Asociación del consumo de frutos secos con la mortalidad total y

Anuncio
Asociación del consumo de frutos secos con la
mortalidad total y causa-específica
Ying Bao, M.D., Sc.D., Jiali Han, Ph.D., Frank B. Hu, M.D., Ph.D.,
Edward L. Giovannucci, M.D., Sc.D., Meir J. Stampfer, M.D., Dr.P.H.,
Walter C. Willett, M.D., Dr.P.H., and Charles S. Fuchs, M.D., M.P.H.
N Engl J Med 2013;369:2001-11. DOI: 10.1056/NEJMoa1307352
RESUMEN
Antecedentes
El aumento del consumo de frutos secos se ha asociado con una reducción del riesgo de
enfermedades crónicas importantes, incluidas la enfermedad cardiovascular y la diabetes
mellitus de tipo 2. Sin embargo, la asociación entre el consumo de frutos secos y la
mortalidad sigue sin estar clara.
Métodos
Se investigó la asociación entre el consumo de frutos secos y la posterior mortalidad total y
causa-específica entre 76.464 mujeres del Nurses’ Health Study (Estudio de salud de las
enfermeras, 1980–2010) y 42.498 hombres del Health Professionals Follow-up Study
(Estudio de seguimiento de profesionales de la salud, 1986–2010). Se excluyó a los
participantes con antecedentes de cáncer, cardiopatía o ictus. Se evaluó el consumo de
frutos secos al inicio y se actualizó cada 2-4 años.
Resultados
Durante el seguimiento anual de 3.038.853 personas, murieron 16.200 mujeres y
11.229 hombres. El consumo de frutos secos estuvo inversamente relacionado con la
mortalidad total entre mujeres y hombres tras el ajuste de los factores de riesgo conocidos o
sospechados. El hazard ratio multivariante agrupado de muerte entre los participantes que
consumieron frutos secos, frente a los que no los consumieron, fueron de 0,93 (intervalo de
confianza [IC] del 95% de 0,90 a 0,96) para el consumo de frutos secos menos de una vez a
la semana, 0,89 (IC del 95% de 0,86 a 0,93) para el consumo una vez a la semana, 0,87 (IC
del 95% de 0,83 a 0,90) para el consumo de 2 a 4 veces a la semana, 0,85 (IC del 95% de
0,79 a 0,91) para el consumo de 5 a 6 veces a la semana y 0,80 (IC del 95% de 0,73 a 0,86)
para el consumo 7 o más veces a la semana (p < 0,001 para la tendencia). También se
observaron asociaciones inversas significativas entre el consumo de frutos secos y las
muertes por cáncer, cardiopatía y enfermedad respiratoria.
Conclusiones
En dos grandes cohortes independientes de enfermeras y otros profesionales de la salud, la
frecuencia del consumo de frutos secos se asoció de forma inversa con la mortalidad total y
causa específica independientemente de otros factores pronóstico de muerte. (Financiado
por los National Institutes of Health y la International Tree Nut Council Nutrition Research
and Education Foundation.)
Descargado de nejm.org el 25 de noviembre de 2013. Para uso personal exclusivo. Quedan prohibidos otros usos sin autorización.
Copyright © 2013 Massachusetts Medical Society. Todos los derechos reservados.
Los frutos secos son alimentos muy nutritivos ricos en ácidos grasos insaturados, fibra,
vitaminas, minerales y muchas otras sustancias bioactivas, como antioxidantes fenólicos y
fitoesteroles.1,2 En estudios observacionales y ensayos clínicos se ha sugerido que el
consumo de frutos secos tiene un efecto beneficioso sobre la cardiopatía coronaria1 y sus
biomarcadores intermedios (p. ej., el colesterol en sangre).3 Basándose en estos resultados,
la FDA (Food and Drug Administration) estadounidense concluyó en 2003 que para la
mayoría de los frutos secos, el consumo de 43 g (1.5 oz) al día como parte de una dieta baja
en grasas “puede reducir el riesgo de cardiopatía.”4 Más recientemente, en un ensayo
aleatorizado de prevención primaria en el que participaron personas con riesgo
cardiovascular elevado se demostró una reducción significativa en los eventos
cardiovasculares importantes entre los participantes a los que se les asignó una dieta
mediterránea (uno de cuyos componentes era el aporte complementario de nueces,
avellanas o almendras) frente a la dieta de control.5
En estudios observacionales y de intervención sobre el consumo de frutos secos también se
han observado reducciones en diferentes mediadores de enfermedades crónicas, como el
estrés oxidativo,6,7 la inflamación,8 la adiposidad visceral,9 la hiperglucemia,6,9,10 la
resistencia a la insulina11,12 y la disfunción endotelial.13 En estudios de cohortes
prospectivos, el aumento del consumo de frutos secos se ha asociado con una reducción del
riesgo de diabetes mellitus de tipo 2,14-16 síndrome metabólico,17 cáncer de colon,18
hipertensión,19 enfermedad por cálculos biliares,20,21 diverticulitis22 y muerte por
enfermedades inflamatorias.23
A pesar de estas asociaciones inversas entre el consumo de frutos secos y varias
enfermedades crónicas importantes, existen pocos estudios que hayan investigado el
consumo de frutos secos en relación con la mortalidad total, y estas investigaciones a
menudo se han visto limitadas debido a muestras pequeñas, una única evaluación de la
dieta y otras covariables o un ajuste insuficiente de otros factores de confusión
importantes.24-31 Por consiguiente, en el presente estudio se examinó la asociación entre el
consumo de frutos secos y la mortalidad total y causa-específica en dos estudios de
cohortes independientes de gran tamaño Nurses’ Health Study y Health Professionals
Follow-up Study. En estos estudios se proporcionan mediciones repetidas de la dieta
(incluidos datos por separado de frutos secos de cáscara y cacahuetes), una gran cantidad
de datos sobre variables de confusión conocidas o sospechadas, 30 años de seguimiento y
datos de más de 27.000 muertes para análisis.
MÉTODOS
Población del estudio
El Nurses’ Health Study (NHS) es un estudio de cohortes prospectivo de
121.700 enfermeras procedentes de 11 estados de EE. UU. que fueron incluidas en 1976. El
Health Professionals Follow-up Study (HPFS) es un estudio de cohortes prospectivo de
51.529 profesionales sanitarios varones procedentes de los 50 estados de EE. UU. que
fueron incluidos en 1986. Cada 2 años, se envían cuestionarios de seguimiento para
actualizar la información médica y sobre el estilo de vida. Las tasas de seguimiento superan
el 90% en cada ciclo de 2 años para ambas cohortes.
Para este análisis, se definió el inicio como el año del primer cuestionario de frecuencia de
consumo de alimentos validado en cada estudio: 1980 para el NHS y 1986 para el HPFS. Al
inicio, 92.468 mujeres del NHS y 49.934 hombres del HPFS cumplimentaron el cuestionario
sobre alimentación. Se excluyó a 5.611 mujeres y 5.939 hombres con antecedentes de
cáncer, cardiopatía o ictus; 1.113 mujeres y 340 hombres que no proporcionaron
información sobre el consumo de frutos secos y 9.280 mujeres y 1.157 hombres que no
proporcionaron información sobre medidas antropométricas o actividad física. En los análisis
finales se incluyó a 76.464 mujeres en el NHS y 42.498 hombres en el HPFS.
Los autores asumen toda la responsabilidad por los análisis y la interpretación de los datos
de este estudio. Los patrocinadores de este estudio no intervinieron en su diseño ni en su
realización, ni en la obtención, el procesamiento, el análisis o la interpretación de los datos,
ni tampoco en la preparación, revisión o aprobación del artículo original. El estudio fue
aprobado por los comités de investigación en seres humanos del Brigham and Women’s
Hospital y de la Harvard School of Public Health, y todos los participantes proporcionaron el
consentimiento informado por escrito. Además, el estudio fue aprobado por el Comité de
investigación en seres humanos del Departamento de Salud Pública de Connecticut
(EE. UU.) y algunos de los datos utilizados en el estudio se obtuvieron del Departamento de
Salud Pública de Connecticut.
Evaluación de la alimentación
El consumo alimentario se evaluó mediante el uso de cuestionarios de frecuencia de
consumo de alimentos validados administrados cada 2-4 años. En los cuestionarios sobre
alimentación de 1980 y 1984, se preguntó a los participantes con qué frecuencia habían
consumido una ración de frutos secos (tamaño de la ración, 28 g [1 oz]) durante el año
anterior: nunca o casi nunca, de una a tres veces al mes, una vez a la semana, de dos a
cuatro veces a la semana, de cinco a seis veces a la semana, una vez al día, de dos a
tres veces al día, de cuatro a seis veces al día o más de seis veces al día. En los
cuestionarios sobre alimentación posterior, la pregunta sobre los frutos secos se dividió en
dos puntos: frutos secos de cáscara y cacahuetes. El consumo total de frutos secos se
definió como el consumo de frutos secos de cáscara y cacahuetes. En un estudio de
validación del cuestionario de frecuencia de consumo de alimentos se indicó que el registro
del consumo de frutos secos era razonablemente preciso; el coeficiente de correlación fue
de 0,75 para la correlación entre el consumo evaluado en el cuestionario sobre alimentación
inicial y el consumo evaluado en cuatro registros alimentarios de 1 semana.32
Determinación de las muertes
El criterio de valoración principal del estudio fue la muerte por cualquier causa. Se
efectuaron búsquedas sistemáticas en los registros civiles de los distintos estados
norteamericanos y en el Índice nacional de defunción. Esta búsqueda se acompañó de
informes de familiares y autoridades postales. Mediante estos métodos, se pudo identificar
más del 98% de las muertes de cada cohorte.33
Un médico que desconocía los datos sobre el consumo de frutos secos y otros factores de
riesgo revisó certificados de defunción e historiales médicos para clasificar la causa de la
muerte de acuerdo con las revisiones octava y novena de la Clasificación Internacional de
Enfermedades. Las muertes se agruparon en nueve categorías principales (Tabla S1 del
Apéndice complementario disponible con el texto completo de este artículo en NEJM.org).
Análisis estadístico
Para una mejor representación de la dieta a largo plazo y para minimizar cualquier efecto de
la variación intraindividual, se calculó el promedio acumulado del consumo de frutos secos.
Puesto que los participantes pueden modificar sus patrones de alimentación tras el
diagnóstico de una enfermedad importante, se suspendió la actualización posterior de todas
las variables alimentarias cuando los participantes comunicaron un diagnóstico de ictus,
cardiopatía, angina de pecho o cáncer, si bien el seguimiento continuó hasta la muerte o el
final del período de estudio.
Se utilizaron modelos de riesgos proporcionales de Cox para calcular los hazard ratios y los
intervalos de confianza del 95%. Los modelos multivariantes se ajustaron por factores
pronóstico de muerte conocidos o sospechados. Se calcularon los valores de p para la
tendencia mediante la prueba de Wald de una variable de puntuación basándose en la
mediana de raciones de frutos secos consumidos por día para cada categoría de consumo
de frutos secos. También se utilizó una regresión de splines cúbicos restringidos para
modelar la asociación de forma flexible.
Se realizaron varios análisis de sensibilidad para comprobar la robustez de los resultados.
Con el fin de minimizar la influencia del tabaquismo o un índice de masa corporal (IMC, el
peso en kilogramos dividido entre la estatura en metros al cuadrado) demasiado bajo o alto
sobre los resultados, se excluyó a los participantes que habían fumado alguna vez o con un
IMC inferior a 18,5 o superior a 40. También se excluyó a los participantes con diabetes al
inicio y se suspendió la actualización de las variables alimentarias tras un diagnóstico de
diabetes durante el seguimiento del estudio. Para evaluar la influencia del consumo total de
sodio, la adherencia a la dieta mediterránea (evaluada según la puntuación de dieta
mediterránea34) y el consumo de aceite de oliva sobre los resultados, se llevaron a cabo
análisis por separado con ajuste de cada una de estas variables. Por último, se realizó un
análisis en el que se continuó con la actualización de las variables alimentarias incluso
después de que un participante comunicara un diagnóstico de una enfermedad crónica
importante.
Con el fin de abordar la preocupación de que las enfermedades crónicas ocultas en los años
anteriores a su diagnóstico pudieran haber influido en los patrones alimentarios, en el
análisis en el que se actualizaba de forma continua la información alimentaria tras el
diagnóstico de una enfermedad crónica, se excluyeron los datos de los primeros 2 años de
seguimiento y se añadió un período de 2 años entre la evaluación del consumo de frutos
secos y cada período de seguimiento (p. ej., en el NHS, se utilizó el consumo de frutos
secos del cuestionario de 1980 para el período de seguimiento entre 1982 y 1984, y así
sucesivamente).
Para abordar la posibilidad de confusión residual por las variables medidas, también se
efectuó un ajuste para una puntuación de propensión que reflejara asociaciones del
consumo de frutos secos con las demás variables en el modelo ajustado por múltiples
variables.35 Por otra parte, para calcular la influencia de los factores de confusión no
medidos en los resultados, se utilizó el análisis de sensibilidad matricial descrito por
Schneeweiss36 para determinar qué fuerza y desequilibrio debería tener el factor de
confusión para reducir una asociación y que esta no tuviera significación. Se llevaron a cabo
análisis secundarios independientes para los frutos secos de cáscara y cacahuetes, así
como análisis estratificados por otros factores de riesgo. Para estos análisis, se combinaron
categorías de consumo elevado de frutos secos para mantener la potencia estadística. La
prueba del cociente de verosimilitudes se utilizó para comprobar si había interacción.
Los cocientes de riesgos instantáneos de los modelos multivariantes de cada cohorte se
agruparon utilizando el modelo de efectos aleatorios, que tuvo en cuenta la heterogeneidad
entre los estudios. Se calcularon los valores de p para la heterogeneidad con el estadístico
Q. Los análisis se realizaron con el paquete de estadística SAS (versión 9.1, SAS Institute).
Las pruebas estadísticas fueron bilaterales y se consideró que los valores de p inferiores a
0,05 indicaban significación estadística
RESULTADOS
Consumo de frutos secos y factores alimentarios y del estilo de vida
Durante el período de seguimiento del estudio, el consumo de frutos secos se mantuvo
relativamente constante (Tabla S2 del Apéndice complementario). En comparación con los
participantes que consumieron frutos secos con menor frecuencia, aquellos que
consumieron frutos secos con mayor frecuencia eran más delgados, presentaban una menor
probabilidad de fumar y una mayor probabilidad de realizar ejercicio y consumir
complementos multivitamínicos; también consumían más frutas y verduras y bebían más
alcohol (Tabla 1 y Tabla S3 del Apéndice complementario).
* Los valores con ± son medias ± DE. Todas las variables a excepción de la edad están estandarizadas por edad. Los resultados de
mujeres y hombres por separado se muestran en la Tabla S3 del Apéndice complementario. La frecuencia del consumo de frutos secos
hace referencia a una ración, definida como 28 g de frutos secos.
Consumo de frutos secos y mortalidad total
Durante 30 años de seguimiento (2.135.482 personas/año) entre las mujeres del NHS, se
documentaron 16.200 muertes, y durante 24 años de seguimiento (903.371 personas/año)
entre los hombres del HPFS, se documentaron 11.229 muertes. Los análisis ajustados por
edad y por multivariantes revelaron una asociación inversa significativa entre la frecuencia
del consumo de frutos secos y la mortalidad total tanto en las mujeres como en los hombres
(Tabla 2). Los valores de p para la heterogeneidad entre mujeres y hombres fueron
superiores a 0,05 para todas las categorías de consumo de frutos secos; por lo tanto, se
agruparon los resultados de estos estudios de cohortes independientes. Los hazard ratios
multivariantes agrupados de muerte entre los participantes que comieron frutos secos, frente
a los que no los comieron, fueron de 0,93 (intervalo de confianza [IC] del 95% de 0,90 a
0,96) para el consumo de frutos secos menos de una vez a la semana, 0,89 (IC del 95% de
0,86 a 0,93) para el consumo una vez a la semana, 0,87 (IC del 95% de 0,83 a 0,90) para el
consumo de 2 a 4 veces a la semana, 0,85 (IC del 95% de 0,79 a 0,91) para el consumo de
5 a 6 veces a la semana y 0,80 (IC del 95% de 0,73 a 0,86) para el consumo de 7 o más
veces a la semana (p < 0,001 para la tendencia). Los splines cúbicos restringidos mostraron
un patrón parecido al del análisis categórico, y se observaron patrones parecidos entre las
mujeres y los hombres (Fig. S1 del Apéndice complementario).
* Los análisis multivariantes se ajustaron por edad; raza; índice de masa corporal; nivel de actividad física; condición de fumador, si se
realizó una exploración física para fines de selección, uso actual de multivitamínicos y uso actual de ácido acetilsalicílico; antecedentes
familiares de diabetes mellitus, infarto de miocardio o cáncer; antecedentes personales de diabetes mellitus, hipertensión o
hipercolesterolemia; consumo total de calorías, alcohol, carne roja o procesada, frutas y verduras; y, en mujeres, menopausia y uso de
hormonas.
Para obtener más información sobre estas variables, véase la Figura S1 del Apéndice complementario. La frecuencia del consumo de
frutos secos hace referencia a una ración, definida como 28 g de frutos secos.
† Los resultados del modelo multifactorial se combinaron con el modelo de efectos aleatorios. p > 0,05 para la heterogeneidad entre
mujeres y hombres en todas las categorías de consumo de frutos secos.
Consumo de frutos secos y mortalidad causa-específica
En los análisis multivariantes, el consumo de frutos secos se asoció de forma inversa al
riesgo de las principales causas de muerte entre mujeres y hombres (Fig. 1 y Tabla S4 del
Apéndice complementario). En el análisis agrupado de mujeres y hombres, se observaron
asociaciones inversas significativas para las muertes por cáncer, cardiopatía y enfermedad
respiratoria (Tabla 3).
* Los análisis multivariantes se ajustaron por edad; raza; índice de masa corporal; nivel de actividad física; condición de fumador; si se
realizó una exploración física para fines de selección; uso actual de multivitamínicos y uso actual de ácido acetilsalicílico; antecedentes
familiares de diabetes mellitus, infarto de miocardio o cáncer; antecedentes personales de diabetes mellitus, hipertensión o
hipercolesterolemia; consumo total de calorías, alcohol, carne roja o procesada, frutas y verduras; y, en mujeres, menopausia y uso de
hormonas. Para obtener más información sobre estas variables, véase la Figura S1 del Apéndice complementario. Los resultados de
mujeres y hombres se combinaron con el modelo de efectos aleatorios. p > 0,05 para la heterogeneidad entre mujeres y hombres en
todas las categorías de consumo de frutos secos. Los resultados de mujeres y hombres por separado se muestran en la Tabla S4 del
Apéndice complementario. La frecuencia del consumo de frutos secos hace referencia a una ración, definida como 28 g de frutos secos.
Las categorías de 5 veces por semana y 7 o más veces por semana se combinaron para mantener la potencia estadística. N indica el
número de años-persona.
Figura 1. Hazard ratios multivariante agrupados de muerte por cualquier causa y por causas específicas, en función de la
frecuencia del consumo de frutos secos y el tipo de fruto seco.
Hazard ratios multivariante agrupados de muerte entre los participantes que consumieron frutos secos dos o más veces por semana
frente a los que nunca consumieron frutos secos se ajustaron por edad; raza; índice de masa corporal; nivel de actividad física; condición
de fumador, si se realizó una exploración física para fines de selección, uso actual de multivitamínicos y uso actual de ácido
acetilsalicílico; antecedentes familiares de diabetes mellitus, infarto de miocardio o cáncer; antecedentes personales de diabetes mellitus,
hipertensión o hipercolesterolemia; consumo total de calorías, alcohol, carne roja o procesada, frutas y verduras; y, en mujeres,
menopausia y uso de hormonas. Para obtener más información sobre estas variables, véase la Figura S1 del Apéndice complementario.
Los resultados se agruparon con el modelo de efectos aleatorios. p > 0,05 para la heterogeneidad entre mujeres y hombres en todas las
categorías de consumo de frutos secos. Los cálculos del riesgo para otras categorías de consumo de frutos secos se muestran en la
Tabla S8 del Apéndice complementario. Las líneas horizontales representan los intervalos de confianza del 95%.
Análisis de sensibilidad
La asociación inversa significativa entre el consumo de frutos secos y la mortalidad total
prácticamente no registró cambios cuando se excluyó a los participantes que habían fumado
alguna vez o con un IMC extremadamente alto o bajo; cuando se excluyó a los pacientes
con diabetes al inicio y se suspendió la actualización de las variables alimentarias tras el
diagnóstico de diabetes; cuando se ajustó por consumo total de sodio, la puntuación de
dieta mediterránea, el consumo de aceite de oliva y una puntuación de propensión que
predijo los niveles de consumo de frutos secos; cuando se continuó actualizando la
información alimentaria después del diagnóstico de una enfermedad crónica; y cuando se
excluyó a los primeros 2 años de seguimiento y se añadió un período de 2 años entre la
evaluación del consumo de frutos secos y cada período de seguimiento (Tabla S5 del
Apéndice complementario). Además, en el análisis de sensibilidad matricial36 se demostró
que un factor de confusión no medido debería haber estado fuertemente asociado a la
mortalidad (p. ej., riesgo relativo predicho ≤ 0,60) o sustancialmente desequilibrado entre los
participantes que comieron frutos secos y aquellos que no los comieron (p. ej., diferencia
≥ 40% en la prevalencia entre los que comieron frutos secos siete o más veces a la semana
y los que nunca los comieron) con el fin de atenuar la asociación inversa lo suficiente como
para que dejara de ser significativa (Tablas S6 y S7 del Apéndice complementario).
Análisis de subgrupos
En los análisis independientes del consumo de frutos secos de cáscara y cacahuetes, las
asociaciones con la mortalidad total y causa-específica fueron similares para los dos tipos
de frutos secos (Fig. 1 y Tabla S8 del Apéndice complementario). Cuando el consumo de
frutos secos dos o más veces a la semana se comparó con la ausencia de consumo de
frutos secos, los hazard ratios ajustados por multivariantes agrupados de muerte fueron de
0,88 (IC del 95% de 0,84 a 0,93) para los cacahuetes y de 0,83 (IC del 95% de 0,79 a 0,88)
para otros frutos secos.
En los análisis estratificados por otros posibles factores de riesgo de muerte, la asociación
inversa entre el consumo de frutos secos y la mortalidad total se mantuvo en todos los
subgrupos (Fig. 2 y Tabla S9 del Apéndice complementario). Aunque se observó una
asociación inversa significativa en todos los estratos del IMC, la asociación fue mayor entre
los participantes con sobrepeso u obesidad que entre los de peso normal (p = 0,04 para la
interacción).
Figura 2. Hazard ratios multivariante agrupados de muerte por cualquier causa en los subgrupos.
Hazard ratios multivariante agrupados de muerte por cualquier causa entre los participantes que consumieron frutos secos dos o más
veces por semana frente a los que nunca consumieron frutos secos se ajustaron por edad; raza; índice de masa corporal; nivel de
actividad física; condición de fumador, si se realizó una exploración física para fines de selección, uso actual de multivitamínicos y uso
actual de ácido acetilsalicílico; antecedentes familiares de diabetes mellitus, infarto de miocardio o cáncer; antecedentes personales de
diabetes mellitus, hipertensión o hipercolesterolemia; consumo total de calorías, alcohol, carne roja o procesada, frutas y verduras; y, en
mujeres, menopausia y uso de hormonas. Para obtener más información sobre estas variables, véase la Figura S1 del Apéndice
complementario. Los resultados se agruparon con el modelo de efectos aleatorios. p > 0,05 para la heterogeneidad entre mujeres y
hombres en todas las categorías de consumo de frutos secos. Los cálculos del riesgo para otras categorías de consumo de frutos secos
se muestran en la Tabla S9 del Apéndice complementario. Las líneas horizontales representan los intervalos de confianza del 95%.
DISCUSIÓN
En dos grandes cohortes prospectivas de EE. UU. se halló una asociación inversa
significativa y dependiente de la dosis entre el consumo de frutos secos y la mortalidad total,
después del ajuste por posibles factores de confusión. En comparación con los participantes
que no comieron frutos secos, aquellos que consumieron frutos secos siete o más veces a la
semana presentaron una tasa de mortalidad un 20% inferior. Se observaron asociaciones
inversas para la mayoría de las principales causas de muerte, como cardiopatía, cáncer y
enfermedades respiratorias. Los resultados fueron similares para los frutos secos de
cáscara y cacahuetes, y la asociación inversa se mantuvo en todos los subgrupos.
Los resultados de este estudio coinciden con los hallazgos de estudios previos más
pequeños. El Adventist Health Study demostró que el consumo de frutos secos cinco o más
veces a la semana, en comparación con menos de una vez a la semana, se asoció con una
reducción de la mortalidad total entre las personas blancas,24 negras25 y ancianas,26 con
hazard ratios de 0,56 a 0,82. Asimismo, un estudio de una cohorte del Reino Unido,27 el
Iowa Women’s Health Study28 el Netherlands Cohort Study 30 y un análisis anterior del
NHS29 demostraron asociaciones inversamente significativas entre el consumo de frutos
secos y la mortalidad total. Por último, en un análisis secundario reciente en el marco del
ensayo PREDIMED (Prevención con Dieta Mediterránea)31 se observó un hazard ratio de
muerte de 0,61 (IC del 95% de 0,45 a 0,83) para el consumo de más de tres raciones a la
semana, frente a ningún consumo de frutos secos.
Existen varias explicaciones posibles de nuestros hallazgos. Las asociaciones observadas
podrían reflejar confusión por variables no medidas o medidas de forma insuficiente. Sin
embargo, los participantes de ambas cohortes proporcionaron medidas detalladas y
repetidas de la dieta y el estilo de vida, lo que permitió controlar de forma minuciosa una
serie de posibles factores de confusión. Con el fin de minimizar aún más la confusión por las
variables medidas, se utilizó el método de puntuación de la propensión para ajustar las
diferencias entre los grupos de comparación, y los resultados prácticamente no registraron
cambios. Además, la asociación inversa se mantuvo en todos los subgrupos definidos por
los posibles factores de confusión, lo que también sugiere una asociación independiente. No
se puede descartar la posibilidad de confusión por factores desconocidos; sin embargo, en
el análisis de sensibilidad matricial36 se demostró que un posible efecto de confusión debería
haber sido bastante importante para modificar de forma significativa las asociaciones
observadas en este estudio. Habida cuenta del gran número de factores de confusión
importantes incluidos en nuestro análisis, todos ellos actualizados periódicamente a lo largo
del seguimiento del estudio, parece improbable que dicho efecto de confusión no medido
importante pudiera explicar por completo las asociaciones.
La causalidad inversa es otra posible explicación de nuestros hallazgos, puesto que las
personas con una enfermedad crónica y un estado de salud deficiente podrían abstenerse
de comer frutos secos. No obstante, en el estudio se excluyó a los participantes con
antecedentes de cáncer, cardiopatía o ictus al inicio y se suspendió la actualización posterior
de todas las variables alimentarias cuando los participantes comunicaron un diagnóstico de
ictus, cardiopatía, angina de pecho o cáncer. Además, los resultados siguieron siendo
significativos tras excluir los primeros 2 años de seguimiento y añadir un período de 2 años
entre la evaluación del consumo de frutos secos y cada período de seguimiento.
Es posible que exista la preocupación de que el consumo frecuente de frutos secos pueda
provocar un aumento de peso. Sin embargo, en estas dos cohortes, el aumento del
consumo de frutos secos se asoció con un menor aumento de peso.37 Asimismo, en otros
estudios de cohortes y ensayos clínicos prospectivos, un mayor consumo de frutos secos se
asoció con una reducción del perímetro de la cintura, 38 un menor aumento de peso39,40 y una
reducción del riesgo de obesidad.40
Los aspectos destacables de este estudio son su diseño prospectivo, una muestra grande,
30 años de seguimiento con una tasa de seguimiento excelente y la evaluación repetida de
las variables alimentarias y del estilo de vida. No obstante, este estudio presenta
limitaciones. Puesto que el consumo de frutos secos fue notificado por los propios
participantes, es inevitable que haya algunos errores de medición. Sin embargo, se pudo
reducir el error de medición aleatorio mediante el cálculo del promedio del consumo de
frutos secos acumulado a partir de múltiples puntos temporales. Además, puesto que los
datos alimentarios se recopilaron de forma prospectiva, la notificación errónea podría ser
aleatoria, lo que daría lugar a una subestimación de la asociación. Puesto que se
desconocía cómo se habían preparado los frutos secos (p. ej., con sal, con especias,
tostados o crudos), no se pudo examinar la influencia del método de preparación sobre la
mortalidad. La restricción de la muestra del estudio a profesionales sanitarios podría reducir
la posibilidad de generalizar los resultados, aunque también podría minimizar la confusión
residual por el estatus socioeconómico. Además, es improbable que los procesos
metabólicos difieran entre los profesionales de la salud y la población general.
Teniendo en cuenta la naturaleza observacional de este estudio, no puede concluirse que la
asociación inversa observada entre el consumo de frutos secos y la mortalidad refleje la
causa y el efecto. Sin embargo, nuestros datos coinciden con una gran cantidad de datos de
ensayos clínicos y observaciones que respaldan los beneficios para la salud del consumo de
frutos secos para numerosas enfermedades crónicas.14-23 Además, los nutrientes de los
frutos secos, como los ácidos grasos insaturados, la proteína de alta calidad, la fibra, las
vitaminas (p. ej., el ácido fólico, el ácido nicotínico y la vitamina E), los minerales (p. ej., el
potasio, calcio y magnesio) y las sustancias fitoquímicas (p. ej., los carotenoides,
flavonoides
y
fitoesteroles)
pueden
conferir
propiedades
cardioprotectoras,
anticarcinógenas, antiinflamatorias y antioxidantes.1,2 De hecho, en ensayos clínicos se ha
demostrado que el consumo de frutos secos tiene efectos beneficiosos en algunos
marcadores intermedios de enfermedades crónicas, como niveles elevado de colesterol,3 la
oxidación,6,7 la disfunción endotelial,13 la hiperglucemia6,10 y la resistencia a la insulina.11,12
Además, los hallazgos recientes del ensayo PREDIMED han revelado un efecto protector de
la dieta mediterránea frente a la enfermedad cardiovascular, y un componente de esta dieta
era la ingesta de un promedio de 30 g de frutos secos al día.5
En conclusión, nuestro análisis de las muestras de estos dos estudios de cohortes
prospectivos demostró asociaciones inversamente significativas entre el consumo de frutos
secos y la mortalidad total y causa-específica. Sin embargo, las observaciones
epidemiológicas establecen asociaciones, no causalidad, y no todos los hallazgos de
estudios observacionales se han confirmado en ensayos clínicos aleatorizados y
controlados.
Financiado con ayudas de los National Institutes of Health (UM1 CA167552, P01 CA055075, P01 CA87969, R01
HL60712, R01 CA124908, P50 CA127003 y 1U54 CA155626-01) y la International Tree Nut Council Nutrition
Research and Education Foundation.
Las declaraciones de intereses proporcionadas por las autores están disponibles con el texto completo de este
artículo en NEJM.org.
Agradecemos a los participantes y al personal de los estudios Nurses’ Health Study y Health Professionals
Follow-up Study su valiosa contribución.
Acceso al artículo original y tablas del apéndice complementario.
http://www.nejm.org/doi/pdf/10.1056/NEJMoa1307352
Bibliografía
1. Kris-Etherton PM, Hu FB, Ros E, Sa-baté J. The role of tree nuts and peanuts in the
prevention of coronary heart disease: multiple potential mechanisms. J Nutr
2008;138:1746S-1751S.
2. González CA, Salas-Salvadó J. The po- tential of nuts in the prevention of cancer. Br J
Nutr 2006;96:Suppl 2:S87-S94. [Erra- tum, Br J Nutr 2008;99:447-8.]
3. Sabaté J, Oda K, Ros E. Nut consump- tion and blood lipid levels: a pooled analy- sis of
25 intervention trials. Arch Intern Med 2010;170:821-7.
4. Qualif ied health claims: letter of en- forcement discretion — nuts and coro- nary
heart disease. Rockville, MD: Food and Drug Administration, July 14, 2003.
5. Estruch R, Ros E, Salas-Salvadó J, et al. Primary prevention of cardiovascular dis- ease
with a Mediterranean diet. N Engl J Med 2013;368:1279 90.
6. Jenkins DJ, Kendall CW, Josse AR, et al. Almonds decrease postprandial glycemia,
insulinemia, and oxidative damage in healthy individuals. J Nutr 2006;136:2987- 92.
7. Torabian S, Haddad E, Rajaram S, Banta J, Sabaté J. Acute effect of nut consumption on plasma total polyphenols, antioxidant capacity and lipid peroxida- tion. J
Hum Nutr Diet 2009;22:64-71.
8. Jiang R, Jacobs DR Jr, Mayer-Davis E, et al. Nut and seed consumption and in- f
lammatory markers in the Multi-Ethnic Study of Atherosclerosis. Am J Epidemiol
2006;163:222-31.
9. O’Neil CE, Keast DR, Nicklas TA, Fulgoni VL III. Nut consumption is asso- ciated with
decreased health risk factors for cardiovascular disease and metabolic syndrome in U.S.
adults: NHANES 1999-2004. J Am Coll Nutr 2011;30:502-10.
10. Jenkins DJ, Kendall CW, Banach MS, et al. Nuts as a replacement for carbohy- drates
in the diabetic diet. Diabetes Care 2011;34:1706-11.
11. Casas-Agustench P, López-Uriarte P, Bulló M, Ros E, Cabré-Vila JJ, Salas-Salvadó J. Effects of one serving of mixed nuts on serum lipids, insulin resistance and inf
lammatory markers in patients with the metabolic syndrome. Nutr Metab Cardiovasc Dis
2011;21:126-35.
12. Tapsell LC, Batterham MJ, Teuss G, et al. Long-term effects of increased di- etary
polyunsaturated fat from walnuts on metabolic parameters in type II diabetes. Eur J Clin
Nutr 2009;63:1008-15.
13. Ma Y, Njike VY, Millet J, et al. Effects of walnut consumption on endothelial function in
type 2 diabetic subjects: a ran- domized controlled crossover trial. Diabe- tes Care
2010;33:227-32.
14. Jiang R, Manson JE, Stampfer MJ, Liu S, Willett WC, Hu FB. Nut and peanut butter
consumption and risk of type 2 diabetes in women. JAMA 2002;288:2554-60.
15. Villegas R, Gao YT, Yang G, et al. Le- gume and soy food intake and the inci- dence of
type 2 diabetes in the Shanghai Women’s Health Study. Am J Clin Nutr 2008;87:162-7.
16. Pan A, Sun Q, Manson JE, Willett WC, Hu FB. Walnut consumption is associat- ed with
lower risk of t ype 2 diabetes in women. J Nutr 2013;143:512-8.
17. Fernández-Montero A, Bes-Rastrollo M, Beunza JJ, et al. Nut consumption and
incidence of metabolic syndrome after
6-year follow-up: the SUN (Seguimiento Universidad de Navarra, Universit y of Navarra
Follow-up) cohort. Public Health Nutr 2013;16:2064 72.
18. Singh PN, Fraser GE. Dietary risk fac- tors for colon cancer in a low-risk popula- tion. Am
J Epidemiol 1998;148:761-74.
19. Djoussé L, Rudich T, Gaziano JM. Nut consumption and risk of hypertension in US male
physicians. Clin Nutr 2009;28: 10-4.
20. Tsai CJ, Leitzmann MF, Hu FB, Willett WC, Giovannucci EL. A prospective co- hort
study of nut consumption and the risk of gallstone disease in men. Am J Epidemiol
2004;160:961-8.
21. Idem. Frequent nut consumption and decreased risk of cholecystectomy in women.
Am J Clin Nutr 2004;80:76-81.
22. Strate LL, Liu YL, Syngal S, Aldoori WH, Giovannucci EL. Nut, corn, and pop- corn
consumption and the incidence of diverticular disease. JAMA 2008;300:907-14.
23. Gopinath B, Buyken AE, Flood VM, Empson M, Rochtchina E, Mitchell P.
Consumption of polyunsaturated fatt y acids, f ish, and nuts and risk of inf lam- matory
disease mortality. Am J Clin Nutr 2011;93:1073-9.
24. Goldstein MR, Fraser GE, Sabate J, Beeson WL. Nuts, nuts good for your heart . .
. ? Arch Intern Med 1992;152:2507, 2511.
25. Fraser GE, Sumbureru D, Pribis P, Neil RL, Frankson MA. Association among health
habits, risk factors, and all-cause mortality in a black California popula- tion.
Epidemiology 1997;8:168-74.
26. Fraser GE, Shavlik DJ. Risk factors for all-cause and coronary heart disease
mortality in the oldest-old: the Adventist Health Study. Arch Intern Med 1997;157: 2249-58.
27. Mann JI, Appleby PN, Key TJ, Thoro- good M. Dietary determinants of is- chaemic
heart disease in health conscious individuals. Heart 1997;78:450-5.
28. Ellsworth JL, Kushi LH, Folsom AR. Frequent nut intake and risk of death from
coronary heart disease and all causes in postmenopausal women: the Iowa
Women’s Health Study. Nutr Metab Cardiovasc Dis 2001;11:372-7.
29. Baer HJ, Glynn RJ, Hu FB, et al. Risk factors for mortality in the Nurses’ Health Study: a
competing risks analysis. Am J Epidemiol 2011;173:319-29.
30. van den Brandt PA. The impact of a Mediterranean diet and healthy lifestyle on
premature mortality in men and wom- en. Am J Clin Nutr 2011;94:913-20.
31. Guasch-Ferré M, Bulló M, Martínez- González MA, et al. Frequency of nut
consumption and mortalit y risk in the PREDIMED nutrition intervention trial. BMC Med
2013;11:164.
32. Salvini S, Hunter DJ, Sampson L, et al. Food-based validation of a dietary questionnaire: the effects of week-to-week variation in food consumption. Int J Epi- demiol
1989;18:858-67.
33. Rich-Edwards JW, Corsano KA, Stampfer MJ. Test of the National Death Index
and Equifax Nationwide Death Search. Am J Epidemiol 1994;140:1016-9.
34. Trichopoulou A, Costacou T, Bamia C, Trichopoulos D. Adherence to a Mediterranean diet and survival in a Greek population. N Engl J Med 2003;348:2599- 608.
35. D’Agostino RB Jr. Propensity score methods for bias reduction in the compari- son of a
treatment to a non-randomized control group. Stat Med 1998;17:2265-81.
36. Schneeweiss S. Sensitivity analysis and external adjustment for unmeasured confounders in epidemiologic database stud- ies of therapeutics. Pharmacoepidemiol Drug
Saf 2006;15:291-303.
37. Mozaffarian D, Hao T, Rimm EB, Wil- lett WC, Hu FB. Changes in diet and life- style and
long-term weight gain in women and men. N Engl J Med 2011;364:2392- 404.
38. Salas-Salvadó J, Fernández-Ballart J, Ros E, et al. Effect of a Mediterranean diet
supplemented with nuts on metabolic syndrome status: one-year results of the PREDIMED
randomized trial. Arch Intern Med 2008;168:2449-58.
39. Bes-Rastrollo M, Sabaté J, Gómez- Gracia E, Alonso A, Martínez JA, Mar- tínezGonzález MA. Nut consumption and weight gain in a Mediterranean cohort: the SUN study.
Obesity (Silver Spring) 2007; 15:107-16.
40. Bes-Rastrollo M, Wedick NM, Marti- nez-González MA, Li TY, Sampson L, Hu FB.
Prospective study of nut consumption, long-term weight change, and obesity risk in women.
Am J Clin Nutr 2009;89:1913-9.
Descargar