nihil intentatum - Universidad Católica de Salta

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NIHIL
INTENTATUM
NIHIL INTENTATUM
REVISTA DEL CONSEJO DE INVESTIGACIONES
EDICIONES
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE SALTA
SALTA- ARGENTINA
AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE SALTA
Gran Canciller
Su Excelencia Reverendísima
Mons. Mario Antonio Cargnello
Rector
Pbro. Lic. Jorge Antonio Manzaráz
Vicerrectora Académica
Mg. Dra. María Isabel Virgili de Rodríguez
Vicerrectora administrativa
Mg. Lic. Graciela Pinal de Cid
Secretaria General
Dra. Adriana Ibarguren
AUTORIDADES DEL CONSEJO DE INVESTIGACIONES
Directora
Dra. Marta de la Cuesta
Secretaria Técnica
Prof. Susana Caro
Consejeros
Dr. Gustavo Iovino
Dr. Javier Binda
Lic. Víctor Toledo
Mgtr Cecilia Cruz
Dra. Constanza Ceruti
Dr. Ing. Javier Moya
Arq. Gabriela Pollioto
Lic. Lisandro de los Ríos
Ing. Gustavo Guijarro
ÍNDICE GENERAL
PALABRAS DE PRESENTACIÓN ......................................................................... 7
INTRODUCCIÓN .......................................................................................... 9
ARTÍCULOS ............................................................................................ 11
ANATOMÍA DEL TRABAJO CIENTÍFICO ........................................................... 13
Ing. Daniel Ginzo
SOBRE INVESTIGACIÓN ............................................................................... 21
Abelardo Levaggi
LA ÉTICA DEL INVESTIGADOR ..................................................................... 25
Abelardo Levaggi
LA ELECCIÓN DEL TEMA DE INVESTIGACIÓN ................................................. 33
Marta de la Cuesta Figueroa
EL MÉTODO EN LA HISTORIA REGIONAL ARGENTINA ...................................... 43
Armando Raúl Bazán
UNA EXPERIENCIA RESPECTO DE LA METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN
HISTÓRICA ............................................................................................... 55
Teresa Piossek Prebisch
CONSIDERACIONES METODOLÓGICAS PARA LOS ESTUDIOS ARQUEOLÓGICAS
PARA LOS ESTUDIOS DE ALTA MONTAÑA ........................................................
Constanza Ceruti
63
NOTAS / VOLVIENDO A LOS CLÁSICOS ...................................................... 85
VIGENCIA DE JEAN GUITTON EL TRABAJO INTECTUAL .................................. 87
Alberto David Leiva ............................................................................. 87
DON SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL .............................................................. 93
Susana Caro
PREOCUPACIONES ENERVADORAS DE PRINCIPIANTE ......................................... 95
Santiago Ramón y Cajal
SEMBANZAS Y HOMENAJES ...................................................................... 131
SEMBLANZA AL DR. HORACIO « QUINTO « DE LA SERNA ........................... 133
Ruth Raquel Barros
HOMENAJE AL DR. JUAN ALFONSO SAMAJA TORO POR SU CONTRIBUCIÓN AL
DESARROLLO DEL PENSAMIENTO CIENTÍFICO .......................................... 137
Emilas Darlene Carmen Lebus
PALABRAS DE PRESENTACIÓN
En esta primera Revista de Consejo de Investigaciones de la Universidad Católica de Salta, reunimos una cantidad de trabajos dedicados a la
metodología de la investigación.
Los autores son, sin excepción, investigadores de prestigio, que nos
comunican sus conocimientos sobre la materia y sobre todo sus experiencias personales.
Esperamos que esta revista cumpla con el objetivo con que fue pensada y que se convierta en material de consulta entre nuestros investigadores
y sobre todo para quienes desean iniciarse en la investigación.
Hemos incluido las siguientes secciones :
1. Artículos
2. Notas/ Volviendo a los Clásicos:
3. Homenajes y semblanzas
4. Bibliografía
8
INTRODUCCIÓN
La Carta Apostólica sobre la Universidad S.S Juan Pablo II señala que
por naturaleza la Universidad constituye una «Comunidad que de modo
riguroso y crítico contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y a la herencia cultural, mediante la investigación, la enseñanza o distintos servicios». Estas características constituyen las bases del Estatuto de
la Universidad Católica de Salta, manifestados también por el R.P Eduardo Martínez Márquez SJ, quien definía como la labor primordial de la
Universidad incentivar la Creatividad y desarrollo Integral del hombre y
de su contexto social.
Bajo estas premisas comenzó a funcionar en 1967 la UCS,
implementando bajo distintas metodologías la investigación y su transferencia al medio, impulsando a docentes y estudiantes a realizar distintos
trabajos en esa área.
En 1970 se implementó el primer curso de Metodología que trajo
aparejado cuatro proyectos de investigación de elevada importancia. A través de estos trabajos de relevancia científica se logró que se otorgara grado de
Licenciatura a cuatro egresados de la rama de la Historia y se comenzó a
trabajar en distintos proyectos sobre todo en investigación de cátedra.
En 1984 se crea el primer Consejo de Investigaciones, tomando un
impulso importante con la incorporación del Dr. Osvaldo Andrade en el
área de Física, la Prof. Íride Rossi de Fiori en Literatura, el Dr. Robinson
Rodríguez en Derecho y la Dra. Marta de la Cuesta en Historia, quienes
trabajaron en distintos programas, a los que se sumaron proyectos en el
área de Ingeniería.
9
Los avances de las ciencias, el crecimiento de la UCS, y las exigencias
de la Sociedad toda, llevaron a dictar la Resolución Rectoral 570/04, la
que siguiendo las políticas de investigación contenidas en la Constitución
Apostólica «Ex Corde Ecclesiae» fijó las bases y fundamentos de la Investigación en UCS y la Resolución Rectoral Nº 1139/04 se estableció la
estructura organizativa del Consejo de Investigación, sus funciones, dependencia Jerárquica, líneas de acción y metodología de trabajo.
Habida cuenta del crecimiento de esta actividad sustantiva inherente a la institución universitaria en los últimos años, se aprueba por Resolución Rectoral Nº 1395/11 la reformulación de las Políticas y Líneas de
Investigación que rigen a partir de noviembre de 2011. De esta manera, la
universidad podrá atender mejor a problemáticas más amplias y complejas, comprometida siempre, con la constante búsqueda de la verdad, la
conservación y la comunicación del saber para el bien de la sociedad.
En esta primera Revista del Consejo de Investigaciones de la Universidad Católica de Salta, se reúnen trabajos dedicados a la metodología de
la investigación.
Los autores son, sin excepción, investigadores de prestigio, que nos
comunican sus conocimientos sobre la materia y sobre todo sus experiencias personales.
Esperamos que esta revista cumpla con el objetivo con que fue pensada y que se convierta en material de consulta para nuestros investigadores
y sobre todo para quienes desean iniciarse en la investigación.
ARTÍCULOS
Anatomía de un trabajo científico
ANATOMÍA DE UN TRABAJO CIENTÍFICO
Ing. Daniel Ginzo*
El Problema
No todos los epistemólogos están de acuerdo en calificar como «problema» al objeto de una investigación, porque para muchos de ellos la
actividad científica va más allá de «resolver problemas». Sin embargo, ese
apelativo me parece apropiado por su generalidad, porque expresa lo que
es objeto de la curiosidad, que es motor de toda indagatoria intelectual;
porque la curiosidad se despierta cuando uno no comprende cabalmente
algo que, por alguna razón, le interesa. Esa no comprensión es un problema; el que motiva la búsqueda de su resolución.
El problema científico puede tener las más variadas facetas. Puede ser
una teoría o algunas implicancias de ésa, o una especie faltante en un
linaje, o la eficiencia energética de una mezcla novedosa de combustibles o
las ordenanzas municipales de la Provincia de Salta en el siglo XVIII. El
investigador debe estar convencido y, además, debe convencer a otros de
que el objeto de su investigación es un problema científico.
Si se acepta que un fin muy importante de la actividad científica es
resolver problemas, es fundamental que el problema que se presente resolver con un proyecto de investigación esté claramente expuesto. La claridad
de la exposición tiene dos vertientes complementarias:
* Miembro de la carrera de investigación científica del CONICET. Asesor de la Cancillería
sobre protección del medio ambiente
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 13 a 19
13
Daniel Ginzo
- la cabal comprensión del problema y
- el lenguaje apropiado, acorde con la semántica de la disciplina científica pertinente.
Si el investigador tiene dificultades para explicar el objetivo de su
proyecto de investigación, lo más probable es que él no comprenda completamente el propósito de ésta.
Se puede presentar el caso, sin embargo, de que el objetivo de una
investigación no se pueda expresar de una manera precisa; es decir, ese
objetivo está más determinado por presentimientos del investigador, que
por una elaboración lógica, derivada de conocimientos antecedentes. No
se crea que un objetivo presentido debe ser necesariamente un disparate
conceptual, sino que aquél parecerá prima facie extraño, poco probable a la
luz de lo que se sabe del fenómeno o proceso general, del que el problema
formaría parte. Es una decisión difícil la de desechar un proyecto formulado así, porque de no llevarlo a cabo, se correría el riesgo de renunciar a
resultados posiblemente interesantes.
Las mismas consideraciones precedentes son válidas mutatis mutandi
para la resolución de problemas de las disciplinas científicas humanísticas.1
El enfoque experimental
La tarea de resolución de un problema científico requiere previamente de la elección cuidadosa de cómo hacerlo, para así el investigador asegurarse de los resultados que obtendrá estén máximamente desprovistos de
cualquier atisbo de subjetividad. Esta faena es relativamente más sencilla
1
Denomino así a las ciencias cualitativas, en las cuales no se numerifican los resultados;
por ejemplo, la filosofía. Para algunos filósofos de la ciencia, estas ciencias son pseudosciencias por lo apuntado precedentemente. No es mi parecer.
14
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Anatomía de un trabajo científico
en las ciencias experimentales vis a vis las humanísticas, porque estas últimas no son cuantitativas.2
En las ciencias experimentales la objetividad se logra con un diseño
experimental apropiado, que no es otra cosa que ordenar de una cierta
manera los objetos3 de la investigación y los procedimientos metodológicos
que se aplicarán a ésos, para medir algunas de sus propiedades y comportamientos.
Una buena porción de la objetividad necesaria se logra con la selección aleatoria (o al azar) de esos objetos; de esta manera, el investigador
evita elegirlos guiado por sus preferencias particulares, que inevitablemente asoman a lo largo de la tarea de experimentación4. La intensidad de esa
selección- cuántos objetos se van a medir esta idealmente asociada con las
magnitudes de los efectos experimentales que el investigador espera obtener del sistema en estudio, pero que, en la práctica, esa intensidad está
limitada por el presupuesto disponible por aquel. Por otra parte, la forma
de esa selección cuántas clases de objetos de van medir depende fundamentalmente de la naturaleza del problema científico en mano, el que
dictará cuánta ayuda técnica y cuáles métodos instrumentales se necesitarán. En este caso, también, la holgura presupuestaria determina la profundidad de la investigación.
2
De cualquier modo, se puede argumentar que el valor de estas ciencias reside precisamente en la subjetividad presente en
sus teorías, en las que subyace la originalidad de sus proponentes.
3
En el contexto presente, denomino «objeto», por ejemplo, a un ratón o un conjunto
de ratones o una hoja o una planta o un quemador para un secadero de tabaco. En un
lenguaje técnico, es lo que se denomina «unidad de experimentación» y es la «muestra»
del proceso, en la que se miden ciertos atributos de ése.
4
Es muy natural que el investigador esté siempre tentado a interpretar los hechos de
acuerdo a sus prejuicios.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 13 a 19
15
Daniel Ginzo
La expresión de los resultados
Los resultados de una investigación deben ser clara y precisamente
expresados, para que el lector los entienda sin ambigüedades ajenas a la
naturaleza del problema científico mismo. Esta es la regla de oro, para
decirlo de alguna manera.
Los resultados cuantitativos (numéricos) se expresan comúnmente
bajo alguna de las formas siguientes: tablas y gráficas. Ante la posibilidad
de elegir, se prefieren las gráficas a las tablas, porque son más fácilmente
interpretables. Cualesquiera fuere la forma de la representación, los promedios deben estar acompañados siempre por sus medidas de precisión
correspondientes. De otro modo, el lector no podrá apreciar la certidumbre de las variables representadas por esos promedios.
Por su parte, los resultados cualitativos (conceptos, relaciones, etc.)
se expresan usualmente bajo la forma de diagramas, reproducciones fotográficas y dibujos.
En esta última instancia y cualesquiera fuere la naturaleza de los
resultados, conviene elegir esas formas de representación que los expresen
mejor, en cuanto a claridad y completitud.
El significado de la investigación
En la misma medida en que la formulación claramente fundamentada de un proyecto de investigación es necesaria para entender la naturaleza del problema científico, la elaboración intelectual de los resultados de
un proyecto de investigación son necesarios para saber cómo se ha resuelto
ese problema y cómo ese problema es más o menos importante para entender, a su vez, el proceso con el cual está asociado. En otras palabras, la
interpretación de los resultados a la luz de una multitud de conocimientos relacionados con el proceso general del que ellos muestran sólo unas
pocas facetas, es lo que expresará tanto el valor científico del proyecto
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Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Anatomía de un trabajo científico
como la creatividad del investigador. En realidad, estas dos cualidades
valor científico y la creatividad van muy frecuentemente de la mano.
La elección meditada de la literatura científica con la que se dará
sustento a las interpretaciones de los resultados y las conjeturas que se
pudieran derivar de éstas es clave para resaltar la importancia del proyecto
de investigación. No es tarea fácil elegir esa literatura; la tentación de citar
referencias de referencias innecesariamente está siempre presente. Si algo
demuestra este proceder, es inseguridad intelectual de parte del investigador.
Ideas generales sobre un sistema de investigación científica
y tecnológica
Objetivos
La Universidad debe definir inequívocamente la naturaleza del sistema científico- tecnológico a crearse. Es una cuestión fundamental resolver la orientación del sistema; es decir, el sistema inclinado preferentemente al desarrollo de las ciencias básicas y sus aplicaciones derivadas, o
preferentemente inclinado hacia la investigación y desarrollo tecnológicos, u optar por una mezcla de ambos. Hecha esta elección, la Universidad
debe establecer los objetivos generales de su sistema de investigación científica y tecnológica y el desarrollo de ése.
La estructura inicial del sistema no es inamovible, pero su adaptación a circunstancias futuras será lenta y estará seguramente condicionada
por la estructura inicial que se le otorgue a aquél. Así es que esa decisión
inicial no es otra cosa que la política científico- tecnológica diseñada por la
Universidad.
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17
Daniel Ginzo
Los integrantes
El sistema científico- tecnológico de la Universidad funcionará gracias a tres tipos bien diferenciados de actividades: las científicas, las inventivas y las de soporte a las anteriores. En el contexto de los comentarios
presentes, defino actividad científica como la dedicada a la resolución de
problemas teóricos5; por su parte, defino a la actividad tecnológica como
la estimulante de la invención (o resolución de problemas prácticos). Finalmente, la actividad de soporte tiene diversas facetas, pero básicamente
se puede desglosar en administrativa y técnica. La actividad administrativa es la que entiende en el suministro, deposición o distribución de los
bienes y servicios requeridos para el buen desempeño del sistema científico- tecnológica. Por su parte, la actividad de soporte técnico es la que
brindan las personas que manejan equipos de medición, efectúan cálculos
estadísticos o cuidan de los animales o plantas para la experimentación,
para dar unos pocos ejemplos.
Las tres actividades anteriores deben funcionar armoniosamente. Las
actividades de soporte deben estar al servicio de las otras dos. Las únicas
preocupaciones que deben tener los científicos y los inventores deben ser
los respectivos problemas a resolver. Por cierto, esta es una situación idealizada, universalmente utópica si se quiere; pero es una referencia hacia la
que el funcionamiento del sistema debe tender. Uno de los riesgos de todo
sistema científico es su burocratización; es decir, las actividades administrativas quitan tiempo y flexibilidad a las actividades creativas, muchas
veces bien intencionalmente- evaluaciones periódicas muy frecuentes, difusión pública de las actividades científicas y tecnológicas, por ejemplo,
otras veces como consecuencia del financiamiento deficiente del sistema,
terminan convirtiéndose casi en el fin último del sistema. El sistema, en
consecuencia, se deteriora.
5
En un sentido amplio, el comportamiento de un sistema enzimáticos es un problema
teórico hasta tanto sea descrito completamente, pero puede seguir siendo un problema
teórico si es considerado dentro de un sistema que lo subsume, no conocido cabalmente.
18
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Anatomía de un trabajo científico
Para evitar la desnaturalización del sistema es importante
dimensionarlo acorde con previsiones económicas y financieras de manutención y crecimiento en un plazo de, por lo menos, cinco años futuros.
Éste es un período razonable para iniciar y completar investigaciones. Más
si las circunstancias hicieran fallar la materialización de esas prevenciones,
el resguardo laboral de los integrantes del sistema conduciría a la
redistribución de los recursos económicos y financieros en prejuicio de
aquéllos requeridos para las investigaciones, con el resultado de consolidar
la burocracia administrativa en detrimento de la creatividad.
Los estándares de calidad
La otra cuestión esencial para el feliz desempeño del sistema científico- tecnológico es hallar un punto de justo equilibrio entre la cantidad
y la calidad de producción científica y tecnológica. Globalmente se ha
estado observando una tendencia creciente a favorecer la cantidad sobre la
calidad científica. Hay diversas causas detrás de esa tendencia; por ejemplo, las remuneraciones (parciales o totales) de los investigadores como un
rubro más de los subsidios para la investigación, lo que resulta en que el
investigador no percibe emolumentos si no tiene proyectos de investigación en ejecución.
La Universidad debe definir inequívocamente su criterio acerca de ese
balance entre calidad y cantidad, como así establecer patrones de calidad
científica y tecnológica para las investigaciones realizadas en su ámbito.
C.A de Buenos Aires, 8 de Junio de 2005
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 13 a 19
19
20
Sobre investigación
SOBRE INVESTIGACIÓN
Abelardo Levaggi*
Decálogo del Investigador
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
Vocación definida.
Amor a la verdad.
Espíritu observador.
Aptitud para concentrar el pensamiento.
Facilidad para construir hipótesis.
Crítica metódica del saber.
Capacidad de autocrítica.
Disciplina intelectual.
Perseverancia en alcanzar las metas.
Espíritu de sacrificio.
Cómo elaborar un proyecto de investigación
La planificación debe atender a tres niveles: el de lo que se quiere
conocer, el de cómo conocer y el de la comprobación de lo conocido. El
historiador tiene que hacer explícitos sus procedimientos de trabajo de
forma que presente una imagen exhaustiva de los elementos de la argumentación y de las fuentes que le conducirán a determinadas conclusiones. Una investigación no puede progresar si el investigador no es consciente de cuáles son sus objetivos y cuáles sus medios o instrumentos. El
* Miembro de la Carrera de Investigador Científico del CONICET. Especialista en
Historia del derecho
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 21 a 24
21
Abelardo Levaggi
proyecto ha de tener una estructura clara, pero abierta, perfectible, de
modo que permita introducir cada vez mayor diferenciación y coherencia
(Julio Aróstegui).
1.
Elección del tema
Es el primer problema que se le presenta al investigador. De su acierto en la elección del tema dependerá el éxito de la investigación. Ha de ser,
pues, meditado suficientemente y, en lo posible, consultado, en cuanto a
su originalidad y a su factibilidad. El tema elegido debe reunir tres condiciones: a) extensión razonable; b) adecuación a la idoneidad del investigador, y c) accesible desde el punto de vista de las fuentes.
2.
Antecedentes
Comprenden el trazado del marco conceptual, de referencia o teórico en el cual se inscribe el proyecto y la exposición crítica del conocimiento actual sobre el tema. Cuando los estudios previos sean escasos o
inexistentes debe captarse la literatura auxiliar, que aunque no se refiera
específicamente al problema a investigar, ayude a resolverlo.
2.1
Marco conceptual, de referencia o teórico
Lo forman aquellos referentes teóricos y empíricos que permiten
encuadrar correctamente la investigación; proposiciones y esquemas analíticos que guardan relación con el proyecto. Podrá suceder que, por falta de
antecedentes, el investigador tenga que elaborar su propio marco. En el
caso de las teorías, uno de los fines de la investigación será poner a prueba
su validez.
2.2
Estado de la cuestión
Se explorará la bibliografía a fin de individualizar los trabajos dedicados al tema específico o a temas conexos, y de establecer el nivel y la
22
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Sobre investigación
calidad del conocimiento adquirido, los hechos que se deben investigar y
las conclusiones que se han de revisar. En la bibliografía se incluirán los
trabajos anteriores del propio investigador.
3.
Descripción del proyecto
Se expondrá con claridad y precisión el problema –o problemas– que
el proyecto tiende a resolver, las hipótesis de las cuales parte, el método y
la técnica que empleará, el cronograma de actividades y el esquema tentativo de su redacción final.
3.1
Planteo del problema
Toda investigación tiene por objeto avanzar en el conocimiento. Por
lo tanto, presupuesto necesario ha de ser la existencia de al menos un
problema no resuelto, sea esto en términos absolutos o de modo correcto.
Dicho problema tendrá que ser bien identificado. Cuanto mejor acotado
esté, superior será la factibilidad de la propuesta.
3.2
Definiciones operativas
Se definirán los conceptos fundamentales que se empleen para disipar toda duda acerca de su significado y de las conclusiones a las cuales se
arribe. Será indispensable hacerlo cuando se utilicen variables históricas y
términos multívocos. P. ej., si se habla de «república», «democracia», «estructura de poder».
3.3
Hipótesis.
Es la repuesta tentativa, provisional, del problema, que la investigación intentará verificar. La o las hipótesis de las cuales parta la investigación serán formuladas con claridad y precisión, de forma tal que sea posible su verificación (o nulificación). Cada hipótesis solo contendrá una proposición.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 21 a 24
23
Abelardo Levaggi
3.4
Método y técnicas.
Método es el conjunto de procedimientos que permiten alcanzar el
objetivo de la investigación. Se lo definirá y expondrá con claridad para la
correcta evaluación de la investigación. Siendo ésta una investigación histórica el método será el histórico, pero no bastará con el enunciado, sino
que habrá que precisar cuáles procedimientos se emplearán para arribar al
objetivo. En el caso de las historias especiales, con mayor razón será menester aclarar cuáles serán esos procedimientos. Las técnicas, por su parte,
se refieren a las acciones que desarrollarán para la recolección y el ordenamiento de la información. Podrán ser cualitativas (observación de documentos, análisis de contenido, historia oral) o cuantitativas (estadísticas,
gráficos).
3.5
Cronograma.
Se distribuirán en el tiempo las diversas actividades que abarca el
proyecto. A cada etapa se le adjudicarán las actividades respectivas.
3.6
Esquema tentativo.
Se trazará un esquema, lo más detallado posible, de los tópicos que
abarcará la investigación y que recogerá el informe final. Responderán a
un orden lógico y a un criterio funcional (temporal, espacial, temático,
etc.). Aun cuando el esquema sea sólo tentativo, y experimente cambios
durante la ejecución del proyecto, se tratará de que se aproxime lo más
posible al diseño para mayor utilidad del investigador.
3.7
Bibliografía.
El proyecto incluirá la bibliografía principal de la cual parte. La misma se incrementará, sobre todo, en la etapa exploratoria. De todos modos,
no debe faltar. Es un índice de la conciencia que tiene el investigador de la
originalidad y factibilidad de su proyecto. Será presentada debidamente
clasificada.
24
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
La ética del investigador
LA ÉTICA DEL INVESTIGADOR
Abelardo Levaggi
El conocimiento científico y la investigación que lo produce no son
fines en sí mismos, no tienen un valor absoluto, sino que, en un orden
armonioso, natural, de las cosas, han de estar al servicio de la persona
humana, de su perfeccionamiento espiritual y de su desarrollo material,
en una palabra, al servicio del Bien, contra el cual, en ningún caso, deben
atentar.
Recordemos al respecto las siguientes palabras magistrales de Juan
Pablo II dirigidas a las universidades católicas:
«Puesto que el saber debe servir a la persona humana […] la investigación se
debe realizar siempre preocupándose de las implicaciones éticas y morales,
inherentes tanto a los métodos como a sus descubrimientos. Aunque presente
en toda investigación, esta preocupación es particularmente urgente en el
campo de la investigación científica y tecnológica. Es esencial que nos convenzamos de la prioridad de lo ético sobre lo técnico, de la primacía de la persona
humana sobre las cosas, de la superioridad del espíritu sobre la materia. Solamente servirá a la causa del hombre si el saber está unido a la conciencia»
(Constitución apostólica, 15/8/1990).
Se sobreentiende, a una conciencia recta.
La subordinación de la actividad científica a la Ética es una exigencia
aplicable a todos los dominios del saber, si bien es innegable que, en las
últimas décadas, se ha vuelto más imperiosa su observancia en el campo de
la Biología, donde se libra, en la actualidad, el combate más dramático
entre la defensa de la vida humana en todas sus formas y la muerte por
destrucción de embriones, aborto y eutanasia.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 25 a 32
25
Abelardo Levaggi
De ahí que la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO, del 19 de octubre de 2005, se haya basado en el
reconocimiento de que
«los problemas éticos suscitados por los rápidos adelantos de la ciencia y de sus
aplicaciones tecnológicos deben examinarse teniendo en cuenta […] el respeto
debido a la dignidad de la persona humana […] el respeto universal y la
observancia de los derechos humanos y las libertades fundamentales»,
y, asimismo, basada en el convencimiento de que
«la sensibilidad moral y la reflexión ética deberían ser parte integrante del
proceso de desarrollo científico y tecnológico y de que la Bioética debería
desempeñar un papel predominante en las decisiones que han de tomarse ante
los problemas que suscita ese desarrollo».
Por consiguiente, uno de sus objetivos es
«que esa investigación y los consiguientes adelantos se realicen en el marco de
los principios éticos enunciados en esta Declaración y respeten la dignidad
humana, los derechos humanos y las libertades fundamentales»
El problema de la relación entre conocimiento científico y Ética, aun
cuando se plantee con mayor intensidad en la Biología, interesa en realidad, a todas las áreas de la Ciencia. Tres aspectos o momentos de la investigación o relacionados con ella están involucrados en el problema. Me
refiero a la determinación del objeto de la investigación –qué investigar-–
; al proceso metodológico que desarrolle –cómo investigar-–; y a la aplicación del resultado que obtenga, –para qué investigar–. Intentaré reflexionar sobre algunos aspectos del problema.
La constitución conciliar Gaudium et Spes (1996) nos conduce, con
fundado optimismo, a la evidencia de que
«la investigación metódica en todos los campos del saber, si se realiza en una forma
auténticamente científica y conforme a las leyes morales, nunca será contraria a la fe,
porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en el mismo Dios»
26
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
La ética del investigador
Juan Pablo II agregó que «la vital interacción de los dos distintos
niveles de conocimiento de la única verdad (ciencia y fe) conduce a un
amor de la verdad misma y contribuye a una mejor comprensión de la
vida humana y del fin de la Creación»
Es sabido que el fin de toda ciencia es la posesión de la vedad, y de
toda investigación, su descubrimiento. De ahí el mandamiento dirigido al
investigador de amor a la verdad. Pío XII reflexionaba que quienes
«enseñan o viven consagrados al trabajo científico, quieren, ante todo, conducir
al conocimiento y reconocimiento de la verdad […] lo esencial está en investigar,
exponer, profundizar la verdad, ya agrade o desagrade, ya sea aceptada rechazada
[…]. Revistió carácter sublime en la conducta del Señor el que la verdad estuviera
para El por encima de todo. El daba testimonio de la verdad, y en relación con
la verdad tenía validez su gran promesa: «la verdad os hará libres»
(Discurso del 13/10/1955. Doctrina pontificia, II, Madrid, BAC, p. 1049)
Por su parte, nuestro Bernardo Houssay señalo (1956), en términos
de ideal, que «el hombre de ciencia […] no es la gloria, ni la fama, ni la
riqueza lo que busca; él busca la verdad, sabe que trabaja en cosas bellas,
útiles y trabaja para hacer el bien» (Miguel Ángel De Marco (h), Houssay,
Rosario, 1997, «Un ideario»). Desgraciadamente, no siempre los científicos obramos así. Tristes noticias nos informan que también el hombre de
ciencia cede, a veces, a la tentación del prestigio o del dinero, aun sabiendo que son éstos goces efímeros, y que, si adquirir una buena reputación
demanda mucho tiempo, basta un solo instante para perderla.
Ciñéndome a las humanidades, más aun, a la Historia, la verdad –o,
si se prefiere, la certeza, el conocimiento exacto de los hechos pasados–
será el fin, el objeto a alcanzar. Cualesquiera sean las hipótesis de las cuales
parta el historiador, ha de reconocer y admitir, por amor a la verdad, el
resultado de su investigación, una vez comprobada de modo fehaciente su
corrección metodológica.
En presencia del resultado o conclusión, repetirá con Cicerón que «la
primera ley de la Historia es la de no atreverse a decir nada falso, y la
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 25 a 32
27
Abelardo Levaggi
segunda, atreverse a decir todo lo verdadero». Y coincidirá con León XIII,
apartado de si falsos escrúpulos, en que «la Verdad (con mayúscula) no
necesita de nuestras mentiras», en el sentido de que nada se gana con la
ocultación de los hechos, o con «mentiras piadosas», porque la verdad se
abre paso y se revela tarde o temprano, siendo vanos los esfuerzos que
pretendamos hacer para impedirlo.
La Ética exige que el historiador sea veraz. Bien dice Cervantes en El
Quijote que «el poeta puede contar o cantar las cosas no como fueron, sino
como debían ser, y el historiador las ha de escribir no como debían ser,
sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna»
Esto significa que, cualesquiera sean las ideas preconcebidas que tengamos, cualesquiera las hipótesis formuladas, si como consecuencia de la investigación fueran nulificadas o demostrada su falsedad, la honestidad intelectual nos impone aceptar las conclusiones debidamente obtenidas, revisadas y confirmadas, ya agraden o desagraden –como decía Pío XII– y exponerlas con total franqueza, reconociendo el error en que estábamos. El amor
a la verdad debe anteponerse al amor propio. Se ha de decir toda la verdad y
solo la verdad, sin disfrazarla con falsas interpretaciones, ni ocultarla tras
medias verdades. Una verdad a medias no deja de ser una entera mentira.
Nadie está obligado a investigar aquello que se oponga a sus creencias o aun a sus gustos. En la etapa de la elección del tema ha de campear
la libertad. Pero, una vez elegido el tema y desarrollada la investigación,
ningún pretexto ideológico o de distinta índole justificará el ocultamiento
o la desvirtuación de una conclusión obtenida de modo imparcial.
Houssey relacionaba la exposición plena de los resultados con la virtud de la generosidad (1942), diciendo que «la generosidad es una de las
armas más bellas del investigador. Pienso que hay que dar ampliamente
todo lo que se sabe, sin reticencias ni ocultamientos».
La antedicha libertad de que goza el investigador en la elección del
tema no significa que esa elección sea indiferente a la Ética, que en nom28
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
La ética del investigador
bre de la ciencia toda elección haya de reputarse lícita. No. Esto es así en
las Ciencias Naturales como en las Humanidades.
El abordaje de un tema, no por amor a la verdad, ni para satisfacer
legítimas necesidades sociales, sino para escandalizar, alimentar bajas pasiones o tan solo lucrar, se opone a la Ética. Obras tales, generalmente de escaso
rigor científico, pero que suelen contar con buena propaganda, además de
no contribuir al progreso humano, producen un efecto desmoralizador. A
menudo tienden, en el campo historiográfico, con el señuelo de la novedad
y de la amenidad, a negar valores arraigados, a sustituirlos por desvalores, a
destruir arquetipos fundadores de la nacionalidad, privando así, a la sociedad de referentes éticos, y exponiéndola al peligro de la disolución moral.
El que ninguno de los ámbitos de la actividad humana sea ajeno a la
historiografía no debe entenderse como que cualquier acción, de cualquier
individuo, aunque no nos diga nada acerca de los cambios de las relaciones
sociales y del valor y significación de los acontecimientos, constituya a un
hecho histórico. En todo caso, no bastaría con que la tal acción fuera susceptible de integrarse en la realidad social, sino que habría que evaluar,
además, la intención con que tal autor abordó el tema, revelada por la
manera de tratarlo. Si la intención fue acrecentar el conocimiento científico o, en cambio, satisfacer intereses subalternos.
Todo el proceso de la investigación histórica, en rigor de conceptos,
está expuesto a una apreciación ética. Pablo VI, en su alocución al Comité
Internacional de Ciencias Históricas del 3 de junio de 1967, señalo el
«gran valor» que tiene la investigación para la Iglesia, por las cualidades y
virtudes que presupone. A saber,
«en primer lugar, la paciencia, que es fiel compañera del investigador en una
tares frecuentemente árida y monótona; la perseverancia en el estudio de los
textos; el arte de interpretarlos, de hacer revivir una época más o menos lejana
y olvidada, de introducir un dato aislado en un contexto general».
Destacó
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 25 a 32
29
Abelardo Levaggi
«otra cualidad, que es fundamental para el historiador: el espíritu crítico. Sabe
discernir, apreciar, comparar, dar su justo valor a cada documento, utilizar, sin
forzar sus límites, el argumento del silencio. ¿Qué decir de la lealtad intelectual
absoluta que se impone el investigador en esta tarea? Y además, tiene necesidad
de imaginación, de precisión, de claridad y de organización […]. El método
histórico, en verdad, es una dura escuela, un maestro exigente, una disciplina
de primer orden para la formación del espíritu […]. Sin embargo, el método
no es todo. No es más que un medio para alcanzar un fin. Lo que constituye
sobre todo la dignidad de la historia, es un fin: tiende a la verdad, está al
servicio de la verdad».
El método que sigue el investigador, alabado por Pablo VI, merece,
en efecto, una mirada y un juicio desde la Ética. La obtención y el análisis
de la información histórica, así como la reflexión y síntesis finales, deben
ser respetuosos de sus normas. Esto quiere decir que la selección de las
fuentes del conocimiento –sean documentales o historiográficas– no ha de
obtener a criterios ideológicos, cualesquiera sean estos, aun los que puedan parecer nobles, ni tampoco a intereses extracientíficos, ya que en ambos casos se estaría atentando contra la búsqueda sincera y desinteresada
de la verdad. «Esta fuente sí, esa fuente, no», mas no por motivos justificados, sino «porque no me gusta o no me conviene»
Esconder una fuente documental o doctrinal, o un trabajo
historiográfico, por considerarlos contrarios a la tesis que se pretende demostrar es tan inmoral como desvirtuarlos con falsas interpretaciones, como
mutilar maliciosamente un texto, o invocar en apoyo testimonios inexistentes.
El investigador honesto no discrimina las fuentes por prejuicios ideológicos ni por simpatías o antipatías personales o grupales, sino que se
abre, sin barreras mentales y sin escatimar esfuerzo, a todas las posibilidades del conocimiento, no prescindiendo de fuente alguna antes de someterla al debido examen de la crítica externa e interna, destinado a establecer su valor intrínseco. Solo después de este examen, en el caso de que la
fuente en cuestión resulte reprobada por padecer de algún defecto que la
conviertan en científicamente inválida o irrelevante, podrá ser desechada.
Nunca antes de haber pasado por dicha prueba.
30
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
La ética del investigador
Llegando el investigador a la etapa de la explicación de los hechos, se
debe sobreponer, en la medida de lo posible, a sus propios
condicionamientos mentales, a su subjetividad, a fin de ofrecer una interpretación objetiva, en el sentido de que no sea el resultado de ninguna
manipulación de datos ni de alguna caprichosa hermenéutica. Conduciéndose así, servirá a la verdad y no incurrirá en la fea nota de burlar la
buena fe de sus lectores.
Aceptar las evidencias que arroja la investigación, reconocer con humildad el error sostenido anteriormente, actuar de manera irreprochable,
es la conducta digna del científico. El admitir haberse equivocado, lejos de
rebajarlo como persona, lo elevaría en el plano de la perfección ética y en la
consideración de la comunidad. La posibilidad del error está en todo ser
humano, forma parte de nuestra naturaleza, pero sólo una conciencia superior es capaz de reconocerlo.
A propósito del resultado de
dir la explicación que debe dar el
con el juicio moral que merezcan
le pide que practique la Ética, no
sus personajes.
una investigación no hay que confunhistoriador de los hechos investigados
esos mismos hechos. Al historiador se
que se erija en juez de la conducta de
Como sostuvo la Comisión Teológica Internacional en el documento
Memoria y reconciliación, emitido con motivo del nuevo milenio (2000):
«a los historiadores no se les pide un juicio de naturaleza ética, que rebasaría el ámbito de sus competencias, sino que ofrezcan su ayuda para la
reconstrucción más precisa posible de los acontecimientos, de las costumbres, de las mentalidades de entonces, a la luz del contexto histórico de la
época». En suma: la verdad histórica.
Valga como complemento la opinión del historiador inglés E. H.
Carr dada en Cambridge (¿Qué es la Historia? Barcelona, 1983, p 102):
«ello no quiere decir que la moralidad carezca de importancia, ni que la historia
de la moral no sea parte legitima de la Historia. Pero el historiador no se detiene
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 25 a 32
31
Abelardo Levaggi
en pronunciar juicios morales no sea parte legítima de vidas privadas (y públicas) de individuos que desfilan por sus páginas. Tiene otras cosas que hacer».
Es una cuestión de competencias.
Una particular importancia reviste el respeto a la propiedad intelectual
ajena. Es ésta una virtud que ha de guiar en todo momento al investigador.
El mandamiento de no hurtar vale tanto para los objetos materiales como
para las ideas. Para no violarlo, cuidará de declarar inequívocamente a quien
pertenecen las ideas que expone y las fuentes que cita, si son originales o si
han sido tomadas de otros autores, textualmente, resumidas o combinadas.
La apropiación de la obra ajena, el plagio, es obviamente un delito,
un acto reprobado por la Ética, pero, además, se caracteriza por adquirir
en el dominio de la ciencia tanta gravedad, que descalifica absolutamente
a quien lo comete. Lamentablemente, no son raros los casos de apropiación de ideas o citas ajenas, sin la correspondiente mención de su procedencia o con referencias insuficientes. Es que el relajamiento moral que
afecta a la sociedad contemporánea no se ha detenido ante el santuario de
la Ciencia. Lo ha invadido asimismo.
La relación entre investigación científica y Ética admite mayores consideraciones y reflexiones. Por ejemplo, sobre el lenguaje con el que se ha
de hacer la crítica metódica de la producción anterior, el cual no será
ofensivo sino respetuoso. Pero a modo de síntesis, y como cierre de esta
exposición, propongo que volvamos a los luminosos conceptos de Juan
Pablo II evocados al principio, quien nos sigue guiando después de su
desaparición físico con el magisterio de su palabra escrita:
«la investigación se debe realizar siempre preocupándose de las implicaciones
éticas y morales, inherentes tanto a los métodos como a los descubrimientos,
[…]. Es esencial que nos convenzamos de la prioridad de lo ético sobre lo
técnico, de la primacía de la persona humana sobre las cosas, de la superioridad
del espíritu sobre la materia. Solamente servirá a la causa del hombre si el saber
esta unido a la conciencia».
32
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
La elección del tema de investigación
LA ELECCIÓN DEL TEMA DE INVESTIGACIÓN
Marta de la Cuesta Figueroa1*
I
En el complejo proceso de la investigación científica el primer paso a
seguir es, sin duda, elegir atinadamente el tema sobre el que se investigará.
Este artículo está destinado a los principiantes, a aquellos que deben
comenzar una tesis de licenciatura o un trabajo para presentar en un congreso. Me basaré para realizarlo en la copiosa bibliografía que al respecto
existe y en la propia experiencia, que ayuda sobremanera a comprender el
proceso a que hice referencia.
En todo el tiempo que dirigí proyectos de investigación, tesis de
licenciatura y doctorado, pude constatar que existen dos clases bien diferenciadas de jóvenes (y no tan jóvenes) aspirantes a investigar: los que
tienen muchas opciones para realizar elecciones de este tipo y los que
nunca saben qué hacer. Vamos a desarrollar ambos aspectos porque deseo
poner en claro que ninguna de las dos situaciones ofrecen por sí mismas el
éxito del proyecto.
En el primer caso, me refiero al que puede prescindir de consejo
porque tiene todas las ideas, la inexperiencia con frecuencia juega en su
contra, al darle una seguridad ficticia.
* Miembro de la Carrera de investigador científico del CONICET. Docente de la
Universidad Católica de Salta. Directora del Consejo de Investigaciones de la UCASAL.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 33 a 41
33
Marta de la Cuesta de Figueroa
En el segundo, a aquél joven llega a desilusionarse a priori, por su
desconocimiento sobre diversos aspectos de la disciplina que debe acometer lo que lo hace quedarse en el camino ¡Tantas veces vi tesis no realizadas
por no saber cómo transitar el camino de la investigación científica!
Me atrevo a decir que en este sentido sólo la experiencia iguala a aquellos
en cuyas cabezas se acumulan los temas con los que no tienen ni una idea.
Cuando cursaba el último año de la carrera de Historia comprendí
que había llegado el momento de concretar el tema de mi tesis de licenciatura. Fui de veras afortunada, porque desde el principio supe que debía
estudiar la institución capitular en Salta. Confieso que muy poco sabía del
tema; me fascinaba el edificio del Cabildo, sabía alguna de sus atribuciones, pero nada más. No faltaron consejos en el sentido de alejarme de tan
difícil tarea. Pero eso me llevó a aferrarme con más fuerza a mi elección.
Fue una especie de intuición que me puso en las puertas de mi verdadera
vocación, la Historia del Derecho.
Comencé a leer todo lo que podía sobre la institución capitular. Y
como el que busca encuentra, cayó en mis ávidas manos la obra cumbre de
Constantino Bayle S/j «Los Cabildos Seculares de América Hispana». Yo
tenía poco más de 20 años y antes de comenzar el ciclo de la licenciatura
ya tenía preparado el proyecto de investigación, el que había realizado sola
y que constituye en nuestra Universidad lo que se denomina «Tesis I». El
haber defendido obstinadamente este tema me permitió ser la primera
licenciada de la UCS (1972) y el Cabildo de Salta nunca me abandonó y
espero que no me abandone porque sigo teniendo planes con él.
Pero no siempre he pensado sola en mis temas. Una sugerencia generosa del Dr. Victor Tau Anzóategui me permitió ponerme en contacto con
un aspecto de la Historia que fue definitorio en mi vida intelectual. Esa
intervención hizo posible que al año siguiente (1973) comenzara a trabajar en «El origen del Poder Legislativo de Salta», y que surgieran (a partir
de entonces otra vez sola) tantos aspectos de la vida institucional de Salta
que no sólo nutren mis expectativas como investigadora sino también las
34
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
La elección del tema de investigación
de algunos de los estudiantes dirigidos por mí, (María Elena Silva Nieto,
Alejandra Cornejo Costas).
Muy lejos de mí está el personalizar este artículo. Solo quiero que
una experiencia propia sirva para explicar mejor lo que trataré de desarrollar a continuación. Por lo pronto, y trataré de demostrarlo, hemos visto
que ya sea contando con consejos o de forma más directa, se puede elegir
un tema de investigación.
II
Lo primero que suelen preguntarse aquellos que comienzan a investigar es ¿de qué manera seleccionaré el tema sobre el que voy a trabajar?
¿Cómo puedo evitar los temas extensos, demasiado generales? ¿Cuáles áreas
de mi profesión ofrecen la posibilidad de realizar un trabajo interesante, y
original?
Se supone que quienes se plantean estas preguntas tienen ya varios
años de estudio en la Universidad, que han frecuentado el trato de sus
profesores, de personas versadas quienes les han ofrecido sus consejos y
que han leído libros y asistido a cursos y conferencias que les pudieron
ayudar a conocer sus preferencias y las posibilidades de poder realizar un
trabajo de interés con éxito.
El futuro investigador en este paso fundamental como lo es la elección del tema, debe, como primera acción, hacer un examen de sus experiencias. Repasar viejas notas de clases, de libros y conferencias puede arrojar
interesantes datos sobre sus experiencias en un área específica.
También es útil recorrer las listas bibliográficas de trabajos en libros
o enciclopedias, como listas de tesis y ensayos artículos en revistas científicas. Esto permitirá tener en claro el estado de los problemas y analizar
cuáles puntos están aún sin resolver.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 33 a 41
35
Marta de la Cuesta de Figueroa
La investigación de aficionados resulta inútil y poco interesante, por
lo cual han de evitarse algunos errores que cometen los que creen que sin
preparación previa pueden emprender este camino.
El investigador debe ser un especialista en el campo que pretende
estudiar. Para producir algo estrictamente científico debe el investigador
en ciernes especializarse, teniendo en cuenta que la especialización tiene
también sus peligros.
Juan Roger Riviere decía al respecto:
a)
Fácilmente priva del trabajo de síntesis y de la necesaria armonía que debe reinar entre las ciencias.
b)
Hace ver las cosas unilateralmente, juzgándola toda desde el
punto de vista de la especialización.
c)
Deja a uno en la mayor ignorancia en otros conocimientos
trascendentales llegando a un especialista el hombre de un solo método,
de una sola opinión, de un solo punto de vista, en una palabra, el hombre
unilateral.
Ortega y Gasset dice:
«Es preciso que el hombre de ciencia deje de ser lo que hoy es con deplorable
frecuencia: un bárbaro que sabe mucho de una cosa. El especialista debe tener
cultura general»
Al respecto opinan Santiago Ramón y Cajal en El mundo a los ochenta años:
«Discrepo de quienes sostienen que un buen especialista puede ignorar cuanto
rebase el vinculo de su atención habitual. No: el sabio, además de la disciplina
especialmente cultivada queda obligado, si no quiere adocenarse a saber algo
de todo». 2
2
Roger Riviere, Juan. Metodología de la documentación científica. Confederación
española de cajas de ahorro. Madrid 1975- pp. 29.3
36
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
La elección del tema de investigación
Por su parte el P. Ireneo González enuncia algunas ventajas de la
especialización:
a)
El especialista puede investigar más a fondo una parte positiva de la ciencia, llegando a conclusiones y deducciones mucho más sólidas, las mejores obras científicas son las publicadas por especialistas.
b)
Puede encontrar un método mucho más perfecto en el trabajo; llegar a un conocimiento completo y a un uso mucho más expedito de
los subsidios o instrumentos de trabajo.
c)
Los adelantos científicos, en todos los ramos, vienen de
monografías especializadas, pues se requiere para ello consultar tal cantidad de datos, que sería imposible hacerlo de no restringirse a un campo
sumamente limitado.3
Charles Wright Mills recomienda tener un archivo personal privado
que se alimentará con anotaciones de hechos e ideas, notas bibliográficas,
resúmenes de libros. El estudio periódico de este material puede brindar
sugerencias para futuras investigaciones.
Otras fuentes de sugerencias son las siguientes:
a)
Programas de investigación de la misma universidad.
b)
La literatura de la especialidad, que se presenta de varias
maneras:
I.
Bibliografías, índices y resúmenes.
II.
Enciclopedias, libros de textos, antologías, ensayos bibliográficos y memorias de congresos
c)
Trabajos ya realizados pero que deban ser completados.
Otra fuente muy importante para seleccionar un tema de investigación es la consulta a personas versadas. Llamo así a los especialistas que
suelen ser de valiosa ayuda porque no sólo tienen conocimientos profun3
Idem.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 33 a 41
37
Marta de la Cuesta de Figueroa
dos sino también experiencia. A veces quienes se inician en la tarea de
investigación no se atreven a requerir el consejo de los que ya tienen un
renombre y se pierden la oportunidad de conocer personalidades muy
ricas e interesantes que con sus conocimientos pueden hacer más fácil la
tarea de los aspirantes a investigador. Lo que éstos no saben es que nada
gratifica más a un profesor o a un investigador que la consulta de los jóvenes.
En un viejo manual sobre informes de la Universidad de Puerto Rico
se consignan una serie de factores que deben considerarse en la elección de
un tema. Otros metodólogos posteriores también los analizan. Estos factores son: Interés, duplicación, prejuicios, viabilidad, utilidad, originalidad.
Interés
Mal podemos emprender un trabajo que puede llevarnos años de
investigación si el problema a tratar resulta indiferente, poco importante,
falto de interés.
Se recomienda no adoptar el primer tema que parezca ser interesante, ya que ésta no es la mejor práctica. Se deben buscar varias alternativas.
Luego, éstas deben sopesarse con cuidado, buscando las que sean de mayor interés y posible utilidad.
Una idea recomendable es hacer un tarjetero preliminar de posibles
temas.
En caso de que se asigne un tema al investigador sin darle oportunidad de participar en el proceso de selección, éste tiene que interesarse a
fondo por dicho problema, como consolidación para una eficaz labor de
investigación. Una reevaluación personal de las motivaciones que determinaron la selección del problema seguramente ha de proporcionar los estímulos necesarios para desarrollarlo. 4
4
Manual para la preparación de Informes y Tesis. Ed. Universitaria Puerto Rico. 1976.
Pág. 2.
38
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
La elección del tema de investigación
Duplicación
Cualquier tema que ha sido tratado con anterioridad, puede servir
para una nueva investigación sólo si ofrece las posibilidades de analizar
aspectos distintos. Lo que constituye duplicación es que se vaya a usar el
mismo enfoque.
En relación con estudios anteriores el trabajo puede ser novedoso en
los siguientes casos:
a)
Cuando el Investigador dispone de información más reciente. Esto justifica, por ejemplo, la publicación sucesiva de estudios económicos y sociales sobre la misma área, con base en estadísticas más recientes.
b)
Cuando el investigador dispone de información distinta de
la que sirvió de base al estudio anterior. Este sería el caso, por ejemplo, de
un estudio basado en estadísticas recopiladas por instituciones privadas,
en relación con otro estudio realizado con base de estadísticas oficiales.
c)
Cuando el investigador decide plantear el problema en forma distinta de la que sirvió para formularlo en el estudio anterior, en
materia de objetivos, contenido, hipótesis o procedimientos.
d)
Cuando el investigador decide que no existe una relación de
validez, una implicación necesaria entra la información que representan
las premisas del estudio anterior y las conclusiones establecidas en el mismo. 5
Viabilidad
El problema debe ser viable como tema de investigación, de acuerdo
con las condiciones objetivas y subjetivas que se ofrecen para resolverlo.
En primer lugar hay que tener en cuenta si se podrá disponer con
fuentes de información utilizables. Un tanteo inicial de cuáles son las po5
Ario Garza Mercado. Manuela de Técnicas de la Investigación. El colegio de México.
México. 1996. Pág. 31.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 33 a 41
39
Marta de la Cuesta de Figueroa
sibles fuentes de información, con anterioridad a la selección del tema, es
recomendable. El investigador debe cerciorarse de que podrá tener acceso
a bibliotecas, archivos y personas que les ofrezcan suficiente documentación.
Es entonces, necesario que la información, las teorías, los métodos y
las técnicas sean accesibles al interesado en términos de aptitud, preparación y experiencia del investigador.6
El tiempo y costo del proyecto deben ser tenidos en cuenta. Definido el tema hay que plantear una serie de preguntas de cuya respuesta
depende la viabilidad de la realización del proyecto.
Se debe saber con absoluta certeza los costos, el tiempo, los recursos
requeridos para poder comenzar el trabajo.
El científico avanzado sabe, después de elegir el tema sobre el que
va a investigar, la cantidad de tiempo –aunque sea aproximada– de lo que
invertirá para realizar su trabajo. Muchas veces el investigador debe abandonar su proyecto por falta de elementos que le pueden costar dinero del
que no dispone.
Esto es especialmente cierto en tesis que requieren grandes laboratorios o equipos especiales. También ocurre en investigaciones de naturaleza
teórica. Para efectuar algunas investigaciones es necesario además, visitar
pueblos, ciudades o países para recabar datos. Es imprescindible saber
previamente si se cuenta con un presupuesto adecuado o si puede solicitarlo a su Universidad, por ejemplo.
Así mismo es conveniente al elegir un tema de investigación, comprobar si el material que se requiere está disponible en las bibliotecas o
archivos locales.
6
40
Ario Garza Mercado. Ob Cit. pág 32.
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
La elección del tema de investigación
Utilidad
No es poco importante preguntarnos si el proyecto que nos proponemos realizar es útil a la comunidad o a nosotros mismos. Este factor de
utilidad está ligado al de interés. Mientras mayor sea la posibilidad de
producir un estudio útil, mayor ha de ser el interés en el proyecto.
Prejuicio
El investigador no debe permitir que prejuicios de índole alguna
nublen el razonamiento cuando selecciona un tema, se debe mantener
una actitud de crítica imparcial en todo momento y tener conciencia que
se va en busca de la verdad 7
El investigador que tome en cuenta los aspectos que hemos analizado
brevemente tendrá –aunque esté en el primer peldaño de la investigación– la seguridad de poder llegar a destino con soltura. Además, al seguir
esos pasos para elegir el tema irá haciéndose metódico y ordenado y se
entregará en el pensar reflexivo, condición sine qua non para el éxito de su
empresa.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Acosta Hoyos. L. E. «Guía práctica para la investigación y redacción de Informes» Paidós Educador. Bs. As. 1972.
Garza Mercado, Ario. «Técnicas de Investigación». El Colegio. México. 1990
Lopez Ruiz, Miguel. «El Proceso de Investigación». UNAM. México. 1996.
Manual para la preparación de Informes y Tesis. Universidad de Puerto Rico.
Puerto Rico, 2002.
Roger Riviere, Juan. «Metodología de la Documentación Científica». Confederación Española de Cajas de Ahorro. Madrid. 1995.
7
Manual para la preparación de informes y tesis. Puerto Rico. Pág. 2
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 33 a 41
41
El Método en la Historia Regional Argentina
EL MÉTODO EN LA HISTORIA REGIONAL ARGENTINA
Armando Raúl Bazán*
La palabra región tiene distintas connotaciones que se sustentan en
la geografía, la economía, la lengua, la cultura y también en el marco
político- institucional. Pero sin perjuicio de estas particularidades con la
que la palabra es usada corrientemente, en el campo de nuestros estudios
es propio hablar de región histórica cuyo significado no se agota en aquellos contenidos particulares sino que los comprende a todos cuando adopta como universo de análisis a un ámbito territorial específico para conocer
el comportamiento histórico de las comunidades que tienen su hábitat en
ese espacio determinado. Para ubicar la cuestión en la jurisdicción de la
Argentina, parece propio referirse a las regiones que integran su territorio
y participaron en la formación de la historia nacional. Algunas tienen prosapia, caso del Noroeste y Cuyo; otras se fueron configurando mas tardíamente como la región pampeana, el Noroeste y la Patagonia. Queda sobreentendido que esa tardía configuración no se refiere a su realidad geográfica sino a su realidad histórica donde la presencia y la acción del hombre son decisivas.
Las noticias más antiguas sobre la historia americana muestran la
precedencia cronológica de la región como marco de análisis para la crónica política y etnográfica. Cuando todavía no existían las nacionalidades
Hispanoamericanas, la crónica adopta como unidad de análisis a la región
aunque las palabras que utiliza para designarla sean otras como país, reino
o provincia. Esta comparación tiene especial validez para el Tucumán, Río
* Miembro de la Carrera de Investigador Científico del CONICET. Centro de Investigaciones históricas del NOA- UNCA.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 43 a 54
43
Armando Raúl Bazán
de la Plata y Cuyo. Así, la crónica indiana habla del reino o país de Tucma
cuando relata la incorporación de los pueblos aborígenes del Noroeste a la
jurisdicción del Tawantisuyo, e implícitamente considera a ese ámbito
geográfico como una unidad por encima de los particularismos étnicos y
culturales. Esa conceptuación regional está presente en autores como
Gracilaso de la Vega con sus Comentarios Reales, en Juan de Matienzo con
su libro «Gobierno del Perú» y perdura en los cronistas posteriores de los
siglos XVII y XVIII como Nicolás de Techo, Pedro Lozano y Pedro Francisco Charlevoix. El país de Tucma de los aborígenes se convirtió en el
Tucumán de la conquista y colonización españolas.
La organización político-administrativa adoptada por España se
adecuó a esa realidad pre-existente. Así fueron creadas la gobernación del
Tucumán, el Corregimiento de Cuyo dependiente de la Capitanía General de Chile y la Gobernación del Río de la Plata. Durante más de dos
siglos, la organización política fue representativa de la realidad geo-histórica de las regiones. En ese tiempo se fundaron las ciudades que hoy integran nuestro mapa político, se formo la sociedad criolla con el mestizaje
de los españoles e indígenas, se organizo un sistema económico polarizado
en centros de poder como Potosí, buenos Aires y Chile, y se plasmó una
cultura homogénea y mestiza, semejante pero distinta a la que provenía de
Madre Patria y a las supervivencias precolombinas.
Producida la Revolución de Mayo, surge la propuesta del Cabildo
jujeño para estructurar de manera diferente el espacio geo-político rioplatense. La estructura de las gobernaciones –intendencias sustentadas en la
región– quiso ser cambiada por otra que asegurara la autonomía de las
ciudades sufragáneas subordinada por el viejo régimen a la autoridad de
las autoridades de las cabeceras de Intendencia. Ésta debía ser la organización política del nuevo sistema nacido en mayo de 1810 mediante la participación de los Cabildos indianos, sin distinción de jerarquías. La
intencionalidad profunda era reclamar «el cumplimiento de las solemnes promesas de establecer la absoluta igualdad de derechos de todos los pueblos» como
lo expresó el diputado jujeño canónigo Juan Ignacio de Gorriti. Dicha
propuesta que sustituía el eje regional por el eje municipal, si bien no fue
44
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
El Método en la Historia Regional Argentina
acogida por el gobierno central, estaba diseñando teóricamente el esquema de organización política que la dinámica histórica hizo prevalecer a
partir de 1820 con el nacimiento de las provincias sobre el cuerpo de los
viejos municipios indianos: La Rioja, Santiago del Estero, San Juan, San
Luis, Entre Ríos, Catamarca, Corrientes y tardíamente Jujuy. Esa fractura
de las gobernaciones regionales respondió a tensiones internas manifestadas en el ámbito de la región, a conflictos de intereses políticos y económicos, algunos de vieja data, como el que existía entre Jujuy y Salta, pero
también a la vigencia de sentimientos localistas claramente manifestados,
que ponían el acento sobre las singularidades terruñeras debilitando el
sentido de pertenencia regional. Así se estructuraron las provincias históricas sobre el marco del antiguo municipio indiano. Hasta la Organización nacional ellas funcionaron como pequeñas repúblicas, confederadas
mediante pactos que delegaron el manejo de las relaciones exteriores en la
persona del gobernador de Buenos Aires.
Ese modelo de organización político-administrativa tuvo influencia
decisiva en la historiografía. Así como en el ámbito continental, la Historia General de América se fracturó en historias nacionales a partir de la
emancipación con el surgimiento de las nacionalidades, en el territorio
argentino la entidad región se fue desdibujando como universo de análisis
para dar lugar al nacimiento de las historias provinciales. La primera versión fue escrita por el jujeño Joaquín Carrillo, en 1877, con su obra Jujuy,
Provincia Federal Argentina, Apuntes de su Historia Civil A partir de ese
momento se fueron consolidando las historias provinciales con el legítimo
empeño de reconocer la singularidad local y de puntualizar la contribución de la «patria chica» a la formación nacional aunque sin perder de vista
la idea y el sentimiento de unidad con la patria común.
En el estado actual de nuestra historiografía podemos decir que ella
se expresa a través de dos vertientes: las historias nacionales, abarcadoras
de la totalidad de la realidad histórica pero que ponen el acento sobre los
cambios producidos desde Buenos Aires, al centro de las decisiones nacionales; y las historias provinciales, que se proponen rescatar la memoria de
los hechos y de los hombres que actuando en el ámbito lugareño protagoNihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 43 a 54
45
Armando Raúl Bazán
nizaron su historia y dieron presencia a su tierra en el escenario nacional.
Estas historias provinciales, algunas excelentes, salvaron omisiones deslizadas en las historias nacionales sobre la verdadera contribución de los
pueblos del interior en la gestación del pasado común. Al respecto, Pérez
Amuschástegui puntualizó el prejuicio sostenido por varios autores que
subestiman la importancia de las historias provinciales, y sólo consideran
historia nacional la que se escribe desde Buenos Aires, e historia menor la
que se produce en las provincias. En rigor, esto no es así: las historias
provinciales han enriquecido notablemente la visión de la historia nacional y han contribuido a rescatar del olvido importantes contribuciones de
los hombres del interior en el dominio del pensamiento, de las instituciones políticas, culturales y educativas, de los cambios sociales y económicos, y también de la preservación de nuestra identidad nacional.
Asistimos, ahora, a la manifestación de una nueva perspectiva de análisis para abordar el conocimiento de la historia argentina. Se han escrito
numerosas historias nacionales; se han escrito varias historias provinciales,
pero importantes cuestiones han quedado sin explicación satisfactoria.
Ambos géneros se apoyan en estructuras político-administrativas de tardía
constitución cuyos elementos no agotan el universo de la realidad histórica. La Nación contiene en su seno diversidades profundas de tipo étnico,
social, cultural y económico, que se hicieron patentes a partir de la formación de la Argentina moderna cuando su clase dirigente adopta el plan del
progreso y con la inmigración masiva, el tendido del ferrocarril y el aprovechamiento económico de la Pampa Húmeda, cambio la fisonomía del
país tradicional. Las provincias son de suyo realidad histórica diferente y
poseen rasgos comunes sustantivos respecto de sus vecinas de la misma
región a la que siempre pertenecieron, desde el tiempo pre-colombino.
Así, pues, la región histórica, por ser anterior a la Nación y a las provincias
constituye el universo de análisis más apropiado para el conocimiento histórico, pues ahí se dieron los elementos constitutivos que por agregación
de jurisdicciones políticas dieron forma a la Nación, y que por parcelamiento también político dieron origen a las Provincias.
46
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
El Método en la Historia Regional Argentina
Esto ya lo vieron algunos lúcidos historiadores y escritores argentinos como Paul Groussac, autor de un Ensayo histórico sobre el Tucumán
(1882), Juan B. Terán, que escribió el libro Tucumán y el Norte argentino
(1910), y Bernardo Canal Feijoo con su obra De la estructura mediterránea
argentina (1948). Terán sostiene que «el norte argentino es una unidad
histórica» y que su división política es un hecho relativamente moderno.
En su sentir, esa unidad reposa en la tradición histórica, el medio geográfico, la semejanza étnica y la evolución moral conjunta. Y su libro tiende a
demostrar esa unidad estructural de la región. Su teoría fue enriquecida y
profundizada más tarde por el santiagueño Bernardo Canal Feijoo, partiendo del análisis sociológico y de la planificación socio-económica. Él
acuño la premisa de que el Norte Argentino es la región «más
histológicamente integrada de la Argentina», a despecho de los limites
interiores convencionales creados por el hombre para estructurar políticamente a las provincias. ¿Cómo entender, pues, esa unidad estructural,
partiendo desde formas políticas que se constituyeron más tarde, a despecho de la misma?
Esto nos impone la necesidad de elaborar un método adecuado para
investigar esa realidad estructural con rasgos homogéneos que es la región.
Puestos en esa tarea, trataremos de definir las categorías de análisis específicas de la historia regional a fin de hacer un abordaje orgánico de la misma. Éstas son las siguientes:
1.
El factor geográfico
La región histórica tiene su sustentación geográfica que debe ser considerada por el historiador. Ella se expresa por un continuo geográfico
cuya unidad no consiste necesariamente en la uniformidad de sus caracteres físicos y recursos naturales sino que se expresa también en la diversidad
de zonas naturales contiguas y complementarias cuya disposición objetiva
favorece la integración social influyendo en la instalación humana, condicionando las formas de aprovechamiento de los recursos naturales y generando fenómenos de complementación e interdependencia de las comunidades regionales.
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Armando Raúl Bazán
Esa unidad geográfica existe en el ámbito del Noroeste y también en
Cuyo, la Pampa húmeda, el Nordeste y la Patagonia. En cada caso, se trata
de distinguir las variables geográficas que componen esa unidad. Esto debe
ser materia de un análisis pormenorizado.
2.
El Factor étnico-social
Muy importante como parámetro para medir la identidad de una
sociedad regional. Comprende la lengua, los usos y costumbres, las expresiones literarias y artísticas, el folklore y la cosmovisión frente al pasado
histórico y al medio geográfico. En el Noroeste, así como hubo un mestizaje de la sangre se operó también un mestizaje cultural. Para entender ese
fenómeno conviene señalar que los pueblos aborígenes del Tucumán habían alcanzado un desarrollo cultural importante. A diferencia de los grupos cazadores y recolectores del Litoral fluvial cuyo estadio cultural era
abismalmente inferior al de los colonizadores españoles, en el Noroeste
florecieron desde comienzos de la era cristiana distintas culturas sedentarias agro-alfareras que trabajaban los metales, especialmente el cobre y el
oro. Antes de que ocurriera la conquista española, la Nación Diaguita
estaba recibiendo la influencia del Imperio Incaico, penetración que tomó
forma de una verdadera conquista hacia 1480 bajo el reinado de Tupac
Yupanqui. Los invasores construyeron un camino, llamado del Inca, que
se internaba en el corazón del territorio diaguita por la quebrada de
Huamahuaca y seguía por los valles occidentales de Salta, Tucumán,
Catamarca, La Rioja y terminaba en el Puente del Inca, Mendoza. Ese
camino fue un instrumento de civilización, de igual modo que la lengua
quechua que se difundió en el Tucumán y comenzó a ser hablada junto a
las lenguas autóctonas como el cacán de los diaguitas. Ese desarrollo cultural facilitó el mestizaje con el sistema español. No hubo pugna generalizada entre los dos mundos. En muchos lugares, la ocupación del territorio por los españoles fue pacífica y si bien hubo casos de choque y alzamientos masivos, como sucedió con las Guerras Calchaquíes, ellos se produjeron por la excesiva codicia de las autoridades y encomenderos que
infringieron las normas del derecho natural y la propia legislación dictada
por la Corona para proteger al indígena.
48
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
El Método en la Historia Regional Argentina
En el ámbito lingüístico y lexicográfico hay evidencias de que le hombre del Noroeste posee formas expresivas que le dan identidad. Su habla
corriente posee arcaísmos castellanos e indigenismos que han sido estudiados por autores como Samuel Lafone Quevedo, Dardo de la Vega, Federico E. Pais y Elena M. Rojas. También la toponimia y la onomástica regionales están plagadas de voces de origen quechua y cacán, y en Santiago del
Estero se da un fenómeno de bilingüismo indo hispánico. Parte de su
población habla el quechua corrientemente, sin perjuicio del uso del español, tema examinado por Domingo Bravo y Elbio Aroldo Ávila.
En el mundo de las creencias religiosas, las fiestas tradicionales con
vigorosa vigencia, demuestran que bajo el ropaje del catolicismo hay manifestaciones de genuina religiosidad popular de filiación indígena que la
Iglesia Católica ha terminado por aceptar. Es lo que sucede con las fiestas
tradicionales de San Nicolás de Bari y del Señor de la Peña, en La Rioja,
estudiadas por Julián Caseres Fereyre. En la primera participan los descendientes de una antigua cofradía de naturales, los «aillis», vestidos con un
ropaje típico de pleno colorido, quienes durante los días del novenario
rinden su homenaje al Santo entonando un canto de alabanza acompañado por el ritmo de una caja india. Ese cántico religioso se ha transmitido
por vía oral en lengua quechua, forma dialectal usada en la zona de Chichas,
sud de Bolivia. En la ceremonia del Tinkunaku o «Encuentro», que se
celebra todos los años el 31 de diciembre, a mediodía, participan las cofradías de los «aillis» y de los «alféreces» acompañando las imágenes del Niño
Alcalde y de San Nicolás, respectivamente. Esta ceremonia, donde se conjugan elementos hispánicos e indígenas, fue oficializada recién por la Iglesia a comienzos del presente siglo.
En orden a la expresión literaria, ésta revela de manera significativa la
impronta telúrica regional. El paisaje, la fauna autóctona, los usos y costumbre, la tradición histórica, la problemática espiritual del hombre lugareño constituyen la temática inspirativa de los autores más representativos en los géneros de la poesía, la narrativa y el teatro, Joaquín V. González,
Cesar Carrizo y Ángel Maria Vargas (La Rioja); Carlos B. Quiroga, Luís
Franco y Juan Oscar Ponferrada (Catamarca); Ricardo Rojas, Bernardo
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 43 a 54
49
Armando Raúl Bazán
Canal Feijoo y Clementina Rosa Quenel (Santiago del Estero); Pablo Rojas Paz y Fausto Burgos (Tucumán); Juan Carlos Dávalos y Manuel J. Castilla
(Salta); Domingo Zerpa y Jorge Calvetti (Jujuy).
La identidad del noroeste se expresa también en la música y las
artesanías. Así como el tango es la música representativa del país aluvial, la
zamba y la chacarera definen musicalmente al país tradicional. La región
ha dado a nuestro país formas musicales que se han difundido por el mundo a través del disco y de la actuación viva de consagrados intérpretes. Ese
lenguaje musical ha inspirado también construcciones más ambiciosas en
el género sinfónico, caso de la «Rapsodia Santiagueña» de Manuel Gómez
Carrillo, estrenada en París en 1926 e incluida en el repertorio de nuestra
Sinfónica Nacional.
Las artesanías populares constituyen otro parámetro para mediar la
unidad cultural de una región. Esto es válido para el noroeste y también
para las otras regiones argentinas. Si ellas tienen vigencia pese a la presión
disolvente de las manufacturas industriales, eso indica que los oficios manuales tradicionales siguen expresando la persistencia de un estilo de vida
que se resiste a sucumbir frente al avance tecnológico. Las artesanías del
tejido y de la cerámica especialmente, dan ocupación a mucha gente y
logran buena colocación en el mercado nacional e incluso mundial. Verbigracia, alfombras, tapices y ponchos catamarqueños logran niveles de excelencia y no podrían ser reemplazados por las manufacturas industriales
destinadas a servir los mismos o parecidos requerimientos del mercado
consumidor.
4. El factor económico
Los géneros de producción y las formas de comercialización, los sistemas de aprovechamiento de los recursos naturales, el grado de incorporación de tecnología a la producción agropecuaria e industrial, los sistemas de financiamiento para la producción agropecuaria y su adecuación a
la dimensión de los mercados, son variables que sirven para medir el estadio económico de una sociedad. En la etapa histórica, esos estadios evolu50
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
El Método en la Historia Regional Argentina
cionaron desde un mercado regional restringido, al nivel más complejo
impuesto por la formación de un mercado nacional y a la inserción de éste
en el mercado europeo y mundial. El primitivo comercio de trueque y la
moneda de la tierra fueron suplantados progresivamente por la economía
monetaria y pre capitalista. La producción agropecuaria se complementa
con las manufacturas artesanales hasta la irrupción de la Revolución Industrial, con la máquina y la producción en serie que rebajó costos y mejoró la calidad. Esta competencia creó un grave problema al país tradicional por el ingreso de la manufactura europea, mayormente inglesa, entrada por el puerto de Buenos Aires a partir del reglamento de libre comercio
de 1809. Por necesidad de subsistencia, el país interior se amparó en el
proteccionismo de las aduanas interiores frente al libre cambio sostenido
por los ganaderos y comerciantes importadores de Buenos Aires. Esta pugna
de intereses económicos contribuye a explicar el proceso político de nuestras guerras civiles, entre la ciudad-puerto cada vez más próspera por el
comercio de cueros y el control de la aduana, con su interior empobrecimiento. El primer intérprete de este proceso histórico donde se conjugaban factores políticos y económicos fue el historiador Juan Álvarez, en
1916, con su estudio sobre las Guerras Civiles Argentinas. Cuando se
desencadenó la Guerra de la Emancipación, el Noroeste vio arruinarse el
próspero negocio de la internación de mulas al Alto y Bajo Perú. Entonces
el polo comercial pasó a ser el puerto de Buenos Aires donde no había
demanda para esa producción.
La sociedad del Noroeste fue durante la época colonial y hasta promediar el siglo XIX agropecuario y artesanal. Y lo mismo sucedió en Cuyo,
nudo de un comercio interregional con Chile, Buenos Aires y el Noroeste. A
partir de ese momento, se desarrolla también la explotación minera en
Catamarca, La Rioja, San Juan y Jujuy, con buen nivel tecnológico especialmente en la primera. Pero el sistema de transporte era rudimentario: arreas
de mulas que llevaban el cobre en barras hasta el puerto de Rosario, primero
y después hasta la punta de riel del Central Argentino en Córdoba.
El arribo del ferrocarril Central Norte a Tucumán, en 1876, y del
ferrocarril Andino a Mendoza y San Juan, en 1885, cambió profundaNihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 43 a 54
51
Armando Raúl Bazán
mente los ejes de la circulación económica. Los pueblos que quedaron
marginados por el riel empezaron a languidecer. Esto sucedió en Cuyo
con la zona de Jáchal, en Catamarca, La Rioja y todos los pueblos ubicados sobre el antiguo camino real del Perú donde hasta la ciudad de Santiago del Estero quedó marginada por el trazado ferroviario. Tucumán y Cuyo
iniciaron su despegue agro-industrial. En la primera, con la instalación de
modernos ingenios azucareros que incrementaron notablemente la producción, estimularon la expansión de la superficie sembrada con caña y la
demanda de mano de obra permanente y transitoria. Esto generó una
importante migración interna de trabajadores provenientes de Santiago
del Estero y Catamarca, principalmente. Pasaron muchos años hasta que
otras provincias del Noroeste pudieran iniciar su despegue agro-industrial, caso de Salta, con el ingenio San Martín de Tabacal fundado en
1918. La Rioja se vio afectada en su producción artesanal de vinos con la
radicación en Mendoza de modernas bodegas de avanzada tecnología, que
hicieron dañosa competencia en precio, variedad y calidad del producto.
En Cuyo, los cambios reportados por esa transformación industrial fueron
notables en la faz económica y social. No es éste el momento de analizarlos.
Todos estos fenómenos económicos con impacto social y demográfico deben ser visualizados para comprender históricamente el avance de
Tucumán y Mendoza, polos de desarrollo no competitivos de la producción de la Pampa Húmeda, y la decadencia de la región Noroeste y zonas
tradicionales de la región cuyana.
5°. El Factor político
Lo político expresa también una forma de identidad, de sentido de
pertenencia terruñera. Lo regional y lo nacional no son términos antitéticos.
Lo regional denota una pluralidad estructural que se resuelve sin violencia
en la unidad nacional cuando ésta toma forma institucional. Existió antes
de la Organización Constitucional de la Nación con nombres propios como
Tucumán, Cuyo, Buenos Aires, Litoral. Esa estructura se fragmentó políticamente en la época independiente cuando los municipios sufragáneos
de las gobernaciones-intendencias adquieren rango provincial por virtud
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Consejo de Investigaciones de la Ucasal
El Método en la Historia Regional Argentina
de procesos autonómicos que diseñan el mapa político de la Argentina
histórica. Pero esta nueva realidad no hizo desaparecer la conciencia de
unidad regional sustentada en comunes tradiciones, problemas y necesidades. Ella fue el soporte de emprendimientos regionales como la Liga del
Norte contra el poder portuario y centralista del gobernador de Buenos
Aires don Juan Manuel de Rosas, y de otras iniciativas que llegaron después caso de la Confederación de Gobernadores del Noroeste (Salta, 1926)
y del Congreso del P.I.N.O.A. (Santiago del Estero, 1946).
Sin perjuicio de reconocer la existencia de actitudes de suficiencia
localista que privilegian a la provincia sobre la región, los hombres más
lúcidos saben que la verdadera satisfacción de las necesidades políticas y
económicas en el marco del sistema federal sólo podrá lograrse mediante la
concertación regional. Es más, por la unidad regional pasa el camino para
recuperar la vigencia auténtica del sistema federal adoptado normativamente
por la Constitución Nacional pero desvirtuado en los hechos por un comportamiento político unitario, contradicción que ha consolidado una verdadera distorsión centralista manifestada en los avances del gobierno nacional sobre las autonomías sin hallar adecuada resistencia por parte de las
provincias, como lo ha puntualizado con acierto Pedro J. Frías en El comportamiento federal en la Argentina, Eudeba, Buenos Aires).
Estas categorías de análisis para el estudio de la historia regional han
sido formuladas a partir de una teoría de la región histórica cuyos principales expositores han sido Juan B. Terán y Bernardo Canal Feijóo, y de los
problemas concretos que nos planteó el estudio sobre el desarrollo histórico de la región Noroeste, sin duda la de perfil más homogéneo entre las
regiones constitutivas de la Nación Argentina. Estimo, sin embargo, que
el método tiene validez para abordar el estudio de las otras regiones: Cuyo,
Pampa Húmeda, Nordeste, Patagonia. En cada caso, seguramente, el análisis histórico según dichos parámetros conducirá a conclusiones distintas
que son propias del pluralismo regional argentino. Algunas de esas diferencias han sido señaladas de paso en este trabajo, pero está haciendo falta
la iniciativa de nuestros historiadores para el abordaje específico de cada
región como universo de análisis. Este género historiográfico tiene en alNihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 43 a 54
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Armando Raúl Bazán
gunos países europeos importante desarrollo, caso de España, nación donde perdura un vigoroso regionalismo. El País Vasco, Galicia, Castilla, Cataluña, Andalucía, son regiones con personalidad histórica propia que no
ha sido alterada por la estructura político-administrativa de las provincias
organizadas en sus respectivos espacios geográficos. Y en una dimensión
más amplia, la de la macro-región, que desborda incluso los límites nacionales, sigue siendo modelo en el género la clásica obra de Fernand Braudel,
El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II , cuya
edición definitiva fue hecha en París en 1966 y reeditada por el Fondo de
Cultura Económica, México, 1981.
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Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Una experiencia personal de la metodología de la investigación histórica
UNA EXPERIENCIA PERSONAL RESPECTO DE LA
METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA
Teresa Piossek Prebisch*
Hace muchos años la vida me llevó a emprender mi primera investigación histórica. Ocurrió a raíz de la curiosidad que me despertó uno de
los personajes más singulares de la Historia del Noroeste argentino en el
período virreinal: el andaluz Pedro Bohórquez. Era un embaucador profesional y, entre 1656 y 1959, consumó en la antigua Gobernación del
Tucumán1 su máximo embaucamiento al hacerse pasar por descendiente
del último Inca Atahualpa y lograr engañar a indios calchaquíes, autoridades, vecinos de algunas ciudades y misioneros jesuitas con promesas de
prosperidad sagazmente adecuadas a los anhelos de cada sector.
El personaje no era desconocido; solía mencionárselo en textos de
Historia y había inspirado alguna narración literaria aunque siempre tratado más bien como un ejemplar del género picaresco. Yo intuía que
encasillarlo así era una limitación, me decía que había en él y en los sucesos que protagonizó algo más complejo que merecía ser sacado a la luz. En
otras palabras, percibía que el estudio del personaje, en su dimensión más
profunda, aún no había sido realizado.
* Historiadora. Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia.
1
La Gobernación del Tucumán –a veces también llamada Provincia del Tucumán–
abarcaba las actuales provincias argentinas de Jujuy, Salta, Catamarca, La Rioja, Córdoba,
Santiago del Estero, Tucumán y franja occidental del Chaco y Formosa. Tenía aproximadamente 700.000 km2 de extensión.
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55
Teresa Piossek de Prebisch
Aunque era egresada universitaria, por entonces estaba alejada de los
claustros académicos razón por la cual emprendí la investigación en soledad, enfrentándome, desde el primer momento al desafío de cómo hacerla, de cuál metodología seguir. Mi única guía eran mis propios criterios;
fue como encontrarme en territorio desconocido y verme obligada a transitar por él tanteando, adivinando, probando los rumbos que me condujeran al objetivo final.
En el momento inicial jamás imaginé que ese aventurero viaje intelectual me tomaría más de ocho años durante los cuales armé la metodología que adopté para todas las investigaciones que habría emprender posteriormente. Fue una experiencia que estuvo compuesta de varias etapas,
que resultó muy interesante y que intentaré transmitir.
Primera etapa: Elección del tema y recopilación de información
Obviamente, la primera etapa de toda investigación es tener un
tema elegido. Yo ya lo tenía, pero el único dato concreto con que contaba
era que el personaje Pedro Bohórquez había existido dejando tras de sí una
estela engañosamente ligera que no me brindaba el basamento sobre el
cuál reconstruir fehacientemente su trayectoria. Allí se me planteó el primer reto: ¿dónde conseguir esa información vital para mi propósito? Hallarla se transformó en una verdadera peregrinación detectivesca que me
llevó a revolver ficheros de bibliotecas y archivos, y a ponerme en contacto
con personas que pudieran darme pistas. Una de ellas fue Roberto Zavalía
Matienzo, director del Archivo Histórico de Tucumán, que generosamente me prestó la Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y
Tucumán del P. Pedro Lozano S.J.
El historiador jesuita dedica varios capítulos de su obra al caso
Bohórquez, pero no quedé satisfecha con la forma en que estaba tratando
porque sentía que estaba reducido a un simplista conflicto entre «buenos»
y «malos». Los «buenos» eran los cuatro misioneros jesuitas de las misiones de San Carlos y Santa María en los Valles Calchaquíes, y el obispo. Los
«malos», el gobernador del Tucumán y los vecinos de algunas ciudades
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Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Una experiencia personal de la metodología de la investigación histórica
quienes, codiciosos de rápida fortuna, se habían esforzado por exaltar a
Pedro Bohórquez como Inca de los calchaquíes, desoyendo las prudentes y
ominosas advertencias hechas desde el bando de los «buenos».
Continué la búsqueda de otras fuentes documentales y tuve mi recompensa un año después cuando, en la Biblioteca de la Universidad del
Salvador, de Buenos Aires, encontré lo que resultó ser la mina de oro de mi
investigación: la Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del
Paraguay de P. Pedro Pastells S.J. en un inventario de los documentos relativos a la provincia jesuítica de ese nombre –que incluía al antiguo
Tucumán–, existentes en el Archivo General de Indias de Sevilla. De sólo
leer los títulos de los numerosos documentos relativos al caso Bohórquez,
corroboré lo que había intuido desde el comienzo: que los sucesos protagonizados por él habían sido complejos y graves, como que habían desencadenado la Tercera Guerra Calchaquí.
Gracias a cartas de recomendación de los historiadores Josefina Cruz
y Raúl Molina hice contacto con el Archivo de Indias y –con la ayuda
económica de mis padres– pude adquirir los documentos, pero cuando los
recibí, caí en la desesperación: venían en diapositivas. Pacientemente recorte una por una– cada cual correspondía a un folio– las enmarqué y,
mediante un proyector, pude finalmente tener expuestos ante mis ojos los
documentos tan deseados, pero entonces por segunda vez caí en la desesperación: estaban escritos en la enrevesada caligrafía del siglo XVII que me
resultaba prácticamente ilegible. ¿Qué hacer? Lo único posible: ponerme
de cabeza a entenderla, lo que me significó realizar autodidácticamente un
curso acelerado de Paleografía.
A medida que descifraba los documentos, los transcribía a máquina, pero a continuación se me planteó otra tarea: poner las puntuaciones
en los párrafos que se extendían por casi toda una carilla, sin dar respiro al
lector. Hacerlo requería mucha atención y razonamiento porque un punto
mal ubicado podía cambiar el sentido de lo escrito.
El ejercicio de leer y releer la cuantiosa información brindada por
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 55 a 6 2
57
Teresa Piossek de Prebisch
los documentos del Archivo de Indias me llevó a comprobar cuán acertada
había estado al no satisfacerme con el relato del caso Bohórquez hecho por
el P. Lozano. A la luz de esos documentos los sucesos demostraban haber
sido muy diferentes, como diferente era el reparto de culpas entre los
protagonistas del suceso:
No sólo los vecinos de algunas ciudades y el gobernador del Tucumán
habían sido responsables del encumbramiento de Bohórquez – quien llegó a ser coronado como Inca y designado lugarteniente general, capitán de
guerra y justicia mayor de los Valles Calchaquíes-. Por el contrario, también habían tenido decisiva responsabilidad los misioneros jesuitas, envueltos, como todos los restantes actores –excepto el obispo–, en la telaraña de engaños tejida por el habilísimo embaucador y cegados por sus
brillantes promesas.
Mientras tanto continuaba con mi paciente búsqueda de más documentos de cuya existencia tenía noticia por la bibliografía de algunas
obras consultadas. El P. Guillermo Furlong S.J me prestó las Cartas Anuas
del Paraguay, 1658-1680, traducidas por el P. Carlos Leonhardt S.J, pero
mi hallazgo más importante después del libro del P. Pastells, fue un documento que encontré en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro; la Relación Histórica de Calchaquí escrita por el P. Hernando de Torreblanca. Fue
uno de los misioneros en los Valles Calchaquíes, conoció personalmente a
Bohórquez, sucumbió a sus embaucamientos y contribuyó a su encubrimiento. Ya viejo y arrepentido, dejó un valioso testimonio de los sucesos
aunque, lamentablemente, los narró de modo de atenuar su responsabilidad para salvar su honor y el de la Orden, aunque sin objetividad, a costa
de cargar las tintas especialmente contra el gobernador del Tucumán. Al
leerlo, comprobé que el P. Lozano se había basado en esta relación para
escribir los capítulos relativos al caso Bohórquez. El no tuvo, como tuve
yo, acceso a la riquísima documentación del Archivo de Indias que muestra la otra parte de la realidad y siguió fielmente la versión parcial de
Torreblanca erigiéndola en la única que se conoció durante más de dos
siglos.
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Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Una experiencia personal de la metodología de la investigación histórica
Segunda Etapa: Comprensión y organización del material
Varios años transcurrieron en esta etapa de búsqueda y recopilación
y, al finalizarla, me encontré con un valioso cuerpo de documentación
sobre el caso Bohórquez, cálculo que un 80% inédito. En el tiempo que
pasé conviviendo literalmente con los documentos históricos advertí la
necesidad de leerlos varias veces, analizándolos para captar el valor de cada
palabra. Como en la tarea yo era mi propio jefe y no estaba sometida a
fechas perentorias de finalización, pude darme el lujo de hacerla sin el
apuro que puede ser enemigo de la comprensión profunda de aquello que
los documentos atesoran. Sentí que sólo trabajándolos con calma y hasta
delectación podía llegar a hacerme una opinión propia de los sucesos narrados y captar la personalidad de los personajes involucrados.
Simultáneamente leía lo escrito por historiadores serios, en relación
al tema y a su época; además, dadas la región y el momento histórico en
que se produjo el caso Bohórquez, me resultó imprescindible recurrir al
auxilio de otras ciencias, la Arqueología, la Antropología y, obviamente, la
Geografía que tanto influyen en la idiosincrasia y en las acciones del ser
humano, el protagonista por excelencia de la Historia. En este aspecto
tuve la invalorable colaboración de mi esposo, el Ing. Ossian Carlos
Lindholm, gran viajero con quien recorrí los sitios escenario de las andanzas
del embaucador andaluz pudiendo recibir las vivencias del paisaje. Igualmente recurrí a la ayuda de mapas, desde los dibujados en tiempos cercanos a los sucesos, hasta los más modernos publicados por el Instituto Geográfico militar. Por entonces no existía ese maravilloso instrumento del
que disponen los investigadores actuales: la fotografía satelital que brinda
la posibilidad de ver el espacio geográfico literalmente desde el cielo, en
toda su amplitud.
Respecto a la organización del material reunido, el primer
paso fue ordenarlo haciendo la cronología más minuciosa posible, año por
año, mes por mes y día a día, consignando nombres de personas y lugares.
En investigaciones del carácter de la que describo, la cronología es la columna vertebral de la tarea.
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Teresa Piossek de Prebisch
Tercera etapa: Maduración y compromiso ético
Cumplidas estas etapas, finalmente tenía la «materia prima» consistente en la información aportada por las fuentes documentales recopilada,
ordenada y madurada. ¿Y en qué consiste la maduración en el caso de la
investigación histórica? En que hay que analizar los documentos racionalmente, en un esfuerzo por buscar la objetividad, aunque dando siempre
espacio a la emoción, único modo de compenetrarse con el alma de los
personajes históricos y de los sucesos que protagonizaron. Comprendí que
el historiador debe tener siempre presente que trabaja con seres humanos
quienes, no obstante haber muerto hace siglos, continúan haciéndose presentes, irradiando su personalidad a través del testimonio escrito, revelándonos su modo de ser, transmitiéndonos su idiosincrasia que es la fuerza
primera que motoriza la marcha de los sucesos. De la armonización entre
análisis racional de la información documental y la comprensión, por la
emoción, del factor humano subyacente en ella, nace la buena Historia,
pero hay algo más que ésta requiere: compromiso ético.
Esta idea surgió a raíz de aquello a lo que antes me referí: a la falta
de ecunimidad que el P. Torreblanca tuvo al escribir su Relación, falta que
P. Lozano repitió un siglo después, al tomarla como fuente principal de los
capítulos de su Historia. Esta evidencia me mostró el peligroso poder que
tiene el historiador de disponer de la dignidad de los personajes o manipular os acontecimientos a la medida de sus propósitos. De allí que me
convenciera de que una de las disciplinas a que debe someterse es la de
imponerse un compromiso ético.
Ante la perspectiva de narrar el caso Bohórquez me dije que, para
exponer el asunto con ecuanimidad, me resultaba inevitable hacer una
suerte de revisionismo histórico. Me surgió, entonces, un dilema: los misioneros jesuitas habían estado muy comprometidos con el encumbramiento de Bohórquez; el P. Guillermo Furlong, que tanto me ayudaba, era
jesuita, luego, ¿Cómo lo tomaría cuando le contara acerca de los testimonios que había hallado en los documentos –que no los dejaban bien parados– y le anunciara que los usaría en mi trabajo? Fui a visitarlo y le hice mi
60
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Una experiencia personal de la metodología de la investigación histórica
planteo: él me comprendió y continuó ayudándome como hasta entonces
lo había hecho.
Si me propondría realizar un trabajo serio, no debía contaminar el
asunto objeto de mi investigación con verdades a medias, con tergiversaciones, pero ¿Cuál era la fórmula para no hacerlo? La más segura y honesta
era la que, desde entonces, ha sido la regla número uno de todas mis
investigaciones: ceñirme fielmente al testimonio de las fuentes documentales. De ellas debían salir las palabras que pondría en boca de los personajes históricos o las acciones que les adjudicaría; de las informaciones que
ellas brindaran surgiría la personalidad, la inocencia o culpabilidad de
cada uno. Dicho de otra forma: debía hacer que los documentos fueran los
que hablaran, ya que incluyéndolos dentro del cuerpo del texto o poniéndolos en notas que permitieran al lector remitirse a la fuente para corroborar por si mismos los hechos.
Llegado a este punto deseo responder a una pregunta que me hice a
mi misma: En el propósito de obedecer a la norma de mantenerse fiel a las
fuentes documentales ¿es lícito que el historiador recurra a la investigación? Sí lo es, siempre y cuando ésta sea necesaria para contribuir a crear el
ambiente histórico dentro del cual ubicar la información obtenida de esas
fuentes. No lo es cuando, por el contrario, desvirtúa o altera la verdad
histórica no respetando las normas éticas que antes mencioné.
Otra cosa que aprendí es que el historiador siempre debe tener en
cuenta ubicarse en el momento histórico en que se sucedieron los acontecimientos para no caer en el error del anacronismo, es decir, de juzgarlos
según valoraciones propias del presente que no regían en el pasado, lo que
lleva inevitablemente a errores de apreciación, a veces graves.
Cuarta etapa: Dar a conocer el resultado de la investigación
Cuando llegué a esta etapa final, definitoria de cómo iba a presentar
al lector el fruto de mi investigación, me dije que el historiador debe esforzarse por ser un buen escritor y para ello hay un solo camino: conocer y
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Constanza Ceruti
obedecer las reglas de la Gramática que el diccionario define como «El arte
de hablar y escribir correctamente una lengua». En otras palabras: escribir
con buena prosa teniendo en cuenta que los valores estéticos potencian los
valores informativos de la calidad académica. En el caso de la Historia
resulta imprescindible acompañar lo narrado con la cronología, nómina
de personajes y mapas.
Conclusión
Lo que acabo de escribir es un intento de describir cómo fue mi
experiencia a raíz de mi primera investigación histórica; cuál fue la metodología de trabajo seguida que, a partir de entonces, usé con todas mis
siguientes investigaciones. Deseo que pueda servir de ayuda a quienes se
inician en la noble tarea de conocer y hacer conocer nuestro pasado.
San Miguel de Tucumán, diciembre de 2006.
1
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Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Consideraciones metodológicas para los estudios arqueológicos en alta montaña
CONSIDERACIONES METODOLÓGICAS PARA
LOS ESTUDIOS ARQUEOLÓGICOS EN ALTA MONTAÑA
Constanza Ceruti1
Introducción
A lo largo de la prehistoria sudamericana, las colosales montañas de
los Andes fueron objeto de veneración por los pueblos que habitaban a sus
pies. Las dificultades del entorno de la alta montaña mantuvieron a los
antiguos devotos andinos a prudente distancia; hasta que hace medio
milenio, la civilización Inca protagonizó una proeza nunca antes realizada
en la historia de la humanidad: ascender a la cima de nevados de más de
6000 metros para cumplir con rituales religiosos. En el plazo de menos de
un siglo los Incas escalaron gran parte de las altas cumbres abarcadas dentro de las tierras conquistadas y construyeron allí sus santuarios, dotándolos de ofrendas que variaban de acuerdo a la jerarquía de la montaña,
llegando a ejecutar sacrificios de niños y doncellas. Con la caída del imperio incaico, las altas cumbres no volvieron a ser holladas sino hasta el surgir
del moderno andinismo.
Este trabajo tiene como objetivo presentar algunas consideraciones
metodológicas en torno a los estudios arqueológicos de alta montaña. Las
investigaciones arqueológicas en altura permiten penetrar en el inaccesible
mundo de las cumbres sagradas de los Andes, poniendo a resguardo las
evidencias de los sacrificios humanos y ofrendas que los Incas realizaron en
los escenarios más altos de su imperio. Se trata de valiosos testimonios
* Miembro de la Carrera de Investigador del CONICET. Profesora Titular de la Ucasal.
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63
Constanza Ceruti
materiales que sobrevivieron a las campañas de «extirpación de idolatrías»
del siglo XVII y buscadores de tesoros o huaqueros (ver Ceruti, 2004).
El marco cronológico general de los estudios arqueológicos en alta
montaña se sitúa en el período de desarrollo imperial incaico, abarcado
entre la segunda mitad del siglo XV y la primera mitad del siglo XVI. Con
límites que podrían establecerse en fechas significativas como la del año
1438 AD, usualmente atribuida al inicio del gobierno del emperador
Pachacuti Inca Yupanqui, y 1532 AD, fecha que signara el inicio del colapso del sistema de gobierno incaico con la entrada de los conquistadores
españoles al mando de Francisco Pizarro. En lo que respecta al marco geográfico, el fenómeno de las ceremonias incaicas en su escala más amplia de
análisis requiere considerar al territorio del Estado Inca o Tawantisuyu en
toda su extensión (desde Ecuador hasta el Centro de Chile y Noroeste de
Argentina), puesto que la circulación de bienes y personas destinados como
ofrendas se producía desde las distintas provincias hasta la capital (Cuzco), para luego ser redistribuidas hacia las montañas sagradas en los confines del imperio incaico. El fenómeno específico de los santuarios de altura
se ha identificado desde los Andes centrales en Perú, hasta los Andes meridionales en Chile y Argentina.
Históricamente, los primeros rescates arqueológicos en alta montaña
se produjeron en ámbitos cordilleranos de San Juan y Mendoza. Tal es el
caso de las intervenciones profesionales del Dr. Juan Schobinger (1996,
2001) en el rescate de las momias del Cerro El Toro y Aconcagua. En los
Andes peruanos, el Proyecto Santuarios de Altura del Sur Andino, dirigido por el Dr. Johan Reinhard, viene excavando sistemáticamente las cumbres de los volcanes de la región de Arequipa y valle de Colca (Reinhard
1992, 1996,2005). La que suscribe ha canalizado sus contribuciones principalmente en el marco de las proporciones en el Noroeste Argentino,
desarrollando sus exploraciones de superficie en montañas de Salta (Ceruti
1997ª, 1997b, 1999c, 2000ª, 2000b, 2001c, 2001d, 2002 b e. p., 2003
d), San Juan (Ceruti 2003 c), La Rioja (Ceruti 2001ª, 2003b y 2004b) y
Jujuy (Ceruti 1999a).
64
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Consideraciones metodológicas para los estudios arqueológicos en alta montaña
Entre 1999 y 2000, la autora de este trabajo co-dirigió junto con el
Dr. Johan Reinhard campañas de excavación en montañas del Noroeste
argentino. Se estudiaron el nevado de Quehuar (Ceruti 2001 b), el nevado de Chañi y el nevado de Acay (Ceruti 2002 a e.p), siendo la contribución más importante la de las investigaciones efectuadas en el volcán
Llullaillaco, a 6.700 metros sobre el nivel del mar. La campaña al Llullaillaco
demandó una permanencia de casi un mes en las alturas extremas, resultando en el descubrimiento y recuperación de tres momias congeladas y
decenas de ofrendas asociadas, consideradas uno de los hallazgos más importantes en la historia de la arqueología argentina (Reinhard y Ceruti
2000, Ceruti 2003ª).
La participación de la que suscribe fue avalada por una Beca Interna
de Formación de Posgrado del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Las expediciones fueron financiadas por
una beca otorgada al Dr. Reinhard por la Nacional Geographic Society y
contaron con el apoyo del Ministerio de Educación de la Provincia de
Salta, el Ejército, la Gendarmería y los municipios de la región. La Dirección de Patrimonio Cultural de la Provincia de Salta otorgó los permisos
correspondientes y facilitó la gestión de apoyo logístico a nivel de los organismos e instituciones provinciales.
La sustancial experiencia adquirida durante los años transcurridos en
la práctica de la arqueología de altura permite presentar, de modo de propuesta, algunas consideraciones teórico-metodológicas para el estudio de
campo y gabinete, del fenómeno de los santuarios incaicos de alta montaña.
Perspectivas teórico-metodológicas para el estudio de las ceremonias
incaicas en altura
La propuesta teórico-metodológica adoptada para el estudio de santuarios de alta montaña en los Andes, se enfoca desde un marco conceptual fenomenológico, que combina en sus distintos niveles de análisis,
aportes de las perspectivas de la acción y del conflicto social con elementos
de la interpretación simbólica y del análisis conductual. El enfoque
fenomenológico en arqueología privilegia la comprensión de la manera en
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 63 a 83
65
Constanza Ceruti
que la gente experimenta y entiende al mundo. La interacción entre el
sujeto y el mundo que lo rodea se articula en acciones, intenciones y creencias (Tilley 19994: 11-12).
En los estudios arqueológicos de alta montaña se procura que la investigación permita acceder a la forma en que se ejecutaban (acciones),
planificaban (intenciones) y entendían (creencias) las ceremonias incaicas
de sacrificios humanos y ofrendas en las cumbres de las altas montañas.
Las acciones, intenciones y ciencias precisan ser abordadas desde los enfoques más adecuados para cada nivel de análisis. Al poner el acento en la
corporeidad, el análisis conductual de la evidencia arqueológica puede ser
la clave para reconstruir las acciones realizadas en torno a la logística de las
ascensiones y a los rituales en las cimas. Las estrategias sociales e implicancias
económicas relacionadas con la intencionalidad política de las ceremonias
se analizan a la luz de la perspectiva del conflicto social y teoría de la
agencia. Por último, las creencias en torno al significado de las montañas
sagradas, los sacrificios y las ofrendas, que forman parte de la cosmovisión
andina, pueden ser interpretadas desde una perspectiva simbólica, con el
auxilio de las fuentes históricas y de los datos etnográficos.
Abordaje conductual, social y simbólico
El análisis conductual en Arqueología procura inferir aspectos relacionados a la corporeidad en el uso del espacio y del los objetos, en base a
las reconstrucciones de comportamientos ejecutados en los distintos escenarios. Se asume que el análisis de ciertos atributos de la cultura material,
incluyendo los atributos de diseño de la arquitectura ceremonial y de las
ofrendas, puede conducir al investigador a inferir aspectos relevantes de
las estrategias involucradas en su uso (Nielsen 1995). La arquitectura en
los santuarios de alta montaña es particularmente apta para la inferencia
de aspectos relacionados con el rol y status social de los participantes en el
ritual (ver Ceruti 1999ª). Por ejemplo la existencia de plataformas
sobreelevadas de típico estilo incaico en ciertos santuarios andinos sugiere
que el espacio ceremonial habría sido diseñado para segregar a los oficiantes
del culto de los asistentes u observadores; creando así los vínculos visuales
66
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Consideraciones metodológicas para los estudios arqueológicos en alta montaña
asimétricos que contribuirían a reproducir las diferencias en el status de
los mismos.
La perspectiva de la agencia y el conflicto social enfoca a los santuarios de altura y a las ceremonias allí realizadas en la esfera de la legitimación de la dominación incaica.
Permite acceder a la intencionalidad socio- política subyacente a las
ceremonias religiosas implementadas y manipuladas por el Estado Inca.
Desde el enfoque de la acción y del conflicto la sociedad es vista como un
conjunto de agentes en pugna por sus intereses (Paynter 1989). Los intentos de preservar e incrementar el poder dentro de la estructura social se
traducen en estrategias de dominación (Paynter y McGuire 1991). La
legitimación de la dominación se materializa a través de la coerción indirecta, siendo sus resortes el encubrimiento ideológico y el disciplinamiento
(Millar y Tilley 1984). La ideología es una fuente de poder social que se
materializa en ceremonias, monumentos, sacrificios y objetos simbólicos.
En el plano del ritual, el resorte ideológico encubre lo que en esencia son
relaciones sociales, como relaciones con lo sobrenatural. Por ejemplo en el
caso de los niños seleccionados para ser sacrificados en la alta montaña, los
análisis bioantropológicos y las fuentes históricas coinciden en señalar que
se habría tratado de criaturas de alta condición social, presumiblemente
hijos de jefes locales (Ceruti 2004ª y 2005). Los niños nobles de los pueblos sojuzgados, al ser enviados para participar como ofrendas humanas en
una ceremonia imperial, habrían jugado un rol político crucial en la
formalización de las alianzas entre las jefaturas locales y el Estado Inca
(Hernández Príncipe 1986 ). Las implicancias políticas de dicha participación habrían sido encubiertas ideológicamente al ser interpretada la ceremonia sacrificial como el comienzo de una misión al mundo de los dioses y de los ancestros.
La perspectiva simbólica hace hincapié en la variabilidad de las formas de racionalidad relacionados con la concepción de lo Sagrado (Santos
Estevez, Parcero Oubiña y Criado Boado 1997; Odre 1982). Sagrado es
todo aquello que se venera por estar en relación con lo divino. El culto que
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 63 a 83
67
Constanza Ceruti
se profesa a las cosas sagradas comprende tanto las representaciones mentales que se elaboran en torno a ellas (creencias), como las prescripciones
acerca del modo de comportamiento con respecto a las mismas (ritos). A
través del uso de fuentes y datos etnográficos se procura acceder al significado de las creencias tradicionales y prácticas rituales enraizadas en el
substrato particular de la racionalidad o cosmovisión andina. Por ejemplo,
tanto las fuentes históricas de los siglos XVI y XVII como la investigación
etnográfica revelan el carácter panandino de la creencia en el rol simbólico
de las montañas como proveedores de fertilidad, agua y vida, lo que daría
cuenta de la selección que los Incas hicieron de sus máximas cumbres
como escenarios para la realización de rituales de sacrificio y ofrenda.
Consideraciones metodológicas para la arqueología de alta montaña
en campo y gabinete
La arqueología de alta montaña busca la documentación del patrimonio cultural de los santuarios de altura, con el objeto de ampliar la
comprensión acerca de la manera en que era vivido, planificado y entendido el fenómeno de las ceremonias de ofrenda en las cumbres de las altas
montañas andinas en tiempos de los Incas. Dado la naturaleza del objeto
de estudio, es aconsejable asumir una posición epistemológica intermedia
entre los extremos del positivismo y el relativismo, adoptando una perspectiva metafísica realista crítica y una concepción post-positivista de la
ciencia. Es preferible que el método hipotético- deductivo deje lugar a un
abordaje inductivo en el que se privilegie la interpretación sustentada en
distintas líneas de análisis de la evidencia (Robb 1998: 338).
El objetivo epistemológico de la investigación no es validación de
hipótesis explicativas en torno a la problemática de las ceremonias incaicas
en alta montaña sino la interpretación cada vez más amplia del fenómeno,
partiendo de la descripción de un corpus arqueológico empírico y avanzado en la interpretación del mismo a la luz de las implicancias socio- políticas y significados simbólicos del sacrificio humano y la montaña sagrada
en los Andes conquistados por los Incas. El énfasis metodológico está puesto
en el análisis de la evidencia arqueológica y en su interpretación basada en
68
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Consideraciones metodológicas para los estudios arqueológicos en alta montaña
el uso de referencias etnohistóricas y datos de la etnografía. Las interpretaciones se consideran válidas en función de la concordancia (Dark 1995:
37-38) entre las distintas líneas de análisis de la evidencia arqueológica y
los aportes de las fuentes etnohistóricas y etnográficas.
Diseños de prospección y excavación
El corpus de la evidencia material para el estudio de los santuarios de
altura prehispánico procede de las investigaciones arqueológicas de campo, tanto de aquellas orientadas a la exploración y prospección, como de
las que se orientan a la excavación y puesta a resguardo del patrimonio. Las
mismas se realizan en el marco de proyectos de investigación autorizados
por las oficinas de patrimonio cultural de las respectivas provincias.
Las tareas de prospección arqueológica en alta montaña incluyen la
ascensión y reconocimiento pedestre de áreas cumbreras, bases y laderas de
montañas que superan los 5.000 metros, conducente a la identificación de
los cerros o volcanes que pudieran haber sido potencialmente aprovechados
con fines rituales. Para el trazado de las rutas de acercamiento y de ascensión, se emplean mapas topográficos del Instituto Geográfico Militar (a escala 1: 500.000, 1: 250.000, 1: 100.000) y fotografías aéreas.
Las tareas de relevamiento arqueológico incluyen la identificación de
la ubicación latitudinal, longitudinal y altitudinal de los sitios mediante
posicionador satelital. El relevamiento planimétrico y fotográfico de la
arquitectura se realiza mediante técnica expeditiva de brújula y cinta métrica, adecuada a las condiciones extremas de trabajo en alta montaña,
evitando inconvenientes de transporte de instrumental óptico más voluminoso. Eventualmente, se pueden efectuar recolecciones controladas en
superficie.
En la selección de sitios de alta montaña para estudios estratigráficos,
se privilegian las localidades arqueológicas de altura más expuestas a destrucción por factores antrópicos o naturales. Las estrategias metodológicas
se ajustan a los interrogantes de la investigación, optándose por intervenNihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 63 a 83
69
Constanza Ceruti
ciones sistemáticas, con diseño previo de distribución de cuadriculas. Las
excavaciones arqueológicas sistemáticas proveen de evidencia
bioarqueológica y artefactual, la cual es recuperada de su contexto original
de depositación. Cuando no han sido alcanzados por los buscadores tesoros, los contextos funerarios y de ofrendas en alta montaña, gracias a su
extraordinaria conservación por factores naturales (congelamiento en ambiente hipóxico), permiten reconstrucciones conductuales de comportamientos a una micro escala etnográfica, lo cual raramente es posible frente
a otros tipos de registro arqueológico.
Como paso previo a cualquier intervención directa, en el sitio en
estudio se realiza un relevamiento plani-altimétrico de las construcciones
ceremoniales y logísticas. La intervención activa en el registro arqueológico se materializa en pozos de sondeo y en excavaciones en área. Se emplean
las técnicas e instrumentos (cucharón y pincel) característicos de la excavación arqueológica tradicional. Excepcionalmente, se añade al comienzo
del trabajo, el empleo cuidadoso de pico y pala, para acelerar la etapa de
remoción del relleno congelado (permafrost) con el que fueran cubiertas
las ofrendas. Durante la labor se dibujan plantas y perfiles, y se realizan
croquis detallados de los contextos funerarios y de las ofrendas. Los hallazgos son objeto de mapeo tridimensional sistemático, consignándose su
distancia y orientación con respecto al nivel cero predeterminado. Asimismo, una vez finalizada la excavación, se procede al rellenado de todos los
pozos generados a lo largo del trabajo, respetando la apariencia original de
la arquitectura y la superficie de sitio.
No debe perderse de vista que las tareas de investigación arqueológica en alta montaña se desarrollan en cotas altitudinales entre los 5.000 y
6.700 metros sobre el nivel del mar, bajo condiciones ambientales extremas, con temperaturas que frecuentemente alcanzan – 30Cº, permaneciendo casi continuamente bajo el punto de congelamiento; con fuertes
vientos y periódica exposición a tormentas eléctricas. En entornos de acentuada hipobaria e hipoxia, existen riesgos de congelamiento y de enfermedades de altura frente a los cuales hay que tomar precauciones específicas.
70
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Consideraciones metodológicas para los estudios arqueológicos en alta montaña
Utilización de fuentes etnohistóricas y etnográficas
Si bien el aporte primordial en los estudios sobre santuarios incaicos
de alta montaña es el de la evidencia arqueológica, se contempla el uso
auxiliar de fuentes históricas e información etnográfica, para involucrar
múltiples líneas de evidencia sobre el pasado en lo que se ha caracterizado
como una abordaje de tipo holístico (Kepecs 1977: 193-195).
El uso conjunto de fuentes etnohistóricas y datos arqueológicos ha
probado ser una eficaz herramienta metodología para la investigación de
la estructura y organización del imperio incaico (Malpass 1993; Julián
1993). En el estudio de los santuarios de altura, las referencias a fuentes
etnohistóricas y a datos etnográficos permiten arrojar luz sobre el uso y
significado de elementos y prácticas implicados en el ritual prehispánico,
a la vez que contribuyen a apoyar las interpretaciones acerca de aspectos
relativos a la sacralizad de las montañas y las creencias tradicionales en el
mundo andino. Las ofrendas recuperadas en el volcán Llullaillaco fueron
analizadas desde esta perspectiva, dando sustento a la tesis doctoral de la
suscripta (ver Ceruti 2003a).
Entre las fuentes históricas se destacan por su utilidad las obras
descriptas de los cronistas tempranos del siglo XVI, tales como Pedro Cieza
de León (1959,1984) o Juan de Betanzos (1996); así como a las obras del
Licenciado Polo de Ondegardo (1916), del Virrey Cristóbal de Molina
(1959) y de los Padres Agustinos (1992). Las fuentes históricas del siglo
XXII se consideran comparativamente menos confiables que las del siglo
XVI a excepción de las obras del fraile Bernabé Cobo (1990, 1996). Los
escritos de autores mestizos como Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamque
(1968), Blas Valera (Anónimo 1968) o el Inca Gracilaso de la Vega (1966)
deben ser empleados cautelosamente, debido a los sesgos intencionalmente
introducidos en sus comentarios (por ejemplo, el hecho de que Valera y
Gracilaso nieguen la práctica del sacrificio humano entre los Incas). De
mayor utilidad son los testimonios de Guamán Poma de Ayala (1987) y a
los manuscritos quechuas que contienen los Ritos y Tradiciones de
Huarochiri (Taylor 1999).
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 63 a 83
71
Constanza Ceruti
De entre las fuentes de fines del siglo XVI y del siglo XVII que
arrojan luz sobre las creencias y ritos religiosos tradicionales andinos, se
destacan los documentos elaborados por sacerdotes comprometidos con
las campañas de extirpación de idolatrías, durante las cuales se interrogan
sistemáticamente a los pobladores locales acerca de los objetos y deidades
que adoraban, sus métodos de curación y adivinación, entre otros tópicos
de interés para sistematizar el conocimiento de la religión andina y así
poder proceder más eficazmente a combatir las «herejías». Quedan comprendidos dentro de esta categoría las obras de los sacerdotes José de Acosta
(1962), Cristóbal de Albornoz (1967), José de Arriaga (1984), el Jesuita
Anónimo (1918), Francisco de Ávila (1918), Hernando de Avedaño
(1986), Bernardo de Noboa (1981) y Rodrigo Hernández Príncipe
(1986). Si bien en aquel entonces, la información generada por los
«extirpadores de idolatrías» fue instrumento idóneo para la destrucción de
numerosos templos y objetos sagrados de la tradición andina, hoy en día
los documentos constituyen valiosas fuentes de información acerca de las
creencias y prácticas religiosas tradicionales en la época del contacto hispano- indígena (Urton 1999: 70).
Las fuentes históricas y los datos de la etnografía andina permiten
ahondar la profundidad temporal en el análisis, rastreando la supervivencia del substrato de creencias y prácticas rituales vigentes en tiempos de
los incas, durante las etapas iníciales del contacto hispano. Indígena y en
algunos casos, hasta nuestros días. El uso de las referencias etnohistóricas
y etnográficas aplicadas al registro arqueológico de alta montaña procura
ser una herramienta útil para ampliar los rasgos de indiferencia y para
acercar al investigador al reservorio simbólico andino, permitiéndole trascender algunos de los sesgos interpretativos derivados de su propia racionalidad occidental. A título de ejemplo cabe señalar unas bolsitas pequeñas conteniendo cabello, que fueron halladas junto a los cuerpos de las
momias del volcán Llullaillaco, y sobre las cuales resultaba inicialmente
muy difícil elaborar conjeturas interpretativas. El análisis comparativo de
las fuentes históricas permitió averiguar que era una práctica frecuente en
épocas prehispánicas que el cabello y las uñas de una persona se guardaran
con cuidado al ser cortados (Cieza de León 1984: 271); y que se conserva72
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Consideraciones metodológicas para los estudios arqueológicos en alta montaña
ban para ser enterradas con el cuerpo tras la muerte, puesto que se lo
consideraba un requisito importante para acompañar al alma del difunto
en el más allá (Gracilaso 1966: 84-85). La investigación etnográfica actual
arrojó luz sobre la importancia mágico ritual del cabello en el mundo
andino, el cual es cortado por primera vez durante una ceremonia denominada rutuchicuy. Los campesinos quechuas todavía guardan los cabellos
caídos, para no tener que perder el tiempo buscándolos luego de su muerte (Allen 1988: 62).
Estudios interdisciplinarios en gabinete
Los trabajos básicos de gabinete que suceden a la labor arqueológica
de campo incluyen la clasificación preliminar de los objetos y muestras
recuperados; su catalogación, limpieza, almacenaje e inventariado. En una
primera instancia del análisis, se procede a la clasificación funcional y la
determinación de la filiación cultural de la arquitectura y los objetos según sus atributos tecnológicos, estilísticos y funcionales. En algunos casos
puede ser necesario efectuar también estudios complementarios (Ej.:
metalográficos, determinación de especie botánica y zoológica, entre otros).
La investigación de momias y ofrendas congeladas procedentes de
santuarios de altura permite avanzar hacia un planteo metodológico de
investigación interdisciplinaria, la cual debe desarrollarse en un marco
ético de profundo respeto, en el que se privilegien los abordajes no invasivos
que contribuyan a la conservación de los cuerpos para las generaciones
futuras. Pionero en los estudios interdisciplinarios sobre momias congeladas de altura en Argentina es el Dr. Juan Schobinger, quien coordinó las
investigaciones en las momias del Cerro El Toro (Schobinger 1996), del
Aconcagua (Schobinger 2001) y del nevado de Chuscha (Schobinger 2004).
En el caso de las momias y ofrendas asociadas procedentes del volcán
Llullaillaco y del nevado de Quehuar, las investigaciones interdisciplinarias
se desarrollaron durante cinco años en el marco del Instituto de Alta Montaña de la Universidad Católica de Salta, bajo la dirección de Johan
Reinhard y la autora de este trabajo (Ceruti et al. e.p). Se realizaron análiNihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 63 a 83
73
Constanza Ceruti
sis radiológicos – incluyendo radiografías y tomografías computadas-que
brindaron información acerca de la condición y afecciones de órganos internos y aparato osteo- articular de las momias (Previgliano et al. 2003 y
2005); y se efectuaron estudios odontológicos- incluyendo análisis
cefalométricos, diagnósticos de salud dental y determinación de edad al
momento de la muerte (Arias et al. 2002). Por otra parte, se efectuaron
estudios de anatomopatológica – a cargo del Rr. Gerardo Vides Almonacid; análisis bacteriológicos – a cargo del Dr. Arnaldo Arroyo-; estudios de
A.D.N antiguo, bajo la dirección del Dr. Keith McKenney (ver Reinhard
y Ceruti 2000) y estudios de cabellos tendientes a reconstrucciones
paleodientarias (Wilson et. al. m.s). En forma complementaria se describieron las ofrendas asociadas (ver Ceruti 2003ª, Ceruti 2004ª), a la vez
que se desarrollaron estudios ceramológicos (Bray et al 2005) y de textiles
(Abal m.s). Dichos trabajos fueron financiados con fondos aportados por
los propios investigadores, sin demandar erogación al Estado provincial.
Transferencia a la comunidad
Los resultados de las investigaciones arqueológicas deben ser accesibles, no sólo para la comunidad científica, sino también para el público en
general, y principalmente para los miembros de las comunidades locales.
La arqueología de alta montaña tiene la particularidad de atraer la atención del público, quizás debido a la espectacularidad paisajística del entorno y a la fascinación que ciertos hallazgos, como las momias, ejercen en
el imaginario colectivo.
Un aspecto que cada vez cobra mayor relevancia en la investigación
arqueológica contemporánea es el de la participación de las comunidades
originarias. En este sentido, la que suscribe ha desarrollado la mayor parte
de su labor en carácter de residente de una comunidad andina (viviendo
durante cinco años en el pueblo de Tilcara, en la Quebrada de Humahuaca)
y en compañía de montañistas oriundos de la Puna y los valles del Noroeste Argentino. En las campañas arqueológicas a los volcanes Llullaillaco,
Quehuar, Chañi y Argentino. En las campañas arqueológicas a los volcanes Llullaillaco, Quehuar, Chañi y Acay se contó con la valiosa colabora74
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Consideraciones metodológicas para los estudios arqueológicos en alta montaña
ción de nativos quechua- hablantes del Valle de Colca, en Perú. Las sesiones de trabajo con las momias y ajuares del Llullaillaco en el Instituto de
Investigaciones de Alta Montaña de la Universidad Católica de Salta contaron con la participación de representantes de comunidades originarias
del Perú, de la Puna de Salta y de los Valles Calchaquíes, así como de
artesanos indígenas, quienes fueron asistidos por los directores del proyecto de investigación para familiarizarse con las técnicas que se observan en
los textiles incaicos (las cuales procuraban reproducir en sus réplicas
artesanales).
Los resultados de los estudios arqueológicos de alta montaña son
transferidos a la comunidad mediante ponencias en congresos nacionales e
internacionales, conferencias, seminarios, charlas en escuelas primarías y
secundarias, y mediante libros donados a bibliotecas públicas y universitarias. Los datos de las investigaciones arqueológicas en los volcanes
Llullaillaco y Quehuar; así como de los estudios interdisciplinarios a los
que condujeran los hallazgos, fueron puestos desinteresadamente a disposición de las autoridades, para su utilización en el marco de la cartelería
del Museo de Arqueología de Alta Montaña de Salta, institución que alberga actualmente a las momias congeladas y sus ajuares.
Palabras finales
El presente trabajo ha procurado esbozar algunas consideraciones
metodológicas para el estudio arqueológico de los santuarios de altura
andinos. La propuesta ha quedado estructurada desde un enfoque
fenomenológico, con opción por un abordaje holístico y una epistemología post- procesual, siendo la evidencia arqueológica en primer término
analizada desde una perspectiva conductual, para luego ser interpretada
desde los aportes teóricos simbólicos y del conflicto social, con el auxilio
de fuentes históricas y datos de la etnográfica. Esta propuesta metodológica
procura llegar a una más profunda comprensión de la manera en que era
vivido, planificado y entendido el fenómeno de las ceremonias de sacrificios humanos y ofrendas en las cumbres de las altas montañas en tiempos
de los Incas.
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Constanza Ceruti
La investigación de campo, tanto en sus etapas de prospección como
de excavación, apunta a producir datos que permitan encara el análisis
conductual del emplazamiento, extensión, variabilidad arquitectónica y
distribución del registro material en un sitio; así como de la segregación
espacial y los vínculos visuales, tendientes a posibilitar la inferencia de las
actividades realizadas y de la participación de los actores sociales
involucrados en las mismas, hasta donde sea posible. Al enfoque conductual
se suma la interpretación social y simbólica de las ceremonias incaicas en
alta montaña, mediante el análisis de fuentes históricas y datos de la etnografía. Contrastando con la evidencia material las referencias etnográficas,
se procura inferir implicancias socio-políticas de las ceremonias sacrifíciales
y apreciar su anclaje ideológico en las tradiciones entretejidas en torno a
las montañas sagradas en los Andes.
Agradecimientos
Al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de
Argentina (CONICET), y a la Universidad Católica de Salta, por el aval a
mis investigaciones. A mis colegas y maestros en la arqueología de alta
montaña, Juan Shobinger, Johan Reinhard y Antonio Beorchia Nigris. A
Johan Reinhard por la oportunidad de codirigir las expediciones al Quehuar
y al Llullaillaco en 1999. A la Nacional Geographic Society que otorgó al
Dr. Reinhard la beca para financiar dichas expediciones y que me distinguió como Exploradora Emergente (2005). A mis compañeros de ascensiones en los Andes.
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NOTAS / VOLVIENDO A LOS CLÁSICOS
La Vigencia de Jean Guitton y de El trabajo intelectual
VIGENCIA DE JEAN GUITTON Y DE
«EL TRABAJO INTELECTUAL»
Alberto David Leiva *
Hace más de medio siglo, en 1951, el filósofo francés Jean Guitton1
publicó, bajo el título Le travail intellectuel, una obra que sirvió de guía a
millares de estudiantes. Un libro de esos que se subrayan y que se releen,
*
Doctor en Derecho por la Universidad de Buenos Aires. Profesor titular ordinario en la
Universidad Nacional del Sur. Titular en la Pontificia Universidad Católica Argentina y
profesor en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Es miembro de la carrera de investigador científico del (CONICET).
1
Nacido en el seno de una numerosa familia católica, Guitton entró en la École normalé
supérieure de la rue d’ Ulm en 1920 obtuvo una diplomatura en filosofía en 1923 y en
1933 un doctorado en letras. Su tesis tenía como título Le temps et l’éternité chez Plotin et
Augustin d’ Hippone… Enseñó en Troyes, Moulins y Lyon se inició en la docencia universitaria en la Universidad de Montpellier en 1937. Fue prisionero de guerra de junio de
1940 ajunio de 1945 en el campo de concentración para oficiales de Elsterhost: «Entré
en cautividad –dirá recordando aquella experiencia– como se entra en un monasterio».
Tras la liberación ejerció como profesor en el Liceo de Avignon y en la Universidad de
Dijon, desde donde se trasladó a la Sorbona, donde impartió clases de¡Filosofía y de
Historia de la Filosofía (1955-68). Fue discípulo de Bergson y profesor de Louis Althusser,
a quien acompañó hasta el final de sus días tras la muerte de su esposa. Frecuentó a Paul
Valéry, a De Gaulle y a Pío XII. Amigo íntimo de Monseñor Montini, (luego Pontífice
Paulo VI) fue, en 1962, el único laico invitado por Juan XXIII a tomar parte en la segunda
sesión del Concilio Vaticano II, participando activamente en su desarrollo. En su larga
vida publicó una treintena de libros sobre filosofía y apologética; en los que es una
constante el enfrentamiento entre la fe y el absolutismo de la razón, y que lo transformaron en uno de los pensadores católicos más importantes del siglo XX. El 8 de junio de
1961, fue elegido miembro de la Academia Francesa, ingresando en 1987 en la Académie
des Sciences Morales et Politiques. Murió en Paris el 21 de marzo de 1991 alos 97 años.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 87 a 92
87
Jean Guiton
que conviene tener siempre a mano, y que mantiene su vigencia aún a
principios del tercer milenio.
La obra tiene un subtitulo que define de manera concisa su objetivo:
«Consejos a los que estudian y a los que escriben», buscando ayudar a
concretar la tarea de creación intelectual, enseña a pensar y a sacar rendimiento de la lectura y del estudio. Un libro escrito en principio para estudiantes, pero que –como los buenos libros– se lee con provecho a toda
edad y condición, una propuesta nacida «de un sentimiento de amistad
profunda hacia los estudiantes […] Pretende ayudarles en su trabajo […]
Pero que también se dirige a los que, en medio del ajetreo de la existencia
moderna, no han renunciado a leer, a escribir, a pensar». En primera instancia, Guitton dedicó su libro a los jóvenes que ingresaban en la universidad de su tiempo. Quería ofrecerles una guía para ordenar sus estudios y
mejorar su rendimiento. Consciente de que los hábitos del pensamiento
riguroso, sistemático y creativo, no se aprenden ni sobreviven por inspiración; sino que se generan por la repetición de actos que requieren entrenamiento, trabajo, disciplina y atención; rescató todo lo que la educación
tiene de mirada a lo interior de nuestro propio ser. Enunciando hábitos de
pensamiento enmarcados en un ámbito de sencillez, consiguió muchas
recomendaciones prácticas, que no deberíamos renunciar a seguir transmitiendo, porque todavía son válidas.
De una manera sencilla y amena, utilizando ejemplos, citas y anécdotas de escritores, filósofos y pensadores, el viejo maestro va examinando
poco a poco las claves del trabajo de la mente, empezando por el empleo
del tiempo y el uso del espacio. No todos tenemos la misma capacidad de
atención2, ni esta es igual a las mismas horas del día. Algunos rendimos
mas por la mañana, otros prefieren la noche para estudiar, y la atención
fluctúa de modo recurrente a toda hora Guitton fue un precursor de la
cronobiología, cuando explicaba que la capacidad de aprender, de asimi2
La atención de Montaigne, por ejemplo, duraba 10 minutos. Conf. El Trabajo intelectual, pág. 45
88
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
La Vigencia de Jean Guitton y de El trabajo intelectual
lar, de recordar, está condicionada por nuestro «reloj interno». «Deberíamos esforzarnos para buscar cuáles son las horas reales, aquellas en las la
atención se halla en el más vivo estado de lucidez».
Además, hace hincapié en la concentración como elemento primordial, censurando la pauta de mezclar trabajo y ocio, aconseja sepáralos
muy bien, y propone una regla de oro que sigue siendo válida: «No toleres
ni trabajo a medias ni reposo a medias. Entrégate todo entero a la actividad o permanece completamente ocioso». «La mente es como un pizarrón, es necesario borrar para poder volver a escribir», nos explicaba en
Buenos Aires –también hace medio siglo– otro profesor en el colegio secundario.
Sobre el ambiente de estudio, escribió:
La preparación del trabajo implica una morada y, más aún, una atmósfera.
Creo que el primer cuidado, en este sentido, debe ser el de encontrar un
refugio, un rincón, un escondrijo. «Cada estudiante tiene sus preferencias,
unos trabajan mejor en grupo, otros aislados, unos en la biblioteca, otros en la
cafetería, y hasta hay quien viajando…
También es fundamental el orden de nuestros papeles de trabajo.
Aunque aprendimos a ordenar los libros en anaqueles, no siempre sabemos ordenar nuestros apuntes y papeles. Es muy aconsejable conservar
esta «arcilla primordial» constituida por la mayor cantidad posible de notas de lecturas, apuntes, citas. Todos nuestros esbozos contienen pensamientos que alguna vez serán útiles, porque han surgido de lo más hondo
de nosotros mismos; traducen el esfuerzo de nuestro ser, y no deben ser
abandonados, solo porque no se adecuen a nuestras necesidades del presente. Debemos ser respetuosos con el espíritu que mora entre nosotros,
«aun cuando se sea un aprendiz o un niño aplicado, en todo nosotros
balbucea el verbo»3
3
Conf. El trabajo intelectual, pág. 152.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 87 a 92
89
Jean Guiton
En este sentido el mejor criterio de clasificación, será aquel que nos
permita «encontrar en diez segundos una nota tomada hace diez años»
Siempre; un buen libro nos ofrece la ventaja de permitirnos entrar en
el mundo interior de otro ser, lo que es casi imposible de otra manera4,
pero hay también sobreabundancia de libros en nuestra vida, por lo que
propone desechar lo superfluo y apostar por la lectura auténtica, aquella
que «se hace estado de hambre y de deseo».
Conociendo las circunstancias de su vida, la lectura renovada de esta
obra de Guitton, nos recuerda la íntima relación que existe entre la tarea
intelectual y la ejemplaridad moral del profesor. En un proceso en que
docente y discente se transforman en educador y educando, el verdadero
maestro genera una empatía capaz de llevar aprendizaje. El profesor enseña. El maestro, además, forma y orienta. Es cierto que sentir es distinto
que conocer, pero ambos actos están indisolublemente unidos. Por eso, un
maestro no se «baja» de Internet, ni se compra en una librería.
Las referencias a Dios, o a una espiritualidad cristiana –perfectamente coherentes con la confesionalidad del autor del libro– son igualmente
vías para llegar a nuevos conceptos:
Se ha olvidado la semejanza de la atención con la plegaria. Esta semejanza es
olvidada por los creyentes que se abandonan a las plegarias sin poner en ellas
atención, y los incrédulos se contentan con trozos de atención sin plegarias5.
La última recomendación, presente en todo el libro, nos insta a no
confundir los medios con el fin, los métodos útiles para el pensamiento,
con el pensamiento mismo.
En el transcurso de dos generaciones, desde que Guitton escribió El
trabajo intelectual se han sucedido cambios profundos.
4
5
90
Conf. El trabajo intelectual, pág. 106.
Conf. El trabajo intelectual, pág. 116.
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
La Vigencia de Jean Guitton y de El trabajo intelectual
La computadora, que por algo también se llama «ordenador», es hoy
una herramienta invalorable para el estudio. Nos ayuda a organizar el
espacio más intimo de nuestras ideas, pero está más claro que no es por sí
misma capaz de crearla. Su uso prematuro en la enseñanza, vino a desvalorizar la tarea de educadores y educandos; pretendiendo que había llegado
el día de sustituir el pensamiento por una burda imitación mecánica. Con
un reduccionismo originado siempre en razones comerciales, se llegó a
comparar la capacidad de almacenamiento de las máquinas con la memoria humana, y la capacidad de procesar datos con el razonamiento 6 ; esa
asombrosa capacidad que tiene la mente para crear más allá de sí misma.
A los 96 años, siempre dialogando a compás de los tiempos, Guitton
escribió también sobre las nuevas tecnologías:
«Creo que de nuevo tenemos derecho a esperar. La técnica puede también
tener una virtud libertadora… la técnica permite la movilización instantánea
de todo capital intelectual existente, segundo, el aumento del número de los
autores y la constante acumulación de sus escritos acrecientan la masa del
material por estudiar sobre el menor tema, muy por encima de los límites de lo
humanamente posible, tercero, los progresos en la construcción de las memorias electrónicas hacen inútil, de todos modos, el trabajo de memorización
especializada. Las únicas fuentes raras e irremplazables serán, la intuición, la
crítica, la meditación, la síntesis y la invención. Mediante la técnica nos curaremos así de la acumulación por el exceso de información» 7
La mente piensa con ideas, no con información. La información por
si misma no crea ideas. Una idea puede nacer, confrontarse o morir, sólo
por otra idea. Las ideas nos llevan al interior de las personas.
Todo pensar se inaugura con un acto de admiración, que es cómo
6
La computadora tiene una capacidad de almacenamiento íntimamente relacionada
con el espacio físico disponible en el disco, y la autentica memoria, en cambio, existe en un
ámbito espiritual en el físico del cerebro. La inteligencia carece de un órgano corporal.
7
Después de la muerte, el autor responde a las preguntas de Sócrates sobre internet y
la filosofía. Conf.: Mi testamento filosófico, Sudamericana, Buenos Aires, 1999. p. 113.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 87 a 92
91
Jean Guiton
una anticipación de lo que va a descubrir. La primera virtud de la inteligencia, afirma Guitton, es tener la impresión de que no se comprende:
sólo entonces se desencadena el trabajo de pensar. La admiración nos proporciona un estado de gracia que hay que aprovechar para ponerse a trabajar. Por tanto, primero es necesario desatar la imaginación, pero después se
ha de imponer un orden.
Cuando alguien, de la edad o instrucción que fuere, se pregunta ¿por
qué? La capacidad de relacionar de su mente, le abre el camino al conocimiento de la causalidad como principio explicativo de las cosas. Nuestra
mente no podría funcionar sin concepciones generales, tales como la verdad, la bondad, la belleza. Gracias a ellas podemos ejercitar la crítica y
distinguir lo verdadero de lo falso. La distinción ha de servir para no tomar
dos cosas diferentes como iguales. Es fundamental, que se aplique este
proceso al lenguaje, para distinguir los sentidos que encierran las palabras.
Finalmente, en cada lectura, habrá que discernir entre lo esencial y lo
accesorio, hasta lograr el resumen, que es «el medio esencial de ayuda para
la inteligencia» para acceder por fin a la síntesis – la prueba suprema de
madurez intelectual, entendida como una relación totalizante, en que todas las áreas del saber entran en juego.
Nada de esto lo puede hacer por nosotros una máquina. Sólo el pensamiento evitará, dice Ferrarotti, que lleguemos a ser un pueblo de idiotas
informadísimos, que pueden hablar de todo, sin ser capaces de establecer
un juicio crítico sobre nada porque; pese al uso generalizado de las redes
digitales, la cultura no se puede distribuir como un «servicio al instante».
La cultura, como siempre, se asimila lentamente, en el curso de toda una
vida. Es un fruto que madura en el corazón de cada persona. Los años han
pasado; pero esto solo ha servido para valorizar aún más la artesanía intelectual de Jean Guitton.
Martínez (Prov. de Buenos Aires), verano de 2007.
92
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Don Santiago Ramón Cajal
DON SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL
Susana Caro*
Considero importante dedicar un capítulo en ésta Revista para recordar a aquellos hombres estudiosos que dedicaron su vida a la Investigación científica y cuyas obras no pierden vigencia y utilidad a pesar del
paso de los años.
Uno de ellos, fue don Santiago Ramón y Cajal, el mayor prestigio
científico de España. Nació el 1 de Mayo de 1852 en Petilla de Aragón
(Navarra). Creció en un ambiente familiar dominado por el interés por la
medicina, porque su padre Justo Ramón Casasús era médico-cirujano. La
familia se traslada a Zaragoza, y allí Santiago cursó la carrera de medicina,
licenciándose en esta disciplina en 1873. Fue nombrado médico segundo
en su ingreso al cuerpo de Sanidad Militar, destinado a la Provincia de
Lérida y luego a Cuba. A su regreso a España, en 1875, marcó el inicio del
doctorado y de su vocación científica. Se interesó por la Histología y compró su primer microscopio con el propósito de crear un laboratorio en
Zaragoza. Sus hallazgos son la piedra angular de las ciencias neurológicas;
tanto que la histología se divide en un antes y después de Ramón y Cajal;
hoy es uno de los autores más citados en las miles de revistas médicas
existentes.
Fue mucho más que un sabio histólogo, fue, ante todo, hombre de
ciencia, su trabajo y aporte a la neurociencia se verían reconocidos, le fueron otorgados la Medalla de oro Helmholtz, el Premio Internacional de
*
Profesora de Historia. Docente de la Ucasal. Secretaria técnica del Consejo de Investigaciones.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 93 a 94
93
Susana Caro
Moscú, la Gran Cruz de Isabel la Católica y la Gran Cruz de Alfonso XII
y fue nombrado doctor Honoris Causa de las Universidades Clark, Boston
y Cambridge, hasta que finalmente, en 1906, fue galardonado con la concesión del Premio Nobel de Fisiología y Medicina, que compartió con el
médico italiano Camilo Golgi. Publicó más de doscientos artículos en
revistas nacionales e internacionales y varios libros.
En 1897 ingresó como miembro en la Real Academia de Ciencias
Exactas, Físicas y Naturales, en su discurso se dirige a la «juventud estudiosa» para alentarla en las labores de la Investigación Científica. Consciente de las falencias del desarrollo de las ciencias en España emite una
serie de consideraciones y consejos tan acertados y valiosos, que decide
publicar este discurso con el título Los tónicos de la voluntad. Reglas y Consejos sobre Investigación científica».
Me permito en esta comunicación transcribir al menos dos capítulos
de ésta obra para conocimiento y apoyo de todos aquellos que quieren
iniciarse en la investigación científica.
94
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Preocupaciones enervadoras del principiante
PREOCUPACIONES ENERVADORAS DEL PRINCIPIANTE
Santiago Ramón y Cajal 1
Admiración excesiva. Agotamiento de la cuestión.
Devoción a la ciencia práctica. Deficiencia intelectual
Admiración excesiva a la obra de los grandes iniciadores científicos
Entre las preocupaciones más funestas de la juventud intelectual
contamos la extremada admiración a la obra, grandes talentos y la convicción de que, dada nuestra cortedad de luces, nada podemos hacer para
continuarla o completarla.
Esta devoción excesiva al genio tiene su raíz en un doble sentimiento
de justicia y de modestia, harto simpático para ser vulnerable, mas si se
enseñorean con demasía del ánimo del novicio, aniquila toda iniciativa e
incapacita en absoluto para la investigación original. Defecto por defecto,
preferible es la arrogancia al apocamiento, la osadía mide sus fuerzas y
vence o es vencida, pero la modestia excesiva huye de la batalla y se condena a vergonzosa inacción.
Cuando se abandona esa atmósfera de prestigio que se respira al leer
el libro de un investigador genial, y se acude al laboratorio a confirmar los
hechos donde aquél apoya sus fascinadoras concepciones, sucede a veces
que nuestro culto por el ídolo disminuye tanto como crece el sentimiento
de nuestra propia estima.
1
Ramón y Cajal Santiago. Los tónicos de la voluntad, regalas y consejos sobre investigación
científica. Espasa Calpe, Colección Austral. Madrid. Año 1963. Pp.21-61
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 95 a 130
95
Santiago Ramón y Cajal
Los grandes hombres son, a ratos, genios, a ratos, niños, y siempre
incompletos. Aun concediendo que el genio, sometido al contraste de la
observación, salga puro de todo error, consideremos que todo cuanto ha
descubierto en un dominio dado es casi nada en parangón con lo que deja
de descubrir. La Naturaleza nos brinda a todos con una riqueza inagotable, y no tenemos motivo para envidiar a los que nos precedieron ni exclamar como Alejandro ante la victoria de Filipo: «Mi padre no me va a dejar
nada que conquistar»
No es lícito desconocer que existen creaciones científicas tan complejas, luminosas y tan firmes, que parecen el fruto de una intuición casi
divina, habiendo surgido perfectas, como Minerva de la cabeza de Júpiter.
Más la justa admiración causada por tales obras disminuiría mucho si
imagináramos el tiempo y el esfuerzo, la paciencia y perseverancia, los
tanteos y rectificaciones, hasta las cualidades que colaboraron en el éxito
final, al cual contribuyeron casi tanto como el genio del investigador. Sucede en esto lo que en las maravillosas adaptaciones del organismo a determinadas funciones. El ojo o el oído del vertebrado, examinado aisladamente, constituyen un asombro, y parece imposible que se hayan formado por el solo concurso de las leyes naturales, mas si consideramos todas
las gradaciones y formas de transición que en la serie filogénica nos ofrecen
aquellos órganos, desde el esbozo ocular informe de ciertos infuriosos y
gusanos hasta la complicada organización del ojo del vertebrado inferior,
nuestra admiración pierde no poco de su fuerza, acabando el ánimo por
hacerse a la idea de una formación natural en virtud de variaciones, correlaciones orgánicas, selecciones y adaptaciones. 2
¡Qué gran tónico sería para el novel observador el que su maestro, en
vez de asombrarlo y desalentarlo con la sublimidad de las grandes empresas acabadas, le expusiera la génesis de cada invención científica, la serie de
2
Hoy creo menos en el poder de la selección natural que al escribir, treinta años hace,
estas líneas. Cuanto más estudio la organización del ojo de vertebrados e invertebrados,
menos comprendo las causas de su maravillosa y exquisitamente adaptada organización.
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Preocupaciones enervadoras del principiante
errores y titubeos que la precedieron, constitutivos , desde el punto de
vista humano, de la verdadera explicación de cada descubrimiento! Tan
hábil táctica pedagógica nos traería la convicción de que el descubridor,
con ser un ingenio esclarecido y una poderosa voluntad, fue, al fin y al
cabo, un hombre como todos.
Lejos de abatirse el investigador novicio ante las grandes autoridades
de la Ciencia, debe saber que su destino, por ley cruel, pero ineludible, es
crecer un poco a costa de la reputación de las mismas. Pocos serán los que,
habiendo inaugurado con alguna fortuna sus exploraciones científicas, no
se hayan visto obligados a quebrantar y disminuir algo el pedestal de algún ídolo histórico o contemporáneo. A guisa de ejemplos clásicos recordemos a Galileo refutando a Aristóteles en lo tocante a la gravitación, a
Copérnico arruinando el sistema del mundo Ptolomeo, a Lavoisier reduciendo a la nada la concepción de Stalh acerca del flogístico, a Virchow
refutando la generación espontánea de las células, supuesta por Schwann,
Schleiden y Robin. Tan general e imperativa es esta ley, que se acredita en
todos los dominios de la Ciencia y alcanza hasta los más humildes investigadores. Si nosotros pudiéramos ni nombrarnos siquiera después de haber
citado tan altos ejemplos, añadiríamos que, al iniciar nuestras pesquisas en
la anatomía y fisiología de los centros nerviosos difusos de la sustancia gris
y sobre el modo de transmisión de las corrientes.
En la vida de los sabios se dan, por lo común, dos fases: la creadora o
inicial, consagrada a destruir los errores del pasado y el alumbramiento de
nuevas verdades y la senil o razonadora (que no coincide necesariamente
con la vejez), durante la cual, disminuía la fuerza de producción científica,
se defienden las hipótesis incubadas en la juventud3 , amparándolas con
amor paternal del ataque de los recién llegados. Al entrar en la historia no
hay grande hombre que no sea avaro de sus títulos y que no dispute
3
En reciente libro, Ostwald corrobora esta reflexión, haciendo notar que casi todos los
grandes descubrimientos fueron obra de la juventud. Newton, Davy, Faraday, Hertz,
Mayer son buenos ejemplos.
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encarnizadamente a la nueva generación sus derechos a la gloria. Muy
triste, pero muy verdadera suele ser aquella amarga frase de Rousseau:
«No existe sabio que deje de preferir la mentira inventada por él a la verdad descubierta por otro».
Aun en las ciencias más perfectas nunca deja de encontrarse alguna
doctrina exclusivamente mantenida por el principio de autoridad. Demostrar la falsedad de esta concepción, y a ser posible, refutarla con nuevas investigaciones, constituirá siempre un excelente modo de inaugurar
la propia obra científica. Importa poco que la forma sea recibida con malévolas censuras, con pérdidas invectivas, con silencios más crueles aún,
como la razón esté de su parte, no tardará el innovador en arrastrar a la
juventud, que, por serlo, no tiene pasado que defender, a su lado militarán
también todos aquellos sabios imparciales, quienes, en medio del torrente
avasallador de la doctrina reinante, supieron conservar sereno el ánimo e
independiente el criterio.
Empero, no basta demoler, hay que construir. La crítica científica se
justifica solamente entregando, a cambio de un error, una verdad. Por lo
común, la nueva doctrina surgirá de las ruinas de la abandonada y se
fundará estrictamente sobre los hechos rectamente interpretados. Menester será al innovador excluir toda concesión piadosa al error tradicional o a
las ideas caídas, si no quiere ver prontamente compartida su fama por los
espíritus detallistas y perfeccionadores brotados en gran número, a raíz de
cada descubrimiento, como los hongos bajo la sombra del árbol.
Creencia en el agotamiento de los temas científicos
He aquí uno de los falsos conceptos que se oyen a menudo a nuestros
flamantes licenciados: «Todo lo sustancial de cada tema científico está apurado: ¿qué importa que yo pueda añadir algún pormenor, espigar en un
campo donde más diligentes observadores recogieron copiosa mies? Por
mi labor, ni la Ciencia cambiará de aspecto, ni mi nombre saldrá de la
oscuridad».
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Preocupaciones enervadoras del principiante
Así habla muchas veces la pereza, disfrazada de modestia. Así discurren algunos jóvenes de mérito al sentir los primeros desmayos producidos
por la consideración de la magna empresa. No hay más remedio que extirpar radicalmente un concepto tan superficial de la Ciencia si no quiere el
joven investigador caer definitivamente vencido en esa lucha que en su
voluntad se entabla entre las utilitarias sugestiones del ambiente moral,
encaminadas a convertirlo en un vulgar y adinerado practicón y los nobles
impulsos del deber y del patriotismo que le arrastran al honor y a la gloria.
En su anhelo por satisfacer la deuda honrosa contraída con sus maestros, el novel observador quisiera encontrar un filón nuevo y a flor de
tierra, cuya fácil explotación levantara con empuje su nombre, más por desgracia, apenas emprendidas las primeras exploraciones bibliográficas, reconoce con dolor que el metal yace a gran profundidad y que el yacimiento
superficial ha sido casi agotado por observadores afortunados llegados antes
que él, y que ejercitaron el cómo derecho de primeros ocupantes.
No paran mientes los que así discurren en que hemos llegado tarde
para unas cuestiones, hemos nacido demasiado temprano para otras y en
que, a la vuelta de un siglo, nosotros vendremos a ser, por la fuerza de las
cosas, los acaparadores de ciencia, los desfloradores de asuntos y los
esquilmadores de minucias.
No es lícito, empero, desconocer que existen épocas en las cuáles, a
partir de un hecho casualmente descubierto o de la creación de un método feliz, se realizan en serie, y como por generación espontánea, grandiosos progresos científicos. Tal aconteció durante el Renacimiento, cuando
Descartes, Pascal, Galileo, Bacon, Bayle, Newton, nuestro Sánchez, etc.,
patentizaron los errores de los antiguos y generalizaron la creencia de que,
lejos de haber los griegos agotados el dominio de las ciencias, apenas habían dado los primeros pasos en el conocimiento positivo del Universo4.
4
La brillante serie de descubrimientos eléctricos que siguieron al encuentro de la pila de
Volta, a principios del siglo pasado, la pléyade de trabajos histológicos provocados por el
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Fortuna y grande para un científico es nacer en una de estas grandes crisis
de ideas, durante las cuales, hecha tablarasa de gran parte de la obra del
pasado, nada es más fácil que escoger un tema fecundo.
Pero no exageramos esta consideración, y tengamos presente que,
aun en nuestro tiempo, la construcción científica se eleva a menudo sobre
las ruinas de teorías que pasan por indestructibles, consideremos que si
hay ciencias que parecen tocar a su perfección, existen otras en vías de
constitución y algunas que no han nacido todavía. En Biología, especialmente, a despecho de los inmensos trabajos efectuados en el pasado siglo,
las cuestiones más esenciales esperan todavía solución (origen de la vida,
problema de la herencia y evolución, estructura y composición química de
la célula, etc.)
En general, puede afirmarse que no hay cuestiones agotadas, sino
hombres agotados en las cuestiones. Esquilmando para un sabio el terreno, muéstrese fecundo para otro. Un talento de refresco, llegado sin prejuicio al análisis de un asunto, siempre hallará un aspecto nuevo, algo de
que no se percataron quienes creyeron definitivamente apurado aquel estudio. Tan fragmentario es nuestro saber, que aun en los temas más
prolijamente explorados surgen a lo mejor insólitos hallazgos. ¡Quien, pocos
años ha, hubiera sospechado que la luz y el calor guardaban todavía secretos para la Ciencia! Y, sin embargo, ahí están el argón de la atmósfera, los
rayos X de Roentgen y el radio de los esposos Curie, para patentizar cúan
insuficientes son nuestros métodos y cuan prematuras nuestras síntesis.
En Biología es donde tienen su mejor aplicación esta bella frase de
Saint- Hilaire: «Delante de nosotros está siempre el infinito» Y el pensadescubrimiento de Schwann acerca de la multiplicación celular, y la repercusión profunda que él no muy alejado hallazgo de los rayos Roentgen ha producido en toda la física
(encuentro de la radiactividad, descubrimiento del radio, del polonio, del fenómeno de
la emanación, etc.) son buenos ejemplos de esa virtud creadora, y en cierto modo automática, que posee toda gran descubrimiento, el cual parece crecer y multiplicarse como la
semilla arrojada al azar sobre terreno fértil.
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miento no menos gráfico de Carnoy: La Ciencia se crea, pero nunca está
creada». No es dado a todos aventurarse en la selva y trazar, a fuerza de
energía, un camino practicable, pero aun los más humildes podemos aprovecharnos del sendero abierto por el genio, y arrancar, caminando por él,
algún secreto a los desconocido.
Aun aceptado que el principiante deba resignarse a recoger detalles
escapados a la sagacidad de los iniciadores, es también positivo que los
buscadores de minucias acaban por adquirir sensibilidad analítica tan exquisita y pericia de observación tan notable, que al fin abordan con fortuna cuestiones trascendentales.
¡Cuántos hechos, al parecer triviales, han conducido a ciertos investigadores, adecuadamente preparados por el conocimiento de los métodos,
a grandes conquistas científicas! Consideremos, además, que por consecuencias de la progresiva diferenciación de la Ciencia, las minucias de hoy
serán acaso mañana verdades importantes.
Esto sin contar con que nuestra apreciación de lo importante y de lo
accesorio, de lo grande y de lo pequeño, asiéntase en un falso juicio, en un
verdadero error antropomórfico. En la naturaleza no hay superior ni inferior, ni cosas accesorias y principales. Estas jerarquías que nuestro espíritu
se complace en asignar a los fenómenos naturales, proceden de que, en
lugar de considerar las cosas en sí y en su interno encadenamiento, las
miramos solamente en relación a la utilidad o el placer que pueden proporcionarnos. En la cadena de la vida todos los eslabones son igualmente
valiosos, porque todos resultan igualmente necesarios. Juzgamos pequeño
lo que vemos de lejos o no sabemos ver. Aun adoptando el punto de vista
del egoísmo humano, ¡quo de cuestiones de alta humanidad laten en el
misterio protoplasma del más humilde microbio! Nada parece más trascendental en bacteriología que el conocimiento de las bacterias infecciosas, nada más secundario que el de los microbios inofensivos pululantes en
las infusiones y materias orgánicas en descomposición, y, no obstante, si
desapareciesen estos humildes hongos, cuya misión es reintegrar a la circulación general de la materia los principios secuestrados por los animales
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y plantas superiores, bien pronto el planeta se tornaría inhabitable para el
hombre.
Acaso en ningún dominio se muestra mejor la trascendencia del detalle como en los métodos técnicos de la Biología. Para no citar sino un
ejemplo, recordemos que R. Koch, el gran bacteriólogo alemán, por haber
tenido la idea de adicionar a un color básico de anilina un poco de álcali,
logró teñir y descubrir el bacilo de la tuberculosis, desentrañando así la
etiología de una enfermedad hasta entonces rebelde a la sagacidad de los
más ilustres patólogos.
De esa falta de perspectiva moral, cuando de aquilatar las adquisiciones científicas se trata, han participado hasta los más preclaros ingenios.
¡Que de gérmenes de grandes invenciones, mencionadas como curiosidades de poca monta, hallamos hoy en las obras de los antiguos y hasta en las
de los sabios del Renacimiento! Perdido en un indigesto Tratado de Teología (Christianismi restitutio), escribió Servet, como al desdén, tres líneas
tocantes a la circulación pulmonar, las cuales constituyen hoy su principal
timbre de gloria. ¡Grande sería la sorpresa del filósofo aragonés si hoy
resucitara y viera totalmente olvidadas sus laboriosas disquisiciones metafísicas, y exaltando un hecho al cual no debió conceder más interés que el
de un argumento accesorio para su tesis de que el alma reside en la sangre!
De un pasaje de Séneca se infiere que los antiguos conocieron ya el poder
amplificante de una esfera de cristal llena de agua. ¡Quién hubiera sospechado que en dicho fenómeno amplificante, desestimado durante muchos
siglos, dormían en germen dos poderosos instrumentos analíticos; el microscopio y el telescopio, y dos ciencias a cuál más grandiosa: la Biología y
la Astronomía!
En resumen, no hay cuestiones pequeñas, las que lo parecen son
cuestiones grandes no comprendidas. En vez de menudencias indignas de
ser consideradas por el pensador, lo que hay es hombres cuya pequeñez
intelectual no alcanza a penetrar la trascendencia de lo minúsculo. Constituye la Naturaleza mecanismo armónico, donde las piezas, conspiran al
conjunto funcional, al contemplar este mecanismo, el hombre ligero distin102
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gue arbitrariamente sus principales órganos en esenciales y secundarios,
en cambio, el pensador discreto se contenta con clasificarlos, prescindiendo de tamaños y de sus efectos útiles inmediatos, en conocidos y poco
conocidos. En cuanto a su futura trascendencia, nadie puede ser profeta.
Culto exclusivo a la ciencia llamada práctica
Otro de los vicios del pensamiento que importa combatir a todo
trance es la falsa distinción en ciencia teórica y ciencia práctica, con la consiguiente alabanza de la última y el desprecio sistemático de la primera. Y
este error se propala inconscientemente entre la juventud, desviándola de
toda labor de inquisición desinteresada.
No son, ciertamente, las gentes del oficio, las que incurren en semejante falta de apreciación, sino muchos abogados, literatos, industriales y,
desgraciadamente, algunos estadistas conspicuos, cuyas iniciativas, de tan
graves consecuencias pueden ser para la obra de la cultura patria.
A estos tales no se les caen de la boca las siguientes frases «Menos
doctores y más industriales. Las naciones no miden su grandeza por lo que
saben, sino por la copia de conquistas científicas aplicadas al comercio y a
la industria, a la agricultura, a la medicina y al arte militar. Dejemos a los
cachazudos y linfáticos tudescos con sus sutiles indagaciones de ciencia
pura, con su loco afán de escudriñar los últimos resortes de la vida y consagrémonos por nuestra parte a sacar el juego práctico de los principios de
la Ciencia, encarnándolos en positivas mejoras de la existencia humana.
España ha menester máquinas para nuestros tremes y barcos recetas prácticas para la agricultura y la industria, fabricas de abonos, higiene racional, en suma, cuanto contribuya a fomentar la población, riquezas y bienestar de los pueblos. «Líbrenos Dios de sabios ociosos entretenidos en
especulaciones sutiles, o entregados a la conquista de lo menudo, que si
costara demasiado caro, podría calificarse de pasatiempo frívolo y hasta
ridículo»
Tal es el cúmulo de inepcias que a cada paso formulan los que al
viajar por el extranjero ven, por un espejismo extraño, el progreso en los
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efectos y no en las causas, los que, en sus cortos alcances, no advierten esos
hilos misteriosos que enlazan la fabrica con el laboratorio, como el arroyo
a su manantial. Creen de buena fe que, tanto los sabios como los pueblos,
forman dos grupos: los que pierden el tiempo en especulaciones de ciencia
pura y estéril, y los que saben hallar hechos de aplicación inmediata al
aumento y comodidad de la vida5.
¿Tendremos necesidad de insistir sobre lo absurdo de tal doctrina?
¿Habrá alguno tan menguado de sindéresis que no repare que allí donde
los principios o los hechos son descubiertos brotan también, por modo
inmediato, las aplicaciones? En Alemania, en Francia, en Inglaterra la fábrica vive en intima comunión con el laboratorio, y por lo común el iniciador mismo de la verdad científica dirige, el aprovechamiento industrial. Semejantes alianzas saltan a la vista en esas grandes fábricas de colores de anilina, que constituyen uno de los filones más prósperos de la
industria alemana, suiza y francesa. Tan notorio es este hecho que huelgan
aquí ejemplos demostrativos. Empero, por recientes y significativos, quiero citar dos: la grande industria de la construcción de objetivos de precisión (micrográficos, fotográficos y astronómicos) creada en Alemania por
los profundos estudios de óptica matemática del profesor Abber, de Jena,
y los cuales aseguran a la Prusia un monopolio de valor enorme que sufra5
La opinión vulgar aquí combatida ha sido repudiada elocuentemente por casi todos
los sabios. No resisto, sin embargo, a la tentación de copiar una comparación presentada
bajo diversas y brillantes formas por nuestro incomparable vulgarizador científico don
José Echegaray, cuya desaparición ha dejado a la ciencia española huérfana de un gran
talento. «La ciencia pura es como la soberbia nube de oro y grana que se dilata en
Occidente, entre destellos de luz y matices maravillosos: no es ilusión, es resplandor, la
hermosura de la verdad. Pero una nube se eleva, el viento la arrastra sobre los campos y ya
toma tintas más obscuras y más severas, es que va a la faena y cambia sus trajes de fiesta,
digámoslo así, por la blusa de trabajo. Y entonces se condensa en lluvia, y riega las tierras,
y se afana en el terruño, y prepara la futura cosecha, y al fin dan los hombres el pan
nuestro de cada día. Lo que empezó por hermosura para el alma y para la inteligencia,
concluye por ser alimento para la pobre vida corporal» (academia de Ciencias, sesión
solemne del 12 de marzo de 1910)
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ga el mundo entero6 , y la fabricación de sueros terapéuticos, nacida en
Berlín y perfeccionada en París, y en la cual intervienen, como es natural y
legítimo, Behring y Roux, creadores de los principios científicos de la
sueroterapia.
Cultivemos la ciencia por sí misma, sin considerar por el momento
las aplicaciones. Éstas llegan siempre a veces tardan años, a veces, siglos.
Poco importa que una verdad científica sea aprovechada por nuestros hijos
o por nuestros nietos. Medrada andaría la causa del progreso si Galvani, si
Volta, si Faraday, si Hertz, descubridores de los hechos fundamentales de
la ciencia de la electricidad, hubieran menospreciado sus hallazgos por
carácter entonces de aplicación industrial.
Dejamos consignado que lo inútil, aun aceptado el punto de vista
humano (con las necesarias restricciones de tiempo y lugar), no existe en
la Naturaleza. Y, en último extremo, aun cuando no fuera posible poner
en último extremo, aun cuando no fuera posible poner al servicio de nuestra comodidad y provecho ciertas conquistas científicas, siempre quedaría
una utilidad positiva: la noble satisfacción de nuestra curiosidad satisfecha
y la fruición incomparable causada en el ánimo por el sentimiento de
nuestro poder ante la dificultad.
En suma: al abordar un problema, consideremos en sí mismo, sin
desviarnos por motivos segundos, cuyo perseguimiento, dispersando la
atención, mermaría nuestra fuerza analítica. En la lucha con la Naturaleza, el biólogo, como el astrónomo, debe prescindir de la tierra que habita
y concentrar su mirada en la serena región de las ideas, donde, tarde o
6
Esto se inscribe en 1896. Actualmente, fábrica de instrumentos ópticos de Jena
cuenta al frente de sus secciones nada menos que 33 investigadores matemáticos, ópticos,
mecánicos y químicos, todos de primera fuerza. Legiones de químicos trabajan también
en las grandes fábricas de productos químicos alemanes demostrando que el único medio
de que la industria evita la ruina y el estancamiento es convertir el laboratorio en antesala
de la fábrica.
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temprano, surgirá la luz de la verdad. Establecido el hecho nuevo, las
aplicaciones vendrán a su sazón, es decir, cuando aparezca otro hecho capaz de fecundarlo, pues, como es bien sabido, el invento nos es otra cosa
que la conjunción de dos o más verdades en una resultante útil. La Ciencia
registra muchos hechos cuya utilidad es actualmente desconocida, pero,
al cabo de unos lustros, o acaso de siglos, ve la luz una nueva verdad que
tiene con aquellas misteriosas afinidades, y la criatura industrial resultante
se llama fotografía, fonógrafo, análisis espectral, telegrafía sin hilos, vuelo
mecánico, etc. Tratase siempre de una síntesis a corto o largo plazo. Porta
descubrió la cámara oscura, hecho aislado, del cual apenas se saco partido
para el arte del diseño, Wedgwood y Davy señalaron en 1802 la posibilidad de obtener imágenes fotográficas sobre un papel lubricado en una
solución de nitrato argéntico pero como la copia no podía fijarse, este otro
hallazgo no tuvo consecuencia, después llegó John Herschel, que logró
disolver la sal argéntica no impresionada por la luz, con ello fue ya posible
la fijación de la fugitiva silueta luminosa. Con todo eso, la débil sensibilidad de las sales argénticas hasta entonces aprovechadas hacia casi imposible el empleo del aparato de Porta, por fin aparece Deguerre, quien descubre en 1839, con la exquisita sensibilidad del yorudo argéntico, la imagen
latente sintetiza admirablemente el intento de sus predecesores y crea en
su fundamento a fotografía actual.
Así evoluciona todos los inventos: los materiales son en diversas épocas, acarreados por sagaces cuanto infortunados observadores, que no logran recoger frutos algunos de sus hallazgos, en espera de las verdades
fecundantes, mas una vez acopiados todos los datos, llega un sabio feliz,
no tanto por su originalidad como por haber nacido oportunamente, considera los hechos desde el punto de vista humano, opera la síntesis y el
invento surge.
Pretendida cortedad de luces
Para justificar deserciones y desmayos alegan algunas faltas de capacidad para la ciencia. «Yo tengo gusto para los trabajos de laboratorio –
nos dicen– pero no sirvo para inventar nada.» Cierto que hay cabezas re106
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Preocupaciones enervadoras del principiante
fractarias para la labor experimental, y entre ellas contamos todas las
incapacidades de atención prolongadas y exentas de curiosidad y
admirabilidad por las obras de la naturaleza. Pero la inmensa mayoría de
los que se confiesan incapaces, ¿los son positivamente? ¿No exageran, tal
vez, las dificultades de la empresa y la penuria de sus actitudes? Tal creemos, y añadiremos aún que muchos toman habitualmente por incapacidad la mera lentitud del concebir y del aprender, y a veces, la propia
pereza o la falta de alguna cualidad de orden secundario, como la paciencia, la minuciosidad, la constancia, atributos que se adquieren pronto con
el hábito del trabajo y con la satisfacción del éxito.
En nuestro concepto, las listas de los aptos para la labor científica es
mucho más larga de lo que se cree, y se compone, no sólo de los talentos
superiores, de los fáciles, de los ingenios agudos codiciosos de reputación
y ansiosos de enlazar su nombre a una obra grande, sino también de esos
entendimientos regulares conocidos con el dictado de mañosos, por la
habilidad y tino con que realizan toda obra manual, de esos otros dotados
de temperamento artístico y que sienten con vehemencia la belleza de las
obras de la naturaleza en fin, de los meramente curiosos, flemáticos,
cachazudos, devotos de la religión de los menudos, y capaces de consagrar
largas horas al examen del más insignificante fenómeno natural. La ciencia, como los ejércitos, necesita generales y soldados, aquellos conciben el
plan, pero {estos son los que positivamente vencen. Que no por modestia
deja de ser altamente estimables la colaboración de los perfeccionados y
colaboradores: gracias a estos obreros del progreso, la concepción del genio adquiere vigor y claridad, pasando de la categoría de símbolo abstracto
a realidad viva, apreciada y conocida de todo.
A fin de que cada uno pueda cerciorarse de su aptitud para su trabajo
del laboratorio, diversos medios pueden ensayarse. Aludiendo aquí a los
estudios de nuestra predilección, nosotros aconsejaríamos estos dos:
1.
Empleo de un método analítico que pase por incierto y difícil hasta que, a fuerza de paciencia y trabajo, se obtenga los resultados
mencionados por los autores. El éxito lisonjero en este caso, sobre todo si
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se ha logrado sin la vigilancia del maestro, es decir, trabajando aisladamente, será indicio claro de la aptitud para la labor de la investigación.
2.
Estudio de un tema científico de cierta dificultad, donde las
opiniones contradictorias abunden y para el cual el aficionado se prepara
examinando superficialmente el estado de la cuestión (mera lectura de los
libros de consulta, sin llegar a las monografías especiales). Si después de
algunos meses de trabajo experimental nuestro principiante repara, al consultar la bibliografía más moderna del tema, que ha conseguido adivinar
algunas conquistas recientes, que en punto muy litigioso ha conseguido
con las interpretaciones de sabios ilustres; que, en fin, ha acertado, a sortear errores de apreciación en que incurrieron algunos autores, debe abandonar su timidez y entregarse sin reserva a la labor científica, pues en ella
le esperan, pocos o muchos, según sea la actividad que despliegue triunfos
y satisfacciones.
Aun los medianamente dotados desde el punto de vista intelectual
podrán conseguir algún fruto con tal de que abriguen fe robusta en la
virtud creadora de la educación y se contraigan a profundizar, durante
mucho tiempo un tema limitado.
Aun a riesgos de redundancia o de parecer pesados y prolijos, séanos
permitido presentar contra los escépticos en los milagros de la voluntad
las siguientes reflexiones:
a)
Como han afirmado muchos pensadores y pedagogos el descubrimiento no es fruto de ningún talento originariamente especial, sino
de sentido común mejorado y robustecido por la educación técnica y por
el hábito del meditar sobre los problemas científicos7.
7
«Es el sentido común trabajando a alta tensión»según la frase gráfica de nuestro
Echegaray. Así, pues, quien disponga de regular criterio para guiarse en la vida, lo tendrá
también para marchar desembarazado por el camino de la investigación.
108
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Preocupaciones enervadoras del principiante
b)
El cerebro juvenil posee plasticidad exquisita, en cuya virtud
puede, a impulsos de un enérgico querer mejorar extraordinariamente su
organización creando asociaciones interideales nuevas, depurando y afinando el juicio.
c)
Las deficiencias de la aptitud nativa, son compensables mediante un exceso de trabajo y de atención. Cabe afirmar que el trabajo
sustituye al talento, o mejor, dicho, crea el talento. Quien desee
firmísimamente mejorar su capacidad, acabará por lograrlo a condición de
que la labor educadora no comience demasiado tarde, en una época en que
la plasticidad de las células nerviosas esta casi del todo suspendida. No
olvidemos que por la lectura y la meditación de las obras maestras todo
hombre es dueño de asimilar una gran parte del ingenio que las creó, dado
que toma de éste, no solo las doctrinas, sino el criterio, los principios
directores y hasta el estilo.
d)
En la mayor parte de los casos, eso que llamamos talento
genial y especial no implica superioridad cualitativa, sino expeditiva, consistiendo solamente en hacer de prisa y con brillante éxito lo que la inteligencia regulares elaboren lentamente, pero bien. En vez, de distinguir los
entendimientos en grandes y pequeños, fuera preferible y más exacto (al
menos en muchos casos) clasificarlos en lentos y rápidos8. Los entendimientos rápidos son ciertamente los más brillantes y sugestivos; son insustituibles
en la conversación, en la oratoria, en el periodismo, en toda obra en que el
tiempo sea factor decisivo, pero en las empresas científicas los lentos resultan tan útiles como los rápidos porque el científico, como el artista, no se
le juzga por la viveza del producir, sino por la excelencia de la producción.
Aun osaríamos añadir que, por una compensación muy común las cabezas
lentas poseen gran resistencia para la atención prolongada y abren ancho y
profundo surco en las cuestiones, mientras que las rápidas suelen fatigarse
8
Es singular la coincidencia de esta doctrina con la clasificación en clásicos y románticos
(talentos de reacciones lentas y talentos de reacciones rápidas), dada por Ostwald en su
reciente e interesante libro sobre Los grandes hombres.
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pronto, después de haber desbrozado apenas el terreno. Hay en esto, sin
embargo, numerosas excepciones: Newton, Davy, Pasteur, Virshow, etc.,
fueron talentos rápidos y dejaron ancha estela luminosa.
e)
Si, a despecho de los esfuerzos hechos por mejorarlas nuestra
memoria es inconstante y poco tenaz administrémosla bien. Como dice
Epíctecto: «cuando en el juego de la vida vienen malas cartas no hay más
remedio que sacar el mejor partido posible de las que se tienen». Enseña la
Historia de los grandes descubrimientos que su excelencia no dimana siempre de un ingenio superior, sino de un entendimiento y memoria regulares, pero hábilmente aprovechados. Grandes innovadores científicos, como
Helmholtz quejaronse de escasez de memoria, considerando como un suplicio el aprenderse de coro un escrito. Por compensación, los escasamente
memoriosos de palabras y de frases, suelen gozar de excelentes retentivas
de ideas y de series de razonamiento. Jean Locke notó que los dotados de
gran ingenio y pronta memoria no sobresalen siempre en el juicio.
f)
Para poder consagrar al tema de nuestras meditaciones todas
las escazas facultades que poseemos desechamos, las ocupaciones innecesarias, y esas ideas parásitas tocantes a las menudencias fútiles de la vida y
fijemos tan solo en la mente, a favor de una atención ahincada y persistente, los datos relativos al problema que nos ocupa. Condenémonos, durante la gestión de nuestra obra a ignorar lo demás: la política, la literatura, la
música, la chismografía, etc., hay casos en que la ignorancia en una gran
virtud, casi un heroísmo: los libros inútiles, perturbadores de la atención
pesan y ocupan lugar tanto en nuestro cerebro como en los estantes de la
bibliotecas y deshacen o estorban la adaptación mental del asunto. El
saber ocupa lugar, diga lo que quiera la sabiduría popular.
g)
Aun el talento mediano llegará a ilustrase por trabajos estimables en varias ciencias, con tal de abandonar la pretensión de abarcarlas
todas a la vez; concentrará, pues, sucesivamente, es decir, por épocas, su
atención en cada tema, y lo debilitará o borrará sus adquisiciones anteriores en otros dominios lo que equivale a declarar que el cerebro es adaptable
a la ciencia total en el tiempo, pero no en el espacio. En realidad, hasta las
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grandes capacidades proceden de este modo, y así, cuando algún sabio nos
asombra con publicaciones sobre diversas disciplinas, reparemos que a cada
materia corresponde una época. Ciertamente, los conocimientos anteriores, no habrá desaparecido enteramente de la mente del autor, pero se
habrá simplificado, condensándose en formulas o símbolos abreviadísimos.
De esta suerte puede quedar libre en la pizarra cerebral un gran espacio
para el registro y estampación de las nuevas imágenes.
Cualidades de orden moral que debe poseer el Investigador
Las cualidades indispensables al cultivador de la investigación son: la
independencia mental, la curiosidad intelectual, la perseverancia en el trabajo, la religión de la patria, y el amor a la gloria.
De atributos intelectuales no hay que hablar, pues damos por supuesto que el aficionado a las tareas del laboratorio goza de un regular
entendimiento, de no despreciable imaginación, y sobre todo de esa armónica ponderación de facultades que vale mucho más que el talento brillante, pero regular y desequilibrado.
Afirma Carlos Richet que en el hombre de genio se juntan los
idealismos de don Quijote al buen sentido de Sancho. Algo de esta feliz
confusión de atributos debe poseer el investigador; temperamento artístico que le lleva buscar y contemplar el número, la belleza y la armonía de
las cosas, y sano sentido crítico capaz de refrenar los arranques temerarios
de la fantasía y de hacer que prevalezcan en esa lucha por la vida entabladas en nuestra mente por las ideas, los pensamientos que más fielmente
traducen la realidad objetiva.
a)
Independencia de juicio
Rasgo dominante en los investigadores eminentes es la altiva independencia de criterios. Ante la hora de sus predecesores y maestros no
permanecen suspensos y anonadados, sino recelosos y escudriñadores.
Aquellos espíritus que, como Vesalio, Eustaquio y Arveo, corrigieron la
obra anatómica de Galeno, y aquellos otros llamados Copérnico, Kleper,
Newton y Huygaens, que echaron abajo la astronomía de los antiguos,
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fueron sin duda, preclaros entendimiento, pero, ante todo, poseyeron individualidad mental ambiciosa y descontentadiza y osadía critica extraordinaria. De los dóciles y humildes pueden salir los santos, pocas veces los
sabios. Tengo para mí que el excesivo cariño a la tradición, del obstinado
empeño de fijar la Ciencia en las viejas formulas del pasado, cuando no
denuncian invencible pereza mental, representan las banderas que cubren
los intereses creados por el error.
¡Desgraciado del que, en presencia de un libro, queda absorto y mudo!
La admiración extremada achica la personalidad y ofusca el entendimiento, que llega a tomar las hipótesis por demostraciones, las sombras por
claridades.
Harto se me alcanza que no he dado a todos sorprender a la primera lectura de un libro inspirado. La veneración excesiva, como todos los
estados pasionales, excluye sentido crítico. Si después de una lectura
subjetiva nos sentimos débiles, dejemos pasar algunos días; fría la cabeza
y sereno el juicio, procederemos a una segunda y a hasta una tercera
lectura. Poco a poco los vacíos aparecen, los razonamientos endebles se
patentizan; las hipótesis se desprestigian y muestran lo deleznable de
sus cimientos; la magia misma del estilo acaba por hallarnos insensibles,
nuestro entendimiento, en fin, reacciona. El libro no tiene en nosotros
un devoto, sino un juez. Este es el momento de investigar, de cambiar
las hipótesis del autor por otras más razonables del autor, de someterlo
todo a crítica severa.
Al modo de muchas bellezas naturales, las obras humanas necesitan,
para no perder sus encantos, ser contemplados a distancia. El análisis es el
microscopio que nos aproxima al objeto y nos muestra la grosera urdimbre
del tapiz, disipase la ilusión cuando salta a los ojos lo artificioso del bordado y los efectos del dibujo.
Se diría acaso que en los presentes tiempos que han visto derrocados
tantos ídolos y mermados u olvidados muchos viejos prestigios, no es necesario al llamamiento al sentido crítico y al espíritu de duda. Cierto que
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Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Preocupaciones enervadoras del principiante
no es tan urgente hoy como en otras épocas; pero todavía conserva la rutina sus fueros; aun se da con harta frecuencia el fenómeno de que los discípulos de un hombre ilustre gasten sus talentos, no en esclarecer nuevos
problemas sino en defender los errores del maestro. Importa notar que
también en esta época de irreverente crítica y de revisión de valores, la
disciplina de escuela reina en las universidades de Francia, Alemania e
Italia, con un despotismo tal, que sofoca a veces las mejores iniciativas e
impide el florecimiento de pensadores originales. Los que nos batimos en
la brecha como simples soldados ¡cuántos casos ejemplares podríamos citar de esta servidumbre de escuela y cenáculo! ¡Qué talentos conocemos
que no han tenido más desgracia que haber sido discípulos de un gran
hombre! Y aquí aludimos a esas naturalezas generosas y agradecidas, las
cuales, sabiendo inquirir la verdad no osan declararlas por no arrebatar al
maestro parte de su prestigio, que, asentado en el error caería tarde o
temprano al empuje de menos escrupulosos.
Por lo que hace a esas naturalezas dóciles, tan fáciles a la sugestión
como pasivas y perseverantes en el error, las cuales forman el sequito de los
jefes de escuela, su misión ha sido siempre adular al genio y aplaudir sus
extravíos. Este es el pleito –homenaje que la medianía rinde complaciente
superior. Ellos se comprender bien recordando que los cerebros débiles se
adaptan mejor al error, cuasi siempre sencillo, que a la verdad, a menudo
austera y difícil.
b)
Perseverancia en el estudio
Ponderan con razón los tratadistas de lógica la virtud creadora de la
atención; pero insisten poco en una variedad del atender que cabría llamar
polarización cerebral o atención crónica, esto es, la orientación permanente
durante meses y aun años, de todas nuestras facultades hacia un objeto de
estudio. Infinitos son los ingenios brillantes que por carecer de este atributo
que los franceses designan esprit desuit, se esterilizan en sus meditaciones.
A docenas de españoles podría yo citar que, poseyendo un intelecto
admirablemente adecuado para la investigación científica, retíranse desNihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 95 a 130
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animados de una cuestión sin haber medido seriamente sus fuerzas, y acaso
en el momento mismo de la Naturaleza iba a premiar sus afanes con la
revelación ansiosamente esperada. Nuestras aulas y laboratorios abundan en
estas naturalezas tornadizas e inquietas, que aman la investigación y se pasan
los días de turbio en turbio ante la restorta y el microscopio. Su febril actividad revelase en el alud de conferencias, folletos y libros, en que prodigan
erudición y talentos considerables fustigan continuamente la turba gárrula
de traductores y teorizantes, proclamando la necesidad inexcusable de la
observación y estudio de la naturaleza en la Naturaleza misma; y cuando
tras largos años de propaganda y de labor experimental se pregunta a los
íntimos de tales hombres, a los asiduos de misteriosos cenáculos de pontifical
confiesan ruborosos que la misma fuerza del talento, la casi posibilidad de
ver en pequeño la extraordinaria amplitud y alcance de la obra emprendida,
han imposibilitado llevar a cabo ningún progreso parcial y positivo. He aquí
el fruto obligado de la flojedad o de la dispersión excesiva de la atención, así
como del pueril alarde enciclopedista inconcebible hoy que hasta los sabios
más insignes se especializan y concentran para producir. Pero sobre los vicios
de la voluntad trataremos más adelante.
Para llevar a feliz término una indagación científica, una vez conocidos
los métodos conducentes al fin, debemos fijar fuertemente en nuestro espíritu los términos del problema, a fin de provocar enérgicas corrientes de
pensamiento, es decir, asociaciones cada vez más complejas y precisas entre
las imágenes recibidas por la observación y las ideas que dormitan en nuestro inconsciente, ideas que una concentración vigorosa de nuestras energías
mentales podrá llevar al campo de la conciencia. No basta la tensión expectante, ahincada, es preciso llegar a la preocupación. Importa aprovechar para
la obra todos los monumentos lúcidos de nuestro espíritu, ya el trabajo
mental supra intensivo que solo da la célula nerviosa caldeada por la congestión, oras, en fin, la inesperada intuición que brota a menudo, como la
chispa del eslabón, del choque de la discusión científica.
Casi todos los que desconfían de sus propias fuerzas ignoran el maravilloso poder de la tensión prolongada. Esta especie de polarización cerebral con relación a un cierto orden de percepciones afina al juicio, enri114
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Preocupaciones enervadoras del principiante
quece nuestra sensibilidad analítica, espolea la imaginación constructiva
y, en fin, condensando toda luz de la razón en las negruras del problema,
permite descubrir en éste inesperada y sutiles relaciones. A fuerza de horas
de exposición, una palanca fotográfica situada en el foco de un anteojo
dirigido al firmamento llega a revelar astros tan lejanos, que el telescopio
más potente es incapaz de mostrarlos, a fuerza de tiempo y de atención, el
intelecto llega a percibir un rayo de luz en las tinieblas del más abstruso
problema.
La comparación precedente no es del todo exacta. La fotografía
astronómica limitase a registrar actos preexistentes de tenue fulgor, mas en
la labor cerebral se da un acto de creación. Parece como si la representación
mental obstinadamente contemplada emitiera, al modo de un ambo, apéndices invasores que, después de crecer en todos sentidos y de sufrir extravíos
y detenciones, acabaran por vincularse estrechamente con las ideas afines.
La forja de la nueva verdad exige casi siempre severas abstenciones y
renuncias. Convendrá durante la susodicha incubación intelectual que el
investigador, al modo del sonámbulo, atento solo a la voz del hipnotizador, no vea ni considere otra cosa que lo relacionado con el objeto de
estudio: en la cátedra, en el paseo, en el teatro, en la conversación, hasta en
la lectura meramente artística buscará ocasión de intuiciones, de comparaciones y de hipótesis, que le permitan llevar alguna claridad a la cuestión
que le obsesiona. En este proceso adaptativo nada es inútil: los primeros
groseros errores, así como las falsas rutas por donde la imaginación se aventura, son necesarios, pues acaban por conducirnos al verdadero camino, y
entran, por tanto, en el éxito final, como entran en el acabado cuadro del
artista los primeros informes bocetos.
Cuando se reflexiona sobre la curiosa propiedad que el hombre posee
de cambiar y perfeccionar su actividad mental con relación a un objeto o
problema meditado no puede menos que sospecharse que el cerebro, merced a su plasticidad, evoluciona anatómica y dinámicamente, adaptándose progresivamente al tema. Esta adecuada y específica organización adquirida por las células nerviosas produce a la larga lo que yo llamaría talenNihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 95 a 130
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to profesional o de adaptación, y tiene por motor la propia voluntad, es
decir, la resolución energética de adecuar nuestro entendimiento a la naturaleza del asunto. En cierto sentido no sería paradójico afirmar que el
hombre que plantea un problema no es el mismo que lo resuelve; por
donde tienen fácil y llana explicación esas exclamaciones de asombro en
que prorrumpe todo investigador al considerar lo fácil de la solución tan
laboriosamente buscada. ¡Cómo no se me ocurrió esto desde el principio!exclamamos-. ¡Qué obcecación la mía al obstinarme en marchar por caminos que conducen a parte alguna!
Si, como a pesar de todo, la solución no aparece presentimos, no
obstante, que el asunto se acerca a su madurez, procuremos algún tiempo
de reposo. Algunas semanas de solaz y silencio en el campo traerán la
calma y la lucidez a nuestro espíritu. Esta frescura del intelecto, como la
escarcha matinal marchitará la vegetación parásita y viciosa que ahogaba la
buena semilla. Y al fin surgirá la flor de la verdad que, por lo común,
abrirá su cáliz, al rayar el alba, tras largo y profundo sueño, durante esas
horas plácidas de la mañana que Goethe y tantos otros consideraron propicias a la invención.
También los viajes, al traernos nuevas imágenes del mundo y remover nuestro fondo ideal, poseen la preciosa virtud de renovar el pensamiento y de disipar enervadoras preocupaciones. ¡Cuántas veces el rudo
trepidar de la locomotora y el recogimiento y soledad espiritual en el vagón (el desierto de hombres, que diría Descartes), nos ha sugerido ideas
que justificó ulteriormente el laboratorio!
En los tiempos que corremos, en que la investigación científica se ha
convertido en una profesión regular que cobra nomina del Estado, no le
basta al observador concentrarse largo tiempo en un tema: necesita además imprimir una gran actividad a su trabajo. Pasaron aquellos hermosos
tiempos de antaño en que el curioso de la Naturaleza, como recogido en el
silencio de su gabinete, podía estar seguro que ningún émulo vendría a
turbar sus tranquilas meditaciones; hogaño, la investigación es fiebre; apenas un nuevo método se esboza, numerosos sabios se aprovechan de él,
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aplicándolo casi simultáneamente a los mismos temas y mermando la gloria del iniciador que carece de la holgura y tiempos necesarios para recoger
todo el fruto de su laboriosidad y buena estrella.
Inevitables son, por consecuencia, las coincidencias y las contiendas
de prioridad. Y es que, lanzada al público una idea, entra a formar parte
de ese ambiente intelectual donde todos nutrimos nuestro espíritu, y en
virtud del isocronismo funcional reinante en las cabezas preparadas y polarizadas para un trabajo dado, la idea nueva es simultáneamente en París
y en Berlín, en Londres y en Viena, casi de idéntico modo, y con similares
desarrollos y aplicaciones. La invención crece y se desarrolla al modo de un
organismo, espontánea y automáticamente, como si los sabios quedasen
reducidos a meros cultivadores de la semilla sembrada por un genio. Todos entrevén la espléndida floración de hechos nuevos, y todos desean,
naturalmente, acaparar la espléndida cosecha. Esto explica la impaciencia
por publicar, así como lo imperfecto y fragmentario de muchos trabajos
de laboratorio. El afán de llegar antes nos lleva a veces a incurrir en ligerezas, pero ocurre también que el ansia febril de tocar la meta los primeros,
nos granjea el mérito de la prioridad.
En todo caso, si alguien se nos adelanta, haremos mal en desalentarnos. Continuemos impertérritos la labor, que al fin llegará nuestro turno.
Ejemplo elocuente de incansable perseverancia nos dio una mujer gloriosa: Madame Curie, cuando, habiendo descubierto la radiactividad del torio,
sufrió la desagradable sorpresa de saber que poco antes el mismo hecho
había sido anunciado por Schmidt en los Wiedermann Annalen, lejos de
desanimarle la noticia, prosiguió sin tregua sus pesquisas, ensayó al
electroscopio, nuevas sustancias entre ellas cierto óxido de urano (la
pechblende) de la mina de Johanngeorgenstadt, cuyo poder radiactivo
sobrepuja en cuatro veces al del uranio y sospechando que aquella materia
tan activa encerraba un cuerpo nuevo, emprendió, pacientes y heroicos
trabajos, cuyo galardón fue el hallazgo de un nuevo cuerpo, el estupendo
radio, cuyas maravillosas propiedades provocando numerosas investigaciones, han revolucionado la física y la química.
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En España, donde la pereza es, más que un vicio, una religión, se
comprenden difícilmente esas monumentales obras de los químicos, naturalistas y médicos alemanes en las cuales solo el tiempo necesario para la
ejecución de los dibujos y la consulta bibliográfica parecen deber cortarse
por lustros. Y, sin embargo, estos libros se han redactado en uno o dos
años pacíficamente, sin febriles apresuramientos. El secreto está en el método de trabajo; en aprovechar para la labor todo el tiempo hábil; en no
entregarse al diario descanso sin haber consagrado dos o tres horas a la
tarea, en poner dique prudente a esa dispersión intelectual y ese derroche
ejercido por el trato social, en restañar, en fin, en lo posible, la cháchara
ingeniosa del café o de la tertulia, despilfarradora de fuerzas nerviosas (cuando
no causa disgusto, y que nos aleja con pueriles vanidades y fútiles preocupaciones de la tarea principal.
Si nuestras ocupaciones no nos permiten consagrar al tema más que
dos horas, no abandonemos el trabajo a pretexto que necesitaríamos cuatro o seis. Como dicen juiciosamente Payot, «poco basta cada día si cada
día logramos ese poco».
Lo malo de ciertas distracciones, demasiado dominantes, no consiste
en el tiempo que nos roban, cuanto en la flojera de la atención creadora
del espíritu y en la pérdida de esa especie de tonalidad que nuestras células nerviosas adquieren cuando las hemos adaptado a determinado asunto.
No pretendemos proscribir en absoluto las distracciones, pero las del
investigador serán siempre ligeras y tales que no estorben las nuevas asociaciones ideales. El paseo al aire libre, la contemplación de las obras artísticas o de las fotografías de escenas, de países y de monumentos, el encanto de la música y sobre todo la compañía de una persona que, penetrada
de nuestra situación, evite cuidadosamente toda conversación grave e
irreflexiva, constituyen los mejores esparcimientos del hombre de laboratorio. Bajo este aspecto será bueno también seguir la regla de Buffon, cuyo
abandono en la conversación (que chocaba a muchos admiradores de la
nobleza y elevación de su estilo como escritor) lo justificaba diciendo:
«Estos son mis momentos de descanso».
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Preocupaciones enervadoras del principiante
En resumen, toda obra grande es el fruto de la paciencia y de la
perseverancia, combinadas con mucha atención orientada tenazmente
durante meses y aun años hacia un objeto particular. Así lo han confesado
sabios ilustres al ser interrogados tocante al secreto de sus creaciones.
Newton declaraba que solo pensando siempre en la misma cosa había
llegado a la soberana ley de la atracción universal, de Darwin refiere uno
de sus hijos que llegó a tal concentración en el estudio de los hechos biológicos relacionados con el gran principio de la evolución, que se privó
durante muchos años y de modo sistemático de toda lectura y meditación
extraña al blanco de sus pensamientos, en fin, Buffon no vacilaba en decir
«el genio no es sino la paciencia extremada». Suya es también esta respuesta a los que le preguntaban cómo había conquistado la gloria: «Pasando
cuarenta años de mi vida inclinado sobre mi escritorio.» En fin, nada ignora que Meyer, el genial descubridor del principio de la conservación y
transformación de la energía, consagró a esta concepción toda su vida.
Siendo, pues cierto de toda certidumbre que las empresas científicas
exigen, más que vigor intelectual disciplina severa de la voluntad y perenne subordinación de todas las fuerzas mentales a un objeto de estudio,
¡cuán grande es el daño causado inconscientemente por los biógrafos de
sabios ilustres al achacar las grandes conquistas científicas al genio antes
que al trabajo y la paciencia! ¡Que más desea la flaca voluntad del estudioso o del profesor que poder cohonestar su pereza con la modesta cuanto
desconsoladora confesión de mediocridad intelectual! De la funesta manía
de exaltar sin medida la minerva de los grandes investigadores sin parar
mientes en el desaliento causado en el lector, no están exentos ni aun
biógrafos de tan buen sentido como L. Figuier. En cambio, muchas autobiografías, en las que el sabio se presenta lector de cuerpo entero con sus
debilidades y pasiones, con sus caídas y aciertos, constituyen excelente
tónico moral. Tras esta lectura, henchido el ánimo de esperanza, no es raro
que lector exclame: Anche io sono vittore.
c)
Pasión por la gloria
La psicología del investigador se aparta un tanto de la del común de
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los intelectuales sin duda, le alientan las aspiraciones y les mueven los mismos resortes que a los demás hombres; pero en el sabio existen dos que
obran con desusado vigor: el culto a la verdad y la pasión por la gloria. El
predomino de estas dos pasiones explica la vida entera del investigador, y
del contraste entre el ideal que este se forma de la existencia y el que se
forja el vulgo resultan esas luchas desvíos e incomprensiones que en todo
tiempo han marcado las relaciones del sabio con el ambiente social.
Se ha dicho muchas veces que el hombre de ciencia, como los grandes reformadores religiosos o sociales, ofrecen los caracteres mentales del
inadaptado. Mora en un plano superior de humanidad, desinteresado de
las pequeñeces y miserias de la vida material.
Con todo eso, el sabio sincero y de vocación permanece profundamente humano. En el amor a sus semejantes excede a los mejores. Irradiando en el tiempo y en el espacio, esta pasión comprende a propios y
extraños, y se dirige lo mismo a la humanidad actual que a la futura.
Gracias a esos singulares talentos, cuya mirada penetra en las sombras del
porvenir, y cuya exquisita sensibilidad les fuerza a condolerse de los errores
y estancamiento de la rutina, es posible la evolución social y científica.
Sólo al genio le es dado oponerse a la corriente y modificar el medio moral,
y bajo este aspecto es lícito afirmar que su misión no es la adaptación de
sus ideas a las de la sociedad, sino la adaptación de la sociedad a sus ideas.
Y como tenga razón (y la suele tener) y proceda con prudencia energía y
sin desmayos, tarde o temprano la Humanidad le sigue, le aplaude y le
aureola de gloria. Confiando en este halagador tributo de veneración y de
justicia, trabaja todo investigador, porque sabe que si los individuos son
capaces de ingratitud, pocas veces lo son las colectividades, como alcancen
plena conciencia de la realidad y utilidad de una idea.
Es vulgarísima verdad que, en grado variable, el afán de aprobación y
aplauso mueve a todos los hombres, y preferentemente a los dotados de
gran corazón y peregrino entendimiento. Empero, cada cual busca la gloria por distinto camino, uno marcha por el de las armas, tan celebrado por
Cervantes en su Quijote, y aspira a acrecentar la grandeza política de su
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país, otros van por el del arte, ansiando el fácil aplauso de las muchedumbres, que comprenden mucho mejor la belleza que la verdad, y unos pocos
solamente en cada país, y singularmente en los más civilizados, siguen el
de la investigación científica, el solo derrotero que puede conducirnos a
una explicación racional y positiva del hombre y de la naturaleza que le
rodea. Tengo para mí que esta aspiración es una de las más dignas y loables
que el hombre puede perseguir, porque acaso más que ninguna otra se
halla impregnada con el perfume del amor y de la caridad universales. 0
Se ha expuesto muchas veces el contraste existente entre la figura
moral del sabio y la del héroe, puesto que vivimos en un país que ha
sacrificado demasiado en el altar a sus héroes (guerreros, políticos o religiosos), y desamparado cuando no perseguido a sus pensadores más originales, séame permitido exagerar aquí el encomio en contrapuesto sentido.
Ambos, el héroe y el sabio, constituyen los polos de la energía humana, y son igualmente necesarios al progreso y bienestar de los pueblos;
pero la trascendencia de sus obras es harto diversa. Lucha el sabio en beneficio de la Humanidad entera, ya para aumentar y dignificar la vida, ya
para ahorrar el esfuerzo humano, ora para callar el dolor, ora para retardar
y dulcificar la muerte. Por el contrario, el héroe sacrifica a su prestigio una
parte más o menos considerable de la Humanidad, su estatua se alza siempre sobre un pedestal de ruinas y cadáveres, su triunfo es exclusivamente
celebrado por una tribu, por un partido o por una nación, y deja tras sí, en
el pueblo vencido, estela de odios y de sangrientas reivindicaciones. En
cambio, la corona del sabio otórgala la Humanidad entera, su estatua tiene por pedestal el amor, y sus triunfos desafían a los ultrajes del tiempo y
a los juicios de la Historia; sus únicas víctimas (si pueden llamarse tales los
redimidos de la ignorancia) son los rezagados, los atávicos, los que medraron con la mentira o el error, todos, en fin, los que en una sociedad bien
organizada debieran ser proscriptos como enemigos declarados de la felicidad de los buenos.
No faltan, afortunadamente, en nuestra patria altos ingenios que cifran su dicha en conquistar el aplauso de la opinión, mas, por desgracia, y
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salvadas contadas y honrosas excepciones, nuestros talentos prefieren ganar el lauro siguiendo la senda del arte o de la literatura. Empeño en que
fracasan o se esterilizan la inmensa mayoría de ellos, pues exceptuando
unos cuantos genios artísticos y literarios muy elevados, cuya obra es
apreciada y aplaudida en el extranjero, ¡cuán pocos de nuestros pintores
y poetas serán consagrados por la posteridad! ¡Cuantos que luchan en
vano por crearse una reputación mundial como literatos u oradores podrían alcanzarla, sin tantos esfuerzos quizá, como investigadores de ciencia! ¡Qué difícil la originalidad en un terreno en que casi todo está apurado por los antiguos, los cuales, dotados de maravillosa intuición para
la belleza literaria y la forma plástica, apenas dejaron nada que espigar
en el campo del arte!
Después de leer las oraciones de Demóstenes y de Cicerón, los diálogos de Platón, las vidas paralelas de Plutarco y las arengas de Tito Livio, se
adquiere la convicción de que ningún orador moderno ha podido inventar
un resorte absolutamente nuevo para persuadir al entendimiento o mover
al corazón humano. El papel de orador actual es aplicar a casos determinados, y más o menos nuevos, los innumerables tópicos de forma y argumentación imaginados por los autores clásicos.
¿Y qué diremos de los que buscan en la poesía o en la prosa artística
el prestigio de la originalidad? Después de Homero y de Virgilio, de Horacio
y de Séneca, de Shakespeare y de Milton, de Cervantes y Ariosto, de Goethe
y de Heine, de Lamartine y de Victor Hugo, de Chateaubriand y Rousseau,
etc., ¡quién es el osado que pretende inventar una figura poética, un matiz
de expresión sentimental, un primor de estilo que hayan desconocido aquellos incomprensibles ingenios?
No pretendemos, empero, negar en absoluto la posibilidad de creaciones artísticas comparables y acaso superiores a las legadas por los clásicos.
Los grandiosos monumentos elevados por los polígrafos del Renacimiento, y las sublimes creaciones de la escuela romántica durante el pasa122
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do siglo, están ahí para atestiguar que la vena de la originalidad literaria
dista todavía de estar exhausta. Afirmamos solamente que las composiciones literarias de sobresalientes mérito son dificilísimas y cuestan más desvelos y trabajos que las producciones científicas originales. Y la razón es
obvia, el arte, atenido al concepto vulgar del Universo y nutriéndose en el
limitado terreno del sentimiento, ha tenido tiempo de agotar casi todo el
contenido emocional del alma humana, las bellezas del mundo exterior y
las ingeniosas combinaciones de la imaginación verbal, mientras que la
Ciencia, apenas desflorada por los antiguos y totalmente ajena a los vaivenes de la moda como a las volubles normas del gusto, acumulada por cada
día nuevos materiales y nos brinda labor inacabable. Ante el científico está
el Universo entero apenas explorado, el cielo salpicado de soles que se
agitan en las tinieblas de un espacio infinito; el mar; con sus misteriosos
abismos, la tierra guardando en sus entrañas el pasado de la vida, y la
historia de los precursores del hombre, y en fin, el organismo humano,
obra maestra de la creación, ofreciéndonos en cada célula una incógnita y
en cada latido un tema de profunda meditación.
Llevado por mi entusiasmo, acaso caiga en la hipérbole, pero estoy
persuadido de que la verdadera originalidad se halla en la Ciencia, y que
el afortunado descubridor de un hecho importante es el único que puede lisonjearse de haber hollado un terreno completamente virgen, y de
haber forjado un pensamiento que no pasó jamás por la mente humana.
Añadamos que su conquista ideal no está sujeta a las fluctuaciones de la
opinión, al silencio de la envidia ni a los caprichos de la moda, que hoy
repudia por detestable lo que ayer ensalzó por sublime. Al afortunado
escrutador de la Naturaleza es sobre todo aplicable el pensamiento de
James, para quien el ideal del hombre consiste en llegar a ser un colaborador de Dios.
Ciertamente la gloria del científico no es tan popular ni ruidosa como
la del artista o del dramaturgo. Vive el pueblo en el plano del sentimiento,
y pedirle calor y apoyo para los héroes de la razón fuera vana exigencia.
Pero el sabio tiene también su público. Está formado por la aristocracia
del talento y habita en todos los países, habla todas las lenguas y se dilata
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hasta las más lejanas generaciones del porvenir. Claro que los admiradores
del hombre de ciencia no palmotean no se descomponen con transportes
de pasión, pero estudian con amor, juzgan con mesura y acaban por hacer,
pese a los ataques pasajeros de la envidia, plena e irrevocable justicia. En
punto a reputación, la ventura suprema fuera merecer la aprobación de
esos raros espíritus superiores que la Humanidad produce de vez en cuando. Por lo cual compréndase bien la noble altivez con que el matemático y
filósofo Fontenelle decía a cierto personaje después de preguntarle su tratado de la Géometrie de I´infinit: «He aquí una obra que sólo podrán leer
en Francia cuatro o seis personas». Sentidas y nobles son también aquellas
conocidas expresiones con que Klepler, radiante de júbilo y palpitante de
emoción por el descubrimiento de la última de sus memorables leyes,
terminaba su obra Harmonices mundi diciendo: «Echada está la suerte, y
con esto pongo fin a mi libro, importándome poco que sea leído por la
edad presente o por la posteridad. No le faltará lector algún día. Pues qué,
¿no ha tenido Dios que esperar seis mil años para hallar en mi un
contemplador e intérprete de sus obras?
d)
Patriotismo
Entre los sentimientos que deben animar al hombre de ciencia merece particular mención el patriotismo. Este sentimiento tiene en el sabio
signo exclusivamente positivo, ansía elevar el prestigio de su patria, pero
sin denigrar a las demás.
Se ha dicho que la Ciencia no tiene patria, y esto es exacto, mas,
como contestaba Pasteur en ocasión solemne, «Los sabios sí que tienen».
El conquistador de la Naturaleza no solamente pertenece a la Humanidad, sino a una raza que se envanece con sus talentos, a una nación que se
honra con sus triunfos y a una región que le considera como el fruto selecto de su terruño.
Representado la Ciencia y la Filosofía las categorías más elevadas de la
actividad mental y los dinamómetros de la energía espiritual de los hombres,
compréndese bien el noble orgullo con que las naciones civilizadas ostentan
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sus filósofos, sus matemáticos, sus físicos y naturalistas, sus inventores, todos
cuantos, en fin, supieron enaltecer el nombre sagrado de la patria.
Fuerza en confesar que los españoles tenemos mayor necesidad de
cultivar dicha pasión a causa del desdén con que, por motivos que no
hacen ahora al caso, hemos mirado durante muchos siglos cuanto se refiere a la investigación científica y a sus fecundas aplicaciones a la vida. Obligación inexcusable de cuantos conservamos todavía sensible la fibra del
patriotismo, más de una vez lastimada por los dardos de la malquerencia
extranjera, es volver por el prestigio de la raza, probando a los extraños que
quienes siglos atrás supieron inmortalizar sus nombres, rivalizando con las
naciones próceres tanto en las hazañas de la guerra y en los peligros de
exploraciones y descubrimiento geográficos como en las pacíficas empresas del Arte, de la Literatura y de la Historia, sabrán también contender
con igual tesón y energía en la investigación de la Naturaleza, colaborando, al compás de los pueblos más ilustrados, en la obra magna de la civilización y del progreso.
Algunos pensadores, Tolstoi entre otros, inspirados en un sentimiento humanitario tan reñido con la realidad como inoportuno en estos tiempos de crueles competencias internacionales, declaran que el patriotismo
es sentimiento egoísta, inspirador de guerras incesantes, y destinado a
desaparecer, para ceder su lugar al más noble y altruista de la fraternidad
universal.
Fuerza es reconocer que la pasión patriótica, exagerada hasta el chauvinismo, crea y sostiene entre las naciones rivalidades y odios harto peligrosos, pero reducida a prudentes límites y atemperada por la justicia y el
respeto debidos a la ciencia y virtud del extranjero, promueve una emulación internacional de bonísima ley, en la cual gana también la causa del
progreso, y en definitiva hasta la Humanidad. Bajo este aspecto, son
eficacísimos los Congresos científicos internacionales. Porque muchos sabios que en un principio se miraban recelosamente, ya por rivalidad internacional, ya en virtud de la noble y loable envidia aprobada por Cervantes,
al ponerse en contacto acaban por conocerse y estimarse cordialmente, y
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las corrientes de simpatía y de justicia nacidas en las alturas no tardan en
filtrarse hasta lo intimo de la masa social, suavizando progresivamente las
relaciones políticas entre los pueblos rivales.9
De todos modos, cualesquiera que sean los progresos del cosmopolitismo, el sentimiento de patria conservará siempre su poder dinamógeno
y continuará siendo el gran excitador de las competencias científicas e
industriales. Emerge de raíz psicológica harto profunda para que los embates del socialismo internacional y las lubricaciones del humanismo filosófico puedan extinguirlo. Pasiones de este género no se discuten, se aprovechan, porque constituyen inapreciables depósitos de energía viril y de
sublimes heroísmos. Misión de los Gobiernos e instituciones docentes es
canalizar, domar esta admirable fuerza, aplicándola a provechosas y redentoras empresas y desviándola de las alargadas y alborotos del separatismo
fratricida.
9
Este ingenuo optimismo ha sufrido actualmente, con la horrenda guerra internacional iniciada en 1914, franco y rotundo mentís. Todo hacía creer, cuando esto se escribía,
que la era de las grandes contiendas europeas había pasado. Ferrocarriles, telégrafos,
periódicos, congresos, conferencias internacionales, difusión de idiomas, etc., parecían
órganos destinados a realizar, tarde o temprano, la generosa aspiración de solidarizar y
aproximar cordialmente a las naciones europeas.
Espectáculo consolador era contemplar cómo por encima de las fronteras se apretaban
efusivamente las manos filosóficos, sabios y obreros. Por desgracia, gobiernos militares y
logros insaciables actuaban en sentido contrario, y ahogaban de continuo, merced a
inoculación intensa iniciada desde la escuela, la semilla del amor con el veneno del odio.
Al siglo XXI tocará comenzar nuevamente la obra, acaso quimérica, de la reconciliación
definitiva de los Estados de Europa, y de someter definitivamente al derecho atávicas
codicias y desaprobadas ambiciones territoriales.
(Esta nota se escribió en 1916. Hoy, firmada la paz, arruinada Europa, visto el fracaso de
la candorosa concepción wilsonianana de la
Sociedad de las Naciones,
enconado el odio de los pueblos vencidos, que sueñan ya con próximo desquite, miramos
con amargo escepticismo todo intento jurídico de paz perpetua. ¡Triste es reconocerlo!,
pero todo el pueblo, modelado en monarquía o en república, se hace ferozmente imperialista en cuanto puede serlo. ¡Ay de los débiles o de los antipatriotas!)
126
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Preocupaciones enervadoras del principiante
Muy atinadamente nota P. J. Thomas, en su Educación de los sentimientos,
«que la idea de patria, como la idea de familia, es necesaria, como lo son
igualmente los sentimientos en ellas implicados. Obran como estimulantes del
progreso y garantizan nuestra propia dignidad. Se lucha por la gloria de la
patria, como se lucha por el honor de su nombre. La nación, se ha dicho, es un
elemento indestructible de la armonía de los mundos, con igual título que la
provincia, la familia y el individuo... El género humano debe permanecer
diversificado para mantenerse fuerte y desenvolver una actividad sin cesar
renaciente».
Aun en la improbable hipótesis de los Estados Unidos de Europa, o
del mundo, el hombre amará siempre con predilección el medio material y
moral próximo, es decir, su campamento, su región y su raza, y sonsagrará
solamente un tibio afecto rayano en la indiferencia, al medio lejano. Se ha
dicho repetidas veces que la adhesión y el cariño del hombre a las cosas del
mundo es inversamente proporcional a la distancia de éstas en el espacio y
en el tiempo. Y decimos tiempo, porque la patria no es solamente el hogar
y el terruño, es también pasado y el porvenir, es decir, nuestros antepasados remotos y nuestros descendientes lejanos.
Con razón ha dicho Bayle: «No son las opiniones generales del espíritu las que nos determinan a obrar, sino las pasiones presentes en el corazón» y entre ellas ninguna tiene en sus anales hazañas más gloriosas que el
amor a la patria. Poco importa saber si tales sentimientos son justos o
injustos, si reproducen o no la fase primitiva y bárbara de la humanidad.
Son tónicos morales que deben juzgarse solamente por sus efectos, pragmáticamente, como ahora se dice.
e) Gusto por la originalidad científica
Excelentes son los estímulos del patriotismo y el noble afán de celebridad para mover a la ejecución de grandes empresas. Con todo eso,
nuestro principiante correría el riesgo de fracasar si no posee además
afición decidida hacia la originalidad, gusto por la investigación y el
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 95 a 130
127
Santiago Ramón y Cajal
deseo de sentir las fruiciones incomparables que lleva consigo el acto mismo de descubrir.
El elogio de la acción en función de escrutar misterios o de inquirir
hechos nuevos, se ha hecho muchas veces. Acerca de esto, Eucken, entro
otros, ha escrito páginas admirables. Agudamente hace notar «que la acción nos personaliza, llevando al sumo la individualización, aportándonos
la grata ilusión de ser reyes creadores y nos proporciona, con la conciencia
de una libertad sin trabas, el goce de un poder ilimitado»
Aparte la hipertrofia del sentimiento de la propia estima y la aprobación de nuestra conciencia, la conquista de la nueva verdad constituye, sin
disputa, la ventura más grande a que puede aspirar el hombre. Los halagos
de la vanidad, las efusiones del instinto, las caricias de la fortuna, palidecen ante el soberano placer de sentir cómo brotan y crecen las alas del
espíritu y cómo, al compás del esfuerzo, superamos la dificultad y dominamos y rendimos a la esquiva naturaleza.
Fortalecido con ese sentimiento hedonista, el hombre de ciencia
desafía hasta la injusticia. En su ánimo no harán mella el silencio deliberado de sus émulos – que muchas veces, como dice Goethe, afectan ignorar lo que desean permanezca ignorado – ni la incomprensión del
medio moral, ni el olvido de las instituciones oficiales. Las consideraciones que el mundo rinde al poder, a la nobleza o al dinero, no son primordial objeto de sus aspiraciones, porque siente en sí mismo una nobleza superior a todas las caprichosamente otorgadas por la ciega fortuna
o por el buen humor de los príncipes. Esta nobleza, de la que se envanece con tanto mayor motivo cuanto que es su propia obra, consistente en
ser ministro del progreso, sacerdote de la verdad y confidente del Creador. El acierta exclusivamente a comprender algo de ese lenguaje misterioso que Dios ha escrito en la Naturaleza, y a él solamente le ha sido
dado desentrañar la maravillosa obra de la Creación para rendir a lo
Absoluto el culto más grato y adepto, el de estudiar sus portentosas
obras, para ellas y por ellas conocerle, admirarle y reverenciarle. Aun
descendiendo a las miserias del egoísmo humano, todos podemos com128
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Preocupaciones enervadoras del principiante
probar que sólo nos estiman y respetan quienes nos leen y tratan de
comprendernos.
Según decíamos antes, la emoción placentera asociada al acto de descubrir es tan grande, que se comprende perfectamente aquella sublime
locura de Arquímedes, de quien cuentan los historiadores que fuera de sí
por la resolución de un problema profundamente meditado, salió casi
desnudo de su casa lanzando el famoso Eureka: «¡Lo he encontrado!»
¡Quién no recuerda la alegría y la emoción de Newton al ver confirmada por el cálculo, y en presencia de los nuevos datos aportados por Picard
con la medición de un meridiano terrestre, su intuición genial de la atracción universal! Todo investigador, por modesto que sea, habrá sentido alguna vez algo de aquella sobrehumana satisfacción que debió experimentar
Colón al oír el grito de ¡Tierra! ¡Tierra! Lanzado por Rodrigo de Triana.
Este placer inefable, al lado del cual todos los demás deleites de la
vida se reducen a pálidas sensaciones, indemniza sobradamente al investigador de la persona y perseverante labor analítica, precursora, como el
dolor del parto, de la aparición de la nueva verdad. Tan exacto es que para
el sabio no hay nada comparable al hecho descubierto por él, que no se
hallará acaso un investigador capaz de cambiar la paternidad de una conquista científica por todo el oro de la tierra. Y si existe alguno que buscan
en la Ciencia, en vez del aplauso de los doctos y de la íntima satisfacción
asociada a la función misma del descubrir, un medio de granjera oro, este
tal ha errado la vocación: al ejercicio de la industria o del comercio debió
por junto dedicarse.10
Es que, por encima de todos los estímulos de la variedad y del interés, está el goce supremo de la inteligencia al contemplar la inefables ar10
Tal estado de cosas ha variado algo en la actualidad. El tipo de inventor que trabaja
por afán de lucro abunda mucho hoy en Alemania y, en general, en las naciones más
adelantadas. La lucha por la patente y la fiebre de la competencia industrial han turbado
la calma augusta del templo de Minerva. ¿es un mal o un bien?
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 95 a 130
129
Santiago Ramón y Cajal
monías del mundo y tomar posesión de la verdad, hermosa y virginal cual
flor que abre su cáliz a las caricias del sol matinal. Como dice Poincaré en
su hermoso libro La science et la méthode: «la belleza intelectual se basta a
sí misma, y solo por ella, más bien que por el futuro bien de la humanidad, el sabio se condena a largos y penosos trabajos».
130
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
SEMBLANZAS Y HOMENAJES
Santiago Ramón y Cajal
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Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Semblanza al Dr. Horacio de la Serna
SEMBLANZA AL DR. HORACIO «QUINTO» DE LA SERNA
Ruth Raquel Barros*
A mi maestro
«Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los
demás, es la única manera»
(A. Einstein)
Me ha correspondido el inmenso honor de presentar ante ustedes
una semblanza del profesor Horacio Marcelo de la Serna. Hablar de alguien que ha tenido tanta influencia en la formación de muchos hombres
y mujeres universitarios, y de su efecto multiplicador, es algo muy especial
ya que son muchas las enseñanzas que nos ha dado no sólo en la cátedra,
en el aula de clase, en el ámbito profesional, sino fundamentalmente a
través de su ejemplo de vida.
Horacio Marcelo de la Serna nació el 9 de setiembre de 1939 en
Metán Viejo (Salta) y falleció el 1 enero de 2008 en la ciudad de Salta, a
la edad de 68 años. Fue el «Quinto» hijo del matrimonio de don Mario de
la Serna Calderón y doña Nieves María Ernestina Saravia Toledo.
Cursó sus estudios en el Colegio Nacional Revolución de Mayo (Buenos Aires), obteniendo el título de Bachiller Especializado en Letras. Posteriormente, estudió en la Universidad de Buenos Aires, graduándose de
Procurador y Abogado.
*
Profesora de Derecho Constitucional (Facultad de Ciencias Jurídicas y Facultad de
Economía y Administración, Universidad Católica de Salta) y Asesora Jurídica Permanente de la Universidad Nacional de Salta.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 133 a 135
133
Ruth Raquel Barros
Se inició como Jefe de Bedeles en la Escuela Nacional de Arte Dramático (Buenos Aires), entre los años 1961 a 1967. Se desempeñó como
docente universitario, desde 1984 a 2007, en la Universidad Católica de
Salta, en las carreras de Abogacía, Licenciatura en Relaciones Internacionales, Licenciatura en Administración de Empresas y Contador Público,
correspondientes a las Facultades de Ciencias Jurídicas y de Economía y
Administración, pertenecientes al Sistema Presencial; así también, en el
Sistema de Educación a Distancia de esta misma Casa de Altos Estudios.
Dictó la materia «Historia Constitucional Argentina», para las carreras
de Abogacía (Auxiliar Docente - agosto 1984 a marzo de 1990, y Profesor
Adjunto -marzo de 1990 a diciembre de 2007) y Licenciatura en Relaciones Internacionales (Profesor Adjunto a cargo de la cátedra), ambas de la
Facultad de Ciencias Jurídicas.
También, la materia «Derecho Constitucional», para las carreras de
Abogacía (Profesor Adjunto a cargo de cátedra, desde 1991 a 2007), Licenciatura en Administración de Empresas y Contador Público (Profesor
Adjunto a cargo de cátedra, desde 1995 a 2007). En estas dos últimas
carreras, además, en el Sistema de Educación a Distancia (SEAD), de la
Universidad Católica de Salta.
Fue Director del Departamento de Derecho Público (1993/1994) y
Miembro del Consejo de Investigación por la Facultad de Ciencias Jurídicas, entre otras actividades de gestión universitaria.
Fue Director de Asesoría Jurídica de la Universidad Nacional de Salta (1984-2007), formando un cuerpo de abogados permanentes, para la
defensa de los intereses de esta institución; habiendo dejado en ella su
impronta a través de una brillante labor profesional, hoy reconocida a
nivel nacional por la Red de Asesores de Universidades Nacionales que le
brindaron un homenaje póstumo en la ciudad de Corrientes (mayo 2008).
El Dr. «Quinto» de la Serna, como le gustaba que lo llamen, ha sido
un profesor con una profunda formación profesional en el campo del dere134
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Semblanza al Dr. Horacio de la Serna
cho, que tuvo el soporte de su plena y fervorosa vocación docente, la que
cumplió hasta sus últimos días. Fue un profesor que formó a generaciones
de salteños en el conocimiento de la Historia y del Derecho Constitucional Argentino, con el fin de forjar ciudadanos concientes, críticos y responsables de la vida social y jurídica.
Todos los que fuimos sus alumnos, y luego conformamos su equipo
de cátedra, sabemos que sus clases eran motivadoras, desafiantes,
provocadoras de debates y de posiciones encontradas, llenas de planteos
éticos, jurídicos y existenciales; y recordaremos siempre que el Dr. de la
Serna, con su jovialidad, ingenio y forma tan particular de enseñar, hizo
que valoráramos que la honestidad, la libertad de pensamiento y el respeto
son los pilares de una sociedad más democrática.
Así, supo transmitirnos que lo más importante es saber pensar por sí
mismo, que la autonomía, la libertad y el amor son grandes riquezas de las
que el hombre jamás debe privarse ni ser privado.
Profesores, alumnos, abogados, amigos y familiares coinciden en señalar que sus características más destacadas e incomparables eran las de su
singular sentido del humor y su generosidad a la hora de transmitir no
sólo sus conocimientos de la historia y el derecho constitucional argentino, sino sus enseñanzas de vida.
Fue un gran lector y un investigador nato, como lo demuestra su
calidad de miembro del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas y el
Instituto de Ciencias Genealógicas de Salta, y su constante empeño en
registrar datos históricos. También, fue un profundo analista político, generador de espacios de reflexión.
Su innegable entrega al magisterio y su ejemplo de vida como un
formador incansable de personas libres, se plasmó en cada una de sus clases
y en cada ámbito profesional que le tocó actuar, y hoy son un legado para
sus alumnos y para aquellos que tuvimos el honor de compartir su camino.
Toda mi admiración, para un gran maestro.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 133 a 135
135
Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
HOMENAJE AL DR. JUAN ALFONSO SAMAJA TORO
POR SU CONTRIBUCIÓN AL DESARROLLO
DEL PENSAMIENTO CIENTÍFICO
Emilas Darlene Carmen Lebus*
Es cierto que los desarrollos conceptuales y teóricos siempre están vinculados a tecnologías
avanzadas. También es cierto que en Argentina padecemos de notables carencias tecnológicas y los desarrollos particulares no tienen aún una presencia física cuantitativamente
relevante,aunque cualitativamente se puedan apreciar emprendimientos de mucha
excelencia. Pero, precisamente, la revolución cognitiva ha venido a comprobar que cada vez
más el futuro del desarrollohumano no descansa principalmente en las máquinas,sino en los
intelectos sociales e institucionales que la interpretan para poder operarlas.
Una ventaja de Argentina en el continente, lo constituyen, sin duda, sus recursos humanos
y sus niveles de desarrollo en el campo del conocimiento.»
Juan Samaja, 2006.
Introducción
No resulta nada sencillo responder al reto que me han planteado
desde la Universidad Católica de Salta de escribir un texto en Memoria del
Dr. Juan Samaja. Digo esto porque se torna muy complejo rememorar
aspectos tan ricos y entrelazados que definieron la vida del Doctor, máxime aún cuando sobre quien se escribe ha sido mi maestro, amigo y colega
en los contextos laborales en que me invitara a participar e involucrarme
de lleno en estos últimos tiempos. Por lo tanto, el «producto» de este
*
Docente de la Universidad Nacional de Rosario y de la Universidad Católica de Salta.
Discípula, amiga y colega del Dr. Juan Samaja.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 137 a 190
137
Emilas Darlen Carmen Lebus
esfuerzo que pretende recapitular dimensiones insoslayables de su persona
y del hombre de ciencia están impregnados de ese matiz que provee la experiencia vivida, compartida en tantos momentos, en charlas e intercambios
de ideas que he tenido en estos últimos doce años, junto al maestro.
Por esta razón y porque además no se puede escribir sobre una personalidad tan pletórica de atributos, como lo fue la vida y obra del Doctor,
sin que uno se llene de fervor en el proceso de engendramiento del texto,
por lo que he preferido conservar la más auténtica expresión de afecto,
admiración y ejemplo de bien que me invade el alma al hablar de ¡un
grande!, optando así por dirigirme a los lectores con un lenguaje directo,
casi coloquial y, con frecuencia, en primera persona, sobre todo en la parte
inicial de este escrito. Por ello, los comentarios acerca de su vida y obra
están matizados con anécdotas y experiencias compartidas, que ilustran y
refrendan los tópicos tratados. No obstante, el hilo conductor de este texto son los aportes sustanciales de su pensamiento, abocando todo mi esfuerzo por transmitir de la manera más sencilla los núcleos de ideas principales trabajados por el Doctor en el estudio del conocimiento y de los
procesos que sostienen la lógica de las ideas científicas.
Sin embargo, éste no es un texto que reproduce fríamente las pautas
de la redacción científica convencional, sino más bien pretende constituir
una contribución al conocimiento de un exponente insoslayable de la ciencia
argentina, como agradecimiento colectivo por su dedicación «incansable»
al desarrollo del pensamiento científico en nuestro país y, especialmente,
haciéndolo desde la Universidad Católica de Salta donde sus ideas, explicaciones y puntos de vista sobre la ciencia anclaron hondo entre sus docentes e investigadores. Este se convierte así en un pequeño pero sentido
homenaje a su tarea como docente en su paso por esta universidad.
La Persona
Juan Samaja era una de esas personas «excepcionales» que uno encuentra muy pocas veces en el camino de la vida. Apelo a este calificativo
para resumir sintéticamente su hombría de bien y su integridad moral,
138
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
que lo llevó a considerar de igual a igual a las personas con las cuales entablaba contacto.
La personalidad de Juan es difícil de caracterizar porque su identidad
era la expresión convergente de distintas facetas, que se dan cita en la
definición del ser humano y del científico a la vez. De mirada penetrante
y mente atenta a la situación, sabía intuir rápidamente de qué se trataba,
sabía hilvanar el espíritu profundo de las circunstancias que enmarcaban
la relación con los demás y construir la «representación» de esa experiencia
colectiva que estaba produciéndose.
Su voz grave y de tono enfático hacía que uno se dirigiera a él con
un profundo respeto, aunque esto no significaba que la comunicación fuese distante. Al contrario, Juan era una persona que, sabiendo adaptarse
fácilmente a las diversas situaciones, podía iniciar una charla profunda,
amistosa e intercambiar ideas en un clima de cordialidad y respeto que no
siempre se logra en las relaciones intersubjetivas, muchas veces teñidas por
motivaciones dispares.
En este sentido, hablar con Juan era equivalente a encontrar casi siempre un consejo sabio, en el sentido de que a uno le daba seguridad para
actuar con prudencia frente a las circunstancias, o bien, orientar la búsqueda de la solución sobre un terreno más firme. Para decirlo en pocas
palabras, contribuía a visualizar el sendero para superar los inconvenientes. Y cuando las dimensiones de los obstáculos eran demasiado grandes
aconsejaba ser cautos y obrar con la paciencia necesaria.
Era además una persona muy respetuosa de los demás y de los procesos institucionales, y puede afirmarse que en su vida se afanó por cultivar
esto al máximo, sabiendo siempre que las interacciones entre los seres humanos son, inevitablemente, complejas. Sin embargo, siempre trató de
potenciar los vínculos con un sentido constructivo, a pesar de los obstáculos
que participan «naturalmente» de las situaciones que se plasman en los
contextos sociales. Aun en esto daba una lección de método, poniendo en
práctica una forma de interpelar la realidad y relacionarse con los demás de
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 137 a 190
139
Emilas Darlen Carmen Lebus
tal manera de preservar siempre la «integridad» colectiva como un estilo
de vida.
Por otra parte, Juan sabía captar rápidamente las cualidades de las
personas con que entraba en contacto. Este descubrimiento del «ser»1 del
otro lo llevaba a resaltar los atributos que encontraba en sus semejantes, y no
tenía ningún impedimento (ni reparo) para comunicárselo a la persona,
haciendo de esta práctica, que enaltece su dignidad, un hábito casi cotidiano en su vida. Esta capacidad que él tenía de «divisar» lo bueno de los
demás (o lo que él descubría como atributos a potenciar en los otros) hacía
que uno pudiera encontrarse a sí mismo. Esta forma de ser no es muy
frecuente hallar en los tiempos que vivimos, donde las pequeñeces y los
intereses mezquinos, derivados de la distorsión del universo de valores en
la sociedad actual, entorpecen las buenas relaciones entre los seres humanos. Por el contrario, Juan era una persona esencialmente solidaria y atenta
a las necesidades de los demás, necesidades que, en el ámbito en que él se
desenvolvía, tenían que ver casi siempre con situaciones ligadas al mundo
científico y académico.
Esa predisposición al encuentro con los demás empapaba también el
diálogo espontáneo, en el cual —como sabemos– los temas que afloran en
primer término son aquellos que definen nuestra experiencia existencial. Las
palabras de bienvenida en el inicio del diálogo con Juan eran, casi siempre:
¿Cómo le va? ¿Cómo está su familia? Y si uno tenía hijos: ¿Cómo están sus
hijos? Esperando una respuesta positiva del interlocutor, ese momento se
cerraba con una sonrisa, casi suspirando, como dando gracias por ello y
compartiendo la alegría con uno. Y luego, venía la otra parte de la conversación ¡Dígame!, o ¡cuénteme!, palabras que pronunciaba con un tono enérgico, lo que inducía a uno a plantear el asunto del que se trataba, sea éste una
situación problemática, una dificultad en la comprensión de un tema, una
1
Empleo el término «ser» para referirme a las cualidades sustanciales que definen a una
persona, incluyendo tanto atributos ponderables como los defectos, lo cuall está ligado a
la esencia misma del ser humano.
140
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
cuestión enigmática para el pensamiento científico o, simplemente, una
acotación sobre su clase o el interés que despertaban los temas tratados.
Llegados a este punto, en este rápido repaso de los baluartes de su
vida, voy a referirme a dos asuntos claves que no pueden pasarse por alto
respecto a su forma de conducirse en situaciones grupales. Me refiero básicamente al trato con los alumnos y al diálogo con sus colegas.
Con los alumnos se mostraba como una persona infinitamente paciente, pues era plenamente consciente de las vicisitudes que implican los procesos de aprendizaje, y si bien los contenidos complejos que desarrollaba
sabía transmitirlos de un modo claro y ameno, alternando la exposición
con ejemplos y anécdotas ilustrativas, no resultaban sencillos de aprehender2. Por esta razón, sus cualidades didácticas lo llevaron siempre a abrir el
diálogo en cada una de sus clases, a «parar» las explicaciones para escuchar
a sus interlocutores y «tantear» las diversas situaciones. Si hay algo que
puede resumir esto era el respeto con que se dirigía a sus alumnos y el espíritu
de apertura que mostraba para canalizar las dudas y volver a retomar puntos
oscuros cuando las explicaciones no quedaban lo suficientemente claras.
Empero, esta entrega generosa y hasta apasionada por la enseñanza
apostando al aprendizaje de sus alumnos, iba acompañada de un proceso
sostenido de exigencias progresivas. En este sentido, no era fácil adecuarse al
ritmo de trabajo que su laboriosidad imponía, sobre todo porque responder
a este reto significaba para el alumno un «compromiso ético» con su maestro, en la medida en que el estudio constante y profundo que Juan plasmaba
en su vida intelectual, enmarcado en un movimiento de superación permanente, obligaba a responder con una contrapartida de esfuerzo equivalente.
Sin embargo, no por ello el alumno se sentía «obligado» en el preciso sentido del término, sino más bien «comprometido» con su propio aprendizaje,
2
El verbo «aprehender» se emplea en el sentido de «adquirir conocimientos estudiando», según el significado que reza en el Diccionario Enciclopédico Ilustrado (1977),
Sopena, Barcelona, Tomo 1, p. 307.
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 137 a 190
141
Emilas Darlen Carmen Lebus
entusiasmado y atento a las nuevas ideas que Juan traía cada vez que uno lo
escuchaba, especialmente si estos procesos se enmarcaban en la formación
de posgrado donde el nivel de autoexigencia es mayor. Puede afirmarse, con
toda seguridad, que al término de sus clases sus alumnos no serían los mismos que al comienzo, en el sentido de que, aunque mucho o poco que
pudieran reconstruir de sus conocimientos previos, éstos habrían experimentado al menos un «sacudón» en su formación y que devendría de las
ideas que el maestro aportaba, de los puntos de vista que introducía y de la
renovación profunda de los saberes a que invitaba.
En realidad, más que mostrar un producto acabado y muy exquisito,
a Juan le interesaba sobre todo la superación que el propio alumno podía
alcanzar y, más aún, las construcciones propias que podía hacer a medida
que iba desarrollándose el proceso de aprendizaje. Siendo así, lo llevaba a
uno mismo a hacerse responsable de sus dichos y a fundamentar cada una
de las ideas, aspecto éste sumamente valioso en la formación de los espíritus jóvenes, casi siempre ávidos por el cambio pero fácilmente propensos a
emitir ideas triviales o hipótesis sin fundamento. Recuerdo aún muy vivamente el momento en que nos advirtiera en nuestra carrera de Doctorado3
sobre esta cuestión, oportunidad en que nos alentó al desarrollo de ideas
propias, creativas, pero aclarando que él aplaudía a quien hiciera esto y se
mostrara irreverente incluso con sus maestros, «a condición de» que su punto de vista estuviera «adecuadamente argumentado «y naciera de la búsqueda
del rigor y del esfuerzo. Este criterio es, en mi opinión, el sendero firme que
permite el progreso de la ciencia.
El otro aspecto a considerar es la relación con sus colegas, que era tan
o más cálida que la que entablaba con sus alumnos. Si hay algo que lo
3
Ese momento formé parte de la «última clase» que Juan dio en su vida. Siento que ha
sido casi un privilegio haber sido partícipe de ella y de haber compartido «fervorosos
diálogos» centrados en sus últimos desarrollos conceptuales que Juan nos brindé en ese
contexto. Esto tuvo lugar el 26, 27 y 28 de diciembre de 2006, en la Universidad
Nacional del Nordeste, Resistencia, Chaco (Argentina). Apenas un mes y un par de días
antes de su muerte.
142
Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
definía, en este sentido, era su capacidad de escucha del punto de vista de
su colega y su permanente predisposición a intercambiar ideas y a enriquecer los desarrollos conceptuales, aunque siempre focalizando la atención en el conocimiento, sin deslizarse hacia aspectos subjetivos que escapaban al tema vertebrador del diálogo. Esta cuestión fue central en su
trayectoria intelectual, y hasta me atrevería a decir de toda su vida, teniendo en cuenta el esfuerzo denodado que Juan realizó en pos del avance de
las ideas científicas, lo que lo llevaba a dedicar largas horas de estudio y a
hacer pivotear prácticamente todas las facetas de su persona en torno a esta
cuestión prioritaria.
Precisamente, dada esta cualidad suya, uno podía someter a su mirada crítica los desarrollos conceptuales propios que uno iba produciendo,
con la seguridad de que en algún momento iba a venir su devolución. Se
mostraba predispuesto a ofrecer su colaboración en donde podía ser valiosa, sea para sugerir cautela en torno a ciertas ideas que uno iba generando
o para señalar los puntos que, a su criterio, había que profundizar, o bien
para alentar en el rumbo emprendido por considerar muy promisorio lo
que se estaba construyendo. Sea cual fuese el producto de este examen
crítico que Juan realizaba sobre las producciones de sus colegas, y de sus
alumnos incluso cuando intuía que éstos contaban con cualidades para
hacer avanzar sus ideas en el camino de la ciencia, ello representaba un
aliciente muy importante para sus interlocutores, quienes se introducían
así en un camino apasionado, que ya no se podría eludir.
Finalmente, en este apartado deseo referirme a algunos aspectos de la
vida de Juan que tienen que ver con los valores humanos que él cultivó y que
fueron los baluartes más destacados de su personalidad.
Puede decirse que estamos frente a un caso del tipo de persona cuya
presencia no pasa inadvertida. Con esto quiero decir que era un ser humano que movilizaba los espíritus, aunque esto no debe interpretarse, en
absoluto, que todas las personas que leyesen sus escritos estuvieran de
acuerdo con su punto de vista sobre la ciencia. Y esto él lo sabía. Los
desarrollos que generó en el mundo académico contribuyeron a plasmar
Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 137 a 190
143
Emilas Darlen Carmen Lebus
una «diferencia» (no me gusta hablar de ruptura4) que llevó a algunos a
calificar sus ideas de raras, difíciles de comprender, o poco pragmáticas.
Quienes se han subido a este barco sin conocer demasiado a fondo sus
fundamentos y la riqueza de contenido que sus desarrollos conceptuales
introducían en el mundo de las ideas, quizás piensen que sus aportes no
resultasen tan interesantes. Pero éstos se equivocan.
Quienes hemos podido intuir y captar la «estructura profunda» de sus
conceptos y enfoques hemos internalizado una imagen de Juan Samaja que
pocas veces se descubre en el mundo académico. Para criticar las ideas que
él planteaba era preciso tener una visión amplia de un cúmulo de conceptos y hechos del desarrollo de la ciencia moderna y, más aún, de la ciencia
que comienza a relacionarse estrechamente con la tecnología a partir del
giro cognitivo que significa el advenimiento de la complejidad y de las
«ciencias del conocimiento» (sobre lo que me referiré más adelante), sin lo
cual la crítica carece de fundamento y termina siendo mero epifenómeno5
de un status quo que evidencia el inmovilismo en que cae la conciencia
cuando la actividad académica se reduce a una mera repetición de lo ya
sabido.
Juan Samaja está lejos de pertenecer al mundo académico convencional (por decirlo de alguna forma), o si se quiere, «bastante común» en el
contexto universitario, atravesado —como sabemos- por la crisis de la educación. Con letras mayúsculas puede atribuírsele a Juan Samaja la autoría
4
Pues no se trata de suplantar un pensamiento por otro, sin más, cosa que no estaba en
sus propósitos. Al contrario. imbuido por el enfoque filosófico de Hegel, solía seguir como
regla del pensamiento la «máxima» (o la norma) instaurada por la pregunta: ¿Cuáles son
las consecuencias que se desprenden de un nuevo concepto, de una nueva idea. de un
nuevo método...? ¿En qué contribuye a modificar lo viejo? Esto lo llevó a buscar, en todo
momento, los «fundamentos» de lo que se dice. Si estos fundamentos son «creíbles» por
las consecuencias pragmáticas que se derivan, entonces son «sostenibles».
5
Epifenómeno»viene a significar el fenómeno que «emerge»de otra realidad más profunda.
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Consejo de Investigaciones de la Ucasal
Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
de una renovación profunda de la concepción científica en nuestro país, al
haber contribuido con una producción original que forjó las bases
epistemológicas y metodológicas de una ciencia relacional, capaz de vincular y superar los compartimentos estancos disciplinarios.
Al respecto y siguiendo el firme propósito de transmitir los desarrollos conceptuales que él estaba introduciendo en los campos concatenados
de la Epistemología, la Metodología, las Ciencias Cognitivas y las ideas
vinculadas con la vida misma, describiría a Juan desde dos metáforas para
sintetizar lo que fue su aporte como catedrático y como pensador. Como
sabemos, las metáforas resultan útiles para hablar de las situaciones difíciles de describir, a partir de una situación análoga que hace las veces de
«puente».
Desde el punto de vista científico y, parafraseando a Galtung (1985),
lo llamaría, en primer término, un «constructor de pirámides «. ¿Qué quiere
decir esto?
Para Galtung, en el mundo de la ciencia hay dos tipos de hombres.
Uno, el más frecuente que podemos encontrar, corresponde al tipo «cuenta
historias». Un hombre así actúa por mera tradición, repitiendo conceptos
elaborados por otros y completando, aquí y allá, algún que otro punto descuidado en la historia de la ciencia, aunque sin provocar mayores impactos
precisamente porque los «agregados» que realiza no dejan de ser redundantes,
por lo que contribuyen muy poco al avance del conocimiento.
Otro tipo de hombre, mucho más difícil de hallar, es el llamado
«constructor de pirámides». Tal como la expresión lo indica, ésta es una persona que realiza grandes obras, que salen de lo común y nos invita –como
le sucede al turista que se introduce al interior de una pirámide– a descubrir un «universo nuevo». Nuevo en el sentido de que el objeto que se
presenta al esfuerzo intelectivo viene dado por el movimiento del pensamiento que lleva a hurgar en el pasado para encontrar el sentido de lo que
se construye desde el presente, donde el desafío más prominente está dado
paradójicamente en no quedarse en el pasado sino en realizar el esfuerzo
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de ir más allá y, efectivamente, «llegar más allá», generando para esto ideas
propias, nuevos constructos, otras categorías de análisis que nos permitan
comprender de manera más apropiada los grandes enigmas que entraña el
conocimiento.
En este sentido, Juan Samaja fue un forjador de pirámides, en tanto
abocó todo su esfuerzo intelectual a desarrollar un sistema conceptual propio, métodos de indagación para interpelar la realidad y lograr interpretaciones totalizadoras de sentido a partir de una dedicación sostenida durante años, que lo conectaron con las grandes obras de los clásicos, para
hallar en éstos las herramientas y las nociones claves que le permitieran
resignificar la comprensión de la ciencia y del conocimiento en general.
Podríamos decir, en relación a ello, que generó una instancia fundacional
de conceptos para pensar los procesos del conocimiento desde una perspectiva dialéctica, totalizadora y constructivista, desde los cuales se puede
explicar la génesis y evolución del pensamiento científico y los modos por
los cuales el ser humano genera conocimiento en su más amplia acepción,
integrando de este modo el proceder de la ciencia con los procesos cognitivos
no científicos.
Desde otro punto de vista, relacionado más bien con la faceta humana, Juan podría ser llamado un ‘orjador de puentes. Considero que esta
metáfora expresa con elocuencia un tipo de personalidad con la capacidad
para crear vínculos intersubjetivos, de importancia crucial en las relaciones humanas y en los contextos académicos. Se podía encontrar en él una
plasticidad para captar situaciones, para leer en los contextos difíciles, allanando el camino hacia el descubrimiento de una «pauta» que orientara la
búsqueda.
Pero también reunía un profundo sentido humano hacia su prójimo,
mostrándose especialmente colaborador con las personas en los contextos
a los que él se vinculaba, desprendido de todo interés mezquino y abriendo las puertas a los demás en la medida en que estaba a su alcance. Esta
cualidad constituye un atributo que lo enaltece en grado sumo, un atributo que no es tan frecuente en los tiempos que vivimos. Es, de este modo,
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Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
como me acercó a la Universidad Católica de Salta, compartiendo acciones
de capacitación que allá por el año 2004 y 2005 llevamos a cabo en forma
conjunta. Es así también como me hizo partícipe de la cátedra de Metodología6 que hasta la fecha de su muerte compartimos en la Maestría en
Derecho Procesal en la Universidad Nacional de Rosario. Estos ejemplos
de altruismo desinteresado y totalmente coherente con la altura de su
pensamiento, ponen en evidencia la persona intachable, generosa y humilde que marcó su forma de ser, imponiendo así un sello distintivo a su
nombre y que amerita ser tenido tan presente como su contribución a la
ciencia.
Por estas razones he afirmado su virtud inconfundible como creador
de puentes, en el sentido de abrir posibilidades, tender una mano y ofrecer
su buena voluntad para colaborar en todo cuanto podía, especialmente
hacia aquellos a quienes vio nacer y crecer en el camino de la ciencia, al
6
No piense el lector que esto fue una decisión improvisada. Considero que Juan Samaja
venía «evaluando» desde años mi desempeño, no sólo en todas las instancias de evaluación escrita y oral a que fui sometida durante la carrera de postgrado que él dirigió, sino
porque estoy segura que lo hizo a través de las diversas publicaciones y trabajos inéditos
míos que sometí a su revisión. En este sentido, Juan era una persona muy cuidadosa en la
búsqueda de sus colaboradores, y me consta que también era así en la selección de profesores en las carreras de posgrado que él dirigió. Por ello, su convocatoria para involucrarme
en la cátedra en Rosario me ha otorgado una enorme satisfacción. He sentido que había
pasado el examen más riguroso de mi vida y aún recuerdo, como si fuese hoy, el momento
en que me transmitió su decisión (previo diálogo que tuvo con el Director de la Maestría)
cuando le agradecí por ello. Y él me respondió: «No tiene nada que agradecerme». Y
agregó: «Usted se lo merece.» Este diálogo que reproduzco de aquellos momentos, tiene
como único propósito subrayar que Juan Samaja me apreciaba muchísimo. Y yo, a su vez,
tenía una enorme admiración y un «profundo» respeto hacia su persona y como científico. Esto explica porqué nunca pude tuteralo, a pesar de que él me dijera que lo hiciera.
Pero a mí, dirigirme hacia él con el término «Usted» era expresión de la gratitud infinita
que le tenía por haberme acercado a un enfoque de la ciencia totalmente nuevo e integrador,
cual es el pensamiento que forjó, y entonces comunicarse con él de este modo representaba para mí la venia que solo se puede dispensar y «deberse» hacia un ¡autentico maestro!
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amparo de su irremplazable tutoría. Yo me siento uno de esos casos, aunque de ninguna manera el único, y por esto estoy y le estaré eternamente
agradecida. Confieso, con total sinceridad, que en mi educación (en todos
los niveles por los que he recorrido) ningún docente ha impactado tanto
en mi formación y ha dejado huellas tan profundas en mi pensamiento
como la labor académica desarrollada por Juan Samaja. Era un profesor
«con mayúsculas», capaz de transportarlo a uno hacia horizontes lejanos
del pensamiento y hacerlo regresar renovado. En mi imaginario es, sin
duda, un referente clave para encontrar modelos de acción en el campo
profesional y humano. Y esto no tiene precio.
Su contribución al pensamiento científico
En la trayectoria de la obra intelectual de Juan Samaja pueden identificarse, desde mi apreciación personal, dos etapas. Una primera etapa
que se presenta centrada fundamentalmente en la Metodología de la Investigación, que se inicia con los dilemas cognitivos que le planteaba la
cátedra en que se desempeñaba en la Carrera de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (URA). Y, una segunda etapa, más actual, en la cual
sus preocupaciones centrales giraban en torno al problema del conocimiento en general, explorando y cultivando los vínculos con otras disciplinas que podríamos llamar metadisciplinas por la transversalidad de los conceptos y problemas que abordan, como es el caso de la Semiótica, la Epistemología Genética, la Dialéctica y las Ciencias Cognitivas, especialmente
el aporte de la Cibernética.
En lo que respecta a la primera etapa, Samaja construyó un pensamiento propio sobre la ciencia partiendo de un cúmulo de interrogantes
que sustentaron sus indagaciones.
El problema en torno al origen del conocimiento (observación o intuición intelectual) podría considerarse quizás un antagonismo superado.
Sin embargo, esto no es así ya que los mismos interrogantes y presupuestos de la vieja controversia entre empiristas y racionalistas resurgieron en
pleno siglo XX bajo otras denominaciones, conservando en el fondo los
148
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Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
mismos principios rectores de las preguntas inquietantes que han movilizado los espíritus durante décadas. Esta cuestión irresuelta puede considerarse como el gran dilema epistemológico de la «ciencia moderna».
En efecto, en el siglo XX tomaron fuerza y se configuraron como
posiciones dogmáticas muy fuertes dos líneas de pensamiento. Una de
ellas es la que dio forma a lo que se conoció como el «neopositivismo»,
«empirismo lógico» o «positivismo lógico». La otra línea es la que desarrolló Karl Popper. Popper sostenía que no había conocimiento certero de los
hechos, pues la inducción no podía sostener las conclusiones a las que
arribaba, y el empirismo lógico adolecía del supuesto «justificacionista»7en
que se apoyaban sus conclusiones. En lugar de ello Popper propone como
criterio de reconstrucción racional de las teorías científicas lo que él denomina «falsacionismo lógico». Según esta epistemología, todo el esfuerzo de
la ciencia debe dirigirse a programar «tests severos» para llevar a cabo el
proceso de contrastación de una hipótesis con el objeto de realizar esfuerzos deliberados en pos de derribar la teoría y no aceptarla sin que ella haya
pasado por «pruebas rigurosas».
Según Popper, el problema del origen de las hipótesis era un tema
que podía interesarle a los psicólogos pero no a los científicos, ya que todo
lo que debía hacerse era proponer una hipótesis (cualquiera sea) y llevar a
cabo el proceso de testeo empírico en las condiciones por él especificadas,
a fin de saber si una hipótesis se mantenía firme o debía ser abandonada.
Si la hipótesis pasaba las duras pruebas experimentales se decía que quedaba corroborada «momentáneamente» hasta tanto surgiera una teoría con
mayor contenido empírico y, por lo tanto, con mayores posibilidades de
ser refutada (o falsada). Si la hipótesis, en cambio, no pasaba el proceso de
testeo riguroso, ella quedaba automáticamente refutada y, en tal caso, se
reiniciaba todo el proceso a partir de proponer otra hipótesis como
7
Recordemos que para el «justificacionista», la hipótesis que concuerda con el comportamiento de los hechos significa que se ha llegado a la verdad del asunto. Un popperiano,
en cambio, no admite el criterio «verificaccionista» de los enunciados de la ciencia.
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candidata y desarrollar el método antes indicado, que Popper llamaba
método de «racionalismo crítico».
Así pues, ni los justificacionistas lógicos, ni los popperianos logran
responder satisfactoriamente a la pregunta: ¿Qué es lo que está primero en
el conocimiento científico? ¿Están los enunciados universales (teoría) o
están los enunciados particulares (observaciones, actualizadas con Popper
bajo la forma de testeo riguroso)? Es decir, qué tipo de construcciones
cognitivas está al comienzo del proceso científico.
Esta es la gran pregunta que asume Juan Samaja como punto de
partida para construir una Epistemología de la Praxis8 (o del protagonismo).
Samaja sostiene que lo que está primero no es ni lo uno ni lo otro, sino otra
cosa distinta. Lo primero no son las categorías del intelecto con las cuales
vamos al encuentro de los hechos, ni los rasgos observacionales de la cosa
que está allí exterior al sujeto, sino las experiencias de protagonismo, la acción o actuación concreta.
Al postular la «praxis» como punto de partida Samaja revierte totalmente el problema, pues ahora la cuestión a resolver no se sitúa en el
punto final del movimiento del pensamiento, esto es, en el «producto»
sobre el cual operan constructos teóricos y referentes empíricos, sino que la
dimensión clave para comprender la ciencia radica en la génesis de/proceso
8
He optado por denominarla así para subrayar el lugar destacado que Samaja atribuye
a las experiencias de protagonismos, o sea, al saber que emana de lo «actuado» en el mundo
de las prácticas cotidianas. En este sentido podría llamársela también Epistemología de las
Praxis Históricas y Situadas, o bien, Epistemología de la Acción (ambas son denominaciones mías. (E. L), con lo que pretendo remarcar así los numerosos puentes que él halló con
los aportes de Jean Piaget. También podríamos concebir la propuesta de Samaja como una
Epistemología Dialéctica Ampliada (E.L), pues todo el esfuerzo intelectual de Samaja se
orientó a hallar un sentido pleno de la tesis de Hegel en la práctica misma de la ciencia y
en el conocimiento en general, enriqueciendo de este modo La ciencia de la Lógica , tal
como aquél la concibió. Para referirse a este punto de vista, Samaja empleaba la expresión
«Lógica Ampliada».
150
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cognitivo. ¿Por qué la génesis? Sencillamente porque las propias categorías
con que opera el pensamiento (cuestión de «forma» o problema lógico) y
los indicios perceptivos que registramos sobre los hechos («contenido» o
problema semántico), van construyéndose en un proceso de génesis que se
suscita en el propio advenimiento de la interacción entre sujeto que conoce y objeto a ser conocido.
Este punto de vista posibilita resolver el dilema de lo teórico versus lo
empírico, postulando un camino de encuentro que va abriéndose desde la
praxis, a partir de los sistemas representacionales construidos y empotrados en las experiencias de la vida cotidiana. Juan Samaja llama a este camino la «vía media» (1995)9 entre las posturas antagónicas, con pretensión a
resolver las antinomicidades10 que se suscitan en tomo a los procesos desarrollados por la ciencia.
Es así como Samaja aborda desde un enfoque totalmente distinto los
principales interrogantes que plantea la práctica de la investigación científica, entre ellos: cómo se desarrolla el proceso de investigación, qué lugar
ocupa el marco teórico, la hipótesis, las estrategias metodológicas, cómo se
construye el objeto de estudio, cómo se plantea el problema y qué relación
se establece con los propósitos y los objetivos, qué diseños sostienen la investigación, qué métodos desarrollar en la investigación, y tantos otros.
Estas cuestiones son abordadas a partir de un criterio central que
estructura su pensamiento y que consiste en apartarse «por el momento»
de las preocupaciones meramente «cronológicas» del proceso de investigación y de las exigencias «institucionales» que surgen con relación al pro-
9
Este camino de «en medio» no debe entenderse como una alternativa más que se
presenta a la par o en el mismo plano que las otras posturas, sino que constituye una
perspectiva superadora de la contradicción, como se explicará más adelante.
10
Una «antinomicidad» es una contradicción entre dos principios racionales; por ejemplo, si algo es figura no puede ser a la vez, fondo. Si algo está en su fase germinal no puede
ser, al mismo tiempo, el ser totalmente formado.
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yecto de investigación, para centrar, en cambio, todo su esfuerzo en develar
y comprender la lógica del proceso de investigación. A los efectos de evitar
confusiones, cabe aclarar que «lógica del proceso» en este caso no tiene
nada que ver (al menos en principio) con la Lógica en tanto ciencia que
estudia los razonamientos deductivos. El término «lógica» se emplea aquí
para hacer referencia a los vínculos y a los múltiples eslabonamientos que se
establecen en el proceso mismo de generación (o engendramiento) del
conocimiento científico.
Esto implica un giro fundamental en la Metodología, pues la indagación no se dirige a captar el «deber ser» del proceso de investigación,
sino a develar y comprender profundamente el «ser» de la investigación
científica, cuestión que lleva a orientar la reflexión concomitantemente al
«hacer» de la ciencia. Samaja vio en este giro una cuestión de importancia
capital, pues si abandonamos (momentáneamente) los interrogantes centrados en el deber ser, los criterios normativos (o prescriptivos) que han
plagado la Filosofía de la Ciencia desde los orígenes mismos de la ciencia
moderna pasan entonces a un segundo plano.
Pasar a un segundo plano de análisis el problema del deber ser implica asumir como principal centro de interés las preguntas por la génesis,
esto es, por la investigación considerada como proceso formativo, con historia, entendiendo a la ciencia como un tipo de conocimiento que se resuelve en el marco de los sujetos vivientes, protagónicos, históricos, cuya práctica científica está contextualizada en las formas organizativas de las sociedades con Estado.
Al focalizar el interés en el ser de la ciencia y el hacer (como experiencias de protagonismo), aparece una dimensión sumamente relevante que
hasta entonces había sido descuidada: el problema ontológico, que involucra
a los planteos relacionados con la «naturaleza» de la investigación científica. Por otra parte, esta cuestión lleva a Samaja a investigar los vínculos que
existen entre la ciencia y la no-ciencia para sostener su propuesta, de lo
que nos ocuparemos más adelante.
152
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Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
Lo dicho hasta aquí a modo de presentación, sintetiza los resortes
fundamentales que enmarcan la primera etapa de la obra de Juan Samaja.
La renovación de la concepción de la investigación científica
En este apartado considero indispensable referirme a los aspectos
sustanciales aportados por el pensamiento de Samaja sobre la ciencia, desde una perspectiva renovada de la Metodología, profundizando así la presentación realizada en el punto anterior.
Cabe aclarar que esta nueva perspectiva teórica no se desprende de
meras especulaciones acerca de los modos de proceder de la ciencia; se
trata, en cambio, de focalizar el análisis en sus modus operandi y considerar
los interrogantes que abre la dimensión pragmática de la ciencia. Esta línea
de trabajo ha sido introducida a fines del siglo XIX por talentosos pensadores, nucleados en lo que se conoce como el «pragmatismo norteamericano», entre los cuales pueden mencionarse a John Dewey, Charles Morris
y, fundamentalmente, a Charles S. Peirce por sus importantísimos aportes
a la lógica del conocimiento tratada desde la instancia de la génesis. Es
preciso tener presente, además, que Peirce es considerado el fundador de
la Semiótica, disciplina que tiene con la Metodología numerosos puentes.
Este enfoque pragmático11 es el que da sentido a las incursiones que
hace Samaja para comprender la naturaleza del conocimiento científico en
su dimensión dinámica, o sea, centrando la pregunta en «¿qué hace el
científico cuando hace ciencia?», para derivar desde allí las consecuencias
que se desprenden en los aspectos lógico-normativos que «regulan» este
hacer. Esto es clave en la propuesta de Samaja, pues todo su trabajo ha
girado siempre en comprender los procesos de la ciencia más que prescribir;
11
No debe confundirse el sentido que aquí se da al término «pragmático», que de
ninguna manera es sinónimo de práctico o útil, sino que se emplea para invocar los
vínculos que el conocimiento científico tiene respecto del mundo de la praxis o de las
vivencias cotidianas, históricas, de los sujetos que hacen ciencia.
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estudiar las operaciones que se desarrollan como parte de la lógica de ese
proceso más que indicar procedimientos a seguir, descubrir el valor, el origen y la utilidad de las categorías del pensamiento que posibilitan la construcción del conocimiento antes que tomarlas como nociones per se dadas
de antemano.
Con justa razón él consideraba que por esa vía se pierde lo fundamental, esto es, el sentido profundo de cada acción, de cada concepto, de
cada consecuencia que se deriva y que sólo encuentra significación plena
posicionándonos en la génesis del conocimiento que produce la ciencia.
Así pues, es desde esta óptica como cabe considerar sus aportes que pretendo presentar en los tópicos que siguen. Demás está decir que la perspectiva genética ha sido totalmente descuidada en las líneas ortodoxas del
pensamiento epistemológico, las que por otra parte han sido dominantes
en el siglo XX.
La lógica del proceso de investigación
La mayoría de los «manuales» de Metodología presentan un gran
interés por destacar los aspectos que hacen al proceso de investigación
desde el ordenamiento secuencial de las acciones que cabe esperar del investigador. Esta versión de los asuntos de la ciencia es, al menos, la tendencia más corriente.
Desde este punto de vista toma fuerza la descripción del proceso de
investigación que yo llamaría la «forma estática» y, hasta en cierto sentido,
ingenua sobre dicho proceso. Según esta versión se presenta a la investigación como «transitando» por distintas «etapas», todas ellas
cronológicamente ordenadas desde el inicio de la investigación hasta el
final de la misma. Asociado a ello se abordan posteriormente cada una de
esas etapas considerando los «pasos a seguir»: ¡haga esto o aquello y obtendrá esto otro! Esta concepción simplifica demasiado las acciones que realmente se generan en un proceso científico, desembocando así en una imagen estereotipada y prescriptiva de la investigación. Supone además que el
propio inicio de la investigación es claro y bien diferenciado del resto de
154
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Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
los momentos de dicho proceso, como así también que su finalización
conduce a un resultado preciso y contundente que se desprende casi
«automáticamente» si se siguen fielmente los pasos y las etapas de la investigación.
Por supuesto que en un planteo así el sujeto — investigador aparece
en un plano secundario, supeditado a un conjunto de recetas que el
metodólogo indica para llegar a buen puerto. Pero, ¿cuáles son los alcances
de tales acciones, a qué nuevas construcciones conducen, qué cuestiones
plantea el conocimiento científico en su estado de formación (o de proceso) y qué significa en última instancia llegar a buen término una vez recorrido dicho camino? Son éstos los interrogantes cruciales que Samaja se
propone abordar para arrojar luz sobre eso que llamamos «ciencia o conocimiento científico», planteando la lógica del proceso como dimensión
sustantiva que da fundamento a sus indagaciones, no presuponiendo nada
de antemano sino examinando las operaciones, componentes y relaciones
por las que transcurre la ciencia como proceso, para después «resituar» los
aspectos que corrientemente son tratados en los manuales, a la luz de la
lógica12 que sostiene ese proceso.
Uno de los aportes sustantivos de Samaja ha sido sustituir la noción
de etapas y pasos por las nociones de «instancias de validación», «fases» y
«momentos» de la investigación. ¿Qué significan cada una de ellas y qué
cambios introducen?
Se entiende que una investigación científica va desdoblándose en
función de la necesidad de «validar» determinadas acciones que se generan, las cuales están orientadas a resolver ciertos desafíos que implica el
advenimiento mismo del conocimiento que está produciéndose en la investigación. Por esta razón, las instancias de validación comprometen a las
distintas hipótesis que intervienen en el proceso y sobre las cuales el inves-
12
Recuérdese el significado que en este texto atribuimos a la palabra «lógica», ut supra
aclarado.
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tigador está llamado a «dar cuenta»13 y que tienen-que ver con las «operaciones» que se desarrollan en el contexto del proceso de la ciencia.
Desde este punto de vista, en toda investigación científica se ponen
en juego cuatro instancias de validación, cada una de ellas definidas por
distintos tipos de hipótesis. Así, el proceso de investigación queda plasmado por las instancias de validación «conceptual», «empírica», «operativa» y
«expositiva», en las que se plantean y se validan las hipótesis «sustantivas»,
«indicadoras», de «generalización» y «retóricas», respectivamente. Dichas
instancias ponen de manifiesto la secuencia cronológica de acciones, pero
de ninguna manera esto significa que prime lo cronológico, pues en el
planteo de Samaja la razón de ser de cada instancia de validación y de cada
hipótesis, así como de las relaciones que entre ellas se establecen, no es
cronológica sino lógica, es decir, responde a las necesidades «reales» de la
práctica científica y expresa el modo en que el sujeto investigador va resolviendo la tensión que se instala en todo el proceso entre lo teórico y lo
empírico, aspecto que trataremos en el apartado siguiente.
Dichas instancias intentan responder a una de las condiciones esenciales que definen al conocimiento científico, que es la validación de las operaciones y de las consecuencias (o resultados) que se desprenden de ellas
(que en la Filosofía de la Ciencia se conoce como el problema del «contexto
de justificación»). La validación nos remite así al gran interrogante que suscita constantemente al trabajo del científico, que puede expresarse bajo la
siguiente pregunta: ¿cómo puedo estar seguro de lo que afirmo, o qué derecho me asiste a sostener lo que digo? Este interrogante remite a la dimensión
del quid juris (cuestión de derecho) al que inevitablemente hay que responder en tanto define uno de los rasgos específicos que diferencian a la ciencia
de otros tipos de conocimiento, esto es, la posibilidad de «legitimar» las
conclusiones a que se llega y de «generalizar» los resultados.
13
Decimos «dar cuenta» para señalar que la ciencia conlleva la necesidad de fundamentar o «validar» las principales decisiones que se tomen y las operaciones que de ello se
derivan, que deberán justificarse frente a terceros, es decir, ante la comunidad que legitima
el producto de la misma como «conocimiento científico»
156
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Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
Por otra parte, Samaja trabaja otras nociones metodológicas que
permiten encontrar respuesta a otro tipo de preocupación que enfrenta
constantemente el científico: cómo hacer «avanzar» la investigación. Este
es un problema ligado a la «eficacia» de las acciones y de los medios empleados para resolver el problema de investigación planteado.
Para ello desarrolla dos conceptos claves, la noción de ‘fases» y la
noción de «momentos» de la investigación, nociones que se vinculan a lo
que en Epistemología se conoce como el «contexto de descubrimiento» de
la ciencia. Samaja aplica la noción de fases para hacer referencia a aquellas
acciones que admiten un antes y un después (y por eso se vinculan con el
aspecto cronológico que presenta el proceso), reservando el término momento para aquellas operaciones que no admiten un antes y un después.
Por ejemplo: la recolección de información es precisamente una fase porque ella opera antes que el tratamiento de los datos y después que se ha
diseñado el objeto de estudio de la investigación. En cambio, la realización de una entrevista a un informante clave define un momento, en tanto
no se puede desprender esa acción de la «hipótesis sustantiva»14 y de los
conceptos definidos desde la teoría adoptada, que permitirán «interpretar» el contenido de la entrevista.
En este sentido, el proceso de investigación puede analizarse a partir
del movimiento dialéctico, y no lineal, que sostiene la génesis del proceso.
Este es el núcleo conceptual del pensamiento de Samaja, pues lo importante
es comprender la «regulación» dinámica que se establece entre las instancias, fases y momentos del proceso. Samaja ha trabajado, en torno a esto, las
nociones de expansión, movimiento circular, ensimismamiento y ascenso
que tienen lugar en el desarrollo de la investigación (sobre esto véase su libro
Epistemología y Metodología, Parte IV). El proceso de investigación puede
verse así como un proceso de ascenso desde lo abstracto a lo concreto. Esto signi-
14
Se entiende por «hipótesis sustantiva» a lo que corrientemente en Metodología es la
Hipótesis de investigación que se contrasta, que suscita la dinámica del proceso de construcción de nuevo conocimiento y sobre lo cual pivotean las acciones que se desarrollan.
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fica que a medida que avanza la investigación se logra reducir el carácter
abstracto que asume el objeto de estudio en los momentos iníciales, hacia
grados crecientes de concretización, que alcanzan su máxima expresión al
final de la investigación cuando se logra resolver el problema planteado.
Estas consideraciones nos llevan al apartado siguiente.
Dialéctica entre el proceso y el producto de la investigación
Uno de los aportes claves de Juan Samaja ha sido también el haber
clarificado respecto de las dos dimensiones en que puede abordarse la investigación científica.
Casi siempre se ha tendido a considerar la investigación desde el punto
de vista de los resultados que alcanza, o sea, por referencia al «producto»
obtenido, que es lo que denominamos conocimiento científico. Sin embargo,
la investigación puede, y debe, analizarse también desde el punto de vista
del «proceso» que engendra dicho conocimiento, en cuyo caso el análisis se
orienta a captar la dimensión genética de la investigación científica.
¿Por qué es importante distinguir ambas dimensiones? En primer
lugar, porque si no nos adentramos a la dimensión genética es imposible
comprender la investigación desde dentro, es decir, asumiendo los avatares a que nos enfrenta la lógica misma del conocimiento en su estado de
desarrollo y, como vimos en apartados anteriores, esto es una preocupación central de Samaja para arrojar luz al tipo de conocimiento que es la
ciencia, por referencia a su naturaleza (u ontología) y a las categorías constructivas que pone en juego.
En segundo lugar, diferenciar ambas dimensiones posibilita identificar el lugar que le corresponde a la teoría y al plano empírico respecto a las
inferencias (o modos de razonamiento) que se generan en el desarrollo de
la investigación.
Sólo desde esta perspectiva tiene sentido preguntarnos por el tipo de
«producto» que genera la investigación científica. El producto puede enten158
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derse como la re-descripción del objeto de estudio, siendo éste un «sistema
complejo» cuya naturaleza es esencialmente híbrida, en tanto comporta elementos teóricos (conceptos) que sirven como descriptores de la situación
real estudiada, y los referentes empíricos (o rasgos descriptivos) del objeto
que nos enfrenta a determinadas configuraciones sobre los hechos, cuyo
comportamiento se espera poder explicar al término de la investigación.
Esto significa que el producto de la investigación es el objeto de estudio analizado, descrito y explicado a la luz de cierto sistema teórico. El
objeto de estudio evoca esa parcela del mundo real llevado al plano de la
indagación científica, es decir, un objeto de conocimiento que en tanto añade la intencionalidad y propósitos fijados por el investigador se transforma
en el objeto de investigación. Desde este punto de vista, el producto expresa la
reconstrucción de los rasgos con que advienen los objetos empíricos, en función de los indicadores que permiten hacer ese cartografiado sobre un sistema
conceptual que proporciona el contexto interpretativo de su comportamiento. De esta manera estamos situándonos en el plano de la dimensión «estructural» en la investigación (o del producto) ya que allí se exhibe la traducción de los valores de las variables estudiadas a los conceptos que posibilitan resolver el problema de investigación inicialmente planteado.
Pero, para poder llegar a dicho producto (o estructura resultante) es
preciso hacerlo nacer, o para decirlo en términos más sencillos, haber pasado por la dimensión genética o de construcción del producto de la investigación. Este plano de la génesis se enmarca en un contexto de tensión
entre lo empírico y lo teórico que se mantienen «contradictoriamente» en
todo el proceso y, por este motivo, si bien las acciones que se desarrollan
en la investigación están empapadas de la incertidumbre propia de toda
génesis, alberga una extraordinaria riqueza, que no llega a apreciarse plenamente porque cuando estamos aproximándonos al final, es decir, resolviendo el problema de investigación, el producto del proceso boira la génesis
y ésta recae por inmediatez en las estructuras más próximas a la epigénesis.15
15
Se entiende por «epigenesis» a la estructura o sistema organizado que resulta al final de
un proceso de génesis (lo que emerge o aflora como producto).
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Samaja estudió la profunda relación que existe entre génesis y estructura,
ya que si bien en principio las hemos distinguido por necesidad de rescatar el proceso formativo, no por ello deben entenderse como dos dimensiones separadas.
Ambos procesos (diferenciación e integración) se desprenden de los
conceptos desarrollados por Hegel. Quienes hemos aprendido al lado de
Samaja sabemos perfectamente que todo su pensamiento anda en ese gran
pensador alemán del siglo XIX. Decir que el producto resultante de una
investigación16 borra la génesis significa que ha dejado atrás la riqueza del
proceso y ha reconstruido (en función de la interacción que opera entre
sujeto y objeto) la trama de vínculos que se establecen en el «sistema de
matrices de datos» (volveremos luego sobre este concepto). Pero también
significa que sin la génesis es imposible comprender el producto que obtiene la
investigación, es decir, eso que llamamos «conocimiento científico». En
este punto es donde se reasume el hacer de la ciencia (su carácter
«operatorio»17 y «creativo») que había sido descuidado en la historia de la
Epistemología. Por otro lado, decir que el producto recae por inmediatez
significa que al cabo de la misma lo más concreto es la reconstrucción lograda del problema planteado y que ha operado como un movimiento conceptual tendiente a reducir la tensión entre teoría y plano empírico, expresada entonces como «resultados» obtenidos por la investigación. Dichos resultados constituyen los datos que permiten sostener la respuesta al
problema y esto es lo más «inmediato» de que se dispone al final de la
investigación.
16
Entiéndase por «producto resultante» al objeto de estudio reconstruido al final del
proceso como respuesta al problema de investigación, y que resulta del trabajo constructivo sobre el dato científico.
17
El término «operatorio» fue acuñado por Ladriére (1978), al cual adherimos totalmente. Piaget ha trabajado este mismo carácter del conocimiento con el término «acción».
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Dialéctica entre génesis y epigénesis y su importancia en la «re-construcción» del objeto de estudio
Las nociones desarrolladas en el apartado anterior permiten comprender el enfoque que Samaja le ha impreso al estudio de la investigación
científica. Para él, la preocupación principal es descubrir y explicar las contradicciones internas del proceso de conocimiento, de qué modo se resuelven
y, a la par, cómo en cada avance del proceso emerge una configuración
distinta del objeto, que se reconstruye a partir de la interacción que se
establece con el sujeto cognoscente en el marco de la contradicción «teoría
— plano empírico» y que sólo alcanza pleno sentido en el contexto de la
totalidad aulorregulada del conocimiento que está formándose.
Por esta razón Samaja sostiene que la investigación avanza por saltos
epigenéticos (2004), lo que indica que el proceso constructivo del conocimiento no es lineal, sino dialéctico, espiralado, lo que no debe interpretarse
como una espiral ad infinitum sino siempre constreñida al marco de las experiencias posibles. Este enfoque lo llevó a indagar en los constructos aportados
por otras disciplinas, como es el caso de las nociones desarrolladas por la
Epistemología Genética, especialmente las aportaciones efectuadas por el
grupo de pensadores e investigadores nucleados en la Escuela de Ginebra,
cuya instancia fundacional viene dada por los estudios de Piaget y sus colaboradores. Actualmente, el reconocido Dr. Antonio Castorina de Argentina
es uno de los investigadores que viene trabajando en esta epistemología.
Pero Samaja también ancló su pensamiento en los aportes de la
Embriología y la moderna Teoría de la Evolución. Desde este ángulo ha planteado que las acciones y componentes del proceso de investigación pueden
comprenderse como un movimiento regulado entre la génesis y la ontogénesis.18
18
Cfr. Epistemología y Metodología (óp. cit.). Todo el libro gira en torno a este importante eje del análisis. Consúltese especialmente las Partes III y IV. La «ontogénesis’ viene a
si jijear la reconfiguración de! ser (o del algo). en este caso el objeto de estudio de la
investigación. conforme transito por los distintos estadios originarios en el proceso de
génesis.
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Emilas Darlen Carmen Lebus
La regulación dinámica que se establece entre el proceso que avanza
guiado por determinados propósitos fijados por el investigador, y los resultados que van consiguiéndose conforme se desarrolla el proceso (productos ontogenéticos emergentes) pone de relieve otra cuestión de suma
importancia, trabajada por Samaja a partir de la dialéctica hegeliana, y
que él la llevó al estudio de la investigación científica. Me estoy refiriendo
al concepto de Aufhebung, noción clave para comprender por qué el producto de la investigación resuelve la contradicción mantenida en todo el
proceso entre la teoría y los descriptores empíricos. Dicho concepto viene
del verbo Aufheben que en alemán significa «levantar» pero en sus tres
acepciones: suprimir, conservar y superar.
Por lo tanto, el término Aufhebung describe la reconstrucción del
objeto de estudio que opera durante la génesis de la investigación, mediante la recolección, tratamiento e interpretación de los datos guiados
por el marco conceptual que sostiene la investigación. En consecuencia, es
una idea fecunda para captar la lógica del proceso y la riqueza del material
con que interactúa el investigador para responder al problema planteado.
La distinción de los dos modos del método
Una de las contradicciones que se ha mantenido por mucho tiempo en
las reflexiones epistemológicas se desprende de las condiciones mismas que
definen el conocimiento que produce la ciencia. Por un lado se le exige a la
ciencia que las respuestas que elabora puedan ser generalizables, es decir,
expresables en un lenguaje universal y, por otro, se le pide a la ciencia que
contraste las ideas (hipótesis) que propone como explicaciones sobre los hechos. Ambas condiciones son irreductibles19 entre sí y, no obstante, el conocimiento que llamamos científico las exhibe y las incorpora como atributos
inherentes a su propia naturaleza. ¿Cómo es posible esto?
19
«Irreductible significa que el conocimiento científico no puede reducirse a una de
ellas.
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Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
Si la ciencia aspira a la universalidad no puede desarrollar, al mismo
tiempo, la contrastación empírica, pues los enunciados universales no son
contrastables en la experiencia en tanto no son decidibles. A su vez, si la
ciencia aspira a contrastar sus hipótesis opera sobre enunciados particulares, que sí son decidibles, pero entonces ella no puede aspirar a la universalidad. Este dilema que puede describirse bajo la metáfora del problema
del huevo o la gallina, ha sido llamado por Samaja «la contradicción interna de la ciencia»20, considerando que es la «contradicción principal» del
conocimiento científico.
Resolver esta contradicción exige abrir la indagación sobre la ciencia
para desprenderla a partir de la no-ciencia, esto es, desde la praxis o mundo
de la experiencia cotidiana. Ahora bien, este punto de vista exige resignificar
también el sentido del método ya que gran parte de los debates
epistemológicos han quedado atrapados en dos posturas antagónicas. Por
un lado, están quienes afirman que la tarea del epistemólogo debe centrarse en explicar cómo la ciencia «justifica» o «valida» el tipo de conocimiento
que elabora, cuestión ésta que lleva a centrar el interés en lo que se conoce
como el «contexto de justificación», que básicamente ha llevado a priorizar
la reconstrucción racional de las teorías científicas, es decir, buscando una
explicación de cómo operan las teorías «una vez dadas», mediante la búsqueda de sus resortes normativos derivados de la Lógica y la Matemática.
Desde otro ángulo, están quienes sostienen que la reflexión
epistemológica debe ocuparse también del «contexto de descubrimiento»,
planteándose cómo surgen las teorías científicas y qué mecanismos llevan al
surgimiento de las hipótesis. Pero esta línea de indagación se ha desarrollado lenta y marginalmente en el campo de la Epistemología, y el rescate
de estas preguntas centrales no sólo condujo a una Epistemología orientada hacia la praxis, sino también a un giro en la Metodología, más preocupada por la génesis.
20
Cfr. Samaja. Juan. (1996). El lado oscuro de la razón. Cap. 1.
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El planteo que hace Samaja en torno a estos debates es que el método no puede ser entendido unidireccionalmente, sea como un conjunto
de acciones destinadas a justificar, o en su defecto, destinadas a descubrir.
Para Samaja, el descubrimiento y la validación (o justificación) son dos facetas
de un único proceso, el proceso dialéctico que desarrolla la investigación,
que, conforme señalamos en parágrafos anteriores, se mueve suscitando
acciones de búsqueda y, simultáneamente, instalando la necesidad de dar
cuenta de cada nuevo dato, de cada indicador, de cada estrategia adoptada, de cada concepto, cuestiones éstas que descansan en los acuerdos
intersubjetivos que definen a la ciencia como una actividad socialmente
coordinada
Esta concepción permite resolver los antagonismos y evitar las posturas excluyentes que tanto daño han hecho a la Metodología, llevándola
por senderos erróneos, derivando en dogmatismos y prescripciones a priori
sobre el hacer de la ciencia. Pero además este enfoque posibilita evitar el
error de creer que sólo se descubren hechos y de que sólo se validan teorías.
Samaja sostiene, en cambio, que se descubren hechos y teorías, como también se validan hechos y teorías. Nótese que lo que se valida o lo que se
descubre opera respecto a la naturaleza inextricablemente dialéctica del
propio objeto de estudio, ya que éste reúne tanto componentes teóricos
como empíricos.
Este posicionamiento que adopta Samaja abre nuevas perspectivas a
la reflexión epistemológica pues permite «ubicar» 21 las distintas
epistemologías que se han sucedido en la historia del pensamiento científico moderno a partir de la distinción arriba mencionada. Está claro que
21
En el sentido de que se pueden referenciar cada una de esas propuestas episternológicas
según estos cuatro componentes que «ubican» las acciones de investigación como moviéndose (o girando) en torno a esas dimensiones de descubrimiento o de validación que
están empotradas en la esencia misma de la investigación científica, dado que ésta conlleva la búsqueda de patrones de regularidad empírica, patrones de significación teórica
de las regularidades fácticas, patrones de desarrollo de ideas creativas y patrones de sostenimiento de las estructuras teóricas propuestas por la ciencia.
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la dialéctica hace la apuesta de comprender el pensamiento científico a
partir de resolver las contradicciones que surgen cuando la reflexión
epistemológica está focalizada en una postura particular y, desde allí, reconstruir la contradicción y alcanzar el proceso de Aufhebung ya explicitado.
El problema de los medios en que transcurre la investigación
La ciencia constituye una actividad socialmente organizada, de manera que su práctica está atravesada por imperativos institucionales —
administrativos que regulan esa actividad. En efecto, este carácter se expresa en la formación de Institutos de Investigación, en las políticas científicas y de desarrollo tecnológico, en las agendas de temas prioritarios de
investigación, etc., que condiciona tanto la factibilidad como la viabilidad
de las investigaciones.
Samaja sostiene que las «matrices epistémicas»22 se enmarcan y se
desarrollan en los contextos de sentido que proveen las sociedades organizadas bajo las formas estatales (sociedades con Estados). En este análisis
socio-histórico que Samaja realiza de las posibilidades de desarrollo de la
actividad científica, sostiene que la ciencia es posterior a la existencia de
los Estados.23
Considero que este punto es un aspecto clave para analizar el desarrollo de la actividad científico-técnica en nuestro país, por ejemplo, ya
que la consolidación y afianzamiento de las instituciones científicas expresa, en cierto modo, el grado de institucionalización alcanzado por una
sociedad.
Samaja advierte sobre la necesidad de efectuar una revisión crítica del
tipo de ciencia que estamos produciendo, pues, en un mundo globalizado,
22
«Matrices epistémicas», en la postura de Samaja, viene a indicar los esquemas, modelos o paradigmas de la ciencia.
23
Cfr. Samaja, Juan. (1993. óp. cit.). Parte V.
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la ciencia tiende a aliarse cada vez más con la tecnología (y no por razones
casuales) y a direccionar la investigación en pos de objetivos pragmáticos,
cortoplacistas y orientados por las demandas del mercado.24
¿Cuál es la consecuencia que se deriva de esta tendencia? Samaja, y
también otros pensadores, advierte de los efectos negativos que acarrea un
enfoque unidireccional de la ciencia, descuidando sus importantes aportes
a la sociedad en la búsqueda de solución a problemas graves que nos aquejan en este siglo XXI que comenzamos a transitar, entre ellos la pobreza,
las desigualdades, la marginación social, las desventajas productivas, el
poder avasallante de los medios de comunicación, el cambio en los patrones culturales, el deterioro progresivo de la calidad ambiental y la extinción paulatina de los recursos, el poder económico y su impacto en los
países subdesarrollados...
La solución a estos problemas sustantivos requiere abrir la indagación sobre el papel de la ciencia en la sociedad, implicando la necesidad de
desarrollar no sólo investigación aplicada, sino también la investigación
básica y la investigación enfocada con sentido crítico hacia los temas estratégicos de alta relevancia social. Esto implica asumir una crítica dialéctica
que apunte a encontrar y re-definir, en las condiciones actuales de las
relaciones mundiales y nacionales, los vínculos que se establecen entre
ciencia, tecnología, sociedad, Estado y mercado.
Una política científica seria debe tener en cuenta todas estas dimensiones para lograr una ciencia que no sólo atienda a las necesidades
inmediatas, sino que apunte a abrir la investigación para construir, como
en antaño se ha hecho, una ciencia que propicie el desarrollo de la investigación teórica, la reflexión filosófica, la investigación centrada en los
valores y los dilemas éticos que la misma ciencia actual abre en muchos
24
Existe un texto de Samaja que pone de manifiesto esta preocupación central, titulada
«Sobre la ciencia, la técnica y la sociedad. Para pensar la nueva agenda de la Educación
Superior.» Dossier que me ha facilitado el autor. Desconozco si ha sido publicado.
166
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campos de estudio. Hablo de crítica dialéctica para señalar que el esfuerzo reflexivo debe ser capaz de contemplar las contradicciones que la ciencia
actual presenta, para generar «síntesis» superadoras de sus propias limitaciones, a partir de explorar sus resortes profundos anclados en el sentido común.
Desde este punto de vista, Samaja examina qué tipo de vínculos se
establecen entre las prácticas científicas concretas y los medios que condicionan dichas prácticas. Por un lado, la investigación depende de las tecnologías de registro de la información, y, por otro lado, la investigación
misma puede conducir al desarrollo de técnicas más precisas y procedimientos más adecuados para el tratamiento y sistematización de la información. Además, el producto de una investigación (los resultados conseguidos) pueden operar como medio de investigaciones futuras, al abrir
nuevos interrogantes y suscitar nuevos procesos de búsqueda en torno a
una temática principal.
El proceso, el diseño y el proyecto de investigación: una distinción
preliminar para poder construir puentes
Samaja advirtió también sobre la importancia de distinguir con claridad ciertos aspectos que constituyen tres facetas de un mismo asunto: el
Proceso, el Diseño y el Proyecto de Investigación. La diferencia entre ellos
no está dada por mera decisión arbitraria sino por la relación que establecen con el sujeto investigador y por el tipo de vínculos que comportan
respecto a la investigación misma.
Desde que la ciencia se ha constituido una actividad social organizada vino a descansar en los contextos normativos que regulan dicha
actividad y que devienen, como puntualizamos en el apartado anterior,
de las reglas que definen las sociedades con Estado. Por esta razón, la
ciencia asume una dimensión administrativo-institucional que antes del
siglo XIX no existía. Incluso antes de ese momento, no podríamos hablar siquiera de la existencia de científicos ya que la labor de prominentes hombres como Galileo, Kepler, Newton, Darwin y tantos otros, se
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Emilas Darlen Carmen Lebus
conocía más bien como la dedicación de los filósofos,25 configurando
una tarea que prosperaba sin los mecanismos de control que emanan de
la organización social del conocimiento, como lo son hoy en día los Centros de Investigación, las Sociedades Científicas, los Institutos Tecnológicos o las Academias de Ciencias, por mencionar sólo unas pocas formas de
realización de ese control. Pero en los tiempos de aquellos pioneros de la
ciencia moderna su obra era —como apuntan López Gil y Delgado- una
tarea de «lobos solitarios» (1994:157).
Piaget nos dio una pista sobre el fenómeno de la ciencia como actividad organizada, cuando ubicó los mecanismos de génesis del conocimiento en el seno mismo de la evolución social y de la cultura.
Teniendo en cuenta este hecho, pero sobre todo, el giro interpretativo
que Samaja diera al desarrollo de la ciencia, vinculándola y desprendiéndola de los procesos de génesis y regulación surgidos del proceso mismo
de evolución social, es preciso diferenciar las acciones de investigación según tres perspectivas diferentes, ya que la esencia (o sustancia) de las cuestiones a resolver en cada caso son diferentes.
Me estoy refiriendo a la distinción que Samaja señaló entre «proceso
de investigación», «diseño de investigación» y «proyecto de investigación».
Con frecuencia, en torno a estas cuestiones suele reinar una confusión que
no es menor, y esa confusión afecta al producto que se espera obtener de
las tareas que el investigador lleva a cabo.
El Proyecto de Investigación es el documento que se eleva a terceros, a
la entidad controladora de la gestión de la investigación y, como tal, exige
resolver aspectos que indiquen con claridad, todos los ítems solicitados
por éstos para evaluar y controlar el desarrollo de la investigación, sus
tiempos, sus estrategias investigativas, los recursos que demandará su ejecución, la relevancia del tema de investigación y su impacto esperado. El
25
168
Wainstein (2006) hace referencia a esta cuestión; pág. 23.
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Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
proyecto pone de manifiesto el aspecto institucional que asume hoy la
práctica científica. Sin embargo, sería un error considerar que el proyecto
es sólo una cuestión formal que se presenta a una institución y se guarda
en algún lugar; al contrario, sin este soporte «documental» y de «registro»
sería inviable la ciencia en las condiciones actuales, al ser esto parte intrínseca de los vínculos entre la ciencia y los contextos socioculturales en que
ella se inscribe.
En cambio, el Diseño de la Investigación hace referencia a la parte de
la investigación que uno está dispuesto a planificarla, mediante la identificación precisa de los niveles en que operan los datos que definen el objeto
de estudio, así como la planificación rigurosa y metódica de los cursos de
acción. Como podrá verse, el diseño anticipa y programa, por un lado, la
estructuración que adopta el objeto de estudio tal como éste resulta modelado en función de los significados anclados en el mundo de la praxis.
Por otro lado, el diseño prevé las acciones de investigación, las operaciones
que compondrán los indicadores y las estrategias investigativas (cursos de
acción o método) mediante los cuales el investigador irá al encuentro del
objeto de estudio.
Por lo tanto, es una dimensión fundamental de la investigación e
implica una serie de tareas comprometidas para el investigador, a resolver
antes de iniciar la instancia de la contrastación empírica de la hipótesis. El
énfasis que se haya puesto en las tareas del diseño depende de las necesidades mismas que el investigador llega a percibir respecto a lo que exigirá el
desarrollo de la investigación, por lo que el esfuerzo dedicado a esta dimensión se traducirá en la eficacia26 del proceso de investigación.
Por último, el Proceso de la Investigación es la dimensión más rica y
más compleja, ya que constituye el desarrollo mismo de la investigación,
la construcción del conocimiento en acción. Comporta tanto la génesis
26
Se entiende por «eficacia», en este punto, la cualidad de hacer avanzar el proceso de
investigación.
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del conocimiento científico como los resultados ontogenéticos (emergentes) que van obteniéndose como productos parciales surgidos en el contexto del proceso.
Es en esta dimensión donde más se aprecian las relaciones profundas y comprometidas que se establecen entre el sujeto investigador y el
objeto de indagación, y que suscita la dinámica misma del proceso.
En consecuencia, el planteo de Samaja es que estas dimensiones hay
que comprenderlas como tres lados de una misma cosa, que están estrechamente relacionadas. Sin embargo, la distinción entre ellas se impone
por fuerza propia, pues está en la naturaleza misma del conocimiento científico el reclamar para sí componentes institucionales (proyecto), componentes planificables (diseño) y acciones concretas para producir conocimiento (proceso). En este sentido, entre ellos se establece nuevamente un
vínculo dialéctico, por el cual el proceso de la investigación (o la lógica de
construcción del conocimiento científico) puede ser considerado la «síntesis» que integra y supera tanto a los esfuerzos que impone el proyecto
(dedicado a terceros) y el diseño (como instrumento de apoyo al propio
investigador). Por ello el proceso de investigación se vuelve así la noción
más fecunda de las tres dimensiones.
El enfoque del» Sistema de Matrices de Datos» como aporte inédito
de Samaja
Si hay algo que caracterizó la actitud científica de Juan Samaja ha
sido su «humildad», cualidad ésta que cultivó al máximo y que quedó
evidenciada en sus desarrollos conceptuales. Quien lea sus obras podrá
corroborar por sí mismo este atributo, ya que preservó siempre el respeto
hacia las ideas trabajadas con anterioridad por otros autores.
Digo esto porque si se aprecia y valora los giros interpretativos, las
nociones que introdujo y el desarrollo de ideas integradoras que cultivó a
lo largo de su trayectoria intelectual, puede afirmarse que éstos han sido
170
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Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
muy amplios y han tocado prácticamente todas las principales preocupaciones de la Metodología.
No obstante, he escuchado decir a Samaja, en reiteradas oportunidades, que su único aporte totalmente inédito a la ciencia, que él podía
atribuirse, es la explicación que elaboró sobre el dato científico y que él
llamó el «sistema de matrices de datos». En verdad, considero que es realmente justo reconocer este aporte que constituye un auténtico avance en
la investigación metodológica, que no encuentra antecedentes de un desarrollo similar al otorgado por Juan Samaja en lo referente a la comprensión
y explicitación de la naturaleza del dato.
Para Samaja el sistema de matrices de datos expresa la estructura del
objeto de investigación tal como resulta de las tareas de diseño. El objeto
resultante del proceso de modelización del asunto de interés (o de investigación) es denominado por Samaja «objeto-modelo»
Este objeto-modelo se presenta organizado en distintos niveles jerárquicos que expresan el carácter relacional y dialéctico de los datos que
intervienen en una investigación científica. Para él, en una investigación
intervienen «al menos», es decir, como mínimo, tres matrices de datos que
operan en tres niveles diferentes: el nivel de anclaje, el nivel subunitario y el
nivel supra-unitario (o contextual).
El nivel de anclaje expresa la unidad a la que evoca el tema de investigación, es decir, nos remite a la totalidad de sentido y como tal implica la
referencia a las principales variables y unidades de análisis. El nivel subunitario plantea la referencia a las matrices que se desprenden de la «partición» del objeto de estudio, siendo entonces un nivel de mayor
desagregación del dato. En este nivel operan los indicadores cuya razón de
ser es la «medición»27 de las variables planteadas en el nivel de anclaje. Por
último, el nivel supra-unitario hace referencia a las unidades de análisis y
variables que definen las condiciones contextuales que regulan a los datos
27
Medición que puede ser cuantitativa o cualitativa.
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del nivel de anclaje. Samaja sostiene que estos niveles no deben entenderse
como entidades separadas. Si bien, cada uno de ellos define un nivel que
posibilita operar allí en determinado momento de la investigación, entre
ellos se establecen procesos de constitución y de regulación. Los procesos
constitutivos tienen lugar desde las matrices de menor integración hacia las
de mayor integración, lo que lleva a admitir que en el sistema de matrices
opera un movimiento de ascenso que permite omitir el nivel de anclaje a
partir de las matrices del nivel sub-unitario y, asimismo, contextualizar el
nivel de anclaje por referencia a las unidades más integradoras que operan
en el nivel supra-unitario. A su vez, los procesos de regulación hace referencia a los efectos de sentido que condicionan desde las matrices más
integradoras a las menos integradoras, por lo que ellas actúan como «contextos» de estas últimas. Es decir, Samaja entiende que los vínculos entre
matrices de distintos niveles de integración son dialécticos y responden a la
propia naturaleza del dato científico que opera como una lógica de construcción de sentido (o como una función semiótica), de característica jerárquica. Esto lleva a resignificar enormemente la cuestión que, a mi criterio, es
la de mayor importancia en el proceso de investigación: el trabajo centrado
en los datos.
La operatoria que se suscita en el proceso de investigación sobre el
sistema de matrices sostiene la reconstrucción del objeto-modelo, lograda
en el curso del proceso, a partir de los movimientos dialécticos que se
establecen entre datos de distinto nivel. Tiene razón Samaja cuando afirma que «investigar científicamente es construir sistemas de matrices; llenar matrices; procesar matrices e interpretar matrices de datos.» (1995:182)
Ahora bien, para llegar a esta construcción conceptual y metodológica
que Samaja aporta sobre la naturaleza del dato, partió primero de un análisis crítico y superador de las tesis de Galtung y Lazarsfeld. Para éstos, el
dato científico es tripartito por estar constituido por el individuo de estudio, la variable y el valor del dato. Samaja postula, en cambio, que el dato
científico es de naturaleza cuatripartida y que además de los componentes
anteriores interviene un cuarto componente: el «indicador».
172
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Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
Llama la atención sobre cómo a esos autores se les escapó la participación del indicador, al cual entiende como la combinación de una «dimensión» (o sentido específico de la variable) más el «procedimiento» (u
operación) aplicado a esa dimensión para producir el valor del dato (los
autores mencionados habían analogado indicador con dimensión, lo que
constituye un profundo descuido). ¿Cómo se puede descuidar, nada más
ni nada menos, que el importante papel del indicador, sin el cual no habría posibilidad de «construir» (o producir) el valor del dato?
A mi entender, el indicador viene presentificar (en su propia ontología) la existencia de un sujeto productor de significado, ya que el dato es
dato para alguien. Es decir, el indicador instala ipso Jacto la existencia del
sujeto cognoscente, lo cual no es una cuestión menor ya que en esto estriba el cambio metodológico fundamental que acompaña el giro desde las
epistemologías ortodoxas hacia las epistemologías de la praxis (dialéctico /
constructivistas), al implicar en la génesis misma del conocimiento (expresada en la reconstrucción de los datos) la interacción sujeto — objeto.
Contribución de Samaja al estudio del conocimiento científico desde el Paradigma Cognitivo
En las páginas que siguen abordaré los aportes conceptuales de Samaja
respecto al problema de la cognición en general y sus consideraciones sobre
el lugar que le cabe, en este contexto, al conocimiento científico en particular. Para ello es preciso posicionamos en la perspectiva más amplia y más
integradora del pensamiento de Samaja, que sustenta los grandes interrogantes
que le preocupaban en los últimos años y sobre los cuales dedicó la mayor
parte de sus últimas producciones intelectuales. Con este propósito dedicaremos el resto de este artículo, presentando de una manera globalizadora la
esencia de su punto de vista sobre el tema. De acuerdo a Samaja, el conocimiento científico puede comprenderse mejor a partir de la reflexión semiótica. Como sabemos, la Semiótica es la ciencia del estudio de los signos. Si
bien esta disciplina se ha construido con el aporte conceptual de distintos
pensadores, sin duda el más influyente en el pensamiento de Samaja es
Peirce, a quien se considera además el Padre de la Semiótica.
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Peirce plantea que el signo es una construcción triádica que sostiene
una producción de significado. De este modo, su naturaleza (o el ser del
signo) está integrado por el representamen (o signo en sí, que «representa»
o evoca un objeto), el objeto dinámico (que se refiere al objeto representado) y el interpretante que no debe confundirse con el intérprete, sino
tomado como la entidad percipiente capaz de captar el efecto de sentido
que produce el signo. Esta relación significa conforma lo que se conoce
como «función semiótica». Desde este ángulo, la construcción de los datos
que participan en una investigación y que definen el sistema de matrices
puede ser estudiado como un sistema complejo de funciones semióticas.
Si bien el término «función semiótica» puede parecer raro o confuso, no
estamos señalando otra cosa que las acciones de producción de sentido (o de
significado) que tienen lugar en el proceso mismo de la investigación, sin lo
cual no podría nunca generarse una respuesta al problema planteado. En
el curso del proceso, el investigador está orientando todo su esfuerzo en la
construcción del «valor» de los datos que participan del desarrollo del
conocimiento científico y, por lo tanto, la obtención del «valor de cada
variable» estudiada es una función semiótica, que asume un significado
determinado.
Basándose en las líneas de investigación abiertas por Umberto Eco,
que ha trabajado la naturaleza del signo como construcción de significancia,
Samaja advierte que el planteo que hace Eco puede ser entendido perfectamente como una operación de generación de sentido sobre algo (el objeto
analizado) mediante la inferencia que va desde el valor del indicador (que
Eco trabaja como el plano de la expresión, icono o significante) hacia el
valor de la variable (que según Eco es el plano del contenido o significado). Entonces un signo es una relación que se establece entre el plano de la
expresión (o elementos «significantes») hacia el plano del contenido (o
aspectos «significados») mediante la intervención de un «código» que posibilita dicha relación.
Samaja entiende que el código no es otra cosa que la regla que permite efectuar la inferencia. Siendo así, es preciso asumir que no es posible
la existencia de reglas operando autónomamente con independencia de
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los procesos que dan origen a dichas reglas. Es decir, no existen los códigos
per se, o por así decirlo, obtenidos de la nada, sino que dichos códigos o
reglas van forjándose en la historia formativa de las praxis o de las actuaciones concretas de los sujetos viviendo en comunidad.
Peirce introduce una lógica28 en la función semiótica, de modo que el
signo mismo puede ser entendido bajo su naturaleza triádica como una
construcción; de ahí que para Peirce el signo deviene como acción, o como
una lógica de la acción productora de sentido.
Samaja se apoya en este punto de vista para postular que toda la
realidad puede ser abordada como procesos de semiosis, siendo necesario admitir que no hay conocimiento (de ninguna especie, y tampoco científico)
sin la participación de un sujeto cognoscente o de una mente que actúe
como interpretante de la situación, mediante la captación de la «diferencia»
que el signo produce en cierto contexto. Este enfoque que Samaja trabaja
constantemente y retorna en los distintos temas ligados al conocimiento
científico es clave para comprender la investigación científica como un
movimiento de generación de significados, orientado a la construcción de
una respuesta al problema de investigación planteado sobre un asunto
determinado.
Esta forma de enfocar la construcción del conocimiento conlleva
importantes consecuencias, pues una de las preocupaciones fundamentales de Samaja era encontrar una salida al problema irresuelto de la Epistemología tal como había quedando encerrado a mediados del siglo XX. Si
por un lado ni el inductivismo ni el deductivismo (de la mano del positivismo lógico) habían podido salir airosos de la pregunta por el origen del
conocimiento, tampoco Popper logró una solución a este dilema.
28
Es necesario aclarar que Pierce emplea el término lógica en relación al signo para
expresar que el signo se constituye como acción, o sea como la dinámica misma que se
suscita por su naturaleza tríadica, que define una unidad ontológica o del ser del signo. Y si
el signo es una lógica exige reparar en sus componentes invariantes que son su razón de ser.
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Popper se ha ocupado precisamente por la validación de la teoría por
referencia a los hechos, pero dejó totalmente de lado y sin respuesta a la
cuestión del descubrimiento de nuevas teorías. Popper sale del paso diciendo que las nuevas teorías, que en el lenguaje corriente las podemos
llamar simplemente «hipótesis», surgen de la inventiva o del azar, pudiendo el investigador proponer «cualquier» hipótesis, aunque sea una idea
descabellada (tal como él lo señala), y todo lo que tiene que hacer la ciencia es «contrastarla en el plano de la experiencia» mediante duros tests
empíricos, planeados intencionalmente con el propósito de «derribar la
hipótesis», es decir, la teoría. Un discípulo del mismo Popper, Lakatos, ha
criticado esta concepción «falsacionista», argumentando que en la historia
de la ciencia se puede encontrar muchos ejemplos de cómo los científicos
se han «aferrado» a sus ideas (o sea, a sus hipótesis) y la han mantenido
aún cuando aparecían contraejemplos (hechos que se comportaban de una
manera contraria a como lo especificaba la hipótesis). Esta misma idea
parece reafirmarse en Kuhn, quien nos explica que los científicos no cambian su paradigma todos los días sino que, al contrario, tratan de preservarlo y trabajar dentro del paradigma, por ello las «revoluciones científicas» son muy infrecuentes.
Esta es la situación en que Popper había dejado planteada la cuestión
sobre el «origen» (o descubrimiento) de nuevas hipótesis. Si bien Kuhn ya
nos estaba anticipando (allá por la década de 1960) que los aspectos sociológicos también deben ser tenidos en cuenta a la hora de explicar cómo
funciona la ciencia, él no se había adentrado a la búsqueda del mecanismo
o del proceso por el cual emergen las ideas creativas en la ciencia.
En cambio, el trabajo de Samaja va precisamente en esta dirección,
hasta me atrevería a decir que constituye el «núcleo fundamental» de sus
ideas y es desde esta perspectiva en que se debe valorar su contribución a la
ciencia, ya que allí anclan muchas de sus tesis metodológicas y también
cognitivas.
Cuando Samaja plantea que la no-ciencia no es un plano del conocimiento totalmente separado y autónomo del plano científico, y que la cien176
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Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
cia está montada y construida sobre la no- ciencia lo que está refrendando es la
construcción de esa «vía media», que hicimos referencia al principio.
Ya vimos que lo que está al comienzo en la construcción científica
son las experiencias decantadas por lo vivido, por lo actuado. Así, la ciencia va abriéndose paso a partir de las percepciones, intuiciones, metáforas
y analogías construidas en la vida cotidiana de los individuos. Ese mundo
de la praxis no sólo existe y «modela las experiencias científicas» sino que es
«condición de posibilidad» del desarrollo mismo de la ciencia. En este sentido, hay un autor muy valorado por Samaja, el italiano Juan Bautista
Vico (siglo XVIII), quien ha planteado la importancia que asume el «sujeto protagónico», colocándolo en el lugar «mediador» entre el sujeto teórico y el sujeto observante. Vico fue el primero en advertir que lo que es
verdadero procede de las experiencias de protagonismos o del sujeto con
historia, viviendo en contextos de comunidad. Es allí como surgen las
experiencias «sociales», dimensión ésta que ya había sido planteada tempranamente por Platón y Aristóteles y trabajada en profundidad por el
propio Hegel. Lo que está diciendo Samaja es que no puede haber ciencia
sin antes haber existido el conocimiento no científico y, más aún, que
cuando el científico hace ciencia construye conocimiento sobre la base de
un saber forjado y modelado a partir de su actuación como sujeto viviente,
como sujeto integrante de comunidades, como sujeto regulado por los
marcos normativos establecidos por el Estado y, también, como sujeto que
opera bajo las pautas de control del método científico en el marco del
contexto intersubjetivo forjado por las comunidades científicas para producir conocimiento válido y confiable. Este enfoque que Samaja atribuye
a la ciencia lo lleva a retomar nuevamente la perspectiva semiótica para dar
cuenta de estos procesos de integración que se establecen desde el mundo
no científico hacia los modos de proceder de la ciencia. Para ello se vale del
concepto de «macrosemiótica» que toma del planteo de Greimas, que él
completa y amplía.
Samaja emplea el término macrosemiótica para referirse a los campos de
significación, que lo entiende como grandes reservorios de signos, y que
abarcan tanto las formas comunicativas pre humanas como todos los estaNihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 137 a 190
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Emilas Darlen Carmen Lebus
dios de desarrollo y complejización de las sociedades hasta llegar a las formas
de significación más complejas y entrelazadas que elabora la ciencia.
Distingue así la macrosemiótica del mundo natural (en sus vastos dominios), como por ejemplo, la comunicación que desarrollan los pájaros, cuyas
bandadas cambian de dirección frente a la aproximación de una tormenta;
la macrosemiólica de los lenguajes naturales o de las sociedades ágrafas29, que
hace referencia a los modos de comunicación propios de aquellas comunidades humanas que aún no han desarrollado la escritura; la macrosemiólica de
los lenguajes escriturales o jurídico-estatales, que coincide con el surgimiento
de los Estados y con el origen y consolidación de las grandes religiones
monoteístas. Y, finalmente, la macrosemiótica científico-técnica (o
tecnoeconómica) que describe los procesos de producción de significados
propios de los modos de operar de la ciencia y de la tecnología,
contextualizados en la trama creada por la actual revolución de los medios
de comunicación y la globalización de la economía, que explica el surgimiento de las pautas de vida orientadas hacia los objetos de consumo.
Paso siguiente Samaja relaciona las macrosemióticas (o grandes campos de producción de significado) con los métodos para fijar creencias que
desarrolló Peirce. Y sobre esta base establece los vínculos con los «tipos de
sujetos» que sostienen la generación de significancia, según la naturaleza
del conocimiento que está formándose.
De este modo asoció el método que Peirce llama de la «tenacidad»
con el modo de conocer propio del sujeto «orgánico» (o individual); el
método que Peirce llama de la «autoridad» o de la «tradición «con el modo
de conocer propio del sujeto que integra comunidades sin Estado, coincidente con la existencia de comunidades sin procesos escriturales; el método que Peirce llamó de la «reflexión o metafísica» con el modo de conocer
propio del sujeto teórico surgido en las sociedades con Estado; y, por último, el método de la ciencia (método experimental), llamado por Peirce
29
«Ágrafas»; sin haber generado procesos de escritura, ni sistemas de registro.
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Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
método de la «eficacia», que pone en juego al sujeto epistémico, es decir, el
sujeto que actúa bajo los modos de operar propios de la ciencia.
La tesis que sostiene Samaja es que el ser humano cuando construye
conocimiento se vale de estos distintos métodos y procede análogamente a
como lo hacen los distintos sujetos antes mencionados, sencillamente por
el hecho de que los procesos cognitivos «integran» y, a la vez, «diferencian»
(y, por esto mismo, «valoran») los productos obtenidos de estos diferentes
procesos de significación, según los contextos de actuación en que el sujeto participa.
De aquí se desprende que el sujeto epistémico no está totalmente
separado de los otros sujetos, aunque sí cabe afirmar que la ciencia «reconstruye» a su modo los otros mecanismos de generación de conocimiento y los
deja atrás, mediante un movimiento de Aufhebung -recordemos este término- que los suprime, conserva y supera. De ahí que el conocimiento científico constituye la forma más alta de conocimiento que el ser humano es
capaz de generar, pues en su propia operatoria quedan «subsumidos», «integrados» y «superados» los otros conocimientos.
Esto explica también por qué la macrosemiótica científico-tecnológica en la actualidad tiende a integrar a las restantes macrosemióticas, aunque sin absorverlas totalmente. Más aún, podemos afirmar que esas otras
macrosemióticas tienen una potencia de desborde que no puede ser captada ni explicada totalmente por la ciencia, y esto permite comprender también por qué los otros tipos de conocimiento siguen siendo válidos para
dar cuenta de determinados problemas cognitivos. Así seguimos valorando el conocimiento mítico, poético, religioso y filosófico, sin que esto signifique una ruptura30 con los modos de construcción del conocimiento
propio de la ciencia. Desde este marco interpretativo, Samaja puede
30
En el sentido en que Bachelard (1993) hala de «ruptura» cuando analiza la formación del espíritu científico. Para él. Éste comienza a partir de derribar los conocimientos
adquiridos en la vida cotidiana, o sea, lo contrario a lo que sostiene Samaja.
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resignificar el problema irresuelto de la Epistemología tal como Popper y su
«falsacionismo» lo habían dejado planteado. Efectivamente, puede hallarse
una explicación más real y genuina al dirimido asunto de cómo surgen las
ideas creativas en la ciencia. Para esto, desarrolla ampliamente un tema que
es de capital importancia y que tiene que ver con el problema de las inferencias
que participan cuando se construye conocimiento científico.
Aparte de la inducción y de la deducción, formas de razonamiento
que capitalizaron la preocupación de la Filosofía de la Ciencia, Samaja
sostiene que en el proceso de construcción del conocimiento científico
(que hemos denominado la dimensión «genética «de la ciencia), operan
otras dos formas de razonamiento que habían sido descuidadas durante
mucho tiempo: la analogía y de la abducción.
El rescate de la abducción que hace Samaja procede de la temprana
incursión en este tema llevada a cabo por Peirce, quien le ha dado precisamente el nombre de «abducción», mientras que la «analogía» es una forma
de inferencia que fue trabajada por Hegel, pero que Samaja la incorpora al
cuadro general de las inferencias, analizando su función en los momentos
iníciales de la investigación.
Mientras la abducción infiere el «caso» que representa el objeto-modelo31 de la investigación, la «analogía» infiere la regla para que funcione la
abducción. Por lo tanto, en los inicios de una investigación científica primero analogamos y luego abducimos, y es mediante la abducción como
surgen las nuevas hipótesis ya que el «descubrimiento del caso» no es otra
cosa que identificar a qué tipo o especie puede vincularse el problema planteado en tanto objeto de estudio, y esto es precisamente la hipótesis de la
31
El «objeto modelo» (término acuñado por Samaja) vendría a ser el objeto de estudio
de la investigación tal como queda definido (es decir plasmado) por la modelización que
tiene lugar en los momentos iníciales de la investigación, en el cual quedan identificadas
las variables y las relaciones relevantes que sustentan la indagación sobre el problema que
se investiga.
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Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
investigación. Es decir, en el propio objeto-modelo asumido en la investigación, según el modo en que se definan las relaciones sustantivas que
refieren a los problemas reales, queda implicada la relación caso-Tipo, o si
se prefiere, espécimen-especie. Así como la analogía y la abducción son las
formas de razonamiento predominantes en la instancia de génesis del conocimiento científico (especialmente en los momentos iníciales), la deducción y la inducción operan sobre los resultados (o productos
ontogenéticos) que van obteniéndose conforme avanza el proceso de investigación. De tal manera que Samaja sostiene que en una investigación
científica existen las cuatro formas de inferencias interactuando, conformando un sistema de inferencias, pues la construcción y validación del conocimiento científico implica la participación de las cuatro formas de inferencia en distintos momentos del proceso.
Esto además da sentido a la propuesta de Samaja, cuando postula un
modelo ternario para comprender la naturaleza y dinámica del conocimiento
científico. Tal modelo32 está definido por la Teoría, la Empírea y, mediando entre ambas, el Objeto-Modelo (o «caso de estudio» inferido por el
razonamiento abductivo). En este sentido, el objeto-modelo expresa el
vínculo entre el plano de los conceptos y el plano de los observables. Nótese también que esta concepción relacional e integradora de la ciencia
permite comprender las distintas mediaciones que las formas operatorias
de la ciencia (estrategias metodológicas) establecen con las formas de razonar propias de otros contextos, y que devienen —como dijimos- del mundo de la praxis, en función de las cuales construimos todos los procesos de
significación sobre el mundo, las demás personas y lo simbólico.
Llegados a este punto, es preciso referirnos a los planteos que Samaja
estaba trabajando últimamente desde el contexto más amplio de los pro32
Se asigna el término «modelo» en este párrafo con un sentido diferente del empleado
al hablar de objeto- modelo. Ahora modelo viene a significar el «esquema interpretativo»
sobre el conocimiento queelabora la ciencia, que fundamente lo que en otro momento
hemos llamado «Epistemología de la Praxis»
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cesos cognitivos, situando el análisis en la perspectiva de lo que se conoce
actualmente como el «paradigma cognitivo» de la ciencia. En principio hay
que tener en cuenta que las ciencias cognitivas que dieron origen a este
paradigma tuvieron su nacimiento casi inmediatamente concluida la Segunda Guerra Mundial. Se reconoce su origen entre mediados de la década de 1940 y de la década de 1950, período en que se consolidan un
grupo de disciplinas cuya principal preocupación giraba en torno al problema de la mente y de los procesos cognitivos que ésta desarrolla. Entre
esas disciplinas podemos mencionar la Teoría de la Comunicación, la Psicología Cognitiva, las Neurociencias, la Informática y la Cibernética, entre otras. En una primera etapa éstas entendieron la mente desde el enfoque computacional postulando la existencia de representaciones mentales
que podían equipararse a operaciones de cómputo, admitiendo así la existencia de una analogía entre el ordenador informático y la mente humana.
Esta concepción resultó ser reduccionista, dadas sus limitaciones para explicar procesos mentales complejos. La investigación cognitiva comenzó
entonces a sostener la idea de que existen «propiedades emergentes» que
no pueden explicarse a partir de la existencia de meros procesos
computacionales. Se comenzó a pensar que había procesos que al interactuar
con el contexto generaban cierta asociación de operaciones y esto daría
lugar a procesos de reorganización de las construcciones cognitivas. Sin
embargo, tampoco este enfoque no podía dar cuenta plenamente de la
impronta del medio sobre los procesos de asociación internos que la mente desarrollaba.
Esto da lugar al desarrollo de una tercera etapa, más reciente, según
la cual la mente es un atributo de ciertos «sujetos percipientes» capaces de
captar diferencias en los contextos y de actuar en consecuencia. Estas «supuestas mentes»33 tienen capacidad para «leer» las diferencias, tal es el enfoque
33
Se habla de «supuestas» mentes porque admitimos que para que algo se constituya en
un algo significante debe existir un sujeto (una mente) que «perciba» una diferencia en un
contexto determinado y «construya el significado», mediante la «representación» que se
genera como proceso semiótico que ocurre en esa situación.
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Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
que puede encontrarse en Bateson (1993). Ahora bien, en el enfoque
batesoniano, la mente no puede entenderse únicamente como mente humana, sino que hay mente donde existe capacidad para captar diferencias y
actuar en correspondencia con ello, es decir, en función de la «lectura» del
contexto. Esta última línea del desarrollo de las ciencias cognitivas es donde abreva el pensamiento de Samaja, aunque resignificando los aportes de
los autores cognitivos que han trabajado el tema con anterioridad y que él
logra por vía de la Dialéctica entendida como lógica constructiva del pensamiento. Samaja sostiene que las mentes son propias de los sistemas complejos
con historia. Si no hay interacción con otros sujetos, es decir, si no hay
comunidad, no hay conocimiento. Aquí por «sujeto» hay que entender a
cualquier entidad capaz de producir significación, esto es, intuir o percibir el cambio en las condiciones contextuales de las que participa, siendo
entonces que este criterio puede aplicarse a entidades semióticas diversas.
Y dado que para constituirse como tales deben avenirse como entidades
comunitarias (o co-sujetos) podemos decir que los procesos mentales constituyen sistemas semióticos complejos34. El agregado que Samaja hace al sostener que dichos sistemas «tienen historia» viene a reforzar los constructos
elaborados por diversas disciplinas que señalan que hay cognición cuando
hay un proceso formativo que permita actuar en correspondencia con los
cambios ambientales (o contextuales), lo que supone que detrás de la comunidad percipiente hay una historia formativa, en la cual la mente o las
facultades de la cognición han evolucionado desde las formas menos desarrolladas hasta las más complejas. Este punto de vista da sentido a los
desarrollos que Samaja trabaja desde la Metodología de la Investigación,
ya que las operaciones complejas que desarrolla la ciencia (acordes a su
macrosemiótica específica) fueron forjadas en la historia dramática de los
sujetos y las comunidades humanas que le precedieron (tratados al plantear las distintas macrosemióticas y los diferentes métodos para fijar creen34
La expresión es mía, E.L. Considero que «mente» (o subjetividad), «complejidad» y
«semiosis» constituyen los pilares que fundamentan una concepción cognitiva ampliada,
respecto a la cual los planteos de Samaja podrían considerarse fundacionales de este nuevo
enfoque del conocimiento.
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cias). Siendo así, la Metodología de la Investigación vendría a constituirse
como una metadisciplina científica cuya tarea consiste en indagar y explicar
los métodos, los procesos y las operaciones por las cuales se construye ese
tipo de conocimiento que elabora la ciencia y que desemboca en los razonamientos lógico-formales. De este modo la lógica del proceso de la ciencia se presenta como el tipo de conocimiento por excelencia, en la medida
en que permite, desde su propia operatoria, examinar y comprender los
demás modos de construcción del conocimiento humano.
Los antecedentes que registra este punto de vista son múltiples, pero
pueden mencionarse de paso los importantes desarrollos de Piaget, de
Margaret Meed (esposa del ya mencionado Bateson) quien ha llegado a
importantes conclusiones en el campo de la investigación antropológica,
Humberto Maturana y Francisco Varela al rescatar la importancia que
asume el conocimiento enactivo35 Herbet Simon quien ha incorporado la
teoría de la evolución desde un punto de vista renovado (o distinto si se
quiere de lo que fue su formulación originaria), y Waddington (desde el
campo de la biología) examinando la racionalidad humana a partir de su
tesis sobre la evolución del sistema evolutivo humano.
Estos aportes y otros que no mencionamos por razones de espacio
vienen a indicar que la cognición exige ser interpretada de un modo amplio enfoque en el cual ancló Samaja postulando lo que él denomina «ciencias cognitivas como perspectiva transdisciplinaria» (2007)36 Con esta expresión afirma que el conocimiento está empotrado en la realidad misma,
pues ésta envuelve tanto a los sujetos, como a los objetos y a las categorías
35
Siguiendo a Varela, «enactivo» vendría a ser el conocimiento «que emerge» de un
trasfondo profundo, enraizado en las experiencias de lo actuado, y que puede ser entendido como un significado que se construye en el movimiento circular de acción e interpretación.
36
Es el año de publicación de un documento póstumo de Juan Samaja, cuya redacción
procede del documento fundacional, de su autoría, que fundamenta el Doctorado en
Ciencias Cognitivas, UNNE, Resistencia, Argentina.
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Homenaje al Dr. Juan Alfonso Samaja Toro
de análisis empleadas para construir significados. Samaja rescata así los
planteos de Hegel y Peirce quienes trabajaron la problemática de las categorías del pensamiento, es decir, de las nociones con las que describimos y
explicamos todo objeto de conocimiento. Sin embargo, Samaja pretende
ir más allá, adentrándose a una revisión conceptual crítica del estado en
que quedó el tema, tratando de superar la antinomia en la que había quedado atrapada la ciencia moderna, cual es la paradoja de no poder dar
cuenta de dónde surgen las categorías de análisis y de no poder explicar la
cuestión del deber ser a partir del ser.
Basándose en Simón, Samaja sostiene que en los procesos
evolucionarios está la clave para comprender cómo se van construyendo las
categorías. Fundamentos de esto puede hallarse también en Piaget en sus
investigaciones sobre cómo se generan las operaciones complejas (formales) a partir de las operaciones más simples (sensoriomotrices) y cómo
convergen, en última instancia, en la coordinación social de las operaciones. Las tesis de Simon revisan el concepto de «racionalidad», mostrando
sus limitaciones, pero Samaja se adentra un poco más yendo hasta Hegel
para encontrar una salida a las paradojas trabajadas por Simon (arriba
mencionadas) sosteniendo que en la categoría de «cualidad» y en la categoría de la «Idea», estudiadas profundamente en el pensamiento hegeliano,
está la respuesta a ese enigma de la razón instrumental moderna.
De este modo se invierte el problema. Lo que en la reflexión filosófica
estándar es el punto de inicio, esto es, el problema del ser, se constituye con
Hegel en el punto de llegada. Y, en cambio, puede verse entonces que la
Idea, moviéndose libremente como la dinámica del propio concepto que va
pasando por los momentos del universal abstracto y del particular abstracto
se presentan «sintetizados» y «concretizados» en el «singular o universal concreto «. De este modo el «ser determinado» resurge resignificado y con pleno
sentido al haberse hecho todo el recorrido que engendró la Idea.
Es así como en la Lógica de Hegel, desarrollada como Teoría del Ser,
Teoría de la Esencia y Teoría del Concepto, la construcción del pensamiento alcanza su máximo esplendor, y es esta dinámica que permite comNihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 137 a 190
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Emilas Darlen Carmen Lebus
prender los procesos por los que «atraviesa» (o transita) la lógica del significado.
En definitiva, éste es el punto que Samaja pretende rescatar en Hegel.
De ahí que su pasión por el pensamiento hegeliano se comprende como
una búsqueda del ápice luminoso de la razón humana, moviéndose a sí
misma y encontrando un cierre de sentido «para sí» y que expresa, nada
más ni nada menos, que el movimiento permanente del espíritu humano.
Pero además Samaja descubre que los conceptos desarrollados por Hegel
proporcionan un método de investigación, o un procedimiento potente
para examinar las operaciones que se ponen en marcha en la construcción
del conocimiento, no sólo científicos sino «en general». De ahí la universalidad y, por tanto, la validez que asumen las categorías hegelianas, para
construir lo que Samaja denomina «una lógica ampliada» sobre el conocimiento. Esta es precisamente la perspectiva integradora en la que Samaja
estaba trabajando en la última parte de su vida. Este enfoque totalizador
permite comprender los puentes que él veía entre la lógica de los procesos
de la ciencia, la construcción del significado (o funciones semióticas), las
estrategias metodológicas y las categorías que moviliza el pensamiento,
procurando avanzar hacia los fundamentos que sostienen esos vínculos. Es
desde esta perspectiva como la Metodología de la Investigación puede
proyectarse bajo nuevos horizontes, que no sólo la colocan en un lugar
privilegiado para analizar los procesos cognitivos, en tanto «metaciencia»
como la hemos calificado, sino que operando desde un nivel
transdisciplinario pudiera ella misma enlazar los modus operandi de la ciencia
con los modos de conocimiento menos elaborados, mediante la indagación de sus estructuras profundas ancladas en las praxis humanas.
Reflexiones Finales
Si tuviera que resumir, en unas pocas líneas, lo dicho sucintamente
en este escrito sobre la vasta producción académica de Juan Samaja podría
expresarlo en algunas ideas que, a mi entender, ilustran con elocuencia lo
que puede decirse de su personalidad y de su obra.
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1- Juan Samaja fue un «ingeniero de pensamiento científico» al buscar constantemente las estructuras profundas que sostienen el conocimiento,
mediante un trabajo de reflexión orientado a vislumbrar los resortes conceptuales que ligan a la ciencia con las otras formas de conocimiento.
2- Su obra puede asumir distintos calificativos, vasta, penetrante,
relacional, pero sin duda «inédita» en el pensamiento epistemológico, ya
que la originalidad de sus ideas radica precisamente en la construcción de
vínculos, por lo que podría ser llamado un «artífice del pensamiento complejo «, que lo sitúa al lado de los grandes precursores de las ciencias cognitivas
contemporáneas.
3- Por su modo de autoconducirse, por su estilo de vida, por la rigurosidad de su pensamiento, por la coherencia entre el desarrollo intelectual y
la práctica académica puede considerarse a Juan Samaja como uno de los eruditos más brillantes que ha producido la ciencia argentina en los últimos tiempos. Pero además un ser un humano excepcional, definido por su humildad,
su generosidad, el respeto hacia sus interlocutores y su profunda convicción
de que la ciencia sólo puede comprenderse acercándola a las ricas experiencias
existenciales del hombre en relación a todos los contextos y a todas las otras
formas del conocer. En este sentido, el aporte de Samaja puede entenderse
como el producto de una mente ecológica, expresada en su búsqueda incansable
de vínculos entre las ideas que fluían de una enorme capacidad intelectual
pero también de su pasión por el conocimiento.
Quisiera cerrar esta reflexión con unos versos de Hamlet Lima Quitana,
que —a mi criterio- ilustran ese tipo de ser humano capaz de desplegar la
belleza del pensamiento y la hermosura del alma, creando en cada uno de
sus discípulos una «experiencia única»:
Hay gente que con solo abrir la boca
Llega hasta los límites del alma,
Alimenta una flor, inventa sueños,
Hace cantar el vino en las tinajas
Y se queda después como si nada
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Y uno se va de novio con la vida
Desterrando una muerte solitaria
Pues sabe que a la vuelta de la esquina
Hay gente que es así, tan necesaria.
Y, sin duda, aunque el destino nos hiera de muerte, y aunque la muerte sea un punto sin retomo, es evidente que ella no lo puede todo y que sólo
el espíritu es capaz de construir y recrear, instalándonos en una presencia
siempre latente, capaz de sobrepasar los límites humanos y quedarse, ella
misma, como fiel testigo del poder de las ideas entrañadas en la vida.
Así pues, el pensamiento de Juan Samaja está muy vivo entre todos
nosotros, tanto como su memoria y su buen nombre.
En reiteradas oportunidades, y también en la última conversación que
he mantenido con Juan, me alenté a proseguir continuando en la tarea emprendida, diciéndome que confiaba enormemente en mí. En consecuencia,
este escrito representa para mí un pequeño aporte a ese enorme desafío que
dejó sembrado en varios de nosotros. Agradezco a la vida haberme dado la
oportunidad de conocer a un ser humano así, ¡tan necesario!
Mgtr. Emilas Dariene Carmen Lebus
Abril de 2007
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Nihil Intentatum. Año1, Nº1.2011: 137 a 190
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La Revista del Consejo de Investigaciones Nihil Intentatum se terminó de editar a
cargo de Soledad Martínez en diciembre de 2011
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