TÍTULO / TÍTULO: COMUNICACIÓN PÚBLICA DE LA CIENCIA: DEL MONÓLOGO ALFABETIZADOR AL DIÁLOGO EPISTÉMICO Y SUS CONDICIONANTES AUTOR / AUTOR: Dra. Carina G. Cortassa INSTITUIÇÃO / INSTITUCIÓN: Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad Nacional de Entre Ríos CORREIO ELETRÔNICO / CORREO ELECTRÓNICO: [email protected] EIXO / EJE: Comunicación científica (eje 1) PALAVRAS-CHAVE / PALABRAS CLAVE: diálogo epistémico - asimetría cognitiva y simbólica - interfaz comunicacional RESUMO / RESUMEN Durante las últimas décadas, los retos conceptuales y empíricos al programa del déficit cognitivo condujeron a la renovación de los estudios de comprensión y comunicación públicas de la ciencia. Las interfaces se perciben actualmente como instancias para promover el diálogo, la discusión y el debate entre expertos y ciudadanos, más que como mecanismos de alfabetización y/o popularización. Este artículo aborda un tópico central de las líneas más recientes de investigación: el modo en que se construyen las dimensiones de credibilidad y confianza públicas de y en la ciencia que intervienen en las relaciones entre los agentes, mediada por las prácticas de interfaz. En la Introducción se describe la interacción que entablan científicos, públicos y divulgadores, signada por los condicionamientos que imponen la heterogeneidad cognitiva y simbólica de los participantes. A continuación, se presentan resultados de una investigación reciente: se analiza el modo en que la reputación y confiabilidad de las instancias mediadoras se articula con la autoridad epistémica conferida a los expertos como garantía del conocimiento difundido, y se discuten una serie de actitudes del público derivadas de ello. A modo de conclusión, se examina de qué manera esta aproximación contribuye a generar nuevos interrogantes para el estudio de las bases teóricas de la divulgación y comunicación públicas de la ciencia. Introducción Durante las últimas dos décadas, los retos conceptuales y empíricos al programa clásico del déficit cognitivo han conducido a la renovación de los estudios de comprensión pública de la ciencia. Dichos cuestionamientos cubren un rango que abarca aspectos epistemológicos, teóricos y metodológicos, entre los cuales se destacan: a) la refutación empírica de la hipótesis de asociación lineal entre conocimientos y actitudes (Pardo y Calvo, 2002 y 2004; Peters Peters, 2003; Durant et al., 2003); b) las objeciones a la validez teórica del concepto de “alfabetización” y sus indicadores -la denominada Escala Oxford de Conocimiento Científico- (Layton, 1986; Cámara Hurtado y López Cerezo, 2007; Bauer y Schoon, 1993); c) las dudas fundadas sobre la fiabilidad metodológica de algunas de las cuestiones y coeficientes estadísticos aplicados para la recolección y análisis de la información en las encuestas de percepción (Layton, ob.cit; Pardo y Calvo; 2004). Por su parte, la corriente de estudios etnográfico-contextuales surgida durante los años ’90 (la obra de B. Wynne es representativa de sus planteamientos generales; véanse también Wynne & Irwin, 1996; Irwin y Michael, 2003) inaugura una etapa de crítica global que impacta sobre todos los planos de la estructura y agenda del campo. Basada en aportes provenientes de la Sociología del Conocimiento Científico -y, de manera más amplia, de las corrientes de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología- esta perspectiva pone en tela de juicio de manera holística al programa clásico: cuestiona sus supuestos epistemológicos, la definición de conceptos básicos y su método de investigación. Significativamente, como consecuencia de ello, en quince años transcurridos entre el reconocido Informe Bodmer (Bodmer, 1985) y el documento Science & Society (House of Lords, 2000), la expresión “comprensión pública de la ciencia” -public understanding of science- pasó de título y estandarte disciplinar a ser considerada una etiqueta que: “(…) quizás no sea la categoría más apropiada. (…) Se argumenta que los términos implican la asunción condescendiente de que las dificultades en la relación entre ciencia y sociedad se deben enteramente a la ignorancia y la falta de comprensión de parte del público; y que con suficientes actividades en esa dirección el público obtendría mayor conocimiento con lo cual todo iría mejor. Ese enfoque se percibe inadecuado por muchos de nuestros asesores: el Consejo Británico ha llegado a llamarlo ‘anticuado y potencialmente desastroso.” (House of Lords, ob.cit.) Sin afirmar una hegemonía sin fisuras, es innegable el afianzamiento de lo que S. Miller (2001) denomina el “Triángulo de las Tres D” -diálogo, discusión y debate- como la base sobre la que se asienta actualmente la mayor parte de la producción disciplinar. La atención sobre las formas en que se entabla la comunicación entre científicos y públicos ha logrado desplazar a la que concitara durante décadas la tríada “interés, conocimientos y actitudes”, no sólo en el ámbito de la investigación sino también en el marco de las políticas públicas sobre cultura científica. El énfasis en las propuestas de promoción del diálogo -reiterado a lo largo del discurso de Science and Society- constituye un buen ejemplo del avance de las premisas del enfoque etnográfico-contextual entre las principales recomendaciones para las iniciativas prácticas en el plano de las estrategias de comunicación: “reconstruir la confianza requiere una mejora en la comunicación en ambas direcciones: una nueva disposición hacia el diálogo. (…) Diferentes instituciones están realizando un excelente trabajo para mejorar la comprensión pública de la ciencia. Sin embargo, todas esas instituciones deben responder también en términos de la disposición al diálogo y la discusión. (…) Un cambio cultural a favor de un diálogo directo, abierto y oportuno [con el público] debe tener implicaciones para los asesores científicos, para los Consejos de Investigación, y para los propios científicos.” (ibíd., el destacado es personal) El desplazamiento epistemológico del modelo deficitario hacia las formas de interacción que entablan expertos y públicos trae aparejada la necesidad de reorientar el interés sobre la función de las instancias de interfaz, entendida en términos clásicos como la de agentes de alfabetización, hacia otros modos en que éstas participan de las prácticas mediante las cuales circula socialmente el conocimiento. En particular, los resultados de investigación que se presentan y discuten en las próximas secciones abordan el modo en que las interfaces intervienen en la construcción de los procesos de credibilidad y confianza públicas en la ciencia, como una pre-condición necesaria para el establecimiento del diálogo entre expertos y ciudadanos. Para no abundar en aspectos ya desarrollados en otras oportunidades (Cortassa, C., 2007 y 2008), es menester señalar que dichos resultados se insertan e interpretan en el marco de un modelo conceptual más amplio que puede sintetizarse, grosso modo, en las siguientes premisas: 1. El diálogo que entablan científicos y públicos a través de la mediación de un agente de interfaz conforma un tipo particular de interacción socio-epistémica mediante la cual es posible compartir socialmente el conocimiento científico. 2. Las tres grupos de agentes se involucran en el intercambio bajo ciertas constricciones que imponen sus condiciones de asimetría cognitiva y heterogeneidad cultural, las cuales determinan la forma que adopta la relación e intervienen sobre su curso y resultados. 3. Las posiciones asimétricas respecto del conocimiento en juego suponen un grado de dependencia de unos hacia otros e imponen a la relación de intercambio cognitivo un carácter testimonial: aceptar la palabra del otro requiere de una serie de actitudes entre las que se cuentan -básicamente- la de deferencia a la autoridad epistémica, la asignación de credibilidad a informantes reputados como fiables en cuyo discurso es posible depositar confianza. 4. La heterogeneidad de las respectivas representaciones sociales sobre la ciencia -los sujetos, valores, intereses y prácticas que la configuran- generan un complejo de expectativas y valoraciones, que inciden en el modo en que los agentes se implican en la interacción, están en la base de sus actitudes y, por ende, condicionan los resultados del intercambio. Método Los resultados que se presentan en la siguiente sección corresponden a una investigación de campo más amplia, de índole cualitativa, que abarcó a los tres grupos de agentes -científicos, públicos e interfaces- que participan del proceso de distribución y comprensión pública de la ciencia (Cortassa, C., en prensa); si bien los datos que se analizan en esta oportunidad conciernen exclusivamente al público. La recolección de información se realizó mediante la técnica de grupos de discusión focal. La muestra estuvo compuesta por 45 casos entre 20 y 75 años, y fue estratificada por cuotas en función de tres variables: 1) género, 2) edad y 3) nivel educativo. En la conformación de los grupos focales se optó por la alternativa de homogeneidad intragrupal en relación con las variables 2 y 3 y de heterogeneidad inter-grupal (Morgan, D., 1997). El modo de reclutamiento de las unidades de observación fue por contacto, por bola de nieve y por convocatoria abierta mediante publicación en un periódico-. En total se realizaron 8 grupos de discusión, con un promedio de 6 participantes c/u, y una duración promedio de 1: 30’. Los mismos tuvieron lugar entre los meses de julio y setiembre de 2007. La observación fue semi-estructurada, en base a un cuestionario previo que contenía un segmento específico destinado a recabar información acerca de las categorías: 1) credibilidad de las fuentes científicas de una afirmación; 2) credibilidad de las agencias de interfaz; 3) atributos que conforman la representación de un informante fiable; 4) actitudes -aceptación, rechazo, suspensión del juicio- frente a la afirmación. La discusión era motivada mediante la lectura de dos artículos periodísticos de divulgación científica, que daban cuenta de sendos hallazgos en los campos de la astronomía -el descubrimiento de vapor de agua en la atmósfera de un planeta extrasolar- y de la física -el desarrollo de un mecanismo láser que permite superar el límite de difracción de la luz visible (1). La información fue procesada en diversas etapas mediante el programa Atlas/ti para el análisis cualitativo de datos textuales (2). Resultados Frente a una afirmación científica, los ciudadanos legos no cuenta con elementos que le permitan fundamentar un juicio independiente acerca de su validez, en función del cual adoptar una actitud razonable respecto de ella. Esto es, la decisión de aceptar, rechazar o suspender el juicio respecto del conocimiento no puede basarse en consideraciones de índole estrictamente epistémica: en primer lugar, el público no ha obtenido por sí mismo la evidencia que lo sustenta sino que tiene un acceso vicario a ella, a través de la palabra de las fuentes expertas que la producen; asimismo, por su carácter altamente especializado, tampoco puede valorar la calidad científica o técnica de esas evidencias o razones. De allí la situación de dependencia epistémica radical en que se encuentra, referida en el apartado 2. En esas circunstancias, la posibilidad de apropiarse de determinado conocimiento requiere del público ejercer una actitud de deferencia: delegar sus competencias cognitivas en un tercero, al cual se confiere cierta forma de autoridad y se lo acredita como merecedor de confianza: es, en primer lugar, epistémicamente fiable (competente) para generar y justificar sus afirmaciones; y, en segundo lugar, se lo estima confiable desde el punto de vista moral (honesto y sincero en el proceso cognitivo y en la comunicación del conocimiento producido). La aceptación, bajo estas condiciones, del testimonio ofrecido por el experto y transmitido por las agencias de interfaz permite al lego apropiarse de un conocimiento que no hubiera podido obtener de otro modo. Desde un enfoque de epistemología social, el fenómeno de la comprensión pública de la ciencia constituye un caso particular de las interacciones sociales que permiten compartir conocimiento entre los miembros de una comunidad epistémica. Se caracteriza por dos rasgos fundamentales: es una interacción indirecta, mediada, y tiene por objeto un tipo de conocimiento altamente especializado. Cualquier afirmación científica sobre el mundo -pongamos por caso, acerca de la existencia de agua en un planeta extrasolar, la estructura del ADN, la clonación de organismos, o la superación del límite de difracción de la luz- llega al público mediante una relación testimonial en cadena en la cual “A -el científicodice p a B -la interfaz-; B dice p a C -el público-; y C acepta / no acepta p.” La intervención del agente de interfaz hace más complejos los procesos de asignación de crédito que están en la base de la actitud de deferencia epistémica, pues supone percibir no uno sino dos sujetos informantes respecto de los cuales valorar su fiabilidad. Eso conduce a interrogarnos: ¿quién es el garante de las afirmaciones científicas que circulan públicamente? ¿En quién deposita el público su confianza, o no, cuando se trata de decidir?: - Se cree por el soporte. Quiero decir: un libro de Borges puede dar los más entrañables detalles de una cosa, astronómica, matemática, lo que sea, pero de entrada sabés que es ficción. Cuando lo dice un científico en un diario, la lectura es diferente. La semana pasada leí un cuento sobre alguien que clonó a su enamorada y lo asumí como tal, sabía que no había pasado. Pero si leo en un diario serio que en un laboratorio se clonó a un humano, lo voy a creer. (1-7) (3) A la par de la escasa ingenuidad con que el público manifiesta sus reticencias frente a la pretendida objetividad de los medios, también reconoce la existencia de un pacto tácito entablado con ellos: “si está editado en la prensa, se cree” (1-7). Un pacto o contrato de lectura claramente diferente al que se establece, por ejemplo, con la literatura, y que sitúa a los hechos o afirmaciones científicas en un marco no digamos inicialmente de verdad pero sí, como mínimo, de no ficción (4). Sin embargo -como aclara la participante al señalar el requisito de seriedad del periódico- el crédito no alcanza a todos los medios por igual ni el voto de confianza se extiende de manera indiscriminada. Por el contrario, el público juzga la confiabilidad de las agencias mediadoras en función de una serie de imágenes y expectativas previas como parte de los mecanismos involucrados en la recepción, aceptación o rechazo de las afirmaciones científicas que ellas le acercan. Y su reputación asume una entidad tan propia en la cadena de circulación del conocimiento que en ocasiones resulta difícil distinguir quién es para el público el garante de los contenidos de la divulgación, el científico o la interfaz, pues ambas figuras se solapan y alternan constantemente. El mismo contenido puede resultar aceptable o no dependiendo de la imagen del contexto de publicación y, más aún, que será considerado conocimiento científico o una patraña en función del mismo criterio. En este sentido, por ejemplo, el estatus epistemológico de la proposición “existe agua en un planeta extrasolar” está sujeto al medio que la recoja y difunda: - El contexto en el que se dice, en que se publica, es lo que le da legitimidad: confiamos tanto en que los descubrimientos son ciertos como que el artículo es cierto, que el periodista se informó con fuentes coherentes o... ¿cómo se dice? Fidedignas, eso... (5-1) - Sí, por ejemplo: si yo leo esto en Internet no sé si le daría mucha credibilidad, ni importancia. Pero cuando lo lee en un diario, o lo ve en la tele... (5-4) - Ojo: en la tele, en programas que se pueden creer, porque si lo del agua [en un planeta extrasolar] lo ves en Infinito no te da certeza de nada, al contrario. (5-1) - Sí, claro, digo en los programas o en los canales científicos, o en un noticiero. Llegan de un medio al cual le das una importancia, una seriedad. Pero si lo leo en Internet o lo veo en Infinito sé que no tiene mucho aval, que lo más probable es que sean macanas (5). (5-4) La siguiente tabla sintetiza cuatro tipos de reacción del público frente a una afirmación con pretensión de ser valorada y aceptada como conocimiento, caracterizadas a partir de las incidencias registradas en las discusiones focales. Cada una de ellas se corresponde con sendas formas de articulación entre las presunciones acerca de la credibilidad de la fuente científica original y del medio que las traslada al público. Tabla Nº 1: Actitudes del público frente a la credibilidad diferencial de expertos e interfaces Credibilidad Credibilidad del de la fuente mediador Actitud Referencia típica - Si lo descubrió la NASA y después lo Positiva Positiva (a) Aceptación publica La Nación, entonces no te quepa ninguna duda de que es cierto. (5-4) - Cuando lo dice un científico tendés a creer, pero a veces no tenés cómo evaluar. Si Positiva Negativa (b) Duda aparece en Clarín no hay problemas, pero si es una revista que no te da confianza, lo tomás con pinzas (7-2) - A los técnicos de las papeleras no les podés creer, porque nunca van a admitir que Negativa Positiva (c) Duda contaminan. Pero si lo ves en TN te plantea la duda, porque uno piensa que no dirían algo que supieran de entrada que es mentira. (4-1) - Si un documental de Infinito te muestra a uno de esos locos [miembro de la secta Negativa Negativa (d) Rechazo raeliana] diciendo que clonó a alguien, quedáte tranquilo porque seguro que no pasó nada. (1-2) Discusión La primera y última filas presentan situaciones no problemáticas, en las cuales los prejuicios acerca de la fuente experta y la agencia de interfaz concurren en dirección semejante, positiva o negativa, y se refuerzan como motivadores de la disposición del individuo a aceptar o rechazar la información en cuestión sin mayor inconveniente. Significativamente los fragmentos citados incluyen una referencia a la sensación de tranquilidad que eso genera entre los sujetos, la certeza de que en cada caso admitir o desechar esas afirmaciones es la actitud más apropiada en tales circunstancias. Los segmentos centrales resultan, como es evidente, mucho más interesantes pues dan cuenta de los modos en que se resuelven posibles conflictos de credibilidad dispar entre la fuente testimonial original y la instancia mediadora; los cuales, en función de lo registrado, se inclinarían en el sentido de las atribuciones asignadas a la segunda. En (b), el descrédito de la interfaz matiza negativamente el crédito de la experticia: la confianza depositada en un miembro indefinido de la comunidad científica -anclada en el estereotipo del científico como un sujeto al cual “tiende a creerse”- se ve disminuida cuando no la merece el medio concreto que transmite su palabra. A la inversa, (c) muestra que la elevada reputación de una emisora televisiva puede conferir por lo menos el beneficio de la duda a una afirmación en principio destinada al rechazo taxativo, respaldando con su capital de autoridad social a un testimoniante a priori invalidado por considerárselo parte interesada en una controversia. Lo que muestra la tabla es la complejidad de los mecanismos de atribución de crédito a una afirmación científica entre los miembros del público, cuyo carácter cabal sería inaprehensible si se omite del análisis el rol de los agentes mediadores. Desde que la circulación social del conocimiento científico se produce a través de una sucesión de testimonios -del especialista a la interfaz, de la interfaz a la audiencia-, su resultado en términos de aceptación o rechazo dependerá del juicio del destinatario final acerca de la fiabilidad de todos los informantes previos. Las representaciones y expectativas que los legos mantienen acerca de ellos se conjugan en la recepción de las afirmaciones que los expertos emiten y los divulgadores transmiten. Esa valoración doble y articulada da lugar a las múltiples situaciones descritas, y torna en ocasiones difícil determinar cuál de ambas instancias constituye para el público el aval necesario y suficiente que motiva la actitud de deferencia al conocimiento recibido. Conclusión Los desplazamientos en curso en el campo de Public Understanding of Science impactan necesariamente sobre los estudios paralelos que abordan a las interfaces comunicacionales como un agente per se del proceso de circulación y apropiación social del conocimiento científico. La reorientación del interés del tándem epistémico y práctico “conocimientos-actitudes/alfabetización” hacia el de “contexto-confianza/diálogo” impone revisar la agenda de investigación de la comunicación y divulgación de la ciencia en un sentido coherente con las nuevas demandas. En este artículo he esbozado un núcleo de cuestiones que se abren a partir de analizar el modo en que los miembros del público valoran la fiabilidad de los informantes a través de los cuales obtienen conocimiento científico: no sólo las fuentes expertas que lo producen sino, al propio tiempo, los agentes de interfaz que lo distribuyen. Los resultados sugieren un nudo gordiano que interesa en particular comenzar a desanudar: si en toda relación testimonial el problema de la valoración de la calidad del informante es un aspecto central para justificar la adopción de una actitud de deferencia epistémica, en esta relación en particular la cuestión adquiere rasgos propios cuya relevancia torna imprescindible continuar explorando. Lo que indican los datos es que la intervención de la interfaz hace más compleja la distribución de roles en la interacción entre científicos y públicos; y, como consecuencia de ello, no siempre es posible determinar con precisión a qué agente -experto o mediador- corresponde la asignación de crédito del lego, que justifica la actitud que adopte frente a la información. Las observaciones realizadas sugieren que hay un punto de interés no menor en el modo en que se conjugan o interfieren mutuamente la autoridad epistémica y social de los expertos con la autoridad social de las agencias de interfaz en la recepción pública del conocimiento, que requiere y merece ser profundizado por los estudios que abordan las bases teóricas de la comunicación y divulgación de la ciencia. NOTAS (1) Respectivamente “Hay agua en un planeta extrasolar” (La Nación -Arg.-, 12/07/07). “Superlente: un nuevo mecanismo “reduce” las ondas de luz” (La Nación -Arg.-, 13 / 07 / 07) (2) El Atlas/ti forma parte de un conjunto de programas informáticos conocidos como CAQDAS (Computer Assisted Qualitative Data Analysis Software) (3) Las intervenciones de los participantes de los grupos focales se refieren mediante el nº asignado al grupo en primer lugar y, a continuación, el nº que identifica al individuo en la muestra. La notación 1-7 significa que la intervención fue extraída del grupo focal nº 1 y corresponde al participante 7. (4) Por cierto, algo tempranamente demostrado en 1938 con la célebre recreación radiofónica de O. Welles de L Guerra de los Mundos. (5) La expresión macanas significa, en lunfardo, “gran o pequeña mentira”. El Canal Infinito es una emisora de TV temática, orientada a difundir un amplio espectro de seudociencias, fenómenos paranormales, “realidades alternativas”, mística, astrología. Disponible en: http://www.infinito.com BIBLIOGRAFÍA - Bauer, M. y Schoon, I. (1993) “Mapping variety in public understanding of science” Public Understanding of Science 2, 141-155. - Bauer, M., Allum, N. y Miller, S. (2007) “What can we learn from 25 years of PUS survey research? Liberating and expanding the agenda” Public Understanding of Science 16, 79-95. - Bodmer, W. (1985) Disponible en http://royalsociety.org/displaypagedoc.asp?id=26406 “The Public Understanding of Science”. 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