San Salvador, a las dieciséis horas del día cuatro de enero

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M423-99
Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia: San Salvador, a las dieciséis
horas del día cuatro de enero de dos mil uno.
El presente proceso de amparo constitucional ha sido iniciado mediante demanda
presentada a las once horas y veinticuatro minutos del día siete de junio de mil novecientos
noventa y nueve por el abogado Mario Donal Salazar, en su calidad de Agente Auxiliar del
Fiscal General de la República, contra providencias dictadas por la Cámara Tercera de
Primera Instancia de la Corte de Cuentas y la Cámara de Segunda Instancia de la misma,
que considera violatorias del debido proceso, el derecho de audiencia y la seguridad
jurídica, de conformidad a los artículos 2 y 11 de la Constitución.
Han intervenido en el presente proceso, además de la parte actora, los miembros Jueces de
la Cámara Tercera de Primera Instancia de la Corte de Cuentas y el Presidente de la Cámara
de Segunda Instancia de la misma, como autoridades demandadas; y el Fiscal de la Corte,
doctor René Mauricio Castillo Panameño.
Leídos los autos y considerando:
I.- La parte actora manifestó en esencia: que reclama contra las resoluciones dictadas por la
Cámara Tercera de Primera Instancia de la Corte de Cuentas, con fechas doce de agosto y
dos de diciembre de mil novecientos noventa y ocho, y contra la resolución pronunciada
por la Cámara de Segunda Instancia de la misma Corte, el día veintidós de octubre del
mismo año. Que la primera autoridad mencionada, al conocer de un juicio de cuentas en
contra de los miembros del Concejo de Administración del Fondo de Inversión Social
(FIS), promovido por la Fiscalía General de la República, emitió la primera resolución
declarando inepta la demanda presentada y, además absolvió a los demandados, en virtud agrega- de la "incongruencia e inconsistencia" de la misma -la demanda-; que ante tal
situación la Fiscalía impugnó dicha sentencia por medio de recurso de apelación, para ante
la Cámara de Segunda Instancia, la cual, sin mandar a oír a las partes como es debido, la
anuló ordenando que "se cumpla con el derecho de audiencia consagrado en la Constitución
de la República" respecto de los demandados. Por tal razón la Cámara Tercera de Primera
Instancia, al recibir el proceso proviniente del superior, en los términos predichos, en lugar
de cumplir con lo indicado, declaró la nulidad de todo lo actuado en el juicio, inclusive la
demanda y, dijo, "vuelvan las cosas al estado en el que se encontraban antes de la
demanda".
Cada uno de estos actos –acotó- son violatorios de un "universal debido proceso y derecho
de audiencia", así como de la seguridad jurídica ya que, en su orden, con la primera
resolución la Cámara excedió los límites de su pronunciamiento, ya que fue un error de
forma en la demanda la que motivó a dicho tribunal a proveer la resolución como lo hizo,
es decir declarar inepta la demanda y a la vez absolver a los responsables, lo cual dio como
resultado una sentencia contradictoria, pues la ineptitud de la demanda es una figura
incompatible con la absolución. Con el segundo también se han violentado los derechos
alegados, dado que la Cámara de Segunda Instancia al conocer del recurso de apelación
debió ceñirse, en todo, al artículo 72 de la Ley de la Corte de Cuentas de la República y al
Código de Procedimientos Civiles y, por lo tanto, tener por parte al apelante y permitir su
intervención; sin embargo ello nunca se hizo. Lejos de eso se proveyó la resolución que
justamente por este medio se ataca. Con el tercer acto reclamado la Cámara a quo en lugar
de cumplir lo proveído por el superior, como debe ser, declaró la nulidad de todo, hasta de
la demanda, dejando a la Fiscalía imposibilitada de ver satisfecha su tutela jurisdiccional,
pues la última resolución le imposibilitaba presentar nuevamente la demanda en vista de
haber transcurrido el plazo para hacerlo conforme a la Ley de la Corte de Cuentas de la
República.
Por resolución de fs. 8 se admitió la demanda, se declaró sin lugar la medida cautelar
solicitada, y se pidió informe a la Cámara Tercera de Primera Instancia de la Corte de
Cuentas y la Cámara de Segunda Instancia de la misma, a efecto de que expresaran si eran
o no ciertos los hechos que se les atribuían en la demanda.
Por escrito de folios 13, los Jueces de Cuentas que integran la Cámara Tercera,
manifestaron que en efecto eran ciertos los hechos atribuidos; y a folios 14 el Presidente de
la Corte de Cuentas, actuando por ley también como Presidente de la Cámara de Segunda
Instancia, manifestó que, efectivamente, ese Tribunal proveyó la resolución que el
pretensor de este amparo impugna como violatoria de la Constitución.
De conformidad al artículo 23 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, se mandó a
oír al Fiscal de la Corte, para la siguiente audiencia, quien no hizo uso de la misma. Se
pidió nuevo informe a la autoridades demandadas y se confirmó la denegación de la medida
cautelar solicitada.
La autoridades demandadas, en su segundo informe, además de reiterar lo manifestado en
el primero, hicieron una relación pormenorizada de todo lo ocurrido en el juicio de cuantas
de mérito.
En este estado, y por corresponder así, se confirieron los traslados que ordena el artículo 27
de la Ley de Procedimientos Constitucionales, al Fiscal de la Corte y a la parte actora.
El Fiscal manifestó que "(…) La serie de infracciones de carácter procesal cometidas por la
Cámara demandada, consistente en la aplicación de normas inexistentes en nuestra ley
secundaria no solo (sic) son violatorias del imperio de la ley en un Estado de Derecho
conculcando el Derecho a la seguridad Jurídica consagrado en el Art. 2 Cn., sino que
evidentemente son violatorias el (sic) Princípio (sic) constitucional del debido proceso
contemplado en el Art. 11 de nuestra Ley Fundamental, al haber seguido y sustanciado un
proceso a Juicio de Cuentas. (…)". La parte actora ratificó los argumentos expuestos en su
demanda.
Por resolución de folios 37, se abrió a pruebas el presente proceso, plazo en el cual la
autoridad demandada presentó una serie de documentos que corren agregados de folios 41 a
44, mientras que la parte actora solicito de este Tribunal la compulsa en una documentación
a la cual, no obstante su solicitud, no había tenido acceso; petición que, en virtud de no
haber probado los extremos previstos para tal efecto por la Ley de Procedimientos
Constitucionales, se declaró sin lugar. Así, se corrieron los traslados que prevé el artículo
30 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, al Fiscal de la Corte, a la parte actora y a
las autoridades demandadas. El primero lo evacuó ratificando y confirmando lo ya
expresado, la segunda al hacerlo no introdujo elementos constitucionales distintos a los ya
expresados en antecedentes, y, la tercera, rebatió el fundamento fáctico de la pretensión del
actor, dado que, según ella, éste ha modificado su demanda en la sustanciación del presente
amparo, incumpliendo la regla establecida en el artículo 201 del Código de Procedimientos
Civiles.
Sin más, el presente proceso quedó en estado de dictar sentencia definitiva.
II. Ha argumentado el pretensor, jurídicamente, que estima haberse violentado su derecho a
un debido proceso, su derecho de audiencia y la seguridad jurídica, fundamentando dichas
aseveraciones en los tres actos reclamados de las dos autoridades demandadas, relacionados
unos y otros en el considerando I de esta resolución. Sin embargo y previo a cualquier otro
pronunciamiento que deba proceder en esta decisión, es dable analizar lo concerniente a la
posición activa que ha venido ostentando desde el inicio de este proceso la Fiscalía General
de la República, es decir, la supuesta titularidad de derechos o garantías constitucionales
que puede tener ésta, como para poder activar el conocimiento jurisdiccional en sede
constitucional, a través de la incoación de una demanda de amparo.
De la Constitución y de la Ley de Procedimientos Constitucionales, puede inferirse que
toda persona tiene la posibilidad de acudir a la Sala de lo Constitucional de la Corte
Suprema de Justicia, cuando estime que se le ha violentado un derecho o una categoría
jurídica subjetiva protegible. Se exige que, para ello, haya habido un acto de autoridad, y
que además, para acudir en busca de tal tutela, se cumplan las exigencias formales y
sustanciales previstas en el artículo 12, 13 y 14 de la Ley mencionada.
Indisolublemente relacionado con los derechos fundamentales se encuentra la dignidad
humana como una premisa básica que les es inherente. En tal sentido, el art. 1 de la
Constitución al reconocer a la persona humana como el origen y el fin de la actividad del
Estado, se puede deducir que los fines estatales sólo pueden tener como último objetivo la
realización de la persona humana tanto en su dimensión individual como social.
Dentro de este marco, tomando como premisa que la dignidad es un elemento
perteneciente, por definición, a la persona humana y siendo ésta el sustento de la estructura
que conforma el cúmulo de derechos garantizados por el Estado, mal se haría en estimar
que puede el mismo Estado ser titular de derechos fundamentales, como cualquier
particular, pues en general, como se acotó antes, éstos están destinados a la persona humana
que nace, crece y se desenvuelve bajo el andamiaje de la estructura jurídica de un Estado.
Sin embargo, cabe la posibilidad que en algunos supuestos el Estado sea titular de algunos
derechos constitucionalmente reconocidos, concretamente de aquéllos derivadas de su
calidad de parte o interviniente en un proceso, supuesto en el cual tales derechos son
susceptibles de ser protegidas a través de los mecanismos que para tal efecto existen, como
es el caso del amparo.
Visto así, y estimada como válida la reclamación hecha por la Fiscalía General de la
República en su calidad de representante de los intereses del Estado, este Tribunal estima
oportuno realizar un esbozo teórico sobre los derechos constitucionales que el actor aduce
se han infringido con la actuación de las autoridades demandadas.
1. La parte actora señala que se le ha vulnerado el derecho al debido proceso, garantía de
audiencia y seguridad jurídica. Respecto del primero, este Tribunal a las nueve horas y tres
minutos del día veinticinco de mayo de mil novecientos noventa y nueve en el expediente
clasificado bajo el número de referencia 167-97, señaló que el debido proceso en
específico no puede verse de manera aislada, pues éste, como el derecho a ser oído y el
derecho a hacer uso de los medios impugnativos que las leyes secundarias establecen,
son categorías que necesariamente integran el contenido de todo proceso acorde a la
Constitución.
La Constitución, acertadamente, desde su artículo 2 establece una serie de derechos individuales si se quiere- consagrados a favor de la persona, es decir, reconoce un catálogo
de derechos -abierto y no cerrado- como fundamentales para la existencia humana e
integrantes de la esfera jurídica de las personas.
Ahora bien, para que tales derechos dejen de ser un simple reconocimiento abstracto y se
reduzcan a lo más esencial y seguro, esto es, se aniden en zonas concretas, es también
imperioso el reconocimiento a nivel supremo de un derecho que posibilite su realización
efectiva y pronta.
En virtud de eso, nuestro constituyente dejó plasmado en el artículo 2, inciso primero, el
derecho a la protección jurisdiccional y no jurisdiccional de las categorías jurídicas
subjetivas instauradas en favor de todo ciudadano, esto es, un derecho de protección en la
conservación y defensa del catálogo de derechos descrito.
De ambas vertientes, la que en esta decisión interesa es el derecho a la protección
jurisdiccional, es decir obtener protección por medio del proceso. Tal derecho, interpreta
esta Sala, se ha instaurado con la simple pero esencial finalidad de darle vida a todas las
categorías jurídicas subjetivas integrantes de la esfera jurídica del individuo, al poder
válidamente reclamar frente a actos particulares y estatales que atenten contra la
conservación, mantenimiento, defensa y titularidad de tales categorías.
Ahora bien, abstracción hecha de su finalidad, puede perfectamente decirse que tal derecho
viene a reconocer de manera expresa la posibilidad que tiene toda persona de acudir al
órgano estatal competente para plantearle, vía pretensión procesal, cualquier vulneración en
la conservación, defensa, mantenimiento y titularidad de sus derechos. Y es que, en efecto,
tal disposición constitucional obliga al Estado salvadoreño a dar protección jurisdiccional
integral a todos sus miembros, frente a actos arbitrarios e ilegales que afecten la esfera
jurídica de los mismos, y a través del instrumento heterocompositivo -también creado
constitucionalmente- diseñado con tal finalidad: el proceso jurisdiccional en todas sus
instancias y en todos sus grados de conocimiento.
En tal sentido, el proceso como realizador del derecho a la protección jurisdiccional, es el
instrumento de que se vale el Estado para satisfacer las pretensiones de los particulares en
cumplimiento de su función de administrar justicia o, desde otra óptica -la de los sujetos
pasivos de dichas pretensiones-, dicho proceso es el único y exclusivo instrumento a través
del cual se puede, cuando se realice adecuado a la Constitución, privar a una persona de
algún o algunos de los derechos consagrados a su favor. Al respecto, es dable recordar que
si bien a raíz de la reforma del diez de julio de mil novecientos noventa y seis, la expresión
"debido proceso" fue incorporado, de modo expreso, en el artículo 14 de la Constitución,
no era algo novedoso, puesto que sus manifestaciones ya se encontraban en diferentes
disposiciones constitucionales.
2. Ahora bien, para que el proceso sea constitucionalmente adecuado, entre otras cosas, es
necesario que se respete, integralmente, el derecho de audiencia contemplado en el artículo
11 de la Constitución, ya que el mismo es un elemento esencial y configurativo del
instrumento de satisfacción de pretensiones señalado.
El derecho de audiencia, de acuerdo a lo que abundantemente la jurisprudencia ha dicho, es
un concepto abstracto en cuya virtud se exige que, antes de procederse a limitar la esfera
jurídica de una persona o a privársele por completo de un derecho, debe ser oída y vencida
con arreglo a las leyes.
El artículo 11 de la Constitución lo prevé expresamente y de su tenor no queda, ni ha
quedado, duda alguna acerca de su contenido estrictamente procesal. En efecto y por eso
justamente constituye una categoría vinculada estrechamente con el resto de derechos
tutelables a través del amparo, pues obviamente sólo respetando los límites que al respecto
se establecen, pueden limitarse categorías subjetivas jurídicamente protegibles, sin que
haya por ello vulneración a la Constitución.
Sucede entonces que el derecho de audiencia puede verse desde un doble enfoque a saber:
desde la inexistencia de proceso o procedimiento previo, o desde el incumplimiento de
formalidades de trascendencia constitucional necesarias al interior del mismo. En el primer
supuesto, la cuestión queda clara en tanto que la inexistencia de proceso o procedimiento dá
lugar, habiendo existido la necesidad de seguirlo, a la advertencia directa e inmediata de la
violación a la Constitución. En el segundo supuesto, sin embargo, necesario es analizar el
porqué de la vulneración alegada pese a la existencia de un proceso, el fundamento de la
violación y específicamente el acto que se estima fue la concreción de ella.
3. Por otra parte y respecto a la violación de la seguridad jurídica alegada, debe señalarse
que la Constitución de El Salvador, con carácter novedoso en el año de 1983, introdujo la
seguridad jurídica como categoría jurídica en el artículo 2. Esta, no obstante su autonomía y
sustantividad propia, regularmente tiene un carácter genérico en cuya virtud se resguardan
los demás derechos, ya sean previstos o no en la Constitución. Sus efectos se discurren
sobre el ordenamiento jurídico de manera directa y en especial sobre el poder público,
siendo por eso que funciona como garantía o coraza de protección de los gobernados y
como instrumento de viabilidad jurídica general, en la interactuación estatal.
Para que exista seguridad jurídica, no basta que los derechos aparezcan en forma enfática y
solemne en la Constitución, sino que es necesario que todos y cada uno de los gobernados
tenga un goce efectivo y cabal de los mismos. Por seguridad jurídica se entiende, pues, la
certeza que el individuo posee de que su situación jurídica no será modificada más que por
procedimientos regulares y autoridades competentes, ambos establecidos previamente. Por
ello la seguridad jurídica es capaz de crear el ambiente que permite al hombre vivir como
hombre, sin temor a la arbitrariedad y a la opresión, en el pleno y libre ejercicio de sus
derechos.
Existen diversas manifestaciones de la seguridad jurídica. Una de ellas es justamente la
prohibición de la arbitrariedad del poder público y más precisamente de los funcionarios
que existen en su interior. Estos se encuentran obligados a respetar los límites que la ley
prevé de manera permisiva para ellos, al momento de realizar una actividad en el ejercicio
de sus funciones. Un juez, está obligado a respetar la ley y sobre todo la Constitución al
momento de impartir justicia. Sus límites de actuación están determinados por una y otra.
Al respecto, este Tribunal en la sentencia de amparo 74-98 del quince de junio del año
recién pasado a la letra expresó que "(…) De tal manera que para que exista seguridad
jurídica no basta que los derechos aparezcan en forma enfática en la Constitución, sino que
es necesario que todos y cada uno de los gobernados tengan un goce efectivo de los
mismos. Es decir, que desde la perspectiva del derecho constitucional, la seguridad jurídica
es la condición resultante de la predeterminación hecha por el ordenamiento jurídico, de los
ámbitos de licitud e ilicitud en la actuación de los individuos, lo que implica una garantía
para los derechos fundamentales de una persona y una limitación a la arbitrariedad del
poder público, condiciones indispensables para la vigencia de un Estado Constitucional de
Derecho.(…)".
La seguridad jurídica constituye, pues, un derecho constitucional que tiene toda persona
frente al Estado y donde existe, respecto de éste, el correlativo deber primordial e
insoslayable de cumplir real y efectivamente la materialización de sus actos tendentes a la
concreción de las distintas manifestaciones que tal derecho posee. Claro está que ello
entendido como un deber de naturaleza positiva, traducido, no en un mero respeto o
abstención, sino en el cumplimiento de ciertos requisitos, condiciones, elementos o
circunstancias exigidas por el propio ordenamiento jurídico. De tal suerte que, sólo así, la
afectación de la esfera jurídica del gobernado será válida. Es decir, que todos y cada uno de
los gobernados deben tener un goce efectivo y cabal de sus derechos.
IV) Sobre la base de tales consideraciones teóricas es procedente analizar lo ocurrido,
demandado y probado en el presente amparo. El enfoque central del demandante puede
examinarse, de forma omnicomprensiva, desde los actos reclamados emitidos tanto por la
Cámara Tercera de Primera Instancia de la Corte de Cuentas, como por la Cámara de
Segunda Instancia de la misma, pero evaluados en su orden de realización cronológica y
desde la perspectiva de la supuesta inconstitucionalidad alegada.
1. En primer lugar se ha atacado la resolución dictada por la Cámara Tercera de Primera
Instancia de la Corte de Cuentas, en un juicio de cuentas, en virtud de la cual se declaró
inepta la demanda y se absolvió a los demandados dada la, al decir de aquélla,
incongruencia e inconsistencia de la misma.
Todo sucedió porque en el año de mil novecientos noventa y siete, la Dirección de
Responsabilidad de la Corte de Cuentas de la República emitió resolución declarando
responsabilidad patrimonial directa y conjunta, de conformidad al artículo 55 de la Ley de
la Corte de Cuentas de la República, por un monto determinado, para los miembros del
Concejo de Administración del Fondo de Inversión Social. Por tal razón y de conformidad
al artículo 64 de la ley en comento, era procedente que en un plazo no mayor de treinta
días, contados a partir de la notificación respectiva, la Fiscalía General de la República
presentara la demanda correspondiente, a efecto de seguir el juicio de cuentas, para ante la
Cámara competente de primera instancia de la misma Corte. Así, la representación fiscal,
pretensora de este amparo, inicio el juicio, el cual se sustanció hasta concluirlo; empero, al
final se adoptó un proveído diciéndose que por concurrir ciertos vicios, debía declararse
inepta la demanda y absolverse a los demandados. Esto transgrede, dijo el actor, un debido
proceso y la seguridad jurídica en tanto que el fundamento que tuvo la Cámara respectiva
para proveer tal decisión, está fuera de todo enfoque doctrinario ya que son sólo tres las
causas que pueden motivar la ineptitud y dentro de ellas no está la falta de "consistencia".
Además, señala que dicha resolución es contradictoria en tanto que la ineptitud y la
absolución, son dos figuras excluyentes y la Cámara demandada se pronunció respecto de
ambas en el fallo.
En efecto, existe en nuestro ordenamiento jurídico la figura de la ineptitud, preceptuada en
el artículo 439 del Código de Procedimientos Civiles el cual por un error de técnica
legislativa, se refiere a ella como de la acción, aunque la jurisprudencia en general ha dicho
que se trata de la demanda, o, más propiamente, de la pretensión. A través de ella se faculta
a cualquier juzgador a proveer una decisión inhibitoria, por entenderse que concurre alguna
situación especial generadora de un impedimento absoluto de juzgar el caso conforme a
derecho.
Tal figura, por su misma naturaleza, posee intrínsecamente dos elementos que la vuelven
singular: por un lado, la exclusiva posibilidad de dictarse en una sentencia en la última
etapa del proceso -nunca in limine litis o in persequendi litis-, que no por ello puede
calificarse como sentencia definitiva, pues, justamente, la ineptitud es generadora de una
inhibitoria, lo cual implica la imposibilidad de entrar a conocer sobre el fondo de lo
reclamado, como sí lo haría una sentencia definitiva propiamente tal. Por otro lado, el
segundo elemento, viene dado por el hecho que, como consecuencia de lo antes dicho, el
juez que se pronuncia sobre ella en una resolución, no puede, a su vez, absolver al
demandado o demandados, en tanto que la absolución constituye un típico reflejo de que ha
habido conocimiento de fondo.
Esta situación, razonada jurídicamente así frente al componente fáctico de la pretensión del
actor, conduce claramente a la convicción que la Cámara Tercera de Primera Instancia de la
Corte de Cuentas no actuó conforme a la Constitución, por cuanto dicha autoridad al haber
proveído la ineptitud también absolvió, con lo cual impidió a la demandante obtener una
tutela jurisdiccional apegada a la ley, de conformidad al artículo 11 de la Constitución. Esto
en virtud que la absolución mencionada –producto de una sentencia de fondo, que en este
caso no ha habido- hace que entren en juego las reglas de la cosa juzgada, con lo que se
inhabilita cualquier posibilidad ulterior de reclamo sobre lo mismo.
Ahora bien, todo esto conduce a la cuasi inexorable conclusión de que debe ampararse al
pretensor por tal motivo. Sin embargo, existe una situación ocurrida en el presente caso,
que es factor determinante de la decisión en este punto: es el hecho que la representación
fiscal apeló de tal resolución, siendo su consecuencia la anulación de la misma por parte de
la Cámara de Segunda Instancia. Por consiguiente, habiéndose mandado ya a anular la
decisión que la Fiscalía alega le causa agravio, se generaría un inútil dispendio analítico al
entrar a valorar la constitucionalidad o no de la actuación de la Cámara Tercera de Primera
Instancia. De esto se deduce, consecuentemente, que no se ha producido, con tal acto,
ningún agravio real y definitivo respecto de la pretensora, y, por lo tanto, tal situación
configura una razón suficiente para sobreseer a la Cámara Tercera de Primera Instancia de
la Corte de Cuentas, por tal actuación.
2. Con relación al segundo acto, el cual está constituido por la decisión de la Cámara de
Segunda Instancia de la Corte de Cuentas, que anuló la sentencia de la inferior y ordenó "se
cumpla con el derecho de audiencia consagrado en la Constitución de la República"
respecto de los demandados, el actor estima que la referida autoridad actuó mal, al no
habérsele mandado a oír o tenido como parte -a la Fiscalía General de la República-, en el
incidente de apelación promovido, tal como debe hacerse al sustanciar en segunda instancia
un recurso de esta naturaleza, violentándoseles así su derecho de audiencia, debido proceso
y la seguridad jurídica.
Sobre esto, debe partirse de las facultades procedimentales que posee la Cámara de
Segunda Instancia de la Corte de Cuentas para tramitar un recurso de apelación. Estas están
condicionadas, casi en su totalidad, por las reglas previstas para los jueces ordinarios en el
Código de Procedimientos Civiles. De tal modo, el artículo 1089 de ese cuerpo normativo,
prevé que dentro de las facultades que tiene la Cámara de Segunda Instancia, actuando,
precisamente, como tribunal de segunda, está la de anular la decisión del inferior, cuando
concurriere una causa de las previstas en el mismo Código.
Empero, funciona de modo diferente la actividad jurisdiccional cuando se ha cometido una
nulidad insubsanable. O cuando siendo subsanable es de las previstas en el artículo 1131
del mismo Código antes señalado. Si se trata de éstas, como puede ser la falta de
emplazamiento para contestar la demanda, tanto el juez de primera instancia como el de
segunda instancia, están facultados para declarar la nulidad, sin ningún trámite especial.
Esto dado el vicio que el legislador ha calificado como manifiestamente antijurídico y por
lo tanto que deba proveerse así.
Esto refleja que con dicha actuación no se violentó el derecho a un debido proceso, el
derecho de audiencia y la seguridad jurídica de la parte actora, por el hecho de no habérsele
mandado a oír o tenido por parte en el incidente de apelación, ya que lo advertido por la
Cámara de Segunda Instancia fue una nulidad de las establecidas en el artículo 1131 del
Código de procedimientos Civiles, en tal caso, dicho Tribunal, podía perfectamente
hacerlo, declarando la nulidad por falta de emplazamiento para contestar la demanda y
ordenar que las cosas volvieran al estado en el que se encontraban antes del acto
defectuoso.
En este sentido, la falta de audiencia que aduce el peticionario no es constitutiva de
violación de los derechos constitucionales invocados y por lo tanto debe desestimarse la
pretensión del actor respeto de este acto reclamado.
3. El tercer acto reclamado está constituido por la resolución pronunciada por la Cámara
Tercera de Primera Instancia de la Corte de Cuentas, en virtud de la cual ordenó anular,
como se le encomendó, lo actuado por ella misma, con la diferencia que se extralimitó
manifestando que debía anularte todo, inclusive la demanda.
Nuestro sistema está integrado por jerarquías no sólo normativas sino también funcionales.
Esto atiende a la necesidad de respetar, desde un punto de vista jurisdiccional, la
independencia y el principio democrático establecido por nuestra Constitución. Es por ello
que, al interior de la estructura compositiva de la Corte de Cuentas, desde su actividad
jurisdiccional, se crean para que funcionen diversos grados de conocimiento o instancias,
de tal forma que ante el fallo errado del inferior haya posibilidad de componer o
recomponer la situación, en aras de obtener una real concreción del cúmulo de garantías de
que es acreedor todo gobernado.
Cuando esto sucede, es decir, que se ponen en funcionamiento las diversas instancias,
obviamente debe tomarse en cuenta que, por razones de seguridad jurídica, el juez a quo
debe respetar y cumplir la decisión del superior, pues de no ser así, no existiría razón
jurídica alguna para la existencia de éste.
En el presente caso lo que ha ocurrido es que el inferior no acató la decisión del superior sin
motivo o razón alguna; por ello, con tal actuación, es evidente que se le están conculcando
los derechos constitucionales alegados por el Estado por medio de su representante -la
Fiscalía General de la República- ya que una declaratoria en tal sentido, además de no tener
asidero legal y no ser razonable jurídicamente -los actos nulos sólo pueden ser los de juez,
jamás los de partes, pues estos pueden ser eventualmente inadmisibles o improcedentesimpide la continuación del proceso en la instancia correspondiente e incluso de volver a
iniciar el reclamo, dado que el plazo hábil para tal efecto había expirado.
De tal suerte, con la actuación precisa señalada, la referida Cámara ha violentado el derecho
de audiencia en tanto que al no haberse seguido el proceso conforme a la ley, se le ha
obstaculizado a la parte actora la posibilidad de hacer efectiva la responsabilidad
patrimonial correspondiente declarada por la Dirección de Responsabilidades de la Corte de
Cuentas de la República, y seguridad jurídica por la extralimitación de funciones apuntada.
En tal sentido se colige que es procedente conceder el amparo solicitado.
V) El artículo 35 de la Ley de Procedimientos Constitucionales señala el efecto normal y
principal de la sentencia que concede el amparo, que es el efecto restitutorio, el cual debe
entenderse en sentido amplio; es decir, atendiendo a la doble finalidad del amparo: en
primer lugar el restablecimiento del orden constitucional violado; y, en segundo lugar, la
reparación del daño causado.
Reconocida por esta Sala la existencia de un agravio en la esfera jurídica de la Fiscalía
General de la República, la consecuencia lógica es reparar el daño, restaurando las cosas al
estado en que se encontraban antes de la ejecución del acto violatorio de derechos. Para el
caso, el efecto restitutorio deberá traducirse en la invalidez de la resolución pronunciada,
el dos de diciembre de mil novecientos noventa y ocho, por la Cámara Tercera de Primera
Instancia de la Corte de Cuentas de la República, por medio de la cual ordenó anular todo
lo actuado, incluyendo la demanda, en el juicio de cuentas promovido por la Fiscalía
General de la República contra los demandados Norma Haydee Rodríguez de Dowe,
Regina Pinto de Alfaro, Roberto Alejandro Sorto Fletes y Carlos Mejía Peña; en
consecuencia, la autoridad demandada deberá emitir una nueva resolución, dándole
cumplimento a lo ordenado por su tribunal superior, esto es, tener por invalidadas
únicamente las actuaciones posteriores al acto de emplazamiento para contestar la
demanda defectuoso o nulo –tal como lo acotó en su resolución la Cámara de Segunda
Instancia de la Corte de Cuentas- continuándose, según proceda, con la sustanciación del
respectivo juicio de cuentas conforme a derecho.
POR TANTO: a nombre de la República, con base a las razones expuestas y en aplicación
de los artículos 1, 2 y 11 de la Constitución y artículos 32, 33, 34 y 35 de la Ley de
Procedimientos Constitucionales, esta Sala FALLA: (a) Sobreséese en el presente proceso
a favor de la Cámara Tercera de Primera Instancia de la Corte de Cuentas por la supuesta
violación cometida con la resolución proferida el día doce de agosto de mil novecientos
noventa y ocho en virtud de la cual declaró inepta la demanda presentada por la Fiscalía
General de la República y a su vez absolvió a los demandados en el respectivo juicio de
cuentas (b) Declárase que no ha lugar el amparo solicitado contra la resolución
pronunciada por la Cámara de Segunda Instancia de la Corte de Cuentas, en virtud de la
cual se anuló la sentencia pronunciada por la Cámara Tercera de Primera Instancia de
la misma Corte y donde se ordenó el cumplimiento del derecho de audiencia de los
demandados en el juicio de cuentas, por haberse considerado que no ha habido violación
con ella al derecho de audiencia y a la seguridad jurídica alegados por la Fiscalía
Genera de la República; (c) Declárase que ha lugar el amparo solicitado contra la
resolución pronunciada por la Cámara Tercera de Primera Instancia de la Corte de
Cuentas, en virtud de la cual anuló todo lo actuado en el juicio de cuentas seguido por la
Fiscalía General de la República, incluyendo la demanda, por haberse considerado que
con tal actuación se ha violentado el derecho de audiencia y la seguridad jurídica del
Estado, d) vuelvan las cosas al estado en que se encontraban antes del acto reclamado, en el
sentido que deberá invalidarse la resolución pronunciada por la Cámara Tercera de Primera
Instancia de la Corte de cuentas, en virtud de la cual se anuló todo lo actuado en el juicio de
cuentas seguido por la Fiscalía General de la República; y (e) notifíquese.-------R.
HERNANDEZ VALIENTE-----J. E. TENORIO------MARIO SOLANO------J. ENRIQUE ACOSTA----------PRONUNCIADO POR LOS SEÑORES MAGISTRADOS QUE LO SUSCRIBEN---------------- E.
A. CADER CAMILOT -----------------RUBRICADAS-------
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