ANTECEDENTES

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TEXTO
En la Ciudad de Sevilla, a 18 de marzo de 2011.
AUDIENCIA PROVINCIAL DE SEVILLA
SECCIÓN PRIMERA
OFICINA DEL JURADO
ROLLO NÚM. 4528/2010
Juzgado de Instrucción núm. 1 de Coria del Río.
Sentencia
nº 2/11 del Tribunal del Jurado y
Sentencia nº 141/11 de la Sección Primera.
Vista en juicio oral y público por los trámites de la Ley Orgánica 5/1995, de 22 de mayo (LA LEY
1942/1995) , reguladora del Tribunal del Jurado, la causa identificada arriba, seguida por delitos de
malversación de caudales públicos, falsedad documental, y encubrimiento, contra:
Pelayo , con DNI número NUM000; y vecino de Puebla del Río (Sevilla). No constan sus restantes
circunstancias personales. Se encuentra en libertad provisional por esta causa.
Está representado por el Procurador Sr. Coto y defendido por el Letrado Sr. Soto.
Carlos María , con la misma vecindad que el anterior, no constan sus circunstancias personales. También
está en libertad provisional.
Lo representa el Procurador Sr. Franco, y lo defiende el Letrado Sr. Arias.
Han sido partes en la causa el Ministerio Fiscal, y Artemio y PARTIDO INDEPENDIENTE DE LA
PUEBLA DEL RÍO, representados y defendidos, respectivamente, por Don Ignacio Diaz Valor, y Don
Emilio Lechuga.
Es Magistrado Presidente el Iltmo. Sr. D. Joaquín Sánchez Ugena.
ANTECEDENTES
PRIMERO.- El Juzgado de Instrucción siguió el procedimiento judicial por todos sus trámites contra los
acusados, y en su día la causa fue elevada a este Tribunal, que dictó resolución por la que fijaba los
hechos justiciables, admitía las pruebas propuestas consideradas útiles y pertinentes, y señaló fecha para
la celebración del juicio oral el día 14 pasado y siguientes, en que efectivamente se ha celebrado, con el
resultado que recoge el acta levantada al efecto por el Sr. Secretario para documentar el acto. En el día de
ayer, el Jurado emitió el veredicto y cesó en sus funciones.
SEGUNDO.- El Ministerio Fiscal calificó definitivamente los hechos enjuiciados como constitutivos de
un delito de malversación de caudales públicos, un delito de encubrimiento, y otro delito continuado de
falsedad documental.
Imputó la autoría del primero y del tercero a Julio, y la del segundo y tercero a Carlos María; invocó la
concurrencia de circunstancia modificativa de reparación del daño en el delito de malversación, y solicitó
que fueran castigados con las penas de:
Pelayo: Por la malversación, tres años de prisión e inhabilitación absoluta por 6 años; y por el de falsedad,
un año y nueve meses de prisión, accesorias correspondientes, y pago de las costas.
Carlos María: Un año y seis meses de prisión por el delito de encubrimiento. Y por el delito de falsedad,
un año y nueve meses de prisión, con las accesorias correspondientes, y pago de las costas.
TERCERO.- Por su parte, la acusación pública formula la misma calificación, y solicita las penas que se
recogen en el acta.
CUARTO.- En el mismo acto, la defensa de Carlos María , subsidiariamente a la petición de libre
absolución, solicitó al Tribunal que dictara sentencia con aplicación de las circunstancias atenuante de
dilaciones indebidas y confesión, y solicitó pena de 6 meses de multa para el delito de falsedad.
QUINTO.- Por último, la defensa de Pelayo solicitó definitivamente sentencia absolutoria.
HECHOS PROBADOS
Son hechos probados, de conformidad con el veredicto emitido por el jurado popular, los siguientes:
PRIMERO.- El acusado Pelayo , en el año 1999 es Alcalde de la localidad de la Puebla del Río. En su
condición de autoridad municipal dispone de un teléfono portátil con el número NUM001 , cuyas facturas
paga el Ayuntamiento, con cargo a los fondos públicos municipales.
En el período de tiempo comprendido entre septiembre de 1999 y febrero de 2001, el acusado hace uso de
este teléfono, de modo constante, reiterado, y casi exclusivo, para llamar a Valle , y por razones
exclusivamente personales.
Tan desproporcionado es el numero de llamadas a los dos teléfonos de esta señora (NUM002 y
NUM003), que la facturación de la compañía, por ese período de tiempo, asciende a la cantidad de un
millón catorce mil setecientas treinta y dos pesetas (6.098Ž66 euros al cambio).
SEGUNDO.- La documentación de las facturas la conserva obligatoriamente el Ayuntamiento, y a ella
tienen acceso porque así lo dispone la Ley, los miembros de la oposición municipal. El portavoz de un
partido político que pertenece a esta, Artemio , en abril de 2001 solicita copia de las facturas desde
septiembre de 1999.
Para que no exista constancia material de lo hecho, el acusado Carlos María , Concejal Delegado de
Obras y Servicios, decide manipular las facturas hasta eliminar de ellas las llamadas a los indicados
números de Valle , y la duración de estas llamadas, y su importe.
Las facturas así alteradas fueron entregadas al Concejal que las había solicitado.
El Jurado en su veredicto declara que no está acreditado que Pelayo tuviera participación alguna en la
decisión de manipular la documentación en cuestión.
TERCERO.- El acusado Carlos María realiza el hecho anterior para evitar que se descubrieran los
hechos descritos en el ordinal primero.
CUARTO.- Entre octubre y noviembre de 2002, Pelayo devolvió a las arcas municipales el importe de
las llamadas telefónicas realizadas.
FUNDAMENTOS JURÍDICOS
PRIMERO.- Con carácter previo a cualquier otra consideración, es preciso resolver la cuestión
planteada, como previa, por la defensa de Pelayo , en relación con las pruebas propuestas a través de
escrito presentado el pasado día 8.
En concreto, se trata de dos periciales en relación con Valle , y una testifical, consistente en la declaración
del cabo de la Policía Local de Puebla del Río, pruebas estas que fueron denegadas.
De entrada nos quedamos con la idea de que el derecho a la prueba es una manifestación elemental del
derecho a la tutela judicial efectiva, reconocido en el Art. 24 de la Constitución (LA LEY 2500/1978) que
nos rige. Si este derecho se cercena, la tutela judicial no es posible.
Ahora bien, dicho esto, hacemos dos precisiones:
Que no se trata de un derecho absoluto, sino que viene condicionado por las notas de utilidad y
pertinencia. Cuando las pruebas que se proponen no son útiles ni pertinentes, deben ser rechazadas, y este
rechazo no supone ni remotamente vulneración del derecho; y
Que determinar si una determinada prueba es o no útil o pertinente, es la consecuencia de un juicio de
valor que corresponde hacer al Juez, y no a las partes.
Por ello, la sentencia del Tribunal Supremo de 22 de enero de 2008 explica que la nota decisiva de la
prueba es la de la relevancia. Una prueba es relevante cuando su práctica pudo haber alterado el resultado
de la sentencia a favor de la parte que la propuso.
En consonancia con esta idea esencial, la sentencia de 3 de enero de 2007 indica que cuando la prueba
rechazada es irrelevante no conculca el derecho a la tutela judicial efectiva. Y corresponde al Tribunal
determinar si la prueba propuesta es o no relevante. En el mismo sentido se pronuncia las sentencias de 31
de octubre , y de 20 y 30 de noviembre del mismo año .
Las pruebas propuestas y rechazadas no cumplen estas exigencias, porque se hubieran practicado o no, su
práctica no tendría incidencia alguna sobre el fallo.
Ciertamente, los problemas psicológicos o de otra índole que pueda tener la mujer a la que el acusado
llamaba desde el teléfono móvil con tan asombrosa frecuencia, en nada alteran la realidad de los hechos,
ni su dimensión jurídico penal, como enseguida vamos a tener ocasión de explicar. Quierese decir que no
tenemos inconveniente alguno en admitir como cierto el contenido de los dos dictámenes periciales
aportados junto con la solicitud de la prueba, y admitir como probada, en consecuencia, la problemática
personal de esta mujer, que en tales informes se explica pormenorizadamente.
Y por lo que se refiere a la testifical propuesta, no se admitió porque en ningún momento se indica,
sugiere, ni apunta qué relación pueda tener con los hechos sobre los que se ha juzgado, hechos
estrictamente personales, un funcionario de la policía local.
SEGUNDO.- Despejada así la cuestión previa, acometemos la tarea de calificar los hechos que el jurado
ha declarado probados.
Comenzando por los que hemos declarado probados en el apartado primero del relato, son constitutivos
de delito de malversación de caudales públicos, previsto y castigado en los artículos 432 y 433, 2 del
Código Penal .
Se trata de un delito encuadrado en el Código entre los delitos contra la Administración pública, que
cometen la Autoridad o el funcionario público que hacen suyos, o consienten que otros lo hagan, los
caudales o efectos públicos a su cargo; o los destinan a usos ajenos a la función pública.
Es exactamente esta la conducta del acusado Pelayo .
En su condición de Alcalde, tiene a su disposición un teléfono móvil que le ha facilitado el Ayuntamiento,
y cuya facturación corre a cargo de las arcas municipales.
En consecuencia, el uso del teléfono está indisolublemente unido a las actividades del Alcalde como
autoridad, lo que no significa, lógicamente, que su uso quede restringido única y severamente a
actividades propias de la Alcaldía.
Lo que convierte el uso en uso delictivo, en malversación de caudales públicos, es la dedicación del
celular, de modo cuasi monopolístico, a las llamadas a Valle .
Baste examinar la documentación aportada para entenderlo así, pues aparte de la constante
comunicación con los dos números antes indicados, prácticamente el aparato apenas tiene otro empleo.
Y no cabe, porque no es seria, la explicación que se nos ofrece en el sentido de que el Alcalde tiene otro
teléfono, exactamente igual al oficial, pero particular, comprado con su dinero y pagado su uso con su
dinero, de suerte que puede haber confundido ambos aparatos.
No es excusa válida, sin contar con que ni se prueba, ni siquiera se intenta probar un extremo tan
sencillo como es el de la realidad de ese hipotético segundo aparato. Al ser preguntado al respecto, en el
juicio ni siquiera es capaz de decir qué numero tiene.
SEGUNDO.Insistió la defensa de este acusado en que a la conducta delictiva hay que aplicar, a sensu contrario, el
inciso final del Art. 433 , puesto que el importe de las polémicas llamadas fue restituido de inmediato.
No sucede exactamente así. La modalidad delictiva recogida en el precepto es una modalidad con la
penalidad notoriamente disminuida, pero siempre que el importe de lo distraído sea restituido dentro de
los diez días siguientes al de la incoación del proceso.
Y este no es ni mucho menos el caso: a la vista de los testimonios de que disponemos, en cumplimiento
de lo que establece el Art. 34 de la Ley del Jurado, sabemos que el procedimiento fue incoado el 25 de
junio , y solo a partir de octubre se inicia la devolución de lo distraído. Y no existe constancia
documental, en los testimonios elevados al Tribunal, que acredite una cronología distinta.
TERCERO.- El Jurado popular, en su veredicto, ha razonado cumplida y suficientemente la afirmación
del delito. No obstante ello, y sin perder de vista que a nosotros nos toca sólo la tarea de que ese veredicto
cristalice en la sentencia, procede que hagamos cuatro consideraciones al respecto:
A).- La primera de ellas, es que la explicación auto exculpatoria del acusado no puede ser valorada sino
como lo que realmente es; como una razonable y comprensible manifestación del derecho a la propia
defensa, que resulta por completo estéril porque se estrella frente a una evidencia abrumadora, sobrada,
de prueba de cargo bastante para destruir la presunción de inocencia que le favorece como sujeto pasivo
del enjuiciamiento criminal, desde el Art. 24 de la Constitución (LA LEY 2500/1978):
No es verdad que las llamadas a la mujer obedecieran al loable sentido de responsabilidad del Alcalde
frente a los graves problemas personales de una vecina maltratada, y amenazada.
Puede en efecto suceder -es deseable que suceda- que un Alcalde sensible, humano y responsable,
entregado a los problemas personales sus convecinos, se preocupe por la penosa situación de una mujer,
que los sufre. Y puede entenderse que en estas condiciones, el Alcalde llame a la mujer, que se informe,
que siga el devenir de sus infortunios, que le preste asesoramiento, guía, y consuelo.
¿Pero es razonable hacerlo muchas veces todos los días, a cualquier hora del día o de la madrugada?
Evidentemente, no.
Porque en contra de lo que sin razón se pretende, la comunicación con Valle es de índole muy personal,
según está cumplidamente demostrado.
B).- Para mayor abundamiento, nos encontramos con que esta tesis montada sobre la razón de ser de las
llamadas, es por completo incompatible con la actitud del propio acusado, que consta en las actuaciones.
El Jurado ha tenido ocasión de comprobar las declaraciones sumariales, y cotejarlas con las oídas en el
juicio, de conformidad con las previsiones de la Ley reguladora de este proceso.
Pues bien, en su momento, cuando el Juez de Instrucción le pregunta al acusado sobre la identidad de la
titular de los dos números de teléfono a los que se dirigen una y otra vez las llamadas, el declarante se
niega a responder (" es una pregunta personal que no va a contestar", dijo entonces, como consta al
folio 479 de los testimonios elevados al Tribunal ).
Si fuera cierta la tesis de un Alcalde sensible ante los graves problemas de una indefensa vecina, sin el
menor género de dudas, ni se hubiera escudado en el carácter personal de la pregunta, ni se hubiere
negado a contestarla. Al contrario, hubiera dado la explicación que da ahora.
Lo que sucede es que esta explicación, como tantas vences ocurre en la práctica, es una explicación
montada a posteriori, en obediencia a un legítimo propósito de auto exculpación. Que además resulta
inverosímil y absurda, por lo llamativamente inconsistente.
C).- La prueba de cargo, por el contrario, es contundente en su resultado. Y es de notar que los testigos
han demostrado una clara objetividad, porque en ningún momento se ha evidenciado en ellos el menor
atisbo de animadversión, rencor, o deseo de perjudicar al contrario, tan frecuente desgraciadamente en los
escenarios de nuestras políticas locales, a lo largo y a lo ancho de la geografía, como cotidianamente
sabemos por los medios de comunicación.
Así, el Sr. Artemio , acusador popular, se expresa con delicadeza cuando silencia el vínculo afectivo que
existe entre Pelayo y Valle , lo que dice mucho sobre su elegante caballerosidad, pues según palabras de
la propia interesada al declarar como testigo, todo el mundo sabe que es la amante del alcalde, relación
afectiva que no siempre se expresa en el pueblo con el mismo recato, según declaró con crudeza ante el
Jurado la propia interesada.
Pues bien, retomando la exégesis de su declaración, precisamos que el Sr. Artemio , que conoce a Valle ,
y que presentó la querella a la vista del gasto en facturación del teléfono, deshace la explicación oficial
cuando declara en juicio que la mujer nunca ha acudido a los servicios sociales, ni al Ayuntamiento, en
demanda de asesoramiento o ayuda.
D).- Más expresivo es, si cabe, el decir del testigo Sr. Aquilino , en las fechas de autos portavoz del
Partido Independiente. Quiere dejar claro su amistad con el alcalde, y el afecto que le profesa ("fui su
profesor, y le tengo cariño , como él me lo tiene a mí", dijo ).
Don. Aquilino , en su declaración, explicó que cuando trascienden los hechos, el alcalde lo llama porque
quiere hablar con él. Por la naturaleza del asunto que quiere tratar, lo cita en un hotel, en otro pueblo
distinto. Y en el transcurso de la entrevista, le explica la verdadera naturaleza de sus relaciones con Valle
, que son muy distintas a las que se pretenden. En suma, se trata de unas relaciones amorosas, y por lo
mismo, estrictamente personales, y ajenas al ámbito de responsabilidades de un Alcalde.
Y por esta razón, el delito de malversación se ha cometido.
CUARTO.- Los hechos que se declaran robados en el ordinal segundo del relato, son constitutivos de un
delito de falsedad documental, que las acusaciones subsumen en el Art. 395 del Código Penal (LA LEY
3996/1995) , al entender que no ha quedado debidamente acreditado el carácter de documento oficial de
los que fueron falsificados.
La prueba del delito no ofrece el menor atisbo de duda, puesto que los documentos figuran en las
actuaciones, como se presentaban antes de la falsificación, y como resultaron después de la falsificación.
Para mayor abundamiento, el propio autor material ha reconocido el hecho, hasta el punto de que su
defensa, en el trámite de las conclusiones definitivas, solicitó que le fuera aplicada la circunstancia de
confesión, que atenúa la responsabilidad criminal, y que con acertado criterio el Jurado ha descartado en
su veredicto.
Y queda fuera de toda duda que se trata de un delito continuado, como está cumplidamente acreditado
con la caudalosa prueba de cargo practicada en juicio, acreditativa de que la alteración de la copiosa
documentación no se hizo en unas horas, como el acusado pretende. En cualquier caso, salta a la vista que
esta tesis no se sostiene, si se tiene en cuenta la ingente cantidad de documentos que fue preciso analizar,
seleccionar y después alterar para ocultar lo que interesaba ocultar a la oposición municipal.
QUINTO.- Finalmente, los hechos del apartado tercero son constitutivos de un delito de encubrimiento
del Art. 451. 2 .
Es el proceder punible de quien, con posterioridad a la perpetración de un delito en el que no ha
participado ni como autor ni como cómplice, interviene desde fuera ocultando, alterando o inutilizando
el cuerpo, los efectos, o los instrumentos de un delito, para impedir su descubrimiento.
Los hechos probados se subsumen en este precepto con prístina nitidez.
El Concejal falseó las facturas correspondientes a los teléfonos móviles oficiales para impedir que se
descubriera el delito de malversación de caudales públicos que había cometido y que venía cometiendo
la primera autoridad municipal.
La explicación que el propio interesado nos ofrece es endeble, evanescente, deleznable y etérea. Viene a
decir que lo hizo para cortar los comentarios que según afirma estaba haciendo el Sr. Artemio por el
pueblo, comentarios de los que no existe la menor constancia, y que en cualquier caso serian inoperante
frente al hecho inconcuso del encubrimiento.
Ni es verdad que la falsificación se hizo en una tarde, como hemos dicho más arriba, ni es verdad que
fuera extensiva a otras llamadas de otros números, ni es verdad que el acusado ni siquiera prestó atención
a los números de teléfono que fueron manipulados, como pretende.
Porque la verdad, la única verdad, es que solo se falsificaron los datos correspondientes a los dos
números de Valle , y esto solo tiene una explicación posible: evitar que el concejal pesquisidor, celoso de
sus responsabilidades como miembro de la oposición municipal, descubriera el delito de malversación de
caudales públicos.
SEXTO.- El acusado Pelayo es autor de este último delito, mientras que Carlos María lo es del de
falsedad y del de encubrimiento, por la participación que en su comisión ha tenido cada uno de ellos, libre
y voluntaria, material y directa, de conformidad con lo que disponen los arts. 27 y 28 y del mismo Código
.
El jurado declaró no probada la participación de Pelayo en el delito de falsedad documental, de modo que
no es posible afirmar su autoría, que debe asumir sólo el coacusado.
SÉPTIMO.- En la comisión del delito de malversación de caudales públicos concurre la circunstancia
modificativa de reparación del daño, que atenúa la responsabilidad criminal, conforme dispone el Art.
21. 5 del Código , puesto que el autor del delito procedió a reparar el daño patrimonial causado a las
arcas públicas, al devolver el dinero en las fechas que más arriba han quedado consignadas.
Contrariamente, y como con justo criterio ha entendido el Jurado, no concurre en Carlos María la
circunstancia atenuante de confesión del delito, y no solo porque hasta el último instante ha defendido su
inocencia, sino porque cuando por primera vez declara, hace ya mucho tiempo que el procedimiento
judicial existe, y se dirige contra el acusado, destinatario de la querella interpuesta por el actor popular,
de suerte que no se cumple la insoslayable exigencia temporal del Art. 21. 4 .
El Jurado considera que no concurre la circunstancia atenuante de dilaciones indebidas, ya explicitada
en el Código Penal. Sin el menor género de dudas, la tramitación de este proceso, que en su contenido es
de investigación e instrucción simple, ha durado mucho más de lo deseable, de lo razonable, y de lo
lógico, a pesar de que conocemos la endémica mala situación del Juzgado instructor de Coria de Río.
Lo que sucede es que para dar entrada a esta circunstancia, ha de quedar cumplidamente acreditado que
las dilaciones son indebidas. Y para determinar si lo son, o no lo son, es imprescindible conocer la
cronología del devenir procesal, las paralizaciones, sus causas, y su duración.
Y para conocer estos datos, que son requisito sine qua non de la pretensión, es preciso contar con los
imprescindibles testimonios acreditativos, testimonios que no han sido solicitados, y que por lo mismo,
no están a disposición del Tribunal.
OCTAVO.- Porque así lo ordena el Art. 119 del mismo Código , el responsable penal de un delito o falta
es también responsable civil, si bien no procede pronunciamiento alguno en este particular, porque no ha
sido solicitado.
NOVENO.- El Art. 66 del Código contiene las reglas para determinar las penas a imponer. Y de la mano
de lo que este precepto dispone, hemos de puntualizar:
Primero.-El delito de malversación de caudales públicos se castiga con un máximo de tres y un máximo
de seis años de prisión, y con inhabilitación absoluta de seis a diez años. Al concurrir una circunstancia
atenuante, la pena se impone en su mitad inferior.
De acuerdo con lo dispuesto en esta regla, entendemos que es adecuado imponer las penas en el mínimo
legal, atendidas las circunstancias que concurren en la comisión del delito, la satisfactoria reparación del
daño, y la cuantía de lo malversado, no muy por encima de los cuatro mil euros que sirven de umbral al
Código para suavizar las penas (Art. 432. 3).
Segundo.-El delito de encubrimiento, según dispone el Art. 451 , se castiga con pena de prisión de seis
meses a tres años. Entendemos que, dentro de la mitad inferior que nos vincula, procede imponer la pena
de ocho meses.
Tercero.-Por su parte, el Art. 395 castiga la falsedad con prisión de seis meses a dos años. Como nos
encontramos ante un delito continuado, el Art. 74 nos obliga a imponer la pena en su mitad superior. A la
vista de las circunstancias que concurren, reputamos proporcional al caso sancionar el delito con la pena
de un año.
DÉCIMO.- En virtud de lo dispuesto en el Art. 240 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal (LA LEY
1/1882) , las costas causadas en el proceso se imponen a quien resulta condenado por la comisión de la
infracción punible. No contempla la cuestión sino para el supuesto de que querellante o actor civil se
hagan acreedores a la condena, ni tampoco en relación con la acción popular.
Ha sido la jurisprudencia la que ha formado un cuerpo consolidado de doctrina sobre el particular. Y
hemos de distinguir dos supuestos perfectamente diferenciados: la acusación privada de un lado, y la
popular, de otro.
A).- En cuanto al primero, tradicionalmente, la regla general era la de dejar fuera de la condena las costas
del acusador particular siempre y en todo caso, salvo cuando su actuación había tenido incidencia
decisiva en el desenlace del proceso.
Ahora la solución es la opuesta. La idea de relevancia ha perdido toda vigencia. En este sentido se
expresa la sentencia de 16 de enero de 2008 - con cita de las de 12 de abril de 2004 y 16 de julio de 1998
-, a cuyo decir, la regla general es ahora la de la inclusión, de suerte que es preciso motivar el supuesto de
abandono de esta regla general.
Por su parte, la sentencia de 25 de junio de 2008 nos ilustra en el sentido de que la fórmula de incluir las
costas del acusador particular viene siendo pacífica desde la Sala General de 3 de mayo de 1994, sobre la
base de que cuando el Art. 123 del Código Penal (LA LEY 3996/1995) habla de costas, se refiere a todas
las costas.
B).- Por el contrario, el caso de la acción popular es distinto. Aquí, la regla general es la de no incluir sus
costas en la condena. Porque en el caso del acusador particular, se entiende que el justo resarcimiento, en
tanto que perjudicado por el delito, pasa por evitar que su intervención en el proceso le suponga un gasto.
Pero este no es el caso del actor popular, ajeno al delito, por lo cual sus costas solo se incluyen en
supuestos muy excepcionales, como nos enseñan las sentencias, entre otras, de 2 de diciembre de 20909 ,
y de 30 de junio de 2008 . La primera de ellas puntualiza:
(...) En orden a la inclusión de la condena en costas de la acusación popular, es cierto que constituye un
criterio general sustentado por esta Sala la exclusión de las mismas, aunque existen excepciones,
fundamentalmente en casos de intereses difusos (cfr. SS.T.S. 1811/2001 de 14 de mayo EDJ 2001/11069;
149/2007 de 26 de febrero EDJ 2007/19770; 381/2007 de 24 de abril EDJ 2007/28991; 413/2008 de 30
de junio EDJ 2008/118986 , etc.).
En el presente caso no existen razones para incluir la condena en costas.
Vistos los preceptos legales citados, y los demás de general, y obligada aplicación,
FALLAMOS
Primero.Condenamos al acusado Pelayo , como autor criminalmente responsable de un delito de malversación de
caudales públicos; con la concurrencia de la circunstancia modificativa atenuante de la responsabilidad
criminal de reparación del daño, a las penas de tres años de prisión, y a la de seis años de inhabilitación
absoluta, con el alcance previsto en el Art. 41 del Código Penal (LA LEY 3996/1995), y al pago de la
tercera parte de las costas devengadas en este proceso, excluidas las causadas por la intervención del actor
popular.
Segundo.Condenamos al acusado Carlos María , como autor criminalmente responsable de un delito de falsedad
en documento privado, y otro delito de encubrimiento, a las penas de un año de prisión por el primero, y
ocho meses de prisión por el segundo, con sendas penas accesorias de inhabilitación especial, así como al
pago de las dos terceras partes restantes de las costas, excluidas las devengadas a instancias de la acción
popular.
Acredítese en debida forma la solvencia o insolvencia de los condenados, requiriendo para ello al Juzgado
instructor, las piezas separadas de responsabilidad civil concluidas conforme a derecho.
Así por esta nuestra sentencia, definitivamente juzgado en primera instancia, lo pronunciamos, mandamos
y firmamos.
PUBLICACIÓN: Esta sentencia ha sido publicada por el Magistrado que la dictó, en el mismo día de su
fecha. Certifico.
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