otro lado, los dirigentes de la comuna saben que muchos
de los logros alcanzados pueden revertirse mediante seccionales y
modificaciones como ha ocurrido en Ñuñoa, Recoleta, Providencia, Las
Condes o La Reina. Desde ya en la sesión aprobatoria, el alcalde y algunos
concejales expresaron la posibilidad de utilizar ese instrumento legal. Es
por ello que los directivos de la comunidad manifestaron que se mantendrán
en estado de alerta frente a un eventual cambio en el Plan Regulador sin
informar a la gente.”41.
4. Reflexiones finales. Posibilidades para la emergencia de iniciativas
contrahegemónicas en el mundo local.
Hemos revisado el desarrollo de dos casos distintos de participación
social, en que el punto en común ha sido la relación que han establecido
con el gobierno local, sus tensiones, organización y fundamentalmente las
formas de participación y las posibilidades de desarrollo de sus propuestas
haciendo referencia a la autonomía de su trabajo. De manera sucinta,
nos interesa rescatar algunos aspectos centrales de estas variables para
poder, a partir de ello, proponer algunas ideas en relación a las limitantes
y posibilidades de construcción de prácticas contrahegemónicas en el
espacio local, más específicamente en las relaciones con el municipio por
parte de las organizaciones sociales del mundo popular.
Primeramente constatamos que ambas experiencias entran en relación
con el gobierno local, aunque de manera distinta. Mientras el Presupuesto
Participativo da cuenta de una iniciativa que busca innovar en la gestión
municipal, la experiencia de la Coordinadora de Pobladores de la J. M.
Caro parte de una coyuntura específica, como la falta de participación
de los pobladores en el proceso de elaboración del Plano Regulador.
Ello daría cuenta en principio de valoraciones y niveles de participación
distintos en cada gobierno local. Por una parte, un gobierno local que busca
Coordinadora de Pobladores J.M. Caro, “Fue aprobado Plan Regulador de Lo Espejo, pero surge el
fantasma de los seccionales.”. Documento informativo interno. Sin editar. Noviembre de 2007.
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mayor participación de la comunidad, mientras por otra un municipio que
restringe la participación de la población generando un conflicto local. No
obstante, encontramos que en el desarrollo de la experiencia es aquella que
entra en conflicto con el municipio la que despliega mayormente niveles
protagónicos de las organizaciones. Aún así, podemos señalar que ambas
contienen un grado de incidencia de las organizaciones, aunque desde
nuestra óptica, esta es mayor desde una perspectiva política en el caso de
la Coordinadora de Pobladores de la J. M. Caro, donde dicha dimensión
alcanza un mayor desarrollo, en tanto se tiene incidencia en la política de
desarrollo comunal. Ello aparece como un hallazgo interesante, en tanto el
conflicto emerge como un factor importante y estratégico para la incidencia
en los gobiernos locales.
También hemos dado cuenta de cómo asoman nuevas formas de
organización social y participación, en que el rol tradicional de los dirigentes,
y de los actores sociales y políticos reclama una reconceptualización.
Aparece la necesidad de mirar los tipos de gestión interna, las formas de
participación y tomas de decisiones y la tensión entre representatividad y
participación que muchas veces opera tanto en la relación entre los actores
sociales como al interior de ellos mismos. De igual forma, distinguimos
la participación como práctica protagónica de las organizaciones, versus
aquella que, aún situándose en la perspectiva de niveles de toma de
decisión, tiene menos incidencia en el desarrollo de la comuna.
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Por otra parte, es necesario desde las organizaciones populares valorar la
autogestión como una herramienta importante para el desarrollo autónomo
de las organizaciones, lo que fortalece su despliegue político, aún en el
marco de establecer relaciones con el estado, que impliquen conseguir
recursos, participar de instancias de planificación, gestión local, etc. Nos
parece necesario distinguir en este sentido la diferencia entre autonomía
y autogestión. La autonomía está dada más por el carácter y la visión
política que desarrolla la organización a partir de su práctica social. De
esta forma, esta depende fundamentalmente de la propia lectura que haga
de la realidad y del rol que en ella tenga la organización. De todas formas,
nos parece que esto no excluye necesariamente la posibilidad de que un
gobierno local potencie realmente dicha autonomía. Así, la relación y
el tipo de participación dependen no sólo de cómo lo pueda concebir el
gobierno local, sino también de cómo la propia organización puede hacer
esa distinción. Ello será distinto en cada espacio, dependiendo de múltiples
variables que van más allá del color político de cada cual, y que incorpora
factores endógenos, como la identidad local, el marco político nacional o
regional, relación e influencia de otros actores, entre otros.
Revista Alternativa, mayo de 2008, número 25
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En definitiva, si bien existen estas dos visiones en tensión, una
“autonomista” versus otra que podemos denominar “clientelística o
cooptativa”, o si bien se quiere, entre aquellas que privilegian el carácter
movimientista en la generación de prácticas locales alternativas al
neoliberalismo versus aquellas que sitúan a los gobiernos locales como
los promotores centrales del desarrollo democrático a nivel local, ambas
visiones no son excluyentes para el fortalecimiento de la democracia en
los espacios locales, ni para el despliegue de propuestas de emancipación
que desde los actores sociales se planteen la construcción de alternativas
al neoliberalismo. Más bien dependerá del contexto político local en
que dichas estrategias y experiencias se desplieguen, y de la claridad y
conciencia de ser portadores de un proyecto de comuna -por tanto de
concebirse como actores políticos a nivel local- el efecto de cooptación o
emancipación que puedan contener.
No queremos aferrarnos a ninguno de los dos polos. Ni aquel que reconoce
la legitimidad total del Estado, subordinando mayoritariamente el rol de los
actores sociales a los políticos, ni aquel que ve que la única salida para una
verdadera democracia es con el protagonismo del movimiento popular,
pudiendo desconocer muchas veces su estado real de desarticulación y falta
de proyecto político claro que tiene en los distintos contextos históricos. Sí
nos parece central desarrollar iniciativas que favorezcan una participación
protagónica para el mundo popular organizado, solo a partir de la cual
podrán desarrollarse experiencias contrahegemónicas y antineoliberales.
El papel prioritario que en ello tenga la organización social, el grado de
apoyo o facilitación que entregue o se espere de los gobiernos locales, del
municipio, y el tipo de relación política más propicia para ello entre estos
actores, dependerá en definitiva del contexto local en que ésta se de.
Desde el ámbito de la gestión local, nos parece importante destacar
que más allá de una planificación que incorpore un tipo de participación
más activa (que incluya la toma de decisiones o la co-gestión como forma
de vínculo de las organizaciones) no necesariamente se traduce en una
participación protagónica. Entenderemos ésta como aquella en que las
organizaciones tienen la posibilidad de desarrollo de su potencial y visión
política, con grados de decisión sobre el desarrollo de la comunidad y
la comuna a partir de relaciones no clientelísticas con el gobierno y las
autoridades políticas de turno.
En este sentido nos parece que los instrumentos de gestión local aplicados
de forma participativa y que incorporan grados o niveles de participación
que superan lo informativo y consultivo es un avance. En todo caso, no
garantizan de por sí una participación protagónica ni aporta a la generación
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de actores y sujetos sociales colectivos, que en el desarrollo de sus prácticas
desplieguen visones políticas y sentidos valóricos distintos, abriendo paso
a la posibilidad de despliegue de experiencias contrahegemónicas o antineoliberales. Desde nuestra perspectiva, el trabajo de las organizaciones
sociales está arraigado a fuertes patrones culturales, propios de una
cultura centralista y no ha incorporado dimensiones que si bien configuran
campos no explorados, pueden tener un potencial político importante para
configurar un movimiento que aporte a cambios de fondo.
Para ello, la búsqueda de alianzas con actores que sitúen el trabajo
desde una perspectiva amplia, puede ser un desafío que de créditos no
sólo para la propia organización, sino también en cómo ésta aporta para
la democratización del espacio local, comunidad, comuna o región donde
se inserta. Esto le permitiría tener un marco de influencia mayor, y más
legitimidad que le permita conseguir a su vez los objetivos propios.
En este sentido, se presentan distintos desafíos y posibilidades de
acción para el desarrollo de las organizaciones territoriales, a partir de
incorporar lo local como una herramienta para su desarrollo. En este marco
la relación con los gobiernos locales adquiere importancia, sobre todo
porque representan un espacio de poder –no el único-en disputa, donde las
organizaciones pueden hacer un aporte tanto al desarrollo territorial como
a la repolitización del mundo social. Junto a ello, presenta la posibilidad
de tensionar las formas tradicionales de trabajo político de los partidos
y autoridades, dando cuenta de sus limitaciones y aportando desde lo
concreto, desde su praxis, al desarrollo de valores y principios que permitan
avanzar a una nueva forma de sociedad. Para ello, el trabajo conjunto de
todos quienes conforman el frente antineoliberal es fundamental, tanto
como la disputa de los espacios políticos y sociales.
Así el municipio surge como un espacio estratégico para el fortalecimiento
democrático y el desarrollo de poder popular a nivel local, abriendo
o dejando potencialmente espacios para el desarrollo de experiencias y
prácticas contrahegemónicas, de cambio social a nivel local, las cuales
pueden emerger en los intersticios del aparato estatal.
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Importante también sería incorporar formas de gestión participativa
tanto en los gobiernos locales como en las propias organizaciones sociales.
Para los primeros es importante valerse de las herramientas disponibles
y hacerlo de manera efectivamente distinta, con marcos de gestión que
posibiliten una participación real, protagónica, de la ciudadanía y de los
sectores organizados del mundo popular. En este sentido, los niveles de
incidencia real que estos puedan alcanzar en el desarrollo de la comuna
son un desafío no solo técnico, sino sobre todo político para el gobierno
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local. La posibilidad de generar experiencias contrahegemónicas, pasa
necesariamenete por empoderar a los actores sociales, que éstos tengan una
visión política respecto al desarrollo de su territorio, más allá del desarrollo
de su propia organización. Para ello, incorporar herramientas como el
desarrollo local, la educación popular y técnicas de gestión participativa,
asoman como posibilidades para el despliegue de dichos sentidos.
A su vez, el desarrollo de experiencias concretas que avancen en esa
dirección, deben incorporar un componente ético que de cuenta de una
visión distinta de lo humano y la sociedad que se quiere construir. En este
camino, aprovechar los espacios institucionales no debe ser contradictorio
con los espacios extrainstitucionales y la posibilidad está dada, como lo
hemos visto en nuestros ejemplos, más en la forma de hacerlo que en el
espacio mismo por el que se opte. Por tanto, el camino debe ser integral, y
en la disputa por los espacios el poder vincular lo social con lo político, lo
institucional con el movimiento social, estado y sociedad civil.
Para ello algunas posibilidades de acción y desarrollo para las
organizaciones y la relación con el gobierno local, que entregamos para el
debate y la reflexión son:
• Incorporar lo local, una perspectiva territorial para el desarrollo de
reivindicaciones que se contextualicen en su entorno adquiriendo
mayores grados de legitimidad y posibilidades de despliegue.
• Ello implica la necesidad de generar estrategias con otros actores, en
una mirada común del espacio territorial. El desarrollo local como
posibilidad de articulación y generación de actores sociales que
realizan ejercicios de soberanía (toma de decisiones sobre los aspectos
pertinentes a su calidad de vida) en sus territorios.
• Incorporar nuevos elementos para fortalecer una estrategia más
integral, que incorpore lo sociopolítico como dimensión del trabajo.
La politización del espacio social, como estrategia contrahegemónica.
El tema del poder se puede resignificar a partir del establecimiento de
relaciones horizontales con la autoridad local.
• El paso de una participación tutelada a una protagónica. Incorporar
dicho sentido en los instrumentos de gestión local. A su vez, fortalecer
los espacios colectivos dentro de las propias organizaciones.
• La importancia de la autonomía de las organizaciones sociales y del
fortalecimiento de éstas para la profundización de la democracia.
Ello dado por concebirse como portadores de un proyecto político de
comunidad o comuna.
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• Desde las políticas sociales, municipales en este caso, favorecer la
preeminencia de un paradigma distinto al que ha primado. Pasar de uno
individual, que privilegia la competitividad e integración funcional de
la ciudadanía y actores, a uno colectivo, que posibilite que la diversidad
y el conflicto sean el punto de partida para una sociedad distinta.
• Consolidar una democracia real, participativa, implica concebir que ella
se realiza favoreciendo el despliegue de la dimensión social y política
de las prácticas de las organizaciones sociales.
• Desde una perspectiva de la constitución de los procesos identitarios
en un marco de globalización, tomar lo local como un espacio clave
para articular las diversidades locales de forma de generar procesos de
desarrollo en que la tendencia hegemónica del proceso globalizador
neoliberal no signifique la pérdida de las identidades y tradiciones
locales.
• Para ello, contar con un eficiente proceso de descentralización, que
implique fortalecer espacios reales de empoderamiento de los actores
sociales, debe ser un apoyo central. Lo local, y el municipio en particular,
aparece entonces como un espacio posible para el fortalecimiento
democrático y la incidencia de los actores sociales.
Este proceso se desarrolla hoy, en el contexto político de transición
reciente, en que la recuperación de la democracia estuvo mediada por un
acuerdo político cupular entre los partidos de la Concertación y la derecha.
Decimos cupular, pues queda de manifiesto que el pacto de gobernabilidad
entre la élite política deja relegado a un plano secundario tanto a los actores
políticos que no compartían dicho proyecto como fundamentalmente a
los movimientos sociales que habían trabajado y luchado por derrotar la
dictadura. La cooptación de las organizaciones sociales encontrará mayor
lugar, en la medida que los propios actores con una visión política distinta
no disputen esos espacios y las potencialidades no solo de recursos, sino
de vinculación, coordinación, control social de la gestión local y desarrollo
progresivo de incidencia que se generan en los PP, planos reguladores,
pladecos y otros instrumentos de gestión local. Ello, en tiempos de la
alfabetización digital, será terreno fértil para la necesaria “alfabetización
política” de la ciudadanía y organizaciones sociales populares que
deambulan en el mar neoliberal. Sin duda, ello plantea un desafío para los
partidos, de forma de articular lo político y lo social en los conflictos y
movimientos a nivel local. La forma de construcción de movimiento y de
organización estaría dando cuenta de la necesidad de nuevas estrategias de
vinculación y nuevos roles para los actores políticos.
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Finalmente, es desde una matriz colectiva de política social, que
la participación puede cobrar un carácter realmente protagónico, con
incidencia real en los ámbitos y contextos en que se desenvuelve. En ello,
el diseño de políticas orientadas en un paradigma distinto al que hoy prima,
que privilegie el conflicto y la diversidad como articulador de políticas, es
una condición para su desarrollo. Para ello, consideramos esencial avanzar
en una reforma municipal que favorezca el ejercicio de ciudadanía a nivel
local, que fortalezca el rol y atribuciones de los concejales, que entregue
más atribuciones al municipio; pero a la vez favorezca el desarrollo
y la incidencia de los actores sociales y la comunidad organizada en el
desarrollo de la comuna.
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Impreso en los Talleres de Ensamble Impresores, Molina 989, Santiago de Chile,
diseño y diagramación de Manuel Olate.
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Libros
Tomás Moulian, Chile actual. Anatomía de un mito. (Lom ediciones-ARCIS,
1997). p.243.
Artículos de revistas
Atilio Boron, “Poder, ‘contra-poder’ y ‘anti-poder’. Notas sobre un extravío
teórico político en el pensamiento crítico contemporáneo”, en Alternativa nº
24, 2006. p.159.
6. Para la edición número 26 de Alternativa, se recepcionarán trabajos hasta el 30 de septiembre de 2008.
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