del celta - Universidad Externado de Colombia

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El derecho, la literatura
y la historia en El sueño
del celta
El sueño del celta es una novela, no un libro de historia,
porque respeto los hechos históricos básicos, y si hay alguna
discriminación entre lo real y lo literario, este último gana con
mucha ventaja.
—Mario Vargas Llosa
cultura
E
Francisco R.
Barbosa Delgado
Profesor e investigador
Departamento de Derecho
Constitucional
Universidad Externado de
Colombia
[email protected]
n la novela histórica El sueño del celta, del laureado escritor peruano-español Mario Vargas Llosa, se materializa por medio de un relato
apasionante la vida del diplomático Roger Casement, quien participó
activamente en el registro de hechos ocurridos en el Congo belga y en el
Putumayo peruano. Esta existencia colmada de desafíos permite al lector
recorrer la vida de Casement a finales del siglo XIX y principios del siglo XX,
hasta su ejecución en Londres, producto de la miopía idealista que lo llevó a
venderse a los prusianos durante la primera guerra mundial a cambio de que
Irlanda —colonia británica— fuera liberada y, con ello, lograra el estatus de
Estado independiente.
Con el presente artículo se pretende resolver dos aspectos. El primero, clarificar la relación entre literatura e historia a través de la novela El
sueño del celta, como saberes que pueden analizarse en forma armónica y
que permiten abordar problemas de investigación utilizando las herramientas adecuadas para aclarar o dar cuenta de un problema de investigación. El
segundo, resolver la relación entre literatura y derecho, teniendo presentes
dos instituciones jurídicas que se desprenden en la novela. Estos aspectos jurídicos serán simplemente enunciados, sin entrar en un estudio riguroso que
excedería las meras pretensiones de esta contribución académica.
Sobre la relación entre la literatura y la historia en
El sueño del celta
La relación entre historia y literatura ha sido interesante desde la perspectiva
de las dos disciplinas. Su vínculo, a pesar de buscar un objeto totalmente disí-
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mil, ha coincidido en algunos aspectos. Desde la historia, el profesor Lawrence Stone planteó en su famoso artículo «El renacimiento de la narración»1,
escrito en el año 1979, la necesidad de entender el oficio del historiador2
como un esfuerzo de narración, circunstancia que aproximó la literatura a
su entorno3. Esta forma de concebir la historia llevó en algunos casos, a pesar de las críticas4, a imaginar al decir de Peter Burke «que los historiadores
han visto que muchas de sus fuentes se convierten en historias relatadas
por personajes concretos en vez de ser reflexiones objetivas del pasado»5. La
narración se vio como un producto del eclipse de la historia6, que llevó a un
abandono del interés de este saber. Tal planteamiento hace que el vínculo de
la historia con la literatura sea fuerte por cuanto se utiliza la narración para
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construir el saber histórico. La diferencia que mantienen los dos saberes se
estructura sobre la base del rigor científico de la historia en lo atinente a los
hechos y a las fuentes utilizadas, las cuales deben interrogarse para resolver
el problema histórico planteado. Esta aclaración científica hace que la historia se alimente de la literatura en cuanto a su contexto narrativo.
Este planteamiento de Stone, lo apoyó el profesor Hayden White en su
libro Metahistory, en el cual consideró que la historia se sostenía mediante
formas literarias y poéticas que se constituían en una suerte de «giro lingüístico», apoyado por la metáfora, la metonimia, la sinécdoque y la ironía.
La comprobación de este argumento la sustenta White por medio del análisis narrativo e histórico de historiadores del siglo XIX como Jules Michelet,
Leopold von Ranke, Alexis de Tocqueville y Jacob Burckhardt. En igual sentido, analizó el trabajo de algunos filósofos de la historia, como G.W.F. Hegel,
Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Benedetto Croce.
Para White, el trabajo del historiador se encuentra marcado por tres
pasos: la información o los datos sobre los cuales se trabaja y se problematiza su hipótesis, los conceptos y explicaciones que utiliza para analizar esa
información y la manera como prefigura esa información que se materializa a través de las cuatro figuras del discurso enunciadas supra7. En síntesis,
tanto la postura de Stone como la de White conducen a ver la historia de
un modo poético y literario que se construye mediante la narrativa y el giro
lingüístico.
Windschuttle8 plantea que la historia ha cedido frente a la literatura en
lo relacionado con ciertos espacios de creación que algunos historiadores han
utilizado para completar una historia o para abordar un problema histórico.
Para explicar esta circunstancia el autor cita el caso del historiador Schama
en el libro Dead certainties, en el cual se reconstruye la muerte del general
Wolfe en la batalla de Quebec en el año de 1759, a través de un proceso
judicial. El problema existió cuando Schama reconoció que había inventado
gran parte de los hechos fácticos para darle un sentido a su historia. Dicha
circunstancia llevó al autor a decir que, en casos como este, era necesario
crear tal tipo de hechos para dar cuenta de un problema histórico. Para él,
«sus ensayos son descritos como trabajos de imaginación, no académicos,
con algunos pasajes de pura invención»9. Su defensa no fue otra que indicar
que su estilo narrativo y su forma de contar las historias responden a los mismos criterios que en el siglo XIX tuvieron historiadores como Jules Michelet
y T.B. Macaulay.
Historiadores como Braudel, Chartier o Certeau, en el siglo XX, reEn síntesis, el acto
accionaron contra esta postura narrativa indicando que más allá de
del creador es un acto de
cualquier narración la historia responde a unos criterios científicos,
interpretación directa, lo que
a unas estructuras dadas, a una manera rigurosa de constatación
pone en una misma matriz de
y a una problematización histórica. Chartier, refiriéndose a Hayden
análisis el derecho y
White, sostiene «la historia no tiene técnicas propias del lenguaje
la literatura.
histórico. Este autor ve la historia solamente a través de figuras retóricas, sin otorgar ninguna preponderancia a la constitución de las
fuentes, a las técnicas de investigación y a las reglas que controlan
estas operaciones»10. Esta postura poco pacífica entre una y otra nos lleva
a pensar que, desde la literatura, la relación con la historia sea libre y abierta
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en la medida en que el dato histórico o el estudio de la fuente respectiva permitan la construcción de una historia en la cual se desenvuelven una trama
y un desenlace que no permitan respuestas científicas. Evento existente en
el caso de El sueño del celta en el que se aborda un personaje que existió y
que permitió un estudio histórico. Esta forma de narrativa ya la había abordado Vargas Llosa al tratar personajes históricos, como el caso del dictador
dominicano Rafael Leonidas Trujillo en el libro La fiesta del Chivo11, o el de la
peruana Flora Tristán y su nieto Paul Gauguin en el libro El paraíso en la otra
esquina12.
La libertad del novelista en el tratamiento de temas históricos no puede confundirse con el rigor científico que se tiene frente al trabajo de un
historiador. Empero, la novela puede contener algunos datos que se deben
comprobar mediante un sistema metodológico que el historiador ha de usar
obligatoriamente para justificar la hipótesis formulada.
En ese orden de ideas, la relación entre la historia y la literatura es estrecha por cuanto la primera puede hacer uso de la forma narrativa para
transmitir un saber científico y, la segunda se puede constituir en un dato
necesario para la constatación de hechos que permitirán resolver un problema histórico. Esta última situación se percibe en el caso de El sueño del celta,
del laureado escritor Mario Vargas Llosa.
Sobre la relación entre la literatura y el derecho
Contrario a lo establecido entre la historia y la literatura, que ha gozado de
mayores reflexiones, la relación del derecho y la literatura no se ha tratado
de manera extensa. Uno de los análisis hechos entre uno y otro estuvo a
cargo del filósofo del derecho Ronald Dworkin, que lo abordó desde la postura interpretativa. Fue así como se estableció la relación de la una con la
otra a partir de la noción de «cadena legislativa», en la cual el jurista crea
al interpretar un texto dado y luego le busca el sentido. Sobre este punto,
el ejercicio es similar frente al contenido de una ley o de una acción de un
operador judicial frente a una providencia judicial. En el caso de la literatura,
el novelista debe construir una historia en la que su papel de creador se desarrolla en paralelo a su rol de intérprete. Para Dworkin, «el crítico, por su parte,
crea el tiempo que interpreta. Además, aunque está obligado o restringido de
alguna manera por la naturaleza de su trabajo, en sí ya predefinido por las
partes más académicas y formales de su particular teoría estética, el aspecto
práctico de su sentido artístico está comprometido con la responsabilidad
que tiene de decidir qué perspectiva o qué lectura hará posible mostrar la
obra que tiene enfrente como una obra de arte»13.
Esta postura de Dworkin responde al trabajo de asimilación hermenéutica entre la hipótesis estética en literatura y la hipótesis política. Frente a
la primera, debe indicarse que «la interpretación de un texto literario busca
mostrar una lectura capaz de revelarnos el texto como una verdadera obra de
arte»14. La segunda, por su parte, plantea que los intérpretes jurídicos develen
la intencionalidad del autor que, en esencia, tengan en cuenta «el hecho de
que la interpretación en derecho es simplemente una cuestión de ir descubriendo lo que varios actores del proceso jurídico tenían en mente»15. Podría
complementarse esta idea con la que plantea la profesora Emilia Ferreiro,
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quien fue discípula de Jean Piaget en Suiza, en la medida en que señaló
que incluso el momento de creación se permite el uso de caracteEste
res ortográficos, con lo cual se evita la pluralidad hermenéutica
planteamiento de Stone lo
del lector. En el medioevo, «la puntuación estuvo a cargo del
apoyó el profesor Hayden White
lector»16, evento que al decir de Parkes planteaba «la necesidad
en su libro Metahistory, en el cual
de una preferencia por un texto neutro, que permitía múltiples
consideró que la historia se sostenía
interpretaciones»17. En síntesis, el acto del creador es un acto
mediante formas literarias y poéticas
de interpretación directa, lo que pone en una misma matriz de
que se constituían en una suerte de giro
análisis el derecho y la literatura.
lingüístico, apoyado por la metáfora,
Esta forma de permitir la relación del derecho y la literala metonimia, la sinécdoque
tura no es la única. A nuestro juicio, del mismo modo es posible
y la ironía.
establecer una relación entre estas dos ciencias a partir del dato
arrojado por la literatura, que es recogido por la historia y desenmascarado por el derecho para descubrir el rol jurídico que cumplió
en su tiempo y la secuencia de elaboración institucional. En el caso de
El sueño del celta se pueden destacar dos aspectos en los cuales esa relación
entre la literatura y derecho es estrecha: la protección de los pueblos indígenas y la existencia de los contratos de concesión y explotación de territorios
en Perú y en Colombia a finales del siglo XIX y principios del XX. Estos dos aspectos podrían dar lugar a un desarrollo posterior a través del cual se lograría
develar, en parte, la inescindible relación entre el derecho, la literatura y la
historia y, con ello, conjugar las dos variables de análisis en esta contribución
académica.
cultura
Notas
1. L. Stone, «El renacimiento de la narración», revista Past and Present, No 86, febrero de 1980, pp. 2-8.
2. Sobre el oficio del historiador, ver M. Bloch, Apologie pour l’histoire ou métier d’historien, París, Armand Collin,
1993.
3. Sobre este ensayo, el historiador Eric Hobsbawm escribió un artículo titulado «Sobre el renacer de la narrativa» en Sobre la historia, Barcelona, Crítica, 1998, pp. 190-195.
4. Esta crítica ha estado encabezada por el historiador francés Fernand Braudel, quien indicó que la historia
debía concebirse como una historia de las estructuras, eliminando de plano la historia ficcional que no corresponde con la forma como se concibe el estudio de la historia profesional.
5. P. Burke, Formas de hacer historia, Madrid, Alianza Editorial, 2003, p. 327.
6. Sobre este punto, ver lo planteado por P. Ricoeur, p. 326.
7. K. Windschuttle, The killing of history, Australia, Encounter Books, 2000, p. 263.
8. Ibíd., p. 251.
9. Ibíd., p. 252.
10. R. Chartier, Cultura escrita, literatura e historia, México, Fondo de Cultura Económica, 2000, pp. 241-242.
11. M. Vargas Llosa, La fiesta del Chivo, Bogotá, Editorial Alfaguara, 2000.
12. M. Vargas Llosa, El paraíso en la otra esquina, Bogotá, Editorial Alfaguara, 2003.
13. R. Dworkin, «Cómo el derecho se parece a la literatura», en La decisión judicial. El debate Hart- Dworkin,
Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 1997, p.165.
14. Ibíd., p. 149.
15. Ibíd., p. 173.
16. E. Ferreiro, Cultura escrita y educación, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 74.
17. M. Parkes, Pause and effect. An introduction to the history of punctuation in the west, UK, Acholar Press, 1992,
citado por E. Ferreiro, Cultura escrita y educación, ob. cit., 1999, p. 75.
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