Conmemoración del Primer Centenario de la muerte del Liberta

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DE LI lI8EITE DEL UBEITIDOR
BOLIVAR
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COSTA
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Envío de
Octavio Castro cSaborío
San .7m,l, eosta !Rica
SOCIEDAD
80LIVARIANA
CONMEMORACION
DE COSTA
DEL PRIMER CENTENARIO
DE LA MUERTE
DEL LIBERTADOR
SIMON
BOLIVAR
17 DE DICiEMBRE
..........
......
~ 1830 :
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SAN
RICA.
JOSE,
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COSTA
1931
RICA
Huestra ofrenàa
No otra significación tienen estas páginas, recogidas de entre
el acopio múltiple de la prensa diaria con un fervor y illl culto muy
sincero, para drecerlo a nuestra juventud como un fragante manojo ...de bellas y sentidas flores, que e! alma de la Patrià esparció en
torno de la figura del Libertador con motivo de las solemnes conme~oraciones del primer centenario de su muerte, cum?lido el pasado 17 de Di~iembre de 1930. AcontecilJ.liento que fué como una
clarinada de silencio, que hubo de llenar de sagrado recogimiento todas las actividades y organismos de la República, que se conmovió
tu presencia del amargo y fúnebre instante recordatorio, abrumando
con sus tristes evocaciones el corazón de todos los pueblos, porque
el influjo y la acción de Bolívar fué de aquellas que, por sus incontrastables y definitivos resul~ados se impusieron a la admiración del
Mundo.
Así fué también como nuestra Patria no rehuyó su dolor ante
el miraje sombrío de la muerte del Héroe, de Bolívar, el Padre de
la libertad continental, e! soldado insigne y extraordinario, en cuya
cabeza de titán y de iluminado brilló la visión esplendorosa de la
libertad de estos pueblos, unida a la conquista de todos sus derechos
y atributos de naciones autónomas, que en esta fecha de tristísimos
recuerdos y de graves meditaciones espirituales, se estremecieron
hasta lo más hondo para elevar su oración, como un himno clamoroso en memoria del Héroe Gigante, caído para siempre, ha cien
años, en la soledad quieta de San Pedro Alejandrino, allá en las
cercanías de Santa Marta, en el fúnebre atardecer del 17 de Diciembre de 1830, después de veinte años de rudas peleas, de luchas colosales y bravas, de empeños sin paralelo y de triunfos y reveces sin
igual en la historia; porque todo parecerá pálido ante la radiosa proyección del genio de Bolívar, que fue la feliz concreción de todas
las facultades del guerrero, del estadista, de! filósofo y del VlSlona)
BANCO DE LA REPUBLICA
61&1.IOTECA
LUIS - ANGEL ARANGO
C _~TALOGÁCI0N
rio, puestas al servieio de un ideal grande y sublime: la libertad de
la patria, la redención política de un Mundo, la creación de nuevas
nacionalidades y el establecimiento de la república como norma
definitiva de gobierno.
Estas páginas son pues, el recuerdo sencillo de aquellos actos
que tuvieron lugar con motivo del primer centenario de la muelte
del Héroe, ola de dolor que llenó la tierra como un inmenso murmullo de plegaria cívica, que hubo de vibrar también en el seno de
nuestra Costa Rica, que se conmovió ante el cuadro evocador de
aquella muerte serena, dulce, mansa y apacible del augustoproscrip.
to, refugiado en la Quinta de San Pedro Alejandrino, y a la sombra
protectora y amable del alero de un gentil español: bello símbolo
de la hidalguía y amor de que siempre nos ha dado inequívocaS
pruebas la grandeza que alienta en sus entrañas la madre Espaiía,
madre fecunda y santa, que nunca -dejaremos de amar con el más
puro de los amores y el más sentido de los afectos.
Aquí, pues, están reunidas las piezas literarias que cantaron en
tal fecha las glorias de Bolívar; las notas épicas del verso sonoro y
transparente con que los poetas dijeron su ritmo de alabanza y de
elogio al Padre de América; la prosa vibrante y henchida de elocuencia con que nuestros escritores evocaron la figura heráldica del
Caudillo, y en fin, aquí están compiladas y puestas de relieve cuantas
. actividades ejerció en tal oportunidad la Sociedad Bolivariana de
Costa Rica, que tomó a su cargo la preparación de aquellos solemnes
homenajes, y hoy, la conservación de ese sentido culto, que el recuerdo del egregio prócer despierta en el alma de todos los hombres, por
efecto de la hermosura de sus ideales y la grandez~ de sus gigantes
empresas, que le hicieron digno del título deLIBERT ADOR, como
por antono1nasia le llamaron los pueblos.
Hermoso, sugestivo y simbóliéo nombre con que ha pasado a la
historia esta figura mágica de Bolívar, y con el que se distingue del
conjUlnto de todos los héroes de la tierra, como un astro· de primera
potencia en medio de las infinitas constelaciones celestes. Así van
estas. páginas, saturadas del perfume de este afecto y de este culto
devoto y sincero; henchidas de la emoción que aquella vida maravillosa y sorprendente inspira, y plenas del sentimiento admirativo,
que sus altísimos propósitos--encienden en el espíritu y en el cor:uón
de todos los países; porque ellos fueron y serán siempre el signo de
la libertad y de la justicia que dió alientos a sus actos, rrazándoles a·
lin mismo tiempo el sendero de la gloria y del honor!!
o. c. s.
4
BoHuar
¿Qué podría decir yo acerca del Libertador que no s.ea una
repetición? que fué un genio? que fué un héroe? que sus proezas
militares, con ser tantas y tan nobles, ceden todavía al paso de sus
<:xtraordinarios talentos de estadista? que su excelsa figura se cierne,
a lm pasados cien años de fallecido y se cernirá por los siglos de los
biglas en el ciclo de nuestro continente como un ejemplo y como un
cstímulo? que tuvo el fin de todos los apóstoles y que murió una
muerte llena de la amargura que traen siempre las ingratitudes humanas?
Todo esto sería trivial y mi tosco lenguaje no podría decide
siquiera el encanto de la forma. Nada dirá pues.
Como centroamericano
me limito a recordar que nues1:ra inde·
pendencia fué un resultado lógico de la titánica lucha librada en el
sur; y que Centro América, unida entonees, acogió el plan grandioso
de unión de los pueblos americanos y asistió al Congreso de Panamá
en 1826, provocado por el Libertador el cual profétieamente se anti·
cipó a la política que hoy se practica de inteligencia y atrac.;:Íón recíproca entre las naciones, para resguardo de la paz, única fuente de
progreso y de felicidad, y para defensa de los altos intereses de la
humanidad.
¡Loor eterno a Bolívar!
Cleto Gonz.ález Víquez.
·_~"'-'''-'-'-'"-'''-"-''--'-"------'--'._'''''-'J
I
i
Ultima Proclama del Libertador
!
ColombÙJDos!
=
Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la
libertad. donde reinaba antes la tiranía. He trabajado
con desinterés. abandonando
mi' fortuna:· y aun mi
tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí
que desconfiabais de mi desprendimiento.
Mis enemigos
abuso ron de vuestra çredulidad. y hollaron lo que me
es más 5agrodo: mi reputación y mi amor a lo libertad.
He sido sido víctima de mis p~resguidores. y me han
conducido a las puertas del sepulcrô. Yo los perdono ...
Al desaparecer
de en medio de vosotrós. mi cariño
me dice que debo haceros la manife~tación de mis
últimos deseos.· No aspiro Il otra gloria que a la
consolidación de Colombie. Todos debéis trabajllr por
el bien inestimable de la unión: los pueblos. obedeciendo
al actual Gobierno. para librarse de )a onarquía; los
ministros del santuario,' dirigiendo sus oraciones al
cielo; y los militares empleando la espada en defender
las garantias sociales.
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I
Colombianos!
Mis últimos votos son por la felicidad de la Patria.
Si mi muerte contribuye para que c"c:sen los partidos.
y se consolide la unión,' yo bajaré tranquilo al sepulcro.
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Simón Bolí..,àr
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Sllnta Marta.
10 de diciembre
de 1830.
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Dccreto
ô\Z1 Poôer
Ejecutivo
por el cual se ordena la conmemoración del rentenario
de la CT1uertlZdel Libertador
No.30
EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA
Considerando:
Que una ley de la República declaró fiesta nacional el día del
aniversario del natalicio de Simón Bolívar; que la misma razón de
ejemplaridad debe invocarse para asociarse a la solemne conmemoración que preparan los Gobiernos y pueblos de la América Española
el día en que sc cumple el primer centenario de la muerte del Libertador, al pregonar la gloria del héroe de la emancipación wdamericana
y del paladín de las instituciones republicanas;
Por tanto,
DECRETA:
Artículo 1"-En las primeras horas del diez y siete del mes en
curso se ejecutarán salvas de artillería en la misma forma que se
acostumbra el 15 de setiembre. Durante el mismo día estará enarbolado en todos los edificios públicos el pabellón nacional. Se ordena
dar asueto a los empleados públicos dependie!ltes del Poder Ejecutivo
durante las horas de la mañana del referido 17 de diciembre, fecha
del centenario.
Artículo 2"-& invitará al Congreso Constitucional:. a la Corte
Suprema de Justicia, al Cuerpo Diplomático y al Consular para que
asistan en unión de los altos funcionarios del Poder Ejecutivo al homenaje solemne que organizado por la Sociedad Bolivariana, se efectuará al pie del monumento del Libertador, que está erigido en el
Parque Bolívar de e.sta capital, a las diez de la mañana del citado
17 de diciembre en curso.
Artículo 3'-El Secretario de Estado en el Despacho de Relaciones Exteriores queda encargado de ejecutar el presente decreto.
Dado en la Casa PresidenciaL-San José, a los once días del
mes de diciembre de mil novecientos treinta.
Cleto González Víquez
El Secretorio de Es((.do en el
Despocho de Gobernoción.
Juan. Rafael Arias.
7
Patriótica
y sentiàa
moción àlZl Diputaào
àon 1uan Rafael
en el seno àlZ la rómra
CONGRESO
Pérez
àe Representantes
CONSTITUCIONAL
N'i 76.-Sesión extraordinaria celebrada por el Congreso Constitucional a las quince horas del diez y siete de diciembre de mil novecientos treinta. Asistieron los señores Diputados Rohrmoser, Pœsidente; Villalobos don Asdrúbal y Baltodano, Secretarios; Bedoya,
Bolaños, Calderón, Carrillo,' Cordero, Coto" Chacón, Chaverri,
Echandi, Esquivel, Herrera, Iglesias, Jiménez Ortiz, Mendoza, Meneses, Padilla, Peralta don José Manuel, Rodríguez, Ross, Saborío
don José, Sancho, Solano, Solera, Solís, Sorela, Urbina, Valeno:
Villalobos don Víctor, Castro Béeche, Figueroa, Meckbell, Mora,
Peralta don J osé María, Pérez y Volio.
Artículo 1
Q
Previa su lectura, ¡ue aprobada el acta de la sesión anterior .
. Artículo 2
Q
El Diputado Pérez dijo:
Señores Diputados:
La América conmemora hoy el centenario de la muerte del más
grande y luminoso de sus hijos; porque El nació de la entraña de
esta América, como un sol de fuego, iluminando con resplandores
de auroras inmortales los caminos a seguir para encontrar nuestra
grandeza, pues a la par que rompió las cadenas que nos ataban a un
pasado de vasallaje, nos indicó la manera cómo podríamos conservar
nuestra independencia; aconsejando la .wúón de los pueblos indohispanos, como un medio de rer fuertes, grandes y respetados; y pOt
ese ideal vamos cuando nos unimos todos en este día, para elevar nues·
tros pensamientos hacia el padre espiritual de América.
Es la hora de decir: que mientras las repúblicas latinoamerica.
8
nas, al igual que las vestales de los viejos templos, tengan viva yeons;¡gren la memoria de Bolívar, nuestras soberanías de pueblos libres,
serán un heoho incontrovertible, ya que Bolívar simboliza en sí, el
(spíritu libertario de la raza y por nuestra raza hablará su espíritu,
por lo que debemos vivir la religión de nuestros derechos, evocando
la memoria del Héroe de Carabolo y de Junín, consagrando al grande Hombre por sus múltiples virtudes, como el Santo que se evoca al
rezar el credo de nuestras redenciones cívicas.
Por 10 que hago moción para que la Cámara se ponga un minuto de pie, a fin de que en este minuto al pensar devotamente en el
Héroe y Mártir de nuestra independencia, pensemos también en la
grandeza y digrjficación de nuestros pueblos.
La moción con que terminan las palabras anteriores del señor
Pérez fue aprobada por unanimidad de votos, y, puestos de pie los
señores Diputados, el Congreso
guardó un minuto de silencio en
homenaje a la memoria del Libertador Simón Bolívar.
9
Actuación
ôe la Socieôaô
BoliuarianQ
ôe. Costa Rica
5e convoca a un grupo ae [abolieras
San José, 6 de Noviembre de 1930.
Muy señor m\Q:
En vista de· la proximidad del Centenario de la muerte del Gran
Libertador Simón Bolívar, genio múltiple a cuyos empeños, alto patriotismo y tenacidad, lograron estos pueblos de la América Hispana
su independencia, y a cuya vis~ón de estadista supo establecer la más
sólida .democracia y echar los cimientos de un nuevo Derecho Constitucional, fortalecido con los más nobles y generosos ideales de confraternidad continental, y comprendiendo que esta memorable fecha
que se avecina ha de ser motivo como ninguno otro para que estos
países venidos a la vida republicana por el brillante esfuerzo de aquel
pàdre de la Libertad, tributen a su memoria el más férvido y cumplido homenaje de su veneración, reconocimiento y amor, creemos
110 ha de ser Costa Rica la única nación hispanoamericana que se
abstenga de satisfacer esta sagrada deuda que le imponen su condición de país libre, hijo también del ideal libertador del Caudillo;
pues, que, esta familia centroamericana logró su absoluta soberanía
como inmediata consecuencia de las victorias que aquél ganaba en
t"se mismo año de 1821 en los campos del Sur, a más de muchas otras
consideraciones de solidaridad racial, internacional, de amistad y con£raternidad comunes, nosotros, muy respetuosamente nos permitimos
invitar a usted para que concurra a una reunión de carácter cíwico.
que algunos fervorosos admiradores del Libertador, hemos preparado
a fin de constituir la Sociedad BoHvariana de Costa Rica, cuyas
nobles tareas tendrán principio con el patrocinio de los actos y solemnes conmemoraciones que nuestra patria tributará al Libertador con
motivo del primer centenario de su muerte, que se-cumplirá el 17 de
diciembre venidero.
Con la finne conviœión de que 106 mismos sentimientos
alientan a us.tOOa este respecto y de .que no nos negará su
válioso concurso para el mejor éxito de nuestros propósitos, le rOl,>amas su asistencia a esta reunión que tendrá lugar en uno de los
salones del Teatro Nacional, el domingo 9 del que corre a las 3 p. m.
De usted muy atentos servidores,
Octavio Castro Saborío.
GamaLiel Noriega.
Camilo Cruz Santos.
Joaquín Vargas Coto.
ALejandro Aguilar Machado.
10
Acta de Fundarión
de la 50rledaO Bolluariana
Oe t'osta Rira
En la ciudad de San José, a las cuatro de la tarde del día nueve
de Noviembre de 1930, en los salones del Teatro Nacional, previa
invitación que un grupo de caballeros les hiciera para la fundación
de la Sociedad Bolivariana de Costa Rica, encargada de preparar el
homenaje al Libertador con motivo del primer centenario de su
muerte, el 17 de Diciembre de 1930, se rew1Íeron los caballeros siguientes: Salomón de la Selva, Alejadro Alvarado Quirós, A. Ortega
Díaz, Alejandro Aguilar Machado, Roberto Brenes Díaz Granados,
Francisco de la EsprieUa, Francisco Faerron, Pe<lro Manuel Revollo y
Samper, Vicente Castro Cervantes, Octavio Castro Saborío, José J.
Vargas Coto, y Camilo Cruz Santos; excusándose por diversos motivos los caballeros siguientes: Presbo. don Víctor Manuel Sanabria,
Gamaliel Noriega, José Figuer del Valle, Eladio Prado, O~sar Nieto,
y Matías Gámez.
El presideñte provisional, don Octavio Castro Saborío, propuso
proceder sin demora al nombramiento de la Junta Directiva definitiva de la Sociedad Bolivariana de Costa Rica, que debe incluir los
cargos de Presidente, Vice-presidente, Tesorero, Secretario y Vocales.
Verificada la votación y hecho el escrutinio, resultaron electos
para dichos cargos los señores siguientes¡
Para Presidente, don Octavio Castro Saborío, para vice-presidente, don Alejandro Aguilar Machado, para Tesorero, don Roberto
Brenes Díaz Granadas, para Secretario, don Camilo Cruz Santos, y
para vocales, los demás señores concurrentes a este acto de instalación.
Posesionada la nueva Junta Directiva, procedió al nombramiento
de las diversas comisiones encargadas de la preparación de los actos
conmemorativos del centenario.
En fe de lo cual firman los suscritos miembros de la Junta Directiva de la Sociedad Bolivariana de Costa Rica y demás miembros asis~
tentes.
Octayio
Camilo Cruz Santos.
Castro Saborío,
Secretario.
Presidente.
Salomón de la SelvJt, Alejandro Alvarado Quirós, A. Ortega
Díaz, Alejandro Aguilar Machado, Roberto Brenes Díaz Granados,
Francisco de la Espriella, Francisco Faerron, Pedro Manuel Revolto
Samper, Vicente Castro Cervantes, Joaquín Vargas Coto.
II
tlolf~ar de Tenerani, cuya reproducción fue obsequiada a la República de
<osta Rica, el17 de Diciembre de 1930, por el (oronel ~enezolano ftafael
Ernesto Perez Luna en recuerdo de la fecha centenaria.
12
Programa
con que la
conmemoró
àe
105
50cieàaà
Boliuc riana
el primer
centenario
àel Libertaàor
1
MARTES
actos
àe losta
Rica
àe la muerte
16 DE DICIEMBRE
A las 8 p. m.
Tendrá lugar en el Parque Central la gran retreta. de gala en
memoria del Héroe de América, iniciándose el concierto cm el Himno
Nacional de Costa Rica y los Himnos Nacionales de los países bolivarianos y a :ontinuación el programa respectivo, que comprende
I11úsicade los más ilustres maestros.
MIERCOLES
17 DE DICIEMBRE
A las 5 a. m.
Se disparará una salva de 21 cañonazos desde el fuerte del
Buena Vista.
A las 6 a. m.
Será izado el Pabellón Nacional eon los honores de ordenanza
en todas las guarniciones de la República.
A las 8 a. m.
En la Plaza de Artillería se organizará la Gran Parada Militar
que hará los honores al Monumento de Bolívar, y que ma.rchará a la
cabeza del Desfile Cívico, portando las banderas de Costa Rica, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y ~anamá.
A las 9 a. m.
Partiendo del Parque Central se pondrá en marcha la Gran
Procesión Cívica en la que irán representaciones de todas las corpoJ:)
raciones, facultades, centros, clubs, asociaciones y colonias de los
países bolivarianos, portando sus respectivas banderas.
A las 10 a. m.
En el Parque Bolívar de esta ciudad tendrá lugar -el solemne
homenaje al Libertador al pie del Monumento que perpetúa su me·
moria y en el cual harán uso· de la palabra el Excmo. señor Ministro
del Perú, Doctor don Enrique Castro Oyanguren en representación
de los países bolivarianos, y don Octavio Castro Saborío en nombre
de la Secretaría de Segucidad Pública y de la Sociedad Boli'Variana
Je Costa Rica, luego de habttse ejecutado por la Banda Militar los
Himnos NaciQnales de las repúblicas creadas por el Genie del Liber·
tador.
Acto continuo los abanderados saludarán el bronce y el ejército
desfilará en columna de honor frente al Monumento, los Supremos
Poderes, Cuerpo Diplomático, Altas Representaciones y demás auto·
ridades.
Se ha designado como punto de reunión para los señores miembros de los Supremos ·Poderes, del Cuerpo Diplomático y Cuerpo
Consular, la Casa Amarilla a las 9.30 a. m.
A la 1 p. mo
Hora precisa en que murió en San Pedro Alejandrino el Liber.tador, el 17 de diciembre de 1830, será disparada una salva de' 1 i
cañonazos en memoria de tan luctuoso acontecimiento que será sufi·
ciente para que la ciudad gu:m:le un minuto de silencio, evocando
la grandeza augusta de aquel instante.
A las 9 p. m.
Tendrá lugar en el Teatro Nacional la Solemne Velada en
memoria de Bolívar y en la que harán uso de la palabra el señor ex·
Presidente de la República don Julio Acosta García y don Camilo
Cruz Santos, desarrollándose a continuación el más selecto programa
que terminará con el coro de la Marcha Fúnebre de Chopin en el cual
participarán 150 distinguidas señoritas de esta ciudad.
En el Parque Bolívar
Discurso
Clel Excmo,
en
5r.
minIstro
representación
hemenale
tributado
óe
Clel Perú,
las
el
Paises
H~roe,
en
Dr.
Clon Enrique
rastro
Bolivarlanos
con
motivo
la fecha
Clel centenaria
Oy.nglJren,
Clel solemne
Cle su
muerte
Excmo. señor Presidente,
Señores:
InviUldo a tomar la palabra en esta ceremonia conmemorativa
de la muerte del Libertador, como repr~entante diplomático dd Perú,
uno de los países que forman la constelación bolivariana en América,
bien comprenderéis gue: mi intervención en este homenaje, si muy
honrosa para el que tiene la complacencia de dirigirse a tan selecto
auditorio, era, hasta cierto pillltO, inexcusable.
Fue en el Perú, señores, donde la figura de Bolívar asumió proporciones verdaderamente
continentales. De héroe nacional, aunque
nimbado con la gloria de Carabobo y Boyacá; se tornó en el héroe
americano por excelencia, en el Hombre de la Revolución. Fue en mi
Patria donde se diá el último y definitivo asalto al régimen colonial,
y fue en los campos de Junín y de Ayacucho, obra de Bolívar, concreción de su genio militar y de su genio político, donde se o;)eró esa
maravillosa conjunción de todas las fuerzas libertadoras,' que han de
engendrar en su día la solidaridad moral de todos los pueblos españoles de América.
Porque ese sentimiento de la cooperación y de la asistencia recíproca de todas las naciones de nuestra raza fue el gran ensueño, la
máxima aspiración y el concepto genial del Libertador. Por haber10
"isto y contempladu en toda su diafanidad y pureza, por haber puesto
los primeros sillares de la magnífica construcción, por haberse adelantado a su siglo, concibiendo y poniendo por obra lo que hoy se
trata de implantar en el mundo, distínguese Bolívar de los demás
caudillos de la epopeya revolucionaria y a todos los señorea y aventaja. Era Presidente del Perú en 1826, proclama su hermoso proyecto
de Liga y confederación perpétua, que se traduce en el Congreso de
Panamá, donde habían de discutirse y resolverse en paz todos los
15
problemas e~teriores del continente. Es clecir,.que allí, rutce C~J1 años,
se prefigura el grandioso pensamiento de Wilson con su Sociedad de
las Naciones, y se anùncian los tribunales de justicia internacional y
los modernos pactos de seguridad y arbitraje, que hoy constituyen la
trágica inquietud de los estadistas de Europa. Es que en su cerebro,
forjado para los grandes pensamientos, no cabían las· mezqui.ndades
ni los particularismos. Lejos de su ánimo la envidia, el rencor, la vil
adulación al dinero. Toma lo que es suyo, y desdeña 10 que no le
pertenece. No quiere galardonarse con los laureles de Sucre, su amigo
dilecto y leal, y le atribuye a él sólo la glOtia inmarcesible ck~Aya.
cucho.
No incurramos, sin embargo, en et fetichismo de los grandes
hombres. Ha transcurrido ya el tiempo necesario para haeer un exa·
men y catalogación de valores. Y la historia ha pronunciado su sen·
tencia, que coloca el nombre de Bolívar como el primero y más egre·
gio de los nacidos en América. Pero entendámonos: Bolívar fiO fue
infalible ni impecable. Porque entonces habría sido, hablando en
términos escolásticos, UN ENTE DE RAZON. y fue algo más
que eso: Fue un hombre, con sús amores y sus odios, con sus def¡·
cienciàs y sus yerros, con sus entusiasmos y extravíos, y por eso pre·
cisamente le comprendemos mejor, y por eso le amamos con toda
nuestra alma, y.le sobreponemos y entronizamos como el héroe repre·
sentativo de nuestra raza.
Bolívar es uno a· modo de caballero aventurero, enamorado de
su Dulcinea, que es la libertad, y poseído de la romántica ilusión
de combatir en nuestra América el despotismo y la anarquía .. Esos
fueron los dos mónstruos, los dos gigantes, a los que se propuso em·
bes~r con toda la fuerza de su brazo omnipotente.
Produjtt otros hombres la revolución, que considerados en sí
mismos, acaso le sobrepujan en ciertos aspectos y modalidades. Páez,
el mulato invencible de las Queseras del Medio, le excedía en atrevi·
miento y en arrojo, y Santander en el sroti.do deta organ.iza.ción, y
Sucre le aventajaba en calma, en prudencia y serenidad, y San Martíl'l fue un hombre de virtudes superiores y un estratega más científico, más minucioso y calcula~or. ¿Pero quién tenía, de entre toda
esa legión de héroes, quién tenía, decidrne, ese cúmulo de fa.èultades
gepiales, esa chispa divina de la intuición, esa inteligencia poderosa
y clarividente, esa voluntad indomable que le hacía, en concepto de
su rival Morillo, MAS PELIGRO VENCIDO QUE VENCEDOR,
esa pasión frenética y avasalladora, sin la cual, como dice Hegel, no
se hace nada importante en eJ mundo, esa elegancia espiritual, ese
desdén de gran señor por toda ruindad y bajeza, ese criterio flexible
16
y oportunista
del hombre de Estado, que se ve y se palpa en sus documentos, en su vida y en sus obras?
Nos hallamos en el mes de diciembre de 1830. Hace hoy un siglo
que se realizó en una playa oscura de Colombia el ocaso del Libertador_ El joven aristócrata de Caracas, el que derrochaba alegre y
confiado sus millones y sus energías en los sitios fastuosos de Madrid
y París, el que recordaba a Alcibíades por su frivolidad y exœpticismo, se había transformado,
él impulsos
del ideal, en el hombre más
portentoso de la revolución americana. El amor y la gloria le han
tejido una corona imperecedera. Es el fundador de cinco repúblicas
ante quien se ha postrado de hinojos toda la América. Pudo empulÍar el cetro imperial que le ofrecían sus teni.entes, y despreciÓ la púrpura para ostentar el títulô que más le enorgullecía, el del Libertador. Ha conocido todos los honores y todas las magnificencias. El
placer sibarítico, sabiamente admipistrado, la ambición de mando, la
embriaguez de la victoria, la contradicción de la vida pública, han
ido plasmando ese caráctn de hierro que se trasluce en la mirada
refulgente, esa mirada que decretó ia victoria de Carabobo y de
Junín. Le han rendido pleitesía los hombres más egregios de Iodas las
razas y de todas las latitudes, desde Humboldt
hasta San Mart~n,
desde Benjamín Constant hasta Lafayette. Ha sido Presidente de la
Gran Colombia y Dictadar del Perú. Pero hoy-estamos
en 1830su faz, lívida y ennegrecida, ostenta las huellas del abatimiento y
del dolor. Una honda, una incurable melancolía anubla sus ojos;
su cuerpo magro, esquelético, no vibra eon las ágiles y nerviosas sacudidas que electrizaban a las huestes triunfadoras. Una tos persistente
mina y corroe su agostado organismó. De cuando en cuando prorrumpe en quejas y ayes lastimeros. ¿Qué le pasa al Libertador de América, al hombre extraordinario
que, según la justísima frase de lUl
gran historiador, "había renovado en sus campañas los portentos de
la conquista española"? Calumniado, execrado, maldecido, sintió en
esta hora suprema la áspera mordedura de la incomprensión de los
suyos, del abandono de sus más fieles amigos, de la deslealtad de
sus parciales y admiradores.
¿Qué gran crimen ha cometido este hombre para quien parecen
hoy pocas todas las invectivas? Comprender antes que los demás que
con lUla masa social, compuesta de un conglomerado de razas heterogéneas y en su mayoría analfabetas, era una demencia instaurar la
plena y auténtica democracia con que él soñaba. Por eso rectificó su
ideario y propugnó la ;>residencia vitalicia y trazó toda la arquitectura política de su Constitución Bolivariana, basada en un sistema
estrictamente conservador. Pero no fue--entiéndase
bien--el sensua.
17
Ilmo. Rmo. Sr. Dr. José Maria Este\'es
Ot>lspo de Santa Marta quien administró los últimos Sacramentos al
Lit>ertador en San redro /llejandrino. el tO de Olclemt>re de 1830.
18
lismo del poder, no fue la vulgar ambición lo que le impulsó a variar
de rumbo, sino la necesidad heroica de salvar a estos pueblos de los
horrores de la anarquía.
Acusado de traición a la causa de la RepÚblica, tuvo el grande
hombre que huír como un malhechor, tuvo que escapar al puñal de
los asesinos, y cuando nada le faltaba para su gloria, ni siquiera la
persecución y la ingratitud de los viles, se refugió en Santa Marta, y
pidió albergue a un español, bueno e hidalgo como el más típico
ejemplar de la raza donde se escribió el QUIJOTE,
y ese español,
que se llamaba don Joaquín Mier, le abrió los brazos y las puertas
de su quinta de San Pedra Alejandrino.
Una mañana del me,: de diciembre se presenta en la hospitalaria
mansión un respetable saœrdote. Viste con pulcritud y elegancia los
hábitos episcopales. Todos reconocen al prelado de la Diócesis, el
Ilustrísimo Monseñor Estévez. Los generales que acompañan al Libertador le conducen reverentes al hecho del moribundo, quien se
apercibe a manten~r con el obispo un dulce y transcendente coloquio.
y allí, en esa pobre y destartalada vivienda, se entabla un diálogo
solemne entre el Obispo y el héroe, diálogo que no se parece a ninguno de los que ha mantenido antes de ahora el Libertador. Hablan
de cosas espirituales, discurren sobre la eternidad,
recuerdan antigiios hechos de armas, y de cuando en cuando proyécrase en la estancia la sombra fugitiva de alguna bella pecadora.
El Obispo son·
ríe con mansedumbre evangélica, porque lo ha comprendido y lo ha
perdonado todo. Inclina el prócer la gloriosa frente, y deposita en el
regazo del anciano su humilde confesión. Bien. Ya está en paz con
su conciencia, ya e-.stá solo frente a la inmensidad, y allí, de cara al
mar, amargo y profundo como el espíritu del héroe, con los ojos quebrados casi por la muerte y su cuerpo otenaceado por el dolor, exhaló
un día como hoy el Último aliento, después de proounciar estas sublimes palabras: "A mis perseguidores, que me han conducido a las
puertas del sepulcro, yo los perdono".
Señores: hoy se conmemora en el mundo entero el tránsito de
Simón Bolívar a :as regiones de la inmortalidad. En todos los pueblos y en toda las lenguas del mundo civilizado se rinde en estos momentos homenaje a su memoria. Costa Rica, que es un modelo de
democracias, donde se ofrenda el culto más fervoroso a la libertad,
no podía menos de asociarse a esta fúnebre recordación. Aquí están
sus poderes .públicos, aquí están sus hombres más ilustres, aquí está
su bandera, ante la que me indino reverente. Yo le agradezco a Costa
Rica, en nombre de los países bolivarianos, la pompa con qu-e ha que"_
rido revestir esta solemnidad, porque la obra del guerrero insigne no
19
se cincunscribe a los pueblos que por él áIcanzaronsu indepe1'ldencla,.
sino antes bien aèarca a todas las naciones.del continente. y de la raza
y excede en magn~tud a cuanto aquí se ha consumado. A él Y sólo a
él se pueden aplicar con justicia las magníficas palabras, dignas de
esculpirse en bronce, con que se dirigió al propio Bolívar en 1825 un
compatriota mío, un humilde cura de aldea, ~l indio Choquehuanca:
"Señor, nada 'de lo que se ha hecho atrás se parece a lo que habéis
hecho, y para que alguien pueda imitaras es preciso que haya W1
m:.lado !:'!.:lj Cluelibertar
Habéis creado tres repúblicas, que en el
desarrollo a que están llamadas, elevarán vuestra estatua hasta donde ninguna ha llegado, y con el tiempo crecerá vuestro nombre y
vuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina".
Discurso
Pronunciado
o nombr"
por
el Camandant"
de lo Serretaría
Bollvorlana
Parque
Señor Presidente
de
Costa
Boliuor,
d"
Rira.
mayor.
don
Seguridad
en
el
en lo mañana
Odavlo
Públira
solemn"
del 17
ado
Costra
Saborlo.
y de la Sociedad
efertuado
en
el
de Oiclembr"
de la República.
Señores;
Dice Juan Montalvo, allá en uno de sus soberanos períodos de
elocuencia y de sabiduría, que brotan como aguas purísimas de renovación del libro de sus "Siete Tratados", y cuando nos habla del
Genio, que, "como no sea la de Olmedo, cualquiera voz será desentonada para cantar los hechos de la guerra de la libertad, y trémula
c;.¡alquiera mano para rasguearlos según pide su grandeza", porque,
"en las pinceladas sublimes de aquel bardo descuellan con toda pu·
janza las virtudes del mayor de los héroes del Nuevo Mundo". Pero
señores, a despecho del sabio y prudente consejo del solitario de
I piales aquí venimos ~osotros, con el alma plena de emoción, con el
pensamiento fatigado y falto de fuerzas, que nunca ha tenido, a
desgranar como sencillos pétalos de amapolas la pobre ofrenda de
nuestra devoción y de nuestro culto para el Héroe de América en
esta hora solemne y grave, en la cual la voz del tiempo, anuncia el
principio de una nueva centúria desde aquella desolada y triste maiiana del 17 de diciembre de 1830, en que este varón, y este paladín
agregio de la democracia rindió su portrer aliento, allá, cerca de los
mares atlánticos, a la sombra de los solitarios tamarindos de Santa
Marta,
refugiado
al dulce alero de aquel satuario
de hidalguía, que no otra cosa fué el noble y gentil asilo, que en su
propia casa hubo de ofrecerle a este peregrino de la gloria y del dolor,
don Joaquín Mier, en su romántica heredad de San Pedro AleJancitino, que desde aquella fecha transformó sus viejas pátínas de oru·
gas y musgos, indiferentes a los años y al paso de los tiempos en resplandores, en grimpolas y en destellos sublimes de aquel genio, que
en este solariego sitio, junto a sus silenciosos muros, a su quietud patriarcal y a sus señoriales arcadas, propias de viejas casas conventua·
Yes, reclinó para siempre su augusta cabeza: cabeza de César, cabeza
21
de Hércules, cabeza de Titán, que Cecilio Acosta llamó tan propiamente de milagros y de prodigios, porque todos, todos los milagros
se crearon allí, porque todos los prodigios nacieron dentro de sus œldillas, que más parecieron nidos de águilas, fuente de estrellas, mágico enjambre de astros esplendorosos y ·únkos que habían de sobrecoger, no solo a su edad heroica y brava, sino que, como una leyenda,
había de pasar de edad en edad para ejemplo y admiración de tcxl03
los pueblos; porque el recuerdo de Bolívar vivirá fresco como los cla·
veles que revientan en mayo, hasta tanto la humanidad no haya per·
dido por el estrago de sus vicios, el cabal concepto de la virtud, del
valor y de la libertad.
Qué, entonces serán mis pobres palabras, en esta hora que hace
vibrar su dolor en todas las torres de la tierra, como una intensa ola de
tristeza, que inunda y llena de su sombra todos los corazones, todas las
almas y todos los espíritus, que corren, que vuelan, como en loco
afán de tragedia a rondar como en vela solemne ese sereno y dulce
asilo que don Joaquín Miel' ofreció al Libertador, para que allí, a la
quieta paz de sus melancólicos bosques y de su lwnbre llena de amor
y de sentido afecto, apagara sus fanales este varón extraordinario,
que ~nas han sabido cantar con justicia y alto sentido de comprenÛón filosófica y estética, el egregio bard~ de la Oda a la Batalla de
Junín y el maestro insigne de la juventud de América, José Enrique
Rodó, en su.genial sennón lírico: apología excelsa de la vida del
Héroe, exégesis suprema de su trascendencia en el de!itino moral y
político de los pueblos del Continente.
Qué, entonces os dirá mi modesta palabra, a la que alienta tan
solo una" ¡'ntensa devoción y un sentido afecto, que han sido suficien. tes para que la Secretaría de Seguridad Pública y mis dh;tinguidos
çOlllpañeros de la "Sociedad Bolivariana de Costa Rica", me hayan
-dado su letXesentación para este ácto sokmne y revestido de
_toda pompa y hermosura y deeir en su nombre nuestro sencillo elogio
a Bolívar; pues, que. han deseado que su pa1ahrade respeto encuentre
eco en medio de eSotehomenaje de sdnoridades épicas, en tomo- de
es~ bronce que siempre nos recordará la heráldica figura del Libertador, y plantado aquí,. al amparo y arrullo de estos lalzreles que le
exornan perpétuamente COf11() W1 tributo de la patria, cuan<io eleeo
-lejanQ _~ los cañones de Ayacucho cumplieron un siglo de habee tro·
'~:rtadopor última vez en lucha abierta y ~rada
contra la tiranía y
el Sojuzgamiento extranjeros, en aquel como desbo«-de de banderas y de
colores, en aquel como loco vendaba! en que cabalgó la Fama para .
llegar a este campo de inmortales recuerdos y pregonar por el ronco
bramido de sus morreros, que conswnían las últimas mechas, que la
22
América Hispana era libre, por el brazo, por la espada y por el genio
de Bolívar; de Bolivar, que ilwninó el alma pura y diáfana del
Mariscal Sucre, que impiró el soberano apóstrofe con que Córdova
diá alientos de delirio a sus bravos batallones, hasta dominar :.a cumbre del Cóndor Cunca, que había de ser inmortal como el nombre del
Caudillo que flagelo con su tizona asoladora su testa de piedra y de
rocas milenarias, como en un duelo singular y bárbaro, del que apenas
hay símil, allá en los lejanos días de Pompeyo, que se derrumbó en
Farsalía, tal como cayeron en este campo los virreyes de la España
de la conquista y de la dominación, frente a las legiones libertadoras
de Bolívar, comandadas por el gallardo General Sucre y desplegadas
rn órden de victoria, en esa majestuosa pampa de Ayacucho, que fué
desde esta memorable mañana del 9 de diciembre de 1824, el asiento
inconmovible de la libertad del Nuevo Mundo; porque, al :,:edoble
fragoroso de sus tambores y al épico cantar de sus clarines v estri·
dente crujir de sus lanzas, despertaron de sus nidos las viejas águilas
de! Anahuac y del Inca para desplegar sus alas como banderas pro·
tectoras en la inmensidad del cielo de América, que se llenó de luz
como en las horas bíblicas de la Anunciación.
Pero señores: Por mucho que esta hora y este día sean de luctuosas y muy sentidas conmemoraciones; por mucho que este instante
de apoteosis lleve en su seno un lampo de dolor y de infinita tristeza, cuando revive en nosotros el drama hwnilde de San Pedro Ale·
Jrtndrino, no es momento de llorar, no; no es momento oportuno de
musitar elegías cadenciosas y lúgubres como los Trenas del Profeta
y las desgarrador as lamentaciones de ] ob, que lloraron en su lago
de amarguras sus propias defecciones y sus propias miserias, hijas de
este corrupto barro de que estamos formados. Pero en esta hora, no;
porque la muerte tuvo aquí otro más grande y más hermoso sentido:
fué una ascensión gloriosa a las regiones de la eternidad,
fué un
tránsito a la dulce plenitud de las almas; fué una mutación hacia
los vergeles eternos, sombreados por la suave y olímpica
fragancia
de aquel bosque de laureles en donde sólo penetra el espíritu de los
hér~,
de <K}ucllos que supieron hacer de sus vidas admirables, fraguas de virtud, de ideales y de abnegaciones.
y quién señores, colmó las ánforas de la gracia con más delicado néctar y con vino de mejor calidad que este varón; raro varón
de leyenda, de romance y de epopeya? Nadie!!!. ..
Los siglos pasados apenas nos muestran en sus páginas el desen.
freno, el odio, el rencor, la venganza, como negras orugas mordiendo
las en.trañas de soldados traidores, de tribu nos corrompidos, de poetas
adulones y faltos de carácter, de políticos rastreros, de reyes y de
23
c!hlperadores cinbrut:ecidos·por la ,pasión y el hartazgo de sus concupiscencias; de capitanes afortunados, que más sembraron el terror y
la miseria como ciclón de ruinas para satisfacer sus necias vanidades,
sus orgullos y ambiciones y sojuzgar un mundo para dado en patrimonio a sus secuaces, a sus cómplices en la infernal orgía de sus coronas, de sus tronos y de sus cetros reales, que aquel tropel apocalíptico arrebató de unas testas para clavárselas'-en la suya propia, como
en un festín de ebrios que hicieron de la vieja bandera de la república, or,lada de mirtos y de lauros, no la insignia de sus propósitos
nobles, sino el triste gonfalón de la rapiña y de la conquista.
•
Pero el ideal, la grandeza de espíritu, la divina inspiración del
genio, de la virtud y de la belleza, de la poesía como suprema y
última forma de ese hálito de Dios, que vibra dentro del pecho de los
elegidos de la gloria como númen creador de lo sublime y eterno,
no; no señores ... ese aspecto extraordinario del hombre poI;eído y
:orrebatado de la hermosura de un ideal superior digno de los dioses,
sólo lo podemos contemplar en la figura apolínea y enhiesta de Bolí.
var, que resumió dentro de su eersonaJidad múLtiple, cíclopea y deslumbradora todos los más ilustres atributos del genio, del hél'oe, del
héroe tal como lo roticibe la ideología de Carlyle, la crítica de Taine,
la serena y mansa meditación del maestro Rodó.
En él palpitaron las más hondas concepciones de la filosofía
política, las más complejas emociones del amor y de la belleza moral,
las más fulgurantes manifestaciones de Ia gloria; las más profundas
y amargas exaltaciones del dolor y de la tristeza; y este raro fenómeno ~ opera en la psiquis del Libertador, porque supo unir, en diáfana y cristalina fraternidad de idea1es, esa cuádruple corona que no
acertarán a romper todos los siglos, porque es eterna como Dios: la
del genio como guerrero,. como estadiSta, cotllOpoeta y como apóstol, y cuando decimos apóstol signjficamos también su horrible martirio, su dolor infinito, su tremen.a y è&pantosa lucha contra todos
los abismos del odio, de la envidia, del despecho y de todas las
\ catá$trofes morales del hombre con,tra el hómbre superior, que crea,
que inspira y que triunfa sobre todas las tempestades, y que formaron de este primer ciudadano deAm~ica, el Varón Inmaculado de
que nos habla el uruguayo insigne, el . Héroe Apolíneo' que canta
Montalvo y el tÏipo perfecto de la historia que nos legara Plutarco.
Bella, intensa y extraordinaria vida esta de Bolívar, que coos-,
truyó coo el pensamiento y purificó con el corazón, trazando en cada
uno de sus caldeados aspectos y ascendentes etapas un poema jocundo de valor, de carácter yde fé;' un canto de ~muras, de constai1cia y
de sacrifiCios tin límites; un poema de hidalgas renunciaciones y de
o
o
24
bravas aposturas de gallardo y gentil caballero, enamorado ciego de
su patria, de su bandera y de su gloria, que fué su dulce y más amada
presea hasta el postrer instante de su vida.
Bien estuvo en sus manos la egregia tizona de guarniciones de
bronce, plata y oro que heredara de su remotísimo ascendiente de
Vivar, aquel tremendo y encasquetado caballero que se llamó don
Ruy Díaz, el Campeador.
Espada insigne y milagrosa, que hizo en las manos del hijo de
América, en este caraqueño inmortal; postrer retoño de la infam:ona
casa de los Bolívares y Palacios, de Santiago de León, de limpia y
ilnajuda estirpe castellana, de la que recibiera los definidos !ineamientos de su carácter y de su alma compleja, el prodigio asombrol;o y
extraño, fruto de su exaltación republicana, de mal11tener durante 20
años, en zozobra y en inquietud
espectante el sueño de la España
conquistadora,
como Aníbal el de Roma, cuando entraron en sus
legiones los aceros de Toledo, flexibles como una sierpe y recios como
una daga.
Y, es así como este hombre tallado en un pedazo de la pura
roca cantábrica: audaz, tremendo, implacable, apasionado, románti.
co y místico también; que ama hasta el delirio la gloria, la fama, el
renombre, lo trágico, lo heroico, lo bello y lo sublime, en todo el es·
plendente marco de sus formas, se constituye .por su sola voluntad y
su acción resuelta en el Soldado de la Revolución; porque encarnó
su alma, representó sus ideales, sintetizó todos sus anhelos, y desde la
aciaga hora del fracaso misterioso e inexplicable del Generalísimo
Miranda, en la Victoria, se transformó en su brazo, en su nervio y
en su espíritu rebelde; espíritu selecto, espíritu infusible de donde
había de brotar al conjuro de una fe, recia, como los peñones de
Vizcaya y de un alto y vibrante patriotismo, la figura esplendorosa
del Héroe, y más que la del Héroe, digno del canto de Píndaro,
ia del Libertador, digna del elogio de Dios. Y es así también como,
el imperativo del deber y lo apremiante de las luchas, en un mom~nto
que se consideró decisivo, le enseñaron el arte, la ciencia, los secretos
de la guerra, la febril estética de los combates, la belleza de las campañas enormes, tremendas y bárbaras, como aquellas que le esperaban en los desfiladeros y páramos andinos, en la cumbre de las mon·
tañas, allá donde el hielo cuaja sus cristales como enormes lágrimas
de la muerte, allá donde todo flaquea y todo sucumbe y todo se derrùmba en los abismos de la Sierra interminable, menos su grande,
su luminoso espíritu que es entonces una llama prepotente, que ahuyenta las tinieblas y disipa los sobresaltos y consuela los dolores y
mitiga las hambres y reincorpora a los caídos para seguir adelante,
75
siempre adelante, como las tribus de Israel tras el Arca Santa: pues,
que en verdad, Bolívar fué el Arca Santa de este abnegado y sufrido
ejército libertador, que por fin llega una tarde de agosto, desf.alle~
ciente; pero con el alma plena de irradaciones divinas, a Boyacá, ~
romper los hierros de la servidwnbre y hacer libre la tierra de la
Nueva Granada; arsenal de aquella gesta subl¡me, nido de todos los
heroísmos y los más grandes sacrificios que la patria impuso para su
salvación y ser libre como la bandera que tremola en su lanza el arrojo temerario de Anzoátegui.
y después ... qué decir de aquella embestida asoladora de Ca·
rabobo, de aquel espasmo de patriotismo y de abnegación apenas con·
cebible en la cabeza dantesca del caudillo? Ah, señores, sólo diremos
que bien hubiera deseado el Corso para su trágico WaterIoo, aquella
visión estratégica y aquellas disposiciones geniales, desarrolladas en
el campo de Carabobo con' la exactitud de un teorema. Batalla maestra ganada palmo a palmo' y brazo a brazo por el Genio ral"o y clarividente del Libertador, que se transforma en el alud, y en la tem·
pestad y en el huracán y en todos los elementos unidos en uno solo,
iuerte y poderoso sentimiento, que no deca~rá jamás, ni aun en medio de los más crueles rigores' de la naturaleza y de la guerra, y menos, frente a Ias negras embosçadas y maqúinaciones del crimen y. del
odio, de la mediQCrey embozada emulación a que dió beligerancia la
ingratitud de los pueblos adormecidos con maléficos arrullos de sirena.
Así fué como este Héroe de relieves soberanos y únicos, poseyó
el genio de las multitudes para abrazadas a sus enormes empresas y
gigantes proyectos, a sus ideales y ansias republicanas y marchar con
ellas a todas las victorias: las de la guerra, las de la idea y las del pensamiento, que inspirado surge en las mil n1anifestaciones flamantes
de su palabra mágica, que es señores, como un reguero de estrellas
alumbrando la soledad de los cielos; p"Orqueeste clamor y este grito
tremendo y desesperado de sus proclamas ganaron tantas !:>atallas
como su misma espada; espada fulgurante que puso en sus manos un
designio de Dios para que ia sus tajos. y mandobles completara la
obra que apenas inició con su descubrimiento, la fé del intrépido
Navegante. Y, es así, como esa obra se multiplica, crece y ,$t' desarrolla a los golpes de amor y de Sángre <;leeste Héroe formidable
como Alejandro, predestinado como Julio César, iluminado como Jesús, y que, a su esfUerzo y tenacidad, a su espíritu invencible como
los farallones de la tierra de sus abuelos,. surgen cinco naciones libres
y afianzan la suya todas las dd Continente;. fné señores; el núlagro
de la brava tizona del Mio Cid Caballero, que sembró allá espanto,
en las legiones del Rey moro, y aquí, pavor, pavor en 'Boyacá y Ca·
26
rabobo, y ruina en Pichincha y Bomboná y descalabros y final derrota
en Junín y Ayacucho, que preludia con aquel loco despertar de banderas, de clarines y de tambores, de morteros y de yataganes que se
cruzan, algo así como una epifanía de gloria inmortal y eterna como
el nombre de sus paladines y de sus mártires, que reposan ba.jo la
jiba del Cóndor Cunca, en sus más hondas entrañas de piedra y de
hierro, como en arca sellada, que bendijo Bolívar mismo eon la. cruz
de la egregia tizona del Campeón de Vivar, y cuya hoja centelleante
y terrible, diríamos, que forjó la rabia de Vulcano en las propias
fraguas del Infierno.
y sin embargo
para este hombre que alcanzó todas [as glorias, que disfrutó de todas [as riquezas, que gozó de todos [05 placeres y dichas de [a tierra, que mereció el elogio de todos los pueblos.
que abrumó a la Fama con sus victorias, que llenó el mundo con el
prestigio de su nombre y los resplandores de su genio, que maravilló
y sorprendió hasta a los más grandes pensadores de la Vieja Europa;
para este hombre prodigioso, que sintió sobre sus sienes palpitantes
el peso de las áureas COlOnas de Bogotá, del Cuzco y de Potosí, que
pudo disfrutar de los millones que la tierna gratitud del Perú le
ofreció; que experimentó todas las de!icias del triunfo y todos los
halagos de la grandeza y del poder, no hubo en el instante de su
muette un alero fraterno y dulce que recogiera su postrer aliento, ni
un pedazo de patria que llorara junto a su propio corazón su infinito
dolor, su inenarrable dolor, inmenso y sangrante como el de Cristo
clavado en e! madero de! sacrificio y de la prueba.
Oh, negra y muy cruel ironía .. y aquí está el proscrito; en la
~oledad melancólica de San Pedro Alejandrino,
arrullado tan solo
por la ronca voz de los mares, que más pareciera que gimen junto al
lecho en que se extingue esta vida preciosa, abatida ya por las tor·
mentas del odio, de la calumnia y de todas las más ruines maquinaciones del dolo. Y aquí está ya la víctima~ refugiada corno nuevo
T emístocles bajo el techo de un enemigo, en donde encontró piedad,
amor y ternuras que su misma patria le negara.
Por eso, el nombre de don Joaquín Mier, será siempre grato al
corazón de América, que verá en él al tipo gentil del castellano en
cuya alma no cupieron rencores ni bajezas ni odios; todo fué generosidad, desprendimiento
y noble hidalguía de caballeros, digna de
SlI raza, de su estirpe y de ·su magnánimo
espíritu, que brindó su
hogar y su propio corazón para que sobre él reposara el Gran Perseguido en este calvario que ya terminaba, en medio del dolor, de la
angustia y de la más desgarradora
tristeza; porque, si el Hijo de
Hombre no tuvo una piedra en donde reclinar su cabeza, a este otro
27
Don J~.~uln de Mler y TerAn, hidal!!o espabl que o'reció a
.flolNar el reposo de su hoga~en San ~edro "'ejandrlno.
,
I
Qulnu de San I"edro I\leJandrlno, cerca a la ciudad de Santa Marta (Colombia)donde expiró el L11.trtador
.
a la 1 de la tarde el.17 _M Plclembre de 1830 •
...•- : -~.'.
soldado de Redención también le faltó un pecho fraterno y leal en
donde reclinar la suya, cargada de laureles y de espinas en esta hora
pavorosa de las "últimas fulguraciones de la conciencia y de los pootreros latidos de la vida".
y él, el Libertador de un mundo, el creador de tantas patrias
no tiene en estos instantes de la negra ingratitud ninguna en donde
consolar sus quebrantos y dar paz a sus crueles desengaños.
y así muere Bolívar: en el silencio, en el abandono y en la más
trágica desolación: mordido por las víboras de la calumnia, acosado
ror los chacales del odio, crucificado por los puñales de la ingratitud
'i la inconsciencia de aquellos mismos pueblos, que ayer ;:10 más le·
aclamaron hasta el delirio y la locura.
Pero su alma grande, su alma iluminada por la misma luz que
le alumbró en Pativilca, no mira la miseria de la tierra, no; ella con·
templa la gloria, la eternidad, que ya prende sobre su espíritu su
primera diadema y que le inspira su postrer proclama a los colombianos, que es lenta y apagada como un canto de Miserere, triste como
tina elegía y melancólica como los Trenas del Profeta, amarga y
profunda como las postreras laml:ntaciones de Job; armoniosa como
una música celeste, que se queda \'ibrando en lo más íntimo del alma,
en lo más puro dd corazón, en lo más oculto del pensamiento; porque
en ella sólo se respira el aroma delicado y manso del Ferdón mise·
ricordioso, de la clemencia y de la piedad cristianas, q'...\e brota de
sus labios, que calcina la fiebre y la sed de agonía, como un manantial de paz, de ternura y de amo': para aplacar las pasiones y el desborde de los odios que hunden la patria en los abismos de la guerra
civil, y quiere entonces, que su fluerte, suprema renunciación, sea, el
vínculo sagrado que una todas Jas voluntades en bien de Colombia,
de aquella Gran Colombia, que soñó como piedra angu.lar de la futuOraGran Confederación Ibero Americana y que se hundió para siempre cuando el Sol Magnífico que la fecundó apago sus brillos en este
sombrío atardecer del 17 de diciembre de 1830, en medio de la inquietud espectante del Nuevo Mundo, del silencio de sus r:lontañas, del
recogimiento religioso y casi míst ico de todas las almas que le amaron
y le supieron comprender y que, contemplaron aquel augusto véspero
como la iniciación agorera de nuestras desgracias y de nuestras luchas
estériles.
Señores: Ya el caudillo reposa para siempre: el águila espléndida que señoreó el espacio está rendida y con las alas rotas, y aquel
guerrero extraordinario, que estremeció al galope de sus potros invíctos y como centauros, la majestad de un mundo, en una sublime
gesta de libertad, atronadora,
bárbara y relampagu.eante como las
orquestaciones esttuendosas de Beeth(Wen, es ya tan sólo un pobre y
frío puñado de œnizas, en tomo de ~ cuaJes vierten sus lágrimas en
.tsta hora œnrenaria, todas las naci<n:s deIá tierra, comprendiendo en
tsœ supremo duelo el grito de angustia dè nuestra patria, que gime poi:
la voz de sus cañones, que llora en la plasticidad melancólica y lúgubre de sus banderas, ceñidas de negro crespón, como en las hOl""dS de
más hondo dolor y de más terrible abatÍmiento moral, para dl~irle
a su espíritu, que gravita como una llama de fuego sobre esta multitud, qI.lC aquí estamos a la sombra de sus viejos pendones y de sus
iíltísUnOSideales, siempre en guardia, como soldados dè su campamento, para defender los fueros de la justicia y de la libertad, para
escudar los inflexibles mandatos de la república, y también, por qu~
no decido? para mantener su gloria, su nombre, su rec~rdo excelso,
que constituyen la más alta y más heroica y pura herencia de nuestra
Gran Patria Latino Americana.
Señores!
:>0
La Conmemoración del Centenario de la muerte de Boll~ar en Costa Rica
El Presidente de la Repúbiica, Presidente del Congreso, Presidente de la Corte Suprerra de Justicia,
<'Jabinete Ejecutivo Y Cuerpo Diplonldlico y Consular, lrente a la Casa IImarilla,
nlO'l1entos antes
'de Inlcíarse el desfile hacia el l'arque l'olivar.
Excmo. Sr. Dr. Enrique Castro Oyangurer,
Ministro del Perú, pronunciando su discurso.
rroscenlo
Don Octavio Castro Saborlo pronunciando
su discurso ante el l'usto ldel Libertador.
del Teatro Naclonai bellamente adornado para la velada en honor del Libertador.
El Ejército presentando armas a los Supremos Poderes al entrar en el Parque 1'01Nar.
Oficiales del Ejército portando las banderas
de Costa Rica y de los ,aises bollvarlanos.
La e1lgle de 601lvar con las ofrendas florales el 17 de Diciembre,
)1
En el
Teotro
t-laCÎanol
Programa de la 50lemm~ Velada en honor y memoria
del Héroe efectuada en la noche del 17 de Diciembre
PRIMERA PARTE
1.-obertura por la Orquesta, dirigida por el Maestro César Nieto.
Z.-Himno Nacional de Costa Rica.
:3. -Discurso del señor ex-Presidente de Ia República, don Julio
Acosta G.
4 - Vici d'arte, T osea, Puccini. Sra. doña Isabel Gólcher de Berroca1.
5. -Don Juan en Santa Marta, poesía de Andrés Mata, recitada
por don Manuel Gonzá:lez Luján.
6-Himnos
NacionaJes de Venezuela y Colombia, Orquesta Nieto.
7. -Nocturno
No.2. Chapín-Sarasate. Ejeçución del Profesor don
Ismael Cardona.
8 -Derrota Galante, del poeta Rafad Burgos, reçitado pol7 don
José Luis Cardona.
9 -Gran Marcha Fúnebre, de Chopin. Orquesta y Coro.
SEGUNDA
PARTE
1 .-0bertura por la orquesta. La Leyenda del Beso, Soutulio y Vert.
2. -Himnos Nacionales de las repúblicas· de Ecuador y Perú. Orquesta Nieto.
'
3. -Ensayo acerca de la grandeza de Bolí'Yar, por don Camilo Cruz
Santos.
4 -La Estrel/a de la Tarde, de la ópera Tanhauser, Wagner. Cantada por don Federico Jimeno.
5. -Los Héroes de la Epopeya, poesía de Ignacio Potentini, recitada por el artista venezolano don José Ramírez Mánnol.
6 -Himnos Nacionales de las repúblicas .de Bolivia y Panamá.
7.-Carta a Fany, por Simón Bolívar, recitada por don Alejandro
Salazar H.
8 -Mazurk.a Azul, de Franz Lehar, cantada por don Federico Jirneno.
9 -Elegía, de Massenet, cantada por la señora Gólcher de Ben7ocal.
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Discurso
pronunclaelo
par ,,) Expreslel"nt"
el" la R"púb)ica
al Iniciarse ,,) acto.
è)on Julio
Acosta
Garcia,
Señores:
Pequeño como soy, no debiera ser yo quien evocase esta noche
ci nombre de Bolívar, en esta hora espiritual de recordación y de
grandeza. Sólo de pensarlo comprendí mi exigüedad y mi impot~ncia;
~ólo de contemplar en mi mente los rasgos majestuosos del Libertador, me sentí anonadado, aplastado, torturado por la faena que
se confiaba a mis manos inhábiles y torpes; pero también señores,
yo no podía rehusar mi c.ooperación para glorificar al Hiroe más
grande del continente, y así como ci más oscuro e insignificante
de los fieles llega hasta d altar del Dios infinito y ofrece su tributo,
por humilde que sea, con fé y devoción, así yo vengo trémulo, pero
confiado, a dep<lsitar el homenaje de mis modestas palabras ante la
sombra ivme'nsa del Libertador de América.
El es el Héroe, sin que haya ningún adjetivo que pueda venit
a aumentar su calidad. El no conoció las angustias
del miedo, ni
supo del desaliento frío, ni se acobardó un sólo instante ante la magnitud de la tarea. Cada revés lo hacía crecer, cada error [o fortalecía
más, cada infortunio, cada traición aceraban aún más su alma y
hacían más recia e indomable su estructura moral. No hay en América un ejemplo más bello para la juventud, un ejemplo más elocuente para conducirIa y alentarIa,
para conducir y alentar esa
juventud desorientada e indecisa, que no sabe si es mejor echarse a
dormir en la inercia o echarse a dormir en el placer; a esta juventud
c¡ue no leé ni admira a los varones de Plutarco, porque le falta tiempo para soñar en el oro, el oro, señores, que cuanto más se esconde
en las cuevas y en las arcas de los bancos, más facina a los hombres
con sus reflejos sensuales y fugaces; porque no es Ii guerra de 1914
la que ha socavado los cimientos de la sociedad, sino que es el oro,
c! amor frenético del oro, la locura de oro, lo que el oro pane al
:dcance de la mano, eso es lo que debilita al mundo. La mujer ama
el oro, porque éste despliega a sus ojos asombrados sus sedas, sus
encajes, sus perfumes, sus joyas, sus automóviles, sus jardines, sus pa:):5
lacios. El hombre ama el oro, y aún llega a divinizarlo, por'lue él
le trae en barcos fantásticos los cigarrillos·de la Habana y los vinos
de España f de Francia; porque élIe cia el poder y sus embriague!=es;
porque élIe facilita el amor de las mujeres y hacer sonar en.sus oídos
la lisonja falaz de sus' amigos y las mentins de los cortesanos, y lo
mece y arrulla en unas alturas, lejos de la ~ria
haraposa de sus
semejantes, sin que la realidad le grite que el oro no' tiene otto valor
que el que le da la mano que lo posee: en unas manos es generosidad
y afect6; en otras es acción altruista· y magnificencia; en otras es
bondad y dulzura; en otras crimen siniestro; en otras vergüenza
mortal. El Libertador poseía un cauclal cuantioso que heredó dt~ sus
nlayores, y lo echó sin vacilar en la vorágitu: de la más épica dl~las
campañas. de los siglos, la campañà que le dió libertad a nuestra
América y que asombró al mundo cuando un enjambre de pueblos
se levantó a formar con derecho propio entre las naciones soberanas
de la tierra. El Libertador no ~nsó jamás en los goces que da el
oro, ni lo buscó febricitante en la entraña multiforme de sus proezas,
ni el oro turbó nunca sus ensueños de gloria y libertad. De allí procede su grandeza, porque las cosas vulgar<:s y triviales no se interpusieron entre él y su ideal. Yo entrego a las meditaciones d~ la juven.tud de Costa Rica el nombre de Bolívar, porque de esas figuras
espléndidas y trágicas que ocupan un ancho lugar en la historía
brota· una influencia oculta, pero cierta, que impresiona y arrebata
líUl almas y las conduce a imitadas y vencer las dificultades en las
horas de dolor y de combate. El recuerdo del Libertador llena a
América, y ante él debe agolpatJe la juventud americana para senti.r
que la frescura del heroísmo y de la gloria rejuvenece sus arterias y
sus músculos y despierta en ella la voluntad de consagrarse a su
patria con valentía varo'nil, excluyendo como digna de su culto toda
otra inclinación que le desvíe de ese objetivo superior; que vara,
como el Libertador, a su meta, sin que nada la distraiga y acobarde,
sin que su espíritu ninguna otta, imagen pueda borrar la que crea la
'vida cuando busca manifestarse en todo su mágico poder.
El Libertador es el Maestro de la juventud de América, porque
le señala la cumbre nevada del Chimbor-azo,que él holló, la cumbre
blanca desde donde se contempla la excelsitud de lo que es renuncia·
lniento, de lo que es amor, de lo que es belleza, de lo que es sacriÍtcio; y sólo poniendo en, ella el pie victorioso, es como puede al fin
comprend.ersed privilegio inmenso de vivir y de pensar.
y aunque la decepción y la duda mordU;ron en ocasiones su
alma y·le insinuaron la idea de que había arado en él mar, y lo enfilaron con el Cristo y el Quijote para formar el trío de los locos
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.-
del mundo, el Libertador sigue siendo, aun en sus horas momentáneas de humano abatimiento, el ejemplo imperecedero de, la juventud
de América. Y si a veces la cólera lo lanza a la hecatombe, es precisamente porque es un ser humano, sin dejar de ser un super-h?mbre,
hecho del barro humano, que ante la tremenda responsabilidad
de
l'US destinos inflexibles no titubeó en ser severo y formidable,
aterrador y decisivo.
La bondad, cuando es excesiva y linda con el temor, se vuelve
tJcligrosa en un hombre de Estado, porque ella enjendra desorden y
;¡narquía, lo mismo que si fuera ignorancia y sin razón. La bondad
110 está reñida con el cumpilmiento
de la ley, sino que sencillalJlcnte
hace cumplir la ley; ni está divorciada de la verdad, sino que huye
de la falsía; ni deja que los apetitos se harten, sino que mid'e y pesa
y reparte conforme a derecho; ni tolera la violencia deshonesta, ni
ayuda a los rapaces, •••i consienœ el deshonor. Por ser bondad es
resolución que no concede, y rectitud que no se desvía, y equilibrio
perfecto. Porque es bondad, es por ·10 que no aparta los ojos de la
balanza de Astrea. La bondad es fuerza, es pureza, es sabiduría.
La naturaleza misma es benigna, amorosa y maternal; pero en
obediencia a leyes que el hombre ignora,
en ocasiones se estremece
enfurecida y sepulta ciudades populosas y disloca continentes y pa·
rece que se enloqueciera en el horror del cataclismo; después, dubfica piadosa su semblante, dibuja arco-iris en el cielo, refresca con
su brisa los volcanes y pinta celajes y exhala fragancias, y la obra
del progres0, de la dicha y de la -;¡ida prosigue su marcha eterna y
triunfal.
Venerar,
Fues, a los hombres superiores,
a los que han
.empujado a la humanidad hacia adelante, y que por lo mismo han
contribuido eon máximo esfuerzo a aumentar la felicidad del mundo,
destrozando caSl siempre su propia felicidad; venerar a esos varones
es dign0 de almas grandes, porque así se rinde tributo a lo quc~stá
a rriba, a lo que se ha elevado por encima de las miseria~. y orgullos
pasiones de la tierra, para vivir en lo incorruptible
en lo eterno.
Los grandes hombres son prueba y demostración de io que pue<:le la naturaleza humana, y es por eso por lo que deben vivir para
siempre en la memoria y en el corazón de los jóvenes, invitándolos a
seguirIos, y a superarIos también, puesto que son infinitas las posibilidades del genio.
En el bronce de Tenrrani apa~ece el Libertador erguido y severo
como Julio César, guerrero· y escritor, con la espada en la mano
derecha y en la izquierda sus arengas y sus Leyes; el silencio de una
.t'nergía imponente recorre, en oleadas austeras de su r.)stro; en su
r
y
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ancha frente hierven los más tumultosos pensamientos y en toda su
estatura ".ribra la expresión de WI carácter perfectamente delineado
y admirable. Es el Maestro. Propónganse los jóvenes seguir su huella
gigantesca para llevar a término su obra inacabada; que esos jóvenes
~lven esta América españo{a soldándola en todas sus fronteras para
hacer una unidad que sea en el oeSte el soplar fecundo de la ra~
de esta raza que no puede ni debe perderse en las tinieblas de la historia sin haber dado al mundo lo que de bello.y de grande encierra
con amor en sus entrañas.
Tal fué el sueño de Bolívar y tal es la herencia que la juventud
debe cuidar y vivificar celosamente, creando así un ideal que la vigotice y ~leve, que la purifique y enardezca y que le haga nacer alas
~n los hombros para que vuele y no se arrastre, pata que ame y no
odie, para que viva y no muera, para que en la solidaridad y en el
período americanos encuentre la fuente inagotable de una fuerza
siempre renovadora y siempre fresca que la oriente por fin y que la
atranque sin tardanza del limbo en que agoniza.
No hay en los tiempos pasados un capitán que ·pueda compararse con Bolívar. Alejandro, César, AníbaI, Napoleón, quisieron ~;ubyugar pueblos independientes, o ejercer supremacías, o matar la
libertad. Sus hazañas estupendas producen pasmo pero no arnor~
Bolívar, de hierro como ellos, como ellos genial, intrépido, valeroso,
t¡fatigable, no puso su pecho ni su inteligencia al servicio ciego de
la ambición o de la servidumbre, sino que se entregó por entero a la
causa de la libertad humana. Padeció martirio, no porque intentó
levantarse sobre los otros hombres para atados a su carro de violencias y exterminio, sino para dar a los pueblos indoespañoles el ejercicio de sus derechos y la..libre direcciQnde sus destinos. Cayó en la
pobreza, que en. él fué semillero devjrtudes; supo del destierro y de
las conjuras asesinas; lloró en ocasiones lágrimas de sangre, saboreó
el amargor de la derrota, sintió en su corazón todos los desengaños
humanos; pero jamás se despojó de SU-grll~,
j~s
olvidó el
huracán de gloria que ázotó su granítica freiit(~~,çUmbre
inmortal del Chimborazo. Yen la gloria vivió y m~~:,._ la gloria, y el
incien~ de la gloria sigue perfomando su figura "tiroicà que se yero
gue a lo largo de los Andes y abarca con su sombra a todos los
pueblos de América, por su espada triunfad~
,por su brazo incausable, pot su cerebro omniabarcan~.~Bti
coraz~n en llamas, por
la olímpica sobriedad de su_,_,,'
..... m~gnétlco fulgor de sus
(ljos, por el fuego abrasador de &d: _ .• Y SIempre que la América.
española sienta que su ánimo flaquea, siempre que la amagllt:~l
peligro, siempre quA: su fé se amilane y desfallezca, vuelva los oios..
~I Libertador y recuerde su desinterés magnanuno, su nobleza estóiea, su serenidad en la lucha, su fé inquebrantable en la victoria, su
patriotismo desligado de todo otro sentimiento que pudiera empequeñecerlo; y entonces América sentirá que es eterna, y que por
.sobre todas las cosas ha de vivir libre y fuerte y vencedot'a, en la
plenitud de Sll grandeza, para ayudar al mundo y para realizar así
el papel que se le tiene señalado; porque ella tiene una m:sión, que
se esboza con claridad fulgente en su pasado, que se comprende en
Jas hondas inquietudes que la agitan al presente, que se adivina en
las doradas lontananzas que desdobla a su vista el porvenir.
Bolívar es el Patrono de la América espaÏlOla, y el sacrificio de
toda su vida jamás será estéril, porque ochenta millones de almas
tStán bajo su guarda y listas a seguirIa en todas las etapas de su
Futuro desarrollo. Veinte pueblos, que son un sólo pueblo con el
tnismo tumulto de la sangre en sus arterias, con la misma fé republicana y democr~tica, con el mismo corazón, escrutan hoy con fijeza
en ci pasado y se detienen en el 17 de diciembre de 1830 y contemplan al Libertador en su lecho de muerte en San Pedro AI~jandrino,
cerna un sol que desciende lentamente en el ocaso, y ante ese cuadre
de dolor despiertan en su memoria uno a uno los hechos prodigiosos,
y lo ven descolgarse como un águila desde los páramos andinos a
los campos de Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia y ci Perú, y
lo ven abrir sus alas l'reporentes y bravías para cubrirlos y ampararlos; y lo ven en las cálidas llanuras y en los pútridos pantanos y en
10.'. barrancos hondos y en las cúspides bañadas de luz y oreadas
por el viento libérrimo y sonante, lIamándolos imperativo y convencido a la concordla, a la unión y a.1 trabajo, para poner de una vez
les cimientos de una democracia ejemplar, que predicaror: él en ci
norte y Artigas en el sur, en los mismos momentos en que la Santa
Alianza convocaba a los vicjos pucblos para barrer esos cimientos y
cambiarias por los pi[ar~s carcomidos de las edades muertas.
¡Oh juventud de Costa Rica! Ante ese féretro que alumbra a
América, jura que no descansarás hasta que no se hayan renovado y
purificado en el fuego de la sinceridad nuestras costumbres políticas; porque si la democracia ha de perdurar en América, tiene que
.1 fianzarse en la verdad y en el derecho; tiene que investigar y cono(er las modernas necesidades y aspiraciones de los pueblo:;, y entregar su manejo y dirección a los mejores, y velar por la hontada
inversión de los fondos comunales, y educar a los ciudadanos en
escuelas de virtud práctica y viril; tiene que sanear definitivamente
")7
rampos poblados y cultivar con leal asiduidad el trato de las nadb-nes para obtener y ganar simpatías, cooperación y apoyo; pero no
proclamar todas estas cosas con el tono de organillo que se usa en
los programas políticos, sino con la convicción de una conciencia
que funda en ellas su irrevocable propósito y que en la realización
de sus palabras va a emplear todas sus ac¡tividades y su afán. Porque
si la democracia no se limpia internamente con voluntad de acero,
ha de desplomarse entre el estruendo clamoroso de los ultra-radicaJis:as, que en la decadencia, enfermedad y podredumbre circundantes
han de hallar bríos y aliento para plantar sus banderas enrojecidas
en la sangre y tejidas con el dolor y la tristeza del mundo, dolor y
tristeza que habrían nacido en el eg~ísmo y la impureza de las clases
dirigentes ..
Tú, juventud, tienes en tus manos el poder y la fuerza potenciales y latentes; el pueblo es un niño, y será siempre un niño, y hasta
cuando se ha mostrado cruel, vengativo y despiadado, nunca ha dejado de ser infantil; las llamadas clases- cultas, las que los extremistas apellidan burguesas, y las que estudian las ciencias, las que
manos<:an el dinero, las que dirigen la enseñan~a y las que dest:mpeÎ1an las funciones públicas, yacen dormidas en una apatía dolorosa
y destructiva, vegetan en la absoluta incomprensión de la hora al:tual;
no tienen fuerzas siquiera para ir a depositar sus votos en las elecciones populares.
¡Sólo quedas tú, oh juventud! Esta patria no puede morir en
la inacción helada y senil, como si ya estuviese corroída por la herrumbre de los años y del mal. Yérguete y asume de una vez tus
- responsabilidades y cumple de una vez tus destinos y échate al hombro la cruz de tu deber.
Los reyes y los paladines de los tiempos de andanzas y aventuras
armaban caballeros a los imberbes donœles' poniéndoles en el pie la
espuela de plata y en el cinto la espada invencible, y ya en esta guisa
se iban por el mundo en defensa de dueñas y doncellas y de inválidos y huérfanos, y matab~ gigantes violadores del derecho y de la
honra y la virtud, y hacían rodal' ,las cabe:ias de los que escarnecían
la justicia,. de los que comerciaban eon la humana dignidad. Así, oh
jóvenes, venid a que os arme caballeros el Gran Caballero de los
Andes, e idos después 111 torneo y a la justa -cívicos,que son los redondelès en que deben medir sus fúlgidas armas lOs jóvenes de 'la·
actual generación.
tYérguete, oh juventu~ de Costa Rica, ante la sombra enorme
del Libertador de América, en este día propicio y magnífico de su
primer cenren.ario, y anójale montañas de flores de 105 predios na36
tivos, y coronas de bronce y de laurel, y montañas de flores de tu
corazón y de tu alma, y jura con palabras solemnes y Ilameantes,
ante las damas y los varones que te miran y te interrogan, que harás
de este pedazo de tierra americana un centro de armonía y de belleza,
de acción y de valor, que encienda siempre sus hogueras en el amor
de la libertad y que haga ondear al viento sonoro de los siglos la
bandera de la vida y del honor!
Ensayo
acerca de la gran deza de Bolívar
por aon Camilo rruz Santos. leiilo por eu c:lUtor en I!I Teatro Hoclonal
nochl! dl! lo soll!mne vl!loOa Irn memoria OI! Bolivar
en la
Pericles en el elogio fúnebre de los guerreros que cayeron t:n. el
sitio de Samos declara que todos los que mueren por la patria se convierten en dioses inmortales y que, aun cuando in,visiblescomo ellos,
!liguen derramando sobre nosotros sus beneficios.
Esta declaración acerca de la divinidad de los héroes coincide con
la época de mayor esplendor de Atenas, pero fue común a toda la
antigüedad clásica. No extinguirse era el privilegio de la divinidad,
y .el hombre que por sus hazañas se había librado del atributo de
, mortal inherente al género humano, era por lo tanto igual a los dioses r como ellos gozaba de eterna juventud y de belleza inmarcesible.
Cicerón dire: Nemo 'Vir sine quodamadflatu dioyino ("no hay grande
hombre que no tenga un soplo de la divinidad").
Para griegós y romanos los héroes y otros ..varones ilustres, desde
el momento mismo en que hacían su aparición sobre la tierra eran
ya verdaderos dioses, y su alma conservaba esta condición superior,
y al separarse del cuerpo terrenal que la albergara en vida, no hada
más que volver a la celestial mansión, su sitio de origen.
El caudillo bravo y poderoso que libraba a su país de la inva·
sión enemiga, del yugo extranjero o de la' tiranía interna, que lo
emancipaba, que asegurábale la libertad, la justicia y la paz, hacién·
dolo dichoso y próspero; el que renunciaba al-natural deseo de vellganza que provocan las ofensas recibidas de los' adversarios, realizaba
una tarea, al parecer, superior a las simples fuerzas·1íumanas, y los
antiguos, civilizados o bárbaros, lo adoraban como a una divinidad
a.usente o presente entre los hombres, pues que la efi.cada de sus servicios, la magnitud y trascendencia de la obta realizada por él, su
generosidad incomparable, sólo podían venir de ~ dios, o de quien
fuera tan grande como un dios.
E! espíritu de Simón Bolívar, como genio tt.1telar, está present<:
en este tecmto y derrama sobre nosotros todos iUS fayotes: la libertad,
la igualdad, la. armonía, el culto de la' patria, el respeto a loS ajenos
dërechos y a las ajenas creencias, la emancipàción del prejuicio y del'
odio, el imperio de la ley sobre la espada; todo lo que él soñó y amó
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y realizó y predicó de santo, de noble y de grande, todos aquellos
postulados
magníficos a cuyo cumplimiento sacrificó él su vida
extraordinaria.
Escuchemos con el amor y la veneración de hijos gratos lo que
el Padre de la Libertad nos dice desde su lecho de muerte, hace lU1
siglo:
"Habéis presenciado mis esfuerzos para plantar la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortlU1a y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando
me persuadí de que dudabáis de mi desprendimiento.
Mis enemigos
abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado:
mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis persegu~dores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los
perdono. Al desaparecer de enmedio de vosotros, mi cariño me dIce
que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a
otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis traba·
jar por el bien inestimable de la unión: los pueblos obedeciendo ai
actual
gobierno para libertarse de la anarquía;
los ministros deI
santuario dirigiendo sus oraciones al cielo y los militares empleando
su espada en defender las garantías sociales.
Colombianos: mis Últimos votos son por la felicidad de la Patria: si mi muerte contribuye para que cest'n los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro".
Esa su última voluntad; ésa la suprema declaración política del
Libertador. Son palabras de amor y de dolor; de conciliación y de
fe; de perdón y de esp~ranza; son palabr~s tocadas ya de la divina
cnrdura de la mllerte; son palabras de eternidad.
Apto para soñat y apto para crear; apto para luchar y apto para
triunfar; apto para sufrir y apto para perdonar; apto para vivir y
apto para morir. Para ser como un dios no habían dc faltarle ni las
dos pruebas sUPI'cmas a que eI destino somete a los dioses: la negación y el holocausto. Por eso lo que se dijo del Profeta de Nazareth
podría decirsc también de Bolívar: "si no era un dios, merecía serlo".
*
'" *
Leyendo 13 historia de los grandes hombres lo que más 110S
conmueve y cautiva nuestra admiración, 110 son sus éxito:; felices, ni
menos sus victorias en los campos de batalla, sino su desinterés, su desprendimi.ento, su gcnerosidad única, ese constante y perpétuo anhelo
suyo dt' darse por cnlero a otro>, de ofrendar espontáneamente· il bs
41
Bóll~ar en 1830
(01.0 d.J pilllor
42
VMuo[¡mo
Arturo Mich.kne)
demás lo que la vida tiene d::: m~s dulce, amable y grato, en .tras de
un ideal: la libertad, la igualdad, el derecho, la justicia. la salud o el
binestat humanos._ Y en esto estriba la genuína, la auténtica grandeza; sólo a ese precio Si: la adquiere en los mercados de los hombres;
sólo con ásperas monedas de renunciación y de sacrificio se compra
la gloria.
Cuando queramos
medir la ~statura moral de un hombre, su
aptitud de realización, Stl verdadera grandeza, principiemos por in\it'stigar cuál ha sido su capacidad para renunciar, para sacrificarse,
hasta dónde llegó su desinterés y su desprendimiento.
Esa es la norma; ésa es la piedra de togue de toda grandeza; ni Dios mismo pudo
sustraerse a ella. Desdeñad a los hombres que se consideran grandes,
o que aspiran a serio, sin haberse tomado pena alguna por sus semejantes, gozando de todo, defendiendo con egoísmo su tranquilidad y
ccnquistando con previsión su bienestar y el bienestar de los SUfOS.
Sonreid de ~sos apóstoles de la comodidad, que han hecho de su
prc.pia paz un evangelio; que sólo consienten en servir, a condición
de mandar, y que \levan a la patria una cuenta por debe y haber,
temerosos de gue algÚn servicio de los que creen haberle prestado
vaya a quedar sin la debida r~tribución. De hombres com? ésos está
pcblada hoy nuestr3 América; pero hombres como ésos no libertaran
?aíses, ni crearán naciollalidades, ni fundarán repúblicas, ni emano
ciparán esclavos, ni renunciarán mi\lones, ni dejarán el poder cuando
sû~ conciudadanos, justa o injustamente, se fatiguen de e\los; a hombres como ésos tendrán siempre camisas que ponerles cuando se
mueran de viejos. He aquí por qué, como sentenció .José Martí, "lo
clue Bolívar no hizo, está todavía por hacer".
C.Jando Bolívar juró sobre el Monte Sacro libertar la América,
era inmensamente rico y sobre el dintel de su casona solariega de
Caracas había, ta\lado en piedra del Avila, un escudo en el que cam·
peaba la encina a cuya sombra próvida se juraron los fuer06 vascos.
Se había educado en el Colegio de Nobles de Madrid, teniendo por
compaílero de estudios y de juegos al príncipe heredero, que más
tarde se llamó Fernando VII. A los quince años entraba en la alcoba
de la reina; a los diez y ocho era el amante de gran dama aristocrá·
Úca en París, en cuyo salón conoció a hombres célebres de la época,
y a los diez y nueve, cuando contrae matrimonio, se casa con una
marquesa.
Instruído, gallardo, caballeroso, gentil, pudo haber continuado
su vida de placer en Europa, gozando de las rentas de sus millones
y de los que aún faltábanle por heredar, y regresar de veZ en cuando
a Venezuela para visitar sus ha:::iendas y sus minas y para ser el
£r'bitro de las elegancias en la sociedad colonial. Nada tenía él que
temer ni detCapitán General ni de los oidores de la Real Audiencia,
'llJe tratábanlo con las consideraciones a que lo hacían acreedor su
tango y su fortuna, c~n las mismas que tUYO ,para él el Virrey de
Méjico, cuando estuvo alojado en el palacio de sus parientes los ,rnarqueses de Uluapa, a pesar de las indiscretas declaraciones de rebeldía
que hizo en la capital de la. Nueva España. Que los criollos vejados
y oprimidos, que los negros esclavos, zambos y mulatos suspiraran
por la libertad y lucha:ran hasta morh- por conseguiria, es muy justo
y puesto en razón; pero que Simón Bolívar, siendo quien era, dilapl." dara su fortuna, se jugara mil veces la vida, se expusiera a ser fusilado por la espalda como un traidor, como el Conde de Casa-Valen~a y otros próceres de la nobleza colonial; sufriera privaciones JI
- fa.tigas sin cuento; sirviera de blanco a la maledicencia, la diatriba }'
la calumnia para libertad del dominio español a esos mismos criollos
y esclavos, es cosa que no tiene paralelo en la Historia, por lo desinte·
resado, generoso y sublime, con sublimidad que raya en la locura.
Pero los escépticos dirán tal vez que Bolívar ambicionaba mandar en los países que había libertado con su genio. ¿Mandar en paises esquilmados por la codicia y la guerra, sin dinero y Sib Caminos?
'¿Qué ambición podía ser ésa para él, que había vivido como un príncipe en París, Londres, Madrid y Roma? ¿Para él que en una corta
temporada que pasó en Inglaterra gasta en divertirse ciento cincuenta mil francos oro? ¿Qué interés podía ser ése para él, que en tres
ocasiones solemnes se despojó.del mando que le habían conferido los
pueblos? ¿Que no quiso coronarse Emperador de l~ Andes, a que
. lo inducían sus mismos lugartenientes y algunos gobiernos europeos,
deelarando que el título de "LitJertador" era el más grande que podía
ostentar el orgullo humano?
.
Bolívar resiste el paralelo con los más grandes hombres, porque
en hazañas guerreras no es inferior a ninguno, y en abnegación, desprendimiento, generosidad y. espíritu de sacrificio los supera a todos.
. '.P~~d· en los más grandes: Alejandro,. Aníbal, Julio César, Napo·
- león.. Washington
Alejandro, disponiendo del valor y de la es~rategia de los griegos, consigue vencer a millones de asiáticos, enervados y faltos de
'pefÍcia militar; pero antes de ponerse en campaña hace asesinar a todps sus parientes para poder estar tranquilo. Triunfa brillantemente
y se convierte en un afeminado y se haœ adol"¥ como un dios, y como sus mejores amigos sonríen de esa actitud, ridícula en un heleno;
los manda matar. Muere a los treinta y dos años de edad en una
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orgía y de sus conquistas
no sobrevive más que una ciudad:
Alejan.
dría.
Aníbal es el más famoso de los estrategas, pero no sólo muere
sin haber alcanzado su objetivo, destruir a Roma, sino que ocasiona
la destrucción de su propia patria. Real?za la hazaña de mantenerse
catorce años combatiendo en territorio enemigo, vence a los romanos
en batallas formidables, llega por fin frente a Roma, pero vacila y
!lO se atreve a sitiarIa, y va a refugiarse
en los placeres de Capua,
como Alejandro en l~s de Babilonia, en donde perece su propósito.
Aníbal es cruel y no consigue mantener la disciplina de sus tropas
mercenarias sino a fuerza de terror.
César es un genio militar y un genio literario; no sólo fue el
mejor general, sino el mejor orador de su época, y escribió el mejor
htín que se ha escrito; pero no tuvo otra ambición que la de hacerse
ci amo de Roma, destruyendo la República. Se inicia y se mantiene
tn la política asociado a los hombres más abyectos, recurœ a todas
las intrigas, sin que crimen alguno le detenga, consigue los cargos
públicos por medío del soborno y halagando los más bajos instintos
d.: la plebe, y para ello contrae enormes deudas, que sólo podrá pa·
gar saqueando
las provincias y apoderándose
de los bienes de sus
:>versarios políticos. En la conquista de las Galias mata dos millones
de hombres y vende otros tantos como esclavos, y para destruir la
República ocasionó la muerte de más de un millón de ciudadanos
romanos. Julio César reune en sí dos grandezas: la intelectual y la
heroica; pero le falta la más noble de todas: la grandeza moral.
Napoleón es la capacidad para la acción más grande que han
producido los siglos, pero su ambición no tuvo límites; es el prototipo
del arrivista, y ningún escrúpulo le arredra. Es un hijo de la Revo·
lución y traiciona la Revolución, en vez de encauzarIa con su gelÚo.
Para hacer méritos tiene que ametrallar al pueblo de Parí:.;, y lo ame·
tralla; tiene que disolver el Consejo de los Quinientos, y lo disueíve
a bayonetazos. Quiere g.~r el amo de Francia, y lo consigue; el árbitro
de Europa, y lo logra también. Para ello tiene que anegar en sangre
el Continente, y lo aniega, tiene que perseguir hasta a las mujeres
que no piensan como él, y las persigue. Se burla del Papa, pero se
bace coronar Emperador por él, y se pone a repartir tronos entre sus
hermanos, cuñados e hijos adoptivos con el mismo desenfado con
que un presidente centroamericano
reparte empleos entre sus familiares. Y después de haber desangrado y empobrecido a Europa, ¿qué
queda de sus conquistas territoriales? Nada. Pero subsiste el Código
Civil, la conquista espiritual, obra de hombres de pensamiento y de
45
ley, de aquellos, precisamente, a quienes Napoleón desdeñaba llamándolos ideólogos.
A Bonaparte, como a Alejandro, como a César, le falta grandeza moral, que sólo se revela en. él en la caída.
Quédanos por hacer el pvalelo 'Cmtre Washinggton y Bc>üvat:
que escritores célebres han hecho ya, demostrando III ènoftlle superioridad de! Libertador sobre el héroe del Norte.
Jorge \Vashington parece un gigante, 'no porque su talla sea
gigantl!sca, sino porque tiene por pedestal a un pueblo rico y poderOso de ciento veinte millones de habitantes. Quitadle ese pedestal y
Washington quedará reducidp a sus verdaderas proporciones: las de
un hábil general y las de un patriarca de la independencia de su pais:
<tue vivió y murió rodeado del respeto y del cariño de sus conciudadanos. Pero W"ashingron no era genial, no tuvo la clarividencia, la
excelsitud del genio fulgurante de Bolivar, ni su arrojo, ni su tenacidad, ..ni su desprendimiento, ni su abnegación sublimes. Las coneep~. dones de Washington son las del hombre de buen sentido, incapaz
de desafiar a la naturaleza, ni de hacerse superior al destino. De
Washington no podría decirsç,.lo que el Pacificador Morilla dijo del
héroe del Sur: ,,~ Revolució~ es él"; «Bolívar es más temible vencido
que vencedor". Y no habri" podido decirIo, porque Washington no
era la Revolución: la revoluci~ norteamericana era Jefferson, como
las finanzas de la guerra y la estructura actual de la economía esta·
dinense son la obra de Hamilton. Porque W àshington tuvo la fortuna de verse rodeado de hombres superiores a él en inteligencLa,
cultura y capacidad militar. ¿En la América Latina quién puede
compararse siquiera con Bolívar? El estado de adelantes-de las colonias de Nueva Inglaterra suministró a Washington los dos factorl~s
primordiales para la lucha contra la Metrópoli: hombres y dinero;
hombres de mentalidad y de costumbres europeas, soldados y mari·
nos superiores a los ingleses, no meSitizosanalfabetas y semidesnudœ,
que ni siquiera comprendían las ventajas de la libertad y los privile.
gios de la ciudadanía, y muchos de los cuales fueron los más tenaces
sostenedores del Rey y dieron más que hacer para libertados que los
leones que contra Bofívar envió España, después de que habían ven·
cido a los ejércitos de Napoleón.
Washington era un colono de Vitginia y no era un noble inglés.
Al convertirse ambos en insurgentes, Bolivar arriesgó más gue éL
porque tenía mucho más que perder y mucho menos que esperar;
vencedores ambos, Washington acepta todas las reèompensas y honores que le corresponden por sus grandes servicios, gobierna en paz
y libertad ocho años, y se retirà después a Mount Vernon, rodeado
46
de tranquilidad y de comodidad y más rico que cuando se lanzó a la
revuelta. Bolívar ejerce el mando durante diez y ocho años, y no sólo
no cobra sus sueldos de general y de presidente, sino que invierte su
inmensa fortuna er> la guerra y liberta a sus propios esclavos, y cuando ya completamente
arruinado, el Perú después de la Victoria de
Ayacucho, le obsequia un millón de peses oro para asegurar el bien("star y el decoro de su vejez. Bolívar lo rechaza, y obligado a aceptarlo, lo envía a Colomoia para pago de las tropas libertadoras. Y
cuando resignó por tercera \-ez el mando, estaba en la miseria y vivía
del producto de su vajilla y de sus alhajas, y cuando mt:rió hubo
que amortajarIo con ropa prestada.
Qué homenaje podríamos hacer a tánta grandeza, ya que ni
siquiera hemos sabido mostramos dignG~ de la libertad y conservar
el patrimonio que él nos legó? ¿Qué ho:nenaje podríamos
hacer,
quienes no hemos sabdo gobernamos por nosotros mismos con orden
y justicia, y a quienes este centenario sor.prende en medio de golpes
de cuartel y de regíment's de fuerza? Si intentáramos acudir al bronce y al mármol para nuevas glorificaciones, ya no lo hallaríamos:
todo lo hemos gastado en levantar estatuas a hombres
mediocres.
Hemos aplebeyado el mármol y prostituído el bronce. ¿En dónde
encontrar, pues, material adecuado para elevar vuestro monumento,
:oh Padre! ¡oh! Libertador?
¿En dónde encontrar al escultor
que
delirante de entusiasmo con vuestras hazañas, como Dinócrates con
las de Alejandro, fuera capaz de tallar en bloque el Chimborazo,
como intentó aquel con el monte Athos, y que esculpiera en el £1an(.O
del coloso, en caracteres tan grandes que todos los miopes pudieran
verias y todos los ciegos palparlos, la frase que diga toda la grandeza
y toda la gloria de América, capaz de desafiar la injuria det tiempo,
la memoria frágil y la ingratitud p~rsistente de los hombres? ¿En
áónde encontrar a: griego fervoroso que grabe al pie de la montaña
hecha estatua esta sola palabra?: Bolívar.
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La espada de Bolívar fué fo:.-."ada
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sin duda en el Olimpo, por Vulcano;
en múltiples combates fue aclamada;
Junín la vió, radiante entr~ su mano.
La espada de Bolívar, comparada
fue siempre a la del César soberano;
hoy e-s para la América, sagrada,
fulgura con un trillo sobrehumano.
Espada que impulsaba a 105 centaur05,
espada toda triunfo y libertades,
espada tod~ audacia y toda laur05,
Espada de Bolívar, toda honor,
serás siempre aclamada en mil edades
por ser la espada del Libertador!
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]. ]. Salas Pére{
Costa Rica, 1930.
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Conmemoración
àel
Centenario
en
el Club
Rotario
El Club Rataria de esta capital tuvo la feliz ocurrencia de celebrar ayer una reunión extraordinaria en conmemoración de la magna
fecha del primer centenario de la muerte del Libertador, ocurrida el
17 de diciembre de 1830 a la una de la tarde en San pf:dro Alejan.
drino.
A las doce y media sentáronse a Ia mesa los señorES ratariós y
sus invitados; ci sitio dé honor lo ocupó el señor Presidente de ia
República, Licenciado González Víquez quien tenía a su derecha :1
don Felipe J. Alvarado y a su izquierda al señor presidente de! rotario don Luis Dobles Segreda.
Fue éste quien abrió e! acto consagrando breves y bellas frases a
la fecha y explicando que e! Club Rotario de San José quería de aqueUa manera rendir su homenaje a la memoria del Libertador. Cedió
la palabra al brillante orador don Alejandro
Aguilar Machado a
quien para el acto se le había pedido que disertase. La tribuna del
rotario de San José ha venido siendo ocupada en los últimos tiempos
por conocidos intelectuales con lo cual dicha institución está llenando
un vacío muy sentido en nuestro ambiente; últimamente han dictado
sus conferencias o hecho sus conversaciones desde ella don Luis Dobles Segreda, don Antonio Médiz Bolio, don Joaquín Vargas Coto
y¿yer don Alejandro Aguilar Machado. El discurso del señor AguiJar Machado tuvo períodos bellísimos, como le son peculiares a este
ilustre orador, ya consagrado por la admiración de todos. Cuando
concluyó una salva de aplausos larga y nutrida premió al orador que
tuvo, como decimos, períodos de arrebatadora elocuencia. En el mis·
mo momento en que los cañonazos anunciaron que era llegado el
minuto en que se cumplían cien años de la muerte del Libertador, la
una de la tarde, el orador suspendió su frase y a la señal del Señor
Presidente todos los concurrentes se pusieron de pie, permaneciendo
a~í, en silencio durante un minuto, consagrado al recuerdo luminoso
de Simón Bolívar.
Asistieron a este acto, que terminó a las dos de la tarde, las si·
guientes personas: miembros del rotario señores Luis Dobles Segreda,
Heaton M. \Xl aring, Julio Díaz Granados, Roberto Brenes Gudino,
49
Luis Martínez, Doctor Castro Cervantes, Andrés Venegas, G. F.·
Bowden, Doctor So!ónNúñez, Juan Trejos Q., Julius M. Liggett,
Warren H. Mory, Ricardo Jinesta, Mariano L. Coronado, doctor
Luis P ~Jiménez, Carlos F. Ross, Raúl Gurdián,' M. G. Reed, doctor
-Nilo Villalobos, F. F. Hargy, Ernesto Quirós, Eduardo Castro Sa·-bodo, Jorge Barriga Errázuris, Jorge Meléndez R., Maximiliano
, Gurdián. Los invitados del club para este acto Weron: el señor Pre.&ident~ de la República~ Licenciado .González Víquez, don Enricluc
Castro O}'angur!".n,ministro del Perú, don Adriano Robles, ministro
de Panamá, don Gamaliel Noriega, cÓllsulde Cç¡lombia, don FroUlcisco de la Espriella, cónsul de Panamá, y los miembros de la Sociedad Bolivariana Alejandro Alvarado Quirós, Alejandro Aguilar Machado, ex-presidente de la república don Julio Acosta García, Pwro
M. Revollo Samper, Joaquín Vargas Coto, Octavio Castro Saborío,
Camilo Cruz Santos y Roberto Brenes Díaz Granados. Invitados
particulares de algunos socios asistietO%1los caballeros doctor Francisco Cordero, don Torge Tristán y don C. B. Barreta.
El Hotel Costa R~ en cuyos sal~
se ef~tuó la reunión sirvió
un espléndido menú para este almuerzo.
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Empezó el conversador haciendo resaltar el profundo sentido de
gratitud que tenía el hecho de haber bautizado aquella barriada Call
e; nombre del Licertador, que es un signo de fuerza y de gloria, y
dedicó palabras de encendida simpatía para los iniciadores de esa
idea. Luego explicó la razón lógica que encontraba en el deseo dei
vecindario de conmemorar - aunque fuera en aquella (arma sencilla - el centenario de la muerte de aque! gran americano que hizo
la libertad del Continente. El tema, Bolívar es infinito, dijo. Cada
día que pasa se descubren nuevos aspectos interesantes de la vida
~lI.traordinaria de este hombre, así como los estudiosos del espacio van
descubriendo cada vez nuevas estrellas en el cielo. Para comentar la
('bra' grandiosa que condensa esta vida, los escritos aislados
fueron
insuficientes y surgió el libro, y luego los libros y despué5 las biblia
tecas; y los hombres consagrados a este constructivo y nobilísimo
estudio fueron multiplicándose y agrupándooe hasta formar legiones
incontables, y aún pasarán muchos siglos sin que se haya dado cima
a la empresa gigantesca de extraer de la epopeya emancipadora de
América todo el oro de las enseñanzas que encierra. Imposible, entol1ees, poder encerrar en e! marco de una conversación casi familia(,
un reducido grupo siquiera de esos aspectos rnaravil!o.;os, y hab~d
que limitarse a considerar aquel que cún mayor fuerza cautiva d cariño y la rp.verencia dl' los hombres de acción que r~pugll<ln el gesto
contemplativo de los teorizantes y s610 entregan su entusia,mo a lab
actividad<:s en marcha. Ese aspecto es el de la fuerza fecunda y todopoderosa de un empeño decidido puesto al servicio de una irreducti·
hIe perseverancia. Para el camúo de los hombres, ci torrente arrollador que significa una voluntad como la de Bolívar, accionando .sill
intermitencias y dirigida ~in vacilaciones al noble objetivo de la redención de estos pueblos, no puede ser la obra sino del genio o de un
semíáÍos. Yo rechazo estos conceptos por injustos, porque ellos limitan estrechamente las posibilidades del esfuerzo humano, excluyendo
de ellos el prodigio de la voluntad y el FIAT de la perseverancia_
Pienso que el hombre puede llegar a abarcar dentro de su condición
.5!
humana todos los horizonœs de la vida, y no ~ por qué restarle mé·
ritos a la aspiración humana, genuinamente humana, trasportando a
los dominios cie lo divino en que los mayores prodigios serían COSiU.
baturales, las portentosas r~ciones
del pensamiento y de la voluntad. No es al Genio,. no es al semidios al. que yo reverencio, si no al
hombre completo que hizo de su existencia un apostillado, y sin abdi·carsu condición humana, sino muy al oontfario, exaltándola' hasta
en la sombra de sus imperfecciones, dió remate glorioso a su voluntaria misión sobre la tierra, La vida de Bolívar es corta e intensa y
luminosa como la de un relámpago. Murió a los cuarenta y siete
años, edad en que nosotros apenas comenzamos a ser hombres. Hijo
de padres inmensamente ricos, dueños de valiosas propiedades campestres, su infaJncia discurrió en contacto con las ltu:has y los halagos
de la naturaleza. De allí su complexión de acero. De allí el cimiento
de esa vida que no conoció la fatiga y fue una lección estupend..• de
belleza, de heroísmo, de sacrificio y de fe. La lógica encadenación de
todos los-actos de este hombre singular, en todos los cuales, aun en
los más insignlficantes se advertía la orientación uniforme hacia el"
glorioso objetivo perseguido, hace pensar en una sabia y formidable
organización cuya victoria no podía sonprender. Y si cootemplamos
los campos de las múltiples actividades mentales en qué actuó.• fue
pensador, poeta, filósofo, orador, político, legislador, guerrero y di·
plomático - nos encontramos frente a un organismo mtegral he<:ho
para la victoria como Mard, ese otro Libertador tan grande como
Boiívar, euyo nombre compartirá con d Qe él la' rendida admiración del
Continente - fue el precursor de su propiá obra. Formó .primero la
conciencia continental que era la base indispensable de su empresa y
luego se lanzó a la acción con el arrojo y -la fe que no tiene supera·
dones en la Historia. A propósito de esto el e~itor
narró como
uno de los act05 preparatorios de Bolívar para la aventura libertadota que iba a acometer, la libera+:iónde los mil esclavos negros d~ sus
fincas, lo cual ocasionó a su patrimonio una merma de doscientos
mil pesos fuertes, suma que aWl hoy ronstituye una fortuna considerable. Se extendió en hondas consider.a.cionesacerca de la virtud de los
hombres que sienten la nocesidad de prestigiar coo hechos indudables
ia sinceridad de sus palabras para conquistar la autoridad ~oral·que
ha de dar eficacia a su acción, y dijo que analizando los vicios de raia ~ han generado la postraciéJn en que se encuen~an nuestras na·
cionalidades, se tropieza inmediatamente con la falta de esta virtud
trascendental. Refirió también la anécdota de aquel juego de bol~.
en que Bolívar, siendo niño, dió tremendogo1pe en la frente al Prí:tëipe de Asturias, su compañero de juego, al cual hahía de arrebatar
<iespués, andando el tiempo, el dominio imperial de las Américas, y
pintó cem vivos colores el símbolo de aquel encuentro infantil entre
dos fuerzas embrionarias que habían de tener lueg; el choque formidable cuyos ecos resonarán por siempre en las conciencias libres.
V olvi.endo al tema de la perseverancia al servicio de una arraigada
convicción, tema que a cada paso saltaba en la conversación deliberadamente como un formidable ritomelo, comentó aquel pasaje en
Bue der!otado Bolívar en una de las acciones en que su empresa pareció quedar reducida a la nada, emergiendo del agua pantanosa del
Orinoco en la cual estuvo sumergido hasta el cuello durante muchas
horas con un puñado de compañeros para salvar la vida de " persecución encarnizada de los enemigos victoriosos, Bolívar exponía ante
~us tenienteS el nuevo plan de campaña y seÚalaba de antemano los
triunfos que aguardaban en la ruta. Sus parciales se miraban espantados haciendo más densa aún la confusión de aquel momento angustioso y se preguntaban en silencio si su desgracia había llegado ya al
t'xtremo de perder la salud mental de su querido Jefe. Un amigo
que llegó a visitarIo, al verIa en el estado de agotamiento físico a
que había quedado reducido, creyendo disuadirIo de sus propósitos
le refirió el est:ldo deplorable en que se encontraban todos los elementos de accién con que podían contar. Bolívar lo escuchó sumido
t'n uno de esos silencios poderosos en que con frecuencia se sumía,
siiencios precursores de las grandes tempestades de su alma en erup'
ción, y como nada respondiera, el amigo se atrevió. a inquirir: y bien"?
élhora que pien:_a usted haeer? TRIUNFAR!
fue la respuesta seca
y rotunda del Li.l.:ertador. Coincidiendo con las primeras batallas por
la independencia, el territorio venezolano fue azotado por recios
terremotos que destruyeron poblaciones importantes. Los curas, alia·
dos del despotismo español en su mayor parte, predicaron que aquello
êra castigo del cielo por la rebelión de los pueblos contra la autoridad de origen divino; entonees Bolívar arengó a las gentes y les dijo:
"Si la Naturaleza se opone, lucharemos contra 'ella y haremos que
nos obedezca". Refirió luego el narrador que en la infancia de Bolí·
var, cuando hacía su aprendizaje de equitación, los criados de la
finca lo memtaron en un burro y éste corcobeó / hasta dar con él en
tierra. Malhumorado por la contrariedad el pequeño jinete se rehizo
y dirigiéndose a la servidumbre en son de reproche exclamó: ¿cómo
quieren que aprenda a montar a caballo si lo que me traen es un
burro? A este pasaje el expositor le extrajo atinadas observaciones
acerca de los males que hacen retardar en América el triunfo definitivo de la obra del Libertador.
Nuestra democracia no marcha
nuestra democracia está enferma, porque a los hombres dotados de
5)
. Célpacidades excepcionales pa.ra dirigir los destinos de los pueblos les
Ikvamos .el burro resa.bi()SOy matrero de nuestraa conveniencias y así ..
querenws que fuzcan en el mando su gallarda estatura. A cada hom~re de estos que encumbramos, lejos de ofre~erle Una solidaric:lad
perfecta y bien dirigida, limpia de todo interés mengüado1 le arrima~
mos el apoyo condiçional de nuestros insaciables apetitos, apoyo que
tetiramos inmediatamente que por alguna catlsa vemos ,desat:e11dido.
nuestro antojo. Exigenœs a la hora de gritar y mezquinos en la cooperación indispensable para toda obra de administración consciente y
sana, todavía estamos en América - y cada vez con más desgraciado
~
- ofreciendo. burros para que las gentes afldm a caballo.
·"Jgual suerte le tocó a Bolívar. Los hombres que pudieron ser su com-,piemento, no pudieron limpiarse de. pasiones y de debllidades para
... ickntificarse cón él. A excepción de Sucre, su Teniente más amado,
ha.cstaSan Martín y hasta Miranda - técnicos, glorio.sos de la Gueua y hombres puros, - discrepa.ronde sus ideas y se alejaron sÎ.!1
comprenderlo. Estos grandes hombres que sort faros de la hwnémidad, 'tienen grandes similitudes en sus vidas" continuó el narradOl', e
hizo la comparación de Jesús, subiendo al Huerto de las Olivas antes'
de com.enzar la tragedia de su ,pasión, y Bolívar jurándose a sí. mis.mo. y jurando a su maestro en el Monte Aventino consagrar su vida
a la independencia de los pueblos ibero-americanos y descendien.do
de allí poseído de aquella infinita tristeza que ya no aban.ckna nUnca
. el gesto de los redentores desde el momento solemne en que, sumidos
en la meditación, pudieron penetrar el porvenir y contemplar la casi
estmlidad de su glori05o sacrificio. Otros compararán a ~íva.rcon
.. los .grandes Capitanes de la HiStoria, añadió. Yo no COIDeterétal
~~crilegio. Porque aquellos, los Alejandros, los Napoleones, los Césares; realizaron maravillosas hazañas al servicio de SU ambición personal y destruyeron a SlUS semejantes para usurpar y mantener las. altas dignidades de la tierra, en tanto que Bolívar consagró el prodigio de su vida, como Jesús, a la libertad ~ lUI mundo. ¿Cómo es
posible admitir paralelo entre el Corso domàdor de Europa que llegó
a ceñir las viejas coronas que ayudó a derribar con este inconfundible
t:jemplar de Caballero que rehusó gallardamen.t.e, los tesoros que le
brindara la gratitud de los pueblos y de,preció el poder imperial que
se le ofrecía con' estas palabras memorables: El título de Libertddor
es eL más grande que hd recibido eL orgullo humano 'Y por tanto, no
puedo rebajárlo. Dijo, ademáS el comentarista, que a.premiado Bolívar 'por 105 que creían que si él no tomaba bajo su mando absoluto
el dominio de las naciones libekadas todo se. desmoronaría, él contestó con frase la.pidaria: sí un hombre fuere necesario paTa sostener
~
J ..
el Estado, ese Estado no debe existir 'Y no existirá al fin: y se exten·
dió acerca de la significación que esas palabras tenían en ta vida de
{sas democracias que aún viven arrodilladas ante ciertos hombres
indispensables sin los cuales piensan que se va a desplomar el finnamento. Luego habló de la figura triste de Bolívar, y elogió ~,atristeza
como destello inevitable de la inteligencia creadora y habló de la soledad majestuosa de estos hombres, que constituye su mayor fuente
de energía, tenninando después de una hora de conversaÓón, advirtiendo a los que tuvieron la benevolencia de escucharla, la obligación
en que todos quedaban de hacer que aquel homenaje no fuera como
tantos otros, un vano formulismo vacío de sentido, sino un feliz comienzo de útiles realizaciones, y los invitó a trabajar tesoneramente
sobre su voluntad para acometer y llevar a término propó~itos hermo$05 y para hacer efectivo alguna vez el sueño del Libertador, sueño
de paz, de amor y de concordia entre todos los pueblos nacidos a la
vida al conjuro de su espada de Caballero de la Libertad.
56
La Roca
Bolivariona
La Juventud inquieta de Hispano-América
se alista para celebrar el primer centenario de la muerte de Bolívar. Es una buena
$Cñal de los tiempos nuevos. No sea este un centenario más, propicio
tan solo a explosiones líricas patrióticas. Que sea un centenario constructivo, como a nuestra América le conviene. Que las inquietas almas
jóvenes estudien seriamente la vida y obra de Bolívar y se pongan a
trabjar
el porvenir con entusiasmo y conciencia. No en otro sentido
el profeta José MartÍ ha dicho que lo que Bolívar no dejó hecho, sin
hacer está hasta hoy: porque
Bolívar tiene que hacer en América
todavía.
Acérquense, pues, los jóvenes capaces a la roca bolivariana y con
ese material, sigan creando los ideales venideros de estas patrias, que
han de unirse.
Joaquín
García Monge
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Este es el hombre que ha dicho a la América:
Tú tienes una conciencia
y un destino.
El subió audazmente a la montaña
para hacer oír su voz:
su voz fue como una águila
de alas tremantes y fuertes,
cuajadas de relámpagos.
Henchido de fe el pecho y de entusiasmos,
del varonil entusiasmo de c;ear. mundos,
sube la montaña Bolívar.
El desfiladero no le aterra
y la cumbre elevada incita,
con un poder de evocación,
su ardor.
El sube: su corcel jadeante
agita alroso la crin al viento,
y el viento de ',a altura,
es a,>mo un niño, cerca de esta tempestad
que lleva el hombre en su inquieto corazón.
Cuando el alba lanza sus pájaros de oro
sobre las enhiesras eminencias del paisaje,
ya Bolívar, el grande, ha cubierto,
con su magní fica sombra inmortal,
la vasta amplitud del horizonte atitlino.
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Este es el hijo de la Montaña:
tambié!1 ella quiso ser madre
y engendrar a un ho~bre.
También ella es fecunda y creadora;
también ella se siente dominada
por intensas urgencias de Vida.
La montaña se llama El Ande:
majestuosa, serena y repleta
de internas fuerzas,
~::_:::.
:::~v~~~;;:=
:;:~t::;;'lIa.
!:::::=:~_
Aquí están las grandes cosas:
la Caoba, el Hule y el Cedro;
la Ralrnera elegante
_
yla laorquídea
araucariay la
primitiva;
begonia y el lirio
y el Maguey y el Cacao y el Maíz.
Aquí está la tierra prolífica
y el limo fecundante,
~:_~:===:=:~:
y Ias arenas de oro
y las rocas de cuarzo,
como extraños muros
d~ una ciudad desaparecida.
y el río sagrado y el volcán y el mar.
La Montaña, un día, se sintlO
poseída de la fuerza materna.
Dentro de sí, se agitó algo inmenso:
más que un germen, una fuerza divina;
mas que un desta de ser, una voluntad
::~::=
afirmativa.
y por la fantástica VISIon de la altura
pasó la antigua raza vencida
con sus príncipes y sus cultos y sus dioses.
Pasó el palenque y la hoguera
encendida en las noches de embriagu£z;
pasó la obsidiana y el arco y el escudo
y el indio héroe y la hembra salvaje;
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que celebra el dolor del esclavo - .
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sel:át~;~iq\le.
y las sombras de las masas .rviles,
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-i.
y el lírico cantar del poeta
y el abra sembrada
y el sende<ro
que 5el'pentea entre abismc;liS
y por donde fue la tribu·heroica
hacia el triunfo o a. Ia· m.oerte.
.Pasó luego la visión del mar:
d QS1to sonoro de la onda
y la perspectiva lejana
y el mástil vigilante del barco:
y 'Pasó el reflejo de la e&lpada hispana..
y la gritería de l~ arcabuces .
y el relincho de loscabaYos de guerra,
y las hurras del conquistador
y los alaridos de la tribu humillada.
~
Oh! Tú, indio, defensor de tu tierra,
de tu árbol y de ru flor,
.
de tu era y de tu dios y de tu rancho.
~
~
i
~
el haro, la huerta y el jardin,
el trigal y el molino y el torno
i!
i
_
-_::::ª~::_~
::_
=_::~
Luego pasó la e~tan.ciay el bohío,
y la casa solariega del español.
Pasó el templo y el resplandor
de los oros místicos y la voz argentina
de las campanas del convento,
. y pasó el canto del órgano
y la piadosa oraáón de las mujeres,
y las plegarias blancas de los niños,
y [as glorias de los virreyes
y los palacios de piedra,
y la fatiga de los obreros
y los orgullos del noble peninsular;
y la fiesta casteUana
y la mantilla y las ajorcas
I
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de las damas y las voces del amor;
las dagas de plata de los caballeros;
los fuegos de las pedrerías deslwnbrantes,
la llamarada de los espadines
y el incendio de la sangr8
derramada en las arenas del Clrco.
y la Montaña Madre
se ha llenado de Iuces y de ansias
y ahora parece mucho más grande y más alta.
La Montaña quiso ser madre
y ha engendrado a un Hombre.
El hombre debe ser así, hijo
de las grandes fuerzas de la vida.
Hijo de la montaña o del arrecife,
hijo del mar o del torrente,
hijo de los bosques poblados
de gigantescos árboles.
Hijo del huracán, del rayo o del trueno,
hijo del despeñadero o de la piedra,
hijo del astro o del cielo.
El hombre debe poseer el alma
pura y formidable
de estas extrañas divinidades del Universo.
Llevar el sello de su grandeza,
ha.blar con la elocuencia de sus acentos
y pensar como piensan la Tormenta
y La Luz.
El hombre debe tener el orgullo
del majestuoso poder de la Vida.
Amêrica: Tú querías un hijo digno de tu virtud.
Habías tenido una raza
creadora de imperios y de dioses sombríos.
Tu hombre era como una débil antorcha
perdida en las tinieblas profundas.
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Tú evocaste un hombre .
como realización suprema
de tu espíritu y de tl;1 fuerza.
Bolívar:
Este hombre fœ el que sembró
en el espíritu de una América nueva,
los gérmenes impereœderos
de alentadores designios.
La Humanidad tiene en este continente
una sacra tierra de promisión:
aquí el surco es fecundo y amigo .
y d cielo protector.
No falta en la noche una es.trelIa
para alwnbrar una ilusión.
No falta en su campo una espiga
para amasar un· pan.
El fœ el héroe de una grande hora
y el' Capitán de un ejército;
Libertador o Conductor
fueron constantes sus SIgnOS;
voluntad y fiereza,
decisión y sacrificio,
y una fe inalterable
en sus~sueños.
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porque tenía una inmensa alma.
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ella,fueron
libre ytambién
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porque enéstos
los sellos de su espíátu .
No la imaginó atada
al carro ruidoso de su victoria,
porque para él, su América
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¿Qué importa un siglo o dos siglos?
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Un día fausto,
las voces creadoras de Bolívar
adquirirán el poder de WIa idea
y constituirán las normas de conducta
de la Raza.
No perecen las lecciones del geñio
aunque los tiempos sean infecundos y mezquinos.
Es bueno estar cerca de este Hombre.
Crecer con él; vivir de sus impulsos;
creer en lo que él cree,
y amar lo que él ama.
Oír y recoger los latidos de su corazón
y sus voces iluminadoras de Maestro.
Cuando él habla, el alma adquiere
singulares vibraciones de fuerza y de delirio.
El no es el Capitán
que hizo de su soldado un esclavo.
El varón que estuvo cerca de la hoguera
de sus esperanzas, se sintió ser más humano.
A su sombra crecieron los valientes.
Oh! Bolívar, guía y edificador de varones.
El, noble por su tradición,
hizo de los humildes defensores de América,
una mejor aristocracia,
forjada en sinceros orgullos
y en firmes y gloriosas virtudes.
Los hombres caminaban como enemas
detrás de este semidiós.
Aquellos que vivieron en los enormes días
de la gesta americana,
y vieron desfilar los ejércitos de Bolívar,
son testigos de un olímpico desfile
de almas.
Allá van, desde los picachos del cóndor
hacia la llanura sugerente,
los grandes,
los excelsos,
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No eran hombres comunes.'
La Libertad, a que servían,
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y les había impreso una nueva esencia.
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y llevaban como su Capitán
un incendio de furor en el .pecho.
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Bolívar es como la COnCl.ellCla
de América,
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da a sus naciones
el poder de la Sabid.uría
y la inmortalidad.
Oh! Bolívar, cuando el espíritu del americano
se penetre de tu esencia varonily de tu majestad,
no se sentirá pequeño
delante de tu sombra.
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No serán pequeños los hombres de Àm.é.rica
que se purifiquen en las aguas tempestuosas
de tu culto solemne.
Tú has creado un nuevo ·culto
en los antiguos altares del Sol.
El culto de la ,renovación de la Vida,
el del pensamiento libre y soberano;
el culto edificante del Hombre .
Que el Hombre sea cada vez más puro
y cada vez más activo
en el ejercido de .sus propias ~rtudes.
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América, si eres siempre leal
a los ensueños de tu noble Capitán,
tú serás la divinidad
dominadora de la Vida
y vencedora del Tiempo.
Levántate América y de pie,
severa y augusta,
poseída de una alma luminosa y bravía,
canta hoy,
para honrar a tu Libertador,
el himno resonanl)~
de los inmortales.
Oh! tú nmo que naces
cuando tienes una América propia:
Esa América, la evocó el Libertador,
de las sombras continentales,
y la ofrece a tus destinos y a tus luchas,
a tus glorias y a tus ansias.
Bolívar te ha dado este presente
para que te sintieras digno de vivir
y de ser.
Bolívar pensó en tÍ, oh, nmo inocente!
Siempre habrá una flor en el césped;
siempre habrá una !lama encendida
sobre la alta montaña;
siempre habrá un niño
en los brazos de las madres americanas!
Bolívar pensó en tí;
sus bata!las inmemorables
fueron poemas
para arrullar tus sueños.
Oh! niño, en cuyo interior
llevas el fuego sacro eterno
de la eterna América .
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porque
su empresa
había terminado,
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y adquirió la estatura del roble
y la estatura del volcán,
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su espada, como una estrella en sus mano~
se fundió en una luz pura
que extendió sus aJas fulgurantes
desde el Norte hasta el Sur.
Su espada no es el signo de la guerra
sino el signo de la Victoria ..
Qu~ Bolívar tenga un monumento,
no sólo de piedra ni de bronce.
Que en el resplandor del alma indígena
se aloe permanente su sombra
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inclinado no a la servidumbre
sino a la revere!Kia.
Que la oración civil sea para el Héroe:
"Bolívar, padre de nuestro orgullo;
que crezca la América
bajo tus designios benévolos.
Oh! justo y valeroso y excelso.
Que nuestros hijos sean leales y sinceros
en la devoción de tu nombre
y de tu Gloria".
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BoJ[uar
Trémula de emoción, América evoca tu nombre excelso! Ella te
debe la libertad; y con la libertad, la vida. Sobre el cuadro sombrío
y doloroso de la guerra, como un resplandor cuyos fulgores nunca
;,pagarán ni la mezquindad ni la incomprensión, admiramos hoy, la
hrrmosa ideología de tu Panamericanismo integral, e! cual es el ptu1to extremo a que haya podido llegar el pensamiento político en el
Hemisferio Occidental, la máxima aspiración de todos los hijos de
este Continente.
Quien cante a Boyacá, canta la Iliada de América; pero quien
medite' en la carta de Jamaica o en la invitación para el Congreso de
1826, termina por adivinar allá, en las lejanías de! porvenir, cual
es e! destino que las leyes divinas le han reservado a este Mundo en
donde la democqcia ha de perfeccionar su noble evolución.
Alejandro
69
Aguilar Machado
fan la rodilla en tierra
La literatura exaltadora de Bolív~r ha agotado el léxico del
elogio en forma tal, que ya no nos queda a sus admiradores más
palabras que no sea la simple palabra de una reverente uncilm.
Bolívar es y seguirá siendo el genio tutelar de América, para
cuyo nacimiento .el Continente se 'desgarró las entrañas en un salvaje sacudimiento de los Andes.
Benemérito artífice de la libertad de un mundo, no es esa, sin
t'mbargo, su 'mejor presea, que muchos al romper las cadenas de una
·eèJlavitud, forjaron con ellas las cadenas de un despotismo. Su más
fresco laurel lo conquistó, a mi ver, cuando, ·puestas de lado las armas libertadoras, empeñó su verbo profético, todo su prestigio impar,
las fuerzas todas de su mente en llamas, en constituir las democra·
cias que habían de perpetuar, tal sueño tantas veces desgraciadamente defraudado, la levantada ideología de su lucha homérica.
-,Precursor de la más bella anfictionía, no propiamente de estas
modernas que une y desune el interés, el Congreso de Panamá sigue
siendo una de tantas sublimes enseñanzas que en nuestra ceguera de
incomprensión hemos pospuesto. '
Le somos deudores al Padre Bolívar en este y en otros muchœ
aspectos; encendamos por lo menos, en compensación, nuestro espío
ritu de americanos en la llama viva de S1,1 ejemplo, que es el más noble orgullo de l.a América.
José Albertazzi ,A vendaño
70
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El mayor
Capitón de la tierra
El mayor capitán de la tierra: por lo que pensó, por lo qUt:sintió
y pudo realizar como hombre; por el coraje de su pluma y el vigor
de su espada; por la amplitud continental de su alma. Genio guerrero como el de Napoleón y, en panoramas más grandes, más desolados, más ásperos. Corazón mayor que el del corso, en la aspiración,
en el ejercicio del mando, en el redonde.J de la amistad, en la ternura
del amor. Bolívar era todo alma, apostolado; el otro ambición y
odio; ambos conocían el orgullo de su grandeza, que es un derecho
de los genios, pero hacían diverso uso de las garantÍas que otorga a
los guerreros: Napoleón tenía una soberbia sin freno; Bolívar, sometía la testa de su orgullo al interés universal de los homb::-es.
La sangre que vertió Bonaparte sirvió para someter pueblos; la
que vertió Simón Bolívar, para libertar naciones.
Moisés Vincenzi
71
· Bolivar
No aró en el mar el Libertador, como lo dijera en cierto momento. Su colosal concepción necesitaba las alas de los siglos para
levantar el vuelo anœ los pueblos libertados. Ahora empieza a remon·
tarse, a rasgar los aires y a multiplicar luz, a definir grandezas, a
vincular corazones y a fundir nacionalidades; su poder real y condensador está naciendo, encarnándose en el alma y en seno de la
América española, unificando las ansias de- la raza. Su delirio sobre
el Ande llegará a ser el pedestal magnífico de la inmensa edificación
futur:: el Chimbo;azo será el cantor de su gloria, su Orinoco y su
Amazonas las cintas eternas que adornan su refulgente inmortalidad.
La esencia de su genio anima y abrillanta el espíritu del Continente.
Lucas Raúl Chacón
El Ocaso àe Bolívar
Demacrado,
SUl
por la tremenda
fuerzas y dolido
ingratitud
humana,
a la sonora costa colombiana
llegó el Libertador
buscando
olvido.
No es ni la sombra del guerrero
ungido
en la valiente gesta americana,
que fué terror de la Corona
no tanto
vencedor
hispana
como vencido!
Allí, frente a la mar, aguei gigante
a quien la fama proclamó
reconcentró
triunfante,
su triste pensamiento ...
y en la amargura
de sus hondas penas
el Cielo oyó que murmuraba
apenas:
"aré en el mar y edifigué en el viento".
17 de Diciembre de 1930.
Alberto DurâT! Rochd
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Visión
àe la Apoteosis
y en nuestra imaginación
vemos desfilar el fúnebre cortejo
con todo su apîfato de regía pompa; como en los tiempos de ~oma,
en medio de la "Ciudad iluminada por mil hachones
resplandecIentes
que la convierten en un inmenso pebetero, en el que se consumen las
l~grimas y la amargura infinita de la patria en presencia de los fríos
despojos de su hijo egregio y admirable; execrado y calumniado con
saña cruel por los demagogos sin ley y ni respeto de ninguna especie,
por aquellos que la envidia corrompió hasta envilecerlos.
y pasa el cortejo
sobre un cogín de raso empurpurado viene
tendida la espada del Libertador; la misma espada invicta que fue
raya en los campos de San Félix, de San Mateo y de Guayana; la
misma espada que centelleó radiante en los campos de CarabJbo y
Junin; la mis,na tÍzopa asoladora y terrible que desga.'ó los bosgltcS
:llldinos para llegar a las sabanas de Boyacá; el mismo r~dentor a,-cro que fulguró como un manojo de rayos en las faldas del Bárbula;
la misma tizc.na bravía que alumbró la tragedia silenciosa de Junín y
que, en la mano vigorosa del Héroe fue brazo de Dios para castigar
tiranos y derrumbar verdugos; la misma espada fúlgida con cuya
lTUZ de bronce bendijo Bolívar desde la cumbre del Chimborazo,
la
lIbertad de un Continente.
y pasa el cortejo al compás lento de los tambores y de las cornetas que llrnan el espacio con sus notas lúgubres, y es el sombrero
Je Bolívar conducido por' un veterano que luce SlIS aúreas fnsign'ias
ganadas en la refriega, y es entonces el oro de las cruces y de las medallas el que brilla sobre el oro de las cicatrices y de las viejas heridas; es el mismo bicornio de plumas blancas que va .;:olocado sobre !a
rica bandeja; es el mismo morrión emplumado como en los días de
gloria, cuar.do caían sobre sus rosetas las amapelas del patriotismo
y del fervor de un pueblo delirante; el mismo sombrero de escarapelas encarnadas con que saludaba el Héroe a las multitudes locas de
entusiasmo y veneración, que le aclamaban como a un dios de los tiem.
po:¡ antiguos, bendiciéndole y exaltándo1e como al soldado providencia!
que llegaba victorioso de conquistar nuevos lauros para su patria; es
el mismo sombrero sobre el que cayeron en horas de indecible arrebato
75
los verdes gajos de la gloria, los ramos perfumados, las coronas y las
rosas de la epopeya, y que, sobre aquella cabeza de prodigios, cabeza
de corte aquilino conio la de César, más patecía eon sus crespas y
blancas plumas, un fragmento de nube prendido sobre ~ frente,
frente que orearon tantas veces los ósculos de la fama.
y el corte~ se acerca, se aproxima con lemo andar de augusta
procesión; parece un cortejo de los tiempos heróicos ~ Roma y de
la Grecia, cuando de modo semejante coronaban también a sus grudes cau&llos y a sus guerreros ilustres; pero ya el guerrero que en er.ta
pompa se magnifica, es tan sólo un puñado de cenizas en tomo de las
cuales llora acongojada una multitud que se Cstrenlœ, grita y suspira y se emociona cuando sus ojos se posan eh el brioso corcel que
montaba el caudillo, qué de las bridas conduce un soldado de las viejas campañas liberradoras.
Oh, el caballo de Bolívar; el potro de Bolívar, el caballo fogoso
y piafante del Héroe, el brioso ~orcel sobre el que cabalgó en medio
del f!:'agor de los combates el soldado ~iUe; el potro indomable
que descargó sus cascos tremendos sobre los campos de lucha, el potro rebelde y fiero que.se transformó en centauro cuando las cargas
asoladoras de Carabobo, de Bomboná fOe Junín; el potro de Bolí· .
var, el potro de la pampa que ti,ntió _.~·.:cœajes
de soldado para
t'scalar las altas sierras de los Andes y luego caer implacable sobre las
sabanas de Boyacá; el potro de musJœ de· acero, sudoroso y bravío)
el corcel de guerra, de crines sueltas como una lluvia de fuego; el potro que llevaba en su espíritu una ~;e!(aballo
nervioso, inquieto y desasosegooo, que cascotea y relincha, de' hocico ~œ,
mientras sus fuertes mandíbulas tascan el freno de . pulidos anillos
de plata. El corcel de Bolívar! el intrépido "palomo", como Bolívar
lo llamaba! A cuántas visiones de' ~
y de grandeza se ofrece su
figur;l erguida en este suntuoso cortejo; cuando sobre sus fuertes 10mos crHZaba el Libertador como un ~~o
-las llanuras interminables, la cresta escarpada de la sierra y lOs pá.ratnOlf Y los ventisquer05,
en donde quedaron tendidas por el cierzo las l~
de sus abnegados "muchachos", que sucumbían besando el guiñapt en que iba
impreso con sangre de héroes el. signo de Dios y el signo de la patria.
Oh, el caballo de Bolívar ... !
.
Cómo se agolpan los épicos recl.le1'dœcuando en este fúnebre desfile aparece su figura heráldica también;: .como la de un pegase
de la gloria, en donde cabalgó en los díaSck:ou~ia
el soldado
admirable, llevando en sus manos los pendones' ~.·Ia revolución y la
espada insigne eon refulgexu:ias de astro para ~.
las batallas;
y él, ese potro que marcha triste en esta olímpiclt:"-ptóoesión,fue el
76
clarín de las victorias, porque sus relinchos tuvieron entonces la nota
estridente de las trompas de la Fama, del clarín de los felices augurios y de los pífanos que arrullaron los dichosos días de la patria; el
fue también el mensajero alado de los triunfos de la República, cuando con su loco galopar logró dominar las pampas inmensas para caer
como una centella en la emboscada astuta y romper con sus cascos las
~an.zas enemigas que se cruzaron buscando en el ccnbate el noble
pecho de su amo, que imperturbable y sereno entraba montado sobre
sus fuertes lomos a ganar las jornadas de la justicia.
El sabe del épico delirio del Chimborazo, él conoce las delicias
del Potosí, y en sus potentes pulmones se tranformaron en fuego las
gélidas ráfagas del páramo de Pisba; él b::bió las aguas turbulentas
del Apure, las cristalinas de las fuentes amazónicas y las turbias y
ensangretadas del Orinoco; él paladeó la frescura en los remansos del
Marañón, y una tarde sació su sed angustiosa, allá, en los desfiladeros del Apurirrac y luego, al caer de la noche del 6 de agosto de 1824,
~e sorbió las e5trellas en el lago de Reyes, allá-, cerca de la sombría
pampa de Junin, después de la trágica embestida de los J-!úsares y de
los Guardias ..
Este potro invicto fue también un símbolo de la epopeya: el
Rimac le regaló sus espumas como jazmines, para que con ellas mitigara su sed, sed devoradora que experimentan en sus andanzas los héroes, y cruzara las llanadas interminaUes y volara como una saeta,
llevando en el florón blan<.:ode las espumas que bordaron su hocico,
la divina consigna del triunfo al General Sucre, que cumple la últi·
ma jornada de la libertad en el campo de Ayacucho.
Ese potro de Bolívar, que merece un canto épico cerna a un héroc; que muestra como los viejos soldados de Cartagena, diez heridas
sobre el pecho, marchaba en aquella hora silenciosa, melancólico y
triste; sobre su dorso faltaba ya - el caudillo, que le condujo cien
veces a las alturas de la montaña, a la hondonada de los valles, a las
riberas plácidas y rumorosas en donde refrescó sus agotados miembros, luego de los rudos y .bárbaros combates de aquellas lides d~ leyenda, que la fama y los clarines del triunfo consagraron.
El pegaso de Bolívar que nuestra visión contempla en esta hora
melancólica y de gloria a un mismo tiempo¡, como un vicjo Mariscal,
cargada la cabeza de bellos recuerdos, aderezado con los más ricos
arreos: con la montura de guarniciones de oro que a su amo exœlso
le ofreciera el Perú, el precioso freno y las riendas de plata, que le
brindaran a su amo los patriotas de Potosí, marcha entristecido; hay
una visión lúgubre que empaña sus enormes pupilas, sus pupilas que
miraron sin rubor alguno las fieras bayonetas de Carabobo y que
77
Dr. Rlejandro f'róspero RevereDd
Médico francés que asistió al L1l>ertador durante
su última enfermedad .
•
78
ahora miran esta apoteosis, que exalta y glorifica al amo invicto, que
sobre sus lomos cruzó la i:nmensidad de un Contin>entJe, en una gesta
olímpica, como de dioses y de titanes.
Por eso está triste el corcel de los resoplidos formidables; el pegaso
inmortal, que tenía Banderar por .alar, el potro bravío de las faldas
avileñas, el caballo de la libertad que fue también la tribuna del Héroe Gigante, cuando desde sus lomos aquella lengua djo maravillas
y ganó tantas jornadas como en los días trágicos, sobre su fuerte espinazo, en las cargas asoladoras. Noble bruto que de las brindas conduce un veterano, cuántas cosas y cuántas visiones contemplarán sus
ojos entristecidos
! Por eso marcha azorado. mirando la regia
pompa y el llanto de los pueblos por el Libertador, su amo; por eso
está triste, por eso está melancólico y e:1 sus o;azos enormt's hay un
rocío de lágrimas que las nubla y que ne..; conmueve también.
y luego, el túmulo, aquel monumento, aguella pirámide maravillosa tejida con las flo.res de los jardines caraqueños y las palmas
y los laureles del Avila, soSre los que resaltan los bélicos trofeos,
wal otros símbolos de la inmortalidad:
las espadas y los yataganes,
!os escudos y las banderas de cinco naciones redimidas pot el bravo
paladín, que ya reposa, que ya duerme para siempre sobre aquella
montaña extraordinaria de flores purísimas como los ideales que pal.
pitaron en ese cráneo ya vacío, cuando en él efervescía el genio que dió
vida y honor y gloria a un mundo que como el de Israel, aguardaba la venida de Moisés para salir de! desierto donde tantas hambres
y miserias hubo de sufrir.
Ese túmulo, sobre el que van depositados como en una urna sa·
grada los despojos de Bolívar, apenas se comprende que avanza, y
es, porque los vif~jos soldados de la Guardia han querido ser los que
conduzcan al últImo sitio de reposo aquellos huesos, que ayer no más
£ueron la armazón de hierro del Egregio Capitán, y por eso, en un
árranque generoso de amor y de ternura, han desatado los regias
caballos, que tiraban del soberbio carro y ahora son ellos, los veteranos
de cien batallas, los que tiran de aquella pirámide, que es un trono de
afecto, sobre el cual las cenizas del Héroe se reincorporan y se confunden con su pueblo amado, en un sentido coloquio de infinita ternura, porque los que le siguen en esta arrobadora explosión de amor,
son los mismos bravos de sus jornadas, los mismos bizarros paladines que con sus lanzas y sables descuajaron bosgues y montañas, arrancando lauros para la frente del Caudillo; y así marcha esa invicta legión de curtidos soldados; con la cabeza inclinada y los ojos tristes y
enrojecidos de tanto llorar; enjugando lágrimas y ahogando los suspiros hondos, que brotan de su alma acongojada
cuando contemplan
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aquel severo túmulo que guarda en su arquiUa de broDce. .lu œfti2as
.::del Titán; sí, esta será k poi)treca ~ôñ
<le 5U amor·y de_s~ teat.. tad al Caudillo inmortal.
Así vió nuestra fantasía ~f
el cortejo de la gloria por las
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enlutadas de Caracas; así pasó el opuknto desfile de esta':JUptema apoteosis que Venezuela tributo asu Héroe Maino~a·SU Epónimo
: Soldado, a su Egregio Paladín y abnegado Padre, mientras â lo lejos,
tronaba el cañón como un profundo y formidable grito de amargura
y de angustia; eran los morteros y las roídas piezas que asolaron los
campos -de Bomboná, Pichincha y Aya.cuclw, qué unían su gigante
queja a este inmenso duelo de la patria, frente a los despojos k.JOS de
$U fundador. ""!!
Así pasó el cortejo funerario de ij,o:ívar pOr las calles' de la ciudad del Avila ell? de diciembre de 1842, doce años después de haberse apagado la luz esplendorosa de su Genio como en un véspero som·
brío, allá en la quietud de San Pedro. Alejandrino, desgarrando el
corazón de un pueblo, que, en su pena indecible y honda representaba
también el supremo dolor de la América libre que soñó el Héroe y
que, en aquella hora sombría y melancólica de los grandes recuerdos
y de las épicas remembranzas, plegaba sus banderas como plástica y
conmovedora expresión de su pena.
,
El Sol de Colombia se hudió en 10 eterno de la muerte y de la
historia, para contemplar su obra desde las alturas inconfundibles de
la inmortalidad."
Oc/a'Vio Castro Saborío
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