Sindicatos y trabajadores en Sevilla; Encarnación Lemus y Leandro Álvarez

Anuncio
Sindicatos y trabajadores en Sevilla
Con “Sindicatos y trabajadores en Sevilla”, nos encontramos ante una obra de carácter colectivo elaborada
por personal docente e investigador de la institución universitaria hispalense unido para la explicación de la
evolución del movimiento obrero organizado desde la época del sexenio revolucionario que destronó a
Isabel 2ª hasta la denominada transición democrática.
En el primer capÃ−tulo, se nos ofrece una visión general acerca de las condiciones de vida de los obreros
sevillanos durante los últimos años del s. XIX y los primeros del s. XX. Para ello, el autor de este primer
artÃ−culo examina indicadores relativos a la demografÃ−a histórica tales como la nupcialidad, los Ã−ndices
de celibato definitivo, el crecimiento demográfico, los fenómenos migratorios, las tasas de mortandad, etc.
Por otra parte, para una mejor comprensión de las condiciones de vida que sufrÃ−an los obreros sevillanos
del periodo al que nos estamos refiriendo, el autor estudia las viviendas que habitaban los mismos (los patios),
el acceso a la sanidad o a la educación, etc.
De la lectura de este primer artÃ−culo-capÃ−tulo de “Sindicalismo y trabajadores en Sevilla”, se desprenden
unas condiciones de vida que, lejos de propiciar la estabilidad social y el consenso necesarios para mantener
cualquier régimen polÃ−tico (o la ligazón al mismo por parte de las masas), fomentó una enorme
conflictividad social y un descontento generalizado entre las clases populares que desembocaron en la
creación de distintas organizaciones obreras para la defensa de los intereses.
AsÃ−, la vida de los trabajadores sevillanos se nos muestra en este primer capÃ−tulo como la de unas
personas que se hacinan en los patios de vecinos donde, por otra parte, se dificulta la adquisición de las
nuevas costumbres sanitarias (a causa tanto del hacinamiento como del analfabetismo crónico que padecÃ−a
la clase obrera de la época). Además, los bajos salarios hacen que la población popular sevillana se viera
condenada a un estado de pobreza difÃ−cilmente superable (la intensa inmigración rural escasamente
cualificada pero abundante, hacÃ−a que existiera un importante ejército laboral en la reserva que
permitÃ−a a los patrones mantener los salarios y las penosas condiciones laborales) que, además, hacÃ−a
necesarias las manos de los niños para complementar los salarios de sus padres y, ello, los apartaba
definitivamente de las escuelas en edades muy tempranas. En cuanto a demografÃ−a, se observa en Sevilla un
importante número de personas que optan por el celibato definitivo (especialmente femenino causado por las
labores domésticas en casas ajenas, las vocaciones religiosas y, sobre todo, por la acuciante falta de
viviendas que dificultaba en mucho el establecimiento de nuevas familias. En el caso masculino, este celibato
definitivo se tradujo en la llamada “Edad de oro de los burdeles”. Un descenso en la mortalidad y un éxito
en las tasas de natalidad que supondrÃ−an el nacimiento de una demografÃ−a moderna… aunque, esta, se
producirÃ−a en España, y en Sevilla, a un ritmo más lento que en el resto de Europa.
En cuanto al éxodo migratorio, el autor observa que, hasta los años 30, Sevilla se constituye en destino de
primer orden (sobre todo a partir del inicio de la 1ª Guerra Mundial, que trajo consigo un descenso
importante en la migración ultramarina), para pasar después a estabilizarse y convertirse en ciudad
emigratoria sobre todo a partir de los años 50 del s. XX.
El segundo capÃ−tulo está dedicado a la evolución del Movimiento obrero desde la Restauración
canovista a la Dictadura de Primo de Rivera. Su autora es Ôngeles González Fernández.
En el artÃ−culo se defiende la idea de que las masas obreras, no tenÃ−an un ideologÃ−a determinada y que
tan solo respondÃ−an a los llamamientos de las organizaciones obreras (que dirigÃ−an individuos que sÃ−
estaban politizados) en aquellos momentos en los que el cambio social parecÃ−a próximo o cuando se
producÃ−an crisis que empeoraban aún más las condiciones de la vida proletaria. En este sentido, la autora
establece como momentos de especial efervescencia popular aquellos momentos en los que la legislación se
1
hace más permisiva para con las organizaciones obreras (1881) asÃ− como en épocas de crisis
económica en las que se recrudecen las condiciones de vida de los explotados (1898-1902, 1909-1913 y
1918-1920).
El anarquismo, fue la ideologÃ−a que más militantes aglutinó a lo largo del tiempo. AsÃ−, desde que en
1868 a raÃ−z de la revolución que costó el trono a Isabel 2ª y de la visita de Fanelli, el anarquismo entró
en la provincia de Sevilla asistiendo un delegado de Arahal al congreso constitutivo de la FRE que tuvo lugar
en Barcelona en 1870. En 1871 se creará la federación sevillana que, en 1872, contará con 462 afiliados
que se mantendrán fieles a la acracia cuando los marxistas sean expulsados (y creen en 1872 el PSOE). En
1873, a raÃ−z de los levantamientos cantonalistas, de la participación anarquista en los mismos y de la
posterior represión gubernamental, la FRE será ilegalizada hasta que los liberales lleguen al poder en 1881,
cuando renacerá bajo el nombre de FTRE (Federación de los Trabajadores de la Región Española).
Esta nueva etapa del asociacionismo, optó por los métodos legalistas de los colectivistas y, a ello, se
opusieron los revolucionarios. Liderados en Sevilla por Miguel Rubio; estos, empezaron a difundir el ideario
anarcocomunista y fueron expulsados de la FTRE. Sin embargo, esta etapa no duró mucho… los sucesos de
la Mano Negra y la represión que les siguió para con los militantes de Sevilla y Cádiz acabó con la
organización que solo renacerÃ−a en 1889 a raÃ−z de la conmemoración del 1º de mayo (en recuerdo de
los mártires de Chicago de 1870). Sin embrago, esta conmemoración tuvo escaso éxito entre el
proletariado sevillano y, ello fue interpretado por sus organizadores como consecuencia de la falta de
organización por parte de los trabajadores. En efecto, estos se dedicaban a crear organizaciones apolÃ−ticas
de carácter asistencialista y, que, en ningún caso pretendÃ−an una revolución que subvirtiera el orden
burgués. Con ello, los anarquistas y sus organizaciones quedaron reducidos a pequeños grupos de
afinidad que tenÃ−an como objetivo mantener vivo el ideal libertario. En cuanto a la FTRE, ante el
enfrentamiento entre revolucionarios y sindicalistas quedó reducida a poco más que unas siglas.
A partir de 1899 se optará por una polÃ−tica de integración en las sociedades obreras y en nuevas
discrepancias entre los que predican esta opción (adoptar una táctica dentro de la legalidad que aspire a la
consecución de talleres colectivos, germen de la nueva sociedad) y los que veÃ−an en la práctica sindical
un camino para llegar a la huelga general revolucionaria que derrocara al sistema capitalista. Entre 1901 y
1903 se convocaron varias huelgas generales con escaso éxito… los libertarios se vieron una vez más
reducidos a grupos de afinidad y se dieron nuevas disputas entre benévolos e intransigentes.
En 1904 se celebra en Sevilla el 4º congreso de la FSORE (Federación de Sociedades Obreras de la
Región Española, creada en 1901 en Madrid bajo influencias revolucionarias) ante la pasividad de los
trabajadores de todo el estado español. Se autodisolverÃ−a en el siguiente congreso.
En 1907, los anarquistas empezaron a difundir la práctica del socialismo revolucionario que culminó en
1910 en la creación de la CNT (a la que asistieron 6 delegados de distintas localidades sevillanas, pero
ninguno de la capital que se vieron aislados de las nuevas tendencias tanto por su falta de organización como
por la permanencia del ideario anarcocomunista). Poco después se creó el Sindicato de Oficios Varios en
Sevilla para la reorganización de las sociedades obreras bajo su influencia, sin embargo, los libertarios
tuvieron escaso éxito en su pretensión inicial (por la resistencia de los obreros a adoptar unas tácticas
que ya habÃ−an fallado en 1901 y por la competencia socialista).
El llamamiento a la huelga general que tuvo lugar en septiembre de 1911 en solidaridad con los obreros
bilbaÃ−nos (por la UGT en el dÃ−a 18 y por la CNT los dÃ−as 18 y 19) fue un éxito en su primera
jornada, sin embargo, en la segunda hubo enfrentamientos a causa de que los ugetistas habÃ−an vuelto al
trabajo. La supresión de garantÃ−as constitucionales trajeron consigo la ilegalización de la CNT sevillana
que no volverÃ−a a reorganizarse hasta 1913-1914. De nuevo los anarquistas volvieron a constituir núcleos
de afinidad para preservar la pureza del ideal.
2
La labor de reconstrucción de la anarcosindical se desarrolló durante la 1ª Guerra Mundial y solo
culminarÃ−an en 1918, año de la creación de la regional andaluza en un congreso celebrado en Sevilla. En
estos años de reconstrucción la afiliación libertaria creció enormemente.
Y, en el Trienio Bolchevique, a causa de la inflación, el paro el triunfo revolucionario en Rusia la CNT
entró en un periodo de enfrentamiento directo tanto entre puristas y moderados como contra el capital, la
afiliación aumentó enormemente. En cuanto a Barcelona, esta polÃ−tica de enfrentamiento directo con el
capital traerÃ−a consigo una brutal represión y el traslado de los órganos de dirección estatal a Sevilla y,
aquÃ−, la práctica desintegración de estos y, a nivel estatal la imposibilidad de una respuesta libertaria al
golpe de estado de Primo de Rivera. A raÃ−z del golpe de estado la CNT optó por autodisolverse y no
volverÃ−a a reaparecer hasta el agotamiento del régimen dictatorial.
En cuanto al PSOE, tuvo aún mayores dificultades para integrarse en la sociedad sevillana. Surgió el primer
núcleo en 1900 que, por entonces no contaba con los 10 militantes necesarios para establecerse en
agrupación.
No será hasta 1902 cuando el PSOE de Sevilla empiece a tener sus primeros éxitos. La agrupación
socialista “1º de mayo” contaba con 21 afiliados y se consiguió el ingreso en la UGT de los guanteros y de
los petaqueros. En las elecciones municipales de 1903 el PSOE solo obtuvo 12 votos.
A raÃ−z de la crisis libertaria de 1903-1904 el PSOE sevillano lanzó una campaña propagandÃ−stica que
obtuvo algunos éxitos: crearon nuevas sociedades de resistencia y se les acercaron algunas de las ya
existentes. Sin embargo, el fracaso se tradujo en los 232 votos socialistas para las elecciones convocadas en
1904 para la creación de la JRS.
Los socialistas sevillanos buscaron aumentar sus influencias participando en la Casa del Pueblo (adscrita al
republicanismo federal). Fruto de esta colaboración fue la elección de un vocal socialista en las elecciones a
la JRS de 1908. Sin embargo la militancia aumentaba a duras penas y, con el tiempo, los socialistas serán
desplazados de la Casa del Pueblo republicana.
El declive socialista se acaba en 1917 como consecuencia del impacto de la 1ª Guerra Mundial. Cuando, en
otoño, los socialistas parecÃ−an haber desplazado a los anarquistas y constituyeron su propia Casa del
Pueblo (bajo la dirección de Egocheaga, un militante poco disciplinado y con unas opiniones divergentes a
las que la UGT y el PSOE transmitÃ−an de manera oficial).
Sin embargo, este aumento afiliativo se verÃ−a cortado cuando entre 1920 y 1922 se funde el PCE como
consecuencia de las escisiones del PSOE y de la resolución del Komitern que unificó al PCOE y al PCE en
el PCE como único representante español de la 3ª internacional. Cuando llegue el golpe de estado de
Miguel Primo de Rivera el PSOE y todas las organizaciones de la izquierda proletaria se encontrarán en una
profunda crisis.
Durante la dictadura, el PSOE, en un alarde del oportunismo que le ha caracterizado desde entonces,
participó en las instituciones y, solo se opuso a la dictadura una vez que la crisis se hizo palpable y era
evidente que esta caerÃ−a por su propio peso. El caso sevillano no presenta ninguna excepción en este
sentido.
En el tercer capÃ−tulo, José Manuel Macarro nos ofrece su visión acerca de la evolución de las
organizaciones obreras durante el segundo periodo republicano de la historia de España.
Para este autor, la historia del movimiento obrero, es la historia de sus organizaciones y, en este sentido, la
capital hispalense durante la época que nos ocupa se muestra como un lugar especialmente interesante por
estar representadas, en mayor o menor medida, las 3 variantes de la izquierda obrera de la época: el
3
anarquismo, con una importante implantación (causada, a ojos del autor por la tradición histórica), de
ideologÃ−a eminentemente revolucionaria y que nunca aceptó a la República y a sus instituciones; La CNT
fue su organización sindical (para los anarcosindicalistas el sindicato serÃ−a el órgano que gestionarÃ−a la
sociedad una vez hubiese triunfado la revolución libertaria) que, por otra parte, estarÃ−a en continua
oposición tanto con el Partido Comunista como con el PSOE.
La otra gran organización en cuanto a su implantación en Sevilla fue el Partido Comunista de España.
Creado entre 1920 y 1921 de sendas escisiones del PSOE causadas por la no anexión de este a la 3ª
Internacional, encontró en Sevilla su principal bastión (“Sevilla la roja” era el calificativo con el que se
conocÃ−a por esta época a la capital hispalense). En Sevilla, el PCE fue fundado por antiguos
anarcosindicalistas, que salieron de CNT y se propusieron refundarla bajo la ideologÃ−a de la 3ª
Internacional y que, tras el fracaso de este propósito, llegaron a fundar sus propios sindicatos que, en muchos
casos, disputaron la hegemonÃ−a anarcosindical e, incluso fueron quienes dominaron en determinados oficios
(en otros lo hizo CNT, en los secundarios UGT y en algunos estuvieron enfrentadas 2 o 3 de estas
organizaciones sindicales).
El PCE “vendÃ−a” una revolución opuesta a la libertaria. Para los comunistas, la República y sus
instituciones eran ilegÃ−timas y habÃ−a que derrocarlas para instaurar la Dictadura del Proletariado según
el modelo soviético. Ello le hizo enfrentarse (incluso a tiros) tanto con la CNT, como con el PSOE, por
considerarlo reformista.
Ambas organizaciones fueron muy combativas durante el primer bienio republicano llegando a convocar
juntas una huelga general en 1931 que terminó con enfrentamientos entre los trabajadores y la policÃ−a, e
incluso con el ejército desplegado por la capital hispalense. Posteriormente fueron cerrados los sindicatos y
las sedes comunistas.
Tanto el PCE como la CNT dormitaron durante el bienio negro para volver a aparecer después de la
victoria del Frente Popular.
Distinto es el caso del PSOE y, sobre todo de su organización sindical: al UGT. Con escasa implantación en
Sevilla, su influencia se centraba sobre todo en los oficios que no dominaban los anarquistas y los comunistas
(que eran pocos). Sin embargo, el oportunismo que ya hemos dicho que ha caracterizado a los socialistas
españoles es de tal calado que, después de haber participado en las instituciones de la dictadura de Primo
de Ribera, solo se separó de esta cuando su caÃ−da era inminente. Y, no solo se separó de la dictadura, sino
que además fue firmante del Pacto de San Sebastián para instaurar la república y, como no, volver a
lucrarse de la participación institucional (en los Jurados Mixtos, en los ministerios….).
En este orden de cosas, decir que el PSOE sevillano concurrió a las elecciones de 1931, participó en el
gobierno de la ciudad y participó en los jurados mixtos provocando la afiliación de algunos trabajadores de
la ciudad y de muchos del campo (a los que, a diferencia de la CNT, sÃ− tenÃ−a organizados en una
federación propia: la FNTT. Por otra parte, la reforma agraria que contemplaba la constitución de 1931 y su
polÃ−tica de participación en las instituciones republicanas consiguieron no pocas adhesiones en el ámbito
rural).
Cuando la CEDA gane las elecciones de 1933 el PSOE y, sobre todo la UGT tomarán un discurso
revolucionario (que no impedirá que sigan participando en las instituciones) y que hará enfrentarse en
numerosas ocasiones al sindicato y al partido socialistas (Besteiro contra Largo Caballero) que dejan de ser
considerados por el gobierno republicano como legitimistas que defienden la legalidad republicana y pasen a
ser considerados revolucionarios e insurreccionalistas. Ello provocó un paso atrás en la legislación social.
En 1936, después de varias disputas internas entre caballeristas (los que habÃ−an dejado de considerar
legÃ−timas las instituciones republicanas) y los partidarios de Indalecio Prieto (quienes continuaban
4
defendiendo la república), el PSOE participó en las elecciones coaligado con otras fuerzas de la izquierda
(tanto obrera como burguesa) en el Frente Popular. La historia del socialismo español a partir de entonces la
comentaremos más adelante.
Pero, no todos los trabajadores sevillanos participaron en las organizaciones sindicales de la izquierda.
Existieron también organizaciones conservadoras y católicas que trataron de encontrar las simpatÃ−as del
proletariado sevillano. Esto es lo que Leandro Ôlvarez Rey Analiza en el capÃ−tulo 4º.
Los antecedentes del asociacionismo obrero católico se remontan a principios del siglo XX cuando, en 1901,
el cardenal EspÃ−nola fundara en Sevilla la Liga Católica, que tendrÃ−a su periodo de mayor apogeo
durante los años 1914-1920. La Liga Católica tenÃ−a como objetivo primordial la solución de la
Cuestión agraria desde un estricto respeto a lo establecido.
Por otro lado, tenemos a los CÃ−rculos Católicos, con cierta implantación y que aglutinaban tanto a
patronos como a obreros. Dentro de estos CÃ−rculos Católicos se desarrolló un debate entre quienes
entendÃ−an que estas uniones interclasistas eran efectivas para solucionar la Cuestión Agraria, y, quienes
defendÃ−an que era necesario crear sindicatos católicos (por supuesto de carácter conservador, es decir,
teniendo de sindicato solo el carácter obrero). Ganaron los últimos en torno a 1910.
En torno a1916, el cardenal Almaraz emprendió una labor propagandÃ−stica en torno al sindicalismo
católico que culminarÃ−a en la posterior creación de la Federación de Sindicatos Católicos de
AndalucÃ−a.
Desde 1913, estaban, en las dependencias de “El Correo” las oficinas de la Liga Católica y determinados
locales para el servicio de los obreros como cooperativas, economatos, etc. Como es de imaginar, estos
sindicatos fueron promocionados por la patronal al considerarlos un “antÃ−doto efectivo contra la
conflictividad que emanaba de los sindicatos de clase”. Con todo, las fuerzas conservadoras, vieron útiles
los sindicatos católicos y se llegó, en 1919 a la creación de una confederación que aglutinaba a todas las
organizaciones obreras de inspiración católica.
Durante la dictadura, ante la participación “socialista” en las instituciones estatales, el sindicalismo cristiano
se mantuvo en Sevilla más mal que bien. Sin embargo, de sus filas saldrán los promotores de la Unión
Patriótica (aunque también del partido maurista).
No será hasta el periodo republicano cuando los 2 principales partidos de las derechas sevillanas, la Unión
Tradicionalista Carlista y Acción Popular, creen sus propias organizaciones obreras: La Agrupación
Gremial Tradicionalista los carlistas y Acción Obrerista y la Federación Andaluza de Trabajadores por
parte de Acción Popular.
En todos los casos, se trata de organizaciones de derechas y eminentemente católicas propiciadas y
financiadas por la patronal y, en las que los obreros vieron una posibilidad de encontrar trabajo en unos
tiempos en los que la conflictividad laboral y el paro eran la tónica dominante en la sociedad sevillana.
Sin embargo, esta modalidad de sindicalismo católico, de derechas, antimarxista y profundamente católico
no arraigó en Sevilla hasta ser ayudado en sus propósitos por el yugo que asfixió al resto de
organizaciones obreras durante 40 años y las flechas (por no decir balas, garrotes…) con las que el estado
franquista asesinó a sus militantes.
Con posterioridad al 18 de julio de 1936 la represión de los alzados contra el régimen republicano para
con los sindicalistas y los militantes de los partidos de la izquierda obrera fue brutal. En el 5º capÃ−tulo de
la monografÃ−a que nos ocupa, Julio Ponce Alberca estudia esta represión basándose en los archivos de la
Prisión Provincial de Sevilla, y, aunque se obvia la represión no carcelaria (asesinatos en plena calle,
5
fusilamientos de personas que, ni siquiera pasaron por la cárcel, etc.) este capÃ−tulo del libro nos parece de
vital importancia al sacar a la luz los datos acerca de los encarcelamientos que sucedieron al alzamiento
militar y, sobre todo, las condiciones de vida que sufrieron los presos antifranquistas en los penales sevillanos
(que no solo fue la Prisión Provincial, sino que, a esta, se sumaron una serie de centros improvisados como
la plaza de toros o los bajos de la Plaza de España).
Con el alzamiento del 18 de julio y la rápida caÃ−da de la capital hispalense (en la que solo se produjeron
algunos intentos de resistencia), la represión carcelaria alcanzó unas cotas nunca antes vistas.
La Prisión Provincial se llenó, pero también lo hicieron la plaza de toros y otros lugares acondicionados
para la represión de todo aquel elemento que militase en las distintas organizaciones sindicales o en los
partidos de la izquierda sevillana… o que fuese sospechoso de simpatizar con ellos.
Tras el golpe militar, la población reclusa con filiación polÃ−tica o sindical aumentó de tal manera que,
esta situación solo es entendible desde la óptica represiva que alcanzó la situación en aquellos dÃ−as.
Después del 18 de julio de 1936 las prisiones sevillanas (o los establecimientos penitenciarios, como el de
Dos Hermanas… que, además era militarizado…) se sobrellenaron y, en este contexto, la vida en la
penitenciaria, si no lo era ya de antes (cosa que ponemos en duda), se convirtió en un infierno: los presos se
hacinaban, la comida escaseaba, las condiciones sanitarias, como es de imaginar, eran de una calidad
paupérrima (Julio Ponce habla en su artÃ−culo de celdas con 250 presos y un solo urinario, etc.), los presos
eran torturados continuamente, sacados de sus celdas en plena noche y asesinados en cualquier cuneta…
Las condiciones penitenciarias solo podÃ−an paliarse mediante el trabajo voluntario, y, para ello, el preso
tenÃ−a que no haber participado en la resistencia al alzamiento y demostrar que, antes del 18 de julio, no
habÃ−a militado en ninguna de las organizaciones prohibidas por “el Nuevo Estado”. Ante esto, muchos
intentaron suicidarse… algunos lo consiguieron.
Sin embargo, otros y, especialmente los comunistas, emprendieron la labor de reconstrucción de sus
organizaciones en la cárcel. Ello, les proporcionó por una parte la solidaridad que necesitaban para
sobrevivir a una situación como la descrita antes y, por la otra, que la represión franquista se cebase
especialmente con ellos y que, en consecuencia, estuvieran más tiempo encarcelados que sus compañeros
anarquistas y socialistas. En conclusión, decir que la situación en las cárceles de la postguerra era una
versión multiplicada de la sufrida en la calle.
Para el estudio de la represión carcelaria entre los años 1936 y 1945 Julio Ponce ha utilizado los Archivos
de la Prisión Provincial de Sevilla de los que ha extraÃ−do muestras con las que ha elaborado los estudios
estadÃ−sticos presentados. No nos pararemos en ellos por razones de espacio.
El capÃ−tulo 6 de “Sindicatos y trabajadores en Sevilla” está referido al Sindicato Vertical que Franco y sus
colaboradores construyeron para mejorar con ello la coacción y el control ejercidos sobre la población.
MarÃ−a Soto Medina es la autora del presente capÃ−tulo.
Los sindicatos verticales tenÃ−an el antecedente directo en los Sindicatos Autónomos creados por la Falange
con anterioridad al 18 de julio.
En el caso de Sevilla, estos sindicatos fueron creados en 1934, y, desde su fundación protagonizaron duros
enfrentamientos con sus homónimos comunistas, socialistas y anarquistas.
Sin embargo, será con el alzamiento militar y con la rápida caÃ−da sevillana en manos nacionales cuando
se pongan en funcionamiento las instituciones del Nuevo Estado y, entre ellas, los sindicatos verticales (CNS
y OSE) a veces incluso antes que en el resto de la zona nacional. En este sentido, se puede considerar que en
la Sevilla de Queipo de Llano durante la guerra se pudo ver lo que serÃ−a la España de Franco después
6
de la misma.
Con todo, se organizaron en Sevilla los distintos organismos sindicales de modo que estos presentarÃ−an el
embrión de la nueva sociedad sirviendo estos para encontrar trabajo, para tener opción de acceso a una
vivienda barata, o para esquivar las posibles sospechas de ser contrario al nuevo régimen.
Por ello, no fueron pocos los que decidieron entrar a formar parte de los Sindicatos Verticales, en los que,
además de los obreros, estaban los técnicos y los empresarios, eso sÃ−, debidamente separados en sus
propias organizaciones (o secciones).
Si alguna vez se vio un atisbo de participación ciudadana en este franquismo temprano, esta se dio en el
aparato sindical: en las elecciones sindicales o en las de Jurado de empresa. También se vio cierta
participación popular en las elecciones municipales de 1948, en las que los sindicatos tenÃ−an un tercio de
participación en el ayuntamiento y, los cabezas de familia otro tercio.
El séptimo capÃ−tulo está dedicado a la resistencia antifranquista durante el primer franquismo. Su autora
es MarÃ−a del Carmen Fernández Almeniz y, para su elaboración ha utilizado principalmente los
testimonios orales recogidos en el Archivo Histórico de Comisiones Obreras de Sevilla al no encontrar a
disposición pública (en condiciones para ser consultados) la parte referente a estos temas del Archivo
Provincial de Sevilla. Para la elaboración del estudio que se nos presenta, la autora también ha utilizado
los periódicos de la época. Se ha centrado el estudio en el PCE por ser este partido el que, desde principios
de la dictadura comenzó a reorganizarse (resulta obvio que de forma clandestina) de una manera eficaz y
duradera en el tiempo.
El Partido Comunista de España comenzó a reorganizarse con las primeras liberaciones que tuvieron lugar
durante el bienio 1940-1941; aunque, cabe aclarar que esta reorganización comunista tuvo como principal
objeto la institucionalización de la solidaridad para con los presos polÃ−ticos y sus familiares (la autora
establece una primera etapa en la historia del PCE clandestino a la que denomina de apoyo a los presos).
Entre los años 1942 y 1945 tuvo orÃ−genes la verdadera reorganización del Partido Comunista en Sevilla.
Entre estos años los comunistas trataron de organizar la Unión Nacional con socialistas y anarquistas que
vieron con malos ojos esta intentona de unidad antifranquista (segunda etapa).
Esta primitiva reorganización comunista vio su fin con la primera “caÃ−da” importante de militantes y,
entre 1945 y 1948 la organización comunista vio su época de mayor apogeo, en la que se dieron menos
“caÃ−das” de militantes y en la que se desarrollaron, por parte de sus militantes, ciertas manifestaciones
polÃ−ticas de alguna importancia (tercera etapa).
Desde 1948 y, por una importante “caÃ−da” de la que se resintieron tanto su Comité Provincial como el
Regional, la organización comunista sevillana solo mantuvo su organizaciones con enormes dificultades (sus
comités “caÃ−an” una y otra vez en manos de la policÃ−a y vieron entorpecidas sus relaciones).
El modelo organizativo que optó el PCE durante la tercera etapa de sus historia en la clandestinidad fue la
causa del reducido número de “caÃ−das” de importancia. Esta nueva organización consistÃ−a en la
organización de sus militantes en células de 3 personas para evitar con ello que las “caÃ−das” afectasen a
un alto número de efectivos. Con el mismo objetivo, los comunistas empezaron a utilizar apodos o “nombres
de guerra” con los que se conocÃ−an entre ellos (y evitar que los detenidos pudieran dar los nombres reales
de sus “camaradas”)
CapÃ−tulo aparte merece la disciplina que definió a la militancia comunista, capaz de enfrentarse
directamente al régimen franquista tanto en los campos, a tiros, como en las ciudades, mediante huelgas,
plantes e incluso manifestaciones.
7
El siguiente periodo de la historia de España es el de la modernización económica, el apoyo
estadounidense, los tecnócratas y el 600. A este periodo dedica Ôngeles González Fernández su
artÃ−culo, que se corresponde con el capÃ−tulo 7º de la obra que nos ocupa.
En 1957 Francisco Franco nombrará un nuevo gobierno marcado por la presencia de ministros del Opus Dei
que pasarán a la historia con el apelativo de “tecnócratas”.
Estos nuevos ministros, que se hicieron cargo de las carteras económicas, tuvieron como misión la
modernización del estado español en materia económica… y, lo lograron… con sus Planes de desarrollo
y el Plan de Estabilización presentado al FMI y a la OECE acabaron en cierta medida con la autarquÃ−a de
la primera etapa del régimen franquista, crearon una nueva clase media y ampliaron el consumo hasta unas
cotas nunca vistas en la historia española.
Gracias al desarrollismo, en muchas ciudades españolas, fueron construidos polos de desarrollo, en los que
se asentaron distintas industrias (es el caso de Huelva). Asimismo, el empleo industrial creció de una forma
espectacular, se extendió el consumo de automóviles y electrodomésticos y se creó una nueva clase
media cuyos valores no eran los mismos valores conservadores que los que mantenÃ−an la ya existente con lo
que posibilitó, además, que fueran muchos los que se acercaran a los sindicatos de clase clandestinos.
Por tanto, decir que, aun con ciertos periodos de crisis, la sociedad y la economÃ−a españolas se
modernizaron durante el periodo 1958-1975 gracias, no solo a la nueva polÃ−tica económica de los
tecnócratas; sino, además, a las divisas que enviaban los emigrados, al turismo, o al apoyo económico que
prestaron Estados Unidos y sus instituciones internacionales al régimen franquista (a cambio, como no, de
establecer bases militares en el territorio español con las que poder hacer frente a una posible amenaza
soviética o musulmana).
En cuanto al caso sevillano, este es estudiado en el 9º capÃ−tulo por José Ignacio MartÃ−nez RuÃ−z.
Durante los años de la Guerra Civil y los 40, se instalaron en Sevilla una serie de grandes empresas HASA,
SACA, Elcano o HYTASA dedicadas a la metalurgia (las 3 primeras) y al textil (la última). Estas empresas,
auspiciadas por el INI (o por el sector privado, pero pasando más tarde al amparo estatal), constituyeron la
base del empleo industrial sevillano.
Sin embargo, con la llegada de la liberalización económica inscrita en el Plan de Estabilización y en los
distintos Planes de Desarrollo, estas empresas empezaron a ser privatizadas y a ver mermadas sus ayudas
estatales. De esta manera, y, a causa de la crisis en que se vieron muchas fábricas sevillanas a raÃ−z de la
pérdida de la protección estatal, no fueron pocos los expedientes de regulación de empleo que sufrieron
sus trabajadores como tampoco fueron pocas las empresas que optaron por cerrar sus instalaciones y despedir
a sus trabajadores.
Esta desindustrialización trató de ser paliada mediante la construcción del Polo de Desarrollo, sin
embargo, el resultado fue la instalación de las empresas ya existentes en este polo (para beneficiarse de las
facilidades que se les ofrecÃ−an) y la no instalación de nuevas industrias en el suelo sevillano.
La desindustrialización sevillana también pudo ver su fin en la instalación de una planta de fabricación
de automóviles FORD, en la posible construcción de un nuevo canal en el Guadalquivir (que acercase al
mar a la capital hispalense) y en la instalación de la llamada IV Planta Siderúrgica Integral. Finalmente, la
planta siderúrgica fue a parar a Sagunto, el canal nunca se construyó y la fábrica de FORD fue a
Almusafes (Valencia).
Con todo esto, Sevilla vio terciarizarse su economÃ−a y, los sevillanos irse a las fábricas que, durante
algunos años (pocos) produjeron en su ciudad textiles, aviones, electrodomésticos, etc. Siendo este el
8
contexto en el que se desarrolló el nuevo movimiento obrero que viniera a recoger el testigo de los
luchadores de Sevilla la Roja… eso sÃ−, después de un largo paréntesis.
En el capÃ−tulo 10, Custodio Velasco Mesa nos instruye acerca de la vida, toma de conciencia y militancia
en las Comisiones Obreras sevillanas de algunos de sus más destacados militantes de los años 70. Para
ello, el autor, utiliza el método de la Historia Oral. En su estudio, Custodio Velasco, examina las “historias
de vida” de 15 dirigentes obreros sevillanos recogidas en el Archivo Histórico de CCOO de AndalucÃ−a.
En todos los casos estudiados, los protagonistas de la lucha sindical sevillana de los años 70 del siglo XX
provienen de orÃ−genes humildes. Del mismo modo, en todos los casos responden a familias emigradas a
Sevilla después de la Guerra Civil y, también en todos los casos pasaron levemente por la escuela.
AquÃ−, en los patios de vecinos donde vivÃ−an hacinados y en precarias condiciones económicas,
conocieron la solidaridad de sus vecinos (a los que no les quedaba otra si querÃ−an sobrevivir que ayudarse
mutuamente) y, sobre todo, tuvieron las primeras noticias de militancia obrera (en todos los casos se habla de
vecinos, tÃ−os, abuelos… anarquistas, comunistas o socialistas) de antes de la dictadura. También, es de
destacar, el trato discriminatorio sufrido por muchos de ellos por parte de los maestros a los que acusaban de
ser “niños pobres” o “niños rojos”.
En muchos casos, el paso por la escuela fue de poca duración y su formación autodidacta. Estos casos
estarán marcados por una pronta entrada en el mercado laboral. Sin embargo, en otras ocasiones, los que
serÃ−an dirigentes obreros, pasaron por las escuelas profesionales de distintas empresas ubicadas en el suelo
sevillano antes de incorporarse plenamente al mercado laboral. Aún asÃ−, en todos los casos, pasado el
tiempo, se alcanza una cierta estabilidad laboral producida por la especialización (la alta especialización y
la dedicación al trabajo son sintomáticas del dirigente obrero sevillano de esta época).
En unos casos, los que serÃ−an dirigentes obreros, militarÃ−an en su juventud en las organizaciones que la
iglesia habÃ−a creado para dar salida a las inquietudes sociales de la juventud española (JOC, HOAC y
VO) (a pesar de la falta manifiesta de fe) y, de estas, terminarÃ−an pasando a las Comisiones. En otros, la
entrada en CCOO (y en el Sindicato Vertical, candidaturas a los Jurados MÃ−xtos…) se produjo de la mano
del PCE.
En cualquier caso, es de destacar la presencia de distintas influencias y valores en el seno de las Comisiones
Obreras y, sobre todo, la procedencia humilde de sus dirigentes, la presencia en sus familias o entornos
cercanos de antiguos militantes obreros, su toma de conciencia e ingreso en las organizaciones de clase (ya
fueran estas las católicas o las comunistas) para terminar en las Comisiones Obreras y, presentando una
oposición sindical al régimen tanto desde sus instituciones (los Jurados Mixtos, los enlaces, etc.) como
desde la forma sindicalista tradicional: la huelga, los plantes, las manifestaciones etc.
En el capÃ−tulo 11, Eloisa Baena Luque analiza la evolución del movimiento obrero sevillano entre los
años 1958 y 1970. Para ello, la autora analiza los testimonios orales de 15 obreros y sindicalistas sevillanos
recogidos en el Archivo Histórico de CCOO.
Con la promulgación de la ley de Convenios Colectivas (1958) y las elecciones a Jurados de Empresa,
sumado ello al cambio de estrategia polÃ−tica surgido en el PCE, y a la aparición en la sociedad sevillana de
distintas organizaciones cristianas de base (JOC, HOAC y VO) el elemento obrero consciente empezó a ver
(y a utilizar) las instituciones de representación laboral que el régimen franquista habÃ−a instaurado.
El contexto del inicio de la participación obrera en los Jurados de Empresa hay que entenderlo en un
contexto bien definido: las condiciones laborales eran pésimas (jornadas interminables, condiciones
sanitarias lamentables…), la presión por parte de los patrones era cada vez más intensa (algunos hablan de
“condiciones carcelarias”). Todo ello responde al proceso de taylorización que emprendieron las empresas
9
en los inicios de la época referida. De la misma forma, es de destacar que el valor real de los salarios
continuaba a unos niveles menores que en 1936.
AsÃ−, vemos como en 1958 empiezan a organizarse los primeros grupos informales de obreros que se
reúnen a la hora del bocadillo o durante otros descansos para tratar de los temas laborales. Con el tiempo,
estos grupos de obreros, irán consolidándose, haciendo peticiones a la patronal e incluso protagonizando
incipientes protestas y organizando asambleas.
De esta forma, la organización irá consolidándose hasta el punto de organizarse uniones sectoriales (la
primera fue la del metal) que se reunÃ−an periódicamente en las dependencias del Sindicato Vertical. Esta
evolución favorable del movimiento obrero sevillano durará hasta 1970 cuando una convocatoria de
Huelga General se salde en fracaso por varias causas: el PCE habÃ−a conseguido imponer sus posiciones, un
nuevo comisario fue trasladado a Sevilla y la represión al movimiento sindical se endureció, el sindicalismo
se encontraba agotado y descabezado (después del periodo 1965-67, cuando la ciudad hispalense se vio
especialmente agitada por continuas huelgas en todos los sectores), y sobre todo, por la división que causaba
que, en determinados sectores, se hubieran conseguido convenios. La huelga de 1970 se saldó con un alto
número de despidos y detenciones. El movimiento obrero sevillano no volvió a levantar cabeza hasta 1975.
Mención aparte merece el perfil sociológico del dirigente obrero sevillano de esta época. Los hombres
que consiguieron hacer resucitar la lucha sindical en “Sevilla la Roja” no fueron los que las habÃ−an
protagonizado durante los años 30, ni, en la mayorÃ−a de los casos, tener contactos con ellos. Por el
contrario, los lÃ−deres sindicales sevillanos del periodo 1958-1970, fueron hombres jóvenes, que no
habÃ−an vivido la Guerra Civil y la feroz represión de Queipo de Llano, y, sobre todo que no tenÃ−an
repulsa a participar en las instituciones del régimen (al contrario que sus compañeros más mallores).
Sin embargo, el acceso a los Jurados de Empresa, al principio, contó con pocas simpatÃ−as (era todavÃ−a
patente el recuerdo de la represión ejercida por el “carnicero de Sevilla” y las antipatÃ−as que suscitaba el
régimen entre las masas trabajadoras eran la viva imagen de la legitimidad que le respaldaba).
Pero, las proclamas del PCE a favor de la participación en las instituciones del franquismo como medio de
oposición (por esta época abandona la polÃ−tica de oposición frontal al régimen y se ponÃ−a fin a la
lucha armada que, desde finales de la Guerra Civil venÃ−a desarrollando) terminaron por favorecer la
participación de los comunistas en los Jurados de Empresa. Los cristianos de base ya lo hacÃ−an, y, tanto
cristianos de base como comunistas y trabajadores sin filiación polÃ−tica encontraron objetivos comunes en
las CCOO, las verdaderas protagonistas de la lucha de clases durante la época que nos ocupa.
Si, uno de los grandes protagonistas en la organización de las CCOO fue el PCE, las organizaciones
cristianas de base no se quedaron atrás en la organización y lucha sindical.
A este respecto, José Hurtado Sánchez, nos relata en el capÃ−tulo 12 el desarrollo de 3 de estas
organizaciones desde la época en que nacen, los primeros años 50 hasta mediados de los 70. No nos
extenderemos demasiado en estas organizaciones por falta de espacio.
Para el autor, el nacimiento de estas organizaciones, surge de la intención de las jerarquÃ−as eclesiásticas
de extender la fe cristiana entre la clase obrera. Con el final de la Guerra Civil, los trabajadores se habÃ−an
alejado de las prácticas cristianas, desde hacÃ−a mucho tiempo, el pueblo español era cristiano porque se
bautizaba, sin embargo, las iglesias permanecÃ−an vacÃ−as. En consecuencia, la iglesia vio la necesidad de
organizar asociaciones que aglutinasen a los trabajadores para que se produjera un reencuentro entre esta y las
masas proletarias (desinteresadas por la religión al ver como esta era uno de los pilares fundamentales del
régimen franquista).
La iglesia vio necesario acercarse a los trabajadores no ya con el discurso triunfalista que utilizaba de manera
10
oficial, sino, por el contrario, con la creación de una serie de organizaciones destinadas a obreros y que
presentaban a la fe cristiana bajo unas nuevas concepciones que, desde luego, permitieron a los trabajadores
sevillanos acercarse a estas organizaciones y utilizarlas para la lucha polÃ−tica y sindical contra el aparato
franquista. Las organizaciones estudiadas son la HOAC y la JOC, surgidas del seno de AC, y VO, surgida de
los jesuitas.
La HOAC y la JOC (sus juventudes) nacieron en Sevilla en 1954, sus militantes participaron desde el
nacimiento de estas en los Jurados de Empresa y en la creación de las primeras Comisiones Obreras y,
además fueron represaliados por ello.
Lo que más las distinguirá será el cambio filosófico que presentan respecto a la doctrina oficial de la
iglesia católica. Para estas organizaciones el modelo a seguir es el de la revisión de vida que consistÃ−a
primero en ver la realidad en la que vivÃ−an (tanto ellos como el resto del mundo) para luego juzgar a
través del evangelio si estas condiciones de vida eran justas o no y, por último actuar en función del
resultado del juicio. Esta nueva filosofÃ−a adoptada por las organizaciones cristianas de base fue la que
impulsó, a ojos del autor, a sus militantes a participar en la lucha activa contra el régimen franquista. Esta
nueva filosofÃ−a permitió también a no pocos militantes cristianos adoptar el marxismo y entrar en el
PCE.
De la misma forma los jesuitas fundaron la VO que adoptó la misma filosofÃ−a de revisión de vida que
llevó a sus militantes al mismo rumbo que los de sus homónimos de la HOAC y la JOC. Cabe decir que
hubo intentos de fundir las organizaciones cristianas que nunca llegaron a buen término.
En el siguiente capÃ−tulo se estudian las organizaciones sindicales durante el tardofranquismo y la
transición democrática. Su autor es Diego Caro Cancela y, no nos pararemos en este epÃ−grafe tanto por
cuestiones de espacio como por la propia naturaleza del mismo. (Es decir, que, al esbozar este capÃ−tulo las
lÃ−neas principales del movimiento sindicalista en España desde la crisis franquista hasta la ruptura
sindical y versar el presente trabajo sobre la ciudad de Sevilla, entiendo que no es necesario profundizar en el
presente capÃ−tulo(
Aún asÃ−, destacaremos la entrada en escena de la UGT, la fundación de sendas juntas por la democracia
tanto por el PSOE como por el PCE (y otras formaciones de la oposición antifranquista), la fundación
oficial de las CCOO como sindicato en el sentido tradicional y los intentos de unidad sindical a los que se
opusieron tanto la UGT como la USO.
Este periodo histórico está caracterizado además por la agonÃ−a que venÃ−a sufriendo el régimen, por
el enfrentamiento entre inmovilistas y reformistas. Condiciones estas que ayudaron a refundar el movimiento
polÃ−tico y sindical y al intento de creación de organizaciones de unidad contrarias al régimen franquista.
También es de destacar la profunda aversión que producÃ−a el franquismo fuera de nuestras fronteras
(donde fueron numerosas las manifestaciones contra el franquismo y, sobre todo, contra sus asesinatos. En
este periodo hubo incluso paÃ−ses que retiraron a sus embajadores de la España Grande y Libre).
AgustÃ−n Galán GarcÃ−a y Miguel Rodriguez-Piñedo Royo son los autores del capÃ−tulo 14. En él,
se estudia la evolución de las leyes laborales durante el periodo de transición.
Los autores defienden la existencia de una transición laboral paralela a la transición polÃ−tica. Es en el
periodo 1976-1982 cuando se produce la adecuación legislativa del estado español al marco internacional,
y, en este contexto, se liberalizan las relaciones entre el trabajador y el empresario, se les reconocen derechos
colectivos (a la sindicación, a huelga…), se anula la sindicación forzosa y se producen leyes relativas a la
nueva forma de representación obrera en las empresas… los Jurados de Empresa dan paso a los Comités
de empresa (que son elegidos en elecciones a las que las distintas organizaciones sindicales presentan sendas
11
listas)… eso si, todo ello dentro del marco constitucional que habÃ−a sustituido a las leyes fundamentales del
régimen franquista.
Paradójica ven los autores la perduración de ciertas aptitudes de defensa del trabajador (en su forma
individual) en las leyes laborales heredadas del régimen anterior… para quien escribe esta reseña, sin
embargo, este mantenimiento de la protección del trabajador en el ámbito legislativo tiene una doble
lectura: por una parte, podrÃ−amos interpretar que la circunstancia que nos ocupa, lejos de ser paradójica
tiene una posible causa en la intensa conflictividad obrera que vivÃ−a España durante el proceso de
transición, fue causa de que los legisladores que elaboraron las leyes no se atrevieron a recortar los derechos
individuales cuando ampliaron los colectivos. Por otra parte, causa añadida, podrÃ−a ser la circunstancia de
que la España constitucional nunca rompió directamente con la versión Grande y libre de la misma
porción geográfica, y que, en consecuencia, resulta lógico que queden resquicios tanto en las leyes, como
en otros ámbito sociales (Prueba de ello es que el jefe del estado que Franco eligió continúe ejerciendo las
funciones casi 34 años después de su muerte. Otra muestra de ello es la presidencia de Manuel Fraga del
gobierno gallego hasta hace bien poco. Y, sobre todo, que elementos como los nombrados anteriormente no
hayan sido juzgados).
El capÃ−tulo 15 nos muestra la evolución de los sindicatos en la ciudad hispalense durante el
tardofranquismo y la transición. Su autor es Alberto Carrillo-Linares. Para su redacción, el autor ha
utilizado tanto testimonios orales recogidos en el Archivo Histórico de CCOO como material de archivo
tradicional y hemerográfico.
Es destacable durante la etapa que se nos describe en el presente capÃ−tulo la recuperación de la UGT, la
preponderancia de CCOO y la reorganización de la CNT. Asimismo, durante los años estudiados se dan
enormes huelgas parciales (sobre todo en 1970 y de 1973-74 en adelante) e incluso huelgas generales (1970 y
1976). Pero, sobre todo, destacan los intentos de unidad (tanto en lo orgánico como de acción) con cierto
éxito (se consiguió la unidad de acción en algunas ocasiones y se intentó la orgánica, sin embargo,
ante la importancia de CCOO (que se habÃ−a debilitado durante años debido al proceso 1001 y que solo se
reorganizarÃ−a en 1974-75), la UGT decidió abandonar este proyecto -la Coordinadora de Organizaciones
Sindicales- poniendo como precepto para continuar formando parte del mismo, el abandono de los puestos
sindicales por parte de CCOO y USO. (Ello respondÃ−a a la polÃ−tica ugetista de no participación en las
instituciones sindicales) Además de los Pactos de la Moncloa, representativa de esta época es también
la identificación del PCE con CCOO y del PSOE con UGT (siendo sus cuadros prácticamente los mismos).
En el último capÃ−tulo Encarnación Lemus López nos versa acerca de la vida sindical entre los pactos de
la Moncloa y 1982. Estos años están marcados por los distintos pactos entre sindicatos y el estado, por la
desmovilización de la clase obrera, etc. No voy a entrar de lleno en el último capÃ−tulo por entender que
este poco contribuye a las conclusiones que he extraÃ−do de la lectura de Sindicatos y trabajadores en Sevilla
a las que, sin más, paso a continuación.
De la lectura de la obra colectiva Sindicatos y trabajadores en Sevilla se pueden extraer numerosas
conclusiones causadas por tratarse de una obra de sÃ−ntesis en la que es estudiado, no ya el movimiento
obrero de la capital andaluza, sino, además, los parámetros sociológicos, económicos, etc. Que nos
acercan a las condiciones de vida que padecÃ−an aquellas personas que hicieron brillar con luz propia la luz
de la lucha de clases en Sevilla.
En este sentido, entiendo necesarios capÃ−tulos como el primero, el 8º, 9º, etc. Con los que se pone al
lector en situación antes de emprender el análisis del movimiento obrero sevillano propiamente dicho.
Además, el uso de nuevas fuentes documentales como las de la historia oral, los archivos de las prisiones, o,
de los sindicatos y partidos, que protagonizaron la conflictividad obrera, da a los distintos estudios un
trasfondo más humano al que nos tiene acostumbrados la historiografÃ−a tradicional. Por tanto, entiendo de
12
vital importancia la inclusión dentro de los diferentes capÃ−tulos de fragmentos de los testimonios de los
obreros de estas épocas.
Asimismo, la inclusión de un capÃ−tulo en el que se analizan las organizaciones obreras creadas por la
derecha durante el periodo republicano, da un valor añadido a la obra que nos ocupa al no estar
contempladas estas organizaciones en la mayorÃ−a de las sÃ−ntesis sobre el movimiento obrero español
que existen hasta la actualidad.
Aún asÃ−, es necesaria una crÃ−tica: en esta, obra, como en muchas, la lucha obrera parece tener un final
predefinido en la democracia constitucional surgida de la muerte de franco. Para quien escribe esta reseña,
sin embargo, las luchas obreras, por definición son antisistema, y, en este sentido deben se tomadas en
cuenta.
Por tanto, la consecución del régimen liberal capitalista que sucedió al franquismo, no es más que la
consecuencia de una serie de choques entre el sistema vigente -el franquismo- y un sistema alternativo que
proponÃ−an las distintas organizaciones en lucha. Estos choques, debidamente mediatizados por la
oligarquÃ−a franquista más propensa al cambio (que, con sus maniobras consiguió desplazar al bunquer
inmovilista) dieron lugar a un nuevo sistema mixto que contiene rasgos esenciales tanto del franquismo como
del sistema defendido por los sindicatos.
En este contexto, los pactos que se sucedieron tras la muerte de Franco y que dieron lugar al sistema vigente,
fueron el resultado de negociaciones en las que tanto franquistas como opositores tuvieron que ceder en
determinados puntos por la creación de un Nuevo Estado que surgirÃ−a del consenso (sin embargo, las
organizaciones sindicales han manifestado en numerosas ocasiones la escasa rentabilidad extraÃ−da del
consenso).
Pero, este nuevo sistema que vino con la muerte de Franco y con el consenso de las fuerzas polÃ−ticas, lejos
de ser un fin en si mismo, no es más que un nuevo estado intermedio en la historia de España, y que, con
el tiempo desaparecerá.
De hecho, es notable que todavÃ−a hoy, a 30 años de que fuera proclamada la constitución y a 28 de que
se hiciera lo propio con el estatuto de autonomÃ−a, siguen existiendo grupos polÃ−ticos tanto a la derecha
como a la izquierda del sistema que rechazan el marco constitucional.
Otro aspecto a destacar, que puede interpretarse de la lectura de la obra es el tradicional oportunismo del
PSOE (al que ya he hecho referencia) que le permite adaptarse en todo momento a la situación polÃ−tica
que vive el paÃ−s para conseguir puestos en la administración, el gobierno o el protagonismo en la lucha de
clases. Este oportunismo, lo llevó a formar parte del gobierno durante la dictadura de Primo de Rivera, a
oponerse a ella y firmar el pacto de San Sebastián para la instauración de la 2ª República, -que, por otra
parte, solo consideró legÃ−tima mientras estuvo en el poder- a oponerse al franquismo (probablemente
porque no contó con ellos para la formación del Nuevo Estado -si el PSOE hubiera sido consultado para
formar parte de las familias del régimen, probablemente, otro gallo hubiera cantado, especialmente para sus
órganos de dirección- y a participar en la construcción de la monarquÃ−a constitucional del heredero de
Franco.
Por tanto, acabar diciendo, que Sindicatos y trabajadores en Sevilla constituye una obra interesante para la
reconstrucción de la Historia del pueblo sevillano y, sobre todo, por su novedad metodológica, debe ser
tenida en cuenta para la reconstrucción de la memoria perdida por los 40 años de dictadura y los 30 de
democracia que se han ocupado de hacer olvidar al pueblo español que la historia la hacen los hombres… y
su lucha… y que, reyes, caudillos y presidentes solo ocupan sus cargos por que el pueblo se lo permite…
13
Descargar