apuntes 20 - Instituto Electoral del Estado de México

Anuncio
plumas y letras
El ejercicio del derecho
frente al valor justicia
Celia Blanco Escandón*
“Para el hombre o la mujer de nuestro tiempo, la justicia es
antes que nada una vivencia, es decir, un hecho de conciencia
que consiste en vivir profunda e intensamente, intelectual y
afectivamente...”
Miguel Villoro Toranzo1
¿Están en crisis el Derecho y la Justicia? ¿por qué razón es tan dura la sociedad
en juzgar y calificar al orden jurídico, al sistema de administración de justicia,
a los abogados y en especial, a la concreción del ideal de Justicia?
Hablar de Justicia y de Derecho resulta siempre, a la vez, complicado y
apasionante. Es uno de esos temas en donde nunca se podrá decir la última
palabra y en donde nadie es poseedor de la verdad absoluta. Hablar de Justicia
y de Derecho en el contexto de la realidad mexicana actual, vuelve al tema
no sólo interesante y controversial, sino apremiante. Hablar de Justicia y de
Derecho en el marco internacional que nos presenta las hostilidades en Iraq,
coloca al debate mismo en un apartado distinto.
Estamos viviendo hoy en un mundo que exige el replanteamiento de muchas
de nuestras instituciones y de los organismos que contribuyen a darles vida y
vigencia. No es difícil adivinar que una de esas instituciones a la que hacemos
*
1.
Coordinadora de posgrado y académica de tiempo completo del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana
(UIA), Ciudad de México. Profesora de asignatura de Derecho Penal del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
Villoro Toranzo Miguel, La Justicia como Vivencia, Editorial Jus, México, 1979, pág. 17.
11
alusión es el Derecho, como tampoco es difícil suponer que planteamos y
exigimos cambios trascendentales en el papel y el funcionamiento de autoridades
y organismos nacionales e internacionales, vinculados con la administración e
impartición de justicia.
El siglo veintiuno parece plantear un escenario nuevo en el que las reglas
establecidas hace cerca de sesenta años ya no se adecuan ni a las controversias
que se generan ni a los actores. El marco jurídico del Derecho Internacional
Público que buscaba apoyar las negociaciones y el establecimiento y
fortalecimiento de relaciones multilaterales hoy se desvanece frente a las
posturas unilaterales y los intereses particulares.
¿Para qué tanto esfuerzo desplegado para crear de forma conciliatoria y
democrática una Corte Penal Internacional que no tendrá fuerza obligatoria
sobre todos los países? ¿cuál es la relación entre los derechos individuales, los
derechos sociales, el bien común y la justicia con respecto a la globalización?
Lamentamos la inobservancia del derecho tanto en el ámbito nacional como
en el internacional y nos alarmamos ante el resurgimiento de la impunidad.
Debemos evitar que se promueva como ideal a una sociedad disímil e injusta en
la que se privilegie el poder político, militar y económico de unos en detrimento
de otros que sufrirán los efectos de la marginalidad y la exclusión. Se trata en
cambio, sí de recuperar el concepto de justicia, de dar a cada quien lo suyo, pero
sin corromper su sentido. No es admisible sostener como justo el dar al rico
más riqueza y al pobre más pobreza. No se trata de escoger entre un liberalismo
individualizado y radical, que a veces se muestra inhumano y cruel, y un discurso
paternalista de corte social, a veces responsable directo de la ineficiencia y la
corrupción, sino del establecimiento de una sociedad respetuosa de los valores y
de los derechos humanos, en la que se minimicen los abusos y se promueva la
armonización de los intereses colectivos, de los derechos de los individuos y el
bienestar social. Suena utópico, pero ¿de qué nos sirve un humanismo que no
es capaz de garantizar la presencia de la Justicia y del Derecho como elementos
rectores en la construcción de la nueva sociedad?
El tema que nos ocupa tiene como propósito fundamental el esbozar algunas ideas,
desde la perspectiva de los juristas, en torno a la actitud que debemos tomar frente
a los problemas de nuestra realidad profesional, y desde nuestro compromiso de
aspirar al tutelaje del Derecho y la Justicia como elementos esenciales para el
desarrollo humano y la convivencia social. Todo ordenamiento jurídico debe
tutelar en el siglo veintiuno el bien común, la justicia y la concepción del
derecho como expresión concreta de valores fundamentales. Quisiera, utilizar
este espacio para expresar algunos comentarios sobre la crisis que padecen el
Derecho y la Justicia en nuestro país. En este sentido, es conveniente partir del
hecho de que México, al igual que los demás países en vías de desarrollo, debe
12
emprender un serio esfuerzo por ofrecer ante el mundo una imagen dignificada
del derecho, que al privilegiar la ética y la justicia, combata la discriminación, la
inequidad, la marginalidad y la injusticia social.
En la actualidad mexicana, el Estado de Derecho y el Sistema de Justicia no reflejan
lo estipulado en sus postulados. La sociedad mexicana vive cotidianamente bajo
los efectos de la ilegalidad, la inseguridad y la impunidad. Es triste reconocer
que nuestro sistema jurídico responde ante el incumplimiento de las normas
de manera excepcional y no de forma ordinaria. En nuestro país, se hacen a
diario planteamientos, quejas y demandas sobre la inseguridad, la corrupción, la
inobservancia de las leyes y la delincuencia. Nos hemos convertido en una sociedad
desilusionada y amedrentada en la que virtualmente ninguno de nosotros puede
jactarse de creer en el sistema jurídico ni de estar a salvo de la conducta delictiva.
La fractura de nuestro sistema legal y del proceso de impartición de justicia
no es obra de unos cuantos, ciertamente no es un problema que sólo atañe a
los políticos y a los abogados. Tampoco es un problema exclusivo del Poder
Judicial o de la policía. Es necesario aceptar que estamos ante un problema
mayor frente al cual debe responder toda la ciudadanía.
Derecho y justicia
Podemos entender al Derecho como un conjunto de normas y principios que
regulan la actividad humana con la finalidad de prevenir y de dar solución a
conflictos originados de la vida en sociedad. Miguel Villoro Toranzo definió,
muy acertadamente, al Derecho como “...un sistema racional de normas
sociales de conducta, declaradas obligatorias por la autoridad, por considerarlas
soluciones justas a los problemas surgidos de la realidad histórica”.2 En un plano
práctico, el derecho se desarrolla en base a una serie de recursos, infraestructura
y personas, a través de los cuales se ejerce la jurisdicción, la capacidad de decir
o declarar el derecho, es decir, la facultad de conocer conflictos, resolverlos
conforme a derecho y hacer cumplir lo resuelto.
En cuanto a la Justicia, en palabras de Ulpiano es “la constante y perpetua
voluntad de dar a cada uno lo suyo”. El ideal de justicia se vuelve acto, se hace
presente en el dar a cada uno lo suyo, su ius, su derecho.
La justicia puede ser entendida como conmutativa, distributiva y legal. En el
siglo veinte se agregó el concepto de la justicia social. La justicia conmutativa
se basa en el principio de la igualdad y se ocupa de los intercambios y relaciones
2.
Villoro Toranzo, Miguel, Introducción al Estudio del Derecho, Porrúa, México, 1982, pág. 127.
13
entre las personas. La justicia distributiva está regida por el principio de la
proporcionalidad. La justicia legal se basa en el principio del bien común.
Finalmente, la justicia social pretende superar las desigualdades que existen en
la sociedad y se basa en el principio de la solidaridad.3
La causa material y más concreta del derecho es la relación interpersonal que
existe entre los seres humanos. El interactuar humano es el presupuesto básico,
el lugar en donde se originan las confrontaciones, el punto de partida para las
negociaciones. Es en este contexto donde deben potenciarse conductas que
actualicen lo justo y propicien el equilibrio, dando vida a las normas jurídicas.
La tarea del derecho no se reduce a copiar e instrumentar las reglas plasmadas
en los diez mandamientos. El no matar, el no robar, el respetar la libertad
son principios, son fuente de inspiración, son el punto de partida en la difícil
búsqueda de lo correcto, lo adecuado, lo debido y lo justo. Con esto siempre
presente, será necesario crear, modificar, reformar, renovar e incluso eliminar
ordenamientos positivos, leyes.
El sistema jurídico se compone esencialmente de dos tipos de normas: las
que confieren derecho o imponen obligaciones y las que establecen las
consecuencias jurídicas que se dan cuando no se cumplen o cuando se
transgreden las primeras. El primer tipo de normas son las que establecen
obligaciones frente a derechos y derechos frente a obligaciones, en virtud
de que no existen derechos que no impliquen deberes u obligaciones, ni
obligaciones o deberes que no supongan derechos.
Se puede poseer el derecho de hacer algo o de abstenerse de hacer algo. También se
puede adquirir la obligación de efectuar algo. Si tengo el derecho de hacer algo puedo
hacerlo y los demás deben dejar que lo haga. Si tengo el derecho de abstenerme de
hacer algo, puedo dejar de hacerlo y los demás deberán respetar mi derecho a no
hacerlo y tendrán el deber de no obligarme a hacerlo, Si tengo el deber de hacer algo,
entonces debo hacerlo y se me puede obligar a llevarlo a cabo.4
Nos estamos refiriendo aquí a cosas tan tangibles como pagar lo que se debe,
cumplir con lo pactado, respetar la vida, prestar el servicio prometido, etc. Ahora
bien, el funcionamiento del sistema jurídico dependerá no sólo de establecer
y conferir derechos y obligaciones en términos justos y equitativos, sino de la
capacidad del propio sistema de responder frente al incumplimiento. Así, al que
no pague lo que debe se le embargará para aplicar lo que se obtenga de sus bienes
al pago de lo debido, al que prive de la vida o lesione a otro se le deberá encarcelar,
al que no cumpla con lo pactado, se le deberá obligar a cumplir o a indemnizar.
3.
4.
Véase. Granfeld, David, “Justicia: El Corazón del Derecho” en La Experiencia Interna del Derecho: Primer Seminario “Dr. Miguel
Villoro Toranzo” sobre Teoría del Derecho, Universidad Iberoamericana, México, 1996, págs. 39-56.
Véase. Azuela Guitron, Mariano, Derecho Sociedad y Estado, Universidad Iberoamericana, México, 1996, págs. 334-335.
14
Cualquier elaboración o planteamiento que hagamos referidos al derecho y la
justicia, deben partir del reconocimiento de que el hombre es su razón de ser.
La Declaración Universal de los derecho Humanos de la ONU de 1948 declara
en su preámbulo “...que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por
base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e
inalienables de todos los miembros de la familia humana...”. Esa persona, ese
ser humano no puede ser concebido sin el contexto social. Es en la sociabilidad,
en la relación entre seres humanos y en la convivencia en sociedad donde
llegan a confrontarse bienes y derechos fundamentales y surge la necesidad de
ordenar, distribuir, equilibrar, compatibilizar, adecuar a cada hombre lo que
en derecho y en justicia le corresponde. Surge con ello la idea de la justicia,
del derecho y con ello la necesidad de crear leyes e instituciones para expresar,
organizar y ordenar conceptos, principios y valores.
Administración de justicia
Cuando se alude a una crisis del derecho y de la justicia, se les vincula
inevitablemente con la administración de justicia.
Una de las manifestaciones de la falta de credibilidad de la sociedad mexicana
en la administración de justicia surge a partir de la creciente impunidad que
rodea a los actos delictivos. Los tropiezos constantes de la justicia institucional
han generado una desconfianza generalizada entre la ciudadanía. El asunto
pareciera moverse en círculos viciosos. El más fácil de explicar sin lugar a dudas
lo relacionado con el incremento de la delincuencia.
Todos conocemos o al menos intuimos la magnitud del problema de la alza en la
actividad delictiva y del papel que juega en ello la impunidad manifiesta y clara
que existe en nuestro país. No tenemos en México la capacidad para prevenir
delitos. En consecuencia, se cometen cada vez más delitos y se rebasa la capacidad
de las autoridades para investigarlos. Al no ser investigados los delitos, obviamente
no serán castigados y ello promueve mayor actividad delictiva. Los delincuentes se
sienten a salvo y se corre la voz sobre la ineficiencia del sistema.
Aunado a lo anterior tenemos que nuestras desprestigiadas, mal remuneradas y
sobresaturadas autoridades requieren de mayores facultades y de más recursos
para combatir la criminalidad. Pero, ¿cómo otorgar más poder y dinero a quien
no respetamos? ¿cómo confiar en quien tememos?
Se requiere personal honesto y altamente capacitado. Pero, ¿cómo atraer y
retener a lo mejor del gremio a un área desprestigiada y mal pagada?5
5.
Véase. Romero Apis, José Elías, El desafío de la justicia, Miguel Angel Porrúa Editor, México, 2001.
15
Desde esta perspectiva, lo importante será determinar hasta qué punto la
administración de justicia puede contribuir a resolver las discrepancias
presentes entre la sociedad civil y a superar la problemática que aqueja a
nuestro dolido y debilitado estado de derecho. Para ello, creemos que la justicia
debe ser concebida más allá de las instituciones y del conjunto de normas y
leyes. Debe aparecer como el escenario que promueva la integración de lo
estrictamente jurídico con la cultura cívica para incorporar al ciudadano en el
proceso mismo de creación, desarrollo y aplicación del derecho.
Lo anterior implica que nuestra concepción de justicia no puede ocuparse
exclusivamente de fortalecer al aparato institucional. Se trata en esencia de
buscar no sólo la eficiencia y eficacia del Poder Judicial, sino de potenciar la
capacidad de una sociedad entera para garantizar los derechos fundamentales,
regular el entorno social y resolver sus conflictos puntuales.
Me refiero a acciones de apariencia simple pero de consecuencias trascendentales.
A pequeños cambios de los que cada uno de nosotros pueda responsabilizarse
desde el papel que desempeñamos en la sociedad, ya sea como padres, como
educadores, como médicos, como políticos, como abogados, en fin, como
ciudadanos. Se combate con más fuerza a la ilegalidad mediante acciones de
respeto y civilidad que con las más severas de las penas. Cada vez que nos
abstengamos de tirar basura, que demostremos respeto por las señales de tránsito,
que hagamos efectivo nuestro derecho al voto, que obliguemos a nuestros hijos a
devolver el suéter que trajeron a casa por equivocación, que se recompense en las
escuelas el trabajo y el esfuerzo de los niños y no las tareas hechas por los padres,
que resistamos la tentación de utilizar los lápices y el papel de la oficina para uso
personal..., estaremos más cerca de vivir en una cultura de la legalidad. Debemos
asimismo, aprender a quejarnos, a denunciar lo indebido y a hacer valer nuestros
derechos sin importar lo engorroso que pudiera resultar el trámite, ya que,
sucumbir ante el facilismo nos aleja del camino del orden y la legalidad.
Se dice, incluso con demasiada insistencia que la Justicia en México es lenta,
que nunca llega, que es un mito, que es inalcanzable, que es parcial, que es
sólo para los privilegiados, que es cara, que es morosa; pero no hemos desde
mi punto de vista reflexionado lo suficiente sobre la cantidad de veces en que
la Justicia y el Derecho si funcionan. Todos los días el complejo engranaje
legal se encuentra funcionando, miles de documentos jurídicos son elaborados
diariamente sin ningún contratiempo, todos los días se constituyen sociedades,
se levantan actas, se formulan acuerdos, se firman contratos, se definen
obligaciones, se ejecutan sentencias, se elaboran escrituras y se cumple con
la voluntad de quien ya falleció. Todo ello es asombroso y sin embargo hace
tiempo que dejamos de prestarle atención.
16
Lo que funciona adecuadamente no llama la atención. Hago hincapié en ello,
precisamente al recordar con tristeza y agravio, lo expresado en la conferencia
magistral del relator especial de la ONU Dato Param Coomaraswamy, en el marco
del coloquio sobre “La Impartición de la Justicia en México” celebrado en la
Universidad Iberoamericana6 en 2003. Dato Param Coomaraswamy es el autor de
un controversial informe7 en el que crítica fuertemente a nuestro sistema jurídico,
a la administración de justicia y a los abogados mexicanos. Han pasado dos años y
la situación de nuestro país en vez de mejorar, se vuelve cada vez más preocupante
y apremiante. Claro que nos causa desazón que se nos señalen las llagas que
laceran a la justicia y al derecho mexicano y nos lastima profundamente que nos
hablen de la mediocridad de nuestros juristas. Lo tomamos de manera personal.
Sabemos que nuestro sistema cojea, que desgraciadamente no son pocos los
especialistas en la venalidad y la corrupción, no ignoramos el desprestigio de la carrera
judicial, ni desconocemos la presencia de coyotes, reconocemos la falta de recursos,
la omnipresencia de la ignorancia y la supremacía de la injusticia. No pretendemos
cerrar los ojos ni ofrecer disculpas huecas ante los exabruptos cometidos a favor del
delito, la intolerancia e incluso de los caprichos y en detrimento del Derecho y la
Justicia. Pero no es en el discurso ni en la crítica vacía en donde encontraremos las
soluciones. Es en la práctica cotidiana, en el ejercicio profesional, en la competencia
académica y ética donde los juristas debemos luchar sin tregua. Es en el día a día
en donde se forjan los grandes abogados, aquellos que no sucumbirán ante las
tentaciones y señalarán nuevos senderos de probidad al derecho y a la justicia.
Hoy más que nunca se vuelve patente la necesidad de que la voz del abogado se
escuche con firmeza cuando se alza en defensa de los derechos de sus representados
y a favor de la justicia. A pesar de todo, cuando un abogado nos acompaña en
nuestra trayectoria por el laberinto legal, resultan más claras, menos distantes,
más palpables y menos utópicas nuestras esperanzas de que se haga justicia. Así
como sabemos de mil historias que ejemplifican a la injusticia, conocemos otras
tantas en las que la competencia profesional, la agudeza, la perseverancia y la
ética de un abogado han devuelto el brillo a nuestra tan deslustrada imagen.
Sistema jurídico
Las normas que conforman un sistema jurídico no son planteamientos definitivos
sino más bien, propuestas cargadas de juicios de valor representativos de
determinada época y de determinado lugar. Un sistema jurídico es un sistema
6.
7.
Coloquio “La Impartición de la Justicia en México” celebrado los días 17, 18 y 19 de marzo de 2003 en el Auditorio José
Sánchez Villaseñor de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.
Véase. Gudiño Pelayo, José de Jesús, “Reflexiones en torno al informe sobre la independencia de magistrados y abogados
rendido por dato Param Coomarasway, Relator especial de la ONU”, en Mitos y realidades de un informe, Loretta Ortiz Ahlf
compiladora, Universidad Iberoamericana y Noriega Editores, México, 2002, págs. 87-91.
17
complejo que debe cumplir cabalmente con una amplia gama de objetivos. El
derecho juega distintos papeles, será un catalizador en el medio social; un pilar
en la identificación, selección y conservación de valores y principios éticos; un
elemento de prevención y orden; un medio para la distribución de cargas y
privilegios entre las personas. Se espera tanto del derecho que se le exige al sistema
jurídico que sea capaz de resolver hasta aquello que parece que no tiene solución.
El derecho debe lograr desde lo más obvio y simple hasta lo más complejo y
oscuro. Al sistema legal le corresponde desde planear y prever, hasta resolver
disputas sin olvidar su papel en plasmar y garantizar los valores fundamentales
de la sociedad. El sistema legal abarca prácticamente toda actividad humana.
En algunas circunstancias su papel es tan determinante que es fácil de entender
y distinguir mientras que en otras se vuelve casi invisible.
Para entender mejor al sistema jurídico y para poder sacarle el máximo provecho
es necesario cobrar conciencia de su presencia. Todos somos, a final de cuentas,
usuarios y beneficiarios del derecho. En palabras de Mariano Azuela “ el orden
jurídico constituye el armazón exterior de la vida social, que da forma y figura
consistente a la comunidad basada en los valores comunes”.8
Espero que estas reflexiones nos inviten a trabajar en la defensa y el fortalecimiento
del Derecho y la Justicia, pues todo lo que hagamos en su beneficio tendrá, sin
lugar a dudas, repercusiones a favor de cada uno de nosotros y de nuestro país.
Termino citando a la Ministra Olga Sánchez Cordero de García Villegas quien
en su discurso “Seamos Fieles a la Justicia” relata un antiguo proverbio que dice
que “para encontrar la justicia es necesario serle fiel; como todas las divinidades,
se manifiesta solamente a quien cree en ella”.9
8.
9.
Azuela Guitron, Mariano, Derecho, Sociedad y Estado, Universidad Iberoamericana, México, 1996, pág. 325.
“Seamos Fieles a la Justicia” discurso pronunciado por la Señora Ministra Olga Sánchez Cordero de García Villegas el 23 de
agosto de 2000, durante la toma de posesión de nuevos Magistrados de Circuito.
18
Bibliografía
•
•
•
•
•
•
•
•
AZUELA GUITRON, Mariano, Derecho, Sociedad y Estado, Universidad
Iberoamericana, México, 1996.
GUERRERO L., Euquerio, Algunas consideraciones de ética profesional para los
abogados, Editorial Porrúa, México, 1988.
MARTÍ MINGARRO, Luis, “Abogados, ahora y siempre”, Conferencia pronunciada
en el Club Siglo XXI y en la Universidad Complutense, Madrid, 1997.
OSORIO Y GALLARDO, Angel, El Alma de la Toga, Ediciones Jurídicas
Europa-América, Buenos Aires, 1986.
SANABRIA, José Rubén, Ética, Editorial Porrúa, México, 1980.
VILLORO TORANZO, Miguel, Introducción al Estudio del Derecho, Editorial
Porrúa, México, 1983.
___________________, La Justicia como Vivencia, Editorial Jus, México, 1979.
___________________, Deontología Jurídica, Universidad Iberoamericana,
México, 1987.
19
Descargar