Proyecto CEPAL/GTZ "Políticas laborales con enfoque de género" Foro ”Hacia políticas laborales con equidad de género: el caso del sector financiero en Costa Rica” San José de Costa Rica, 9 de junio de 2005 “Conocimiento social y políticas públicas: claves para pensar nexos y contratiempos” Cristina Bloj ___________________________________ Esta ponencia ha sido preparada por Cristina Bloj, Consultora de la Unidad Mujer y Desarrollo de la CEPAL. Las opiniones expresadas en este documento, que no ha sido sometido a revisión editorial, son de exclusiva responsabilidad de la autora y pueden no coincidir con las de la Organización. Introducción El presente documento es una síntesis de un estudio de mayor alcance encargado por la Unidad Mujer y Desarrollo de la CEPAL y que tiene como epicentro la problemática de los nexos entre la investigación en ciencias sociales y la formulación de políticas en el campo de la gestión pública y de los procesos de desarrollo. Es sabido que, en las últimas décadas, la preocupación por acercar el conocimiento social a la formulación y evaluación de políticas ha tomado gran impulso, guiado por el interés de revertir la tendencia a no considerar, efectivamente, los resultad os de los estudios/diagnósticos; demandados y, en ocasiones, financiados desde las instancias político-decisorias. Se parte de la convicción de que las políticas fundamentadas y elaboradas sobre la base de los conocimientos y aportes que realizan los inv estigadores sociales redundan en mayores niveles de eficacia en la concreción de los objetivos y de eficiencia en la asignación de recursos; y fundamentalmente en beneficios directos para los ciudadanos en la medida que contribuyan al diagrama e implementación de políticas más participativas, equitativas, y respetuosas de las necesidades y demandas de la población. I. INVESTIGACIÓN Y POLÍTICAS: CONOCIMIENTO Y/O SUSTENTO DE LA ACCIÓN La preocupación por los alcances de la investigación social aplicada al campo de las políticas sociales, ha tomado nuevos impulsos en las últimas décadas. No es casual que así sea en tanto que: a) las políticas públicas están en el centro del debate desde la crisis que ha sufrido el “estado de bienestar” en América Latina; b) las alternativas que rodean al binomio conocimiento-acción han despertado históricamente serias controversias al interior de las ciencias sociales; c) el pensamiento social contribuye activamente a la construcción de realidades y a la direccionalidad que asume la acción política; sobre todo cuando ciertos ideales que provienen del dominio de la ciencias asumen un carácter hegemónico y dominante (Bloj, 2002). La búsqueda de afianzar los nexos entre conocimiento social y políticas no ha sido, ni es, un proceso lineal; han habido momentos de auge y de declinación que no pueden comprenderse disociadamente de las encrucijadas socio-políticas donde se inscriben, de los sismos epistemológicos que han sacudido a las ciencias sociales, y de los desafíos que impo ne la “cuestión social” en cada país. 1 Desde mediados de los noventa en adelante esta inquietud se ha revitalizado y los organismos internacionales han jugado un papel destacado al respecto. 2 En paralelo ha crecido la demanda, desde las esferas decisorias, de cientistas sociales en roles estables, en asesorías y consultorías, en diversas áreas y niveles de gobierno así como en proyectos de desarrollo; hecho que ha motivado una creciente “profesionalización” de las ciencias sociales. 3 En primera instancia, esta tendencia no pareciera estar ajena a la necesidad de desmontar (o en algunos casos de re-legitimar) las secuelas del ordenamiento neoliberal en la región y los efectos regresivos que se identifican con los tiempos del ajuste estructural y de la reforma del estado; particularmente en la dimensión social4. 1 Se hace referencia a la “cuestión social” como a aquellos núcleos problemáticos que ocupan un lugar prioritario en el debate público, en el pensamiento social, y en las cuestiones de estado. 2 Consolidando los cruces a través de reuniones de expertos, la discusión de agendas de investigación y de gobierno, el diseño y ejecución de proyectos, la difusión de publicaciones y documentos de trabajo. 3 La injerencia de la economía en el diagrama de políticas ya contaba con una tradición asentada que se profundiza en la década del noventa. 4 Tal como se advierte: “Los gobiernos de la región, los organismos internacionales, el ámbito académico y la opinión pública en general han convergido en los últimos años en la convicción de que es imperativo aumentar el impacto y la eficiencia de las políticas sociales ”. (CEPAL, 1998:7) 1 Es posible despejar, entonces, el hilo conductor de esta reflexión formulando un interrogante medular: ¿En qué medida el conocimiento social puede permear las lógicas político-institucionales contribuyendo, con sus destrezas conceptuales y metodológicas, a problematizar la identificación y el abordaje de los problemas sociales y a re-orientar la toma de decisiones, sin indiscriminar los campos y sin ser “domesticado” (cooptado)? La construcción de este interregno resulta complejo en la medida que en él confluyen diferentes redes subjetivas e institucionales, y lógicas de actuación no siempre en armonía. Asimismo, en esta trama se ponen en juego diversas formas de circulación de los saberes y la información que, en la hoy llamada “sociedad del conocimiento”, tienen un peso político y distributivo relevante. Arribamos al presente con un cúmulo de experiencias transitadas y un caudal de estudios que apuntan a develar los alcances de la “utilización del conocimiento” (knowledgeusers) y sus “influencias” en el diseño y evaluación de políticas. Se han logrado algunos consensos, aunque también persisten las controversias alrededor de la existencia o no de una relación directa entre calidad y “utilización” de los estudios, y de cuales serían los mecanismos más adecuados para lograr que las esferas político-decisorias consideren efectivamente las recomendaciones que realizan los investigadores. (Weiss, 2004). En gran parte de la sociedad, y particularmente en los ámbitos político-institucionales, está instalada la presunción de que: “la universidad y las ciencias sociales permanecen ajenas a los problemas de la realidad” (E. Grassi, 2004). Algunas razones de peso habrá para que tal idea circule, sin embargo, sería un despropósito refrendarla tratándose de ámbitos del saber cuyos núcleos cognitivos anclan, justamente, en la acción colectiva, en las experiencias sociohistóricas, en los vínculos societales. En toda producción de conocimiento subyace un compromiso de l investigador con los procesos y fenómenos objeto de interés, y en ellos; tanto en atención al horizonte interpretativo desde donde los observa y conceptualiza como a su condición de actor social. Es en los centros especializados donde se construyen y trasmiten las representaciones en torno a lo que “debiera” ser la investigación y la práctica profesional. En el marco del “sentido común” 5 más extendido no a todas las prácticas intelectuales se les reconoce el mismo estatus cognitivo. 6 Las impugnaciones recaen, en mayor medida, sobre aquellas desarrolladas en ámbitos extra-académicos y, especialmente, las vinculadas con los niveles decisorios. Se edifica, así, una suerte de frontera rígida entre el “adentro” y “afuera” de la academia apoyada en una narrativa en la que se destacan una serie de tópicos: • • • Las irreconciliables diferencias de lógicas, intencionalidades, y condiciones de producción de uno y otro campo. La creencia en que la investigación, canalizada académicamente, supone la construcción de un conocimiento riguroso mientras que las condiciones que imponen los espacios decisorios conduce necesariamente a resignar tal rigor. La liviandad del conocimiento generado en el marco de la gestión social; amparada en la gran proliferación de estudios/ diagnósticos elaborados ah-hoc y con un perfil excesivamente light: estudios cortos, con la aplicación de metodológicas y técnicas que no se ajustan a la naturaleza de los problemas a tratar (CLACSO, 1997). 5 Se toma la categoría de “sentido común” tal como la define Elsie Rockwell: “El “sentido común” es un conjunto múltiple, heterogéneo, que incluye tanto mitos y certezas como conocimientos y concepciones acerca de “lo real” (1987:44). 6 Daniel Mato insiste en desprender la idea de “prácticas intelectuales” de una identificación exclusiva con la investigación académica y con la escritura ensayísticas; por el contrario propone un sentido más amplio que remite a: “lo que “hacen/mos los intelectuales ” (2001:25). 2 • • La presunción de que “intervenir”, vía la partic ipación directa en el diseño o evaluación de políticas sociales (o en proyectos, planes, programas), implica renunciar a principios éticos consustanciales a la investigación social. Las implicancias ético-políticas de cualquier intervención en contraste con la pretensión de neutralidad técnica que se les demanda a los investigadores. Asimismo, los recelos no son unilaterales; funcionarios y responsables políticos manifiestan sus propios reparos hacia el mundo académico, los que se dirigen hacia : • • • • La puesta en duda de la “confiabilidad” del conocimiento social, sobre todo cuando está en juego la construcción de información cualitativa. La rigidez para adecuar los estudios a las circunstancias concretas por las cuales se los demanda, y para responder con la celeridad que exigiría la toma de decisiones. El excesivo nivel de abstracción para dar cuenta de las encrucijadas y los problemas sociales. La poca flexibilidad para “negociar” los desvíos que se pueden producir en el camino, desde la formulación hasta la ejecución efectiva de un proyecto. No habría razón alguna para negar las particularidades que identifican a cada campo así como desconocer las tensiones derivadas de estos cruces (desconocimientos, prejuicios, y sospechas recíprocas); no obstante ello, algunas recusaciones son atendibles. Al mismo tiempo, no hay que perder de vista que los estudios orientados al campo de la toma de decisiones conllevan cierta especificidad que se deriva del propósito que los guía. Frente a una situación “ideal”, las contribuciones debieran orientarse a: • • • • • La construcción/identificación de problemas sociales en relación con las problemáticas contextuales (sectoriales y estructurales) que los rodean. El diagrama de una política: desde sus lineamientos fundantes, la ejecución, y la evaluación. La consideración de los factores institucionales y sociales que obstaculizan o favorecen la implementación de un determinado proyecto o política, y las condiciones para el desarrollo de una intervención. La recuperación de los saberes, expectativas, y necesidades de los “sujetos de las políticas”. La construcción de nexos participativos que involucren a los gobiernos, a la sociedad civil y a los investigadores. En esta dirección, el conocimiento ocupa un lugar central no solo de cara a la toma de decisiones sino también a la ciudadanía, en tanto que puede actuar como una vía para fortalecer la generación de un “capital social” 7 que permita a los actores situarse en mejores condiciones para negociar frente al Estado. En este sentido, la participación de los investigadores en el territorio de las políticas supone una responsabilidad ética adicional: asegurarse de que el rol a desempeñar no contribuya a legitimar acciones del poder político que vayan en detrimento de las poblaciones. En términos de Escobar (1997) las preguntas que mejor sintetizan estos dilemas serían: ¿Cómo comportarnos como productores de conocimiento? y ¿Cómo se articula una ética de conocimiento especializado considerada como práctica política? 7 Pese a que sobre el concepto “capital social” recaen diferentes enfoques y críticas, en líneas generales, existe consenso respecto de que alude a las fuerzas asociativas, formales e informales, con que cuenta efectivamente, o potencialmente, una comunidad o grupo social. 3 II. DESARROLLO: ENFOQUES CRÍTICOS Y EVALUACIÓN ESTRATÉGICA Una referencia insoslayable para abordar los vínculos entre investigación y política son las reflexiones que provienen del campo del desarrollo. Se recuperan aquí, dentro de este amplio espectro, diversas fuentes que han tributado a la revisión de estos procesos. La primera está centrada en la crítica a los fundamentos, prácticas, y discursos canónicos del desarrollo, poniendo en escena nuevos ejes: a) el conocimiento como sustento de la construcción de objetos y conceptos; b) las prácticas de poder que regulan estos procesos; c) y las subjetividades que se configuran en estas intervenciones. (Escobar, 1997). 8 A modo de síntesis, la crítica hace hincapié en: • • • • • La tendencia a estandarizar, tipificar, y despolitizar los problemas sociales y a construir, consecuentemente, a los “beneficiarios” como poblaciones -objeto. Los problemas han sido concebidos como “dados”, como carencias visibles, ignorando las encrucijadas y las condiciones estructurales en las cuales asumen el carácter de tales. Asimismo, han estado rodeados de un discurso técnico que identifica soluciones con asignación de recursos. La neutralidad del conocimiento y el rol del investigador. El conocimiento aparece como un punto de sutura, como un “insumo” técnico para objetivar los problemas y estandarizar soluciones; el investigador como un mediador neutro. El proceso de intervención también es visto como un conjunto de mecanismos y cursos de acción neutrales oscureciéndose, de este modo, las concepciones que los sustentan. La externalidad con que se planifican las acciones desde las esferas decisorias (“desde arriba”), prescindiendo de la consulta y del consenso con las poblaciones o sectores en juego. El escaso interés por considerar los cambios que provoca cualquier intervención y la ausencia de una lectura integral de los efectos que puede desencadenar una “intromisión” de tal naturaleza en la vida social. La segunda línea se asocia, más puntualmente, con la delimitación de la preocupación enunciada como “utilización del conocimiento” y por la evaluación de las “influencias” de estudios en la toma de decisiones; foco que se ha desarrollado particularmente desde los organismos internacionales y regionales a la par que se viene insistiendo en la necesidad de afirmar las interacciones entre investigación y políticas, de replantear los modos de construir las agendas, y de rever los fundamentos y metodologías de evaluación. A nivel de las agencias gubernamentales un ejemplo destacable es el International Development Research Centre (Ottawa-Canadá), creado en 1970 por resolución parlamentaria y con el objetivo de promover mayores impactos de la investigación científica en los proyectos de ayuda al desarrollo. En esta dirección, en 1991 se crea una unidad de evaluación autónoma que, entre otras acciones de peso, viene ejecutando lo que se consigna como “evaluación estratégica” y estudios sobre la influencia de las investigaciones en las políticas públicos de diversos países del globo. En lo que respecta a organismos nacionales de la región un caso interesante es el “Programa de Investigación Estratégica en Bolivia” (PIEB) que nace en 1994 con el objetivo de revertir la tendencia a la desarticulación entre investigación y desarrollo que, según la lectura de sus impulsores, ha primado históricamente en ese país. En este marco se ha promovido el estudio y la formación profesional orientada a la investigación estratégica; y recientemente se ha creado una Universidad de postgrado con especialidad en el área. 8 Consultar: Hobart, 1993; Escobar, 1997; Ramírez, 1999; Viola, 1999. 4 Estos organismos parecen hoy apuntar, con mayor énfasis que en el pasado, a saldar las debilidades que se observan en la implementación de políticas. Mejorar la calidad de las evaluaciones y potenciar la aplicabilidad del conocimiento social asume un rango privilegiado; sobre todo teniendo en cuenta las evidencias empíricas que hablan de la escasa “influencia” directa que han tenido los estudios encargados a tal fin. En este sentido, no solo se alienta a que las evaluaciones se realicen sistemáticamente sino a que se incorporen metodologías y técnicas de base cualitativas para ello. Un campo pionero, y paradigmático, en lo que respecta a las interacciones entre investigación, practicas sociales, y diálogo con el poder político, es el del “género”. 9 Tanto desde los movimientos de mujeres, como desde la academia y los organismos internacionales, se ha bregado mancomunadamente (aunque no sin conflictos) por la incorporación de la dimensión de género en las agendas gubernamentales y de desarrollo. Pese a los avances consignados, la base informativa de género y su incorporación efectiva a las políticas distan de ser las ideales.10 Una iniciativa destacable, en la dirección de saldar estas inconsistencias, y potenciando la transferencia de conocimientos a la toma de decisiones, es el Proyecto “Políticas Laborales con Enfoque de género” que viene desarrollando la Unidad Mujer y Desarrollo de la CEPAL; alrededor del cual se convoca a este foro. Las acciones emprendidas en este marco reflejan: a) el protagonismo que se le otorga a la investigación como fuente para mejorar el diseño de propuestas y la evaluación de políticas; b) la intención de difundir estudios y experiencias en diferentes países, que apuntan a promover la equidad de género c) la preocupación por avanzar en la elaboración de metodologías y estrategias participativas y flexibles, centradas en el fortalecimiento de la cooperación, en el diálogo y el consenso intersectorial, y en la elaboración de estudios. III. POLÍTICAS PÚBLICAS: OBSTÁCULOS Y CONSTRUCCIÓN DE NEXOS Como se evidencia en la problemática de género en lo que concierne a la evaluación de políticas públicas los gobiernos manifiestan serias debilidades; y no son pocos los autores, que situando la mirada en la región, advierten sobre este hecho (Delgado y Del Piero, 2001; Lahera, 2004; Medellín Torres, 2004). Si bien las administraciones realizan seguimientos del gasto, a este procedimiento no se lo puede considerar “evaluación” en sentido estricto. Siempre y cuando se entienda a la evaluación como una herramienta (conceptual y operativa) para reconsiderar los criterios de formulación, organización y gestión de una política; y para mensurar no solo si las acciones emprendidas contribuyen a solucion ar un problema puntual sino también a ampliar condiciones de ciudadanía, a fortalecer a los sectores sociales, a garantizar equidad, y a propiciar mayores niveles distributivos. Ahora bien, hablar de “políticas públicas” remite casi inmediatamente a los mecanismos que institucionalizan los Estados para afrontar las cuestiones de orden colectivo y público, y a las “negociaciones” con la sociedad civil. Centrados en las políticas sociales Adriana Delgado, asumiendo una perspectiva de derechos, entiende que sus contenidos se expresan en: “…el conjunto de transferencias en la forma de recursos financieros, medidas reguladoras, distributivas y redistributivas de servicios en las áreas de salud, educación, seguridad social, vivienda, protección laboral y asiste ncia a las familias” (2002:1) En teoría, toda política social 9 Consultar: Arraigada, 1996; Rico, 1997; Guzmán, 2002. Consultar: Bravo y Rico, 2000; Pautassi, Faur y Gherardi, 2004; Mauro, 2004; Quiñones Montoro, 2005. 10 5 debiera estar inspirada en la búsqueda de equidad, de redistribución del ingreso, de mejora en las condiciones sociales, de superación de la desigualdad y la exclusión. Sin embargo, en la práctica, muchas veces se han instrumentado como variable de ajuste económico; predominando un enfoque gerencial. Las políticas no son herramientas neutras sino que ponen en acto determinadas orientaciones y estilos de gobierno, que reflejan: a) qué tipo de problemas se privilegian y cuales quedan fuera de consideración; b) qué concepción de “sujetos de las políticas” subyace; c) qué tipos de intervención y metodologías de evaluación se proponen. Las decisiones políticas están guiadas por estos supuestos que, al mismo tiempo, expresan la construcción de diferentes tipos de nexos del Estado con la sociedad (más o menos participativos; más o menos excluyentes; más o menos informados; más o menos distributivos). Descifrar estas lógicas subyacentes es también parte substancial de la tarea de los investigadores. Como se puede intuir, estos procesos no están exentos de obstáculos e interferencias dialógicas.11 Partiendo de los más elementales, los responsables políticos entienden que su posición es constantemente interpelada; de otro lado, los investigadores perciben que los conocimientos y recomendaciones no son valorados en toda su magnitud o en algunos casos son directamente ignorados por los decisores de políticas. Estos contratiempos obedecen, en algunos casos , a diferencias ideológicas y ético-políticas y en otros, simplemente, a desconocimientos en razón de la limitada experiencia de trabajo conjunto. Por lo tanto, focalizar en el análisis de las tensiones es parte de un aprendizaje gradual tendiente a generar prácticas y propuestas superadoras, partiendo de ciertos obstáculos relevantes: El tipo de demandas que recae sobre los investigadores. Es importante que la convocatoria gubernamental no solo se oriente hacia la búsqueda de profesionales con una destreza “técnica” para reunir información y sistematizar datos sino, también, hacia “investigadores” que aporten a la construcción de los problemas, a la caracterización de su naturaleza y de sus relaciones contextuales; a la elaboración de alternativas para sus abordajes y a la priorización de temas de agenda. Las formas de intervenir. Instalar en el marco de la gestión social la necesidad de concebir las intervenciones como procesos participativos; de convergencia entre investigadores, planificadores, ejecutores de políticas, y sociedad civil. Y ya no como esquemas impuestos “desde arriba” o como mecanismos de control de las poblaciones.12 Cómo identificar y recortar los problemas sociales: Si hasta el presente, los problemas de agenda aparecen como “dados” y estandarizados, como carencias visibles frente a las cuales es menester hallar soluciones inmediatas, es fundamental transformar 11 En el Seminario “Oportunidades Laborales y Equidad de Género en el Sector Financiero de Chile un seminario realizado en la CEPAL, un expositor representante del sector del trabajo resumía su percepción de manera elocuente: “Son dos paradigmas tan diferentes que manejamos que no podemos dialogar”. Unidad Mujer y Desarrollo / CEPAL. Santiago de Chile, 13 de Enero 2005. 12 De acuerdo con Carballeda, y a distancia de una visión tecnisista, hoy la intervención se puede presentar como “….un espacio de permanente construcción, diálogo, reflexión” (2004:34). El acto de intervenir puede crear las condiciones para generar nuevos acontecimientos haciendo visible problemas o dimensiones que no se registran, o que no han sido incorporados en la agenda pública. 6 progresivamente esta concepción asumiendo que los problemas sociales se construyen y delinean bajo determinadas condiciones sociales y políticas.13 La institucionalización de los problemas. Es fundamental revertir la tendencia a autonomizar los problemas ubicándolos en grillas desconectadas entre sí (vivienda, salud, educación, etc.); para ello se requieren cambios institucionales orientados a modificar la segmentación institucional y sectorial, ya que esta situación obstaculiza el diseño de abordajes integrales y la coordinación de las políticas. La construcción del “sujeto de las políticas”. La reflexión conjunta debe dir igirse a rever el estatus que se le asigna a los “sujetos de las políticas”; ya no definidos solo a partir de carencias, y con un rol pasivo, sino como sujetos capaces de negociar y aportar en la búsqueda de alternativas para afrontar sus dilemas. Las dinámicas y los tiempos. Es imperativo atenuar la celeridad que demanda el accionar político-institucional en función de acompasarla con los requerimientos de una investigación sólida y fundamentada; aunque sin caer en diletancias. Las metodologías, las técnicas, y la generalización de resultados. Si bien es esencial para la gestión pública contar con información generalizable y comparable que provenga de fuentes estadísticas, también es fundamental estimular la combinación de métodos y enfoques; complementar las tradicionales mediciones cuantitativas con aportes cualitativos que permiten el registro de aspectos socio-culturales altamente significativos. 14 La transferencia de resultado de los estudios. El diálogo debe propender a la comprensión de las modalidades de escritura y de transferencia de resultados de los estudios/diagnósticos elaborados por los investigadores, y a fortalecer la apropiación de los conocimientos. IV. EPÍLOGO De lo expuesto es fundamental subrayar que, más allá de los obstáculos que se presentan, profundizar los nexos entre investigación y políticas es un camino ineludible si se pretende mejorar los procesos de toma de decisiones. El conocimiento social desempeña un papel trascendente no solo en la constitución y reproducción del mundo académico, sino en la comprensión de la dinámica social y en las orientaciones de gobierno. Desde el punto de vista de las instancias decisorias, políticas diagramadas sobre una base informativa sólida redundan en el logro de los objetivos propuestos y en eficiencia para la asignación de recursos (humanos y presupuestarios). Del lado de los investigadores, abre la posibilidad de desempeñar un rol más activo en la sociedad; y en la dirección de apoyar a las poblaciones en sus demandas y en el ejercicio efectivo de sus derechos, así como facilitar canales de diálogo para los segmentos sociales que evidencian dificultades de representación. Articular productivamente estas lógicas, en los espacios político-institucionales y de cara a los problemas de agenda pública o de desarrollo, exige un esfuerzo dialógico sostenido en 13 Como bien argumenta Hintze (1996) “….Un primer recaudo pasa por reconocer que un problema no consiste en sus manifestaciones inmediatas, sino más bien se inicia en ellas…”. Asimismo, Javier Moro advierte acerca de: “...El riesgo de reproducir acríticamente la definición de “problemas sociales”, lo que equivale metodológicamente a tomarlos como dados, es mucho más evidente en la tarea profesional de las ciencias sociales que incursiona en las instituciones polít icas-gubernamentales ”. (2001:113) 14 Consultar: Carol Weiss, 2004; Auriat, 1998 7 pos de desarrollar políticas menos inmediatistas y más atentas al horizonte de mediano y largo plazo. Para tal fin es menester trabajar en cercanía aunque sin renunciar a la puesta en cuestión de las condiciones imperantes, y pulseando por reorientar los fundamentos y las estrategias de actuación. Las tácticas para alcanzar estos objetivos no son generalizables en todos sus términos; ellas dependerán de las áreas en cuestión, de las condiciones pre-existentes, y de las fuerzas políticas y sociales en juego. Sin embargo, es posible sugerir ciertos lineamientos en la dirección deseada. Desde el campo político, es imperativo someter a revisión las modalidades con que se han concebido las políticas hasta el presente apuntando a: a) Fortalecer las redes socio-institucionales y a propiciar espacios de encuentro de diferentes sectores y organizaciones de la sociedad civil en función de recuperar no solo las demandas y necesidades sino también los saberes locales. b) Impulsar mecanismos que favorezcan la circulación del conocimiento y el acceso a la información. c) Organizar talleres mixtos de trabajo (investigadores, responsables de programas y proyectos, y actores sociales) a fin de cons olidar los contactos y de internalizar el valor diferencial que tienen los conocimientos sociales que emanan de estudios. d) Producir cambios a nivel de las estructuras de gobierno orientados a superar la marcada fragmentación que entorpece el diseño y ejecución de políticas intervinculadas. e) Instalar la evaluación como práctica habitual, entendida no solo como la ponderación de la relación “costo-beneficio” sino como proceso integral. Para viabilizar estas acciones es necesario contar con la voluntad política de los gobiernos de consolidar canales de diálogo y construir políticas más “informadas”, participativas, y concertadas. De parte de los investigadores, es menester asumir que los estudios encaminados hacia las cuestiones de agenda pública o de desarrollo exigen una adecuación al propósito de sustentar acciones; y que para ello es necesario superar la desarticulación entre universidad, sociedad y políticas. En esta dirección se requiere: a) Potenciar desde las universidades espacios de investigación y trabajo centrados en el análisis de las problemáticas sociales acuciantes y de la gestión pública. b) Generar intercambios más fluidos de información/conocimiento que involucren a la sociedad en general y a las esferas político-decisorias. c) Actualizar el debate en torno a las condiciones de aplicabilidad del conocimiento social en materia de políticas públicas c) Mejorar las herramientas teórico-metodológicas para contribuir al diseño y evaluación de políticas. Es prioritario, entonces, accionar al mismo tiempo que seguir nutriendo la reflexión a partir de la revisión de experiencias que dejen expuestos los desafíos que se afrontan para reorientar la construcción de estos nexos. Seguramente las tensiones entre investigadores y decisores no desaparecerán y, hasta cierto punto, ello es una garantía para no indiferenciar los campos y para que los cientistas sociales mantengan la independencia crítica necesaria para llevar adelante una interacción productiva. 8 BIBLIOGRAFÍA CITADA Arriagada, Irma (1996), “Información y políticas públicas”. En: Virginia Guzmán y Eugenia Hola (edits.) El conocimiento como hecho político, CEM, Santiago de Chile. pp.190192. Auriat, Nadia (1998), “Las políticas sociales y la investigación social: reapertura del debate”. Consultado en Internet: http://www.cholonautas.edu.pe/pdf/ Bloj, Cristina (2002), “El campo antropológico: ocupaciones, dilemas e identidades de un oficio”. Revista de Antropología Social, Nº6, Octubre 2002, pp-105-112. (Asociación Vasca de Antropología, San Sebastián, España. 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