“Conocimiento social y políticas públicas: claves para pensar nexos

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Proyecto CEPAL/GTZ "Políticas laborales con enfoque de género"
Foro ”Hacia políticas laborales con equidad de género: el caso del sector
financiero en Costa Rica”
San José de Costa Rica, 9 de junio de 2005
“Conocimiento social y políticas públicas: claves para
pensar nexos y contratiempos”
Cristina Bloj
___________________________________
Esta ponencia ha sido preparada por Cristina Bloj, Consultora de la Unidad Mujer y Desarrollo de la
CEPAL. Las opiniones expresadas en este documento, que no ha sido sometido a revisión editorial, son
de exclusiva responsabilidad de la autora y pueden no coincidir con las de la Organización.
Introducción
El presente documento es una síntesis de un estudio de mayor alcance encargado por la
Unidad Mujer y Desarrollo de la CEPAL y que tiene como epicentro la problemática de los
nexos entre la investigación en ciencias sociales y la formulación de políticas en el campo de la
gestión pública y de los procesos de desarrollo. Es sabido que, en las últimas décadas, la
preocupación por acercar el conocimiento social a la formulación y evaluación de políticas ha
tomado gran impulso, guiado por el interés de revertir la tendencia a no considerar,
efectivamente, los resultad os de los estudios/diagnósticos; demandados y, en ocasiones,
financiados desde las instancias político-decisorias.
Se parte de la convicción de que las políticas fundamentadas y elaboradas sobre la base
de los conocimientos y aportes que realizan los inv estigadores sociales redundan en mayores
niveles de eficacia en la concreción de los objetivos y de eficiencia en la asignación de recursos;
y fundamentalmente en beneficios directos para los ciudadanos en la medida que contribuyan al
diagrama e implementación de políticas más participativas, equitativas, y respetuosas de las
necesidades y demandas de la población.
I. INVESTIGACIÓN Y POLÍTICAS: CONOCIMIENTO Y/O SUSTENTO DE LA
ACCIÓN
La preocupación por los alcances de la investigación social aplicada al campo de las
políticas sociales, ha tomado nuevos impulsos en las últimas décadas. No es casual que así sea
en tanto que: a) las políticas públicas están en el centro del debate desde la crisis que ha sufrido
el “estado de bienestar” en América Latina; b) las alternativas que rodean al binomio
conocimiento-acción han despertado históricamente serias controversias al interior de las
ciencias sociales; c) el pensamiento social contribuye activamente a la construcción de
realidades y a la direccionalidad que asume la acción política; sobre todo cuando ciertos ideales
que provienen del dominio de la ciencias asumen un carácter hegemónico y dominante (Bloj,
2002).
La búsqueda de afianzar los nexos entre conocimiento social y políticas no ha sido, ni
es, un proceso lineal; han habido momentos de auge y de declinación que no pueden
comprenderse disociadamente de las encrucijadas socio-políticas donde se inscriben, de los
sismos epistemológicos que han sacudido a las ciencias sociales, y de los desafíos que impo ne
la “cuestión social” en cada país. 1 Desde mediados de los noventa en adelante esta inquietud se
ha revitalizado y los organismos internacionales han jugado un papel destacado al respecto. 2 En
paralelo ha crecido la demanda, desde las esferas decisorias, de cientistas sociales en roles
estables, en asesorías y consultorías, en diversas áreas y niveles de gobierno así como en
proyectos de desarrollo; hecho que ha motivado una creciente “profesionalización” de las
ciencias sociales. 3 En primera instancia, esta tendencia no pareciera estar ajena a la necesidad de
desmontar (o en algunos casos de re-legitimar) las secuelas del ordenamiento neoliberal en la
región y los efectos regresivos que se identifican con los tiempos del ajuste estructural y de la
reforma del estado; particularmente en la dimensión social4.
1
Se hace referencia a la “cuestión social” como a aquellos núcleos problemáticos que ocupan un lugar
prioritario en el debate público, en el pensamiento social, y en las cuestiones de estado.
2
Consolidando los cruces a través de reuniones de expertos, la discusión de agendas de investigación y de
gobierno, el diseño y ejecución de proyectos, la difusión de publicaciones y documentos de trabajo.
3
La injerencia de la economía en el diagrama de políticas ya contaba con una tradición asentada que se
profundiza en la década del noventa.
4
Tal como se advierte: “Los gobiernos de la región, los organismos internacionales, el ámbito
académico y la opinión pública en general han convergido en los últimos años en la convicción de que es
imperativo aumentar el impacto y la eficiencia de las políticas sociales ”. (CEPAL, 1998:7)
1
Es posible despejar, entonces, el hilo conductor de esta reflexión formulando un
interrogante medular: ¿En qué medida el conocimiento social puede permear las lógicas
político-institucionales contribuyendo, con sus destrezas conceptuales y metodológicas, a
problematizar la identificación y el abordaje de los problemas sociales y a re-orientar la toma de
decisiones, sin indiscriminar los campos y sin ser “domesticado” (cooptado)? La construcción
de este interregno resulta complejo en la medida que en él confluyen diferentes redes subjetivas
e institucionales, y lógicas de actuación no siempre en armonía. Asimismo, en esta trama se
ponen en juego diversas formas de circulación de los saberes y la información que, en la hoy
llamada “sociedad del conocimiento”, tienen un peso político y distributivo relevante.
Arribamos al presente con un cúmulo de experiencias transitadas y un caudal de
estudios que apuntan a develar los alcances de la “utilización del conocimiento” (knowledgeusers) y sus “influencias” en el diseño y evaluación de políticas. Se han logrado algunos
consensos, aunque también persisten las controversias alrededor de la existencia o no de una
relación directa entre calidad y “utilización” de los estudios, y de cuales serían los mecanismos
más adecuados para lograr que las esferas político-decisorias consideren efectivamente las
recomendaciones que realizan los investigadores. (Weiss, 2004).
En gran parte de la sociedad, y particularmente en los ámbitos político-institucionales,
está instalada la presunción de que: “la universidad y las ciencias sociales permanecen ajenas a
los problemas de la realidad” (E. Grassi, 2004). Algunas razones de peso habrá para que tal
idea circule, sin embargo, sería un despropósito refrendarla tratándose de ámbitos del saber
cuyos núcleos cognitivos anclan, justamente, en la acción colectiva, en las experiencias sociohistóricas, en los vínculos societales. En toda producción de conocimiento subyace un
compromiso de l investigador con los procesos y fenómenos objeto de interés, y en ellos; tanto
en atención al horizonte interpretativo desde donde los observa y conceptualiza como a su
condición de actor social.
Es en los centros especializados donde se construyen y trasmiten las representaciones en
torno a lo que “debiera” ser la investigación y la práctica profesional. En el marco del “sentido
común” 5 más extendido no a todas las prácticas intelectuales se les reconoce el mismo estatus
cognitivo. 6 Las impugnaciones recaen, en mayor medida, sobre aquellas desarrolladas en
ámbitos extra-académicos y, especialmente, las vinculadas con los niveles decisorios. Se edifica,
así, una suerte de frontera rígida entre el “adentro” y “afuera” de la academia apoyada en una
narrativa en la que se destacan una serie de tópicos:
•
•
•
Las irreconciliables diferencias de lógicas, intencionalidades, y condiciones de
producción de uno y otro campo.
La creencia en que la investigación, canalizada académicamente, supone la construcción
de un conocimiento riguroso mientras que las condiciones que imponen los espacios
decisorios conduce necesariamente a resignar tal rigor.
La liviandad del conocimiento generado en el marco de la gestión social; amparada en
la gran proliferación de estudios/ diagnósticos elaborados ah-hoc y con un perfil
excesivamente light: estudios cortos, con la aplicación de metodológicas y técnicas que
no se ajustan a la naturaleza de los problemas a tratar (CLACSO, 1997).
5
Se toma la categoría de “sentido común” tal como la define Elsie Rockwell: “El “sentido común” es un
conjunto múltiple, heterogéneo, que incluye tanto mitos y certezas como conocimientos y concepciones
acerca de “lo real” (1987:44).
6
Daniel Mato insiste en desprender la idea de “prácticas intelectuales” de una identificación exclusiva
con la investigación académica y con la escritura ensayísticas; por el contrario propone un sentido más
amplio que remite a: “lo que “hacen/mos los intelectuales ” (2001:25).
2
•
•
La presunción de que “intervenir”, vía la partic ipación directa en el diseño o evaluación
de políticas sociales (o en proyectos, planes, programas), implica renunciar a principios
éticos consustanciales a la investigación social.
Las implicancias ético-políticas de cualquier intervención en contraste con la pretensión
de neutralidad técnica que se les demanda a los investigadores.
Asimismo, los recelos no son unilaterales; funcionarios y responsables políticos
manifiestan sus propios reparos hacia el mundo académico, los que se dirigen hacia :
•
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•
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La puesta en duda de la “confiabilidad” del conocimiento social, sobre todo cuando
está en juego la construcción de información cualitativa.
La rigidez para adecuar los estudios a las circunstancias concretas por las cuales se
los demanda, y para responder con la celeridad que exigiría la toma de decisiones.
El excesivo nivel de abstracción para dar cuenta de las encrucijadas y los problemas
sociales.
La poca flexibilidad para “negociar” los desvíos que se pueden producir en el
camino, desde la formulación hasta la ejecución efectiva de un proyecto.
No habría razón alguna para negar las particularidades que identifican a cada campo así
como desconocer las tensiones derivadas de estos cruces (desconocimientos, prejuicios, y
sospechas recíprocas); no obstante ello, algunas recusaciones son atendibles. Al mismo tiempo,
no hay que perder de vista que los estudios orientados al campo de la toma de decisiones
conllevan cierta especificidad que se deriva del propósito que los guía. Frente a una situación
“ideal”, las contribuciones debieran orientarse a:
•
•
•
•
•
La construcción/identificación de problemas sociales en relación con las
problemáticas contextuales (sectoriales y estructurales) que los rodean.
El diagrama de una política: desde sus lineamientos fundantes, la ejecución, y la
evaluación.
La consideración de los factores institucionales y sociales que obstaculizan o
favorecen la implementación de un determinado proyecto o política, y las condiciones
para el desarrollo de una intervención.
La recuperación de los saberes, expectativas, y necesidades de los “sujetos de las
políticas”.
La construcción de nexos participativos que involucren a los gobiernos, a la sociedad
civil y a los investigadores.
En esta dirección, el conocimiento ocupa un lugar central no solo de cara a la toma de
decisiones sino también a la ciudadanía, en tanto que puede actuar como una vía para fortalecer
la generación de un “capital social” 7 que permita a los actores situarse en mejores condiciones
para negociar frente al Estado. En este sentido, la participación de los investigadores en el
territorio de las políticas supone una responsabilidad ética adicional: asegurarse de que el rol a
desempeñar no contribuya a legitimar acciones del poder político que vayan en detrimento de
las poblaciones. En términos de Escobar (1997) las preguntas que mejor sintetizan estos dilemas
serían: ¿Cómo comportarnos como productores de conocimiento? y ¿Cómo se articula una ética
de conocimiento especializado considerada como práctica política?
7
Pese a que sobre el concepto “capital social” recaen diferentes enfoques y críticas, en líneas generales,
existe consenso respecto de que alude a las fuerzas asociativas, formales e informales, con que cuenta
efectivamente, o potencialmente, una comunidad o grupo social.
3
II. DESARROLLO: ENFOQUES CRÍTICOS Y EVALUACIÓN ESTRATÉGICA
Una referencia insoslayable para abordar los vínculos entre investigación y política son
las reflexiones que provienen del campo del desarrollo. Se recuperan aquí, dentro de este amplio
espectro, diversas fuentes que han tributado a la revisión de estos procesos.
La primera está centrada en la crítica a los fundamentos, prácticas, y discursos
canónicos del desarrollo, poniendo en escena nuevos ejes: a) el conocimiento como sustento de
la construcción de objetos y conceptos; b) las prácticas de poder que regulan estos procesos; c)
y las subjetividades que se configuran en estas intervenciones. (Escobar, 1997). 8 A modo de
síntesis, la crítica hace hincapié en:
•
•
•
•
•
La tendencia a estandarizar, tipificar, y despolitizar los problemas sociales y a
construir, consecuentemente, a los “beneficiarios” como poblaciones -objeto. Los
problemas han sido concebidos como “dados”, como carencias visibles, ignorando las
encrucijadas y las condiciones estructurales en las cuales asumen el carácter de tales.
Asimismo, han estado rodeados de un discurso técnico que identifica soluciones con
asignación de recursos.
La neutralidad del conocimiento y el rol del investigador. El conocimiento aparece
como un punto de sutura, como un “insumo” técnico para objetivar los problemas y
estandarizar soluciones; el investigador como un mediador neutro.
El proceso de intervención también es visto como un conjunto de mecanismos y
cursos de acción neutrales oscureciéndose, de este modo, las concepciones que los
sustentan.
La externalidad con que se planifican las acciones desde las esferas decisorias (“desde
arriba”), prescindiendo de la consulta y del consenso con las poblaciones o sectores en
juego.
El escaso interés por considerar los cambios que provoca cualquier intervención y la
ausencia de una lectura integral de los efectos que puede desencadenar una
“intromisión” de tal naturaleza en la vida social.
La segunda línea se asocia, más puntualmente, con la delimitación de la preocupación
enunciada como “utilización del conocimiento” y por la evaluación de las “influencias” de
estudios en la toma de decisiones; foco que se ha desarrollado particularmente desde los
organismos internacionales y regionales a la par que se viene insistiendo en la necesidad de
afirmar las interacciones entre investigación y políticas, de replantear los modos de construir las
agendas, y de rever los fundamentos y metodologías de evaluación.
A nivel de las agencias gubernamentales un ejemplo destacable es el International
Development Research Centre (Ottawa-Canadá), creado en 1970 por resolución parlamentaria y
con el objetivo de promover mayores impactos de la investigación científica en los proyectos de
ayuda al desarrollo. En esta dirección, en 1991 se crea una unidad de evaluación autónoma que,
entre otras acciones de peso, viene ejecutando lo que se consigna como “evaluación estratégica”
y estudios sobre la influencia de las investigaciones en las políticas públicos de diversos países
del globo.
En lo que respecta a organismos nacionales de la región un caso interesante es el
“Programa de Investigación Estratégica en Bolivia” (PIEB) que nace en 1994 con el objetivo de
revertir la tendencia a la desarticulación entre investigación y desarrollo que, según la lectura de
sus impulsores, ha primado históricamente en ese país. En este marco se ha promovido el
estudio y la formación profesional orientada a la investigación estratégica; y recientemente se
ha creado una Universidad de postgrado con especialidad en el área.
8
Consultar: Hobart, 1993; Escobar, 1997; Ramírez, 1999; Viola, 1999.
4
Estos organismos parecen hoy apuntar, con mayor énfasis que en el pasado, a saldar las
debilidades que se observan en la implementación de políticas. Mejorar la calidad de las
evaluaciones y potenciar la aplicabilidad del conocimiento social asume un rango privilegiado;
sobre todo teniendo en cuenta las evidencias empíricas que hablan de la escasa “influencia”
directa que han tenido los estudios encargados a tal fin. En este sentido, no solo se alienta a que
las evaluaciones se realicen sistemáticamente sino a que se incorporen metodologías y técnicas
de base cualitativas para ello.
Un campo pionero, y paradigmático, en lo que respecta a las interacciones entre
investigación, practicas sociales, y diálogo con el poder político, es el del “género”. 9 Tanto
desde los movimientos de mujeres, como desde la academia y los organismos internacionales,
se ha bregado mancomunadamente (aunque no sin conflictos) por la incorporación de la
dimensión de género en las agendas gubernamentales y de desarrollo.
Pese a los avances consignados, la base informativa de género y su incorporación
efectiva a las políticas distan de ser las ideales.10 Una iniciativa destacable, en la dirección de
saldar estas inconsistencias, y potenciando la transferencia de conocimientos a la toma de
decisiones, es el Proyecto “Políticas Laborales con Enfoque de género” que viene desarrollando
la Unidad Mujer y Desarrollo de la CEPAL; alrededor del cual se convoca a este foro. Las
acciones emprendidas en este marco reflejan:
a)
el protagonismo que se le otorga a la investigación como fuente para mejorar
el diseño de propuestas y la evaluación de políticas;
b)
la intención de difundir estudios y experiencias en diferentes países, que
apuntan a promover la equidad de género
c)
la preocupación por avanzar en la elaboración de metodologías y estrategias
participativas y flexibles, centradas en el fortalecimiento de la cooperación,
en el diálogo y el consenso intersectorial, y en la elaboración de estudios.
III. POLÍTICAS PÚBLICAS: OBSTÁCULOS Y CONSTRUCCIÓN DE NEXOS
Como se evidencia en la problemática de género en lo que concierne a la evaluación de
políticas públicas los gobiernos manifiestan serias debilidades; y no son pocos los autores, que
situando la mirada en la región, advierten sobre este hecho (Delgado y Del Piero, 2001; Lahera,
2004; Medellín Torres, 2004). Si bien las administraciones realizan seguimientos del gasto, a
este procedimiento no se lo puede considerar “evaluación” en sentido estricto. Siempre y
cuando se entienda a la evaluación como una herramienta (conceptual y operativa) para
reconsiderar los criterios de formulación, organización y gestión de una política; y para
mensurar no solo si las acciones emprendidas contribuyen a solucion ar un problema puntual
sino también a ampliar condiciones de ciudadanía, a fortalecer a los sectores sociales, a
garantizar equidad, y a propiciar mayores niveles distributivos.
Ahora bien, hablar de “políticas públicas” remite casi inmediatamente a los mecanismos
que institucionalizan los Estados para afrontar las cuestiones de orden colectivo y público, y a
las “negociaciones” con la sociedad civil. Centrados en las políticas sociales Adriana Delgado,
asumiendo una perspectiva de derechos, entiende que sus contenidos se expresan en: “…el
conjunto de transferencias en la forma de recursos financieros, medidas reguladoras,
distributivas y redistributivas de servicios en las áreas de salud, educación, seguridad social,
vivienda, protección laboral y asiste ncia a las familias” (2002:1) En teoría, toda política social
9
Consultar: Arraigada, 1996; Rico, 1997; Guzmán, 2002.
Consultar: Bravo y Rico, 2000; Pautassi, Faur y Gherardi, 2004; Mauro, 2004; Quiñones Montoro,
2005.
10
5
debiera estar inspirada en la búsqueda de equidad, de redistribución del ingreso, de mejora en
las condiciones sociales, de superación de la desigualdad y la exclusión. Sin embargo, en la
práctica, muchas veces se han instrumentado como variable de ajuste económico; predominando
un enfoque gerencial.
Las políticas no son herramientas neutras sino que ponen en acto determinadas
orientaciones y estilos de gobierno, que reflejan: a) qué tipo de problemas se privilegian y
cuales quedan fuera de consideración; b) qué concepción de “sujetos de las políticas” subyace;
c) qué tipos de intervención y metodologías de evaluación se proponen. Las decisiones políticas
están guiadas por estos supuestos que, al mismo tiempo, expresan la construcción de diferentes
tipos de nexos del Estado con la sociedad (más o menos participativos; más o menos
excluyentes; más o menos informados; más o menos distributivos). Descifrar estas lógicas
subyacentes es también parte substancial de la tarea de los investigadores.
Como se puede intuir, estos procesos no están exentos de obstáculos e interferencias
dialógicas.11 Partiendo de los más elementales, los responsables políticos entienden que su
posición es constantemente interpelada; de otro lado, los investigadores perciben que los
conocimientos y recomendaciones no son valorados en toda su magnitud o en algunos casos son
directamente ignorados por los decisores de políticas.
Estos contratiempos obedecen, en algunos casos , a diferencias ideológicas y ético-políticas
y en otros, simplemente, a desconocimientos en razón de la limitada experiencia de trabajo
conjunto. Por lo tanto, focalizar en el análisis de las tensiones es parte de un aprendizaje gradual
tendiente a generar prácticas y propuestas superadoras, partiendo de ciertos obstáculos
relevantes:
El tipo de demandas que recae sobre los investigadores. Es importante que la
convocatoria gubernamental no solo se oriente hacia la búsqueda de profesionales con una
destreza “técnica” para reunir información y sistematizar datos sino, también, hacia
“investigadores” que aporten a la construcción de los problemas, a la caracterización de su
naturaleza y de sus relaciones contextuales; a la elaboración de alternativas para sus abordajes y
a la priorización de temas de agenda.
Las formas de intervenir. Instalar en el marco de la gestión social la necesidad de
concebir las intervenciones como procesos participativos; de convergencia entre investigadores,
planificadores, ejecutores de políticas, y sociedad civil. Y ya no como esquemas impuestos
“desde arriba” o como mecanismos de control de las poblaciones.12
Cómo identificar y recortar los problemas sociales: Si hasta el presente, los
problemas de agenda aparecen como “dados” y estandarizados, como carencias visibles frente a
las cuales es menester hallar soluciones inmediatas, es fundamental transformar
11
En el Seminario “Oportunidades Laborales y Equidad de Género en el Sector Financiero de Chile un
seminario realizado en la CEPAL, un expositor representante del sector del trabajo resumía su percepción
de manera elocuente: “Son dos paradigmas tan diferentes que manejamos que no podemos dialogar”.
Unidad Mujer y Desarrollo / CEPAL. Santiago de Chile, 13 de Enero 2005.
12
De acuerdo con Carballeda, y a distancia de una visión tecnisista, hoy la intervención se puede
presentar como “….un espacio de permanente construcción, diálogo, reflexión” (2004:34). El acto de
intervenir puede crear las condiciones para generar nuevos acontecimientos haciendo visible problemas o
dimensiones que no se registran, o que no han sido incorporados en la agenda pública.
6
progresivamente esta concepción asumiendo que los problemas sociales se construyen y
delinean bajo determinadas condiciones sociales y políticas.13
La institucionalización de los problemas. Es fundamental revertir la tendencia a
autonomizar los problemas ubicándolos en grillas desconectadas entre sí (vivienda, salud,
educación, etc.); para ello se requieren cambios institucionales orientados a modificar la
segmentación institucional y sectorial, ya que esta situación obstaculiza el diseño de abordajes
integrales y la coordinación de las políticas.
La construcción del “sujeto de las políticas”. La reflexión conjunta debe dir igirse a
rever el estatus que se le asigna a los “sujetos de las políticas”; ya no definidos solo a partir de
carencias, y con un rol pasivo, sino como sujetos capaces de negociar y aportar en la búsqueda
de alternativas para afrontar sus dilemas.
Las dinámicas y los tiempos. Es imperativo atenuar la celeridad que demanda el
accionar político-institucional en función de acompasarla con los requerimientos de una
investigación sólida y fundamentada; aunque sin caer en diletancias.
Las metodologías, las técnicas, y la generalización de resultados. Si bien es esencial
para la gestión pública contar con información generalizable y comparable que provenga de
fuentes estadísticas, también es fundamental estimular la combinación de métodos y enfoques;
complementar las tradicionales mediciones cuantitativas con aportes cualitativos que permiten
el registro de aspectos socio-culturales altamente significativos. 14
La transferencia de resultado de los estudios. El diálogo debe propender a la
comprensión de las modalidades de escritura y de transferencia de resultados de los
estudios/diagnósticos elaborados por los investigadores, y a fortalecer la apropiación de los
conocimientos.
IV. EPÍLOGO
De lo expuesto es fundamental subrayar que, más allá de los obstáculos que se
presentan, profundizar los nexos entre investigación y políticas es un camino ineludible si se
pretende mejorar los procesos de toma de decisiones. El conocimiento social desempeña un
papel trascendente no solo en la constitución y reproducción del mundo académico, sino en la
comprensión de la dinámica social y en las orientaciones de gobierno.
Desde el punto de vista de las instancias decisorias, políticas diagramadas sobre una
base informativa sólida redundan en el logro de los objetivos propuestos y en eficiencia para la
asignación de recursos (humanos y presupuestarios). Del lado de los investigadores, abre la
posibilidad de desempeñar un rol más activo en la sociedad; y en la dirección de apoyar a las
poblaciones en sus demandas y en el ejercicio efectivo de sus derechos, así como facilitar
canales de diálogo para los segmentos sociales que evidencian dificultades de representación.
Articular productivamente estas lógicas, en los espacios político-institucionales y de
cara a los problemas de agenda pública o de desarrollo, exige un esfuerzo dialógico sostenido en
13
Como bien argumenta Hintze (1996) “….Un primer recaudo pasa por reconocer que un problema no
consiste en sus manifestaciones inmediatas, sino más bien se inicia en ellas…”. Asimismo, Javier Moro
advierte acerca de: “...El riesgo de reproducir acríticamente la definición de “problemas sociales”, lo que
equivale metodológicamente a tomarlos como dados, es mucho más evidente en la tarea profesional de
las ciencias sociales que incursiona en las instituciones polít icas-gubernamentales ”. (2001:113)
14
Consultar: Carol Weiss, 2004; Auriat, 1998
7
pos de desarrollar políticas menos inmediatistas y más atentas al horizonte de mediano y largo
plazo. Para tal fin es menester trabajar en cercanía aunque sin renunciar a la puesta en cuestión
de las condiciones imperantes, y pulseando por reorientar los fundamentos y las estrategias de
actuación.
Las tácticas para alcanzar estos objetivos no son generalizables en todos sus términos;
ellas dependerán de las áreas en cuestión, de las condiciones pre-existentes, y de las fuerzas
políticas y sociales en juego. Sin embargo, es posible sugerir ciertos lineamientos en la
dirección deseada.
Desde el campo político, es imperativo someter a revisión las modalidades con que se
han concebido las políticas hasta el presente apuntando a:
a) Fortalecer las redes socio-institucionales y a propiciar espacios de encuentro de
diferentes sectores y organizaciones de la sociedad civil en función de recuperar no solo las
demandas y necesidades sino también los saberes locales.
b) Impulsar mecanismos que favorezcan la circulación del conocimiento y el acceso a la
información.
c) Organizar talleres mixtos de trabajo (investigadores, responsables de programas y
proyectos, y actores sociales) a fin de cons olidar los contactos y de internalizar el valor
diferencial que tienen los conocimientos sociales que emanan de estudios.
d) Producir cambios a nivel de las estructuras de gobierno orientados a superar la
marcada fragmentación que entorpece el diseño y ejecución de políticas intervinculadas.
e) Instalar la evaluación como práctica habitual, entendida no solo como la
ponderación de la relación “costo-beneficio” sino como proceso integral.
Para viabilizar estas acciones es necesario contar con la voluntad política de los
gobiernos de consolidar canales de diálogo y construir políticas más “informadas”,
participativas, y concertadas.
De parte de los investigadores, es menester asumir que los estudios encaminados hacia
las cuestiones de agenda pública o de desarrollo exigen una adecuación al propósito de sustentar
acciones; y que para ello es necesario superar la desarticulación entre universidad, sociedad y
políticas. En esta dirección se requiere:
a) Potenciar desde las universidades espacios de investigación y trabajo centrados en
el análisis de las problemáticas sociales acuciantes y de la gestión pública.
b) Generar intercambios más fluidos de información/conocimiento que involucren a la
sociedad en general y a las esferas político-decisorias.
c) Actualizar el debate en torno a las condiciones de aplicabilidad del conocimiento
social en materia de políticas públicas
c) Mejorar las herramientas teórico-metodológicas para contribuir al diseño y
evaluación de políticas.
Es prioritario, entonces, accionar al mismo tiempo que seguir nutriendo la reflexión a
partir de la revisión de experiencias que dejen expuestos los desafíos que se afrontan para
reorientar la construcción de estos nexos. Seguramente las tensiones entre investigadores y
decisores no desaparecerán y, hasta cierto punto, ello es una garantía para no indiferenciar los
campos y para que los cientistas sociales mantengan la independencia crítica necesaria para llevar
adelante una interacción productiva.
8
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