antecedentes de hecho hechos probados fundamentos de derecho

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Roj: SAP GC 445/2011
Id Cendoj: 35016370062011100135
Órgano: Audiencia Provincial
Sede: Palmas de Gran Canaria (Las)
Sección: 6
Nº de Recurso: 71/2011
Nº de Resolución: 84/2011
Procedimiento: Apelación sentencia delito
Ponente: CARLOS VIELBA ESCOBAR
Tipo de Resolución: Sentencia
SENTENCIA
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Illmos Sres
Presidente: D. Emilio J. J. Moya Valdés
D. Salvador Alba Mesa
D. Carlos Vielba Escobar
En Las Palmas de Gran Canaria a seis de abril de dos mil once
Vistos en grado de apelación ante esta Audiencia Provincial, Sección Sexta, los presentes autos de
Procedimiento Abreviado núm. 60/2010 del que dimana el presente Rollo número 71/2011, procedentes del
Juzgado de lo Penal número Seis de Las Palmas por delitos de usurpación y coacciones frente a Bartolomé
representado por el procurador Sr Villalobos Vega y asistido por el letrado Sr Valdivieso Gómez, siendo parte el
Ministerio Fiscal y pendientes ante esta Sala en virtud del recurso de apelación interpuesto por el condenado,
siendo ponente el Iltmo. Sr D Carlos Vielba Escobar, quién expresa el parecer de la Sala.
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO- Se aceptan los antecedentes de hecho de la sentencia apelada.
SEGUNDO.- Por el Juzgado de lo Penal se dictó sentencia en los referidos autos con fecha 17 de
septiembre de 2010 , con el siguiente fallo:
"Que debo condenar y CONDENO a Bartolomé como autor criminalmente responsable de un delito de
USURPACIÓN DE FUNCIONES PÚBLICAS y de un delito de COACCIONES, ya definidos, con la concurrencia
de la circunstancia agravante de disfraz, a las penas de DOS ANOS Y CUATRO MESES DE PRISIÓN, con
la accesoria de inhabilitación especial para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la
condena, por el delito de usurpación de funciones públicas, y de UN ANO Y NUEVE MESES DE PRISIÓN,
con la accesoria de inhabilitación especial para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo
de la condena, por el delito de coacciones, e imposición de la mitad de las costas procesales, "
TERCERO.- Contra la mencionada sentencia se interpuso recurso de apelación, con las alegaciones
que constan en el escrito presentado, sin proponer nuevas pruebas que fue admitido en ambos efectos, y
dado traslado del mismo por diez días a las demás partes personadas con el resultado que obra en autos.
CUARTO.- Remitidos los autos a esta Audiencia, y no estimando necesario la celebración de vista,
quedaron los mismos pendientes de sentencia.
HECHOS PROBADOS
Se aceptan los hechos probados de la sentencia de instancia
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- La parte apelante utiliza como argumentos impugnatorios dos que en sí mismo son
contradictorios, presunción de inocencia y error en la valoración de la prueba. Así tal presentación, además
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de desconocer el ámbito del principio de presunción de inocencia, excluyente de tal determinación subjetiva,
según reiteradísima jurisprudencia del Tribunal Supremo (sentencias de 29 de junio de 1.994 , 9 de febrero
de 1.995 y 11 de marzo de 1.996 , entre otras), es en sí misma incongruente en tanto que la valoración
de la prueba que compone su contexto es incompatible con una infracción constitucional que precisamente
supone ausencia o insuficiencia probatoria, pero que no admite en su seno el debate sobre discrepancias
valorativas y, menos aún, si éstas se suscitan entre las conclusiones obtenidas por el Juzgador a quo y las
fijadas por la parte en un ejercicio inadmisible de invasión de funciones procesales y constitucionalmente
asignadas a dicho órgano jurisdiccional. O no existe prueba de cargo en cuyo caso la sentencia condenatoria
vulnera el principio de presunción de inocencia, o existe prueba de cargo indebidamente valorada en cuyo
caso la sentencia condenatoria no vulnerara el principio citado, pues el principio de presunción de inocencia
es definido por nuestra jurisprudencia ( sentencia del Tribunal Supremo de fecha 28 de julio de 2.000 ) como
el derecho de todo acusado a ser absuelto si no se ha practicado una mínima prueba de cargo acreditativa de
los hechos motivadores de la acusación, desarrollada o contrastada y ratificada en el juicio oral, con sujeción
a los principios de oralidad, inmediación, contradicción y publicidad.
SEGUNDO.- En relación con el alegado error en la valoración probatoria, preciso es recordar que en
materia de apelación el Tribunal "ad quem" asume la plena jurisdicción sobre el supuesto objeto del recurso,
con idéntica situación a la del juez "a quo", con posibilidad de un nuevo análisis crítico de la prueba practicada
y comprobación de si existe o no prueba incriminatoria razonable y suficiente para enervar la presunción de
inocencia. No obstante lo anterior, la valoración de la prueba realizada por el Juzgador "a quo" en uso de
la facultad que la confiere el artículo 741 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal sobre la base la actividad
desarrollada en el juicio oral, goza de una especial singularidad, ya que dicho acto - núcleo del proceso
penal-- se ha desarrollado en su presencia, con plena eficacia de los principios de inmediación, contradicción
y oralidad, a través de los cuales se satisface la exigencia constitucional de que el acusado sea sometido a un
proceso público con todas las garantías (artículo 24.2 de la Constitución.) Por ello, el Tribunal de apelación
debe limitarse a examinar si el juzgador de instancia ha incurrido en razonamientos arbitrarios, ilógicos o
irracionales, o si hubo o no vulneración del derecho a la presunción de inocencia, analizando la existencia y
suficiencia de actividad probatoria de cargo practicada en el acto del juicio.
En base a lo expuesto hay que entender que el uso que haya hecho el juez de su facultad de libre
apreciación en conciencia de las pruebas practicadas en el acto del juicio, siempre que resulte debida y
adecuadamente motivado, únicamente deberá ser rectificado, cuando haya incurrido en un manifiesto y claro
error, de tal magnitud y diafanidad que haga necesaria una modificación de la realidad fáctica establecida en
la resolución apelada, habiendo senalado la jurisprudencia del TS que para acoger el error en la valoración
de las pruebas, se exige la existencia en la narración descriptiva de supuestos inexactos, con error evidente,
notorio y de importancia, de significación suficiente para modificar el sentido del fallo.
Partiendo de lo anterior, en supuestos en que el material probatorio de instancia se centra, primordial o
exclusivamente, en la prueba testifical, la capacidad de maniobra del tribunal de apelación resulta cercenada
a la hora de revisar la apreciación de la prueba efectuada por el juez "a quo", dado que en este tipo de pruebas
existen zonas de difícil acceso a una supervisión y control posteriores, al hallarse estrechamente ligados a
la inmediación, como son los gestos del deponente, su expresividad, su forma de manifestarse, con mayor
o menor contundencia en sus respuestas, con mayor o menor nerviosismo o temple, sus rectificaciones, su
tono de voz, etc., aspectos que escapan al control del Tribunal
TERCERO.- Sentado lo anterior se articula el recurso en base a tres argumentos, que debemos entender
subsidiarios, el primero la falta de prueba de la participación del apelante en los hechos enjuiciados, el segundo
la ausencia de elementos del tipo de las coacciones (al haberse empleado los falsos Agentes de la autoridad
con corrección durante la entrada y registro) y por último la imposible apreciación de la agravante de disfraz.
Por lo que hace a la primera de las alegaciones explica profusamente el Magistrado de instancia las
pruebas que ha tenido en cuenta para fundamentar el pronunciamiento condenatorio, esto es: las testificales
de la titular de la vivienda, de su madre, de una vecina, y la de los Agentes de la Policía que intervinieron en la
persecución del vehículo del que resulta ser titular el apelante cuando abandono el lugar de comisión de los
hechos y la de aquellos que confeccionaron el atestado. A estas pruebas anade el Magistrado la inconsistente
versión del apelante, quién ante la Policía, y como senalan estos, reconoció su participación en los hechos,
negando posteriormente esta declaración, llegando a senalar que su vehículo había sido robado.
Comenzando por esta declaración debe indicarse que la confesión del reo en principio es prueba
de cargo idónea y suficiente para fundar un fallo condenatorio, siempre que haya sido obtenida con las
condiciones previstas en el artículo 406 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , con respeto de los requisitos
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que derivan del derecho de defensa, y corroborada por otras pruebas acreditativas de la exactitud y realidad
de la autoría confesada. De otro lado, precisar que las rectificaciones y las contradicciones, frecuentes entre
las afirmaciones del sumario y las evacuadas en el acto del juicio oral, no significan inexistencia de actividad
probatoria, sino que pasan a ser un tema de apreciación probatoria, pudiendo el Tribunal sentenciador llevar a
cabo una confrontación entre unas y otras y formar un juicio en conciencia sobre su respectiva veracidad, en los
términos que autoriza el artículo 741 , de suerte que puede tener en cuenta cualquiera de tales declaraciones,
total o parcialmente, asumiendo, en su caso, las precedentes al juicio si les otorgan mayor credibilidad,
siempre que, de alguna manera, tales contradicciones sean introducidas en el debate del juicio oral, lo que
normalmente se hará mediante el mecanismo de su lectura poniéndose de manifiesto las contradicciones
existentes, conforme se dispone en el artículo 714 .
En el caso enjuiciado consta que el inculpado prestó una primera declaración reconociendo los hechos
que se le imputan, retractándose de la misma cuando declaró ante el Juzgado de Instrucción alegando
presiones. Expuesto lo anterior la versión del acusado de que confesó los hechos al ser presionado por la
policía, adolece de vaguedad al no explicar ni concretar en que consistió la presión policial que doblegara su
voluntad hasta el punto de reconocer la autoría de un de unos hechos que no había realizado. De otro lado
(como recoge la sentencia) no es posible obviar la presencia y asistencia a la declaración del Abogado de
Oficio que asistió jurídicamente al acusado, sin que por el mismo se observara presión policial o alteración
de lo declarado.
Por tanto, efectivamente, esta primera declaración inculpatoria cabe apreciarla como prueba de cargo,
si bien tampoco podemos olvidar que esta autoinculpación fue apreciada, si se nos permite la expresión,
como residual. Y es que la sentencia presta especial atención a la declaración de las testigos presenciales
(perjudicada, madre y vecina, como antes dijimos), sin que sea el caso de explicar ahora (bastante lo hace
la sentencia) los requisitos que han de reunir estas declaraciones para poder ser valoradas como pruebas de
cargo, y así las mismas dan cuenta de los hechos típicos de la usurpación y las coacciones, sin que en su
declaración se nos ofrezcan datos (como tampoco lo hace el recurso) para poder tacharlas de inveraces, ni
tampoco podemos apreciar una valoración absurda o ilógica en la sentencia. Del mismo modo la declaración
de los agentes dan cuenta de la persecución del vehículo, desde el que se lanzaron diversos objetos, entre
ellos chalecos reflectantes, y como dijimos otros agentes dan cuenta, como antes dijimos, del reconocimiento
efectuado por el apelante.
Por lo que hace a la versión del condenado, en síntesis, que no intervino en los hechos y que su coche
fue robado, destacar la enorme casualidad que su vehículo sea el que abandone el lugar de los hechos (siendo
después perseguido) desde el que se arrojan efectos utilizados en la comisión del delito y pese a que él
(según su versión) no interviniera, resulta identificado en rueda. Nos dice el recurso que no exista dato objetivo
alguno que determine que Bartolomé se viera implicado en un accidente, error, baste ver el informe médico
obrante al folio 26 de las actuaciones que diagnóstica (y por tanto objetiva) una "contusión post accidente) y
recordemos que el apelante niega que se viera implicado en accidente alguno. Niega también el recurso la
identificación efectuada por Rita, por dos razones la primera la defectuosa descripción del tatuaje y la segunda
el también defectuoso reconocimiento efectuado en rueda. Ambas han sido explicadas en el acto de la vista,
por lo que hace a los tatuajes, afirma que solo vio uno y lo que entonces le pareció una llama ahora le parece
un ala, en cualquier se trata de un elemento sometidos a la percepción directa del Magistrado de instancia
en el que nosotros no podemos entrar. Y por lo que hacer al reconocimiento en rueda aclara que reconoció
sin duda al no4 ( Bartolomé ), pero que por su complexión también podría haber sido el no5, pero que no
tiene dudas (como tampoco las tuvo en el juicio al identificar al apelante) como uno de los autores de los
hechos. En cualquier caso debemos recordar con la sentencia de instancia, que esta diligencia se practicó
con la presencia de letrado sin que el mismo objetara nada a esta identificación.
En resumen existen contundentes pruebas de cargo que determinan la autoría del apelante.
CUARTO.- Por lo que hace a las coacciones recordemos, siguiendo a la sentencia apelada, la
evolución doctrinal y jurisprudencial en la interpretación del delito de coacciones, a través de las cuales
se pretende proteger el bien jurídico de la libertad de obrar como un valor fundamental de la paz social
y la convivencia pacífica, contempla una progresiva ampliación de la dimensión cualitativa de uno de los
elementos que integran la acción típica, cual es la violencia, como medio a través del cual se lesiona o
ataca ese bien jurídicamente protegido de la libertad ajena. Partiendo de una concepción normativa -y no
material o naturalista- de la violencia la doctrina actual ha destacado de forma mayoritaria la creciente y
necesaria espiritualización de la idea de violencia desde un concepto restringido y originario de fuerza corporal
o física hasta otro en que lo esencial es la oposición abierta al obrar ajeno mediante obstáculos externos que
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inciden sobre la actuación del sujeto pasivo impidiéndole la realización efectiva de su voluntad, y que incluye
cualquier modalidad de compulsión o ataque a la voluntad de la víctima (como, por ejemplo, los supuestos
de empleo de narcóticos o, incluso, de métodos que no comportan contacto físico con el sujeto pasivo, tales
como la hipnosis), pues mediante dichos obstáculos también se limita su libertad. Con ello se evita, sin
lesionar el principio de tipicidad o legalidad penal, la existencia de injustificables lagunas o situaciones de
impunidad respecto a conductas que, si bien no suponen el empleo de violencia física, atacan la libertad
personal de manera si acaso más eficaz y peligrosa, e implican una abierta negación u oposición a la concreta
determinación o manifestación externa de la libertad ajena. En este concepto espiritualizado de violencia,
entendido como fuerza sobre la voluntad o enfrentamiento contra la libertad de actuación de otra persona que
va más allá del resultado meramente descriptivo de impedir algo a otro, caben perfectamente los casos de
resistencia pasiva o de fuerza material en las cosas, siempre que éstas, en una dimensión o exigencia tanto
cualitativa como cuantitativa del elemento normativo examinado con independencia de la forma en que se
manifieste, sean ejercidas como medios o instrumentos de intimidación frente a una persona y tengan entidad
suficiente y adecuada para impedir o hacer prácticamente imposible que el sujeto pasivo actúe según su
voluntad (en este sentido, sentencias del Tribunal Supremo de 10 de octubre de 2005 y 15 de marzo de 2006 ).
En nuestro caso nada obsta a la apreciación del delito que los falsos agentes actuaran con corrección
(si es que se puede hablar de corrección cuando se esta en el curso de una actividad delictiva), más olvida la
parte el acto intimatorio previo es decir el conminar a Rita a colaborar bajo el pretexto de una posible detención,
debiendo senalarse que si bien la realización de la diligencia de entrada y registro si resulta ser un acto
propio de los agentes de la autoridad, ya no lo es el "amenazar" con una detención en caso de no colaborar,
como tampoco lo es el obligar a una persona (la madre) a permanecer en una habitación del domicilio, y
estas actuaciones (sobre todo el anuncio de la detención, reforzado con la falsa atribución de su condición de
agentes de la autoridad) efectivamente integra el tipo de las coacciones.
Del mismo modo debemos desestimar la última de las alegaciones, basada la misma, si se nos permite,
que no resulta creíble que los ocupantes del vehículos se desprendieran de unos efectos y no de otros, más
estos hechos se han declarado como ciertos en base a la valoración de una prueba testifical, la de los agentes
de policía, que nosotros hemos estimado como correcta.
QUINTO- Por disposición de los artículos 239 y siguientes de la Ley de Enjuiciamiento Criminal las
costas le serán impuestas a la parte apelante
Vistos los artículos citados y demás de general y pertinente aplicación
FALLO
LA SALA DESESTIMA el recurso de apelación interpuesto por la representación procesal de Bartolomé
y en su consecuencia debemos CONFIRMAR y CONFIRMAMOS la sentencia de fecha 17 de septiembre de
2010 dictada por el Juzgado de lo Penal No6 de Las Palmas de Gran Canaria , con la imposición de las
costas del recurso a la parte apelante.
Así por nuestra Sentencia, lo pronunciamos, mandamos y firma
Notifíquese la presente resolución haciendo saber que frente a la misma por ser firme no cabe recurso
alguno.
PUBLICACION- Leída y publicada ha sido la anterior resolución celebrándose audiencia pública en el
día de la fecha
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