El Instrumento Perfecto, Manos

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Timbres postales colección Beatríz Rodríguez Espinosa de los Monteros + Fotografías Leo Matiz
MUSEO DE FILATELIA DE OAXACA, A.C. PRESIDENTE VITALICIO Alfredo Harp Helú
PRESIDENTE Enrique Trigueros Legarreta / VICEPRESIDENTA María Isabel Grañén Porrúa
DIRECCIÓN GENERAL Eduardo Barajas Mendoza / MUSEOGRAFÍA Edú Nieto Cabral / Alejandro
Cruz Ramírez / Lorena Gómez Cárdenas / DISEÑO José Ignacio Zárate Huizar / Gokigenyo García
©D.R. 2010 Fundación Leo Matiz
©D.R. 2010 Los autores, por sus textos.
©D.R. 2010 Museo de la Filatelia de Oaxaca, A.C.
Reforma 504, Centro Histórico, 68000, Oaxaca, Oax. México
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio
o procedimiento, sin el consentimiento por escrito de los titulares de los derechos.
Impreso y hecho en México.
DOS MIL DIEZ
ES UN AÑO DE
CONCENTRACIÓN Y
REFLEXIÓN
EN TORNO
A MOMENTOS
Y PROCESOS
QUE CAMBIAN
Y TRANSFORMAN.
Para el MUFI la lectura es visual, es imagen y es encuentro entre discursos y disciplinas.
el instrumento perfecto manos, es una manera visual de leer aquello que
impulsa y revuelve, que transforma. Son las manos el testimonio de cambio, de
creación, de construcción, de personalidad y carácter, y son ellas las protagonistas de un encuentro entre sellos, fotografías y palabras.
La colección de la Doctora Beatriz Rodríguez Espinosa de los Monteros, una
importante colección filatélica internacional en nuestro país, da forma a la
anatomía de las manos y dialoga con una expresiva selección de imágenes
capturadas por la mano viajera de Leo Matiz, fotógrafo colombiano nacido en
1917 en Aracataca y quien viviera en México por muchos años, y que por cierto, fuera cartero en la oficina de correos y telégrafos de Bogotá en los años 30.
El lenguaje de las manos, las manos en los sellos postales y las manos bajo
el lente de Leo Matiz, son la inspiración de las palabras que Antonio Deltoro
y Víctor García hilvanan para fotografiar esta imagen de lenguaje universal
sobre este instrumento perfecto, las manos.
eduardo barajas mendoza
director general del museo de filatelia de oaxaca
Timbres postales colección Beatríz Rodríguez Espinosa de los Monteros + Fotografías Leo Matiz
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CON LA INVENCIÓN DEL SELLO,
Antonio DELTORO
EL SERVICIO POSTAL
SE CONVIRTIÓ EN UN
MUSEO EN MOVIMIENTO,
CAPAZ DE LLEGAR A LOS
LUGARES MÁS LEJANOS.
los sobres son el equivalente de los muros de un museo, muros diminutos que
llevan imágenes coleccionables, que pueden también formar una plaza pública
en la que todas las naciones estén representadas y que no sea la torre de Babel,
pues el idioma de la imagen es universal.
Los sellos son a la geografía lo que los pájaros a los cielos y, sin embargo, los
filatelistas, las personas enamoradas de los sellos, a riesgo de parecer crueles,
los capturan y los meten en cajas. Gracias a su pasión, a esta pasión, a un mismo tiempo cosmopolita y cerrada, simples mortales como nosotros podemos
asomarnos a innumerables mundos en pequeño formato. Porque además de
ese museo múltiple, disperso, itinerante y siempre inconcluso, formado por los
sellos viajeros, hay un museo asentado, dedicado a la filatelia como éste en
Oaxaca. Un museo de timbres postales es quizás de las cosas más entrañables
y bellas que existen; tiene, por la pequeñez de su objeto museográfico, el sello,
algo de Alicia en el país de las maravillas, simultáneamente a que puede dar
cuenta de lo divino y de lo humano.
TIMBRES POSTALES COLECCIÓN BEATRÍZ RODRÍGUEZ ESPINOSA DE LOS MONTEROS + FOTOGRAFÍAS LEO MATIZ
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(ceylon) sri lanka 1958
Ahora, los invito a la aventura y juntos descubriremos
paso a paso, las actividades en las que interviene la
protagonista de esta historia, hasta superar sus limitaciones físicas y transformarse en símbolo de los más
altos valores del espíritu.
españa 2005
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Los filatelistas son una elite muy refinada que se aleja de la mayoría de los
mortales, los que, después de escribir una carta, ajenos a la belleza y al lenguaje de los sellos, aplican la lengua en su reverso. En cambio, los filatelistas,
apasionados de los sellos, casi más que de las cartas, los toman con pinzas,
los observan con lupa, los guardan, como los entomólogos a las mariposas,
archivados en cajas. Las pasiones que los sellos les despiertan son del género
diminutivo que cultiva la gente sedentaria a la que le fascinan los mundos
cerrados del cajón y la lupa, al tiempo que son viajeros en la inmensidad inabarcable y calidoscópica del universo. Una colección de sellos supone la
existencia previa del filatelista. Supone unidos en un mismo ser un niño y un
adulto: un niño con la seriedad de un adulto, un adulto con la capacidad de
juego de un niño.
Pero el sello, más allá de las colecciones y de los coleccionistas, es también
un salvoconducto para lo íntimo; a los sellos los llevan los sobres guiados por
sentimientos e intereses que sólo atañen a quienes están a uno y otro lado de
la carta. Una misiva donde se anuncia una ruptura amorosa puede llevar en el
sobre un sello con un puente conmemorando una obra pública; una petición
de matrimonio, un sello que recuerde las Guerras Púnicas o una matanza. El
sello, por fabuloso y bello que sea, frente a la escritura y lectura de la carta,
es un intruso que da noticias ajenas a las de la correspondencia, eso sí, muy
interesantes y prodigiosas. El sello se pone al servicio de los estados, difunde
las buenas causas, hace campañas mundiales contra el hambre y el sida, por
la salud y la paz, pero sobre todo, suele ser un fragmento de belleza que se
cuela por el buzón a la casa. El sello es un diminuto cartel en una pared de
papel, hecho para ser contemplado a unos centímetros, pero que ha viajado
kilómetros.
Para quienes no somos coleccionistas, los sellos están adheridos a las cartas que recibimos, los miramos un poquito antes de abrir el sobre; a veces,
si la carta merece conservarse la devolvemos a su envoltorio con cuidado y
miramos el sello nuevamente. Y sin embargo, pese a nuestra distracción, a
los sellos les debemos muchos descubrimientos y aprendizajes: nombres de
países, faunas, floras, colores, rostros y placeres. A veces abrimos un cajón y
descubrimos cartas y fotografías del pasado; al mirarlas afloran de nuevo los
afectos y los sellos nos traen otra vez maravillas olvidadas.
Las cartas al entrar a la casa se convierten en huéspedes, sobre todo si las
recibimos de gente que queremos y los sellos adheridos a ellas se funden
con las caligrafías de los remitentes. En una comunidad que apenas recibe
cartas, me imagino que los sellos son una posesión secreta que sólo algunas
veces se saca del cajón y se enseña. Supongo que si se han recibido cinco o
seis cartas y no más en la vida, los sellos deben ser un talismán, un amuleto,
una ventana a lo lejano y misterioso. Creo que estos son los sellos más valiosos.
EL INSTRUMENTO PERFECTO MANOS
TIMBRES POSTALES COLECCIÓN BEATRÍZ RODRÍGUEZ ESPINOSA DE LOS MONTEROS + FOTOGRAFÍAS LEO MATIZ
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portugal 1996
Al final del primer año, el sentido del tacto le
permite reconocer texturas y formas.
liechtenstein 2000
La mano abierta golpeando contra la otra,
marca el ritmo, aplaude o es señal
de aprobación.
EL INSTRUMENTO PERFECTO MANOS
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En contraste con el colorido dominante de los sellos, pero tan viajeras como
ellos (Leo Matiz fue un fotógrafo itinerante y aventurero), todas las fotografías que se presentan en esta exposición y todas las que conozco del artista
colombiano son en blanco y negro. ¿Por qué nos fascina la fotografía en blanco y negro si conocemos la riqueza cromática del mundo? Creo que en fotografía los colores se acaban más rápido que las formas: hay algo de eterno en
la fotografía en blanco y negro, algo que incluso se anticipa al instante en el
que el fotógrafo captó lo que captó y que perdurará al margen de la historia,
como las esculturas griegas sobreviven más allá de su color original. Creo que
la fotografía en blanco y negro es un arte más esencialmente temporal que el
de la fotografía en color; en este sentido tiene algo de música: no es sólo un
instante lo que se imprime en el negativo, es el tiempo vivido hasta entonces
por el retratado y, en la retina del que ve la fotografía, el tiempo pasado desde que fue atrapado el tiempo difunto; no sólo es un instante, sino también
un continuo.
Los sellos y fotografías que se presentan en esta exposición están vinculados
entre sí porque tienen como fondo las manos; pueden variar de temas y países,
pero en todos están presentes estos apéndices fundamentales. Las manos están a la vista de todos y en contacto con todas las cosas; son el instrumento
humano por excelencia, vínculo de cariño y placer, cuando acarician; cuando
agreden, puños, armas de guerra; cuando examinan son cuidadosas; cuando
hacen, hábiles; participan en la comunicación con los gestos, que son uno de
los orígenes del lenguaje simbólico.
Las manos son el hombre, las manos hacen al hombre y a lo que el hombre es
y hace. Esta exposición lo proclama. En cada una de sus piezas, en cada uno
de los sellos y fotografías que la componen, las manos aparecen manifestando con su mera presencia, algunas veces con sencillez extrema, esta verdad:
las manos, las nuestras, las antiguas y las recientes, las blancas y las negras,
las de mujer y las de hombre, las de niño o bebé, las de anciano o las de joven,
las de deportista o las de músico, las de obrero o escritor son las creadoras
del hombre, a ellas, a las manos les debemos lo que somos; entre otras cosas,
los sellos y las fotografías.
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