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Revista de divulgación de estudiantes, egresados y
profesores de la División de Derecho, Ciencia Política
y Relaciones Internacionales.
EDICION
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Revista de divulgación de estudiantes, egresados y
profesores de la División de Derecho, Ciencia Política
y Relaciones Internacionales.
U R Í D I C A
J
C T U A L I D A D
A
Actualidad Jurídica
©2015, Universidad del Norte
Rector
Jesús Ferro Bayona
Decana de la División de Derecho, Ciencia
Política y Relaciones Internacionales.
Silvia Gloria De Vivo
Editora
Linda Ospino Arredondo
Comité editorial
Andrea Ariza Lascarro
Alfredo Bula Beleño
Enith Bula Beleño
Gabriel Buitrago Cueto
Juan Miguel Cortés Quintero
Gabriela De Ávila Abuabara
María Camila De la Hoz Gómez
Orlando De la Hoz Orozco
Giancarlo Freja Tatis
Sandra González Botero
Carolina Gómez Urueta
Cindy Hawkins Rada
Walter Hernández Gacham
Angie Hinestroza Olascuaga
Esteban Lagos González
Javier Lizcano Villalba
Freddy Lozano Reyes
Franklin Martínez Martínez
Jahel Mendoza Barrios
Pedro Montero Linares
Ana María Naranjo Cortés
Meylin Ortiz Torres
Juan Pablo Sarmiento Erazo
Daniela Peñaranda Bolaño
Sally Schuster De Hart
Maikol Tovar Magdaniel
Melanie Vangrieken Alvarado
Luis Felipe Velásquez Lyons
Alexandra Verano Urueta
Corrección de estilo
Emilce Restrepo
Diagramación
Jorge Arenas Potes
Universidad del Norte
Km.5 Vía Puerto Colombia
http://www.uninorte.edu.co/
Barranquilla, Colombia
4
Estudio de caso sobre el derecho de
propiedad y la formalización en el
corregimiento de Matuya (Bolívar)*
Carolina Berrío Berrío1
1
Resumen
En Colombia existe una disparidad entre la formalidad del Régimen de Propiedad frente a la concepción informal que sobre
la propiedad tienen los miembros de las comunidades de desplazados por el conflicto armado. Por ello, mediante un estudio
de caso realizado a una comunidad de desplazados se hizo una
aproximación al concepto que estos tienen sobre la propiedad
de su tierra, contrastándolo con las disposiciones legales que
regulan el derecho de propiedad, destacando las dificultades que
surgen al intentar enmarcar dentro de la rigurosidad de la ley
los actos y acuerdos realizados sobre la propiedad de la tierra.
*Artículo elaborado en el marco
del Proyecto “Institucionalidad,
Territorialidad y Desarrollo de los
Montes de María”.
1 Tercer puesto en el I Concurso
Nacional de Escritos Académicos
en honor al Profesor Luis Alberto Gómez Araújo. Abogada de
la Universidad del Norte, Barranquilla (Colombia), miembro del
Grupo de Litigio e Interés Público
(GLIP) y graduada del Semillero
de Investigadores en Derecho de
la misma universidad. [email protected]
Palabras clave: derecho de propiedad, formalización de la propiedad, desplazamiento forzado, acuerdos extralegales, conflicto
armado colombiano.
Abstract
Victims of forced displacement, caused by Colombia’s internal
armed conflict, have an informal idea of land ownership, which
differs from our Legal Property System’s formalities. Therefore,
the following case study has been developed among a community of victims in order to approach their very own concept
about land ownership, contrast such concept with our legal
system of Property Law and finally, highlight the difficulties
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that emerge when trying to frame, within the
inflexibility of law, every act and agreement
performed upon land ownership.
A
Keywords: property law, land ownership
formalization process, displacement, extralegal agreements, internal armed conflict in
Colombia.
Lo extraordinario no es tanto la pobreza misma, sino más bien la habilidad de estas personas para sobrevivir a pesar de ella.
Hernando de Soto
1. EL PROBLEMA DEL DERECHO
CIVIL A LA LUZ DE LA
LEGISLACIÓN EN UN MODELO
DE JUSTICIA TRANSICIONAL
Por más de 50 años los colombianos hemos vivido
en un entorno de guerra y violencia que ha dejado
más de 6 millones de víctimas que hoy, amparadas
en la Ley 1448 de 2011, reclaman justicia, verdad y
reparación.
A la llamada “Ley de Víctimas” le antecedieron ciertos fenómenos, políticas y normativas que poco a
poco derivaron en su promulgación: en primer lugar, el fenómeno del desplazamiento forzado, que
surgió como consecuencia de la guerra. Durante el
periodo de conflicto anterior a la expedición de la
Ley 1448, al amparo de la Ley 387 de 1997, el desplazamiento forzado se concibió como un hecho
victimizante, sin hacer referencia alguna a la noción de víctimas. Esta diferencia fue determinante,
puesto que los desplazados por la violencia no eran
considerados víctimas del conflicto armado y, por
ende, no eran sujetos susceptibles de ser repara-
38
dos, sino que el Gobierno se limitaba a prestarles
asistencia y ayuda. Luego, con la expedición de la
Ley de Justicia y Paz (Ley 975 de 2005) se crearon
unas prerrogativas penales para uno de los actores
del conflicto: los grupos paramilitares. En este contexto, los responsables se postulaban a este proceso de justicia y paz, pero solo serían procesados
por lo que fuera demostrado dentro del proceso.
Una vez más, la reparación a las víctimas se dejó a
un lado. No fue sino hasta 2011 cuando el debate
se centró en las víctimas del conflicto. Teniendo en
cuenta que Colombia es un Estado Social de Derecho, su responsabilidad es directa y objetiva, lo
cual se traduce en el derecho que tienen las víctimas del conflicto armado de recibir una reparación
integral, y es este el problema central que busca
resolver la Ley 1448. Esto teniendo en cuenta, además, que antes de expedirse esta Ley de Víctimas
había derechos que el Estado no protegía, v.gr., el
derecho a la educación. Luego, el Estado se obligó
a brindar estabilidad a las víctimas en todos los aspectos, lo cual implica una novedad en contraste
con la Ley de Justicia y Paz. Es así como en Colombia se adoptó un modelo de justicia transicional,
en el que se hace un gran esfuerzo por lograr una
reparación material efectiva, al establecer un monto de indemnización de hasta 40 salarios mínimos
legales mensuales vigentes, pero además asegurar
la restitución, satisfacción y rehabilitación de las
víctimas.
Al analizar el conflicto desde la óptica del Derecho
–concretamente desde el Derecho Civil– se observa
que se ha presentado un fenómeno en las comunidades de desplazados víctimas del conflicto que
ha permeado todas las zonas del país. Como se
comentó anteriormente, estas comunidades están
compuestas por familias que se han visto forzadas
a abandonar sus lugares de residencia y reubicarse
en distintos lugares debido a la magnitud de las
emergencias humanitarias que se han presentado
en el país con ocasión del conflicto. Sin embargo,
al tratarse de desplazamiento forzado, en primera
medida no existen herramientas legales que regulen la propiedad de la tierra de esta población.
En ese orden de ideas, el fenómeno consiste en que
si bien estas personas se dedican principalmente a
cultivar sus tierras y la mayoría no tiene un título
profesional de abogado, el respeto que tienen por
la legalidad y por los derechos de los demás es absoluto, especialmente en lo referente a la propiedad de la tierra. Esto ha generado una disparidad
entre la formalidad del Régimen de Propiedad de
nuestro Derecho Civil frente a la concepción informal que sobre la propiedad tienen los miembros
de las comunidades de desplazados, puesto que,
como será expuesto a continuación, esta concepción característica de las comunidades de desplazados respecto de la propiedad de la tierra se aparta
en gran medida de nuestro Régimen de Propiedad.
2. EL CONTEXTO DE LA
POBLACIÓN DETERMINADA
El objetivo de este artículo es hacer una aproximación a la concepción que tienen los desplazados
sobre la propiedad de la tierra, para luego contrastarla con las disposiciones legales que regulan el
derecho de propiedad, y así destacar las dificultades que surgen al intentar enmarcar dentro de la
rigurosidad de la ley los actos y acuerdos realizados
sobre la propiedad de la tierra en estas comuni-
dades2. Lo anterior se hará a través de un estudio
de caso de la Asociación No Hay Como Dios, conformada por campesinos desplazados de Santa
Cruz de Mula, hoy habitantes de Matuya, ambos
corregimientos del Carmen de Bolívar. Esta es su
historia:
El conflicto armado hizo presencia en Santa Cruz
de Mula el 4 de agosto de 1984 con la llegada del
grupo armado ilegal EPL, que utilizó la zona para
acampar. Luego, el 14 de abril de 1987, la Fuerza
Pública hizo su primer acercamiento, y a partir del
día siguiente iniciaron fuertes enfrentamientos en
el Caño de Salao que forzaron a 97 familias a desplazarse hacia La Cansona, en el Carmen de Bolívar, mientras cesaban los mismos. Después que
estas familias regresaron a Santa Cruz de Mula, el
14 de marzo de 1989 los paramilitares atacaron por
primera vez a los habitantes, asesinaron a 14 campesinos de Caracolí, Guamanga, La Cansona y San
Isidro y generaron un desplazamiento masivo.
El 15 de abril de 1991, tras un enfrentamiento entre
la Fuerza Pública y la guerrilla, la población volvió
a quedar en medio del combate. Por esta razón
los habitantes de Santa Cruz se desplazaron nuevamente, esta vez hacia Santa Fe de Hicotea. Sin
embargo, las desapariciones, asesinatos y torturas
a los campesinos continuaron hasta 2004.
Los campesinos recuerdan cada asesinato, así
como los señalamientos y estigmatizaciones por
parte del Estado, que en muchas ocasiones los detuvo y sindicó de rebelión.
En este violento escenario, el 4 de marzo de 2004
los paramilitares asesinaron a unos hermanos campesinos, y esto desató un nuevo desplazamiento
hacia Paso el Medio. Sin embargo, en este lugar
tampoco encontraron paz; fueron testigos de múltiples enfrentamientos entre el ejército y los gru-
2
Hernando de Soto (2000) los llama “acuerdos extralegales”, y los define como obligaciones explícitas entre ciertos
miembros de la sociedad para dar seguridad a sus propiedades
(p. 116).
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pos insurgentes, por lo cual se desplazaron hacia
Matuya.
A
Dos años después de su llegada a Matuya hubo enfrentamientos entre el ejército y la guerrilla y dos
campesinos fueron retenidos por casi 7 horas. Ese
mismo año desapareció una habitante de La Suprema, quien luego fue encontrada colgada de un
árbol en Paso el Medio, asesinada por un grupo
armado. Estas condiciones de violencia constante
forzaron a varias familias a desplazarse hacia La Suprema mientras que bombardeaban Playón, lo cual
generó asimismo un desplazamiento hacia Paso el
Medio Nuevo.
Al año siguiente, 2007, estos campesinos se organizaron en una asociación llamada No Hay Como
Dios, recolectaron dinero y con la ayuda de la ONG
Corporación Desarrollo Solidario (CDS) compraron
una hectárea de tierra ubicada en una parcela en
el municipio de Matuya (Bolívar). Luego, en febrero
de 2008, iniciaron la construcción de una escuela,
y consiguieron 4 hectáreas de tierra para cultivar
hortalizas y criar gallinas y cerdos.
Esta comunidad de campesinos desplazados por la
violencia ocupa una porción de una parcela que,
como ya se dijo, fue adquirida por la Corporación
Desarrollo Solidario para este fin. No obstante, teniendo en cuenta que la parcela fue adquirida por
la CDS y no por los campesinos de forma individual, el derecho sobre la propiedad de la tierra lo
tiene esta ONG y no los campesinos.
40
Respecto a esta formalidad encontramos en contraste las medidas tomadas por los campesinos
para organizarse dentro de este territorio; de manera informal subdividieron la parcela con base en
unos mapas de la zona que ellos mismos diseñaron. Así las cosas, si bien en esta subdivisión del
terreno no se cumplieron los requisitos de ley y, por
consiguiente, no existen documentos legales que
acrediten lo aquí expuesto, los campesinos reconocen y respetan esta división, por lo cual cada uno
se considera dueño de una porción de la parcela,
sobre lo cual no hay discusión alguna. Así las co-
sas, la información legalmente documentada dista
mucho de la realidad que se evidencia en esta tierra, en la que cada familia cree tener la propiedad
de una porción de tierra que legalmente pertenece
todavía a la ONG que la adquirió para que ellos
habitaran.
La fuerza de estos acuerdos no está dada, entonces, por la ley, sino por la costumbre y el respeto
que tiene esta comunidad por sus propios acuerdos, a los cuales les otorgan la fuerza de la misma
ley.
Con base en lo anterior, los contenidos que, abordaremos son los siguientes: en primer lugar se hará
un breve recuento de las disposiciones legales que
regulan el derecho de propiedad. Seguidamente se
explicará lo sucedido con la propiedad de la tierra en el caso de la comunidad mencionada, para
luego contrastarlo con lo dispuesto por nuestro
ordenamiento jurídico y así poner de relieve las dificultades que surgen en la comunidad al intentar
darles validez jurídica a los actos extralegales que
realizan por fuera del sistema de propiedad legal.
Por último se presentaran unas conclusiones respecto de estos aspectos, con el fin de proponer,
a través del análisis, una solución encaminada a la
adecuación de la propiedad a la realidad social y
cultural de las comunidades de desplazados, la cual
es ajena al ámbito legal.
3. EL DERECHO DE PROPIEDAD Y LA
FORMALIZACIÓN EN COLOMBIA
El artículo 665 del Código Civil define el derecho
real como aquel que tenemos sobre una cosa respecto a determinada persona, e incluye en dicho
concepto el derecho de propiedad. En esa misma
línea, el doctrinante José J. Gómez (1983) lo define
como “el poder jurídico total o parcial sobre una
cosa, con cargo de ser respetado por todos” (p.
114). Por su parte, el derecho de propiedad es definido en el artículo 669 ibídem como el derecho real
en una cosa corporal para gozar y disponer de ella
sin controvertir la ley o el derecho ajeno.
Por último, el Código Civil establece en su artículo
673 los siguientes modos de adquirir el dominio: la
ocupación, la accesión, la tradición, la sucesión por
causa de muerte y la prescripción. Para el caso objeto de análisis son relevantes dos de dichos modos
de adquirir el dominio: la tradición y, como se verá
en el próximo acápite, la prescripción.
Así, pues, la tradición se encuentra regulada en el
artículo 740 y ss. del Código Civil. Esta consiste en
la entrega que hace el dueño de una cosa (tradente) a otra persona (adquirente), teniendo el primero la facultad e intención de transferir el dominio y
el segundo la capacidad e intención de adquirirlo.
Cabe resaltar, además, que la validez de la tradición como modo de adquirir el dominio está dada
por un título traslaticio de dominio, v.gr., un título
de venta, sin el cual la tradición no tiene validez
alguna. Con otras palabras y siguiendo al doctrinante Luis Guillermo Velásquez Jaramillo, a pesar
de que las expresiones empleadas en el artículo
765 del Código Civil dan a entender que por el solo
título se adquiere el derecho real de dominio, ello
no es así, pues en nuestro ordenamiento jurídico se
necesita la coexistencia de título y modo.
Ahora, en cuanto a las solemnidades, el artículo
749 ibídem ha establecido que si la ley exige una
solemnidad especial –como ocurre, por ejemplo,
con la compraventa de bienes inmuebles–, el dominio solo se transfiere si se cumplen las solemnidades exigidas por ley.
a.
Tradición de bienes inmuebles
El Código Civil ha regulado en su artículo 756 y ss.
la tradición de bienes inmuebles. En dichas disposiciones se ha consagrado la exigencia de inscribir
el título (traslaticio de dominio) en la Oficina de
Registro de Instrumentos Públicos. A este respecto cabe remitirnos al capítulo primero del Estatuto
de Registro de Instrumentos Públicos (Ley 1579 de
2012), que regula y delimita las normas referentes
a tal registro. Así las cosas, en dicho registro se
establece que el registro de la propiedad inmueble
es un servicio público prestado por el Estado (con-
cretamente por funcionarios denominados registradores de instrumentos públicos) que tiene por
objetivos los siguientes:
a.
Servir de medio de tradición del dominio
de los bienes raíces y de los otros derechos
reales constituidos en ellos, de conformidad con el artículo 756 del Código Civil.
b.
Dar publicidad a los instrumentos públicos relacionados con los bienes raíces.
c.
Dar mérito probatorio a los instrumentos
públicos sujetos a inscripción.
Según dispone este Estatuto, todos los actos contenidos en escrituras públicas que impliquen –entre
otros– la constitución o adjudicación del derecho
real de dominio están sujetos a registro.
Por lo anterior, es generalmente aceptado en nuestro país que la propiedad sobre las tierras existe
en la medida en que se tengan los documentos de
propiedad sobre un determinado inmueble. Esto
significa la existencia de una escritura pública autenticada por un notario y registrada en la Oficina
de Registro de Instrumentos Públicos. Este documento público describe detalladamente el bien
que se transfiere (sus medidas y linderos, el folio
de matrícula, etc.) y los actos realizados respecto al
mismo (tales como enajenaciones y gravámenes),
entre otras especificaciones, pero también consagra los términos en virtud de los cuales las partes
acuerdan realizar la transferencia del inmueble en
cuestión, seguido de la firma de estas y el sello notarial (Latorre, s. f., p. 8). Así las cosas, la escritura
pública representa una porción de tierra, y es por
medio de este documento que se identifica la misma.
b.
Estatuto Notarial
El artículo 12 del Decreto 960 de 1970 (Estatuto
Notarial) establece una exigencia de solemnidad
para todos los actos y contratos de disposición o
gravamen de bienes inmuebles, lo cual significa
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que estos deben celebrarse por escritura pública.
Esta última se encuentra definida en el artículo 13
del mismo texto en los siguientes términos: “La
escritura pública es el instrumento que contiene
declaraciones en actos jurídicos, emitidas ante el
Notario, con los requisitos previstos en la Ley y que
se incorpora al protocolo”. Esta disposición, además, desglosa el proceso de perfeccionamiento de
este instrumento así: 1) recepción, 2) extensión, 3)
otorgamiento y 4) autorización3.
Además de la conocida conformación de la voluntad mediante el otorgamiento y autorización de
un instrumento público, la función notarial implica acercar a los más pobres o necesitados al acceso a la información. Así, pues, el notario es quien
puede y debe detectar los intereses y problemas
subyacentes en cada actuación notarial, para dar
una solución correcta y legal al acto que se busca
alcanzar, y debe asimismo interpretar la ley según
cada caso (Serrano De Nicolás, 2013, p.36).
A este respecto, y desde la óptica del Derecho
Notarial, comúnmente se ha considerado que la
propiedad formal solo se tendrá en la medida en
que se tenga un justo título, esto es, una escritura
pública con el lleno de los requisitos de ley. Así, siguiendo a Serrano De Nicolás ( 2013, p. 38), la mera
exhibición puede dar completa seguridad jurídica
de las circunstancias singulares y específicas que
caracterizan cada propiedad.
No obstante lo anterior, reconociendo que cada día
son más las personas que viven en la extralegalidad, es necesario aceptar que la función notarial
debe adaptarse –y adaptar sus instituciones– a la
realidad de nuestro país, donde debido al conflicto armado y como consecuencia de los desplazamientos forzados, las personas dejan de tener la
42
3
El artículo 14 del Estatuto Notarial define cada etapa así:
la recepción consiste en percibir las declaraciones que hacen
ante el Notario los interesados; la extensión es la versión escrita de lo declarado; el otorgamiento es el asentimiento expreso
que aquellos prestan al instrumento extendido; y la autorización es la fe que imprime el notario a este en vista de que se
han llenado los requisitos pertinentes y de que las declaraciones han sido realmente emitidas por los interesados.
titularidad sobre las tierras y viven, en palabras
comunes, por fuera de la ley –al menos civilmente
hablando–.
Así, pues, es indispensable crear nuevas instituciones jurídicas inspiradas en la autonomía de la voluntad privada y la igualdad de las personas, y siguiendo a Serrano de Nicolás (2013, p. 60), incluso
la solución de los problemas podría ser encausada
por la vía de la autorregulación, con la asistencia
neutral, por ejemplo, de un notario.
4. ESTUDIO DE CASO SOBRE LA
PROPIEDAD DE LAS TIERRAS EN
EL CORREGIMIENTO DE MATUYA
Pedro, un campesino miembro de esta comunidad de desplazados, “cedió” su porción de tierra
(la cual le fue asignada a partir de la mencionada
compra que hizo la ONG para este fin) a la comunidad. En este escenario, y a pesar de la situación
de extralegalidad en la que se encuentran estas
personas, surgió la necesidad de documentar esta
“cesión” por parte de Pedro a la comunidad misma, y fue precisamente ante esta inquietud, planteada por los mismos líderes de la comunidad, que
se analizaron las distintas posibilidades jurídicas a
través de las cuales se podría dar validez a dicho
acto y que se indicarán a continuación:
a.
Usufructo
Como primera solución se pensó en el derecho
real de usufructo. El Código Civil colombiano lo
define en su artículo 83 como “la facultad de gozar de una cosa con cargo de conservar su forma
y sustancia, y de restituir a su dueño, si la cosa no
es fungible….”
Así, una vez elaborado el documento en el que
constara el usufructo a favor de Pedro, este, en su
calidad de usufructuario, podría renunciar al usufructo de esta porción de la tierra devolviéndolo
a la ONG propietaria de la porción de la parcela
destinada a la vivienda de los campesinos despla-
zados en el municipio de Matuya, con lo cual parecía que podría quedar resuelta la inquietud de
la comunidad. Sin embargo, esta opción no era
viable, puesto que si bien la ley consagra distintos
modos de constitución del usufructo, para el caso
concreto de usufructo sobre bienes inmuebles se
exige, como requisito de validez, la formalización4,
y esto causaría dos grandes inconvenientes: 1) implicaría la comparecencia de cada miembro de la
Asociación No Hay Como Dios a la notaría; y 2) se
incurriría en gastos notariales que harían aun más
remota esta posibilidad, debido a la difícil situación económica de los campesinos desplazados.
b.
Comodato mediante
documento privado
Visto que no era posible acudir a la figura del usufructo, la segunda solución considerada fue elaborar un documento privado en el cual Pedro instruyera a la ONG para que entregara en comodato la
porción del terreno (terreno este que si bien para
Pedro y para toda la comunidad es “propiedad” de
este, jurídicamente le pertenece a la ONG) a la Universidad del Norte para que esta se encargara de
ejecutar un proyecto en favor de la comunidad. Sin
embargo, esta opción fue descartada por dos razones: 1) era inconveniente incluir a terceras personas
en el proyecto, puesto que la idea era precisamente
crear un sentido de pertenencia en la comunidad; y
2) esta solución desconoce cualquier derecho que
podría llegar a tener Pedro por la vía jurídica sobre
este predio.
c. La solución: acuerdo privado
de reconocimiento de posesión
y renuncia de la misma
Por último se pensó en redactar un acuerdo privado en el que Pedro, luego de reconocerse como poseedor de la porción de terreno, renunciara a dicha
posesión y restituyera el inmueble a la asociación.
4
El artículo 826 reza: “El usufructo que haya de recaer sobre inmuebles por acto entre vivos, no valdrá si no se otorgare
por instrumento público inscrito”.
Esta última fue la opción elegida, por ser la más
acorde con la información documentada en la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos. Esto
porque desde lo jurídico Pedro no era más que un
poseedor, al no haber formalizado la propiedad de
la porción de la parcela que se destinó a la vivienda
de él y su familia.
Es en este punto donde se evidencia la brecha entre
la información que está legalmente documentada
y la realidad de la tierra: para Pedro, esa porción de
tierra le pertenece y, por tanto, es susceptible de
ser vendida. Lo mismo ocurre con cada uno de los
miembros de la comunidad respecto de las porciones de tierra que ellos mismos subdividieron para
cada familia. Entonces, esa tierra de la que ellos se
creen dueños no les pertenece legalmente5.
Se evidencia, así, la concurrencia de dos realidades:
de una parte, una realidad jurídica, fundamentada
en la información obrante en los registros de las
oficinas de instrumentos públicos y, de otra parte,
una realidad social, fundamentada en los acuerdos
extralegales sobre los cuales se estructura la propiedad de la tierra desde la óptica de la comunidad.
CONCLUSIONES
Al intentar enmarcar dentro de la legalidad los actos realizados sobre la propiedad de la tierra por
los miembros de la comunidad queda claro que
no es una tarea fácil, precisamente por la brecha
existente entre la información que está legalmente
documentada y la realidad de la tierra. Con otras
palabras, el hecho de no tener los títulos de propiedad hace imposible la formalización de actos sobre la tierra respecto de la cual los campesinos se
consideran dueños. En este escenario lo único que
se puede hacer es buscar alternativas, dentro de lo
privado y sin formalidad alguna, para documentar
5
Es así como se configura el “capital muerto” al que Hernando de Soto (2000) hace referencia, entendido este como
todo activo que no está contenido dentro de un sistema de
propiedad legal ( p. 53), y de esta manera disminuyen las posibilidades de las personas pobres de aumentar sus ingresos, al
no poder aprovechar legalmente el potencial económico de sus
activos para producir un mayor valor (p. 116).
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los acuerdos a los que llegan los campesinos respecto de estas tierras.
A
Así las cosas, ante la pregunta de si la solución al
problema estará en legalizar la tenencia de las tierras de los campesinos en Colombia o en adaptar
nuestro sistema jurídico a la extralegalidad en la
que se encuentran los mismos, con base en el caso
estudiado es dable afirmar que la solución estaría
en la segunda opción, puesto que estos acuerdos
extralegales son verdaderos contratos sociales, los
cuales, según De Soto, constituyen la única forma
de regular las vidas y transacciones de estas personas; y si bien sus leyes están por fuera de la ley
formal, ellas son las únicas leyes con las que los
campesinos se sienten cómodos e identificados.
Este es, sin duda, el contrato social por el cual se
rige la comunidad6.
De ahí la importancia de que el Estado legitime la
propiedad de la tierra de los campesinos, integrándolos al marco legal, conciliando así la ley con la
realidad social. Es decir, al aceptar esta extralegalidad como una realidad incuestionable, el Derecho
adquiere mayor legitimidad. De lo contrario, si se
desconociera dicha realidad, no tendría sentido alguno la existencia de la ley, pues se entendería que
esta no es capaz de mantenerse en contacto con
los contratos sociales pactados en la cotidianidad.
En conclusión, la salida sería una decisión política
encaminada no solo a la aceptación, sino también
a la adecuación de nuestro ordenamiento jurídico
a la realidad de los campesinos, permitiendo así la
legitimación de la ley y del Derecho.
No podemos seguir intentando enmarcar dentro
de la formalidad actual los acuerdos extralegales
de los campesinos; la historia ha demostrado la ineficacia de estos intentos que, cuando menos, lo
que hacen es apartar aun más a quienes viven en la
extralegalidad. En consecuencia, y a manera de cie-
44
6
Al respecto, De Soto (2000) afirma que los países occidentales fueron capaces de reconocer que los contratos sociales nacidos fuera de la ley oficial eran una fuente legítima de
normatividad y encontraron maneras de absorber estos contratos (p. 134).
rre, no se trata de adecuar estos acuerdos al marco legal, sino de flexibilizar este marco para que
dichos acuerdos encuadren con menor dificultad
dentro de un mínimo grado de legalidad.
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