LA PERSONALIDAD DE UN COLÓN JUDÍO Y DE ORIGEN

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LA PERSONALIDAD DE UN COLÓN JUDÍO
Y DE ORIGEN GALLEGO
Al leer hace varios meses el conflictivo Caballo de Troya, de
Juan José Benítez, me sentí confundida y sorprendida al enterarme de
que, según el citado escritor, en una cumbre de científicos y
especialistas reunidos en 1971 se había designado a un polémico militar
estadounidense para realizar un viaje de retroceso en el tiempo,
proponiéndose para ello tres momentos trascendentales en la historia de
la humanidad.
El primero se refería a los años treinta de nuestra era, señalándose
los últimos días de la pasión y muerte de Jesús de Nazareth.
En el segundo intentaban trasladarse al año 1478, estudiando la
personalidad difícil, enigmática y misteriosa de Cristóbal Colón, eligiendo
para ello los años que el descubridor del Nuevo Mundo vivió en la isla
portuguesa de Madeira.
Finalmente, el tercer momento histórico se situaba en marzo de 1861
en América del Norte, con el objeto de conocer con exactitud los
antecedentes de la Guerra de Secesión y la personalidad de Abrahán
Lincoln.
Pero este último proyecto no despertó el suficiente interés, ya que,
según se afirmaba, suponía un "riesgo" para los exploradores del pasado
el verse inmiscuidos en aquella cruenta guerra. De este modo, se
eligieron para investigar los últimos días de Jesús de Nazareth, sobre los
cuales ya tanto se ha escrito y que, además, las recientes
investigaciones científicas sobre la Sábana Santa habían aportado
importantísimos datos.
A Cristóbal Colón se le desechó porque, al parecer, no existía
exactitud en ciertas fechas, aunque es casi seguro que en 1478 residía
aún en la isla de Madeira, donde, según se aventura a afirmar J.J.
Benítez, "su suegra regentaba una taberna".
Esta sorprendente conclusión a la que, según el escritor, se llegó por
medio de científicos estudios, me causó profunda sorpresa, puesto que,
aunque no son muchos los datos que se poseen sobre la esposa de
Colón, importantes investigadores históricos han coincidido al afirmar
que Felipa Muñiz de Palestrello era de familia noble, precisamente por
parte de madre, muy conocida, estimada y emparentado con el entonces
arzobispo de Lisboa.
El padre de Felipa era el piloto de origen italiano Bernardo de
Palestrello, unido por lazos familiares con los Brangança y que había
llegado a ocupar el puesto de gobernador en Porto Santo, en la citada
isla de Madeira, habiendo, por lo mismo, que descartar sin concesiones
el asunto de la taberna.
Pero si aceptásemos la posibilidad de tan hipotéticos viajes y se
escogiese a Cristóbal Colón como tema de estudio y se consiguiese
retroceder en el progreso del tiempo, siguiendo en sentido inverso la
trayectoria de la vida del ilustre navegante, es casi seguro que del Porto
Santo portugués se iría a parar al Porto Santo de Pontevedra. Y de este
modo, las ruinas de la histórica vivienda que, aunque mal conservadas,
todavía subsisten, recobrarían vida y pujanza bajo la luz del sol, y un
muchacho de alborotados cabellos rubio-rojizos y mirada azul aparecería
en el umbral de aquella casa que hoy no es más que un montón de
piedras ruinosas.
Si este quimérico proyecto fuese posible de realizar, se desvanecería
ante el mundo el misterio de la patria de Colón, porque ahora, casi cinco
siglos después del descubrimiento del Nuevo Mundo, ha llegado el
momento de pregonar el origen del almirante. Y la gloria de Cristóbal
Colón nunca será menor si se comprueba su ascendencia judeo-galaica,
porque se comprenderán y respetarán los motivos que tuvo el insigne
navegante para hacer de ello un misterio.
Actualmente, sería de sumo interés poder revisar los trabajos que en
1927 publicaron el coronel inglés Mansfield y su esposa Carlota, ya que
ambos historiadores, sin que les moviese en ello ningún interés personal,
se pronunciaron abiertamente por el origen gallego de Cristóbal Colón
tras largos y minuciosos estudios.
Las citadas investigaciones estaban comprendidas en catorce
capítulos. En los seis primeros se demostraba con toda minuciosidad
que Colón, no podía ser italiano. El séptimo se dedicaba íntegramente a
aprobar que Celso García de la Riega era un meritorio historiador que
jamás había cometido los errores que le achacaban sus adversarios. Y
en los siete últimos capítulos exponían sus investigaciones personales,
que les habían llevado a la conclusión de que el gran almirante era
gallego y, por lo tanto, español.
Como por aquellas fechas el diario ABC convocó un concurso para esclarecer la patria de
Colón, ofreciendo un premio de cincuenta mil pesetas, se presentaron a la convocatoria
dieciocho trabajos, entre ellos el de los esposos Mansfield y uno muy documentado e
interesante de Luis Suárez Pumariega, de La Coruña.
Pero, habiendo pasado un año, el citado tribunal hizo público su fallo declarando el
concurso desierto, puesto que no consideraban suficientes las pruebas de la nacionalidad
española de Colón, aunque también reconocían que, con toda seguridad, el Cristofforus
Columbus nacido en Génova nada tenía que ver con el almirante. Y como broche final de todos
estos hechos, un importante diario gallego, con fecha 24 de noviembre de 1928, escribía lo
siguiente bajo el título de ¡No más Colón!:
"Ya es hora de ir poniendo fin a este espectáculo de que cada día un señor le atribuya un
nuevo lugar de nacimiento. Duerma en paz el almirante, que si quiso ocultar donde nació justo
es que se salga con la suya".
Sin embargo, es indudable que Cristóbal Colón descansará definitivamente en paz y con
gloria el día que se proclame ante el mundo esa patria que él se vio obligado a ocultar por las
difíciles circunstancias políticas y religiosas de su época, puesto que nos dejó testimonios
evidentes de que lo que pretendía era que, con el paso de los siglos, cuando ni a él ni a sus
descendientes perjudicase su origen, éste fuese proclamado y conocido por todos. De no ser
así, ¿qué otro fin podría tener el ir denominando con nombres netamente gallegos los lugares y
las tierras que descubría?.
Y algunos de ellos son tan significativos como San Salvador, Porto Santo, Santiago, La
Gallega, Lobeira, Santo Tomé, San Nicolás, La Lanzada, Pernas, Aguda, La Estrella, Pórtico
de la Gloria, Miño, Jallas, Bao y otros muchos nombres más que tienen su homónimo en las
rías gallegas, especialmente en Pontevedra.
Entonces es inevitable el preguntar, ¿qué era lo que Colón se proponía al dejar a la
posteridad este inmutable e imperecedero testimonio.
El Ideal Gallego, 5 de Junio de 1988
Josefina López de Serantes
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