2.2 La Destructividad (Agresividad) desde la teoría Psicoanalítica

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2.2 La Destructividad (Agresividad) desde la teoría Psicoanalítica
Freud intentó explicar la tendencia destructiva del hombre mediante el concepto del
instinto de muerte o Tanathos, el cual se opone al instinto de creación y de vida
llamado Eros; ésta formulación está basada en la idea de que en el ser humano y todo
ser vivo están contenidos biológica y temperamentalmente ésta dualidad instintiva,
donde ambas fuerzas luchan constantemente por prevalecer una ante la otra,
provocando la movilidad y acción dentro de la conducta del ser humano; al mismo
tiempo ésta base biológica hace determinante la existencia de ambas pulsiones
contrarias y de ese modo el hombre ésta imposibilitado para poder controlar o
desaparecer sus propias tendencias destructivas y agresivas (Fromm, 1941).
Laplanche (1996) también realiza un análisis de la agresividad partiendo de la
concepción dual Eros-Tanathos, sin embargo complementa lo expuesto hasta aquí con
la afirmación de que la agresividad también puede ser definida como:
“La tendencia o conjunto de tendencias que se actualizan en conductas reales o
fantasmáticas, dirigidas a dañar a otro, a destruirlo, a controlarlo, a humillarlo, etc. La
agresión puede adoptar modalidades distintas de la acción motriz violenta y destructiva;
no hay conducta tanto negativa como positiva, tanto simbólica como efectivamente
realizada, que no pueda funcionar como agresión” (Laplanche, 1996: p. 12 [subrayado
mío]).
Luego de esto se puede decir a manera de resumen que la agresividad desde el psicoanálisis es;
la o las conductas encaminadas a causar daño, destruir, controlar o humillar a otro en distintas
formas violentas y destructivas, manifestadas en cualquier tipo de comportamiento. Tiene su
origen pulsional en el instinto de muerte (Tanathos), en donde se encuentra contenida y está
determinada biológicamente.
Para poder dar paso entonces a la comprensión que tiene Fromm de la
agresividad, continuaremos en el siguiente apartado donde se puntualizarán las
diferencias claves.
2.2.1 Diferencias en la concepción de Agresividad entre Freud y Fromm
Una vez aclarado lo anterior, daremos paso a la concepción en Fromm de lo que él
entiende por agresividad y destructividad.
Para Fromm la idea de la dualidad instintiva Eros-Tanathos en la teoría
psicoanalítica freudiana no tuvo suficiente sostén por diversas razones, entre ellas y la
más importante es que según sus propias observaciones, es imposible afirmar que en
la naturaleza neurofisiológica del ser humano realmente este arraigado el impulso o
instinto de destrucción (Tanathos), y que al mismo tiempo al encontrarse este en una
base biológica temperamental, no sea susceptible de ser removido o actuar en su
contra para reducir su efecto en nuestro comportamiento cotidiano como afirma la
concepción freudiana. Dice también que en el hombre no existen pruebas
contundentes para realizar estas aseveraciones, por lo que propone una nueva forma
de interpretación de la agresividad y destructividad humanas, donde los orígenes de la
primera se encuentran determinados en la parte biológica del individuo, mientras que
la segunda en su parte caracterológica y social. Considera que parte de este error
también tiene su origen en la confusión entre la agresividad y la destructividad, donde
coloca a la agresividad como un comportamiento adaptativo para la supervivencia,
mientras que la destructividad es exclusiva del comportamiento humano y tiene su
origen en sus necesidades existenciales (Fromm, 1941).
En el siguiente apartado se describirán las diferencias entre estos dos
conceptos para tener una mayor comprensión de este punto en particular.
2.2.2 Diferencias entre el concepto de Agresividad y Destructividad en Fromm
Profundizando un poco más en lo visto en el apartado anterior, Fromm puntualiza una
diferencia notoria entre lo que debemos entender por agresividad y lo que debemos
entender por destructividad; en la primera se hace referencia a la agresión
biológicamente adaptativa como respuesta a las amenazas de los intereses vitales,
programada filogenéticamente, y se encuentra tanto en los animales como en el
hombre, además no es espontánea ni autogeneradora, sino reactiva y defensiva,
capaz de ser dirigida al factor amenazante tratando de destruir o eliminar su origen
(Fromm, 1975).
Por otro lado y en sus propias palabras afirma que:
“El deseo de destruir por el gusto de destruir es diferente, Sólo el hombre parece sentir
gusto en aniquilar a un ser vivo sin más razón ni objeto que destruirlo...sólo el hombre
parece ser destructivo más allá del fin de defenderse o de obtener lo que necesita”
(Fromm, 1975: p. 192).
Es por ello que designa a la destructividad y crueldad como una agresividad maligna,
biológicamente no adaptativa, sin ser una defensa ante alguna amenaza, no está
programada filogenéticamente, es única en el hombre, socialmente perturbadora y
biológicamente dañina. El hecho en si de dar muerte y crueldad son objeto de placer,
siendo perjudicial tanto para el agredido como para el agresor. Aunque no es
considerada como instinto, tiene su origen en la condición humana existencial (Fromm,
1975).
Es importante entonces saber distinguir entre la agresividad maligna y la
benigna, por lo que se puntualizarán las características principales de cada una en los
dos siguientes apartados.
2.2.2.1 Tipos de Agresividad Benigna
Aunque este tipo de agresividad no es el foco central de ésta investigación, es
importante distinguirla de las actitudes o conductas agresivas malignas, para poder así
realizar una observación lo más objetivamente posible. Es por ello que sólo se dará
una breve descripción de cada uno de los subgrupos que componen a la agresividad
benigna, ellos son:

Pseudoagresión; aquellos actos agresivos que pueden causar daño pero sin
intención de hacerlo. Está dividida a su ves en:

Agresión accidental: son aquellos actos agresivos que lesionan a una persona
pero que no tenían intenciones de hacerlo (independientemente de las
motivaciones conscientes e inconscientes que pudieran intervenir en dicha
agresión).

Agresión por juego: tiene por objetivo ejercitar alguna destreza, no tiene
intenciones de dañar o destruir, y tampoco está motivada por el odio.

Agresión autoafirmadora: es aquella agresión considerada desde la etiología
de este término, “Aggredi” (avanzar). Ser agresivo entonces en su sentido
original es avanzar hacia un objetivo, sin vacilación indebida, duda ni temor
(Fromm, 1975).

La agresión defensiva (o reactiva): como ya mencionamos, es aquella
agresividad filogenéticamente adaptativa, destinada a salvaguardar la vida ya
sea en el ataque o la huida. Puede encontrarse tanto en los animales como en
el hombre, sin embargo, existen diferencias notables entre unos y otros; en el
hombre, al estar menos determinado su comportamiento por los instintos, tiene
una gama de intereses vitales mucho mayor que los animales, por lo que tiene
que velar por su salud física y mental. Además, en el hombre también existe el
factor del lenguaje y la comunicación por símbolos, por lo que este tipo de
agresividad puede ser activada por distintos factores socio-culturales externos
que pueden ser percibidos como amenazantes (como la que surge en las
revoluciones). Por otro lado, este tipo de agresividad puramente defensiva
puede llegar a mezclarse con la destructividad y el deseo sádico, y cuando esto
sucede, la agresión “revolucionaria” es corrompida y tiende a renovar las
mismas condiciones que en un principio trato de revocar. Este tipo de agresión
puede llegar a ser originada además por distintos factores, como:
a) Un narcisismo individual o grupal lastimado (como lo que ocurre
entre los fanáticos de un club deportivo);
b) Las llamadas “resistencias” o mecanismos de defensa surgidos
en el proceso psicoanalítico para mantener la estabilidad
psíquica del individuo evitando la fuga de afanes y fantasías
reprimidas;
c) La agresión conformista donde la motivación no está en el
individuo sino en un factor exterior al cual tiene que “obedecer”
(como lo que ocurre en campos militares);
d) La agresión instrumental, que tiene por objeto buscar un fin
deseable o necesario, como ocurre con los deseos de conquista
en los líderes de alguna tribu o nación, y el mismo acto de la
guerra (Fromm, 1975).
e) La agresividad por frustración, en estrecha relación con la
defensiva o reactiva, y que se da tanto en animales como en el
hombre (sobre todo en su etapa de infante), cuando se frustra
un deseo o una necesidad, y se usa la violencia como un intento
frecuentemente inútil por conseguir el fin fallido mediante el uso
de la violencia. En conjunto con ésta agresividad también se
tiene la violencia por envidia y/o celos, donde ambos elementos
constituyen frustraciones acentuadas por el hecho de que el
sujeto no únicamente no obtiene lo que se desea, sino que hay
una tercer persona que es favorecida en su lugar (Fromm,
1964).
Como vemos entonces la agresividad defensiva es quizás la causa de muchos
impulsos agresivos en el hombre.
Ya descritas las características principales de la agresividad benigna,
continuaremos con la descripción de la agresividad maligna, pero antes es necesario
puntualizar algunas otras manifestaciones de agresividad maligna que difieren de las
primordiales, esto es, la crueldad y la destructividad.
2.2.2.2 Otras formas de Agresividad Maligna
Antes de entrar de lleno a la descripción de la crueldad y la destructividad, es
necesario hacer diferencia entre estos tipos de comportamiento con otros que aunque
pueden ser consideradas experiencias arcaicas y destructivas en el hombre, y que
consiguientemente pueden prestarse a la confusión de colocarlas dentro del sistema
biológico adaptativo del que ya hemos hablado, ésta misma experiencia Fromm las
designa como Destructividad Aparente, y es la Pasion por el derramamiento de
sangre.
También es llamada “sed de sangre”, y aunque es común adjudicar este tipo de
pasión en acciones donde la pérdida de sangre conlleva la muerte de alguien, existe
una diferencia fundamental con la destructividad humana. En un hondo y arcaico nivel
de experiencia, la sangre es una sustancia peculiar, está enlazada con la concepción
de vida y la fuerza vital, y es una de las 3 sustancias sagradas que emanan de cuerpo
(junto con la leche y el semen). Es así que en un sentido profundo y experiencial, uno
es capaz de apoderarse mágicamente de la fuerza vital misma derramando sangre
(esto tiene especial relación con los sacrificios humanos y animales que se han hecho
y continúan haciéndose en distintas culturas). La sangre es el “jugo de la vida”, beberla
es en muchos casos reforzar la propia vitalidad (Fromm, 1975).
Una vez aclarado lo anterior, se continuará con la descripción de los distintos
tipos de agresividad maligna manejados por Fromm. Existen 2 formas básicas en las
que aparece la destructividad humana en el comportamiento humano: espontánea y
ligada a la estructura de carácter.
En la destructividad espontánea están contenidos los estallidos de impulsos
destructivos inactivos (no necesariamente reprimidos) activados por circunstancias
extraordinarias. Los casos más comunes son las matanzas realizadas en distintas
épocas históricas en muy diversas sociedades. Todos estos actos fueron
determinados también por diferentes circunstancias históricas, culturales, económicas
y sociales que favorecieron su aparición, entre ellos encontramos los siguientes.

Destructividad vengativa: es una reacción espontánea al sufrimiento intenso e
injustificado infligido a una persona o grupo con quien ésta se identifica. Tiene
2 diferencias básicas de la agresión defensiva: a) al aparecer luego del daño
causado, no es de índole defensiva ante una amenaza, y b) es de intensidad
mucho mayor, y con frecuencia, cruel, viciosa e insaciable (claramente
entendida en la expresión coloquial “sed de venganza”). En ella se manifiestan
distintas reacciones e intenciones donde el hombre por un lado, intenta tomar
Justicia Divina al castigar al ofensor, y también existe un pensamiento mágico
donde el asesinato o agravio infligido al agresor eliminará el daño que cometió.
En estrecha relación con este tipo de agresividad se tiene un factor importante,
lo que Fromm denomina “quebrantamiento de la fe” (1964). Este se da cuando
el ser humano, luego de desilusionarse o verse traicionado constantemente por
diversos factores experienciales (tanto en la familia como en la sociedad), se
siente defraudado y comienza a odiar la vida y despierta en él un impulso
vengativo contra ella.

Destructividad de Éxtasis: es cuando los actos destructivos están ligados a un
estado de trance, un “estar fuera de sí”, ayudado o no con distintas drogas o
alucinógenos, es común en ciertas culturas donde se trata de obtener una
nueva unión con los orígenes ancestrales y animales.

Culto a la destructividad: tiene estrecha relación con la destructividad de
éxtasis, pero en ella se habla de una dedicación crónica de toda una vida al
odio y la destructividad, teniendo la función de apoderarse de toda persona, de
unificarla en un culto de un fin; destruir (Fromm, 1975).
Ahora bien, existe una categoría más dentro de ésta delimitación de la destructividad
espontánea. En ella se establece el hecho de que implica un nivel de patología más
profundo al mismo tiempo de que está en estrecha relación con el sado-masoquismo
(que será estudiado en un siguiente apartado). Ésta es la destructividad
compensadora; surge en el hombre como sustituto de su capacidad creativa, en otras
palabras, es la violencia compensadora que tiene sus raíces en la impotencia. El
hombre como ser potencialmente activo necesita realizar actos creativos, si no lo logra
hacerlo por diversos motivos como la angustia, soledad, incompetencia, etc, entonces
el individuo sufre, y consiguientemente nace en el una necesidad de destruir la vida
que se le niega para poder así experimentar su humanidad nuevamente (Fromm,
1964).
Ya aclaradas los distintos tipos de agresividad maligna que existen,
continuaremos con la descripción de aquellos que son el objeto de interés en ésta
investigación.
2.2.3 Estructuras de carácter Destructivas
Para poder dar paso al siguiente apartado, primero es necesario especificar
brevemente lo que Fromm entiende por personalidad y por carácter, para dar paso
luego a las estructuras de carácter donde se manifiesta más comúnmente la
destructividad.
Dentro de la definición de personalidad que ofrece, dice que ésta es “la
totalidad de las cualidades psíquicas heredadas y adquiridas que son características
de un individuo y que hacen a ese individuo único” (Fromm, 1953: p. 60).
Mientras que el temperamento está compuesto por aquellos rasgos y
conductas determinadas por la herencia, el carácter adquiere otra dimensión dentro de
la personalidad del ser humano. Desde el punto de vista psicoanalítico, el carácter
puede ser definido como “un sistema de impulsos subyacentes a la conducta” (Fromm,
1953: p. 63).
Para desarrollar más ésta idea, se puede decir que el hombre tiene en común
con todos los demás hombres los impulsos básicos fisiológicos (además de los
encontrados en la existencia humana), pero el modo de satisfacer estos impulsos está
influido por el carácter (Fromm, 1972: [en red]).
El carácter es, en principio, “carácter social”, pues es compartido en general
por un grupo de individuos de una sociedad. Los primeros en transmitir este carácter
son los padres al cuidado del niño, sin embargo, su carácter individual está también
condicionado por las experiencias propias que este tenga a lo largo de toda su vida, y
por la historia personal y características heredo-familiares (Fromm, 1972: [en red]).
De ésta forma podemos ver entonces que hay estructuras de carácter en
donde la destructividad y la crueldad existen, sin embargo, varía de una persona a otra
si estos rasgos son primordiales en su personalidad. Existen 3 estructuras de carácter
priman estos tipos de agresión maligna: el sado-masoquista, el necrófilo y el “aburrido”
(Fromm, 1972: [en red]). Describamos cada uno de ellos a continuación.
2.2.3.1 Estructura de carácter sado-masoquista
La concepción en Fromm del término sadismo, es en mucho diferente de la que se
maneja comúnmente. Mientras que para la mayoría de la gente el sadismo está
relacionado con la perversión sexual donde la fuente principal de placer se encuentra
en el acto de lastimar y dañar al otro, en el psicoanálisis el sadismo tiene otro
trasfondo, donde el placer no se encuentra en causar dolor y sufrimiento, sino en la
sensación de poder y dominio que se adquiere cuando se tiene total control sobre el
otro, esto es, “la pasión de tener poder absoluto e irrestricto sobre un ser vivo”
(Fromm, 1975: p. 290)
En una definición más descriptiva nos dice que:
“El sadismo se ve condicionado por una sensación de impotencia vital; y el deseo de
tener poder sobre otros es la compensación de nuestra incapacidad de tener poder
para crear o para amar. Aquel que sufre de impotencia emocional la compensa
dominando, controlando o haciendo daño a otra persona, a la que convierte en una
cosa suya, siendo -como es- un ser vivo. Dado que se siente impotente, necesita
sentirse omnipotente” (Fromm, 1972: [en red])
Existe además un subtipo de sadismo llamado sadismo benévolo, donde el dominio
que se tiene sobre otra persona no está encaminada a perjudicarla, sino a ayudarla,
pero en general el sadismo se manifiesta en su forma más perversa y maligna
encaminada a dañar al otro (Fromm, 1975).
Las características más importantes de ésta estructura son las siguientes:
1. Para el carácter sádico todo cuanto vive puede ser controlado.
2. Quiere convertirse en el amo de la vida y de ahí que en su víctima deba
conservarse la propiedad de la vida.
3. Sólo lo estimulan los inermes, nunca los fuertes.
4. Sólo hay una condición admirable, el poder.
5. Teme a todo lo incierto e impredecible, por ésta razón teme a la vida.
6. Sólo puede amar cuando manda, cuando tiene el poder sobre el objeto de
su amor.
7. El carácter sádico suele ser xenófobo y neófobo.
8. El sádico hace de otro ser la prolongación de sí mismo.
9. El carácter sádico es sumiso y cobarde, puesto que se siente impotente, sin
vida ni poder, por ello su necesidad de dominar es un intento
compensatorio de su impotencia (Fromm, 1975).
El último punto expuesto es el relacionado con la estructura de carácter masoquista, donde
predomina la necesidad de sentirse dominado. La diferencia sólo radica en que “la persona
sádica es quien domina, explota, lastima y humilla, y la masoquista es la dominada, explotada,
lastimada y humillada”. En un sentido conductista, la diferencia es considerable; en un sentido
emocional profundo, más que diferencia la similitud entre ambos es la sensación de impotencia
vital (Fromm, 1956). Por ello es que no es sorprendente ver que una persona reacciona tanto en
forma sádica como masoquista, dependiendo del objeto al que se enfrenta. Es así que lo más
adecuado es hablar de estructura de carácter sado-masoquista (Fromm, 1975).
Un aspecto importante que hay que mencionar es la semejanza entre el
carácter sado-masoquista con el carácter anal-acumulativo, ésta a su vez tiene su
origen en la concepción Freudiana del carácter “anal”.
En ella Freud manifiesta que los individuos que en su desarrollo psicosexual
desarrollaron fijaciones en la etapa anal, tienden en un futuro a desarrollar conductas
regresivas inconscientes que tienen relación con el significado simbólico de las heces
fecales. Esto es, que desarrolla comportamientos como pulcritud, suciedad,
puntualidad, orden, etc. (Padilla, 2003).
Sin embargo, Fromm cree que el carácter anal-acumulativo no tiene su origen en
ésta etapa en particular, sino que ella sirve como expresión simbólica del carácter
acumulativo, puesto que la manipulación y significación que se les da a las heces se
presta para su manifestación, representando lo eliminado e inservible para la vida
(Fromm, 1975).
Las características más importantes de la estructura anal-acumulativa son:
1. Es ordenado con cosas, pensamientos y sentimientos, pero su orden es estéril
y rígido.
2. No soporta que los objetos estén fuera de su lugar y tiene que ponerlos en
orden (mando en espacio).
3. Puntualidad irracional (mando en el tiempo).
4. Limpieza compulsiva (rompimiento de contacto con el mundo al considerarlo
sucio y hostil). En ciertos casos cuando no se desarrolla una capacidad de
sublimación tienden a ser propensos a la suciedad.
5. Tendencia a acumular cosas, con sensación de perder algo cuando tienen que
dar.
6. Sólo tiene un modo de sentirse seguro en su relación con el mundo: poseerlo y
dominarlo, ya que es incapaz de relacionarse por amor y productividad. Aquí es
donde estriba la similitud con el carácter sado-masoquista (Fromm, 1975).
En ciertos casos el sado-masoquismo se disfraza de amabilidad y da la apariencia de
ser benévolo en ciertos momentos, circunstancias e individuos, sin embargo, esto sólo
puede ser un intento por conservar cierta “humanidad” en su persona (Fromm, 1975).
No sólo debe interesar el conocimiento de las manifestaciones más claras del
carácter sado-masoquista, sino también los orígenes de estas conductas y
motivaciones, es por ello que a continuación se abordará su etiología.
Etiología del sado-masoquismo
Anteriormente se dijo que la estructura de carácter tiene su origen en las experiencias
sociales del hombre junto con sus factores individuales, sin embargo es importante
mencionar que al considerar a la sociedad como parte fundamental para el
establecimiento del carácter en una persona, estamos hablando de un medio mucho
más complejo de lo que pudiera creerse. En ella se pueden observar una enorme
gama de elementos entrelazados que confluyen en el desarrollo social del individuo
(religión, economía, costumbres, región, política, educativa, moral, etc.). Aún así es
posible suponer que el poder dominante de un grupo social que domina y explota a
otro tiende a engendrar el sadismo en el grupo dominante (Fromm, 1975).
También puede verse que estas sociedades donde predomina el poder abusivo
tiende a debilitar la independencia, la integridad, la facultad crítica y la fecundidad de
los sometidos, mermando el desarrollo sano de la personalidad de los individuos.
Estas mismas sociedades ofrecen como en la antigüedad espectáculos sádicos en los
medios de comunicación como informes de prensa y la televisión donde es común ver
notas sobre crímenes, guerras y actos destructivos en general (Fromm, 1975).
Por otro lado, los factores individuales reforzadores de sado-masoquismo son
aquellas condiciones que tienden a hacer que el niño o el adulto se sientan vacíos o
impotentes, como ser castigados mediante acciones que muestran tendencias
altamente sádicas. Dependiendo del temperamento del sujeto, esto determinará la
interpretación y consecuente actitud que tome frente a la vida y su propia identidad
(Fromm, 1975).
Debe comentarse además que cuando el carácter individual y el carácter social
difieren, el segundo tiende a actuar para contener al primero, o en otras palabras,
cuando en una sociedad es inaceptable cierto tipo de comportamiento, ella misma
tiende a aumentar distintos elementos a favor de volver latente dicho comportamiento,
de tal forma que aunque en el sujeto no desaparezcan sus tendencias sádicas, no
podrá encontrar formas o caminos para poder externalizarlas. En caso de insistir en
llevar a cabo estas tendencias, la sociedad lo calificará de “enfermo” (Fromm, 1975).
Continuando entonces con este discurso pasaremos con la descripción del
carácter necrófilo.
2.2.3.2 Estructura de carácter necrófila
El carácter necrófilo puede ser definido como aquel que se siente atraído por todo lo
que está muerto, enfermo, falto de vida, o que es meramente mecánico. El necrófilo no
busca tener poder sobre los demás como es el caso del sádico, sino que odia la vida y
quiere destruirla (Fromm, 1972. [en red]).
En otra definición aún más completa encontramos lo siguiente:
“La necrofilia es la atracción apasionada por todo lo muerto, corrompido, pútrido y
enfermizo; es la pasión por transformar lo viviente en algo no vivo, de destruir por
destruir, y el interés exclusivo por todo lo puramente mecánico. Es la pasión por
destrozar todas las estructuras vivas” (Fromm, 1975: p. 330).
La necrofilia suele manifestarse de diversos modos, los más comunes son:
1. Frecuentes fantasías o sueños de cuerpos desmembrados, de heces,
esqueletos y sepulcros, además de elementos inanimados, como ciudades
abandonadas y carentes de vida, en realidad todo lo que tenga relación con lo
muerto y lo pútrido.
2. Acciones necrófilas no intencionales o marginales, como manifestación de
anhelos reprimidos.
3. Atracción por los esqueletos de una forma mórbida y anormal.
4. La convicción de que el único modo de resolver un problema o conflicto es la
fuerza y la violencia.
5. Un interés marcado en informarse o hablar de enfermedades y muerte.
7. Ausencia de la vida en su conversación. No tiene que ver con el contenido,
sino con la forma en que se expresa; rígida, fría, al margen, su presentación
del tema es pedante e inerte. La persona necrófila es considerada como
“aguafiestas”, aburrida, causa cansancio en los demás.
8. El pasado es una experiencia muy real, no el presente ni el futuro. El pasado
es sagrado, nada nuevo vale y el cambio radical es un delito contra el orden
natural.
9. Uso de colores oscuros y disgusto por colores vivos.
10. En cuanto a características físicas, el necrófilo tiene una especial afinidad por
los malos olores, sobre todo por material descompuesto o corrompido. Se
presenta de dos formas; en la primera hay una franca atracción por dichos
olores, y en la segunda hay una respuesta reactiva de librarse de un mal olor
inexistente. Esto los designa además como una especie de “olfateadores” (no
siempre puede encontrarse este rasgo físico en los necrófilos).
11. Otro rasgo facial es la incapacidad de reír de manera franca. Su risa es en
realidad una mueca carente de alegría, como en el caso de la risa normal.
Tiene relación con otra incapacidad de expresión facial característica en el
necrófilo.
12. La piel también suele ser significativa en los necrófilos; da la impresión de ser
inerte, seca, lívida, cadavérica.
13. El lenguaje muestra predominancia por el uso de términos relacionados con la
destrucción, las materias fecales y el WC.
14. Viven en un ambiente mortecino, estéril y exento de alegría (Fromm, 1975).
Así como se describió la etiología del carácter sado-masoquista, es necesario también
describir las del carácter necrófilo para comprender mejor su formación e importancia
de estudio.
Etiología de la necrofilia
Existen varios factores fundamentales en la formación del carácter necrófilo. Uno de
ellos es la influencia de la sociedad industrializada y tecnificada en el modo de vida del
hombre. Funk nos describe claramente ésta influencia:
“Otra razón es la fascinación que ejerce todo lo que le es posible a la tecnología. El ser
humano ve mermados los atractivos de sus poderes y potencialidades conforme crece
el de las máquinas y el de los robots autómatas. Todos percibimos que las máquinas
hacen todo más o menos mejor que el ser humano y que su trabajo es más preciso,
más confiable y limpio; no se cansan ni arrastran los pies; no requieren de elogios ni de
lisonjas. También percibimos que la máquina no únicamente hace un mejor trabajo sino
rinde más y echa a andar cosas al generar fuerza, vigorizando la realidad” (Funk, 2000:
[en red])
Algo muy similar lo encontramos en la carencia de interés en la gente, la naturaleza y
las estructuras vivas, la atracción que la gente tiene está focalizada hacia los
artefactos tecnológicos y sin vida (televisión, computadoras, teléfonos celulares, etc).
También se ve reflejado en el hecho de querer tomar fotografías o conservar algún
registro audio-visual de los sucesos, mirar no es lo mismo que ver, en el ver se
encuentra contenida la habilidad humana para admirar lo que se observa. Otro claro
ejemplo ocurre con los “melómanos”, quienes prestan más atención a las
características técnicas superiores de sus reproductores de música, que a la música
en sí. Un último ejemplo es quien utiliza un gran número de artefactos y mecanismos
para sustituir muchas de sus actividades y esfuerzos propiamente humanos, sólo por
“comodidad” o para “economizar trabajo”. Hay que dejar en claro que no todo este tipo
de actividades son en apariencia síntomas reales de necrofilia, como ya se dijo, la
problemática no se encuentra en las conductas, sino en las motivaciones, por lo que
con estos ejemplos se hace referencia a aquellas personas donde “el interés por los
artefactos ha reemplazado el interés por lo vivo y que tratan las cuestiones técnicas de
modo pedante e inanimado” (Fromm, 1975: p. 341).
Es de llamar la atención que dentro de las características de la necrofilia
aparecen rasgos “anales-acumulativos”, esto es, el simbolismo de las heces fecales, la
suciedad. Ahora bien, un factor determinante en la relación de los tres caracteres;
anal-acumulativo, sádo-masoquista y necrófilo es el narcisismo. Por narcisismo
debemos entender:
“Aquella experiencia en que sólo la persona, su cuerpo, sus necesidades, sus
sentimientos, sus pensamientos, su propiedad, todo cuanto y quienquiera le pertenezca
son sentidos como plenamente reales, mientras que todas aquellas personas o cosas
que no forman parte de su persona no son plenamente reales, sino que son percibidas
sólo por reconocimiento intelectual, y afectivamente no tienen peso ni color” (Fromm,
1975: p. 206).
Es común además relacionar el narcisismo con el egoísmo, por lo que Fromm en su
obra “El Arte de Amar”, hace una descripción del egoísmo que deja muy clara la
relación entre este y la necrofilia:
“Así pues podemos describir a la persona egoísta como alguien que sólo se interesa
por sí misma, desea todo para sí misma, no siente placer en dar, sino únicamente en
tomar. Considera el mundo exterior sólo desde el punto de vista de lo que puede
obtener de él; carece de interés en las necesidades ajenas y de respeto por la dignidad
e integridad de los demás. No ve más que a sí misma; juzga a todos según su utilidad;
es básicamente incapaz de amar. El individuo egoísta no se ama demasiado, sino muy
poco; en realidad, se odia. Tal falta de cariño y cuidado por sí mismo, que no es sino la
expresión de su falta de productividad, lo deja vacío y frustrado. Se siente
necesariamente infeliz y ansiosamente preocupado por arrancar a la vida las
satisfacciones que él se impide obtener. Parece preocuparse demasiado por sí mismo,
pero, en realidad, sólo realiza un fracasado intento de disimular y compensar su
incapacidad de cuidar de su verdadero ser. Freud sostiene que el egoísta es narcisista,
como si negara su amor a los demás y lo dirigiera hacia sí. Es verdad que las personas
egoístas son incapaces de amar a los demás, pero tampoco pueden amarse a sí
mismas” (Fromm, 1956: p. 48-49).
Es así que cuanto más narcisista y egoísta pueda llegar a ser una persona de carácter
anal-acumulativa, tanto más propensa es de desarrollar una perversidad de tipo sadomasoquista o necrófila, por ello es que Fromm supone que la evolución de este
carácter en sus formas más malignas está determinada por un aumento del
narcisismo, de la ausencia de relación y de la destructividad. Así pues podemos
comprender por que en el necrófilo su meta principal es la destrucción de todo cuanto
vive, incluso a sí mismos, “su enemigo es la vida misma” (Fromm, 1975: p. 346).
Funk además comenta otros dos aspectos que son importantes en la
comprensión de la formación de la necrofilia en los individuos de la sociedad
contemporánea, dice que:
Toda ésta destructividad y violencia compensan una falta de amor a la vida, de la que
no se les puede culpar porque no saben amar ni estimular vitalidad alguna por la
deficiente capacidad de su “self”; entonces, solamente pueden recurrir a actos violentos
de destrucción. Si bien la necrofilia tiene sus raíces en la ausencia auténtica del self, en
la experiencia activa ésta ausencia sólo puede ser atribuida, en forma limitada, a la
ubicuidad de la orientación mercantil... hoy en día prevalece el atractivo por lo
conmensurable y lo desvitalizado, en vez de por lo vivo y por la vida; de hecho, ésta
atracción parece marcar la época y se le ha llegado a considerar un derivado normal de
los dictados del sentido común (Funk, 2000: [en red]).
Ésta idea surge de dos aspectos de los que ha hablado Fromm en gran parte de su
teoría. En el primero, la sensación de soledad y separación que tiene el hombre con la
naturaleza, provoca en el una reacción de angustia, frustración y miedo que lo obligan
a buscar alternativas que lo vuelvan a unir con dicha naturaleza y con sus congéneres.
Entre estas alternativas se encuentran justamente las actividades destructivas, puesto
que en ellas el hombre ve la posibilidad de destruir todo lo que le parece amenazante
a sus propios intereses vitales, pero al mismo tiempo le otorga la capacidad de
descargar esa frustración por la “vida no vivida” (Fromm, 1941). Ésta alternativa
Fromm lo denomina “respuesta regresiva arcáica” donde la tendencia del individuo es
de retroceso a etapas pasadas de su evolución donde hombre y naturaleza eran uno,
de ahí surge la identificación del hombre con los animales y su base instintiva, como
un intento por deshacerse de su propia humanidad, aunque nunca lo logre (Fromm,
1964). El segundo aspecto tiene relación con el llamado “carácter mercantil”, donde el
individuo se ve a sí mismo y a todo aquello que lo rodea como mercancía, un artículo
de comercio; sus posesiones, sus capacidades, habilidades, sentimientos, opiniones,
conocimientos, y cuanto forma parte de sí es susceptible de comercializarse, esto es
característico del capitalismo que gobierna gran parte del mundo en la actualidad
(Fromm, 1975).
Un carácter más que ha surgido en la actualidad es el hombre cibernético, el
cual puede resumirse como “Aquel que está tan enajenado que siente su cuerpo sólo
como instrumento del éxito. Su cuerpo debe parecer joven y sano, y lo experimenta
narcisisticamente como un haber preciosísimo en el mercado de las personalidades”
(Fromm, 1975: p. 347). Existen otras características fundamentales para reconocer al
hombre cibernético: sus aspectos esquizoides o esquizofrénicos; los más notorios son
la escisión entre pensamiento, afecto y voluntad. También está la característica de ser
un hombre monocerebral; esto es, que su modo de ver el mundo entero en torno suyo,
incluso a sí mismo, es de forma intelectual, carente además de cualquier reacción
afectiva. Existe además en él un narcisismo particular donde se ve a sí mismo, tanto
su cuerpo como sus destrezas, como un instrumento para el éxito. Además, existen en
él tendencias a comportarse de forma rutinaria, estereotipada y nada espontánea, que
lo acerca mucho al cuadro clínico esquizofrénico.
Otro factor importante es la percepción del mundo como carente de vida. Las
personas ya no son vistas como personas, y en general lo que abunda es la muerte.
Los simbolismos de la muerte no son ya necesariamente los cadáveres y las heces,
sino las máquinas limpias y brillantes, las estructuras de aluminio y vidrio.
Irónicamente, los avances tecnológicos también han traído consigo la corrupción del
mundo convirtiéndolo en un lugar pestilente y envenenado por la contaminación. En
las propias palabras de Fromm, “El mundo sin vida de la tecnificación total es otra
forma del mundo de la muerte y la podredumbre” (Fromm, 1975:p. 349).
Un último factor relacionado con la necrofilia es lo que Fromm encontró en la
formación del Complejo de Edipo. Él describe que dentro de sus descubrimientos,
observó que la formación de lazos incestuosos (no necesariamente sexuales, sino en
un nivel afectivo) con la madre pueden darse de dos formas; en la parte positiva o
benigna, el individuo es capaz de establecer una relación afectiva buena y saludable
con su madre, a quien ve como creadora y productiva; en la parte negativa o maligna,
el individuo es incapaz de vincularse con su madre pues la percibe como una
amenaza para sí mismo, representa para él la destrucción, la muerte y el sufrimiento
(esto tiene amplia relación con la teoría de la formación del doble vínculo en los
esquizofrénicos). Así pues el individuo que no puede establecer lazos incestuosos
benignos, tiende a desarrollar características de tipo esquizoides, que a su vez lo
acercan más a la formación en su personalidad de un carácter necrófilo (Fromm,
1975).
Ya expuesto todo lo referente al carácter necrófilo, nos enfocaremos al tercero
y último llamado “aburrido”.
2.2.3.3 Estructura de carácter “aburrida”
En una idea general y completa, se encuentra la siguiente definición del carácter
aburrido:
“El carácter aburrido remeda, en determinados aspectos, algunos estados crónicos de
depresión neurótica. Falta la apetencia por la vida, falta todo interés profundo por las
cosas o las personas; en cambio, existe un sentimiento de impotencia y de resignación.
Las relaciones personales, inclusive las eróticas y las sexuales, son superficiales e
insulsas, y se manifiesta en ellas poca alegría o regocijo. Pero, al revés de los
deprimidos, los crónicamente aburridos no propenden a torturarse con sentimientos de
culpa o de pecado, ni se regodean en su propia infelicidad y sufrimiento, siendo su
expresión facial muy diferente a la del deprimido. Por las razones que se exponen es
preferible puntualizar que el concepto del carácter crónicamente aburrido o sumamente
enajenado, para utilizar otra expresión, es distinto del carácter deprimido. Por lo
general, las formas leves de aburrimiento caracterológico no son conscientes, dado
que es posible compensar el aburrimiento con estímulos continuamente cambiantes”
(Fromm, 1972: [en red]).
En realidad ésta concepción engloba muy bien las características principales del
carácter aburrido, sin embargo, es menester explicar brevemente lo que Fromm
entiende por “estimulación”, ya que este concepto tiene enorme relación con la
formación del carácter aburrido.
Fromm designa dos tipos de estímulos dentro de la percepción humana:
1. Estímulo simple: Es aquel que únicamente despierta una reacción o pulsión de
tipo neurofisiológica para así satisfacer una necesidad; como ejemplos
podemos mencionar el hambre, la sed, el sueño, etc. En este tipo de estímulos
da el siguiente esquema; estimulación simple, luego esto da una respuesta
inmediata y pasiva. Al mismo tiempo la persona estimulada puede sentir luego
una sensación de satisfacción.
2. Estímulo “activo”. Es aquel que produce en la persona un empeño o afán, o
sea que la persona se vuelve “activa” para conseguir un fin. Es necesario
además que dicho estímulo requiere de un estimulado “afectable”, esto es, que
sea sensible a él. La persona que se siente estimulada activamente no se
siente jamás “satisfecha”, salvo por la aparición del cansancio físico normal
(Fromm, 1975).
Entonces se puede ver que dentro del carácter aburrido, o también llamado “Depresivo
por aburrición crónica”, hay una carencia de estimulación activa, lo que provoca
consecuentemente una insensibilidad anormal y patológica ante ellos. Para entender
mejor ésta idea, podemos ver la siguiente descripción que hace Fromm del carácter
aburrido, y los efectos que tiene la falta de estímulos activos:
“Este parece ser el caso de un enorme número de individuos en nuestra sociedad
industrial para quienes el consumo compulsivo de autos, actividades sexuales,
empleos, vinos y drogas desempeña una función compensatoria, bien sea que los
estímulos produzcan un fuerte efecto fisiológico (como el alcohol y las drogas), bien
que varíen constantemente (nuevos coches, nuevas aventuras sexuales, nuevos sitios
de trabajo, etc.). Ésta pauta de consumo preserva a los individuos de colapsos
nerviosos (y a la industria de los económicos), y ésta es la precisa razón por la que son
adictos al consumo. Entre la generación joven parece que el consumo tradicional ha
perdido su atractivo, observándose que enfrentan el problema del aburrimiento de
varias maneras. Algunos lo compensan uniéndose en grupos que les permiten
compartir ideales comunes y practicar un contacto personal, ya sea que lo hagan con
ayuda de las drogas o, caso frecuente, que logren vencerlo a base de carácter,
desarrollando un verdadero interés por la política, la naturaleza, el arte, etc., y dejando
que surja en ellos un genuino amor por la vida. Otros hay que se mantienen aislados,
que en mayor o menor grado sufren en silencio, que no saben qué hacer con sus vidas,
y que son los que pueden desarrollar graves desórdenes psíquicos. Pero para una
buena parte de la generación joven existe todavía otro modo de compensar el
aburrimiento, a saber, la agresión, que puede llegar hasta la violencia y la destrucción.
Mientras que el amor y el interés son resultado del pleno desarrollo de una persona
dada, que necesita de esfuerzo y preocupación, la violencia y la destructividad
proporciona inmediato alivio al aburrimiento entre aquellos que han fracasado en ser
productivos. Quiero añadir que, al lado de la violencia y la destructividad, el empleo de
las drogas es un resultado más del intento de compensar el aburrimiento. Las drogas
crean -precisamente- el tipo de experiencias excitantes que eliminan el aburrimiento en
la medida misma en que duran sus efectos. Existen buenas razones para suponer que
el aumento del aburrimiento es uno de los factores responsables del aumento de la
agresión y del consumo de drogas” (Fromm, 1972: [en red]).
Puede verse entonces que el carácter aburrido tiene estrecha relación con la
destructividad humana, y consecuentemente, con las demás estructuras de carácter
anteriormente descritas. Sólo resta decir que entre los trastornos psíquicos que
pueden desarrollarse se encuentran los de tipo depresivo; depresión enmascarada,
depresión inconsciente, depresión por aburrimiento crónico, depresión neurótica y
otros tipos de depresión relacionados con la esquizofrenia, lo interesante de esto es
que al parecer suelen ser diagnosticados de muy diversas formas, cuando en principio
pueden tener un mismo origen compartido (Fromm, 1975).
Finalmente para enlazar el carácter aburrido con la destructividad, se
enumerarán los rasgos destructivos que presenta este tipo de individuos:
1. Interés pasivo por relatos de crímenes, accidentes fatales y otras escenas de
sangre y crueldad a través de los medios de comunicación.
2. Organizan pequeños actos de crueldad y destructividad para satisfacción
propia.
3. Son descritas como gélidas, frías, no tienen contacto con nadie o si lo tienen es
de forma superficial. No sienten alegrías, ni pesar o dolor; no sienten nada.
Existe en ellos una sensación constante de “vacío” que no puede ser eliminado
con ningún tipo de estímulo, ni siquiera los activos.
4. Pueden aparentar estar felices, pero esto no es más que un intento de
compensar la falta de felicidad que sienten ante la vida.
5. Pueden cometer actos criminales por lo que se les cataloga como personas
“asociales”, pero no como aburridas o deprimidas.
6. Realizan actos destructivos y agresivos con sí mismos, pues esto les da la
sensación de “sentir algo”, sentir que son y que existen y por ello son capaces
de ejercer algún efecto en ellos o en los demás (Fromm, 1975).
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