Blas Bruni Celli, Patólogo y humanista

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“El médico debe cumplir con su obligación de especialista, pero también tiene que tener cultura”
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Blas Bruni Celli
“La patología
es un reto
detectivesco”
Único venezolano miembro de cuatro
academias nacionales, este especialista
en Anatomía Patológica compartió
durante 40 años el ejercicio de la Medicina
con la docencia y el estudio de las Humanidades,
campo del saber que hoy ocupa todo su tiempo
Mireya Tabuas | Fotografía Roberto Mata
Abre la puerta y muestra su tesoro: un caudal de obras sin
barreras idiomáticas cubre de arriba abajo todas las paredes.
Desde las repisas, las palabras se expresan en español, en
inglés, en italiano, en francés, en latín, en griego. Hipócrates,
Lucrecio, San Agustín, Plinio, Teofrasto y Nemesio son algunos
de los maestros que se asoman en los tomos. Un piano comparte el territorio que monopolizan los libros. La tecnología
tampoco es ajena a la biblioteca: tres computadoras intentan
competir con los cuerpos de papel. “El que no tenga un instrumento de estos, está en la luna”, sostiene el especialista.
No es egoísta. Por años ha compartido esa fortuna lingüística
con otros. “Mis alumnos saben que cuando quieran pueden
pedirme un libro. Pero –advierte con firmeza– saben también
que lo tienen que devolver”.
Blas Bruni Celli, patólogo y filósofo, es miembro de cuatro
academias nacionales: de Medicina, de la Lengua, de la Historia y de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Ejerció
su oficio de médico por 40 años y hoy está dedicado a las
Humanidades.
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“Se debe ver a un paciente de manera global, porque muchas enfermedades tienen
que ver con la angustia, el amor, el odio, todo lo que influye en el cuerpo”
Usted ha dicho que desde niño fue amante de las Humanidades. Entonces, ¿por qué eligió la Medicina como
carrera?
Desde niño me pareció que un médico debía ser un hombre
muy culto, que debía saber Historia, Filosofía… Entré a la
Medicina a los 18 años pensando también en una profesión
que me permitiera ser útil a la sociedad y a mi familia.
Mi padre no era médico –era un agricultor italiano–, pero
había hecho su servicio militar en la Cruz Roja. Vivíamos
en un pueblo llamado Anzoátegui, al sur del estado Lara,
en el que había mucho aislamiento, y todas las acciones
médicas las realizaba él. Yo presenciaba eso.
¿Qué lo hizo decidirse por la especialización en Anatomía Patológica?
La Anatomía Patológica era una materia que se estudiaba en
cuarto año de Medicina y todos los estudiantes la odiaban. La
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veían como árida, como inútil. La mayoría estaba buscando
hacer práctica. La patología era teoría, era descubrir el porqué
de la enfermedad. Cuando el médico ve a un enfermo, lo que
le interesa es hacer un diagnóstico y ofrecer un tratamiento
farmacológico o quirúrgico. En cambio, el patólogo busca
responder preguntas iniciales: ¿por qué se enfermó una persona?, ¿por qué esa enfermedad llegó a tener tales síntomas?
La patología es una especialidad que obliga a pensar, a leer, a
tener desafíos. Tiene retos, porque debe explicar.
¿Cómo se desarrolla esta especialidad en Venezuela?
Empieza en el año 1932 con el médico venezolano José
Antonio O´Daly. Después llega el profesor alemán Rudolf
Jaffé y, tras ellos, se forman muchísimos especialistas. Hoy
hay más de 500 en Venezuela. No hay hospital sin patólogo.
Es más, la calidad de un hospital se mide por su servicio
de patología.
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¿El patólogo atiende directamente al paciente?
No. El patólogo explica el porqué de la enfermedad. Si hay
un tumor en una mama, el médico tratante requiere de un
diagnóstico preciso para tratarla. Recurre al patólogo y éste
va a la célula a buscar cómo está constituido el tumor.
¿Es una desventaja no ver a los pacientes?
El patólogo no los ve, pero debe conocer la historia de cada
paciente. Yo jamás me asomaba al microscopio sin leerla,
sin conocer la enfermedad, sin saber la opinión del médico
tratante. La historia es como una pista policial. La patología
es un reto detectivesco: por un detalle se puede ver una
enfermedad. El patólogo tiene que ser muy acucioso para
ver detalles y relacionarlos.
¿Qué caracteriza al médico patólogo?
La curiosidad. En Medicina hay dos mentalidades: la del
médico curioso y la del que no lo es. Es como el niño que
pregunta “¿por qué?”. Esas preguntas que hace el niño
inocente son las que se hace el patólogo.
¿Cuál es la mejor herramienta del patólogo?
El microscopio… y el cerebro, porque tiene que razonar.
Tiene que saber, por ejemplo, cómo una lesión en el cerebro puede estar relacionada con una lesión en el riñón. El
patólogo hace al médico pensar como científico.
¿La enfermedad se estudia a través de la sangre y demás
fluidos?
El patólogo estudia la sangre, los fluidos y los tejidos. Todos
estamos formados por tejidos. Estamos cubiertos de piel,
un epitelio que se asienta sobre el tejido subcutáneo. La
grasa y los músculos son otro tipo de tejido y cada uno tiene
una forma de enfermarse. No es igual cuando se enferma
el hígado, que cuando lo hace el bazo o el corazón.
¿Cómo se relaciona la patología con la oncología?
Son especialidades hermanas. Esa relación ha evolucionado desde la época en que yo empecé, en 1950, hasta
ahora. El tratamiento va a depender exactamente de qué
le diga el patólogo al oncólogo tratante, cuál es el tumor
específico. No basta decir que el paciente tiene un linfoma,
ésa es una palabra vaga que significa “tumor maligno de los
ganglios”, pero tiene muchas subclasificaciones, y cada una
LA MEDICINA Y LA HISTORIA
Usted se ha dedicado al estudio y la recopilación de la obra
de José María Vargas. ¿Cuál es su legado como médico?
Vargas representa la imagen del poder civil en un momento
en que el país quiso tener un presidente civil. Además,
es el primer médico venezolano que se preocupa por el progreso
de la Medicina, que en la época de la Colonia –en Venezuela
y en España también– se enseñaba con un método muy
primitivo. Vargas introdujo la anatomía, la disección, la química
y la cirugía en el estudio de las Ciencias Médicas. En el país la
cirugía la hacían los barberos, porque manejaban la navaja,
y se suponía que ellos también podían sacar un quiste
o un absceso.
Usted participó en una comisión que investigó la muerte
de Simón Bolívar. ¿Cómo se hizo ese estudio?
En el año 1963 estuve en una comisión –soy el único miembro
que aún vive– para estudiar la muerte de los presidentes.
Comenzamos con Simón Bolívar. Estudiamos la historia familiar,
la autopsia y la historia clínica, y llegamos a la conclusión
de que la tuberculosis había sido la causa de su muerte.
No había reportes de violencia o envenenamiento. Además,
Bolívar padecía una tuberculosis latente desde niño y su madre
también tenía esa enfermedad.
se trata de manera diferente. El diagnóstico de un patólogo
tiene una gran trascendencia, porque puede determinar,
por ejemplo, que una paciente con un tumor pierda o no
la mama.
¿Cómo ve esta época en la cual las especialidades parecen delimitar el conocimiento en parcelas?
Todo lo bueno siempre tiene un precio. La Medicina ha ido
avanzando, especializándose, siendo más profunda. Un
oftalmólogo puede ser un especialista en retina, que quizá
no sabe nada de cataratas ni de córnea, pero que seguro
puede resolver el problema de retina con muchísima más
precisión que otro. Tiene que pagar el hecho de su ignorancia, pero resuelve con precisión un punto determinado. El
médico de antes salía capacitado para enfrentarse a “más
o menos” cualquier cosa.
¿El médico de hoy, tan especializado, necesitaría ir más
allá de su especialidad?
Siempre he creído en aquel famoso adagio de un gran médico
español del siglo XIX, José de Letamendi: “Quien sólo sabe de
Medicina, ni de Medicina sabe”. El médico debe cumplir con
su obligación de especialista, pero tiene que tener cultura.
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No otra especialidad, sino una cultura general que le permita
saber cómo se está moviendo el mundo. Es un error decir que
un especialista no tiene obligación de saber nada más.
¿Cómo se miran la Medicina y la Filosofía? ¿Cómo se
relacionan?
La Medicina nace como disciplina cuando comienza a separarse de la Filosofía. En la Antigüedad, el médico era el
que se desprendía de la Filosofía para dedicarse a curar
enfermos. Hasta el siglo IV aC los filósofos eran médicos y
los médicos eran filósofos. Empédocles, uno de los grandes
filósofos de la Antigüedad, era médico. Hipócrates, el padre
de la Medicina, era un filósofo.
¿Desde esa concepción de la Antigüedad el ser humano
no sólo es cuerpo, sino también alma?
Sí. Una de las grandes conquistas de la Filosofía fue descubrir que el hombre no es sólo un cuerpo, sino que hay
algo que explica por qué ese cuerpo está vivo, por qué se
mueve, por qué piensa: el alma. Para la inmensa mayoría
de los médicos de la Antigüedad las enfermedades no eran
del cuerpo, sino del alma. Platón dijo que el alma era incorporal, eterna. Después, los estoicos dijeron que el alma era
algo material, una sustancia que estaba en todas partes del
cuerpo. El cristianismo toma la teoría platónica de que el
alma es eterna y la vincula con el centro de las pasiones.
Al desarrollarse la teoría del alma, se desarrolla a su vez
una teoría de la vida misma, vinculada con la Medicina,
cuyo objetivo es que la vida sea mejor.
¿De qué modo favorece al paciente ese reconocimiento
del alma?
La Medicina tiene una filosofía general: independientemente de que usted sea especialista en la quinta capa
de la retina, tiene que saber que existe un cuerpo, y que
ese cuerpo tiene un alma. Debe saber que el problema de
esa quinta capa de la retina quizá tenga que ver con una
angustia. Si no, cae en la trampa del médico autómata.
Yo condeno al médico robot, que sólo sabe una cosa. Aunque tenga la precisión del diagnóstico, no puede ignorar
al paciente, porque lo que ha visto es una millonésima
parte de su cuerpo. Se debe ver a un paciente de manera
global, porque muchas enfermedades tienen que ver con la
angustia, el amor, el odio, todo lo que influye en el cuerpo.
La gran enseñanza de Hipócrates es que el paciente es un
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HOJA DE VIDA
Blas Bruni Celli nació en 1925 en Anzoátegui, un pequeño pueblo del
estado Lara. Se graduó de médico cirujano en la Universidad Central de
Venezuela (UCV) en 1950 e hizo las especializaciones en Oftalmología
y Patología. En 1976 terminó el pregrado de Filosofía y en 2005 obtuvo
el doctorado.
Su vida profesional se ha centrado en la patología y la docencia. Fundó
la cátedra de Anatomía Patológica de la Escuela Vargas y fue jefe del
Servicio de Anatomía Patológica del Hospital Carlos J. Bello de la Cruz
Roja y del Hospital Vargas de Caracas hasta 1980. Trabajó como médico
patólogo en el Instituto Diagnóstico hasta 1990. Desde entonces, se
ha dedicado al estudio humanístico y a la investigación histórica y
literaria. Además, continúa con la docencia: dicta las clases de Griego
Antiguo en el Departamento de Historia de la Filosofía en la Escuela
de Filosofía de la UCV.
En 2009 recibe el premio Alma Máter, máximo reconocimiento que
otorga la UCV a sus egresados. Es miembro de la Academia Nacional
de Medicina, de la Academia Venezolana de la Lengua, de la Academia
Nacional de la Historia y de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas
y Naturales.
Casado desde hace 60 años con la farmaceuta Mafalda Lamanna,
con quien tuvo cuatro hijos –María Eugenia y Francisco, patólogos;
Humberto, guitarrista clásico; Juan Carlos, administrador–, Bruni Celli
es un apasionado de la música: le gusta escuchar sobre todo a Johann
Sebastian Bach, toca piano y tiene una colección de partituras. También
disfruta reposando en su jardín: el goce del descanso de un hombre
polifacético y siempre activo.
hombre que tiene alma y cuerpo. Si Hipócrates renaciera
apoyaría las especialidades médicas, pero sin olvidar al
ser humano integral.
¿La Medicina tiene que aprender de las Humanidades?
Sí, claro, tiene que aprender a comprender integralmente al hombre.
¿Qué pueden aprender las Humanidades de la Medicina?
Es un flujo mutuo. Las Humanidades también tienen
que aprender de la Medicina la interpretación del ser
humano.
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