ABUSO DE MAYORES: UN NEGOCIO QUE MUEVE MAS DE 1.000

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Archivo Tea y DeporTEA
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Diario Clarín, Domingo 17 de setiembre de 2000
Ubicación: BD00234.pdf
EQUIPO DE INVESTIGACION CLARIN
ABUSO DE MAYORES:
UN NEGOCIO QUE MUEVE MAS
DE 1.000 MILLONES AL AÑO
Geriátricos, la dura realidad
de un mundo sin reglas ni controles
En la argentina hay 6.000 geriátricos. Funcionan sin una ley común que exija
calidad y establezca controles y penas para los que no cumplen. Es el espejo de
un país que descuida a sus ancianos.
LUCAS GUAGNINI
El porrazo no pareció tan fuerte. Pero Juana decidió gritar hasta que alguien se
ocupara de ella y sus 75 años. Consiguió que la llevaran a la guardia del Hospital
Garrahan. Allí tardaron apenas unos minutos en descubrir que ese puñal que se
le clavaba en el hombro no era producto del golpe, ni del calor de diciembre, ni
siquiera de la vejez: hacía diez días que tenía su clavícula fracturada sin que
nadie se hubiera ocupado de sus quejas.
El caso de Juana es uno de los que llegaron a la Unidad de Contralor de la
Ciudad de Buenos Aires, un organismo habilitado para controlar pero inhabilitado
para castigar. Cuando fueron a la calle Brasil a inspeccionar el geriátrico
descubrieron que, si bien los libros médicos estaban en regla, firmados cada 15
días, los internados llevaban seis meses sin ser controlados. "Libros voladores"
y "médicos de cartel" es el nombre de esta práctica en la jerga de los geriátricos:
el libro se firma rutinariamente con un diagnóstico que se repite, pero nadie
revisa a los internados.
En la Argentina hay aproximadamente 2 millones de personas mayores de 70
años, casi el 5% de la población. Ya no trabajan, aunque en estos tiempos sin
alma muchas veces deban ayudar a sus propios hijos desocupados. La mayoría
cobra jubilaciones vergonzosas y pasa privaciones que nadie merece. Son
víctimas de una sociedad que descuida a sus mayores. Que parece no verlos
como lo que son: la bisagra entre cinco generaciones, de un lado quienes
fueron sus padres y abuelos, y del otro sus hijos y nietos. Ellos son los
portadores de las tradiciones y la identidad. Y sin ellos, algo de nosotros se
pierde.
Muchas familias tienen la suerte de poder cobijar a sus viejos. Pero en muchas
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otras los abuelos terminan internados en alguno de los 6.000 geriátricos del país.
Es un destino pocas veces agradable: sin leyes que unifiquen exigencias de
calidad y atención, sin presupuesto para ejercer un control eficaz y transparente,
en demasiados geriátricos los ancianos corren peligro.
"De casualidad, cuando abrí una carpeta, leo: 'Señores médicos, no se olviden
de firmar por la cantidad de horas que exige el PAMI'. Así como lo vi, me llevé el
papel y lo incluí en la auditoría del geriátrico, que era de Flores", cuenta una
auditora del PAMI.
–¿A ese geriátrico le quitaron el contrato?
–No, todavía sigo yendo a controlarlo.
La Unidad de Contralor de Geriátricos Privados de la Ciudad –creada luego de
que en 1997 un incendio en un geriátrico puso en evidencia el descontrol del
sistema– puede sugerir pero no obligar. Desde su creación se abrió una
interna con "los municipales", ya que sus funciones se superponen a la Policía
Municipal, Higiene y Control Ambiental e Inspección General, que sí tienen poder
para sancionar y también deben controlar los geriátricos. Otra interna de la
Ciudad, entre los que sostienen que los geriátricos deben estar en el área de
Acción Social y los que dicen que deben estar en la órbita de Salud, traba la
aprobación de una ley actualizada en la Legislatura. La que rige es de 1979.
"No le voy a decir que no pase en ningún establecimiento, pero un médico se
expone a que lo acusen de mala praxis si firma un libro sin revisar al paciente. Y
los inspectores son estrictos, lo que no quita que pueda haber algún corrupto",
afirma Alejandro Barros, dueño de dos geriátricos y presidente de la Federación
Argentina de Entidades Gerontológicas.
La provincia de Buenos Aires tiene una ley más actualizada que la de la Ciudad
(es de 1990), pero con 100.000 mil camas a ser relevadas por apenas 75
inspectores los controles son difíciles. "Recibimos denuncias que aseguran que
los abuelos internados sólo comen caldos o polenta, son higienizados una vez
por semana y cuando pueden moverse los obligan a realizar trabajos auxiliares",
cuentan en la Asociación de Trabajadores de Sanidad provincial.
En La Rioja hay un solo geriátrico y está a punto de cerrar. Por el hueco del
ascensor ya cayeron dos ancianos: uno murió y otro sobrevivió de milagro.
Funciona en un ex hotel y lleva el nombre de Hogar Geriátrico S.R.L. En 1997 la
auditoría número 115 del PAMI informó: "Faltan luces de emergencia, defensas al
vacío, habilitación de bomberos, plan de evacuación, contrato de emergencias
médicas, certificado de mantenimiento de ascensores". Decía que el turno noche
quedaba a cargo de una única asistente para 58 residentes, quien además era
cocinera durante el día. También que faltaba higiene y atención a quienes no
podían abastecerse por sus medios.
Pero el geriátrico riojano siguió recibiendo pacientes. En 1998 una nueva
auditoría informó: "Continúa la falta total de higiene: hay materia fecal en pisos de
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pasillos de ingreso y fuertes olores nauseabundos". Había más: se informaron
falta de informes médicos de todo el año y utilización de medicamentos
vencidos. Y el geriátrico siguió recibiendo pacientes.
La auditoría del año pasado dijo: "Se mantienen las falencias detectadas, hay
pañales sucios en el pasillo, materiales patológicos en una bolsa transparente
sin medi das de bioseguridad". El geriátrico seguía tramitando la habilitación,
seguía con graves problemas de higiene y sin tener un plan de evacuación de
emergencias ni permiso de uso de ascensores.
Pero nada cambió y la semana pasada había internados allí 33 ancianos en
evidente peligro. De los 33 internados, 21 son del PAMI, la misma obra social que
desde su auditoría detectó las irregularidades.
No solo las condiciones de vida son un tema en este establecimiento. Por ser
uno de los geriátricos que habría recibido un ingreso por paciente de 820 pesos
por mes, mayor que los 500 que se pagaban en promedio, el caso está incluido
en una causa judicial que lleva el juez Claudio Bonadio. Allí investigan
irregularidades en las contrataciones de la Federación de Geriátricos de la
República Argentina (FEGERA). Fue durante la gestión al frente del PAMI del hoy
preso Víctor Alderete.
Alicia Trybalski, nueva subgerente de Prestaciones Sociales del PAMI, asegura
que están a punto de dar de baja ese geriátrico. Como es el único de La Rioja,
proyectan reubicar a los ancianos alquilándoles una casa para algunos y
llevando a Catamarca al resto, lo que además de revelar la impotencia de la
provincia para atender a sus ancianos, terminaría siendo un increíble destierro
forzado ejercido contra quienes ya sufrieron demasiado.
Paradójicamente, más de un especialista afirmó que "los geriátricos que
atienden PAMI tienen más controles que otros". Algo que sólo es real cuando los
geriátricos en falta no son protegidos políticamente.
Hay provincias en las que ni siquiera existe una ley que regule el sector y
establezca una rutina de controles. Es el caso de La Rioja, Formosa, Salta y
Santa Cruz, entre otras, donde cualquiera puede abrir un geriátrico si lo
considera buen negocio: nadie se preocupará de que un médico esté a cargo ni
que los pasillos tengan pasamanos.
Otro caso de impotencia admitida es el de La Pampa. Allí existe una ley de la
Tercera Edad pero durante los últimos diez años nadie ocupó la dirección de
Gerontología y Geriatría, encargada de su aplicación. Recién desde el año
pasado está Roberto de Martini al frente. En su oficina confiesan: "Si salimos a
hacer cumplir la ley, tenemos que clausurar todo y generamos más problemas
que soluciones".
Cuando Juan (78 años) llegó a su nuevo geriátrico pesaba muy poco. Apenas
unos 60 kilos para su metro setenta y cinco. Venía de estar internado en el
Geriátrico San Cayetano, que queda cerca del asilo de ancianos local, en el
centro de Santa Rosa. Es uno de los tantos que en la última década fue
habilitado pero nunca controlado en la capital pampeana. Durante el año que
estuvo internado allí Juan no caminó un paso. "Porque comía mal y no lo
ayudaban", dicen sus familiares. "Su ropa estaba toda sucia. Parecía que la
hubieran usado para limpiar la cocina", cuenta la encargada del hogar que lo
recibió. A los dos meses esa misma ropa, ya limpia, le quedaba chica por todo lo
que había engordado. Hoy pesa 80 kilos. Si bien fue la familia de Juan la que
decidió cambiarlo de residencia por los malos tratos recibidos, ni ellos ni los
dueños del nuevo hogar hicieron la denuncia. "¿Para qué?", se preguntan.
En San Luis directamente no saben cuántos geriátricos hay, ni donde quedan.
Ningún funcionario jamás los controló y ante la consulta del corresponsal en esa
provincia aseguraron que "en unos dos meses" harán el primer relevamiento
para ver si es que vale la pena controlarlos.
En este mundo sin control de los geriátricos, los que aplican malos tratos ejercen
distintas presiones sobre los internados que se "portan mal". Desde privarlos de
comida y hacerlos dormir con los internos más conflictivos hasta golpes.
Don Zoilo tiene 80 años y mucho miedo de que no le den más nada de tomar.
Denunció malos tratos en el hogar de ancianos de San José La Ciénaga,
ubicado en San Pedro, a 63 kilómetros de Jujuy. El hogar ya fue centro de varios
escándalos: las camas no tenían colchones ni sábanas hasta que luego de una
denuncia aparecieron algunas colchas. Pero los que difunden los malos tratos
son amenazados con ser echados o directamente les niegan el agua. Las
autoridades del municipio de San Pedro, de quien depende el personal, en lugar
de hacer algo, niegan los hechos.
La recorrida provincia por provincia realizada por todos los corresponsales de
Clarín demuestra que el país es un mosaico en el que los geriátricos no tienen
pautas comunes y, en la mayor parte de los casos, están librados a la buena o
mala voluntad de sus dueños.
Mientras algunas provincias delegan el control en el área de Salud, otras lo ponen
en el de Acción Social. En Río Negro admiten que, una vez habilitados, los
geriátricos
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entre salud y enfermedad.
Cuando Rubén, de 82 años, fue internado en el hogar Santa Ana de Villa Mitre,
en Salta, sufría cuatro crisis asmáticas por semana y ninguna atención. Luego
de una denuncia por malos tratos físicos, verbales y desatención, cambió el
director y tres empleados. "Es incríble, por el cambio en el trato ahora sólo tengo
un ataque asmático por semana y el médico me dijo que me puedo llegar a
curar", se alegra.
El mal trato a veces opaca otros temas, vinculados a la falta de leyes:
· "Me preocupan los ancianos que no tienen familia y una vez internados dejan
todos sus bienes a los administradores de los geriátricos. Es algo que se ve y se
escucha mucho, pero está fuera de nuestro alcance", dice un inspector de
Capital.
· "Me canso de ver jubilados que le dan el poder para cobrar sus haberes a gente
de los geriátricos y después no reciben nada", dice una auditora de PAMI.
La tendencia indica que cada vez más ancianos pasarán sus últimos años en un
geriátrico. Lo que les espera es lo que aquí se contó: un universo casi sin reglas
ni controles, donde la lógica del negocio domina sin contrapeso porque la
responsabilidad del Estado y la sociedad se diluyen muchas veces hasta la
nada.
ENTREVISTA / JORGE SAN MARTINO
"Es el Gran Bonete"
Director de Tercera Edad / Está contra los geriátricos
–¿Cómo evalúa el problema de los controles en los geriátricos?
–Todos los geriátricos tienen problemas, los del Estado por falta de presupuesto,
los privados, por la calidad de la atención. Y es como el Gran Bonete, la pelota se
pasa de uno a otro porque no están definidas las responsabilidades. El tema toca
a todos: la Nación, los municipios, salud, acción social, pero nadie toma al
asunto de lleno. Yo tengo claro que el rol de control es de los municipios; no
puede hacerse cargo la Nación de un problema tan disperso.
–¿Cuál es su postura respecto de la internación en un geriátrico?
–Yo creo que el ideal es prolongar hasta el último día posible el viejo en el hogar.
Hoy el estado y el mercado están fomentando la institucionalización.
–¿Por qué pasa esto?
–Porque es cómodo a todos. El mercado se armó en torno a los geriátricos, hoy
son la opción cuando una situación supera a los miembros de una familia. Pero
cuando está internado, la familia se va olvidando del viejo. El primer mes lo
visitan todos los fines de semana. El segundo, van dos fines de semana. El
tercero van a pagar y el cuarto ya los tiene que llamar el dueño del geriátrico para
cobrar. Lo real es que la única forma en que un anciano sale de un geriátrico es
con los pies para adelante, internarlo es firmarle la partida de defunción. Por eso
creemos que hay que prolongar la permanencia con la familia, aunque esto
genere resistencias.
–¿Qué hacen en ese sentido?
–Por lo pronto no damos ningún subsidio para geriátricos de bien público y
estamos capacitando a "auxiliares gerontológicos", que son cuidadores
domiciliarios que podrán atender en la casa a los mayores: los ayudan a
bañarlos, los acompañan a cobrar la jubilación y, sobre todo, oxigenan a la
familia. Nuestro objetivo es revertir el modelo prevalente; capacitar gente para
que las familias tengan a dónde recurrir cuando necesiten atender a un viejo.
–La cantidad de internados en geriátricos no es alta en comparación a
otros países.
–El problema no es la cantidad, sino la calidad: los viejos están mal atendidos.
–¿Cree que esto es general?
–La institución modelo es 1 contra 20 en las que los dopan o no les dan de
comer bien.
EL LARGO CAMINO DE UN PROYECTO
PARA FIJAR PAUTAS EN COMUN
Sin ley por varios años más
"El director técnico de la residencia deberá haber cursado una especialidad en
geriatría de por lo menos un año." "Cada residencia debe tener un proyecto
institucional de trabajo", para que los internados tengan ocupaciones e inserción
social. "Se debe confeccionar un legajo único por residente en el que intervengan
el médico, el nutricionista, el terapista ocupacional, el kinesiólogo, el psicólogo y
las enfermeras." "La forma de las canillas y las llaves de luz se deben adaptar a
las necesidades de los ancianos." "Los colores de los objetos deben ser
contrastantes; las sillas no pueden ser del mismo color que el piso."
Estas son algunas de las pautas establecidas en un documento titulado
"Criterios unificados para la regulación y el control de las residencias para
personas mayores y centros de día", que la Secretaría de la Tercera Edad acaba
de elaborar con el objetivo de igualar las exigencias y los controles de los
geriátricos a nivel nacional. Excepto en algunos geriátricos, la mayoría de los
requisitos contrastados con la oferta actual parecen ciencia ficción.
El documento, que será entregado en los próximos días a la
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Tercera Edad de la Cámara de Diputados, fue discutido y acordado por un
equipo de trabajo de 17 miembros. "El objetivo es que se convierta en una ley
marco, similar a la ley de accesibilidad, que unifica los criterios sobre las
barreras arquitectónicas de los discapacitados", dijo el secretario de la Tercera
Edad, Aldo Isuani.
Pero entre el documento y una ley que regule efectivamente los geriátricos hay
un largo trecho: deberá ser discutido en el Congreso y, una vez convertido en
ley, las provincias tendrán que adherir y adaptar su legislación, si es que tienen
alguna. Habrá que esperar por lo menos dos años.
Una novedad central es que plantea delegar el control a la esfera municipal,
creando entes de control en los que además recomiendan que intervenga "la
sociedad civil" (Iglesia, organizaciones no gubernamentales) y profesionales del
sector. El documento otorga tres años de gracia a los establecimientos
existentes para que se reconviertan.
CASO FEGERA
El arreglo de Alderete
El 25 de junio de 1998 no pasó inadvertido para los ancianos de más de 100
geriátricos de la Ciudad de Buenos Aires. Ese día, la Policía Federal hizo
allanamientos para secuestrar los libros contables de todos los establecimientos
que atendían a beneficiarios del PAMI.
El operativo fue ordenado por el juez Claudio Bonadio, quien todavía investiga el
contrato firmado entre el PAMI y la Federación de Geriátricos de la República
Argentina (FEGERA). En ese contrato, de junio del 97, el entonces interventor del
PAMI, Víctor Alderete, tercerizó todos los servicios de geriatría, por 10,3
millones de pesos por mes.
Esto provocó una ola de denuncias. Se cuestionó el valor elevado del contrato,
pero también su forma, ya que el servicio empeoró y las decisiones sobre dónde
internar a los ancianos se hicieron arbitrarias. Se comprobó, además, que
FEGERA fue creada especialmente para este contrato, lo que empujó al juez a
procesar a cuatro de sus directivos, acusados de haber estafado al Estado.
Ahora se intenta determinar la responsabilidad de Alderete.
El PAMI
La obra social de los jubilados es el principal contratante del mercado. En 620
geriátricos de todo el país, tiene 15.500 camas, de las cuales 4.200 están en la
Ciudad de Buenos Aires. Paga 590 pesos mensuales para cada internado sano y
649 por los que tienen problemas psiquiátricos.
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En los geriátricos hay muchos olvidados. "Nos meten", dice Luis, que de todos
modos tiene la suerte de ir cada tanto a comer a lo de sus sobrinas. La mayoría
no tiene ni eso, como Manolo, que nunca tuvo hijos –"a mí siempre me dio más
por la diversión"– y hace seis meses que un cáncer se llevó a su primo.
Son 32 los que viven en este geriátrico y 23 de ellos son mujeres. "Nosotros
duramos menos", explicarán después Manolo y Luis, como si hiciera falta. De
paso niegan que se formen noviazgos y dicen "yo nunca vi uno" o se resignan
con un "¿le parece a esta altura?".
Un caso es Paulita Quaglia, que vive en el primer piso y se pasa el día sentada
en el comedor, meta golpear la mesa con su mano rosada. Paulita tiene 101 –sí,
nació en 1899– y lo único que hace es reclamar comida. Día tras día.
Para los viejitos, el geriátrico es un final decidido por otros al que no pueden
negarse. Es la vida sedentaria, el estar para pasar el rato. Hay que verlas a ellas
en el comedor, sentadas alrededor de las mesas pero en silencio, con la frente al
piso, las manitos juntas durante horas y horas. "¿Recién son las seis y
media?", se queja una de mantilla blanca, aburrida y preocupada porque se le
fue el sueño.
Hay otra, Berta se llama, que hace un año decidió no salir más de su habitación.
Es sorda y es muda: simplemente se cansó. "Le damos un cuidado especial,
pero, pobre, no quiere salir", se lamenta la dueña María Marta Caprese, "señora
Marta" para todos. Hay otro que hace un año perdió la movilidad en la mitad del
cuerpo. Era médico cirujano y tampoco sale de la cama.
Los internados duermen de a tres o cuatro por habitación y se hacen compañía.
A Luis le tocó el cirujano. Manolo dormía junto a otro que hace un par de meses
"se fue" –así le dicen– y que era el organizador de los juegos de cartas. Desde
entonces ya no se juega. ¿No se aburren?
–Yo para nada. Y a veces hasta me doy una vuelta por el barrio o me escapo
al bar de la esquina, – dice Manolo.
–Y sí, es aburrido –dice Clarita, que levanta los hombros.
–Yo también salgo a caminar, aunque por cómo están las calles hay que saber
apoyar el bastón. Pero depende de lo que den en la televisión,– dice Luis.
Desayuno a las 8, almuerzo a las 12, el té a las 4 y la cena a las 8. En el medio
es el "mientras tanto", las conversaciones o el silencio. Algunos tienen suerte y
reciben la visita de un familiar, a veces los del geriátrico les organizan fiestas y si
son generosos les dan cariño y los cuidan. También pueden hacerse amigos,
como Luis y Manolo. O bailar, o tocar el órgano, o dormir en paz. Todo si tienen
suerte.
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Cinco estrellas
En el mundo de los geriátricos también existen los cinco estrellas: en el comedor
atienden mozos, el menú es "a la carta", hay sector de peluquería y las
habitaciones tienen baño privado con grifería de estilo y televisión. En Capital hay
dos, uno en Barrio Norte y otro en Belgrano. Cobran la cama de 2.500 pesos por
mes para arriba incluyendo servicios como radiología. Tienen el doble de
personal que un geriátrico común.
SON CASI LA CUARTA PARTE DEL TOTAL DE
ESTABLECIMIENTOS EN EL PAIS
Geriátricos truchos:
un problema que todos conocen y nadie enfrenta
No tienen instalaciones ni personal adecuados. Pero cobran mucho menos que
los geriátricos habilitados. Sin otra alternativa, si los clausuran muchos ancianos
no tendrían adónde ir
LUCAS GUAGNINI
El agente municipal toca el timbre y pregunta con voz de mando:
–¿Acá funciona un geriátrico?
–No.
–Pero tenemos una denuncia de que acá funciona un geriátrico.
–Es mentira, la única persona que está aquí es una familiar nuestra.
Los inspectores de la Ciudad de Buenos Aires reciben gran cantidad de
denuncias sobre geriátricos "truchos", que funcionan sin habilitación ni controles.
Pero no pueden hacer nada.
Si llegan a entrar por la fuerza cometerían "violación de domicilio" porque se trata
de una casa que no tiene habilitación municipal, o sea que jurídicamente se trata
de un particular. Para actuar necesitarían la orden de allanamiento de un juez, un
trámite poco frecuente, según admiten.
Solo en la Capital, según la Unión Argentina de Prestadores Gerontológicos,
funcionan entre 200 y 250 centros ilegales, contra unos 800 legales. En la
Defensoría de la Tercera Edad van más lejos: dicen que son entre 400 y 450 los
geriátricos ilegales.
Con la crisis hay cada vez más geriátricos truchos. Las instalaciones son
inadecuadas y el personal no tiene capacitación, pero los precios son más bajos
que en los geriátricos habilitados. ¿Qué hacer ante este problema que todos
conocen pero nadie enfrenta? Si los clausuran, como no hay caminos
alternativos para su atención, los ancianos internados no tendrían adónde vivir.
Los 600 pesos que, como mínimo, cobra un geriátrico legal están a un mundo de
distancia de los 150 a 250 pesos que cuesta al mes uno trucho. "Mejor mala
atención que ninguna atención", es la lógica perversa que explica el problema.
En Buenos Aires, donde están abiertos legalmente 2.950 geriátricos, calculan
que el 80% de los que operan en el interior provincial son ilegales, según
datos de la Asociación de Trabajadores de la Sanidad (ATSA). "Los geriátricos
golondrina son imposibles de controlar. Se ubican en casonas viejas y sin
instalaciones adecuadas. No ocupan personal especializado y trabajan en negro.
Comienzan con tres o cuatro camas, cuando captan más de 15 clientes se
mudan a una propiedad alquilada. En algunos casos comienzan con los trámites
de habilitación que pueden demorar hasta tres años. Cuando los localizamos y
los denunciamos se mudan en menos de una semana, cambian la razón
· Los que venden "atención personalizada" en "una casa pequeña".
· Los que se hacen pasar por legales y eternamente tienen alguna habilitación
en trámite.
Estos, muchas veces se mantienen abiertos con recursos judiciales.
· Los "golondrina", que van mudándose de casa en casa, por lo general
dejando impago
los alquileres y abandonados a los internados.
· Los de "pueblo chico", donde alguien conocido en el barrio decide utilizar los
cuartos vacios de su casa.
· Los de "alta rotación", que son de muy mala calidad, muy baratos y para los
que el negocio consiste en que las familias retiren al anciano antes de que
termine el mes que ya pagaron.
"Cuando llegamos a controlar, el paciente termina siendo cómplice del
propietario y declara ser un famiiar que está de visita", se queja Leticia Rodó,
directora de Control de Calidad para la Salud de Salta.
En Córdoba, un funcionario, que calcula en 40% la cantidad de los
clandestinos, explica la lógica del sistema de alta rotación. "No cubren ningún
requisito, su negocio se basa en que un familiar interna a un anciano. pero como
la atención es tan mala lo saca y la cama vuelve
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El propio director de la Tercera Edad, Jorge Sanmartino, admite: "En alguna
legislación provincial, un local con más de cinco camas es considerado como un
geriátrico. Para que no los clausuren, ponen un tabique en el medio de la casa y
dicen que no pasan de las cuatro camas".
"Si van a publicar la lista esperen que la completo, porque hay más. En una casa
de familia se pueden tener dos ancianos para cuidar. Pero éstos tienen cuatro,
cinco con un sólo baño y sin médicos ni personal que los cuide". Haydé Quintín,
dueña del geriátrico La Familia, de Santa Rosa, La Pampa, guarda junto con su
habilitación municipal y los formularios impositivos una lista de los geriátricos
ilegales que quedan cerca del suyo.
Hay propuestas para que la legislación incluya la figura de "hoteles para
mayores", que permitiría poner dentro del sistema a los geriátricos clandestinos.
Así se les podría cobrar impuestos y exigir calidad. Pero eso resolvería, en todo
caso, la cuestión del negocio y la competencia. Pero el problema de la mala
atención de los ancianos es mucho más que eso. Y desde siempre está sin
respuesta.
Emboscada
Según Eugenio Semino, ombudsman de la Tercera Edad de la Ciudad de
Buenos Aires, en la Capital hay entre 400 y 450 geriátricos truchos. Admite que
no puede cerrarlos porque no sabrían qué hacer con los ancianos que viven allí.
Igual que en el resto del país, sólo actúa ante denuncias graves.
CADA PROVINCIA TIENE UNA POLITICA DISTINTA
Psiquiátricos: un tema con varias soluciones
No hay criterios comunes sobre cómo tratar a los ancianos que sufren demencia
La demencia de los ancianos es uno de los temas sin resolución y sin
criterios en común en los geriátricos. ¿Qué hacer con aquellos que ya
perdieron toda conciencia de tiempo y espacio?
Entre los especialistas está en debate si se deben mezclar los ancianos lúcidos
con los que no lo están: en general el corte que se plantea como consenso para
la separación es cuando el que perdió sus facultades se convierte en violento.
El problema es que muchos geriátricos en los que se mezclan las poblaciones lo
hacen sin un adecuado control psiquiátrico e intentan ocultar la situación
mandando a los dementes al piso de arriba, para que las visitas
ocasionales no los vean. Un caso así detectó una auditora del PAMI, que
escuchó la queja de una anciana a quien, para castigarla, la sacaban de su
pieza de planta baja y "la mandaban arriba con los locos".
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Dueños de geriátricos y especialistas afirman que es injusto que un anciano que
se deterioró estando internado sea arrancado de su ambiente. Pero en Buenos
Aires, Río Negro y Neuquén prohíben la mezcla por ley.
Los casos mal llevados terminan en tragedias. Los familiares de Claudia B., que
estaba en un geriátrico de Villa Crespo, contaron cómo la ausencia de un
psiquiatra fue reemplazada por baños de agua fría para aplacarla.
En otro geriátrico de Almagro, que fue visitado por el equipo de investigación, una
señora llamada Estela, que hacía dos años habitaba el lugar, de pronto empezó
a sentir que era la dueña de la casa. Resultado: quiso echar a todos a la calle,
incluida la dueña legítima y sus empleados. Terminó yéndose ella.
El director de Salud Mental de la provincia de Córdoba, Osvaldo Rubiolo, opi na
que salvo casos de pacientes agresivos, en general los ancianos con necesidad
de asistencia psiquiátrica "pueden convivir absolutamente con sus pares y
específicamente tratamos de integrarlos. Ya la misma patología, como el
caso del Mal de Alzheimer o la demencia vascular, los lleva a aislarse. Tratamos
de que su vida tenga la mayor dignidad".
Otros, como el ombudsman de la Tercera Edad de la Ciudad de Buenos Aires,
Eugenio Semino, consideran que la unión acaba "acelerando los procesos de
dementización en los internados sanos".
Hay provincias donde las mezclas son absolutamente normales y
descontroladas. Así es en la provincia de Buenos Aires –a pesar de la ley–, en
buena parte de la ciudad de Buenos Aires, en Entre Ríos, en Córdoba, La Rioja,
La Pampa, Misiones o en Mendoza. En Jujuy la discusión es inútil ya que existe
un solo hospital psiquiátrico y está sobrecargado: en definitiva, todos al
geriátrico.
Existen otras provincias, en cambio, donde los ancianos con problemas
psiquiátricos son enviados a hospitales, donde muchas veces son mezclados
con enfermos mentales graves, o en institutos específicos. Eso ocurre en
Corrientes, en Santa Fe o en Chubut, donde ya se instalaron dos institutos
privados dedicados al problema.
Un caso particular es el de Río Negro. Allí existe una ley de desmanicomización,
sancionada en 1991, que prohíbe la internación de cualquier persona con
problemas mentales.
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LOS RECURSOS Y LA LEGISLACION SE ORIENTAN
MAYORITARIAMENTE A LOS GERIATRICOS
El gasto del Estado: entre la ineficiencia y los excluidos
Según los especialistas el Estado privilegia la internación, una modalidad cara,
sobre todo si el beneficiario todavía puede valerse por sí mismo. Los geriátricos
municipales como muestra.
El eje de la discusión respecto del gasto del Estado es que, muchas veces, en
lugar de cubrir a quienes realmente necesitan una internación apaña a los
"excluidos" del sistema. La pobreza convierte a las políticas de Acción Social y
Salud en simples mecanismos de contención.
Esto descubrió Marcela Caferata cuando estuvo al frente de los geriátricos
municipales que dependen de la Ciudad de Buenos Aires. Mientras en los
geriátricos privados el 80 por ciento de la población es de mujeres (la mayoría
"viejas-viejas", es decir mayores de 70 años), en la Ciudad el 60 por ciento son
hombres "viejos-jóvenes", menores de 70 años.
"Se desvirtuó la lógica de la internación porque es el geriátrico público o la calle",
afirma Caferata. Una estructura con un costo de internación por persona alto
funciona, en muchos casos, como hotel.
En los geriátricos estatales de las provincias se repite este esquema, bautizado
por Caferata "la biblia y el calefón", porque se mezclan desde ancianos con
problemas psiquiátricos hasta los "sin techo".
Pero no se trata solo de poblaciones mezcladas. Además, el gasto es ineficiente.
Mientras el costo de internación en un geriátrico estatal es de unos 1.000 pesos
por persona al mes, las obras sociales pagan 500 a geriátricos privados. A
iguales recursos, podrían ser el doble los beneficiarios. En tiempos de ajuste,
el miedo de muchos es que se desactiven los geriátricos públicos pero no sean
reemplazados.
Con 15.500 internados el PAMI es el mayor "consumidor" de camas geriátricas y
otra muestra de la política de Estado sobre el tema: gasta unos diez millones al
mes en internaciones. Pero tiene lugar para apenas 300 "autoválidos", aquellos
ancianos que pueden valerse por sí mismos. La ayuda especializada sólo llega
cuando la degradación es irreversible.
En cambio la suma destinada a "programas sociales" –como alquiler refacciones
de viviendas y cobertura de necesidades básicas– fue subiendo. Hoy alcanza los
2 millones de pesos mensuales. Para Alicia Trybalski, subgerente de
Prestaciones Sociales, el problema se debe a que "la jubilación no cubre las
necesidades básicas".
El PROFE, un programa del Ministerio de Acción Social que brinda salud a los
que gozan de pensiones no contributivas, plantea también el tema del gasto
ineficiente. Muchos de sus 2.700 internados en geriátricos, revela un
especialista que trabaja allí, podrían quedarse en su casa con un
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barrios más pobres de Cipolletti, a cuatro kilómetros del centro. Cada semana
visita a unos 20 abuelos. La mayoría vive en situación de extrema pobreza,
alimentándose con bolsones oficiales de comida.
A Dagoberto González todos lo llaman "Gonzalito". "Es por mi porte", dice pícaro
desde su bajísima estatura. Tiene 67 años y se mueve con dificultad. "Tengo las
piernas tiesas porque trabajaba en un lugar donde había mucho veneno y eso me
hizo mal al sistema nervioso", cuenta. A pesar de haber trabajado durante toda
su vida no tiene jubilación. "Perdí todos los papeles en una inundación", dice.
Casi todos los días recibe la visita de Sandra o alguna de las chicas del Centro
de la Tercera Edad del barrio. "Las conozco desde hace tres años y siempre que
vienen les pido algo. Ellas me ayudan, me visitan, me hacen compañía porque
estoy solo. Me voy a tener que casar", razona.
Y Sandra –ya acostumbrada– le retruca: "Ya te dije que me caso con vos, pero
tenés que salir a trabajar". Los dos se ríen con ganas, a pesar de que por esos
días Gonzalito andaba deprimido. "Decía que no tenía ganas de vivir, pero
nosotras ya sabemos cómo tratarlo", dice en voz baja la visitadora, que antes
trabajaba como empleada doméstica. "Este trabajo es mucho mejor porque
podemos alentarlos y darles ánimo. Ellos nos esperan con alegría, y esto hace
todo más fácil", explica.
El programa es coordinado por un equipo de asistentes sociales del municipio.
Desde que se implementó, se lograron grandes cambios. Los abuelos
empezaron a integrarse en grupos de tercera edad y algunos participan en las
olimpíadas que organiza la comuna cada año.
Hasta las historias más tristes dejan un sabor dulce. Como la de Manuel Parra,
un viejito de 83 años, muy enfermo que vivía en una tapera de Puente 83. "El no
quería vernos, pero tanto insistimos que al final nos dejó entrar y al poco tiempo
se volvió sociable", recuerda Sandra Cruces. "Al poco tiempo murió –cuenta–,
pero sin dudas pasó mejor los últimos años de su vida."
Ahora las autoridades de Acción Social del municipio, evalúan incrementar el
número de visitadoras para lograr atender a los 700 ancianos más vulnerables
de la ciudad. Han descubierto que hace falta poco para dar mucho.
VARIANTES
Los otros planes
Los programas alternativos a la internación en un geriátrico, como el de Cipolletti,
se dan en distintas provincias. Si bien suelen ser de un alcance limitado y estar
orientados a los sectores de bajos recursos y no como una política generalizada
para la tercera edad, implican una lenta renovación que rompe con la solución
tradicional que representan los geriátricos.
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· En La Pampa, el Ministerio de Bienestar Social provincial creó un programa de
operadores gerontológicos. A pedido de los ancianos o su familia, se envía un
"operador" a la casa del abuelo para que lo acompañe y lo cuide. La atención es
por un máximo de cuatro horas diarias. Ya se capacitaron a 51 operadores.
· En Santa Cruz hay 58 "hogares sustitutos y pequeños hogares de ancianos"
para los que no necesitan ir a un geriátrico pero no tienen contención famliar.
· En la Ciudad de Buenos Aires también funciona un programa de asistencia
domiciliaria a ancianos, aunque por su dimensión es casi insignificante.
· La Secretaría de Tercera Edad y Acción Social del Gobierno nacional, comienza
esta semana un plan de capacitación para cuidadores domiciliarios de ancianos.
Lo harán en cuatro ciudades del país: Rosario, Villa Gobernador Gálvez, Santa
Fe y Paraná. En total se capacitarán 700 personas, todas ellas desocupadas.
Mientras dure el curso, el Gobierno les pagará 160 por mes. La idea es que los
cupos sean ocupados en un 85 por ciento por mujeres jefas de hogar con hijos y
sin trabajo, y un 15 por ciento para jovenes, también sin trabajo. El curso dura
diez meses e intenta insertar a los desocupados en el mercado privado de
salud.
Otra alternativa a la internación son los centros de día, que funcionan en varias
ciudad del interior. En Capital hay 12 en total.
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